Pecados Capitales

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MONÓLOGO DE LOS SIETE PECADOS CAPITALES. Monólogo de la soberbia. Yo soy la soberbia. Uno de los siete espíritus malditos, errantes y sin paz. De los siete, yo soy el más capital de los capitales. Todos los corazones me sienten. Todos los mortales me conocen. Soy una especie de orgullo pero de orgullo malo. Es cierto que se puede sentir un sano orgullo por cosas buenas, yo -en cambio- soy una autosuficiencia muy creída de sí misma. Me basto sólo conmigo. Los demás -aunque estén- no me interesan realmente. Me son indiferentes. Si los considero es porque a veces los siento como una desleal competencia. Hay quienes dicen que soy el pecado cometido en el origen del paraíso. Es muy probable que sea yo, no lo sé con certeza, pero eso es lo que digo sólo para que crean que soy el más importante. Después de todo, que el paraíso se haya cerrado por mi causa, no es poca cosa. Tal vez a alguno no le parezca demasiado, pero debido a esa expulsión, se acarrearon muchos otros males: La angustia, la tristeza, el sufrimiento, la agonía y -sobre todo- la muerte. Créanme hasta la soberbia tiene que se humilde para subsistir. El lugar de Dios nadie lo puede ocupar. Pero, al menos, puedo hacerlo creer que, de vez en cuando, lo ocupo porque sin mí, los seres humanos se

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MONLOGO DE LOS SIETE PECADOS CAPITALES.

Monlogo de la soberbia.

Yo soy la soberbia. Uno de los siete espritus malditos, errantes y sin paz. De los siete, yo soy el ms capital de los capitales. Todos los corazones me sienten. Todos los mortales me conocen. Soy una especie de orgullo pero de orgullo malo. Es cierto que se puede sentir un sano orgullo por cosas buenas, yo -en cambio- soy una autosuficiencia muy creda de s misma. Me basto slo conmigo. Los dems -aunque estn- no me interesan realmente. Me son indiferentes. Si los considero es porque a veces los siento como una desleal competencia.

Hay quienes dicen que soy el pecado cometido en el origen del paraso. Es muy probable que sea yo, no lo s con certeza, pero eso es lo que digo slo para que crean que soy el ms importante. Despus de todo, que el paraso se haya cerrado por mi causa, no es poca cosa. Tal vez a alguno no le parezca demasiado, pero debido a esa expulsin, se acarrearon muchos otros males: La angustia, la tristeza, el sufrimiento, la agona y -sobre todo- la muerte.

Cranme hasta la soberbia tiene que se humilde para subsistir. El lugar de Dios nadie lo puede ocupar. Pero, al menos, puedo hacerlo creer que, de vez en cuando, lo ocupo porque sin m, los seres humanos se sienten muy poca cosa: dbiles, inseguros, deficientes, ineficaces, vulgares. Llaman humildad a una pobre y pequea nia. Dicen que les adorna el alma. Yo, me ro porque creo que son tonteras de quien se conforma con poco.

Monlogo de la ira.

A menudo estallo como un trueno, fulguro como un relmpago, ardo como un fuego. Mi belleza es altiva y superior: Me llaman la ira. Soy muy expansiva, demostrativa y expresiva. A veces por dems: Doy gritos y alaridos, rabias y llantos. Mis hijos son la furia, el furor, el enojo, el arrebato, el rencor, el resentimiento, la desmesura, la vehemencia, la clera, la irritacin, la venganza, la violencia y la agresin.

Tengo ganas de tirar y de romper todo. Quiero hacer aicos cuanto toco. No me importa que sean cosas o personas. Felizmente los seres humanos nunca me han dejado del todo: En las luchas, las batallas y las guerras, las importantes y en las cotidianas, estoy siempre presente. Este tiempo tambin me pertenece: Es una poca insegura, violenta y agresiva. La violencia se manifiesta en sus ms variadas formas y -en todas- hay un poco de ira que estalla, como vidrios rotos que se despedazan y se lanzan al aire.

Para ser iracundo hay que tener mucha fuerza adentro, mucha fiebre acumulada, mucha herida y mucha garra. Hay que dar zarpazos y araazos. Hay que romper y quebrar. Hay que cortar y mutilar. Hay que destruir y matar. Los seres humanos saben que la ira guarda el secreto placer de la destruccin.

All por donde paso dejo la devastacin. Soy la Ira. Si me contradicen, estallo en frenes y en locura. Todos, en cualquier lado, pueden escuchar mis gritos de furia despiadada

Monlogo de la envidia.

Yo soy un espritu sutil y perspicaz. Los dems, casi nunca se dan cuenta que estoy. Slo le aviso con ciertas cosquillas a quien me tiene en su interior. Mi nombre es la envidia.

Nunca estoy satisfecha, nunca me conformo, ni me quedo quieta. Continuamente estoy mirando a m alrededor. Ms precisamente a los dems: Lo que son, lo que tienen, lo que suean, lo que consiguen. Tal vez puedo parecer un espritu inferior -ya que siempre me estoy comparando- pero, en verdad, soy yo la que provoco las miradas de los seres humanos para que siempre aspiren a ms. Sin m no progresaran, ni adelantaran. Se estancaran. Se quedaran dnde estn.

No soy tan materialista como suponen. No slo me fijo en las cosas materiales y caducas sino tambin en los valores espirituales e intangibles. No hay como la envidia de las cosas espirituales! Esto siempre se los recalco a mis hijas: La comparacin, la insatisfaccin y la rivalidad. Cuando se envidia lo espiritual se envidia lo mejor, lo de mayor calidad, lo ms excelente.

Hay quienes me critican que no puedo gozar con la gratuidad, que no puedo compartir, que no me puedo alegrar con los bienes y los talentos de los dems. Yo creo que esa es una injusticia: Nadie est ms pendiente de los dems que la envidia!

Monlogo de la gula.

Me ha tocado vivir en un mundo extrao, en una poca con una moda bastante rara, incluso han generado enfermedades que son mis rivales: Anorexia, bulimia y dems trastornos alimenticios. Gracias a Dios yo no padezco ninguna y no tengo esos problemas.

Me presento: Me llamo la Gula. Por mi parte, disfruto del gusto en el placer del comer y beber. No veo por qu hay que ser moderada habiendo tantos gustos, aromas y sabores. Hay que probarlo todo para saber qu es lo que nos gusta y qu no. Soy un apetito voraz que todo lo consume.

No se crean que soy rellenita o regordeta. Nada ms equivocado. No son slo apetitos los de la carne y el cuerpo. Tambin hay voracidades del alma. Hambre y sed de curiosidad intelectual y espiritual malsana que nunca se agota, ni acaba. Hay gulas del espritu que engordan el alma.

Lo que me molesta es que no quieran reconocerme. Les parezco torpe, vulgar, abundante. Sin embargo, me esconden en muchas de sus ansiedades y problemas. Se desquitan conmigo masticando o bebiendo para alimentarse, distraerse u olvidar. No importa, yo siempre estar aqu, dentro de ellos para cuando les pique un poquito la barriga.

Los que estn saciados se preocupan solamente por sus figuras y por la gula. Slo se fijan en su imagen y en el miedo de engordar o de padecer obesidad. Una vez ms son necios. El problema no est en el apetito sino en quien no lo puede moderar. No importa, cada vez que tengan hambre yo estar all, como ese gusano que se despierta y se mueve, hacindoles cosquillas. Siempre los poderosos estn satisfechos, el hambre lo padecen los otros, el pueblo sufrido: Los desocupados, las familias y los nios desnutridos, los que revuelven en la basura para comer; los que viven en situacin de calle

Monlogo de la lujuria.

Yo soy la lujuria, Tambin soy un apetito voraz e inconformista pero mis gustos son otros. No me seduce un buen plato o un vino aejado, mis apetencias son ms exquisitas, a veces hasta extravagantes pero, no importa, no me permito medirme. Lo que me gusta, lo consigo y lo practico. Tengo muchas preferencias pero no discrimino porque todos pueden sentirme: jvenes y viejos, pobres y ricos, virtuosos y defectuosos, grandes y pequeos, reyes y mendigos, hombres y mujeres.

La lujuria es siempre una madre generosa, fecunda y prvida. No tengo muchos hijos porque no me interesa la vida sino el placer. Algunos me acusan de dejar siempre el sabor de un cierto vaco y una continua insatisfaccin. Yo no tengo la culpa de que los amores y los encuentros humanos sean tan efmeros, tan rpidos, tan prcticos. Quieren amar como si eso fuera a durar para siempre. No saben que eso slo le corresponde a Dios. Los amores humanos son pequeos, transitorios. Se creen con fuego sagrado, creen que tocan el cielo con las manos pero son muy frgiles e inconstantes.

Hay quienes tambin me acusan de negociar y traficar. De intentar vender, comprar u alquilar amor. Bien sabemos que no es as. Es slo un juego de complicidad. Jugamos a que nos amamos pero nada ms. Slo jugamos. Por eso vale todo, incluso la mentira, la deslealtad, la traicin y la infidelidad. Es slo un inocente juego. Si alguno sale herido, ya -de antemano- lo saba.

Todos se escandalizan pero -ya sea en privado y tambin en pblico- en la televisin, en los teatros y en la literatura, me usan. Yo soy la que tendra que demandarlos a ellos: por sus dobleces hipcritas, por sus mentiras y engaos!

Monlogo de la pereza.

Yo soy la pereza. Todos me dicen que soy una vagancia inactiva, que dejo todo por hacer o que lo dejo de hacer, cuando lo he empezado, pero no se dan cuenta que todo lleva su fatiga y su cansancio.

Los seres humanos se creen perfectos e invencibles pero la pereza conoce su secreto. Cada da necesitan reponer fuerzas y parar la mquina que llevan dentro porque es frgil y se descompone fcilmente. Si no para, se gasta y ya no sirve para nada. El sueo reparador es mi pariente cercano y -sin embargo- a l no lo critican.

Si los seres humanos fueran ms perezosos, duraran ms, envejeceran menos, no tendran tantas arrugas, se tomaran la vida con ms calma. Despus de todo nadie puede agregar un segundo ms a su vida! Todos corren y ninguno sabe a qu parte va. Estn acelerados sin mayor motivo.

Sin embargo, hay un momento en la vida en que todos quieren ser sumamente perezosos. Cuando llega el momento de la muerte, todos quieren retrasarlo. Ah s, se acuerdan de m y me llaman pero, a esa altura, ya casi no puedo hacer nada. Si no me han dejado estar en sus vidas antes -en la muerte- ya no puedo nada.

En este mundo todo pasa tan rpido y veloz que nadie disfruta de nada. Yo quisiera que todo fuera ms despacio, que todo se moviera ms lentamente, me gusta mecerme en el aire pesado como un soplo tranquilo sin que nada se agite, ni se despierte

Monlogo de la avaricia.

Yo soy la avaricia, pariente cercana de la envidia pero a diferencia de sta, que muchas veces se queda solo en comparaciones y lamentaciones, yo en cambio- pongo manos a la obra y atesoro y acreciento mi capital, mis ahorros, los bienes materiales. No quiero dejar nada afuera. Nada. Todo me interesa.

Si yo no existiera, no habra ricos en la tierra. Todos sabemos que la riqueza da poder y que son los ricos los que mueven el mundo. Adems yo creo que todo se puede conseguir. Ahora casi todo se puede vender y comprar, hasta en los diarios y por Internet. Este tiempo se lleva muy bien conmigo, el consumismo es mi aliado. Sobre todo el de aquellos que son adictos y consumen slo para llenar huecos y vacos que nada, ni nadie puede tapar.

Pecados Mortales Capitales y sus Virtudes Opuestas, Los 7:1.-Contra Soberbia, Humildad (2 Corintios 12-20)2.-Contra Avaricia,Generosidad (Eclesiasts o Sircida 14, 3-10)3.-Contra Lujuria, Castidad (Apocalipsis 17, 4)4.-Contra Ira, Paciencia (Romanos 9, 22)5.-Contra Gula, Templanza (Eclesiasts o Sircida 37, 30)(Romanos 13, 13)6.-Contra Envidia, Caridad (Eclesiasts o Sircida 14, 3-10)7.-Contra Pereza, Diligencia (Proverbios 19, 15)