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Madame Bovary Tercera Parte Por Gustave Flaubert

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MadameBovaryTerceraParte

Por

GustaveFlaubert

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CAPÍTULOPRIMERO

ElseñorLeón,mientrasestudiabaDerecho,habíafrecuentadobastante la«Chaumière», donde llegó a obtenermuy buenos éxitos con lasmodistillas,que le encontraban «un aire distinguido». Era el más decente de losestudiantes:nollevabaelpelonimuylargonidemasiadocorto,nosegastabaelprimerodemeseldinerodesutrimestre,ymanteníabuenasrelacionesconsusprofesores.Encuantoahacerexcesos, siempresehabíaabstenido, tantoporpusilanimidadcomopordelicadeza.

Amenudo, cuando se quedaba leyendo en su habitación, o bien sentadoporlatardebajolostilosdelLuxemburgodejabacaerelCódigoenelsuelo,yle asaltaba el recuerdo de Emma. Pero poco a poco este sentimiento sedebilitó, y otras ansias se acumularon encima, aunque persistía, a pesar detodo, a través de ellas, pues León no perdía las esperanzas y había para élcomounapromesainciertaquesehacíaenelporvenir,comounafrutadoradacolgadadealgúnfollajefantástico.

Después,alverladenuevoalcabodetresañosdeausencia,supasiónsedespertó.

Había que decidirse, por fin, pensó, a querer poseerla. Por otra parte, sutimidez se había gastado al contacto con compañías alocadas y volvía aprovincias,despreciandotodoloquenopisabaconunpiecharoladoelasfaltodelbulevar.Alladodeunaparisinaconencajes,enelsalóndealgúndoctorilustre, personaje condecorado y con coheche, el pobre pasante, sin duda,hubiese temblado como un niño; pero aquí, enRouen, en el puerto, ante lamujer de aquel medicucho, se sentía cómodo, seguro por anticipado dedeslumbrarla. El aplomo depende de los ambientes en que uno está; no sehablaenelentresuelocomoenelcuartopiso,ylamujerricaparecetenerasualrededor,paraguardarsuvirtud,todossusbilletesdebancocomounacorazaenelforrodesucorsé.

Aldejar la vísperapor la noche al señory a la señoraBovary,León loshabía seguido de lejos en la calle; después, habiéndolos visto pararse en la«CroixRouge»,diomediavueltaypasótodalanochemeditandounplan.

Aldíasiguiente,alascinco,entróenlacocinadelaposada,conunnudoenlagarganta,lasmejillaspálidas,yconesaresolucióndeloscobardesalosquenadadetiene.

-Elseñornoestá-respondióuncriado.

Estolepareciódebuenaugurio.Subió.

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Ella no se alteró a primera vista; al contrario, se disculpó por haberseolvidadodedecirledóndesealojaban.

-¡Oh!,loheadivinado-replicóLeón.

-¿Cómo?

Él pretendió haber sido guiado hacia ella al azar, por un instinto. Ellaempezóa sonreír, ypronto,para reparar aquella tontería,Leóncontóque sehabíapasadolamañanabuscandoportodosloshotelesdelaciudad.

--¿Sehadecididoaquedarse?-añadióél.

-Sí-dijoella-,ymeheequivocado.Nohayqueacostumbrarseaplaceresque no podemos permitirnos cuando tenemos a nuestro alrededor milexigencias...

-¡Oh!,meimagino...

-Puesustednopuedeimaginárseloporquenoesunamujer.

Peroloshombresteníantambiénsuspreocupacionesylaconversaciónseencaminó a algunas reflexiones filosóficas. Emma se extendió largamentesobre la miseria de los afectos terrestres y el eterno aislamiento en que elcorazónpermaneceencerrado.Parahacersevaler,oporunaimitacióningenuade aquellamelancolía que provocaba la suya, el joven declaró que se habíaaburridoprodigiosamentedurantetodoeltiempodesusestudios.ElDerechoprocesal le irritaba, le atraían otras vocaciones, y su madre no dejaba deatormentarlea todashoras.Ellosprecisabancadavezmás losmotivosdesudolor, y cada uno, a medida que hablaba, se exaltaba un poco en estaconfidenciaprogresiva.Peroavecesseparabanaexponercompletamentesuidea, y entonces trataban de imaginar una frase que, sin embargo, pudiesetraducirla. Emma no confesó su pasión por otro; León no dijo que la habíaolvidado.

Quizás él ya no se acordabade sus cenas después del baile conmujeresvulgares,yellanoseacordaba,sinduda,delascitasdeantaño,cuandocorríaporlamañanaentrelahierbahaciaelcastillodesuamante.

Losruidosdelaciudadapenasllegabanhastaellos;ylahabitaciónparecíapequeña,muyapropósitoparaestrecharmássuintimidad.Emma,vestidaconunabatadebombas,apoyabasumoñoenelrespaldodelviejosillón;elpapelamarillode laparedhacíacomounfondodeorodetrásdeella;ysucabezadescubiertasereflejabaenelespejoconlarayaBlancaalmedioylapuntadesusorejasquesobresalíanbajosusbandós.

-Pero,perdón--dijoella-,hagomal, ¡leestoyaburriendoconmiseternasquejas!

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-No,¡nunca!,¡nunca!

-¡Siustedsupiera-replicóEmma,levantandohaciaélsusojosdelosquesedesprendíaunalágrima-todoloqueyohesoñado!

-Yyo,¡oh!,yohesufridomucho.Muchasvecessalía,meiba,mepaseabapor las avenidas, paseos, muelles, aturdiéndome con el ruido de lamuchedumbre sin poder desterrar la obsesión queme perseguía. Hay en elbulevar, en una tienda de estampas, un grabado italiano que representa unaMusa.Visteunatúnica,yestámirandolaluna,conmiosotisensupelosuelto.Algomeempujabahaciaallíincesantemente;allípermanecíahorasenteras.

Después,conunavoztemblorosa:

-Seleparecíaunpoco.

MadameBovaryvolviólacabezaparaqueélnovieselairresistiblesonrisaquesentíaasomársele.

-Frecuentemente-replicóél-leescribíacartasqueluegorompía.

Ellanorespondía.Élcontinuó:

-Avecesme imaginabaqueuna casualidad la traería a usted aquí.Creíareconocerlaenlaesquinadelascalles,ycorríadetrásdetodosloscochesencuyaportezuelaflotabaunchal,unveloparecidoalsuyo...

Ella parecía decidida a dejarle hablar sin interrumpirle. Cruzando losbrazosybajandolacara,contemplabalalazadadesuszapatillasyhacíaensurasopequeñosmovimientosaintervalosconlosdedosdesupie.

Sinembargo,suspiró:

-Loqueesmáslamentable,verdadesarrastrarcomoyounavidainútil.Sinuestros dolores pudieran servir a alguien nos consolaríamos en la idea delsacrificio.

León se puso a alabar la virtud, el deber y las inmolaciones silenciosaspuesélmismoteníaunincreíbledeseodeentregaquenopodíasaciar.

-Megustaríamucho-dijoella-serunareligiosadehospital.

-¡Ay!-replicóél-,loshombresnotienenesasmisionessantas,yonoveoenningunaparteningúnoficio...,anoserquizáseldemédico...

Con un encogimiento ligero de hombros, Emma le interrumpió paraquejarsedesuenfermedadenlaquehabíaestadoalamuerte;¡quélástima!,ahora ya no sufriría más. León enseguida envidió la «paz de la tumba», ainclusounanocheescribiósutestamentorecomendandoqueleenterrasenconaquelcubrepiésconfranjasdeterciopeloqueellalehabíaregalado,puesesasícomohubieranqueridoestarunoyotro,haciéndoseunidealalcualajustaban

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ahorasuvidapasada.Además,lapalabraesunlaminadorqueprolongatodoslossentimientos.

Peroanteaquelinventodelacolcha,dijoella:

-¿Porqué?

-¿Por qué? Él vacilaba. -¡Porque yo a usted la he querido mucho! Yfelicitándose por haber vencido la dificultad, León, con el rabillo del ojo,mirabalacaraqueponíaEmma.

Fuecomoelcielo,cuandounaráfagadevientobarrelasnubes.Elmontónde pensamientos tristes que los ensombrecía pareció retirarse de sus ojosazules;todasucararesplandeciódefelicidad.

Leónesperaba.PorfinEmmarespondió:

-Siemprelohabíasospechado...

Entoncessecontaronlospequeñossucesosdeaquellaexistencialejana,dela que acababan de resumir, en una sola palabra, los placeres y lasmelancolías.Recordabalacunadeclemátides,losvestidosquehabíallevado,losmueblesdesuhabitación,todasucasa.

-¿Ynuestrospobrescactus,dóndeestán?

-Elfríoloshamatadoesteinvierno.

-¡Ah!,¡cuántohepensadoenellos,sisupiera!,muchasveceslosvolvíaaver como antes, cuando, en las mañanas de verano, el sol pegaba en lascelosías...yveíasusdosbrazosdesnudosquepasabanentrelasflores.

-¡Pobreamigo!-dijoellatendiéndolelamano.

León muy pronto pegó en ella sus labios. Luego, después de haberrespirado.profundamente:

-Ustedenaquel tiempoeraparamínoséque fuerza incomprensiblequecautivaba mi vida. Una vez, por ejemplo, fui a su casa; pero usted no seacuerdadeesto,sinduda.

-Sí-dijoella-.Continúe.

-Usted estaba abajo, en la antesala, preparada para salir, en el últimoescalón;porcierto,llevabaunsombreroconpequeñasfloresazules;ysinqueustedmeinvitara,yo,apesarmío,laacompañé.Cadaminutoteníacadavezmásconcienciademitontería,yseguíacaminandoasulado,sinatrevermeaseguirlaporcompletoysinquererdejarla.

Cuandoustedentrabaenunatienda,yoquedabaenlacalle,lamirabaporel cristal quitarse los guantes y contar el dinero en el mostrador. Después

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llamóencasadelaseñoraTuvache,leabrieron,yyomequedécomounidiotadelantedelagranpuertapesadaquesehabíavueltoacerrardetrásdeusted.MadameBovary,escuchándole,seasombrabadesertanvieja;todasaquellascosasque reaparecían leparecíanensanchar suexistencia; aquelloconstituíacomounasinmensidadessentimentalesalasqueellasetransportaba;ydevezencuandodecíaenvozbajayconlospárpadosmediocerrados:

-¡Sí,escierto!...,¡escierto!...,¡escierto!...

Oyerondar lasochoen losdiferentes relojesdelbarrioBeauvoisine,queestá llenode internados,de iglesiasydegrandespalacetesabandonados.Yano se hablaban; pero sentían, almirarse, un rumor en sus cabezas, como sialgo sonoro se hubiera recíprocamente escapado de sus pupilas fijas.Acababandeunirsesusmanos;yelpasado,elporvenir,lasreminiscenciasylossueños,todoseencontrabaconfundidoenlasuavidaddeaqueléxtasis.Lanochesehacíamásoscuraenlasparedes,dondeaúnbrillaban,medioperdidasenlasombra,losfuertescoloresdecuatroestampasquerepresentabancuatroescenasdeLaTourdeNesle,conunaleyendaalpieenespañolyenfrancés.Por la ventana de guillotina se veía un rincón de cielo negro entre tejadospuntiagudos.

Ellaselevantóparaencenderdosvelassobrelacómoda,despuésvolvióasentarse.

-Puesbien...-dijoLeón.

-Puesbien...-respondióella.

Yélbuscabaelmododereanudareldiálogointerrumpido,cuandoellaledijo:

-¿Porquénadiehastaahoramehaexpresadosentimientossemejantes?

El pasante exclamó que las naturalezas ideales eran difíciles decomprender.Él,desdequelahabíavistoporprimeravez,lahabíaamado;ysedesesperabapensandoenlafelicidadquehabríantenidosi,porunagraciadelazar, encontrándose antes, se hubiesen unido uno a otro de una maneraindisoluble.

-Aveceshepensadoenello-replicóEmma.

-¡Quésueño!-murmuróLeón.

Yjugueteandoconelribeteazuldesulargocinturónblanco,añadió:

-¿Quiénnosimpidevolveraempezar?

-No,amigomío-respondióella-.Soydemasiadovieja,ustedesdemasiadojoven...,¡olvídeme!Otrasleamarán...,ustedlasamará.

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-¡Nocomoausted!-exclamóél.

-¡Quéniñoes!¡Vamos,seajuicioso!¡Seloexijo!

Ella lehizover las imposibilidadesdesuamor,yquedebíanmantenersecomoantes,enloslímitesdeunaamistadfraterna.

¿Hablabaenserioalhablarasí?Sinduda,Emmanosabíanadaellamisma,totalmente absorbida por el encanto de la seducción y la necesidad dedefendersedeél;ycontemplandoal jovenconunamirada tierna, rechazabasuavementelastímidascariciasquesusmanostemblorosasintentaban.

-¡Ah,perdón!-dijoélechándosehaciaatrás.

YEmmafuepresadeunvago terroranteaquella timidez,máspeligrosapara ella que la audacia de Rodolfo cuando se adelantaba con los brazosabiertos. Jamás ningún hombre le había parecido tan guapo. Sus modalesdesprendían un exquisito candor. Bajaba sus largas pestañas finas que seencontraban.Susmejillasdesuavecutisenrojecían,pensabaella,deldeseodesupersona,yEmmasentíaun invencibledeseodeponerenellassus labios.Entonces,acercándosealrelojcomoparamirarlahora,dijo:

-¡Quétardees,Diosmío!,¡cuántocharlamos!

ÉIcomprendiólaalusiónybuscósusombrero.

-¡Hastameheolvidadodelespectáculo!¡EstepobreBovaryquemehabíadejado expresamente para eso! El señor Lormeaux, de la calle Grand-Pont,debíallevarmeallíconsumujer.

Yhabíaperdidolaocasión,puesellamarchabaaldíasiguiente.

-¿Deveras?-dijoLeón.

-Sí.

-Sinembargo,tengoquevolveraverla-replicóél-;teníaquedecirle...

-¿Qué?

-¡Una cosa... grave, seria! ¡Pero no! Además, ¡usted no marchará, esimposible! Si usted supiera... Escúcheme... ¿Entonces no me hacomprendido?,¿nohaadivinado?...

-Sinembargo,hablaustedbien-dijoEmma.

-¡Ah!,¡sonbromas!¡Basta,basta!Permítame,porcompasión,quevuelvaaverla...,unavez...,unasola.

-Bueno...

Ellasedetuvo;despuéscomocambiandodeparecer:

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-¡Oh!,¡aquíno!

-Dondeustedquiera.

-Quiereusted...

Ellaparecióreflexionar,yenuntonobreve:

-Mañana,alasonceenlacatedral.

-¡Allíestaré!-exclamócogiéndolelasmanosqueellaretiró.

Ycomoambosestabandepie,élsituadodetrásdeella,seinclinóhaciasucuelloylabesólargamenteenlanuca.

-¡Pero usted está loco!, ¡ah!, ¡usted está loco! -decía ella con pequeñasrisassonoras,mientrasquelosbesossemultiplicaban.

Entonces, adelantando la cabeza por encima de su hombro, él parecióbuscarelconsentimientodesusojos.Cayeronsobreél,llenosdeunamajestadglacial.

Leóndiotrespasosatrásparasalir.Sequedóenelumbral.Despuésmusitóconunavoztemblorosa:

-Hastamañana.

Ellarespondióconunaseñaldecabeza,ydesapareciócomounpájaroenlahabitacióncontigua.

Emma, denoche, escribió al pasante una interminable carta en la que seliberabade la cita: ahora todohabía terminado,ypor sumutua felicidadnodebíanvolveraverse.

Peroyacerradalacarta,comonosabíaladireccióndeLeón,seencontróenunapuro.

-Seladaréyomisma-sedijo-;élacudirá.

Aldíasiguiente,León,conlaventanaabiertaycanturreandoensubalcón,lustróélmismosuszapatosconmuchoesmero.Sepusounpantalónblanco,calcetinesfinos,unalevitaverde,extendióensupañuelotodoslosperfumesquetenía,ydespués,habiéndosehechorizarelpelo,selodesrizóparadarlemáselegancianatural.

-Aún es demasiado pronto -pensó, mirando el cucú del peluquero quemarcabalasnueve.

Leyó una revista de modas atrasada, salió, fumó un cigarro, subió trescalles,pensóqueerahoraysedirigióalatriodeNuestraSeñora.

Era una bella mañana de verano. La plata relucía en las tiendas de los

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orfebres,ylaluzquellegabaoblicuamentealacatedralponíareflejosenlasaristas de las piedras grises; una bandada de pájaros revoloteaba en el cieloazul alrededor de los campaniles trilobulados; la plaza que resonaba depregones de los vendedores olía a las flores que bordeaban su pavimento:rosas, jazmines, claveles, narcisos y nardos, alternando de manera desigualconelcéspedhúmedo,hierbadegatoyálsineparalospájaros;enmediohacíagorgoteos la fuente, y bajo amplios paraguas, entre puestos de melones enpirámides,vendedorasconlacabezadescubiertaenvolvíanenpapelramilletesdevioletas.

El joven compró uno. Era la primera vez que compraba flores para unamujer;yalolerlas,supechose llenódeorgullo,comosiestehomenajequededicabaaotrapersonasehubiesevueltohaciaél.

Sinembargo,teníamiedodeservisto.Entróresueltamenteenlaiglesia.

Elguardaentoncesestabadepieenmediodelpórticodelaizquierda,pordebajodelaMariannedanzante,conpenachodeplumasenlacabeza,estoqueen la pantorrilla, bastón en la mano, más majestuoso que un cardenal yrelucientecomouncopón.

Se adelantó hacia León, y con esa sonrisa de benignidad meliflua queadoptanloseclesiásticoscuandopreguntanalosniños:

-¿Elseñor,sinduda,noesdeaquí?¿EIseñordeseaverlascuriosidadesdelaiglesia?

-No-dijoLeón.

Yprimeramentediounavueltaporlasnaveslaterales.Despuésfueamiraralaplaza.

Emmanollegaba.Volviódenuevohastaelcoro.

Lanavesereflejabaenlaspilasllenasdeaguabendita,conelarranquedelas ojivas y algunas porciones de vidriera. Pero el reflejo de las pinturas,quebrándosealbordedelmármol,continuabamáslejos,sobrelaslosas,comounaalfombraabigarrada.Laclaridaddelexteriorseprolongabaenlaiglesia,en tres rayos enormes, por los tres pórticos abiertos. De vez en cuando, alfondopasabaunsacristánhaciendoanteelaltarlaoblicuagenuflexióndelosdevotosapresurados.Lasarañasdecristalcolgabaninmóviles.

En el coro lucía una lámpara de plata; y de las capillas laterales, de laspartesoscurasdelaiglesia,salíanavecescomoexhalacionesdesuspiros,conelsonidodeunaverjaquevolvíaacerrarse,repercutiendosuecobajolasaltasbóvedas.

León, con paso grave, caminaba cerca de las paredes. Jamás la vida lehabía parecido tan buena. Ella iba a venir enseguida, encantadora, agitada,

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espiandodetráslasmiradasqueleseguían,yconsuvestidodevolantes,susimpertinentesdeoro,susfinísimosbotines,contodaclasedeeleganciasdelasqueélnohabíagustadoyenlainefableseduccióndelavirtudquesucumbe.Laiglesia,comouncamaríngigantesco,sepreparabaparaella;lasbóvedasseinclinaban para recoger en la sombra la confesión de su amor; las vidrierasresplandecían para iluminar su cara, y los incensarios iban a arder para queellaapareciesecomounángelentreelhumodelosperfumes.

Sin embargo, no aparecía. León se acomodó en una silla y sus ojos sefijaron en una vidriera azul donde se veían unos barqueros que llevabancanastas.Estuvomirándolamuchotiempoatentamente,ycontólasescamasdelospescadosylosojalesdelosjubones,mientrasquesupensamientoandabaerranteenbuscadeEmma.

El guarda, un poco apartado, se indignaba interiormente contra eseindividuo, que se permitía admirar solo la catedral. Le parecía que secomportabadeunamaneramonstruosa,quelerobabaenciertomodo,yquecasicometíaunsacrilegio.

Pero un frufrú de seda sobre las losas, el borde de un sombrero, unaesclavinanegra...

¡Eraella!Leónselevantóycorrióasuencuentro.

Emmaestabapálida,caminabadeprisa.

-¡Lea!-ledijotendiéndoleunpapel-...¡Ohno!

Ybruscamenteretirólamano,paraentrarenlacapilladelaVirgendonde,arrodillándoseanteunasilla,sepusoarezar.Eljovenseirritóporestafantasíabeata; después experimentó, sin embargo, un cierto encanto viéndola, enmediodelacita,así,absortaenlasoraciones,comounamarquesaandaluza;peronotardóenaburrirseporqueellanoacababa.

Emmarezaba,omásbienseesforzabapororar,esperandoquebajaradelcielo alguna súbita resolución; y para atraer el auxilio divino se llenaba losojoscon losesplendoresdel tabernáculo,aspirabaelperfumede las julianasblancas abiertas en los grandes jarrones, y prestaba oído al silencio de laiglesia,quenohacíamásqueaumentareltumultodesucorazón.

Yaselevantabayseibanamarcharcuandoelguardiaseacercódecidido,diciendo:

-¿Laseñora,sinduda,noesdeaquí?¿Laseñoradeseaverlascuriosidadesdelaiglesia?

-¡Puesno!-dijoelpasante.

-¿Porquéno?-replicóella.

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PuesellaseagarrabaconvirtudvacilantealaVirgen,alasesculturas,alastumbas,atodoslospretextos.

Entonces,paraseguirunorden,alguardiánlesllevóhastalaentrada,cercadelaplaza,donde,mostrándolesconsubastónungrancírculodeadoquinesnegros,sininscripcionesnicincelados,dijomajestuosamente.

-Aquí tienen la circunferencia de la gran campana de Amboise. Pesabacuarenta mil libras. No había otra igual en toda Europa. El obrero que lafundiómuriódegozo...

-Vámonos-dijoLeón.

El buen hombre siguió caminando; después, volviendo a la capilla de laVirgen, extendió los brazos en un gesto sintético de demostración, y másorgullosoqueunpropietariocampesinoenseñandosusárbolesenespalderas:

-Esta sencilla losa cubre a Pedro de Brézé, señor de la Varenne y deBrissae, granmariscal de Poitou y gobernador deNormandía,muerto en labatalladeMontlhéryel16dejuliode1465.

León,mordiéndoseloslabios,pataleaba.

-Y a la derecha, ese gentilhombre cubierto con esa arma dura de hierro,montadoenuncaballoqueseencabrita,essunietoLuisdeBrézé, señordeBrevalydeMontchauvet, condedeMaulevrer,baróndeMauny, chambelándelrey,caballerodelaOrdenaigualmentegobernadordeNormandía,muertoel23dejuliode1531,undomingo,comorezala inscripción;y,pordebajo,esehombrequesedisponeabajara la tumba,figuraexactamenteelmismo.¿Verdadquenoesposibleverunamásperfectarepresentacióndelanada?

Madame Bovary tomó sus impertinentes. León, inmóvil, la miraba sinintentar siquiera decirle una sola palabra, hacer un solo gesto, tandesilusionado se sentía ante esta doble actitud de charlatanería y deindiferencia.

Elinagotableguíacontinuaba:

-Al lado de él, esa mujer arrodillada que llora es su esposa Diana dePoitiers,condesadeBrézé,duquesadeValentinois,nacidaen1499,muertaen1566; y a la izquierda, la que lleva un niño en brazos, la SantísimaVirgen.Ahora miren a este lado: estos son los sepulcros de los Amboise. Los dosfueroncardenalesyarzobisposdeRouen.AquéleraministrodelreyLuisXII.Hizomuchoporlacatedral.Ensutestamentodejótreintamilescudosdeoroparalospobres.

Y sin detenerse, sin dejar de hablar, les llevó a una capilla llena debarandillas: separó algunas y descubrió una especie de bloque, que bienpudierahabersidounaestatuamalhecha.

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-Antaño decoraba -dijo con una larga lamentación- la tumba deRicardoCorazón de León, rey de Inglaterra y duque de Normandía. Fueron loscalvinistas los que la redujeron a este estado.Lahabían enterrado conmalaintenciónbajoeltronoepiscopaldemonseñor.Miren,aquíestálapuertapordondemonseñorentraasuhabitación.VamosaverlavidrieradelaGárgola.

PeroLeónsacó rápidamenteunamonedablancade subolsilloycogióaEmmaporelbrazo.Elguardiánsequedóestupefacto,nocomprendiendoenabsoluto esta generosidad intempestiva cuando le quedaban todavía alforasterotantascosasquever.Poreso,llamándoledenuevo.

-¡Eh!¡señor!¡Laflecha,laflecha!

-Gracias-dijoLeón.

Leónhuía;porqueleparecíaquesuamor,quedesdehacíacasidoshorasse había quedado inmóvil en la iglesia como las piedras, iba ahora aevaporarse, como un humo, por aquella especie de tubo truncado, de jaulaoblonga,dechimeneacaladaqueseelevatangrotescamentesobrelacatedralcomolatentativaextravagantedealgúncaldererocaprichoso.

-¿Adóndevamos?-decíaella.

Sincontestar,élseguíacaminandoconpasorápido,yyaMadameBovarymojabasudedoenelaguabenditacuandooyerondetrásdeellosuna fuerterespiración jadeante, entrecortada regularmente por el rebote de un bastón.Leónvolviólavistaatrás.

-¡Señor!

-¿Qué?

Yreconocióalguardián,quellevababajoelbrazoymanteniendocontrasuvientreunosveintegrandesvolúmenesenrústica.Eranlasobrasquetratabandelacatedral.

-¡Imbécil!-refunfuñóLeónlanzándosefueradelaiglesia.

Enelatriohabíaunniñojugueteando.

-¡Veteabuscarmeuncoche!

ElniñosaliódisparadoporlacalledelosQuatre-Vents;entoncesquedaronsolosunosminutos,frenteafrenteyunpococonfusos.

-iAh!¡León!...Verdaderamente...,nosé...sidebo...

Ellaestabamelindrosa.Después,enuntonoserio:

-Noesnadaconveniente,¿sabeusted?

-¿Porqué?-replicóelpasante-.¡EstosehaceenParís!

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Yestaspalabras,comounirresistibleargumento,lahicierondecidirse.

Entretantoel cochenoacababade llegar.León temíaqueellavolviese aentrarenlaiglesia.Porfinaparecióelcoche.

-¡Salgan almenos por el pórtico del norte! -les gritó el guardián, que sehabía, quedado en el umbral, y verán la Resurrección, el Juicio Final, elParaíso,elReyDavidylosRéprobosenlasllamasdelinfierno.

--¿Adóndevaelseñor?-preguntóelcochero.

-¡Adondeustedquiera!-dijoLeónmetiendoaEmmadentrodelcoche.

Ylapesadamáquinasepusoenmarcha.

BajóporlacalleGrand-Pont,atravesólaPlacedesArts,elQuaiNapoleón,elPont-NeufyseparóantelaestatuadePierreCorneille.

-¡Siga!-dijounavozquesalíadelinterior.

Elcochepartiódenuevo,ydejándosellevarporlabajada,desdeelcrucedeLaFayette,entróagalopetendidoenlaestacióndelferrocarril.

-¡No,sigarecto!-exclamólamismavoz.

Elcochesaliódelasverjas,ypronto,llegandoalPaseo,trotósuavementeentrelosgrandesolmos.Elcocheroseenjugólafrente,pusosusombrerodecueroentre laspiernasy llevóelcochefuerade lospaseos laterales,aorilladelagua,cercadelcésped.

Siguiócaminandoalolargodelríoporelcaminodesirgapavimentadodeguijarros,ydurantemuchotiempo,porelladodeOyssel,másalládelasislas.

PerodeprontoechóacorreryatravesósinpararQuatremares,Sotteville,laGrandeChaussée,larued'Elbeuf,ahizosuterceraparadaanteeljardíndesPlantes.

-¡Sigacaminando!-exclamólavozconmásfuria.

Yenseguida,reemprendiendosucarrera,pasóporSanSevero,porelQuaidesCurandiers,porelQuaiAuxMeules,otravezporelpuente,porlaPlaceduChamp-de-Marsydetrásdelosjardinesdelhospital,dondeunosancianoscon levita negra se paseaban al sol a lo largo de una terraza toda verde dehiedra.Volvió a subir el bulevarCauchoise, después todo elMont-RiboudethastalacuestadeDeville.

Volvió atrás; y entonces, sin idea preconcebida ni dirección, al azar, sepusoavagabundear.LovieronenSaint-Pol,enLescure,enelmonteGargan,enlaRouge-Mare,yenlaplazadelGaillard-bois;enlacalleMaladrerie,enla calle Dinanderie, delante de Saint-Romain, Saint-Vivien, Saint-Maclou,SaintNicaise, delante de la Aduana, en la Basse-Vieille Tour, en los Trois-

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PipesyenelCementerioMonumental.Devezencuando,elcocherodesdesupescanteechabaunasmiradasdesesperadasalastabernas.

Nocomprendíaquéfuriadelocomociónimpulsabaaaquellosindividuosano querer pararse. A veces lo intentaba a inmediatamente oía detrás de élexclamacionesdecólera.Entoncesfustigabaconmásfuerzaasusdosrocinesbañados en sudor, pero sin fijarse en los baches, tropezando acá y allá, sinpreocuparsedenada,desmoralizadoycasillorandodesed,decansancioydetristeza.

Y en el puerto, entre camiones y barricas, y en las calles, en losguardacantones,lagentedelpueblosequedabapasmadaanteaquellacosatanraraenprovincias,uncochecon lascortinillasechadas,yquereaparecíaasícontinuamente,máscerradoqueunsepulcroybamboleándosecomounnavío.

Una vez, en mitad del día, en pleno campo, en el momento que el solpegabamásfuertecontralasviejasfarolasplateadas,unamanodesenguantadasedeslizóbajolascortinillasdetelaamarillayarrojópedacitosdepapelquesedispersaronalvientoyfueronacaermáslejos,comomariposasblancas,enuncampodetrébolrojotodoflorido.

Después, hacia las seis, el coche se paró en una callejuela del barrioBeauvoisineyseapeódeélunamujerconelvelobajadoqueechóaandarsinvolverlacabeza.

CAPÍTULOII

Alllegaralaposada,MadameBovaryseextrañódenoverladiligencia.Hivert, que la había esperado cincuentay tresminutos, había terminadopormarcharse.

Sinembargo,nada laobligabaamarchar;perohabíadado supalabraderegresar la misma noche. Además, Carlos la esperaba; y ella sentía en sucorazónesacobardedocilidadquees,paramuchasmujeres,comoelcastigoyalmismotiempoeltributodeladulterio.

Rápidamente hizo el equipaje, pagó la factura, tomó en el patio uncabriolé,ydandoprisaalcochero,animándolo,preguntandoacadainstantelahorayloskilómetrosrecorridos,llegóaalcanzara«LaGolondrina»hacialasprimerascasasdeQuincampoix.

Apenassentadaensurincón,cerrólosojosylosvolvióaabriralpiedelacuesta, donde reconoció de lejos a Felicidad que estaba en primer planodelante de la casa del herrador. Hivert frenó los caballos, y la cocinera,

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alzándosehastalaventanilla,dijomisteriosamente:

-Señora, tiene que ir inmediatamente a casa del señor Homais. Es algourgente.

El pueblo estaba en silencio como de costumbre. En las esquinas de lascalles había montoncitos de color rosa que humeaban al aire, pues era eltiempode hacer lasmermeladas, y todo elmundo enYonville preparaba suprovisiónelmismodía.Perodelantede labotica seveíaunmontónmuchomayor,yquesobrepasabaalosdemásconlasuperioridadqueunlaboratoriode farmacia debe tener sobre los hornillos familiares, una necesidad generalsobreunoscaprichosindividuales.

Entró.Elgransillónestabacaído,ainclusoElFanaldeRouenyacíaenelsuelo,extendidoentrelasdosmanosdelmortero.Empujólapuertadelpasillo,y en medio de la cocina, entre las tinajas oscuras llenas de grosellasdesgranadas,deazúcarenterrones,balanzassobrelamesa,barreñosalfuego,vioatodoslosHomais,grandesypequeños,condelantalesquelesllegabanala barbilla y con sendos tenedores en la mano. Justino, de pie, bajaba lacabeza,mientraselfarmacéuticogritaba:

-¿Quiéntedijoquefuerasabuscarloalaleonera?

-¿Quées?¿Quépasa?

-¿Quequépasa? -respondióelboticario-.Estamoshaciendomermeladas:estáncociendo;peroibanasalirseacausadelcaldodemasiadofuerte,lepidootrobarreño.

Entonces él, por pereza, fue a coger la llave de la leonera, que estabacolgadaenmilaboratorio.

Elboticariollamabaasíaunaespeciedegabinete,eneldesván, llenodeutensilios y mercancías de su profesión. Con frecuencia pasaba allí largashoras, solo, poniendo etiquetas, empaquetando, y lo consideraba no comosimplealmacén,sinocomounverdaderosantuario,dedondesalíandespués,elaboradas por susmanos, toda clase de píldoras, bolos, tisanas, lociones ypociones,que ibanaextendersucelebridadpor losalrededores.Nadieenelmundoponíaallílospies;yéllorespetabatanto,quelobarríaélmismo.Enfin,silafarmaciaabiertaalprimeroquellegaba,eraellugardondemostrabasuorgullo, la leonera era el refugio endonde, concentrándose egoístamente,Homais se recreaba en el ejercicio de sus predilecciones; por eso elatolondramiento de Justino le parecía una monstruosa irreverencia, y másrubicundoquelasgrosellas,repetía:

-Sí,delaleonera.¡Lallavequeencierralosácidosylosálcaliscáusticos!¡Haberidoacogerunbarreñodereserva!,¡unbarreñocontapa!yquequizá

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nousaréyanuncamás.

Todo tiene su importancia en las delicadas operaciones de nuestro arte.Pero ¡demonios!, ¡hay que hacer distinciones y no emplear para usos casidomésticos lo que está destinado para los farmacéuticos! Es como si setrinchaseuncapónconunescalpelo,comosiunmagistrado...

-¡Perocálmate!-decíalaseñoraHomais.

YAtalía,tirándoledelalevita:

-¡Papá!,¡papá!-repetía.

-¡No,dejadme!-repetíaelboticario-,¡dejadme!,¡caramba!Escomosiestofueraabrirunatiendadecomestibles,¡palabradehonor!¡Anda!,¡norespetesnada!, ¡rompe,hazañicos!, ¡suelta las sanguijuelas!, ¡quemaelmalvavisco!,¡escabechapepinillosenlostarros!,¡rompevendas!

-Peroustedtenía...-dijoEmma.

-Perdoneunmomento.¿Sabesaquéteexponías?¿Nohasvistonada,enelrincón,alaizquierda,eneltercerestante?¡habla,contesta,dialgo!

-Yono...sé-balbucióelchico.

-¡Ah!, ¡no sabes! ¡Pues bien, yo sí que lo sé! Has visto una botella decristalazul,lacrada,conceraamarilla,quecontieneunpolvoblanco,sobreelcualyohabíaescrito¡PELIGROSO!¿ysabesloquehabíadentro?,¡arsénico!,¡ytúvasatocaresto!,¡atomarunbarreñoqueestabaallado!

-¡Al lado! -exclamó la señora Homais juntando las manos-. ¡Arsénico!¡Podíasenvenenarnosatodos!

Y los niños comenzaron a gritar, como si hubiesen ya sentido en susentrañasatrocesdolores.

-¡Obienenvenenaraunenfermo!-continuóelboticario-.¿Queríasqueyofuese al banquillo de los criminales a la Audiencia? ¿Verme conducido alpatíbulo?Ignoraselcuidadoquepongoenlasmanipulaciones,apesardequetengo una habilidad extraordinaria. Frecuentemente me asusto a mí mismocuando pienso en mi responsabilidad, pues el gobierno nos persigue, y laabsurdalegislaciónquenosrigeescomounaverdaderaespadadeDamoclesquecuelgasobrenuestracabeza.

Emmanopensabayaenpreguntarparaquélallamaban,yelfarmacéuticoproseguíaenfrasesentrecortadas:

-¡Miracómoagradeceslasbondadesquesetienencontigo!

¡Miracómomepagas loscuidados totalmentepaternalesque teprodigo!Porque sin mí, ¿dónde estarías?, ¿qué harías? Quién te da de comer,

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educación, vestido y todos los medios para que un día puedas figurar conhonorenlasfilasdelasociedad?Peroparaestohayqueremarduro,yhacerloquesedicecallosenlasmanos.Trabajandoescomoseaprende,atiendealoquehaces.

Hacía citas en latín de exasperado que estaba. Lo mismo habría citadochinoogroenlandéssihubieseconocidoestasdoslenguas,puesseencontrabaen una de esas crisis en que el alma entera muestra indistintamente lo queencierra,comoelocéanoqueenlastempestadesseentreabredesdelasalgasdesuorillahastalaarenadesusabismos.

Yañadió:

-¡Comienzo a arrepentirme terriblemente de haberme hecho cargo de tupersona!¡Sindudahabríahechomejordejándotepudrirentumiseriayenlamugreenquenaciste!¡Nuncaservirásmásqueparaguardarvacas!¡Notienesningunadisposiciónparaelestudio,apenassabespegarunaetiqueta!Yvivesaquí,enmicasa,comouncanónigo,acuerpoderey,gozandoatusanchas.

PeroEmma,volviéndosealaseñoraHomais:

-Mehabíanllamado...

-¡Ah!¡Diosmío-interrumpióconairetristelabuenaseñora-,¿cómoselodiría?...¡Esunadesgracia!

Ynoterminó.Elboticariotronaba:

-¡Vacíala!,¡límpiala!,¡vuelveaponerlaensusitio!,¡perodateprisa!

YsacudiendoaJustinoporelcuellodesublusa,lehizocaerunlibrodesubolsillo.

Elchicosebajó.Homaisfuemásrápido,yhabiendorecogidoelvolumen,locontemplóconlosojosdesorbitadosylabocaabierta.

-El amor conyugal -dijo separando lentamente estas dos palabras-. iAh!,¡muybien!,¡muybien!,¡muybonito!,¡ygrabados!...¡Ah!,¡estoesdemasiadofuerte!

LaseñoraHomaisseacercó.

-¡No!,¡notoques!

Losniñosquisieronverlasimágenes.

Dijoimperiosamente:

-¡Fueradeaquí!

Ysalieron.

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Élsepusoacaminarprimeramentedeunladoparaotroagrandespasos,teniendoelvolumenabiertoentresusdedos,haciendogirarsusojos,sofocado,tumefacto, apoplético.Después se fuederecho a sudiscípulo, y plantándosedelantedeélconlosbrazoscruzados:

-¡Peroesquetútienestodoslosvicios,pequeñodesgraciado.Tencuidado,estásenunapendiente...!¡Nohaspensadoqueestelibroinfamepodíacaerenmanosdemishijos,encender lachispaensucerebro,empañar lapurezadeAtalía, corromper a Napoleón! Ya está hecho un hombre. ¿Estás seguro, almenos,dequenolohanleído?¿Puedescertificármelo?...

-Perobueno,señor-dijoEmma-,¿quéteníaustedquedecirme?

-Esverdad,señora...Hamuertosusuegro.

Enefecto,elseñorBovarypadrehabíafallecidolaantevíspera,derepente,deunataquedeapoplejía,allevantarsedelamesay,porexcesodeprecauciónpara la sensibilidad de Emma, Carlos había rogado al señorHomais que ledieraconcuidadoestahorriblenoticia.

Élhabíameditadolafrase,lahabíaredondeado,pulido,puestoritmo,erauna obra maestra de prudencia y de transiciones, de giros finos y dedelicadezas;perolacólerahabíavencidoalaretórica.

Emma, sin querer conocer ningún detalle, abandonó la farmacia, pues elseñor Homais había reanudado sus vituperios. Sin embargo, se calmaba, yahorarefunfuñabaconairepaternal,altiempoqueseabanicabaconsubonetegriego:

-No es que desapruebe totalmente la obra. El autor eramédico. Hay ene11aalgunosaspectoscientíficosquenoestámalqueunhombrelosconozca,ymeatreveríaadecirqueesprecisoquelosconozca.Pero¡másadelante,másadelante! Aguarda al menos a que tú mismo seas un hombre y a que tucarácterestéformado.

AloírelaldabonazodeEmma,Carlos,quelaesperaba,seadelantóconlosbrazosabiertosyledijoconvozllorosa:

-¡Ah!,¡miqueridaamiga!

Entretantoellarespondió:

-Sí,yasé...,yasé...

Le enseñó la carta en la que su madre contaba la noticia, sin ningunahipocresíasentimental.Únicamentesentíaquesumaridonohubieserecibidolos auxilios de la religión, habiendomuerto enDoudeville, en la calle, a lapuerta de un café, después de una comida patriótica con antiguos oficiales.Emmaledevolvió lacarta; luego,en lacena,porquedarbien, fingióalguna

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repugnancia.Perocomoéllaanimaba,decidióponerseacenar,mientrasqueCarlos,frenteaella,permanecíainmóvil,enunaactituddetristeza.Devezencuando,levantandolacabeza,ledirigíaunamiradaprolongada,todallenadeangustia.Unavezsuspiró.

-¡Hubieraqueridovolveraverle!

Ellasecallaba.Porfin,comprendiendoquehabíaqueromperelsilencio:

--¿Quéedadteníatupadre?

-¡Cincuentayochoaños!

-¡Ah!

Ynodijonadamás.

Uncuartodehoradespués,Carlosañadió.

-¿Ymipobremadre?...,¿quévaaserdeellaahora?

Emmahizoungestodeignorancia.

Viéndola tan taciturna, Carlos la suponía afligida y se esforzaba por nodecirle nada para no avivar aquel dolor que la conmovía. Sin embargo,olvidándosedelsuyopropio:

-¿Tedivertistemuchoayer?-lepreguntó.

-Sí.

Cuando quitaron el mantel, Bovary no se levantó, Emma tampoco; y amedidaqueellalomiraba,lamonotoníadeaquelespectáculodesterrabapocoa poco de su corazón todo sentimiento de compasión. Carlos le parecíaendeble, flaco, nulo, en fin un pobre hombre en todos los aspectos. ¿Cómodeshacersedeél?¡Quéinterminablenoche!Algoladejabaestupefactacomosiunvapordeopiolaabotargara.

Oyeron en el vestíbulo el ruido seco de un palo sobre las tablas. EraHipólito que traía el equipaje de la señora. Para descargarlo, describiópenosamenteuncuartodecírculoconsupiernademadera.

-¡Yanisiquierapiensa!-sedecíaellamirandoalpobrediablodecuyarojapelambrerachorreabaelsudor.

Bovarybuscabaunochavoenelfondodesubolsasinparecercomprendertodoloquehabíaparaéldehumillaciónsóloconlapresenciadeestehombreque permanecía a11í, como el reproche personificado de su incurableineptitud.

-¡Vaya!, ¡qué bonito ramillete tienes! -dijo al ver en la chimenea lasvioletasdeLeón.

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-Sí -dijoEmmacon indiferencia-; se lohe compradohaceun rato a unamendiga.

Carlos cogió las violetas, y refrescando en ellas sus ojos completamenteenrojecidos de tanto llorar las olía delicadamente. Ella se las quitóbruscamentedelamanoyfueaponerlasenunvasodeagua.

A1 día siguiente la señoraBovarymadre, ella y su hijo lloraronmucho.Emma,conelpretextodequeteníaquedarórdenes,desapareció.

Pasado ese día, tuvieron que tratar juntos de los problemas del luto. Sefueronasentar,conloscestillosdelalabor,aoriIladelagua,bajoelcenador.

Carlospensabaensupadre,yseextrañabadesentir tantoafectoporestehombreaquienhastaentonceshabíacreídonoquerersinomedianamente.Laviuda pensaba en su marido. Los peores días de antaño le parecían ahoraenvidiables. Todo se borraba bajo la instintiva añoranza de una tan largaconvivencia; y de vez en cuando, mientras empujaba la aguja, una gruesalágrima se deslizaba por su nariz y se mantenía suspendida un momento.Emmapensabaquehacíaapenascuarentayochohorasestaban juntos, lejosdel mundo, completamente ebrios, no teniendo bastantes ojos paracontemplarse. Trataba de volver a captar losmás imperceptibles detalles deaquella jornadadesaparecida.Pero lapresenciade la suegraydelmarido lamolestaba.Habríaqueridonooírnada,novernada,a findenoperturbar laintimidaddesuamorqueseibaperdiendo,pormásqueellahiciera,bajolassensacionesexteriores.

Estabadescosiendoelforrodeunvestido,cuyosretalesseesparcíanasualrededor; la señora Bovary madre, sin levantar los ojos, hacía crujir sustijeras, y Carlos, con sus zapatillas de orillo y su vieja levita oscura que leservía de bata de casa, permanecía con las dos manos en los bolsillos ytampocohablaba;al ladodeellos,Berta,condelantalblanco, rastrillabaconsupalalaarenadelospaseos.

DeprontovieronentrarporlabarreraalseñorLheureux,elcomerciantedetelas.

Venía a ofrecer sus servicios teniendo en cuenta la fatal circunstancia.Emma respondió que creía no necesitarlos. El comerciante no se dio porvencido.

-Mildisculpas--dijo-;desearíatenerunaconversaciónparticular,privada.

Despuésenvozbaja:

-Esconrelaciónaaquelasunto...,¿sabe?

Carlosenrojecióhastalasorejas.

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-¡Ah!,sí...,efectivamente.

Yensuconfusión,volviéndoseasumujer.

-¿Nopodrías...,querida?

Ellapareciócomprenderle,puesselevantó,yCarlosdijoasumadre:

-¡Noesnada!Algunamenudenciadoméstica.

No quería de ninguna manera que su madre conociese la historia delpagaré,puestemíasusobservaciones.

Cuando estuvieron solos, el señor Lheureux empezó a felicitar, conpalabrasbastante claras, aEmmapor laherencia, después ahablarde cosasindiferentes,de losárbolesenespaldera,de lacosechaydesupropiasalud,queseguíaasíasí.Enefecto,trabajabacomouncondenado,aunquenoganabamásqueparairviviendo,apesardeloquedecíalagente.

Emmaledejabahablar.¡Leaburríatantodesdehacíadosdías!

-¿Yyaestátotalmenterestablecida?-continuaba-.Mipalabra,quehevistoa su pobre marido muy preocupado. Es un buen chico, aunque los doshayamostenidonuestrasdiferencias.

Ellapreguntócuáles,puesCarloslehabíaocultadoladisputaapropósitodelasmercancíassuministradas.

-¡Perousted losabebien! -dijoLheureux-.Eraporaquelloscaprichosdeusted,losartículosdeviaje.

Sehabíaechadoelsombrerosobrelosojos,yconlasdosmanosdetrásdela espalda, sonriendo y silbando ligeramente, la miraba de frente, de unamanera insoportable. ¿Sospechaba algo? Ella seguía hundida en un mar deconjeturas.Sinembargo,alfinalLheureuxcontinuó.

-Noshemosreconciliadoahorayveníaaproponerleunarreglo.

EralarenovacióndelpagaréfirmadoporBovary.Elseñor,porlodemás,iríapagandocomopudiera;nodebíaatormentarse,sobretodoahoraqueibaatenerencimaunaseriedeproblemas.

-Einclusoharíamejordescargandoesapreocupaciónenalguien,enusted,por ejemplo; con un poder seríamás cómodo, y entonces usted y yo juntosharíamospequeñosnegocios.

Emma no comprendía. Él se calló. Después, pasando a su negocio,Lheureuxdeclaróquelaseñoranopodíadejardecomprarlealgo.Leenviaríaunbarègenegro,docemetros,parahacerseunvestido.

-Elquellevaustedahoraestábienparaandarporcasa.Necesitaotropara

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lasvisitas.

Loheobservadoaprimeravistaalentrar.Tengomuchavista.

No envió la tela, la llevó él mismo. Después volvió para ver la quenecesitaba; regresóconotrospretextos tratandocadavezdehacerseamable,servicial, enfeudándose, como habría dicho Homais, y siempre insinuandoalgunos consejos aEmma sobre el poder.Nohablaba del pagaré.Emmanopensabaeneso.Carlos,alprincipiodesuconvalecencia,lehabíadichoalgo;pero tantascosas lehabíanpasadopor lacabezaqueellayanoseacordaba.Además,evitóprovocar todadiscusiónde intereses; laseñoraBovarymadrequedó sorprendida, y atribuyó su cambio de humor a los sentimientosreligiososqueselehabíandespertadodurantesuenfermedad.

Pero,cuandosemarchólasuegra,Emmanotardóenasombrarasumaridoporsubuensentidopráctico.Habríaqueinformarse,comprobarlashipotecas,versihabíalugaraunasubastaoaunaliquidación.Citabatérminostécnicos,al azar, pronunciaba las grandes palabras de orden, porvenir, previsión, ycontinuamenteexagerabalosproblemasdelasucesión;detalmodoqueundíalemostróelmodelodeunaautorizacióngeneralpara«regiryadministrarsusnegocios, hacer préstamos, firmar y endosar todos los pagarés, pagar todaclasedecuentas,etc.».

HabíaaprovechadolasleccionesdeLheureux.

Carlos,ingenuamente,lepreguntódedóndeveníaaquelpapel.

-DelseñorGuillaumin.

Yconlamayorsangrefríadelmundo,añadió:

-Nomefíodemasiado.¡Losnotariostienentanmalafama!Quizáshabríaqueconsultar...Noconocemosmásque..,¡Oh!,nadie.

-AnoserqueLeón...-replicóCarlos,quereflexionaba.

Peroeradifícilentenderseporcorrespondencia.EntoncesEmmaseofrecióahacer aquelviaje.Carlos se lo agradeció.Ella insistió.Fueun forcejeodeamabilidadesmutuas.

Porfin,ellaexclamóenuntonodeenfadoficticio:

-Nó,porfavor,yoiré.

-¡Québuenaeres!-ledijobesándoleenlafrente.

Aldíasiguientetomó«LaGolondrina»parairaRouenaconsultaralseñorLeón;ysequedóallítresdías.

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CAPÍTULOIII

Fueron tres días llenos, exquisitos, espléndidos, una verdadera luna demiel.

Estaban en el «Hotel deBoulogne», en el puerto.Y a11í vivían, con lospostigosylaspuertascerrados,confloresporelsueloyjarabesconhieloquelestraíanporlamañanatemprano.

Alatardecertomabanunabarcacubiertayseibanacenaraunaisla.

Eralahoraenqueseoyealladodelosastillerosretumbarelmazodeloscalafateadorescontraelcascodelosbarcos.Deentrelosárbolessalíaelhumodelalquitrán,ysobreelríoseveíangrandesgoteronesdegrasaqueondulabandesigualmentebajoelcolorpúrpuradelsolcomoplacasdebronceflorentinoqueflotaban.

Pasaba entre barcas amarradas cuyos largos cables oblicuos rozaban unpocolacubiertadelabarca.

Insensiblementesealejabanlosruidosdelaciudad,elrodardeloscarros,eltumultodelasvoces,elladridodelosperrossobreelpuentedelosnavíos.Emmasedesatabael sombreroy llegabana su isla.Se instalabanen la salabajadeunataberna,queteníaalapuertaunasredesnegrascolgadas.Comíanfritura de eperlano, nata y cerezas. Se acostaban en la hierba; se besaban aescondidas bajo los álamos; y habrían querido, como dosRobinsones, vivirperpetuamenteenaquelpequeñorincónquelesparecía,ensuplácidadicha,elmásgrandiosodelatierra.Noeralaprimeravezqueveíanárboles,cieloazul,césped,queoíancorrer el aguay soplar labrisaenel follaje;pero sindudanuncahabíanadmirado todoesto,comosi lanaturalezanoexistieraantes,ono hubiese comenzado a ser bella hasta que ellos tuvieron colmados susdeseos.

Porlanochevolvían.Labarcabordeabalasislas.Losdospermanecíanenelfondo,ocultosenlasombra,sinhablar.Losremoscuadradossonabanentrelostoletesdehierro;yeracomosisemarcaseelcompásconunmetrónomo,mientras que detrás la cuerda que arrastraba no interrumpía su pequeñochapoteosuaveenelagua.

Unavezsaliólaluna;entoncessepusieronahacerfrases,inspiradasenelastromelancólicoyllenodepoesía;inclusoEmmasepusoacantar:

-Unsoir,t'ensouvient-il?Nousvoguious,etc.

Suvozarmoniosaysuaveseperdíasobre lasolas;yelvientose llevabalostrinosqueLeónescuchabapasarcomounbatirdealasalrededordeél.

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Emma semantenía enfrente, apoyada en el tabiquede la chalupa, dondeentraba la luna por una de las ventanas abiertas. Su vestido negro, cuyosplieguesseensanchabanenabanico,lahacíamásdelgadaymásalta.Teníalacabeza erguida, las manos juntas y los ojos mirando al cielo. A veces lasombra de los sauces la ocultaba por completo, luego reaparecía de prontocomounavisiónalaluzdelaluna.

León,enelsuelo,alladodeella,encontróbajosumanounacintadesedacolorrojovivo.

Elbarquerolaexaminóyacabópordecir:

-¡Ah!, puede que sea de un grupo que paseé el otro día. Vinieron unmontóndecomediantes,señoresyseñoras,conpasteles,champán,cornetines,ytodalapesca;habíaunosobretodo,unmozoaltoyguapo,conbigotito,queera muy divertido, y decían algo así: «Vamos, cuéntanos algo..., Adolfo...,Adolfo...»,meparece.

Emmaseestremeció.

-¿Tesientesmal?-dijoLeónacercándoseaella.

-¡Ah!,noesnada.Sinduda,elfrescodelanoche.

-Y no deben de faltarle mujeres, tampoco -añadió el viejo marinero,creyendohalagaralforastero.

Después,escupiendoenlasmanos,volvióacogerlosremos.

¡Sinembargo,huboquesepararse!Losadiosesfuerontristes.EraacasadelatíaRoletadondeteníaqueenviarlascartas;ylehizounasrecomendacionestan precisas sobre el doble sobre, que León admiró grandemente su astuciaamorosa.

-Entonces,¿medicesquetodoestábien?-ledijoellaenelúltimobeso.

-¡Desdeluegoquesí!

Pero,¿porqué,pensóéldespués,volviendosoloporlascalles,tienetantointerésporelpoder?

CAPÍTULOIV

Enseguida León empezó a adoptar un aire de superioridad ante suscamaradas,prescindióde sucompañía,ydescuidóporcompleto los legajos.EsperabalascartasdeEmma;lasreleía.Lecontestaba.Laevocabacontodalafuerzadesudeseoydesus recuerdos.Envezdedisminuircon laausencia,

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aqueldeseodevolveraverlaseacrecentódetalmodoqueunsábadoporlamañanaseescapódesudespacho.Cuandodesdeloaltodelacuestadivisóenelvalleelcampanariode la iglesiaconsubanderadehojalataquegirabaalviento, sintió ese deleitemezcla de vanidad triunfante y de enternecimientoegoístaquedebendeexperimentarlosmillonarioscuandovuelvenavisitarsupueblo.Fuearondaralrededordesucasa.Enlacocinabrillabaunaluz.Espiósusombradetrásdelascortinas.Noapareciónada.

LatíaLefrançoisalverlehizograndesexclamaciones,yloencontró«altoydelgado»,mientrasqueArtemisa,porelcontrario,loencontró«másfuerteymás moreno». Cenó, como en otro tiempo, en la salita, pero solo, sin elrecaudador; pues Binet, «cansado» de esperar «La Golondrina», habíadecidido cenar una hora antes, y ahora cenaba a las cinco en punto, y aúndecía que la vieja carraca se retrasaba.Sin embargo,León se decidió; fue allamaracasadelmédico.Laseñoraestabaensuhabitación,dedondenobajóhastauncuartodehoradespués.Elseñorparecióencantadodevolveraverle;peronosemoviódecasaentodalanochenientodoeldíasiguiente.Leónlavioasolas,muytarde,porlanoche,detrásdelahuerta,enlacallejuela;¡enlacallejuela,comoconelotro!Habíatormentayconversabanbajounparaguasalaluzdelosrelámpagos.

Laseparaciónseleshacíainsoportable.

-¡Antesmorir!-decíaEmma.

Yseretorcíaensusbrazosbañadaenlágrimas.

-¡Adiós!...,¡adiós!...¿Cuándolovolveréaver?

Volvieronsobresuspasosparabesarseotravez;yentoncesEmmalehizolapromesadeencontrarmuypronto,comofuese,laocasiónpermanenteparaverseenlibertad,almenosunavezporsemana.Emmanolodudaba.Estaba,además,llenadeesperanza.Ibaarecibirdinero.

Y así compró para su habitación un par de cortinas amarillas de rayasanchas que el señor Lheureux le había ofrecido baratas; pensó en unaalfombra, y Lheureux, diciendo que «aquello no era pedir la luna», secomprometió amablemente a proporcionarle una.Emmano podía prescindirdesusservicios.Mandabaabuscarleveintevecesaldía,yélsepresentabaenelactoconsusartículossinrechistarunapalabra.Noacertabaacomprenderporqué la tíaRoletalmorzaba todos losdíasencasadeEmma,a incluso lehacíavisitasparticulares.

Fue por aquella época, es decir hacia comienzos del invierno, cuando leentróunagranfiebremusical.

Una noche que Carlos la escuchaba volvió a empezar cuatro veces

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seguidas el mismo trozo, dejándolo siempre con despecho, insatisfecha,mientrasqueCarlos,sinnotarladiferencia,exclamaba:

-¡Bravo!...,¡muybien!...¿Porquéteincomodas?¡Adelante!

-¡Puesno!¡Mesalemuymal!,tengolosdedosentumecidos.

AldíasiguienteCarloslepidióquelevolvieraatocaralgo.

-¡Vaya,paradartegusto!

Y Carlos confesó que había perdido un poco. Se equivocaba depentagrama,seembarullaba;después,parandoenseco:

-¡Ea,seacabó!,tendríaquetomarunaslecciones;pero...

Semordióloslabiosyañadió:

-Veintefrancosporlecciónesdemasiadocaro.

-Sí,enefecto...,unpoco...-dijoCarlosconunarisitaboba-.Sinembargo,creoquequizásseconseguiríapormenos,pueshayartistasdesconocidosquemuchasvecesvalenmásquecelebridades.

-Búscalos-dijoEmma.

Aldíasiguiente,alregresaracasa,lacontemplóconunamiradapícara,yporfinnopudodejardeescaparestafrase:

-¡Quétozudaeresaveces!HoyheestadoenBarfeuchères.Bueno,pueslaseñora Liégeard me ha asegurado que sus tres hijas, que están en laMisericordia, tomaban lecciones por cincuenta sueldos la sesión, y, además,¡deunafamosaprofesora!Emmaseencogiódehombrosynovolvióaabrirsuinstrumento.Perocuandopasabacercadeél,siBovaryestabaallí,suspiraba:

-¡Ah!,¡pobrepianomío!

Y cuando iban a verla no dejaba de explicar que había abandonado lamúsicayqueahoranopodíaponersedenuevoa ellapor razonesde fuerzamayor. Entonces la compadecían. ¡Qué lástima!, ¡ella que tenía tan buenasdisposiciones! Inclusose lodecíanaBovary.Se loechabanencara,ysobretodoelfarmacéutico.

-¡Hace ustedmal!, nunca se deben dejar a barbecho las dotes naturales.Además, piense, amigo mío, que animando a la señora a estudiar, ustedeconomiza para más adelante en la educación musical de su hija. Yo soypartidariodequelasmadreseduquenpersonalmenteasushijos.EsunaideadeRousseau,quizástodavíaunpoconueva,peroqueacabaráimponiéndose,estoyseguro,comolalactanciamaternaylavacuna.

Carlosvolvióainsistirsobreaquellacuestióndelpiano,Emmarespondió

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con acritud que era mejor venderlo. Ver marchar aquel piano, que le habíaproporcionadotantasvanidosassatisfacciones,eraparaMadameBovarycomoelindefiniblesuicidiodeunapartedeellamisma.

-Siquisieras...-decíaél-,devezencuando,unalecciónnosería,despuésdetodo,extremadamenteruinoso.

-Pero las lecciones -replicaba ella- sólo resultan provechosas si sonseguidas.

Yfueasícomoselasarreglóparaconseguirdesuesposoelpermisoparair a la ciudad una vez por semana a ver a su amante.Y al cabo de unmesreconocieroninclusoquehabíahechoprogresosconsiderables.

CAPÍTULOV

Eralosjueves.Emmaselevantabaysevestíaensilencioparanodespertara Carlos, quien la hubiera reprendido cariñosamente por arreglarse tantemprano. Después caminaba de un lado para otro; se ponía delante de lasventanas,miraba laplaza.Laprimeraclaridadcirculabaentre lospilaresdelmercado,ylacasadelfarmacéutico,cuyospostigosestabancerrados,dejabaverenelcolorpálidodelamanecer lasmayúsculasdesu rótulo.Cuandoelrelojmarcabalassieteycuartoseibaal«LeóndeOro»,cuyapuertaveníaaabrirleArtemisamediodormida.Removíaparalaseñoralasbrasasescondidasbajolascenizas.Emmasequedabasolaenlacocina.Devezencuandosalía.Hivert enganchaba los caballos sin prisa a la vez que escuchaba a la tíaLefrançois que, sacando por una ventanilla la cabeza tocada con gorro dealgodón,lehacíamuchosencargosyledabaexplicacionescomoparavolverloco a cualquierotrohombre.Emma se calentaba lospiespateandocon susbotines los adoquines del patio. Por fin, después de haber tomado la sopa,puestosucapote,encendidolapipayempuñadolafusta,Hivertse instalabatranquilamenteenelpescante.

«LaGolondrina»arrancabaatrotecorto,ydurantetrescuartosdeleguaseparaba de trecho en trecho para tomar viajeros que la aguardaban de pie, aorilladelcamino,delantedelatapiadeloscorrales.Losquehabíanavisadolavíspera se hacían esperar; algunos incluso estaban todavía en cama en suscasas; Hivert llamaba, gritaba, juraba, luego se apeaba a iba a golpearfuertementealaspuertas.Elvientosoplabaporlasrendijasdelasventanillas.

Entretanto,lascuatrobanquetassellenaban,elcocherodaba,losmanzanosenfilasesucedían;ylacarretera,entresusdoslargascunetasllenasdeaguaamarillenta,ibaestrechándosecontinuamentehaciaelhorizonte.

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Emmalaconocíadepuntaacabo,sabíaquedespuésdeunpastizalhabíaun poste, después un olmo, un granero o una casilla de caminero; a veces,incluso,paradarsesorpresas,cerrabalosojos.Peronoperdíanuncaelsentidoclarodeladistanciaquefaltabaporrecorrer.

Por fin, se acercaban las casas de ladrillos, la tierra resonaba bajo lasruedas. «LaGolondrina» se deslizaba entre jardines donde se percibían poruna empalizada estatuas, una parra, unos tejos recortados y un columpio.Luego,enunsologolpedevista,aparecíalaciudad.Situadaporcompletoenelanfiteatroyenvueltaenlaniebla,seensanchabamása11ádelospuentes,confusamente.Luegolacampiñavolvíaasubirconunaondulaciónmonótona,hasta tocar en la lejanía la base indecisa del cielo pálido. Visto así desdearriba,todoelpaisajeteníaelaireinmóvildeunapintura;losbarcosancladosseamontonabanenunrincón;elríoredondeabasucurvaalpiedelascolinasverdes, y las islas, de forma oblonga, parecían sobre el agua grandes pecesnegrosparados.Laschimeneasde las fábricas lanzaban inmensospenachososcuros que levantaban el vuelo por su extremo. Se oía el ronquido de lasfundiciones con el carillón clarode las iglesias que se alzaban en la bruma.Los árboles de los bulevares, sin hojas, formaban como una maraña colorvioleta en medio de las casas, y los tejados, todos relucientes de lluvia,reflejabandemododesigualsegúnlaalturadelosbarrios.AvecesungolpedevientollevabalasnubeshacialacostadeSantaCatalina,comoolasaéreasqueserompíanensilenciocontraunacantilado.

Algovertiginososedesprendíaparaelladeestasexistenciasamontonadas,ysucorazónseensanchabaampliamentecomosilascientoveintemilalmasquepalpitabana11ílehubiesenenviadotodasalavezelvapordelaspasionesqueella les suponía.Suamorcrecíaanteel espacioy se llenabade tumultocon los zumbidos vagos que subían. Ella to volvía a derramar fuera, en lasplazas,enlospaseos,enlascalles,ylaviejaciudadnormandaaparecíaantesus ojos como una capital desmesurada, como unaBabilonia en la que ellaentraba.Seasomabacon lasdosmanospor laventanilla,aspirando labrisa;lostrescaballosgalopaban,laspiedrasrechinabanenelbarro,ladiligenciasebalanceaba, aHivert, de lejos, daba voces a los carricoches en la carretera,mientras que los burgueses que habían pasado la noche en el bosqueGuillaumebajabanlacuestatranquilamenteensucochecitofamiliar.

Se paraban en la barrera; Emma se desataba los chanclos, cambiaba deguantes, se ponía bien el chal, y veinte pasos más lejos se apeaba de «LaGolondrina».Laciudadsedespertabaentonces.Losdependientes,congorrogriego, frotaban el escaparate de las tiendas, y unas mujeres con cestosapoyadosenlacaderalanzabanaintervalosungritosonoroenlasesquinasdelascalles.Ellacaminabaconlosojosfijosenelsuelo,rozandolasparedesysonriendodeplacerbajosuvelonegroquelecubríalacara.

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Pormiedoaquelavieran,notomabaordinariamenteelcaminomáscorto.SemetíaporlascallesoscurasyllegabatodasudorosahacialapartebajadelacalleNationale,cercadelafuentequehaya11í.Eselbarriodelteatro,delastabernasydelasprostitutas.Amenudopasabaalladodeellaunacarretaquellevabaalgúndecoradoquesemovía.

Unos chicos con delantal echaban arena sobre las losas entre arbustosverdes.Olíaaajenjo,atabacoyaostras.

Emma torcía por una calle, reconocía a León por su pelo rizado que sesalíadesusombrero.

Leóncontinuabacaminandopor laacera.Ella le seguíahastaelhotel, élabríalapuerta,entraba...¡Quéapretón,quéabrazo!

Despuésseprecipitabanlaspalabras,losbesos.Secontabanlaspenasdelasemana, los presentimientos, las inquietudes por las cartas; pero ahora seolvidaba todo y se miraban frente a frente con risas de voluptuosidad ypalabrasdeternura.

Lacamaeraungranlechodecaobaenformadebarquilla.Lascortinasdesedarojalisa,quebajabandeltecho,serecogíanmuyabajo,hacialacabeceraqueseensanchaba;ynadaenelmundoeratanbellocomosucabezamorenaysu piel blanca que se destacaban sobre aquel color púrpura, cuando con ungestodepudorcerrabalosbrazosdesnudos,tapándoselacaraconlasmanos.

Eltibioaposentoconsualfombradiscreta,susadornosjuguetonesysuluztranquilaparecíamuyapropósitoparalasintimidadesdelapasión.Lasbarrasterminabanenpuntadeflecha,losalzapañosdecobreylasgruesasbolasdelosmorillosrelucíandeprontocuandoentrabaelsol.Sobrelachimenea,entreloscandelabros,habíadosdeesasgrandescaracolasrosadasenlasqueseoyeelruidodelmarcuandoselasacercaaloído.

¡Cuántolesgustabaaquelcómodoaposento,llenodealegría,apesardesuesplendorunpocomarchito!Siempreencontrabanlosmueblesensusitio,yaveces unas horquillas que Emma había olvidado el jueves anterior bajo elsoporte del reloj. Comían al lado del fuego, en un pequeño velador conincrustacionesdepalisandro.Emmatrinchaba,leponíalostrozosensuplatodiciéndole todaclasedezalamerías;yse reíaconunarisasonoray libertinacuandolaespumadelchampándesbordabaelvasoligerosobrelassortijasdesusdedos.Estabantancompletamentelocosenlaposesióndesímismosquesecreíanallíensupropiacasa,ycomosifueranavivira11íhastalamuertecomodoseternosreciéncasados.Decíannuestrahabitación,nuestraalfombra,nuestras butacas, incluso ella decía mis pantuflas, un regalo de León, uncapricho que ella había tenido. Eran unas pantuflas de raso color rosaribeteadasdeplumóndecisne.CuandosesentabasobrelasrodillasdeLeón,

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supierna,entoncesdemasiadocorta,colgabaenelaire,yelgraciosocalzado,quenoteníacontrafuerte,sesosteníasóloporlosdedosdesupiedesnudo.

Él saboreaba por primera vez la indecible delicadeza de las eleganciasfemeninas.

Nunca había conocido aquella gracia de lenguaje, aquel pudor en elvestido,aquellasposturasdepalomaadormilada.Admirabalaexaltacióndesualmaylosencajesdesufalda.Además,¿noera«unamujerdemundo»yunamujercasada,enfin,unaverdaderaamante?

Porladiversidaddesuhumor,alternativamentemísticooalegre,charlatán,taciturno,exaltadooindolente,ellaibadespertandoenélmildeseosevocandoinstintosoreminiscencias.Era laenamoradade todas lasnovelas, laheroínadetodoslosdramas,lavaga«ella»detodosloslibrosdeversos.EncontrabaensushombroselcolorámbardelaOdaliscaenelbaño;teníaellargocorpiñodelascastellanasfeudales;separecíatambiénalaMujerpálidadeBarcelona,peroporencimadetodoeraunángel.

Amenudo, almirarla, le parecía aLeónque su alma, escapándosehaciaella, se esparcía comounaonda sobreel contornode sucabezaydescendíaarrastradahacialablancuradesuseno.

Seponíaenelsuelodelantedeella,ycon loscodossobre lasrodillas lacontemplabasonriendoyconlafrentetensa.

Ellaseinclinabasobreélymurmurabacomosofocadadeembriaguez:

-iOh!, ¡no te muevas!, ¡no hables!, ¡mírame! ¡De tus ojos sale algo tandulce,quemehacetantobien!

Lellamabaniño:

-Niño,¿mequieres?

Y apenas oía su respuesta, en la precipitación con que aquellos labiossubíanparadárselaenlaboca.

HabíaencimadelrelojdepéndulounpequeñoCupidodebroncequehacíamelindresredondeandolosbrazosbajounaguirnaldadorada.Muchasvecesserierondeél,perocuandohabíaquesepararsetodolesparecíaserio.

Inmóvileselunofrentealotro,serepetían:

-¡Hastaeljueves!...,¡hastaeljueves!

Deprontoellalecogíalacabezaentrelasdosmanos,lebesabarápidoenlafrente,exclamando:«¡Adiós!»,yseprecipitabaporlaescalera.

Iba a la calle de la Comedia, a una peluquería, a arreglarse sus bandós.Llegabalanoche;encendíanelgasenlatienda.

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Oíalacampanilladelteatroquellamabaaloscómicosalarepresentación,y veía, enfrente, pasar hombres con la cara blanca y mujeres con vestidosajados que entraban por la puerta de los bastidores. Hacía calor en aquellapequeñapeluqueríademasiadobaja,dondelaestufazumbabaenmediodelaspelucas y de las pomadas. El olor de las tenacillas, con aquellas manosgrasientas que le tocaban la cabeza, no tardaba en dejarla sin sentido y sequedaba un poco dormida bajo el peinador. A veces el chico, mientras lapeinaba, leofrecíaentradasparaelbailededisfraces.Despuéssemarchaba.Subíadenuevolascalles,llegabaala«CroixRouge»;recogíasuszuecosquehabíaescondidoporlamañanadebajodeunbancoyseacomodabaensusitioentrelosviajerosimpacientes.Algunosseapeabanalpiedelacuesta.Ellasequedabasolaenladiligencia.

A cada vuelta se veían cada vezmejor todas las luces de la ciudad queformaban un amplio vapor luminoso por encima de las casas amontonadas.Emmaseponíaderodillassobreloscojinesyseleperdíalamiradaenaqueldeslumbramiento.Sollozaba, llamabaaLeón,y leenviabapalabras tiernasybesos que se perdían en el viento. Había en la cuesta un pobre diablo quevagabundeabaconsubastónporenmediode lasdiligencias.Unmontóndeharapos cubría sus hombros y un viejo sombrero desfondado que se habíaredondeadocomounapalanganaletapabalacara;perocuandoseloquitabadescubría,enlugardepárpados,dosórbitasabiertastodasensangrentadas.

Lacarnesedeshilachabaenjironesrojos,ydeallícorríanlíquidosquesecoagulaban en costras verdes hasta la nariz cuyas aletas negras sorbíanconvulsivamente.Parahablarechabahaciaatráslacabezaconunarisaidiota;entonces sus pupilas azuladas, girando con unmovimiento continuo, iban aestrellarse hacia las sienes, al borde de la llaga viva. Cantaba una pequeñacanciónsiguiendoloscoches:

Souventlachaleurd'unbeaujour

Faitrêverfilletteál'amour.

Yentodoloqueseguíasehablabadepájaros,solyfollaje.

A veces, aparecía de pronto detrás deEmma, con la cabeza descubierta.Ella se apartaba con un grito. Hivert venía a hacerle bromas. Le decía quedebía poner una barraca en la feria deSanRomán, o bien le preguntaba entonodebromaporsuamiguita.Confrecuenciaestabanenmarchacuandosusombrero, con un movimiento brusco, entraba en la diligencia por laventanilla,mientrasélseagarrabaconelotrobrazosobreelestriboentrelassalpicaduras de las ruedas. Su voz, al principio débil como un vagido, sevolvía aguda. Se arrastraba en la noche, como el confuso lamento de unaindefinidaangustia;y,atravésdeltintineodeloscascabeles,delmurmullodelosárbolesydelzumbidodelacajahueca,teníaalgodelejanoquetrastornaba

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a Emma. Aquello le llegaba al fondo del alma como un torbellino que seprecipitaenelabismoy laarrastrabapor losespaciosdeunamelancolíasinlímites. Pero Hivert, que se daba cuenta de un contrapeso, largaba grandeslatigazosaciegas.Latrallalepegabaenlasllagasyélcaíaenelfangodandoungranalarido.

Después, los viajeros de «La Golondrina» acababan por dormirse, unoscon la boca abierta, otros con la barbilla sobre el pecho, apoyándose en elhombrodesuvecino,obienconelbrazopasadosobrelacorrea,meciéndosealcompásdelbamboleodelcoche;yelreflejodelalinternaquesebalanceabafuera,sobrelagrupadeloscaballosdetiro,penetrandoenelinteriorporlascortinasdepercalcolorchocolate,poníasombrassanguinolentassobretodosaquellos individuos inmóviles. Emma, transida de tristeza, tiritaba bajo susvestidos, y sentía cada vezmás frío en los pies, con lamuerte en el alma.Carlos, en casa, la esperaba; «La Golondrina» siempre llegaba tarde losjueves.Porfin,llegabalaseñorayapenasbesabaalaniña.Lacenanoestabapreparada,peronoimportaba,elladisculpabaalacocinera.Ahoraparecíaquetodoleestabapermitidoaaquellachica.

A menudo, su marido, viéndola tan pálida, le preguntaba si no seencontrabamal.

-No-decíaEmma.

-Pero-replicabaél-estásmuyraraestanoche.

-¡Bah!,noesnada,noesnada.

Habíainclusodíasenque,apenasllegabaacasa,subíaasuhabitación;yJustino, que se encontraba allí, circulaba silenciosamente, esmerándose enservirlamásqueunaexcelentedoncella.Colocabalascerillas, lapalmatoria,unlibro,disponíasucamisón,abríalassábanas.

-Vamos-decíaella-,estábien,¡vete!

Peroélsequedabadepie,conlasmanoscolgandoylosojosabiertoscomoprendidoentreloshilosinnumerablesdeunsúbitoensueño.

La jornada del día siguiente era espantosa, y las que seguían eran másintolerables todavía por la impaciencia que tenía Emma de recobrar sufelicidad,codiciaáspera,inflamadadeimágenesconocidas,yque,alséptimodía, resplandecía sin trabas en las caricias de León. Los ardores de éste seocultaban bajo expansiones de asombro y de reconocimiento. Emmasaboreabaaquelamordeunamaneradiscretayabsorta,locuidabapormediode todos los artificios de su ternura y temblaba un poco ante el miedo deperderlomásadelante.

Amenudoellaledecía,condulcevozmelancólica:

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-¡Ah!,túmedejarás...,tecansarás...,seráscomolosotros.

Élpreguntaba:

-¿Quéotros?

-Puesloshombres,enfin-respondíaella.

Despuésañadíarechazándoleconungestolánguido:

-Soistodosunosinfames.

Undíaquefilosofabansobredesilusionesterrestres,ellallegóadecir,paraponer a prueba sus celos o quizás cediendo a una necesidad de expansióndemasiadofuerte,queenotrotiempo,antesdeél,ellahabíaamadoaalguien,«nocomoati»,replicórápidamente,jurandoporsuhija«quenohabíapasadonada».

Eljovenlacreyóy,sinembargo,lainterrogóparasaberloquehacíaaquelhombre.

-Eracapitándebarco,querido.

¿Noeraestoprevenirtodaaveriguacióny,almismotiempo,situarsemuyalto,porestapretendidafascinaciónejercidasobreunhombrequedebíaserdenaturaleza belicosa y acostumbrado a hacerse obedecer? El pasante sintióentonces lo ínfimo de su posición; tuvo envidia de las charreteras, de lascruces,delostítulos.Todoestodebíadegustarleaella,éllosospechabaporsumododegastar.

Sinembargo,Emmacallabaunamultituddeextravagancias,talescomoeldeseo de tener, para llevarla a Rouen, un tílburi azul, tirado por un caballoinglés,yconducidoporuncochero,calzadodebotasconvueltas.EraJustinoquienlehabía inspiradoesecapricho,suplicándolequelo tomaseensucasacomo criado; y si esta privación no atenuaba en cada cita el placer de lallegada,aumentabaciertamentelaamarguradelregreso.

Amenudo,cuandohablabanjuntosdeParís,ellaterminabamurmurando:

-¡Ah!,¡québienviviríamosa11í!

-¿Nosomosfelices?-replicabadulcementeeljovenpasándolelamanoporsusbandós.

-Sí,escierto-decíaella-,estoyloca;¡bésame!

Estaba con su marido más encantadora que nunca, le hacía natillas depistacheytocabavalsesdespuésdecenar.Asíqueélsesentíaentonceselmásafortunado de los mortales, y Emma vivía sin preocupación, cuando unanoche,depronto:

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-¿EslaseñoritaLempereur,verdad,quientedalecciones?

-Sí.

-Bueno,lahevistohacepoco,encasadelaseñoraLiégeard.Lehabledeti;noteconoce.

Fuecomounrayo.Sinembargo,ellareplicóconnaturalidad:

-¡Ah!,¿sinduda,habíaolvidadominombre?

-¿Pero quizás hay enRouen -dijo elmédico- varias señoritasLempereurquesonprofesorasdepiano?

-¡Esposible!

Después,vivamente:

-Sinembargo,tengosusrecibos,¡toma,mira!

Yse fueal secreter,buscóen todos los cajones, confundió lospapelesyacabó perdiendo la cabeza de tal modo que Carlos la animó a que no sepreocupasetantoporaquellosmiserablesrecibos.

-iOh!,losencontraré-dijoella.

En efecto, el viernes siguiente, Carlos, al poner una de sus botas en elcuartooscurodondeguardabasuropa,notóunahojadepapelentreelcueroysucalcetín,lacogióyleyó:

«Recibido, por tres meses de clase y material diverso, la cantidad desesentaycincofrancos.FÉLICIELEMPEREUR,profesorademúsica.»

-¿Cómodiablosestáestoenmisbotas?

-Sinduda-respondióella-,sehabrácaídodelaviejacajadelasfacturasqueestáalaorilladelatabla.

A partir de este momento, su existencia no fue más que una sarta dementirasenlasqueenvolvíasuamorcomoenvelosparaocultarlo.

Eraunanecesidad,unamanía,unplacer,hastatalpuntoque,sidecíaqueayerhabíapasadoporelladoderechodeunacalle,habíaquecreerquehabíasidoporelladoizquierdo.

Unamañanaqueacababadesalir,segúnsucostumbre,bastanteligeraderopa, empezó a nevar de pronto; Carlos, que observaba el tiempo desde laventana,vioalabateBournisienqueibaparaRouenenelcochecitodelseñorTuvache.EntoncesbajóparaconfiaraleclesiásticoungruesochalparaqueseloentregaraaMadamenadamásllegarala«CroixRouge».Apenasllegóalahospedería, Bournisien preguntó por la señora del médico de Yonville. Lahosteleracontestóquefrecuentabamuypocosuestablecimiento.

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Por eso, aquella misma noche, al encontrar a Madame Bovary en «LaGolondrina», el cura le contó lo ocurrido, sin al parecer darle importancia,pues se puso a hacer el elogio de un predicador que por entonces hacíamaravillasenlacatedralyalqueibanaoírtodaslasseñoras.

Pero si el cura no había pedido explicaciones, otros podrían despuésmostrarse menos discretos. Por lo cual Emma creyó conveniente alojarsesiempreenla«CroixRouge»,demodoquelasbuenasgentesdesupuebloquelaveíanenlaescaleranopudieransospecharnada.

Un día, sin embargo, el señor Lheureux la vio salir del «Hôtel deBoulogne» del brazo de León; y Emma tuvo miedo, pensando que elcomercianteseiríadelalengua.Noeratantontocomoparaeso.

PerotresdíasdespuésentróenelcuartodeEmma,cerrólapuertaydijo:

-Necesitodinero.

Elladeclaróquenopodíadárselo.Lheureuxsedeshizoenlamentacionesylerecordótodaslasatencionesquehabíatenidoconella.

Enefecto,delosdospagarésfirmadosporCarlos,Emma,hastaentonces,sólohabíapagadouno.Encuantoalsegundo,elcomerciante,ainstanciasdeella,habíaaccedidoasustituirloporotrosdos,queasuvezfueronrenovadosaplazandomucholafechadesuvencimiento.Después,sacódelbolsillounalistadeartículosnopagadosaún,asaber:lascortinas,laalfombra,latelaparalasbutacas,variosvestidosyvariosartículosdetocador,cuyovalorascendíaaunosdosmilfrancos.

Emmabajólacabeza;Lheureuxañadió:

-Perosiustednodisponededinero,tiene«bienes».

YleindicóunapobrecasuchasitaenBarneville,cercadeAumale,quenorentaba gran cosa. Antaño pertenecía a una pequeña granja vendida por elseñorBovary,pues

Lheureuxlosabíatodo,hastalashectáreasquemedíayelnombredeloscolindantes.

-Yo,ensulugar,medesprenderíadeella,yaúnmesobraríadinero.

Emma señaló la dificultad de encontrar comprador; Lheureux le dioesperanzas de encontrarlo; pero ella le preguntó cómo se las arreglaría parapodervender.

-¿Notieneustedelpoder?-lereplicóél.

Aquellapalabralellegócomounabocanadadeairefresco.

-Déjemelacuenta-dijoEmma.

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-¡Oh!,novalelapena-replicóLheureux.

Volvióa la semanasiguiente,ypresumiódehaberconseguidoencontrar,después de muchas gestiones, a un tal Langlois, que desde hacía muchotiempocodiciabalafincasinofrecerprecioporella.

-¡Elprecioeslodemenos!-exclamóEmma.

Habíaqueesperar,porelcontrario,atantearaaquelmozo.Lacosavalíalapenadeunviaje,ycomoellanopodíahacerlo,élseofrecióparadesplazarsehasta a11í y ponerse al habla con Langlois. Una vez de vuelta, dijo que elcompradorofrecíacuatromilfrancos.

Emmaseregocijóalconocerestanoticia.

-Francamente-añadióél-,estábienpagada.

Emmacobrólamitaddeldineroinmediatamente,ycuandofuealiquidarsucuenta,elcomercianteledijo:

-Meapena,palabradehonor,verladeshacersedegolpeyporrazodeunacantidadtanimportantecomoésta.

Entonces ella miró los billetes de banco, y pensando en el númeroilimitadodecitasquerepresentabanaquellosdosmilfrancos:

-¡Cómo!,¡cómo!-balbució.

-¡Oh!-replicóLheureux,entonobonachón-,enlasfacturassepuedemeterloquesequiera.¿Acasonoséyoloqueesgobernarunacasa?

Ylamirabafijamentemientrassosteníaenlamanodoslargospapelesquehacía resbalar entre sus uñas.Por fin, abriendo su cartera, extendió sobre lamesacuatroletrasdecambiodemilfrancoscadauna.

-Firmeesto-ledijo-,yquédesecontodo.

Ellaprotestóescandalizada.

-Perosiyoledoyelsobrante-dijodescaradamenteelseñorLheureux-,¿nolehagounfavor?

Ytomandounapluma,escribióalpiedelacuenta:«RecibidodeMadameBovarycuatromilfrancos.»

-¿Quélepreocupasivaacobrardentrodeseismeseselrestodelaventadesubarraca,yyoleaplazoelvencimientodelaúltimaletraparadespuésdelpago?

Emma se embrollaba un poco en sus cálculos, le tintineaban los oídoscomosialrededordeellasonaransobreelsuelomonedasdeoroquecaíandesacos rotos. Finalmente, Lheureux le explicó que un amigo suyo, Vinçart,

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banquero enRouen, iba adescontar aquellas cuatro letrasy luegoélmismoentregaría aMadameel sobrante de la deuda real. Pero en lugar dedosmilfrancos,noletrajomásquemilochocientos,pueselamigoVinçart,comoeslógico, se había quedado con doscientos por gastos de comisión y dedescuento.

Despuéslereclamóunreciboconungestodeindiferencia.

-Ustedcomprende...,enelcomercio...,aveces...,yconlafecha,porfavor,lafecha.

Ante Emma se abrió un horizonte de fantasías realizables. Tuvo lasuficiente prudencia para guardar mil escudos, con los que pagó a suvencimiento las tres primeras letras; pero la cuarta, por casualidad, cayó encasaunjueves,yCarlos, trastornado,aguardópacientementeaqueregresarasumujerparapedirleexplicaciones.Sinolehabíahabladodeaquellaletraerapara evitarle preocupaciones domésticas; se sentó sobre sus rodillas, leacarició, le arrulló, hizo una larga enumeración de todas las cosasindispensablescompradasacrédito.

-Enfin,reconocerásque,paratantacosa,noresultademasiadocaro.

Carlos, sin saber qué hacer, recurrió inmediatamente al eternoLheureux,quienlejuróquearreglaríalascosas,sielseñorlefirmabadosletras,unadeellasdesetecientosfrancos,pagaderaa los tresmeses.Parahacerfrentea lasituación, escribió a su madre una carta patética. En vez de enviarle lacontestación,ellasepresentóencasa;ycuandoEmmaquisosabersilehabíasacadoalgo:

-Sí-respondióCarlos-.Peroquiereverlafactura.

Aldíasiguiente,alamanecer,EmmacorrióacasadelseñorLheureuxparapedirlequelehicieraotracuentaquenosobrepasaralosmilfrancos,puesparaenseñar la de cuatromil habría que decir que había pagado los dos tercios,confesar,porconsiguiente,laventadelinmueble,negociaciónbienllevadaporelcomercianteyquenoseconocióhastamuchodespués.

Apesardelpreciomuybaratodecadaartículo,laseñoraBovarymadrenodejódeencontrarelgastoexagerado.

-¿No podían pasar sin una alfombra?, ¿por qué tapizar de nuevo lossillones?Enmistiempos,encadacasahabíaunsolosillón,paralaspersonasmayores,almenosasíeraencasademimadre,queeraunamujerhonrada,oslo aseguro. ¡No todo el mundo puede ser rico! ¡Ninguna fortuna resiste eldespilfarro! ¡Yo me avergonzaría de llevar una vida tan regalada como lavuestra!y,sinembargo,yosoyvieja,necesitocuidados...¡Hayquever!,¡hayque ver!, ¡cuántos perifollos!, ¡cuánta ostentación! ¡Pero cómo!, seda para

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forros,adosfrancos...cuandoseencuentrachaconadaadiezsueldosyhastaaochosueldosquecumpleperfectamentesucometido.

Emma,arrellanadaenelcanapé,replicabalomástranquilaposible:

-¡Eh!,señora,¡yaestábien!,¡yaestábien!

La señora seguía sermoneándola, prediciéndoles que terminarían en elasilo.Además,laculpaeradeBovary.Menosmalquehabíaprometidoanularaquelpoder.

-¿Cómo?

-¡Ah!,melohajurado-replicólabuenaseñora.

Emma abrió la ventana, llamó a Carlos y el pobre muchacho se vioobligadoaconfesarlapalabraquelehabíaarrancadosumadre.

Emma desapareció y volvió enseguida tendiéndolemajestuosamente unahojagrandedepapel.

-Muchasgracias-dijolaviejaseñora.

Yechóalfuegoelpoder.

Emmaestalló enuna risa estridente, estrepitosa, ininterrumpida; teníaunataquedenervios.

-¡Ay,Diosmío!-exclamóCarlos-.¡Tútieneslaculpa,vienesaquíaarmarescándalo!

Sumadre,encogiéndosedehombros,decíaque«todoaquellonoeramásqueteatro».PeroCarlos,rebelándoseporprimeravez,salióendefensadesumujer,demodoquelaseñoraBovarymadrequisomarcharse.Aldíasiguientesefue,yenelumbraldelapuerta,comoéltratasederetenerla,ellalereplicó:

-¡No,no!Laquieresmásqueamí,ytienesrazón,escomodebeser.Pero¡peorparati!,¡yaloverás!¡Consérvatebien!...,puesnoestoydispuesta,comotúdices,aveniraarmarescándalos.

NoporesoCarlosdejódequedarmuyavergonzadofrenteaEmma,puesellanoocultabael rencorque leguardabapor su faltadeconfianza;él tuvoque rogarle mucho para que accediera a tener otro poder, a incluso laacompañó a casa del señor Guillaumin para extendérselo por segunda vez,completamenteigualalprimero.

-Locomprendo-dijoelnotario-;unhombredeciencianopuedeperderéltiempoenlosdetallesprácticosdelavida.

YCarlos se sintió aliviado por aquella reflexión lisonjera que daba a sudebilidadlashalagüeñasaparienciasdeunapreocupaciónsuperior.

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¡Quédesbordamientoeljuevessiguiente,enelhotel,ensuhabitación,conLeón! Emma rió, lloró, cantó, bailó, mandó subir sorbetes, quiso fumarcigarrillos,aLeónleparecióextravagante,peroadorable,soberbia.

Leónnosabíaquéreaccióndetodosuserlaimpulsabamásaprecipitarseenlosgozosdelavida.Sevolvíairritable,glotona,voluptuosa;ysepaseabacon él por las calles con la frente alta, sin miedo, decía ella, decomprometerse.Aveces,sinembargo,EmmaseestremecíaantelaideasúbitadeencontrarseconRodolfo;pues,aunqueestuviesenseparadosparasiempre,leparecíaquenoestabacompletamenteliberadadesudependencia.

UnanochenovolvióaYonville,Carlos estaba locode impaciencia,y lapequeñaBerta,quenoqueríaacostarsesinsumamá,sollozabaintensamente.Justino salió sin rumbo, por la carretera.El señorHomais dejó su farmacia.Por fin,a lasonce,noaguantandomás,Carlosenganchósucaballo, saltóalpescante, fustigó al animal y hacia las dos de la mañana llegó a la «CroixRouge». No había nadie. Pensó que el pasante quizá la habría visto; pero¿dóndevivía?Afortunadamente,Carlosseacordódelasseñasdesupatrón.Ya11ásefue,Comenzabaaclareareldía.Distinguióunosrótulosporencimadeunapuerta;llamó.

Alguien,sinabrirle,ledioagritoslainformaciónquelepedía,mientrassedeshacíaenimproperioscontralosquemolestabanalagentedurantelanoche.

La casa donde vivía el pasante no tenía ni campanilla, ni aldabón, niportero.Carlosdiofuertespuñetazosenlospostigos.Enaquelmomentopasóporallíunpolicía;entonces

Carlostuvomiedoysefue.

-Estoy loco -se decía-; sin duda la habrán invitado a cenar en casa delseñorLormeaux.

LafamiliaLormeauxyanovivíaenRouen.

-Se habrá quedado a cuidar a la señora Dubreuil. ¡Pero si la señoraDubreuilmurióhacediezmeses!...¿Dóndepuedeestar?

Se le ocurrió una idea. Entró en un café y pidió el Anuario; y buscórápidamente el nombrede la señoritaLempereur, quevivía en la callede laRenelle-des-Maroquiniers,número74.

Cuando entraba en esta calle, apareció Emma en persona en el otroextremo;Carlos,másqueabrazarla,seechósobreella,exclamando:

-¿Quiénteretuvoayer?

-Estuveenferma.

-¿Ydequé?...¿Dónde?...¿Cómo?...

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Emmasepasólamanoporlafrenteycontestó:

-EncasadelaseñoritaLempereur.

-¡Estabaseguro!,a11áibayo.

-¡Ohl, no vale la pena. Acaba de salir hace un momento; pero en losucesivo no te preocupes. Nome siento libre, ya comprendes, si sé que elmenorretrasotetrastornadeestamanera.

Eracomounaespeciedepermisoquesedabaasímismaparaestarmáslibre en sus escapadas. Y lo aprovechó ampliamente a sus anchas. Cuandosentía deseos de ver aLeón, se iba con cualquier pretexto, y como él no laesperaba aquel día, era ella quien iba a buscarle al despacho. Las primerasvecesfueparaélunaalegría;peroalpocotiempoledijolaverdad:quesujefesequejabamuchodeaquellostrastornos.

-¡Bah!,vente-ledecíaella.

Yélseescapabadeldespacho.

Emma quiso que se vistiera todo de negro y se dejara una perilla, paraparecerse a los retratos de Luis XIII. Deseó conocer su alojamiento y loencontró vulgar; él se sonrojó y ella no le hizo caso, luego le aconsejó quecompraraunascortinasparecidasalassuyas,ycomoLeónobjetaraelgasto:

-¡Ah!,¡ah!,tienesapegoatusdineritos-dijoellariendo.

Leónteníaquecontarlecadaveztodoloquehabíahechodesdelaúltimacita.Pidióversos, versospara ella, unpoemade amor enhonor suyo;Leónnunca llegó a encontrar la rima del segundo verso, y acabó por copiar unsonetodeunkeepsake.Lohizomenosporvanidadqueporcomplacerla.Nodiscutía sus ideas; aceptaba todos sus gustos; él iba convirtiéndose en laverdaderaqueridadeEmmamásdeloqueéstaloeradeél.Emmateníaparaél palabras tiernas y unos besos que le robaban el alma. ¿Dónde habíaaprendido aquella corrupción casi inmaterial a fuerza de ser profunda ydisimulada?

CAPÍTULOVI

En los viajes que hacía para verla, León cenaba a menudo en casa delboticario,yporcortesíasecreyóobligadoainvitarleasuvez.

-¡Con mucho gusto! -respondió el señor Homais-; además, necesitoremozarmeunpoco,puesaquímeestoyembruteciendo.¡Iremosal teatro,alrestaurante,haremoslocuras!

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-¡Ah!,hijomío-murmurótiernamentelaseñoraHomais,asustadaantelosvagospeligrosquesumaridosedisponíaacorrer.

-Bueno, ¿y qué?, ¿no te parece que estoy arruinando bastante mi saludviviendoentrelasemanacionescontinuasde1afarmacia?Asísonlasmujeres:tienencelosdelaciencia,peroluegoseoponenaqueunodisfrutedelasmáslegítimas distracciones. No importa, cuente conmigo; uno de estos días medejocaerenRouenyyaverácómohacemosrodarlosmonises.

En otro tiempo el boticario se hubiera guardado muy bien de emplearsemejante expresión; pero ahora le daba por hablar en una jerga alocada yparisinaqueencontrabadelmejorgusto;ycomoMadameBovary,suvecina,interrogabaconcuriosidadalpasantesobrelascostumbresdelacapital,hastahablaba argot para deslumbrar... a los burgueses, diciendo turne, bazar,chicard,chicandard,Breda-street,yJemelacasse,por:mevoy.

Yunjueves,Emmasesorprendióalencontrarenlacocinadel«Liond'Or»al señor Homais vestido de viaje, es decir, con un viejo abrigo que no lehabíanvistonunca,llevandoenunamanounamaletayenlaotraelfolgodesuestablecimiento,Nohabíaconfiadoanadiesuproyectopormiedoaqueelpúblico se preocupase por su ausencia. La idea de volver a ver los lugaresdondehabíapasadosujuventudleexaltabasinduda,puesnoparódecharlarentodoelviaje;luego,apenasllegaron,saltóconprestezadelcocheparairenbusca deLeón; y pormás que el pasante se resistió, el señorHomais se lollevóalgrancaféde«Normandie»,dondeentrómajestuosamentesinquitarseel sombrero, creyendo que era muy provinciano descubrirse en un lugarpúblico.

EmmaesperóaLeóntrescuartosdehora.Porfin,corrióasudespacho,y,perdida en toda clase de conjeturas, acusándolo de indiferencia yreprochándoseasímismasudebilidad,sepasólatardeconlafrentepegadaalaventana.

Alasdos,pasanteyboticarioseguíansentadosalamesaelunofrentealotro. La gran sala se iba quedando vacía; el tubo de la estufa, en forma depalmera,contorneabaeneltechoblancosuhazdorado;ycercadeellos,detrásdelacristalera,aplenosol,unpequeñosurtidorgorgoteabaenunapiletademármol donde entre berros y espárragos, tres bogavantes aletargados sealargabanhastaunmontóndecodornicesapiladasenelbordedelestanque.

Homais se deleitaba. Aunque se embriagase de lujo más que de buenacomida,elvinodePomard,sinembargo,leexcitabaunpocolasfacultades,ycuandoaparecióla tortillaalronexpusoteorías inmoralessobrelasmujeres.Lo que le seducía, por encima de todo, era el chic. Adoraba un atuendoeleganteenunacasabienamueblada,yencuantoalascualidadesfísicasnodespreciabael«buenbocado».

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Leónmirabaelrelojcondesesperación.Elboticariobebía,comía,hablaba.

-Usted debe de encontrarse muy independiente en Rouen -le dijo depronto-.Porlodemás,susamoresnoestánmuylejos.

Ycomoelotrosesonrojaba:

-¡Vamos,seafranco!NomenegaráqueenYonville...?

Eljovenbalbució.

-EncasadeMadameBovary,¿nocortejabausted...?

-¿Aquién?

-¡Alacriada!

No bromeaba; pero pudiendo más la vanidad que la prudencia, Leónprotestóapesardetodo.Además,sólolegustabanlasmorenas.

-Lealaboelgusto-dijoelfarmacéutico-;tienenmástemperamento.

Yacercándosealoídodesuamigo, le indicólossíntomaspor losqueseconocíaqueunamujer tenía temperamento. Inclusose lanzóaunadigresiónetnográfica: la alemana era vaporosa, la francesa libertina, la italianaapasionada.

-¿Ylasnegras?-preguntóelpasante.

-Esoesungustodeartista-dijoHomais-.¡Mozo!,dosmediastazas.

-¿Nosvamos?-dijo,porfin,Leónimpacientándose.

-Yes.

Pero antes de irse quiso ver al dueño del establecimiento y felicitarle.Entonceseljoven,paraquedarsesolo,alegóqueteníatrabajo.

-¡Ah!,¡leacompaño!-dijoHomais.

Y mientras iban calle abajo, le hablaba de su mujer, de sus hijos, delporvenir de éstos y de su farmacia, le contaba la decadencia en que estabaantesyelgradodeperfecciónaqueéllahabíaelevado.Delantedel«HôteldeBoulogne»,Leónledejóbruscamente,corrióporlaescalera,yencontróasuamantemuysobresaltada.

A1 oír el nombre del farmacéutico se puso furiosa. Sin embargo, Leónacumulababuenasrazones;élnoteníalaculpa,¿acasonoconocíaellaalseñorHomais?,¿cómopodíapensarqueprefiriesesucompañía?Peroellatratabadeirse;éllaretuvo;y,cayendoderodillas,laabrazóporlacintura,enunaactitudlánguidatodallenadeconcupiscenciaydesúplica.Emmaestabadepie;susgrandes ojos ardientes le miraban seriamente y casi de un modo terrible.

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Luegoselenublarondelágrimas,bajósusrosadospárpados,soltólasmanos,y León se las llevaba a su boca cuando apareció un criado avisando quepreguntabanporelseñor.

-¿Vasavolver?-ledijoella.

-Sí.

-Pero¿cuándo?

-Enseguida.

-Esuntruco-dijoelfarmacéuticoalveraLeón-.Hequeridointerrumpiresavisitaquemeparecíaquelecontrariaba.VamosacasadeBridouxatomarunacopadegarus.

León juró que tenía que volver a su despacho. Entonces el boticariobromeóacercadeloslegajos,delprocedimiento.

-Olvídese un poco del Cujas y del Bartole, ¡qué demonio! ¿Quién se loimpide? ¡Sea valiente! Vamos a casa de Bridoux; verá su perro. ¡Escuriosísimo!

Ycomoelpasanteseguíafirmeensupropósito.

-Iréconusted.Leesperaréleyendounperiódicoahojeandoelcódigo.

León,aturdidoporlacóleradeEmma,lacharlataneríadelseñorHomaisyquizás por la pesadez de la digestión del almuerzo, permanecía indeciso ycomofascinadoporelfarmacéuticoqueseguíainsistiendo:

-¡VamosacasadeBridoux!,estáadospasos,enlacalleMalpalu.

Entonces,porcobardía,pornecedad,poreseincalificablesentimientoquenosarrastraalasaccionesmenosdeseadas,sedejóllevaracasadeBridoux;yloencontraronensupequeñopatio,vigilandoatresmuchachosquejadeabandando vueltas a la gran rueda de una máquina para hacer agua de Seltz.Homais les dio consejos; abrazó a Bridoux; tomaron el garus. Veinte vecesintentóLeónmarcharse;peroelotrolesujetabaporelbrazodiciéndole:

-Enseguida, ya nos vamos. Iremos al Fanal de Rouen, a ver a aquellosseñores.LepresentaréaThomassin.

Sin embargo, León logró liberarse del boticario y dio un salto hasta elhotel.Emmayanoestabaa11í.

Acababadesalirdesesperada.Ahoralodetestaba.Aquellafaltaalacitaleparecíaunultrajeybuscabaotrasrazonesparadespegarsedeél;era incapazde heroísmo, débil, trivial, más blando que una mujer, además de avaro ypusilánime.

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Luego,calmándose,acabópordescubrirquetalvezlohabíacalumniado.Pero la denigración de las personas a quienes amamos siempre nos aleja deellasunpoco.Nohayque tocara los ídolos; sudoradosenosquedaen lasmanos.

Llegaronahablarmásfrecuentementedecosas indiferentesasuamor;yenlascartasqueEmmaleenviabahablabadeflores,deversos,delalunaydelasestrellas,recursosingenuosdeunapasióndebilitadaqueintentabaavivarsecon todas las ayudas exteriores. Ella se prometía continuamente, para supróximo viaje, una felicidad profunda; después confesaba no sentir nadaextraordinario. Esta decepción se borraba rápidamente bajo una esperanzanueva,yEmmavolvíamásentusiasmada,másávida.Sedesvestíabrutalmentearrancandolacintadelgadadesucorsé,quesilbabaalrededordesuscaderascomounaculebraqueseescurre.Ibadepuntillas,descalzaamirarotravezsilapuerta estabacerrada,despuésconun sologestodejabacaer juntos todossusvestidos;ypálida, sinhablar, seria, sedejabacaercontraelpechodesuamanteconunprolongadoestremecimiento.

Sin embargo, había en su frente cubierta de gotas de sudor frío, en suslabios balbucientes, en sus pupilas extraviadas, en sus abrazos, algoextremado, vago y lúgubre, que a León le parecía deslizarse entre los dossutilmente,comoparasepararlos.Leónnoseatrevíaahacerlepreguntas,peroalverlatanexperimentada,pensabaqueellahabíatenidoquepasartodaslaspruebas del sufrimiento y del placer. Lo que antes le encantaba ahora leasustaba un poco. Además, él se sublevaba contra la absorción, cada vezmayor, de su personalidad. Estaba resentido contra Emma por esta victoriapermanente.Inclusoseesforzabapornoquererla;después,aloírelcrujidodesus botines, se sentía cobarde, como los borrachos a la vista de los licoresfuertes.

Ellanodejaba,escierto,deprodigarletodaclasedeatenciones,desdelosrefinamientosdelamesahastalascoqueteríasdeltrajeylaslanguidecesdelamirada. Traía de Yonville rosas en su seno, y se las echaba a la cara, sepreocupaba por su salud, le daba consejos sobre su conducta; y, a fin deretenerlomás,esperandoqueelcielotalvezleayudaría,lepusoalcuellounamedallade laVirgen.Se informaba,comounamadrevirtuosa,acercade lascompañíasquefrecuentaba.Ledecía:

-Nolosveas,nosalgas,nopiensesmásqueennosotros;¡ámame!

Ellahabríaqueridopodervigilarsuvida,yseleocurriólaideadehacerleseguirporlascalles.Habíasiemprecercadelhotelunaespeciedevagabundoqueabordabaalosviajerosyquenorehusaría...Perosuorgulloserebeló.

-¡Eh!,¡quélevamosahacer!,quemeengañe,¡quémeimporta!,¿esquemeinteresa?

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Undíaquesehabíanseparadotempranoyellavolvíasolaporelbulevarviolosmurosdesuconvento;sesentóenunbancoalasombradelosolmos.¡Quécalmaladeaquellostiempos!

¡Cómo añoraba los inefables sentimientos de amor que trataba deimaginarseatravésdeloslibros!

Losprimerosmesesdesumatrimonio,suspaseosacaballoporelbosque,elvizcondequevalseaba,yLagardycantando,todovolvíaapasardelantedesusojos...YdeprontoLeónlepareciótanlejanocomolosdemás.

-Sinembargo,lequiero-sedecía.

¡Noimporta!,noerafeliz,nolohabíasidonunca.¿Dedóndeveníaaquellainsatisfaccióndelavida,aquellainstantáneacorrupcióndelascosasenlasquese apoyaba?... Pero si había en alguna parte un ser fuerte y bello, unanaturalezavalerosa,llenaalavezdeexaltaciónyderefinamientos,uncorazóndepoetabajouna formade ángel, lira con cuerdasdebronce, que tocara alcieloepitalamioselegiacos,¿porqué,porazar,noloencontraríaella?

¡Oh!,¡quédificultad!Porotraparte,nadavalíalapenadeunabúsqueda;¡todo era mentira! Cada sonrisa ocultaba un bostezo de aburrimiento, cadaalegríaunamaldición,todoplacersuhastío,ylosmejoresbesosnodejabanenloslabiosmásqueunirrealizabledeseodeunavoluptuosidadmásalta.

Unestertormetálicosearrastróporlosairesyenlacampanadelconventose oyeron cuatro campanadas. ¡Las cuatro! Le parecía que estaba a11í, enaquel banco, desde la eternidad. Pero un infinito de pasiones puedeconcentrarseenunminuto,comounamuchedumbreenunpequeñoespacio.

Emma vivía totalmente absorbida por las suyas y no se preocupaba deldineromásqueunaarchiduquesa.

Perounavezunhombredeaspectoenclenque,rubicundoycalvoentróensu casa diciéndose mandado por el señor Vinçart, de Rouen. Retiró losalfileresquecerrabanelbolsillolateraldesulargalevitaverde,losclavósobresumangayalargócortésmenteunpapel.

Eraunpagarédesetecientosfrancos,firmadoporella,yqueLheureux,apesar de todas sus promesas, había endosado a Vinçart. Emmamandó a lamuchachaacasadeLheureux.Éstedijoquenopodíair.

Entonces el desconocido, que había permanecido de pie, dirigiendo aderecha y a izquierda miradas curiosas disimuladas por sus espesas cejasrubias,preguntóconaireingenuo:

-¿QuérespuestadaalseñorVinçart?

-Bueno -respondió Emma-, dígale... que no tengo... Será la semana que

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viene...Queespere...,sí,lasemanaqueviene.

Yelbuenhombresefuesindecirpalabra.

Peroaldía siguiente, amediodía,Emma recibióunprotesto;ya lavistadel papel timbrado, donde aparecía varias veces y en grandes caracteres:LICENCIADO HARENG, UJIER EN BUCHY, se asustó tanto, que fuecorriendoatodaprisaacasadeltendero.

Loencontróensutiendaatandounpaquete.

-¡Servidor!-dijo-,estoyconusted.

Lheureuxnodejósutarea,ayudadoporunajovendeunostreceaños,unpocojorobadayqueleservíaalavezdedependientaydecocinera.

Después, arrastrando sus zuecos sobre el entarimado de la tienda, subiódelante de Madame al primer piso y la hizo pasar a un estrecho despachodonde en una gran mesa de pino había algunos libros registro protegidostransversalmenteporunabarradehierrocerradaconcandado.Contralapared,debajodeunoscortesde«indiana», seentreveíaunacaja fuerte,perode taldimensiónquedebíaconteneralgomásquepagarésydinero.

ElseñorLheureux,enefecto,teníacasadeempeños,yeraallídondehabíaguardado lacadenadeorodeMadameBovary, juntocon lospendientesdelpobre tío Tellier, quien, forzado al fin a vender, había comprado enQuincampoixunamíseratiendadealimentación,dondesemoríadesucatarrocrónico,enmediodesusvelas,menosamarillentasquesucara.

Lheureuxsesentóensuampliosillóndepajadiciendo:

-¿Quéhaydenuevo?

-Tenga.

Yleenseñóelpapel.

-Bueno,¿quépuedohacer?

EntoncesEmmaseenfureció, recordando lapalabraqueél lehabíadadodenoendosaraquellospagarés;élloreconoció.

-Peroyomismomehevistoobligado,estabaconelaguaalcuello.

-¿Yquévaapasarahora?-replicóella.

-¡Oh!,esmuysencillo,unjuiciodeltribunal,ydespuéselembargo...;¡nohaynadaquehacer!

Emma se contenía para no pegarle. Le preguntó suavemente si no habíamaneradecalmaralseñorVinçart.

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-¡Puessí!Estamoslistos,calmaraVinçart;sevequeustednoloconoce;esmásferozqueunárabe.

Sinembargo,elseñorLheureuxteníaqueintervenir.

-¡Escuche!,meparecequehastaahorahesidobastantebuenoconusted.Yabriendounodesusregistros:

-¡Mire!

Después,recorriendolapáginaconsudedo:

-Vamosaver...,vamosaver...El3deagosto,doscientosfrancos...El17dejuniosiguiente,cientocincuenta...23demarzo,cuarentayseis...Enabril...

Sedetuvocomotemiendohaceralgunatontería.

-Ynodigonadade lospagarésfirmadosporelseñor,unodesetecientosfrancos y otro de trescientos. En cuanto a sus pequeños anticipos, a losintereses,esparanoacabar,unosepierde,¡yanoquierosabernada!

Emma lloraba, incluso le llamó «su buen señor Lheureux». Pero él seescudaba siempre en aquel bribón deVinçart. Por otra parte, él no tenía uncéntimo,nadie lepagabaahora, loexplotaban,unpobre tenderocomoélnopodía hacer anticipos. Emma se callaba, y el señor Lheureux, quemordisqueaba las barbas de una pluma, se sintió, sin duda, preocupado poraquelsilencio,puesdijo:

-Sialmenosunodeestosdíastuvieraalgunosingresos...yopodría...

-Además-dijoella-,encuantocobrelodeBarueville...-¿Cómo?...

Y al enterarse de que Langlois no había pagado todavía, pareció muysorprendido.

Después,conunavozmelosa:

-Yustedyyopodemosconvenir,¿diceusted?

-¡Oh,loqueustedquiera!

-Entonces él cerró los ojos para reflexionar, escribió algunas cifras, ydeclarandoqueseperjudicaríamucho,queelasuntoeraescabroso,yquese«sacrificaba»,dictócuatropagarésdedoscientoscincuentafrancoscadauno,espaciadoslosunosdelosotrosenunmesdevencimiento.

-¡OjaláVinçartsedigneescucharme!Detodosmodos,estoestádecidido,yonopierdoeltiempo,soyclarocomoelagua.

Despuésleenseñóconindiferenciavariasmercancíasnuevas,ningunadelascuales,segúnsuparecer,eradignadeMadame.

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-¡Cuandopiensoquetengoaquíunvestidoasietesueldoselmetro,ybuentintegarantizado!¡Sinembargo,hayquiensetragaelanzuelo!,alagentenoselecuentalaverdad,puedeustedcreerme-queriendoporestaconfesióndepilleríaparaconlosotrosconvencerlaporcompletodesuprobidad.

Después la llamó otra vez para enseñarle tres varas de guipur que habíaencontradorecientemente.

-¡Es bonito! -decía Lheureux-; se lleva mucho ahora para cabeceras desillones,eslamoda.

YmásprontoqueunescamoteadorenvolviólateladeguipurenunpapelazulylapusoenmanosdeEmma.

-Almenos,queyosepa...

-¡Ah!,después-replicóél,dándolelaespalda.

AquellamismanocheEmmainstóaBovaryparaqueescribieraasumadrea findeque leenviaseenseguida todo loque lequedabadesuherencia.Lasuegra contestó que ya no tenía nada; la liquidación se había cerrado, y lesquedaba, además de Barneville, seiscientas libras de renta, que ella lesmandaríapuntualmente.

EntoncesMadameextendiófacturasadosotresclientes,yprontoutilizóampliamente este procedimiento, que le daba buen resultado. Tenía siemprecuidadodeañadirunapostdata:

«Nodiganadaamimarido,yasabequeesorgulloso...Dispénseme...Suservidora...»

Huboalgunasreclamaciones;peroellalasinterceptó.

Parasacardinero,empezóavendersusguantesysussombrerosviejos,lavieja chatarra; y regateaba con sagacidad, pues su sangre campesina laempujabaalaganancia.

Después,ensusviajesalaciudad,compraríadeocasiónbaratijas,queelseñor Lheureux, a falta de otras, le tomaría sin duda. Compró plumas deavestruz, porcelana china y arcones; pedía prestado a Felicidad, a la señoraLefrançois,alahoteleradela«CroixRouge»,atodoelmundo,encualquierlugar.Coneldineroquepor fin recibiódeBarnevillesaldódospagarés; losotros mil quinientos francos se fueron. Se volvió a empeñar de nuevo, y¡siempreigual!

Esciertoqueaveces tratabadehacercálculos;pero lesalíanunascosastan exorbitantes que no podía creerlo. Entonces volvía a empezar, seembarullabaenseguida,dejabatodoyyanopensabamásenello.

Lacasaestabamuytristeahora.Seveíasalirdeellaalosproveedorescon

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unascaras furiosas.Habíapañuelos tiradossobre loshornillos;y lapequeñaBerta, congran escándalode la señoraHomais, llevaba lasmedias rotas.SiCarlos, tímida mente, se atrevía a hacer una observación, ella le respondíabruscamentequenoteníalaculpa.¿Porquéestosarrebatos?Elseloexplicabatodoporsuantiguaenfermedadnerviosa;yreprochándosehabertomadopordefectossusachaques,seacusabadeegoísmo,teníaganasdecorrerabesarla.

«¡Oh!,no-sedecía-,lamolestaría.»

Yseparaba.

Después de la cena se paseaba solo por el jardín; sentaba a la pequeñaBerta sobre las rodillas, y, abriendo su revista de medicina, trataba deenseñarle a leer. La niña, que no estudiaba nunca, no tardaba en abrir unosgrandes ojos tristes y se echaba a llorar. Entonces él la consolaba; iba abuscarleaguaenlaregaderaparahacerríosenlaarena,orompíalasramasdelas alheñas para plantar árboles en los arriates, lo cual estropeaba poco eljardín, todo lleno de malezas; ¡se debían tantos jornales a Lestiboudis!Despuéslaniñateníafríoyllamabaasumadre.

-Llamaalamuchacha-decíaCarlos-.Yasabes,hijita,quemamánoquierequelamolesten.

Comenzaba el otoño y ya caían las hojas como hacía dos años cuandoestabaenferma.

¡Cuándo acabará esto! Y Carlos continuaba caminando con las manosdetrásdelaespalda.

Laseñoraestabaensuhabitación.Nosubíanaella.Permanecíatodoeldíaabotargada,amediovestiry,devezencuando,quemandopastillasdelserralloquehabía compradoenRouenen la tiendadeunargelino.Parano tenerdenocheasu ladoaaquelhombrequedormía,acabó,a fuerzademuecas,porrelegarlo al segundo piso; y se quedaba hasta la madrugada leyendo librosextravagantes donde había escenas de orgías con situaciones sangrientas. Amenudoleasaltabaelterrorylanzabaungrito.Carlosacudía.

-¡Ah!,¡vete!-ledecía.

Otras veces, quemadamás fuertemente por aquella llama íntima avivadapor el adulterio, jadeante, conmovida, ardiente de deseos, abría la ventana,aspiraba el aire frío, soltaba al viento su cabellera demasiado pesada, y,mirandoalasestrellas,anhelabaamoresdepríncipe.Pensabaenél,enLeón.Entonceshabríadadotodoporunasoladeaquellascitasquelasaciaban.

Eran sus días de gala. Ella quería que fuesen espléndidos, y cuando nopodía pagar él solo el gasto, ella completaba el resto liberalmente, lo cualocurríacasitodaslasveces.Éltratódehacerlecomprenderqueestaríanbien

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enotrolado,enalgúnhotelmásmodesto;peroellapusoobjeciones.

Un día sacó del bolso seis cucharillas de plata dorada (era el regalo debodadelseñorRouault),rogándolequefueseinmediatamenteallevaraquello,anombredeella,alMontedePiedad;yLeónobedeció,aunqueestagestiónledesgarraba.Temíacomprometerse.

Después, reflexionando, advirtió León que su amante adoptaba unasactitudes extrañas, y que quizás no estuvieran equivocados los que queríansepararledeella.

Enefecto,alguienhabíaenviadoasumadreunalargacartaanónima,paraavisarladesuhijoseestabaperdiendoconunamujercasada;yenseguidalabuenaseñora,entreviendoeleternofantasmadelasfamilias,esdecir,lavagacriaturaperniciosa,lasirena,elmonstruoquehabitabafantásticamenteenlasprofundidades del amor, escribió al notario Dubocage, su patrón, el cualestuvomuyacertadoenesteasunto.Pasóconéltrescuartosdehoraqueriendoabrirle losojos,advertirledelprecipicio.Tal intrigadañaríamásadelante sudespacho.Lesuplicóquerompiese,ysinohacíaestesacrificioporsupropiointerés,quelohiciesealmenosporél,¡Dubocage!

Leónhabía jurado,por fin,novolver aver aEmma;y se reprochabanohabermantenido su palabra, considerando todo lo que aquellamujer podríatodavía acarrearle de líos y habladurías sin contar las bromas de suscompañerosquesedespachabanagustoporlamañanaalrededordelaestufa.Además,élibaaascenderaprimerpasantedenotaría:eraelmomentodeserserio. Por eso renunciaba a la flauta, a los sentimientos exaltados, a laimaginación, pues todoburgués, en el acaloramientode la juventud, aunquesólo fuese un día, unminuto, se creía capaz de inmensas pasiones, de altasempresas.Elmásmediocrelibertinosoñóconsultanas;cadanotariollevaensílosrestosdeunpoet.

Ahora se aburría cuandoEmma,de repente, seponía a sollozar sobre supecho;ysucorazón,comolagentequenopuedesoportarmásqueunaciertadosisdemúsica,seadormecíadeindiferenciaenelestrépitodeunamorcuyasdelicadezasyanodistinguía.Se conocíandemasiadopara gozar de aquellosembelesosdelaposesiónquecentuplicansugozo.Ellaestabatanhastiadadeélcomoélcansadodeella.Emmavolvíaaencontrareneladulteriotodaslassoseríasdelmatrimonio.

Pero ¿cómo poder desprenderse de él? Por otra parte, por más que sesintiese humillada por la bajeza de tal felicidad, se agarraba a ella porcostumbre o por corrupción; y cada día se enviciaba más, agotando todafelicidad a fuerza de quererla demasiado grande. Acusaba a León de susesperanzasdecepcionadas,comosilahubiesetraicionado;yhastadeseabaunacatástrofe que le obligase a la separación, puesto que no tenía el valor de

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decidirse a romper.Nodejabade escribirle cartas de amor, envirtudde esaideadequeunamujerdebeseguirescribiendoasuamante.

Pero al escribir veía a otro hombre, a un fantasma hecho de sus másardientesrecuerdos,desusmásbellaslecturas,desusmásardientesdeseos;y,por fin, se le hacía tan verdadero y accesible que palpitabamaravillada, sinpoder,sinembargo,imaginarloclaramente,hastatalpuntoseperdíacomoundios bajo la abundancia de sus atributos. Aquel fantasma habitaba el paísazuladodondelasescalerasdesedasemecenenbalcones,bajoelsoplodelasflores,alclarodeluna.Ellalosentíaasulado,ibaavenirylaraptaríatodaenteraenunbeso.Despuésvolvíaadesplomarse,rota,puesaquellosimpulsosdeamor imaginario laagotabanmásque lasgrandesorgías.Ahorasentíauncansancio incesante y total. A menudo incluso recibía citaciones judiciales,papel timbrado que apenas miraba. Hubiera querido no seguir viviendo odormirininterrumpidamente.

Eldíade lami-carêmenovolvióaYonville;por lanochefuealbailedemáscaras.

Sepusounpantalóndeterciopeloyunasmediasrojas,unapelucaconunlacitoenlanucayuntricorniocaídosobrelaoreja.Saltótodalanochealsonfurioso de los trombones; hacían corro a su alrededor; y por la mañana seencontró en el peristilo del teatro entre cinco o seis máscaras, mujeres derompeyrasgaymarineros,camaradasdeLeón,quehablabandeiracenar.

Loscafésdealrededorestabanllenos.Vieronenelpuertounrestaurantedelos más mediocres, cuyo dueño les abrió, en el cuarto piso, una pequeñahabitación.

Loshombrescuchicheabanenunrincón,sindudaconsultándosesobreelgasto. Había un pasante de notario, dos estudiantes de medicina y undependiente:¡quécompañíaparaella!Encuantoalasmujeres,Emmasediocuentapronto,poreltimbredesusvoces,quedebíansercasitodasdeínfimacategoría.Entoncestuvomiedo,retiróhaciaatrássusillaybajólosojos.

Los otros se pusieron a comer. Emma no comió; le ardía la frente, lepicaban lospárpadosysentíaun fríoglacialen lapiel.Dentrodesucabezaseguíaretumbandoelsuelodelbaile,bajolaspisadasrítmicasdelosmilpiesque bailaban. Después, el olor del ponche con el humo de los cigarros lamareó.Se desmayó; la llevaron junto a la ventana.Comenzaba a apuntar eldía,yunagranmanchadecolorpúrpuraseensanchabaenelcielopálidoporla parte de SantaCatalina. El río, lívido, se agitaba con el viento; no habíanadieenlospuentes;lasfarolasseapagaban.

Emmasereanimóentretanto,yllegóapensarenBerta,quedormíaa11á,en lahabitacióndesucriada.Peropasóunacarreta llenade largascintasde

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hierro, haciendo contra la pared de las casas una vibración metálicaensordecedora.Emmaseesquivóbruscamente,sedesprendiódesutraje,dijoa León que tenía que volver a casa, y por fin quedó sola en el «Hôtel deBoulogne». Todo, incluso ella misma, le era insoportable. Habría querido,escapándosecomounpájaro, ira rejuvenecerseaalgún lugar,muy lejos,enlosespaciosinmaculados.

Salió,atravesóelbulevar,laplazaCauchoiseyelsuburbio,hastaunacalledescubierta que dominaba unos jardines. Caminaba deprisa, el aire libre lacalmaba; y poco a poco las caras de la muchedumbre, las caretas, lascontradanzas,laslámparas,lacena,aquellasmujeres,tododesaparecíacomobrumasarrebatadasporelviento.Después,volviendoala«CroixRouge»,seechóen sucama,en lapequeñahabitacióndel segundo,dondecolgaban lasestampasdelaTourdeNesle.AlascuatrodelatardeladespertóHivert.

Al entrar en su casa, Felicidad le enseñó detrás del reloj un papel gris.Emmaleyó:

«Envirtuddetraslado,enformaejecutoriadeuna...sentencia...»

¿Quésentencia?Enefecto,lavíspera,habíantraídootropapelqueellanoconocía;poresoquedóestupefactaanteestaspalabras:

«Requiriendoennombredelrey,laleyylajusticia,aMadameBovary...»

Entonces,saltandovariaslíneas,vio:

«Enunplazomáximode»--¿cómo,pues?,¿así?-.«Pagarlasumatotaldeochomilfrancos.»Einclusomásabajo,seleía:

«Seráapremiadaportodavíadederecho,yespecialmenteporelembargoporvíaejecutivadesusmueblesyefectos.»

¿Quéhacer?...Teníaunplazodeveinticuatrohoras: ¡mañana!Lheureux,pensó,queríasindudadarleotrosusto;puesellaadivinódeprontotodassusmaniobras, el objetivo que buscaba con sus complacencias. Lo que latranquilizabaeralaexageraciónmismadelacantidad.

Sin embargo, a fuerza de comprar, de no pagar, de pedir prestado, defirmar pagarés, de renovar aquellos pagarés, que se inflaban a cada nuevovencimiento, Emma había terminado proporcionando al tal Lheureux uncapital,queélesperabaimpacientementeparasusespeculaciones.

Sepresentóencasadeltenderoconairedesenvuelto.

-¿Sabeloquemepasa?¡Seguramentequeesunabroma!

-No.

-¿Cómoeseso?

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-Élsevolviólentamente,yledijocruzándoselosbrazos:

-¿Pensaba usted, señora mía, que yo iba, hasta la consumación de lossiglos, a ser su proveedor y banquero? ¡Por el amor de Dios! Tengo querecuperarloquehedesembolsado,¡seamosjustos!

Ellaprotestódelacuantíadeladeuda.

-¡Ah!, ¡qué le vamos a hacer!, ¡el tribunal lo ha reconocido!, ¡hay unasentencia!,¡selahannotificado!Además,nosoyyo,esVinçart.

-¿Esqueustednopodría...?

-¡Oh,nadaenabsoluto!

-Pero...,sinembargo...,razonemos.

YellasefueporloscerrosdeÚbeda;nosehabíaenteradodenada...,eraunasorpresa...

-¿De quién es la culpa? -dijo Lheureux saludándola irónicamente-.Mientrasqueyoestoytrabajandocomounnegro,ustedsediviertedelolindo.

-¡Ah!,¡nadadesermones!

-Esonuncahacedaño-lereplicóél.

Ella estuvo cobarde, le suplicó; a incluso apoyó su lindamano blanca ylargasobrelasrodillasdelcomerciante.

-¡Déjemeya!¡Parecequequiereseducirme!

-¡Esustedunmiserable!exclamóella.

-¡Oh!,¡oh!,¡quémaneras!-replicóriendo.

-Yaharésaberquiénesusted.Selodiréamimarido.

-Bien,yoleenseñaréalgoasumarido...

YLheureuxsacódesucajafuerteelrecibodemilochocientosfrancosqueellalehabíadadoenocasióndeldescuentodeVinçart.

-¿Creeusted-añadióél-quenosevaadarcuentadesuspequeñosrobosesepobrehombre?

Emmasedesplomómásabatidaquesihubieserecibidounmazazo.Élsepaseabadesdelaventanaalamesa,sindejarderepetir:

-¡Ah!,yalocreoqueloenseñaré...síqueseloenseñaré...

Despuésseacercóaella,yconvozsuave:

-No es divertido, lo sé; después de todo nadie se hamuerto por esto, ycomoeselúnicomedioquelequedadedevolvermemidinero...

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-¿Perodóndeencontrarlo?--dijoEmmaretorciéndoselosbrazos.

-¡Ah,bah!,¡cuando,comousted,setienenamigos!

Y lamiraba de unamanera tan penetrante y tan terrible que ella temblóhastalasentrañas.

-Seloprometo-dijoella-,firmaré...

-¡Yaestoyhartodesusfirmas!

-¡Volveréavender...!

-¡Vamos!-dijoélencogiéndosedehombros-,yanolequedanada.

Yllamóporlamirillaquedabaalatienda.

-¡Anita!,noolvideslostrescuponesdelnúmero14.

Apareció la sirvienta; Emma comprendió, y preguntó cuánto dineronecesitaríaparadetenertodaslasdiligencias.

-¡Esdemasiadotarde!

-¿Pero si trajera algunos miles de francos, la cuarta parte del total, latercera,casitodo?

-Puesno,¡esinútil!

Ylaempujabasuavementehacialaescalera.

-Leconjuro,señorLheureux,¡unosdíasmás!

Ellasollozaba.

-Vaya,bueno,¡lagrimitas!

-¡Ustedmedesespera!

-¡Metraesincuidado-dijoélvolviendoacerrarlapuerta.

CAPÍTULOVII

Estuvoestoica al día siguiente cuandoelLicenciadoHareng, el alguacil,con dos testigos, se presentó en su casa para levantar acta del embargo.ComenzaronporeldespachodeBovaryynoregistraronlacabezafrenológica,quefueconsideradacomo«instrumentodesuprofesión»;perocontaronenlacocina los platos, las ollas, las sillas, los candelabros, y, en su dormitorio,todaslaschucheríasdelaestantería.Examinaronsusvestidos,laropainterior,eltocador;ysuexistenciafueapareciendo,hastaensusrinconesmásíntimos,

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comouncadáveralquehacenlaautopsia,expuesta,mostradacontododetallealasmiradasdeaquellos treshombres.ElLicenciadoHareng,enfundadoenunafinalevitanegra,decorbatablancaycontrabillasmuyestiradas,repetíadevezencuando:

-¿Mepermite,señora?,¿mepermite?

Frecuentementehacíaexclamaciones:

-¡Precioso!....¡muybonito!

Después volvía a escribir mojando su pluma en el tintero de asta quesujetabaconlamanoizquierda.

Cuandoterminaronconlashabitacionessubieronaldesván.

AllíguardabaellaunpupitredondeestabancerradaslascartasdeRodolfo.Huboqueabrirlo.

-¡Ah!, una correspondencia -dijo el Licenciado Hareng con una sonrisadiscreta-.Peropermita,puestengoquecomprobarsilacajanocontienealgomás.

E inclinó los papeles ligeramente, como para hacer caer los napoleones.Entoncesellaseindignóviendoaquellagruesamano,dededosrojosyblandoscomobabosas,queseposabasobreaquellaspáginasdondesucorazónhabíalatido.

Porfinsefueron.VolvióFelicidad.Emmalahabíamandadoqueestuvieseal acecho para desviar a Bovary; a instalaron rápidamente bajo el tejado alguardiándelembargo,quejurónomoversedea11í.

Aquella noche Carlos le pareció preocupado. Emma lo espiaba con unamiradallenadeangustia,creyendoveracusacionesenlasarrugasdesucara.Después,cuandovolvíasumiradaalachimeneapobladadepantallaschinas,alas amplias cortinas, a los sillones, en fin, a todas las cosas que habíanendulzado la amargurade suvida, le entrabaun remordimiento, omásbienuna pena inmensa que exacerbaba la pasión, lejos de aniquilarla. Carlosatizaba el fuego plácidamente con los dos pies sobre los morillos de lachimenea.

Hubounmomentoenqueelguardián,aburridosindudaensuescondite,hizounpocoderuido.

--¿Andanporarriba?--dijoCarlos.

-No--contestóella-,esunabuhardillaquehaquedadoabiertayquemueveelviento.

A día siguiente, domingo, Emma fue a Rouen a visitar a todos los

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banqueros cuyo nombre conocía. Estaban en el campo o de viaje. No sedesanimó;yaaquéllosquepudoencontrarlespedíadinero,asegurandoquelehacía falta, que se lo devolvería. Algunos se le rieron en la cara, todos larechazaron.

A las dos corrió a ver a León, llamó a su puerta. No abrieron. Por finapareció.

---¿Quétetraeporaquí?

---¿Temolesta?

-No...,pero...

Y él le confesó que al propietario no le gustaba que se recibiese a«mujeres».Entoncescogiósullave.Emmalodetuvo.

-¡Oh!,no,allá,ennuestraCasa.

Yfueronasuhabitación,enel«HôteldeBoulogne».

Alllegarellabebióungranvasodeagua.Estabamuypálida.Ledijo:

-León,mevasahacerunfavor.

Ysacudiéndoloporlasdosmanos,queleapretabafuertemente,añadió:

-¡Escucha,necesitoochomilfrancos!

-¡Perotúestásloca!

-¡Todavíano!

Yenseguida,contandolahistoriadelembargo,leexpresósuangustia,puesCarlosloignorabatodo,susuegraladetestaba,eltíoRouaultnopodíahacernada;peroél,León,ibaaponerseenmarchaparaencontraraquellacantidadindispensable.

-¿Cómoquieresque...?

-¡Quécobardeestáshecho!exclamóella.

Entonceséldijotontamente:

-¡Túdesorbitaslascosas!Quizásconunmillardeescudostubuenhombresecalmaría.

Razón de más para intentar alguna gestión, era imposible que no seencontrasentresmilfrancos.Además,Leónpodíasalirdefiador.

-¡Vete!, ¡prueba!, ¡es preciso!, ¡corre...! ¡Oh!, ¡inténtalo!, ¡prueba!, tequerrémucho.

Élsalió,volvióalcabodeunahora,ydijoconunacarasolemne:

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-Hevisitadoatrespersonas...¡inútilmente!

Despuéssequedaronsentados,unoenfrentedelotro,enlosdosrinconesde la chimenea, inmóviles, sin hablar. Emma se encogía de hombros ypataleaba.Éllaoyómurmurar:

-Siestuvieraentupuesto,yalocreoquelosencontraría.

-¿Dónde?

-Entudespacho.

Ysequedómirándole.

Unaaudaciainfernalseescapabadesuspupilasencendidas,ylospárpadosse entornabandeuna forma lasciva a incitante, de talmodoque el joven sesintióablandarbajolamudavoluntaddeaquellamujerqueleaconsejabaundelito.Entoncestuvomiedo,yparaevitartodaexplicación,segolpeólafrenteexclamando:

-Moreldebevolverestanoche,esperoquenosemenegará(eraunamigosuyo,elhijodeunnegociantemuyrico),ytetraeréeso-ledijoél.

Emmanoparecióacogerestaesperanzacontantaalegríacomoélsehabíaimaginado.

¿Sospechabaelengaño?Élcontinuóenrojeciendo:

-Sinembargo,sinohellegadoalastres,nomeesperes,¡querida!Tengoqueirme,perdona,¡adiós!

Leapretólamano,perolanotótotalmenteinerte.Emmayanoteníafuerzaparaningúnsentimiento.

Dieron lascuatro;yella se levantópara regresaraYonvilleobedeciendocomounaautómataalimpulsodelacostumbre.

Hacíabueno;eraunodeesosdíasdelmesdemarzoclarosycrudos, enque luce el sol en un cielo completamente despejado. Los ruanesesendomingados se paseaban con aire feliz. Llegó a la plaza de la catedral.Salíandelasvísperas;lamuchedumbresalíaporlostrespórticos,comounríoporlostresarcosdeunpuente,y,enmedio,másinmóvilqueunaroca,estabaelguardadelaiglesia.

Entonces recordó aquel día en que, toda ansiosa y llena de esperanzas,habíaentradoenaquellagrannavequeseextendíaanteellamenosprofundaquesuamor;ysiguiócaminando,llorandobajosuvelo,distraída,vacilante,apuntodedesfallecer.

-¡Cuidado!-gritóunavozdesdelapuertadeuncochequeseabría.

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Emma se paró para dejar pasar un caballo negro, que piafaba entre losvarales de un tílburi conducido por un caballero que llevaba un abrigo demartacibelina.¿Quiénera?

Ellaloconocía...Elcochearrancóydesapareció.

Pero si era él, ¡el vizconde!Emma se volvió: la calle estaba desierta.Yquedótanabrumada,tantriste,queseapoyóenunaparedparanocaer.

Despuéspensóquesehabíaequivocado.Detodosmodos,nosabíanadadeesto. Todo en sí misma y fuera de ella la abandonaba. Se sentía perdida,rodandoalazarenabismosindefinibles;yalllegarala«CroixRouge»casiledioalegríaencontraralbuenodelseñorHomais,quemirabacómocargabanen «LaGolondrina» una gran caja llena de productos farmacéuticos. En sumanosostenía,enunpañuelo,seischeminotaparasuesposa.

AlaseñoraHomaislegustabanmuchoestospanecillospesados,enformade turbante, que se comen en la Cuaresma con mantequilla salada: últimamuestra de los alimentos góticos que se remonta tal vez al siglo de lascruzadasydeloscualessellenabanantañolosrobustosnormandos,creyendover sobre la mesa, a la luz de las antorchas amarillas, entre los jarros dehipocrásy losgigantescosembutidos,cabezasdesarracenosquedevorar.Lamujer del boticario los comía como ellos, heroicamente, a pesar de sudetestabledentadura; por eso, todas lasvecesque el señorHomaishacíaunviajealaciudadnoseolvidabadellevarlepanecillos,quecomprabasiempreenlafábricadelacalleMassacre.

-Encantadodeverla-dijotendiendolamanoaEmmaparaayudarleasubira«LaGolondrina».

Después colgó los cheminota en lasmallas de la red y se quedó con lacabeza descubierta y los brazos cruzados en una actitud pensativa ynapoleónica.

Pero cuando el ciego, como de costumbre, apareció al pie de la cuesta,Homaisexclamó:

-Nocomprendocómolaautoridadsiguetolerandocosastanvergonzosas.Deberíanencerrar a esosdesgraciadosyobligarlos ahacer algún trabajo.Elprogreso, palabra de honor, va a paso de tortuga. Estamos chapoteando enplenabarbarie.

El ciego tendía su sombrero, que sebamboleaba al ladode la puerta delcochecomosifueraunabolsadelatapiceríadesclavada.

-¡Ahítiene-dijoelfarmacéutico-unaafecciónescrofulosa!

Yaunqueconocíaaaquelpobrediablo,fingióqueloveíaporprimeravez,murmurólaspalabrasde«córnea,córneaopaca,esclerótica,facies»;después

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lepreguntóenuntonopaternal.

-¿Hacemucho tiempo,amigomío,que tienesesaespantosaenfermedad?Enlugardeemborracharteenlatabernamástevaldríaseguirunrégimen.

Le aconsejaba que tomase buen vino, buena cerveza, buenos asados. Elciego continuaba su canción; por otra parte, parecía casi idiota. Por fin, elseñorHomaisabriólabolsa.

-Toma, ahí tienes un sueldo, devuélveme dos ochavos; no olvides misconsejos,teencontrarásmuchomejor.

Hivert se permitió en voz alta expresar dudas sobre su eficacia. Pero elboticario certificó que le curaría él mismo con una pomada antiflogísticacompuestaporél,ylediosusseñas:

-SeñorHomais,cercadelmercado,suficientementeconocido.

-Bueno,enpremio-dijoHivert-,vasahacernoslacomedia.

Elciegosedesplomósobresuspiernas,yechandohaciaatráslacabezaaltiempoquegirabasusojosverdososysacabalalengua,sefrotabaelestómagoconlasdosmanos,mientrasquedabaunaespeciedeaullidosordo,comounperrohambriento.Emma,llenadeasco,leenvióporencimadelhombrounamoneda de cinco francos.Era toda su fortuna.Le parecía hermoso arrojarlaasí.

YaelcochehabíaarrancadodenuevocuandodeprontoelseñorHomaisseasomóalaventanillaygritó:

-Nadade farináceosnide lacticinios.Ropa interiorde lanayvaporesdebayasdeenebroenlaspartesenfermas.

Elespectáculodelosobjetosconocidosquedesfilabanantesusojospocoapoco distraía a Emma de su dolor presente. Una insoportable fatiga laabrumaba,yllegóasucasaalelada,desanimada,casidormida.

-¡SealoqueDiosquiera!-sedecía.

Yademás,¿quiénsabe?,¿porquédeunmomentoaotronopodríasurgirunacontecimientoextraordinario?ElmismoLheureuxpodíamorir.

Alasnuevedelamañanaladespertóunruidodevocesenlaplaza.Habíauna aglomeración alrededor delmercado para leer un gran cartel pegado enunodelospostes,yvioaJustinoquesubíaaunguardacantónyquerompíaelcartel.Peroenestemomentoelguardarurallepusolamanoenelcuello.Elseñor Homais salió de la farmacia y la señora Lefrançois parecía estarperorandoenmediodelamuchedumbre.

-¡Señora!,¡señora!-exclamóFelicidadalentrar-,¡quéinfamia!Ylapobre

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chica,emocionada,lealargóunpapelamarilloqueacababadearrancarenlapuerta.Emmaleyóenunabrirycerrardeojosquetodosumobiliarioestabaenventa.

Semiraronensilencio.Notenían,lasirvientayelama,ningúnsecretolaunaparalaotra.Porfin,Felicidadsuspiró:

-Yoensulugar,señora,iríaaveralseñorGuillaumin.

--¿Túcrees?

Yestapreguntaqueríadecir:

-Túque conoces la casapor el criado, ¿esque el amohahabladodemíalgunavez?

-Sí,vaya,harábienenir.

Sevistió,sepusoeltrajenegroconcapotadecuentasdeazabache,yparaquenolaviesen(seguíahabiendomuchagenteenlaplaza),seencaminóhacialasafuerasdelpueblo,porelsenderoaorilladelagua.

Llegótodasofocadaantelaverjadelnotario;elcieloestabaoscuroycaíaunpocodenieve.

Al ruido de la campanilla, Teodoro, en chaleco rojo, apareció en laescalinata;vinoaabrirlecasi familiarmente,comoaunaconocida,y lahizopasaralcomedor.

Una amplia estufa de porcelana crepitaba bajo un cactus que llenaba lahornacina,yenmarcosdemaderanegra,colgadosdelaparedempapeladadecolor roble, estaban laEsmeraldadeSteuben con laPutiphar deShopin.Lamesaservida,doscalientaplatosdeplata,elpomodecristaldelaspuertas,elsuelo y losmuebles, todo relucía con una limpiezameticulosa, inglesa; loscristalesestabanadornadosencadaesquinaconvidriosdecolor.

-Estesíqueesuncomedor-pensabaEmma-,comoelquemeharíafaltaamí.

Entróelnotario,apretandoconelbrazoizquierdocontrasucuerpolabatade casa con palmas bordadas, mientras que con la otra se quitaba y poníarápidamente un birrete de terciopelomarrón, caído con presunción sobre e1lado derecho por donde salían las puntas de tres mechones rubios que,recogidoseneloccipucio,contorneabansucabezacalva.Despuésdeofrecerleasiento,sesentóaalmorzar,pidiéndolemuchasdisculpasporladescortesía.

-Señor-empezóEmma-,yoquisierapedirle...

-¿Qué,señora?Dígame.

Emmacomenzóaexponerlesusituación.

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ElseñorGuillauminlaconocía,puesestabaenrelaciónconelcomerciantede telas, en cuya casa encontraba siempre capitales para los préstamoshipotecariosquesehacíanensunotaría.Portanto,conocía,ymejorqueella,lalargahistoriadeaquellospagarés,mínimosalprincipio,quellevabancomoendosantes nombres diversos, espaciados a largos vencimientos y renovadoscontinuamente, hasta el día en que recogiendo todos los protestos, elcomerciante había encargado a su amigo Vinçart que hiciese en su nombrepropiolasdiligenciasnecesarias,puesélnoqueríapasarporuntigreantesusconciudadanos. Ella entremezcló su relato con recriminaciones contraLheureux,alascualeselnotariorespondíadevezencuandoconunapalabrainsignificante.Comiendosuchuletaybebiendosuté,apoyabaelmentónensucorbata azul cielo, atravesada por dos alfileres de diamantes unidos por unacadenitadeoro;ysonreíaconunasonrisasingular,deunamaneradulzonayambigua.Pero,dándosecuentadequeellateníalospiesmojados:

-Acérquesealaestufa...másarriba...,contralaporcelana.

Teníamiedoaensuciarla.Elnotarioexclamóentonogalante:

-Lascosashermosasnoestropeannada.

EntoncesEmmatratódeconmoverlo,y,emocionándoseellamisma,llegóa contarle las estrecheces de su casa, sus dificultades, sus necesidades. ¡Élcomprendíaesto!,¡unamujerelegante!,y,sinparardecomer,sehabíavueltocompletamentehaciaella,detalmodoquelerozabaconsurodillalabotina,cuyasuelasecurvabahumeandoalladodelaestufa.

PerocuandoEmma lepidiómilescudos,élapretó los labios,despuéssedeclarómuyapenadopornohabersehechocargoantesde laadministracióndesufortuna,pueshabíacienmediosmuycómodos,inclusoparaunadama,dehacerproducirsudinero.EnlasturberasdeGrumesniloenlosterrenosdeElHavre habrían podido hacer, casi seguro, excelentes especulaciones; y ladejó consumirse de rabia ante la idea de las sumas fantásticas que sin dudapodríahaberganado.

-¿Porqué-preguntóelnotario-nohavenidoaverme?

-Nosémuybien-dijoella.

--¿Porqué,eh?...¿Ledabamiedo?

-¡Soy yo, por el contrario, quien debería quejarse! ¡Si apenas nosconocemos! Sin embargo, le tengomucho afecto; ¿ya no lo pone en duda,supongo?

Alargósumano,tomóladeEmma,lacubrióconunbesovoraz,despuéslapuso sobre su rodilla;y jugabacon susdedosdelicadamente,diciéndolemilpiropos.Suvozsosasusurrabacomounarroyoquecorre,unachispabrotaba

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desupupilaatravésdelreflejodesuslentes,ysusmanosseadentrabanenlamangadeEmmaparapalparleelbrazo.Emmasentíaensumejillaelalientodeunarespiraciónjadeante.Aquelhombrelamolestabahorriblemente.

Selevantódeunsaltoyledijo:

-Señor,estoyesperando.

-¿Qué?-dijoelnotario,quedeprontosevolvióextremadamentepálido:

-Esedinero.

-Pero...

Después,cediendoalairrupcióndeundeseodemasiadofuerte:

-Bueno,puessí.

Searrastrabaderodillashaciaella,sinpensarensubatadecasa.

-Porfavor,quédese,¡laquiero!

Lacogióporlacintura.

Unaoleadadepúrpurasubióenseguidaa lacaradeMadameBovary.Seechóhaciaatrásconunacaradeespanto:

-¡Ustedseaprovechadescaradamentedemidesgracia,señor!Soydignadelástima,peronomevendo.

Ysalió.

El notario quedó estupefacto, con los ojos fijos en sus bonitas zapatillasbordadas.Eranunregalodelamor.Aquellacontemplación lesirvió,por fin,deconsuelo.Además,pensabaqueunaaventura semejante lehabría llevadomuylejos.

-¡Quémiserable!,¡quégrosero!,¡quéinfame!-sedecíaella,huyendoconpaso nervioso bajo los álamos de la carretera. La decepción del fracasoreforzabalaindignacióndesupudorultrajado;leparecíaquelaProvidenciaseobstinabaenperseguirla,yrealzandosuamorpropio,nuncahabíatenidotantaestima por símisma ni canto desprecio por los demás. Un algo belicoso laponía fueradesí.Habríaqueridopegara loshombres,escupirlesen lacara,triturarlos a todos; y continuaba caminando rápidamente hacia adelante,pálida,temblorosa,furiosa,escudriñandoconlosojosenlágrimaselhorizontevacío,ycomodeleitándoseenelodioquelaahogaba.

Cuandodivisósucasa,seapoderódeellaunaespeciedeembocamiento.Nopodíaseguircaminando;sinembargo,erapreciso;porotraparte,¿adóndehuir?

Felicidadlaesperabaalapuerta.

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-¿Yqué?

-¡No!-dijoEmma.

Y durante un cuarto de hora las dos estuvieron pasando revista a lasdiferentes personas deYonville que acaso estarían dispuestas a acudir en suayuda.PerocadavezqueFelicidadnombrabaaalguien.Emmareplicaba:

-¡Esposible!¡Noquerrán!

-¡Yelseñorquevaaregresar!

-Yalosé...Déjamesola.

Lohabíaprobadotodo.Yanohabíanadaquehacerahora;ycuandollegaraCarlosellalediría:

-Retírate.Esaalfombrasobrelaquecaminasyanoesnuestra.Detucasayano tequedaniunmuebleniun alfilerni unapaja, y soyyoquien lohaarruinado,¡infeliz!

Entonceshabríaungransollozo,despuéséllloraríaabundantementey,porfin,pasadalasorpresa,laperdonaría.

-Sí -murmuraba rechinando los dientes-, me perdonará, él, que con unmillón que me ofreciera, no tendría bastante para que yo le perdonara elhabermeconocido...¡jamás!,¡jamás!

EstaideadelasuperioridaddeBovarysobreellalaexasperaba.Además,confesaraonoinmediatamente,luego,mañana,élnodejaríadeenterarsedelacatástrofe;asíquehabíaqueesperarestahorribleescenaysoportarelpesodesumagnanimidad.LedieronganasdevolveracasadeLheureux:¿paraqué?;deescribirasupadre,erademasiadotarde;ytalvezsearrepentíaahoradenohabercedidoalotro,cuandooyóeltrotedeuncaballoporlaalameda.Eraél,abríalabarrera,estabamáspálidoqueelyesodelapared.

Bajandoasaltoslaescalera,Emmaseescapórápidamenteporlaplaza;ylamujerdelalcalde,queestabahablandodelantedelaiglesiaconLestiboudis,lavioentrarencasadelrecaudador.

CorrióadecírseloalaseñoraCaron.Lasdosseñorassubieronaldesván;y,escondidastraslaropaextendidaenunasvaras,sesituaroncómodamenteparavertodalacasadeBinet.

Estabasoloensubuhardilla, reproduciendoenmaderaunadeesas tallasde marfil indescriptibles, compuestas de medias lunas, de esferas huecasmetidas unas en otras, todo el conjunto erguido comoun obelisco y que noservíaparanada;yaestabaempezandolaúltimapieza,tocabaalfin.

Enlapenumbradeltallerseveíasalirdesuherramientaunpolvillorubio

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comoun torrentedechispasbajo lasherradurasdeuncaballoalgalope; lasdosruedasgiraban,zumbaban.Binetsonreía,labarbillabaja,lasaletasdelanariz abiertas y parecía finalmente perdido en una de esas felicidadescompletasquenopertenecen,sinduda,másquealasocupacionesmediocres,que divierten la inteligencia por dificultades fáciles y la sacian en unarealizaciónmásalládelacualnoquedasinosoñar.

-¡Ah!,¡a11íestá!-dijolaseñoraTuvache.

PeroelruidodeltornonodejabaoírloqueEmmadecía.

Por fin, aquellas señoras creyeron percibir la palabra «francos» y la tíaTuvachesoplómuydespacio:

-Lepidequeleaplacelascontribuciones.

-¡Esoparece!-replicólaotra.

La vieron caminar de un lado para otro mirando en las paredes, losservilleteros,loscandelabros,lospomosdelpasamanos,mientrasqueBinetseacariciabalabarbaconsatisfacción.

-¿Iríaaencargarlealgo?--dijolaseñoraTuvache.

-Perosiélnovendenada-objetósuvecina.

El recaudador parecía escuchar con los ojos desorbitados, como si nocomprendiera;Emmaseguíaenactitudtierna,suplicante.Seacercó;supechojadeaba;yanohablaban.

-¿Esqueellalehaceinsinuaciones?-dijolaseñoraTuvache.

Binetestabarojohastalasorejas.Emmalecogiólasmanos.

-¡Ah!,¡esoyaesdemasiado!

Ysindudaleproponíaunaabominación;peroelrecaudadorera,apesardetodo, un valiente que había combatido en Bautzen y en Lutzen, hecho lacampañadeFranciaa incluso lehabían«propuestopara lacruz»;depronto,comoalavistadeunaserpiente,seapartómuylejoshaciaatrásexclamando:

-Señora,quéocurrencias!

-Habríaqueazotaraesasmujeres-dijolaseñoraTuvache.

-¿Dóndeestá?-replicólaseñoraCaron.

Pues durante aquella conversación Emma había desaparecido; después,viéndola enfilar la Calle Mayor y girar a la derecha como para ir alcementerio,seperdieronenconjeturas.

-TíaRolet -dijo al llegar a casa de la nodriza-,me ahogo..., aflójeme el

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corsé.

Seechósobre lacama;sollozaba.La tíaRolet la tapóconunrefajoysequedódepiedelantedeella.Después,comonocontestaba,labuenamujersealejó,cogiósuruecaysepusoahilarlino.

-¡Oh!, ¡pare de una vez! -murmuró ella, creyendo escuchar el torno deBinet.

-¿Quiénlaincomoda?-sepreguntabalanodriza-.¿Porquévieneaquí?

Habíaacudidoa11íempujadaporunaespeciedeespantoquelaechabadesucasa.

Acostada sobre la espalda, inmóvil y con los ojos fijos, distinguíavagamente los objetos, aunque aplicara su atención a ellos con unapersistencia idiota. Contemplaba los desconchados de la pared, dos tizoneshumeandoporlasdospuntasyunalargaarañaqueandabaporencimadesucabezaen la rendijade laviga.Por fin, fijósus ideas.Seacordaba...undía,con León... ¡Oh, qué lejos...! El sol brillaba en el río y las clemátidesperfumaban el aire. Entonces, transportada en sus recuerdos como en untorrentequehierve,llegóprontoarecordarlajornadadelavíspera.

-¿Quéhoraes?-preguntó.

Salió la tía Rolet, levantó los dedos de su mano derecha hacia el ladodondeelcieloestabamásclaro,yvolviódespaciodiciendo:

-Prontoseránlastres.

-¡Ah!,¡gracias!,¡gracias!

Porque él iba a llegar. Era seguro. Habría encontrado dinero. Pero iríaquizásallí,sinsospecharqueellaestabaaquí;ypidióa lanodrizaquefuesecorriendoasucasaparatraerlo.

-¡Déseprisa!

-Pero,miqueridaseñora,yavoy,¡yavoy!

Seextrañabaahoradenohaberpensadoenélprimeramente;ayerlehabíadado su palabra, no faltaría a ella; y se veía ya en casa de Lheureuxpresentando sobre su mesa los tres billetes de banco. Después habría queinventarunahistoriaqueexplicaselascosasaBovary.¿Cuál?

Entretantolanodrizatardabamuchoenvolver.Perocomonohabíareloj,Emma temíaexagerar, talvez, laduracióndel tiempo.Sepusoadarpaseospor la huerta, paso a paso; siguió el sendero a lo largo del seto y volviórápidamentepensandoquelabuenaseñorahabríaregresadoporotrocamino.Porfin,cansadadeesperar,asaltadaporsospechasquerechazaba,sinsabersi

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estabaallídesdehacíaunsigloounminuto,sesentóenunrincón,cerrólosojos y se tapó los oídos. La barrera chirrió: ella dio un salto; antes de quehubiesehablado,latíaRoletledijo:

-Nohaynadieensucasa.

-¿Cómo?

-¡Nadie!Yelseñorestállorando.Lallama.Laestánbuscando.

Emma no respondió nada. Jadeaba dirigiendo miradas a su alrededormientras que la campesina, asustada de verla así, retrocedía instintivamentecreyendoqueestabaloca.Deprontosediounapalmadaenlafrente,lanzóungrito,porqueelrecuerdodeRodolfo,comoungranrelámpagoenunanocheoscura,lehabíallegadoalalma.¡Eratanbueno,tandelicado,tangeneroso!Yademás, si vacilaba en servirla, ella sabríabienobligarle recordando conunsologuiñodeojo su amorperdido.Salió, pues, hacia laHuchette, sindarsecuentaque corría aofrecerse a loquehacíaun instante lahabía exasperadotanto,sinsospechar,niporasomo,enaquellaprostitución.

CAPÍTULOVIII

Por el camino se iba preguntando: ¿Qué le voy a decir? ¿Por dóndeempezaré?»Yamedidaqueseacercaba,reconocíalosmatorrales,losárboles,losjuncosmarinossobrelacolina,elcastilloa11álejos.Sereencontrabaasímismaenlassensacionesdesuprimeramor,ysupobrecorazónoprimidoseensanchaba tiernamente en él. Un aire tibio le daba en la cara; la nieve, alfundirse, caíagotaagotade lasyemas sobre lahierba.Entró, comoantaño,porlapequeñapuertadelparque,despuésllegóalpatiodehonor,queestababordeado por una doble fila de tilos frondosos. Balanceaban silbando suslargasramas.Losperrosenlaperreraladrarontodosalavez,yelestrépitodesusvocesresonabasinqueapareciesenadie.

Subiólaampliaescalerarecta,conbalaustradademadera,queconducíaalcorredorpavimentadode losaspolvorientasalquedabanvariashabitacionesenhilera,comoenlosmonasteriosolasposadas.Lasuyaestabaalfinal,alaizquierda. Cuando llegó a poner los dedos en la cerradura sus fuerzas leabandonaronsúbitamente.Temíaquenoestuviesea11í,casilodeseaba,yéstaera, sinembargo, suúnicaesperanza, laúltimaoportunidaddesalvación.Serecogióunminuto,y,armándosedevalorantelanecesidadpresente,entró.

Rodolfoestaba juntoal fuego, losdospiessobre lachambrana, fumandounapipa.

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-¡Anda!,¿esusted?-dijoéllevantándosebruscamente.

-¡Sí,soyyo!...Quisiera,Rodolfo,pedirleunconsejo.

Yapesardetodossusesfuerzos,leeraimposibleabrirlaboca.

-¡Nohacambiado,siguetanencantadora!

-¡Oh! -replicó ella amargamente-, son tristes encantos, amigo mío, puesustedloshadesdeñado.

Entonces él inició una explicación de su conducta disculpándosevagamenteafaltadepoderinventaralgomejor.

Emmasedejóimpresionarporsuspalabrasymásaúnporsuvozyporlacontemplacióndesupersona;demodoquefingiócreer,oquizáscreyó,enelpretextodesuruptura;eraunsecretodelquedependíanelhonorainclusolavidadeunatercerapersona.

-¡Noimporta!-dijoellamirándolotristemente-,¡hesufridomucho!

Élrespondióenunairefilosófico:

-¡Lavidaesasí!

-¿Ha sido, por lo menos -replicó Emma-, buena para usted después denuestraseparación.

-¡Oh!,nibuena...nimala.

---Quizáshabríasidomejornohabernosdejadonunca.

-¡Sí...,quizás!

-¿Túcrees?-dijoellaacercándose.

Ysuspiró.

-¡Oh,Rodolfo!,¡sisupieras!...¡tehequeridomucho!

Entonces ella le cogió la mano y permanecieron algún tiempo con losdedos entrelazados, como el primer día en los comicios. Por un gesto deorgullo,Rodolfo luchaba por no enternecerse. Pero desplomándose sobre supecho, ella le dijo: -¿Cómo querías que viviese sin ti? ¡No es posibledesacostumbrarse de 1a felicidad! ¡Estaba desesperada!, ¡creí morir! Tecontarétodoesto,yaverás.¡Ytú...hashuidodemí!...Pues,desdehacíatresaños, él había evitadocuidadosamente encontrarse conellapor esa cobardíanatural que caracteriza al sexo fuerte; y Emma continuaba con graciososgestosdecabeza,másmimosaqueunagataencelo:

-Túquieresaotras,confiésalo.¡Oh!¡Locomprendo,vamos!,lasdisculpo;lashabrásseducido,comomesedujisteamí.¡Túeresunhombre!,tienestodo

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loquehacefaltaparahacertequerer.Peronosotrosreanudaremos,¿verdad?,¡nosamaremos!¡Fíjate,merío,soyfeliz!¡Perohabla!

Yteníaunaspectoencantador,conaquellamiradaenlaquetemblabaunalágrimacomoelaguadeunatormentaenuncálizazul.

Rodolfolasentósobresusrodillasyacaricióconelrevésdesumanosusbandós lisos, en los que a la claridad del crepúsculo se reflejaba como unaflecha de oro un último rayo de sol. Emma inclinaba la frente; él terminóbesándolaenlospárpados,muysuavemente,conlapuntadeloslabios.

-¡Perotúhasllorado!-ledijo-.¿Porqué?

Ella rompióensollozos,Rodolfocreyóqueera laexplosióndesuamor;como ella se callaba, él interpretó este silencio como un último pudor yentoncesexclamó:

-¡Ah!,¡perdóname!, túereslaúnicaquemegusta.¡Hesidounimbécilyun malvado! ¡Te quiero, te querré siempre! ¿Qué tienes? ¡dímelo! Y searrodilló.

-¡Puesestoyarruinada,Rodolfo!¡Vasaprestarmemilfrancos!

-Pero... pero... -dijo levantándose poco a poco, mientras que su caratomabaunaexpresióngrave.

-Tú sabes -continuó ella inmediatamente- quemimarido había colocadotoda su fortuna en casa de un notario, y el notario se ha escapado. Hemospedidoprestado; losclientesnopagaban.Por lodemás, la liquidaciónnohaterminado;tendremosdineromásadelante.

Perohoy,porfaltadetresmilfrancos,nosvanaembargar.Eshoy,ahoramismoy,contandocontuamistad,hevenido.

«¡Ah! -pensóRodolfo, que se pusomuy pálido de pronto-, ¡por eso hasvenido!»

Porfin,dijoentonotranquilo:

-Nolostengo,queridaseñoramía.

Nomentía.Si loshubiera tenidoseguramentese loshabríadado,aunquegeneralmente sea desagradable hacer tan bellas acciones, pues de todas lasborrascasquecaensobreelamor,ningunaloenfríaylodesarraigatantocomolaspeticionesdedinero.

A1principioEmmasequedómirándoleunosminutos.

-¡Nolostienes!

Repitióvariasveces:

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-Nolostienes...Deberíahabermeahorradoestaúltimavergüenza.¡Nuncamehasquerido!¡Erescomolosotros!

Emmasetraicionaba,seperdía.

Rodolfolainterrumpió,afirmandoqueélmismoseencontrabaapuradodedinero.

-¡Ah!,¡tecompadezco!-dijoErnma-.¡Sí,muchísimo!...

Yfijándoseenunacarabinadamasquinadaquebrillabaenlapanoplia:

-¡Pero cuando se está tan pobre no se pone plata en la culata de suescopeta! ¡Nosecompraun relojcon incrustacionesdeconcha! -continuabaella señalando el reloj deBoulle-; ni empuñaduras de plata dorada para suslátigos -y los tocaba-, ni dijes para su reloj. ¡Oh!, ¡nada le falta!, hasta unportalicoresensuhabitación;porquetúnoteprivasdenada,vivesbien,tienesuncastillo,granjas,bosques,vasdemontería,viajasaParís...¡Eh!,aunquenofueramásqueesto-exclamóellacogiendosobrelachimeneasusgemelosdecamisa-,quedelamenordeestasboberías¡sepuedesacardinero!...¡Oh!,¡nolosquiero,guárdalos!

Yletirómuylejoslosdosgemelos,cuyacadenadeoroserompióalpegarcontralapared.

-Peroyotelohabríadadotodo,habríavendidotodo,habríatrabajadoconmis manos, habría mendigado por las carreteras, por una sonrisa, por unamirada,poroírtedecir:«¡Gracias!»¿Ytútequedasahí tranquilamenteentusillón,comosinomehubierashechoyasufrirbastante?¡Sinti,entératebien,habríapodidovivirfeliz!¿Quiénteobligaba?¿Eraunaapuesta?Sinembargo,mequerías, lodecías...Ytodavía,haceunmomento...¡Ah!,¡hubierashechomejordespidiéndome!Tengolasmanoscalientesdetusbesos,yahíestásobrelaalfombraelsitiodondemejurabasderodillasunamoreterno.Melohicistecreer:¡durantedosañosmehasarrastradoenelsueñomásmagníficoymásdulce!...Ymientras,proyectosdeviaje,¿teacuerdas?¡Oh!,¡tucarta,tucarta,medesgarróelcorazón!... ¡Ydespués,cuandovuelvoaél,aél,quees rico,feliz, libre, para implorar una ayuda que prestaría el primero que llegara,suplicándole y ofreciéndole todami ternura,me rechaza, porque le costaríatresmilfrancos!

-¡No los tengo! -respondió Rodolfo con esa calma perfecta con que seprotegencomosifueraunescudolascólerasresignadas.

Emmasalió.Lasparedestemblaban,eltecholaaplastaba;yvolvióapasarpor la larga avenida tropezando en los montones de hojas caídas quedispersabaelviento.

Porfin,llegóalfosodelantedelaverja;serompiólasuñasqueriendoabrir

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deprisa.

Después,cienpasosmásadelante,sinaliento,apuntodecaer,separó.Yentonces, volviendo la vista, percibió otra vez el impasible castillo, con elparque,losjardines,lostrespatiosytodaslasventanasdelafachada.

Sequedóestupefacta,ysinmásconcienciadesímismaqueellatidodesusarterias; leparecíaoírcomounaensordecedoramúsicaquese leescapabayllenabaloscampos.Elsuelosehundíabajosuspies,ylossurcosleparecieroninmensasolasoscurasqueseestrellaban.

Todas las reminiscencias, todas las ideas que había en su cabeza seescapabana lavez,deunsolo impulso,comolasmilpiezasdeunfuegodeartificio.Vio a supadre, el despachodeLheureux, lahabitaciónde losdos,a11álejos,unpaisajediferente.Erapresadeunataquedelocura,tuvomiedoyllegó a serenarse, aunque hay que decir de unamanera confusa, porque norecordabalacausadesuhorribleestado,esdecir,elproblemadeldinero.Nosufría más que por su amor, y sentía que su alma la abandonaba por esterecuerdo,comolosheridosqueagonizansientenquelavidase lesvapor laheridaquelessangra.

Caíalanoche,volabanlascornejas.

Lepareciódeprontoqueunasbolitascolordefuegoestallabanenelairecomo balas fulminantes que se aplastaban, y giraban, giraban, para it aderretirseenlanieveentrelasramasdelosárboles.Enmediodecadaunodeellas aparecía la cara de Rodolfo. Se multiplicaron y se acercaban, lapenetraban; tododesapareció.Reconoció las lucesde lascasasquebrillabandelejosenlaniebla.

Entoncessusituaciónse lepresentódenuevo,comounabismo.Jadeabahastapartirseelpecho.Después,enunarrebatodeheroísmoquelavolvíacasialegre,bajólacuestacorriendo,atravesólapasareladelasvacas,elsendero,laavenida,elmercadoyllegóalabotica.Nohabíanadie.Ibaaentrar,peroalsonarlacampanillapodíaveniralguien,ydeslizándoseporlavalla,reteniendoelaliento,tanteandolasparedes,llegóhastaelumbraldelacocina,enlaqueardíaunavelacolocadasobreelfogón.Justino,enmangasdecamisa,llevabaunabandeja.

-¡Ah!,estáncenando.Esperemos.

Justinoregresó.Ellagolpeóelcristal.Élsalió.

-¡Lallave!,ladearriba,dondeestánlos...

-¿Cómo?

Ylamiraba,todoasombradoporlapalidezdesucara.

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-¡Laquiero!,¡dámela!

Como el tabique era delgado, se oía el ruido de los tenedores contra losplatosenelcomedor.

Decíaquelasnecesitabaparamatarlasratasquenoledejabandormir.

-Tendríaquedecírseloalseñor.

-¡No!,¡quédateaquí!

Después,conaireindiferente:

-¡Bah!,novalelapena,selodiréluego.¡Vamos,alúmbrame!

Y entró en el pasillo adonde daba la puerta del laboratorio.Había en laparedunallaveconlaetiquetaCapharnaüm.

-¡Justino!-gritóelboticario,queestabaimpaciente.

-¡Subamos!

Yéllasiguió.

Giró la llave en la cerradura, yEmma fuedirectamente al tercer estante,hastatalpuntolaguiababiensurecuerdo,tomóelboteazul,learrancólatapa,metióenéllamano,y,retirándolallenadeunpolvoblanco,sepusoacomera11íconlamismamano.

-¡Quieta!-exclamóélechándoseencimadeella.

-¡Cállate!,puedenvenir.

Élsedesesperaba,queríallamar.

-¡Nodigasnadadeesto,leecharíanlaculpaatuamo!

Despuéssevolvió,súbitamenteapaciguada,ycasiconlaserenidaddeundebercumplido.

Cuando Carlos, trastornado por la noticia del embargo, entró en casa,Emma acababa de salir. Gritó, lloró, se desmayó, pero Emma no volvía.¿Dóndepodíaestar?MandóaFelicidadacasadeHomais,acasadeTuvache,aladeLheureux,al«Liond'Or»,atodoslossitios;y,enlasintermitenciasdesuangustia,veíasuconsideraciónaniquilada,sufortunaperdida,elporvenirdeBertaroto.¿Porquécausa?..., ¡niunapalabra!Esperóhastalasseisdelatarde.Porfin,nopudiendoaguantarmás,aimaginandoqueellahabíasalidoparaRouen,fueporlacarreteraprincipal,anduvomedialegua,noencontróanadie,aguardóunratoyregresó.

Emmahabíavuelto.

Se sentó ante su escritorio y escribió una carta que cerró despacio,

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añadiendolafechadeldíaylahora.Despuésdijoconuntoscoairesolemne:

-La leerásmañana;hastaentonces, te lo ruego,nomehagasniunasolapregunta:

-Pero...

-¡Oh,déjame!

Yseacostóatodololargodesucama.

Unsaboracrequesentíaensubocaladespertó.EntrevióaCarlosyvolvióacerrarlosojos.

La espiaba curiosamente para comprobar si no sufría. Pero ¡no!, nadatodavía.Oíaeltic-tacdelpéndulo,elruidodelfuego,yaCarlosquerespirabaalladodesucama.«¡Ah,esbienpocacosa,lamuerte!-pensabaella-;voyadormirmeytodohabráterminado.»

Bebióuntragodeaguaysevolviódecaraalapared.

Aquelhorriblesaboratintacontinuaba.

-¡Tengosed!,¡oh!,tengomuchased-suspiró.

-¿Puesquétienes?-dijoCarlos,queleofrecíaunvaso.

-¡Noesnada!...Abrelaventana...¡meahogo!

Ylesobrevinounanáuseatanrepentina,queapenastuvotiempodecogersupañuelobajolaalmohada.

-¡Recógelo!-dijorápidamente-;¡tíralo!

Carloslainterrogó;ellanocontestónada.Semanteníainmóvilpormiedoaquelamenoremociónlahiciesevomitar.

Entretanto,sentíaunfríodehieloquelesubíadelospiesalcorazón.

-¡Ah!,¡yacomienzaesto!-murmuróella.

--¿Quédices?

Movíalacabezaconungestosuavellenodeangustia,altiempoqueabríacontinuamente las mandíbulas, como si llevara sobre su lengua algo muypesado.Alasochoreaparecieronlosvómitos.

Carlos observó que en el fondo de la palangana había una especie dearenillablancapegadaalasparedesdeporcelana.

-¡Esextraordinario!,¡esraro!-repitió.Peroelladijoconunavozfuerte:

-¡No,teequivocas!

Entonces, delicadamente y casi acariciándola, le pasó la mano sobre el

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estómago.

Emmadioungritoagudo.Carlosseretirótodoasustado.

Despuésempezóaquejarse,alprincipiodébilmente.Ungranescalofríolesacudía loshombros,y seponíamáspálidaque la sábanadondesehundíansusdedoscrispados.Supulsodesigualeracasiinsensibleahora.Unasgotasdesudorcorríanporsucaraazulada,queparecíacomoyertaenlaexhalacióndeun vapor metálico. Sus dientes castañeteaban, sus ojos dilatados mirabanvagamente a su alrededor, y a todas las preguntas respondía sólo con unmovimiento de cabeza; incluso sonrió dos o tres veces. Poco a poco susgemidossehicieronmásfuertes,seleescapóunalaridosordo;creyóqueibamejor y que se levantaría enseguida. Pero presa de grandes convulsiones,exclamó:

-¡Ah!,¡estoesatroz,Diosmío!

Carloscayóderodillasantesulecho.

-¡Habla!,¿quéhascomido?¡Contesta,porelamordeDios!

Ylamirabaconunosojosdeternuracomoellanohabíavistonunca.

-Bueno,puesa11á...,a11á...-dijoconunavozdesmayada.

Carlossaltóalescritorio,rompióelselloyleyómuyalto:«Quenoacusenanadie.»Sedetuvo,pasólamanoporlosojos,yvolvióaleer.

-¡Cómo!...¡Socorro!,¡ami!

Y no podía hacer otra cosa que repetir esta palabra: «¡Envenenada!,¡envenenada!»

Felicidad corrió a casa de Homais, quien repitió a gritos aquellaexclamación, la señora Lefrançois la oyó en el «Lion d'Or», algunos selevantaronparadecírseloa susvecinos,y toda lanocheelpuebloestuvoenvela.

Loco, balbuciente, a punto de desplomarse, Carlos daba vueltas por lahabitación. Se pegaba contra los muebles, se arrancaba los cabellos, y elfarmacéutico nunca había creído que pudiese haber un espectáculo tanespantoso.VolvióacasaparaescribiralseñorCanivetyaldoctorLariviére.Perdíalacabeza;hizomásdequinceborradores.HipólitofueaNeufchâtel,yJustinoespoleó tan fuerte el caballodeBovary,que lodejó en la cuestadelBoisGuillaumerendidoycasi reventado.Carlosquisohojearsudiccionariodemedicina;noveía,laslíneasbailaban.

-¡Calma! -dijo el boticario-. Se trata sólo de administrar algún poderosoantídoto.¿Cuáleselveneno?

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Carlosenseñólacarta.Eraarsénico.

-Bien-replicóHomais-,habríaquehacerunanálisis.

Puessabíaqueespreciso,entodoslosenvenenamientos,hacerunanálisis;yelotro,quenocomprendía,respondió:

-¡Ah!,¡hágalo!,¡hágalo!,¡sálvela!

Después, volviendo al lado de ella, se desplomó enelsuelosobrelaalfombraypermanecía con la cabeza apoyada en la orilla de la camasollozando.

-¡Nollores!-ledijoella-.¡Prontodejarédeatormentarte!

-¿Porqué?¿Quiéntehaobligado?

Ellareplicó.

-Erapreciso,querido.

--¿Noeras feliz? ¿Es culpamía?Sin embargo, ¡hehecho todo loquehepodido!

-Sí...,esverdad...,¡túsíqueeresbueno!

Y le pasaba la mano por los cabellos lentamente. La suavidad de estasensación le aumentaba su tristeza; sentíaque todo su ser sedesplomabadedesesperanzaantelaideadequehabíaqueperderla,cuando,porelcontrario,ellamanifestabaamarlomásquenunca;ynoencontrabanada;nosabía,noseatrevía,pueslaurgenciadeunaresolucióninmediataacababadetrastornarle.Ella pensaba que había terminado con todas las traiciones, las bajezas y losinnumerables apetitos que la torturaban. Ahora no odiaba a nadie, uncrepúsculo confuso se abatía en supensamiento, yde todos los ruidosde latierra no oía más que la intermitente lamentación de aquel pobre corazón,suaveeindistinta,comoelúltimoecodeunasinfoníaquesealeja.

-Traedmealaniña-dijoincorporándosesobreelcodo.

-¿Noteencuentraspeor,verdad?-preguntóCarlos.

-¡No!,¡no!

Laniñallegóenbrazosdesumuchacha,consulargocamisón,dedondesalían su pies, descalzos, seria y casi soñando todavía. Observaba conextrañeza la habitación toda desordenada, y pestañeaba deslumbrada por lasvelasqueardíansobrelosmuebles.Lerecordaban,sinduda,lasmañanasdeAñoNuevoodelamitaddelaCuaresmacuando,despertadatempranoalaluzde las velas, venía a la camade sumadrepara recibir allí sus regalos, puesempezóadecir:

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-¿Dóndeestámamá?

Ycomotodoelmundosecallaba:

-¡Peroyonoveomizapatito!

Felicidad la inclinaba hacia la cama, mientras que ella seguía mirandohacialachimenea.

-¿Lohabrácogidolanodriza?-preguntó.

Yal oír este nombre, que le recordaba sus adulterios y sus calamidades,Madame Bovary volvió su cabeza, como si sintiera repugnancia de otroveneno más fuerte que le subía a la boca. Berta, entretanto, seguía posadasobrelacama.

-¡Oh!,¡quéojosgrandestienes,mamá!,¡quépálidaestás!,¡cómosudas!

Sumadrelamiraba.

-¡Tengomiedo!-dijolaniñaechándoseatrás.

Emmalecogiólamanoparabesársela;laniñaforcejeaba.

-¡Basta!,¡quelalleven!-exclamóCarlos,quesollozabaenlaalcoba.

Despuéscesaronlossíntomasuninstance;parecíamenosagitada;yacadapalabra insignificante, a cada respiración un poco más tranquila, Carlosrecobrabaesperanzas.

Porfin,cuandoentróCanivet,seechóensusbrazosllorando.

-¡Ah!,¡esusted!,¡gracias!,¡québuenoes!Peroestámejor.¡Fíjese,mírela!

El colegano fue enabsolutode estaopinión,yyendoalgrano, comoélmismo decía, prescribió un vomitivo, a fin de vaciar completamente elestómago.

Emmanotardóenvomitarsangre.Suslabiosseapretaronmás.Teníalosmiembros crispados, el cuerpo cubierto de manchas oscuras, y su pulso seescapabacomounhilotenso,comounacuerdadearpaapuntoderomperse.

Después empezaba a gritar horriblemente. Maldecía el veneno, decíainvectivas,lesuplicabaquesedieseprisa,yrechazabaconsusbrazosrígidostodoloqueCarlos,másagonizantequeella,seesforzabaenhacerlebeber.Élpermanecíadepie,consupañueloenloslabios,comoenestertores,llorandoysofocadoporsollozosque losacudíanhasta los talones.Felicidadrecorría lahabitacióndeunladoparaotro;Homais,inmóvil,suspirabaprofundamenteyelseñorCanivet,conservandosiempresuaplomo,empezaba,sinembargo,asentirsepreocupado.

-¡Diablo!...sinembargoestápurgada,ydesdeelmomentoenquecesala

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causa...

-Elefectodebecesar-dijoHomais-;¡estoesevidence!

-Pero¡sálvela!exclamabaBovary.

Por lo que, sin escuchar al farmacéutico, que aventuraba todavía estahipótesis: «Quizás es un paroxismo saludable», Canivet iba a administrartriacacuandooyóelchasquidodeun látigo; todos loscristales temblaron,yuna berlina de posta que iba a galope tendido tirada por tres caballosenfangadoshasta las orejas irrumpiódeun salto en la esquinadelmercado.EraeldoctorLarivière.

Laaparicióndeundiosnohubiesecausadomásemoción.Bovarylevantólasmanos,CanivetseparóensecoyHomaissequitósugorrogriegomuchoantesdequeentraseeldoctorLarivière.

Pertenecía a la gran escuela quirúrgica del profesor Bicha t, a aquellageneración, hoy desaparecida, de médicos filósofos que, enamoradosapasionadamentedesuprofesión,laejercíanconcompetenciayacierto.Todotemblaba en su hospital cuando montaba en cólera, y sus alumnos lovenerabandetalmodoqueseesforzaban,apenasseestablecían,enimitarlelomásposible;demaneraqueenlasciudadesdelosalrededoresselesreconocíapor vestir un largo chaleco acolchado demerino y una amplia levita negra,cuyasbocamangasdesabrochadastapabanunpocosusmanoscarnosas,unasmanosmuybellas,quenuncallevabanguantes,comoparaestarmásprontasapenetrar en las miserias. Desdeñoso de cruces, títulos y academias,hospitalario, liberal,paternalcon lospobresypracticando lavirtudsincreerenella,habríapasadoporun santo si la firmezade su talentono lohubierahecho temercomoaundemonio.Sumirada,máscortantequesusbisturíes,penetrabadirectamenteenelalmaydesarticulabatodamentiraatravésdelosalegatos y los pudores. Y así andaba por la vida lleno de esa majestadbonachonaquedanlaconcienciadeungrantalento,lafortunaycuarentaañosdeunavidalaboriosaairreprochable.

FruncióelceñodesdelapuertaalpercibirelaspectocadavéricodeEmma,tendidasobrelaespalda,conlabocaabierta.Después,aparentandoescucharaCanivet,sepasabaelíndicebajolasaletasdelanarizyrepetía:

-Bueno,bueno.

Perohizoungestolentoconloshombros.Bovaryloobservó:semiraron;yaquelhombre,tanhabituado,sinembargo,averlosdolores,nopudoretenerunalágrimaquecayósobrelachorreradesucamisa.

QuisollevaraCanivetalahabitacióncontigua.Carloslosiguió.

-Estámuymal,¿verdad?¿Silepusiéramosunossinapismos?,¡quéséyo!

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¡Encuentrealgo,ustedquehasalvadoatantos!

Carlos le rodeaba el cuerpo con sus dos brazos, y lo contemplaba de unmodoasustado,suplicante,medioabatidocontrasupecho.

-Vamos,muchacho,¡ánimo!Yanohaynadaquehacer.

YeldoctorLarivièreapartólavista.

-¿Semarchausted?

-Voyavolver.

Salió como para dar una orden a su postillón con el señor Canivet, quetampocoteníainterésporvermoriraEmmaentresusmanos.Elfarmacéuticose les unió en la plaza. No podía, por temperamento, separarse de la gentecélebre.PoresoconjuróalseñorLarivièrequelehicieseelinsignehonordeaceptar la invitación de almorzar. Inmediatamente marcharon a buscarpichonesal«Liond'Or»;todaslaschuletasquehabíaenlacarnicería,nataacasa de Tuvache, huevos a casa de Lestiboudis, y el boticario en personaayudabaalospreparativosmientrasquelaseñoraHomaisdecía,estirandoloscordonesdesucamisola:

-Ustedmedisculpará, señor,puesennuestropobrepaís sino seavisa lavíspera...

-¡Lascopas!-soplóHomais.

-Al menos si estuviéramos en la ciudad tendríamos la so lución de lasmanosdecerdorellenas.

-¡Cállate!...¡Alamesa,doctor!

Le pareció bien, después de los primeros bocados, dar algunos detallessobrelacatástrofe:

-Al principio se presentó una sequedad en la faringe, después doloresinsoportablesenelepigastrio,grandesevacuaciones.

--¿Ycómosehaenvenenado?

-Nolosé,doctor,ynisiquierasémuybiendóndehapodidoprocurarseeseácidoarsenioso.

Justino,quellegabaentoncesconunapiladeplatos,empezóatemblar.

-¿Quétienes?-dijoelfarmacéutico.

El joven ante esta pregunta dejó caer todo por el suelo con un granestrépito.

-¡Imbécil!-exclamóHomais-,¡zopenco!,¡pedazodeburro!

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Peroderepente,recobrándose:

-He querido, doctor, intentar un análisis, y en primer lugar he metidodelicadamenteensutubo...

-Mejorhabríasido-dijoelcirujano-meterlelosdedosenlagarganta.

Su colega se callaba, pues hacía un momento había recibidoconfidencialmenteunafuertereprimendaapropósitodesuvomitivo,desuerteque este bueno de Canivet, tan arrogante y locuaz cuando lo del pie zopo,estabaahoramuymodesto; sonreíacontinuamente,congestodeaprobación.Homaisseesponjabaensuorgullodeanfitrión,yelrecuerdodelaafliccióndeBovarycontribuíavagamenteasuplacerporunacompensaciónegoístaquesehacíaasímismo.Además,lapresenciadeldoctorleentusiasmaba.Hacíagaladesuerudición,citabatodomezclandolascantáridas,elupas,elmanzanillo,lavíbora.

-Einclusoheleídoquevariaspersonassehabíanintoxicado,doctor,comofulminadas por embutidos que habían sufrido un ahumado muy fuerte. Almenosestoconstabaenunexcelenteinforme,compuestoporunadenuestraseminencias farmacéuticas, uno de nuestros maestros, el ilustre Cadet deGassicourt.

La señora Homais reapareció trayendo una de esas vacilantes máquinasquesecalientanconespíritudevino;porqueHomaisteníaagalahacerelcafésobrelamesa,habiéndolotostado,molidoymezcladoélmismo.

-Sacharum,doctor-dijoofreciéndoleazúcar.

Despuésmandóbajar a todos sushijos, puesdeseabaconocer laopinióndelcirujanosobresuconstitución.

Por fin, el señorLarivière se iba amarchar cuando la señoraHomais lepidióunaconsultaparasumarido.Lasangreseleespesabadetalmodoquesequedabadormidotodaslasnochesdespuésdecenar.

-¡Oh!,noeslesensloquelemolesta.

Ysonriendounpocoporestejuegodepalabrasinadvertido,eldoctorabriólapuerta.

PerolafarmaciarebosabadegenteylecostómuchotrabajodeshacersedelseñorTuvache, que temía que su esposa tuviera una pleuresía, porque teníacostumbre de escupir en las cenizas; después, del señor Binet, que a vecestenía unas hambres atroces, y de la señora Caron, que sentía picores; deLheureux, que tenía vértigos; deLestiboudis, que tenía reúma; de la señoraLefrançois, que tenía acidez. Por fin, los tres caballos arrancaron, y todo elmundocoincidióenqueeldoctornosehabíamostradcomplaciente.

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LaatenciónpúblicasedistrajoporlaaparicióndelseñorBournisien,queatravesabaelmercadoconlossantosóleos.

Homais, consecuente con sus principios, comparó a los curas con loscuervosalosqueatraeelolordelosmuertos;lavistadeuneclesiásticoleerapersonalmente desagradable, pues la sotana le hacía pensar en el sudario ydetestabalaunaunpocoporelterrordelotro.

Sinembargo,sin retrocederante loqueél llamaba«sumisión»,volvióacasadeBovaryencompañíadeCanivet,aquienelseñorLarivière,antesdemarchar,lehabíaencargadoconinterésquehicieraaquellavisita;aincluso,sinohubierasidoporsumujer,sehabríallevadoconsigoasusdoshijos,afinde acostumbrarlos a los momentos fuertes, para que fuese una lección, unejemplo,uncuadrosolemnequelesquedasemásadelanteenlamemoria.

Cuando entraron, la habitación estaba toda llena de una solemnidadlúgubre.Sobrelamesadelabor,cubiertaconunmantelblanco,habíacincooseisbolasdealgodónenunabandejadeplata,cercadeuncrucifijoentredoscandelabrosencendidos.Emma,conlacabezareclinada.sobreelpecho,abríadesmesuradamente los párpados, y sus pobresmanos se arrastraban bajo lassábanas, con ese gesto repelente y suave de los agonizantes, que parecenquereryacubrirseconelsudario.Pálidocomounaestatua,yconlosojosrojoscomobrasas,Carlos, sin llorar, semantenía frente a ella, al pie de la cama,mientrasqueelsacerdote,apoyadosobreunarodilla,mascullabapalabrasenvozbaja.

El sacerdote se levantó para tomar el crucifijo, entonces ella alargó elcuellocomoalguienquetienesed,y,pegandosus labiossobreelcuerpodelHombre-Dios,depositóenélcontodasufuerzademoribundaelmásgrandebeso de amor que jamás hubiese dado. Después el sacerdote recitó elMirereatur,yel Indulgentiam,mojósupulgarderechoenelóleoycomenzólasunciones, primeramente en losojosque tantohabían codiciado todas laspompasterrestres;despuésenlasventanasdelanariz,ansiosasdetibiasbrisasydeoloresamorosos;despuésenlaboca,quesehabíaabiertoparalamentira,quehabíagemidodeorgulloygritadodelujuria;despuésenlasmanos,quesedeleitabanen loscontactos suavesy, finalmenteen laplantade lospies, tanrápidosenotro tiempocuandocorríaa saciar susdeseos,yqueahorayanocaminaríanmás.

Elcurasesecólosdedos,echóalfuegolosrestosdealgodónmojadosdeaceiteyvolvióasentarsecercadelamoribundaparadecirlequeahoradebíaunir sus sufrimientos a los de Jesucristo y encomendarse a la misericordiadivina. Terminadas sus exhortaciones, trató de ponerle en la mano un ciriobendito, símbolo de las glorias celestiales de las que pronto iba a estarrodeada.Emma,demasiadodébil,nopudocerrarlosdedos,yelcirio,anoser

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porel señorBournisien, sehabríacaídoal suelo.Sinembargo,yanoestabatanpálida,ysucarateníaunaexpresióndeserenidad,comosielSacramentolahubiesecurado.

Elsacerdotenodejódehacerlaobservación:explicóinclusoaBovaryqueel Señor, a veces, prolongaba la vida de las personas cuando lo juzgabaconvenienteparasusalvación;yCarlosrecordóundíaenquetambiéncercadelamuerte,ellahabíarecibidolaComunión.

«Quizánohabíaquedesesperarse-pensóél.»

Enefecto,Emmamiróatodosualrededor,lentamente,comoalguienquedespierta de un sueño; después, con una voz clara, pidió su espejo ypermaneció inclinada encima algún tiempo, hasta el momento en que lebrotarondesusojosgruesaslágrimassobrelaalmohada.

Enseguidasupechoempezóajadearrápidamente.Lalenguatodaenteralesalió por completo fuera de la boca; sus ojos, girando, palidecían comodosglobosde lámparaqueseapagan; se lacreeríayamuerta, sino fuerapor latremendaaceleracióndesuscostillas,sacudidasporunjadeofurioso,comosielalmadierabotesparadespegarse.Felicidadsearrodillóanteelcrucifijoyelfarmacéuticoinclusodoblóunpocolascorvas,mientrasqueelseñorCanivetmirabavagamentehacialaplaza.

Bournisiensehabíapuestodenuevoenoración,conlacarainclinadahaciala orilla de la cama, con su larga sotana negra que le arrastraba por lahabitación.Carlosestabaalotro lado,de rodillas, con losbrazosextendidoshacia Emma. Había cogido sus manos y se estremecía a cada latido de sucorazóncomoalarepercusióndeunaruinaquesederrumba.Amedidaqueelestertor se hacía más fuerte, el eclesiástico aceleraba sus oraciones; semezclaban a los sollozos ahogados de Bovary y a veces todo parecíadesaparecerenelsordomurmullodelassílabaslatinas,quesonabancomoeltañidofúnebredeunacampana.

Deprontoseoyóenlaaceraunruidodegruesoszuecoscone1rocedeunbastón,yseoyóunavozroncaquecantaba:

Souventlachaleurd'unbeaujour

Faitréverfilletteàl'amour-'.

Emma se incorporó como un cadáver que se galvaniza, con los cabellossueltos,lamiradafijaylabocaabierta.

Pouramasserdiligemment

Lesépisquelafauxmoissonne,

MaNanettevas'inclinant

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Verslesillonquinouslesdonne.

-¡Elciego!-exclamó.

YEmmaseechóareír,conunarisaatroz,frenética,desesperada,creyendoverlacaraespantosadeldesgraciadoquesurgíadelastinieblaseternascomounespanto.

illsoufflabienfortcejour-là.

Etlejuponcourts'envola!

Una convulsión la derrumbó de nuevo sobre el colchón. Todos seacercaron.Yahabíadejadodeexistir.

CAPÍTULOIX

Siemprehaydetrásdelamuertedealguiencomounaestupefacciónquesedesprende, tan difícil es comprender esta llegada inesperada de la nada yresignarseacreerlo.Perocuandosediocuentadesu inmovilidad,Carlosseechósobreellagritando:

-¡Adiós!,¡adiós!

HomaisyCanivetlesacaronfueradelahabitación.

-¡Tranquilícese!

-Sí -decía debatiéndose-, seré razonable, no haré daño. Pero déjenme.¡Quieroverla!,¡esmimujer!

Ylloraba.

-Llore -dijo el farmacéutico-, dé rienda suelta a la naturaleza, eso lealiviará.

Carlos,sintiéndosemásdébilqueunniño,sedejóllevarabajo,alasala,yelseñorHomaisprontosevolvióasucasa.

Enlaplazafueabordadoporelciego,quienhabiendollegadoaYonvillecon la esperanza de la pomada antiflogística, preguntaba a cada transeúntedóndevivíaelboticario.

-¡Vamos,hombre!,¡comosinotuvieraotracosaquehacer!Tenpaciencia,vuelvemástarde.

Yentróprecipitadamenteenlafarmacia.

Teníaqueescribirdoscartas,prepararunapocióncalmanteparaBovary,

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inventar una mentira que pudiese ocultar el envenenamiento y preparar unartículo para El Fanal, sin contar las personas que le esperaban para recibirnoticias;y,cuandolosyonvillensesescucharonelrelatodelarsénicoquehabíatomadoporazúcar,alhacerunacremadevainilla,HomaisvolviódenuevoacasadeBovary.

Loencontró solo (el señorCanivet acababademarcharse), sentadoenelsillón, cerca de la ventana y contemplando con una mirada idiota losadoquinesdelacalle.

-Ahora -dijoel farmacéutico-ustedmismo tendríaque fijar lahorade laceremonia.

-¿Porqué?,¿quéceremonia?

Despuésconvozbalbucienteyasustada:

-¡Oh!,no,¿verdad?,no,quieroconservarla.

Homais, para disimular, tomó una jarra del aparador para regar losgeranios.

-¡Ah!,gracias-dijoCarlos-,¡québuenoesusted!

Ynoacabósufrase,abrumadoporelaluviónderecuerdosqueestegestodelfarmacéuticoleevocaba.

Entonces, para distraerle, Homais creyó conveniente hablar un poco dehorticultura;lasplantasnecesitabanhumedad.Carlosbajólacabezaenseñaldeaprobación.

-Además,ahoravanavolverlosdíasbuenos.

-¡Ah!-dijoBovary.

Elboticario,agotadassusideas,sepusoasepararsuavementelosvisillosdelavidriera.

-¡Mire!,a11ívaelseñorTuvache.

Carlosrepitiócomounamáquina.

-AllívaelseñorTuvache.

Homaisnoseatrevióahablarleotravezdelospreparativosfúnebres;fueeleclesiásticoquienvinoa11íaresolverlo.

Carlos se encerró en su gabinete, tomó una pluma, y, después de habersollozadoalgúntiempo,escribió.

«Quieroque laentierrenconsu trajedeboda,conunoszapatosblancos,una corona. Le extenderán el pelo sobre los hombros; tres ataúdes, uno de

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roble,unodecaoba,unodeplomo.Quenadiemediganada,tendrévalor.Lepondrán por encima de todo una gran pieza de terciopelo verde.Esta esmivoluntad.Quesecumpla.»AquellosseñoresseextrañaronmuchodelasideasnovelescasdeBovary,yenseguidaelfarmacéuticofueadecirle:

-Eseterciopelomepareceunaredundancia.Además,elgasto...

-¿Yaustedquéleimporta?---exclamóCarlos-.¡Déjemeenpaz!,¡ustednolaquería!¡Márchese!

Eleclesiásticolotomóporelbrazoparahacerledarunpaseoporlahuerta.Hablaba sobre lavanidadde las cosas terrestres.Dios eramuygrande,muybueno;debíamossometernossinrechistarasusdecretos,inclusodarlegracias.

Carlosprorrumpióenblasfemias.

-¡DetestoalDiosdeustedes!

-Elespírituderebeliónnolehadejadotodavía-suspiróeleclesiástico.

Bovary estaba lejos. Caminaba a grandes pasos, a lo largo de la pared,cerca del espaldar, y rechinaba los dientes, levantaba al cielo miradas demaldición,peroniunasolahojasemovió.

Caía una fría lluvia, Carlos, que tenía e1 pecho descubierto, comenzó atiritar;entróasentarseenlacocina.

Alasseisseoyóunruidodechatarraenlaplaza:era«LaGolondrina»quellegaba;yCarlospermanecióconlafrentepegadaaloscristalesviendobajaralosviajerosunosdetrásdeotros.Felicidadleextendióuncolchónenelsalón,Carlosseechóencimaysequedódormido.

Aunque filósofo, el señor Homais respetaba a los muertos. Por eso, singuardar rencor al pobre Carlos, volvió por la noche a velar el cadáver,llevandoconsigotreslibrosyunportafoliosparatomarnotas.

ElseñorBournisienseencontrabaa11í,ydosgrandesciriosardíanen lacabeceradelacama,quehabíansacadofueradelaalcoba.

El boticario, a quien pesaba el silencio, no tardó en formular algunasquejas sobre aquella infortunada mujer joven, y el sacerdote respondió queahorasóloquedabarezarporella.

-Sin embargo -replicó Homais-, una de dos: o ha muerto en estado degracia,comodicelaIglesia,yentoncesnotieneningunanecesidaddenuestrasoraciones, o bien ha muerto impenitente, esta es, yo creo, la expresióneclesiástica,yentonces…

Bournisienleinterrumpió,replicandoenuntonodesabrido,quenodejabadesernecesarioelrezar.

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-Pero -objetó el farmacéutico- ya que Dios conoce todas nuestrasnecesidades,¿paraquépuedeservirlaoración?

-¡Cómo!-dijoeleclesiástico-,¡laoración!¿Luegoustednoescristiano?

-¡Perdón! -dijo Homais-. Admiro el cristianismo. Primero liberó a losesclavos,introdujoenelmundounamoral...

-¡Nosetratadeeso!Todoslostextos...

-¡Oh!, ¡oh!, encuantoa los textos, abra lahistoria; se sabequehansidofalsificadosporlosjesuitas.

EntróCarlos,y,acercándosealacama,corriólentamentelascoronas:

Emmateníalacabezainclinadasobreelhombroderecho.Lacomisuradesuboca,queseguíaabierta,hacíacomounagujeronegroenlapartebajadelacara;losdospulgarespermanecíandobladoshacialapalmadelasmanos;unaespecie de polvo blanco le salpicaba las cejas, y sus ojos comenzaban adesaparecerenunapalidezviscosaquesemejabaunateladelgada,comosilasarañashubiesentejidoa11íencima.

Lasábanasehundíadesdelossenoshastalasrodillas,volviendodespuésalevantarseen lapuntade lospies;yaCarlos leparecíaquemasas infinitas,queunpesoenormepesabasobreella.

Elrelojdelaiglesiadiolasdos.Seoíaelgranmurmullodelríoquecorríaenlas tinieblasalpiede la terraza.ElseñorBournisiendevezencuandosesonabaruidosamenteyHomaishacíarechinarsuplumasobreelpapel.

-Vamos,mibuenamigo-dijo-,retírese,esteespectáculoledesgarra.

Una vez que salió Carlos, el farmacéutico y el cura reanudaron susdiscusiones.

-¡LeaaVoltaire!-decíauno-;leaaD'Holbach,lealaEnciclopedia.

-LealasCartasdealgunosjudíosportugueses-decíaelotro-;lealaRazóndelcristianismo,porNicolás,antiguomagistrado.

Se acaloraban, estaban rojos, hablaban a un tiempo, sin escucharse;Bournisienseescandalizabadesemejanteaudacia;Homaissemaravillabadesemejantetontería;ynolesfaltabamuchoparainsultarsecuando,depronto,reaparecióCarlos.Unafascinaciónleatraía.Subíacontinuamentelaescalera.

Se ponía enfrente de Emma para verla mejor, y se perdía en estacontemplación,queyanoeradolorosaafuerzadeserprofunda.

Recordabahistoriasdecatalepsia,losmilagrosdelmagnetismo,ysedecíaque, queriéndolo con fuerza, quizás llegara a resucitarla. Incluso una vez seinclinóhaciaella,ydijomuybajo:«¡Emma!¡Emma!»Sualiento,fuertemente

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impulsado,hizotemblarlallamadeloscirioscontralapared.

Al amanecer llegó la señora Bovary madre; Carlos, al abrazarla, sedesbordó de nuevo en llanto. Ella trató, como ya lo había hecho elfarmacéutico,dehacerlealgunasobservacionessobre losgastosdelentierro.Carlos seexcitó tantoque sumadre secalló, a incluso le encargóque fueseinmediatamentealaciudadparacomprarloquehacíafalta.

Carlos se quedó solo toda la tarde: habían llevado a Berta a casa de laseñoraHomais;Felicidadseguíaarriba,enlahabitación,conlatíaLefrançois.

Porlatarderecibióvisitas.Selevantaba,estrechabalasmanossinpoderhablar, después se sentaban unos junto a los otros formando un gransemicírculodelantedelachimenea.Conlacabezabajaylaspiernascruzadas,balanceabaunadeellasdandounsuspirodevezencuando.

Ytodosseaburríanenormemente,peronadiesedecidíaamarcharse.

CuandoHomais volvió a las nueve (no se veíamásque a él en la plazadesdehacíadosdías),veníacargadodeunaprovisióndealcanfor,debenjuíydehierbasaromáticas.Llevabatambiénunrecipientellenodecloroparaalejarlosmiasmas.En aquelmomento, la criada, la señoraLefrançois y la señoraBovary madre daban vueltas alrededor de Emma terminando de vestirla, ybajaronellargovelorígidoqueletapóhastasuszapatosderaso.

Felicidadsollozaba:

-¡Ah!,¡mipobreama!,¡mipobreama!

-¡Mírela-decíasuspirandolamesonera-,quépreciosaestátodavía!Sediríaquevaalevantarseinmediatamente.

Despuésseinclinaronparaponerlelacorona.

Huboque levantarle un poco la cabeza, y entonces un chorro de líquidonegrosaliódesubocacomounvómito.

-¡Ah! ¡Dios mío!, ¡el vestido, tened cuidado! -exclamó la señoraLefrançois-.

¡Ayúdenos!-ledecíaalfarmacéutico-.¿Acasotienemiedo?

-¿Miedo yo? -replicó encogiéndose de hombros-. ¡Pues sí! ¡He visto atantos en el Hospital cuando estudiaba farmacia! ¡Hacíamos ponche en elanfiteatrode lasdisecciones!Lanadanoespantaaun filósofo;a incluso, lodigomuchasveces,tengolaintencióndelegarmicuerpoaloshospitalesparaquesirvadespuésalaciencia.

Al llegar el cura preguntó cómo estaba el señor, y a la respuesta delboticario,replicó.

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-¡Elgolpe,comocomprende,estátodavíamuyreciente!

EntoncesHomaislefelicitópornoestarexpuesto,comotodoelmundo,aperder una compañía querida; de donde se siguió una discusión sobre elcelibatodelossacerdotes.

-Porque-decíaelfarmacéutico-¡noesnaturalqueunhombresearreglesinmujeres!,sehanvistocrímenes...

-Pero ¡caramba! ---exclamó el eclesiástico -, ¿cómo quiere usted que unindividuo casado sea capaz de guardar, por ejemplo, el secreto de laconfesión?

Homais atacó la confesión,Bournisien ladefendió, se extendió sobre lasrestituciones que hacía operar.Citó diferentes anécdotas de ladrones que depronto se habían vuelto honrados, militares que habiéndose acercado altribunaldelapenitenciahabíannotadoqueselescaíanlasvendasdelosojos.HabíaenFriburgounministro...

Sucompañerodormía.Después,comoseahogabaunpocoenlaatmósferademasiado pesada de la habitación, abrió la ventana lo cual despertó alfarmacéutico.

-Vamos,¡unpolvitoderapé!-ledijo-.Tómelo,ledespabilará.

Enalgúnlugar,alolejos,seoíanunosalaridosininterrumpidos.

-¿Oyeustedladrarunperro?-dijoelfarmacéutico.

-Se dice que olfatean a los muertos -respondió-. Es como las abejas:escapandelacolmenacuandomuereunapersona.

Homaisnohizoningunaobservaciónsobreestosprejuicios,puessehabíadormido.

El señor Bournisien, más robusto, continuó algún tiempo moviendo loslabiosmuydespacio;después,insensiblemente,inclinólacabeza,dejócaersugordolibronegroyempezóaroncar.

Estaban uno enfrente del otro, con el vientre hacia fuera, la caraabotargada, el aire ceñudo, coincidiendo después de tanto desacuerdo en lamismadebilidadhumana;ynosemovíanmásqueelcadáverqueestabaasulado,queparecíadormir.

CuandoCarlosvolvióaentrar,nolosdespertó.Eralaúltimavez.Veníaadecirleadiós.

Las hierbas aromáticas seguían humeando, y unos remolinos de vaporazuladoseconfundíanenelbordedelaventanaconlanieblaqueentraba.

Habíaalgunasestrellasylanocheestabatemplada.

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La cera de los cirios caía en gruesas lágrimas sobre las sábanas. Carlosmiraba cómo ardían, cansándose los ojos contra el resplandor de su llamaamarilla.

Temblaban unos reflejos en el vestido de raso, blanco comoun claro deluna.Emmadesaparecíadebajo,yaCarlosleparecíaque,esparciéndosefuerade sí misma, se perdía confusamente en las cosas que la rodeaban, en elsilencio, en la noche, en el viento que pasaba, en los olores húmedos quesubían.

Después,depronto,laveíaeneljardíndeTostes,enelbanco,juntoalsetodeespinos,enelumbraldesucasa,enelpatiodeLesBertaux.Seguíaoyendola risa de los chicos alegres que bailaban bajo los manzanos; la habitaciónestaballenadelperfumedesucabelleraysuvestidoletemblabaenlosbrazosconunchisporroteo;yeraelmismo,aquelvestido.

Estuvomucho tiempoasí recordando todas las felicidadesdesaparecidas:suactitud,susgestos,eltimbredesuvoz.Despuésdeunadesesperaciónveníaotra,ysiempre,inagotablemente,cómolasolasdeunamareaquesedesborda.

Sintió una terrible curiosidad: despacio, con la punta de los dedos,palpitante,lelevantóelvelo.Perolanzóungritodehorrorquedespertóalosquedormían.Lollevaronabajo,alasala.

DespuésvinoFelicidadadecirqueelseñorqueríaunmechóndepelodelaseñora.

-¡Córtelo!-replicóelboticario.

Ycomoellanoseatrevía,seadelantóélmismo,conlastijerasenlamano.Temblaba tanto, que picó la piel de las sienes en varios sitios. Por fin,venciendo la emoción,Homais dio dos o tres grandes tijeretazos al azar, locualdejómarcasblancasenaquellahermosacabelleranegra.Elfarmacéuticoyelcuravolvieronasumergirseensusocupaciones,nosindormirdevezencuando, de lo cual se acusaban recíprocamente cada vez que volvían adespertar.EntonceselseñorBournisienrociabalahabitaciónconaguabenditayHomaisechabaunpocodecloroenelsuelo.

Felicidadhabíatenidolaprecaucióndeponerparaellos,sobrelacómoda,unabotelladeaguardiente,unquesoyungranbizcocho.Poresoelboticario,quenopodíamás,suspiróhacialascuatrodelamañana:

-¡Laverdadesquedebuenaganametomaríaalgo!

Eleclesiásticonosehizorogar;salióparairadecirmisa,volvió,despuéscomieronybebieron,bromeandounpoco,sinsaberporqué,animadosporesaalegríavagaquenosinvadedespuésdesesionesdetristeza;yalaúltimacopa,elcuradijoalfarmacéutico,dándolepalmadasenelhombro:

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-¡Acabaremosporentendernos!

Abajo, en el vestíbulo, encontraron a los carpinteros que llegaban.EntoncesCarlos,durantedoshoras,tuvoquesoportarelsupliciodelmartilloqueresonabasobrelastablas.Despuésladepositaronensuataúdderoblequemetieronenlosotrosdos;perocomoelataúderademasiadoancho,huboquerellenarlosintersticiosconlalanadeuncolchón.Porfin,unavezcepilladas,clavadasysoldadaslastrestapas,laexpusierondelantedelapuerta;seabriódeparenparlacasayempezóeldesfiledelosvecinosdeYonville.

LlegóelpadredeEmma.Sedesmayóenlaplazaalverelpañonegro.

CAPÍTULOX

No había recibido la carta del farmacéutico hasta treinta y seis horasdespuésdelacontecimiento;yenatenciónasusensibilidad,elseñorHomaisla había redactadode talmanera que era imposible saber a qué atenerse.Elbuenhombrecayóalprincipiocomoenunataquedeapoplejía.Despuéspensóqueellanohabíamuerto.Peropodíaestarlo...Porfinsepusolablusa,cogióelsombrero, sujetóuna espuela a la botay salió a galope tendido, y a todo lolargo de la carretera el tíoRouault, jadeante, se consumía de angustia.Unavez,incluso,sevioobligadoabajar.Yanoveía,oíavocesasualrededor,teníalasensacióndevolverseloco.

Se hizo de día. Vio tres gallinas negras que dormían en un árbol; seestremeció espantado por este presagio. Entonces prometió a la SantísimaVirgentrescasullasparalaiglesiayqueiríadescalzodesdeelcementeriodeLesBertauxhastalacapilladeVassonville.

EntróenMarommellamandodesdelejosalagentedelaposada,derribólapuertadeunempujón,diounsaltosobreelsacodeavena,echóenelpesebreunabotelladesidradulce,volvióamontarensucaballoquesacabachispasconsuscuatroherraduras.Sedecíaasímismoquesindudalasalvarían;losmédicosdescubriríanunremedio,estabaseguro.Recordótodaslascuracionesmilagrosasquelehabíancontado.Despuésseleapareciómuerta.Estabaallí,tendidasobre laespalda,enmediode lacarretera.Tirabade las riendasy laalucinacióndesaparecía.

EnQuincampoix,paraanimarse,tomótrescafésunodetrásdeotro.

Pensóquesehabíanequivocadodenombrealescribirle.Buscólacartaenelbolsillo,lapalpó,peronoseatrevióaabrirla.

Llegó a suponer que quizás era una «broma», una venganza de alguien,

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unaocurrenciadealgúnjuerguista,y,porotraparte,sisuhijahubieramuerto¿sesabría?¡Puesno!,elcamponoteníanadadeextraordinario:elcieloestabaazul,losárbolessebalanceaban,pasóunrebañodecorderos.Vioelpueblo,levieron galopar deprisa inclinado sobre el caballo, al que daba grandeslatigazosycuyascinchasgoteabansangre.

Cuandovolvióensí,cayóenvueltoenllantoenbrazosdeBovary:

-¡Mihija!¡Emma!,¡miniña!,¡explíqueme!

YCarlosrespondiósollozando:

-¡Nosé,nosé!,¡esunamaldición!

Elboticariolosseparó.

-Estoshorriblesdetallessoninútiles.Yainformaréalseñor.Estállegandogente.Unpocodedignidad,¡caramba!,unpocoderesignación.

Bovaryquisoparecerfuerteyrepitióvariasveces:

-iSí!...,¡valor!

-Bueno -exclamó el buen hombre-, lo tendré, ¡rayos y truenos! Voy aacompañarlahastaelfin.

Doblabalacampana.Todoestabadispuesto.Huboqueponerseenmarcha.

Ysentadosenunasilladelcoro,unoalladodelotro,vieronpasaryvolverapasardelantedeelloscontinuamentealostreschantresquesalmodiaban.Elserpentón soplaba a pleno pulmón. El señor Bournisien, revestido deornamentos fúnebres, cantaba con voz aguda; se inclinaba ante el sagrario,elevaba las manos, extendía los brazos. Lestiboudis circulaba por la iglesiaconsuvarilladeballena;cercadelfacistolreposabaelataúdentrecuatrofilasdecirios.ACarlosledabanganasdelevantarseparaapagarlos.

Trataba, sin embargo, de animarse a la devoción, de elevarse en laesperanzadeunavida futuraendonde lavolvería aver. Imaginabaqueellahabíasalidodeviaje,muylejos,desdehacíatiempo.Perocuandopensabaqueestabaa11í abajoyque todohabía terminado,que la llevabana la tierra, seapoderabade él una rabia feroz, negra, desesperada.Aveces creíano sentirnadamás,ysaboreabaestealiviodesudolorreprochándosealmismotiemposerunmiserable.

Seoyósobre las losascomoel ruidosecodeunabarradehierroque lasgolpeabarítmicamente.Veníadelfondoyseparóensecoenunanavelateraldelaiglesia.Unhombrecongruesachaquetaoscurasearrodillópenosamente.EraHipólito,elmozodel«Lionded'Or».Sehabíapuestosupiernanueva.

Unodeloschantresvinoadarlavueltaalanaveparahacerlacolectaylas

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grandesmonedassonaban,unasdetrásdeotras,enlabandejadeplata.

-¡Denseprisa!¡Estoyqueyanopuedomás!exclamóBovaryaltiempoqueechabaencolerizadounamonedadecincofrancos.

El eclesiástico le dio las gracias con una larga reverencia. Cantaban, searrodillaban, se volvían a levantar, aquello no terminaba. Recordó que unavez,enlosprimerostiemposdesumatrimonio,habíanasistidojuntosamisayse habían puesto en el otro lado, a la derecha, contra la pared.La campanaempezódenuevo,huboungranmovimientodesillas.Losportadorespasaronlastresvarasbajoelféretroysalierondelaiglesia.EntoncesaparecióJustinoen el umbral de la farmacia. De pronto se volvió a meter dentro, pálido,vacilante.

Lagente se asomaba a las ventanas para ver pasar el cortejo.Carlos, encabeza, ibamuy erguido.Parecía serenoy saludaba conungesto a los que,saliendodelascallejuelasodelaspuertas,seincorporabanalamuchedumbre.

Los seis hombres, tres de cada lado, caminaban a paso corto y algojadeantes.Lossacerdotes,loschantresylosdosniñosdecororecitabanelDeprofundis, y sus voces se esparcían por el campo subiendo y bajando conondulaciones.Avecesdesaparecíanen los recodosdel sendero,pero lagrancruzdeplataseguíairguiéndoseentrelosárboles.Seguíanlasmujeres,tapadasconnegrosmantonesconlacapuchabajada;llevabanenlamanoungrancirioardiendo, y Carlos se sentía desfallecer en aquella continua repetición deoraciones y de antorchas bajo esos olores empalagosos de cera y de sotana.Soplabaunabrisafresca,verdeabanloscentenosylascolzas,unasgotitasderocíotemblabanalbordedelcaminosobrelossetosdeespinos.Todasuertederuidosalegresllenabaelhorizonte:elcrujidolejanodeunacarretaalolargodelasroderas,elgritodeungalloqueserepetíaoelgalopedeunpotroqueseveíadesaparecerbajolosmanzanos.Elcieloclaroestabasalpicadodenubesrosadas; la luz azulada de las velas reflejaba sobre las chozas cubiertas delirios;Carlos,alpasar,reconocíaloscorrales.Seacordabademañanascomoésta,enque,despuésdehabervisitadoaunenfermo,salíadelacasayvolvíahaciaEmma.

El paño negro, sembrado de lentejuelas blancas, se levantaba de vez encuandodescubriendoelféretro.Losportadores,cansados,acortabanelpaso,yel féretro avanzabaen continuas sacudidas, cabeceandocomouna chalupa amerceddelasolas.Llegaronalcementerio.

Los portadores siguieron hasta el fondo, a un lugar en el césped dondeestabacavadalafosa.

Formaroncírculoen tornoaella;ymientrasqueel sacerdotehablaba, latierra roja, echada sobre los bordes, corría por las esquinas, sin ruido,

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continuamente.Después,unavezdispuestaslascuatrocuerdas,empujaronelféretroencima.Éllaviobajar,bajarlentamente.Porfinseoyóunchoque,lascuerdas volvieron a subir chirriando. Entonces el señor Bournisien tomó lapala que le ofrecíaLestiboudis; con sumano izquierda echó con fuerzaunagranpaletadadetierra,mientrasqueconladerechaaspergíalasepultura;ylamadera del ataúd, golpeadapor los guijarros, hizo ese ruido formidable quenosparecesereldelaresonanciadelaeternidad.

Eleclesiásticopasóelhisopoasuvecino.EraelseñorHomais.Losacudiógravemente,yselopasóasuvezaCarlos,quiensehundióhastalasrodillasen tierra, y la echaba a puñados mientras exclamaba: «Adiós.» Le enviababesos;searrastrabahacialafosaparasepultarseconella.

Se lo llevaron; y no tardó en apaciguarse, experimentando quizás, comotodoslosdemás,lavagasatisfaccióndehaberterminado.

EltíoRouault,alvolver,sepusotranquilamenteafumarunapipa,locualHomais,ensufuerointerno,juzgópocoadecuado.ObservóigualmentequeelseñorBinet sehabía abstenidodeaparecer, queTuvache se«había largado»despuésdelamisa,yqueTeodoro,elcriadodelnotario,llevabauntrajeazul,«comosinosepudieraencontraruntrajenegro,yaqueeslacostumbre,¡quédiablo!».Ypara comunicar sus observaciones, iba de corro en corro.TodoslamentabanlamuertedeEmma,ysobretodoLheureux,quenohabíafaltadoalentierro.

-¡Pobreseñora!,¡quédolorparasumarido!

Elboticariodecía:

-Sepan ustedes que, si no fuera pormí, podría haber atentado contra supropiavida.

-¡Unapersonatanbuena!¡Ydecirquetodavíalavielsábadopasadoenmitienda!

-Nohetenidotiempo-dijoHomais-deprepararunaspalabrasquehubierapronunciadosobresutumba.

De regreso, encasa,Carlos secambióde ropa,yel tíoRouaultvolvióaponerselablusaazul.Estabanueva,ycomoduranteelviajesehabíasecadomuchasveceslosojosconlasmangas,habíadesteñidoensucara;ylahuellade las lágrimas hacía unas líneas en la capa de polvo que la ensuciaba. LaseñoraBovarymadre estaba con ellos.Los tres estaban callados.Por fin, elbuenhombresuspiró.

-¿Seacuerda,amigomío,quefuiaTostesunavez,cuandoustedacababadeperderasuprimeradifunta?Enaqueltiempoleconsolaba.Encontrabaalgoquedecirle;peroahora...

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Después,conunlargogemidoquelelevantótodoelpecho:

-¡Ah!,paramíseacabó todo.¡Yaveusted!Hevistomoriramimujer...,despuésamihijo...,yahora,hoy,amihija.

QuisovolverseenseguidaaLesBertauxdiciendoquenopodríadormirenaquellacasa.

Nisiquieraquisoverasunieta.

-¡No!,¡no!,seríaunadespedidademasiadodolorosa.Peroledarámuchosbesos.

¡Adiós!,¡ustedesunbuenmuchacho!Y,además,jamásolvidaréesto-dijogolpeándoseelmuslo-;nosepreocupe,seguirárecibiendosupavo.

Pero cuando llegó al alto de la cuesta volvió sumirada como antaño lahabíavueltoenelcaminodeSanVíctor,alsepararsedeella.Lasventanasdelpuebloestaban todas resplandecientesbajo los rayosoblicuosdel solque seponíaenlapradera.Sepusolamanoantelosojosypercibióenelhorizonteun cercado de tapias donde había unos bosquecillos de árboles negrosdiseminadosentrepiedrasblancas,despuéscontinuósucaminoatrotecorto,puessucaballocojeaba.

Aquella noche Carlos y su madre, a pesar del cansancio, se quedaronmuchotiempohablandojuntos.Hablaronde losdíaspasadosydelporvenir.Ella vendría a vivir a Yonville, regiría la casa, ya no se separarían. Estuvohábil y cariñosa, alegrándose interiormente de recuperar un afecto que se leescapaba desde hacía tantos años. Dieron las doce. El pueblo, como decostumbre,estabaensilencio,yCarlos,despierto,seguíapensandoenella.

Rodolfo,queparadistraersehabíapateadoelbosque todoeldía, dormíatranquilamenteensucastillo,yLeón,a11álejos,dormíaigualmente.

Habíaotroqueaaquellahoranodormía.

Sobre la fosa, entre los abetos, un muchacho lloraba arrodillado, y supecho,deshechoensollozos,jadeabaenlasombrabajoelagobiodeunapenainmensa más dulce que la luna y más insondable que la noche. De prontocrujiólaverja.EraLestiboudis;veníaabuscarsuazadónquehabíaolvidadopocoantes.ReconocióaJustinoqueescalabalatapia,yentoncessupoaquéatenersesobreelsinvergüenzaquelerobabalaspatatas.

CAPITULOXI

Adíasiguiente,Carlosmandóqueletrajeranalaniña.Laniñalepreguntó

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por su mamá. Le dijeron que estaba ausente, que le traería juguetes. Bertavolvióahablardeellavariasveces;después,coneltiempo,sefueolvidando.La alegría de esta niña desconsolaba a Bovary, quien, además, tenía quesoportarlosintolerablesconsuelosdelfarmacéutico.

Prontovolvieronlosproblemasdedinero,pueselseñorLheureuxazuzódenuevoasuamigoVinçart,yCarlosseempeñóensumasexorbitantes;porquejamás quiso dar permiso para vender el menor de los objetos que le habíapertenecido.Sumadresedesesperóporesto.Carlosseindignómásqueella.Habíacambiadoporcompleto.Lamadreabandonólacasa.

Entonces todo elmundo empezó a aprovecharse. La señorita Lempereurreclamó seismeses de lecciones, aunqueEmma jamás había tomado ni unasola,apesardeaquellafacturapagadaquehabíamostradoaBovary:eraunacuerdo entre ellas dos; el que alquilaba libros reclamó tres años desuscripción; la tíaRolet reclamóel portedeunaveintenade cartas, y comoCarlospedíaexplicaciones,ellatuvoquedecirle:

-¡Ah!,¡yonosénada!,erancosassuyas.

A cada deuda que pagaba, Carlos creía haber terminado, perocontinuamenteaparecíanotras.

Reclamó a sus pacientes el pago de visitas atrasadas. Le enseñaron lascartasquesumujerhabíaenviado.Entonceshuboquepedirdisculpas.

Felicidad llevaba ahora los vestidos de la señora; no todos, pues Carloshabíaguardadoalgunos,aibaaverlosasutocador,dondeseencerraba;ambaseranmásomenosdelamismaestatura;amenudo,Carlos,viéndolapordetrás,erapresadeunailusiónyexclamaba:

-¡Oh!,¡quédate!,¡quédate!

Pero por Pentecostés, Felicidad desapareció de Yonville, raptada porTeodoro,yllevándosetodoloquequedabadelguardarropa.

Fue por entonces cuando la señora viuda Dupuis tuvo el honor departiciparle«elcasamientodel señorLeónDupuis,notariodeYvetot,con laseñorita Leocadia Leboeuf, de Bondeville». En la felicitación que le envióCarlosescribióestafrase:

«¡Cuántosehabríaalegradomipobremujer!»

Undía enque,deambulandopor casa sinningúnobjeto,había subidoaldesván,notóbajosupantuflaunabolitadepapelfino.Abrióyleyó:«¡Ánimo,Emma!, ¡ánimo!Noquierohacer ladesgraciadesuexistencia.»Era lacartadeRodolfo,caídaalsueloentrecajas,quehabíaquedadoallíyqueelvientode la buhardilla acababa de empujar hacia la puerta. Y Carlos se quedóinmóvilyconlabocaabiertaenelmismositioenqueantes,aunmáspálida

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que él, Emma, desesperada, había querido morir. Por fin, descubrió una Rpequeñaalfinaldelasegundapágina.¿Quéeraesto?RecordólasasiduidadesdeRodolfo,sudesapariciónrepentinayelaireforzadoquehabíamostradoalvolveraverladespuésdosotresveces.Peroeltonorespetuosodelacartaleilusionó.

«Quizássehanamadoplatónicamente-sedijo.»

Además,Carlosnoeradeesosquepenetranhastael fondode lascosas;retrocedióantelaspruebas,ysuscelosinciertosseperdieronenlainmensidaddesupena.

Han debido de adorarla, pensó. Todos los hombres, sin duda alguna, ladesearon.Leparecióporestomáshermosa;yconcibióundeseopermanente,furioso,queinflamabasudesesperaciónyquenoteníalímites,porqueahoraera irrealizable. Para agradarle, como si siguiese viviendo, adoptó suspredilecciones,sus ideas;secompróunasbotasdecharol,empezóaponersecorbatas blancas. Ponía cosmético en sus bigotes, firmó como ella pagarés.Emma lo corrompía desde el otro lado de la tumba. Tuvo que vender lacuberteríadeplatapiezaapieza,despuésvendiólosmueblesdelsalón.Todaslas habitaciones se desamueblaron; pero su habitación, la de Emma, quedócomo antaño. Después de la cena, Carlos subía a11í. Empujaba hacia lachimenealamesaredondayacercabasusillón.Sesentabaenfrente.Ardíaunavelaenunodeloscandelabrosdorados.Berta,alladodesupadre,coloreabaimágenes.

Elpobrehombresufríaalverlamalvestida,consusbotassincordonesylasisadesusblusasrotahastalascaderas,pueslaasistentaapenassepreocupabadeella.Perolaniñaeratandulce,tansimpática,ysucabecitaseinclinabatangraciosamentedejandocaersobresusmejillasrosadassuabundantecabellerarubia, que un deleite infinito le invadía, placer todomezclado de amarguracomoesosvinosmalelaboradosquehuelenaresina.Carlos learreglabasusjuguetes,lehacíamuñecosdecartónorecosíaelvientrerotodesusmuñecas.Y cuando sus ojos tropezaban con la caja de la costura, con una cinta quearrastrabaoinclusoconunalfilerquehabíaquedadoenunaranuradelamesa,sequedabapensativo,yparecíatantriste,quelaniñaseentristecíaconél.

Ahoranadieveníaaverlos,puesJustinosehabíafugadoaRouen,dondese empleó en una tienda de ultramarinos, y los hijos del boticario visitabancadavezmenosalaniña,sinqueelseñorHomaissepreocupase,teniendoencuentaladiferenciadesuscondicionessociales,porprolongarlaintimidad.Elciego,aquiennohabíapodidocurarconsupomada,habíavueltoalacuestadel Bois-Guillaume, donde contaba a los viajeros el vano intento delfarmacéutico, a tal punto que Homais, cuando iba a la ciudad, se escondíadetrás de las cortinas de «La Golondrina» para evitar encontrarle. Lo

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detestaba,yporinterésdesupropiareputación,queriendodeshacersedeélatodotrance,pusoenmarchaunplansecreto,querevelabalaprofundidaddesuinteligencia y la perfidia de su vanidad.Durante seismeses consecutivos sepudoleerenelFanaldeRouensueltosdeestegénero:

«Todas laspersonasquesedirigenhacia lasfértiles tierrasde laPicardíahabránobservadosinduda,enlacuestadelBois-Guillaume,aundesgraciadoafectadodeunahorrible llagaen lacara. Importuna,acosayhastacobraunverdadero impuesto a los viajeros. ¿Acaso estamos todavía en aquellosmonstruosos tiempos de la Edad Media, en los que se permitía a losvagabundosexhibirpornuestrasplazaspúblicaslalepraylasescrófulasquehabíantraídodelacruzada?»

Obien:

«Apesardelasleyescontraelvagabundeo,lasproximidadesdenuestrasgrandes ciudades continúan infestadas de bandas de mendigos. Algunoscirculanaisladamentey,quizás,nosonlosmenospeligrosos.¿Enquépiensannuestrosediles?»

DespuésHomaisinventabaanécdotas:

«Ayer, en la cuesta del Bois-Guillaume, un caballo espantadizo...» Yseguía el relato de un accidente ocasionado por la presencia del ciego. Lacampañaresultótanbienqueencarcelaronalciego.Perolosoltaron.Volvióaempezar,yHomaistambiénrecomenzó.Eraunalucha.VencióHomais,puessuenemigofuecondenadoaunareclusiónperpetuaenunasilo.Esteéxitoloenvalentonó, y desde entonces no hubo en el distrito un perro aplastado, ungranero incendiado, una mujer golpeada, de lo que no diese inmediatoconocimientoalpúblico,siempreguiándoseporelamoralprogresoyelodioa lossacerdotes.Establecíacomparacionesentre lasescuelasprimariasy loshermanosdeSanJuandeDios,endetrimentodeestosúltimos, recordaba lanochedeSanBartoloméapropósitodeunaasignacióndecienfrancoshechaala iglesia, y denunciaba abusos, tenía salidas de tono.Era su estilo.Homaisminaba;sehacíapeligroso.Sinembargo,seahogabaenlosestrechoslímitesdel periodismo, y pronto sintió necesidad del libro, de la obra literaria.EntoncescompusounaEstadisticageneraldelcantóndeYonville,seguidadeobservaciones climatológicas; y la estadística le llevó a la filosofía. Sepreocupó de las grandes cuestiones: problema social, moralización de lasclasespobres,piscicultura,caucho,ferrocarriles,etc.Llegóaavergonzarsedeser burgués. Se daba aires de artista, fumaba.Se compródos estatuitas chicPompadourparadecorarsusalón.

No salía de la farmacia; al contrario, se mantenía al corriente de losdescubrimientos.Seguíaelgranmovimientodeloschocolates.Fueelprimeroque trajoalSena Inferiorchocay revalencia.Seentusiasmópor lascadenas

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hidroeléctricasPulvermacher;élmismollevabauna,yporlanoche,cuandosequitaba su chaleco de franela, la señora Homais quedaba totalmentedeslumbradaanteladoradaespiralbajolacualdesaparecíasumaridoysentíaredoblar sus ardores por aquel hombre más amarrado que un escita ydeslumbrantecomounmago.

Tuvo bellas ideas a propósito de la tumba de Emma. Primeramentepropusounacolumnatruncadaconunropaje,despuésunapirámide,despuésuntemplodeVesta,unaespeciederotonda...,obien«unmontónderuinas».Yentodoslosproyectos,Homaisseaferrabaalaideadelsaucellorón,alqueconsiderabacomosímboloobligadodelatristeza.CarlosyélhicieronjuntosunviajeaRouenparaversepulturasenuntallerdemarmolista,acompañadosdeunartistapintor,un talVaufrylard,amigodeBridoux,yquepasó todoeltiempocontandochistes.Porfin,despuésdeexaminaruncentenardedibujos,pedirpresupuestoydehacerunsegundoviajeaRouen,Carlossedecidióporun mausoleo que debía llevar sobre sus dos caras principales «un geniososteniendounaantorchaapagada».

Encuantoa la inscripción,Homaisnoencontrabanada tanbonitocomo:Sta,Viator,ynopasabadeahí;sedevanabalossesos,repetíacontinuamente:Sta, Viator... Por fin, descubrió: amabilem conjugem calcas!; que fueadoptada.

Una cosa extraña es que Bovary, sin dejar de pensar en Emmacontinuamente, laolvidaba;y sedesesperabaal sentirqueesta imagen se leescapabade lamemoria enmediode los esfuerzosquehacíapara retenerla.Cada noche, sin embargo, soñaba con ella; era siempre elmismo sueño: seacercaba a ella, pero cuando iba a abrazarla, se le caía deshecha enpodredumbreentresusbrazos.

Lo vieron durante una semana entrar por la tarde en la iglesia. El señorBournisien le hizo incluso dos o tres visitas, después lo abandonó. Por otraparte, el cura volvía a la intolerancia, al fanatismo, decía Homais;anatematizabael espíritudel siglo,yno seolvidaba,cadaquincedías, enelsermón, de contar la agonía de Voltaire, el cual murió devorando susexcrementos,comosabetodoelmundo.ApesardelaestrechezenquevivíaBovary,estabalejosdepoderamortizarsusantiguasdeudas.Lheureuxsenegóarenovarningúnpagaré.Elembargosehizoinminente.Entoncesrecurrióasumadre, que consintió endejarle hipotecar sus bienes, perohaciendomuchosreproches a Emma, y le pidió, en correspondencia a su sacrificio, un chalsalvadodelasdevastacionesdeFelicidad.Carlosselonegó.Seenfadaron.Lamadre dio los primeros pasos para la reconciliación proponiéndole llevarseconsigo a la niña, que le ayudaría en la casa. Carlos aceptó. Pero en elmomento de partir no tuvo fuerzas para dejarla. Entonces fue la rupturadefinitiva,completa.Amedidaquesusamistadesdesaparecían,seestrechaban

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másloslazosdeamorconsuhija.Sinembargo,laniñalepreocupaba,puesavecestosíayteníaplacasrojasenlospómulos.

Frenteaélsemostraba,florecienteyrisueña,lafamiliadelfarmacéutico,alaquetodosonreíaenlavida.Napoleónayudabaasupadreenellaboratorio,Atalía le bordaba un gorro griego, Irma recortaba redondeles de papel parataparlasconfituras,yFranklinrecitabadeuntirónlatabladePitágoras.Eraelmásfelizdelospadres,elmásafortunadodeloshombres.

¡Error!,unaambiciónsordaleroía:Homaisdeseabalacruz.Nolefaltabantítulos, se decía: Primero, haberse destacado por una entrega sin límitescuandoelcólera.Segundo,haberpublicadoypormicuentadiferentesobrasdeutilidadpública,talescomo...(yrecordabasumemoriatituladaDelasidra,de su fabricación y de sus efectos además, observaciones sobre el pulgónlamígero,enviadasalaAcademia;suvolumendeestadísticayhastasutesisdefarmacéutico);sincontarquesoymiembrodevariassociedadescientíficas(loeradeunasola).

-¡Porfin-exclamabahaciendounapirueta-,aunquesólofueraporhabermedistinguidoenlosincendios!

Entonces Homais se inclinó hacia el poder. Hizo secretamente al señorprefecto varios servicios en las elecciones. Finalmente, se vendió, seprostituyó.Inclusodirigióalsoberanounapeticiónenquelesuplicabaquelehicierajusticia;lellamabanuestrobuenreyylocomparabaaEnriqueIV.

Ycadamañanaelboticarioseprecipitabasobreelperiódicoparadescubriren él su nombramiento, pero éste no aparecía. Por fin, no aguantandomás,hizo dibujar en su jardín un césped figurando la estrella del honor, con dospequeños rodetes de hierba que partían de la cima para imitar la cinta. Sepaseaba alrededor con los brazos cruzados,meditando sobre la ineptituddelgobierno y la ingratitud de los hombres. Por respeto, o por una especie desensualidadquelehacíaprocederconlentitudensusinvestigaciones,Carlosno había abierto todavía el compartimento secreto de un despacho depalisandro queEmmautilizaba habitualmente. Pero un día se sentó delante,girólallaveypulsóelmuelle.TodaslascartasdeLeónestabana11í.¡Yanohabíadudaestavez!Devoróhastalaúltima,buscóportodoslosrincones,entodos losmuebles, por todos los cajones, detrás de las paredes, sollozando,gritando, perdido, loco. Descubrió una caja, la deshizo de una patada. Elretrato de Rodolfo le saltó en plena cara, en medio de las cartas de amorrevueltas.

Lagenteseextrañódesudesánimo.Yanosalía,norecibíaanadie,inclusosenegabaavisitarasusenfermos.Entoncespensaronqueseencerrabaparabeber.Peroavecesalgúncuriososesubíaporencimadelsetodelahuertayveía con estupefacción a aquel hombre de barba larga, suciamente vestido,

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hurañoyllorandofuertementemientraspaseabasolo.Porlatarde,enverano,tomaba consigo a su hijita y la llevaba al cementerio.Regresaban de nochecerrada, cuando no quedaba en la plazamás luz que la de la buhardilla deBinet.

Sinembargo,lavoluptuosidaddesudoloreraincompletaporquenoteníaalrededor de él a nadie con quien compartirla; y hacía visitas a la tíaLefrançoisparapoderhablardeella.Perolaposaderaleescuchabaamedias,pues,comoél,estabaapenada,yaqueelseñorLheureuxacababadeabrirlas«Favorites du Commerce», a Hivert, que gozaba de gran reputación comorecadero, exigía un aumento de sueldo y amenazaba con pasarse a lacompetencia».UndíaenqueCarloshabíaidoalaferiadeArgueilparavendersucaballo,suúltimorecurso,encontróaRodolfo.

A1versepalidecieron.Rodolfo,quesólohabíaenviadosutarjeta,balbucióprimeramente algunas excusas, después se animó a incluso llegó al descaro(hacíamuchocalor,eraelmesdeagosto)deinvitarleatomarunabotelladecerveza en la taberna.Sentado frente a él,masticaba su cigarro sin dejar decharlar, yCarlos se perdía en ensoñaciones ante aquella cara que ella habíaamado.Leparecíavolveraveralgodeella.

Eraunamaravilla.Habríaqueridoseraquelhombre.

El otro continuaba hablando de cultivos, ganado, abonos, tapando confrases banales todos los intersticios por donde pudiera deslizarse algunaalusión. Carlos no le escuchaba; Rodolfo se daba cuenta, y seguía en lamovilidaddesucaraelpasodelosrecuerdos.Aquelrostroseibaenrojeciendopocoapoco,lasaletasdelanarizlatíandeprisa,loslabiostemblaban;huboinclusouninstanteenqueCarlos,llenodeunfurorsombrío,clavósusojosenRodolfo quien, en una especie de espanto, se quedó callado. Pero prontoreaparecióensucaraelmismocansanciofúnebre.

-Noleguardorencor-dijo.

Rodolfosehabíaquedadomudo.YCarlos,sujetandolacabezaconsusdosmanos,replicóconunavozapagadayconelacentoresignadodelosdoloresinfinitos.

Inclusoañadióunagranfrase,laúnicaquejamáshabíadicho:

-¡Esculpadelafatalidad!

Rodolfo, que había sido el agente de aquella fatalidad, reconoció unbuenazoenaquelhombreentalsituación,inclusocómicoyunpocovil.

A1díasiguiente,Carlosfueasentarseenelbanco,enelcenador.Atravésdelemparradosefiltrabanunosrayosdesol, lashojasdeviñadibujabansussombras sobre la arena, el jazmín perfumaba el aire, el cielo estaba azul,

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zumbaban las cantáridas alrededor de los lirios en flor, yCarlos se ahogabacomo un adolescente bajo los vagos efluvios amorosos que llenaban sucorazónapenado.

Alassiete,lapequeñaBerta,quenolohabíavistoentodalatarde,fueabuscarloparacenar.

Teníalacabezavueltahacialapared,losojoscerrados,labocaabierta,ysosteníaensusmanosunlargomechóndecabellosnegros.

-¡Papá,ven!-ledijolaniña.

Ycreyendoquequeríajugar,loempujósuavemente.Cayóalsuelo.Estabamuerto.

Treinta y seis horas después, a petición del boticario, acudió el señorCanivet.Loabrióynoencontrónada.

Cuando se vendió todo, quedaron doce francos setenta y cinco céntimosquesirvieronparapagarelviajedelaseñoritaBovaryacasadesuabuela.Labuenamujermurióelmismoaño;comoel tíoRouault estabaparalítico, fueunatíalaqueseencargódelahuérfana.Espobreylaenvía,paraganarselavida,aunahilaturadealgodón.Desde lamuertedeBovarysehansucedidotres médicos en Yonville sin poder salir adelante, hasta tal punto el señorHomais les hizo la vida imposible. Hoy tiene una clientela enorme; laautoridadleconsideraylaopiniónpúblicaleprotege.Acabandeconcederlelacruzdehonor.

FIN

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