muerte súbita de padres...muerte súbita de padres VICISITUDES DE SUS HIJOS Y DE LAS FAMILIAS...

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muerte súbita de padres VICISITUDES DE SUS HIJOS Y DE LAS FAMILIAS SUSTITUTAS Carlos E. prego Maberino y Luis E. prego Silva 1 La familia es una de las instituciones más estudiadas de la humanidad. Sin embargo, al decir de Anthony nuestros conocimientos sobre la mis- ma siguen siendo insuficientes, incompletos y no sistemáticos. Uno de los aspectos que ha consitado mayor interés últimamente es el de su desintegración, fenómeno complejo y cada vez más frecuente. Dentro de este tema, nos vamos a referir a una situación, que por las ca- racterísticas con que se nos ha presentado, la consideramos típica. El acontecimiento inicial es la muerte súbita de ambos padres. Este he- cho da lugar a conductas de los familiares, de los huérfanos que se han re- petido en cada uno de los nueve casos estudiados. Si bien este es el obje- tivo de este trabajo, se completará, en una segunda parte, con comentarios sobre los niños y sus vicisitudes. 17

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muerte súbitade padres

VICISITUDES

DE SUS HIJOS

Y DE LAS

FAMILIAS SUSTITUTAS

Carlos E. prego Maberino y LuisE. prego Silva

1

La familia es una de las instituciones más estudiadas de la humanidad.Sin embargo, al decir de Anthony nuestros conocimientos sobre la mis­

ma siguen siendo insuficientes, incompletos y no sistemáticos.Uno de los aspectos que ha consitado mayor interés últimamente es el

de su desintegración, fenómeno complejo y cada vez más frecuente.Dentro de este tema, nos vamos a referir a una situación, que por las ca­

racterísticas con que se nos ha presentado, la consideramos típica.El acontecimiento inicial es la muerte súbita de ambos padres. Este he­

cho da lugar a conductas de los familiares, de los huérfanos que se han re­petido en cada uno de los nueve casos estudiados. Si bien este es el obje­tivo de este trabajo, se completará, en una segunda parte, con comentariossobre los niños y sus vicisitudes.

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Material clinico

El material clínico sobre el cual efectua­mos nuestra observación, proviene de lasconsultas realizadas por familiares de los pa­dres fallecidos por accidentes diversos.

El motivo .de las mismas era obtenernuestro asesoramiento con respecto a lo quedebían hacer con el o los niños.

Quienes consultaron, en la mayoría delos casos, fueron los tíos y nunca lo hicieroninmediatamente después del accidente.

En cada ocasión observamos lo siguien­te:

1) Conmoción de los familiares al ente­rarse del hecho que determinó la muerte deambos padres.

2) Dudas en cuanto al qué hacer: decirlesla verdad o no. En caso afirmativo, cuándo,cómo y quién deberá hacerla.

3) Problemas con relación con la tenen­cia, o sea, quién se hará cargo de esos niños.

Por las características de esta situación, lahemos dividido en tres tiempos:

Primer tiempo:

En este reconocemos: a) el impacto por elconocimiento del hecho: el accidente quedeterminó la muerte de la pareja de padres;b) la utilización de mecanismos de negacióny c) la "suspensión del duelo".

Enterados del accidente, la mayoría delos familiares directos (en nuestros casos tíosy abuelos) les ocultan a los niños (y se loocultan a sí mismos) las consecuencias quetuvo, es decir, la muerte.

Habitualmente recurren a explicacionesimprecisas, contradictorias y aún incoheren­tes, dando por sentado que con tal procederlogran aliviar la incertidumbre de los niños.

Sila muerte no fue inmediata y ha habidohospitalización, se utiliza esa circunstanciapara atenuar la importancia de lo sucedido yse esfuerzan en sostener una esperanzacuando la evidencia -el estado de los heri­dos--- no la justifica.

Durante este tiempo nos encontramoscon una conducta a la que nosotros hemosdenominado de "suspensión del duelo". Nose llora. No se permite ninguna mención alhecho. Se muestran ante los niños como si nohubiera sucedido nada, procuran mantenerlas actividades habituales, exigiendo lo mis­mo de éstos. Se establece una censura sobrela TV, la radio y la prensa y se controla todocomentario hecho por quienes los visiten.Una frase frecuentemente oída, o similar, es:"ya habrá tiempo y lugar para llorar cuandose haya podido develar la verdad". Ellas tie­nen en común la idea de una espera del mo­mento oportuno.

A pesar de esos cuidados, ese cerco de si­lencio nunca es totalmente eficaz yello da lu­gar a situaciones complejas. Los niños lo sa­ben o lo intuyen, lo cual nos ha llevado a te­ner que actuar ante una parte que quiere sa­ber y otra que rechaza ese saber.

En un caso de uno de nosotros, la niñaque hubo de ser hospitalizada porque se hi­rió en el accidente en el que murieron sus pa­dres, hablaba con la nurse de ese hecho,mientras que con sus tíos se comportabaco­mo si no hubiera sucedido nada grave.

Segundo tiempo

En este segundo tiempo se observa:a) que la presión de la realidad obliga a

los familiares adultos a tomar una decisión:la de decir la verdad.

Eso les crea un nuevo problema: quién lodice, cuándo y cómo.

Esa dificultad tiene que ver, en la mayo­ría de los casos, con fantasías de que el infor­mante es portador de la muerte, el asesino, eldestructor de lo bueno.

Uno de los niños al que nos referiremospara ilustrar un ejemplo clínico, le dijo a unode sus tíos: cuando tu viniste se murieronnuestros padres; ahora vuelves a venir otravez y se muere la yaya. Sos como la muerte.

Por e.sarazón procuran pasarse esa fun­ción de unos a otros y es por ello que fre-

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,ente se nos pida que seamos noso­"enes les digamos la verdad.hemos negado a hacerla por consi­

--.&8" que nuestra intervención obstaculiza­;-,,¿ un proceso que debe ser asumido por losi'~~~i:¡res.

b) casi simultáneamente con a) y a vecessuperponiéndose al primer tiempo, se inicia

pugna, una competencia por la tenenciao de los niños.Todos o casi todos tienen sus argumentos

para justificar lo que consideran sus dere­chos.

Cuando han habido abuelos participan­do en esta discusión, ellos pretenden hacerpesar su condición de tales. No son cons­cientes, desde luego, que de ese modo estánrealizando un acto mágico: el de recu perar alhijo muerto. En cuando a los tíos, las razonesque dan son diversas: porque ellos tienen hi­jos de edades semejantes a la del o los huér­fanos; porque no tienen hijos y allí recibiránmayores cuidados; por el estatus, etc., etc.

Este.esfuerzo por imponer una decisiónde uno sobre otros, responde a una multipli­cidad de motivos (conscientes e inconscien­tes). Tal es así que nunca le consultan a los ni­ños con quién querrían ir. Las circunstanciaslo o los han convertido en un objeto para ex­presar amor, odios, rivalidades fraternas porcuyos contenidos nos remiten a conflictos detiempos de la adolescencia o aún a otros deorigen más temprano.

Tercer tiempo

No tardan en hacer su aparición compli­caciones y dificultades, tanto del lado de losfamiliares adoptadores como del de los ni­ños.

Veamos en primer término la situaciónde una pareja que ya tenía hijos.

Luego de un breve período de "encanta­miento", éstos verán llegar al primo como uninIruso que les ha sido impuesto (habitual­mente no se les ha consultado sobre lo deci-

'do). El recién llegado es quien acapara la

mayor atención, el que por su situación reci­be más protección y es perdonado por suserrores. Entonces son inevitables las protes­tas y la rivalidad.

Por su parte, el huérfano siente que tienederecho a una atención más personalizada.Todos tienen que compensarlo por lo queperdió y si esas aspiraciones no se ven cum­plidas, lo habitual es la aparición de conduc­tas que revelan resentimiento y envidia.

Si la pareja adoptadora no tiene hijos, elque llega, a veces en su lugar, determinacambios en la estructura y en el funciona­miento de la misma, por lo cual frecuente­mente hacen su aparición conflictos en lasrelaciones del grupo.

En estos casos, el niño se siente como unextraño, a pesar de las relaciones que hayanexistido antes entre ellos. En general no selogra una adaptación satisfactoria.

A los niños colocados ante esta nueva si­tuación, les hemos oído decir frases que tie­nen el sentido de: "nos pasa esto porque notenemos padres que nos defiendan .. .".

De uno y de otro lado se van incremen­tanda las dificultades que conducen a lo quenosotros le llamamos "período de expul­sión".

A veces de manera manifiesta, otras, disi­muladamente, se procura buscar una nuevaubicación para el niño y cuando esto sucedese reinician los problemas entre los familia­res que pugnaron por la tenencia.

En los niños hemos visto aparecer en es­tos casos, una mezcla de sentimiento de cul­pa (por el daño que creen haber hecho) y detriunfo (porque se viven fuertes).

A título de ilustración

Se nos ha hecho muy difícil presentarejemplos del material con el que hemos rea­lizado estas observaciones, porque en todosellos, los accidentes que determinaron lasmuertes, fueron ampliamente publicitadospor los medios de información, sea por la na­tura~eza de los mismos o porque quienes fa-

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llecieron eran; en muchos casos, personasde notoria actuación en nuestro medio am­biente.

Relataremos lo que importa para estaocasión, dos casos de los nueve que consti­tuyen nuestra casuística.

Ana y las vicisitudes de su situación nossuministró el primer material con el que ini­ciamos este estudio.

Todo o casi todo fue haciéndose en eltranscurrir de nuestras reflexiones. Cuando

tuvimos que intervenir en la situación de Pa­blo y Alberto, ya habíamos adquirido un co­nocimiento suficiente, como para poder mo­dificar, en parte, el curso del proceso que es­tamos describiendo.

Ana tenía 9 años cuando sucedió el acci­dente. Sus padres y ella, viajaban en un auto­móvil que se incendió. Los padres murieroncarbonizados por no poder salir del coche,mientras que Ana fue encontrada, sin con­ciencia, a varios metros del lugar del sinies­tro.

Fue socorrida y trasladada inmeCliata­mente a un hospital próximo. De allí la reti­raron sus familiares, llevándosela a la casa deuno de ellos, ya que se había herido muy le­vemente.

Uno de nosotros fue consultado dos díasdespués del accidente, para recabar nuestroasesoramiento sobre el modo de proceder.

A ella se le había dicho que sus padres es­taban hospitalizados porque su estado de sa­lud así lo requería.

Se habían esforzado por mantener unaaparente normalidad en la relación y comu­nicación entre ellos, así como con los amigosque los visitaban.

En dicha entrevista se les recomendó quele dijeran la verdad y que a su vez no oculta­ran su sufrimiento ante una situación tan pe­nosa. A pesar de nuestro empeño, decidie­ron discutir el tema a nivel del grupo de losfamiliares.

Pocos días después, nos consultaronnuevamente porque querían que examiná­ramos a Ana para saber si estaba o no en con-

diciones de ser informada sobre lo sucedido.En esa ocasión pudimos percibir que habíaotro motivo en esa consulta: estaban ante elcomienzo de los problemas por la tenenciade la niña.

Ana nos pareció más niña de lo que co­rrespondía a su edad cronológica. Desde elprimer momento tuvimos la convicción deque ella sabía lo que había pasado a pesar deque no hizo ninguna mención explícita al he­cho. Se mostró muy sorprendida por las dis­cusiones de sus tíos sobre el "derecho" de te­

nerla y particularmente porque no se hacíacomentario alguno sobre la transitoriedad detales decisiones, ya que se suponía que de­bería ser reintegrada a su hogar cuando suspadres se recuperaran.

Por la forma en que se manejó con el te­ma de la "enfermedad" de sus padres, por as­pectos de su historia personal que fuimosobteniendo en una larga entrevista y por laparticularidad del uso de sus afectos, nosplanteamos la posibilidad de estar ante unborderline.

Disponíamos ya de suficientes elemen­tos como para anticipar lo que sucedería: leocasionaría serios problemas a cualquierade los que la llevaran.

Como devolución, reiteramos nuestra re­comendación de que se encarara el tema delas muertes al tiempo que indicamos un tra­tamiento psicoanalítico.

Ana inició e interrumpió su tratamiento.Elperíodo de "expulsión" fue, en este ca­

so, inevitable. Tiempo después, se realizóuna reunión con doce personas, todos ellostíos, quienes mostraron su resentimiento ha­cia Ana (o ubicado en Ana) y sus conflictosinter e intrafamiliares.

Lamentablemente no pudimos saber có­mo fue la evolución ulterior.

Elque pasamos a describir ahora, corres­ponde al último caso de esta naturaleza en elque nos tocó intervenir.

Como fue dicho antes, ya habíamos ad­quirido suficiente conocimiento sobre las vi­cisitudes a que exponen estos hechos, por lo

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. as modificar, al menos, el tiempoión", que en nuestra experiencia

Iarmente doloroso.

dres de Pablo C7 años) y de Alber­-os) fallecieron en un accidente de

·Ó11.

:..a búsqueda del aparato y de probables;evivientes insumió un tiempo durante el

--,,1 las familiares de estos niños se apoya­en la vana esperanza de que fueran ha­

y que estuvieran vivos. En los hechos,- nombres figuraron en la lista de los desa­

~ddos.Hubo pues un período en el que se con­

.deraba justificado el silencio con el que cu­,rieron cualquier evidencia del hecho. Ante

laS preguntas por sus padres que hacían losniños, se les respondía que habían decididoprolongar el tiempo del viaje.

La consulta inicial se hizo, como casisiempre, con una pareja de tíos (y como ca­si siempre, con tíos por línea paterna. Casinunca fueron los familiares maternos. Aúnmás, éstos participan muy poco en el cursodel proceso que estamos describiendo).

Nos llamó la atención el que en aquellaconsulta nos hablaran de un accidente (delque se había ocupado ampliamente la pren­sa) como si nosotros no estuviéramos ente­rados.

Inmediatamente nos dijeron que evita­ron cualquier comentario con los niños, pe­ro como reconocían que llegaría el momen­to de hablar de ello, recurrían a nosotros pa­ra que les ayudáramos. También nos dijeronque ya habían decidido hacerse cargo de losniños.

Por la experiencia adquirida en otras oca­siones similares, fuimos explícitos en lo refe­rente a advertirlos sobre los riesgos a que seexponían ellos y los sobrinos, si no tomabanen consideración los diversos elementos queintervienen en tales circunstancias.

Días después nos consultó el abuelo pa­terno. Se había enterado de la entrevista desu hijo con uno de nosotros y quería confir­mar la exactitud de la versión recibida. El

consideraba que sus nietos no podrían tole­rar la noticia de la muerte de sus padres yademás sostuvo, muy enérgicamente, queeran ellos, él y su esposa, quienes debían to­mar a su cargo el cuidado de aquellos, auxi­liados por una empleada que los conocíadesde que nacieron.

Finalmente la información se dio; la hizoun tío (persona a la que nos referimos pági­nas más arriba).

Todo parecía haberse encaminado,cuando sucedió algo inesperado: el falleci­miento súbito de la señora que los cuidabacomo una madre sustituta. Este hecho reac­tivó conflictos entre los familiares y huboque repetir reuniones con ellos para crear unclima y un lugar favorable para los niños. Es­tos se volvieron a sentir emocional mentemuy perturbados, particularmente en sus re­laciones con compañeros y en su rendimien­to escolar. Si bien se llegó a una transacciónaceptable, sabemos que estos niños se bene­ficiarán con un tratamiento psicoanalítico.

II

El objetivo de este trabajo ha sido el dedescribir una sucesión de conductas queconsideramos típicas, en familiares de niñoscuyos padres fallecieron súbitamente.

Como nota final, haremos algunos co­mentarios sobre ese hecho, no mencionadoen la bibliografía consultada y sobre algunasparticularidades de esos niños que por cir­·cunstancias adversas, se convierten en pro­tagonistas de una situación dramática.

Los conocimientos sobre el desarrollo fí­

sico y psíquico del niño se han visto enrique­cidos por aportes, que desde distintas disci­plinas, realizan quienes investigan sobre lafamilia.

Su constitución y crecimiento, sea nor­malo patológico, está sujeto a la acción faci­litadora o perturbadora de una multiplicidad

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de agentes. Pero más allá de lo que puedaaprenderse sobre unos o sobre la otra, im­porta atender y cada vez con mayor agude­za, a los fenómenos que tienen lugar en la zo­na de sus interrelaciones.

Estamos de acuerdo con Anthony cuan­do él describe un todo formado por dos sis­temas que evolucionan mediante un cons­tante intercambio afectado por lo que suce­da en uno y en otro.

Constituir una pareja, tener hijos y asegu­rar el desarrollo de ese nuevo organismo hu­mano, ya no es un hecho fácil ni natural­por lo menos los límites de su funcionamien­to no son precisos-o Tener hijos implica unadecisión, presupone un compromiso y unesfuerzo que debe extenderse a través de untiempo y de áreas de acción, sumamente vas­tas y variadas.

Debe ser, en fin, el resultado de un proce­so relacional, en el que participa desde el co­mienzo, un designio biológico Oa atracciónsexual para preservar la especie) y un com­plejo componente psicológico (de muy va­riadas formas de expresarse) que decide ocondiciona el curso de esa relación.

Los hechos relatados, nos han permitidoobservar parejas con hijos o sin ellos, queinesperadamente deben dar lugar a otros ni­ños que podrán o no, ocupar el lugar de hi­jos.

Pero sea cual sea el estatuto al cual ingre­se ese niño huérfano, su presencia incidiráno solo sobre la estructura actual de la fami­

lia que lo albergue sino que la expondrá auna experiencia en la que se presentizaráncontenidos emocionales de acontecimien­tos que están en la historia de cada uno.

Se comprende entonces fácilmente, la re­acción ante el impacto de la noticia de lamuerte.

También se comprende, pero parcial­mente, la respuesta inmediata de generosaoferta de ayuda.

Ya no son tan simples los factores que de­terminan las pugnas por la tenencia. Pero, anuestro modo de ver, la situación más com-

pleja es la que lleva a las fantasías (o actos) de"expulsión".

Es este un punto sobre el cual haremosprogresar nuestra investigación.

Hemos tratado de obtener la mayor infor­mación posible sobre las parejas que partici­pan en este proceso de "adopción", perotambién hemos querido saber cómo eran lospadres que fallecieron.

Solamente en un caso de uno de nosotros

se les conocía, porque el consultado fue a suvez, el terapeuta de uno de sus hijos.

Lo primero importa porque puede dar­nos ciertas posibilidades para programar loque deberá hacerse con ellos, una vez toma­da la decisión de tenencia.

Lo segundo, porque en caso de obtener­la, podrá ayudamos a comprender la situa­ción y reacciones de los niños.

Aquí nos enfrentamos a dos preguntas:una ¿cómo fue la historia del desarrollo emo­cional de ese o esos niños? O sea, ¿cómo hasido la organización psicológica antes del ac­cidente? Laotra: ¿aqué edad de ellos les sor­prendió el accidente?

Lebovici y colaboradores (4) nos dicenque los efectos de la pérdida súbita de uno delos padres sobre sus hijos, depende en granparte de su estado anterior. "Nuestras obser­vaciones nos han conducido a reevaluar la

noción de traumatismo; el peso de los acon­tecimientos depende de las modalidades defuncionamiento mental y por consecuencia,del desarrollo del niño".

Pero la situación que nosotros estudia­mos es diferente" 12) porque han fallecidoambos padres; 2º) porque no presenciaronsu muerte, como los niños del trabajo aludi­do y 3º) porque hemos incluído en este acon­tecer, la intervención de familiares.

Pensamos entonces, que la experienciavivida por estos niños: muerte de sus padres;exposición a la influencia de un ambiente no

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elegido; inseguridad generada en la relacióncon el mismo que seguramente propenderá2.1 establecimiento de un falso self; que la ex­periencia vivida, repetimos, es traumática,ya que entendemos por tal "una intrusiónque proviene del ambiente y de la reaccióndel individuo a ésta, sobrevenida antes queel individuo desarrolle los mecanismos c9-tl .los que pueda hacer predecible lo imprede­cible" - Winnicott.

Conclusiones

La muerte súbita de padres, expone a sushijos y a sus familiares a situaciones que aca­bamos de describir y comentar. Ante ese he-

cho consideramos que cabe la acción de me­didas que atemperen la gravedad del proble­ma, que ayuden a adecuar las conductas yque se cumpla una función preventiva.

Esto requiere una acción que atienda:a) estudio de los familiares para seleccio­

nar los que mejor se adecuen a los requeri­.g1i~ntospara que la tenencia funcione bien;

b) explorar tan exhaustivamente comosea posible los antecedentes del o de los ni­ños para poder realizar una correcta evalua­ción del significado que pueda adquirir el ac­cidente y sus consecuencias.;

c) utilizar recursos psicoterápicos para lafamilia y para el niño; sea individualmente ocomo grupo.

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