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En 1928, con España en uno de los momentos “dulces” de la dic- tadura militar de Primo de Rivera, como lo iban a demostrar los fastos de Sevilla y Barcelona de 1929, en un país que daba la impresión de haber superado muchas de las tensiones existentes, en un Pamplona que estaba empezando a experimentar un cambio cualitativo impor- tante, iniciado en 1920 con las obras del “nuevo ensanche”, y que en los próximos años había de vivir las reformas destinadas a hacer del núcleo de la plaza del Castillo y el comienzo de la avenida de Carlos III poco más o menos lo que es en la actualidad, la vida de don Victoriano iba a encarar un bienio marcado por el progresivo reconocimiento de su personalidad dentro del ambiente médico del país. También en el ám- bito cultural, terminando por convertirle en uno de los referentes de la medicina española de su tiempo, siguiendo la proyección iniciada con la oposición a la cátedra de patología quirúrgica de la Facultad de Me- dicina de la Universidad Central y, sobre todo, por la aparición de su Manual Español de Cirugía, amén de lo prolijo de sus actividades pú- blicas en los años siguientes, posiblemente algo a lo que estaba aboca- do ya desde sus años universitarios y de formación postgrado, amén de los de su ejercicio en Irún. Una proyección, a los datos habrá que ate- nerse, que terminaría cristalizando de una manera definitiva en 1930. A comienzos de 1928, el Colegio de Médicos de Navarra iba a en- cargarle el estudio y la presentación del proyecto y los planos de las fu- turas casas de médicos; sin duda una clara demostración de la relevan- cia que para entonces había alcanzado ya don Victoriano dentro del colectivo médico de la provincia. Esta de las casas de médicos era una idea que empezaba a preocupar en los ambientes profesionales del país, pero que a diferencia de lo que sucedería a nivel nacional –donde pron- to quedaría relegada al mundo de los sueños utópicos–, tanto llegaría a 97 Juaristi 24/7/07 12:24 Página 97

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En 1928, con España en uno de los momentos “dulces” de la dic-tadura militar de Primo de Rivera, como lo iban a demostrar los fastosde Sevilla y Barcelona de 1929, en un país que daba la impresión dehaber superado muchas de las tensiones existentes, en un Pamplonaque estaba empezando a experimentar un cambio cualitativo impor-tante, iniciado en 1920 con las obras del “nuevo ensanche”, y que en lospróximos años había de vivir las reformas destinadas a hacer del núcleode la plaza del Castillo y el comienzo de la avenida de Carlos III pocomás o menos lo que es en la actualidad, la vida de don Victoriano ibaa encarar un bienio marcado por el progresivo reconocimiento de supersonalidad dentro del ambiente médico del país. También en el ám-bito cultural, terminando por convertirle en uno de los referentes de lamedicina española de su tiempo, siguiendo la proyección iniciada conla oposición a la cátedra de patología quirúrgica de la Facultad de Me-dicina de la Universidad Central y, sobre todo, por la aparición de suManual Español de Cirugía, amén de lo prolijo de sus actividades pú-blicas en los años siguientes, posiblemente algo a lo que estaba aboca-do ya desde sus años universitarios y de formación postgrado, amén delos de su ejercicio en Irún. Una proyección, a los datos habrá que ate-nerse, que terminaría cristalizando de una manera definitiva en 1930.

A comienzos de 1928, el Colegio de Médicos de Navarra iba a en-cargarle el estudio y la presentación del proyecto y los planos de las fu-turas casas de médicos; sin duda una clara demostración de la relevan-cia que para entonces había alcanzado ya don Victoriano dentro delcolectivo médico de la provincia. Esta de las casas de médicos era unaidea que empezaba a preocupar en los ambientes profesionales del país,pero que a diferencia de lo que sucedería a nivel nacional –donde pron-to quedaría relegada al mundo de los sueños utópicos–, tanto llegaría a

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tentarle y atraerle personalmente que no desistiría de su consecución.Finalmente, la llevaría a la práctica en sus primeros años como presi-dente del Colegio de Médicos de Navarra, apoyado por la Junta Direc-tiva del Colegio, y por el colectivo médico de la provincia, la Diputa-ción Provincial de Navarra, que decidiría imbricarse en el proyecto y laCaja de Ahorros Provincial, encargada de darle el espaldarazo económi-co necesario.

Poco después, en febrero, sería nombrado Académico Honorariode la Academia Médico-Quirúrgica de Guipúzcoa tras una brillante ex-posición del tema El cáncer profesional, desarrollado dentro del cicloCampaña contra el cáncer organizado por la entidad y en el que intervi-nieron junto a él los doctores Jeanenney, de la Facultad de Medicina dela Universidad de Burdeos, Blanco-Soler, del Hospital de San José ySanta Adela de Madrid y Pardo Urdapilleta, del Hospital Provincial de

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Visita a la Policlínica de San Miguel, Barcelona, en 1929. (De pie el doctor Moraleda, Víctor Juaristi, eldoctor Ales y Enrique Juaristi. Don Victoriano sentado a la derecha).

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Madrid1. Pero no terminaría aquí el capítulo de sus nombramientos, yunos meses más tarde, sería el Instituto de Medicina Práctica de Barce-lona el que le nombrase socio de honor, después de la repetición en éldel tema expuesto en San Sebastián2. Su presencia en la capital catala-na no se iba a limitar a este acto, ya que un par de días más tarde leeríaen el Hospital de la Cruz Roja su trabajo magistral Cirugía y psicologíade la mano. Ambas conferencias despertarían un eco tan importante enel ambiente médico de la ciudad –la prensa diaria catalana se encarga-ría de reseñarlas ampliamente, quedando constancia de ello en las co-lecciones de La Vanguardia, El Noticiero Universal, La Noche y El Dilu-vios 3–, que incluso llegaría a comentarse la renuncia a una terceraconferencia que quiso organizar Martínez Vargas en su cátedra de pe-diatría de la Facultad de Medicina, por falta material de tiempo.

La renuncia estuvo motivada por la necesidad de don Victoriano deemprender viaje a Valencia, donde una semana después presidiría lasección de Cirugía del Congreso Nacional de Pediatría. A ello habráque añadir, ya en 1929, su brillante participación en las “Jornadas Mé-dicas de Tuberculosis” de San Sebastián, organizadas por su gran ami-go el doctor Emiliano Eizaguirre, en las que llegaría a convertirse en elverdadero animador de las actividades fuera del programa científico,llevando a los participantes a una bonita excursión por la cuenca delBidasoa, pasando incluso por Itzea, la casa de los Baroja, donde seríanrecibidos con los brazos abiertos –don Pío se uniría a la comitiva– yluego a Irún, donde les agasajaría su alcalde, el también médico doctorEceizabarrena. Aún continuarían a Hondarribia, donde haría lo mismoel siempre bien dispuesto Francisco Sagarzazu, por entonces alcalde dela ciudad, tirando la casa por la ventana en honor de los visitantes e in-vitándolos a comer en el hotel Concha. Las jornadas terminarían conuna cena de clausura en el restaurante del Gran Casino de San Sebas-tián, a cuyos postres y tras las obligadas palabras de despedida del doc-tor Eizaguirre, intervendrían don Victoriano y don Pío.

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1 “Campaña contra el cáncer”, El Hogar del Médico, San Sebastián, febrero de 1928. Elnombramiento de académico Honorario está firmado el 28 de febrero del mismo año.

2 “El cáncer profesional”, La Vanguardia, Barcelona, 16 de mayo de 1928.3 De todos ellos guarda recortes la familia.

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Ni que decirse tiene que toda esta actividad profesional iba a iracompañada de un importante capítulo de publicaciones, aparecidasprincipalmente en Archivos Españoles de Pediatría, El Hogar del Médico,Guipúzcoa Médica, Los Progresos de la Clínica, Revista Clínica de Bilbao,donde aparecería Cirugía del nervio aurículo-temporal, resumen de unalección magistral dada en la Academia Médico-Quirúrgica de Vizcayaese mismo año4 y en la Revista Navarra de Medicina y Cirugía, al quehabían de acompañar, ya en 1929, las conferencias Cirugía de la tuber-culosis pulmonar, organizada por la Academia de Ciencias Sanitarias deNavarra y dada en las escuelas de San Francisco, de Pamplona y Los an-tojos, leída en la Academia Médico-Quirúrgica de Guipúzcoa. Extrañaconferencia esta última, que comenzaba con la descripción de un casode lepra importado aparecido en Navarra y terminaba entrando en untema tan fabulado tradicionalmente y del que entonces tampoco se sa-bía demasiado, como el que daba título a la misma.

Habrá que seguir insistiendo en quenos estamos refiriendo a un médico queseguía haciendo, de su ejercicio profesio-nal y del estudio, lo esencial. Pese a ello,este bienio 1928-1929 terminaría por sig-nificarse como el tiempo en el que, desdesu llegada a Pamplona, lo no profesionaltomara, “per se”, valor de protagonismo.No podía ser de otra manera, consideran-do que después de algunas colaboracionesen El Bidasoa, de entre las que es obligadorecordar, por lo que traduce de su culto ala amistad, el artículo en memoria de susamigos Juan J. Lersundi y el músico JoséLarrouquert, su maestro en la academiamunicipal de Música de Irún, el veranode 1928 iba a publicar Costa de Plata ensu forma definitiva.

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4 Conversaciones con Carlos Juaristi.

Portada de “Costa de Plata”, realizadapor Antequera Azpiri en 1928.

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La novela había aparecido originalmente en fascículos en La Voz deGuipúzcoa el verano anterior, bajo el seudónimo de “Víctor Iván”5, seudó-

nimo que conser-varía en su nuevoformato de volu-men unitario, conuna estupenda por-tada de Anteque-ra Azpiri y profu-samente ilustradopor el propio donVictoriano y suamigo el arquitectoLagarde. Una nove-la realista, con unremoto sabor baro-

jiano, de final feliz, que la crítica de la época acogió con cariño, pese a suslargos monólogos de pensador, llena de elementos autobiográficos. La his-toria contada enella se desarrolla enel tiempo presenterecortada sobre laamable geografíaguipuzcoana y dela vecina Francia;San Sebastián, La-sarte, Guetaria, Za-rauz, Hondarribia,Hendaya, Biarritz,San Juan de Luz,Sokoa... en la quela natural bondaddel autor quedaba de manifiesto, lo mismo que muchas de sus preocu-paciones y concepciones médicas, sociales, éticas y hasta culturales.

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5 Hay varias cartas acreditativas en el archivo de la familia Juaristi.

La bahía de la Concha. Ilustración de don Victoriano para “Costa dePlata”.

Hondarribia. Ilustración para “Costa de Plata”.

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J. Díaz-Fernández iba a dedicarle en El Sol, de Madrid, un largo co-mentario que se iniciaba con estas palabras: “No conocemos al autor deeste libro, ni siquiera sabemos cuál es su nombre propio. Porque ‘Víc-tor Iván’ es, sin duda alguna, un seudónimo que oculta a un escritor ya un hombre mundano. Costa de plata acusa la presencia de una plumaexperta y feliz y de un espíritu cultivado e inquieto. Es lástima que elautor no haya firmado la obra, porque sus lectores hubiéramos queri-do saludarle en persona, sin topar con la sombra del seudónimo. Estees bueno para el profesional o para el que no está seguro de su empeño.Pero ‘Víctor Iván’ debe estarlo cuando ha construido una obra fina yamena, una verdadera novela”6.

Poco tiempo después vería la luz, en esta ocasión con la firma deAdriana de Juaristi, su esposa, otro de sus libros importantes. Esa au-téntica joya de la bibliografía culinaria titulada Cocina, cuyo interésdemuestran sus varias reediciones por Espasa-Calpe7, a partir de la pri-mera de Caro-Raggio. Su éxito radicaría en dos cosas; por un lado, enser un tratado general de todo lo que tiene que ver con el buen yantar;desde la bolsa de la compra, los alimentos, la cocina y sus dependen-cias, el comedor, con su mobiliario y la vajilla y, por supuesto, la téc-nica culinaria. Por el otro, el de añadir a ello el ser un libro eminente-mente práctico a la vez que didáctico. Don Victoriano comenzabadiciendo en el prólogo: “Si el hogar es un santuario, la mesa es el altar.No es que todo se reduzca, en la vida, a engullir; pero la mesa congre-ga, deleita y reconforta. Una mesa bien servida disipa el mal humor yestimula el buen amor. No hay que fiarse demasiado de lo de ‘contigo,pan y cebolla’. Una sobremesa grata retiene al marido en casa y le de-sarraiga del club. En una comida, el ama de casa demuestra sus habi-lidades y talentos, su interés, su discreción, su economía o su liberali-dad”.

Es obligado aclarar, precisamente en un libro que versa sobre él,que aunque la obra aparece firmada con el nombre de su esposa, locierto es que su verdadero autor, no solo su alma, es don Victoriano8.

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6 J. DÍAZ-FERNÁNDEZ, “Revista de libros”, El Sol. Madrid, 10 de septiembre de 1928.7 A. DE JUARISTI, Cocina, Espasa-Calpe, Madrid, 1947 (4ª edición).8 El dato proviene de Carlos Juaristi, quien siempre defendió la autoría de su padre.

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Bastaría, si no fuera suficiente con los testimonios de su hijo Carlos yde su nieto Julio, con echar una ojeada a su índice, a su estructuración,a sus maneras y hasta a sus ilustraciones para comprobarlo. Ello por nocitar de entrada capítulos tan concretos como los dedicados a regíme-nes para diversas patologías, así como a los accidentes en la cocina y enel comedor, que no dejan lugar alguno a la duda.

Su esposa, por lo que refería su hijo Carlos Juaristi, aportó al empe-ño una imprescindible y voluminosa colección de recetas. Doña Adria-na, que inicialmente aprendió a cocinar junto a la madre de don Vic-toriano, llegaría a convertirse en una afamada cocinera, acudiendo paraello a clases incluso en la vecina Francia, amén de relacionarse con mu-chos de los mejores cocineros guipuzcoanos de aquel tiempo por lo quecuenta su nieto Julio, que vivió gran parte de su infancia y adolescen-cia junto a ella, en San Sebastián, a consecuencia de las prisiones de supadre tras la Guerra Civil.

Todavía, encarando el final del año, publicaría con el título deTxindor en El Pueblo Vasco, de San Sebastián, una crítica escrita en vas-cuence a la poesía del vate guipuzcoano Arrese, cuyo mayor interés ra-dica en ser una clara demostración de la preocupación que sentía porsu lengua nativa, a la vez que de su conocimiento y dominio9. Se haceobligado añadir –dada la polvareda que iba a levantar a raíz de la polé-mica suscitada entre él y un tonsurado que ocultaba su nombre bajo lafirma “Un sacerdote navarro”–, la aparición a finales de diciembre deun comentario en Diario de Navarra titulado Por el nuevo Seminario,solicitando abiertamente el apoyo de todos los navarros a la empresapromovida por el nuevo Obispo de la Diócesis, Monseñor Tomás Mu-niz de Pablos. Por la carta remitida por el sacerdote a La Voz de Nava-rra10, queda claro que lo que le molestó al anónimo corresponsal de laspalabras de don Victoriano es la frase: “Un seminario nuevo; y anejo aél un Museo Diocesano, para recoger en él todo lo precioso que el artecristiano ha producido; cuando ya no sea útil, directamente, al culto;piedras labradas, joyas, antipendios, pinturas, tallas, esmaltes, manus-

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9 V. JUARISTI, “Txindor”, El Pueblo Vasco, nota 161.10 “Un sacerdote navarro. Para el doctor Juaristi”, La Voz de Navarra, Pamplona, 29 de di-

ciembre de 1928.

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sabemos de su participación en un ciclo de conferencias promovidopor el Ayuntamiento de Pamplona en la Escuela de Artes y Oficios, enel que habló sobre El aprendizaje, meditando sobre la necesidad de re-formar el método de enseñanza seguido en estas escuelas. Sería en supresentación donde Eladio García, inspector de primera enseñanza, re-cordase el paso del conferenciante por la Escuela de Artes y Oficios de

critos, miniados... si aún quedan en Navarra. En los pocos años que lle-vo en la provincia, he visto, con dolor, partir no pocos tesoros mal es-timados, en lo que ha tenido la culpa cierta sancta simplicitas de los cus-todiadores, que satisfechos con un socorro de muy pocas pesetas, handado prendas que pocos días después han sido revendidas por diez, ocien veces lo pagado...”. Desgraciadamente, conociendo algo de lo su-cedido con una buena parte del patrimonio de la Iglesia española du-rante el pasado siglo, sobra todo tipo de comentarios.

Desde luego, aquel fue un bienio de intensa actividad publicista.Pero también lo sería en cuanto a su actividad como conferenciante. Y

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Conferencia de don Victoriano sobre “El aprendizaje”, en 1928. (De izquierda a derecha José MaríaHuarte, don Victoriano, el Alcalde de Pamplona Genaro Larrache, Daniel Arraiza, Eladio García y losseñores Erroz y Zozaya).

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San Sebastián11. Lo mismo que de su intervención en el festival organi-zado por el Ayuntamiento de Pamplona en el Teatro Gayarre, a bene-ficio de las víctimas del terrible incendio del Cine Novedades, de Ma-drid y de la explosión, no menos dramática, del polvorín de CabrerizasBajas, de Melilla, acto en el que leyó unas cuartillas llenas de humor ti-tuladas: Novísima Guía de Pamplona, que pese a su contenido agridul-ce –se han reproducido ya algunos de sus párrafos–, encandilaron tantoa los asistentes como para que un par de días después terminara publi-cándolas La Voz de Navarra, haciéndose eco del sentir de sus lectores.

Pero es posible que la conferencia más importante que diese enaquel bienio fuera la titulada: Estampas románticas, organizada en elGran Casino de San Sebastián por el Ateneo Guipuzcoano como cierrede la Exposición de Recuerdos Históricos de Guipúzcoa, a la que in-cluso arropó con un importante acompañamiento musical. De ella,dada su calidad literaria, es de destacar el párrafo que sigue: “hay quepasar entre las redes y cordelajes y entre las tablas combadas de los to-neleros. Huele a tanino y a galipota; un estrecho portillo, su centinelay un paseo angosto y solitario que bruscamente se abre ante el cromode la Concha, que acaba con todas las melancolías. Otra cosa sería sihubiésemos subido por entre las ‘Santas Marta y Teresa’ y nos hubiéra-mos detenido frente a la inmensidad del mar, al pie de las sepulturas delos ingleses. Anita piensa que alguien estará todavía, bajo las rocas, ten-dido y con la cruz de su espada sobre la roja casaca de los ejércitos deSu Majestad británica, y Anita quisiera ser la novia, desconsolada; yque alguien la comprendiera y la consolara, y la acompañara a su casapara volver ante el piano las páginas tristes de la balada de Chopin”12.

Aún daría una última charla importante en el Centro Mariano dePamplona; Barcelona 1929 motivada por la Semana de Navarra en elPueblo Español de la Exposición Internacional de Barcelona. Persona-lísima interpretación de la capital catalana en un momento históricotan concreto como aquel, con su positivo y su negativo, en la que lo

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11 “Con la conferencia del doctor Juaristi, terminó ayer el ciclo organizado por el Ayun-tamiento”, Diario de Navarra, Pamplona, 10 de marzo de1928.

12 Estampas románticas. “Unas bellas evocaciones leídas por el doctor Juaristi”, El PuebloVasco, San Sebastián, 21 de abril de 1929.

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mismo se asomaba a su maravilloso barrio gótico y a la nueva y armonio-sa Barcelona que respira a su alrededor, que al “distrito quinto”, sobre elque dice: “... el famoso ‘distrito quinto’ con toda su literatura enfermi-za y casi siempre arbitraria, abre sus lacras, sus inquietantes atractivos,sus cuadros de horror, de miseria, de podre, a los ojos del que quieraconocer Barcelona. Ni Londres es la City, ni París la Plaza de la Con-cordia, ni Madrid la Castellana, ni Barcelona el Paseo de Gracia o laAvenida de Alfonso XIII”13. Cuenta la prensa que, a petición del públi-co, la conferencia sería repetida en el mismo lugar al día siguiente y,posteriormente, en la parroquia de San Lorenzo, la suya, y de la que eracoadjutor el capellán de la Clínica de San Miguel, don Fidel Sola.

Pese a todo lo dicho, lo cierto es que este bienio y más puntual-mente 1929, iba a tener nombre propio dentro de la vida y la obra dedon Victoriano, el de San Miguel de Aralar. Un nombre que despuésdel preludio marcado por una excursión al santuario del Aralar, guiadapor él mismo, tras otra de sus conferencias en el Ateneo Guipuzcoano;Allá lejos, publicada por El Pueblo Vasco 14, iba a continuarse por la apa-rición de la obra El Santuario de San Miguel de Excelsis (Navarra) y suretablo esmaltado, de la que fue coautor junto al gran prócer navarroSerapio Huici. (Uno de los casos de injustificado olvido por parte detoda la sociedad de Navarra para con uno de sus hijos más preclaros enlos albores del siglo XX, dado todo lo que don Serapio hizo por ella15).Estudió en profundidad el retablo de San Miguel de Aralar en compa-ración –como dice en la portada del libro–, con “los más importantesque existen en España y en el extranjero”. Obra todavía esencial en la

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13 “Viendo Barcelona”, La Voz de Navarra, Pamplona, 1929.14 “Una visita al Santuario de San Miguel”, en Aralar. El Pueblo Vasco, San Sebastián,

1929. Con posterioridad, también en 1929, se hizo eco de la charla la revista bonaerense Bas-konia.

15 Desconocemos si la imagen y personalidad de este gran hombre de Navarra ha sido es-tudiada con la profundidad que se merece. La de un ingeniero de caminos cuya capacidad deempresa fue capaz de movilizar grandes sectores de la economía navarra; banca, red de ferro-carriles, recursos hidráulicos, industria maderera, forestal, papelera, editorial... a lo que asocia-ba una preocupación cultural y artística tan fuera de lo común, como para dejar tras de sí va-rias publicaciones llenas de interés. Aunque la Diputación Foral de Navarra reconoció susméritos nombrándole Hijo Predilecto en 1953, con motivo de su fallecimiento, solo conoce-mos en recuerdo de su persona la calle de su pueblo natal, Villava, que lleva su nombre.

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bibliografía sobre el retablo, como lo demuestra el que siga siendo citaobligada en cualquier estudio serio sobre él. Importante en todos lossentidos, incluso en sus discrepancias con obras anteriores y posterio-res que hablan del mismo. La obra de Juaristi con sus errores y aciertos,terminaría siendo una especie de llamada de atención para propios yextraños sobre el retablo, su valor, su posible origen, sus significados ysu extraordinaria belleza. Cuando se toma el libro entre las manos y seve el detalle y el mimo con el que fue hecho, la calidad de sus repro-ducciones, sus apéndices en alemán, francés e inglés, no llega a sor-prender la noticia de que fue premiado por la Cámara Oficial del Librocomo “Libro mejor editado en España durante el año durante 1929”.

Habría de ser el tiempo el que se encargara de contarnos la trascen-dencia de esta obra en la vida de don Victoriano, puerta de entrada a laAcademia de Bellas Artes en opinión de Pedro Muguruza16, pero sobretodo a un mundo, el de los esmaltes, que tantas satisfacciones habría dedarle hasta el final de su vida y en la que incluso se nos descubre sugran afición e interés por la fotografía; lo que inicialmente asoció aHuici con Juaristi, como cuenta don Serapio en las Advertencias Pre-vias: “Cuando yo buscaba al fotógrafo y al artista, surgió de modo im-pensado mi amigo el doctor Juaristi, eminente cirujano, en quien se reú-nen, además de las dos cualidades expresadas, otras muy estimablespara colaborar en un trabajo de esta naturaleza, por la amplitud de sucultura y su gran devoción al arte”17.

Inevitable recordar cómo dada su manera de ser, con sus inmensosdeseos de saber y de actuar, para comprender mejor el mundo del es-malte, y sobre todo sus secretos, don Victoriano se metería tan de lle-no dentro de él, que llegaría a construirse un pequeño taller, con mu-fla incluida, en la entreplanta del chalet en el que vivía, junto a laclínica. José María Jimeno Jurío lo contaba así en su día: “... el enamo-rado de los esmaltes que por conocerlos mejor se metió a esmaltador”18.Y hasta llegaría a establecer relación con varios de los mejores esmaltis-

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16 P. MUGURUZA, Prólogo del libro de don Victoriano Las fuentes de España.17 S. HUICI y V. JUARISTI, El Santuario de San Miguel de Excelsis (Navarra) y su retablo es-

maltado, Espasa Calpe, 1929.18 J. M. JIMENO JURIO, San Miguel de Aralar, 1983, p. 29.

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tas españoles del tiempo, como los hermanos Hernández, de Vigo, alos que incluso dedicó un importante artículo; “Osmundo y Eloy”, pu-blicado en El Pueblo Gallego 19, y Miguel Soldevilla, director de las Es-cuelas Massana, de Barcelona, al que también dedicaría otro artículoen Diario de Navarra 20. Relación de auténtica amistad con los tres queiba a durar toda la vida, como se encargan de contar algunas cartas ypostales cruzadas con los mismos21.

Según cuenta Rosa María Ceballos en su libro, don Victoriano setrajo a Pamplona a una joven esmaltista francesa durante unos Sanfer-mines, para poder aprender junto a ella algunas técnicas concretas re-lacionadas con los esmaltes limusinos. Claro que la joven, muy en suedad y en las fechas en que vino a la ciudad, debió de dedicarse a otrosmenesteres más lúdicos y festivos que los esmaltes, ante el consiguienteenfado de su anfitrión22. Pese a ello, lo cierto es que don Victoriano lle-gó a dominar bien la técnica y a conocer muchos de sus secretos pro-fundos, tanto como para poder llegar a realizar trabajos de gran cali-dad, dignos incluso de ser expuestos al público en exposiciones de artesindustriales y hasta de ser premiados en algún concurso23.

De aquel aprendizaje ha quedado un rosario de pequeñas obras repar-tidas por Barcelona, Bilbao, Guipúzcoa, Madrid y Vizcaya, amen de Pam-plona, como es lógico suponer, de entre las que, sin duda, la más merito-ria e importante es el llamado Apostolario del Monasterio de La Oliva,realizado en torno a 193224 para el monasterio por encargo del Consejode Cultura de Navarra, dentro del marco de sus obras de rehabilitación25

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19 V. JUARISTI, Osmundo y Eloy.20 V. JUARISTI, Soldevilla.21 Cartas en archivo familiar.22 R. M. CEBALLOS, Vida y obra del Doctor Victoriano Juaristi, 1992, p. 52.23 Fue premiado con un Diploma de Honor en el primer Concurso Provincial de Artesa-

nía de Guipúzcoa en 1943. Diploma que se conserva en el archivo familiar de los Juaristi.24 Según su hijo Carlos, el Apostolario fue realizado en torno a 1932 junto a algunas otras

piezas, entre ellas una píxide copia de la de Esparza de Galar, por encargo del Consejo de Cul-tura de Navarra dentro del marco de la rehabilitación del Monasterio.

25 Parece ser, al menos así lo recordaba su hijo Carlos, que inicialmente estuvieron dis-puestos en torno a la mesa del altar mayor, cuya restauración definitiva terminó en 1932.Quedan en el monasterio algunos otros esmaltes suyos de entre los que destaca una píxide, co-pia de la de Esparza de Galar y una torre eucarística.

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El ingreso en las reales academias de Bellas Artes de San Fernandoy de Medicina

Ciertamente, no puede decirse que el debut de los años 30 fuera asignificarse como el de un tiempo feliz en la vida de don Victoriano.De hecho, iba a ser en torno a esas fechas cuando se produjera la sepa-

(Anexo 3). Se trata de un conjunto de veinte placas de esmalte de 20 x50 cm, inspirado en los esmaltes románicos del retablo de Aralar, encada una de las cuales se ha representado a los profetas: Amós, Eze-quiel, Ageo, Jeremías, David, Isaías, Daniel, Osías, y los apóstoles An-drés, Matías, Simón, Mateo, Tomás, Jacobo, Pedro, Juan, Tadeo, Felipe,Bartolomé y Santiago26. Desgraciadamente, una gran parte del Aposto-lario fue expoliada durante el verano del año 200527.

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26 Catálogo de Bienes Muebles del Monasterio de la Oliva. Ficha nº 193.27 Información comunicada por el propio monasterio en el otoño del año 2006.

Píxide del Monasterio de La Oliva, copia de la de Esparza de Galar y torre eucarística.

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ración entre él y su esposa; que “por Pamplona solo aparecía cuando ne-cesitaba dinero” según Terica Juaristi28. Aunque cuando se lee el sucintoretrato que, sobre aquella ciudad dominada por el aburrimiento, dejóSomerset Maugham en su obra “Don Fernando” –el escritor y médicoinglés visitó Pamplona en 1931–, sabiendo que era una mujer acostum-brada a una vida tan diferente y cosmopolita como la de San Sebastián,Irún y Hondarribia, se la puede, cuando menos, comprender:

Pamplona es una pequeña ciudad provinciana, que ofrece pocos atracti-vos al visitante. La Plaza de la Constitución, que ahora se llama de la Repú-blica, está rodeada de cafés, bajo cuyos toldos se pasan los ciudadanos el díadelante de un vaso vacío. Las estrechas y serpenteantes calles de la ciudad me-dieval, han sido ensanchadas y alargadas y hay escaparates en las tiendas. Lascasas tienen miradores, en los cuales las mujeres se sientan contemplando lacalle hora tras hora, mientras cosen y cotillean. Por encima de las cabezas seextiende una verdadera telaraña de hilos telegráficos, líneas telefónicas y ca-bles de luz eléctrica. Ya hace tiempo que los artesanos no viven en sus peculia-res barrios, pero en las murallas tras de la Catedral, pueden verse todavía alos cordeleros que fabrican las cuerdas como lo han venido haciendo durantesiglos, engrasando sus lanzaderas con el aceite contenido en un cuerno devaca, mientras que los alpargateros cosen, tan dichosos en apariencia comoprobablemente lo son 29.

Desde luego, no puede negarse que la ciudad podía ofrecer pocascosas a doña Adriana, máxime si se tiene en cuenta la profesión y lasmúltiples actividades de su marido, que además, solamente salía del re-cinto de la clínica San Miguel cuando tenía un motivo fundado parahacerlo, ya que hasta gran parte de sus trabajos extraprofesionales losrealizaba en su domicilio, cuyo sótano y alguna de las dependencias delpiso llano había convertido en un verdadero taller de artista, capaz desorprender a cualquiera, incluso con un piano en la sala que era el queutilizaba, tocándolo con un par de dedos, según relata su nieta Terica,cuando componía alguna canción o trabajaba sobre alguna zarzuela.

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28 Conversaciones con Terica Juaristi en el otoño y el invierno del año 2005 y la prima-vera del 2006.

29 J. M. IRIBARREN, Hemingway y los Sanfermines, Gómez, 1970, pp. 115-116.

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No hay una fecha puntual de la separación, ya que, sobre todo, fueuna especie de alejamiento amistoso y de común acuerdo, no median-do en ella “papeles” ni abogados. Don Victoriano era de los que decía:“Más vale un mal acuerdo que un buen pleito”. Al menos así lo conta-ban su hijo Carlos y su nieta Terica. Pero, pese a que doña Adriana se-guiría viniendo en Pamplona a su voluntad, lo mismo que acompañan-do a su marido en algún acto protocolario concreto en San Sebastián,lo cierto es que fue una separación real que el tiempo se encargaría deir acrecentando. Doña Adriana se afincaría definitivamente en San Se-bastián con los dos hijos pequeños, Víctor y Enrique, que estudiabanallí. La primogénita, Reshu, para entonces había casado con AntonioSan Juan Cañete, un joven militar, preocupado por la geografía, quedejó una importante colección de obra escrita sobre los Pirineos Occi-dentales, firmada con el seudónimo de “Capitán d’Orhy”30. Incluso yahabía nacido el único hijo del matrimonio, Julio, por aquellos años elojito derecho de su abuelo, que le consentía todo, hasta tocar sus escul-turas y llevaba a mal traer al personal de la clínica con sus travesuras,que se persignaban echándose a temblar según le veían aparecer por lapuerta en verano. El mayor de los varones, Carlos, quedaría en Pam-plona con su padre. Con él había de vivir hasta su muerte, salvo uncorto período de tiempo en los años de recién casado. Puede decirse,sin falsear la realidad, que sería su eterno acompañante, lo mismo quesu mejor amigo y en ocasiones hasta sus manos, cuando la radiodermi-tis empezó a incapacitarle para determinados trabajos31. También ven-drían a vivir con él, dejando San Sebastián, la abuela Bernarda y la tíaMari –su padre había muerto en 1926–, que desde entonces vivirían yasiempre a su lado.

Encima, Pamplona había encarado el año sufriendo una epidemiade difteria, enfermedad que si ya para aquel tiempo estaba práctica-mente controlada gracias a la vacuna y al suero antidiftérico, a él le traía

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30 Antonio San Juan Cañete fue, además de militar, geógrafo y montañero. Publicó: Al-pinismo navarro, Guía del montañero, Montes, picos y collados, Sesenta excursiones por el Pirineo,El Pirineo navarro y sus geógrafos y La frontera de los Pirineos occidentales.

31 Quizá por eso, el deseo de don Carlos de que apareciera su nombre, junto al de su pa-dre, en la calle que lleva su nombre.

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demasiados recuerdos trágicos de las epidemias con las que había teni-do que enfrentarse en el Irún de principios de siglo32 como para noalarmarse con su presencia. Sobre aquella epidemia escribiría un par deartículos en Diario de Navarra: Se ha marchado el asesino y Sobre la dif-teria; el segundo, como contestación a una inicial polémica con el doc-tor Eugenio Jimeno, Inspector Provincial de Sanidad, originada poruna frase del primer artículo de don Victoriano carente de segundas in-tenciones, pero que hirió en su susceptibilidad al doctor Jimeno. “Nosé, ni acaso pueda saberse con los datos oficiales, la extensión e impor-tancia que ha tenido la recién extinguida epidemia, pero no me pareceque haya sido mucha”33.

Y sin embargo, por esas extra-ñas coincidencias que se dan en lavida de los seres humanos, 1930llegaría a ser en su vida uno de losaños con estrella, como vendrían ademostrarlo toda una serie de acon-tecimientos que iban a sucederse alo largo del mismo. Para empezar, aprincipios de año sería nombradomiembro del Consejo de Redac-ción de Archivos Españoles de Pe-diatría, una de las revistas más pres-tigiosas de la pediatría española deltiempo, ocupando la vacante deja-da por el fallecimiento del doctorManuel Ferrer. De la misma mane-ra, no mucho tiempo después, laDiputación de Guipúzcoa le con-cedería el Premio de la Fundación

Sagastume-Larreta por el trabajo “Zoonosis en el país vasco y muy es-pecialmente en Navarra”. Aunque se trataba de un importante premio

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32 V. JUARISTI, “La difteria en Irún”, Boletín del Colegio Oficial de Médicos de Guipúzcoa,San Sebastián, 5 de julio de 1905.

33 V. JUARISTI, “Sobre la difteria”, Diario de Navarra, 11 de enero de 1930.

Don Victoriano por Flores Kaperochipi en tor-no a 1930.

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de ámbito regional que se fallaba cada cinco años, apenas sabemos másde este premio que lo referido en la entrevista del “Doctor Ignotus” deEl Hogar del Médico, dándose la circunstancia de que la actual Diputa-ción de Guipúzcoa no dispone de información alguna sobre él ni sobrela Fundación Sagastume-Larreta34.

Pero la primera noticia verdaderamente estelar del año no llegaríahasta el 13 de mayo, que es cuando la Real Academia de Bellas Artes deSan Fernando le nombra académico corresponsal. Como es fácil deimaginar, la noticia del nombramiento iba a extenderse como una man-cha de aceite, despertando un importante eco en la prensa local y en lade Guipúzcoa, que siempre le vio como un hijo coyunturalmente ale-jado, pero no por eso menos querido. Bastaría con leer el comienzo dela nota necrológica de Iñigo de Andía en El Diario Vasco para saber has-ta qué punto esto es cierto: “Ha muerto el doctor don Victoriano Jua-risti. Esta es la noticia dolorosa que, como donostiarras nos afecta. Por-que era un donostiarra ilustre de verdad, no de pacotilla, de los quehonran al pueblo que los vio nacer”35.

Como consecuencia de su ingreso en la Academia, en junio deberíaincorporarse a la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos deNavarra36, a la que pertenecería hasta su desaparición en 193637. Poraquellos días escribiría en La Voz de Navarra un curioso artículo; La“Cámara de Comptos” y la Radio, que desde luego poco, tenía que vercon la radiodifusión más allá del título, en el que comentaba entre bro-mas y veras la primera reunión de la Comisión de Monumentos a laque acudió, celebrada en la “Cámara de Comptos”38 y en la que segúnse iba pasando revista a los temas que figuraban en la orden del día: losarcos rotos del acueducto de Noain; un sepulcro borgoñón de la Cate-

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34 Información verbal agenciada por la misma en noviembre de 2005.35 I. DE ANDÍA, “Adiós a don Victoriano Juaristi”, El Diario Vasco, San Sebastián, 5 de

mayo de 1949.36 Aunque en el Boletín de la Institución no aparece fecha concreta, sabemos por un ar-

tículo suyo, “La Cámara de Comptos y la Radio”, publicado por La Voz de Navarra, el 14 dejunio de 1930, que su incorporación tuvo que tener lugar pocas fechas antes de la publicación.

37 Boletín de la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de Navarra. 1934-1936.38 De aquella primera reunión a la que asiste, hay una fotografía publicada por la prensa

de Pamplona; la que aparece en la página siguiente.

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Pero habiendo aparecido la palabra radiodifusión, es de obligadocomentario un inciso, dado lo poco conocido del tema. Don Victoria-no fue uno de los grandes apoyos con que contó la radio desde su ins-tauración en Navarra39, de la que incluso llegaría a hacer uso en variasocasiones; como en la conferencia de Marañón con motivo del home-naje a Juan Huarte de San Juan, algunos actos del Ateneo y, sobretodo, alguna de sus conferencias, con lo que de nuevo volvería a ade-

dral que está en grave situación; “la Oliva” y siguientes, ante su sorpre-sa, el secretario sólo abriría la boca para decir lacónicamente en cadapunto: “¡No hay consignación... ¡uuum!... no hay consignación!”. Loque le llevaría a una serie de consideraciones elucubrando sobre elejemplo de la Abadía de Wetsminster.

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39 Ver “La voz Radio Pamplona”, en la Gran Enciclopedia Navarra, Tomo IX, p. 388.

Recepción de don Victoriano en la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de Navarra en1931 (José María Huarte, desconocido, don Victoriano, Onofre Larumbe, José Esteban Uranga).

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lantarse al porvenir40, retransmitidos por Radio Navarra a toda la pro-vincia. Sobre ella, como elemento difusor de cultura y de informaciónabsolutamente necesario en geografías tan dispersas como la de aquellaNavarra, escribía en 1931 el comentario “La Radio Navarra”, dondeincluso hablaba de un premio económico con que el Consejo de Cul-tura había querido distinguir a la emisora por su labor41.

Todavía habría de conmocionar Pamplona un segundo aconteci-miento en línea con el anterior. La elección de don Victoriano el 15 dediciembre como Académico correspondiente de la Real Academia deMedicina. Elección que iba a producirse al ganar el concurso sobre Va-loración de la resistencia del individuo en las operaciones quirúrgicas con-vocado por la institución, al que había concurrido con un trabajo pre-sentado bajo el lema “Servet”42. El nombramiento no habría de serefectivo hasta la primera sesión de la Academia a finales de enero delaño siguiente.

Aunque pueda sorprender, lo cierto es que los papeles y notas per-sonales de don Victoriano no van a aportar demasiadas noticias, fuerade las citadas, sobre un año tan significado en su vida como este, sibien a través de la prensa es posible llegar a conocer algunos hechospuntuales acaecidos a lo largo de él. Como sucede con la invitación alos actos inaugurales de la Casa de Salud de Valdecilla, en Santander43;con su presencia en la Academia Médico-Quirúrgica de Guipúzcoa, enun acto de hermanamiento con el resto de las academias vascas a cargode los médicos navarros, en el que expondría la conferencia Patologíadel servicio doméstico 44; con la aparición de alguna colaboración, más omenos literaria, en Diario de Navarra, donde publicaría Adiós a la feria,de la que tampoco es gratuito transcribir algunas pocas líneas al ser laprimera que se le conoce sobre un tema en el que recalará en varias oca-

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40 Ver Crónicas. Cultura Navarra, Pamplona, julio de 1933. “Conferencia radiofónica deldoctor Juaristi”.

41 V. JUARISTI, “La Radio Navarra”, Diario de Navarra, 1931?42 El concurso llevaba como premio una cantidad en metálico, una medalla de oro y el

nombramiento como académico corresponsal de la Academia Nacional de Medicina.43 V. JUARISTI, “Valdecilla, Diario de Navarra. Pamplona, 29 de marzo de 1932.44 V. JUARISTI, “Actualidades Médicas”, Diario de Navarra, Pamplona, 8 de noviembre de

1930.

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siones, el de los días post-sanfermineros de Pamplona y el aire de des-encanto que a partir de ellos va a ir ganando a la ciudad y a sus habi-tantes: “Aquí un gran vacío; se fueron los opulentos mercaderes de pie-dras preciosas llevándose los cofres llenos de collares y pulseras, dezafiros, de rubíes, de amatistas, de topacios y de perlas; tantas perlasque ya no debe quedar una para la boda de una sirena en el fondo delocéano”45. Lo mismo con la de varios originales en la prensa profesio-nal; Archivos de Pediatría, Revista de Higiene y Tuberculosis y Revista Na-varra de Medicina y Cirugía.

En esta última, publica La tuberculosis orquiepididimaria, artículoque sería causa de controversia al servir de base para el trabajo Notas so-bre la orquiepididimitis tuberculosa, que según una certificación de laReal Academia de Medicina fechada en 1943, fue premiado por la Aca-demia con su nombramiento como Académico correspondiente de lamisma el 15 de diciembre de 193146. Lo que desde luego no se ajustacon otra documentación de la Academia, que marca como fecha de suelección el 15 de diciembre de 1930, ni tampoco con las notas de pren-sa del momento de su nombramiento, con las cartas de felicitación quese guardan en el archivo familiar, en las que figura como fecha de sunombramiento definitivo el 31 de enero de 1931; ni por supuesto, conla causa de su elección, como ya se ha visto.

De todas las maneras, sería la varias veces citada entrevista del“Doctor Ignotus” la verdadera fuente de información de aquel año, en-trevista en la que, para más abundar, aparecía el delicioso retrato a car-boncillo (aparece en la p. 112) realizado por el pintor Flores Kapero-chipi; con un don Victoriano joven, con las gafas sobre la frente, poseen él habitual y una mirada ensimismada, quizá algo triste, que parecequerer ver el futuro desde lo más profundo de sí mismo47. En esta en-trevista, en la que, además, se daba un amplio repaso a su vida y se por-menorizaban algunas de sus publicaciones y méritos, es donde el entre-vistador iba a acuñar la denominación de “el hombre de la eterna

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45 V. JUARISTI, “Adiós a la feria”, Diario de Navarra, julio de 1930?46 Documento en el archivo familiar firmado por Nicasio García del Bello, Secretario per-

petuo de la Real Academia Nacional de Medicina, el 13 de octubre de 1943.47 El original se conserva en casa de la familia Juaristi, en Pamplona.

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melancolía”, de la que tanto uso llegó a hacerse, reflejando con claridadun cierto tono depresivo: “Construí una clínica quirúrgica privada enIrún, y una casa, y una sepultura. ¡Ya solo me queda esta!”, muy posi-blemente ligado al momento por el que estaba pasando con motivo desu situación matrimonial y el alejamiento de sus hijos pequeños, Víc-tor y Enrique, que ya hemos visto quedaron con su madre en San Se-bastián, y también de su única hija, Reshu, a la que idolatraba.

Un tono que también esposible ventear en su segundanovela; El Anatómico (Anexo2), de la que oportunamentedaba razón la entrevista comono podía ser menos, subtitu-lándola El alma del cirujano yañadiendo que acababa depublicarse48. Sin duda queuna obra menor en cuanto alnúmero de páginas, 76, posi-blemente borrador de un em-peño más importante que noterminó de materializarse49,construida de nuevo sobre unpatrón con ciertas notas au-tobiográficas y perfilada comouna crítica severa a la socie-dad española, sobre todo a lamadrileña, de los años 20 yen la que refiriéndose a losmédicos llegaba a escribir pá-rrafos, por lo demás tan ac-tuales, como: “Pero cada cual

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48 Publicada en fascículos por Mundo Médico (del número 48 de la revista al 82).49 El ejemplar conservado en el archivo familiar está lleno de notas y correcciones que así

hace entreverlo.

Don Victoriano en 1931.

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trabaja en empequeñecer el mérito de sus compañeros. El paciente secree siempre explotado, y su agradecimiento solo dura hasta que le pre-sentan la cuenta” o “Cuando un médico llega a alcanzar un cargo pú-blico o se olvida de que hay médicos o se convierte en un azote para laclase”. Una novela que no dejaba de ser en el fondo un alegato contrala sociedad “importante” del país, de la que si no se salvaban los médi-cos, tampoco lo harían los periodistas, los artistas o los intelectuales, nodigamos ya los políticos que, como hoy, solamente parecían dispuestosa ponerse de acuerdo en cosas tan bastardas como la defensa de sussueldos, prebendas y parcelas de poder.

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