Poemas de 4C

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Habrá una vez un hombre libre, de Ignacio Escuín. Cuarto C Poemas imitados o sugeridos a partir de la lectura de

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Habrá una vez un

hombre libre,

de Ignacio Escuín. Cuarto C

Poemas imitados o sugeridos a partir de la lectura de

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Caminaba por la playa, cuando fue la última vez que hablé

con ella. Notaba su voz desganada y como si le costara

hablar. Me comentó que un cliente de su jefe estaba

separándose de su mujer y que le había tocado hacer una

visita a la cárcel. Estuvimos riéndonos y muy a gusto. Me

dijo que le gustaría volver a verme, que mi voz le había

gustado. Es lo último que recuerdo de su dulce voz.

¿Volverá? Espero que sí...

Isabel Acebo Simón, poema inspirado en “La última vez…”, pág. 43

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Sueños que tan pronto vienen como se van, sueños que te hacen sentir una niña de nuevo, que te hacen viajar, soñar, disfrutar, reír, cantar, bailar, saltar, transportarte a otro lugar donde todo es precioso, sueños en los que nada malo puede ocurrir, sueños donde los momentos malos se quedan en el pasado, sueños donde todo lo ves de color rosa, cuando no hay preocupaciones, cuando pareces vivir en otro mundo. Pero te das cuenta de que lo que para ti es perfecto no puede serlo, intentas contarle todo esto a alguien, pero esa persona simplemente te dice: “sueño es una cosa que carece de realidad o fundamento”. Y es entonces, en ese preciso momento, cuando te das cuenta de que una simple frase ha hecho que salgas de ellos rápidamente. Y ves la vida tal y como es… Te paras a pensar si eso algún día llegará a hacerse realidad, pero cuando ves que tu padre no puede respirar, cuando ves cómo es la cruda realidad, cuando ya no crees en nada ni en nadie y comienzas a pensar en esas personas como tus vecinitas tan felices y tan risueñas disfrutando como si nada malo les pudiera ocurrir y las imaginas en la playa con las palas, moviéndose su biquini para dejar ver justo lo que ellas quieren, disfrutando, disfrutando porque aunque aún poca gente lo haga, los sueños siguen existiendo a pesar de que los sueños, sueños son.

Marta Alejandre, poema inspirado en La noche.

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HOLANDA

Si estuviera en Holanda sabría hacerte pensar que soy un nuevo heredero de un sitio lejano llamado Ámsterdam y, asombrados por la belleza de las flores, mirarte y decirte que los pétalos de rosa nos envuelven con el olor que desprenden. Adoro la belleza de las flores de Holanda. Adoro el sonido del viento que susurra cuando se filtra entre los pétalos levantándolos como suave seda que aletea entre las mariposas, en los verdes prados de mi jardín luminoso. Sueño con estar allí cuando las primeras flores de la primavera salgan a relucir al dulce calor del sol de la nueva estación. Pero cuando despierto de ese maravilloso sueño sigo estando en el mismo lugar en el que un día esperé la primavera. Mientras, mi única esperanza es imaginarme ese momento que nunca llegará.

Sara Aragón, poema inspirado en Lisboa, pág. 15

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¡Cómo me gustaría encontrar un lugar donde pudiera estar tranquilo, alejado de la gran ciudad y sus bullicios! Mi mente me repite constantemente: ¨¡escapa!” ¡huye!¨ Sólo se me ocurre decirle:¨¿Adónde? ¿Dónde hay un lugar así?¨. Hay momentos en los que me pierdo en un sueño, un dulce sueño que me transporta lejos…, ¡muy lejos…! a un lugar donde me fusiono con la naturaleza, donde el tiempo sólo es una ilusión, donde el bullicio de la gran ciudad se transforma en infinitas praderas, los altos rascacielos en gigantescas montañas, los contaminados ríos en cristalinos arroyos. Cuando despierto, cuando despierto y vuelvo a la realidad -¡a esa amarga realidad!- me pregunto: ¨¿Cuándo se llegará a cumplir este sueño?¨. Ildefonso Caballero, poema inspirado en Las manos

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Las riendas de la vida cogí entre cuerpo y alma para liberarme. “El poder del pensamiento”, me dije. La elección moral y estilística que sea mía, que solo yo sea el zar de mis pensamientos, de mis actos y de mis errores, mejor dicho, que mis pensamientos sólo sean míos y si me llevan la contraria no debo poner ninguna excusa tonta que de verdad no la crea… Pero pensaba y reflexionaba cada momento. Pero aquellos pensamientos ilógicos no eran suficientes, mantener mi mente en blanco era algo que lo daba por imposible, después de oír aquellos comentarios obscenos dirigidos hacía mí directamente, cosas que pensar, cosas que plantearme de nuevo; el temor estaba sumergido en las palabras de esos comentarios. La vida me esperaba demasiado cargada de sorpresas, pero no sorpresas buenas, sino de insultos, demasiado brava, me tomó por tonto y me dejó allí a la deriva, medio humillado y roto en mil pedazos, estuve varios días recogido en casa mirando como pasaba el tiempo, o llegaba otro segundo, otro minuto, otra hora, otro día…, vaya lo mismo es, da igual. Tiempo de tránsito, como mi vida, una vida de tránsito entre el hombre libre que no se preocupa de nada o él trastornado que piensa y piensa y le da mil vueltas a todo lo que piensan los demás.

Sandra Laborda Moros, poema inspirado en “Las riendas de…”, pág. 44

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”¡Parece imposible!” -decimos todos al contemplar a Eva.

Casi no podemos creer que se levante tras aquel golpe.

Parece mareada y le duele la cabeza,

pero quiere ir a casa y no le importa su temblor de piernas.

La lucha fue memorable, hubo un momento en el que

dudé

en quién ganaría, pero parece que aún le quedaban cosas

por vivir

y alguien decidió que se levantaría de esa camilla

para seguir con su vida, Eva ha ganado y eso es lo que

importa.

Jorge Marín, poema inspirado en el poema VI de La Espera

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Ya nada es igual, todo se vuelve en vuestra contra … Nos educáis de una

forma en la que hagas lo que hagas te sientes seguro: prueba esta sopa y tú sin

dudarlo coges la cuchara, monta en esta bici que yo estaré detrás de ti para

vigilar si te caes, no te metas en la cama con el pelo mojado o te acatarraras,

no le quites el juguete a tu compañero, no cruces los ojos, no señales que es

de mala educación, siéntate con la espalda pegada al respaldo, no pegues las

manos al horno… Creces. No vuelvas más tarde del anochecer, no te juntes

con desconocidos, si te sientes vigilada…, ¡corre!, no te quedes hasta tarde en

el ordenador, no te saltes la primera hora del instituto, no bebas, no fumes…

Creces…

Entonces, ahí estás tú a la una de la noche, de botellón, sentada en el

respaldo de un banco con gente que acabas de conocer y te ofrece de su

bebida y tú, la pruebas… (total tus padres no se van a enterar)… ¡PIENSAS!

“¿Pero si mis padres me dijeron que esto está mal?” ¿Qué ha pasado? ¿Qué

he hecho mal o que han hecho ellos mal? Piensas en lo más remoto, ¡Nada..!

No encuentras nada; pero, de repente, te acuerdas: ¡Ya está! Eso era: los

típicos cuentos Disney. ¡Qué daño nos han hecho…! Jasmine tenía una

relación con un vagabundo llamado Aladín. Blancanieves vivía con 7

hombres. Pinocho era un mentiroso. Robin Hood era un ladrón. Tarzán

caminaba sin ropa. Un desconocido le dio un beso a la bella durmiente y ella

se casó con él. Cenicienta se escapó por la noche para ir a una fiesta...

Creces…

Esther Martínez, poema inspirado en “Viví con todo el lujo…”, pág. 55.

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Por la mañana, me despierto y veo que una luz blanca atraviesa las rendijas de la persiana, pero me vuelvo a dormir. Por la mañana, me despierto de nuevo, pasan las horas y, de repente, veo que entra una luz ardiente y cegadora por la rendija de la persiana. Entonces, decido levantarme. Me voy al baño, me lavo la cara y en el espejo veo mi corazón. De repente, recuerdo una frase que me llamaba la atención y la oigo retumbar en mi cabeza: “La cara es el espejo del alma”. Entonces, oigo un susurro que dice que necesita calor y viene de mi corazón. Abro las puertas de la ducha, pongo el agua a máxima temperatura y entro. Casi me asfixio con el vapor que sale cuando salgo de la ducha, pero vuelvo a escuchar el susurro de mi corazón que dice que se está congelando. Me voy a la cama y la caliento con la plancha, luego me meto. Entonces, mi corazón se despierta y me llega un susurro que dice que ya está caliente. Finalmente, me despierto y resulta que todo ha sido un sueño. Pero me levanto y veo en el espejo una frase que dice que “Gracias a mí está más cálido” y una firma: “Tu corazón”.

Mario Melús, poema inspirado en “Las tardes de nostalgia…”, pág. 45

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Recuerdo aquel lago oscuro con aquellas palomas

blancas

que volaban sin rumbo y entonces hallé la

esperanza.

Recuerdo el instante en el que tus manos encendían

aquel verano apagado y también recuerdo cómo

hacías de él

un verano inolvidable.

En aquel parque sin color, estabas tú,

pintándolo con tu sonrisa, con tus ojos, con tu

mirada.

Recuerdo que, al verte, me perdí en tu silencio

y no supe, no pude, no quise salir de él.

Me dejé llevar por aquel silencio

mientras tu imagen resplandecía en la oscuridad.

Recuerdo que en aquella noche la esperanza llegó a

mí.

Simona Mitru, poema inspirado en “Recuerdo con cierta precisión”, pág. 32

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El teléfono suena, pero nadie quiere contestar. Sabíamos que era aquella llamada… La que no queríamos que llegara nunca… Con ver el gesto de mi madre, sabía que el final había llegado… En tan solo unos minutos, mi vida se derrumbó. Su corazón se detuvo… Fue el final de aquella larga lucha por vivir. Se fue sin más…. Ni siquiera nos dejo tiempo para despedirnos, para decirle que fue una gran luchadora, para decirle que estoy orgullosa de ella, para decirle que la quiero Y para decirle que nunca la olvidaré. Todo había acabado: Esa luz que iluminaba mi vida se había ido, tenía que hacerme a la idea de que nunca volvería…. Palabras…, lágrimas…, recuerdos… se unen en la noche. Mientras, el cuerpo de Nayara yace en el depósito. Pilar Monge, poema inspirado en “Se produce…”, pág. 68.

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Èl le cuenta algo. Mientras, la expresión de la cara de ella cambia. Se sienta en el suelo, como si su vida se desmoronara en ese instante, me voy acercando poco a poco; pero, de repente, retrocedo al ver empezar a caer por aquellas sonrosadas mejillas unas amargas lágrimas de derrota y desesperación. Comienza a llover y no soy capaz de dejar de mirar a la pareja, mientras, las gotas calan por mi cuerpo. Él todavía no ha parado de hablar y de mover los brazos como si sus brazos fueran la aguja del minutero de un reloj. Ella le intenta callar con un beso, pero él se lo rechaza. Le dice: “guárdate los besos para otro”. Se va y la deja sola, destrozada, hundida, sin ganas de seguir hacia delante; pero se arma de valor, se seca sus lagrimas con los dedos y le grita: “¡Los besos los seguiré guardando para ti -estés o no-!” En ese momento, vuelvo a la realidad y me doy cuenta de que estaba siendo testigo de una ruptura y de que ya solo quedaba yo. Me había quedado sola en ese paisaje de ruptura… Laura Nuño, poema inspirado en Paisaje para después de una ruptura

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Un pasillo de esos que acaban casi donde empiezan, de luz brillante y amarillas paredes, con el peculiar aroma del campo y el zumbido de las abejas que campan de flor en flor, la brisa entre los árboles y el resto de sonidos emitidos por la naturaleza. La espera en esta ocasión no hace otra cosa que el pasillo sea más corto, más amarillo, incluso más luminoso. Por ahí desfilan animales, bichos y el polen desprendido de las flores por la naturaleza, como si fuera lo más normal del mundo, como si no tuvieran ningún peligro estando en libertad. Al principio del pasillo, se encuentran unas crías de animales revoloteando con su inocencia y su felicidad, sin preocuparse de nada. La naturaleza es lo más importante de todo. Si dejara de existir un momento, todo se acabaría: El ser humano…, la belleza…, las ilusiones… Pero eso nunca pasará porque existirá siempre en mi corazón lleno de alegría. Nagore Pascual, poema inspirado en “Un pasillo de esos…”, pág. 67

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Regresar a toda prisa con la tarea hecha

y una canción en el móvil mientras

llegas a tu destino,

y los puticlubs en el otro lado de la autovía;

se multiplican.

Volver a toda prisa a medianoche

y observar las luces de la ciudad,

la melodía risueña de la noche. Mercedes Silvestre, poema inspirado en “Regresar a vientoatroz”, pág. 33

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Sigue recto hasta el final y allí encontrarás mi cuarto.

Tantas horas perdidas estudiando y fuera mis amigos

esperándome para una borrachera.

Pero yo, no. Yo soy fiel a lo que me he propuesto, a

respetar.

Mi madre decía: “Una barra de pan, te la puedo dar; pero,

tú puedes conseguir muchas más. Todo depende de ti”.

Todo fue bien hasta los dieciocho, cuando apareció ella:

La soledad.

Me estaba dominando, llegaba a casa sin ganas de

estudiar y me tumbaba en el sofá recordando a mis

amigos que ahora ya no están.

Así que, al final, me di cuenta de que hay que aprovechar

la vida, porque, si no lo haces, llegará un tiempo en que

ya no podrás hacerlo.

¡¡¡CARPE DIEM!!! Razvan Stoica, poema inspirado en “Sigue recto hasta el desvío…”, pág.

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LOS PORTEROS

Los porteros, esas personas solitarias que pasan la mayor parte del tiempo excluidas del juego, fríos y

aburridos, celebran en soledad. Un portero es el único ser capaz de entender la

desolación de otro portero. Él es el único ser capaz de pasar de héroe a villano en cuestión de segundos; de ser aclamado por la

grada y; en cuestión de minutos, de ser pitado por toda la hinchada; capaz de salvar balones

imposibles, y de dejar escapar los más simples; capaz de llegar a la gloria con la punta de los

dedos, y, por un solo bote, capaz de ser condenado a los infiernos.

Él es el único ser que siempre sueña con subir a rematar… ¡y golear!; que en los peores momentos

busca el calor de sus compañeros, esos compañeros que le dejan en soledad, en un partido

que puede ser como una eternidad. Adrián Tello, poema inspirado en “Es un hecho…” , pág.

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Lo bueno y lo malo

Lo bueno y lo malo de los sábados por la mañana es el descanso de toda la semana y la espera de toda la noche que tenemos que pasar. Lo bueno y lo malo. Lo directo y lo indirecto. Cuando la luna se pone, ves cómo pasa otro de esos sábados por la noche, toda la mañana en el ordenador y la televisión y llega la hora de arreglarte y siempre llegas tarde. Y la mañana de domingo llega, se espera un día de resaca y estudio. Y pensando en la noche anterior, llegas a la conclusión de que lo quieres. No, no quiero una noche más, te quiero a ti. María Yébenes, poema inspirado en “Lo bueno y lo malo de los…”, pág. 47

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Llegó el día en que conocí a una de mis mejores amigas.

Ella se llamaba María. Me encantaba su forma de trabajo.

Entonces, decidí quedar con ella un sábado para tomar

refrescos. Me contó todos los momentos de su vida, ya

fueron los buenos como los malos. De repente, sonó su

móvil. Era su madre. María respondió a la llamada de su

madre y, al apagar el teléfono, se echó a llorar. Sin

comprender lo sucedido, le pregunté por qué lloraba y ella

me respondió que su abuelo había fallecido. Desde aquel

mismo momento, las doce de la noche, comprendí lo que mi

amiga me había comentado antes de la llamada: sin elección

alguna, comprendí que nací a la hora en la que los

trabajadores salen de sus puestos de trabajos, la hora, no

se sabe la hora y mi vida se acaba a partir de la

medianoche, sea el motivo que sea.

Silvia Tomey, poema inspirado en “La vida de los hombres débiles”, pág. 41