Moral y Pluralismo. Versión Final.

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Moral y pluralismo Un compromiso comunicativo por venir Christian A. Rubiano Una proposición moral se caracteriza por ser una exigencia que le realizamos al otro. Se trata de un llamado para que este acoja en sí, con su voluntad y sus actos, el contenido de la proposición que le profesamos. Ahora ¿por qué el otro debe comprometerse con la obligación que la proposición moral le exige? ¿Qué fundamenta la pretensión de validez de tal exigencia? ¿Qué legitima la obligación que la norma impone? El presente texto abordará dichos interrogantes teniendo como paisaje para la reflexión la realidad del pluralismo en las sociedades actuales. En dicho trasfondo las justificaciones tradicionales para las pretensiones de validez de la moral no resultan satisfactorias. En otras palabras, las preguntas específicas que nos convocan son: ¿cómo fundamentar una propuesta moral que nos sirva para regular la cooperación social en el marco de sociedades pluralistas? ¿De qué fuente puede nutrirse una fundamentación post-metafísica de la moral? Con esto en mente empezaré por (I) acercarme a la propuesta de John Rawls con el objetivo de caracterizar qué es el pluralismo y de mostrar por qué el consenso traslapado no resulta del todo satisfactorio a la hora de fundamentar la cooperación social. Acto seguido (II) ahondaré en la distinción propuesta por Habermas entre ética y moral. A continuación (III) me acercaré a la propuesta Habermasiana de la acción comunicativa con el objetivo de poner de manifiesto las presuposiciones pragmáticas que debemos asumir en una práctica comunicativa exitosa. Finalmente (IV) expondré que dichas 1

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¿Es posible una moral universal y una sociedad pluralista?

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Moral y pluralismoUn compromiso comunicativo por venir

Christian A. Rubiano

Una proposicin moral se caracteriza por ser una exigencia que le realizamos al otro. Se trata de un llamado para que este acoja en s, con su voluntad y sus actos, el contenido de la proposicin que le profesamos. Ahora por qu el otro debe comprometerse con la obligacin que la proposicin moral le exige? Qu fundamenta la pretensin de validez de tal exigencia? Qu legitima la obligacin que la norma impone?

El presente texto abordar dichos interrogantes teniendo como paisaje para la reflexin la realidad del pluralismo en las sociedades actuales. En dicho trasfondo las justificaciones tradicionales para las pretensiones de validez de la moral no resultan satisfactorias. En otras palabras, las preguntas especficas que nos convocan son: cmo fundamentar una propuesta moral que nos sirva para regular la cooperacin social en el marco de sociedades pluralistas? De qu fuente puede nutrirse una fundamentacin post-metafsica de la moral?

Con esto en mente empezar por (I) acercarme a la propuesta de John Rawls con el objetivo de caracterizar qu es el pluralismo y de mostrar por qu el consenso traslapado no resulta del todo satisfactorio a la hora de fundamentar la cooperacin social. Acto seguido (II) ahondar en la distincin propuesta por Habermas entre tica y moral. A continuacin (III) me acercar a la propuesta Habermasiana de la accin comunicativa con el objetivo de poner de manifiesto las presuposiciones pragmticas que debemos asumir en una prctica comunicativa exitosa. Finalmente (IV) expondr que dichas presuposiciones fundamentan unas leyes de carcter moral (no tico) y que, dado que son el fruto de una reconstruccin de la prctica comunicativa, cumplen con las exigencias de una fundamentacin post-metafsica para la cooperacin social. Con todo ello espero mostrar que es posible reconocer el pluralismo y aun as contar con una moral universalista que gue las acciones de los miembros de las sociedades actuales.

I

En las sociedades contemporneas, lejos de tener una nica doctrina comprensiva, lo que encontramos es una pluralidad de tales doctrinas. Se trata de visiones que conjugan aspectos religiosos, filosficos y morales de la vida humana de manera ms o menos coherente [] de modo que sean compatibles unos con otros y expresen una concepcin inteligible del mundo (Rawls, 2013. 71). En dichas maneras de comprender el mundo se expresan, y esto es fundamental destacarlo, visiones sobre lo que es la vida buena.

Dada la multiplicidad de doctrinas comprensivas lo que encontramos en la actualidad son mltiples concepciones, incompatibles entre s, sobre lo que es el bien. Este estado de cosas lo presenta John Rawls como fruto de I) las guerras religiosas que siguieron a la Reforma, II) el surgimiento del Estado moderno y III) el desarrollo de la ciencia moderna. Dichos acontecimientos histricos, junto con el deseo cada vez mayor de evitar la guerra y sus padecimientos, terminaron por instaurar lo que Rawls denomina un principio de tolerancia entre los hombres.

As las cosas, el pluralismo aparece no como un desastre, sino como el resultado natural de las actividades de la razn humana en regmenes de instituciones libres y duraderas (Rawls, 2013. 18). Por supuesto, esto no quiere decir que se encuentre libre de problemas. Todo lo contrario, en el marco de una sociedad plural surge la pregunta fundamental por cmo llegar a acuerdos a propsito de la cooperacin social entre individuos que poseen diferentes concepciones sobre lo que es la vida buena? En palabras de Rawls: Cmo es posible que unas doctrinas comprensivas profundamente opuestas entre s, aunque razonables, puedan convivir y afirmar todas la concepcin de un rgimen constitucional? (Rawls, 2013. 13).

Una opcin que aparentemente hace justicia a la tolerancia y nos permitira llegar a acuerdos son los modus vivendi. Digo aparentemente ya que en dicha opcin la estabilidad de la sociedad depende de las circunstancias y no del compromiso con la tolerancia o el reconocimiento incondicional de la alteridad. Un modus vivendi es un tratado entre dos Estados cuyos objetivos e intereses estn en pugna (Rawls, 2013. 148). A fin de evitar la guerra y dadas unas circunstancias muy especiales los Estados (en este caso los miembros de una sociedad) suscriben un acuerdo de equilibrio pero, si cambian las circunstancias, estn dispuestos a alcanzar sus propias metas a expensas del otro. En un tal acuerdo la unidad social es una ilusin y la estabilidad resulta contingente.

El agente de dichos acuerdos puede caracterizarse como un egosta razonable o bien como un free rider, un aprovechado o gorrn que acepta la prctica comn slo con la reserva de poder saltarse las normas acordadas en las ocasiones favorables (Habermas, 1999. 43). Rawls, con el objetivo de dar respuesta a la pregunta por la cooperacin social en el marco del pluralismo, apuesta ms bien por un tipo de acuerdo que l denomina consenso traslapado: una concepcin poltica que cada cual suscribe desde su punto de vista (Rawls, 2013. 137).

Superando una concepcin de la justicia de carcter unilateral, esto es la idea segn la cual solo existe una nica concepcin vlida del bien, Rawls reconoce la multiplicidad de concepciones y pone su nfasis en un grupo de valores[footnoteRef:1] supremos que cada cual pueda suscribir sin tener que abandonar sus opiniones ms personales. Solo una concepcin poltica de la justicia que todos puedan razonablemente suscribir puede servir de fundamento de la razn pblica y de su justificacin (Rawls, 2013. 140). La estabilidad del acuerdo reposa, entonces, en la prioridad de los valores polticos que los agentes suscriben, respecto del resto de valores de sus doctrinas comprensivas. [1: Libertad equitativa en lo poltico y lo civil, igualdad de oportunidades, reciprocidad econmica, respeto mutuo, pasos para las indagaciones pblicas, imparcialidad y razonabilidad. ]

Para explicar por qu un agente ha de preferir estos valores Rawls acude a la psicologa moral para sostener que los ciudadanos que viven en una sociedad bien ordenada, adquieren un sentido de la justicia normal y suficiente, de manera que cumplen con los acuerdos justos a que llegan (Rawls, 2013. 143). Se explica, en consecuencia, la estabilidad no como el resultado de la persuasin y la consecucin de medios para la imposicin de una concepcin poltica sino, ms bien, como resultado del carcter e intereses de las personas que viven en el marco de una estructura bsica justa y que, desde su propio marco, suscriben una concepcin poltica focal.

Ahora bien, esta propuesta posee algunos presupuestos metafsicos que hace que no la podamos aceptar como una buena respuesta al problema de la cooperacin si nuestro inters es ofrecer una fundamentacin post-metafsica. Por un lado hay ciertas ideas que no se demuestran sino que se asumen como axiomas fundamentales. Son estas las que sostienen el edificio de la propuesta del autor. Hablo de la posicin original, el velo de ignorancia y la libertad de igualdad que son la base de los valores polticos con los cuales Rawls desea comprometerse. Por otro lado, la idea de una psicologa moral parece presuponer una suerte de naturaleza humana que es la que garantiza el xito y la estabilidad del consenso traslapado. As las cosas, los valores polticos liberales aparecen como inalterables y equiparables al concepto de verdad. Un pensamiento post-metafsico no puede sustentarse en conceptos con valor absoluto, una idea de naturaleza humana y mucho menos ejercicios mentales trascendentes a la historia.

II

Es un error creer, y esto lo saba Rawls, que los actores solo pueden dejar afectar su voluntad por la razn prctica en virtud de lo que consideran bueno. Nuestras acciones no solamente estn guiadas por lo que consideramos una buena vida. Y es que un tal concepto, el de lo bueno, aunque tiene pretensiones de validez universales, no nos ciega ante las pretensiones de validez de otros conceptos de lo bueno. Ser parte de un sistema, tener una creencia, no significa estar preso en ello. Cuando reconocemos las pretensiones de validez de otras personas, as no las compartamos ya que son contrarias con las nuestras, nos damos cuenta que debemos buscar otra fuente diferente a nuestras doctrinas para guiar la accin, si es que deseamos lograr acuerdos. Eso es lo que podra llamarse hacer de nuestras doctrinas y de nuestra actitud respecto a ellas algo razonable. Se trata de una disposicin que cualquiera que viva en el marco de una sociedad pluralista y desee evitar la guerra, puede y debe desarrollar. Este compromiso con la razonabilidad est, sin duda, por venir. Es nuestra tarea aclarar su naturaleza y los medios para hacerlo realidad.

Lo razonable aparece, entonces, como una adopcin que realizan los agentes cuando desean cooperar a pesar de sus diferencias en el marco de una sociedad, con el inters de perseguir objetivos personales o comunes. Lo razonable no es algo que se opone a la racionalidad, es su complemento. Con esto quiero destacar que adoptar un carcter razonable no quiere decir abandonar nuestras creencias ni objetivos sino, ms bien, darles un matiz particular. Dicho tono, el de la razonabilidad, tiene que ver con la reflexin sobre nuestros fines y con la bsqueda de acuerdos respecto de los medios que utilizamos para alcanzarlos. Dado que la persecucin de fines por parte de un agente no tiene solo implicaciones para l sino tambin para otros que no comparten sus fines, es necesario llegar a acuerdos intersubjetivos sobre los compromisos que cada quin, en la diferencia, tiene con el otro.

En este punto lo que ha ocurrido es una transicin desde la pregunta por lo bueno a la pregunta por lo justo. Y es que un agente razonable ha de saber que la cooperacin social entre personas con doctrinas comprensivas diferentes no puede sustentarse en una doctrina particular sobre el bien pues para todos los otros que no comparten la doctrina tal ejercicio del poder resultara ilegtimo. Qu significa, a propsito de la cooperacin social, empezar a preguntarse por lo justo y no por lo bueno? Cmo debe buscarse la respuesta a tal pregunta por la justicia?

Habermas nos dice que las orientaciones de valor, incluyendo las auto comprensiones de personas o grupos orientadas por valores, las juzgamos desde el punto de vista tico; los deberes, las normas y los mandamientos los juzgamos desde el punto de vista moral (Habermas, 1999. 55). Esto quiere decir que las ideas sobre cmo conducir nuestra vida y sobre lo que resulta bueno, el punto de vista tico, tienen un lmite cuando se plantean las cuestiones de justicia con relacin al prjimo. En ese momento ha de primar el punto de vista moral, pero no el punto de vista moral de una determinada doctrina tica.

En otras palabras, lo que se est diciendo es que para hacerle justicia al pluralismo es necesario disociar las cuestiones de la tica y las cuestiones de la moral. Sobre cmo relacionarnos intersubjetivamente no puede decidir una particular visin sobre la vida buena. Debe darse una prelacin de lo justo sobre lo bueno para que haya as un concepto de justicia ticamente neutral que respaldara un ejercicio de poder legtimo para todas las doctrinas comprensivas.

Si queremos dar cuenta de la presunta imparcialidad de los juicios morales y de la pretensin de validez de las normas obligatorias, tenemos que separar la perspectiva horizontal, en la que se regulan las relaciones interpersonales, de la perspectiva vertical de los planes de vida individuales, poniendo en su propio terreno la respuesta a las cuestiones morales genuinas. La pregunta abstracta de qu sea de igual inters para todos sobrepasa la pregunta tica contextualizada de qu sea lo mejor para nosotros (Habermas, 1999. 59).

Un intento por disociar lo tico de lo moral es el que realiza Rawls al distinguir entre unos valores propios de lo poltico y los valores con los que cada cual se compromete desde su doctrina comprensiva. La intuicin es acertada y Rawls cree que es posible comprometerse con unos valores superiores (los polticos), que guiaran la cooperacin social, desde el mbito de la propia doctrina. El problema es que dichos valores no son el resultado de un proceso inclusivo, quiero decir, un proceso en el que todos los afectados participen.

No estoy diciendo que los valores del liberalismo poltico no sean justos o que no puedan guiar la accin social en el marco de la diferencia. Lo que quiero decir es que la manera en que se llega a ellos, un ejercicio mental, no es la ms adecuada para fundamentarlos. Lo que nos pide la justicia es que respondamos por el otro, por el radicalmente otro, se trata de una solidaridad que est ms all de la empata. La sospecha de este texto, siguiendo a Habermas, es que si utilizamos un proceso reconstructivo para poner de manifiesto las presuposiciones pragmticas que estn siempre ya presentes en nuestras discusiones, podremos fundamentar haciendo justicia al pensamiento post-metafsico un compromiso moral de manera legtima. Un compromiso al que, en virtud del proceso de formulacin de sus contenidos, cualquiera que adopte la razonabilidad estara dispuesto a suscribir como gua para la cooperacin social. Escuchemos a Habermas para tener claro el lugar al que nos dirigimos:

Solamente los afectados mismos pueden llegar a poner en claro desde la perspectiva de participantes en deliberaciones prcticas lo que sea igualmente bueno para todos. El bien relevante desde el punto de vista moral se muestra en cada caso desde la perspectiva ampliada del nosotros de una comunidad que no excluye a nadie. Lo que se supera en la justicia como bien es en general la forma de un ethos intersubjetivamente compartido y con ello la estructura de pertenencia a una comunidad que se ha liberado en suma de las cadenas ticas de una comunidad exclusiva (Habermas, 1999. 61).

III

En su texto Motivos del pensamiento postmetafsico Habermas describe el panorama de la filosofa a propsito de la metafsica: se trata de todo menos de un acuerdo, lo que se halla son crticas a la metafsica que se anclan, estima l, en metafsicas negativas; o bien, retornos a la metafsica con imgenes cerradas de mundo propias de la ciencia. Habermas, al igual que otros tantos, desea superar la metafsica, pero antes de ello expone el tipo de pensamiento que desea poner en cuestin. Se trata de lo que l llama, en sentido amplio, idealismo filosfico: esto es una perspectiva caracterizada por un pensamiento identitario, una teora de las ideas y un concepto fuerte de teora.

Para la metafsica el Todo se refiere al Uno (llmese Dios, esencia de la naturaleza, ser, etc.) y deriva de este. Con el trnsito de la filosofa primera a la filosofa de la conciencia esto, comenta Habermas, no vara. Lo que ocurre es que en tal contexto el Todo empieza a referir al Uno de la subjetividad constituyente (Sujeto trascendental). Desde este enfoque, explica el autor, la teora se convierte en la forma ejemplar de vida (contemplacin, auto-reflexin sobre la conciencia) lo que genera un distanciamiento respecto de las experiencias e intereses cotidianos. Queriendo superar tal perspectiva, Habermas presenta su propuesta no sin antes realizar un ejercicio hermenutico de comprensin de la tradicin que explica las razones por las cuales el pensamiento metafsico se ha debilitado.

Son, al menos, cuatro las cosas que vale la pena destacar: 1. Con la racionalidad procedimental propia del mtodo cientfico de las ciencias naturales se desarrollan nuevos tipos de fundamentacin que no remiten a lo Uno. 2. El auge de las ciencias histrico hermenuticas y sus reflexiones sobre la contingencia, la historicidad y las dimensiones finitas empiezan a destracendentalizar conceptos. 3. El cambio de paradigma de la filosofa de la conciencia a la filosofa del lenguaje deja de lado la subjetividad constituyente para ocuparse de los usos del lenguaje y las presuposiciones pragmticas. 4. En este ambiente se renuncia a la primaca de la teora y se pone el nfasis en las relaciones entre esferas.

Es en este contexto, y bajo la influencia de los cambios mencionados, que Habermas propone la teora de la accin comunicativa como respuesta al pensamiento metafsico. Dejando de lado la idea segn la cual la filosofa tiene un acceso privilegiado a la verdad, un mtodo propio y un objeto exclusivo, nuestro autor apuesta por un planteamiento universalista y un proceso de reconstruccin racional. La filosofa aparece entonces como mediadora entre esferas en virtud de un trnsito hacia el paradigma del entendimiento con el cual la razn es destracendentalizada. En otras palabras, la propuesta de Habermas pone su nfasis en los sujetos capaces de accin y lenguaje para desentraar las presuposiciones pragmticas de toda comunicacin que hacen posible la mediacin entre esferas y el consenso.

Siguiendo las enseanzas del giro lingstico y en especial la teora de los actos de habla, Habermas desarrolla una propuesta que explica que toda comunicacin, inevitablemente, parte de una serie de presuposiciones. Este carcter compartido es lo que explica cmo es posible hacerle frente al problema de la inconmensurabilidad. Sin negar el pluralismo, Habermas apuesta por un consenso lingsticamente mediado que hace que la unidad de la razn se haga perceptible en la pluralidad de sus voces. Y es que nuestro autor estima que en toda comunidad conceptos como los de verdad, racionalidad o justificacin cumplen la misma funcin gramatical.

Tal idea se presenta de manera ms rigurosa cuando Habermas explica que en toda comunicacin existen anlogos prctico-sociales de las ideas kantianas. En otros trminos, todos los lenguajes, gracias al proceso de modernidad, comparten ciertas presuposiciones pragmtico-formales, a saber: 1. La suposicin comn de un mundo objetivo (anlogo de la idea cosmolgica de la unidad del mundo). 2. La suposicin de racionalidad mutua entre sujetos que hablan y actan (anlogo de la idea de libertad). 3. La validez inter-condicionada de los enunciados (anlogo de los movimientos totalizantes de la razn). 4. La necesidad de descentrar las perspectivas interpretativas (anlogo de la capacidad de seguir principios) (Habermas, 2006. 35-36).

Con este trnsito de las ideas regulativas kantianas a las presuposiciones constitutivas de la comunicacin, Habermas logra situar la razn y ofrecer una filosofa destracendentalizada que, sin embargo, no es contextualista, relativista o irracionalista; sino que estima que en condiciones de habla ideales es posible llegar a acuerdos en virtud de las mejores razones. Las cuatro principales condiciones para el xito de la comunicacin, que se derivan de las presuposiciones pragmticas son:

[a] carcter pblico e inclusin: no puede excluirse a nadie que, en relacin con la pretensin de validez controvertida, pueda hacer una aportacin relevante; [b] igualdad en el ejercicio de las facultades de comunicacin: a todos se les conceden las mismas oportunidades para expresarse sobre la materia; [c] exclusin del engao y la ilusin: los participantes deben creer lo que dicen; y [d] carencia de coacciones: la comunicacin debe estar libre de restricciones, ya que stas evitan que el mejor argumento pueda salir a la luz y predeterminan el resultado de la discusin (Habermas, 2006. 57)

Estas reglas, fundamentadas en las presuposiciones pragmticas de todo discurso, regulan la prctica comunicativa y son de carcter moral (no tico). Se trata de unos principios que, reconociendo la diferencia, regulan de manera universalista las cuestiones practico-morales imponiendo un marco de justicia. Su pretensin es la de atender equitativamente a los intereses y orientaciones valorativas de todos y cada uno de los afectados (Habermas, 2006. 57).

IV

Una ley es vlida en sentido moral, una ley es justa, si puede ser aceptada por todos desde la perspectiva de cada cual (Habermas, 1999. 61). Esto quiere decir que todas las personas deben comprometerse con un ejercicio de reflexin sobre el nosotros. Se trata, y vale la pena destacarlo, de un intento por cambiar el enfoque democrtico: transitar de la democracia representativa a una democracia participativa en la que todos se comprometan con la formulacin de las leyes de justicia en espacios de deliberacin bajo condiciones ideales de habla. Pero cmo se da tal evaluacin sobre las leyes? Habermas explica que una ley sobre el nosotros (una ley moral) ha de ser aceptada si, como legisladores democrticos al hacer un examen de conciencia sobre la prctica que resultara del seguimiento universal de la ley, esta podra ser aceptada por todos. Es un deber comunicativo y existencial que tenemos con el otro. Un compromiso con la reflexin justa en virtud del compromiso comunicativo (de dar razones) y las presuposiciones pragmticas del discurso.

Lo que nos impone la accin comunicativa es la necesidad de ampliar nuestros horizontes de comprensin para juzgar una norma, no desde una perspectiva egocntrica (desde la propia doctrina comprensiva), sino desde un enfoque intersubjetivo (lo justo ms all de lo bueno). Esto no quiere decir que lo tico no entre en cuestin al momento de reflexionar sobre lo moral. Se trata, ms bien, de mostrar que al asumir un compromiso comunicativo el Yo es puesto en parntesis (sin anularlo) por un Nosotros que no es un Uno (heideggeriano), sino el reconocimiento de la alteridad a pesar de la separacin infinita entre los hombres. Una preponderancia del Nosotros, del inters comn sin ser comunitario, un cuidado del Otro y de los lmites que hacen que el otro sea otro y que su otredad me permita ser. Reconocimiento que debemos asumir en tanto que estamos comprometidos comunicativamente con la justicia por el simple hecho de pertenecer a una comunidad de hablantes[footnoteRef:2]. En el papel de colegisladores todos participan y con ello aceptan una perspectiva ampliada intersubjetivamente desde la que se puede examinar si una norma conflictiva puede ser universalizable desde el punto de vista de cada interesado (Habermas, 1999. 62). [2: Este reconocimiento que pide Habermas es similar al consenso traslapado de Rawls. Un intento por comprometernos con las normas sobre lo justo desde la propia perspectiva: reconocimiento de la alteridad. La diferencia reside en la naturaleza de la fundamentacin del objeto con el cual debemos comprometernos. Para Rawls se trata de una serie de valores supremos mientras que para Habermas son las leyes de la moral. Lo que en Rawls deriva de una posicin origina a-histrica en Habermas es el fruto de una construccin participativa que se fundamenta en la reconstruccin de los presupuestos pragmticos del discurso. Mientras que los valores de Rawls an tienen cierta carga metafsica la fundamentacin de Habermas parece hacer justicia a las exigencias de un pensamiento postmetafsico. ]

No asumir este compromiso comunicativo con la razonabilidad y las normas justas de la moral es negar la posibilidad de ser parte de una sociedad y en cierto sentido la posibilidad de ser. La esencia se construye en la accin, y el no reconocer al otro, a sus acciones, dada la reciprocidad y mutabilidad de toda relacin con el otro, se transforma en una imposibilidad para la realizacin del propio acto, de la propia esencia. Se tratara en cierto sentido de una imposibilidad para el lenguaje, la manifestacin de la incapacidad de ser persona. Quien no est en capacidad de poner en cuestin su propio juicio, de reconocer la pretensin de validez de los otros, y en virtud de ello de buscar trminos justos para la cooperacin no solo no es alguien que no est capacitado para la vida en sociedad, sino que adems no est capacitado para la existencia pues no ha comprendido que esta se erige sobre el reconocimiento recproco[footnoteRef:3]. [3: Por razones de extensin no puedo extenderme aqu en ello. Cf. Rubiano, Christian. Sartre. El reconocimiento y cuidado del prjimo como principio de la accin responsable. Un buen camino para conjugar la propuesta de Sartre y la de Habermas puede partir de la afirmacin de este ltimo segn la cual libre acta nicamente quien determina su voluntad por el juicio acerca de lo que todos pueden querer (Habermas, 1999. 62). ]

Esta lectura del imperativo kantiano de manera destracendentalizada, que en Sartre se manifiesta en la idea de la responsabilidad absoluta, se cristaliza en la interpretacin terico discursiva de Habermas en los principios D (del discurso) y U (de universalizacin). Respectivamente:

slo pueden ser vlidas aquellas normas que podran suscitar la aprobacin de todos los interesados en tanto que participantes en un discurso practico (Habermas, 1999. 64).

una norma es vlida nicamente cuando las consecuencias y efectos laterales que se desprenderan previsiblemente de su seguimiento general para las constelaciones de intereses y orientaciones valorativas de cada cual podran ser aceptadas sin coaccin conjuntamente por todos los interesados (Habermas, 1999. 74).

Se trata de dos principios, para la formulacin de normas morales, derivados del compromiso con el otro que nos imponen las presuposiciones pragmticas del discurso. El primero habla de la condicin que satisface en su formulacin una norma justa. El segundo es una regla de argumentacin que mienta el carcter universal que debe satisfacer el contenido de la norma.

Cuando la prctica moral ya no se encuentra ligada a Dios y su verdad, el saber moral se desliga de los motivos subjetivos de la accin (la salvacin) y el concepto de lo moralmente recto se diferencia de la concepcin de una vida buena y querida por Dios (Habermas, 1999. 65). La tica discursiva es consciente de ello y por eso separa como formas de argumentacin lo moral y lo tico. Esta ltima queda inscrita en el problema de la autocomprensin mientras que la primera tiene que ver con los discursos de fundamentacin de normas (fundamentacin pblica de concepcin pragmtica).

Esto no implica, empero, que lo moral quede reducido al trato igual, puesto que tambin tiene que ver con la justicia y la solidaridad. Los hombres partiendo, no de una situacin originaria, sino de condiciones reales al fracasar intentando ponerse de acuerdo sobre lo tico, y queriendo que sus acuerdos sean ms que un modus vivendi, pueden ver que como copartcipes de una vida comunicativa comparten ciertos aspectos con contenidos normativos que ofrecen un fundamento para unas orientaciones comunes (Habermas, 1999. 71). Al poner de manifiesto dichas orientaciones se comprende la necesidad de un trato solidario, esto es el apoyo a la socializacin que permite la construccin del individuo. Un trato igual entre desiguales, un trato que busca el respeto recproco y la inclusin no niveladora y no confiscadora del otro en su alteridad (Habermas, 1999. 72).

Cmo se justifica el paso a esta moral pos-tradicional ms all de un crculo familiar, gremial, nacional? Pues bien, lo que ocurre es que en los presupuestos pragmticos de los discursos se universaliza, abstrae y desborda el contenido normativo de los supuestos practicados de la accin comunicativa, es decir, se extienden a una comunidad inclusiva que no excluye en principio a ningn sujeto capaz de lenguaje y accin en tanto que pueda realizar contribuciones relevantes (Habermas, 1999. 73).

En conclusin: empezamos preguntando si con la desvalorizacin de los fundamentos religiosos y metafsicos, debido al pluralismo, aun podamos encontrar un suelo slido para la moral. Luego de distinguir entre tica y moral hemos dicho, siguiendo la reflexin Habermasiana sobre aquello que ya est en juego en toda practica comunicativa, que s y que tal suelo son las presuposiciones pragmticas de todo discurso de las cuales se derivan una serie de principios y normas que garantizan la justicia de la accin en el marco de la diferencia. El cumplimiento de estas leyes, por su parte, deriva del compromiso comunicativo que tenemos con el otro. Queda, por supuesto, aun por explorar cmo ser posible hacer de este compromiso moral una realidad. Tendr que ver, al menos, con dos cuestiones: la posibilidad de institucionalizar la tica discursiva (derecho positivo) y la capacidad para acoger en nosotros, superando la debilidad de la voluntad, tales principios morales (compromiso existencial). Se trata, estimo, los puntos bsicos de una conceptualizacin por venir.BibliografaHabermas, J. (1990). Pensamiento posmetafsico. Madrid: Taurus.Habermas, J. (1999). La inclusin del otro. Estudios de teora poltica. Barcelona: Paids.Habermas, J. (2006). Entre naturalismo y religin. Barcelona: Paids.Rawls, J. (2013). Liberalismo poltico. Mxico: Fondo de Cultura Econmica.1