Primer Certamen de Creación Literaria 2012

Primer Certamen de Creación Literaria 2012

Cuentos que nacieron en las preparatorias de la UDEM

Bibliotecas de Preparatoria y la Academia de Español

___ PRIMER CERTAMEN DE CREACIÓN LITERARIA 2012 ___ Cuentos que nacieron en las Preparatorias de la UDEM

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Agradecemos a las autoridades correspondientes por el apoyo recibido en cada una de las Unidades de Preparatoria.

Nuestro agradecimiento especial a los

maestros de la Academia de Español DEMS por su tiempo y dedicación, los cuales conformaron el jurado en esta edición:

USP: Cecilia Silva Chagoya

UVA: Lourdes Margarita Acuña Gauna UFU: Beatriz Garza González

UNO: Hugo Alonso Cárdenas Vidaurri


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Bibliotecas de Preparatoria y la Academia de Español

Cuentos que nacieron en las preparatorias de la UDEM

Primer Certamen de Creación Literaria 2012


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ÍNDICE

Página Obra

Ganadora

Del cielo caen manzanas….

Por Andrea Hinojosa Delgado. Alumna de la Unidad San Pedro.

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Mención

Honorífica

Al atardecer……….

Por Daniela Martínez Soraiz. Alumna de la Unidad Valle Alto.

13

Mención

Honorífica

Cautiva……………...

Por Regina Straffon Rincón. Alumna de la Unidad San Pedro.

19

Mención

Honorífica

El hombre de ninguna parte….

Por Melanie Paola Jiménez

Salazar. Alumna de la Unidad Politécnica

de Santa Catarina.

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Mención

Honorífica

La historia de sus ojos…….

Por Cristina Correa Ríos. Alumna de la Unidad San Pedro.

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Mención

Honorífica

Triste historia gótica……..

Leonardo Daniel Gómez

Espinosa. Alumno de la Unidad Politécnica

de Santa Catarina.

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DEL CIELO CAEN

MANZANAS

Por Luna Creciente

Andrea Hinojosa Delgado.


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DEL CIELO CAEN MANZANAS

Por: Luna creciente

Tuve un sueño bastante raro. Tanto que, antes de abrir los

ojos, me aseguré con mis manos de que estuviera en la cama. Sentí la delicada sábana impregnada de cigarro y escuché el

silencio de las estrellas. Aún estaba radiante, oscuro.

Aunque mis ojos ya estaban abiertos, en vez de ver a Nina roncando suavemente a mi lado, veía el rostro de mi mamá

sonriente debajo del árbol de manzanas. El árbol de

manzanas…aquél que guarda dentro todos mis recuerdos.

Mamá… Sin esfuerzo alguno, rodé hacia la orilla y me levanté sin

sentir mi peso. La luna creciente de octubre me indicaba que

debían de ser alrededor de las cinco y media, hora de levantarse.

Me guié con su luz azul —fina como porcelana— hacia la

cocina. Bueno, un intento de cocina. Los departamentos de la ciudad son cada vez más pequeños, especialmente los más

baratos. Se han vuelto bastante populares, ya que como no cabe

tanta gente construyen hogares en los cielos. Nina dice que

algún día nos mudaremos a otro tan alto que veremos a mamá. Al prender aquel foco, que parece tener más años de vida que

yo, vi que Adrián ya se había ido a trabajar. Restos de la

mantequilla de su pan tostado en un plato lo revelaban todo. Aunque su acta de nacimiento establece que debe de tener

veintiún años, para mí se comporta como uno de diez.

No lo culpo, fuimos manzanas que maduraron antes de tiempo.

Limpié su desorden y me dispuse a buscar qué quedaba de

comida para mi desayuno y el de Nina, una búsqueda donde mi

corazón late más rápido de lo normal. Si no hay comida, lo cual ha pasado en algunas ocasiones, ambas apaciguamos nuestros

estómagos ruidosos hasta las diez de la noche —la hora usual

en que Adrián regresa— compartiendo fruta, mantequilla, mermelada, miel, pan y, si hay suerte, carne.


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Alguien arriba debió haber escuchado mis gritos

silenciosos de súplica porque dentro de uno de los cajones

encontré más pan. La luz iba aumentando conforme los minutos se desplazaban

en el reloj antiguo de los sesentas sobre el fregadero. Yo me

dedicaba a limpiar, mantener un buen ambiente para Nina y

distraerla un rato. Nina…

Madrugada del 28 de diciembre en el 2006. Era el día más

frío que había vivido, mis botas rompían la calma de los charcos de nieve derretida conforme saltaba sobre ellos. Fue el

mismo año que mamá no volvió con las manzanas. Adrián y yo

vivíamos en ese entonces con un grupo de chiquillos rufianes,

en una casa abandonada por un canal del centro de Venecia. Era la casa verde limón, como la llamaba Sergio, en donde

hacíamos limonada cuando cada niño llevaba comida en un solo

día y la felicidad azucaraba la agria realidad y las risas era lo que nos calentaba los huesos en el invierno.

Caminaba hacia la casa después de haber ido a buscar algo

de comida y haber fracasado, con la cabeza baja e ingeniando unas mil y una excusas, ya que en realidad me dispuse a ayudar

a una anciana en el mercado. Me recordó a mi abuela, arrugada

como una de las pasitas que vendían a un euro por kilo y

pequeña como la niña que fue. No me atreví a robarle, me ruborizaba aquella idea y me avergonzaba aún más pensar

cómo se frustraría si supiera. ¡Cómo hacerle eso a alguien tan

débil y gentil como la abuela! La vi de reojo, tratando de cargar las cuatro bolsas llenas de comida, que tan solo verlas mi

estómago comenzó una guerra de protestas y mi boca se

ensalivó. Pero el corazón se cayó a mis pies cuando me percaté de la cercanía a la abuela y la moralidad ganó la guerra contra

el hambre. Me acerqué sin pensarlo y le quité las bolsas de sus

manos temblorosas, no discutió. Juntas recorrimos varias calles

para llegar a su casa, pero no había mucho qué decir: las luces reflejadas en el canal ocuparon el espacio de las palabras. Sobre

nosotras los colores en el cielo se oscurecerían y recuerdo

imaginar a mamá pintando el cielo. Me hubiera gustado haber conversado con ella, sabía que cada cana y arruga contenían


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muchas historias de su vida, pero mamá nos enseñó poco

italiano, su lengua materna.

Al llegar sacó de su abrigo, unas cuantas tallas más grandes de lo que en realidad era, sus llaves con un llavero de un

canario y abrió la puerta con la madera crujiente más seca y

antigua que había visto. Su cara se arrugó más de lo que estaba,

tanto que no podía distinguir sus ojos; me sonrió, no sé si fue de agradecimiento o de una manera cortés indicándome que debía

retirarme.

Nunca la volví a ver, no sé si aún va encogida al mercado o si su espíritu me visita cada cuando la recuerdo. Para mí es un

ángel, me guió a Nina.

Venecia es bastante grande, no es predecible que una niña de

doce años que llevaba cinco meses estando en este puerto se perdiera. Podría pedir indicaciones, pero el miedo de ser

descubierta y llevada a algún reformatorio o con la policía lo

impedía. Trataba de ubicarme, pero sólo un verdadero italiano nacido en Venecia tiene esa habilidad, el mapa recorre en las

venas de su sangre como las aguas de sus canales.

Para no entrar en aquel pánico cuando uno se pierde en lo desconocido y teme no volver a ver lo que conocía, traté de

distraerme saltando sobre los charcos. A mi izquierda se

encontraba un pequeño ristorante. Las melodías de un acordeón

bailaron hasta chocar con mis tímpanos, las cuerdas de una guitarra estremecían mi cuerpo y una voz encantadora de un

cantante de ópera me llenó el corazón de una alegría incapaz de

explicar, de esas que te dan cuándo menos lo esperas sin razón alguna. El contraste de aquella escena muy iluminada con

pequeños focos de colores y la noche negra sin luna me

regalaron el significado que tanto trataba de explicar mamá con las manzanas, sacarle jugo a la vida no importa qué tan oscura

esté.

En eso estaba cuando me sentí como un globo desinflándose

al sentir un peso en colisión con mi cuerpo. Fue tan repentino el golpe que no me di cuenta de lo congelado que estaba el suelo.

Frente a mí, se encontraba una figura muy pequeña y flaquita

como una muñequita de china. Sus rizos eran la definición del color rojo, unos ojazos tan grandes que podía ver mi reflejo en

ellos. Me miraban con sorpresa. Su nariz y manos estaban rojas


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del frío, estaba sucia de la cara y llevaba puesto un abrigo

muy parecido al de la anciana del mercado, igual de grande

para su tamaño diminuto. Torpemente se levantó y dio unas vueltecitas, luego caminó detrás de mí y suspiró. Se asomó por

el canal a nuestra derecha y al comprobar que podría haber

perdido lo que buscaba, miró al suelo.

Al tratar de levantarme, noté otro peso sobre mi falda. Una manzana igual de roja que el labial de mamá, descansaba

posada ante mis ojos.

La sonrisa más grande que había visto se dibujó en el rostro delicado de la niña al ver su pequeño objeto de valor sobre mis

manos congeladas.

De pronto, sentí unos dedos sobre mi hombro izquierdo.

Transmitían calor y una sensación de familiaridad navegó dentro de mí. Adrián me tomó de la mano para volver a casa y

la niña tomó la otra.

—Vuelve con tus padres— le ordenó mi hermano en italiano, un tanto pasmado con esa acción no esperada.

—Niente— negó ella agitando la cabeza.

Dos canciones del ristorante después comprobamos que nunca había conocido a sus papás y había escapado de la casa

de una tía que le pegaba, todo a través de sus oraciones cortas.

No conocía su edad y se nombró a ella misma Nina, ya que

Rigoreta le recordaba lo que dejó atrás. Las estrellas que ya no existían parpadeaban desde el más

allá mientras avivábamos el aire con historias de nuestra vida.

Nina escuchaba atentamente masticando su manzana, riendo con alguna anécdota o cabeceando al no comprender nuestro

italiano de principiantes. Las góndolas que ligeramente

chocaban contra las aguas del mediterráneo presenciaron ese momento en el que aquella criaturita se unió a nuestra pequeña

familia, ahora de tres.

Durante seis cumpleaños viajamos en trenes y barcos de

carga, moviéndonos de un lugar a otro. Siendo menores de edad, era difícil poder estar quieto sin ser descubierto y cargado

a un orfanato. Vivimos debajo de puentes, dentro de tiendas

comerciales y alguno que otro cine. Cada día era un reto de buscar comida, pedir dinero y mantenernos juntos dentro de un

refugio, lejos de los peligros de la noche. Adrián y yo nos


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turnábamos de guardia, éramos esclavos del miedo a la

posibilidad de ser separados por alguna autoridad. No fue hasta

que él llegó a tener dieciocho veranos de vida que por fin dimos un respiro de alivio. Comenzó a trabajar legalmente mientras

que yo seguía siendo mesera, pudimos rentar un departamento

medio caído —como la torre de Pisa— y Nina me acompañaba

a dónde fuera. Acabamos en Nueva York gracias al dinero que juntamos

por tres años sin comer a diario y el que habíamos robado de la

cuenta bancaria de mamá antes de acabar en Venecia (los números eran los mismos que mi día de nacimiento, el de mi

hermano y el de ella), lo salvamos exclusivamente para volver

con la abuela. Adrián y yo teníamos nuestros documentos

legales colombianos después de huir de papá y sus botellas, pero tuvimos que legalmente adoptar a Nina y sacar su

pasaporte italiano. Fue todo un caos y un desorden, pero

logramos convencer a los oficiales de que pudiéramos conservarla.

Viajamos literalmente ligeros y al llegar nos quedaban

escasos centavos después de gastar tanta cantidad. Vivimos con un grupo de estudiantes que venían en nuestro vuelo por unos

meses, hasta que ahorramos lo suficiente para alquilar un cuarto

en el mismo edificio.

Llegamos justo en la edad en que podíamos soportar una ciudad tan grande y cuidarnos más hábilmente de lo que nos

espera afuera de nuestras ventanas.

Nuestro siguiente sueño es ahorrar lo suficiente para regresar a Colombia con la familia de mamá, quienes no sabían de

nuestra desaparición por seis años ya que papá nos trasladó a

Venecia, queriendo estar lejos de las personas que más lo odiaban y cerca del alcohol.

Por ahora, no estamos tan lejos de cumplir nuestro objetivo.

Vivimos en la Gran Manzana. Después de todo, mamá está

cerca de nosotros observándonos desde los cielos.

FIN

Andrea Hinojosa Delgado Semestre: 5º Matrícula: 290222 Unidad: San Pedro


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AL ATARDECER

Por Dany Marso

Daniela Martínez Soraiz.


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AL ATARDECER

Por: Dany Marso

A escasos diez minutos antes de las seis de la tarde, me

encontraba sentada frente a una pila de papeles con deberes por

hacer, pero me parecía imposible concentrarme mientras las ansias me quemaban por dentro haciendo que mi respiración se

acelerara y que el tiempo transcurriera con mayor lentitud . No

era usual para mí estar en aquella sofocante situación, era algo

nuevo y a la vez molesto. Deseaba pensar que era sólo otro día normal, como el anterior, como el de hace meses, como el de

hace años. Pero sabía perfectamente que no era un día

cualquiera. ¿Sería por la manera en que sus ojos avellana brillaban cuando se encontraban con los míos? o ¿sería por

aquella sensación eléctrica en mi piel cuando su mano rozó la

mía?, ¿sería por aquella sofocante sensación cada vez que pienso en él?. Fuera cual fuera la razón, siempre estaría él como

principal culpable. Pero la verdadera y más importante pregunta

era, ¿desde cuándo siento eso por él?

Miré por enésima vez el reloj frente a mí, ni un minuto había transcurrido y esto no mejoraba en nada mi situación,

solo la empeoraba mil veces más.

Tal vez haga falta aclarar algunas cosas para entender esta extraña situación…

Han pasado muchos años desde que conocí a un niño, en

ese entonces, bajito y rechoncho, sentado en la orilla de aquel columpio rojo del parque de la esquina; callado observaba sus

empolvados zapatos, sin inmutarse de mi presencia, segundos

después dijo en voz baja:

— ¿Quieres ser mi amiga? — en ese instante solté una sonora carcajada, él me miró confundido y aun sin entender se

me unió, después preguntó — ¿eso es un sí?

Y así fue como conocí a mi mejor amigo, o más bien, mi único amigo. Esa misma tarde me hizo prometer volver al

parque a la misma hora, sin ser consciente de lo que estaba


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diciendo, hice la promesa de mi vida. Al día me encontraba,

a la misma hora y en el mismo lugar, con aquel niño tan extraño

y a la vez hilarante. Así pasaron los días, que se convirtieron en meses, que se convirtieron en años. Nuestra promesa infantil se

convirtió en un hábito; un deber que nadie parecía comprender,

ni siquiera nosotros mismos.

Sin falta, nos encontrábamos todos los días, al principio para jugar, pero con el paso del tiempo los juegos fueron

quedando atrás dando lugar a conversaciones interminables o

mudas compañías. Aquella promesa de niños se convirtió en un fuerte pilar en nuestras vidas, en nuestra peculiar amistad, era

mi fuerza, mi esperanza, mi todo.

Una eternidad fue el tiempo que pasó para que por fin

marcaran las seis. Tomé mi chaqueta apresuradamente, haciendo un tiempo récord y salí corriendo rumbo al parque con

mi corazón corriendo al mil por hora.

Todo parecía haberse quedado igual que hace años, cuando hicimos nuestra promesa, todo en su mismo lugar. Sin prestar la

menor atención a mi entorno me dirigí a nuestro punto de

encuentro, una banca iluminada bajo un farol, situada justo al lado del viejo columpio rojo. Y estaba sentado él, algo agitado,

una mochila colgaba de su hombro, su mano derecha

despeinando su cabello castaño y ondulado y su otra mano

sostenía su guitarra marrón. Desearía decir que su apariencia no ha cambiado pero estaría diciendo una enorme mentira. En su

cuerpo ya no quedaba ni una señal de que alguna vez fue un

niñito regordete, en su lugar quedaba una alargada y bien formada figura juvenil. A la vez que me iba acercando pude

notar a mayor detalle el creciente nerviosismo de mi estimado

amigo, ¡era demasiado gracioso!, hasta que recordé que estaba en la misma situación o en una peor. Traté con todas mis

fuerzas ocultar mi ansiedad al mismo tiempo que le sonreía a

modo de saludo, me miró un poco asustado.

—Hola, Nina — dijo con voz tambaleante a la vez que se ponía de pie.

— ¿Por qué tan nervioso, amigo mío? — dije tratando de

sonar confidente, lo que más bien resultó un pequeño desastre que él percató de inmediato.


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—Veo que no soy el único — me dio un ligero empujón

en el hombro y le respondí con una mirada fulminante. Sentí

como mis mejillas se volvían más cálidas y apostaría a que adoptaron un vergonzoso color rojo intenso.

—Vamos Leo, no vine aquí para ver quién es el más

nervioso — me puse de puntillas para despeinar su cabellera,

me miró molesto y al instante me dirigió una sonrisa. Ambos tomamos asiento en la banca desgastada y empezó

la plática del día de hoy. Él hablaba y yo me limitaba a

escucharlo, sus inquietudes, sus alegrías, sus vergüenzas, sus tristezas. Ocasionalmente hacía un breve comentario, pero los

trataba de evitar a toda costa. Al terminar él yo le platicaba,

todo lo que traía en mente, sin importar lo absurdo que fuera, él

era la única persona con la que me sentía en confianza suficiente para compartirle mis más profundas opiniones. Podrá

parecer aburrido, pero para nosotros era nuestro todo, donde

podíamos ser nosotros mismos. A cabo de un rato la charla llegó a su fin y el silencio se hizo presente entre nosotros. Su

mirada estaba fija en el horizonte. Decidí no interrumpir sus

pensamientos pero mi ansiedad no me permitía estar tranquila, traté de llamar su atención de forma discreta pero antes de que

pudiera hacer algo él tomó la palabra.

—Hay algo que…que quiero decirte, Nina — dijo Leo en

un tono serio mirando fijamente hacia el suelo. Mi corazón se aceleró de inmediato. Fijó su mirada avellana en la mía. Ahí

seguía aquel brillo que me dejaba intranquila, iluminando su

hermosa mirada, sí, he dicho hermosa. Al cabo de un par de segundos los nervios se apoderaron de él — Nina…tú…lo... —

inhaló profundamente — la luna se aleja de la Tierra 3.78

centímetros cada año—dijo a velocidad impresionante. Mi corazón se detuvo en seco, definitivamente eso era lo que

menos esperaba escuchar en mi vida y mucho menos en este

preciso momento. Tal vez era demasiado pronto para hacerse

ilusiones. Lo miré confundida. — ¿Disculpa? — me miró asustado y se apresuró a tomar

su guitarra y posicionó sus dedos temblorosos en las cuerdas y

las rasgueó un par veces. Comenzó a cantar junto a la bella melodía. Desearía poder decir que era la canción más hermosa

que había escuchado pero era difícil concentrarse en la letra


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cuando esta parecía estar en otro idioma y más aún si su voz

se desafinaba cada tres palabras. Sentía un gran impulso de

reírme, pero su intención era tan sincera y real, no podía hacerle eso. Con el rostro color rojo, se detuvo apenado y se apresuró a

tomar algo de su mochila, sin darme oportunidad de decir algo.

— ¡Espera! sólo…espera — abrió su mochila y comenzó a

rebuscar dentro de esta hasta que sacó de ella una hoja cuidadosamente doblada por la mitad, me la entregó con un

suave “para ti” saliendo de su boca. La abrí con miedo a lo que

ahí encontraría. Y efectivamente quedé estupefacta. Nunca antes alguien me había dedicado algo, mucho menos una hoja

llena de números, fórmulas y cosas por el estilo. Volví a tratar

de leer la hoja, fracasando de nuevo. Le dirigí una mirada,

confundida. —Leo… de verdad lo aprecio demasiado… pero — le

mostré la hoja llena de números y en al momento que la miró,

juraría que la sangre abandonó su rostro de inmediato. —Entonces, ¿qué es lo que acabo de entregar en la

mañana? — dijo antes de maldecir en cinco idiomas. Enterró su

rostro apenado y preocupado entre sus manos. Se veía tan triste y decepcionado. No dijimos nada en minutos. Coloqué mi mano

sobre su hombro y le sonreí cálidamente aun sabiendo que no

podía verme.

—Lo siento, de verdad lo siento Nina — se enderezó y fijo sus ojos en los míos —pero, me resulta imposible concentrarme

estando con alguien tan hermosa como tú — su declaración me

tomó desprevenida, provocando que mi rostro se encendiera y tiñera de color rojo intenso y que en mi estómago comenzara

una auténtica revolución.

No sabía que decir ni que hacer, mis labios se abrían y cerraban sin articular palabra alguna. Nuestras miradas seguían

conectadas sin palabras de por medio, solo nuestras

respiraciones. Mi rostro ardía hasta la punta de mis orejas. Al

paso de dos segundos su rostro se inclinó poco a poco, acercándose al mío. Sabía perfectamente lo que estaba por

suceder y mi corazón casi estalla de solo pensarlo. Y sus labios

se posaron en mi mejilla. Un roce tan casto e infantil, pero me hizo sentir la persona más dichosa del universo. Mi mejilla

parecía arder en fuego. Nos separamos un poco y no pude evitar


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el impulso de esbozar una sonrisa que él secundó. Sin aviso

previo, tomó mi mentón entre sus dedos y me acercó hasta

quedar a pocos centímetros de sus labios. —Te quiero, Nina — musitó antes de besar mis labios sin

poder responderle.

Jamás en mi vida había sentido tanto en tan poco tiempo.

Parecía que el tiempo y el espacio se habían congelado. Pero todo tiene que terminar en algún momento. No existían las

palabras, solo tontas sonrisas al momento que cada quien tuvo

que tomar su camino a casa. Suspiré antes de dejar de mirar por la ventana, como lo

había estado haciendo la pasada hora. Era tonto y absurdo, pero

dentro de estas cuatro paredes era aceptable, un signo de

pertenencia a una comunidad de gente como yo, gente anormal, marginada de la sociedad que solo vive su vida ideal dentro de

su imaginación, gente que solo conoce estas cuatro paredes

aprensivas y la vez llenas de libertad de ser uno mismo: un anormal. Jamás conocí el mundo fuera de este lugar, todo lo

demás vivía en mi imaginación, incluso aquellas tardes al

atardecer.

FIN

Daniela Martínez Soraiz

Matrícula: 342738

Semestre: 1o Unidad: Valle Alto


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CAUTIVA

Por Regiz

Regina Straffon Rincón.


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CAUTIVA

Por Regiz

Cada vez que veo la luz asomarse sobre la pequeña rendija

de mi habitación, siento mucha paz en mi interior. Es como si esa luz me recordara que no estoy sola; que al menos, el sol me

acompaña, aunque sea por un ratito. No recuerdo cuándo fue la

última vez que vi a mis padres. Tal vez, fue hace un mes, o tal vez, hace ya varios años. Lo cierto es que aquí es imposible

mantenerte al tanto del transcurso del tiempo. Hay días que se

pasan volando, otros se pasan muy lentamente y son como

eternos para mí. No sé por qué estoy aquí. Lo único que sé, es que llevo días y días y días de estar sola en esta habitación

oscura, sin escuchar jamás el sonido de voces humanas.

Llevo tanto tiempo aquí, que ya sé distinguir cuando es de día y cuando es de noche. Lo sé porque desde aquella pequeña

rendija entra el sol. Cuando entra con mucha intensidad, sé que

es el mediodía. A esa hora, me traen de comer. No sé quién sea, jamás he visto a aquella persona misteriosa. Solamente sé,

que es alguien viejito, de la tercera edad, pues sus manos se

ven desgastadas y arrugadas. Una vez, las intenté tocar, pero

rápidamente las apartó, como un gato asustado. Casi siempre es un pan seco y duro, con un puré que espero que sea de papa,

porque si no, ni quiero saber de qué es. En fin, la comida entra

por la rendija y sale por ahí. Siempre que termino de comer, dejo ahí el plato y más tarde llegan de nuevo esas manos

arrugadas y se lo llevan con un movimiento veloz.

He querido escapar varias veces de este horrible cuarto, aunque lo veo como algo imposible, pues las paredes son duras

y el techo también. El piso es de pura tierra, llena de insectos y

mugre. Debo admitir que los insectos a veces son mi única

compañía. Tan solo hay una cama, donde yo duermo. Hay también una llave que uso para bañarme de vez en cuando, y

para tomar agua, aunque no siempre funciona. Me siento cada

vez más débil y ya prefiero morir, de verdad, morir es mejor que estar en este lugar. No sé ni cómo llegué aquí, no recuerdo

absolutamente nada. Bueno, pensándolo bien, sí hay algo. Lo


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único que recuerdo, es que mis papás me dijeron, con

lágrimas en sus ojos, que era para mi bien. Luego se

despidieron de mí y me dijeron que lo sentían mucho, pero que en verdad era para mi bien. ¿Cómo puede ser esto para mi

bien? ¿Qué tiene esto de bueno para mí? yo no le veo ningún

beneficio.

Yo vivía una vida normal, pero feliz. Recuerdo que iba a la escuela y tenía muchas amigas y que mis papás me daban de

comer, me querían y me cuidaban. Digo que me “querían”

porque creo que me dejaron de querer al hacerme esto; es lógico. Poco a poco, observé como la luz de la rendija

disminuía cada vez más: ya es de noche. De pronto, sentí un

vacío inmenso en mi interior. Comencé a llorar amargamente.

Ya no sé siquiera por qué lloro… tal vez, porque extraño mi antigua vida sin preocupaciones y el amor de mis padres, que

probablemente nunca encontraré otra vez. ¿Por qué me habrán

hecho esto? ¿De qué me están protegiendo, de ser feliz? Sinceramente, no entiendo su manera de pensar.

Llevo tantos días encerrada en estas cuatro paredes de

cemento, que ya ni recuerdo cuánto tiempo he estado aquí. Siento que estoy en prisión sin siquiera merecerlo. ¿Qué hice

mal? yo nunca me porté mal con nadie; es más, de hecho era

muy amigable. Pero ya perdí las esperanzas, ya no quiero

seguir viviendo y si mi destino es permanecer aquí por el resto de mi existencia, prefiero morir. Estoy tratando de dormir

ahora, pero tengo miedo. Se oye mucho alboroto afuera y

alguien está golpeando las paredes de mi habitación. Siento una combinación impresionante de emociones: estoy asustada,

nerviosa, ansiosa y a la vez emocionada. Creo que es la

primera vez que siento emoción después de tanto tiempo. También tengo miedo, por mi destino incierto. Sigo

escuchando esos golpes y escucho gritos que parecen como de

un señor. Tengo mucho miedo. Mejor dormiré, prefiero

olvidarme de la cruda realidad aunque sea por un rato. El sol se ha seguido asomando por la rendija, lo cual quiere decir que ya

han pasado varios días y las manos arrugadas no se han

asomado por ahí. Estoy muy preocupada y triste. Nunca pensé que extrañaría tanto aquellas viejas manos, aunque no se

dejaran tocar. El problema es que no me han dado de comer y


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mi hambre crece cada vez más y más, no sé hasta qué punto

podré aguantar. Lo único que puedo hacer es tomar agua de la

llave para mantenerme hidratada y para llenar mi panza con algo. He pensado en comerme a los insectos, pero me resulta

imposible porque ellos son mis amigos y además me daría

mucho asco matar alguno para comérmelo. Son viscosos y no

me imagino masticando alguno, pues en verdad me resulta asqueroso. Ya estoy decidida a escapar de aquí. Tengo que

saciar toda el hambre que siento, ya no aguanto más. Me siento

impotente, he tratado de excavar un pozo para ver si puedo salir por la rendija, pero es inútil, pues la tierra está también

llena de piedras pesadas que no puedo mover. He buscado

huecos en la pared y en el techo, pero sin encontrar alguno que

me pueda ayudar a salir de aquí. Ya estoy muy cansada y aún más débil por no haber comido en tantos días. Siento que en

cualquier momento me voy a desmayar. Ya, me rindo, me voy

a quedar sentada aquí, esperando a que Dios me lleve con Él. Ya no lo soporto más.

Apenas han pasado unas cuantas horas y estoy

comenzando a sentir una adrenalina impresionante que invade todo mi cuerpo. Siento…no sé, siento que puedo hacer lo que

sea, incluso salir de aquí. De pronto comencé a golpear la

pared, confío en mí y en mi fuerza, yo sé que puedo derribar

una parte para poder escapar. Estoy golpeando las cuatro paredes de la habitación inútilmente, cómo si no sirviera de

nada toda la energía que en estos momentos recorre mi cuerpo.

¡Ya no lo soporto! ¡Soy una tonta! Y mientras gritaba eso, di una patada tan fuerte a la pared, que derribe unos cuantos

bloques de cemento, y vaya sorpresa la que me di, cuando vi

que había hecho un gran agujero en la pared. Me asomé y sólo veía destrucción. Por primera vez sentí el aire fresco correr por

mi cara, fue una sensación increíble. Después me sentí muy

mal. A lo lejos podía ver un campo que solía tener árboles y

vida, y ahora estaba completamente quemado, en llamas. Los árboles habían caído y no había señales de vida por ningún

lado. Estaba a punto de salir por ese agujero, cuando sentí que

algo había caído en mi pierna izquierda. Quité mi cabeza del agujero, y vi que sobre mi pierna, había un pedazo de papel

doblado en cuatro partes. Rápidamente lo tomé con mis dos


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manos y lo desdoblé. Era una carta. De pronto observé la

letra, era muy parecida a la de mi mamá. Sentí un gran alivio y

una lágrima brotó de mis ojos. Después, comencé a leer la carta, que decía así:

Querida Natalia:

Si en estos momentos estás leyendo esta carta, es porque la

guerra ya ha comenzado. Te preguntarás porqué te pusimos en esta habitación, pero solo nosotros, tus padres, que te queremos

tanto, sabemos que lo hicimos para librarte de esta tragedia.

Ahora tú estás a salvo y te prometemos que nos volveremos a encontrar. Ya eres grande y muy inteligente, así que sigue estas

instrucciones y podrás llegar a un lugar seguro dónde te podrán

dar de comer y te cuidarán. Debes huir de la habitación, corre

lo más rápido que puedas en dirección hacia el Norte y pronto te vas a topar con un puente de color cobre. Debes cruzar ese

puente que pasa sobre el Río Azul. Al cruzar ese puente, en

unos diez minutos vas a llegar a una aldea que se llama Egin. Te encontrarás con la familia Raal, ellos te estarán esperando.

No tengas miedo, ellos son tus tíos y te cuidarán muy bien.

Ellos estuvieron ahí desde tu nacimiento, así que te conocen muy bien. Quédate ahí y nosotros llegaremos por ti. Una vez

que leíste esta carta, debes comenzar el viaje, que solo te

tomará media hora si te das prisa.

No olvides que te amamos y sé feliz, porque eres de las pocas niñas que sobrevivirán. Cuídate mucho Natalia, te

queremos hasta el infinito.

Con cariño, tus papás.

Al ver esto, empecé a llorar, pero por primera vez, lágrimas

de felicidad. ¡No podía creerlo!, ¡mis papás sí me quieren!, seguí llorando y comencé a reírme, yo sola. No podía ocultar

tanta felicidad. Después de todo, tanto tiempo encerrada tiene

sentido. Ya estoy lista para comenzar el viaje. Debo

apresurarme para llegar a tiempo con mis tíos y además ya quiero comer algo. Mi panza está gruñendo. Espero que todo

salga bien. ¡Ya me tengo que ir!

FIN Regina Straffon Rincón Semestre: 1o

Matrícula: 340546 Unidad: San Pedro


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EL HOMBRE DE

NINGUNA PARTE

Por Melanie

Melanie Paola Jiménez Salazar.


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El hombre de ninguna parte

Por: Melanie

El hombre de ninguna parte, así era llamado Daniel, un músico profesional, él no encontraba sentido a su vida, no sabía

aprovechar su arte, se alejó de su familia, del amor. Su rutina

diaria sólo era tocar guitarra y dormir, sin embargo, una noche cambiará su vida entera.

Tener que crear una nota de una canción para poder darle

vida a la vida, poder mostrar lo que eres a través de sonidos,

música, lo que ocupa para ser feliz, hacerle el amor a la guitarra, mientras la guitarra llora a través de esas cuerdas que

tan fuerte presiona. ¿Dejaría sus sueños por una persona?

- La historia de Daniel que camina en ‘’do’’, ‘’re’’, ‘’mi’’, sin saber llegar a ‘’fa’’ y pisar ‘’sol’’, la música ya no es más

su amiga, él quiere encontrar algo más, brinca de estrella a

estrella para encontrar la historia que desea, girar el mundo con sus canciones para poder estar con la persona que desea sin

saber que exista –dice una voz misteriosa.

-¿Por qué me dices eso?, ¿quién eres? – responde el

hombre. -¡No puedo creer!, ¿no sabe quién soy?, ¿no se da una idea?

– contesta la voz misteriosa con un tono de burla.

-¡Vete de donde quiera que estés! – exclamo el hombre. -Cállate y escucha – responde la voz con un tono serio – a

través del universo donde la lluvia cae en un montón de

pensamientos, donde su mente abierta es cerrada, cuando una persona que no conoce lo hizo. El hombre hace planes para

nadie, saca la magia a una guitarra para nadie, el hombre se

pregunta ¿cuál será la salida?, ¿qué se necesita realmente?, si en

un millón de años pasaron cuando termina de cantar y ahora brinca de pensamiento a pensamiento cuando ni siquiera tiene

cabeza para él. Hombre sus odas son escritas a nadie. ¿Dejaría

sus sueños por alguien?, me sorprende que deje de hacer llorar a su guitarra por hacer feliz a alguien, ¿cómo la hará feliz?

¿Usted no tiene corazón? – dice la voz misteriosa


26

-¿Qué?, entonces como crees que escribo mis canciones,

lo hago con el corazón, es mi pasión y dime de una vez quien

eres – responde el hombre asustado. -Sus canciones son hechas con la cabeza, solo lo piensa y

no lo siente, quién mejor para decirle esto – responde la voz con

seguridad.

-¿Cómo confiar en alguien que no conozco? – pregunta el hombre riendo.

-Solo guarda silencio y escucha – responde la voz molesta –

hombre no se preocupe, la vida le traiciona cuando no se le disfruta ¿qué ha hecho de su vida? a parte de derramar lágrimas

en vano, solo se escucha a usted porque piensa solo en usted,

viene del arte, notas musicales, ¿ahora sabe de dónde es?, ¿lleva

toda su vida así?, ahora no brinca de pensamiento a pensamiento, ahora anda en círculos. Recuerde que todo está

en su mente la cual le ordeno que deje de atormentarse por algo

que no intenta – responde la voz molesta. -¿Llorar en vano?, claro que no lo hago, usted está un poco

loco – dice el hombre riendo.

-Llorar, soltar la pena, deshidratar todo el miedo, es sudar la angustia, es llover tristeza para poder ser feliz, deje de llorar

que usted se ahogara, realmente no se conoce - responde la voz

misteriosa con tono de enojo.

-¿Quién eres tú para decirme eso?, ¿quién eres tú para ordenarme? – responde enojado el hombre.

-¿Desea que sea un sueño?, lo es. Falta poco para que usted

despierte y tendré que marchar, su nombre es Daniel, es un gran músico y todo lo que he dicho son sus pensamientos, la música

no es más su amiga porque usted no sabe quién es, yo le

ayudaré a brincar a ‘’fa’’ y quedarte en ‘’sol’’, a que deje andar en círculos, a que tenga corazón, a encontrar a esa persona que

busca, a que deje de llorar en vano y sobre todo para que se

conozca. Que mejor que hacerlo yo, me llamó loco y sé que

esto es un sueño porque todo está en la mente, ¿cuál soy yo?, usted y yo somos uno, me dará gusto ayudarle ¡despierte! el

despertador ha timbrado le espera otro día – le dice la voz

misteriosa con tono de admiración y cada vez alejándose. -¿Qué?, ¡no te vayas!, ¿qué debo de hacer?, solo fue un

pesado sueño, esa voz me atormentó ¿realmente estuve


27

soñando?, ¡cielos! eso es imposible, son demasiadas

preguntas para mí, hace días que no toco mi guitarra – dice

Daniel hablando solo y confuso. -¿Por qué no escribo una canción?, tal vez me vuelvan a

llamar o la quieran comprar, no tengo planes el día de hoy –

dice Daniel.

Toca su guitarra y descubre que está realmente desafinada, la conecta y empieza a tocar a todo volumen en su hogar.

-Realmente esta desafinada, empezaré a cantar: ¡enviaré

una carta a la luna, para que tarde años en llegar y mantenerme ocupado! – canta Daniel emocionado.

Una vecina que vivía a dos casas de ahí se molesta por el

ruido, llega a la puerta de casa de Daniel y queda escuchando

la letra de la canción. -¡Nunca he escuchado tu voz, quizás mañana volverás y al

anochecer la luna brillará como lo hizo ayer! – canta Daniel con

entusiasmo. La joven toca la puerta, se acomoda el cabello y su ropa.

Daniel abre la puerta y mira a la joven.

-¡Hola!, ¿te puedo ayudar? – pregunta Daniel tartamudeando.

.-Sí claro, bueno, solo quiero saber tu nombre – pregunta

tímidamente la joven.

-¡Claro!, mi nombre es Daniel, ¿tú eres? – pregunta Daniel. -Yo soy Mara, mucho gusto, te soy sincera, vine por el

sonido que salía de aquí, vivo a dos casas y realmente era

molesto y estando aquí escuché y que linda canción ¿de quién es? – dice Mara con timidez.

-¿En serio?, la canción es mía, hace tiempo que no escribía

y hoy me animé y es claro que no me arrepiento, ¿quieres pasar? – dice Daniel tartamudeando.

-Te lo agradezco, espero no ser molestia – dice Mara con

pena.

Ellos entran a la sala, Daniel toca su guitarra y empieza hacer música.

-Que emoción, de verdad eras tú, lo haces muy bien pero

¿qué fue lo que te alejó de la música? – pregunta Mara asombrada.


28

-Verás no sabía a quién componerle, todo esto empezó

cuando mi madre Julia murió, mi familia ya no era la misma, no

he tenido mucha suerte en el amor – responde Daniel entristecido.

-Disculpa no era mi intención recordarte ¿puedo saber de

qué falleció? – dice Mara con tono incómodo.

-Claro, ella murió atropellada, tengo demasiadas canciones compuestas para ella, le extraño demasiado es imposible no

hacerlo, ella era lo mejor de mi vida – responde Daniel triste.

Ellos empiezan hablar detalladamente, las horas pasaron rápido, Mara se retira del hogar de Daniel.

-No puedo creerlo es encantadora, tan rápido paso el

tiempo, ¡es Increíble!, lo mejor es que vaya a dormir – dice

Daniel muy feliz, con mucho entusiasmo. Daniel se va a la cama y se duerme fácilmente.

-¿Hola?, ¿hay alguien ahí? ¿Daniel? – grita la voz

misteriosa. -¿Tú de nuevo?, ¡me ayudaste!, Mara es hermosa – dice

feliz Daniel.

-Usted se ayudó solo, siendo usted, ahora nadie cambiara su mundo, una simple canción trajo a sus pies a una Joven

hermosa que falta mucho de conocerle, pero estaba tan ocupado

girando pensando que estaba totalmente solo, la música es de

nuevo su amiga, hizo el amor a su guitarra y la hizo llorar, le dio vida a su vida, dese cuenta que ella existía, usted pensaba

en dejar la música por encontrarla, cuando ella se enamoró de

lo que usted produce: la música, ahora sabrá que hacer, no me busque demasiado ya que suelo ser peligroso, este es un adiós

donde que mi rostro nunca vio pero mi voz alumbró y ya es

tiempo de descansar, todo lo que aprendió de amistad y amor en su alma quedará, ahora solo duerma ya es tiempo de terminar –

dice la voz misteriosa alejándose cada vez más.

Esta amaneciendo, el joven Daniel despierta y baja por su

guitarra, empieza a tocar, mientras tanto Mara se despierta por el sonido que hace la guitarra, se levanta, se estira y sonríe,

recoge su cama, se acomoda el cabello y va directamente a casa

de Daniel. Ella toca la puerta, Daniel le abre y la hace pasar.


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-¡Hola!, ¿me extrañaste?, sabes, muero de hambre y

pensaba en que pudiéramos ir a desayunar, ¿qué te parece? –

dice Mara con tono de felicidad. -Sería asombroso, pero no acostumbro salir y no sé dónde

haya restaurantes por aquí – dice Daniel con vergüenza.

-Descuida, conozco esta ciudad como la palma de mi mano

pero antes, escríbeme una canción y tócala con tu guitarra – dice Mara sonriendo – ¿puedes? – con tono sospechoso.

-Si, bien, creo que he perdido la experiencia, pero lo

intentaré, no puedo hacerlo veras que es difícil escribir para alguien como tú, eres perfecta, eres la canción perfecta, no creo

poder hacer otra.

Daniel sale a desayunar con Mara, se puso en contacto con

sus familiares, fue a visitar a su madre Julia al panteón, compuso canciones y empezó a grabarlas con Mara, se fueron

a vivir juntos a París. Pasó exactamente 10 años donde

generaron música y tuvieron una hija que la nombraron Julia. La canción del hombre de ninguna parte fue interpretada por

Mara, duraba diez minutos contando toda la historia del día que

se conocieron. Daniel aprendió a vivir la vida.

FIN

Nombre: Melanie Paola Jiménez Salazar Matrícula: 1875

Semestre: 1o

Unidad: Politécnica Santa Catarina


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LA HISTORIA DE TUS

OJOS

Por Cristy

Cristina Correa Ríos.


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LA HISTORIA DE SUS OJOS

Por: Cristy

Mientras Andrea se inundaba en lágrimas, observé sus ojos castaños y descubrí que eran más profundos que los de

cualquier otra persona. De su pupila nacían diversas líneas y

manchas, que al final iban armando una especie de aureola dorada en el interior del iris. Seguí observando y llegué a sentir

terror, pues me di cuenta que cuanto más observaba sus ojos,

más me perdía y entonces tuve miedo de quedar atrapado en

ellos para siempre. Sin embargo proseguí y aquella aureola, ya no estaba compuesta por simples líneas sino por todo un

universo. Las pequeñas manchas dispersas junto a las líneas, se

transformaron en millones y trillones de estrellas, todas girando alrededor del enorme sol negro que era la pupila. También

había pequeños puntos que poco a poco se fueron convirtiendo

en sombras, luego en siluetas. Éstas me enseñaron un conjunto de casas a las afueras de un enorme castillo. Seguí viendo y

pude encontrar a los campesinos, quienes trabajaban día y

noche para mantener vivos a cada uno de los miembros de sus

extensas familias. Por otro lado, quienes moraban en el castillo, caminaban tranquilamente por sus ambiciosos corredores, sin

ningún tipo de preocupaciones.

Cerca de uno de los sembríos no muy lejos del castillo, caminaba una jovencita de no más de dieciséis años que recogía

bayas, manzanas y todas aquellas frutas que se habían caído de

algún árbol. Ella tenía una sonrisa tan bella que habría sido difícil de explicar en un universo paralelo; aunque casi nunca

tenía el tiempo necesario para sonreír. Su nombre era Iris, hija

de un viudo y hermana de muchos, con una belleza única que

alegraba las tardes tristes en aquel pueblo tan gris. Después de haber llenado las tres canastas que llevaba en el brazo con

diversas frutas y verduras, se sentó bajo un árbol con la mirada

perdida; Iris estaba profundamente enamorada de un amor imposible que jamás le sería correspondido. El príncipe, quien

era conocido por ser alguien feroz y temible, había encontrado


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amor ante el alma de la niña, pues ella había visto en el

espíritu del príncipe un resplandor infinito; todo esto lo

guardaba en su corazón y en secreto por razones plenamente obvias. Iris dejó de pensar en lo anterior al escuchar un galopar

acompañado de un relinchar de caballos y fue inmensa su

sorpresa al ver, que era el príncipe en persona el que se

aproximaba montando con orgullo un imponente caballo blanco.

Entonces se dilató su pupila y sucedió lo inesperado. La

mirada del príncipe se centró en la joven con ternura eterna, lo que provocó que éste se descuidara y cayera de su caballo.

Apenas él vio a la admirable campesina, sintió como su corazón

se desprendió de su cuerpo para quedarse con la niña; entonces

pensó en el rey, quien seguramente se disgustaría si su hijo se casara con aquella chiquilla pobre y sucia, que ni si quiera le

llegaba a los talones a la condesa, la cual estaba por llegar al

castillo para contraer matrimonio con el príncipe mismo. Todavía impactado por la hermosa joven, permaneció un buen

rato en el césped, pensando que no podría ser capaz de

deshacerse de aquella joya tan preciada de valor incalculable con tanta naturalidad.

Mientras todos estos pensamientos rondaban en el interior

de la cabeza del príncipe, Iris se acercó para ayudarlo a

levantarse, olvidándose de futuros castigos por haber tenido la insolencia de acercarse a aquel miembro de la realeza. Uno de

los caballeros acompañantes del príncipe en la cabalgata, se

indignó de la situación y acusó a la joven como insolente, de modo que separó a la muchacha del príncipe y la empujó con

gran violencia hacia el suelo. El mismo caballero aconsejó que

se castigara a la joven tan atrevida con el espantoso calabozo por tan despreciable ofensa. Después de pensarlo un instante, el

príncipe vio en aquello una oportunidad para no despedirse de

la belleza de aquella joven y entonces ordenó de inmediato que

la niña fuera aprisionada, tal como había señalado el caballero. Los caballeros de la corte tomaron a la chiquilla por sus

cabellos y la aventaron a la celda.

Dentro de la oscuridad, Iris se encontró con una vieja llamada Dimitra, quién había terminado en el mismo lugar por

causas similares e igualmente injustas. Aquella había sido una


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pastora de la cual el rey se había enamorado

inapropiadamente. La prometida del rey temió por su trono y

por consiguiente, mandó sacarle ambos ojos a Dimitra, para que ya nunca pudiera ver al rey. Éste al ver lo ocurrido, encerró a la

tuerta en el calabozo con el objetivo de visitarle cada una de las

noches sin alterar a su esposa; conforme transcurrieron los días,

el rey se fue olvidando de Dimitra. La siguiente noche, mientras Iris se recostaba sobre el lodo y la suciedad, alguien la mandó

liberar de su terrible encierro. Era el príncipe deseoso de ver

nuevamente a su alma gemela, para hablar con ella hasta el amanecer y después volverla a encerrar en la oscura y horrible

mazmorra.

Pasaron los meses y cada uno de los días, él la liberaba de

su celda para platicar un rato y estar con ella. La reina comenzó a sospechar de las visitas frecuentes de su hijo al calabozo e

inmediatamente se lo comentó al rey, asegurando que su hijo

sufría de una gran depresión y que era necesario adelantar la fecha de la boda cuanto antes.

La siguiente semana se supo en las mazmorras, que el

príncipe había contraído matrimonio con la condesa y por consiguiente, Iris se derrumbó en la tristeza sin ningún remedio.

Ella dejó de comer y beber los exquisitos bocados que el

príncipe le mandaba llevar y muy pronto se transformó en un

conjunto de huesos con vida. A pesar de que el príncipe quería todavía verla aunque ella estuviera hecha un desastre, ella se

resistió sin darle importancia a las románticas súplicas de su

amado. Iris tenía destrozado el corazón y consideraba que si volvía a ver al príncipe, su alma se haría trozos por creer en un

amor que jamás podría llegar a consumarse; sin embargo, él la

siguió visitando mientras ella dormía, pues aunque no pudiera hablarle le bastaba verla.

La condesa, enfureció por las altanerías de su marido, se

marchó en el caballo blanco del príncipe entre el lodo por la

tormenta y en secreto hacia otras tierras, donde dio por consejo declarar la guerra, pero posteriormente fue enviada a la horca

por alta traición. El príncipe no pudo combatir al otro reino

como era esperado debido al enorme desgarre que llevaba entre sus pulmones porque Iris no quería verlo y como resultado


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perdió la guerra, condenado a pasar la vida entera en los

calabozos de su mismo palacio.

Al principio fue reconfortante saber que permanecería con su amada por toda la eternidad y planeó decirle todas esas cosas

que le habría gustado mencionar si ella le hubiera permitido

entrar. Pero cuando entró, no encontró más que el cadáver de

Iris junto a un débil rayo de sol que se había escurrido de entre las piedras en la esquina; ella había muerto de hambre o más

bien de asfixia por ahogarse en el desconsuelo. El príncipe se

negó a aceptar que su amada estaba muerta y se sentó junto a ella para decirle todo lo que había deseado antes de estar con

ella.

Y así transcurrió el resto de su vida, sentado junto a los

huesos en la esquina. Pronto los huesos se carcomieron y pasaron los años hasta que se transformaron en cenizas que

volaron libres en el viento que vi en los ojos de Andrea.

La abracé y rompió en llanto; Andrea estaba en pedazos por la inesperada muerte de su marido. Le acaricié su suave rostro y

le conté la historia que yo había visto en sus ojos.

FIN

Cristina Correa Ríos Matrícula: 307554

Semestre: 5o

Unidad: San Pedro


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TRISTE HISTORIA GÓTICA

Por LeDaGo

Leonardo Daniel Gómez Espinosa.


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TRISTE HISTORIA GÓTICA

Por LeDaGo

Una linda tarde de otoño, caminaba hacia mi casa en un

lindo atardecer. Veía como caían las hojas de los arboles

mientras corría en mí un aire frío. Mientras más caminaba cada vez oscurecía más rápido.

Pase de lado a un panteón y veía las lapidas viejas y llenas de

tierra, me enfoque en una voz a lo lejos que cantaba una

hermosa melodía, yo en mi mente decía: ¡oh, pero que es esa hermosa voz! es como un ángel. Cada vez que caminaba hacia

el norte se hacía más intensa la voz y más fuerte. Eran casi las

ocho de la noche y se ocultaba el sol. Yo solo quería saber de dónde provenía la hermosa melodía de ese hermoso ángel.

Así paso durante un mes y yo sin saber de dónde provenía

ese hermoso canto. Un día volví a pasar por ese panteón tan solo y lleno de rosas marchitadas, aún no se escuchaba esa

hermosa melodía y entre al panteón donde sonaba ese canto, vi

que en la lápida había un guante negro perfumado, con un olor

tan lindo. Esa noche sabía que la persona que cantaba era una mujer y al parecer muy linda, lo decía sobretodo su perfume y

su guante pues era de seda.

Al día siguiente volví a entrar al panteón pero cuál fue mi sorpresa pues estaba ese hermoso canto en el panteón a lo lejos

en una lápida, vi una silueta de una mujer, adentro de mi ser

sentía una gran emoción un sentimiento pues era la persona que ya en sueños habitaba en mí. Me acerque muy sigilosamente

entre los árboles y lápidas, cuando estoy detrás de ella, por la

espalda me sujetan y un tipo alto y vestido de negro me dice

qué es lo que hacía en ese panteón, que me fuera del lugar y que no regresara. Yo subí la mirada y vi la cara de esa chica, ¡wow!

fue como ver a una hermosa muñeca o ver a un divino ángel,

pero cambiaba un poco pues ella tenía pintados sus hermosos ojos miel con delineador negro muy intenso y sus labios rojos,

con una vestimenta negra con unas botas altas. También vi que


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le faltaba un guante negro en su brazo derecho. Supe que el

guante era de ella. Ella solo me miro y bajo la mirada mientras

sus colegas me hacían para atrás. Sabía que eran góticos pues había leído algo acerca de ellos.

Pasaron unos días y yo en ella no dejaba de pensar, no se

me olvidaba su hermoso rostro y sus lindos ojos que eran

muestra de ternura. En ella vi lo que no hay en otra mujer, tal vez yo este solo un poco ilusionado por lo que vi, no lo sé pero

en mi corazón hubo una chispa que cuando pienso en ella me

siento tan bien. Cada vez, cada atardecer que pasaba por ese panteón,

observaba al fondo y muy apenas se veían tres siluetas de negro

caminando de lado a lado mientras que esa voz entraba en mi

cabeza recordando su rostro. Ese día decidí entrar una vez más al panteón y vi que se acercaban de nuevo los dos hombres.

Cuando se acercaron les pregunte: ¿ustedes que hacen aquí?,

me respondieron: que en ese lugar ellos solían estar por gusto y que era ya como su nuevo hogar. Les pregunte que si allí se

quedaban a dormir a lo que respondieron… que sí. Yo

asombrado y con un poco de miedo veía a todos lados pero más a esa chica. Les pregunte que si podía unirme a ellos y se rieron

pero dijeron que sí.

Ellos me dijeron que a la siguiente noche debía de

llevarme ropa negra y algo para pasar la noche. Yo dispuesto a todo acepte y con muchas ganas llegué a la misma hora al

panteón con mi ropa negra; entré y, bueno ellos me dieron

maquillaje y me dijeron: píntate como nosotros, me dieron un espejo de mango de madera y pues intenté pintarme mientras

ella, la chica, cantaba. Yo en mi rostro me aplicaba el

maquillaje pálido y con un lápiz negro para ojos, intenté pero no salió nada. Cuando terminé me levanté, toda la noche ellos

sacaron un violín y con la voz de la chica sentía algo hermoso

verla de frente cantar. Saque de mi bolsillo el guante que le

hacía falta, ella paró de cantar y me dijo oye ese guante es mío gracias por encontrarlo pues son muy especiales para mí. Ella

me dió un abrazo y me quedé paralizado, no supe cómo

reaccionar. En eso de las tres de la madrugada me dormí en una lápida y ella al poco rato se acostó conmigo diciendo que tenía

frío se acostó en mi brazo y nos quedamos dormidos.


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Era de mañana y todos estaban despiertos y se quitaban

sus gabardinas y se desmaquillaban. Les pregunte porqué se

desmaquillaban y me respondieron que porque en la sociedad no era bienvenida la gente como ellos: góticos. Por eso nos

refugiamos en este panteón para huir de esta maldita sociedad

pues al menos los muertos nos saben escuchar mucho mejor

que los vivos. Y de pronto dijeron: vámonos, y yo a dónde irán, me dijo uno de ellos: tenemos cosas por hacer tío no todo es

estar en el panteón. Ellos se fueron y bueno, me quedé con una

garra que estaba tirada y me quité el maquillaje y mi camisa tenía el olor de esa chica tan hermosa llamada Darla. Sus

amigos Alastor y Adisrael.

Ese día descansaba y no dejaba de pensar en mi casa que

Darla y yo habíamos dormido juntos esa noche. A la siguiente noche asistí una vez más al panteón pero esta vez Darla y yo

estábamos solos, no había llegado ni Alastor ni Adisrael. Ella y

yo platicamos por horas y horas, como amigos de hace tiempo que no se habían visto en años. También tuvimos un poco de

intimidad en una bodega del panteón, esa noche fría y con

neblina prometimos que nunca nos separaríamos por nada en el mundo pues nos gustábamos. Después de lo ocurrido

caminamos por el panteón hasta la lápida donde nos veíamos,

Alastor y Adisrael llegaron corriendo pues había un fuerte

conflicto afuera del panteón y nos dijeron: ¡corran, esto se pondrá feo! Darla y yo nos quedamos ¿cómo?, ¿qué está

pasando aquí? Alastor nos dice: ¡corran y sepárense, vienen

muchos tipos y están armados! Darla y yo corrimos muy deprisa y de repente en esa oscura noche con neblina se perdió

entre la oscuridad, seguí corriendo como loco sin parar y a lo

lejos se escuchó un disparo, me asusto y lo primero que se me vino a la mente fue ¡Darla!, corrí a donde se había escuchado el

disparo y vi una silueta de una chica tirada en una lápida con

mucha sangre saliendo de su estómago… yo, llorando y

gritando: ¡Darla! muchas veces, no podía creer lo que había pasado sentía un inmenso dolor dentro de mí.

Todo en mi mente, mi corazón y mi mundo se había

acabado, ella era lo más hermoso que me había pasado, el poco tiempo que estuvimos juntos sentía que ya hubiéramos vivido

más tiempo. Pero no fue así, un asesino le quitó la vida con un


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disparo en su estómago. Yo estaba tirado allí con ella, me vio

a los ojos y lo último que me dijo fue que me amaba y que nada

nos separaría. Yo rompí en llanto y ella cayó muerta en el suelo. Mientras que Alastor llegó corriendo y me dijo: ¡corre!,

¡viene la policía! no hay nada que hacer. Te tomaran como

asesino cuando no fuiste tú. Me levanté y corrí viendo por

última vez su cuerpo tirado. Paso una semana de lo ocurrido y yo estaba decaído y

borracho pues no podía más con este dolor en mi corazón. Me

habían quitado lo que más quería. No podía dormir, no quería comer, solo quería estar tirado en mi sofá intentando quitarme

la vida.

No pude más y tomando una navaja que tome del armario

la puse en dirección a mi corazón, después de escuchar la última melodía que me dedicó Darla, encajé con fuerza y en

unos minutos caí al suelo desangrándome y con una nota final

para el que la viera… “no puedo seguir más con esta vida de tormenta, me quitaron lo que más quería ahora es tiempo de

irme con ella y encontrarnos en un mundo mejor sin violencia,

lo siento…”. Alastor y Adisrael llegaban a casa y gritaban afuera que les

abriera. No se escuchaba nada, lo cual alertó a los dos y

decidieron forzar la puerta para entrar pero era demasiado tarde

para ellos pues yo había muerto desangrado por una cuchillada en el corazón, llamaron a los paramédicos pero fue en vano.

Ahora Alastor y Adisrael nos recuerdan como buenos

amigos en ese panteón y cada noche se escucha una bella voz que proviene de esa tumba y también unos gritos tan

desgarradores de mi parte.

FIN

Leonardo Daniel Gómez Espinoza

Matrícula: 1777

Semestre: 1o Unidad: Politécnica Santa Catarina


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En el marco conmemorativo del Día Nacional del Libro, la Universidad de Monterrey, a través de las Bibliotecas de Preparatoria y la Academia de Español, lanza el Primer Certamen de Creación Literaria titulado “Cuentos que nacieron en las preparatorias de la UDEM”. La biblioteca en su papel de promotor cultural, ofrece a su comunidad este evento para expresar ideas que puedan ser transformadas en aprendizaje; es así, que este certamen forma parte de las estrategias para promover la lectura y producción literaria entre los estudiantes de las preparatorias de la UDEM. “Cuentos que nacieron en las preparatorias de la UDEM”, representa el reconocimiento al talento de los estudiantes, a su creatividad y a sus habilidades literarias para la elaboración de cuentos inéditos. Hoy presentamos a ustedes, el resultado del esfuerzo de nuestros alumnos, el cual está plasmado en este libro, que compila el cuento ganador del certamen y las obras con mención honorífica. Esperamos que este libro despierte el interés de seguir participando en futuros eventos afines. ¡Que disfruten de los cuentos que nacieron en las preparatorias de la UDEM!

Primer Certamen de Creación Literaria 2012

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