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Proyecto de Tesis Doctoral 31 de Julio, 2009 Populismo Latinoamericano Argentina, Brasil y Venezuela en perspectiva histórico-comparada Mario Eduardo Poblete Vásquez

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Proyecto de Tesis Doctoral 31 de Julio, 2009

Populismo Latinoamericano Argentina, Brasil y Venezuela en perspectiva histórico-comparada Mario Eduardo Poblete Vásquez

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Córdoba, 31 de Julio, 2009 II COHORTE Doctorado en Política y Gobierno, Universidad Católica de Córdoba, Argentina. Doctorado en Gobierno y Administración Pública, Instituto Universitario Ortega y Gasset. Título proyecto de tesis doctoral: Populismo Latinoamericano. Argentina, Brasil y Venezuela en

perspectiva histórico-comparada Alumno: Mario Eduardo Poblete Vásquez Codirector: Carlos Cousiño Valdés, Doctor en Sociología de la Universidad de Erlangen-Nürnberg,

República Federal Alemana. Profesor Adjunto, Instituto de Sociología de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

Resumen: Un número importante de autores, desde diversas perspectivas, han contribuido al estudio

del populismo. Sin embargo, muchos de estos esfuerzos han quedado aislados, debido a su lejanía teórica, pocas referencias relevantes entre autores, o bien a la disparidad de acepciones de este concepto. Bajo este panorama, se define populismo como aquel vínculo social característico de la cultura latinoamericana, el cual es recompuesto en el contexto moderno de la ciudad. En base a esta definición inicial, se propone, como objetivo inicial, realizar la reconstrucción teórica de un modelo del populismo latinoamericano que busque integrar la multidimensionalidad y el multicondicionamiento del fenómeno, y se articule en base a su elemento central para América Latina, esto es, el Estado. Asimismo, este modelo teórico del populismo se convierte en un requisito necesario para la aplicación del método que busca satisfacer un segundo objetivo relacionado con explicar el surgimiento y desarrollo del fenómeno. En efecto, acá se utilizará el método histórico-comparado de sistemas similares o método de la diferencia, en el cual la selección de los casos se torna una decisión cardinal, ya que al menos se debe contar con un caso de control para cada período populista considerado, esto son: el período preautoritario y el postautoritario. Así pues, Argentina, Brasil y Venezuela, en uno u otro momento, han sido considerados estados populistas latinoamericanos, no obstante, Brasil y Venezuela son países a priori no considerados populistas en ambos períodos antes mencionados, razón por la cual serán los casos de control para este primer –o preautoritario– y segundo –o postautoritario– populismo. En relación a lo anterior, la extensión histórica del estudio deberá quedar establecida desde fin del primer cuarto del siglo XX hasta el comienzo del siglo XXI.

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I. INTRODUCCIÓN Al abordar el análisis del populismo emergen inmediatamente una serie de inconvenientes propios de su dispar conceptualización. Como forma de acotar el tema de análisis, se descartan inicialmente aquellas concepciones que se refieren a fenómenos denominados populistas que no tienen relación con los casos latinoamericanos. Lo cual remite la discusión del populismo a una serie de autores que, desde diversas perspectivas o enfoques teóricos, así como desde diferentes disciplinas, se focalizan en su estudio. Sin pretender que la siguiente descripción sea exhaustiva de todas las perspectivas de análisis del populismo, ni tampoco describirlas en detalle, se presentan a continuación una serie de enfoques que destacan debido a su búsqueda por responder qué es el populismo y cómo se desarrolla. Desde el estructural-funcionalismo parsoniano nace una de las primeras y más novedosas perspectivas de análisis del populismo, ésta es la que presenta Germani (1971, 1978), entre otros, que supone la clásica distinción sociológica entre comunidad y sociedad, ubicándose el populismo como una etapa intermedia, en el paso de un paradigma social a otro. Desde el marxismo, Ianni (1984) considera al populismo también como una etapa de transición, además reflexiona sobre el rol primordial del Estado para definir el populismo. La teoría de la dependencia, bien formulada por Cardoso y Faletto (2003), considera al populismo como una forma propia de modernidad de América Latina –no necesariamente como una etapa intermedia– y como una respuesta a la incorporación de grandes sectores populares al trabajo industrial urbano, caracterizándose por el “desarrollo hacia adentro”, por lo tanto, populismo e industrialización convergen para legitimar el nuevo esquema de desarrollo latinoamericano. Otra perspectiva fundada en la economía es la que se puede definir en torno a la macroeconomía del populismo, una serie de autores teóricos del capitalismo (Dornbush y Edwards, 1992) –un tanto más keynesianos, un tanto más neoliberales– ven al populismo como una forma de despilfarro de las cuentas estatales, lo característico del populismo económico es, por tanto, “gastar más allá de las posibilidades”. Otro grupo de estudios pueden ser agrupados en lo que se definiría como discurso populista, destacando principalmente el análisis de Laclau (1986, 1996, 2005) y su concepto de “significante vacío”, así como el estudio de Groppo (2009) sobre Perón y Vargas, al igual que la investigación de Sigal y Verón (2003) sobre el último Perón. Este conjunto de análisis que se focaliza en el “significante” contrasta con aquel centrado en el “significado” del populismo y su identificación a través de discursos –speeches– de líderes políticos, como es el trabajo de Hawkins (2009). También, un tipo de enfoque particular es lo que se puede definir como los estadios del populismo, en efecto, autores como Touraine (1978) o Drake (1992) reconocen ciertas formas que adquiere el populismo, según Touraine estas pueden ser de movimientos, de partidos y de estados populistas, siendo sin embargo ninguna de éstas, el populismo sería pues propiamente un tipo de política nacional-popular. Son importantes de destacar también los análisis del neopopulismo en asociación con el “neoliberalismo”, autores que lo formulan son Roberts (1995) y Weyland (1996, 1999), entre otros. Por otro lado, diferentes estudios analizan al populismo en cuanto “liderazgo”, entre estos análisis destacan Knight (1998, 2005) –especialmente como estilo de liderazgo– y Kitschelt (2000) –liderazgo fundado en un tipo de vínculo social. Finalmente, no hay que olvidar ciertos trabajos que estudian el populismo y que lo formulan de manera muy singular como Canovan (1999) –que lo entiende como un “espectro de la democracia”–, o bien en cuanto fenómeno de ocurrencia mundial como lo formulan Taggart (2000) o Werz (2003), así como la categorización histórica entre nuevos y viejos populismos realizada por Hermet (2001).

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a. Populismo Latinoamericano Anteriormente se descartó tomar como referencia estudios sobre el populismo que no se refirieran a casos latinoamericanos. Sin embargo, cabe preguntarse qué haría diferente al desenvolvimiento del fenómeno en América Latina. Más allá de la denominación “Latinoamérica” como un continente cultural singular1, una aproximación inicial permite observar que sólo en esta zona el populismo ha alcanzado estructuras estatales2

b. ¿Qué es el populismo?: unidad de análisis y unidad de observación

; no se observan sólo líderes, partidos o incluso gobiernos, el populismo se ha insertado en el Estado. Por esta razón es que los estudios del corporativismo estatal resultan muy útiles para caracterizar el desenvolvimiento particular del Estado populista. En efecto, en esta perspectiva, es el Estado quien le entrega aquel particular desarrollo al populismo latinoamericano, promoviendo la organización del resto de la sociedad –en el mismo sentido de Stepan (1978)–, que en base a un fuerte cariz normativo busca organizar “correctamente” los ámbitos sociales, creando una serie de estructuras y lazos institucionalizados, legales y burocráticos –una especie de hipertrofia estatal diría Ianni (1984)–, asiéndose del control y organización social en sectores estructuralmente coherentes según ciertos principios estatales (Stepan, 1978: 33 y ss.). En este sentido, lo característico del populismo latinoamericano, como se mencionará posteriormente, es aquella capacidad para “construir instituciones” (Panizza, 2000). Presentada esta singularidad, uno de los propósitos de este estudio será buscar integrar de manera crítica la tradición académica en torno al fenómeno, especialmente aquella referida al caso latinoamericano, así como una serie de otras perspectivas analíticas utilizadas en la descripción y análisis de fenómenos complementarios, como sería el propio corporativismo estatal, e integrarlos en el desarrollo de una perspectiva teórica que busque explicar el surgimiento y resurgimiento del fenómeno. Una forma especialmente sistemática de lograr esto tiene relación con la construcción de un modelo del populismo latinoamericano, que colecte los aspectos esenciales y que esboce sus características recurrentes, dicho de otra manera, rescate aquello que si estuviera ausente no podríamos denominarlo latinoamericano y ni siquiera populismo. Cabe resaltar la importancia de esta etapa inicial de construcción teórica del populismo latinoamericano que, en base a la “congregación” y “confrontamiento” de las diversas perspectivas de análisis, permitirá que se logre una definición maciza conceptualmente y consistentemente teórica de un fenómeno en extremo obtuso para las ciencias sociales. En este sentido, se prevé rescatar de manera crítica y coherente la tradición de diversos estudios al respecto, reconstruyendo este modelo del populismo latinoamericano en base a una lógica ambivalente de “continuidad” y “ruptura” respecto de la producción científico-social precedente en torno al tema.

Hasta el momento se ha buscado abordar el fenómeno a través de su “cercamiento”. Sin embargo, se ha eludido plantear la pregunta esencial de la investigación: ¿qué es el populismo latinoamericano?

1 Distintos enfoques como son los trabajos de Inglehart (1997, 2008), también el estudio de Pedro Morande (1994) sobre la conformación de la identidad latinoamericana, y hasta los ensayos literarios de Octavio Paz, reconocen en América del Sur, Centro y México la existencia de una zona cultural diferente del resto del mundo, a esto se le denominaría América Latina. Ergo no implica desconocimiento de especificidades subregionales. 2 Posiblemente el caso de Nasser en Egipto sería uno que exceptuaría esta afirmación.

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Se partirá entonces de la siguiente premisa: el populismo es una forma de vínculo social (Cousiño y Valenzuela, 1994; Kitschelt, 2000). En primer lugar, esto quiere decir que es más que un mero vínculo económico o uno político aislado. Y, a grosso modo, los elementos que componen este vínculo son un líder y sus seguidores, en que el líder se ayudará de todas las estructuras e instituciones políticas y sociales para consumarlo, constituyendo su tarea esencial la transformación del Estado. Asimismo, el vínculo social en este caso hace referencia, en general, a todas aquellas diversas formas políticas, económicas y sociales en que se despliega esta relación. De este modo el líder político se podrá servir de las estructuras estatales para poder cooptar a los partidos políticos y facilitar las estrategias de reclutamiento de seguidores, también podrá implementar una política de fuerte gasto social para demostrar la importancia que tiene para él el bienestar del “pueblo”, siempre en forma vertical y “desde arriba”, a diferencia de los movimientos populistas rusos y norteamericano. Así pues, en su aspecto más abstracto del “discurso” se puede decir que el populismo es un modo de “vínculo social en que el líder promete un cambio radical del establishment en beneficio del pueblo” –“garantizado” por las características y capacidades divinas y extraordinarias de este político–, tal como mencionan Hawkins (2003) o De la Torre (2000), a cambio de apoyo y lealtad –ya sea de tipo electoral o presiones políticas diversas como huelgas y manifestaciones, entre otras. Esta serie de aspectos, a través de los cuales se puede estudiar el populismo, le conceden al fenómeno su característica eminentemente “multidimensional”. De esta forma, la estrategia de investigación supone entender su análisis de modo similar a la propuesta de Cammack (2000: 152), es decir, operando en tres niveles simultáneos e integrados: el del discurso, las instituciones y la política económica, en un contexto histórico específico. O bien, similar a lo que señala Panizza (2000: 179), en que el populismo es una forma de liderazgo y representación política personalista que, junto con movilizar a las masas, construye instituciones. Sin embargo, más allá de ser éste un análisis que destaca la función del discurso en cuanto articulador del populismo –en el sentido de Laclau y tal cual como realiza Groppo (2009) para los casos de Perón y Vargas– como pretenden Cammack y Panizza, se deberá comprender al populismo en esta investigación como una forma de vínculo social que se manifiesta a través de diversos modos característicos. En efecto, la implementación del vínculo social populista implica que éste se concreta mediante diversos recursos institucionales –construidos o “reciclados”– y en diversos ámbitos sociales en los que el Estado y su líder comienzan a tener injerencia. Toda vez que el populismo despliega su influencia social para consolidar el vínculo social “líder-seguidores”, se observan las diversas dimensiones que adquiere. En este punto surge una distinción fundamental, así pues, tal como se ha dejado entrever, la unidad de análisis de la investigación es el vínculo social populista, pero a este vínculo no se puede acceder así sin más, sino sólo mediante la observación de las formas concretas en que se despliega, es decir, los ya mencionados recursos institucionales –específica y principalmente estatales– que utiliza. En consecuencia, se postula que estas últimas serán las unidades de observación del populismo, dicho de otra manera, las formas como se accede a identificar empíricamente el populismo latinoamericano.

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c. ¿Por qué surge y resurge el populismo?: relación entre variables Como se observará posteriormente, esta investigación se funda a través del método comparado macrohistórico, que a su vez es situado, específicamente, en el tipo de enfoque propio de la programación científica, es decir, siguiendo el círculo recursivo de: “teoría, hipótesis, constatación empírica, revisión de la teoría” –aunque cabe destacar que no necesariamente se debe entender esto como un enfoque cuantitativo, ni de muchos casos ni menos uno estadístico–, por ello que surge una pregunta central en este contexto es ¿cómo medir la variable dependiente: populismo latinoamericano?, para lo cual es preciso definir sus dimensiones. En primer término, se podría mencionar aquella dimensión económica, primordial del populismo latinoamericano, definida bajo la forma del “gasto social”, entendida como una manera de legitimación sociopolítica del líder frente a sus seguidores. En Latinoamérica tiene su origen en la economía del gasto festivo de la Hacienda, que es replicada por el populismo en el contexto moderno de la ciudad, así pues, siguiendo a Cousiño y Valenzuela (1994) lo que importa no es la función económica del dinero, sino su función social. Al trasladar dicha experiencia de copresencialidad rural a la ciudad emerge la raíz del antagonismo político en que se funda el populismo. Efectivamente, desde el momento en que se reconstruye dicho vínculo social en el contexto urbano, el de la polis, se da fundación, necesariamente, a un fenómeno también político, el cual requiere de aquel exterior constitutivo de la propia identidad –por ejemplo, en el sentido Mouffe (1999; 2007) y la “democracia radical”– el cual es exacerbado por el populismo, de ahí pues que se identifique el desenvolvimiento de este fenómeno comúnmente con un fuerte antagonismo frente a la oligarquía y el status quo. Asimismo, en referencia a lo anterior, otra forma de observar el populismo es a través del ámbito propio de lo político. El sistema de partidos ve debilitada su institucionalidad (Mainwaring y Scully, 1995; Shugart y Mainwaring, 1997; entre otros) gracias a que el líder establece una vinculación más directa con sus seguidores; y de paso, diversos actores sociopolíticos relevantes comienzan a perder influencia sociopolítica frente al avasallamiento que implementa este líder –entre ellos: Iglesia, oligarquía terrateniente, sindicatos, etc.– tornándose crecientemente en los símbolos del antagonismo que funda el populismo. Por otro lado, desde luego el Estado sufre transformaciones importantes, las que se pueden caracterizar, principalmente, bajo la forma de lo que se mencionó como hipertrofia estatal. También se puede acceder a observar el vínculo social populista a través de la dimensión semántica o del discurso. En efecto, tal como describe Hawkins (2009), mediante diversos tipos de conferencias –speeches– emitidas por líderes políticos, se puede observar la “discursividad” sobre la que se funda este tipo de vínculo. Si bien, esta perspectiva puede ser clasificada como “más esencialista” por un tipo de visión postestructuralista del análisis del discurso, cabe subrayar que el presente proyecto se funda precisamente en un paradigma un tanto más positivista –y no semiológico–, en que un aspecto central es la conceptualización y precisión de “significados” –los cuales han sido construidos de forma histórica– por sobre el mero “significante” enaltecido por los análisis lingüísticos. Por otro lado, también a través del discurso se puede acceder a identificar tipos o estilos de liderazgos –entre ellos el liderazgo populista–, aspecto que se torna central para definir la particular relación entre el líder y sus seguidores, que se implementa gracias al vínculo populista.

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Una vez definido lo anterior, se puede aspirar a conocer las condicionantes que explican el fenómeno en cuestión. Aunque, a pesar de ser una labor que queda relegada al desarrollo de la investigación misma, y a la construcción del modelo sobre el populismo, se pueden aventurar un grupo de variables que buscan explicar la aparición del fenómeno. En efecto, por un lado se pueden encontrar una serie de variables sociopolíticas, entre las que se cuentan lo que se puede definir como “actores sociopolíticos relevantes”, estos serían la Iglesia, oligarquía o sindicatos, los que dada su baja influencia e injerencia política contribuyen a entregar el espacio para el surgimiento del populismo; en el mismo sentido un “sistema de partidos” débil y/o con baja “institucionalización” es una condición favorable para la emergencia de líderes populistas. Dentro del tipo de variables institucionales se puede encontrar al padrón electoral, consecuentemente si se asume el supuesto de que el populismo es un fenómeno eminentemente electoral, en la medida que el padrón electoral aumente repentina y considerablemente se convierte en una condición favorable para el populismo, potenciado aún más con la incapacidad del sistema de partidos establecido para representar a los nuevos votantes. Lo que se podría denominar una variable demográfica serían los niveles de urbanización/ruralidad –determinados por las migraciones campo-ciudad e incluso extranjeras, sobre todo en el caso argentino–, en donde el populismo es considerado como un fenómeno eminentemente de grandes centros urbanos (Conniff, 1982), transformándose así esta variable en una condición sine qua non de la existencia de populismo. A pesar de que otros estudios hayan considerado la denominación “populismo rural” en América Latina, no obstante, por ejemplo, el APRA fue un movimiento urbano que apelaba a lo rural e indígena sólo en cuanto discurso, ya que basaba su apoyo en ciertos sectores urbanos y de estudiantes organizados, y desde luego el sustrato “rural” surge sólo en su ideología (Conniff, 1982: 13-14). Una enumeración de las variables explicativas del populismo no puede dejar fuera a las condicionantes económicas, las cuales pueden ser muy diversas, que van desde el modelo capitalista internacional, pasando por crisis económicas –entendidas estas también como “variables de contexto” en el sentido de Nohlen (2003, 2006)–, hasta la situación macroeconómica nacional, en cuanto a niveles de industrialización y propiedad del capital –nacional, internacional o mixto–, entre otras “variables de contexto interno”. Por ejemplo, por mencionar sólo un factor, se espera que en la medida que exista gran cantidad de mano de obra disponible en los grandes centros urbanos existirá una mayor probabilidad de que el Estado impulse una política de industrialización nacional, del mismo modo esto se transforma en condición necesaria para el fortalecimiento del mercado interno y la consecuente sustitución de importaciones, propia de la política macroeconómica del populismo preautoritario. Este grupo de posibles variables explicativas no pretende ser exhaustiva, ni menos funcionar para todos los casos que se podrían clasificar dentro del contexto del populismo latinoamericano. Efectivamente, cabe preguntarse, por ejemplo, ¿por qué emerge el liderazgo populista de Hugo Chávez en el contexto de un sistema de partidos comparativamente más institucionalizado?, o bien, ¿por qué en Brasil no hay populismo hoy en día, si el sistema de partidos brasileños ha sido

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históricamente incipiente? Estas interrogantes plantean que para ciertos casos, variables e hipótesis explicativas pueden no funcionar como se esperan, dilucidar esto, entre otras interrogantes, y conocer las causas explicativas de la emergencia del populismo para casos concretos será lo que precisamente mostrará el desarrollo de la investigación. A pesar de que cada caso puede presentar particularidades, propias también del mismo enfoque macrohistórico que acá se quiere plantear, en esta propuesta se postula una esencial “continuidad del populismo latinoamericano”. En otras palabras, pareciera ser que algunas de estas formulaciones y características propias de lo que podría denominarse populismo preautoritario se replican en los actuales casos de populismos latinoamericanos o postautoritarios. Así, los populismos latinoamericanos, en general, estarían muy lejos de ser fenómenos cualitativamente distintos entre sí. Ergo, si ambos –que usualmente han sido calificados como diferentes– poseen una gran mayoría de rasgos esenciales comunes, se puede asumir que se trata de un fenómeno que “re-emergió” en los años noventa, y no de uno nuevo y diferente. Esta es sin duda una premisa provocadora, que tiende al menos a producir ruido frente a los diversos estudios que procuran de distinguir esencialistamente entre los “nuevos” y “viejos” populismos. Por otro lado, esto también supone que si bien la emergencia del populismo en América Latina –tanto preautoritario como postautoritario– está condicionada a diversas situaciones contextuales históricas particulares, la premisa central que guía el estudio dice relación con que este es un fenómeno, si bien gatillado históricamente, que se encuentra latente e inscrito en aquella experiencia cultural originaria, y predispuesto a resurgir en diversos contextos y bajo distintas circunstancias y condicionantes.

II. OBJETIVOS El estudio del populismo en América Latina ha sido abordado desde diversas perspectivas, focalizándose en sus aspectos tanto políticos como económicos. No obstante, estas perspectivas de análisis han olvidado, generalmente, las condicionantes socioculturales del populismo latinoamericano que pueden ser observadas de forma más clara al proponer un enfoque macrohistórico de investigación. Tal como se apreciará más adelante, una perspectiva histórico-comparada permitirá comprender con más precisión aquellas condicionantes inscritas en formas de vinculación social tradicionales, construidas precedentemente, que resurgen al ser actualizadas y desplazadas a contextos nuevos y diferentes del que se forman inicialmente. En este sentido, el supuesto inicial en que se basa esta propuesta de investigación presupone comprender al populismo en cuanto forma de vínculo social, el cual inscrito en la cultura latinoamericana, se encuentra latente y disponible para surgir, potencialmente, bajo ciertas condicionantes particulares en cada caso, en el contexto moderno de la ciudad latinoamericana. De modo que identificar dichas condicionantes que explican el surgimiento del populismo para los casos seleccionados se convierte en la tarea central de la investigación. En concreto, el objetivo general de esta propuesta de tesis es: identificar, caracterizar y explicar el surgimiento del populismo, así como su resurgimiento, en América Latina. Teniendo en cuenta lo anterior es posible lograr cumplir dos objetivos específicos, susceptibles de satisfacer con el desarrollo del estudio:

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a. El primero es en sí, y en principio, puramente teórico. En efecto, se pretende construir un modelo teórico-conceptual del populismo latinoamericano que, a su vez, sea operativo para el contraste empírico de los casos seleccionados, el cual también funciona como eje metodológico y guía para el análisis explicativo posterior. Este primer objetivo es una condición sine qua non del siguiente.

b. En este sentido, y sólo de esta manera, se podrán explicar dos cosas: i) la aparición o no aparición del populismo latinoamericano, y ii) su desarrollo en caso de surgimiento, en sus diversos períodos, para una serie de casos seleccionados y en base al método de investigación correspondiente.

III. MÉTODO Y PLAN DE TRABAJO Se ha elegido el método comparado para satisfacer los objetivos propuestos. Específicamente, aquel que compara sistemas similares, pero que en lo relativo a su variable dependiente presenta resultados diferentes, esto es el método de la diferencia. Así también, el estudio del populismo latinoamericano como acá se ha planteado requiere incorporar la variable temporal o histórica al análisis, en el sentido de lo que plantea Skocpol (1991, 1997) y también Tilly (1980, 1991a, 1991b, 2001, 2002, 2006), y similar a estudios comparados macrohistóricos como los de Moore (1993) y el mismo Tilly (1992) o Skocpol (1991). De modo que en este marco metodológico es relevante la definición de períodos históricos, asimismo, la lógica en la delimitación de los mismos, siguiendo a Bartolini (1999), debe resultar de suyo evidente, en este caso el criterio dicotómico más irrebatible que emerge en el análisis social de Latinoamérica es: “autoritarismo/democracia”. Así es como bajo este canon de observación se pueden encontrar los populismos preautoritarios y populismos postautoritarios mencionados anteriormente. Considerando esta diferenciación, la extensión temporal del análisis que comprenderá ambos períodos, se proyecta desde el segundo cuarto del siglo XX hasta nuestros días. Aunque, con el objeto de explicar ciertos fundamentos originarios del populismo en cuanto vínculo social, podría ser necesario hacer referencia a períodos históricos previos a los aquí presentados.

a. Muestra Otro aspecto relevante es la selección de los casos. Así, ésta comprenderá a tres países: Argentina, Brasil y Venezuela. Estos casos-países están basados en cinco fundamentos expuestos a continuación:

i. Primero, debido a una serie de características de control –muy parecidas para los tres países como el tipo de sistema de gobierno, pertenencia a la misma región geográfico-cultural, países con tamaños geográficos y poblacionales amplios en el contexto de América Latina, con grandes urbes, etcétera–, los tres países pueden ser considerados para este tipo de análisis comparado como sistemas similares.

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ii. En segundo lugar, y referido al tema del estudio, Argentina es un caso que se ha ganado la reputación de ser el país paradigmático del populismo, gracias al caso de Perón, razón por la cual todo análisis macrohistórico referido a este fenómeno debe incluirlo.

iii. A Brasil se le ha considerado también un caso histórico de populismo, sin embargo, en gran parte de la década de los noventa hasta nuestros días, se ha convertido en una democracia estable con un sistema de partidos relativamente “no incipiente”, con crecimiento económico sostenido e inflación controlada, y por contraparte, lo que es más importante para el estudio, se le ha dejado de calificar como un país populista.

iv. Venezuela se ha caracterizado por tener un sistema de partidos estables que en el último tiempo

ha sido colapsado por el gobierno de Hugo Chávez, a diferencia de Brasil, a Venezuela se la considera hoy como populista3

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v. Finalmente, la selección de estos tres países se basa además en la necesidad de contar con un caso de control para cada uno de los períodos definidos, así, en el populismo preautoritario el caso de control o no populista sería Venezuela, y en el populismo postautoritario el caso de control sería Brasil –todo esto desde una perspectiva a priori.

De esta forma, y gracias a estos cinco fundamentos, la selección de los casos se torna coherente en relación al método de investigación elegido que, a su vez, responde al problema de investigación y se adecua a los objetivos planteados. También, se debe notar que al cruzar los casos-países seleccionados con los casos-períodos históricos descritos –populismos preautoritarios y postautoritarios–, emergen nuevas “macro” unidades de comparación, deviniendo el estudio entre un eje geográfico y un eje histórico, o si se quiere en uno espacial y otro temporal, resultando ello en una comparación más exhaustiva que alcanza a seis casos histórico-geográficos. Sin embargo, es pertinente preguntarse ¿pueden ser considerados en esta propuesta, específicamente, casos a las seis unidades histórico-geográficas antes mencionadas? Ciertamente, el caso histórico-geográfico de la Argentina preautoritaria –respecto del golpe militar de 1955– es fácilmente identificable con el primer y segundo gobierno de Perón, los cuales representan el surgimiento del populismo en Argentina. No obstante, realizar la misma pregunta para todos los países seleccionados en los diversos períodos –especialmente, para los casos no populistas– plantea dificultades para la identificación de una unidad de comparación lo suficientemente precisa. En vista de ello es necesario depurar y explicitar dicha unidad, y remitirla, específicamente, a los gobiernos, sin dejar lugar para que la ambigüedad invada a lo que se denominó período populista, preautoritario o postautoritario. Un gobierno en este sentido es una unidad lo suficientemente pequeña temporalmente para no considerarla un período histórico –sino que varios gobiernos compondrían un período histórico–, pero a la vez lo suficientemente precisa para observarla sin utilizar distinciones

3 Resulta necesario destacar que se produjo la existencia de lo que se denomina un liderazgo populista en Venezuela durante los años 70, el del presidente Carlos Andrés Pérez, del partido Acción Democrática, sin embargo, este presidente será considerado como el líder de un gobierno posterior al período autoritario que va desde 1945 hasta finales de la década del 50 aproximadamente. Así y todo, este líder considerado populista, surgió apoyado desde uno de los partidos más fuertes de Venezuela.

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sofisticadas. Tiene a su vez la ventaja de que está remitida fuertemente a la figura del líder, quien es uno de los elementos del vínculo populista y, además, satisface una premisa esencial en esta investigación que está relacionada con que sólo desde el gobierno el líder populista puede modelar la forma característica del populismo latinoamericano, esto es, la transformación del Estado, o como se mencionó: “construir instituciones”. La siguiente pregunta que hay que responder se refiere a qué gobiernos, en cuanto unidades elementales de comparación, se deben seleccionar. La respuesta sin duda tiene especificidades propias para cada país, sin embargo, una característica previamente mencionada que puede contribuir a guiar la selección es que los gobiernos populistas son electos democráticamente. Esto tiene dos implicancias relevantes para el método de investigación, en primer término permite identificar los interregnos autoritarios para así realizar la comparación longitudinal entre los períodos históricos de nuevos y viejos populismos, y a su vez identificar los gobiernos democráticamente electos susceptibles de analizar. Por otro lado, focalizar la selección en aquellos “gobiernos democráticos” contribuye a sustentar el método de investigación a nivel de las unidades básicas de comparación –gobiernos–, en la medida que satisfaga aún más aquella condición de “sistemas similares”, con el objeto de identificar más claramente las diferencias que explicarían el surgimiento y desarrollo del populismo. Además, lo que inicialmente podría parecer un N pequeño, debido a que la selección comprende sólo tres países, tiende a abultarse al llegar a nivel de los gobiernos de dichos países, en cuanto unidad básica de comparación. Sin embargo, cabe subrayar que esto último no va en desmedro de una estrategia de comparación rica en variables, a continuación se evidencia esto.

b. Medición de variables En lo sucesivo se expone una propuesta para la medición de algunas de las variables explicativas de un modelo general del populismo latinoamericano, así como de la propia variable dependiente. Cabe destacar que la siguiente descripción no busca contener todas las posibles variables en cuestión, por el contrario sólo la investigación misma, y el análisis de referencias bibliográficas diversas más amplias que las aquí utilizadas, proporcionará una visión completa de este asunto. Respecto del vínculo social populista, tal como se mencionó en el apartado “1.” se postula que puede medirse a través de tres dimensiones en las que se despliega, a saber, la dimensión económica, la política y la semántica.

i. Dimensión Económica

Aquella dimensión económica característica del populismo está definida básicamente por el gasto. Acá se postula que el gasto, como forma de legitimación política en Latinoamérica, tiene su origen en la economía de la Hacienda: “Al igual que en la hacienda, el principio básico de relación es el de la lealtad entre el líder y sus adherentes. Ello se realiza fundamentalmente a través de acciones de gasto y de despilfarro de la riqueza, que fundan una obligación recíproca” (Cousiño y Valenzuela, 1994: 116). De modo que medir los niveles de gasto público de los gobiernos constituye una tarea

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esencial para identificar la existencia de populismo. Cabe destacar la factibilidad de medición de esta variable mediante indicadores de cuentas fiscales o, más específicamente, en los montos de gastos en seguridad social por parte del país. Estos datos pueden encontrarse en publicaciones oficiales de los países, en compendios de macroeconomía o estudios económicos específicos. Por otro lado, una consecuencia económica esperable de elevar los niveles de gasto estatal en el contexto de una economía cabalmente monetarizada, sin una adecuada política de recaudación fiscal, es la inflación: “Cuando se analizan en términos económicos las experiencias populistas de América Latina, existe un denominador común inobviable: todas ellas culminan en una debacle inflacionaria. Ello nos permite aventurar al menos dos hipótesis altamente probables. En primer lugar, que la preocupación de los líderes populistas no es originariamente económica. En segundo lugar, que el dinero no opera de acuerdo con una lógica monetaria, sino social; que se parece más a la moneda primitiva que al dinero capitalista” (Cousiño y Valenzuela, 1994: 117). El indicador de la inflación es quizá uno de los que más ha extendido su uso y sin duda está accesible para cada uno de los casos que se seleccionen para esta investigación. También un sinnúmero de otros indicadores pueden enriquecer el análisis de la dimensión económica del populismo, en efecto, si se identifica la Industrialización con Sustitución de Importaciones (ISI) como una estrategia macroeconómica de uso general por los líderes populistas, principalmente en lo que corresponde al populismo preautoritario, un grupo importante de indicadores como son el crecimiento del mercado interno, las barreras arancelarias o el aumento de la industrialización –estatal o privada con tutela de Estado– pueden contribuir a medir dicha dimensión económica del populismo.

ii. Dimensión Política

1. Sistema de partidos políticos. Otra forma en que se despliega el populismo es mediante el debilitamiento del sistema de partidos políticos. De tal forma que es el líder, ayudado por la maquinaria estatal, quien se vincula de forma más directa con sus seguidores o través de su propio partido político –creado por él– como instrumento de promoción de su liderazgo y concreción del vínculo social. Esta variable ha sido denominada como institucionalidad del sistema de partidos políticos (Mainwaring y Scully, 1995). La cual se desglosa en cuatro partes: a) “regularidad en el sistema de competencias”, b) “lazos fuertes con ciudadanos e intereses organizados”, c) “legitimidad frente a quienes representan” y d) “solidez de la estructura organizativa de los partidos”. En primer lugar, la regularidad en el sistema de competencias se mide, generalmente, a través de la volatilidad electoral (Pedersen, 1983), la cual da cuenta de la movilidad del electorado de un partido a otro –o a ninguno– a lo largo de diversas elecciones. En la medida que el índice sea más elevado en un período de tiempo determinado, posiblemente, se podría estar atribuyendo a la emergencia de un liderazgo ajeno a los partidos políticos establecidos. En segundo lugar, los lazos entre ciudadanos y partidos pueden medirse a través de la diferencia porcentual de votación entre elecciones presidenciales y elecciones legislativas –especialmente estas últimas a nivel nacional–, acceder a conocer esta diferencia permitirá mostrar si los votantes centran más su voto en la persona o más en los partidos, de modo que, en el contexto de elecciones presidenciales directas, mayor votación al candidato presidencial de un partido o coalición respecto de la votación de los candidatos a legisladores de ese mismo partido o coalición, significaría que la elección está más centrada en el liderazgo, en la persona misma y en sus supuestas características extraordinarias cuasi mesiánicas –en el caso del líder populista–, en desmedro de los lazos que los partidos puedan establecer con la ciudadanía. El

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supuesto detrás es que en las elecciones legislativas se refleja de forma más nítida la lealtad del electorado respecto de los partidos, a diferencia de lo que ocurriría en elecciones presidenciales, donde el elector está llamado a votar por una serie de características distintivas focalizadas en el candidato mismo. En tercer lugar, la institucionalización del sistema de partidos políticos se basa también en la legitimidad concedida tanto por los ciudadanos como por los intereses organizados que aceptan como legítimos a los partidos y al proceso electoral, esto puede ser apreciado en el caso particular de Latinoamérica a través de los golpes de Estado y las interrupciones al proceso democrático. En efecto, la recurrencia de los golpes de Estado y los gobiernos de facto es un indicador de la pérdida de legitimidad que la ciudadanía y los grupos de interés organizado le entregan tanto al sistema de partidos políticos como al sistema político democrático mismo. Entonces, la realización de una forma de contabilización de las interrupciones al proceso democrático es un indicador de la debilidad del sistema de partidos que en definitiva es característica constituyente del fenómeno populista. Finalmente, la solidez de la estructura organizativa de los partidos políticos en cuanto forma de institucionalización puede ser afectada por el populismo, el cual se caracteriza por debilitar las estructuras organizativas de los partidos políticos, principalmente en lo referido a su autonomía respecto del Estado, esto es lo que básicamente se podría definir como la identidad entre el Estado y el partido de gobierno, donde la autonomía y organización del o de los partidos políticos de gobierno está normada por el Estado, y el resto de los partidos opositores son fuertemente reprimidos viendo muchas veces mermada su capacidad de organización efectiva así como legal. Pueden utilizarse diversos tipos de indicadores para medir esta variable, entre los que destacan las transformaciones que estos han sufrido a lo largo de los años de su existencia, en el sentido de haber tenido fusiones o escisiones, los grados de autonomía para estructurarse y tomar decisiones sin intervención externa respecto de otros organismos de la política, como el Estado o las organizaciones de intereses como pueden ser los sindicatos, son también un indicador relevante. La forma para medir esta variable de la institucionalización será principalmente historiográfica.

2. Estado. El populismo latinoamericano se caracteriza por el crecimiento desmedido del

Estado, en respuesta a la crisis del modelo del laissez faire primario-exportador de Latinoamérica, pero incluso después de haber desaparecido esta coyuntura histórica –tal como mostraría el caso de Chávez especialmente. En este contexto el Estado se posiciona como el garante del “bien común” bajo una performance corporativista que busca cada vez más la intervención creciente a diversos sectores sociales. En el marco de sociedades pobremente organizadas, sin poder ser considerada sociedad civil como tal, sumado al sustrato autoritario de ciertas acciones que implementa el Estado, éste logra cooptar crecientemente a diversos sectores sociales, modelándolos según criterios de subsidiariedad, ampliando de paso gran parte de sus funciones. Entonces bien, bajo la perspectiva que acá se plantea, el vínculo social populista en América Latina tiene su manifestación característica y singular bajo la forma de una transformación del Estado, lo que se podría concentrar en el concepto de “hipertrofia estatal”, mencionado anteriormente, y específicamente como un crecimiento de sus funciones y sus agencias. El desafío es pues lograr establecer criterios de medición, o indicadores, con el objeto de poder dar cuenta del cambio estatal que implementa el populismo. Una forma sería estableciendo una lista con las funciones “límite” que podrían disputarse tanto “sociedad” como “Estado”. Dicho de otra manera, lo que se busca sería conocer qué funciones han sido incorporadas a las tareas estatales –desde la llegada del líder populista al gobierno–, estableciendo así las funciones características propias de regímenes populistas o, según O’Donnell

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(1974), corporativistas estatales de inclusión. Asimismo, una segunda forma sería contabilizando las agencias estatales, antes y posteriormente a la llegada del líder populista al poder, su aumento constituye indudablemente otra forma de transformación hipertrófica del Estado. Estas dos alternativas serían maneras para poder identificar los casos concretos en que emerge el populismo en cuanto forma de implementación hipertrófica estatal característica de Latinoamérica.

3. Actores sociopolíticos relevantes. El rol que juegan los actores sociopolíticos durante el

desarrollo del populismo se caracteriza por una alta incapacidad de influencia política. Así pues, la oligarquía pierde bastante influencia política y dominio sobre ciertos sectores sociales, es precisamente el “descamisado” quien adquiere notoriedad y es elevado por el populismo y su líder como elemento central en la recomposición del vínculo social populista. De igual modo la Iglesia ve eclipsada su influencia social, en efecto, generalmente los líderes populistas hacen suyo el discurso de la Doctrina Social, ocupando un espacio y semántica que por lo general –en Europa– es monopolizada por la Iglesia y los partidos políticos clericales, como los democratacristianos o socialcristianos. Por otro lado, los sindicatos bajo el populismo se caracterizan por perder importantes grados de autonomía, aunque la sindicalización aumenta considerablemente, esta es fuertemente tutelada por el Estado, desapareciendo aquellas corrientes más revolucionarias al igual que las socialistas más reformadoras, en la medida que no siguen los preceptos del líder populista. La forma para medir y analizar estas variables será principalmente historiográfica, así como de datos estadísticos o censales que puedan enriquecer la medición, como podrían ser los niveles de sindicalización, las votaciones de los partidos socialcristianos o de los partidos conservadores.

iii. Dimensión semántica Tal como se mencionó, otra forma de acceder a la observación del vínculo social populista es a través del discurso. Según la concepción de Hawkins (2003: 1138; 2009: 3-7), una definición “discursiva” del populismo tiene la ventaja de que aparta analíticamente las condiciones sociales, políticas y económicas del fenómeno, propias de la mitad del siglo XX, simplificando el análisis comparado a través de lo espacial así como temporal. No obstante, la concepción del populismo que acá se postula tiene relación con un fenómeno social basado en la noción de vínculo social, con manifestaciones sociales amplias –políticas, económicas, culturales–, y desde luego determinado históricamente. Pero es pertinente rescatar la utilidad de acceder a la observación del populismo mediante su discurso característico, que se ha mantenido una vez desaparecidas muchas de las condicionantes contextuales históricas propias del fenómeno en su etapa preautoritaria. Entonces, si se asume que el discurso es una forma de observar el vínculo social populista, se puede analizar este último estableciendo los lineamientos esenciales del primero. Así, el populismo se caracteriza por (ver Hawkins 2009: 24-25): a) dar a conocer una visión maniquea del mundo, la cual es moral y dualística, donde no puede haber posición intermedia alguna, lo cual conduce a un lenguaje por momentos belicoso; b) el discurso tiene un carácter de proporciones cósmicas en el cual se ensalza moralmente la figura de líderes nacionales y religiosos ampliamente respetados; c) pero a pesar de ser un discurso maniqueo es democrático, en que el “bien” es encarnado en la voluntad de la mayoría, la cual es vista como un “todo unificado” y romantizada con aquellas nociones del hombre común en cuanto personificación del ideal nacional; d) el mal, por su parte, es representado en una minoría, en Latinoamérica, domésticamente, éste es muchas veces una elite económica, posiblemente

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la “oligarquía”, pero internacionalmente puede ser Estados Unidos o el capitalismo, naciones industrializadas u organismos financieros internacionales, o simplemente una ideología como el capitalismo o neoliberalismo; e) la “minoría maléfica” está o estuvo recientemente en el cargo y derrocó el sistema para sus propios intereses, en contra de esa buena mayoría, o si se quiere el “pueblo”, por ello que el discurso populista apela al cambio sistémico que es o fue requerido, el cual a menudo es expresado en términos de “revolución” o “liberación” de la gente de su sumisión, aunque efectivamente ocurre –la gran mayoría de las veces– a través de las elecciones; f) además, debido a la “bajeza moral” de la “minoría amenazadora”, métodos no-democráticos pueden ser abiertamente justificados, asimismo se puede exagerar dicha “bajeza moral” de modo que el lenguaje se torne aún más belicoso hacia la oposición, la cual se considera incendiaria, careciendo del decoro que posee un adversario digno4

La manera que plantea Hawkins para medir el discurso populista es a través de una técnica cualitativa de análisis de contenido “completo” del texto de conferencias de líderes políticos. Esta técnica se aleja del análisis computacional, basado en conteos de palabras, sino que se centra en encontrar el significado general del texto, muchas veces lo que se pretende es la lectura entre líneas de las conferencias, apelando también a la capacidad hermenéutica del analista, el cual sólo tiene un esquema guía –o rúbrica, como la expuesta en el párrafo anterior– el cual es el soporte para la interpretación del texto. Los evaluadores así asignan un puntaje general al texto, en el cual indican si la conferencia está ubicada en el extremo más populista o no. También se ha podido establecer que este método tiene altos niveles de confiabilidad entre los analistas de los textos (Hawkins, 2009: 13-15), lo cual sosiega las críticas relacionadas con la disparidad de criterios que puedan tener estos evaluadores al momento de analizar y calificar las conferencias.

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Ahora bien, presentar al discurso como una forma de observación del vínculo populista tiene la ventaja de que permite introducir el concepto de “estilo político” el cual representa, precisamente, aquella relación que se despliega entre el líder y sus seguidores, es decir, el vínculo populista en sí mismo. A juicio de Knight (1998: 225-228) el “estilo populista” da cuenta de aquel estrecho vínculo que se construye entre el líder y sus seguidores, el cual a su vez no supone la simple dicotomía líder/masas, por el contrario está mediado por una serie de redes e instancias la mayor parte de las veces de tipo jerárquicas –lo que anteriormente se definió como la forma en que el líder populista utiliza diversos recursos estatales para implementar dicho vínculo. Este “estilo populista”, que se construye de manera relacional e institucionalmente mediada, permite sobre todo identificar un tipo de “liderazgo” propio del populismo, en gran medida a través del discurso, aunque también a través de aquellas formas efectivas e históricas en que el líder se vincula con sus seguidores –principalmente, lo que se definió como la “lógica del gasto”–, de ahí pues que resulte importante comprender al populismo como una compleja conjunción de realidades discursivas, institucionales y estructurales (Cammack, 2000; Knight, 1998: 226), o si se quiere: semánticas, políticas y económicas. Definir un “liderazgo” y, consecuentemente, un “estilo populista” está en la base del problema referido a identificar el populismo latinoamericano en casos concretos, de modo que la construcción de un modelo de “liderazgo populista” –en el sentido de un tipo ideal– que se base en

4 Esta caracterización del discurso populista fue realizada en base a la investigación de Hawkins (2009), aunque se le incorporaron leves adecuaciones.

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su aspecto semántico o del discurso, así como en la acción política efectiva, se torna una tarea imprescindible en esta investigación.

iv. Variables explicativas Las variables con poder explicativo para el fenómeno del populismo fueron anteriormente agrupadas en cuatro grupos compuestos por: las “sociopolíticas”, “institucionales”, “demográficas” y “variables de contexto económico”5

1. Dentro de las primeras se encuentran la “influencia sociopolítica de ciertos actores colectivos” y el “grado de institucionalización del sistema de partidos políticos”. De igual forma que en la medición del populismo, los actores sociopolíticos relevantes y su grado de preponderancia social y política se convierten en una condición favorable para la emergencia de liderazgos populistas en la medida que, por ejemplo, denoten importantes grados de pérdida de influencia sobre ciertos sectores sociales, como puede ser la oligarquía sobre la población campesina, al igual que la Iglesia como institución con capacidad para determinar ciertos cánones sobre diversos estratos sociales, así como su influencia sobre la misma élite política, entre otros ejemplos de actores sociopolíticos. Al igual como se mencionó, la forma para medir esto se focaliza bajo una técnica, principalmente, historiográfica. Del mismo modo, la institucionalización del sistema de partidos políticos se convierte de una condición propicia para el surgimiento del populismo, ya que de esta manera los líderes populistas pueden recomponer con mayor potencia el vínculo social que bajo la existencia de un sistema de partidos fuerte. La forma para medir la institucionalización del sistema de partidos fue expuesta anteriormente.

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2. Una variable de tipo “institucional” que explicaría en gran medida el surgimiento del

populismo es el sistema electoral. El populismo se caracteriza por ser un fenómeno social con un carácter político principalmente democrático, es por ello que el ensanchamiento del padrón electoral puede ser una variable que, en conjunto con otras, explicaría la aparición de éste. Generalmente, el declive del conservadurismo es asociado con el ensanchamiento del padrón electoral, en efecto desde el momento en que se abre el sistema electoral hacia una participación masiva de la población, la oligarquía comienza a perder relevancia en la vida política. Por el contrario, en la medida que el sistema electoral no se ensanche, puede suponerse que las fuerzas oligárquicas de la política aún conservan su influencia, principalmente en los órganos legislativos, al impedir la promulgación de las leyes necesarias para una participación electoral masiva. De este modo, se vuelve un requisito necesario para el surgimiento de liderazgos populistas la existencia de un electorado amplio y en aumento susceptible de ser movilizado. Esto se puede medir a través del número total de votantes registrados y su variación, o bien obteniendo el porcentaje del total de votantes registrados respecto del total de la población del país, para hacer así las cifras comparables entre casos.

3. Dentro de las variables “demográficas” que contribuyen al surgimiento del populismo se

encuentran las migraciones campo-ciudad –y las inmigraciones extranjeras específicamente en el 5 Cabe destacar que no se debe descartar la existencia de otro tipo de variables explicativas de la emergencia del populismo, que pueden surgir una vez que se esté realizando la investigación y que se puedan incorporar al modelo teórico del populismo latinoamericano que se prevé desarrollar.

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caso del populismo argentino preautoritario– que contribuyen a un aumento importante de la población que vive en centros urbanos: “La respuesta típicamente latinoamericana a los trastornos provocados por los rápidos y devastadores procesos de crecimiento demográfico acompañados de masiva emigración hacia las ciudades capitales fue el populismo. En tal sentido, el populismo fue la respuesta política frente a la aparición de las masas populares urbanas. El Brasil de Vargas y Goulart reaccionó frente a los fenómenos de Rio de Janeiro y Sao Paulo. La Argentina de Perón frente al explosivo crecimiento de Buenos Aires. Más tarde lo fue el Perú de Alan García cuando Lima se ve desbordada por la migración. El populismo va siempre asociado al nombre de los caudillos que pueden recomponer un vínculo de lealtad personal hacia él por parte de masas urbanas que se han visto desposeídas de ese tipo de vínculos al abandonar el espacio rural para situarse en la anonimidad de la ciudad” (Cousiño, 2001: 194). A ello se le puede agregar que la repentina migración de población hacia las ciudades se encuentra con estructuras sindicales muy débiles para agrupar las demandas laborales y coordinar al nuevo proletariado, y es precisamente el líder populista quien se encarga de organizarlos, a través del agencias estatales y sindicatos –difícilmente distinguibles en funciones el uno del otro– recomponiendo así el modelo de vinculación hacendal. Los niveles de inmigración así como de urbanización son estadísticos que están disponibles para cada uno de los casos acá seleccionados, su variación al alza dará cuenta de una condicionante importante para el surgimiento del populismo.

4. Las variables de “contexto económico” pueden tener bastante relevancia para condicionar u

obstruir la emergencia del populismo. Éstas pueden ser de dos tipos, aquellas referidas al “contexto externo” o al “contexto interno”, en otras palabras, referidas a las relaciones capitalistas internacionales así como a las condiciones económicas internas del país, respectivamente. Se las define como “de contexto” debido a su carácter externo al ámbito propio en que se recrea el vínculo social populista, el cual es propiamente político, así y todo, pueden tener bastante relevancia en su condicionamiento. Estas variables consideradas históricas vienen a determinar gran parte de la emergencia del populismo preautoritario, de modo que autores como Cardoso y Faletto (1969: 109-116), cuando analizan el caso argentino, presentan al populismo como una respuesta a aquellas condicionantes económicas “externas” que azarosamente ubicaron a la Argentina en una posición privilegiada: posterior al declive de la crisis de 1929 y durante la Segunda Guerra Mundial; y a aquellas condicionantes económicas “internas” relacionas con: la expansión económica y del mercado interno, y la incorporación de las masas al trabajo industrial urbano. La respuesta, según estos autores, que entrega el populismo es que: “(...) trata de dar continuidad a la expansión económica, respetando el empuje propio del sector empresarial privado, pero imponiéndole cauces generales que aceleran la incorporación de las masas y no económica, sino también social y por ende políticamente. Se reivindica para el Estado la condición de árbitro de la pugna entre las clases, se le utiliza como virtual mecanismo de redistribución, tanto dentro de la clase empresarial como hacia abajo” (Cardoso y Faletto, 1969: 111). Dentro de las variables de contexto económico externas, a grandes rasgos, están las diversas coyunturas económicas internacionales –crisis de variado tipo, guerras, en general contingencias de gran alcance– que afectan a las economías de los diversos países analizados en el contexto de una Latinoamérica integrada, en mayor o menos grado, al comercio internacional. Por otro lado, las variables de contexto económico internas son todas aquellas referidas a la situación y desarrollo interno de la economía nacional, tanto las referidas a la producción así como al consumo, entre las que se cuentan el nivel de disponibilidad de mano de

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obra, grado de desarrollo de la industria nacional, propiedad del capital del país –privado/público; nacional/internacional/mixto–, desarrollo del mercado interno, poder adquisitivo de los estratos sociales, entre otros. Diversas estrategias de medición pueden tener estas variables, desde unas de tipo historiográficas como sería la ubicación histórica de la escases alimentaria debido a la Segunda Guerra Mundial que capitalizaron los agroexportadores latinoamericanos, así como el indicador de los términos del intercambio el cual se vio deteriorado para gran parte de Latinoamérica una vez que los países beligerantes en la Segunda Guerra Mundial recuperaron sus economías. Con esto resulta necesario subrayar que dependerá de la naturaleza de la variable el indicador requerido a utilizar, lo cual presenta un espectro muy amplio a lo largo de todas éstas, tanto dependiente como independientes.

v. El populismo en cuanto fenómeno multicondicionado y multidimensional

Finalmente, es necesario destacar dos cosas, por un lado, la relación explicativa para cada caso será entendida de manera particular, sin embargo, el modelo del populismo latinoamericano deberá integrar todas las posibilidades explicativas que, bajo una u otra forma histórica concreta, emergen en los diversos casos latinoamericanos. Por otro lado, debido a que el fenómeno del populismo es multidimensional puede resultar muy posible encontrar casos en que el vínculo social se despliegue sólo económicamente, o bien sólo políticamente, o incluso sólo semánticamente. Asimismo, se deja abierta la posibilidad de que el populismo, en sus diversas dimensiones, pueda ocurrir desacoplado temporalmente, en donde su dimensión política surja en época distinta a su dimensión económica o semántica.

c. Planificación temporal tentativa La planificación de la investigación se compone de tres etapas: a) la revisión teórica, b) la recolección y el análisis de los datos, y c) la redacción final del borrador de tesis. En este contexto, el desarrollo temporal se proyecta de la siguiente manera.

Tabla1: Proyección del desarrollo de la Tesis

Oct Nov Dic Ene Feb Mar Abr May Jun Jul Ago Sept Oct Nov Dic Ene Feb Mar

1 Rev. Bibliográfica: sobre populismo, estudios relacionados y método2 Informe parcial I: Marco Teórico-metodológico

1 Período previo: Antecedentes históricos del populismo2 Informe parcial II. Antecedentes históricos del populismo3 Período 1: Populismo preautoritario4 Informe III. Sobre populismo preautoritario5 Período 2: Populismo postautoritario6 Informe IV. Sobre populismo pstautoritario

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I. Construcción del Marco Teórico-Metodológico

II. Recolección y análisis de datos

III. Redacción final borrador de Tesis

2009 2010

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