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    5L AIITE EN \\mION F.A

    POCA ANTIGUA Y DURANTE EL GOBIERNO VIRREINAL

    Lie. I>. MANUEIi O. REVIIjT-APmfcnor ilt' HIdlorla del Arle

    1 \n Ai'ri.U'inlii N. lio Ilrlltu Arto y mk-niltro oorropOadiontcclv In l{i-al Academia ilc ,

    >hir[ pruilfiicla y LcgtnIootdD de Mmlril,

    MXICOOFICINA TIP. DE I,A SKORETAKIA DE FOMENTO

    ftiillP (te San An-lrs nmero 16.

    1893

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    EL AIITE EN ]\mr.N i..\

    POCA ANTIGUA Y DURANTE EL GOBIERNO VIRREINAL

    lilC. D. MANUEL, G. REVUELAProfcor dt Hlilorlii

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    Queda asegurada la propiedad y hecho el depsito conforme fl. la ley.

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    Tuvieron los pueblos indgenas que habitaron diver-sas regiones de lo que en un tiempo se llam Nueva Es-paa un arte especial, como hecha ya la conquista apa-reci otro, debido la nueva civilizacin en el propioterritorio implantada. Mutilados ruinosos como lamayor parte de las obras de remota fecha, an quedanen pie no escasos monumentos de las antiguas razas,en los cuales, si se advierte que nacieron al impulso dela necesidad, se notan al propio tiempo valientes rasgosde belleza. Y si hasta hoy ms particulai'mente hanservido de estudio al arquelogo y ai historiador, ]iorigual piden que fije en ellos su atencin el artista. Enedificios, bajos relieves y tiles de dA^ersas clases de lavida ptiblica y privada aparecen en ocasiones formastan excelentes,que no obstante haber pertenecido pue-blos que se sealaron por su buena organizacin civily poltica, sus conocimientos astronmicos y sus prin-cipios morales, quirese atribuirlos otros de ms avan-El presente Ensiiyo lia sido eserito por indicacin del Sr. Director de hi Kscuetade Bellas Artes, D. Romn s. de Lascurain, y con motivo del cuarto centenario

    del descubrimiento de Amrica.

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    zada cultura. No por eso el arte de los indios ha dereputarse superior siquiera de igual condicin al quedespus trajeron los conquistadores, pues entre uno yotro existe la diferencia que entre las civilizaciones deambos pueblos.

    Establecida la nueva colonia, con las creencias, usosy costumbres de los espaoles introdujronse tambinmuy pronto en ella sus artes. Desde el primero de losti'es siglos que dur su dominacin, vinieron de la Pe-nnsula arquitectos, escultores y pintores, cuyos traba-jos se utilizaron en las nuevas ciudades que se edifica-ban y muy especialmente en la construccin y ornatode los templos. Ayudbanlos en sus labores los natu-rales y los criollos, quienes para ello comunicabansus conocimientos, y de ese modo, guisa de planta,que se traslada de un suelo otro, el arte prendi, sedesarroll y propag en el nuevo reino, habiendo apa-recido una variante del genuinamente espaol.Las artes haban existido en la Pennsula antes del

    Renacimiento, pero merced su impulso prepotenteadquirieron desarrollo extraordinario sin dejarse do-minar por eso, como en otras partes, por el espritupagano que diera vida aquella gran conmocin inte-lectual. Fu para las artes espaolas el Renacimientoms bien que espritu informador, fuerza impulsiva;puesto que se mostraron constante y poderosamenteinfluidas por el espritu cristiano. Lo cual quiere decirque en la arquitectura, en la escultura, en la pintura,introdujo el ingenio espaol modificaciones desconoci-das para el arte clsico. Porque dio la primera almismo tiempo que ms libres y caprichosas propor-

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    ciones, ornamentacin no ya rica sino profusa y hastasiiperflua, al paso que en las segundas busc ante todola expresin, subordinmlole la forma.De tales caracteres participaron las artes domicilia-das en la Nueva Espaa, como derivacin que fueron delas de la metrpoli. Reflejo fiel, adems, de la sociedaden que se manifestaron, nadie extraar encontrar enellas profundamente impreso el sello del catolicismo,como se hallar en todas las manifestaciones de vidado la colonia. Ciencias y letras, leyes y costumbres, todomarchaba por aquella va.

    Puestas, por otra parte, al servicio del culto, forzo-samente hubo de aparecer su carcter religioso, quelejos de perjudicarlas favorecilas no poco, ya por serla idea religiosa fuente inspiradora de la fantasa, yaporque sin haber estado las artes al servicio de lascreencias, apenas se concibe su existencia en una socie-dad en vas de formacin y necesitada, por lo mismo,ms de la rudeza de los campamentos que del primorde los palacios.No en todas pocas alcanzan el mismo grado deflorecimiento ni por igual prosperan las tres artes. Alprincipio, esto es, durante el siglo XVI su crecimien-to fu lento, cual tiene que acontecer con todo lo per-teneciente una sociedad que comienza, y slo se sos-tuviei'on merced los maestros venidos de los centrosartsticos de Espaa. Mas no bien entrado el siguien-te siglo, mranse rodeados de discpulos nacidos mu-chos en la colonia, quienes transmiten su saber, ydebido alas multiplicadas demandas de obras que unosy otros reciben, la produccin aumenta y aparece una

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    nueva manifestacin artstica que aunque derivada delos espaoles puede ser considerada como indgena.Durante el siglo XVII es cuando la pintura se ejer-cita con ms brillo y se forman las dos escuelas de M-xico y de Puebla, las que se sostienen aunque decaenen el siguiente siglo.Por el contrario, para la arquitectura es ste el de

    su mayor lustre: conclyense durante l antiguos edi-ficios de larga fecha comenzados, reedifcanse se le-vantan otros, y aparece en casas, palacios iglesias unestilo en que la simetra es observada con laxitud y laornamentacin se ostenta profusa recargada.La escultura, reducida por largo tiempo imperfec-tas estatuas de madera y toscos bajos relieves de pie-piedra, en realidad no adquiere verdadera existenciasino hasta finalizar el pasado siglo con el insigne va-lenciano, autor de una de las estatuas ecuestres mscelebradas; con l tambin la arquitectura toma correc-cin, sencillez y proporciones en armona con el canonclsico.

    Habase la sazn establecido ya en Mxico un es-tudio pblico de arte, la Academia de San Carlos, orga-nizado de modo que en lo sucesivo se pudieran apren-der jDor principios los conocimientos que hasta enton-ces se haban adquirido por la sola tradicin de losmaestros, y que si no dio todo el fruto esperado debiseprincipalmente las luchas polticas que se desenca-denaron desde el ao de 10 en adelante. ^

    1 Con ocasin de haber nombrado el Rey en 1778 D. JernimoAntonio Gil grabador de la Casa de Moneda, y de haberle encomen-dado el eslablecimiento y direccin de una escuela de grabado, el su-

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    Aunque esparcidas por varias ciudades algunas obrasdo arte, slo en tres se forman y establecen propiamen-te centros de produccin: Mxico, Puebla y Quertaro,adonde se encuentran al propio tiempo las de mnvorimportancia.

    Sin haber llegado, por lo general, las bellas artes enMxico la perfeccin que se elevaron las espaolas,que ni los estmulos y ayuda prestados las unas soncomparables con los que las otras i'ecibieron, no poreso pueden considerarse indignas de estimacin y estu-dio, puesto que en ellas se descubren innegables y noescasas cualidades. Los defectos que se les encuentrenno son parte invalidar sus mritos. De anlogos re-paros pueden ser objeto las obras literarias de aqueltiempo, y nadie hasta hoy ha negado el valer do la li-teratura de la poca virreinal, durante la cual artes yperintendente de dicha Casa de Moneda, D. Fernando Jos Mangino,concibi la idea de que se fundase una academia de las tres noblesartes; cuyo fin hizo al virrey D. Juan Martnez de Mayorga, el 29 deAgosto de 1781, la consulta respectiva, proponiendo como modelo de laAcademia de Mxico la de San Fernando do Madrid, que haca cuatroafios se haba inaugurado, y acompandole los Estatutos de sta, tra-dos por Gil la colonia. El Virrey acept el proyecto constituyndoseen protector de la Academia; nombr Mangino viceprotector, creuna Junta directiva y se abrieron los estudios el 5 de Noviembre de1781, dndosele al nuevo establecimiento el carcter de Escuela pro-visional de dibujo, hasta que el Rey Carlos III expidi, co)i las ms vi-vas demodnicioncs de satisfaccin y beneplcito, el decreto de ereccinde la Academia de Bellas Artes de San Carlos, de 25 de Diciembre de1783.

    Para ms pormenores consltese el erudito discurso de D. RomnS, de Lascurain, ledo con ocasin de las fiestas del primer centenariode la Academia.

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    letras alcanzan prosperidad semejante. En nada cedeEchave el viejo Balbuena; sobresalen Jos Jurez yArteaga como Sor Juana Ins de la Cruz; son compa-rables Perusqua Tres Guerras Navarrete; y taninsigne en su lnea Ruiz de Alarcn como en la suyaTolsa.Digno es de nota que hay naciones que sin embargo

    de ser grande su adelantamiento en cienciae y en in-dustria, no cultivan con el mismo xito el arte; pruebainequvoca de que es un don precioso tanto ms dignode estima cuanto ms raramente es otorgado. Y es dever este propsito cmo en Mxico desde remota an-tigedad se rinde culto lo bello, apareciendo las ma-nifestaciones de tal culto dotadas de patente de origina-lidad; pues no obstante las analogas que puedan existirentre las construciones de los indios, por ejemplo, ylas de algunos pueblos del Oriente, entre la pin-tura cultivada despus de hecha la conquista y la pro-piamente espaola, ello es que las primeras ofrecenrasgos tpicos inconfundibles, y que la pintura al do-miciliarse enti'e nosotros, adquiri caracteres y varian-tes que en vano se buscarn en autores espaoles. Portanto, sera lo mismo que truncar la historia de lasnobles artes el desdear y omitir el estudio de los pa-lacios de Mitla, de las pinturas de los Jurez de lasestatuas de Tolsa.

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    IIEncuntranse diseminadas poi* no pocas partes de

    nuestro terntorio, de Norte Sur, importantes ruinasde construcciones que pertenecieron los aborgenes decarcter vario, desde aquellas que revelan ms rudi-mentales conocimientos en la construccin, como lasde la antigua Chicomostoc la Quemada, hasta las dems primorosa ejecucin del Palenque y Kabh, exis-tentes en Chiapas y Yucatn, pasando por las de Pa-pantla y Xochicalco, Zempoala y Oaxaca, Uxmal y Clii-clin-Itzpor no citar sino las ms notablestampo-co exentas de esmero y hermosura.Sorprenden su nmero y la variedad de sus formas,y ms que todo, ver que esos edificios fueron levanta-dos por pueblos cuya historia nos es casi desconocida,y que los de ms renombre y ms sabidos hechos, co-mo los aztecas y tarascos, no dejaron monumentosarquitectnicos stos fueron de menor importanciaque los de otras ti'ibus. Seria esto, por ventura, efec-to de que las dotes para la guerra y la dominacin nosiempre coinciden con la aptitud pai'a las creacionesartsticas, bien acontecera que siendo dichos pue-blos los ms aguerridos y de mayor consideracin enellos tuvieron que reconcentrarse las guerras y la de-vastacin del conquistador, destruyndose al propio

    Arte eu Mx.

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    tiempo sus monumentos ms insignes? Una otra co-sa pudo muy bien acontecer. Mas si nos fijamos en al-gunas obras de cermica azteca no escasas de valor es-ttico, en algunos preciosos mosaicos de pluma, demano de los tarascos; si atendemos los sumos elogiosque los primeros cronistas castellanos tributan al pri-mor de la capital azteca; si se considei'a, en fin, queuna ciudad cabeza de un imperio, tiene qife encerrartodo lo mejor que se encuentre en otras subyugadas de menor importancia, cabe inclinarse lo segundo.Sea de ello lo que fuere, lo cierto es que ni en lo quefu afamada Repblica de Tlaxcala, fastuosa corte deMoctezuma y clebre reino tarasco, se encontrarn lasruinas ms notables; y que Oaxaca, Chiapas y Yucatn hay que ir buscarlas; y lo sumo, podrnsehallar tambin en el territorio que fu asiento de la tri-bu TlaluMca.

    Las ms de aquellas construcciones ofrecen tipos tandiv^ersos, como diversos fueron los idiomas habladospor aztecas y mayas, zapotecas y tarascos.En medio de esa variedad advirtense algunos ras-gos comunes en las construcciones; tal es la forma depirmide truncada que lo mismo se halla en Chicomos-toc que en Oaxaca, en Xochicalco que en Tehuantepec,en Zempoala que en Chichn-Itz; forma elegida paralos teocallis templos y de la cual no se separan los delo antigua Mxico; tal la colocacin de pequeos edifi-cios sobre pirmides escalonadas, y tal, por lltimo, elmotivo de ornamentacin consistente en grandes ser-pientes con plumas, representacin simblica del mis-terioso Quetzalcoatl que entre los aborgenes desem-

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    pea papel muy parecido al del toro alado entre losasirios; el cual la vez que serva de objeto de cultoadornaba sus templos y palacios.La forma y disposicin dadas aqullos por los in-dios, do gran pirmide truncada con escalinatas quehacan accesible la plataforma parte superior, lugarde la oracin, eran en extremo adecuadas su objetoy adems grandiosas, por parecer que la comunicacincon la Divinidad, como que pide sitio elevado donde,lejos do las mortales y contemplando el sereno infi-nito cielo, el alma pueda espaciarse y libremente comu-nicarse con el Creador. A ms, as dispuestos los tem-plos prestbanse maravilla para punto estratgico yobservatorio de los astros.

    Sin embargo de ser las construcciones antiguas ejem-plares de un estilo especial, por no decir i'inico, no cabeduda de que algunas guardan cierta semejanza conotras del Oriente. Unas veces con las pirmides egip-cias como las de Teotihuacn, de cuatro planos trian-gulares y aristas convergentes en el vrtice, aunquealteradas ya sus formas por el deleznable material deque estn hechas; otras ocasiones con las pirmides es-calonadas de los caldeos, como la mayor parte de losteocallis, en particular los de Zempoala, comprendidosdentro de un recinto amurallado y provisto de alme-nas la usanza asira; ' ya son las formas ornamenta-les del Indostn, las que parecen imitadas por el cons-tructor indgena, cual sucede con los medallones y ba-

    1 Fueron descubiertos y restaurados por el arquelogo Don F. delPaso y Troncoso, el pasado alo de 92.

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    12jos relieves palencanos, con las trompas de elefante yconfusos ornatos usados en Chichn-Itz y TJxmal;ya, en fin, se notan semejanzas hasta con edificiosgriegos, segn acontece en el palacio de Zayi, dondese ven elementos helnicos como la columna, aunquede fuste liso, coronada por un abaco capitel cuadran-gular sobre el que descansa un entablamento de frisodoble y adornado con dentculos.No por esto se crea qne pueda caber comparacinentre la belleza de los monumentos helnicos y la delos que se examinan, como ha pretendido un entusias-ta escritor, ' pues prescindiendo de mil rasgos y fijn-donos nada ms en uno slo, en la proporcin, en quefueron verdaderos maestros los griegos y no pudieronser igualados ni por sus mismos discpulos los roma-nos, se v^er la enorme diferencia que existe entre unasconstrucciones y otras, y la gran inferioridad del pa-lacio deZay, verbigracia, comparado cualquier tem-plo drico jnico por insignificante que sea.En lo que puede caber comparacin es en el mate-ricxl de construccin, mejor, en el aparejo que en oca-siones supieron dar los indios la piedra. En efecto,hay muros, particularmente los de Mitla y Xochicalco,admirables; formados de piedras de grandes dimensio-nes (algunis tienen hasta cinco metros de largo) rigu-rosamente talladas escuadra, de aristas finas y lim-pias, y cuyas juntas son por completo regulares. Laargamasa, si la tuvieron, sera finsima, puesto que nose advierte: tal es lo bien ajustados que estn los silla-

    1 Don Alfredo Ghavero, MxM travs de los Siglos, T. I.

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    res. ' No sin razn fiicriHi trilnitados por Violet-lc-Duc entusiastas elogios semejante material sealan-do de paso el saber y la experiencia que revelan sucorte, pulimento y disposicin.^No en todas las obras se halla el mismo excelentematerial; por el contrario, el de la Quemada es de pe-queas lajas menudas piedras planas, y de simplesladrillos cocidos al sol el de las pirmides de Teoti-huacn y de Cholula.

    Notables son, asimismo, las columnas halladas envarias de las ruinas que nos ocupan, desde Chicomos-toc y Tula hasta Oaxaca y Yucatn, cuyo oficio es elde verdaderos soportes de las techumbres de losarquitraves. Aparecen ejemplares de fuste liso his-toriado, con capiteles y sin ellos, monolticos de variaspiezas.Los vanos son por lo comin rectangulares, reducin-

    dose tan slo las puertas que se presentan por lo co-mn en nmero impar y simtricamente colocadas.Domina las ms veces el macizo muro corrido, cuyamonotona se neuti'aliza con la profusa ornamentacinlineal que cubre sus paramentos, bien con bajos re-lieves en que campea la figura humana colosales ser-pientes.Es ms usual ornamentacin la de la lnea recta con

    pi'edominio exclusivo casi sobre la curva, que formameandros grecas de riqueza extraordinaria, al grado1 La argamasa la conocieron y usaron los indios como puede verse

    en el Bao de Netzahualcyotl cerca de Texcocoyen las mismas rui-nas de Mi ta.

    2 Las ciudades del Nuevo Mundo. Violet-le-Duc.

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    de aparecer en ocasiones, que el muro ha sido levanta-do con el fin especial de recibir y ostentar abundantesornatos. Otras veces la ornamentacin est subordina-da al edificio. Lo primero acontece en Chicben-Itz,Uxmal y Kabh; lo segundo en Mitla y Xochicalco.De lo que ms sufre y ms pronta destruccin ex-perimenta en un edificio dejado en abandono, es sinduda la techumbre, particularmente si sta Jia sido demadera, cual es de verse en las antiguas ruinas dondeslo por excepcin quedan en pie algunas de aqullas;pero aun destruidas en su totalidad como en Mitla yen Xochicalco, puede saberse con bastante evidencia,por el coronamiento de los muros, cul haya sido ladisposicin de los techos, los que en los citados casosse ve que debieron ser horizontales. Si alguna incerti-dumbre cupiese sobre el particular, desvanecerase alobservar los varios salones de los palacios de Mitla,conservados cual ms, cual menos, la misma altura,siendo sta uniformemente horizontal. Si otra hubiesesido la disposicin de la techumbre, por lo menos enalguna parte quedaran indicios de ello. *Por las molduras del coronamiento dlos muros que

    an quedan en Xochicalco se puede juzgar lo propio,esto es, la horizontalidad de los techos.No todos estuvieron en igual sentido, ni fueron delmismo sistema. Los que en el Palenque se conservan,

    1 En un pequeo y curiossimo modelo en piedra que parece ha-ber servido para levantar los palacios de Mitla, por la gran semejanzaque con stos tiene, perteneciente la coleccin de antigedades delDoctor Sologuren, de Oaxaca, tambin se puede notar esa misma dis-posicin horizontal en los techos referidos.

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    16son do doble pendiente, constituidas cada una por dosplanos, de inclinacin suave en el primero superior,y ms pronunciada en el segundo; formando en lo in-terior bveda angular hecha de grandes losas que des-cansan una sobre la otra.En la Casa de las Monjas, en Uxnial, dicha bvedaque es trapezoidal, est formada con sillares colocadosen saledizo hasta llegar al cerramiento superior, el cuales una simple piedra plana colocada horizontalmentc.Pueden notarse asimismo en dicho edificio arcos lige-ramente curvos y por imperfectas dovelas. Por lo de-ms, las bvedas en saledizo fueron usuales entre losantiguos me.\.icanos como puede verse en sus temaxca-les baos, constituidos todos bijo tal sistema.De las ruinas antiguas de Mxico, las que sobresa-len por su relativo buen estado de conservacin al parque por su belleza son, en nuestro concepto, las de Mi-tla. ^ Sbese que aquellos Dalacios fueron erigidos pararesidencia del sumo sacerdote y lugar de retiro y ora-cin de los reyes de Zaachila. Buscando silencio y sole-dad recluanse dentro de su recinto los monarcas zapo-tecas fin de meditar en la vanidad de las cosas huma-nas y en la muerte; por tal razn y con suma propiedadlos designaron los aztecas con el nombre de Miila lu-gar de la m.uerte.

    1 No se crea, con todo, que se les dedica el cuidado que merecen yque debiera procurarles el Gobierno local; por el contrario, estn bas-tante abandonadas y cada da sufren mayor destruccin, la que con-tribuyen eficazmente los visitantes, llevndose fragmentos de las grecasy de los frescos que adornan los muros, frescos que ya casi han desapa-recido.

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    Si es exacto que todo edificio debe expresar por me-dio de sus formas su destino, y que su valer estticoha de medirse muy principalmente por el mayor me-nor grado con que tal fin se logra, los de Mitla tienenque ser de muy alta estima.

    Colocados los salones dos dos paralelamente for-mando un cuadrado manera de gran patio, presen-tan los palacios hacia la parte exterior slidos murosdesprovistos de vanos y con sencilla ornamentacin,consistente en anchas fajas que corren por toda su su-perficie formando sobrios rectngulos; las puertas msanchas que elevadas, y en niimero de tres por lo gene-ral para cada saln, figuran hacia lo interior de los pa-lacios donde est pi'opiamente la fachada. Esta ofreceen su conjunto grandes y severas lneas con predominiode la horizontal; repitense en ella las espaciosas fajasy se combinan con ricas y variadas grecas.Al ver el aspecto general de tal construccin en quepredomina sobre lo alto la anchura; de perfiles rectos

    y dominando siempre la horizontal; de muros slidos ysin vanos, hallndose stos reservados para lo interiory consistiendo en tres amplias puertas de no muchaelevacin; de ornatos sobrios y grandiosos, tomados enconjunto, finos y abundantes, vistos en detalle, apo-drase del nimo del espectador la idea de la tranqui-lidad y del reposo, y pareciendo que el edificio comoque toma voz para decir que es lugar de silencio y depaz, involuntariamente se medita en el eterno sueo.A lo cual contribuye hasta el aspecto del paisaje cir-cundante, sosegado y triste. Y al fijarse en el suntuosomaterial empleado, en los magnficos sillares cuidado-

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    17smente tallatlos y pulidos, en las grandes coliunnasmonolticas, en la ornamentacin riqusima, apareceque si aquello fu lugar de retiro, lo fu tambin pro-pio de reyes.

    Las puertas, que primera vista pudieran parecerdefectuosas por su relativa poca elevacin, no lo son enrealidad si se considera, por una parte, que se hallansuficientemente elevadas para que pueda entrar libre-mente por ellas un hombre de estatura muy alta; y porotra, que guardan perfecta relacin con todo el edificio,en el que domina, sobre todo, la anchura. Lo propiopuede decirse de la ornamentacin sentida admirable-mente en completa armona con la totalidad de la obi*a,en la que domina un gran principio: la unidad.

    Ntase en el monumento de Xochicalco tambin bas-tante carcter, y por slo sus formas puede saberse quesirvi de fortaleza y de templo. La ornamentacinque cubre sus paramentos y corre en las cornisas, enforma de figuras de hombre y de grandes serpientesen los primeros, y de sencillas grecas en las segundas,es bella y por extremo original, estando adems escul-pida manera de bajo relieve, pues que los indios su-pieron cultivar tambin la escultura, ya en bajo relie-ve, ya en bulto redondo.De las obras de escultura del primer gnero, las msnotables, juntamente con los bajos relieves de Xochi-calco, son sin vacilar las del Palenque, en las que figu-ran las famosas Cruces; y de stas, la designada porCharnay^ con el nombre do Cruz 1^, que se conservaen el Museo Nacional, ya por el buen dibujo y buenasproporciones de la figura humana que ah se represen

    1 Dbense Charnay importantes estudios sobre los monumentosde Chiapas y Yucatn.

    Alteen Jlx.

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    ta, j-a por la actitud majestuosa de la misma. Las pro-porciones estn perfectamente entendidas y la actituddel que parece sacerdote que ofrece ante la cruz un niopequeuelo, es solemne y religiosa.La forma est bastante abreviada y recuerda el esti-lo egipcio, asi como la ejecucin de toda la obra, en lacual las figuras en su mayor relieve tocan solamentela superficie plana de la piedra con un ligero modela-do en los bordes del contorno.Son vaios los bajos relieves encontrados en Chiapas

    y en Yucatn; pero los de ms importancia, son deltipo de los de las Cruces.En cuanto las esculturas en bulto redondo, de pie-dra barro, por punto general son monstruosas, cuan-do no indescifrables por sus confusas y aglomeradasformas; circunstancias de que se exceptan dos cabezascolosales, la del Museo, conocida con el nombre de To-tee^ y la de Hueyapan, cerca de San Andrs Tuxtla.En ambas las formas son proporcionadas y estn en-tendidas sumariamente, suprimidos los detalles lamanera egipcia, siendo tanto ms digno de apreciarseesto, cuanto que el tamao, sobre todo en la iiltima,que tiene dos metros, es colosal. Las formas de la pri-mera estn afeadas con adornos puestos en la nariz,mejillas y barba, y en la segunda se advierte un toca-do que suscita vivamente el recuerdo de lo egipcio.Otro tanto acontece con las caritides de Tula (de lasque slo queda la parte inferior) por sus dimensionesy el paralelismo de pies y piernas.'-

    1 En Abril del presente aflo encontrse en la falda del cerro de Xo-xocotla, de la parroquia de Xochiltepec (Estado de Morelos), una es-cultura en piedra que estaba sirviendo de objeto de adoracin losindgenas y que representa un caballero guila. La cabeza fu trada

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    mLa pintura cmplcvoiila lo.i aztecas y dems abor-

    genes al modo del Asia, esto es, como medio decorati-vo en los edificios y esculturas unas veces, y en sus c-dices otras; con los colores puestos, por decirlo as, encrudo, sin degradacin ni medias tintas. Y supuestoquo no buscaban en las figuras de sus historias la be-lleza, descuidaron mucho el dibujo en su pintura, que-dando, por consiguiente, en este departamento del arte,en grado muy inferior al que llegaron en la arquitec-tura y escultura. No obstante, en los ms recientescdices documentos histricos que pintaron, como elconocido con el nombre de Manta de Tlaxcala, puedenotarse, segiin lo ha advertido un erudito artista,' me-jor dibujo que el que acostumbraron en sus dems pin-turas, y aun agrupaciones buenss y buen arreglo en lacomposicin; efecto acaso del influjo dlos misioneros.Habrse podido apreciar por lo anterior, que as co-'

    mo los restos de nuestros monumentos antiguos sumi-nistran materia de estudio al arquelogo, asi puede enellos encontrarse manifiestos rasgos de belleza; con lacircunstancia de que si al anticuario no le es dado mu-chas veces descifrar el obscuro enigma que esos mo-numentos le presentan, para quien busque en ellos elarte, aparecern como un libro escrito en idioma uni-versal.

    al Museo, y es de rara perfeccin y belleza. A ser obra de los antiguosindios probara, juntamente con las que hemos citado, y aun ms quealgunas de ellas, su adelanto en la escultura.

    1 Don Jos Salom Pina.

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    IIl

    Al caer los reinos antiguos al golpe de la conquistaespaola, sobre los escombros de las destruidas, esta-blecironse otras ciudades, se fundaron algunas ente-ramente nuevas. Religin y leyes, ideas y usos cambia-ron presto, fundironse dos razas y brot nueva sociedadcon mejores grmenes de cultura. A su sombra apare-ci otro arte, el arte cristiano, ms hermoso y acabadoque el indgena. Pero las necesidades de las nuevaspoblaciones pedan ante todo edificios, y hubo de apa-recer bien pronto y primero que las otras artes la ar-quitectura.^En un principio sus manifestaciones tuvieron queser toscas ms que elegantes y acabadas, pues busc-base en las construcciones aquello que diese satisfac-cin las necesidades ms urgentes antes que al buengusto y la perfecta comodidad. Los conquistadores, losprimeros seores que se avecindaron en la colonia,

    1 Del primer arquitecto de importancia que se tiene noticia es deClaudio de Arciniega, maestro mayor de las obras de Mxico, que vivaal mediar el sido XVI.

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    22na haba adquirido mayor importancia, comenz le-vantarse la nueva Catedral de la ciudad de INIxico.Segn la grandiosidad de su plan era de construccindilatada, y asi fu que en el siguiente siglo slo unaparte de ella estaba concluida. En sta se notan toda-va resabios del gusto gtico, al aparecer en las capillasbvedas de claustro con nervaduras. Pero abandona-da la primitiva traza, en la nueva que se acept dejsever en todo su esplendor el estilo greco-romano puro,que haba nacido en la Pennsula con la insigne fbri-ca del Escorial. . .

    Debise el pensamiento de construir la grandiosaCatedral de la ciudad de Mxico Felipe II, que go-bernando por el Emperador su padre en 1552, despa-ch cdula al virrej'' y Audiencia de la Nueva Espaa fin de que tratasen de edificar nuevo templo^ con lasuntuosidad que convena la grandeza de este reinoy la cristiana generosidad de sus reyes. Mas estan-do empeado en otras grandes construcciones el mo-narca espaol, no se pudo poner la primera piedra dela nueva Catedral sino hasta el ao de 1573, siendovirrey D. Martn Enrquez, y D. Pedro Moya de Con-treras arzobispo. La primera traza que se sigui en elsuntuoso edificio hzola Alonso Prez de Castaeda,maestro real de arquitectura; y la segunda que en de-finitiva adoptse, fu de Juan Gmez de Mora, arqui-tecto de Felipe III que la remiti en 1615, acompa-ndola con su real cdula en que recomendaba al

    1 Entonces exista, sirviendo de Catedral, la iglesia que en el solarmismo que ocup el gran teoealli azteca levantaron los espaoles alreedificar la ciudad de Mxico.

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    24solemne dedicacin; mas del todo no qued terminadasu fbrica sino hasta principios del presente sigio.^

    Levntase la grandiosa Catedral ocupando un espa-cio de 135 varas de largo por 68 de ancho. Siete sonsus puertas exteriores; tres al frente, dos en el cruceroy dos hacia la parte posterior, las que correspondenotras tantas portadas, las principales de las cuales sonpunto lo que dice D. Mariano Veytia en el libro 2 desu obra Fun-dacin Historia de la ciudad de Puebla, que manuscrita se ba-

    cila en la biblioteca del Museo Nacional). A mayor abundamientodiremos que, el interior de la iglesia metropolitana muestra progresosen la construccin no conocidos en el siglo XVI en que vivi Prez deCastafieda, tales como la fusin inteligente y sabia del atrevimientode altura de las naves gticas con las severas formas greco-romanas,fusin que se advierte en nuestra Catedral, cuyos esbeltos pilares yelevadas naves se armonizan con el arco de medio punto, las bvedasde medio can con lunefos y vidas sostenidas por pechinas.

    1 Sobre la puerta principal llamada antiguamente del perdn se leela inscripcin siguiente:

    D. O. M. S ^- Q. V. Maria; YN. Ccelos Assumta || Car irHisp -Rex & Reg' Gen '- D. Mariana Tutt. &Regu - Guuern'^- Regio Q - no-mine D. Ant. II Sebast a Toledo Marchio de Macera Ncuse Hispa?.Prorex hoc fidei testim ' Car I Inuicto || Imp - V. cTi Cath Religa- inhoc Nouo Orbe fundatum & trib Pijs successorib Philip || pis Re-gal expensis exiruclum. in reuerentise & gratit'^' monumentu. D. O.C. Anno 1672 || Non fecit talliter omni Nationi. Psalm: 147.La puerta del lado Oriente del crucero tiene esta inscripcin: Rei-nando. en. Espaa y en este Nuevo Mundo el. catlico. Carlos 2 ysiendo virrey de esta. Nxieva Espaa D. Melchor Portocarrero. Lazode la Bega Conde de. la. Mondaba se fenesi. esta, real y especiosaportada en 5. de Agosto, de 1688-alos y, se reedific en 1804. Y porltimo, la del Poniente tiene esta otra: Rein''- en Esp. y enes \\ teNuevo Mudo Carlos II. y siedo \\ Virrey desta N- Esp - D. MelchorPortocarrero Laz \\ de la Vega Code de la Moneloua se dio principioa II esta Peal y Especiosa Portada en beinte y \\ siete de Agosto de1688 ai'- y se acau || a 8 de Octubre de 1689 oT' gouer' el Ex' - Sr.D. Gaspar de Silua Code de Galu'-

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    2Slas de la fachada, que juntamente con las dos torresla constituyen. Estn formadas aqullas y les sirvende adorno diversos rdenes de columnas, estatuas, ba-jos i'elieves, medallones, balaustradas y vasos, y sepa-radas entre s por dos macizos contrafuertes que ter-minan en grandes mnsulas invertidas. Otros dos deestos contrafuertes unidos y disimulados por un muro,forman el primer cuerpo de cada torre, que sube hastala altura de las portadas laterales, desde donde arran-ca el segundo, al que adornan pilasti'as dricas y va-nos en arco de medio punto. El tercero, ms ligero yairoso que los otros dos, un poco ms entrante y cei-do por una balaustrada, compnese de pilastras jni-cas sin muro, que le hacen aparecer como si estuviesecalado, y cuya cornisa en sus cuatro ngulos sustentaocho estatuas de los Padres de la Iglesia. Terminanselas torres por un original coronamiento en forma decampana que rematando en un globo sobre el que des-cansa una cruz, las eleva 73 varas de altura. For-mando contraste con la robustez de ellas, levntase enla interseccin del crucero la esbelta y fina cpula consu gentil linternilla.

    El mejor punto de vista que el exterior de la basli-ca presenta, es en perspectiva angular, tanto porqueas se domina todo su conjunto, cuanto porque el co-ronamiento de las torres que es un poco alto vistas defrente y distancia, se ampla y aparece ms propor-cionado cuando el espectador se coloca en la situacinindicada.La grandiosidad del conjunto, la solidez de la cons-truccin, la originalidad de las torres y cvipula, la dis-

    A'rte en Mx.

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    26crecin, en fin, con que estn distribuidos todos losadornos, prestan al exterior del templo sumo atracti-vo.^ Su interior es ms imponente pesar de hallar-se torpemente mutilado en su ornato. Las naves ennmero de cinco y ascendentes hasta la central, estncortadas por el crucero que sube la altura de sta,y ofrecen diversos tipos de bvedas: de claustro connervaduras las de las capillas, esfricas sostenidas porpechinas las de las naves procesionales y de medio ca-n con lunetos la central y el crucero. Sostinense lastres ltimas naves sobre veinte esbeltos pilares (inclu-yendo los arrimados al muro) formados por cuatro me-dias muestras hemicolumnas estriadas, de orden d-rico, tres de las cuales igual altura sostienen los arcosde las naves laterales y la cuarta asciende sustentarlos de la nave mayor de 32 varas de altura. Iluminan

    1 Parece que el autor de la fachada de la Catedral fu D. Jos Da-miano Ortiz de Castro, natural de Coatepec y maestro mayor de laciudad de Mxico, cuyo proyecto present el afio de 1786, segn selee en el plano de dicha fachada que existe en la secretara de laMitra. Los pilares, bases, capiteles, cornisas, frisos, estribos exteriores,contrafuertes y guarniciones del edificio son de piedra de cantera; yde tezontle lo restante de los muros y macizos de las paredes. Por laexcesiva debilidad del subsuelo de Mxico queda lugar al hundimien-to de las construcciones, hicironse los cimientos de la Catedral muyslidos.

    Merecen especial mencin sus campanas, de robusto y armoniososonido, con particularidad la mayor y dos esquilones; as como las dosgrandes cruces de tezontle que se levantan en ambos ngulos del atrioy cuyos pedestales dibuj Tolsa. Una de ellas es de una sola pieza yfu hallada en 1648 por el arzobispo D. Juan de Maosea en el cemen-terio del pueblo de Tepeapulco cubierta enteramente por la maleza, ydispuso que se trajera Mxico. La otra, que se arregl para igualar-la con la primera, procede de la antigua iglesia de San Pedro y SanPablo.

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    27el templo dndole una moderada luz, 174 ventanascolocadas sobre las cornisas. La mavor sobriedad rei-na en el cuerpo del edificio, consistiendo su principalhermosura en sus bellas proporciones y en esa mismaelegante sencillc de ornato hbilmente equilibrada conla riqueza de los retablos churriguerescos. Estos reta-blos y el predominio de las lneas verticales en la cons-truccin que sin llegar al extremo del estilo gtico sonsuficientes para imprimirle un carcter cristiano, ladespojan de aquella frialdad que se observa en otrostemplos donde se ha seguido el estilo greco-romano yproducen en el nimo un sentimiento de religiosa re-verencia.

    Ocupa el coro el espacio de dos de las bvedas, latercera y cuarta, de la nave central; las tres siguientesla cruja hasta unirlo oon el presbiterio que lleila elespacio de otra, quedando una libre para el trnsitoentre aqul y la capilla de los Reyes situada en el b-side del templo. El coro con su reja, sillera, rganosy tribunas, el altar del Perdn colocado en su testero,la cruja que, como la reja, es de ricos metales del Ja-pn,^ el altar de los Reyes y las rejas antiguas de lascapillas, son otras tantas primorosas joyas del arte re-ligioso. ralo tambin el primitivo tabernculo ci-prs, dispuesto, lo mismo que el retablo de los Reyes,por el insigne arquitecto sevillano Gernimo Balbas,y destruido en el segundo tercio del siglo presente- pa-

    1 Los dibujos para la reja del coro y la cnijia que son de tumbagoy kalain, fueron enviados de Mxico Macao del Japn, donde se hi-cieron. Estrenronse el 10 de Mayo de 1730.

    2 Todava puede formarse concepto de lo que era dicho tabernculo,de estilo churrigueresco, por algunos grabados que lo representan y al-

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    ra poner en su lugar el que hoy existe de infelicsi-mas formas y que por ser de estilo diferente al delantiguo, rompe la unidad de ornamentacin del tem-plo, como tambin la rompen la sustitucin de lasmonumentales rejas de madera de tapincern por otrasmezquinas de hierro sin carcter alguno, y la destruc-cin de las cruceras de las capillas y de algunos desus churriguerescos altares; todo lo cual ha hecho des-merecer bastante la insigne baslica.^ Esta recobrarsu antigua magnificencia cuando se reparen las torpesgunos cuadros antiguos en que est pintado el interior de la Catedral,como el de la Coronacin de Iturbide, de que es poseedora la fami-lia Lucio y que el Museo debera comprar.

    1 La destruccin del tabernculo tuvo lugar por los aos de 1838;y en 1869 las dems lamentables innovaciones, las cuales se habranllevado ms adelante no haber intervenido, aunque algo tarde, laAcademia de Bellas Artes, que por medio de su director D. Ramn LAlcaraz, hizo que el Gobierno tomase cartas en el asunto para hacersuspender aquella obra de barbarie, de que fu responsable el cabildoeclesistico, pero autores inmediatos dos de sus miembros: los Sres.Moreno y Jove y Primo de Rivera.A ms de las innovaciones que sealadas quedan, levantse el pa-vimento de la iglesia, perdindose con ello algunas escalinatas y partede las bases de los pilares, y se quitaron las tapiceras de damasco en-carnado de la Sacrista y Sala capitular, que tanto carcter daban una y otra, sustituyndolas con vulgarsimo papel tapiz de color claro.Pero lo ms lamentable de todo esto, por ser lo ms capital y lo msvisible, fu sin duda la destruccin del ciprs y rejas de las capillas.El que en la actualidad existe, obra del arquitecto D. Lorenzo Hidal-ga, no tiene ninguna belleza y s grandes defectos, como la pesadezde sus formas, sus abigarrados y chillantes colores, la pobreza del ma-terial en l empleado, pues que en vez de mrmoles est hecho desimple piedra estucada; y su desproporcin, en fin, respecto del claroen que est colocado, por ser excesivamente alto y ancho. En cuanto las rejas, al paso que las antiguas (de las que por fortuna quedanseis todava) son severas, monumentales y de gran mrito as por su

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    29mutilaoiones que ha sufrido y se emprenda la obra desu completa restauracin, volviendo construir un ta-bernculo igual al que tuvo, colocando de nuevo todaslas antiguas rejas de las capillas, suprimiendo los mez-quinis altares de los costados del coro y dotndola,adems, de un pavimento de mrmol de mosaico demadera, y decorando, por ltimo, con grandes cuadrosmurales las desnudas paredes del frente del altar delPerdn y de ambos brazos del crucero. De este modovolver ser lo que fu: el primer templo de Am-rica.'Le sigue en importancia la de Mxico la Catedral

    de Puebla de los Angeles,^ de estilo greco-romanotallado como por la sencillez de su dibujo; las otras, pequeas y dehierro, son en extremo vulgares y sin ningn carcter, pudiendo lomismo servir para capillas que para algn patio, jardn otro cual-quier sitio de no gran importancia.

    Acaso dio pretexto la destruccin de tantas cosas de mrito en laCatedral, el hallarse deterioradas por el tiempo, mas si esta fuese ra-zn plausible, ningn monumento antiguo se conservara. Lo que ental caso debe hacerse es restaurar aquello que hubiese sido afeado porla vejez. Muy dignas de encomio son este propsito las inteligentesrestauraciones que se han hecho en la fachada del Museo, en el edifi-cio que ocupa el Banco Nacional, en la casa de los Azulejos y en laantigua del Conde de Heras, situada en la calle de Manrique.

    1 Todava conserva la Catedral buen nmero de pinturas de la es-cuela mexicana, desde Echave el viejo hasta Alcibar; y de autores ex-tranjeros posee un S. Juan evangelista del flamenco Martin de Vos, laVirgen de Beln de Murillo, y D. Juan de Audria dando graciaspor la victoria de Lepanto de pincel espaol, etc. Hllanse enterradosen dicho templo el primer obispo Zumrraga, Gregorio Lpez, Hidal-go, Morelos, Iturbide y otros hroes de la Independencia.

    2 Destruidas sucesivamente las dos iglesias anteriores la actualCatedral de Puebla que ocuparon sitio inmediato al en que hoy se ha-lla sta, comenzse su fbrica poco antes del afio de 1552, siguindose

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    30igualmente y cuya planta, disposicin y formas inte-riores (salvo ligeras diferencias entre las cuales est sumenor tamao) son iguales las de la iglesia metropo-litana. Su exterior es ms severo que el de sta por lasencillez de su ornato y la obscura piedra de que esthecho el edificio. En el interior ha sufrido tambinmodificaciones que le han hecho perder la gran seve-ridad que tenia; pero al menos la decoracin que se leha puesto tiene riqueza y obedece un principio lgi-camente desarrollado. Su artstico tabernculo, obrade Tolsa, su bello pavimento de mrmol y el aseo conque se conserva, son cosas en que supera la de M-xico.

    en ella los planos que para el efecto envi Felipe II; pero habiendoremitido Felipe III en los ltimos afios de su reinado, nueva monteahecha por Juan Gmez de Mora, su maestro mayor de arquitectura,que aprob el cabildo y ms tarde Felipe IV, sta sirvi para llevar cabo la obra con algunas modificaciones que introdujo Pedro GarcaFerrer. Terminse la fbrica, excepcin de su fachada, el 18 deAbril de 1649.

    Entre lo ms valioso que poseen ambas catedrales, la de Mxico y lade Puebla; deben contrselos regalos que les hizo Carlos V. Para la pri-mera mand el gran Crucifijo en madera que est en la capilla llama-da del Santo Cristo, y que parece de la escuela del insigne Montafiez;y la segunda, las tapiceras flamencas hechas con dibujos de Rubenssobre asuntos mitolgicos, que decoran actualmente la pieza que pre-cede la Sala capitular. Tanto una como otra poseyeron riqusimasalhajas de que fueron despojadas con motivo de las revoluciones pol-ticas. Habiendo triunfado D. Benito Jurez y siendo presidente, el 17de Enero de 1861 presentse un comisionado del Gobierno al tesorerode la Catedral de Mxico, cannigo Sagaceta, con una orden del go-bernador D. Juan J. Baz para que entregase todas las alhajas del tem-plo que haban sido ocultadas previamente en la cripta del altar de losReyes; pero enterado el arzobispo Garza de la orden gubernativa, dis-puso, en obvio de mayores desaguisados, que se entregasen; lo que se

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    31FjW lis (los uatcdralos existo la seveni grandiosidad,

    de las obras ile los Herreras y de los Moras; nicosediticios de la poca virreynal hasta la llegada de Gon-zlez Velsqucz y de Tolsa en que hay correccin, sen-cillez y sobriedad. En los restantes de fines del sigloXVI y del XVII, as religiosos como civiles, dominael barroquismo, con sus proporciones caprichosas, susperfiles accidentados, sus miembros pesados y ampu-losos, sus frontones rotos, sus molduras abundantes,irregulares y toscas, y sin embargo, pintoresco y, enmanos de los espaoles, de extraordinario carcter.

    Durante el siglo XVIII, perodo de auge para laNueva Espaa, en que las comunidades religiosas ad-verific en la noche de aquel mismo da. Lo ms digno de mencindel tesoro entregado es: la famosa custodia de oro comprada Borday valuada en 150,000 pesos, de vara y media de altura, cuyo anversoestaba guarnecido de tres mil ochocientos setenta y ocho diamantesrosas, y su reverso de mil novecientas cincuenta y siete esmeraldas;el copn con que daba la comunin el arzobispo el Jueves Santo, guar-necido tambin de piedras preciosas y de perlas; el juego de blandonesde plata maciza con exquisitas labores de plata dorada; los cuatro per-fumadores de lo mismo, de poco menos de tres metros de altura; to-dos los candiles de plata de igual forma y tamao de los que en laactualidad existen; y, por ltimo, el candelero del cirio pascual y eltenebrario, los dos de bano y adornados con preciosas molduras deplata. Como le hubiesen arrancado al primero martillo y cincel losadornos, qued inutilizado; en cuanto al tenebrario ha vuelto servir,sin las codiciadas piezas de plata. Vase el Inventario de las alhajasde la Catedral, que existe en el Museo.Algunos afos antes de los referidos sucesos y con ocasin del tem-blor de 1838, mandse quitar y fundir por el cabildo mismo la clebrelmpara de plata que se estren el 15 de Agosto de 1733 y que, segnse lee en las Gacetas de Mxico por D. Manuel Antonio Valds, te-nia 8 y ^ varas de alto, 42 de circunferencia, 14 dedimetroy un pesode 2,600 marcos.

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    32quieren donativos cuantiosos y en que la nobleza yseores principales se hacen dueos de considerablesfortunas, es cuando se emprenden numerosas construc-ciones; resturanse los edificios que el transcurso deltiempo haba deteriorado, reedifcanse aquellos queno corresponden al lujo de la poca, y se levantan nue-vos en consonancia con el gusto reinante, llegando laarquitectura la era de su mayor lustre, no ciertamen-te por la calidad de sus obras, sino por el nmero deellas. De tal siglo datan la mayor parte de nuestrosedificios pertenecientes al periodo colonial.

    Acentubase la sazn en Espaa general decaden-cia que vena reflejarse en sus dominios, iniciada des-de el tercer Felipe, y de que no se eximieron las artes.Por lo tanto, hllanse afectadas de tal vicio la mayorparte de las construcciones coloniales; de las que unassiguen perteneciendo al estilo barroco, y otras tomanel de Churriguera, modificacin de aqul, teniendo al-gunas los caracteres de ambos. En estos dos estilos lalnea recta se interrumpe, se rompen los entablamen-tos y frontones, se dan variadas curvas los arcos ydinteles, se adornan los entrepaos, etc.; mas si en elprimero se conserva la columna, aunque de fuste re-torcido historiado, si aun suelen quedar sin decorarlos entrepaos, y permanecen todava los perfiles rec-tos, en el segundo la columna y el anta se truecan enpilares cubiertos de adornos, los entrepaos todos sedecoran, las lneas se rompen hasta lo infinito, y la es-cultura, en fin, pasa ser porcin integrante del edifi-cio como miembro decorativo. Tal es propiamente elestilo churrigueresco exclusivo de Espaa y sus domi-

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    nios (aunque tambin ae haya dado igual denomina-cin al barroco) que so generaliz pronto, lleg todaspai-tes y todo lo invadi: edificios privados y palaciospblicos, conventos iglesias, enseorendose muyparticularmente de estas ltimas, donde ostenta sumayor pujanza. Propiamente este es el estilo peculiardel virreinato, en el que se hermana la decadencia conla esplendidez.Las mejores muestras del primer estilo, del barroco,

    son la iglesia de Santo Domingo en Mxico, los cole-gios de San Ildefonso y las Vizcanas y la casa delConde de Santiago de la misma ciudad; as como elprimer piso del Palacio de Gobierno en Guadalajara,el retablo de la capilla de los Reyes en la Catedral dePuebla/ y la iglesia de Santo Domingo de Oaxaca; alpaso que los buenos ejemplares del churriguerescoabundan ms, pudindose citar entre los ms bellos lafechada del Sagrario,^ la iglesia de la Santsima, el so-berbio retablo del altar de los Reyes de la Catedral,'''la ceisa de los Mascarones y la del Conde de Heras, enMxico; la fechada interior del antiguo templo delos jesutas en Tepozotln, la casa conocida con el nom-bre del Alfeique en Puebla, el patio de San Agustn *

    1 Envi los dibujos de Espaa para que se hiciese este retablo JuanMartnez Montaflez. V ase Fwidaein Historia de Puebla porVeytia.

    2 Debise esta obra al arquitecto D. Lorenzo Rodrguez, que la ter-min en 1768.3 Ya se ha dicho que fu autor de este retablo D. Gernimo Balbas,

    venido expresamente de Sevilla para construirlo. Vase el TeatroAmericano por D. Jos Antonio de Villasefior. 1746.

    4 Obra de los religiosos Luis Martnez Lucio y Garlos Benito deButrn Mxica.

    Arte en Mx.

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    y los retablos de los altares de Santa Rosa en Quer-taro, y la iglesia de Santa Mnica de Gruadalajara.

    Interminable se hara la serie sise pretendiera citarotros buenos ejemplares de un estilo que se extendipor todas partes, al grado de no haber durante algntiempo iglesia cuyos retablos no fuesen del ms estrictogusto churrigueresco.^En ocasiones apai-ecen mezclados, segn se ha dicho,ambos estilos; cosa que de ningn modo ha de sorpren-der recordando la tendencia espaola de fusionar fre-cuentemente los estilos arquitectnicos, por opuestasque sean sus formas.En el Palacio de Gruadalajara vese incorporado conel barroco el cliurriguera, as como en la Catedral deZacatecas y en el templo parroquial de Chihuahua; pe-ro esa fusin est hecha con tal originalidad en los dostemilos referidos, que primera vista pudiera tomarsesu estilo por uno nuevo, aunque en realidad slo con-sista en haber agregado las formas propias del barro-co los menudos roleos peculiares del cliurriguera.

    Constante prctica ha sido la de censurar desdearincondicionalmente este ltimo estilo, pudiendo afir-marse que no ha habido casi autor en Espaa que sehaya ocupado en escribir sobre arte, que dejara de lan-zarle duros calificativos hasta ao'otar su nmero. Unescritor entr por ese camino y todos le han segui-

    1 Desde que Tolsa comenz principios del presente siglo alteraralgunas capillas de la Catedral de Mxico, destruyendo sus retabloschurriguerescos y sustituyndolos por otros greco-romanos, deportseel deseo de su exterminio en todos los templos, slo comparable al en-tusiasmo que ese mismo gusto arquitectnico provoc en un tiempo.

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    85to. De tan adversos juicios fueron objeto un tiempootras formas de arquitectura que la postre se hanrehabilitado; mas la aversin contra el churriguerescomantinese viva.'No negaremos por cierto, ni sus incorrecciones ni susdefectos; habiendo aparecido tal estilo en un periodode general decadencia, imposible es encontrar en laquellas formas que son reflejo de pocas de gloria y degrandeza. Pero, cmo poder condenarlo de la maneraque lo han hecho los escritores referidos, esto es, ennombre de otro estilo, del estilo del Renacimiento, queal revivir las formas ai'quitcctnicas de los romanospor ese mismo hecho acept las alteraciones vitandasque stos introdujeron en los tres rdenes clsicos, amnde las nuevas adulteraciones que entonces fueron pues-tas en uso; de un estilo que cambi las buenas propor-ciones griegas, que sobrepuso los rdenes, que quit suoficio la columna convirtindola en simple miombrode ornato, que dividi su fuste, que dio resaltos lascornisas, que rompi los frontones, etc., etc.? El churri-guera es cierto, avanz mucho ms en esa pendiente,puesto que vino despus del barroco que haba ya exa-gerado las adulteracionesmencionadas;pero por eso mis-mo, por haber avanzado mucho ms, como los extremos

    1 De su autor D. Jos Cluiniguera dice Cean Bermdez lo que si-gue: Naci en Salamanca andada la mitad del siglo XVII. Carlos IInombrle trazador de las obras de Palacio. Fu profesor suyo D. Pedrode Ribera y tuvo dos hijos. Ejecut algunas esculturas, entre ellas unade San Agustn, y construy varios edificios en las Castillas; jnofancon su estilo arquitectnico el decoro y seriedad de los templos. Murien 1725.

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    se tocan, al llegar hasta lo excesivo, hizo aparecer nue-vas formas en que se encuentran casi olvidadas las pri-mitivas. Suprimida en l la columna, mejor dicho,transformada en pilar, ya no pudo haber ni sobreposi-cin de los rdenes, ni vicioso empleo de aquel bellomiembro arquitectnico relegndolo al oficio espreode servir de simple aparato. Podr ser, por lo mismo,el churriguera un mal estilo si se quiere, pep no unobueno echado perder.

    El del Renacimiento tiene en su favor, entre otras co-sas, haber desarrollado extraordinariamente la cpula,mantenido amplias proporciones y conservado las l-neas y los perfiles severos y sencillos de los griegos yde los i'omanos; el churriguera en cambio puede jre-sentar en su abono un slo ttulo: el de ser ms cris-tiano.Ante todo dbese tener presente que no trajo ningn

    nuevo elemento la construccin como otros estilos, yque slo se limit servir de ornato; fu pues, noconstructivo sino decorativo. A la estructura de losedificios inventada, establecida en pocas anterioresagregse como ornato, y como tal aparece en las facha-das de los edificios civiles, en el exterior de los templosy en los retablos de los altares.Cuando figura en las primeras, presta al edificio cier-ta gracia y novedad, pesar de que en las construccio-nes de carcter civil no siempre cuadra abundante or-namentacin ni el empleo de la estatuaria (parte inte-grante del churriguera) , pero por eso mismo se presentaen ellas con mayor sobriedad y las veces tambin sinesculturas.

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    7Adquiere ms propiedad y mayor importancia en

    las portadas de las iglesias; porque cu ellas caben per-fectamente, por una parte, la magnificencia y la pompa,y por otra, el empleo de la escultura pai'a la represen-tacin de los santos; mas sucede que vistas de lejos y plena luz esas prodigiosas portadis churriguerescas,admirablemente labradas en piedra, la intensidad y di-fusin de aqulla y la uniforme coloi'acin de sta, ha-cen que se confundan las formas de los menudos orna-tos y aun las de pilares, frontones y cornisas, perdindo-se no poca parte del efecto; inconveniente de que estnexentos los retablos del mismo gnero vistos la tem-plada luz del interior de los templos.En ellos es donde propiamente debe estudiarse elchurriguera, por estar en los mismos desplegados to-dos los recursos del estilo. Estos retablos de altares, ta-llados en madera, ofrecen mayor riqueza de formas yms finura que las que consienten las portadas de pie-dra del exterior de las iglesias; finura y riqueza quepueden ser bien apreciadas por la proximidad en quese coloca el espectador con relacin los altares. Porotra parte, el empleo que en ocasiones se observa enel estilo que se examina, de pilares algo ms anchoshacia la parte superior y que parece, no que sostie-nen las cornisas, sino que ms bien penden de ellas,empico que pudiera ser reputado defectuoso, en los re-tablos de madera tiene mayor excusa si se atiende, poruna parte, que dichos pilares no aparentan tanto eloficio de sostenes como el de adornos, y por otra, queel peso de las cornisas est repartido entre esos pilaresy los muros en que entran espigas de madera que sus-

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    39misticismo catlico, como el gtico habalo sido ya enlos siglos medios. Poder maravilloso del arte que condiversas formas puede expresar un mismo sentimiento.

    Aparte las construcciones de carcter religioso, mu-chos fueron los palacios pblicos y privados que du-rante el siglo XVII se Icvantai'on y que pertenecenya al barroco, ya al churriguera, ya los dos estilos.Tales son las antiguas casas del conde de Santiago, delos marqueses del Valle de Oaxaca y de Drizaba, delconde de Heras, las del conde de San ]\Iateo Valpara-so' y otras varias. El palacio de los virreyes, el de laInquisicin, la Casa de Moneda, etc.; edificios por loscuales fcilmente se puede inferir el aspecto nionumen-

    1 Conocidas en la actualidad por Hotel de Iturbide y Banco Na-cional. De este ltimo edificio se sabe el nombre del arquitecto que lodirigi, que fu el Maestro veedor D. Francisco Guerrero y Torres, se-gn reza una gran inscripcin que existe en el patio del mismo. Res-pecto al suntuoso palacio de Iturbide, no hemos logrado saber quin fusu autor. Dos tradiciones sobre el particular nos han llegado, ambasigualmente inaceptables. Segn la una, el autor de los planos fu TresGuerras; y segn la otra, fu obra de autor italiano. Lo primero esinadmisible, tanto porque Tres Guerras figur posteriormente la con-clusin del edificio en cuestin, como porque el estilo de l es entera-mente distinto del de las construcciones del arquitecto celayense; encuanto lo segundo, basta para desecharlo el ver que la obra tiene to-dos los caracteres de los edificios espaoles. El origen de tan grandio-sa construccin fu: que deseando el conde de San Mateo Valparasoque no pasara su fortuna manos del pretendiente de su hija, derro-chador consumado, quiso invertirla toda en la construccin de un edifi-cio, para cuyo intento dijole al arquitecto quien le fu encomendado,que lo hiciese sin pararse en gastos y con todo el lujo posible, y al efec-to gastronse ciecidas sumas excedindose de lo que se esperaba. Sir-vile de residencia al emperador Iturbide, luego fu colegio de Mine-ra y finalmente, hotel, destino que le dio su antiguo duefio Zurutuza.

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    40tal que tendra la capital del virreinato que pudo des-pertar la admiracin del viajero ilustre que la visitaraal comienzo del siglo, y al cual hse atribuido la deno-minacin que le ha sido dada Mxico de ^'Ciudad delos Palacios. No lleg tanto Humboldt, pero bienpudo hacerlo, mayormente si se considera que su ve-nida ya estaban en pie las construcciones de D. JuanPeinado v se estaban levantando las de D. AntonioGonzlez Velzquez y de D. Manuel Tolsa, que juntocon las que acabamos de mencionar, de data ms an-tigua, acrecentaran el aspecto hermoso de la ciudad,de que hace mrito el citado escritor.'

    Todas ellas, aunque varan en ciertos detalles, tienencaracteres comunes; desde luego el de maciza solidez.Alguien ha dicho que despus de los romanos, comoconstructores, vienen los espaoles. Si tal dicho se pu-diera tener primera vista por exagerado, se le con-cedera verosimilitud al contemplar las fbricas questos dejaron en la Nueva Espaa: casas y palacios,castillos y templos, puentes, fuentes y acueductos; obrastodas slidas, robustas y grandiosas.^

    1 Ensayo Poltico sobre el reino de la Nueva Espaa, Tomo I, libro3 , cap. VIII.

    2 Entre los acueductos ms notables deben citarse el de Quertaro,Zacatecas, Zempoala y Xalpan. El primero, que se concluy en 1738,tiene 77 arcos de 27 varas de alto y 7 de curvatura, y el ltimo 72 va-ras de alto y tres rdenes de arcos. En cuanto los de la ciudad deMxico que ya han desaparecido, lo ms notable que tenian eran lasfuentes llamadas del Salto del Agua y de la Tlaxpana, de las que sloqueda la primera, pues la de la Tlaxpana, que era la ms interesante,tuvo bien mandarla destruir el arquitecto de ciudad D. Antonio To-rres Torija el ao de 1889.

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    Son tambin semejantes los planos y el urnati> de losedificios civiles. Muy comunmente estn dispuestoslos primeros sin observar rigurosamente la simetra,sin que haya la uniforme repeticin de las partes, ni enel interior ni en las fachadas, prestndose por ello fcilreparticin el edificio, diferencia de lo que observaronsiempre los arquitectos pegados al rigorismo clsico.Pudo ser aquella prctica resultado del influjo rabeque llega independerse tanto de la uniformidad cl-sica, hasta poner diferente capitel en cada columna enuna misma arquera arcos de distinto vuelo.*

    Los patios son amplios y bien iluminados, sealn-dose por su grandiosidad y belleza el del Palacio s a-cional; y las techumbres todas horizontales como lo de-manda la benignidad del clima. En los coronamientosson frecuentes las almenas caprichosas y en ocasionesel uso de ticos en forma de arcos invertidos, en cuyosremates se colocan airosos estpites. sase como cons-tante adorno de puertas y balcones molduras poco sa-lientes que siguen el contorno de los huecos y se pro-longan hacia arriba, en sentido vertical, hasta tocar conlas mochetas y cornisas, y stas se emplean manerade cejas capelos sobre los vanos. Los escudos de lanobleza daban motivo de bella ornamentacin en losedificios privados.- Entre stos sobresalen la casa del

    1 La Aljama de Crdoba puede citarse como muestra de gran liber-tad en el plan y en los detalles.2 Tales ornatos se quilaion por virtud de un decreto del Gobier-

    no, de 2 de Mayo de 1826, en el que se mand que se destruyesenpor los duefios de edificios, coches y otros muebles de uso pblico, losescudos de armas y dems signos que recordaran la dependencia de

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    42conde de Santiago por sus severos muros de obscurotezontle y los originales ornatos de sus canales, la delconde de Heras por los afiligranados jambajes de suspuertas y balcones, la del marqus del Valle de Oa-xaca por los paramentos de sus muros revestidos deazulejos y su magnifica escalera, la del conde de SanMateo Valparaso por su grandeza y la esbelta ar-quera de su patio, la conocida con el nombre de losMascarones por sus singulares caritides y su estilonetamente churriguera; la casa, en fin, de las calles delReloj y Cordobanes por su magnfico material, sus ele-gantes proporciones y grandiosa cornisa.^En los edificios de Puebla se nota el gusto rabe yel mudejar en el uso frecuente de los azulejos y en losantepechos calados del gnero de los de la casa de Pi-latos de Sevilla; efecto probable de la venida de ai-

    Mxico de Espaa. A esta lamentable mutilacin vnose agregar otraen los edificios de la poca virreinal, consecuencia de la supresin delas canales que en muchas construcciones servan tambin de miem-bro decorativo.

    1 Segn consta en uu plano de la ciudad de Mxico que se halla enel Museo Nacional, en 1737 figuraban los siguientes arquitectos quie-nes se encomend la formacin de dicho plano y los cuales pudieronhaber sido tambin autores de varios de los edificios que por aquel tiem-po se levantaron en Mxico: D. Pedro de Arrieta, maestro de arquitectu-ra de todo el reino, real palacio y fbrica de la Catedral de la corte deMxico; D. Miguel Custodio Duran, D. Jos Rivera, D. Jos EduardoHerrera, D. Manuel Alvarez Alans,, mr. de la ciudad de Mxico, y D.Francisco Valderraiua, maestro veedor de arquitectura. A stos hayque agregar los nombres de Juan de Zepeda y de Francisco Guerreroy Torres, as como los de algunos arquitectos de los siglos anteriores,tales como Francisco Becerra (1573), Melchor Dvila (1679), Rodri-go Dvila (1586), Juan Lozano de Balbuena (1648), Juan Serrano(1649), Pedro Ramrez (1665), y Juan Montero (1668).

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    48giinos alarifes de las constantes relaciones manteni-das con sta ciudad, donde residan la Casa de Contra-tacin y el Consejo de Indias que tanto intervinieronen las cosas de Amrica. Son asimismo caractersti-cos en las casas antiguas de Puebla los corredores vo-lados, atrevidos y airosos.Al lado de nuestras construcciones poco puristas, selevantaron con cierta periodicidad algunas ms me-nos regidas por el canon greco-romano, como las queen seguida se enumeran.Entrado apenas el siglo XVIII, con motivo del in-cendio del Palacio de Gobierno,^ emprendironse lasobras de su reedificacin conforme los planos de FrayDiego de Valverde, autor muy probable de las galerasdel gran patio de elegantes arcos almohadillados. Almediar dicho siglo D. Juan Peinado trae el encargo delevantar la Casa de Moneda; ya casi al trmino del mis-mo D. Antonio Gonzlez Velzquez, primer profesorde arquitectura de la Academia, construye la iglesia deSan Pablo y la muy atrevida ciipula de Santa Teresa ;-y, finalmente, D. Manuel Tolsa edifica el palacio deMinera, construye las casas de la Prez Glvez y lade las calles de Cordobanes y el Reloj, levanta la igle-sia de Loreto y termina las obras de la Catedral ha-ciendo el ornato de las torres y parte de la fachada, co-locando las balaustradas de las bvedas, elevando, enfin, la esbelta y primorosa linternilla de la cjiula.^ La

    1 El incendio tuvo lugar el alo de 1692.2 Dicha cpula fu destruida por el terremoto de 1845.3 Hasta Enero de 1787 slo exista el primer cuerpo de la torre

    oriental de la Catedral. Terminronse ambas en 1791, no quedando

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    44Catedral de Mxico, cuya construccin tard siglos, re-sume en s cuantos estilos se usaron en la ISTueva Es-paa, desde el severo de Herrera y de Mora hasta elbarroco, el churrigueresco y el greco-romano de Tolsa.Habase llevado cabo en Espaa, durante el reinadode Felipe V, la restauracin de la correcta arquitectu-ra, emprendindose obras tales como el Palacio Realde Madrid, y natural era que tal impulso re^auradortuviese eco en la colonia, como en efecto lo tuvo en lasconstrucciones de los autores que acaban de mencio-narse.Por su parte tambin, en modesta ciudad, un artista

    criollo segua el mismo impulso con xito y aplauso,D. Eduardo Tres Gruerras. Discpulo de la Academia,habase ejercitado en la pintura, en la que no habiendoalcanzado grandes resultados, dedicse despus laarquitectura, que le propoi'cion merecidos laureles alconstruir, ms de algunas bellas casas particulares,la Iglesia del Carmen de Celaya y el puente de la La-ja de la propia ciudad.^'sin embargo, concluida la Catedral, como ya se ha dicho, sino hastaprincipios del presente siglo. Parece que el autor de la cpula fu elarquitecto Jos Damiano Ortiz, pero Tolsa la modific al comienzo delsiglo. Con ocasin de haberse descubierto un tesoro por el cabildo dela Metropolitana, indicacin del cannigo D. Jos Mariano Beristain,que propuso se empleara en el ornato del templo, llamse Tolsa pa-ra que se encargase de su embellecimiento; el cual emprendi las obras que se ha hecho referencia, confiando adems, Ximeno la pintura dela cpula y Zacaras Cora las esculturas de las torres.

    1 Francisco Eduardo Tres Guerras naci en Celaya en 1745 y murien 1833. Como pintor, escultor y grabador fu muy inferior lo quelleg ser como arquitecto, segn lo comprueban sus obras pertene-cientes esas distintas ramas del arte que aun pueden verse en Cela-

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    45Tolsay Tros Guerras tienen muchos puntos do seme-

    janza: los dos profesando otro arte, la estatuaria el uno,el otro la pintura, se dedican ms tarde la construc-cin; los dos cultivan en ella el mismo estilo, el delRenacimiento, y saben dar majestad sus edificios;Tolsa es ms severo, elegante y grandioso; Tres Guerrassabe expresar mejor la gracia y gusta ms de lo atre-vido; falta veces ste el buen gusto, aqul incideen cambio, con frecuencia en lo pesado; ambos, con to-do, son insignes ai-quitectos; y si el uno obtiene cons-tantes aplausos, el otro alcanza duradero renombre.Aunque acaso pudiera creerse que Tres Guerras ex-periment I9 influencia de Tolsa, nada hay sin embar-go ms distante de la verdad, puesto que cuando steaun no habia levantado sus edificios, Tres Guerras tenaya construido el Carmen y el Puente de la Laja.^Con estos dos artistas se cierra el ciclo de la arqui-tectura virreinal, que habiendo comenzado ruda y tos-ca, sigui brillante y recai'gada, termin sencilla y co-rrecta y apareci siempre fuerte y robusta como la virilraza conquistadora que la produjo.ya. Fueron construidos por l, adems, la iglesia y el convento de Tere-sitas de Quertaro y el teatro Alarcn de San Luis Potos. En su tiempoexistieron y figuraron como mulos suyos los arquitectos Paz, Caballe-ro, Zapari y Echandia.

    1 Concluyse el Carmen en 1807 y el Fuente de la Laja en 1809.

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    IVEn un principio debi de suplirse en la colonia,

    la necesidad de imgenes que el culto demandaba,por una parte, con las esculturas de madera venidasde Espaa; ^ y por otra, muy principalmente, con loscuadros de pintura aqu ejecutados, supuesta la decla-rada preferencia que sta dieron, sobre la estatuaria,los cnones del tercer Concilio mexicano; ^ debido locual, la escultura fu la iiltima de las artes que se do-miciliaron en la Nueva Espaa. Pero cuando en el si-glo XYII y, sobre todo en el XVIII, la edificacin to-m impulso, cuando se hicieron las historiadas fachadasde muchas iglesias, cuando apareci el prolijo churri-guera y los innumerables retablos de ese gnero, en-tonces la escultura se hizo indispensable como parteintegrante de la misma construccin en las portadas yretablos churriguerescos, manifestndose en estatuasy bajos relieves de piedra y raras veces de mrmol, yen esculturas de madera.

    1 A ese nmero pertenecen el Crucifijo de a Catedral que segndice el P. Sarifiana, fu regalo que hizo dicha iglesia Garlos V, y el gru-po en madera de la Virgen del Apocalipsis existente en el templo deJess.

    2 Ttulo 18, prrafo IX, pgina 326.

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    47En las fachadas de iglesias generalmente flanquean

    la puerta principal, dos cuatro estatuas ocupandoen nichos los intercolumnios los entrepaos de lospilares; en igual disposicin se repite la misma serieen el segundo y en el ltimo cuerpo de las portadas,en cuyos centros, cuando no amplias v^entanas, se co-locan los grandes bajos relieves que representan elasunto principal de la vida del santo en cuyo honorest erigido el templo. All tambin se suelen ponerestatuas, lo mismo que en el coronamiento del edifi-cio, si no es que se sustituyan por vasos pebeteros.En los edificios civiles emplase la escultura con mayorsobriedad, consistiendo en caritides, guerreros otrasfiguras no religiosas; mientras que en el interior de lostemplos se ostenta en gran abundancia alternando conlienzos de pintura.La mayor parte de tales esculturas se resienten detosquedad y rigidez. Las proporciones de las figuras, sibien regulai'es, hacen los cuerpos bajos; estn por locomn bien plantadas, pero en actitudes montonas ypoco movidas; los paos, de alguna verdad, son sin em-bargo duros y el total sencillo y sin presuncin. Contodo, no revelan un arte rudimentario, pareciendo quesus autores quisieron de propsito dejarlas sin aca-bamiento, penetrados de la idea de ser obras mera-mente ornamentales. Tampoco se advierte en ellas enel dilatado transcurso de dos siglos gradual perfeccio-namiento; pero en medio de la uniformidad de carc-ter con que se producen, de vez en cuando suelen apa-recer manera de brillantes y fugaces chispas brota-das del ingenio de sus desconocidos autores, algunos

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    Shermosos bajos relieves de piedra, como el de la anti-gua iglesia de San Agustn en Mxico, el de la Cate-dral de Oaxaca y los medallones en alto relieve queflanquean la puerta de la Albndiga de Puebla. Escul-pidos con bastante detalle y finura, muestran buenasproporciones individualidad en las fisonomas. ElSan Agustn del bajo relieve citado, que es colosal res-pecto de las dems figuras de la composicin al mo-do que los Cristos de las pinturas bizantinas, tiene unaexpresiva y majestuosa cabeza, y la barba y mitra asicomo el bculo que empua estn finamente trabaja-dos. No le aventajan en mrito otros bajos relieves dems reciente data, lo cual confirma la observacin pre-cedente de no haber seguido la escultura de la poca que nos venimos refiriendo progresivo desarrollo.

    Parecidos caracteres los de la estatuaria en piedraofrecen, por lo general, las imgenes de madera colori-da de los altares, con la diferencia de una ejecucinms cuidadosa. Todas son de talla completa y sus ves-tiduras estn estofadas con colores bruidos que se com-binan armoniosamente con el brillo de los fondos deoro de los retablos de que forman parte. Suelen teneren ocasiones alguna esbeltez al mismo tiempo que lospaos exagerado movimiento, en consonancia, por otraparte, con el barroquismo del conjunto. Las actitudesno tienen la necesaria variedad y veces la expresinde los rostros no es bastante grave, ni mesurada; masperdnanse de buen grado semejantes imperfeccionesen gracia de la ingenuidad que sus autores revelan, yms que todo, por su condicin ornamental que las ha-ce parte integrante de un conjunto del que no debe

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    49prcscinclirsc al verlas; coijiuiti) iiiio preili.sponc favora-mcnto al misticismo.Otra cosa se debe pensar de esas escultums que hanvenido sustituir las de talla, al llevarse cabo lafuribunda devastacin de tabernculos y colateraleschurriguerescos, hechas para ser vistas aisladamente,y vestidas de estopa, con trajes de quita y pon y cabe-lleras de pelo natural, ejecutadas con manifiesta contra-vencin de claras determinaciones cannicas.' Pasandopor alto lo de las antiartsticas cabelleras postizas y ves-timentas de trapo no siempre en consonancia con la msortodoxa indumentaria, imposible es hacer punto omi-so, por buena voluntad que se tenga, de la inexactitudde sus formas y de la fealdad de ellas, de sus actitudespoco natui'ales, de sus gestos y contorsiones que ve-ces tocan en lo cmico; imgenes que invadieron de lar-ga fecha, no ya los templos de insignificantes pueblos,sino los de populosas y cultas ciudades, y que son mues-tra elocuente del estado lastimoso que pudo llegarlams clsica de las artes, aquella que pide ms bellezay mayor cori'ecciu en las formas.Cuando se ven esos grandes pecados contra el arteno slo absueltos, sino autorizados para el culto, secomprende el mrito que tuvo una agrupacin de mo-destos y empeosos artistas que en la ciudad de Pue-bla, hacia el segundo tercio del siglo pasado y comien-

    1 En efecto, el tercer Concilio mexicano celebrado en el siglo XVI,previno la siguiente: Las imgenes que en lo sucesivo se construyansi fuere posible, sean pintadas si se hacen de escultura sea de talmanera que de ninguna suerte se necesite adornarlas con vestidos. T.XVIII IX.

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    50zo del presente, sin buenos maestros ni grandes mo-delos que poder imitar, cultiv la escultura de imgenesformndose por s misma. Los Coras, con sus deficien-cias y todo, representan el papel de restauradores de unarte que no podahaber llegado ms lamentable extre-mo. Fueron tres los principales, aunque en torno suyofio-urasen oti'os escultores de menor valia: D. Jos Vi-llegas de Cora, el maestro de todos; D. Zacai'as Coray D. Jos Villegas que tom por ttulo honorfico tam-bin el apellido de Cora.

    Designado en su tiempo D. Jos Villegas de Coi'acon el nombre de el maestro grande, seguramente porhaber sido el fundador de la escuela, fu el primero enprocurar la observacin del natural, del que, sin em-bargo, slo tomaba un pormayor pai'a dejar despus en-comendado la fantasa el arreglo de los detalles de laobrapi'oyectada;de donde provenala arbitrariedadquese advierte en los pormenores de casi todas sus imge-nes. Busc al mismo tiempo la verdad en el arreglode los paos; pero, por lo que ms se le estim, fu porla gracia y belleza de los rostros, particularmente losde las Vrgenes; las cuales hizo para vestir como la ma-yor parte de sus dems obras.^

    Pretendi hacergala de tener conocimientos en la ana-toma Zacaras Cora acusando los miisculos y venas,

    1 El grande aprecio en que se le tuvo podr medirse por la siguien-te ancdota que todava en la actualidad refieren los escultores de Pue-bla: Cuentan que habiendo estado en Espaa como diputado Cortesel Obispo de aquella dicesis, D. Antonio Joaqun Prez, trajo consi-go su regreso de la Pennsula, una preciosa escultura en madera delnio Jess, y que habiendo llamado para mostrrsela D. Jos Vi-

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    lo quo no fu parte impedir que sus figuras falta-sen con frecuencia las debidas proiprciones y que pare-ciera que las daba ms por sentimiento que por sistemafijo. En las fisonomas supo competir con su maestro.Su mejor obra fu el San Cristbal con el nio Jess,que e.xiste en el templo de aqul santo en Puebla.

    Jos Villegas tuvo la fortuna de que gran parte delas obras que hizo fuesen de completa talla, diferen-cia de los precedentes, y en ellas supo manejar bien lospaos sin que por eso dejara de caer veces en exage-rado amaneramiento, como aconteci D. Zacaras,movindolos y adelgazndolos con exceso. Sus rostrosgustai'on menos. La Santa Teresa de mayor tamaoque el natural perteneciente la iglesia de igual nom-bre de Puebla, ofrece buen ejemplo de paos, y la cir-cunstancia comn en todas las obras de los escultoresde esa escuela, de tener un foi'zado fruncimiento de bo-ca fin de hacerla aparecer ms pequea.Cada uno de los tres referidos artistas tuvo algunacualidad en que se distingui de los otros: el uno en k)agraciado de las fisonomas, ste en el mayor estudiodel natural, aqul en las regulai*es proporciones y enhaber hecho con preferencia obras de talla. Despusde ellos la escuela decae y se extingue.Laudable esfuerzo hicieron los escultores poblanos

    para levantar su arte; pero con eso y todo, con haberllegas de Cora, dijole en tono de broma luego que se la hubo enseado,que aprendiese hacer esculturas como aquella; lo cual el artista diopor nica respuesta el partirle la cabeza la celebrada imagen, sacndo-le de ella una cedulita que tenia escrito el siguiente nombre: Jos Vi-Uegas de Cora.

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    luabido, adems, por espacio de dos siglos, quienes es-culpieran las estatuas y bajos relieves de piedra queadornan las fachadas de las iglesias, no puede decirseque en la Nueva Espaa hubiera existido propiamen-te la verdadera escultura antes de la llegada del insigneTolsa.^ Con l se compensa y con exceso la privacinen que estuvimos de buenos escultores; pareciendo queel genio de las artes quiso hacernos con l uq resarci-miento tanto ms plausible y valioso, cuanto largo habasido el tiempo en que la escultura haba dejado sin cul-tivadores. Tolsa no hizo gran nmero de estatuas, puesroble otra arte gran porcin del tiempo que hubiera de-dicado la escultura; pero bastan las pocas que dejara poner de manifiesto sus conocimientos, su talento, subro, su pujanza.Adems de la soberbia estatua ecuestre de Carlos IV,

    1 Anteriormente Tolsa haba venido de Espaa para la enseanzade escultura en la Academia de S. Carlos, D. Jos Arias. D. Manuel Tol-sa naci el 24 de Diciembre de 1757, en Enguera del reino de Valen-cia yfu discpulo de la A. de S. Carlos de Valencia; de ah pas M-xico acompafiado del pintor D. Rafael Ximeno, en 1791, encargarsede la clase de escultura de nuestra Academia.En una copia de su retrato que hizo Ximeno y que existe en poderde D. Francisco de Garay se lee lo siguiente: D. Manuel Tolsa, es-cultor de la Cmara del Rey de Espaa, Ministro de la Suprema Jun-ta de Comercio, Moneda y Minas; Director general de la Real Acade-mia de San Carlos, autor de la estatua ecuestre de Carlos IV, del Co-legio de Minera y de otras varias obras. Muri el da 24 de Diciembrede 1816 los 59 aos de edad. Teniendo ya formada su reputacin deescultor, dedicse la arquitectura en la que tom por modelo Palla-dio; como consecuencia de su pericia demostrada en este otro ramo delarte, fu nombrado Director de Arquitectura en la Academia, y en Ene-ro de 1813 concedisele el ttulo de acadmico de mrito en arquitec-

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    03orgullo legtimo do la ciudad de Mxico, hizo las prin-cipales del tabcrnculj de la Catedral de Puebla,' lasdel Reloj de la de Mxico y algunas obras en madera.De sus esculturas slo dos fueron vaciadas en bronce, lade Carlos IVy la de la Concepcin del tabernculo, sien-do las otras fjue adornan ste y que representan loscuatro grandes Doctores de la Iglesia latina, de estucoblanco, imitacin do mrmol; y las de la facliaxla dela Catedral de Mxico, que simbolizan las tres Virtu-des, de piedra. El tamao elegido para todas es el co-losal que tanto se presta lo grandioso. Y eso es antetodo Tolsa, grandioso en las proporciones, en la con-cepcin de sus tipos, en las posturas, en los ademanes,en los ropajes.El caballo de la estitua del monarca espaol, trata-

    da lo clsico, es de hermossimas formas, de movi-miento natural, garboso y en extremo animado; al pasoque la figura del rey, aunque ligeramente pesada, esmajestuosa, su movimiento bien armonizado con el delnoble bruto, y forma con ste un bello conjunto de l-neas. Sobrada razn ha habido para reputarla una delas mejores estatuas ecuestres.

    Distinguense las dems esculturas do Tolsa, esto es,los Doctores, la Concepcin y las Virtudes por el movi-miento que les imprime lleno de donaire y de vida. To-tura. Escribi de Matemticas y de Bellas Artes muchas cosas que ve-rn la luz pblica algudia, dice Beristain. En su matrimonio contra-do en Mxico con una mexicana tuvo cinco hijos, de los cuales cuatrofueron varones.

    1 Lasjestantes de dicho tabernculo fueron de su discpulo PatifioIxtolinque.

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    das ellas revelan bastante personalidad la vez que s-lido estudio de lo antiguo. Si alguien se empease enencontrarle defectos diria que en ocasiones incurre, sibien levemente, en pesado'', en nfasis y que da los pa-os ejecucin berninesca.

    Tiene en madera dos cabezas de Dolorosa y una Con-cepcin, artsticamente coloridas.'

    Artsticamente hemos dicho con entera conciencia,jDues que no hay motivo suficiente para pretender quedeba excluirse siempre el color, de la escultura. En bue-na hora que se proclame como circunstancia inherentede la suprema belleza de la estatuaria profana, la divinablancura del mrmol los uniformes tonos del bronce;pero tratndose de la escultui'a religiosa, de la escultu-ra cristiana, imposible es negar que le preste extraor-dinario realce el colorido.Fu supremo ideal de la estatuaria helnic;i, la be-

    lleza de las formas en grado sumo, hasta llegar su-primir el colorido para reconcentrar todo el valor de laobra en la forma. A ello la conducan, naturalmente,as el culto que los griegos profesaban la Naturale-za hermosa, como el halago de los sentidos que siem-pre buscaron; por eso pudo prosperar tanto entre ellosel desnudo. El fin de la x^lstica del cristianismo, espi-ritualista por e.xcelencia, y para el que la belleza de laforma suele ser pecaminosa, ha sido muy otro, l habuscado por medio de ella tan slo producir efectos

    1 Las cabezas de las Vrgenes son las de la Profesa y el Sagrario y laConcepcin existe en la de la Capilla episcopal de Puebla, y la repeti-cin de sta con algunas variantes que se encuentra en la Profesa, h-llase en la actualidad arrumbada en el coro de dicho templo.

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    05devotos; y si no procede sistemticamente en contra dela forma, si la acepta muchas veces, no es en el gradoque lo hicieron los helenos; y para compensar la faltade excesivo homenaje la belleza de las fornrjas, paraequilibrar, par decirlo as, la moderacin con que laemplea, halla el colorido; y siendo ste adems condu-cente por eficaz; manera lograr la expresin, acptalogustoso.

    Pero ms de servir el color para compensar el usomoderado de la bella forma, ms de ser muy adecua-do para realzar la expresin, logra grandes efectos mis-ticos al dar los bultos el calor de la vida. Xi se digaque sea opuesto al arte ese realismo, esa ficcin de lavida en las imgenes, porque la idealizacin de las for-mas, el pelo tratado en grupos, el brillo de la maderay otros accesorios pueden contrarrestar la excesiva fic-cin y denunciar la obra del arte.

    Finjamos por un momento que la cabeza del Lao-conte recibe colorido, y se ver cunto aumenta su ex-presin de dolor. ISTo lo necesita en verdad esa obramaestra, pues que producida bajo el influjo de las ideasgriegas, no fu la expresin excesiva lo que en ella sebusc, sino ante todo la belleza y una moderada expre-sin. Si por el contrario, suponemos por uninstante quepierdan la coloracin los Cristos de Montas, verbi-gracia, se podr ver cunto disminuye el mrito arts-tico de tales obras.Razn de sobra tuvo, pues, un artista como Gibson,^

    discpulo de Canova y de Thorwaldsen, y por ende,edu-1 Vase la Biopirafla de John Gibson.

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    cado en el ms riguroso clasisismo, en no haberse des-deado de ejecutar esculturas polcromas; razn de so-bra ha habido para hacerle justicia al escultor AlonsoCanohaciendo igurarsu San Francisco de Toledo^ al la-do de las mejores estatuas clsicas; y razn tuvo, porltimo, Tolsa al cultivar ala vez que la clsica la escul-tura colorida, dando la norma de nuestra escultura re-ligiosa.

    Observacin muy justa ha sido, por otra parte, la deque dichas maderas pintadas corresponden dos artes;y que tanto como la del escultor, demandan la pericia delpintor, hacindose veces necesario en su ejecucin elconcurso de dos artistas como en el San Ignacio deMontas pintado por Francisco Pacheco;^ lo que sinduda puede aadir mrito especial tales obras. Y es-tando destinadas ocupar los altares j ser vistas porlo mismo, de frente, cuidan sus autores de darles el ma-yor inters hacia tal punto, omitiendo igual esmero enlos dems perfiles.

    Reconocer el mito de la escultura pintada religio-sa, no es ciertamente lo mismo que pretender que pue-da rivalizar en belleza con la escultura griega.No fu fugitiva la huella que en la Nueva Espaa de-j el insigne valenciano como escultor, y as como supolegar obras notables, form, siendo profesor de la Aca-demia de San Carlos, discpulos dignos de estima; el

    1 Gallery Sculpture. William Walton. Y . 2 Dicho San Frandscoque d