Miguel y El Gusannito
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- LOS SENDEROS DE LA ESTRUCTURA CLÍNICA. NOTAS GENEALÓGICAS SOBRE UNA NOCIÓN SALVAJE Unidad Temática: Teoría Miguel Angel SIERRA RUBIO
A pesar de su alta divulgación entre los analistas, la noción de estructura clínica plantea el
problema de la opacidad de sus fundamentos y su pertinencia como ficción teórica de la
psicopatología psicoanalítica. El objetivo de la presente comunicación consistió en trazar una
genealogía de esta noción. En un primer momento, se objetivaron en Freud y Lacan las bases
doctrinales que permitieron la invención posterior del concepto: tanto las más conocidas como
otras que han sido poco exploradas. Después, se trazaron los hitos históricos, hasta ahora
ignorados, que marcaron la aparición del sintagma “estructura clínica” y sus usos
homonímicos por Lebovici y Green, teniendo en vista igualmente su entrada en el marco
teórico lacaniano a partir de los trabajos de Miller. Habiendo despejado la opacidad de sus
fundamentos al final de ambos recorridos, se concluyó que la razón de ser de esta noción está
en mantener unidos e indisociables de dos aspectos esenciales del psicoanálisis, a saber: la
singularidad presente en la clínica y la generalidad de su teoría; por lo que convendría seguir
desarrollando su conceptualización, de cara a los retos de la era del DSM-5.
As veredas da estrutura clínica:
notas genealógicas sobre uma noção selvagem
Apesar de seu alto alcance entre os analistas, a noção de estrutura clínica levanta a questão da
opacidade de seus fundamentos e sua relevância como uma ficção teórica da psicopatologia
psicanalítica. O objetivo desta comunicação é traçar uma genealogia desta noção. Sendo que,
em um primeiro momento, foram observadas em Freud e Lacan, as bases doutrinárias que
permitiram a invenção posterior deste conceito: tanto as mais conhecidas como outras que têm
sido pouco exploradas. Em seguida, traçou-se os marcos históricos, até então desconhecidos,
os quais vieram a revelar o surgimento da expressão " estrutura clínica", e seus homonímicos
usados por Lebovici e Green, tendo em vista ainda, sua entrada no quadro teórico lacaniano
por meio do trabalho de Miller. E após clarificar os fundamentos das bases deste conceito, por
meio destes dois percursos, concluiu-se que a razão para tal formulação teoria, ou seja, a
noção de estrutura clínica, seria manter unidos e indissociáveis dois aspectos essenciais da
psicanálise, a saber, a singularidade presente na clínica e suas generalizações teóricas, de
modo que seria conveniente desenvolver a sua conceituação em face dos desafios da era do
DSM- 5.
Miguel Angel SIERRA RUBIO
Université Paris Diderot – Paris 7
La expresión estructura clínica, instaurada hace tiempo como un eje central de la
psicopatología psicoanalítica, designa en primer lugar cada una de las tres entidades mayores
de nuestra clínica: la neurosis, la psicosis y la perversión. Y en un segundo tiempo, sus
subtipos específicos; por ejemplo: la histeria, la fobia y la neurosis obsesiva como estructuras
clínicas de la neurosis. Su uso está ampliamente extendido, no sólo en América Latina, sino a
nivel mundial. En las universidades e institutos de psicoanálisis hay cursos dedicados a su
enseñanza e investigación. Existen artículos especializados, capítulos de libros y obras enteras
que abordan el tema. Ciertos autores incluso consideran esta teoría como “una concepción
psicopatológica muy original” (Álvarez, Esteban & Sauvagnat, 2004), y dignifican la noción
de estructura clínica en tanto “concepto fundamental” (Eidelsztein, 2008) del aporte lacaniano
al psicoanálisis.
Aunque se da por supuesto que ella sea un legado de Freud y del Lacan estructuralista,
topamos con la opacidad de sus fundamentos en dos hechos documentales. Por un lado, la
expresión estructura clínica no pertenece ni al léxico de Freud ni al de Lacan: ¿De dónde
viene, entonces? ¿Quién ha sido su introductor en el psicoanálisis? ¿Para qué se necesitó
recurrir a ella? Por otro lado, su sistematización teórica no es tan clara en la obra de los
psicoanalistas aludidos: es más bien una interpretación doctrinal. Pero ¿es una lectura que
haga justicia al pensamiento de estos autores y a la especificidad de la experiencia analítica?
¿Por medio de qué puntuaciones de la obra freudiana y de la enseñanza lacaniana se vuelve
legible el concepto? Estamos así frente a una noción “salvaje”, que no se deja capturar con
facilidad. Pero justamente su problematización nos permitiría interrogar las apuestas del
entendimiento psicoanalítico que se localizan bajo la piel de esta ficción teórica.
El objetivo de nuestra comunicación consiste en trazar una genealogía de la noción
psicoanalítica de estructura clínica1. Lo haremos balizando dos senderos. De inicio, nos
proponemos esclarecer su “humus” conceptual, revisando sucintamente algunas
contribuciones de Freud y Lacan que le han servido de fuente doctrinal. En un segundo
tiempo, nos acercaremos a los avatares históricos de la aparición, el uso homonímico y la
teorización lacaniana de la estructura clínica a partir de la segunda mitad del siglo XX.
Freud y Lacan, puntuaciones
¿Qué encontramos en la obra de Freud, que haya incidido en la posterior emergencia
de la noción de estructura clínica? Propongo al menos seis hallazgos:
1/ Una representación de la estructura que sirve de puente entre los hechos de la experiencia
y el reino de las concepciones teóricas: es la idea abstracta de que una entidad resulta de, o
forma parte de, una articulación de elementos constitutivos. Ya se considere al Freud aprendiz
de médico examinando la estructura fina del órgano de Syrski en las anguilas, ya se lea al
Freud psicoanalista dando una lección sobre la estructura rota de quien ha caído en la psicosis,
el Vienés se colocó siempre del lado de una apuesta epistemológica de las
Naturwissenschaften de su época: aplicar la representación estructural a los objetos de la
experiencia para acceder a su teorización científica. Incluso para la descripción de los
fenómenos empíricos, indicaba ya el Creador del psicoanálisis, “es inevitable aplicar al
1 Hacemos aquí una comunicación preliminar de algunos resultados de nuestra tesis doctoral: “Les contributions
de Freud et Lacan à la théorisation des structures cliniques dans la psychopathologie psychanalytique”, en
preparación en la Universidad Paris Diderot – Paris 7. Tesis bajo la dirección de F. Sauvagnat y con
financiamiento del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México (CONACyT) en colaboración con el
Gobierno Francés.
material ciertas ideas abstractas que se recogieron de alguna otra parte” (Freud, 1915), a fin de
hacer nacer “orden y transparencia” (Freud, 1933).
2/ Un vocabulario “estructuralista”. Previo al advenimiento del estructuralismo en las
ciencias humanas, hubo en las ciencias naturales del XIX un lenguaje a propósito de la
estructura. Salomón Stricker (1871) y Gustav Tschermak (1863) – profesores de Freud en la
Universidad de Viena y representantes ilustres de la histología y la mineralogía de la época –
lo utilizaban de ordinario en sus obras didácticas. Se trata de un léxico del que el psicoanálisis
es heredero, y que está encarnado en tres palabras alemanas de vasto empleo en los escritos de
Freud: Struktur, Bau y Gefüge – traducidas en español por estructura, construcción y
ensambladura. Más allá de su aparente heterogeneidad, en la lengua freudiana los tres
vocablos son intercambiables, de modo que se hacen eco en expresiones-cliché del Vienés: la
estructura fina, la estructura complicada, la estructura interna.
3/ Una aproximación “estructuralista” al conocimiento del Inconsciente, constituida por sus
concepciones de Metapsicología. En Freud, la representación estructural hace oficio de
“radar” metapsicológico, es decir, un instrumento para localizar las coordenadas triples del
psiquismo: tópicas, dinámicas y económicas. La tópica, en sus dos versiones, revela ser la
estructura de la personalidad anímica (o del aparato psíquico, si se prefiere la expresión
gemela): Yo-Ello-Superyó / Conciencia-Preconsciente-Inconsciente. La dinámica nos
introduce a la estructura lógica (o sea, la estratificación o encadenamiento) de las formaciones
del Inconsciente, a partir de la idea de conflicto psíquico. La económica, por su parte, pone el
acento en la infraestructura libidinal que sostiene las funciones subjetivas en el individuo y en
la colectividad.
4/ Una psicopatología que está estructurada como la mineralogía. En otros lugares (Sierra,
2012; 2013) hemos puesto en relieve y examinado la referencia mineralógica en la
psicopatología de Freud. Que el síntoma tiene en lo reprimido primordial su núcleo de
cristalización; que la patología es la efracción de la estructura y la normalidad su articulación;
que la clasificación del malestar subjetivo se hace a la manera de los mineralogistas y no a la
de los botánicos: he ahí al menos tres tesis freudianas que justifican la designación
"psicopatología more mineralogico" por nosotros propuesta en algún momento. Hay
formulaciones-clave de la patogenia, la nosología y la nosografía psicoanalíticas que sólo
pueden ser entendidas al trasluz de ciertas nociones básicas de la mineralogía, invocadas ex
profeso por el Padre del psicoanálisis.
5/ La localización de la neurosis, la psicosis y la perversión en un campo etiológico común.
Mientras que en Freud las neurosis y las psicosis tienen estatuto de enfermedad –
enfermedades nerviosas las unas y enfermedades del espíritu las otras, según una
nomenclatura de la época que el Vienés endosa –, el estatuto de las perversiones escapa a este
campo. Es por eso que la nosografía freudiana se declina siempre en neurosis (histeria de
conversión, histeria de angustia y neurosis obsesiva) y psicosis (esquizofrenia, paranoia y
melancolía-manía). ¿Qué aporta el Vienés para que se incluya a posteriori la perversión en la
triada de estructuras clínicas? Una deslocalización. El común denominador freudiano de las
tres, está en considerarlas como afecciones o perturbaciones de la vida psicosexual. Así,
neurosis, psicosis y perversión surgen del afrontamiento de un real que está en el corazón de
la vida psicosexual, y que funda el malestar subjetivo: la castración.
6/ El bosquejo de los mecanismos etiológicos y patogénicos de la estructuración subjetiva.
Este es quizá el aporte del Vienés que resulta más conocido. Las tres categorías
psicopatológicas mayores (neurosis, psicosis, perversión) se definen freudianamente según
uno de los tres mecanismos de afrontamiento de la castración: la represión, el rechazo
(Verwerfung) y la renegación. Se trata de tres destinos que pueden sufrir las representaciones,
y que resultan estructurantes de la subjetividad cuando lo representado tiene que ver con la
castración. Pero las tres grandes estructuras se diversifican en variantes nosográficas. Éstas
pueden ser consideradas como modalidades de expresión del malestar subjetivo frente a la
castración, que están mediadas por mecanismos específicos de formación de síntomas:
conversión, formación reactiva, proyección, etc. Toda la psicopatología psicoanalítica clásica
reposa sobre estos aspectos de la doctrina freudiana.
Este conjunto de hallazgos no es poco decir. Hay en Freud todo un terreno que será
propicio a la orientación estructuralista de Lacan. ¿En qué habrá consistido el aporte de éste
último, respecto a la noción de estructura clínica? Rescatemos al menos tres tesis en este
sentido:
7/ Una conjunción de numerosas tradiciones estructurales. Allende las contribuciones
estructurales freudianas, se conjuntan en el Psicoanalista francés las influencias particulares
de la psiquiatría fenomenológica y del movimiento estructuralista. La formación inicial de
Lacan lo orientó hacia uno de los paradigmas mayores de la psiquiatría: el de las grandes
estructuras psicopatológicas (Lantéri-Laura, 1998). Inaugurado por las propuestas de
Minkowski sobre la estructura como el fondo mental de los fenómenos mórbidos, este modelo
estructural encontraría su apogeo en la doctrina de Henri Ey. Sus efectos sobre el joven Lacan
pueden leerse en sus trabajos anteriores a 1953, año en que predicará su "retorno a Freud" y
endosará las referencias de Claude Lévi-Strauss a la noción de estructura.
8/ La delimitación precisa del mecanismo estructurante de las psicosis. Releyendo a Freud
bajo el prisma de su herramienta preferida – la teoría de los tres registros: Simbólico,
Imaginario y Real –, Lacan llega a una delimitación más precisa de lo que sucede en los
fenómenos psicóticos: un significante que nunca fue inscrito en lo Simbólico, hace retorno
desde el registro de lo Real, de manera alucinatoria. Tal significante-eje del Orden Simbólico,
tal significante que falta en el psicótico, se llama en la teoría lacaniana “el Nombre-del-
Padre”, y su forclusión es el mecanismo que configura “las estructuras freudianas de la
psicosis” (Lacan, 1956). Toda una parte de la obra del Psicoanalista francés puede ser
entendida en vistas al refinamiento teórico de ese mecanismo de Verwerfung que, esbozado
por Freud, adquiere en su enseñanza una precisión conceptual y una heurística clínica sin
iguales.
9/ La formalización de los constituyentes de cada estructura clínica. En la concepción de
Lacan, el psicoanálisis era una disciplina en vías de devenir ciencia; para ello, se hacía
necesaria una transmisión de sus leyes y principios utilizando el lenguaje matemático: una
“formalización” operada a través de matemas, esquemas y figuras topológicas. A modo de
recuento, podemos localizar así sus contribuciones a la teoría de las estructuras clínicas en
este rubro: el matema general del fantasma que opera en las neurosis y en las perversiones; el
matema del fantasma que es particular de la neurosis obsesiva y el de la histeria; los esquemas
R e I que dan cuenta de la realidad en las neurosis y en las psicosis; el toro como figura
topológica equivalente a la estructura neurótica; etc. Con esta formalización, Lacan subrayaba
la irreductibilidad de las estructuras clínicas entre sí: cada una corresponde a una distinta
ecuación del deseo (Assoun, 2009).
En suma, estas aportaciones de Freud y Lacan, constituyen a minima el bagaje
doctrinal que sustenta la teorización de las estructuras clínicas en psicoanálisis. Algunas de
ellas han sido mayormente estudiadas, en detrimento de otras muy poco conocidas y que
convendría recuperar. El sendero de las puntuaciones teóricas nos deja entonces frente a una
ardua tarea. Veamos ahora adónde nos conduce el sendero de las puntuaciones históricas.
De la homonimia nocional al régimen lacaniano del concepto
El término estructura clínica no nació lacaniano: su utilización preponderante y su
teorización por esta corriente psicoanalítica pueden fecharse a partir de los años ochenta. Tras
el examen de numerosas revistas de psicoanálisis, hemos localizado dos homónimos que son
anteriores al régimen lacaniano del concepto de estructura clínica; ambos, propuestos por
eminentes personajes de la Sociedad Psicoanalítica de París (SPP). El primero data de 1952 y
señala la emergencia misma del sintagma estructura clínica, bajo la pluma de Serge Lebovici.
El segundo homónimo sería desarrollado a partir de 1964 por André Green, en la forma plural
de la expresión: las estructuras clínicas.
Como se sabe, Lebovici ha sido hasta ahora el único presidente francés de la IPA y
ejerció una gran autoridad en la SPP. Es conocida también su tenaz oposición a Lacan y a su
doctrina, a raíz de los acontecimientos que condujeron a la diversificación de las instituciones
psicoanalíticas en Francia. Lo que permanece ignorado es la primerísima aparición, en su
artículo de 1952 sobre las indicaciones del psicoanálisis, del sintagma estructura clínica. En
el escrito en cuestión, él oponía la “constelación clínica” a la “estructura de personalidad” de
un caso dado. Con la primera, se refería al cuadro clínico o conjunto de síntomas del paciente;
con la segunda, a la debilidad o fortaleza del Yo. La tesis leboviciana es que ésta última
resulta determinante para decidir la idoneidad de un caso en vistas al tratamiento analítico:
aun cuando el cuadro clínico nos oriente hacia una respuesta afirmativa, un psicoanálisis está
contraindicado para aquél que presenta una estructura yóica débil.
Pues bien: en un momento determinado de su texto, Lebovici se referiría a la
constelación clínica de los síntomas con la expresión “la estructura clínica del caso”.Esta
expresión no sirve aquí como designación de entidades nosográficas, sino como elegante
sinónimo de aquello que aparece en la superficie de un caso dado: el conjunto de los síntomas.
Más aún: se trata de un homónimo fugaz. Sólo emerge en ese texto de Lebovici, y es
retomado únicamente en sendas ocasiones por dos psicoanalistas muy cercanos a él: Sacha
Nacht y Maurice Bouvet. En sus tres apariciones, cumple un rol meramente descriptivo,
siendo intercambiable por: cuadro clínico, conjunto sintomático, constelación clínica o
caracteres clínicos esenciales del caso.
Otro fue el destino del segundo homónimo que hemos localizado: André Green lo
utilizó constantemente en sus obras a partir de 1964. Él era en aquella época un joven
psiquiatra egipcio que al poco tiempo formaría parte de la tercera generación de psicoanalistas
franceses. Seguía los seminarios de Lacan e incluso daba conferencias acerca del pensamiento
lacaniano, hasta que finalmente dejó de plegarse a su influencia. Por lo que a nosotros
concierne, es en su artículo sobre neurosis obsesiva e histeria donde por primera ocasión se
refiere a ellas denominándolas “estructuras clínicas”.
Sin embargo, no son las únicas incluidas bajo esta noción, que Green continuó
empleando de por vida. Así, en 1970 él designa mediante esta categoría nosográfica “las
cuatro grandes formas clínicas a las que nos referimos como a los cuatro puntos cardinales de
la rosa de los vientos”, es decir: la histeria y la neurosis obsesiva para el campo de las
neurosis, y la psicosis maniaco-depresiva y la esquizofrenia para el campo de las psicosis.
Aunque este homónimo se coloca deliberadamente en el terreno nosográfico y se acerca a uno
de los sentidos en que el concepto lacaniano de estructura clínica funciona (designando ciertos
subtipos clínicos de la neurosis y la psicosis), las dos nociones no son reductibles entre sí.
En efecto, es notable la ausencia de la fobia y de la paranoia como estructuras clínicas
en la concepción greeniana. Más allá de esto, su teoría fue pensada para acoger otras
entidades que el psicoanalista egipcio coloca ex profeso fuera de la categoría de estructuras
clínicas y que designa genéricamente como “estados”. Por ejemplo: las neurosis de la
infancia, las llamadas fobias pregenitales de Bouvet, las fobias paranoides y los estados-
límite. Coexisten en Green un esfuerzo por salvaguardar las “estructuras clínicas” freudianas
(al menos una parte de ellas) y la introducción de remodelaciones mayores en el edificio
nosográfico del psicoanálisis, dando abrigo a “nuevas patologías”.
Ahora bien, ¿cómo es que la noción de estructura clínica, rompiendo con sus
homónimos leboviciano y greeniano, ha pasado al régimen conceptual lacaniano? Ciertamente
no por obra directa de Lacan mismo, sino de sus discípulos. En la enseñanza del Psicoanalista
francés, nos topamos con sintagmas del tipo “estructura freudiana”, “estructura
psicopatológica” o “estructura subjetiva”. Por supuesto, encontramos también “estructura
neurótica”, “estructura psicótica” y “estructura perversa”; pero no hay en él una noción que
como tal agrupe estas tres “estructuras” y distinga con claridad su estatuto de todos los demás
usos que el significante “estructura” tiene en su pensamiento.
Habrá que esperar hasta 1981, año de la muerte del Maestro, para que los discípulos
hagan resonar este significante en los órganos de difusión del movimiento lacaniano: las Actas
de la Escuela de la Causa Freudiana (ECF), Ornicar? y Quarto. Corresponderá ahí a Jacques-
Alain Miller la primacía en la publicación del concepto lacaniano de estructura clínica.
Filósofo de formación, Miller había sido discípulo de Althusser; luego, analizante de Charles
Melman; yerno y heredero de Lacan; y finalmente líder de la recién creada ECF.
Haremos aquí referencia a dos textos suyos de 1981. En su artículo acerca de los
problemas clínicos del psicoanálisis, Miller aborda la antinomia frecuentemente establecida
entre analistas clínicos y analistas teóricos, cuando de lo que se trata desde el punto de vista
de Lacan es que precisamente no haya tal distinción: “esta clínica transferencial quiere al
mismo tiempo ser una clínica estructural, una clínica objetiva”. La ambición de Lacan, afirma
Miller, “es obtener certeza y convicción demostrativa en las estructuras clínicas”: he ahí la
razón de ser del “matema-clave de su clínica, a saber, el matema de la histeria”. Cuando en su
siguiente artículo Miller teorice la topología en el conjunto de la enseñanza de Lacan, el
concepto en causa reaparecerá. Hablando entonces de la noción topológica de agujero, Miller
avanza que ella permite “[…dar] cuenta muy finamente de las diferentes maneras en las que la
referencia falta según las estructuras clínicas”.
¿Qué nos enseñan estos textos acerca del régimen lacaniano de la estructura clínica?
En primer lugar, que la noción es introducida con cierto desenfado, como si fuera familiar a
los lectores. En segundo término, que es introducida en plural, designando las entidades de la
clínica psicoanalítica – un rasgo que tiene en común con su homónimo greeniano. Finalmente,
que por la conjunción de los vocablos que la forman (estructura + clínica), Miller sugiere una
superación de la dicotomía entre teoría y práctica psicoanalíticas: es decir, que en el concepto
lacaniano de estructura clínica no hay diferencia tajante entre el carácter eminentemente
transferencial de la clínica psicoanalítica y el carácter estructural u objetivo de su saber
teórico. De ahí la mención de los matemas y las nociones topológicas.
El concepto lacaniano de estructura clínica será también teorizado por otros conocidos
psicoanalistas del medio francés, entre los que habría que contar a: Serge Cottet, Colette
Soler, Pierre-Gilles Gueguen, François Sauvagnat e incluso Erik Porge. Pero no todo ha sido
miel sobre hojuelas. También hay analistas lacanianos que son francos detractores de esta
noción, por parecerles demasiado imbuida de nosografía psiquiátrica y hasta contraria al
espíritu de Lacan. Entre ellos, cabe mencionar a Jean Allouch y Bernard Casanova. Como sea,
es claro que a partir de cierto grupo germinal de discípulos de Lacan, el concepto de
estructura clínica se ha ido popularizando y ha cruzado las barreras del idioma. En la lengua
de Shakespeare aparece, por ejemplo, merced a los trabajos de Bruce Fink – quien se formó
en la ECF y en la Universidad de Paris-8 durante los años ochenta, y se ha convertido en uno
de los traductores de Lacan al inglés.
En América Latina, parece ser que la noción ha conocido su auge a partir de la década
de los noventa. Como prueba, una anécdota curiosa. Las notas de un curso que Joël Dor
impartió en Brasil fueron publicadas en español como “Estructuras clínicas y psicoanálisis”
(Dor, 1991), aunque el texto original en francés y en la traducción al portugués dice:
“Estructuras y clínica psicoanalítica”. Ni el traductor ni el editor han podido señalarnos quién
ha realizado ese cambio mayor2. En todo caso, nos indica una tendencia conceptual del medio
psicoanalítico latinoamericano en la época, porque la expresión “estructura clínica” no figura
ni una sola vez en el texto del citado autor.
En resumen, el sendero de las puntuaciones históricas nos ha conducido en primer
lugar a datar la aparición del sintagma “estructura clínica” en los años cincuenta, como un
homónimo de la noción lacaniana. Esta última no verá la luz sino como actualidad póstuma de
la enseñanza de Lacan en sus discípulos, a partir de 1981, y en nuestros días continúa su
camino de teorización a pesar de los homónimos que concurren y de las detracciones que la
desacreditan.
Conclusión
A través de estas líneas hemos trazado una genealogía de la noción psicoanalítica de
estructura clínica, recorriendo dos senderos: uno teórico y otro histórico. En el primero hemos
explicitado el humus conceptual de la noción, que encuentra en la obra de Freud y en la
enseñanza de Lacan las bases de su teorización posterior. En el segundo hemos identificado
los avatares históricos mediante los cuales la noción ha aparecido en los años cincuenta bajo
una doble homonimia (leboviciana y greeniana), para pasar en los ochenta al régimen
conceptual lacaniano. Así hemos respondido a algunas de las cuestiones que se planteaban en
la introducción.
2 Comunicaciones personales con Víctor Goldstein y David Maldavsky en 2011.
La teoría de las estructuras clínicas es el eje actual de la psicopatología psicoanalítica
de orientación lacaniana. Bajo la piel de esta noción, está colocada una apuesta por la
convergencia entre la práctica y la doctrina, entre lo radicalmente singular de la experiencia
de cada proceso de análisis y la generalización formal implicada en la transmisión de un saber
sobre el Inconsciente. Nuestra comunicación preliminar ha intentado despejar, aunque sea un
poco, la opacidad de sus fundamentos.
A partir de aquí se contempla otra serie de cuestionamientos a enfrentar: ¿Cuáles son
los operadores teóricos más convenientes para proseguir desarrollando la noción? ¿Cómo se
demuestra, en la era del DSM-5, la vigencia de esta cartografía del malestar subjetivo en
neurosis, psicosis y perversión? ¿Cuáles son las razones de la reticencia lacaniana a
reconfigurar esta teoría admitiendo estados límite, patologías narcisistas, afecciones
psicosomáticas? Estas vísperas auguran un largo porvenir a la investigación.
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