¡Para vernos! Tercera edición

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Secretaría del Medio Ambiente ¡Para vernos!

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Secretaría del Medio Ambiente

¡Para vernos!

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Lectura para reflexionar.El mundo de EduardoGaleano. Página 2

Ganadores Máquina del Tiempo. Página 3

El fútbol profesional, la aventura de Diego. Página 5.

Ambiente Mundial.Página 10.

Feliz día del servidorpúblico.Página 11.

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Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.

A la vuelta contó. Dijo que había contemplado desde arriba, la vida humana.

Y dijo que somos un mar de fueguitos.

- El mundo es eso - reveló- un montón de gente, un mar de fueguitos.

Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás.

No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chico y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman, pero otros arden la vida con tanta pasión que se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca se enciende.

El MundoEduardo Galeano

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¡Conoce los Ganadores!

La más tiernaMarlene

La que más se parece Ángela

La nostálgicaJackeline

El que no se pareceDiego

La más divertidaMaría Camila

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Dicen que viajar es la forma más salu-dable de fortalecer el alma y el espíri-tu. Si pensamos en los viajes de Diego León Gómez Zabala, uno de los con-ductores de la Secretaría del Medio Ambiente, podríamos constatarlo. Él es un hombre de estatura mediana y piel trigueña, es común verlo sonrien-do, siempre dispuesto. Sus historias y amabilidad lo hacen uno de los más solicitados por los servidores a la hora de emprender alguna salida de campo. Él ha visitado 120 de los 125 munici-pios de Antioquia y conoce desde las historias míticas de los pueblos hasta las más reales y asombrosas vividas en carne propia. Pero esa no es su única pasión, la vida de Diego ha girado también entorno al fútbol, siempre anheló ser un jugador profe-sional, incluso hizo parte de la Selec-ción Antioquia y de las inferiores del Atlético Nacional.

Tiene dos hijos, Jefferson de 19 años y Juan Daniel de 16. Es licenciado en

Educación Física del Politécnico Jaime Isaza Cadavid y trabaja en la Gober-nación de Antioquia desde hace 20. Aunque sus hijos no heredaron su talento para el fútbol, mediante el ejemplo les ha inculcado los valores de este deporte, recordándoles siem-pre que “se juega con inteligencia y no a las patadas”.

“Un futbolista profesional también

necesita suerte”Diego piensa que el talento no basta para ser un jugador de fútbol profesio-nal. Para él, un buen patrocinador hace la diferencia, porque en su histo-ria personal tuvo que abandonar la carrera futbolística debido a las dificul-tades económicas.

“A mi mamá y a mi papá nunca les gustó que yo jugara, pero me apoya-ban. Cuando me presenté la primera

vez al pre juvenil de mi pueblo, no pasé y llegué a mi casa llorando. Mi mamá me dijo que si a mí me gustaba eso, algún día podría llegar. Al año siguiente me presenté con 7 personas para 18 cupos, me metieron 5 minutos y me sacaron. Quedé seleccionado y desde ahí empecé a destacarme”, dice Diego.

En los partidos sobresalía por su capa-cidad y fue llamado para hacer parte de la Selección Antioquia, luego de las inferiores del Atlético Nacional. En este último equipo, lo entrenaban César Ma-turana y Juan José Peláez. Su familia no atravesaba una buena situación económica y tuvo que volver a su pueblo, decepcionado por ver que a pesar de su talento, no podía continuar.

De Frontino a Urabá, el fútbol se vuelve a

cruzarCuando terminó el bachillerato empeñó su bicicleta en $8.000 y se fue con un amigo para Urabá. En Carepa el padre de su amigo tenía unos billa-res y Diego esperaba trabajar un tiempo en ese lugar. Fue entonces cuando se encontró con otro conocido de Frontino quien le consiguió trabajo en la Proveedora Caribe, donde surtía y atendía clientes. “Yo quería demos-trarle a mi familia que podía salir ade-lante, no quería volver pronto”, afirma Diego.

En la proveedora armaron un equipo de microfútbol y Diego decidió hacer parte de él. En uno de los partidos, un señor llamado Álvaro Polo, lo vio jugar y lo llevó a participar en el Torneo de Corrugados del Darién en Apartadó. “Cierto día le dije que no podía conti-nuar porque me daba pena seguir pidiendo permiso los domingos en el trabajo, entonces Álvaro me ofreció trabajar para él en una empacadora de banano de una finca que administra-ba. Cuando le pregunté por el salario me respondió que ganaría dos y tres veces más de lo que ganaba en la pro-veedora. El lo que quería era que yo pudiera continuar jugando fútbol, entonces yo acepté”, cuenta Gómez.

En su trasegar por la Goberna-ción, Diego fue también cama-rógrafo. Una de las historias que recuerda es que cuando grababa el programa “Arrieros somos” para la Secretaría de Agricultura, en el parque de Arma, Caldas una mujer her-mosa se le acercó. Tenía ojos verdes y un cuerpo escultural, llegó con una minifalda y dos amigas, lo comenzó a mirar y lo llamó.

Él le dijo que esperara. Tan pronto terminó de grabar fue a buscarla, pero ella ya estaba en su casa. Las amigas le indi-caron dónde quedaba y Diego corrió a buscarla. Cuando entró en la casa, , la vio senta-da en un mueble, cruzada de piernas... hermosa, y ella le dijo con voz de hombre “buenas noches”.

Diego salió despavorido y en lugar de contarle a su amigo lo que había sucedido, le dijo que la chica lo quería a él y una media de guaro. Entonces su amigo corrió a la casa y luego salió corriendo al parque, donde Diego lo espe-raba, con una risa inevitable.

Más tarde, un chico del pueblo les dijo que muchos habían caído en la misma situación, Diego le dijo a su amigo que era mejor que les hubiera pasado a los dos para poder reírse juntos.

Más tarde, jugó en la Selección de Apartadó y posteriormente en la de Currulao. De nuevo apareció una oportunidad que le dio luz para volver a su carrera como futbolista profesio-nal, pero la suerte no estuvo de su lado. “Fui convocado a los departa-mentales en Medellín. Un técnico del Junior de Barranquilla iba a ver el par-tido, pero el técnico de mi equipo fue asesinado y enviaron de suplente a un jugador que lo puso a “chupar banca”, recuerda Diego. Cuando ingresó al juego, faltando 10 minutos para el pitazo final, le pusieron un balón. Él estaba estrenando guayos y no había calentado bien, por lo que su tobillo se dobló y no alcanzó siquiera a tocar el balón. Diego le había conta-do al jefe sus experiencias previas con el deporte profesional y recuerda que Álvaro entró al camerino y le dijo “Diego, realmente el fútbol no es para usted”.

En ese entonces la situación de orden público en Carepa se com-plicó y tras la visita de su hermano decidió pedir una licencia para volver a su casa en Frontino. Cuando debía regresar a trabajar, su madre le rogó llorando que no volviera. “Yo siempre he respetado mucho la opinión de mis padres, entonces llamé a mi jefe y le dije que renunciaba, me llamó varias veces, pero la decisión estaba tomada. De igual forma, seguía bajando a jugar algunos partidos”, afirma Diego.

Un mes más tarde comenzó a trabajar como auxiliar agropecua-rio en la UMATA (Unidad Municipal de Asistencia Técnica Agropecua-ria) de Frontino. Siguió jugando en

la selección de su pueblo y participan-do en torneos intermunicipales y departamentales, fue entonces cuando quedó en la Selección Antio-quia de Microfútbol y recibió una men-ción como mejor jugador de Antioquia.

Con 31 años hizo parte de la Selección Mayor de Frontino. Lo llamaron para jugar un partido con la Juvenil y aun con la edad que tenía, le ofrecieron una pretemporada para comenzar a jugar profesionalmente. Debido la estabilidad que le ofrecía estar vincula-do a la Gobernación de Antioquia, decidió no arriesgarse. De ahí en ade-lante, se dedicó al trabajo y a jugar en torneos internos. Hizo parte del equipo de la Secretaría de Agricultura, donde ‘le dio guayo’ al secretario, sin saber todavía quien era y ha representado a la Gobernación de Antioquia en los Juegos Nacionales de Servidores Públicos con la Selección de Microfút-bol en 5 ocasiones, de las cuales 2 ha sido campeón.

Felicidades a Julia por sus grados en Psicología.

¡Que vengan muchos éxitos más!

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Dicen que viajar es la forma más salu-dable de fortalecer el alma y el espíri-tu. Si pensamos en los viajes de Diego León Gómez Zabala, uno de los con-ductores de la Secretaría del Medio Ambiente, podríamos constatarlo. Él es un hombre de estatura mediana y piel trigueña, es común verlo sonrien-do, siempre dispuesto. Sus historias y amabilidad lo hacen uno de los más solicitados por los servidores a la hora de emprender alguna salida de campo. Él ha visitado 120 de los 125 munici-pios de Antioquia y conoce desde las historias míticas de los pueblos hasta las más reales y asombrosas vividas en carne propia. Pero esa no es su única pasión, la vida de Diego ha girado también entorno al fútbol, siempre anheló ser un jugador profe-sional, incluso hizo parte de la Selec-ción Antioquia y de las inferiores del Atlético Nacional.

Tiene dos hijos, Jefferson de 19 años y Juan Daniel de 16. Es licenciado en

Educación Física del Politécnico Jaime Isaza Cadavid y trabaja en la Gober-nación de Antioquia desde hace 20. Aunque sus hijos no heredaron su talento para el fútbol, mediante el ejemplo les ha inculcado los valores de este deporte, recordándoles siem-pre que “se juega con inteligencia y no a las patadas”.

“Un futbolista profesional también

necesita suerte”Diego piensa que el talento no basta para ser un jugador de fútbol profesio-nal. Para él, un buen patrocinador hace la diferencia, porque en su histo-ria personal tuvo que abandonar la carrera futbolística debido a las dificul-tades económicas.

“A mi mamá y a mi papá nunca les gustó que yo jugara, pero me apoya-ban. Cuando me presenté la primera

vez al pre juvenil de mi pueblo, no pasé y llegué a mi casa llorando. Mi mamá me dijo que si a mí me gustaba eso, algún día podría llegar. Al año siguiente me presenté con 7 personas para 18 cupos, me metieron 5 minutos y me sacaron. Quedé seleccionado y desde ahí empecé a destacarme”, dice Diego.

En los partidos sobresalía por su capa-cidad y fue llamado para hacer parte de la Selección Antioquia, luego de las inferiores del Atlético Nacional. En este último equipo, lo entrenaban César Ma-turana y Juan José Peláez. Su familia no atravesaba una buena situación económica y tuvo que volver a su pueblo, decepcionado por ver que a pesar de su talento, no podía continuar.

De Frontino a Urabá, el fútbol se vuelve a

cruzarCuando terminó el bachillerato empeñó su bicicleta en $8.000 y se fue con un amigo para Urabá. En Carepa el padre de su amigo tenía unos billa-res y Diego esperaba trabajar un tiempo en ese lugar. Fue entonces cuando se encontró con otro conocido de Frontino quien le consiguió trabajo en la Proveedora Caribe, donde surtía y atendía clientes. “Yo quería demos-trarle a mi familia que podía salir ade-lante, no quería volver pronto”, afirma Diego.

En la proveedora armaron un equipo de microfútbol y Diego decidió hacer parte de él. En uno de los partidos, un señor llamado Álvaro Polo, lo vio jugar y lo llevó a participar en el Torneo de Corrugados del Darién en Apartadó. “Cierto día le dije que no podía conti-nuar porque me daba pena seguir pidiendo permiso los domingos en el trabajo, entonces Álvaro me ofreció trabajar para él en una empacadora de banano de una finca que administra-ba. Cuando le pregunté por el salario me respondió que ganaría dos y tres veces más de lo que ganaba en la pro-veedora. El lo que quería era que yo pudiera continuar jugando fútbol, entonces yo acepté”, cuenta Gómez.

En su trasegar por la Goberna-ción, Diego fue también cama-rógrafo. Una de las historias que recuerda es que cuando grababa el programa “Arrieros somos” para la Secretaría de Agricultura, en el parque de Arma, Caldas una mujer her-mosa se le acercó. Tenía ojos verdes y un cuerpo escultural, llegó con una minifalda y dos amigas, lo comenzó a mirar y lo llamó.

Él le dijo que esperara. Tan pronto terminó de grabar fue a buscarla, pero ella ya estaba en su casa. Las amigas le indi-caron dónde quedaba y Diego corrió a buscarla. Cuando entró en la casa, , la vio senta-da en un mueble, cruzada de piernas... hermosa, y ella le dijo con voz de hombre “buenas noches”.

Diego salió despavorido y en lugar de contarle a su amigo lo que había sucedido, le dijo que la chica lo quería a él y una media de guaro. Entonces su amigo corrió a la casa y luego salió corriendo al parque, donde Diego lo espe-raba, con una risa inevitable.

Más tarde, un chico del pueblo les dijo que muchos habían caído en la misma situación, Diego le dijo a su amigo que era mejor que les hubiera pasado a los dos para poder reírse juntos.

Una anécdota...

Más tarde, jugó en la Selección de Apartadó y posteriormente en la de Currulao. De nuevo apareció una oportunidad que le dio luz para volver a su carrera como futbolista profesio-nal, pero la suerte no estuvo de su lado. “Fui convocado a los departa-mentales en Medellín. Un técnico del Junior de Barranquilla iba a ver el par-tido, pero el técnico de mi equipo fue asesinado y enviaron de suplente a un jugador que lo puso a “chupar banca”, recuerda Diego. Cuando ingresó al juego, faltando 10 minutos para el pitazo final, le pusieron un balón. Él estaba estrenando guayos y no había calentado bien, por lo que su tobillo se dobló y no alcanzó siquiera a tocar el balón. Diego le había conta-do al jefe sus experiencias previas con el deporte profesional y recuerda que Álvaro entró al camerino y le dijo “Diego, realmente el fútbol no es para usted”.

El fútbol profesional,

En ese entonces la situación de orden público en Carepa se com-plicó y tras la visita de su hermano decidió pedir una licencia para volver a su casa en Frontino. Cuando debía regresar a trabajar, su madre le rogó llorando que no volviera. “Yo siempre he respetado mucho la opinión de mis padres, entonces llamé a mi jefe y le dije que renunciaba, me llamó varias veces, pero la decisión estaba tomada. De igual forma, seguía bajando a jugar algunos partidos”, afirma Diego.

Un mes más tarde comenzó a trabajar como auxiliar agropecua-rio en la UMATA (Unidad Municipal de Asistencia Técnica Agropecua-ria) de Frontino. Siguió jugando en

la selección de su pueblo y participan-do en torneos intermunicipales y departamentales, fue entonces cuando quedó en la Selección Antio-quia de Microfútbol y recibió una men-ción como mejor jugador de Antioquia.

Con 31 años hizo parte de la Selección Mayor de Frontino. Lo llamaron para jugar un partido con la Juvenil y aun con la edad que tenía, le ofrecieron una pretemporada para comenzar a jugar profesionalmente. Debido la estabilidad que le ofrecía estar vincula-do a la Gobernación de Antioquia, decidió no arriesgarse. De ahí en ade-lante, se dedicó al trabajo y a jugar en torneos internos. Hizo parte del equipo de la Secretaría de Agricultura, donde ‘le dio guayo’ al secretario, sin saber todavía quien era y ha representado a la Gobernación de Antioquia en los Juegos Nacionales de Servidores Públicos con la Selección de Microfút-bol en 5 ocasiones, de las cuales 2 ha sido campeón.

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la aventura de Diego

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Dicen que viajar es la forma más salu-dable de fortalecer el alma y el espíri-tu. Si pensamos en los viajes de Diego León Gómez Zabala, uno de los con-ductores de la Secretaría del Medio Ambiente, podríamos constatarlo. Él es un hombre de estatura mediana y piel trigueña, es común verlo sonrien-do, siempre dispuesto. Sus historias y amabilidad lo hacen uno de los más solicitados por los servidores a la hora de emprender alguna salida de campo. Él ha visitado 120 de los 125 munici-pios de Antioquia y conoce desde las historias míticas de los pueblos hasta las más reales y asombrosas vividas en carne propia. Pero esa no es su única pasión, la vida de Diego ha girado también entorno al fútbol, siempre anheló ser un jugador profe-sional, incluso hizo parte de la Selec-ción Antioquia y de las inferiores del Atlético Nacional.

Tiene dos hijos, Jefferson de 19 años y Juan Daniel de 16. Es licenciado en

Educación Física del Politécnico Jaime Isaza Cadavid y trabaja en la Gober-nación de Antioquia desde hace 20. Aunque sus hijos no heredaron su talento para el fútbol, mediante el ejemplo les ha inculcado los valores de este deporte, recordándoles siem-pre que “se juega con inteligencia y no a las patadas”.

“Un futbolista profesional también

necesita suerte”Diego piensa que el talento no basta para ser un jugador de fútbol profesio-nal. Para él, un buen patrocinador hace la diferencia, porque en su histo-ria personal tuvo que abandonar la carrera futbolística debido a las dificul-tades económicas.

“A mi mamá y a mi papá nunca les gustó que yo jugara, pero me apoya-ban. Cuando me presenté la primera

vez al pre juvenil de mi pueblo, no pasé y llegué a mi casa llorando. Mi mamá me dijo que si a mí me gustaba eso, algún día podría llegar. Al año siguiente me presenté con 7 personas para 18 cupos, me metieron 5 minutos y me sacaron. Quedé seleccionado y desde ahí empecé a destacarme”, dice Diego.

En los partidos sobresalía por su capa-cidad y fue llamado para hacer parte de la Selección Antioquia, luego de las inferiores del Atlético Nacional. En este último equipo, lo entrenaban César Ma-turana y Juan José Peláez. Su familia no atravesaba una buena situación económica y tuvo que volver a su pueblo, decepcionado por ver que a pesar de su talento, no podía continuar.

De Frontino a Urabá, el fútbol se vuelve a

cruzarCuando terminó el bachillerato empeñó su bicicleta en $8.000 y se fue con un amigo para Urabá. En Carepa el padre de su amigo tenía unos billa-res y Diego esperaba trabajar un tiempo en ese lugar. Fue entonces cuando se encontró con otro conocido de Frontino quien le consiguió trabajo en la Proveedora Caribe, donde surtía y atendía clientes. “Yo quería demos-trarle a mi familia que podía salir ade-lante, no quería volver pronto”, afirma Diego.

En la proveedora armaron un equipo de microfútbol y Diego decidió hacer parte de él. En uno de los partidos, un señor llamado Álvaro Polo, lo vio jugar y lo llevó a participar en el Torneo de Corrugados del Darién en Apartadó. “Cierto día le dije que no podía conti-nuar porque me daba pena seguir pidiendo permiso los domingos en el trabajo, entonces Álvaro me ofreció trabajar para él en una empacadora de banano de una finca que administra-ba. Cuando le pregunté por el salario me respondió que ganaría dos y tres veces más de lo que ganaba en la pro-veedora. El lo que quería era que yo pudiera continuar jugando fútbol, entonces yo acepté”, cuenta Gómez.

En su trasegar por la Goberna-ción, Diego fue también cama-rógrafo. Una de las historias que recuerda es que cuando grababa el programa “Arrieros somos” para la Secretaría de Agricultura, en el parque de Arma, Caldas una mujer her-mosa se le acercó. Tenía ojos verdes y un cuerpo escultural, llegó con una minifalda y dos amigas, lo comenzó a mirar y lo llamó.

Él le dijo que esperara. Tan pronto terminó de grabar fue a buscarla, pero ella ya estaba en su casa. Las amigas le indi-caron dónde quedaba y Diego corrió a buscarla. Cuando entró en la casa, , la vio senta-da en un mueble, cruzada de piernas... hermosa, y ella le dijo con voz de hombre “buenas noches”.

Diego salió despavorido y en lugar de contarle a su amigo lo que había sucedido, le dijo que la chica lo quería a él y una media de guaro. Entonces su amigo corrió a la casa y luego salió corriendo al parque, donde Diego lo espe-raba, con una risa inevitable.

Más tarde, un chico del pueblo les dijo que muchos habían caído en la misma situación, Diego le dijo a su amigo que era mejor que les hubiera pasado a los dos para poder reírse juntos.

Más tarde, jugó en la Selección de Apartadó y posteriormente en la de Currulao. De nuevo apareció una oportunidad que le dio luz para volver a su carrera como futbolista profesio-nal, pero la suerte no estuvo de su lado. “Fui convocado a los departa-mentales en Medellín. Un técnico del Junior de Barranquilla iba a ver el par-tido, pero el técnico de mi equipo fue asesinado y enviaron de suplente a un jugador que lo puso a “chupar banca”, recuerda Diego. Cuando ingresó al juego, faltando 10 minutos para el pitazo final, le pusieron un balón. Él estaba estrenando guayos y no había calentado bien, por lo que su tobillo se dobló y no alcanzó siquiera a tocar el balón. Diego le había conta-do al jefe sus experiencias previas con el deporte profesional y recuerda que Álvaro entró al camerino y le dijo “Diego, realmente el fútbol no es para usted”.

En ese entonces la situación de orden público en Carepa se com-plicó y tras la visita de su hermano decidió pedir una licencia para volver a su casa en Frontino. Cuando debía regresar a trabajar, su madre le rogó llorando que no volviera. “Yo siempre he respetado mucho la opinión de mis padres, entonces llamé a mi jefe y le dije que renunciaba, me llamó varias veces, pero la decisión estaba tomada. De igual forma, seguía bajando a jugar algunos partidos”, afirma Diego.

Un mes más tarde comenzó a trabajar como auxiliar agropecua-rio en la UMATA (Unidad Municipal de Asistencia Técnica Agropecua-ria) de Frontino. Siguió jugando en

la selección de su pueblo y participan-do en torneos intermunicipales y departamentales, fue entonces cuando quedó en la Selección Antio-quia de Microfútbol y recibió una men-ción como mejor jugador de Antioquia.

Con 31 años hizo parte de la Selección Mayor de Frontino. Lo llamaron para jugar un partido con la Juvenil y aun con la edad que tenía, le ofrecieron una pretemporada para comenzar a jugar profesionalmente. Debido la estabilidad que le ofrecía estar vincula-do a la Gobernación de Antioquia, decidió no arriesgarse. De ahí en ade-lante, se dedicó al trabajo y a jugar en torneos internos. Hizo parte del equipo de la Secretaría de Agricultura, donde ‘le dio guayo’ al secretario, sin saber todavía quien era y ha representado a la Gobernación de Antioquia en los Juegos Nacionales de Servidores Públicos con la Selección de Microfút-bol en 5 ocasiones, de las cuales 2 ha sido campeón.

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Dicen que viajar es la forma más salu-dable de fortalecer el alma y el espíri-tu. Si pensamos en los viajes de Diego León Gómez Zabala, uno de los con-ductores de la Secretaría del Medio Ambiente, podríamos constatarlo. Él es un hombre de estatura mediana y piel trigueña, es común verlo sonrien-do, siempre dispuesto. Sus historias y amabilidad lo hacen uno de los más solicitados por los servidores a la hora de emprender alguna salida de campo. Él ha visitado 120 de los 125 munici-pios de Antioquia y conoce desde las historias míticas de los pueblos hasta las más reales y asombrosas vividas en carne propia. Pero esa no es su única pasión, la vida de Diego ha girado también entorno al fútbol, siempre anheló ser un jugador profe-sional, incluso hizo parte de la Selec-ción Antioquia y de las inferiores del Atlético Nacional.

Tiene dos hijos, Jefferson de 19 años y Juan Daniel de 16. Es licenciado en

Educación Física del Politécnico Jaime Isaza Cadavid y trabaja en la Gober-nación de Antioquia desde hace 20. Aunque sus hijos no heredaron su talento para el fútbol, mediante el ejemplo les ha inculcado los valores de este deporte, recordándoles siem-pre que “se juega con inteligencia y no a las patadas”.

“Un futbolista profesional también

necesita suerte”Diego piensa que el talento no basta para ser un jugador de fútbol profesio-nal. Para él, un buen patrocinador hace la diferencia, porque en su histo-ria personal tuvo que abandonar la carrera futbolística debido a las dificul-tades económicas.

“A mi mamá y a mi papá nunca les gustó que yo jugara, pero me apoya-ban. Cuando me presenté la primera

vez al pre juvenil de mi pueblo, no pasé y llegué a mi casa llorando. Mi mamá me dijo que si a mí me gustaba eso, algún día podría llegar. Al año siguiente me presenté con 7 personas para 18 cupos, me metieron 5 minutos y me sacaron. Quedé seleccionado y desde ahí empecé a destacarme”, dice Diego.

En los partidos sobresalía por su capa-cidad y fue llamado para hacer parte de la Selección Antioquia, luego de las inferiores del Atlético Nacional. En este último equipo, lo entrenaban César Ma-turana y Juan José Peláez. Su familia no atravesaba una buena situación económica y tuvo que volver a su pueblo, decepcionado por ver que a pesar de su talento, no podía continuar.

De Frontino a Urabá, el fútbol se vuelve a

cruzarCuando terminó el bachillerato empeñó su bicicleta en $8.000 y se fue con un amigo para Urabá. En Carepa el padre de su amigo tenía unos billa-res y Diego esperaba trabajar un tiempo en ese lugar. Fue entonces cuando se encontró con otro conocido de Frontino quien le consiguió trabajo en la Proveedora Caribe, donde surtía y atendía clientes. “Yo quería demos-trarle a mi familia que podía salir ade-lante, no quería volver pronto”, afirma Diego.

En la proveedora armaron un equipo de microfútbol y Diego decidió hacer parte de él. En uno de los partidos, un señor llamado Álvaro Polo, lo vio jugar y lo llevó a participar en el Torneo de Corrugados del Darién en Apartadó. “Cierto día le dije que no podía conti-nuar porque me daba pena seguir pidiendo permiso los domingos en el trabajo, entonces Álvaro me ofreció trabajar para él en una empacadora de banano de una finca que administra-ba. Cuando le pregunté por el salario me respondió que ganaría dos y tres veces más de lo que ganaba en la pro-veedora. El lo que quería era que yo pudiera continuar jugando fútbol, entonces yo acepté”, cuenta Gómez.

En su trasegar por la Goberna-ción, Diego fue también cama-rógrafo. Una de las historias que recuerda es que cuando grababa el programa “Arrieros somos” para la Secretaría de Agricultura, en el parque de Arma, Caldas una mujer her-mosa se le acercó. Tenía ojos verdes y un cuerpo escultural, llegó con una minifalda y dos amigas, lo comenzó a mirar y lo llamó.

Él le dijo que esperara. Tan pronto terminó de grabar fue a buscarla, pero ella ya estaba en su casa. Las amigas le indi-caron dónde quedaba y Diego corrió a buscarla. Cuando entró en la casa, , la vio senta-da en un mueble, cruzada de piernas... hermosa, y ella le dijo con voz de hombre “buenas noches”.

Diego salió despavorido y en lugar de contarle a su amigo lo que había sucedido, le dijo que la chica lo quería a él y una media de guaro. Entonces su amigo corrió a la casa y luego salió corriendo al parque, donde Diego lo espe-raba, con una risa inevitable.

Más tarde, un chico del pueblo les dijo que muchos habían caído en la misma situación, Diego le dijo a su amigo que era mejor que les hubiera pasado a los dos para poder reírse juntos.

Más tarde, jugó en la Selección de Apartadó y posteriormente en la de Currulao. De nuevo apareció una oportunidad que le dio luz para volver a su carrera como futbolista profesio-nal, pero la suerte no estuvo de su lado. “Fui convocado a los departa-mentales en Medellín. Un técnico del Junior de Barranquilla iba a ver el par-tido, pero el técnico de mi equipo fue asesinado y enviaron de suplente a un jugador que lo puso a “chupar banca”, recuerda Diego. Cuando ingresó al juego, faltando 10 minutos para el pitazo final, le pusieron un balón. Él estaba estrenando guayos y no había calentado bien, por lo que su tobillo se dobló y no alcanzó siquiera a tocar el balón. Diego le había conta-do al jefe sus experiencias previas con el deporte profesional y recuerda que Álvaro entró al camerino y le dijo “Diego, realmente el fútbol no es para usted”.

“Para mi el fútbol es lo máximo. Es una forma de relajarme, lo llevo en la sangre. He guardado las ca-misetas de los juegos en los que he participado y ahora creo que tengo más de 100”. Diego Gómez.

En ese entonces la situación de orden público en Carepa se com-plicó y tras la visita de su hermano decidió pedir una licencia para volver a su casa en Frontino. Cuando debía regresar a trabajar, su madre le rogó llorando que no volviera. “Yo siempre he respetado mucho la opinión de mis padres, entonces llamé a mi jefe y le dije que renunciaba, me llamó varias veces, pero la decisión estaba tomada. De igual forma, seguía bajando a jugar algunos partidos”, afirma Diego.

Un mes más tarde comenzó a trabajar como auxiliar agropecua-rio en la UMATA (Unidad Municipal de Asistencia Técnica Agropecua-ria) de Frontino. Siguió jugando en

la selección de su pueblo y participan-do en torneos intermunicipales y departamentales, fue entonces cuando quedó en la Selección Antio-quia de Microfútbol y recibió una men-ción como mejor jugador de Antioquia.

Con 31 años hizo parte de la Selección Mayor de Frontino. Lo llamaron para jugar un partido con la Juvenil y aun con la edad que tenía, le ofrecieron una pretemporada para comenzar a jugar profesionalmente. Debido la estabilidad que le ofrecía estar vincula-do a la Gobernación de Antioquia, decidió no arriesgarse. De ahí en ade-lante, se dedicó al trabajo y a jugar en torneos internos. Hizo parte del equipo de la Secretaría de Agricultura, donde ‘le dio guayo’ al secretario, sin saber todavía quien era y ha representado a la Gobernación de Antioquia en los Juegos Nacionales de Servidores Públicos con la Selección de Microfút-bol en 5 ocasiones, de las cuales 2 ha sido campeón.

Su comida favorita es el arroz con leche. Y la Bandeja Paisa

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Dicen que viajar es la forma más salu-dable de fortalecer el alma y el espíri-tu. Si pensamos en los viajes de Diego León Gómez Zabala, uno de los con-ductores de la Secretaría del Medio Ambiente, podríamos constatarlo. Él es un hombre de estatura mediana y piel trigueña, es común verlo sonrien-do, siempre dispuesto. Sus historias y amabilidad lo hacen uno de los más solicitados por los servidores a la hora de emprender alguna salida de campo. Él ha visitado 120 de los 125 munici-pios de Antioquia y conoce desde las historias míticas de los pueblos hasta las más reales y asombrosas vividas en carne propia. Pero esa no es su única pasión, la vida de Diego ha girado también entorno al fútbol, siempre anheló ser un jugador profe-sional, incluso hizo parte de la Selec-ción Antioquia y de las inferiores del Atlético Nacional.

Tiene dos hijos, Jefferson de 19 años y Juan Daniel de 16. Es licenciado en

Educación Física del Politécnico Jaime Isaza Cadavid y trabaja en la Gober-nación de Antioquia desde hace 20. Aunque sus hijos no heredaron su talento para el fútbol, mediante el ejemplo les ha inculcado los valores de este deporte, recordándoles siem-pre que “se juega con inteligencia y no a las patadas”.

“Un futbolista profesional también

necesita suerte”Diego piensa que el talento no basta para ser un jugador de fútbol profesio-nal. Para él, un buen patrocinador hace la diferencia, porque en su histo-ria personal tuvo que abandonar la carrera futbolística debido a las dificul-tades económicas.

“A mi mamá y a mi papá nunca les gustó que yo jugara, pero me apoya-ban. Cuando me presenté la primera

vez al pre juvenil de mi pueblo, no pasé y llegué a mi casa llorando. Mi mamá me dijo que si a mí me gustaba eso, algún día podría llegar. Al año siguiente me presenté con 7 personas para 18 cupos, me metieron 5 minutos y me sacaron. Quedé seleccionado y desde ahí empecé a destacarme”, dice Diego.

En los partidos sobresalía por su capa-cidad y fue llamado para hacer parte de la Selección Antioquia, luego de las inferiores del Atlético Nacional. En este último equipo, lo entrenaban César Ma-turana y Juan José Peláez. Su familia no atravesaba una buena situación económica y tuvo que volver a su pueblo, decepcionado por ver que a pesar de su talento, no podía continuar.

De Frontino a Urabá, el fútbol se vuelve a

cruzarCuando terminó el bachillerato empeñó su bicicleta en $8.000 y se fue con un amigo para Urabá. En Carepa el padre de su amigo tenía unos billa-res y Diego esperaba trabajar un tiempo en ese lugar. Fue entonces cuando se encontró con otro conocido de Frontino quien le consiguió trabajo en la Proveedora Caribe, donde surtía y atendía clientes. “Yo quería demos-trarle a mi familia que podía salir ade-lante, no quería volver pronto”, afirma Diego.

En la proveedora armaron un equipo de microfútbol y Diego decidió hacer parte de él. En uno de los partidos, un señor llamado Álvaro Polo, lo vio jugar y lo llevó a participar en el Torneo de Corrugados del Darién en Apartadó. “Cierto día le dije que no podía conti-nuar porque me daba pena seguir pidiendo permiso los domingos en el trabajo, entonces Álvaro me ofreció trabajar para él en una empacadora de banano de una finca que administra-ba. Cuando le pregunté por el salario me respondió que ganaría dos y tres veces más de lo que ganaba en la pro-veedora. El lo que quería era que yo pudiera continuar jugando fútbol, entonces yo acepté”, cuenta Gómez.

En su trasegar por la Goberna-ción, Diego fue también cama-rógrafo. Una de las historias que recuerda es que cuando grababa el programa “Arrieros somos” para la Secretaría de Agricultura, en el parque de Arma, Caldas una mujer her-mosa se le acercó. Tenía ojos verdes y un cuerpo escultural, llegó con una minifalda y dos amigas, lo comenzó a mirar y lo llamó.

Él le dijo que esperara. Tan pronto terminó de grabar fue a buscarla, pero ella ya estaba en su casa. Las amigas le indi-caron dónde quedaba y Diego corrió a buscarla. Cuando entró en la casa, , la vio senta-da en un mueble, cruzada de piernas... hermosa, y ella le dijo con voz de hombre “buenas noches”.

Diego salió despavorido y en lugar de contarle a su amigo lo que había sucedido, le dijo que la chica lo quería a él y una media de guaro. Entonces su amigo corrió a la casa y luego salió corriendo al parque, donde Diego lo espe-raba, con una risa inevitable.

Más tarde, un chico del pueblo les dijo que muchos habían caído en la misma situación, Diego le dijo a su amigo que era mejor que les hubiera pasado a los dos para poder reírse juntos.

Más tarde, jugó en la Selección de Apartadó y posteriormente en la de Currulao. De nuevo apareció una oportunidad que le dio luz para volver a su carrera como futbolista profesio-nal, pero la suerte no estuvo de su lado. “Fui convocado a los departa-mentales en Medellín. Un técnico del Junior de Barranquilla iba a ver el par-tido, pero el técnico de mi equipo fue asesinado y enviaron de suplente a un jugador que lo puso a “chupar banca”, recuerda Diego. Cuando ingresó al juego, faltando 10 minutos para el pitazo final, le pusieron un balón. Él estaba estrenando guayos y no había calentado bien, por lo que su tobillo se dobló y no alcanzó siquiera a tocar el balón. Diego le había conta-do al jefe sus experiencias previas con el deporte profesional y recuerda que Álvaro entró al camerino y le dijo “Diego, realmente el fútbol no es para usted”.

En ese entonces la situación de orden público en Carepa se com-plicó y tras la visita de su hermano decidió pedir una licencia para volver a su casa en Frontino. Cuando debía regresar a trabajar, su madre le rogó llorando que no volviera. “Yo siempre he respetado mucho la opinión de mis padres, entonces llamé a mi jefe y le dije que renunciaba, me llamó varias veces, pero la decisión estaba tomada. De igual forma, seguía bajando a jugar algunos partidos”, afirma Diego.

Un mes más tarde comenzó a trabajar como auxiliar agropecua-rio en la UMATA (Unidad Municipal de Asistencia Técnica Agropecua-ria) de Frontino. Siguió jugando en

A pesar de que guarda en su gaveta música de diversos géneros, Diego prefiere la ro-mántica o música pa’ plan-char, su canción favorita es Vive la vida intensamente de Napoleón. También disfruta las canciones de Antonio Aguilar, porque le recuerdan mucho a un hermano suyo que murió. Su favorita, Senti-miento de dolor.

la selección de su pueblo y participan-do en torneos intermunicipales y departamentales, fue entonces cuando quedó en la Selección Antio-quia de Microfútbol y recibió una men-ción como mejor jugador de Antioquia.

Con 31 años hizo parte de la Selección Mayor de Frontino. Lo llamaron para jugar un partido con la Juvenil y aun con la edad que tenía, le ofrecieron una pretemporada para comenzar a jugar profesionalmente. Debido la estabilidad que le ofrecía estar vincula-do a la Gobernación de Antioquia, decidió no arriesgarse. De ahí en ade-lante, se dedicó al trabajo y a jugar en torneos internos. Hizo parte del equipo de la Secretaría de Agricultura, donde ‘le dio guayo’ al secretario, sin saber todavía quien era y ha representado a la Gobernación de Antioquia en los Juegos Nacionales de Servidores Públicos con la Selección de Microfút-bol en 5 ocasiones, de las cuales 2 ha sido campeón.

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Dicen que viajar es la forma más salu-dable de fortalecer el alma y el espíri-tu. Si pensamos en los viajes de Diego León Gómez Zabala, uno de los con-ductores de la Secretaría del Medio Ambiente, podríamos constatarlo. Él es un hombre de estatura mediana y piel trigueña, es común verlo sonrien-do, siempre dispuesto. Sus historias y amabilidad lo hacen uno de los más solicitados por los servidores a la hora de emprender alguna salida de campo. Él ha visitado 120 de los 125 munici-pios de Antioquia y conoce desde las historias míticas de los pueblos hasta las más reales y asombrosas vividas en carne propia. Pero esa no es su única pasión, la vida de Diego ha girado también entorno al fútbol, siempre anheló ser un jugador profe-sional, incluso hizo parte de la Selec-ción Antioquia y de las inferiores del Atlético Nacional.

Tiene dos hijos, Jefferson de 19 años y Juan Daniel de 16. Es licenciado en

Educación Física del Politécnico Jaime Isaza Cadavid y trabaja en la Gober-nación de Antioquia desde hace 20. Aunque sus hijos no heredaron su talento para el fútbol, mediante el ejemplo les ha inculcado los valores de este deporte, recordándoles siem-pre que “se juega con inteligencia y no a las patadas”.

“Un futbolista profesional también

necesita suerte”Diego piensa que el talento no basta para ser un jugador de fútbol profesio-nal. Para él, un buen patrocinador hace la diferencia, porque en su histo-ria personal tuvo que abandonar la carrera futbolística debido a las dificul-tades económicas.

“A mi mamá y a mi papá nunca les gustó que yo jugara, pero me apoya-ban. Cuando me presenté la primera

vez al pre juvenil de mi pueblo, no pasé y llegué a mi casa llorando. Mi mamá me dijo que si a mí me gustaba eso, algún día podría llegar. Al año siguiente me presenté con 7 personas para 18 cupos, me metieron 5 minutos y me sacaron. Quedé seleccionado y desde ahí empecé a destacarme”, dice Diego.

En los partidos sobresalía por su capa-cidad y fue llamado para hacer parte de la Selección Antioquia, luego de las inferiores del Atlético Nacional. En este último equipo, lo entrenaban César Ma-turana y Juan José Peláez. Su familia no atravesaba una buena situación económica y tuvo que volver a su pueblo, decepcionado por ver que a pesar de su talento, no podía continuar.

De Frontino a Urabá, el fútbol se vuelve a

cruzarCuando terminó el bachillerato empeñó su bicicleta en $8.000 y se fue con un amigo para Urabá. En Carepa el padre de su amigo tenía unos billa-res y Diego esperaba trabajar un tiempo en ese lugar. Fue entonces cuando se encontró con otro conocido de Frontino quien le consiguió trabajo en la Proveedora Caribe, donde surtía y atendía clientes. “Yo quería demos-trarle a mi familia que podía salir ade-lante, no quería volver pronto”, afirma Diego.

En la proveedora armaron un equipo de microfútbol y Diego decidió hacer parte de él. En uno de los partidos, un señor llamado Álvaro Polo, lo vio jugar y lo llevó a participar en el Torneo de Corrugados del Darién en Apartadó. “Cierto día le dije que no podía conti-nuar porque me daba pena seguir pidiendo permiso los domingos en el trabajo, entonces Álvaro me ofreció trabajar para él en una empacadora de banano de una finca que administra-ba. Cuando le pregunté por el salario me respondió que ganaría dos y tres veces más de lo que ganaba en la pro-veedora. El lo que quería era que yo pudiera continuar jugando fútbol, entonces yo acepté”, cuenta Gómez.

En su trasegar por la Goberna-ción, Diego fue también cama-rógrafo. Una de las historias que recuerda es que cuando grababa el programa “Arrieros somos” para la Secretaría de Agricultura, en el parque de Arma, Caldas una mujer her-mosa se le acercó. Tenía ojos verdes y un cuerpo escultural, llegó con una minifalda y dos amigas, lo comenzó a mirar y lo llamó.

Él le dijo que esperara. Tan pronto terminó de grabar fue a buscarla, pero ella ya estaba en su casa. Las amigas le indi-caron dónde quedaba y Diego corrió a buscarla. Cuando entró en la casa, , la vio senta-da en un mueble, cruzada de piernas... hermosa, y ella le dijo con voz de hombre “buenas noches”.

Diego salió despavorido y en lugar de contarle a su amigo lo que había sucedido, le dijo que la chica lo quería a él y una media de guaro. Entonces su amigo corrió a la casa y luego salió corriendo al parque, donde Diego lo espe-raba, con una risa inevitable.

Más tarde, un chico del pueblo les dijo que muchos habían caído en la misma situación, Diego le dijo a su amigo que era mejor que les hubiera pasado a los dos para poder reírse juntos.

Más tarde, jugó en la Selección de Apartadó y posteriormente en la de Currulao. De nuevo apareció una oportunidad que le dio luz para volver a su carrera como futbolista profesio-nal, pero la suerte no estuvo de su lado. “Fui convocado a los departa-mentales en Medellín. Un técnico del Junior de Barranquilla iba a ver el par-tido, pero el técnico de mi equipo fue asesinado y enviaron de suplente a un jugador que lo puso a “chupar banca”, recuerda Diego. Cuando ingresó al juego, faltando 10 minutos para el pitazo final, le pusieron un balón. Él estaba estrenando guayos y no había calentado bien, por lo que su tobillo se dobló y no alcanzó siquiera a tocar el balón. Diego le había conta-do al jefe sus experiencias previas con el deporte profesional y recuerda que Álvaro entró al camerino y le dijo “Diego, realmente el fútbol no es para usted”.

En ese entonces la situación de orden público en Carepa se com-plicó y tras la visita de su hermano decidió pedir una licencia para volver a su casa en Frontino. Cuando debía regresar a trabajar, su madre le rogó llorando que no volviera. “Yo siempre he respetado mucho la opinión de mis padres, entonces llamé a mi jefe y le dije que renunciaba, me llamó varias veces, pero la decisión estaba tomada. De igual forma, seguía bajando a jugar algunos partidos”, afirma Diego.

Un mes más tarde comenzó a trabajar como auxiliar agropecua-rio en la UMATA (Unidad Municipal de Asistencia Técnica Agropecua-ria) de Frontino. Siguió jugando en

la selección de su pueblo y participan-do en torneos intermunicipales y departamentales, fue entonces cuando quedó en la Selección Antio-quia de Microfútbol y recibió una men-ción como mejor jugador de Antioquia.

Con 31 años hizo parte de la Selección Mayor de Frontino. Lo llamaron para jugar un partido con la Juvenil y aun con la edad que tenía, le ofrecieron una pretemporada para comenzar a jugar profesionalmente. Debido la estabilidad que le ofrecía estar vincula-do a la Gobernación de Antioquia, decidió no arriesgarse. De ahí en ade-lante, se dedicó al trabajo y a jugar en torneos internos. Hizo parte del equipo de la Secretaría de Agricultura, donde ‘le dio guayo’ al secretario, sin saber todavía quien era y ha representado a la Gobernación de Antioquia en los Juegos Nacionales de Servidores Públicos con la Selección de Microfút-bol en 5 ocasiones, de las cuales 2 ha sido campeón.

Recibió un reconocimiento por ser el mejor jugador de fútbol de la historia de Frontino. La gente todavía se pregunta cómo no llegó a ser un jugador profesio-nal.

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Ambiente Mundial

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Por su entrega y servicio

¡Feliz día del servidor público!

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