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Luces y sombras del siglo XVIII* Ricardo Forster * Texto extraído del libro: Casullo, Forster y Kaufman. Itinerarios de la modernidad. Buenos Aires: Eudeba, 1999. Voy a plantear algunas ideas que había comenzado a desarrollar la clase anterior. Este teórico va a seguir trabajando la problemática de la ilustración. Me gustaría jugar en el espejo, tratar de indagar, de interrogar y probablemente también de preguntarnos qué es, qué significa, la ilustración en nuestra propia experiencia contemporánea, hasta dónde todavía las tradiciones filosóficas, políticas, ideológicas que inauguró el movimiento ilustrado, siguen habitando en nuestras propias conciencias. Hasta dónde quizás -sería también una interrogación- dos siglos de experiencia política, ideológica y filosófica agotaron el propio discurso de la ilustración. Hasta dónde somos deudores de o hasta dónde las palabras, los ideales, las ilusiones, las utopías, del pensamiento ilustrado quedaron debilitados por el propio movimiento de la historia. Hasta dónde podemos también pensar que aquellas ideas ejemplares de la tradición ilustrada, al realizarse histórico y concretamente, devinieron diferentes a lo que sus mentores imaginaron que iban ser. Yo hablaba el teórico pasado de algunas palabras claves, había mencionado que en siglo XVIII el espíritu ilustrado forjó algunas de estas palabras que habitaron las conciencias de los hombres y atravesaron los movimientos sociales y políticos de los últimos dos siglos, y prácticamente podríamos decir que con la caída del muro de Berlín, todo este periplo, ese gran itinerario de las ideas ilustradas, entró en un período de ruptura, de desagregación. Yo hablaba de algunas palabras significativas, simbólicas y casi míticas: la palabra libertad, la palabra igualdad, la palabra emancipación, autonomía, ciudadano, humanidad; y estaba tratando de señalar que una de las características centrales del momento histórico de la ilustración es el postulado del hombre como escultor de la historia, como arquitecto de la historia. Ya no se trata simplemente del viaje cartesiano hacia lo profundo de la interioridad subjetiva para fundar ontológicamente el cogito, la razón, sino que ahora se trata de liberar definitivamente a los hombres de cualquier sujeción externa, de cualquier trascendentalismo, cualquier figura paterna que por fuera de la propia voluntad, de la propia acción del hombre, imponga condiciones. Cuando hablamos de autonomía, que es una de las palabras claves de la ilustración, hacemos referencia precisamente a ese viaje de la conciencia, de la voluntad subjetiva, por liberarse de las ataduras de los dogmas, de las creencias religiosas, de los paternalismos que hasta ese momento habían impuesto sus condiciones. El individuo emerge en el interior de la experiencia ilustrada como el fundamento de una nueva praxis histórica, una nueva figura de la acción transformadora. Frente a los grandes dispositivos culturales, religiosos, político-institucionales que habían mantenido al hombre en un estado de infancia -podríamos decir, siguiendo una lectura ilustrada-, un estado de sujeción, de dependencia, de falta de ilustración, el proyecto, la ilusión, la utopía ilustrada, se fundan en un concepto de autonomía que tiene en la libertad, en la autoconciencia y en la ilustración, sus momentos ejemplares. El hombre se lanza a la aventura de la modificación radical de las condiciones históricas, sociales, culturales que fundaron su propia experiencia. Hay una petición de principios, en el pensamiento ilustrado, que implica, como momento fundamental y fundacional, la emancipación de cualquier 1

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  • Luces y sombras del siglo XVIII*Ricardo Forster

    * Texto extrado del libro: Casullo, Forster y Kaufman. Itinerarios de la modernidad. Buenos Aires: Eudeba, 1999.

    Voy a plantear algunas ideas que haba comenzado a desarrollar la clase anterior. Este terico va a seguir trabajando la problemtica de la ilustracin. Me gustara jugar en el espejo, tratar de indagar, de interrogar y probablemente tambin de preguntarnos qu es, qu significa, la ilustracin en nuestra propia experiencia contempornea, hasta dnde todava las tradiciones filosficas, polticas, ideolgicas que inaugur el movimiento ilustrado, siguen habitando en nuestras propias conciencias. Hasta dnde quizs -sera tambin una interrogacin- dos siglos de experiencia poltica, ideolgica y filosfica agotaron el propio discurso de la ilustracin. Hasta dnde somos deudores de o hasta dnde las palabras, los ideales, las ilusiones, las utopas, del pensamiento ilustrado quedaron debilitados por el propio movimiento de la historia. Hasta dnde podemos tambin pensar que aquellas ideas ejemplares de la tradicin ilustrada, al realizarse histrico y concretamente, devinieron diferentes a lo que sus mentores imaginaron que iban ser. Yo hablaba el terico pasado de algunas palabras claves, haba mencionado que en siglo XVIII el espritu ilustrado forj algunas de estas palabras que habitaron las conciencias de los hombres y atravesaron los movimientos sociales y polticos de los ltimos dos siglos, y prcticamente podramos decir que con la cada del muro de Berln, todo este periplo, ese gran itinerario de las ideas ilustradas, entr en un perodo de ruptura, de desagregacin. Yo hablaba de algunas palabras significativas, simblicas y casi mticas: la palabra libertad, la palabra igualdad, la palabra emancipacin, autonoma, ciudadano, humanidad; y estaba tratando de sealar que una de las caractersticas centrales del momento histrico de la ilustracin es el postulado del hombre como escultor de la historia, como arquitecto de la historia. Ya no se trata simplemente del viaje cartesiano hacia lo profundo de la interioridad subjetiva para fundar ontolgicamente el cogito, la razn, sino que ahora se trata de liberar definitivamente a los hombres de cualquier sujecin externa, de cualquier trascendentalismo, cualquier figura paterna que por fuera de la propia voluntad, de la propia accin del hombre, imponga condiciones. Cuando hablamos de autonoma, que es una de las palabras claves de la ilustracin, hacemos referencia precisamente a ese viaje de la conciencia, de la voluntad subjetiva, por liberarse de las ataduras de los dogmas, de las creencias religiosas, de los paternalismos que hasta ese momento haban impuesto sus condiciones. El individuo emerge en el interior de la experiencia ilustrada como el fundamento de una nueva praxis histrica, una nueva figura de la accin transformadora.Frente a los grandes dispositivos culturales, religiosos, poltico-institucionales que haban mantenido al hombre en un estado de infancia -podramos decir, siguiendo una lectura ilustrada-, un estado de sujecin, de dependencia, de falta de ilustracin, el proyecto, la ilusin, la utopa ilustrada, se fundan en un concepto de autonoma que tiene en la libertad, en la autoconciencia y en la ilustracin, sus momentos ejemplares. El hombre se lanza a la aventura de la modificacin radical de las condiciones histricas, sociales, culturales que fundaron su propia experiencia. Hay una peticin de principios, en el pensamiento ilustrado, que implica, como momento fundamental y fundacional, la emancipacin de cualquier

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  • tutela y como figura de la esclavitud de la conciencia. El pensamiento ilustrado implica un amanecer de una conciencia libre, implica la idea de que el hombre, la sociedad, la naturaleza, son territorios abiertos para esta nueva experiencia, para esta sed de transformacin. Por lo tanto, desde las primeras construcciones de la conciencia subjetiva en la modernidad, desde el siglo XVII en adelante, hasta estos postulados de la accin y de la voluntad de la ilustracin, nos encontramos con la emergencia -dentro de este momento histrico- de esta figura nueva, arquetpica, que podemos definir como el hombre. El hombre que ahora adquiere una nueva universalidad, que es otro de los conceptos y las palabras centrales de la ilustracin. Ya no se trata de las diferencias de nacionalidad, de religin, de etnia, sino que se trata del concepto de igualdad; un concepto unificador, abstracto, universal. Ya no se buscan las pluralidades, las diferencias, las distancias, aquello que plantea el conflicto de los hombres, sino que se postula una concepcin de universalidad comn, es decir, una definicin de humanidad que atraviesa al conjunto de los hombres. Este es un postulado profundamente revolucionario de la ilustracin, supone que los hombres son libres ante Dios y ante la naturaleza, frente a las desigualdades propias de los mundos tradicionales, de las estructuras comunitarias del mundo medieval o del rgimen antiguo. La ilustracin plantea -podemos pensarlo de este modo- una homologacin entre hombre e igualdad. Una igualdad natural, todos los hombres son iguales ante la naturaleza; por lo tanto la ilustracin plantea un combate de frente, directo, irreversible y radical contra el concepto de desigualdad.Casi todos los grandes pensadores ilustrados, desde los enciclopedistas, como Dderot y D Alambert, hasta Rousseau, plantean el problema de la relacin entre igualdad y libertad, entre el desarrollo de las capacidades intelectivas de la individualidad y el postulado y el derecho del conjunto de los hombres a aspirar a la igualdad. Quizs uno de los problemas centrales de la tradicin ilustrada es que el desarrollo histrico de los ltimos dos siglos plante una suerte de separacin, de distanciamiento entre el camino de la libertad, el camino de la libertad jurdica, el camino de la ley y el camino de la igualdad. Cada vez ms aparece el conflicto de aquello que para la ciencia ilustrada deba haber estado junto. Es decir, el conflicto entre un orden jurdico democrtico, igualitario en relacin a la ley, y el proceso creciente de las desigualdades en el orden material. El problema bsico de lo que podramos llamar el proyecto ilustrado es no haber podido lograr la correspondencia, el entrecruzamiento entre los dispositivos jurdicos que fundaban este nuevo concepto de libertad humana y el problema estructural de la desigualdad. Rousseau fue quien quizs ms profundamente trabaj alrededor de esta dicotoma, de esta ruptura, de esta falta de simetra, se enfrent al problema fundamental de la existencia de la desigualdad en el interior de la sociedad civil. El problema de la sociedad es que haba nacido como desigualdad estructural; pues cuando el primer hombre -segn Rousseau- alambr un pedazo de tierra, cuando el primer hombre plante la diferencia entre lo mo y lo tuyo, y cuando surgi la divisin del trabajo y se inaugur el tiempo de lo social, all ya apareci el problema de la desigualdad, que es un problema central, que va a influir notablemente sobre las ideologas, las polticas y las experiencias sociales del siglo XIX y del siglo XX. Dentro de la propia ilustracin hay distintas posiciones: hay posiciones elitistas, posiciones que aceptan la desigualdad, hay posiciones radicalmente igualitarias; hay posiciones democrticas que se van a enfrentar a las posiciones elitistas; estn aqullos que sostienen que todos los hombres aspiran a la igualdad, pero no todos pueden llegar a ser ilustrados; estn aqullos que defienden la figura del filsofo ilustrado, como vanguardia pedaggica de la sociedad, como vanguardia dirigente de la sociedad, frente a una masa no ilustrada, casi brbara, que necesita de estos guas. Voltaire, por ejemplo, plantea esta idea: una estructura poltica restringida,

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  • un movimiento de reestructuracin de las conciencias, que es muy lento y por lo tanto, no puede proponer una ilustracin generalizada. Todos los hombres pueden aspirar a la ilustracin, pero no todos lo consiguen. De ah que la tarea del filsofo ilustrado, de este libre pensador, sea precisamente ampliar el dispositivo ilustrado, pero teniendo conciencia de los lmites de la propia ilustracin. Una posicin contraria a la de Voltaire es la de Rousseau, que propone la necesidad de ampliar el juego democrtico, la necesidad de la autonoma de la conciencia que revierte sobre la emancipacin general; que no hay emancipacin general sin autonoma individual; que no hay autonoma individual sin emancipacin general. En Rousseau se invierte el trmino voltaireano. Para Voltaire, la emancipacin general, la bsqueda de la autonoma individual, la autoconciencia, la capacidad crtica, el movimiento de la razn, que piensa crticamente las cosas, que es capaz de interrogar, de cuestionar, de saber, no es correlativo a una emancipacin general de las conciencias. Habra un camino paralelo, un derrotero de alguna manera paralelo, entre un individuo que puede ser libre, que privadamente puede ser autoconciente, que puede haber trabajado meticulosamente su capacidad racional, su entendimiento, pero que en trminos polticos globales est sujeto a la autoridad del soberano, que es una individualidad externa a esas autonomas privadas. En Qu es la ilustracin?, de Kant, aparece claramente este problema, porque dentro del momento histrico del siglo XVIII, va a emerger la figura del soberano ilustrado, suerte de autcrata que defiende su poder no solamente sobre el dominio de la fuerza, sino tambin en funcin de una concepcin ilustrada de la sociedad. Sin embargo, hay una ruptura, una dicotoma, entre la voluntad individual, la libertad privada, la capacidad critica del hombre autnomo, y la necesidad de aceptar sumisamente el poder del soberano, de la espada pblica, como dice Kant.Rousseau se va a enfrentar radicalmente a esta concepcin. Va a plantear que tiene que haber un punto de cruce, de equivalencia, de mutuo reconocimiento entre la autonoma individual como una bsqueda personal del conocimiento y de la libertad, y la construccin de una voluntad general, de un orden poltico donde no hay delegacin. Frente a la delegacin del primer momento -a la que estaba haciendo referencia recin-, delegacin del poder pblico a un soberano, en Rousseau no hay delegacin. Hay construccin comn, a partir de la individualidad, de un orden poltico, una voluntad general. Uno podra pensar que a partir de esta disputa, del conflicto entre estas dos posiciones, lo que aparece es, probablemente, la construccin sistemtica de las distintas interpretaciones y de los distintos movimientos ideolgicos, que van a atravesar el siglo XIX y el siglo XX; la idea de un orden poltico restringido, casi de caractersticas hobbesianas, es decir, de un soberano autcrata que ha expropiado la violencia que estaba repartida en el conjunto de la sociedad y que la usa como figura coercitiva sobre el conjunto de los integrantes de la sociedad. Por lo tanto, un orden poltico fundado en la desigualdad, fundado en la delegacin, fundado en la representacin, y por otro lado, el planteo -que tiene una matriz ilustrado-rousseauniana- de un orden poltico instaurado en la equivalencia de las individualidades, que se funden en el interior de la voluntad general. La voluntad general no es una delegaci6n, sino el movimiento del pueblo, de la conciencia popular, que se hace cargo de la historia.Tenamos, por un lado, un concepto quizs restringido de orden poltico, un concepto restringido de democracia, que va a terminar en las figuras de la democracia representativa, y por otro lado, podemos hablar de una democracia de masas, casi aluvional, fundada en el concepto de voluntad. Los dos momentos son parte de la tradicin ilustrada. El conflicto entre las dos posiciones va a impregnar las ideologas de los siglos XIX y XX. Sin embargo, en ambos dispositivos, en ambos discursos, en ambas trayectorias, est el elemento ilustrado central, que es el concepto de individualidad, unido al concepto de universalidad. Esta es una

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  • paradoja de la ilustracin: por un lado, la idea de la autonoma y de la individualidad, la idea de una conciencia que trabaja en el interior, privadamente, sus propias creencias, sus propias concepciones; pero por otro lado, casi parece como incompatible, emerge el concepto de universalidad, es decir, la idea de una humanidad comn, que es capaz de construirse por encima de las desigualdades, por encima de las diferencias, y que tiene como enemigo los particularismos. La diferencia es importante, porque para la ilustracin, el concepto de individualidad no puede ser homologado al concepto de individualismo egocntrico narcisista del hombre contemporneo, porque el concepto de individualidad revierte sobre la prctica social, revierte sobre la construccin de ideas, revierte sobre mundos ideolgicos. No es una prctica, una suerte de narcisismo estetizante del individuo que, casi de un modo autista, goza con sus propios placeres. No estamos en el terreno del individualismo posmodeno, sino que estamos en el terreno de la postulacin de un individualismo de la libertad, de un individualismo de la autoconciencia, un individualismo de la crtica; de una individualidad que est tejiendo la idea de autonoma. Y por otro lado aparece el concepto de universalidad, que en trminos del siglo XVIII y en trminos de algunas ideologas filosfico-polticas del siglo XIX, significaba la construccin de un modelo ideal de igualdad de los seres humanos, por encima de las diferencias tnicas, raciales, nacionales. Casi en trminos kantianos podramos hablar del concepto de paz universal. Y la paz universal slo es postulable cuando desaparecen las diferencias ontolgicas, nacionales, de creencias; y emerge un concepto de universalidad. Por lo tanto, nos enfrentamos con una dialctica, con una tensin entre individualidad y universalidad.Lo que aparece como ideal en el interior de la filosofa ilustrada es la posibilidad de una conjuncin entre la autonoma individual y los ideales emancipatorios que involucran a la humanidad, fundados en un concepto universal de hombre. Es decir, la figura de hombre ya no como partida por nacionalidades, creencias, etnias, sino fusionada en esta idea universal de humanidad. La paz universal, podramos pensarla as tal cual la plantea Kant, implica la fusin de estos dos momentos centrales de la individualidad y de la universalidad; el reconocimiento, la posibilidad de eliminar conflictos que slo nacen de las desigualdades, de las disimetras, de las diferencias, que podran quedar cohibidos a partir de esta postulacin de universalidad e individualidad.Sin ninguna duda, el siglo XVIII, frente a la experiencia perturbadora, crtica, del siglo XVII, signific una mirada optimista respecto a la historia. El hombre ilustrado construye la idea central del futuro como tierra de promisin. La idea de que el presente puede ser aciago, que en el presente falta ilustracin, falta igualdad, falta equidad, falta libertad; pero que sin ninguna duda el movimiento de la historia a travs de la accin conciente de los hombres, marcha hacia un futuro mejor. Esta figura, del futuro ejemplar, mejor, va a convertirse casi en arquetipo de los discursos ideolgicos, de los dos ltimos siglos. Es la idea tambin de un hombre nuevo, que se funda en nuevos principios: un hombre ilustrado, un hombre autoconciente, un hombre capaz de construir lcidamente una interpretacin de la historia, de la naturaleza, un hombre artesano de su propia privacidad y artesano tambin de lo pblico. Estas ideas, que nacen en la ilustracin, van a impregnar el siglo XIX, tanto en la tradicin liberal como en la tradicin socialista, con distintas caractersticas, y creando diferentes alternativas; pero sin ninguna duda, este modelo, esta visin optimista de la historia, esta suerte de teologa -es decir, de finalidad necesaria- se inscribe en el interior del espritu ilustrado. Paralela a esta idea, aparece la concepcin de la historia como progreso. En la medida en que el futuro es convertido en tierra de promisin, en la medida en que la evolucin histrica marcha hacia un estado de felicidad, la idea de progreso es el

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  • sustrato, el motor de la historia. El pensamiento ilustrado implica una emancipacin de la propia historia y del propio hombre, de los designios secretos y omniscientes de la historia divina. Es una historia humana, una historia secularizada, una historia laica. Son los hombres los que la construyen, los que la modelan, los que la proyectan, suean el futuro; los que son capaces de disear la marcha de los acontecimientos. En palabras de Engels, ya entrado el siglo XIX, podramos definir la diferencia entre los tiempos prehistricos, cuando el hombre era ingenuo, estaba dominado por discursos totalizadores, por figuras religiosas, por estructuras dogmticas, y la figura de la historia, es decir, la entrada del hombre al imperio de la autoconciencia, de la emancipacin, liberado de la tutela de los padres y ahora constructor de su propio destino.Hay, en la tradicin ilustrada, esta perspectiva de un cambio brutal en el seno del tiempo histrico. La propia Revolucin Francesa, que es el momento de consumacin de las ideas ilustradas, implica la invencin de un nuevo calendario; implica el postulado profundo de un hombre nuevo, de una historia nueva, de una suerte de estructura virgen que no est contaminada por los vicios del pasado. En este sentido la ilustracin abomina del pasado, rechaza el pasado; plantea la historia mirando hacia el futuro, proyectando hacia delante, y en el mejor de los casos, en conflicto con el propio pasado. En este sentido podramos decir que la conciencia ilustrada es una conciencia moderna, desde la perspectiva del cambio, de lo nuevo, de la metamorfosis continua de las cosas y del rechazo a las tradiciones, del rechazo a lo establecido, el rechazo al pasado. Es una conciencia que emerge en ruptura con lo establecido, en ruptura con las tradiciones, en ruptura con el pasado. Es casi la forma paradigmtica de la idea de lo nuevo como figura central de aquello que define a la modernidad. Una conciencia lanzada hacia la aventura de la produccin de lo indito, de lo que no existe; como un artesano radical de lo nuevo, como un escultor que trabaja con arcilla todava en estado virgen. Esta es la idea de la ilustracin: la historia est por hacerse, el futuro est por concretarse.Uno podra pensar, tratando de jugar con este modelo del espejo, si nosotras todava permanecemos en el interior de esta rbita ilustrada, respecto a la idea de futuro; si somos ilustrados todava all donde la idea de proyecto, la idea de diseo, la idea de ideal, la idea de sentido fuerte de la historia, nos habita o no nos habita. Una de las caractersticas del discurso posmoderno es precisamente sealar la caducidad de estos elementos propios de la modernidad; la caducidad del sentido de la historia, la caducidad de aquello que se define como los grandes relatos unificadores; la caducidad de la aventura del sujeto, de los grandes actores sociales, de los grandes dispositivos ideolgicos, de la idea de la historia con maysculas. Estos elementos que estaban insertos en el espritu ilustrado, que eran parte esencial del pensamiento de la ilustracin, han estallado en nuestra propia experiencia cotidiana.Para la ilustracin, se trataba de un conflicto entre el presente y el pasado, y en el interior de ese conflicto, era posible soar lo nuevo, soar el futuro, por lo tanto, la negacin del pasado era tambin reconocimiento, porque el conflicto supone identidades en pugna, supone la posibilidad de reconocer la existencia del otro, para subvertirlo, para cambiarlo, para modificarlo. El pasado habita la conciencia ilustrada, la habita como un mundo al que hay que rechazar, al que hay que transformar, pero sigue palpitando en el interior del movimiento abierto por la ilustracin. Y los dos siglos posteriores se construyen precisamente en la guerra, en el conflicto de tradiciones opuestas. Octavio Paz, en un texto sobre la modernidad, habla de la modernidad como una tradicin antitradicionalista, casi un contrasentido lgico; es decir, una tradicin que arremete contra toda tradicin, y en ese gesto de arremeter contra toda tradicin, funda su propia tradicin. El

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  • modernismo esttico, las vanguardias estticas y las vanguardias polticas, que arremeten contra el pasado, que arremeten contra las tradiciones establecidas, fundan tambin tradiciones. Una de las diferencias entre la ilustracin y la posmodernidad es que la posmodernidad elimina ese dilogo con .el pasado, un dilogo cargado de tensin, como dilogo de enfrentamiento entre subjetividades, y plantea la ruptura, precisamente, de ese mundo de tradiciones. El posmodernismo visita al pasado como quien va al museo, para observar cosas congeladas, puras maquetas de pocas definitivamente abandonadas. Cuando uno trata de pensar la ilustracin est evidentemente enfrentndose con las matrices fundacionales: en lo filosfico, en lo cientfico-tcnico, en la construccin de lo social, en el advenimiento de las grandes ideologas; all, en el siglo XVIII nos encontramos con el lugar genealgico, el origen tanto de la ilustracin como de sus fracasos, nos topamos con nuestra propia historia que hoy parece girar hacia otra perspectiva. Su concepcin del sujeto, su concepcin de la historia, su concepcin de la libertad, su concepcin de la igualdad, su visin de la naturaleza, van a impregnar decisivamente las prcticas discursivas, sociales, institucionales, cientfico-tcnicas, de la humanidad posterior. Sera absurdo suponer que frente al fin de siglo, estamos en el mismo lugar, instalados en las mismas certezas, en el interior de las mismas discursividades que aqullas que articularon las experiencias histricas de los ltimos dos siglos. Una de las caractersticas de nuestro propio tiempo probablemente sea la del debilitamiento, la ruptura o la crisis de aquellos modelos que estructuraron las prcticas y los imaginarios sociales, filosficos, culturales, la sensibilidad humana en la propia modernidad.Lo que habra que agregar es que no es cierto que la modernidad careci de movimiento crtico. En el interior mismo del despliegue moderno, y este sera el planteo, aparece ya desde los orgenes, la crtica, la crisis, el conflicto, la pluralidad. La posmodernidad, en todo caso, viene a representar un momento de vaco respecto a aquellas sustantividades que articularon las biografas modernas. No cabe duda que si nosotros pensamos en esos grandes sujetos y esas grandes ideas proyectadas por la modernidad ilustrada o decimonnica, la modernidad tal cual se conform en el siglo XIX y habit gran parte del siglo XX; pensamos en la clase obrera, en el burgus, en el socialismo, en la revolucin, en el concepto de igualdad, en el concepto de libertad; esas figuras que galvanizaron la prctica y el movimiento de la historia, hoy, a fines de siglo, aparecen des-sustantivadas, vaciadas, han cado, se han derrumbado. Si nosotros pensamos que el ideal, la utopa, el proyecto, son parte de la gramtica ilustrada, parte del conflicto entre ilustracin y romanticismo, que tambin son parte estructural de la propia modernidad, no cabe duda de que vivimos en un tiempo post-utpico, en un tiempo donde el proyecto se ha desdibujado, donde la palabra fuerte, la palabra sustantiva, la palabra que cree que est abriendo la historia, que est creando un surco en el interior de la historia, se ha retirado hacia la insustancialidad de la palabra comunicacional, la palabra massmeditica, la charlatanera. Vivimos en una poca donde todo es decible, donde todo ocupa un nivel ms o menos parecido, y por lo tanto las densidades, las sustantividades, las fuerzas, las potencias, quedan profundamente deshabitadas, desprotegidas, las propias palabras se van deshilachando. En este sentido hablamos de una crisis de la modernidad, pero podramos tambin plantear que la crisis habita desde los comienzos a la modernidad. Ya en idea ilustrada de individualidad y universalidad, en el concepto de autonoma, en el concepto de emancipacin, hay fallas, hay profundas grietas; cuando cristalizan histricamente, producen efectos contrarios: el concepto de universalidad puede tender a homologarse con el concepto de homogeneizacin; de

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  • alienacin masiva, de urbanizacin masiva, de prdida de conciencia, por lo tanto, aquello que haba nacido como un ideal emancipatorio en trminos de praxis histrica produce un efecto contrario. El individualismo ilustrado, como autoconciencia crtica, se convierte en casi su alter ego, el individualismo egocntrico, narcisista, autista y vaco, que tiene muy poco que ver con esta idea de crtica, de autoconciencia, de una mirada profunda que se echa sobre la realidad y sobre la propia interioridad. Ms bien, el individuo de este fin del milenio, de esta poca oscura que a falta de una denominacin ms adecuada llamamos posmodernidad, es el individuo que tiene muy poco que ver con la bsqueda de ilustracin del individuo del siglo XVIII y del siglo XIX.Voy a hacer una aclaracin: cuando yo hablo de posmodernidad; estoy hablando de un concepto, de una palabra que ha ocupado la escena, una palabra que ha sufrido distintos travestismos, metamorfosis; que naci de disputas estticas en el interior de la arquitectura y que fue impregnando la poltica, la filosofa, la vida cotidiana. Es el destino de ciertas palabras, que dicen todo y no dicen absolutamente nada; que a veces se expresan negativamente, negando aquello que precisamente representa lo contrario a lo que la posmodernidad vendra a representar. En este sentido, uno puede pensar que mientras el mundo ilustrado, la filosofa ilustrada, sostena, con una concepcin optimista de la historia, una autoconciencia que marchaba hacia la emancipacin, supona un sujeto conciente y racional, supona que toda sociedades una construccin artificial de individuos libres, supona un sentido en la historia, postulaba la idea de libertad como meollo y centro de la conciencia, y postulaba el enfrentamiento contra aquellos discursos , aquellas prcticas y formas institucionales que dogmatizaban, que encerraban al hombre en paternalismos que en ltima instancia lo reducan al estado de infancia, y por lo tanto emerge, de esta perspectiva iluminista, la idea del hombre maduro, del hombre adulto, la idea de una humanidad capaz de construir conscientemente una historia dominada por la bsqueda de la felicidad y la igualdad, la idea de una ecumene, de una paz universal. Todas estas concepciones, que van a derivar en praxis polticas reales, con construcciones ideolgicas, en nuestra propia experiencia cotidiana han estallado. Uno podra decir que ya en la gramtica originaria de la modernidad estaba este movimiento crtico, esta endeblez, esta suerte de artificialidad del propio destino moderno. Pero no cabe duda que la emergencia de los medios de comunicacin, la planetarizacin de las relaciones humanas, del desarrollo intensivo de formas de la informacin que hoy construyen la experiencia de lo global como experiencia inmediata; la ruptura de las diferencias ontolgicas, es decir, la emergencia de dispositivos de igualacin casi perversa; la liviandad, la prdida de horizonte; la des-ideologizacin; la crisis de lo pblico; la crisis del concepto de ciudadana, de representacin, de democracia; la crisis del concepto de historia, la crisis del concepto de sujeto, no es un invento de la posmodernidad: ya aparece en ciertas figuras centrales en el mundo del pensamiento filosfico, cientfico y esttico de principios del siglo XX. Aparece en Freud, aparece en las primeras vanguardias del simbolismo francs, aparece despus en la literatura vanguardista, en Joyce, en Kafka; aparece en la discusin filosfica de la fenomenologa, de la ontologa heideggeriana, despus de la Escuela de Frankfurt. La idea de una crisis del sujeto, la idea de una crisis de la representacin, la idea de una crisis del enlace de las palabras y el mundo.Sin duda nuestra poca es hija de esos movimientos crticos, es hija de esa disolucin, es hija de esos desamparos. Pero a diferencia de otros movimientos -y eso me parece importante- tanto cuando Casullo habl de las vanguardias estticas y yo cuando hablaba de la Repblica de Weimar, hicimos mencin a ese tiempo histrico como un tiempo de aceleramiento, de un movimiento frentico, de una convulsin de las conciencias. Pero hacamos referencia a que el aceleramiento

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  • tena carga de sentido. Se aceleraba la historia, se aceleraban las conciencias, se construan dispositivos crticos, se arremeta contra la tradicin, pero en el interior de descargas sustantivas, de proposiciones, de proyectos, de invenciones de la historia, de utopas polticas, utopas estticas, utopas cientfico-tcnicas. Uno podra imaginar nuestro tiempo como de un aceleramiento, pero que se parece ms a una licuadora, donde todo se mezcla, alguien abre la tapa y todo se dispersa sin saber hacia dnde va. Una suerte de anarqua general del sentido. Una prdida de horizontes, una prdida de proyecto. La idea de proyecto es un postulado central de la ilustracin y de la tradicin moderna. Nosotros habitamos la poca donde el proyecto, pensado con maysculas, pensado como proyecto histrico, como proyecto social, como proyecto de transformacin, ha quedado desdibujado. Este es el tema. Donde hacemos zapping discursivo, zapping de imgenes, zapplng de realidades; donde habitamos la yuxtaposici6n de ficciones; donde, en verdad, perdemos la relacin con lo real.La conciencia ilustrada crea que era posible dar cuenta de la realidad, crea que era posible atravesar con las luces de la razn las oscuridades de la naturaleza, explicarlas, dar cuenta de su orden profundo, construir lenguajes que fueran capaces de explicar el movimiento de la naturaleza, el movimiento de las sociedades, el movimiento de las conciencias. Esta certeza de la explicacin absoluta, esta capacidad inherente al sujeto racional de dar cuenta del mundo, esta idea ha estallado. Ya vamos a ver con el romanticismo, que adviene inmediatamente despus de la Revolucin Francesa, y en el interior de lo que gener la ilustracin, cmo comienzan a discutirse algunas de estas cuestiones decisivas: el problema de la conciencia, el problema de la razn, el problema de la certeza, el problema de la historia con un sentido claro y transparente, el problema de la naturaleza reducida a ser un objeto de cono: cimiento o a materia prima, objeto de transformacin; el problema del sueo, el problema de la realidad -ya con el romanticismo va a aparecer esta suerte de crisis de la relacin material del sujeto con lo real; va a aparecer la idea de la realidad como ficcin, la realidad como imaginacin. Por lo tanto, lo que s podramos plantear es que la ilustracin supone una materialidad de lo real y supone una correspondencia entre el discurso y las cosas; una correspondencia cuyo enlace y justificacin tienen en la figura de la razn su momento ejemplar. Es la razn la que despliega sobre el mundo su capacidad intelectiva, su capacidad de indagacin, de auscultamiento. En este sentido, la ilustracin implica un optimismo de la razn. Un optimismo de la volun-tad, pero de una voluntad que sabe que puede iluminar las oscuridades del mundo, a travs del entendimiento, a travs de la razn desplegada como fuerza, como ciencia, como mecanismo de transformacin. En este sentido, por lo tanto, la tradicin ilustrada supone el triunfo momentneo, quizs efmero, fugaz, del optimismo racional. Supone el despliegue histrico-prctico de aquel sujeto que se autolegitimaba a s mismo como sujeto pensante en la metafsica cartesiana y que en la ilustracin aparece como un sujeto activo de la historia, como un sujeto transformador de la historia, como un artfice. Por eso aparece la imagen del hombre, el hombre emancipado; por eso yo hablaba de autonoma: la autonoma frente a todo trascendentalismo; autonoma frente a toda verdad exterior. La verdad es un movimiento de la propia conciencia, es disputa de la razn, nace en el interior de la razn, de la conciencia individual. Por supuesto que estos elementos, propios de la razn, en el devenir de estos ltimos dos siglos, van a ser radical-mente puestos en cuestin.Pero lo que interesa recalcar es que hay dos ilustraciones: una ilustracin profundamente reivindicable, de la que carecemos, y que tiene que ver con los conceptos de autonoma, emancipacin, con la relacin compleja entre libertad e igualdad, entre orden normativo como ley jurdica e igualdad material. Tiene que

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  • ver tambin con esta apelacin a la autoconciencia, a la disponibilidad crtica, al lento trabajo de la autoilustracin, la idea de un hombre que es capaz de pensar crticamente el mundo, que es capaz de dialogar crticamente con otro hombre, que es capaz de construir la comunidad de hablantes que racionalmente pueden llegar a entenderse; pero es tambin la idea de un hombre que se rebela al sometimiento, frente a las tutelas, frente al imperio de la arbitrariedad. Podemos hablar entonces de una ilustracin libertaria, que funda un concepto de humanidad; de humanidad que al mismo tiempo se sostiene sobre la individualidad autnoma. Pero tambin tenemos que hablar de otra ilustracin, que va desplegando una racionalidad absorbente, cuantificadora, que va limitando la exterioridad, que va dominando la naturaleza, que supone que el hombre es esencialmente estructura racional; que va, de alguna manera, rapiando la propia dimensin de la libertad, la propia dimensin de la crtica, la propia dimensin de la autonoma y de la emancipacin en la construccin de modelos de racionalizacin, de cuantificacin, que son cada vez ms unificadores; una racionalidad burocrtica y una modernizacin que finaliza devorando las pluralidades, las diferencias y al propio espritu crtico. Es decir, habra una ilustracin que se traiciona a s misma. Habra -podra decirlo en trminos habermasianos- una ilustracin inconclusa; es decir, que perdi la batalla contra una ilustracin que no supo resolver las contradicciones de la libertad y la igualdad; una ilustracin que se convirti en ideologa de la dominacin, en ideologa de una sociedad imperial, en ideologa de la modernizacin a ultranza, en ideologa de la racionalizacin cientfico-tcnica del mundo. Una ilustracin que pari, en trminos frankfurtianos, una razn instrumental, tcnico-instrumental. Por lo tanto, habra en el interior de la propia ilustracin, un movimiento de contra-ilus-tracin, que buscara reivindicar aquella prdida de la segunda ilustracin, de esos elementos que fundaron el espritu crtico de la ilustracin.Nosotros habitaramos el tiempo donde, paradjicamente, lo que se ha desplegado es el triunfo de una racionalizacin malsana, que ha agotado las pluralidades, el espritu crtico, el movimiento de la autonoma individual. Este sera un poco el problema. Viviramos en el tiempo de la conjuncin del Leviatn hobbesiano con el despliegue de la racionalidad tcnico-instrumental. El espritu libre, abierto, crtico de la ilustracin, en el concepto de representacin de la ilustracin, ya aparece, como matriz de fondo, la tendencia de la propia razn a convertirse en autrquica, en cuantificadora y en racionalizadora del mundo. El proceso de desencantamiento de la naturaleza, que es un momento fundacional y esencial a la propia ilustracin, implica no solamente liberar al hombre de las ataduras de la supersticin, para conocer mejor a la naturaleza, sino tambin implica liberar al hombre para transformar radical y rabiosamente a la naturaleza, para abarcarla, para consumirla, para rapiarla. Tenemos los dos elementos; por un lado, el desencantamiento como modo de crear una conciencia crtica: la ciencia no es posible sino en el interior de una tendencia desencantadora. Yo no puedo pensar cientficamente la naturaleza sino elimino el misterio, la concepcin mgica de la naturaleza. Sin embargo, si elimino radicalmente la concepcin mgica de la naturaleza, si agoto su misterio, si la cuantifico, si la legislo en trminos cientficos, abro tambin el camino para la conversin de la naturaleza en mero objeto de estudio y de transformacin, en mbito de la rapia, de la produccin exacerbada, de una sociedad que precisamente agota a la propia naturaleza. Por eso, esa imagen de Benjamin cuando dice que si a la naturaleza le fuera dada la palabra, no alcanzaran los libros del mundo para que ella pudiera expresar todo su dolor. Sin duda, en el interior de la tradicin ilustrada, nos encontramos con estos dos elementos: por un lado, la apertura a la libertad de la indagacin, donde el hombre ilustrado construye el mito de la ciencia. El cientfico del siglo XIX, que va a ser casi la figura paradigmtica del hroe del progreso, nace de esta ilusin, de esta certeza que la conciencia ilustrada tiene de la ciencia como liberadora, como iluminadora,

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  • como instrumento para quebrar a la supersticin. Sin embargo, con el despliegue histrico de la modernidad, de la sociedad capitalista, con el desarrollo extensivo de una lgica productivista, con el despliegue de las fuerzas de la produccin, de la transformacin radical de la naturaleza, lo que vemos, por el otro lado, es una naturaleza empobrecida, vaciada, sufrida. La crisis ecolgica quizs ha nacido en el interior del propio mundo de la conciencia ilustrada. Naci en el preciso instante en que el sujeto se constituy a s mismo como lugar de la verdad; en el preciso instante en que la naturaleza fue puesta como objeto de conocimiento, convertida en objeto de una representacin, en mbito de una cuadriculacin racional cientfica. All la naturaleza comienza a ser rapiada, aunque tambin comienza a ser conocida: aparece la tensin, aparece la contradiccin indudable. Cmo frenar la aventura del conocimiento?, que sabemos que, como aventura, libera fuerzas que no podemos controlar. Es como el aprendiz de brujo, es como el Fausto de Gethe, cuando Mefistfeles le entrega a Fausto la genialidad, se la entrega para que Fausto transforme el mundo. Pero la transformacin del mundo implica tambin destruccin. Hay una dialctica perversa entre el movimiento de la conciencia creativa, constructiva, y la propia liberacin de fuerzas destructivas. Como Benjamin dice: Todo acto de cultura es al mismo tiempo un documento de la barbarie. La creacin, la modificacin de relaciones sociales, la transformacin de la naturaleza, deja sus cadveres, deja su dolor inmenso. Cuando una comunidad campesina es violentamente modernizada, violentamente urbanizada, cuando sus tradiciones culturales son destruidas, nos encontramos quizs, por un lado, con la introduccin de lo moderno en esa comunidad campesina (la democracia, los derechos civiles, la igualdad ante la ley); pero al mismo tiempo, nos encontramos con una orfandad tremenda, con una prdida de races, de identidades. Los dos movimientos son hijos de la modernidad: el movimiento de emancipacin, el movimiento de igualdad, el movimiento que naca de esta concepcin de la abstraccin y de la universalidad y de la idea de humanidad; y ese profundo y arrasador movimiento que va destruyendo las estructuras tradicionales. La modernidad es eso: liberacin de fuerzas creativas y tambin liberacin de fuerzas destructivas. Por lo tanto, cuando uno piensa en la ilustracin, cuando uno piensa en el siglo XVIII, tiene que pensar en esa dialctica, tiene que pensar en estas contradicciones, tiene que pensar que, ya en los orgenes, en la genealoga del sujeto moderno, apareca esta tensin, esta debilidad estructural del sujeto. Cuando el sujeto ase convierte en pura razn, lo hace negando su cuerpo, lo hace negando todo aquello que no puede ser definido desde la razn. All hay una violencia originaria que va a tensionarse cada vez ms, hasta estallar. La experiencia de la violencia, de la brutalizacin, de las barbaries de nuestro propio tiempo puede ser leda en el origen gentico, de la propia subjetividad moderna, en la profunda violencia que la razn, que el cogito, ejercen sobre las pasiones, sobre la voluntad, sobre los instintos. Adorno y Horkheimer plantean la idea de que a una naturaleza reprimida, en el exterior, se le devuelve, como movimiento, la rebelin de una naturaleza interior tambin reprimida. El fascismo, los discursos totalitarios; las prcticas violentas de nuestro propio tiempo, seran la rebelin del cuerpo contra los procesos de racionalizacin a ultranza; seran la rebelin de la naturaleza contra el sometimiento al que fue conducida por el propio despliegue de la racionalidad tcnico-cientfica. Sera una defensa completamente anrquica, digamos; es la rebelin del inconciente frente a los intentos de domesticacin del super-yo, por ejemplo.Lo que quiero plantear, para cerrar, es que la ilustracin lleva en su seno estas contradicciones, estas tensiones, esta dialctica. Cuando trabajen el romanticismo, van a ver cmo emerge, hacia finales del siglo XVIII, una sensibilidad que intenta mirar de otro modo, que va a trabajar precisamente en las fisuras que deja la ilustracin, que va a trabajar en los claroscuros de la modernidad, que va a ser

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  • profundamente moderna porque va a radicalizar la experiencia del yo. Por eso no es cierto que el romanticismo sea un movimiento anti-modemo. Es un movimiento radicalmente moderno, porque plantea un nuevo viaje del yo hacia el interior, hacia lo profundo de la imaginacin, hacia las cavernas del inconciente. Pero es un viaje, del yo, de la conciencia, para pensarse a s misma, para desagregarse, quizs para estallar. La ilustracin deja a la conciencia armada, y al mismo tiempo, desampara-da. La deja en estado de urgencia, podramos decir, pero -y este me parece un planteo interesante y digno de ser pensado- la ilustracin impregn durante dos siglos los movimientos de ideas, los movimientos polticos, sociales, de la sustantividad de la pasin de la libertad, de la pasin de la utopa, de la pasin del proyecto. No se puede volver a ser ilustrados en el sentido del siglo XVIII, porque justamente, lo que vemos es que, en el interior de la propia ilustracin, estn -como dira Goya- los monstruos que suea la razn. Pero s tenemos, en estos tiempos de vaciamiento espiritual, de aculturacin, de neobarbarie, de neoanalfabetizacin, de prdida de sentido, de desutopizacin, de ignorancia creciente, de mitos que van devorando la autoconciencia de los hombres, la posibilidad de volver a plantear y a discutir el estatuto de la subjetividad, el estatuto de la autonoma, el estatuto de la emancipacin, el problema de la libertad; el problema de la relacin entre la libertad y la barbarie. Cuando la libertad se desarrolla -y al desarrollarse produce lo que no quera producir- tenemos que discutir su itinerario, sus contrasentidos, sus fracasos, si es que no queremos entrar en un tiempo histrico caracterizado por el fin de la historia, en el sentido no de que desaparecen los conflictos, sino todo lo contrario: que aparecen de una manera ms perversa, y lo que desaparece es la capacidad autonmica del individuo para pensar su propio tiempo histrico. De lo que carecemos crecientemente es de la capacidad crtica que nos permitira interrogar nuestro propio tiempo, nuestra propia contemporaneidad. Plantear una re-ilustracin sera de algn modo reivindicar la idea de la autonoma como principio de rebelda frente a la gran heteronoma massmeditica contempornea.Adorno, en un momento determinado -y me parece una imagen muy bella-, dice que slo porque el hombre vivi en el paraso, slo porque tenemos la certeza de que el hombre vivi en el paraso, podemos soar, utpicamente, con lo nuevo. Si perdemos de vista que en otro tiempo las cosas fueron diferentes, perderemos de vista que, en el futuro, las cosas tambin podrn ser diferentes. Es decir, si solamente quedamos atrapados en la presencia absoluta del presente, si slo somos capaces de mirar a nuestro alrededor y slo ver lo que nos rodea, perdemos el pasado, y al mismo tiempo, el futuro. Nuestro problema es cmo volver a construir una relacin con el futuro que no desagregue, que no agote y que no arroje el pasado a un agujero negro. Steiner deca que el problema de nuestra poca es que estaba olvidando la conjugacin del verbo en futuro. Uno podra agregar que tambin est olvidando la conjugacin del verbo en pasado. Cuando la memoria se quiebra, cuando la puja de contradicciones pasadas desaparece, cuando ya no tenemos a nuestras espaldas nada que nos impulse, que nos excite, que nos plantee la discusin, tampoco tenemos nada por delante.De algn modo, una de las perspectivas de trabajo de la Ctedra es precisamente mostrar cmo es necesario recobrar al pasado, no como pieza de museo, sino como interpelacin crtica del presente. Esa es la tarea: poder volver a construir biografas, pero no biografas que despus alimenten la nostalgia de lo imposible, sino biografas que de alguna manera conmuevan nuestra propia espiritualidad. Volver a descubrir que en otro momento histrico, en otro tiempo cultural, los hombres tenan pasiones, y que en el interior de esas pasiones, se construa la historia. Ese es el objetivo de la Ctedra.

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  • Cuestionario gua:1) Qu se pregunta Forster de la ilustracin2) Cules son las palabras ms significativas qu forjo el espritu ilustrado3) Cmo se siente el hombre frente a la historia4) De que ataduras quiere liberarse el hombre ilustrado5) Qu implica el pensamiento ilustrado6) El concepto de universalidad est unido al de libertad y esto qu supone para el

    hombre ilustrado7) Qu conflicto aparece en la conciencia ilustrada8) Quin trabajo ms profundamente la dicotoma entre libertad humana y desigualdad

    social9) Cules son las dos posturas de la ilustracin con respecto a lo anterior10)Entonces cul es la paradoja de la ilustracin11)Cmo ve al futuro el hombre ilustrado12)Estas ideas ilustradas en qu tradiciones del s XIX las vamos a encontrar 13)Cul es el motor de la historia para el hombre ilustrado14)Qu caractersticas adquiere la historia para el hombre ilustrado15)De qu es constructor el hombre ilustrado16)Qu abomina el hombre ilustrado17)Cul sera una de las diferencias entre la ilustracin y la posmodernidad18)Cules seran los efectos contrarios a los conceptos de universalidad y de

    individualidad vistos ms adelante en el tiempo19)Como describe Forster el debilitamiento en el sXX de los ideales ilustrados20)Cmo ha quedado la idea de proyecto como postulado central ilustrado para el

    hombre posmoderno21)Qu supone la ilustracin22)Cul es la figura central de la ilustracin23)Cules son las dos ilustraciones que diferencia Forster24)Qu pasa segn Forster si elimino radicalmente la concepcin mgica de la

    naturaleza25)Qu impregn la ilustracin durante dos siglos26)Cmo describe Forster a nuestro tiempo27) Conclusin abierta

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