Ponencia

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LA VIDA CONSAGRADA COMO EVOCACIÓN

Hna. Beatriz Caraballo C., SJTEn el 40º aniversario del CENTRO DE ESTUDIOS RELIGIOSOS (Cer)

Caracas, 4 de febrero de 2010

Ante el Señor, alzo mi canto del magníficat para agradecerle la oportunidad que me brinda hoy de reencontrarme con esta generación de esperanza…

Le agradezco los muchos años que compartí con la vida religiosa joven en el Centro de Estudios Religiosos. Fue un tiempo de incalculable riqueza y de afianzar mis lazos como Iglesia.

Agradezco la invitación que se me hizo para estar este día con ustedes, sobre todo con las religiosas jóvenes porque continúan siendo una motivación más para despertar en mí la ilusión de la entrega… Cuando veo sus ojos iluminados por esa alegría juvenil, se me hace luz en el alma y puedo contemplar en sus rostros, al Dios que se reencarna y se hace vida en esta juventud que quiere ser para Él.

Y, desde ahora, les pido disculpas…, porque mis palabras son sólo el fruto de una reflexión que parte de mi propia experiencia como consagrada de tantos años. No es un tratado teológico, no es un compendio de lecciones aprendidas: es sencillamente lo que hoy pienso acerca de nuestra vida consagrada, lo cual, ciertamente no dista mucho de lo que pensaba cuando trabajé en el CER.

ESTÉN ALEGRES EN EL SEÑOR, LES REPITO, ESTÉN ALEGRES…1 Al iniciar esta ponencia, he querido retomar las palabras de San Pablo: “Alégrense en el Señor”. Es una invitación a una alegría nada ingenua ni superficial. Es la alegría honda y consciente de quien se sabe poseído por el Señor.

Porque esa posesión es perenne: una vez que Él ha tomado para sí a alguien, es para siempre, no es una posesión parcial ni temporal, es total y para la eternidad; Él no entregaría a esa persona, no la cambiaría por nada ni por nadie en este mundo. (Cfr. Is. 43)

Es lo que llamamos VOCACIÓN: Es ese misterioso llamado, que ni nosotros comprendemos y que hemos sentido en el frescor de la juventud, para entregarlo todo por amor a un Dios y a un proyecto desconocido… Fue el lanzarnos a aquella aventura que nos fascinó, que nos llevó a dejarlo todo, incluyendo nuestros proyectos personales, sólo porque “sentimos la invitación a hacerlo”. ¡Misterio y ternura de Dios! ¿Por qué a mí? ¿Por

1 Filip. 4,4

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qué Dios quiere contar conmigo para hacerlo sentir vivo en el mundo? Pasa el tiempo y nos preguntamos… ¿Cómo es que hoy, el Señor continúa convocándonos para hacer de nosotros una prolongación de su existencia? ¿Cómo hacer para que perdure esa vocación llena de entusiasmo en nosotras, a pesar del tiempo, de los desencantos, de las frustraciones…, de los fracasos?

Hoy, como antes, les puedo afirmar que la vocación continúa siendo un misterio para mí. No puedo afirmar algo diferente a lo que, semana a semana, les decía aquellos días cuando compartíamos en los talleres y en los cursos: hay un Dios que “se muere de amor por mí”; y la única razón que tengo para estar aquí es que yo también quiero responderle con amor apasionado.

Ha transcurrido el tiempo. La vida ha continuado, y la fidelidad del Señor también. Por Él estoy aquí. Y cada mañana, al despertar, recuerdo que lo único que tenemos para vivir es ese momento mágico que se llama presente…; la riqueza que ustedes me proporcionaron durante tanto tiempo me revitaliza y me hace renovar la ilusión de cada día. Aún estoy convencida de que lo que mata la vida es la rutina, es el “acostumbrarse a ser lo que uno es”. Y la belleza de nuestra vida es siempre nueva, porque el amor del Señor es siempre joven. Por eso, para nosotras, está prohibido desilusionarse, no podemos contagiarnos con la situación de desaliento que muchas veces nos rodea.

Nuestro mundo, nuestro país, viven hoy momentos de profundas crisis, de angustias, de desesperanzas…: y nosotras, al estar en el corazón de este mundo, no nos desligamos de lo que se vive; también nosotras estamos en períodos de angustias, de crisis, de desesperanzas, de desencantos. Vivimos en un tiempo donde es fácil caer en la tentación de apagar la alegría: así estaríamos en consonancia con el mundo que nos rodea.

Muchas veces me pregunto si los rostros que aparecen en nuestras propagandas vocacionales representan verdaderamente el rostro de nuestra vida consagrada hoy. ¿No nos hemos contagiado del pesimismo imperante dentro del marco general de la vida consagrada? “¡Somos pocas! ¡La edad es avanzada! ¡No hay futuro!”

Pero, aún cuando estuviésemos en una situación total de caos… ¿no fue acaso en un momento similar, y no en otro, cuando el Espíritu de Dios flotaba sobre las aguas y entonces surgió la creación?2 ¿No fue en medio de un mundo en crisis donde Jesús se hizo humano para vivir esta misma situación con nosotros?3 ¿No fue necesaria la muerte del mismo Cristo para resucitar posteriormente?4 ¿No necesitó Pablo estar ciego para ver la Luz del mundo? 5Entonces me pregunto ¿no estamos en el hoy pascual de la vida consagrada?¿no será necesario este momento de oscuridad para contemplar una vida nueva? La alegría pascual fue precedida por la angustia de los discípulos, por el dolor, por

2 Gén. 1,1-33 Jn. 1, 1-54 Mt. 27; Mc. 15; Lc. 22,23; Jn. 18,195 Hechos, 9,8

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el miedo…6 Si tenemos ya esa experiencia histórica ¿Cómo no confiar, plenamente, en ese Dios que es capaz de convertir el hollín en polvo de oro?

Es necesario retomar la alegría en nuestras vidas. Esa alegría que nace de una vida mística, enraizada en el amor, alimentada en la oración, compartida con nuestras hermanas, proyectada en la misión.

Transcribo unos párrafos tomados de un artículo de Mariola López Villanueva de la página web “Vida Religiosa”, titulado “Humor y Confianza”.7

“Dichosa tú, feliz, porque la promesa en la cual has creído se realizará” (Lc 1, 45), Necesitamos decirnos esta bienaventuranza unas a otras, y reencender nuestra risa. Una Vida Religiosa capaz de vincularse con todos aquéllos que quieren celebrar la vida y el paso liberador de Dios. Una Vida Religiosa que sabe reírse de sí misma, y que no se toma demasiado en serio. Humor y confianza. ¡Cuánto bien nos hacen...! La risa compartida puede ser una risa que caldee el ánimo, que genere ambientes de espontaneidad y de amabilidad, de aceptación de la vida.

La risa tiene siempre un componente agregador. El pleno ejercicio de la risa sólo es posible en compañía. Las madres sonríen a sus hijos cuando los despiertan por la mañana y cuando se han hecho daño para que no se preocupen. Las madres emplean su sonrisa como remedio curativo.

 La risa y la gratitud son buenos medidores de nuestros modos de vivir. En tiempos de estrechez comunitaria, Dios nos desafía a la anchura, a una existencia con amplitud. Reencender la risa significa querer hacer felices a las personas con quienes vives en casa, significa que te importan, que tu relación con Dios pasa por tu relación con ellas, por los vínculos que establecemos; significa que conocemos el perdón y el abrazo, y significa también que podemos hacernos valer unas a otras, unos a otros, en nuestra vida en comunidad. La risa se vuelve sagrada cuando es capaz de encender otro rostro.”

La vida consagrada, vivida en alegría será, entonces, una evocación de la alegría de Dios, porque no podemos imaginar nunca, a un Dios triste o severamente serio.

¿Cómo hacer para que la Vida Consagrada hoy, en el siglo XXI, continúe siendo una EVOCACIÓN DE LA VIDA DE JESÚS?

Pero ¿qué es EVOCAR? Es traer algo a la memoria o a la imaginación…: En palabras sencillas: Al vernos pasar en la vida, en la historia, los hombres y las mujeres de hoy, deberían recordar que Jesús vive aún en medio de nosotros… Nuestras comunidades y nuestro estilo de vida deberían recordar a la humanidad cómo y cuál es el Proyecto del Padre.

6 Hechos, 27 Mariola López Villanueva, “Humor y confianza”. www.vidareligiosa.es . Junio 2010

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EVOCAR LA VIDA DE JESÚS Y EL PROYECTO DEL PADRE

Si pretendiéramos comprender la vida de Jesús, sólo lograríamos captar su mensaje desde su vocación a la humanidad: JESÚS SE HACE HUMANO PARA ACERCARNOS A ÉL… ¿no será éste, también el secreto de la vida consagrada llevada a su plenitud? ¿HACERNOS HUMANAS EN TODO EL SENTIDO DE LA PALABRA? Traigo a la memoria la parábola de la Sabia Abadesa que nos brindó Dolores Aleixandre en su libro “Círculos en el agua”: 8

Cuentan las viejas crónicas que, en tiempos de las cruzadas, había en Normandía un monasterio dirigido por una abadesa de gran sabiduría. Más de cien monjas vivían en él entregadas a la oración, el trabajo y el servicio a Dios.

Un día, el obispo del lugar acudió al monasterio a pedir a la abadesa que destinara a una de sus monjas a predicar en la comarca.

La abadesa reunió a su Consejo y, después de larga reflexión y consulta, decidió preparar para tan noble misión a la hermana Clara, una joven novicia llena de virtud, de inteligencia y de otras singulares cualidades.

La madre abadesa la envió a estudiar, y la hermana Clara pasó largos años en la biblioteca del monasterio y fue discípula aventajada de los mejores profesores de la época. Cuando regresó, todas las monjas alabaron su erudición y la maestría de su discurso.

Fue a arrodillarse ante la abadesa y le preguntó con avidez:

-¿Ya puedo ir a predicar, reverenda madre?

La anciana abadesa la miró a lo profundo de sus ojos y le pareció descubrir que en la mente de la hermana Clara había más respuestas que preguntas.

-Todavía no –le dijo, y la envió a trabajar en la huerta.

Allí estuvo de sol a sol por varios meses, soportando las heladas del invierno y los calores sofocantes del verano. Arrancó piedras y zarzas, cuidó con esmero cada una de las cepas de la viña, aprendió a esperar el crecimiento de las semillas y a reconocer, por la subida de la savia, el momento oportuno de

8 DOLORES ALEIXANDRE – “Círculos en el agua” – Sal Terrae – Colección El Pozo de SIquem Nº 61

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podar los frutales. Adquirió otra clase de sabiduría; pero aún no era suficiente.

La madre abadesa la envió a la portería. Día a día escuchó las súplicas de los mendigos que acudían a pedir un plato de comida, y las quejas de los campesinos explotados por el señor del castillo. Su corazón ardía en ansias de justicia.

Pero la madre abadesa consideró que todavía no estaba lista.

La envió entonces a recorrer los caminos con una familia de saltinbanquis. Vivía en el carromato, les ayudaba a montar su tablado en las plazas de los pueblos, comía moras y fresas silvestres, y a veces tenía que dormir al raso, bajo las estrellas. Aprendió a contar adivinanzas y chistes, a hacer títeres, y a recitar romances y poemas como los juglares.

Cuando regresó al monasterio, llevaba consigo canciones en los labios y se reía como los niños.

-¿Puedo ir ya a predicar, madre?

-Aún no, hija mía. Vaya a orar.

La hermana Clara pasó largo tiempo en una solitaria ermita en el monte. Cuando volvió, llevaba el alma transfigurada y llena de silencio.

-¿Ha llegado ya el momento?

No, todavía no había llegado. Se había declarado una epidemia de peste, y la hermana Clara fue enviada a cuidar de los apestados. Veló durante noches enteras a los enfermos, lloró amargamente al enterrar a muchos de ellos, y se sumergió en el misterio de la vida y de la muerte.

Cuando se debilitó la peste, ella misma cayó enferma de tristeza y de agotamiento y fue cuidada por una familia de la aldea. Aprendió a ser débil y a sentirse pequeña, se dejó querer y ayudar y recobró la paz.

Cuando regresó al monasterio, la Madre abadesa la miró con cariño y la encontró más humana y vulnerable. Tenía la mirada serena y el corazón lleno de rostros y de nombres.

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-Ahora sí, hija mía, ahora sí.

La acompañó hasta el gran portón del monasterio, y allí la bendijo imponiéndole las manos. Y mientras las campanas tocaban el Angelus, la hermana Clara echó a andar hacia el valle para anunciar allí el santo Evangelio.

La vida Consagrada no es, pues, una ley por cumplir, es una HUMANIDAD por vivir y compartir. No pretendamos ser ángeles: nuestra vocación fundamental es ser PERSONA HUMANA: con nuestras limitaciones, con nuestras imperfecciones, pero también con toda nuestra grandeza.

JESÚS ES LA PALABRA TRANSMISORA DE LA COMPASIÓN DEL PADRE.

Jesús nos vino a manifestar, con su vida y con su palabra, las entrañas compasivas del Padre Dios. Dios no es un ser indiferente, lejano… ; lejos de ser un Dios legislador, es un Dios capaz de quebrantar las leyes de los hombres para mostrar Su ternura y misericordia: Dios es un Padre Bueno… La única manera de ser de Dios es la Compasión.Y nosotras, como vida consagrada, como evocadoras de la vida de Jesús, estamos igualmente llamadas a mostrar, con nuestros gestos, nuestras palabras, nuestras actitudes, nuestro trabajo, esa compasión del Padre…; su comprensión, su misericordia, su perdón, su ternura… El secreto de nuestra evangelización está centrado allí: pero, también el secreto de la convivencia comunitaria. ¡Cuán difícil se nos hace demostrarnos esa ternura y esa compasión entre nosotras mismas! Y, si nuestro futuro depende de la humanización y compasión que vivamos y nos mostremos entre nosotras y con los más débiles…, nuestra decadencia también depende de nuestra actitud de indiferencia ante el sufrimiento del otro o de la otra: los de dentro y los de fuera. Y es porque Jesús vino para dignificar a los débiles; para los que no le interesaban a nadie, pero que eran los importantes para Dios. ÉSTE FUE EL SUEÑO DE DIOS Y SU PROYECTO.

JESÚS VINO A TRANSPARENTAR LA COMUNIÓN CON EL PADRE.

El punto en el cual Jesús insiste más es en la reconstrucción de la vida comunitaria. El objetivo del anuncio del Reino es rehacer el tejido de las relaciones humanas, reconstruir la comunidad, imagen del rostro de Dios. Todo el resto, las leyes, las normas, las imágenes, el catecismo, todo debe estar al servicio de este valor central, expresión de la igualdad de dos amores: a Dios y al prójimo 9

Nuestras comunidades son los espacios privilegiados para hacer posible la comunión.

9 CARLOS MESTERS, OCD - “La nueva profecía: rehacer el tejido de las relaciones humanas. Reconstruir la comunidad, imagen del Rostro de Dios”

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Quiero traer a la memoria, una de esas parábolas que hemos, tal vez, leído alguna vez y que, para mí, es tan elocuente:

«Un hombre tenía dos hijos. Al morir dejó en herencia a cada uno la mitad de sus tierras. Uno de ellos era rico, pero no tenía hijos; el otro era pobre y tenía siete hijos. Aquella noche el hijo rico no podía conciliar el sueño pensando: "Mi padre se ha equivocado, porque yo soy rico y me ha dejado la mitad de su herencia, mientras mi hermano es pobre y no tendrá suficiente tierra para sus siete hijos". Se levantó y antes de que saliese el sol se puso en camino para cambiar los linderos de la herencia, de modo que a su hermano le quedase la mayor parte. También el otro hijo, el pobre, estaba desvelado aquella noche. "Mi padre se ha equivocado, pensó, porque yo tengo siete hijos mientras que mi hermano está solo". Y antes de la aurora salió al campo para correr los linderos de modo que a su hermano le quedase la mayor parte de la tierra. Al salir la aurora los dos hermanos se encontraron. Y cuentan que en aquel lugar se levantó la ciudad de la fraternidad».

El Padre nos hace hermanos, la vida consagrada nos regala hermanas, no por elección propia, sino por vocación común. La riqueza de la vida comunitaria consiste en el intercambio de las riquezas de las unas y de las otras.

Santa Catalina de Siena nos decía que Dios «habría podido hacer a los seres humanos de tal manera que todos lo tuvieran todo, pero prefirió dar a cada uno dones diferentes, para que todos tuvieran necesidad de todos» (Diálogo, 7).

La fraternidad como consagradas no nace en nosotros por elección nuestra, sino que es Jesús, el Hijo de Dios, quien nos hace hermanas. En Jesús hemos sido redimidas y hemos recuperado la condición de hijas de Dios y, por lo tanto, de hermanas de los demás. Sólo en Jesús tiene su verdadero sentido y hondura nuestra fraternidad como creyentes, como consagradas. Por lo tanto, no es cuestión de portarme como hermana porque lo soy, sino de SERLO. Sentir que la otra ES MI HERMANA. Y si mis hermanos biológicos SON mis hermanos, con todo y sus imperfecciones… MIS HERMANAS SON MIS HERMANAS Y YO LO SOY DE ELLAS, así como soy: con todas mis imperfecciones y las de ellas…

Dice San Pablo en su carta a los Filipenses:

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Y SEA TAL LA PERFECCIÓN DE SUS VIDAS QUE TODO EL MUNDO LO PUEDA NOTAR… ¡EL SEÑOR ESTÁ CERCA!10

“Creo que históricamente determinadas concepciones de la perfección han prostituido la idea de perfección.11 Así lo afirma Joan Chittister…

Durante mucho tiempo ha primado una teología que daba mucho relieve al mérito. Era como si se tratara de ir consiguiendo el favor de Dios a base de celebraciones, rosarios, visitas, momentos de oración… en una especie de escalada. Cuantos más méritos, mejor. ¡Era un planteamiento demasiado capitalista!

Hablar de espiritualidad de la imperfección es, en este sentido, hablar de humildad. No somos perfectos. No lo seremos nunca, pero podemos hacernos conscientes de nuestros límites e imperfecciones. Todos tenemos carencias. Tenemos que aceptarlas. ¡Además Dios ya las ha aceptado! Las conoce muy bien y, pese a ellas, (yo diría, precisamente por ellas) se acerca a nosotros.

Tenemos que aceptarnos, asumirnos como somos, darnos cuenta de que todas esas personas cuya perfección deseamos tienen también límites e imperfecciones. Podemos ser perfectamente conscientes de esa realidad y aceptarnos unas a otras. Cuando lo hagamos y abandonemos ese neurótico empeño de lograr una perfección que no alcanzaremos nunca, podremos entrar más fácilmente en el camino de la perfección del amor.”

Nuestra imperfección, vivida con consciencia y con humildad, será el camino de perfección, “que todo el mundo puede notar”. Los demás nos verán humanas, humildes, sencillas, con capacidad de aceptación mutua… con amor: Y, esto es ya, un camino de perfección dentro de la imperfección. Dios me acepta, yo me acepto, yo acepto a los otros… y nos amamos como somos, no como “deberíamos ser”.

Pero vivir toda esta dimensión de aceptación mutua, supone el alimentar nuestra vida con esa pasión de amor que nos lleva a decir en los momentos difíciles: “Todo esto, Señor, porque te quiero…”.

La fraternidad de la vida consagrada tiene una gran palabra que pronunciar en este siglo XXI, cuando las comunicaciones son mayores, pero cuando nos comunicamos menos. Cuando las redes sociales de internet están saturadas, pero cuando nuestras pequeñas redes comunicacionales familiares, comunitarias y ciudadanas están paralizadas. Nos hablamos por skype con quien vive a miles de kilómetros de distancia, pero podemos pasar el día entero sin dirigir la palabra a la hermana que convive conmigo. Los celulares envían y reciben mensajes a toda hora, me ausentan de mi realidad cotidiana, mientras que nuestras hermanas de comunidad anhelan mi presencia no sólo física, sino íntegra. Será, pues, nuestra vida fraterna vivida con plenitud e intensidad, con

10 Filip. 4,511 JOAN CHITTISTER – “Espiritualidad de la imperfección” – Entrevista ITVR – www.itvr.org (Entrevista realizada por Bonifacio Fernández y José Cristo Rey García Paredes.

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consciencia y con humanidad, la mejor EVOCACIÓN VIVIENTE de la COMUNIÓN TRINITARIA.

Una comunión vivida en comunidad hace visible al mundo la imagen de la Trinidad: esa interrelación entre diferentes, por su capacidad de don mutuo, construye a la otra persona; así mismo, yo, en la medida en que me doy al otro o a la otra, en la medida en que la construyo como persona, en esa misma medida me voy haciendo persona yo misma.

Ahora bien, nuestras comunidades no han sido soñadas para vivir tranquilamente, cómodamente instaladas en el rincón de un hogar ideal. Nuestras comunidades son para la MISIÓN.

Es, desde la experiencia del amor compartido en comunidad, como podremos saltar al amor expandido en medio de la gente. Si nuestra vocación obedece al encargo del Señor de “darles a los demás una idea de cómo es Dios”, se hace necesario hacer la experiencia de amor…: yo diría “dejar que Dios haga la experiencia de Su amor en mí”; mantenerme en apertura, en docilidad, en atención total, de manera que el Dios apasionado pueda encender en mí esa misma pasión de amor.

La misión, pues, no puede surgir sino de la fuente que es la del amor apasionado por Cristo: un amor que me impulsa, que me lleva irremediablemente hacia los demás, a una compasión sin límites, a una misericordia como la de Su Corazón, a una debilidad por los débiles, a una bondad que se derrama en el mundo como un bálsamo en medio de la dureza de la vida.

A veces la misión no necesita palabras… Dios no siembra en el mundo sino a unos cuantos buenos predicadores…; pero a todos nos da la capacidad de expandir Su mensaje de amor, aún sin palabras…, aún sin grandes gestos; nuestra vida debería ser una proclamación ininterrumpida de Evangelio…; con la conciencia de que, como dice la “Evangelii Nuntiandi, en el Nº 41: "el hombre contemporáneo escucha más a gusto a los testigos que a los maestros, o si escucha a los maestros lo hace porque son testigos" Ser testigos sería, pues, nuestra principal misión:

Cuentan que, en cierta ocasión, San Francisco de Asís invitó a un fraile joven a que le acompañara a la ciudad, para predicar. Se pusieron en camino y estuvieron por un buen rato recorriendo las calles de la ciudad, saludando con cariño a las personas que encontraban. De vez en cuando, se detenían para acariciar a un niño, consolar un anciano, ayudar a una señora que volvía del mercado cargada de bolsas.

Al cabo de un par de horas, Francisco le dijo al compañero que ya era hora de regresar al convento.

-¿Pero no vinimos a predicar? –preguntó el fraile con extrañeza.

Francisco le respondió con una sonrisa muy dulce:

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-Lo hemos estado haciendo desde que salimos. ¿Acaso no viste cómo la gente observaba nuestra alegría y se sentía consolada con nuestros saludos y sonrisas?

En nuestro hoy, la Vida Consagrada parecería haber perdido su palabra evocadora: hemos olvidado que nuestra vocación tiene una belleza calcada en el Evangelio. Parecería que determinamos su validez por su efectividad, por los éxitos, por el número, por su grandeza; no podemos mentirnos a nosotras mismas pensando que la Vida Religiosa será la encargada de grandes reformas, ¡de la salvación de la humanidad…! Somos y continuaremos siendo la belleza significativa, la fuerza del símbolo, la palabra silente de un Dios escondido que brilla por su hermosura. Somos la pequeña levadura… somos la fragilidad del retoño que promete nueva vida; y en medio de esta precariedad que vivimos, de esta pobreza, estamos llamadas a crear nuevos caminos para continuar regalando a la Iglesia y al mundo nuestro sorprendente encanto, estamos llamadas a recrear íconos, a presentar propuestas elocuentes, a darle a nuestra vida el sabor de Jesús para que sepa traducir al mundo, el lenguaje del Dios lleno de alegría, del Dios humano, del Dios compasivo, del Dios comunión, para que continúe siendo la palabra evocadora del Dios Amor.

Cada una de nosotras somos las manos de Dios, los ojos de Dios, las Palabras vivientes de Dios, la compasión y la ternura de Dios… somos la misericordia efectiva de Dios… Es toda una tarea, pero te corresponde a ti y a mí realizarla…

Finalizo con otro cuento…; me parece que las parábolas traducen mejor lo que queremos decir.

Por la calle vi a una niña aterida y tiritando de frío dentro de su ligero vestidito y con pocas perspectivas de conseguir una comida decente. Me encolericé y le dije a Dios: «¿Por qué permites estas cosas? ¿Por qué no haces nada para solucionarlo? » Durante un rato, Dios guardó silencio. Pero aquella noche, de improviso, me respondió: «Ciertamente que he hecho. Te he hecho a ti. »

Que María, la mujer, la Madre, la Virgen, nos ayude a tener la capacidad de continuar siendo fieles al Señor, con el corazón siempre abierto, con las manos callosas, con la sonrisa en el rostro, con la ilusión de la entrega de cada día.

ORACIÓN DE LAS MANOS ABIERTAS

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Señor, sé que es difícil seguirte como Tú quieres.Intento una y otra vez comenzar de nuevo

para que todo huela a fresco.Ventilo cada día las paredes del corazón

para hacerle hueco a tu aliento.Pero tropiezo con tu Palabra,

cada vez que cierro los ojos esperando magias.Y sé que no debe ser así, Padre.

Debo abrir mis ojos y extender mis manos.Porque el milagro debo hacerlo yo.

Minuto a minuto. Gesto a gesto. Con mis manos.Casi lo único que tengo. Mis pobres y torpes manos.

Estas manos que quieren parecerse a las tuyasen el esfuerzo y en la pasión.

Dedos que agarran con fuerza cada uno de mis sueños.Arañando hasta el límite de mi fe en Ti.¡Manos desconsoladas tantas veces!.

Que no quieren ser tuyas sólo a ratos, sino eternamente tuyas.

¡Y que me cuesta tanto!Son como aprendices de caricias sobre las lepras de la humanidad.

Dame fuerzas, Señor,para que mis dedos amen a destajo,

para que mis dedos limpien la tristeza en las almas rotas,para que mis puños derriben cualquier conato de injusticia

y para que permanezcan extendidasacogiendo entre sus palmas a los más necesitados.

Dame aliento, Señor,para que estas manos puedan ser las tuyas

y nunca jamás vuelvan a tener miedo.Que sean capaces de decir que sí a tu llamada constante, peregrina y loca.

Agotadas de tanto echar al hombro los corazones partidos.Agotadas de dar, voluntariamente, toda la ternura

de un corazón que pertenece a una virgen que pretende ser madre.

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