PACIFICOS PERO, DESGRACIADAMENTE, SIN PAZ

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-------�------ PACIFICOS PERO, DESGRACIADAMENTE, SIN PAZ Heinrich Boll ___ __, L a palabra paz, así me parece a mí, les pasa a los alemanes con dificultad en- tre los labios; Schalom, como término extranjero, cuesta, claramente menos decirlo; en la Iglesia, naturalmente, puede todavía decirse «la paz sea con vosotros» y también la respuesta «y con tu espíritu» está todavía permi- tida; en el Parlamento se habla a menudo de paz, lo que no deja de ser una necesidad, pues hubo hace algo más de treinta y cinco años una guerra bastante grave, que se acabó, de cto, pero que todavía no está cerrada por un tratado de paz, y existe una ontera entre los dos Estados alemanes que tiene poco de pacífica; aunque no impera nin- guna guerra, tiene algo de un ente. Quizá la cosa se deba a que la palabra paz es dimada era de la Iglesia y del Parlamento como comunista. Y, sin embargo, estoy seguro de que los alemanes no sólo son pacíficos sino también capaces de la paz, pero viven, de una manera que habría que analizar todavía, sin paz. Lo que se podría llamar una paz prnda no la han vivido desde hace mucho tiempo y aquéllos que todavía la conocieron -por ejemplo, en torno al año 1910-, estaban hartos de ella. Es más que simplemente intranquilizador y más que un patinazo penoso el que un Ministro de la Baja Sajonia haga responsable a la paz de la creciente criminalidad juvenil. El Ministro cierta- mente no ha pensado que en la guerra la crimina- lidad queda legalizada: en ella los ciudadanos más honrados y rmales, incapaces en la vida civil de ningún robo, se convierten en hábiles ladrones y bandidos porque en la guerra eso se designa, en el estilo burgués satischo, como «organizar»; por no hablar del asesinato: más de un ciudadano r- mal ha desarrollado en la guerra cualidades asesi- nas. Pervitin -una droga que se receta hoy sólo bo un estricto control- se adminisaba a algunos soldados, sin que éstos lo supieran, naturalmente como un «estimulante del valor». Y el alcohol era el mayor reconrtante antes del ataque o cuando uno se congelaba: morfina y opio se administraban con abundancia en heridas graves y debería tono-, cerse cuántos soldados americanos se volvierbn adictos en la guerra del Vietnam. Por cierto, las guerras resuelven también el problema del paro, 10 eso se le- ha olvidado al Ministro. Sería un motivo para reflexionar sobre el argumento puestos de trabajo, con el que nos encontraremos a menudo todavía, y posiblemente para definir de nuevo «puesto de trabo» a la vista de la amenazante mutilación. Los padres y madres, que desean para sus hijos disciplina y orden, todavía no han enten- dido o no quieren entender qué desamparo puede darse en el ejército, cuya marcialidad es sólo un enmascaramiento. Nada menos que el universal- mente admirado St-Exupery dijo que la guerra no es una aventura sino una enrmedad como el tis. La paz no es ninguna eermedad. Intento

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PACIFICOS PERO, DESGRACIADAMENTE, SIN PAZ

Heinrich Boll

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La palabra paz, así me parece a mí, les pasa a los alemanes con dificultad en­tre los labios; Schalom, como término extranjero, cuesta, claramente menos

decirlo; en la Iglesia, naturalmente, puede todavía decirse «la paz sea con vosotros» y también la respuesta «y con tu espíritu» está todavía permi­tida; en el Parlamento se habla a menudo de paz, lo que no deja de ser una necesidad, pues hubo hace algo más de treinta y cinco años una guerra bastante grave, que se acabó, de facto, pero que todavía no está cerrada por un tratado de paz, y existe una frontera entre los dos Estados alemanes que tiene poco de pacífica; aunque no impera nin­guna guerra, tiene algo de un frente. Quizá la cosa se deba a que la palabra paz es difamada fuera de la Iglesia y del Parlamento como comunista. Y, sin embargo, estoy seguro de que los alemanes no sólo son pacíficos sino también capaces de la paz, pero viven, de una manera que habría que analizar todavía, sin paz. Lo que se podría llamar una paz profunda no la han vivido desde hace mucho tiempo y aquéllos que todavía la conocieron -por ejemplo, en torno al año 1910-, estaban hartos de ella. Es más que simplemente intranquilizador y más que un patinazo penoso el que un Ministro de la Baja Sajonia haga responsable a la paz de la creciente criminalidad juvenil. El Ministro cierta­mente no ha pensado que en la guerra la crimina­lidad queda legalizada: en ella los ciudadanos más honrados y formales, incapaces en la vida civil de ningún robo, se convierten en hábiles ladrones y bandidos porque en la guerra eso se designa, en el estilo burgués satisfecho, como «organizar»; por no hablar del asesinato: más de un ciudadano for­mal ha desarrollado en la guerra cualidades asesi­nas. Pervitin -una droga que se receta hoy sólo bajo un estricto control- se administraba a algunos soldados, sin que éstos lo supieran, naturalmente como un «estimulante del valor». Y el alcohol era el mayor reconfortante antes del ataque o cuando uno se congelaba: morfina y opio se administraban con abundancia en heridas graves y debería tono-,

cerse cuántos soldados americanos se volvierbn adictos en la guerra del Vietnam. Por cierto, las guerras resuelven también el problema del paro,

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eso se le- ha olvidado al Ministro. Sería un motivo para reflexionar sobre el argumento puestos de trabajo, con el que nos encontraremos a menudo todavía, y posiblemente para definir de nuevo «puesto de trabajo» a la vista de la amenazante mutilación. Los padres y madres, que desean para sus hijos disciplina y orden, todavía no han enten­dido o no quieren entender qué desamparo puede darse en el ejército, cuya marcialidad es sólo un enmascaramiento. Nada menos que el universal­mente admirado St-Exupery dijo que la guerra no es una aventura sino una enfermedad como el tifus. La paz no es ninguna enfermedad. Intento

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figurarme que nuestras fórmulas tradicionales de saludo fueran abolidas y que la versión alemana de Schalom ( que tan fácil les sale a los alemanes de la boca) se convirtiese en saludo obligado. En­tonces, en el próximo debate de defensa, Herr Womer se pondría ante los diputados en el Parla­mento y comenzaría con un «la paz sea con voso­tros», y a continuación resonaría en coro «y con tu espíritu». El Presidente de la República, cuando, por fin, curse una visita a los «que reali­zan servicios sustitutorios» (1) (término horroroso para la actividad y el ánimo pacíficos de estas personas), los saludaría con un «la paz sea con vosotros», y en los pasillos y patios de los cuarte­les resonarían exclamaciones sonoras de paz; el sargento primero de la Compañía, al levantarse por la mañana, delante del grupo formado: «la paz sea con vosotros, chavales». «Paz, Herr Te­niente». «Paz, recluta» «Paz, Herr Coronel». «Oh! vosotros dulces voces en la pacífica Repú­blica!». «Paz Herr Breschnew!» <<Paz Herr Canci­ller» y la reunión de redacción del FAZ (2) se iniciaría con un la «paz sea con vosotros» (¡pues el tú oculto en el vosotros sería ya demasiado!) y el Sr. Weinstein respondería, en nombre de los redactores reunidos, «y con su espíritu». Bueno, basta ya de juego.

¿Por qué les causa a los alemanes la palabra paz tantas dificultades y quebraderos de cabeza? ¿ Son realmente los germanos tan guerreros e incluso ávidos de guerra? No lo creo y repito: son pacífi­cos, capaces de paz pero, de forma desgraciada, no la tienen. Estos germanos no son alérgicos a la situación de paz sino a la palabra: para ellos tiene, sí, un resabio «comunista» y, si se analizase, se podría comprobar que el Tratado de Versailles contribuyó también a la denuncia de la hermosa palabra, con lo que Paz se volvió equivalente a «paz vergonzosa». También yo me acuerdo de haber leído, cuando me ocupé de mi año de naci­miento 1917, que Ludendorff o Hindenburg -o los dos- previnieron, al final del año de guerra 1917 -cuando las cosas ya no estaban, ni en el «frente»ni en el frente del propio país, ni siquiera encuanto asunto de interpretación, precisamenterosa- contra la palabra «paz». ¿Influirá todavíaesta advertencia? No me lo puedo imaginar. ¿De­berá ser la paz todavía la daga con la que aún seapuñala y se apuñaló? «¡Paz en las cabañas! ¡Gue­rra en los palacios!» Muchos alemanes no hanleído el Hessischen Landboten.

Sí, es cierto, los comunistas se infiltran con gusto en todo tipo de movimiento pacifista, lo cual no es ni siquiera inteligente, si de verdad desean, lo que yo de buen grado les quiero creer, la paz. Quizá fuera mejor que se mantuviesen alejados y separados y, sin embargo, me procura preocupa­ciones este consejo (mío): también los comunistas tienen, naturalmente, derecho a la paz y derecho a darle expresión a su deseo (como tienen también, naturalmente, un derecho de manifestación).

Hubo una vez un cardenal por encima de toda

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sospecha demócrata-cristiana, el Conde Galen, que, en una impresionante predicación tras la gue­rra, dio la vuelta al famoso adagio romano «quien quiera la paz que prepare la guerra» y dijo «el que quiera la paz que prepare la paz». Desde entonces el adagio romano ha recuperado su valor, al que ahora habría que parafrasear así: «si tú me puedes aniquilar cuarenta y nueve veces, entonces quiero poder aniquilarte cincuenta y tres veces, pues quiero ser superior a ti». A la vista de las capaci­dades armamentistas la palabra equilibrio es tan engañosa como la palabra estabilidad. No, la con­signa es superioridad. El absurdo de esta forma de pensamiento es tan notorio que ya nadie lo nota -como nadie se dio cuenta de que el Kaiser estabadesnudo y a los niños, ya se sabe, no se les creenunca. Estos han de tener la boca cerrada preci­samente porque no tienen inhibiciones y lo des­nudo lo reconocen como desnudo. La locura des­nuda, los absurdos absolutos. Y todavía hay quiense maravilla de que las personas no sólo se vuel­van locas sino que también se comporten comolocos. Donde la desnuda locura se articula tancomplaciente y tan corriente, ahí los jóvenes secomportan precisamente «Tomado». Es para vol­verse loco. Pero algunos no quieren -todavía­volverse locos, ni siquiera a la vista de la pro­mesa. Se cierra al paso la capital de la RepúblicaFederal de Alemania. Miles de funcionarios poli­ciales registran coches para que 150 (en letra:ciento cincuenta) soldados presten públicamente-y esto entre el Bonner Münster y el BeethovenDenkmal- juramento, el mismo que debe prestarcualquier funcionario de correos, pero ellos teníanque hacerlo con Trimm, Trumm y Tralalá. Casode que los preludios no fueran tan serios como lasconsecuencias, se podría tomar ésto como algosencillamente ridículo, ¡pero este aquelarre ab­surdo es, precisamente, de seriedad mortal! Y nose nos venga otra vez con el argumento de queésto sólo les parece absurdo e inútil a caóticos ycomunistas. ¿ Y quién podría, incluso si quisiera,«ocultar» al Ejército Federal? Habría de resultardifícil «ocultar» un ejército de 450.000 hombrescon sus tanques, camiones y demás utensilios y lafuerza aérea federal tampoco hace sus ejerciciosde vuelo en túneles subterráneos sino que, patentey visiblemente, corta el angosto cielo de nuestraRepública Federal.

No es ninguna vergüenza, es una honra para la República Federal de Alemania, una honra inter­nacional, que el número de los que se niegan al servicio militar (objetores de conciencia) no des­cienda sino que ascienda. Ni siquiera el gobierno Reagan tiene ya el proyecto de reintroducir el servicio obligatorio. Puede que el derechismo, la nueva ola de patriotismo, le aporte ya suficientes voluntarios. De dónde sale entonces ese patente aburrimiento colosal, ese mísero matar el tiempo (¡ cuando el tiempo es el bien más valioso que la persona tiene!), de dónde esa auténtica energía y el compromiso con el que el ejército federal se

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-------------lanza a ayudar en casos de catástrofes. Y éso no es más que servicio civil. ¿Es el ejército federal sólo feliz cuando realiza servicio civil? Extraño pensamiento: debería desarrollarse y todo el que entienda desfavorablemente la palabra pacifista debería reflexionar lo que está ocasionando. Yo espero ciertamente que nuestro Ministro de De­fensa sea un pacifista. La Constitución le obliga a ello. Ha precisado una propaganda inmensa y cos­tosa el convertir a la Bundeswehr (Ejército Fede­ral) en semi popular; si se piensa· en el poco o el ningún dinero que está a disposición de los objeto­res, contra qué campaña de denuncia y de anti­propaganda tuvieron que imponerse, entonces son un contraejército que merece respeto -y también una visita del Presidente de la República y su reconocimiento. Al fin y al cabo utilizan un dere­cho que está establecido en la Constitución. No son jugadas buenas las que se hacen con el proce­dimiento de reconocimiento (3). Este derecho es un derecho cualitativo, debe ser aplicado con in­dependencia de la cantidad de aquéllos que quie­ran acogerse a él. Con ese derecho sólo puede soñarse en otros países socialistas y no-socialistas '-Como, por ejemplo, Italia y Suiza-; por lo menos en este punto -y en algunos otros: véase la, cifra alentadora de los que piden asilo- la República Federal es un país de ensueño -no se deberían destruir irresponsablemente sueños. Queda toda­vía el vocablo-tópico y el vocablo-estímulo lla­mado tradición; la cuestión es a la tradición de qué ejército alemán se podría enlazar entonces el Bundeswehr: a la Kaiserliche Armée (ejército del Kaiser), Reichswehr o a la Deutsche Wehrmacht (4). Hay una personalidad histórica que, en cierta maneta, es representativa de estos tres ejércitos: Hindenburg. Lo sé, no tomó parte «activa» ni en el Reichswehr �-.ni en la Wehrmacht, pero fue pro­tector y patrono, padrino y símbolo de esos ejérci­tos -Y él no se sintió, ni se hubiera sentido,. de ninguna manera «utilizado».

Se debería colgar en todos los cuarteles del Bundeswehr, en las cantinas y salas de clase, una foto del suceso que se denomina el «Día de Post­dam», cuando Hindenburg entregó a un caballero ·con frac y con manos agitadas, llamado AdolfHitler, la Gloria de Prusia y puso con éso la tradi­ción de dos ejércitos alemanes en las manos(¡ siempre tenía esas manos agitadas!) del caudillodel tercer ejército alemán, la Wehrmacht. No, nohay ningqna bandera limpia que entregar, ningúnTrimm, Trumm y Tralalá. Caso de que haya de sernecesario tener una tradición, entonces crear unapropia o suponerla: Andernach (5) fue un co­mienzo seco, algo trabajoso, allí no «flamearon»las banderas y tampoco hubo muchos redobles detambor; visto exactamente fue un comienzo difícily casi algo a la fuerza: tan inmensamente entu­siasmado como lo está hoy el Sr. Worner no loestaba Adenauer y éste comienzo árido y un tantodifícil no se puede «anclar» en tradiciones empol­vadas, traídas de lejos y además ¡degeneradas!Ahí se hacen inevitables las contracciones y es

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también una contracción la promesa. Los que per­ciben ésto no son sólo comunistas o gente tomada por tal. La Bundeswehr debería ser algo dema­siado valioso como para actuar de comparsa en un film histórico, que ella misma debe pro-ducir todavía. Y el SPD debería curarse � de una vez de sus complejos militares -o .. , dejarse curar.

Vermintes Ge lande, Essayistische Schriften 1977-81. Kiepenheuer & Witsch, Koln, 1982.

NOTAS

(1) Es el término técnico para los objetores de conciencia.(2) Siglas del Frankfurter Allgemeine Zeitung.(3) Para ser aceptado como objetor y negarse al servicio

militar hay que pasar una prueba o examen ante un tribunal que decide si reconoce al candidato como objetor o no. A eso se refiere el autor aquí.

(4) El Reichswehr fue el reducido ejército alemán tras Ver­sailles, que coincide, en buena parte, con la República de Weimar; la Deutsche Wehrmacht es el ejército hitleriano.

(5) El lugar donde se inició el actual ejército federal.

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