MÁLAGA, BAUTISMO DE FUEGO Y SANGRE DE BLAS DE LEZO ...

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  • MLAGA, BAUTISMO DE FUEGO Y SANGRE DE BLAS DE LEZO

    FRANCISCO JIMNEZ-ALFARO GIRALT

    Esta publicacin ha recibido una ayuda del Ministerio de Defensa

  • Edita: Foro para la paz en el Mediterrneo

    Imprime: Centro de Ediciones de la Diputacin de Mlaga (CEDMA)

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  • INDICE

    Prlogo 11

    Introduccin 15

    Contexto histrico 25

    Captulo I: Situacin de la Marina y Artillera en el siglo XVIII 29

    Captulo II. Infancia y adolescencia de Blas de Lezo 59

    Captulo III. De guardiamarina a capitn de navo (1704-1716) 89

    Captulo IV. Ascenso a General de la Armada del Sur 1716-1730 125

    Captulo V. Jefe de la Escuadra del Mediterrneo 1730 1737 165

    Captulo VI. Datos histricos sobre Cartagena de Indias. Estado de las

    defensas en 1737

    203

    Captulo VII. Llegada a Cartagena de Indias. Preparativos de guerra 1737-

    1740

    253

    Captulo VIII. Efectivos de la Armada Inglesa y medios defensivos de la

    plaza 1740-1741

    317

    Captulo IX. Asalto a Cartagena de Indias 15 de marzo a 6 de abril de

    1741

    347

    Captulo X. Asalto a Cartagena de Indias 6 de abril a 20 de mayo 393

    Captulo XI. Asalto a Cartagena de Indias 20 de mayo a final de contienda 437

    Captulo XII. Muerte de Don Blas de Lezo. Consideraciones finales 489

    Figuras sobre Cartagena de Indias 541

    Bibliografa 557

  • Relacin de figuras

    Ttulo Pg.

    Fortificaciones de Cartagena de Indias en 1737 543

    Primera lnea de fortificaciones espaolas 545

    Segunda lnea de fortificaciones espaolas 547

    Tercera lnea de fortificaciones espaolas 549

    Plan origina de ataque de Vernon. Desechado por la imposibilidad de

    atacar por la Boquilla

    551

    Buques espaoles hundidos en Bocachica por orden del virrey Eslava 553

    Situacin el 6 de abril de 1741. Vernon ha franqueado la 1 lnea de

    defensa

    555

  • 11

    PRLOGO

    Hasta hace relativamente pocos aos, la figura de Blas de Lezo se constrea a unas

    pocas pginas en la historia de Espaa. Un marino ilustre ms, como aquellos otros

    que dieron su vida en distintas partes del mundo defendiendo los intereses de nuestra

    patria.

    Pero en la provincia de Mlaga los historiadores llevan bastantes aos

    profundizando en su figura. Puede que por su presencia en agosto de 1704, como

    joven guardiamarina de la armada francesa y a la edad de quince aos, en la batalla

    de Vlez-Mlaga. En plena guerra de Sucesin se produjo ante nuestras costas, y tras

    la prdida de Gibraltar, aquella batalla, en la que un adolescente Blas de Lezo

    particip al mando de una batera de caones en el buque insignia del almirante

    conde de Toulouse, siendo herido gravemente y perdiendo la pierna izquierda. Aquel

    acontecimiento histrico lo narraron magistralmente los ilustres veleos Miguel

    Ranea y Francisco Montoro.

    Los prolegmenos y preparativos de la batalla, la salida de la flota hispano-gala del

    puerto de Mlaga y su regreso tras el episodio, tambin han sido escenas

    investigadas a conciencia por los investigadores de nuestra tierra, como es el caso

    del acadmico de San Telmo Francisco Cabrera Pablos.

    Si seguimos las vicisitudes del joven guardiamarina Blas de Lezo, fue desembarcado

    y curado en el hospital de Santo Toms, situado enfrente de la iglesia del Sagrario de

    la capital malacitana. En la batalla particip el futuro contrincante de Lezo en

    Cartagena de Indias, Edward Vernon. La relacin entre ambos tambin ha sido

    objeto de otra insigne pluma malaguea, la del ingeniero Manuel Fernndez

    Cnovas, de la Academia Malaguea de las Ciencias.

    Con ello se quiere resaltar que la figura de don Blas de Lezo no es desconocida en el

    mbito malagueo, sealando nicamente tres muestras, aunque podran ponerse

    muchsimas ms.

    Desde hace relativamente poco tiempo, los espaoles parece que nos hemos dado

    cuenta de la existencia de Blas de Lezo como el ms grande almirante de todos los

    tiempos, al menos el que nunca fue vencido. Aunque los ingleses presumen de

  • 12

    Nelson, en la celebracin del bicentenario de la batalla de Trafalgar el Gobierno

    envi en representacin de los espaoles la fragata Blas de Lezo, obligando a

    reconocer a los britnicos que un espaol venci a su escuadra invencible en 1741

    ante Cartagena de Indias.

    Este libro nace de la mano del doctor-ingeniero Francisco Jimnez-Alfaro Giralt,

    quien en el otoo de su vida ha querido compartir con nosotros, los malagueos, la

    mitad del ao, a caballo entre Madrid y el barrio de la Malagueta, en donde disfruta

    de sus vistas de la baha y sus pulmones se hinchan de la brisa marina, la misma que

    a la edad de quince aos prendi en el alma de Blas de Lezo.

    Hermoso regalo el que ha querido hacer Jimnez-Alfaro a nuestra provincia: aos de

    investigacin recogidos en unas apretadas lneas que llevan al lector a travs de

    todos los rincones pisado por el marino vasco Blas de Lezo. Adems, no slo nos

    muestra su vida, sino algo ms importante: su alma.

    La vida de Blas de Lezo fue apasionante, digna de la mejor novela de aventuras. Por

    eso animo a todos los lectores, especialmente a los jvenes, a que se adentren en la

    lectura de esta obra. Sin miedo pese a su volumen. Descubrirn a un espaol

    intrpido que am profundamente a su patria y a su rey y que antepuso el deber a

    cualquier otra cuestin.

    Hablar de Blas de Lezo es hablar de superacin. Hay que imaginarse a un joven, casi

    nio, cojo a tan corta edad, que a base de sacrificio, esfuerzos y recuperacin,

    demuestra ante las autoridades militares que a pesar de su deficiencia fsica se

    encuentra en disposicin de prestar servicio en los buques de la Armada. No

    digamos cuando al poco tiempo perdi la visin de un ojo y a los pocos aos la

    movilidad del brazo derecho. Cmo era posible que cojo, manco y tuerto, pudiera

    lanzarse al abordaje sobre un barco enemigo o atacar al frente de sus soldados a la

    infantera britnica en Cartagena de Indias?

    Por todo ello es recomendable la lectura de este libro. Nos ensear que no hay

    dificultad, obstculo, ni crisis, imposibles de superar.

    En Blas de Lezo se compendian un buen nmero de cualidades intelectuales,

    castrenses, fsicas, sociales y humanas. Ese es el legado que puede ofrecer el ilustre

    marino a los jvenes, instando, como presidente de la Diputacin Provincial de

  • 13

    Mlaga, a que lo tengamos como espejo. No existe muralla alguna que no se pueda

    saltar si nos acompaa la voluntad firme de hacerlo.

    Quiero agradecer al Foro para la Paz en el Mediterrneo y al autor del libro que me

    hayan permitido prologarlo y ofrecrselo de esta forma a todos los malagueos.

    Elas Bendodo

    Presidente de la Diputacin Provincial de Mlaga

  • 15

    INTRODUCCIN

    Escribir la introduccin de un libro nunca es tarea fcil, porque si eres amigo del

    autor te sientes obligado a alabar todos y cada uno de los captulos y pasajes de la

    obra. Con el caso del autor Francisco Jimnez-Alfaro Giralt mantengo desde hace

    aos una relacin estrecha de amistad, sin embargo intentar en mis comentarios ser

    lo ms objetivo posible.

    La obra que se edita es consecuencia del homenaje que el Foro para la Paz en el

    Mediterrneo quiere efectuar al gran marino espaol Blas de Lezo, personaje casi

    desconocido hasta hace pocos aos, excepto para la Armada Espaola que lo ha

    recordado en algunos de sus buques. Ciudades espaolas, como por ejemplo Mlaga,

    lo tienen en su callejero, aunque bien es verdad que con poco conocimiento del

    personaje. En Amrica y ms en concreto en Colombia, el tema es de otro costal,

    porque es un personaje ampliamente conocido y admirado.

    El Foro para la Paz en el Mediterrneo es un ente no jurdico, constituido por el

    Ayuntamiento, Universidad y Cmara de Comercio, Industria y Navegacin de

    Mlaga, el Real Club Mediterrneo, la Asociacin Espaola de Capitanes de Yate

    para la Reserva Civil, el Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Ronda, Cdiz,

    Almera, Mlaga, Antequera y Jan (Unicaja) y el portal www.belt.es, teniendo

    como ltima finalidad el vivir y ganar la paz como modelo universal de

    convivencia tanto en el propio estado nacional como en su necesario traslado entre

    los miembros de otras ciudades y regiones, con especial incidencia a los ciudadanos

    que mantienen un lazo de unin, bien geogrfica, cultural, econmica o de

    cualquier otra ndole.

    Una de las principales actividades que se generan anualmente desde el Foro es la

    organizacin de unas Jornadas de Seguridad, Defensa y Cooperacin, cada ao con

    un tema central, con participacin de ilustres personalidades polticas, diplomticas,

    empresariales, acadmicas, militares, etc., constituyndose como un referente en el

    anlisis geoestratgico de los problemas que afectan a la cuenca mediterrnea y su

    espacio de inters.

    En 2014 se organizarn las VIII Jornadas, en los meses de octubre y noviembre y se

    ha querido centrar las ponencias y debates posteriores, en una nueva conciencia de

    defensa: poltica, econmica, diplomtica, cultural, militar, etc.

  • 16

    Cuando a finales de 2013 se fijaron las actividades para el ao siguiente, se pudo

    comprobar que el objetivo fijado sobre la nueva conciencia de defensa, concordaba

    perfectamente con el pretendido homenaje a Blas de Lezo, teniendo nicamente que

    adaptar los diferentes actos a la finalidad pretendida. De esta forma los protagonistas

    son los ciudadanos y ms en concreto la infancia y la juventud, preparndose para

    ellos la exposicin sobre la historias del puerto de Mlaga con la batalla naval de

    1704, el TBO (comic actual) con la vida de Blas de Lezo, el libro con su biografa,

    dos conferencias sobre su vida y la batalla naval de Vlez-Mlaga y la placa a

    colocar, con su nombre, en un espacio pblico malagueo.

    Cuando se plante la edicin de un libro con la biografa de Blas de Lezo, de forma

    casi instantnea, me vino a la mente la persona de Francisco Jimnez-Alfaro Giralt,

    dado que conoca que tras elaborar la biografa de Almanzor, estaba dedicado a una

    profunda investigacin sobre el marino espaol.

    La biografa del caudillo musulmn, titulada Almanzor, una vida de ambicin, es

    uno de esos libros histricos que merecen una amplia difusin, porque presenta la

    vida del protagonista en primera persona, de tal manera que el discurrir de su vida,

    es como si el lector estuviera a su lado durante toda su trayectoria vital.

    Desgraciadamente, las grandes biografas no se encuentran a la lectura del gran

    pblico, porque para ello hace falta una buena editorial y una mejor distribuidora,

    pero realmente en mis muchos aos de lector y de estudioso de la historia, no haba

    conocido una vida contada desde una perspectiva tan cercana.

    La vida de Almanzor de Francisco Jimnez-Alfaro, no es solamente una relacin de

    hechos y acontecimientos vividos por el caudillo rabe, sino que es adems una

    descripcin de sus sentimientos, de sus xitos, frustraciones, desengaos,

    ambiciones, amores y un largo etctera, de tal manera que al terminar la lectura, no

    se sabe si realmente el que escribi la biografa fue el propio Almanzor o es

    Francisco Jimnez-Alfaro, al cual un ngel le ha contado dicha historia.

    Jimnez-Alfaro no es un historiador a la usanza clsica. Al ser ingeniero y doctor, se

    siente en la necesidad de contar y narrar de una forma cientfica la estructura

    arquitectnica de la Crdoba y en general de la Hispania musulmana, as como de su

    sistema poltico, alargando para algunos lo que es una vibrante historia, pero tal

    vez, sin esa meditacin profunda, lenta y detallada de la vida de las familias del

    medievo en Al-Andalus, no podra entenderse la verdadera biografa y las propias

    vivencias de Almanzor.

  • 17

    Cuando desde el Foro para la Paz en el Mediterrneo se decidi que el ao 2014

    debera ser el de homenaje a Blas de Lezo, acordndolo simplemente por simpata

    hacia su figura, al 310 aniversario de la batalla naval de Mlaga (para otros de

    Vlez-Mlaga) y cmo no a la reciente publicacin del magnfico y documentado

    libro sobre este hecho histrico de los historiadores veleos Francisco Montoro y

    Miguel Ranea, me acord inmediatamente de que mi amigo Francisco Jimnez-

    Alfaro llevaba aos investigando sobre el marino espaol.

    Cuando le pregunt por ello, me confirm que la investigacin haba cesado y que

    haba escrito un libro sobre Blas de Lezo para solaz de su familia y de l mismo, sin

    tener ninguna intencin de su publicacin comercial.

    Le rogu que me permitiera leerlo, dado el objeto histrico que nos habamos

    planteado desde el Foro. Me entreg un ejemplar encuadernado de un tamao algo

    superior al A5, de letra apretada y minscula, en la que en ocasiones tuve que hacer

    uso de una lupa para visualizar algunos prrafos algo ms extensos que el resto.

    Creyendo que su historia solo iba a interesar a su familia, tras la publicacin de

    escasos ejemplares encuadernados, haba olvidado dnde podran encontrarse los

    ficheros informticos con el contenido. Ardua fue la labor, pero al fin encontramos

    en las tripas de su viejo ordenador las pginas de la vida de Blas de Lezo.

    El rescate del manuscrito informtico fue para m, como el que encuentra un

    tesoro. Transform el Word en letra times new roman de 10, con intervalos de 1,25 y

    separacin entre prrafos de 12 y surgi un fichero de ms de quinientas pginas en

    formato de 17 por 24 cm, el normal en que se editan las obras del Foro..

    La primera lectura fue reveladora del enorme regalo que haba encontrado por

    casualidad, parecindome que me trasladaba del siglo X y XI con Almanzor al

    XVIII con Blas de Lezo, un salto de setecientos aos, pero en donde el lector volva

    a ser protagonista de la historia, al vivirla al lado del personaje.

    Como en la anterior biografa encontr una pormenorizada descripcin de los

    lugares donde se sucedan los hechos y aunque ralentiza la lectura de una vida

    apasionada, es bueno, porque en esos escenarios detallados son donde se desarrolla

    la vida del protagonista principal de la historia: Blas de Lezo.

  • 18

    Conocedor de la historia de Espaa y de aquel maravilloso siglo XVIII espaol, no

    dejaba de preocuparme mi desconocimiento del personaje, por lo que antes de

    proponer a la Comisin Ejecutiva del Foro para la Paz en el Mediterrneo, que

    publicara la biografa escrita por Francisco Jimnez-Alfaro, me propuse convertirme

    en un estudioso de Blas de Lezo y de esta forma le las distintas biografas, antiguas

    y modernas que se han escrito sobre l. Consult documentos sobre los hechos

    vividos por Blas de Lezo como marino al servicio de Felipe V. Investigu en fuentes

    diversas y sobre narraciones de contemporneos de Lezo, considerando, tras algunos

    meses y muchas horas, tener una idea ms o menos clara del perodo histrico

    espaol de 1700 a 1760.

    Doy un salto literario y me centro en don Benito Prez Galds, leyendo en mi

    infancia y juventud la primera serie de los Episodios Nacionales con toda la guerra

    de la Independencia. Viv con Gabriel Araceli la batalla de Bailn, el sitio de

    Zaragoza, el del Gerona, contado por un amigo suyo, la vida de la guerrilla con el

    Empecinado, el Cdiz sitiado y la batalla de los Arapiles, creyendo a pie juntillas

    que as haba transcurrido la contienda espaola contra el emperador Napolen. No

    solo yo, sino que una gran parte de los lectores e incluso de los historiadores,

    consideran que la vida en Cdiz era tal como lo narra Galds. No digamos de su

    concepto de Patria en los momentos iniciales de la batalla de Trafalgar o en el

    miedo del soldado en los momentos previos a la de Bailn. Sus definiciones de

    guerrilla y guerrillero, se plasman textuales en tratados militares de todo el

    mundo. Pero fue as como se desarrollaron los acontecimientos o fue simplemente

    una narracin ms o menos creble de un novelista?

    Con el transcurso de los aos, me adentr en los entresijos del siglo XIX, haciendo

    hincapi en el Sexenio Revolucionario, leyendo y releyendo la ltima serie de

    ilustre novelista canario, me di cuenta que la descripcin de los acontecimientos

    vividos en Espaa, eran como as lo indicaban en las fuentes documentales, cuestin

    en la que discrepaba cuando se refera a la guerra de la Independencia u otros

    momentos de dicho siglo. La razn era clara, a partir de 1860, Galds era tambin

    protagonista de la historia. l la viva, como lo hacan los ciudadanos espaoles,

    porque era uno de ellos, mientras que en los aos anteriores, narraba lo que le

    contaban, plasmando de la forma ms fiel, lo que haban vivido coetneos de los

    hechos histricos.

    Francisco Jimnez-Alfaro no vivi la batalla naval de Mlaga, ni la guerra de

    Sucesin, el paso del Cabo de Hornos, las campaas del Pacfico Sur y Mediterrneo

  • 19

    y mucho menos la gran gesta de la defensa de Cartagena de Indias, pero cuenta todo

    ello con la misma credibilidad con la que Galds narra la guerra de la

    Independencia.

    Los primeros aos de Lezo en su Pasajes natal, sus salidas a navegar, su contacto

    con el castellano Echebeste, su primera batalla naval, sus sufrimientos ante la

    amputacin de su pierna, de tal manera que se siente el dolor del afilado cuchillo del

    cirujano y la sierra para el hueso, as como la introduccin del mun sangriento en

    brea hirviendo para su cicatrizacin y evitacin de infeccin. Todos esos momentos,

    vividos por Lezo, sujeto con cuerdas y con un trozo de cuero entre los dientes,

    evitando gritar de miedo y de dolor, a pesar de sus quince aos, es como una

    vivencia de uno mismo trasplantado a aquel botiqun de la obra viva del navo

    insignia del conde de Toulouse.

    La estrategia y tctica de Lezo en el Mediterrneo, en su lucha contra los turcos y

    sus satlites en el norte de frica, es tal como la hubiramos vivido nosotros, en el

    supuesto glorioso o no de haber estado en esos acontecimientos histricos.

    Su amargura en Cartagena de Indias, con su pata de palo, su brazo flcido, su mirada

    ardiente de un solo ojo, pero su resolucin vibrante, al frente de sus soldados,

    bajando presuroso la escarpada pendiente del fuerte de San Felipe de Barajas para

    asestar al enemigo ingls la estocada de muerte, es como si el lector se trasladara a

    aquellos momentos sublimes, y de la misma forma que don Blas de Lezo, bajara a

    trompicones, enalteciendo con su gesto y su actitud a los valientes espaoles que

    derrotaron a la Armada Invencible britnica.

    Fueron as como sucedieron los hechos? No lo s, tampoco estoy seguro que el

    miedo de la caballera espaola a los coraceros en Mengibar, antes de Bailn, fue

    como lo describiera Galds, pero desde luego si no fue as, debi ser muy parecido.

    Francisco Jimnez-Alfaro abre el corazn y el cerebro de Lezo, lo humaniza, tanto

    en su soberbia como en su humildad y presenta una interpretacin teatral a imagen y

    semejanza de cmo debiera haberse comportado el protagonista en la vida real.

    No solo es Blas de Lezo un protagonista de carne y hueso, sino que tambin los son

    los actores secundarios, adquiriendo un gran realce la figura de doa Josefa, su

    mujer. Al lado de un gran hombre siempre hay una gran mujer y ello es cierto y as

    lo plasma Francisco Jimnez-Alfaro, pero tambin alrededor de un hroe hay

  • 20

    envidia, insidia, deslealtad, mentira y un largo etctera, representndose todo ello en

    los personajes que rodean al heroico marino. Tambin hay lealtad, disciplina,

    patriotismo, subordinacin, amistad y otro largo etctera, teniendo una muestra de

    todo ello en los distintos personajes presentados por el autor del libro.

    La lectura se hace fcil, sin que sea una novela o biografa histrica que tenga que

    leerse de un tirn para no perder el hilo de la narracin. Puede leerse por captulos,

    como si fueran entregas sucesivas. De esta forma conoceremos la vida infantil de

    Blas de Lezo en su tierra vasca, introducindonos en su sociedad, en su lucha diaria

    con la mar para su supervivencia y en la fidelidad a su rey. Su estancia en la escuela

    de guardiamarinas de Toln, al no tener Espaa una armada estrictamente

    constituida, la batalla de Vlez-Mlaga y su recuperacin fsica y psquica en su

    pueblo de Pasajes, configuran una unidad de lectura.

    Su regreso al servicio activo con su pierna amputada, teniendo que sufrir un examen

    de aptitud fsica para que la superioridad pudiera comprobar su capacidad para el

    servicio, el mando de su primer buque de guerra a la temprana edad de diecisis

    aos y la captura de algunas naves enemigas, entre ellas el Resolution, remolcado

    por su barco hasta Pasajes, mientras es vitoreado como un hroe local. Su

    comportamiento posterior durante el resto de la guerra de Sucesin, vivindose toda

    la fratricida contienda desde una perspectiva naval y con el nacimiento incipiente de

    la marina de guerra espaola, ingresando en ella con el empleo de capitn de navo,

    con poco ms de veinte aos.

    Los aos de destino forzoso en tierra como consecuencia de la inexistencia de

    barcos, hasta que por fin le dan el mando de uno, destinndolo a la escuadra que

    defendera las aguas del Pacfico de las apetencias inglesas y holandesas. A la

    muerte del almirante de la flota espaola, le sucede con carcter interino, al ser el

    comandante ms antiguo, confirmando el mando el virrey del Per, ascendindole a

    jefe de escuadra. La campaa naval del Pacfico sur, su integracin en la sociedad

    limea y su casamiento con Josefa, conforman otra entrega unitaria del libro.

    El traslado a Cdiz, el reposo inicial, los planes expansivos del gran ministro espaol

    Jos Patio, la confianza mutua que se dispensaban y la campaa mediterrnea en la

    lucha por la recuperacin de las posesiones espaoles en el norte de frica, entre

    ellas Orn, es un conjunto que merece leerse sin perderse detalle de los entresijos

    por los que se mueve la poltica italiana de Felipe V.

  • 21

    En la dcada de 1730, la guerra contra Inglaterra es una realidad latente y patente. El

    ministro Patio, conoce las apetencias britnicas que tras asentarse en las colonias

    norteamericanas, quiere disponer las llaves del imperio espaol. Considera que la

    clave de todo el imperio es Cartagena de Indias y all enva a su mejor general y

    almirante, al medio hombre, Blas de Lezo, el cual causa admiracin entre los

    cartageneros, al conocer de cerca al hroe tantas veces nombrado, caminando con su

    pata de palo, su brazo derecho flcido, su mirada de un solo ojo, acompaado de una

    hermosa mujer y de una prole de nios. En este momento el autor hace una pausa en

    la biografa y se retrotrae a la conquista espaola americana, al asentamiento en

    Cartagena de Indias, en el acondicionamiento de la ciudad, sus fortificaciones, sus

    casas y sus gentes, narrando de forma pormenorizada y amena doscientos aos de

    convivencia y construccin.

    Los ataques a Cartagena de Indias de Drake y de Pointis -basado este ltimo en la

    extraordinaria investigacin y narracin del profesor Enrique de la Matta Rodrguez,

    que por casualidades de la vida, era y es primo mo, compaero de la infancia y

    juventud y amigo fraternal siempre-, muestran las proezas y las miserias espaolas

    en nuestro imperio ultramarino.

    Por ltimo, Francisco Jimnez-Alfaro, vuelve a la realidad y se centra en la

    Cartagena de Indias con Blas de Lezo como comandante del apostadero, en el

    impulso a la recuperacin y puesta a punto de las fortificaciones, los caones y las

    unidades. Las noticias sobre la guerra contra Inglaterra, las informaciones del espa

    espaol en la corte londinense y las interpretaciones estratgicas navales y

    terrestres (terrarios llama Blas a los generales de tierra), conforman el captulo o

    entrega de una fase previa a la gran confrontacin.

    La batalla por Cartagena de Indias es una aparicin grandiosa, parecindonos ver las

    cerca de doscientas naves enemigas, la armada invencible britnica a travs del

    anteojo de Lezo. Los ataques ingleses, los contraataques espaoles. Los herosmos

    en Tierra Bomba, la defensa del fuerte de San Luis de Boca Chica cruzando fuegos

    con el fuerte de San Jos y las bateras de Varadero y Abanico en la isla de Bar y

    los islotes Abanico y Draga. La retirada a la segunda lnea de defensas, cuando la

    situacin se hace insostenible a causa del bombardeo constante de ms de mil bocas

    de fuego contra los fuertes espaoles que cierra el paso a la baha interior.

    La defensa del Surgidero con los fuertes de Santa Cruz y Manzanillo, abandonado el

    primero por la desidia y cobarda del virrey Eslava, presentado por Jimnez-Alfaro

  • 22

    como el malo, en la pelcula que vemos en nuestra mente durante la lectura. Por

    ltimo la heroica defensa de San Felipe de Barajas, asestando Blas de Lezo el golpe

    mortal al orgullo britnico, representado por el vicealmirante Vernon, con un ataque

    magistral en el momento y lugar de menor expectativa del despliegue ingls, que les

    obliga a retirarse precipitadamente hacia los buques y abandonando pertrechos,

    heridos, prisioneros y muertos.

    La ltima entrega del libro se enmarca en tras la batalla, el reconocimiento del

    pueblo y de las tropas y el odio y rencilla de aquellos que no supieron comportarse

    con honor, pero que ante la victoria, proclaman su vala y as lo quieren hacer llegar

    a la lejana corte de Madrid. La victoria de los enemigos morales de nuestro hroe

    Blas de Lezo es efmera, veinte aos en la historia de una nacin no es nada, pero es

    mucha vida para una persona. Blas de Lezo muri desengaado, pero al considerar

    que haba luchado por su rey y por su patria, nunca pens que perdera el favor real.

    La muerte de su valedor, Patio y la perturbacin mental de Felipe V, condenaron al

    ostracismo su figura, posicin que no lleg a conocer al llevrselo hacia el cielo la

    dulce dama de la noche eterna. Carlos III rehabilit su figura, proporcion un ttulo

    nobilario a uno de sus hijos y coloc al gran marino en el lugar que le corresponda

    en el escalafn de la armada espaola y en la cumbre de los hroes de la Patria.

    El autor de la biografa de Blas de Lezo, cuyo verdadero ttulo es Mlaga, bautismo

    de fuego y sangre de Blas de Lezo, escribe de forma peculiar. Es como si fueran

    cuatro autores, los cuales van entrando sucesivamente en escena. Uno es el propio

    Lezo, que cuenta hasta momentos antes de su muerte su vida en primera persona. El

    segundo escritor es la propia Historia, centrando el ambiente histrico de cada etapa

    de la vida del hroe. Por ltimo dos escritores plasman la cotidianidad de la vida

    alrededor de Lezo, una por parte espaola y otra, menos intensa, pero igual de

    efectiva por parte inglesa, esta ltima con referencias explcitas a la pluma magistral

    de Tobas Smollet.

    Como ltima consideracin y para no alargar en demasa la presente introduccin,

    indicar que el autor ha pretendido que la relacin entre los personajes tengan la

    realidad de aquel siglo XVIII, por lo que los tratamientos que se dan unos a otros e

    incluso en la relaciones de Blas de Lezo con su mujer, llamndola doa Josefa,

    dan mayor credibilidad a su contenido.

    La bibliografa empleada es muy numerosa, pero al ser una obra escrita para

    consumo interno, no es muy detallada. Se ha considerado que se debe plasmar

  • 23

    igual que la ha relacionado Jimnez-Alfaro. Algunos historiadores argumentarn que

    no es una forma muy ortodoxa de hacerlo, a ellos hay que decir que el autor no ha

    pretendido aportar un libro cientfico, que lo es, sino una novela en donde todos y

    cada uno de los personajes son reales, bien es verdad que han sido amoldados en

    puestos en escena por el autor, tal como l ha credo que se comportaron.

    Francisco Jimnez-Alfaro ha tenido la generosidad de ceder la obra con todos sus

    derechos al Foro para la Paz en el Mediterrneo, transmitindole desde estas pginas

    el agradecimiento de todas sus entidades constitutivas y del Presidente actual y

    Alcalde de Mlaga don Francisco de la Torre. Al ser el Foro una entidad sin nimo

    de lucro, no pretende hacer negocio, sino simplemente obtener la mayor difusin

    posible, a travs de la lectura en formato papel como en digital.

    No puedo terminar sin mostrar mi agradecimiento a Francisco Jimnez-Alfaro

    Giralt, primero por cedernos el libro y luego por haber confiado en m para escribir

    su introduccin.

    Rafael Vidal Delgado

    Director/Coordinador General del Foro

    para la Paz en el Mediterrneo

  • 25

    CONTEXTO HISTRICO

    La figura de don Blas de Lezo y Olabarrieta, no ha sido muy bien tratada en nuestra

    Historia, pues cuando el Rey Felipe V, destituy injustamente al marino de todos sus

    cargos, nuestros gobernantes movidos por presiones partidistas, impusieron un

    espeso silencio administrativo acerca de su persona y en especial sobre los hechos

    realmente acaecidos en la defensa de Cartagena de Indias, con la muy no loable

    intencin de anular y hacer olvidar su participacin heroica en la batalla y as ocultar

    a las nuevas generaciones de hombres de mar las gestas de don Blas en la defensa de

    la ciudad y sus innumerables y siempre victoriosas batallas navales. La egolatra y la

    ambicin de acaparar en su persona, toda la gloria de lo sucedido en la batalla de

    Cartagena, movieron al Virrey de Nueva Granada, don Santiago de Eslava, ayo del

    infante Francisco y con grandes relaciones polticas, a realizar una serie de

    maniobras falaces y mezquinas para desprestigiar al marino vasco. Eslava muy bien

    apoyado por sus valedores polticos en la Corte de Madrid y en base a una serie de

    documentos, algunos propios y otros inducidos por l a sus hombres ms fieles,

    consigui que el propio Rey Felipe V destituyera a Lezo de todos sus cargos en la

    marina y le ordenara regresar a Espaa, para rendir cuenta de unos supuestos

    desmanes y faltas al honor militar, actos que nunca cometi, pero que le adjudicaba

    su inmediato superior. Sin embargo este Real Decreto nunca lleg a manos de su

    destinatario, pues el correo portador de la misiva, atrac en Cartagena, casi dos

    meses ms tarde de la muerte del marino.

    Desde haca aos, estaba interesado en estudiar la vida de tan ilustre General de la

    Armada, pero me resultaba muy difcil encontrar la documentacin necesaria 1.

    Como ejemplo citar un caso, en la monumental Historia de Espaa de Menndez

    Pidal, en su Tomo XXIII, slo se cita a Don Blas en dos someras pginas, donde se

    reproducen unas cartas del marino reclamando sus haberes atrasados y aunque

    tambin reconoce sus grandes mritos en la mar, slo cita de pasada la batalla de

    Cartagena de Indias, pero sin profundizar para nada en sus pormenores. Algo

    bastante similar me ocurri con otras obras generales de distintos historiadores y

    ante tan exigua informacin me qued bastante perplejo y sin saber por dnde

    encontrar el camino ms adecuado.

    1 Esta obra fue escrita hace aos, antes que salieran a la luz algunas biografas y estudios

    sobre Blas de Lezo.

  • 26

    Llegado a este punto, decid ir al Museo Naval de Madrid, lugar donde recordaba, se

    guardaba la bandera de combate de Don Blas y adems unos amigos mos, oficiales

    de la Marina de Guerra, me haban informado, que en la biblioteca de estudios del

    Museo, me podran orientar con bastante precisin, sobre aquellos autores y lugares,

    dnde encontrara la informacin que buscaba. Hacia all dirig mis pasos y gracias a

    mi acreditacin de investigador, acced a su biblioteca y tuve la gran suerte, que el

    bibliotecario al frente de la misma, adems de ser una excelente persona, cuando

    control mis apellidos, me coment que fue compaero de un primo mo, marino de

    guerra fallecido aos atrs. Su ayuda me result inestimable, pues aparte de

    indicarme dnde podra encontrar la informacin solicitada, me facilit una serie de

    ttulos de libros actuales, as como aquellas fuentes internacionales donde podra

    hallar abundante documentacin. Tambin me proporcion, los telfonos y el

    nombre de algunos conocidos suyos, que trabajaban en los distintos archivos

    nacionales, en donde se guardaba bastante documentacin relacionada con Lezo.

    Cuando oje la relacin, y observ, que entre las direcciones y telfonos

    proporcionados, no estaba la direccin correspondiente al Archivo General de la

    Marina, le pregunt por esta aparente sin razn, pero su respuesta despej todas mis

    dudas, este archivo de Viso del Marqus, se cre bastante aos despus de los

    hechos que quera estudiar. En un principio tambin me sorprendi otra

    recomendacin suya, me advirti que la mejor documentacin sobre la batalla de

    Cartagena, la encontrara en Amrica, especialmente en Colombia, pues para los

    colombianos, la figura de tan ilustre marino es digna del mayor respeto y

    admiracin, virtudes que hasta hace algunas dcadas nunca se le haban reconocido

    en Espaa. Finalmente tambin me dio su opinin sobre los datos recogidos en las

    fuentes inglesas aportndome una larga serie de historiadores ingleses, cuya consulta

    me ha sido de gran utilidad.

    Aunque parezca extrao, he empleado varios aos en recoger tan extensa y distinta

    informacin, algunas de ellas eran contradictorias y para seleccionar entre las

    mismas, cules podan ser las ms veraces, deb apoyarme en escritos de terceros,

    para intentar averiguar cul de las obras consultadas, ofreca la versin ms

    imparcial y correcta. Cuanta ms documentacin llegaba a mis manos, mis dudas

    empezaban a disiparse y cuando dos aos ms tarde volv al Museo Naval, para

    preguntar a mi mentor, si se haba editado algn libro sobre el tema, mi amable

    bibliotecario no me pudo dar ningn nombre ms, pero me aconsej que entrara en

    Internet, pues l haba encontrado algunos datos interesantes, pero luego de analizar

  • 27

    lo mejor posible, todo lo all ledo, junto a datos puntuales reales y bien constatados,

    tambin encontr algunos artculos tergiversados y fantsticos.

    Con prcticamente en mi poder, una numerosa informacin de diversos autores,

    recogidos en los archivos nacionales y en una profusa documentacin escrita por fin

    reunida, me conced el tiempo necesario para ordenarla bien y empezar a asimilarla.

    Una vez ledos y estudiados en profundidad, todos aquellos libros, artculos e

    informaciones recogidas en los Archivos, seleccion los que me parecieron ms

    documentados y veraces y a partir de entonces, me encontr en disposicin de

    entender las diversas posturas adoptadas por Lezo, a lo largo de su heroica carrera en

    la mar. Su valenta, coraje, amor a la patria y lealtad a la Corona, se explicaban con

    enorme claridad en todos sus hechos militares, as como su sentido del deber y

    espritu castrense. Sin embargo en varias ocasiones su carcter rudo y cerrado le

    traicion, siendo uno de esos animales apolticos, que no atienden a razones de

    conveniencia, sus discusiones y desavenencias, casi siempre son estriles, pues le

    resulta muy difcil admitir algo distinto a sus criterios y creencias, y slo llega a

    acatar rdenes contrarias a sus ideas, en aras de la disciplina militar. Pero dado su

    carcter cerrado y duro, hasta cuando las acepta y no por conviccin sino por

    disciplina, no ceja en su empeo de imponer su propuesta y como sigue dominado

    por la ira, en vez de emplear un lenguaje corts y educado, sus discusiones son

    siempre desabridas y a grandes voces, intercalando en sus razonamientos, una

    enorme cantidad de expresiones tabernarias e incluso insultantes. La poltica para l,

    era un ente absurdo e inaccesible y no olvidemos que esa vida tan dura padecida

    desde su juventud, en conjuncin con la soledad de tantos aos surcando los mares a

    bordo de sus naves, forjaron que su nico lenguaje normal fuera el de ordeno y

    mando.

    Sus maneras nada diplomticas para afrontar los temas con sus superiores, fueron

    causa de muchos de los grandes problemas que amenazaron su carrera, pero aparte

    de esta bronca y absurda forma de ser, no he encontrado a lo largo de su vida,

    ningn hecho incorrecto imputable a su vida militar. Sus mayores problemas con los

    dos virreyes a cuyas rdenes sirvi, el de Per y el de Nueva Granada, fueron por

    causas diferentes, pero en el fondo bastante similares, pues sus disensiones con

    ambos, nacieron por discrepancias en las rdenes a ejecutar y aunque parece claro

    que en ambos casos, la razn estaba de su parte, a la postre como siempre ocurre en

    esta vida, la cuerda se rompe por el lado ms flojo.

  • 28

    En los dos casos hubo un manifiesto abuso de poder, pero en el ltimo, el relativo a

    la defensa de Cartagena, la megalomana de Eslava y su influencia poltica en la

    Corte de Madrid, convirtieron las desavenencias sufridas durante la contienda, en

    una persecucin mendaz, que adems de basarse en un cmulo de falsedades, como

    posteriormente se demostrar, tambin se magnificaron en contra de Lezo, al adoptar

    una serie de actitudes mezquinas y hasta se puede decir que poco dignas, con el

    nico propsito de deshonrarle y lograr al mismo tiempo, que sus heroicas acciones

    durante la contienda contra la Gran Armada Britnica, pasaran desapercibidas e

    ignoradas, hasta el punto que por presiones polticas, Eslava consigui se aceptara

    implantar en la Corte, un denso silencio administrativo durante ms de veinte aos,

    con el objetivo de casi hacer desaparecer la figura del marino. Pero la historia,

    aunque en ocasiones camine muy despacio, siempre pone a las personas en su sitio y

    cuando el miedo a las represalias desaparece y las presiones polticas se debilitan, la

    verdad siempre sale a la luz. La cual confo salga reforzada, despus de haber ledo

    este breve tratado sobre la vida de Don Blas de Lezo y muy en especial sobre los

    hechos acaecidos durante la defensa de Cartagena de Indias.

  • 29

    CAPTULO UNO

    Situacin de la Marina y Artillera en el siglo XVIII

    Antes de centrarnos en los objetivos sealados en el ttulo de este primer captulo, es

    decir en las dos armas ms fundamentales en la mar y en la defensa de las plazas

    fuertes, resulta conveniente aunque sea a la ligera, analizar los hechos acaecidos

    entre la muerte de Carlos II y el final de la Guerra de Sucesin espaola.

    Finalizaremos este relato general hacia 1704, cuando Blas de Lezo ya incorporado a

    la marina francesa, intervino como guardiamarina en la batalla de Mlaga 2, ya que a

    partir de entonces, a travs de la propia vida del heroico marino, veremos desfilar

    ante nuestros ojos, a travs del propio Blas, los hechos ms importantes a los que

    debi enfrentarse la nacin espaola.

    En los ltimos aos del siglo XVII, durante el reinado del ltimo descendiente de

    Carlos V, la situacin poltica, administrativa y social en Espaa era catica. La

    psima situacin general de los reinos, heredada de Felipe IV, exiga que los

    destinos de nuestra nacin fueran dirigidos por un monarca de personalidad

    decidida, de carcter fuerte y dotes de mando y adems fuera capaz de frenar aquella

    decadencia progresiva donde estbamos sumidos, pues aunque no lo parezca y

    pueda ser discutible, este declive poltico-militar, empez a iniciarse desde la muerte

    de Felipe II y como ninguno de sus sucesores fue capaz de corregir esta tendencia, la

    continua degradacin de los fundamentos del Estado, encamin a la mayor potencia

    de entonces, paulatinamente pero de manera inexorable, rumbo a su propia auto

    destruccin. Carlos II fruto de la persistente endogamia practicada por la estirpe

    austriaca, no era la persona idnea para conseguir esta regeneracin, dbil de

    carcter y de naturaleza enfermiza, estuvo dominado durante todo su reinado por

    otras personas, ya fueran hombres o mujeres, cortesanos o eclesisticos, pues debido

    a su fragilidad tanto fsica como mental, el soberano necesitaba refugiarse en todas

    ellas en busca de ayuda y proteccin. Si entre todas estos asesores, hubiese

    encontrado alguno lo bastante discreto y con suficientes dotes de organizacin y si

    este consejero real hubiera ocupado el cargo, con la suficiente humildad para

    trabajar en un segundo plano cumpliendo adecuadamente con su misin,

    posiblemente los ltimos aos del reinado del monarca, hubieran podido ser

    diferentes y quizs hasta hubiera sido otro el destino de Espaa.

    2 Muchos autores tambin la denominan de Vlez-Mlaga, citndose de forma indistinta en

    la presente obra.

  • 30

    Pero ninguna de las personalidades, a quienes el ltimo rey de la casa de Austria

    entreg su confianza, estuvo capacitada para realizar esta misin tan importante. La

    reina madre, doa Mariana de Austria, durante un breve perodo de tiempo, goz en

    loa asuntos de Estado de un poder omnmodo, pero a causa de sus torpezas pronto

    debi desaparecer de la Corte y perdi todo su margen de maniobra. La primera

    mujer del rey, la francesa doa Mara Luisa de Orlens, se limit nica y

    exclusivamente, a ser en Madrid el agente del Rey Sol y sus burdas maniobras

    polticas, ni siquiera lograron que la casa de Borbn se hiciera or en la Corte. Su

    segunda esposa, la austriaca Mariana de Neoburgo, con pocas luces ms que su

    marido, tambin fracas en la misin encomendada, cuyo objetivo fundamental,

    consista en favorecer e intentar asegurar los derechos dinsticos de la casa de

    Austria, pues el archiduque Carlos pretenda conseguir la sucesin al trono de

    Espaa. Como se puede comprobar, adems de la debilidad mental del propio rey y

    de su familia ms allegada, nadie de su entorno prximo tena capacidad alguna para

    corregir el rumbo y tratar de sacar a la nacin espaola de su prolongado estado de

    postracin.

    Las relaciones entre la Iglesia y el Estado se desarrollaron en Espaa, dentro de unas

    caractersticas muy particulares. Desde la llegada al trono espaol de los primeros

    reyes de la casa de Austria, se estableci con la Iglesia, un bien acordado reparto de

    poderes. En un principio y mientras la realeza pudo disfrutar de un enorme poder

    terrenal, los sucesivos reyes espaoles utilizaron al poder espiritual, como una

    herramienta ms de la primaca del poder del Estado, que los monarcas consolidaron

    por medio de una tcita y fructfera colaboracin con la Iglesia, a cambio de ciertas

    concesiones en prebendas, tierras cultivables, honores y riquezas. Estas

    adjudicaciones de bienes patrimoniales, no se otorgaron slo en el territorio

    peninsular, pues an fueron ms generosas y de mayor entidad en las regiones ms

    ricas de nuestras Indias Occidentales, donde la Iglesia a travs de las rdenes

    religiosas, posey grandes extensiones de tierra. Pero con el transcurso de los aos,

    mientras el poder real se debilitaba progresivamente con el reinado de cada monarca,

    el poder eclesistico se mantena siempre en su posicin inicial y ante la imparable

    decadencia de la nacin espaola, la balanza de poderes se desequilibr de manera

    natural hacia el lado eclesial, hasta el punto que durante el reinado de Carlos II, ya

    se haba implantado en todos los asuntos de Estado, una sumisin absoluta de lo

    temporal a lo espiritual.

    El ejemplo ms evidente de esta extraa manera de gobernar, se encuentra muy bien

    reflejada, en la enorme influencia adquirida por los confesores reales sobre los

  • 31

    monarcas reinantes. Esta misin sacerdotal la instaur el rey Felipe II, quien fue el

    primero en confiar sus secretos ms ntimos a sacerdotes de la orden de Santo

    Domingo y a partir de entonces, esa tradicin fue seguida por todos los reyes de la

    casa de Austria, incluido su ltimo descendiente. De los tres ltimos confesores de

    Carlos II, los dos primeros, los padres Reluz y Carbonell, ejercieron durante poco

    tiempo su misin sacerdotal con el rey, pues no tardaron mucho en alcanzar sus

    opciones terrenales y pronto cambiaron sus estolas confesionales por dos respectivas

    sedes episcopales. Sin embargo el ltimo padre espiritual del monarca, tuvo an

    mayores ambiciones mundanas e intervino muy directamente en los temas polticos

    de la Corte, utilizando sin el menor remordimiento, su poderosa influencia sobre un

    rey dbil y sin personalidad.

    La decadencia espaola era imparable, su ritmo descendente ya no se poda detener,

    la economa haba llegado a uno de sus puntos ms bajos y su situacin se poda

    considerar casi irreversible y en todos los reinos cristianos que integraban Espaa,

    aunque todos se encontraban bajo el mando de un mismo y nico soberano, no

    exista una economa comn integrada en un proyecto nacional. Cada reino se

    gobernaba por sus propias leyes y tradiciones, operaban con su propia moneda y

    empleaban para sus transacciones las pesas y medidas propias de cada uno y como

    no exista un mercado nico, la suma de las resultantes parciales del comercio

    regional, resultaba bastante inferior al potencial de un posible mercado nacional,

    fruto de la unin de todos los reinos. El reino de Castilla se hallaba exhausto y sin

    recursos, debido a su continua aportacin de hombres y medios al continente

    americano, este despoblamiento sistemtico, redujo en gran medida su riqueza

    tradicional, los campos no se cultivaban por falta de mano de obra, as como

    tambin se fueron abandonando otros recursos, ya fueran ganaderos o de servicios.

    Adems las dispendiosas contribuciones impuestas por la Corona, sangraban todava

    ms a la casi agonizante economa castellana.

    Sin embargo en la misma pennsula ibrica, existan reinos como el de Valencia, que

    gracias a su situacin geogrfica alejada de la Corte madrilea, haba podido

    establecer un floreciente comercio mediterrneo, poco conocido en el interior de la

    pennsula, por fortuna para los emprendedores habitantes de la regin levantina. En

    Catalua a partir de 1680 se inici una fuerte recuperacin comercial, que tard

    pocos aos en dar sus primeros frutos y al igual de lo sucedido en Levante, tampoco

    en un principio fue detectado por la Corte y ante este desconocimiento pudieron

    seguir con sus transacciones comerciales sin necesidad de hacer frente al oneroso

    pago de impuestos. Algo muy similar ocurra en Flandes, pese a ser desde haca ms

  • 32

    de cien aos, el permanente teatro de operaciones de nuestros tercios, tambin all

    sus mandatarios, se vieron en la obligacin de implantar por su cuenta y al margen

    de Madrid, las bases necesarias para buscar y recuperar su gran pujanza comercial.

    Como regla general, es posible afirmar, que la economa slo cobraba fuerza y

    pujanza, en aquellas regiones a donde no llegaba la insaciable y rapaz mano del

    Estado, as ocurra en los reinos perifricos alejados de la Corte, donde la falta de

    presencia y poder de la Real Hacienda, daba como resultado el nacimiento y

    posterior desarrollo de una pujante industria privada.

    En lo concerniente a la Hacienda y la Administracin Pblica, los reyes de la casa de

    Austria nunca fueron en general buenos administradores, pues no prestaron

    demasiada atencin a temas tan fundamentales, como los relacionados con la

    situacin econmica del pas e incluso durante el reinado del emperador Carlos y en

    las pocas de mayor poder y esplendor del imperio, las bancarrotas no eran hechos

    inusuales en la nacin espaola, pero con el paso de los aos y la progresiva

    debilidad de la economa, la situacin degener todava ms. Como muestra

    inequvoca de la situacin catica a la que haban llegado las finanzas espaolas,

    reproduzcamos los comentarios escritos por Antonio Domnguez Ortiz en su libro

    Sociedad y Estado en el siglo XVIII espaol, y nos daremos cuenta de la situacin

    de nuestra economa, escogeremos como muestra significativa el siguiente prrafo

    de su libro. En el ao de 1687, el marqus de Vlez present en la Corte una

    memoria, donde haca un breve resumen de las cuentas del reino: Los ingresos de

    Castilla se situaban en torno a los 8.500.000 escudos, mientras que el pago de las

    deudas ascenda ya a 12.000.000. Adems a este lamentable balance, haba que

    sumar los sueldos y retribuciones que llevaban aos sin pagarse, as como el

    dispendio de la Corte, que exiga 1.500.000 escudos para mantener el tren de vida

    al que estaban habituados el Rey y su entorno. Como consecuencia de esta

    delirante situacin econmica, los funcionarios se vean impelidos a la corrupcin,

    pues al pasarse aos y aos sin recibir sus sueldos y dado que ya iniciaban su

    menester generalmente endeudados, por haber debido comprar su cargo pblico a la

    Administracin del Estado, los recaudadores se vean obligados por su situacin

    econmica, a exagerar los impuestos de las personas ms dbiles, no para destinarlos

    a las arcas reales, sino simplemente para poder vivir y recuperar poco a poco, el

    dinero invertido en la compra de su puesto de funcionarios, e incrementar con estas

    malas prcticas, unos ingresos que les aseguraran un relativo nivel de vida.

    La situacin econmica padecida por los Ejrcitos Reales era tambin desastrosa, un

    viejo refrn espaol dice, La victoria va a aquel que tiene el ltimo escudo y

  • 33

    como consecuencia de esta bancarrota perenne de la Hacienda Real, es fcil

    adivinar, cun calamitosos eran los estados del ejrcito y de la marina. Segn los

    datos proporcionados por los embajadores de la Repblica de Venecia, ante la corte

    de Carlos II y aportados por Barozzi-Berchet en su libro Relazioni degli

    ambasciatori veneti, parecen bastante fiables los siguientes datos: en Castilla las

    fuerzas terrestres en 1698 no llegaban ni a 10.000 infantes y a unos 4.000 de

    caballera, en Catalua, 8.000 infantes y 4.000 de caballera, en Miln 12.000 y

    3.000 respectivamente, 6.000 hombres en Npoles y 2.000 en Sicilia. Si

    comparamos el potencial numrico de nuestro ejrcito con los 300.000 hombres, que

    poda poner en pie de guerra el rey de Francia Luis XIV, queda patente la enorme

    debilidad espaola. La situacin de la marina, an si cabe era peor, pues a mayor

    distancia de la Corte, era mayor el desamparo. La falta de recursos en el caso de la

    marina era inimaginable, los sueldos se adeudaban desde dcadas, los barcos

    quedaban abandonados en los puertos por falta de repuestos y la construccin naval

    prcticamente no exista. Los astilleros espaoles, en especial los del Cantbrico,

    languidecan por la demora en los pagos, por falta de pedidos oficiales y a causa de

    los ataques enemigos. Como ejemplo podemos citar el caso del navo El

    Salvador, que estuvo catorce aos en construccin en el Real Astillero de Zorroza

    en la ra de Bilbao, segn nos relata Enrique Manera Regueyra en su libro La

    poca de Felipe V y Fernando VI, en su apartado dedicado a El buque en la

    Armada Espaola.

    La muerte del ltimo Austria, Carlos II el Hechizado, no sorprendi a nadie, llevaba

    meses muy enfermo, postrado en el lecho, sin ganas de vivir y resignado ante una

    situacin irreversible, ni siquiera haca ningn esfuerzo para salir de su estado de

    postracin y despus de padecer una agona larga y dolorosa, su Catlica Majestad

    entreg su alma a Dios en la primera semana de Octubre de 1699 y aunque hay

    historiadores que fijan con exactitud el da de su muerte, hay otros contrarios a

    admitir esa fecha, en su opinin muy difcil de sealar, pues dadas las enormes

    tensiones a desatar, por su hasta entonces ignoto testamento, los polticos de la Corte

    tardaron unos pocos das en notificar su muerte. La comunicacin oficial, aunque su

    bito ya era conocido en sus ms estrechos crculos, no se pronunci hasta el da 10

    del mismo mes. Al no haber tenido descendencia alguna, la expectacin despertada

    por conocer su testamento era extraordinaria, desde los ms altos miembros de las

    cancilleras europeas hasta sus ms humildes sbditos, todos esperaban con

    ansiedad, conocer el desenlace de la designacin sucesoria al trono espaol. Slo

    despus que fuera ledo su testamento se sabra si el nombrado, como heredero del

  • 34

    inmenso imperio espaol, sera un miembro de la casa real francesa o de la austriaca.

    Pero en las Cortes Espaolas, todos los actos estaban regidos por el estricto

    ceremonial borgon, implantado por Felipe II y ni siquiera la muerte de un rey se

    libraba de cumplir con todos los trmites de ese protocolo tan frreamente

    establecido. A los pocos das del bito del monarca, el Consejo de Estado se reuni

    para abrir su testamento, conocer su contenido y hacer pblicos los ltimos deseos

    de su desaparecido Rey. Junto con los consejeros de Estado, tambin formaron parte

    de aquella importantsima reunin, todos los Grandes de Espaa, que en aquella

    ocasin se encontraban en Madrid.

    Mientras se celebraba tan importante consejo, la inmensa mayora de los madrileos

    se fueron agolpando poco a poco a las puertas del Alczar, mientras gentilhombres,

    nobleza y representantes de los gobiernos extranjeros, empezaron a llenar las salas

    de espera de palacio. Todos los embajadores de las potencias europeas estaban

    ansiosos e impacientes por conocer el destino final del trono espaol y los ms

    nerviosos y agitados de todos ellos, eran sin duda, el conde de Harrach,

    plenipotenciario del emperador de Austria y el conde de Blcourt, representante del

    monarca francs Luis XIV. Durante las largas horas de espera, los rumores y

    comentarios corran por todas las salas y la tensin y los nervios de los asistentes

    aumentaban con el paso del tiempo. Por fin lleg el momento de hacer pblica la tan

    esperada decisin y cuando se abrieron las puertas de la sala donde haban estado

    reunidos los consejeros, cesaron instantneamente todas las conversaciones y un

    silencio sepulcral se apoder del ambiente y en el perfecto orden establecido en el

    protocolo cortesano, enfundados en sus negros ropajes, apenas aliviados por

    pequeas golillas blancas, entr en la sala el alto cortejo del Consejo de Estado,

    compuesto por todos los miembros de la Junta de Gobierno, encabezados por el

    cardenal Portocarrero, por los presidentes de los Consejos de Castilla, Aragn e

    Indias, por otras altas autoridades y por una representacin no muy nutrida de la

    Grandeza de Espaa. Llegados al centro de la sala y de frente a los escogidos

    asistentes que all aguardaban, se pronunci el tradicional Su Majestad ha muerto,

    frase de obligado pronunciamiento, preludio indispensable a los consabidos minutos

    de silencio.

    Transcurrido este breve lapso de tiempo, el anciano duque de Abrantes, se separ del

    grupo de consejeros y dirigi su caminar hacia los all reunidos, salud con la

    mirada y con leve inclinacin de cabeza al enviado francs, pero sin detenerse pas

    de largo y continu su camino, hasta llegar al lugar donde se encontraba el

    embajador del Emperador, par frente a l y con gran solemnidad y estudiada calma,

  • 35

    le mir a los ojos, le puso los brazos sobre sus hombros y con voz alta y pausada

    para que todos pudieran orle con claridad, le dijo: Oh seor, qu alegra! Oh

    seor, estoy contentsimo de que, para toda la vida!, contentsimo estoy de

    separarme de vos y de despedirme de la muy augusta casa de Austria! (Del libro

    Memoires Secrets de la Regence de Philippe, Duc DOrleans, de Louis de

    Rouvroy, duc de Saint-Simon).

    Por fin despus de tanta espera, tantas suposiciones y tantos rumores interesados, el

    testamento se hizo pblico y se desvel el tan guardado secreto, Carlos II haba

    nombrado heredero de todos sus reinos a Felipe de Anjou, nieto del rey francs y en

    las clusulas de su testamento, exiga a todos sus sbditos, le reconociesen como su

    legtimo rey, estableca que nunca se podra desmembrar parte alguna del imperio

    heredado y adems mantena como exigencia, la incompatibilidad del trono espaol

    con el francs. Una vez hecha pblica la real decisin, al da siguiente de haberle

    sido comunicadas todas las clusulas del testamento real, el conde de Blcourt

    emprendi viaje a Pars, para informar minuciosamente a su rey el contenido del

    legado y a su vez contestar personalmente a todos los requerimientos que le pudiera

    solicitar la expectante Corte de Versalles. Luis XIV recibi con gran satisfaccin la

    decisin tomada por el extinto monarca espaol, pero el Rey Sol sigui sin variacin

    alguna, todos los pasos especficos impuestos en sus normas diplomticas y mantuvo

    su tradicional costumbre, de ser slo l quien marcara los tiempos de la poltica

    francesa y aunque hizo llegar a su nieto el contenido ntegro del testamento de

    Carlos II, no le recibi oficialmente hasta el da 16 de Noviembre. Durante la

    reunin celebrada con el duque de Anjou, le transmiti su aceptacin a que ocupase

    el trono espaol, pero por su propio inters y en teora para cumplir una de las

    clusulas del testamento del ltimo rey de la casa de Austria, exigi a su nieto la

    obligacin ineludible de renunciar a sus derechos sucesorios al trono de Francia.

    Cumplimentada esta proposicin y algunas otras ms de menor cuanta y con la

    promesa de la prestacin de ayuda francesa siempre que la solicitase, qued cerrada

    la instauracin borbnica en el trono vacante. A partir de ese momento, el mismo

    duque de Blcourt regres a Madrid y comunic a la Junta de Estado la satisfaccin

    de Francia, porque miembros de una misma familia ocupasen los tronos de dos

    pases vecinos. Una vez cumplimentados todos los requisitos exigidos por el

    monarca francs, Felipe de Anjou inici su viaje a Espaa a donde lleg por la

    frontera de Bayona, el 22 de Enero de 1.701.

    Aunque los hechos posteriores parecieran indicar lo contrario, la subida de Felipe de

    Anjou al trono espaol fue pacfica y no tuvo problemas. En su recorrido desde

  • 36

    Bayona hasta Madrid, en todos los pueblos y ciudades por donde pasaba y en

    especial en aqullas donde pernoctaba, era acogido con grandes muestras de jbilo y

    simpata, tanto por parte de la nobleza como del pueblo. Este consenso en la

    aceptacin del nuevo rey se hubiera mantenido sin oposicin alguna, si no se

    hubieran alzado voces en Europa, preocupadas por la posible alianza de familia entre

    Francia y Espaa. El 18 de Febrero, el nieto de Luis XIV lleg a la capital del Reino,

    donde tambin fue recibido con grandes muestras de entusiasmo y fervor popular. El

    rey era muy joven, slo tena diecisiete aos, su aspecto era gentil y su figura

    galante, sus vestidos de seda, acordes con la moda francesa, contrastaban con los

    ropajes negros impuestos por las costumbres tradicionales de la casa de Austria y

    desde el carruaje donde viajaba, no dejaba ni un solo instante de corresponder con

    gran simpata a las aclamaciones de la muchedumbre. El aspecto saludable y amable

    ofrecido por el joven monarca, era completamente distinto a la figura enfermiza,

    triste y distante que presentaba el finado Carlos II, en sus contadas apariciones

    pblicas.

    A los pocos das de su llegada a Madrid, el duque de Anjou, fue entronizado por la

    Junta de Estado, como Felipe V de Espaa y aunque el recibimiento al nuevo

    monarca haba sido excepcional, el joven rey ansioso por gobernar, enseguida

    empez a intentar hacerse con las riendas del poder, pero dada su poca experiencia,

    no conocer a ninguno de los miembros del Consejo y no estar seguro en quien poda

    confiar, pronto comenz a encontrase slo, sin saber las mejores decisiones a

    adoptar y ante esta falta de ayuda que no supo encontrar y ni siquiera solicitar, le

    asaltaron grandes dudas sobre su preparacin para asumir el trono espaol y aunque

    esta situacin de desconfianza slo dur un breve perodo de tiempo, diversas

    circunstancias, como la soledad, el hallarse lejos de su patria y de sus amistades, el

    desconocimiento de los hbitos espaoles y sobre todo su extrema juventud,

    influyeron negativamente en su situacin anmica y aunque fuera transitoriamente,

    empez a sufrir algunas situaciones en las que se senta embargado por estados de

    tristeza y de melancola. Pero para su bien y en especial para el de su nueva patria,

    no cej en su afn de integracin y fue convocando sin prisas pero sin pausas a las

    distintas Cortes de los reinos hispanos, para recabar de ellas los consabidos y

    necesarios juramentos de fidelidad. Incluso las siempre difciles Cortes catalanas

    tambin le prestaron su solemne juramento sin presentar ningn problema. Durante

    su visita a Catalua, en un acto pactado con anterioridad y fijado para el da 3 de

    Noviembre, se encontr por primera vez con Mara Luisa de Saboya, designada para

    ser su futura esposa. La reunin mantenida entre ambos, fue a todas luces positiva y

  • 37

    el joven Felipe V result muy impresionado del donaire de la dama y segn cuentan

    los cronistas, desde ese mismo da se enamor de la futura reina de los espaoles.

    Tan tranquila y pacfica era la situacin en tierras hispanas, que el rey pudo celebrar

    tranquilamente sus esponsales y como seal inequvoca de la estabilidad existente en

    la pennsula, tenemos este ejemplo concreto, cuando los aliados afines a defender las

    pretensiones dinsticas del archiduque Carlos de Austria, al trono de los Reinos de

    Espaa, invadieron Italia, no hubo ningn tipo de problemas para que Felipe V

    dejara la corte de Madrid y se embarcara hacia Npoles, para tomar posesin de su

    herencia en tierras italianas. Muy a su pesar, a los tres meses escasos de su

    matrimonio, se vio obligado a dejar a la joven reina de Espaa con apenas trece aos

    de edad, como gobernadora y lugarteniente general del Reino, durante el tiempo que

    durara su ausencia.

    En los primeros meses de 1.702 se iniciaron los combates iniciales de la

    posteriormente conocida como Guerra de Sucesin Espaola, dur casi trece aos y

    sus resultados para la monarqua hispana fueron desastrosos, no slo por los

    territorios perdidos, sino tambin, porque toda esta sucesin de batallas en distintas

    partes de Europa y finalmente en nuestro suelo peninsular, dejaron a la nacin,

    exhausta, desangrada y con la obligacin de asumir el deber forzoso, de seguir sin

    ninguna otra opcin, el pupilaje impuesto por la poltica francesa. En Julio de este

    mismo ao, el rey recibi su bautismo de fuego en la batalla de Santa Vitoria, lugar

    muy prximo a Cremona, all se gan al apodo del Animoso por su valor y

    desprecio al fuego enemigo, ya que durante todo el combate no consinti en

    abandonar la primera lnea de fuego. Esta valerosa actuacin tambin la repiti un

    mes ms tarde, en la batalla de Luzzara y segn nos cuenta Carlos Martnez Shaw en

    su libro Felipe V y las Indias, cuando su entorno le repeta continuamente que se

    pusiera a cubierto y velara por su vida, el joven rey les respondi, Todos

    sacrifican por m su vida y esta es la ocasin de que la ma no quede reservada para

    mayor importancia.

    Pero mientras nuestro rey al frente de las tropas espaolas combata en Italia, su

    abuelo Luis XIV, tomaba durante ese mismo verano, la decisin de invadir los

    Pases Bajos y este hecho unilateral fue el desencadenante que generaliz la guerra

    en Europa y para desgracia de los contendientes, Flandes volvi a ser el campo de

    batalla, donde se desangraran las potencias europeas. Esta invasin francesa fue la

    causa principal, por la que se enfrentaron dos bandos muy bien definidos en un

    sangriento y costoso conflicto, que se extendi por todo el continente durante ms de

    diez aos. Uno de los bandos, estaba formado por Francia y su protegida Espaa,

  • 38

    obligados a enfrentarse a los ejrcitos de la Gran Alianza, coalicin constituida por

    Inglaterra, Holanda, Imperio Austriaco, Portugal y Saboya. Este macro

    enfrentamiento, no se puede decir se originara slo por una mera cuestin dinstica,

    pues fue Francia con su ambicin poltica, quien tuvo la mxima responsabilidad en

    que un simple conflicto hereditario entre dos casas reales del viejo continente,

    alcanzase un nivel generalizado de mbito europeo. Corrobora esta suposicin los

    comentarios del ya citado Antonio Domnguez Ortiz en su libro Sociedad y Estado

    en el siglo XVIII espaol: Una diplomacia ms prudente por parte del rey francs

    hubiera evitado la guerra. Para ello no bastaba con afirmar que Espaa y Francia

    seran Estados separados, haba que convencer a una Europa justamente recelosa,

    de que la independencia de Felipe V respecto a su abuelo, sera real, que los

    territorios europeos del imperio hispnico no seran mediatizados por Francia y

    que la nacin francesa, no pretenda disfrutar del monopolio del comercio de

    Indias, que segua siendo la ms importante fuente de aprovisionamientos de

    metales preciosos y por ello un motor tan indispensable para el desarrollo

    econmico, como lo es hoy el petrleo rabe. La historia de los decenios anteriores,

    dominados por la poltica agresiva de Francia, justificaba estos recelos.

    Confirmados estos temores, las dos potencias martimas Inglaterra y Holanda,

    decidieron juntar sus fuerzas contra la ambicin francesa, pero necesitaban la ayuda

    de una potencia continental, para poder disponer del necesario refuerzo terrestre.

    Este apoyo lo encontraron en Austria, a su vez deseosa de lograr el trono espaol

    para un miembro de su dinasta. Una vez se celebraron unas pocas y breves

    reuniones, el 7 de septiembre de 1.701, el emperador de Austria, el rey de Inglaterra

    y el representante de los Estados Generales de las Provincias Unidas de Holanda,

    firmaron sin grandes discusiones el Tratado de la Gran Alianza, al que

    posteriormente se sumaron Portugal y Saboya, al firmar con Inglaterra en 1.703 el

    Tratado de Mehuen.

    Como respuesta a esta invasin francesa de los Pases Bajos, la guerra se extendi a

    nuestro territorio peninsular. En el verano de 1.702 una escuadra aliada fue vista

    cerca de las costas gaditanas. El 23 de Agosto 30 navos ingleses y 20 holandeses,

    mandados por el almirante George Rooke, anclaron delante del Puerto de Santa

    Mara y al da siguiente desembarcaron parte de sus fuerzas de infantera, sin que los

    espaoles pudieran oponer resistencia alguna. La intencin original no era

    conquistar la plaza ni asentarse en la zona, sino atraerse a la poblacin practicando

    una poltica de respeto, al objeto de conseguir partidarios para el archiduque

    austriaco, pero el tiempo pasaba y la poblacin no se una a los invasores. Esta

  • 39

    situacin de indiferencia, slo generaba impaciencia en los mandos aliados y el

    general ingls duque de Ormond, muy impacientado cuando comprob la no

    consecucin de ningn avance poltico, decidi castigar a los habitantes y autoriz a

    sus tropas el pillaje de la ciudad. Pronto empezaron los saqueos a las viviendas de la

    poblacin y tambin a las iglesias y conventos y adems para mayor escarnio,

    durante el asalto autorizado a uno de estos recintos sagrados, los soldados ingleses

    cometieron diversos sacrilegios de muy distinta ndole. Tales actos provocaron la ira

    de los espaoles, con lo que se puso fin a cualquier clase de colaboracin. Ante la

    situacin originada por ellos mismos, por su prepotencia y desconocimiento de las

    costumbres del pueblo espaol, las tropas inglesas debieron regresar a sus barcos y

    abandonar la costa andaluza.

    Otro desgraciado episodio naval tuvo lugar en las costas gallegas, cuando la Armada

    de Indias en su viaje de regreso a Espaa, fue avisada de la presencia de la flota

    aliada en aguas de Cdiz y para eludir este encuentro tan peligroso, nuestra flota

    puso rumbo a Vigo para descargar all su preciada carga. Pero cuando los barcos

    anglo-holandeses, ya replegados de su fracasada misin en tierras gaditanas,

    conocieron la nueva ruta emprendida por los galeones espaoles, iniciaron la

    persecucin de la flota que regresaba de Indias. Como una muestra significativa de

    la situacin catica por la que atravesaba Espaa y la indiferencia y falta de

    profesionalidad en alguno de sus mandos, la Armada de los Galeones ante la

    conocida presencia de navos enemigos en nuestras aguas, no tom las precauciones

    necesarias, ni actu con la pericia requerida ante tamaa situacin y cuando el 23 de

    Octubre los buques aliados llegaron a la ciudad gallega, encontraron a la inmensa

    mayora de la flota anclada en la ra de Vigo, sin ni siquiera tomar la precaucin de

    guarecerse en el interior del puerto. Ante esta inimaginable situacin, procedieron

    los navos enemigos a bombardear a la flota sin prcticamente oposicin y

    hundieron varias naves espaolas en aquellas aguas poco profundas. Los

    historiadores no se ponen de acuerdo y optan por distintas teoras sobre cules

    pudieron ser las causas del desastre; si ya en aquellos momentos, los galeones

    estaban descargados y haban logrado vaciar sus bodegas, si la lenta burocracia fue

    responsable del retraso en retirar las mercancas de los barcos, si la culpa fue de las

    fortalezas defensivas de la ra, que no fueron capaces de rechazar el ataque enemigo,

    o como nos parece ms probable, si nuestra tradicional improvisacin cometi ms

    errores de los acostumbrados. El resultado fue el bombardeo impune a nuestra flota,

    el posterior hundimiento de muchos barcos y los Aliados gracias a esta absurda

  • 40

    operacin naval, lograron sin esfuerzo hacer desaparecer casi totalmente de los

    mares, a la antao poderosa Armada espaola.

    Mencin aparte, merece el episodio ms doloroso de estos primeros ataques navales

    a las costas espaolas y cuya huella an perdura. El 1 de Agosto de 1704, otra

    escuadra anglo-holandesa, mandada en esta ocasin por el prncipe de Darmstadt,

    fonde al sur de la pennsula frente a Gibraltar. El almirante de la flota envi un

    emisario a la plaza, invitando a la guarnicin a proclamar al archiduque Carlos de

    Austria rey de Espaa. El gobernador de la plaza, don Diego de Salinas, rechaz la

    proclama y se dispuso a defender la ciudad a pesar de contar con una guarnicin de

    slo 70 soldados. La respuesta aliada no se hizo esperar y pocos das ms tarde, el 4

    de Agosto, iniciaron el bombardeo naval de las defensas del castillo, al que sigui el

    desembarco de ms de 4.000 hombres de infantera. Tras presentar una resistencia

    intil, los defensores capitularon con condiciones honorables para la guarnicin y

    para las vidas y propiedades de los habitantes de la zona. La prdida de Gibraltar

    result ser muy peligrosa para los intereses hispanos, pues aunque en repetidas

    ocasiones se intent reconquistar la plaza, a la postre todos los asedios se debieron

    levantar, ante la imposibilidad de tomar por tierra una fortaleza, que dispona de un

    permanente apoyo por mar, muy bien controlado por los navos anglo-holandeses de

    la Gran Alianza. Aqu en este punto terminaremos de relatar ms episodios de la

    Guerra de Sucesin Espaola, pues siguiendo los avatares de la vida de Blas de

    Lezo, podremos seguir todo el desarrollo de la misma. Queremos hacer notar que

    con slo quince aos y como guardiamarina, particip en las batallas navales ms

    cruentas de esta absurda guerra entre hermanos.

    La marina espaola en el siglo XVIII

    Las nuevas tcnicas de construccin naval y el diseo de buques ms veloces, ms

    maniobreros y fuertemente artillados, marc el final de la era de los galeones y abri

    las puertas a las nuevas naves de combate, entre las distintas embarcaciones

    diseadas para lograr el dominio de las aguas, es obligado destacar a los nuevos

    reyes del mar, los poderosos navos de lnea y sus acompaantes las grandes

    fragatas. Durante el siglo anterior, los autnticos dominadores del mar fueron los

    galeones, buques construidos como verdaderas fortalezas flotantes y aunque eran

    lentos y de escasa maniobrabilidad, siempre bien apoyados en su podero naval,

    controlaron y protegieron la prctica totalidad de las rutas martimas. Estos grandes

    barcos, eran muy difciles de hundir en combate y su consecucin era casi siempre

    fruto del azar, pues dada la gran cantidad de madera empleada en su construccin, su

  • 41

    ndice de flotabilidad era muy elevado. Las nicas alternativas reales para hundirles,

    consistan en lograr incendiar la nave, gracias al impacto de una bala roja o

    incendiaria y que simultneamente su tripulacin estuviera enzarzada en un combate

    extremo y no pudiera dedicar los hombres necesarios para apagar un fuego todava

    en grado incipiente, o tambin era posible enviar al fondo del mar a un barco de

    estas caractersticas, si se daba el caso afortunado de alcanzar directamente al galen

    en la Santa Brbara y al explosionar la plvora all almacenada, la deflagracin

    consiguiente, adems de destrozar la nave, provocara un incendio total de la misma.

    Aunque los galeones eran de lento navegar y poco maniobreros, sus bandas y sus

    castillos de proa y popa, estaban fuertemente artillados y al disponer de espacio

    suficiente gracias a su gran manga, su potencia de fuego era muy superior a los

    primeros prototipos de futuros navos de lnea, diseados para ser ms veloces y

    maniobreros. Pero cuando en los ltimos aos, estos prototipos incrementaron su

    tonelaje y les acoplaron los ltimos avances artilleros, logrados en las primeras

    dcadas del siglo XVIII, se hizo a la mar una nueva generacin de buques de guerra,

    que marcaron de forma irreversible el declinar de los galeones, obligndoles a ceder

    su largo dominio de los mares.

    Todos los datos que disponemos en la actualidad, coinciden y confirman el

    lastimoso estado de la Marina Espaola a finales del siglo XVII. Las cifras ms

    optimistas sobre el potencial de nuestra flota, aseguran que slo la constituan 17

    galeones, 8 fragatas, 4 brulotes y 7 galeras. Pero el desastroso bombardeo anglo-

    holands de 1.702 en Vigo, redujo an ms nuestro potencial martimo y Espaa a

    partir de entonces, ya no pudo contar con una marina que mereciese tal nombre,

    pues en la pennsula slo estaba operativo un solo buque de guerra, al que tan slo se

    podan aadir algunas viejas galeras y galeazas slo operativas para misiones de

    vigilancia en el Mediterrneo Occidental. Este compendio de buques indicaba bien a

    las claras, cul era nuestra verdadera situacin naval, que adems se haca cada vez

    ms crtica conforme avanzaba la guerra de Sucesin. Pero lo ms dramtico de esta

    carencia de efectivos navales era la imposibilidad absoluta, de recuperar las bajas

    habidas en nuestra escuadra, ocasionadas por una serie de circunstancias, cuyo

    origen como siempre se hallaba en nuestra perenne improvisacin. Aunque cueste

    creerlo, no disponamos de astilleros navales cualificados, unos eran obsoletos y

    otros estaban cerrados, faltaban marineros preparados y sobre todo, cualquier

    iniciativa nueva, estaba atenazada por una total penuria financiera. Como ndice

    significativo diremos, que en 1705 se dedicaron menos de 900.000 reales a toda esta

    clase de actividades. Las comunicaciones con las Indias y las operaciones navales,

  • 42

    como los sitios de Barcelona en 1705 y 1714, slo se pudieron hacer gracias a la

    ayuda de la escuadra francesa, prestacin nunca desinteresada.

    El rey Felipe V y su gobierno estaban plenamente convencidos, de la necesidad

    imperiosa de mejorar o mejor dicho de crear una nueva marina, ya que en todos los

    estamentos del Estado, se consideraba vital su construccin como un elemento

    necesario para la seguridad de un reino de costas tan dilatadas y de tantas y tan

    lejanas colonias. Ante la urgencia de esta necesidad, en el ao 1708 se cre una

    Junta encargada de estudiar este gravsimo problema, pero slo una vez alcanzada la

    paz, se pudo iniciar este proyecto. El conde de Bergeyck y posteriormente Orry y

    Bernardo Tinajero de la Escalera, se consagraron nica y exclusivamente a

    desarrollar esta misin y como primera providencia, se decidi comprar buques en el

    extranjero, mientras a la vez se ordenaba iniciar la construccin de seis barcos en los

    astilleros de Vizcaya, finalmente aos ms tarde, se dictaron por fin las normas

    necesarias para la creacin de arsenales y escuelas encargadas de la formacin de

    oficiales. Una Real Cdula de 21 de Febrero de 1714, unific la jerarqua naval y

    elimin en gran parte las graduaciones particulares de las distintas escuadras

    regionales, pues es conveniente recordar, que hasta entonces, la antigua y ya

    desaparecida marina espaola, haba estado formada en base a los diversos barcos de

    guerra aportados por los distintos reinos peninsulares. Sin embargo, estas marinas

    regionales, en teora ya reagrupadas en 1708 en una terica Armada Real, no

    desaparecieron por completo y subsistieron de manera autnoma hasta 1748, como

    ocurri con la Escuadra de las Galeras del Mediterrneo y con la Armada de

    Barlovento, una con base en la pennsula y otra en las Indias occidentales. En el

    mismo ao, el 30 de Noviembre, se fund la Secretara de Estado de Marina, con la

    misin de proporcionar el armazn administrativo, promulgado como primera

    providencia, con el objetivo primordial de conformar la tan necesaria restauracin

    naval.

    A pesar de la penuria financiera, a causa de los escasos fondos disponibles y de las

    grandes dificultades a superar, cuando se empez a desarrollar un proyecto tan

    importante, como la creacin y puesta en servicio de una nueva marina de guerra,

    debemos resaltar la firmeza mostrada por el gobierno espaol, se mantuvo firme en

    sus intenciones y persever en la consolidacin de su objetivo. Se consiguieron una

    decena de buques, ya fuera por medio de compras a genoveses y holandeses o

    construyendo nuevos barcos en Pasajes, Santander, Orio y San Feli de Guixols.

    Estas primeras tentativas para reflotar a la marina de guerra, resultaron insuficientes,

    porque los trabajos a desarrollar en el sector naval eran enormes, no se dispona ni

  • 43

    de unos astilleros suficientemente modernizados ni tampoco de arsenales y para

    nuestra desgracia tambin carecamos de materias primas, equipamientos adecuados

    y hombres con la suficiente experiencia profesional. A todo este conjunto de factores

    negativos, debi hacer frente, con un tesn y una capacidad organizativa

    insospechada, el confesor de la reina, el abate Alberoni, quien posteriormente tuvo el

    honor de alcanzar el capelo cardenalicio. Esta figura eclesistica era buen sabedor,

    que para el desarrollo de sus proyectos polticos, era indispensable tener a

    disposicin una marina poderosa y como careca de los imprescindibles

    conocimientos navales para alcanzar el xito en esta difcil misin, tuvo la enorme

    suerte de buscar y encontrar en don Jos Patio, un colaborador eminente, capaz de

    desarrollar y poner a punto sus ambiciosos planes. Constatadas las grandes dotes

    personales de este importante colaborador, el 28 de Enero de 1717, el cardenal

    nombr a Patio, Intendente General de la Marina y Presidente del Tribunal de la

    Contratacin y le adjudic a la vez, en concordancia con su nombramiento, unos

    poderes lo suficientemente amplios, para desarrollar sin trabas burocrticas, las

    importantsimas funciones encomendadas. Estas concesiones, imprescindibles para

    poder llevar a buen puerto su misin, fueron necesarias para salvaguardar el poder

    operativo de este gran funcionario y para de este modo, eliminar los posibles

    obstculos con que se pudiera encontrar en aquella parte de su trabajo, pendiente de

    las autorizaciones a conceder por la lenta Administracin espaola. Para cumplir con

    su encargo, Patio slo deba materializar la idea, que desde haca muchos aos,

    siempre haba bullido en su mente, nunca es efectiva una marina, si la industria

    nacional no es capaz de suministrarle cuanto ha de menester.

    Desde los primeros das de ser designado en su cargo, el nuevo Intendente General

    despleg una actividad asombrosa. Su primera accin y con carcter de urgencia, se

    centr en dotar al personal de marina, de las bases institucionales y formativas no

    disponibles en nuestra patria, esta carencia obligaba a muchos jvenes con vocacin

    marinera, a realizar sus estudios y prcticas de guardiamarinas en escuelas

    extranjeras, casi siempre en la base francesa de Toln. En menos de dos aos, a

    finales de 1718 fund en Cdiz la Escuela de Guardiamarinas, destinada a ser el

    futuro vivero de los nuevos oficiales de la Armada. De este modo, con la creacin de

    esta escuela de oficiales, sustituy a todos aquellas academias regionales, donde

    nuestros jvenes aspirantes a marinos slo reciban una formacin incompleta, ya

    que en general finalizaban sus estudios con una gran carencia de conocimientos

    prcticos de navegacin y de preparacin artillera. La fundacin de todas estas

  • 44

    escuelas regionales, donde hasta el momento se haban formado nuestros marinos de

    guerra, se remontaba a la segunda mitad del siglo anterior.

    Si exceptuamos a los pilotos, que adquiran sus conocimientos de navegacin en el

    clebre Colegio de Navegacin de San Telmo de Sevilla, casi todos los oficiales de

    mar eran escogidos en general, por los Capitanes de Maestranza de los Arsenales,

    quienes por costumbre los seleccionaban entre los mejores marineros de la zona.

    Pero debido al carcter delicado y peligroso de las mltiples tareas a las que deban

    hacer frente y sobre todo a la insuficiencia de los sueldos en vigor, resultaba ser una

    operacin dificilsima, reclutar en calidad y cantidad a esta peculiar oficialidad, por

    lo que el nmero de hombres adscritos a la marina, era siempre notablemente

    inferior, al nmero previsto en las ordenanzas navales. Este continuo dficit de

    oficiales, tuvo consecuencias muy negativas para el mantenimiento y

    maniobrabilidad de los barcos de guerra de la marina espaola. A la vista de esta

    situacin, Patio remodel el Cuerpo General de los oficiales de marina, al crear

    simultneamente el nuevo estamento de los Administradores de Marina, cuerpo

    ligado al ministerio del mismo nombre, adems reglament la infantera y artillera

    de marina y mejor con creces el reclutamiento de la marinera. Tambin en las

    mismas fechas, instituy la Comisara de Ordenacin y Contadura de Marina y

    aunque en teora pareciera que con la creacin de todas estas unidades de formacin

    y control, el peso burocrtico establecido representara un factor negativo para el

    desarrollo de nuestro flota, en un breve espacio de tiempo, los hechos demostraron

    cun bien estaba estudiado todo el plan general establecido por Patio, pues adems

    de no retardar ninguno de los proyectos iniciados, los resultados alcanzados con esta

    profesionalizacin de la marina de guerra, dieron en pocos aos los frutos

    apetecidos.

    Terminada esta fase preliminar, Don Jos Patio empez a poner en marcha su idea

    ms personal, basada en la necesidad imprescindible de relanzar a nuestra marina de

    manera autnoma Propuso emprender la reorganizacin de las industrias navales

    auxiliares y la modernizacin de los astilleros, para con la puesta en servicio de estas

    nuevas normas, disponer por ellos mismos, de la capacidad suficiente para iniciar la

    construccin de nuevos y modernos navos, tarea que exiga tiempo y una inversin

    abundante de medios. Pero por desgracia, esta vez ni siquiera pudo iniciar su tan

    deseado proyecto, Alberoni obsesionado por la apertura de la poltica real en Italia y

    movido por su impaciente ambicin, no le permiti poner en marcha este gran

    proyecto cvico militar. Patio totalmente contrario a estas ideas expansionistas y a

    su parecer apresuradas, present la dimisin de su cargo, pero al no ser aceptada por

  • 45

    su directo superior, por fidelidad al cardenal y en contra de sus pensamientos, debi

    seguir en su cargo renunciando a sus planes ms deseados y con una lealtad y un

    celo admirable se dedic en cuerpo y alma a preparar las expediciones de Cerdea y

    Sicilia. Para cumplir, en contra de su voluntad, con esta azarosa misin directamente

    encomendada, no tuvo ms alternativa que comprar a genoveses y holandeses un

    limitado nmero de buques mercantes, para posteriormente en nuestros obsoletos y

    mal preparados arsenales, intentar transformarlos y artillarlos medianamente y en

    teora intentar creer, que estos anticuados barcos est