Paz sin Utopías

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Una publicación exclusiva de EL DIARIO DE GUAYANA en su XI Aniversario

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11oCiudad Guayana, 09 de Junio de 2014 Edición Especial

Créditos

ÍndiceSobre paz y utopías Luis d’Aubeterre

Utopías para la pazHoracio Biord Castillo

La paz ¿espejismo o verdad?Tania García

La paz es una tómbolaNéstor Francia

La paz es inacciónTeresa Coraspe

Articular palabrasLuis G. Benavides Ilizaliturri

La paz como actitud de vida Antonio Pérez Esclarín

La paz como derecho humanoRafael Uzcátegui

Diálogo con inclusión Nicmer Evans

La violencia, un plato fuerte en la cotidianidad

Ser auténticos constructores de pazPapa Francisco

Violencia y democraciaRoberto Briceño León

Retóricas sobre la violenciaKeymer Ávila

No hay paz con impunidadClaudio Fermín

Educar en base a la pazValentina Gobbo

Nuestra escuela no forma los afectos Luisa Pernalete

Bien construibleTeresa Villegas de Lugo

Parques son aliados contra el crimen Robert Valls

Espacios de paz y vidaNidia Escobar de Rangel

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PRESIDENTEFrancisco Suárez

EDITOR / DIRECTORAbilio A. Suárez

GERENTE DE RRPPBella Camacho

XI EDICIÓN ANIVERSARIO

DIRECCIÓN EDITORIALAbilio A. Suárez

COORDINACIÓN GENERALEvelyn Guzmán Bigott

ASESOR EDITORIALNobel Medrano Matos

CONCEPTO Y DISEÑO GRÁFICOElluz Ávila

EJECUTIVAS DE VENTASIrene GutiérrezYennifer SuárezLeida PérezTrinidad Aguilera

DIRECCIÓN:Puerto Ordaz: Zona Industrial Los Pinos, Parcela 16-02. Edificio El Diario de Guayana Telfs.: (0286) 994.1162 / 994.1503 994.0298 Fax: (0286) 994.2776 / 994.2779 Correo: [email protected]

Caracas: Av. Libertador, Torre Maracaibo, Piso 9, Oficina 9-D - Telfs.: (0212) 763.1290 / 763.2378 / 0414 – 386.1793 0416 – 630.1544 Correo: [email protected]

FIRMAS INVITADASLuis d`Aubeterre, Horacio Biord Castillo, Tania García, Néstor Francia, Teresa Coraspe, Luis Benavides, Antonio Pérez Esclarín, Rafael Uzcátegui, Nicmer Evans, Papa Francisco, Roberto Briceño León, Keymer Ávila, Claudio Fermín, Valentina Gobbo, Luisa Pernalete, Teresa Villegas de Lugo, Robert Valls y Nidia Escobar de Rangel.

ANUNCIANTESCentral Madeirense, Alcaldía de Caroní, Gobernación del Estado Bolívar, Disgreca, Empresas Polar, B.O.D, Cigarrera Bigott, Seguros Caracas, Movistar, Farmatodo, Alcaldía del Municipio Piar, Hotel El Clavel, Vías Restaurant, MSM, Clínica Puerto Ordaz, SAAR Bolívar, CLEB, Tae Motors, Alcaldía de Sifontes, Corporación Venezolana de Guayana, CVG Alcasa, Alcaldía de El Callao, CVG Cabelum y CVG Minerven.

El Diario de Guayana, NO SE RESPONSABILIZA POR LOS CONCEPTOS EMITIDOS POR SUS COLABORADORES Y ARTICULISTAS, CUYA OPINIÓN SON DE SU ABSOLUTA AUTORÍA

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egún el diccionario de Ciencias Jurídicas, Políticas y Sociales, del eminente abogado Manuel Ossorio y Florit, la palabra PAZ envuelve en su concepción semántica y pública, “tranquilidad y quietud en los Estados,

en contraposición a la guerra. En este sentido, se dice que los Estados se encuentran en esa situación, no sólo cuando

no tienen conflictos entre sí, sino también cuando teniéndolos, se encuentran dispuestos a dirimir sus diferencias por vías

jurídicas, es decir, sin recurrir a las armas. Por extensión, el concepto de PAZ es aplicable, dentro del terreno privado, a

las personas que ajustan su conducta a las normas del Derecho, resolviendo sus diferencias por vía amistosa y jurídica, sin recurrir a la violencia”. UTOPÍA, entretanto, para la Real Academia es “plan, proyecto, doctrina o sistema halagüeño, pero irrealizable”.

Fue el filósofo, político y escritor inglés Tomás Moro (1478-1535) quien hablando de una sociedad perfecta mencionaba la existencia de Utopía. De hecho, en el año 1516 Moro publicó Del estado ideal de una república en la nueva isla de Utopía. Es así como, de la mano de Moro, nace el concepto de utopía que, desde entonces, hace referencia a una sociedad ideal que no existe realmente en ninguna parte.

Cabe la pregunta entonces, ¿Por qué utopía denota algo que carece de existencia? Pues, porque “utopía” proviene etimológicamente de la voz griega “utópos”, y “u” que significa no, mientras que “topos” significa lugar. Por tanto, “utopía” hace referencia al lugar que no existe y,

por extensión, al lugar que solo vive en la imaginación.

Precisamente, en su libro Tomás Moro expone que en Utopía la vida es idílica y pacífica: se trabaja

por el bien común, al tiempo que la convivencia, la solidaridad, el respeto mutuo y la identidad

plena con los valores de la civilidad, copan la escena social y la convierten en expresión

cultural practicada por todos.

Extrapolando tales conceptos a la realidad sociopolítica y estructural de Venezuela, la XI Edición Aniversario de El Diario de Guayana, pone su atención en el tema de una “Paz sin utopías”, donde muy distinguidos especialistas en diferentes áreas, estudiosos, articulistas y pensadores, se unen para abordar el problema de la violencia en Venezuela, y más específicamente en Guayana, desde el enfoque de los valores que coadyuven a la construcción de un modelo de ciudadanía basado en la cultura de la paz. El objetivo primordial de este esfuerzo editorial, es la recopilación de criterios y orientaciones constructivas, como aportes valederos al tratamiento del grave problema de la violencia en nuestro país, el cual nos compromete a todos los sectores por igual y nos lleva al encuentro necesario de un propósito, forzosamente compartido, cual es, el de propiciar escenarios para el tratamiento eficaz del drama que nos ocupa, en sus diversas facetas y manifestaciones, con el convencimiento de que se trata de una prioridad nacional, exigente e irrenunciable, vital y palpitante, de cara al futuro que aspiramos como sociedad moderna y democrática.

De lo que se trata ciertamente, es que el trabajo colectivo por la paz no se convierta en utopía y veamos sus resultados florecer, como hermosa realidad coronada por la convivencia, la solidaridad, el diálogo permanente y la unión, expresiones valorativas características de las sociedades cultas y civilizadas, quienes se abrazan hermanadas en la construcción de un mejor destino y en la siembra de frutos de progreso y bienestar que nos permiten cada día ser mejores personas.

El Diario de Guayana, con gran orgullo y satisfacción, deja en sus manos este nuevo número de colección y obligada lectura, como homenaje emocionado a su XI Aniversario llevando a sus incontables lectores, anunciantes y público en general, un producto editorial de innegable significación, pensado y elaborado para la consulta permanente, y hacer bueno el papel pedagógico, orientador e informativo que estamos obligados a desempeñar los medios de comunicación social, y que acá cultivamos como nuestra razón de ser y de existir.

SEDITORIAL

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Ingenuamente, la lógica del sentido común nos plantea que la paz como el amor son valores universales que todo el mundo conoce de manera natural o intuitiva, y que, como ta-les, no ameritan mayor análisis o explicación puesto que todo en el universo, los seres que pueblan el mundo, se regirían por el amor y la paz. Ambos, en tantos valores uni-versales, estarían vigentes en todas partes, en todas las culturas de to-dos los tiempos.

Esta manera ingenua de entender la paz se desmorona, por poco que hagamos un pequeño análisis de la historia de nuestras palabras e ideas, tratando de entender cómo hemos llegado a ciertas conviccio-nes colectivas, profusamente irra-diadas por los medios de comunica-ción de masas, hasta constituirse en parte del imaginario colectivo globa-lizado que hoy disponemos tecno-impositivamente.

Lo cierto es que la paz es una in-vención relativamente reciente en el largo, denso y complejo proceso de humanización de la humanidad y

de nuestro mundo compartido, que ha tomado cerca de dos millones de años de evolución histórica a nues-tra especie.

Sin duda, la paz no es solamente lo opuesto de la guerra o la ausen-cia de guerra, aunque esta última sea su condición sine qua non. De cualquier manera, la paz va emerger dialógicamente como un valor, pro-fundo y contradictoriamente arraiga-do, en el discurso de la guerra y el discurso religioso. Mucho antes de la invención mo-derna de la Utopía por Thomas Moro, la paz ya se venía inventando desde la Antigüedad; por un lado, gracias a los grandes monoteísmos milena-rios (judaísmo, cristianismo, isla-mismo), responsables de las guerras más extensas, sangrientas y prolon-gadas de la historia y, por otro lado, merced a la impronta profunda que dejó la huella filosófica de Atenas en Occidente, mediante esos obje-tos inasibles que son los conceptos: diálogo, logos-razón, democracia, ética, política, etc. Elementos cons-titutivos de la hoja de ruta contem-

poránea, para la construcción de la compleja y contradictoria sociedad globalizada, mediatizada, fragmen-tada, ideologizada, que tenemos hoy en Venezuela.

La Modernidad ha hecho impensa-ble la paz sin Utopía, esa isla remota e inubicable, inventada en la Inglaterra monárquica-parlamentaria del s. XVII. Utopía permitió integrar un modelo imaginario y sim-bólico de socie-dad equilibrada, justa, equitativa; donde deberes y derechos se comparten colec-tivamente, ten-siones y proble-mas se dirimen y resuelven en un proceso social de diálogo y análisis reflexivo, involu-crando colectiva-mente a todos; en los actos bási-cos de la vida so-cial (producción, recreación, con-

sumo, cultura, administración, etc.). Desde entonces, las utopías ideológi-cas modernas (socialismo, comunis-mo, capitalismo, social cristianismo, fundamentalismo islámico, etc.) han propuesto sistemas socio-políticos pretendiendo construir, mediante la guerra, un mundo-humanidad basa-do en relaciones pacíficas, justas, equitativas, igualitarias, fraternas, para todos: hombres, mujeres, niños

ancianos; en donde, finalmente, desapa-recerían las figuras históricas autorita-rias del poder y el Estado.

Buscar la paz hoy en Venezuela, supo-ne al menos aceptar que hemos estado y aún seguimos en una inédita guerra fratri-cida. En post de una rancia Utopía, hemos permitido la destruc-ción de una Tierra de Gracia que aún espe-ra por una venezola-nidad posible.

Luis D’aubeterre es licenciado en Psicología con maestría en Psi-cología Clínica de la Universidad de París y doctorado en Psicología de la Universi-dad Central de Venezuela. Desde 1993, hasta la fecha, es docente e investigador adscrito al Centro de Investigacio-nes Antropológi-cas de Guayana de la Universidad Nacional de Gua-yana (Uneg).

Sobre paz y utopías Socialismo, comunismo, capitalismo, social cristianismo, fundamentalismo islámico, etc., han propuesto sistemas socio-políticos pretendiendo construir, mediante la guerra, un mundo-humanidad basado en relaciones pacíficas, justas, equitativas, igualitarias, fraternas, para todos y en donde, finalmente, desaparecerían las figuras históricas autoritarias del poder y el Estado

Hemos permitido la destrucción de una Tierra de Gracia que aún espera por

una venezolanidad posible

De cualquier manera, la paz

va emerger dialógicamente como un valor,

profundo y con-tradictoriamen-

te arraigado, en el discurso

de la guerra y el discurso

religioso.

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La paz implica la resolución de con-flictos mediante la negociación, el diálogo y el respeto a los acuerdos así como la eliminación de agresio-nes, ya sean simbólicas o bélicas. No debe entenderse como un falso equilibrio estático y ahistórico, sino como un tiempo de encuentros y también de desencuentros, pero que permiten la construcción de un proyecto común, no impuesto por el poder constituido (entiéndase el Es-tado o alguna institución, instancia o persona dominante).

Lo que se llama la pax romana, la paz imperial o la paz colonial no es una verdadera paz. Antes bien, pue-de encubrir un terrorismo de Esta-do (para decirlo con una expresión actual) o una forma de dominación exagerada e inhumana.

La paz no es una utopía, como quizá lo fue el sueño de una sociedad pos-tindustrial esbozado en la década de 1960, en plena Guerra Fría, y resu-mido en el lema de “paz y amor”. No obstante, la paz necesita de utopías para alimentarse y redefinirse hasta llegar a su concreción histórica.

La gran utopía de la nueva paz, no solo venezolana y latinoamericana, incluso austral, sino universal, es la aceptación de la diversidad en sus más amplias y variadas mani-festaciones y consecuencias: étni-ca, sociocultural, política, lingüís-tica, ideológica, religiosa, sexual… Ahora bien, aquella máxima de que

mis derechos llegan hasta don-de empiezan los derechos de los otros, aplicada al plano individual pero también al colectivo, no es una mera declaración hueca sino la síntesis del respeto y la paz.

En el mundo actual parecerían agitarse vientos alentadores, pero también densos nubarrones. Ma-nifestaciones de ello son la crisis del estado nacional y las preten-siones neoimperiales de algunas potencias, como el caso de Cata-luña, Euzkadi y Escocia, para lo primero, y la intervención rusa en Crimea y Ucrania, para lo segundo. También resalta la imposición del pensamiento único en regímenes que se dicen defensores de una entelequia llamada “pue-blo” (vaga y acomodaticia-mente defini-do y de peor manera asumi-do).

Las contra-dicciones del mundo post-moderno qui-zás preludien un nuevo orden geopolítico. Los intelectuales están llamados a pro-poner una transición pacífica a ese mañana, tan vago como seguro, que surgirá de las ruinas del mun-do moderno y de la enorme prepo-

tencia de la sociedad industrial, ex-presada en dos de sus asunciones fundamentales: el crecimiento sin límites y el hiperantropocentrismo no solo falsamente universal sino hoy quizá más parecido a una es-pecie de ciberantropocentrismo parcialmente ahistórico (dado que solo ocurre en reducidos círculos sociales y regiones del planeta), que mezcla los ideales de un homo oeconomicus y la ya no tan utópica experiencia de un digital nativo.

Ante esto, cabe preguntarse qué ángel maléfico expulsó de la his-toria a los chamanes y bailarines tribales o a las mujeres indias que deambulan con pequeñas

mercaderías, por tantas calles de América Latina. La paz debe ser sinónimo de superación de las in-equidades, de aceptación de las diferencias, de un nuevo modelo económico que no se rinda ante

el capitalismo salvaje de la acu-mulación súper ampliada, ni a los modelos tantas veces fracasados de los regímenes socialistas y co-munistas, que no solo sacrifican la necesaria libertad en aras de un mal enfocado bien colectivo, sino que se encubren con el llamativo concepto de “lucha de clases”, sin entrar a calificar la validez de la idea misma.

Es necesaria, pues, una nueva ética para construir y sostener la paz, una ética de la aceptación del otro, para quien, paradójicamen-te, el ego enunciador también es distinto a lo que el otro considera la norma.

Es necesaria una paz diversa, con enfoque de género, por supuesto, con un enorme respeto por la per-sona, pero una paz universal que apele a todos los hombres y muje-res de buena voluntad.

Horacio Biord Castillo es investiga-dor asociado titular del La-boratorio de Etnohistoria y Oralidad del Centro de An-tropología “J. M. Cruxent” del Instituto Venezolano de Investiga-ciones Cientí-ficas Profesor Asociado de la Universi-dad Católica Andrés Bello.

Utopías para la pazLa paz no es una utopía, como quizá lo fue el sueño de una sociedad post-industrial esbozado en la década de 1960, en plena Guerra Fría, y resumido en el lema de “paz y amor”. No obstante, la paz necesita de utopías para alimentarse y redefinirse hasta llegar a su concreción histórica

La paz debe ser sinónimo de superación de las inequidades, de aceptación de las diferencias,

de un nuevo modelo económico que no se rinda ante el capitalismo salvaje de la acumulación

súper ampliada ni a los modelos tantas veces fracasados de los regímenes socialistas

y comunistas.

El proceso de diálogo debe

ser manejado con la pruden-cia necesaria y con el discurso más favorable

para generar la inclusión.

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Se tiene la idea de que la paz es ausencia de conflicto y desde que tenemos uso de razón el mundo se presenta con diferentes rostros de guerra; crecimos siendo grandes ob-servadores de esa lúgubre realidad, en medio de familias y gobiernos disfuncionales.

Lo que implica que estamos bus-cando ese lago de tranquilidad en medio de la tormenta; en otras pala-bras estamos buscando la paz tran-sitando en caminos desconocidos y con un claro desenfoque, que refleja la realidad en que vivimos.

Dentro de esta perspectiva se ob-serva que nuestra nación es un re-flejo de esa paz anhelada y que a su vez conforma un espejismo, se busca la paz en medio de un lengua-je de guerra y a través de conductas y decisiones incoherentes, se habla de paz, amor, justicia y verdad, en medio de escenarios con líneas dis-cordantes, y en los asuntos más re-levantes del país; se convoca a dia-logar en medio de polarizaciones a la defensiva, escuchamos hablar de “guerra económica” para implemen-tar soluciones cambiarias, reactivar e incentivar la productividad, se en-frenta pueblo contra pueblo. Es una atmósfera incompresible para com-prender el llamado de “paz”.

Frente a esta formulación es ne-cesario destacar como ciudadanos, que debemos autoevaluarnos y ha-cernos preguntas tales como: ¿Qué estamos haciendo para mejorar la situación del país?, analicemos sí, somos ¿habitantes o ciudadanos? y ¿Qué está haciendo por usted, su familia y comunidad?, su conducta ¿Se comporta de forma tolerantes con las personas que piensan distin-to a usted?, en ocasiones ¿Se con-vierte en lo que critica?, ahora ¿Es portador de paz o de guerra? Mi gen-te somos parte de la transformación de la sociedad.

El cambio comienza por nosotros, es importante señalar que en la mente hay guerra constante, usted en ocasiones se dice cosas men-talmente que jamás permitiría que otro le dijera, usamos máscaras con sonrisas para reflejar una mentira interna, hay que sincerar el dialogo interno, sea su amigo y cambien sus pensamientos, de estos depende su éxito o fracaso en la vida. ¿Cuál es el propósito de su vida?, enfoque su lente.

Vivimos en medio de oportunida-des disfrazadas de problemas por resolver a las que llamamos conflic-tos, y por lo general miramos más el problema que la solución, en oca-

siones la importancia de la familia es sustituida por “otros” asuntos, pero la verdad en el presente no hay calidad de vida, ni de tiempo, es por ellos que justifica las culpas, por las migajas de amor que les da a sus hijos y seres queridos.

Hay quienes confunden ser un padre responsable, porque pagan todo con ser un padre ejemplar y existe una clara diferencia; pues el responsable cumple con las obligaciones mien-tras; que el ejemplar además de res-ponsable, tiene una conducta ejem-plar y coherente. La familia es la base de la sociedad.

En este mar-co general es necesario que revisemos nues-tras conductas, el hombre es el único animal que busca fuera de sí mismo, lo que debe encontrar dentro, en estos tiempos, donde todo parece un caos, debemos conectarnos con nuestra esencia y buscar esa paz interior, no se

trata de evadir la realidad, al contra-rio es buscar esa fortaleza poderosa.

Hay que hacer un alto en el camino, frenar la carrera, estamos de paso por la vida. En libro de los libros, la Biblia define “y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vues-tros pensamientos en Él. (Fil 4:7). Su paz es nuestra fortaleza contra la ad-versidad. (Isaías 66:12)

En estos tiempos, es necesario revisarnos, conectarnos con la es-piritualidad en busca de fortaleza,

sabiduría y desde esa fuente creativa poderosa e infinita de Dios, encontrar las soluciones para los problemas per-sonales, familiares y de la sociedad por un mundo mejor. Les regalo un abrazo col-mado de paz, exten-dida al excelente equipo de El Diario de Guayana por tan importante inicia-tiva. El periodismo escribe la historia, de los ciudadanos depende la narrativa ¡Felicitaciones!

Tania García es licenciada en Comunicación Social mención: Desarrollo Social, egresada de la Universidad Nacional Cecilio Acosta (Edo. Zulia); técnico superior en Mer-cadeo: Mención Comercialización (Instituto Superior Universitario de Mercadeo) con estudios de nivelación y actualización en el IESA; y diplomado en Investigación Psicolingüística. Es ancla de Unión Radio, conductora y productora del programa “Área Informativa”; y conferencista y asesora empre-sarial en merca-deo, liderazgo y emprendimiento.

La paz ¿espejismo o verdad?Hablamos de paz con lenguaje de guerra, añoramos la paz a través de trazos difusos y ensombrecidos con sentimientos imprecisos

Nuestra nación es un reflejo de esa paz anhelada y que a su vez conforma un es-pejismo, se busca la paz en medio de un lenguaje de guerra y a través de con-

ductas y decisiones incoherentes

Se habla de paz, amor,

justicia y ver-dad, en medio de escenarios

con líneas discordantes, y en los asuntos

más relevantes del país.

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En un mundo como el nuestro, la paz es menos una realidad que una palabra, más un sueño difícil que un proyecto claro ¿Es posible un mundo de absoluta paz? Es imposible saber-lo ¿Lleva el hombre la agresividad y la intención guerrera en sus genes? A juzgar por los hechos históricos, se podría decir que sí. Sin embargo, el humano es también un ser capaz de aprender y cambiar, un ser cultu-ral, un animal de costumbres.

La paz es también una mercancía intercambiable. Se puede usar para bien o para mal, para hacer dinero, para engañar incautos, para justifi-car trapisondas. Es de la misma ca-tegoría de otros conceptos abstrac-tos como amor, libertad, derechos humanos, todos ellos plausibles de estar en las bocas tanto de ángeles como de demonios.

Ahora bien, sigamos con las pre-guntas ¿Se puede convertir la paz en algo concreto, tangible, posible? Tal vez. Pero esa posibilidad solo existe si se le vincula con grandes transformaciones que necesita el mundo con urgencia: que se acabe la gran desigualdad socioeconómica entre países y personas (dominio de las potencias, de las transnaciona-les, del 1% vs el 99%), la posesión de grandes arsenales de armas de destrucción masiva (armamento nu-clear, por ejemplo, en lo que Esta-

dos Unidos es el peligro principal), la voracidad de los grandes países industrializados por los recursos na-turales del mundo, con el petróleo como señero.

Pero si se lograra recortar las gran-des brechas de desigualdad entre países y personas, si se destruye-ran todas las armas, si se generara armonía relativa en el reparto de los recursos que ofrece el planeta a la Humanidad, y no se resuelve el problema principal, el germen de la violencia seguiría allí y no tardaría mucho en re-producirse. Ese proble-ma principal no es otro que la con-ciencia, la cultura. La paz es enemiga de las grandes corporacio-nes mediá-ticas, de las i n d u s t r i a s del cine y del entrete-nimiento, de la televisión, del consumismo, de la banalidad cultural reinante. Para que algún día llegara a instalarse el amor a la paz

en la conciencia de los hombres, tendrían que desaparecer de la tierra Rambo, Superman, Batman, James Bond, los Power Rangers, los juegos de guerra, la mayoría de los enlata-dos de la TV, el romanticismo delic-tivo del Reggaetón, las truculentas y estúpidas tramas de casi todas las telenovelas y un largo etcétera.

Otra pregunta ¿seremos capaces de cambiar todo eso? Es sumamente difícil, pero no imposible. El huma-no se verá más temprano que tarde ante una situación apocalíptica que

le obligará a abrir del todo los ojos y a tomar decisiones trascendentes e impostergables. No hay ni habrá

sino una alternativa: o cambiamos nuestro mundo de raíz o la especie sucumbe. Entretanto, se deberá mantener en alto la bandera de la paz y todo a lo que ella corresponde: la lucha por la soberanía de los recursos naturales de los países productores, por la justicia y la igualdad, contra la so-ciedad capitalista depredadora que pone en peligro el hábitat huma-no, por la belleza sublime del arte, contra la banalidad de la industria cultural y farandulera. Lamentable-

mente, estas luchas no podrán ha-cerse siempre en paz: la realidad lo demuestra.

Néstor Franciaes poeta, ensayista y narrador. Es licenciado en Letras de la Universidad Central de Venezuela. Ha publicado varios libros de ensayo político e investigación social.

La paz es una tómbola¿Es posible un mundo de absoluta paz? Es imposible saberlo ¿Lleva el hombre la agresividad y la intención guerrera en sus genes? A juzgar por los hechos históricos, se podría decir que sí. ¿Se puede convertir la paz en algo concreto, tangible, posible? Tal vez

Si se lograra recortar las grandes brechas de desigualdad entre países y personas, si

se destruyeran todas las armas, si se generara armonía relativa en el reparto de los recursos que ofrece

el planeta a la Humanidad, y no se resuelve el problema principal, el germen de la violencia

seguiría allí y no tardaría mucho en reproducirse. Ese problema principal no es otro

que la conciencia, la cultura

La paz es enemiga de las grandes

corporaciones mediáticas, de las industrias del cine y del

entreteni-miento, de la

televisión, del consumismo,

de la banalidad cultural rei-

nante.

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Es difícil escribir sobre algo en lo que no se cree, porque la paz es un estado donde el alma humana se crea y re-crea, y siente la vida a plenitud, libre de temores, ¿es esto posible?

Pero, voy a otra pregunta: ¿Existió la paz en la vida de todos los atormen-tados que la buscaron, como Gandhi, Luther King y Jesucristo? Cuando el nazareno, arrastraba los pies sobre las arenas del desierto, bajo un sol inclemente, y arengaba a la gente a seguirlo, ¿habría tenido la paz que sólo puede darse en un estado de contemplación total y de anulación de todos los sentidos a través de una meditación profunda? No.

El que anda despierto en un propó-sito, en una lucha, aunque sea en una búsqueda espiritual, no tiene paz. La acción anula la paz, ella existe sola-mente dentro de los muros de las catedrales vacías de fieles, donde ni siquiera al viento le es permitido en-trar y donde el silencio se hospeda en cada rincón de las esquinas del tem-plo; allí donde los cirios en comunión con la más profunda quietud, entra en contacto con lo desconocido.

La paz, por lo tanto es inacción y si existe un estado de lucha por lograrla,

ella no tendría cabida porque habría una contradicción. La paz conlleva el desapego, el mirar sin participar, que no se alteren los sentidos y se perma-nezca inmutable, aún viendo como al-guien pone los pies sobre el fuego.

En mis muchos intentos de meditar y estando a punto de lograrlo, desper-taba para interrogarme acerca de si la inacción y el desapego no serían una forma de egoísmo, ¿cómo podía per-manecer impasible, inconmovible con tanta angustia afuera, cómo buscar paz y tranquilidad y aún acomodo si todo estaba ardiendo aquí y allá en los últimos confines de la tierra?

Llegué a la conclusión de que la paz, la libertad y la armonía son ins-tantes en la vida de los seres, pero nunca un logro permanente como lo desearon tanto el nazareno, Gandhi, Luther King y otros, que por cierto los tres fueron muertos con saña y violencia, como una burla a su bús-queda humanista.

Gandhi buscó a través de la desobe-diencia lograr vencer las fuerzas que oprimían a su pueblo, por eso dejó para la posteridad estas palabras: “La desobediencia civil es la llave del poder”

“Ningún policía y ningún ejército pueden lograr que se doblegue la voluntadde todo un pue-blo decidido a resistir hasta que se agoten sus fuerzas…”

Como puede leerse, aquí no hay asomo de paz sino de lu-cha y este hom-bre, con su no violencia y su resistencia pa-cífica, doblegó a los británicos, una potencia engreída y aris-tócrata.

La otra pregunta de mis reflexiones es la siguiente: ¿Es la desobe-diencia una forma de lucha pacífica? Ninguna forma de lucha es pacífica porque una “ac-ción genera una reacción”, cosa

ya sabida; es si, una lucha desigual y suicida: hay que luchar con las manos

abiertas, sin armas, contra ejércitos arma-dos y desalmados, lo que vemos a diario y en la actualidad.

Sólo un profundo amor por un país, por ideales y con-vicciones sé puede generar una lucha tan desigual como ha sucedido y aún sucede en la libera-ción de los pueblos. ¿Logros? Muchos: la liberación de la India por Gandhi, la lucha de Luther King dio sus frutos a favor de la igual-dad racial y los de-rechos ciudadanos y Jesucristo aún vive en los corazones de toda una humani-dad que después de más de dos siglos, lo considera su Sal-vador, y dividió al mundo en antes y después de Él.

Teresa Coraspe es poeta, narra-dora, promotora cultural y talleris-ta de literatura. Ha publicado cinco obras de las cuales Este silencio siempre obtuvo la primera mención del Con-curso de Poesía “José R. Del Valle Laveaux” (l987). En 1996 fue declarada Hija Ilustre de Sole-dad, Municipio Independencia del estado Anzoátegui; y en la actualidad, es la autora de la página cultural dominical “Ojo de Búho” de El Dia-rio de Guayana.

La paz es inacciónEl que anda despierto en un propósito, en una lucha, aunque sea en una búsqueda espiritual, no tiene paz

La paz, la libertad y la armonía son instantes en la vida de los seres, pero

nunca un logro permanente

como lo desearon tanto el nazareno,

Gandhi, Luther King

y otros, que por cierto los tres fueron

muertos con saña y violencia,

como una burla a su búsqueda

humanista

La paz conlleva el desapego, el mirar sin

participar, que no se alteren

los sentidos y se permanezca inmutable, aun

viendo como alguien pone

los pies sobre el fuego.

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La violencia parece desatarse nue-vamente en el mundo y acentuarse en nuestro entorno: en acciones irresponsables de los gobiernos, en respuestas arrebatadas del pueblo, en campañas políticas insubstan-ciales y plenas de violencia verbal, en el enriquecimiento desmedido de los poderosos, en los rincones íntimos de la familia. Sin contar la ambiciosa brutalidad del imperio y la deshumanizada cobardía de las naciones. Son múltiples las causas que ocasionan esta violencia: Todo es multicausal y todo tiene que ver con todo. Si es un hecho que la sola educa-ción no logra eliminar la violencia, ésta no desaparecerá sin auténticos, profundos y significativos aprendi-zajes. Lo educable del ser humano es su sistema de relaciones (consi-go, con los demás, con el entorno) pues las relaciones son el gen de la historia personal de cada individuo. En la visión de la educación perma-nente, el proceso educativo consis-

te en hacer que la situación utópica de la humanidad se haga colapsar en la historia presente de cada in-dividuo y de cada grupo humano. Esto exige una actitud permanente de aprendizaje y una puesta en obra de esa utopía, con el desarrollo de todas las facultades con las que cuentan tanto el individuo como la sociedad. La utopía desde siempre está rela-cionada con la paz, que tiene carga etimológica de pacto como producto de acuerdo, de diálogo de conviven-cia humana, y por lo mismo de justi-cia, solidaridad y respeto a la digni-dad personal. Etimológicamente, para los grie-gos, la paz era una situación logra-da mediante el uso de la palabra en reuniones o asambleas, palabra que permitía trabar un tejido entre diver-sas posturas de pensamiento y entre los individuos que las sostenían. Para los chinos, la paz es obra de aquella palabra que logra unir lo

separado en un mismo aliento y genera una actitud que se hace manifiesta al usar palabras que mueven co-razones al uní-sono. La violencia se inicia siempre con la palabra. Palabra que, al cargarse de des-amor, se hace eficaz pero des-tructora, menti-rosa y ciega. Fomentar la paz y no la violen-cia es tarea fun-damental de la educación per-manente; donde la utopía debe ser generador y motor de movi-

miento social de en-tendimiento.

Revalorar la fuerza de la palabra para que una y humanice, evitar la palabra que hiere y divide: parti-cularmente aquella que intenta hacer del hablante un de-chado de virtud y de defensa del bien, aunque éste se de-nomine común. Porque la palabra -aquella proferida desde el corazón fa-riseo- también es vio-lenta, también des-truye, también mata. Aprender a articular palabras que unifi-quen corazones y que consoliden proyectos, es tarea siempre ina-cabada de la educa-ción permanente.

Luis G. Benavides Ilizaliturri es Doctor en múltiples y diver-sas disciplinas, pensador mexi-cano, políglota, amante de las matemáticas, es considerado uno de los mejores educadores de la actualidad en el mundo. Ha sido reconocido por la UNESCO, la OEI, la OEA y varios gobiernos extranjeros. Actualmente dirige el Centro Internacional de Prospectiva y Altos Estudios, Cipae, México.

Articular palabrasFomentar la paz y no la violencia es tarea fundamental de la educación permanente, donde la utopía debe ser generador y motor de movimiento social de entendimiento La utopía desde

siempre está relacionada con la paz, que tiene

carga etimológica de pacto como

producto de acuerdo, de diálogo

de convivencia humana,

y por lo mismo de justicia, solidaridad

y respeto a la dignidad personal

Para los grie-gos, la paz era una situación

lograda me-diante el uso de la palabra en reuniones o asambleas,

palabra que permitía

trabar un tejido entre diversas

posturas de pensamiento

y entre los individuos que las sostenían.

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Había una vez un rey que ofreció un gran premio al artista que lograra captar en una pintura la paz perfec-ta. Numerosos artistas presentaron sus cuadros en los que intentaron plasmar sus visiones de la paz. El rey, tras observar todas las pintu-ras, seleccionó dos que le habían impactado profundamente.

La primera recogía la imagen de un lago muy tranquilo. En él se re-flejaban las montañas plácidas y sobre ellas un cielo inmensamente azul con unos tenues brochazos de nubes blanquecinas. Ciertamente, la visión del cuadro producía paz y todos estaban seguros que esta pintura sería la ganadora. La se-gunda pintura ofrecía un paisaje de montañas abruptas y escabrosas, sobre las que un cielo enfurecido descargaba una colosal tormenta de rayos y truenos. De la montaña caía un torrente impetuoso. La gente no entendía cómo el rey la había sele-ccionado como finalista. Mayor fue

su asombro cuando, después de largas cavilaciones, el rey la eligió como ganadora. -Observen bien el cuadro –les dijo el rey al explicar su decisión-. De-trás de la cascada hay un pequeño arbusto que crece en la grieta de la roca. En el arbusto hay un nido con un pajarito que descansa tranquilo a pesar de la tormenta y del fragor de la cascada. Paz no significa vivir sin pro-blemas ni conflictos, llevar una vida sin lu-chas ni sufrimientos. Paz significa tener el corazón tranquilo en medio de las dificul-tades.

Sólo los que tienen el corazón en paz po-drán ser sembradores de paz y contribuirán a gestar un mundo me-jor en medio de tantas violencias, tormentas y problemas. La lucha por

la paz y la justicia debe comenzar en el corazón de cada persona. Por ello, yo vengo hablando desde hace mucho tiempo de la necesidad de comenzar desarmando los corazo-nes que están llenos de rabia, ira, agresividad, desprecio, violencia. Ser pacífico o constructor de paz no implica adoptar posturas pasivas, ni ser sumiso, sino comprometerse y

luchar por la verdad y la justicia, sin violencia. Será imposible construir

la paz y alcanzar la reconciliación, si no comenzamos a pacificar nuestro corazón y a reconciliarnos con noso-tros mismos.

Superar la gravísima crisis que vivi-mos está exigiendo políticos de altu-ra, muy honestos, humildes, buenos negociadores, respetuosos de todos y de las opiniones diversas, dis-

puestos a servir siempre a la verdad y a la república, y no a sus intereses.

Antonio Pérez Esclarín es licenciado y doctor en Filosofía de la Universidad Católica del Ecuador con Master in Divinity, Woodstock College of New York; a su vez es licenciado en Educación de la Universidad Nacional Simón Rodríguez de Venezuela. Actualmente, se desem-peña como coordinador de Investi-gación del Centro de Formación e Investigación Padre Joaquín de Fe y Alegría.

La paz como actitud de vida Ser pacífico o constructor de paz no implica adoptar posturas pasivas, ni ser sumiso, sino

comprometerse y luchar por la verdad y la justicia, sin violencia. Será imposible construir la paz y alcanzar la reconciliación si no comenzamos a pacificar nuestro corazón y a reconci-liarnos con nosotros mismos

Superar la gravísima crisis que vivimos está exigiendo políticos de altura, muy honestos,

humildes, buenos negociadores, respetuosos de todos y de las opiniones diversas, dispuestos

a servir siempre a la verdad y a la república, y no a sus intereses

La lucha por la paz

y la justicia debe comenzar

en el corazón de cada

persona.

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Desgraciadamente hoy en día, don-de lo común es disfrazar las ambi-ciones bajo el ropaje retórico del amor y del servicio, y donde la justi-cia está al servicio del poder, “la ver-dad sólo perjudica al que la dice”, como ya nos lo advirtió Quevedo.

Cuando los conflictos se tornan graves, es necesario convencerse de que no hay alternativa al diálogo y la negociación, y que la verdad está siempre en el acuerdo. Los nega-dores del diálogo, los intolerantes, sólo necesitan el discurso ofensivo y dogmático, que encontrarán en las diatribas de un demagogo, en los evangelios de su caudillo, o en el fanatismo de su secta. Para ellos, la forma de hacer política es la violen-cia, y su causa está por encima de los demás. Por ello, nunca serán ca-paces de construir un mundo nuevo, por mucho que lo anuncien, deseen y proclamen.

Si no queremos entrar en una es-piral de violencia que nos arrastre a todos y siembre al país de destru-cción y muerte, debemos abocarnos todos a construir la paz. No seremos capaces de romper las cadenas ex-ternas de la injusticia, la violencia, la miseria, si no somos capaces de romper las cadenas internas del egoísmo, el odio, el desprecio, la mentira, la venganza, que atenazan los corazones. No derrotaremos la corrupción, que actualmente corroe la entraña de la sociedad, con cora-zones apegados a la riqueza y el te-ner; no construiremos participación y democracia con corazones ávidos de poder; no estableceremos un mundo fraternal con corazones lle-nos de odio y de violencia.

Hay que trabajar arduamente por la paz, pero hacia la paz no se avanza de cualquier manera, ni se llega por cualquier camino. Hay que dar pa-sos acertados. Y en estos momentos corremos el peligro de adentramos por los caminos más equivocados.

No se llegará a la paz enfrentando de manera violenta a las personas, golpeando o reprimiendo salvaje-mente. Lo que se necesita es aproxi-mar posturas y aunar fuerzas, no en-cender la lucha callejera ni ahondar las divisiones. Así no se construye un país. Así se destruye. ¿Qué amor

al pueblo puede existir en quien pone en marcha un camino tan peli-groso y destructor?

No se llegará a la paz provocando el desprecio, los insultos y la mutua agresión. ¿Por qué tengo yo que des-preciar y considerar como enemigo a alguien sólo porque piensa de diver-sa manera? ¿Tengo que olvidar que es conciudadano, que es hermano, que pertenece a mi país al que posi-blemente ama tanto o más que yo?No se llegará a la paz introduciendo más pasión y fanatismo entre noso-tros. Lo que se necesita es sembrar

objetividad, racionalidad y enfriar los ánimos. ¿Qué puede nacer de posturas dogmáticas, totalmente cerradas a la autocrítica, que siem-pre culpan al otro de sus propios fracasos? No se llegará a la paz amenazando, golpeando, o reduciendo al silencio a quien no piensa igual. Cuando en una sociedad se limita la libre expre-sión o la gente tiene miedo de expre-sar lo que piensa, se está destruyen-do la convivencia democrática.

En medio de los graves enfrenta-mientos de estos días, escucho la consigna de Jesús: «Si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu her-mano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano» ¿Para qué sirven todas nuestras profesio-nes de fe en un Dios Padre, si luego no vivimos como hermanos?

No se llegará a la paz amenazando, golpeando, o reduciendo al silencio a quien no piensa igual.

No se llegará a la paz provocando el desprecio, los insultos y la mutua agresión. ¿Por qué tengo yo que despreciar y considerar como enemigo a alguien sólo porque piensa de diversa manera?

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El inicio de un proceso de diá-logo, entre una parte de la oposi-ción venezolana y el gobierno del presidente Nicolás Maduro, ha generado un importante debate público nacional e internacional sobre su viabilidad, convenien-cia y pertinencia. El diálogo como práctica política no es sólo una alternativa, sino el instrumento fundamental de su práctica en una sociedad global donde la de-mocracia se ha asumido como el sistema universal que rige las re-laciones humanas.

En Venezuela, el diálogo entre sectores fuertemente polarizados en principio por concepciones ideológicas, pero hoy más que nunca, por intereses de poder, se plantea como “una necesidad”, posterior a dos meses de violen-

cia urbana convocada y activa-da por un sector de la oposición conducida por Leopoldo López, Antonio Ledezma y María Corina Machado.

Sin embargo esta aparente “necesidad” r e s p o n d e entre otras cosas a una condición de debilidad del gobierno de Nicolás Madu-ro al no poder seguir desa-rrollando un proyecto he-gemónico, tal como lo venía construyendo el presidente Chávez en su última

etapa de gobierno, basado en una mayoría electoral indudable e incuestionable que permita eva-dir cualquier negociación para la subsistencia del proceso revolu-cionario.

La convocatoria y aceptación del diálogo por parte del gobierno es

visto por algunos sectores radi-cales del proceso revolucionario como un síntoma de debilidad y como el adelanto de un “pacto” de gobernabilidad y alterabilidad del poder con el sector más mo-

derado, menos radical y anti ex-tremista de la oposición.

Nicmer Evans es politólogo, egresado de la Universidad Central de Venezuela (UCV), con maestría en Psicología So-cial. Docente de la escuela de Sociología de la UCV, investigador docente adjunto de la Contraloría General de la República y co-moderador del programa de opinión y análisis “Golpe de Timón”.

Diálogo con inclusión Lo mejor que puede pasar es que el proceso de diálogo sea, además de participativo y protagónico, también transparente y confiable, para así lograr la paz tan anhelada que sirva de soporte para afrontar la verdadera crisis que existe en nuestro país: la crisis del rentismo petrolero y la dependencia

El diálogo como práctica política no es sólo una alternativa, sino el instrumento

fundamental de su práctica en una sociedad global donde la democracia se ha asumido como el sistema universal

que rige las relaciones humanas

El proceso de diálogo debe

ser manejado con la pruden-cia necesaria y con el discurso más favorable

para generar la inclusión.

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De igual manera, dentro de la oposición, la aceptación al diálogo sólo es reconocida por aquel sector que aunque no ha cuestionado las acciones violentas en las calles de diversas ciudades del país, no han convocado a las mismas, mientras que el sector más extremista recha-za el diálogo, asumiendo que quie-nes asisten sin haberse cumplido una serie de condicionamientos previos para tal fin son unos “entre-guistas” que “se han doblegado al régimen castro-comunista”.

Esto plantea una realidad sociológica muy particular en Venezuela. En otras sociedades la posibilidad de desarro-llar un gobierno de conciliación donde un proceso de diálogo termine en una negociación de interés y un reparto de cargos con el fin de dar paso a un go-bierno de “unidad nacional” podría ser el detonante, muy a pesar de la postu-ra del expresidente de Brasil, Lula Da Silva, de un verdadero estallido de vio-lencia, ya que a la situación actual po-dría sumarse el sector extremista del chavismo que al sentirse traicionado saldría a la calle a defender lo que con-sidera sus conquistas. El proceso de diálogo debe ser manejado con la pru-dencia necesaria y con el discurso más favorable para generar la inclusión, no sólo de los moderados sino de los radicales, excluyendo a los extremis-tas violentos, para obligarlos a ceder. Pero, una exclusión de los radicales de parte y parte podría ser una torpeza del proceso de diálogo que obstaculizaría el fin último del mismo, que termina siendo el restablecimiento de las con-diciones mínimas de gobernabilidad en el marco del respeto a la Constitu-ción y las leyes.

Cualquier asomo de un gobierno de conciliación activaría al sector extremista del chavismo, colocando a Venezuela en un abismo que ge-neraría satisfacción sólo a aquellos sectores que responden a intereses trasnacionales. Pero, aún sin un go-bierno de conciliación, la pérdida de las conquistas sociales logradas en el gobierno de Chávez, basadas en una más justa distribución de la renta petrolera, sería otro deto-nante pero ahora de un conflicto social. Por ello, lo mejor que puede pasar es que el proceso de diálogo sea además de participativo y pro-tagónico, también transparente y confiable, para así lograr la paz tan anhelada que sirva de soporte para afrontar la verdadera crisis que exis-te en nuestro país: la crisis del ren-tismo petrolero y la dependencia.

Creo que la tolerancia política en nuestro país debe centrarse en comprender a la crítica como un instrumento útil para mejorar el proyecto que pretende ser además de socialista, democrático, participativo y protagónico.

Hay que lograr la paz tan anhelada que sirva de soporte para afrontar la verdadera crisis que existe en nuestro país: la crisis del rentismo petrolero y la dependencia.

DiLemas De La toLeraNcia Dice N. Bobbio que cuando se habla de tolerancia se debe ver desde dos momentos históricos: aquel donde el concepto era aplicable a la convi-vencia entre distintas creencias re-ligiosas y/o políticas, y un segundo momento donde el problema de la convivencia es con las minorías ét-nicas, lingüísticas, raciales, o en ge-neral de todo aquello que se trata de catalogar como “diferente”. En este sentido los primeros autores citados en el párrafo anterior se ubican en el primer momento de Bobbio y los segundos, en su correspondiente se-gundo momento.

El concepto más extendido sobre la tolerancia, a pesar de las amplias di-ferencias y ausencias de consensos, lo expresa Annette Schmitt tomando a Peter Nicholson, es aquel que asu-me que es la acción de una persona cuando omite por determinadas ra-zones intervenir en contra de una acción de otra persona, teniendo el poder para hacerlo, a pesar de que esta acción lesiona una convicción relevante.

Esta definición de tolerancia parte del hecho de que quien define ser to-lerante lo hace bajo la condición de poder que tendría sobre el otro al que tolera, pero la pregunta que salta a la vista es ¿Qué pasa cuando quien le-siona también tiene poder?

La tolerancia desde diversas dimen-siones se ha tratado se señalar como un valor o acción positiva, pero ¿Qué

pasa cuando la tolerancia transgrede las normas y cuando toleran se con-vierte en impunidad? Este dilema se complica cuando nos preguntamos si es pertinente tolerar la intolerancia como exaltación de valor, y es peor aun cuando lo aplicamos a la vida real y nos imaginamos tolerando las acciones nazi-fascistas de exterminio en campos de concentración, o de ex-terminio en los gulag stalinistas, o de torturas estadounidenses de la “de-mocracia imperial” en Guantánamo.

traNsigeNcia

Los límites de la tolerancia están de-finidos por la “transigencia”, es de-cir, el consentimiento con lo que no se cree justo, razonable o verdadero para dar fin con alguna discrepan-cia o diferencia, en pocas palabras, aceptar algo por resignación. Quie-nes toleran, no descartan la inter-vención, pero prefieren buscar una salida negociada, el que transige se entrega.

En nuestro país, con base en el diá-logo que se ha convocado, existen diversos dilemas a resolver para su desarrollo, y entre ellos está la capacidad y voluntad de tolerancia de los actores involucrados para tal fin. La intolerancia discursiva ha sido la fase permanente de una con-vocatoria al diálogo para la paz, y eso definitivamente es contradicto-rio, y demuestra una falsa voluntad política de lograr el objetivo, quien llama “dictador” a la otra parte del diálogo, o quien define a un actor adversario que podría servir de in-terlocutor del otro sector del diálogo

como “Chucky Lucky” mal podrían después sentarse a conversar.

En el marco de esta gran pasión políti-ca que polariza a nuestro país, existen igual dos opciones en cuanto a la tole-rancia: se es tolerante pero no transi-gente, o se es alcahueta de la violación permanente de la Constitución.

Me defino claramente por la necesi-dad de ser tolerantes con aquellos que pretendan realmente dialogar, aún a pesar que tengan profundas diferencias con el chavismo, incluso me defino tolerante con aquellos que no desean dialogar, pero no utilizan la violencia para imponer su criterio, pero será imposible ser tolerante con quien no acepta al chavismo como una realidad política de una parte im-portante de nuestro país.

Pero aún más, creo que la tolerancia política en nuestro país debe centrarse en comprender a la crítica como un ins-trumento útil para mejorar el proyecto que pretende ser, además de socialis-ta, democrático, participativo y prota-gónico. Esta crítica debe ser tolerada incluso si viene de filas opositoras que realmente tengan como objetivo apor-tar al país a pesar de las diferencias, pero debe ser aún más tolerada si pro-viene de las propias filas del chavismo.

La intolerancia dentro de la dirección política del chavismo para con los crí-ticos, y la transigencia con la corrup-ción, el jalabolismo y la ineficiencia son mucho más graves que la into-lerancia de la oposición o la intran-sigencia de los mismos, por ello es importante rectificar.

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Al Excelentísimo Presidente Nico-lás Maduro Moros, a los Honorables miembros del Gobierno de la Repú-blica Bolivariana de Venezuela, a los Honorables Representantes de la Mesa de Unidad Democrática y a los Honorables Cancilleres de la UNASUR: Deseo ante todo darles las gracias por la invitación que han dirigido a la Santa Sede para participar en el proceso de diálogo y paz por su querido país. A cada uno de ustedes deseo asegurarles, ante todo, mis oraciones, para que el encuentro y el proceso que están iniciando produz-can los frutos deseados de reconci-liación nacional y de paz, dones que invocamos de Dios para todo el pue-blo venezolano.

Soy consciente de la inquietud y del dolor, vividos por tantas personas y, mientras manifiesto preocupación por cuánto está ocurriendo, renuevo mi afecto por todos los venezolanos, en particular por las víctimas de la violencia y por sus familias.

Estoy plenamente convencido de que la violencia nunca podrá traer

paz y bienestar a un país, ya que ella genera siempre y sólo violencia. Al contrario, por medio del diálogo ustedes pueden redescubrir la base común y compartida que conduce a superar el momento actual de con-flicto y polarización que hiere tan profundamente Venezuela, para en-contrar formas de colaboración.

En el respeto y en el reconocimien-to de las diferencias que existen en-tre las partes, se favorecerá el bien común. Todos ustedes, en efecto, comparten el amor por su país y por su pueblo, como también las graves preocupaciones ligadas a la crisis económica, a la violencia y a la cri-minalidad. Todos ustedes llevan en el corazón el futuro de sus hijos y el deseo de paz que caracteriza a los venezolanos. Todos tienen en co-mún la fe en Dios y la voluntad de defender la dignidad de la persona humana.

Precisamente, esto les aúna y les apremia a emprender el diálogo (…), en cuya base debe estar una autén-tica cultura del encuentro, que sea consciente de que la unidad siempre

prevalece sobre el conflicto. Les invi-to, pues, a que no se detengan en la coyuntura de lo conflictivo, sino a que se abran unos a otros para hacerse y ser au-ténticos cons-tructores de paz.

En el centro de cada diálogo sin-cero está, ante todo, el recono-cimiento y el res-peto por el otro. Sobre todo está el “heroísmo” del perdón y de la misericordia, que nos rescatan del resentimien-to, del odio y abren un camino realmente nue-vo. Se trata de un camino largo y difícil, que re-quiere paciencia y valentía, pero es el único que

puede conducir a la paz y a la jus-ticia. Por el bien de todo el pueblo

y por el futuro de sus hijos, les pido que tengan este coraje.

Con estos senti-mientos acompaño a toda la querida Na-ción venezolana, y a cada uno le imparto de corazón la Ben-dición Apostólica, invocando la ayuda del Señor.

Vaticano, 10 de abril de 2014, segundo de mi Pontificado.Fuente http://

w2.vatican.va

JORGE MARIO BERGOGLIO, de nombre secu-lar, es el 266º y actual papa de la Iglesia Católica. Como tal, es el jefe de Estado de la Ciudad del Vaticano.

Ser auténticos constructores de paz

A continuación reproducimos el mensaje del santo padre Francisco por el diálogo en Venezuela, carta que fue leída por el nuncio apostólico en Venezuela, Aldo Giordano, durante la primera reunión de la mesa de negociaciones instaurada entre el Gobierno Nacional y los representantes de la Mesa de Unidad Democrática

Se trata de un camino largo y difícil, que requiere

paciencia y valentía, pero es el único

que puede conducir a la paz

y a la justicia. Por el bien de todo

el pueblo y por el futuro de

sus hijos, les pido que tengan este coraje

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De la amplia literatura sobre la de-mocracia quisiera resaltar, de manera sucinta, cinco rasgos de la democracia que nos parecen relevantes para la con-tención de la violencia en la sociedad.

1.- La democracia es un gobierno de muchos, no de uno sola persona. Esta idea puede tener muchas expresiones, una es la idea del gobierno del pueblo donde todos ejercen el poder de mane-ra directa eligiendo las autoridades y delegando en ella unas funciones. Otra connotación puede ofrecer la imagen del poder distribuido y descentralizado o la idea de la separación y equilibrio entre los tres poderes públicos. El con-cepto original que formuló Dahl para re-ferirse a la democracia real y que llamo poliarquía, expresa muy bien esta idea que queremos destacar. Aunque en su caso se trate de una referencia a las ca-racterísticas que deben tener las elec-ciones y las respuestas a las demandas del ciudadano (dos Santos, 1998) y esto tenga serías limitaciones en Amé-rica Latina, nos parece que expresa bien una idea central que deseamos comunicar: es el gobierno de muchos.

2.- En la democracia el poder es un lu-gar vacío, no tiene nombre ni apellido, no es propiedad de nadie. Quien ocu-pa ese lugar está siempre de paso, de transito con unos tiempos de inicio y fi-nalización pautados. Es un ejercicio del poder que tiene fecha de vencimiento establecida. Esta idea del poder como un espacio vacío, formulada por Le-ffort (1981), es muy importante, pues destaca que no son personas sino fun-ciones, pues el poder político en la de-mocracia es un acuerdo, un pacto, una función. Esta idea se expresa, queda verbalizada, muy adecuadamente, en la expresión que en el protocolo vene-zolano existe para dirigirse a la primera autoridad: “el ciudadano presidente

de la República, fulano de tal”. En esta visión la presidencia no es el fulano de tal, el apenas está allí temporalmente, ocupando esa función y ese lugar, no le son suyos ni permanentes.

3.- En la democracia es fundamental la autolimitación del poder, el freno y la sindéresis que debe tener el poder en su ejercicio. Esta realidad surgió del análisis económico, pues el funciona-miento de una economía libre depen-de de la vigencia de las reglas del juego y del cumplimiento de los acuerdos y contratos que hacen los actores. El di-lema que se presenta es que un estado suficientemente fuerte como para ha-cer cumplir los contratos y por lo tanto preservar las reglas del juego, es a su vez suficientemente fuerte como para confiscar la riqueza de sus ciudada-nos. Por lo tanto, en la dinámica de las democracias, un aspecto no legislado, pero fundamental es la auto-sujeción del poder, el equilibrio auto-impuesto que genera el propio poder para no ex-cederse, aun teniendo las posibilida-des de hacerlo.

4.- El cuarto componente es la existen-cia de la ley como un tercero abstracto impersonal que interviene y somete a todos, inclusive a quienes están en la obligación de hacer cumplir esa ley. La expresión que a veces se le escucha al policía abusador (o al militar, al juez o al gobernante) quien, presumiendo de su rol y jactándose de su fuerza, le dice al indefenso ciudadano “yo soy la ley”, resume bien la absoluta negación de lo que es este principio de ejercicio demo-crático. El policía, el juez o el presidente, no son la ley, pueden ser sus instrumen-tos, pero ni están por encima ni la encar-nan, están por el contrario, sometidos a la ley como regla abstracta. 5.- Finalmente, cuando se analizan las diferentes tipos de leyes y reglas de las

democracias, se concluye que pueden funcionar basadas en dos modelos diferentes: se gobierna por consenso o se gobierna por la voluntad de las mayorías.

Realmente la voluntad de la demo-cracia es el consenso, el acuerdo y la negociación, por eso en aquellas de-mocracias que pueden ser cataloga-das como de gobierno de mayoría hay una fuerte búsqueda de consenso; así como en las que tienen como propósito la búsqueda de consenso, se utilizan mecanismos sofisticados de gobierno de las mayorías. La diferencia clara es que la mayoría no puede imponerse y aplastar a las minorías, pues son seres humanos y ciudadanos, miembros de esa sociedad que merecen tolerancia y respeto. De allí que se hayan diseñado mecanismos variados para garantizar la representación de las minorías. Lo que Leijphart destaca bien en su estu-dio es que las democracias basadas en el consenso superan a las de las mayo-rías en el control de la violencia.

PoDer coNceNtraDo Estas cinco características las consi-deramos esenciales para interpretar lo que sucede con la violencia y para in-terpretar las etapas o los cambios que hemos vivido en Venezuela, pues tanto el orden social, como el sistema de jus-ticia penal funcionan en este contexto. Lo que ha sucedido en Venezuela en la primera década del siglo XXI dista mucho del modelo deseable antes for-mulado. En primer lugar, en un país de tradición caudillista y presidencialista, estos rasgos se han acentuado. El poder se ha concentrado en el Ejecu-tivo nacional y en la figura del presiden-te, los procesos de descentralización se han cancelado y revertido. En lugar de distribución del poder entre muchos, se ha agrupado en pocos o en uno.

El poder en Venezuela dejó de ser temporal, aún antes de las modifica-ciones constitucionales, el mensaje era que quien ocupaba el lugar del po-der en la presidencia de la República sería eterno. Primero se anunció que estaría hasta el año 2020, después se postergó hasta el año 2030, después fue indefinido, sin tope ni límite posi-ble. El protocolo de titulación también cambió: de Ciudadano Presidente de la República se pasó a Comandante-Presidente. El poder Ejecutivo y la figura del pre-sidente se han convertido en la Ley. Se han otorgado sucesivos poderes al pre-sidente para legislar, y no en circuns-tanciales periodos cortos, sino por años. Esta práctica que anula la labor legislativa de la Asamblea Nacional, se ha visto refrendada con desplantes ab-solutistas del tipo “el estado soy yo”. En el ejercicio del poder no ha existido auto-contención. Claro, alguien pudie-ra argumentar y con razón que ha podi-do ser peor, y es verdad. Pero lo “más” que no se ha dado no le quita impacto a lo “menos” que ha ocurrido como abuso y confiscación de la propiedad y la libertad del ciu-dadano. Las expropiaciones de los edificios aledaños a la Plaza Bolívar o del Centro Comercial Sambil de La Candelaria en Caracas, o de las fincas al sur del Lago de Maracaibo, son un ejemplo y la expresión más clara de esa actuación negadora de la auto-limitación del poder. Finalmente, la clara voluntad de construir una hegemonía que ignora y pretende aplastar al otro ha sido evidente en las actuaciones del parti-do mayoritario en la Asamblea Nacio-nal y los ejemplos abundan, desde antes y después de la aprobación de las decenas de leyes en diciembre de 2010, como para requerir una justifi-cación con mayores evidencias.

Roberto Briceño León es sociólogo, Doctor en Ciencias, profesor Titular de la Universidad Central de Venezuela y director del centro de in-vestigaciones Laboratorio de Ciencias Sociales, Lacso. Es investigador nivel IV del Sistema Nacional de Investigación de Venezuela (PPI) y miem-bro titular del Comité de Dirección de Investigación y Panel Ase-sor del Com-portamiento Económico Social y de Enfermeda-des Parasi-tarias de la Organización Mundial de la Salud.

Violencia y democraciaLa explicación de las causas de la violencia en Venezuela debe buscarse en los cambios en las reglas del juego y el pacto social, ocurridos entre 1989-1993, y 1994-1998; y la destrucción institucional que ocurre a partir de 1999

Las democra-cias basadas

en el consenso superan a las

de las mayorías en el control de

la violencia.

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Ese contexto institucional

que se requiere para construir

la paz en una sociedad,

representa una dimensión que excede con creces la acción

de la policía.

Estos rasgos son tan evidentes, que quizá los propios partidarios del go-bierno pudieran reconocer su exis-tencia sin mayores problemas.

FragmeNtacióN De La socieDaD Por supuesto que la diferencia es-taría en la evaluación que de esos eventos se hace, pues para muchos de los partidarios del presidente, nada de eso está mal hecho ni tiene consecuencias negativas, sino, más bien, son valoradas positivamente.

Esta diferencia de percepción cons-tituye también un elemento más de la explicación que podemos tener al notable incremento de la violen-cia en Venezuela a partir de 1999. La división del país que se ha dado y fomentado desde el gobierno, constituye un factor adicional en el estímulo a las acciones delictivas y violentas, pues muestra un país di-vidido, en el cual el consenso sobre las normas y el pacto social aparece como diferente o no existente y, por lo tanto, le resta fuerza a su capaci-dad de modelar y contener conduc-tas.

En diversos países se ha observado que la fragmentación de la sociedad contribuye a la violencia y lo ocurrido en Venezuela parece confirmar estas hipótesis.

Paz Democrática En un texto pionero, Sutherland escribió que la criminología se dedi-caba a estudiar cómo se hacían las leyes, cómo eran infringidas y cómo respondía la sociedad cuando tales transgresiones ocurrían.

En la práctica, la criminología se concentró mucho en la segunda ta-rea, la desobediencia de las leyes; descuidando tanto la primera como la segunda, es decir olvidando el proceso social de construcción nor-mativo y de respuesta recíproca. Y cuando no la abandonó de manera abierta, se dedicó a entender la di-mensión normativa exclusivamente como el aparato legal y el castigo solo como la cárcel, relegando la multiplicidad de expresiones que tiene y las dinámica social y política que le da sustento. Lo que hemos llamado la institucionalidad de la sociedad son las reglas que regulan,

limitan y moldean la interacción hu-mana.

La institucio-nalidad refiere por un lado a los mecanismos de recuperación de las normas y costumbres prescritas en la sociedad real para transfor-marlas en leyes y, por el otro, a las modalida-des de recipro-cidad negativas y castigos de la sociedad, a los comportamien-tos prescritos y su igualmente conversión en normas y leyes formalizadas.

Ese contexto i n s t i t u c i o n a l que se requiere para construir

la paz en una sociedad, represen-ta una dimensión que excede con creces la acción de la policía. Más

aun, es algo demasiado im-portante como para dejárselos a los policías, se requiere de la presencia de toda la colecti-vidad pues se trata de la cons-trucción de la sociedad y de la democracia.

Por eso las dictaduras y los regímenes au-toritarios pue-den mitigar el delito y conte-ner la violencia, pero no pueden construir la paz, ya que la segu-ridad ciudada-na requiere de la libertad y la democracia.

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Uno de los principales discursos opositores sobre el tema de la inse-guridad en el país tiene como argu-mento central la criminalización del discurso y de los mensajes emitidos por actores gubernamentales, así como la pérdida de valores, como causas de la violencia, lo que resul-ta poco serio, en especial por ser difícil de comprobar empíricamente esas relaciones lineales de causa-efecto que se pretenden establecer. A este argumento responde el go-bierno señalando como causa de la violencia al discurso y a los men-sajes emitidos por las telenovelas y los medios de comunicación, que es tan poco serio como las explicacio-nes etiológicas de la oposición. La dimensión valorativa y discursiva es importante, pero no lo es todo, no hay que sobredimensionarla.

Hay que analizar cada fenómeno concretamente, tomando en cuenta nuestro contexto y sus particulari-dades fácticas y situacionales. Si la discusión es valorativa habría que empezar por el modelo de sociedad

y de Estado que están tomando am-bos bandos como referentes.

Los discursos aludidos son simi-lares, se alimentan de prejuicios y son profundamente conservadores, tienen su núcleo en la “moral y las buenas costumbres”, en una homo-geneización ideológica de la socie-dad. Su referente son los modelos sociológicos del equilibrio y del con-senso, donde el conflicto, el cambio y la diversidad son considerados como amenazas para el sistema social.

En las ciencias sociales pudiera to-marse como ejemplo de lo anterior al discípulo más conservador y reac-cionario de Saint-Simon, August Comte, para quien la Revolución Francesa era un episodio criminal y antinatural en contra de la histo-ria (Zaffaroni) que debía ser dejado atrás para construir una nueva so-ciedad de orden y progreso, conce-bida como un organismo armónico, donde el ser humano es visto como un sujeto-órgano que más que dere-chos tiene deberes.

Esta visión conservadora de la so-ciedad es refinada más adelante por Durkheim, para quien los valores, las normas y el derecho son el “ce-mento” de la sociedad, es lo que la mantiene unida. Este bloque valora-tivo sería el reflejo más acabado de

lo que es la “conciencia colectiva”. Basado en estas ideas, Durkheim explica su concepto de “anomia”. Según este autor en las sociedades capitalistas modernas, las normas y los valores tradicionales se ven socavados sin ser reemplazados por otros. Existe anomia cuando no hay unas normas claras que guíen el comportamiento en una deter-minada área de la vida social. “La anomia, en efecto, da nacimiento a un estado de exasperación y de can-sancio inusitado, que puede, según las circunstancias, volverse contra el sujeto mismo o contra otro; en el primer caso hay suicidio, y en el segundo, homicidio” (Durkheim, 1897).

Hace casi 120 años este autor con-cebía a la violencia como conse-cuencia de la crisis de los valores, desde un contexto histórico distinto al nuestro, con un marco ideológico bastante reaccionario y conserva-dor… ¿Hemos avanzado tan poco en las explicaciones sobre nuestros problemas sociales?

Keymer Ávila es abogado graduado en la Universidad Central de Venezuela (UCV). Máster en Criminolo-gía y Socio-logía Jurídico Penal, UB (Catalunya). Investigador y profesor de Criminología en la UCV.

Retóricas sobre la violenciaHay que analizar cada fenómeno concretamente, tomando en cuenta nuestro contexto y sus particularidades fácticas y situacionales. Si la discusión es valorativa habría que empezar por el modelo de sociedad y de Estado que están tomando ambos bandos como referentes

La dimensión valorativa

y discursiva es importante,

pero no lo es todo, no hay que

sobredimensionarla.

En el caso venezolano, la

tendencia en el aumento de los

homicidios ha sido progresiva

durante los últimos 60

años.

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Producto de diversas coyun-turas político electorales y de polarización que se han dado en Venezuela durante los úl-timos lustros, el acceso a la data oficial se ha restringido, lo que ha generado en algunos sectores de la oposición polí-tica la aplicación de fórmulas diversas para “calcular” las cifras de delitos, presentando números procedentes de me-todologías más cercanas a la futurología y a la adivinación que a la descripción objetiva del fenómeno en sí. El silencio oficial y las especulaciones de la oposición no contribuyen en absoluto a un adecuado análi-sis, ni a la toma de decisiones acertadas sobre el problema, por el contrario, crean un clima que dificulta estos procesos.

Más allá de las acotaciones anteriores, el homicidio es considerado como la conduc-ta delictiva más grave, es un indicador indiscutible de la si-tuación objetiva de la inseguri-dad y de la violencia delictiva, además, por su gravedad la cifra oculta en estos casos es mínima.

Venezuela tiene una de las mayores tasas de homicidio del mundo, en diciembre de 2013, el Ministro de Interiores informó que la tasa de homici-dios fue de 39 por cada mil ha-bitantes. Estas cifras resultan alarmantes cuando se contras-tan con la tasa mundial que para el año 2011 había sido estimada en 6,9 por la Oficina ONU contra las Drogas y el De-lito (ONUDC), en este mismo sentido, la Organización Mun-dial de la Salud estima que una tasa de 10 puede conside-rarse ya como una epidemia.

Es importante tener en cuen-ta que la tendencia de los ho-micidios en América Latina y el Caribe durante la última déca-da también ha sido creciente, desde el año 2000 al 2010 ha aumentado en un 11%, con más de un millón de personas fallecidas a causa de la crimi-nalidad violenta (ONUDC). En el caso venezolano, la tenden-cia en el aumento de los homi-cidios ha sido progresiva du-rante los últimos 60 años, y tal como ya se ha señalado, las tasas actuales exceden en mucho al promedio regional y mundial.

De allí la necesidad de cono-cer en detalle el fenómeno de los homicidios para buscar su reducción como una política de Estado.

Los discursos aludidos (oposición y gobierno) son similares, se alimentan de prejuicios y son profundamente conservadores,

tienen su núcleo en la “moral y las buenas costumbres”, en una homogeneización ideológica de la sociedad.

El silencio oficial y

las especulaciones de la oposición no contribuyen

en absoluto a un adecuado

análisis, ni a la toma de decisiones

acertadas sobre el problema,

por el contrario, crean un clima que dificulta

estos procesos

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No tendremos paz si no se somete a las bandas que pululan en Venezue-la. Narcotraficantes inescrupulosos, corruptores de funcionarios públi-cos. Matraqueros de aduanas, Cadi-vi/Sicad, alcabalas y cuanto permi-so público se requiera, dispuestos a todo. Azotes de barrios que asesi-nan y secuestran, apadrinados por autoridades que los exhiben como líderes populares a su lado. Sicarios que ponen precio a la vida de quien sea. Mafias aquí y allá.

Ese malandraje tiene sometido al país y ha ocasionado un grave des-ajuste, como el que viven socieda-des en guerra con otros territorios, etnias o potencias. Hogares des-truidos. Empresas quebradas. Des-empleo. Vecindarios aterrorizados. Pérdida de la libertad personal. Más de 25.000 asesinatos a manos de esos criminales se produjeron el año 2013. Las cifras de 2014, por el cami-no que vamos, las superarán.

El Estado venezolano luce lejos de estar comprometido en lucha alguna contra esa plaga que nos devora. Los cuerpos policiales no ofrecen res-puesta satisfactoria cuando a diario miembros suyos aparecen involucra-dos en robos, secuestros y asesina-tos. Esas instituciones están corrom-pidas y no conocemos de diligencias para revertir esa situación y para pro-teger la imagen de los no maleados.

Es común que los abogados que hacen de fiscales respondan a ins-trucciones de retaliación política o de vendettas entre grupos de poder. Lo de los jueces es deprimente. Una elemental norma aconseja que esos funcionarios obtengan sus cargos por concurso de credenciales, o de oposición en algunos casos. La pro-pia Constitución obliga a que así sea, pero desde hace quince años la mayoría de los jueces son proviso-rios y a conciencia de su fragilidad laboral toman sus decisiones de ma-nera complaciente con sus emplea-dores.

La corrupción judicial, por la mis-ma naturaleza de los riesgos que se asumen al denunciar a quienes pueden encarcelar a cualquiera, se mueve sin enemigos visibles, lo que no impide que se conozca de abusos de poder. En los pasillos de los tri-bunales se oyen las quejas de abo-gados que tuvieron que pagar para lograr “beneficios procesales” para sus clientes, o de la imposibilidad de defenderlos por no tener para el pago correspondiente. Las senten-cias no salen así como así.

El Ministerio de Asuntos Peniten-ciarios pone énfasis en la liberación de criminales, por distintas vías, lo que de hecho convierte a una funcio-naria en juez que otorga beneficios para los cuales deben cumplirse

con requisitos que el poder Ejecu-tivo obvia en aras de una supuesta gerencia expedita y de combatir la promiscuidad carcelaria. Los pranes se sienten a sus anchas. Son parte del poder.

El gobierno no es un adversario de la delincuencia y eso permite y favorece la impunidad. No se trata de una mera actitud negligente del Estado. Va más allá. Es una impunidad activa, diligen-te, en la que los funcionarios amparan y auxilian a mafias que han hundido al país en la más tenebrosa inseguridad que haya-mos vivido jamás.

Al crimen o r g a n i z a -do hay que detener lo. Es la única manera de construir un mínimo estadio de paz ciudadana.Es necesario un Estado limpio, no co-rrompido como el de hoy, que enfren-te a los delincuentes. Igualmente ac-ciones de prevención social, tanto en el campo de la educación, de políticas sociales y de la solidaridad comunita-ria como en el diseño de políticas eco-nómicas que abran oportunidades de ingresos dignos para las mayorías. La anterior es una acción integral que es menester aplicar.

Sin embargo, es momento de recor-dar que una primera prevención es que los criminales lleguen a aterro-rizarse con su arresto, con la sen-tencia que se les dicte y con la pri-sión. Que sientan temor de cometer crímenes. Eso no ocurre en nuestro país, donde abundan los asesinos en serie, esos que cometen diez y hasta quince asesinatos en pocos años. Nadie los atrapa. Nadie los castiga. La impunidad es total. Cuando los asesinos y secuestra-dores son encarcelados o dados de baja en inevitables enfrentamientos

policiales, se previene el crimen, al igual que cuando el entorno social y económico de los socialmente mar-ginados es mejorado y cambian las condiciones que contribuyen a ge-nerar los delitos.

Pero para acometer las acciones que lo anterior demanda es necesa-rio un gobierno resuelto a ello, que sea enemigo del crimen. Y eso no lo tenemos en Venezuela.

Claudio Fermín es abogado, sociólogo y profesor universitario de la Escuela de Estudios Políticos de la Universidad Central de Venezuela, de Ciencias Sociales de la Universidad Católica An-drés Bello y en la Escuela de Estudios Internacio-nales de la Universidad Santa María. Exalcalde del Municipio Libertador de Caracas (1989-1993).

No hay paz con impunidadEs momento de recordar que una primera prevención es que los criminales lleguen a aterrori-zarse con su arresto, con la sentencia que se les dicte y con la prisión. Que sientan temor de cometer crímenes. Eso no ocurre en nuestro país

Al crimen organizado hay que detenerlo. Es la única manera de construir un mínimo esta-

dio de paz ciudadana

Cuando los asesinos y

secuestradores son encarce-

lados o dados de baja en inevitables

enfrentamien-tos policiales, se previene el

crimen.

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La Unesco, en su informe de 2011 “Una crisis encubierta: Conflictos Armados y Educación”, señala que al recibir los estudiantes educación de calidad deficiente, los conduce al desempleo y a la pobreza, lo que en muchos países significa que son enrolados de manera obligada a las guerrillas, milicias armadas, y otros. La falta de equidad y de acceso en la educación son las que generan los riesgos de conflictos armados. En algunos países se ha usado la educación para generar intoleran-cia, odio, fanatismo, lo que genera dominación y subordinación de co-munidades vulnerables a través de situaciones armadas, violentas y en muchos casos sangrientas.

La dignidad es la fuente de los dere-chos y conlleva al ser humano a tener la capacidad libre y racional de deci-dir su conducta, y debe ser respetado por los demás, por lo que no puede separarse del derecho fundamental de recibir una educación de calidad.

Siendo entonces, el derecho a la educación un derecho, no puede verse como un medio para que los gobiernos adoctrinen a los alumnos para imponer sus ideologías ni sis-temas de gobierno, por el contrario, debe verse a la educación, según dice Redondo “como el más útil de los ins-trumentos al servicio de la libertad”, el cual debe servir para satisfacer las aspiraciones y las necesidades de cada individuo, en cuanto a su for-mación se refiere, para alcanzar el

pleno desarrollo de la personalidad, para que estos puedan explotar sus capacidades y aprovechar al máxi-mo las oportunidades. La educación debe ser la puerta a la tolerancia, a la aceptación de la diversidad, debe trabajar en base a la paz y la demo-cracia. Transmitir valores y principios que permitan al individuo resolver los conflictos de manera pacífica, para construir una sociedad más humana, más justa, donde todos podamos convivir en armonía.

La educación no consiste solo en egresar personas que puedan tra-bajar y beneficiar a la sociedad, sino personas con valores éticos y mora-les que ayuden a las comunidades donde viven, así como a su país a re-ducir la pobreza, la discriminación, la delincuencia, así como personas libres de expresarse y que busquen siempre la solución pacífica de los problemas y vivir en democracia. Lo que debe buscar la educación de ca-lidad es la humanización, así como el desarrollo de los múltiples talen-tos y de las capacidades que posee cada uno de los estudiantes, es por ello que deben ser atendidos de ma-nera individual para que el docente los encamine hacia donde puedan sentirse identificados, tanto perso-nal como culturalmente.

Venezuela es un país rico en bienes naturales, lo que ha hecho que los gobiernos no enseñen al país el valor del trabajo, de la honestidad, de la conciencia ciudadana, por el contra-

rio han hecho que el pueblo dependa del Estado para todo, y esperan que el Estado sea quien solucione cada uno de sus problemas. Esto pudiera cambiar con una educación de ca-lidad, una educación de primera y aunado a las riquezas naturales (que paradójicamente nos han convertido en un pobre país), se alcanzaría ciu-dadanía, valor democrático, bienes y servicios de calidad, la verdadera riqueza de un país es el conjunto de lo que es su gente. Para poder alcan-zar esto es indispensable una nueva conciencia educativa, y ver a la edu-cación como eje transversal de todas las políticas públicas.

Solamente una persona que tiene educación es apta para entender las circunstancias que lo rodean y el mundo en el cual vive; y está lis-ta para hacerse oír y luchar por sus derechos e inte-reses dentro de la sociedad, y podrá desempeñarse en aquello para lo cual se haya preparado y redundará en el bien común. Sin ciudadanía no es posible la existencia de una verdadera democracia, por lo que alcanzar la ex-celencia y la calidad educativa es alcan-zar la ciudadanía. Desde la educación, el Estado debe velar

para que en la sociedad se vaya cons-truyendo la ciudadanía, esto puede lograrse impartiendo educación en valores, formar a los estudiantes para la defensa de la democracia, en edu-cación para la paz y que éstos apren-dan a vivir en sociedad, con tolerancia hacia la diversidad y solucionando sus diferencias y conflictos de manera pa-cífica, esto conllevaría a crear una iden-tidad social e individual que repercuti-rá de manera positiva en el progreso de la sociedad.

La clave para la reducción de la po-breza y alcanzar el desarrollo soste-nible de un país no es la economía sino la educación, la educación es la fuerza transformadora de un país. Por lo que es necesario invertir en la me-jora educativa, alcanzar la calidad de la educación y que llegue a todos los ciudadanos. Por lo que se debe consi-

derar a la educación como “una tarea de todos”, para esto y para alcanzar la me-joras educativas que se requieren, es ne-cesario que el Estado trabaje en conjunto con la sociedad, la familia y los empre-sarios; los resultados no se verán a corto plazo, pero a media-no y largo plazo (de 10 a 20 años) éstos serán visibles en el progreso de la Na-ción.

Valentina Gobbo es abogado, especialista en Derecho del Trabajo y con Doctora-do en Dere-cho Político y Constitucional (Uned-Es-paña) y docente de la Universidad Nacional de Guayana (Uneg) desde 1993. En la actualidad es jefe del Departamento Hombre y Ambiente de dicha universidad y coordinadora de la línea de Investigación en el Centro de Investiga-ciones Jurí-dicas Uneg “Derechos Fundamenta-les”. Patrono estable en el Tribunal Eclesiástico Interdico-cesano de Ciudad Bolí-var con sede en Ciudad Guayana para anulación de matrimonios eclesiásticos..

Educar en base a la pazLa educación debe ser la puerta a la tolerancia, a la aceptación de la diversidad, debe trabajar en base a la paz y la demo-cracia. Transmitir valores y principios que permitan al individuo resolver los conflictos de manera pacífica, para construir una sociedad más humana, más justa, donde todos podamos convivir en armonía

La educación consiste

en egresar personas que

busquen siempre la solución pacífica de

los problemasy vivir en

democracia

El Estado debe velar para que en la sociedad se vaya cons-truyendo la ciudadanía, esto puede lograrse impartiendo

educación en valores, formar a los estudiantes para la defensa de la democracia, en educación

para la paz y que éstos apren-dan a vivir en sociedad, con

tolerancia hacia la diversidad y solucionando sus diferencias y conflictos de manera pacífica.

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Se suele insistir en que la edu-cación es pilar para el desarrollo, también lo es para tener calidad de vida, yo añado, para ser un buen ciu-dadano, un buen padre o madre, y hasta un buen defensor de los dere-chos humanos; pues se supone que a la escuela se va aprender a vivir y a convivir y permite que un niño, una niña- futuros ciudadanos que tomarán decisiones-, con educación conocerán sus derechos y estarán mejor preparados para ejercerlos. Para estudiosos del problema de la pobreza, la educación es la base que puede hacer posible salir de ella; no es lo único, pero es el punto de apoyo para saltar. A todo lo ante-rior hay que añadir dos calificativos: la calidad y la pertinencia.

VoLVer cuaDraDo eL rombo Escuelas en donde deben estar. Si bien los gobiernos venezolanos, desde que salimos de la dictadura de

Pérez Jiménez, han hecho esfuerzos por democratizar la educación, unos más otros menos, y debe reconocer-se que la primaria llega a casi todos los niños y niñas -según la Unesco que se basa en datos oficiales, casi el 96% tiene acceso a ella–; sigue habiendo déficit en la educación inicial y más aún en bachillerato. Pienso en un rombo, como fi-gura geométrica cuan-do veo estadísticas de cobertura escolar: ángulo agudo en los primeros años, se am-plía para los años de educación primaria, y se achica mucho para el bachillerato, y sobre todo para los, hasta hace unos años, ciclo diversificado.

Ese rombo nacional se puede ver en el Municipio Caroní. Veamos dos

ejemplos: en San Félix, Brisas del Orinoco -UD 128- hay tres escuelas primarias, dos oficiales y una de Fe y Alegría; no hay ningún liceo, el más cercano, otro de Fe y Alegría, en 25 de Marzo, solo puede atender a los

alumnos propios, todos los ado-lescentes deben salir a las comuni-dades vecinas, en donde también suelen estar llenos. Al otro extremo, en Core 8, Puerto Ordaz, alumnos

salidos de una escuela de la Gober-nación que solo llega hasta el sexto grado, están esperando desde sep-tiembre de 2012 que el gobierno re-gional termine el liceo para que ellos puedan proseguir sus estudios de

bachillerato. ¡Es un riesgo esos ado-lescentes sin estudio y sin trabajo! Las otras opciones del sector, una de Fe y Alegría y un liceo nacional, no tienen cupo.

Luisa Pernalete es defensora del derecho a la vida y a la educación de niñas, niños y adoles-centes de los sectores más pobres y excluidos de la sociedad venezolana, con una trayectoria en Fe y Alegría desde 1974, llegando a ocupar el cargo de directora de Fe y Alegría en Zulia y Guayana (1998-2008). Miembro del Centro de Formación e Investigación “Padre Joa-quín” de Fe y Alegría, sede Guayana, desde 2009 hasta la fecha, donde impulsa el programa Madres Pro-motoras de Paz, activo en las ciudades de Maracaibo, Caracas, Barquisimeto y Ciudad Guayana.

Nuestra escuela no forma los afectos

Para estudiosos del problema de la pobreza, la educación es la base que puede hacer posible salir de ella; no es lo único, pero es el punto de apoyo para saltar. A todo lo anterior hay que añadir dos calificativos: la calidad y la pertinencia

Creo que solo con incorporar al horario regular una hora, podría ayudar a reducir los problemas

de violencia escolar que está afectando, tanto a los alumnos, que no pueden aprender

en paz, como a los docentes, que no podemos enseñar en paz

La escuela venezolana no está educando

para convivir fraternalmente,

recordemos que tenemos

una de las tasas más altas

de homicidios en América

Latina; nuestra escuela no for-ma los afectos,

por ejemplo, tan necesarios

en un país en donde puede haber casos

de estudiantes que se agreden por problemas de “novias” o

“novios”.

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En ambos casos, no hay ningún plantel con ciclo diversificado. Igual podríamos decir de la parroquia Chi-rica: varias primarias, pocos liceos y ningún diversificado, al menos en Buen Retiro.

Por ahí comienza el problema. Las madres hacen mil malabarismos para encontrar los cupos para sus hijos pequeños, pero un plantel le-jos supone complicaciones: doble pasaje, no se pueden mandar niños solos en un autobús, supone tiem-po, supone riesgo, dados los índices de inseguridad de nuestro país. Las leyes venezolanas, muy avanzadas en lo que se refiere a niños y adoles-centes, dicen que los centros educa-tivos deben estar ubicados cerca de la comunidad.

¿Y La caLiDaD Y La PertiNeNcia? Ciertamente, la calidad educativa es una materia pendiente en Vene-zuela. Las herramientas fundamen-tales: saber leer y escribir bien, en-tender lo que se lee, saber expresar lo que se piensa y se siente, pensa-miento lógico para no simplemente sumar, restar, multiplicar y dividir (aunque eso también es necesario), pensamiento lógico para interpretar los indicadores de vida, de empleo, para poder ser contralores sociales más adelante, para resolver proble-mas; eso, dicho de manera apreta-da, no lo están logrando nuestros alumnos.

No tenemos evaluaciones periódi-cas que nos digan cómo va nuestra educación formal, y en el caso de Fe y Alegría, que hacemos medicio-

nes, no estamos contentos a pesar de los esfuerzos. Se sabe, tan solo para ilustrar parte de problema de calidad, que no hay suficientes pro-fesores para las áreas de Matemá-ticas y Ciencias – en realidad en el estado Bolívar no hay suficientes profesores para casi ninguna de las áreas del bachillerato –esas horas o se las entregan a estudiantes uni-versitarios de carreras afines o sim-plemente quedan “libres”, suman-do otro problema más en la ya difícil gestión escolar. Horarios con horas ociosas a media mañana, ¿quién se ocupa de esos adolescentes en esas horas? Piense usted en la es-cena, casi cotidiana, de muchos li-ceos.

caLiDaD Y PertiNeNcia estáN uNiDas Por pertinencia entendemos, dicho rápido, la utilidad que la educación está proporcionando. ¿Educamos para lo que hoy necesitan los niños, niñas y adolescentes venezolanos? Creo que este es el elemento más débil. La escuela venezolana no está educando para convivir frater-nalmente, recordemos que tene-mos una de las tasas más altas de homicidios en América Latina; nues-tra escuela no forma los afectos, por ejemplo, tan necesarios en un país en donde pueden haber casos de estudiantes que se agreden por pro-blemas de “novias”, no sólo varones en contra de su “rival”, también es-tamos teniendo casos de adolescen-tes mujeres peleando violentamente por “novios”.

No se enseña a pensar antes de ac-tuar, condición básica para la convi-vencia pacífica, ¡cuánta violencia no se ahorraría si se aprendiera a con-siderar las consecuencias de los ac-tos! No se dedica tiempo a enseñar habilidades para la vida, como la de expresar adecuadamente emociones y sentimientos y por eso, lo que de niños puede terminar en un empujón o un golpe, de adultos puede termi-nar en un disparo para la pareja.

No estamos enseñando a resolver los conflictos por vías pacíficas. La comisión presidencial para el con-trol de armas y el desarme apuntó, en años pasados, que muchos ho-micidios vienen por un déficit de

esta capacidad. ¡No hay tiempo para éstos aprendizajes en el liceo! ¡Hay que pasar “materia”! Sobre todo en el bachillerato, con un currículo des-fasado de los intereses actuales de los adolescentes y ni siquiera contar con una hora de guiatura a la se-mana que pudiera permitir implan-tar programas sistemáticos, para adquirir ese pensamiento conse-cuencial, por mencionar uno de los pensamientos necesarios, o las ha-bilidades para la vida apuntadas… Creo que solo incorporar al horario regular una hora, podría ayudar a reducir los problemas de violencia escolar que está afectando, tanto a los alumnos, que no pueden apren-der en paz, como a los docentes, que no podemos enseñar en paz.

Calidad y pertinencia no tienen que ver sólo con incorporar computado-ras en los planteles; claro que las nuevas tecnologías son importantes, pero en mi experiencia veo que los ni-ños, niñas y adolescentes de hoy, aún sin tener estas herramientas en los centros educativos, pueden darnos clases a los docentes, ya han nacido con el lenguaje digital y lo ven como natural. Difícil encontrar una familia que no tenga acceso a un celular, y ya con eso comienzan aprender sin ne-cesidad de maestro. El asunto es más complejo. Requiere de mucha sinceri-dad de parte tanto de los educadores y educadoras, como de las autorida-des responsables. Lograr la cobertura escolar total sigue siendo una meta y despojarnos de los viejos modelos de escuela.

Nuestros alumnos no están logrando las herramientas fundamentales de saber leer y escribir bien, entender lo que se lee, saber expresar lo que se piensa y se siente, pensamiento lógico para no simplemente sumar, restar, multiplicar y dividir.

Calidad y pertinencia no tienen que ver sólo con incorporar computadoras en los planteles (…) El asunto es más complejo. Requiere de mucha sinceridad de parte tanto de los educadores y educadoras, como de las autoridades responsables.

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Hoy, cuando existe en nuestro país un clima de tensión, donde co-rrientes adversas de pensamiento y amenazas de dominio sobre nuestro territorio están generando conflictos que atentan contra la vida de se-res humanos, de nuestro hábitat y lo más importante aún, de nuestro sosiego y paz ciudadana, es impe-recedero insistir en llamados a la re-flexión, a la tolerancia, a la armonía, en fin a la “paz”; y buscando en mi biblioteca encontré el libro Venezue-la y la Paz, publicado en décadas pa-sadas por iniciativa de Joaquín Soler Serrano, bajo los auspicios de la Fundación Venezuela y España con la colaboración de Marvin Klein. En él, se resume el aporte de di-ferentes autores de las letras y las artes de Venezuela, y otros países, acerca de esa palabra tan pequeña, pero que a la vez encierra infinitas y controversiales voces que en silen-cio gritan: “justicia”, “libertad”, “so-beranía”, “fraternidad”, “respeto” e “igualdad”.

Arturo Uslar Pietri en su pensa-miento expresa que “hay que luchar

por la paz como hay que luchar por la vida y por el ideal. Porque es la lucha de la razón contra el instinto y de la superación humana contra la animalidad elemental. De la piedra y de la flecha pasamos a la bomba nuclear, con lo que no ha cambiado la naturaleza del crimen sino sus dimensiones aberrantes y podero-sas”. Lo triste hoy, es el riesgo que enfrenta-mos de pasar de las piedras arrojadas con ira por una juventud iracunda, inconforme, incontrolable, seduci-da y confundida, a las bombas que puedan provenir de potencias extranjeras con ansias de dominio y poder. José Ramón Medina nos manifiesta: “En un mundo azotado por la vio-lencia de todo signo y en constan-te tensión frente al peligro de una pavorosa guerra nuclear que sería más devastadora que ninguna otra en la historia, amenazando así de destrucción total a la humanidad, la

palabra de orden, ahora y siempre, es la palabra paz”.

sigNiFicaDo Y PeLigro Nuestros jóvenes que se han for-mado al calor de la violencia de los juegos del ciberespacio y de la tele-visión, no conocen ni comprenden el verdadero significado y peligro de

las guerras. Su rebeldía, sus frustra-ciones, sus inquietudes no pueden expresarse en destrucción, en odio, en crimen ecológico, o en asedio a la convivencia ciudadana. Deben ex-presar sus propuestas en palabras con sólidos argumentos y compro-miso en la acción.

Rafael Caldera, siempre fiel a sus principios políticos y de solida doc-trina socialcristiana, afirmaba: “La paz es lo contrario del odio; la paz es lo opuesto a la negación sistemá-tica y al encono destructor; la paz exige el reconocimiento de la igual-dad sustancial entre los seres hu-manos en la necesaria relación con

los otros; la paz es, en fin, la procla-mación del bien común como obje-tivo de los distintos grupos, dentro y fuera de los pueblos”. El hombre de buena voluntad piensa más allá de su propio bienestar, de la inme-diatez en la solución del problema cotidiano, piensa, analiza y propo-

Teresa Villegas de Lugo es licenciada en Educación, egresada de la Universidad Central de Venezuela. Es directora y editora de la revista Paradigma Educativo Guayana, directora académica del Colegio Siglo XXI y articulista de prensa. Miembro de la Asociación de Escritores de Guayana.

Bien construibleEl hombre de buena voluntad piensa más allá de su propio bienestar, de la inmediatez en la solución del problema coti-diano, piensa, analiza y propone ideas para el bienestar colectivo presente y futuro, sin egoísmo ni rencores, porque esto trae paz a su vida y sosiego a su alma

No se puede pensar en la paz y hacer del conflicto, de la confrontación, de la

dominación política o ideológica, de la coacción, de la manipulación perversa, de la violencia o de

la destrucción, sus medios para lograrla

Tenemos en casi todas

las lenguas del hombre infinidad de conceptos,

pensamientos y reflexiones acerca de la paz, no sólo

como un valor abstracto, sino como un con-

junto de bienes construibles

por la acción inteligente del

hombre.

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ne ideas para el bienestar colectivo presente y futuro, sin egoísmo ni rencores, porque esto trae paz a su vida y sosiego a su alma.

El papa Juan Pablo II, máximo ex-ponente de principios de fraterni-dad universal, nos decía: “La paz es un valor sin fronteras. Es un va-lor que responde a las esperanzas y convicciones de todos los pueblos y de todas las naciones, de los jó-venes, de los ancianos, de todos los hombres y mujeres de buena voluntad. La paz es obra de la jus-ticia. Respetando el derecho de los demás. Tratándonos unos a otros como desearíamos nos trataran, es como se sostiene y conserva la paz. El diálogo como medio para lograr la paz debe superar ideologías, y sistemas. Las guerras, las tensiones y las rivalidades son producto de la injusticia y del desorden moral del hombre”.

Para el Rabino Pynchas Breener: La palabra “Shalom” (paz) es con la cual se concluye todo servicio reli-gioso judío y, para él, esta palabra no sólo es ausencia de guerra y de destrucción, su etimología también sugiere la noción de estar completo y entero en armonía consigo mis-mo y con la sociedad circundante. De igual forma expresa que hoy, cuando el aparato de la destrucción está en la cúspide de la perfección y la existencia de misiles atómicos capaces de aniquilar todo vestigio de vida por siglos en el futuro cons-tituye una constante amenaza; la consecución de una paz real y au-téntica es una necesidad tan impe-riosa como el oxígeno para nuestros pulmones. Sólo en un ambiente de

paz pueden el hombre y la mujer construir hogares y formar familias.

Los padres, los maestros y profeso-res tienen la ineludible obligación y el sagrado deber de promover valo-res para la vida, para la tolerancia, para la convivencia, en resumen sembrar en los niños y jóvenes la se-milla de la paz, porque el sentimien-to más noble que puede ocupar el corazón de un hombre es la “paz”. José Vicente Rangel de esta manera expone su pensamiento: “La paz es un hecho social, político, económi-

co. Una paz montada sobre la injus-ticia social, sobre el avasallamiento político o sobre el despojo econó-mico, es equivalente a la guerra”. Según nuestro apreciado y respeta-do José Antonio Abreu, a quien me atrevo a calificar como “sinfonía de sentimientos melodiosos” nos dice: “Desde los tiempo más remotos ha sido la música uno de los más profundos aglutinantes de grupos humano. Dotada de extraordinario y mágico poder de hacer traspasar al hombre su individualidad para sumarlo a otros en una auténtica vivencia de fraternidad, su univer-sal lenguaje de lo invisible logra fundir la diversidad de naturalezas y propósitos en la fantástica unidad de mito y la paz universal, a la cual debemos hoy más que nunca cantar juntos con nuestras voces e instru-mentos, invocando su advenimiento perdurable”.

accióN iNteLigeNte Así tenemos en casi todas las len-guas del hombre infinidad de con-ceptos, pensamientos y reflexiones acerca de la paz, no sólo como un

valor abstracto, sino como un con-junto de bienes construibles por la acción inteligente del hombre como la define Ernesto Mayz Vallenilla. También la palabra “paz” se ha lle-vado a la guerra, se ha mancillado en los campos de combate, en cum-bres diplomáticas trasnochadas, en el seno de los hogares, en el re-cinto de escuela y universidades, y hasta en templos sagrados. No se puede pensar en la paz y hacer del conflicto, de la confrontación, de la dominación política o ideológica, de la coacción, de la manipulación per-versa, de la violencia o de la destruc-ción, sus medios para lograrla.

La “paz” es respeto, es aceptación mutua, es lealtad a nuestros valo-res humanos, cristianos y patriotas, es generosidad, es bien común, es aceptación a leyes y normas, es ar-monía y tranquilidad de conciencia. Es deber diario de mejorar cada día como ser humano para proyectar en nuestro entorno, en la naturaleza, en nuestros hogares, nuestra con-dición racional e inteligente, dotada además de espiritualidad que tras-ciende más allá de la vida

Nuestros jóvenes que se han formado al calor de la violencia de los juegos del ciberespacio y de la televisión, no conocen ni comprenden el verdadero significado y peligro de las guerras.

Los jóvenes deben expresar sus propuestas en palabras con sólidos argumentos y compromi-so en la acción.

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Más allá del rol que juegan en el es-tímulo al deporte y en la preservación del medio ambiente, los espacios pú-blicos e infraestructuras -calles, edi-ficios, jardines, estaciones de tren, veredas- se están convirtiendo en aliados de la seguridad en Latinoa-mérica, donde en algunos casos se ha logrado reducir la violencia hasta en un 80%.

La razón es la siguiente: cuando estos espacios públicos están en buen esta-do –tienen buena visibilidad, ilumina-ción y fácil acceso- tienden a modular positivamente el comportamiento de las personas. Y si a esto se incorporan actividades recreativas para dinami-zarlos, apoyo institucional y un buen diseño de la infraestructura, se ha dado con la tecla adecuada para redu-cir los índices de criminalidad.

Y es que a pesar de que la falta de educación y de oportunidades labora-les o las bolsas de pobreza, se perfilan comúnmente como las principales cau-sas de la violencia, también existe otra de la que poco se habla, relacionada con espacios e infraestructuras urba-nas olvidadas o poco cultivadas.

La evidencia empírica recién se está sistematizando a nivel regional, pero ya se cuenta con datos significativos a nivel de ciudades. Varios casos con-cretos a lo largo y ancho de la geogra-fía latinoamericana demuestran estas premisas.

Medellín, por ejemplo, una ciudad en el pasado ensombrecida por el narcotráfico y una violencia desmedi-da, logró reducir los homicidios en un 80% en los últimos 20 años, gracias a la combinación de infraestructura innovadora, trabajo social y desarrollo institucional. Un caso ilustrativo es el de la nueva biblioteca pública Parque España, cerca de Santo Domingo, una comuna tradicionalmente violenta, que recibe a más de 1.000 visitantes diarios y, juntamente con una línea de Metro cable situado a escasos dos-cientos metros, ha logrado dignificar el lugar y ayudar a reducir la violencia en las calles.

Otro ejemplo lo encontramos en Honduras, donde las mejoras en in-fraestructura básica y la creación de espacios lúdicos aumentaron la conec-tividad y seguridad de 15 barrios en 8 municipalidades. Gracias a estas me-joras, posibilitadas por el proyecto Ba-rrio Ciudad, el 85% de los pobladores de una de las comunidades se sienten más seguros en sus barrios, mientras que un 76% se siente más seguro den-tro de sus hogares.

En el municipio de mexicano de Aguascalientes, hace 3 años el 75% de los habitantes consideraban la insegu-ridad como su principal preocupación. Gracias a la creación de espacios pú-blicos abiertos y a la participación ciu-dadana, redujeron un 32% los delitos, hecho que contribuyó a que hoy en día

solo el 22% crea que la inseguridad es el principal problema del lugar.

¨La presencia de buenas infraestruc-turas que sean frecuentemente usadas por la gente sirve como una especie de vigilancia pasiva de los propios ciu-dadanos”, explica Andrés Villaveces, experto en seguridad ciudadana del Banco Mundial.

regióN más iNsegura El fomento de bue-nas infraestructuras integradas a progra-mas sociales y comu-nitarios parece vital para revertir el clima de inseguridad en que está inmersa la región. De acuerdo a cifras del Banco Mun-dial, Latinoamérica registra el 30% de los homicidios mundia-les y, si tomamos las 50 ciudades con ma-yores tasas de homi-cidios en el mundo, 42 están en la región, incluyendo las prime-ras 16.

Con más de 10 ase-sinatos por 100.000 habitantes, la Or-

ganización Mundial de la Salud ha calificado los homicidios en América Latina como una “epidemia”. Solo en Centroamérica 18.000 personas mueren al año a causa del crimen. Metrópolis latinoamericanas como Río de Janeiro, Ciudad de México,

Lima o Caracas re-gistran la mitad de los homicidios que se producen en sus países.

Teniendo en cuenta que el 80% de lati-noamericanos vive en ciudades y que en los próximos años los procesos de urbaniza-ción se acentuarán, existe el riesgo de que la exclusión social, sumada a una mala planificación urbana y poco cuidado de los espacios públicos, traiga consigo más in-seguridad ciudadana.

Para que esta pre-dicción no se con-vierta en realidad, los diferentes actores sociales tienen un importante trabajo por hacer: planificar y cuidar los espacios públicos de sus ciu-dades.

Robert Valls es productor online del Banco Mundial, tiene experiencia en gestión de pro-ductos multime-dia, producción y edición de videos y redes sociales. Obtuvo un Master en Media Studies en la University of East London y posee una licenciatura en Periodismo y Sociología.

Parques aliados contra el crimenLa próxima vez que pase delante de un parque o de una cancha de fútbol en su vecindario, es posible que le agradezca haber salvado la vida de muchos, y quién sabe si hasta la suya propia

El fomento de buenas

infraestructuras integradas

a programas sociales

y comunitarios parece vital para revertir el clima de

inseguridad en que está

inmersa la región latino-

americana

Un caso ilus-trativo es el de

la nueva biblio-teca pública

Parque España, cerca de Santo Domingo, una

comuna tra-dicionalmente

violenta de Medellín, que

recibe a más de 1 000 visitantes

diarios.

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Espacios de paz y vida

Hay diversas maneras de batallar, de luchar y defender las conviccio-nes de cada quien. A través del Mo-vimiento por la Paz y la Vida decidi-mos que esa arma poderosa fuese el amor, porque creemos que sí es posible tener un mundo tolerante, donde podamos ser escuchados sin miedo a recibir una respuesta con-tundente que nos dañe el sentido de la humanidad.

Desde su creación en agosto de 2013, el Movimiento por la Paz y la Vida de la mano de la Misión A toda

Vida Venezuela, se ha convertido en una alternativa de reencuentro entre hermanos venezolanos, con la cual el Presidente Nicolás Maduro reafir-ma su interés de crear espacios de armonía y convivencia, en esta opor-tunidad a través de una acción que no sólo involucra a los cuerpos de seguridad o las primeras combatien-tes de todos los estados, sino a toda la ciudadanía.

Que excelente decisión la de nues-tro presidente, haciendo honor a los sueños de un hombre visionario

como lo fue nuestro comandante eterno Hugo Chávez Frías: Conjugar-nos y darnos cuenta que la intransi-gencia o violencia tiene sus raíces fundadas en el desconocimiento y en la no funcionalidad de las fami-lias.

Ha sido mucho lo que hemos apren-dido, y lo más fascinante es darnos cuenta que nuestro país, nuestro es-tado e incluso nuestra ciudad, tiene tantos matices que son indispensa-bles para erradicar la violencia: de-porte, cultura, recreación y educa-

ción, solo a la espera de sumarnos e invitar a nuestros jóvenes a decirle ¡sí a la vida!

Cuando hablamos de vida no pode-mos dejar de lado la salud, y preci-samente conjugando estos elemen-tos en torno a la paz, la Gobernación del estado Bolívar ha hecho posible que diversos gimnasios urbanos y parques infantiles se desplieguen por toda la región, invitando a gran-des y pequeñ@s a reencontrarse en actividades deportivas y de sana convivencia.

Nidia Escobar de Rangel (*) Primera Dama del es-tado Bolívar, presidenta de la Fundación Social Bolívar, la fundación regional “El Niño Simón” y coordinadora regional del Movimiento por la Paz y la Vida. Como Primera Dama ha dado impulso al programa “Sembrando la Vinotinto”, programa único en el país, donde fomenta la práctica del fútbol y brinda las herramientas necesarias para su desarrollo, de igual manera, el programa “Operación Corazón” que atiende a los infantes que padecen de cardiopatía congénita.

Amar es combatir y hay diversas maneras de batallar, de luchar y defender las convicciones de cada quien, y a través del Movimiento por la Paz y la Vida decidimos que esa arma poderosa fuese el amor

Parque infantil ubicado en el

parque urbano La Llovizna de Puerto Ordaz.

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De la mano de la Oficina Nacional Antidrogas (ONA) y el Ejecutivo re-gional, y en el marco de la misión “A Toda Vida Venezuela” y el Movimien-to por la Paz y la Vida, estos parques bio-saludables fueron ubicados en zonas populares o de gran afluencia de gente, donde las comunidades organizadas pueden gozar de su de-recho al esparcimiento.

Asimismo, el parque Leonardo Ruíz Pineda, por ser uno de los pulmones vegetales de la capital histórica de Venezuela, fue declarado como un espacio de paz y vida debido a que son precisamente sus áreas verdes las que acogen a las diferentes activi-

dades deportivas y culturales que se están generando en Ciudad Bolívar. Algunos gimnasios y parques urba-nos inaugurados para la paz y la vida: Brisas del Orinoco; Paseo Orinoco y Gaby Gascón en el Municipio Heres; cerro El Gallo, parque La Llovizna y la comunidad socialista Francisco de Miranda en el Municipio Caroní.

Desde nuestro estado Bolívar, con el apoyo del gobernador Francisco Rangel Gómez, seguimos trabajan-do por extender las banderas de paz e integrarnos como ciudadanos y hermanos que somos, para seguir siendo herramienta de cambios po-sitivos en nuestra nación.

Parque infantil ubicado en el sector Brisas

del Orinoco de Ciudad Bolívar.

Parque infantil ubicado en el cerro El Gallo de San Félix.

Parque infantil ubicado en el sector Los Corales de Puerto Ordaz.

Creemos que sí es posible tener un mundo tolerante, donde podamos

ser escuchados sin miedo a recibir una respuesta

contundente que nos dañe el sentido de la

humanidad

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