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Introducción

Rafa Forteza (Palma de Mallorca, 1955) es uno de los artistas más significativos para entender el devenir de la pintura en España en las últimas décadas y esta exposición muestra cómo se condenó a sí mismo a conducir hacia un mismo lugar expresiones sintácticas diferentes, proyectando un espacio intersticial que acoge fricciones y discontinuidades en medios como la pintura, el dibujo, el grabado, la escultura y la instalación. En la exposición, el espacio expositivo de Es Baluard funciona como el estudio del artista en el que se exhibe una serie de obras representativas de su trabajo desde principios de los noventa hasta hoy, pero también una manera de crear que nace de una necesidad interior que actúa como característica de obras formalmente diferentes, como hilo conductor. Así, el título de la muestra, «El tremolor de la màscara» (El temblor de la máscara), ha sido tomado de unas palabras que Antonio Saura dedicó al artista y busca señalar esa idea de la pintura y el arte como algo que se esconde pero se enuncia, algo que emerge pero se contiene como enigma, que caracteriza toda la obra de Rafa Forteza. En sus obras más recientes Rafa Forteza actúa desde el grito babélico del color, pero la sensación abismal es la misma que se daba en sus obras más silenciosas, más austeras cromáticamente, y que caracterizaron sus años noventa. Algo así como la música de jazz que ininterrumpidamente irradia otra conjunción simbiótica en el interior de su estudio, se trata de un abismo cadencioso, musical, armónico. La materia original de todas estas disciplinas es la misma, una materia desconocida, oscura, que no acertamos a adivinar. Por eso el montaje de esta exposición se concibe como la antesala de un enigma: la del artista en su estudio. El estudio del artista, como esta muestra, es a la vez un camino líquido y un espacio tembloroso lleno de objetos que acaban siendo descorporeizados en un todo común gracias a su integración plena en ese espacio. La desintegración de las formas por la atomización del color es algo que se da también en sus pinturas. La imagen se consume y el espacio, como el cuadro, se declina a modo de superficie convulsa, como una topografía de signos errantes, fluidos, sobresaturados, líquidos. En la pintura de Rafa Forteza las imágenes se deslizan, cristalizan en la superficie. La exploración previa y su manera de trabajar empáticamente con el interior de la superficie nos recuerdan cómo el conocimiento, la experiencia, se construyen activamente a base de fragmentos. Si en su obra existe una certeza, es la del movimiento, pero también la del ejercicio de mirar de un espectador que ha de conformar su posición activa una vez que lo que se nos muestra es enunciado con relación a otras formas posibles. Como quien explora interiormente el proceso de crear, Rafa Forteza asume lo procesual al entender que la obra debe abrirse a cierta fascinación por el enigma, abrirse a nuevas posibilidades de sentido, de ahí que el recorrido del espectador en la muestra, a modo de ciencia del comportamiento, resulta fundamental. En cuanto al color, cada vez es más decididamente no naturalista, aunque paradójicamente más verdadero, más fiel al presente fluorescente de un mundo cada vez más informatizado. Mientras, sus esculturas se acercan a la concepción de los penetrables de Hélio Oiticica y conviven con una pintura que sale del espacio y se

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relaciona con la arquitectura en tanto que funda ese espacio. El espacio entre obras es, así, un lugar con tiempo, una vivencia estética, laberíntica en su relación con las sensaciones. De ahí la importancia de que muchas de las obras de Rafa Forteza puedan colocarse y situarse de modos diferentes, dejando al receptor esa opción. También que muchas esculturas se sitúen enfrente de sus pinturas, para que dialoguen con ellas y se fundan en afortunada simbiosis. Porque en el fondo se trata de una danza, una proposición de fuga. Algo así como un jardín abstracto. Más que un viaje, lo propuesto en esta exposición es una inmersión. La experiencia del resto. Rafa Forteza asume los fragmentos de una visión que solo puede ser discontinua. Las pinturas, esculturas y grabados de Forteza son un paisaje interior, porque no hay nada más impenetrable que la insinuación de un rostro. Las pinturas y los rostros de sus esculturas son interrogantes, enigmas low key o construcciones íntimas; libres pero rigurosamente contenidos, como un rumor escondido tras una máscara.

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Claves de la exposición

1. Esta propuesta se enmarca dentro de la línea de revisiones e investigación historiográfica de artistas y colectivos de les Illes Baleares. “El tremolor de la màscara” comprende una selección de la obra realizada entre 1990 y la actualidad por Rafa Forteza (Palma, 1955) bajo el comisariado de David Barro.

2. El discurso curatorial está concebido como un territorio poético, como una superficie convulsa, como una topografía de signos errantes. En el montaje se mezclan esculturas, dibujos, collage, pinturas e instalaciones de modo salpicado por el espacio. Se busca la activación del ejercicio de mirar, la experiencia de habitar el espacio expositivo, que se construye en base a fragmentos. El espectador ha de desplazarse y abrirse a cierta fascinación por el enigma, a eso que tiembla tras la máscara y permite nuevas posibilidades de sentido.

3. La exposición invita a pasear siguiendo un recorrido pero asumiendo que se trata de un espacio intersticial lleno de fricciones y discontinuidades; en todo momento queda claro cómo Rafa Forteza tiene una obra coherente de principio a fin, a lo largo de los años, pero al mismo tiempo evidencia que, según Barro, “nada es tan desigual como la propia semejanza”.

4. La exposición muestra una confrontación entre obras y conceptos, que genera en palabras de Rafa Forteza “un silencio que se mantiene en toda la muestra”.

5. “El tremolor de la màscara” se completa con un espacio de documentación con fotografías, libros, textos manuscritos y dibujos concebido por Biel Amer.

6. La exposición podrá verse en la Fundación Luis Seoane (A Coruña), entidad coproductora, de octubre a diciembre de 2016.

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Ficha técnica TÍTULO DE LA EXPOSICIÓN: El tremolor de la màscara (el temblor de la máscara). ARTISTA: Rafa Forteza. CONTENIDO: 157 obras realizadas por Rafa Forteza entre 1990 y 2015 entre pinturas, esculturas, obras sobre papel y dibujos. COMISARIADO: David Barro. PRODUCEN: Es Baluard Museu d’Art Modern i Contemporani de Palma y Fundación Luis Seoane. CON LA COLABORACIÓN DE: Institut d’Estudis Baleàrics y b-connected. ESPACIO: Planta 0. FECHAS DE LA EXPOSICIÓN: Del 27 de noviembre de 2015 al 6 de marzo de 2016. INAUGURACIÓN: 26 de noviembre de 2015 a las 20:00 h. DOCUMENTACIÓN: Equipo de Es Baluard y Biel Amer (Nat Projectes) MONTAJE: Xicarandana y equipo de Es Baluard. DISEÑO GRÁFICO DE LA EXPOSICIÓN: Aníbal Guirado y Ramon Giner. ROTULACIÓN: Julià Homar, ImpresRapit. TEXTOS: David Barro. TRADUCCIÓN: Carme Llull, Nicola Walters. SEGURO: Correduría March-JLT. TRANSPORTE: Xicarandana. AGRADECIMIENTOS: Óscar Florit, Galería L21, Palma; Natasha Lebedeva.

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Resumen de actividades previstas:

Visita exclusiva para Amics d’Es Baluard el 26 de noviembre de 2015 a las 19 horas con el comisario de la exposición, David Barro, la directora de Es Baluard, Nekane Aramburu, y el artista Rafa Forteza.

El taller “+ cara!”, que parte de un proyecto del área de Desarrollo Educativo

de Es Baluard, está inspirado en la exposición. Dirigido a niños y niñas de 3 a 5 años, tendrá lugar los sábados 28 de noviembre, 12, 19 de diciembre de 2015, 9 y 16 de enero de 2016 de 11 a 13 h. Inscripciones en el teléfono 971 908 201. Precio: 1€ per niño/a.

Exposición producida por:

Con la colaboración de:

Más información:

Página oficial de Es Baluard http://www.esbaluard.org

Es Baluard en Twitter http://twitter.com/EsBaluard

Es Baluard en Youtube http://www.youtube.com/user/MuseuEsBaluard

Es Baluard en Facebook bit.ly/civ6aT

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“Rafa Forteza. Pintura escondida” Texto de David Barro, comisario de la exposición

Las obras de Rafa Forteza son ejercicios de ajedrez con una singularidad: en su manera de perseguir la pintura no procura la victoria, sino expandir el juego, dilatar sus dispositivos. De ahí su dominio de la tensión, de la pausa, de la imagen. Rafa Forteza no nos impone un lenguaje, nos invita a refugiarnos en él como superficie de tránsito, como acontecimiento. Por eso afirma con rotundidad que nada es tan desigual como la propia semejanza cuando esta se enfrenta a sí misma. Porque su obra se despliega como un juego de matrioskas, a modo de ventanas superpuestas, de puntos de fuga distorsionados. Así es su estudio. También el desordenado ejercicio de mostrar sus imágenes en un ordenador. Como si pretendiese siempre dejar al espectador distanciado, aun cuando lo introduce en el paisaje de sus obras. Por eso para acercarse a su trabajo debemos desplegar una mirada móvil, un tanto intrusa, tan intensa como extensa. Algo así como lo propuesto por Adorno cuando dice que el conocimiento, para fructificar, se entrega à fonds perdu [sin esperanza].1 Porque, efectivamente, en las obras de Rafa Forteza el vértigo no es pánico, es una caída esperada, «una caída sin reserva hacia los objetos, abrazando un mundo de fuerza y materia, carente de toda estabilidad original, que desencadena el repentino shock de la apertura: una libertad espantosa, absolutamente desterritorializante y siempre desconocida».2 En la obra de Rafa Forteza se conjugan lenguajes diferentes que flotan en simbiosis. Aúna, así, lo abisal de la pintura y lo indecible de la poesía. Lo proyectó, con especial sensibilidad, José Ángel Valente en la Suite del libro Estar Estarse, dedicado al artista: ESTAR. No hacer. En el espacio entero del estar estar, estarse, irse sin ir a nada A nadie. A nada Pocos como José Ángel Valente comprendieron que ambas posibilidades creativas pueden, esencialmente, llegar a compartir un mismo conocimiento. Rafa Forteza es uno de ellos; se condenó a sí mismo a conducir hacia un mismo lugar expresiones sintácticas diferentes, proyectando un espacio intersticial que acoge fricciones y discontinuidades. El espacio de creación es, así, como el espacio del estudio, como la boca de una cueva, una necesidad interior. El artista se hace vaciándose a uno mismo, acostumbraba a enunciar Valente. De ahí que con Antonio Saura, otro vínculo irrenunciable para Rafa Forteza, el poeta hablara de la pintura como una secreción natural del ser humano. Como la escritura de Valente y la pintura de Saura, el arte de Rafa Forteza se esconde, es enigmático. Poco importa si el ejercicio se da desde el silencio del abismo o desde el grito babélico del color en sus últimas series: siempre se proyecta un silencio armónico, musical, cadencioso, como la música de 1 Theodor W. Adorno. Dialéctica negativa. Obra completa 6. Madrid: Editorial Akal, 2005. 2 Hito Steyerl. Los condenados de la pantalla. Buenos Aires: Caja Negra Editores, 2014.

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jazz que ininterrumpidamente irradia otra conjunción simbiótica en el interior de su estudio. La materia original de todas estas disciplinas es la misma, una materia desconocida, oscura, que no acertamos a adivinar. Por esta razón el título El temblor de la máscara, tal y como Saura titulara un texto escrito a propósito de Rafa Forteza, semeja el más apropiado para enunciar esta muestra. Porque esta exposición se concibe como la antesala de un enigma: la del artista en su estudio. Naturalmente, resulta imposible alcanzar el equilibrio hipnótico que se da, con cada gesto, en el estudio de Rafa Forteza. El espacio emite una luz propia y los personajes son siluetas enigmáticas, territorios poéticos. El estudio de Rafa Forteza es, a la vez, un camino líquido y un espacio intersticial lleno de objetos que acaban siendo descorporeizados en un todo común, gracias a su integración plena en ese espacio. La desintegración de las formas por la atomización del color es algo que se da también en sus pinturas. La imagen se consume y el estudio, como el cuadro, se declina a modo de superficie convulsa, como una topografía de signos errantes, fluidos, sobresaturados, líquidos. En la pintura de Rafa Forteza las imágenes se deslizan, cristalizan en la superficie. La exploración previa y su manera de trabajar empáticamente con el interior de la superficie nos recuerda cómo el conocimiento, la experiencia, se construyen activamente a base de fragmentos. Si en su obra existe una certeza es la del movimiento, pero también la del ejercicio de mirar de un espectador que ha de conformar su posición activa una vez que lo que se nos muestra es enunciado en relación con otras formas posibles. Como quien explora interiormente el proceso de crear, Rafa Forteza asume lo procesual al entender que la obra debe abrirse a cierta fascinación por el enigma, abrirse a nuevas posibilidades de sentido. Poco importa si nuestra manera de mirar su obra es atenta o distraída, las figuras que se insinúan en su pintura o en la escultura se nos aparecen en un lugar donde tiembla lo posible, donde se consume y carcome la máscara. Pienso en Giacometti, aunque en las obras del maestro suizo la figura se pierde y emerge de otra manera, devorada por el vacío, por la erosión de la materia. La atmósfera del estudio de Rafa Forteza no anda muy lejos de esa sensación de extrañamiento. Es una primera mirada la que nos da la clave: la distancia. La plenitud se obtiene en la lejanía. Lo describe con éxito Maurice Blanchot, que en ocasiones ha escrito sobre cómo Giacometti esculpe la distancia entregándonosla y entregándonos a ella, una distancia movediza y rígida, amenazante y acogedora, capaz de abismarse en un instante. En la pintura de Rafa Forteza todo parece estar en proceso de metamorfosis, en un devenir frágil a la mirada, en ese temblor que anuncia lo inconcluso, lo indecible, la densidad abstracta que oculta la máscara, el hacer de la pintura, la fusión en el color. El espectador se topa con una inevitable dificultad para abarcar lo representado, como si lo representado fuese el abismo mismo, la incongruencia, la serendipia. Pero no es un abismo romántico, sino barroco. Porque Rafa Forteza guarda mucho de la estética barroca, sobre todo de su tendencia a lo extremo, de su capacidad para desbordar el motivo. Sería algo así como intentar plegar, desplegar y replegar la imagen. Si la pintura contemporánea es predominantemente híbrida, y en ese sentido neobarroca, cada vez más tendente al collage y a la disolución de las disciplinas, fijándose desde una filosofía del desorden y lo inestable, desde una estética de lo caótico, Rafa Forteza consigue canalizar esa fluidez del presente

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obviando cualquier dogma y abrazando cierta alquimia de lo primigenio. Para ello, como en la escritura poética, su trabajo concibe lugares propios, conformándose como una experiencia extrema. No nos encontramos ante una serie de obras relacionadas entre sí, sino ante un discurso completo, encadenado. Nada más ilustrativo que, como decimos, un paseo por su estudio, que como sus obras parece un campo de batalla, casi salvaje, lleno de superposiciones y perspectivas distorsionadas, juegos de escala, tensiones, colores, quiebros y pliegues a la manera de Deleuze, y sin título. En cierto modo hablamos de ruido. Pero en el estudio de un artista hay algo que siempre nos lleva a circunscribirlo al silencio. Como señala Dore Ashton, el estudio es casi por definición, un lugar para el retiro, para proteger al artista del ruido exterior. «Sin embargo, todo el mundo sabe que esos ruidos penetran incluso los muros más fortificados. Ningún artista puede arreglárselas en un aislamiento total. Sin ser demasiado quisquillosos respecto a las definiciones, podríamos decir que los ruidos cotidianos, a veces llamados entorno y otras veces —con una fe demasiado simple en su eficacia como término— contexto, acompañan siempre al artista, por muy lejos que este viaje en el tiempo y en el espacio, dentro de los confines de su estudio privado o de su imaginación».3 Ese ruido en el estudio de Rafa Forteza guarda un murmullo de fondo con forma de música de jazz. Entre tanto, algunos libros que deja a la vista pueden revelarnos una serie de claves o confundirnos más aún: la extrañeza de Balthus, artista raro, ambiguo, de rasgos surrealistas; el humor de Kippenberger, capaz de incluir cualquier tipo de material en sus obras; el diálogo entre lo representativo y abstracto de los perfiles de Tony Cragg, dominados por lo metamórfico; las esculturas de material reciclado de Daniel Silver; el citado temblor de la línea de Giacometti; la idea de Miró de que una forma nunca es algo abstracto; el espíritu dadaísta y ligero de Franz West, con quien comparte una mirada tan sensual como infantil; los abismos cromáticos de Anish Kapoor, el grafismo de Cy Twombly... José Carlos Llop, con quien el artista ha intensificado una fructífera relación intelectual, nos recuerda que la obra de Rafa Forteza nada tiene de literario a primera vista, pero únicamente a primera vista: el pensamiento de Edmond Jabès, los escritos de Walter Benjamin, la poesía de Paul Celan... Llop nos habla del estudio como metáfora, un lugar donde el tiempo se convierte en otra cosa pero no conseguimos saber muy bien cuál es esa otra cosa. En ese mismo texto describe lo curioso del enigma: «Desde hace muchos años, en los grabados y pinturas de Rafa Forteza aparecen unos signos escritos. Leídos uno detrás de otro, esos signos forman palabras: son siempre las mismas y forman la memoria primigenia de los cuatro elementos: agua, fuego, tierra y aire. Esas palabras se han ido deformando con el tiempo. Sin dejar de ser las mismas han formado otras palabras nuevas: piedra o muro; cruz o ceniza. Estas palabras, no sus signos, son el alfabeto secreto de Rafa Forteza.» Ese misterio latente en las pinturas y grabados de Rafa Forteza es extrapolable a su escultura, que bebe de lo performativo e incita a ser tocada. El modo de agrupar las obras no se aleja de su manera de componer un cuadro, de ahí su fluidez, que permite la libre circulación de quien mira, abriendo múltiples puntos de vista. También la propia escultura, que se presenta amorfa, irónica, grotesca. En ellas, cualquier detalle se ofrece importante para la mirada y el soporte también es pintura 3 Dore Asthon. «Dentro y fuera del estudio». Arte y parte, nº 19, Madrid, 1999.

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y arquitectura, con pequeñas manchas de color, en apariencia insignificantes pero radicalmente claves. Como si tratase de burlarse de la historia de la escultura o la pintura y al mismo tiempo venerarlas, reafirmarlas. Los colores se anulan unos a otros y paradójicamente se potencian unos a otros. Algo así como los Passstücke o «adaptables» de West, una suerte de prótesis; o la fragilidad y vulnerabilidad de algunas obras de Rebecca Horn, quien ha trabajado en ocasiones con animales de extrema sensibilidad como las mariposas. Todo se expande y el espacio se asume como ausencia pura que permite todas las presencias, como nos cuenta otra autora presente en sus estanterías, María Zambrano. Husmeando todavía más en su estudio me encuentro repetido a Jacques Derrida y pienso cómo este, en La dissémination, señala que un texto no es un texto si no esconde a la primera mirada, al primer llegado, la ley de su composición y la regla de su juego. Lo mismo sucede con las obras de Rafa Forteza. Son algo así como una tela que tardaría siglos en deshacerse y que hay que ir reconstruyendo como un organismo, regenerando su tejido con nuestra decisión en cada mirada. Como en un sueño. Como en Samuel Beckett, otro autor que se repite entre sus libros, la cuestión no es el decir sino el mostrar. Porque Rafa Forteza presenta más que representa. Beckett decía que el único medio de renovación consiste en abrir los ojos y contemplar el desorden. También entiendo que hay sitio para Rainer Maria Rilke, y pienso en su Libro de las imágenes mientras me detengo en algunas de sus esculturas: «Todos ellos tienen bocas exhaustas y almas claras sin costura». Son fragmentos que componen el collage de Rafa Forteza. Todo es producto de una investigación secreta. La que se da en los fondos de inmensidad y de vacío, entre el esplendor silencioso del trazo, suave y a la vez decidido, blando y paradójicamente imparable, como si saliese del fondo del mar. Blanchot lo llamaría pintura del afuera, algo así como un deslizamiento hacia lo desconocido. Es la pintura como tarea interminable, reflexiva, silenciosa, secreta. Algo así como si detrás del temblor de la máscara, una suerte de palimpsesto, convocara numerosos silencios, experiencias, memorias. Pienso así en aquel doctor Murke de Heinrich Böll, que trabajaba intensamente en su emisora: —Es que colecciono un tipo especial de recortes. —¿Qué tipo de recortes? —preguntó Humkoke. —Silencios —dijo Murke—, colecciono silencios. Humkoke le miró interrogativamente y Murke continuó: —Cuando tengo que cortar trozos de las cintas, donde los oradores han hecho una pausa —también suspiros, inspiraciones o silencios absolutos—, no los tiro al cesto de los papeles; me los guardo. Ciertamente, las cintas de Bur-Malottke no proporcionan ni un segundo de silencio. Humkoke se rió: —Desde luego, ése no se calla. ¿Y qué hace usted con los recortes? —Los uno, y me paso la cinta en casa por la noche. No es mucho; todavía no tengo más que tres minutos, pero es que la gente calla poco. —Tengo que advertirle que está prohibido llevarse trocitos de cintas. —¿También silencios? —preguntó Murke. Humkoke se rió y dijo. —Bueno, márchese. —Y Murke se fue.

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No se trata de subrayar el vacío sino de dotarlo de significado. Seguramente porque el espacio blanco de la tela nunca está vacío de antemano. Es el artista quien se vacía a sí mismo, la materia está interiorizada. Lo escribía Borges en Los conjurados: «sé que he perdido tantas cosas que no podría contarlas y que esas perdiciones, ahora, son lo que es mío». Emerge así lo emocional, la pintura como palimpsesto. El taller como lugar sagrado. Porque para muchos artistas el taller es el espacio de las cosas, lleno de vacíos, que en el caso del estudio de Rafa Forteza, únicamente dejan respirar a modo de fisuras perceptivas. Pero todo parece colocarse en su lugar, o mejor, todo parece ganar su lugar. Como el cauce de un río o cualquier accidente natural, capaz de confrontarse con el entorno para construir el espacio de su poética y parece que todo fue así desde un principio, que todo estaba allí; nada consigue ser un producto a priori; el espacio marca sus propias leyes, sus accidentes. Muchos talleres son lugares de suciedad, donde el caos deviene orden y ese otro orden declina en obra. Particularmente me fascinan los que cuelgan sus bombillas, como en el mítico cuadro El estudio que Philip Guston pintó a finales de los años sesenta. En el espacio de Rafa Forteza son tubos fluorescentes que tantean los límites superiores de sus paredes. Solo lo pictórico vibra, y el suelo se convierte en un inmenso cuadro expresionista. Algunas obras se apoyan en botes de pintura. Mientras, una serie de fotografías de artistas como Beuys, Serra, Paik o Gordillo son objeto de pictóricos collages, irónicos, como los botones verdes que pinta en la camisa de un siempre sobrio Kounellis, resonancias anunciadoras de algunas obras últimas del artista donde introduce el color a partir de la viveza de la carne de unos tambores de samba. En ellos es posible descubrir rápidamente la multiplicidad de los puntos de fuga, las diagonales barrocas, las repeticiones metafóricas que otorgan el ritmo compositivo; serenos, leves, rotundos. Rafa Forteza pinta como respira y esculpe como quien escribe un poema, caminando hacia un lugar incierto y procurando nuevas posibilidades de sentido. De ahí que muchas de sus esculturas sean una especie de humedades concéntricas. Mientras, su excelente serie de esculturas «Serenity» (2010) son auténticas pinturas expandidas en el espacio; los entrecruzamientos son múltiples, vivas naturalezas muertas. Cada obra de Rafa Forteza es un desafío, una suerte de abismo horizontal. Pienso en las obras tituladas Abduce Today (2005), en I Have Future Memories (2006), en Here Today (2007) o En medio de un parque protegido-cubierto 1 (2010), que pertenece a la colección de Es Baluard. Son solo algunos ejemplos que me recuerdan cómo Deleuze nos señala que Bacon no deja de decir que la sensación es lo que pasa de un «orden» a otro, de un «nivel» a otro, de un «dominio» a otro. De ahí las deformaciones, provocadas por la sensación; pero también las expresiones recurridas por Bacon en sus entrevistas: «secuencias movedizas», «niveles sensitivos», «órdenes de sensaciones», «dominios sensibles». Hay algo de Bacon en las obras de Forteza, en sus esculturas pobres, pero también en su pintura violentada. Porque Rafa Forteza trabaja distintas sedimentaciones, memorias, experiencias y pasos que diseñan en el tiempo una figura inconcebible, una poética de lo frágil y de lo esquivo. Como si la pintura fuese una metamorfosis detenida, como si en su expansión dejase el resto de un lado secreto. Como una lámpara a punto de extinguirse que desobedece la potencia poética de lo más oscuro, de la materia infinita que absorbe la luz del fondo no visible. Parece que Rafa Forteza ama ese sentido de ruina de la vida, en los objetos y en las pinturas, poetizando ese murmullo, que se precipita. En cierto

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modo, diría que pinta lo que desborda su lugar, lo que reverbera. Su búsqueda se inclina al placer del encuentro y a cómo el paisaje, el escenario, soporta ese acontecimiento. En sus últimos trabajos destaca el color de una serie de formas sobre fondos magmáticos, formas que podríamos emparentar, como también podemos hacerlo con obras anteriores a esta serie, con el Joan Miró de los años veinte y treinta. Todas ellas nos sugieren algo pero carecen de explicación alguna. Son presencias totémicas, configuraciones orgánicas, antes apagadas y ahora de colores exuberantes. Resulta de especial interés la relación entre las supuestas figuras, las formas, y los fondos, que generan espacios intersticiales, lugares sin nombre. Es como si la pintura nos arrastrase para recordarnos que no se puede vivir sin naufragar. Aunque verdaderamente lo que se propone Rafa Forteza es generar fuerzas capaces de emocionar, casi mágicas. La abstracción es así un lenguaje capaz de sintetizar plásticamente otros lenguajes, como el de la poesía, la filosofía o la música. En lo que respecta al color, cada vez es más decididamente no naturalista; aunque paradójicamente más verdadero, más fiel al presente fluorescente de un mundo cada vez más informatizado. Mientras, las obras de su serie «Serenity» se acercan a la concepción de los penetrables de Hélio Oiticica, porque la pintura sale del espacio y se relaciona con la arquitectura en tanto que funda el espacio. El espacio entre obras es, así, un espacio con tiempo, una vivencia estética, laberíntica en su relación con las sensaciones. De ahí la importancia de que muchas de las obras de Rafa Forteza puedan colocarse y situarse de modos diferentes, dejando en el receptor esa opción. También que muchas esculturas se sitúen enfrente de sus pinturas, dialogando con ellas, fundiéndose en afortunada simbiosis. Porque en el fondo se trata de una danza, una proposición de fuga cercana a la embriaguez dionisíaca de Nietzsche, una suerte de camino iniciático. Algo así como un jardín abstracto. Como también sucedía en Ritus III, la instalación presentada en la galería Kewenig, la temporalidad es básica para la fragmentación. Es algo que se advierte en sus obras más recientes, en sus lienzos y en sus papeles. Cierto es que existe una voluntad contemporánea por romper, por explotar, por quebrar, por transformar en fragmento; lo inacabado se impone y lo incierto incita a la exploración, a la búsqueda de lo sagrado, y al descubrimiento. También hay interés por cortejar el desorden, la tensión que emana de cierta anarquía. Si en arquitectura existe una dificultad obvia a la hora de enfrentarse a la casualidad o a lo arbitrario, en arte la fractalidad se asume como natural. Una excepción es la arquitectura de la favela, siempre incompleta, provisional, una especie de bricolaje de lo aleatorio donde todo se mezcla, como en muchos de los cuadros últimos de Rafa Forteza, que se construyen asumiendo también los accidentes del proceso y mezclando los colores de la vida contemporánea: el rosa, el naranja, los azules, los verdes, los amarillos... Así hemos de entender su serie «Password», sus collages, su serie «In the Middle of the Park» o «Existential Alchemy». Y dentro de esa explosión fractal nos hemos olvidado del caduco debate entre lo figurativo y lo abstracto. Personalmente, cuanto más avanzo en el estudio de la pintura más me cuesta encontrar pintores abstractos. Pienso en un figurativo Peter Halley, con sus estructuras de color. O en Ross Bleckner, a quien se le ocurrió colocar imágenes representativas sobre un microscopio para transformarlas en otras entidades diferentes; sus pinturas que parecen más abstractas son las más realistas, ya sean células de mutación, sanguíneas o de ADN. Lo mismo sucede con Udomsak Krisanamis, cuando empeñado

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en aprender inglés marcaba las palabras que ya conocía en los periódicos dejando aparte las que desconocía, algo que transportó a sus cuadros con lo que su abstracción se conforma a partir de esa historia personal. En Sarah Morris las geometrías toman del entorno urbano su fuente de inspiración. En los últimos tiempos, uno de los artistas que mejor ha sabido reinterpretar la tensión entre lo representado y la abstracción de esa realidad ha sido el alemán Frank Nitsche. En artistas como Albert Oehlen podríamos hablar de cierto anhelo de lo inconcreto, como en los últimos años ha procurado Christopher Wool en su irónica antipintura, que se formaliza con torpes goteos y acciones de borrado. Hablamos de una pintura ornamental y expandida como la de Christine Streuli, para quien la forma se convierte en contenido, y así su ornamentación procede de plantillas y enmascaramientos que se transportan al cuadro de forma fluida, buscando el brillo y recortando el motivo. Ella misma confiesa como de autores como Jonathan Lasker le atrae la desconcertante capacidad y precisión para poder transferir sus pequeños bocetos a color al gran formato sin perder la facilidad del boceto, un proceso de abstracción de la escala que también se da en artistas como Bernard Piffaretti o Jean-Marc Bustamante. No debería sorprendernos, por tanto, que el mismo Ryman vea a Picasso como un buen ejemplo de pintor abstracto, porque para él la abstracción es vista como algo capaz de «abstraerse de», una expansión de la pintura que mantiene idénticos los dispositivos usados por la representación: imagen y simbolismo. Si todavía el marco nos separa de la pared haciendo que volquemos nuestra vista sobre el cuadro, es decir, separando «la ilusión» del plano de la pared, entonces poco separa la abstracción enmarcada de la pintura figurativa. Rafa Forteza comienza a mostrar su obra a principios de los ochenta, momento en que la pintura gozaba de un gran éxito de público y mercado. Sin embargo, cuando cobra una mayor madurez es ya entrados los noventa, lo que le obliga a ir desde entonces a contracorriente. Hay que tener en cuenta que el arte de la década de los noventa en España se inicia con debates sobre lo espacial y la necesidad de adecuar la obra a su contexto, interés que derivó en una serie obras capaces de vincular el paisaje y la arquitectura a sus propuestas. No son momentos para la pintura y sí para la instalación. Se perfilan nuevas teorías y debates, siempre alejados del empacho de lo que se ha denominado «los años pintados», los ochenta. Cierto es que muchos pintores de éxito continuaron su carrera individual, pero también que la pintura en los años noventa fue borrada de los discursos de conjunto y muchos de los artistas más innovadores quedaron al margen de las colectivas que revisaban el pulso de la pintura. Este contexto resulta clave para entender la importancia del trabajo de Rafa Forteza, que se proyecta a contracorriente, incómodo, personal. Si retrocedemos algo más en el tiempo, advertimos que en los años setenta, en Barcelona, destacó la intención de ruptura de artistas como José Manuel Broto, Javier Rubio y Gonzalo Tena; juntos expusieron en la galería Maeght con el título «Por una crítica de la pintura». La nueva abstracción barcelonesa nacía cuando en Madrid dominaba la pintura figurativa de Luis Gordillo, Carlos Franco, Guillermo Pérez Villalta, Carlos Alcolea, Rafael Pérez Mínguez o Miguel Ángel Campano. Al margen de grupos, Carmen Calvo proyectaba una pintura alrededor de la idea de materia y desarrollaba una obra más violenta, con vidrios, o una más sensual y caligráfica, con fragmentos de cerámica; Chema Cobo trabajaba soluciones más eclécticas, muy personales en su enraizamiento literario y neomanierista, en su carácter enigmático; Santiago Serrano planteaba un universo más sereno heredero de los postulados de la Escuela de Nueva York y Carlos León defendía la pintura como

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objeto de conocimiento; y Zush —hoy Evru— daba rienda suelta a su pintura enloquecida e indomable. Más tarde, ya entrada la década de los ochenta, se convertiría a la pintura procedente del conceptual otra figura clave, Ferran García Sevilla, con una obra capaz de unir fondos de dureza abstracta con figuras imprecisas, lo que deriva en un estilo post-expresionista cercano al grafiti que será más reivindicado en la década posterior. Al tiempo, emerge Miquel Barceló en Mallorca como paradigma del triunfo joven, con una clara influencia de la transvanguardia italiana y con un muy temprano reconocimiento público. Idéntica fortuna crítica obtuvo José María Sicilia, quien, en 1984, celebró su exposición individual en la galería de Fernando Vijande y que se preocupará de los problemas de lo que se denominó la «pura pintura». Ese contexto, en verdad dominado por la pintura y la escultura, será etiquetado por Juan Manuel Bonet como «los años pintados», lo que resume el clima de exaltación colorista en pro de la pintura del momento, justo cuando Rafa Forteza comienza su trayectoria, una vez que en 1983 obtiene la licenciatura en Bellas Artes en Barcelona. Desde entonces, su presencia en ARCO y otras ferias internacionales será continua, pero su trayectoria se enriquece y al mismo tiempo se oculta al vivir fuera de España en los años noventa, primero en Colliure (Francia) y más tarde en Dortmund (Alemania). Es entonces donde se reafirma como el magnífico pintor que es. En los noventa, una serie de signos se expanden cardinalmente en el lienzo. Algo así como si sus pinturas y aguafuertes vertebrasen el «caosmos» del que habla Beckett. Es la pintura como estado magmático, fundacional, desordenado. El gesto, el tachismo, el proceder automático... todo cabe en un cuadro que a veces se aproxima a la nada, al no-decir. Independientemente de que en él emerjan frases. Son presencias intersticiales atravesadas de vacíos. En general, su obra de los noventa parece salida de un drama. La totalidad de la obra se construye en muchos casos fragmentariamente, sin que podamos deducir definitivamente si en el cuadro pesa más lo espeso o lo ligero. Como si el fin de estas imágenes no fuese otro que merodear por el cuadro, abismarse, dejarse ir. Lo informe se presiente, se anuncia y se ausencia. Las reverberaciones y las resonancias dominan tanto como en sus obras actuales y únicamente el color podría llevarnos a pensar que si antes sus obras se sometían a un juego de la pérdida ahora abrazan el encuentro. Pero lo que verdaderamente se mueve en el fondo de ambas fórmulas es la experiencia de pintar desde la invisibilidad, evocando lo subterráneo, lo intransitivo. Más que un viaje, la obra de Rafa Forteza es una inmersión. La experiencia del resto, el escombro vital, asoma en su obra como secreto sumergido. Rafa Forteza asume los restos de una visión que solo puede ser discontinua. Henri Michaux los llama «expansiones fluídicas». La pintura de Rafa Forteza es un paisaje interior. También sus conjuntos de esculturas. No hay que ir muy lejos: Miró, Kandinsky, Klee, De Kooning, Tàpies, Kounellis, Cy Twombly... En un mundo devastado sobrevive lo simbólico, lo interior. Rafa Forteza pinta desde el interior de la superficie. Entendemos así su inclinación por el gran formato. Lo imagino en acción y pienso que su actitud debe de ser enérgica, aún cuando se resuelva mesurada. Muchos artistas traducen esa sensación diciendo que pintan como hablan o, como señalábamos a propósito de Rafa Forteza, como respiran. A todo ello él acude desde la poesía, que es desde donde dialoga con el cuadro, para acompañarlo, sin imponerse. De ahí que esta exposición, en un

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principio, se haya titulado simbiosis. Porque es exactamente ahí donde convergen sus esculturas con sus pinturas. Rafa Forteza sabe que no hay nada más impenetrable que la insinuación de un rostro. Ver en el rostro del otro algunos de los fantasmas propios. Las pinturas y los rostros de sus esculturas son interrogantes, enigmas hechos de vacíos. Y aquí es donde José Ángel Valente nos recuerda, otra vez, que el poema tiende por naturaleza al silencio y que un poema no existe si no se oye, antes que su palabra, su silencio. Valente nos habla de una escritura escondida, enigmática, en la que el silencio predomina. ¿No es acaso lo que sucede en la obra de Rafa Forteza desde sus primeras pinturas? Los collages desordenados de principios de los noventa conectan mágicamente con sus esculturas actuales. Lo mismo podríamos decir de su instalación Presencias, de 1994, sepulcral, que bien podría firmar Kounellis. Esas presencias, sombrías, estáticas, no andan lejos de sus series «Morfològiques» y «Germinacions», de porcelana y bronce respectivamente. O de sus esculturas de pasta de papel, a medio camino entre Franz West y Cy Twombly, maestros en tantear los límites de lo informe. Lo describió como nadie el propio Valente a propósito de Tàpies en un texto escrito para el catálogo del pabellón español en la Bienal de Venecia de 1993: «Tal es el lugar. Ahí, precisamente, en ese espacio intersticial, en los intersticios del conocimiento, está el poema, está la obra de arte, un “clasificable conocido” o ignorado o esencialmente ignoto, que irrumpe en los lugares de la mediación, lugares de alto riesgo, donde se trata o entra en pugna abierta con los dioses y con los demonios. Es ese el territorio de la obra: no lo visible ni lo invisible, sino el espacio sutil contiguo a ambos, espacio intersticial...». Otra característica clave para entender el universo creativo de Rafa Forteza es cómo realiza sus trabajos partiendo siempre de lo manual y de una economía de medios o materiales pobres. En este sentido, encajaría con eso que se denomina low key, que asume también la pequeña escala y la consistencia frágil como características. Lo señala bien Iria Candela cuando señala cómo se aplica este vocablo, así en minúsculas, a «todas aquellas construcciones de formas y discursos que parten de parámetros modestos, íntimos, sin pretensiones, en contraposición a proyectos que podrían caracterizarse como más glamorosos, ruidosos o dominantes».4 Pero también con el arte povera de artistas como Giuseppe Penone, que al releerlo para esta ocasión, encuentro absolutamente imprescindible ligarlo al trabajo de Rafa Forteza y recoger algunas de sus palabras de Respirar la sombra:

La extensión de las ramas, el desarrollo del tronco se acompaña de la insinuación de las raíces en la búsqueda continua de alimento.

Las raíces ocupan el espacio de la materia extraída que se revela en el follaje.

Los pequeños, continuos, obstinados secos rumores de la expansión, el cansino discurrir de la materia, que resbala, se desliza, crea la vibración,

el ruido sordo, la crepitación del crecimiento.

¿Hay algo más común que la madera? La madera sale a nuestro paso sin que nos interroguemos sobre su origen. Recuerdo conversaciones con Penone a finales de los años noventa donde me explicaba el origen de cada madera. Un trozo de madera guarda el potencial del árbol que contiene. De ahí que las pequeñas varas pintadas por Rafa Forteza nos recuerden la distancia entre abrazar lo natural y trabajar lo

4 Iria Candela. Low key. Santander: Fundación Marcelino Botín, 2008.

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cultural de esas maderas que llegan a nosotros con naturalidad como tablas o vigas. Penone reveló en algunas de sus obras el árbol en la viga, Forteza, a su vez, asume la forma natural encontrada como resistencia precaria, como reivindicación de lo artesanal de la pintura y la escultura, como otro modo de escultura automática. Hablamos, sobre todo, de maneras de mirar, y pienso otra vez en Giuseppe Penone, que en su obra Rovesciare i propri occhi sella su visión con unas lentillas de espejo. Su propio cuerpo asume así la condición de escultura; quien mira hacia él se refleja en sus ojos sellados y el artista se repliega desde ese estado de ceguera a un mundo interior, a una visión interna. Como esa mirada que se vomita hacia dentro, la recepción de la obra de Rafa Forteza es como una traducción incompleta, sin término. Su capacidad para temperar el cuadro, como si fuese un piano, nos aboca, sin embargo, a un abismo de la mirada, como aquel descenso al Maelström narrado por Edgar Allan Poe, donde su protagonista al principio se sentía demasiado confundido para poder observar nada con precisión. Porque aquí la pintura también se vuelve en sí misma, desplazándose, repitiéndose, perdiéndose en múltiples reiteraciones que se tornan diferencias, oposiciones, incertidumbres. Tal vez, a la hora de definir el trabajo de Rafa Forteza podríamos valernos del título que Paul Klee da a uno de sus trabajos: Libre pero rigurosamente contenido. Klee reivindica una forma que se configura como composición, como construcción abierta, como concepción musical. Francisco Jarauta señala que «esta mirada hacia el interior de las cosas que el arte de Klee quiere hacer visible, no puede ya organizarse de acuerdo a estructuras y órdenes geométricos alejados de la vida. Klee habla de una idolatría de la forma, como obstáculo fundamental para un arte abierto a las tensiones de la época. En su lugar, defenderá un arte pensado como composición de lo otro, en el que tensiones y opuestos, tiempo y reposo, naturaleza y vida se encuentren. Ahí radica la sorpresa de sus interpretaciones, las infinitas secuencias y variaciones abiertas y expuestas siempre a una historia posible».5 En efecto, la experiencia de la pintura de Rafa Forteza se abre como lugar para una infinidad de juegos y variadas recepciones. Se trata de construir lo construido, lo insinuado. Nada es dado definitivamente, depende de nuestra mirada del mundo. Porque la obra de Rafa Forteza es la imagen del rumor, de la memoria, de la intimidad exteriorizada, de la huella, de la reflexión inquieta, en definitiva, de la vida misma. Frente a quienes se detienen en la materia o ensalzan el gesto, Rafa Forteza afronta la pintura cuando la sutileza ha sustituido a la levedad. Pocos artistas son tan fieles a su inicial manera de enfrentarse a la pintura como Rafa Forteza, el cual consigue, paradójicamente, ser absolutamente contemporáneo y ajeno a las derivas de su propia generación. Dejando que el lenguaje hable... aun cuando el decir es imposible.

5 Francisco Jarauta. «Paul Klee: las posibles cifras del mundo». Paul Klee. Colección Berggruen. Santander: Fundación Marcelino Botín, 2006.

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Fichas de las obras

Rafa Forteza Serie «Reuniones» 1981-2012 Conjunto de 92 dibujos. Técnicas mixtas Colecciones particulares Rafa Forteza A la luz, con la luz Aire II 1990 Pintura acrílica y carboncillo sobre lienzo 195 x 164,5 cm Colección particular Rafa Forteza E-P-1 (Espacios primarios) 1991 Vidrio, plástico, madera, papel y cuerda 30 x 30 x 44 cm Colección particular Rafa Forteza E-P-12 1991 Plástico, cartón, cinta de embalaje blanca y naranja 23 x 25 x 30 cm Colección particular Rafa Forteza E-P-17 1991 Papel, pintura acrílica, cuerda y plástico 21 x 20 x 32 cm Colección particular Rafa Forteza E-P-20 1991 Madera, lienzo preparado y cuerda 18 x 15 x 29 cm Colección particular Rafa Forteza E-P-7 1991-1992 Cartón, madera, lata y plástico 38 x 30 x 27 cm Colección particular Rafa Forteza E-P-2 1992 Madera, cartón, goma, vidrio y fieltro 41 x 45 x 35 cm Colección particular Rafa Forteza E-P-10 1992 Latas, cartón, cinta de embalaje y lienzo 19 x 16 x 15 cm Colección particular

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Rafa Forteza E-P-22 1992 Bote de plástico, lienzo, cinta de plástico negra y naranja 20 x 23 x 20 cm Colección particular Rafa Forteza E-P-14 1992 Lienzo preparado y papel 21 x 26 x 29 cm Colección particular Rafa Forteza Sin título 1992 Tejido, madera y goma 40 x 40 x 30 cm Colección particular Rafa Forteza Cabeza cubierta 1992-1994 Mantas, tubos de cartón, papel, cuerda y madera 80 x 70 x 70 cm Colección particular Rafa Forteza E-P-3 1994 Manta de lana, papel, goma y tejido de algodón 30 x 32 x 54 cm Colección particular Rafa Forteza E-P-4 1994 Cartón, fieltro, goma y madera de pino 23 x 35 x 39,5 cm Colección particular Rafa Forteza E-P-6 1994 Fieltro, cartón y goma 20 x 31 x 45 cm Colección particular Rafa Forteza E-P-13 1994 Cañas, tejido, goma y plástico 20 x 17 x 32 cm Colección particular Rafa Forteza Steine I 1997 Pintura acrílica y anilinas sobre lienzo 200 x 200 cm Colección particular

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Rafa Forteza Visiones 1997 Pintura acrílica sobre cartón. Conjunto de once cajas de puros Medidas varias Colección particular Rafa Forteza Cabezas 2001 Pintura acrílica y lápiz conté sobre lienzo 180 x 180 cm Colección particular Rafa Forteza Otear II 2001 Pintura acrílica sobre lienzo 195 x 162 cm Colección particular Rafa Forteza Aducir Hoy II 2005 Pintura acrílica sobre lienzo y madera 195 x 130 cm y 167,5 x 21,5 x 21,5 cm Colección particular Rafa Forteza Id Di VII 2006 Pintura acrílica sobre lienzo 180 x 180 cm Colección particular Cortesía Galeria L21, Palma Rafa Forteza Juntos 2006 Pintura acrílica, anilinas y matizador acrílico sobre lienzo 180 x 180 cm Colección particular Cortesía Galeria L21, Palma Rafa Forteza Reuniones A 2006 Pintura acrílica sobre lienzo 300 x 200 cm Colección particular Cortesía Galeria L21, Palma Rafa Forteza Reuniones B 2006 Pintura acrílica sobre lienzo 300 x 200 cm Colección particular

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Rafa Forteza Tierra que huele a tierra 2007 Pintura acrílica sobre lienzo 70 x 70 cm Colección particular Rafa Forteza E-P-18 (Samuel) 2008 Plástico, cinta blanca y cinta negra 25 x 20 x 18 cm Colección particular Rafa Forteza Password IV 2009 Collage, pintura acrílica, pintura vinílica, cartón, plástico, madera, lata y objetos sobre papel 120 x 170 cm Colección particular Rafa Forteza En medio de un parque protegido-cubierto 1 2010 Técnica mixta sobre lienzo 200 x 300 cm Es Baluard Museu d’Art Modern i Contemporani de Palma Rafa Forteza Mirada Frontal 6 (MF-6) 2011 Pasta de relieve, pasta acrílica, madera, pasta de porcelana y tres cáscaras de almendra 28 x 15 x 18 cm Colección particular Rafa Forteza Mirada Frontal 7 (MF-7) 2011 Pasta de relieve, madera y pasta de porcelana 28,5 x 15 x 21 cm Colección particular Rafa Forteza Mirada Frontal 8 (MF-8) 2011 Embudo de plástico blanco, dos semillas de naranja, pasta de relieve y pasta acrílica 27 x 17 x 18 cm Colección particular Rafa Forteza Mirada Frontal 9 (MF-9) 2011 Dos cáscaras de almendra, bote de plástico, pasta de relieve y pasta acrílica 23,5 x 10 x 18 cm Colección particular Rafa Forteza Mirada Frontal 10 (MF-10) 2011 Embudo de plástico blanco, tres cáscaras de almendra, silicona, pasta de relieve, pasta acrílica y madera 22 x 9,5 x 15 cm Colección particular

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Rafa Forteza Mirada Frontal 11 (MF-11) 2011 Gasa, yeso, metacrilato blanco, madera, pasta de porcelana rusa, pasta de relieve y pasta acrílica 24,5 x 8,5 x 18 cm Colección particular Rafa Forteza Mirada Frontal 12 (MF-12) 2011 Embudo de plástico, madera, pintura vinílica, aguacate seco, pasta de relieve y pasta acrílica 16,5 x 10 x 15 cm Colección particular Rafa Forteza Cabeza-6 2011-2012 Embudo de plástico lila, pasta de porcelana, pasta de relieve, pasta acrílica y silicona 27 x 17 x 18 cm Colección particular Rafa Forteza Microcosmo III 2011-2012 Pintures acrílica y vinílica, óleo al agua y collage sobre lienzo 195 x 130 cm Colección particular Rafa Forteza Mirada Frontal (MF-1) 2012 Embudo de plástico, madera, semillas de naranja, pasta de relieve y pasta acrílica 34 x 11 x 14,5 cm Colección particular Rafa Forteza Mirada Frontal 2 (MF-2) 2012 Embudo de plástico, cáscara de almendra, granada seca, pasta de relieve, pasta acrílica, madera y silicona plástica 32 x 11 x 18 cm Colección particular Rafa Forteza Mirada Frontal 3 (MF-3) 2012 Madera, dos cáscaras de almendra, pasta de relieve y pasta acrílica 35 x 9,5 x 15 cm Colección particular Rafa Forteza Mirada Frontal 4 (MF-4) 2012 Embudo de plástico, dos semillas de granada, una semilla tropical, madera, pasta de relieve, pasta acrílica i silicona plástica 32 x 13 x 18 cm Colección particular

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Rafa Forteza Mirada Frontal 5 (MF-5) 2012 Embudo blanco, dos semillas de granada, madera, poliestireno expandido, pasta de relieve y pasta acrílica 32,5 x 13,5 x 12 cm Colección particular Rafa Forteza Mirada Frontal 13 (MF-13) 2012 Embudo de plástico blanco, pasta de relieve, pasta acrílica, silicona y madera 23,5 x 10,5 x 15 cm Colección particular Rafa Forteza Mirada Frontal 14 (MF-14) 2012 Semillas, pasta de relieve, pasta acrílica, madera y embudo de plástico blanco 35 x 17 x 21 cm Colección particular Rafa Forteza Sea lo que sea A 2012 Pasta de porcelana, pasta acrílica, metacrilato, cartón, silicona, cubo y embudo 230 x 40 x 40 cm Colección particular Cortesía Galeria L21, Palma Rafa Forteza Sea lo que sea B 2012 Pasta de porcelana, pasta acrílica, metacrilato, cartón, silicona, cubo y embudo 200 x 40 x 40 cm Colección particular Cortesía Galeria L21, Palma Rafa Forteza Equidad I 2014 Pintura acrílica, pintura vinílica y collage sobre lienzo 170 x 170 cm Colección particular Rafa Forteza Equidad II 2014 Pintura acrílica, pintura vinílica, collage, papel hecho a mano y pintura acrílica azul marino y roja sobre lienzo 170 x 170 cm Colección particular Rafa Forteza Buen presagio OTTO-1 2015 Pintura acrílica, pintura vinílica, pasta de relieve, pasta acrílica y lápiz acuarelable sobre papel 34 x 11 x 14,5 cm Colección particular

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Rafa Forteza Buen presagio OTTO - 2 2015 Pintura acrílica, pintura vinílica, óleo al agua, plancha offset y collage sobre lienzo 46 x 32 cm Colección particular Rafa Forteza Buen presagio OTTO - 3 2015 Pintura acrílica, pintura vinílica, pasta de relieve y pasta acrílica sobre lienzo 46 x 32 cm Colección particular Rafa Forteza Buen presagio OTTO - 5 2015 Pintura acrílica, pintura vinílica, pasta de relieve y pasta acrílica sobre lienzo 46 x 32 cm Colección particular Rafa Forteza Buen presagio OTTO - 6 2015 Pintura acrílica, pintura vinílica, pasta de relieve, pasta acrílica, plancha offset, lápiz acuarelable, óleo y pegamento sobre lienzo 46 x 32 cm Colección particular Rafa Forteza Buen presagio OTTO - 7 2015 Pintura acrílica, pintura vinílica, óleo, collage, plancha offset y pegamento sobre lienzo 46 x 32 cm Colección particular Rafa Forteza Buen presagio OTTO - 9 2015 Pintura acrílica, pintura vinílica, óleo, plancha offset, pasta de relieve y pasta acrílica sobre lienzo 46 x 32 cm Colección particular Rafa Forteza Buen presagio OTTO - 10 2015 Pintura acrílica, pintura vinílica, pasta de relleu, pasta acrílica, lápiz acuarelable, óleo y plancha offset sobre lienzo 46 x 32 cm Colección particular Rafa Forteza Buscando con-ser-vas 2015 Fundición en aluminio, pintura vinílica y óleo altura, 55 cm diámetro Colección particular

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Rafa Forteza E-P-16 2015 Madera, ropa, lienzo y licra 37 x 25 x 32 cm Colección particular Rafa Forteza Fulgir (resplandecer) 2015 Madera, pasta de relieve, pasta acrílica, metacrilato, pintura acrílica y pintura vinílica 151 x 45 x 57 cm Colección particular Rafa Forteza Reunión-hermética 2015 Pasta de relieve, pinturas acrílica y vinílica, resina epoxi, metacrilato, madera, semillas y un cinturón de judo 160 x 80 x 60 cm Colección particular Cortesía Galeria L21, Palma Rafa Forteza Rozar aire A 2015 Pie de acero con pintura vinílica, pasta de relieve, pasta acrílica, latón, plástico, madera, resina epoxi y palillos 222 x 210 x 200 cm Colección particular Rafa Forteza Rozar aire B 2015 Pie de acero con pintura vinílica, pasta de relieve, pasta acrílica, latón, plástico, madera, resina epoxi y palillos 224 x 220 x 150 cm Colección particular Rafa Forteza Rozar aire C 2015 Pie de acero con pintura vinílica, pasta de relieve, pasta acrílica, latón, plástico, madera, resina epoxi y palillos 207 x 190 x 190 cm Colección particular Rafa Forteza Rozar aire D 2015 Pie de acero con pintura vinílica, pasta de relieve, pasta acrílica, latón, plástico, madera, resina epoxi y palillos 225 x 170 x 170 cm Colección particular

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Rafa Forteza (Palma, Mallorca, 1955)

Vive y trabaja en Alaró, Mallorca, Illes Balears. Exposiciones individuales 2015 "Estirar o alargar la nariz", L 21 Gallery, Madrid. 2014 “Embudo - S”, L 21 Gallery, Palma. 2012 “Ritus IV. Cap i cua”, El Roser, Ciutadella “Lenguajes anexos”, Edicions 6a Obra Gràfica Art Gallery, Palma. 2011 “Alquimia existencial”, Museo Estatal Ruso, San Petersburgo, Rusia. 2010 “Ritus III”, Galería Kewenig, Palma. “Andar-es”, Galeria d’art Horizon, Girona 2009 “Password”, Pelaires Centre Cultural Contemporani, Palma. Grupo escultórico “Reunion-es”, calle Blanquerna, Palma. 2008 “Ritus I”, Kunst Station Sankt Peter, Colonia, Alemania. “Ritus II”, Galerie Frank Henseleit, Colonia, Alemania. “Dad”, Galeria Juan Silió, Santander. 2007 “Manifeste de la Quatrième Dimension”, Galería Frank Hensenleit, Colonia, Alemania. “One Man Show”, ART COLOGNE (stand Galería Frank Hensenleit), Colonia, Alemania. “El final del espejismo”, Pelaires Centre Cultural Contemporani, Palma. 2006 “Pi.Edad”, Galeria Joan Oliver “Maneu” - Nou Espai, Palma. “Eje-dad”, Galería d´Art Horizon.Colera, Girona. “Work in Progress”, Münchner Künsstlerhaus, Munich, Alemania. 2005 “Sol-edad”, Galería Miguel Marcos, Barcelona. 2004 “Di+Si+Par”, Art Gallery Paupa, San Sebastián. “Diré diré de +”. Fundació Pilar i Joan Miró a Mallorca, Palma. 2003 “Reuniones”, Galería Joan Oliver “Maneu”, Palma. “One Man Show”, ESTAMPA (stand Galería Joan Oliver “Maneu”, Palma), Madrid. “One Man Show”, ARTEXPO (stand Galería Joan Oliver “Maneu”, Palma), Barcelona. 2002 “Caps-es”, Casal Solleric, Palma. Galeria Henseleit, Dortmund, Alemania. “CP99”, Macià Batle, Santa María, Mallorca. “Ancestros- Reuniones”, ESTAMPA (stand Galería Joan Oliver “Maneu”, Palma), Madrid. 2001 “One Man Show”, ESTAMPA (stand Galería Joan Oliver “Maneu”, Palma), Madrid. 2000 “Noches monolíticas”, Espai Blanquerna, Madrid. “Verticil·lat” (Pedro Colina), Sa Quartera Centre d’Art, Inca, Mallorca. “One Man Show”, ARTEXPO (stand Galería Joan Oliver “Maneu”, Palma), Barcelona. 1999 “UNAR”, mural, Farmacia Munar, Palma. “Unión”, Galería de RIJK, La Haya, Holanda. 1998 “Xilografies-Gravats (Milton Keynes)”, Fundació Pilar i Joan Miró a Mallorca, Palma. “Opción-Noción”, Galería M. José Castellví, Barcelona. 1997 “Los años de ti a mí”, Galería Oniris, Rennes, Francia.

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“Humo de sal y de carbón”, Galería Pelaires, Palma / Galería Xavier Fiol, Palma /Galería Altair, Palma. “Stein”, Galería Olaetxea, San Sebastián. 1996 Sant Lluc, Girona. “Photogeneses-Têtes”, Fundació Pilar i Joan Miró a Mallorca, Palma. 1995 Galería Tristan Barbarà, Barcelona. Gravats, Milton Keynes, Gran Bretaña. 1994 “One Man Show”, Decouverts, París. Galería Oniris, Rennes, Francia. “Dual”, Bibliofilia (J. Carlos Llop, José A. Valente, Joan Brossa, Mònica Morell, Friedhelm Mennekes), Centre Cultural “Sa Nostra”, Palma. “Presències”, Fundació Pilar i Joan Miró a Mallorca, Palma. 1993 Galería Sant Lluc, Girona. Espacio Lebihan, Rennes, Francia. Espacio Garnier, Rennes, Francia. Espacio Collin, Nantes, Francia. 1992 “One Man Show”, ARCO (stand Galería Ferran Cano, Barcelona), Madrid. Galería Ferran Cano, Palma. Galería Olaitxea, San Sebastián. Munster Stein, Dortmund, Alemania. 1991 “Introspeccions”, Museu d’Art Modern, Colliure, Francia. Galería Van de Velde, Aalst, Bélgica. “Grabados”, Galería Athenea, Barcelona. 1990 Galería Laurens A. Daane, Amsterdam, Holanda. Galería Taché Editor, Barcelona. Galería Soloarte, La Coruña. 1989 Galería Ferran Cano, Barcelona. 1988 Galería Ferran Cano, Palma. Galería Joan Oliver “Maneu”, Palma. 1987 Palau Solleric, Palma. Galería Athenea, Barcelona. Galería Ángel Romero, Madrid. 1986 “Arquitectures”, Passeig del Born, Palma. 1985 Galería 4 Gats, Palma. Galería Magda Lázaro, Tenerife. Caja Canarias, Puerto de la Cruz (Tenerife). 1984 “Temps de Lluna”, Hospitalet, Barcelona. 1982 Galería 4 Gats, Palma. 1977 Obra Cultural, Algaida, Mallorca.

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Obra en museos, centros y colecciones MoMA, Nueva York, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid, Centre Pompidou, París, Colección DeutscheBank, Musée d’Art Moderne de Collioure, Francia, Münchner Kunstlerhaus Stiftung, Munich, Fundación Peter Stuyvensant, París, Museu del Cinema, Girona, Es Baluard, Museu d’Art Modern i Contemporani de Palma, Museu d’Art Modern de Ceret, Francia, Museo Postal y Telegráfico, Madrid, Museo de Calcografía Nacional, Madrid, Col·lecció “la Caixa”, Barcelona, Colección ONO, Madrid, Fundació Joan Brossa, Barcelona, Fundació Pilar i Joan Miró a Mallorca, Palma, Fundación AENA, Madrid, Fundació “Sa Nostra” Caixa de Balears, Mallorca, Universidad de Santiago de Compostela, Universitat de Lleida, Govern de les Illes Balears, Parlament de las Illes Balears, Consell de Mallorca, Ajuntament de Palma, Ajuntament de Pollença.

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Imágenes (selección)

Rafa Forteza, Buen presagio OTTO – 6, 2015. Pintura acrílica, pintura vinílica, pasta de relieve, pasta acrílica, plancha offset, lápiz acuarelable, óleo y pegamento sobre papel. 46 x 32 cm. Colección particular. © de la obra, Rafa Forteza, VEGAP, Palma, 2015. © de la fotografía, David Bonet.

Rafa Forteza, Otear II, 2001. Pintura acrílica sobre lienzo. 195 x 162 cm. Colección particular. © de la obra, Rafa Forteza, VEGAP, Palma, 2015. © de la fotografía, David Bonet.

Rafa Forteza, En medio de un parque protegido-cubierto 1, 2010. Técnica mixta sobre lienzo, 200 x 300 cm. Es Baluard Museu d’Art Modern i Contemporani de Palma. © de la obra, Rafa Forteza, VEGAP, Palma, 2015. © de la fotografía, Joan-Ramon Bonet & David Bonet.

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Rafa Forteza, Rozar aire B, 2015. Pie de acero con pintura vinílica, pasta de relieve, pasta acrílica, latón, plástico, madera, resina epoxi y palillos. 224 x 220 x 150 cm. Colección particular. © de la obra, Rafa Forteza, VEGAP, Palma, 2015. © de la fotografía, David Bonet.

Rafa Forteza, Tierra que huele a tierra, 2007. Pintura acrílica sobre lienzo. 70 x 70 cm. Colección particular. © de la obra, Rafa Forteza, VEGAP, Palma, 2015. © de la fotografía, David Bonet.