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Autores

Natalia Guevara Bedoya

Lina Alejandra Uribe Henao

Katherine Martínez Rivera

Juan Pablo Sanabria Mazo

Nathalia Agudelo y Angie Palacios

Daniel A. Camargo G. y Nathalia A. Henao G.

Docente-investigador: Jorge Manrique Grisales

Facultad de Humanidades y Ciencias SocialesDepartamento de Comunicación y LenguajeCarrera de Comunicación

Experiencias con la prensa como constructora de realidad y memoria

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Experiencias con la prensa como constructora de realidad y memoria

Autores

Natalia Guevara Bedoya

Lina Alejandra Uribe Henao

Katherine Martínez Rivera

Juan Pablo Sanabria Mazo

Nathalia Agudelo y Angie Palacios

Daniel A. Camargo G. y Nathalia A. Henao G.

Docente-investigador: Jorge Manrique Grisales

RectorLuis Felipe Gómez Restrepo, S. J.Vicerrector AcadémicoAna Milena Yoshioka VargasVicerrector del Medio UniversitarioLibardo Valderrama Centeno, S. J.Secretario GeneralPablo Rubén Vernaza GómezDecana AcadémicaAlba Luz Rojas MartínezDirector Departamento de Comunicación y LenguajeRicardo Rodríguez QuinteroDirectora Carrera de ComunicaciónAdriana Rodríguez Sánchez Dirección de Trabajos de gradoÁngela María Correa Méndez

Compilación y edición Jorge Manrique GrisalesÁngela María Correa MéndezLina Escobar MazoPresentación Jorge Manrique Grisales

Comité de Trabajos de Grado Ricardo Rodríguez QuinteroAdriana Rodríguez SánchezCarlos Andrés Tobar TovarÁngela María Correa MéndezPaula Trujillo Jaramillo

Comité EditorialJorge Manrique GrisalesÁngela María Correa MéndezLina Escobar Mazo Revisión de estilo en españolServio Eliseo CerónCoordinador Sello Editorial JaverianoClaudia Lorena González GonzálezConcepto GráficoPatricia MejíaOficina de Comunicaciones –DircomPúblico objetivoRevista Cuaderno Javeriano de Comunicación está dirigida a investigadores, profesores, profesionales y estudiantes del área de la Comunicación Social.

Periodicidad SemestralPara sus suscripciones o canjes dirigirse a: Pontificia Universidad Javeriana Cali, ColombiaFacultad de Humanidades y Ciencias SocialesRevista Cuaderno Javeriano de ComunicaciónCalle 18 # 118-125 Av. Cañasgordas - Tel: 3218200 ext. 8263Correo electrónico: [email protected]ágina web: http://www.javerianacali.edu.coPrecio suscripción por número: $18.000 – USD 18.ooFormato: 210 mm x 250 mmEl contenido de los artículos es de exclusiva responsabilidad de los autores. Los textos pueden reproducirse total o parcialmente citando la fuente.

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Experiencias con la prensa como constructora de realidad y memoria

Edición No. 10 - junio 2017

Cuaderno Javeriano de Comunicación • Cali Colombia • No. 10 • pp 1-103 • junio 2017 • ISSN 2322-8474

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ÍNDICE

Presentación: La prensa como constructora de realidad y memoria

El Liberal: un periódico de ayer

De héroe a villano: reportaje narrativo del caso Sigifredo López

La crónica en la construcción de la identidad regional vallecaucana

Lecciones de periodismo para contar 11 horas de viaje a Armero y Chinchiná

El lado psicológico de la tragedia de Armero

Ejercicio de memoria sobre la noche que Cali se deshizo en dinamita

El HUV: un hospital de guerra

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Edición No. 10 - junio 2017

Cuaderno Javeriano de Comunicación • Cali Colombia • No. 10 • pp 7-14 • junio 2017 • ISSN 2322-8474

Gráfico No.1. Registro en El Espectador de la tragedia de Armero en 1985.Fuente: archivo El Espectador 1985. 1

1 Jorge Manrique-Grisales es docente-investigador del Departamento de Comunicación y Lenguaje de la Pontificia Universidad Javeriana Cali, Colombia. Es doctorando en Comunicación de la Universidad de Huelva (España) y coordinador del Semillero de Investigación en Periodismo y Memoria de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Javeriana Cali. Hace parte del Grupo de Investigación Procesos y Medios.

La prensa como constructora de realidad y memoria

Autor:Jorge Manrique-Grisales1

La prensa es un medio que no solo retrata la so-ciedad en la que circula, sino que al mismo tiempo incorpora en sus relatos las pistas para narrar la historia. En el siglo XXI esta convive en un ecosis-tema informativo caracterizado por la multiplicidad de voces y formatos.

La discusión teórica sobre construcción social de realidad y construcción de memoria histórica, indi-vidual y colectiva se llevó al campo experimental,

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mediante trabajos de grado y ejercicios de clase desarrollados en los últimos cinco años por estudiantes de Comunicación de la Pontificia Universidad Javeriana de Cali, Colombia.

El cierre del diario El Liberal de Popayán, la historia del exdiputado de la Asamblea del Valle, Sigifredo López, y la identidad vallecaucana reflejada en crónicas del diario El País permitieron no solo investigar, sino también producir en clave de reportajes y crónicas piezas para dar cuenta del ejercicio de indagar el pasado.

Del mismo modo, se pudo observar como el trozo de la realidad captado por la prensa en el cubrimiento de la tragedia de Armero, en 1985, y la explosión de seis camiones carga-dos con dinamita en Cali, en 1956, se despliega en versiones de testigos y recorridos por el territorio de los acontecimientos, que a su vez generan nuevos relatos desde la mirada de los jóvenes, que fueron publicados en formatos con características de hipertextuali-dad, multimedialidad e interactividad (Salaverría, 2005).

Estos trabajos dieron origen en 2016 al Semillero de Investigación en Periodismo y Me-moria, en el que el periodismo se convierte en una herramienta para investigar el pasado y traer al presente relatos que son confrontados con la memoria que tienen las personas acerca de los acontecimientos.

Por casi 400 años los periódicos han encauzado la visión del mundo. Las sociedades que los han producido se han nutrido de sus anuncios, han vibrado con sus titulares, han con-firmado o cuestionado sus posturas políticas, se han asombrado con sus historias, se han indignado con sus denuncias, y de alguna forma también han consignado en ellos, para la posteridad, instantáneas de la cotidianidad.

La prensa selecciona para sus lectores un trozo de realidad que de alguna forma refleja la cotidianidad de la sociedad que los produce, pero que también filtra los acontecimientos en la perspectiva del lector que se siente identificado con el discurso mediático, tanto desde el punto de vista cognoscitivo, como del emocional. En este sentido, Ramos (1995) señala que:

Los medios de comunicación seleccionan aspectos del mundo que de esta for-ma aparece filtrado ante mis sentidos. El conocimiento que me proporcionan no solamente pone en juego mis capacidades cognoscitivas sino también emociona-les: ante ellos río, me apeno, me enfado, me complacen […] circunstancias que

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favorecen mi identificación con su discurso, apropiándome de este modo de los significantes que me exponen en una dialéctica entre mi auto-identificación y la identificación que los medios hacen de mí ( p. 111).

El relato histórico y el relato periodístico se encuentran, se complementan, se relacionan y también, si se quiere, se yuxtaponen en el intento de explicar la realidad y construir memoria sobre los hechos.

Antes de que apareciera el Papel Periódico de Santafé de Bogotá, los acontecimientos iban y venían en cartas, relaciones y rumores. De hecho, después del 9 de febrero de 1791, cuando circuló el primer número del mencionado semanario, siguieron haciéndolo a través de esos mismos medios si se tiene en cuenta el alto grado de analfabetismo en la Nueva Granada, cercano al 80 % (Silva, 2004).

Fue la catástrofe sufrida por la capital del Nuevo Reino de Granada, el 12 de julio de 1785, la que mostró la utilidad de que la gente estuviera conectada a través de una hoja que de-tallaba lo que muchos sabían de oídas o que habían visto con sus propios ojos: una ciudad destruida por un espantoso terremoto que tuvo lugar a las 7: 45 de la mañana.

La cultura impresa es más lenta que el rumor. El Aviso del Terremoto salió una semana después del suceso, pues imprimir en aquella época era algo complicado. De todas formas, gracias a esa mo-desta hoja se pudo saber qué ocurrió aquella ma-ñana en la fría y aislada Santafé de Bogotá.

El ejercicio de construir memoria sobre los hechos implica volver una y otra vez para tratar de levantar todas las piedras y mirar que hay debajo. Allí está la prensa con su soporte de papel, tipos de letra, elaboraciones gráficas y fotográficas, titulares y discursos sobre la realidad.

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Un objetivo de la reconstrucción de la memoria, desde el periodismo, es volver al sitio de los hechos, porque el tiempo atempera declaraciones y pone al descubier-to tantas otras que suman al proceso que alguna vez se comenzó a esclarecer. Por tanto, hay que ir cuantas veces sea necesario al epicentro de los hechos y darles paso a todas las memorias que se reúnan allí, porque cada quien tiene la suya y la asume de manera distinta. Es un proceso que, hay que decirlo, carece de verda-des absolutas (F. A. Ramírez, 2016, p. 14).

Plantea el editor de El Espectador, Jorge Cardona Alzate, que “la memoria será la clave para que nadie olvide lo que no debe repetir” (2016, p. 47), mientras que la periodista e in-vestigadora Olga Behar precisa que “una sociedad que no esté suficientemente informa-da sobre su pasado no entenderá por qué debe construir un futuro diferente (2016, p. 53).La periodista María Eugenia Ludueña, citada en Behar (2016) precisa que es en el relato periodístico donde se genera el salto de la memoria individual a la memoria colectiva (social), puesto que se narra la historia de uno y de muchos. “[Se] producen memorias íntimas y colectivas al mismo tiempo, híbridas, desde nuevos modos de contar y de tran-sitar las orillas entre el periodismo de investigación, la no ficción, el diario personal y la literatura” (p. 58).

Desde una perspectiva de presente, interesarse por el pasado puede ayudar a construir futuros deseables, al entender mejor los contextos que contribuyeron a moldear ese pre-sente. Inexorablemente, el pasado aparecerá siempre en el presente.

Cualquier estado presente es una huella de lo sucedido en el pasado. Nuestro pre-sente es lo que el pasado nos ha legado para construir el futuro con los recursos que el propio pasado nos dejó. En este sentido, el pasado nos resulta relevante en tanto que es susceptible de hacérsenos presente ahora (Rosa R, Bellelli, & Bakhurst, 2000, p.43).

Ahora bien, una cuestión que será motivo de numerosos análisis, y seguramente de muchas controversias, es el lugar del periodista como “historiador del presente”. Cabe señalar aquí lo expresado en 2010 por el profesor e historiador de la Universidad de Valla-dolid, Pedro Pablo Pérez, en torno a los quehaceres de historiadores y periodistas, en una entrevista realizada en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra durante un curso de verano. Al preguntársele sobre la relación entre periodismo e investigación histórica, el profesor Pérez indicó que

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Son dos actividades muy interrelacionadas. De un modo el Periodismo se encarga de relatar la actualidad y la Historia está interesada en relatar el pasado, pero todo pasado fue actualidad. Los dos tenemos como misión en primer lugar fijar los hechos. Es decir, quién estaba allí, cuándo sucedió y qué ocurrió. Ahora bien, el historiador, cuando construye la trama narrativa para explicar qué ha sucedido, lo hace con mayor detenimiento, porque tiene más tiempo que el periodista, normal-mente, y retrocede en el tiempo para intentar mirar aquello con más profundidad. El periodista no puede mirar con esa profundidad2.

Coincide esta postura con lo expresado por Díaz Domínguez (2012) en el sentido que la prensa y la historia “están llamados a entenderse” (p.11), y prueba de ello son los estu-dios realizados en las últimas décadas en torno al tratamiento que la prensa le ha dado a determinados acontecimientos históricos o bien la descripción de las características de publicaciones periódicas de una época o un lugar determinados.

De esta forma, estamos hablando de dos campos en los que se trabaja con herramientas similares pero que dependiendo del narrador (sea este historiador o periodista) va a tener matices y grados de profundidad en el abordaje de los objetos de investigación. En todo caso, la prensa se ha convertido en una fuente importante para los estudios históricos contemporáneos (Díaz Domínguez, 2012).

Un laboratorio con el pasado

En los años 2015 y 2016 se realizaron, en la carrera de Comunicación de la Pontificia Uni-versidad Javeriana de Cali, Colombia, trabajos de periodismo basados en el rastreo de archivos de prensa y todas las demás técnicas del reporterismo para reconstruir, desde la mirada de los jóvenes, dos acontecimientos trágicos que vivió Colombia y de los cuales se cumplían 30 y 60 años, respectivamente. Hablamos de la tragedia de Armero, en 1985, y la explosión de Cali, en 1956.

2 Veáse: https://goo.gl/ly1v5b.

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Gráfico No. 2. Registro en la versión impresa de El Espectador de la investigación adelantada por el grupo de Periodismo Electrónico de la PUJ-Cali en 2016-1Fuente: archivo El Espectador 2016

Las dos investigaciones se convirtieron en reportajes multimedia que circularon en la ver-sión digital del diario El Espectador3. En estos proyectos participaron los docentes Jorge Manrique-Grisales, Mauricio Hernández y Adriana Gastaldi.

3 Veáse: https://www.elespectador.com/static_specials/14/armero/index.html, https://www.elespectador.com/sites/default/files/static_specials/100/explosion-cali/index.html

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La prensa consultada había que leerla en clave de realidad (contexto), pero también de memoria, y aquí apareció una tarea adicional muy importante: confrontar los relatos del pasado con personas sobrevivientes de las dos catástrofes. De esta forma se construyó metodológicamente un campo de relaciones, tensiones y fuerzas entre realidad, memo-ria histórica, individual y colectiva, del que se derivaron nuevas miradas sobre estos dos acontecimientos.

Se analizaron y procesaron grandes cantidades de información y se tomaron muchas fotografías con la intención de realizar, en un primer momento, periodismo de datos, y posteriormente profundizar en géneros como la crónica y la entrevista como ejes narrati-vos de la investigación.

En lo multimedial, se emplearon formatos como infografías, líneas de tiempo, foto-rela-tos, video y animación.

La búsqueda de personajes para confrontar los datos de la prensa permitió a los estudian-tes descubrir nuevos detalles que fueron objeto de discusión en la clase de Periodismo Electrónico. De esta forma se analizó la realidad contada por los medios y la memoria individual y colectiva recogida en conversaciones con sobrevivientes.

A modo de conclusión

La relación entre historia y prensa puede dinamizarse en la medida en que se confronten los relatos históricos y periodísticos con la memoria individual y la colectiva. Para muchos investigadores de las Ciencias Sociales los archivos de prensa son simples registros, y a veces en las investigaciones no se hace justicia con el contexto que los produjo.

El en siglo XVIII la Nueva Granada tenía un analfabetismo del 80 % y el impacto de la prensa era poco en relación con otras formas de circulación, como el rumor. En el siglo XXI la sobreabundancia de información se ha convertido en una forma de censura para cosas que se quieren ocultar a los ojos de la opinión pública. Por esto, si la prensa como la conocimos tiende a desaparecer, es necesario profundizar en los nuevos formatos y sus posibilidades narrativas de la mano de las reflexiones acerca del buen periodismo que siempre le escuchamos a Tomás Eloy Martínez (2000), Ryszard Kapuscinski (2003) y Miguel Angel Bastenier (2009).

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Es importante que la academia se vincule más con los medios en la producción de con-tenidos que consulten la mirada de las nuevas generaciones en la confrontación entre periodismo y memoria. Es primordial volver a los hechos con la idea de encontrar siempre algo nuevo que contar.

Bibliografía

Bastenier, M. A. (2009). Cómo se escribe un periódico. Bogotá, Colombia: Fondo de Cultura Eco-nómica.

Behar, O. (2016). Por qué y para qué un periodismo que narra la memoria del conflicto armado. En: Pistas para narrar la memoria. Periodismo que reconstruye las verdades. Bogotá, Co-lombia: Konrad-Adenauer-Stiftung.

Berger, P., & Luckmann, T. (2001). La construcción social de la realidad. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu editores.

Cardona Alzate, J. (2016). Contexto: el rastro de la guerra. En: Pistas para narrar la memoria. Pe-riodismo que reconstruye las verdades. Bogotá, Colombia: Konrad-Adenauer-Stiftung.

Díaz Domínguez, M. P. (2012). De las gazetas a la prensa digital : dos siglos de periodismo escrito en Huelva (1810-2010). Huelva: Universidad de Huelva. Recuperado desde http://hdl.hand-le.net/10272/6435

Kapuscinski, R. (2003). Los cinco sentidos del periodista (estar, ver, oír, compartir, pensar). Méxi-co D.F: Fondo de Cultura Económica.

Kovach, B., & Ronsenstiel, T. (2012). Los elementos del periodismo. Todo lo que los periodistas deben saber y los ciudadanos esperar. (2a. edición). Barcelona, España: Penguin Random House Grupo Editorial, S.A.U.

Martínez, T. E. (2000). Periodismo y narración, desafíos para el Siglo XXI. El Malpensante, 37–44.Ramírez, F.-A. (2016). Los lugares comunes de la memoria. En: Pistas para narrar la memoria.

Periodismo que reconstruye las verdades. Bogotá, Colombia: Konrad-Adenauer-Stiftung.Ramonet, I. (2013). La explosión del periodismo. De los medios de masas a la masa de los me-

dios. Madrid: Clave Intelectual.Ramos, C. (1995). Los medios de comunicación, constructores de lo real. Comunicar, (5), 108.

Recuperado de https://goo.gl/UHe7ARRosa R, A., Bellelli, G., & Bakhurst, D. (2000). Representaciones del pasado, cultura personal e

identidad nacional. In A. Rosa Rivero, G. Bellelli, & D. Barkhurst (Eds.), Memoria colectiva e identidad nacional. Madrid, España: Biblioteca Nueva.

Salaverría, R. (2005). Redacción periodística en Internet. Pamplona, España: EUNSA.Silva, R. (2004). Prensa y revolución a finales del Siglo XVIII. Contribución a un análisis de la for-

mación de la ideología de independencia nacional. Medellín (Colombia): La Carreta Edito-res.

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Edición No. 10 - junio 2017

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El Liberal: un periódico de ayer1

1 Trabajo de grado dirigido por el profesor Jorge Manrique Grisales, docente del Departamento de Comunicación y Lenguaje de la Pontificia Universidad Javeriana Cali.

Introducción

En una brecha de cinco años, desde 2012 que inició el desarrollo de este trabajo de grado, el avance tecnológico en materia de comuni-cación se ha dado a una velocidad que no deja de sorprender. Todos los posibles consumos de un individuo confluyen en plataformas y aplicaciones albergadas en pequeños dispositivos inteligentes, que a través de la programación de códigos configuran un ser etéreo, casi omnipresente, que “lee” nuestros pensamientos, resuelve nuestra vida, nos mantiene informados, nos crea necesidades e inmediata-mente vende la solución.

Aún cuando técnicamente clasifi-co en la generación milenial aman-te de todos estos cambios, soy de ese subgrupo cuyo rango etario habita el limbo de la transición. Cuando quiero me ubico de aquel maravilloso y avanzado lado, o puedo también elegir poner resis-tencia para que ciertas maneras de hacer las cosas en el pasado,

Por Nathalia Guevara Bedoya

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Nathalia Guevara Bedoya

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permanezcan. Justo en ese limbo milenial nació el tema, justificación, objetivo y metodo-logía del Reportaje Multimedia: El Liberal: un periódico de ayer.

Si hay una ciudad de Colombia que connote tradición, memoria e historia nacional, esa es Popayán. De sus 480 años, el diario El Liberal, para 2012, llevaba 74 siendo su testigo fiel. En una población tan pequeña todo el mundo tenía que ver con el periódico. Para mí, que nací allá, era muy obvia su existencia, siempre había estado, y aunque nunca lo reflexio-nara, asumía que seguiría ahí por siempre, al igual que el chisme de los últimos años: los dueños lo van a cerrar.

El 28 de marzo, mientras cumplía con el deber de todo periodista en formación, revisar noticias, quedé desconcertada con el siguiente titular: El Liberal de Popayán dejará de circular por falta de recursos. El rumor se había hecho realidad. Los payaneses, en su mayoría adultos, comentaban con tristeza el suceso. El Grupo Editorial de Vanguardia Li-beral no aportaría más recursos para la operación del periódico; en una carta dirigida a las autoridades del departamento argumentaron que si bien 30 años atrás le habían apostado a la compra del medio, no para generar ganancias, sino para salvaguardar el patrimonio del Cauca, cada vez se había hecho más difícil lograrlo.

Ese hecho me dejó pensando en los factores que llevaron al extremo de cerrar el diario, y además me permitió observar de frente cómo mis pares, los jóvenes nacidos y criados en la ciudad blanca, eran apáticos al acontecimiento.

¿Por qué yo era la excepción en la tendencia? Eso iba más allá de mi gusto por el perio-dismo y sus diversos productos y lenguajes; el sentido de pertenencía hacia El Liberal venía del mediano conocimiento que tenía de su historia, de las luchas dadas y hasta en-tonces ganadas, para mí más que un medio de comunicación, era un elemento con valor histórico, social y que, sobre todo, nos daba identidad como payaneses. No obstante, no coincidía con otros jóvenes en la misma sensación, se hacía evidente que un individuo no extraña o se conmueve de algo que no siente como suyo, y eso lo expresa Bastenier (2009) al afirmar que los jóvenes consideran el medio impreso como ajeno.

Ese distanciamiento entre jóvenes y diarios, según Casero-Ripollés (2010), con base en otros autores, provoca tres consecuencias: en primer lugar, pérdida de una porción im-portante del público potencial, y por lo tanto, el deterioro del negocio para la prensa; en segundo término, el envejecimiento de los consumidores de diarios no garantiza el

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relevo generacional de los lectores; y como tercer punto, los diarios se han considerado tradicionalmente un elemento primordial de acceso a la esfera pública y un vehículo de socialización política para los jóvenes. En este sentido, el desinterés hacia la prensa pue-de degradar la conciencia cívica de la juventud.

Con base en esas afirmaciones, y teniendo en cuenta planteamientos como el del perio-dista digital Jean François Fogel (2005), que indica tres vertientes para tratar de afrontar el proceso de transformación de los medios de información: periodismo, contenido y au-diencia, decidí como objetivo general realizar la biografía pública del periódico El Liberal de Popayán, bajo la forma de un reportaje multimedia desarrollado en la red social Facebook, para dar cuenta de su evolución y las circunstancias que lo llevarían al cierre.

Con Facebook como vehículo de comunicación del mensaje, me propuse explorar si era posible generar en los jóvenes sentido de pertenencia o cercanía hacia algo hasta enton-ces desconocido, pero que no tenía porqué ser ajeno.

Para alcanzar el objetivo fue necesario comenzar con la investigación y descripción de los procesos de crisis experimentados por la prensa escrita a nivel mundial y regional, para luego encontrar la relación de estos sucesos con los vividos por El Liberal de Popayán. El estancamiento o descenso de la circulación de la prensa diaria se manifestó en el mundo entero en el período 1960-1985, y se le atribuyó en gran parte a la competencia de otros medios en el mercado informativo, tales como la radio, la televisión y otras publicaciones no diarias. Desde esa época venía luchando El Liberal. De ahí, por ejemplo, la decisión de imprimir el periódico en Pereira y no en Popayán, para abaratar costos.

Por otro lado, dicha crisis se relacionó también con cambios profundos en los hábitos de lectura y en las formas de organización, adquisición y circulación de la información y el conocimiento. Esa ruptura del monopolio de la hegemonía de la prensa, introdujo nuevos códigos y formas de sedimentación cultural, y desde el punto de vista comercial, una fragmentación de los mercados de la información y la publicidad que afectaron a los grandes como The New York Times, Le Monde, The Guardian y El País, con medidas de recorte salarial, y en el peor de los casos, de personal. Tal y como lo vivía El Liberal, su planta de empleados cada año era más pequeña y mal paga.

Entendido el contexto de la crisis, tuve la tarea de seleccionar los elementos constituti-vos de un reportaje multimedia, desde la revisión histórica de los hitos más importantes

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en la vida del diario El Liberal. En esta parte de la investigación encontré la oportunidad de ejercer el olfato periodístico y dejar que la agudeza de mi curiosidad me llevara a re-construir de la mano del más vasto de los géneros periodísticos, el reportaje, una historia sumamente necesaria de contar. Desde este género tuve la posibilidad de incluir y reunir a todos los demás: noticia, entrevista, crónica, recursos de otros géneros literarios como el ensayo, la novela corta y el cuento.

Ya con toda la historia en la cabeza y cantidad de material que me ayudaba a ilustrarla, ge-nerar sensaciones, conectar a la gente con el sentimiento de amor y gratitud de quienes me contaron un pedazo de la historia, exploré la red social Facebook como eje narrativo del reportaje multimedia. Entendiendo a este género ciberperiodístico como un recurso desde tres características específicas que lo definen: la multimedialidad, la hipertextua-lidad y la interactividad. En esta lógica, descubrí que la arquitectura de Facebook me lo permitía, dada su convergencia con múltiples aplicaciones, el abanico amplio de herra-mientas para los usuarios, la participación de los navegantes y un diálogo permanente de las personas con la interfaz a través de un lenguaje ya aprendido con el uso y casi que intuitivo.

Al final de este experimento académico validé con una muestra representativa de usua-rios la propuesta de reportaje multimedia en la red social Facebook, como una forma de dar cuenta de la biografía pública del diario El Liberal de Popayán, que aportara en la cons-trucción de memoria histórica en la juventud. Y los resultados fueron muy favorables, por ejemplo, el 70 % de los usuarios calificó la página como excelente.

Después de recorrer la biografía en Facebook se presentaron conversaciones orgánicas en las que se hizo énfasis en uno de los hitos que más marcó a los usuarios, la crisis vivida por el terremoto de 1983. Este hecho evidenció la labor memorable y heroica cumplida por el periódico bajo el eslogan: “El diario reconstruir de Popayán y del Cauca”. Con esto se cumplió a cabalidad lo afirmado por Restrepo (2005), en el sentido que un periódico llega a ser más útil que el pan cuando se convierte en un viático de esperanza para gente que sufre en las crisis. Al final quedó la sensación generalizada de no querer ver morir aquello que en muchos momentos fue vida para los payaneses. Eso dio aún más sentido a esta investigación.

Aunque el 15 de diciembre del 2012 circuló el último ejemplar de El Liberal, fue gratifican-te enterarme, también por los medios, que un grupo de 30 caucanos decidió asociarse

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para apostarle desde la región y el empoderamiento de la ciudadanía, adultos y jóvenes, a fundar El Nuevo Liberal. Algo tienen que estar haciendo bien para que el heredero de esa memoria colectiva que representó El Liberal, con todo y los veloces cambios de las TIC, esté en pie, dando la lucha desde lo tradicional e incursionando en lo digital.

Tal vez ya hay un sentimiento de pertenencia más arraigado en todas las generaciones, y lo que se demanda, según los resultados de mi trabajo de grado, es consumir la misma información pero por canales y modos diferentes. Para la muestra, un botón: El Tiempo, el medio impreso más importante de nuestro país, hoy brinda al público reportajes mul-timedia, infografías y piezas solo para web, redes sociales y ese ecosistema milenial, mientras a la par lanza el rediseño de su versión impresa pensando en esos lectores que más allá de informarse quieren mejor análisis, reportajes extensos, mayor interpretación de la realidad y deleitarse con su habito de leer en papel.

Objetivos

Objetivo General

Realizar la biografía pública del periódico El Liberal de Popayán bajo la forma de un repor-taje multimedia desarrollado en la red social Facebook, para dar cuenta de su evolución y las circunstancias que lo llevaron a su cierre.

Objetivos Específicos

Describir los procesos vividos por la prensa escrita en el mundo y su relación con la crisis de El Liberal de Popayán.

Seleccionar los elementos constitutivos de un reportaje multimedia, desde la revi-sión histórica de los hitos más importantes en la vida del diario El Liberal.

Explorar la red social Facebook como eje narrativo del reportaje multimedia sobre el diario El Liberal de Popayán.

Validar con usuarios la propuesta de reportaje multimedia en la red social Facebook como una forma de dar cuenta de la biografía pública del diario El Liberal de Popa-yán.

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Diseño metodológico

Tipo de estudio

El presente trabajo de grado corresponde a un estudio de caso de carácter cualitativo-descriptivo, con enfoque hermenéutico.

En esta investigación el caso particular a estudiar es el periódico El Liberal de Popayán, desde unos criterios previamente definidos que responden al objetivo de indagar sobre el proceso, crisis y cierre del mismo, y que por ende permiten delimitar qué es lo que se va investigar dentro de la biografía del periódico. De este modo, la manera de recolectar los datos también pudo ser definida.

Muestra

En lo que refiere a este ítem, para realizar el estudio de caso fue necesario definir una muestra que suministrara información. Esta, al igual que el corpus de investigación, fue seleccionada a partir de unos criterios de inclusión y exclusión por conveniencia.

Para determinar los hitos del periódico, lo que se hizo fue, primero, acudir a fuentes direc-tas del diario, como las personas que en el pasado o en la actualidad ocuparon y ocupan cargos directivos, de reportería o redacción; y segundo, a algunos payaneses fieles al periódico o suscriptores.

Como resultado de las indagaciones hechas, se seleccionaron los momentos claves en la vida del periódico en los que las fuentes hubieran coincidido. Dichos momentos res-pondieron a dos factores: 1) reconocimiento de hechos determinantes para el periódico desde el ámbito periodístico, o desde la administración de la casa editorial; y 2) considerar al menos un momento clave por cada década de la vida del periódico.

Una vez determinados los hitos, se procedió, por un lado, a profundizar e indagar por cada uno de ellos, para comenzar la reconstrucción biográfica. De este modo se inició un rastreo de documentación que tuvo como base principal el archivo general del periódico. Por otro lado, se efectuaron entrevistas semiestructuradas a los actores sociales que más relación tuvieran con cada hecho, o que pudieran dar más cuenta de ello: periodistas, his-toriadores, suscriptores y ciudadanos payaneses del común.

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Técnicas de investigación

Para la recolección de la información suministrada por las fuentes se implementaron las siguientes técnicas de investigación: revisión documental, entrevista semiestructurada y prueba de usuario.

Producto

Reportaje: El Liberal: un periódico de ayer

¡Usted cree que si mi papá estuviera vivo hubiera dejado morir El Liberal!.. Exclamó Adie-la Bravo, hija del fundador del diario Paulo Emilio Bravo, ante la realidad de un periódico que después de 74 años dejó de circular. Difícil saberlo, pero sí se podría afirmar con total certeza que en las mentes de los señores Enrique Chaux Ferrer, Jorge Alonso Iragorri, Mario Iragorri Diez, Paulo Emilio Bravo, Abelardo González y Cesar O. Paz, en aquella reunión celebrada en 1937 en el despacho del entonces gobernador del Departamento, Doctor Chaux, rondaba la idea de fundar un diario con talleres propios, de tendencia libe-ral y con cubrimiento regional… Nunca se pensó en un final.

Gráfico No. 1. Interfaz del reportaje multimedia construido en la plataforma Facebook.Fuente: tomado de https://goo.gl/7zy1RX

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Por esa época circulaba en Popayán, desde 1932, el semanario liberal El Cauca, dirigi-do por Paulo Emilio Bravo. En la ciudad jamás se había publicado un diario. Ese era el reto. Tras plantearse y asumirse la idea, esta encontró una amplia acogida entre liberales prestantes de la ciudad y rápidamente el dinero necesario para constituir la sociedad fue reunido y recogido por Jorge Alonso Iragorri, el tesorero asignado. Las cuotas aportadas por los socios fueron de $100.

De este modo, para febrero de 1938 estaban suscritas y pagadas 64 de las 70 acciones que conformaban el capital de la empresa. Por lo tanto, se procedió a protocolizar la fun-dación por medio de la escritura pública número 93 refrendada el 11 del mismo mes por el notario público segundo de la ciudad. Legalmente se constituyó una sociedad comer-cial anónima cuyo fin era la explotación comercial de una empresa editorial, con especial interés en fundar un periódico y prestar un servició tipográfico.

Acto seguido los esfuerzos se concentraron en dotar a la empresa editorial de los ele-mentos necesarios para su funcionamiento, pues hasta ese entonces los semanarios eran impresos en editoriales externas como la Departamental, y la idea del primer diario era tener su propio taller. Para esta misión se contó con la ayuda de Carlos Muñoz Po-lanco, quien consiguió dos imprentas: una planeada y otra circunstancial. La primera fue adquirida en Cali a un costo de $6 000. En esta se había editado el periódico El Gato, y sus copropietarios, el presbítero Juan de la Cruz y su hermano Luis Enrique, la negocia-ron ofreciendo como mayor garantía el desplazamiento e instalación de los equipos. Y así sucedió, Luis Enrique se desplazó desde Cali y hasta que no la dejó funcionando a la perfección no se regresó.

Armando el primer taller

La segunda imprenta llegó a El Liberal después de que Alfredo Navia y Carlos Muñoz desistieron de la idea de montar una editorial en Popayán, porque el sistema de émbolos que manejaban las prensas que habían comprado no se conocía por los impresores de la ciudad y esto ocasionó muchos problemas. Decidieron entonces desarmar y negociar una prensa Washington, cuyos chibaletes pasaron a manos del periódico.

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Gráfico No.2. Anuncio de la creación de la Editorial “El Liberal”.Fuente: archivo de El Liberal 1938

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Con el taller instalado en la Carrera 8, entre calles 5 y 6, sede en sus primeros ocho años de vida, se designaron los cargos directivos del nuevo periódico, y además se estima-ron detalles concernientes al cubrimiento periodístico. La dirección se les otorgó a los doctores Paulo Emilio Bravo y Mario Iragorri Diez, y la administración al señor Luis María Suárez. Como mecanismo de cubrimiento periodístico, tanto nacional como internacio-nal, se acudió a la radio y a la contratación de un corresponsal radicado en la capital de la República que establecería comunicación con Popayán a través de telegramas.

Fue así como Antolín Díaz se convirtió en los ojos de El Liberal en Bogotá y la radio en el corresponsal internacional que le permitió al diario generar en los caucanos interés por los temas de actualidad. De ahí que en sus primeras ediciones El Liberal publicara títulos como: “Estados Unidos declarará la Guerra a Japón (Tokio, 5 S.E.), “Hitler y Musolini ex-plican el significado de su alianza” (Universal Press), “Francia e Inglaterra se unen para cualquier ataque alemán” (París-United Press). Información de preguerra, guerra y pos-guerra que era de interés mundial.

Ultimados los detalles administrativos y periodísticos, el 13 de marzo de 1938 salió a las calles El Liberal de Popayán, nombre que orgullosamente le dio el declarado padrino del periódico, Carlos Muñoz Polanco, encargado de dirigir la primera impresión del diario. Esta estuvo contextualizada y desarrollada en el plano internacional por los preámbulos de la Segunda Guerra Mundial, y en lo nacional, por las postrimerías del gobierno del pre-sidente Alfonso López Pumarejo. Por otro lado, la primera nota editorial del periódico es-tuvo dedicada al nacimiento del diario y al servició que pretendía prestar al departamento del Cauca desde una posición política liberal y un regionalismo declarado.

Uno de los principales objetivos del periódico fue el cultivo de una unidad regional dentro del departamento y el fomento de una cordial y “permanente inteligencia” entre todos sus pueblos, particularmente entre ellos y la ciudad capital. Se pretendía un regionalismo noble, pues según sus fundadores, era el tónico que requería el Cauca para el desarrollo de su vigor en potencia, ya que la falta de vinculación entre Popayán y las provincias, tan-to para el estudio de las necesidades de estas como para divulgación de las actividades de aquella en beneficio de todos los sectores departamentales, solía aprovecharse con frecuencia para adelantar campañas injustas de un regionalismo que nunca había tenido resultados favorables.

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Por otra parte, otro de sus objetivos era comunicar una ideología política liberal y, por lo tanto, dar soporte en el suroccidente del país al régimen liberal presidido en ese entonces por Eduardo Santos, tarea que el mismo dirigente resaltó en comunicados y columnas dirigidas al periódico, incluso cuando ya era mandatario. Como esas, fueron muchas las iniciativas y campañas en favor del liberalismo que fueron resaltadas a nivel nacional por los liberales, siendo la candidatura presidencial de Carlos Lleras Restrepo una de las más importantes.

No obstante, a pesar de ser un periódico liberal declarado, también se destacó por estar alejado de criterios mercantilistas y exclusivismos, pues su finalidad era cumplir un co-metido político y también social. Por sus primeras columnas pasaron líderes de distintos matices y tendencias del liberalismo, a quienes se les permitió la independencia crítica e intelectual para que defendieran sus ideales. Característica meritoria para el diario, y por ende para sus dirigentes, que se consagraron a la iniciativa y la hicieron crecer, incluso a veces a costa de sus intereses profesionales y comerciales, para poder, en primer lugar responder a un público exigente por naturaleza, y en segundo, sostener humildemente un periódico de provincia que, frente al modernismo tipográfico de otros grandes periódicos, significaba antes que un negocio, un sacrificio intelectual.

Entra la era del linotipo

Las máquinas adquiridas al comienzo se utilizaron durante 15 años. Los dos siguientes se vieron en la necesidad de utilizar un servicio de linotipo ajeno, hasta que por la escritura 662, generada por un notario, se logró una reforma estatutaria firmada por Paulo Emilio Bravo, gerente del periódico, quien logró elevar el capital de la empresa de $7 000 a $100 000. Con las nuevas acciones se pudieron sustituir los viejos chibaletes por un linotipo, así como también, la antigua prensa Record por una automática RTE de marca Nebiolo, ambas importadas directamente por El Liberal.

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Gráfico No. 3. Información de El Liberal sobre la posesión del presidente Misael Pastrana Borrero en 1970.Fuente: archivo de El Liberal 1970.

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Estos avances permitieron un respiro muy necesario a El Liberal, sobre todo para afrontar la situación política y de violencia que por esa época se experimentaba entre los parti-dos tradicionales. Se resaltó el trabajo directivo, valiente y decidido de Víctor Mosquera Chaux y Próspero Calvache en favor de su partido, junto a la labor periodística de Antonio J. Lemos Guzmán, Pablo Emilio Bravo, Carlos Vergara Cerón, Hernán Ríos, Carlos Muñoz Polanco y Carlos Valencia Mosquera, que por afectos al periódico no abandonaron su la-bor a pesar de la presión y el riesgo al que se sometían. Como sus mismos columnistas expresaron, El Liberal recibió piedra tanto material como moral, y para aportar a la cons-trucción de la democracia tuvo que asumir consecuencias de dolor y muerte.

“El Liberal demostró que era un periódico al servicio de la democracia dentro de las ideas liberales y eso se vio reflejado en el reconocimiento que se le otorgó como uno de los órganos decisivos en el occidente del país para el triunfo de la democracia”, expresó Ge-rardo Fernández Cifuentes, como director, en la conmemoración del segundo aniversario del periódico. Superados esos duros momentos y cuando la democracia trabajosamente alcanzada empezaba a ser real con el Frente Nacional, El Liberal adoptó una posición me-nos política, que enfocó asertivamente graves problemas del Departamento del Cauca en aras de un progreso nativo. Por lo anterior, comenzó a ganar más adeptos y amigos, que según el propio periódico, empezaron a relacionar El Liberal con la verdad, a reconocer en él la caballerosidad, y a identificarlo como un vivo reflejo de la una ciudad gestora de la inteligencia y el patriotismo.

“Fue un catalizador de una problemática no solo de tipo político, sino de tipo so-cial, geográfico, histórico, universitario. Se adecuó a las nuevas circunstancias del Frente Nacional y se manejó un ambiente de pacifismo. Por eso no fue nunca un periódico amarillista. Midió su contenido. Eso lo hizo que fuera apetecido y leído por unos y por otros”, señala Jesús Astaiza.

Detrás de esa imagen que se posicionó en los caucanos, además del trabajo de sus direc-tivos, también existió un factor fundamental aportado por los trabajadores del periódico, quienes no lo escribían pero sí lo hacían. Ellos, eternos compañeros de los periodistas, cargaban a cuestas una responsabilidad similar o quizás más grande que la de los directo-res. Asumían su labor con rigurosidad y disciplina. A horas específicas estaban sentados frente a las mesas de composición siguiendo la rutina, esa que les desarrollaba la intui-ción y la malicia para no dejar escapar ningún detalle.

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Era típico que en los talleres se armaran tertulias en las que se discutían e intercambiaban ideas que los redactores aprovechaban para rastrear opinión. Así era como enfrentaban el frío de las madrugadas. Su expresión facial por la falta de sueño era constante, pues hasta que el linotipista no fundía el último lingote, no se daba inicio al montaje de ninguna página. La precisión matemática con la que organizaban títulos de fondo, encabezados, noticias y gacetillas, manteniendo la interlínea correcta, daban como fruto páginas com-pactas y ricas en contenidos.

El sello de los directores

Así era como las ideas se convertían en lingotes de plomo y luego se materializaban en papel, dinámica poco cambiante, que con el tiempo presenció el paso de diferentes trabajadores, algo que no repercutió mucho en los resultados. Cosa que sí sucedió con los cambios de diversos e ilustres personajes que en su papel de directores y adminis-tradores inevitablemente brindaron un poco de su personalidad al diario y, por lo tanto, le dieron un matiz característico que marcó a los lectores, algunos con más fuerza que otros. Gerardo Fernández Cifuentes, por ejemplo, en su papel de director, marcó la terce-ra década de El Liberal como un promotor del afecto por el terruño y la patria, dados sus conocimientos sobre estos, y la visión que había adquirido sobre las dimensiones política, social y cultural de un pueblo, tras su labor como funcionario público en las embajadas de México y Bélgica.

Características como estas hicieron que El Liberal, tal y como lo expresó el mismo diario en sus editoriales, como periódico de combate, fuera combatido; como canal de aspi-raciones cívicas, acatado; y como patrimonio de Popayán, respetado. Así pues, todo el mundo empezó a tener que ver con El Liberal, incluso los “godos”, que atacaron al diario aún siendo conscientes de que por derecho cívico también les pertenecía, que era el bió-grafo de su partido y de los hechos que acontecían en la ciudad. No se podía desconocer, por un lado, que las columnas del periódico estaban abiertas para todos sin distinción de clases ni colores políticos, siempre y cuando lo que se expresara se hiciera con altura; y por otro lado, que por las páginas del diario pasaron hechos, polémicas, bautizos, ma-trimonios, victorias, derrotas, insultos, alabanzas y, en fin, todos los sucesos que hacen parte de la cotidianidad de una ciudad.

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Épocas duras y terremoto

Ahora bien, las batallas que tuvo que librar El Liberal no solo respondieron a factores po-líticos. En los años 80, la brecha entre el periódico artesanal y la industria tipográfica mo-derna se incrementaba cada vez más y los grandes esfuerzos de los socios, a la cabeza de Paulo Emilio Bravo, se hacían más pequeños.

Gráfico No. 4. Caricatura de Andrés Rivera anunciando cambios en el formato de El Liberal.Fuente: archivo El Liberal.

La situación continuó y a eso se le sumaron inconvenientes internos, algunas diferen-cias personales y la avanzada edad del gerente director, el ex ministro Francisco Lemos Arboleda. En consecuencia, se inició la búsqueda de alguien que asumiera ese rol. Una persona payanesa que conocía la trayectoria y experiencia del caleño Carlos Alberto Cabal

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con la prensa, lo recomendó, y de este modo le llegó a la capital del Valle del Cauca la propuesta, y pese a que con base en los estados financieros hubo quien le dijo “mijo lo llevan a enterrar un muerto”, a él le interesó el ofrecimiento y tras convencerse de que lo peor que le podía pasar era enterrar el muerto y regresarse a su ciudad natal, el 1 de diciembre de 1982 llegó a la gerencia de El Liberal.

Según lo manifestó el mismo Carlos Alberto Cabal, efectivamente el periódico estaba muy mal cuando asumió el mando. La descripción que hace de cómo lo encontró es la de “un tallercito de tipografía tipo chuzo”. A esa empresa quebrada económicamente y retra-sada tecnológicamente, la sorprendió un violento terremoto que el 30 de marzo de 1983 afectó a Popayán. El 70 % de las instalaciones del diario sufrieron daños y sus máquinas se averiaron con el sismo.

¿Qué hacer cuando la ciudad te necesita más que nunca y tus herramientas de trabajo se encuentran destruidas? Disyuntiva que llevó al diario a un exilio involuntario en Cali durante casi siete meses. La decisión de imprimir en los talleres de El Caleño se tomó a pesar de los costos tan altos que esto implicaba, pues la labor titánica que se emprendió se hizo a punta de deuda. No quedaba otra opción. La publicidad estaba caída junto con el comercio destruido y los suscriptores dispersos en diferentes partes del país.

Viajar todos los días durante cinco horas, yendo y viniendo, para poder imprimir el perió-dico, no fue nada fácil, según señaló el exdirector Eduardo Gómez Cerón. En ocasiones tenían que, literalmente, escribir con la máquina en las rodillas, llegar a Cali y terminar el trabajo mientras se preparaban otras páginas.

El cambio fue drástico. Con esfuerzo se imprimieron 170 ediciones de ocho páginas en papel pálido a dos tintas, negra y roja. Las jornadas comenzaban a las nueve de la mañana y terminaban entrada la madrugada, cuando el periódico llegaba a Popayán listo para ser entregado a las 5:30 de la mañana. Esto implicó que el periódico se perdiera de cubrir lo de “última hora”, pero cumplió con una función informativa y reflexiva. No abandonó a la ciudad, y a pesar de que para ellos también tembló, una semana después de la catástrofe El Liberal estuvo en las manos de los lectores con el eslogan “El diario de la reconstruc-ción de Popayán y el Cauca”.

Según Carlos Alberto Cabal, gerente del periódico en ese entonces, si no se hubiera hecho el esfuerzo con los socios de imprimir el periódico en Cali, hubiera sido terrible,

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ya que El Liberal jugó el papel de aglutinar gente, de convocar esfuerzos, de volverse un motor, un promotor de ideas y de críticas. Fue fundamental. Lo que se contó fue la historia de la gente del común poniéndose de pie, se le apostó a ser verdaderos testigos de la ciudad, a creerle al pueblo, a resaltar la gallardía de las mujeres que reconstruyeron la ciudad y a las organizaciones populares que asumieron lo que pasó como su única oportunidad de tener vivienda en la vida. El exdirector Eduardo Gómez afirma que lo que se relató en las páginas del diario fue una historia linda pero no inocente, que incluyó la muerte para muchos líderes de esa lucha popular.

El acoso de la rotativa

El periódico también tuvo un encuentro directo con el avance tecnológico al imprimir en la rotativa de El Caleño. Era innegable que estaba rebasado por la tecnología pues antes de que se imprimieran los 2 500 ejemplares de El Liberal, la rotativa, diseñada para grandes tirajes, sacaba 1 500 imperfectos (algo normal), el 60 % de lo que se imprimía en realidad, y llevaba más tiempo cuadrar la máquina que la misma impresión. Fue una experiencia algo graciosa.

Pasada esa situación, regresaron a Popayán, y pese a que antes circulaban en un formato de 48 cm de largo por 33 cm de ancho, decidieron adoptar el formato tabloide con el que imprimían en Cali, con el fin de responder a los tamaños de publicidad estandarizados por las agencias nacionales. Así mismo, se volvió a vincular al personal al que, con autoriza-ción de la División Departamental del Trabajo, se le habían terminado los contratos en el mes de abril con el fin de salvaguardar económicamente la empresa. Todo, aunque lento, fue volviendo a la “normalidad”.

Para 1987 El Liberal era el único diario colombiano que aún se hacía en linotipo, en lo que se conocía como impresión en caliente. El interés inicial de producir dividendos políticos antes que económicos había generado un estancamiento técnico, que sumado a la trage-dia del terremoto, dejó al diario en una situación muy crítica. Incluso, en 1984 se pensó en cerrar el periódico, pero se luchó y con esfuerzo se generaron unos pequeños avances.La idea de sus dueños era estabilizar económicamente el diario para así proceder a mo-tivar la inversión de capitales generosos que permitieran dar un giro total a El Liberal en cuanto a actualización tecnológica. Esos pequeños cambios con aportes de los socios incluyeron una mejora en los procesos de circulación y distribución, además de hacer a un lado los clichés que se grababan en metal para hacerlos en un sistema de polímero.

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Y aunque todos los demás periódicos hacían sus procesos de impresión en Offset, los polímeros para El Liberal fueron un gran avance.

Paralelo a esos cambios, El Liberal se vinculó como socio a la Agencia Nacional de Noticias Colprensa, agremiación que benefició en muchos aspectos al diario payanés, y a la cual Carlos Alberto Cabal perteneció como miembro de la Junta Directiva. Al estar Colprensa inmersa en el campo de la computación, agilizó en gran medida el envío y recepción de noticias y se simplificaron los costos de reportería, al tiempo que la proyección que pudo realizar el periódico a nivel nacional fue amplia. De igual forma, se pudieron vender servi-cios a agencias internacionales de noticias como la DPA y la EFE.

Llegan Vanguardia y la modernización tecnológica

Así pues, a punta de aportes de los socios, el periódico fue sobrellevando su situación. Esporádicamente generaba pequeñas utilidades que según la gerencia era mejor no re-partir, porque lo que se avecinaba con los constantes cambios tecnológicos requeriría antes de más capital. Se llegó a un punto en que el periódico ya no tenía para donde echar y si no se le inyectaba capital que lo modernizara totalmente era inminente su cierre. Los socios ya habían llegado a su límite financiero y ante esta situación Cabal indagó acerca de la posibilidad de que un inversionista externo fuera aceptado como socio del periódico. La respuesta fue: si lo consigue, sí.

La pauta publicitaria nacional estaba cada vez más alejada porque los costos del periódico para producir un anuncio exclusivo dificultaban la capacidad de ofrecer un servicio a un precio competitivo, por lo tanto, lo que resultaba más conveniente para las agencias era optar por no pautar en El Liberal. En cuanto a circulación, solo se podía cubrir 14 de los 42 municipios del Cauca, debido a que no se poseían los recursos necesarios para acceder a territorios lejanos y de difícil acceso; y en cuanto a la circulación nacional, pese que Bogotá representaba una plaza importante, el servicio de transporte aéreo de Popayán, que contaba solo con un vuelo diario, sin hora fija, no permitía establecer un sistema de circulación serio y por consiguiente solo se le podía entregar a los suscriptores payaneses radicados en la capital, agencias de publicidad, ministerios y otras instituciones oficiales.

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Gráfico No. 5. Información polìtica registrada en El Liberal.Fuente: archivo El Liberal.

De este modo, la gerencia del periódico centró su atención en quien veía como potencial inversionista para El Liberal, el reconocido empresario santandereano Alejandro Galvis, dueño de Vanguardia liberal, que hacía parte, al igual que él, de la Asociación Nacional de Diarios (Andiarios) y de Colprensa. En las reuniones en que se encontraban gerentes y

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dueños de los periódicos colombianos, lo común era que todos fueran personas de cierta edad. Cabal, quien no llegaba a los 30 años, era el “peladito” del paseo, al que todos le enseñaban y le daban tips. Y fue así como él le fue vendiendo la idea al empresario san-tandereano, quien después de decirle durante tres años: no “peladito”, aceptó ir a Popa-yán a un almuerzo para hablar con los socios que terminó con la concertación del negocio.En un solo encuentro en el Club Campestre de Popayán se logró acordar la sociedad y en gran parte se debió a que Juan María Caicedo, ganadero y socio del periódico, aceptó también invertir capital después de que Alejandro Galvis le dijera que de pronto el ganado no le daba para tener periódico, pero el periódico si le podía dar para comprar ganado, y que si él le metía plata a El Liberal, él también lo hacía.

Los Galvis compraron el 51% de las acciones, regla de oro en cada uno de sus negocios, lo que les permitía tomar decisiones. A partir de su llegada a El Liberal el periódico dio el salto tecnológico que tanto había buscado, y tal y como lo manifestó Carlos Alberto Cabal, el diario empezó a vivir no a la última moda, sino a la penúltima. Todo lo que dejaba el grande lo heredaba el chiquito, es decir, que de Bucaramanga les iban llegando equipos para cubrir el tiraje que se manejaba en Popayán.

Para el 1 de marzo de 1990 llegó a manos de los lectores una sorpresiva versión renovada del periódico que incluía cambios en el tamaño, diagramación y contenidos. Esa fue la primera demostración de cambio real que se le dio a los lectores, y además la promesa de otros aún más drásticos, pues se anunció que en los meses siguientes se imprimiría en sistema offset y se empezarían a utilizar télex y telefoto, lo que indudablemente lle-varía al periódico a alcanzar los estándares de calidad de los más importantes periódicos nacionales.

La rotativa y el color

Así pues, finalizadas las obras estructurales en la sede de El Liberal, fue enviada desde Estados Unidos una rotativa de segunda que fue armada y montada en Popayán con la ayuda del jefe de rotativa de Vanguardia Liberal de Bucaramanga. Montada esta, empezó la sistematización del proceso de producción del periódico, es decir, de escritura, montaje e impresión, y el 30 de septiembre de 1990 se imprimió el primer ejemplar con tecnología moderna. Se silenciaron los linotipos, se le dio la bienvenida al computador y se despidió al periódico artesanal que durante 52 años le cumplió con las uñas a los payaneses y caucanos.

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Sin embargo, a la tecnología moderna le hacía falta algo: dotar de color las páginas del diario, pues este seguía saliendo a blanco y negro, y según el experto jefe de rotativa de Vanguardia, después de intentar e intentar sacarle el color a la rotativa, la posibilidad de conseguirlo era nula. Gran problema para aquello de la publicidad. No obstante, el gerente Carlos Alberto Cabal cuando lograba conseguir pautas de avisos grandes a color, mandaba a imprimir esas páginas a un taller externo con tecnología offset, y aunque eso implicaba mucho más trabajo, eran esfuerzos que se hacían para que el periódico creciera.

Por otro lado, entrados casi en el nuevo milenio y dadas las exigencias del mundo moder-no, el periódico se aventuró a subir la edición impresa a la red. Todavía no existía el portal web del periódico y el mismo se subía como documento. Todos estos cambios alimenta-ron la esperanza de un mejor porvenir. La circulación aumentó al igual que la publicidad, e incluso se generaron utilidades. Al menos las expectativas de los socios santandereanos de mantener aunque fuera un equilibrio financiero, se estaban cumpliendo.

Esos fueron los mejores años de El Liberal. Se dotó la redacción de un sistema de computadores con una red interna que permitió a los periodistas optimizar la creación de sus textos, y además, un procesamiento más eficaz de las noticias del Cauca, Colombia y el mundo. Por otro lado, la información y las fotografías nacionales e internacionales de las agencias de noticias pasaron a recibirse directamente del satélite a una antena parabólica conectada al computador. Estos recursos hicieron sinergia con la planta periodística profesional universitaria a la que le apostó el gerente Carlos Alberto Cabal para asegurar ciertos niveles de calidad.

Escuela de periodistas

A pesar de los esfuerzos por mejorar y competir como periódico de provincia, había factores que ya se le salían del alcance, por ejemplo, la posibilidad de contratar una unidad investigativa de 10 o 12 periodistas que pudieran viajar, cubrir hechos e investigar a fondo sin que los costos de desplazamiento y manutención significaran un gasto altísimo para el diario. Por eso en El Liberal la calidad en contenidos se buscó por otros lados. Se optó por contratar periodistas egresados de universidades para combinar bases conceptuales teóricas que llevadas a la práctica podrían dar buenos resultados.

De este modo, El Liberal se convirtió en escuela y cantera de periodistas en el Cauca. En las salas de redacción del periódico se formó mucha gente en la batalla diaria de la

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información, en la que el jefe de redacción desempeñó un rol de formador que corregía redacción, ortografía, sintaxis, gramática, distribución, composición, titulación, entre otras muchas cosas. Se optó por estrategias más formativas como la multa de errores, antes que los memorandos. Hay quienes dicen que todo el que escribe en Popayán hizo sus primeros pinitos en El Liberal, ya que si escribía bien le daban “chance”. Las páginas del periódico estuvieron abiertas a todo el que tuviera madera intelectual y criterio para argumentar y defender sus ideas, incluso universitarios. Así pues, entre los retos de la práctica y la riqueza de las experiencias, se fue abasteciendo al Cauca de buenos periodistas, que en vista de ofertas más generosas abandonaban con nostalgia la que había sido su escuela.

Ya entrado en sus 70 años, el periódico se mantenía como el medio de información por excelencia del acontecer del Cauca. Su fuerte, como era de esperarse, era la información regional, aunque no olvidaba que los grandes periódicos nacionales significaban una fuerte competencia, razón por la que se fueron, poco a poco, introduciendo elementos manejados por periódicos internacionales, como los breves, pequeñas notas que sintetizaban hechos mundiales y nacionales que terminaban informando al lector de 12 o 15 noticias. De este modo, con otras 6 u 8 noticias de más cuerpo, los lectores terminaban enterados de alrededor de 20 noticias por sección, que representaban una buena fuente de información.

Las TIC y la crisis

Ahora bien, de acuerdo con lo relatado, se podría pensar que El Liberal iba a llegar a un punto en el que se mantendría gracias a los esfuerzos que día a día se hacían con la guía de unos expertos en medios impresos, como Vanguardia Liberal. Sin embargo, también parecía que tomaba fuerza la frase “El Liberal, todos lo leen, pero nadie lo compra”. Los balances financieros de la empresa editorial cayeron año tras año. Las suscripciones disminuyeron lo mismo que la pauta publicitaria, lo cual dio paso a una situación económica insostenible.

A eso se agregó, en septiembre de 2002, el lanzamiento del portal web www.elliberal.com.co, que respondió a las exigencias del nuevo orden que las Tecnologías de la Información y la Comunicación estaban imponiendo en los medios impresos. El deseo del periódico de sintonizarse con las exigencias socioculturales del momento, contribuyó significativamente a un detrimento más notorio de las finanzas del medio.

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Gráfico No. 6. Información de carácter partidista registrada en primera página de El Liberal.Fuente: archivo El Liberal.

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Los Galvis, antes que recuperar, empezaron a perder. La mala situación económica se volvió pan de todos los días para el periódico, al igual que la palabra crisis, y en 2006, entre las buenas nuevas de haber conseguido imprimir páginas a color que le daban vida al periódico, gracias a las fotografías, se tomó la decisión de trasladar la impresión del diario a los talleres del periódico La Tarde de Pereira, del cual era socio el conglomerado económico santandereano, con el fin de abaratar costos. La compra de rollos de papel y químicos era muy costosa y en ocasiones era un gasto que se tenía que priorizar por encima de los salarios de los empleados, debido a que sin papel ni químico, simple y llanamente no se podía publicar el periódico.

Esta decisión sorprendió a todos. Trasladar la impresión significaba despedir a 12 personas, ya que se cerraban 12 puestos de trabajo. Adicional a esto, hubo quienes pensaron que era una jugada que no iba beneficiar económicamente al diario, pues al ahorrar en costos de impresión se iba a sacrificar el valor agregado y diferenciador que tenía El Liberal con respecto a otros periódicos de la región: el privilegio de cerrar primera página a las 12 de la noche para incluir los últimos acontecimientos y “chiviar” a los demás que se veían en la necesidad de cerrar edición temprano para que los tiempos de impresión, transporte y distribución les cuadraran.

De este modo, antes de que la gerencia presenciara lo anunciado y debido a diferencias que se empezaron a presentar con los Galvis, Carlos Alberto Cabal, quien había sido el gerente durante 23 años, presentó su renuncia y hasta el 1 de diciembre de 2005 ocupó su cargo. De ahí en adelante la inestabilidad administrativa fue la constante, pues el rol lo asumían por periodos muy cortos de uno o tres años, y la situación económica no era muy alentadora. No obstante, como siempre, El Liberal tomaba una actitud batalladora y para el 2008 se hizo una propuesta para tratar de salirle al paso a la crisis.

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Gráfico No. 7. Aviso publicitario publicado en El Liberal.Fuente: archivo El Liberal.

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Lo que se hizo fue rediseñar la diagramación y la edición de El Liberal a partir de los resultados arrojados por estudios previos sobre lecturabilidad de periódicos, y además, teniendo en cuenta las sugerencias del ojo crítico de los lectores y suscriptores. Bajo la coordinación de la diseñadora gráfica del diario Vanguardia Liberal de Bucaramanga y el equipo de ilustradores del periódico, se presentó a los payaneses y caucanos un periódico más agradable visualmente, cuyos contenidos respondían a una información más clara y precisa, apoyada con recursos gráficos.

La distribución de los contenidos a través de las secciones creadas para determinados días de la semana dio pie para la inclusión de diversos temas y puntos de vista, por ejemplo, los lunes era el espacio para que los jóvenes y universitarios se expresaran y los domingos la ampliación de temas coyunturales. También se abrió un espacio para la memoria histórica, en el que se recreaban hechos de 25 y 50 años atrás, se dio paso a la voz de expertos en temas determinados y se escuchó la voz ciudadana. Cabe decir que estos cambios también migraron a lo digital y se renovó totalmente el portal web. Lo que El Liberal pretendía era regresar a la cotidianidad payanesa brindando cercanía e identidad patoja.

Los esfuerzos se hicieron y ahora lo que se esperaba era la respuesta de la ciudad. El costo del periódico era de $1 200, cifra abismalmente diferente al $1 que constaba la suscripción mensual en los primeros años de existencia del diario, pero que paradójicamente no se acomodaba al bolsillo de los payaneses, a la voluntad de mantener un patrimonio o al sentido de pertenencia. Las visitas al sitio web sí crecieron considerablemente y no en vano El Liberal se convirtió en el portal payanés más visitado. No obstante, parece que acomodarse a las nuevas tendencias de pauta publicitaria digital fue un trabajo difícil para los comerciantes locales, y si antes no pautaban en el impreso, tampoco lo hicieron en la página web.

Jugándose los restos

Se recurrió también a la estrategia usada exitosamente por otros diarios de provincia, de publicar paralelo al diario principal un informativo tamaño tabloide con información más básica y sensacionalista a un precio módico, que generara ingresos a la empresa editorial para financiar a los periódicos principales. Eso era lo que se esperaba, pero no fue así. Se dice que influyó el hecho de que otra empresa hubiera captado antes ese mercado. La competencia no se dio, no se venció, y por lo tanto, para inicios de 2012 salió de circulación el Q´Hubo, que producía El Liberal de Popayán desde el 27 de octubre de 2010.

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¿Qué hacer entonces? La situación ya no daba para más. La pelea se había dado, los esfuerzos se habían implementado, pero los resultados no eran favorables. En marzo de ese mismo año tras el cierre del Q´Hubo comenzó a tomar mucha fuerza el rumor de que el cierre de El Liberal era inevitable, rumor que Alejandro Galvis no desmintió a los medios y que preocupó a quienes con el alma eran fieles seguidores del periódico. Quizás ese rumor que durante años se había vuelto paisaje en Popayán ahora sí iba a ser realidad. Incluso ya era noticia nacional.

Medios como El Espectador y Noticias Uno se interesaron por cubrir lo que parecía ser la desaparición de un protagonista del periodismo colombiano que había librado importantes luchas, al que se le reconocía protagonismo en procesos políticos y el registro de los más importantes acontecimientos de la “ciudad blanca”. Era el diario que estaba en todo lo de Popayán.

La última oportunidad

En el mes de abril sucedió lo temido y el grupo de Vanguardia Liberal tomó la decisión de cerrar el periódico y disolver la sociedad. Una última oportunidad, eso fue lo que pidieron a Alejandro Galvis un grupo organizado de patojos con fiel afecto e interés por El Liberal, que junto con sus deseos desarrollaron una propuesta para intentar salvar a el periódico. A la cabeza del plan de rescate estaba Manuel Andrés Saa, nieto de uno de los fundado-res del periódico. Este grupo de payaneses se sentó y sometió su propuesta a evaluación de la Junta Directiva, que luego de una larga jornada ofreció al doctor Saa la gerencia del periódico y la anhelada oportunidad.

Fue así como en una carrera contra el tiempo, las acciones y los esfuerzos se dirigieron a demostrar, en lo que quedaba del año, que mantener con vida el periódico valía la pena. Se pretendía de alguna manera incentivar en la ciudad el sentido de pertenencia que se necesitaba para no perder una parte fundamental de la historia de Popayán. El plan se implementó parcialmente, ya que no se contó con los recursos requeridos, solo con aque-llos que el mismo periódico consiguió en ese lapso. Cabe aclarar que a Manuel Saa no se le otorgó más que el cargo, de ninguna manera dinero.

Durante seis meses se consiguieron nuevas fuentes de pauta con tarifas más asequibles para los comerciantes locales. Se buscó ampliar la lecturabilidad del periódico a través de la oferta de valores agregados a los compradores, con cupones de eventos en la ciudad,

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y se fomentó el sentido de pertenencia hacia el periódico. El resultado de la suma de los seis meses: unas pequeñas utilidades, que aunque satisfactorias, eran insuficientes para los intereses financieros de los mayores inversionistas.

Los Galvis reconocieron la buena labor de Manuel Saa y su equipo, pero consideraron que las ganancias habían sido coyunturales, que en el futuro la situación se podría poner más difícil, y que lo mejor era liquidar. Y así tal cual sucedió, para sorpresa de muchos y nostalgia de todos, el 15 de diciembre de 2012 el periódico El Liberal de Popayán dejó de circular.

Dijo su adiós con la promesa de resurgir de las cenizas, de comenzar de cero, ya que las circunstancias lo habían puesto en un escenario similar al de hacía 74 años: un pueblo con necesidad de un espacio de expresión, unos hombres dispuestos a hacer crecer la inicia-tiva y un sueño de volver a tener un taller, ese que terminó vendido a razón de chatarra un mal día que no se quisiera recordar. Al menos ya se tiene algo más que la vocación de escritores y críticos, se cuenta con un camino recorrido, un dolor que se quiere sanar y esos conocimientos que solo se obtienen con la práctica. De esta forma El Liberal se convirtió en un periódico de ayer.

Bibliografía

Arboleda, J. (1966). Popayán a través del arte y de la historia. Popayán: Universidad del Cauca.Armentia, J. (2011). La difícil supervivencia de los diarios ante la agonía del soporte papel. Ámbitos,

(20), 11-27.Bastenier, M. A. (2009). Cómo se escribe un periódico. Bogotá: Fondo de Cultura Económica.Casero-Ripollés, A. (2010). Prensa en internet: nuevos modelos de negocio en el escenario de la convergencia. El Profesional de la Informacion, 19(6), pp.595-601.https://doi.org/10.3145/epi.2010.nov05Restrepo, J. D. (2004). La prensa tejedora de sociedad. Medellín, Colombia. Recuperado desde

https://goo.gl/2xAWGr

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Experiencias con la prensa como constructora de realidad y memoria

Edición No. 10 - junio 2017

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De héroe a villano: reportaje narrativo del caso de Sigifredo López1

Autora: Lina Alejandra Uribe Henao

Gráfico No. 1. Entrevista a Sigifredo López publicada por el diario El País el 8/02/2009Fuente: El País (2009).

Introducción

Reconstruir la vida de un personaje sin hablar nunca con él es una tarea bastante compleja. Le sucedió al cronista colombiano Alberto Salcedo Ramos con su ídolo Diomedes Díaz, con quien no pudo

1 Trabajo de grado dirigido por el profesor Jorge Manrique-Grisales, docente del Departamento de Comunicación y Lenguaje de la Pontificia Universidad Javeriana Cali.

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concretar ninguna entrevista a pesar de haber estado a pocos metros de distancia en in-numerables presentaciones. Sin embargo, de esa historia de encuentros fallidos nació La eterna parranda de Diomedes, una crónica que presenta casi una radiografía del cantante.

El reportaje De héroe a villano tuvo una historia similar. A pesar de que hace un recorrido por cinco hitos de la vida de Sigifredo López, la voz del exdiputado nunca aparece en el relato. En ese caso, la historia se armó gracias a sus allegados, amigos, y al periódico más importante del suroccidente colombiano, El País, que registró con detalle cada uno de los momentos seleccionados como acontecimientos.

Elegir un reportaje como producto de la investigación fue una acción precedida de una intensa búsqueda de bases teóricas. El objetivo inicial era construir un texto periodístico que diera cuenta de un conjunto de hechos, pero que tuviera especial foco en el interés humano o, dicho de otro modo, en esas historias paralelas que hacen que las personas se puedan conectar desde las alegrías, las tragedias, la cotidianidad y la vida.

En este sentido, al reportaje se llegó por los motivos que sustentan académicos como Carlos Marín (2003), quien lo define como un género que profundiza en las causas de los hechos, explica pormenores, analiza caracteres y reproduce ambientes sin distorsionar la información, que se presenta de forma amena, atractiva y diseñada de tal manera que capte la atención del público. El ensayista Humberto Cuenca (citado en Del Río Reiynaga, 1978) lo resume de una manera más concreta: “radiografía social”.

Autores como Juan José Hoyos (2003) y Fabio López de la Roche (2003) coinciden en que el relato periodístico ha vivido una evolución que lo ha llevado a tener distintos focos desde su aparición en el siglo XVI. Su momento más reciente inició en 1960 con la llegada del “Nuevo periodismo”, un movimiento que incluye las técnicas narrativas de la novela realista del siglo XIX, y el “Periodismo literario”, bautizado así por Norman Sims (2002) tras la publicación de su libro Los periodistas literarios o el arte del reportaje personal.

Por su parte, sobre el interés humano hablan autores como Fernando Ávila (2003), Nerio Tello (1998) y Rodolfo Muñoz (2002), quienes definen este concepto como lo que diferen-cia los informes fríos, llenos de cifras y datos, de un relato o una crónica. Agregan que las historias de los hombres son comunes en cuanto a los sentimientos, y que los medios de comunicación también tienen fines sociales con los que pretenden servir de instrumen-tos para la libre comunicación de opiniones.

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En todo el proceso comunicativo y de construcción del relato periodístico juegan un papel fundamental los medios de comunicación, que con su labor diaria aportan a la consoli-dación de una memoria histórica a la que se debe, en gran medida, que hoy se puedan conocer sucesos de hace quinquenios, décadas y hasta siglos. El reportaje De héroe a villano es una fiel muestra de que todas las piezas periodísticas publicadas por el diario El País con relación a los hechos contenidos entre el secuestro de los diputados del Valle del Cauca y la absolución de Sigifredo López, sirvieron de insumo para analizar el tratamiento mediático y, por supuesto, la naturaleza de los acontecimientos.

Con todos los elementos hasta aquí mencionados, la metodología utilizada para organi-zarlos incluyó múltiples herramientas, entre las que se destacan las entrevistas a per-sonas allegadas al personaje principal o relacionadas con cada uno de los hitos, revisión de artículos de prensa, análisis de contenidos periodísticos y un grupo de discusión con profesionales y estudiantes que leyeron el reportaje para validar su importancia, fuerza narrativa y claridad.

Fue fundamental diseñar una matriz de análisis de contenido del relato periodístico en la que se pudieron analizar en detalle los informes compartidos por el diario El País sobre el tema en cuestión, e identificar, en cada uno de ellos, el acontecimiento, los aspectos de interés humano y el aporte a la memoria histórica. Por dicha matriz pasaron nueve piezas, entre noticias, crónicas y entrevistas.

Al final, la producción de la nueva obra periodística terminó siendo otra ficha añadida al en-granaje de la memoria histórica: quienes lo lean en unos años podrán tener conocimiento acerca de los cinco hitos que se narran en él, que son el secuestro de los diputados del Valle del Cauca, el asesinato de 11 de ellos, la liberación de Sigifredo López, la imputación de cargos por su presunta participación y su absolución unos meses después, al descu-brir la falsedad de las pruebas.

Cuatro años después de haber sido escrito, ‘De héroe a villano’ puede considerarse un ejercicio periodístico tan interesante como ingenuo. Si bien fue concebido en un ambien-te universitario y por una estudiante que iniciaba su camino en la escritura de reportajes, la información y las historias allí narradas son de gran valor para dar cuenta de cinco co-yunturas nacionales que en unos años, quizá, solo serán recordadas en las páginas de los diarios y trabajos de grado que se animaron a reseñarlas.

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Objetivos

Objetivo general

Realizar un reportaje narrativo, con perspectiva de interés humano y memoria histórica, que reconstruya el relato mediático del caso Sigifredo López registrado en el diario El País entre los años 2002 y 2012.

Objetivos específicos

Describir los elementos que construyeron el acontecimiento en el caso de Sigifredo López en las informaciones publicadas entre 2002 y 2012 en el diario El País de Cali.

Caracterizar, desde los conceptos de acontecimiento e interés humano, el relato periodístico del caso Sigifredo López en el diario El País entre los años 2002 y 2012.

Relacionar el acontecimiento con el interés humano en la perspectiva de construir memoria histórica a través de un reportaje narrativo en torno al relato periodístico sobre el caso de Sigifredo López.

Diseño metodológico

Tipo de investigación

Para el desarrollo de esta investigación se realizó un estudio descriptivo. Según Dankhe (citado por Hernández, 1999, p. 60), “los estudios descriptivos buscan especificar las propiedades importantes de personas, grupos, comunidades o cualquier otro fenóme-no que sea sometido al análisis”. Por su parte, Cisneros (2006) afirma que este tipo de investigación “no manipula ni transforma ninguna variable, solo se limita a observar y describir los fenómenos” (p.41).

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Herramientas metodológicas

Tabla 1. Ficha de prensa para caracterizar el relato periodístico.

FICHA GENERAL 1 BIBLIOGRÁFICA

HITO: _____________________________

REGISTRO #:

PERIÓDICO:

UBICACIÓN / SECCIÓN:

TÍTULAR EN PRIMERA:

Antetítulo:

Título:

TÍTULAR EN PÁGINA INTERIOR:

Antetítulo:

Título:

Sumario:

LEAD EN PRIMERA:

LEAD EN INTERIOR:

AMPLIACIÓN EN MISMA PÁGINA: TÍTULO:

FECHA:

GÉNERO PERIODÍSTICO:

PÁGINA: POSICIÓN: COLUMNAS: ÁREA:

COBERTURA DE IMAGEN:

FOTOS: COLOR / BN: GRÁFICOS:

COMENTARIO:

Fuente: formato adaptado del proyecto “La juventud y el honor: representaciones mediáticas de jóvenes populares en Cali, Colombia: un estudio de Caso”. Pontificia Universidad Javeriana Cali, Departamento de Comunicación y Lenguaje (2013).

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Los objetivos propuestos para este trabajo de grado se cumplieron por medio de cuatro herramientas metodológicas: revisión de prensa, análisis de contenido, entrevistas se-miestructuradas y grupo de discusión.

Se seleccionaron cinco piezas del diario El País, publicadas entre el mes de abril del año 2002 y el mes de agosto del año 2012. Cada una de estas dio cuenta de uno de los acontecimientos del caso Sigifredo López, descritos anteriormente (se-cuestro, asesinato de los 11 diputados, liberación de López, imputación de cargos y absolución).

Se diligenciaron las siguientes fichas de prensa:

Tabla 2. Ficha de prensa para caracterizar las fuentes del relato periodístico

FICHA DE FUENTES 2 – A PLANO DESCRIPTIVO

REGISTRO #

FUENTES CONSULTADAS (¿cuáles?):

OFICIALES (¿cuáles?):

NO OFICIALES (¿cuáles?):

OTRO TIPO: BIBLIOGRÁFICAS (¿cuáles?):

INVESTIGACIONES: OTRO:

COMENTARIO:

Fuente: formato adaptado del proyecto “La juventud y el honor: representaciones mediáticas de jóvenes populares en Cali, Colombia: un estudio de Caso”. Pontificia Universidad Javeriana Cali, Departamento de Comunicación y Lenguaje (2013).

Se establecieron, además, categorías que permitieron identificar, en cada una de las pie-zas escogidas, la definición de los conceptos de interés humano, acontecimiento y me-moria histórica. Esto permitió poner en relación los tres conceptos con respecto al caso Sigifredo López y aportó al cumplimiento del segundo objetivo específico de este trabajo de grado: caracterizar, desde los conceptos de acontecimiento e interés humano, el relato periodístico del caso Sigifredo López en el diario El País entre los años 2002 y 2012.

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Para la aplicación de esta herramienta metodológica se diligenció el siguiente formato:

Tabla 3. Matriz para el análisis de piezas periodísticas

MATRIZ PARA EL ANÁLISIS DE PIEZAS PERIODÍSTICAS

Fecha Acontecimiento Aspectos de Interés

Humano

Aporte a la memoria

histórica

Descripción general del acontecimiento, titulares, actores

Reacciones (rechazo, conmoción, rabia, dolor, etc.), testimonios, confesiones, historias de vida.

Antecedentes mencionados o inferidos, noticias anteriores, análisis de sucesos pasados y sus relaciones con el presente

Fuente: elaboración propia (2014).

Entrevistas semiestructuradas

Con el fin de lograr una triangulación de la información, se realizaron entrevistas a perso-nas relacionadas con los acontecimientos descritos anteriormente. Esto permitió poner en discusión los conceptos seleccionados, la información obtenida de la revisión y el aná-lisis de prensa, y los testimonios de quienes se mantuvieron cercanos al caso. Además, aportó al cumplimiento del objetivo general de la investigación.

Tabla 4. Presentación de las personas entrevistadas

Nombre del entrevistado Ocupación / relación con el caso

Jahel Figueroa Periodista, jefa de prensa de Sigifredo López.

Elmer Montaña Abogado encargado de la defensa de López en el año 2012.

María Beiba y Fabio Charry Familiares de Carlos Alberto Charry, exdiputado asesinado en cautiverio.

Patricia Nieto Esposa de Sigifredo López.

Fuente: elaboración propia (2014).

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Grupo de discusión

Por último, se realizó un grupo de discusión con el fin de evaluar la pertinencia del repor-taje narrativo elaborado para este trabajo de investigación. En dicho encuentro se habló sobre los aportes del periodismo a la memoria histórica, la identificación de elementos de interés humano en la pieza periodística y la transición del acontecimiento al relato huma-no en los medios de comunicación en general.

Tabla 6. Tópicos y preguntas del grupo de discusión propuesto como herramienta metodológica

Tópico Preguntas

Aportes del periodismo a la memoria histórica

¿Cree que el reportaje retrata lo más significativo de esos diez años de la vida de Sigifredo López, por lo menos algo más de lo que usted conocía?

¿Considera que el reportaje refleja las características de un país desde la historia de unos pocos personajes?

Identificación de elementos de interés humano

¿En el reportaje que leyó pudo encontrar elementos o historias que desde la parte humana lo hicieran identificarse con el drama de los personajes?

Transición del acontecimiento al relato humano

¿Cómo evidenció el paso del acontecimiento al relato humano, es decir, de la noticia que pudo haber leído en los medios al reportaje sobre el que se está discutiendo?

Cómo consumidor de medios, ¿usted ha evidenciado una mayor presencia de lo humano en el cubrimiento mediático? Si es así, ¿a qué cree que se deba esto?

Fuente: elaboración propia (2014).

Producto

Reportaje: Sigifredo López: de héroe a villano

Cuando a Patricia Nieto la llamó su esposo para decirle que estaba detenido, el asombro fue enorme. Él había cambiado la ida al gimnasio por una visita a la Fiscalía, donde lo habían citado aquella tarde, quizás para que hiciera algún reconocimiento o diera alguna

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declaración. Patricia no hacía más que temblar: no sabía cómo le daría la noticia a sus hijos y a su suegra, y no entendía qué era eso del video del que le hablaba Sigifredo. Como pudo, cerró las ventanas de su oficina, apagó el computador y condujo hasta donde se encontraba su marido.

Cuando a Jahel Figueroa le avisaron que a Sigifredo López lo habían capturado, tampoco podía creerlo. Esta periodista trabajaba con él desde hacía dos años y no encontraba motivo alguno para que lo hubieran privado de la libertad. Se imaginó quizás que no tenía los papeles del automóvil en regla y que se encontraba en una estación de policía. Nunca pensó que se le estuvieran imputando cargos por el secuestro de sus compañeros dipu-tados en el 2002, la muerte de los mismos en el 2007 y el asesinato del policía Carlos Alberto Cendales, degollado por un guerrillero aquel fatídico 11 de abril.

Gráfico No. 2. Reconstrucción del testimonio de López Fuente: El País (2009).

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Desde el asesinato de los 11 exdiputados del Valle del Cauca en cautiverio, la Fiscalía ha-bía iniciado una investigación en contra de Sigifredo López con el objetivo de aclarar todo lo sucedido. Para el ente investigador también resultaba extraño que López hubiera sido el único sobreviviente de los 12 diputados secuestrados en abril de 2002. Luego de su liberación en el año 2009, a Sigifredo López le exigían dar declaraciones constantemente y lo citaban a menudo en la Fiscalía para que hiciera reconocimiento de personas que posiblemente habían estado vinculadas al secuestro.

En el 2007, cuando López se encontraba aún privado de la libertad, Reinaldo Valencia, alias “El cabezón”, un desmovilizado de la guerrilla de las Farc, declaró que este había partici-pado en la planeación del plagio de los diputados del Valle del Cauca. De allí surgieron las primeras sospechas. No obstante, cuatro años después, “El cabezón” se retractó y dijo había declarado en contra del exdiputado porque así se lo había pedido Gustavo Muñoz, director de la Fundación La Nueva Esperanza de Secuestrados, que fue con quien él se desmovilizó. Algo extraño había en todo esto.

Más adelante, a finales del año 2011, se conoció un video extraído del computador de Alfonso Cano, máximo comandante de las Farc dado de baja en noviembre del mismo año. En la pieza audiovisual aparecía un hombre que daba indicaciones a un grupo de personas no identificadas sobre la infraestructura de la Asamblea Departamental del Valle del Cauca: señalaba entradas, salidas, ubicación de los recintos de reuniones, áreas más custodiadas y ofrecía otra información que facilitaría el secuestro de los diputados. Aun-que en el video tampoco se podía ver a la persona que hablaba, su voz se escuchaba per-fectamente. Además, durante algunos segundos se veía la silueta de la boca, del mentón y de la nariz aguileña de quien daba las indicaciones. En los pasillos de la Fiscalía empezó a extenderse el rumor de que se trataba de Sigifredo López.

Por todo esto, al exdiputado se le expidió orden de captura después de que la Dijin reali-zara un supuesto cotejo de voces, pero en realidad el estudio que se hizo no se asemejó a este procedimiento. Su abogado, Elmer Montaña, lo define como una cuestión percep-tual, pues a alguien le pareció que la voz de López era muy similar a la de quien hablaba en el video y realizó una comparación superflua e insuficiente. Lo mismo sucedió con las siluetas de la nariz, la boca y el mentón. Se hicieron comparaciones con el video que se había grabado de los diputados el día del secuestro y se estableció que, efectivamente, el hombre era Sigifredo López. La Fiscalía parecía tener todo bajo control: se estaba des-cubriendo un terrible caso de Farcpolítica.

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El día de la detención, agentes del CTI llevaron a Sigifredo López a las oficinas de la Fiscalía 38, en Cali. Su esposa y su hijo menor, Sergio, llegaron después de un rato para tratar de entender todo eso que estaba pasando. En la noche fue trasladado a Bogotá para rendir indagatoria. Ya en la capital, fue retenido en un calabozo del búnker de la Fiscalía. Al día siguiente, como un baldado de hielo que le cae a alguien desnudo que tirita de frío, Sigifredo recibió la noticia de que había sido suspendido del Partido Liberal, su partido.

Jahel Figueroa no sabía qué hacer durante esos primeros momentos. La petición de Si-gifredo era que guardara silencio, pero para la periodista era difícil mantenerse sin decir nada. Pensaba que si callaba le estaba dando la razón a los demás medios y personas que acusaban cruelmente a López. Para ella fue aterrador el gran show mediático que se dio durante la detención: se veía un montón de gente, automóviles blindados, y a López esposado y escoltado por un gran número de agentes del CTI.

A Sigifredo López se le estaban imputando los delitos de homicidio agravado, por la muer-te de sus 11 compañeros; perfidia, por haberse mostrado como una víctima cuando era victimario; toma de rehenes, por el secuestro de los diputados; y rebelión, por alzarse en contra del Estado. Como entendía poco la situación, optó por aferrarse a Dios y rogarle que todo saliera bien. Por su teléfono celular difundió un mensaje en el que pedía que oraran por él.

Cuando la Fiscalía inició la investigación relacionada con el video, el país no estaba todavía enterado de nada; el ente judicial era el único que conocía dicha pieza. Sin embargo, la famosa prueba reina empezó a pasar por muchas manos y a tener muchas copias, una de las cuales fue vendida al Canal RCN por una suma aproximada de 19 millones de pesos, en Santander de Quilichao, Cauca. Este medio lo emitió como primicia el día 22 de mayo de 2012 y Colombia se aterró: ¿cómo había podido hacer esto Sigifredo López, una per-sona por la que tanto se había sufrido, llorado y rezado?

Hasta este momento Sigifredo había sido un héroe: una persona que había sobrellevado un secuestro de siete años y que, casi que milagrosamente, había resultado con vida después de una masacre; además de esto, era alguien que había regresado a la libertad para continuar en la política y seguir luchando por los derechos de los ciudadanos. Sin em-bargo, esta noticia alteró los roles y López se convirtió en un terrible villano: un hombre que había traicionado a sus compañeros, a sus hermanos; un ser malévolo, un asesino. Alguien a quien ya no admiraban sino que señalaban.

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En el momento en que este caso estaba en pleno furor, la defensa de López solicitó que se realizara un cotejo de voces oficial, por parte de una entidad internacional. El video fue enviado al FBI, donde se le realizó un estudio más detallado y se concluyó que la voz de quien daba las indicaciones para el secuestro de los diputados no era la de Sigifredo López. Aquí surgió de nuevo una esperanza, un aire de libertad. Lo que nadie esperaba era que, para ese entonces, la Fiscalía tuviera varios testigos que declaraban en contra de López y lo relacionaban cada vez más con el secuestro y asesinato de sus compañeros. Como la investigación debía continuar, pero los términos ya se habían vencido, al exdipu-tado se le dio detención domiciliaria y pudo regresar a Cali, su ciudad. Cuenta el doctor Montaña, su abogado, que con esto apareció una cuestión muy paradójica: si López era un tipo tan peligroso como lo indicaban las pruebas que había en su contra, capaz de auto secuestrarse y de secuestrar y asesinar a 11 personas más, ¿cómo era posible que la Fiscalía hubiera accedido a darle detención domiciliaria? Aquí se empezaron a ver las falencias de la investigación y la poca solidez que tenían las pruebas recolectadas hasta ese momento.

La primera testigo fue María Eugenia Mina, alias “La negra”, una supuesta reinsertada de las Farc de la que luego se descubrió que se había desmovilizado cinco veces y que, en realidad, nunca había pertenecido a este grupo subversivo. “La negra” afirmó haber custo-diado a tres de los exdiputados y estar enterada de que Sigifredo había planeado el secues-tro; además, declaró que Patricia Nieto, esposa de López, lo visitó en varias ocasiones en Timba, Cauca, lugar al que llegaba disfrazada para que nadie la reconociera. No obstante, en una investigación a fondo que realizó la defensa de Sigifredo, se encontró que esta mujer tenía antecedentes de consumo de drogas y problemas mentales, y que, en años anteriores, había acusado a un hombre de ser “Mama Juana”, pero después se aclaró que la persona capturada era alguien completamente distinto a este jefe de las Farc. Con estas pruebas, los testimonios de Mina quedaron descartados por su poca credibilidad.

Apareció luego Julio César Salazar, un testigo que declaraba desde la cárcel de Cómbita, donde se encontraba condenado a 37 años por secuestro y homicidio. Este hombre ase-guró que, cuando era guerrillero del ELN, se había encontrado varias veces con Sigifredo López, y en una de ellas lo había llevado a un campamento de las Farc. Con lo que no con-taba Salazar era que expertos y analistas en el tema del conflicto armado descartaran que para esa época el ELN y las Farc realizaran acciones en conjunto. Se dedujo que Salazar declaraba en contra de López con el objetivo de obtener beneficios por colaborar con la justicia, tales como la rebaja de su pena.

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Edver Fajardo sí era un testigo profesional, de esos que pueden amoldarse a cualquier situación y mentir con ímpetu. Aseguraba que López había participado en el secuestro de sus compañeros y que Patricia Nieto había accedido, en cierta ocasión, a cuidar a una guerrillera en su casa. Pero los antecedentes de Fajardo no estuvieron a su favor: se des-cubrió que este hombre también había sido testigo del caso Jamundí, en el que murieron diez policías a manos de miembros del Ejército, y que sus testimonios cambiaban con fre-cuencia. En una entrevista que se le hizo después de que la Fiscalía decidiera no tener en cuenta sus declaraciones en el caso Jamundí, Fajardo confesó que sus palabras variaban debido a que la DEA le había incumplido con unos pagos y que esa era su herramienta para presionar a dicho organismo norteamericano.

El último testigo fue Diego López, un tramitador de la Gobernación que afirmaba haber visto a López en el segundo piso de la Asamblea, haciendo señas a los guerrilleros el día del secuestro. No obstante, este testigo desapareció al poco tiempo de haber dado sus declaraciones: al parecer, una ONG que le había ofrecido asilo político si atestiguaba en contra de Sigifredo López, lo había sacado del país. Además, las declaraciones de algunos funcionarios que se encontraban ese día en la Asamblea desmintieron las del tramitador. Indicaron que el exasambleísta jamás había estado en el segundo piso y que mucho menos les había hecho señas a los captores. Como este testigo no apareció de nuevo, también fue descartado.

Como la ficha que faltaba para completar el rompecabezas, apareció Guillermo Alberto Peñaloza Ortegón, un hombre con un gran parecido físico a Sigifredo López y a quien habían confundido con el diputado mientras este se encontraba en cautiverio. Peñaloza llegó a la casa de la familia López Nieto un día de agosto, cuando Sigifredo cumplía con su detención domiciliaria. En un principio se le negó el ingreso por no saber de quién se trataba, pero fue tanta la insistencia que lo dejaron pasar de la portería de la unidad. Gran sorpresa la de todos cuando vieron a Guillermo y a Sigifredo sentados juntos: se parecían en las facciones, en la contextura, en la estatura y hasta en el color del cabello. Y claro, con esto se comprendió por qué algunas personas afirmaban haber visto a Ló-pez en Florida y Pradera, municipios del Valle del Cauca, durante los años del secuestro de los diputados. Aunque el señor Peñaloza no es oriundo de estas tierras, las visitaba constantemente por una amiga suya que vivía allá. La gente lo miraba extraño pero a él no se ocurría que podían estarlo confundiendo con un secuestrado. Cuando los medios difundieron la noticia de los posibles delitos cometidos por Sigifredo López, Guillermo ató cabos y decidió buscar a su casi gemelo.

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Después de haber comprobado lo poco confiables que eran todos los testigos del caso y de haber recibido las declaraciones de Guillermo Peñaloza, el Fiscal General de la Nación, Eduardo Montealegre, decidió quitarle el proceso al fiscal 38 y entregárselo al abogado Gilberto Guerrero, quien estudió todas las pruebas existentes y concluyó que Sigifredo López era inocente. Habían pasado ya 90 días desde la captura, cuando López recobró su libertad. Tras un trabajo arduo de la defensa del exdiputado y de algunos medios de comunicación regionales, logró demostrarse la inocencia de este hombre y se concluyó que las acusaciones en su contra, y ese cartel de testigos falsos, obedecieron a distintos y malévolos intereses de otras personas u organizaciones.

Como para la familia López Nieto la fe estará siempre por encima del dolor y del sufri-miento, el viernes 29 de junio se celebró una boda en aquel hogar. Después de 26 años de estar casados por lo civil, Sigifredo y Patricia contrajeron matrimonio por la Iglesia católica. Esto quizás fue un amuleto de buena suerte, porque el 14 de agosto Sigifredo pudo estar en su casa de nuevo como un hombre libre, ya no como un preso domiciliario.

Aquel 14 de agosto la casa de los López Nieto estaba llena de flores amarillas que servirían de adorno para la misa que iba a realizarse, como ya era costumbre los martes, para pedir que el proceso se resolviera pronto. No obstante, las flores adquirieron inmediatamente otro significado: serían parte de la celebración por haber recobrado la libertad. Ese día se cerró una parte de un ciclo de tragedias y desventuras, que había iniciado diez años antes.

Buseta con rumbo al secuestro

Santiago de Cali, viernes 12 de abril de 2002. Diario El País.Título en primera página: Se-cuestrada media Asamblea. Antetítulo: En una cinematográfica acción, un comando de las Farc se llevó a doce diputados del Valle.

El día anterior a esta noticia, jueves 11 de abril, la señora María Beiba se encontraba haciendo sus labores del hogar en horas de la mañana, cuando escuchó que su marido la llamaba desesperadamente. En la radio, él estaba oyendo la noticia de que habían se-cuestrado a unos diputados de la Asamblea del Valle. Ambos se quedaron atentos, con la fe de no escuchar el nombre de su sobrino en ese listado de secuestrados, pero sucedió lo contrario: el diputado Carlos Alberto Charry estaba dentro del grupo de los plagiados. El señor Luis Charry, esposo de María Beiba y casi padre de Carlos Alberto, le pegó una palmada a la mesa y dejó escapar, con todas sus ganas, un “no puede ser”.

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Gráfico No. 3. Noticia del secuestro de los diputadosFuente: El País (2002).

Patricia Nieto recibió la noticia de una manera distinta. Aquel día había salido primero de la casa porque tenía una cita médica, pero luego llamó a su esposo para que fuera hasta el consultorio porque había un doctor que iba a hablarle sobre el balón gástrico. Sigifredo se negó ya que tenía una cita en la Asamblea a la que no podía faltar. Cosas de la vida -cuenta Patricia-, si él hubiera ido al consultorio pues nada le hubiera pasado, no lo hubie-ran podido secuestrar.

A pesar de la negativa de Sigifredo, su esposa continuó con las citas de esa mañana. Del médico se fue a donde su odontólogo en la Universidad Santiago de Cali, y en el con-sultorio tuvo que apagar el celular porque le estaban entrando muchas llamadas que no podía contestar. La consulta no terminó, pues todos tuvieron que evacuar la Universidad por una supuesta bomba que había en el lugar. Cuando encendió de nuevo el teléfono, se encontró con un sinnúmero de llamadas entre las que había varias del asistente de

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su marido. Lo llamó de inmediato y él le dio la gran noticia: “Patricia, tranquila, hubo un secuestro en la Asamblea y a Sigifredo se lo llevaron. No se venga para acá que aquí no hay nada qué hacer, está todo cerrado y no dejan entrar a nadie.”

Efectivamente, en el centro de Cali había un caos total aquella mañana de jueves. A las 10:30 de la mañana un grupo de 20 hombres, vestidos con camuflaje militar, ingresaron a la Asamblea del Valle del Cauca y empezaron a evacuar a todos los que se encontraban allí por una supuesta amenaza de explosivos. Como era de esperarse, los trabajadores emprendieron una carrera hacia las salidas del recinto para proteger sus vidas.

En el hemiciclo se cumplía una sesión ordinaria de la Comisión de Presupuesto, en la que se encontraban 12 de los 24 diputados de aquel entonces. Todos ellos también fueron evacuados, pero por una salida especial. En la puerta trasera esperaba la buseta color blanco que los llevaría a cinco años de secuestro. En este vehículo de la desgracia se montaron cuatro personas más, trabajadores de la Asamblea, que fueron liberados unas horas después porque el blanco eran los diputados. Y todo se logró a la perfección.

La muerte nos persigue a diario, pero a unos los alcanza más rápido que a otros. A Carlos Alberto Cendales Zúñiga lo alcanzó ese día mientras cumplía con su labor. Era subinten-dente de la Policía. Un insurgente lo degolló cuando el uniformado lo descubrió instalan-do un petardo. Walter López, el conductor de RNC televisión, también murió durante el plagio al quedar en medio de un fuego cruzado. Sin embargo, la atención estaba puesta casi que por completo en los diputados, de quienes solo se sabía que habían sido llevados hacia el corregimiento de Pichindé, en la zona rural de Cali.

Patricia Nieto no sabía qué hacer ni con sus hijos ni con su suegra, ni siquiera con ella misma. Lo único que se le ocurrió fue llamar al colegio y rogar para que a los niños no les fueran a decir nada, que quería que se enteraran ya en la casa. Lucas y Sergio, de 14 y 13 años, lloraron desconsoladamente cuando su abuelo les contó la noticia. En la tarde, Patricia y sus hijos fueron a la casa de Fabiola Perdomo, esposa de otro de los diputados secuestrados, y se conocieron con los demás familiares de las víctimas. Fue una unión que se convirtió en lucha y que no descansó ni un segundo durante 1 906 días.

El de los 12 diputados fue el tercer secuestro masivo que tuvo lugar en el Valle de Cauca. El primero ocurrió en 1999 cuando, usando una táctica similar a la de la Asamblea, un grupo de subversivos del ELN vestidos con uniformes del Gaula se llevó a los feligreses

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que asistían a misa en la Iglesia La María, al sur de Cali. Los plagiados fueron aproxima-damente 150 personas, quienes recobraron paulatinamente su libertad en los siguientes siete meses.

El segundo secuestro masivo se dio casi 16 meses después. Integrantes del ELN irrum-pieron en una hacienda y en dos restaurantes del kilómetro 18, hurtaron las pertenencias de todos los que ahí estaban y se los llevaron con ellos. Fue un secuestro extorsivo de poca duración: dos meses después ya no había nadie en cautiverio. Sin embargo, tres personas murieron.

Cuenta Sigifredo que en uno de aquellos terribles días del secuestro, a uno de sus com-pañeros lo castigaron por pedir que le cambiaran la comida, pues le había salido una cu-caracha. Como a los guerrilleros les pareció tan inadecuado este reclamo, lo encadenaron durante quince días. Situaciones de este tipo se vivían a diario en la selva: si alguno tenía ya las piernas peladas de tanto caminar, por ejemplo, y pedía un descanso, recibía a cam-bio insultos y humillaciones; si alguien necesitaba una pastilla para algún dolor, tenía que esperar varios días a ver si estaba de buenas y se la daban.

A pesar de todo, hay algo dentro de cada persona que la impulsa siempre a buscar la libertad, sin importar la situación en la que se encuentre. Aún dentro de una selva espesa y agreste, al mando de unos jovencitos cuyos ideales de justicia se habían podrido por la dinámica misma de la guerra, los 12 diputados soñaban con regresar de nuevo a sus hogares y no ser más una herramienta de chantaje para que el gobierno le cediera tierras al conflicto; extrañaban esas pequeñas cosas que quizás uno maldice a diario, como el sonido del reloj despertador o las largas filas de autos antes de los semáforos.

Fue por eso que aprovecharon cuanta oportunidad tuvieron para huir del cautiverio, pero todos los intentos fueron fallidos. En una ocasión, Sigifredo se desvió con total intención del camino que seguían los guerrilleros y sus compañeros. Tuvo un diminuto instante de libertad hasta cuando uno de los guerrilleros notó su ausencia y fue a buscarlo. Lo encon-tró, lo cuestionó, lo hijueputió y lo llevó de nuevo con el resto del grupo. La obsesión de escaparse, dice, no lo abandonó ni un solo día durante el cautiverio.

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Tuvo otras oportunidades, pero en ninguna se arriesgó tanto como en aquella en la que estuvo quince horas en libertad. Junto a dos compañeros más, Sigifredo emprendió la huida una noche de junio de 2003. Caminaron tan rápido como pudieron hasta cuando la misma naturaleza, como si fuera cómplice de los secuestradores, les tendió una trampa que acabó con sus planes: los tres diputados estaban separados de la libertad por una enorme cascada. No hubo nada qué hacer, debieron quedarse escondidos en algún lugar hasta cuando un perro de los guerrilleros los delató sin compasión. Estuvieron tres meses encadenados de un pie, pero no dolió tanto el castigo, como la frustración.

En la selva no hubo un día en el que el peligro no estuviera latente. Peligro por las condi-ciones propias del bosque colombiano, peligro de perder la paciencia y ser callado para siempre, y peligro de recibir un balazo mortal en uno de los intentos de rescate por parte del Ejército. Aunque la petición era no intentar ninguna liberación por la fuerza, los solda-dos, aquellos hombres que debían luchar por esa seguridad democrática que pretendía el presidente Uribe, intentaron ubicar varias veces a los diputados desde sus vehículos aéreos. Estos eran, comenta Sigifredo, los momentos de mayor tensión: debían moverse de un lugar a otro y rezar para que no les cayera ningún disparo ni ninguna bomba, aunque las escuchaban estallar muy cerca. Los guerrilleros no podían responder a tiros porque los descubrían inmediatamente, así que cada uno se limitaba a apuntarle a un diputado porque si algo estaba claro era que de ahí no saldrían vivos.

El 11 de abril de 2002, el día del plagio, a cada secuestrado le permitieron llamar a un familiar. Casi todos llamaron a sus esposas o a sus padres. Sigifredo llamó a Patricia, su mujer. A ella le dijo que la amaba y que todo era demorado; con sus hijos, en cambio, utilizó el diminutivo demoradito, quizás con la intención de que no se preocuparan tanto. Pero nadie pensó que demorado o demoradito fueran a ser siete años en cautiverio, con tantas incertidumbres y noticias fatales.

Durante el tiempo del secuestro, el único consuelo para las familias era ver a sus espo-sos, padres, hermanos o hijos en unos videos que las Farc grababan para demostrar que los diputados aún estaban vivos. En total, durante el cautiverio filmaron seis pruebas de supervivencia, que convocaban a todos los familiares en la casa de la señora Fabiola Per-domo, y permitían hacer relaciones entre lo que cada diputado decía: “Mirá lo que dice este, mirá lo que dice el otro, pero aquel dijo lo contrario y este aseguró otra cosa”. Y así,

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entre conjeturas y suposiciones, se les pasaba toda la tarde. Entre esperas y súplicas, el tiempo continuaba avanzando. Los hijos iban creciendo, los padres iban muriendo y la cara de los secuestrados se iba llenando de arrugas a una velocidad mayor de la normal.

A pesar de todo, el cautiverio fue una oportunidad para poner a trabajar a la imaginación. Para no morir del tedio, los diputados optaron por tallar figuras en madera y elaboraron crucifijos y juegos de mesa, incluso se inventaron una universidad. En dicho espacio de aprendizaje, cada día uno de ellos daba clase de aquello que más sabía. Así, todos tuvie-ron clases de inglés, de Derecho Constitucional, de Contabilidad, entre otras. Discutían sobre política varias horas y hacían planes de lo que harían después de la liberación. Algunos montarían distintos negocios en sociedad y se irían de viaje con todas las fami-lias, con la familia de esa gran familia que ya eran ellos. Algo similar pasaba en la ciudad, donde las esposas y los hijos también ideaban planes para cuando sus seres queridos regresaran a la libertad.

Confiesa Patricia Nieto que debía esperar casi dos horas en línea cada vez que deseaba ser escuchada por su esposo en la selva. Así como ella, miles de colombianos se comu-nicaban con los programas La Carrilera y Voces del Secuestro para dejarles mensajes a sus familiares secuestrados. Era reconfortante saber después, mediante las pruebas de supervivencia, que los diputados agradecían los mensajes que les enviaban por la radio.

Así, por medio de una comunicación indirecta y asincrónica, se mantenía viva la esperan-za.

En una de las pruebas Sigifredo se atrevió a darle pistas a su esposa sobre el lugar en el que los tenían secuestrados: “piensa en Eduardo, en el primo Ulises; en El Extranjero, su autor, su nacimiento, su regreso a la vida”. Y ella lo entendió perfectamente: su esposo le estaba diciendo que se encontraba en Argelia, Cauca, de donde era el primo Ulises; con lo de El Extranjero se lo reconfirmaba, puesto que Albert Camus, autor de dicha obra, había nacido en un sitio llamado Argelia. No obstante, aun teniendo todas estas pistas, Patricia sabía que no podía hacer nada. El gobierno no accedería a un acuerdo para el intercambio humanitario ni despejaría las zonas que la guerrilla pedía a cambio. Para los secuestrados y sus familias, la libertad seguía siendo solo una esperanza sin ninguna posibilidad fáctica.

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También se mantenía viva la fe con actos tan simbólicos como los agasajos que hacían los diputados en la selva. Cuando alguno de sus familiares cumplía años, por ejemplo, una galleta Festival partida en muchos pedazos era suficiente para llevar a cabo dicha celebra-ción. Cantaban en voz baja cuando les era permitido, porque en ocasiones les prohibían hasta hablar en susurros.

Cuando llegaban las celebraciones navideñas y de año nuevo, algo tan común en nues-tro país de fiestas y jolgorios, los 12 diputados en cautiverio debían conformarse con un trozo de natilla y algunas oraciones que les dejaran hacer. Rezaban la novena gracias a que uno de ellos se la sabía de memoria y compartían un rato agradable en el cautiverio. Sin embargo, algunas veces pasaron estas fechas en largas caminatas porque la guerrilla se sentía perseguida por el Ejército y huía de inmediato, o simplemente porque, aún sin sentirse perseguidos, los guerrilleros saben que permanecer mucho tiempo en un mismo lugar es exponerse al riesgo de ser encontrados.

A 80 metros de la muerte

Del cuello de Sigifredo todavía cuelgan la cruz y el corazón de madera que le regaló uno de sus compañeros durante el cautiverio. Este es el símbolo de la inmortalidad, de una presencia constante, de un recuerdo para siempre. Como homenaje a los 11 diputados que murieron aquel 18 de junio también están las placas en la plazoleta de la Asamblea Departamental del Valle del Cauca: 11 rectángulos de mármol, cada uno con el nombre de uno de esos hombres que fueron secuestrados el 11 de abril de 2002 y a los que asesinaron vilmente en el 2007. Seis años después de dicha masacre, las familias de los diputados continúan exigiendo que se aclare la situación, para saber, al menos, cómo fue que realmente murieron sus seres queridos.

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Gráfico No.4. Crónica publicada por el diario El PaísFuente: El País (2007).

La madrugada de 28 de junio del año 2007, Patricia Nieto recibió una llamada de Bogotá en la que le dijeron que a los diputados los habían matado, que el único vivo era su esposo, y que las Farc acababan de publicar un comunicado en su sitio web. Su hijo Lucas llegó a la casa y la encontró llorando en el estudio. Ella le pidió que entrara a Internet y corroboró la noticia en la página de Anncol. Según la información del grupo subversivo, los diputados en cautiverio habían muerto en medio de un enfrentamiento con un grupo militar aún no identificado. Además, notificaban que el único sobreviviente era Sigifredo López, debido a que no se encontraba en el lugar del combate, y le reclamaban al presidente Álvaro Uribe por su “demencial intransigencia” para llegar a un intercambio humanitario.

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La señora María Beiba, ya para ese entonces viuda de Charry, se encontraba en la ciudad de Medellín, en la casa de su hija mayor. Aunque el diputado Carlos Charry no era su hijo biológico, lo había criado desde que era un niño y lo amaba como a uno más de sus hijos. Se sumergió en una tristeza profunda cuando escuchó la noticia de que habían matado a los diputados, y viajó a Cali tan pronto como pudo. Por fortuna, comenta ella, su esposo había muerto un año antes; aunque este fue otro hecho muy doloroso, doña María se ale-gró de que su esposo no hubiera recibido en vida la noticia de la muerte de Carlos Alberto.

Jahel Figueroa no conocía a ninguno de los diputados secuestrados, pero su oficio de pe-riodista la había llevado a acercarse a los familiares de las víctimas y a desear, al igual que ellos y que todos los colombianos, una pronta liberación. Por eso fue que se asombró de sobremanera cuando un colega suyo la llamó el 28 de junio a las 4 de la mañana para con-tarle que habían matado a los diputados. Entre dormida y despierta, intentó comprender aquella fatal e inesperada noticia. Horas más tarde acudió a la casa de Fabiola Perdomo, esposa de uno de los diputados asesinados, a cubrir la información. Allí, junto a un grupo de periodistas de distintos medios, fue testigo del gran dolor de aquellas 11 familias: hijos que se desmayaban, esposas que lloraban a gritos; 11 historias a las que ya no las unía la esperanza, sino el desconsuelo, la resignación y la rabia. El drama fue tan enorme que ni siquiera los periodistas pudieron ocultar su tristeza.

Ese mismo 28 de junio en horas de la mañana, mientras el sol calentaba como de costum-bre en la capital vallecaucana, la noticia del asesinato de los diputados fue confirmada por varios medios de comunicación. No obstante, la información ofrecida por las Farc sobre las causas de la masacre se puso en duda después de que el presidente Uribe ordenara la realización de un reporte que diera cuenta de los ataques militares efectuados en la zona referida y la respuesta fue que no se había hecho ninguno. Encima de todo, el informe de las Farc decía que los diputados habían muerto el 18 de junio, diez días antes de que se publicara la información. Por razones que aún se desconocen, la guerrilla decidió guardar silencio durante esos diez días, mientras que los familiares de los diputados aún tenían la esperanza de que estos regresaran pronto y con vida.

En dicho momento, Sigifredo López se convirtió en la única esperanza de vida. Sin em-bargo, su familia sufrió casi tanto como las otras. Entre todos habían construido una gran familia y habían compartido durante cinco años un sueño de libertad. Además de esto, no había ninguna garantía de que Sigifredo estuviera vivo. La primera prueba de supervi-vencia luego del asesinato de los diputados llegó después de un año, tiempo en el que

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la incertidumbre reinó en la familia López Nieto. Patricia tuvo que buscar otros aliados, porque ya las familias de los diputados no tenían motivos para seguir luchando, así que se unió a los familiares de otros colombianos en cautiverio para continuar en la búsqueda de la libertad de su esposo. En varias ocasiones tuvo que viajar a Bogotá para reunirse, principalmente, con familiares de soldados secuestrados por las Farc o por otros grupos al margen de la ley.

La versión más confiable acerca de la muerte de los 11 diputados no se supo hasta cuan-do Sigifredo López recobró su libertad y pudo contarle al país entero de lo que él había sido testigo. Cuenta López que días antes del asesinato de sus compañeros, a él lo habían castigado por exigirle respeto a uno de sus captores. Como en cautiverio era una ofensa exigir un buen trato, al diputado lo amarraron a un palo de chonta con una cadena muy gruesa y un candado enorme, al que sus compañero llamaban “el dijecito”, que le colgaba del cuello. Estaba a unos 80 metros del campamento en el que se encontraba el resto de los diputados, es decir, que la distancia les permitía aún comunicarse así fuera por medio de señas. Como los guerrilleros tampoco estuvieron de acuerdo con esto, decidieron crear una barrera con hojas de chonta y aislarlo completamente del resto del grupo.

Aquel 18 de junio, Sigifredo estaba con sus cadenas, pensando, quizás, en su esposa, en su madre o en sus hijos; o quizás en todos al tiempo. Se imaginaba, tal vez, cómo sería el momento del reencuentro, cómo sería el abrazo, cómo sería el beso; cómo todos se encontrarían de igual manera con sus familiares, a quienes no veían hacía 1 853 días, hacía casi 44 448 horas.

De repente, escuchó dos disparos y se tiró al suelo. No tuvo otra opción que encomen-darse a Dios, porque para correr hubiera tenido que desenterrar el árbol y echárselo al hombro. Pensó que podía tratarse de un rescate militar y al pecho le entró una angustia combinada con esperanza. Sin embargo, unos minutos después inició una balacera que se prolongó por ocho o diez minutos. Lo único que López escuchaba, además del tiroteo, era un “no los dejen ir”, que provenía de uno de sus captores. Con el corazón acelerado, se mantuvo en el suelo y continuó con sus oraciones.

Cuando el silencio volvió a reinar en el campamento, el guerrillero que lo custodiaba se acercó a él y, evidentemente muy angustiado, lo interrogó sobre lo que había descubier-

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to en aquel enfrentamiento. Sigifredo le dijo que nada y esta era la verdad: las hojas de chonta le impedían por completo la visión hacia donde se encontraba el resto de sus compañeros. López quiso saber qué había pasado, pero no obtuvo respuesta, sino hasta que él mismo escuchó por la radio, la madrugada de 28 de junio, que los diputados habían muerto en un combate.

Al día siguiente pidió a sus captores que le confirmaran esta noticia y ahí se enteró de que aquello del enfrentamiento con un grupo militar no identificado era una gran mentira para ocultar el enorme error que habían cometido las Farc. El supuesto grupo militar era realmente otro frente del mismo grupo subversivo, que había llegado al campamento sin avisar, y que los guerrilleros que custodiaban a los diputados habían confundido con tropas del Ejército. Sin dar tiempo a una identificación por parte de los hombres que llega-ban, los secuestradores mataron a cada uno de los 11 diputados: la orden era asesinarlos ante cualquier intento de rescate. El “no los dejen ir” surgió después de que dos de ellos intentaran correr para proteger sus vidas, pero unos proyectiles mortales les arrebataron los sueños.

Cuando el Frente 29 de las Farc se identificó, ya era demasiado tarde. Los diputados estaban muertos y los secuestradores no salían del asombro por la grandísima falla que acababan de cometer. Ya no tenían cómo chantajear al Gobierno para que aceptara el intercambio humanitario, y mucho menos, para que despejara las zonas que ellos desea-ban. Después de una corta discusión sobre qué hacer con Sigifredo, decidieron dejarlo vivo y continuar con él las marchas constantes que les permitían no ser descubiertos.

El domingo 9 de agosto de 2007, 83 días después del asesinato de los diputados y 73 luego de que se hubiera conocido dicha noticia, los cuerpos de las 11 víctimas llegaron por fin a la capital vallecaucana para que sus familiares les pudieran dar sepultura. Jahel Figueroa se encontraba en Medicina Legal cuando sintió un olor similar al de la basura, explica ella. Minutos más tarde, el aroma se intensificó. Un fuerte olor a lixiviados se ex-pandió por todo el recinto y fue la prueba de que los cuerpos de los diputados asesinados ya se encontraban allí.

Fabiola Perdomo fue una de las personas que entró a hacer reconocimiento, junto con algunos otros familiares. Hasta antes de que ella confirmara que los cadáveres sí eran

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los de los diputados, una pequeña esperanza se mantuvo en la sala de espera. Quizás el resultado podría ser un no, “no son ellos”, pero no fue así. Adicional a todo esto, las inves-tigaciones realizadas por la Fiscalía y el CTI arrojaron como resultado la confirmación de que los diputados no habían muerto en medio de un combate, sino que, por la cantidad y la distancia de los disparos, se concluyó que habían sido asesinados intencionalmente.

En total, los cuerpos de los diputados presentaron 95 heridas: 14 el que más tuvo, y cua-tro el que menos. Además, se descubrió que el sitio del que habían sido desenterrados no era el mismo en donde se había producido el combate; adicional a esto, se notó que a los exasambleístas les habían cambiado la ropa, ya que, a excepción de uno de ellos, ninguna de las prendas que vestían tenía los agujeros de las balas.

El 12 de septiembre fue enterrado el último cuerpo de los diputados y con esto se cerró un capítulo en la vida de esas 11 familias que, desde distintas ciudades del Valle, padecieron también cinco años de cautiverio y una masacre. Desde ese momento también empezó a gestarse una duda sobre por qué López había sido el único sobreviviente, cuestión que se hizo más compleja cuando Reinaldo Valencia, alias “El cabezón”, declaró públicamente que López había sido uno de los autores intelectuales del plagio de sus compañeros, tal como se cuenta al inicio de este reportaje.

El abrazo más visto de Colombia

La relación de Sigifredo con sus hijos siempre fue muy bonita: iban juntos a ver fútbol, se hacían cosquillas y entre los tres existía una gran confianza. Por todo esto, lo que más an-heló Patricia desde el momento mismo del secuestro fue volver a ver a Lucas y a Sergio abrazando a su padre, compartiendo con él. Este sueño se le hizo realidad el 5 de febrero de 2009, día en el que López fue liberado y pudo reencontrarse con sus seres queridos. Habían pasado ya casi siete años desde el plagio, y dos desde el asesinato de los otros asambleístas.

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Gráfico No. 5. Crónica publicada por el diario El País. Ejemplo de elementos de interés humano por medio de la imagen y el género periodísticoFuente: El País (2009).

El gran abrazo que Sigifredo le dio a sus dos hijos, quienes corrieron hacia él apenas lo vieron bajarse del helicóptero que lo trajo de nuevo a la ciudad, se convirtió en el símbolo de un renacer, de un regreso a la vida, del inicio de una nueva etapa.

En la oficina de Patricia está la foto que congeló ese momento de cariño desmesurado; con lágrimas pero con una grandísima sonrisa en el rostro, los hombres en los que se convirtieron aquellos niños que había dejado Sigifredo, lo embistieron y se metieron bajo sus brazos, como reconociendo de nuevo a ese padre que les habían arrebatado hacía más de un lustro.

Gracias a la gestión de la entonces senadora Piedad Córdoba, se pactó con la guerrilla de las Farc una serie de liberaciones unilaterales de los políticos que este grupo subver-sivo tenía en su poder, y con los que no pretendía nada más que ejercer presión sobre el Gobierno. Alan Jara y Sigifredo López fueron los últimos beneficiarios de dicho acuerdo.

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De héroe a villano: reportaje narrativo del caso de Sigifredo López

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Un helicóptero recogió a López en medio de la selva y acabó con esa tortura llamada secuestro.

No fue tarea fácil acostumbrarse de nuevo a la vida en la ciudad y en familia. Como primer reto, Sigifredo tuvo que comprender que sus hijos ya estaban viviendo otra etapa de sus vidas, que ya salían hasta tarde los fines de semana y que tenían novias. Con respecto a la mujer junto a la que había estado más de 20 años, el reencuentro fue una prueba fiel de que aún existía ese gran amor, a pesar de los enormes obstáculos que les puso la vida.

En días posteriores a su liberación, Sigifredo propuso un encuentro con los familiares de sus 11 compañeros para compartirles algunas de las experiencias vividas en la selva. Para la mayoría de los asistentes esto fue muy reconfortante: era como recuperar un pedacito de la vida de sus seres queridos, era como saber algo más allá de que habían estado pri-vados de su libertad. Después de un discurso general, López se reunió con cada una de las familias en el mismo recinto.

En los años posteriores continuaron haciéndose homenajes y misas en honor a los exdi-putados. Con esto se recordaban fechas tan importantes como el secuestro, el asesinato y la liberación del único sobreviviente, pero además significaba una oportunidad para ir perdonando, poco a poco, a los autores de dicha desgracia, que acabó cruelmente con la vida de 11 personas.

En tono jocoso, uno de los abogados de Sigifredo López afirma que él siguió haciendo política porque es lo que mejor le sale. Patricia Nieto también es consciente de eso. A ella le hubiera gustado que su marido se dedicara a otra cosa, pero la decisión de López fue continuar en la política, porque esta era, prácticamente, su vida. En 1988, a sus 25 años, había sido concejal de Pradera; en 1992 se convirtió en el alcalde de dicho municipio, y en 1998 había iniciado su primer periodo como diputado de la Asamblea Departamental del Valle del Cauca.

En el 2009, dos años después de su liberación, Sigifredo se inscribió como candidato al Senado para las elecciones de 2010. Conoció a Jahel Figueroa debido a la necesidad de tener un jefe de prensa, y con ella trabajó en aquella campaña, pero le faltaron 800 votos para ser elegido en la Cámara Alta del Congreso de la República.

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En el año 2011 oficializó su candidatura a la Alcaldía de Santiago de Cali. Sin embargo, por cuestiones de apoyo al Partido Liberal, su partido político, declinó antes de las elecciones, para ceder sus votos al candidato Rodrigo Guerrero, quien se convirtió en alcalde de la capital del Valle a finales del mismo año.

A Sigifredo López el destino siempre lo puso al filo de decisiones que finalmente labra-ron su vida. El día del secuestro masivo en la Asamblea Departamental cambió una cita médica por una sesión de la Comisión de Presupuesto de la Duma. El día que lo detuvo la Fiscalía dejó una cita en el gimnasio para ir a cumplir con la diligencia judicial. Pero quizás el cambió más drástico en su vida fue pasar de héroe a villano un día de mayo de 2012.

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Experiencias con la prensa como constructora de realidad y memoria

Edición No. 10 - junio 2017

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La crónica en la construcción de la identidad regional vallecaucana1 Autora:

Katherine Martínez Rivera

1 Trabajo de grado dirigido por el profesor Jorge Manrique-Grisales, docente del Departamento de Comunicación y Lenguaje de la Pontificia Universidad Javeriana Cali.

El periodismo, “el mejor oficio del mundo”, como lo define Gabriel Gar-cía Márquez, es tal vez una profesión malagradecida, de esas en las que se conoce el horario de entrada, pero no el de salida; una en la que la remuneración no refleja el trabajo que se realiza. Sin embargo, la labor periodística, para quien la disfruta, tiene magia propia. Cada larga jornada encierra misticismo, un romance con las palabras del que son cómplices la inseparable libreta y el hoy en día infaltable celular para guardar datos, fotos y audios. Cada palabra escrita tiene historia, puede ser un diálogo con algún personaje o un hecho importante, que terminan desencadenados en relatos que perduran en la memoria.

Ese misticismo, esa magia, ese romance con las palabras que dejan el periodismo y las historias, fue la motivación para realizar este trabajo de grado. Demostrar que la profesión del comunicador no puede dejar de lado el rol del periodista, que uno no excluye el otro y que la narra-ción hace parte de las tradiciones y de la vida misma, construyeron el hilo conductor de La crónica en la construcción de la identidad regional vallecaucana, estudio de caso del diario El País, 1960 y 2010.

Esta investigación abarcó un recorrido por la historia del Valle del Cauca a través de la revisión de las ediciones dominicales de El País, prin-cipal diario del suroccidente de Colombia, para encontrar rasgos de

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identidad regional que se abordaron a través de narraciones hechas en dos momentos de la historia del Valle, demarcadas por sus cumpleaños número 50 y 100, haciendo es-pecial énfasis en la crónica, género con características de periodismo y literatura. De esta revisión se escogieron cuatro crónicas para realizar una comparación de estilo, forma y contenido: La caña de azúcar en el Valle y Sobre una laguna fue construido el barrio Santa Ana, del año 1960, y ¡Jaque mate! y Una mirada al Siloé “travel”, del 2010.

Para este análisis se realizó una revisión documental que permitió conocer proyectos o estudios desarrollados que tenían relación o abordaban el tema en cuestión. Asimismo, se desarrolló una búsqueda bibliográfica de aspectos relacionados con la crónica, identi-dad regional y narración, como las costumbres, los imaginarios, la cultura, las tradiciones, el estilo de narración, la sucesión temporal de hechos, entre otros.

Objetivos

Objetivo General

Indagar por algunos rasgos de la identidad regional vallecaucana, enmarcados en cuatro crónicas publicadas en el diario El País, en dos momentos de la historia del Departamento (1960 y 2010).

Objetivos Específicos

Establecer el rol de la crónica como reflejo de la identidad regional en el Valle del Cauca, con base en cuatro piezas de este género periodístico publicadas en las ediciones dominicales del diario El País en 1960 y 2010.

Realizar una comparación, dentro de las características del género, entre las cróni-cas que se publicaron en 1960 y 2010.

Destacar la importancia de la narración en la configuración de sentido en el acto comunicativo, para lo que se realizará un manual de crónica que tendrá aplicación en clases de periodismo.

Marco conceptual

La identidad regional “se da cuando por lo menos una parte significativa de los habitantes de una región ha logrado incorporar a su propio sistema cultural los símbolos, valores y

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aspiraciones más profundas de su región” (Giménez, 2000, p. 115). Estos valores y sím-bolos son normalmente conocidos como tradiciones, que de una u otra forma marcan un sello característico en determinado territorio, que las acoge como propias. Estos espacios también comparten aspectos sociales que demarcan la forma de ser y desarrollarse de sus habitantes.

Gráfico No. 1. Edición de El País de 1960.Fuente: El País (1960).

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Para compartir y transmitir estas tradiciones, las personas recurren a las palabras expre-sadas a través de historias, cuentos, crónicas o noticias, que narran los acontecimientos importantes y enmarcan los rasgos que hace que cada comunidad sea única.

Dentro de las características que unen a una región, se encuentran aspectos como el territorio y la cocina; ambos se convierten en parte de la identidad de una población, y el Valle del Cauca no es la excepción. Gustavo Álvarez Gardeazábal (2001), en el epílogo de su libro Se llamaba el país vallecaucano, expresa su propia percepción sobre el territorio vallecaucano:

El espacio geográfico contenido entre Santander de Quilichao por el sur, La Vir-ginia por el norte, Barragán por el oriente y Buenaventura al occidente, lo delimi-ta perfectamente. La estructuración geopolítica fundamentada en un rosario de ciudades intermedias a lo largo del valle geográfico y una de poblaciones meno-res incrustadas en las dos montañas le permiten una unidad socio-económica. La mezcla de razas y orígenes, costumbres y actitudes hasta hacerlo crisol inigualable en Colombia no ha conseguido establecer una nueva etnia pero sí el perfil de un ser humano calentano, bien diferente de los otros congéneres del país (p. 105).

Esta región recoge la salsa, las macetas y el champús de Cali, el sancocho de gallina de Ginebra, el manjarblanco de Buga, las cocadas de Buenaventura, el pandebono de Yumbo y las gelatinas de Andalucía, así como algunos de los ritmos, sabores y colores que la describen ante el resto del país y del mundo; y, como afirma El País (1998) en su libro Así es el Valle del Cauca, es un salpicón de culturas y tesoros naturales:

Recorrer el Valle ofrece deliciosas sorpresas. La de cambiar de clima un domingo soleado, tras veinte minutos de carretera, lo que significa ‘subir a la carretera al mar y en 18 kilómetros encontrar otra vegetación, otro paisaje, otra temperatura. Es irse a La Cumbre, por el viejo camino de Dapa, donde se experimenta una sen-sación de silencio de la naturaleza como inexplorada y virginal. Es hallar los viejos caminos de arrieros en la zona cafetera donde, a poco andar, pueden descubrirse milagros del paisaje lleno de verdes indefinibles (…) Es asomarse a mirar Cali desde el cerro Pico de Loro (…) Es ver una ciudad como sede mundial de depor-tes como ciclismo, lucha libre o natación. Es hallarla cálida, femenina, sensitiva, vibrante en los espacios deportivos o en los lugares de baile que frecuentan miles de sus habitantes. (p. 207).

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En este valle del río Cauca, se mezclan un sinnúmero de sabores y tradiciones culinarias, enmarcadas en ollas de cobre, fogones de leña, haciendas y hogares, que dejan mitos y conocimientos transmitidos de generación en generación, demostrando que, como indi-ca Estrada (2000):

La cocina regional depende de la lumbre, del combustible, de los aromas, el aire y el clima de la región donde se confecciona; concretándose en una sazón que difícilmente viaja a otras latitudes, así sus productos logren hacerlo. La cocina re-gional no son solo recetas. Cocina regional son técnicas de conservación, cocción y cortes. Son igualmente, utensilios y recipientes (…), creencias y supersticiones alrededor de los alimentos. Cocina regional son también horarios y representacio-nes simbólicas; dietas médicas, religiosas y afrodisíaca (p. 570).

Según lo anterior, la cocina es un componente importante de los habitantes de una re-gión, pues mediante olores y sabores una sociedad se reconoce, se expresa, se identi-fica; y el territorio se configura como el espacio geográfico que une a dichos habitantes.Ahora, para trasmitir saberes e historias, el ser humano desde su origen ha recurrido al método más efectivo: la narración. Sea en forma oral o escrita, esta técnica ha preserva-do los recuerdos y las leyendas desde la antigüedad, pues, como indica Benjamín (1936), “narrar historias siempre ha sido el arte de seguir contándolas, y este arte se pierde si ya no hay capacidad de retenerlas” (p. 7).

Estas historias buscan conmover, generar emociones y conectar a las personas a través del interés humano, ya que, como indica Muñoz (2002), las personas buscan “el espejo donde se refleje su propio ser” (p.45), y este se da cuando “se interpreta al ser social tal y como es, lleno de problemas, deseos, sentimientos, emociones, virtudes” (p. 45). Se busca que las narraciones tengan el mismo efecto que tenían las historias de Sherezada en Las mil y una noches, que creen impacto, expectativa y emociones, que permitan que el lector vibre y se sienta en el momento exacto en que ocurren los hechos.

Hoyos (2003) en su libro Escribiendo historias, el arte y el oficio de narrar en el periodis-mo, afirma que “una historia no es sólo una suma de palabras o de frases. Una historia es algo más: un cuerpo formado por palabras, que busca representar la vida, el mundo” (p. 172).

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En este marco, la crónica, de acuerdo con Benjamín (1936), es el género en el que la na-rración tiene su máxima expresión. Para esto, se juntan características de la literatura con herramientas propias del periodismo, logrando una historia real, que no solo informa, sino que también recrea el instante vivo del acontecimiento y permite al lector aproximarse a la realidad social y cultural de los protagonistas del relato.

El manual de estilo y redacción de El Colombiano (2003), define la crónica como un gé-nero híbrido que tiene características de la noticia, el reportaje, la entrevista y el análisis. Esta debe basarse en el rigor del dato y en la realidad. Su lenguaje debe ser narrativo, interpretativo y analítico. Exige un tratamiento literario muy atractivo, razón por la que el periodista debe conocer las técnicas de la narración y una amplia información sobre el tema.

Con esta definición cobra sentido la metáfora usada por Juan Villoro durante un taller rea-lizado por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, FNPI, en donde se compara a la crónica con un ornitorrinco, por su complejidad e hibridación:

De la novela extrae la condición subjetiva, la capacidad de narrar desde el mundo de los personajes y crear una ilusión de vida para situar al lector en el centro de los hechos; del reportaje, los datos inmodificables; del cuento, el sentido dramático en espacio corto y la sugerencia de que la realidad ocurre para contar un relato deliberado, con un final que lo justifica; de la entrevista, los diálogos; y del teatro moderno, la forma de montarlos; del teatro grecolatino, la polifonía de testigos, los parlamentos entendidos como debate (…) del ensayo, la posibilidad de argumentar y conectar saberes dispersos; de la autobiografía, el tono memorioso y la reelabora-ción en primera persona (…) Usado en exceso, cualquiera de esos recursos resulta letal. La crónica es un animal cuyo equilibrio biológico depende de no ser como los siete animales distintos que podría ser (FNPI, 2010, p. 11).

Tras entender los conceptos resumidos anteriormente y diseccionar las cuatro crónicas elegidas, se obtuvo como resultado la confirmación de la presencia de algunos elementos de identidad regional, como el sentido de lo colectivo, costumbres, imaginarios sociales, historia y sentido de pertenencia, en los textos seleccionados. Asimismo, se referencian personajes que han marcado la historia de los territorios y las localidades, como es el caso de Jackeline Rentería en Una mirada a Siloé travel, y de Santiago Eder en La caña de azúcar en el Valle del Cauca.

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De la misma forma, evidencia tradiciones culinarias como lo es el manjar blanco, en la crónica ¡Jaque mate!, donde se rescata el punto de convertir a este dulce en un elemento de identidad, no sólo a nivel regional, sino también global.

Gráfico No. 2. Edición de El País de 2010Fuente: El País (2010).

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En cuanto el lenguaje, los textos evidencian características de la crónica, como la inmer-sión, indispensable a la hora de plasmar los sentimientos, las emociones y la realidad que se vive en dicho espacio, siendo más evidente el lenguaje literario en las crónicas publicadas en el año 2010, mostrando una evolución del género. También hacen uso del relato histórico, característica que permite un mayor acercamiento del lector, pues este puede conocer el entorno del que se está hablando y a su vez realizar una aproximación mental al lugar.

El interés humano es un ingrediente fundamental en las crónicas Sobre una laguna fue construido el barrio Santa Ana (1960) y Una mirada a Siloé travel (2010), puesto que repre-sentan la posibilidad de acercamiento y conexión con la realidad del otro, pero sobre todo la capacidad de conmover.

En conclusión, las crónicas elegidas demuestran que a través de relatos se evidencian realidades, personajes, culturas y tradiciones, que se van tejiendo en forma de sentimien-tos y emociones que permiten al lector vivir entornos y contextos que conectan con la posibilidad de conocer un pasado y reafirmar identidades.

Por esta razón, como una forma de contribuir a que este género periodístico perdure entre estudiantes de Comunicación, se realizó como fruto de este trabajo de grado un manual de crónica, que contiene conceptos, consejos y ejemplos de escritores y periodis-tas para el manejo de los relatos, y que aún es utilizado en las asignaturas de Periodismo electrónico y Taller de periodismo.

Aspectos metodológicos

La investigación es de carácter cualitativo y toma como corpus de análisis cuatro cróni-cas, dos escritas en 1960 y dos en 2010.

La selección tuvo en cuenta algunos rasgos identificados en la revisión teórico-conceptual que permitió un acercamiento a los conceptos señalados por autores como Juan José Hoyos, Maryluz Vallejo, Daniel Samper Pizano, Walter Benjamín, Tomas Eloy Martínez, Alberto Salcedo Ramos, Eduard Delgado, Jhon Jairo Guzmán, Juan Villoro, Susana Ro-tker, Gilberto Giménez, Gabriel García Márquez, Norman Sims, Antonio Logreira, Manuel Castells, Julián Estrada, Sjet Van Hoof, Ander Gurrutxaga, Alonso Valencia y Víctor Hugo Vallejo.

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Igualmente, el marco contextual permitió documentar e identificar las categorías de análi-sis. Finalmente, se hizo un acercamiento a la historia del diario El País, periódico donde se publicaron las crónicas que sirvieron como base para el desarrollo de este trabajo.

Cabe precisar que se revisaron los periódicos de las ediciones dominicales de los años 1960 y 2010, con el fin de encontrar crónicas en las que se reflejaran las características propias de este género, además de los conceptos de identidad regional y narración. De esta forma, se encontraron un total de cuatro crónicas en los periódicos de 1960 y siete en los del 2010. Finalmente, de cada grupo se eligieron dos: La caña de azúcar en el Valle y Sobre una laguna fue construido el barrio Santa Ana por 1960, y por el 2010, ¡Jaque mate! y Una mirada al Siloé travel.

Teniendo en cuenta los contenidos de estas crónicas, y el enfoque conceptual en el que han sido abordados los temas de identidad regional, narración y crónica, según los au-tores consultados previamente, se miraron aspectos tales como la colectividad, las cos-tumbres, los imaginarios, los orígenes, la identidad, los actores sociales, el proceso del cultivo de la caña, la cultura, las tradiciones, las recetas y el concepto de grupo familiar. Por otra parte, se analizaron el estilo de narración y el interés humano que se encuentran inmersos en cada uno de los textos, además de la sucesión temporal de hechos y las representaciones de la vida que se plasman en estos. Todo lo anterior con el fin de com-probar de qué forma la narración incide en el concepto de identidad regional en el Valle del Cauca, a través de la crónica.

Producto asociado a la investigación

Crónica: Cita con un periódico de ayer2

Alguna vez Héctor Lavoe comparó al amor con un periódico de ayer. Pues bien, yo he decido tener una cita con uno. Dicen por ahí que los veteranos son más interesantes. Esperemos que esa ley también se aplique a estos seres de tinta y papel.

Como en cualquier cita, tenía que encontrar la ropa perfecta: jeans, zapatillas y una blusa. La comodidad ante todo. Y si la ‘pinta’ es importante, la puntualidad también. Lastimosa-

2 Crónica publicada en la edición Nº 9 de Pasá la Voz, publicación del programa de Comunicación de la Pontificia Universidad Javeriana Cali.

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mente el MIO no colabora mucho, así que como mujer que se respete, unos minuticos de más pasaron por alto en mi reloj.

Al llegar al lugar del encuentro, una mujer me mostró en donde se encontraba ‘mi cita’: en medio de estanterías gigantes, sobre una mesa, reposaban 12 libros que tenían en su portada el año 1960. Bueno, se me olvidó decir que mi cita era múltiple, no era un solo periódico de ayer, sino 60, y de hace 50 años.

Mi encuentro comenzó en soledad, pues la sala estaba vacía, salvo por el personal que trabajaba allí. Dejé mi bolso sobre la mesa, saqué mi libreta de apuntes y comencé. Tomé el primer volumen de periódicos, cuanto abrí la primera página mi cabeza estalló.

La primera plana estaba invadida, demasiadas letras, todas muy pequeñas. Logré ver que ahí no solo se mostraban los titulares de las principales noticias, sino también las cam-pañas de los candidatos del partido Conservador, las misas del día, las muertes, la carte-lera de cine, los resultados de la lotería, los graduandos, e incluso publicidad de General Electric y de las Empresas Municipales, que más adelante pude ver, era una constante de todos los días.

Con tanta información en una página me sentía saturada, pero me tocaba acostumbrar-me, pues apenas estaba comenzando. Antes de pasar de página no pude evitar notar que tanto titular opacaba el logo. Los periódicos de ayer eran muy extravagantes.

Pasé de página y vaya sorpresa, mientras que en la actualidad ese espacio se le reserva a la editorial o noticias relevantes, en ese entonces la totalidad de la segunda página era ocupada por consejos de belleza, “la dieta sin calorías”, tendencias de moda que incluían sombreros y flores muy grandes como estampados, entre otras cosas, de la misma línea. Definitivamente, los tiempos cambiaban y esos periódicos de ayer eran bastante vanidosos.

Enero le dio paso a febrero y con este a dos visitantes que ingresaron a la sala de consul-ta. La primera, una mujer que venía a buscar un artículo de “un político muy importante”, como ella misma lo reiteró muchas veces. El segundo un señor que llevaba varios días viniendo, y aun no encontraba lo que necesitaba.

Para el mes de febrero ya me estaba habituando al formato del periódico, que no daba lugar a los descansos visuales, y me percaté que en ese tiempo El País tenía un nombre

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un poco más largo: El País, diario matinal conservador. Por mi cabeza se pasó lo curioso que era que un medio informativo revelara tan abiertamente su postura política. Eso hacía entendible porqué las páginas centrales eran las únicas a color y tenían una foto gigante de los candidatos de este movimiento político. Los periódicos de ayer eran tendenciosos.

Así como enero y febrero, pasaron los demás meses. Me topé con que los teatros famo-sos de la época eran el Ángel y el Imperio; nada de Cine Colombia, Royal Films, ni Cine-polis. La película de moda era El ataúd del vampiro 2, que después de casi todo el año, seguía en cartelera. Me pregunté ¿qué pensarían los vampiros modernos de The Twilight Saga al ver semejante récord de permanencia en taquilla?

Mi lectura se vio interrumpida por la conversación de mis dos acompañantes de la sala. Al parecer se habían conocido en algún consultorio médico y la señora le estaba preguntan-do sobre los beneficios de la vitamina E y el omega 3. Su interesante charla se cortó gra-cias a que ella había encontrado la noticia de su político famoso, así que la sala se sumió nuevamente en silencio, mientras la mujer le preguntaba a la encargada como conseguir una copia de la información y el hombre partía sin haber encontrado lo que buscaba.

Entre otras noticias curiosas estaban la profanación al cadáver de Evita Perón, la venta de osarios en el Santuario de Fátima, un artículo en el que se mostraba el yoga como un negocio mágico y cubrimientos enteros del famoso clásico Boca vs. River que opacaba el fútbol local.

Por otra parte, la publicidad de las páginas internas estaba dominada por Coca Cola, Quaker y Disney. El papa de la época era Juan XXIII, la cuota inicial de un carro era de $795 y el precio de El País era $0.30. Cómo se ha desvalorizado nuestra moneda y qué baratos eran los periódicos de ayer.

Entre noticias y datos interesantes se pasó mi tarde. Resultó que sí valía la pena tener una cita con unos periódicos de ayer: vanidosos, extravagantes, tendenciosos y baratos. Una mezcla bastante rara y especial.

Cerca a las 5:00 p.m. pedí unos clones de ‘mi cita’. Quería tener un recuerdo y además los necesitaba para mi trabajo de grado, y es que aparte de interesantes, eran útiles. Resultó que estos clones sí eran caros. Nunca había sacado unas fotocopias tan costosas, $600 cada una, que porque eran hechas con microfilminas, una técnica que permite conservar

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la información y que yo asocié como el escáner de antes. Además de todo, los periódicos de ayer eran exclusivos.

Cuando salí del lugar entendí la comparación que Héctor Lavoe hacía de los periódicos de ayer con el amor, ambos dan dolor de cabeza.

Bibliografía

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Experiencias con la prensa como constructora de realidad y memoria

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Lecciones de periodismo para contar once horas de viaje

a Armero y Chinchiná

Gráfico No.1. Interfaz de la multimedia realizada en alianza con El Espectador en 2015Fuente: Tomado de https://goo.gl/tKiAWU

Autoras: Nathalia Agudelo y Angie Palacios1

1 Las autoras son estudiantes de Comunicación de la Pontificia Universidad Javeriana Cali e hicieron parte de la clase de Periodismo Electrónico 2015-2, orientada por el profesor Jorge Manrique-Grisales, que realizó la investigación sobre los 30 años de la tragedia de Armero publicada por El diario El Espectador en formato multimedia en noviembre de 2015.

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Nathalia Agudelo y Angie Palacios1

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Alianza informativa PUJ Cali-El Espectador

Introducción

Once horas para repasar las lecciones que dejaron Armero y Chinchiná, no fue un texto planeado. En las clases de Periodismo Electrónico nos informamos durante semanas sobre la catástrofe de Armero, hasta que llegó el gran día. El viernes 4 de septiembre de 2015, a las dos de la tarde, estábamos todos sentados en las afueras de la capilla de la Universidad esperando la van que nos llevaría al escenario de la remota tragedia que solo habíamos conocido por la prensa, relatos de familia y miles de registros en Internet. Fue un viaje largo. Casualmente, ese día pasamos por Armero a las 12 de la noche. Tratamos de sentir en intentos nulos el olor a rosas del que tanto hablaba el profesor Manrique.

Al siguiente día volvimos a Armero a las ocho de la mañana. Nos recibió el olor nausea-bundo de un buitre en descomposición, y don Omar, un habitante y sobreviviente de la catástrofe que ocurrió allí el 13 de noviembre de 1985. A las cinco de la tarde nos estábamos bajando en el Páramo de Letras para estirar las piernas y usar los baños. Nos llevamos la sorpresa de que el Nevado del Ruiz estaba despejado y lo pudimos observar y fotografiar. En la bajada del páramo el profesor dijo de manera jocosa y sin esperanza alguna, que entráramos a Manizales a conocer el Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Manizales. A las seis de la tarde estábamos entrando al Observatorio. Durante la explicación de cómo se detectan los sismos, en el país ocurrió uno de 5.0 en la escala de Richter, en el Valle del Cauca. Finalmente, a las 7:30 de la noche estábamos pasando por Chinchiná, población que también resultó afectada por la avalancha que borró a Armero.

Una vez en Cali, se empezaron a repartir las tareas que teníamos que hacer sobre nuestra vivencia en Armero. Nosotras, junto con el profesor, no teníamos realmente claro qué escribir o qué hacer. Primero salió el tema de escribir sobre el Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Manizales, pero nos parecía que quedaba muy corto y muy técnico. Hicimos las cuentas de cuántas horas habíamos estado en todos los lugares, hasta que salió la idea de escribir Once horas para repasar las lecciones que dejaron Armero y Chin-chiná. Esta crónica recoge nuestra vivencia, ya que en once horas pudimos repasar todas las lecciones que dejó Armero. Al empezar a hacer el escrito, tuvimos que volvernos a comunicar con el Observatorio de Manizales para concretar algunos datos.

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Lecciones de periodismo para contar once horas de viaje a Armero y Chinchiná

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Varias ediciones, revisiones y discusiones con el profesor fueron perfilando la nota, que finalmente fue aprobada por El Espectador en el especial multimedia con el que se recor-daron 30 años de la tragedia natural más grande que ha vivido Colombia.

Crónica: Once horas para repasar las lecciones que dejaron Armero y Chinchiná

En cerca de once horas conocimos los escenarios que resumen la tragedia de Armero y Chinchiná. A las ocho de la mañana llegamos a lo que fue Armero. A las cinco de la tarde estábamos en el Páramo de Letras divisando el volcán nevado del Ruiz. A las seis estába-mos ingresando al Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Manizales y a las 7:30 de la noche pasamos por Chinchiná. En todo ese tiempo atravesamos el territorio por donde viajó la muerte el 13 de noviembre de 1985.

Del suelo endurecido, el abandono, la soledad y el calor que había en Armero, pasamos al frío de los cuatro mil metros del Páramo de Letras. En este lugar nuestras narices estaban congeladas y nuestra piel de gallina. Desde allí pudimos divisar el Nevado del Ruiz cubier-to de ceniza gris y coronado por una fumarola blanca. Luego de tomar la improvisada decisión de llegar hasta Manizales, nos arriesgamos a ir hasta el Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Manizales, sin la espe-ranza que este estuviera abierto.

Después de unos minutos que el profesor entró al Observatorio. El frío empezó a in-vadir la van en la que viajábamos y al bajarnos del vehículo el crepúsculo estaba en su mayor apogeo. Al entrar al Observatorio pudimos ver lo pulcro que era el primer piso, y las escaleras de madera. Entre nosotras nos miramos y pensamos “las quiero así en mi casa”. Cuando llegamos al tercer piso, pudimos ver que el lugar estaba esa tarde a cargo de cuatros jóvenes estudiantes de Geología de la Universidad de Caldas, de no más de 25 años de edad. Diego Lotero, María Alejandra Vélez, Oscar Cabrera y Mateo Correa, este último como coordinador, nos recibieron amablemente. En el momento en que se estaban presentando, nos pusimos a pensar que la vida de muchos colombianos estaba esa noche en manos de estos muchachos. Haciendo cuentas nos enteramos que ellos no habían nacido cuando ocurrió lo de Armero, pero hoy son los que vigilan el volcán 24/7.

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El lenguaje de ellos es muy técnico pero siempre se preocuparon porque entendiéramos lo que se hace en el Observatorio. Nos explicaron el funcionamiento de los sismógrafos. Gracias a esta tecnología instalada en el Parque Nacional Natural de los Nevados para el monitoreo de seis volcanes, ahora los movimientos telúricos que se producen en el centro-occidente del país se pueden observar en pantallas grandes.

Curiosamente, mientras Diego Lotero, estudiante de séptimo semestre de Geología, nos estaba explicando cómo se monitorea desde las pantallas, se comenzó a registrar un sismo. “Sí que somos afortunados”. Eso fue lo que a todos se nos pasó por la cabeza, mientras mirábamos las rayas azules en la pantalla. El movimiento telúrico se produjo en San Pedro, Valle del Cauca, con una magnitud de 5,2 grados en la escala de Richter.

En un rincón estaba un viejo sismógrafo que aún sigue funcionando a la perfección. El rodillo de este aparato es ahumado con petróleo y una aguja marca los movimientos de la tierra. Luego se saca está lámina y se cubre con laca transparente para archivarla, nos explicó María Alejandra Vélez, estudiante de décimo semestre. En ese momento pensé como hubiera sido de útil un aparato de estos en 1985. Desde marzo de ese año, la Oficina de Desastres de las Naciones Unidas (Undro), había recomendado a Ingeominas instalar sismógrafos para monitorear al Volcán Nevado del Ruíz, que había dado muestras de reactivación desde diciembre de 1984.

Los expertos también recomendaron levantar un mapa de riesgos volcánicos, que final-mente se hizo en tiempo récord y se entregó el 7 de octubre de 1985, 38 días antes de la tragedia y en el que se mostraba claramente qué le podía pasar a Armero y a Chinchiná como consecuencia de los lahares que podían formarse por el deshielo del nevado.

Aunque el 7 de septiembre de 1985 el gobierno destinó $20 millones -con lo que hoy se compraría un carro de segunda- para que Ingeominas y otras entidades siguieran con la in-vestigación de la actividad del Ruiz, la información científica no fue debidamente evaluada por quienes tenían la responsabilidad de ordenar una evacuación de las zonas de riesgo, como Armero y Chinchiná.

“Ay Manizales del alma”, fueron las palabras del profesor, oriundo de esa ciudad, al entrar a la terraza para observar la ceniza recolectada por los muchachos del Observatorio. Sólo veíamos las luces de Manizales, pero no el volcán. Sin embargo, los instrumentos y las cámaras instaladas en sus faldas nos permitían tomarle esa noche sus signos vitales.

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Lecciones de periodismo para contar once horas de viaje a Armero y Chinchiná

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Al descender en nuestro vehículo hacia el Valle del Cauca, pasamos por Chinchiná, la otra parte del país alcanzada por la avalancha que descendió del Nevado del Ruíz. Allí murieron alrededor de tres mil personas. Cuando cruzamos muy cerca al cauce del río Chinchiná, nos tratamos de imaginar el lahar que bajó por allí la noche del 13 de noviembre de 1985. Justo en ese momento pasamos por la tienda “La Primavera”, como se llamaba uno de los barrios afectados esa noche, junto con otros como Rancho Alegre y Mitres.

En un solo día pudimos estar en todos los escenarios donde se vivió la mayor tragedia natural del país. Ocurrió hace 30 años, pero el viejo volcán ya había vomitado fuego en 1592, 1700 y 1845. No aprendimos esas lecciones, pero al mejor estilo de los parciales en la Universidad, nos tocó repasar en once horas y media una historia dolorosa con la esperanza que no se vuelva a repetir.

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Experiencias con la prensa como constructora de realidad y memoria

Edición No. 10 - junio 2017

Cuaderno Javeriano de Comunicación • Cali Colombia • No. 10 • pp 88-92 • junio 2017 • ISSN 2322-8474

El lado psicológico de la tragedia de Armero

Gráfico No.1. Interfaz de la multimedia realizada en alianza con El Espectador en 2015.Fuente: Tomado de https://goo.gl/tKiAWU

Autor: Juan Pablo Sanabria MazoPsicólogo egresado de la Pontifi cia Universidad Javeriana de Cali1

1 El autor hizo parte, en calidad de estudiante de Psicología, del curso de Periodismo Electrónico 2015-2, orientado por el profesor Jorge Manrique-Grisales, que realizó la investigación sobre los 30 años de la tragedia de Armero, la cual publicó El diario El Espectador en formato multimedia, en noviembre de 2015. Este artículo fue un diferencial en el reportaje por su enfoque interdisciplinario.

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El lado psicológico de la tragedia de Armero

89Cuaderno Javeriano de Comunicación • Cali Colombia • No. 10 • pp 88-92 • junio 2017 • ISSN 2322-8474

Alianza informativa PUJ Cali-El Espectador

Introducción

Escribí el artículo Armero, duelo sin fin como parte de un ejercicio de investigación que realizamos estudiantes de las carreras de Comunicación, Psicología y Diseño de Comuni-cación Visual de la Pontificia Universidad Javeriana Cali para el diario El Espectador. Con el acompañamiento de los profesores Jorge Manrique y Mauricio Hernández emprendimos un viaje hacia la ciudad de Armero con el objetivo de recopilar información en los lugares afectados por la tragedia. Durante los días que estuvimos en Armero, el Páramo de Letras y Manizales, aprovechamos para realizar entrevistas a informantes claves, observar las diferentes realidades de las personas involucradas y capturar múltiples imágenes que nos permitieran visibilizar el fenómeno que estábamos explorando.

Los datos que recolectamos durante este trabajo de campo fueron el punto de partida para identificar algunas de las implicaciones sociales, económicas y psicológicas que se derivaron de la tragedia de Armero. La diversidad de técnicas de recolección que em-pleamos durante esta aproximación etnográfica nos permitió, por un lado, describir y comprender el fenómeno a través de los significados propios de las experiencias de los ciudadanos y, por el otro, reconocer la influencia de nuestras realidades subjetivas en la interpretación de lo ocurrido. Las discusiones grupales en las que compartimos nuestras percepciones sobre las repercusiones de la tragedia fueron, por tanto, herramientas fun-damentales para enriquecer los marcos de referencia que utilizamos para dar cuenta de esta gran problemática social.

Después de este primer acercamiento a la tragedia, para la elaboración del texto realicé una revisión inicial de la literatura, la cual me permitiera entender las principales implica-ciones psicológicas presentes en personas afectadas por catástrofes naturales. En este proceso de búsqueda bibliográfica identifiqué investigaciones empíricas realizadas en di-ferentes contextos sociales, que tenían como objetivo comprender el efecto que gene-raba la vivencia de experiencias traumáticas en la salud mental de toda una población. Decidí, finalmente, apoyarme en los libros Intervención en crisis: manual para práctica e investigación, escrito por Karl Slaikeu, e Intervención en crisis y respuesta al trauma: teoría y práctica, elaborado por Elin Blonch y Barbara Rubin, para triangular la información analizada en las entrevistas con evidencia científica ampliamente reportada en la literatu-ra.

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Juan Pablo Sanabria Mazo

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Como parte del proceso de análisis cualitativo realizado a partir de la información recolectada por el equipo en el trabajo de campo, opté por agrupar en categorías temáticas las experien-cias narradas por los informantes claves de la investigación. Durante el desarrollo del texto in-tenté narrar de manera breve el impacto social que tuvieron las imágenes que se presentaron en diferentes medios de comunicación a nivel mundial. Después, busqué visibilizar aquellas repercusiones psicológicas que reportaron algunos de los afectados por la tragedia de Arme-ro, como fueron las dificultades para conciliar el sueño, la sensación de irritabilidad constan-te, los pensamientos intrusivos, las conductas de evitación y las alteraciones emocionales. Para finalizar, quise mostrar a los lectores cómo esta catástrofe marcó un antes y un después en la vida de toda una población y dificultó, en muchos casos, la elaboración del duelo.

Aceptar la invitación a escribir este artículo para el periódico El Espectador fue una opor-tunidad sumamente valiosa que tuve cuando era estudiante de la carrera de Psicología. Esta aproximación a la investigación desde una perspectiva periodística me permitió ser parte de un momento histórico que aún sigue dejando eco en Colombia.

Me siento muy honrado de haber podido trabajar con un equipo multidisciplinar, que des-de el primer momento buscó con este proyecto multimedia dar voz a las personas afecta-das directa o indirectamente por esta catástrofe, y visibilizar las diferentes repercusiones de una tragedia nacional que no podemos olvidar.

Crónica: Armero, duelo sin fin

A las 6:15 de la mañana del 14 de noviembre de 1985, cuando la avalancha proveniente del Volcán Nevado del Ruiz había cubierto por completo la ciudad de Armero, miles de personas afectadas por la catástrofe se mostraban incrédulas frente a lo que estaba ocurriendo. A esa hora, los medios de comunicación se trasladaron al epicentro de la tragedia y dieron a co-nocer al mundo las repercusiones de uno de los fenómenos naturales de mayor impacto de la historia de Colombia. Cientos de cámaras captaban el dolor de las víctimas, quienes bus-caban con desespero asistencia por parte de los organismos de socorro desplegados en la zona. El caos producido por el desastre natural llenaba de tristeza y frustración a millones de espectadores que observaban desde la distancia el drama vivido en la ciudad del algodón.

Ante un evento como el vivido aquella noche del 13 de noviembre en Armero, es habitual que se activen en las personas respuestas automáticas que desafían la percepción de control que tienen sobre sus recursos personales, interpersonales y espirituales.

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El lado psicológico de la tragedia de Armero

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Aunque la reacción que los seres humanos asumen frente a la adversidad depende en gran medida de la personalidad, de la actitud que tienen frente al mundo y de la experiencia que acumulan durante la vida, no es menos cierto que estudios empíricos sobre el tema han comprobado que, a pesar de las diferencias individuales, existe una tendencia a afrontar de for-ma similar este tipo de situaciones.

Cambios en la percepción del mundo

Las consecuencias de la tragedia no solo se evidenciaron en el elevado número de perso-nas fallecidas y heridas reportadas, o en la cantidad de pérdidas materiales, sino que tam-bién se hicieron visibles, a nivel psicológico, en quienes presenciaron directa o indirecta-mente este suceso. Dentro de las principales repercusiones psicológicas identificadas en los afectados después de la tragedia, se destacan las dificultades para conciliar el sueño, la sensación de irritabilidad, los pensamientos intrusivos, las conductas de evitación y los bajos estados de ánimo. Además, fue común encontrar en estas personas una sensación de culpa generalizada que alteró la percepción de seguridad que experimentaban con el mundo, con los demás y con ellos mismos.

Las pérdidas a las que se vieron sometidas las víctimas durante la tragedia o el sufrimien-to que observaron en otros, los invitó a cuestionarse sobre el sentido de su existencia. Producto de estas constantes preguntas, muchos de ellos tendieron a aislarse de sus principales redes de apoyo y manifestaron sentirse desesperanzados de cara a lo que les deparaba el futuro.

Los relatos de los sobrevivientes que compartieron su experiencia años después de la tragedia de Armero, demuestran que este suceso fue interpretado dependiendo de las características propias de cada individuo, de su historia con el fenómeno. El rol que cum-plieron los afectados en el desenlace de sus historias influyó en el sistema de creencias de cada uno de ellos y, con frecuencia, generó sentimientos de culpa.

Independientemente del tipo de acercamiento que haya tenido una persona con una ca-tástrofe natural, es frecuente que empiecen a presentarse alternaciones en la percepción del tiempo, recuerdos marcados por detalles que quisieran olvidar y sensaciones de que su identidad ha sido vulnerada. Las pérdidas temporales o definitivas que haya tenido

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Nathalia Agudelo y Angie Palacios1

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una persona como consecuencia de la catástrofe generan secuelas en los sobrevivien-tes. Esta aproximación abrupta a la muerte modifica la concepción de la vida y causa un inmenso dolor en sus actores principales. Además, la negación que se puede derivar de la tragedia dificulta la elaboración del duelo en los sobrevivientes.

Olvido antes que duelo

Ahora bien, es necesario precisar que es sumamente complicado para las personas re-conocer un proceso de duelo ante una tragedia como la de Armero. Los factores socioe-conómicos propios de la cultura colombiana impulsan a que, muchas veces, las personas tiendan a ignorar las señales que le envían sus emociones. Por lo general, los seres humanos deciden, quizás sin si quiera darse cuenta, ignorar lo que están sintiendo hasta que perciben que el dolor se ha apoderado por completo de ellos. Las personas que se exponen a una situación traumática transforman su realidad y marcan en su vida un antes y un después. Por más que ellos deseasen modificar lo que vivieron o sintieron aquel día, lo cierto es que deben comprender que hay una parte de ellos que ya no volverá a ser como era antes. El ayer se sobrepone al hoy y tiñe de un color oscuro la esperanza de los que vivieron en carne propia los efectos de la tragedia. El duelo se constituye, así pues, como un camino que posibilita la aceptación y la liberación de la experiencia vivida, de la tristeza, de la pérdida, del dolor.

30 años después de la tragedia de Armero, aún quedan heridas sin cicatrizar que impac-tan directamente en la forma en la que las víctimas representan sus vidas. Las emocio-nes, las reacciones y los pensamientos que quedaron registrados en la memoria de cada uno de los afectados los incita a cuestionarse si podrán o no continuar con sus vidas. En este punto, resulta de vital importancia otorgar un lugar a la transición entre la crisis y el trauma, como un medio que permita elaborar un duelo a las personas que se vieron afectadas por la tragedia que cambió la historia de Colombia.

Textos consultados

Slaikeu, K. A. (1996). Intervención en crisis: manual para práctica e investigación. México: Manual Moderno.

Wainrib, B. R. y Bloch, E. L. (2001). Intervención en crisis y respuesta al trauma: teoría y práctica. España: Desclee de Brouwer.

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Experiencias con la prensa como constructora de realidad y memoria

Edición No. 10 - junio 2017

Cuaderno Javeriano de Comunicación • Cali Colombia • No. 10 • pp 93-98 • junio 2017 • ISSN 2322-8474

Ejercicio de memoria sobre la noche que Cali se deshizo en dinamita

Gráfico No.1. Interfaz del proyecto multimedia producido con El Espectador en 2016.Fuente: tomado de https://goo.gl/PQXZkm

Autor: Jorge Manrique GrisalesDocente Periodismo Electrónico PUJ-Cali

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Jorge Manrique Grisales

94 Cuaderno Javeriano de Comunicación • Cali Colombia • No. 10 • pp 93-98 • junio 2017 • ISSN 2322-8474

Alianza informativa PUJ Cali-El Espectador

Introducción

Después del cubrimiento especial que se hizo en 2015 de los 30 años de la tragedia de Armero, el curso de Periodismo Electrónico 2016-1 realizó una investigación en torno a los 60 años de la explosión de Cali, ocurrida el 7 de agosto de 1956.

Empleando la misma metodología de consulta de archivos de prensa, recorrido por el territorio de los acontecimientos, documentación fotográfica y entrevistas a actores so-ciales (testigos, sobrevivientes, bomberos, funcionarios del cementerio central, periodis-tas y personal médico, entre otros) se logró una versión amplia del hecho histórico con muchos matices.

La Biblioteca Departamental, la Biblioteca del Banco de la República y el archivo Fotográfico y Fílmico del Valle del Cauca, fueron las principales fuentes documenta-les de donde se recuperaron archivos y fotografías.

El material se procesó en crónicas, líneas de tiempo, infografías y aplicaciones web 2.0 que fueron incorpo-radas al reportaje multimedia que se presentó nueva-mente a consideración del diario El Espectador, el cual lo aprobó para su publicación el 6 de agosto de 2016 en su versión en línea.

El título del especial periodístico 60 años de la noche que Cali se deshizo en dinamita fue aportado por la estudiante Katherine Morales, una de cuyas crónicas hizo parte del producto multimedia.

En el presente artículo, el docente reunió fragmentos de relatos, imágenes que quedaron del trabajo de todos, y armó un texto que revive la última hora que vivió Cali antes del estallido de seis camiones del Ejército.

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Ejercicio de memoria sobre la noche que Cali se deshizo en dinamita

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Crónica: 21.900 días de memoria y olvido2

Hace 60 años, el 7 de agosto de 1956, seis camiones cargados con dinamita explotaron en Cali. Al menos 4.000 personas murieron y 12.000 resultaron heridas. Hoy, las víctimas siguen esperando la ayuda del Estado para recuperar lo que perdieron.

A las 12

La víspera del 7 de agosto de 1956, José David Tenorio se acostó casi a las 10 de la noche. Un ruido de guitarras y boleros de Los Panchos lo despertaron como a las 12:30. El novio de su hermana Ruth había llegado con una serenata para celebrar el cumpleaños número 24 de su amada. Los habitantes de la casa, ubicada en la calle 18 norte entre carreras tercera y cuarta, se despertaron y bajaron a la sala a disfrutar la música.

Era lunes y el día siguiente era festivo. En todo el país se conmemoraría un aniversario más de la Independencia de la Nueva Granada de la corona española. Bajo el gobierno del general Gustavo Rojas Pinilla era normal que se realizaran desfiles marciales el 13 de junio, día en que el militar asumió el poder mediante un golpe de Estado; el 20 de julio, para recordar el grito de la independencia, y el 7 de agosto por la Batalla de Boyacá. Para mostrar más tropas en la calle, se ordenó el traslado a Cali de los soldados del Batallón de Palmira que se alojaron en distintas guarniciones militares, ubicadas cerca a la Plazoleta del Ferrocarril.

Cali era entonces una ciudad no más grande que la Armenia actual. Al filo de la media noche, la mayoría dormía. Algunos departían con amigos, pues el martes no había que tra-bajar. Jaime Castellanos, era uno de estos. Se encontró con un amigo al final de la tarde y ambos decidieron tomarse unos tragos cerca a la Estación del Ferrocarril. Su amigo era de Buenaventura y después de hablar mucho, convenció a Jaime de subirse a un carro y partir hacia el puerto esa misma noche.

En el Batallón Pichincha el oficial de servicio, capitán Gustavo Camargo Eslava, había terminado de hacer una ronda y de recibir el parte de normalidad de sus subalternos. Todo estaba tranquilo. Al final de la tarde, había ordenado que diez camiones cargados

2 Artículo publicado en el especial multimedia de El Espectador con motivo de los 60 años de la explosión de Cali. Esta nota también se publicó en la edición impresa del mismo diario el día 6 de agosto de 2016.

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con dinamita, provenientes de Buenaventura, fueran retirados de los predios de las ins-talaciones militares. De nada valieron las súplicas de los conductores civiles que querían descansar y comer después de un viaje de más de ocho horas. La orden fue perentoria: “esos camiones no pueden quedarse aquí”.

En el cuartel central de Bomberos, el sargento Carva-jal, junto con sus compañeros Castillo y el maquinista, Harold Delgado Aragón, hacían guardia. Poco después de las 12 de la noche los ruidos de la ciudad se fueron apaciguando.

A la 1:07

En la casa de los Tenorio seguía la serenata para Ruth. Más boleros de Los Panchos inundaban la sala. A pesar

de haber escuchado la música, José David, quien para entonces tenía 19 años, decidió quedarse en su cama. Con la última canción de la velada, sonó una gran explosión y la casa se sacudió. De la ventana se desprendió una andanada de vidrios que como pro-yectiles se clavaron en la pared. “De no haber estado acostado, esos vidrios me habrían matado”, recordó 60 años después este abogado que pacientemente ha recopilado sus recuerdos en un texto que llama Remembranzas, pero que aún no se decide a publicar.

Al escuchar el estallido, el capitán Camargo Eslava activó todo el esquema de seguridad del Batallón Pinchincha. Un hongo rojo se levantó por los lados de la Estación del Ferro-carril, donde habían ido a parar seis de los diez camiones que el oficial no dejó parquear en el centro de la ciudad. Al momento llegó el padre Alfonso Hurtado Galvis, capellán del Batallón, con la sotana a medio abotonar. Juntos partieron con un contingente de solda-dos hacia el sitio de la tragedia. Al cabo de los años, el entonces capitán y el sacerdote siguieron siendo buenos amigos y fallecieron con 26 días de diferencia en 2014.

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Ejercicio de memoria sobre la noche que Cali se deshizo en dinamita

97Cuaderno Javeriano de Comunicación • Cali Colombia • No. 10 • pp 93-98 • junio 2017 • ISSN 2322-8474

Gráfico No.1. Edición de El Tiempo dando cuenta de la tragedia de CaliFuente: El Tiempo (1956).

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Jorge Manrique Grisales

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Todos escucharon el estallido en Cali y sus alrededores. Un tractorista del Ingenio San Carlos, cerca de Tuluá, escuchó el aire rasgarse. Desde Yumbo y Palmira reportaron que el cielo era rojo en Cali. La paz del Cementerio Central se vio interrumpida por un motor de camión que cayó como un bólido. Muchas lápidas saltaron en pedazos y cadáveres antiguos se mezclaron con trozos de cuerpos que caían del cielo rojizo.

El bombero Castillo recibió la primera llamada de auxilio y junto a sus compañeros Carva-jal y Delgado se subió a la máquina que estaba de turno, la M-7, un Ford modelo 53 que había sido recibido en donación. Entre tanto, el bombero Octavio Arias partió en otro ve-hículo hacia Palmira, con el fin de solicitar ayuda a los bomberos de dicha ciudad. Fueron ocho días, casi sin dormir, atendiendo las víctimas. De allí en adelante, el 7 de agosto se celebra el Día del Bombero en Cali.

Jaime Castellanos ya había cogido carretera con su amigo hacia Buenaventura. Iba por los lados del Queremal cuando explotaron los camiones. Al día siguiente, después de haber dormido un rato, se enteró que cerca de 40 manzanas de Cali habían sido arrasadas por la onda explosiva. Hoy junto a su mujer fabrica carritos de madera de colección que vende todos los domingos en el parque de El Peñón, en el centro de la ciudad.

60 años

Ruth García llegó temprano a la cita para recordar los 60 años de la explosión de Cali en la sede del Banco de República en Cali, en el marco de los conversatorios que promueve en 2016 el Archivo Histórico del municipio. En 1956 le dieron una casa de Aluminio por la que pagó $3.500. Pero en 21.900 días que han pasado desde la madrugada en que su esposo le dijo que no se asomara a la calle porque estaba lloviendo fuego no ha recibido lo que el Gobierno le prometió. Ella y 57 sobrevivientes más se reúnen cada 7 de agosto en el barrio Agua Blanca para recordar aquella madrugada y las promesas incumplidas, mien-tras sus hijos y nietos se multiplican en una ciudad que se inventó una feria para olvidar.

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Experiencias con la prensa como constructora de realidad y memoria

Edición No. 10 - junio 2017

Cuaderno Javeriano de Comunicación • Cali Colombia • No. 10 • pp 99-103 • junio 2017 • ISSN 2322-8474

El HUV: un hospital de guerra1

1 Este trabajo obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Universitario Orlando Sierra en 2018 en la modalidad de multimedia. Fue desarrollado en 2017-2 en las asignaturas Taller de Nuevos Medios y Escritura Periodística, orientadas por los profesores Aura María Vargas Ramos y Jorge Manrique Grisales. En la investigación y en lo metodológico contó con la asesoría del Semillero de Periodismo y Memoria. El producto final es un sitio web que cumple con las características de un reportaje multimedia. Ver https://readymag.com/u90291077/unhospitaldeguerra/

Gráfico No. 1. Interfaz del proyectoFuente: tomado de https://goo.gl/Puhsmo

Autores: Daniel A. Camargo G.

Nathalia A. Henao G.

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Daniel A. Camargo G.

100 Cuaderno Javeriano de Comunicación • Cali Colombia • No. 10 • pp 99-103 • junio 2017 • ISSN 2322-8474

Introducción

Contar la historia del Hospital Universitario del Valle (HUV) resulta fundamental, no solo por ser el hospital más importante del suroccidente colombiano, sino también porque sus pasillos y consultorios están llenos de relatos y recuerdos.

La propuesta del reportaje multimedia denominado HUV: un hospital de guerra, surgió como un ejercicio de periodismo que muestra la gente del pacífico, una parte de la histo-ria de la ciudad y el desarrollo de una institución pública sometida a múltiples crisis.

Este proyecto multimedia está conformado por cuatro secciones diferentes. La primera, llamada La historia clínica, presenta un recorrido histórico del HUV, me-diante la recopilación de informaciones de prensa que narran sucesos relacionados con la construcción, de-sarrollo y la decadencia de la institución, presentadas en orden cronológico. El desarrollo de este apartado se realizó con base en archivos históricos de los de los periódicos El País, El Tiempo y El Crisol.

La segunda sección, denominada La radiografía, brinda una contextualización cuantitativa acerca del funcionamiento y la administración del hospital, presentada en una infografía, como una forma más amena de mostrar los datos. Esta sección se desarrolló tras la in-vestigación en diferentes entregas del informe de rendición de cuentas del año 2017 del centro de salud, y la entrevista de un funcionario administrativo del hospital.

La tercera sección, que se llama El expediente médico, cuyo desarrollo resultó ser el más gratificante y surgió de la idea de presentar la historia de la institución a través de microperfiles. Es así como parte, desde sus inicios, con el testimonio de una enfermera, llamada Carmen Sierra, quien fue testigo de la construcción del HUV que coincidió con la gran explosión del 7 de agosto de 1956, que cubrió de muerte a Cali.

Para narrar lo que era el hospital antes de que entrara en vigencia la Ley 100, se realizó el microperfil del médico Néstor Raúl Henao, quien laboró durante 25 años en el centro asistencial, soportando los inicios de la crisis, pero también viviendo la buena época en la que se prestaban servicios a todos sin excepción.

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También se entrevistó al médico Carlos Alberto Gamboa, quien desde su posición como funcionario administrativo del HUV conoce de primera mano la situación actual y sus implicaciones legales y económicas. Igualmente, se presenta el testimonio de Daniela Correa en calidad de practicante.

La cuarta y última sección de este reportaje, denominada La endoscopia, brinda al usuario una galería rica en archivos fotográficos históricos y de actualidad, que complementan la experiencia informativa. Este contenido tiene su origen en el Archivo del Patrimonio Foto-gráfico y Fílmico del Valle del Cauca.

En síntesis, la realización de este producto multimedia fue una experiencia enriquece-dora, pues como comunicadores en formación, se logró recopilar información valiosa de una problemática de ciudad y de región que tiene un desarrollo histórico y subyace en la memoria de los caleños.

El HUV es un patrimonio caleño que vale la pena conocer, y este producto no solo pre-tende ser informativo, sino también crítico, pues muestra una realidad que afecta a gran parte de la población colombiana.

Crónica: la explosión de Cali inauguró el HUV2

Las balas del oxígeno se daban golpes y el estruendo fue tan grande que parecía como si el mundo se estuviera acabando. Un temblor sacudió el lugar y alguien gritó: “bendíganse porque se va a caer el hospital”

Noventa años de historias guarda Carmen Sierra, y hoy recuerda con lágrimas la experien-cia más terrible que soportó como enfermera del Hospital Universitario del Valle (HUV). Este centro de salud había sido fundado el 22 de enero de 1956, y con su escasa prepa-ración se vio obligado a atender a las víctimas de la explosión del 7 de agosto, una de las más grandes tragedias de Latinoamérica.

2 Esta crónica asociada al reportaje multimedia se realizó como parte de la asignatura Escritura Periodística, que los estudiantes cursaron en 2017-2, bajo la orientación del profesor Jorge Manrique-Grisales.

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Daniel A. Camargo G.

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Gráfico No. 2. Interfaz del proyectoFuente: tomado de https://goo.gl/Puhsmo

El hospital venía funcionando normal. Atendía pacientes sin ningún problema. El 6 de agosto fue un día tranquilo, pero luego de la medianoche todo cambió. A la 1:07 de la madrugada se produjo un fuerte estallido. Carmen Sierra estaba de turno.

La explosión conmocionó a pacientes, enfermeras, y a todos los presentes en la recien-temente construida estructura, provocando gritos de pánico. En medio de un tumulto de gente que intentaba sostenerse y resguardarse como pudiera, se encontraba Carmen, quien en lo único que podía pensar era en rogarle a Dios que la guardara y la protegiera de todo mal.

El temblor de 4.1 grados, según la escala de Ritcher, que había generado la explosión, hizo que muchos pacientes cayeran al piso y que se escuchara el estruendoso sonido de los insumos clínicos golpeando contra el piso, sumado al crepitar de las paredes que suspendió todas las intervenciones del personal a sus pacientes.

Frente a la algarabía nadie daba respuesta ni se conocía el origen del caos. Lo único que sabía Carmen era que debía ir al lugar del acontecimiento, en el centro de Cali, acompa-ñada de un grupo de 19 enfermeras.

Eran las tres de la mañana cuando la carrera segunda se convirtió en escenario del más trágico accidente en la historia de Cali. Todo estaba incendiado, había muertos en el piso,

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niños, mujeres, hombres, cuerpos desnudos y pedazos de cuerpos. Seis camiones carga-dos con 42 toneladas de dinamita habían explotado por razones desconocidas.

La confusión, la angustia, y sobre todo la muerte, abundaban en el ambiente. Sin embar-go, los socorristas, las enfermeras y los demás ayudantes, debían hacer su mayor esfuer-zo por no afectarse por el sufrimiento de las personas y poder prestar el auxilio necesario.

En medio del fuego y de una gran nube negra que hacía llover fragmentos de cosas y cenizas, el personal médico recogía cuerpos de personas vivas que rápidamente eran trasladadas a todos los centros asistenciales, entre ellos el HUV, que aún no se encontra-ba listo para atender una tragedia de esta magnitud.

Las ambulancias recogían, en su mayoría, cuerpos que eran trasladados al anfiteatro, ocu-pando así la máxima capacidad que tenía dicho espacio. Las posibilidades de ayuda de las enfermeras eran mínimas, pues frente a tanta aflicción la asistencia se reducía a aplicar inyecciones para tratar de disminuir el dolor de las quemaduras y de los impactos, tanto físicos como emocionales.

Los sonidos de los sollozos, el llanto y el desconsuelo de las víctimas se escuchaba en los congestionados pasillos del hospital. Los heridos debían ser atendidos en el piso.

Tanto en las calles como en el hospital, el olor a descomposición de los cuerpos permane-ció durante varios días, al igual que las pesadillas de Carmen, quien era constantemente perseguida por la imagen de personas muertas que no pudo socorrer. Este acontecimien-to generó tanta depresión a esta enfermera que incluso después de 60 años de haberlo vivido, hoy lo recuerda con llanto.

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