Mujeres en la independencia de El Salvador

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Mujeres en el período de la Independencia ________________________________________ Las mujeres salvadoreñas siempre han tenido participación en los procesos sociales y políticos de los países, sin embargo sus aportes han sido invisibilizados a favor del protagonismo masculino. Así tenemos entonces, que los principales gestores de la Independencia de El Salvador y Centroamérica, siempre han sido los hombres. Pero, en todos los procesos sociales y políticos, hombres y mujeres han participado desde los distintos espacios que se les asignaban. Así el papel de las mujeres en la Independencia ha sido como: mensajeras, defensoras, organizadoras. Durante la época colonial las mujeres desarrollaban funciones y labores exclusivamente del hogar. Sus vidas se repartían entre la familia, la iglesia, el hospital y el campo de labranza, pues el aprendizaje de las letras y los números estaba reservado para los hombres y para aquellas que ingresaban a los conventos de monjas. Este era el panorama que vivían las mujeres en la primera década del siglo XIX, período en el cual dieron inicio los movimientos de independencia. A continuación se presenta la historia de la participación de algunas mujeres en la independencia: Hermanas Miranda María Feliciana de los Ángeles Miranda y su hermana Manuela Miranda, oriunda de Sensuntepeque, propagaron en esta misma campiña noticias independentistas. Esta zona se alzó en insurrección el 29 de diciembre de 1811, en el punto conocido como la Piedra Bruja. Por estos actos fueron capturadas por las autoridades españolas, y recluidas como castigo en un convento de la localidad de San Vicente de Austria y Lorenzana, como parte de la servidumbre del cura párroco del convento. Antes fueron condenadas a recibir cien latigazos en la plaza central de San Vicente. María Feliciana de los Ángeles murió al recibir la septuagésima descarga del látigo (1812). Al momento de su muerto su edad rondaba los 22 años. María Feliciana de los Ángeles Miranda fue declarada Heroína de la Patria

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Mujeres en el período de la Independencia

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Las mujeres salvadoreñas siempre han tenido participación en los

procesos sociales y políticos de los países, sin embargo sus aportes han

sido invisibilizados a favor del protagonismo masculino. Así tenemos

entonces, que los principales gestores de la Independencia de El Salvador

y Centroamérica, siempre han sido los hombres. Pero, en todos los

procesos sociales y políticos, hombres y mujeres han participado desde los

distintos espacios que se les asignaban. Así el papel de las mujeres en la

Independencia ha sido como: mensajeras, defensoras, organizadoras.

Durante la época colonial las mujeres desarrollaban funciones y labores

exclusivamente del hogar. Sus vidas se repartían entre la familia, la iglesia,

el hospital y el campo de labranza, pues el aprendizaje de las letras y los

números estaba reservado para los hombres y para aquellas que

ingresaban a los conventos de monjas. Este era el panorama que vivían las

mujeres en la primera década del siglo XIX, período en el cual dieron inicio

los movimientos de independencia. A continuación se presenta la historia

de la participación de algunas mujeres en la independencia:

Hermanas Miranda

María Feliciana de los Ángeles Miranda y su hermana Manuela Miranda,

oriunda de Sensuntepeque, propagaron en esta misma campiña noticias

independentistas. Esta zona se alzó en insurrección el 29 de diciembre de

1811, en el punto conocido como la Piedra Bruja.

Por estos actos fueron capturadas por las autoridades españolas, y

recluidas como castigo en un convento de la localidad de San Vicente de

Austria y Lorenzana, como parte de la servidumbre del cura párroco del

convento. Antes fueron condenadas a recibir cien latigazos en la plaza

central de San Vicente.

María Feliciana de los Ángeles murió al recibir la septuagésima descarga

del látigo (1812). Al momento de su muerto su edad rondaba los 22 años.

María Feliciana de los Ángeles Miranda fue declarada Heroína de la Patria

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mediante decreto legislativo No. 101 de fecha 30 de septiembre de 1976.

Manuela Antonia Arce de Lara

Manuela Antonia Arce y Fagoaga nació el 23 de junio de 1783 en la ciudad

de San Salvador, hermana del prócer Manuel José Arce. Contrae

matrimonio con Domingo Antonio de Lara el 4 de mayo de 1811.

Se resalta el papel de Manuela Antonia Arce como “abogada defensora”,

quien haciendo uso de sus limitados conocimientos de letras y leyes,

denuncia a través de una carta enviada a las autoridades españolas, el

maltrato que sufren en la cárcel su hermano y su esposo.

Gracias a estas gestiones su esposo fue indultado y excarcelado en 1819,

pudiendo continuar activo en la lucha por la emancipación de

Centroamérica.

María Felipa Aranzamendi

Esposa de Manuel José Arce, con quien procreó once hijos. Durante el

período de cárcel de su esposo, tuvo que administrar los bienes familiares

y cuidar de sus hijos e hijas. Además se hizo cargo de la defensa judicial de

su cónyuge.

María Felipa acompañó a su esposo durante toda la gesta

independentista, en la guerra para impedir la anexión a México, como

Primer Presidente Federal de C.A. y en su exilio en México.

Otras mujeres que participaron en la gesta independentista y de la cual la

historia recoge sus nombres son: Juana de Dios Arriaga, María Madrid,

Francisca de la Cruz López, María Bedoya de Molina (guatemalteca), etc.

Otras gestas libertarias.

En El Salvador se han dado otras gestas libertarias en las cuales las

mujeres han tenido una participación relevante. Podemos mencionar la

“Gesta de los 44” desarrollada el 29 de abril de 1894 en la ciudad de

Santa Ana, para derrocar a los hermanos Ezeta, tiranos apoderados por la

fuerza en el gobierno desde el 22 de junio de 1890.

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En este proceso histórico se destacó Doña Carmen González, encargada

de llevar los mensajes a los hombres desterrados por el gobierno de los

Ezeta, quienes se escondían en pueblos fronterizos de Guatemala. Esos

mensajes eran verbales, pues si eran escritos podían caer en manos de los

militares fieles a los Ezeta, demás esta decir lo peligrosa que esta misión

significaba para una mujer.

Doña Agustina Linares, fue otra mensajera de absoluta confianza, quien

además fue la encargada de detonar 3 cohetes de vara para dar la señal

de asalto la noche del 28 de abril de 1894, en la cual hicieron su entrada

los exiliados.

Doña Agustina también contribuyó con dinero, producto de la venta de su

cosecha de café, para el servicio de la gesta.

Otra mujer, Doña Aurelia Portillo, esposa del Gral. Lisandro Arévalo

disidente y enemigo de los Ezeta, fue llevada a la cárcel al no tener como

pagar los 10,000.00 pesos que le exigía el tirano gobierno. En 1892, fue

llevada presa a una cárcel de mujeres bajo condiciones infrahumanas y

mientras permanecía en la cárcel, sus propiedades fueron saqueadas.

La “Gesta de los 44” no reconoce la participación de éstas y otras

mujeres que permanecieron anónimas, resaltándose solamente, el

heroísmo de los hombres.

Mujeres en la Independencia. Fascículo de El Diario de Hoy. Septiembre

2004.

Los acontecimientos históricos del proceso independentista dieron vida a una serie de expresiones y movimientos socio-políticos que hasta la fecha se consideran poco investigados y analizados, pero sólo se conocen las versiones tradicionales de los acontecimientos y actores invisibilizando hechos y protagonistas importantes.

Hasta hace poco tiempo que el proceso independentista esta siendo investigado rescatando la participación y rol de las mujeres; de ahí que investigaciones realizadas como la de Carlos Cañas Dinarte sobre las mujeres en la independencia nos proporcionan evidencias importantes sobre el rol de las mujeres en esa época, que es fundamental reflexionar.

Cañas Dinarte constata que "Las mujeres de esa época: criollas, mestizas, indígenas y negras esclavas, compartían algunas funciones y labores comunes, a las que se les denominaba: "oficios mujeriles". El hogar, la

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iglesia, el hospital y el campo de labranza eran sus principales espacios para desempeñar éstas labores. La mayoría de mujeres eran excluidas del derecho a la educación, siendo esta, además de exclusividad de una élite, eminentemente religiosa y segregada para hombres y mujeres.

Por esa época, las mujeres también estaban privadas de asistencia ginecológica por los médicos, por lo que las enfermedades posparto producían grandes mortandades y dejaban en la orfandad maternal a muchas criaturas recién nacidas. El título de “doña” era usado por mujeres solteras o casadas, cuyos matrimonios no las obligaban a usar los apellidos de sus esposos. La viudez era honrada y elogiada, mientras que la bigamia era castigada con severidad, al grado que era considerada un delito igual que el ejercido por las mujeres llamadas perdidas o de mal vivir, entre las que se contaban prostitutas, ebrias y las cuatreras dedicadas al abigeato. A fines del siglo XVIII, muchas mujeres pensaron que ese estado de cosas estaba llegando a su fin, en especial cuando se dieron cuenta de lo que ocurría al interior de los movimientos sociales desencadenados en la Francia de los Luises.

Sin embargo, la historia de la independencia esta sellada por la firma sólo por próceres y fue hasta 1975, que en el marco del Año Internacional de la Mujer y a iniciativa de la Liga Femenina de El Salvador, se reconoció la participación de una prócer: María de los Ángeles Miranda, declarada Heroína de la Patria mediante el decreto legislativo 101 (30 de septiembre de 1976).

Estos datos nos indican que las mujeres independientemente de sus condiciones sociales y étnicas compartían un mismo ámbito y espacio que las colocaba en una misma condición de género, determinada por su exclusión de otros espacios sociales en el ámbito público–político y destinadas a sus roles de madres, esposas, cuidadoras.

A pesar de este contexto, fueron muchas las mujeres que formaron parte de este proceso independentista – que según la investigación citada – tuvieron que intervenir activamente y haciendo aportes importante a este momento histórico; entre ellas recordamos:

Las metapanecas Juana de Dios Arriaga, Inés Anselma Ascencio de Román, Dominga Fabia Juárez de Reina, Úrsula Guzmán y Gertrudis Lemus. Las dos últimas suministraron piedras y armas a los indios y mulatos que, el 24 de

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noviembre de 1811, participaron en enfrentamientos en esa localidad santaneca, dirigidos por el prócer Juan de Dios Mayorga.

María Madrid –viuda oriunda de Tejutla (Chalatenango), de 43 años de edad- y Francisca de la Cruz López –joven de 30 años de edad, soltera y nativa del lugar-, quienes fueron liberadas gracias al indulto promulgado el 3 de marzo de 1812, tras ser capturadas y sometidas a largos interrogatorios y acusaciones de alta traición contra el imperio ibérico.

Se reconoce como una mártir a Mercedes Castro –fusilada en San Miguel por sus afanes libertarios-, al igual que los de las viroleñas Josefina Barahona, Micaela y Feliciana Jerez.

Las más destacadas en la historia salvadoreña están hermanas María Feliciana de los Ángeles y Manuela Miranda, quienes, entusiasmadas por los afanes libertarios en San Salvador, propagaron las noticias independentistas por la campiña de Sensuntepeque, misión patriótica llevada a cabo con sus fuertes voces y un tambor. La zona se alzó en insurrección el 29 de diciembre de 1811, en el punto conocido como Piedra Bruja. Capturadas por las autoridades españolas, las hermanas Miranda fueron procesadas en Sensuntepeque y fueron recluidas después en el Convento de San Francisco de la localidad de San Vicente de Austria y Lorenzana, las hermanas Miranda escucharon la sentencia que las condenó a sufrir cien azotes cada una, para ingresar más tarde como siervas sin paga en el convento local y en la casa del cura párroco. María de los Ángeles murió a principios de 1812, cuando su espalda desnuda recibió las descargas del látigo de su verdugo frente a la multitud reunida en la Plaza Central de San Vicente. Al momento de su muerte, rondaba los 22 años de edad.

María Felipa Aranzamendi y Aguiar, Ana Andrade Cañas, Manuela Antonia de Arce y María Teresa Escobar, abogaron por la libertad de sus cónyuges: Manuel José Arce, Santiago José Celis, Domingo Antonio de Lara y Juan de Dios Mayorga y les apoyaron de diversas maneras – visitas, bienes, exilio, privaciones, mensajería y más- para lograr la emancipación centroamericana, mientras purgaban sus penas en las cárceles, entre 1814 y 1819.

El 15 de septiembre de 1821, en las afueras del Palacio de los Capitanes Generales, una mujer fue determinante para decidir la balanza de la historia a favor de la Independencia. María Bedoya de Molina, esposa del

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prócer guatemalteco doctor Pedro Molina, hizo que una banda tocara música en la plaza y llamó al pueblo a concentrarse en el lugar, mediante la quema de cohetes de vara. A los pocos minutos, una multitud se reunió frente al edificio y así los notables se vieron obligados a decretar la emancipación política de las provincias centroamericanas.

Las labores hechas por las mujeres como activistas, como defensoras públicas, convocantes, mensajeras, así como los registros de mujeres presas políticas y mártires, han sido hechos menos valorados, y consideradas como tareas de apoyo y no determinantes en este proceso histórico, se confirma el carácter sexista de la historia escrita que ha destacado el protagonismo masculino como lo determinante para los cambios socio–políticos y desvirtúa el valor "político" al aporte y acciones de las mujeres.

Se confirma entonces que el registro de los acontecimientos políticos y sociales no es neutral en cuanto al sexo de las personas. En los procesos sociales participan hombres y mujeres en determinados espacios, pero al darse en un sistema socio político que privilegia lo masculino e invisibiliza y subvalora el aporte de las mujeres.

La reproducción de este sistema de valores ha sido el principal motor de las desigualdades sociales entre hombres y mujeres – la historia oficial lo demuestra – por el que las mujeres seguimos luchando por ocupar espacios, donde no somos nuevas, sino donde se nos ha valorado de manera inequitativa.