Memoria, verdad y justicia restaurativa

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Diciembre 2020 Número 9 Revista de solidaridad con El Salvador Memoria, verdad y justicia restaurativa

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Diciembre 2020 Número 9

Revista de solidaridad con El Salvador

Memoria, verdad y justicia restaurativa

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La política de silencio y olvido, que fue adoptada en El Salvador tras la Ley de Amnistía de 1993, ha impedido que las víctimas del conflicto armado que tuvo lugar entre 1980 y 1992 hablaran y fueran escuchadas. Todo ello con la clara intención de que el transcurso del tiempo acabara sembrando la indiferencia y el desconocimiento en la sociedad salvadoreña sobre las causas y consecuencias de este conflicto armado y sobre las graves violaciones de Derechos Humanos que ocurrieron en el mismo. Es imprescindible dar respuesta a estas décadas de impunidad y de indefensión por las que luchan decenas de organizaciones salvadoreñas e internacionales unidas para avanzar

desde la dignidad, la memoria, la verdad y la búsqueda de la justicia. Desde la Revista Náhuat queremos mostrar nuestro compromiso con sus voces y su lucha.

Este año 2020, la condena de la Audiencia Nacional Española de más de 133 años de prisión al coronel Inocente Montano, Viceministro salvadoreño de seguridad pública de El Salvador entre 1989 y 1992, como responsable del asesinato de los cinco jesuitas españoles, marca un momento histórico en la lucha por los derechos humanos en toda Centroamérica. Así mismo, la reapertura del caso de El Mozote brinda una oportunidad sin precedentes para

honrar a las víctimas y el árduo trabajo de las y los defensores de derechos humanos, así como demostrar a toda la región que la justicia y la rendición de cuentas por crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad son alcanzables. El Estado salvadoreño y la Fiscalía General deben estar a la altura de esta histórica oportunidad de lograr reconciliación y paz.

La lucha por la Paz pasa obligatoriamente por la reconciliación, por la verdad y por la voz de las víctimas. Pasa por no olvidar ningún nombre, por restituir la dignidad arrebatada, por hacer justicia. Ahora es el momento. / Rosa Sànchez Girona /

Memoria, verdad y justicia restaurativa

Índice• Editorial ..........................................................2• Palabras al viento .......................................2• En reconocimiento.....................................3• Actualidad ....................................................3• Memoria, verdad y justicia .....................4• Sabías que .....................................................9• Descubriendo El Salvador ................... 10• Punto de libro .......................................... 11• Entrevista .................................................... 12

Rosa Sánchez Girona, directora.

Han colaborado en este número: la Asociación Internacional Pro Memoria Histórica, Reconciliación y Cultura de Paz en El Salvador, Marta Alcalde, Eduard Balsebre, José Ramón Juaniz, Francisco Mena Sandoval, Esperanza Pérez, Roc Pons, Fina Rubio y Robert Soro.

Queremos agradecer especialmente la cesión de uso del crédito de las imágenes a Pro-Búsqueda y Salvador Meléndez (portada y págs. 4 y 8), al Museo de la Palabra y la Imagen (págs. 2 y 3), a TIAJRES (pàg. 5), a IDHUCA (pág. 6) y a COPPES e Ivan C.Montesinos (pág.7).

Más información y colaboraciones:

Información y Consejo de Redacción: [email protected]

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Datos de contacto:c. Cuba, 2 08030 Barcelona (España)web: www.huacalong.cat blog: https://www.huacalong.cat/revista-nahuat/teléfono: +34 636971660@huacal_ong

Huacal no se hace responsable de las opiniones expresadas en los artículos firmados.

Náhuat. Revista de solidaridad con El Salvador es la revista de Huacal, ong de solidaridad con El Salvador

Número 9Diciembre 2020Publicación gratuita. Edición en catalán y español

Palabras al viento“Yo lo que espero es la justicia, que haya justicia. Una justicia que no es venganza, sino que la justicia debe ser un reconocimiento a las ví ctimas y también un reconocimiento a los errores que ellos cometieron. Que haya justicia, porque si no hay justicia no hay perdón...”

RUFINA AMAYA (La Guacamaya 1943 - San Salva-dor 2007), única sobreviviente de la Masacre del Mozote de diciembre de 1981.

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Editorial

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Actualidad

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El segundo número del suplemento cultural de la revista Náhuat, Metzti Chikume (Siete Lunas), está dedicado a rememorar los hechos acaecidos en octubre de 1980 en Villa el Rosario (Morazán).

En el marco de un operativo de las Fuerzas Armadas de El Salvador, y pese a la situación de violencia existente y la tajante orden de perpetrar una matanza de centenares de personas, se produjo un ejemplo de dignidad que cambió el destino del pueblo y salvó la vida de miles de personas.

La masacre de villa El Rosario no se consumó, porque el capitán Francisco Mena Sandoval tomó la decisión de no

cumplir las órdenes de sus superiores y en vez de cercar a la población para facilitar la matanza, se tomó el pueblo, abortando el plan de masacre. A su lado, en horas de plática y profundo debate se encuentra Evelin Romero, entonces una joven, que se convierte en representante del pueblo y defensora de sus vidas.

Un año más tarde, otro militar, Domingo Monterrosa encabezando el batallón Atlácatl, tomó la decisión de poner en práctica la estrategia gubernamental de la masacre como arma contrainsurgente en El Mozote, con un saldo de más de mil pobladores asesinados.

+ información: https://www.huacalong.cat/suplement-num-8/

Metzti Chikume: Villa el Rosario, Morazán, 1980

El próximo 25 de enero del 2021 a las 19h se inaugura en Barcelona la Escuela de formación Amparo Casamalhuapa, un nuevo proyecto de Huacal y de la Red de Literatura Salvadoreña en Cataluña.

Un conjunto de personas y entidades nos hemos unido para sumar nuestros conocimientos y experiencias con el objetivo de crear un espacio de formación, reflexión y debate sobre la historia y la actualidad social, cultural y económica , específicamente, de El Salvador y, en general, del conjunto de Centroamérica.

El acto inaugural, en formato on-line, contará con la participación de Carlos Henriquez Consalvi, director del Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI) de San Salvador que nos ofrecerá una conferencia sobre la figura de Amparo Casamalhuapa (Nejapa, 1910 - San Salvador, 1971), maestra, escritora, poeta, vitalista, feminista y comunista que simbolizó la oposición a la dictadura del general Maximiliano Hernández Martínez.

+ información: https://www.literaturasalvadorenya.cat/

Movimiento LGTBIQ salvadoreñoQueremos reconocer la labor que desde los años ‘50, durante el conflicto civil y espe-cialmente en las últimas décadas, realizan miles de personas y decenas de organiza-ciones salvadoreñas (como Colectiva Lésbica-feminista salvadoreña de la Media Luna, Entre amigos, Colectivo Alejandria, Fraternidad sin fronteras, Red Transal, ESMULES, ASPIDH ARCOIRIS, COMCAVIS Trans, DIKÉ LGTBI+, AMATE, Federación Salvadoreña LGBTI y muchas otras) para garantizar el ejercicio y goce pleno de los derechos huma-nos de la población LGBTI, así como para crear y fortalecer una sociedad salvadoreña más libre, plural y respetuosa

Más información en: https://www.feslgbti.org/

Nace la Escuela Amparo Casamalhuapa en Cataluña

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En El Salvador callaron las armas del conflicto bélico en 1992. Pero la amnistía acordada un año después por ambos bandos firmantes de los Acuerdos de Paz, determinó para las víctimas y sus familias una nueva y compleja revictimización. Un nuevo e inhumano silencio se impuso, no sólo para garantizar la impunidad de los responsables de crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra; sino también, para impedir que las víctimas hablaran y fueran escuchadas; para que siguieran en el olvido y sin identidad, con la intención de que el transcurso del tiempo acabara sembrando la indiferencia de toda la sociedad.

Este silencio de la negación ha sido y es una forma de tortura psicológica permanente para las víctimas y sus familias con graves efectos patológicos, como la pérdida de la identidad y el sentimiento de culpa, vergüenza y aislamiento y, como señala J.M. Ruiz-Vargas “la sensación de estar permanentemente condenado; lo que provoca que las personas se sientan como

muertos vivientes” (1) . ¡Cuántas veces he podido constatar ese sentimiento inicial de culpa en mi cercanía con las víctimas salvadoreñas! “Si retrocedemos siete años atrás, nos asombraríamos de lo que hemos avanzado. Antes no creíamos en nosotros, si no que pensábamos que nos merecíamos lo que habíamos sufrido”. Con estas reveladoras palabras, Héctor Recinos, miembro del Comité de presos políticos salvadoreños, reconocía ese sentimiento de culpa y al mismo tiempo, definía de forma genial lo que ha podido representar para las víctimas salvadoreñas la experiencia del Tribunal de El Salvador, en ese proceso de toma de conciencia de la injusticia del sufrimiento y del dolor soportados; lo que provoca el empoderamiento de las víctimas y de una sociedad engañada, y a la sazón solidaria, que se rebelan contra la mentira oficial.

Ante esta situación, lamentablemente prolongada durante ya más de cuatro años por las fuerzas políticas y poderes públicos y fácticos del país, desde la Sentencia de La Corte

Suprema de 13 de julio de 2016 que declaró la inconstitucionalidad de la ley de amnistía de 1993, debemos preguntarnos: ¿Verdaderamente, alguna persona con sentido común puede afirmar que la recuperación de esa memoria de dolor y sufrimiento del pueblo salvadoreño, que la necesaria rendición de cuentas por los responsables y la ineludible reparación de todas las víctimas, abre o remueve unas heridas pretendidamente cerradas por el simple transcurso del tiempo? ¿Qué historia pretenden contarnos ahora estos eruditos de la negación del dolor ajeno? ¿La que durante ya casi treinta años de silencio, miedo y memoricidio ha impuesto una despiadada e inhumana mordaza a todas las víctimas y sus familias? ¿Acaso conocen el significado de esta sagrada palabra? ¡Memoria!

“El tiempo vivido es una construcción de la memoria”, señala el autor antes citado, a la sazón, Catedrático Emérito de Psicología de la Memoria de la UA de Madrid. Y añade: “los seres humanos

Memoria y vida de las víctimas del conflicto armado en El Salvador

Manifestación “No borrarán nuestra memoria” en San Salvador

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somos tiempo y memoria, porque estamos hechos de tiempo: la dimensión fugaz de la vida, y de memoria: el mejor y gran antídoto contra la fugacidad temporal. Y en esa tensión perpetua entre lo efímero que se escapa y nuestros conjuros por retenerlo se construye nuestra biografía. La vida de cada ser humano se construye en su memoria, porque lo que nuestra memoria guarda no son los sucesos o los episodios de la vida, sino las experiencias personales, las vivencias de tales sucesos. Y si la memoria está llena de heridas incurables y con necesidad de hablar; pero te imponen amordazarla, acallarla e incluso arrancarle su propia lengua, entonces la víctima comprueba una verdad suprema para todo ser humano: que sin memoria no hay vida; no hay pasado, presente, ni futuro, porque… la memoria es la vida”.

Por eso, es necesario afirmar que cualquier ejercicio de represión de la memoria histórica individual y colectiva, provenga de regímenes dictatoriales o de leyes de Amnistía para los victimarios de crímenes contra la humanidad, sea cual sea la razón y el contexto histórico en que se promulguen, son instrumentos contra la vida; son leyes contra la naturaleza humana que ninguna sociedad democrática y respetuosa con los derechos humanos puede permitir.

El ejercicio de recuperación de la Memoria Histórica es una apuesta por la vida y una experiencia positiva de sanación. Todos tenemos lagunas de silencio en nuestra memoria familiar que es preciso recuperar de un pasado que sigue ahí, para comprender mejor lo que hoy somos; “porque el pasado es siempre una morada, pero no existe olvido capaz de demolerlo” (Benedetti). Y cuando el pasado es de sufrimiento y dolor, el recuerdo de ese dolor siempre es el más cercano. En mi experiencia de escuchar a las víctimas de crímenes contra la humanidad en el Tribunal Internacional de El Salvador, siempre me sorprende la cercanía con que la víctima recuerda la vivencia de su herida; sobre todo cuando se evoca el recuerdo de la tortura sufrida.

¿Olvidar el dolor? Es imposible. ¿Convivir

con el sufrimiento, con la ausencia y el vacío que deja el ser querido o con la impotencia desafiante de la pérdida de salud? Ese es el objetivo que posibilita la verdad y que culminan la reparación y la justicia. En mis oídos resuenan las impresionantes palabras de Julio Rivera, cuando en su testimonio ante el I Tribunal sacudía el velo del olvido con estos mismas interrogantes: “El ex Presidente de la República, Alfredo Cristiani, decretó perdón y olvido. Usurpó a Dios porque sólo Él puede perdonar. Sí, puede haber perdón, pero no olvido. ¿Cómo voy a olvidar cuando vi como asesinaban a mi madre?”

Y junto al dolor personal o individual, los psicólogos constatan la fractura del tejido social que provocó el conflicto armado. Esa fractura social provocó la dimensión comunitaria del dolor. Y si alguien piensa que el dolor desaparece por efecto de la ley de la vida, con la muerte de la víctima sobreviviente que sufrió el impacto traumático de la violencia, se equivoca rotundamente. Porque la represión de la memoria histórica de las víctimas tiene también una proyección intergeneracional que traslada la dinámica amnesia/memoria a las nuevas generaciones. La experiencia del Tribunal de El Salvador así nos lo refleja claramente. Es la dimensión intergeneracional del dolor.

Las heridas del terror siguen vivas, por lo tanto, en la memoria de las víctimas y sus descendientes y la represión de su memoria se proyecta sobre el futuro contaminando la convivencia y la democracia, al tiempo que les provoca una nueva y compleja revictimización. Porque no se debe desconocer tampoco, la dimensión sociológica y política de la represión de la memoria de las víctimas y la consiguiente impunidad, como factores contaminantes de la convivencia en paz y de la propia democracia. Así, en El Salvador, la violencia armada o moral/institucional del presente, es hija de la impunidad, de la falta de transparencia y de la corrupción del pasado. Y en el ámbito europeo, pero con una inevitable proyección planetaria, la ausencia de un profundo trabajo de memoria y la enorme deuda aún no saldada con

Justicia“Esa justicia no trata de buscar castigo, su pedido se enmarca en la justicia transicional; lo que se pretende es que los victimarios reconozcan su responsa-bilidad. Una vez se reconoce la verdad, se pide perdón también”.José María Tojeira, director del IDHUCA.

El año 2009 nace el Tribunal Interna-cional para la aplicación de la Justicia restaurativa en El Salvador en res-puesta al silencio institucional hacia las víctimas del conflicto armado que se cerró en falso con una Ley de Am-nistía, (declarada inconstitucional el año 2016 por la Sala de lo Constitucio-nal de la Corte Suprema de Justicia de El Salvador). La Universidad Centroa-mericana “José Simeón Cañas” (UCA), a través de su Instituto de Derechos Humanos (IDHUCA) y por exigencia de la Red de Comités de Víctimas del conflicto armado, tomó la decisión de crear el Tribunal Internacional para la aplicación de la Justicia Restaurativa en El Salvador.

Este Tribunal es una modalidad de política pública no gubernamental, integrado por expertos en justicia y derechos humanos de varios países como España, Brasil, Paraguay, Chile, Estados Unidos y el propio El Salva-dor, que trabajan para dar un espacio a las víctimas para exigir justicia, verdad y reparación de daños. Así mismo, lucha contra la deses-peranza, la indiferencia, el dolor y ayuda a sanar ese deseo de búsqueda constante por saber dónde dejaron los restos de unos familiares desapa-recidos o asesinados y así, finalmente, poder cerrar el duelo y poder tener un poco de paz. Una historia que viven miles de salvadoreños que añoran la reconciliación y el conocimiento de la verdad sobre lo ocurrido a sus seres amados.

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muchas de las víctimas de crímenes contra la humanidad, crímenes de guerra y graves violaciones a los derechos humanos, entre ellos España, desnaturaliza los sistemas democráticos y favorece los mensajes xenófobos, racistas, machistas y revisionistas o condescendientes con los crímenes contra la humanidad de nuestro pasado común de represión de las libertades, de muerte y destrucción total; como constata Géraldine Schwarz en su libro “Los amnésicos (Historia de una familia europea)”, galardonado con el Premio al Libro Europeo de 2018, y de imprescindible lectura para comprender el auge de la extrema derecha en toda Europa.

Un pueblo que olvida su dolor y su historia, dando carta de naturaleza a la impunidad, corre el riesgo de perder su conciencia crítica y con ella, su capacidad para encontrar la verdadera reconciliación. Reivindicar la memoria histórica y la identidad de las víctimas es, por supuesto, exigir verdad, justicia y reparación; pero sobre todo, es reivindicar la vida, o en palabras de Jon Sobrino “dar la vida por supuesto” y proclamar la dignidad de cada ser humano abatido o herido por el terror. Porque, como señala el Grupo VIDAS, recientemente creado en El Salvador por personas que sufrieron violaciones a los derechos humanos especialmente durante el conflicto armado, “esta iniciativa surge de la decisión individual y colectiva de no ser, además, víctimas de la deliberada negación de verdad y justicia por parte de nuestros victimarios y sus cómplices”. / José Ramón Juániz Maya, Juez del Tribunal Internacional para la aplicación de la Justicia Restaurativa en El Salvador 2009-2019/

(1) Ruiz-Vargas, J.M. “Memoria y vida de los perdedores durante la larga dictadura franquista”. Rev. Jueces para la democracia, Núm. 95 (julio 2019), pág.150.

Juicio por la masacre de la UCA

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El 8 de junio de 2020, la Audiencia Nacional española inició el juicio contra el coronel salvadoreño Inocente Montano, Viceministro salvadoreño de seguridad pública entre 1989 y 1992, para quien la fiscalía pidió 150 años de cárcel por su participación en el asesinato los “Mártires de la UCA”, cinco sacerdotes españoles, Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín-Baró, Segundo Montes, Amando López y Juan Ramón Moreno, el jesuita salvadoreño Joaquín López y dos colaboradoras, Julia Elba Ramos y su hija, Celina Ramos, en El Salvador en 1989.

La Audiencia Nacional española sólo puede juzgar delitos cometidos en el extranjero si sus víctimas son españolas, por ello los asesinatos del jesuita salvadoreño y de las dos mujeres quedan fuera de las acusaciones que se formulan contra el coronel Montano, cuya extradición de Estados Unidos a España ha sido una ardua labor tanto de las acusaciones como del Juzgado Central número seis que instruye este caso desde hace años.

Según las investigaciones, Montano participó en reuniones en las que se decidió matar a los jesuitas y compartió la toma de decisiones a este respecto

que protagonizó La Tandona, un grupo de mandos militares de la promoción de oficiales de 1966. Para cometer el crimen se contó con el tristemente famoso batallón Atlacatl.

Finalmente, después de 31 años de espera, el 11 de septiembre de 2020 se condenó a Inocente Montano.

La pena suma 133 años, 4 meses y 5 días de prisión al considerarlo responsable en grado de autor de cinco delitos de asesinato de “carácter terrorista”.

Respecto al resto de los autores, entre ellos los militares José Espinoza, Gonzalo Guevara Cerritos, Ramiro Ávalos, Tomás Zarpate, Manuel Rivas o Nelson López, y su condición de no extraditables –salvo que en algún momento salgan al extranjero, pues sigue en vigor la orden internacional de arresto dictada por el juez Eloy Velasco de la Audiencia Nacional–, el Estado salvadoreño, si se niega a entregarlos, tendrá que juzgarlos tal y como obliga la legislación internacional.

La pregunta que nos hacemos es: ¿cuántos años más tendremos que esperar? / Eduard Balsebre/

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El Salvador es un país de dolientes sin tumbas y de víctimas sin justicia, condición que viven cada día los sobrevivientes de 194 masacres, de los escuadrones de la muerte estatales, de los paramilitares, de las desapariciones forzadas. El Salvador tiene una deuda con sus víctimas.

Veintiocho años después de la firma de los acuerdos de paz, así lo expresan, por activa y por pasiva, las organizaciones que forman la Mesa contra la Impunidad, el Grupo Gestor por una Ley Integral de Reparaciones y la Comisión de Trabajo Pro-Memoria Histórica, plataformas unitarias que año tras año se manifiestan y organizan para solicitar una legislación que tenga en cuenta su voz y sus propuestas en este largo camino que se ha convertido la justicia y la reconciliación en El Salvador. Esta unidad les hace fuertes y es en ésta fortaleza que miles de víctimas se acompañan y reivindican demostrando que el silencio puede acabarse. La recuperación de la memoria, el relato de la impunidad, la dignificación de la verdad o la búsqueda de la justicia son los instrumentos de los miembros de estas organizaciones en su apuesta por la vida y por la sanación tanto individual como colectiva de la sociedad salvadoreña.

Amanda Castro, antropóloga, lo expresa claramente “es importante abrazar la memoria, hacer una lucha imbricada de

todas las cosas y ver cómo transformar, a través de alzar la voz y perder el miedo. En un país con muchas heridas y en donde el miedo fue impuesto de las maneras más violentas es fácil que muchos se queden en el silencio”.

Sofía Hernández del Comité de Familiares de Víctimas de Violaciones a los Derechos Humanos “Marianella García Villas” (CODEFAM) remata: “Pasaron más de 30 años, me pregunto a dónde estarán, yo les pido a los responsables que sean sinceros y nos pidan perdón, pedimos que se haga justicia, que ya no queremos más impunidad”

Eduardo García, coordinador de Pro-Búsqueda, nos recuerda que “se debe impedir que cuenten esta historia quienes tuvieron una parte activa o causaron daño, independiente del bando beligerante que lo cuente. Yo creo que esto es potestad de la sociedad, rescatar la historia y contarla desde los actores que no estaban involucrados y que vieron pasar frente a sus ojos el conflicto armado y qué mejor, que los jóvenes entrevisten a sus padres o abuelos y construir así esa historia que no está escrita todavía”

Rosa Elsi Pérez Cruz de la Asociación de Víctimas y Sobrevivientes del Conflicto Armado, recuerda como con la firma de los Acuerdos de Paz se guardaron las armas, pero la búsqueda de la justicia

sigue. “Seguimos aquí. Tenemos un rostro y exigimos justicia”

“Demandamos la instalación inmediata de un proceso de diálogo con las víctimas y organizaciones de derechos humanos para elaborar el proyecto de ley”, señala Rafael Martínez Segura, miembro del Comité de Presos y Presas Políticos de El Salvador (COPPES).

Estas son algunas de las miles de voces de la memoria… protagonistas de la historia que siguen esperando respuestas y seguirán eternamente… / Marta Alcalde /

Unidas en la verdad y la memoria

COPPES y HuacalDesde el año 2017 el Comité de Presos y Presas Políticos de El Salvador (COPPES) y Huacal colaboran en conservar la me-moria histórica, en mostrar la verdad acontecida durante la guerra civil en El Salvador para que ésta no se repita y en luchar por la reivindicación, justicia e igualdad de aquellos y aquellas que fueron encarcelados y torturados den-tro de las horrendas prisiones salvado-reñas de la década de los 80.

Entre las actividades que este 2021 desarrollaremos conjuntamente, se encuentran un programa de talleres de atención psicológica con el objeto de sanar las consecuencias físicas y psico-lógicas de la tortura sobre las víctimas y sus familias.

Dia Internacional de las víctimas de desapariciones forzosas

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De la locura a la esperanza La guerra de 12 años en El Salvador, es el nombre del informe de la Comisión de la Verdad para El Salvador que surge de los Acuerdos de Paz de Chapultepec, con la finalidad de investigar y esclarecer las más graves violaciones de derechos humanos en El Salvador+ info: Informe Comisión de la Verdad

Pro-búsqueda ha aclarado 446 denunciasde las más de mil niños y niñas que fueron secuestrados, adoptados o crecieron en orfanatos. En su gran mayoría lograron la reunificación familiar, en otros, dar con la ubicación de la persona, viva o muerta.

El libro Amarillo,aparecido en 2014, es un documento del ejército salvadoreño con nombres de cerca de 2.000 personas consideradas como opositores al gobierno durante el conflicto armado (1980-1992). El 43% de dichos nombres fue víctima de desaparición, tortura o asesinato.+ info: Diario Contrapunto

Siete gorrioneses tanto una conmovedora obra literaria como el libro testimonial de un niño, Lucio Vásquez “Chiyo”, que sufrió de golpe los rigores de la guerra civil salvadoreña, refugiándose en los campamentos de la guerrilla del FMLN y participando en la clandestina Radio Venceremos.

El Monumento a la memoria y la verdadfue inaugurado el 2003 en el parque Cuscatlán a iniciativa del Comité Pro Monumento de las Víctimas Civiles. Es un muro de 85 metros de largo que contiene los nombres de 25.000 víctimas de la Guerra Civil Salvadoreña.

Amnistía Internacional califica de “histórica” la sentencia que condena al excoronel y exviceministro salvadoreño Inocente Montano a más de133 años de prisión por ordenar junto a otros altos mandos militares salvadoreños el asesinato de los jesuitas en El Salvador en 1989.

Los doce nacimientos de Miguel Mármol es un comic del donostiarra Dani Fano, biografía novelesca del dirigente obrero y comunista salvadoreño Miguel Mármol que nos muestra un pedazo de historia, mimada trazo a trazo, con la pasión del artista que entrega su alma.

Díganle a mi madre que estoy en el paraísode Ana Margarita Gasteazoro, es el relato de los sucesos que fueron marcando su vida: la incorporación al Movimiento Nacional Revolucionario, la clandestinidad y la experiencia como prisionera política

La Ruta de la Memoria Histórica de San Salvador Fue inaugurada en el 2019 para dar a conocer tres lugares del centro de la capital, la Iglesia El Rosario, la Catedral Metropolitana y el Monumento a la Memoria y la Verdad (en el Parque Cuscatlán).

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Sabías que...

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Descubriendo El Salvador

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El 21 de enero de 2018 bajaba la persiana el Café Bella Nápoles después de 56 años de mil y una confesiones, las mejores semitas pachas (o altas), eternos pensamientos, deliciosos tamales, paredes adornadas con diarios y pinturas, añorados pichelitos, las oscurecidas mesas-refugio de versos y como no, buenos sorbos de café.

Ubicada en la calle que antiguamente se conocía como la calle de las librerías en el mero centro de San Salvador, el Bella Nápoles abrió sus puertas el 17 de junio de 1961 y bien pronto fue considerado como un referente no sólo de poetas, escritores o cineastas, sino de salvadoreños a quienes sus padres de pequeños los llevaron a saborear un buen sorbo de café.

El nombre del establecimiento se debe a la añoranza por su tierra de origen de sus fundadores Marta, mama Campanita, y Ramón Matamoros, de ascendencia italiana. Doña Marta siempre estuvo tras el mostrador sonando la clásica campana para llamar a las meseras y tras su muerte en el 2008, este lugar lo ocupó su hija Concepción de Gutiérrez, que tras la caja registradora siguió viendo entrar y salir a sus parroquianos hasta los últimos estertores de la máquina de café.

En los turbulentos años del siglo XX,

muchos salvadoreños encontraron su refugio, su espacio de tranquilidad, en cafeterías como la Lutecia, famosa por su sangría, la Doreña, que sólo vendía café de verdad, la Americana, frecuentada por políticos y señores respetables, El buen gusto, en la esquina opuesta al Teatro Nacional, la Corona, sitio preferido por los periodistas pues se vendían tamales y pan, la concurrida Skandia en el Gran Hotel San Salvador o la singular Bella Nápoles.

El Bella Nápoles era, pues, un testimonio del tiempo, sobreviviente de dos incendios y algún traslado. Tras superar el chirrido de su puerta de entrada aparecía ante nuestros ojos décadas de la historia salvadoreña: los mismos colores en las paredes, el mismo piso, los mismos olores a repostería, las mismas mesas y sillas, muchas de ellas las originales, la misma mirada de la cajera y la misma complicidad de las meseras.

Fue refugio de muchos durante las décadas de los ’60 y ’70. Allí se escondieron de la Guardia Nacional los poetas perseguidos o los maestros que desarrollaron huelgas, protestas en las plazas y mítines en el centro de San Salvador. En sus mesas disertaron escritores como Osvaldo Escobar Velado, Pedro Geoffroy Rivas, Roque Dalton, Manlio Argueta, Roberto Armijo, José Roberto Cea o Tirso Canales. También pasaron por ahí los pintores Camilo Minero, Antonio García Ponce, Augusto Crespín, Bernardo Crespín, Armando Solís, Carlos Ramírez Melara y Antonio Bonilla, escultores como Dagoberto Reyes y actores como Enmanuel Jaen y Norman Douglas.

Pocos quedaron tan presentes entre sus mesas como los escritores que publicaron en la página cultural Cebolla Púrpura: Jaime Suárez Quemaín, Francisco «Tamba» Aragón, Nelson Brizuela, Mauricio Vallejo, Alfonso Hernández y Rigoberto Góngora – que fueron asesinados en la guerra- donde se convirtieron en toda una atracción por las apasionadas discusiones políticas y literarias en torno a las humeantes tazas de café o de las heladas cervezas.

El doce de julio de 1980 en el café secuestraron a punta de pistola al poeta Jaime Suárez Quemaín y al fotoperiodista César Navarro quienes fueron asesinados a las pocas horas. A pesar de las torturas Suárez conservó el dedo pulgar entre el índice y el anular, que en El Salvador es una señal de irrespeto que significa: «ma», como una provocación a sus captores y un símbolo que caracterizaba a la Cebolla Púrpura.

Así, en los ’80 esa magia de ensueño se disipó y la gente emigró, dejaron de frecuentar el lugar hasta que las cosas se calmaron o hasta que las balas dejaron de sonar. El refugio había muerto, pero pese a ello y aunque se corrió el rumor de que era peligroso visitar El Bello Nápoles, la gente siguió llegando.

Años después, volvieron a converger niños y adultos para comer pan con café a las 3:00 de la tarde o algún otro agradecido platillo italiano o un sándwich de pollo. Más pronto que tarde, siguieron llegando muchos de los que conocieron a esos poetas, nuevas generaciones de artistas y escritores, de comerciantes y obreros, de padres e hijos, y hasta algún turista, se sentaron en esas mismas sillas y observaron con cuidado sus paredes cremas mientras saboreaban un milhojas y tomaban un sorbo de café.

Aunque era una cafetería igual a muchas que como ella se encontraban en el centro de San Salvador, existía algo que la hacía diferente, en ella se escribía la historia y cada nuevo día, se sumaba un nuevo sueño, un nuevo verso, una nueva esperanza. Hoy, nos hace mucha falta El Bella Nápoles, su ambiente irrecuperable, sus desaparecidos visitantes y sus paredes silenciosas…

/ Este artículo es un extracto de la extraordinaria crónica “Los habitantes eternos del Bella Nápoles” de Mauricio Vallejo Márquez y el sugestivo libro “Bella Nápoles, el café de los poetas muertos” de Marvin Galeas / Eduard Balsebre /

El Bella Nápoles, el café eterno

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En este número sorteamos tres ejemplares del libro “Del ejército nacional al ejército guerrillero” (2018) de Francisco Mena Sandoval entre los y las lectores/as de la Revista Náhuat.

Un valioso testimonio de algunos momentos claves de la historia salvadoreña del siglo XX.

Punto de libro

En el año 2013, el Instituto de Estudios sobre Desarrollo y Cooperación Internacional (Hegoa) de la Universidad del País vasco publicó “Mujeres con memoria. Activistas del movimiento de derechos humanos en El Salvador” de Gloria Guzmán y Irantzu Mendia.

Gloria Guzmán, feminista salvadoreña, ha sido activista en el movimiento de mujeres (Las Dignas) y en el de derechos humanos. Fue cofundadora del Comité Pro-monumento a las Víctimas Civiles de Violaciones de los Derechos Humanos en El Salvador y actualmente es investigadora de Hegoa. Irantzu Mendia es profesora del Departamento de Sociología y Trabajo Social de la Universidad del País Vasco e investigadora de Hegoa especializada en el análisis feminista de los conflictos armados, la construcción de paz, la justicia transicional y la memoria histórica.

Esta obra reconstruye parte de la memoria del conflicto político-armado en El Salvador a partir de las experiencias de

mujeres activistas del movimiento de derechos humanos y como resultado de una investigación sobre sus motivaciones, objetivos, estrategias, logros y obstáculos enfrentados en su labor de defensa de los derechos humanos.

En sus páginas refleja las luchas políticas, la denuncia de las violaciones de derechos humanos desde los años 70 e intenta contribuir al conocimiento de la vida salvadoreña, gracias, tanto, a un interesante trabajo de memoria realizado por las víctimas y sus familiares, como a la exploración en perspectiva histórica de algunas de las prácticas más significativas de las activistas de derechos humanos que puedan explicar la compleja dialéctica entre su condición de víctimas de violencia y, al mismo tiempo, su condición de actoras políticas protagonistas de los acontecimientos más relevantes de la historia reciente de El Salvador. Una obra imprescindible para conocer y reconocer el papel de las mujeres salvadoreñas en la historia de su país.

Mujeres con memoria de G. Guzmán e I. Mendia

Se puede leer

dirigiendote a la Biblioteca El Carmel- Juan Marsé (Carrer

de la Murtra, 135, Barcelona) o en cualquier Biblioteca de Cataluña mediante el

prestamo interbibliotecário

Page 12: Memoria, verdad y justicia restaurativa

Entrevista a Francisco Mena Sandoval

Nahuat

El Salvador ha sufrido demasiados años de violencia ¿Qué es necesario hacer para revertir esta situación?La violencia armada, social o institucional del presente es inherente al proceso que hemos vivido y tiene una clara relación con la impunidad de los hechos del pasado, con la falta de transparencia y la corrupción.

Es imprescindible resolver esas causas estructurales, que desangran día a día a nuestro país, para poder avanzar hacia una paz duradera que es impensable sin justicia social, sin construir un modelo de vida sostenible y respetuoso con nuestro entorno y sin violencias de ningún tipo, incluyendo la violencia contra las mujeres que continúa siendo una constante en nuestro país.

Hay una memoria histórica a la que se debe de responder, porque en El Salvador hay mucho dolor oculto en los ríos del olvido y de la impunidad. Toda la sociedad salvadoreña debemos convertirnos en montañas para recibir, entre las hojas de las ramas de sus árboles, los vientos del sufrimiento del dolor y la memoria de todas las víctimas, para así entre todas y todos mitigar su dolor.

Con el paso del tiempo, ¿Qué crees que salió mal de los Acuerdos de Paz de 1992?En los tiempos de la guerra nos parecía una utopía posible que en El Salvador construiríamos una sociedad igualitaria, democrática y libre. Los Acuerdos de Paz firmados en 1992 en Chapultepec, poéticamente muy excelsos e imponentes, lo orientaban en esa dirección, pero aunque hubo logros importantes, el Acuerdo se cerró sin integrar entre otros, dos temas medulares. En primer lugar, las causas de la guerra, la injusticia social, y en segundo lugar, aunque no menos importante, la reconciliación. La paz no solo se escribe, hay que luchar por ella, construirla y mantenerla.

¿Como ves los últimos pasos que se están dando en el campo de la reconciliación?El Salvador hoy es un país sin guerra, pero también sin paz. La Ley de Amnistía, postergó el castigo a la impunidad. La declaración de inconstitucionalidad de la ley abrió nuevamente el camino, para

la verdad y la justicia. Pero la Asamblea Legislativa quiso promulgar otra ley disfrazada de Reconciliación, que no era más que otra ley de amnistía.

Creo que es posible encontrar un punto de encuentro entre los derechos de unos (las victimas) y los intereses de los otros (los victimarios) y esperamos que la presumible devolución de la nueva ley por la Sala de Lo Constitucional a la Asamblea Legislativa abra una nueva oportunidad para una verdadera Ley de Justicia Transicional en El Salvador.

Otro paso necesario ha sido la condena del coronel Montano en España que rompe el mito de que los militares son inviolables y deja pruebas evidentes de las responsabilidades penales por parte del Alto Mando de ese entonces.

Has vivido momentos esenciales de la historia moderna de El Salvador, como recoge tu libro “Del ejército nacional al ejército guerrillero”. Si tuvieras que escoger un momento ¿Cuál sería de todos ellos?Mi vida está llena de muchos momentos que me han ido transformando e impregnando de conciencia, mi proceso de vida ha sido muy rico en grandes experiencias y lecciones aprendidas. De militar me convertí en guerrillero y hoy me siento profundamente unido a las victimas luchando por la reconciliación.

Pero si de todas estas experiencias tengo que escoger una, sería la vivencia en la Villa El Rosario en Morazán. Fue mi punto de inflexión. El hecho cambió mi vida para siempre gracias a lo que considero la dignidad de la desobediencia.

Como capitán del Ejército salvadoreño me habían ordenado aniquilar alrededor de 5000 seres humanos, entre mujeres y hombres de todas edades. No acepté esa orden. Ese día descubrí que la desobediencia tiene dignidad. 40 años después, sigo luchando por mantener esa dignidad y sigo luchando codo a codo con cientos de hombres y mujeres de todo el mundo con un objetivo tan necesario como imprescindible para nuestro pueblo: contribuir a alcanzar la reconciliación nacional, lo que constituye una condición indispensable para alcanzar la paz.

Me Llamo Francisco Mena Sandoval y tengo 78 años, nací en El Salvador, me gradué en la Escuela militar, soy Capitán y Licenciado en Ciencias Políticas. Luego de 19 años, ostentando el grado de Capitán, entré en una profunda crisis al percibir que la razón de la lucha estaba del lado de la guerrilla y, desilusionado por el enfrentamiento con nuestro propio pueblo, me integré a ella. Después de 12 años de lucha, participé en los Acuerdos de Paz y fui diputado del pueblo en la primera Asamblea Legislativa. Desde hace 20 años resido en Barcelona donde realicé un Master en Cooperación Internacional por la UB. Me encanta la política, es una excelente actividad humana, aunque la han desnaturalizado la mayoría de partidos políticos. El 2017 me integré en las asociaciones de víctimas en la lucha por la reconciliación de nuestro país. Presido la Asociación Internacional Pro Memoria Histórica, Reconciliación y Cultura de Paz en El Salvador. Estoy casado con una mujer catalana feminista que me ha generado un espíritu de igualdad de género. Me siento un hombre realizado y muy feliz.12