Política de Fusión y Revolución de Venancio Flores. Las mediaciones de paz de junio de 1864.

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Las mediaciones de paz de junio de 1864 Las mediaciones de paz de junio de 1864 Introducción Introducción Desde los primeros años de su vida independiente, la inestabilidad política y la violencia crónica serán características de nuestro país. Los diferentes disturbios, - guerras civiles, insurrecciones, motines y levantamientos 1 - hasta 1860 aparecen como clara expresión de una realidad económica y social enmarcada en el ciclo que Barrán y Nahum denominan “del cuero y del tasajo” 2 : un país escasamente poblado en el que aun no se definía un sentimiento “nacional”, con un Estado débil como factor coactivo, con fronteras indefinidas y grandes dificultades para las comunicaciones; con una campaña donde la propiedad no se encontraba claramente definida y estructurada, y que se dedicaba exclusivamente a la ganadería, (el cuero y el tasajo serán nuestros principales y casi exclusivos productos exportables) es decir, sin agricultura que cree hábitos sedentarios y pacíficos. En los “gauchos” de la campaña oriental reinarán las costumbres “varoniles y recias” características de una economía ganadera y primitiva a campo abierto, nucleada socialmente en las estancias “cimarronas”, donde pocos peones 1 Tales conflictos serán una constantes hasta comienzos del XX. Lockhart señala que entre 1832 y 1910, se sucedieron alrededor de 70 disturbios de importancia, entre revoluciones, motines y levantamientos. La enorme mayoría fueron abatidas casi al instante, pero algunas llegaron a constituirse en verdaderas revoluciones, aunque muy pocas resultaron victoriosas. Lockhart, Washington. “Las Guerras Civiles” Tomo 19 de “Enciclopedia Uruguaya. Arca. Montevideo, 1968 2 Este ciclo, comenzado en la época colonial, finalizará recién cuando la “revolución del lanar” se asiente definitivamente, a partir de la década de 1860, cuando al cuero y al tasajo se le sume la lana como producto exportable. Barrán, José Pedro – Nahum, Benjamín “Historia Política e Historia Económica” Banda Oriental. Montevideo, 2000. Pág. 62 2

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Uruguay Historia Siglo XIX. La presidencia de Berro en el marco de la política de fusión y la revolución de Venancio Flores como desenlace fatídico de dicho intento artificial de extinción de los partidos políticos. La trasendencia del contexto regional e internacional. Autor: Andrés Pereira. IPA (Uruguay).

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Las mediaciones de paz de junio de 1864Las mediaciones de paz de junio de 1864

IntroducciónIntroducción

Desde los primeros años de su vida independiente, la inestabilidad política y la violencia

crónica serán características de nuestro país. Los diferentes disturbios, -guerras civiles,

insurrecciones, motines y levantamientos1- hasta 1860 aparecen como clara expresión de una

realidad económica y social enmarcada en el ciclo que Barrán y Nahum denominan “del cuero

y del tasajo”2: un país escasamente poblado en el que aun no se definía un sentimiento

“nacional”, con un Estado débil como factor coactivo, con fronteras indefinidas y grandes

dificultades para las comunicaciones; con una campaña donde la propiedad no se encontraba

claramente definida y estructurada, y que se dedicaba exclusivamente a la ganadería, (el cuero

y el tasajo serán nuestros principales y casi exclusivos productos exportables) es decir, sin

agricultura que cree hábitos sedentarios y pacíficos.

En los “gauchos” de la campaña oriental reinarán las costumbres “varoniles y recias”

características de una economía ganadera y primitiva a campo abierto, nucleada socialmente

en las estancias “cimarronas”, donde pocos peones y muchos “agregados” sostenían la

autoridad patriarcal del hacendado. Por el contrario, la ciudad puede definirse como

“europea”, no sólo por su cultura universitaria, sino también porque la mentalidad y los

intereses de su clase dirigente (compuesta fundamentalmente de comerciantes y financieros)

la relacionan íntimamente con el viejo continente.

Esta realidad social (presentada aquí de forma esquemática) es lo que en buena medida

determina una característica de la historia uruguaya del siglo XIX: “el antagonismo de

caudillos y doctores”. Los últimos, educados hombres de la ciudad, desprecian a los “salvajes

y primitivos” gauchos mientras que éstos, desconfían de la “retórica leguleya” de los

doctores3.

El gaucho, alejado de la ciudad (cuya política le es ajena) depositará su confianza política

en el caudillo: gaucho como él por sus sentimientos y hábitos, pero con enorme prestigio y

1 Tales conflictos serán una constantes hasta comienzos del XX. Lockhart señala que entre 1832 y 1910, se sucedieron alrededor de 70 disturbios de importancia, entre revoluciones, motines y levantamientos. La enorme mayoría fueron abatidas casi al instante, pero algunas llegaron a constituirse en verdaderas revoluciones, aunque muy pocas resultaron victoriosas. Lockhart, Washington. “Las Guerras Civiles” Tomo 19 de “Enciclopedia Uruguaya. Arca. Montevideo, 19682 Este ciclo, comenzado en la época colonial, finalizará recién cuando la “revolución del lanar” se asiente definitivamente, a partir de la década de 1860, cuando al cuero y al tasajo se le sume la lana como producto exportable. Barrán, José Pedro – Nahum, Benjamín “Historia Política e Historia Económica” Banda Oriental. Montevideo, 2000. Pág. 623 Se dará entonces “…el choque entre el civilismo burgués y el caudillismo rural en su variedad de formas; entre el liberalismo, el despotismo ilustrado y el despotismo simplemente cerril” Real de Azúa, Carlos “El Patriciado Uruguayo” Banda Oriental. Montevideo, 1981. Pág. 77

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carisma, provenientes de su superioridad material con respecto a la masa (por lo general son

grandes hacendados). Entre éstos existe una verdadera jerarquía dada fundamentalmente por

la resonancia de su prestigio: desde los caudillejos “comarcanos” que tienen autoridad en un

“pago” específico, hasta los Caudillos Nacionales, verdaderos árbitros de la masa gaucha,

pasando por los Caudillo departamentales. Estos Caudillos Nacionales son, al decir de Zum

Felde, “gauchidoctores”: no son extraños a las costumbres de la ciudad ni mucho menos a su

política, en la que participan con mayor éxito que los “doctores”, debido a su prestigio

nacional: domina la ciudad por la fuerza de la campaña y domina la campaña por su

representación en la ciudad. En este contexto, los caudillos serán los principales protagonistas

de la vida política del naciente Estado Oriental, ya que servirán de nexo entre el campo y la

ciudad, (o entre gauchos y doctores) permitiendo que existiera un precario equilibrio que evite

la disolución y el caos.

La realidad social aludida, (a la que se suma el antagonismo entre “doctores” y “caudillos”

y la preeminencia de éstos) será determinante también de otra característica de nuestra política

decimonónica: la conformación y posterior enfrentamiento de los “bandos” tradicionales de

blancos y colorados, ya que “las masas populares, todavía conmovidas por la épica de las

guerras de independencia, conjugarán su adhesión emocional en las hermandades criollas

del “riverismo” y el “lavallejismo”, núcleos centrales de los que habrían de ser los partidos

históricos”4 Los primitivos “bandos” se conformaron en torno a los caudillos, los cuales no

sólo serán seguidos por las masas rurales, sino también por los “doctores” que los representan

en la ciudad, formando así verdaderos grupos policlasistas:

“Doctores” y “caudillos”; “blancos” y “colorados”, he aquí la doble oposición que “…

mueve toda la historia del país de 1830 en adelante. En todos los sucesos políticos, guerras,

dictaduras, pactos, oligarquías, motines, asesinatos, están presentes uno u otro de esos dos

factores y a veces los dos”5 En los constantes disturbios operaron estas dos oposiciones: la

lucha se libró entre blancos y colorados; entre el elemento doctoral de un bando con el

caudillesco del otro; entre los elementos doctorales y caudillescos del mismo bando; y hasta

entre los sectores urbanos de ambos bandos contra los militares del otro.

Pero a su vez, hay otro elemento tan importante como los anteriores y que se relaciona

íntimamente con éstos: la influencia ejercida en nuestra historia por Argentina y Brasil y, en

4 Bruschera, Oscar, W. “Divisas y Partidos”Tomo 17 de “Enciclopedia Uruguaya”. Arca, Montevideo, 1968. Pág. 126. Según Diez de Medina, desde antes de las primeras elecciones constitucionales “…el novel país ya empezaba a conocer una alineación por bandos. Por ejemplo en torno al lavallejismo y sus adversarios unitarios con ocasión del golpe de estado de octubre de 1827…”Diez de Medina, Álvaro. ”El voto que el alma pronuncia. Historia electoral del Uruguay. 1810-1910” FCU. Montevideo, 1994. Pág. 96.5 Zum Felde, Alberto. “Proceso Histórico del Uruguay” Arca. Montevideo, 1967. Pág. 181.

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buena medida también, por Francia e Inglaterra, la cual se remonta a la época colonial y

revolucionaria, continuando en nuestra vida independiente.

Rivera, en su alzamiento contra Oribe, fue auxiliado por la escuadra francesa que deseaba

derrocar al Presidente oriental, aliado de Juan Manuel de Rosas, gobernador federal de

Buenos Aires con quien sostenía arduos conflictos. Una vez en el poder, Rivera contará con el

apoyo de los enemigos argentinos de Rosas (los emigrados “unitarios”) así como de las

escuadras francesas e inglesa, los cuales pretendían que el nuevo presidente declarase la

guerra al caudillo argentino.

En ese contexto, en 1839 se inicia el más importante conflicto post-revolucionario, la

“Guerra Grande” cuando Rivera declaró la guerra a Rosas6 quien seguía reconociendo a Oribe

como presidente constitucional del Uruguay. Éste a su vez, se apoyó en el Gobernador de

Buenos Aires y puso sitio a Montevideo durante nueve años (1843-1851) consumándose de

esta forma la “internacionalización de los bandos”, demostrando la ausencia del sentimiento

nacional7. El Uruguay quedó dividido entonces en dos gobiernos que respondían a dos zonas

de influencia de cada bando; el gobierno de “La Defensa” en el Montevideo colorado, y el

gobierno “del Cerrito”, encabezado por caudillo blanco Manuel Oribe y sus aliados federales

argentinos.

Partiendo de la realidad aludida, resulta fácil imaginarse cuáles eran las principales metas

que tendrá nuestra clase dirigente: el “orden” y el “sosiego”. En una sociedad tan

convulsionada, ambos elementos aparecen como objetivos imprescindibles para que aquel

grupo consolide el “orden estable” que intentó crear con nuestra primera Constitución, el cual

le permitiría afianzarse política, social y económicamente. Más aún luego de que finalizada la

Guerra Grande (con la derrota de Oribe y Rosas, luego de la intervención del Imperio del

Brasil a favor del Montevideo Colorado) la postración del Uruguay había alcanzado los

6 Según Pivel Devoto, fueron constantes las presiones ejercidas sobre Rivera por los emigrados unitarios y sus aliados orientales (“orientales unitarizados”), así como por los diplomáticos franceses, para que éste tomara la mencionada determinación. Pivel Devoto, Juan, E. “Historia de los Partidos Políticos en el Uruguay” Cámara de Representantes. Montevideo, 1994. Tomo I. Pág. 1307 “A las Independencia siguieron las guerras civiles y la mixtión de los partidos políticos orientales con los argentinos y brasileños, ya que ninguna de las tres nacionalidades estaba conformada”. Barrán, J. P. – Nahum, B. “Historia Política…” Cit. Pág. 54

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mismos dramáticos niveles que en 18208, a lo que debemos sumarle la dependencia

económica y la “tutela” política brasilera impuestos por los tratados de octubre de 18519.

Contexto Histórico: La Política de Fusión y SusContexto Histórico: La Política de Fusión y Sus

TropiezosTropiezos

Ante la caótica situación posterior a la guerra Grande, comerciantes y estancieros, las

clases más poderosas e influyentes, realizan su -histórico- reclamo de paz y seguridad, no sólo

para recomponer la riqueza arruinada, sino también para lograr un eficaz desarrollo

económico.

Pero estos anhelos de paz y seguridad, cuya concreción aparecían como indispensables

para la subsistencia de la nación, sólo podrían lograrse mediante una “gran reconciliación

nacional”, una “nueva época”, “olvidando el pasado” y los sentimientos de revanchas. Este

justamente había sido el espíritu de la cláusula quinta de la Paz del 8 de octubre de 1851 al

señalar que “Se declara que entre todas las diferentes opiniones en que han estado divididos

los orientales, no habrá vencidos ni vencedores, pues todos deben reunirse bajo el estandarte

nacional para el bien de la patria y para defender sus leyes e independencia”10.

La política de fusión, predicada por los más notables “hombres de principios” aparece

entonces como el corolario de este afán por obtener la tan anhelada paz por medio del “olvido

de las divisas” (símbolos de guerra civil) y su consiguiente “olvido de los odios que separaron

a los orientales”. A través de la fusión, se buscaba también que la supremacía política de esta

“nueva época” recayera en el sector urbano y culto que anteriormente actuaran en ambos

“bandos”, encabezado entre otros por Berro, Herrera, Acevedo, Castellanos, Antuña y Giró,

principistas “del Cerrito” y de “la Defensa”11. Estos hombres serían algunos de los integrantes

8 Destaca en este punto la crisis económico-financiera, donde es notable el endeudamiento del Estado con acreedores internos y naciones extranjeras, así como la ruina de la ganadería y los saladeros; y las dificultades desde el punto de vista demográfico y social, ya que el censo de 1852, señala que la población total, que en 1840 se calculaba en 140.000 habitantes había descendido a 132.000, consecuencia inevitable de toda guerra: la muerte y emigración. Conjuntamente destacan desde el punto de vista social el crecimiento de la pobreza en las clases populares de la campaña, y la extranjerización de los grandes propietarios, tanto rurales (que compran latifundios a precios devaluados por el conflicto) como urbanos. Millot, Julio – Bertino, Magdalena “Historia Económica del Uruguay” Tomo I. FCU. Montevideo, 19919 Cabe destacar aquí tres de los tratados. El tratado de alianza estipula que los estados se comprometen a una alianza perpetua para defender sus respectivas independencias, y Brasil se compromete a apoyar al gobierno legal inmediato pudiéndose prolongar ese apoyo por otros cuatro años. Según el tratado de prestación de socorros Brasil se compromete a dar un subsidio mensual de 60.000 patacones y el Estado Oriental hace una declaración de deudas por valor de $2809.751, que afectaban a todas las rentas, especialmente de aduanas. Por último, el tratado de comercio y navegación declaraba al río Uruguay y sus afluentes de navegación común; se mantiene por 10 años la exención de derechos sobre la carne salada y demás productos ganaderos, importados en Río Grande por la frontera, mientras el Estado oriental no debía cobrar drechos por la exportación de ganado en pié para aquella provincia. Pivel Devoto, Juan, E- Ranieri de Pivel Devoto, Alcira “Historia de la República Oriental del Uruguay”Medina. Montevideo, 1971. 10 Pivel Devoto, Juan, E. “Historia de los Partidos Políticos…” Tomo I. Cit. Pág. 20011 “La idea de fusión es preciso que aparezca en todos esos actos representada por la mezcla de los unos y los tros p.a matarlos á todos y hacer que no haya blancos ni colorados” Carta de Manuel Herrera y Obes a Eduardo Acevedo, 28 de noviembre de 1851. Citada por Pivel Devoto, Juan, E. “Historia de los Partidos Políticos…” Tomo I. Cit. Pág. 203.

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de las listas del partido de la fusión (triunfadoras en las elecciones de 1851), las que se

elaboraron excluyendo todo elemento vinculado al caudillismo y con la intención de “…

superar los conflictos desatados por la guerra, retornando a lo que denominaba Cándido

Joanicó el <<orientalismo puro>>…”12.

En este contexto de concordia preconizada por el elemento doctoral, y con los más

influyentes caudillos (Oribe y Rivera) momentáneamente alejados del escenario político, la

Asamblea General elige a Juan Francisco Giró para ocupar la Presidencia de la República.

Haciendo participar del gobierno a hombres de los dos bandos tradicionales, el nuevo jefe del

Ejecutivo aspiró a realizar una política de pacificación y de concordia.

Pero desde los primeros meses de gobierno y pese a las intenciones de Giró, se pudo

apreciar que una política de fusión basada en el “olvido de las divisas” resultaría imposible en

un contexto en el que los “bandos” no habían desaparecido”. Los debates parlamentarios

sobre temas del pasado más reciente fueron destruyendo la concordia. Conjuntamente, el

decreto por el cual la administración de la Aduana sería exclusivamente estatal, enemistó al

presidente con la base financiera del partido colorado13. Finalmente, las negociaciones con el

Brasil por los límites, aumentaron aún más la conflictiva situación, cuando el Imperio llegó a

presionar ofreciendo su ayuda a los colorados para sostener una revolución.

En noviembre de 1852, se constituye la “Sociedad de Amigos del País” que, encabezada

por Juan Carlos Gómez y Melchor Pacheco y Obes, consideraba a la paz de octubre como el

punto de partida de “una nueva vera constitucional”. Su título nos sugiere la idea de formar un

“Gran Partido Nacional”, y al principio estaba integrada por algunos antiguos representantes

del partido blanco -que pronto la abandonaron-, sin embargo, la historia de la “Sociedad” nos

muestra la verdadera idea de reorganizar el partido colorado excluyendo al elemento

caudillista, encarnado en Rivera14.

Cuando Giró y su Ministro Berro impulsaron la organización de la Guardia Nacional,

necesario contrapeso de un ejército nacional integrado fundamentalmente por hombres de la

Defensa, y luego de la negativa del presidente de nombrar dos ministros colorados, estalla el

motín del 18 de julio de 1853 que, Capitaneado por Melchor Pacheco y Obes, y apoyado por

12 Diez de Medina, Álvaro. ”El voto…”Cit. Pág. 112. Como se puede apreciar “…un claro sentimiento de orientalismo dominaba todos los espíritus (…) se experimentaba el afán colectivo de liberar al país de las influencias extrañas: Inglaterra, Francia, el Brasil” Reyes Abadie, Washington – Vázquez Romero, Andrés” Crónica General del Uruguay” Banda Oriental, Montevideo. Volumen III. Pág. 197. 13 La renta aduanera (el más importante ingreso estatal) se encontraba administrada por un Directorio mixto compuesto de representantes del Estado y capitalistas particulares acreedores del mismo. Obligado por la caótica situación financiera, el decreto de marzo de 1852, arrebató la garantía que el gobierno colorado de la Defensa les había otorgado. 14 Según, Gómez “El General Pacheco y yo queríamos la organización del partido colorado con su nombre y su programa. La única disidencia entre ambos era que el General Pacheco y Obes la quería con el General Rivera a la cabeza, proclamándolo nuestro jefe y subordinándonos a su dirección y yo la quería excluyendo al caudillo rechazando su tradición personal…” Pivel Devoto, Juan, E. “Historia de los Partidos Políticos…” Tomo I. Cit. Pág. 206.

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los acreedores del gobierno, demostró que la caída de Giró era una empresa posible. Luego

del levantamiento, la situación política no se estabilizó y en setiembre de 1853 Giró abandonó

la presidencia finalizando así el primer intento de concordia.

Los principales promotores de aquel motín fueron los integrantes del denominado “Partido

Conservador”, según Real de Azúa, “…el conglomerado más desenfadadamente oligárquico

que el país haya tenido”15. Creado luego del fracaso de la “Sociedad de amigos del país”,

también encabezado por Juan C. Gómez, e “integrado por algunos militares de nota y civiles

cultos colorados, decía tratar de <<conservar>>, las tradiciones liberales del viejo núcleo de

la Defensa. Para ellos no podía haber fusión entregando el poder a los seguidores de

Oribe”16. Juan Carlos Gómez afirmaba que este Partido Conservador tiene por antecedentes

“…los principios, las ideas, los intereses, sostenidos en la defensa del país contra la agresión

de don Juan Manuel de Rosas…” Este es el origen del exaltado Partido Conservador, “…a

cuyas agitaciones debería el Dr. Giró su caída, y más adelante, también el Gral. Flores la

suya”.17

Ante la ausencia de Giró, el entonces Coronel Venancio flores, en su calidad de Ministro

de Guerra asume la representación del Gobierno, situación que se afirma al organizarse un

Gobierno Provisorio donde este Caudillo integrará un Triunvirato con los ancianos generales

Lavalleja y Rivera, que pronto quedó disuelto por la muerte éstos. Como vemos, pese a que el

protagonista de la caída de Giró fuera el “doctoral” Partido Conservador, que consideraba a

Flores “heredero” de Rivera, (a quien los “doctores” de la Defensa habían perseguido hasta el

exilio) el escenario quedó preparado para que destacara sobre él Venancio Flores, hombre que

“…encarnaba la tradición caudillista del país (y que) personificaba el sentimiento de las

multitudes cuyos sencillos anhelos traducía”18.

La oposición doctoral o “principista” tanto blanca como “conservadora” había comenzado

a expresarse desde los inicios del nuevo gobierno. Sin embargo luego de controlada la

“reacción blanca”19 de noviembre de 1853, Flores consolida su prestigio, sobre todo luego de

ser elegido Presidente de la República para completar el período de Giró hasta 1856.

Conjuntamente, una división brasilera de 4.000 hombres, cuya intervención fue solicitada

15 Real de Azúa, Carlos “El Patriciado…” Cit. Pág. 9916 Barrán, José Pedro. “Apogeo y Crisis…” Cit. Pág. 5417 Diez de Medina, Álvaro. “El voto que el alma…” Cit. Pág. 119 18 Pivel Devoto, Juan, E. “Historia de los Partidos…”Tomo I. Cit. Pág. 226. 19 Movimiento inspirado fundamentalmente por Bernardo Berro y en el que participaron muchos antiguos elementos armados que habían servido junto a Oribe en la Guerra Grande. Fue una campaña muy corta, rápidamente doblegada por el gobierno. Reyes Abadie, W. – Vázquez Romero, A, “Crónica General…” Cit. Pág. 211-212

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tanto por Flores como por la “oposición doctoral”20, entraba en territorio oriental para apoyar

al Presidente.

Esta situación, sumada a la notoria crisis económica y administrativa que atravesaba el

país, llevó a que la oposición al florismo se hiciera cada vez más acérrima. Mientras que el

sector principista blanco intentó reorganizarse secretamente en el “Partido Blanco, o sea del

Orden Constitucional”21, los conservadores, ahora encabezados por José María Muñoz,

expresarán su oposición en la prensa y en la nueva legislatura que se abrió en febrero de 1855,

con rotunda mayoría de los colorados floristas22.

En este contexto, “blancos constitucionales” y “colorados conservadores” se hallaban

cada vez más cerca, situación que hacía fácil de prever su entendimiento. Pero quien lo

precipitó fue Andrés Lamas, mediante su Manifiesto de julio de 1855, redactado“…con el

obvio sentido de servir de centro de agitación a los hombres ilustrados de ambos partidos…

contenía, resumidamente, todas las aspiraciones que poblaban la fantasía de quienes…

habían servido a despecho de la influencia de Manuel Oribe y Frutos Rivera”23

En el Manifiesto, y fiel a sus ideas desde la Guerra Grande, Lamas aprecia la necesidad de

una “alianza bien entendida con el Brasil”, que aparece como garante de nuestra

independencia. Con respecto a la política nacional, era fundamentalmente un alegato contra el

caudillismo y las divisas tradicionales de las que el autor decía distanciarse24. Al igual que

Berro, manifestaba que blancos y colorados no se separaban por “ideas sociales”, “intereses

nacionales”, “ideas morales” o, “pensamientos de gobierno”, por lo que se debería “cerrar el

libro del pasado”25 formándose un “nuevo partido” en el que se debería fundir todo lo que

había de bueno y honesto en los antiguos: era la Fusión.

20 El 30 de enero de 1854, un grupo de ciudadanos antifloristas (blancos sobre todo) se dirige al nuevo representante imperial, José María do Amaral, solicitando la intervención brasilera para “darnos garantías sociales pero también para ponernos en pleno goce de nuestros derechos” Sin embargo, Amaral, quién “había llegado al país con instrucciones de respaldar a los conservadores y neutralizar a Flores” muda de actitud y presta respaldo al Presidente. Diez de Medina, Álvaro. “El voto que el alma…” Cit. Pág. 130-131.21 Según Pivel Devoto, “Este partido Blanco no tiene entre sus filas elemento Caudillesco”. Es encabezado por “disidentes del Cerrito” como Acevedo, Giró, Solano Antuña y Berro, de quien recibirá la mayor influencia ideológica: llama a todos los blancos aunque son fusionistas. Surge no como un partido permanente sino con carácter temporal, hasta “el cumplimiento de la constitución bajo la divisa de 1851”. Pivel Devoto, Juan, E. “Historia de los Partidos…”Tomo I. Cit. Pág. 229 a 232. 22 Para estas elecciones los conservadores apoyaron al florismo (con quien elaboraron listas mixtas) , en un acuerdo que respondía fundamentalmente al temor de que el Partido Blanco pudiese obtener ventajas considerables de la división que existía entre ellas. 23 Diez de Medina, Álvaro. “El voto que el alma…” Cit. Pág. 135-138. 24 Señala Lamas al respecto “Rompo pública y solemnemente esa divisa colorada, que hace muchos años que no es la mía, que no volverá á ser la mía jamás. No tomo, no, la divisa blanca, que no fue la mía, que no será la mía jamás. Repudiando las divisas, repudio todas las tradiciones odiosamente personales y de guerra civil representadas por ellas.” Citado en: Diez de Medina, Álvaro. “El voto que el alma…” Cit. Pág. 137. 25 Decía Berro en oportunidad de la organización del Partido Blanco Constitucional: “El Partido Blanco y el Partido Colorado no están separados por ideas, ni por clase o condición. Igual es su composición e iguales también sus principios políticos. Su división es toda personal… Proclaman los mismos principios y se separan en su aplicación…” Citado en Pivel Devoto, Juan, E. “Historia de los Partidos…”Tomo I. Cit. Pág. 230.

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Este Manifiesto, que no se limitaba sólo al aspecto político26 fue aceptado con beneplácito

tanto por los blancos constitucionales como los colorados conservadores, ya que para estos

“ciudadanos cultos… la política preconizada por el Manifiesto permitiría: a) Lograr la

estabilidad interna; b) La alianza de las dos facciones doctorales de ambos partidos

tradicionales mediante un programa de ideas; c) Fortalecer de esta manera al núcleo

dirigente urbano en detrimento del rural…”27

La gran exaltación política que caracterizaba el ambiente montevideano de mediados de

1855, y que aumentó notoriamente con la circulación del Manifiesto de Lamas, llegó a su

paroxismo con el retorno de Manuel Oribe, acaecido en agosto. Mientras que buena parte de

los “hombres de pro” emprendían la organización de un gran movimiento político inspirado

en la obra de Lamas, otros, esperaban el momento para un nuevo levantamiento conservador.

Y este llegó a fines de agosto, cuando un movimiento encabezado por José María Muñoz y

Lorenzo Batlle, ocupa la residencia del Poder Ejecutivo, obligando a Flores a huir hacia Las

Piedras. El movimiento conservador, apoyado por la diplomacia brasilera y que contó con la

adhesión de varios doctores blancos, se sentía “dueño” de la capital y en tal sentido forma un

Gobierno Provisorio presidido por Luís Lamas, y crea un “Gran Partido Nacional” inspirado

en el Manifiesto de Lamas28. Flores, por su parte dominaba la campaña y recibía el apoyo

(indirecto) de Manuel Oribe a través de su hermano Ignacio.

En setiembre se llegó a un acuerdo cuando Flores “remató el episodio con su jugada más

lograda”: renuncia a la Presidencia del República, la cual recae en Manuel Basilio

Bustamante, Presidente del Senado y leal amigo y partidario del Caudillo: en la práctica

significaba la continuación del florismo.

Mientras Flores de hecho permanecía en el poder, los doctores fusionistas de Montevideo,

lejos de pensar que todo estaba perdido, constituyeron en octubre de 1855, la “Unión

Liberal”. Con el antecedente inmediato del “Gran Partido Nacional”, influenciada por el

Manifiesto de Andrés Lamas e integrada entre otros por Bernardo Berro, José María Muñoz y

Jaime Estrázulas, la Unión Liberal buscaba “reunir en el supremo interés de la patria á todos

26 Dentro de las ideas que profesaba para acabar con el caudillismo, se encuentra el cambio de la estructura económica: “las bases del caudillismo estaban en la monoproducción ganadera y el régimen de explotación extensiva. Debía colonizarse la campaña, poblarla con extranjeros y promover el desarrollo agrícola” Conjuntamente señala como imprescindible la aplicación de un programa de reordenamiento financiero, reforma militar, amplia difusión de la instrucción pública, reorganización del poder judicial y afianzamiento de las libertades de comercio. 27 Barrán, José Pedro “Apogeo y Crisis…” Cit. Pág. 5128 Dueños transitoriamente del gobierno de Montevideo, los adherentes al programa de Lamas acordaron, el 29 de agosto, fundar un “Gran Partido Nacional”, de base doctoral y fusionista e integrado por varios ciudadanos antiguamente blancos y colorados.

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los orientales, trabajando en la extinción de los odios y prevenciones de partido, y

renunciando al efecto… a toda recriminación sobre el pasado que feneció en 1851…”29

Los Caudillos Manuel Oribe y Venancio Flores, responden al mes siguiente, sellando una

alianza exteriorizada en un manifiesto-programa conocido como “Pacto de la Unión” o

“Pacto de las Generales”. En él los caudillos también se comprometían a trabajar por la

extinción de los odios, sin embargo, no era este un programa de fusión sino de concordia para

realizar una obra de anhelo común: ni Flores ni Oribe pretendían la extinción de las viejas

divisas, sino que buscaban un acuerdo que permitiera consolidar la independencia y

reafirmar las instituciones.

El Pacto de la Unión, por la popularidad de los Caudillos y sobre todo por su contenido

“arrastró a la mayoría de los orientales”; a diferencia del programa fusionista y “doctoral”

de la Unión Liberal que carecía de raíces populares y que estaba ajeno a las posibilidades

prácticas de realización: el Pacto, significó el triunfo del caudillismo y la muerte de la “liga de

los doctores”: mientras los Caudillos se sentían los suficientemente consolidados para

designar un Presidente de la República; los conservadores ensayan una nueva revolución30

que, derrotada, terminó de hundir las aspiraciones de la Unión Liberal.

El 1° de marzo de 1856, Gabriel Antonio Pereira, “el candidato de los Caudillos”, asume la

Presidencia de la República. Bajo su mandato se producirá el más prolongado intento de

gobernar de acuerdo con las ideas de fusión y extinción de los partidos, ideas que además eran

defendidas por el propio presidente31 quien “no podía considerársele ni un hombre del

Cerrito ni de la Defensa, a pesar de haber actuado en ella… su partido era el país; su

programa la unión de los orientales…”32

Sin embargo, la realidad del país mostraba que los partidos se estaban reorganizando, y que

los conservadores no dudarían en derrocar al Presidente33. Pereira, para llevar adelante este

29 Diez de Medina, Álvaro. “El voto que el alma…” Cit. Pág. 145. 30 Los “doctores” se vieron frustrados por un acuerdo que un mes antes parecía impensable. Por ello, y dirigida nuevamente por José María Muñoz, la revolución estalló en Montevideo el 25 de noviembre de 1855. Si bien los insurrectos se apoderaron momentáneamente del “Fuerte”, edificio del Poder Ejecutivo, luego de algunas escaramuzas fueron controlados y vencidos, y el 29 de noviembre alrededor de 200 conservadores emigran hacia Buenos Aires. Barrán, José Pedro “Apogeo y Crisis…” Cit. Pág. 5631 En su programa anterior a su designación Pereira señalaba: “Colocado en esa altura, si el hombre privado conserva alguna simpatía por tal o cual partido, el jefe del estado… no tendrá más colores que los purísimos colores de la bandera de la patria (…) Mande quien mande, la mitad del pueblo oriental no puede conservar en eterna tutela a la otra mitad” Reyes Abadie, W. – Vázquez Romero, A. “Crónica General…” Cit. Pág. 22632 Pivel Devoto, Juan, E. “Historia de los Partidos…”Tomo II. Cit. Pág. 733 Los propósitos de fusionistas del presidente chocaron desde el inicio de su mandato con la actitud del Partido Conservador, situación que se agravó cuando el Gobierno intentó responsabilizarlos públicamente por los sucesos de noviembre de 1855. Mientras Pereira extremaba las presiones contra los conservadores, éstos radicalizaban sus protestas, al punto de preparar un levantamiento encabezado por César Díaz que, advertido por el gobierno (23 marzo de 1856), no se llegó a concretar, siendo desterrados los “cabecillas”.

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programa de unión de los orientales, debió “presidir con energía los acontecimientos e

imponer la concordia nacional en forma imperativa”. Flores y Oribe apoyaban al gobierno,

pero el extenso círculo que cada uno encabezaba, no se agrupaba en torno al Presidente, sino

ante cada General. Por lo tanto, Pereira debía “separarse” de los caudillos firmantes del pacto

que lo elevara a la presidencia y acercarse a la política de los doctores fusionistas, y así crear

su propio “centro de opinión” que funcionase como “sostén del gobierno”.

El choque con los Caudillos se hizo inevitable. Las relaciones con Flores se hicieron cada

vez más frías hasta que, en julio de 1856, el caudillo colorado, conocedor de la inestabilidad

que su figura podría causar al gobierno, emigró hacia Entre Ríos. Por su parte, la pugna con

Oribe tuvo lugar en noviembre de ese año, en oportunidad de las elecciones que debían

renovar un tercio de la Cámara de Senadores, y en las que el Caudillo deseaba interferir por

medio de sus candidatos. Luego de una hábil jugada del gobierno, creando un “Estado Mayor

colorado”34 en Montevideo y responsabilizando a Oribe por posibles disturbios, el caudillo

blanco también solicitó sus pasaportes para emigrar.

El año 1857 resulta crucial para comprender este período. La opinión pública se encontraba

notoriamente dividida. Un importante grupo de doctores, que vieron en la administración de

Pereira la forma de llevar a la práctica los postulados del Manifiesto de Lamas, acompañan al

Presidente (ya desvinculado de los caudillos) en la promoción de un activo fusionismo.

Sin embargo, no todos los doctores urbanos militaban en aquel círculo, ya que los

conservadores no se avenían a la prédica fusionista. Desde “El Nacional”, Juan C. Gómez

emprende una violenta campaña contra el fusionismo de Pereira35, al considerarlo contrario al

pensamiento liberal por permitir como único partido al oficial. Gómez pretendía restablecer el

“Partido de la Defensa”, y en tal sentido afirmaba que colorados y conservadores eran todo

uno: “colorados, se llamaban en la guerra; conservadores, en la paz”36. De esta manera

reivindicaba la unidad histórica del partido de la que formaban parte tanto la tradición

caudillista como la doctoral. Después de varias reuniones y debates, la activa militancia trajo

su consecuencia: en octubre de 1857 se crea el “Club de la Defensa”.37 34Tal es el caso de Anacleto Medina (Comandante de Armas), Manuel Freire (Segundo jefe de dicha Comandancia) y Francisco Tajes (Jefe de la Guardia Nacional de Extramuros) todos nombrados el día antes de los comicios y removidos poco después de los mismos. 35 Decía Gómez el 17 de setiembre de 1857 desde El Nacional”: “Los fusionistas son como aquellos angelotes de quienes dice Dante que ni fueron rebeldes a Dios, ni le fueron fieles, no cuidándose más que de si propios…” Pivel Devoto, Juan, E. “Historia de los Partidos…”Tomo II. Cit. Pág. 1836 ¿Olvidaba acaso los levantamientos conservadores de 1853 y 1855 que no tuvieron nada de pacíficos? Cabe recordar que el segundo fue contra el caudillo colorado Venancio Flores, lo que echaba por tierra la unidad “caudillista-doctoral” colorada. 37 Anteriormente, a instancia de Mate Magariños Cervantes, se intentó crear un grupo que, bajo la bandera de la Defensa, agrupara a blancos y colorados. No prosperó, ya que Juan Carlos Gómez, la consideraba una idea fusionista. De esas mismas reuniones surgió una Comisión para la reorganización del Partido Colorado, presidida por Joaquín Suárez. Las posteriores reuniones de este grupo finalizaron en la creación del Club de la Defensa. Reyes Abadie, W. – Vázquez Romero, A. “Crónica General…” Cit. Pág. 234

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Por su parte, los intentos de los doctores fusionistas por crear un Partido Nacional

concluyeron en la creación del “Club de la Unión” que, con su programa basado en las ideas

de Pereira, aparecía como el núcleo político oficial. Presidido por el Gral. Anacleto Medina

(viejo caudillo, indio y analfabeto), lo integraban tanto jóvenes que no habían militado en

ninguno de los partidos tradicionales, como antiguos blancos y colorados 38 que habían

abjurado de las divisas.

En este ambiente exaltado el choque resultaba inevitable. Mientras desde “El Nacional”

Juan C. Gómez ataca cada vez más duramente al Gobierno, la actitud de éste no contribuyó a

apaciguar los ánimos. Pereira, decidido a impedir toda propaganda “de cualquiera de los

antiguos partidos”, y con el temor de que se estuviera organizando un nuevo motín, prohíbe

una reunión que los conservadores realizarían en el Teatro de San Felipe el 1° de

noviembre39. Seguidamente, Juan C. Gómez es encarcelado y desterrado a Buenos Aires40.

Sin que fuera una sorpresa, las elecciones parlamentarias de noviembre resultaron un

rotundo triunfo oficial en todo el país, salvo en el Departamento de Minas, donde “…por la

acción del Jefe Político Departamental, el colorado Cnel. Brígido Silveira, resultarían

electos los conservadores Juan C. Gómez, José M. Muñoz y Pedro Bustamante”41 Pereira,

enterado de dicho resultado, destituyó a Silveira y ordenó que las elecciones en aquel lugar se

realizaran de nuevo. Esto precipitó una revolución que ya se venía gestando.

César Díaz, que se encontraba desterrado en Buenos Aires desde diciembre por intentar

sublevar un escuadrón de artillería, organiza y encabeza una revolución que, iniciada en

enero, y con apoyo del unitarismo porteño, intenta derrocar al Gobierno de Pereira. Luego de

fracasar en su intento de tomar Montevideo, los revolucionarios se dirigen hacia el interior,

donde carecían de apoyo caudillista, siendo derrotados finalmente el 28 de enero de 1858 por

Anacleto Medina en el Paso de Quinteros. El 2 de febrero Medina, obedeciendo órdenes

superiores, fusiló a los cabecillas del levantamiento, continuando los fusilamientos los días

posteriores, hecho conocido como “la hecatombe de Quinteros”.

Más allá de los debates acerca de este hecho42, cabe destacar que sus consecuencias fueron

inmensas: nuevamente habrá sangre que separa a los orientales. Pese a que la revolución 38 Por ejemplo Magariños y Palomeque, quienes desde “La Opinión Nacional” se oponían a la prédica de Juan C. Gómez. Aunque se declaraban ampliamente fusionistas, glorificaban y magnificaban a la Defensa. 39 Supuestamente la reunión del 1° de noviembre, tendría por objetivo finalizar “…la fogosa prédica periodística contra el acuerdo de revisión del Tratado de 1851 tanto como contra la Administración Pereira” Diez de Medina, Álvaro. “El voto que el alma…” Cit. Pág. 152. Sin embargo, es plausible suponer, como lo hace Pivel, que “El Partido Conservador frente a la intervención del Gobierno a favor de la política fusionista por él combatida, buscaba indudablemente promover la revolución antes de las elecciones de noviembre” Pivel Devoto, Juan, E. “Historia de los Partidos…”Tomo II. Cit. Pág. 27 40 Posteriormente, el desencuentro se hará aún más grande, ya que los ostentosos honores dispuestos por la Administración para el entierro de Manuel Oribe (fallecido el 13 de ese mes), llevaron a que la oposición “confirmara” el carácter “oribista” del Gobierno. 41 Diez de Medina, Álvaro. “El voto que el alma…” Cit. Pág. 153.

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conservadora encabezada por César Díaz no fue apoyada por muchos “colorados” de nota, el

Partido considerará a Quinteros como su propio martirologio. Las culpas del sangriento

episodio recayeron sobre el Partido Blanco, sin embargo, la revolución no había sido contra

este partido, sino contra el fusionista “Partido Nacional”, que también había desplazado del

escenario a los “blancos”.

Con los conservadores derrotados en plano militar y los blancos oribistas con su líder

muerto, Pereira pudo continuar y concluir su mandato casi sin oposición.

42 Basándose en cartas de César Díaz a su esposa, los colorados parecen demostrar que existió una capitulación formal por parte de los revolucionarios, por el cual los generales gubernistas prometieron respetar la vida de los insurrectos. Sin embargo, por desconocimiento de los partes de Medina que señalaban dicha capitulación, el Gobierno establece que los revolucionarios “reos de lesa patria”, debían “ser pasados por las armas”. Al conocerse en Montevideo la noticia de la rendición, Antonio de las Carreras, Ministro de Gobierno, envía una nota a Medina, firmada también por el Presidente, comunicando que se suspendan los fusilamientos. Pero el Ministro de Guerra, Andrés Gómez, se hizo eco de las resistencias que esta decisión causó en la capital y el mismo día envía otra nota a Medina exhortándolo a que proceda a la ejecución, “sea cual sea la forma en que cayeron los rebeldes”. Se desconoce si la nota del Ministro de Guerra correspondía a una nueva determinación del gobierno o si era una media “personal” de Andrés Gómez, desconocida por Pereira y su Ministro de Gobierno. Según éste último, “la orden de suspensión llegó tarde” Pivel Devoto, Juan, E. “Historia de los Partidos…”Tomo II. Cit. Pág. 37 a 44.

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La Presidencia de Berro y la Revolución de FloresLa Presidencia de Berro y la Revolución de Flores

El 1° marzo de 1860 asume la Presidencia de la República “el demócrata liberal y de más

elevado puritanismo que haya tenido el país”: Bernardo Prudencio Berro, quien completará

su mandato exactamente cuatro años después. Si tenemos en cuenta que el Gral. Venancio

Flores se alzó en armas contra éste gobierno, apreciaremos la necesidad de analizar la

situación del Uruguay de entonces.

Las ideas de Berro y la realidad

Pese a haber militado en el campo del Cerrito, Berro era un declarado enemigo de las

divisas tradicionales, del caudillismo y sobre todo de las guerras civiles por ellos

engendrados. Con una “exagerada fe en la virtud transmutadora del respeto a la ley…”43

creyó posible anular a ambos haciéndola efectiva, es decir colocándola por encima de la

voluntad del hombre44. Pero para que la Constitución y las leyes funcionen correctamente, la

creación de “hábitos republicanos” por medio de la acción republicana aparece como

condición indispensable. Se debía comenzar por el propio Poder Ejecutivo, el cual no debía

intervenir en las elecciones, para que las mismas fueran la expresión fiel de la voluntad

popular y no, como tradicionalmente sucedía, expresión de la voluntad del gobierno. Esto

también brindaría la posibilidad de “atraer” al pueblo a la participación político-democrática.

Relacionado con lo antedicho, era manifiesta la preocupación del presidente por “Educar al

pueblo”, lo cual sería una forma de lograr el progreso político de la nación, ya que la

educación terminaría con la ignorancia que hacía imposible la vida republicana.

Con una clara visión “doctoral” aunque sin despreciar al medio rural, Berro consideraba

que la eliminación del caudillismo era otra condición imprescindible para “hacer efectiva la

ley” y sobre todo para lograr el tan ansiado orden en el país. Fiel a sus ideas, intentó hacerlo

por medios legales. Como forma de descentralizar un poder que tradicionalmente

monopolizaba el caudillo local, adicto al partido de gobierno, decretó la separación de las

Jefaturas Políticas de las Comandancias Militares de cada departamento. Partiendo de la

misma base, al designar sus Jefes Políticos, prescindió de los caudillos locales llevando a

dichos cargos a civiles, los cuales, en la práctica, se debieron enfrentar al caudillo local,

ahora, sin el poder efectivo de la Comandancia Militar.

43 Real de Azúa, Carlos “El Centenario de Berro y Flores. El día de los cuchillo largos” En “Historia y Política del Uruguay” Cal y Canto. Montevideo, 1997. Pág. 15344 Según el propio Berro “…se había querido corregir siempre la ley por el hombre y no el hombre por la ley. De ahí, han salido nuestros Caudillos y nuestros demagogos, nuestros partidos personales y nuestras facciones sangrientas” Pivel Devoto, Juan, E. “Historia de los Partidos…”Tomo II. Cit. Pág. 54

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También pensando en la pacificación del país, se tornaba necesario lograr que el grupo

dirigente del Partido Colorado que se encontraba exiliado en Buenos Aires (varios alistados

en el ejército unitario) regresara a nuestro país. Esto sólo sucedería con la aprobación de una

amplia ley de amnistía, que no sólo les permitiese el regreso, sino también usufructuar sus

bienes (confiscados bajo el gobierno de Pereira) y reincorporarse al ejército.

Los debates parlamentarios sobre este tema fueron arduos y prolongados. En un primer

momento fue aprobada una ley de amnistía45 que no reincorporaba al ejército a los emigrados.

El 29 de setiembre de 1862, cuando ya sonaba con fuerza los rumores sobre una próxima

invasión de Flores, aquella ley fue ampliada mediante un decreto por el cual se

reincorporaban al estado mayor pasivo los jefes y oficiales dados de baja por razones políticas

en 1857 y 1858.

Con respecto a los partidos políticos, creía Berro que éstos ataban al ciudadano a una

personalidad y a un programa fijo, por lo que no deberían ser organizaciones permanentes46.

Por ello, buscaba la extinción de nuestros partidos tradicionales. Partiendo de esta base, no

sólo elige a sus ministros de acuerdo con criterios personales, seleccionando los mejores

hombres donde los hubiera, sino que también decretó, en julio de 1860, la prohibición de

circular públicamente llevando alguna de las viejas divisas47. Esta última medida nos muestra

que el panorama político de entonces se alejaba cada vez más de los ideales fusionistas, ya

que los partidos tradicionales, lejos de extinguirse continuaban su senda de reorganización.

El Partido Colorado, había comenzado su tarea de restauración, a través de Mateo, Luis y

Alejandro Magariños Cervantes, quienes desde “El Pueblo” combatían -inteligentemente y

adecuadamente- la política de fusión y proclamaban la necesidad de los partidos en

coexistencia libre y legal, mientras que los antiguos blancos, todavía fieles al fusionismo, se

encontraban divididos en dos tendencias claramente definidas. Por un lado, los que

sustentaban el principio de una fusión impuesta “desde arriba” por la acción oficial, se

coaligaban en el club “Independencia y Constitución”48; mientras que los ciudadanos “sin

partido”, reunidos sólo para votar, se agrupaban en el club “Libertad” representando la

45 Apenas comenzada su gestión, Berro envió al parlamento un proyecto de amnistía amplia, similar a la del decreto de 1862, el que fue aprobado por el parlamento en julio de 1861 luego de una notable modificación “Quedan amnistiados todos los ciudadanos que han tomado parte en las conmociones políticas que agitaron al país en años anteriores”. 46 Los partidos políticos deberían ser como entidades transitorias, llamadas a servir un fin determinado, logrado el cual no tendrían razón de ser. Pivel Devoto, Juan, E. “Historia de los Partidos…”Tomo II. Cit. Pág. 54. Estas ideas ya habían sido manifestadas por Berro en oportunidad de la organización del Partido Blanco Constitucional, en 1854.47 Señalaba dicho decreto que quien exhibiera públicamente alguna de las viejas divisas “sería considerado como un perturbador del sosiego público, puesto inmediatamente en prisión y sometido a los jueces competentes. -y agregaba- El hecho de que esa excitación a la anarquía se haga por la prensa, lejos de debilitar la gravedad del delito, lo aumenta” Reyes Abadie, W. – Vázquez Romero, A. “Crónica General…” Cit. Pág. 250. 48 Este grupo, que asumía las responsabilidades de “Quinteros” era dirigido por Gabriel Pereira, Antonio de las Carreras, Cándido Joanicó, José Brito del Pino y Anacleto Medina.

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tendencia oficialista que, por su derrota en las elecciones legislativas (noviembre de 1860)

demostró la pureza de unos comicios en los que el Poder Ejecutivo no injirió49.

Fue durante 1862 cuando la restauración partidista llegó a su paroxismo, mediante

acciones individuales de sus integrantes, sin cohesión y sin definir un programa. En esta

restauración, jugará “…un importante papel la llamada generación liberal colorada de 1858

–adelantada del principismo- que tuvo por vocero”El Siglo”, dirigido por José Pedro

Ramírez… (Estos) aceptaban los partidos a los que querían dotar de ideas, de doctrina, de

elementos racionales y lógicos, abominaban, como sus predecesores, al caudillo”50 En

consecuencia, al iniciarse la “Cruzada Libertadora”, no se solidarizaran con Venancio Flores.

Por su parte, las ideas anticaudillistas de Berro aumentaban la mencionada división del

Partido Blanco, llegando incluso a que un grupo importante de éste se colocara en abierta

oposición al Presidente. El “Club Liberal”, instalado en abril de 1863 e influenciado por la

actividad del caudillo Bernardino Olid51, sería la base del grupo disidente del Partido Blanco:

los llamados “amapolas”, mayoritario en las cámaras, eran de tendencia moderada y

confraternizaban con el caudillismo, al que consideraban como una imposición de la realidad.

El grupo más próximo a las ideas anticaudillistas de Berro, fue llamado “vicentinos”,

representantes de la tendencia principista.

Las profundas divisiones entre estas dos tendencias, encontrarán su cenit, luego de iniciada

la revolución de Flores, en el alzamiento de Bernardino Olid contra el Poder Ejecutivo, el cual

demostró lo álgido de la disputa entre ambas tendencias por la sustitución Berro, la cual, al

suspenderse las elecciones por los conflictos generados por dicha revolución, debería recaer

en Vicente Vásquez, Senador amapola. Pero el Presidente, “resolvió el conflicto de forma

violenta”, destituyendo a Olid y mandando a arrestar a Vázquez y a otros senadores amapolas

acusados de promover la insurrección. Finalmente, la primera magistratura recayó en

Atanasio Cruz Aguirre, quien comenzará su mandato el 1º de marzo de 1864,

Como podemos apreciar, cuando el Gral. Flores inició su revolución -19 de abril de 1863-,

los partidos se encontraban reconstituidos en medio de una situación política que ya se

presentaba complicada para el Presidente. La oposición no sólo provenía de la tendencia

doctoral del Partido Colorado (antiguos conservadores y jóvenes principistas), sino también

49 Diez de Medina, Álvaro. “El voto que el alma…” Cit. Pág. 15750 Ramírez, desde “El Siglo” definía así a los caudillos: “Funesta figura que cuanto más se aleja de la época gloriosa que lo engendró aparece más siniestra y oscura; degeneración pútrida de los héroes de la libertad que no ha hecho más que engendrar el despotismo” Citado en Bruschera, Oscar, W. “Divisas y Partidos” Cit. Pág. 133. 51 El Coronel Olid, jefe de la Guardia Nacional de Minas, a comienzos de 1863 se trasladó a Montevideo sin licencia, con el propósito de reorganizar el Partido Blanco junto a varios caudillos de renombre. Berro, considerando la actitud de Olid como una amenaza a su programa principista, lo obligó a regresar a su departamento Pivel Devoto, Juan, E. “Historia de los Partidos…”Tomo II. Pág. 74

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de la tendencia amapola del antiguo Partido Blanco, la cual obviamente no apoyó la

revolución, pero que con su actitud no ayudó a detenerla. Así pues, Venancio Flores,

representante de la tendencia caudillista de los colorados, se alzó contra un Gobierno que

carecía de una base política homogénea que le hiciera frente.

Pero las complicaciones políticas en vísperas de dicha revolución no se reducían a la

amplia oposición hacia el presidente. Los conflictos con la Iglesia Católica52 no sólo inician el

proceso de secularización del Estado, sino que también repercuten políticamente de forma

inmediata, debilitando las fuerzas políticas que apoyaban a Berro y, como veremos, tiñendo

de cierto barniz religioso a la invasión de Flores.

La Revolución de Flores

Desde 1862, los rumores sobre una próxima invasión de Flores se fueron convirtiendo en

una convicción. Mientras en nuestro país funcionan varios comités de apoyo a la revolución,

en la Argentina los preparativos se realizan “a plena luz del día”, y, como alertara el

presidente paraguayo53, con la connivencia del gobierno unitario. Finalmente, el 19 de abril de

1863, aquellas convicciones se hicieron reales. A los 38 años exactos del desembarco de los

“Treinta y Tres” y muy cerca de dónde aquellos lo hicieron, el Gral. Venancio Flores y tres

acompañantes, irrumpen en suelo oriental.

Las banderas esgrimidas por Flores no generaron una inmediata aceptación popular54. En

primer lugar, procurando identificar su revuelta con “la reivindicación de los derechos

agraviados a la Iglesia”, los revolucionarios la autodenominan “cruzada” y enarbolan

banderolas con una cruz roja. Así mismo, en su proclama del 20 de abril, Flores aducía que

llegaba al país para “…liberar a nuestros compatriotas de los vejámenes que sufren.”. Decía

también que la insurrección era contra el “…gobierno de los déspotas que vencidos siempre

52 El primer enfrentamiento tuvo lugar en abril de 1861, cuando el sacerdote de San José le niega sepultura en el cementerio local al masón alemán Enrique Jacobsen. Finalmente, luego de varios incidentes y pese a la negativa de Monseñor Jacinto Vera, Vicario Apostólico de Montevideo, Jacobsen fue enterrado en el Cementerio Central de la capital. El gobierno decidió entonces decretar la secularización de los cementerios, los cuales fueron sujetados a la autoridad municipal. En setiembre de ese año ocurrió el segundo conflicto, cuando Vera destituyó al cura de la Matriz, Juan José Brid, el sacerdote masón (y Senador de la República) que había autorizado el entierro de Jacobsen. El gobierno presionó, conforme a sus derechos de patronato, para que se restituyese a Brid, lo que generó la inmediata reacción de Vera, quien no sólo se negaba a la reposición de Brid, sino fundamentalmente a la intervención del Estado en asuntos eclesiásticos. El conflicto llegó a su cenit al mes siguiente, cuando se decretó la acefalía de la Iglesia Nacional y se ordenó el destierro de Vera. Berro fue excomulgado. Barrán, José Pedro. “Apogeo y Crisis…” Cit. Pág. 82-8353 En marzo de 1862, Carlos Antonio López, a través de Juan José de Herrera (encargado oriental de negocios en Asunción), alertó efusivamente sobre el “peligro” que significaba Mitre y se estrecha relación con Flores y que “no les creyera nada… porque los anarquistas dicen una cosa y hacen otra” Finalizaba diciendo que”Flores ha de ir al Estado Oriental, día más, día menos, y sin decir ¡allá voy!” Reyes Abadie, W. – Vázquez Romero, A. “Crónica General…” Cit. Pág. 256.54 “¿Cuál podía ser el programa de la invasión contra un gobierno que respetaba todos los derechos, que impulsaba vigorosamente el desarrollo de todas las fuentes de la producción nacional, y que administraba los caudales públicos con una escrupulosidad jamás igualada? Acevedo, Eduardo ”Anales Históricos del Uruguay” Tomo II. Montevideo, 1933. Citado por Castellanos, Alfredo, R. “Leandro Gómez. Independencia o Muerte” Marcha, Nº 61, Mayo de 1972. Pág. 5

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han aplaudido y continuado los escándalos originados en la bárbara hecatombe de

Quinteros.”55.

Aunque, como se ha señalado, la “víctima” de Quinteros no fue el Partido Colorado ni el

“victimario” el Partido Blanco, y aunque Berro nada tuviera que ver en aquel nefasto

acontecimiento (muchos de los responsables se encontraban en la oposición), Flores

demostrando mayor realismo que el programa presidencial, no dudaba de la existencia de los

partidos tradicionales. Vengando a “sus mártires”, el Caudillo buscaba reunificar su partido.

Pero para lograrlo, el elemento doctoral de los colorados debería apoyar su revolución,

objetivo que no fue alcanzado de inmediato ya que, por tradicional oposición, el sector

doctoral del Partido Colorado no se sentía atraído hacia el Caudillo56. Sin embargo, a medida

que la revolución fue avanzando (victoria tras victoria) los “colorados cultos” tendieron a

unificarse en torno a Flores, reconstituyéndose así el Partido Colorado.

El motivo más “convincente” que podía llegar a “justificar” la insurrección, se relacionaba

con el regreso a nuestro país de los orientales emigrados, los que, encabezados por Flores no

se satisfacían con la amnistía del 29 de setiembre de 186257, ya que pretendían incorporarse al

ejército en su estado mayor activo y sin solicitudes especiales, así como cobrar “sueldos

atrasados”.

La “orientalización de nuestros destinos” y la injerencia de los países vecinos

Al poco tiempo de su desembarco, Flores logró agrupar un ejército de 3.000 hombres que,

al contar con una poderosa caballería, le permitió obtener sendos triunfos sobre unas fuerzas

gubernamentales de 10.000 efectivos. Pero lo que más inclinó la balanza a favor de Flores fue

que contó con la abierta complicidad de Bartolomé Mitre y de los ganaderos riograndenses y,

por último, con el apoyo del Imperio del Brasil. Volviendo al gobierno de Berro, intentaremos

explicar esta nueva intervención argentina y brasilera.

Al decir de Pivel Devoto, “La injerencia de un país americano en los asuntos internos del

otro, fue el hecho normal en la existencia política de estos pueblos”58. Y en nuestro país, esta

55 Citado en Castellanos, Alfredo, R. “Leandro Gómez…” Cit. Pág. 656 En 1864 señalaba José Pedro Ramírez “La revolución que llevó a Flores al Estado Oriental…, no fue autorizada ni aprobada por muchos hombres del >Partido Colorado, entre los cuales quiero y debo incluirme” De la misma forma, los “viejos” colorados conservadores (que se habían alzado contra Flores en 1855), condenaron el alzamiento. 57 El 12 de diciembre de 1862, y en uno de los varios contactos del gobierno oriental con Flores, éste señaló a Florentino Castellanos que “La amnistía no alcanzaba”. Lo que Flores solicitaba de acuerdo con Mitre “era la libre participación en la cosa pública, y tal aspiración sólo podía satisfacerse con un acuerdo político en regla” el cual aparecía como difícil si tenemos en cuenta que para Flores, “estaba Quinteros de por medio”. Lockhart, Washington. “Venancio Flores, un caudillo trágico” Banda Oriental. Montevideo, 1998 Pág. 5258 Pivel Devoto, Juan, E. “Historia de los Partidos…” Cit. Tomo II. Pág. 76.

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situación se hizo evidente desde su nacimiento a la vida independiente, no cesando luego de la

Guerra Grande, donde incluso se entremezclaron los intereses de dos naciones europeas.

Consciente de los riesgos de una nacionalidad débil, ante la voracidad brasilera y los

intereses argentinos y, como veremos, atendiendo el reclamo de la fracción oriental de las

clases altas del medio rural y urbano, el presidente Berro construye una nueva imagen

nacional basada en lo que él denominó “la nacionalización de nuestros destinos”. Para ello se

debía mantener neutralidad en los conflictos de la Argentina y fortalecer en lo interno las

fuerzas de la orientalidad, recuperando el territorio fronterizo que el Brasil, a través de sus

hacendados, dominaba de hecho. Comencemos por el primer aspecto.

La Confederación Argentina y Buenos Aires, organizados como Estados distintos desde

1854, cada uno con su propia Constitución, inician su contienda armada en 1859, la cual

finalizó en 1861 en los campos de Pavón, donde las fuerzas de Buenos Aires resultaron

victoriosas. Luego de ello, Bartolomé Mitre pasó a ocupar la Presidencia de la República.

Aunque su pasado y las conveniencias de su grupo político lo ligaban a Urquiza, (máximo

dirigente de la Confederación) Berro mantuvo la más estricta neutralidad en este conflicto,

actitud con la que pretendía evitar que nuestros bandos se volvieran a “internacionalizar” y

que con ello se desdibuje la nacionalidad. La neutralidad en el conflicto argentino -creía el

Presidente- sería la mejor salvaguardia de la unidad oriental. Sin embargo, los partidos de

ambas márgenes del Río de la Plata estaban ligados íntimamente desde hacía más de treinta

años y aunque el propio Mitre reconociera y “agradeciera” dicha neutralidad59, veremos que

en realidad los partidos nunca habían dejado de estar “internacionalizados”.

A fines de 1861 la prensa unitaria de Buenos Aires expresaba así dicha situación: “… en el

Estado oriental están en pié los dos partidos que luchan desde mucho tiempo atrás… (estos

partidos) son los mismos que han existido en la República Argentina: el Partido Blanco, que

es el mismo Partido federal con su misma bandera, sus mismas tendencias, sus mismos

crímenes y sus mismas infamias (…) El Partido colorado, que es el Partido Unitario, con sus

mismos principios y sus mismas tradiciones gloriosas…60

Desde antes de la “Guerra contra Rosas”, el unitarismo porteño había encontrado en los

colorados, y sobre todo en su sector doctoral, un fiel aliado político y militar contra el

federalismo rosista y sus aliados, los blancos orientales. Por lo tanto, si Mitre pretendía aislar

59 Decía Mitre al cónsul oriental en la Argentina el 13 de marzo de 1862: “La nueva política iniciada por el Sr. Presidente Berro, y la estricta neutralidad que con tanta lealtad ha guardado ponen al Gobierno Oriental una corona que sus mismos enemigos políticos no podrán marchitar” Pivel Devoto, Juan, E. “Historia de los Partidos…”Tomo II. Pág. 78.60 “La Tribuna”, de Buenos Aires. Citado por Castellanos, Alfredo, R. “Leandro Gómez…” Cit. Pág.. 7-8

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y derrotar totalmente a los federales, un gobierno oriental dominado por los antiguos blancos

oribistas, no ofrecería las mismas garantías que uno encabezado por los colorados. Más aún

cuando aparecía como muy probable un triunfo amapola en las elecciones que se debían

realizar en noviembre de 1863, lo cual podría “alentar las esperanzas de revancha del

federalismo por quien aquellos confesaban una abierta simpatía”61. Para el unitarismo

porteño resultaba vital impedir este triunfo.

Pero no debemos olvidar que es probable que Mitre abrigara otras expectativas con

respecto a nuestro país. En momentos en los que las nacionalidades platenses aun no se

consolidaban, la reconstrucción del Virreinato del río de la Plata, o al menos de las Provincias

Unidas “…formaba parte de los sueños más o menos utópicos de algunos unitarios de la

época…”62, como lo habían sido anteriormente del federalismo de Rosas.

Conjuntamente, la internacionalización de los partidos se manifestaba no sólo desde el

punto de vista ideológico, sino también a través de los lazos personales que unían a los jefes

de los diferentes bandos de ambas márgenes del Plata. Si bien luego de la Guerra Grande fue

evidente la alianza del unitarismo porteño con los colorados conservadores63, el Gral.

Venancio Flores, representante de la facción caudillista del mismo partido, estuvo entre 1859

y 1861 al servicio del Gobierno de Buenos Aires en su lucha contra la Confederación. En este

conflicto, al que se sumó para “…defender los mismos principios que se sostuvieran en la

Defensa de Montevideo”64, el caudillo oriental tuvo una destacadísima participación,

estrechando aún más sus lazos con el mitrismo.

En estos años fue constante la insistencia del caudillo oriental por llevar la guerra al Entre

Ríos de Urquiza, lo cual le abriría la posibilidad de “venir por la revancha a nuestro país”.

Desestimada esta posibilidad por el propio Mitre, poco después de Pavón, Flores recuerda al

jefe porteño: “No olvide a los orientales que proscriptos de su patria desean volver a ella,

dándoles participación en los destinos públicos”. La respuesta de Mitre fue igual de clara:

“Nada más natural que usted, en representación de los orientales que nos han ayudado ha

alcanzar en triunfo, me recuerde que no olvide a los proscriptos… “. Lockhart afirma que

“Flores fue, en primer lugar, un hombre de relaciones directas (…) Su colaboración con

Mitre -agrega- fue… (en buena medida) consecuencia de su propósito de conseguir fuera del

61 Castellanos, Alfredo, R. “Leandro Gómez…” Cit. Pág. 1162 Îbidem. Pág. 863 Cabe destacar como ejemplo que Juan Carlos Gómez había militado en filas unitarias, constituyéndose, desde sus columnas en “La Tribuna” de Buenos Aires, como factor relevante del triunfo de Alsina como gobernador de aquel Estado. Así mismo, fue notorio el apoyo bonaerense a la revolución conservadora encabezada por César Días que concluyera trágicamente en Paso Quinteros. 64 Lockhart, Washington. “Venancio Flores, un caudillo trágico” Banda Oriental. Montevideo, 1998 Pág. 48

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país un apoyo que le permitiera volver a ser, dentro del país, el centro de la situación y el

guía y reivindicador del círculo de sus partidarios…”65

Más allá de que antes y después de iniciada la revolución Mitre desmintiera al gobierno

oriental su apoyo al grupo encabezado por Flores66, si tenemos en cuenta que los

revolucionarios se embarcaron hacia nuestro país en un vapor de guerra argentino, y que

luego de iniciada la revolución era permanente el pasaje de hombres y de armas desde allí, es

evidente que, si la apreciación de Lockhart es acertada, Flores obtuvo de Mitre lo que buscó.

Y cuando Berro intentó cortar con un apoyo que ya era evidente, las -ya alteradas- relaciones

entre ambos gobiernos estuvieron a punto de quebrarse67.

Con respecto al Brasil, debemos comenzar señalando la importancia de sus súbditos en

nuestro país. De la población oriental, que en 1860 ascendía 221.000 habitantes, se calcula

que el 35% era de origen extranjero. Entre éstos destacaban los brasileros que constituían

entre 10 y 15% del total de los habitantes del país. Muchos eran grandes estancieros

(propietarios del 30 % de la tierra oriental) que, por lo general, ubicaban sus propiedades en la

zona fronteriza con su país de origen (al norte del río Negro). Esas tierras, de hecho, eran

dominadas por Brasil: era común que ante una medida gubernamental que lesionara sus

intereses, se inclinaran a solicitar auxilio de las autoridades imperiales.

Para nuestro gobierno se tornaba imprescindible nacionalizar la frontera, y con ese fin

fueron adoptadas varias medidas, dentro de la que destaca el plan de colonización presentado

por Berro en 1862, que no prosperó porque “los medios de sus propósitos (eran)

patéticamente inadecuados”68. Conjuntamente se buscó eliminar la esclavitud velada en que

algunos hacendados brasileros mantenían a sus trabajadores, haciendo respetar la ley nacional

por la que se había abolido la esclavitud. Defendiendo a los estancieros orientales que se

enfrentaban a la escasez de una mano de obra “cara” (a diferencia de la de los brasileros que

65 Lockhart, Washington. “Venancio Flores…” Cit. Pág. 5266 A sabiendas de los preparativos bélicos de Flores, antes de producida la invasión, Berro, en más de una oportunidad buscó dialogar directamente con el gobierno porteño, el cual no sólo negaba haber contraído algún compromiso con Flores y su grupo, sino que además “tranquilizaba” al gobierno oriental, argumentando que dichos preparativos se debían a la guerra en La Rioja contra el caudillo federal “Chacho” Peñaloza. Reyes Abadie, W. – Vázquez Romero, A. “Crónica…” Cit. Pág. 256. A poco de iniciada la revolución, Andrés Lamas fue enviado a la Argentina, para protestar contra el supuesto apoyo que Mitre brindaba a Flores. El mandatario argentino, continuó negando toda complicidad con los orientales insurrectos.67 El 31 de mayo de 1863, el navío oriental “Villa del Salto”, detuvo a un vapor mercante argentino que conducía armas para la evolución. Ante la protesta argentina, el gobierno oriental se manifestó dispuesto al arbitraje de cualquier nación amiga. Sin embargo, el gobierno argentino envió un ultimátum, exigiendo condenar dicha detención, enjuiciar al comandante del navío oriental, entregar los pertrechos confiscados y saludar con 21 cañonazos al pabellón argentino. Finalmente, luego de que un barco de guerra argentino apresara al “Gral. Artigas”, navío de guerra oriental que se encontraba en aguas jurisdiccionales de nuestro país, Berro debió ceder. 68 Real de Azúa, Carlos “El Centenario de Berro y Flores…” Cit. Pág. 153. Lo que se pretendía era fundar pueblos procediéndose a repartir las escasa tierras fiscales existentes para formar villas y chacras” Al no disponer de los medios necesarios, sólo se logró fundar la Villa Cevallos (actual ciudad Rivera), “escudo protector contra la penetración imperial y centro difusor del idioma y las costumbres orientales” Barrán, José Pedro. “Apogeo y Crisis…” Cit. Pág. 77

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era barata y estable) e inspirado por “ideas humanitarias”, decretó en noviembre de 1861, que

los contratos entre patrones y peones no podían exceder los seis años, y que los peones

llegados al Uruguay debían presentarse a los jefes políticos con sus respectivas “cartas de

libertad” y ser informados acerca de la abolición de la esclavitud.

Las apremiantes necesidades fiscales del Estado llevaron a que se resuelva elevar la

Contribución Directa que pagaban tierras y ganados, lo cual afectaría también a los

propietarios brasileros. Estas penurias económicas, junto con la presión de los saladeristas

orientales, determinaron también otra medida que habría de herir los intereses de los

poderosos hacendados y saladeristas riograndenses: la no renovación del tratado de comercio

y navegación de 1851, por el cual los ganados arreados por la frontera no pagaban tributos69.

No es difícil apreciar entonces que los grandes estancieros y saladeristas de Río Grande

afectados por éstas medidas, no vieran con buenos ojos a la Administración de Berro. Por su

parte, las autoridades imperiales debían satisfacer sus intereses, no sólo por su importancia

económica, sino fundamentalmente para evitar una nueva revolución encabezada por estos,

como la de los “farrapos” de 1835.

Pero a lo antedicho debemos sumarle el “constante afán expansionista del Brasil”. Si los

tratados de 1851 habían establecido una especie de “tutela” política de Brasil sobre el

Uruguay, los hechos habían demostrado que el intervensionismo sería una constante como

parte de la “política hegemónica” del Imperio, después de la caída de Juan Manuel de Rosas70.

Cuando en 1860 se formó el gabinete dos velhos (de los “viejos”), encabezado por el hábil

marqués de Olinda y con el marqués de Abrantes en la cartera de Negocios Extranjeros, el

proyecto hegemónico permanecía intacto. Abrantes “No había enfriado su sueño de

reincorporar la Cisplatina, borrando la derrota de Ituzaingó”71 Además se debe tener en

cuenta que Brasil, como parte de ese proyecto hegemónico, venía preparando su campaña

sobre el Paraguay, para lo cual necesitaban un gobierno “aliado” en el Uruguay que le

permitiera utilizar sus puertos y abastecer a sus tropas.

Lesionando los intereses de los súbditos brasileros en nuestro país, y acercándose cada vez

más al gobierno del Paraguay (buscando el “equilibrio platense”), la administración de Berro

69 Berro pretendía, no sólo obtener recursos para el Estado (cobrando tributos a dicho ganado), sino también proteger a nuestros saladeristas de la desleal competencia a la que se enfrentaban, ya que, con nuestras reses (de mejor calidad que las locales) y al trabajar con esclavos, los saladeros de Río Grande producían un tasajo más barato que el oriental.70 Según José María Rosa, el arquitecto de este proyecto hegemónico brasileño había sido Honorio Hermeto Carneiro Leâo, jefe del gabinete “saquarema” o conservador, quien “envuelve al Uruguay en sus redes diplomáticas”: en el levantamiento conservador de 1853, el Brasil no sólo no auxilió al gobierno legal de Giró sino que anteriormente había ofrecido su ayuda para derrocarlo; posteriormente, su ejército ocupó el territorio oriental entre 1854 y 1855 y su diplomacia apoyó el motín doctoral que derribó a Flores. Rosa, José María. “La Guerra del Paraguay y las Montoneras Argentinas” Hyspamérica, Buenos Aires, 1986, Pág. 21-2271 Íbidem.. Pág. 24.

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y luego la de Aguirre, estaban ofreciendo excusas y motivos para una nueva intervención

imperial. Pero antes de que esta se consumara, y poco después de iniciada la revolución de

Flores, al apoyo de los estancieros de Río Grande a la revolución de Flores se hizo evidente,

no sólo a través del envío de hombres y armas, sino directamente con la invasión del coronel

Fidelis, en julio de 1863.

Oficialmente las reclamaciones continuaban siendo por vía diplomática72. En mayo de

1864, el gobierno Imperial envía a su Ministro Plenipotenciario, José A. Saraiva, quien

portaba instrucciones terminantes frente a los “abusos cometidos contra la vida y la propiedad

de los brasileños en suelo oriental”. Sintéticamente, se exigía indemnizar a sus estancieros por

los daños causados por las guerras civiles; liberar a aquellos brasileros obligados al servicio

militar; y castigar a los funcionarios orientales que habían “abusado de su autoridad”. Juan

José de Herrera, Ministro oriental de relaciones Exteriores, rebatió inteligentemente las 63

reclamaciones. Sin embargo, como veremos más adelante, en poco tiempo se pasará de los

reclamos a los hechos.

72 Ya en junio de 1861 Abrantes había enviado a Berro una nota exigiendo inmediatas reparaciones “por los repetidos ultrajes” y reclamando “por la violación de derechos y bienes de los súbditos brasileños residentes en el Estado Oriental”.

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Las mediaciones de paz de junio de 1864Las mediaciones de paz de junio de 1864

Poco después que Saraiva presentara sus reclamaciones ante el gobierno oriental, Edward

Thornton, Representante británico en Buenos Aires, conocedor de los resultados de aquella

negociación, se traslada a Montevideo junto a Andrés Lamas y Rufino Elizalde, Ministro de

Relaciones Exteriores argentino, con el fin de “lograr la paz interna poniendo término a la

guerra civil”. Éstos iniciarán la mediación acompañados por Saraiva quien, como sabemos, ya

se encontraba en Montevideo.

El 10 de junio de 1864, y luego de varias reuniones entre los citados diplomáticos y el

ministro oriental de Relaciones Exteriores, Juan José de Herrera, el Gobierno de Aguirre dictó

un decreto que comprendía las aspiraciones que, hasta ese momento, Flores había

manifestado:

Se fijaba “Amnistía plena y sin restricción a todos los que se encuentran en armas contra

la autoridad del Gobierno, o que se hayan comprometido por asuntos políticos, dentro o

fuera del país contra el mismo Gobierno”; y restablecimiento de los grados que tenían los

militares “…por el sólo acto de deponer las armas”. El gobierno se comprometía también a

adoptar las medidas más eficaces para garantir el pleno goce de los derechos civiles y

políticos de todos los ciudadanos, luego de “Efectuado el desarme de las fuerzas…” Se

garantizaba que “…restablecida la tranquilidad en los espíritus y la paz en todo el territorio

de la República…” se realizarían elecciones legislativas, de las cuales posteriormente se

habría de designar al próximo Presidente de la República. Mientras se realice la mediación y

por el plazo que el gobierno señale, cesará “…toda operación de guerra agresiva, para evitar

por este medio, si es posible, el doloroso sacrificio de una sola gota más de sangre…”

Los representantes del gobierno oriental encargados de “…trasladarse al campo de Don

Venancio flores, con el objeto (de) explicar a él y a los que lo acompañan en armas contra la

autoridad…” el mencionado decreto, serían Florentino Castellanos, destacado jurista y

abogado de varias empresas británicas, y Andrés Lamas, la gran figura de la diplomacia

oriental cuya participación en la mediación fue solicitada por el propio Thornton.

El 18 de junio, en las Puntas del Rosario y sin la participación de Lamas y Castellanos73,

los mediadores extranjeros iniciaron conversaciones con el Gral. Flores, en las cuales dictaron

un pliego para contrastar con las bases propuestas por el gobierno y que –ad referéndum-

fuera aceptadas por los comisionados orientales. Este contenía los siguientes puntos:

73 Según Pivel “Los representantes del Gobierno de Montevideo no pudieron desempeñar su misión directamente ante el Jefe revolucionario, por cuanto ello habría equivalido por parte de éste al reconocimiento de la autoridad del presidente Aguirre” ? Pivel Devoto, Juan, E. “Historia de los Partidos…”Tomo II. Cit. Pág. 90-91.

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“Plenitud de derechos políticos y civiles; desarme sí, pero acordado con el general flores en

cuanto al modo de llevarlo a cabo; reconocimiento, como deuda nacional, de los gastos del

ejército revolucionario hasta la suma de $ 500.000,00; lo ya recaudado por éste se

considerarían cantidades percibidas por el tesoro nacional”74.

Si bien el convenio se presentaba como “inaceptable”, por cuanto distribuía dinero y

grados militares a “bandidos y aventureros”, su aceptación significaba “la paz garantizada por

Inglaterra, Argentina y Brasil”: por este fin, bien valía la vergüenza de aceptar el convenio.

Sin embargo, y mientras en Montevideo se creía concretada la paz, Flores, luego de una nueva

reunión con Elizalde y Thronton75, exigió la formación de un nuevo gabinete donde

preponderaran los “cruzados” y donde él mismo ocupara la cartera de Guerra, como garantía

para el cumplimiento de las cláusulas pactadas.

Agotando las posibilidades pacíficas y cediendo nuevamente ante las exigencias del jefe

insurrecto, Aguirre solicitó la renuncia de sus ministros. Sin embargo, otra vez se frustrarían

los ánimos de quienes realmente deseaban la paz, ya que luego de intensas tratativas en torno

a quienes integrarían los diferentes ministerios76, los mediadores inopinadamente dieron por

finalizada la negociación, el 7 de julio de 1864, y se retiraron “desairados en sus propósitos

pacíficos”.

Los motivos para lograr la paz

Como hemos visto, en más de una oportunidad el gobierno oriental intentó hallar una

solución pacífica a la insurrección que desde abril de 1863 encabezara Venancio Flores. Las

leyes de amnistía, previas a una revolución que se esperaba y las mediaciones cuando ésta se

estaba desarrollando, forman parte de esos caminos diplomáticos que las administraciones de

Berro y Aguirre transitaron sin éxito: la amnistía se consideraba “insuficiente” por los

insurrectos; las mediaciones fracasaron luego de una confusa participación extranjera y pese a

que el gobierno cediera ante las diferentes exigencias de los “cruzados”.

Analizando las razones que invoca el gobierno para buscar la paz, contenidas en estos

mismos documentos de junio de 1864, podemos apreciar una serie de ideas que se remontan

al proyecto político expresado principalmente en la línea gubernamental del Presidente Berro,

pero que tienen raíces bastante más profundas.

74 Reyes Abadie, W. – Vázquez Romero, A. “Crónica General…” Cit.Pág. 26675 Sorprendidos por la ratificación del convenio, los representantes se dirigieron hacia donde se encontraba Flores con el pretexto de “conseguir una moderación en el dinero y en los grados militares que aquel estipulaba”. 76 Los mediadores extranjeros prendían que los nuevos ministros fueran todos colorados, salvo Castellanos que era independiente. Según Aguirre esta solución levantaría tanto a amapolas como a vicentinos, por lo que intentó que, mientras existieran armadas partidas floristas, el nuevo ministerio estuviera compuesto por colorados conservadores, salvo el de Guerra, encabezado por blanco Leandro Gómez. Esta propuesta fue rechazada por los mediadores.

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En primer lugar, la paz aparece como imprescindible para defender la soberanía oriental.

En este sentido señala el decreto que “…la continuación de la actual situación política de la

República, debilitando su poder en el interior, pueda comprometer hasta su seguridad

esterior…”. Para fundamentar lo antedicho, el decreto recuerda que los anteriores conflictos

internos trajeron sobre la patria “…todos los dolores y todas las humillaciones de las

intervenciones estrangeras…”. Durante la Guerra Grande, no sólo los bandos orientales se

“confundieron” con los argentinos, “desgranando” una nacionalidad que aún estaba lejos de

asentarse definitivamente, sino que además se asistió a más de una intervención europea, y a

una final intervención del Imperio del Brasil que, en nuestro país, decidió el conflicto a favor

del Montevideo Colorado. Desde ese momento, la soberanía del Estado Oriental se encontró

limitada por un contralor imperial (la Segunda Cisplatina), que no cesó de utilizar las

prerrogativas que los tratados de octubre de 1851 impusieron sobre nuestro país y que, en más

de una oportunidad, intervino directamente en nuestros asuntos internos, ora a través de su

eficaz diplomacia, ora a través de la ocupación militar.

La pacificación aparece pues como condición indispensable para mantener la

independencia y para hacer usufructo real de la soberanía, no permitiendo nuevas

intervenciones extranjeras. Este había sido el espíritu de la neutralidad mantenida entorno al

conflicto argentino por parte del gobierno de Berro, como forma de evitar que nuestros

partidos volvieran a “confundirse” con los argentinos, y de esta forma salvaguardar la

soberanía. Finalizado el conflicto en la Argentina, nuestra soberanía vuelve a estar

amenazada, pero ahora por nuestros propios conflictos internos.

Cabe destacar que estas ideas de defensa de la soberanía, se encontraban en el meollo de la

“orientalización de los destinos nacionales”, uno de los principales postulados de la política

de Berro que, como adelantáramos, reflejará el sentir de”… la fracción oriental de las clases

altas urbana y rural, interesada por sentimientos e intereses en defender la soberanía y la paz

interna”77. Para este grupo, conservar la soberanía resultaba esencial porque le permitiría

seguir gobernando.

Así mismo, cómo señalé en el punto anterior, al momento de realizarse esta mediación de

paz las relaciones de nuestro país con Argentina y Brasil, estaban cargadas de problemáticas.

A este respecto señala el decreto que la pacificación interior servirá “…a afirmar y

fecundizar el restablecimiento de nuestras buenas relaciones con la República Argentina, y

facilitará la solución inmediata recíprocamente digna y satisfactoria de las dificultades

existentes con el Imperio del Brasil”·. Nuevamente aparece aquí el tema del mantenimiento

77 Barrán, José Pedro. “Apogeo y Crisis…” Cit. Pág. 75

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de la soberanía, no sólo porque, como vimos, el apoyo de Argentina y Brasil a la revolución

de Flores era, en ese entonces, un hecho prácticamente indiscutido, sino fundamentalmente

porque, la paz interna sólo puede lograrse manteniendo “incólume el principio de autoridad”,

el cual es reconocido también por los mediadores extranjeros, los cuales “han expresado sus

votos” por la pacificación del Estado oriental pero “…sin hacer de ello una condición para el

arreglo de las cuestiones internacionales pendientes”.

Cabe destacar que la pacificación de la República no sólo aparece para este grupo como

medio de conservar la soberanía, y con ella su propio protagonismo político, sino también

como forma de continuar “gozando de sus bienes”. Señala el decreto que la situación de

guerra trae nefastas consecuencias económicas para la nación “…despojándola en el interior

de todas las condiciones de prosperidad y engrandecimiento, y en el esterior

comprometiéndola en su crédito y su respeto…”.

Como señaláramos anteriormente, finalizada la Guerra Grande la postración económica del

Estado Oriental había alcanzado los mismos dramáticos niveles que en 1820. Desde ese

momento, sin embargo, se inicia un proceso de recuperación económica que hacia 1860 se

podía observar con claridad, y que se basará en dos factores de singular importancia: por un

lado, el crecimiento constante de la economía europea, que traía aparejado la recuperación de

los precios de nuestros productos exportables; por otro lado, la ausencia de conflictos armados

de importancia en nuestro territorio, sobre todo desde 1858 hasta 1863.

En este período de relativa paz en la campaña, se asiste, según Millot y Bertino a un

notable crecimiento del stock bovino (de 1.900.00 en 1852 a 7.500.000 en 1862,) que a su vez

repercute en un desarrollo de la industria saladeril, la cual, según los mismos autores, en 1860

llega a niveles de exportación muy superiores a los anteriores a la Guerra Grande. Al mismo

tiempo las exportaciones de cueros, (todavía nuestro producto más importante), también

conoció una relevante recuperación. También es en este período (1852-1860) cuando se inicia

la producción de ovinos, aunque ésta no será de relevancia hasta finales de la década.

Desde este punto de vista es evidente que los estancieros orientales continuaran apreciando

la necesidad de la paz interna, la cual venía siendo reclamada por este grupo desde antes de

nuestra independencia. Como afirman Millot y Bertino, “Los hacendados reclaman paz…

desde la Colonia, porque la guerra o la inseguridad implicaba abandono y destrucción de las

estancias y la pérdida de ganancias por un largo período…”78.

78 Millot, Julio – Bertino, Magdalena “Historia Económica…” Tomo I. Cit. Pág. 147.

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A su vez, en este mismo período como consecuencia de la recuperación ganadera y de la

apertura de los ríos decretada por Urquiza, el comerció se incrementó, no sólo en Montevideo

sino también en los puertos del litoral. La burguesía de Montevideo (oriental o extranjera)

dedicada a esta actividad logró afianzar su posición: se formaron grandes casas mercantiles y

financieras que aprovecharon las penurias financieras del Estado: a través de préstamos o de

la adquisición de títulos de una deuda pública cada vez más depreciada, que posteriormente

canjearían por un valor mucho más elevado del abonado originalmente79.

Conjuntamente, el ambiente favoreció el surgimiento de los primeros bancos: “Mauá” y

“Comercial”, los cuales demuestran la importancia económica adquirida por los

comerciantes-prestamistas nacionales, fundadores del segundo, y de los capitalistas

brasileños, representados por el Barón de Mauá. Mientras que éste último “auxiliará” con sus

préstamos al Estado, el primero se dedicará sobre todo a solventar actividades comerciales 80

(con beneficios más rápidos que las ganaderas o industriales). Cabe señalar también, que

ambos podían emitir papel moneda.

Por lo tanto, es vital la relevancia del orden y la paz interna para la economía nacional y,

por ello mismo, para las clases altas rurales y urbanas. Sin embargo, la identificación de orden

con soberanía era algo propio de la fracción oriental de dichas clases. Esta aclaración viene al

caso, ya que en nuestro país se venía consolidando desde fines de la Guerra Grande una

importante “clase alta extranjera”, integrada tanto por estancieros (particularmente brasileros),

como por individuos que se dedicaban a las actividades económicas “urbanas” (comercio y

finanzas y, en menor medida, industria). Según Barrán “Para los extranjeros integrantes de

las clases altas, lo primero era el orden. Si este se lograba a costa de abdicar de la

independencia, debiéndonos incorporar a quien mejor lo garantizara -Brasil, Argentina o

alguna nación europea-, se recibiría con alegría. La diferencia entre los dos grupos sociales

no era nueva… Los estancieros brasileños… querían que el orden lo brindara el Imperio. La

inmensa mayoría de los estancieros orientales deseaba el orden, sí, pero a la «oriental»”81.

La política de fusión, preconizando la concordia entre los orientales y el olvido de los

rencores del pasado, fue un intento de encontrar esa “salida nacional” que garantizara el orden 79 Según Millot y Bertino, la deuda, que en 1842 ascendía a 8.000.000 de pesos de 8 reales, en 1857 era aproximadamente de 110.000.000. la depresión de fue constante entre 1855 y 1859, llegando a circular, según Barrán al 1 o 2% de su valor nominal. Entre 1859 y 1860, los títulos viejos fueron canjeados por otros nuevos, con un valor de 5 $ cada 100 $ de la antigua deuda, lo que en definitiva significaba una enorme ganancia, ya que los poseedores de dichos títulos recibirían 5 $ por títulos que habían adquirido a 1 $. 80“El establecimiento de los bancos produjo cambios en el comportamiento del comercio. Aumentó la circulación, disminuyó el atesoramiento y desarrolló la utilización del crédito”moderno” y otras operaciones bancarias” Millot, Julio – Bertino, Magdalena “Historia Económica…” Cit. Pág. 180 81 Barrán, José Pedro. “Apogeo y Crisis…” Cit. Pág. 76

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y la soberanía: fue “…una actitud reflexiva en la que se pretendía buscar una apertura hacia

el futuro tratando de encontrar en las causales políticas, el origen de las desavenencias entre

orientales…”82. Antes y durante la revolución, el fracaso de dicha política se podía apreciar

con claridad: los partidos se estaban reorganizando y la “cruzada” de Flores, reconfigurando

el escenario político, contribuirá notoriamente a su fracaso. Sin embargo, como podemos

apreciar en nuestro decreto, el gobierno no ha perdido las esperanzas de lograr, por medio de

la paz, “… la fraternal reconciliación de los orientales para salvar el honor, la existencia y la

prosperidad de la patria…”, frase que resume buena parte de las razones que, según el

gobierno, hacen imprescindible una rápida salida pacífica al conflicto.

Paz y reconciliación como forma de conservar no sólo el honor y la prosperidad económica

de la nación, sino hasta su propia existencia, es decir, su independencia y soberanía. No

obstante, la reconciliación pacífica entre los orientales aparece como un fin en sí mismo, ya

que la conflictiva situación sigue “…haciendo hereditarios los ódios que han desgranado la

patria por las manos de sus propios hijos…”. Estos conceptos asumen más importancia aun,

si tenemos en cuenta que Venancio Flores aparece como líder de una revolución que viene a

“vengar a los mártires” asesinados en la “bárbara hecatombe de Quinteros”, más allá de que

quienes se encontraban en el gobierno en aquel momento, poco tuvieran que ver con los de la

administración contra la que se alzaron.

El desenlace del conflicto

Al decir de Pivel Devoto, el resultado final de las mediaciones de junio “…habría de ser la

unión de los aliados de 1865”.83 Tras el fracaso de las mediaciones de junio, y luego de

asegurarse en Buenos Aires la alianza contra el gobierno de Aguirre, el 4 de agosto Saraiva

presentó un “ultimátum” exigiendo que en 6 días se satisfagan los reclamos anteriormente

señalados. De no hacerlo, las fuerzas militares y navales del Imperio entrarían en acción “para

proteger a sus compatriotas”.

Y así sucedió. El Ministro Herrera devolvió una nota que considerada “inaceptable”,

Saraiva se retiró de nuestra capital e inmediatamente las fuerzas imperiales (navales y

terrestres) comenzaron a auxiliar a Venancio Flores. La firma del protocolo Saraiva-Elizalde,

del 22 de agosto, selló la alianza entre Argentina y Brasil para que éste pudiera “…proceder

contra la Nación Oriental como proceden todas las naciones en caso de desinteligencia”.84

Los días del gobierno de Aguirre estaban contados…

82 Dotta, Mario. Freire, Duaner- Rodríguez, Nelson. “El Uruguay Ganadero” Banda Oriental Montevideo, 1972. Pág. 13583 Pivel Devoto, Juan, E. “Historia de los Partidos…”Tomo II. Cit. Pág. 9084 Reyes Abadie, W. – Vázquez Romero, A. “Crónica General…” Cit. Pág. 268.

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Luego de resistir heroicamente a los asaltos y bombardeos brasileños y floristas, el 2 de

enero de 1865, cayó Paysandú, uno de los últimos baluartes orientales. La “venganza de

Quinteros” no se hizo esperar: El Gral. Leandro Gómez junto con la mayoría de los oficiales

fueron fusilados.

Auxiliado por la escuadra brasilera, poco después Flores puso sitio a Montevideo. El nuevo

Presidente de la República, Tomás Villalba85, representante de los intereses de los grandes

comerciantes, firmó la paz el 20 de febrero de 1865. Claro está que esta era una paz muy

diferente a la que se intentó consagrar en las mediaciones de junio del año anterior, no sólo

porque el Ejecutivo será desempeñado por Venancio flores, sino también porque la soberanía

oriental se verá socavada nuevamente: a modo de ejemplo las reclamaciones de los súbditos

brasileros fueron atendidas.

Con Flores en el poder, tanto Argentina como Brasil se aseguraban un “gobierno amigo”

en el Estado Oriental, lo cual les permitiría, entre otras cosas, dirigirse hacia el Paraguay.

85 En Montevideo continuaba las disputas entre amapolas y vicentinos. La primera, pretendía continuar la guerra, esperando el apoyo del paraguay. Al finalizar el mandato de Aguirre, el 15 de febrero de 1865, Villalba, representante de la segunda tendencia, asume la Presidencia de la República en calidad de Presidente del senado.

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ConclusiónConclusión

Si las guerras civiles y demás conflictos armados fueron una constante de la vida política

de nuestro país durante el siglo XIX, también lo fueron los anhelos de paz -orden- y

seguridad. Estancieros y comerciantes, tanto nacionales como extranjeros -inmigrantes-, veían

la necesidad de lograr una paz duradera que permitiera el desarrollo económico del país,

sinónimo de su propio crecimiento en este plano y de su protagonismo social y político.

Mediante la política de fusión, se puso “…en el tapete la búsqueda de una solución

política a las discordias intestinas”86 y, sobre todo, se pretendió crear un orden estable en el

que la supremacía política recayera en el sector “doctoral”, urbano y culto: una salida nacional

a la crisis, manteniendo la soberanía. Pero la concordia entre los orientales y el “olvido del

pasado”, así como la extinción de los bandos tradicionales y de los caudillos, aparecen como

horizontes muy lejanos para la realidad social de entonces: “El país no era una tabla rasa

emocional y las divisiones del pasado, sobre ser vivas en muchos, tuvieron quienes se

encargasen de renovarlas. Los motivos que habían llevado al Patriciado a agruparse en

torno a los caudillos -en cuanto seguía vigente aquella su calidad de instrumentos

“pontificales” entre la ciudad y el interior- subsistieron, por más que estos caudillos no

fueran más Rivera y Oribe…”87.

Además debemos tener en cuenta que varios de los disturbios no provenían del medio

rural, acusado por los sectores urbanos de la constante inestabilidad política: el turbulento

partido conservador era dirigido por destacados “doctores” que se declaraban profundamente

anticaudillistas. Conjuntamente, todo caudillo siempre estuvo vinculado a determinados

“hombres de principios” y viceversa… se necesitaban mutuamente.

La política de fusión fue una salida política que olvidó “…ahondar en las estrechas

relaciones que existían entre lo político y los social”. Más allá de que Andrés Lamas (uno de

los máximos exponentes de esta política) en su Manifiesto de 1855 ahondara en interesantes

propuestas de modificaciones al modelo económico y social, éste modelo, de cuyas

condicionantes derivaban en buena medida los diferentes conflictos, no se modificó

sustancialmente durante el fusionismo.

Por ello, “la paz de Octubre de 1851 entre blancos y colorados y la reconstrucción del

país mediante la «política de fusión», no bastaron para crear un «orden estable»”88. No se

86 Dotta, M. - Freire, D. - Rodríguez, N. “El Uruguay Ganadero…”Cit. Pág.13587 Real de Azúa, Carlos “El Patriciado…” Cit. Pág.9888 Barrán, José Pedro – Nahum, Benjamín “Historia Política…”Cit. Pág. 55

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podía esperar pacificación social “…mientras minorías ciudadanas ilustradas y en muchas

ocasiones de espaldas al país, se engañaban leyendo el último «best-seller» literario francés

mientras, por otro lado, se mostraban incompetentes para afrontar los reales problemas de la

nación, con una política socio-económica coherente”89

Quienes posteriormente lograron imponer su concepción del “orden” fueron las clases altas

y el capital extranjero, nuevo componente que internalizó la presencia, antes sólo externa, de

los imperios. La Asociación Rural, fundada en 1871, se hará eco de tales reclamos: “El

remedio más práctico, el más pronto, el más eficaz… el que hace que la inviolabilidad del

derecho de propiedad sea verdad es contratar la proveeduría de todo lo que necesitan

nuestros ejércitos”90. Luego de presionar para que los gobiernos garantizaran el “sosiego” y el

derecho de propiedad, aún a costa del orden constitucional, la Asociación Rural y el gran

comercio montevideano encontrarán en Latorre a su más vigoroso defensor.

Demos tener en cuenta además, que si bien la defensa de la soberanía aparecía como una

idea común en varios fusionistas, lo más importante para los grupos económicamente

poderosos era el orden, el cual se debía consolidar, aun a costa de abdicar de nuestra

independencia. Esto explica que, luego de fracasadas las mediaciones de paz analizadas, y

cuando la revolución florista se hacía prácticamente invencible por el apoyo brasilero, el gran

comercio montevideano, anteriormente favorecido por varias medidas de Berro, plantea la

necesidad de firmar la paz con los revolucionarios, aunque se hiciera mediante una

capitulación. Así, Tomás Villalba, representante de dicho sector, al poco tiempo de asumir la

presidencia acuerda la paz91. Los anhelos de orden, nuevamente, fueron más importantes que

la defensa de la soberanía oriental.

En este sentido, si analizamos la conducta de Flores y sobre todo la conmistión de sus

intereses políticos, con los de Argentina y Brasil para derrocar al gobierno oriental, podríamos

señalar, parafraseando a Real de Azúa, que este caudillo “Fue el más grande traidor de

nuestra historia”. Sin embargo, planteándonos la problemática en su total complejidad,

tratando de evitar todo anacronismo, la afirmación de Real de Azúa debe ser matizada.

Cuando Flores encabeza la revolución, aliándose a Argentina y Brasil, si bien el Estado

Oriental tenía más de treinta años de vida independiente, la nación, en tanto comunidad de

intereses, todavía no se terminaba de consolidar: “nuestra historia” aun era también la de

89 Dotta, M. - Freire, D. - Rodríguez, N. “El Uruguay Ganadero…”Cit. Pág.137. 90 Juan G. Corta, en la revista de la Asociación Rural, del 5 de abril de 1872. Citado en Íbidem. Pág. 13991 ¿Es relevante señalar que en “agradecimiento” por este servicio, el grupo de los comerciantes le obsequia a Villalba una ostentosa casa?

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nuestros vecinos, ya que aún existía (y continuará existiendo) una estrecha relación con el

litoral argentino y el Río Grande brasilero.

Sería aventurado plantearnos aquí que a Flores poco le importara la independencia del

Estado Oriental y que pretendiera “reunificarnos” con la Argentina o volver a la “Cisplatina”.

Considero que es mucho más acertado apreciar que Flores no “veía con malos ojos” la alianza

con Brasil y con el unitarismo porteño para derrocar un gobierno considerado Blanco y

heredero del oribismo, así como antes combatiera en Argentina para “defender los mismos

principios de la Defensa de Montevideo”, es decir, contra el federalismo. En ambas márgenes

del Plata existía una profunda y similar división política, la cual sobrepasaba las fronteras

nacionales: Flores se consideraba enemigo de todo lo relacionado con la tradición blanca y

Mitre de todo lo federal. Pero ambos jefes se consideraban mutuamente “amigos y

correligionarios políticos”. Por esa razón, el unitarismo porteño veía a la revolución como

“un episodio más de la historia argentina”.

Ahora bien, si tenemos en cuenta los intereses argentinos y brasileros sobre el Estado

Oriental, fundamentalmente la necesidad de establecer un “gobierno aliado” en su posterior

lucha contra el Paraguay, es posible considerar contrafactualmente, que de no haber existido

la revolución de Flores, más pronto o más tarde, ambos países igual hubieran intentado (y

posiblemente logrado) derrocar al gobierno de Berro. Flores, aliándose a ambas potencias

vecinas, permitió que la independencia oriental no corriera riesgos: argentinos y brasileños se

vigilarían mutuamente.

Durante la presidencia de Bernardo Berro, se produjo un serio intento de gobernar de

acuerdo con los ideales fusionistas. Este presidente, según Diez de Medina, “…era un hombre

de doctrina: si esa fue su virtud como temprano pensador de un todavía cerril país, ese fue

también su defecto a la hora de juzgársele como hombre de acción”92. Pero la reconstrucción

de los partidos tradicionales y la revolución encabezada por Flores demostraron, otra vez, que

la política de Fusión era algo prácticamente artificial.

Más aun teniendo en cuenta que la mencionada revolución funcionará como configuradora

de los Partidos Políticos. Vengando a los mártires de Quinteros, el caudillo buscó atraerse a

un sector doctoral del Partido Colorado (los conservadores) que anteriormente le fuera

sumamente hostil. Flores, representante de la tradición “caudillesca” del Partido Colorado, al

unir esta tendencia con la “doctoral” del mismo Partido, lo está fundando nuevamente. Es

decir, reagrupa al Partido Colorado como entidad política uniendo a los elementos “riveristas”

92 Diez de Medina, Álvaro. ”El voto…”Cit. Pág. 157.

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junto con los “conservadores” y los “jóvenes principistas”, pese a que estos sectores

doctorales no apoyaran la revolución en sus inicios.

Según Aureliano Berro, una de las principales causas de la revolución de flores, aparte de

su “ambición de poder”, debemos buscarla en “…el temor a la extinción de su viejo partido,

desde que la política presidencial propendía a la anulación de los partidos tradicionales”93.

Y justamente con la revolución los partidos políticos demostraron “…su capacidad de

supervivencia, su profundo arraigo y necesidad social, pese a todos los esfuerzos que para

abolirlos se hicieron”94. En adelante, ya no se hablará de su extinción sino de su

reconocimiento jurídico y de su adaptación constitucional: la “coexistencia legal”.

93 Berro, Aureliano. “Bernardo P. Berro. Vida Pública y Privada” Tomo II. El Siglo Ilustrado, Montevideo, 1920. Pág. 1394 Pivel Devoto, Juan, E. “Historia de los Partidos…”Tomo II. Cit. Pág. 99.

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