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FIAT LUX 51 GASTRONOMÍA FATÍDICA FIAT LUX 50 GASTRONOMÍA FATÍDICA El Karetny Dvor es un restaurante de los que abundan en el centro de Moscú: confortable aunque no suntuoso, am- plio, con un jardín moderno, sin ninguna pretensión muy definida, y un interior decorado con carruajes de ruedas exage- radamente grandes que eran tirados por uno o dos caballos. Su cocina es caucá- sica, una región con una larga tradición de saber combinar la riqueza inusual de ingredientes que proveen sus nueve zo- nas climáticas. Las sopas del Cáucaso son legendarias y su caviar es de los más co- tizados en el mundo. En el Karetny Dvor preparan una docena de variedades de kebab que atraen sobre todo a nuevos ricos, en busca de crear sus propias ten- dencias. Ese era, en sus últimos años, la “oficina” del Abuelo Hasan y allí encon- tró la bala que le dio muerte. Sucedió el 16 de enero. Aslan Rashi- dovich Usoyan tenía 75 años de edad y 60 de carrera. Era ladrón de ley, el esta- tus máximo de la mafia de los países de la ex Unión Soviética. Era más que eso. Usoyan tenía la potestad de promover y destronar ladrones de ley y su jurisdic- ción se ampliaba de forma lenta y firme. El Abuelo Hasan tenía motivos muy se- rios para estar preocupado pero no lo estaba. Tenía fama de no confundir los negocios con el destino y no se escon- día ni de la Policía ni de sus colegas del crimen organizado. El destino era asunto de sus guar- daespaldas, que lo habían salvado de dos intentos anteriores. Esta vez fallaron. A la salida del restaurante, un francotirador le acertó una bala en la cabeza. Después usó dos balas más para apartar del cami- no a una camarera y pudo realizar un cuarto disparo, otra vez a la cabeza de Hasan, que murió poco después, en el hospital Botkin, el mismo donde había sido atendido por las heridas causadas en el anterior atentado contra su vida, en 2010. Esa es la versión primera y más creíble de lo que pasó. El Comité de Instrucción de la Policía rusa la corrigió. Por medio de un comunicado, estable- ció que en realidad Usoyan recibió un solo disparo y que los guardaespaldas lo metieron dentro y cerraron la puerta. La camarera quedó afuera y el asesino “dis- paró cinco balazos más, a ciegas”, dos de los cuales alcanzaron a la desafortunada. El arma que impulsó esas balas fue un rifle Val calibre 9 milímetros, con si- lenciador y un dispositivo anti flash, que hacía que fuera casi imposible saber de dónde había provenido el disparo. Es el que usan las Fuerzas Especiales rusas, cuando quieren pasar inadvertidas. El problema es que Hasan era muy importante como para desaparecer y que no sucediera nada. Usoyan había sido protagonista victorioso de una guerra de mafias en la década de los noventas, en la que los ladrones de ley caían como peras maduras. Rusia y su zona de influencia parecía haberse convertido en tierra de nadie a pocos años del fin del régimen soviético. El orden se restituyó mediante acuerdos que hicieron aún más tenue la frontera entre el poder político y el poder criminal. Hasan emergió como uno de los actores más poderosos de ese drama. A su muerte, muchos temieron que la gue- rra volviera a comenzar vez. Aslan Ras- hidovich, como le decían solo los muy íntimos, había sido muy activo, desde que sobrevivió al primer atentado contra su vida, en el verano de 1996. El orden es- tablecido dependía en buena parte de sus decisiones. En enero más de un ladrón de ley pasó mucho frío. Y más de uno murió. ASLAN USOYAN MI REINO POR UN KEBAB LUIS ROUX

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FIAT LUX 51

GASTRONOMÍA FATÍDICA

FIAT LUX 50

GASTRONOMÍA FATÍDICA

El Karetny Dvor es un restaurante de los que abundan en el centro de Moscú: confortable aunque no suntuoso, am-plio, con un jardín moderno, sin ninguna pretensión muy definida, y un interior decorado con carruajes de ruedas exage-radamente grandes que eran tirados por uno o dos caballos. Su cocina es caucá-sica, una región con una larga tradición de saber combinar la riqueza inusual de ingredientes que proveen sus nueve zo-nas climáticas. Las sopas del Cáucaso son legendarias y su caviar es de los más co-tizados en el mundo. En el Karetny Dvor preparan una docena de variedades de kebab que atraen sobre todo a nuevos ricos, en busca de crear sus propias ten-dencias. Ese era, en sus últimos años, la “oficina” del Abuelo Hasan y allí encon-tró la bala que le dio muerte.

Sucedió el 16 de enero. Aslan Rashi-dovich Usoyan tenía 75 años de edad y 60 de carrera. Era ladrón de ley, el esta-tus máximo de la mafia de los países de la ex Unión Soviética. Era más que eso. Usoyan tenía la potestad de promover y destronar ladrones de ley y su jurisdic-ción se ampliaba de forma lenta y firme. El Abuelo Hasan tenía motivos muy se-rios para estar preocupado pero no lo estaba. Tenía fama de no confundir los negocios con el destino y no se escon-día ni de la Policía ni de sus colegas del crimen organizado.

El destino era asunto de sus guar-daespaldas, que lo habían salvado de dos intentos anteriores. Esta vez fallaron. A la salida del restaurante, un francotirador le acertó una bala en la cabeza. Después usó dos balas más para apartar del cami-no a una camarera y pudo realizar un cuarto disparo, otra vez a la cabeza de Hasan, que murió poco después, en el hospital Botkin, el mismo donde había sido atendido por las heridas causadas en el anterior atentado contra su vida, en 2010. Esa es la versión primera y más creíble de lo que pasó. El Comité de Instrucción de la Policía rusa la corrigió. Por medio de un comunicado, estable-ció que en realidad Usoyan recibió un solo disparo y que los guardaespaldas lo

metieron dentro y cerraron la puerta. La camarera quedó afuera y el asesino “dis-paró cinco balazos más, a ciegas”, dos de los cuales alcanzaron a la desafortunada.

El arma que impulsó esas balas fue un rifle Val calibre 9 milímetros, con si-lenciador y un dispositivo anti flash, que hacía que fuera casi imposible saber de dónde había provenido el disparo. Es el que usan las Fuerzas Especiales rusas, cuando quieren pasar inadvertidas.

El problema es que Hasan era muy importante como para desaparecer y que no sucediera nada. Usoyan había sido protagonista victorioso de una guerra de mafias en la década de los noventas, en la que los ladrones de ley caían como peras maduras. Rusia y su zona de influencia parecía haberse convertido en tierra de nadie a pocos años del fin del régimen soviético. El orden se restituyó mediante acuerdos que hicieron aún más tenue la frontera entre el poder político y el poder criminal. Hasan emergió como uno de los actores más poderosos de ese drama. A su muerte, muchos temieron que la gue-rra volviera a comenzar vez. Aslan Ras-hidovich, como le decían solo los muy íntimos, había sido muy activo, desde que sobrevivió al primer atentado contra su vida, en el verano de 1996. El orden es-tablecido dependía en buena parte de sus decisiones. En enero más de un ladrón de ley pasó mucho frío. Y más de uno murió.

A S L A N U S OYA N

MI REINOPOR UN KEBAB

LUIS ROUX

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TIPOS NORMALES

UN SHAOLIN DE ANDAR POR CASANo era monje. Jamás había ganado ningún campeonato. Ni era maestro de nada, pero se vestía con una túnica naranja y llevaba el cráneo al descubierto. Ahora, Juan Carlos Aguilar, de 47 años, aguarda juicio en prisión. Está acusado desde el pasado mes de junio de torturar a una prostituta y, pre-suntamente, asesinar a otra. Todo en su muy oriental gimnasio bilbaíno y usan-do “técnicas chinas, que eran las que le gustaban”, según otros expertos en artes marciales consultados en su día. Un tipo “de mirada penetrante” y envuelto en un halo místico que se había paseado por los platós de Javier Sardá o Eduard Punset. “Era un tipo de trato cordial”, comenta-ron los vecinos tras su detención. Un tipo sencillo con un gran Buda presidiendo su local y una buena colección de mo-tivos chinos distribuidos por la estancia. Un hombre culto que buscaba “la libera-ción y el entendimiento”. Un ciudadano ejemplar con gusto por las artes marcia-les. Y ejercitarlas con prostitutas...

LIPOSUCCIÓN POR AMOR

Aquel bulto era demasiado grande para ser un perro. “Era enorme”, dicen los operarios. Marcelo Gu-rruchaga, el veterinario de Benijófar (Alicante) había entregado para incinerar una bolsa gigantesca. Se trataba del cuerpo des-cuartizado de su mujer, que padecía obesidad mórbida. Gurru-chaga, en este caso “discreto y risueño”, confesó a finales de primavera que había tratado de practicar una liposucción casera a su esposa y algo había fallado. Algo grave. Antes había probado otra versión ante los agentes. Explicó que su mujer estaba muy deprimida por su gordura y que se había suicidado con una sobredosis de fármacos. Sus hijos fueron la espoleta del descu-brimiento. No creyeron a su padre cuando explicó la ausencia de la madre porque estaba de sorpresivas vacaciones. “Estaban muy enamorados”, es la aportación de un vecino de la familia. Gurruchaga no solo era normal, sino también un reputado pro-fesional que acogía perros abandonados. Hoy está en prisión sin fianza a la espera de juicio.

POR UNA CUESTIÓN DE NEGOCIOSLa deportista holandesa Ingrid Visser, de 36 años y embara-zada de tres meses, y su pareja, de 57, fueron descuartizados después de ser asesinados a golpes y enterrados de cualquier manera, casi a la superficie, en una finca murciana. En teo-

ría habían viajado hasta España por una cita médica. Los agentes observa-ron en la zona señales de una muer-te especialmente violenta. Por estos hechos se detuvo a finales de mayo a Juan Cuenca Llorente, de 36 años. Sobre su normalidad, nada que decir: era la mano derecha de un magna-te local que además presidía el Club Atlético Voleibol Murcia, Evaristo Lifante. Cuenca llevaba las cuentas de la entidad. Un equipo en el que había militado hasta 2011 la mujer holan-desa asesinada. Parece ser que Cuen-ca y la pareja a la que presúntamente mató no estaban del todo de acuerdo con las cifras de algún negocio.

BUENOS CHICOS TRABAJADORES

Eran chavales trabajadores, de barrio. Nada los convertía en diana del nar-

cotráfico. Y menos siendo vecinos de México D. F, donde se supone que no operan las grandes bandas mafiosas que acos-tumbran a matar de decenas en decenas. Pero el pasado mes de agosto la fiscalía, después de detener a 17 personas, llegó a la conclusión de que el secuestro y posterior asesinato de 13 jóvenes en una discoteca, Heavens, de la capital mexicana, se debió a un ajuste de cuentas. Una represalia por el homicidio previo de Horacio Vite Ángel, alias Chaparro, en otra disco-teca del barrio de La Condesa. El caso conmocionó a los medios mexicanos. Los familiares de los chicos desaparecidos claman por lo que ellos consideran pasividad intolerable de la justicia. Los fiscales se defienden de las acusaciones con más de 20 detenciones.Las víctimas parecían buenos mucha-chos con empleos modestos y . Tipos normales, en definitiva.

CLAUDIA LEINAZ

GENTE SIN MÁS. CADA NOTA PERIODÍSTICA, CADA FRAGMENTO TESTIMONIAL EN RADIOS Y TELEVISIONES QUE RECOGE LAS AN-DANZAS DE VERDUGOS Y VÍCTIMAS COINCIDE EN SEÑALAR QUE ERAN CIUDADANOS VULGARES. NINGUNO SE APOSTÓ JAMÁS EN EL TEJADO, UZI EN RISTRE Y LA CARA CUBIERTA CON UN VERDUGO OSCURO, PARA DISPARAR A LOS VIANDANTES. SE TRATA DE VECINOS CONVENCIONALES. UNOS “DISCRETOS”, QUIZÁ, TAL VEZ, ALGUNO “RETRAÍDO”; PUEDE QUE LOS HUBIERA DE “MIRADA ESQUIVA” Y SIEMPRE ABUNDAN LOS AMABLES, AQUELLOS QUE JAMÁS OLVIDABAN SALUDAR. PERO NINGUNO ENCAJABA COMO ASESINO O COMO OBJETIVO DE ASESINOS. NADIE DIO PISTAS PREVIAS. ERAN TIPOS NORMALES, CLARO.

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GASTRONOMÍA FATÍDICA

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El restaurante, al que concurría con más asiduidad de lo aconsejable, no suele estar en la lista de necesidades de los turis-tas que visitan Moscú, pero en el Karetny Dvor mantienen viva una tradición culi-naria que los padres de Hasan, kurdos de Azerbayán, aprendieron en su tierra natal y llevaron a Tbilisi, Georgia, donde nació su hijo. El ladrón de ley nunca olvidó los veranos en los que su padre asaba, tan-to el cordero como el esturión, en una barbacoa de uso compartido, en un pa-tio del barrio obrero donde creció. Hasan recuperó, de alguna manera, ese sabor en Moscú; llegó a apreciar la forma en que marinaban el kebab en el Karetny tanto como a su propia seguridad.

El kebab es una costumbre en Azerba-yán anterior a cualquier otra seña de iden-tidad como nación. Las tribus nómadas turcas que operaban en esas tierras asaban la carne enhebrando varias piezas con la espada, al fuego. El hábito perduró a lo lar-go de los siglos, en los que se desarrolló el arte de marinar la carne con la gran varie-dad de hierbas que crecen en esas praderas. En Georgia tampoco les falta tradición de asar carne bien marinada. Alejandro Du-mas, que además de gran fabulador era un cronista excepcional, rescata una receta georgiana del siglo XIX (ver recuadro).

En el Karetny lo preparan a la mane-ra tradicional del Cáucaso, el shashlik, la carne pinchada en lo que los franceses llaman brochette y marinada con hierbas

de todo tipo. El Karetny Dvor ofrece doce variedades de shashlik, que puede ser de pollo, cordero, esturión y la más común, de cordero. En Moscú hay bue-na competencia en precio y calidad para este plato, pero Aslan Usoyan se aficio-nó a este lugar, céntrico pero fuera de las preferencias de los turistas.

Allí cambió el destino de gente muy respetada, en decisiones de sobremesa

75 años de vida. Se decía, parafraseando las hipérboles bélicas de la cultura islámi-ca, que Putin era la madre de todos los ladrones de ley y que Hasan era el Abue-lo. No se le conocían excentricidades que pudieran ponerlo en peligro. Además del poder, su única pasión conocida era la buena mesa. Murió en su ley, después de comer en su restaurante preferido de Moscú. Desde entonces la atmósfera del Karetny Dvor adquirió una gravedad pe-culiar. El restorán se convirtió en la escena del crimen más importante en lo que va de siglo en todas las Rusias. Ya no está la figura recortada con tiza blanca del último zar de la mafia a la puerta del local. Tam-poco está la foto del Abuelo Hasán con el dueño del Karetny, el segundo exhibiendo una cálida sonrisa y el primero con esa se-riedad casi fatalista, tan suya. No hay nada que recuerde el drama. Salvo las ventanas del ático de un edificio donde vivió el au-tor de los himnos soviético y ruso, Serguei Mikhalkov, a poco más de cien metros de distancia, en la calle Bolshaya Nikitskaya, desde donde partió la bala asesina. Tam-bién están los salones reservados, incluido el de la última cena. Y está la historia, las palabras que transforman la realidad en leyenda.

Karetny Dvor: Povarskaya 52 (Metro: Barrikad-naya) abierto todos los días de 10 a 24. Re-servas al teléfono 495 291 6376. El rango de precios para un segundo es de entre 11 y 35 euros. Aceptan Visa.

RECETA DE KEBAB POR ALEJANDRO DUMAS

GASTRONOMÍA FATÍDICA

Si bien por estas tierras hemos llegado a creer que los kebabs son exclusivamente esos pinchos enormes (shish kebab) que se asan en un grill rotatorio, en origen son lo que aquí llamaríamos brochetas, más individuales y menos aptas para la comercialización masiva. Su origen es persa y podrían desatarse guerras por esta afirmación, pero lo que está claro es que se propagó como la pólvora llegando hasta la India.

En 1958 el gran escritor francés, cuyas pasiones incluían los viajes y la comida (nunca dudamos de su inteligencia), realizó un viaje por Rusia y el Cáucaso en el cual se aficionó a los kebabs.

Dato útil del creador de Los tres mosqueteros para el lector Fiat Lux: de hallarnos sin pinchos de brochetas a mano siempre podemos utilizar la varilla de limpieza del cañón de nuestro rifle.

ingredientes (para 4 personas)

½ cucharadita de semillas de cilantro molidas½ cucharadita de eneldo seco½ cucharadita de albahaca seca½ cucharadita de menta seca½ cucharadita de cúrcuma (opcional)1 cucharadita de sal (o a gusto)½ cucharadita de pimienta (o a gusto)700 gr. de cordero deshuesado, cortado en cubos de 3 cm1 cebolla mediana picada fina1 taza de vinagre de vino2 cucharadas soperas de aceite de oliva2 cucharadas soperas de zumaque

instrucciones

1.- Mezclar las especias (salvo el zumaque) en una fuente grande2.- Añadir el cordero y mezclar bien3.- Tapar y refrigerar por al menos 30 minutos4.- Agregar la cebolla y el vinagre y vover a mezclar5.- Volver a refrigerar por lo menos otros 30 minutos (se puede dejar hasta 8

horas)6.- Precalentar el horno a 220º, o idealmente encender el carbón7.- Enebrar los trozos de cordero en los pinchos8.- Aceitar la parrilla y colocar las brochetas9.- Asar dándole la vuelta cada 2-3 minutos hasta que se doren y estén el

punto de cocción deseado (8-12 minutos), pintando con aceite cada vez10.- Espolvorear con zumaque (opcional)

acompañadas de té negro. En esas reunio-nes, más de un mafioso fue coronado y más de uno destronado. Esta última acti-vidad -despojar de la autoridad criminal a un ladrón de ley- no estaba exenta de riesgo. Usoyan había llegado a condenar a uno de sus otrora protegidos a operar con una licencia que solo le permitía asaltar camiones. Ese era uno de los tantos sospe-chosos de su asesinato el invierno pasado.

El Abuelo Hasan fue muy longevo para un hombre de su posición y ambición de poder. Esta última, desmedida, tal vez era su punto más débil, pero lo cierto es que supo consolidar un poder inmenso en sus