NILSEN, EL HOMBRE QUE MATABA PARA TENER COMPAÑÍA La...

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04# FIAT LUX 6 Periodista. Corresponsal de El País en Nueva York, Londres, Roma o Jerusalén, actual- mente trabaja en el perió- dico El Mundo. Ha publi- cado varias recopilaciones de sus crónicas. A Dennis Nilsen le pusieron un mote curioso: el asesino amable. The kindly killer, le llamaban. Quizá por sus buenos modales, quizá por- que mataba a sus víctimas sin ensañamiento. Cosas de la prensa. Tres décadas después de sus crímenes, Nilsen es un anciano que espera la muerte en una prisión del norte de Ingla- terra, consciente del interés que sigue despertando entre esa gente a la que fascinan los asesinos en serie. Desde que Brian Masters, un especialista en la materia, escribió sobre Nilsen el libro Killing for Company, traducible como Matar por estar acom- pañado, el antiguo militar, policía y funcionario se convirtió en una especie de paradigma de la soledad. EN EFECTO, NILSEN ESTABA SOLO. Ocurre a veces que el criminal parece despertar más compasión que la víctima. Los hombres a los que mató Nilsen es- taban, sin embargo, más solos que él. Muy, muy solos. Tan solos, que al menos tres de ellos per- manecen sin identificar. Nadie les buscó cuando desaparecieron y nadie se esforzó por atribuir a sus restos un rostro y un nombre, o cualquier otro signo de identidad que recordara que existieron. Algunos de ellos murieron realmente por buscar algo de calor humano, alguien que les hiciera un poco de caso. Acabaron doblemente asesinados: por Nilsen y por la indiferencia ajena. NO HAY SOLEDAD COMO LA SOLEDAD INGLESA. Y la Ingla- terra de aquellos años, entre el terrible invierno del descontento de 1978, en el que hasta los se- pultureros estaban en huelga y el viejo laborismo se hundía sin remedio, y 1983, cuando Margaret Thatcher impuso definitivamente gracias a la vic- toria militar en las Malvinas su filosofía política (“¿Sociedad? No existe tal cosa”) tras una prime- ra legislatura amarga y convulsa, era un país gris, duro, casi al nivel de la miseria moral descrita por Dickens un siglo antes. NO CREO QUE LA BIOGRAFÍA DE DENNIS NILSEN PUEDA EX- PLICAR POR QUÉ MATÓ. Nació el 24 de noviembre de 1945, recién acabada la guerra, en Fraserburgh, un pueblo pesquero situado en el extremo norte de Escocia. Su padre, un antiguo miembro de la resistencia noruega contra el nazismo, se largó en 1948. Sentía devoción por su abuelo, fallecido por infarto en 1951 mientras trabajaba a bordo de un barco. Desde niño fantaseaba, dice, con la idea de ahogarse. Fue un chico solitario, espantado por el descubrimiento de su homosexualidad. Se alistó en el ejército como cocinero y vivió algunas aventuras (fue secuestrado en Yemen y logró escapar), entró luego en la policía y finalmente, en 1974, consi- guió una plaza como funcionario en una oficina de empleo londinense. El paro, que entonces afec- taba a un millón de británicos (4% de la población activa), se consideraba el problema más grave del país. Otros tiempos. EL 29 DE DICIEMBRE DE 1978, NILSEN CONOCIÓ EN UN PUB A UN CHICO MUY JOVEN. Decía tener 18 años, pero en realidad tenía solo 14. Se llamaba Stephen Hol- mes, era irlandés y se había fugado de casa. Fueron al domicilio de Nilsen, en el 195 de Melrose Ave- nue, y siguieron bebiendo hasta dormirse. Cuan- do despertó, a la mañana siguiente, Nilsen pensó que Holmes se iría, como sus anteriores amantes, muy ocasionales, y sus anteriores compañeros de piso. “Decidí que Stephen pasaría conmigo la no- che de fin de año, lo quisiera o no”, explicó años más tarde ante la policía. Nilsen estranguló al chi- NILSEN, EL HOMBRE QUE MATABA PARA TENER COMPAÑÍA La soledad más absoluta GONZÁLEZ Enric | razones para matar |

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04# FIAT LUX6

Periodista.

Corresponsal de El País en Nueva York, Londres, Roma o Jerusalén, actual-mente trabaja en el perió-dico El Mundo. Ha publi-cado varias recopilaciones de sus crónicas.

A Dennis Nilsen le pusieron un mote curioso: el asesino amable. The kindly killer, le llamaban. Quizá por sus buenos modales, quizá por-que mataba a sus víctimas sin ensañamiento. Cosas de la prensa. Tres décadas

después de sus crímenes, Nilsen es un anciano que espera la muerte en una prisión del norte de Ingla-terra, consciente del interés que sigue despertando entre esa gente a la que fascinan los asesinos en serie. Desde que Brian Masters, un especialista en la materia, escribió sobre Nilsen el libro Killing for Company, traducible como Matar por estar acom-pañado, el antiguo militar, policía y funcionario se convirtió en una especie de paradigma de la soledad.

En EfEcto, nilsEn Estaba solo. Ocurre a veces que el criminal parece despertar más compasión que la víctima. Los hombres a los que mató Nilsen es-taban, sin embargo, más solos que él. Muy, muy solos. Tan solos, que al menos tres de ellos per-manecen sin identificar. Nadie les buscó cuando desaparecieron y nadie se esforzó por atribuir a sus restos un rostro y un nombre, o cualquier otro signo de identidad que recordara que existieron. Algunos de ellos murieron realmente por buscar algo de calor humano, alguien que les hiciera un poco de caso. Acabaron doblemente asesinados: por Nilsen y por la indiferencia ajena.

no hay solEdad como la solEdad inglEsa. Y la Ingla-terra de aquellos años, entre el terrible invierno del descontento de 1978, en el que hasta los se-pultureros estaban en huelga y el viejo laborismo se hundía sin remedio, y 1983, cuando Margaret Thatcher impuso definitivamente gracias a la vic-

toria militar en las Malvinas su filosofía política (“¿Sociedad? No existe tal cosa”) tras una prime-ra legislatura amarga y convulsa, era un país gris, duro, casi al nivel de la miseria moral descrita por Dickens un siglo antes.

no crEo quE la biografía dE dEnnis nilsEn puEda Ex-plicar por qué mató. Nació el 24 de noviembre de 1945, recién acabada la guerra, en Fraserburgh, un pueblo pesquero situado en el extremo norte de Escocia. Su padre, un antiguo miembro de la resistencia noruega contra el nazismo, se largó en 1948. Sentía devoción por su abuelo, fallecido por infarto en 1951 mientras trabajaba a bordo de un barco. Desde niño fantaseaba, dice, con la idea de ahogarse. Fue un chico solitario, espantado por el descubrimiento de su homosexualidad. Se alistó en el ejército como cocinero y vivió algunas aventuras (fue secuestrado en Yemen y logró escapar), entró luego en la policía y finalmente, en 1974, consi-guió una plaza como funcionario en una oficina de empleo londinense. El paro, que entonces afec-taba a un millón de británicos (4% de la población activa), se consideraba el problema más grave del país. Otros tiempos.

El 29 dE diciEmbrE dE 1978, nilsEn conoció En un pub a un chico muy jovEn. Decía tener 18 años, pero en realidad tenía solo 14. Se llamaba Stephen Hol-mes, era irlandés y se había fugado de casa. Fueron al domicilio de Nilsen, en el 195 de Melrose Ave-nue, y siguieron bebiendo hasta dormirse. Cuan-do despertó, a la mañana siguiente, Nilsen pensó que Holmes se iría, como sus anteriores amantes, muy ocasionales, y sus anteriores compañeros de piso. “Decidí que Stephen pasaría conmigo la no-che de fin de año, lo quisiera o no”, explicó años más tarde ante la policía. Nilsen estranguló al chi-

NILSEN, EL HOMBRE QUE MATABA PARA TENER COMPAÑÍA

La soledad más absoluta

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co, aún dormido, con una corbata, y como seguía respirando le ahogó sumergiéndole la cabeza en un cubo de agua. Ocultó el cadáver bajo los ta-blones del suelo de la cocina. Un par de días más tarde lo recuperó, lo bañó y lo sentó junto a él en el sofá para “charlar” (eso explicó Nilsen) y ver la televisión. Esa rutina se repitió en días sucesivos. Tuvo el cuerpo bajo la cocina durante siete meses. Cuando los restos ya no eran más que una piltra-fa, los quemó en una hoguera en el patio trasero del edificio.

No vale la peNa eNumerar los detalles Necrofílicos de los sucesivos crímeNes. El patrón de conducta se estableció con Stephen Holmes, una de las pocas víctimas que fue activamente buscada por su fa-milia. ¿A cuántas personas mató Dennis Nilsen? No se sabe. Confesó 15 homicidios. Años después, desde la cárcel, afirmó haber inventado tres de ellos para que su declaración cuadrara con el cálculo que había realizado la policía. De las doce muertes ve-rificables, jamás fueron identificados un hombre de unos 18 años con ojos achinados, asesinado en oc-tubre de 1980; un joven vagabundo de veintitantos años al que faltaban varios dientes, asesinado en noviembre de 1980; y un chico con acento esco-cés y ojos azules, asesinado en torno al 4 de enero de 1981 y descuartizado, para arrojar los pedazos por el desagüe, el 12 de enero. Eso es lo que re-

cordaba Nilsen de ellos. La policía consideró que no se justificaban el trabajo y el gasto necesarios para conocer quiénes fueron esas personas, dado que Nilsen iba a ser condenado a perpetuidad de todas formas.

todas las víctimas estabaN solas. Todas acudieron vo-luntariamente a casa de Nilsen, primero en Melrose Avenue y después, a partir de verano de 1981, en el número 23 de Cranley Gardens. Uno de los casos resulta especialmente significativo. Malcolm Barlow, un joven de 24 años criado en varios orfanatos, con problemas mentales y enfermo de epilepsia, sufrió una crisis de asfixia en el apartamento de Nilsen. Éste llamó a una ambulancia. Al día siguiente, ya recuperado, Barlow volvió a buscar a Nilsen. No le encontró en casa y esperó durante horas sentado en las escaleras. No tenía a ninguna otra persona a quien esperar. Murió esa misma noche.

La soledad absoluta debe parecerse a eso. •

RECUPERÓ EL CADÁVER, LO BAÑÓ, Y LO SENTÓ PARA CHARLAR Y VER LA TELE

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Dennis Nilsen, tras ser detenido después de hallarse en su casa restos de varios cadáveres. El reo admitió haber cometido 15 asesinatos de hombres, de los cuales tres siguen sin identificar.