Maine entra en la rada habanera el 25 de enero de 1898. Aires de...

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68 5 de enero de 2018 E NERO parecía un mes propicio para las gamberradas de los integristas, aquellos espaæoles fanÆticos que pretendían mantener a sangre y fuego el colonialismo en Cuba. El aæo 1898 no fue la excepción. Ante la implantación del rØgimen au- tonómico, que daba al archipiØlago antillano una farsa de autogobierno, calcando los desmanes de los volun- tarios en 1869, cuando al decir de un poeta, las calles de La Habana al sa- lir el sol, era un reguero de sesos, el 12 de enero de 1898 turbas de penin- sulares vociferantes, encabezados por militares, provocaron grandes desórdenes en la ciudad. Atacaron ór- ganos de prensa, destruyeron propie- dades, acosaron hogares cubanos. Los amotinados decían salva- guardar la integridad nacional es- CUBA 1898 Aires de guerra imperialista Cuando a Espaæa le era imposible vencer por la vía militar a los mambises, Estados Unidos halla un pretexto para intervenir en la guerra del 95 Por PEDRO ANTONIO GARC˝A paæola, subterfugio al que aœn hoy día apelan algunos en la península, pero en realidad defendían sus pre- bendas y fueros. Varios periódicos fueron objeto de su ira: El Recon- centrado, La Discusión e increíble- mente El Diario de La Marina, abiertamente pro-espaæol, pero con un director suficientemente sagaz para comprender que le era impo- sible a Madrid ganar la guerra y apostaba inteligentemente a otros mØtodos con vistas a frustrar la in- surrección independentista. Alari- dos de ¡Muera la autonomía! ¡Viva Weyler!, inundaron la vía pœblica. Para la política apaciguadora de Ra- món Blanco, marquØs de Peæa Pla- ta y capitÆn general de la corona en la Isla, los desórdenes significaban un duro golpe. Increíblemente, el militar espaæol consideraba erróneamente, como al- gunos historiadores peninsulares aæos despuØs, que entonces se estaba generando la descomposición en las filas enemigas y que todo hacía pre- sagiar una paz próxima, por lo que estas revueltas iban a reanimar el espíritu decaído de los rebeldes. Algo difícil de entender, ante la creciente ofensiva de Calixto García en el orien- te, la reorganización de las unidades mambisas en el occidente, que man- tenían un hostigamiento continuo a las fuerzas hispanas, y la permanen- cia de MÆximo Gómez en La Refor- ma, vencedor de Weyler y del propio Blanco en sus fracasadas operacio- nes de exterminio. El CapitÆn Gene- ral, en franco estado de depresión, acusaría ante la reina regente María Cristina a los partidarios de Weyler y el partido Unión Constitucional como los causantes del motín. La orden de Madrid fue terminante: represión con mano dura, aunque fuese contra personas significativas y de alta posición. Y los integristas conocieron las cÆrceles colonialistas. De paso, se implantó la total censura militar a la prensa. Espaæa en llamas Si con 200 000 soldados y un presu- puesto colosal Weyler no había podi- do contener la insurrección en 1896, pensar que con una Espaæa que ya había gastado hasta la œltima peseta y el œltimo soldado 317 000 entre 1895 y 1897, es decir, casi toda la joven ge- neración de la Øpoca, se podía ga- nar militarmente la guerra es una abstracción sin sentido. Blanco infor- maba al ministro de Ultramar, Segis- mundo Moret, que al asumir la gober- nación de la colonia, he encontrado un ejØrcito de cadÆveres, agotados y anØmicos, sin fuerzas ni para soste- ner el fusil. Obligado a iniciar la re- patriación de unos 5 000 hombres mensualmente, calculaba mÆs de 36 000 en hospitales. Para reunir 2 000 hombres, apun- taba, era necesario juntar 10 batallo- nes, tan diezmados se hallaban estos. Solo se contaba con unos 89 000 hom- bres aptos disponibles. Preocupada con estas cifras, la reina regente Ma- ría Cristina decretó el indulto de pre- El Maine entra en la rada habanera el 25 de enero de 1898. Autor no identificado

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  • 68 5 de enero de 2018

    E NERO parecía un mes propicio para las gamberradas de los integristas, aquellos españolesfanáticos que pretendían mantenera sangre y fuego el colonialismo enCuba. El año 1898 no fue la excepción.Ante la implantación del régimen au-tonómico, que daba al archipiélagoantillano una farsa de autogobierno,calcando los desmanes de los volun-tarios en 1869, cuando al decir de unpoeta, las calles de La Habana al sa-lir el sol, era un reguero de sesos, el12 de enero de 1898 turbas de penin-sulares vociferantes, encabezadospor militares, provocaron grandesdesórdenes en la ciudad. Atacaron ór-ganos de prensa, destruyeron propie-dades, acosaron hogares cubanos.

    Los amotinados decían salva-guardar la integridad nacional es-

    CUBA 1898

    Aires de guerraimperialistaCuando a España le era imposible vencer por la víamilitar a los mambises, Estados Unidos halla un pretextopara intervenir en la guerra del 95

    Por PEDRO ANTONIO GARCÍA

    pañola, subterfugio al que aún hoydía apelan algunos en la península,pero en realidad defendían sus pre-bendas y fueros. Varios periódicosfueron objeto de su ira: El Recon-centrado, La Discusión e increíble-mente El Diario de La Marina,abiertamente pro-español, pero conun director suficientemente sagazpara comprender que le era impo-sible a Madrid ganar la guerra yapostaba inteligentemente a otrosmétodos con vistas a frustrar la in-surrección independentista. Alari-dos de ¡Muera la autonomía! ¡VivaWeyler!, inundaron la vía pública.Para la política apaciguadora de Ra-món Blanco, marqués de Peña Pla-ta y capitán general de la corona enla Isla, los desórdenes significabanun duro golpe.

    Increíblemente, el militar españolconsideraba erróneamente, como al-gunos historiadores peninsularesaños después, que entonces se estabagenerando la descomposición en lasfilas enemigas y que todo hacía pre-sagiar una paz próxima, por lo queestas revueltas iban a reanimar elespíritu decaído de los rebeldes. Algodifícil de entender, ante la crecienteofensiva de Calixto García en el orien-te, la reorganización de las unidadesmambisas en el occidente, que man-tenían un hostigamiento continuo alas fuerzas hispanas, y la permanen-cia de Máximo Gómez en La Refor-ma, vencedor de Weyler y del propioBlanco en sus fracasadas operacio-nes de exterminio. El Capitán Gene-ral, en franco estado de depresión,acusaría ante la reina regente MaríaCristina a los partidarios de Weylery el partido Unión Constitucionalcomo los causantes del motín. Laorden de Madrid fue terminante:represión con mano dura, aunquefuese contra personas significativasy de alta posición. Y los integristasconocieron las cárceles colonialistas.De paso, se implantó la total censuramilitar a la prensa.

    España en llamas

    Si con 200 000 soldados y un presu-puesto colosal Weyler no había podi-do contener la insurrección en 1896,pensar que con una España que yahabía gastado hasta la última pesetay el último soldado 317 000 entre 1895y 1897, es decir, casi toda la joven ge-neración de la época, se podía ga-nar militarmente la guerra es unaabstracción sin sentido. Blanco infor-maba al ministro de Ultramar, Segis-mundo Moret, que al asumir la gober-nación de la colonia, he encontradoun ejército de cadáveres, agotados yanémicos, sin fuerzas ni para soste-ner el fusil. Obligado a iniciar la re-patriación de unos 5 000 hombresmensualmente, calculaba más de36 000 en hospitales.

    Para reunir 2 000 hombres, apun-taba, era necesario juntar 10 batallo-nes, tan diezmados se hallaban estos.Solo se contaba con unos 89 000 hom-bres aptos disponibles. Preocupadacon estas cifras, la reina regente Ma-ría Cristina decretó el indulto de pre-

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    sidiarios, desertores y prófugos siprestaban servicio militar en Cuba.

    Tales apreciaciones coincidían conel informe al presidente MateoSagasta de José Canalejas, un políti-co español que había cambiado sucondición de experimentado miem-bro de varios gabinetes de Gobiernopor el de militar y había combatidocontra los mambises en 1897. El ex-ministro alertaba sobre la pujanza dela rebeldía en Oriente y Camagüey,incluso calificaba al este de la Islacomo un verdadero Estado de Cuba,donde España solo ostentaba sobera-nía en algunas ciudades, mientras losinsurrectos dominaban las principa-les vías de comunicación y transpor-te. Mencionaba en esa zona la exis-tencia de una fuerza insurrecta decerca de 10 000 hombres muy bieninstruidos y armados, aparte deun gran contingente de irregulares.Entre los mambises, consignaba,se hallaban cientos de desertorespeninsulares, armados con los mis-mos máuseres que les entregaron enel Ejército colonial, quienes caíancomo fieras sobre sus antiguos com-pañeros.

    Canalejas no especificaba que esosdesertores pertenecían a etnias ibé-ricas que no se sentían españolas,Tampoco mencionaba que entre Pi-nar del Río y la trocha Júcaro-Morón,unos 10 000 mambises desafiabantambién la soberanía madrileña,como hacía por ejemplo Máximo Gó-mez en La Reforma.

    El informe de Canalejas, por su-puesto, fue desestimado en Madrid.

    Los temoresde Máximo Gómez

    En su invicto campamento de La Re-forma, el generalísimo Máximo Gó-mez insistía en que el esfuerzo cuba-no bastaba para liberar Cuba y no eranecesaria una intervención foráneala cual solo serviría para mediatizarla guerra. Preocupado por aisladoscriterios que se manejaban en laemigración, le precisaría en variascartas a Estrada Palma, entonces De-legado del Partido RevolucionarioCubano (PRC), digo a los nuestros,no hay que apurarse, lo principal esnuestro, la Isla y el tiempo Trabajeusted y sus compañeros con calma ysin apuros para que bien pasados losasuntos, todo salga derecho.

    También le preocupaban el expan-sionismo estadounidense y las noti-

    cias recibidas desde Washington.Por ello le escribiría a finales de 1897al recién estrenado capitán generalpeninsular Blanco: España no debepermitir que Cuba deba su indepen-dencia, ni poco ni mucho, a favoresextraños. Pero ni el marqués dePeña Plata ni el Estado español con-sideraron tal sugerencia. En su tor-pe y miope orgullo colonialista, to-davía soñaban con una solución alo Zanjón.

    El Maine surto en puerto

    La política de Reconcentración ejecu-tada por Weyler a partir de 1896 lehabía puesto al naciente imperialis-mo estadounidense en bandeja deplata el pretexto para una posible in-tervención en la Isla. Los periódicossensacionalistas, con William Ran-dolph Hearst a la cabeza, arreciarondesde inicios de 1897 una campañamediática a favor de una intromisiónen la contienda cubana. Para colmola corrupción de las autoridadescoloniales, al desviar hacia estable-cimientos comerciales habanerosparte de la ayuda humanitaria en-viada por instituciones de Nortea-mérica a los reconcentrados, creóaún más la animadversión del pue-

    blo estadounidense contra la monar-quía ibérica.

    Ya a inicios de 1898 estaban crea-das las condiciones para la interven-ción norteña, según sus partidariosen Washington. No por gusto Hearsthabía enviado corresponsales a LaHabana para reportar la inminenteguerra. Uno de ellos, al ver que nadase producía, solicitó mediante telegra-ma su retorno a casa. La respuestadel magnate mediático es antológica:Ruégole seguir allí. Dé fotografías.Yo daré guerra.

    Los desórdenes del 12 de enero ledieron al naciente imperialismo unnuevo pretexto. Un enconado debateal respecto suscitó en la Cámara deRepresentantes norteña. La mociónde reconocer la beligerancia a losmambises pudo ser bloqueada porestrecho margen y solo gracias a laintervención de la administraciónMcKinley. No obstante, la bancadadel Partido Republicano sugirió quedentro de la plataforma política de esaorganización se incluyera el derechode Cuba a la independencia.

    El 24 de enero de 1898 el capitánde navío Charles D. Sigsbee, coman-dante del acorazado Maine, recibióla orden de partir hacia La Habana.

    Máximo Gómez insistía en que el esfuerzo cubano bastaba para liberar Cuba y no eranecesaria una intervención foránea.

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    Washington justificaría ese viajecon un deseo de celebrar las buenasrelaciones existentes con España.Con ese supuesto gesto de amistadpretendían reiniciar una costumbreque, lamentablemente, se había inte-rrumpido tres años atrás. A mediamañana del día siguiente, la nave ago-rera navegaba a través del canal delpuerto habanero, hacia la boya nú-mero 4, donde echó el ancla.

    El buque, cuyo segundo al mandoera Richard Wainwright, exjefe de laOficina de Inteligencia Naval de losEE.UU., contaba con 24 oficiales másy 328 alistados, de los cuales 60 eranafrodescendientes, ayudantes demantenimiento y cocina, pues la ma-rinería procedía mayoritariamentede los países escandinavos, Alemaniae Irlanda.

    En sus tres semanas de permanen-cia en la rada habanera, a la tropa solose le había permitido desembarcaruna vez; los oficiales tenían limita-do el bajar a tierra y únicamente po-dían hacerlo vestidos de civiles. Elbuque siempre se mantenía con lascalderas encendidas, en espera de unacontingencia.

    El pretexto

    El 15 de febrero de 1898, una explosiónconmocionó a la ciudad. Se agrie-taron paredes y espejos, añicos sehicieron los vitrales de las casas ale-dañas a la bahía. En la mente de los

    habaneros de entonces perduraríala imagen de los pedazos de piezasde artillería y artefactos no identifi-cados diseminados por la costa, y lallegada al muelle de 10 marinos, he-ridos y en paños menores, quienesnadaron unos 500 metros, sorteandocadáveres, para llegar a tierra.

    De los 328 alistados del Maine,murieron inmediatamente 254, entreellos dos oficiales (la cifra se supo aldeducir los sobrevivientes), aunque

    seis heridos fallecieron después.Todos los oficiales se hallaban a bor-do cuando la explosión, incluyendoal capitan Sigsbee y al segundo de abordo, Wainwright, menos tres quecenaban en un buque cercano. Segúndocumentos de la Marina yanqui,consultados por el historiador Tho-mas Allen, solo 22 afrodescendientesmurieron.

    En los primeros momentos, hastalos burócratas de Washington estima-ron accidental la causa de la explo-sión. El cónsul Lee informó a sussuperiores que el origen era fortuitoy la posible causa, el calentamientode las municiones, almacenadas cer-ca de los pañoles de carbón. El secre-tario de Marina, Long, lo calificó deun hecho casual y hasta un vocero dela Casa Blanca coincidió con él.

    Los millonarios de Wall Street yHearst opinaban distinto. En la edi-ción del 17 de febrero, en el New YorkJournal, el magnate mediático acu-saba: La destrucción del Maine fueobra del enemigo. En una ilustra-ción podía verse una mina españolaunida por cables a tierra. Pulitzer,en el New York World, lo secundabaen su campaña.

    Rápidamente, tanto EE.UU. comoEspaña designaron comisionesinvestigativas para esclarecer lascausas de la explosión. Pero todacolaboración conjunta estaba con-denada al fracaso. Aparte de lassuspicacias lógicas entre ibéricos y

    En el informe del general Blanco al Ministerio de Ultramar se consignaba que solo unos89 000 hombres, de los 300 000 que España había enviado a Cuba, estaban aptos paracombatir.

    Al este de la trocha, mambises muy bien instruidos y armados desafiaban la soberaníaespañola.

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    EFEMÉRIDESDE FEBRERO

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    norteños, los comisionados yanquispronto comprendieron que Was-hington no quería la verdad, sino unpretexto para declararle la guerraa España.

    Todavía ambas comisiones anali-zaban los restos del Maine e interro-gaban testigos, cuando el presidenteMcKinley elevó una ley al Congresocon el fin de destinar un presupuestomillonario para la adquisición de bu-ques y el aumento de efectivos en elEjército. Ambas cámaras la aproba-ron por unanimidad. Hearst atizabael chovinismo y bajo el titular Re-member the Maine, publicaba cartasapócrifas de adolescentes que queríanir a pelear a Cuba.

    El 10 de abril, el cónsul Lee y losúltimos estadounidenses residentesen Cuba abandonaron la Isla. Entre-tanto, McKinley, en su mensaje al Con-greso, reconocía que la ComisiónInvestigadora no había podido con-cretar responsabilidades en la vola-dura. Pero a continuación afirmaba:

    La verdadera cuestión se centraen que la destrucción nos muestraque España ni siquiera puede ga-rantizar la seguridad de un buquenorteamericano que visita La Ha-bana en una legítima misión de paz.

    En respuesta al Presidente, elCongreso aprobó una resoluciónconjunta en la cual exigía la renun-cia de España a su soberanía sobreCuba y autorizaba a la Casa Blancaa emplear la fuerza si fuese necesa-rio. El 21 de abril, Washington yMadrid rompían relaciones diplo-máticas. Se iniciaba así, al decir deLenin, la primera guerra imperia-lista de la época moderna. Y Hearstcumplió su promesa.

    Fuentes consultadasLos libros Cuba, la forja de una nación,de Rolando Rodríguez; La guerra his-pano-cubano-norteamericana y el sur-gimiento del imperialismo yanqui, dePhilip Foner, y La explosión del Maine,de Gustavo Placer.

    PRIMERA QUINCENA

    4 (1923) Nace el revolucionario Ál-varo Barba, destacado líder estudian-til que ocupó la presidencia de la FEUy desde 1952 se opuso a la tiraníabatistiana.mmmmmmmmmmmmmANIVERSARIO 95.

    7 (1958) Ase-sinado el jovenrevolucionario Ge-rardo Abreu, Fon-tán, uno de losprincipales jefesdel Movimiento26 de Julio en lacapital. ANIVERSARIO 60.

    8 (1958) Desembarcan por Nuevi-tas combatientes del Directorio Re-volucionario para incorporarse a laguerrilla en el Escambray.mmmmANIVERSARIO 60.

    10 (1878) Firma del Pacto delZanjón.mmmmmmmmmmmmmmANIVERSARIO 140.

    11 (1958) Asesinada por la Policíabatistiana la joven Aleida FernándezChardiet.mmmmmmmmmmmmmANIVERSARIO 60.

    12 (1898) Herida gravemente lamambisa Isabel Rubio. Muere tresdías después.mmmmmmmmmmANIVERSARIO 120.

    13 (1848) NaceCarlos Baliño, fun-dador del PartidoRevolucionario Cu-bano junto conMartí y del primerPartido Comunistade Cuba, junto aMella.aaammmmmmmmmmmmANIVERSARIO 170.

    13 (1958) La tira-nía batistiana ase-sina al exalcaldede Manzanillo y mi-litante comunistaPaquito Rosales.ANIVERSARIO 60.

    14 (1843) Nace el general mambíDonato Mármol.mmmmmmmmmmANIVERSARIO 175.

    La prensa amarilla estadounidense no vacilaba en atizar la guerra imperialista.

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