Minois G._historia de Los Infiernos

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Georges

lnOlSHistoria de los infiernosPaids Surcos[7

SURCOSTtulos puhlicados:l. S. P. Huntington, FI choque de ci"i/II,uionc, , K. Armstrong, IJzstoria de len'lsalen ). M. HardrA. Negri, Imperio 4. G. Ry!c. El concepto de lo ment,' 5. W. Rcich, Anlisis del car.F Pero Garcilaso, que fue ordenado sacerdote al final de su vida, no tiene tendencia a proyectar el esquema cristiano sobre unas creencias que no tienen m;is que semejanzas extern;s con el infierno ortodoxo? De cualquier modo, iade que este infierno, SI existiera, slo podra ser temporal porque "los tnelS ~Tean en la resurreccin universal sin imaginar penas ni gloria, sino una vida similar a b que tenemos aqu, porque su espritu no se elev ms all de esta vida presente:' En Amrica Centr.ll, el destino del individuo en el ms all no est,i determinado en modo alguno por aspectos morales y no se descubre ningn sistema de castigo de [os malos. Entre Jos mayas, los infiernos del mundo subterr.ineo admiten ,1 todos; entre los aztecas, lus muertos ordin,lrios, buenos v malus, van tambin a los infiernos suhrerr.ineo'., d M etLin, sobre 'los cuales reinan Mictlantecuhthi y su comp,iera l'vlictbncihu,nJ; para llegar a ellos hay que hacer u~ peligroso viaje. Los ahogados, fulminados por el rayo e hidrpicos se unen a Tlaloe, dios de la lluvia, en un universo de frescura y de fertilidad, clfblocn. Los nios muertos a una edad muy temp~ana van a un mundo cuyos ;rboles dan frutos en forma de pechos. Los guerreros nHlertos en el combate van al paLlso de la salida del sol y 1.1S mujeres muertas de P;lrtL) ,11 paraso de la puesta del sol. La clase

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Vrc;\, ComentarlOS sobre el Per de los incas, ed.

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des IIl)'ih/)!og:cs, bajo la direccin dcY.

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isti.\I1a aparece entre los totonacos actuales la idea de una iustici.l .liS! riburiva. \ ' Fsta vista panormica muestra que las concepciones ms antiguas ,Ir los infiernos son, por una parte, la de un lugar subterrneo, casi ~1('l1lpre lgubre, oscuro, hmedo y brumoso, donde las almas de los lllllcrtoS llevan una vida fantasmal ralentizada, y, por otra parte, la de un pas muy similar a la Tierra, en el que los difuntos continan 1('" la misma existe'ncia. Se accede a esas dos regiones al trmino de , 1111 hrgo vi}tje inintico. En esos infiernos no hay ninguna discrimi1I.II,'in entre buenos y malos. El mal moral no halla su compensanOI1 en el ms all y no existe justicia distributiva. Los dioses que /'('illan en estas regiones no son dioses de tormento. Si algunos se ven c'xciuidos de ellos, pero sin tener que sufrir suplicios, se debe a insull('icncias de orden ritual, como la ausencia de sepultura o ciertas IOrll1('

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castigo eterno. En cuanto a los pueblos extranjeros, que ellos se

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los infic!es". I'.lra llegar a la idea del castigo en ultratumba habr que dar un pl~lI l'Il la espiritualizacin de las ideas religiosas y en la reflexin I1lm.d, aquilatar la nocin de justicia, de bien y de mal. Esto supone \.111.\ l~r.lI1 estabilidad en la civilizacin y una larga maduracin.IMI,l

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LOS PRl~/IEROS INFIERNOS PARA CONDENADOS: INFIERNC)S TEMPORALES

,Es imposible dcrcrlllinar cu,indo y nnw ap;\Ieci) la idea de una diferenciacin de los lIlficrllOS V1I1CULllh .1 la Il'

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tercer milenio al pt:rodo dcrntico 'de comicn/os cl'c nuestra era, y millares de pimuras murales. l Durante tres mil alos, los egipciosL Citemos Le /z~'re des j>01tcs, trad, fnnc. de A, PL\NI\OIT, Bulletin de l'imfrml('ais d'arch(;ol0:~lc onentale, El Cairo, 1939-- 1962; !ivn' des e,n'emes; ~'//n'n: de ce qu'i/)' ,; di/lIS los Texto des sa)ph/Igcs, Tcxtes des p)'r'l mli/es, alllpli.lmente citado,; en S. MOlnNz, {ti Reli,l:io)l e,r:.,~'Ptie1Jnc, PaYOl, 19(L/tllll

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qelaboraron un sistema escatolgico refinado, compuesto de numerosas C1pas de creencias que se mezclan y que incluso se contradicen. Esto es un rasgo comn a todas las concepciones .1Iltiguas del m;is alL: razn, sensibilidad e imaginacin se sohpan en el espritu de los hombres inquietos. Desde tan antiguo como s,:a posd,Je remontarnos, los egipcios han credo en la supervivencia de los llluertos en un mundo .'iirnibr al nuestro, donde todos disfnll,lll de b mIsma clase de existencia, aunque de una forma atenuada y capaz de irse degradando progresivamente. El difunto vive en su marco habitual, utilin sus muebles y sus objetos persOll.lles, pero las diferenCIas sociales quedan aboida~; todos trabajan Lt tierra, incluso el 1;1I.1I), como Indican los frescos de Medinet-Ab, donde se ve a Ra111ss III conduciendo el arado. Esta aparente igualdad ante la muerte supone, sin embargo, el cumplimiento de ritos funerarios complejos de conservacin del cacLver, los cuales quedan mejor garantizados en tanto se pertenece ,\ una clase pudiente. A su entrada en la muerte, tras un viaje complejo a travs de montaas y marismas, lagos de fuego y murallas, cuyo mapa est; a veces grabado en el sarcfago, el difunto tiene que soportar L1 prueba upital del juicio. La escena, representada un sinfn de veces, es bien conocida: Anubis procede a pesar el corazn, cuyo resultado anota cuidadosamente Thot, tras lo cual el difunto comparece ante el tribunal de Osiris, asistido por cuarenta jueces, uno por cada regin administrativa. All recita las frmulas del clebre Libro de los muertos, examinando todas las malas acciones y de-clarando que l no las ha cometido: - permite pensar que esta recitacin equivaldra a una purificacin, ya que el difunto arroja lejos de s todas las formas del maL! )esde una civilizacin a otra, la lista de los pecados aparece asombrosamente constante: ser negligente respecto de los deberes para con la divinidad, robar, matar, cometer adulterio, engaiar a los dems, defraudarlos de cualquier modo, mentir, de manera general no ser solidario con los dems. Estas faltas no pueden ser sancionadas en vida ya que mUl.-has son secretas y hay que deshacerse de ellas despus de la muerte. La declaracin de inocelKi,t del Libro de los muertos sera as ms bien lo equivalente a una confesin y a una renuncia a todas las formas del mal. Pero tambin equivale al reconocimiento de la culpabilidad general de los hombres: cada uno ha cometido al menos una vez en su vida esas faltas. Observemos aqu el papel del difunto: es l quien tiene que demostrar que renuncia al mal, yeso incluso despus de la muerte. f~ste no es el punto final ms all del cual nada puede cambiar ya; el difunto no es el acusado pasivo que asiste a su juicio, sin ddensa, tal como aparece en las dems religiones. Algunos egiptlogos piensan incluso que esta escena del juicio sC un rito de purificacin que tendra lugar antes de la muerte, con la participacin dcll1loribundo. En cualquier caso, el resultado del juicio es incierto. Hay una justicia divina. La autodisculpa no siempre es suficiente para garantizar la supervivencia apacible. Quienes se han preparado mal para esta prucba por estar demasiado somctidos al impulso del mal se ven condenados a la segunda muerte. Slo puede garantizarla una dislo("-

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torturas donde predomina la idea de desgarro, de dispersin. Una nocin capital que permite pensar que el egipcio ha llegado a la intuicin del carcter indestructible del individuo es que la segunda2. l.e !iv/'" des morts. E. ROSSITER (comp.), trad. frane., Seghers, 1979. 3. El libro tuncbmental sobre la imerpretacn de eslos rilOS es el de E. HORNUNG, Altgyptische Hiillenvorstellungen, Berln, 1968.

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muerte es un proceso sin fin, como si el al11quilamiemo de la persona no se terminara nunca. El mito de Osiris ilustra esta creencia. Osiris, matado una vez por su hermano Seth, es hallado por su esposa Isis; para acabar definitivamente con l, Seth le corta en pedazos que dispersa por todas partes: para garantizar la muerte definitiva, la unidad de la persona debe gued que las nacion,'s modernas deben al antiguo Egipto muchas de sus concepciolles del infierIlll",E. A. W. BUDGE, The Egyptian Heaven and Heli, Londres, 1906, t. IU. 6. S. MORENZ, op. cit., pgs. 222 y sigs. 7. M. HULlN, La r~ce cachc du temps, Fayard, 1985, pg. 186.

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ms optimistas, donde el mal est condenado a desaparecer. En el siglo VII antes de J.c., las viejas creencias iranes, en la medida en que hoy en da podemos reconstruirlas, sugieren la idea de una retribucin y de un castigo despus de la muerte. H Antes de llegar al paraso el alma realiza un viaje, atraviesa la esfera celeste (Humat), la esfera lunar (Huxt) y la esfera solar (Huvarst). Segn otra versin, sta encuentra su ngel de la guarda o espritu tutelar, la daena, que es hermoso o feo segn la vida que se haya tenido en la Tierra." Ciertos textos del mismo perodo evocan un interrogatorio al trmino del cual una joven acompaada por dos perros conduce al alma a un puente; ms all se encuentra el muro del mundo celeste, donde reina Ahura-Mazda. Este puente tiene a veces el aspecto de una espada: el alma justa lo atraviesa por el lado ancho, y el alma pecadora sobre el filo; y dice el texto: Se le corta el camino v cae de cabeza en el infierno desde lo ms alto del puente y tiene que 'soportar todos los males posibles'.. \) Esta idea, an vaga, de los castigos queda precisada mediante los escritos de Zoroastro o Zaratustra. Este personaje histrico, sacerdote del siglo VII cuya vida permanece rodeada de no pocos misterios, habra entrado en conflicto con la religin tradicional que l modific en su predicacin personal. Zaratustra es, lo mismo que Buda, Jess y Mahoma, uno de los grandes fundadores religiosos de la historia de la humanidad. Su doctrina, el mazdesmo, se contiene en los textos del Avesta, de los que algunos, los ms antiguos, como los gathas, se le atribuyen directamente, mientras que otros proceden de sus continuadores. El mazdesmo se basa en un dualismo fundamental, teniendo en cuenta la mezcla de bien y de mal que cada uno puede constatar en la existencia: Ahura-Mazda, el dios bueno, ha creado todo lo bueno y Angra Mainyu, el dios malo, todo lo malo. Los hombres, lo mismo que el mundo entero, estn repartidos entre estas dos entidades y su suerte futura depende de las elecciones que hagan en esta vida. A la muerte. el ;lln1;'l ~f' ~f'n::ln rlpl rllpr .... 'v "p'n""""~ M?: .. ;t-,,:,:" :~:: por eso es menos capaz de s~ntir, de sufrir, de go"zar, de desplazarse espacialmente, lo que da pie para suponer que se trata de una especie de cuerpo sutil. Durante tres das queda alIado del cadver a la es8. G.WIDENGREN,

Les religions de l'!ran, trad. franc, Payat, 1968.

9. bid., pg. 57. 10. bid., pg. 57.52

pera de! juicio, que tiene lugar e! cuarto da; segn uno de los textos, el Hadokht nask, el alma injusta est llena de angustia durante estos tres das. Al alba del cuarto da se pone en camino, escoltada por demonios y por espritus buenos, y despus comparece ante los tres jueces, Mihr, Rashu y Srosh, que pesan sus acciones en una balanza de oro; despus tiene que franquear el puente de la retribucin, que pasa por encima de los infiernos. El resto es fcil de imaginar: el alma rproba, empujada por los demonios, presa del vrtigo -porque el pu~nte se estrecha, no hay parapeto y la altura es considerable-, cae al infierno. En otras versiones, el alma culpable se despierta al cuarto da en medio de hedores pestilentes, y su daena, repelente, que representa sus malas acciones, la conduce directamente al infierno, a las tinieblas infinitas.11 All le espera una suerte espantosa: Tinieblas sin fin, una comida asquerosa, gritos de angustia, sa ser la vida que vuestras propias acciones enemigas de la fe os habrn merecido.12 Los gathas, sin precisar an los sufrimientos de los condenados, se interrogan:

Dime, oh Poder supremo Lo que es y lo que ser, Lo que recibe el hombre justo, y el otro, el que obra mal; Cmo son juzgados sus actos, Cmo son juzgados sus corazones, Delante de Ti, Juez supremo! Dime, oh Poder supremo, Cmo el que es criminal Recibir su castigo, Por haber alentado A los que causan perjuicio a la vida, A los que oprimen al rebao v rln';.,,'Vl /'JI +-Yrfh",;""rlr)'y Sin :ecursos, sin ~yuda!U11. Vase M. MOL, Le jugement des morts dans l'Iran prislamique, en SlIurces orientales, 4; y Culte, mythologie et cosmologie dans f'lran ancien, PUF, Pars, 1965. 12. Citado por G. WIDENGREN, op. cit., pg. 105. 13. GATHA AHouNAvAITI, 14, 15. Les Gathas de Zoroastre, Pars, 1')1'

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Textos m,ls tardos nos dan la respuesta. Elll1fierno, o Duzokh, esL1 organizado racional mente, corno prueba de u na larg.dil'hs literarios que es fcil hallar en boca de los autores ms di!;," ,iI"

'.!,.'.rtn a l. Este gnero de literatura subsiste hasta el siglo II despus de

10. Lz Traduction oecumnique de /.1 Bzble (TOB) sugiere un esquenu ele

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unas insensatas, sus hijos unos malv.,dos y su descendencia maldi ta (3, 11-12).

Los

TITUBEOS DEL MUNDO JUDEOCRISTIANO

(SIGLO I DE NUESTRA ERA)

En los umbrales de nuestra era los hebreos continan siendo los ms reticentes frente a la ide., de un infierno en el ms all. Se hallan profundamente divididos a este respecto. En la poca de Cristu se pueden distinguir tres corrientes entre ellus. Los saduceos, que per tenecen a los medios aristocrtiCOS y sacerdotales, creen que la muerte es total; no hay otra vida, ni resurreccin, ni infierno. Ellos se atienen a los textos 'de la Ley, interpretada literalmente: La opinin de los saduceos, dice Fbvio Joscfu, es qu\: las almas mueren con el cuerpo [.. .]. Los de esta s\:eta son poco numerosos, pero est.] compuesta de personas de la ms alta condicin.ll' Sus adversarios, los fariseos, ms abiertos y ms numerosos, corresponden a las ca-pas medias de la poblacin; defienden la adopcin de tradiciones orales que permiten ms flexibilidad en la interpretacin de los textos. Creen en la resurreccin, en el juicio yen un castigo en el ms all, pero, segn Flavio Joscfo, mezclan elementos de reencarna cin: Creen que las almas son inmortales, que son juzgadas en el otro mundo, y recompensadas o castigadas segn fueran en ste virtuosas o viciosas; que las unas quedan eternamente prisioneras en esa otra vida y las otras vuelven a sta. Gracias a esta creencia se han labrado una autoridad tan grande entre el pueblo sencillo que st\: sigue su doctrina en todo lo que atae al culto de Dios y a b oracin solemne que a l se dirige; de este modo, hay ciudades cnteras qu(dan testimonio de su virtud, de su manera de vivir y de su doctrina.\? Sin embargo, en otro pasaje Flavio Josefo declara que los fariseos niens:ln oue h" ;11m::!" rlp 1()~ rn.,lv",~"~ N 5-12): as pues, el testigo ms antiguo y el primer organizador del pensamiento cristiano ignora olmpicamente el infierno. Esta enorme discrecin en un hombre que ha tratado de cerca a los apstoles, que ha discutido con ellos de forma prolija las enseanzas de Cristo y desusimnl1c~('1()nf'~, ~pmllP~tr':)f1llP

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muy m"arginal en el fundador del cristianismo, a la vez que refleja los titubeos de su tiempo a este respecto. Pedro, el primer jefe de la Iglesia, compaero de Jess y sucesor suyo, nos dice algo ms? Ni una palabra, ni una alusin en su primera epstola que data del ao 64 y que, por cierto, evoca ampliamente el ms all. La segunda epstola menciona una vez el Trtaro, morada de los ngeles cados (2, 4); pero desgraciadamente esta car-

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no es de Pedro, como lo ha demostrado la exgesis, que la sita a l'Omienzos del siglo 11. Por lo dems, este texto estuvo excluido durante mucho tiempo del canon oficial de las Escrituras: el canon de Muratori, hacia el ao 200, sencillamente lo ignora. La Epstola de Santiago, puesta tambin en tela de juicio, que no tiene nada que ver . Algum;s aos ms tarde, las Odas de Salomn, cuyo manuscrito sirio se encontr en 1905, indican que Cristo desce;ldi al seol, y le atribuyen estas palabras: No perec aunque me condenaron. El seol me ha visto Ji ha sido vencido; La muerte me ha dejado volver, ya muchos conmigo. He sido para ella hiel y vinagre y he descendido con ella; a tanti! profundidad como habct en l/el seo!}. Ella ha relajado los pies Ji la cabeza, porque no ha podido soportm mi rostro. He convocado una asamblea de vivos entre los muertos Ji les he hablado con labios vivos. De tal suerte que mi palabra no fue vana. Corrieron hacia m los muertos y gritaron diciendo: Ten piedad de nosotros, Hz/o de Dios, Ji obra con nosotros segn tu gracia. Haznos salir del lugar de tinieblas Ji brenos la puerta para qu/ por ella salgamos hact ti. Porque vemos que nuestra muerte no se ha acerccldo a ti. Salvmonos tambin nosotros contigo, porque t eres nuestro Salvador.Vnnrr"nl~/' e " -.nn" ... ./ .~ ~_ ~

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Por eso ahora son libres Ji me pertenecen. Ale/uyaP S En la segunda mitad del siglo TI, el obispo de Sardes, Melitn, all ms preciso, relata el discurso pronunciado por Jess en los infiel25. J. P. oda 42.HARRIS,

The ades and !'salms of S'olomon, Cambridge, 190'1,1I

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IIOS en una homila sobre la pasin. Pero es probable que ese pasaje sea el extracto de un himno litrgico ms antiguo, lo que significara que el episodio se haba incorporado al culto desde comienzos del "iglo II: Y resucit de entre los muertos y os grit: " Quin es mi rival? Que se presente ante m. Yo he liberado a los condenados, he vuelto los muertos a la vida, he resucitado a quienes ya estaban enterrados. Quin levanta su voz contra m? Soy yo, repiti Cristo, quien ha vencido a la muerte, quien ha triunfado del enemigo, aplastildo el irJifierno, maniatado al fuerte y conducido al hombre a las alturas del cielo; yo, dijo l, Cristo".26 Cmo paliar las lagunas de los Evangelios y de las Epstolas para misfacer la curiosidad popular? Bastaba con reescribirlos! Desde el .i~lo 1I, una abundante literatura apcrifa desarrolla los detalles de la vida de Cristo que permanecen oscuros en el Nuevo Testamento, sobre: todo la infancia y el descenso a los infiernos. Esos escritos reve1,,11 enseanzas confidenciales que habran permanecido secretas hast. entonces: "pcrifo significa escrito oculto. La revelacin, ~U':ktica corriente en todas las sectas, permite dar un valor sagrado a ~illctrinas populares sospechosas. Muchos apcrifos, con un claro esplritu gnstico, insisten en el enfrentamiento directo entre Cristo y el ~lililblo. La apoteosis de este enfrentamiento es la lucha final, en los inUernos, donde el diablo desafa a Cristo y donde ste muestra su po~It,. liberando a todos los muertos de la antigua Alianza. Los relatos apcrifos -el decreto de Gelasio har un inventario tn el siglo IV para separarlos de los escritos cannicos cuya lista que~lll establecida en el 367- nos transmiten las preocupaciones del \Jtblo cristiano de los primeros siglos. La Iglesia tomar de ellos . rnligenes que, aunque ausentes de los Evangelios, van a adquirir un '''tIIUS cuasi cannico: nacimiento de Cristo en una gruta, aliado de ~1\;1 mula y un buey, ofrenda de una corona por los magos, virgini~.d de Mara tras el nacimiento de Cristo. El arte medieval ilustrarir.

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U na de las primeras obras de este gnero es la Epistola apostolo~"m, compuesta entre los aos 140 y 160 en Egipto o en Asia Menor;u.. P. NAUTIN, L'Homlie de Mliton sur la Passion, en Revue d'histoil'IIbirlstique, Lovaina, 1949,44, pgs. 101-102. V. D. Rops, vangilf.'s apouiphes, Pars, 1952; C. MOPSIK, Les vangiles de i~~'I'IIJI" Pars, 1983. vangiles aprouiphes, presentados por F. QUR, Seuil, 1983..~'i

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y hallada en una traduccin copta en J 895, En ella se ve a Cristo des cender a los limbos para bautizar a Jos justos y a los profetas como condicin indispensable para su salvacin: Y yo vert sobre ellos con mi mano derecha, dijo Jess, el agua de la vida, el perdn y la li beracin de todo mal, como lo he hecho por vosotros y por aquellos que creen en m.2!; Hacia el ailu 50 se escribe el Protoev,;mge!o de Santi,xgo, pero es a partir del siglo 111 l'l.llldo los aplicrifos se hacen prolijos en torno al descenso a los infiernos, En el F:''i.lange!zo de NI codemo, el relato lo hacen dos testigos directos, los hijos de Sirnen. dos de los resucitados por Cristo. El Euangelio de Bm'to!om refie re tambin en detalle este episodio. Los Hechos de Pilatos, texto del siglu IV que utiliza versiones mu cho ms antiguas. dramatizan mucho ms y describen las reacciones del mundo subterrneo ante los xitos de Cristo. Los infiernos grie go y judo se mezclan aqu de manera curiosa: Satans es el dueilo \ seor de los lugares, pero Hades, dios de los muertos, es en cienl' modo su administrador y el que se ocupa de todos los muertos de /-1 antigua Alianza. A la muerte de Cristo, Satans espera que su alm; vaya a reunirse con las dems, pero, desconfiando, da rdenes esp< ciales de vigilancia a Hades: .:r, glotn y eterno hambriento, esc chame bien. Un judo llamado Jess se hace llamar hijo de Dios. No es ms que un hombre. Los judos le han crucificado. Para lo cu.ll yo les he ayudado! Ahora que ha muerto, prep',': Al anuncio de la llegada de Jess, Hades manda ,:rrrar las puertas de bronce, echar las barras de hierro y los cerrojos dt' un infierno que se parece mucho a la prisin-fortaleza de VirgiliD. Todo en balde!: Jess entra, la luz penetra en los infiernos . .. Entonces el rey de la gloria agarr por lo alto de la cabeza al jefe .upremo, Satans, y le entreg a los iinge1cs diciendo: "Ponedle cadrllas en las manos y en los pies, en el cuello y en la boca", Despus, /IIlHregndolo a Llades, le dijo: "Tmalo y viglalo cuidadosamente I . 1" ,'~Sl;\ ml vue ta ." J Jades se hizo cargo de Satans dici'ndole: Belceb, heredero del luego y del castigo, enemigo de los santos, qu te ha llevado a hllll'er crucificar al rey de la gloria? Ha bajado hasta nosotros y nos hA dejado sin nada. Todos cuantos habas ganado mediante el conoijhllil'nto, te los ha arrebatado la cruz. Todo tu gozo en un pozo! Al _ll.lc"Tr matar al rey de la gloria te has matado a ti mismo. Se me ha .nwl1lendado la misin de guardarte bien. Pues s, tendrs ocasin ~'lher por propia experiencia qu tormentos soy capaz de aplicar. IUh, jefe de los diablos, prncipe de la muerte, raz del pecado, coldel mal! Qu vicio encontrabas en Jess para desear su perdiij~\!li';! (~_~l~)lJIL' ~H.~) "'h'\h.~"'1 ~H~ ... "'I_:'" ~ .. '-.. ~: \.~I",- ~i~~~ ~-.. . . . ~~ ~::::'-:-::':'~.'" . . . ,.. ,. .,. . ... tiren las tinieblas a un h~lm.b~e. qu~~, te ha arrebatado todos los que 'MIII.ul ll1uerto desde el pnnClplO?,' El! el infierno de los tormentos que ahora comienza es Hades ,:'~liC'lI aplica los castigos. Satans, en contra de la opinin clsica,

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permanece pasivo; no es l quien atormenta: l no es ms quc la VIl' tim.l principal. Con un hermoso gesto simblico, Jess tiende h mano a Adn V le resucita; es la segunda creacin; el primer hombre, por quien el mal haba entrado en c1l1Jundu, sale del infierno de h mano del salvador de la humanidad. Detr'-'~~~~~-:~:~:~~-~ ':'~

del espectculo de los condenados rorturados,n Al vivir en poca de persecuciones de la que l mismo ser una vctima (de'r.ldo cerca de Cartago en el 258), el infierno le permita soar 11\ venganza, aunque esta idea no estuviera muy de acuerdo conPars, Sir~y, 1'158. Ad ])cmetrzanum, 23-24; De mortalate, 14; carta VI, 3.

V ,l (;1\\1 DI-:',II:1', r'Egl,;c di.1/lS l'Lmpl1c rom,l/Il,

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SAN CiI'RIANO,

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la doctrina cristiana. Segn d, los mrtires van inmediaurnelll, d ciclo, mientras que [os cristianos que abjuran de su fe bajo la P1('.I"1< de 1.1S persecuciones, cxpiar:in su ~)(Yado en medio de los torm('lli'" hasta el juicio final, antes de s'.:r salvados todos por Cristo. Lo\ ,1. ms entrarn en ese l11ome111 1 1en los infiernos, que hasta entonl", 1111 abrir sus puertas; ,,Qu grande sera vi da del iuicio! El Seiol " 1 minar. a su pueblo, reCtllloCr,l ~on b prccisiln del conocinIJ'"'" divino los m':ritos de C1lh UllO, enviar;i .1 1.1 j,';ehena a los cu!p.dol". condcn,lL a nuestros persq,;uldores a los ardores eternos de b 11.11", vengadora y nos pagar el salario de nuestra fe V de nuestra pi(,.!I,1 [...J. Cuando llegue esta manikstaci6n, cuando la gloria de Dio, 1," IIe sobre nosotros, seremos felices y dIchosos al vernos hOI'I.,.1"4 con h hondad de Dios, miC1ltLls se VeLlrl ,lcusados v miser.i\ ,, , aq uellos que, habiendo ahandonado a Dios o luhindc;se Icv:ulI.l' 1.. contra I~I, hicieron b voluntad del diablo, puesto que, nece',,'111 mente, estar:in siempre cun el diahlo, torturados por el fuego '''''' tingu iblc. 21 Un contempor;neo de Cipriano, lliplito de Roma, nos 1.1,\ 11111 informacin ms precisa sobre la sala de espera del infierno, el b.I,I, " Hiplito es un personaje curioso, de origen griego, que elabor:, 11111 doctri 11.\ salpicada de c};centricidades herticas. Fue degido ,mt If 1.lj'.1 tras unas maniohras luda claras y fue jefe de un grupo cismtico ,1" rante muchos aI10S; a pesal de todo, tUl' canoni7ado a causa de su i\1.11 tirio. Escribi mucho, pero subsiste muy poco de su obra y, se 1"'111 en tela de Juicio la paternidad de muchas de sus obras. es f~se es el '.1'''' de su trat~ldo Sobre e/ Unl'iX/'SO, compuesto antes del 225 Y COnl)(I.\, por la rci.tciln que luce de l Juan D:Ull.lSCellll en su Sacr, P,lu/k/., , Sea quien tuere el autor, este libro de comien7os del siglo III dice '1'11 antes del fin del mundo los buenos y los malos aguardan en dos 1"" 11 partimientos distintos del hades donde se les ofrece una muestra de 1,1 que les espera: los dmonios ensean a los condenados las cald'I.""; .. , ; " , l .

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24. lJ., 1"HU 58.10. Un serll\(JIl que se le ha 'llribuiJo por error, Llnd", 11 del si.',!o tll. hace la dcscripcin cLsi,'a de las pCllas illfern'lles: vasc J. QU'\"'I '1, /nitltltlOn miX PiTCS dc I'/'glisc, CcrL ]')57, t. 11, pip. 4JS 439. 25. M. RICJ-!AIW, "DernilTcs n'nnrqucs sur s,lnl HippolYIC cl le soid" "'1 .Iosipc", en R,,"Juc de suel/ces re/;;;;il'uy(,), 1955, pigs ..'179 394. 2(J. 1'. N\I:ll:-.J, HippolvlC et.losipc, Pars. 1947.

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(,1 ~igui~nte texto nos hallamos en contacto con la IlteLllllL 1, ,,1".1 hades es un lugar informe donde se hallan las ~1111l ~lS d \I*lo~ l' d~ los injustos. La luz del mundo no luce en esta regill ud,' lTina necesariamente una oscuridad continua [...]. All ha (lllocados como centinelas que distribuyen segn las obras .Ifhl.l 11110 la sancin provisional de los lugares. En esta rcgin \1ft IlIg,lr ~special delimitado, cllago de fuego inextinguible, en ~I_'I ~q~lll1 nuestra opinin, nadie ha sido arrojado an, sino que t"rp,\LHlo I-"'ara ~l da determinado de antemano por Dios [... ]. IHl ~olo camino que desciende a esta regin, a cuya puerta creeII'Il" hay un arcngel con un ejrcito. Pero tras haber frando ('~I,l puerta, las almas, conducidas por los ngeles encargadI' d1.1S, no toman el mismo camino. Los justos son conducidos 1,1 lu/, a la derecha [... j. Los injustos son arrastrM{os hacia Ill\'1da por los ngeles verdugos y no van por propia vol un110 ,1 la fuerza, como si fueran maniatados. Los ngeles que AI.lll los conducen en medio de sarcasmos y de reproches, los /II.ln con su aspecto horrible y los empujan hacia las partes ,U olullllas. Cuando llegan, sus guardianes los arrastran hasta I JI' J.l gehena. Al estar cerca de ella, oyen sin cesar su borbo~ 1101,111 ya el aire caliente; al ver el esp~lntoso espect1 los cristianos tambin fueran al in fiemo? Cuando menos, nacla h,\ \ decidido hasta el juicio final. Esta ingenua confianza-o esta inconsciencia, piensan los tel() gos-- va a dar marcha atLls muv prorno. Poco a poco la predicaci()I11j" "

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te que cada lino est;l amenazado por los clstigos eternos. La salv.l cin no est.l g'lt.U1tizada de .1I1Iel1lano. En la liturgia visigtica ap.\ recen las prill1l'ras expresiones de .1ngustia acere\ del destino futur"40. Ibzd., I',g, 102. 41. J,:--'IT K 1DiI. L '1\'OCiltiulI de /',/Itdc! d,ms /n meres pUlir /1'5 /)1mts, 1 "\'.n11;),1'J71.

[76

No abras el proceso de tu servidor [... 1, que la gracia le permita li~ brarse del castigo de la justicia [oO']. Lbrall1e, SerlO r, de la muerte eterna. Tiemblo y estoy lleno de miedo al acercarse la revisin de cuentas, cuando ~st~. a Junto de manifestarse la clera. Libra del suplicio eterno a las almas de los que reposan. ('Que puedan escapar al castigo, a los ardores de! fuego. Que se vean libres de las cadenas de! Tirtaro. .' En cambio los justos son conducidos hasta la entrada del cielo y los pecadores ordinarios Sl' vuelven .1 dormir.

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JUICIO I'INAL: LlBRO, BALANZA Y PUENTE,., "

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ce, se anunciar mediante signos, casi todos ellos tomados de la tLl dicin juda: la avalancha de los pueblos de Gog y de Magog, la llegada de lllla bestia monstruosa, lo mismo que en el libro de Danie1.4. TABAR], op, clt" 24, 29 Y 42. 5. Citado POl- GAUDHRUY"[)EMOMBYNI:S, ,i\["homcl, Albn Michd, 1957. pg. 404.

184

El hecho se caracterizar por una catstrofe csmica de tipo apoca lptico, que el Corn describe de diversas formas segn la poca cit la composicin de los versculos: "La tierra temblar terriblemente; .. El cielo se hendir; los muros se hincharn; las tumbas quedarn sin orden ni concierto; el sol ser una bolsa oscura, las estrellas quedarn sin bril1o, los montes se trasladarn>" dicen los versculos ms antiguos: otros prevn la destruccin total del mundo. Al son de la trompeta del ngel Israfil, los muertos resucitan. Para Ghazali, en dte momento quedan sometidos a cuarenta aos de pruebas sq.;n sus mritos: quedan reunidos en una inmensa explanada en medio de un calor sofocante; hace un calor setenta veces mayor que el que hace en Arabia en una tarde normal; el amontonamiento es insoportable; slo los justos estn a la sombra; los dems ~c hunden en un ocano de sudor, a veces hasta las orejas, donde permanecen durante cuarenta aos, hasta el segundo toque de trompeta, que seala el comienzo del juicio.(' Aparece Al, llevado por ocho ngeles, rodeado de toth la corte l:c1estial de los espritus. Todos tiemblan, todos temen por su suerte. Es el momento en que cada cual est solo ante sus actos y ya no puede esperar ayuda Jlguna de la familia ni de nadie. Se recalca el carcler estrictamente individual de la responsabilidad y del juicio: "[oo.] El da que no aprovechen hacienda ni hijos varones, "El da que nadie pueda hacer nada en favor de nadie, "Y nadie pregunte por su amigo ferviente.>; Da en que nadie podr proteger IMda a nadie, nadie ser auxiliado.! La semejanza con la concepcin cristiana es aqu patente. El Corn toma a veces casi textualmente las palabras de san Pablo: Cada quien lIevaLl su propia carg,l. Lo que el homhre siembre, eso cosechar.s Ghazali explica as la soledad del hombre d da del juicio: El da en que un alma no podr recibir ninguna "yuda de otra .1Ima, el da en qLle a un dit'llte protegido no le servir de nada el protector; el da en que un alma no tendr ningn poder )L)lw '--'u ..." U'~"H"',...:~ ':'-~~~'. ::-:. :"l~~:: ._~ . . . ~ . . . .1'f"'n..,,, r:'>""("'n.nt-"'-l"~ 1,., C'"lh"l('lnn pn su hijo; el da en que el nio tendr cabello y el anciano gemidos: ese da se colocar la balanza y se mostrarn los libros; porque el nico6. GHi\Z.\L1, l.tI

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trad. de L. Gautltcr, Gincbr.l, 1878, p.gs.

21 y sigs.7. El COl'PUlJUIUllV:> Udl

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peso justo y nadie ser tratado injustamente en nada. Aunque se tLl te de algo del peso de un grano de mostaza, lo tendremos en cuen9. GHAZLJ, lhy u!m ad-dn, 541. 10. T ABAR, op. cit., XVI, 71. 11. El Corn, 69, 19-20 Y 25-26. 12. [bid., 18,49.

186

11l . ll Parece ser que nicamente los creyentes pecadores quedan so-

esta prueba para ver si sus buenas acciones pesan ms que llls malas. Los infieles estn ya destinados al infierno. En los platillos dr la balanza se depositan rollos manuscritos con la lista de los pecados, pero basta con un trocito de papel donde est escrita la profe~tn de fe, la sh.zhada, para que la balanza se inclinc dcllado bucno. t.\S religiones egipcia, mazdea, juda y cristiana han podido servir de Clt~mplo a Mahorna,en este episodio de la balanza. El mazdesmo Iunbin ha podido brindarle la imagen del puente Sirat: ste, fino (:omo un cabello y cortante como un sable, va de parte a parte del infie:rno. Los malvados, agarrados por los demonios, caen a l, mientras que los elegidos, provistos de la shahada, logran franquearlo. lloro a poco, la tradicin ir alargando este puente hasta el extremo de: necesitar miles de ailos para franquearlo, con las ms variadas . 14 pl'ue bas en e 1camll1o. En contra de la idea de completa soledad, cada uno frente a sus I)rcados, el islam admite la presencia de ciertos intercesores que int(,l'vienen en favor de su comunidad; Abrah'Hn, No, Moiss, Jess, .bogan por los suyos. Jess interviene adems contra los judos y C:tlntra los malos cristianos. De hecho, slo hay un intercesor eficaz, M"homa, cuyos fieles se ver,n claramente favorecidos; Al no le nie'M~ nada. Por eso un h'ldith declara: nr,:>.f~f"~/\ 1~(""'J11nl';'11" -, 1" ";t,;'~~'1 J3 ':"cf"n "-:'vt.,.\ rlP1111lP",t-,..." 1.., .f.., rniliaridad ~{c1 infierno y el miedo que despierta. No habindolo podido experimentar por s mismo, el cisterciense se pregunta si los

ya no se 1c tema;

RFRNARnl', st:rllltln sohre l') COlmar ,le I"s cantares. 12. Id., sermn 42: Lo.' C'l/1(/I lIl'gucio> y las cmeo rC.~IOII('S, 13. G, DE SAINT-TlllERRY, Orwm mdltcltives, Colee. "Sources chrtien11I's, n. 324, VI, 25, Cl'r!, 19:".5.

11. Si\i'

199

condenados saben lo que es gozar de Dios porque, como l misnl .I.1..Lll.\...-"J lt"ll.tU'-."'-Uu

del conocimiento sobrenatural de la fe] no saben que estn privadas de un bien tan inmenso; por lo tanto, no podrn sufrir por ello. Lo que esas almas tendrn por naturaleza, lo poseern sin dolor [... ].30

29.

TOMS DE AQUINO,

op. cit., l-11, cuesto 89,

arto 6.

30. Id., De mi[o, cuesto 5, arto 3.

243

y los infieles, los paganos, aquellos que jams oyeron hablar de Cristo? Esta cuestin ha hecho correr ros de tinta. El Dictionnairc de thologie catholique le consagra ms de doscientas columnas de texto apretado y cita decenas de obras sobre el tema. Eso quiere decir que los telogos han fijado su atencin en el tema desde hace mu cho tiempo... Santo Toms da una respuesta a primera vista enormemente rigurosa; basndose en la palabra de san Juan: Quien no cree ya est juzgado, escribe: En los no creyentes no existe el funda mento de la fe: esta falta priva a todas sus obras de la perfecta rectitud de intencin. As pues, no existe en ellos una mezcla de buenas obras y de culpabilidad que exigira una deliberacin [...] los no creyentes sern condenados como enemigos a quienes se extermina, entre los hombres, sin discutir sus mritos.3l De hecho, santo Toms se niega a enviar al infierno a los infieles sin responsabilidad, tal como explica el Comentario a las Sentencias: En lo que es necesario para la salvacin de Dios jams falta o ha faltado a quien sinceramente busca su salvacin, con tal que no haya culpa por su parte. Conclusin de todo esto: la providencia divina le ofrecer al hombre el detalle explcito de los artculos que son necesarios con necesidad de salvacin (necessitate salutis), ya sea por me dio de un predicador de la fe, como a Camelia, o bien mediante una revelacin, supuesta la cual, al libre albedro le es posible llegar al acto de fe.32 El dominico ve claramente la posible objecin, que formula de este modo: Nadie es condenado por lo que no puede evitar; ahora bien, alguien que ha nacido en la selva o en tierra de infieles no puede tener un conocimiento claro de ningn artculo de la fe: no tiene a nadie que le ensee y jams ha odo hablar de la fe; por lo tanto, no puede ser condenado por algo que l no puede evitar, y sin embargo no posee una fe explcita; si esto es as, la fe no es necesaria para la salvacin. He aqu su respuesta: Si l busca sinceramente su salva~

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en otro lugar: La divina providencia se encargar de poner al alcance de cualquiera los medios necesarios para la salvacin con tal que ste no ponga ningn obstculo. As pues, si ese hombre sigue los pasos de la razn natural para hacer el bien y evitar el mal, hay que31. Id., Suplemento a la Stma, cuesto 89, arto 7. 32. Id., IV Sent., l. I1I, disto 25, cuesto 2, arto l.

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tener por cierto que Dios le revelar mediante una inspiracin interior 10 que es necesario creer, o bien le enviar un predicador de la fe, como envi a Pedro hacia Comelio.33 Por 10 tanto, todo hombre tiene la posibilidad de evitar el infierno. Incluso entre los condenados, los infieles gozan para l de una cierta indulgencia: Un infiel que no ha odo jams hablar de las penas del infierno ser castigado en l con mayor severidad por un homicidio que por un robo, y eso por la naturaleza misma de las faltas; puesto que ni ha qu~rido ni ha previsto el castigo, su pecado no se ve agravado, tal como puede suceder cuando se trata de alguien que recibi la fe, ya que ste puede pecar ms gravemente por el hecho de despreciar los ms enormes castigos para retraer su voluntad de hacer e! ma],>.34 Los justos de antes de Cristo quedaron libres del infierno gracias al descenso de aqul a esos lugares: El nombre de infiernos alude al mal de la pena, no al mal de la falta. As pues, era menester que Cristo descendiera a los infiernos, no como si l mismo estuviera afectado por la deuda de la pena, sino para liberar a quienes la haban contrado.35 Cristo no descendi ms que al infierno de los justos con el fin de comunicarles su luz, y permaneci en l el tiempo que su cuerpo estuvo en el sepulcro. Los condenados no quedaron liberados gracias a este descenso porque "no tuvieron ningn punto en comn con la caridad de! Cristo sufriente. As pues> no quedaron purificados de sus pecados. Cundo comenzar el infierno? En el mismo instante de la muerte, porque no hay razn alguna que justifique la prolongacin de la espera hasta el juicio final. Al quedar separado e! cuerpo del alma, no cabe la objecin de que aqul sera incapaz de soportar las penas sin quedar destruido, puesto que es e! alma sola quien sufre en esta fase. Por otra parte, ya no hay posibilidad de cambio, de evolucin o de arrepentimiento despus de la muerte, puesto que todo qued decidido definitivamente. 36 Si esto es as, para qu sirve el r'1",...,.-

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lgica y las afirmaciones de la Escritura que no habla ms que de un juicio final. La lgica hace comenzar las penas y las recompensas en33. Id., Quaest. disputo de vetate, cuesto 14, arto 11. 34. Id., Suma teolgim, 1-1I, cuesto 73, art. 8. 35. Ibid., cuesto 52. 36. Id., Summa contra Gentiles, VI, cuesto 91.

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el momento mismo de la muerte, lo que hace que el juicio final sea algo intil. f-fay que suponer que existe un juicio particular inme diato despus de la muerte, algo que no est confirmado por ningn texto de la Escritura, y relegar el juicio final al papel de pura cere monia solemne, de inmensa escenificacin destinada a hacer pblicos los pecados de cada uno. Santo Toms se ve oblgado a acomodar su doctrina a este esquema. En qu estado se hallan los condenados? Se ven desgarrados interiormente por pasiones contradictorias. Fijaos eternamente en su actitud de pecado, de rechazo de Dios, descubren a la vez su error catastrfico y se sienten desesperados por no poder cambiar nada. Detestan su castigo, pero continan queriendo la causa, el pecado; pero a la vez detestan ese pecado que para ellos tiene como conse cuencia el castigo. Odian la bondad divina y blasfeman sin cesar: Los condenados en el infierno carecen de la esperanza de poder es capar de l alguna vez. Y es que, corno desesperados, se ven inclina dos a todo lo que les sugiere su voluntad perversa [.. .). Quien muere en estado de pecado mortal lleva consigo una voluntad que detesta desde su punto de vista la justIcia divina, lo que le sita en estado de permanente blasfemia.\" Para ellos no hay posibilidad de arrepentimiento, sino slo un re mordimiento estril, imp,)tente, que les roe como un gusano: , ....

257

de algunos de los mejores historiadores de nuestra poca, que la han descrito de forma magistral, desde Robert Mandrou hasta Jean Delumeau. 1 Algunos hechos ilustran la magnitud de la ola satnica tanto en el mundo catlico como en el protestante: Pierre Chaunu calcula entre 30.000 y 50.000 el nmero de brujos y brujas quemados en medio siglo, desde 1570 hasta 1630; algunos magistrados se vana glorian de recuerdos personales impresionantes: Pedro de Lancre, consejero en el parlamento de Burdeos a finales del siglo XVI, habra condenado a 500 brujos y brujas, y Enrique Boguet, que ejerce en la regin del Jura por la misma poca, lo habra hecho con 600. Ambos exageran llevados por su celo, pero cifras ms seguras dan cuenta de 600 procesos por brujera slo en el cantn de Lucerna entre 1400 y 1675, de 300 ejecuciones de brujas en diez aos (15911600) en el cantn de Berna y de otras 240 entre 1601 Y 1610. A veces hay per sonajes importantes mezclados en estos asuntos, de los que no pocos son la comidilla de la crnica, sobre todo cuando hay por medio his torias de sexo, de religiosas y de clrigos, como la de Loudun (1631 1638), recientemente descrita por Michel Carmona. 2 La brujera, verdadera ganga para los impresores de la poca, produjo una gran cosecha de obras de exorcismos y de lucha antisa tnica. Como ha sealado Jean Delumeau, la imprenta naciente con tribuy enormemente a difundir el miedo del diablo: entre 1486 \ 1669 se han reseado 34 ediciones del Malleus rnaleficarurn, o Mar tillo de brujas, es decir, quiz unos 50.000 ejemplares. El Teatro dI' los diablos, tratado de demonologa en 33 libros, cuenta con tres edi ciones entre 1569 y 1587. En Alemania se venden 231.600 ejempb res de obras relativas al diablo en la segunda mitad del siglo XVI. hl Francia, Robert Mandrou cita 340 ttulos de obras relativas a la bru jera. Hombres notables y de un espritu notablemente equilibrado se dejan arrastrar por el ambiente: Juan Bodin escribe su Dernoniornil1. R. MANDROlJ, lntroducton a la Francc modeme. Essay de psicholo.l~/' historique (J 500-1640), Pars, 1961; Magistrats et sorciers en France au XVlI'.\fI ele. Une analyse de psichologie historique, Pars, 1968; Peur en Occident (x'. r xvut' siele), Pars, 1978; Le Pch et la peur. La culpabilisation en Omdelll. e XlJ/'-XVlIl sicle, Pars, 1983. 2. M. CARMONA, Les diables de Loudun. Sorcellerie et politique sous Rl< /". lieu, Pars, 1988.

258

na de los brujos en 1580 y Pedro de Brulle, el fundador del Oratorio, redacta en 1599 un Tratado de los energmenos, en el que presenta la posesin diablica como una advertencia de Dios al peca-dar: prueba de la amenaza que constituye el diablo, prefiguracin de las penas infernales y tambin manifestacin del poder divino mediante el exorcismo. Esta psicosis no deja de tener sus relaciones con las calamidades de finales de la Edad Media. La multiplicacin de toda clase de ma les se interpretafomo un castigo divino y como tormentos del diablo a los hombres. Si clma] se difunde es que el maligno multiplica sus intervenciones. Esta interpretacin se acepta tanto ms fcilmente cuanto que el pensamiento religioso entra a mediados del siglo XIV en una fase de inestabilidad subrayada por el ocaso del racionalismo tomista. Los nominalistas, siguiendo las huellas de Guillermo de Occam, separan rigurosamente razn y fe, mientras sta se orienta l'iaramente hacia la Instica en los medios espirituales. La fe ordinaria abandona la razn y se deja empapar por elementos supersticiosos, mientras que en un nivel superior proliferan los msticos -en Renania en el siglo Xtv, en Italia ep el xv y en Espaa en el XVI--, des-de Ruysbroeck hasta Teresa de Avila. Los siglos XIV, xv y XVI son un perodo de fragilidad del pensamiento teolgico, a caballo entre la sntesis tomista y la renovacin de la reforma catlica. La Iglesia, presa de crisis internas, no renueva HU pensamiento; el protestantismo ser fruto precisamente de esta rdajacin. A partir de la Devotio moderna, a finales del siglo XIV, la fe se impone a la razn y la desprecia, abriendo as la puerta al sentimentalismo, a la supersticin y al misticismo. Satans se introduce por la brecha. N o es la razn su peor ad versario? La idea de la preNcncia del diablo en la Tierra, una vez establecida en los espritus, /lcr muy difcil de eliminar. Este desbordamiento de lo diablico va acompa'1ado de forma completamente natural de un recrudecimiento del tema del infierno. 'Itle se halla por doquier a todos los niveles. Escritores, artistas, telogos, religiosos, simples fieles, todos hablan del infierno y de sus pellas. Es una de las grandes preocupaciones del hombre de finales de la Edad Media. Pero esta obsesin oculta una realidad quiz me'lOs trgica de lo que parece. De hecho, en muchos aspectos, a medid., que el infierno se ha ido haciendo ms familiar ha ido perdiendo Ll carcter de espantoso. A fuerza de describirlo y de hablar de l se259

ha conseguido exorcizarlo. No cabe duda de que todava sigue siendo un objeto de miedo, pero hasta dnde alcanza ese miedo?

FAMILIARIDAD y ESCARNIO:

UN

INFIERNO INEFICAZ?

Los predicadores mismos se plantean la cuestin. El infierno est,1 omnipresente en sus sermones hasta el extremo de haberse convert do en el tema por excelencia, sobre todo entre los monjes mendicantes: Un predicador haca su sermn sobre las penas del infierno y las delicias del paraso, leemos al comienzo de un exemplum domi nicano, como si fuera la cosa ms natural del mundo:] Franciscanos y dominicos manejaban con maestra en sus sermones la zanahoria y la vara, y el infierno les pareca el arma ms apropiada para alejar a los fieles del pecado: Piensa que miles y miles de hombres estn en el infierno y que quiz no han cometido tantas maldades como t'-, recuerda el dominico Taulero,4 mientras que su hermano de hbito, Vicente Ferrer, declara: Si piensas en las penas infernales de lo~ condenados, penas que estn preparadas para todos los pecadores, creo que cualquier penitencia, cualquier humildad, cualquier pobre za, cualquier lucha que pudieras tener que soportar por Dios en esLi vida te parecera ridcula, si con ella evitas esas terribles penas.5 ste, llamado el Angel del Apocalipsis, recorre las aldeas fran cesas a comienzos del siglo xv, predicando contra los vicios y con denando al infierno a los codiciosos, a los injustos, a los disolutos. Encaramado a un estrado de tablas, en el cementerio o en la plaza de la iglesia, truena contra los pecadores, juntando el gesto y la mmic.] a la palabra para evocar los suplicios y el horror de los infierno~. Otros, lo mismo que l, imitan los gritos de los demonios y se muer den el brazo para ilustrar la palabra de Isaas: Cada quien devora!.1 la carne de su propio brazo. Todos estn de acuerdo: el juicio fin;r\ se acerca y es hora de arrepentirse porque sern muchos los que iLitl al infierno: hay no menos de 200.000 condenados que no pecaroll tanto como vosotros, dice Juan Clr en un sermn. Lea del ill3. Histoire des catholiques en France, bajo la direccin de F. vat, 1980, pg. 51. 4. TAULERO, Sermones, ed. franco Pars, 1930,5.2, pg. 336. 5. VICENTE FERRER, De vita spirituali, 2: parte, cap. 13.LEBRUN,PII

260

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fiemo, tlzon del infierno, se convierten en estereotipos de los condenados. Los demonios se llevarn a todos los usureros, claman los franciscanos." Algunos predicadores aislados piensan incluso que sus colegas exageran: e! Annimo de Auxerre, por ejemplo, les reprocha el convertir a Dios en un verdugo, en un "carnicero/ pero es una excepcin. A finales de la Edad Media hay todo un ejrcito de monjes que recorren las poblaciones con e! infierno en la boca. Qu efecto producen estos predicadores en la masa? Mediante la escenificacin, gestos y los gritos consiguen atraer, fascinar y, a lo que parece, aterrorizar a los fieles de momento: "Mientras hablaba de los vicios y de las penas de! infierno tena un aspecto terrible y austero y lIenaba de terror a los asistentes, cuenta un cisterciense que asisti a un sermn de Vicente Ferrer en la abada de Prieres, en la Bretaa. 8 Pero los efectos apenas son duraderos entre el pueblo sencillo. Los testigos de! proceso de canonizacin del dominico seilalan, efecti,amente, algunas mejoras morales en la estela del predicador durante su periplo de catorce meses en la Bretaa (1418-1419): Muchos se abstuvieron de las blasfemias, de los perjurios, de las fornicaciones y de muchos otros pecados que cometan de ordinario; las mujeres "abandonaron los cuernos que acostumbraban a llevar antes; se respetan un poco ms los domingos, se hacen algunas ofrendas a los conventos. 9 Pero esto no va ms all de la capa ms cultivada y ms rica de la poblacin, que complementa los sermones con lecturas piadosas, meditaciones y reflexiones. El fiel ordinario vive al da. Tiembla durante el sermn y despus vuelve a MUS ocupaciones. Entregado de lleno tanto a sus placeres como a sus penas, pasa de un extremo a otro sin doblez ni remordimiento. Herv Martin, que ha estudiado con detenimiento e! ambiente de los predicadores a finales de la Edad Media, ha puesto de manifiesto /lll desaliento al comprobar la inutilidad de sus esfuerzos. Se dan cuenta sobre todo de las observaciones odas despus de los sermones: ,,Qu bien ha hablado contra agu!! "iCmo ha hablado con-

4)S

6. H. MARTIN, Les procds didactiques en usage dans la prdication en f'rlwce du Nord au XV' sirele, Pars, CNR5, 1977, pg. 69. 7. Id., Le Mtier de prdicateur ala fin du Moyen Age, Pars, 1988, pg. 341. 8. J.-M. MOUILLARD, Vie de saint Vincent Ferrier, Vannes, 1856, test. 22, Pltl-;. 153. 9. [bid., test. 3, 5, 19,20. 261

tra los seores y las damas!.:c Quiz ya el infierno son los dem;ls, pero sobre todo es para los dems. Cada quien vive el sermn en el instante, despus se olvida de L como en el teatro, Entre los predi cadores parece reinar el escepticIsmo en cuanto .\ los resultados de sus sermones. Desengaados, se ven obligados a cargar las tintas, .1 endurecer los rasgos, hasta el punto de caer en 10 grotesco para ha cer mella en los espritus. Pero esta torma de hinc1nr las descripcio nes infernales no es sino la prueba de su impotencia para impresio nar de forma durable a sus fieles. Ll omnipresencia del infierno ell los sermones del siglo xv es ms bien el reflejo de su indiucia que el de una verdadera obsesin popubr.

LAS IMPERTINENCIAS DEL INFlI:RNO L1TFJV\RIO

La literatura confirma esta impresin. En el siglo xv, el tema del infierno se trata de una manera ambigua que no deja de evocar 1.111 cierto desinters hacia las amenazas clericales. L.os autores se tom.ul cada vez m5:s libertades a este respecto. El infierno no es alln un mI' tivo de bromas, pero se convierte en un tema literario C0l110 los d .., ms. La rehabilitacin de los infiernos paganos contribuye en gr.lll medida a esta neutralizacin progresiva, al hacer perder a los lugarn infernales una parte de su carcter de horror sagrado, El paraso de la relrll1 Sibila, curioso librito redactado hacia 1420, es un ejemplo de estas audacias literarias. El tema es bastante irreve rente: un hidalgo alemn entra en una gruta y, tras un largo viaje, lle ga a un pas maravilloso de delicias y de amor donde reina una mu jer extraordinariamente hermosa. Tras una estancia bastante larga ell medio de los placeres, le vencen los remordimientos y, vuelto a l., tierra, va a pedir perdn al papa. Al negarse ste a darle la absolu cin, el hidalgo decide volver a su paraso demonaco diciendo qm', puesto que no le permiten salvar el alma, al menos disfrutar del 01.1 cer del cuerpo. Esta historia impertinente e inmoral da a entendcl que la suerte del alma y la del cuerpo pueden ser diferentes, y que 1I reino ambiguo de la reina Sibila sera a la vez paraso e infierno fUt ra del alcance divino.1e, H, MARTIN, Le Al lICl" dc prdic,"tcl1l, obscrvacioncs hcchas p' ,r ,1 Anniml) de Auxerre v por PicrrL'aux l1ocufs, p,ig. 599. 262

A comienzos del siglo siguiente, Jean Lemaire de Belges, en sus .pstolas del amante "uerde, cuenta su descenso a los infiernos, pero son los de la mitologa pagana, que no tienen nada que ver con el reino de Lucifer. La imitacin de Dante salta a la vista, pero aqu ha desaparecido toda dimensin cristiana. El infierno ya no es ms que un pretexto retrico donde se trata de:

Fieros aullidos de temibles bestias f. ..] Grand.ts ruidos de martillos, hierros y cadenas, Enormes derrumbamientos de montaas y ruina y vientos hurdcanados con ji-era lluvia.Los misterios y autos sacramentales, esas piezas populares de ternas religiosos, de las que el siglo xv es tan vido, escenifican con frecuencia el infierno y los demonios. La entrada est simbolizada en unas fauces monstr~osas de donde salen ruidos alarmantes que refuerzan el realismo de la representacin. Una de las escenas favoritas es el descenso de Cristo a los infiernos, con la entrada en escena de Satans, el diablo. En La Pasin del Palatino, a comienzos del siglo xv, el infierno queda personificado y entabla un dilogo con Satans, el diablo, tomado de los evangelios apcrifos. Aqul se vanagloria de tener en su poder a todas las categoras sociales dominantes:

El rey, el conde y el prncipe El papa y el legado, El cardenal y el prelado, El monje negro, el jacobino, El franciscano, el falso adivino, El abogado, el litigante, El ladrn l' el usurero, Clero 1/ laicos del mundo entero, Que e~tn en el fuezo del infierno, Estn todos ellos a mis rdenes."Lo mismo que en las danzas macabras, el tema es sobre todo la venganza social de los humildes: el infierno es para los dems. De todos11. La Passion du Palatmus, en Jeux et s,pience du Moyen Age, col. Bi-

bliotheque de la Pliade", Gallimard, 1951, pg. 255.

263

modos, la obra termina siempre con el ridculo de Satans y de su COI1' plice, presas de pnico a la llegada de Cristo. Terminan pelendo~l'

Hijo de puta, ms negro que una leclmz(/, Acabtt ya con tu verborrett!12dice Satans, que se jacta de poder resistir, pero que termina por hui, en medio del abucheo de la masa. Este espectculo de tlteres ms lJ 1\( de texto est mu y lejos de infundir miedo y respeto en los espc< tadores. Esta mezcla de serio y de festivo se halla ya en Villon acerca (1.-1 mismo episodio. Segn l, los justos del Antiguo Testamento arel\.l sllf rieron en el infierno:

Sin embargo haz excepcin De patriarcas y profetas; Que segn mi concepcin, No se quemaron las nalgas.[Toutesfois, fais exception Des patriarches et prophetes; Car, selon ma conception, Oncqlles n'ellrcnt grant chault aux fesses.]'l Pero no las tiene todas consigo, sobre todo cuando amenaz.1 1, muerte:

Principe Jess, dueo de todo, Procura que el infierno carezca de poder sobre nosotros: Que no tengamos nada que ver con l. Hombres!, esto es una cosa seria; iR oead a Dios para que se dizne perdonarnos.[Prince Jhcsus, qui sur tous a Maistrie, Garde qu'Enfcr n'ait de nous scigneurie:12. IInJ, p,ig. 256. "Hijo Jc puta, l11,is !legro yuc UIl, sin temor de ;iadir otros ni de pi tarlos con los colores ms sombros. Insistir sobre el hecho de .{~r"\("r o ...,rl...,hln. . . rlnl +n"",....,.." ._ 1:,.... ............ ,--J;,., ,..,ly~ '.w', [ _.-3.- 1: ...... . "0 _ .. _-, .--., . rifica, alumbra, es causa de intimidad. El fuego del infierno es el cofecto del poder irritado, del odio infinito del Creador: es un instrutllento de clera y de venganza que no ha sido creado ms que para Iltormentar; y como si todas las cualidades que Dios le ha dado para c:sle fin fueran an demasiado dbiles, como si su omnipotencia al producirlo no l;ubiera logrado algo que respondiera suficientemcll '1:(' a su clera, El mismo se une a este fuego regulando su activid.lIl," ........-. . .1~_.,.~~~,., ~._~ ~

303

reanimndolo y aplicndolo con su propia mano, aadiendo a su al dar natuLll todo lo que l tiene de fuerza y de discernimiento, COI} el fin de hacerlo ms violento v ms crue!.' Respiremos un momento. ~Los predicadores son inagotahles ell este tema. El sermn medio sobre el infierno dura corno mnimo un.1 hora, a veces hora y media o dos horas. RcslImarnos brevemente el resto. Los dolores del infierno son mil veces ms atroces que tud", los dolores de la Tierra reunidos. En vez de hallar consuelo en .tI guien hay legiones de espectros horripilantes que se burlan de 1.1 miseria de los rprobos, que no olvidan nada para agravar sus malLo, y para hacrselos insoportahles". Los elegidos, de manera bien s,id I ca, vendr,n a deleitarse con el especLlculo: Vuestro hijo, vuestl.1 mujer, vuestros mejores amigos se reiLn de vuestro suplicio, dde! tarn su vista como si de un alegre especLculo se tratara, y se reg" cijarn de que ese tormento sea eterno". Y adems, queridos oven tes", estar el odio: todos esos condenados se detestaL1n UIH1S .1 otros, maldecirn a Dios y blasfemarn constantemente. Todo eso durar por tuda la eternidad. Aqu los predicad(.l,n apelan a todos los recursos del ingenio para sugerir lo que puede sel la eternidad. Amontonan en vano las im.genes sin conseguir jan1.l' su objetivo, porque representan la eternidad como Llna prolong,} cin lineal indefinida del tiempo. Lien,ld millones de volmenes ,i, cifras multiplicadas por millones de v('ces, dice La Colombiere, \ eso no os dar,l an ninguna ide.l de [o que es la eternidad; o imag' naos ms bien un pajarito que se lleva una gota del mar cada cien mil alos: cuando haya agotado todos los ocanos, la eternidad no hahl ,[ comenzado an. Objecin: No habr una cierta desproporcin ('11 tre el pecado de un instante y ese castigo eterno? Respuesta: Cml" Vil gusano!, hay alguna proporcin entre t y la majestad infill! ta de Dios a quien has ultrajado? Hay algo ms justo que castig.!, eternamente a quien ha osado rebelarse contra el Eterno?. Adern,l',,,~

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Finalmente, se manifiesta incluso la bondad de Dios al haber cn',! do el infierno para poner un lmite a la perversidad de los hombrn meditad esto y renunciad a los placeres. Buscad el sufrimiento ,'11 esta vida y as' evitaris los sufrimientos eternos.7. Col/cc/ion intgrale et Imivenel/c des oraleun sacrs, Pars, Mil'J1l'. I Sil Clll. 1.136-1.137,

t. 7,

304

En otro sermn, Sobre el juzcio final, el padre de La Colombiere describe minuciosamente el temible tribunal", el Soberano Juez" y su ira implacable. Lo ha visto todo, todo lo ha odo y se complace maliciosamente echndonoslo en cara para cubrirnos de verI-\enza. La Colombicre es un representante tpico de la generacin de clrigos en activo el ltimo cuarto del siglo XVII. SU hermano de hbito, el jesuita Claudio Texier, nacido en el Poitou en 1610, predicador bastante renombldo por haber predicado la cuaresma ante Luis XIV en 1661, muerto en Burdeos el ao 1687, redact un sermn para el adviento titulado El impo convertido en el inji'erno,x en el que demuestra que la manera ms fcil de convertir a los malos cristianos es el miedo, la justicia y la clera. En su arsenal estn siempre a punto el vitrolo, el azufre, la navaja de afeitar, el potro, la rueda, el aceite hirviendo, la citica, el rechinar de dientes, los clculos n'nales. Su contemporneo Luis Maimbourg, otro jesuita, nacido en Nancyen 1620 y muerto en 1686, tambin predic ante el rey el sermn Sobre el miedo del infierno. 9 Pedro Jos Dorleans (1641-1698), tambin de la compaa de Jess, dej entre otros sermones De las

penas del pecado el da del juicio final y De las penas del pecado en la otra vida. 10 En ellos condena sobre todo el orgullo, que le hace colol~ar en el infierno a Csar y a Alejandro Magno. Jacques Giroust (1624-1689), otro jesuita, en su sermn Sobre el infierno, dirigindoMe directamente a sus ,Hlditores, les espeta: vosotros iris al infierno, vosotros los sensuales, por vuestras sucias voluptuosidades; voMotros, los avaros y codiciosos; vosotros, los vengativos. Os lo digo por vuestro bien, porque el pensamiento del infierno ha convertido -a millones de libertinos, lo cual no obsta para que haya una multitud innumerable que se ha condenado. JI

8. I bid.,

l.

6, col. 941.

9. lbid., l. 10, col. 59. 10. Ibid., t. U, col. 806 y 818. 11. Ibid., l. 13, col. 397.305

UN MIEDO ADAPTADO A CADA PBLICO: EL INFIERNO BARROCO Y POPULAR

XVII-XVIII

En la montona revisin de los sermones infernales de los siglo\ an es posible hallar una distincin entre el infierno po pular y el infierno de lite. jA cada uno su terror! Los predicadon'\ no aterrorizarn con los mismos medios al sencillo pueblo campesi no y a los cortesanos. Para los primeros, N. Girard compone en el siglo XVIII Los pequeos prosnos o instrucciones familiares princip'1/ mente para los pueblos campesinos.1 2 Es un lenguaje directo ms qlll brusco: Queris condenaros a ser sepultados para siempre en h, brasas del infierno por un placer brutal y de un momento?.J) 1,1 fuego le ofrece la oportunidad de numerosas comparaciones C0111 prensibles para todos: Los condenados no vern ms que fuego; 1" tendrn por todas partes. El fuego ser su elemento; el fuego los nll trir y los conservar para poder seguir atormentndolos. Lo tel1 drn hasta en la mdula de los huesos; lo tendrn en todas las par! I culas de su cuerpo y les penetrar completamente. Su lengua sell como una barra de fuego al rojo; sus labios, como planchas de cobl ( ardiente; el paladar de su boca, como un horno incandescente; \U'. dientes, como piezas de acero ardiente; sus pulmones, como sople(('" de fuego; su estmago y su vientre, como un crisol donde se refin.lll los metales ms duros.14 En Bretaa, los curas de pueblos cuyos sermones ha estudiado " Roudaut, desarrollan los mismos temas y las mismas imgenes. 1 k aqu las de Nicols Le Gall: Pensad que un solo pecado mortal (', suficiente para condenaros si tuvirais la desgracia de morir sin COII fesarlo y sin haber hecho penitencia por l [...]. Cuando hayas e\I,1 do en el infierno tantos aos, tantas centenas de millones de al1ll', como momentos ha habido desde la creacin del mundo, como hicl bas hay sobre la tierra y como granos de arena haya la orilla del 111.11

12. Ed. de Lyon, 1766, 4 vols. 13. bid., t. 2, pg. 191. 14. bid., t. 1. pg. 60-61. Pero tambin afronta el problema ms difcil d, l., erernidad de las penas: El pecado mortal conlleva una malicia infinita I I Ahora bien, al ser las criaturas seres limitados y finitos, no pueden ser ca}'.\.. , de sufrir una pena infinita en s misma; as pues, es menester que sea infiniJ.1 ." su duracin: eso es la eternidad (t. 2, pg. 182).

306

/...], no habr,is hecho ms que comenzar la sufrir] l... j. Por lo tanto, hermanos mos, pensad en la eternidad varias veces al da. Muchos pecadores se han convertido pensando en ella y vosotros tambin lo haris si quercis ".1\ El prroco de Saint-Clet est seguro de convertir a quienquiera que sea mediante el temor del infierno. f",1 mismo lo afirma en un sermn de inales del siglo XVIlJ: Presentadme el mayor pecador que queris, un libertino en toda la extensin dc la palabra y, lejos de desesperar de su conversin, yo pienso que no es tan difcil convencer~). S, yo ira al encuentro de ese supuesto gran pecador y le dira: Desventurado!; as que quieres condenarte y que es intil intentar convertirte. Ah, ten piedad de tu alma! y si eres insensible a mis palabras, al menos piensa en la muerte que tienes cerca, tiembla ante un Dios que es un juez riguroso, tiembla ante el infierno que est a punto de devorarte. Con estas palabras, ayudado por la gracia de Dios, tengo la ms firme esperanza de convertir al mayor impo.II, La pena de dao es mucho ms difcil de explicar ante un pblico sencillo. NicoLis Le Gall la ilustra con la prdida de un amigo, de un pariente o, incluso, con la visin de una morada confortable, ms sugestiva para un campesino de esta poca: El Seor dir al condenado: "Mira esta hermosa mansin, mrala bien; te gusta, verdad?, pero no es para ti". Otro viejo cura bretn recurre al antiguo procedimiento del descenso a los infiernos para preguntar directamente a un condenado acerca de la pena de dao: En vano me esfuerzo en hablaros de una pena que sobrepasa toda imaginacin. Ser menester recurrir a un alma condenada para que ella nos informe acerca de esta prdida: bajemos pues, cristianos, bajemos al infierno [... ]. Orgul1osos y soberbios, cabezas antalo coronadas 1.. J, hablad, os lo suplico, hablad para informarnos [... J. Silencio, cristianos! Atencin! Ya me parece or al fondo de las tumbas la voz de alguien que habla. Pensad que es uno de vuestros amigos q~!~ ,,: n~ ;>"-.~ ..~" ".. +: .. - -. ~::: ~':': ~ ~:.:~~ _..' .. ~,. '1~' ~d u ~,A .,'

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15, F. ROUD\UT, {a Pl'cilCcllion ell /,mgue lnetone au\TI/J' sii:cle, 2 vols. d\clilogr., Universidad de Bretia occidental, t. 11, pgs. 279-280. 16. Citado en A CROIX y F. ROUD\UT, Les Eretons, la morl el Dieu de ,'600 n05}Olln, Pars, 1984, pgs. 179-180. 17. lbid., sermn de 1754, p,lg. 181.

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307

La pena de sentido es ms fcil de explicar y de dar a entender. Los predicadores recurren a todas las ideas fciles que sugieren un.1 acumulacin de sufrimientos. As, en un pequei10 tratado POPUlal de! siglo XVJJl, con un ttulo tan pintoresco como sintomtico (Pen sad en ello, o reflexin sobre los cuatro no'vsimos), se puede leer: "Pensad con frecuencia, pero pensad bien, en lo que hacen esos des venturados condenados en esas llamas, en lo que oyen y en lo que tienen que soportar. Son desgarrados por vboras y escorpiones, mordidos por ser pientes y dragones y, muertos de hambre, se desgarran ellos mismos [ ... ]. "Tras el juicio final, todos los sentidos de los condenados ten drn su suplicio particular; el tacto sentir vivamente las llamas dl' voradoras; la vista se hallar ante espectculos aterradores, com, I dragones y espectros horribles; al gusto se le atormentar medialll" continuos amargores, e! olfato tendr que soportar terribles hedoH'\ y los odos escucharn las blasfemias, los gritos, los alaridos de 1m condenados y las burlas de los demonios, que insultarn a los cri~ tianos por haber tenido tantas ocasiones y haber dispuesto de tant IH Pero, indefectiblemente, el arma favorita es e! fuego cuyos dive! sos aspectos permiten cualquier juego imaginable de la oratoria: el fuego que purifica y que castiga, que salva y que destruye, que c\ bueno y malo. Poco a poco la llama elimina el elemento tradicion,Ji de! fro, an muy importante en e! siglo XVIJ, pero ms raro ya en el siglo siguiente. Girard apenas lo menciona: "Pasarn sin cesar de 1I11 extremo de calor a otro de fro. Sin embargo, el fuego recopila en .Sl todas las torturas, como explica el jesuita Pablo Segneri: e! fuegu har l solo e! oficio de todos los verdugos y equivaldr a todos lu" suplicios juntos. Har sentir a la vez el ardor de las brasas y el fll') de! hielo, la mordedura de! spid, la hiel de los dragones, los dienll'\,.l,,11,,~~ 1~ .,;~1,,~,.;~)

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los huesos, la dureza de los guijarros, los zurriagazos, e! collar d" hierro, los grilletes, las cardaderas de hierro, la horca, las ruedas y 1, )', potros, l solo reunir todo esto [...]. Este fuego les servir de mor.1 da, de vestido, de mueble, de cama, de manta, de compaa, de tod,)18. Pensez-y bien, ou rflexion sur les quatre fins dernieres, reed, de 17 \ '. Pars.

308

se unir de tal modo a su cuerpo, penetrar de tal forma hasta en lo ms profundo de su alma que no se podr distinguir ni el condenado del fuego ni el fuego del condenado.19 El juicio final tambin se presta a una escenificacin impresionante para el pueblo. En La trompeta del cielo para despertar a los pecadores, el padre Yvn escribe: La trompeta del juicio se acercar y le espantar de tal forma que todo le parecer muerte e infierno; sobre todo cuando est a punto de escuchar contra l la sentencia de la condenacin et~rna.20 Y el Pensad en ello no deja de evocar el da tcrrible: Cuando los profetas hablan de ese da lo llaman da terrible, da de clera, da de la venganza de Dios. jY no sin razn!, porque, se puede imaginar algo ms espantoso? El sol se oscurecer, la luna ser de color de sangre, las estrellas caern del firmamento; la tierra quedar conmovida en sus mismos cimientos y la mar embravccida y fuera de sus lmites; los elementos confundidos y toda la naturaleza desconcertada harn morir a los hombres de miedo. El fuego del cielo reducir todo a cenizas; y despus de que el universo haya quedado abrasado, el ngel del Seor har sonar esa trompeta fatal en las cuatro partes del mundo, esa trompeta que convocar a todos los muertos al tribunal de la justicia divina. Surgite, mortui, et venite ad judicium: levantaos, todos los muertos, y venid al juicio. En ese instante todos los muertos saldrn de sus tumbas y se hallarn ante el tribunal del soberano Juez: los predestinados, en cuerpos ms brillantes que el sol, y los rprobos, en cuerpos horrorosos, desfigurados y destinados a las llamas eternas; porque una de las principales causas de la resurreccin es que los cuerpos que participaron en el bien y en el mal que llev a cabo el alma participen tambin en la recompensa o en la pena. Vosotros, que slo buscis cmo dar contento a vuestro cuerpo y que evitis con no menos cuidado todo lo que puede incomodarle lo ms mnimo [oo.], pensoslo bien.21 El juicio es, sobre todo, la condenacin. Apenas unas palabras .",h~o 1~ O"O~~A rlo l~o h;o_"'o_hw~rl~o T ";0 r .. ~TOO_'_ h .. ...... .. --_ ...... _ .. _..... ... .. .... , o . " "...'_ o~~_ de finales del siglo XVIII, en un sermn sobre el juicio final, consagra.~\..,"-'~ -~'. _.'-~"

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19. P.

SEGNERI,

Sermon sur les peines de l'enfer, Avin, edic. de 1836, t. 5,VOVELLE,

'oig. 150.20. Citado por M. Mourir autrefois, colee. Archives, 1974,

pg. 119.21. Pensez-y bien, pg. 100.

309

veinticuatro lneas a la sentencia de los elegidos y setenta y cuatro

.1

la que condena a los rprobos.Los predicadores populares, ampliamente inspirados en la liteLI tura apocalptica y patrstica, buscan sin ningn miramiento 1\1\ efectos fciles con el solo objeto de impresionar e intimidar a las 1m sas rsticas e ignorantes que tienen que evangelizar. No habn.1 otros medios para ello? N o es fcil asegurarlo. Los curas del puehl(\. ante un auditorio rudo y basto, apenas podan utilizar otra cosa que estos medios groseros. La delicadeza y los refinamientos sobre ,1 amor divino quedarn para ms tarde, para mucho ms tarde. Se tr.l taba de hacer temible el infierno, primera etapa de la formacin n l \ tiana, slo apta para despertar los reflejos bsicos. En 1693, un ('UII ordinario, Pedro de La Font, que ha comprendido perfcctamenl ( esta necesidad, manifiesta su intencin de comenzar los sermoll''' del ao con una meditacin sobre el infierno: Yo, lo mismo qll' tantos predicadores apostlicos que han obrado los ms admirahl,, cambios en el mundo y que han hecho de las penas del infierrw el tema ms comn de sus sermones, al comprobar por experiencia qll< no hay verdad ms adecuada para intimidar a los ms grandes pec.1 dores, tambin he decidido comenzar con este tema las instruccioll" que os ir dando a lo largo del aoY

LA

INTENCIN

La exposicin de las penas del infierno, es algo ms que un jlle go pueril y superficial destinado nicamente a hacer aflorar, 111< diante un reflejo condicionado, el instinto del bien en las masas \11'. tianas? Este problema lo ha planteado recientemente Michel fj 111111 en una gran obra: L'lmaginaire de l'au-dela. 23 Resumimos su al1,JiI sis, que, segn nuestra opinin, va directamente al centro del pI'I

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sos en lo inmediato. Para ellos hay un tiempo para cada cosa: uno para el temor del infierno, para la confesin, y otro para las pasiones y para el pecado. Su vida es un continuo vaivn entre la falta y el temor de Dios, sin mezcla v sin divisin. Los debates de conciencia no Son su fuerte; se entrega~ por entero al pecado y por entero tambin30. A. CRorx, La BnJagnc tlUX xv!' el XH ( sic!es, t. 2, pg. 1.221.

315

al arrepentimiento. jReacciones an medievales! En la misin se llora y se gime sin respetos humanos; en la vida corriente se bebe, se pe lea y se fornica sin escrpulos; todo sin duplicidad! El bajo clero residente en las aldeas es incapaz de mantener la tensin y el impulso de la misin durante todo un ao. Qu puede quedar de positivo tras la marcha de los misioneros? Es cierto que los bigrafos del padre Maunoir nos hablan a veces de resultados durables: en Bourbriac tuvo lugar una misin en 1657 en 1.1 que particip el obispo. Cuando ste volvi durante la cuaresma de 1658 pudo constatar que todos los parroquianos haban permanecido fieles. An ms: en 1674, diecisiete aos despus de la misin, hablab.l de Boubriac y de los alrededores como de una de las regiones ms pia dosas de la dicesis. El padre Maunoir predica una misin en Coz Yaudet el ao 1657. Al volver al ao siguiente para preparar otra, pUl' de comprobar que los fieles son modelos de virtud: los confesare" decan que al or sus confesiones les daba la impresin de estar escll chando a religiosos o religiosas. l mismo puede comprobar que un.1 joven de mala vida se ha arrepentido y que Dios ha manifestado su pI' der enmudeciendo de repente a quienes se mofaban de los cnticos c" pirituales. Pero, como sucede con frecuencia, el clima de lo maravil1,) so hace casi imposible cualquier evaluacin seria. Por otra parte, el anlisis queda falseado por el hecho de que el obispo y el padre no VI sitan la parroquia ms que en pocas privilegiadas: una cuaresma, un.1 nueva misin donde se recuerda la precedente y donde se est CO/ll pletamente dispuesto a colaborar. Por ltimo, la observacin sobre 1.1" befas hacia los cnticos es interesante: No hay unanimidad en la p.l rroquia! Algunos espritus recios permanecen refractarios. JI La utilizacin del miedo del infierno, evidentemente, no es el p.l trimonio exclusivo de los misioneros bretones. El gran iniciador del mtodo misionero, Vicente de Pal, es desde este punto de vista Uil(' de los mayores terroristas del siglo XVII. SUS Sermones para las rm.;~""~

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aspecto desacostumbrado de este gran apstol del amor divino." 1131. Sobre este tema remitimos al lector a nuestra tesis, Un chec de la re/I" me catholique en basse Bretagne: le Trgor du Xv'!' au XV" sil!Cle, 4 vals. da'!1 logr., 1.050 pgs., Rennes, 1984. 32. Sermons de saint Vincent de Paul pour les missions des campagnes, )',111'. 1859, 2 vals.

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sermn duodcimo, Sobre el juicio particular, recuerda al fiel que tiene que prepararse para el terror y el horror del juicio terrible, en el que Dios pedir cuenta no slo del mal que hemos hecho, sino tambin del bien que no hemos hecho. El sermn decimosexto, Sobre el juicio general, recurre a todos los mtodos habituales del miedo. En el sermn decimosptimo, Sobre las penas corporales del infierno, Vicente de Pal nos lleva a esa prisin horrorosa donde se sufren todas las torturas imaginables, aliado de las cuales los males terrestres -quc'l conoce perfectamcnte- no son ms que una diversin. El infierno, dice Vicente de Pal, est en el centro de la tierra, lleno de azufre y de brea. Todas las inmundicias del mundo van a parar all para formar un lago de donde se levantan espantosas brumas. All, a pesar de la espesa oscuridad, se ve

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la eterna bienaventuranza, y adem;ls se tiene en cuenta -lo que es ms claro que la luz del da- que el pecado es 10 que nos separa de (.:1, comprende. desventurado pecador, que llevas el infierno en timismo; porque llevas contigo tu crimen que te hace descender vivo41. BOSSUET, Oeuvl'cs compltcs, edil'. de 1836, t. 1, pg. 96. 42. lbld., pg. 686.

323

a esas espantosas mazmorras donde son atormentadas las alm;l' l' beldes.43 La eternidad de! infierno se explica por el hecho de que el pel.I' 1" mata en nosotros la vida eterna. Pero Jo mismo que Cristo descl'I1' \ de otros, el infierno ser b morada de Lt m,lyor p.Ule de la hUll1,U11 dad.

63. P1ERO CA:\lI'ORESl ha estudi'H:!o recientemellle un aspecto de este 1111' do del infierno en The Feal' n( Hell. 117l/I 1" Early ModCl'n Lltro!'(', edil. ingl. Polil} Prcss, 1991.

330

Captulo 12

EL INFIERNO, PRESIDIO DE LA CRISTIANDAD: EL INFIERNO SUPERPOBLADO DE LOS SI GLOS XVI A XVIII

,La Iglesia no se ha pronunciado jams oficialmente acerca del nmero de los condenados. El infierno existe, pero nadie sabe si hay alguien dentro, o cuntos, o quines. Frente a este silencio de las autoridades, telogos, predicadores, creyentes de todos los niveles, han expuesto opiniones ms o menos autorizadas, pero siempre estrictamente personales. La opinin mayoritaria cambia segn las pocas. A finales de la Edad Media la mayora de los telogos se inclina por un infierno bien repleto. Como siempre, la Escritura ofrece argumentos contradicturios de los que se sirven los telogos, cada uno para su fin. No vio San .luan, en el Apocalipsis, una muchedumbre innumerable de elegidos? 144.000 hebreos, es decir, 12.000 de cada tribu y, de los dems pueblos, una muchedumbre inmensa que nadie poda contar, de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas (7, 4-14). Esto sera ms bien consolador. No os alegris tan pronto, escribe el santo obispo de Florencia, Antonino: san Juan vio una muchedumbre de elegidos, pero no cit para nada la muchedumbre de condenados, que es mucho mayor. 1 Poco despus otro italiano, Marzio Galeotti (1440-1491), profesor en Bolonia, ensea que todos los hombres se salvarn, tanto cristianos como paganos. Esto es ulla audacia bastante considerable para ,lquelb poca: valga para los cristianos, pero para los santos Padres era algo generalmente admitido que los paganos no se libran del infierno: Fuera de la Iglesia no hay,,,-;. ,l: ...

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tismo, que es el nico medio de borrar esta mancha, es la condicin necesaria y suficiente para la salvacin. Todos los no bautizados se condenan ipso lacto. Caleotti, detenido en Venecia, reconoci su error ante el tribunal de la Inquisicin. Se libr de la hoguera gracias ;1 su antiguo discpulo, convertido despus en el papa Sixto IV.1.ANTONINO j)f FLORENCIA,

SUlIllna, 1:' parte, tt. IV, cap. 7.

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Los

GRANDES DESCUBRIMIENTOS: EL INfIERNO SE AMPLfA

Hacia 1500 la cuestin cobr nuevo impulso de forma inespcr.1 da. En 1492 Cristbal Coln descubra el continente americall" Poco a poco se lleg a la conviccin de que esta tierra era un nUl'\" continente aislado por dos inmensos ocanos. Ahora bien, all ViV!.111 millones de indios cuyos antepasados no haban odo hablar janl.l, del verdadero Dios. Decenas de generaciones haban muerto sin ,1 bautismo. La poblacin del infi~rno se incrementaba de golpe "11 muchos cientos de millones de condenados. El descubrimiento de Amrica vino a ser un autntico trauma tl'" lgico. 2 Era posible que tantos hombres se hubiesen condenad,,' Eran hombres los indios? No pocos tuvieron sus dudas hasta que ,,1 papa Pablo JII respondi afirmativamente en su bula Sublimis ])c/( en 1537. En este caso sus antepasados no podan estar ms que en ,1 infierno, por lo que era urgente bautizar a quienes quedaban anh de que desaparecieran en el fondo de las minas, o consumidos por 1.1 sfilis o por el alcohol. Porque no era cuestin de volver a plantear", ms en serio el axioma: Fuera de la Iglesia no hay salvacin. De ;1111 esas campaas de bautismos en serie de las que tanto se vanaglori.1 ban los misioneros dominicos. Pero quiz fuera posible interpret.11 nuevamente los trminos de la frmula, segn la actitud caracterst I ca de la teologa que, durante siglos y siglos, conserva las palabras \ modifica poco a poco el contenido. La teologa es ms flexible de l., que se piensa de ordinario. Su conservadurismo es una fachada tl.l\ la cual los conceptos evolucionan. Se aferra al vocabulario, pero l'\ presa con trminos medievales realidades cambiantes. Los deball" del siglo XVI sobre el nmero de los condenados son un ejemplo d, esta clase de malabarismos. Aqu hay dos trminos asociados: ..............."'1 ,-", -:~=r (5, , 114). Luis de Granada vuelve constantemente a esta idea: Esta coni.ideracin -dice en un sermn-, ha hecho nacer en m desde hace ftlucho tiempo la conviccin de que slo un pequeo nmero de i I:hornbres consiguen la salvacin eterna.>.1\ Aduce las palabras de ':1 !.Juan Crisstol1l0 que calculaba que no habra ms de cien personas 14 Las puertas del infierno estn abier '1 quc se salvaran en Antioqua. I.il itas de par cn par, sobre todo la puerta de los avaros, la de los sober. !bios y muy especialmente la de los hombres carnales e impdicos.'. (....... -

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reforma catlica, el cardenal Bclarmino da una definicin cstrecha de la Iglesia, que implica la existencia de un gran nmero de conde11. 1\. MICHFL, Les Fms dcmics, Bloud el Gay, J 929, pg. 159. 12. Concilio de Tremo, sesin, 6, cap. 7. 13. LUI~ DE GRANADA, O!mu completas, ed. frme., Pars, 1868, t. V, pg. 382. 14. !bid., t. VI, pg. 323.

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nadas: la Iglesia es la comunidad de hombres unidos por la profc sin de la verdadera fe, la comunin de los mismos sacramento~, bajo el gobierno de los pastores legtimos y principalmente del vica rio de Cristo en la Tierra, el pontfice romano. O tambin, una co munidad de hombres tan visible y palpable como la comunidad del pueblo romano, el reino de Francia o la repblica de Venecia. De esta Iglesia quedan excluidos los infieles, los herejes, los apstata." los catecmenos, los excomulgados, los cismticos, lo cual signifiCo' un nmero muy considerable de personas, yeso sin contar los fielC' que cometen pecados mortales. El nmero de rprobos ser senH' jante a la multitud de aceitunas que caen a tierra cuando se sacudl' ,1 oliVO,15 escribe Belarmino. El camino ya est marcado. El siglo XVII es elitista y pesimisl.l son muchos los llamados, pero pocos Jos elegidos, repiten al unsll no telogos, predicadores, msticos y autores espirituales. tsta 1"' una conviccin profunda, una aprensin y una declaracin tctica: l., pastoral del miedo exige un infierno repleto. Los misioneros del jll terior no cesan de recordarlo: Yo creo que la mitad del mundo, j11 cluso las tres cuartas partes de l, se condenarn por el pecado de IW reza, afirma Vicente de Pal, lo que hace que, teniendo en cuell!.1 los dems pecados, no quede ms que una mnima proporcin ti, elegidos. Es inmenso el nmero de los que entran por la puerta ;111 cha que conduce al infierno, aade, basndose en cifras de la ESClI tura que l interpreta a su manera. Jess cur a un solo leproso ,1, entre diez; de diez vrgenes, cinco eran necias; no hubo ms que SIl' te personas que se salvaran en el arca de No. u, Para Grignoll ,1, Montfort, el nmero de elegidos es tan pequeo, tan pequeo, Il normal, con el fin de desmembrar a esos pobres cuerpos de 141 tOrlna que el solo relato causa horror; a aqullos se les pasaba una ru(~da de molino por encima para molerlos y reducirlos a ceniza. ll'ro esto no basta; reunid todos esos suplicios, haced un compendio ~Ic: dios en vue~ro espritu; imaginaos que una misma persona los .Ulfl' todos a la vez, el fuego, el hierro, las alimaas y todos los dems: Con todo esto no tendris ms que una plida imagen de los Implicios del infierno!.21 As pues, se puede decir que el infierno no es ms que el gran dC:fll')sito de todos los suplicios. Y esto no es ms que pura justicia: .Es justo que estos desventurados sufran toda suerte de males, puesto que gozaron en esta vida de toda suerte de bienes. No habra mejor Illodo de decir que est completamente prohibido experimentar Cbualquier placer en esta vida. Para Loriot, si el rico del Evangelio est In d infierno es ni ms ni menos que porque fue feliz en la Tierra: '-Tras haber disfrutado de toda suerte de placeres, no es justo que uJfra ahora toda suerte de penas, y penas que sean para l un verdad~1'O castigo?. El simple hecho de desear el placer est sujeto a penas flemas: Segn esta ley, que es muy equitativa, el pecador debe sufrir toda suerte de males, porque disfrut o tuvo intencin de disfrutar toda suerte de placcres.22 Loriot vuelve sobre este punto en el sermn 39, De la eternidad '.tr ltls penas del infierno. Citemos solamente la conclusin: Slvese cluim pueda, seores, slvese quien pueda; evite quien pueda estas I tillas devoradoras, ese eterno rechinar de dientes, esa rabia y esa dl'scsperacin sin fin, esa larga e inmensa eternidad. se es el conse,,, que os doy, aprovechadlo si sois sensatos! Amn.2J Como henlOS visto. el infierno clt' r,oriot est lleno a rehosar. Para convencer'I\OS de ello, consagra a este tema un sermn entero, Del pequeo ",~mero de los elegidos. Desde el comienzo de la humanidad, la lluVi,l dc condenados es constante: Seores, si tuvierais los ojos del es21. 22. 23.

[bid .. col. 590. [bid., col. 593. [bid., col. 614.341

pritu bien abiertos, verais en cada instante, en este en que os eS!,'1 hablando, cmo las almas se precipitan a millares en el infierno, 1.1'. verais caer como copos de nieve o como gotas de lluvia.24 All" amontonan sin orden ni concierto ,

1"l1"1"';DY.., .... cp.

tp.rY"lr'lot"

r~p ..,lo-n I~P.2+ Feliz y peligroso Leibniz! El optimismo llevado hasta este extremo pierde el contacto con la realidad y se convierte en estril y culpable; Voltaire lo demostr claramente. Sin embargo, Leibniz no consiente en enviar al infierno a los nios muertos sin el bautismo. Respecto de los adultos paganos man tiene una actitud mucho ms matizada: Se puede decir que quienes condenan por el solo pecado original, y que condenan por consiguiente a los nios muertos sin el bautismo, o fuera de la Alianza, utilizan en cierto modo la disposicin del hombre y la presciencia de Dios que desaprueban en otros: no admiten que Dios niegue su gra cia a quienes prev que se habran de oponer a ella, ni que esta pre visin y esta disposicin sean causa de la condenacin de esas persa nas; y, sin embargo, pretenden que la disposicin que crea el pecado original, en la cual Dios prev que el nio pecar tan pronto como llegue a la edad de la razn, sea suficiente para condenar a ese nill.o por adelantado. Quienes defienden lo uno y rechazan lo otro can~ cen de uniformidad y no son coherentes con sus dogmas. Las dificultades no son menores para quienes llegan a la edad del uso de la razn y se enfangan en el pecado siguiendo las inclina ciones de su naturaleza corrompida, si no reciben el socorro de la gracia necesaria para detenerse al borde del precipicio, u para