Montaner. La modernidad separada. Cap. "El racionalismo como método de proyección"

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La modernidad superada Arquitectura, arte y pensamiento del siglo XX Josep Maria Montaner GG"

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La modernidad superada

Arquitectura, arte y pensamiento

del siglo XX Josep Maria

Montaner

GG"

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El racionalismo como método de proyectación: progreso y crisis

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Berna)'d TsdJI.I 11 ú. LtI (r(llI/(! de la, Follic,. p(/TI's, la Vil/erre.

La teoría arquitectónica recurre a conceptos como realismo, abstracción, organicismo o empirismo, per­tenecientes al mundo del pensamiento. También el concepto de racionalismo es útil para interpretar los epi­sodios más cruciales de la arquitectura en los últimos si­glos. Llega un momento, incluso, en que el concepto de racIonalismo en c1rquit~ctura se identifica con un movi­miento trascendental: d movimiento moderno. Esta ar­quirectura no sóJo constituye una culminación de la tradiclón dd pensJmiento racioldistJ, sino que los ar­tículos, man ificscos y obrc1s de Adol rLoos, Le Cnrbusier o Mies van der Rohe se han convenido en piezJs clave para interpretar el funcionalisllO y el r3cionaJismo en la evolución general de las ideas y de la estética a principios del siglo xx.

~L RAUON ..,\I.I<.,tlTO CARTESIANO

Ll abstr;:¡cción en el arte, la arquitectura de formas clemencariscc1s y cúbicas o la ciudad zonificada constltu­yen la culminación del racionaJismo. Una de las referen­cias iniciales del racionalismo que tiene mayor influencia en el pensamiento y la c1fquiteccura radicc1 en el méto­Jo desarrollado por René Descartes (1596-1650) yex­puesto esencialmente en su Discurso del método (1637).

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De hecho, lo que hizo Descartes fue poner en primer tér­mino un concepco básico presente en la misma hiscoria de la humanidad: la facultad natural que todo hombre tiene para razonar. Este sentido común es refundamenta­do con la aproximación al mundo de la ciencia, la medici­na, las matemáticas y la geometría. El filósofo francés plantea cuatro cautelas para todo razonamiento, basadas en no aceptar nunca ningún apriori, en ir subdividiendo los problemas, en ir razonando desde lo simple hacia lo complejo yen realizar unas exhaustivas enumeraciones de todo proceso lógico. El mundo y la naturaleza se com­ponen de entidades elementales -fuerzas calculables y cuerpos medibks, tal como señaló Galileo Galilei- y se trata de descomponer la complejidad de todo problema en estas unidades resolubles, solucionando las dificulta­des po l' partes. Descartes defiende, por ta nto, un racio na­lismo g ue niega la autorid,1d del pasado, estableciendo ta­buLa rasa y aplicando como método la experiencia propia interprL't<lda a la luz de la razón. 1

La revolución epistemológica, que aporró una pau­lati na construc -i In de un método científico y la apertura del máximo horizonte del racionalismo había arrancado con Leonardo da Vinci, Copérnico, Giordano .Bruno y }ohannes Kepler, habla teniclo sus aportaciones trase n­dentales en Galileo Galilei y Francis Bacon, culminando con la interpretación y síntesis de Isaac Newton a finales de este siglo XVI!..! Esta afirmación del poder del pensa­miento y la razón, y esta exigencia de la necesaria referen­ci,1 a la sistematicidad de la ciencia alcanzarían su máxima expresión en el sistema fdosófico de George W. Friedrich Hegel a principios del siglo XIX.

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LA TRADICIÓN RACIONALISTA DE LA ARQUITECTURA

En buena lógica, de todas las artes la arquitectura es aquélla que menos se presta a excluir la idea de racionali­dad y es la que está más condicionada por la utilidad y la necesidad.) Es por eLlo que el racionalismo cartesiano ge­nera un modelo que tiene implicaciones arquitectónicas en la tradición de la tratadística clásica francesa, empe­zando por el Cours d'Architeetvtre (1675-1688) de Fran­~ois Blande! y por los planteamientos racionalistas de Claude Perrault. En el Cours de BlondeJ, la teoría arqui­tectónica se convierte en doctrina de Lis proporciones y en estética de las reglas y de la legibilidad. Perrault intro­dujo en su edición crítica y abreviada de Les Dzx Livres d'Architeeture de Vitruvio (1674), un nuevo grado de raciol13.lidad al establecer la diferencia entre la belleza ar­bitraria que se b:1sa en la costumbre y en los hábitOs, y la belleza positiva que se basa en la proporción, la razón y la función. La duda metOdológica cartesiana se extiende a los valores adquiriJos por la histOria de la arquitectura aunque se dirija en direcciones distintas: Blondel hacia los principios ideales y los esquemas geométricos y Pe­rrault, por in fl uencia de John Locke, hacia la experiencia y la percepción Je la belleza. Poco más tarde, el énfasis en el r,1Cion,1lismo y el funcionalismo encuentra su expre­sión en los tratados de estereotomla de finales del siglo XVII y del siglo XVIU.~

A grandes rasgos, la evolución que se sigue desde el renacimientO hasta el neoclasicismo consiste en la intro­ducción de mayores grados de racionalismo en detri­mento de las legitimaciones mitológicas y religiosas. La

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experiencia y la razón, la facultad crLtica que establece Immanuel Kant como fuerza de progreso, van teniendo mayor peso. A lo largo de la segunda mitad del siglo XVT1l

y la primera del siglo XIX, las excavaciones arqueológicas y el estudio preciso de los monumentos antiguos se cons­tituyen en focos de revisión de los principios estéticos establecidos.

En las ídeas d I ;¡bate Marc-Antoine Laugier, la ra· zón como a priori -concretada en el madeja estructural de la "cabaña primitiva" pt'esent<lda en su Essai sur /'Ar­chitectttre (1751)- es confirmada por lé'l experiencia em­pírica y por las sensaciones. Mediante su racionalismo L1dical y su gcometrismo ckmentarista, Laugier pone de manifiesto que los aspectos estructurales de la arquitec­tura coinciden con los valores más simples y naturales. Siguiendo las ínfluenclas de Jean-Louis de Cordemoy y del abate Carla Lodoli, Laugier propone un modelo fun­dacional para la arquitectura.

En gran partt,; dc' bs corrientes que van del renaci­miento al neoclasicismo se produce una identificación entre clasicismo y racionalismo. Un ejemplo serían los escritores de 1<1 ACCldemia degli Arc;:tdi de Roma, que a finales del siglo XVII y principios del XVlLl oponen b ra­zón y la dignidad clásica frente al gusto y al artificio ba­rroco. O . nuevo, la evidenci:l, la claridad y la distinción cartesiana," Con la Ilustración, rdZón, natur<lleza y clasi­cismo se unifican. No en vano, John Summerson inter­preta la tradición dd clasicismo en estrecha relación con el racionalismo y Colin Rowe considera que la tendencia a la abstracción en Mies van der Rohe es una aspiración esenciaJ del clasicismo. Precisamente e/legado del c1asi­

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cisma;¡ la arquitectura de nuestro tiempo podrí;¡ ser in­terpret;1do como la búsqueda de l;¡ armonía por procedi­mientos racionales_ El Modular de Le Corbusier serta una manifestación tardia de ello. 6

Otro de los puntos culminantes se establece con las chses de ,1rquittctUr;1 queJ.N.L. Durand imparte en l'E­cale Pol ytech niq ue de París. CA n el Précis de le<;ons d'ar­

chitccturc (1802-1805) la teorÍa se vuelve metodología, el SiSlcm,) c' clDalítico y proyeetual ;1 la vez. De manera car­tesiana la arquitcetuLl se lu reducido a sus elementos y partes escnci::tles y ¿'~tas se pueden ~lrricular sobre un,1 re­tícula horizontal y otra vertical, h.1St3 conformar el todo de m;¡nera racional y clara.

Sin embargo el mOlnenro l11ás trascenclcntal lo constituye el r,l~i;nalismo evulutivo pbntcado por Fu­o'enc-Emmanud Violld-lc-Duc, bas:ldo en la proput' La b

de una sínll'sis entre el ¡dealizac!u modt lo C()Jl~truc(ivo

n1edicv,11 y la joven lecnología dd hierro. En Viol1ct-ie­Duc, los principios mctodo¡ó~icos de Descartes y las interpretacione' rigoristas de Carla Lodoli sirven para sustenUr h teorL1 de la nueva arquitectura de la segunda míL1d del siglo XIX,?

La r:lcion;1Iíd;1c! seminal que se halla en la estructura gótíca St' vcdllevada a su máximo esplendor en la arquí­tectuL1 ele los rascacielos de Chicago de finales del siglo XIX. Las nueVe1S estructur;-1S de acero, el recurso de los ,15­censores y la introducción de la fa ntanerícl y la higiene en los edifícios definidn una nueV,l época. En rode1 esta bús­queda recurrente de 1<1 arquitectura moderna predomina el mito de la <1rquítectura industrial, la admiración por

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los procedimientos racionales utilizados por los ingenie­ros, el uso de la energía eléctrica, el deseo de reducir la ornamencación y la confianza en que estos mismos pro­cedimientos técnicos van a aportar el principal medio de

. I ,.:.:

expresJOn artlstlca,' El racionalismo estructural tiene su puato culmi­

nante en la incerpretación que plantea August Choisy en su Histoiyede lA ychitt'cture (1899). Siguiendo el positi vís­010 de August Comte, Hyppolyte Taine y Gortfried Semper, Choisy interpreta la historia de la ;:¡rguitectura exclusivJmeme como resultado de Jos logros de la evolu­ción de las tecnologías y de las disponibilidades de los materiales. La historia de la arquitectura es la historia de la construcción. No es castd que Reyner Banha111 en su Teoría y dise/io en la primera era de la máquina (1960) considere a (:hoisy C()lno el ~1Utor fundacional de 1;1 nue­V;1 era del Llcionalismo y la técnica en el siglo xx.

Esta época de transfonn:lción tecnol{)bic,¡ r.ldical, con anrecedentes a meJiados del siglo XVJIl, e111 pieza a tom,lr cuerpo ,1 p:H"tir de 1850 y consigue la l1l<lyor preci­sión l(~cnica encl'\.' 1900 y 1930, La tecnología del hierro, qul:' ya se h:tbía rn"nifesr:ldo lncipicntemente en obras pi0l1t:L1S como el puente de lronbridge (1750), realizado en hierro evlado, llega a mamemos clave a lo largo de la segundJ mitad del siglo XIX, utilizanJo el hierro L1mil1a­do en ejemplos paradigmáticos como el palacio de Cris­tal en LOJldres (1851), una estructura que configurJ unJ fachada transparente que deja entrar el máximo de luz, o la torre Eiffel en París (1889), una estructura ligera que alcanza la mayor altura y representatividad.

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Por otra parte, la tecnología del hormigón armado cuJmi na su desarrollo y perfeccionamiento en las deca­das de 1920 y 1930. Tras años de experimentación y pro­ducción se imponen unos criterios de cálculo preciso para las estructuras de hormigón armado a partir de teo­rías como la de Hardy Cross.9

EL RACIONALISMO DEL MOVIMIENTO MODERNO

De los tipos de racionalidad existentes -analítica, concreta, dialéctica, histórica ...-la arquitectura de prin­cipios del siglo xx entronca especialmente con la razón analítica, aguelb que se basa en la distinción y clasifica­ción, utilizando procé,· s lógicos y matemáticos que tienden a la abstracción, Los cuadros comparativos de plantas de células de vivienda planteados por Alexander Klein en los años veinte sedan un par<tdigma de esta ra­zón analítica aplicada a l3 arquitectura.

En los momentos culminaIltes de la búsqueda de la utilidad, el racionalismo en arquitectura coincide siem­pre con el funcionalismo, es decir, con la premisa de que la forma es un resultad·~: de la función: el programa, los materiales, el contexto. Esta identificación entre funcio­nalismo, racionallsmo y precisión técnica tiene ua ante­cedente en la arquitectura del císter que se extiende por la floreciente Europa agraria del siglo XII. Por primera vez, una orden religiosa identificaba la actividad religiosa con la razón y el trabajo, generando un programa y un mode­lo generalizable de monasterio en el campo. 10

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y no en vano, racionalismo y funcionalismo son dos calificativos asignados al diseño, la arquúectura y el urbanismo del movimiento moderno; una noción de funcionaJismo que es aplicada por primera vez por Gorr­fried Semper a mediados del siglo XIX. Esta identidad tiene una sola excepción: el caso de la arquitectura orgá­nica, en la que se demuestra cómo la disciplina funciona­lista se puede adaptar a llnas formas que son orgánicas y no mecánicas. En el método organicista, el funcionalis­mo se aparta del racionalismo.

A principios del siglo XX, la teorLzación arquitectó­nica de raíz racionalista absorbe las indicaciones proce­dentes de los experimentos de las vanguardias figurativas. El método de subdivisión del mundo en entidades ele­mentales y élbstractas se corresponde con la descompo­sición de las figuras del arte y la arquitectura en sus elementos irreductibles, tal como encontramos en el ele­mentarismo abstracto de Vasili Kandinsky, Piet Mon­drian u otros autores del grupo De Stijl, o tal como se re<lliza en los experimentos construcrivistas de la vanguar­dia rusa -como en los espacios Proun de El Lissitzky. Recuérdese cómo la casa Schroeder en Utrecht de Cenit Thomas Rietveld (1924) se basJba en la composición de elementos geométricos primarios como líneas, pbnos y carpinterías, o cómo la "célula de una sola habitación" proyectada por Moisej Ginzburg en 1930 se basaba en el mont::lje de elementos como pilares, forjados, cerramien­tos y carpinterías. Esta actitud de descomposición y ele­mentarismo del racionalismo se mantiene aumentada en l::ls arquitecturas tardomodern::ls de las corrientes high techo

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Lo mismo sucede con el urbanismo racionaEsta. El instrumento del zoning se basa en dividir la complejidad de la ciudad en partes susceptibles de ser tratadas genéri­camente e independientemente. Siguiendo las premisas canesianas, la ciudad como problema se descompone por zonas de manera que funcione como una máquina productiva; se divide en partes monofuncionales conec­tadas por las líneas de circulación. ll De esta manera, el de­lirio máximo del racionalismo lleva a intentar planificar la inmensa complejidad de la ciudad mediante su des­composición en estructuras formales y funcionales sim­ples.

El racionalismo arquitectónico, que se fundamenta en el mito de una sociedad cientÍfica y racionalmente or­denada, coincide con la admiración por las máquinas. La escultura y la arquitectura de las vanguardias, desde Lász­ló Moholy-Nagy hast<l Le Corbusier, parte de la mitifica­ción de la precisión y la belleza de la máquina. Ludwig Wittbenstein planteó en 1928 una casa para su hermana Hermine en Viena) siguiendo un proyecto de Paul En­gdmann, discípulo de Adolf Loos y proponiendo unos espacios radicalmente V<lcíos de ornamentación, que es­taban entendIdos como un mecanismo lógico, como si fue­ran un circuito eléctrico. Wirrgmstein había escrito "el slgnLficado es el uso" .12 Si en una similar batalla puritana, Adolf Loos identificJ ornamentación COn pervivencia irracional y ve en el ornamento un impulso mimético que va contra la objetivación racional, Engelmann y Wittgenstein van mucho más allá, convirtiendo tam­bién los interiores en espacios radicalmente abstractos. Si Le Corbusier en el prototipo de la casa Domino, y

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Mies van der Rohe en sus pabellones platónicos ejiminan la visión de las jácenas, la casa de Wittgenstein convierte las jácenas y los capiteles de los pilares en los elementos centrales de los interiores.

Coincidiendo con la conversión de las vanguardias en un movimiento internacional, van apareciendo mo­delos estrictamente racionales y cartesianos. El más para­digmático y seminal es la casa Domino creada por Le Corbusier en 1914. Se basa en la certeza de un apriori car­tesiano, en una estructura constructiva básica: forjados y columnas prefabricadas que dejan la plantrl libre y la fa­chada independiente de la estructura, creando un espacio diáfano en torno a los pilares; un espacio humano que mira con optimismo hacia el horizonte. La estructura Dom ino, ju neo con la estruct ura vertical de 1a casa Cü ro­han que permite crear los dobles espacios, son el punto de partida de la mrlyor parte de los prototipos lecorbu­senanos.

Por su síntesis de idealismo y racionalismo, el siste­ma Domino es una especie de "cabaña primüiva" de la arquitectura moderna, dentro de la misma tradición que .la planteada por Laugier. Si~uiendo el mismo sentido fundacional, los elementos básicos ahora no son de ma­dera sino que están realizados con la incipiente cultura del hormigón armado y del acero.

La arquitectura de la nueva objetividad alemana y holandesa se basaba, de manera radical, en el abandono de toda pretensión artística en aras de una arquitectura que fuera absolutamente objetiva y transparente a las nece­sidades sociales. Se trataba de un funcionalismo y raciona­lismo de carácter primitivista. La "cocina de Frankfurt"

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(Frankfurter Küche, 1926) constituía la pieza básica para re­plantear la globalidad de la ciudad a través de la vivienda, utilizando el concepto racional del Existenzminimum.

La fábrica Van Nelle en Rotterdam, de Johannes Andreas Brinckmann y Leender T. Cornelius van der Vlugt (1925-1927), sería uno de los ejemplos máximos de esta arquitectura racional y funcional al extremo, en la que la forma celebra exclusivamente la precisión técnica. Predomina la radical funcionalidad de los volúmenes y pas;'\reJas, las plantas tOtalmente libres con alturas varia­bles según el tipo de proceso productivo, las fachadas drástica y repetitivamente tramparen tes.

El s;,\nrltorio antituberculoso Zonnestraal en Hil­versum, promovido por el movimiento obrero holandés, obra de Johannes Duiker y Bernard Bijvoet (1925-1927), intenta concentrar en su interior el máximo de ravos de sol, ~uz y aire, en definitiva de naturaleza y salud. Esto se puede con<;.~uir a la perfección con la forma plástica de la arqu itect ura raciona lista: esl ructura de pórticos de hormigón armado, totalmente vista, cuidada yomnipre­sente, con abundantes voladizos; fachadas desmateriali­zadas, convertidas totalmente en cristal, con delgada y ligera carpintería metálica. El conjunto consta de un edi­ficio principal co n.las instalaciones colecti vas y dos pabe­llones para enfermos, articulados por una sala de conver­saciones. De esta manera, como una ciudad renacentista ideal o una imaginación expresionista, el complejo abo sorbe toda la energía del bosque que le rodea, se convier­te en una geometría especular que refleja siempre la natu­raleza a través de la transparencia y ligereza de sí misma. Empeño científico y naturaleza libre coinciden. El racio­

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nalismo como proceso de pensamiento se ha convertido en forma.

También los prototipos de Buckminster Fuller, como la casa Dimax.iono máquina para vivir (1927), ma­nifiestan una forma extrema del dogma racionalista, en el sentido más estricto. Sin ninguna concesión a la esté­tica, a la forma o al estilo, es exclusivamente la acción mecánica y funcional la que conforma el edificio, enten­dido como un prototipo autónomo respecto a cualquier lugar.

En todos estos casos la arquitectura está interpreta­da conlO contenedor de actividades, como sumatorio de instalaciones, como máquina que absorbe la energía del entorno, como problema de medidas, como definición de estándarl's. La arquitectura racionalista parte de la en­troniz;¡ción del método. Toda precipitación, intuición, improvisación ha de ser sustituida por la sistematici­dad, los cálculos prectsos y los materiales producidos en sene,

En este sentido, es evidente que la ('."periencia local del GATCPAC en Cataluña se basó en l'liminar la ten­dencia a la intuición experimental y a] empirismo de los arquitectos modernistas y noltccntistcs. El avancc de las estructuras metálicas y de los cálculos de las estructuras de hormigón armado podían ya permitlrlo. Al mismo tiempo los arquitectos del GATCPAC no sólo promo­vieron nuevas tecnologías estructurales sino también nuevos materiales como las pi:lcas de fibrocemento.

La lógica cartesiana se ha ido imponiendo. Si un cuadro en la época clásica tenía el valor simbólico de una ventana, las vanguardias lo convierten en materia

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y van descomponiendo cada componente: el muro, la superficie, el espacio, la com posiciá n y el color. T am­bién la construcción arquitectónica pone en evidencia la culminación de esta lógica: de ser unidad, el organismo arquitectónico pasa a descomponerse raciona] y drás­ticamente en el esqueleto -que sustenta- y el cerra­mIento.

Lógicamente, la definición de Jo racional en arqui­tectura ha ido evolucionando a lo largo de la historia y ha sido plural, de la misma manera que ha ido variando la concepCil')n de funcionalidad. Y sin duda el mismo racio­nalismo se expres<'l en muy diversas concepciones, algu­nas de las cuales han sido tomadas como r ferencia por la arquitectura. Incluso podemos establecer que dentro del racionalismo se han desarrollado dos tendencias opues­tas: aquélla que interpret<'l racionalismo como predomi­nio exclusivo de la razón y de] conocimiento y aquella que interpreta racionalismo desde un punto de vista em­pírico capaz de una acumulr1Ción sistemática de expe­rLencias. La prLmera postura del racionalismo se identifi­el con hacer talJl?Ld r ISr,<, con negar la tradición en aras de L1S ¡Jeas innatas y de la continua renovación de la ciencia. La segunda concepción, en cambio, acepta el valor po­sitiVlJ de la tradición y de la acumulación de conoci­mientos; desde est~l posición, 1a experienciJ empírica no estaría contrapuesta rl la razón Por este motivo, ciertos momentos de la historia, como la Ilustración, han podido iluminar una postura a b vez racionalista y clasicista, volcada de manera racional hacia una nueva sociedad y, al mismo tiempo, altamente respetuosa con el gusto clá­sico y el saber <'Icumulado por la tradición.

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LOS liMITES DEL RACIONAUSMO

El racionalismo es uno de los conceptOs que más ha entrado en crisis desde la Segunda Guerra Mundial. Ra­cionalismo y funcionalismo fueron interpretados por Theodor W. Adorno como mecanismos empobrece­dores de bs LOmplejidades y cualidades de la realidad, aliados con el sistema capitalista que introduce conti­nuamente unificación y cuantificación, que limita las co­sas a mera utilidad y determinación económica. Lo que no estél cosificado, lo que no se deja numerar ni medir, no cuenta. Tal como ya había señalado Walter Benjamin, la razón y el progreso tienen un carácter ambivalente: si por una parte comportan lé1 mejora de la vida humana, el desarrollo tecnológico y el aumento de la socialización, por otr:1. aportan instrumentos más perfeccionados de dominación del individuo y de exploté1ción de la mm­rcl1ez.a. 11

Desde el pensamiento eXistencia] ísta hasta las metO· dologbs estructuralístas se ha consumado un<1 evolución que se bc1 distanciado del estricto racionalismo. De he­cho, ya el gran esfuerzo por racionalizar la sociedad en el período de entregucrras había convivido con la tenden­cié1 a liberar la irracionalldad y atacar la ré1cíonalidc1d ins­trumental l'n los manifiestos de los surrealistas, en la arquitectura expresionisté1, en los experimentos formé1les de FrederLck Kiesler y en 1.1 teoría teosófica de Rudolf Steiner concretada en las dos experiencias del Goe­theé1num (1913-1928). Incluso en los mismos orígenes de la arqultectura moderna existen avisos como el de Gian Barrista Piranesi, desvelando el lado irracional y te­

nebroso deJ proyecto moderno. Y no es casuaJidad que tanto Theodor W. Adorno como Jacques Derrida hayan tOmado como referencias para su crítica a la mo­dernidad .1 los escritores surrealistas Antonin Artaud y George Bataille.

En ciertos momentos históricos se ha producido un exceso de racionalismo que ha acabado fracasando por su parcialidad y por su insuficiencia. Un ejemplo ilustrati­vo lo constituyen los intentos de modificar la semana planetaria de siete dtas, adoptada por el Imperio Romano desde el siglo 1I y que paulatinamente se implantó en la mayor parte del mundo. Este interva.lo artificial, creado por el hombre, que se corresponde con las fluctuaciones bjológicas internas, se ha intentado reformar durante al­gunos de los momentos histórlcos más autoritarios. La Revolución Francesa intentó proponer estructuras por decenas, de diez días, que se m:l:lruvieron sólo durante catorce años. Stalin entre 1929 y 1940 intentó imponer semanas de cinco días, primero, y año:> más tarde de seIs dírlS. También fracasó.';

Por lo tanto, podemos establecer, a grandes rasgos, que a Jo I;¡rgo de siglos las diversas manifestaciones del ra­cionalismo han constituido una fuerza de renovación y progreso. Pero si desde el renacimiento hasta principios del siglo xx ha constituido un motor para la desacraliza­ción y humanízación del mundo, en la segunda mitad del siglo se h,l convertido en un freno, un obstáculo, un lími­te, una simplificación de la complejidad. E're proceso empezó a gestarse en el pensamiento romántico yen dis­tintos momentos de contrapunto al predominio exclusi­vo de la razón. Y ha sido especialmente a partir de los

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años cuarenta cuando se ha puesto en evidencia una des­ilusión radical acerca de una confianza, otrora desmedi­da, en la razón.l~ Dicha confianza se había expresado, por ejemplo, en la idea de ciudad ideal, en el deseo de una ciudad perfecta, homogénea, pretendidamente justa y evidentemente cerrad<1 y sin memoria que florece desde el renacimiento hasta el urbanismo del movimiento mo­derno pasando por el momento culm[name del socialis­mo utópico. A lo largo del siglo xx, la posibilidad de la utopía va. íendo sustituida por la referencia a la distopía, la utopía negativa. Paradójicamente, sin embargo, las ciudades modernas de nueva planta se crearon en Jos años s senta: Brasilia, Chandigarh y Dacca.

En el campo de la arquitectura, la mayoría de co­rrientes hegemónicas desde los aí'1os cuarenta han arran­cado de una crítica parcial o total al racionalismo. El organicismo y el empirismo, expresado en Alvar Aalto y orros arquitectos nórdicos, se adherían a un raeionalis­r1!O empírico y acumulativo. El expresionismo de Hans Scharoun, manifestado en obras como la s:da de concier­tos de la Filarmónica de Berlín (1956,1963), parte de ex­perimentar fenómenos reales como el púhlico escuchando música, y otorgándole· una forma nUL'va, sin ningún a

pn:ori. O l.t ,1rquitectura brasileña, desde la forma ex­presivJ dI.: üsear Niemeyer, que margina Funcionalidad y precisión constructiva en defensa de la sensualidad y el ¡rracionalismo, hasta el expresionismo de Lina Bo Bardi basado en una búsqueda programática y fenomenológica de una actividad artística que supere los condicionantes del racionalismo. Todos estos casos son buena prueba de que las experlencias más renovadas han partido de una

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corrección de] racionalismo inicial sin renunciar, en cier­tos casos, al funcionalismo. 16

Incluso algunos de los mismos protagonistas del ra­cionalismo más radical de los años veinte realizan poste­riormente una autocrÍtica de sus propuestas. En 1963 Ludwig Hilberseimer, inventor de la "ciudad vertical" como estructura urbana que responde unívocamente al problema exclusivo del tráfico, escribe en EntfaLtung ei· ner PLanungsidee que "considerado en conjunto, el con­Cepto de esta ciudad vertical estaba basado en una idea falsa. Era más una necrópolis que una metrópolis, era un estéril paisaje de asfalto y cemento, inhum;:¡no desde todos los aspectos". l'

También los criterios dominantes respecto al apren­dizaje y el proyecro arquitectónico se han transformado. De la confianza moderna en la elaboración de una arqui­tectura racional, preparada artificialmente en laborato· rios _omo la Bauhaus, sin conexiones con la realidad y la historia, se ha p~r.1do a la demostración por parte de des­tacados arquitc:cros como Louis Kahn,]0rn Utzon, Aldo van Eyck o Den}'s Lasdun que b arquitectura se aprende a partir de h interpretJ 'ión directa, a través de los dibu­jos real izados en viajes, analizando los monumentos de la historia.

De la misma manera que el pensamiento pO-'mo­derno -l": 'presado, por ejemplo, por Jean-Frans:ois Lyotard-l~ se basa en una crltica a las interpretaciones racionalistas dominantes, en la mayoría de obras de los arquitectos representativos de las últimas décadas predo­minan actitudes ;:¡ntirracionaJistas yantifurH;¡onalisras. Aldo Rossi y Robert Venturi, los dos máximos tratadis­

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tas de las últimas décadas, rechazan el esquematismo ra­cionalista y reclaman la complejidad de la reaJ.1dad, de la tradición arquitectónica y de la estructura de la ciudad. Esta crisis del funcionalismo tuvo como principales pro­tagonisL1s autores como Louis Kahn, quien fue introdu­ciendo en su obra un giro antifuncionalista partiendo siempre de una forma inicia.! dada, o como James Stir/ing, quien desarrolló una obra eminentemente contradic­toria que p¡:¡rtía de la conciencia de la crisis del raciona­lismo.l~

La teis básica de La arquitectura de La ciudad (1966) de Aldo R ssi es .la de interpretar la ciudad como fenó­meno cultural, humano, económico y geográfico de una extrema complejidad. Además, Rossi plantea una crítica explícita al "funcionali ~mo ingenuo" en general (reba­riendo las concepciones de Bronislav Mali nowsky) y, en concreto, desmontando el prejuicio de que la función precede a la forma, negando que la fUI1l'ión sea la legiti­m3dora del discurso espacial. L1 realidad demuestra lo contrario: la definición formal es predominante en la ar­quitectura y potl:ncia el cambio de usos; (.'<; la función la que sigue a la forma. Ellibro, en definitivJ, es un alegat contra la pretensión de una inlcrprcLación exclusi­vamente racionalislJ. y cuantitativa de la complejidad urbana.

En el Teatro del Mundo (1979), Rossí crea una ar­quitectura con una misión exclusivamente simbólica, que es llarración )' preparación para un aconteCl1111ento. El teatro se confunde con 1:1 vida, mostrando alternativa­mente el vacío del escenario)' la presencia de la memoria de la ciudad de Veneci a. Esta obra de Rossi man ifiesta có-

EL racionalismo como método de prol' \t'ldón: progreso y crisl:i 79

mo el espacio arquitectónico tiene valor en sí mismo, más allá de las cuestiones funcionales; niega la función como legitimadora de! discurso arquitectónico,20

En CompLejidad y contradicción en La arqu.itectura (1966) Roben Venturi argumentó la imposibilidad de re­ducir el fenómeno arquitectónico a un solo sistema lógi­co y estético. Venturi, en palabras de August Heckscher, manifiesta: "El racionalismo nació entre la simplicidad y el orden, pero el racionalismo resulta inadecuado en cualquier período de agitación. Entonces el equilibrio debe cr('~lrs~ en lo opuesto. La pn interior que los hom­bres bJnan debe suponer una tensión entre las contradic­ciones e incertidumbres. Un espíritu de ironía permite al hombre entender que nada es tal como parece y que cau­sas casi in ariables comport:ln result~ldos inl'~~1L'rados.

Una sensibilidad par~ldójie;:t permite que apan':7can uni­das Losas aparentemente diferentes y que su incongruen­cia sugiera una cíer!".1 verdad. El p~1:-'O de una visión de la vida esencialmentlO simple y ordenada a una visión de la vida complejel e irónicJ es lo que cada individuo expe­rimenta al llegar a la madurez. Pero ciertas épocas ani­man este desarrollo: en ellas las perspectivas paradójica o te~tral colorea el escenario intelectual...".~1

En estos ;lños proliferan las críticas al funcionalismo y al racionallsrno. Theodor W. Adorno publica en 1965 su anículo "El funcionalismo hoy" en el que critica el puri­tanismo antiornamental de Adolf Loas, sosteniendo que "ciertas irracío na] ¡dades son esenciales en la sociedad" y que "el orn,1111cnto tiene una base psicológica". Adorno añade que" e! placer se interpreta, según la ética bu rcgue.a del trabajo, como energía despilfarrada... Los límites del

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so josep Mm'ia MOt/Caner

funcionalismo h;1slc hoy han sido los límites del sentido práctico de la burguesía" y que "incluso en las falsas ne­cesidades de] componamienro humano existe un frag­menro de !ibenad".22

Peter Eisenman dedica en 1976 uno de sus primeros escritos al "posfunciunJlismo". En él considera que el funcionalismo en arquitectura constituye una variante del positivismo y que m~s que una alternativa es una fase tardÍJ del humanismo. Según Eisenman ~1ún no se ha al­canzado una arquitectll r:1 abstract:l, alejada de las normas dlll11iné1ntes en el humanismo, tal como encontraron en sus respectivos C<1mpos Casimir MJJévich, Pict Mon­drian, James Joycc, Guillaume ApollinJire o Arnold Schonberg. 2J

El proyecto teórico "Exuc/us o los prisiont'ros vo­lumarios de la arquitectura" de Rern Koolhaas y Elia Zen¡;helís (1972) constituye una crítica a las últimas con­secuencias de una ciudad rélcional, zonific:lda y JllrÓnO­t11~1 Je su enromo. La urbanística r.Kionalisla t'S reducida al absurdo mediante la eXJ beré1Ción y una ironía ambigua que proyeeu un Londres distápico, con un centro lineal y amuralbdo que conforn1:l nueve úeas distintas en bs­que 11-1Y zonas Je baIlaS. la universidad, el cuadrado de IZI cultura o cl complejo de la investigJción científíca.2~

y esta crisis dt' lus criterios Llcionalist~ls de segreg;1ción, división y zonificación no sólo seexpresZl en IZI rcalidad de las ciudades sino que se nunifiesta en todo tipo de Zlr­qllitectura, desde las oficinas -en las que predomina un espacio flexible equipado con módulos de trabajo-, p<1sando por el territOrio de los museos y de los edificios-

El r,¡('fonatismo COI/IO mhodo de proy.:·( ración: progn?~o y (Tiú~ 81

masa que concemran gran variedad de fu nciones cu lrura­les y de ocio, hasta el mismo espacio doméstico.

El parque de Id Víllette en París, de Bernard Tschu­mi (1982-1990), muestra la influencia de Peter Eísenman, tanto de sus teorías como de sus proyectos: 1-:>. s/ollies pro­vienen de la serie de casas proyectadas por Eisenman y el tr<lZCldo geométrico general tiene como <)nlcccdente el proyectO para el Canareggio de Venecia (1978). En el p;1rque de la Villette, la trama geométrica arbitraría, forma­Ja por la superposición de puntOs, líneas y superficies, se cOllvierte en el instrumento que argumenta, contra las teorías fllllcion;¡list.as, que 110 hay unél relación de causa y efecto entre pr 19ram,1 y ;1rquitccturZl.las/ol/ics procla­m<1n con sus formZls neoconstrucrivístas que l:ts funcio­nes son aleatortil.$ y se van ClcbptJlldo a LIS formas. Todo el conjuntO rcflejn el precedente de b l'stétio pintorcs­qu is(ZI del jard ín inglés, i111 pulsad.1 ahor;¡ ZI h veloci<..hd de un circuito de carrcras. Existc una evidente rC[Zleión cinemJtica con la mcdnica del movimiul[() y del montaje en el cinc. Este parque es [;1ntO una (IlnSL:.1tación de Le in­tluencia del cine sobre el espacio arquitectónico y la sensi­bilidCld del siglo xx, como de la crisis del racionalismo y del predominio de criterios e,,-rrictamente funcionales.

Gran partc de la filosofía Je la segunda mitad del si­glo xx considera que un hombrt: exclusivamente racio­na! <..'s una mera :lbstracción. Según María Zambrano, todo r:lcionalismo es un absolutismo que pretende la perfección, hacicndo encajar la cambiante y compleja realidad en los esquemas de la razón. "la historia no es un asunto lógico, simplemente porque tiene su pr pia lógica. Su orden no se puede reducir al orden construido

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82 Josep Mana Montaner

por el pensamiento racionalista" y "No hay conoci­miento alguno que no tenga como origen, y aún funda-

o •• I }' 'smento, una mtulClon .­La misma fenomenología es una constatación de la

crisis del racionalismo. Los textos de Edmund Husserl, Karl Jaspers y Maurice Merleau-Ponty se basan en una corrección, a partir de la experiencia y la existencia, del exclusivismo racionalista para interpretar al mundo yal ser humano. Según Merleau-Ponty, el cuerpo es el que permite habitar en el mundo: "N uesrro cuerpo no es un objeto para un yo pienso, sino un conjunto de significa­dos que van hacia el propio equilibrio / .. .1. El mundo no es lo que yo pienso sino lo que yo vivo."2(,

También los campos del diseño, la industria y la ciencia han planteado nuevas interpretaciones que se basan en la crítica al racionalismo: desde los textos sobre los nuevos materiales y los procesos de pmyectación publi­odas por Ezio Manzini hasta las teorías sobre la impor­tancia de la crl'~llividad en el mundo de la ciencia, según llya Prigogine, yen el mundo de b Filosofía, según José Antonio Marina. Ya en su primer texto, Intenciones en arquiteetura., eh ristia 11 N orberg-Sch ulz habÍ<1 seJ'í aJado cómo "el razonamiento es -aproximadamente- exacro, pero LOrpe y burocrático, mientras que 1.1 percepción es espontáneamente 'in:;eniosa' e 'insegura' ".2i Todos ellos defienden que junto a elementos racionales, siste­máticos y metódicos, toda actividad, tanto científica como artística, se complementa con mecanismos irracio­nales, de astucia, de inspiración y de azar.~·~ Los proyec­tos arquitectónicos de Rem Koolhaas o Bernard Tschu­mi, con su heterogeneidad radical de referencias, con su

El racionalismo como método de proyeetación: progreso y crisis 83

superposición de fragmentos, con su dinamicidad, Con sus collages de imágenes, son expresión de la esencia caó· tlca y multidimensional del presente. En la medida que la racionalidad instrumental está en la misma base de la mo­dernidad, en los escritos de Walter Benjamin, Theodor w. Adorno, Maurice Merleau-Ponty o María Zambrano, crítica al racionalismo y crítica a la modernidad coinci­den. Dichos autores han dejado claro que tanto un pensa­miento estrictamente cartesiano y racional como una doctrina opuesta basada en la intuición esencial, son fal­sos. Todo pensamiento debe incluir la razón y la intui­ción como procesos básicos y complementarios.

Notas bibliográficas

1. René DescarLt:\, TI discurso dd 11étodo, Alianza Editorial, Madrid, 1979. Sobre las diver~as concepciones de lo racional, .0,N' José rcrr:ller Mora, DiccionfIYio de Filosojia de Bolsillo, Ali;lI za Editorial, Madrid, 1983.

2. V¿asc D,lIio Rei, La revolución cú:.ntífiCCl. Ciencia y socie<!.HI en Lurup.< ('lllre los siglos xl'y Xtll, Editorial Icaria, Barcelona, 1973; y Alh~l"to PértL Gómez, La génesis y superación del/un· cionalisll7o ('}1 al'quicecrura, Editorial Limusa, Méxio, 1980.

3. Véase el escrilO de Alan Colquhoun, "Racionalismo: un concepco fi losófico en arqui[ectura" en Modernidad y tr,ltli· (Ión clásica, Júcar Universidad, Madrid, 1991.

-l. ]/(:,IIl.iC Frans;oise Fichet, La tiJeorie arcbiteCfurale a/'age cI.1.s~ique, Pierre Mardaga éditeur, Bruselas, 1979; y el apanado

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84 ]ose-p Maria Montana

dedicado a las teorías del siglo XVlIl en el libro de Renaro de Fusco, Mdle anni d'architettma ir¡ Europa, Edirori Larerza, Roma-Bari, 1993.

5. Sobre el grupo de poet:ts de la ArCldia ·¡;/iase. Domenico Consoli, Del!. 'A rcadhl {.¡/I'!lLulI1lNislllo, U niv rsal-: C:1pelli Edi­tare, Bolonia, 1972 y Am, ni MUl, L<I vo/wltar expressiva, Edicions de la Magrana, Barcc1ona, 1991.

6. Nos reflOrimos a John Summerson, El l(,ligue/jO' cI¿sico de la ,IITjlútcetlfr,¡, Edirorial GUSt.l\·O Gili S.A., Barcelona, 197R; ya

:olin Rowe, "Neocbsicismo y .lrqll itectur:t moderna" en Ma­nicrism yarquireclHra moderna y otros ensayos, Edirori,ll Gus­tavo íli ',1\., Barcelona, 1978.

7. Vt;,iIlse las r:1gin,ls ckdicac!Js .1 Viollet-Ie-Duc por Hnl1no­Walter Kruft ell Histori,7 di' Id /('orí'l dt'/,,· ,¡rr¡itit¡;t'tur.l, Ali.anza Forma, Mad rid, 1990,

S. Vc;ase. Cad \'iI. Candil, LI Swola di Chú,?:!.u. N<7sClÚ e -''Lii·

Il/pjJo del grau.~eido, LibrETia 'editric(' Fi '¡"(,lllíllJ, flnrl'IlCLa, 1';179.

9. H.udr eros> publicó el1 1922 su primer estllJio snhre el c.ílclllo Je rórticu~ yen 1")33 publicó el esrudie) definiri,·\). En 1'731 la cstnlct\lra del Empirc 't.ue: dc NUl'V~l York ~l' h'lbía calculado siguiendo t:lnu<:,vo método Cross.

10. V(;rl~e Geor~es Duby, Seo! Berna rdo y I .Irte (lstf rcit'llsl' (El lit/cimiento del gótico), Taurus Ediciones, Madrid, 1981.

J 1. Véase Jllan Lll is de las Rivas, El espacio ca1/1 o !lIg,u. Univer­sid",d de Valladolid, Valladolid, 1992.

El raGon,dismo como mérodo de proyeetaóón: progreso y criSI.i 8S

12. Véase Francesco Amendolagine y Massimo Cacciari, Oikos da Loos a Wittgenstein, Officina Edizioni, Roma, 1975.

13. Theodor W. Adorno,Minima mora/ia (1951), Taurus Edi­ciones S.A., Madrid, 1987. Este rexto es un exponente del pe­~imismn respecto a las posibilidades de la razón y h historia human;¡s en d que desembocaron miembros de la Escuela de Frankfllrt como Adorno, Lukács y Horkheimer que siguie­ron fielmenre la crítica, tan radical, de Walter Benj.lmin J la 1110dernjcbd,

14. Extraído de WitoJd Rybczynski, Espl:!)'ando el fin de SClI7a·

na, Em('(~ h.irores, Barcelona, 1992.

15. ¡ éL/se Vice me Agu itera Cer ni, "Axiología, crilie:!, vida" l'fl AA. VV., Lit d umbr,¡j drlos 90. Reflexiories50brel'l critica j. arre, IV AM C'nrre Julio Gondlez., Valencia, 1990.

16. Respecto a b oposición al r;Kionallsmo de estos dos arqu i­te rm ,.rétl:;¡· Edson }"lahfuz "Do minimalismo e da dispET ~o

como Illl'todo rrnil'Clll<ll. El Ml'l1lOrial da Al1:lerica Latina de O.·al Nicml'Ycr" rl. U. ilrrjlfiteetw·tI. Urbanismo, nO 24, Sao P:1Ulo, 1991; YAndrea Crisrj!1~ e lrvalho Sigueira, resis docto­ral en cl.1boración sobre Lin:l Bo Klrdi.

17. ExtrJído de Ludwig Hilbcrsf'imf'r, Un 'idea di plano, Mar­~i1ío Fdltori, Padua, 1967.

l8. Recordemos la dcfens.l que Lyolard realiza del saber na­rrativo frente al saber ciemífico en su texto básico, La condi· cl.ón posmoderna, C~tedra, Madrid, 1984,

[9. Por ejemplo, James Stirling publicó en Architeetu.,.,d Re·

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86 Jose¡ Maria Montaner

viewel artículo "La capilla de Le Corbusier en Ronchamp y la crisis del racionalismo", marzo de 1956.

20. Véase Aldo Rossi, La arquitectura. de la cuf.da.d, Edicorial Gustavo Gili S.A., Barcelona, 1971; y sobreel Teatro del Mun­do véase, Lotus, na 25, 1979, "Tre progeui di Aldo Rossi"; y AJdo Rossi, "Le temps du Théatre" en Aldo Rossi- Théatre, Vi· l/e, Archúecture, Recherches et Créations, Nantes, 1985.

21. August Hecksher, The public happiness, Hurchinson of London, 1963; y Robert Venturi, Complejidad y contradicción en la arquitectura, Editorial Gustavo Cili S.A.) Barcelona, 1972.

22. [.i'{:{/)'cTheodor W. Adorno, "Functionalisl1l Today". Op­posiúons, nO 17, C~llnbridge Mass., VCl'<HlO, 1979.

23. V¿,tse este escrito de Peter Eisemnan 'ni! fine del classico, CluVJ Fcliuice, Venecia, 1987.

24. Rem Koolhaas y Elia Zenghells, <'Exodus o i prigjoneri volonrari de l'architcttura". Casabella , nO 378, Milán, 1973.

25. Extraído de María Zambr;mo, Persona y dellloC1·,.táu. La historia s,m4¿cial, Anthropos, Barcelona, 1988.

26. Maurice MerlcJu-Ponry, FenoJnCJ7ologia della perccúone, Casa Editrice Il Saggiatore, 1965.

27. Christian Norberg-Schulz, Intenciones en arquitectura, Editorial Gustavo Gili S.A., Barcelona, 1970.

EL raciona.Lismo como método de proyeetación: progreso y crisis 87

28. Nos referimos especialmente a Ezi Manzini, La materia de/l'invenzione, Arcadia Edizioni, Milán, 1986; La rnatiere de I'in;;ention, Centre Georges Pompidou, París, 1989; The Mate· i'h¡.{ o/Invention, Design Council, Londres, 1989; La materia de la invención, Edicíones CEAC, Barcelon<l, 1993.

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En la actualidad el Movimiento Moderno en arquitectura constituye una condición

permanente y, al mismo tiempo, es ya un fenómeno histórico

superado. Los nueve ensayos que

conforman este libro ponen en evidencia que es en los países

del ur de Europa (Italia, España y Portugal), en los de

América Latina y en otros contexto periféricos donde se han podido superar, de manera más profunda, las insuficiencias de la modernidad. Para analizar este fenómeno el autor recurre

también a aportaciones cruciales en el campo del arte y del pensamiento del siglo XX.

Josep Maria Montancr es arquitecro, escritor y profesor de

la Escuela de Arquitectura de Barcelona. Ha sido profesor

invirado en diversas universidades europeas y

latinoamericanas. Es autor de libros traducidos a varios

idiomas y publica regularmame en revistas de arquitectura y en

el diario El País.

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