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    El mito ms fuerte reposa sobre lo nacional:Cari Schmitt, Georges Sorely l on eptodelopolticoLUIS ALEJANDRO ROSSIUniv. Nac.deQuilmes (Argentina)

    Puede atribuirsea la teora poltica deCari Schmitt una filiacinsoreliana? Sinduda, Schmitt tena en gran estima al escritor francs y, a diferencia deLenin,por ejemplo, que lo consideraba un confusionista notorio, cita aprobatoriamente a Wyndham Lew is cuando ste declara que Georges Sorel es la clavede todo el pensamiento pob tico contemporneo (Schmitt, 1996: 78). Schm ittremite explcitamente a Sorel para fundamentar su concepcin de la nacincomo un mito, as como para explicar lapoltica como una actividad regida porlas fuerzas movilizadorasde los mitos. Laremisin deSchmitt a Sorel es paradjica, pues muestraa un catlico tradicionalista interpretando lapoh tica a partir de las lneas establecidas por un terico sindicalista, de fuertes lazos con elanarquismo y autor de una personal revisin delm arxismo. No obstante, la relacin existente entre laobra deSchmitt y la de Sorel ha ido perdiendo importancia entre los intrpretes del corpas schmittiano hasta quedar relegada a un se-gundo plano.Las menciones del autor francs son escasas y como de pasada.Una muestra del desdibujamiento actual de la figura intelectual de Sorel en laexgesis schmittiana aparece en el hecho de que un intrprete reciente, alresear la constante atencin que Schmitt otorgaba a las novedades intelectualesfrancesas, ubiquea Sorel entre los autores catlicos ledos por el jurista alemn,casisin mencionar su actividad como intelectual del sindicalismo revolucionario(Dahlheimer, 1998: 152-153). Esta consideracin menguante de la relacin en-tre ambos autores hubiera sorprendido a los contemporneos de Schmitt. Enefecto, cuandodos de sus coetneos sealan lafiliaci n intelectual de Schmitt,la conexin conSorel es inmediata, as, Karl Vossler escribe a Benedetto Croceen 1933: [...] Cari Schmitt, autorde libros de derecho pblico y poKtico, discpulo hasta cierto punto, de Georges Sorel [...]; del mismo modo, HermannHeller afirma en 1931: Cari Schmitt, en Alemania, partiendo del sorelismofrancs, del nacionalismo y del catolicismo ataca en brillantes escritos a la de-mocracia liberal [...]2 (Heller, 1985: 41). Por otra parte, debe notarse que ladifusin de las ideas de Sorel fuera de Francia y de Italia se produce recinacabada la Primera Guerra Mundial. Schmitt seconsideraba con cierto orgulloel introductor de las ideas de Sorel en Alemania y afirmaba que su artculosobrela teora poltica del mito (publicado en 1923 como captulo deLa situa

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    cinhistrico espiritual del parlamentarismo actual a menudo es sealadocomo la primera introduccin de las teonas polticas de Georges Sorel en Alemania. Ello no es totalmente correcto, en cuanto que la primera referencia aSorel en trminos de teona constitucional se encuentra en mi libro La dictadu-ra , 1921 [...] * (Schmitt, 1994: 11). Esta filiacin soreliana que algunos de suscontemporneos le atribuyen sin demasiados reparos era nada ms que un tpico que no resisti el paso del tiempo o indicaba que las concepciones deSchmitt tenan una importante impronta soreliana? En este artculo nos proponemos examinar el alcance de la relacin entre ambos autores con el objetivode determinar hasta qu punto la obra de Sorel permite comprender temas centrales de la teora de Schmitt, especialmente en la formulacin que sta alcanzaen la edicin deE lconceptode lopoltico de 1932.Cualquier intento de relacionar a Schmitt con Sorel debe explicar cmoello es posible si Sorel es un autor esencialmente awrpoltico, mientras queSchmitt ambiciona dar con un criterio que explique en qu consiste lo poh tico.En la teora soreliana sobre la violencia es central, como se sabe, la contraposicin entre la huelga general poh tica y la huelga general proletaria com o dosposibilidades antitticas segn las cuales el proletariado puede orientar su accin. La huelga general poltica es la que est dominada por los partidos poh ti-cos (especialmente el socialista) y sus representantes, los cuales, a juicio deSorel, terminan por convertirse en una especie de aristocracia obrera que ya notiene inters en acabar con el dominio de clase, puesto que ha transigido frentea los intereses de los partidos burgueses y se propone fortalecer el poder delEstado, no abolirlo. Jaures era, en opinin de Sorel, el eptome de esta posicinque traiciona los intereses de la clase obrera. El antipoliticismo de Sorel seexplica, segn Schmitt, por el hecho de que el autor francs razona dentro delos parmetros caractersticos del pensamiento economicista comunes al capitalismo y al socialismo:

    El gran empresario no tiene un ideal diferente del de Lenin, esto es, unatierra electrificada. Ambos disputan nicamente acerca del mtodo correcto deelectrificacin. Losfinancistasamericanos y los bolcheviques rusos se hallan juntos en la lucha por el pensamiento econmico, es decir, en la lucha contra lospolticos y ios juristas. En esta alianza se encuentra tambin Georges Sorel [...][Schmitt, 1984: 22-23].El pensamiento econmico es esencialmente objetivista, busca impedir ladistorsin subjetiva que implica el dominio de los poh ticos en el gobierno delos asuntos humanos y reemplazarlo por un poder establecido sobre bases econmicas, esto es, objetivas. Esta evidente divergencia de Schmitt con Sorel alcanza tambin al tema del Estado. El objetivo ltimo de Sorel es su abolicin,el de Schmitt su fortalecimiento contra las tendencias pluralistas y economicis-

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    tas que lo debilitan. Esta somera resea alcanzana para descartar cualquier parentesco; sin embargo, si Schmitt consideraba que Sorel era la clave para todoel pensam iento pob tico contemporneo, ello significa que a su juicio esa obracontiene un conjunto de ideas acerca de la poltica que se han vuelto imprescindibles para comprender los acontecimientos ocurridos desde la RevolucinRusa en adelante. Por tanto, aunque los fines polticos de ambos autores hubieran sido opuestos, la exposicin de los temas sorelianos que aparecen en losescritos de Schmitt atenuar esta divergencia y aparecern importantes coincidencias.^ De ningn modo stas se presentan de forma tal que permitan leer losescritos de Schmitt de la dcada del veinte como una mera repeticin de Sorel,sino que algunos tpicos del escritor francs son utilizados por Schmitt paraconformar una matriz en la que articula ideas provenientes de otros autores.Sorel le brinda a Schm itt un conjunto de grandes temas que ste utilizar com obase para su argumentacin filosfico-poltica, especialmente para esa peculiarsntesis de Hobbes y la filosofa catlica de la contrarrevolucin, quizs, elrasgo ms distintivo de Schmitt.

    Hay una primera cuestin metodolgica en la que coinciden Sorel ySchmitt: los conceptos tienen un sentido instrumental, no pueden ser establecidos como conceptos puramente tericos e independientes de toda finalidad nocognoscitiva. En el caso de Sorel, el objeto principal de este recaudo m etodolgico es el concepto lucha de clases. La lucha de clases es el alfa y el ome-ga del socialismo y no un concepto sociolgico para uso de los doctos, sinoel aspecto ideolgico de una guerra social perseguida por el proletariado contrael conjunto de los jefes de industria (Stemhell, Sznajder, Ashri, 1994: 99).^Schmitt acepta plenamente esta perspectiva que liga todo concepto a un usopolmico especfico:

    [...] todos los conceptos, las representaciones y los trminos polticos tienenun sentidopolmico tienen a la vista una ojx)sicin concreta cuya consecuencialtima es el agrupamiento amigo-enemigo (que se manifiesta en una guerra o enuna revolucin), y se vuelven abstracciones vacas fantasmales cuando esa situacin desaparece [Schmitt, 1996>: 31, nfasis del original].Adems del valor pragmtico del instrumental terico utilizado, esta coincidencia apunta hacia una asuncin del conflicto como la situacin primaria enla que todo ser humano puede encontrarse. Por ms que segn Schmitt el agrupamiento amigo-enemigo slo se manifieste en el caso extremo, la realidadreferida por los conceptos no puede ser pacificada por completo, por tanto, nohay posibilidad de que los conceptos pob ticos dejen de corresponder o de estar

    en relacin con las posiciones desplegadas en un conflicto especfico. Tantopara Sorel como para Schmitt, los mismos trminos centrales que nos dan laclave de la situacin a comprender (lucha de clases en Sorel, lo poKtico enRIF P/1 4 1 99 9) 1 4 9

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    Schmitt) y que organizan los otros conceptos en tomo a s, expresan primariamente una situacin de conflicto, el cual es asumido como una invariante.Schmitt establece el conflicto como criterio distintivo de lo que denomina lopoltico, esto es, si la conflictividad es la nota inherente a la relacin quepueden mantener los agrupamientos de seres humanos entre s, un mundo pacificado y sin conflictos sera igual a un mundo sin poh tica, un mundo tecnificadoy utpico en el que los problemas se deciden objetivamente, es decir, apolticamente, ya que el presupuesto de toda poltica es que la guerra permanezcacomo posibilidad ltima (Schmitt, 19966: 33). A pesar de que Schmitt atribuyea Sorel un tecnocratismo com o el mencionado m s arriba, en el autor francs serepite la misma conciencia del carcter inextinguible del conflicto:

    La idea de huelga general es tan motriz, que arrastra en su estela revolucionaria a todo lo que toca. Gracias a ella, el socialismo se mantiene joven, lastentativas para lograr la paz social parecen infantiles, y las deserciones de loscompaeros que se aburguesan, lejos de desanimar a las masas, las excitan ms ala rebelin; en una palabra, que la escisin nunca corre peligro de desaparecer[Sorel, 1976: 193].Ambos autores expresan, a travs del instrumental terico utilizado, la per

    manencia del conflicto, al que ubican en esferas diferentes, pero que en ningunode los dos casos puede ser suprimido. El conflicto toma as un carcter cuasie-xistencial y antropolgico. Sorel sostem a, citando a Clem enceau, que quienvive, resiste; quien no resiste, se deja descuartizar a pedazos (Sorel, 1976:123). Sorel no ve escapatoria al conflicto violento, ste se generalizar si laburguesa persigue la paz social a causa de su cobarda; pero una burguesaconquistadora tambin se dirigir a un conflicto violento, ya que su mpetutensar an ms la lucha de clases. En Schmitt, esta inevitabilidad del conflictoes expresada a travs de un enfoque antropolgico: toda teora poh tica presupone haber podido decidir de alguna manera la cuestin de si el hombre es o noun animal peligroso para sus semejantes, tema que Schmitt identifica con elproblema tradicional acerca de la maldad o bondad naturales del hombre. Sinembargo, nuestro autor especifica an ms la cuestin y afirma que toda teorapoltica autntica considera al hombre como un ser dinmico y peligroso(Schmitt, 19966: 61). Estamos frente a un crculo, slo una teora poUca autntica reconoce la peligrosidad del hombre, si no lo hace, no alcanza el rango deteora poltica. Poltica y conflicto pasan a ser trminos idnticos, dado que elcriterio que permite distinguir lo propio de la primera es el segundo, pero ste, asu vez, se explica en relacin con lo pblico, el cual no se entiende sin algunareferencia a lo poltico. El conflicto pas de ser una posibilidad presupuesta enla accin colectiva de los seres humanos para convertirse en un supuesto antropolgico de sabor hobbesiano, pero cuyo fundamento es en ltima instancia15 0 RIFP/14 1999)

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    teolgico y tan originario como el hombre mismo,^ por lo tanto, imposible desuprimir.La esfera en la que el conflicto se manifiesta es aquella que, a juicio decada uno de estos autores, tiene prioridad por sobre las otras. Para Sorel, ellaes la sociedad, ms especficamente, la produccin, punto de partida naturalpara un autor que se reivindica como marxista; la lucha de clases es, en consecuencia, social y no poltica; para Schmitt, por el contrario, esa esfera es lapoltica, que es, de acuerdo a su propia teora, aqulla donde se da la oposicinms intensa y extrema y toda otra oposicin se vuelve tanto m s poh tica cuanto ms se acerca al punto extremo de la agrupacin amigo-enemigo (Schmitt,1996: 30).A esta imposibilidad de erradicar el conflicto corresponde naturalmente,tambin en ambos autores, un pathos blico y heroico. El mito de la huelgageneral encuentra su valor ltimo en el herosmo que propone a los obreros:

    Es preciso que los socialistas estn convencidos de que la obra-^ la que seconsagran esuna obra grave temible y sublime; slo con esa condicin podrnaceptar los innmeros sacrificios quer qui r una propaganda que no puede procurar ni honores, ni provechos, ni siquiera satisfacciones intelectuales inmediatas.Aun cuando la idea de huelga general no lograse ms resultado que el de tornarms heroica la nocin socialista, slo por ello debera ser considerada como dotada de inapreciable valor [Sorel, 1976: 199, nfasis del original].Schmitt deja ver la misma admiracin por el coraje y la voluntad, ms allde la idea particular que mueva a la lucha, y el mismo odio hacia el relativismopropio de la democracia liberal, carente de certezas. Esta actitud es manifiestaen su rechazo a las fuertes crticas que Kautsky haca a la praxis revolucionariay violenta de los bolcheviques:

    Como argumenta con razn Trotsky contra el demcrata Kautsky: en la conciencia de las relatividades no se percibe el coraje de utilizar la violencia ni dederramar sangre [Schmitt, 1996: 77].Estepathosblico vuelve a aparecer en la conclusin agregada a la segundaedicin de su obra omanticismopoltico;all Schmitt diferencia la irracionalidaddel esteticismo romntico de aquella propia del mito y afirma al pasar que:

    Esto no es la irracionalidad del mito, pues la creacin de un mito poltico ohistrico se origina en la actividad poltica, y el tejido de razones, a las cualestampoco puede renunciar, es emanacin de la energa poltica. Slo en la guerrareal nace el mito [Schmitt,1925: 225].

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    De este prrafo podna derivarse un silogismo como el que sigue: si elmito poltico se origina en la actividad poKtica, y dado que slo en la guerrareal nace el mito, la guerra real es la actividad poltica por excelencia. Presentarlas cosas como si ste fuera el sentido ltimo de las ideas de Schmitt sobre elproblema quizs sena extremar la cuestin,' pero sin duda aparece aqu unalnea de pensamiento que no se desprende arbitrariamente de los escritos deSchmitt. A pesar de que en todo omanticismo polticono hay una sola cita deSorel, el aire soreliano del prrafo arriba mencionado es evidente. El vitalismode Sorel, cuya fuente principal es Bergson y, en menor medida, Nietzsche,aparece en este pasaje de manera transparente. Para esta fecha (1925), Schmittya ha desarrollado su teona de la soberana, la cual, sin duda puede calificarsede decisionista, pero todava no ha establecido de manera definitiva su concep-tualizacin de lo poh'tico, la que apunta a su nominalizacin y en la que estevitalismo quedar en un segundo plano. En omanticismopolticohay tambinotra definicin de la poltica, procedente de la 1. edicin (1919) y que tiene unaire algo menos soreliano, pero, de todos modos, tambin vitalista: La fuentems importante de vitalidad pob'tica, la fe en el derecho y la indignacin por lainjusticia [ ] (Schmitt, 1925: 177). Evidentemente, sta sena una definicinbastante ms cercana a una concepcin tradicional de la poltica, puesto que hayun objeto propio de ella y al establecer una relacin entre poblica y justicia,tiene un cierto carcter sustancialista y de bsqueda de un parmetro objetivo (adiferencia del criterio amigo-enemigo, que tiende a nominalizarla). No obstante,tambin aqu aparece la idea de una fuente de vitalidad de la que surge laactividad poltica, aunque esta fuente es ms cercana a una posicin racionalista, al estar referida a la justicia, mientras que la teora soreliana del mito, comoel mismo Schmitt lo seala, explica la poltica exclusivamente a partir de factores irracionales. En estas obras anteriores aElconcepto de lo poltico la poh'ticaes entendida como una actividad ligada a flujos de energa y las razones quejustifican el mito poltico son emanaciones de esta energa, esto es, racionalizane intentan expresar por medio de conceptos aquello que est contenido de manera completa y suficiente en el mito y que es captado intuitivamente. La fuentede creacin de estas imgenes canalizadoras de las energas que se vuelcan enla actividad poltica es la guerra. En omanticismopoltico Schmitt ejemplificaesta interpretacin al remitir al cambio de significado del trmino nacin enel plano de las ideas y su equiparacin con pueblo a partir de las guerrasdesatadas por el Estadoconqurant jacobino. A pesar de que en esta obra notrata el surgimiento del concepto nacin como un mito pob'tico de manera explcita, sino que dedica gran parte de su exposicin del tema al modo en queBonald y De Maistre dan un significado histrico y concreto a esa idea denacin, la hiptesis de la secularizacin presentada en la introduccin de estaobra puede acercamos a una interpretacin de este tipo.' Una vez que el horizonte de las ideas pob'ticas se ha transformado y los revolucionarios establecen

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    que la nacin es objeto del amor y de la obediencia antes reservados a Dios,nada impide a una consideracin posterior entender este culto como un mitopoltico en los trminos de Sorel; creemos que sta es la direccin en que semueve el sentido de la argumentacin schmittiana. Una cita de Schmitt lasinstrucciones impartidas por Robespierre el 16 de noviembre de 1793 a lospatriotas de Lyon: el republicano no reconoce otra divinidad que la patria(Schmitt, 1925: 87, nota) criticando a los historiadores que interpretan el cul-to del Ser Supremo slo como un instrumento de la poKtica jacobina y noquieren ver en l un nuevo tipo de religin secular, apoya la idea antes nombra-da acerca de la guerra como forjadora de m itos poh ticos. Al igual que el textocitado ms arriba, esta nota tampoco figura en la primera edicin de 1919, locual muestra cmo se va fortaleciendo en el pensamiento de Schmitt la hipte-sis de la guerra como la fuente primaria de los mitos polticos. Podna decirseque en esta cuestin Schmitt va ms lejos an que el propio Sorel, pues en elautor francs el belicismo est ligado esencialmente al mito de la huelga gene-ral, por la propia naturaleza de ste, pero no lo est a los mitos sociales engeneral. En efecto, cuando Sorel expone algunos mitos clebres para ilustrar susideas, nombra el pronto retomo de Cristo para los primeros cristianos, la reno-vacin del cristianismo por parte de Lutero y Calvino, las esperanzas promovi-das por la Revolucin Francesa y los sueos mazzinianos de unificacin italiana(Sorel, 1976: 184), esto es, Sorel no ve en la guerra la nica fuente de los mitos,tal como cree Schmitt.

    Este pathos blico que aguarda el inicio del combate final se repite en lasconclusiones de las obras de Schmitt que datan de esta poca, de forma que allector no le quepan dudas acerca de la urgencia que la decisin requena. Ade-ms deRomanticismo polticoaparece tambin en Teologa poltica(conclusindel ltimo ensayo).Catolicismo romano y forma poltica (conclusin) y en Lasituacinhistrico espiritualdelparlamentarismo actual(conclusin). Cul eseste combate? De acuerdo a la obra que se tome, los contendientes de estecombate final parecen variar, aunque no su inexorabilidad. En laTeologapol-tica aparece bajo la conviccin de Donoso Corts de que haba llegado la bata-lla final entre la autoridad y la anarqua, en Catolicismo romano es expuestocomo la lucha entre la civilizacin occidental europea y el socialismo ateo delos anarquistas rusos. Creemos que la formulacin definitiva es la que presentaal final de La situacinhistrico espiritual del parlamentarismoactual ^^ elcontraste neto resultante del enfrentamiento entre s de los nicos mitos posiblesdel mundo contemporneo: el mito de la lucha de clases y el mito de la na-cin. Las otras formulaciones, aunque estn incluidas en obras con fuertesrasgos antiliberales, permitiran, sin embargo, una contemporizacin con lasideas liberales. En esta ltima, en cambio, Schmitt presenta claramente suconviccin de que el liberalismo es incapaz de enfrentar las exigencias de estabatalla, pues no puede recrear un nuevo sentido de autoridad, por tanto, noRIFP / 14 1999) 1 5 3

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    tomar parte en ella. Tanto el mito de la lucha de clases como el de la nacinson los dos nicos mitos verdaderamente canalizadores de las energas polticasporque la misma teora del mito prueba que el racionalismo relativo del pensamiento parlamentarista ha perdido su evidencia (Schmitt, 1996: 89). Este argumento es, otra vez, circular. El liberalismo est agotado porque la misma concepcin de la poltica que implica la teora del mito niega la concepcin liberal;obviamente, el problema es determinar hasta qu punto la teora del mito erauna elucidacin correcta de la poh tica contempornea. De todos modos, enSchmitt ello responde ante todo a una conviccin antiliberal de fondo que searticula en diversos argumentos (la desaparicin de las condiciones sociales ypolticas que permitan la vigencia del principio espiritual del parlamentarismoel principio de la publicidad, la incapacidad del liberalismo para poderconstruir un nuevo mito, la existencia misma de la teora del mito como pruebade esa incapacidad, la imposibilidad del liberalismo de llegar a una decisinfrente al caso excepcional), dicha conviccin, a su vez, se apoya en esta vivencia apocalptica, provocada, evidentemente, por la situacin pob tica europeaposterior a la Revolucin Rusa y, en especial, por el peligro de revolucin enAlemania. La forma en que Sorel interpreta el concepto marxista de lucha declases como preludio a la batalla napolenica le permitir a Schmitt integrara Donoso Corts en esta misma concepcin, pues el escritor espaol coincidecon el francs tanto en el antiparlamentarismo como en la certeza apocah ptica.Podemos afirmar, entonces, que la teora poUtica schmittiana se propone elucidar este combate el mismo del que habla Sorel, la potencia del mito de lalucha de clases el cual es el teln de fondo sobre el que se despliegan losconceptos polticos y en el que, como Schmitt sealaba en el prrafo citado msarriba, intentan intervenir.

    La exposicin anterior nos permite sostener que la teora de la v iolencia deSorel es el prisma a travs del cual Schmitt analiza las concepciones de Marx,as como las de Lenin y Trotsky. Podra decirse que su interpretacin del fenmeno bolchevique es retrospectiva, ya que busca en el pasado la clave queexplique la crisis revolucionaria que vive la Europa de los aos veinte. Schmittla encuentra en la novedad proporcionada por el anifiesto Comunista (y no enElCapital .Ella explicar la direccin tomada por el desarrollo histrico ocurrido hasta la Revolucin Rusa. El carcter retrospectivo de esta lectura se advierte en que el sentido del presente es explicado a partir de un acontecimiento cuyagravidez de significaciones determina el conjunto del desarrollo histrico. Parapoder mantener semejante interpretacin histrica, Schmitt, a su vez, debe rein-terpretar la teora marxista, por ello no considera conceptos importantes y privilegia otros. Esta interpretacin muestra un marcado sesgo soreliano, especialmente en lo que concierne a la lucha de clases. En primer lugar, Schmitt deja delado rpidamente todos los aspectos relativos a la dialctica entre la dinmica delas fuerzas productivas y la de las relaciones de produccin, considerando que15 4 RIFP/14 1999)

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    por ese camino el marxismo se dirige hacia una concepcin puramente determinista, esto es, tcnica, que volvera imposible el salto al reino de la libertad,puesto que sera el salto al reino de la pura tecnicidad (Schm itt, 1996: 66). Estosconceptos centrales de la interpretacin materialista de la historia son puestos a lmargen sin ms trmite porque representan un obstculo para el desarrollo deuna concepcinpoltica tal como Schmitt entiende este trmino. Esto no significa imputar al marxismo un carcter meramente economicista, sino que va msall, porque Schmitt renuncia a considerar todo concepto que trate el conflictodentro de una formacin econmico-social en trminos de una dialctica impersonal, es decir, en trminos que relativicen la voluntad humana y presenten elconflicto en cuestin como inherente al desarrollo histrico de esa formacineconmico-social. Este enfoque del marxismo centrado de manera casi exclusiva en la lucha de clases tambin aparece en Sorel; al autor francs le interesatodo aquello que acente el conflicto y rechaza cualquier conquista obrera especfica, es decir, cualquier lucha que busque reivindicaciones concretas (salario,condiciones de trabajo, etc.) * planteando la necesidad de luchar exclusivamentepor la abolicin de las clases. Sin embargo, este conflicto no es entendido comoel resultado de la agudizacin de contradicciones de clase provocadas por ladialctica entre fuerzas productivas y relaciones de produccin antes nombrada, sino como un conflicto que es ante todo vital: si decae el conflicto por causadel humanitarismo burgus o si se produce una gran transformacin social enuna poca de decadencia econmica, en ambos casos se degenera la culturaen su conjunto. ^ En segundo lugar, Schmitt niega que la novedad del Manifies-to consista en la postulacin de la lucha de clases como principio explicativo dela dialctica histrica, pues, afirma: que la historia mundial sea la historia de lalucha de clases, se saba desde haca mucho [ ] (Schmitt, 1996: 71). Cul es,entonces, la novedad delManifiesto y, por ende, del marxismo como tal?

    Lo nuevo y fascinante delManifiesto omunistaera otra cosa: la concentracin sistemtica de la lucha de clases en una nica, ltima lucha de la historiahumana, en la cumbre dialctica de la tensin: burguesa y proletariado. Los antagonismos de diversas clases son simplificados en un ltimo antagonismo. [...] Estasimplificacin significa un enorme incremento de la intensidad [Schmitt, 1996: 71].La interpretacin schmittiana delManifiesto encuentra en l las caractersticas que Sorel atribuye a la lucha de clases. El enfrentamiento de clases descrito por el Manifiesto es ltimo porque concentra sobre s todos los posiblesconflictos de clases que pudieran darse en la sociedad contempornea, pero loes, esencialmente, en sentido temporal; el conflicto burguesa-proletariado es el

    ltimo conflicto de clase de la historia. Sin duda, Marx seala en elManifiestoque la historia produce esa simplificacin de la lucha de clases a que hacereferencia Schmitt, pero la diferencia reside en que a ste slo le interesa esaR I F P / 1 4 1 9 9 9 ) 1 5 5

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    xismo como una escatologa secularizada. Ahora bien, ms all de los indudables mritos que tiene semejante lectura, no se debe pasar por alto que, a juiciode Schmitt, esa novedad por s misma es la que produce el desarrollo mentado,pues toma sobre s la energa propia de la religin, aunque sea en una formasecularizada. Ese secreto que el marxismo guarda y del cual los marxistas noson conscientes es la fuente ltima de su energa poltica. Por tanto, la remisinde la estructura del vocabulario pob tico a la estructura de los conceptos metaf-sicos y teolgicos tiene como resultado no deseado ^ya que Schmitt quiereevitar la explicacin puramente espiritualista de los procesos materiales quelos cambios en este ltimo mbito desencadenan consecuencias sociales inmensas e impredecibles. Creemos que este teoricismo es inherente a la teologapoltica schmittiana y que es la causa principal de que esta teora adopte exclusivamente la perspectiva impuesta por la bsqueda de analogas entre el mbitoteolgico-metafsico y el pob tico, lo que lleva a pasar por alto o considerarcomo no significativo cualquier elemento de la teora estudiada que no se adapte fcilmente a la lgica de la analoga, como vimos que ocurra cot importantes conceptos del materialismo histrico. La novedad especfica del marxismo,su evidencia ltima, es aquello sobre lo que pueda establecerse la analoga;por extensin se podra decir que la verdad expresada por una teora poltica ysocial est en relacin directa con su capacidad de secularizar conceptos teolgicos o metafsicos. Schmitt toma esta bsqueda de analogas del escritor contrarrevolucionario Louis de Bonald y la extiende a toda la filosofa poMcamoderna. Cuando Schmitt escribe este texto, todava se viven en A lemania losltimos estertores de la crisis revolucionaria que se remontaba a noviembre de1918,por tanto, la explicacin ltima de esa crisis revolucionaria as com o dela Revolucin Rusa se encuentra en la unin de esa evidencia ltima con unanueva filosofa de la vida. A hora bien, la concepcin soreliana de la praxisproletaria dirigida hacia una batalla napolenica por influjo del mito de lahuelga general, la que representa el ltimo acto de la lucha de clases, coincidecon la interpretacin schmittiana de Marx:

    Cada conflicto que da lugar a violencias resulta, pues, un choque de vanguardia, y nadie podra prever qu puede salir de tales enfrentamientos; aunque seaplace el gran combate, en realidad, cada vez que se llega a las manos, los huelguistas tienen la esperanza de que comience la gran b t ll n polenic (en lacual los vencidos quedan definitivamente aplastados); y de ese modo se engendra,mediante la prctica de las huelgas, la nocin de una revolucin catastrfica [Sorel, 1976: 123-124].La misma lgica de la lucha de clases, segn Sorel, lleva a este incremento de la intensidad del enfrentamiento, pero para que ello ocurra debe haber unenfrentamiento real, es decir, la burguesa tiene que fortalecerse y resistir la

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    Luix Alejandro Rossi

    presin del proletariado, el cual, a su vez, la lucha lo llevar a una mejor organizacin y mayor eficacia en su luch a. Esta idea vuelve a presentarse en la interpretacin de Schmitt cuando afirma que [...] la burguesa debe alcanzar suintensidad ms extrema antes de que pueda aparecer la certeza de que ha llegado su ltima hora (Schmitt, 1996: 72). En este punto es donde la interpretacinde Schmitt convierte a la teora soreliana en el fundamento oculto del marxismorevolucionario, especialmente de su variante leninista. Lo hace en dos direcciones temporales: pasado y futuro. El marxismo es reinterpretado hacia el pasadoubicando en l una concepcin ltima de orden escatolgico (teolgica-poltica),que constituye el concepto a partir del cual se organiza el edificio conceptual dela teoriza por esta razn Schmitt habla de una creencia Glaube)socialista,ella es conceptualizada de antemano como religin secular y que permite elenorme incremento de la intensidad de la lucha. El marxismo fue capaz deconstruir un mito (en el sentido soreliano) a partir de una afirmacin sobre lasrelaciones sociales que, tal como a Schmitt le interesa poner de relieve, noconstitua por s misma ninguna novedad. Hacia el futuro, por razn misma desu carcter escatolgico, esa evidencia ltima permite organizar la lucha entrminos diferentes al mero desarrollo dialctico hegeliano, en el que la razn esms astuta que la voluntad de los hombres. A juicio de Schmitt, el ncleo delracionalismo dialctico hegeliano es contemplativo, por tanto, no proporcionalos elementos orientativos necesarios para una lucha real y sangrienta.

    Unafilosof de la vida concreta ofreci para ello un arma espiritual, unateora que considera a todo conocimiento intelectual como algo slo secundario encomparacin con procesos ms profundos ^voluntarios, emocionales o vitalesy que corresponde a una mentalidad en la que se ha estremecido desde los cimientos la jerarqua de la moral tradicional, esto es, el dominio de lo consciente sobrelo inconsciente, de la razn sobre los instintos [Schmitt, 1996: 76].Esta filosofa de la vida es, huelga decirlo, la teora soreliana del mito. Sucaracterizacin se ajusta a la descripcin soreliana de lo superficial y lo profundo.^ Sorel interpreta y revisa la teora marxista desde la perspectiva de la filosofa vitalista de Bergson; Schmitt ve en la teora soreliana del mito el nexo quepermite comprender el pasaje desde la teora socialista clsica, tal como habasido formulada por Marx, a la praxis pob'tica del partido bolchevique. Este tamiz soreliano lleva a Schmitt a afirmar que esa praxis pob'tica deriva menos deMarx que del anarcosindicalismo. Aunque los bolcheviques hayan reprimido alos anarquistas, contina, el complejo de ideas en el que se mueven sus argu

    mentaciones contiene una manifiesta ilacin de ideas anarcosindicalistas(Schmitt, 1996: 77). Esta afirmacin resulta bastante enigmtica, pues Schmittno explica en qu consiste esa manifiesta ilacin. Schmitt supone que todaslas doctrinas de la accin directa y de la utilizacin de la violencia se apoyan1 5 8 R IF P/1 4 1999)

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    ms o menos conscientemente en una filosofa irracionalista (Schmitt, 1996:77); por esa razn identifica al leninismo con las teoras de la accin directa.Sin embargo, dicha identificacin es esencialmente errnea, pues deja de ladotoda la teona del partido de vanguardia que lleva a cabo Lenin, principalmenteen su libro Qu hacer? de 1902.^ Esta afirmacin de Schmitt resulta msincomprensible an si se tiene en cuenta que una de las criticas ms ftecuentesque recibi Lenin ^por ejemplo, por parte del grupo menchevique, de Trotskyo de Rosa Luxemburg era la equiparacin del tipo de partido por l propuesto con las concepciones blanquistas. El problema es que si se aceptara el carcter blanquista del leninismo algo que, de hecho, Schmitt no afirma, pero quesu argumentacin parece suponer, eso lo alejaria todava ms de la teoriasoreliana de la violencia.^^ Schmitt identifica de manera general todas las teoriasde la accin directa con el anarcosindicalismo y pierde de vista no slo laoriginalidad propia del leninismo en cuanto forma de organizacin y estrategia,sino tambin que en el modelo de organizacin partidaria de revolucionariosprofesionales ideado por Lenin son mucho ms fuertes las tradiciones especficamente rusas, especialmente la populista, que la concepcin sindicalista ligadaa Sorel, la cual, como ya dijimos, era prcticamente desconocida fuera de Francia e Italia.^^ Schmitt percibe vagamente la existencia de estos motivos ideolgicos autctonos en el leninismo cuando hace referencia al [...] odio ruso haciala complejidad, artifcialidad e intelectualismo de la civilizacin europeo-occidental [ ] (Schmitt, 1996: 87). No obstante, esta identificacin sucinta obedece a la pregunta de por qu las ideas del proletariado industrial de las grandesciudades modernas pudieron alcanzar tal poder precisamente en Rusia. Schmittresponde que la razn consiste en que estn a la obra nuevos impulsos irracionalistas (Schmitt, 1996: 78). Toda la argumentacin schmittiana apunta a subsu-mir ai leninismo en la teora soreliana y la conclusin no expresada es que larevolucin es primordialmente resultado de una voluntad poltica, la cual slopuede ser posible porque deja de lado el racionalismo relativista propio delpariamentarismo y se modela segn aquellas motivaciones irracionalistas. Laclave ltima de la Revolucin es, en consecuencia, el impulso brindado a laaccin directa por parte de la teora de Sorel, la cual, en suelo ruso, dio nuevavida a los motivos antioccidentales y antiintelectuales de la tradicin rusa. Losdos elementos nombrados, la fuerza de la tradicin nacional rusa y la voluntady el coraje (ladecisin en el vocabulario poltico de Schmitt) de los dirigentesbolcheviques, explican la Revolucin. De all que Schmitt le diese la razn aTrotsky en su disputa con Kautsky y no oculte cierta admiracin por la determinacin con que aqul utiliza la violencia y derrama sangre.

    Por qu razn Schmitt subsume al leninismo en el sorelismo? Una primera respuesta, que juzgamos vlida, pero no suficiente, pondra de relieve que elotorgamiento de una posicin central en las diferentes teoras poKticas de lapoca a Sorel era un tpico propio de las teoras de extrema derecha de la en-RIFP/14 1999) 1 5 9

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    treguerra. Ni Lenin ni ningn autor adscripto al leninismo reconocer en Sorelun antecesor, mientras que los fascistas, empezando por el mismo Mussolini,vern un inspirador en l.^* A partir del reconocimiento de esta paternidad espiritual, el paso siguiente era considerar a Sorel como el teorizador de la nuevapoltica antiliberal de la primera posguerra, equiparando al comunismo y al fascismo como doctrinas antirracionalistas, un punto que la mayor parte de la tradicin marxista negara, precisamente, por presentarse como poseedora de laverdadera ciencia de la sociedad.^ Creemos que en Schmitt se da un movimiento de este tipo, pero que, ms importante an, considerar a Sorel como laclave del pensamiento poltico contemporneo significaba, asimismo, poner supropia teona en el centro de ste. El entramado que conforman la teologapoKtica y el criterio amigo-enemigo se vuelve as el fundamento de todapoKti-ca posible; ni el fascismo, ni el leninismo pueden sustraerse a l. Si el leninismo, a diferencia del fascismo, no tuviera su fuente secreta en Sorel y la filosofavitalista, se pondra en duda la capacidad de la teologa pob tica para establecer,en la poca contempornea, el paralelismo entre los conceptos metafsicos yteolgicos dominantes y los conceptos polticos correspondientes, lo queSchmitt, por supuesto, no aceptara.

    Todo este recorrido nos permite establecer ms precisamente en qu consisteel enfrentamiento amigo-enemigo caracterizado por Schmitt como criterio distintivo de lo pob tico. El enemigo, afirma Schmitt, es aquel que amenaza mi forma devida de manera concreta, existencialmente y frente a esta amenaza no hay posibilidad de permanecer neutral. Este criterio forja una teora de la poKtica a partirde la situacin poltica de Alemania, tal como Schmitt la percibe. El demcrataKautsky, a pesar de sus pergaminos marxistas, serevel esencialmente como liberal,puesto que quiere eludir la instancia terrible de la decisin. Los bolcheviques,al igual que los anarquistas, han tomado partido. Esta toma de posicin es ineludible, por eso Schmitt concluye su escrito atolicismo romano y forma polticaafirmando:[...] creo que en aquella lucha de vanguardia de Bakunin, la Iglesia catlica yel concepto catlico de humanidad estaban del lado de la idea y de la civilizacineuropeo-occidental, ms cerca de Mazzini que del socialismo ateo de los anarquistas rusos [Schmitt, 1984: 65].

    Vem os cm o al criterio distintivo de lo pob tico propuesto por Schmittsubyace no slo la vivencia de que se aproxima la hora de la batalla final, sinoque, adems, puede percibirse que esta conviccin est fiertemente bgada a lateora soreliana y a la idea de la poltica como escenario de una inminentebatalla napolenica. Los liberales, a juicio de Schmitt, no comprenden el peligro porque no pueden abandonar su racionasmo, en consecuencia, tampocopueden entender la pobtica contempornea, ya que la hora de la discusin ha1 6 0 RIFP/14 1999)

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    pasado y ha comenzado la del mito. La lucha entre el mito de la lucha de clasesy el mito de la nacin constituye el enfrentamiento amigo-enemigo que dominala poca. La teora de los mitos se encuentra as en la base del criterio de lopoltico. A pesar de que en El concepto de lo poltico los contendientes sonpresentados de modo abstracto, en La situacinhistrico espiritual del parla-mentarismo actual aparecen individualizados. El agrupamiento amigo-enemigono puede producirse si no es en relacin con la capacidad aglutinante del mitopoltico, dada la incapacidad del liberalismo de recrear una concepcin racionalista de la pob tica. No obstante, tal como Schmitt explica al find de La situa-cin... el peligro que encierra el politesmo de los mitos polticos es muy grande. Es inexorable, en consecuencia, el enfrentamiento entre ambos. El conceptode lo poltico describe un enfrentamiento que tiene que encontrar alguna resolucin, y la razn ltima de ello se encuentra en la teora poh tica del mito. Aquello que produce el aglutinamiento en tomo a s, proporcionando una identidadpor esa misma accin, permanece indeterminado intencionalmente por Schmitt.Su indicacin ms precisa es que se defiende una forma de vida propia frente aotra que se presenta como su negacin. En principio, ello permitira que cualquier aspecto de la vida social se convierta en una fuerza aglutinante. Sin embargo, tambin seala que:

    En realidad, no hay ninguna sociedad o asociacin poltica, slo hay unaunidad poltica, una comunidad poltica. La posibilidad real del agrupamientoamigo-enemigo alcanza para crear, ms all de lo meramente societal-asociativo,una unidad determinante, que es algo especficamente diferente y, frente a lasrestantes asociaciones, decisivo [Schmitt, 1996: 44].A lo que Schmitt agrega una nota que revela cul es la naturaleza de estenuevo vnculo: Podemos decir, que el da de la movilizacin [1 de agosto de1914] la sociedad existente hasta ese momento se transform en una comunidad. Slo una idea es capaz de producir un agrupamiento amigo-enemigo

    comparable al de la lucha de clases: la idea nacional. En los tiempos modernosel mito ms fuerte reposa sobre lo nacional, afirma Schmitt en La situacin...(88). Cada uno de los mitos contendientes (que aglutinan a los dos bandos)reclama para s toda la verdad, por tanto, los mitos no pueden ser tolerantes nidejar lugar a ningn tipo de relativismo, so pena de erosionarse a s mismos.Treinta aos despus, Schmitt reconocer en Sorel una anticipacin de supropia teora: La humanidad [...] est dividida, [...] para Georges Sorel, enproductores y meros consumidores, segn el esquema amigo-enemigo(Schmitt, 1985: 498). Tanto la lucha de clases, tal como la entiende Sorel, como

    lo poltico, categorizado por Schmitt, se manifiestan en un conflicto que nopuede ser resuelto dentro de la situacin en la que se presenta, pero que, a suvez, exige una resolucin. La escisin no desaparecer mientras existan clases,RIFP/14 1999) 16 1

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    u x Alejandro Roxxi

    al igual que lo poltico se revelar como el enfrentamiento amigo-enemigo; sinembargo,ambos conceptos teorizan un momento de crisis, un antagonismo queapunta ms all de s mismo. Vimos cmo en ambos autores ese conflicto llegaa ser elevado a una situacin connatural a la existencia humana. Elpathosheroico que aparece en ambos dirige la argumentacin hacia la antropologiza-cin del conflicto, mientras que la sociedad revolucionaria de Sorel, del mismomodo que la afirmacin existencial de la propia forma de vida para Schmitt,implican que el conflicto no puede ser entendido como una situacin definitiva,sino como una meta que en algn momento de la historia debe realizarse. Tantoen el mundo poltico como en el mundo espiritual de entreguerras, la supervivencia de la Revolucin Rusa se daba por descontada, lo que significaba que nohaba ninguna posibilidad de que el antagonismo que ella representaba desapareciera, por lo tanto, era necesario que aquellos que compartan una mismaforma de vida comprendiesen la amenaza que vena del exterior y se aglutinaran en un solo bando. La teora poltica de Schmitt conceptualiza esta necesidadimperiosa de unir el campo propio. As como en la teora de Sorel los mitossociales no pueden convivir pues son inconmensurables entre s, la teologapoltica slo puede ser monotesta.

    BIBLIOGRAFADAHLHEIMER,M. (1998):Cari Schmitt und der deutsche Katholizismus 1888-1936 Paderbom,Ferdinand Schningh.Epistolario Croce-Vosxler 1899-1949 (1956): trad. de Elsa Manassero, Buenos Aires, EditorialGuillermo Kraft.GRILLO, M . V . y P. GELI (comps.) (1999):Laderechapoltica en la historia europea contempornea Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofa y Letras.HAMILTON, A.(1971):The appeal offascism Londres, Anthony Blond.HELLER,H. (1985): Europa y el fascismo (1. ed., 1931), enEscritospolticos(trad. de A. Lpez Pina), Madrid, Alianza. (1985): Democracia poltica y homogeneidad social (1 . ed., 1928), enibd.KOLAKOWSKI, L. (1985):Lasprincipales corrientesdelmarxismo. II. La edad de oro(trad. de J. Vi-gil), Madrid, Alianza.MARITEGUI, J .C. (1926): Biologa del fascismo, Revista de Filosofa Cultura Ciencias yEducacin 23, 2 (Buenos Aires) (marzo).MUSSOLINI, B. (1933): El Fascismo Buenos Aires, Ediciones Argentinas CndoD> (trad. deGregorio Garca Manchn).SCHMITT ,C. (1925):Politische Romantik Mnchen und Leipzig, Duncker & Humblot (1 . ed.,1919). (1984);Riimischer Kathol7.i.smus undpolitische Form Stuttgart, Klett-Cotta (repr. de la 2. ed.de 1925). (1985): Nehmen / Teilen / Weiden (1953), en Verfassungsrechtliche Aufsatze Berin,Duncker & Humblot. (1994):Positionen undBegriffe Berln, Duncker & Humblot ( 1 . 'ed., 1940).1 6 2 RIF P/14 1999)

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    El mito ms fuerte reposa sobre lo nacional.. (1996): Diegeistesgeschichtliche Lage des heutigen Parlamentarismus, Berln, Duncker &Humblot (reprod. de la2 . ed. de 1926). (1996):Der B egriff des PolUischen, Berln, Duncker & Humblot (reimpr. del texto de la2. ed.de 1932). (1996t): Potitische Theologie (1922) (citamos segn la traduccin italiana de P. Schiera,Teologa Poltica,recogida en C. Sciimitt,Lecategorledel po ltico,Bolonia, II Mulino.SOREL, G. (1976);Reflexiones sobre la violencia (1. ed., 1906) (trad. de Florentino Trapero),Madrid, Alianza.STERNHELL, Z . , M .SZNAJDER y M. ASHRI (1994):Naissance de l ldologlefascste, Saint Ar-mand. Folio.

    N O T A S1. Percy Windham L ewis (1884-1957), escritor y pintor ingls nacido en los EE.UU. Jun tocon Ezra Pound, miembro del grupo Vortlclsta,relacionados con el fiturismo italiano, perotambin sus rivales. A pesar de que su enemistad con Marinetti lo llev a despreciar a Mussoliniy su desdn por la democracia inglesa lo llev a alabar al nacionalsocialismo (Hamilton, 1971;282), en la obra citada por Schmitt, The art ofbelng ruled(1926), Lewis propone como solucina la creciente inmadurez social que crea detectar (incremento de la homosexualidad, avance delfeminismo, deseo generalizado de ser joven) alguna forma modificada de fascismo. En 1939abjur de su apoyo al nazismo.2. Cfr. Epistolario Croce-Vossler 1899-1949, la carta est fechada el 25 de agosto de1933, p. 272.3. Cfr. tambin Democracia poltica y homogeneidad social (1928), donde afirma: [...]Cari Schmitt [...] prisionero del hechizo irracional que hay en el mito de la violencia [ ](He-11er, 1985,262).4. N o podemos aseverar fehacientemente que la afirmacin de Schmitt sea cierta, pues algunos intrpretes afirman que el artculo de Walter Benjamn, Zur Kritik der Gewalt, es del aoanterior. Sin embargo, dicho artculo tambin fue publicado en 1921, ms precisamente en el mesde agosto, en los Archlv frSozlalwlssenschaftu nd Sozlalpolltlk.5. Es conocido el tortuoso periplo ideolgico del mismo Sorel durante sus ltimos aos, suruptura con la izquierda y su acercamiento al reaccionario Cercle Proudhon, ligado a laActlonFran

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    seal la insuficiente elucidacin por parte de Schmitt del concepto de enemigo, toda vez quela evidencia aducida por ste necesita de esa aclaracin para serlo. Vase Heller (1985), Democracia poltica y homogeneidad social.8. Por eso, cuando Schmitt afirma en El concepto de lo poltico que para determinar laesencia del enemigo alcanza que ste sea, en un sentido especialmente intensivo, existencialmen-te otro y extranjero {Fremdes ,de modo que en el caso lmite sean posibles conflictos con l(Schmitt, 1996;: 27), est, en realidad, dando por supuesta su concepcin acerca de la peligrosidad innata del hombre, ya que al nominalizar el concepto de lo poltico, lo nico que permanecees la desconfianza bsica que todo ser humano debe tener frente a otro.

    9. Schmitt rechaza la reduccin de la poltica a la guerra sin ms en El concepto de lopoltico (Schmitt, 1996b: 33).10. Hemos analizado la concepcin de nacin de Schmitt en nuestro artculo Nacin ypoder constituyente en la obra de Cari Schm itt, en Grillo y G eli (1999).11. [...] all donde se ha llegado a una oposicin abierta entre ambos mitos [el comunista yel fascista], en Italia, ha vencido, hasta hoy, el mito nacional (Schmitt, 1996: 88).12. Sin embargo, no debe pensarse que esta conviccin apocalptica es exclusiva deSchmitt. Otro entusiasta lector de Sorel, Jos Carlos Maritegui, se expresaba en trminos semejantes acerca de la inminencia del combate final: Giolitti y el Aventino representan el espritu yla cultura demo-liberales con todo su escepticismo, con todo su racionalismo, con todo su criticismo. La lucha presente devolver al espritu liberal un poco de su antigua fuerza combativa.Pero no lograr que renazca como fe, como pasin, como religin. El programa del Aventino yde Giolitti es la normalizacin. Y por su mediocridad este programa no puede sacudir a lasmasas, no puede exaltaras, no puede conduciras contra el rgimen fascista. Slo en el misticis-

    morevolucionariode los comunistas seconstatan los caracteresreligiososque Gentile descubreen el misticismo reaccionario de los fascistas. La batalla final no se librar por esto entre elfascismo y la democracia (Maritegui, 1926: 347, nfasis del original).13. Ello vale sobre todo para la formulacin del problema en Catolicism romano...,dondeSchmitt afirma que a pesar de que grandes catlicos tengan al liberalismo por un enemigo peorque el abierto atesmo socialista [...], el concepto catlico de humanidad [est] ms cerca deMazzini que del socialismo ateo de los anarquistas rusos (Schmitt, 1984: 65).14. El pensamiento de Sorel con respecto a este punto fue variando. En su artculo L avenir sociaiiste des syndicats, publicado por primera vez en 1898 en la revista Humanit Nouvelle,todava encuentra valor a la formacin de cooperativas que vuelvan menos dura la vida materialde los obreros. En cambio, en lasReflexionessobre la violencia afirma: [p]ara seguir la orienta

    cin sindicalista, en lugar de atenuar las oposiciones, habr que sacaras a relucir; ser preciso darel aspecto ms slido posible a las agrupaciones que luchan entre s; y finalmente, habr quepresentar los movimientos de masas de tal modo que el alma de los rebelados saque de ellos unaimpresin plenamente dominadora (Sorel, 1976: 181); por el contrario, los obreros ingleses soncriticados por su extraordinaria incomprensin de la lucha de clases, ya que el gremio, privilegiado, o por lo menos protegido por las leyes, les sigue pareciendo el ideal de la organizacinobrera; el trmino dearistocracia obrera aplicado a los trabajadores sindicados, se ha inventadopensando en Inglaterra; y, en efecto, el trade-unionismo tiende a la conquista de favores legales(Sorel, 1976: 182).15. En la degeneracin de la economa capitalista se injerta la ideologa de una clase burguesa

    timorata, humanitaria y que pretende desvincular su pensamiento de las condiciones de su existencia;la raza de los audaces capitanes que haban forjado la grandeza de la industria m oderna desaparece,para dar paso a una aristocracia ultracivilizada, que quiere vivir en paz. Esa degeneracin colma dealegra a nuestros socialistas parlamentarios. Su funcin sera nula si frente a ellos tuvieran unaburguesa que se hubiese internado, con energa, por los caminos del progreso capitalista; que con-

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    templase comouna vergenza latmidezy que sepreciasede pensaren susinteresesdeclase(Sorel, 1976: 135-136). Vase tambin sus atirmacionesenlaspp.143-146.16. Cfr. Karl Lowith, Meaning in history, Chicago, TheUniversity of Chicago Press,1949,cap.2.17. Alrespecto, vase Schmitt, 1925: 88-89. [Bonald] [dJesarroUunaanaloga entrelaideateolgicayfilosficadeDiosy elorden poh'ticode lasociedad,quellegabaalresultadode que elprincipio monrquico correspondea laidea testa deunDios personal, porque requiere delapersonadeunmonarca como providencia visible; una constitucin monrquico-democrtica debe corresponderalsupuesto destade undios extraoalmundo, como sucedaen laconstitucinde1791, segnla cualel rey era tanimpotenteen elEstado comoelDiosdeldesmoen el mundo: estoesparaBonald antirrealismo encubierto, como eldesmoesatesmo encubierto.La anarqua demaggicade 1793,sinembargo,eraatesmo declarado:niDiosni rey.Esta identitdans lesprincipesdesdeux socits, religieuse et politique tienesujustificacin en la identidad metdicadenumerosos

    conceptos teolgicos jurdicos,enespecial del derecho pblico[...].18. La primera edicin de este textoieanterior a lacrisisms importante quevivilaRepblicadeWeimaren elotooe inviemode1923. Sobreelcontextoen queeste ensayodeSchmittespublicado, vaselaintroduccindeEllen Kennedya latraduccin inglesa {The crisisof parliamentary democracy,Cambridge, Massachusetts, The MIT Press, 1985).19. Esta doctrina ser nulasi laburguesay elproletariadonoponenen pie, una yotro,con todo el rigorde que soncapaces, las fuerzas de quedisponen; cuantomsardientementecapitalistasea laburguesa,msnimo guerrero tendrelproletariado,msconfiaren la ftierzarevolucionariaymayores garantasdexito tendrel movimiento (Sorel, 1976: 139).20 . [...]en todo conjunto complejo, cabe distinguirunaregin clarayotra oscura,y [...]

    staesquizla msim portante.Elerrorde los mediocres consisteenadmitirqueesta segundaparte tienequedesaparecercon el progresode lasluces[...] (Sorel, 1976: 204). Tambin:Elsocialismoes necesariamente algomuyoscuro, puestoquetratade laproduccin;esdecir,de loms misteriosoque hay en la actividad humana;y se propone aportar una transformacin radicalenesareginque esimposible describir conlaclaridadque sepercibeen lasre giones superficialesdelmundo. Ningn esfuerzodel pensamiento, ningn progresode losconocimientos podrnjams hacer que desaparezca el misterio que envuelve al socialismo;y por haber reconocidodebidamenteesacaractenstica,elmarxismohaadquiridoelderechoaservirdepuntodepartidade los estudios socialistas (Sorel, 1976:208).21 . Esdecir, cuatro aos antesde lasReflexiones sobre laviolenciadeSorel,las quehabansido publicadas en forma de notasenLeMouvement socialisteduranteel primer semestrede

    1906. Schmittno es elnicoqueatribuyeaSorellapaternidad espiritualdeLeninyTrotsky,yavimoselcasodeW. Lewis; ademselmismo Sorel,en elapndicequeagrega lasR eflexionesen 1919, tituladoEndefensadeLenin, citaunartculo publicadoenLeJournaldeGeneveenelque seafirmaque[d]urantesuestanciaenSuiza, LeninyTrotsky seguramentehanm editadocon toda tranquilidadel librode Georges Sorel. Aplicansusprincipioscon la mstemible lgica (Sorel, 1976:374). A lo queSorel agrega:no tengo razn alguna para suponerqueLeninhaya tomado ideasde mislibros; pero,si asfuese,mesentina msquemedianamente orgulloso[...](Sorel, 19 76:376).

    22. SchmittrefiereeldespreciodeSorel por la idea de dictadura, aunquesea ladel proletariado(Schmitt, 1996: 84-85). Sobre las criticas de Sorelalblanquismo,cfr.Sorel (1976), pp.100-101.23 . EsposiblequeSchmitt est pensandoen laobradeLenin lEstadoy larevolucin,con

    todo, para el momento en que Schmitt escribe,eldesarrollode laRevolucin,esdecir,lapoltica delpropio Lenin ytambin sus escritos tanto posteriores como anteriores) haban dadoundesmentido tan rotundoa las ideasde aquella obraque cuesta creerque un hombre como Schmitt,quevaloraba tantoelrealismoen lapoltica,se latomaramuy enserio, siquiera como panfleto revolu-

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