Primero La Gente-kliksberg

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Primero la gente Una mirada desde la ética del desarrollo a los principales problemas del mundo globalizado Amartya Sen Premio Nobel de Economía de 1998 Bernardo Kliksberg Premio 2005 de la Fundación Empresarial por el desarrollo sostenible Si todavía no está puntualmente informado de la aparición de nuestras novedades sobre libros empresariales, con sólo enviar su tarjeta de visita a: EDICIONES DEUSTO Tfno: 93 42 6 70 Fax: 3 42 6 75 Internet: www.e-deusto.com recibirá periódicamente, sin compromiso alguno por su parte, información detallada sobre los títulos recién editados. D EDICIONES DEUSTO

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  • Primero la genteUna mirada desde la tica del desarrollo

    a los principales problemasdel mundo globalizado

    Amartya SenPremio Nobel de Economa de 1998

    Bernardo KliksbergPremio 2005 de la Fundacin Empresarial

    por el desarrollo sostenible

    Si todava no est puntualmente informadode la aparicin de nuestras novedadessobre libros empresariales, con slo enviarsu tarjeta de visita a:EDICIONES DEUSTOTfno: 93 42 6 70Fax: 3 42 6 75Internet: www.e-deusto.com

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    DEDICIONES DEUSTO

  • Captulo 1

    Cmo juzgar la globalizacin?

    A la globalizacin se la considera con frecuencia como igual aoccidentalizacitLglobal. Tanto quienes la favorecen como quienesson contrarios suelen compartir este criterio. Quienes tienen una p-tica muy positiva de la globalizacin la consideran como una mara-villosa contribucin de la civilizacin occidental al mundo. Existeuna historia bellamente estilizada segn la cual los grandes desarro-llos tuvieron lugar en Europa. Primero vino el Renacimiento, se-guido por la Ilustracin y la Revolucin Industrial, todo lo cual con-tribuy a elevar considerablemente el nivel de vida en Occidente. Yen la actualidad, los grandes logros de Occidente se estn espar-ciendo por el mundo. Segn esta ptica, la globalizacin, adems deser algo p_osiliyo, es un regalo de Occidente para el mundo. Los ada-lides de esta lectura de la historia tienden a sentirse molestos no so-lamente por el hecho de que este gran beneficio sea consideradocomo una maldicin, sino tambin porque es despreciado y casti-gado por un mundo desagradecido.

    Desde la perspectiva opuesta, el dominio de Occidente -conside-rado algunas veces como una continuactnjleljmperialisrrio^ojaab^dental- es el malo de la pelcula. Segn esta ptica, el capitalismocontemporneo, impulsado y conducido por pases codiciosos y vo-races de Europa y de Norteamrica, ha establecido reglas comercia-

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    les y relaciones de negocios que np^soji^YOJabks^paralasJntere&esdeJps_ueblQS_ms.po.bres del mundo. El enaltecimiento de diversasidentidades no occidentales -definidas por la religin (como el fun-damentalismo islmico), por la regin (como en la defensa de valo-res asiticos) o por la cultura (como en la glorificacin de la ticaconfuciana)-, pueden agregar combustible al fuego de la confronta-cin con Occidente.

    Es la globalizacin realmente una maldicin occidental? De he-cho, no es ni nueva ni necesariamente occidental, y tampoco es unamaldicin. A travs de miles de aos, la globalizacin ha contribuidoal progreso del mundo a travs de los viajes, del comercio, de lasmigraciones, de la difusin de influencias culturales y del conoci-miento y la comprensin (entre ellas, la de la ciencia y la tecnologa).Estas interrelaciones globales han sido a menudo muy productivaspara el progreso de diversos pases. No necesariamente han adop-tado la forma de una mayor influencia occidental. De hecho, losagentes activos de la globalizacin han estado ubicados a menudolejos de Occidente.

    Para ilustrar lo anterior, pensemos en el mundo a inicios del mi-lenio pasado, y no hacia su final. Alrededor del ao.lOOOjdeJa eraS5stna> el jlcance jXoMjfek ciencia,Ta tecnologa y las matem-ticas estaba cambiando la naturaleza del viejo mundo, pero_en,aquelti?mPP.k difosin,_en gran parte, se realizaba enla direccin-opuestaa la que vemos en la actualidad. La alta tecnologa en el mundo delao 1000 de la era cristiana abarcaba, entre otras cosas, el papel, laimprenta, la ballesta, la plvora, los puentes colgantes, las cometas,la brjula magntica, la carretilla y el ventilador giratorio. Hace milaos^ estos inventos, de uso difundido enJa China, eran prctica^mente desconocidos en otros lugares. La globalizacin los diseminpor todo el mundo.

    Un movimiento similar fuejel que tuvo lugar con la influencia deOriente sobre las matemticas occidentales. Surgi el sistema deci-mal, que se desarroll en la India entre los siglos n y vi, y que pocotiempo despus fue utilizado por matemticos rabes. Estas innova-ciones matemticas llegaron a Europa principalmente durante el l-timo cuarto del siglo x, y su impacto empez a sentirse en los pri-meros aos del milenio pasado, contribuyendo valiosamente a larevolucin cientfica que favoreci la transformacin de Europa.

    /.CMO JUZGAR LA GLOBALIZACIN? 15

    Los agentes de la globalizacin no son ni europeos, ni exclusiva-mente de^ Occidente,; tampooresl:^dominacin occidental. De hecho, Europa hubiese sido mucho mspobre -tanto econmica, como cultural y cientficamente- si hubieseopuesto resistencia a la globalizacin de las matemticas, de la cien-cia y de la tecnologa en ese momento. Y en la actualidad, rige elmismo principio, si bien se despliega en la direccin opuesta (deOccidente a Oriente). Rechazar la globalizaginjle la cjencia^ dejatecnologa por estimar que representa la influencia e imperialismooccidentales no solamente implicara desconocer las contribucionesglobales -tomadas de muchos lugares diferentes del mundo- queapuntalan las as denominadas ciencia y tecnologa occidentales,sino que constituira igualmentejina decisin prctica poco sabia,habida cuenta de la posibilidad que podra tener el mundo entero debeneficiarse con el proceso.

    Un legado global

    Al resistirnos al diagnstico de la globalizacin como un fenmenode origen esencialmente occidental, tenemos que sentir recelo no sola-mente de la retrica antioccidental, sino tambin del chauvinismo pro-occidental presente en muchos escritos contemporneos. Sin duda al-guna, el Renacimiento, la Ilustracin y la Revolucin Industrial fuerongrandes logros -y tuvieron lugar principalmente en Europa, y mstarde, en Norteamrica-. Sin embargo, muchos de estos desarrollos senutrieron de la experiencia del resto del mundo, y no estuvieron limita-dos a los confines de una discreta civilizacin occidental.

    Nuestracivilizacin global es un legado mundial -y no nica-mente una coleccin de culturas locales diferentes-. Cuando una ex-perta en matemtica moderna invoca en Boston un algoritmo pararesolver un difcil problema de clculo, es posible que no sea cons-ciente de que est ayudando a conmemorar al matemtico rabeMohammed Ibn Musa al-Khwarizmi, quien tuvo su apogeo en laprimera mitad del siglo ix (la palabra algoritmo est derivada delnombre al-Khwarizmi). Existe una cadena de relaciones intelectua-les que une las matemticas y la ciencia occidentales a una serie depersonas, claramente no occidentales, dedicadas a su prctica, y al-

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    Khwarizmi fue una de ellas. (El trmino lgebra proviene delttulo de su famoso libro Al-Yabr wa-al-Muqabil). En efecto,al-Khwarizmi es uno de los numerosos no occidentales que, a travsde sus obras, ejercieron su influencia en el Renacimiento europeo, yluego en la Ilustracin y la Revolucin Industrial. Occidente merecetodo el reconocimiento por los notables desarrollos logrados enEuropa y en la Norteamrica europeizada, pero la idea de una inma-culada concepcin occidental es una fantasa de la imaginacin.

    Adems de que el progreso de la ciencia y la tecnologa globalesno constituyen un fenmeno exclusivamente promovido por Occi-dente, hubo importantes desarrollos globales en los cuales Occidenteni siquiera tuvo participacin. La impresin del primer libro del mundoconstituy un acontecimiento maravillosamente global. La. tecnologadeJaJmrjrentaLfue, naturalmente, un logro totalmente propio de loschinos. El contenido, sin embargo, vino de otro lugar. El primer libroimpreso fue un tratado de snscrito de la India, traducido al chino porun medio turco. El libro, Vajracchedika Prajnaparamitasutra (al cualse hace referencia ocasional como El Sutra Diamante), es un anti-guo tratado sobre budismo; fue traducido al chino del snscrito en elsiglo v por Kumarajiva, un acadmico medio hind y medio turco quevivi en una regin de Turkistn oriental llamada Kucha, pero que luegoemigr a la China. Se imprimi cuatro siglos ms tarde, en el ao 868de la era cristiana. Este evento, en el que estuvieron involucradasChina, Turqua y la India constituye, sin duda, un claro ejemplo deglobalizacin, peroJDccidentejioi figuraj)ara nadajmel mismo.

    Interdependencia y movimientos globales

    EljdiagnQslico errneo en virtud del cual debeogoneree resisten-cia a la globalizacin de ideas y de prcticas porq^cojlejvajaje-rAda_qc^jdOTtalizacin h_deejnMadojLin el_bastente regresivpen el_jmundg[ coJ i^a4L.pJ2SQlQnial. Esta suposicin induce ten-denciajyjroyjjiicjajia^^ objetividad enla ciencia^y el conocimientp. Adems de ser contraproducente en smismo, a la luz de las interacciones globales presentes a travs de lahistoria, tambin puedejiacgr que las sggiedadgs^noojgcjdjgntalesse lesipjiejijijsj]^^

    ; CMO JUZGAR LA GLOBALIZACIN? 17

    Tomemos el ejemplo de la resistencia en la India al empleo deideas y conceptos occidentales en la ciencia y las matemticas du-rante el siglo xix, un debate que est inmerso en una controversiams amplia acerca de la educacin occidental en oposicin a la edu-cacin autctona de la India. Los occidentalizadores, tales comoel temible Thomas Babington Macaulay, no le reconocan ningnmrito a la tradicin de la India. Nunca he encontrado entre ellos(quienes estaban a favor de la tradicin de la India) a alguien quepudiese negar que una sola repisa de una buena biblioteca europeaequivala a toda la literatura autctona de la India y de Arabia,declar. En parte como represalia, quienes abogaban a favor de laeducacin autctona opusieron resistencia a todo lo que fuese im-portado de Occidente. Cabejigcir entonces que ambas partes estuvie-ron djmasjadjajli^ue^dos cMlizacionesjdiferenteSi

    Las matemticas europeas, con su empleo de conceptos talescomo seno, fueron consideradas como una importacin puramenteoccidental a la India. De hecho, el matemtico hind Aryabhatahaba debatido el concepto de seno en su obra clsica sobre astro-noma y matemticas en el ao 499 d.C., llamndolo por su nombresnscrito, jya-ardha (literalmente media-cuerda). Esta palabra,abreviada primero a jya en snscrito, se convirti luego en el jibarabe, y ms adelante en jaib, que significa ensenada o baha.En su historia de las matemticas, Howard Eves explica que alrede-dor del ao 1150 d.C., Gerardo de Cremona, en sus traducciones delrabe, se refiri a jaib como el sinus del latn, la palabra corres-pondiente a una ensenada o baha. Y ste es el origen de la palabramoderna seno. El concepto haba hecho el recorrido completohasta cerrar el crculo -desde la India, y luego de regreso-.

    Ver la globalizacin como solamente un imperialismo occidentalde ideas y creencias (como lo sugiere a menudo la retrica) sera unserio y costoso error, de la ^ismajT^era^^^^^r^re^tendaeuropea a la influend.a_oriental lo ]^na_s^j^ojrrejizjo^elltirnomileni7Tor~syguesto, ^ay^pec^&jm^M^,^]^^o^^^?que se conectan con el imperialismo (la historia de conquistas, colo-nialismo y dominacin extranjera siguen siendo pertinentes en mu-chas formas) y una forma poscolonial de comprender el mundo tienesu mrito. Pero sera un grave error ver la globalizacin fundamen-

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    talmente como un rasgo del imperialismo. Es mucho ms -y revistemayor grandeza- que eso.

    El tema de la distribucin dejasjanancias y prdidas econmi-cas resultantes de la globalizacinjigue s^Kd^^^sMto"^tHmentes^pSfa^o7"y~3eBe"ser abordado como un tema diferente -y dejranpertinencia-. Hay evidencia suficiente de que la economa global Faaportado prosperidad a numerosas y diferentes reas del globo.Hace apenas unos siglos, en el mundo imperaba la pobreza: habatan slo escasos islotes de riqueza. Las ampliamente difundidas in-terrelaciones econmicas y la tecnologa moderna han tenido y si-guen teniendo influencia en la superacin de dicha miseria. Lo ocurridoen Europa, Norteamrica, Japn y en el Sudeste Asitico tiene im-portantes mensajes para todas las dems regiones, y no podemosprofundizar nuestra comprensin de la naturaleza de la globaliza-cin en la actualidad si no reconocemos antes los frutos positivosde los contactos econmicos globales.

    De hecho, no podemos revertir la difcil situacin econmica de lospobres en el mundo impidindoles el acceso a las grandes ventajas de latecnologa contempornea, a la eficiencia slidamente establecida delcomercio e intercambio internacionales y a las ventajas sociales y eco-nmicas que brinda la vida en una sociedad abierta. Dejo que se_ttatapnndpalmente ^ s^e^moijiaj^uenjLiso a los notables^ beneficios del

    \. ^ejcjmbjg_e^g^jriicg_y^del progreso tecnolgjcg^en una forrna^gue_^1 presteJajrtencinjtebJKia_a^lpj_intereses^elos desposedos^desvalidos^

    En mi concepto, dira que es ste el interrogate^cosEcitvo que emergede los as llamados movimientos antiglobalizacin.

    Se estn empobreciendo ms los pobres?

    El principal desafo est v_incul_ado_aja desigualdad -tanto in-terna como internacional-. Las preocupantes desigualdades inclu-yen disparidades en materia de riqueza, as como tambin marcadasasimetras en los aspectos polticos, sociales, de oportunidades eco-nmicas y de poder.

    Un tema crucial es el relativo a la forma de compartir las ganan-cias potencales deTa^Iobalizacin -entre los pases ricos y pobres,y ntrelos diferentes grupos dentro de los pases-. No es suficiente

    'A

    comprender que los pobres del mundo necesitan la globalizacintanto como los ricos; tambin es importante cerciorarse de que enrealidad obtengan lo que necesitan. Para ello posiblemente se re-quieran reformas institucionales de gran alcance, aun en el marco dela defensa de la globalizacin.

    Igualmente se requiere una mayor claridad en la formulacin delos aspectos vinculados a la distribucin. Por ejemplo, se afirma amenudo que los ricos se enriquecen cada vez ms, mientras que lospobres se empobrecen. Pero esto no es de ninguna manera uniforme;si bien hay casos en los cuales ha sucedido. Mucho depende de laregin o del grupo seleccionado, as como de los indicadores deprosperidad econmica empleados. Pero el intento de intentar el cas-tigo a la globalizacin econmica sobre esta base tan endeble pro-duce una crtica especialmente frgil.

    Por otra parte, quienes abogan por la globalizacin sealan lacreencia de que los pobres que participan en el comercio e intercam-bio se estn enriqueciendo en su mayora. Por lo tanto -as reza elargumento- la globalizacin no es injusta hacia los pobres: ellostambin se benefician. Si se acepta la pertinencia central de esteasunto, entonces todo el debate gira alrededor de la determinacinde qu parte tiene la razn en este debate emprico. Pero la preguntaque cabe formular, para empezar, es si ste es el campo de batallaapropiado. Yo afirmara que no lo es.

    La justicia global y el problema de la negociacinAun si los pobres se enriqueciesen tan slo un poco, esto no

    significara necesariamente que estn obteniendo una participacinjusta en los beneficios potencialmente enormes de las interrelacioneseconmicas globales. No resulta adecuado preguntar si la desigualdadinternacional est creciendo o reducindose marginalmente. Pararebelarse contra la indignante pobreza y las apabullantes desigual-dades que caracterizan al mundo contemporneo -o para protestarcontra la forma injusta de compartir los beneficios de la cooperacinglobal- no es necesario mostrar que la desigualdadjnasiya o injus-ticia distriTjutiva'tamEieTfs^^ Estoes un asunto totalmente aparte.

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    Cuando hay beneficios derivados de la cooperacin, es posibleconcertar toda suerte de arreglos. Como lo afirmaba hace ms demedio siglo el experto en teora de los juegos y matemtico, JohnNash (en The Bargaining Problem (El Problema de la Negocia-cin), publicado en Economtrica en 1950, y que fue citado, entreotros escritos, por la Academia Real Sueca de Ciencias cuando se leconfiri a Nash el Premio Nobel de Economa), el_tema_central engeneral no radica en si un acuerdo particular es mejor para todoscomparado con la falta total de cooperacin, sino en si se trata de

    j^ una d^strugujl^iva^ No puede rebatirse la cr-tica de que un acuerdo de distribucin es injusto simplemente con laobservacin de que todas las partes se encuentran en una situacinmejor de la que tendran en ausencia de cooperacin; el verdaderoejercicio radica en la eleccin entre estas opciones.

    Una analoga con la familia

    Por analoga, al afirmar que un acuerdo de familia especialmentedesigual y sexista es injusto, no hace falta demostrar que las mujereshubieran tenido una situacin comparativamente mejor si no hubiesenvivido en familia; basta con decir que la manera de compartir losbeneficios es fundamentalmente desigual en ese acuerdo en particular.Antes de que el tema de la justicia de gnero se convirtiese en unapreocupacin reconocida explcitamente (como ha venido ocurriendoen dcadas recientes), hubo intentos por desechar el tema de los arre-glos poco equitativos dentro del contexto familiar sugiriendo que, si alas mujeres les pareca tan injusto, pues no necesitaban vivir en familia.Tambin se afirm que, en vista de que tanto las mujeres como loshombres se benefician de la vida familiar, los arreglos existentes nodeban ser tan injustos. Pero aun cuando se acepta que tanto los hom-bres como las mujeres, peculiarmente, pueden beneficiarse de la vidaen el marco de la familia, sigue presente el asunto de la equidad distri-butiva. Hay numerosos arreglos en el marco de la familia que -com-parados con la ausencia total de sistema familiar- pueden resultar be-neficiosos tanto para los hombres como para las mujeres. El verdaderomeollo del asunto se refiere aja equidad con que se distriByOTTosbefcloTsociados a estos arreglos""

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    De la misma manera, no puede refutarse la acusacin de que elsistema global es injusto demostrando que incluso los pobres se bene-fician en parte de los contactos globales, y que no necesariamentese empobrecen ms. Esa respuesta puede estar equivocada o no, perola pregunta sin duda lo est. El tema crtico no radica en saber si lospobres se estn enriqueciendo o empobreciendo marginalmente.Tampoco reside en saber si estn en mejor situacin de la que ten-dran si se hubiesen excluido de las interacciones globalizadas.

    Nuevamente, el verdadero tema es el de la distribucin de losbeneficios de la globaTzacioTn efecto, steTlaT^oTi"^rT~clIalmcKolT3e"qfis"proteslSn contra la globalizacin, quienes luchanpor mejorar la suerte de los menos favorecidos de la economa mun-dial, no son verdaderamente -contrariamente a su propia retrica ya los conceptos que otros les atribuyen- anti-globalizacin. Tam-bin es la razn por la cual no hay una contradiccin real en el hechode que las as llamadas protestas anti-globalizacin se hayan conver-tido en los eventos ms globalizados del mundo contemporneo.

    Alterando los arreglos globales

    Cabe preguntar entoncesjsi esosjgupos menp favorecidos puedenobtener"urTmejor trato de las relaciones econmicas y glBaTeTsnpres-cindir d la economaefe mercaflo misma. La respuesta es, sin duda,afirmativa. l recurso a la economa de mercado puede coexistir condiversos patrones de propiedad, de disponibilidad de recursos, de opor-tunidades sociales y de reglas de operacin (tales como leyes de paten-tes y reglamentaciones antimonopolio). Y en virtud de esas condiciones,la economa de mercado podra generar diversos precios, condiciones deintercambio, distribucin del ingreso y, de manera ms general, diferen-tes resultados generales. Los acuerdos en materia de^ejuridadjocial yotras intervenciones pblicas[pueclf realizar modificaciones adicio-nales a los resultados d los procesos del mercado y, en forma conjunta,pueden dar lugar a diferentes niveles de desigualdad y pobreza.

    El tema central no es si debe recurrirse a la economa de mer-cado. Es fcil responder a la pregunta superficial, porque es difcillograr prosperidad econmica sin recurrir a las oportunidades deintercambio y de especializacin que ofrecen las relaciones de mer-

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    cado. Aun cuando la operacin de una determinada economa demercado puede ser considerablemente defectuosa, no hay manerade prescindir de la institucin de los mercados en general comopoderoso motor de progreso econmico.

    Pero este reconocimiento no P2j'uJJtoJ:mal al debate relativoa ksjrelaciories de mercado giobalizadas. La economa de mercadono funciona poTs misma en las relaciones globales -de hecho, no puedeoperar sola aun dentro de un pas determinado-.^o se trata solamentede queun sistemainchisiyodemercadi^ue&%erlerar'7e^ultedosmyHrrerentes eluc^ (tales'como la manera en que estn distribuidosloTrecursos fsicos, cmose desarrollan los recursos humanos, cules son las reglas imperan-tes de relaciones comerciales, cules son los arreglos de seguridadsocial vigentes, etc.). Estas mismas condiciones ^ habilitantes tienenuna e^^^}^,s^^.^^jj^i^cipnes, econmicas, sociales ypolticas^uejp^er^

    l papel crucial de los mercados no implica que el de las demsinstituciones sea insignificante, ni siquiera en relacin a los resul-tados que puede producir la economa de mercado. Como lo hanestablecido ampliamente los estudios empricos, los resultados delmercado se encuentran considerablemente influenciados por laspolticas pblicas en materia de educacin, epidemiologa, reformaagraria, facilidades en el otorgamiento de microcrditos, proteccioneslegales apropiadas, etc., y en cada uno de estos mbitos hay trabajopor hacer a travs de la ^ gcin publica que puede_alterar radicalmenteel resultado de las relaciones econmicas locales y globlesT"" * i

    Instituciones y desigualdad

    La globalizacin tiene mucho que ofrecer pero, incluso si la defen-demos, debemos igualmente, sin incurrir en ninguna contradiccin,ver la legitimidad de muchas interrogantes planteadas por quienesprotestan contra ella. Puede haber un diagnstico errneo en cuantoa la ubicacin de los principales problemas (no se encuentran en laglobalizacin, como tal), pero las preocupaciones .ticas y humanasque inspiran dichas interrogantes requieren evaluar seriamente denuevo cuan adecuados son los acuerdos nacionales y globales que

    Caracterizan al mundo contemporneo y configuran las relacioneseconmicas y sociales giobalizadas.

    El capitalismo global est mucho ms centrado en ampliar el domi-nio de las relaciones de mercado que, por citar un ejemplo, en el estable-cimiento de la democracia, en la expansin de la educacin primaria oen mejorar las oportunidades sociales de los menos favorecidos de lalociedad. Puesto que la globalizacin de los mercados constituye en smisma un enfoque muy inadecuado con miras a la prosperidad mundial,resulta necesario ir ms all de las prioridades que encuentran su expre-lin en el foco elegido del capitalismo global. Como lo ha sealadoOeorge Soros, los intereses comerciales internacionales suelen tener unamarcada preferencia poFffi^^vado nivel d rganSacBn ms que en democracias activistas yjnenosreglamentadas, lo cualjpuede_ejercer una influencia regresiva jjn_el de-laffllo equitativo. Adems, laFmpresaTffl pueden ejer-cer su influencia en las prioridades del gasto pblico en pases menosleguros del tercer mundo, dando preferencia a la seguridad y convenien-cia de las clases gerenciales y de los trabajadores privilegiados, en detri-mento de la eliminacin del analfabetismo difundido, la privacin enItencin mdica y otras adversidades que afectan a los pobres. Estasposibilidades, obviamente, no imponen ninguna barrera infranqueable1 desarrollo, pero es importante cerciorarse de que las barreras que s

    Ipueden ser superadas realmente lo sean.

    f Lo omitido y lo cometido

    Las injusticias que caracterizan al mundo estn estrechamente vin-flulaBasXvaraTommoT^^^Tmbit dls'rreglosinstitucionales. He tratado de identificar algu- .nos de los principales problemas_en mi libro Development as Freedom J I(El Desarrolkfcomo LibertadHKnopf, 1999). Las polticas globales ltienen aqu el papel de ayudar al desarrollo de instituciones ciona-les (por ejemplo,a travs de la defensa de la democracia y del apoyo aIllNtiluciones^scolares y de atencin en salud), pero igualmente se re-quiere examinar nuevarnente^un apropiados soTosgiisjTJorarre|losInstitucionales globales. La distribucin de los beneficios en la econo-ma global depende, entre otras cosas, de una variedad de arreglos

  • 24 PRIMERO LA GENTE

    institucionales globales, entre ellos los que favorecen el comercioequitativo, las iniciativas mdicas, los intercambios educativos, insti-tuciones para la difusin tecnolgica, limitaciones ecolgicas y am-bientales, y el tratamiento justo de las deudas acumuladas, incurridasa menudo por dirigentes militares irresponsables en el pasado.

    Adems de las monumentales omisiones que es menester recti-fcarrsxist igualmente senos problemas^ dFlcTTcoietigps'quedeben ser abordados en aras a la tica global ms elemental. Entreellos l^lql^meTffi de efi-ciencia y de equidad"qeTfeprim^rnaTlp^HacToes provenientesde los pases pobres, sino tambin leyes en materia de patentes, queinhiben el uso de frmacos que pueden salvar vidas -para enferme-djtdes como el sida- y que dan incentivos inadecuados a alves-tgacio^mdica dirigida al desarrollo de medicinas no reiterativas(como las vacunas). Estos temas han sido debatidos ampliamente comotales, pero debemos observar tambin la manera en que encajan enel marco de un patrn general de arreglos poco tiles que socavanlo que la globalizacin podra ofrecer.

    Otro aspecto -algo menos debatido- de lo cometido a nivelglobal que es causa de profunda infelicidad, as como de privacionesduraderas, esfcfTilIcoliad^coTr^mundiales en el comercio de armas globalizado. ste es un mbitoen el que se requiere con urgencia una nueva iniciativa global, quese extienda ms all de la necesidad -muy importante, sin duda- decombatir el terrorismo, que es actualmente objeto de tanta atencin.Las guerras y conflictos militares locales, que tienen consecuencias muydestructivas (tambin en las perspectivas econmicas de los pasespobres), se alimentan no solamente de las tensiones regionales, sinotambin del comercio global de armas. El establecimiento mundialse encuentra firmemente involucrado en este negocio: los MiembrosPermanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas tu-vieron la responsabilidad conjunta del 81% de las exportaciones dearmamentos desde 1996 hasta 2000. De hecho, los lderes mundialesque expresan su profunda frustracin ante la irresponsabilidadde quienes protestan contra la globalizacin son los dirigentes de lospases que ganan la mayor cantidad de dinero a travs de este terriblecomercio. Los pases del G-8 vendieron el 87% del suministro totalde armas en todo el mundo. Solamente la participacin de los Estados

    ; CMO JUZGAR LA GLOBALIZACIN? 25

    Unidos acaba de subir hasta casi el 50% de las ventas totales en elmundo. Ms an, hasta un 68% de las exportaciones estadouniden-les de armas fueron a pases en desarrollo.

    Las armas se usanconjesultados sajjjTiggjg8 -y con efectosde \asSores~Ena^cooS3L^afo^a de gobierno y la sociedad-.En cierta forma, sta es la continuacin del papel poco til de laspotencias mundiales en la gnesis y florecimiento del militarismo po-ltico en frica a partir de los aos sesenta hasta los ochenta, cuandole fragu la Guerra Fra vinculada a ese continente. Durante estas d-cudas, cuando los grandes jefes militares Mobuto Sese Seko o JoasSuvimbi -o cualquier otro- hicieron aicos los acuerdos sociales ypolticos (y, en ltima instancia, el orden econmico y poltico igual-mente) en frica, podan depender del apoyo ya sea de los EstadosUnidos y sus aliados, o de la Unin Sovitica, segn fuesen sus alian-zas militares. Las potencias mundiales tienen una enorme responsabi-lidad para ayudar a subvertir la democracia en frica, as como portodas las consecuencias negativas de largo plazo resultantes de lamisma. Su afn de promover la venta de armas les confiere unpapelpermanente en la escalada de los conflictos militares actuales -en fricay en otros lugares- La negativa de los Estados Unidos a aceptar unalucha conjunta para impedir aunque sea las ventas ilcitas de armaspequeas (como lo ha propuesto Kofi Annan, Secretario General deas Naciones Unidas) ilustra las dificultades en este mbito.

    Participacin equitativa en las oportunidades globales

    (Para concluir^ confundir globalizacin con occidentalizacin,dems de ser poco consecuente con la historia, conduce igualmenteU distraer la atencin de los muchos beneficios potenciales de la in-tegracin global. La globalizacin es un proceso histrico quehaofrecido abundantes^porwmdad^yreco^&S^n_el pasa3o7yNgue hacindolo en la actualidad. La existencia mismaUepoten-ciales benfcioTde peso esl que otorga" una^TmportTcfiaciaT allema de la equidad en compartir dichos beneficios.

    El tema ctf aTgTTIebate (^re^ide]ej|JJa_gIobalizacin misjna,ni tampoco en el recurso al mercado como institucin, sino en la(alta de equidad en el balance general de los arreglos institucionales,

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    que da lugar a una distribucin muy desigual de los beneficios de laglobalizacin. EJjtema_no^es solamente saber si los pobres tambinse b^fician^.e_la_globalizacin, sin^^CT^obSlielarriparcipa-cinjequitativa y una oportunidad justa. Existe la urgente necesidadde reformar los acuerdos institucionales -adems de los nacionales-con el fin de superar tanto los errores de omisin como los prove-nientes de los cometidos que tienden a limitar tan considerablementelas oportunidades abiertas a los pobres. La globalizacin merece unadefensa razonada, pero tambin requiere reforma.

    Captulo 2

    Exclusin e inclusin

    I, Introduccin

    El concepto de exclusin (relativamente reciente) como una formade privacin ha resultado prctico y til para fines de organizacin.En efecto, muchas privaciones y violaciones de derechos humanosConsisten en estar excluidos del goce de derechos elementales quedeberan ser algo que se da por sentado, tales como el acceso a losfribunales o la libertad de expresin. El lenguaje de la exclusin, aligual que la versatilidad y alcance del concepto, se prestan tambin la realizacin de un debate significativo acerca de una variedad deexclusiones, seleccionadas de reas muy diversas, que abarcan elcampo poltico, econmico y social.

    Hay muchas razones que avalan esta versatilidad, puesto que debe-mos interesarnos por diversos tipos de privaciones, que van desde laviolacin de derechos civiles y polticos, por una parte, hasta las pe-nurias en lo econmico y la negacin de atencin en salud y educacinpor la otra. Podemos interesarnos simultneamente por la exclu-sin poltica y civil, as como por la exclusin de las oportunidadeseconmicas y sociales. Mucho se ha debatido en el pasado acercadel mbito correcto de los derechos humanos -con la inclinacin dealgunos por limitar la lista elegida a las libertades civiles y derechos

  • 30 PRIMERO LA GENTE

    condiciones de trabajo para los trabajadores afectados y, a la vez,al involucrarse y expresar preocupacin y accin directas por ladifcil situacin que afecta a personas en lugares muy alejados, quie-nes as actan estn dando un paso orientado hacia la justicia global.

    Sin embargo, tambin hay un aspecto negativo inherente a cen-trar la atencin en el tema de la inclusin desigual y desfavorablesi no se aborda al mismo tiempo el problema de la exclusin. Si quie-nes protestan logran solamente el cierre de esas unidades de pro-duccin, sin ayudar a los trabajadores desplazados en forma alguna(de hecho, sin interesarse por sus vidas y su supervivencia), entoncesel efecto podra muy bien ser el de empeorar -en vez de mejorar-las cosas para estos nuevos excluidos, quienes se encontraban previa-mente en situacin de inclusin desfavorable.

    La conclusin bsica es que tenemos que tener presentes las dosmodalidades de desigualdad y trato desfavorable y carente de equi-dad -tanto en la exclusin como en la inclusin- y es necesario noconfundir la una con la otra. Resulta que muchos de los casos msextremos de violacin de los derechos humanos, tales como la nega-cin de las libertades fundamentales, la tortura, el encarcelamientosin juicio y la privacin del derecho al voto, por una parte, y el ham-bre o la ausencia global de atencin mdica, por la otra, puedenmuy bien ser debatidos dentro del formato de la exclusin. Sin em-bargo, debemos igualmente tener en cuenta aquellas violaciones delos derechos humanos entre las que figuran, entre otras, el trabajopor obligacin, el que se realiza en condiciones de explotacin, lasemiesclavitud de nios, problemas ambientales, etc., que puedenvisualizarse ms claramente como inclusin desfavorable.

    III. Congruencia y clase

    En efecto, debemos tener en cuenta igualmente el hecho empricode que a menudo hay una notable congruencia de privaciones a travs dediversas modalidades de exclusiones e inclusiones para los verdaderosdesvalidos de la sociedad. Algunas personas del Asia Meridional sonadineradas, mientras la mayora no lo son. Algunas tienen un exce-lente nivel de educacin, mientras otras son analfabetas. Algunas tie-nen una vida fcil llena de lujos, mientras que otras se ven obligadas a

    EXCLUSIN E INCLUSIN 31

    trabajar de manera incesante en condiciones terribles. Algunas ejerceninfluencia, mientras otras carecen por completo de ella. Algunas tie-nen abogados, otras no. Algunas reciben un trato respetuoso por partede la polica, a otras se las trata como basura. Estas clasificacionesdesiguales tienen pertinencia por separado, pero a la vez sus efectos seCombinan. De hecho, lo ms notable es que, con gran frecuencia, sonlas mismas personas las que son pobres en ingresos y riqueza, estnafectadas por el analfabetismo, trabajan duramente en condiciones te-rribles, no tienen la menor influencia, ni la posibilidad de tener aboga-dos propios y reciben malos tratos de la polica.

    La lnea divisoria entre los adinerados y los desposedos no essolamente un clich retrico o un eslgan elocuente sino que, lamen-tablemente, constituye un rasgo importante del mundo en el que vivi-mos. La confluencia de diversas privaciones especficas en forma deexclusiones congruentes es un rasgo envolvente abarcador de la condi-cin de los derechos humanos en Asia Meridional. En este momento nome referir con mayor detalle a las implicaciones de dicha confluencia,aunque tal vez debera mencionar que constituye el tema central de miConferencia Nehru1. En vez de ello, hoy quiero referirme en forma es-pecfica a una importante clase de privaciones que suelen recibir pocaatencin, pero que tienen un alcance masivo, que se hace sentir a travsde las divisiones de clases. Tambin incorpora, en forma simultnea,inclusiones desfavorables as como exclusiones debilitantes.

    IV. Identidades e identificaciones

    Me refiero al tema complejo, y a la vez de profundas consecuen-cias, de nuestra libertad de elegir la manera en que nos vemos a no-sotros mismos -nuestras afiliaciones, nuestras asociaciones, nuestrasidentidades-. ste es un mbito en el cual la privacin no suele causarla muerte (aunque puede tambin inducirla, como comentar), pero spuede ahogar nuestra voz, nuestra independencia y nuestra facultadpara actuar como ciudadanos polticos de un pas -o del mundo-.

    1 Class in India (Clases en la India), Conferencia Nehru, Nueva Delhi, 13 de

    Noviembre de 2001.

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    Este tema ha adquirido particular importancia en el contexto dela crisis poltica y confrontacin actuales, cuyas ramificaciones se hanpuesto en evidencia creciente desde el 11 de septiembre, si bien lasraces del problema se originan mucho antes. El derecho de ver nues-tra identidad en funcin de nuestra eleccin puede parecer, en losuperficial, una idea tan abstracta que podramos vernos tentados apensar que realmente estoy haciendo perder el tiempo a esta asam-blea de personas prcticas al debatir algo tan conceptual. Pero laexclusin conceptual puede tener efectos muy profundos en la formaen que nos vemos unos a otros. Para dar un ejemplo sencillo, consi-derar que la tragedia del 11 de septiembre ha sido causada, por ejem-plo, por personas que encuentran refugio o proteccin en Afganistn,coloca a todas las personas de dicho pas en la misma categora des-criptiva, lo cual puede tener un peso muy importante en el grado deaceptacin que pueda resultar de ello para seres humanos corrientes,con una sensibilidad normal tambin -tanto en Estados Unidos, comoen Europa o, incluso, en Asia Meridional- ante la situacin de poderaceptar que personas inocentes pertenecientes a ese grupo identifi-cado posiblemente estarn condenadas a morir en una operacin queser consecuencia del asesinato de estadounidenses inocentes porparte de delincuentes que encuentran proteccin en Afganistn. Na-turalmente, los afganos inocentes no son considerados en ningnmomento como blanco, sino simplemente como vctimas del daocolateral, cuyas vidas no pueden ser salvaguardadas si el fin ltimoes el de apresar o matar a Osama bin Laden y poner fin a su terro-rismo organizado. Resulta evidente que imponer sin distinciones laidentidad de afganos a un grupo no tiene ningn valor militar di-recto, pero la aceptacin a nivel civil de la indulgencia del pblicoante actos que tienen consecuencias brutales en grupos identificadospuede tener efectos trascendentales.

    El ejemplo de Afganistn lleva inherentes otras complejidades queno debemos dejar de lado, y su vinculacin con los cambios internosen Pakistn constituye en s un tema de importancia. No debemos sim-plificar excesivamente un tema complejo y, sin embargo, ilustra -aun-que sea a grandes rasgos- un problema general que es fundamentalpara la comprensin (e interpretacin) de conflictos en el mundo con-temporneo, as como la aceptacin de los actos brutales e inhumanoscometidos por diferentes grupos en el mundo entero.

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    Esto es de particular pertinencia en Asia Meridional, y lo ha sidodurante mucho tiempo. Muchos de nosotros, con edad suficiente

    i para haber vivido en los sangrientos aos cuarenta, podemos recor-dar vividamente la facilidad con la cual los disturbios que antecedie-ron a la particin se alimentaron de los contrastes de identidad queicababan de ser creados, que transformaron a amigos de antes ennuevos enemigos, y convirtieron a asesinos en camaradas putativos.La carnicera que sobrevino luego tuvo mucho que ver con la impo-llcin de una nueva identidad, carente de humanidad razonada o deUna eleccin derivada de la reflexin2.

    Carniceras similares han venido ocurriendo ms recientementeen el mundo en Ruanda, Congo, Bosnia, Kosovo, y en otros lugares,bajo el hechizo de identidades recin impuestas. Por ejemplo, amplifi-car en forma dramtica la presunta gravedad de la lnea divisoria entre,digamos, los Hutas y los Tutsis (Nosotros, Hutas, siempre hemosodiado a los Tutsis), mientras se obvian otros principios de clasifica-cin vinculados con, por ejemplo, clase, ocupacin o ubicacin, y quevan ms all de las divisiones entre Hutas y Tutsis, puede transformaralguna de las muchas lneas divisorias coexistentes en una divisinexplosiva y de confrontacin, con un poder incendiario3. La imposi-cin de una identidad irreflexiva puede matar cual una plaga4.

    V. Civilizaciones y choques

    Para ocuparnos de los derechos humanos, tenemos que prestarmayor atencin a la manera en que se imponen a la gente identidades

    Me he referido a este tema en Reason befare Identity, (Razn antes que identidad)1998, Conferencia Romanes (Oxford y Delhi: Oxford University Press, 1999);y tambin en The Smallness Thrust upon Us (La pequenez que nos imponen),The Little Magazine, 2001.

    3 Vase Shaharyar M.Khan, The Shallow Graves ofRwanda (Las tumbas somerasde Ruanda), con prlogo de Mary Robinson (Nueva York, I.B. Tauris, 2000).El tema es debatido ms ampliamente en Other People (Otra Gente), Conferen-cia Anual de la Academia Britnica, 2000 (de prxima publicacin por la Acade-mia, versin ms breve ya publicada en The New Republic, diciembre 2000), y enThe Smallness Thrust upon Us, The Little Magazine, 2001.

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    toscas y presuntamente preexistentes. Un buen punto de partida esver el profundo impacto de la idea del choque de civilizaciones, de-sarrollada por Samuel Huntington5. Se nos puede clasificar en fun-cin de muchos sistemas de divisin que compiten entre ellos, cadauno de los cuales tiene una gran pertinencia en nuestras vidas: nacio-nalidades, sitios de vivienda, clases, ocupaciones, idiomas, polticay muchas otras. Si bien se han ventilado mucho las categoras reli-giosas en aos recientes, no puede suponerse que las mismas elimi-nen otras distinciones, y mucho menos pueden ser consideradascomo el nico sistema de clasificacin de la gente en el mundo6.Pero la clasificacin en materia de civilizacin de creacin msreciente, tan frecuentemente invocada en la actualidad y que tieneefectos tan profundos en las actitudes y polticas, sigue muy de cercalas divisiones religiosas. Samuel Huntington coloca en contraste a lacivilizacin occidental con las otras: civilizacin islmica, civi-lizacin hind, civilizacin budista, etc. y, si bien incorpora cate-goras hbridas (tales como civilizacin snica o japonesa), lassupuestas confrontaciones por diferencias religiosas son incorporadas auna visin construida sobre la base de una divisibilidad dominante yendurecida. Al catalogar a la poblacin del mundo en categoras dequienes pertenecen al mundo islmico, al mundo cristiano, almundo hind, al mundo budista, etc., el poder de divisin de laprioridad puesta en clasificar se usa implcitamente para encerrar ala gente dentro de un conjunto especfico de casillas rgidas. Otrasdivisiones (como, por ejemplo, entre ricos y pobres, entre integran-tes de diferentes clases y ocupaciones, entre personas de diferentescriterios polticos, entre nacionalidades y ubicaciones residencia-les, entre grupos de idiomas, etc.) quedan completamente inmersasen esta forma presuntamente preexistente de ver diferencias entrelos grupos humanos.

    5 Samuel P. Huntington, The Clash of Civilizations and the Remaking ofthe WorldOrder (El choque de civilizaciones y la reformulacin del orden mundial) (NuevaYork: Simn & Schuster, 1996).

    6 He debatido este tema y otros vinculados en mi Conferencia Romanes en Oxforden 1998, publicada como: Reason befare Identity (Oxford: Oxford UniversityPress, 1999).

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    La debilidad fundamental de la tesis del choque entre civiliza-ciones radica en su programa de dividir a la gente del mundo encategoras en funcin de un sistema -presuntamente rector- de clasi-ficacin. La deficiencia de la tesis, por lo tanto, empieza mucho antesde que lleguemos al punto de preguntar si necesariamente las civili-zaciones tienen que chocar -una pregunta que resulta conceptual-mente parsita de la clasificacin en categoras-. No importa cul esla respuesta que nos propongamos dar a esta pregunta (chocan lascivilizaciones?); la forma misma del interrogante nos encasilla dentrode una forma estrecha, arbitraria y engaosa de pensar acerca de lagente del mundo. Y su poder de confundir puede atrapar no solamentea quienes quisieran apoyar dicha tesis (desde los fundamentalistasislmicos hasta los defensores de las supremacas occidentales), sinotambin a quienes les gustara impugnarla pero responden dentro delus trminos de referencia previamente especificados.

    Hablar en trminos de mundo islmico, o mundo hind omundo cristiano ya implica reducir a la gente a esta sola dimen-iin. Muchos de quienes se oponen a la tesis de Huntington (porejemplo, quienes argumentan que Occidente no est luchando con-tra el mundo islmico o chocando con l) resultan, en efecto, des-viados hacia el hecho de compartir la misma estrecha clasificacinen categoras. Cuando, por ejemplo, el primer ministro Blair expresatu propia visin del mundo islmico -un tema acerca del cual apa-rentemente se ha convertido en experto- ya ha quedado atrapado enesta forma unidimensional de ver a los pueblos del mundo. La mismavisin empobrecida del mundo dividido en casillas de civilizacio-nes es compartida por quienes predican la amistad entre civilizacionestanto como por quienes las ven como en confrontacin.

    Esta visin particular de clasificacin por categoras resulta a lavez un serio error epistmico y un enorme riesgo tico y poltico,con consecuencias de largo alcance en materia de derechos huma-nos. La gente se visualiza a s misma de mltiples y diferentesmaneras. Un musulmn de Bangladesh es, adems de musulmn,bengal y ciudadano de su pas, a lo cual cabe agregar las otras identidadesvinculadas con clase, gnero, ocupacin, ideologa poltica, gustos,etc. Un hind nepals es, adems de hind, alguien con caractersti-cas polticas y tnicas que tienen pertinencia propia, junto con otrasidentidades -cientos de ellas- que le hacen ser quien es.

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    Campesinos sin tierra que luchan contra patronos explotadorestienen cosas en comn que los unen ms all de las fronteras reli-giosas e, inclusive, las nacionales. Nuevamente, sta no sera sunica identidad, pero es una de ellas -y en ocasiones incluso la domi-nante-. Tambin la pobreza puede ser una importante fuente desolidaridad que atraviesa fronteras de otra ndole. El tipo de divi-sin que se recalca, por ejemplo, en el caso de quienes protestan enel marco del movimiento antiglobalizacin (el cual, dicho seade paso, es uno de los desfavorecidos movimientos ms globali-zados del mundo) se propone tratar de unir a los de la economamundial, pasando por encima de las lneas divisorias religiosas,nacionales o de civilizacin. La multiplicidad de categoras fun-ciona en direccin contraria a la de la separacin rgida y sus impli-caciones incendiarias.

    En la raz del conflicto sin argumentos hay una suposicinprevia -asumida frecuentemente en forma implcita ms que ar-ticulada explcitamente-: a saber, que los pueblos del mundopueden dividirse en categoras particulares en funcin de algnsistema de particiones especfico y abarcador. Esta visin singu-larmente divisoria es no slo contraria a la anticuada creencia,que tiende a ser ridiculizada en la actualidad (no totalmente sinrazn, por cierto) como excesivamente blanda, de que nosotros,seres humanos, somos todos iguales, sino tambin contrara ala idea menos debatida pero mucho ms plausible de que somosdiferentes. De hecho, dira que la principal fuente de esperanzaen la posible armona en el mundo contemporneo radica en la plu-ralidad de nuestras identidades, que se superponen unas a otras yse oponen a divisiones marcadas por una lnea nica y endure-cida de impenetrable divisin. Nuestra humanidad compartidase encuentra ante un salvaje desafo cuando la confrontacinresulta unificada dentro de un sistema de clasificacin presun-tamente dominante, lo cual resulta mucho ms tendente a divi-siones que el universo de categoras plurales y diversas que con-figuran el mundo en el que vivimos. La diversidad plural puedeser un gran factor de unificacin, en una forma en que justa-mente no lo es un sistema nico de divisiones que pretenden abar-carlo todo.

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    VI. Ingenuidad frente a la civilizacin

    Con este enfoque especfico de dividir a los pueblos del mundo,los defensores del choque de civilizaciones omiten numerosos as-pectos significativos. Por ejemplo, al describir a la India como unacivilizacin hind, en su exposicin del supuesto choque de civi-lizaciones, Huntington tiene que minimizar la importancia del he-cho de que en la India hay un nmero mayor de musulmanes (cercade 125 millones -ms que toda la poblacin de Gran Bretaa y Fran-cia juntas-) que cualquier otro pas del mundo, con excepcin deIndonesia y Pakistn. Se puede -o no- colocar a la India dentro de laarbitraria definicin de el mundo musulmn, pero no deja de sercierto que en la India hay un nmero de ciudadanos musulmanescasi igual al de Pakistn (y, de hecho, mucho mayor al de la mayorade los pases del as llamado mundo musulmn). A la vez, es impo-sible pensar en la civilizacin de la India sin tener en cuenta elimportante papel de los musulmanes en la historia de ese pas. Re-sulta en realidad ftil intentar comprender la naturaleza y alcance delarte, literatura, msica o comida de la India sin ver las intensas inte-racciones que atraviesan las barreras de las comunidades religiosas.

    La India, como habrn de darse cuenta quienes clasifican civili-zaciones (junto con quienes reescriben la historia de la India con elpatrocinio oficial), no es solamente una civilizacin hind. De he-cho, el rasgo mismo de su carcter secular, que enorgullece -estimoque con razn- a muchos de sus ciudadanos- tuvo slidos antece-dentes en los pronunciamientos oficiales de dos grandes emperado-res de la historia de la India, a saber, el emperador budista Ashoka yel emperador musulmn Akbar.

    Tal vez valga la pena detenerse un momento en el personaje deAkbar para sealar tres razones especficas vinculadas a la estrategiade clasificacin de Huntington. Primero, a la luz del papel delinea-dor que Huntington ve en la historia especial de la civilizacin occi-dental como adalid de la libertad individual y de la tolerancia(Occidente era Occidente mucho antes de que fuese moderno, enpalabras de Huntington), posiblemente valga la pena mencionar que,justo en el momento (hacia 1590) en que Akbar expresaba sus con-vicciones acerca de la tolerancia religiosa (como, por ejemplo, que anadie se le debe incomodar por motivos ligados a la religin, y que

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    toda persona debe tener la posibilidad de convertirse a la religin desu eleccin)7, an estaban en curso las persecuciones de la Inquisi-cin y Giordano Bruno era condenado a morir en la hoguera, porhereje, en el Campo dei Fiori en Roma (en 1600). Si bien en la actua-lidad puede lucir impresionante la cara de Occidente, no siempreha sido su condicin durante todo este tiempo.

    En segundo lugar, Akbar sigui siendo musulmn, pero con creen-cias polticas, sociales e incluso religiosas claramente heterodoxas,y con una claramente articulada preferencia por la bsqueda de larazn ms que la dependencia de la tradicin8. Si ser musulmnes equivalente a una entidad homognea, carente de identidad po-ltica, social o de doctrina especficas, entonces Akbar no podraestar en la misma casilla que la mayora de los dems. Cabe en con-traste recordar en este contexto que, si bien el secularismo poltico yheterodoxia religiosa de Akbar tena tanto seguidores como detrac-tores entre grupos musulmanes influyentes en Delhi y Agr, cuandofalleci en 1605, el telogo islmico Abdul Haq, quin haba mante-nido una actitud crtica frente a Akbar debido a muchas de sus creen-cias y pronunciamientos, tuvo que reconocer que, a pesar de susinnovaciones, Akbar haba seguido siendo un buen musulmn9.Esto no ha de extraar cuando la religin de una persona no esconsiderada como su nica y envolvente identidad, pero sin duda cau-sara -tanto fundamentalistas como antifundamentalistas- estupor aalgunos de los comentaristas contemporneos, tan deseosos de teneren cuenta nicamente una sola dimensin.

    El tercer tema es apenas un punto incidental de la historia. CuandoAkbar organizaba sus simposios multirreligiosos en Agr, entre losinvitados figuraban no solamente expositores hindes y musulmanesde diferentes escuelas, sino tambin cristianos, judos, parsis y jainas

    1 Traduccin en Vincent Smith, Akbar: the Great Mogul (Akbar, el Gran Mogol)(Oxford: Clarendon Press, 1917), p. 257.Vase Man Habib, ed., Akbar and His India (Akbar y su India) (Delhi y NuevaYork: Oxford University Press, 1997), que contiene un conjunto de excelentesensayos en que se investigan las creencias y polticas de Akbar, as como las in-fluencias intelectuales que le llevaron a su posicin heterodoxa.Vase Iqtidar Alam Khan, Akbar's Personality Traits and World Outlook: A Cri-tical Reappraisal en Iran Habib, Akbar and His India, p. 78.

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    y, segn Abul Fazl (el aliado intelectual de Akbar), incluso los segui-dores de Charvaka -una de las escuelas de pensamiento ateo de laIndia que haba florecido desde aproximadamente el siglo VI a.c.-Es difcil reconciliar esta increble pluralidad con la visin monocul-tural y monoreligiosa que tiene Huntington de la India vista comouna civilizacin hind, aun cuando dejramos totalmente de ladoel importante papel de los musulmanes en la India.

    VIL Libertad, derechos y responsabilidad

    La ingenuidad de Huntington frente a la civilizacin no sera unproblema serio si sus anlisis no le hubiesen conferido a sus categorasde civilizacin una posicin singularmente predominante -y domi-nante- en la clasificacin de los pueblos del mundo. En ello radicala dificultad central. Dira que el tema fundamental est en la necesi-dad de reconocer la pluralidad de nuestras identidades, as comoel hecho de que, como seres humanos responsables, debemos elegir(por medio de la razn, como afirmara Akbar), en vez de un descu-brimiento por inercia, qu prioridades debemos asignar a nuestrasdiversas asociaciones y afiliaciones. Por su parte, los tericos de ineludi-bles choques tratan, efectivamente, de negar enfticamente, o de pasarimplcitamente por alto, la pertinencia de mltiples principios de clasifi-cacin y, vinculado a ello, la necesidad que tenemos todos de asumirresponsablemente las decisiones referidas a nuestras prioridades.

    Sin duda, es muy importante nuestra identidad religiosa y decivilizacin, pero no deja de ser una afiliacin entre muchas otras.La pregunta que debemos hacernos no es si, por ejemplo, el Islam (oel Hinduismo o el Cristianismo) son religiones amantes de la paz osi son combativas (dganos, cul es la respuesta?), que es el n-gulo desde el cual Blair se aproxima a este tema. Lo que debemospreguntar es cmo un musulmn practicante (o un hind o un cristiano)combinan sus creencias o prcticas religiosas con otros compromi-sos y valores, y con otros rasgos de su identidad personal. Considerarla afiliacin religiosa -o de pertenencia a una civilizacin en el sentidode Huntington- como una identidad totalmente absorbente consti-tuye, de por s, un craso error. Entre los feligreses devotos de cadareligin ha habido feroces guerreros al igual que grandes adalides de

  • 40 PRIMERO LA GENTE

    la paz, y en lugar de preguntar quin es el verdadero creyente yquin es un mero impostor, deberamos aceptar el hecho de que la feprofesada por cada uno de nosotros no es lo que en s resuelve todaslas decisiones que tenemos que tomar durante nuestras vidas, entreellas las referidas a nuestras prioridades polticas y sociales, y losconsiguientes temas de comportamiento y accin. Es posible quetanto quienes proponen la paz y la tolerancia como quienes aboganpor la guerra y la intolerancia pertenezcan a la misma religin y talvez sean (a su manera), verdaderos creyentes, sin que parezca haberen ello contradiccin alguna. El mbito de la identidad religiosa delas personas no domina todos los dems aspectos de su comprensiny afiliacin.

    Si bien esta no es la oportunidad para un debate sobre este aspecto,este terna est tambin vinculado a la poltica pblica de poner a losnios en colegios en los que se imparte enseanza basada en creenciasreligiosas, en los cuales el conocimiento de la cultura propia puedeen ocasiones estar acompaado de una severa reduccin de oportu-nidades educativas que podran alimentar una eleccin mejor informadade la forma de vida deseada. El propsito de la educacin, adems detransmitir al nio informacin acerca de las diferentes culturas delmundo (entre ellas, aquella a la cual pertenece su familia de una u otraforma), es tambin el de contribuir a cultivar el razonamiento y elejercicio de la libertad en su vida adulta. Se pierde algo muy impor-tante cuando se cierran ante los ojos de los nios pequeos las puertasque abren el universo de las opciones, por la equivocada creencia deque la tradicin hace innecesaria la eleccin (como lo han afir-mado, sorprendentemente, algunos comentaristas)10.

    Podran ustedes pensar que me estoy refiriendo a madrasas enPakistn, o a las escuelas religiosas aqu, pero en realidad tambinestoy hablando de Gran Bretaa. Ha sido tal el estado de confusinrelativo a las identidades, as como la intensidad de la creencia impl-cita de que una persona no tiene opciones en materia de prioridadesvinculadas con su identidad, que no se considera como particular-mente negativa la falta de libertad de eleccin que resulta para nios dela reciente dispensa relativa a los colegios basada en la creencia

    10 Me he referido a este tema en Other People (Otra Gente) (2000).

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    religiosa (musulmana, hind o cristiana) en la nueva Gran Bretaamultitnica. El derecho humano que se pierde en todo esto es, natu-ralmente, para los nios, el derecho de disfrutar de una educacinamplia que les prepara para elegir, y no para simplemente seguir.

    VIII. Comentarios finales

    Fierre Bourdieu ha afirmado en un contexto diferente (pero demanera pertinente para este debate igualmente) que una clasificacinoficial puede crear categoras que no tendran mucho fundamento sino fuese por esa identificacin social. En su criterio, una clasificacinpor categoras ideada socialmente puede terminar produciendo di-ferencias donde no las haba, y la magia social puede transformara las personas, dicindoles que son diferentes. En efecto, el mundosocial constituye diferencias por el simple hecho de disearlas11.Cuando ese problema se combina con la prdida de todas las catego-ras excepto una -ya sea civilizacin, religin o cualquiera otra- nosencontramos ante una notable violacin del derecho humano de versea s mismo a travs de sus propios ojos. Se nos incluye nicamenteen una categora, mientras las dems son eliminadas de un plumazo(incluso con muchos de nosotros dentro de ella).

    El principal problema de la perspectiva del choque entre civili-zaciones no reside en la suposicin no razonada de la necesidad deque existan esos choques (lo cual es un tema subsiguiente y parasi-tario). Radica en dividir a los pueblos del mundo en una forma su-puestamente profunda y particular -en civilizaciones diferentes(ya sea que choquen o no)-. Esta forma simplista de ordenar en ca-tegoras conduce a una forma profundamente errnea de compren-der a los pueblos del mundo, as como las relaciones entre ellos,y tambin tiene el efecto de incrementar una forma de distincinparticular -una inclusin determinada de antemano- que elimina atodas las dems. No resulta sorprendente que a los fundamentalistas-musulmanes, hindes o defensores de las supremacas occidentales;

    1' Fierre Bourdieu, Sociology in Question (Sociologa cuestionada) (Londres:

    Sage, 1993), pp. 160-1.

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    en fin, todos- les gustara esta concepcin del mundo, pero ha sidotan intenso el poder del pensamiento confundido e inducente aconfusin que, inclusive aquellas personas cuyo instinto debera sertotalmente contrario a esta forma de reducir a otros seres humanos,parecen caer integralmente en esta trampa. En su nombre se entablanguerras, y tambin se subyuga a las identidades humanas medianteel solo poder de la clasificacin dominante.

    Para defendernos, debemos afirmar nuestro derecho elegir lasprioridades en materia de nuestras mltiples asociaciones, afiliacionese identidades. Tenemos que decidir cunta importancia debemosdarle a cada una de ellas. No se nos puede pedir que nuestras creen-cias religiosas o nuestras identidades, ya sean por eleccin o por simpleherencia, dominen nuestra vida por completo, as como todas nues-tras decisiones afectivas. Cuando existe la opcin, negar su existenciaes, adems de un fracaso cientfico, una negacin de un derecho hu-mano elemental, lo cual a su vez conduce a una falta de tica, puestoque permite una negacin de responsabilidad que inevitablemente vade la mano con el ejercicio de la libre eleccin.

    Centrar nuestra atencin nicamente en esta clasificacin en vir-tud de las grandes religiones, adems de no tener en cuenta otrosintereses e ideas que motivan a las personas, tiene tambin el efectode reducir la importancia de otras prioridades al amplificar la voz dela autoridad religiosa. Ocurre entonces que a los clrigos musulma-nes, as como a otras autoridades religiosas, se las considera comolos portavoces ex-oficio del as llamado mundo islmico, a pesarde que un nmero importante de musulmanes pueda albergar pro-fundas diferencias con los propsitos sostenidos por uno u otro dedichos representantes religiosos. Lo mismo es vlido tambin paralos lderes religiosos hindes o cristianos, a quienes se les consi-dera como los portavoces de sus respectivos rebaos. La singularclasificacin, adems de convertir las distinciones provisionalesen barreras rgidas e inflexibles, confiere tambin una voz de mandoal establishment, a las figuras ms representativas de dichas cate-goras, a la vez que acallan y silencian a otras. Debemos luchar porlos derechos humanos que resultan denegados por esta actitud conclaridad intelectual, as como con determinacin poltica. Son muypocas las cosas que tienen tanta importancia en el mundo contempo-rneo.

    Captulo 3

    Cul es el propsitode la democracia?

    Durante el siglo xx han ocurrido muchas cosas dignas de men-cin. En el mbito de las ideas polticas, posiblemente el cambioms importante ha sido el reconocimiento de la democracia comouna forma de gobierno aceptable que puede resultarle til a cual-quier nacin, ya sea en Europa o en Amrica, en Asia o en frica.Hace tan slo sesenta aos, Winston Churchill, el primer ministro deGran Bretaa, a la vez que luchaba con denuedo por la democraciaen Europa, insisti en que el vasto imperio britnico no europeo,sobre el cual nunca se pona el sol, no estaba preparado del todo parala democracia. Sin embargo, pocos aos despus, esa ptica resulttotalmente obsoleta, y con justa razn.

    Resultara realmente trgico el que ese reconocimiento logradocon esfuerzo se perdiese ahora en medio de la intensa dialctica querodea los acontecimientos que se desarrollan actualmente en Irak.Pueden y deben plantearse interrogantes acerca de si la democracia(para adoptar una vieja frase maosta) puede emerger del can deun fusil, especialmente cuando el blanco al que apunta parece tanconfuso. Pero resulta extremadamente preocupante ver que la com-prensible oposicin al unilateralismo global y a la accin militar in-

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    suficientemente informada adopte en algunas oportunidades la drs-tica posicin de poner en tela de juicio la posibilidad misma de laexistencia de un Irak democrtico o, de hecho y en ese contexto, deun Medio Oriente democrtico.

    sta es una razn muy pertinente para retomar el antiguo interrogante:Cul es el propsito de la democracia? Tambin existen otras, porsupuesto. Mencionar dos. En primer lugar, a pesar de la aceptacinnormativa de la democracia como forma apropiada de gobierno, si-gue existiendo algo de escepticismo en la prctica acerca de la efec-tividad de la misma en los pases ms pobres. La democracia, hanafirmado muchos, tiene un desempeo mucho peor que los regme-nes autoritarios, especialmente en lo relativo a promover el cre-cimiento econmico y el desarrollo. La comparacin entre la India yChina es solamente uno de los numerosos argumentos empricos se-alados para respaldar esta marcada crtica a la democracia.

    Una segunda lnea de crtica incorpora teoras de alto nivel acercade culturas y civilizaciones. Se afirma que la democracia es unanorma especficamente occidental -que no est en sintona con losvalores fundamentales de otras sociedades-. La tesis de que la demo-cracia representa la quintaesencia de una ptica occidental ha sidoesgrimida en diferentes variantes tanto por separatistas culturalesno occidentales como por tericos de Occidente que escriben acercadel choque de culturas y de civilizaciones.

    En otras oportunidades he esbozado argumentos contrarios a estacrtica cultural (especficamente en mi ensayo Democracy and ItsGlobal Roots (Democracia y sus Races Globales), publicado en TheNew Republic en octubre de 2003). Tomar algunos elementos de lasevidencias all presentadas, junto con otros datos, pero tambin tratarde interpretar la situacin global desde la perspectiva del tema centralque nos ocupa, a saber, cul es el propsito de la democracia?

    Es evidente que la democracia no est basada en un solo aspectoespecfico, sino que abarca numerosos elementos vinculados entre s.Cabe, sin embargo, preguntarse: Cul es el eje central de la demo-cracia? Cul (para tomar prestada una frase de T.S. Eliot) es el puntofijo del mundo que gira? Me parece que una buena pista para de-tectar ese punto fijo puede encontrarse en el anlisis del filsofopoltico ms destacado de nuestro tiempo, John Rawls. La democra-cia, segn la enseanza de Rawls, debe visualizarse no solamente

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    a la luz de elecciones y votos -por importantes que stos sean-sino fundamentalmente en trminos de razonamiento (en lo) pblico,con la debida inclusin de la oportunidad del debate pblico, as comode la participacin interactiva y del encuentro razonado. La democra-cia debe incluir, para invocar una frase de Millian, un gobierno pordebate. En efecto, el voto y el sufragio forman parte de ese procesopblico ms amplio.

    En el mbito de la poltica, Rawls ha sostenido que la objetividadexige un marco pblico de pensamiento que brinda un recuentode acuerdos tomados en materia de criterios entre agentes razona-bles. Para lograr esa caracterstica de lo razonable es necesaria lavoluntad poltica de individuos dispuestos a superar los lmites desus propios intereses especficos. Pero plantea igualmente exigen-cias sociales para ayudar a un discernimiento justo, que incorpore elacceso a la informacin pertinente, la oportunidad de escuchar di-versos puntos de vista, y la posibilidad de estar expuesto a discusio-nes y debates pblicos y abiertos. En su afn por lograr la objetivi-dad poltica, la democracia debe adoptar la forma de un razonamientoconstructivo y eficaz.

    La creencia de que la democracia representa la quintaesencia delas ideas de Occidente -un rasgo singular de la historia de la civili-zacin occidental- se vincula con frecuencia al ejercicio del voto ydel sufragio practicado en la antigua Grecia, especialmente en Ate-nas. Ciertamente, hay all una prioridad. En efecto, al tener en cuentala tradicin ms amplia del razonamiento en el mbito pblico quefloreci en la antigua Grecia adoptando diversas modalidades, resultafcil ver en el temprano vnculo entre Grecia y el origen de la demo-cracia un elemento de peso mayor. Pero el salto de all a la tesis dela naturaleza esencialmente occidental o europea de la democracia esclaramente un salto hacia la confusin, y esto es as por tres razo-nes especficas.

    La primera dificultad es principalmente de clasificacin, y sevincula con la divisin del mundo en categoras bsicamente racia-les que representan discretas civilizaciones, entre las cuales se con-sidera a la antigua Grecia como parte integral de una tradicin quepuede ser identificada como europea u occidental. En el marcode esta perspectiva clasificatoria, no resulta difcil considerar quelos descendientes de, por ejemplo, godos y visigodos, son los verda-

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    deros herederos de la tradicin griega (son todos europeos), mien-tras hay gran renuencia a tener en cuenta los vnculos intelectualesde los griegos con los antiguos egipcios, iranes e indios, a pesar delinters mucho ms acentuado que mostraron los habitantes de la an-tigua Grecia en interactuar con ellos, en vez de buscarle conversa-cin a los antiguos godos. Por ser incurablemente moderado en misexpresiones, me limitar a denominar este aspecto dificultad taxo-nmica, aunque posiblemente hubiera podido emitir un comentarioalgo ms fuerte.

    En segundo lugar, si bien Atenas se destac por la singularidadde iniciar el ejercicio electoral, hubo numerosos gobiernos regiona-les que adoptaron esa va en los siglos siguientes. Nada indica quela experiencia griega en materia de gobernabilidad electoral hayatenido gran impacto inmediato en los pases hacia el oeste de Greciay Roma, digamos por ejemplo en Francia, Alemania o Gran Bre-taa. En cambio algunas de las ciudades de Asia -en Irn, Bactrianae India- incorporaron elementos de democracia en la gobernabilidadmunicipal en gran parte bajo la influencia de Grecia. Por ejemplo,durante varios siglos a partir de la poca de Alejandro Magno, en laciudad de Susa, en el sudeste de Irn, haba un consejo electo, unaasamblea popular y magistrados propuestos por el consejo y elegidospor la asamblea. La lucha por la libertad electoral que se desarrollaactualmente en el Irn del ayatollah Khamenei (en la cual los refor-mistas estn luchando con la espalda contra la pared) se refiere a losderechos polticos que tenan un cierto grado de reconocimiento enIrn incluso hace dos mil aos.

    La tercera dificultad, que resulta especialmente central para eltema que nos ocupa, se refiere al importante punto histrico en vir-tud del cual si bien el arte del razonamiento en lo pblico florecien numerosos aspectos en la antigua Grecia, igualmente ocurri envarias otras civilizaciones antiguas, y en algunos casos en formaespectacular. Por ejemplo, algunas de las primeras reuniones abier-tas destinadas especficamente a la solucin de controversias entrediferentes puntos de vista se efectuaron en la India en el marco delos as llamados consejos budistas, en los cuales los seguidoresde diferentes puntos*de vista se reunan para debatir sus diferenciasy lograr acuerdo. El primero de estos tres grandes consejos se reunien Rajagriha poco despus de la muerte de Gautama Buda hace dos

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    mil quinientos aos. El ms importante de estos consejos, el tercero,se realiz bajo los auspicios del emperador Ashoka en el tercer sigloantes de la era cristiana en Paraliputra, que era entonces la capital deIndia y actualmente se llama Patna. Ashoka intent igualmente codi-ficar y difundir lo que debe haber sido una de las primeras formula-ciones de normas para el debate pblico -una especie de versinantigua de las Reglas de Orden de Robert del siglo xix-. Exigapor ejemplo moderacin en el discurso, para que no hubiese exce-sivo elogio de la secta propia o menosprecio de otras (sectas) enocasiones indebidas, y debe ser tambin moderado incluso en ocasio-nes adecuadas. Aun en el marco de un debate, debe honrarse debida-mente a otras sectas en todo aspecto y en todo momento.

    Dudo que estas buenas reglas de intercambio verbal fuesen real-mente acatadas la mayor parte del tiempo en los debates populares,pero sin duda alguna en las tradiciones de la India se dio considerableimpulso al debate pblico. Incluso Alejandro, el gran conquistador,recibi el beneficio de lo que constituye un buen ejemplo de lo quelos diplomticos actuales llamaran un debate franco y exhaustivo,en los das en que haca sus recorridos por la regin noroeste de laIndia alrededor de 325 antes de la era cristiana. Cuando Alejandro lepregunt a un grupo de filsofos del jainismo por qu no prestabanla atencin debida al gran conquistador, recibi la siguiente respuestatajante:

    Rey Alejandro, todo hombre puede poseer solamente unaextensin de tierra como sta sobre la cual estamos parados.Usted es simplemente un ser humano, igual a todos nosotros,con la diferencia de que siempre est afanado y buscando pro-blemas, viajando a tanta distancia de su hogar, y que es unfastidio para usted mismo y para los dems!... Pronto estarusted muerto, y en ese momento poseer nicamente la can-tidad de tierra necesaria para enterrarlo.

    Nos dice Amano que Alejandro respondi a este reproche expre-sado en tnica de igualdad con la misma admiracin de la que habahecho gala durante su encuentro con Digenes, aunque su conductadel momento segua siendo exactamente la misma (exactamenteopuesta a lo que en ese entonces haba expresado admirar).

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    De hecho, la importancia del debate pblico constituye un temarecurrente en la historia de numerosos pases del mundo no occidental.Para elegir otro ejemplo histrico, en el Japn del ao 604 de la eracristiana, el prncipe budista Shotoku, regente de su madre, la empera-triz Suiko, produjo la as llamada Constitucin de diecisiete artculos.En la misma se recalcaba, muy al estilo del espritu de la Carta Magnaque habra de firmarse seis siglos ms tarde en el ao 1215 de la eracristiana: Las decisiones sobre los temas importantes no deben sertomadas por una sola persona. Deben ser debatidas entre muchos.

    Para tomar otro ejemplo de una poca muy ulterior, cuando hacia1590 el gran emperador moghal Akbar se pronunciaba en la Indiaacerca de la necesidad de la tolerancia, y se ocupaba afanosamentepor organizar dilogos entre los seguidores de diferentes credos de fe(entre ellos Musulmanes, Cristianos, Parsis, seguidores del Hindui-smo y del Jainismo, Judos e incluso -es menester sealarlo- ateos),seguan floreciendo en Europa las Inquisiciones. En 1600 quemarona Giordano Bruno en la pira en Campo dei Fiori, en Roma, por he-reje, en el momento mismo en el que Akbar haca pronunciamientosacerca de la tolerancia y promova dilogos interconfesionales en Agr.

    El razonamiento en el mbito pblico, con diferentes modalida-des, ha tenido una larga historia en el mundo, y estas tradiciones enel marco de diversas culturas hacen que sea difcil concebir la demo-cracia como una idea esencialmente occidental. Este reconocimientode ninguna manera reduce la relevancia y alcance del hecho deque los conceptos contemporneos de democracia y del razona-miento en lo pblico han experimentado la marcada influencia de lasexperiencias e ideas europeas y estadounidenses durante siglos re-cientes. Pero extrapolar dicha experiencia en forma retrospectivapara construir una larga dicotoma a travs del pasado equivale a unainterpretacin poco fiel de la historia.

    En su autobiografa (La larga marcha hacia la libertad) NelsonMndela describe la influencia que ejerci en l, siendo joven, ob-servar la naturaleza democrtica de las reuniones locales que sehacan en la casa del regente en Mqhekezweni:

    Todos quienes queran hablar lo hacan. Era democracia ensu forma ms pura. Es posible que hubiese habido una jerarquade importancia entre los oradores, pero a todos se les escuchaba,

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    jefes y subditos, guerreros y hombres de la medicina, tendero ygranjero, terrateniente y agricultor... El fundamento del autogo-bierno resida en que todos los hombres tenan la libertad deexpresar sus opiniones y que eran iguales en su vala como ciu-dadanos.

    La larga marcha hacia la libertad de Mndela, su bsquedadel punto fijo de la tierra que gira, empez claramente en su lu-gar de origen.

    Paso ahora a la crtica relativa a la efectividad, basada en la afir-macin de que los regmenes autoritarios tienen un mejor desem-peo que los democrticos en materia de desarrollo econmico. Alrespecto cabe sealar dos aspectos. El primero radica en el elementobsico de valoracin de los derechos democrticos, a saber que estosforman parte de los componentes constitutivos del desarrollo, y notienen que estar justificados a la luz de su contribucin indirecta alcrecimiento econmico. Ciudadanos no libres polticamente -yasean ricos o pobres- se encuentran privados de una libertad bsicay de un elemento fundamental para una buena vida.

    En segundo lugar, la afirmacin emprica de una relacin nega-tiva entre democracia y crecimiento econmico no ha sido compro-bada por las extensas comparaciones entre pases que se han venidorealizando. La afirmacin repetida con frecuencia se basa en unplanteamiento emprico selectivo. De hecho, tambin en la interpre-tacin del xito de pases como Corea del Sur y Singapur, el anlisisemprico debe establecer la distincin entre lopost hoc ypropter hoc.Resulta cada vez ms evidente de la experiencia reciente de la Indiaque el xito econmico depende menos de un clima poltico es-tricto que de uno amigable en lo econmico.

    Ms an, adems del crecimiento econmico, tambin est eltema de la seguridad humana. La democracia confiere poder polticou los sectores vulnerables al hacer que los dirigentes deban rendircuentas y asumir la responsabilidad de sus errores. El hecho de queno haya habido ninguna hambruna de importancia en un pas demo-crtico con medios de comunicacin relativamente libres ilustra elaspecto ms elemental de este poder protector. De hecho, la contri-bucin de la democracia a la seguridad humana se extiende muchoms all de la prevencin de hambrunas. Los pobres en las florecien-

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    tes Corea del Sur o Indonesia tal vez no hayan reflexionado muchoacerca de la democracia en los tiempos en que la suerte econmicade todos pareca estar en ascenso para beneficio general, durante losaos ochenta y a inicios de los noventa. Pero cuando en 1997 surgila crisis econmica (y con ello las divisiones), quienes se vieron in-usualmente afectados en sus vidas y medios econmicos echarondesesperadamente de menos la democracia y los derechos polticosy civiles. En la actualidad el tema de la democracia se ha convertidoen un tema central en estos pases, al igual como ocurre en muchosotros pases de Asia, frica y Sudamrica.

    Pero en qu queda la comparacin especfica entre China eIndia? Sin duda, el desempeo de la primera ha sido superior al dela segunda en numerosos aspectos, no solamente en el reciente cre-cimiento econmico, sino tambin mediante su compromiso conla educacin bsica y la atencin en salud para todos, en lo cual laChina de Mao se haba iniciado tempranamente. Si bien en China sevivi la mayor hambruna conocida en la historia durante la pocade 1958 a 1961 -una hambruna vinculada directamente a la ne-gativa del gobierno para corregir su poltica durante ms de tresaos, negativa que no hubiese podido persistir en ninguna demo-cracia multipartidista funcional-, logr en ltima instancia superaresta crisis tan terrible. Para la poca en que se introdujeron las re-formas econmicas en China en 1979, el pas llevaba una ventajade trece o catorce aos a la India en materia de longevidad. Laexpectativa de vida de los chinos -que tenan por lo menos sesen-ta y siete o sesenta y ocho aos de edad en 1979- era casi unadcada y media mayor que la mermada cifra de cincuenta y cuatroaos en India.

    Vinieron luego las reformas econmicas de 1979, y la economachina avanz a pasos agigantados y creci a un ritmo muy superioral del desempeo mucho ms modesto de la India. Sin embargo, apesar del crecimiento econmico mucho ms acelerado de China,a partir de 1979 la tasa de expansin de la expectativa de vida en laIndia ha sido tres veces mayor, en promedio, que la de China. La ex-pectativa de vida en China, que'se encuentra ahora cerca de setentaaos, se compara con la cifra de sesenta y tres aos en India, de talmanera que la diferencia en este aspecto, que favoreca a China entrece o catorce aos en 1979, en el momento en que se iniciaron las

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    reformas en este pas, se ha reducido en la actualidad a solamentesiete aos, es decir, a la mitad.

    En efecto, la expectativa de vida de setenta aos en China es infe-rior a la de algunas regiones en la India. Resulta especialmente alec-cionador detenerse en lo que ocurre en el estado de Kerala -con sustreinta millones de habitantes-, que se distingue por la combinacinde la democracia multipartidista al estilo de la India con el tipo de in-tervencin social del cual posiblemente China era el mejor exponentemundial en los aos anteriores a la reforma. En 1979, ao de introduc-cin de dichas reformas econmicas, cuando en China la expectativade vida era de unos sesenta y nueve aos, la cifra de Kerala era similar.En la actualidad, sin embargo, el promedio estimado en este estado esde setenta y cinco aos frente al de setenta en China. Ms an, si estu-diamos puntos de vulnerabilidad especficos, la tasa de mortalidad in-fantil en China se ha venido reduciendo muy lentamente desde el iniciode las reformas econmicas, mientras ha continuado su marcado des-censo en Kerala que, si bien tena una tasa bastante aproximada a la deChina en esa materia -treinta y siete por mil- en 1979, en la actualidades de diez por mil, es decir, un tercio de la de treinta por mil en China(pas en el que se ha estancado dicha tasa durante la dcada reciente).

    Claramente existe algn problema en lo relativo al alcance delos beneficios de las reformas econmicas en China. En primer tr-mino, las mismas impidieron la cobertura pblica y libre de coste delseguro de salud, con lo cual las personas tenan que pagar un seguro(de salud) privado (excepto cuando lo suministraba el empleador,lo cual ocurra solamente en la minora de los casos). Este movi-miento retrgrado en la cobertura de atencin en salud no encontrmayor resistencia del pblico -contrariamente a lo que sin duda hubieraocurrido en el marco de cualquier democracia multipartidista-.

    En segundo lugar, la democracia tambin contribuye directa-mente a la atencin en salud al exponer a la luz pblica las deficienciasen lo social. Los servicios de salud en la India dejan mucho que desear-en otras oportunidades me he referido a sus mltiples carencias- y,hace algn tiempo, en diciembre de 2003, tuve el dudoso privilegiode presentar, durante una entrevista ante los medios en Calcuta, losdeprimentes hallazgos del primer informe del Fondo Pratichi (unfondo que tuve el privilegio de crear con ayuda del dinero obtenidopor el Nobel que recib hace algunos aos).

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    Pero la posibilidad de hacer crticas tan fuertes brinda a la vez laoportunidad social para aportar correctivos. De hecho, la persistenteinformacin denunciando las deficiencias de los sistemas de saluden la India es, en ltima instancia, una fuente de su fortaleza din-mica, reflejada en la marcada reduccin de la diferencia entre Chinae India en materia de expectativa de vida y la ampliacin de la dife-rencia (en sentido inverso) entre China y Kerala. Kerala se ha bene-ficiado de la combinacin de las ventajas de una democracia vigo-rosa con las de compromiso social y poltico similar a lo que, en suorigen, le haba dado la ventaja a China ante la India.

    Un comentario final sobre la relevancia de la democracia a nivelglobal. A menudo se seala, con justa razn, que es imposible tener enel futuro previsible un estado democrtico global. Esto, sin duda, es asy, sin embargo, si se contempla la democracia en trminos de razona-miento en el mbito pblico, eso no implica la necesidad de dejar eltema de la democracia global en suspenso por tiempo indefinido. Sonmuchas las instituciones que tienen un papel en este contexto, entreellas, naturalmente, las Naciones Unidas, pero tambin es importante eltrabajo comprometido de las organizaciones de ciudadanos, de nume-rosas ONG, y de partes independientes de los medios de comunicacin.

    Igualmente tiene un importante papel la iniciativa tomada pornumerosos activistas individuales. Posiblemente a Washington y aLondres les irrite la crtica ampliamente difundida a la estrategia de laCoalicin en Irak, al igual que Pars, Tokio o Chicago pueden estarmuy molestos por el sonoro envilecimiento al que someten al nego-cio global algunos sectores de las as llamadas protestas antiglobali-zacin (que posiblemente constituyen el ms globalizado de los mo-vimientos que existen actualmente en el mundo).

    Los puntos sealados por los que protestan no son siempre sen-satos, pero a menudo hacen preguntas muy pertinentes, y hacen asun aporte constructivo al razonamiento en el mbito pblico.

    sta es una de las maneras en que la democracia global ya se estejerciendo, sin esperar el estado global. EWesafo actual consiste enel fortalecimiento de ese proceso de participacin. No es una causade poca monta. Tampoco es reflejo de estrechez o intolerancia desde elpunto de vista cultural.

    Captulo 4

    Por qu debemos preservarla lechuza moteada

    Hoy por hoy todos reconocemos los estragos que se estn oca-sionando a nuestro ambiente. De manera cotidiana ocasionamos da-os a la capa de ozono, contribuimos al calentamiento global, conta-minamos el aire y los ros, destrozamos selvas y bosques, agotamoslos recursos minerales y presionamos numerosas especies hasta suextincin, as como otras modalidades de devastacin. El actual in-ters por lograr la condicin de sostenible surge de este reconoci-miento. En 1987 encontr una marcada expresin la necesidad deuna accin concertada en el manifiesto pionero de Nuestro FuturoComn, preparado por la Comisin Mundial para el Medio Ambientey el Desarrollo, liderada por Gro Brundtland. El Informe Brundtlanddefini como sostenible el desarrollo que satisface las necesi-dades del presente sin poner en peligro la capacidad de futuras gene-raciones para satisfacer sus propias necesidades.

    El desarrollo sostenible se ha convertido en el tema de fondo degran parte de la literatura sobre el medio ambiente. Igualmente ha sidofuente de inspiracin de importantes protocolos que llaman a la accinconcertada como, por ejemplo, el destinado a la reduccin de emisio-nes nocivas, as como de otras fuentes de contaminacin planetaria.