p Aulagnier Levin de Said

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PARTE I Las contribuciones de Piera Aulagnier 7. CONSTITUCIÓN DEL PSIQUISMO EN PIERA AULAGNIER El deseo inconsciente mueve al sujeto en dirección al otro y a vincularse con él, pero esta operación a su vez excede al deseo inconsciente. Ante la presencia del otro emerge la pulsión cuya investidura procura hacerla objeto. No obstante, el otro excede y eso configura un campo de novedad. 1. BERENSTEIN (2001) El interés en dedicar un capítulo a los modos según los cuales se constituye el psiquismo para Aulagnier radica en el nuevo abordaje que esto posibilita para problemáticas que no solamente responden a la psico- sis, sino a otras expresiones del malestar psíquico especialmente elocuentes hoy en día. Si bien la teoría freudiana dejó planteados los ejes fundamentales, hay todo un abanico de cuestiones que se fueron abriendo a partir de las actuales formas del malestar en la cultura y en la sociedad. Por otra parte, la riqueza de los planteos de Aulagnier permite otro enfoque de la así llamada "normalidad", cuyo perfil viene a ser relativizado precisamente en la medida en que se lo ubica respecto de todos los accidentes y hallazgos que marcan la emergencia de una subjetividad. Dada esa complejidad, las rutas del itinerario aquí planteado no siguen un orden preexistente, sino que procuran explorar esa diversidad. Desde su función y su presencia, la madre predigiere, modela, remodela, modifica, transforma, y el infans metaboliza, es decir, representa. Interesada por este complejo y sutil interjuego, este pasaje "entre" la madre y el infans, encontré en Aulagnier elementos para definirlo. Esta caracterización se desarrolla a partir de su concepto de "zona-objeto complementario" o "imagen de cosa corporal", que remite a una actividad inaugural en el psiquismo como lo es, en términos de la autora, la de las representaciones pictográficas, las cuales describiré más adelante. En éstas vienen a quedar figuradas por un lado, a partir del término "zona", la actividad del infans, y por otro, a partir del término "objeto", la

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PARTE II

PARTE ILas contribuciones de Piera Aulagnier7. CONSTITUCIN DEL PSIQUISMO EN PIERA AULAGNIEREl deseo inconsciente mueve al sujeto en direccin al otro y a vincularse con l, pero esta operacin a su vez excede al deseo inconsciente. Ante la presencia del otro emerge la pulsin cuya investidura procura hacerla objeto. No obstante, el otro excede y eso configura un campo de novedad.

1. BERENSTEIN (2001)

El inters en dedicar un captulo a los modos segn los cuales se constituye el psiquismo para Aulagnier radica en el nuevo abordaje que esto posibilita para problemticas que no solamente responden a la psicosis, sino a otras expresiones del malestar psquico especialmente elocuentes hoy en da. Si bien la teora freudiana dej planteados los ejes fundamentales, hay todo un abanico de cuestiones que se fueron abriendo a partir de las actuales formas del malestar en la cultura y en la sociedad. Por otra parte, la riqueza de los planteos de Aulagnier permite otro enfoque de la as llamada "normalidad", cuyo perfil viene a ser relativizado precisamente en la medida en que se lo ubica respecto de todos los accidentes y hallazgos que marcan la emergencia de una subjetividad. Dada esa complejidad, las rutas del itinerario aqu planteado no siguen un orden preexistente, sino que procuran explorar esa diversidad.

Desde su funcin y su presencia, la madre predigiere, modela, remodela, modifica, transforma, y el infans metaboliza, es decir, representa. Interesada por este complejo y sutil interjuego, este pasaje "entre" la madre y el infans, encontr en Aulagnier elementos para definirlo. Esta caracterizacin se desarrolla a partir de su concepto de "zona-objeto complementario" o "imagen de cosa corporal", que remite a una actividad inaugural en el psiquismo como lo es, en trminos de la autora, la de las representaciones pictogrficas, las cuales describir ms adelante. En stas vienen a quedar figuradas por un lado, a partir del trmino "zona", la actividad del infans, y por otro, a partir del trmino "objeto", la actividad de la funcin materna, sin que sta sea reconocida en su exterioridad por el infans y posteriormente por el adulto. Como he sealado en "El itinerario", en La violencia de la interpretacin Aulagnier contina, profundiza y ampla ciertas problemticas freudianas. Una de ellas es su modelo de construccin y funcionamiento del psiquismo, en el que centralmente privilegia una tarea, "la actividad de representacin". Destaco que la representacin, el afecto y la investidura estn solidariamente ligados e intrincados. Dicho de otro modo, el trabajo que se plantea al aparato psquico supone metabolizar, representar e investir.

Ahora bien, qu es la actividad de representacin?

Aulagnier la define en estos trminos: "[es] el equivalente psquico del trabajo de metabolizacin caracterstico de la actividad orgnica"; vale decir, la "metabolizacin" es inherente a la actividad de representacin. Esta postura es auspicios a para la prctica clnica, ya que sita ese proceso en trminos de un trabajo presente de modificacin continua, incesante, indeterminado e inacabable.

Precisamente, Aulagnier pone de relieve, en el concepto de pulsin de Freud, la "exigencia de trabajo"; as la teora pulsional da cuenta del nacimiento de la actividad de representacin, que tiende un puente de trnsito constante entre el presente y el pasado. Esta actividad pulsional, su representacin, interesa por el poder de modificacin y de movimiento que impone al cuerpo, respecto de s mismo, de los otros y del medio circundante, as como en funcin de aquello que ya est representado en el psiquismo, es decir, de modificacin y renovacin. Aulagnier encuentra la fuente de la investidura y de la desinvestidura en Freud (1915), quien enunci el "tomar en s" o el "rechazar de s" como atraccin o rechazo.

Desde los inicios, el conflicto pulsional entre Eras y Tnatos es inherente a los propsitos del deseo. En este punto se plantean diferencias con Winnicott, para quien dicho conflicto no reviste ese carcter ya que, como lo consign en el captulo 3, su concepto de pulsin es otro.

Ahora bien, Eras es deseo de presencia, movimiento, "deseo de deseo", "deseo de placer", tendencia a ligar, a representar. Su meta es unificante. Atrae, fija, busca-encuentra los objetos fuente de placer. Pero ms que la atraccin hacia los objetos, me interesa destacar el encuentro de un soporte para ellos, asegurando la exigencia de investidura por el afecto placer; ms precisamente, el objeto investido puede ser cambiable; ocurre lo contrario en el encuentro del soporte que no es tal. Se trata de formulaciones prximas al concepto de funcin objetalizante de Green (1984).

La pulsin de muerte, Tnatos, tiende a rechazar en un movimiento de des investidura aquellos objetos que movilicen deseos. La victoria de esta pulsin sera un agujero, un vaco en el caudal representacional de objetos, soportes y relaciones, una desinvestidura de los objetos investidos por la sexualidad y las pulsiones de vida. Lo que importa aqu no es tanto el objeto como el movimiento de desinvestidura, de desestima, movimiento que se diferencia de la accin de la represin como tambin de la accin de la desmentida. "Deseo de no deseo" son los trminos de Aulagnier para situar la pulsin de muerte.

Tnatos tiende, as, a un antes impensable, a un antes del deseo; desfigura lo figurado. Por mi parte postulo no slo un trabajo de desinvestidura, sino tambin de desfigurabilidad, (l) cuya meta habr de ser, entonces, la de encontrar otros objetos o medios que posibiliten otro tipo de figurabilidades.

Aulagnier sostiene que el odio y el amor nacen conjuntamente, designan el afecto y la meta caractersticos de las representaciones inaugurales. El amor une, atrae las zonas con los objetos en forma indisociable, y el odio los rechaza, los desinviste. No obstante, frente al sufrimiento ineludible, Eros puede desinvestir ciertos objetos, pero esta vez su meta sera encontrar otros objetos, soportes y relaciones. Es en la expectativa de placer, que la autora punta como esperanza, donde el sufrimiento queda articulado en la economa psquica y en la economa de las investiduras.

El sufrimiento, en el cual predomina la pulsin de muerte, corre el riesgo de que el movimiento de desinvestidura no slo comprometa el objeto (o los objetos), sino la relacin, el soporte como tal. La alternativa es la de procurar que el sufrimiento est en funcin de una economa psquica que apunte a preservar y a conservar las investiduras.

En otro orden de consideraciones, Aulagnier propone los trminos "apuntalamiento" y "prstamo" (emprunt). Me ocupar especialmente de este ltimo concepto, que se constituye en operador terico y cobra el estatuto de aporte fundamental a la teora psicoanaltica en lo que atae al estudio de la relacin psique-cuerpo-mundo. Una de las acepciones de este concepto reenva a "dispuesto", "que est a mano", "pronto", "prestado". Vale decir, en el entorno de la psique resulta posible tomar como prstamo algunos elementos indispensables que se encuentran al alcance.

1. Neer de Estvez (2002) seal que el prefijo "des" denota negacin o inversin del significado, privacin, exceso o demasa. Tambin podramos habilitar el trmino "disfigurabilidad", en el cual el prefijo "di s" indica imperfeccin, dificultad o anomala.

Junto al cuerpo biolgico y al cuerpo ergeno, Aulagnier trabaja el cuerpo sensorial; en ese registro observa que el conjunto de las funciones sensoriales son tambin fuente de informacin libidinal. Subraya aqu el "prstamo", trado del modelo somtico, del modelo sensorial, para la puesta en figuracin de aquello que llama "objeto-zona complementario". Las funciones sensoriales informan a la psique en su condicin de "fuentes de excitacin y de placer" o como fuentes de displacer o de dolor. Un exceso de informacin puede llevar a rechazar la leche, a cerrar la boca; pero lo que la criatura no puede, frente a circunstancias similares en otro registro sensorial, es taparse la cavidad auditiva; de ah la importancia que la autora otorga a la voz y a los enunciados del portavoz. Por otra parte, una falta de informacin -que constituye asimismo un exceso-2 puede ser fuente de mutilacin de la zona del objeto complementario.

Adems, en su obra Aulagnier se refiere a otros prstamos, tales como las teoras, el conocimiento de la cultura, etctera; tambin los hace extensivos al conjunto de la actividad de representacin (pictogrfica, fantasmtica e ideica), del cual me ocupar ms adelante.

Desde esta perspectiva, formula que el yo construye su historia a partir de los materiales que la psique toma como prstamo.

Lus Hornstein (1986), dialogando con Aulagnier, quiso saber por qu utilizaba el trmino "metabolizacin"; la respuesta formulada entonces subray el hecho de que la psique es, en todos sus procesos, una actividad de representacin. Cuenta tambin Aulagnier en esa entrevista, que Green le haba preguntado por qu no utiliz el trmino "transformacin" en lugar de metabolizacin; precis entonces que este ltimo "tiene un sentido ms duro, ms esencial que 'transformacin', ya que alude a la transformacin de lo heterogneo en lo propio".

Desde los primeros encuentros, en el registro de la sensibilidad, existe en el infans una "espera" del objeto. En Winnicott "espera" es expectativa de algo; en Bion (1988) es la preconcepcin como estado de expectativa "para recibir un restringido margen de fenmenos", por ejemplo la expectativa del lactante por el pecho. Esto es importante, por un lado, ya que el infans no est preparado permanentemente para recepcionar y para inscribir todo tipo de fenmenos, y por el otro, presenciamos en el infans una actividad activa de expectativas.

2. Una de las variantes de la violencia secundaria.

En el nivel de lo representable, la informacin sensorial es estimulada por los objetos que provee el cuerpo materno. Surge as la actividad de los rganos de los sentidos, explicada segn Aulagnier por el placer ergeno que la acompaa. El acto de investidura es la nica va por la cual las funciones del cuerpo pueden ser erogeneizadas. Esto garantiza no slo un placer mnimo, sino que su meta ser la expectativa de una prima de placer en la actividad psquica. Para lograrla, uno de los efectos necesarios es el despliegue de la actividad alucinatoria.

Entre las tareas del yo (je), se cuenta la de "reflexionar" acerca del acierto o del error respecto del bienestar psquico que comporta aquello tomado en prstamo, as como reconsiderar la relacin que el yo establecer entre un acontecimiento y su vivencia psquica. Esta relacin debe permitir movimientos, dudas, causalidades y juicios. Aulagnier indica con especial precisin la importancia de esta tarea de reconocer aquello que se toma como prstamo.

A mi modo de ver, se trata de sutilezas que llevan a diferenciar lo propio de lo ajeno en el complejo proceso de subjetivacin. Por ejemplo, tratndose de la adolescencia y de lo "nuevo" del cuerpo que entonces emerge, solemos escuchar algunos relatos que son enunciados en un cdigo tomado en prstamo de la realidad social y cultural. Esto es ms frecuente en pacientes con trastornos alimentarios -la anorexia, entre otros-, en las adicciones o en las as llamadas patologas del vaco. Frecuentemente este vaco es ocupado por creencias o convicciones que no se constituyen en certezas delirantes, porque se enuncian en un lenguaje consensuado y compartido, tomado como prstamo del dictado de la moda predominante en esa realidad sociocultural (Levin de Said, 1994a).

REPRESENTACIN-AFECTO-INVESTIDURATodo nuevo objeto investido en el curso de nuestra existencia viene a ocupar el lugar de algo ya esperado.

P. AULAGNIER (1986)

El trmino "representacin" conlleva obstculos semnticos y abarca diferentes campos de funcionamiento. Jacques Derrida (1987) lo expresa como "hacer venir ante s lo existente". La presencia se presenta y se vuelve presente, se re-presenta. En ese sentido, el prefijo "re" no slo tiene valor de repeticin sino de disponibilidad, "del hacer-venir, devenir-presente como lo que est ah, delante; pre-puesto"; es la puesta a disposicin. Tambin destaca el valor del prefijo "pre", como presentacin, "estar ante". Esto supone que previamente el mundo se constituy en mundo visible, audible, tocable. De esta manera, se abre un campo muy prometedor: el de lo presentado y el de lo impresentado, que superara la polmica acerca de "lo que falta", "lo que no tiene", "lo que no puede"; queda tambin incluida la acepcin que reenva a "lo que se debe prestar", etctera. Lo impresentable se situara as como lo no decible, lo irrepresentable (aquel fenmeno no representable), lo no metabolizable por ninguno de los tres procesos representativos, porque no posee para el sujeto la necesaria carga afectiva (Aulagnier, 1986b); lo integran materiales incognoscibles que Aulagnier (1975a) designa en trminos de "real", diferencindolos de la "realidad", que es lo real "humanizado". Al respecto, Winnicott se ocupa, en su trabajo sobre el desarrollo emocional primitivo, de la presentacin del objeto, lo cual derivar en lo presentado y lo impresentado. El alcance de este concepto abre el interrogante acerca de la distincin entre lo impresentado y lo impresentable, como tambin sobre lo irrepresentado y lo irrepresentable. A su vez, este concepto queda desarticulado de una teora objetal de la relacin del objeto.

Ahora bien, entiendo que aqu se sita la actividad de representar y metabolizar; en este registro se refiere al modo segn el cual ciertos objetos, heterogneos a la psique, se van ubicando en algunos de los tres espacios-sistema-relacin, de los cuales me ocupar ms adelante. Me interesa centralmente esta concepcin para considerar los modos en que el analista presenta y se presenta en el espacio analtico.

La presencia puede implicar cercana o una lejana inaprehensible. En suma, la presencia requiere estas especficas caractersticas para llegar a producir distintos tipos de representaciones, que, por su parte, tendran "que permitir la metabolizacin de los elementos presentados. En este punto, Winnicott y Aulagnier coinciden, por ejemplo, al referirse al concepto "madre": madre-mundo, madre-medio ambiente. Ambos se ocupan de los modos en que aparece este concepto, y tambin del modo en que el padre del nio est investido en el psiquismo de la madre, de donde resultarn distintos desenlaces.

Esta perspectiva, comn a ambos autores, insiste en la cualidad material y singular de la presencia de la que se trata, ms all del perfil de la figura de los padres, en este caso. Queda subrayado, as, que la actividad de representacin est ligada, adems, por un lado, al afecto y a la investidura y, por el otro, al estado y al momento psquico segn el cual el otro est presente y convocado: "el momento en que esto ocurre". El objeto existe psquicamente por su poder de modificar la respuesta sensorial y, de este modo, acta sobre la experiencia psquica.

Entonces se puede concebir un modelo de psiquismo relativamente abierto a lo nuevo, a lo diferente, como as tambin a remodelaciones y neoconfiguraciones. El representar (metabolizar) no supone una imagen plana del psiquismo, sino una compleja figura de varias caras, dimensiones, con profundidad, perspectiva, volumen, espesura e historia. Esta concepcin permite trabajar con aquellos pacientes que se presentan con pobreza identificatoria, es decir, por ejemplo, identificados a algn rasgo identificatorio de la figura materna o paterna tomada como totalidad. A partir de este modelo de psiquismo, donde quedan incluidas la profundidad y las diversas perspectivas, podemos encontrar otras facetas para ampliar el abanico representacional. Sostengo esta postura en el "algo hubo, algo hay". Entonces habr... PICTOGRAMA

Se trata de un concepto de Aulagnier que entiendo en trminos de "matriz relacional originaria".

Jan Hacking, filsofo de la ciencia, propone: "Como filsofos, demos la bienvenida a las fantasas [...]; propongo otra fantasa. Los seres humanos son representadores. No horno faber, digo yo, sino horno depictor. La gente hace representaciones".

La fantasa auspiciada por Hacking (1996) podra ilustrar la idea de pictograma en Aulagnier (horno depictor, la gente hace representaciones). Eleg esta cita por las semejanzas que sugiere entre depictor y pictograma.

Baranger (1981), comentando la traduccin que hizo de una conferencia de Aulagnier, dijo haberle resultado un honor transmitir su belleza. Subray la semejanza del concepto de pictograma con el de fantasa inconsciente de Melanie Klein y de Susan Isaacs, pero encontr que el de pictograma da cuenta de una mayor coherencia terica, por el modo en que retorna el elemento corporal. El pictograma, para Aulagnier, y a partir del trabajo realizado por ella con pacientes psicticos, es una construccin del analista que emerge en el proceso analtico; es una representacin, est compuesto por imgenes de cosas corporales o zonas-objetos complementarios en los que estn representados la vivencia psquica y el afecto psquico, que solamente pueden existir para la psique gracias a una representacin. El pictograma no es una produccin esttica sino una permanente puesta en forma y figuracin. Aulagnier seala que el estado de prematuracin propio del nuevo ser lo enfrenta a una realidad relacional. El nacimiento de la vida psquica estar signado por el proceso originario y las representaciones pictogrficas; la actividad del proceso originario, con sus ritmos y su periodicidad, es una creacin que se repite y deja un "fondo representativo" que acompaa las vivencias y experiencias del yo.

Tanto para Winnicott como para Aulagnier, en los orgenes se presenta la misma paradoja: la vivencia del infans promueve reacciones en el otro, aun cuando este otro sea desconocido para l; pero esa vivencia slo es tal en funcin de lo que promueve en el otro. En Freud se tratara del pasaje de la alteracin interna a las acciones especficas.

El objeto existe psquicamente por su poder de modificar la respuesta sensorial y de este modo acta sobre la experiencia psquica. Ahora bien, slo existe lo externo a la psique si es soporte de investidura. Los progenitores, como representantes del mundo externo, aportan al estado de completud del infans, estado que forma parte de la representacin pictogrfica: zona-objeto complementario.

En 1984, Aulagnier avanza en esta idea otorgndole al sujeto-objeto un "plus" que habr de sumarse a esa complementariedad. Queda as planteada la zona-plus del objeto complementario. Este concepto, situable en trminos de primeros representantes del encuentro, es un hallazgo feliz. En efecto, "permite sortear distintas aporas metapsicolgicas, entre ellas las que hacen hincapi en las fallas que seran propias del infans, el monto constitucional de la pulsin de muerte, el fracaso ambiental, la pulsin sin objeto, el autoerotismo sin objeto, etctera" (Levin de Said y Torres de Aryan, 1991).

Los elementos que constituyen el objeto-zona complementario, puestos en relacin por el pictograma, son indisociables. La imagen de la cosa corporal, ese plus del objeto en la zona complementaria, es una produccin con cualidad de certeza, cualidad que caracteriza al pictograma. Nstor Barbn (2002) lo formula en estos trminos: "lo pictogrfico, expresin psquica de un mundo-cuerpo; marca de lo arcaico; representante de lo no reprimido, con asiento en un ms all del proceso primario".

Entonces, en lo originario se representa aquello que resulta representable, metabolizable, del encuentro del infans con el mundo, a partir de una instancia que Aulagnier llama "representante". Green (1983), coincidentemente con la autora, ubica este concepto de "representante" en un espacio anterior al de "significante"; postura que en ambos da cuenta de otro modelo de construccin psquica.

El representante autoengendra el placer, contempla su propia imagen en lo que engendra, es decir en lo visto, en lo odo, en lo degustado, en lo percibido. Se inscribe, se escribe, se pictografa dando forma a la "corporizacin figurativa" de sus manifestaciones afectivas. Lo autoengendrado se corresponde con lo autocreado de Winnicott, situable en trminos de aquel estado de fusin, indiferenciado, del infans con el mundo.

Aulagnier investiga tambin la relacin entre la organizacin del espacio psquico, del espacio somtico y la de aquel que corresponde al ambiente psquico. El espacio psquico materno sera, para ella, el garante en el nivel intersubjetivo. De no cumplirse esta condicin, se estara por fuera de lo humano. El psiquismo del infans se construye desde el deseo y desde la historia de los otros que lo preexisten. Toda expresin de vida del beb, sus expectativas, como, por ejemplo, su sonrisa, su llanto, son codificados por la madre como un mensaje para ella. Al mismo tiempo la madre, cuando codifica, le ofrece al infans su pecho-alimento-sonoro, le otorga un handling (al usar estos conceptos se refiere a Winnicott) y le proporciona una "ilusin": absolutamente necesaria en esos momentos de la vida psquica. Este handling y esta ilusin (3) son suficientes para satisfacer y dar placer a la necesidad somtica y ergena. Experiencia de placer, desde esta perspectiva, es sinnimo de experiencia de 'satisfaccin.

Aulagnier llama demanda primaria a la bsqueda de ser respondido. Para especificada, plantea la dialctica de la identificacin primaria: "la madre desea que el infans demande" y "el infans demanda que la madre desee".

Recordamos que para Freud (1950 [1895]) el mediopsquico ambiente, del que hablan tanto Winnicott como Aulagnier, est sealado como el objeto de la accin especfica y adecuada, aquel individuo experimentado que provee el alimento y se acerca como objeto sexual en posicin favorable; en esas condiciones, la vivencia de satisfaccin se inscribe como acontecimiento en el psiquismo. Subrayo este trmino, "acontecimiento", ya empleado por Freud, para destacar su relacin con lo formulado por Aulagnier: la "teora del encuentro", (4) a la que acuerda un lugar primordial.3. Obviamente Aulagnier (1982), al usar estos conceptos, se refiere a Winnicott. 4. Barbn (2001) subray las posibles definiciones del trmino "encuentro": hallazgo, acto de coincidir en un punto dos o ms cosas, claros que se dejan al imprimir, etctera. La psique y el mundo nacen por efecto de un "estado de encuentro", surgido a partir de varios des-encuentros, no encuentros, encuentros y re-encuentros. La autora lo llama el estado de existente, es decir, propio de aquello que se mantiene religado a la vida psquica, entendiendo por talla supervivencia del cuerpo, soporte de una investidura libidinal que domine la accin de Tnatos.

Por mi parte considero que el cuerpo, los otros y el mundo renen las caractersticas de extraterritorialidad, extra temporalidad, extrarrelacionalidad, y que se representarn en el psiquismo a partir del prstamo y del proceso de metabolizacin.

Las "primeras lactaciones tericas" de Winnicott remiten en Aulagnier al encuentro originario boca-pecho que inaugura la experiencia de placer. Se trata de registros inaugurales que instituyen distintas dialcticas. Aqu "inaugural" no significa primero en el orden cronolgico, sino que indica el hecho de que, a partir de esos encuentros, se empieza a inscribir aquello susceptible de ser escrito, pictografiado. Dicho de otra forma, "un molde relacional espera y precede al que ser uno de sus soportes".

De este modo arribamos a las hiptesis que modelizan para Aulagnier la actividad psquica. Mi lectura, en trminos descriptivos, queda expresada en el cuadro de la pgina 142.

Mi intencin, al colocar al yo en los bordes del espacio secundario, y ms all de l, es la de acordarle una autonoma a esta instancia, en tanto y en cuanto el yo adviene a un espacio-tiempo-relacin que le es propio. En dicho espacio y para mantenerse en l, est condenado a investir. Por otra parte, le caben al yo otras muchas tareas. As, por ejemplo, no basta con ese advenimiento, como tampoco basta con hacer consciente lo inconsciente, sino que ser cuestin, adems, de saber qu hacer con esos logros una vez que el yo advino.De ah surge la condena a investir el cuerpo, el mundo, la pulsin, el propio yo, los otros, para protegerlos del riesgo de desinvestidura.

Ahora bien, me remito al cuadro. La actividad psquica, para Aulagnier (1975a), est constituida por tres modos de representacin y metabolizacin. stos van delimitando tres espacios-lugares, cada uno con sus leyes, es decir, regulados por postulados o causalidades relacionales. Son tres procesos con tres escrituras, tres lenguajes, como en Winnicott. En ambos autores se entre cruza la misma preocupacin: la creacin de otro espacio, que es, adems, distinto de los presentados por Freud; en Winnicott ser el espacio transicional y, en otro registro, en Aulagnier el espacio originario. Aqu es elocuente citar a Freud (1941 [1938]) cuando dice: "la psique es extensa, nada sabe de eso, de su propia extensin, lo sabe por proyeccin. La espacialidad acaso sea la proyeccin del carcter extenso del aparato psquico". Esta idea de espacialidad es articulable con aquella que desarrollan Winnicott y Aulagnier cuando se ocupan de la creacin de los espacios.

Lo que est por fuera de este modelo de psiquismo es el soma, la relacin con los otros y el mundo externo, que forman parte de la extraterritorialidad psquica. Slo ocuparn lugar en el territorio psquico mediante la compleja actividad de representacin ya planteada.

Estos espacios psquicos son heterogneo s entre s, y el proceso de metabolizacin trata de homogeneizar lo heterogneo para ubicarlo en ellos. Placer y sufrimiento son cualidades del afecto propias de la experiencia psquica que remite a esos espacios psquicos. El afecto "mide" los grados de investidura que poseen las representaciones (Aulagnier, 1982).

El puente entre el espacio corporal y el espacio que rodea al infans est representado por el espacio psquico materno, mediante representaciones en las que tambin se figura la relacin de esos encuentros, lo cual me habilita a plantear las representaciones relacionales.

Afecto y representacin no guardan entre s un orden de primaca, ya que desde los inicios trabajan la investidura y la desinvestidura. El afecto inviste la representacin a partir de la atraccin o el rechazo que liga representante y representado: afecto de la representacin y representacin del afecto.

El postulado de auto engendramiento de Aulagnier corresponde al proceso originario, y es un postulado paradjico, porque desconoce los conceptos de exterioridad, de separacin y diferenciacin, es decir, de la presencia-ausencia del otro. Correspondera al yo (moi)-ello indiferenciado (Freud, 1923).

El proceso originario es anterior a los procesos primario y secundario trabajados por Freud, as como tambin al fantasma originario. El proceso primario remodela los materiales del proceso originario; Aulagnier llama a esta operacin "engrama pictogrfico"; quedar representada all la fantasa originaria de la escena primaria.

La importancia del proceso originario reside en que las representaciones pictogrficas, si bien son constitutivas, se actualizan en distintos momentos del procesamiento psquico y del acontecer de la vida. Se trata de pictogramas de unin o pictogramas de rechazo. An ms, considero que, al postularse un espacio originario con sus respectivas representaciones, lo no representado desde la teorizacin freudiana viene a quedar incluido en una representacin pictogrfica, de modo tal que se desplaza, se corre el concepto de no representacin, y de lo irrepresentado, tal como, desde mi experiencia, lo demuestran la clnica y la metapsicologa.

De igual modo articulo los tiempos del proceso originario con el yo primitivo real y con la desestima estructural. Se trata de un espacio de signos perceptivos, huellas traumticas, matrices, tctiles, sensoriales, imgenes mnmicas directas, huellas mnmicas, enunciados, etctera. Entre sus expresiones clnicas podemos encontrar actos, impulsiones, compulsiones, ciertas certezas-convicciones, ciertas adicciones y afecciones psicosomticas, as como el sentimiento de deshumanizacin, formas de pensamiento delirante primario, expresiones del cuerpo fragmentado, angustia automtica; pnico, ira, furia, ''vivencias incalificables" (5) a predominio de Eros o de Tnatos. Las manifestaciones en las que predomina la actividad de Tnatos fueron estudiadas en detalle por Aulagnier (1984) en sus "historias llenas de silencio y de furor". Quiz sea un obstculo epistemolgico haber incluido tambin, en el espacio originario, la puesta en relacin en el interior de la representacin pictogrfica; pero me resulta operativo ubicarla ah como puesta en relacin, aunque no sea reconocida como tal. Esto es as porque, al manifestarse, por ejemplo, un acto o la expresin de un pensamiento delirante primario, estn representados en ellos la relacin pulsin-objeto-investidura. Aun cuando no se reconozca al objeto en su exterioridad, dada la indiferenciacin zona-objeto, est claro que es un fragmento de objeto placentero o displacentero en estado de fusin con el infans. Esta representacin pictogrfica se actualiza, pero en su actualizacin no hay escena; de ah el trabajo del analista ligando-figurando una escena como puente a la fantasa.

Aulagnier (1963-1985) propone el uso del "lenguaje pictrico" para abordar la irrupcin de representaciones pictogrficas en un proceso analtico. Este lenguaje aporta una representacin-soporte a las intervenciones analticas.

En Anlisis terminable e interminable (1937a) Freud hace una observacin respecto del Hombre de los Lobos. Se pregunta cmo en el contexto de una determinada continuidad, el estado psquico de su paciente era interrumpido por ataques o episodios patolgicos, que daban cuenta de fragmentos o estratos psquicos no reprimidos de su historia infantil. 5. Odette (Aulagnier, 1984).

En un trabajo anterior (Levin de Said, 1998), reportndome a esta cuestin, me planteaba qu espacio y qu tiempo les otorgamos a aquellos fragmentos psquicos de la historia infantil apuntados por Freud que irrumpen en una continuidad del proceso psquico y de la vida subjetiva. Considero que dichos fragmentos estn relacionados con categoras del ser ms que del tener y se evidencian como no representados, no reprimidos. Estn compuestos por huellas mnmicas asociadas por simultaneidad y contigidad, que no renen las caractersticas de la categora de representacin de cosa, especificada por Freud sobre la base de criterios analgicos y causales. En Aulagnier, se trata de las representaciones pictogrficas que pertenecen al inconsciente no reprimido. Por ejemplo, cuando aparecen como pictogramas de rechazo, ataen tanto a fallas en algn enlace de la identificacin primaria como a dficit en la instalacin de las contrainvestiduras primarias.

Acerca de esta cuestin de ubicar lo originario, hubo, en su momento, riqusimas contribuciones aportadas a la teora psicoanaltica. Entre ellas, se cuenta la formulada por Winnicott (1971a) en trminos del "temor al derrumbe" o bien de la "irrupcin de estados de desintegracin". Jos Bleger, por su parte (1967), ubicaba el estado de in diferenciacin yo-mundo como ncleo aglutinado, en la posicin glischro-crica, anterior a la posicin esquizoparanoide de Klein. Bion (1972) llamaba a estas manifestaciones "terror sin nombre". Didier Anzieu (1987) las ubic en una tpica psquica arcaica, como simbolizaciones muy tempranas a las que denomin "significantes formales". Bollas (1987) hizo referencia a "lo sabido no pensado que necesita ser figurado", as como a la irrupcin de memorias tempranas de existir. Entre otros planteos, Joyce McDougall (1989) estudia las "expresiones-actuadas" como descargas frente al dolor mental que exceden la capacidad de absorcin de las defensas. Thomas Ogden (1992) formula la hiptesis de una posicin ms primitiva, la "posicin autista contigua", en la que las tempranas vivencias, ritmos de contigidad sensorial, texturas, sonidos y formas se relacionan con objetos antes de ser reconocidos como tales. C. y S. Botella (1997) designan "huellas perceptivas", "restos puros de elementos sensoriales" a las inscripciones que no renen la cualidad de representacin. Julia Kristeva (1998) se ocupa de "lo fuera-del-tiempo", esto es, aquellas huellas mnmicas que se encuentran fuera del tiempo consensuado. Marucco (1999) habla de las repeticiones de vivencias tempranas sin ligadura en trminos de "huellas mnmicas ingobernables". Guy Rosolato (2000) propone el "significante analgico de demarcacin", a diferencia del "significante lingstico". Rodolfo D'Alvia (2002) reflexiona sobre lo irrepresentable en psicoanlisis y presenta la "clnica de los fenmenos residuales". Considero que para todos ellos se trata de la actualizacin de fragmentos psquicos no reprimidos.

Como vena diciendo, Aulagnier (1975a) da cuenta de esta misma cuestin pero le otorga otra categora a aquellos fragmentos psquicos; para ella, son representaciones, "representaciones pictogrficas", esto es, manifestaciones fugitivas del afecto enunciadas en palabras no habitadas por el sujeto; alucinaciones sensoriales ocasionadas en el encuentro con un acontecimiento al que no se le pueden adjudicar otras significaciones, etc. Marisa Rodulfo (1992) a partir de su rica experiencia en psicoanlisis con nios y adolescentes, explica ejemplarmente el modo en que se abordan en el proceso analtico estas expresiones clnicas.

Ahora bien, cuando en los adultos emerge un pictograma de rechazo, observo por mi parte que el sujeto no padece tanto en funcin de la falta de objeto, sino ms precisamente en funcin de la falta de complementariedad entre ellos. Algo que se distingue de la experiencia ante un pictograma de unin, donde se presenta '-en forma solidaria la complementariedad, aunque no se la reconozca como tal. Por ejemplo, momentos creativos fugitivos o reencuentros "sorpresivos", que devienen en elecciones creativas sin que el sujeto se lo haya propuesto explcitamente. En este ltimo sentido, las reflexiones que expuso Carlos Fuentes en una entrevista (2001) pueden resultar ilustrativas. Deca el escritor en esa ocasin algo muy emocionante: "Hay sueos que records y sueos que no registrs y que no pods recordar. De repente, te invaden y te guan la escritura a zonas que no habas pensado. Un misterio maravilloso, esa sorpresa que te escribe la mejor parte de la vida, te lleva... a los senderos de la sorpresa".

Retorno ahora las contribuciones relativas al modo de situar lo originario, lo arcaico, lo primordial en el psiquismo, es decir, aquellos fragmentos psquicos no reprimidos, que nos enriquecen y a un tiempo desafan tanto las formulaciones del desarrollo terico y tcnico, como nuestras modalidades de abordaje clnico.

Christian Delourmel (2001,2002) trabaj intensamente esta cuestin, centrndose en la clnica con pacientes en quienes predomina una problemtica de lmite en el momento de la consulta. En estos casos, el autor propone modificaciones que afectan tanto la posicin del analista como el dispositivo analtico, ya que el objetivo es, segn entiende, el de sostener la "actividad de representancia".

Si nos reportamos a lo formulado a propsito del proceso originario, el encuentro entre el rgano sensorial y un objeto exterior potencia la actividad de las funciones del cuerpo y la excitacin de las funciones sensoriales. As, la representacin pictogrfica es una "puesta en forma" del modelo sensorial, una "puesta en presentacin de la psique para la psique". Estas primeras representaciones del encuentro boca-pecho remiten al cuerpo y al prstamo que la psique tom del modelo sensorial. Se figuran como boca vaca, llena o plena, o por un ojo vaco o lleno por lo visto, o bien segn las cualidades sensoriales de lo audible, tales como sonidos sin sentido, placenteros o displacenteros, etctera. La experiencia se representa como el aporte de placer al pecho-boca, que Aulagnier llama el "objeto-zona complementario". Se trata de representaciones de la experiencia de la psique con el mundo; en ese registro se constituyen e invisten los primeros eslabones afectivos que hacen a la identificacin primaria.

Por la importancia que tiene en el planteo de la autora, subrayo nuevamente el momento de encuentro entre zona y objeto. Slo en funcin de ste, las informaciones sensoriales cobrarn valor y peso de fuente de experiencias. En dichos encuentros la respuesta sensorial sufre modificaciones que posteriormente se representarn como cuerpo unificado. El acto inaugural del encuentro boca-pecho solamente es acto en la medida en que el infans "invista lo encontrado".

En ciertas circunstancias, el no poder del objeto llega a ser el no poder del deseo materno frente a un sufrimiento; es entonces cuando el representante (infans) resulta enfrentado al no-poder de auto engendrar el objeto complementario. El estado de privacin se expresa por un estado somtico que informa a la psique de la falta de un aporte ergeno sensorial. Al decir de Aulagnier, en esta etapa de su vida psquica el infans tendr que "renunciar demasiado rpidamente a una ilusin" tan necesaria para l. Nuevamente observamos las semejanzas con Winnicott en el movimiento y la creacin de la ilusin, si bien las conceptualizaciones son diferentes.

La ayuda es presencia sin metfora; slo de este modo se constituye la dimensin de la ausencia. El espacio al que el yo debe advenir, "espacio hablante", est constituido por el discurso y por el deseo de la pareja parental. Aulagnier(1975a) entiende este discurso como violencia primaria, una de cuyas funciones es la anticipacin; se trata de una violencia necesaria, ejercida por la funcin anticipatoria materna, por la cual la madre interpreta y da sentido a las expresiones del infans. Laplanche (1987) puntualiza al respecto que los cuidados maternos o el "atentado paterno" son seductores porque vehiculizan lo enigmtico, formulacin donde encontramos ecos de la referida a la violencia primaria.

A partir del embarazo se instala una relacin con el hijo por-venir, cuerpo imaginado, imagen-soporte acompaada de un discurso al que ms tarde Aulagnier llamar "sombra hablada". Alphonse De Waelhens (1972) llama a esta relacin "trabajo .de nacimiento".

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Las producciones psquicas de la madre, as como sus actos, sus enunciados, y otras tantas marcas ya modeladas, derraman un flujo portador y creador de sentido. Son producciones que se anticipan en forma continua tanto a las posibilidades y capacidades de respuesta del infans, como al reconocimiento de su significacin. Estas producciones de la madre le dan un "ndice libidinal" y una investidura relacional atravesados por la marca de lo paterno en el psiquismo de la madre. Pero esta madre no es la madre todopoderosa, ya que es un referente identificatorio, que dice tambin de sus deseos y conflictos, marcas de la psique materna que la criatura metabolizar, figurar y representar en su propio psiquismo. En esta madre ya oper, en principio, la represin; lo hizo, por un lado, "a travs de la dimensin histrica materna" y, por otro, en su condicin de fuente del discurso de la realidad externa, con lo cual el hijo tendr un lugar en el sistema de parentesco, en la estructura lingustica y en la nominacin de los afectos. Todo esto forma parte de la violencia primaria que se manifestar en el encuentro del infans mediante la voz materna, y representar un ramillete de miradas y voces que tocan.

La voz materna, ese "pecho-leche que habla", supone como portavoz el atributo sonoro del pecho. La funcin de la madre, por medio de su voz, "acuna el conjunto de las manifestaciones del infans", le transmite sus deseos, a un tiempo que, anticipadamente, porta la voz como delegada de un discurso social, discurso del conjunto. A su vez, modela y remodela la realidad que deber representar el infans, realidad humana por estar investida de libido materna y por la funcin de prtesis de la psique de la madre.

Quizs el trmino "violencia" resulte en espaol un obstculo semntica. Se trata de acciones, de transferencias anticipadas efectuadas por el portavoz, que posibilitan la entrada a la vida y la organizacin del psiquismo del infans. Estas acciones especficas, estos enunciados que tocan al lactante, se anticipan a sus respuestas, as como a las significaciones que les pueda atribuir. Este discurso, sobre el cual no explayar en este itinerario, dar fundamento al "contrato narcisista" (Aulagnier, 1975a).

La presencia de la voz materna como cualidad sonora del pecho dice del deseo materno, pero tambin es fuente de placer o displacer. La voz, con su corre lato auditivo, habilita la apropiacin del sistema semntica por parte del infans.

Aulagnier habla de flujo ideico, que se instituye como base del pensamiento: son argumentos que fluyen de la madre por medio de su voz cuando nombra las cosas (fro, calor, susto, risa) y que dan sentido a cuanto le ocurre al beb. Con relacin al cuerpo del infans, ella habla de los anhelos maternos (souhaits), narcisistas, de las idealizaciones proyectadas en el hijo por-venir, por-llegar. Tal es el valor de la sombra hablada en el imaginario materno. Pero cuando el hijo nace, ese cuerpo que viene a situarse entre la sombra y el portavoz puede ser fuente de un "riesgo relacional" (Aulagnier, 1986a). Aquellos anhelos investidos por la libido materna debern desplazarse al nuevo cuerpo. El riesgo de preinvestir una imagen sin su soporte implica aceptar la separacin, lo nuevo, esto es, la diferencia entre la imagen y el soporte, ahora s, del nuevo ser.

Entonces, todo cuanto ve la mirada de la madre estar atravesado por su propia historia infantil, por la relacin con el padre del nio, por los efectos de su actividad de represin y sublimacin. En forma conjunta, los factores que organizan los modos de vivir son la investidura materna respecto del nio. De no ser as, la psique de la madre padecer lo que la autora llama "traumatismo del encuentro". Se trata tanto de no-encuentros como de encuentros con el infans que se sitan fuera de la historia de la madre y que el infans vivir como experiencias de desposesin. Su hijo no es lo que ella esperaba, sino lo que esperaba la sombra hablada. Winnicott dice que uno de los motivos del odio de la madre hacia su beb estriba en que ella reconoce que su hijo no es slo producto de su propia concepcin. Al respecto, Aulagnier agrega que, "as como no hay cuerpo sin sombra hablada, no hay cuerpo psquico sin una historia que hable de l".

En los tiempos inaugurales y tratndose del encuentro con el infans, la madre tiene primaca en el registro temporal; pero asimismo, como deca, en sus referentes identificatorios, alberga la marca de lo paterno, "el atributo paterno". El lugar de este atributo es diferente: se trata del otro sin pecho, en relacin con el cuerpo ergeno de la madre. Todos ellos son elementos que forman parte de la figuracin escnica y representan el prototipo edpico. Aulagnier no ha cesado, a lo largo de sus postulaciones, de refrendar el lugar de lo nuevo, del acontecimiento, ya se trate de las tareas psquicas como talo del trabajo del analista en el proyecto teraputico.

Los obstculos y los descubrimientos en la cotidianidad de la clnica actual generaron replanteo s metapsicolgicos y tcnicos. Queda ubicado, conceptualizado y sistematizado un procesamiento ms elemental, ms primordial, ms originario de la vida psquica, como as tambin cuestiones que aqu solamente mencionar. Se trata de aquellos fragmentos psquicos pertenecientes al inconsciente no reprimido, que irrumpen en un proceso analtico: admiten y enriquecen la reconceptualizacin de algunas nociones como encuadre, trabajo de la transferencia, regresin, interpretacin, contratransferencia, repeticin, temporalidad, atencin flotante, teorizacin flotante, sntomas, etc.... sufrimiento... esperanza. Ya que podemos caracterizar como saludable un procesamiento psquico en el cual las expresiones de lo arcaico, de lo originario, pierdan hegemona pero no protagonismo. Ello significara que entonces, de este modo, su manifestacin inesperada u ocasional resultara admisible a ttulo de un tipo de procesamiento y no slo bajo el perfil negativo de una devastacin, cualquiera sea su registro. Finalizo el itinerario de este captulo retornando la afirmacin: "Todo nuevo objeto investido en el curso de nuestra existencia viene a ocupar el lugar de algo ya esperado", Aulagnier avanza en su formulacin, segn la cual, "no es eso slo, por supuesto, pero disfruta de una 'investidura en busca de soporte'''. Si bien en la clnica no siempre encontramos la forma concreta de esta expectativa, no obstante y aunque sea ilusorio, "si todo va bien", quien ocupa el lugar del esperado desencadena el fenmeno que la autora llama "amor". El trmino "disfruta", aqu presente, una vez ms resulta auspicioso para la dinmica de la cura. CUERPO"La representacin anticipada del objeto de la espera...desencadena el fenmeno que P. Aulagnier (1986a) llama el "amor".El inters por esta temtica ha sido exhaustivamente estudiado por muchos psicoanalistas cuyas contribuciones han sido fecundas para el psicoanlisis contemporneo. Uno de estos aportes fue el brindado por Aulagnier, quien centra su inters por el cuerpo en la funcin que ste posee como mediador.1 El cuerpo pone en relacin, por un lado, dos psiques y, por otro, la psique y el mundo. Por esta razn, la oferta cultural, la realidad y el cuerpo, sern claves para que en el momento de advenir el cuerpo hablado adquiera un estatuto psquico, es decir, disponga de un espacio-relacin psquico. Ledo de esta manera, el yo se encontrar con el cuerpo placer y con el cuerpo sufrimiento, ambos cuerpos de su propiedad, categorizados como experiencias matriciales. Cuerpo-placer y cuerpo-sufrimiento devendrn en representacin de cuerpo-unificado. Las primeras posesiones del yo (je) sern los primeros objetos mediante los cuales investir sus primeros referentes identificatorios y narcisistas iniciales, para que luego ese yo habilite el verbo "ser". Entonces ese cuerpo de su propiedad ser su "bien", su "haber" (avoir), su "tener" (avoir) ms preciado y precioso.

1. Vase "Mdiateur relationnel" (Mijolla-Mellor, 1998).

Quisiera destacar especialmente el "haber", en funcin de qu?, de que "algo tuvo que haber habido". De no ser as, estaramos frente a la muerte psquica. Sin suficientes experiencias de satisfaccin y de dolor no se constituyen los cimientos del psiquismo. stas sern referencias importantes para el analista frente a las as llamadas patologas del vaco y del desamparo. Por eso subrayo: "algo tuvo que haber, algo hay". Ahora bien, qu se hace con lo que hay constituye la clave de otra temtica.

El encuentro del yo con este "objeto-cuerpo" puede presentar otra caracterstica, que Aulagnier expone en trminos de la "relacin persecutoria". Es interesante porque ya no se trata entonces ni del cuerpo-placer ni del cuerpo-sufrimiento, sino de otro tipo de experiencia que presenta una paradoja. Si bien el yo, para preservarse vivo, debe investir a otro, aunque ya no le sea posible fantasmatizar a ese otro, no obstante, en determinadas circunstancias, para mantener su estatuto de viviente, deber encontrar en el espacio de la realidad externa un perseguidor, "un odiador". El yo reconstruye de ese modo una realidad ya no "por un deseo sino contra un odiador". Situacin que comporta en la clnica otras vas de abordaje. Da cuenta de ello la ilustracin clnica del seor M. R. presentada por Aulagnier (1975a). Winnicott, de acuerdo con su conceptualizacin, lo trata como la puesta en marcha de un potencial paranoide.

Freud (1890) present desde sus comienzos los afectos como estados anmicos y la participacin del cuerpo en ellos; es as que habl de las expresiones emocionales, de los estados afectivos y de las expectativas angustiadas y esperanzadas. El afecto como estado anmico coparticipa en expresiones y exteriorizaciones corporales, adems de hacerlo en todos los estados anmicos, tales como los "procesos de pensamiento" o el "pensar en representaciones", todos ellos, dice

Freud, en cierta medida afectivos.

Al respecto, David Maldavsky (1995) seala que el afecto es un testimonio de dos vitalidades, de la propia vitalidad pulsional y de la vitalidad de un interlocutor. El afecto constituye el "ncleo de la subjetividad as como del encuentro intersubjetivo".

Aulagnier (1986a) presenta los afectos en sus expresiones somticas, las emociones y el estado de sufrimiento como manifestaciones que no slo se muestran a la mirada del otro, sino que lo comprometen en el marco de la intersubjetividad. Interesada por los primeros encuentros en los tiempos de la infancia, se ocupa de los "signos y de las inscripciones corporales", por ser stos gua de orientacin espacial, temporal y relacional. En esta etapa de su elaboracin apela a hiptesis metapsicolgicas ya planteadas en La violencia de la interpretacin (1975a) y explicita cmo juega el factor temporal en los primeros encuentros entre la psique y el mundo. Le otorga entonces un valor privilegiado al "momento" en que se da el encuentro zona - objeto - complementario. Hablar de "momento" es remitirse a ritmos, perodos, frecuencias, inscripciones. Me refiero con ello a la temporalidad en que se inscriben los encuentros, los acontecimientos, y que a mi entender enriquece el estudio metapsicolgico de esta dimensin

El medio psquico ambiente mantiene relaciones con el espacio psquico y el espacio somtico, a partir de los efectos que la realidad tiene en la organizacin y funcionamiento del psiquismo. Aulagnier (1986b) lo llama "las fuentes somtica y discursiva de nuestras representaciones de la realidad". Pone de relieve as la funcin metapsicolgica de la realidad en la problemtica identificatoria y relacional, entendida como los modos segn los cuales se asocian el espacio psquico y el espacio somtico. Esta asociacin habilitar el pasaje del cuerpo sensible al cuerpo relacional, que se cursar cuando la psique reconozca como un espacio separado del suyo a los sujetos del entorno que le aportaron la modificacin de sus expresiones corporales, abriendo a su vez la va a otro principio de causalidad. Ya no ser un principio de autoengendramiento, ni del deseo del otro, sino que podr habilitar otro principio con otras causalidades: la causalidad interpretada, la del azar, la de sus propios deseos, etctera. Considero, por lo expuesto, que en la obra de Aulagnier el cuerpo relacional se eleva a la categora de nuevo concepto, y ser fuente de investidura de representaciones relacionales. La preservacin de esta investidura ampla el abanico afectivo-representacional. Las denomino representaciones-relacionales-sostn. stas anidan y evocan a la madre o al amado en su ausencia sin que esto signifique desaparicin. Se refieren en filigrana a la "relacin pensada", relacin exhaustivamente trabajada por Aulagnier en su libro Los destinos del placer (1979).

Las representaciones-relacionales-sostn preservan en el espacio psquico un soporte-objeto-relacional, manteniendo de este modo un vnculo de ser con el otro, en el otro y por el otro (Levin de Said, 1999c).

El espacio corporal representado por el cuerpo, cuyas leyes son heterogneas a la psique, es fuente del modelo somtico y del placer ergeno.

Aulagnier (1986b) le agrega a la madre otra funcin: la funcin de modificador, y llama "comportamiento materno" a aquellas acciones modificadoras del espacio del infans; de modo tal que la madre no slo responde a las necesidades del hijo ofrecindose como fuente de placer y sufrimiento, sino que tambin esa funcin, que es modificadora de la realidad somatopsquica, posibilita la investidura de un mundo habitado y habitable. Aquello "visible del cuerpo", las expresiones y actividades corporales y gestuales, gritos y silencios, son expresiones corporales que sern captadas por la capacidad sensorial de la madre, como del componente somtico de su emocin y, por medio de su funcin-accin modificadora, la madre dar cuenta de lo que ella piensa conscientemente: el pensar en cada momento lo que le aporta a su nio. Vale decir, sus acciones son respuestas del modo de pensar su relacin con el nio y del modo en que ella se posiciona como madre frente a l. Alcira M. Alizade (1992, 1999) introduce la funcin de "darse cuerpo", destacando en ella "la materialidad de la presencia corporal de un semejante y su incidencia en la realidad psquica". Retornando la experiencia del sufrimiento, en ciertas circunstancias en que ste irrumpe como "imposicin" (Berenstein, 2002), cuando su intensidad o su calidad exceden la respuesta operativa del nio, este ltimo cumple una funcin autoinformante que, a su vez, genera en los otros un llamado a un cambio, una modificacin en la organizacin del espacio psquico parental. Las expresiones corporales, la sensorialidad, junto con lo motriz, son intentos de modificar la realidad. Posteriormente darn lugar a la actividad de pensamiento. Cuando "todo no va bien", Aulagnier (1984) presenta el mecanismo de la "somatizacin", como un recurso "que hace las veces de una actualizacin de la potencialidad psictica".

Cada vez que la madre se sienta excedida al no poder dar cuenta del sufrimiento del nio, recurrir a su reserva terica que cumple la funcin de "parafantasma". (2)

Por otro lado, Aulagnier aclara que, si los aportes maternales son de placer apaciguarn la necesidad psquica; pero no suceder otro tanto si slo obedecen al deber. Entiendo as que no se trata de lo que se ofrece sino del cmo, de las modalidades en que se lo ofrece, de las alternativas de estar en-can-por el otro. Vale decir, las respuestas del entorno dirn cules son las maneras en que viene a ser pensada la relacin con ese nio. Se trata tanto de maneras atravesadas por concepciones que singularizarn la relacin con el nio, como de aquello que las modas del discurso cultural imponen, todo lo cual tambin aporta a las llamadas "fuentes somticas de las representaciones de la realidad". En el proceso originario, el mundo slo se conoce por los efectos sobre el soma. El estado de privacin somtica informa a la psique de la bsqueda-encuentro de un aporte ergeno sensorial, que ser representado en los primeros tiempos como autoengendrando el objeto faltante. Aulagnier llama a esta actividad "pictograma de unin". Pero en el caso de que un tal estado de privacin persista ms all de un umbral tolerable, el estado de sufrimiento har que la zona ergena rechace el objeto complementario, lo desinvista, y esta accin organiza el pictograma de rechazo.

2. Funcin de barrera antiestmulo y de nuevas contrainvestiduras.

En otro nivel de conceptualizacin, es un pensamiento muy emparentado con el de Winnicott, quien lo expresa as: "cuando un nio pequeo no entiende acerca de la ausencia de la madre ms all de cierto umbral, ella est muerta desde el punto de vista del pequeo". Estas teorizaciones profundamente clnicas abren un campo promisorio en cuanto al abordaje de estos estados.

Con respecto al pictograma, esta representacin arma una corporizacin figurativa que ser fuente de sus experiencias en su propio espacio. La representacin de esas vivencias somticas permite a los procesos primario y secundario hacerlas fantaseables y pensables, gracias a la puesta en relacin y a otras causalidades. De no ser as, de no resultar preservada esta puesta en relacin, la vivencia somtica tendr tambin efectos catastrficos, cuyo abordaje resulta especialmente ilustrativo en los estados de autismo y de psicosis. Numerosos estudios psicoanalticos dan cuenta de ello, por ejemplo el de Tustin (1987) con el concepto de objetos autosensibles y objetos autistas.

Como ya he sealado, Aulagnier (1984) tambin presenta una metapsicologa de la emocin. Las expresiones somticas y emocionales conmueven, e-mocionan a la madre, la mueven, y en ese movimiento ella modificar la vida "psicosomtica" de su hijo. Para la autora, el nio es un "psicosomtico polimorfo", como tambin un "somatizante polimorfo". Estas expresiones no corresponden al campo psicopatolgico, sino que subrayan que todo trastorno en el nio, sea alimentario o del sueo, est en funcin de llamar a su entorno o de expresar por su cuerpo conflictos familiares. En esta misma lnea, la construccin de las teoras sexuales infantiles tiene carcter de necesariedad y de no contingencia en el procesamiento del psiquismo. Los pacientes que han padecido tempranamente afecciones somticas congnitas, o manifestaciones somticas, si bien se encuentran en el cruce de distintos abordajes, crean teoras sexuales infantiles con el objeto de aferrarse, de apegarse a ellas como un modo de sostn psquico. As, se constituyeron algunas teoras como creencias o convicciones en el intento de superar traumas temprano s (Levin de Said, 1995).

La necesidad de crear y sostenerse en estas teoras est vinculada a otorgar una causalidad que, si bien puede resultar conclusiva y nica, intenta superar traumas. En s misma, esta operacin pone al descubierto traumas psquicos tempranos, relacionados con duelos tempranos. Las teoras, cuando funcionan como certezas y convicciones, no dejan lugar a preguntas ni a inquietudes. Posiblemente los interrogantes pudieron haber sido vividos como prohibiciones, ya sea cmo pensar el dolor, las emociones, las prdidas, la angustia.

Retornando el componente somtico de la emocin materna, ste contribuye a la circulacin de la experiencia de placer compartida. Es decir, lo que circula en y entre ambos en temprano s tiempos de dependencia. Aulagnier, por la clnica, ilustra el modo en que el afecto-sufrimiento de la vida infantil, es decir la experiencia de sufrimiento corporal, no encuentra una causa para poder pensarse, un aporte relacional para poder hablar de l. Pero cuando la vivencia depresiva de la madre, por causas ajenas al nio, le impide expresar la prima de placer necesaria para los contactos y los intercambios, y exteriorizar el sufrimiento, nos encontramos con algunas de las causas del desamparo psquico infantil. La psique del nio no dispondr del "alimento placer que necesita", y las consecuencias en l devendrn en traumas. A partir de esta postura, en la que nada resulta determinante ni definitivo, superada la infancia, el nio podr o no llamar a otros, es decir repartir los objetos de su demanda, de sus investiduras. La emocin inaugura una doble va: por un lado, la respuesta-movimiento de la madre anticipadora-modificadora y, por el otro, en el infans, la representacin en su vida psquica de su relacin con esas historias y discursos que lo precedan a l. Son varios los elementos que organizan en la madre los modos de vivir su investidura en relacin al nio. Ya que lo que su mirada ve est atravesado tambin por su resonancia emocional, por su historia somtica infantil, por el efecto de sus represiones y sublimaciones, y asimismo por la castracin, por la relacin con el padre del nio, por el momento temporal de la llegada de ste al mundo. A causa de estos elementos, el cuerpo del infans ser para ella una prueba que legitimar sus sentimientos y pensamientos por el nio. De esto depender su puesta en memoria, de cmo su vivencia emocional se acompaa de su comportamiento consciente o inconsciente, que modificar o no las expresiones de su hijo.

Dicho de otra manera, el componente somtico de la emocin en el nio resuena en el componente somtico de la emocin materna. sta es la base de lo que ser el anclaje somtico del amor que la madre ofrece al hijo, base de los primeros captulos que la madre cuenta al nio, no slo sobre su origen, sino tambin sobre todo origen.

Aulagnier transmite haber tenido la sensacin, con ciertos sujetos, de asistir a una infancia que les fuera robada cuando nios, al no poseer su yo una representacin relacional del beb. Cuando faltan estos primeros captulos de la historia, presenciamos una automutilacin con efectos catastrficos; ejemplo de ello es su paciente Phillipe. El dolor fsico o psquico que exceda los umbrales de tolerancia y en el que el sujeto no pueda otorgar causalidades en el nivel del proceso primario o secundario, la paraexcitacin, producir una ruptura en la paradesinvestidura. Aulagnier (1984) muestra cmo el analista revive en sesin una experiencia de desposesin, como fenmeno de desconexin entre lo que el paciente dice y lo que siente respecto del cuerpo. A su vez, el analista se enfrenta, ms que a fenmenos irrepresentables, infigurables, a fenmenos que dicen de lo desfigurable, de aquello no pasible de otras puestas en figurabilidad. Ser una expectativa esperanzada que en la escena transferencial se aporte al trabajo de la figurabilidad, desfigurabilidad, disfigurabilidad, todos juegos de trminos que amplan el trabajo de la figurabilidad. De la puesta en escena para un proceso de ligadura que habilite otras causalidades y sentidos. En ciertas circunstancias el dolor o el padecimiento no encuentran una escena relacional para poder entrar en la va de la resignificacin. Por ende, tanto la puesta en figurabilidad como las construcciones son trabajos preliminares a la puesta en significacin de otro tipo de intervencin que al ser significada habilitar posteriormente la resignificacin.

Si todo va bien, la vivencia y experiencia de sufrimiento por el cuerpo estar relacionada con las respuestas del medio, y del dolor psquico de los integrantes de ese medio. Ya no ser un sufrimiento de un rgano sino un sufrimiento psquico que se relaciona con un trastorno somtico. Esta experiencia es la que permite situarse en una historia relacional: el cuerpo formar parte de puntos de certeza; de no ser as, entonces presenciamos experiencias de desposesin del propio cuerpo. Son experiencias catastrficas en las que se quebr el vnculo entre la fuente somtica y la fuente relacional-discursiva de las representaciones de la realidad y del cuerpo. Nuevamente, cuando no todo va bien, el estado de sufrimiento, desvinculado de parmetros relacionales y de la relacin yo-cuerpo, quedar inscripto como un blanco en la historia de ese cuerpo, y tambin puede quedar como un cuerpo desafectivizado sin posibilidad de armar una fantasa. Por todo ello, est claro que el sufrimiento posee una funcin relacional; de lo contrario, el dolor lo llevara, dice Aulagnier (1982), "a la experiencia de soledad absoluta", y sta no es compartible. El "efecto sufrimiento", o el modo en que el sufrimiento tendra efectos, sealar lo que acontece en su medio psquico ambiente, que sern pruebas en la construccin de la historia infantil. Encontramos el efecto de ello en psicosis, en adicciones, en trastornos alimentarios de la gama de la anorexia y de la bulimia, en trastornos del dormir, etctera.

En este sentido, es elocuente citar a Denis Vasse (1977) por la articulacin que establece entre un cuerpo y el otro; entre el ombligo y la voz: "en el acto del cierre umbilical emerge el primer grito". Por esa clausura el recin nacido entra en un modo de relacin, de alianza; su voz lo lleva a salirse del cuerpo biolgico y a habitar el lenguaje.

TAREAS DEL YOJunto al deseo y al placer ligados a la comunicacin de sus propios pensamientos, junto al placer solitario resultante del fantasma ertico, debe preservarse un placer ligado a la presencia de pensamientos secretos que, por ello, no acompaan ni persiguen el placer de una zona ergena ni el placer orgsmico.

P. AULAGNIER (1976)

Corresponde dedicarle al yo un captulo en funcin de que es una instancia cuestionada, por ejemplo, en su tarea de separarse del ello por demandas del mundo externo o, ms tarde, en la tarea de regular su vasallaje del ello, del supery, del ideal del yo y de la realidad externa. En ese sentido, Aulagnier le otorga un lugar privilegiado en su obra.

Eleg titular este captulo "Tareas del yo", y no "Trabajos del yo", ya que el trmino "trabajo" implica una actividad que posee una amplitud generalizada, a diferencia de "tareas", trmino que, si bien alude a trabajos, remite a actividades que poseen una especificidad propia.

El yo (je, no moi) es presentado por Aulagnier como instancia. Su importancia reside en lo siguiente: en principio, el yo no est constituido sino que se va constituyendo, adviniendo en un espacio y tiempo de procesos relacionales. Esto s implica tareas, ellas son: pensar el cuerpo, los deseos, la realidad del yo (je), de los otros, como tambin dar sentido a la realidad con la que vive. En La violencia de la interpretacin (1975b), la autora dedica un captulo a enunciar y desarrollar exhaustivamente los elementos que constituirn la construccin del yo; vale decir, aquello que subrayo como el pasaje de lo constitutivo a lo construido.

En el nivel de lo constitutivo son varios los factores que dan cuenta de cmo debe estar organizado el espacio para que el yo pueda y deba advenir. Entre ellos, la funcin de anticipacin del portavoz; la accin de la represin en el psiquismo del portavoz; el grado de ambigedad que caracteriza la relacin de la madre con el hijo en cuanto al saber y al pensar en ella; el tipo de enunciados emitidos por la madre que al nominar las emociones y los afectos, puedan transformarse en sentimientos; el efecto del redoblamiento de la violencia; el modo en que la pareja parental inviste el mundo externo; el deseo del padre para ese nio. Ser tarea del yo poner en relacin esos elementos con un orden de interpretacin y de causalidad. El funcionamiento del yo implicara moverse en mltiples postulados de causalidad en el espacio psquico y en el espacio del pensamiento. En ese sentido, la posibilidad de crear pensamientos, y el placer en pensarlos, (l) aporta al yo la prueba de su propia autonoma. En tiempos inaugurales el placer, el sufrimiento y la realidad compartida nacen conjuntamente. Con el trmino "realidad" Aulagnier (1975a) entiende "la realidad de las relaciones humanas". El yo se va construyendo una historia a partir de los enunciados del conjunto de sus posibles identificadores.

Otra tarea del yo es poner en memoria e historia el tiempo pasado, modificar captulos, agregar otros y garantizar algunos como anclajes estables. De all el permanente trabajo de reconstruccin, construccin sobre aquello que Aulagnier llama el "fondo de memoria".

1. Sophie de Mijolla-Mellor (1992) dedica su libro Le plaisir de pense a la memoria de Piera Aulagnier.

Para tener categora de existente, al yo se le impone la tarea de estar condenado a investir su cuerpo, a los otros y a la realidad. Dicho de otro modo, el sujeto est condenado a investir los encuentros que sern fuentes de placer, como asimismo, de tanto en tanto, fuentes de sufrimiento. El yo nombrar esos encuentros en una tarea que Aulagnier llama el "memorizado afectivo". Es verdad, el trmino "condenado" en nuestro idioma posee un obstculo semntico; el estar condenado implica una exigencia de trabajo, el estar condenado al movimiento. Es una imposicin a investir y sostener el encuentro del sujeto-representante que inviste al objeto, el soporte del objeto y las relaciones con l. De no ser as, el movimiento de desinvestidura, como manifestacin de la pulsin de muerte, apuntar ms al acto de desinvestidura que al objeto en s mismo y al representante (el sujeto que inviste al objeto). El riesgo que esto conlleva es que en algn entramado de la vida psquica y/o en sus soportes se encuentre con un agujero, una "nada", un desgarrn en el tejido experiencial (Green, 1993).

Entonces, el sujeto estar "condenado a investir" esas representaciones que forman parte de sus anclajes y referentes identificatorios para mantener su estatuto de existente. De ese modo se protege del riesgo de desinvestidura, ya que para Aulagnier investidura y desinvestidura son dos movimientos psquicos fundamentales, como seal en el captulo "Constitucin del psiquismo en P. Aulagnier".

As, Aulagnier presenta una metapsicologa del sufrimiento. Se tratara de las vivencias y experiencias de un sujeto enfrentado al rechazo, a la prdida de un objeto investido, y al modo en que su yo procesara esas vivencias. El sufrimiento es una necesidad y es tambin un riesgo. Solamente a partir de esta experiencia del sufrimiento, el psiquismo conoce el concepto de diferencia, de alteridad, de cambio, de diversidad, pero an ms el concepto de la mismidad. Tambin postula Aulagnier un tipo de sufrimiento cuya problemtica se diferencia del masoquismo.

Ahora bien, se le presenta al yo una paradoja frente a la vivencia de sufrimiento. Frente al sufrimiento, el yo tender a huir, a desinvestir y, consecuentemente, a perder objetos fuentes de placer; pero, por otro lado, slo podr conservar el objeto fuente de sufrimiento relacionndolo con una causa fuente de placer y de deseo. Paradoja ya presentada por Freud (1911) al enunciar el pasaje del principio de placer-displacer al principio de realidad.

En principio, la nocin de anticipacin preanuncia el espacio al que el yo pueda advenir. Y, en segundo lugar, dicha funcin de anticipacin del uno al otro es anticipacin a lo nuevo, a lo inesperado, para que lo nuevo no se transforme en traumtico. De este modo, el atributo de "advenido" caracteriza al yo, que, adems de ser una instancia, ser el "saber sobre s mismo". "El yo no es ms que el saber que el yo puede tener acerca del yo". Es que el yo est configurado por los enunciados que nomina y que hacen decible su estatuto de existente.

Otra tarea del yo frente a la desinvestidura es encontrar un recurso, una defensa, que Aulagnier (1982) llama la "paradesinvestidura". Se trata de que el yo, al ejercer su funcin de anticipacin, suee, invente, desee, busque conocer y pensar su vivencia con el objetivo de enlazarla a una causa que sea soporte de investidura. De este modo, la esperanza de vida ser la espera de placer. El yo anticipado buscar causas frente al sufrimiento, conjugando el tiempo futuro, tiempo que Aulagnier (1982) denomina "esperanza".

Resulta un aporte importante el trabajo de la accin de la desinvestidura bajo el predominio de Eros. Se trata del retiro de investidura, pero esta vez con la expectativa y la esperanza de ubicar, encontrar, buscar o crear otros objetos en su capital libidinal o en sus referentes identificatorios. Es una desinvestidura en busca de ligazones, religazones, nuevos soportes y relaciones. Como hemos visto anteriormente, tambin hay una desinvestidura con predominio de Tnatos.

Placer y sufrimiento son trminos por medio de los cuales el yo piensa los efectos y afectos de los encuentros y las experiencias que vive. Queda subrayada la actividad del pensamiento. Aulagnier llama yo-morfismo al modo en que el placer y el sufrimiento, como vivencias subjetivas, se relacionan con experiencias de placer y sufrimiento. Slo el yo conoce, mueve, cambia y modifica a partir de recurrir a las causalidades.

El sufrimiento se presenta en la clnica de la psicosis como el encuentro con una "experiencia del develamiento" (Aulagnier, 1982). Se trata de un fenmeno que compromete al "otro de la necesidad", en el cual el sufrimiento "arroja un velo sobre lo que ha sido entrevisto". De este modo, se desplaza al presente o al futuro lo que ocurri en tiempo pasado. Winnicott nos provee imgenes cercanas al enunciar el "temor al derrumbe", aquello que ocurrir en un futuro, tema expuesto en el captulo sobre trauma. Al yo advenido, predicado ausente en la psicosis, se le expropi la temporalidad en cuanto concepto de futuro.

Para no recurrir a defensas psicticas, el yo deber preservar su funcionamiento en el registro libidinal, identificatorio y de pensamiento: su tarea ser recurrir a los mltiples principios de causalidad. Por ejemplo, articular el principio de autocausalidad, autoculpabilidad o auto engendramiento con el principio del deseo del otro a quien l inviste y por quien es investido; al de la realidad de los otros, al azar, a las leyes naturales que rigen la realidad externa, al cuerpo y sus leyes, a las causalidades demostradas, interpretadas o culturales. Asimismo conservar la dimensin de cuestionamiento, de apertura, de duda, de interrogacin, de relativizacin, de crtica y de diferencia.

"Pensar" e "investir" son verbos que sostienen al yo en la escena psquica, al igual que el verbo sufrir, ya que todo sufrimiento compromete al que sufre. Entonces tendr que conservar la investidura de pensamiento, aunque sta sea fuente de sufrimiento, de desilusin, de dolor, siempre y cuando responda a las exigencias de la realidad compartida. As, para Aulagnier, pensar la pulsin es reconocer la relacin del pensamiento con la economa psquica y, de este modo, conservar el estado de placer que convoca al yo pensante. En Los destinos del placer (1979) presenta dos paradojas respecto del yo pensante, y asimismo trabaja de un modo original una especial relacin: la relacin pensada, el otro pensado y la representacin de la relacin de esa relacin pensada. Representacin que estar sujeta a las leyes del lenguaje y a la puesta de "decibilidad". El yo advenido atraves la prueba de la castracin, la renuncia a las certezas y a los emblemas identificatorios, y as puede dudar, estar en conflicto, sostener la angustia, la incerteza y el cuestionamiento. El yo en su advenimiento pondra en actividad la tarea de pensar la pulsin, la relacin con su cuerpo, con la realidad de los otros y con sus deseos. Seran representaciones ideicas que tambin forman parte de la actividad del pensar. Deriva de ello otra tarea del yo: se trata de uno de los postulados sobre la teora de la cura en Aulagnier. Toma, para esta teora, el concepto de modificacin, diciendo que se puede modificar un granero, convirtindolo en una biblioteca o en un palacio, siempre que se respeten sus caractersticas. Lo que es posible modificar y cambiar ser lo que le sea ms provechoso, confortable y habitable al yo: su puesta en sentido.

En 1983 (Aulagnier, 2000), en un seminario sobre "Lo potencial, lo posible, lo imposible: categoras y coordenadas del campo clnico", retorna el concepto de potencialidad. Concepto presentado con anterioridad en 1975a, designa con l las respuestas a las que tendr que recurrir el yo, repitiendo, inventando, reinventando o creando cada vez que una experiencia psquica ponga en riesgo su existencia. Dicho de otro modo, el conjunto de defensas que el yo puede movilizar frente al ello, al mundo externo, al yo de los otros y a los ideales.

Entonces slo partiendo del advenimiento del yo como investidura psquica tendr valor el concepto de psicopatologa. De este modo, el yo dispondr de un abanico de respuestas frente a los duelos, conflictos, heridas, cicatrices, dudas narcisistas y libidinales, como efecto del encuentro que el yo permanentemente tendr con lo mismo, con lo diferente, con lo diverso. De aqu, otra tarea del yo: "est en el poder del yo el desidentificarse" (Aulagnier, 1984), es decir, buscar otras figurabilidades, articular, prevenir, inventar, recordar salidas conocidas y logradas o nuevas, para continuar con su funcionamiento. Investir porvenires diferentes de lo actual y de los nuevos acontecimientos. Otra tarea del yo es su autoanticipacin, a la que Aulagnier llama tambin proyecto identificatorio; se trata de un proyecto que incluye "el principio del objeto diferido". Principio que aporta tambin a la posicin del analista. Debido a la actividad del yo, las representaciones pictogrficas y fantasmticas tendrn que metabolizarse en otras "representaciones relacionales" que se procesarn en el espacio secundario.

Nuevamente aqu se hace presente el principio de constancia y cambio. Vale decir que la regulacin de este principio, en el trayecto identificatorio, implica contener elementos estables, constantes, para dar lugar a los cambios, a lo no predictible, a la movilidad, y anticiparse para que pueda ser procesado y metabolizado. Dado que el yo est en estado permanente de encuentro con la realidad y con los otros, e incluso, dice Aulagnier, no slo con el encuentro de los otros sino con "la mirada de las cosas" que lo identifican, tendr que procesar y metabolizar todo lo nuevo, lo que cambia, para que el principio de constancia y cambio contine con su tarea de regular lo que permanece, como garanta para efectuar cambios. Lo que permanece no es esttico sino que est en permanente movimiento que implica cierto equilibrio; de este modo, puede tener lugar lo modificable y lo no modificable. sta es otra tarea del yo: regular estos movimientos.

As, el funcionamiento del yo deber conservar una potencialidad identificatoria (el self en Winnicott) que le garantice la conviccin de que existe. Se trata de certezas bsicas constitutivas (fondo de memoria), para de ese modo advertir las diferencias, el antes, el despus y el porvenir que le devuelvan su estatuto de existente, que le garanticen que un yo ha existido. De esta manera, el yo, realizando sus tareas, conjugando los tiempos, trabajando en las diferencias de s mismo a s mismo, garantizar el funcionamiento de su pensamiento y su lugar de enunciante e identificante.

En suma, se trata de investir porvenires diferentes del actual y de los nuevos acontecimientos. Sin embargo, en nuestra poca esta postura ha sufrido deslizamientos, uno de ellos es cierta exaltacin y sacralizacin de lo nuevo y de lo novedoso. De tal modo, entonces, se homologa lo verdadero con lo reciente, y se inscribe como nica consistencia lo puramente actual. Pero ms all, por supuesto, de la conveniencia de valorar lo nuevo por lo que implica de novedoso y de posibilidad de cambio, indudablemente no podemos olvidar, por eso, no slo el valor de innovacin sino el de renovacin, esto es, el que supone contar o habilitar recursos de subjetividad que implican un trabajo, "una exigencia de trabajo" incesante de reconstruccin respecto del cuerpo, de la realidad de los otros, como tambin de s mismo y del mundo. La reconstruccin, a diferencia de lo puramente novedoso, o de lo puramente creativo, permite una continuidad en el tiempo y una identificacin con los cambios que se van haciendo a lo largo de un proceso, en el que uno pueda reconocerse en constante transformacin y renovacin. El suponer que slo lo nuevo es verdadero llevara al camino de una desubjetivacin, ya que resulta por dems sorprendente que entre las cosas que no son totalmente nuevas est uno mismo. En suma, estamos condenados a una tarea incansable como es la de habilitar el espacio del haber y as tambin la de reconfigurar y renovar, nuevamente, un lugar para vivir.

DE LA CUESTIN DE LA IDENTIFICACIN AL PROYECTO IDENTIFICATORIOPens que las identificaciones inconscientes son en cierto sentido similares a la propia libertad. Esta ltima no se puede dispensar con un permiso; en algn momento J. McDoUGALL (1987) Las concepciones del "siendo" de Winnicott y el "adviniendo" de Aulagnier se sitan ambas en la perspectiva de la continuidad.

El proceso identificatorio y su actividad constituyen otras de las cuestiones fundamentales en la obra de Aulagnier. Dicho proceso concierne a una multiplicidad de factores, entre los que se cuentan el trayecto, los emblemas, la dialctica, los referentes, conflictos y anclajes por los que atraviesa. La autora define al proyecto identificatorio en trminos de la "autoconstruccin continua del yo por el yo", tarea que le permitir a esta instancia, el yo, el acceso a temporalizar e historizar lo vivido, esto es, el acceso al tiempo historizado-relacional.

Por ello, para considerar el advenimiento del yo, importa describir el modo segn el cual se compone el espacio de la organizacin familiar. Forman parte de ste la funcin materna como portavoz, la accin de la represin y la sublimacin en el psiquismo materno, el deseo del padre por la madre y el deseo del padre por ese hijo. Ya Freud (1933 [1932]) haba ubicado en el perodo de ligazn-madre preedpica, la preexistencia en la madre del vinculo con el padre del nio. La madre funcin como yo parental anticipado, l ya historizado, ubicado en su sistema de parentesco, arrulla y acuna a travs de su lenguaje identificatorio, de sus enunciados identificantes, sueos, anhelos, conflictos, demandas, ofertas y deseos hacia ese hijo recin venido: su identificado.

1. Concepto de marco en Winnicott. Los encuentros inaugurales tambin generan una matriz conflictual: el origen de la vida psquica y del conflicto nacen en forma conjunta. Estos encuentros instituyen adems otra matriz, la matriz identificatoria que emerge del primer juego identificatorio: "La madre desea que el infans demande y el infans demanda que la madre desee". Interjuego del identificante y del identificado en el proceso de la identificacin que Aulagnier (1963-1985) llama demanda primaria. De este interjuego dan cuenta tambin el narcisismo primario, la identificacin primaria, y el sostn del ser. Interjuego que garantizar la potencialidad identificatoria. N o obstante, hay un momento en que no coincide lo que se demanda con lo que se ofrece. De hecho, la madre puede ofrecer muchos emblemas narcisistas y reconocer a su nio como lo ms bello e inteligente, pero, dice Aulagnier, hay un reconocimiento que no puede otorgarle, que es el que le dara su estatuto de sujeto en el campo del goce. Por esta razn, la prueba de la castracin es llamada el "tiempo para comprender". Tiempo que permitir el pasaje de la identificacin con el proyecto.

El proceso identificatorio como tarea del yo est anticipado y pre-parado por la investidura parental en cuanto primer identificante. ''Y o soy la investidura de ese identificado que me ofrece, me impone, me devela el yo materno".

El proceso de "incorporacin" en Freud, prototipo de todo mecanismo identificatorio, es desarrollado por Aulagnier como "deglucin de una buena imagen". El nio metabolizar lo que ser fuente de placer ergeno y primer sop1te del mecanismo identificatorio.

Aulagnier (1963-1986) despliega su dialctica identificatoria en tres tiempos sucesivos: la identificacin primaria, la identificacin especular y la identificacin con el proyecto. Uno de los destinos de la identificacin y del conflicto identificatorio es el estado de alienacin. Estado que compromete el trabajo del pensamiento y excluye toda causa de duda, de angustia, de conflicto y de sufrimiento. En los comienzos dos deseos heterogneos se fusionan. Para la madre, el pecho es un emblema identificado por ella como lo que su hijo espera. Se trata no solamente del alimento-pecho sino del alimento psquico y, ms an, del sentirse demandada-deseada. El infans le demanda su deseo de amor, de vida. "La boca es al pecho lo que el infans es a la funcin materna". Aqu resulta elocuente lo puntualizado por Freud (1933 [1932]) al sealar que ...la madre es activa hacia el hijo, ella le da de mamar como asimismo deja al hijo mamar de ella". Estas dos posiciones, una subjetividad advenida y una por advenir, en exceso complejas y heterogneas, la del hijo y la de la madre, en un punto se corresponden. Esta correspondencia, a mi modo de ver, guarda semejanza con la idea de superposicin (overlap) de la que habla Winnicott.

Ahora bien, el placer de la madre al cuidar al nio ser deserotizado si el deseo de la madre se satisface en otro lugar. De este modo ella le muestra los lmites de su poder, de su propia castracin y su adecuacin al deseo del padre y a la ley. "Si todo va bien" el nio hace la siguiente experiencia: esta madre, primer objeto privilegiadamente investido, no responde puntualmente a su deseo. Entonces el nio descubre que tanto sus deseos como el placer sexual de la madre se satisfacen y responden a otro soporte, a otro lugar, y esto lo llevar a la "bsqueda", es decir, a preguntar y responder, a formular soluciones y teorizaciones. Su madre ya no es su objeto de deseo sino que en ese momento hereda su condicin de ser sujeto de deseo, sujeto deseante.

Una parte de aquella bsqueda lo llevar a reconocer otros niveles de relacionalidad, a encontrar un lugar en el sistema de parentesco, al conocimiento del concepto de funcin paterna y, a su vez, al concepto de sucesor de esa funcin paterna, entendido como transmisin. De este modo surge el anhelo en el nio de ocupar en otro tiempo, en el futuro, el lugar y la potencia paterna. Es que el deseo de muerte y la angustia de castracin forman parte del deseo de hijo y del deseo de padre por ese hijo, donde se conjugan el acceso a la identificacin simblica, a la ley y al donante del nombre. En algunas circunstancias, encontramos ciertos relatos de madres que no incluyen el reconocimiento de ese deseo de padre hacia el nio. Este efecto de no-lugar, de no inclusin, de desestima, es una de las causas del devenir psictico que observamos en algunos nios. En lo que llamo la "clnica de la abyeccin" escuchamos relatos y funcionamientos maternos en los cuales la madre no slo no reconoce al padre de ese nio, sino que, de manera ms desgarradora aun, desconoce a su nio. El efecto de este desenlace no trata de los posibles devenires psicticos o perversos, sino del devenir "4e la abyeccin como tal, tema del que no me ocupar en esta oportunidad.

LA CONFIGURACIN DE LA IDENTIFICACIN PRIMARIA

Freud (1923) caracteriz la identificacin primaria con los progenitores como otro de los mecanismos de "mayor valencia" de ligazn afectiva. Este tipo de identificacin primaria es la ms temprana, directa (no es el efecto de una investidura de objeto anterior), e inmediata (no est mediatizada). Sus efectos son ms duraderos y universales; es por ello que se constituye en matriz identificatoria primaria, en sostn del ser. Marucco (1980) diferencia en el proceso de identificacin primaria distintos tipos y momentos. Ellos son: la identificacin primaria reflexiva, activa y pasiva.

La identificacin primaria establece los primeros enlaces afectivos entre el nio y el mundo, que se halla representado por los padres, quienes constituyen para aqul un ideal o un modelo, situable en trminos de deseo y de promesa de configuracin para el advenimiento de su yo. Investir libidinalmente no es slo al otro como objeto, sino que en principio es querer hacerse don de placer para l; pero, an ms, lo que importa es la circulacin del placer. La respuesta del otro se convierte en aquello que define el valor del don. Winnicott se refiere a este aspecto en trminos del desconocimiento y el reconocimiento de la deuda. El nio expresa por medio de la identificacin su vnculo de objeto, el "ser", "yo soy el objeto". Tras la prdida del objeto, Freud (1941 [1938]) ubica el "tener":

"El pecho es un pedazo mo, yo soy el pecho", y ms tarde, "yo lo tengo, es decir yo no lo soy... ". Winnicott, cuando examina esta primera experiencia en el contexto de la identificacin primaria, dice que slo cuando el beb y el pecho son uno, el beb puede "ser".

La unin fusional, el apego, la empata y el compromiso son aspectos ligados a la identificacin primaria. Vale decir, la investidura y la valoracin del otro le otorgan estima al ser (Levin de Said, 1996). Quisiera destacar el trmino "estima" (Corominas, 1983) como sinnimo de aprecio, reconocimiento, valor. En Freud aparece "valor" como "investidura" (Besetzung), monto de afecto, significacin, posesin.

Me apoyo en estas consideraciones para comparar la identificacin primaria con un edificio, y advierto que para construirla son necesarios algunos materiales, entre los cuales me resulta imprescindible la estima. La eleccin del trmino "estima" me permite el siguiente interjuego: estima-autoestima-desestima. Su articulacin surgi en un trabajo de pensamiento, y en un tiempo de apres coup, a partir de lo relatado por una paciente en una consulta. Se trata de una mujer profesional de 45 aos; el motivo de consulta es la crisis laboral y afectiva que atraviesa. Llorando desconsoladamente, relat sus padecimientos, y dijo, entre otras cosas, que no coma pero beba alcohol para olvidar y para dormir. Haba llevado a cabo varios intentos de suicidio como consecuencia de experiencias frustradas de contacto con la gente. Precis entonces: "Tomo mucho para que me d estima y autoestima", y con voz muy alta: "Para qu vivir?... "Qu hago con mi vida?... "Intento de nuevo matarme?... "Me qued sin afectos y sin trabajo, me desestimaron, nadie valor nada lo que yo haba hecho?.. A nadie le import nada de m? Me baj la autoestima. No apreciaron mi persona, no me estimaron, me desestimaron... Fueron estos enunciados los que me llevaron a trabajar estos trminos. La estima, este valiossimo material, es provisto en el marco intersubjetivo en los albores de la configuracin del psiquismo, por el deseo, el valor, la investidura y la responsabilidad que prodigan las figuras parentales.

Son muchos los autores que enfatizan el estatuto del objeto en la perspectiva de la actividad que cumplen los progenitores en la constitucin del psiquismo temprano. Freud le otorga a ese objeto la funcin de objeto de la accin especfica y adecuada, como tambin objeto en posicin favorable; Winnicott, el de madre suficientemente buena; Bion, funcin de reverie; Aulagnier, funcin de anticipacin, portavoz; Bollas, objeto-proceso transformacional. Como dijimos, los progenitores como modelo son los primeros representantes del mundo externo, y desde ese estatuto hacen intervenir acciones especficas y transformacionales por medio del sostn que aportan la mirada, la voz, as como tambin de sus conflictos y de su deseo respecto de ese hijo. Dicho modelo se vuelve eficaz cuando se metaboliza, porque constituye el soporte sensorial; esto es, aporta los codificadores de los estados somtico s, autoconservativos y libidinales. Ahora bien, es, y so