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57 Revista Arqueologia Pública, São Paulo, nº 2, 2007. pgs. 57-71. *Escuela de Arqueología, Universidad Nacional de Catamarca y CONICET - [email protected] **Escuela de Arqueología, Universidad Nacional de Catamarca y CONICET - [email protected] ***Museo de Antropología, Universidad Nacional de Córdoba y CONICET - [email protected] NARRATIVAS ARQUEOLÓGICAS PÚBLICAS E IDENTIDADES INDÍGENAS EN CATAMARCA. Marcos Quesada* Enrique Moreno ** Marcos Gastaldi*** Resumen: Nos interesa explorar aquí el rol que juegan las narrativas arqueo- lógicas en la conformación del imaginario de lo indígena y su historia en la provincia de Catamarca, Argentina. Por medio de un análisis espacial y discursivo de la exhibición del “Museo Arqueológico Adán Quiroga”, sostendremos que estas narrativas relegan lo indígena al pasado prehispánico, al tiempo que afirman su desaparición durante los primeros tiempos de la colonia. Estas nar- rativas no sólo podrían erosionar las posibilidades de autoafirmación identitaria por parte de los mismos indígenas, sino que crean dudas en cuanto a la legitimidad de tales identidades y los derechos que le asisten. Palabras clave: narrativas, arqueología pública, identidades, indígenas, museo El avance de la lógica de producción capi- talista sobre tierras que habían permanecido bajo el usufructo de comunidades campesinas, ha cobrado un nuevo impulso en la última dé- cada en la provincia de Catamarca. La apropiación de estos espacios, que en general se trata de los llamados “campos comuneros”, se debe a una variedad de procesos económicos según el lugar de la provincia donde se produce. La instalación de empresas agroindustriales que aprovechan las políticas estatales de diferimiento impositivo, el auge de la minería en gran escala, ciertos proyectos de conformación de parques nacionales o áreas protegidas, son sólo algunos de ellos. Los conflictos que se generaron alrededor de estos procesos dieron lugar, en algunos casos, a la organización de acciones colectivas orientadas a impedir la enajenación (por ejemplo Pizarro 2000, Pizarro y Moreno 2003). Sin embargo, a diferencia de lo que sucedió en otras provincias, muy pocas de estas movilizaciones campesinas llevaron a su conformación como comunida- des indígenas, aún cuando la reforma consti- tucional del año 1994 incluyó una serie de amparos y garantías para quienes se reconocieran como tales. Las causas de tal fenómeno deben ser múltiples, complejas y concurrentes. En este trabajo nos interesa ex- plorar el probable rol que juegan las narrati- vas arqueológicas dirigidas al gran público en la conformación del imaginario de lo indígena y su historia en Catamarca. Por medio de un análisis espacial de la exhibición del museo

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Revista Arqueologia Pública, São Paulo, nº 2, 2007. pgs. 57-71.

*Escuela de Arqueología, Universidad Nacional deCatamarca y CONICET - [email protected]**Escuela de Arqueología, Universidad Nacional deCatamarca y CONICET - [email protected]***Museo de Antropología, Universidad Nacional deCórdoba y CONICET - [email protected]

NARRATIVAS ARQUEOLÓGICASPÚBLICAS E IDENTIDADES INDÍGENAS EN CATAMARCA.

Marcos Quesada*Enrique Moreno **

Marcos Gastaldi***

Resumen: Nos interesa explorar aquí el rol que juegan las narrativas arqueo-lógicas en la conformación del imaginario de lo indígena y su historia en laprovincia de Catamarca, Argentina. Por medio de un análisis espacial y discursivode la exhibición del “Museo Arqueológico Adán Quiroga”, sostendremos queestas narrativas relegan lo indígena al pasado prehispánico, al tiempo queafirman su desaparición durante los primeros tiempos de la colonia. Estas nar-rativas no sólo podrían erosionar las posibilidades de autoafirmación identitariapor parte de los mismos indígenas, sino que crean dudas en cuanto a la legitimidadde tales identidades y los derechos que le asisten.

Palabras clave: narrativas, arqueología pública, identidades, indígenas, museo

El avance de la lógica de producción capi-talista sobre tierras que habían permanecidobajo el usufructo de comunidades campesinas,ha cobrado un nuevo impulso en la última dé-cada en la provincia de Catamarca. Laapropiación de estos espacios, que en generalse trata de los llamados “campos comuneros”,se debe a una variedad de procesos económicossegún el lugar de la provincia donde se produce.La instalación de empresas agroindustrialesque aprovechan las políticas estatales dediferimiento impositivo, el auge de la mineríaen gran escala, ciertos proyectos de

conformación de parques nacionales o áreasprotegidas, son sólo algunos de ellos. Losconflictos que se generaron alrededor de estosprocesos dieron lugar, en algunos casos, a laorganización de acciones colectivas orientadasa impedir la enajenación (por ejemplo Pizarro2000, Pizarro y Moreno 2003). Sin embargo, adiferencia de lo que sucedió en otras provincias,muy pocas de estas movilizaciones campesinasllevaron a su conformación como comunida-des indígenas, aún cuando la reforma consti-tucional del año 1994 incluyó una serie deamparos y garantías para quienes sereconocieran como tales. Las causas de talfenómeno deben ser múltiples, complejas yconcurrentes. En este trabajo nos interesa ex-plorar el probable rol que juegan las narrati-vas arqueológicas dirigidas al gran público enla conformación del imaginario de lo indígenay su historia en Catamarca. Por medio de unanálisis espacial de la exhibición del museo

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arqueológico Adán Quiroga, sostendremos queestas narrativas relegan lo indígena al pasadoprehispánico, al tiempo que afirman sudesaparición durante los primeros tiempos dela colonia. Estas narrativas no sólo podríanerosionar, al menos en alguna medida, lasposibilidades de autoafirmación identitaria porparte de los mismos indígenas,

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sino que creandudas en cuanto a la legitimidad de tales iden-tidades y los derechos que les asisten.

En un trabajo reciente, Haber (1999)empleó el término ruptura metafísica parahacer referencia a la separación de los cam-pos objetuales de la arqueología y la historia,es decir la distinción entre lo arqueológico y lohistórico. Esta demarcación disciplinaria, cuyoorigen fue rastreado por el autor hasta la obrade S. Debenedetti a comienzos de la décadade 1920, marcó a lo largo de casi un siglo laproducción de narrativas históricas en la Ar-gentina. La ruptura metafísica, sustentada enla supuesta discontinuidad cultural de latradición aborigen tras la conquista española,no sólo supuso una separación del objeto, sinotambién una demarcación del sujeto. De estamanera se constituyó una división entre lo his-tórico representando un pasado hispánico ymás cercano al nosotros criollo y republicano yuna arqueología representando un pasado máslejano, de otros, definido por el pasado indíge-na que queda como un fenómeno atrasado enel tiempo y exótico a partir de la conquistaespañola (Funari 2006, Galloway 2006, Hall ySilliman 2006). Por ello, sus consecuenciasfueron de importancia no sólo en el ámbitoacadémico, como claramente lo señala Haber(1999), sino también en las narrativas públi-cas acerca de la historia que los arqueólogosproducimos y por ende en la construcción delimaginario colectivo de la Nación.

Podría parecer extraño que en Catamarca,donde el pasado prehispánico es movilizadofrecuentemente en los discursos y actos pú-

blicos, los arqueólogos nunca nos caracteri-zamos por nuestro afán de difundir los re-sultados de las investigaciones fuera de losámbitos académicos. Es en los museos don-de el público puede penetrar en los misterio-sos saberes que, de otro modo, quedan con-finados en el hermetismo de nuestro campodisciplinar. De los museos arqueológicos deCatamarca, el más importante en cuanto aantigüedad y valor de la colección es el AdánQuiroga, en la ciudad Capital. Este tiene suorigen en el interés coleccionista de Salva-dor Narváez, sacerdote franciscano que enla década de 1930 comenzó a reunir las nu-merosas piezas que integran el patrimoniodel museo. En 1975, mediante un conveniorealizado entre la orden religiosa y laMunicipalidad de la ciudad Capital, el museoquedó bajo la custodia y administración deesta última. Probablemente la organizaciónespacial de la muestra y su guión museológicodaten de esta fecha. Los autores de este textono recordamos modificaciones significativasen los últimos 15 años. El edificio que alber-ga el Museo fue construido en 1943 como uncomplejo cultural provisto, aparte del museo,de una sala de conferencias, biblioteca y otrasdependencias. Al Museo le corresponden tressalones donde se organiza la exhibición. Elmás amplio de ellos es el salón de arqueología(Fig. 1), luego la sala Colonial (Fig. 2) y fi-nalmente la sala Fray Mamerto Esquiú (Fig.3). Lo que nos interesa aquí es analizar elrelato acerca de la historia que organiza ladistribución espacial de la exhibición.

El principal criterio para la organizaciónde la muestra es cronológico. La ordenacióncronológica de la muestra no es ingenuamen-te seguida, sino que se relaciona con la ideade progreso que ha dominado buena partedel desarrollo de la arqueología que continu-ando lo propuesto en el siglo XVIII por eliluminismo, se centraba en la idea de unacontinuidad desde lo simple hacia locomplejo, con un parámetro tecnológico comofundamento explicativo, siguiendo unacomplejidad acumulativa y medida a partirde parámetros tecnológicos (Mc Guire 1983,1996; Shanks y Tilley 1987).

(1) Está claro que no del todo, puesto querecientemente, en Catamarca, dos comunidades in-dígenas iniciaron procesos de reconocimiento y otrasestán comenzando a recorrer esa senda.

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Fig. 1. Vista general de la sala de arqueología del Museo Adán Quiroga

Fig. 2. Vista general de la sala de historia colonial

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Fig. 3. Vista general de la sala Fray Mamerto Esquiú.

Este se estructura en dos niveles, porun lado se ordena en la secuencia de salas(arqueológico – colonial/religioso) y porotro lado ordena la distribución en el am-pl io salón de arqueología. Vamos acomenzar por este último nivel. Las vitri-nas que contienen las piezas arqueológi-cas están dispuestas una junto a otra for-mando pasillos que prescriben y proscribenrígidamente la circulación. Esta suerte delaberinto conduce al visitante a lo largo del“hilo de la historia”. La experiencia es lasiguiente: al ingresar al salón uno seencuentra con la primera barrera (Fig. 4).Una fila de vitrinas impide el avance y dejalibres dos direcciones posibles, derecha oizquierda. Pero antes de tomar una decisióndebe uno dirigirse al escritorio ubicado justofrente a la puerta de acceso donde elempleado municipal realiza el cobro de laentrada e inmediatamente indica que ladirección “correcta” es hacia la izquierda.Al girar en la esquina se arriba a un sectordemarcado con un car te l que d ice

“Precerámico”.2 Ya estamos en el inicio delrelato. A partir de allí circulamos entre piezasque representan aquello que, se supone, ca-racteriza cada período. Lo precerámico, en-cerrado en una única vitrina, está representa-do por herramientas de piedra y hueso (Fig.6). Algunas de ellas, como las “muyunas”, laazada de piedra y los morteros, bien podríancorresponder a períodos posteriores (Fig. 7).

(2) En la Figura 5 se observa el cuadro cronológicodel Noroeste Argentino, confeccionado según losdatos obtenidos por Alberto Rex González para elValle de Hualfín (Departamento Belén, Provincia deCatamarca) y que es el que reproduce el Museo AdánQuiroga. El mismo divide el tiempo prehispánico delNoroeste Argentino en dos grandes períodos:precerámico y agroalfarero. El agralfarero a su vezestá dividido en formativo temprano, medio y tardío.El precerámico estaría caracterizado por ocupacionesde cazadores-recolectores, que responden a unaorganización social muy simple. El período agroalfareroestaría conformado por grupos cada vez másdesarrollados, con conjuntos cerámicos y desarrollode la producción agrícola y el pastoreo de camélidos.

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A continuación, nos adentramos al períodotemprano indicado por su respectivo cartel. Locaracterístico aquí son las cerámicas de losestilos correspondientes a las llamadas cultu-ras Ciénaga, Condorhuasi y Candelaria, que,si bien separadas en las vitrinas, aparecen, sesabe, mezcladas en los sitios arqueológicos.3

Así se arriba al fondo del salón. Allí laatención del visitante es capturada, primero,por unas vitrinas que contienen ceramios conforma de animalitos de culturas del períodotemprano e inmediatamente a continuación,ya regresando a la entrada, por tres vitrinasadyacentes que contienen el cuerpo disecado

Fig. 4. Plano de circulación en la sala de arqueología.

(3) Estas culturas fueron definidas, por la arqueologíaargentina, como si fueran pueblos o grupos étnicosdistintos, cada uno con diferencias claras en todoslos ámbitos de la vida cotidiana, separados, sobretodo, temporal y espacialmente unos de otros. Lasvinculaciones entre estilo cerámico y cultura, y sucorrelación con la idea de pueblo o grupo étnico, seexplica en virtud de que la arqueología, como asítambién la antropología, tendieron a representar, a

sus objetos de investigación, como “totalidades”. Asíla cultura como totalidad uniforme, portada por ungrupo de personas se expresaba materialmente enlos objetos realizados por estos. De esta forma lasculturas quedaban amaradas con pueblos particula-res, grupos étnicos, tribus y/o razas; y la culturamaterial se transformaba en significante de aquellos(Jones 1996, 1997; Trigger 1989).

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Fig. 5. Secuencia cronológica-cultural del noroeste argentino según Kriscautzky(1999). Es similar a la que se expone en el acceso a la sala de arqueología.

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Fig. 7. Materiales exhibidos en la vitrina del período Precerámico.

Fig. 6. Vista de la vitrina con material precerámico, sobre ella, el cartel indicador del período.

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de un adulto la primera, de un niño la segun-da y finalmente, un esqueleto de adulto latercera (Fig. 8). Nos encontramos en el cen-tro el salón. La circulación es luego dirigidapor la posición de una serie de paneles confotografías de arte rupestre y vitrinas quealbergan piezas reunidas por categoría fun-cional (morteros y fuentes) o materia prima(objetos de piedra) (Fig. 9) y otra que contienenumerosos cráneos. El ordenamiento crono-lógico que fuera reemplazado en la hileracentral de vitrinas, la que nos trajo nuevamentea la entrada pero ahora del otro lado delescritorio, por exhibiciones temáticas, es re-tomado en adelante, con rigurosidad. El ex-tremo de la tercera hilera de vitrinas máspróximo al visitante comienza con unaexhibición de objetos de la cultura de La Agua-da, que representa al período Medio. Luego,dirigiéndonos nuevamente al fondo del salón,circulamos entre objetos de los períodosTardío o de Desarrollos Regionales (cerámicasconocidas como Santa María, Sanagasta,

Yokavil, discos y otros objetos de metal, etc.)e Inka (cerámica inka). Finalmente, ya en elfondo del salón, una vitrina contiene unospocos ejemplares de vasijas conocidas comoCaspinchango, que corresponden a lacerámica indígena característica de losprimeros siglos de la conquista española (Fig.10). Aquí, en el período Hispano-indígena,se completa el recorrido de la muestra ar-queológica.

Cada uno de los períodos (Precerámico,Temprano, Medio, Tardío, Inka e Hispano-indígena) está señalado con el correspondientecartel que no sólo indica el lugar de la historiaen que uno se encuentra, sino que, por estarescritos de un sólo lado, señalan la formacorrecta en que la historia debe ser recorri-da y aprehendida reforzando textualmentela coreografía que el ordenamiento de lasvitrinas impone materialmente. El recorridohistórico que acabamos de sintetizar, quizáen exceso, da cuenta de una historiaprehispánica continua. La adyacencia de las

Fig. 8. Vitrinas con cuerpos momificados en el centro del salón de arqueología

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Fig. 10. Vasijas del período hispano-indígena (colonial) exhibidas en la sala de arqueología.

Fig. 9. Ejemplo de materiales de piedra de diferentes períodos juntos en una misma vitrina.

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vitrinas y, sobre todo, la posibilidad de reu-nir en una sola de ellas, objetos de diferen-tes períodos (por ejemplo “objetos de me-tal” o “collares de cuentas”) parece indicarque las rupturas, si las hubo, no alcanzarona marcar una discontinuidad de importanciaen el flujo histórico, al menos no uno quedeba incidir en el flujo de la circulación. Uncorte más marcado, en cambio, puede serexperimentado cuando uno pretende ingresara la historia colonial. Esto es, en principio,porque la muestra está montada en otra sala,pero más importante aún, por los objetos quecaracterizan a este período (Fig. 11). Vamosa desarrollar esto más detenidamente paraver la naturaleza del corte.

Sabido es que todo corte en la historiaresulta, por fuerza, arbitrario. Esto dice enprimera instancia que podría haber sido encualquier otro momento, por ejemplo tras laexpansión incaica o las guerras de laindependencia, pero también nos obliga apreguntar por el motivo de la elección. Po-

demos acercarnos a una respuesta sianalizamos los objetos presentes y los au-sentes en cada sala. Para ingresar a la salacolonial se debe transponer una puerta quese ubica a un costado del salón arqueológi-co, como indica el cartel montado sobre undintel. Esto implica, por lo tanto, que lo ar-queológico quedó atrás en el espacio y en eltiempo. Entre los objetos exhibidos en la salacolonial se destacan un pesado carruaje dela década de 1850 donado por los descendientesde un gobernador (Fig. 12), el sable y mandilde la montura del Teniente Coronel EstanislaoMaldones (1854-1934) (Fig. 13), máquinasde escribir, una colección de armas de fuegodel siglo XIX y comienzos del XX, planchasde hierro (para planchar ropa), moldes develas, mates (para tomar mate), estribos demadera, entre otros. Ninguno de los objetosexpuestos en la sala colonial corresponde,de acuerdo a su cronología, al período colo-nial, sino al republicano. No es que el museoAdán Quiroga no posea objetos del período

Fig. 11. Vista del acceso a la sala colonial desde la sala de arqueología.

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colonial, sino que estos no están en la salacolonial. ¿Donde están entonces? Los obje-tos que sin duda corresponden a momentosdel coloniaje español son la cerámicaCaspinchango y un collar de cuentas de vidrioque están expuestos en el salón de arqueología.También hay allí unos tupus (alfileres parasujetar la ropa) que podrían ser de épocacolonial. ¿Por qué los objetos coloniales noestán en la sala colonial y en cambio si seexpusieron allí otros de épocas más recientes?Se nos ocurre un solo motivo: porque losobjetos coloniales que posee el museo AdánQuiroga fueron hechos o usados por losindios, es decir, son indígenas. De este modopodemos entender también el motivo por elcual es la sala de arqueología la que albergael arco, las flechas y el textil vegetal, todosellos de reciente confección por algún grupoindígena chaqueño, textiles de lana de origen

Fig. 12. Carreta exhibida en la sala colonial (ca. 1850)

Fig. 13. Sables y mandíl pertenecientes al TenienteCoronel Estanislao Maldones (1854-1934).

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también reciente o incluso los trajes de lacomparsa “Indios Diaguitas y Calchaquíes” deMutquín donados hace sólo un par de añospor quienes los confeccionaron (Fig. 14). Nadaen la sala colonial representa a los indíge-nas.4 Se trata, en cambio de objetos queremiten más a una idea de lo “criollo” (losmates, las espuelas, los moldes de velas) ya la administración estatal (los objetos mili-tares, la máquina de escribir “planillera”,etc.). Como un acto de prestidigitación, laubicación espacial de los objetos asimiló loindígena a lo arqueológico, lo relegó alpasado remoto al tiempo que lo excluyó dela historia reciente y del presente. Como unaburla del destino, en la sala colonial pode-mos ver el sable del Teniente CoronelMaldones al tiempo que permanecen invisibleslos indios que fueron muertos por éste enlas genocidas conquistas del desierto y delChaco donde participó y alcanzó su gradomilitar. La exhibición del Museo Adán Quirogaes, entonces el alegato de la extinción de lospueblos indígenas.

El público que visita el Museo AdánQuiroga marca picos de hasta 2000 visitan-tes en el mes de julio. Sin embargo, lo rele-vante es que la mayoría de ellos son alumnosde los niveles EGB y Polimodal que asistenbajo la tutela de los docentes de historia yciencias sociales. Por lo tanto, una gran par-te de los jóvenes de la ciudad de Catamarcarecorrieron alguna vez su exhibición y por lotanto aprehendieron su narrativa.

Creemos que son importantes lasdificultades que podrían tener los estudiantes,y en general todo visitante, para articular unacrítica al discurso histórico del museo. Enprimer lugar, porque la visita es parte de la

enseñanza impartida por sus maestros; ensegundo lugar, porque el relato cuenta conel aval del museo como institución (Alvaradoet al. 2003, Funari 2001, Endere y Curtoni2003, Podgorny 1999), pero lo más impor-tante quizás, sea el hecho de que se trata deun relato que no está enunciado. De hecho,no es aprehendido como una forma discursiva,sino que lo es por medio de la experienciacorporal que resulta del transitar entre losobjetos. Este transcurrir por pasillos y salasque delimitan espacio-temporalmente la for-ma en que debe ser reconocida y narrada lahistoria de Catamarca, no sólo demarca unaforma de aprender la narrativa, sino tambiénde vivirla, y de esta manera, queda impresaen los cuerpos de aquellos que experimentanla visita. Esto que es aprendido por el cuerpo“...no es algo que se posee, como un saberque uno puede mantener delante de sí, sinoalgo que se es. [En este sentido, este sabernunca está] separado del cuerpo que lo por-ta, sólo puede ser restituido [hecho discur-so] al precio de una especie de gimnasiadestinada a evocarlo...” (Bourdieu 1991: 124-125). Cuando sucede esto, las posibilidadesde objetivación de estos saberes y porconsiguiente su sometimiento a crítica, entraya en conflicto no sólo, como ya menciona-mos, con la enseñanza formal discursiva dela escuela y la legitimidad institucional delmuseo, sino que también encuentra unaresistencia que proviene del cuerpo mismodel individuo, de esa memoria corporalaprehendida durante la visita al museo. Deesta manera el museo re-estructura elpasado, definiendo la manera en la que secuenta la historia a través de la presentaciónde los objetos. Es decir que estos objetosson colocados en el museo de una maneratal que constituyen un sistema estético quecrea y fija los significados (Shanks y Tilley1987).

Las narrativas arqueológicas que seconstituyen en discursos públicos acerca delo indígena y su historia dejan un mensajeclaro: los indígenas, cuya existencia escientíficamente contrastable en el pasado, nohan llegado al presente. Se entiende,

(4) Esto no implica que los objetos del período repu-blicano que se hallan en las vitrinas no fueran utiliza-dos por indígenas, sin embargo, la selección ydisposición de los objetos expuestos en la sala colo-nial, mas que remitirnos a los distintos usos de estosobjetos por diferentes sujetos sociales entre ellos losindígenas, se vinculan a mostrar el proceso deconsolidación del estado nación argentino.

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Fig. 14. Disfraces de la comparsa “Indios diaguitas y calchaquíes” de Mutquín,de reciente confección, exhibidos junto a vasijas prehispánicas y coloniales en lasala de arqueología.

entonces, por qué para muchos los indíge-nas están de más en el futuro. Esta narrativaen el contexto histórico-político particular enque vivimos, donde la presión sobre lastierras de comunidad se ha incrementado,produce que las posibilidades de condensacióno sutura de una identidad indígena quedenestrechamente limitadas. Esta limitación esdoble: por un lado, la enseñanza formal dela escuela, tanto en los centros urbanos comoen las mismas comunidades campesinas,narra una historia de aniquilación de lo indí-gena, reafirmada frecuentemente por lostextos arqueológicos, mientras que, por otrolado, esta narrativa es materializada y asífijada en los museos a manera de monumen-tos de una memoria ‘inmemorial’. Esta doblelimitación promueve el no auto-reconocimientoy en aquellos casos en los que éste seproduce, promueve la deslegitimación delmismo por parte de los otros no indíge-nas, apareciendo en el repertorio de

(5) Suele usarse el término “trucho” para designaralgo que es falso, pero que tiene pretensiones depasar por auténtico.

estigmatizaciones sobre el indio, el sino del“indio trucho”.5

No pretendemos en este trabajo haberdescubierto “el mensaje oculto” del MuseoAdán Quiroga pues no existe tal cosa. En susugerente teoría de la desnudez arqueológi-ca Gnecco advirtió sobre la futilidad de in-tentar semejante tarea. Indicó que “todas lasrelaciones están en la superficie y que no esposible develarlas, puesto que nunca hanestado ocultas, sino solamente describirlas”(Gnecco 2003:7). El desafío, entonces, con-siste en cambiar la mirada de modo que re-sulte visible aquello que nunca hemos mira-do y que, sin embargo, siempre fue eviden-te. Nos preguntamos de un modo más con-creto ¿cómo poner en crisis el mensaje del

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Abstract: We are interested here in exploring the role that plays thearchaeological narratives in the construction or the image of indigenouspeople and their history in the province of Catamarca, Argentine. By aspatial and discursive analysis of the exhibition of the “Museo Arqueológi-co Adán Quiroga”, we will sustain that this narratives relegates theindigenous to the pre-Spanish past, at the time that affirm their extinctionduring the first moments of the colony. This narratives could not onlydamage the possibilities of self identity affirmation by the indigenous people,but their create doubts in the legitimacy of those identities and the wrightsthat assist them.

Keywords: narratives, public archaeology, identities, indigenous, museum

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museo? Lo primero que se le viene a uno ala cabeza es la necesidad de modificar ladisposición de la muestra de manera queese corte tajante en la narrativa históricaresulte, al menos, atenuado. Sin embargo,implicaría considerar que se trata de un“error” en el relato. Esto, a su vez,significaría que existe un relato correcto dela historia uno que, subsanados los errores,resulta verdadero. Por ese camino, sin em-bargo, sólo terminaríamos consagrando unanueva narrativa hegemónica con sus propioscortes, omisiones y negaciones cuando, enrealidad, lo que deberíamos hacer es mos-trar al público que visita el Museo lamultiplicidad de interpretaciones posiblesacerca de la historia. El contraste de losrelatos no sólo pondría en foco la situacionalidadde cada unos de el los, s ino tambiénhabilitaría la reflexión sobre su sentido po-lítico. Esto, claro, implica la creación denuevas formas de exhibición que permitanexperimentar distintas narrativas y sin duda

que allí deberían participar distintos actoressociales, pero en especial las comunidadesindígenas cuya historia es narrada por elMuseo pero que nunca son, sin embargo, elsujeto que las enuncia.

Aunque en Catamarca son aún tenues,hay evidencias de que esta situación se estárevirtiendo. En los últimos años otras voceshan comenzado a disputarle a la arqueologíay a la historia el lugar privilegiado deenunciación de discursos históricos del cualgozaron durante mucho tiempo (Funari2001, Gnecco 1999, Segobye 2006a y b).Las comunidades indígenas haciendo frenteal prolongado despojo al que fueronsometidas, se niegan a desaparecer. En estepunto los arqueólogos no podemos evitartomar posición. La encrucijada define doscaminos posibles: continuar relatando laextinción de los pueblos originarios, cuyasvoces resuenan cada vez más fuerte, ocomenzar a desandar la senda de aquellaruptura metafísica.

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