Octubre 15, 2013, Número 12, Segunda Época...

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El Mollete Literario Octubre 15, 2013, Número 12, Segunda Época Director: Carlos Ramírez $10.00 pesos www.grupotransicion.com.mx [email protected] www.grupotransicion.com.mx [email protected] Narradores ante el público Alice Munro Premio Nobel de Literatura 2013

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El Mollete LiterarioOctubre 15, 2013, Número 12, Segunda ÉpocaDirector: Carlos Ramírez $10.00 pesos

www.grupotransicion.com.mx molleteliterario@grupotransicion.com.mxwww.grupotransicion.com.mx [email protected]

Narradoresante elpúblico

Alice MunroPremio Nobel de Literatura2013

2 El Mollete Literario 15.10.2013

Mtro. Carlos RamírezPresidente y Director General

[email protected]

Lic. José Luis RojasCoordinador General Editorial

[email protected]

Roberto Bravo Coordinador de Colaboradores

Consejo EditorialRené Avilés Fabila

Wendy Coss y LeónCoordinadora de Relaciones Públicas

María Eugenia Briones JuárezDiseño

Mathieu Domínguez PérezFormación

Raúl UrbinaAsistente de la Dirección General

El Mollete Literario es una publicación mensual editada por el Grupo de Editores del Estado de México, S. A., el Centro de Estudios Políticos y de Seguridad Nacional, S. C. y el Grupo Editorial Transición. Editor responsable: Carlos Javier Ramírez Hernández. Todos los artículos son de responsabilidad de sus autores. Oficinas: Durango 223, Col. Roma, Delegación Cuauhtémoc, C. P. 06700, México D.F. Reserva 15670

La única relación admisible entre el autor y el lector es la que establece el libro

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Alice Munro, Premio Nobel de Literatura 2013,

(Cómo lee, y cómo escribe sus

cuentos)

La bella vozPoesía

EspiralLa Fragilidad en la música

(segunda parte)

Libros LibrosVirgilio Piñera:

nunca olvides el paraguas

CuentoLa modelo

Los narradores ante el público

Primera y segunda serie

A ContracorrientesRosario

Castellanos: El sentido Sacro del

mundo

Cuestionario BravoEntrevista con

Aline Petterson

TelerasPsicópatas a la

carta

Arte ahoraMarcelo

Balzaretti: in memoriam

Pasión y EscrituraLa luminosa

oscuridad de William Styron

Por Amadeo Estrada

Cosecha RojaUna mirada

por La ventana misteriosa

Novedades literarias de la

Quincena

Por Beatriz Espejo

Por Roberto Bravo Por Roberto Bravo

Por Mauricio Leyva

Por EL Bolillo Escéptico

Por Porfirio Romo

Por Mauricio Carrera

Por Oscar Wong

Por Mónica Contreras

Por Elsie Méndez Por Citlali Ferrer

Por Alejandro García

DiccionarioPenitencia

Pico de Gallo

Índice

El Mollete Literario

Ernets Hemingway a Luis Spota

AutobiografíaPor Luy

Who is that?

De la Redacción

Coordinador:Freddy Secundino

Desirée Jiménez Irene G Punto

Adriana TafoyaLiliana Ramos Rosano

Yunuén Márquez

3El Mollete Literario15.10.2013

Los narradores ante el públicoPrimera y segunda serie

1.- Rafael Solana.“A la edad de trece años cursaba el

segundo año de la muy recientemente fundada enseñanza secundaria, me vi de pronto sin ocupación, y para llenar el tiempo me puse a escribir cuentos desti-nados a la página infantil de El Grafico”

“Hay buenos novelistas y cuentistas que nunca han podido escribir buen tea-tro, como hay dramaturgos que no logra acertar en la novela o en el cuento. Son dos géneros diferentes, pero también hay quienes, como Víctor Hugo, logran do-minar ambos y brillar en ellos”.

Rafael Solana

Ricardo GaribayJuan Rulfo

Juan José Arreola

Jorge López Páez

2.-Juan Rulfo.“No soy escritor profesional –ro-

tundamente-, simple aficionado… escribo cuando me viene la afición, si no, no… a esto se debe que no termi-ne La cordillera… pura afición, y no al éxito, al miedo, a todas las cosas que se dicen…”

3.-Juan José Arreola.“Por fortuna, los toros acentuaron

mis aficiones literarias de una manera curiosa. Al prestigio de los hombres y los alias, se añadió el encanto del vo-cabulario taurino y el estilo de las cró-nicas…”

4.-Jorge López Páez.“La biografía, me parece una ocu-

pación muy desagradable, pues impli-ca el que yo me tome como personaje, y es verdad que todos lo somos, pero yo prefiero a mis personajes, el que yo soy es a pesar mío.”

5.- Ricardo Garibay.“Supongo que hablar de mí

mismo y leer mis ensayos sólo a mí debería divertirme, y a solas, frente al espejo”

“Vi de cerca la “fábrica de sue-ños” y a los fabricantes, logré escri-bir por encargo y contra reloj sobre lo inexistente, viajé por casi toda la República, y amontoné bocetos de novelas, cuentos, retratos y cró-nicas que ahora, vuelvo al trabajo verdadero, comienzo a revisar.”

6.- Luis Spota.“El desencanto que me ha producido

tratar personalmente a varios novelistas, poetas y dramaturgos, algunos de alta jerarquía universal, me autoriza a decir que uno de los más graves peligros que enfrenta el escritor, considéresele gran-de, pequeño o apenas mediano, es el de aceptar el compromiso de un encuentro con el público.”

“Los adictos a un escritor –no impor-ta en qué género literario insista- caen con frecuencia en el equívoco de añadir-le virtudes personales o cualidades inte-lectuales de las que casi siempre carece.”

“Luego de haberlo tratado, el único escritor notable que no me decepcionó –en cuanto a individuo- fue Ernest He-mingway, quizá porque hallé que en él participaba tan estrechamente su imagen real de su imagen ideal que era difícil deslindar una de otra.”

“Escribir es consumar un acto de amor, y la única fórmula útil para el es-critor –como para el amante, en el caso del amor de cuerpos- es la que él mismo ha encontrado luego de muchas búsque-das y ensayos.”

Por Roberto Bravo

L a creación pertenece a

Dios, pero como Él es un invento

del Hombre, lo creado nos pertenece a todos.

La literatura, ese acto de la imaginación que no a todos los escritores, por muy constantes que sean en su práctica, les ha sido concedida, reproduce el pen-samiento de sus creadores, que como todos, tienen una vida independiente. Indiferentes a su época, los escritores nos trasmiten sus avances en hacer armónicas las parábolas destinadas a sus lectores. Tiene razón W.H. Auden cuando afirma que las obras de arte las crean individuos que trabajan en solitario. [Y que a] la relación entre el artista y el público, a pesar de las tram-pas de los editores, se aplica realmente el liberalismo económico, porque en ella no hay coacción ni competencia.

Antonio Acevedo Escobedo (1909-1985) fue director del Departamento de Literatura del INBA de 1959 a 1971, en ellos, realizó una importante labor editorial y de difusión de los escritores mexicanos. En 1965-1966, organizó dos ciclos de conferencias en las que los narradores a través de charlas ma-gistrales abordaron lo concerniente a su naturaleza como escritores. Gracias a ese trabajo, hoy, El Mollete Literario, presenta una muestra representativa de Los narradores frente al público/Pri-mera y Segunda serie, que la Editorial Ficticia, INBA y la UANL, editaron re-cientemente y donde:

Juan Rulfo, Juan José Arreola, Carlos Fuentes, José Emilio Pacheco, Jorge Ibargüengoitia, Inés Arredondo, Amparo Dávila, Beatriz Espejo, Rosa-rio Castellanos, Guadalupe Dueñas, Sergio Galindo, Juan Vicente Melo, Salvador Elizondo, Juan García Pon-ce, José Revueltas, Gustavo Sainz, etc., argumentan sobre ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Qué escribo?

“En todas las épocas, se ha educa-do muy mal al público. Se pasa la vida pidiendo al arte que sea popular, que satisfaga su necesidad de goce, adule su vanidad absurda, le muestre lo que debería estar harto de su propia estupi-dez. Pero el arte no debería nunca in-tentar ser popular; es el público quien debería intentar ser artístico.” (Oscar Wilde, Dublín 1854 – París 1900)

4 El Mollete Literario 15.10.2013

7.-Rosario Castellanos.“Comparto la opinión de los anti-

guos en el sentido de que vivir no es necesario. Pero ya que se vive, por lo menos habrá que superar esa contin-gencia escribiendo.”

Sergio Galindo

José de la Colina

Carlos Fuentes

Juan García Ponce

Juan Vicente Melo

Vicente Leñero

Carlos Valdés

Inés Arredondo

Amparo Dávila

8.- Sergio Galindo.“Cuando yo era muy joven, quería

ser algo que no se adquiriera después de equis número de años de estudio y bajo título; y como tenía prohibido entrar a una cantina, decidí que lo más acertado era ser escritor…”

9.-Carlos Valdés.“Creo que la literatura no debe ser

una condecoración, un premio a la constancia del académico que se somete y trabaja en la paz de los claustros uni-versitarios.”

“Creo que el temple del verdadero escritor se prueba en la lucha cotidiana, en la vigilancia cotidiana, en el trabajo cotidiano por mantener vivo y despierto el fuego de su conciencia.”

“La literatura es una profesión de desesperanza. El que no trabaja se halla condenado al fracaso y el olvido.”

10.- Inés Arredondo.“Tuve la fortuna de tener un padre

liberal, delahuertista, que, sin embargo, me enseñó que la literatura española era tan suya y tan mía como la revolución.”

12.- Carlos Fuentes.“Nunca he hablado de mi vida y

obra personales; simplemente, las he hecho.”

“El escritor tiene que salir al paso, no importa la sociedad en la que viva, con una nueva herejía para que exista una aspiración a la libertad que es, qui-zá, lo más cerca que se pueda estar de la libertad.”

13.- Juan García Ponce.“Encontrarse tratando de redactar

un boceto autobiográfico resulta, por lo menos, ambiguo. La primera sensación es el absoluto desamparo. Por la misma naturaleza de su oficio, el escritor está acostumbrado a recurrir a un doble jue-go en su relación con él. Sus obras son simultáneamente el lugar donde se des-cubre por completo y donde encuentra el más seguro refugio.”

“Cuando uno empieza a leer, vive de una manera natural en el mundo de los libros.”

14.- Juan Vicente Melo.“Hoy, escribo cuentos y nunca digo

la verdad.”“Escribo porque no sé hacer otra

cosa, por vocación, por necesidad de in-ventar una realidad más próxima a mí, porque presiento que, un día, me será revelada, a través de lo que escribo, una verdad que me explique a mí mismo.”

“Varias veces he repetido que me asustan los principios. Más aún los fina-les: por ejemplo, nunca sé donde debo terminar un cuento.”

15.- Vicente Leñero.“Como en el comer y en el rascar, o

mejor, como ante una proyectada nove-la: lo difícil es empezar.”

“El escritor solamente debería escri-bir y nunca hablar de su obra.”

“Durante mucho tiempo leí lo que se me antojó y empecé a escribir. Mejor dicho: continué escribiendo.”

“Hoy en día, mis convicciones re-ligiosas son un poderoso combustible para activar mi fiebre literaria.”

16.-José de la Colina.“Para un escritor la imagen del mun-

do no existe antes de su acto de creación y la va erigiendo a medida que escribe.”

“Yo no tengo historia que contar, personajes que describir, porque esas historias, esos personajes los voy des-cubriendo a medida que escribo.”

Rosario Castellanos

11.- Amparo Dávila.“No creo en la literatura hecha a

base de la inteligencia pura o la sola imaginación, yo creo en la literatura vivencial, ya que esto, la vivencia, es lo que comunica a la obra la clara sensa-ción de lo conocido, de lo ya vivido.”

5El Mollete Literario15.10.2013

Cuentos de Irma Sabina Sepúlveda

Beatriz Espejo

Carlos Monsiváis

17.- Irma Sabina Sepúlveda.“Un crítico dijo que yo forjaba mis

cuentos con minucias, y no se equivo-có. Esta predilección mía por los asun-tos sin importancia se debe tal vez a que en la vida no he encontrado más que eso: minucias.”

18.- Beatriz Espejo.“El escritor encuentra en su obra

satisfacciones imaginarias de deseos inconscientes: por eso quizá sólo com-pongo cuentos cuando estoy triste.”

“Escribir no resulta agradable, si hay placer en ello es un placer masoquista causa de profundas complicaciones es-pirituales.”

19.- Carlos Monsiváis.“La literatura es para mí la conten-

ción, la disciplina que así sea de vez en cuando me evita deslizarme en mi fatal debilidad, el relajo.”

“La tarea más urgente del intelectual mexicano en estos años: crear y forta-lecer el sentido crítico y el sentido del humor de nuestro país.”

20.- José Emilio Pacheco.“Siempre he querido escribir

cuentos. La novela me parece inalcan-zable, y me conformo con leer, a me-nudo admirar, las que otros hacen.”

“No hay que pintar con el hocico, decía Holbein. Menos hay que escri-bir con el hocico, y el escritor haría bien en cortarse la lengua.”

“En México, el problema fundamen-tal de la crítica corresponde resolverlo menos a los críticos que a los escritores. Ante todo consiste en hacernos aceptar, resistir, respetar la inconformidad ajena.”

“La vulnerabilidad ante el rechazo o la aprobación incompleta tal vez sea la mayor miseria que aflige o degrada al escritor.”

José Emilio Pacheco

Rubén Marín

21.- Rubén Marín.“Se trata de concertar al público

y a sus escritores, pero no de manera mediata, al través de libros, sino direc-tamente sin esa opacidad que encubre al autor detrás de lo que escribe.”

“Se trata de acercar al escritor, en persona, al pueblo, a una escogida re-presentación del pueblo, que tan es pueblo el casimir como el huarache, para que le cuente algo de lo suyo propio e íntimo de tejas abajo, de piel adentro.”

“Al escritor debiéramos conocerlo mejor en su obra que en su persona puesto que el ser o el parecer en este caso, resultan secundarios al hacer.”

“Leer es imaginar a la par con el autor, es ir con él en compañía, es jus-tamente recrear lo que escribe.”

22.-José Revueltas.“Lo que concibo como novela, esto

es, una forma particular del movimien-to: el movimiento real, percibido, repre-sentado e imaginado por medio de los recursos de la literatura.”

José Revueltas

Edmundo Valadés

23.-Edmundo Valadés.“Cuando el general Cárdenas expro-

pió el petróleo. Ese hecho histórico fue el primer antídoto contra un generaliza-do sentimiento colectivo de inferioridad nacional.”

“Le fui infiel a la literatura. Lo he pa-gado caro; un escritor no se improvisa, y si no vive con la pasión de crear como una exigencia diaria, no logrará la que podrá ser su gran obra.”

24.- Guadalupe Dueñas.“No me pregunté si sería en verdad

una escritora, porque a eso hace mucho que le di respuesta; el que tiene un lápiz y escribe…es un escritor.”

“El acto de escribir es creación, una especie de parto sagrado.”

“No hay nada que halague más al escritor, que la oportunidad de leer sus engendros ante un público condescen-diente.”

Guadalupe Dueñas

6 El Mollete Literario 15.10.2013

Armando Ayala Anguiano

Raquel Banda Farfán

Salvador Elizondo

Gustavo Sainz

Jorge Ibarguengoitia

Tomás Mojarro

Cuentos de Emma Dolujanoff

25.- Emma Dolujanoff.“Hablar de la vida y obra personales

obliga, en cierto modo, a la confesión y a la autocrítica.”

26.-Salvador Reyes Nevares.“No soy en verdad lo que se llama

un narrador, es decir un individuo que al escribir escriba fundamentalmente novela y cuento.”

“Crear es un acto personal, tan de uno mismo, tan intransferible como en-gendrar o morirse.”

27.- Armando Ayala Anguiano.“Dicen que la vida de los escritores

resulta interesante sólo para otros escri-tores.”

“Por experiencia propia he llegado a la conclusión de que la ocupación de novelista, como la de pepenador, no produce ni dinero ni prestigio. Al me-nos por lo que respecta a México.”

“Ha sido un afán periodístico lo que me llevó a escribir novelas, un afán de dar noticias.”

28.- Raquel Banda Farfán.“En la novela: si todo evoluciona, si

las cosas cambian, el espíritu humano es siempre el mismo.”

29.- Jorge Ibarguengoitia.“Los escritores se llaman escritores

porque escriben y tiene que seguir es-cribiendo para seguir llamándose escri-tores.”

“Los escritores son como las gallinas, que tienen que poner un huevo de vez en cuando para justificar su existencia.”

“Escribo un libro cada vez que quie-ro leer un libro de Jorge Ibarguengoitia, que es mi escritor predilecto.”

“El novelista nunca ve el monstruo que su obra está formando en el cerebro

30.-Alberto Ramírez de Aguilar.“El reportero policiaco vive en un

mundo sórdido y pocas veces puede sa-lir bien librado en el terreno anímico.”

“No creo en la novela a exclusiva-mente en la fantasía; me da la impresión de una flor artificial.”

31.-Salvador Elizondo.“El escritor es un hombre destinado

a luchar eternamente con las sombras, con los fantasmas, con los sueños, con la actividad de su imaginación.”

“La literatura es simplemente la ac-tividad mediante la que se transcribe el mundo de las formas y el mundo de las ideas; el mundo de la realidad y el mun-do de la idea, a términos del lenguaje.”

32.- Tomás Mojarro.“Románticamente aspiro a trascender

por el medio dificultoso de echarme no-che tras noche sobre la Olivetti, cubrirla y con ella forjar mi descendencia literaria.”

“Siento con bastante pena que no soy un escritor de cierta personalidad en el sentido un poco sensacionalista que tanto ayuda a agotar una edición y ser invitado a cenar con los editores.”

“Soy un escritor afortunado, repito. Mis páginas se escriben sin mucho agobio, se publican con cierta facilidad, se leen a veces, e inclusive llegan a dar trabajo a los críticos.”

33.-Gustavo Sainz.“Elijo una fecha situada veinte años

atrás porque esta cifra es, en lenguaje figurado peor al mismo tiempo verí-dico, la edad justa de la nueva novela mexicana.”

“Fuentes es el primer escritor que nos habla de la ciudad y se mancha, que participa de las experiencias que cuenta, que, inmerso a veces en inso-portables pedanterías, nos incita al co-nocimiento.”

del lector, mientras que el dramaturgo tiene que ver, a su pesar, el monstruo que su obra ha formado en el cerebro de del director escénico.”

“Un escritor que tiene puesto un ojo en el papel y otro en el público está perdido. El querer que el libro se venda es algo que llega a posteriori, cuando ya el libro está escrito, en el momento de escribirlo.”

“Escribir un libro para que lo lean millones es como querer tener un hijo para que sea como Napoleón.”

7El Mollete Literario15.10.2013

Entrevista con Aline Petterson

cuestionario Bravo

Por Roberto Bravo

N ací en la ciudad de México y llevo leyendo

y escribiendo desde que aprendí a hacerlo. He

publicado novela, cuento, poesía y literatura infantil. También

escribo ocasionalmente artículos periodísticos.En la escritura busco

asomarme a lo que conforma las preguntas sin respuesta de la

condición humana.

Mi novela más reciente se llama Deseo, Alfaguara, y es el recorrido de la vida de Leonora desde su infan-cia hasta su vejez y muerte a través del descubrimien-to y disfrute de los placeres sensuales, en especial del erotismo.

Publiqué este año un poemario Ya era tarde, FCE.Mi último libro infantil publicado es Los tesoros

del mar, Alfaguara. 1.- ¿Cuándo has sido más feliz?

He sido muy feliz desde luego que en la plenitud del amor, pero no lo he sido menos cuando encuen-tro que por algún mínimo instante se rompe la barre-ra entre yo y el otro, a través de la palabra hablada o escrita, o de la vista del paisaje o del arte, o apoyada en cualquiera de los otros sentidos, entonces los lí-mites se borran y me siento una partícula del todo. 2.- ¿A qué sientes más miedo?

A los insectos voladores incluyendo a la mariposa más bella que pueda rozarme.3.- ¿Cuál es tu primer recuerdo?

La magnitud inconmesurable del mar siendo muy pequeña en brazos de un tío mío que caminaba con-migo dentro del agua y que me hacía temer el no poder salir nunca más de ahí.4.- ¿Quién es la persona viva que admiras más y por qué?

Desde luego que no se me ocurre pensar en nin-gún político, admiro a la gente que se entrega con pasión y sin trampa al trabajo que ha elegido y que por ello redunda en el bien común.5.- ¿Qué rasgo de ti deploras más?

Mi timidez.6.- ¿Cuál es el rasgo que más deploras en otras

personas?La soberbia y prepotencia.

7.- ¿Cuál ha sido tu momento más embarazoso?Cuando me quedé en blanco durante una entre-

vista televisiva.8.- ¿Cuál de tus cosas aprecias más poseer?

Los papeles y cartas de mis antepasados que me per-miten asomarme a las grietas de la historia de mi país.

9.- ¿Qué gran poder quisieras tener?

La capacidad para volar.10.- ¿Qué te hace infeliz?

La injusticia.11.- ¿Cuál es tu aroma favorito?

El del bosque.12.- ¿Cuál es tu libro favorito?

En busca del tiempo perdido de Marcel Proust.13.- ¿Qué disfraz elegirías en caso de necesitar uno?

El uniforme médico.14.- ¿Qué es lo peor que han dicho de ti?

Aún no me entero de lo peor, sólo del algunas cosas feas.15.- ¿Perro, loro, gato, canario?

Gato.16.- ¿Es mejor dar que recibir?

La respuesta es obvia.17.- ¿A quién invitarías a la fiesta que has soñado hacer?

A quienes quiero. O a quienes detesto para ofre-cerles una suculenta comida envenenada.18.- ¿Qué palabras, frases, muleta, usas frecuen-temente?

"Acaso", "gozoso"19.- ¿Qué trabajo te ha resultado más pesado hacer?

No más pesado, sí muy difícil, leer un plano.20.- ¿Cuándo lloraste por última vez y por qué?

Ayer picando cebolla.21.- ¿Cuál ha sido tu mayor logro?

Traducir del sueco.22.- ¿Qué te produce el insomnio?

Me hace consciente del tiempo que se me escapa.23.- ¿Qué palabras te gustaría dijeran en tu fu-neral?

Los buenos chistes que siempre aparecen en esas circunstancias.24.- ¿Cómo te gustaría ser recordada?

¿Lo seré?25.- ¿Cuál ha sido la lección más grande que la vida te ha dado?

La solidaridad inesperada.26.- ¿Dónde te gustaría estar en este momento?

Donde estoy viendo por la ventana llover sobre el Ajusco.

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8 El Mollete Literario 15.10.2013

Por Amadeo Estrada

espiral

La Fragilidad en la música (segunda parte)

En la entrega anterior di comienzo al tema de la fragi-lidad en la música. La primera parte de este ensayo se refiere, en lo particular, al concierto para violonchelo de Schumann. Remito al lector a ese texto para conti-nuar con el presente.

Psicológicamente, Schumann estaba atraído por los comportamientos o humores antagónicos, prue-ba de ello son sus escritos como Eusebius o Florestán. Si en sus obras íntimas, revela a Eusebius –intimista y sensible–, en las orquestales nos encontramos más cercanos de Florestán –la encarnación del comporta-miento voluble, apasionado y extrovertido–. El con-cierto para violoncello y orquesta es un acto de pleno romanticismo, nos confiesa su ser pensando en voz alta, aunque queden al descubierto las obsesiones y las incongruencias –resaltadas por la disparidad entre el material del solista y el de la orquesta–. Este concierto forma parte de un mundo esquizoide. Se sitúa el com-positor en un tercer plano en el que muestra dos de sus posibles personalidades, caracterizadas, una por el solista y la otra por la orquesta.

Otras versiones de este concierto, como la de Ti-bor de Machula –un intérprete sobresaliente pero que no dejó grabado más que esta obra con Furtwängler, el Abendlied también de Schumann, el concierto de Dvoràk con Celibidache, uno de los de Boccherini y en 1971 el doble de Brahms con Hermann Krebbers al violín y Hans Vonk dirigiendo la Orquesta del Con-certgebow de Ámsterdam, difícil de conseguir–, le da también cohesión a la obra, un sentido que se antoja necesario; la orquesta, a diferencia de las demás ver-siones, aquí intenta no ser protagónica y se acelera siempre para dejar que sea el cello el que cante. Di-chos tempi no son comunes en Furtwängler. En los dos casos, el de Du Pré –abordado en la primera parte del presente texto– y el de de Machula, sobresale la expresión dramática como elemento de fusión para el resquebrajado concierto. Du Pré es brutal y coherente con la obra; de Machula es lírico y nos descubre líneas del cello con acentos en algunas frases que sólo evi-dencia su versión.

Mischa Maisky, con Bernstein, hace una interpre-tación menos dramática pero bien integrada en la par-te del cello, la orquesta falla en unirse al intérprete –la ruptura es evidente y la orquesta y el solista se unen como el agua y el aceite.

¿Por qué escribir una orquestación acompañan-te que no sólo no acompaña sino que se contrapone con el solista casi en todo momento? Si escuchamos los conciertos de Mozart, todos ellos, los de Beetho-ven o los de Brahms, re-salta una necesidad entre el instrumento solista y la orquesta. Brahms definía algunos de sus propios conciertos, el de violín y el segundo para piano como sinfonías con violín, o piano, según el caso, obli-gatto. En Schumann, sus palabras –una obra para cello con acompañamiento

de orquesta– nos llevan a pensar en un complemento necesario y lo escrito resulta antagónico. ¿Por qué la grandilocuencia en alguien que se caracteriza por las mayores su-tilezas?, pensemos sólo como ejemplo de ese refinamiento en el Dichterliebe…

Hay fragilidades claras en las obras mismas y el ejemplo citado en la primera entrega, del concierto para violín del mis-mo autor, es un caso aún más claro.

Ahondando en la fragilidad de la música y de lo que se dice de la misma, resulta obligado hablar del movi-miento historicista, en particular por algunas declara-ciones de uno de los principales e iniciadores de dicha corriente. Gustav Leonhardt asegura que es imposible separar la obra de un autor del medio físico -histórico- del mismo (Alexandre, 1997). Si seguimos ese pensamien-to, nos encontramos conque resultaría difícil que una obra trascendiera al tiempo de su creación y continua-ra siendo apreciable por las generaciones siguientes. Si necesitamos de los instrumentos de la época en que fue escrita la obra para realmente poder apreciarla o si necesitamos ser creyentes cristianos para entender y conmovernos por las Pasiones de Bach, entonces estaríamos restringidos a un mundo simplista en el que seríamos aún más incapaces de apreciar e incluso emocionarnos por el arte de la India, de China o de los pigmeos. ¿Les resulta imposible también a ellos apre-ciar la música o la pintura occidental? Todo ello parece una simplificación innecesaria. Este tipo de asevera-

ciones, como las hechas por Leonhardt, no son producto del arrojo de la ignorancia, sino del arro-jo del desprecio. En otro momento dice que para escuchar la música de Berio hace falta entender el tras-fondo teórico de su obra… (Alexandre, 1997). La música del compositor italiano es perfectamen-te apreciable sólo con la percepción, sería equiva-

lente decir que hay que dominar las técnicas del con-trapunto para apreciar un canon de Bach. Saber del marco teórico estético para apreciar su obra (Alexandre, 1997) resulta innecesario, asegurar que es indispen-sable, es arrogante. Lo mismo ocurre cuando afirma

Leonhardt en la misma entrevista que la litera-tura –clavicembalística– que cubre esos dos

siglos –XVII y XVIII, entre Frescobaldi y Duphly– es mucho más amplia que la

de cualquier pianista, en cantidad, en calidad, en diferencias de esti-lo. Baste recordar los cambios existentes entre Mozart y Nan-carrow o entre Chopin y Stoc-khaussen, o simplemente sólo dentro de las 32 sonatas de Beethoven, para darse cuenta de cuán ligera es esa sentencia. Las últimas sonatas de Beetho-

ven se aventuran a un mundo de grandes novedades, distante

del panorama haydniano de las primeras –si bien siempre muy per-

sonales en el mundo de Beethoven, como vimos en el ensayo a ese respecto

en el número 4 de esta misma publicación, en febrero de 2013–.

Esa visión cerrada produce muchas fragilidades históricas, algunas evidenciadas, por ejem-plo, en el estreno de la Consagración de la primavera, de Stravinsky, en donde Saint Saëns preguntó a quien tenía a su lado qué instrumento era el primero que escuchó y que da inicio a la obra, tras escuchar la res-puesta, un fagot, se levantó y se fue –el niño Olivier Messiaen, vomitó al escuchar esa música tan distinta de cualesquiera otras que hubiera conocido–, o el caso del estreno de la Gran Fuga de Beethoven, cuya sala fue abandonada por la casi totalidad del público, acusando al autor de demencia. Esa misma obra hoy es factible programarla con música de compositores actuales y no necesariamente destaca como la obra más antigua en contenido. Frágiles son los juicios musicales, el tiempo los cambia. Ésa, como tantas otras obras, ha trascen-dido a su autor e interpretarla con cuerdas de tripa resulta trivial frente a lo que puede decirnos de nues-tra propia época, haciendo alusión a la aseveración de Leonhardt. Si bien el historicismo tiene una evidente aportación a la manera de conocer y apreciar la música del pasado –tema abordado con amplitud en el núme-ro 5, en marzo de 2013, en este mismo suplemento cultural– y es posiblemente la mayor revelación inter-pretativa y una de las principales musicológicas de los últimos 60 años, las obras tienen una existencia propia que sobrepasa su tiempo. Sólo una música pobre y sin mayor interés que el del contexto responde a lo que Leonhardt afirma para el caso general.

BibliografíaAlexandre, Iván A. “Me convertí en músico para no hablar.” Entrevista a Gustav Leonhardt. Pauta, No. 62. Abril-junio de 1997. México D.F.

Robert Schumann

9El Mollete Literario15.10.2013

liBros-liBros

Por Porfirio Romo

Virgilio Piñera: nunca olvides el paraguas

H ay mucho escritores excéntricos en la

historia de las letras hispanoamericanas,

sin embargo, de entre ellos es notorio el caso de Virgilio Piñera

(1912-1979), un autor que vive en una época diferente a la que

le tocó vivir, por lo que sus contemporáneos no consiguen

comprender del todo su obra compleja, impregnada de una

profunda ironía que desconcierta y desubica a los lectores.

Este hombre curioso, largo y falto de carnes, con la mirada detrás de unos gruesos anteojos, deambuló por La Habana, siempre con un paraguas en la mano, en los mismos años que José Lezama Lima, con quien cultivó primero amistad y luego una enorme rivalidad que los llevó a enfrentamientos más que intelectuales. Guiller-mo Cabrera Infante relata algunos de sus encuentros, en donde el paraguas le fue de gran utilidad a Virgilio.

La obra que lo apuntala como un creador recono-cido es el poema La isla en peso, publicada en forma de plaquette en 1943 y ya antes había publicado la colección de poemas Las furias (1941), por lo que ini-cialmente fue considerado un poeta. El poema largo La isla en peso es una reflexión profunda y conflictiva sobre la existencia y el abandono, tema que hace eco con Muerte sin fin, de Gorostiza. No obstante, con el tiempo fue mucho más reconocido como dramaturgo. Estrenó en La Habana su obra más famosa, Electra Ga-rrigó, en 1948. Más adelante escribirá, dentro de este mismo género, Falsa alarma, obra con la que consigue ser el primer hispanoamericano creador de una pieza teatral del absurdo y, ya dentro del periodo socialista, escribe la censurada obra El ciervo, una inteligente y mordaz crítica al sistema igualitario que supone el co-munismo. Considerado por sí mismo como un hom-bre de letras, Piñera se negó a trabajar en cualquier otra cosa que no fuera la escritura, por lo que regular-mente fue un hombre de bolsillos flacos, a veces apo-yado por su amigo millonario y también escritor, José Rodríguez Feo y otras sorteando las necesidades con el magro emolumento de algunas entregas. Además, con su carácter contestatario y polémico, tuvo dife-rencias con diversos integrantes del grupo Orígenes, por lo que decidió emigrar a la Argentina. Allá pasó los últimos años, la primera mitad y los primeros de la segunda del siglo XX, participando ocasionalmente en algunos números de Sur, la emblemática revista publi-cada por Silvina Ocampo en Buenos Aires, en donde colaboraban Borges y Adolfo Bioy Casares. Es allá don-de escribe buena parte de su obra narrativa y consigue publicar la novela La carne de René, y en 1956 consi-gue que la editorial Losada de Argentina le publique el

volumen titulado Cuentos fríos. La narrativa de Piñera no es tan diferente en cuanto a sus obsesiones como poeta o dramaturgo; la ironía implacable, la burla so-bre las actitudes prepotentes de los hombres podero-sos, el conflicto profundo sobre la pregunta eterna del ser y el detalle de las diferentes miserias humanas se conservan como tópicos en muchos de estos cuentos. No hay fantasía en ellos, mucho menos cuadros de costumbres ni temas históricos, lo que a este cubano le interesa, fundamentalmente, es evidenciar la estúpida conducta de los hombres actuando en sociedad. Como en ese cuento titulado “El gran Baro”, en donde un empresario circense cree que puede encontrar talento en cualquier lado, pues lo importante no es la capaci-dad de los actores contratados tanto como su propio olfato y capacidad para nombrar oficios propios del espectáculo, así que decide hacer del primer miserable que se encuentra en un velorio, faltaba más, el más grande de los payasos, el genio que pue-de arrancarle risas al hombre más seco del mundo, instalado en su gesto impertérrito. Así nombra y crea al gran Baro, que de pronto, sumido en la mediocridad de una vida vana, se sabe nombrado y, por lo tanto, capaz de ser un divo del arte circense. Mata de risa al cuerpo diplomático acreditado en su país en la primera función, luego, en secuencia de oficios va redimiendo profesores, médicos, pianistas, sacerdotes y panaderos, todos son seducidos por las payasadas de Baro que no sólo los hace doblar de risa, sino que los transforma y los convierte en verdaderos payasos. Y ese es su gran drama, que él que convierte a docenas en payasos, sabe que en el fondo él mismo no será un verdadero payaso, sino un simple nombrado por el empresario. Y así, hasta que las más altas autoridades deciden aca-bar con la transmutación a montones que Baro hace de gente común en payasos y deciden ejecutarlo de la única manera posible: matándolo de risa.

Esta escena absurda del gran Baro no es sino una muestra de la capacidad de Piñera para hacer reflexión seria de una cotidianidad imposible, pero es en el cuen-to El muñeco, curiosamente eliminado de la edición cu-bana de sus cuentos completos, donde alcanza a recrear una atmósfera ridícula sobre la imagen de un estadista ególatra. Con fina ironía nos va detallando la transfor-mación que un ciudadano va haciendo de la figura pre-sidencial, convenciendo al poderoso de que sólo puede liberarse del acartonamiento que le obliga el protocolo si transmite toda esa carga negativa sobre un muñeco de él mismo. Lo paradójico es que mientras más transmite esas taras al muñeco, junto con ellas va cediendo el po-der que ejerce el presidente sobre las masas, llegando al absurdo de que el realmente aclamado no es el hombre real, sino el muñeco que lo sustituye. Es evidente que Virgilio nunca quiso hacer ironía sobre quien más ade-lante se convertiría en presidente por más de cincuenta

años, pues el autor publica esta narración en la ciudad porteña más de tres años antes de que Fidel Castro lle-gara al poder. No obstante, ya con Piñera nuevamente en La Habana, el régimen revolucionario se encarga, al paso de los pocos años, de perseguir y marginar al escri-tor y su obra. Ni siquiera es por motivos políticos, pues el hombre del paraguas nunca tuvo filiación alguna, sino por ser el objeto de la persecución que el hombre nuevo señalaba como el mal de las tres p: prostitutas, proxenetas y pederastas. Virgilio, en tanto homosexual, caía entre las redes de la renovada moralidad que canta-ba que “llegó el comandante y mandó parar” a aquellos que hacían de Cuba un garito. De esta forma, el autor de cuentos tan curiosos, como “El caso Baldomero”, de una supuesta estructura policiaca que no se parece a

nada (quizá tenga alguna filiación con el relato “La semana escarla-ta”, del mexicano Francisco Tario), pasó a ser ignorado en vida al pun-to de no ser siquiera mencionado en ningún círculo literario cubano. Mencionarlo desataba sospechas, nunca se supo exactamente de qué, pero durante la década del setenta, justo la última que vivió, el poeta, dramaturgo y narrador se convirtió en su propio fantasma.

Al paso de los años, de súbito y sin que hubiera una razón por ello, la obra de Virgilio Piñera se em-pezó a revalorar. Muerto el autor, varias de sus obras se volvieron a reeditar en La Habana, en donde la editorial Letras cubanas publica los

Cuentos completos, con la ausencia de varios de ellos en el volumen, no se sabe si por descuido o por seguir una línea. Lo mismo sucede con su obra dramática, que apa-rece publicado como Teatro completo (sin la consabida pieza El ciervo) y la Agencia Literaria Latinoamericana, así como Ediciones Unión, una dependiente del insti-tuto cubano del libro y la otra de la poderosa UNEAC, procuran la promoción de sus obras en el extranjero. De esa forma, desde finales del siglo pasado y principios de este, han ido apareciendo nuevas ediciones tanto en España como en México. Tal actividad sobre la obra pi-ñeriana sólo confirma que la exclusión del artista de los círculos oficiales obedecía a razones totalmente extrali-terarias, originadas en una homofobia irracional, como sucedió con Reynaldo Arenas.

Los últimos años de Virgilio fueron de completo abandono y nulo reconocimiento. Él, que aborrecía el trabajo distinto a escribir, tuvo que dedicarse a la tra-ducción del francés de obras encargadas por el estado. Luego del triunfo de la revolución cubana, nunca más pudo salir de su país.

Virgilio Piñera

www.grupotransicion.com.mx

10 El Mollete Literario 15.09.2013

Rosario Castellanos: El sentido Sacro del mundo

a contracorrientes

Por Óscar Wong

http://poesiadewong.blogspot.com

A pesar de su desaparición física, Rosario

Castellanos se yergue todavía como una

inteligencia insuperable en el ámbito de las letras mexicanas.

Tuvo clara conciencia de su mestizaje, de la rai-gambre cultural de una raza vencida, otorgando ma-durez y profundidad a sus poemas. Lo trágico, el tono elegíaco, a veces genésico, potencializan a sus textos líricos, dándoles un aspecto de gravedad y solem-nidad, por ende, Lamentación de Dido constituye un rango oracular; a través de heptasílabos y alejandrinos encubiertos, persiste la fuerza dramática, la liturgia, el sentido sacro del mundo. Su voz es un flagelo reflexi-vo que adquiere visos de ritual:

El amor también es observado con cierta resigna-ción y benevolencia, en un ámbito donde la afecti-vidad y las relaciones sexuales languidecen. El beso de los amantes tiene, indiscutiblemente, el sabor de las lágrimas (y pasión, según la idea cortesana genera-da por los poetas provenzales del siglo XII, significa sufrimiento). El amor siempre es invocado por Rosa-rio como recuerdo, como orfandad y muerte. Por lo mismo, la poetisa externa con numinosa contunden-cia: Matamos lo que amamos. Lo demás/ no ha estado vivo nunca (Cf. Bella dama sin piedad y otros poemas, Méx., 1978). Metamorfoseada en cantos elegíacos, trágicas transparencias intimistas, que se enhebran en versículos contundentes, con suaves hemistiquios, la conciencia sensible, interior, de Rosario Castellanos (México, D. F., Mayo 25 de 1925-Tel Aviv, agosto 7 de 1974) se determina por la soledad, el vacío y el desa-mor, términos recurrentes en la lírica de esta autora., acaso porque: “Todos los seres aman su destino”.

En su primera etapa, que va desde Apuntes para una declaración de fe (1948) hasta Lívida luz, Rosario Castellanos se expresa con un tono primor-dial, revelador. Aspectos genésicos, cosmo-gónicos, caracterizan a sus poemas. Hay una visión dramática, sagrada, de la exis-tencia, aunque siempre en pugna con su visión intelectual. La voz primera, míti-ca, frente a la creación del mundo, sin olvidar la significativa insignifican-cia del hombre, del individuo, ante la naturaleza. Paulatinamente la Castellanos va dando cauce a la reflexión, a su sentido de perte-nencia social, a su máximo va-lor como ser humano. Por eso el tono irónico, acervo, ácido a veces. Y es que como ente imbuido en un proceso social, muchas veces denigrante, hostil para su con-dición de mujer, la poetisa responde a su naturaleza, y convicción social; por consiguiente, hay transforma-ción en sus contenidos: Sobre el cadáver de una mujer estoy creciendo,/en sus huesos se enroscan mis raíces/y

de su corazón desfigurado/emerge un tallo vertical y duro.( Origen”, en De la vigilia estéril, Cf. Poesía no eres tú., Obra poética. 1948-1971, Méx., 1972).

De la precisión metafórica, de sus altos y amplios recursos estilísticos, que descansan en los aspectos polisémicos, parte hasta desembocar en un verso claro, directo, donde el ritmo y la entonación provocan ese alien-to poético, esa respiración caracte-rística del verso. Y aquí vale resaltar lo que señala Eduardo Nicol: la emoción determina al ritmo, a la musicalidad versi-cular. Se apoya, indiscutiblemente, en el golpeteo silábico, en los encabalgamientos, en los silencios connaturales para provocar la musicalidad, pese a la utilización de los enunciados que define el contenido amargo de su expresión y que, acaso, se vuelve defini-toria: Una mujer camina por un camino estéril/rumbo al más desolado y tremendo crepúsculo./Una mujer se queda tirada como piedra/en medio de un desierto/o se apaga o se enfría como un remoto fuego./Una mujer se ahoga lentamente/en un pantano de saliva amarga”.

Castellanos reflexiona líricamente sobre el mundo. Su voz exterioriza lo sensible y da respuestas a la rea-lidad contradictoria: Estoy aquí, sentada, con todas mis palabras/ como una cesta de fruta verde, intactas. (Cf. El rescate del mundo, ibíd., op. cit.). Fatalmente materialista

en las crepitaciones solitarias de la creación, en esa soledad en llamas, como concebía Gorostiza a la inteligencia, en un universo, en una sociedad patriarcal, varo-nil, según la Dra. Jean Franco (Cf. Las conspiradoras. La repre-sentación de la mujer en México, 1994). Por eso, en voz de Ro-

sario: El mundo gime estéril como un hongo.

Rosario no canta: reflexiona, y se erige en la conciencia sensible, en

ese vacío que pretende llenar la me-moria. Emociona, sí, pero no conmocio-

na. Por eso su deseo de prescindir de los in-numerables aspectos retóricos. En su primera etapa,

insisto, como todo autor auténtico, como todo vate que sabe captar los planos superiores, la Castellanos toca los niveles de la profecía, e incluso prefigura su muerte: Ya no tengo más fuego que el de esta ciega lámpara/ que camina tanteando, pegada a la pared/ y tiembla a la ame-naza del aire más ligero./ Si muriera esta noche/seria sólo como abrir la mano,/como cuando los niños la abren ante su madre/para mostrarla limpia, limpia de tan vacía.(Cf. De la vigilia estéril).

En la obra lírica de esta autora sentimos, y com-partimos, la honestidad y la valentía con que asume su condición de mujer. En esta busca de huellas y de tiempos, la fortaleza espiritual de Rosario alcanza una estatura de primer orden. Su riqueza interior, frente a la adversidad del mundo materialista y varonil, se vigoriza y forja poesía. Después de todo: Sólo el silencio es sabio, como expresa de manera definitoria. Como novelista, desde los años 50 pretende exteriorizar el mundo indígena de Los Altos de Chiapas, lleno de vejaciones, como consecuencia de la estructura cla-sista de la entidad federativa, cuyo tejido social siguió en plena descomposición, agravada por el conflicto étnico-campesino del 1° de enero de 1994, y que tan bien prefigurara la autora.

Como poetisa, supo visualizar la intimidad de la mujer, otorgándole su dimensión exacta, justa; como ensayista reflexionó sobre los claroscuros de una so-ciedad que relega la condición femenina, por el sólo hecho de la diferenciación sexista. En cambio su narra-tiva adquiere una vertiente más de denuncia social. Su infancia en Comitán (la mítica Balún Canán), tierra, de sus mayores, su trabajo en Los Altos de Chiapas, pre-cisamente en las comunidades indígenas; su constante preocupación por la injusticia y la violenta realidad de su congéneres, la llevaron a crear un universo narrativo de primer orden. Su visión crítica aún pervive y co-bra vigencia en nuestro tiempo. Sus obras Balún Canán (1957), Ciudad Real (Cuentos. Universidad Veracruzana, Xalapa, 1960), y Oficio de tinieblas (Méx., 1962), están más allá de la simple ficción y del marco de la sociolo-gía. Aquí, más que nunca, se advierte esa concepción de la literatura como refiguración de la realidad, partiendo de una lectura correcta del entorno.

Como poetisa, supo visualizar la intimidad de la mujer, otorgándole su dimensión exacta, justa; como

ensayista reflexionó sobre los claroscuros de una sociedad que relega

la condición femenina, por el sólo hecho de la diferenciación sexista.

en su segunda y última etapa, con-siderada desde Materia memorable

hasta Viaje redondo (1972), y quizá por lo mismo, sin el anterior destello de

religiosidad, su obra lírica refleja, desde luego, su concepción estética del mundo,

su particular sentido de la vida, apoyada en la meditación, en los factores del pensar, en

la dimensión social, sin olvidar el hálito poé-tico. Su propuesta lírica es ahora más directa,

diversificada. No le interesan, por razones co-municativas, los aspectos metonímicos del verso,

sino el modelo expresivo directo, caracterizado por la imagen enunciativa, como es, también, la característi-ca de Jaime Sabines. En este sentido, la obra poética de Rosario Castellanos constituye un magnifico testimo-nio de la expresividad rotunda de una mujer enredada

11El Mollete Literario15.09.2013

Alice Munro, Premio Nobel de Literatura 2013,(Cómo lee, y cómo escribe sus cuentos)

De la Redacción

L a Nobel cuentista, en un ensayo que escribió para

un libro editado por John Metcalf, describió su

manera de leer otro cuento. Según palabras del recopilador, dicho ensayo causó gran inquietud y

perplejidad entre los académicos más anticuados, pero está lleno

de sentido para sus compañeros escritores.

“En primer lugar explicaré mi manera de leer los cuentos de otros. Para empezar, aclaro que puedo iniciar mi lectura en cualquier lugar del texto; leer del principio al final, del final al prin-cipio, desde cualquier pasaje a la mitad del cuen-to y en cualquier dirección. Así pues, es evidente que no abordo una historia y la sigo como si fuera un caminito que me lleva a algún lugar y cuyo re-corrido ofrece lindos paisajes y agradables entre-tenimientos. Una vez que me introduzco en una historia, avanzo y retrocedo; me detengo aquí y allá; de esta manera, permanezco en ella un buen

rato. Es algo así como una casa: todos conocemos la capacidad que tiene una casa para delimitar espacios y para inventar conexiones entre los es-pacios ya delimitados, la manera en que consigue presentar el exterior como algo insólito. Esta es la manera más exacta en que consigo describir lo que un cuento hace conmigo y lo que pretendo que mis cuentos hagan con los demás.” (Cuento Canadiense Contemporáneo, Breve Antología, John Metcalf, Prólogo, selección y notas, traducción del inglés: Juan Carlos Rodríguez, UNAM, Edi-torial ALDUS, S.A. México, 1996)

La Nobel de literatura acogió el premio increí-blemente feliz.

Para Margaret Atwood (The Guardian, 10-10-2013), excelente poeta y narradora, a quien año con año los canadiense apostaban para ganar el más codiciado de los premios literarios, dice que inicialmente Alice Munro, estaba considerada como un ama de casa cuya escritura doméstica era aburrida, y que difícilmente alcanzaría la per-fección. No obstante esta creencia, el fallo de la Academia Sueca enfatiza en su “armonioso estilo de relatar, que se caracteriza por su claridad y rea-lismo sicológico.”

FELICIDADES A ALICE MUNRO, QUIEN EN ELLA, EL CUENTO FUE RECONOCIDO COMO UN GÉNERO LITERARIO RELEVANTE EN 2013. Alice Munro

12 El Mollete Literario 15.10.2013

poesÍa

Coordinador: Freddy Secundino S.

ApocalipsisLiliana Ramos Rosano (Puebla, Mex.)

Cuando el cielo y el mar se inviertan

y pueda observar las vértebras sobre mi cabeza,

sabré que es el fin (tal vez de mi vida, de tu historia

o la de ambos).

Cuando descubra que el destino

no es más que el experimento de un dios misógino

y sabio

que usa para llevar a sus criaturas a la demencia,

al ritmo de sus dedos,

sabré que la propia existencia es ajena.

Cuando el cielo se caiga sobre mis hombros,

negro como un abismo,

y me consuma en el seno de la masa estelar,

sabré que el poder intelectual de uno

supera la fuerza masiva.

Cuando el humo me añada a su nomenclatura

y me confunda con el aire,

sabré que soñar no es más que una neurosis

que da cuando la realidad se vuelve insoportable,

y así, sin mecanismos de defensa, me dejaré morir.

PoemínimosYunuén Márquez (10 años, México DF)

Body paint

Sintió un roce en la mejilla

y se le pintó un beso.

Frágil

Me estrapaluciaste…

Rompiste mi frágil corazón.

Yo

Las arañas, mi terror.

El ballet, mi pasión.

El estudio, mi camino.

La poesía, mi destino.

La bella voz

Los cantos de la ternura Adriana Tafoya (México DF)

(3) El sueño ha cambiado

Camino sobre el fuego

no sobre las aguas pequeño mío

por eso siempre necesaria

para ti seré

y cada vez

que asesinarme intentes

me verás brillar en los ojos

de tu víctima

de la nueva, de la otra

y en la siguiente mirada muerta

radiante otra vez.

Nunca estoy indefensa.

A donde vayas

todo te recordará a mí

y en todo verás la tierra.

Irónico será verte

jugando al tigre

con un mechón

de mi melena.

Atrancaré las ventanas

de tu mente,

y no tocarás el himen del espejo

no escupirás tu semen en mi cara

no podrás cortar la cabeza

del dragón.

FidelidadDesirée Jiménez (España)

Adela se tambaleaba constantemente porque se sen-

tía inclinada hacia dos hombres distintos. Los días

impares la llevaban a los brazos de A, su amante, por

el que sentía devoción. Los días pares la conducían

al lecho de Y, su marido, acuciada por el deber ma-

rital. Como no quería faltar el respeto a ninguno de

los dos en la cama, se prometió que siempre gritaría

el nombre de ambos cuando hiciera el amor. Así,

cuando sudaba sobre el cuerpo del amante, gritaba

AY, AY, y cuando temblaba bajo el peso del marido

gritaba YA, YA.

De coloresIrene G Punto (España)

Yo veo la vida color rosa

y tú, color gris.

Y eso me pone negra.

13El Mollete Literario15.10.2013

cosecha roja

Por Mauricio Leyva

Una mirada por La ventana misteriosa

La sociedad es una madre que, la mayor de las veces, disfruta devorando a sus cachorros. Por ello es insen-sata, fría y goza cuando convierte a los hombres en sus marionetas. La ventana misteriosa del maestro Ray-mond Chandler, es una interpretación de esa sociedad la cual resulta ser todo, menos cursi y ridícula.

Construida como uno de sus mejores personajes, la sociedad es el camuflaje de Philip Marlowe un anti-héroe de la ciudad salvaje que lo ocupa como sparring y, las más de las veces, lo acompaña en una serie de de-rrotas e histeria. Macho cínico, bohemio, oscuro y toscamente sentimental, Mar-lowe es como un boxeador de barrio bajo, no se cansa de golpear y de ser golpeado. Estereotipo de sus narraciones, este in-teresante detective es quien en primera persona narra el comienzo de La ventana siniestra, con un estilo personal que desde el inicio resulta seductor:

Todo lo que sabía respecto a esa gente era que se trataba de una tal señora Elizabeth Bright Murdock y su familia, y que ella que-ría contratar a un detective privado, eficaz y limpio, que no dejase caer cenizas de ci-garrillo en el piso y que nunca llevase más de una pistola. También sabía que aquélla era la viuda de un viejo chivo con bigotes llamado Jasper Murdock, que había ganado una fortuna ayudando a la comunidad, y cuya fotografía aparecía siempre en el diario de Pasadena en el día de su aniversario, con las fechas de su nacimiento y muerte, y el epígrafe: Su Vida Fue Su Lucha.

Con tan sólo este fragmento el lector percibe la elegancia de su estilo en la revelación del perfil de los personajes, la cual, combinada con un magnífico estilo de palabras cuya salvaje naturaleza nos provocan el no soltar la novela, sobre todo, cuando Marlowe se mues-tra rebelde con el sistema que prostituye los ideales encargado de promover: la policía.

Contra ese sistema el detective rudo y su frágil anciana se confabulan para hurgar en una trama que inicia con la desaparición del doblón Brasher. Con eso se desata una historia llena de acertijos, asesinato y chantaje. Personajes como Leslie Murdock y Merle Da-vis enriquecen la novela:

Leslie Murdock vestía un traje verdoso y su cabello pa-recía húmedo, como si acabase de tomar una ducha. Se sentó inclinado hacia delante, mirando las punteras de sus zapatos y haciendo girar un anillo en su dedo. No tenía a su larga boquilla negra, y parecía un poco desamparado sin ella. Incluso su bigote parecía más caído que en mi ofi-cina. Merle Davis no había cambiado desde el día anterior. Probablemente siempre estaba igual. Su cabello cobrizo es-taba estirado con idéntica fuerza, sus lentes con montura de carey parecían tan grandes y vacíos como antes, los ojos que había atrás resultaban igualmente vagos. Tenía puesto el mismo vestido de hilo con mangas cortas, sin ninguna clase de adorno, ni siquiera aros. Tuve la curiosa sensación de estar viviendo nuevamente algo que ya había ocurrido.

—Muy bien, hijo —dijo tranquilamente la señora Murdock, sorbiendo su oporto—.

Cuéntale al señor lo que ocurrió con doblón. ¡Me temo que deberá saber!

Ante la trama que hizo de La venta-na siniestra una novela prácticamente de culto, surge de inmediato la sen-

tencia de sobra conocida en la edición de Emecé que ha hecho de La ventana siniestra: la honradez es un asunto anterior a la invención del dinero.

Considerado el padre del género policíaco, Ray-mond Chandler reafirma su maestría en la narrativa de este tipo y tensa el arco dramático de su historia hasta el extremo:

Desde la habitación de Pietro Palermo se veían las ventanas del departamento donde había sido asesinado George Anson Phillips.

El alto italiano de tez oscura y la hermosa cabeza de cabellos de un gris acerado leyó mi tarjeta y dijo:

—Tengo que atender un negocio dentro de doce minu-tos. ¿Qué desea, señor Marlowe?

—Soy la persona que encontró ayer al hombre muerto en la casa de enfrente. Era un amigo mío.

—Eso no es lo que le dijo a Luke —comentó, después que sus fríos ojos negros me estudiaron durante un rato.

— ¿Luke? —Es el encargado de la casa. —No me gusta hablar mucho con desconocidos, señor

Palermo. —Es una buena costumbre. Pero, entonces, ¿cómo ha-

bla conmigo? —Usted es una persona de prestigio, un hombre impor-

tante. Puedo conversar con usted. Usted me vio ayer. Me des-cribió a la Policía. Con gran precisión, según me contaron.

Este es la antesala del final de una gran novela, de una historia original, auténtica, en la que símbolos y personas opuestas convergen de forma natural en una historia inolvidable. El filo de sus hojas asemeja un delgado balcón, en él danzan el suspenso y la intriga y son, sin lugar a dudas, el marco de la ventana sinies-tra que el propia Chandler abrió para nosotros. Para conocer el final será necesario colarse por ella bajo la advertencia de que Marlowe estará allí de pie fuman-do, hosco, duro e inquebrantable.

Novedades literarias de la Quincena

Por El Bolillo Escéptico

Viajeros primer libro de cuentos de Miguel Ángel Ortega Mejía, de entrada señala que: “Las novelas deben ser cortas, como la vida. Deben ser historias que se disfruten y diviertan. Una Reflexión espontá-nea y al final, la convicción de ser viajeros”. En esta novela se presentan nueve historias urbanas, en la que desfilan una serie de increíbles personajes tan comunes y extraños como cualquiera de nosotros. Y como señala acertadamente el escritor Benito Taibo “Viajeros”, es un rompecabezas y un fresco, crónica y homenaje, tratado y guía última para valientes y descarriados que podrán perderse sin miedo a las letras, sabedores como algún poeta griego y ciego, que lo importante siempre es el viaje y no el destino. Es pues un libro para leer en fin de semana, o en el transcurso de un viaje.

Por Amor a Julia novela de Cecilia Urbina, es-critora de larga Carrera en el periodismo cultural y la docencia, hoy nos presenta esta novela con esa fres-cura que siempre la ha caracterizado en sus reseñas, ensayos y crítica literaria desde aquel suplemento “Sábado” dirigido por don Huberto Batis en el des-aparecido UnomásUno de Manuel Becerra Acosta. “Por amor a Julia”, es una novela de corte policiaco en la que desde las primeras páginas capta el interés del lector. La historia gira en torno a dos hermanos que se verán involucrados en una situación total-mente inesperada, y que creará en la mente del lector esas preguntas de: ¿Será por amor a Julia?, ¿Por ven-ganza? , ¿Celos? o… lo que usted se quiera imaginar.

Amanece fría la mañana cuarta novela de la joven escritora Dalia Siman Druker que con una narración clara y precisa, nos conduce a través del relato de su historia. En la que los personajes Marisa, Pilar, Marcelo, Jorge, Santiago e incluso la misma au-tora tienen algo en común… Aman. Una narración en la que; tangos, olores, colores y sabores estarán presentes en esa historia que transcurre entre Espa-ña y México. En sí “Amanece fría la mañana” relata el exilio de Pilar y Antonio quienes con su partida dejan años atrás. Y al final todos los personajes, cada uno en su momento… amanecen en una fría maña-na. Usted decide sí se toma un café y quiere iniciar la lectura, para no tener una fría mañana en este mes de octubre.

Praga 56 de Gabriela de Fuentes, ésta, su segun-da novela, relata la historia de un grupo de inquilinos que habita en el edificio de la calle de Praga 56, en el que se va desarrollando un ambiente de intriga y misterio. Entre los personajes sobresale Lina, una niña de 10 años que lleva una vida solitaria e in-trovertida. En el inmueble de cinco pisos en el que hay un Penhouse que recién lo llega a habitar una anciana en silla de ruedas. La relación de los que ha-bitan el edificio se verá trastocada al ocurrir una serie de asesinatos. Los residentes se encontrarán en un enigma: ¿quién es el asesino encubierto y quién es su próxima víctima? Lina descubrirá a un personaje extraño que por las noches se aparece cerca de un árbol que se ubica en el patio interior, pero ninguno de los vecinos le cree…. ¿Y usted se atreverá a leer esta historia.

Esperamos que disfrute de estas novelas de Edi-ciones Felou .Disponibles también en libro electró-nico. Más novedades literarias en www.facebook.com/felou.ediciones

Raymond Chandler

14 El Mollete Literario 15.10.2013

Por Beatriz Espejo

La modelo“Y que ardiente deseo obsesiona

mi alienado corazón.”Safo.

N o conduzcas tan aprisa. Los volkswagen no

deben correrse a más de cuarenta. En el

velocímetro la aguja marca setenta, a veces se inclina hacia la derecha

según oprimes el acelerador. Setenta, ochenta, setenta,

ochenta. La vegetación tropical de Cuernavaca, bugambilias e hibiscos manchando de rojo los camellones.

Luego, una curva pronunciada, rocas abiertas en dos a fuerza de dinamita y pinares apuntando un cielo sorprendido. ¿Por qué preferir este coche? En el garage dejaste el otro grande y estable para correr sin problemas. Ochenta, noventa, cien. Te hablan y no contestas, tienes la costumbre. Razonas en cosas ajenas como si te salieras del mundo. Desde el vier-nes pasado te sientes mal, duermes con dificultad. Te levantas para buscar pastillas que sólo te amodorran. Abres los ojos, esperas ardientemente el sol de las nueve y hallas oscuridad de la madrugada. Por la cortina se filtra la luz del farol de la calle. Sientes un hueco en el estómago, una especie de inquietud se-mejante a un ardor por dentro. Te volteas boca abajo. Recuerdas la mirada de Ricardo irritada por los co-ñaques que tomó en tu compañía. Experimentas una repentina frialdad lejana del agradecimiento que te inspiró cuando le creíste una especie de milagro. “La pureza del corazón consiste en querer una cosa”. ¿Escribió eso Kierkegaard? Perdiste la pureza porque no deseas cosa alguna aunque el hueco en el estóma-go te hace extrañar a Ricardo. Echas de menos su conversación chispeante, llena de contrasentidos, de ideas tergiversadas y sin embargo divertida. Confor-mas su imagen en traje de baño y en aquella alberca donde ambos se asoleaban, y de pronto necesitas acariciar su espalda. “La pureza del corazón consis-te…” ¿Por qué conduces tan rápido? No hay prisa por llegar. En el asiento trasero duerme tu perrita. Sentada junto a ti, tu madre dice algo. No la escu-chas, no le contestas. Es aburrido permanecer conti-go cuando te alejas estando presente. ¿Rememoras entonces tu infancia? ¿Una especie de felicidad inve-

rosímil en la cual te supusiste predestinada para lo mejor? Te preguntas cómo empezaste a fallar y en qué momento al presentarte la disyuntiva preferiste la ruta errada. Piensas en Ricardo, antes había sido Pablo y antes Mauricio y antes Enrique y antes. Va-rios de ellos opinarían que eres humorista, alabarían tu sentido de la alegría. Ninguno adivinó que te reías mucho como una obligación. Ninguno sospecharía tampoco lo cansada que te encuentras. Bostezas, los párpados casi se te cierran y, al mismo tiempo, sabes que al llegar la noche no podrás dormir, no contro-larás un temblor interno y constante. Sube el Velocí-metro, aceleras. En las curvas pierdes el carril, co-queteas con las pendientes. Tú, la del rostro honesto, convertida en lo que cualquier mujer de treinta años quisiera ser. Disciplinada, trabajadora, luminosa-mente limpia, capaz de ganar dinero con tanta facili-dad como lo gastas; pero ahora las pelucas, el maqui-llaje exagerado y las pestañas postizas te aburren hasta la náusea. Te enfermas con la idea de enfrentar-te a tu fotógrafo siempre insatisfecho, el mismo que te inculcó miedo a que los años pasen denunciando su inevitable saldo de arrugas y deformaciones. Tu secretaria considera trágica una herencia de clase media que no logras superar. Conservas todavía pu-ritanismos demodados. Ricardo intentó cualquier medio para llevarte a su cama. Se pregunta por qué no acep-taste. Ignora tu miedo a esta sensación imprecisa con la cual regresas. Al planear el viaje alentabas el propósito de verlo, sin embargo desde el hotel can-celaste la cita que acordaron para cenar. Hacía poco te entu-siasmaba aquel hombre alto y elegante exasperándote con sus talentos de seductor. Algo así como sostenerse en el rojo mientras la ruleta marcaba el negro. Quizás ya te deprimen los moteles, los riesgos y las aventuras furtivas. No corras tanto. En los coches pequeños la velocidad resulta peligrosa y

a lo mejor por un accidente ni se muere uno y queda inválido o contrahecho. Reconstruyes la caricatura del gato empeñado en comerse un canario vivara-cho. Hubieras anhelado que te atraparan, que al ce-sar el asedio surgiera un sorpresivo silencio. Para entonces el gato se consideraba vencido. Las nubes coronan las montañas como algodones plomizos puestos allí para ensombrecer el panorama luminoso unos kilómetros atrás. Mauricio te buscó en Cuerna-vaca. La semana anterior le confiaste que irías. Dio contigo porque regresas siempre a los lugares cono-cidos. Bastó con telefonear a la Hostería de las Quin-tas preguntando si habías tomado una suite. Otra vez más lo juzgaste conceptuoso y frío. Te asustan sus labios duros: ello no obstante, cuando bebió va-rios martinis adoptó una risita entre pícara e insi-nuante. Comieron pollo al curry en un restaurante cuyos jardines estaban concurridos por norteameri-canos ataviados como para epatar a los pavos reales que el dueño del establecimiento mantiene cebados. Notaste la delicadeza de los geranios sobre la voz de tu madre emitiendo notas agudas en la referencia ofi-cial de los agraristas que les quitaron la hacienda, los otoños del abuelo en Europa cuando no se viajaba a plazos, los turistas empeñados en visitar semanal-mente la casa museo de la tía Emilia, el monumento

cuento

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fúnebre que la familia conserva en prueba de sus an-tiguas glorias. Mauricio seguía el casi monólogo con una expresión que interpretaste como de paciencia infinita, hasta que irónico y chocante –la frase fue un zarpazo-, dijo que las mujeres carecen de espíritu. Tu madre se interrumpió desconcertada. Durante un se-gundo insonoro pareció aludirse; sin embargo lo pasó por alto y celebró las excelencias del postre. Miraste las bellas manos de tu anfitrión, sus ojos in-cisivos. Te inquietó lo que ocultaban sus facciones regulares. Se apoyaba en ideas rígidas y preconcebi-das tomadas de Uspensky, un filósofo que detestas porque simpatizas con Catherine Mansfield. Evocas la anécdota ¿dónde la leíste? Sobre la escritora tuber-culosa y moribunda en un establo cercano a París, y el momento en que su maestro le apagó la vela que la alumbraba, su último asidero a este mundo. Le preguntaste a Mauricio si realmente creía que las mujeres carecen de espíritu. Te respondió que las considera divinas y lo suficientemente encantadoras para ilustrar, como lo has hecho, la portada de Vogue y sonrió atusándose el bigote, mientras miraba a una señora de senos ostentosos ubicada en una mesa contigua y jugueteaba un cigarrillo entre los dedos de la mano libre. Ricardo te contestaría que lo tienen deformado por el sistema económico existente. Sue-le tomarla con el comunismo entre comillas. Una noche intentaste explicarle esto que sientes. Se burló de ti. No entiende que se padezca ostentando un broche de esmeraldas sobre un vestido de Pucci, como si tales cosas resultaran unos amuletos infali-bles. Te examinó las piernas y retornó a su cometido de gato perseguidor. Fatigada quisiste dejarte apre-hender; te aburren las promesas de nuevos encuen-tros epidérmicos que por otra parte siempre propi-cias. Acudió al socorrido argumento de que nada reciben los avaros, sin intuir que lo veías como un playboy con las armas rotas y que no procuras tran-

La autora fundó la revista El Rehilete en 1959. Recibió el Pre-mio Nacional de Periodismo en 1983 por sus colaboraciones en diario y revistas. En 2001 el municipio de Oxhutzcab, Yucatán, creó el Premio Nacional de Cuento Beatriz Espejo.

sacciones románticas. Te felicitó. Encontraba sincera tu expresión en el comercial donde anunciaba lava-doras ante los televidentes, y se interesó por tus pla-nes futuros. Respondiste que quizá tomarías un res-piro, una tregua. Llueve torrencialmente, graniza. El coche patina un par de veces. Aceleras. De propósito coges mal las curvas, casi te despeñas. Tu madre en-ciende la calefacción, te pide nerviosa que no vayas tan rápido porque se pueden matar. Dejaste de dor-mir desde que el papel de canario empezó a cansarte. Tu apariencia lo acusa. Bajaste de peso y se te estragó la cara. Pierdes la frescura del cutis por el cual te escogieron los dirigentes de Estée Lauder para la pu-blicidad de sus artículos de belleza; además trabajas mucho. Inventas quehaceres, asistes a todas partes, a los cocteles, a las galerías de pintura. No pierdes la oportunidad de aparecer en público aun sabiendo las consecuencias. Una regla fundamental de tu pro-fesión radica en no popularizarse demasiado. Hablas de abrir una boutique con tu nombre, derrochas la suma destinada para el proyecto. ¿Cuánto transcu-rrió desde que en la escuela disfrutabas aquellas ton-terías infantiles, premios, triunfos, competencias?

Escuchas de pronto un trueno. El volante vibra, te aferras a él; apenas controlas el auto. Huyen unos minutos violentos, logras detenerte en la cuneta. Tu madre habla del percance, recuerda que te lo había advertido. Esperas. Aparece la grúa que ayuda a los viajeros en problemas. Amaina la lluvia. Persisten unas gotas. Hombres uniformados te cambian la llanta. Tu madre les agradece sus esfuerzos. Baja del automóvil, se aleja varios metros. La sigue tu perrita en la que no reparas. Permaneces sentada. El mecá-nico te asegura que el incidente sólo fue un susto. En-ciendes el motor. Buscas el espejo, te prodigas una mirada dolorosa y capturas dos imágenes amadas dis-poniéndose a regresar. Furtivamente ves en la guante-ra el catálogo que hiciste para la Ford Model Agency, tú, optimista e internacionalizada. Ves también el pre-cipicio. Oprimes un pedal y no importa ya que en la disyuntiva escojas el camino equivocado.

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pasión y escritura

Por Alejandro García

La luminosa oscuridad de William Styron

William Styron murió el primero de noviembre de 2006. Dejó novelas fundamentales dentro de la litera-tura norteamericana del siglo XX: Tendidos en la oscuri-dad (1951), La larga marcha (1952), Esta casa en llamas (1960), Las confesiones de Nat Turner (1967), Sophie (1979). Publicó, además, sus memorias, Esas visible os-curidad (1990) y un libro de relatos, Una mañana en la costa: tres historias de juventud (1993). De su volumen de ensayos The Quiet Dust: And Other Writings (1982 y, corregido y aumentado, 1993) no tengo noticias de traducción al español. Después de su muerte han apa-recido otras obras y al parecer ninguna ha superado a las ya consideradas mejores.

Para ciertos amantes de lo rotundo, las novelas de 1951, 1967 y 1979 dibujan de una línea ascendente dentro de la mejor literatura. Tras el éxito de Sophie y la aportación del cine (más fiel al título, La decisión de So-phie) para que tal escalamiento se lograra, la producción de Styron pareció desvanecerse en las alturas: sólo un breve libro de memorias, los 3 relatos y los ensayos no traducidos al español.

Salman Rushdie alaba a nuestro autor, junto a un grupo de escritores encabezados por Susan Sontag en el PEN Club; en los momentos en que la fetua de Jomeini está más vigente, los británicos lo ven como un estorbo y un alto costo, y los Estados Unidos se encogen para no tomar un problema que no les corresponde y que no les redundará beneficio alguno en el juego de fuerzas del poder, estos escritores nortea-mericanos buscan soluciones a la infame sentencia. En Joseph Anton. Memorias, es-cudado tras un Suplicante recuerda:

“Señor presidente —dijo—, cuando salga de la Casa Blanca tengo que ir al Club de Prensa, y allí habría muchos pe-riodistas deseosos de averiguar qué ha dicho usted. Me gustaría poder decirles que Estados Unidos se suma a la cam-paña contra la fetua iraní y da apoyo a las voces progresistas de todo el mun-do.” Clinton asintió y sonrió. “Sí, pue-de decirlo —respondió—, porque es la verdad.”. Fin de la reunión, pensó el Suplicante con un acorde triunfal en el corazón. “Tenemos amigos comunes —añadió el presi-dente—, Bill Styron, Norman Mailer. Han estado persi-guiéndome en su nombre”.

La breve alusión indica a un escritor ubicado en el bando demócrata, amigo del presidente, quien se-guramente podrá decir que lo ha leído, como, en su momento Kennedy hizo con Hemingway y, ahora, Oba-ma hace con Jonathan Franzen. Styron, que cosecha los frutos de su obra, metido a activista social, político, ideológico, acaso habría quedado a debernos otra obra de gran aliento.

La aparición en la memoria de Rushdie me regresó a Esa visible oscuridad, libro que leí allá por 1993, pre-juiciado por el dicho de que ante la falta de una gran novela, escribió sobre la tragedia de su vida, el apo-deramiento de la depresión de todas sus actividades, alrededor del año 1985.

Después de la relectura me he reencontrado con otro William Styron.

El personaje de este libro es un yo abatido, derro-tado, justo en el momento en que recibe en Francia El Prix Mondial Cino del Duca, dotado con 25 mil dólares y recibido antes por Lorenz, Carpentier, Anouilh, Si-lone, Sajarov, Borges y Mumford. Styron es incapaz de cumplir el protocolo y se compromete a comer con su editor a la misma hora que deberá hacerlo con quienes lo han premiado, encabezados por la viuda de Del Luca.

Es sólo el principio. Styron revela que donó a orga-nizaciones de fomento de relaciones francoamericanas el grueso de la cantidad del reconocimiento y sólo se dejó lo necesario para dos boletos del Concorde, para regresar a Nueva York al día siguiente y recibir ayuda psiquiátrica. El evento habría de terminar con la carica-tura de los comensales buscando debajo de las mesas el cheque de Styron, pues por consecuencia de su grado de inutilidad se le escurrió de la bolsa del saco.

En el apartado segundo hace una bellísima rela-ción de su escritura, de los resortes que la han movi-do y Albert Camus. De hecho, pudo haber conocido al argelino de no haber muerto en el accidente auto-movilístico. La reunión estaba programada. Styron confiesa los pasos propios y los de Camus, los de Meursault y los de algunos de sus personajes. Y, des-de luego, la pregunta de Camus en El mito de Sísifo en

torno al suicidio y a si vale la pena vivir.Desde allí Styron dispara sus flechas

lo mismo a la creación, a su estado, que a los diversos casos de depresión que ha documentado o que deduce a partir de los comportamientos: la inmovili-dad, el miedo, el no deseo. Y después, en muchos de los casos, la búsqueda de la muerte, el suicidio, como el caso de su amigo Romain Gary y su esposa.

La depresión es un despeñadero del que poco se sabe, una invasión silenciosa, una tormenta en el cere-bro, desasimiento de la vida y de la obra. Sólo la pro-tección de su esposa, Rose, que lo lleva al hospital en el momento en que, a pesar de ser unipolar, si bien no maníaca (a veces eufórica), y por lo tanto a cubierto de la bipolaridad, se aparecen los llamados de la muerte, le permite vivir para contarlo y para escribirlo.

De modo que este libro primero es una conferencia pronunciada en 1989 en Baltimore, en un congreso so-bre desórdenes mentales y ese mismo año se convierte en ensayo para la revista Vanity Fair. Al año siguiente aparece en forma de libro y deja de ser un caso clínico para convertirse lo mismo en memoria que en actuar de personaje narrativo. El narrador se desprende del padre y vive su propia aventura.

Styron escribió a menudo en el filo de la navaja. Sus novelas causaron controversia por la ubicación de sus personajes, ya fueran esos personajes sureños ator-mentados, inocentes de origen y víctimas de religiones fundamentalistas y de estigmas (derrotas) sureñas en Tendidos en la oscuridad, Esta casa en llamas y Sophie, ya fuera el negro rebelde, en las fronteras de la, décadas después, guerra fratricida, la lucha por la libertad y el reconocimiento del Otro en Las confesiones de Nat Turner o ese papel reiterativo de víctima de Sophie, desde el Norte americano, escudando en riñas de pareja inso-portables para el lector el maltrato y el ocultamiento de la gran decisión: la selección y el sacrificio de los hijos, durante la guerra de exterminio de nazis hacia judíos.

También su ubicación en la literatura norteamerica-na es fronteriza. Styron representó esa nueva literatura sureña que había encabezado en su versión dura Wi-lliam Faulkner (La Generación Perdida trazó una gran literatura regionalizada: Steinbeck, California; Faulkner, el Sur Profundo; Fitzgerald, Nueva York; Hemingway: el afuera: Europa y África). Mientras que J. D. Salinger representó la ligereza de la visión norteña y la entrada de la juventud a los temas norteamericanos. Styron lleva a los sureños al Norte y al extranjero, sintetiza no sólo los logros formales de estos autores y los acondiciona a los requerimientos editoriales de la nueva era, también los temas actualizados en una realidad muy compleja.

A partir de esta reciente lectura, me parece que otra gran aportación de Styron está en este breve libro: Esa visible oscuridad. Allí vemos a un hombre ajeno a los lemas de la Modernidad, deprimido, tocando piso en el infierno; pero que también se libera de la depresión, de la melancolía, de la tristeza, y puede contar ese viaje demoníaco. Allí está la pasión presente y transformada, lo mismo en defensa de su vida, que en la escritura.

Eso sí, tal vez el cuaderno que en plena crisis tiró a la basura, pudo ser la obra que extrañan los insa-ciables.

William Styron

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Psicópatas a la cartateleras

Por Elsie Méndez Baillet

Los Soprano, Dexter, Hannibal, Bates Motel, Breaking Bad, Cult, The Following, I survived, usted escoja al asesino, la tele le proporciona el crimen.

Aunque en todas las series televisivas sobre ase-sinos seriales y asesinatos los valores que se resal-tan son la compasión, el amor, la solidaridad, no debe negarse que, al mirar detenidamente cómo los criminales de ficción, o los verdaderos en los documentales, perpetran sus fechorías, o de cómo obtienen el objeto de sus deseos, cómo manipulan, seducen, embaucan, nosotros, los espectadores, en-contramos una recompensa. ¿Temor, como esperaba Aristóteles?

Un criminal siempre deja y se lleva algo del lu-gar donde cometió el crimen. Tal vez ese objeto le pertenezca a usted, querido espectador, tal vez este

asesino televisivo se instale en su sala de televisión, o peor aún, en la cama de su alcoba. Allí, usted bus-cará entre las decenas de canales al asesino de su preferencia. ¿Cómo es él? Encantador, simpático, conquistador, inteligente, tienen una autoestima im-ponente, se considera mejor que los demás. También es mentiroso, manipulador, justifica su conducta con habilidad. Es inteligente, frío, egocéntrico, carece de empatía o miedo a las represalias, no reconoce sus errores y culpa a los demás de sus fracasos debido a su enorme narcisismo. Además, simula las emocio-nes que no siente y sólo las observa como señales que ha de descifrar finge estar apenado. Su lóbulo prefrontal, el llamado órgano ejecutor del cerebro, tiene otra carencia agregada: la amígala no le avisa de los daños o el sufrimiento que causará al tomar una decisión.

El neurólogo James Fallon descubrió cómo fun-cionan los circuitos cerebrales para crear dopamina y endorfinas –las moléculas que nos causan placer-.

De igual modo, logró encontrar los genes que están detrás de las enfermedades como el Alzhéimer y el Parkinson. Fallon asombró al mundo al demostrar que el mismo cerebro fabrica neuronas nuevas tras el nacimiento destruyendo la teoría según la cual nacíamos con todas las neuronas contadas. Y, por si fuera poco, colabora en la serie de televisión Crimi-nal Minds extreando de vez en vez.

Para Fallon, la historia dio un giro inesperado propio de un thriller hace algunos años. Uno de sus colegas le dio los escáneres de alrededor de 60 pri-sioneros. Se trataba de un material muy valioso por las dificultades legales que este material tenía para su obtención. Estaban mezcladas con otros tantos estudios de detenidos que sufrían de esquizofrenia o depresión. Fallon vio en ello una oportunidad única

para encontrar esquemas cerebrales en un experi-mento ciego, sin saber quién era quién. De esta ma-nera, Fallon analizó los cien cortes de cada cerebro en estas placas y halló un patrón en la mayoría: dos zonas apagadas, la corteza cerebral encima de los ojos, que se encarga de la ética, la moral y la toma de decisiones, el córtex orbitofrontal; y la amígdala, que se encuentra debajo de la corteza y que procesa las emociones, la agresión y la violencia.

Las láminas reflejaban un nuevo retrato de tipos que cometían violaciones o asesinatos en serie, per-sonas que tenían problemas para sentir compasión por el sufrimiento ajeno. Carecían del freno que im-pone el lóbulo prefrontal a la hora de controlar los impulsos y decidir si una acción es moral o ética-mente aceptable. En todos ellos, los circuitos que co-nectan los sistemas límbicos –el cerebro emocional del mamífero- con el centro racional del control de decisiones estaban dañados o desconectados.

Otra cosa mucho más importante descubrió Fa-

llon: su cerebro se parece al de un asesino serial. En un acto de inside, Fallon preguntó a sus amigos cómo lo veían. Uno de ellos le dijo que no tenía escrúpulos. Después, aceptó que, no hacía daño a la gente, pero la manipulaba fácilmente, como un juego, casi como un reflejo. Aceptó que es compe-titivo, no soporta perder, tiene que ganar en todo. Reconoció que siente mucho más empatía por los extraños que por aquellas personas que tiene a su alrededor. Al recordar su infancia, observó otras ca-racterísticas similares a los asesinos seriales: era un chico inestable, en extremo religioso y moralista, fue nombrado el chico católico del año en Nueva York. De adolescente, cuando iba rumbo a la parada del autobús para ir a la escuela, se obsesionaba por dejar el camino despejado de basura desde su casa hasta el

parabús. En un radio de veinte metros recogía toda la suciedad que encontraba. Después, a sus veinte años, se convirtió al marxismo.

Sabe que tiene el gen guerrero, la monoami-nooxidasa A, una proteína cuya función consiste en deshacer los neurotransmisores cerebrales como la dopamina, la serotonina y la norepirefrina, lo que da lugar a depresiones y esquizofrenia, y en cantidades insuficientes dispara la agresividad. Algunos alcohó-licos tienen este mismo gen.

Pero Fallon no es un asesino serial, por el con-trario, es un hombre que ha contribuido al conoci-miento. La genética, pues, no lo explica todo. James Fallon admite que llevar escritos en su ADN las for-mas más peligrosas del gen monoaminooxidasa A le ha hecho recapacitar sobre la influencia real de los genes en el comportamiento humano. El número de psicópatas parece que se establece desde el punto de vista cultural. Querido lector, es mejor que elija para divertirse una serie romántica o cómica.

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cerse daño, se daban golpes de tan dura disciplina que hacía saltar la sangre”.

“Procuran los hermanos tratar sus cuerpos con grande rigor como al mayor enemigo que tienen, no dando gusto en nada a sus sentidos”, continúa en su narración de horrores de penitencia el carmelita des-calzo Agustín de la Madre de Dios. Nacido en 1610, en Ávila, España, viajó a México en 1631, hasta morir, en 1662.

En su libro, da cuenta de algunos de sus hermanos de orden, como Fray Mateo de la Cruz, quien “guar-daba grande templanza en el comer y beber, y ayunaba muchos días, y como refrenando el vientre se enfrenan también los vicios que de la gula nacen, aborrecía en extremo el trato de mujeres, porque decía eran como las sanguijuelas que entrando disimuladas beben la sangre al hombre”.

Debemos al historiador José N. Iturriaga el rescate de estas crónicas de penitencia, a través de su libro Anecdotario de forasteros en México, Siglo XVI al XXI. Al divulgar la obra de Agustín de la Madre de Dios, nos revela algunas de las costumbres de los frailes, como ésta, llevada a cabo por otro hermano, el carmelita des-calzo Fray Mateo de Jesús María:

“Para apagar las llamas del cuerpo hacía en aquel tiempo gravísimas penitencias y entre otras juntaba gran cantidad de nopales silvestres, y haciendo lecho de ellos se revolcaba encima desnudo de todo punto y quedaba con las puntas hecho un erizo, vertiendo arroyos de sangre”.

No sólo se contentaba con eso, sino que “entraba en el refectorio dándose tales azotes que se abría las es-paldas y hacía estremecer no sólo a los religiosos sino aun a las paredes, y a él se le removían las entrañas”.

El tal Mateo de Jesús María terminó loco. Murió quebrantado de la carne y de la osamenta. “Tenía una grande llaga en los riñones, tan profunda que se le veían los huesos y con unos gusanos tan gordos que a mí me daban asco”.

En su libro, José N. Iturriaga nos informa de otras formas en que los carmelitas descalzos cumplían con los requisitos de su orden religiosa, que incluían el silencio, la soledad, el encierro y oración, la contem-plación y la meditación. Debían controlar los impulsos de su cuerpo. Ayunaban o lo que comían era insípido o desagradable. Se ponían cosas rasposas en los pár-pados para no tener placer de ver y “coros sin alardes melodiosos para que no disfrute el oído”.

Se trataba de medidas crueles, bajo el pretexto de cumplir con rigor extremo los ordenamientos religio-sos y acercarse mejor a la divinidad.

diccionario

Por Mauricio Carrera

Los monjes carmelitas creían en la mortificación de los sentidos. Su cuerpo no les gustaba. La vida terrenal de-bía ser de sufrimiento para poder alcanzar la vida celes-tial. El nombre de esa orden, la de los carmelitas, viene de carmín, en virtud de ser el color de la sangre. Así, gustaban de flagelarse y auto infligirse heridas y daños, con tal de no darle placer alguno a su cuerpo, fuente de muchos pecados, entre ellos el de la carne. Eran crueles y masoquistas consigo mismos. Se golpeaban o herían con látigos y cilicios, con espinas y alambres, y vestían con fajas con picos que rasgaban su piel.

Eran penitentes. Llevaban a cabo penitencias para exculpar sus pecados o para alcanzar el perdón o la gracia divinas.

La penitencia es un sacramento (el cuarto) me-diante el cual la Iglesia católica otorga el perdón de dios a los pecadores. Algunas prácticas penitenciales incluyen el bautismo, la confesión o el arrepentimien-to, y otras el ayuno, la oración o la limosna. En otras, el penitente debe vestirse de una manera especial du-rante días o semanas, para mostrar su devoción a ser perdonado.

Tomás de Aquino estipula que la penitencia conlle-va tres pasos. El primero “es la contrición del corazón, a la que toca dolerse del pecado cometido, con el pro-pósito de no pecar en adelante”. El segundo es “la con-fesión oral, a la que pertenece que el pecador confiese a su sacerdote íntegramente todos los pecados de que tuviere memoria”. Y el tercero, “la satisfacción por los pecados”, que incluía disciplinarse de distintas mane-ras, sea llevando a cabo algunas tareas o castigándose.

De hecho, esta satisfacción es la que en muchos casos recibe el nombre de penitencia. Es el castigo para la expiación de los pecados.

Penitencia, según un diccionario, “designa al con-junto de actos interiores y exteriores dirigidos a la re-paración del pecado cometido”.

La palabra penitencia viene del latín, y significa do-lor, disgusto, arrepentimiento, si bien en un principio

tenía cierta connotación de “no estar satisfecho con algo“ o de “faltar algo”.

En su libro Tesoro escondido en el Monte Carmelo mexicano, su autor, Agustín de la Madre de Dios, daba cuenta de las costumbres penitenciales y de remordi-miento de sus compañeros, los carmelitas descalzos del Siglo XVII en México.

Ahí se recogen algunas de estas costumbres, que incluían quedar de rodillas por varias horas y ayunos que duraban varios días.

Por las noches, los carmelitas descalzos se flagela-ban. Así lo narra Agustín de la Madre de Dios:

“El sueño de la noche era muy corto, las discipli-nas muy largas, que dejaban manchadas las paredes con aquella sangre pura. Los cilicios, los rayos, las ca-denas, eran juguete ordinario. Había una armería de estas armas”.

Los penitentes debían mantener una posición er-guida mientras se flagelaban. “Si veían que con la cade-nilla que entraba por las carnes andaba algún religioso encorvado o encogido, lo reprendían gravemente”.

Algunos se ponían sogas al cuello, otros mordazas en las bocas y “otros andan con vendas de cilicio para los ojos, por pensar que no merecen levantarlos a mi-rar la luz del sol”.

Se flagelaban de tal forma que, al golpearse o ha-

Penitencia

Semana Santa en Taxco

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Who is that?

arte ahora

Por Mónica Contreras

Marcelo Balzaretti: in memoriam

Marcelo Balzaretti comenzó su carrera en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM, sus inicios fueron en la gráfica tradicional y entre 1996 y 1997 que fue cuando lo vi por vez primera era común ver-lo haciendo grabado en madera con el maestro Pedro Ascencio todo el día, de forma tenaz, cualidad que lo caracterizó siempre.

La exploración de lenguajes en la gráfica contempo-ránea lo llevaron desde la búsqueda de lo místico y el sentido de la existencia de los seres, en series de anima-ciones de impresiones de peces , corderos, cráneos y de sí mismo, así como delicadas impresiones japonesas de animales marinos a la exploración de los fundamentos de la materia y la energía con las frecuencias de sonido, los imanes y las ondas sísmicas en donde se cuestiona sobre la energía invisible pero poderosa que está detrás de los fenómenos, el sentido del tiempo y el espacio se hicieron presentes en animaciones y piezas que hacen referencia a la historia del arte cinético, a la exploración de la per-cepción a través del arte como una experiencia estética, meditativa y de conocimiento, es decir trascendental.

Irrumpió la cotidianeidad de la Ciudad de México y nos sorprendió con sus Ovnis , esculturas en fibra de vidrio montadas en pleno Centro Histórico, le preocu-paban los mitos y las inquietudes en la mente colectiva sobre lo que “viene de afuera”, si bien era un artista in-terdisciplinario, las inquietudes sobre la gráfica siempre están presentes en su obra y de esta serie que tituló “Es-

tudios ufológicos” queda “Caja negra”, libro del artista que consta de tres ejemplares sobre avistamientos y testimo-nios sobre el fenómeno OVNI con pequeñas esculturas y mapas de avistamientos satelitales, el cuál obtuvo una mención de honor en la Feria de arte de libros de artista de 2011, éste da plena fe de su pensamiento sobre la obra múltiple y del rigor artístico que caracteriza su trabajo en una ejecución impecable del que por mucho era el mejor libro de la feria.

Su compromiso con cada fase de su trabajo artístico era total, como docente, como creador, curador e investi-gador, era infatigable, si algo sabemos los que lo conocía-mos es que nunca dejaba de trabajar, nos sorprendía con un sinfín de proyectos y maquetas de los cuáles concretó sólo una parte porque su nivel de exigencia personal era altísimo y no dejaba jamás de cuestionarse sobre el senti-do del trabajo y su pertinencia, no ejecutaba ningún pro-yecto sin antes haberlo pasado por una exhaustiva revi-sión y no tenía reparos en preguntar cuando tenía dudas, aunque todos sabíamos de antemano que ya tenía una idea muy clara de lo que quería hacer, aun así, cuestio-naba porque le parecía importante sopesar las opciones e inclusive poner a prueba la obra a través del consenso porque también le preocupaba la parte de la recepción de la misma.

Nunca se dejó deslumbrar por los oropeles del mun-dillo del arte y su capacidad de desenvolverse y camu-flarse en el medio era una cualidad que algunos le apre-

ciábamos y muchos otros le envidiaban, coqueteaba y negociaba con el mainstream sin dejarse atrapar, escapaba de las trampas de la obra fácil y comercial, y aunque co-nocía a mucha gente no se acercaba a ellos por arribis-mo y por lo mismo conseguía las cosas de forma natural, aunque en el camino encontró personas que no supieron apreciar estas cualidades, ni su mérito como artista por-que el halago fácil no era parte de su carácter ni se ciñó a cotos de poder o ideologías.

Siempre presente, informado, intenso, era un gran co-nocedor del arte contemporáneo y un gran conversador, era un verdadero ejercicio de concentración seguir el hilo de algunas de sus consideraciones y en varias ocasiones varios de sus amigos tuvimos que pedirle explicaciones de sus referencias o admitir nuestra absoluta ignorancia de ciertos tópicos y el querido Marcelo siempre sonriente y amable nos brindaba razones y argumentaciones por-que quería, y necesitaba ser escuchado y comprendido

Talentoso y comprometido, ésas son las palabras que uno escucha en cuanto alguien hace referencia a Marce-lo Balzaretti, pero las palabras amable, atento, sensible y buen amigo son parte de lo que no todos conocen y que aquéllos que lo queremos sabemos era fundamental en su persona, se labró a pulso una familia artística que lamenta al amigo, su pérdida es irreparable, pero nos quedan el cariño, las vivencias y la innumerable cantidad de amis-tades que ayudó a formar al presentarnos, al artista, al amigo, al colega, un sentido adiós.

pico de Gallo

Por Citlali Ferrer

Hace unos días por casualidad escuché que en entrevis-ta Matos Moctezuma y Savorit, declaraban que el Tláloc que está afuera del Museo de Antropología, no es Tláloc sino Chalchitlicue, lo que me dejó en crisis, quizá por mi nombre azteca o porque todos estos años me dediqué a sa-cralizar su representación. Tláloc, como una obra cerrada contiene un símbolo y un arquetipo en el que bien puede uno reconocerse.

A las tres de la mañana de un 16 de abril de 1964, cuando yo tenía un año de edad, el enorme monolito de siete metros de alto, con 167 toneladas de peso, cruzó las calles del pueblo San Miguel Coatlinchán, arrastrado por dos tráileres, escoltado por militares, policías federales de caminos, arqueólogos y arquitectos hizo su viaje hasta la Ciudad de México.

A su paso, el pueblo salió para despedirlo con música y cohetes como si se tratase de un difunto. La comunidad sentía mucho amor por “La piedra de los Tecomates”, así le llamaban porque tenía huecos en forma de jícaras a la mitad de la panza que se llenaban de agua en temporadas de lluvia y pensaban que tenía poderes curativos. Se cuenta que a la llegada de los españoles los indios decidieron en-terrarlo temerosos de que lo destruyeran; con el paso del tiempo y debido a que la gente solía subir al montículo, poco a poco fue resurgiendo el monolito. Para los habi-tantes de San Miguel Coatlinchán significó una tragedia, pensaban que vendrían malos tiempos sin él. La salida se efectuó por la carretera de Texcoco, que fue pavimentada

exprofeso. En Los Reyes, otra banda de música salió a la carretera en honor de su dios. Con una velocidad prome-dio de cinco kilómetros por hora, tomó un tramo de la carretera a Puebla y siguió por la avenida Zaragoza. La ca-ravana avanzaba con lentitud llevando a cabo complicadas maniobras. Al caer la noche, se detuvieron en San Lázaro, para más tarde, continuar la marcha por Reforma. Extra-ñamente, a las 20:40 horas cayó una tormenta que inundó diversas zonas de la capital, lo que se le atribuyó al poder del dios. Aquello fue una fiesta, pues a su paso por la Ca-tedral, y de Reforma hasta Chapultepec, fue fuertemente ovacionado por enormes escoltas de capitalinos, turistas, reporteros e incluso por algunos miembros de la comu-nidad de Coatlinchán. Todos ellos, a pie o en sus propios transportes, siguieron al Tláloc hasta la madrugada del día 17, a su nueva morada del Bosque de Chapultepec.

Pero, ¿por qué decir que era Tláloc si era Chalchitlicue? ¿Tal vez porque ya lo habían anunciado y las autoridades no deben equivocarse? El caso es que he vivido honrando a un dios que resulta que no es quien suponía. Y quizá Tláloc hizo llover porque lo confundían con su esposa y,

vaya que los matrimonios suelen mimetizarse, pero una confusión así quizá nos ha costado que se seque la tierra o que en temporal sólo seamos capaces de ver a la virgen de la cueva y no a Tláloc.

Nuestro sincretismo nos ha servido para ocultar nuestra verdadera identidad. Los mexicanos hemos cons-truido la historia a partir de mitos. Y el dios Tláloc dador de vida está cansado de posar para los turistas.

Otro mito dice que la fundación de Tenochtitlan, se debió a que el dios Huitzilopochtli dio a su pueblo la indi-cación de asentarse en el sitio donde hubiera una piedra y sobre ésta un águila con una serpiente en el pico. Esta ima-gen, tomada del Códice Durán, del siglo XVI, muestra este suceso. Pero podríamos pensar que cuando los mexicas llegaron al Lago de Texcoco, había culturas asentadas ahí con anterioridad; una de ellas era la tecpaneca del Señorío de Azcapotzalco y que por ser foráneos, fueron confinados a vivir en el islote donde fundarían su ciudad obligados a ser tributarios.

Una característica humana es la necesidad de sacrali-zar para significar el entorno. Es la alteridad el punto de partida de la construcción de la identidad. Así mismo, la construcción de la historia se vale del mito para valorar los sucesos frente a la naturaleza buscando opuestos: los hombres frente a las mujeres, el vivo frente al muerto, lo nacional frente a los extranjero, etc.

El corpus de la historia es una complejidad múltiple donde se tejen y se confrontan diferentes lugares ideológi-cos. Cuando las fronteras de una comunidad eran claras, el proceso se establecía a partir de normas igualmente claras y la pertenencia era relativamente fácil de demarcar. Sin embargo, hoy en día las fronteras tienden a desdibujarse y a redefinirse continuamente, generando complicaciones en la definición de la pertenencia. En resumen, Who is that? That is the cuestion, that is Chalchitlicue. Ups.