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REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA Año XXXVI, N o 72. Lima-Boston, 2 do semestre de 2010, pp. 415-436 EL HUMOR NEGRO, LA BURLA DE LA MODERNIDAD Y LA ECONOMÍA DEL LIBRO EN LA NARRATIVA DE DAVID TOSCANA Michael Abeyta University of Colorado, Denver Resumen Este estudio explora las implicaciones ideológicas del humor negro en la narrativa de David Toscana. El humor satírico y acérbico, la burla, la parodia y la ironía tienen un papel crucial en la visión crítica que aporta el autor sobre la sociedad mexicana actual. Señalaremos en su narrativa la aproximación satírica a la modernidad y a la historia, pero sobre todo a la cultura del libro en México para observar cómo esta visión se relaciona con el fracaso individual y colectivo en el contexto del subdesarrollo. Destacamos en la obra de Toscana cierta críti- ca a la razón instrumental promocionada en los libros de la “no-ficción” que han saturado al mercado del libro. Asimismo, se discutirán el humor morboso y la parodia en la obra de Toscana en relación con la tradición hispánica: sobre todo con Miguel de Cervantes y la verdad quijotesca. Palabras clave: David Toscana, humor, sátira, fracaso, modernidad, subdesarro- llo, globalización, neoliberalismo, razón instrumental, mercado de libro, narra- tiva mexicana. Abstract This study explores the ideological implications of black humor in David Toscana’s narrative works. The satiric and acerbic humor, the mocking parody and irony play a crucial role in the author’s critique of contemporary Mexican society. We highlight his satirical treatment of Modernity and history, but above all of the book culture in Mexico, to show how his critique relates to the idea of individual and collective failure as a corollary to underdevelopment. In particu- lar, his works critique the instrumental reason promoted by the nonfiction books that have saturated the book market. We also examine his morbid humor and parody in relation to the Hispanic tradition, primarily in compari- son with Cervantes and the play of truth and fantasy in Don Quixote. Keywords: David Toscana, humor, satire, failure, Modernity, underdevelopment, globalization, neoliberalism, instrumental reason, book market, Mexican fiction.

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REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA Año XXXVI, No 72. Lima-Boston, 2do semestre de 2010, pp. 415-436

EL HUMOR NEGRO, LA BURLA DE LA MODERNIDAD Y LA

ECONOMÍA DEL LIBRO EN LA NARRATIVA DE DAVID TOSCANA

Michael Abeyta University of Colorado, Denver

Resumen Este estudio explora las implicaciones ideológicas del humor negro en la

narrativa de David Toscana. El humor satírico y acérbico, la burla, la parodia y la ironía tienen un papel crucial en la visión crítica que aporta el autor sobre la sociedad mexicana actual. Señalaremos en su narrativa la aproximación satírica a la modernidad y a la historia, pero sobre todo a la cultura del libro en México para observar cómo esta visión se relaciona con el fracaso individual y colectivo en el contexto del subdesarrollo. Destacamos en la obra de Toscana cierta críti-ca a la razón instrumental promocionada en los libros de la “no-ficción” que han saturado al mercado del libro. Asimismo, se discutirán el humor morboso y la parodia en la obra de Toscana en relación con la tradición hispánica: sobre todo con Miguel de Cervantes y la verdad quijotesca. Palabras clave: David Toscana, humor, sátira, fracaso, modernidad, subdesarro-llo, globalización, neoliberalismo, razón instrumental, mercado de libro, narra-tiva mexicana.

Abstract

This study explores the ideological implications of black humor in David Toscana’s narrative works. The satiric and acerbic humor, the mocking parody and irony play a crucial role in the author’s critique of contemporary Mexican society. We highlight his satirical treatment of Modernity and history, but above all of the book culture in Mexico, to show how his critique relates to the idea of individual and collective failure as a corollary to underdevelopment. In particu-lar, his works critique the instrumental reason promoted by the nonfiction books that have saturated the book market. We also examine his morbid humor and parody in relation to the Hispanic tradition, primarily in compari-son with Cervantes and the play of truth and fantasy in Don Quixote. Keywords: David Toscana, humor, satire, failure, Modernity, underdevelopment, globalization, neoliberalism, instrumental reason, book market, Mexican fiction.

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Lucio, el protagonista de El último lector, es el bibliotecario de Icamole, un pueblo sin lectores, y él se empeña en ser el censor de los libros que entran a su biblioteca por si acaso uno de los pueble-rinos llega a sacar un libro. Al juzgar los libros, lee primero la con-traportada para ir formando juicios y prejuicios sobre ellos. Como Lucio, voy a empezar por citar la contraportada de la misma novela, El último lector, la cual tiene un juicio de Carlos Monsiváis sobre el libro de David Toscana. Dice: “No es Pedro Páramo, no es humor negro, no es surrealismo… Me detengo para no disolver mi punto de vista en negaciones y comparaciones absurdas. La novela de Da-vid Toscana sí es, y con gran eficacia, el trazo de un proceso de vida cotidiana que, traspasado por el absurdo y sus procedimientos, se clarifica”. Aunque Monsiváis declara que no es una novela de humor negro, afirmamos que El último lector sí contiene muchos de los mismos elementos del humor negro de las demás novelas de David Toscana. Tal vez Monsiváis quiso destacar el sufrir diario en la vida cotidiana de los personajes, pero esto no extirpa la presencia del humor negro en la obra. No me desanima la cita del ilustre inte-lectual mexicano; resulta que son varios los críticos que afirman el humor negro, el humor mordaz y morboso en la obra de Toscana por lo general. De hecho, Toscana afirmó el humor en su obra poco después de que salieron Estación Tula e Historias del Lontananza. Y quisiera referirme a esa entrevista de 1997 con José Garza para des-tacar el contexto social e histórico de la obra de Toscana, lo cual es imprescindible para entender el humor en su obra. Hablando de Historias del Lontananza, Toscana explica que

La idea de ubicar los cuentos en una cantina surge del espíritu de derrota que se sintió a partir de los días finales del 94, cuando ‘el error de diciem-bre’, una situación que provocó un ambiente de ánimo social interesante, en que los sueños fueron mucho más allá de la realidad, o sea, más planes que realizaciones, más fracasos que triunfos. De hecho, pienso que en términos estrictos, la crisis económica casi casi nos convirtió a todos en unos fraca-sados (en Garza). Toscana explica también que esa situación social le resulta inte-

resante en parte porque “las historias que terminan mal siempre se-rán más atractivas, en términos literarios”. Las historias felices para él son cerradas, mientras “las que no ofrecen un dulce sabor de bo-ca permiten meditar, obligan a seguir en la lucha por la felicidad”.

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En cuanto al humor, continúa diciendo que el humor es “parte esencial de nuestra realidad. Siempre que comentamos una mala ex-periencia, generalmente lo hacemos con una buena dosis de humor”.

El sentido del fracaso en la obra de Toscana ya ha sido mencio-nado bastante en la crítica, sin embargo, pocas veces se ha precisado cómo se articula. Para entender cómo se articula el humor negro y el sentido del fracaso en la obra de Toscana, hay que examinar su visión crítica de la globalización neoliberal, la sociedad mexicana, su historia y la mala suerte de ser vecino de los Estados Unidos. Pero sobre todo en este análisis nos interesa destacar la burla de la eco-nomía del libro como parte esencial de la visión crítica de Toscana. Voy a trazar primero cierta relación con el humor de Miguel de Cervantes, que poco se ha estudiado en la obra de Toscana y que clarifica la actitud lúdica y satírica de Toscana frente a la cultura hegemónica estadounidense. Segundo, Toscana a su manera se burla también de la modernidad casi naufragada en México, y de la globa-lización por medio de su retrato del trabajo alienado, el tiempo, el consumo y las mercancías, y la imposibilidad del protagonismo heroico en la vida cotidiana de la sociedad capitalista.

El crítico Miguel Rodríguez Lozano señaló el relato “Un poeta local”, de Historias del Lontananza, como ejemplar de la visión estéti-ca de Toscana, pero yo quisiera señalar otro cuento del mismo libro como modelo para entender el humor y la crítica social en la narra-tiva de Toscana. Quisiera destacar en “El cacomixtle” cierto juego muy cervantino y cierta problemática quijotesca. Si bien en “Un poeta local” Toscana “pone en jaque la visión idealista de la literatu-ra y la mitificación que se hace de ella” (Rodríguez Lozano 59), lo que vemos en “El cacomixtle” es otra especie de burla y crítica que también se encuentran en casi todas la novelas de Toscana. En el sentido en que Cervantes se burlaba de los libros de caballería, y hay que recordar que la nobleza española los usaba como libros de cor-tesanos para imitar los modales apropiados para la corte, Toscana, en sus libros, se burla de la razón instrumental y el pragmatismo ba-rato de todo un género de libro que ha llegado a saturar el mercado de libro en México, y que se asocia sobre todo con el capitalismo estadounidense.

“El cacomixtle” trata del cantinero Odilón, que busca temas para hablar con sus clientes. De ahí sale el tema absurdo del mamífero

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ladrón que el bartender vio en un reportaje televisado; el cacomixtle es “un animal que se mete en los gallineros y, por puro placer, se pone a matar cuanta gallina encuentra aunque sólo con una satisfaga su hambre”. Sobre todo Odilón recurre a un Manual del bartender pa-ra buscar estrategias para conversar y controlar a los clientes, pero le desilusiona el libro estadounidense por su falta de utilidad para su negocio. Sin embargo, intenta usar el manual para animar a un clien-te deprimido en camisa de rayas: recuerda que un recién converso le había dicho que “cuando se llenaba de dudas, abría la Biblia en una página al azar, y poniendo el dedo en cualquier línea, daba con la respuesta necesaria”. Odilón hace lo mismo con el manual y en-cuentra una frase aparentemente inútil e inane como consejo perso-nal: “Al servir cerveza en un vaso perfectamente limpio se formará una espuma gruesa, compacta, cremosa. La cerveza lucirá clara y libre de burbujas de gas” (Lontananza 48). Cuando se da cuenta de que el cliente se emborra-cha penando por una mujer, se le ocurre una idea. Odilón, que ad-mite no saber de mujeres, le dice al hombre: “¿Sabe?, amigo –dijo Odilón– los hombres a veces somos como los cacomixtles…”. “Es cierto”, interrumpió el hombre, y así corta la conversación y sale del bar quitándole a Odilón la oportunidad de terminar la idea. Odilón

se acaba de enterar de la existencia de los cacomixtles. No era posible que aquel hombre los conociera al punto de anticipar sus palabras. Le vino un sentimiento de desolación. Pensó que tal vez, sólo tal vez, él había nacido creado para ocuparse de asuntos más grandes que atender una cantina. Tal vez dentro de sí existía un don para formular frases que llegaran al corazón de la gente. Somos como los cacomixtles, se dijo, y le pesaron sus ochenta años como nunca y se preguntó qué hubiera sido de él si desde antes, mucho antes, si desde que abandonó la secundaria hubiera descubierto ese don (50-51). Sigue pensando que quisiera ser otro y empieza a soñar, a pre-

sentir una voz difusa y el recuerdo de su padre. Entonces Odilón se sirve otro tequila e intenta elaborar la idea del don. Su imaginación empieza a generar una serie de sentencias absurdas.

Ahí podría estar la clave, en formular una frase poderosa y transmitirla de mesa en mesa, sentado con sus clientes. Las mujeres son como espuma de cerveza, pensó. Un vaso limpio es la vida sin burbujas, pensó. Los recuer-dos deben lavarse como un vaso donde la espuma de los sueños flota en forma de burbujas, pensó. La espuma cremosa, gruesa y compacta es la

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belleza de una mujer ante los ojos de un cacomixtle, pensó. Negó con la cabeza, tapó la botella y volvió a la barra, decepcionado. Se puso a atender sin ánimo a los clientes, con la sensación de que aquel hombre de la camisa de rayas le había encendido la luz por un instante, sólo por un instante (Lontananza 50-52). Aunque es sumamente humorística y casi dadaísta la mezcla arbi-

traria de cualidades humanas con las de la cerveza, el humor inme-diatamente se vuelve agridulce con la sensación de derrota. Quisiera sugerir dos posibles interpretaciones de estas citas. Primero, el cuen-to refleja cierto fracaso de la sociedad posrevolucionaria: a saber, la falta de educación secundaria universal. El dato de que Odilón no termina la secundaria refleja muchos casos en los libros de Toscana de carreras abandonadas, empleos y oportunidades perdidas, todo relacionado con la falta de inversión social, fracaso del régimen pri-ísta, pero también eje central de las políticas económicas de ajuste de las grandes instituciones financieras: el Fondo Monetario Inter-nacional, el Banco Mundial, etc. Y hay que recordar que a partir de la presidencia de Miguel de la Madrid, el régimen implementó ajus-tes neoliberales para lidiar con la crisis de la deuda externa.

La segunda interpretación tiene más que ver con la cultura del li-bro en México y la influencia del mercado estadounidense. Muchos de los personajes lectores en las obras de Toscana tienen poca edu-cación y no leen novelas, ni poesía, ni historia, ni ciencia, ni filoso-fía. Leen un género de libro práctico que en inglés llamamos “non-fiction”, la no-ficción. No son lectores “intelectuales” en el sentido clásico. Con la excepción de El último lector y Estación Tula, la mayo-ría de los lectores leen manuales prácticos, periódicos, y libros de auto-ayuda que al final aumentan el sentido de fracaso y derrota, que no son eficaces y que no satisfacen las necesidades vitales de los personajes, como vimos en el caso de Odilón. Lo que es más, el gé-nero de la no-ficción, un modelo de producto inventado en la in-dustria norteamericana del libro, fomenta cierta eficacia pragmática que tiende a simplificar la realidad y las verdades. En una comunica-ción personal, Alberto Ruy Sánchez ha comentado sobre la oposi-ción entre el género de la no-ficción según el modelo norteamerica-no y el ensayo dentro de la tradición hispana:

nosotros tenemos la palabra ensayo que implica que hay un sujeto escri-biendo, ensayándose y por lo tanto es personal y es también literatura sub-

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jetiva, más o menos cercana a describir una realidad. Creer que por llamarse “non-fiction” evacúa toda posibilidad de subjetividad es un fetichismo pro-testante. Lo opuesto a la mentalidad barroca que sabe que el sujeto que es-cribe siempre existe, que la verdad es una realidad compleja, que las cosas son y no son al mismo tiempo y que se puede llegar a dios o a la verdad a través de las emociones, de la forma (Alberto Ruy Sánchez, correo electró-nico)1. Esta aproximación a una sensibilidad barroca sobre la verdad en

la ficción y la no-ficción nos ayuda a entender la burla sobre la no-ficción en la narrativa de Toscana.

Cabe aquí analizar los ejemplos. Volviendo a “El cacomixtle” y el viejo Odilón, el título completo del manual, “el único libro que había comprado desde que abandonó la secundaria”, es Manual de Bartender: la guía práctica para administrar con éxito un bar de un tal Lyo-nel Baldwin. A Odilón, dueño de una cantina, el libro le decepciona:

Al principio le decepcionó lo que estaba leyendo. El autor, al fin pensando en bares de primer mundo, hablaba sobre la instalación de computadoras para controlar el inventario de alcoholes, la nómina, el consumo de las me-sas y el de los clientes asiduos; la forma de negociar contratos con las com-pañías de cable para tener al más bajo costo HBO, MTV, Playboy Channel o peleas de box de campeonato mundial. El libro de trescientos noventa y seis páginas, incluía también in-

formación y consejos sobre las bebidas preferidas según el segmen-to social, sexual y racial, y la responsabilidad moral del propietario con respecto a los menores de veintiún años. También contiene

las recetas de las mil bebidas y combinaciones más populares del mundo. ¡Mil!, se sorprendió Odilón, en el LONTANANZA no servimos más de diez. De hecho, Odilón se jactaba de esa falta de variedad y seguido platica-ba sobre la ocasión cuando tres norteamericanos le pidieron unas margari-tas. “Los mexicanos no tomamos esa mariconada”, dijo. “Se inventó para los gringos que no aguantan el tequila” (Lontananza 45-47).

1 En su ensayo “Fundamentalismo contra lectores”, Ruy Sánchez, basándo-

se en sus lecturas de André Schiffrin y Max Weber, sobre todo La ética protestan-te y el espíritu del capitalismo, elabora la crítica de cierto fundamentalismo dogmáti-co y anticultural que se asociaba con las políticas económicas y culturales del gobierno de Vicente Fox, lo cual ha agravado la situación de los lectores en México y ha favorecido la hegemonía de las grandes editoriales multinacionales en el mercado del libro.

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Está claro que en la actitud, tanto del narrador como de Odilón,

hay una burla frente a la distancia entre el Primer y el Tercer mun-do, pero también una disonancia con respecto de las necesidades económicas del cantinero. El manual no puede cumplir con la pro-mesa de éxito precisamente por la desigualdad entre los dos países. Estos manuales, que presumen cierta eficacia universal, son céntri-cos y por ende tan imprácticos en la periferia como las políticas económicas neoliberales acerca del desarrollo: el no invertir en la infraestructura pública-social, levantar las protecciones contra las inversiones de las compañías transnacionales, privatizaciones, etc.

Otro ejemplo de esta disonancia y la burla de la razón instru-mental que conduce a la reificación de la vida humana, se ve en Es-tación Tula. Froylán, un escritor frustrado y desempleado que resiste las exhortaciones de su mujer a que salga a buscar un trabajo, parece no extrañar el trabajo alienado que tenía y recuerda la forma de pen-sar en el empleo:

“¿Por qué subió tres por ciento el desperdicio de poliéster?”. “¿Cuántas to-neladas de nylon sacamos de estas máquinas?”. “¿Por qué tan altos los cos-tos de mantenimiento?”. “¿A cuántos operarios podemos desocupar si efi-cientamos tal proceso?”. Con un poco de experiencia supe que en los nego-cios no se buscan verdades sino respuestas satisfactorias. Entonces no sólo escribí ficciones para la página literaria del periódico, sino también para las juntas de consejo, los memorándums y los informes de resultados (Estación Tula 18). Entonces su mujer le mira con tristeza, como un desempleado

añorando la seguridad del trabajo donde “se dan los buenos días cien o mil compañeros, donde Japón es el pueblo ungido ‘tenemos que ser como ellos o nos va a llevar la chingada’, donde hablan de Juran como si hablaran de Kafka. ‘Ya leíste Managerial Breakt-hough?’. ‘Sí, es un gran libro’” (Estación Tula 18-19). En el fluir de conciencia, en el contexto del desempleo y la burla de la cuantifica-ción, el título en inglés y la referencia al “éxito” japonés son total-mente irónicos a la vez que acentúan el sentido de fracaso económi-co. Otro punto muy importante aquí, y que subyace toda la narrati-va de Toscana, es la discordancia entre la verdad de la experiencia vital y la ideología capitalista. Se burla aquí de la retórica de la efica-cia y la cuantificación como índices de verdad y progreso en esa

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ideología. La idea de que en los negocios no se buscan verdades si-no respuestas satisfactorias refleja una crítica a otro nivel con res-pecto a la economía como ciencia, como lo describe el gran econo-mista egipcio Samir Amin:

Las ciencias económicas puras expresaron la intensificación del econo-mismo del pensamiento social burgués, lo que reemplazó el análisis del fun-cionamiento real del capitalismo con un mito de la autorregulación del mer-cado cuya lógica tiende a establecer un equilibrio general. La inestabilidad ya no se veía como parte intrínseca de esa lógica, pero la atribuía a las im-perfecciones de los mercados existentes. Las ciencias económicas así se transformaron en un discurso que ya no se empeñaba en discernir la reali-dad, sino su única función fue la de legitimar el capitalismo atribuyéndole características intrínsecas que no podría tener. Las ciencias económicas pu-ras se hicieron la teoría de un mundo imaginario (Obsolescent Capitalism 23, traducción mía). En la obra de Toscana, esta disonancia entre la ideología y la rea-

lidad también nos recuerda otra vez de la desmistificación en el Qui-jote. Don Quijote fracasaba y enfrentaba la derrota a cada paso debi-do a su fe en la utopía de la edad dorada y el amor cortés, ambas asociadas con la sociedad feudal. Los personajes de Toscana, a ve-ces más como Sancho Panza que Don Quijote, se burlan de la ideo-logía capitalista y las condiciones del subdesarrollo, las cuales les profundizan la derrota.

En Santa María del Circo, Duelo por Manuel Pruneda, El último lector y El ejército iluminado también se sigue la burla de los libros prácticos y la razón instrumental, pero con unos cambios sutiles implicando una crítica más generalizada de la cultura popular, sobre todo en las últimas dos novelas. Pero sigamos con Santa María del Circo. En esta novela, los manuales prácticos apuntan a otro aspecto de la sociedad capitalista: la mercantilización. Se presentan dos manuales, uno aso-ciado con el personaje Hércules, el fuerte del circo que ya no es tan fuerte y que se queja de su fofez, y el mago Mandrake, que explica la desilusión que sufrió con las artes mágicas. Cuando Hércules cuenta su historia, trae una fotografía de Eugenio Sandow, autor del libro La fuerza física y cómo obtenerla y otro que Hércules caracteriza como su Biblia: Sistema Sandow de entrenamiento físico, pero él, como Odilón, desenmascara inmediatamente la falsa promesa del libro: “Este libro te daba consejos para abultar músculo; el otro prometía acondicio-

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namiento físico, un mediocre sustituto de la juventud, cosa que aho-ra me parece más deseable, imperiosa, diría yo” (Santa María 82-83). Aunque la trama de la novela toma lugar en el pasado, todavía el manual refleja cierta idea utópica asociada con la modernidad capi-talista: el culto a la juventud, a lo nuevo, un fetichismo que todavía predomina en la cultura estadounidense. Hércules atribuye al libro de Sandow su propia debilidad:

Yo antes pensaba que el cuerpo aguantaba todo y que una dosis de insalu-bridad era buena porque me fortalecía contra las enfermedades. El libro de Sandow me enseñó lo contrario; aprendí la importancia de mantenerse lim-pio, comer limpio y respirar limpio. Quizá no es bueno leer estas cosas porque uno se siente más enfermo; ve una infección en cada bicho, un con-tagio en cada tos. Siempre he ocultado que me siento así; un hombre fuerte nunca debe mostrar sus debilidades […]. Sandow habla de los síntomas de deterioro y yo los vengo experimentando desde hace tiempo. Mi vientre se infla, mi pecho se derrama (Santa María 147). Pero la derrota más grave para Hércules es su resignación ante la

lotería del circo. Cuando los miembros del circo fundan el nuevo pueblo, eligen al azar un nuevo papel para cada personaje. A Hércu-les le toca uno de los papeles más humillantes, el de “puta”, lo cual se asocia con la decadencia de los hombres fuertes cuando la profe-sión cambia de una actividad de exposición a una de competición (Santa María 148). Pero la derrota principal se debe a que su espíritu y su auto-imagen están tan debilitados que él acepta la mercantiliza-ción de su cuerpo como prostituta. La humillación ante el recono-cimiento de la inutilidad y la insignificancia de uno, es un tema cen-tral en Santa María del Circo.

En el caso de Mandrake, cuyo acto en el circo es partir a una chica en dos, su manual es El perfecto mago, que encuentra en una bi-blioteca heredada de su familia. Nadie en ella lee los libros y un día Mandrake elige uno para leer, pensando en su futuro. Sus comenta-rios sobre la lectura reflejan una actitud socarrona y amarga:

Como buen predestinado que nada sabe hacer por cambiar su futuro, un día se me ocurrió leer un libro. ¿Has escuchado a esa bola de pendejos hablando sobre las bondades de la lectura? No saben lo que dicen. Prefiero las bibliotecas con libros de madera. Lucen más bonitos, son más fáciles de sacudir, en caso de incendio no se prenden tan rápido y, lo mejor de todo, no tienen páginas.

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Al revisar unos títulos encuentra el libro que le corresponde: repasé solapas y contraportadas, según yo para elegir bien. Y habiendo tan-tos clásicos de literatura, compendios de medicina, infolios de leyes, trata-dos filosóficos, enciclopedias y obras de todos temas, anchos y gustos, ¿sa-bes cuál vine a elegir?... Se llamaba El perfecto mago de un tal Francisco Ole-garoy (Santa María 132-133). Y Mandrake aprende los treintaisiete trucos en el libro, actúa en

asambleas y así gana renombre como mago. El libro promete que ganará aplausos, amigos y el amor de las

mujeres. Pero un día encuentra una tienda llamada “Trucos y No-vedades del Centro” y se da cuenta de que su “arte” se ha comercia-lizado: el dueño le vende una mercancía que lo deja desilusionado y Mandrake explica su asombro:

Para mí era cosa de brujería, algo maravilloso, muy superior a Olegaroy, y de seguro se mostró en la cara porque el hombre ofreció el cilindro en ven-ta. Lo pagué sin chistar y sólo entonces tuve la duda de si yo podría apare-cer esos pañuelos. “No te preocupes”, me dijo el hombre al despacharme la mercancía con la misma vulgaridad con que mercaba los cigarros con ex-plosivos, “las instrucciones vienen en la caja”. El tono de la voz narrante, primero asombrado, se torna amargo

mientras escucha al comerciante y Mandrake comienza a imaginar la producción en masa de la mercancía:

Tenía en las manos un producto comercial llamado el “Magical Mystery Tube”. Lo elaboraba una compañía en Connecticut, y Dios sabe si ya se habían fabricado mil o un millón de cilindros igual al mío. Ese día juré abandonar la magia […] instrucciones en la caja. Para seguir instrucciones hubiera fabricado ladrillos, producción en masa, sin secretos: barro, se compacta se cuece, listo […]. Arrumbé el cilindro y deshojé el libro de Francisco Olegaroy, que me había ganado aplausos y algunos pesos, pero ningún amigo ni mucho menos el amor de una mujer (Santa María 135). Así que Mandrake comprende que la magia no escapa del feti-

chismo de la mercancía que sugiere el nombre del producto en in-glés. De esta manera este proceso de cosificación desmistifica la magia, lo cual supone una doble fetichización: el nombre del pro-

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ducto y el producto mismo como mercancía. “Mágico” y “Misterio-so” chocan con la banalidad de “cilindro” (tube).

El sueño de ejercer la magia como oficio, que representa las po-sibilidades creativas de la artesanía o del arte para Mandrake, se desmorona ante el impacto de la producción en masa y del comer-cio estadounidense. De nuevo, un libro que pertenece a la economía hegemónica, y ahora un producto que evoca de la nostalgia por las creencias precapitalistas, fracasa, pues no ofrece la manera de supe-rar la limitaciones del desarrollo desigual. Pero esto no es todo: no sólo le quita toda esperanza sobre el oficio, sino también le roba to-da ilusión sobre la magia; la mercantilización pone de manifiesto su banalidad.

En Duelo por Miguel Pruneda aparece otra vez un manual de ejerci-cios, como en el caso de Hércules. Miguel Pruneda, ya viejo, pero deseando a una jovencita, tantea con su antiguo folleto de ejercicios de Charles Atlas. En un momento de ternura cómica y agridulce, su mujer Estela le reta por haber perdido el sueño más importante para ella: “Pensé que tenías sueños, protestó Miguel. Bastantes, aseguró ella, sólo que Charles Atlas no aparece en ninguno: apareces tú, con tus mismos brazos y vientre y piernas, pero con ojos que miran dis-tinto” (Duelo 91). En las novelas de Toscana los hombres muchas veces malentienden a sus mujeres porque los hombres son más propensos a perderse en las trampas ideológicas del mercado: el in-dividualismo egocéntrico. El deseo de destacarse les conduce a per-der de vista su primera conexión con la comunidad –la mujer–. Esto está muy claro en Duelo por Miguel Pruneda cuando Horacio se enoja porque Miguel prefiere recurrir a un periodista en lugar de confiar en la palabra de Horacio sobre la historia de Don José, el vecino muerto. Según Estela,

él intentó contarnos la historia de su amigo, no para que la conociéramos, sino para hacernos entender lo importante que don José era para él. Tal vez nos iba a contar una mentira y por eso le molestó que nosotros tomáramos la versión del periódico, no nos dimos cuenta de que Horacio quería ador-nar la memoria de don José y de paso buscarse compañía, nuevos amigos (Duelo 96). Una de las armas más potentes contra la ideología capitalista es

precisamente la solidaridad humana. Y Estela señala aquí otra gran lección del Quijote: que a veces detrás de la mentira hay una verdad

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más importante, que la ficción es también una categoría de la verdad en la vida cotidiana.

En El último lector y en El ejército iluminado ya empezamos a ver nuevas direcciones en la narrativa de Toscana. Como hemos señala-do, en El último lector el protagonista es bibliotecario de pueblo. Y mientras también aparece un manual práctico que apunta a los mismos temas anteriores, éste surge dentro de un universo de lectu-ras literarias del bibliotecario. Quisiera comentar dos motivos en la novela relacionados con la verdad quijotesca y la cultura del libro; a saber, el comienzo y el final de la biblioteca de Lucio. Lucio llega a ser bibliotecario precisamente por el sueño fracasado de su mujer Herlinda, el de aumentar el número de chivos que criaban. Fue Her-linda quien trajo el primer libro a la casa, una guía para el Cuidado integral de los chivos. Para crecer necesitaban una bodega de forraje pa-ra guardar el alimento balanceado que recomendaba la guía. Por eso, Lucio construye el segundo piso de su casa, pero cuando por fin lo tiene terminado, su mujer ya llevaba varios años muerta por un pi-quete de alacrán. Decidió terminar el segundo piso por miedo de los alacranes y por rendir homenaje al sueño de su mujer difunta a pe-sar de que para terminar el segundo piso, Lucio tuvo que vender to-dos los chivos. Entonces, cuando llegó el gobierno estatal con libros para formar una biblioteca, Lucio era el único residente con espacio para guardar los libros. Guarda los libros en el primer piso; y los censurados los arroja a una habitación llena de cucarachas que se alimentan de ellos. Así empieza su profesión de bibliotecario.

Al final de la novela parece que Lucio se vuelve definitivamente loco por el hambre; cree en su imaginación que Herlinda, su mujer difunta, ha vuelto a vivir con él. En este sentido, ella se convierte en una especie de Dulcinea, producto del amor, la soledad, la imagina-ción literaria y la locura. Sin embargo, es a través de la locura de Lu-cio, y su imaginación, que llegamos a la verdad de su sufrir diario y de su agonía. La muerte, y sobre todo la vergüenza que uno siente ante ella, se presenta a través de la crítica y la burla que Lucio hace de la representación de la muerte tanto en las novelas como en la guía de crianza de chivos.

La trama de la novela empieza con su hijo Remigio, quien en-cuentra una niña muerta en su pozo, el único en el pueblo con agua todavía. La escena es morbosa y cómica a la vez:

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Remigio cree que el punto más bajo de esa red de canales subterráneos se halla en su propiedad; de otro modo no se explica que su pozo aún tenga agua cuando los demás ya se secaron. Orinar o lanzar a una rata son cosas tolerables, pero no arrojar a una niña. Descarta la idea de que haya caído accidentalmente: le estaría viendo los calzones y no la cara (El último lector 11). Remigio sabe que es muy probable que la policía le acuse a él del

asesinato y para salvarse del problema recurre a los consejos de su padre. Lucio “lee” la situación a través de los casos y tramas de las novelas que ha leído y, siguiendo una novela llamada La muerte de Babette, le aconseja al hijo que enterrara a la niña bajo un árbol, un aguacate. La verdad de la situación es que para sobrevivir, no pue-den decir la verdad directamente. Lucio emplea un código basado en la novela para comunicar las verdades imaginadas del caso a la policía y después a la madre de la niña muerta; la policía no entiende muy bien a Lucio, pero la madre sí conoce la historia de Babette y llega a entenderse con el bibliotecario. De ahí otra vez, la frontera entre la verdad y la mentira, la realidad y la fantasía, se vuelve borro-sa y en última instancia, en El último lector se reivindica el papel de la imaginación que brota de la vida cotidiana.

El final de la biblioteca es también de suma importancia en el li-bro. Parte de la razón por la que Lucio sufre hambre y se vuelve lo-co es que se declara cerrada la biblioteca, y por eso pierde su oficio de bibliotecario, debido a un cambio de gobierno estatal. Al princi-pio, el nuevo gobierno lo obligó a cambiar el nombre de la bibliote-ca y después solicitó de cada director de biblioteca que “expidiera un reporte trimestral sobre la cantidad de visitantes, los libros pres-tados, los perdidos y las consultas hechas a enciclopedias y textos escolares” para asegurar el mejor uso de recursos.

A Lucio no le hacía falta llevar registros para llenar ese reporte: pues al principio atendía un promedio de tres lectores por semana, todos alumnos de la escuela de Icamole, y todos con el propósito de consultar la enciclo-pedia. Cuando decidió regalar la enciclopedia a la escuela, se volvió un evento ilusorio que alguien entrara a buscar un libro (El último lector 35-36). Se nota un conflicto de valores entre Lucio y la política del go-

bierno estatal en cuanto a la economía del libro. El gobierno estatal, con una racionalidad que pretende promover “un mejor uso de re-

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cursos”, busca imponer valores monetarios por encima de valores culturales. El cambio de política del nuevo gobierno refleja los ajus-tes neoliberales que exigen recortes en los presupuestos guberna-mentales con la idea de disminuir el gasto público, y por ende el sec-tor público. Y aunque esta novela fue publicada en el año 2005, la racionalidad por el cierre de la biblioteca recuerda la tendencia neo-liberal del gobierno de Vicente Fox de regir la vida cultural desde las finanzas y el comercio, favoreciendo así la expansión de las grandes editoriales, sobre todo las tiendas de grandes descuentos, lo cual ha acelerado la desaparición de editoriales y tiendas medianas y peque-ñas. En los últimos 10 años, 441 librerías (43%) cerraron sus puer-tas, causando la pérdida de más de 4 mil empleos especializados2.

Por otra parte, la actitud de Lucio es totalmente contraria a la del nuevo gobierno estatal; Lucio regala la enciclopedia a la escuela. Aunque esto resulta en la pérdida de su salario, no obstante repre-senta la verdadera economía del arte y de la cultura: la economía del don, de la generosidad, del compromiso de la inversión social que no espera un rendimiento que se pueda medir en términos moneta-rios o comerciales, sino en términos de capital social, del desarrollo de la ciudadanía. Cuando Lucio recibe la notificación oficial de que se declaraba cerrada la biblioteca, por lo que ya no recibiría más lo-tes de libros ni la cuota de mantenimiento, él respondió “con una carta cólerica a las autoridades estatales, declarando que así como el agua hace más falta en el desierto y la medicina en la enfermedad, los libros son indispensables donde nadie lee” (El último lector 36). Comparar la necesidad de libros con la del agua, aunque tal vez pa-rezca absurdo, revela uno de los signos más importantes del sub-desarrollo en la novela: la escasez del agua en el pueblo, y la depen-dencia del gobierno para suministrarla. El agua y la educación son condiciones primordiales para el desarrollo y en muchas culturas han sido obras públicas desde la antigüedad.

La imaginación desatada en Lucio cuando resucita a Herlinda, o la que vemos en Odilón cuando mezcla las cualidades de la cerveza

2 Arturo Ahmed Romero agrega que “la causa principal fue la competencia desigual que se da en el mercado del libro y la falta de un marco legal que dé certidumbre a la inversión y el financiamiento para la creación de nuevas libre-rías y propicie la modernización de las ya existentes” (“Los retos de las librerías en la nueva Ley de Fomento para el Libro y la Lectura en México”). Véase también Alberto Ruy Sánchez, “Fundamentalismo contra lectores”.

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con cualidades humanas, encuentra su mayor auge y logro en El ejér-cito iluminado. Esta novela cuenta la historia de Ignacio Matus, un maestro de niños discapacitados (los “iluminados” que sufren de retraso mental) quien se obsesiona con la pérdida de los territorios mexicanos al norte del Río Bravo. Matus es además maratonista y también está obsesionado con el gringo que había ganado la medalla de bronce en las olimpiadas del 1924; Matus no participó en el ma-ratón de París, pero corrió en su ciudad el mismo día y terminó con mejor tiempo que el maratonista norteamericano. Por eso siente que el gringo le birló la medalla de bronce. Con su fervor nacionalista y antiyanqui, su deseo de hacerse héroe de la patria y su odio decide organizar con sus estudiantes un pequeño ejército para retomar Texas para México.

La imaginación desatada en Matus y en los niños iluminados da rienda suelta a la creación de escenarios heroicos de guerra contra los gringos enemigos a lo largo de la novela. Lo que nos interesa aquí, es destacar la tremenda burla que hace Toscana de la historia mexicana y del nacionalismo militante. Como en las demás novelas, sobre todo en Estación Tula, Santa María del Circo y El último lector, Toscana se burla de las vicisitudes de la historia de México, sobre todo durante el siglo XIX. En sus novelas, los llamados héroes de la nación mexicana, en particular Santa Ana y Porfirio Díaz, son desas-trosos para la gente común. Lo que se destaca en El ejército iluminado en comparación con las otras novelas de Toscana es que anterior-mente nuestro autor no había tocado tan fuertemente las cuerdas sensibles del orgullo mexicano: la humillación de la Guerra con los Estados Unidos de 1846-1848 no sólo tuvo consecuencias enormes para México, sino que todavía se siente en los conflictos fronterizos en torno a la inmigración, el desequilibrio e injusticia en el comercio y las actitudes racistas del gobierno estadounidense y de los medios de comunicación.

En una reseña de la novela, Juan José Reyes afirma la relación entre Ignacio Matus y Don Quijote, pero niega el papel del rencor como motor de la pasión de Matus:

Aquel hombre, no es difícil entenderlo desde las primeras páginas, es una (buena) suerte de Quijote norteño… que es movido no por el rencor (a pe-sar de que un gringo le habría birlado la medalla merecida en la justa parisi-na) sino por el puro amor patrio, por la justicia; es decir, por una utopía que incluye el entusiasmo, la renacida juventud, la impaciencia y el liderazgo.

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Estamos de acuerdo con el impulso utópico, la justicia, la “rena-

cida juventud” y la impaciencia como motores de la pasión de Ma-tus, pero aseverar que Matus “es movido no por el rencor… sino por el puro amor patrio”, me parece poco riguroso. (En su reseña, Reyes no parece reconocer además que los niños son discapacita-dos: se refiere a ellos como “niños comunes”). Reyes afirma que sí hay un tono paródico en la novela, pero no reconoce que es preci-samente el discurso nacionalista militante el que queda parodiado. Nadie puede acusar a Toscana, o a su narrador, de falta de amor pa-trio, sin embargo, la ironía mordaz de la novela señala una visión crítica con respecto al nacionalismo, tal vez del mismo corte de la desconstrucción del nacionalismo revolucionario de Roger Bartra en La jaula de la melancolía 3.

Mientras sí hay una ternura y un amor que se siente entre los personajes, y que corresponde con el amor patrio como señala Re-yes, el lector desde el comienzo reconoce que algo anda mal con un maestro, obsesionado con el odio por los gringos, que convence a unos niños discapacitados a levantar armas para ir a una guerra sui-cida, para retomar Texas para México. La narración provoca a cada paso un gran conflicto entre, por un lado, la injusticia y la indigna-ción ante la historia de las relaciones entre México y Estados Uni-dos, que justifica la pasión de Matus, y por otro lado, la locura y el odio que informan la obsesión del protagonista.

A lo largo de la narración, Matus enseña a los niños a prepararse para la guerra, y así se va formando la imagen ligeramente des-humanizante y siempre contradictoria de los gringos. Está claro que los niños iluminados han aprendido el odio necesario de todo sol-dado dispuesto a matar: los gringos enemigos a veces son cobardes, sin misericordia, avaros, “infieles” que pertenecen al “nefando ejér-cito de las barras y las estrellas” (El ejército iluminado 99, 165, 183). El rencor que siente Matus por Clarence DeMar, quien le robó la me-dalla de bronce, se conjuga con el odio al enemigo gringo. ¿Cómo

3 Mientras Bartra lleva a cabo una crítica feroz del nacionalismo revolucio-nario del régimen priísta, y también de la izquierda mexicana, su crítica de las políticas neoliberales del gobierno panista ha sido más suaves porque asocia al nuevo gobierno neoliberal con la transición democrática. Para un análisis a fondo de las posiciones de Bartra, véase Abeyta, “Postnationalism, Globaliza-tion and the ‘Post-Mexican Condition’ in Roger Bartra”.

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no puede sentirse el rencor alimentado por la vergüenza cuando Matus, frustrado con la falta de agallas de sus conciudadanos de Monterrey, reflexiona sobre la ocupación de la misma ciudad duran-te la guerra con Estados Unidos y después en la capital durante las olimpiadas del 68?:

Hace ciento veintitantos años esta misma plaza se llenó de gringos unifor-mados y bien armados; por suerte yo no lo vi, debe de ser humillante que en tu ciudad mande un ejército invasor. Tú lo has dicho, Matus, humillante, pero fue hace tanto tiempo que ya nadie lo recuerda y pocos lo aprenden […]. Matus baja la cabeza, avergonzado. Ahora sí está vencido, en la guerra y en la vida no le resta sino llegar en último lugar. No tiene alumnos, no tiene soldados, ni siquiera habrá un disparo de salida. Le molesta pensar que en pocos días comienzan las olimpiadas y, como de costumbre, los gringos van a arrollar a sus rivales y de nuevo harán ondear su bandera en la capital mexicana, igual que lo hizo su ejército en 1848, y entonarán su himno una y otra vez y obligarán a la gente a ponerse de pie y saludar (El ejército iluminado 34-36). La coincidencia entre las hazañas del ejército iluminado y la ma-

tanza de estudiantes el 2 de octubre de 1968 señala otra de las gran-des críticas de la novela: Toscana en sus novelas, mientras sí critica las injusticias de los Estados Unidos, siempre guarda sus burlas más feroces para los líderes mexicanos que han participado en la ruina del país. Al final, las razones que da el capitán Argüelles para poner en libertad a Matus son tremendamente irónicas:

Le tengo buenas noticias, dice, lo voy a poner en libertad. Tal parece que eligió el mejor momento para su aventura, porque con lo que ocurrió en la ciudad de México lo que menos queremos es que el ejército siga llamando la atención. No somos perseguidores de gente con ideas, como usted y sus muchachos, sólo tratamos de mantener el orden (El ejército iluminado 192). Además, es muy importante que al final de la novela Matus reci-

ba de la viuda de Clarence DeMar la medalla de bronce; DeMar dio instrucciones de que si un día las olimpiadas se realizaran en México que ella le enviara la medalla a Matus. Con esto, el personaje Cla-rence DeMar se humaniza a pesar de la ironía y falta de respeto de su mujer para con Matus. Esto crea una distancia clara entre la ima-gen que Matus ha desarrollado de los gringos y la del narrador.

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En cuanto a la cultura del libro en relación con la imaginación desatada de los iluminados, vemos en esta novela otro logro intere-santísimo. Mientras sí aparecen libros y discursos que crean diso-nancias con las necesidades vitales de los personajes, entre la reali-dad y lo que se exige en la sociedad capitalista (sobre todo el con-formismo), este proceso se extiende a un campo mucho más amplio de la cultura popular que en las novelas anteriores. Por un lado, en escenas cómicas aparecen libros de niños, de colorear, y de oracio-nes que Matus descarta como inadecuados para sus soldados, pues son obstáculos al heroísmo. También los iluminados intentan usar sin éxito un diccionario bilingüe para descifrar el habla de unos gringos que resultan ser compatriotas mexicanos hablando en espa-ñol. Hay, además, una burla mordaz del himno nacional, la bandera y el discurso nacionalista a lo largo de la novela4. Por otro lado, mu-chas de las nociones que tienen los iluminados sobre la guerra, la aventura y la ciencia militar las aprendieron de Matus, pero también de fórmulas y lugares comunes del cine y de la leyenda popular. Por ejemplo, una vez que se separan de Matus y enfrentan a unos grin-gos, que son mexicanos desafortunados, los iluminados dialogan en-tre sí acerca del combate con ellos. El diálogo es morboso y diverti-do a la vez:

Yo disparo, Comodoro alza la mano derecha con el índice al cielo, estoy se-guro de dar en el blanco […]. Apoya el cañón en el marco de la ventana izquierda e hinca una rodilla en el suelo; pronto tiene la cabeza de uno de los hombres perfectamente alineada con la mira. Apunta al pecho, le su-giere el Milagro, y Comodoro explica que es otra su intención. Quiero me-terle el tiro por el agujero de la oreja. No sé si esto sea ley o azar o mera ca-

4 Es admirable que en México se estén escribiendo novelas que critican los

abusos del gobierno, de la violencia social, y que desconstruyen el nacionalis-mo. En Estados Unidos, como ha dicho la autora R.J. Hillhouse, los novelistas, sobre todo los del género thriller, han fallado, han decepcionado al público nor-teamericano porque no han ayudado a entender la oscura realidad de la guerra contra el terror y de la ocupación de Irak. La literatura norteamericana no está desempeñando un papel crítico, sino que fomenta una visión paranoica que promueve la idea de que sólo un héroe dispuesto a violar los derechos huma-nos, a violar la constitución, puede salvarnos de los terroristas, etc. “Outsour-cing Intelligence: Author R.J. Hillhouse on How Key National Security Projects Are Contracted to Private Firms”. Por si fuera poco, mucha de la literatura nor-teamericana que se traduce al español es de autores como Tom Clancy, que fe-tichizan el nacionalismo militar.

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ballerosidad, dice Ubaldo, pero jamás he visto que en la guerra se dispare a la cabeza, las balas entran por el tronco cuando son letales, y en piernas o brazos cuando la intención es sólo herir; los alemanes mueren berreando y sacudiéndose; los gringos, si acaso mueren, lo hacen con dignidad y en si-lencio; y de los japoneses sé poco porque siempre andan en aviones (El ejér-cito iluminado 154). La influencia de Hollywood está clara: hasta la deshumanización

de soldados alemanes y japoneses, mas la exaltación del sacrificio de soldados norteamericanos en la Segunda Guerra Mundial, informan la imaginación de los iluminados, entrenados a ver a los gringos como enemigos. Lo que es más, no se puede halagar la caballerosi-dad de estos niños sin reconocer la violencia implícita en su misión: por su afán de hacerse héroes, acaban disparando a un mexicano inocente. Esta escena recuerda además la famosa escena de los ga-leotes en el Quijote, cuando Don Quijote pone en libertad a unos criminales que lo manipulan convenciéndole de la injusticia de su castigo. El choque moral entre los ideales del caballero y los ilumi-nados, por una parte, y su equivocado esfuerzo por instalar la justi-cia en el mundo, por otra, es un tema central en ambas obras. Tam-bién hay un conflicto parecido en Duelo por Miguel Pruneda en torno al personaje José Videgaray, quien asesina a un profesor norteameri-cano para vengar el honor de la patria.

En cuanto a lo que saben los iluminados sobre la guerra, éstos repiten aseveraciones que implican un conocimiento basado en una experiencia anterior: “yo he visto que…”. En el camino hacia la frontera, Ubaldo se preocupa por los riesgos que podrían enfrentar y, dirigiéndose a Comodoro, hace la siguiente observación:

Yo he visto que alguien debe siempre marchar por delante, así se entera de antemano de los peligros que amenazan a la tropa; en una emboscada sólo le disparan a él, nos avisa si hay puente roto antes de que sea imposible fre-nar, y sobre todo, es el primero en caer en arenas movedizas. Comodoro, un chico gordo, se baja de la carreta de mula para

adelantarse, pero el fusil le resulta demasiado pesado: Más rápido, le dice Azucena cuando nota que la mula lo empieza a alcanzar. Comodoro acelera unos segundos, sólo unos segundos porque el cansancio lo vence y de nuevo el animal le pisa los talones. Hazte a un lado, le grita Ubaldo, incapaz de frenar. El rifle pesa mucho, balbucea Comodoro.

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Cuando el carrito se le acerca, Ubaldo le da un consejo: “si caes

en arenas movedizas, manténte quieto, no trates de salir porque te hundes más; espera a que te lancemos una cuerda. Aun si tu cabeza se sumerge alza las manos, no pierdas ilusiones” (El ejército iluminado 141-142). Así, la imaginación desatada de los iluminados genera es-cenarios conjeturales, aunque muy improbables, que chocan con la realidad a la vez que se alimentan de ella y de la cultura popular.

Azucena, siguiendo el pensamiento de Ubaldo, y mezclándolo con su propia experiencia y observación de la realidad, concluye que

Será una muerte espantosa… él nunca usa el pasamanos del instituto por-que sus puños son incapaces de sostenerle el peso. No importa cuántas cuerdas le arrojemos, Comodoro se nos va a hundir. En el instante en que la arena se lo trague hay que disparar, así le ahorramos la oscuridad y la de-sesperanza (El ejército iluminado 142). La mezcla de realidades (la experiencia del instituto, la gordura

de Comodoro) con las fórmulas aprendidas del cine y de la cultura popular por lo general, es una gran parte del logro del humor mor-daz de esta novela y recuerda la convivencia entre la realidad y la fantasía en el Quijote. De la misma manera que Don Quijote ve gi-gantes agitando los brazos donde hay molinos de viento con las as-pas volteándose, los iluminados ven gringos enemigos donde andan mexicanos borrachos y bigotudos. Matus infunde en los niños el de-seo de ser héroes, de tal grado que acaban viendo y haciendo lo que quieren, convirtiendo sus equivocaciones en hazañas.

Para concluir, quisiera resumir algunas ideas de esta lectura de Toscana a la luz de las observaciones de Carlos Monsiváis acerca del rumbo actual de la literatura mexicana. Como otros escritores de su generación, Toscana está muy consciente de las transformaciones del mercado del libro, sobre todo el hecho de que su obra está suje-ta a una obsolescencia acelerada. Lo que he querido destacar en este estudio, sin embargo, es la visión crítica de la cultura del libro en México, la escasez de lectores y recursos, y la saturación del merca-do con libros de la no-ficción cuya pretensión de eficacia se encuen-tra totalmente desmistificada en su narrativa. Es decir, que en sus novelas encontramos una crítica mordaz de la influencia del merca-do estadounidense y los efectos negativos de la globalización, sobre todo de la razón instrumental frente a las realidades del subdesarro-

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llo. Toscana desmistifica en el nacionalismo y en la ideología capita-lista todo discurso y condición material que asegura el fracaso. Lo que es más, Toscana es lector riguroso tanto de escritores nortea-mericanos como de españoles, latinoamericanos y de otras culturas. No hay que entender esta lectura, e influencia, como una especie de colonialismo, como señala Monsiváis, sino que sienten Toscana y sus contemporáneos mexicanos una gran “urgencia de estar al día impuesta por la globalización”. De hecho, al final de El último lector, cuando Lucio contempla los libros condenados, se incluyen los de “todos esos hijos de la gran puta que predican que Latinoamérica ya no da para las letras si no se le disfraza de gringuez” (El último lector 186). Toscana afirma claramente la tradición latinoamericana e his-pana: frente a la cultura anglosajona, frente a la razón instrumental y el fetichismo protestante de la verdad, Toscana afirma la verdad qui-jotesca, la verdad crítica y sabia del barroco que afirma la relación compleja entre la realidad y la ficción, que afirma el papel de la ima-ginación y la experiencia en la vida cotidiana, que afirma la lucha diaria y la terquedad del mexicano frente a las condiciones adversas del subdesarrollo.

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