Los principios éticos

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Los principios éticos (http://www.claudiogutierrez.com/ Introduccion_a_la_etica.html ) La palabra "moral" vincula directamente la conducta y los actos humanos por su valor, es decir como buenos o malos. Solo reconocemos como sujeto moral al hombre, ya que solo este es capaz de reflexionar sobre sí mismo, sobre el mundo y la manera de transformarlo, solo él posee el conocimiento intelectual que le permite conocer el valor moral, y la libertad que es el poder de autodeterminarse con respecto a ese valor moral. Los principios éticos son fruto de la experiencia y de la reflexión, que facilitan enormemente la toma de decisiones morales. Existe una distinción esencial entre la regla y el principio: la regla es inmutable, se aplica sin excepciones, y no se enriquece con sus sucesivas aplicaciones. El principio en cambio es fruto de la evolución cultural, toma en cuenta los casos particulares, y se enriquece con cada aplicación a materiales nuevos. Los principios son una especie de resúmenes de vivencias y crisis personales de mucha gente a lo largo de mucho tiempo y en muy variados ambientes. Su aplicación inteligente y mesurada nos puede ahorrar mucho esfuerzo y tensión a la hora de tomar decisiones. Principio de Moore: Pluralidad de los bienes No existe un solo bien que el ser humano persiga en el mundo sino muchos Comentario: Para el filósofo británico G.E. Moore, los principales bienes que atraen a los hombres son: la compañía humana, la actividad interesante, y la contemplación de objetos bellos. Pero el principio es independiente de esa lista. Lo esencial es que lo que constituye la felicidad es múltiple y no único. Muchas decisiones morales pueden

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Los principios éticos

(http://www.claudiogutierrez.com/Introduccion_a_la_etica.html)

La palabra "moral" vincula directamente la conducta y los actos humanos por su valor, es decir como buenos o malos. Solo reconocemos como sujeto moral al hombre, ya que solo este es capaz de reflexionar sobre sí mismo, sobre el mundo y la manera de transformarlo, solo él posee el conocimiento intelectual que le permite conocer el valor moral, y la libertad que es el poder de autodeterminarse con respecto a ese valor moral.

Los principios éticos son fruto de la experiencia y de la reflexión, que facilitan enormemente la toma de decisiones morales. Existe una distinción esencial entre la regla y el principio: la regla es inmutable, se aplica sin excepciones, y no se enriquece con sus sucesivas aplicaciones. El principio en cambio es fruto de la evolución cultural, toma en cuenta los casos particulares, y se enriquece con cada aplicación a materiales nuevos.

Los principios son una especie de resúmenes de vivencias y crisis personales de mucha gente a lo largo de mucho tiempo y en muy variados ambientes. Su aplicación inteligente y mesurada nos puede ahorrar mucho esfuerzo y tensión a la hora de tomar decisiones.

Principio de Moore: Pluralidad de los bienes

No existe un solo bien que el ser humano persiga en el mundo sino muchos

Comentario: Para el filósofo británico G.E. Moore, los principales bienes que atraen a los hombres son: la compañía humana, la actividad interesante, y la contemplación de objetos bellos. Pero el principio es independiente de esa lista. Lo esencial es que lo que constituye la felicidad es múltiple y no único. Muchas decisiones morales pueden aclararse tratando de determinar cuál es el interés predominante de cada una de las personas que participan en la situación, y por qué medios podemos asegurarle el disfrute de ese bien.

Kant, propone: éticas materiales y éticas formales. Son materiales aquellas éticas que afirman que la bondad o maldad de la conducta humana depende de algo que se considera bien supremo para el hombre: los actos serán, por tanto, buenos cuando nos acerquen a la consecución de tal bien supremo, y malos cuando nos alejen de él. Las éticas materiales suponen que hay bienes, cosas buenas para el hombre, y determinan cuál es el bien supremo o fin último del hombre (el placer para Epicuro, la felicidad virtuosa para Aristóteles, etc.) Según cuál sea el bien supremo, la ética establece normas o preceptos con el fin de alcanzarlo.

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Toda ética material tiene contenido, en este doble sentido: 1) hay un bien supremo 2) se proponen los medios para alcanzarlo. Kant rechaza las éticas materiales, pues presentan deficiencias. En primer lugar, son empíricas, es decir, a posteriori.

No valen absolutamente, sino sólo de modo condicional para conseguir un cierto fin. Esto impide también que sean universalmente válidas. Por último, son heterónomas. Es decir la voluntad es determinada a obrar de un modo u otro por el deseo o inclinación a algo (placer, por ejemplo).

Ética formal. La ética ha de estar vacía de contenido, es decir: 1) no debe establecer ningún bien o fin que haya de ser perseguido, y 2) no nos dice lo que hemos de hacer, sino cómo hemos de actuar. La ética formal se limita a señalar cómo debemos obrar siempre, se trate de la acción concreta de que se trate. Un hombre actúa moralmente, según Kant, cuando actúa por deber. El deber es, según Kant, “la necesidad de una acción por respeto a la ley” es decir, el sometimiento a una ley, no por la utilidad o la satisfacción que su cumplimiento pueda proporcionarnos, sino por respeto a la misma.

Kant distingue tres tipos de acciones:

1. Acciones contrarias al deber.

2. Acciones conforme al deber.

3. Acciones por deber. Sólo estas últimas poseen valor moral.

La más famosa de estas formulaciones es la siguiente: obra sólo según aquella máxima que puedas querer que se convierta, al mismo tiempo, en ley universal. La “máxima” se refiere a los principios subjetivos de la voluntad.

Existe una segunda formulación famosa del imperativo categórico, que es así: obra de tal modo que trates la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin, y nunca meramente como un medio. Kant entiende que los seres humanos se caracterizan por su autonomía, es decir, la capacidad de darse normas a ellos mismos o de seguir de forma crítica las que les dan otros.

Este valor es expresable en el concepto ético básico para la antropología de Kant, la dignidad. La dignidad supone el deber de actuar con el otro como si fuera un fin en sí mismo, es decir, la imposibilidad de utilizarlo como una cosa, como un medio para nuestra conveniencia.

A pesar de que Kant evita en buena medida hablar de lo bueno y lo malo, él entiende que existe algo absolutamente bueno: lo bueno incondicionado. Esto es la buena voluntad, el deseo de hacer siempre las cosas adecuadamente.

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¿Qué entiende Kant por una buena voluntad? Una voluntad que obra por deber, es decir, no por interés, o por inclinación o por deseo. ¿Y qué es obrar por deber?: obrar por reverencia o respeto a la ley moral que la voluntad se da a sí misma. Kant distingue aquí entre obrar "por deber" y obrar "conforme al deber": puede ocurrir que actúe por algún interés particular y esa actuación coincida con la ley moral; en ese caso estoy actuando "conforme al deber".

¿Qué quiere decir Obrar Bien?

Cuando decimos que alguien obró bien generalmente queremos decir que cumplió con su deber, aunque no siempre cumplir con nuestro deber nos conduce a la felicidad.

1) Objeto- contenido (lo que se hace, la materia del acto)

2) Circunstancias- (factores o aspectos que determinan y precisan el objeto, el quien, el cuándo, el cómo, etc.).

3) Fin- (Intensión o motivo del acto, aquello para lo que se hace).

Basta con que uno de esos factores sea malo, para que todo el acto sea malo, ya que para los moralistas el fin bueno no justifica los medios malos.

Kant afirmaba que obrar por razones exteriores a la propia conciencia del deber o sea obrar por placer, por poder, por fama, etc., supone obrar con segundas intenciones; es decir un obrar que es más que inmoral, es amoral, impropio de la persona humana.

La conciencia moral está integrada por un elemento intelectual, un elemento afectivo y un elemento volitivo, el intelecto o razón juzga, aprueba o desaprueba el acto, el elemento afectivo nos da respuesta sobre los sentimientos hacia ese acto, y el volitivo que tiene una tendencia natural al bien y que lo hace querer el bien moral. Según Kant si el hombre fuera solo sensibilidad, sus acciones estarían determinadas por impulsos sensibles, si fuera únicamente racionalidad, serían determinadas por la razón. Pero el hombre es al mismo tiempo sensibilidad y razón, y en esta posibilidad de elección consiste la libertad que hace de él un ser moral.

Hablamos de conciencia verdadera cuando puede dictaminar objetivamente lo que es bueno o malo y es errónea cuando no puede hacerlo, de conciencia cierta cuando el juicio moral es firme y seguro, de probable cuando existen otras alternativas, dudoso cuando el juicio moral se suspende ante la duda, perplejo cuando existen colisión de deberes y justo cuando se juzga de manera adecuada el acto moral.

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Las leyes morales se distinguen de las leyes positivas porque las primeras surgen en el hombre de forma natural e interna, mientras que las otras son promulgadas por el hombre en forma externa y pública.

Leyes morales: son las reglas, normas o mandatos de carácter permanente que regulan algo como por ejemplo el comportamiento individual o colectivo de los seres humanos.

Dentro de las leyes positivas se destacan:

1. Leyes positivo-divinas (dictadas por Dios a los hombres Ej.: los diez mandamientos)

2. Leyes positivo-humanas (dictadas por los hombres entre las que se distinguen las a) leyes civiles; del estado y b) leyes eclesiásticas; de la iglesia).

Se puede afirmar que las leyes positivas surgen de la ley moral, del sentirse obligado a obrar bien, el problema es determinar ese bien.

Un acto moralmente bueno se califica como un mérito, mientras que un acto moralmente malo comporta un demérito. La sanción es la recompensa de los actos morales, sancionamos un mérito con un premio, y un demérito con un castigo.

Responsabilidad. Es la propiedad del acto humano por la cual el sujeto que lo ejecuta debe dar cuenta de él, es decir, debe participar de los beneficios, si el acto es honesto o reparar los perjuicios si el acto es deshonesto. La responsabilidad ante sí mismo constituye, el acto de asumirse como persona cuyos actos y sus consecuencias siempre tienen su significado último en relación bienes públicos y sentidos comunes.

El Mérito. Es el derecho a una recompensa por haber actuado bien. Lo contrario sería el demérito. Este derecho a la recompensa tiene su base en el hecho de que un acto honesto produce beneficios a otras personas.

La Sanción. Es el correspondiente premio o castigo que se merece por el cumplimiento o violación de la ley. Se consideran dos tipos de sanción: la intrínseca que es la consecuencia natural de la misma conducta humana, por ejemplo, la satisfacción o el reproche de la propia conciencia. Y la extrínseca que es el premio o castigo expresamente señalados por el legislador, aparte de la sanción intrínseca o natural.

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La virtud. Es la propiedad de los actos, honestos, en cuanto que se repiten y dejan en el sujeto una huella que facilita la buena conducta. No hay virtudes innatas.

Todas deben adquirirse basándose en un esfuerzo y repetición. La virtud, como todo valor moral, depende de la actuación voluntaria y libre del sujeto. Otros valores pueden heredarse, más la virtud no. Es una predisposición para hacer el bien; una motivación interna que nos lleva no sólo a hacer lo que es correcto sino a amar lo que es correcto.

Santo Tomas destacaba que la ley no es un mandato o voluntad del legislador, sino un mandato racional y bueno para el bien común, pues solo una ley emanada de una voluntad racional y buena es auténtica y puede obligar a la comunidad a cumplir con ella.

Epicúreo partió de la evidencia de que todo animal se mueve por placer, y el hombre no escapa a aquella evidencia práctica, identificando el placer con el bien moral. Según él, el hombre debe buscar el placer y la mejor técnica para conseguirlo. Esto le llevó a elaborar su receta de la felicidad: eliminar los caprichos, los miedos infundados, limitarse a los deseos naturales o estrictamente fundamentales como los orgánicos, los anímicos y la amistad. Saber renunciar al placer del momento para evitar consecuencias nefastas, aliviar los dolores recordando placeres del pasado o imaginando los futuros.

Ante la falta de criterios objetivos que posibiliten una discriminación del bien y el mal, habrá necesariamente que apelar al resultado de las acciones humanas. Serán éticamente buenas las que acarrean un mayor beneficio a la sociedad o al individuo.