Monseñor Romero

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Ensayo sobre Mons Óscar Arnulfo Romero

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Monseor Romero: Pastor y Mrtir

mayo 21, 2015

Pedro TrigoQuiero decir de entrada que hablo sobre l, no porque toca, es decir, de modo protocolar, sino porque nos hace bien recordarlo. Repasar su vida y releer sus escritos impulsa a salir de nosotros y a ponernos a la altura de la realidad desde nuestra condicin de creyentes. Lo recordamos, sobre todo, como compromiso de fidelidad. Pertenecemos a la misma historia, formamos parte del mismo cuerpo; l es hermano mayor, pastor y mrtir. Nos sigue marcando rumbo y animando a caminar por l. En la misa de clausura de la Asamblea General del Episcopado latinoamericano en Puebla, presidida por el Papa recin elegido, salieron muchos obispos a dar la comunin. Regresaba Monseor Romero y yo me le acerqu dicindole que quera comulgar con Jess y con l. l me dio a Jess y me dio un abrazo de comunin.

Escribo, pues, con gratitud. Y para decir con sencillez a tantos que han venido despus o que por las distorsiones de aquellos aos no apreciaron su figura, que no se priven de un alimento tan slido, tan clido, tan reconfortante. Que lean los seis tomos de sus homilas[1] (que las escuchen, si es posible), su diario espiritual[2], sus cuatro cartas pastorales[3], sus discursos y las vidas que sobre l se han escrito[4]. All encontrarn a un ser humano vivo, palpitante, a un hombre de Dios, a una voz que los llamar a ponerse en camino y que les dar luces e impulsos para no perder el rumbo o para tomar el rumbo adecuado.

Como me han pedido, voy a tratar de l como pastor y mrtir.

Mrtir: testigo del evangelio, que da la vida por lLa primera pregunta que nos tenemos que hacer es si el martirio es algo del pasado o del presente. La respuesta es que hoy hay martirios y ms masivamente que en el imperio romano. Estamos en la poca de ms mrtires de toda la historia cristiana: en las dcadas pasadas, sobre todo, en Amrica Latina y en frica, y hoy tambin en frica y en Asia, sobre todo, en el oriente medio.

Ante todo hay que decir que no hay que glorificar el martirio porque el martirio es siempre un asesinato y Dios no quiere que ningn ser humano mate a otro ser humano. Por eso Dios no quiere que haya mrtires, no quiso que su Hijo fuera ajusticiado en la cruz y no quiere que sus cristianos ni los no cristianos sean asesinados. Es una blasfemia afirmar que Jess vino al mundo para morir en la cruz. En matar a Jess no hubo nada bueno: sacrificar a Jess fue el acto ms negativo que ha habido en la historia. As pues, no hay que glorificar el martirio. Aunque s a los mrtires.

Ahora bien, en sentido literal, todos estamos llamados a ser mrtires. Martyr es una palabra griega que significa testigo, as que no es cristiano consecuente quien no lo sea. El cristiano es testigo del reinado de Dios que inici Jess de Nazaret y que consiste en la vida fraterna de las hijas e hijos de Dios, como camino hacia el Reino: el mundo donde habite la justicia y Dios sea todo en todos.

Hay dos dificultades estructurales en el seguimiento de Jess, que hacen ver la dificultad de ser mrtires: la primera es la de vencer en uno mismo, tanto la propensin al autocentramiento y, consiguientemente, a dejarnos llevar por la pasin dominante, como la inercia, la propensin al estado de reposo, la dificultad de poner incesantemente acciones que nos lleven ms all de nosotros mismos. La segunda dificultad es que ser testigo de Jess no consiste slo en hacer el bien sino en luchar contra el mal, ya que su vida pudo resumirse diciendo que pas haciendo el bien y liberando a todos los afligidos por el mal (Hch 10,38). Ahora bien, esto ltimo es, cuando menos, incmodo y molesto, frecuentemente se hace muy duro y, no pocas veces, tiene costos muy difciles de pagar. Porque el mal no es slo el mal fsico: enfermedades, desgracias, minusvalas; muchas veces es el mal causado por seres humanos y a veces es un dao estructural: derivado de reglas de juego injustas e injustamente aplicadas. Quien se arriesga a hacer el mal de este modo, ordinariamente se arriesga tambin a llevarse por delante a quien se oponga a ese mal. Por ms que se trate de evitar confrontaciones y aunque nosotros no luchemos con las mismas armas que ellos, ya que excluimos imponernos a la fuerza y, ms todava, matar, si, como Jess, somos testigos de la verdad, saldremos de un modo u otro crucificados.

A veces los de arriba tienen tanto poder que se limitan a ignorar a quien lucha contra el mal. Si les parece que sigue haciendo ruido, lo estigmatizan. Pero, si la cosa sigue, lo quitan del medio, para que todo siga igual.

Ahora bien qu relacin intrnseca hay entre ser testigos, tal como hemos explicado, y ser mrtires en el sentido tcnico de la palabra, es decir, dar la vida por Jess y su evangelio, que es el reinado de Dios? Formulado de este modo, el martirio es consecuencia necesaria del testimonio: todo testigo consecuente de Jess da su vida por l y por su evangelio, es decir, se esfuerza por vivir en todos los aspectos y circunstancias de la vida como verdadero hijo de Dios y como verdadero hermano de todos sin excluir a nadie. Se es testigo, no slo en la prctica religiosa y en la vida privada, familiar y de amistades, sino en el trabajo, en la sociedad y en la poltica, lo mismo que en el descanso y la fiesta.

Ahora bien qu relacin hay entre que uno d su vida y que se la quiten violentamente? Comencemos por Jess. La relacin es necesaria, si, como suele suceder, se vive en una situacin de pecado y los que la usufructan no quieren convertirse a la fraternidad de las hijas e hijos de Dios y los testigos, por serlo, no se resignan a esa situacin y tienen xito en su camino alternativo. Llamamos situacin de pecado a unas estructuras, instituciones e ideologa que hacen enormemente difcil vivir como hijos de Dios y como hermanos de todos desde el privilegio de los pobres y sin excluir a los diferentes. En el caso de Jess las autoridades religiosas y polticas y, ms en general, los de arriba no queran vivir como hijos de Dios, porque se haban endiosado a s mismos, ni como hermanos de los dems, porque buscaban de modo absoluto su propio provecho a costa de empobrecer a los dems y llevrselos por delante, si se oponan a sus designios. Como Jess no slo proclamaba ese mundo fraterno de los hijos de Dios sino que conduca sin prisa y sin pausa hacia l, empezando por los sobrecargados y abatidos, muchos de los cuales logr que se pusieran en pie, se posesionaran de su propia dignidad, cobraran esperanza, se encontraran entre s y se movilizaran, quienes basaban su poder en la desesperanza, resignacin y desmovilizacin de los de abajo, vieron un peligro en el ascendiente de Jess e intentaron desprestigiarlo, pero como no lo lograron, no tuvieron ms remedio que quitarlo del medio para que todo siguiera igual.

As pues, el que dar la vida, que es lo propio de todo testigo consecuente, acabe en que le quitan la vida, depende del grado en que la accin de los testigos ponga en peligro el dominio injusto e inhumano de los opresores endiosados. Y esto a su vez depende tanto de la profundidad del influjo de los testigos, como de la solidez del dominio de los opresores.

Los cristianos latinoamericanos de la segunda mitad del siglo pasado, comprometidos con la liberacin desde la ptica de Medelln y Puebla, un ejemplo paradigmtico de testimonio que acaba en martirio masivoDesde la segunda mitad de los aos sesenta a la segunda mitad de los ochenta, se dio en Amrica Latina la combinacin de dos procesos que resultaron insoportables para los de arriba y por tanto explosivos: el xodo del campo a la ciudad, que por primera vez en quinientos aos cambi radicalmente el mapa humano de Amrica Latina, y el proceso de modernizacin. Sin el primero habra sido imposible el segundo. El primero constituye una gesta sin precedentes en Nuestra Amrica que ser recordada y cantada por generaciones futuras. La prestancia de los campesinos, su capacidad de aprendizaje para asumir la modernidad y contribuir a ella cualitativamente en trabajos especializados y tomar conciencia de su condicin de ciudadanos con sus derechos y dignidad y de organizarse para reivindicarlos fue tan vertiginosa que tuvieron que insurgir los regmenes de Seguridad Nacional para quebrar su resistencia a sangre y fuego y obligarlos a rendirse a la situacin subordinada que las lites les reservaron para que no se quebrara la correlacin de clases que vena desde la colonia. Con esto qued patente que la democracia era la fachada, que lo buscado de modo absoluto era mantener el orden establecido, que haba que mantenerlo antidemocrticamente porque no era orden sino desorden establecido.

Ese despertar del pueblo coincidi con el despertar de la Iglesia, que volvi al evangelio y empat con los fundadores de nuestra Iglesia, que, a diferencia de los que vinieron despus, no se resignaron a la contradiccin entre la fraternidad cristiana entre indgenas y espaoles, por ser todos cristianos, y la constitucin de la sociedad seorial, que relegaba a los indgenas al estatuto de siervos de los espaoles. Como entonces, se dio un encuentro histrico entre la Iglesia y el pueblo, posible porque la institucin eclesistica entr en el pueblo, considerado por ella mayor de edad en la sociedad y en la Iglesia, porque lo era ante el Dios de Jesucristo. Esta Iglesia propici un proceso decidido y creativo de encarnacin kentica en seguimiento de Jess de Nazaret, como modo de situarse ante nuestra realidad, equivalente del modo como se situ Jess en la suya.

La fecundidad de esa alianza con el pueblo y con los solidarizados con l fue tanta que una parte muy cualitativa del pueblo asumi su condicin eclesial, contempl a Jess en los evangelios y de este modo se fortaleci la conciencia de su dignidad y de su fraternidad solidaria. Fueron las bodas de oro entre la institucin eclesistica y el pueblo de Dios y muchos profesionales solidarios. La marca ms evidente de su carcter evanglico fue la alegra que todos concibieron en este encuentro realmente histrico.

La consecuencia fue la misma de Jess: Una agresiva campaa de calumnias por parte de la oligarqua y de la CIA, coreada por la mayora de los massmedia, que surti efecto en el Vaticano y en obispos timoratos y en gente de orden, que no quera abrir los ojos a la situacin de violencia institucionalizada. Como la campaa no hizo mella en la gente popular y en muchos sectores profesionales, se pas a la persecucin sistemtica. Entonces vino el martirio masivo. Tres obispos mrtires (Angelelli, Romero, Gerardi), casi cien, entre curas y religiosas y muchos miles de catequistas, animadores de comunidades, servidores de la Palabra, en suma, cristianos activos de a pie.

Como se ve, la mayora de los mrtires fueron gente popular no resignada y organizada. Son los mrtires annimos, mrtires jesunicos podemos llamarlos porque fueron masacrados por entregarse a la causa de Jess: el establecimiento del mundo fraterno de las hijas e hijos de Dios. Hoy tambin casi todos los mrtires son personas as, asesinadas por fanticos musulmanes o hindes por odio a la fe cuando celebraban su fe en la iglesia. Tambin son annimos los cientos de miles de confesores de la fe, que prefieren abandonar sus hogares y pertenencias y salir por el desierto a una existencia incierta, antes que apostatar y pasarse al islam. Con esto queda claro que el corazn de la Iglesia est compuesto en su abrumadora mayora por cristianos de a pie. Pero tambin es claro que cuando hay pastores que no abandonan su rebao en peligro sino que dan la vida por l, todo el pueblo de Dios se robustece en la fe y se potencia tremendamente su testimonio cristiano. Es lo que vamos a ver en el caso, realmente paradigmtico, de monseor Romero.

Monseor Romero, mrtir por ser pastor como Jess

Partimos de su condicin humana: de su aspecto tosco de campesino tmido, de su piedad, siempre en aumento[5], de su honda fe, de su preparacin seria, de su fidelidad a la institucin eclesistica y a sus directrices, de la opinin que se tena de l como doctrinalmente seguro e instintivamente receloso de novedades. ste es el hombre que asoma a la escena nacional al ser elegido arzobispo de San Salvador en una coyuntura crecientemente conflictiva. Su antecesor, monseor Chvez haba apoyado a quienes pedan cambios en la lnea de renovacin eclesial y justicia social. La eleccin de Romero, en vez de Rivera, fue vista como la apuesta del Vaticano por el orden establecido para no poner en peligro el status de privilegio de la institucin eclesistica.

l quera ser testigo de Jess y quera serlo hasta el punto de dar su vida en ese empeo. l quera sinceramente que eso fuera lo absoluto y lo dems fuera verdadera expresin de ese absoluto. Sin embargo, pensaba que muchos curas y, sobre todo, religiosos y religiosas, estaban yendo demasiado lejos en su solidaridad y defensa de la gente popular. Crea que, a pesar de su buena voluntad, estaban contaminados por la ideologa y la lgica marxista o, por lo menos, izquierdista.

El 22 de febrero de 1977 toma posesin de la arquidicesis. En la primera reunin del clero se present con toda humildad y pidi ayuda para enfrentar el reto de la hora con fidelidad. Este gesto revelaba lo que sera la fuente de su grandeza: su determinacin deliberada de asumir la realidad desde su condicin de pastor, es decir, su decisin de no restringirse a administrar una institucin desde la institucionalizacin vigente, sino de ponerse a la altura de la situacin para realizar en ella la voluntad de Dios: la misin de proclamar el Reino y de actuarlo con la fuerza del Espritu. Esta voluntad resuelta de estar en la realidad, porque en ella se realiza la salvacin, es el hilo conductor que lo fue llevando hasta el mismo corazn de la historia salvadorea y que en ella lo convirti en heraldo de Jesucristo, en su sacramento para el pueblo y, por eso, en bandera discutida, hasta participar de su mismo destino. Como dice sentidamente Jon Sobrino: l era el que iba delante de nosotros. Se fue convirtiendo en punto de referencia de 1a Iglesia y del pas.

Esa decisin de asumir pastoralmente la situacin la fue teorizando luego con gran profundidad y coherencia, haciendo ver que en la nica historia, se da la gracia y el pecado, y que es en ella, y no al margen de ella, donde se realiza la salvacin. El asumi instintivamente que la realidad slo se abre a la comprensin desde dentro, comprometindose con ella y que, cristianamente hablando, la luz es la luz de la vida (Jn 8,12), es decir, la que va dando de s la vida vivida desde la perspectiva que nos traz Jess de Nazaret (Jn 1,4). La luz, la comprensin desde una neutralidad asptica, si es que eso es posible, no da vida; y el sentido que da una vida desde una perspectiva contraria a la de Jess no es luz de vida sino tinieblas que acarrean mentira, esclavitud y muerte. Esto lo fue viendo Monseor a medida que fue dando pasos, es decir, tomando decisiones, en medio de una gran inseguridad personal y un gran temor a equivocarse y una aguda percepcin de que su visin institucionalista era radicalmente insuficiente para captar la complejidad de la realidad y para situarse en ella.

Por eso, la verdad de la decisin de entrar al corazn de la situacin desde la perspectiva de Jess se prob en su peticin de ayuda, en su apertura a su clero, a las asociaciones apostlicas, al pueblo, a los expertos e incluso a los que parecan sus enemigos. Expresiones que aparecen constantemente en su boca como buscar entre todos la verdad, aydenme, dialogumoslo, caracterizan este talante suyo fundamentalmente respectivo y dialgico. l escuchaba a todos porque no era el portavoz de una institucin que acta desde sus propios intereses, sino el pastor de todos desde la trascendencia de Dios y el camino de Jess que pasa por el privilegio de los pobres. Lo recordamos en Puebla sentado al borde de una silla con una libretita preguntando, escuchando y anotando incansablemente. Sus homilas recogen tantos testimonios sopesados y cribados que, a pesar de tener tantos enemigos al acecho, jams lo pudieron sorprender en una informacin falsa. l no fue un entusiasta, es decir, alguien que se mueve slo a su ritmo interior porque cree tener incorporado a Dios, sino un oyente de la Palabra, deseoso siempre de trascender, escuchando a Dios en la oracin, en los acontecimientos y en las personas.

El primer acontecimiento que como arzobispo tuvo que procesar y que lo sacudi hasta los tutanos, fue el asesinato del padre Rutilio Grande. Este jesuita era amigo suyo desde el seminario. Monseor no estaba de acuerdo con su lnea pastoral, pero lo respetaba grandemente como cristiano y lo quera como amigo. Ante su cadver, ante el pueblo que lo lloraba, ante los infundios que propalaron los actores intelectuales del asesinato y sus cmplices y ante los sacerdotes y comunidades de base que se solidarizaron con este mrtir de la justicia que brota de la fe, Monseor comprendi vivencialmente que el asesinato no fue un error ni un abuso, sino la lgica infernal de una situacin de pecado. Y, entonces, decidi tomar partido y hablar claro. Su determinacin de que el domingo hubiera una nica misa en toda la dicesis, la que l con su presbiterio celebrara en la catedral, y el compromiso de no asistir a ningn acto oficial hasta que no se hiciera justicia, fue el punto de partida de un viraje sin retorno. Entonces vio claro que quienes no lo secundaron, lo hacan porque haban absolutizado el orden establecido y slo aceptaban lo que del cristianismo cupiera en l. Lo haban absolutizado porque el gobierno y la opinin pblica en poder de los de arriba no se empearon en esclarecer su muerte y castigar a los culpables, dando as por asentado que esa muerte era parte del costo social de preservar el desorden establecido. En adelante ya todos supieron a qu atenerse.

Entonces tom l el relevo del mrtir, cada vez ms decidida y consecuentemente. La calidad evanglica de su opcin se vio en que nunca dio por perdidos a los enemigos del pueblo y en que conden la violencia de ambos lados y ofici funerales por unos y otros. Pero siempre, desde la perspectiva de los oprimidos, que no era lo mismo que de las organizaciones revolucionarias.

Esta toma de posicin, encarnada en la carne y sangre de la historia salvadorea, nunca fue partidista, sino ntidamente transcendente. l se comprometi porque la Iglesia siente que se es su ministerio: defender la imagen de Dios en el hombre. Por eso, ante todo, se puso del lado de aquellos en los que esa imagen estaba encarnecida: los pobres, El juzg los planes del gobierno y los diversos proyectos polticos y econmicos segn les vaya a ellos, al pueblo pobre. El criterio de discernimiento de la Iglesia fue apoyar aquello que beneficie al pobre, as como tambin denunciar todo, aquello que sea un mal para el pueblo.Pero la denuncia al gobierno, a las asociaciones empresariales, a la oligarqua y a los militares, siempre iba seguida de un sincero llamamiento a la conversin. Nunca los dej por imposibles, nunca dej de rogarles en nombre de Dios; incluso las denuncias y amenazas eran un modo de demostrarles su respeto, es decir, que no se resignaba a su endurecimiento, que quera lealmente su salvacin. l era consciente de que no les peda slo sacrificio: era portador para ellos de una buena noticia. No se han encontrado con Dios (deca a estos opresores que se tenan por catlicos) y por no han encontrado su verdadera grandeza. Por eso haca un llamamiento a la oligarqua () para ser felices. Su insistencia machacona de que cerrarse a las necesidades del pueblo y a contribuir al desarrollo humano del pas por absolutizar sus ganancia los deshumanizaba, era as un acto de amor a ellos y de solicitud por su verdadera dicha y salvacin, y no slo el reclamo de un abogado del pueblo. Quiero insistir en que lo que lleva siempre la voz cantante en toda su actuacin es la conviccin de que la voluntad de Dios es salvar y, que por eso, siempre existe salida, aunque sea dolorosa e implique cambios drsticos. Nunca se rindi al desaliento. Siempre predic la esperanza. Ciertamente la esperanza definitiva en que el que tiene la ltima palabra en la historia es Dios y esa palabra en Jess es un s, a la humanidad; pero, fundada en ella, esperanza tambin en que en toda situacin cabe encontrar una solucin sin sacrificar a la otra parte, de tal modo que a la larga todos salgan ganando.

El secreto de su consistencia humana y de su peso humanizador fue la relacin con Dios y con Jess desde su insobornable honradezl vivi en un intercambio intenssimo con su medio y ocup el centro de la escena; pero no fue una paja llevada por el viento ni una barca a merced del oleaje. Vivi siempre desde s mismo, desde la ms insobornable autenticidad. Conoci el odio y el entusiasmo; pero no reaccion instintivamente a estas incitaciones contrapuestas sino desde una verdadera libertad, tratando de vencer a la calumnia con la verdad, perdonando, preguntndose siempre si las crticas tenan algo de verdad para asumirla, y no entregndose tampoco a sus fervorosos partidarios sino manteniendo siempre su libertad en medio de su agradecimiento y compromiso.

Cmo una persona que hasta ser elegido arzobispo de San Salvador haba vivido en un perfil tan bajo pudo abruptamente desempear un papel estelar en medio de un torbellino de pasiones desatadas, manteniendo siempre su iniciativa, su perfil, su consecuencia, de modo que en esta lidia sin tregua se aquilatara y creciera humanamente hasta llegar a esa categora de hombre verdaderamente pblico sin perder su intimidad? Cul fue el secreto de este hombre que en slo tres aos lleg a ser una persona consumada desde una existencia social, comunitaria, entraada en su pueblo?

El centro dinamizador y unificador de la vida de monseor Romero fue su relacin personal y personalizadora con la comunidad divina. Ella fue la base de su solidez y de su paz, ella lo descentr cada vez ms, ella le dio ese robusto sentido de realidad y verdad, ella lo llev a trascenderse incesantemente y le dio esa admirable humanidad que lleg a alcanzar.

Dios y Jess lo emocionaban, realmente que estaba entregado a ellos y que ellos le daban vida y la misin en la vida. Pero precisamente porque slo quera cumplir sus designios, tena que ingenirselas para buscar el modo concreto de llevarlo a cabo. Por eso, la atencin constante, la bsqueda incesante, por eso, las consultas a tanta gente, por eso, ese hbito de sopesarlo todo para encontrar lo correcto, lo constructivo.

Es impresionante comprobar cmo, con la rapidez con que se desarrollaban los acontecimientos, l conserv con admirable congruencia su perspectiva de representante de Dios y de su designio para su pas, un designio de paz y justicia, de colaboracin entre clases y partidos, de reconciliacin, de conversin de todos, un designio de amor misericordioso. Esa perspectiva le dio claridad para enfocar la globalidad desde el bien del pueblo. Y en su entrega a l nunca lo sustituy; al contrario, siempre lo escuch, lo respet e hizo todo lo posible por que creciera, se promoviera, se organizara y asumiera su protagonismo social y poltico. Siempre admir del pueblo su fe y desde ella su bsqueda de vida y no de muerte. Fue para el pueblo un verdadero pastor que lo reuni, lo aliment con su palabra y su presencia alentadora; ri y llor con l, lo acuerp; pero adems se sinti llevado por l, por su fe, su cario, su entusiasmo, su esperanza.

Busc edificar la Iglesia. Sufri indeciblemente por su desunin, por las denuncias pblicas de sus hermanos obispos, por malentendidos con el nuncio y la Santa Sede, por la incomprensin de sacerdotes y laicos. Se alegr, sin embargo, de sentir que construa la Iglesia viva, las comunidades de base, los agentes pastorales, los grupos e instituciones. Se senta respaldado por el pueblo de Dios. Se sinti ntimamente interpretado por las conclusiones de Puebla; tena conciencia de que estaba en lnea con el concilio Vaticano II y las directrices del episcopado latinoamericano. Tambin se senta agradecido y fortalecido por la comunin de otras Iglesias hermanas expresada a travs de mensajes o emisarios. Se sinti ntimamente confortado por la recepcin que le dispens Pablo VI: sus palabras tan alentadoras mientras le estrechaba las manos.

La fe dio a Romero la capacidad de vivir la vida, de entregarse al presente, haciendo justicia a cada encuentro, al tono y al ritmo de cada acontecimiento. Esto era dificilsimo porque en pocos momentos pasaba de una sentida fiesta aldeana a entrevistarse en secreto con un torturado o con dos dirigentes guerrilleros o con un senador estadounidense o con la dirigencia de Cursillos de Cristiandad o con los seminaristas o con las trabajadoras del mercado o con una comisin para redactar una carta pastoral o con sus monjas del hospitalito. Monseor estaba en cada encuentro de cuerpo entero.

El vivir en esa gama tan amplsima de registros vitales, no como funcionario sino como ese ser concreto que era, es decir, desde su autenticidad, le dio una tremenda riqueza y fue la fuente de su equilibrio. En efecto, estaba en medio de la guerra, pero no era un contendiente: l estaba por la vida y por eso viva, ayudaba a que todo siguiera y l no se unidimensionalizaba. Ya hemos insistido en su ntimo sufrimiento por la divisin en el episcopado y era patente su dolor por tantas vctimas; pero tambin hay que destacar su ternura, sobre todo con los nios, su sensibilidad por la belleza, sobre todo de las fiestas populares, y su alegra de vivir. Todo eso, no lo olvidemos, sabiendo que su vida corra peligro y al final con la conciencia de saberse sentenciado. Slo quien est en manos de Dios puede vivir cotidianamente en medio de tanto agite y tanto peligro. Todo esto pudo ser sintetizado por Ellacura en el funeral por Monseor que celebr en la universidad de la que era rector con estas palabras lapidarias, que expresan en primer lugar el impacto o, ms exactamente, la fe de Ellacura en su condicin de testigo: por Monseor Romero Dios pas por El Salvador.Es cierto que la libertad que fue adquiriendo y que se convirti en prestancia y autntico seoro provena de tener por Seor nicamente a Dios, de estar realmente en sus manos. Y por eso, por saber que nadie ni nada podra separarlo de l, poda estar por encima de amenazas, halagos y coacciones. Pero esta libertad se llen de contenido al ser portador de la misericordia de Dios. El entraable amor a su pueblo, correspondido con gran cario por l, al colmarlo, lo liberaba de otros compromisos y tentaciones, incluso la de rendirse a las presiones que provenan de la mera lgica eclesistica. En este sentido, si es cierto que monseor carg con su pueblo, tambin lo es que se sinti llevado por l. En resumen, fue una persona fiel a Dios y, desde esa fe, fiel al pueblo sufriente.

Las homilas: condensacin y smbolo

Tena un sentido instintivo de orador. Saba estar frente a la masa sintiendo su pulso, dialogando realmente con ella. Es impresionante cmo se senta lder de esa multitud a la que, como Jess a los discpulos de Emas, haca arder sus corazones, y, sin embargo, no usaba nunca a la gente, no la masificaba, no la halagaba, sino que por el contrario la personalizaba, la llevaba a la conciencia de s, le proporcionaba elementos de juicio y la predispona al uso responsable de su libertad.

Toda la vida del pas y de la arquidicesis, toda su actividad y todos los resortes de su personalidad cristalizan en sus homilas De lo que yo conozco, tengo que decir que habra que remontarse hasta san Juan Crisstomo para encontrar un orador sagrado tan completo. Sus homilas estn grabadas. Escucharlas es percibir su pulso vivo, su capacidad de dar palabra a la realidad y hacerla presente, su peso, es decir, su santidad. La diferencia con Crisstomo es que las homilas de Romero tienen como destinatario al pueblo pobre y desde l a los dems. Por eso no son literarias, en el sentido de exquisita retrica escrita, sino plenamente orales, o sea, en el registro de la cotidianidad; aunque de gran calidad, debido a su fuerza expresiva.

La estructura de sus homilas comprende dos partes La primera, est centrada de la escucha de la Palabra, una escucha expresamente situada; la segunda, la exposicin de lo acontecido esa semana, tanto en la Iglesia como en el pas, a la luz de la Palabra. Esta correlacin entre Palabra y realidad histrica en la que la escucha situada de la palabra tiene la primaca, expresa la estructura teologal de su propia vida y de su ministerio: fue la obediencia transcendente a la Palabra la que lo llev al compromiso con la situacin, desde la que escuch mucho ms ntidamente esa palabra. Es, pues, un circulo hermenutico. Pero para l la trascendencia, encarnada, pero trascendencia en fin, fue lo que llev la voz cantante. Por eso, monseor pudo ser caracterizado como una buena noticia de Dios para el pueblo salvadoreo y para la iglesia que lo acompa.

La primaca de la trascendencia en la estructura de sus homilas acta en ellas abriendo la situacin, no consintiendo que la acumulacin de hechos angustiantes desembocara en la hipnosis del fetiche, es decir, quedar preso del terror y abatimiento que produce. En ella est, pues, la fuente del buen espritu, del nimo, incluso de la serenidad que irradian. Tiene conciencia de la importancia histrica de lo que se debate; pero, al estar en manos de Dios, nunca pierde de vista la perspectiva de la cotidianidad, ni en su lenguaje, ni en la multitud de hechos menudos que evoca; siempre recoge todo lo positivo que en medio de la violencia sigue desarrollndose: ese flujo de la vida de los pobres, de las asociaciones, de las instituciones pastorales. Incluso el tono con que recrimina al gobierno, a la polica, a la oligarqua o al ejrcito, mantiene siempre esos matices de cotidianidad que expresan la voluntad inconmovible de mantener un mbito comn que sirva de puente, de tal modo que la palabra no suene del otro lado.

Cuando se escuchan sus homilas, al orlas se capta intuitivamente que son palabra de Dios. Raras veces en la historia, escucha uno palabras pblicas con tanta fuerza y a la vez con tanta naturalidad, con tanta verdad, con tal carga de humanidad que se perciben como palabra de Dios. Del Dios cristiano, ya que no son palabras esotricas que hablan de sublimidades que no son de este mundo sino palabras que definen la hora histrica desde dentro, desde el designio de Dios, que no es externo a la historia sino que proclama su verdad, su verdadero bien, su vida verdadera, la verdad que libera, si nos abrimos a ella. Y por eso tambin la palabra que hay que acallar porque se vuelve intolerable, si no la queremos or. Por eso lo mataron. Pero su voz sigue resonando.

La ancdota, la gota de agua que desbord el vaso, ocurri en la homila del da anterior a su asesinato: ser voz del Dios que no puede tolerar los gritos de los oprimidos lo llev a pedir, a rogar, ms an, a ordenar en nombre de Dios a los soldados que no dispararan contra el pueblo. Con eso sell su suerte. Y qued claro el carcter fetichista de ese pretendido orden social, apoyado criminalmente por los Estados Unidos. Como se ve, no es una ancdota sino el desemboque lgico de su condicin de pastor, de buen pastor que, al ver que el lobo se lanza a despedazar a sus ovejas, no se resigna cobardemente a ese estrago sino que da la cara por ellas hasta dar la vida. Pero como Jess, el Pastor Eterno, para recobrarla.

Muri mrtir? Desde todo lo que llevamos dicho no hara falta hacernos esta pregunta: ha quedado claro que s, incluso en el sentido ms estricto. Veamos cmo lo razona Morozzo, historiador italiano de historia contempornea: Para los que fueron enemigos suyos en vida, Romero fue matado por odio a sus posiciones polticas. Pero resulta difcil justificar que Romero, obispo asesinado en el altar durante la celebracin de la eucarista, no fuera atacado in odium fidei. Por razn de la fe, Romero hablaba de reconciliacin, amaba a los pobres y peda justicia social. Debido a la fe, Romero invitaba a la conversin e indicaba el pecado de sus contemporneos. Por poner su confianza en el Evangelio, Romero huy de protegerse de las amenazas, no abandon a sus fieles, no se retir sino que acept la muerte, que consideraba ya segura. Romero es un mrtir del Evangelio, asesinado in odium fidei[6].

Hoy no tenemos que querer que se repitan esos casos; tenemos que querer, por el contrario, que cesen los asesinatos, todos los asesinatos, todos los robos y asaltos, todas las extorsiones y las detenciones injustas y sobre todo la injusticia estructural que est en el fondo de todo. Por eso mismo no tenemos que buscar confrontaciones estriles. Pero lo que ni hoy ni nunca es negociable es la fidelidad al camino de Jess, que incluye, no slo hacer el bien sino luchar contra el mal, no con sus mismas armas sino vencindolo a base de bien, pero sin inhibiciones ni silencios cmplices. Que as sea.

[1] La edicin crtica la ha sacado la UCA de San Salvador en seis volmenes el ao 2009. Frases escogidas cronolgicamente por el autor de la edicin crtica: Cavada, El corazn de monseor Romero. UCA, San Salvador 2010

[2] Lo grababa al final de cada da. Est publicado por el arzobispado de San Salvador el ao 2000

[3] Las tres ltimas estn publicadas en La voz de los sin voz. UCA, San Salvador 1980,65-172

[4] Sobrino, Mons. Romero, verdadero Profeta. DDB, Bilbao 1982; Id, Monseor Oscar A. Romero: un obispo con su pueblo. ST, Santander 1991; Brockman, La palabra queda. UCA/ CEP, Lima 1985. Delgado, scar A. Romero/Biografa. Paulinas, Madrid 1986; Marcouiller, El sentir con la Iglesia de monseor Romero. ST, Santander 2004; Vitali, Oscar Romero, pastor de corderos y lobos. San Pablo Madrid 2012; Morozzo, Monseor Romero/ Vida, pasin y muerte en El Salvador. Sgueme, Salamanca 2010. Sobre su espiritualidad: Sobrino, La espiritualidad de monseor Romero. UCA, San Salvador 2000; Maier, Monseor Romero, maestro de espiritualidad. UCA, San Salvador 2010 (publicado por Herder, Barcelona 2005). Hemos tratado de dos aspectos relevantes de su persona y ministerio en scar Arnulfo Romero: pobre entre los pobres y pobre entre los ricos para evangelizar a pobres y ricos. ITER 52 (2010) 249-255 y Monseor Arnulfo Romero/ Voz de la verdad. SIC 772 (marzo 2015) 67-78 (publicado en el volumen colectivo El Monseor Romero de todos. UCA, San Salvador 2011,39-59). La revista ITER public un dossier especial: San Romero de Amrica/ XXV aos de martirio: 36 (2005) 15-131.

[5] Su diario romano (1939-1943) est recogido en Delgado, As tena que morir: sacerdote! Ediciones de la arquidicesis de San Salvador, 2010

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