OTRAS HISTORIAS DEL HUEVO DE ORO, POR AQUILES JULIÁN

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Variaciones sobre la fábula de la gallina de los huevos de oro, que demuestran que hay muchas historias en una historia.

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Otras historias del huevo de oro / Aquiles Julin

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Otras historias del huevo de oro / Aquiles Julin

2012 Lectofilia digital 1 edicin, febrero 2012 Editado en Rep. Dominicana por: Editorial Libros de Regalo. Se autoriza la reproduccin parcial o total de esta obra y su difusin. Imgenes tomadas de la Internet.

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DedicatoriaA Cristina Gutirrez, mi gallina de los huevos de oro.

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ndice9 16 18 19 20 21 22 23 24 25 27 28 29 30 31 Cuntas historias hay en una historia? Confesin Amor de madre Dilema De gallinas y gallos El motivador Frustracin Iniciativa Prodigio Piedra filosofal Caso Paladar exigente Falsificaciones Fracaso Desde Bonao

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Otras historias del huevo de oro / Aquiles JulinAmbicin El presumido Regalo real Amargura Midas El idiota Simple codicia Tonto Desilusin Infanticidio Religin Poeta Ansioso La codicia rompe el saco, dicen Frustracin personal Mala voluntad

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Cuntas historias hay en una historia?Este ejercicio de imaginacin es un reto personal. Cuntas historias se contienen en una historia? En este caso eleg la historia de la gallina de los huevos de oro, y a partir de la fbula he ido articulando distintas versiones. S, claro, que no las agotar. Por el contrario, imaginaciones ms frtiles me desafiarn con historias ms prodigiosas y creativas, mostrndome

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que mi ingenio poda ms, que haban ms versiones posibles, que nada, absolutamente nada, salvo el cansancio personal, agota a la imaginacin. Bienvenidas. Ser ms que un placer disfrutarlas. Todo producto de la imaginacin humana no slo es algo para disfrutar y compartir, tambin es un hito que nos reta a producir a partir de l otra cosa, igual o superior. Funciona como un punto de referencia. Marca un lugar en la creacin. Nos dice, hasta aqu alguien lleg. Para l fue su mximo logro. Para ti, un punto de partida. Extindete a partir de l. Somos continuadores de una tradicin de imaginacin y belleza, destinados a honrar con obras que lo merezcan y les honren, la labor de los que nos antecedieron. Y tambin somos las referencias inmediatas de aquellos que estn llamados a superarnos. Y esperamos que as sea. La historia del arte requiere ese movimiento de continuidad y ruptura que es su signo mayor. Ninguna obra existe como pieza definitiva sino como punto de arranque, como reto, como desafo. Nuestra tarea es construir a partir de ella. Podemos negarla, cuestionarla, parodiarla, dinamitarla de mil y una maneras. Para eso, no para otra cosa, fue creada.

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De ah que toda historia no es ms que punto de origen de mil y una historias, que, a su vez, sern punto de origen de otras tantas miles y una historias que, a su vez, tambin darn origen a otras miles de historias. La imaginacin humana es inagotable, independientemente de que los humanos si nos agotemos. Siempre hay otra forma de decir, otro tema que decir y otro que quiere decir. Por mi experiencia personal, uno empieza a escribir cuando de alguna manera se convierte en parricida: cree sinceramente que puede no slo igualar, sino superar al maestro. Se empieza como lector vido, deslumbrado para luego pasar a imitador slo para concluir en esa primera etapa como un autoconvencido de que es capaz de decirlo mejor que su modelo. Tal vez somos vctimas de nuestro ego. Pero reclamo que el engao se mantenga. Sera triste que considerramos que nadie podra hacerlo mejor y se apagaran las letras en un culto bovino a unos maestros que dejaron de serlo el da en que no tuvieron discpulos que los imitaran y luego los dinamitaran para imponer su propia voz. Necesitamos que haya quienes vean la desnudez del rey y la denuncien.

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Y los que inventen trajes mgicos mejores que los de aquel par de pcaros que engaaron al rey y a toda una poblacin. Somos lo que somos porque podemos imaginar. Y de hecho, esa sera una buena definicin de la especie: el animal que imagina. Y el animal que se imagina a s mismo. Primero soamos. Luego nuestra imaginacin desafa a nuestra mente y sus capacidades prcticas para llevar a la realidad lo soado. Estamos, un da de estos, a punto de vivir lo que Adolfo Bioy Casares so en Plan de Evasin: las imgenes hologrficas. Ya casi es un hecho que todos tendremos la posibilidad de tener un reloj pulsera como el de Dick Tracy. Cada sueo del hombre, cada imagen nacida de la cabeza de alguien verbaliza una aspiracin que los hombres de ciencia y los tecnlogos se encargan de aterrizar en inventos sorprendentes. Lo que no existe, no existe por ahora. Slo indica nuestras limitaciones tecnolgicas y cientficas. No una imposibilidad, sino una posposicin. Nos hemos habituado al asombro. Pero en realidad, aunque no nos demos cuenta, vivimos la magia.

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Recursos asombrosos, como la Internet o las redes sociales, han expandido nuestro universo a niveles verdaderamente impresionantes. La autoedicin permite a autores, a los que los circuitos editoriales formales, pasan por alto, crearse un espacio propio y dejar or su voz. Y expandir su audiencia allende los mares e incluso los continentes. Soy un ejemplo de ello. Recientemente le en El Pas digital, Espaa, sobre un novelista que empez a escribir sus novelas a la edad de 58 aos y hoy ha vendido ms de un milln y medio de e-books por la Internet. No edita sus libros convencionalmente. Ni lo necesita. Sus lectores en Amazon promueven sus libros, los comentan, los recomiendan, les ganan nuevos amigos. Y todo con prcticamente cero inversin. Es un fenmeno de lo que estos nuevos medios pueden hacer por los escritores. Basta tener algo que decir. Y atreverse a decirlo. Decir su propia historia o apoyarse en historias de otros para construir la propia, como parodia o como pastiche. La literatura todo lo permite. Como una vez me dijo mi querido Efram Castillo, animndome a escribir novelas: Aquiles, la novela lo aguanta todo.

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No slo la novela, queridsimo y admirado comander, la literatura lo aguanta todo. Es ms, no es que lo aguante, es que lo reclama, lo pide a gritos, nos lo exige. Simplemente digamos lo nuestro. Y seamos generosos, abiertos y receptivos con los que otros digan, hagan, escriban. Animemos a todos a que se expresen. Que digan su verdad y se abran a la verdad de otros. Que hilvanen su versin y aprecien la versin que hilvanan otros. Que celebren la diversidad, la variedad, la diferencia. Porque ese es el signo de una literatura viva y en efervescencia. No la repeticin ni la imitacin falaz. La obra que ampla, complementa, cuestiona, explora, discrepa, arde, esculpe, muerde, vocifera, escupe, clama, susurra, explota. La que ve en cada historia algo que reventar, desafiar, extender, deformar. La que honra a un autor extremndolo a los lmites y llevndolo ms all de los lmites. La que se propone escribirlo mejor. Decirlo mejor. Soarlo mejor. Todo escritor quiere ser tomado no como modelo sino como punto de partida. Originar l, su obra, una escuela. Fundar un decir. Dar comienzo a una revolucin literaria.

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Es el sueo secreto que todos soamos alcanzar. Y slo unos pocos logran. Bendiciones para ellos. Y bendiciones para todos los que quizs no alcanzaremos esa meta. Lo importante es soarla. E inocular ese sueo en nuestros lectores. Buscando a los que quedarn contaminados por el mismo y le darn continuidad. A ellos mi fervoroso abrazo. De ellos me siento hermano.

Julin Aquiles Julin

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Confesin

Cierto es, su Seora, que penetramos en el hogar de dicho seor de madrugada. Tambin que rompimos las ventanas y nos introdujimos a hurtadillas. Que nuestra intencin era robar. Que cometimos el robo. Y que nos le llevamos su famosa gallina de los huevos de oro. Todo eso es verdad, su Seora. Pero es oportuno decir que l nos enga. Nos tim. Y que lo que hicimos fue descubrirle su estafa. Al irnos a nuestra guarida, convencidos de que bamos a hacernos ricos, sobre todo porque la cotizacin del oro est en alza en la Bolsa de Valores, anidamos la gallina con todo el amor del mundo y nos dispusimos a esperar que pusiera. A eso de las 9 de la maana un insufrible cacareo, que a nosotros nos son a gloria, anunci el portento. Corrimos al nido y, s, all estaba, reluciente, salvo uno que otro embarre de heces, el huevo dorado. Lo tomamos, lo limpiamos y pulimos, le sacamos brillo y lo colocamos en la cajita de terciopelo que tenamos preparada para la ocasin. Lo miramos, embelesados, por un rato. Por fin, la riqueza soada la veamos llegar. Corrimos, ms que caminamos, a la joyera a tasarlo. No nos ponamos de acuerdo en

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cunto pedir. Al llegar, el joyero nos recibi con alegra. Unos minutos despus su expresin cambi. Desilusin. Preocupacin. Irritacin. Nos devolvi el huevo con visible incomodidad y nos asegur que no era oro, era plomo revestido de una capa de golfilled. La ira nos embarg, su Seora. Y cmo querra alguien que no volvisemos a su hogar a darle una golpiza a aquel rufin que nos haba estafado?

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Amor de madreLuego de pasar la noche en vela, acechando a su dueo, para robarle la gallina de los huevos de oro, los ladrones se la llevaron presurosos a su guarida. La metieron en la jaula preparada para el caso y, cansados y muertos de sueo, se echaron a dormir. Les despert horas ms tarde el aroma del sancocho de gallina que la madre del Jefe les haba preparado para que se repusieran de la mala noche.

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Dilema

Cuando le robaron la gallina de los huevos de oro, aquel hombre se sinti mal por dos razones: primero, porque descubriran que no era verdad que la gallina tuviese la facultad de poner los ureos huevos; segundo, porque robada la gallina, no sabra ahora a quin atribuir los huevos que l pona.

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De gallinas y gallos

Para aduearse de la gallina de los huevos de oro, asfixiaron al gallo para que no hiciera bulla y despertara a los propietarios. Craso error: no saban que era precisamente ese gallo y no otro el responsable de que aquella gallina pusiese huevos de oro. De ah en adelante todos los huevos lo nico dorado que traan era la yema que slo serva para hacer un omelet.

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El motivadorSe cuenta de aquel avicultor que diariamente entraba al gallinero, mostraba a sus gallinas la foto de la gallina de los huevos de oro y les peroraba un par de horas enrostrndole que si no les daba vergenza, ellas poniendo huevos comunes y corrientes cuando podran alcanzar la gloria con un solo huevo de oro que pusieran. Para su pesar, las aves ni caso le hacan.

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FrustracinOtro cuenta la historia del avicultor que cri una gallina a la que cada noche sugestionaba mediante hipnosis, dicindole: T tienes que poner huevos de oro! T tienes que poner huevos de oro!, y se sinti peor que un fracasado cuando la infeliz, cacareando desesperada, en vez de huevos de oro pona calditos de pollo, eso s, con todo y su envoltura dorada.

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IniciativaEnterada la autora de dos libros de cocina gourmet y famosa personaje de la televisin de la existencia de los huevos de oro, se apresur a sacar un libro de recetas que inclua omelets, tortillas y otros platos cuyo ingrediente principal eran los famosos huevos, para que nadie ms le tomara la delantera en la primicia.

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ProdigioTanto escndalo y sorpresa porque aquella gallina pone huevos de oro. Y qu? Al final son simples huevos, aunque sean de oro. Yo voy ms lejos, cuando empollo mis huevos salen patos, gansos, ocas y hasta avestruces. No es un prodigio mayor? No merezco ms que esa gallina el reconocimiento y el aplauso?

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Piedra filosofalEl alquimista mezcl con extremo cuidado la pcima. Todos sus clculos previos coincidan: aquel menjurje era capaz de mutar el plomo en oro. Estaba seguro; largos aos de desvelos, pruebas, estudios, consultas e intentos fallidos se resuman ahora. Vio bullir, humear, burbujear la mezcla que lanzaba destellos iridiscentes. Tom la brocha y embadurn el pedazo de plomo con el brebaje, mientras mascullaba oscuros conjuros, frmulas mgicas, palabras de poder. No sucedi nada. La untura se escurri y el plomo sigui igual de plomo. La frustracin lo invadi: toda su vida la sinti perdida, absurda, persiguiendo una idea vana. Se avergonz de sus clculos fallidos. De su ilusin insensata. De un manotazo derram al piso el pozuelo con la frmula.

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Qu sentido tiene vivir?, pens. Tom una soga, hizo un nudo y con los ojos anegados de lgrimas se colg. Su cuerpo, an tibio, penda del techo, balancendose, cuando unos minutos ms tarde, una gallina, de varias que criaba en su patio el alquimista para su sustento, entr volando por la ventana abierta de aquel laboratorio primitivo. Se pase en la habitacin, picoteando aqu y all, a su libre albedro y encontr un resto de pozuelo con un poco del brebaje. La gallina, sedienta, lo tom por agua y lo ingiri. Luego alz vuelo de nuevo y sali por la misma ventana hacia el patio. En la maana, el aprendiz del alquimista lleg y encontr a su maestro pendiendo de la cuerda. Se asust muchsimo. Por qu aquel hombre sapientsimo y bondadoso hara tal cosa? Luego, el cacare en el patio de una gallina lo distrajo y llam su atencin. Sali a ver qu pasaba y, oh prodigio, en uno de los nidos reluca, esplendoroso, un huevo de oro.

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CasoAquella gallina empollaba muy oronda sus huevos de oro y sacaba pollitos, de goldfilled s, pero muy monos.

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Paladar exigenteCuando quisieron almorzarse la sopa de gallina que prepararon con la que pona los huevos de oro, a la primera cucharada desistieron porque pese a todo el condimento utilizado aun as les saba demasiado a metal.

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FalsificacionesLa proliferacin de gallinas que ponan huevos de oro dio origen a una desvalorizacin del metal, que de noble y escaso se hizo comn y vulgar, al grado de que hoy slo las baratijas que nadie valora y desea son hechas de oro, las que suelen recubrir los estafadores con baos y aleaciones de cobre y otros metales, para engaar a los incautos.

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FracasoLo ltimo que supe fue el caso del productor avcola que se senta un fracaso total, pues quiso criar una gallina que pusiera huevos de oro, y tras mucho esfuerzo, slo logr criar una que regurgitaba pepitas de oro, pero cuyos huevos eran tan normales como los de cualquier otra, para frustracin de su dueo.

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Desde BonaoEn Bonao, las gallinas que se alimentaban con desechos de la planta de la Falconbridge comenzaron a poner huevos de ferronquel. Pero dada la baja en el precio del compuesto en el mercado mundial y a que dichos huevos eran incomibles y no servan para nada, los productores locales decidieron sacrificar sus gallinas y vender sus carnes a los puestos de pollos fritos de los chinos y a las fondas de la zona.

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AmbicinSe dedic a la experimentacin gentica, cruces y mutaciones buscando transferir a avestruces el donde poner huevos de oro, no por ganar renombre como cientfico sino por pura codicia.

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El presumidoAquel hombre tena un ego inflado. Era insoportablemente presumido. Se tena a s mismo por la gran cosa y las personas a su alrededor lo padecan porque no podan hacer otra cosa. De ah que, cuando lo invitaron al programa La Respuesta Millonaria, conocedores de que su vanidad iba pareja a su crasa ignorancia, se dispusieron a verlo quedar en ridculo cuando fuera descalificado. No tuvieron que aguardar mucho. A la pregunta de en cules repblicas se dividi la antigua Checoslovaquia, el insufrible personaje balbuce dos o tres incoherencias antes de decir algo as como chocolate y vasquio, improvisando. El conductor del programa lo mir, divertido, y le dijo estando en el aire: Ha puesto usted un huevo!

A lo que el eglatra, respondi emocionado: De oro? Fue de oro?

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Regalo realAquel rey se sinti ms que humillado, ultrajado cuando la comitiva del vecino Estado, en son de paz y buena vecindad, le visit con fines de halagarle y concertar un tratado de amistad y buena voluntad. Al recibirlos en Palacio, con toda la ostentacin y el boato de su corte, sus ministros y consejeros ataviados con sus mejores galas, sus servidores y cortesanos con sus uniformes relucientes, la guardia real exhibiendo sus ornamentos y oropeles, sus generales con el tintineo de sus medallas y sus espadas bruidas, esperaba que la comitiva mostrara el respeto y aprecio que les mereca en los cuantiosos y exuberantes presentes que les ofrecieran para ganar su buena voluntad. Las sonrisas de los embajadores y emisarios enviados, que antes se le antojaba gratificante y amistosa, las entendi entonces burlonas, atrevidas, insultantes. Al abrir el bal en que deban relucir joyas, piedras preciosas y otros presentes de singular valor, lo que ofendi su vista fue la presencia de una simple gallina.

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Era eso lo que el rey del vecino Estado pensaba de l? Tena el descaro y la imprudencia de enviar sbditos a una muerte segura con el fin de insultarlo a l frente a su corte? A ese grado de imbecilidad y soberbia llegaba el gobernante vecino? Mientras sus generales, estupefactos, no salan de su asombro, el rey le quit al ms prximo la espada y de un tajo certero y violento le vol el cuello a la infeliz gallina, signo que fue entendido por sus generales que, rugiendo de rabia y odio, hicieron una carnicera con los desprevenidos visitantes. No qued nadie vivo de aquellos. Todos fueron muertos por las espadas colricas de los generales de Su Alteza Real, que se senta vengado por los suyos ante el ultraje. Al final, curioso, quit de la mano inerte del principal embajador, una misiva que estaba por entregarle. Qu nuevo insulto contendra? Iba, de hecho, a alistar sus ejrcitos para reducir a polvo a aquel reino ultrajante. La carta, sellada con lacre y con el sello real del vecino Estado, deca: En muestra de mi mayor aprecio y amistad, tengo a bien enviarle mi gallina de los huevos de oro, para que acreciente el tesoro de Su Majestad.

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AmarguraSe quejaba, ante quien quisiera orlo, de su mala suerte. Cmo era posible que su gallina, la de l, le hiciera eso? Y cuando le preguntaban, que qu, l plaa a su gusto, que sus huevos eran apenas de 18 kilates, en vez de 24 como deban de ser.

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MidasVivi una fuerte crisis de identidad, una prdida de fe en s mismo, que lo arruin y llev al alcoholismo primero, a las drogas despus, hasta que lo encontraron muerto en aquel callejn, devorado parcialmente por las ratas. Y todo porque, envanecido como lo estaba por el don de convertir en oro todo lo que tocaba, cuando toc a aquella gallina, y eso que no slo la toc, la manose con tal furor que casi la despluma, si no fuera porque, a punta de picotazos, logr hacerse soltar y huy despavorida. La crisis de identidad le rest el don adquirido. Volvi a una vida anodina y gris, en que la botella y las malas compaas, que solan hacer burlas de sus historias de convertir las cosas en oro, y le choteaban: A ver, convierte en oro esta botella, o esa silla, o esta mesa, para que sigamos bebiendo, jablador, eran su realidad. Nunca supo ms de aquella gallina a la que casi mata ( y a la que muchas veces, en sus delirios alcohlicos, dese una y otra vez matar y desintegrar pluma a pluma).

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De ah que nunca se enter, perdido en las interminables borracheras en que ahora transcurra su vida, de que se haba vuelto famosa por poner los huevos de oro que hoy era la comidilla del pas.

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El idiotaLament en el alma haber salido a robar con aquel idiota. Se lo haban advertido: es un sirve para nada, nunca entiende, hace siempre lo contrario de lo que se le manda; pero l era de los que crean que a las personas no se les deba prejuzgar y que siempre eran merecedoras de una oportunidad. No era ese su caso? l era tartamudo. Muchos lo haban menospreciado por ello. Si estamos en una situacin de peligro, se burlaban, en lo que intentas avisarnos nos atrapan a todos. Porque te volveras simplemente un pepe, oste? Y cuando preguntaba qu era un pepe, ellos se rean diciendo: pe, pe, pe, pe, pe ligro!!! Eso le dola. Por eso se neg a discriminar al infeliz al que motejaban de idiota. Y el idiota fue l. Al notar que las personas de la casa en que incursionaban despertaban, alarmadas, porque les haba ido a robar los huevos de oro de su gallina que mantenan a bien resguardo en el hogar y no en el

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gallinero, como haban con las otras gallinas. Apenas tuvo tiempo de ordenar al ayudante lerdo: El oro, el oro y salir huyendo slo para encontrar que aquel cretino, en vez de los huevos de oro haba echado en la funda, desde la que revoloteaba y lanzaba picotazos, colrica, a la cotorra de la casa.

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Simple codiciaEl imbcil aquel que escuch a la hermana decir de su esposo que tena unos huevos de oro, por lo que lo acech y de un hachazo lo decapit para luego castrarlo, y slo por codicia.

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TontoEl huevero, inadvertidamente, le entreg a su pregonero, entre los huevos sancochados que le daba a vender, aquel huevo de oro en que cifraba su inminente prosperidad, que le sacara de la rutina de aquel oficio que slo daba para sobrevivir. Y aquel imbcil, ah, qu ganas de matarlo le recoman, creyndolo daado, lo tir a la basura y no recuerda dnde.

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DesilusinCreyndose afortunado, hizo empollar al huevo de oro con las miras puestas en iniciar, a partir de l, toda una generacin de gallinas ponedoras de huevos de oro que lo llevara fulminantemente a la riqueza. Para su desgracia, lo que engendr aquel huevo fue un gallo comn y corriente que ni siquiera mostraba inters alguno en pisar a las gallinas.

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InfanticidioCuando el nio le fue a informar al padre sobre el prodigio, con el huevo tibio an en la mano, el hombre sali de sus cabales creyendo que el menor lo haba robado. El nio iba a hablar, pero el bofetn lo hizo rodar por el piso. Acto seguido, le cay a garrotazos diciendo que prefera matarlo l mismo, y no pasar por la vergenza de que la polica se lo matara por ladrn. Cada vez que, de alarido en alarido, el nio intentaba hablar, una patada del padre lo dejaba sin aliento. La paliza fue tan cruenta que slo par cuando el padre repar en los estertores postreros del mejor. Entonces, posedo por la rabia, ech en la letrina inmunda de la casa la prueba del delito. Exange y moribunda, encontr en el gallinero a la infeliz gallina, que feneca agotada por el esfuerzo que hizo de pujar aquel huevo de oro que el nio llev emocionado para mostrarlo a su pap.

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ReliginAquel reino haba prosperado por la curiosidad que tenan los habitantes de los reinos vecinos, incluso visitantes de lejanas tierras, por ver aquel prodigio: el huevo de oro, resguardado celosamente en medio de una sala especial, en pleno palacio, protegido en una urna de cristal y por una guardia pretoriana a su servicio. Desde la urna el huevo esplenda con dorados fulgores, deslumbrando a la fila apretujada de alelados turistas que lo circundaba boquiabiertos, mientras mecnicamente respondan al grito de los guardias que ordenaban moverse, avanzar, imperativamente. El turismo dio origen a un lucrativo comercio de souvenirs, artesana alusiva al huevo ureo, camisetas, fotos trucadas en que el visitante apareca tocndolo, incluso de dcimas y oraciones milagrosas, en que se endilgaban a la imagen del huevo poderes sobrenaturales para la curacin de los ms dismiles padecimientos. Se lleg a difundir que el simple contacto de una imagen del huevo o una reliquia del huevo, algo as

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como un souvenir o una artesana del huevo procedente del reino en que se hallaba, tena el poder de hacer remitir padecimientos y dolencias. De ah surgi el culto del Santo Huevo y toda una secta que lo venera, que tiene ritos propios y una parafernalia sacra que la distingue, la cual juzga que el huevo sacro es la encarnacin de un dios que permanece all, en estado larvario, vegetativo, a la espera de que sus fieles crezcan lo suficiente en nmero para el hacerse manifestacin, presencia, y venir al reinar y a poner orden en este mundo cada vez ms atribulado.

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PoetaAquel poeta escribi odas, sonetos, dcimas, coplas, romances, himnos y baladas, tanto rimadas como en versos libres, empleando toda suerte de tropos: metforas, metonimias, sincdoques, anforas, smbolos, alegoras, oximorones, smiles, todo el caudal de figuras retricas, y todo alrededor de un tema nico: un huevo de oro que era smbolo apolneo y a la vez dionisaco, expresin de colapso y a la vez emersin, muerte y a la vez vida, transformacin que canta las fuerza creadora del universo. Como tambin sabemos, slo cosech la burla y el desdn de sus contemporneos, amigos de versos pedestres, cnicos y pornogrficos, que solan rerse de l a mandbulas batientes mientras lo convidaban, abusando de su hambre, a que se embutiese varios huevos al mismo tiempo en su boca.

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AnsiosoMat a la gallina porque sus huevos le parecan comunes y corrientes. En qu eran diferentes? Cmo se haba dejado engaar, de ingenuo, por aquellos tunantes que le vendieron la gallina asegurndoles que era capaz de pujar huevos de oro? Qu candidez la suya! Por qu no pudo darse cuenta a tiempo del timo? La aterrorizada ave pag su irritacin. La degoll embarrndose de sangre. No la dej empollar aquellos pollitos de oro que salan fulgurantes de los huevos que pona, y que dado que no podan comerse, llev a sus antiguos propietarios a salir de ella vendindola.

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La codicia rompe el saco, dicenPens que si se coma la gallina sera l el que evacuara, sino huevos, por lo menos deposiciones de oro, pero lo ms cercano que estuvo de expulsar algo cercano al menos verbalmente al oro, de su cuerpo, era la orina, que no tena valor alguno.

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Frustracin personalLleg a lograr que patas, avestruces, palomas e incluso otro tipo de ovparo como tortugas, caimanes y culebras pusieran huevos de oro pero, para su frustracin, nunca, nunca, nunca pudo lograr, contra todas sus expectativas y esperanzas, que lo hicieran aunque sea una de las miles de gallinas que criaba y en lo que inverta las ganancias obtenidas por los huevos que sus otras especies le pujaban. Las gallinas, para su dolor y malestar, slo le generaban una gran peste y toneladas de excremento.

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Mala voluntadSe incomod porque aquellas gallinas, testarudas y slo por llevarle la contraria, ponan huevos de plata, cobre, plomo, platino y de otros metales y aleaciones, pero nunca de oro, para su clera, nunca de oro, slo por hacerle la maldad.

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Coleccin Lectofilia digital 1/ palabra dada / ensayos Aquiles Julin

2/ Argucias contra el tiempo /poemas Aquiles Julin 3/ Los 7 tesoros a encontrar en un libro / ensayos. Aquiles Julin Aquiles Julin

4/ Cuentos premiados / cuentos

5/ Otras historias del huevo de oro / Aquiles Julin cuentos

Otras historias de huevo de Otras historias del huevodeloro / cuentos oro 53 Aquiles JulinEl libro

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A partir de la fbula de la gallina de los huevos de oro he hecho una serie de versiones que juega con el tema, proponiendo otras vas de contar una historia. Hilvanados estos cuentos con ese tema base, son un divertimiento y, a la vez, una manera de mostrar el potencial de historias que cada historia contiene, de los que estos juegos son apena una plida muestra. S, lector, que eres capaz de inventar otros mejores. Sirvan estos ejercicios para que te animes y me demuestres, a su vez de eres capaz de crear mejores ejemplos de otras historias sobre el huevo de oro. Las espero con ansias. El autor Aquiles Julin (El Seibo, Rep. Dominicana, 1953) Escritor, teatrista y cineasta dominicano. Especialista en neurolectura y neurocompetencias. Ganador de importantes premios literarios en su pas. Empresario de network marketing. Vicepresidente ejecutivo de TRIUNFAR! Director de la editorial digital Libros de Regalo. Editor de varias colecciones digitales, entre ellas Muestrario de Poesa, La Biblioteca Digital y Lectofilia digital. Sus artculos se reproducen en medios y blogs de distintos pases, entre ellos Espaa, Per, Uruguay, Argentina y los Estados Unidos.

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