Libro El Milagro de El Espinar

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EL MILAGRO DE EL ESPINAR

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Libro conmemorativo del 25 aniversario del torneo de El Espinar escrito por Fernando Carreño

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Texto: Fernando Carreño Ocaña

Diseño:Isabel Benito González · [email protected]

Edita: Campeonatos Internacionales de España en Pista Rápida. Villa de El Espinar. ATP Open Castilla y León.

Imprime: Gráficas Nitral S.L. Arroyo Bueno 2. 28021 Madrid. Tel. 917 967 702

Depósito Legal: M-33157-2010

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ANDRÉS GIMENO

Son ya muchos los años que llevo siguiendo el tenis cumpliendo en él distintos papeles: jugador, técnico, comentarista, o simple aficionado y amante del de-porte. Desde mis primeros pasos en él, hace ya medio siglo, hasta el momento actual, ha cambiado muchí-simo, al igual que todo el mundo y la sociedad, obvio es decirlo. Ahora el tenis mueve mucho más dinero, a todos los niveles. Tiene más impacto social. Las ins-talaciones han cambiado también mucho. El mismo

reglamento ha tenido cambios, así como el modo de tratar y atender a los tenistas. Re-cuerdo cómo cuando yo era jugador apenas íbamos al médico cuando había lesión y los tratamientos secundarios por así llamarlos los hacíamos nosotros mismos a base de comer filetes. No como ahora, donde los jugadores están rodeados de equipos com-pletísimos que abarcan todas las facetas posibles. Esto, obviamente, ha influido en el estilo del tenis. Ahora se juega de forma diferente. Los tenistas son más altos, más fuertes, y su forma de jugar refleja esa evolución física.

Después de señalar todo esto, casi podría decirse que el tenis que hoy en día se juega es un deporte diferente al que mis compañeros de generación y yo practicamos y conocimos en su día. Pero esto no es completamente así. Han cambiado, podríamos

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decir, los aspectos externos del deporte, lo secundario, las características que van acordes con los tiempos, pero el núcleo del deporte, su alma, no ha cambiado. El em-peño, la deportividad, el amor al detalle y al trabajo bien hecho, siguen siendo el alma del tenis. Es fiel al deporte quien no lo olvida. No lo es quien convierte el tenis en un negocio. No digo que no sea éticamente lícito ganar dinero con el tenis, ni mucho me-nos, pero sí que poner los aspectos económicos y de imagen por delante del deporte no es bueno ni para éste ni para los proyectos que así se aborden. A lo largo de estos cincuenta años he visto aparecer y desaparecer muchas iniciativas tenísticas anima-das por esta forma de hacer.

Y es curioso que haya quien insista en ello cuando la historia nos demuestra que lo mejor, lo más sólido, es no empezar las casas por el tejado, sino por los cimientos. Que los torneos más sólidos son los que nacen desde abajo, desde la implicación con la sociedad y el entorno que los acoge, y de la relación con los tenistas, siendo fun-damental en ello el no perder de vista que son, en primer lugar, deportistas. Y antes aún, personas.

Mi relación con el El Espinar comenzó cuando ya tenía a mis espaldas la mayor parte de mi carrera, de tal forma que tenía muchos elementos de juicio para comparar y valorar el torneo. Llegué al mismo en calidad de comentarista televisivo, junto a mi entonces compañero Ángel Orte, poco después de cubrir Roland Garros, en aquellos trepidantes años en los que Arantxa Sánchez Vicario luchaba contra Steffi Graf, y Bruguera, Berasategui, Corretja y otros empezaban a poner las bases del posterior dominio español. En teoría era pasar de lo grande a lo pequeño, pero apenas llegado y conocido el torneo y cómo se hacía, comprendí que El Espinar era un torneo peque-ño, en relación a las grandes citas del circuito, en cuando a instalaciones, pero muy grande en cuanto a corazón, a ganas de trabajar y al cariño y cuidado que se ponían en todas las facetas de su desarrollo.

Allí el tenista era protagonista y, en primer lugar, persona, y eso es algo que yo apre-cio y valoro especialmente como tenista que soy, y no sólo un nombre que diera fuste y popularidad a la cita. El público era parte del torneo y no solamente los sujetos que pagan las entradas. Todo el mundo estaba implicado en la mejora del torneo, y eso es la mejor y más sólida base que puede tener una cita para crecer. Allí intentaban que sólo tuvieras facilidades, que todo el mundo que venía a colaborar con el torneo, y en

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nuestra medida y de acuerdo a nuestra función todos lo hacíamos, se sintiera a gusto, y eso creaba una corriente de colaboración y simpatía de la que todos salíamos be-neficiados. El tenista juega mejor, el público sale más complacido y vuelve. Y cuando todo eso sucede en un entorno natural privilegiado y bellísimo, se reúnen las mejores condiciones posibles para desarrollar, sin prisa pero sin pausa, como se suele decir, algo que puede ser muy importante para el tenis.

Han pasado los años y me complace sobremanera comprobar que no me equivoqué en mis apreciaciones. Y no es por orgullo de haber acertado por lo que me alegro, sino por comprobar que un torneo tan bonito y agradable como el que conocí ha seguido creciendo y puede, por lo tanto, seguir aportando cosas a nuestro deporte. Y, también, por ver cómo se sigue cumpliendo pese al paso de los años, pese a todos los cambios accesorios, que lo importante del tenis es el alma que lo anima. Recuerdo que en uno de los años que tuve el honor de comentar las evoluciones de los jugadores sobre la pista, en el momento de la despedida, le dije a Pedro Muñoz, el creador del torneo: “este es un torneo muy bonito y muy agradable, pero procura que no pierda su alma”. Ahora, cuando el torneo llega a sus Bodas de Plata, cuando ha cumplido su primer cuarto de siglo compruebo que, en efecto, no ha perdido su alma.

El Open Castilla y León, el entrañable torneo de El Espinar, lleva ya veinticinco años sirviendo al tenis, no sirviéndose de él, y por tanto el tenis le está devolviendo todo el cariño y esfuerzo que de él recibe. No es descubrir nada el decir que estamos ante uno de los torneos que forman la verdadera base de desarrollo de nuestro deporte y, por lo tanto, es un honor y un placer poder celebrar estos primeros veinticinco años de esfuerzo y laboriosidad, pero también de éxito y de celebración. Si el tenis ha llegado a ser lo que es, es gracias a torneos como el de El Espinar y gentes como las que lo hacen posible. Felicidades, y gracias.

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doSSIER foTogRáfICo 33

2. SUS gENTES 73

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Dice un viejo proverbio que un camino, por largo que sea, empieza con un único y pequeño paso. Podría decirse también que el mayor edificio comienza por la primera piedra y que un libro por la primera palabra, y así hasta el infinito. Pero si lo que va-mos a hacer es tratar de la historia del torneo de tenis de El Espinar, que a su nombre añade los apellidos de Open Castilla y León, Campeonatos Internacionales de España en Pista Rápida y Mejor Challenger del Mundo, al estilo de las largas listas de títulos nobiliarios de las casas reales, la cosa cambia.

Cambia, porque la historia del torneo de El Espinar comienza mucho antes de que empiecen a escribirse sus anales oficiales. La versión básica de su biografía nos dice que en 1986 comenzó a disputarse un torneo nacional en el núcleo de la Estación de El Espinar y que fue creciendo hasta tal punto que en 1991 entró en el circuito ATP y fue conquistando protagonismo en la escena internacional. Todo esto es cierto, pero también hay mucho más, y parte de ello se encuentra antes de la fundación oficial del torneo. Antes del torneo estaban las personas. Y estaba el tenis y el amor al tenis. En El Espinar se jugaba al tenis antes de la fundación del torneo, pero muchos de los que jugaban fueron los que luego darían forma a uno de los principales acontecimientos tenísticos de España y del mundo. Un torneo pequeño relativamente en dimensiones, pero enorme en alma y corazón.

El torneo de El Espinar comienza, como decimos, antes de su fundación oficial. Pero probablemente ya llevara este nombre popular durante su prehistoria. Allá a prin-cipios de los trepidantes años 80, concretamente en agosto de 1982, la última década de creatividad que hasta la fecha ha conocido el mundo, un grupo de aficionados al tenis decidió dar un paso adelante en su afición y de los partidos amistosos pasaron a un torneo igualmente amistoso, pero más organizado. Un torneo con cuadro, ár-bitros y premios. No en metálico, pero sí importantes: material deportivo, ciclomo-

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tores, viajes… Lo importante, sin embargo, no eran los premios, sino la afición, el amor al tenis. Y una de las personas que más destacaban en esta pasión era Pedro Muñoz. Era un veraneante de la zona, como tantos otros. A su espalda, una amplia y fructífera carrera profesional que daba testimonio de su capacidad, voluntad y amor al trabajo. En esos primeros años 80, los tiempos del Mundial de España 82 y los intentos españoles por entrar en Europa a través de un Mercado Común que aún no era la Unión Europea, Pedro tenía un papel importante en la vida de los madrileños, aunque ellos no lo supieran: era el director financiero de la cadena de restaurantes Lord Winston’s, el hombre que la hacía funcionar, y eso tenía su im-portancia en tiempos en los que casi todo Madrid se casaba o celebraba su primera comunión en Lord Winston’s. Había empezado como botones en una entidad banca-ria y acabaría siendo uno de los personajes más importantes del tenis español. Pero a eso ya llegaremos.

De momento, nos encontramos a un Pedro Muñoz que había encontrado en el tenis el elemento que le hacía falta para sobrellevar las exigencias y tensiones de su vida profesional como impulsor de ese torneo que no dejaba de ser modesto. Modesto, por-que no tenía nombre oficial. Su sede era la urbanización Río Moros, en el núcleo de la Estación de El Espinar, y cuyas únicas instalaciones eran una pista de tenis situada, en frase que pasaría a la historia, junto a un estercolero. Ese sería el punto de partida de la historia de lo que hoy conocemos como el Villa de El Espinar: una pista, y mu-cho amor al tenis.

Aquel torneo, la Prehistoria de El Espinar, se jugó durante varios años. Primero, entre los veraneantes. Después fue atrayendo jugadores de un radio cada vez más amplio hasta llegar a Madrid capital, aunque sin perder su acendrada identidad castellana. De esos primeros tiempos no quedan anales. Quedan recuerdos de sus protagonistas, y queda un componente muy importante de lo que a lo largo de los años ha sido el alma del torneo: la voluntad y el voluntariado. El torneo de El Espinar se hacía desin-teresadamente. Algunos jugaban pero todos colaboraban y durante su celebración, la Estación de El Espinar era una fiesta.

Y como hacer bien las cosas acaba teniendo su recompensa, la fama del torneo de El Espinar fue creciendo. La Real Federación Española de Tenis se acabó dirigiendo a sus organizadores para proponerles que le dieran oficialidad. A cambio de su inte-

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gración en la estructura y el calendario federativo verían aumentar la calidad del cuadro. El resto corría de su cuenta. Los organizadores seguirían siendo los mismos, el equipo dirigido por Pedro Muñoz, a los que se añadieron Mario Naturalli, Javier Martínez, Esperanza Jiménez… y el resto de los voluntarios.

Aquel tenis español de los primeros años 80 poco tenía que ver con el actual, de exu-berancia en cuanto a nombres, éxitos y torneos. En aquellos años se vivía un triste y átono punto muerto. Manuel Santana era ya un recuerdo deportivo. Manuel Orantes y Pepe Higueras se batían en retirada, pero durante mucho tiempo no apareció nadie capaz de tomar su legado y mantenerlo al mismo nivel que ellos lo dejaron.

Empezaba a despuntar un grupo de jóvenes jugadores dirigidos por un entrenador colombiano, Williams ‘Pato’ Álvarez, famoso en España por haber derrotado a San-tana en la primera ronda de Wimbledon 1967. Estos, los hermanos Emilio y Javier Sánchez Vicario y Sergio Casal, empezaban a sumar los primeros éxitos con conti-nuidad en mucho tiempo. El tenis femenino languidecía aunque nadie le hacía mucho caso porque desde los tiempos de Lilí Álvarez, y pese al empeño de jugadoras como Carmen Hernández Coronado o Carmen Perea, nunca se habían conseguido grandes cosas, y ya saben lo exigentes que somos en este país por todo. Unas chicas preadoles-centes, Arantxa Sánchez Vicario y Conchita Martínez, apuntaban buenas maneras por entonces, pero nadie sabía de ellas salvo sus familiares y entrenadores. A nivel organizativo, poco más o menos lo mismo. Dos torneos oficiales, el añejo y prestigioso Godó y otro, más modesto, en Madrid. El resto, torneos nacionales y no demasiados.

Así, no sorprende que apenas llegadas a la Real Federación Española de tenis, que a la sazón presidía Pablo Llorens, noticias del buen hacer organizativo de El Espinar, se les propusiese oficializar el torneo. Se aceptó y así, en 1986, se celebró la primera edición del torneo de El Espinar propiamente dicha.

Pero este torneo era atípico. Se salía de lo habitual en nuestro tenis. Desde tiempo inmemorial, el apellido ‘tierra batida’ estaba adherido al tenis español como un tim-bre de nobleza. Al tenis español se jugaba sobre tierra batida. Nuestros jugadores eran terrícolas. Fuera de la superficie talismán, salvo Santana y algunos éxitos de Gimeno y Orantes, se flaqueaba mucho. No sólo eso sino que en la línea del “¡¡Que inventen ellos!!” de Unamuno, se proclamaba que la hierba era “para las vacas”. No

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era que no se consiguieran éxitos en pistas extrañas, sino que directamente se re-nunciaba a ellas.

Y el torneo de El Espinar era atípico. Porque para empezar se jugaba en pista dura. Y no solamente eso, sino que esta pista.-la única que seguía habiendo, junto al ester-colero- se encuentra a 1.191 metros de altura. Al mismo pie del Alto del León, y como todos sabemos, en el tenis, a más altitud, más velocidad de bola. Es decir, un torneo atípico, desusado... Casi para marcianos. Pero el caso es que se jugaba, y tenía éxito. Igual eso de la pista dura no era para tanto y era verdad lo que decían sus propagan-distas, que mientras el tenis de tierra patrimonio de los ‘obreros’, en el que la laborio-sidad y la entrega estaban en pie de igualdad con la genialidad, el tenis en pista dura era –al menos en aquellos años de dominio del saque y la volea- el patrimonio del genio, del jugador que reaccionaba no en centésimas, sino en milésimas de segundo. Pero eso es un debate muy largo y complejo.

La primera edición oficial del torneo de El Espinar comenzó el 6 de agosto de 1986 con el nombre de I Torneo Open de Tenis Lord Winston’s. Pedro Muñoz, el impulsor del torneo, también había conseguido que su empresa se rascase el bolsillo para allegar los fondos necesarios para su celebración. Fue el primer patrocinador y el primero que pudo dar fe de las bondades de la asociación con el torneo, porque durante mucho tiempo, y aún ahora para los viejos aficionados, pese a los años pasados y el cambio de nombre para muchos el torneo de El Espinar sigue siendo el Lord Winston’s. Dinero hacía falta, claro, como para todo, y eso que aún siendo de élite, el torneo seguía ha-ciendo gala de modestia. Los premios eran importantes: 695.000 pesetas de dotación (algo más de 3.000 euros, que entonces valían para mucho más que ahora, claro), de las que 250.000 eran para el ganador. El resto se sustituía por voluntad. Lo que ahora se llama ‘catering’ era provisto por los vecinos y espectadores. La esposa de Pedro Muñoz, Charo como todos la conocen, cocinaba para los tenistas. El transporte, lo mismo. Eran los vecinos de la urbanización Río Moros quienes traían y llevaban a los jugadores en sus coches particulares iniciando la larga tradición de voluntarios que siempre ha tenido el torneo.

Y estos jugadores eran prácticamente lo mejor que podía encontrarse en la zona centro de España, en unos tiempos en los que el epicentro del tenis español residía casi exclusivamente aún en la región catalana. En la pista de Río Moros estaba José

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Manuel ‘Pepo’ Clavet junto a su joven hermano, Francisco, un chaval de por enton-ces 17 años que ya prometía, hasta el punto de llamar la atención de ‘Pato’ Álvarez, el entrenador que estaba dirigiendo la ascensión de Emilio Sánchez Vicario, indivi-dualmente, y su compañero de dobles Sergio Casal a la zona alta de la clasificación ATP. ‘Pato’, que sería quien inaugurara la serie de grandes jugadores que darían algunos de sus primeros pasos en El Espinar, no contaba por entonces entre los fa-voritos –como pasó con casi todos ellos-. El principal era su hermano ‘Pepo’, seguido por Roberto Sancha, Jesús Manteca, José Antonio Rodríguez Aransay; el chileno Sergio Cortés, también promesa por entonces y que acabaría jugando la Copa Davis, Fernando García Rudilla, Mario Naturalli, que compatibilizaba el juego con la labor de director técnico del torneo, o José Luis de Cabo: buena parte de lo mejor que podía encontrase en el tenis madrileño por entonces. Juan José Sanz Vitorio, que luego se-ría muchos años alcalde de El Espinar y también uno de los protectores e impulsores del torneo, jugaba los dobles.

‘Pato’ Clavet no llegó demasiado lejos. En la segunda ronda le derrotó García Rudilla, que después venció a Juan Antonio Rodríguez Aransay para perder en semifinales con Roberto Sancha, el segundo favorito. Por la zona alta del cuadro, ‘Pepo’ Clavet se plan-tó en la final sin ceder un set. En semifinales venció a Cortés por 6-3 y 6-1 y en la final batió con autoridad a Roberto Sancha por 6-3 y 6-1 ante 400 espectadores. Sancha se resarció de la derrota ganando los dobles ante ‘Pato’ Clavet y A. Fuentetaja. El torneo de dobles, como herencia de la época ‘amateur’, se jugó por la modalidad Pro-Am.

El 15 de agosto de 1986 acabó el torneo y al día siguiente comenzó una de sus tradi-ciones: la reunión en la que su equipo de organización pasaba revista a lo acontecido para tratar de que la edición del año siguiente fuera mejor que la anterior. Y desde luego que la edición de 1987 iba a ser superior a la de 1986. La voluntad clara de las gentes de El Espinar era que el torneo creciera y para eso había que tratar con igual cuidado varios elementos. Primero, poner el máxima atención en conseguir un cuadro atractivo. Para ello era de capital importancia no sólo la captación de jugadores, sino luego extremar el cuidado con ellos para que ellos mismos se con-virtieran en propagandistas del torneo. Y también era muy importante que fuera de El Espinar, de Río Moros, se supiera quién jugaba, qué clase de torneo había en ese núcleo de población de 5.000 habitantes. En el mundo del tenis el prestigio ya estaba conseguido, aunque había que desarrollarlo. Lo siguiente pasaba por conquistar al

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‘gran público’. Había que dar lo que ahora se llama un ‘golpe mediático’, de lo que se encargaría en ese momento Javier Martínez, el Jefe de Prensa, que posteriormente sería el Director del Torneo.

Y dado que normalmente ese ‘gran público’ llega al tenis por la Copa Davis, fue la Copa Davis quien vino en ayuda de la gente de El Espinar. En 1987 parecía que Espa-ña podría reverdecer viejos laureles. Emilio Sánchez Vicario y Sergio Casal iban a disputar en la neutral Caracas un encuentro con Paraguay por el pase, por primera vez en la historia, a las semifinales del Grupo Mundial. El equipo guaraní no era un rival sencillo sino nada más y nada menos que quienes habían eliminado en la pri-mera ronda a los Estados Unidos. En un encuentro un tanto accidentado –volaron piedras desde las gradas y la pista era de parquet-, eso sí, y por eso los cuartos de final se jugaban en terreno neutral. Y aunque la España tenística no las tenía todas consigo, la España del gran público, por aquello de la diferencia de historial, contaba con la victoria.

Pero muchos aprendieron entonces que la Copa Davis es el reino de las sorpresas, de las duras batallas, del jugador que ve su oportunidad y se pega a ella. En la primera jornada el desconocido paraguayo Hugo Chapacú venció a Sergio Casal. El sábado en el encuentro de dobles, el que suele ser clave de la eliminatoria, Emilio y Sergio tuvieron que luchar lo indecible para imponerse a Victor Pecci y Francisco González. Media España estuvo pendiente de un partido que empezó mediada una tórrida tarde de julio y acabó bien entrada la noche. El duelo acabó con triunfo español y poco des-pués el Lord Winston’s se preocupó de hacer saber que Víctor Pecci y Hugo Chapacú estarían del 7 al 16 de agosto en las pistas de Río Moros. El Open pasaba a ser torneo internacional, y a lo grande.

Ese ‘a lo grande’ implicaba una nueva exigencia: el monto de premios pasó de las citadas 695.000 pesetas a 1.600.000. Pero la inversión significaba que El Espinar de-jaba de ser un torneo local para convertirse en centro de la atención de ese ente llamado ‘gran público’. Pecci y Chapacú, pues, llegaron a Madrid como tercer y quinto favorito respectivamente, para hacer frente a un cuadro encabezado por Er-nesto Vázquez y Aniceto Álvarez. El campeón de 1986, Pepo Clavet, también era de la partida y de la zona catalana venía Marcos Aurelio Górriz. ‘Pato’ Clavet volvía a intentarlo…

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Y al final se impuso la experiencia internacional y, quizá, la adaptación a la pista dura. Pecci y Chapacú llegaron a la final sin perder un set el primero de ellos, y con resultados de gran contundencia. Aniceto Álvarez, primer favorito, cayó en cuartos ante José Antonio de la Fuente por 7-6 y 6-4. A Ernesto Vázquez lo vencería Chapacú en semifinales por 4-6, 6-3 y 9-7. Clavet se quedó en cuartos ante Ernesto Vázquez. En la final, se impuso de nuevo el escalafón, pues Pecci venció a Chapacú por 6-2 y 6-1 en menos de una hora. En cambio en la final de dobles, sorpresa, pues Ernesto Vázquez y Aniceto Álvarez vencieron a los dos paraguayos por 3-6, 6-3 y 8-6.

Andando el tiempo, Pecci y Chapacú volverían en bastantes más ocasiones a El Espi-nar. El joven Clavet se convertiría en el jugador que más veces disputaría el torneo. En el cuadro, por cierto, figuraba ese año el valenciano José Francisco Altur. Con el tiempo se convertiría en un muy competente creador de jugadores. Como los define Emilio Sánchez Vicario, un ‘espejo’, un entrenador que ha sido profesional y es un modelo para sus pupilos. Andando el tiempo uno de ellos, el ruso Marat Safin, lle-garía a número uno del mundo y le señalaría a él como el jugador que más le había influido.

Llegada la edición de 1988, el torneo de El Espinar ya era un evento popular para te-nistas y aficionados. El año anterior la fase previa había tenido que constar de cinco rondas. La pista había estado llena en las rondas finales y eso tuvo su reflejo en el siguiente torneo. En la añeja pista tuvieron que instalarse por primera vez gradas supletorias y llegaron los primeros patrocinadores, que descargaron un poco a Lord Winston’s de ‘responsabilidad’, y eso que el montante en premios subió a 2.500.000 pesetas. Caja Segovia, Joma Sports, Maderas El Espinar, Coca Cola y Seat fueron los primeros patrocinadores atraídos por el prestigio e imagen del torneo. El pres-tigio como cita de primer orden se extendía por toda España y ya no sólo llegaban jugadores de la zona centro. En este año olímpico la primera cabeza de serie fue otro jugador de Copa Davis, el uruguayo Diego Pérez. En la segunda estuvo un hombre que no jugaría el torneo de la Ensaladera, pero con el tiempo sería capitán del equi-po español, el asturiano Juan Bautista Avendaño. El canario Fernando García Lleó era el tercero, el catalán Joel Figueras el cuarto y el valenciano Juan Francisco Ro-dríguez Aransay el quinto. Como era tradicional estaban en el cuadro los hermanos Clavet, volvían Pecci y Chapacú y se unía otro jugador de Copa Davis, el colombiano Miguel Tobón.

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Esta tercera edición de El Espinar pudo haber sido la de la coronación del joven Cla-vet, a la sazón ya miembro del grupo del entrenador de moda, William ‘Pato’ Álvarez, que estaba a punto de dirigir a Emilio Sánchez y Casal hacia los títulos de Grand Slam y las medallas olímpicas. Pero fue la de la consagración de su hermano Pepo. A la final llegaron ambos, Pato y Pepo, y ganó el mayor por 6-3 y 7-5. Antes, el joven Pato había dejado en la cuneta entre otros a Pérez Hubert y García Lleó. Su hermano superó a Chapacú en segunda ronda y a Tobón en semifinales. A Pecci lo dejó fuera en segunda ronda García Lleó… De nuevo éxito deportivo y de público, pero no bastaba. El equipo que dirigía El Espinar quería otro golpe de efecto que llevara el torneo a lo más alto.

En aquel año 1989 el escalafón del tenis español estaba mucho más definido en sus puestos altos y menos nutrido en general que en este 2010. Los únicos galardones importantes que de vez en cuando llegaban los aportaban los hermanos Sánchez Vi-cario. Primero, Emilio, después, Javier. Sergio Casal, hermano deportivo de Emilio, completaba el grupo y a su lado conseguían en dobles éxitos desde hacía tiempo olvi-dados en nuestro tenis. En 1988, por ejemplo, la medalla de plata olímpica en dobles y el título por parejas del US Open. Y en 1987 habían llevado a España a las semifinales de la Copa Davis. En la primavera de 1989 la pequeña Arantxa les había dejado de golpe –y a todo el tenis masculino español de paso durante muchos años- en segundo plano ganando Roland Garros, pero eso es otra historia que, por otro lado, daba más lustre al apellido.

Por lo tanto, la apuesta estaba clara y, a la vez, era casi forzada. Y el equipo de El Espinar se puso a abordarla… y a ganarla: unas semanas antes del inicio del tor-neo se anunció que en su cartel estarían Emilio y Javier Sánchez Vicario y Sergio Casal. Con ellos, Martín Jaite, el jugador hispano-argentino que ese año acabaría undécimo de la ATP y con cuatro títulos ganados, entre ellos, Madrid y Stuttgart. Emilio, amén de los títulos ya señalados, tenía ya ocho galardones individuales de los quince que acabaría conquistando. Ese año se impondría en Kitzbuhel y acaba-ría 19º del mundo.

Pese a la diferencia de ránking con Jaite. Emilio fue el primer favorito, seguido de Javier y Casal con el argentino en cuarto lugar. Tras él, el mexicano Leonardo Lava-lle, muchos años jugador de Copa Davis, Pepe López Maeso y los hermanos Clavet.

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Esparcidos por el cuadro, Ernesto Vázquez, Joao Cunha e Silva, Hugo Chapacú… En fin, un cuadro excepcional y que, como es lógico tratándose de tenis profesional, tuvo su coste: la dotación en premios subió a tres millones de pesetas y el presu-puesto, a 15.

Tal vez fuera ese 1989 el año de la mayor apuesta de El Espinar por el crecimiento. An-dando el tiempo, Pedro Muñoz confesó que a Emilio se le pagó el mayor fijo de salida de toda la historia del torneo: siete millones de pesetas. Pese a ello, no deja de ser sor-prendente que el líder del tenis español hiciera un alto durante la segunda parte de la temporada europea de tierra para disputar un torneo de pista rápida y en una altitud comparable a la de Kitzbuhel (torneo que, precisamente, ganaría poco después). Es mérito de El Espinar haberlo conseguido.

Pero desde luego, la inversión valió la pena. Al reclamo de toda la calidad reunida llegó público, llegaron patrocinadores, llegaron medios de comunicación y llegaron relaciones con las instituciones políticas, dándose los primeros pasos de una relación que el torneo se preocuparía de cultivar y hacer fructificar. José María Aznar, a la sazón presidente de la Junta de Castilla y León, formó, por primera vez, parte del Comité de Honor y dedicó un ‘saluda’ al torneo.

El resto lo hizo la profesionalidad de los jugadores. Martín Jaite se encargó de arre-glar la anomalía del cuadro y se plantó en la final, tras derrotar a Emilio Sánchez Vicario en las semifinales por 7-6 y 6-3. Casal, echando mano de su experiencia en pista rápida (había sido finalista en París-Bercy) y el juego ofensivo cosechado en el doble, se plantó en la final derrotando entre otros a Pepe López Maesto (3-6, 6-3, 6-0) y Javier Sánchez Vicario en semifinales (4-6, 6-3, 7-6). A ‘Pato’ Clavet, que ya en-trenaba junto al grupo del otro ‘Pato’, Álvarez, le había superado Emilio en cuartos por 6-4 y 6-3, no sin que antes hubiera superado a Cunha e Silva… En la final, en cambio, no reinó la lógica porque Casal sorprendió a Jaite venciéndole por 6-3 y 6-4. Sí se impuso el escalafón en los dobles, ganando Emilio y Sergio a Javier Sánchez y ‘Pato’ por 7-6, 5-7 y 6-4.

Como puede verse, nadie se tomó el torneo a beneficio de inventario ni lo consideró una exhibición. La verdad es que su propia presencia en el mismo lo hacía imposible. El Espinar había, quizá, alcanzado el máximo al que podía llegar con esa configura-

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ción. El aforo de la pista ya estaba en los 1.250 espectadores, con todas las entradas vendidas para cada jornada. El resto de instalaciones, eso sí, no estaba a la altura de la categoría del torneo. Emilio Sánchez Vicario en alguna ocasión tuvo que cambiarse entre dos coches, antes de entrar a la pista, aunque los voluntarios se multiplicaban lo que podían para solventar las deficiencias. Ese año comenzaron las tertulias noc-turnas, que dirigía Pedro Muñoz, en las que casi hasta el amanecer se hablaba de lo divino y lo humano en relación al tenis, cómo se podía hacerlo mejorar… Si con el tiempo en El Espinar se podría rastrear el origen de muchos de los torneos que hoy en día forman la red del tenis español, lógico es pensar que de esas tertulias saldría el Seminario de Directores de Torneos que luego impulsaría estas citas.

En 1990, a nivel deportivo el torneo no ofreció grandes novedades. Porque no cabe ya contar como tal que mejorar el nivel de la edición anterior. El Lord Winston’s al-canzaba su quinta edición. En él estaban los 20 mejores tenistas de España en aquel momento y tres de los que un mes más tarde iban a representar a España en una dificilísima eliminatoria de promoción de Copa Davis ante la URSS en Moscú, y que acabarían salvando: Emilio y Javier Sánchez Vicario y Sergio Casal. La Real Federa-ción Española de Tenis lo calificaba como mejor torneo de España y la Pista Central alcanzaba ya los 2.000 espectadores. Gracias, de hecho, a la empresa de arquitectura modular Spacio 2.000, presidida por Eugenio Frías, que tan importante sería en el de-sarrollo el torneo. A la nómina de jugadores se incorporaron Jordi Arrese, dos años más tarde subcampeón olímpico, Joan Aguilera, todo un ‘top ten’, los argentinos de Copa Davis Guillermo Pérez Roldán y Franco Davin…

Sobre la pista, Emilio Sánchez Vicario se resarció de la derrota del año precedente. Francis Roig, ahora en el equipo técnico de Rafael Nadal, le arrebató un set en cuartos (6-3, 3-6 y 7-5), su hermano Javier otro en semifinales (6-3, 2-6, 7-5) y ‘Pato’ Clavet otro en la final (6-3, 2-6, 7-5). Antes, ‘Pato’ se había cargado al francés Tulasne, a Tomás Carbonell, a Juan Aguilera (1-6, 6-3 y 6-2) y a Franco Davin en semifinales (6-3 y 7-6). La final de dobles también la perdería, junto a Javier Sánchez Vicario, ante Manteca y García Lleó. Pasados 25 años desde la creación del torneo ‘Pato’ acabaría siendo el jugador que más veces participaría, y nunca lo podría ganar. Lástima.

Organizativamente, sin embargo, el torneo sí que presentó novedades. La más llama-tiva, la creación del ‘Village’, una zona comercial y de servicios en la que acoger a un

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número de visitantes que ya se contaban por miles, pero también a las empresas y establecimientos que ya querían asociarse al torneo. El Ayuntamiento de El Espinar, además, realizó su primera recepción oficial a los jugadores, amenizando el torneo la Banda Municipal. Emilio Sánchez Vicario se arrancó a bailar una jota con la reina de las fiestas. Una señal de que se iba avanzando en lo que es uno de los elementos fun-damentales del alma del torneo: su vinculación con las gentes que lo viven y el lugar en el que se hace.

Todo lo reseñado es la prueba evidente de que el Lord Winston’s, el torneo de El Es-pinar, se le estaba empezando a quedar pequeño a sí mismo. Como torneo nacional había alcanzado el máximo pero en la mente de sus organizadores estaba claro que de seguir por el camino de organizar un torneo importante, pero no oficial, a medio plazo languidecería, perdería el impulso inicial y acabaría desapareciendo. Y la idea era crear algo con vocación de continuidad.

A nivel absoluto, por encima de El Espinar sólo había dos torneos en España en aque-llos momentos: el Conde de Godó y el Open de Madrid, ambos profesionales. El cami-no, pues, estaba trazado: si El Espinar quería seguir creciendo como lo había hecho en años anteriores, tenia que hacerse un torneo profesional. Eso significaba solicitar su inclusión en el ATP Tour y ceder un tanto su autonomía para ceñirse a las reglas del circuito. Significaba, también, que buena parte de la propia participación vendría determinada por el organismo rector, y para un torneo que el año 1990 había tenido a los veinte mejores jugadores de España entrar en la ATP supondría no tenerlos. Porque además las condiciones del torneo, los huecos libres en el calendario y las exigencias profesionales sólo permitían entrar en el circuito Challenger Y de acuerdo a sus reglas, muchos de los mejor clasificados no podían tomar parte en estos tor-neos (había cupos dependiendo de su posición en el ránking) ni puntuaban del mismo modo. Pero no había más opción. El Espinar quería mantener sus fechas y en esas úl-timas semanas de julio y primeras de agosto todos los huecos del calendario principal estaban ocupados por citas como Bastad, Gstaad, Kitzbuhel, Hilversum, San Marino, Praga…

Con todo, en El Espinar se decidió apostar por la evolución pero, como de costumbre, sin forzar ni tratar de acelerar plazos aunque la verdad es que no se había recorrido poco camino desde que en 1986 se jugó el primer torneo en una pista junto a un ester-

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colero. En el invierno de 1990 se anunció que en 1991 el torneo de El Espinar entraría en el circuito profesional como Challenger ATP. No era, de todas formas, poco. El Espinar en aquellos años era un núcleo de población cercano a los 5.000 habitantes, y otras ciudades con torneos Challengers eran, y son, Ciudad de México, Singapur, Estambul, Venecia o Sevilla. En el fondo, como proyecto a largo plazo, subyacía el pro-yecto de entrar en el circuito ATP, pero la primera exigencia era no poner en riesgo el alma del torneo, su esencia que era, además, su garantía de supervivencia. El Lord Winston’s había nacido en El Espinar, muy vinculado con su entorno físico y social, y si tenía que entrar en la ATP, sería sin renunciar ni a sí mismo ni a sus orígenes. A la ATP llegaría el torneo de El Espinar, no a otra cosa.

El caso es que la ATP desembarcó en El Espinar el 3 de agosto de 1991, dejando al margen las jornadas organizativas y la previa. La configuración del torneo cambió, evidentemente. Aquel primer año hubo en liza diez españoles. Los fieles ‘Pato’ Clavet y Javier Sánchez Vicario fueron los dos primeros cabezas de serie. Con ellos, Tomás Carbonell y Francis Roig. Con el tiempo, todos ellos acabarían jugando Copa Davis. De momento la habían jugado Javier. Junto a ellos, Tati Rascón, Pepo Clavet, José Antonio Conde, Federico Sánchez, Báguena… La representación extranjera estuvo encabezada por otro jugador conocido en Río Moros, el portugués Nuno Marques, junto a Leonardo Lavalle. Del resto destacaba Thomas Hosgstedt, que había sido 38 del mundo. Su compatriota Henrik Holm, que llegaría al 17 y ganaría cinco títulos. Un Martin Damm entonces muy joven y hoy en día uno de los mejores doblistas del mun-do. Entre el resto de los nombres, Thierry Guardiola, Mark Keil, Andrew Castle…

En el torneo, por parte española, se impuso una lógica relativa. Ganó el segundo favo-rito, Javier Sánchez Vicario. El primero, ‘Pato’ Clavet, que ya para entonces era cam-peón ATP, fue eliminado en la primera ronda por el francés Thierry Guardiola por 7-6 y 6-4. Javier fue avanzando dejando en la cuneta a José Antonio Conde, Leonardo Lavalle, Johan Anderson y, en semifinales, a Tomás Carbonell por 6-7, 6-3, 1-0 y reti-rada. Al otro lado de la red, en la final estaba uno de los foráneos que no era favorito: el estadounidense Francisco Montana, de 22 años y entonces sin galardones destaca-bles (184 ATP), pero que con el tiempo sería un muy competente jugador de dobles, que alcanzaría el puesto 13 de la ATP. En la final, Javier le venció por 6-3 y 6-2. En la de dobles, Pato pudo resarcirse un tanto de la decepción individual al proclamarse campeón, junto a Javier, por 7-6 y 6-2 ante Báguena y Pepo Clavet.

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Pero organizativamente el torneo sí dio un salto tan importante como cabía pre-ver. En ese primer año ya fue calificado por la ATP como uno de los mejores torneos Challenger del mundo. La dotación en premios, además, era alta: 100.000 dólares más hospitalidad, es decir, correr con los gastos de alojamiento de los jugadores y, al margen, no sólo con los gastos sino también extremar la atención a los mismos, como siempre se había hecho, de forma que ahora también interna-cionalmente fueran los jugadores los mejores propagandistas del torneo. Aquel primer año, preguntados los jugadores por qué necesitaban y qué les gustaría hacer, dijeron entre otras que ver películas en inglés y hacer alguna excursión a caballo. Poco después de la petición ya había películas en inglés en la sala de jugadores y en el circuito cerrado del hotel, y un picadero de la zona permitía a los tenistas practicar el deporte ecuestre.

El proceso de popularización del torneo se aceleró. Por primera vez estuvieron pre-sentes las cámaras de televisión: la autonómica madrileña Telemadrid, que trans-mitió la final entre Javier y Montana. El primer gran ‘clinic’ multitudinario para los niños de la zona se dio en la pista central del torneo, impartido por ‘Pato’ Clavet y ‘Tati’ Rascón. El Adelantado de Segovia comenzó su ya larga andadura como diario oficial del torneo aportando a la organización a uno de sus personajes capitales, Jesús Martínez.

Al final, casi cabe ser considerado lógico que el torneo, aparte de la consideración de la ATP, fuera calificado por la Real Federación Española de Tenis como el tercer torneo de España, tras el Godó y el Grand Prix de Madrid y le concediera el título de Internacionales de España en Pista Rápida. En la reunión posterior al torneo hubo satisfacción pero también ambiente de reto. Porque el Lord Winston’s jugaba ahora en otra liga.

Sin embargo, en esa ‘otra Liga’, los resultados iniciales habían sido buenos. Tanto que una de las grandes novedades para el torneo en 1992 iba a ser que la Presidencia de Honor de los Internacionales de España en Pista Rápida iba a recaer en Su Majestad El Rey Juan Carlos I. Después de seis años de actividad, el torneo se consideró legiti-mado para realizar la petición a cuenta de su importancia deportiva y su labor como motor de desarrollo social y desde la Casa Real se dio un ‘aprobado’ que avalaba la importancia de la labor realizada.

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Una labor que, ahora en la ATP, se hacía internacional pero no menos intensa. El Espinar no estaba dispuesto a que la nueva configuración del torneo significase una merma del potencial relativo. Si como torneo nacional se había sido el mejor, como Challenger ATP también había que ser el mejor. De momento, el primer año no había ido mal, pues la ATP le había calificado como uno de los mejores ‘challengers’ del mundo. Sin embargo, no por entrar en la ATP todo estaba hecho. En aquellas fechas sólo había otros dos torneos de esa categoría en España: en Zaragoza y en la villa turística de Salou, En Zaragoza, que entró y salió de la ATP, había serias dificultades para que el torneo cuajase como evento popular y eso que allí jugó (no en el torneo, sino en una exhibición, el mismísimo André Agassi…)

Uno de los principales trabajos era la captación de jugadores. Con el tiempo se conse-guiría su fidelidad, pero para un torneo recién llegado al calendario y sin un caudal económico inagotable, las cosas son algo más difíciles. Se contaba con la ayuda de los españoles, que ya lo conocían y podían ejercer de propagandistas, pero las gestiones con los jugadores iban a ser uno de los elementos más importantes y delicados de la organización. La ATP proveía al torneo de jugadores, de acuerdo a las reglas estipula-das para su categoría, pero tendrían preferencia los que previamente hubieran dado su consentimiento al torneo, claro. Esa negociación siempre se llevaba a cabo con tiempo, aunque la disputa del Conde de Godó solía ser el momento en que la organi-zación echaba sus redes en busca de las cabezas de cartel más importantes.

Una de ellas llegó en el segundo año profesional, 1992. En 1991, en su primera edición como tal, El Espinar había sido calificado como uno de los mejores ‘challengers’ del mundo, y en 1992 llegó la primera gran estrella internacional: Magnus Gustafsson, un tenista en franco ascenso, de la escuela sueca, que ese año acabaría en el puesto 12 de la ATP, sería ‘top ten’ y ganaría 14 torneos. Al llegar a El Espinar había ga-nado ya el primero, Hilversum. Con él estarían, una vez más, los hermanos Clavet (‘Pato’ sería el primer favorito), dos jugadores con historia contra España en Copa Davis, el holandés Schapers y el austríaco Antonitsch, que años más tarde haría un ‘siete’ a Emilio Sánchez y Bruguera en los dobles en Viena, o el alemán Joern Ren-zenbrink, que daría que hablar en Wimbledon. Comparecían también cadetes de lo que luego se llamaría la ‘Armada’, encabezados por Alberto Berasategui, mientras que el tenis francés comenzaba a enviar a sus promesas, iniciando un largo periodo de dominio.

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Un dominio que comenzó en aquella edición. Los dos favoritos cayeron en la primera ronda. A ‘Pato’ lo derrotó Joern Renzenbrink, por 6-3 y 6-2, y a Gustafsson precisa-mente Berasategui, por 6-3 y 6-3, iniciando el camino que dos años después le llevaría a la final de Roland Garros y al Masters. La promesa española y la francesa Raoux se medirían en cuartos, con triunfo galo por 6-4, 5-7 y 6-2, que sería el preludio del primer titulo francés en el torneo. Alberto era el último superviviente español. En las semifinales, Renzenbrink venció al alemán Baur por 6-1, 5-7 y 7-6 y en la final, el gafu-do francés la ganó por 7-6 y 7-6. Testigo de la entrega de premios fue la ardilla ‘Alvin’, que por primera vez ejerció como mascota de El Espinar. Raoux, por cierto, no dejó fama en El Espinar como jugador particularmente amistoso. Llegó a llamar al juez árbitro porque un espectador fumaba en la grada y le molestaba el humo. Éste tuvo que recordarle que aún no estaba prohibido fumar en las gradas.

La otra vía de crecimiento del torneo era la vinculación con su entorno. Aquel año 1992 se creó la Escuela Municipal de Tenis Villa de El Espinar, encargada de fomentar la cantera local.

En 1993 volverían los históricos Emilio y Javier Sánchez Vicario a una edición que se pretendía que fuera la recuperación de la hegemonía del tenis español. Ellos serían los dos primeros favoritos, ‘Pato’ Clavet el tercero y Jordi Burillo, que llamaba a la puerta de la Copa Davis, el cuarto. El ambiente era excelente por cuanto Sergi Bru-guera había hecho subir la temperatura tenística de España ganando Roland Garros un par de meses antes y, además, el torneo contaba con nuevas pistas. Composan, otra de las empresas que sería capital en el desarrollo del torneo, realizó unas excelentes instalaciones en Río Moros, de tal forma que desde entonces el Lord Winston’s se jugaría en pistas de Tennislife Cushion, idénticas a las del US Open salvo en el color, que en Segovia sería verde. Para la inauguración, un madrina de categoría: Arantxa Sánchez Vicario, una jugadora para la que el número uno del mundo era ya por en-tonces una posibilidad muy real. Arantxa inauguró las pistas, recibió un homenaje, comió y partió cochinillo y declaró que desearía que “El Espinar fuera también un torneo femenino para poder venir a jugar”. La idea estaba ya lanzada, pero a Arantxa ya le llegaría demasiado tarde.

No fue la única novedad. Ese año Televisión Española tomó el relevo de Telemadrid en la difusión del torneo de El Espinar. Desde entonces, sus unidades móviles son ele-

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mento inseparable del paisaje del torneo, así como no faltan en el ‘village’ las leyen-das del tenis que cumplen la función de comentaristas, como Andrés Gimeno o Emilio Sánchez Vicario. Los primeros partidos transmitidos fueron las semifinales y final, tanto a través de La 2 de TVE como por el Canal Internacional, saltando por tanto el Lord Winston’s fuera de nuestras fronteras.

Los primeros partidos que se jugaron bajo estas cámaras fueron los que disputaron Juan Albert Viloca y Alex Antonitsch, por un lado, y Jordi Burillo y Javier Sánchez Vicario por el otro. A Emilio le derrotó en segunda ronda el venezolano Maurice Ruah, por 6-7, 6-2 y 7-5. Le vengó otro miembro del grupo de ‘Pato’ Álvarez, Viloca, por 6-2 y 6-3. Este Viloca, que no llegaría a la zona más alta del ránking pero que de-sarrollaría una larga y fructífera trayectoria por su zona intermedia y sería uno de los más asiduos participantes en El Espinar, perdería ante Antonitsch por 6-1 y 6-1. En la segunda semifinal Burillo también venció a Javier Sánchez por 6-0 y 7-6, per-diendo luego ante el centroeuropeo por un doble 6-3 en la final. Con tantas emociones apenas se prestó atención a un joven ruso, o ex soviético como se decía entonces, que en la primera ronda fue eliminado por el prometedor Nacho Truyol por un doble 6-4. Con el tiempo, Yevgeny Kafelnikov ganaría Roland Garros y el Open de Australia y en 1998 sería número uno del mundo. Truyol, por culpa de un tratamiento médico im-prudente, fue el primer jugador de la ATP sancionado por ‘positivo’, y aunque volvió a las pistas con buenos resultados no logró desarrollar todo lo bueno que apuntaba entonces.

El prestigio del torneo, pues, seguía en ascenso. Aquel año fue el primero en que el Centro Nacional del Vidrio de La Granja fabricaría las auténticas obras de arte que son los trofeos. El Espinar, además, se sumaba a la campaña a favor de la lucha contra el SIDA de la Fundación Arthur Ashe con una donación en metálico.

Pero el aumento de la estructura conllevaba un coste, y por el momento el coste era asumido casi en solitario por Lord Winton’s y Spacio 2.000. Las cuentas, de momen-to, salían, pero había que prever el momento en que pudieran no salir. Y además, como sucede siempre, al torneo le empezaban a salir las ‘novias’ que siempre acom-pañan al éxito. No faltaban ofertas para trasladar la sede del evento a otro lugar. Pero para un torneo con alma, todos los cambios tienen que ser naturales, y no forzados, so pena de que a ésta le afecte. Así, se tomó la decisión de ceder parte de

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los derechos organizativos del torneo al Ayuntamiento de El Espinar, para vincular de forma definitiva al torneo con su lugar de celebración. El acuerdo se llegó en el 50%. En principio la organización del Torneo había ofrecido la totalidad del mismo al Ayuntamiento, pero éste no quiso que el equipo creador dejara de tener control alguno sobre su obra.

La edición del año 1994 se presentaba como especialmente emotiva pues Emilio Sánchez Vicario y Sergio Casal, dos de los jugadores que más habían hecho por el desarrollo del torneo, y sobre todo el primero, empezaban a pensar en la retirada y El Espinar pensó en homenajearlos cuando aún estaban en la cúspide de su gloria. Aquel año, con 40 títulos en su palmarés, eran la tercera mejor pareja de la historia, tras McEnroe-Fleming y Hewitt-McMillan. Emilio pensaba colgar la raqueta tras los Juegos Olímpicos de Atlanta, en 1996, pero ya tenían en mente sus proyectos para ‘después del tenis’. Un año más tarde, en 1995, debutarían como organizadores en Valencia. Después, se llevarían su torneo a Marbella, hasta que abandonaron la organización por la docencia con la creación de la Academia Sánchez-Casal, donde hoy forjan campeones. Emilio y Sergio estuvieron en El Espinar, junto a su familia y su ‘creador tenístico’, ‘Pato’ Álvarez, jugaron y recibieron su homenaje. Sin em-bargo, los tiempos cambiaban inexorablemente y el triunfo no les correspondió a ellos. Ni siquiera en dobles, donde llegaron a la final para ser batidos por los galos Gilbert y Simian.

En individuales, Emilio era el quinto cabeza de serie. Por delante estaba un joven de 20 años y 47 de la ATP, Alex Corretja, que con el tiempo llegaría a ser campeón del Masters y número 2 del mundo; le seguían Marcus Zoecke, uno de los que se es-forzaban en frenar la decadencia del tenis alemán post-Becker, y una vez más ‘Pato’ Clavet. Burillo, otro fiel a El Espinar y que un mes antes había debutado con España en la Copa Davis en la hierba de Halle ante Alemania: Raoux y Gilbert completa-ban la nómina de favoritos. Pero si estudiamos el cuadro nos encontramos también con Dick Norman, un belga de más de dos metros y que ‘retiró’ a Stefan Edberg tras derrotarle en Wimbledon; a Francis Roig, que también jugaría en la Copa Davis; a Anders Jarryd, mito viviente del tenis como uno de los mejores doblistas de todos los tiempos que fue, aparte de miembro del equipo sueco que dominó la Copa Davis en los años 80 y primeros 90, o un Alex Radulescu que acabaría pisando rondas finales de Wimbledon.

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El torneo de aquel año no hablaría ni castellano, ni catalán, ni ninguna lengua his-pánica. Pese a la euforia que habían provocado las proezas de Arantxa Sánchez Vicario, Sergi Bruguera y Alberto Berasategui en el Roland Garros de aquel año, la afición debió aplaudir a cuatro tenistas foráneos: el galo Gilbert, Jarryd, Zoecke y el keniano Wekesa. Éste había sido el verdugo de Clavet en la segunda ronda, y en las semifinales perdió ante Zoecke por 6-3, 6-7 y 6-3. Gilbert superó en la otra al ve-terano Jarryd por 6-2 y 7-6, y en la final a Zoecke 6-2 y 6-4. El dominio francés seguía imperando sobre Segovia. Emilio, de hecho, había cedido en segunda ronda ante Barthez. La final fue una manifestación de apoyo popular al torneo: la pista registró un lleno absoluto pese a no haber llegado a la final ninguno de los favoritos y ser, además, el partido televisado.

Sin embargo, más allá de las pistas, había inquietud en el torneo espinariego. Como hemos dicho, todo el crecimiento experimentado en los últimos años tenía un coste económico. En el contexto de la crisis económica general que empezó en el otoño de 1992, los patrocinadores no abundaban y aunque Lord Winstons’, con Pedro Muñoz, y Spacio 2000, con Eugenio Frías, seguían capeando el temporal y consiguiendo que el torneo se siguiese celebrando, no dejaba de ser posible que en algún momento la estructura fuese demasiado pesada para sus hombros. Las instituciones se acercaban al torneo, pero les costaba dar el último paso y, en aquel momento, era necesario. Una semana antes del inicio del torneo la posibilidad de la suspensión había sido real.

De hecho, en 1995 se hizo evidente que Lord Winston’s y Spacio 2000 ya no podían de hecho seguir manteniendo la cita tal y como estaba organizada. El torneo de El Espi-nar decidió entonces poner en juego su prestigio y solicitar el apoyo de todos quienes reconocían su labor como motor deportivo y de progreso social de Castilla y León. Y así, en una iniciativa inédita, todos los diarios de la Comunidad, publicaron un artí-culo conjunto, titulado “De raquetas, pelotas y otras hierbas”, escrito por Fernando Ganuza Laíta, director de ‘El Adelantado de Segovia’, en el que se glosaba cómo El Espinar, con sus 5.000 habitantes, había conseguido organizar un torneo de tenis a la altura de los de Helsinki, México, Venecia o Budapest, cómo quienes hasta ahora ha-bían corrido con los gastos de la fiesta no podían seguir manteniéndola, cómo faltaban quince millones de pesetas, cómo la crisis había cerrado el grifo de los patrocinadores secundarios, y cómo las instituciones no se decidían a salir en ayuda de un torneo que ya no sólo eran las evoluciones de los tenistas, sino también un campeonato en el que

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participaban cerca de un millar de cadetes de la Comunidad, el proyecto de la Escuela Regional de Tenis, las ayudas a la restauración de catedrales…

Corría el mes de junio de 1995 cuando El Adelantado de Segovia, el Diario de Ávila, el Diario de Burgos, la Gaceta Regional y el Diario Palentino, con apoyo de El Norte de Castilla, publicaron el artículo. La alternativa a no cubrirse el presupuesto previsto, 52 millones de pesetas, era la no celebración del torneo porque según Javier Martí-nez, entonces director de organización, “lo que no se va a hacer es rebajar el nivel de la cita, el prestigio del Torneo o no cumplir con los compromisos. Aquí nadie se ha quedado nunca sin cobrar”.

La fecha tope puesta por la ATP para que la organización confirmase la organización del torneo era el martes, 27 de junio. La mano salvadora la echó el entonces presidente de la Junta de Castilla y León, Juan José Lucas, que garantizó personalmente la cele-bración del torneo, en colaboración con el Presidente de la Diputación Atilano Soto y el Delegado de la Junta en Segovia Luis Pérez de Cossío, si bien los organizadores conti-nuaron buscando asegurar la solvencia económica. A cambio, los añejos y entrañables Lord Winston’s y Spacio 2000 caían del cartel y entraban en la historia de un torneo que, además de ser Internacionales de España en Pista Rápida, pasaba a denominarse Open Castilla y León. Así se salvó un momento difícil no solamente para el torneo sino para todo el tenis español, puesto que ese mismo año había desaparecido por problemas económicos el Grand Prix de Madrid. La zona centro española corrió verdadero peligro de quedarse sin tenis masculino de élite. Pedro Muñoz afirmó que en las organizacio-nes futuras sería conveniente “que las Instituciones se involucren más en el torneo”.

Así que El Espinar al fin pudo celebrar su décima edición. El primer favorito era otro viejo conocido, Javier Sánchez Vicario. Con él estaban los miembros de su ‘clan’, Emilio y Sergio Casal. Figuraban también en la lista de preclasificados dos suecos, Jan Apell, gran doblista, y Henrik Holm. También otro asiduo a El Espinar, el portugués Nuno Marques, el francés Raoux, campeón dos años antes, el veterano británico Chris Wilkinson y el argentino Charpentier, adelantado de la entonces naciente ‘Armada’ austral. Por el cua-dro, el italiano Camporese, Truyol, Quino Muñoz, Emilio Álvarez, y un joven británico que hacía sus primeras armas en el circuito: Tim Henman, que llegaría a ser cuarto del mundo, creador de la ‘Henmanía’ en Wimbledon y uno de los jugadores más elegantes de aquella década. Comenzaba la labor de El Espinar como trampolín de nuevos valores.

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Herman, la verdad sea dicha, no llegó muy lejos. En la primera ronda superó a Raoux por 6-3 y 6-3 y en la segunda le batió el checo Rikl, jugador de Copa Davis, por 7-6 y 7-6. Emilio Sánchez Vicario, ya mirando hacia la despedida, quiso despedirse de Se-govia con una gran actuación y alcanzó la final, dejando en la cuenta en la primera ronda a uno de sus grandes rivales en la fase final de su carrera, Omar Camporese, por un doble 6-4, y en semifinales a Viloca por 6-2 y 7-5. Sin embargo fue el campeón del año anterior, Rodolphe Gilbert, quien se llevó el gato al agua tras un torneo en el que entre otros superó a Apell y a Rikl (6-4 y 6-2 en semifinales). En la final, el francés venció al español por 7-6 y 7-6 y se convirtió en el primer jugador en ganar el torneo dos veces consecutiva.

Y acudió, además, una estrella de verdadero renombre: el francés Henri Leconte, quinto del mundo y uno de los jugadores espectáculo de los años 80 y 90. El francés lle-gó con su esposa, María Serra… y sus ‘herramientas de trabajo’: varios caballos, por ser María una excelente rejoneadora, muy conocida en los cosos taurinos españoles. El torneo corrió con el alojamiento de los equinos mientras el francés se tomó muy en serio su participación: para empezar se cargó al primer favorito, Javier Sánchez Vica-rio, por 7-5, 6-7 y 6-4, y luego a Nacho Truyol por 7-6 y 6-4. Le frenó Viloca en cuartos por 7-6 y 6-0. Un año antes Henri, derrotado en Wimbledon por Corretja, había dicho: “el futuro del tenis es para los atletas de dos metros y músculos de acero”. Él, de to-das formas, demostraba que aún tenía cosas que decir. De hecho, se convirtió en el primer plusmarquista de velocidad de servicio en El Espinar, con 207 kilómetros por hora medidos en el flamante radar IBM. Y Leconte estuvo a punto de tener compañía: el mismísimo Mats Wilander estuvo cerca de jugar en Río Moros, pero problemas de calendario de última hora lo hicieron imposible. Pese a todas las dificultades, en El Espinar se pensaba a lo grande.

Y al margen de las pistas, el torneo celebró su salvación de último momento con una edición realmente brillante. Se organizó por primera vez una exhibición de tenis en silla de ruedas y una exposición y subasta benéfica de objetos donados por los mejo-res tenistas españoles: Sergi Bruguera y Conchita Martínez, por ejemplo, donaron raquetas ganadoras en Roland Garros y Wimbledon el año anterior. La recaudación obtenida se destinó a la rehabilitación de catedrales y del Acueducto de Segovia. Ma-nuel Santana, el gran patriarca del tenis español, y entonces capitán de Copa Davis, visitó por primera vez el torneo, declarándose “impresionado por el montaje y el buen

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trabajo que aquí se realiza”. Además, tras ver en acción a Emilio Sánchez Vicario y Sergio Casal decidió recuperarles para la Copa Davis con vistas a la importante y dura eliminatoria de promoción ante México. Allí, por desgracia, perdieron. También vino Agustín Pujol, presidente de la Real Federación Española de Tenis, que recono-ció la calidad del torneo al igual que la ATP y los jugadores. Ésta lo volvería a calificar como uno de los Mejores Challenger del Mundo tras el informe del supervisor Tho-mas Kahlberg, donde destacó en la encuesta posterior a cada cita, el trato amistoso dado por la organización, la calidad de la misma, y la comida. No faltaban aquellos que confraternizaban con los habitantes de El Espinar –y eran adoptados por éstos en las gradas- a diferencia de otras citas, convertidas en un monótono trasvase del hotel al recinto deportivo. También los había que descubrían el cochinillo segoviano y las fiestas de San Lorenzo.

El torneo de la incertidumbre se cerró con sobresaliente, aunque la inquietud no esta-ba aún definitivamente ahuyentada. “El torneo no puede seguir con esta estructura si no llega un mirlo blanco. Pero el Torneo es un motor económico y social para la zona”, había dicho Malaquías del Pozo, de Caja Segovia, uno de los patrocinadores históri-cos. No se trataba tanto de encontrarlos como de hallar la fórmula para que el torneo se acabara bastando a sí mismo pues otro hombre importante para el torneo, Luis Pérez de Cossío, advertía: “las instituciones están para apoyar los grandes proyectos y el Torneo de El Espinar es un evento de relevancia para nuestra Comunidad”.

1996 era año olímpico. Por eso el torneo lo sorteó Ernesto Pérez Lobo, recién llegado de Atlanta con una medalla de plata ganada en judo al cuello. Pero también era el dé-cimo aniversario del torneo de El Espinar como tal. Diez años después de iniciarse el torneo, las cámaras de televisión que le seguían ya no sólo eran las de TVE1 y TVE2, sino que atendiendo al reclamo de los éxitos franceses, la gala TF1 también ofreció imágenes del Torneo. Referencias al mismo se encontraban en el Boston Globe o The Times, también favorecido el flujo de información por el nacimiento de Internet, y la Pista Central ya podía acoger a 2.600 espectadores.

Aquel 1996, al menos, no estuvo precedido por los problemas económicos de la pasada edición y el signo del torneo no fue la incertidumbre, sino la solidaridad y un fuerte componente emotivo. El año anterior, junto al homenaje deportivo a Emilio y Sergio, se había realizado uno póstumo al periodista de Antena 3 TV Ernesto Bonelli, gran

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amigo del torneo. En el año siguiente el homenaje fue a las decenas de víctimas de la tragedia de Biescas, localidad oscense donde una violentísima tormenta arrasó un camping. También durante una jornada un enorme lazo azul presidió las gradas del torneo, sumándose este a la campaña de solidaridad con Ortega Lara, el funcionario de prisiones que pasó varios meses secuestrado por los terroristas de ETA.

También fue el año de la lluvia, con las pistas anegadas en varias ocasiones, y tam-bién pese a ello un año de récord de público atraídos, también, por la calidad del cartel. Un cartel que no estaba exento de problemas para su confección. Se volvió a intentar traer a Mats Wilander, que había reaparecido tras una retirada a finales de los 80, pero el antiguo número uno del mundo se descolgó con unas exigencias económicas inasumibles. Se buscó a uno de los jóvenes más prometedores del tenis español, Albert Costa, pero tampoco fue posible atraerlo y, además, había un conflicto latente con la pujante Bundesliga alemana, que escudada en el poder del marco atraía a jugadores de toda Europa para disputar una competición de clubes que coincidía en parte, en fechas, con la disputa de El Espinar. Pedro Muñoz alzó airadamente su voz en varias ocasiones contra la falta de apoyo de la ATP a un torneo oficial contra una competición que no pertenecía al circuito. Al final, la Bundesliga acabó decayendo mientras El Espinar siguió pujante. Se ganó la batalla, pero sin que la ATP se mojase demasiado, esa es la verdad.

Volvió una vez más Emilio Sánchez Vicario, que deparó de nuevo una de sus mejores actuaciones en el torneo. El primer favorito era un Jordi Burillo que seguía persi-guiendo el triunfo y el segundo Roberto Carretero, campeón junior en Roland Garros y que ese mismo año ganó el ‘Super 9’ (la categoría que ahora forman los Masters 1.000) de Hamburgo. Fue el único torneo que ganó en su carrera pero entonces no se sabía. Y por el cuadro, un ‘top ten’ como Karel Novacek, el ya veterano y experto ruso Andrei Cherkasov, el prometedor Andrei Pavel, el clásico Roland Agenor…

Fue un año de sorpresas en el cuadro. ‘Tati’ Rascón, que durante muchos años fue líder del tenis en Madrid y el único jugador español ‘puro’ de rápida, realizó su mejor actuación en el torneo, alcanzando las semifinales, llevándose por delante a Carre-tero por 6-4, 5-7 y 7-6, al bicampeón Gilbert por 3-6, 6-2 y 6-1 y a Pavel, por 6-4 y 6-2. Emilio venció en semifinales a Roland Agenor por 6-3 y 6-2. El haitiano Agenor, que durante mucho tiempo fue uno de los escasos jugadores negros del circuito, había

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mantenido en los años 80 un incidente con Emilio Sánchez Vicario a cuenta de unas declaraciones que más bien fueron un malentendido. La paz estaba firmada pero en aquel duelo se confirmó. Venció, además, Emilio por 7-6 y 6-2. En semifinales Emilio venció, de nuevo, a Viloca, por 7-5 y 6-2, pero en la final sucumbió ante Jerome Gol-mard por 6-4 y 6-3. Se pudo sacar la espina en dobles, donde, de pareja con Burillo, venció en la final por 6-4 y 7-5 a José Antonio Conde y Nuno Marques. Cinco de los partidos del torneo fueron transmitidos por Televisión Española, que había unido a su oferta la cadena vía satélite Teledeporte. La televisión por satélite e Internet eran el último grito de aquellos años.

Emilio Benfele Álvarez (por entonces Emilio Álvarez. Con el tiempo invirtió el or-den de sus apellidos para que no se perdiera el materno) ya llevaba tiempo visitando el torneo pero fue definitivamente en esa edición cuando se convirtió en uno de sus personajes populares a cuenta de su desparpajo y su colección de gorras, sombreros y cubrecabezas en general. A la de 1996 compareció con la pamela de una azafata, recuerdo del año anterior, alternándola con una txapela vasca, y declarando que no quería ser comparado con Agassi, sino que a éste le comparasen con él. Entre el público hubo que contar a un millar de niños, alumnos de las escuelas de tenis de la Comunidad, invitados por el torneo, que asistieron a clinics impartidos por Jordi Burillo, entre otras actividades..

Y el desarrollo del torneo iba paralelo al desarrollo de la zona. En 1997, como hemos dicho, Internet y la televisión vía satélite eran los últimos gritos de la técnica de las comunicaciones. Ocho fueron ya los partidos televisados del Mejor Challenger del Mundo, a través de TVE, La 2 y Teledeporte, además de un programa diario en la local Televisión Segovia, pues las cadenas locales también comenzaban a aflorar. El torneo, también, dio el salto a Internet, en principio a través del dominio del Centro Nacional del Vidrio. En radio, el torneo había ocupado 1.483 minutos en la edición y referencias en prensa, incontables. El cuidadoso trabajo de comunicación realizado por el equipo de prensa dirigido por Jesús Martínez daba cada vez más y mejores frutos.

Así, la presentación de la edición de 1997 fue noticia de alcance nacional. El presiden-te de la Junta de Castilla y León, Juan José Lucas, compareció en la misma con el por entonces novedoso procedimiento de la videoconferencia, para cuya utilización se le dieron unas instrucciones básicas: no moverse demasiado y hablar de forma pausa-

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da. Durante la celebración del Conde de Godó, tuvo lugar el acto de hermanamiento de los Internacionales de España (Conde de Godó) con los Internacionales de España en pista rápida (Villa de El Espinar).

Una vez más, la emotividad iba a estar unida a la brillantez deportiva. Ambas cosas se unieron. Javier Martínez tuvo la iniciativa de crear en el torneo un Museo del Tenis en el que José Edison Mandarino ponía a disposición del público los objetos coleccionados a lo largo de toda una vida ligada al tenis. El segundo detalle emotivo fue la última participación de Emilio Sánchez Vicario. El que fuera número uno del tenis español en los años 80 y primeros 90 había anunciado su retirada tras Atlanta 96. Un año después se despedía definitivamente de El Espinar y el torneo quiso co-rresponder con uno de los jugadores que más habían ayudado a su desarrollo. En la pista central se congregaron numeroso público y todos quienes habían acompañado a Emilio a lo largo de su carrera: sus padres, Emilio y Marina, su entrenador, Wi-lliam ‘Pato’ Álvarez, Bernabé Cobo, su preparador físico, y su hermanos Arantxa y Javier, por teléfono, ya que se encontraban compitiendo en Estados Unidos. Emilio no pudo contener las lágrimas, mientras Pedro Muñoz le agradecía su papel como “hombre básico para nuestra historia, que vino cuando él era séptimo del mundo y el torneo no era una cita de su nivel. Como tenista, y como persona, es extraordinario, y además ha lanzado a esta hornada de jóvenes tenistas de la que ahora disfrutamos”.

Ese ‘ahora’ era la segunda mitad de los noventa, los años de los Moyá, Corretja, Al-bert Costa, Berasategui y compañía. El tenis español seguía viviendo años de eferves-cencia. Moyá había jugado la final de Australia. Bruguera había vuelto a la de Roland Garros. Habían perdido ambos, pero el ambiente era triunfal. Los organizadores del Torneo querían ese sentimiento para El Espinar anunciando que “es la hora de que vuelva a ganar algún español”. De hecho, una vez más los tres primeros cabezas de serie iban a ser españoles: dos clásicos, el primero y el tercero, ‘Pato’ Clavet y Emilio Álvarez. Y uno, Julián Alonso, un extrovertido chaval de tremebundo servicio que ha-bía irrumpido como un meteoro en el tenis español. Por desgracia, su carrera siguió siendo meteórica: Brillante, y breve. Julián era el segundo favorito. Jordi Burillo, el quinto. El octavo un francés, entonces, prometedor, que no mucho más tarde se plan-taría en semifinales del Abierto de Australia, Nicolás Escudé.

(Continúa en la página 49)

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1, Víctor Pecci, campeón del torneo tras hacérselo pasar muy mal a España en la Copa Davis. 2. Muestra de la expectación con que se seguía el torneo pese a la precariedad de medios.

1986 Clavet y Fuentetaja, finalistas del Pro Am 1986 Clavet y Fuentetaja, finalistas del Pro Am

Pedro Muñoz junto a Mario Naturalli durante los años previos al Open Lord Winston’s. Mario sería director técnico del mismo y su concurso sería clave para su puesta en marcha.

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1. ‘Pato’ Clavet en acción durante la primera edición. 2. Clavet y Fuentetaja reciben su trofeo.

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1. Pato y Pepo Clavet saltan a la pista para disputar la final.2. El equipo organizador espera el incio de la entrega de trofeos.3. La Banda Municipal de El Espinar amenizó las ceremonias de entrega de premios.

1. El equipo de jueces de línea y recogepelotas, reunido después de la final que disputaron Sergio Casal y Martín Jaite.

2. Sergio Casal recibe el trofeo que le acredita como campeón de la cuarta edición del Open Lord Winston’s.

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1. La presencia de medios de comunicación era ya importante. 2. El cuadro, lleno de grandes nombres.

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Parte inseparable de aquel primer Lord Winston’s eran las tertulias te-nísticas que cada noche animaba Pedro Muñoz. Toda la gente del tenis que en ellas participaban exponía sus ideas para el desarrollo y la mejora del deporte. En la imagen, ‘Pato’ Álvarez, ‘Pato’ Clavet, Emilio Sánchez Vicario, Sergio Casal...

noches de tertulia

1. La pista, durante la primera final como Challenger ATP.2. Javier Sánchez Vicario recibe el trofeo de campeón.

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1 a 3. Construcción de las nuevas pistas del torneo, situadas en la urbanización Río Moros.4. Calle comercial del torneo con la mascota, la ardilla Alvin, debutante en esta edición.5. Presentación oficial del torneo, en los salones Lord Winston’s.

3. Primera transmisión televisiva, a cargo de Telemadrid, durante la primera final como Challenger ATP.

4. Recepción oficial a los jugadores en el Ayuntamiento de El Espinar.

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1 y 2. Arantxa Sánchez Vicario inaugura las nuevas pistas y recibe el cariño de los niños de

la Escuela Municipal de tenis de El Espinar.

3. Javier Moreno y Pedro Muñoz presentan la donación realizada a la Fundación Arthur Ashe. 4. Participantes en el I Seminario Nacional de Directores de Torneos.5. Reunión de los jugadores participantes en el torneo con su representante ante la ATP.

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1. Cesión del 50% del torneo al Ayuntamiento de El Espinar. 2. Homenaje a Emilio Sánchez y Sergio Casal, la mejor pareja de dobles española. 3. Voluntarios olímpicos en El Espinar. 4. Anders Jarryd, leyenda del tenis. 5. Andrés Gimeno y Ángel Orte, comentaristas de TVE.

1. Manuel Santana, capitán de Copa Davis, junto a

Javier Sánchez Vicario. 2. Primera presencia de los tenistas en silla de ruedas.

3. Henri Leconte en El Espinar.

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El Open Castilla y León colgó del palco un gran lazo azul pidiendo la libertad de José Antonio Ortega Lara, víctima de un largo secuestro por parte de ETA.

solidaridad con ortega lara

1. Lleno en la final entre Emilio Sánchez y Golmard. 2. Lluvias torrenciales. Todo el mundo tuvo que secar las pistas. 3. Emilio y Burillo, campeones de dobles.

1. Homenaje a Emilio Sánchez Vicario, con presencia de todos los suyos. 2. Presentación del torneo, con videoconferencia incluida. 3. Emilio Benfele Álvarez, con uno de sus ‘tocados’.

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1. Saque de honor de Juan José Sanz Vitorio, alcalde de El Espinar. 2. Museo del tenis de José Mandarino.

3. Niños de Bielorrusia, invitados al torneo. 4 y 5. Sorteo con Arrigo Sacchi, entrenador del Atlético de Madrid, y visita del equipo. 6. Radek Stepanek, saca

ante una grada llena. 7. Berasategui dona un millón para restauración del patrimonio artístico..

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1999

1. Participantes en el clinic que se impartió

en las pistas del torneo 2. Aportación

de los tenistas a la rehabilitación del

patrimonio artístico. 3. Roger Federer y

Sander Groen posan con los trofeos

de campeones de dobles. Poco después,

Roger sería número uno del mundo.

2000

A lo largo de los años el Open Casti-lla y León se ha ido vinculando con la sociedad que lo acoge. La tradición histórica y cultural de Castilla y León tiene una importante presencia en el torneo y a ella pertenecen los Gaba-rreros, que mantienen la memoria de los antiguos modos de la explota-ción forestales. Alberto Berasategui protagonizó un simbólico y simpáti-co hermanamiento entre ellos y los aizkolaris vascos.

berasategui y los gabarreros

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1. Fases de la construcción, en tiempo récord, de las nuevas pistas, junto al núcleo urbano de la Estación de El Espinar. 2. Inauguración oficial del nuevo recinto del torneo. 3. Los pequeños participantes en el primer clinic impartido en las nuevas instalaciones.

4. Helicóptero de Televisión Española remontando el vuelo para la retransmisión de la final. 5. Gala León, ‘Pato’ Clavet, Virginia Ruano y Pedro Muñoz durante el nombramiento como Jugador Ejemplar a Clavet. 6. La Copa Davis ganada en el año 2000 visitó El Espinar. La Ensaladera con Javier Martínez, Javier Duarte, Pedro Muñoz y Joan Balcells.

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1. Juan Vicente Herrera, presidente de la Junta de Castilla y León, durante la presentación del torneo cadete. 2. El ministro Juan Carlos Aparicio participa en las jornadas de donación de sangre.

1. Rafael Nadal, campeón. 2. Javier Martinez y Pedro Muñoz con Vicente Díez, responsable del centro regional de TVE de Castilla y León. 3. Participantes en el clinic, con Pedro Muñoz y Clavet.

Franciso ‘Pato’ Clavet ha sido uno de los jugadores que ha marcado la historia del torneo. Participante en el mismo desde los primeros tiempos, cuando él era juvenil, hasta los años de consolidación, ya como ju-gador de Copa Davis y campeón ATP, en su adiós a las pistas fue objeto de un merecido homenaje.

clavet, un histórico

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1. El Open Castilla y León seguía con su crecimiento imparable. La pista se llenó para presenciar la final entre Mathieu y Mahut. 2. El desarrollo del torneo era parejo al de sus campañas solidarias, como la de donación de sangre.

1. Todo el equipo del torneo posa junto a la Ensaladera, en la segunda visita de la Copa Davis a El Espinar.2. Los clinics se trasladan al Acueducto de Segovia. Lo impartió todo un ‘top ten’ como Karol Kucera.3. El taiwanés Wang, causante involuntario de una anécdota diplomática.

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1. Exhibición de los Gabarreros en el Village del torneo. La actuación de los depositarios de la tradición maderera ya era una de las más esperadas a lo largo de la semana de competición. 2. Los vinos de Castilla y León se incorporaron a la familia del torneo ofreciendo catas de los mismos a los asistentes.

3. El argentino Juan Martín del Potro, otro de

los primeros grandes del siglo XXI, recibe el

trofeo de campeón del Open Castilla y León.

4. Entrega de premios a los participantes

en el Masters Nacional de tenis en

silla de ruedas.

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5. Magnífico aspecto de la Pista Central de las instalaciones de la Estación de El Espinar.

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1. Bopanna y Qureshi, indio y paquistaní campeones de dobles. 2. Alejandro Blanco entrega una placa de reconocimiento del COE a Pedro Muñoz y Javier Martínez. 3. Fernando Verdasco, en la rueda de prensa posterior a su triunfo. 4. Clinic celebrado junto al Acueducto de Segovia. 5. Las imágenes de la exhibición entre Verdasco e Iván Navarro con el Acueducto como red dieron la vuelta al mundo.

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1 y 2. Marcel Granollers y Jeremy Chardy conmemoraron el bicentenario de la Guerra de la Independencia con una exhibición en el Alcázar de Segovia. 3. Entrega de trofeos a los vencedores del Encuentro Nacional Cadete.

1. Feliciano López, campeón del torneo, conversa con el futbolista atlético Diego Forlán, ganador de la Bota de

Oro. 2. El tenista toledano besa el trofeo que le acredita como campeón. 3. Entrega del premio Open Solidario a la

Fundación Africana para la Medicina y la Investigación.

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3. Trofeo que se entregará al campeón de la edicion de las Bodas de Plata del Open

Castilla y León, realizado por el Centro Nacional del Vidrio.

4. Javier Martínez y Pedro Muñoz muestran junto al Acueducto de Segovia el sello

conmemorativo del XXV Aniversario del Open Castilla y León.

1. Entrega del trofeo al Mejor Challenger del Mundo por parte de la ATP. 2. Pedro Muñoz y su esposa Charo, siempre junto al torneo, desde el primer momento.

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El triunfo fue español, pero conseguido de forma un tanto atípica. ‘Pato’ Clavet rozó su primer título individual. Alcanzó las semifinales, en las que cayó ante Burillo 6-4 y 6-4. Ese fue el único partido de Jordi que llegó hasta el límite, porque sus otros cuatro rivales se retiraron por diversas molestias físicas. En la primera ronda el italiano Nicola Bruno aguantó hasta el 3-0. En la segunda, Álex Calatrava hasta el 6-2, 4-2. En cuartos, el mexicano Marco Osorio hasta el 6-1 y 3-1 y en la final, Escudé hasta el 6-3 y 2-1. El caso es que en la semifinal Burillo no salió muy contento de la pista, pese a la victoria, porque el público se había volcado con ‘Pato’. Y era lógico, porque querían verle ganar después de tantos intentos. Y también lo acabó reconociendo así Jordi se-ñalando que “yo comprendo que le apoyaran a él contra mí porque es muy querido en este torneo. Pero espero que mañana estén conmigo en la final”. Y de la final no pudo tener queja, porque sí que lo estuvieron.

Julián Alonso, que fuera de la pista congregaba siempre a multitudes a su alrededor, empezó batiendo a Guillermo Platel por un doble 6-3 y Fontang por 1-6, 6-4 y 7-6. Ante Escudé perdió en cuartos por 6-4, 5-7 y 7-5. Unos meses más tarde, Julián se enfrenta-ba en la final de Santiago de Chile con Marcelo Ríos al otro lado de la pista. El públi-co, sumamente hostil porque el ‘Chino’ necesitaba ganar para ir al Masters. Julián decidió jugarse cada golpe a cara o cruz… y avasalló al chileno, que en pocos meses se convirtió en número uno mundial. De rebote, colocó en el Masters a Bruguera. En El Espinar sacó con asiduidad a más de 200 por hora. El último partido de Emilio Sánchez Vicario tuvo lugar en la primera ronda. Le venció el austríaco Gerald Mandl por 6-4 y 6-2.

El torneo de 1997 acompañó a las actividades del 700 aniversario de la fundación de El Espinar. Esa fue la parte positiva, sumada al primer convenio de colaboración con la Hermandad de donantes de sangre, la donación a la restauración de catedrales de la recaudación de la fase previa, y tomaron parte en la cita los primeros voluntarios de la Asociación Horizonte Cultural.

La participación del año 1998 fue una de las mejores de todos los tiempos. Alberto Berasategui, que había debutado en El Espinar con 14 años, volvía al torneo desde el puesto 15 ATP, después de haber jugado un Masters, una final de Roland Garros

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y ganado 14 torneos. El de Arrigorriaga había sufrido mucho, pese a ellos, por sus problemas físicos. Sobre todo por unos persistentes calambres que no había forma de eliminar. En 1998, por fin, consiguió jugar unos meses sin molestias y ganó Estoril, llegó a las semifinales de Roma y Montecarlo y a los octavos de Roland Garros y con esa categoría volvió a El Espinar. Sintió, en cierto, modo, que pagaba una deuda por-que según declaró “este torneo se portó muy bien conmigo cuando yo no era nadie. Estaba esperando la ocasión para agradecérselo volviéndolo a jugar”. Alberto fue el primer cabeza de serie, que encabezaba una lista con Javier Sánchez Vicario, el cam-peón Burillo y el hombre de Copa Davis alemán Rainer Schuettler, que con el tiempo llegaría a ser quinto del mundo y jugar la final del Open de Australia.

Ninguno de ellos ganaría pues el título sería para Radek Stepanek, que daba los prime-ros pasos de lo que sería una larga carrera que le llevaría al ‘top ten’ y a la final de Copa Davis, al margen de un noviazgo con Martina Hingis. En las pistas de Río Moros dio muestras del futuro que le esperaba batiendo, por ejemplo, en cuartos a Javier Sánchez Vicario por 3-6, 6-1 y 6-4, en semifinales a Burillo por 7-6 y 7-5 y en la final al alemán Ra-dulescu por 7-5 y 7-5, que en el Wimbledon del 96 había sorprendido jugando cuartos.

Alberto Berasategui se había quedado en los cuartos de final a manos, precisamente, del alemán. Había batido en primer lugar a Fabio Maggi por 4-6, 6-2 y 7-6 y luego al doblista checo Zib por 5-7, 6-4 y 6-3. Se despidió del torneo, también desde las semifi-nales de dobles, y entregó un millón de pesetas, en nombre de los jugadores, para la restauración del púlpito de la iglesia espinariega de San Eutropio.

Pero sobre las pistas pasaron muchas más cosas. Debutó en el torneo el suizo Ivo Heu-berger, que llegó casi inmediatamente después de haber jugado contra España en la Copa Davis y que, ya ven lo que son las cosas, también fue novio de Hingis. Martina, a la sazón era número uno del mundo pero su novio presente era un tercero y, casuali-dades, otro conocido de El Espinar: Julián Alonso. Heuberger llegó a semifinales tras vencer a Víctor Sancha, a un Quino Muñoz que llegaba al torneo en las cercanías del puesto 100 ATP, y al checo Fukarek. En el partido previo a la final se debió retirar ante Radulescu cuando perdía por 6-3.

El torneo tuvo ese año unos espectadores de excepción: más de un centenar de niños bielorrusos, procedentes de las zonas afectadas por la catástrofe nuclear de

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Chernóbil, pasaron sus vacaciones en Segovia y el torneo les invitó a vivir unas jornadas de tenis.

A primera vista, el Open Castilla y León parecía vivir en la placidez y la serenidad. Sin embargo, nadie se quería dormir en los laureles y ya se empezaba a hablar de los nuevos proyectos. Proyectos que ya eran palabras mayores aunque, a tenor de lo conseguido hasta entonces, perfectamente asumibles: un ‘challenger’ conjunto mas-culino y femenino y, asociado a ese proyecto, nuevas instalaciones.

Proyectos ya para el siglo XXI, porque el XX comenzaba a tocar a su fin. La edición de 1999 volvió a presentarse como uno de los mejores cuadros de todos los tiempos, con varias ‘bombas’ visibles y algunas ocultas. En cierto modo conseguirlo era una obli-gación por cuanto la respuesta popular y mediática a la progresión del torneo seguía el mismo ritmo que el fortalecimiento de su imagen y estructura. El torneo, además tenía como hemos visto planes muy ambiciosos, que debían avalarse con hechos. He-mos hablado ya de las ideas de extender el torneo a las mujeres, y de crear un nuevo complejo deportivo. Esas ideas se completaban con la creación de un Centro de Alto Rendimiento para formación de tenistas de élite especialistas en pista rápida, que tendría una pista central con capacidad para 3.500 espectadores.

Pedro Muñoz había anticipado en las fechas previas a la presentación del torneo que probablemente ese año habría una estrella de primer nivel en El Espinar. Y se con-firmó: Sergi Bruguera jugaría en El Espinar. Sergi Bruguera, número uno español, número cinco del mundo, campeón de Roland Garros en 1993 y 1994 y finalista en 1997. Sergi pasaba por momentos difíciles: una seria lesión le había tenido un año parado y a resultas de la cual había perdido toda la musculación de su lado derecho. Pero cuando se es campeón, se demuestra a base de coraje en estos momentos y Sergi vol-vió a tomar su bolsa de raquetas y a luchar por recuperar su posición. Y El Espinar le acogió para proporcionarle un trampolín y, por supuesto, un baño de multitudes, porque la afición no había olvidado a Sergi Bruguera.

Y no sólo Sergi: cinco jugadores españoles de Copa Davis hubo ese año en el cuadro. El propio Bruguera; ‘Pato’ Clavet, primer favorito y que ese mismo año, un par de meses más tarde, debutaría en Nueva Zelanda, el inicio del camino al título ganado en 2000; Carlos Costa, Julián Alonso y Javier Sánchez Vicario completaban la lista. Pero

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es que la lista de hombres de Copa Davis llegaba a los 16, la mitad del cuadro: Stefano Pescosolido, Ivo Heuberger, que volvía, Nicolás Escudé… y un chaval que el año an-terior había debutado con Suiza, que ocupaba el puesto 106 del mundo, que venía de ganar el Wimbledon junior y que entre tanta estrella pasó, esa es la verdad, un tanto desapercibido: Roger Federer, se llamaba y se llama. Si ahora volviera, desde luego que ni pasaría desapercibido ni seguramente celebraría su decimoctavo cumpleaños con algunos jugadores y una caja de botellines de cerveza en el parque adyacente a la Pista Central, después de jugar y ganar la final de dobles. Entre otras cosas porque cuando eres el número uno del mundo y quizá el mejor tenista de todos los tiempos, el público acostumbra a rodearte de cariño. En aquel momento sus objetivos declarados eran entrar entre los 50 mejores en 2000. Entre los treinta, si las cosas iban bien.

Federer no pasó de la segunda ronda. En la primera derrotó a Quino Muñoz por 7-6 y 6-4 y en la segunda cedió ante un rival de fuste y más experimentado, Nicolás Escudé, por 3-6, 6-1 y 6-4. Sí ganó los dobles, junto al holandés Sander Groen, haciendo frente en la final a Ota Fukarek y Óscar Hernández.

Sin embargo, en aquel momento los focos iban por otro lado. Y quien se colocó mejor tras ellos fue otro jugador inesperado y, por no variar, francés: Cyril Saulnier, que se llevó el torneo sin ceder un solo set y haciendo frente a buena parte de los favoritos en lo que fue, en líneas generales, la mejor actuación de su carrera. Empezó superando a Clavet por 7-6 y 6-4. Siguió con el sudafricano Ondruska, por 7-5 y 6-1 –Ondruska había dejado fuera de salida al vigente campeón, Stepanek-. Después, Carlos Costa por 6-3 y 6-4, Escudé por 6-2 y 6-2 y Bruguera por 6-4 y 7-5. Nótese los nombres de los derrotados, y que Saulnier no pasó en su carrera del 48 del mundo. En aquel momento era el 403 y Sergi Bruguera, el 308.

Bruguera, por su parte, evidenció dos cosas: que quería efectivamente volver al pri-mer plano y que estaba en el camino de lograrlo. Llegó, como hemos visto, a la final, superando en primera ronda a otro ilustre veterano, Agenor, en un choque durísimo por 6-7, 7-6 y 6-4. Luego, a Pescosolido por 6-4 y 6-2, a Javier Sánchez Vicario por 6-7, 6-3 y 6-3 y en semifinales a Nacho Truyol, que volvía tras su sanción, por 6-3 y 7-6. Truyol, por su parte, había dejado fuera en cuartos a Kenneth Carlsen, segundo favorito por 6-3 y 6-2. A Alonso lo había superado en primera ronda Escudé por 7-5 y 6-2.… Quizá la edición de 1999 fuera la mejor de cuantas hasta la fecha se habían disputado, y eso

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se notó. El presupuesto de contratación de jugadores había llegado a los 30 millones de pesetas, pero se le había sacado buen partido. El público también batió récords y, como consecuencia más positiva, se volcó con las jornadas de donación de sangre: 98 bolsas se recogieron. Los ‘clinics’ dieron también un salto en cuanto a repercusión y ese año se hicieron a los pies del casi bimilenario Acueducto de Segovia, impartidos por Ronald Agenor y Sergi Bruguera y la repercusión mediática del Torneo fue tam-bién muy importante.

Julián Alonso y Bruguera dejaron las dos reflexiones del torneo. Sergi prometió no cejar en su lucha por volver a la cima porque “el camino de lograrlo es seguir jugan-do”. Más triste y casi resignado se mostró Julián Alonso, afirmando que “subí rápido, y he caído igual”. Es imposible, de todas formas, que Julián estuviera melancólico demasiado rato. Corrió por el torneo el rumor de que se puso de acuerdo con Ivo Heu-berger una noche para telefonear ambos a Martina Hingis, antigua novia de ambos.

La edición de 1999 había puesto el listón muy alto. Desde luego, el torneo seguía en-tre los mejores del mundo, pero lo conseguido hasta entonces no significaba sino que el nivel de exigencia debía ser mayor, tanto organizativa como deportivamente. Y la organización se empeñó en una acción que superase todo lo conseguido anterior-mente. Goran Ivanisevic, una de las estrellas de los años 90, iba a ser el objetivo de la última edición del siglo XX como cabeza de cartel. Tres veces finalista de Wimble-don, tercero de la ATP y jugador que superó a McEnroe y Roscoe Tanner creando el concepto de ‘cañonero’ a base de centenares de ‘aces’ año tras año, en aquella prime-ra mitad del año 2000 estaba lamiéndose aún las heridas de la derrota ante Sampras en la final de Wimbledon 1998 (7-6, 7-6 y 6-0) y preparando otro asalto al All England Tennis Club. El Espinar se puso en contacto con él para ofrecerle una plataforma de relanzamiento en un torneo ya popular en todo el mundo, y sobre todo en todo el mundo del tenis, y el croata fue receptivo. Sin embargo el ránking que tenía, en torno al 60, le capacitaba para torneos ATP de alto y mediano nivel ‘legal’ y el organismo rector lo designó para Indianápolis. Un año más tarde se volvió a la carga con Goran y las cosas estaban ya prácticamente hechas, pero he aquí que Wimbledon, pensando que quien tanto se había distinguido en sus pistas merecía una despedida adecuada –porque todo el mundo veía próxima su retirada- le dio un ‘wild card’… y Goran se alejó otra vez de El Espinar porque se proclamó campeón de Wimbledon en una espectacular final ante Tim Henman y dejó de ser elegible para un Challenger aun-

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que fuera el mejor del mundo. Lástima para El Espinar pero, por supuesto, sincera alegría por el cañonero croata.

Sin embargo, aún sin Goran la edición del año 2000 fue comparable a la excelente de 1999. Bruguera, tras la final del año pasado, volvió a ser de la partida. Con él, Alberto Berasategui –es decir, los dos finalistas del Roland Garros de 1994- y otro de sus vie-jos conocidos: el holandés Jan Siemerink, que en 1992 le había dado uno de sus más serios disgustos en Copa Davis. Iba a estar, una vez más ‘Pato’ Clavet, pero la ATP no le permitió –después de lo de Ivanisevic- porque su ránking era demasiado elevado. A cambio acudió como primer favorito Rainer Schuettler de nuevo, un Julián Alonso un tanto recuperado, el prometedor ruso Mikhail Youzhny, del que se esperaba mucho en la altitud de El Espinar y Wayne Black, que entonces estaba empezando a convertirse en uno de los mejores doblistas de todos los tiempos. Por el cuadro esparcidos estaban el italiano Cristiano Caratti, una vez más Jordi Burillo, el gallego Óscar Burrieza y una joven promesa de nuestro tenis que atendía por Feliciano López. A sus 17 años, en el torneo de más fuste que había disputado hasta el momento, ‘Feli’ derrotó en su debut al quinto favorito, el holandés Van Lottum por 6-1 y 6-2, pero cedió en la segun-da ronda ante el ruso Golovanov. Debió retirarse cuando había ganado el primer set 7-6 y perdía el segundo 2-4.

Sergi Bruguera no había conseguido sitio entre los cabezas de serie, pero los grandes campeones cuando están en forma, quieren ganar, y no la tienen, se hacen sitio a raquetazos. Venía a El Espinar tras jugar la semana anterior la final de San Marino, donde no aguantó la presión de saberse a punto de ganar, según él mismo reconoció, pero en las pistas segovianas sí que la aguantó. Empezó con el estadounidense Kevin Kim, a quien superó 6-1 y 7-6. Después se ocupó del alemán Pretzsch por 6-1 y 6-2. Siguió con el checo Luxa, que había superado una ronda antes a Berasategui, ganán-dole por 6-2 y 6-1, y en semifinales dejó en la cuneta al finlandés Ketola por 6-4 y 6-1. Por la zona alta del cuadro había llegado a la final Siemerink. A Schuettler le había vencido en cuartos Wayne Black, por 3-6, 6-4 y 6-2, que luego sería víctima de Sieme-rink en semifinales por 6-4 y 6-2. En la final, un tirón en el muslo le obligó a retirarse ante Sergi cuando el marcador era de 5-7, 6-3 y 1-0 para el español. Momento histórico, pues, porque el bicampeón de Roland Garros no ganaba un torneo desde 1994: 2.194 días entre la final de Praga 1994 y El Espinar 2000. Entre medias una final de Roland Garros, dos Masters y una seria lesión, pero Sergi volvía a verse capaz de ganar.

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Para el resto, alegrías y decepciones. Quino Muñoz, uno de los jugadores más clásicos del torneo, alcanzó su mejor participación, con unos cuartos de final en los que debió ceder ante el finlandés Ketola. Berasategui cedió en la segunda ronda ante Luxa… Y, pese a los conflictos previos, el informe de la ATP especificaba que el torneo era casi inmejorable.

Pero El Espinar estaba en puertas de experimentar importantes cambios. Se quería incorporar un torneo femenino y se dieron los primeros pasos sumando un cuadro femenino al Campeonato Cadete de Castilla y León, que desde hacía tiempo se cele-braba de forma paralela al torneo. En aquel año 2000 se había estrenado, además, un patrocinador principal: una empresa tan potente como Iberdrola. Se había, por otra parte, lanzado la idea a la ATP de crear un Masters de Challengers, a disputarse a final de temporada y con la organización espinariega.

Y ahí estaba la idea, en proceso, cuando lo primero que le aconteció al torneo fue el cambio de sede, pero no en la forma en la que se esperaba. Después de quince años de comunión entre el Open Castilla y León y su sede, la urbanización Río Moros, unas divergencias de planteamiento aconsejaron que la sede se trasladase en ese mismo año. No había tiempo material, claro, para abordar la construcción del complejo tenístico soñado, pero el Al-calde Juan José Sanz Vitorio con el apoyo de Tomás Villanueva Consejero de Educación y Cultura de la Junta de Castilla y León, encontró en un tiempo récord otra ubicación en los terrenos situados justo junto a la Estación de El Espinar, al borde mismo de las vías de ferrocarril, donde en aquel momento había un descampado. Casi vuelta a los orígenes, cuando había una pista y un estercolero. Sólo que en esta ocasión no había ni pista.

Pero claro, dieciséis años de experiencia como torneo profesional dan para mucho. Entre ellos, para congregar a un equipo de gente experta y amante del tenis. En este equipo estaba la empresa Composan, y Estructuras Röder, con su presidente, Matías Rujas a la cabeza. Los primeros acometieron la construcción de cuatro pistas de la máxima calidad, finalizando la obra en escasamente 45 días. Los segundos, el montaje de un ‘Village’ con más de treinta carpas, entre comerciales, oficiales y de servicio. Spacio 2.000 y Eugenio Frías se encargaría de que en la Central más de 2.000 especta-dores pudieran asistir a los encuentros.

Cuando el 28 de julio comenzó la edición 2001 del Open Castilla y León el torneo pre-sentaba un aspecto totalmente renovado y, además, dentro de un concepto totalmente

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novedoso en el tenis profesional: un torneo completamente integrado en la localidad que lo acoge. Quizá lo más parecido que pueda encontrarse es el concepto de circuito urbano automovilístico, con las calles de la ciudad convertidas en pista para mono-plazas en las fechas fijadas. El admirado y añejo Conde de Godó se acercó al mismo al crear en los años 90 ‘La Calle del Tenis’, fuera de sus límites, como espacio para las actividades comerciales y paralelas, pero El Espinar lo superaba. Tanto la zona comercial, como el ‘village’ estaban y están en espacios públicos y las pistas también eran, por supuesto, públicas. Una vez acabado el torneo, cualquier deportista podía disfrutar de ellas. Durante el mismo se acotaban las gradas de la Central, pero esa era la única concesión. Había tenido un coste cercano a los 50 millones de esas pesetas que vivían sus últimos momentos ante la inminente llegada del euro. El torneo, eso sí, cambió de color: de verde a azul cobalto, color de las nuevas pistas.

Otro cambio trascendente hubo, en este caso relativo al equipo gestor. El ‘Milagro de El Espinar’, los conceptos que de allí salían, llevaban tiempo calando hondo en el te-nis español y Pedro Muñoz decidió dar un paso al frente para poner su saber hacer al servicio de todos. En 2001 pasó a la presidencia de la Federación de Tenis de Madrid y Javier Martínez, desde el principio a su lado, primero como Jefe de Prensa, posterior-mente como Director de Organización, pasó a ser el nuevo director del torneo. Pedro asumiría la presidencia de Honor.

En estos inicios del siglo XXI en El Espinar casi tenía ya tanta importancia la vertiente social como la deportiva. Los niños que disputaban el torneo cadete, eran espectado-res o participaban en los ‘clinics’, que ya casi tenían el pie del Acueducto de Segovia como sede oficial, se contaban con millones. La campaña de donación de sangre batía récords cada año, y las manifestaciones culturales y folklóricas castellanoleonesas encontraban un amplio escaparate en uno de sus eventos deportivos más internacio-nales. El año anterior habían ‘debutado’ los gabarreros, recordando en un día de fies-ta los viejos tiempos de las explotaciones forestales. Alberto Berasategui, hacha en mano, protagonizó con ellos un simpático hermanamiento con los aizkolaris vascos…

Pero lo más importante seguía siendo lo que sucedía en las pistas. El Espinar, Open Castilla y León-Trofeo Iberdrola, recibió el siglo XXI con el italiano Davide Sangui-netti como primer cabeza de serie y con un Sergi Bruguera que, merced a la confianza que había adquirido con su triunfo de 2000, había mejorado mucho ránking, como

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segundo. El papel de estrella española lo compartía con Juan Balcells, que ocho me-ses antes había formado parte del primer equipo español campeón de Copa Davis jugando un sensacional doble junto a Alex Corretja, otro que pasó por El Espinar. La misma Copa Davis estuvo también en la inauguración del nuevo recinto. Jordi Buri-llo, ya veterano, hacía otro intento de revalidar su título.

Por parte extranjera, aparte de Sanguinetti, eran el búlgaro Stoliarov, el danés Pless y el sudafricano Godwin los favoritos más resonantes, pero junto a ellos había una serie de jóvenes de los que en el futuro se hablaría bastante. Por ejemplo, el croata Mario Ancic, un ‘top ten’ que seguramente podría estar más arriba de no ser víctima de una pertinaz mononucleosis. O Nenad Zimonjic, que ocuparía el número uno mun-dial de dobles. O el finés Nieminen. Estaba también un ilustre veterano, el alemán Goellner, y una promesa del tenis español como Carlos Cuadrado, campeón junior de Roland Garros. Por desgracia, las lesiones le impidieron progresar como todos esperábamos.

Pero esta edición fue la de las sorpresas. No llegó ninguno de los favoritos a las rondas finales. A Bruguera lo eliminó el argentino Juan Ignacio Chela por 7-5 y 6-2. Sangui-netti pudo de salida con Zimonjic pero cedió en segunda ronda con el kazajo Shukin por 3-6, 6-0 y 6-1. En esa misma ronda, Ondruska venció a Balcells por 5-7, 6-3 y 7-5 mientras Jacobo Díaz, otro junior que brilló en Roland Garros, venció en la ronda inicial a Cuadrado por 6-4 y 6-2, luego al checo Hernych por 6-2 y 6-3, para caer ante el sudafricano Godwin por 6-3 y 6-4. Fue el español que más lejos llegó.

Las semifinales las jugaron por un lado Godwin y el uzbeco Ogodorov, que un par de meses después se enfrentaría a España en Copa Davis (el equipo campeón de 2000 tuvo que jugar la promoción de 2001), con triunfo para el uzbeco por 7-6, 6-7 y 6-1, y por el otro Chela y un jugador ya coronado en El Espinar: Saulnier, el sorprendente ganador de la edición de 1999. El argentino ganó por 6-3 y 7-5, y en la final logró el primer triunfo para el tenis austral venciendo 6-2 y 6-3. Fue la primera victoria albi-celeste en Segovia, confirmando la fortaleza de la ‘Armada Austral’ que en aquellos tiempos empezaba a revelarse y que en la primera década del siglo XXI conocería una gran pujanza. Con Del Potro volverían a coronarse. Chela declaró tras vencer que quería entrar entre los 10 primeros. Él no lo lograría, pero otros compatriotas sí. Pero bastante mérito tuvo en recuperar una carrera que corrió grave peligro tras una

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sanción por ‘positivo’ que le acarreó una suspensión y caer más allá del 800 de la ATP.El tenis español no había estado muy brillante pero había cantera. El Campeonato Cadete de Castilla y León lo había ganado un chaval llamado Nicolás Almagro.

El Espinar había conseguido capear con bastante éxito las mil novedades de 2001. Pedro Muñoz consideraba como uno de los grandes éxitos del torneo que se hubiera llegado a ese momento de evolución sin perder la perspectiva de los fines que se per-seguían porque “sin dinero no se puede hacer un torneo. Pero solamente con dinero, tampoco”. El dinero, sin embargo, es la medida de casi todas las cosas en el mundo moderno y de hecho ese año se realizó la primera cuantificación del impacto eco-nómico de la imagen del Open Castilla y León: es decir, saber cuánto costaría como publicidad todos los espacios en medios conquistados por el torneo. La empresa OCS Media dio la cifra de 4,06 millones de euros, contando prensa, radio y televisión. El Espinar ya producía su propia señal de TV, que distribuía junto a otro tipo de conteni-dos en labor dirigida por otro histórico del torneo como Jesús Martínez, que llegaría a director de El Adelantado de Segovia, diario oficial del evento y que aquel año fue homenajeado al llegar a su centenario, acto que se unió al 125 aniversario de Caja Segovia, otro de los pilares del torneo. Televisión Española pasó a ofrecer cada día un partido en directo.

En 2002, después de mucho tiempo intentándolo, volvió a las pistas espinariegas ‘Pato’ Clavet, aunque ya pensando más en un adiós al tenis que en más éxitos. Volvían con él Feliciano López y Joan Balcells, y se incorporaba otra promesa, el madrileño Fernan-do Verdasco. Los franceses buscaban reverdecer laureles con dos jóvenes, Carraz y Mutis, y un ilustrísimo veterano: Cedric Pioline, subcampeón de Wimbledon y quinto del mundo. Magnus Larsson, que también estuvo entre los diez primeros del mundo, y dos jóvenes prometedores jugadores como Vladimir Voltchkov –no mucho más tar-de daría a España un serio disgusto en Copa Davis- o el argentino Juan Mónaco daban lustre al cuadro.

Fernando Verdasco, 177 de la ATP a la sazón, que a sus 18 años se acababa de procla-mar campeón de España, estuvo a punto de ser el único protagonista. Empezó su-perando a Tomas Zib por 7-6, 4-6 y 6-3. Siguió sorprendiendo a Pioline por 6-2, 1-6 y 7-6, pasó a cuartos batiendo a un ‘Tati’ Rascón que en la madurez vivía sus mejores momentos por un doble 7-6 y llegó a su primera final profesional batiendo a Voltchkov

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por 7-5, 5-7 y 6-4 en un partido que confesó que llegó a dar por perdido porque sufría fuertes dolores en una pierna que pensaba que le llevarían a abandonar. Aguantó y se impuso. Un cuadro, como vemos, nada fácil en cuanto a nombres y tampoco en cuanto a partidos, y que fue muestra clara de lo que del joven jugador madrileño se podía esperar. Lo malo fue que de resultas del mismo castigó mucho su joven físico –habría que esperar para verle convertido en el poderoso jugador que es en nuestros días- y a la final ante el galo Olivier Mutis llegó lesionado. Los médicos, incluso, le desaconsejaron jugar, pero la ilusión fue más fuerte. Salió a la pista pero allí Mutis estuvo mejor y le venció por 6-4 6-2.

Mutis había sido también quien había puesto fin a la carrera profesional de Sergi Bruguera. El bicampeón de Roland Garros había empezado derrotando a Javier Fo-ronda por 7-6 y 6-4 y después al croata Lovro Zovko por 6-2 y 6-3. Contra Mutis jugó los cuartos de final. Perdió la primera manga y en la segunda salvó tres bolas de partido antes de caer por 6-4 y 7-5 en un digno punto final a la carrera de gran campeón que fue. Mutis también había dejado fuera en la segunda ronda a Feliciano López por 6-3 y 6-4 y luego en semifinales puso fuera de combate a su compatriota Carraz por 4-6, 6-3 y 6-2. Tras recoger el trofeo se declaró emocionado por unir su nombre a la lista de grandes jugadores franceses que habían ganado en El Espinar.

Ya empezaba a ser costumbre que El Espinar presentara cada año sobre las pistas a una estrella de primerísimo magnitud. En 2003 habría dos. Si el año anterior había sido Sergi Bruguera quien había puesto fin en Segovia a su histórica carrera, en la siguiente edición el adiós correspondería a otro de los jugadores capitales del torneo: Francisco ‘Pato’ Clavet, presente casi todos los años desde la primera edición y que a sus 34 años colgaba la raqueta tras una carrera en la que había llegado al decimocta-vo lugar y había ganado ocho torneos. Ninguno de ellos, sin embargo, había sido El Espinar en su modalidad individual –sí en dobles- y eso que fue el tenista que más lo intentó. Su paso por El Espinar tuvo por lo tanto dos partes: su paso por el torneo pro-piamente dicho, y su homenaje, un homenaje en el que estuvieron todos los suyos y muy especialmente su hermano ‘Pepo’ y con él ‘Pato’ Álvarez, su primer entrenador, Manuel Santana, el capitán que le hizo debutar en Copa Davis siendo ya veterano, Pedro Muñoz, que tanto significó en su carrera, familiares, amigos… Un encuentro de dobles entre ‘Pato’ y ‘Pepo’ contra Emilio Sánchez Vicario y Sergio Casal permitió a todos recordar aquellas grandes tardes de tenis de los años 80. Si en el tenis las cami-

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setas fueran numeradas, sin duda el dorsal de ‘Pato’ hubiera sido retirado y colgado en lugar preferente de la nueva Central. Como no lo llevan, se le regaló una camiseta del Atlético de Madrid, el club de fútbol de sus amores, con un ‘8’ a la espalda, como el número de torneos que ganó. Y ambos, por cierto, jugaron el torneo oficial de dobles, llegando a las semifinales.

No todo, sin embargo, iba a ser nostalgia y homenaje al pasado. La edición del año 2003 iba a estar precisamente centrada en el futuro y de hecho se consiguió que las tres promesas más firmes del tenis español fueran quienes lideraran la lista de cabe-zas de serie. En el número tres de la lista estaría, otra vez, Fernando Verdasco. En el segundo, de nuevo Feliciano López y en el primero, un chaval de 17 años, debutante en El Espinar: Rafael Nadal.

En aquel verano de 2003, todo el mundo hablaba de Rafael Nadal. En el año 2000 había sido quien había portado la bandera española en la final de la Copa Davis ante Austra-lia y tres años más tarde ya se daba por descontado su pronto debut en la competición profesional. En aquellos momentos hacía sus primeras armas profesionales, alter-nando los circuitos ATP y Challenger, en éste se había impuesto en Barletta como última referencia, y en la ATP llegaba del torneo croata de Umag, donde había llegado a las semifinales y, en dobles, había ganado el título junto a Álex López Morón. La organización espinariega había echado el resto intentando contar con su presencia y Rafa respondió con prontitud. Un par de meses antes de la celebración del torneo ya se pudo anunciar que Rafael Nadal jugaría en El Espinar.

Y su presencia significó un nuevo empujón a la proyección de un torneo cuya imagen mediática seguía creciendo por un doble motivo: porque desde la organización se tra-bajaba mucho para que todo lo que se hacía fuera conocido –ese año, por ejemplo, se creó el boletín digital- y porque, como dijo Pedro Muñoz, “El Espinar nunca defrau-da”. La valoración de la imagen de El Espinar llegaba ya a los cinco millones de euros. Hacía, además, ya varias temporadas que el torneo producía su propio “merchandi-sing”, en forma de camisetas, gorras y demás adminículos deportivos, en costumbre solamente propia de los grandes eventos. En aquellos días de julio y agosto de 2003 en los que España sudaba bajo los efectos de una intensísima ola de calor fueron milla-res los espectadores que acudieron a El Espinar no solamente al reclamo de Nadal, Verdasco y Feliciano, sino también al de un cuadro plagado de nombres de jóvenes

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con futuro: el colombiano Falla, el francés Mahut, el luxemburgués Gilles Muller o un británico del que también se hablaban maravillas, aunque no tantas como de Ra-fael Nadal: Andy Murray. En el apartado de nombres clásicos podíamos encontrar a Pescosolido, Prinosil, Bachelot o Joachim Johansson, con Viloca, Platel o Quino Muñoz por parte española.

El favorito no defraudó. Nadal partía como segundo cabeza de serie, se acabó llevan-do el título y en todos quienes lo vieron quedó la impresión de que estaban viendo al tenista del futuro. No es que en la pista la diferencia por la que ganaba sus partidos fuera demasiado abrumadora, sino que sus evoluciones sobre el cemento parecían tener una lógica diferente, un esquema táctico superior, una velocidad fuera del al-cance de sus rivales… Pocas veces se habrá visto un aval tan evidente a esa tesis que afirma que el tenis es un deporte ‘de niveles’: Rafael Nadal estaba a un nivel distinto y superior al de sus adversarios, y se notaba. Empezó venciendo a Robin Vik 6-3, 4-6 y 6-2. Luego superó por 7-5 y 6-3 al italiano Dell’Acqua. En cuartos eliminó a otra firme promesa, Gilles Muller, por 2-6, 7-5 y 6-3. En semifinales superó al australiano Baccanello por 7-6 y 6-4 y se llevó el título derrotando por 6-2 y 7-6 al checo Tomas Zib en 99 minutos de partido. Sobre el papel, como decimos, los resultados no llaman la atención, pero había que verlo sobre la pista.

Rafael Nadal parecía el más tranquilo de todos en relación al impacto que provocaba. En una muy concurrida rueda de prensa tras el partido manifestó que “he subido rápido pero no significa mucho. Puedes ganar mucho y rápido, y luego dejar de progresar”.

A la sombra de Nadal sucedieron muchas cosas. En la primera ronda se jugó un parti-do que poco tiempo después no extrañaría verlo en finales de los más grandes torneos: el que enfrentó a Fernando Verdasco y Andy Murray. El joven madrileño superó al prometedor escocés por 6-4 y 6-3. Luego le superaría el australiano Baccanello en la segunda ronda. Feliciano López tampoco llegó más allá de la segunda ronda. Tuvo que retirarse ante el colombiano Alejandro Falla aquejado de dolores en el antebrazo. El francés Mahut, que sería fiel durante mucho tiempo a El Espinar, le ganó a Clavet su último partido en el torneo por 6-3, 0-6 y 6-4 en los cuartos de final. En semifina-les perdería con Zib por 6-4 y 7-6. Pero, como decimos, todo eso pasó a la sombra de Nadal. Quizá era la primera vez que una promesa tenística pasaba a convertirse en favorito del ‘gran público’, porque la repercusión del triunfo de Nadal fue enorme,

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como anticipo de lo que no mucho después significaría su figura. John McEnroe ha-bía dicho de él que en un año sería ‘top ten’. Y si en 2004 no se hubiera lesionado, ‘Supermac’ hubiera acertado.

Pero pese a ello, el torneo volvió a vivir días tormentosos en el aspecto organizativo. A despecho de su enorme repercusión, de que volviera a haber centenares de niños en el ‘clinic’ que al pie del Acueducto impartieron Feliciano López, que por cierto llegaba de jugar los octavos de final de Wimbledon, y Fernando Verdasco o de que se firmara un nuevo acuerdo de colaboración con Televisión Española y Eurosport, volvió a haber problemas para allegar recursos. Problemas que en esta ocasión se solventaron con menos incertidumbre que en otras ocasiones porque el prestigio de El Espinar y su papel como elemento dinamizador de su zona geográfica y de difusor de la imagen de Castilla y León ya estaba suficientemente asentado. Juan Vicente Herrera, presidente de la Junta de Castilla y León, renovó la confianza de la institución en el torneo. La Consejera del ramo, Silvia Clemente, fue la encar-gada de firmar un gran acuerdo por el cual se garantizaba el apoyo de la Junta de Castilla y León al Torneo asegurando su futuro más inmediato, mientras que David Rubio, nuevo Alcalde de El Espinar, declaraba que “el municipio hace un esfuerzo importante, pero está bien empleado dada la imagen de este evento como trampolín de la villa”. Finalmente Iberdrola, patrocinador principal, renovó por un año más y Javier Martínez recordaba que la promoción del torneo redundaba en la imagen de Castilla y León. La ATP volvió a dar la máxima calificación pero en la mente de to-dos estaba la línea de actuación que había que seguir para mantener el crecimiento constante del torneo.

Una de esas líneas era no ir nunca a remolque de los acontecimientos sino, más bien, llevar la iniciativa. Por eso en el invierno de 2003 Pedro Muñoz y Javier Martínez via-jaron a Montecarlo para presentar a la ATP la idea, ya madurada, del Masters Cha-llenger. El organismo rector acogió favorablemente la iniciativa a expensas, claro, de poder llevar a cabo la realización práctica, para la que el problema fundamental es uno eterno del circuito ATP: las fechas. Más a corto plazo, la idea de evolución pasaba por dotar a la nueva Central de graderío e instalaciones permanentes, como vestua-rios y otras dependencias. También serían necesarias más pistas que las cuatro exis-tentes para poder cumplir el sueño de la disputa de un torneo femenino simultáneo al masculino.

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Pero esos proyectos eran a largo plazo. El empeño más inmediato era asegurar la disputa de la edición 2004, un año olímpico que obligó a adelantar una semana las fechas y en el que el reto era mantener el nivel de seguimiento mediático al que dio lugar la excelente edición de 2004. Nadal, lesionado, no estaba disponible. Feliciano y Verdasco habían abandonado temporalmente la órbita de El Espinar. Pero el torneo volvió a reunir un envidiable plantel que concitó el interés de los 400 medios de comu-nicación de todos los ámbitos que se congregaron en torno al evento. Francia, fuera del palmarés en las últimas ediciones, iba a volver a tomar la iniciativa. A última hora se cayó del cuadro Richard Gasquet, al que en la época se vendía como el ‘anti Nadal’ o el jugador que podía discutirle a Rafa la categoría de mayor promesa del tenis, pero estuvieron en el cuadro Mahut, Mathieu y Dupuis. El tenis español presentaba a unos veteranos como Portas, campeón de Hamburgo y subcampeón del Godó, o Fernando Vicente, el compañero de generación de Carlos Moyá, junto a jóvenes prometedores como Iván Navarro, Guillermo García López o Albert Montañés, segundo favorito. El primero era el eslovaco Karol Kucera, que se presentaba con el aval de un sexto pues-to ATP y ocho torneos ganados, aparte de su fama de ser un jugador de desbordante clase. Montañés era el segundo favorito, Dupuis el tercero y Mathieu el cuarto.

Kucera no llegó demasiado lejos: le dejó fuera Baccanello, un australiano que a lo largo de los años creó una verdadera ‘barra’ de incondicionales en El Espinar, por 6-7, 6-4 y 6-2 en la primera ronda. Montañés dijo adiós en el día inicial también, por 6-2 y 6-3 ante Mahut, mientras a Dupuis le dejó fuera el ‘aussie’ Luczak en la segunda ronda. Los galos, como decimos, tomaron la iniciativa y en la final se plantaron Mathieu y Mahut. El primero, tras dejar fuera en semifinales al último superviviente español, Iván Nava-rro, por 7-6 y 7-6. El segundo venciendo a Voltchkov por 6-4 y 6-4. En la final, Mathieu superó a su rival por 6-7, 6-4 y 6-4, demostrando que el galardón de mejor debutante del año con que le distinguió la ATP en 2002 era merecido. El año anterior había disputado con Francia la final de la Copa Davis ante Rusia, si bien había perdido sus dos partidos. Las lesiones le han impedido, por el momento, asaltar los primeros puestos del ránking mundial. Mahut, por su parte, sigue con su carrera de jugador sólido y voluntarioso no exento de calidad, es ‘top 100’ y visita con asiduidad El Espinar.

En la edición de 2005 la Copa Davis volvería a recibir a los visitantes de la Estación de El Espinar pero con un especial detalle emotivo: en el encuentro de primera ronda de 2004 disputado en la República Checa, sobre pista sintética, España debió presentar

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una formación que entonces se entendió de circunstancias, con el peso depositado en los hombros de las promesas Rafael Nadal, Feliciano López y FernandoVerdasco. Los chavales se hicieron allí mayores y consiguieron el primer triunfo para España en ese tipo de superficie en muchísimo tiempo, y además ante un rival sumamente compe-tente. En El Espinar se consideró ese triunfo un poco como propio.

Así, la edición de 2005, la del XX Aniversario, no pudo tener mejor prólogo, al que se sumó que Pedro Muñoz visitaba el torneo también como presidente de la Real Fede-ración Española de Tenis. Su paso por la Federación de Tenis de Madrid dio lugar al programa ‘El Tenis español, un proyecto común’, que en el invierno de 2004 consiguió aglutinar en torno a sí a la gran mayoría de nuestro tenis y así ganar las elecciones a la presidencia de la RFET. El modelo y las formas de hacer nacidas en El Espinar eran ahora las que iban a dirigir el desarrollo de todo el tenis español. La esperanza y el empeño de todos era que los resultados fueran los mismos.

La lista de favoritos estuvo encabezada por otro jugador de renombre, Fabrice Santoro, pero quizá fuera esta edición la que conociera la mayor sorpresa, porque el torneo se lo llevó un jugador alemán semidesconocido y procedente de la previa, Michael Berrer, que se impuso a un cuadro en el que además del jugador nacido en Tahití estaban la promesa italiana Bracciali, el sólido Schuettler, el persistente Dupuis, un Kucera que volvió para hacerse perdonar su temprana derrota del año anterior –y además dirigió el ‘clinic’ del Acueducto- y como líderes españoles, Santiago Ventura y Fernando Vi-cente, amén de promesas como Marcel Granollers Pujol o veteranos como Álex Cala-trava, sobrino además del famoso arquitecto Santiago Calatrava. Berrer, en realidad, no es que fuera un tenista mediocre sino que pese a su edad, 24 años, estaba casi en el comienzo de su carrera ya que en su día la interrumpió para completar sus estudios universitarios. A la sazón estaba bastante más abajo del puesto 200 del mundo, pero cinco años después era todo un ‘top 50’. Berrer empezó superando a Stakhovsky, que hacía sus primeras armas en El Espinar y luego daría que hablar, siguió con Kucera (6-3, 3-6 y 6-4), con Schuettler (2-6, 6-4 y 7-5) y con Bracciali, 7-5 y 7-5. Su rival en la final fue uno de los favoritos pero el último de la lista, el taiwanés Yeu-Tzoo Wang, apodado por los españoles como ‘Juanito’ y que dio lugar a una cierta inquietud organizativa ya que la pujante República Popular China y la de Taiwan, formada a raíz de la guerra civil que se mantuvo en aquel país, no mantienen relaciones. De rebote, España tampoco las mantiene con Taiwan (que sigue llamándose a sí misma República de China) y había

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por tanto ciertas dificultades para conseguir bandera e himno para la final, al margen del hecho de que China pudiera protestar por la exhibición de estos símbolos. Final-mente, ‘Juanito’ compareció bajo bandera olímpica y le puso las cosas muy difíciles a Berrer, que sin embargo ganó por 7-5, 6-7 y 6-1.

Los españoles no estuvieron especialmente brillantes en individuales pero se resar-cieron en parte con los dobles, ganados por Marcel Granollers y Álex López Morón, ya veterano pero que seguía desempeñando con competencia las funciones de ‘intro-ductor’ en el circuito de muchas promesas. Con Nadal también ganó dobles. Precisa-mente el de Umag, previo a El Espinar. Participó también Arvind Parmar, británico de origen indio que tuvo un fugaz momento de gloria en Wimbledon cuando Anna Kournikova le propuso jugar en dobles y él declinó alegando que se había comprome-tido previamente con otra pareja. Los tabloides le calificaron como “el único hombre que dice no a Kournikova”.

Aquel año la organización dio un nuevo empuje al carácter social del torneo con la creación del Open en Silla de Ruedas y la potenciación de los ‘clinics’, a los que asistie-ron más de 2.000 niños. Donantes de sangre hubo, exactamente, 166. Al año siguiente habría 218. El torneo no perdía su alma. Un nuevo proyecto se sumaba a largo plazo: dar el salto al circuito principal ATP pero, eso sí, sólo en caso de que se pudieran ase-gurar las fechas tradicionales del torneo, entre julio y agosto.

Pero de acuerdo a lo que había sido la historia del Open Castilla y León podía conside-rarse que 2005 había sido un año relajado. Por eso 2006 fue otra de las ediciones en las que las novedades y los acontecimientos deportivos se sucedieron sin pausa. La pri-mera fue un nuevo reconocimiento a una labor que ya se llevaba más de dos décadas realizando con la concesión al Open Castilla y León por parte del Consejo Superior de Deportes de la Real Orden del Mérito Deportivo “por su brillante trayectoria deporti-va y la proyección que realiza del deporte español”. Las siguientes fueron organizati-vas y significativas: la Pista Central se dotó de iluminación para poder disputar sesio-nes nocturnas, y entre los primeros que las jugarían estarían un Fernando Verdasco que volvía para, según dijo “ser fiel al torneo que me lanzó, y al que tengo un cariño especial”, un Rainer Schuettler, ya subcampeón del Open de Australia, que repetía de nuevo, ‘Juanito’ una vez más, Albert Montañés, el ecuatoriano Nicolás Lapentti, jugador de gran elegancia, amigo y rival de la ‘Armada’ y sexto ATP; Michel Llodra

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que empezaba a despuntar como gran doblista; Filip Prpic, el hijo de Goran Prpic, la nueva generación española representada por Adrián Menéndez o Gorka Fraile, clá-sicos como Quino Muñoz o Fernando Vicente… y un altísimo chaval argentino de 17 años y que rondaba el puesto 130 ATP, Juan Martín del Potro.

A la presentación de este año concurrió Emilio Sánchez Vicario, como capitán de Copa Davis. El torneo en el que él se cambiaba entre dos coches veinte años antes se había con-vertido en un evento de 600.000 euros de presupuesto, en el que colaboraban 400 personas y al que iban a asistir 20.000 espectadores. Pero, con todo, lo que había en el fondo seguía siendo lo mismo: amor al tenis y al trabajo bien hecho. Javier Martínez comentó “Son torneos de este tipo la base de la pirámide de tenis. Lo que da vida a este deporte”.

Y el espectáculo sobre la pista volvió a ser impresionante. Fernando Verdasco vol-vía, según confesión propia, con la espina clavada de la final que perdió cuatro años antes y tuvo un excepcional rendimiento pero tropezó con otro jugador dispuesto a comerse el mundo lo antes posible. El tenista madrileño venció a Uros Vico por 6-0 y 6-2 y al mexicano Santiago González por 6-1, 5-7 y 6-4, pero en cuartos tropezó con Juan Martín del Potro y, en un épico encuentro de sesión nocturna que acabó casi de madrugada, el argentino descabezó al torneo de su primer favorito venciéndole por 6-7 (3), 6-2 y 7-6 (8). Más allá de su impresionante planta, quienes vieron ese partido comprendieron por sus ganas de ganar y, también, por la forma de manejar sus casi dos metros de altura, que ahí había un tenista de muchos kilates. Pronto lo demos-traría, afianzándose entre los diez primeros del mundo. Después, pasó a la final tras vencer al belga Dick Norman por 6-1, 3-6 y 7-5. Un duelo de hombres altos, porque si ‘Delpo’ medía 1,98, el hombre que retiró a Edberg –ganándole en Wimbledon- y volvía a El Espinar después de muchos años llegaba a los 2,03.

Por la zona baja del cuadro, las semifinales enfrentaron a Lapentti y a Benjamín Bec-ker, quien ganará a Agassi su último partido en el US Open. Sorpresa, porque la po-tencia del alemán se impuso a la clase del ecuatoriano. Benjamín, que declararía –un tanto irónicamente-que sentía una enorme presión por ser alemán, tenista y llamarse Becker, había dado sus primeros pasos en el circuito ATP tras una larga trayectoria en challengers y no le había ido muy bien, pero a partir de su final en El Espinar inició un ascenso que le llevaría a asentarse en la zona alta de los ‘top 100’. Final solamente, porque el título se lo llevó Del Potro venciéndole, no sin dura lucha, por 6-4, 5-7 y 6-4.

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La anécdota llegó en la final de dobles. En ella se enfrentaban los australianos Bacca-nello y Guccione con los suecos Prpic y Landsberg. Las dos parejas habían dedicado los ratos libres entre partido y partido a confraternizar con el público, asistiendo a las fiestas de El Espinar y aprendiendo, se dice, hasta a jugar al mus. La final de dobles, en correspondencia, registró un lleno absoluto con la mitad de la grada volcada con cada pareja en medio de un ambiente de fiesta y colorido con el que suele verse el Open de Australia. Ganaron los australianos, como decimos, por 6-3 y 7-6. Y lo cele-braron con el público, claro.

E intentando sacarse la espina volvió Verdasco a El Espinar en 2007. De nuevo como primer cabeza de serie para hacer frente a un cuadro en el que le seguían Olivier Ro-chus, Guccione, Iván Navarro, Dick Norman, Fernando Vicente, Rainer Schuettler y el marroquí El Ayanoui, que debutaba en Segovia. Casi, como vemos, una reedición de la edición de 2008, pero sin Del Potro. Y en esta ocasión sí reinó la lógica porque Verdasco consiguió al fin proclamarse campeón en El Espinar al término de un torneo modélico, en el que no cedió un solo set y derrotó en las semifinales a Guccione por 7-5 y 6-4 y en la final a otro australiano, Alun Jones, por 6-2 y 6-4. Jones había derrotado en la otra se-mifinal al serbio Dusan Vemic por 6-1 y 7-5, lo que evidencia un torneo muy movido en cuanto a las sorpresas, salvo por parte del primer favorito. Menos Verdasco, tampoco los tenistas españoles no anduvieron muy lucidos. Sólo Guillermo Alcaide acompañó a Verdasco a cuartos de final, cediendo ante Jones. Tomeu Salva, amigo y compañero de entrenamientos de Rafael Nadal, se quedó en la segunda ronda.

En los dobles, triunfo de una pareja simbólica: el indio Rohan Bopanna y el pakistaní Aisam Ul-Haq el Qureshi se llevaron el título, siendo ambos representantes de países en eternas malas relaciones.

Pero la edición de este año rompió fronteras gracias a la iniciativa promocional que dio el pistoletazo de salida al torneo: un simbólico partido entre Verdasco e Iván Navarro con el Acueducto de Segovia como red: 119 televisiones de todo el mundo emitieron imágenes del hermanamiento entre la actualidad deportiva y la antigüedad romana. El Espinar se convirtió, además, en productor de señal televisiva, dando un paso adelante desde la producción de contenidos que llevaba años realizando. Además de la cobertura básica de Televisión Española, 26 televisiones nacionales y autonómicas y 21 emisoras internacio-nales emitieron imágenes del torneo. Los 31 partidos fueron transmitidos en directo.

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Y el éxito de la iniciativa animó a buscarle una nueva versión para el año próximo con, además, una enorme carga simbólica y solidaria. 2008 era el año de la conmemoración del bicentenario de la Guerra de la Independencia, que enfrentó a España y Francia. Como apertura del torneo se disputó otro partido simbólico entre el español Marcel Granollers y el francés Jerome Chardy en una pista instalada para la ocasión en la terraza superior de la torre de Juan II del Alcázar de Segovia. Los tenistas, con escolta de uniformados a la manera de la época napoleónica, subieron a la torre y jugaron en símbolo del actual hermanamiento entre España y Francia y, secundariamente, de El Espinar y Francia, cuyo tenis es uno de los que más se ha distinguido a lo largo de la historia del torneo. Imágenes que también dieron la vuelta al mundo.

Una vez conseguida la excelencia deportiva, el Open Castilla y León volvió a volcarse en la solidaridad. Se creó el Open Solidario, destinado a recaudar fondos para ONGS que realicen actividades de solidaridad internacional, siendo los primeros fondos do-nados para la compra de antibióticos en Camerún y para ayuda alimentaria a Benin. Ya llevaban tiempo donándose también las dotaciones económicas de los premios re-cibidos. Pedro Muñoz hablaba de la función social del tenis y se trataba de dejar claro que tal intención no se quedaba en palabras.

Sobre la pista el tenis español se volvió a quedar lejos de la victoria, premiada a partir de este año con una nueva obra de arte creada por el Centro Nacional del Vidrio. El que más cerca se quedó de ella fue Iván Navarro, frenado por el ucraniano Sergiy Stakhovsky en las semifinales y que se acabaría llevando el título tras superar al brasileño Thiago Alves por 7-5 y 7-6. Justo premio para un jugador que tras varios años de frecuentar las pistas de la Estación, pasando a duras penas de la primera ronda, conseguía al fin jugar un torneo a buen nivel y ganar sin ceder un set. El público, quizá, se decantó más por otros jugadores. El mismo Alves, un jugador que, salvando las distancias, recordaba al gran ‘Guga’ Kuerten se llevó más aplausos; el holandés Jesse Huta Galung gozó también de gran popularidad entre el público y, entre otros méritos, batió al segundo preclasificado, Marcel Granollers, en octavos de final. Segundo favorito que en realidad era el primero porque una inoportuna lesión obligó a retirarse al primera cabeza de serie, Albert Mon-tañés. También había expectación por ver desenvolverse a Georgi Dimitrov, campeón junior de Wimbledon como Roger Federer, y que llegaba avalado por un viejo conocido muy especial: William ‘Pato’ Álvarez. Guillermo García López le derrotó por 6-2 y 6-1. Después venció a Gilles Muller 7-6 y 6-2, cediendo en cuartos ante Alves por 2-6, 6-3 y 6-4.

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2009, sería un gran año para el Torneo: cumplía 24 años. Como suele decirse, rodeado por el cariño de los suyos. Como en prácticamente todo el mundo, 2009 fue también para el tenis el año de la crisis pero en El Espinar se resistieron sus embates a base de espíritu de colaboración. Al menos, la posición alcanzada gracias a la labor realizada a lo largo de todas las anteriores ediciones era sólida: 3.000 minutos de televisión se habían transmitido de la edición de 2008 en todo el mundo. Javier Martínez, director del torneo, señalaba que había que encontrar la fórmula de conseguir que el torneo, incluso más allá de su influencia y huella, superase los nueve días de su disputa.

Una vez más, la Copa Davis recibió en 2009 a los visitantes de El Espinar: la había ga-nado el año anterior España en Argentina con un equipo en el que figuraban muchos amigos de El Espinar, empezando por el capitán, Emilio Sánchez Vicario, y siguiendo por Fernando Verdasco, que ganó el punto decisivo. La presentación al mundo del torneo volvió a ser imaginativa y tener al Acueducto como escenario: la Copa fue escoltada por una cohorte de soldados romanos, que la custodiaron durante su exhi-bición al público a los pies de los arcos milenarios. Antes, también, del campeonato, el Comité Olímpico Español le impuso su insignia de oro a Pedro Muñoz, al igual que un año antes le había entregado al torneo una placa conmemorativa en reconocimiento de su labor. El público también volvió a respondeer y, de hecho, la edición 2009 quedó entre las más exitosas de cuantas se habían disputado.

Y también lo fue deportivamente. La organización consiguió atraer a otro jugador de primera línea mundial y que tenía con el Open Castilla y León la cuenta pendiente de no haber conseguido ganarlo: Feliciano López. El campeón de la Copa Davis estuvo en las pistas de la Estación y dejó clara su voluntad de ganar porque desde luego que ninguno de sus rivales se lo puso fácil. Entre ellos quizá el jugador francés más per-sistente en unir su nombre al de sus compatriotas campeones, pero que hasta la fecha no lo ha conseguido: Nicolás Mahut, que obligó a ‘Feli’ a llevar el marcador hasta un 4-6, 7-6 y 7-6 en las semifinales para ganarle. Antes el español había superado al suizo Bohli, al ucraniano Marchenko, y a Iván Navarro en su nuevo intento de conquistar el mejor Challenger del mundo.

A diferencia de ediciones anteriores, en 2009 los tenistas españoles sí tuvieron prota-gonismo y no solamente por el triunfo de Feliciano. A la otra semifinal llegó Marcel Granollers pero en ella, pese a ser favorito, se vio sorprendido por otro galo, cómo no:

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Adrián Mandarino, que entre otros había batido en cuartos al joven Roberto Bautista por 6-1 y 7-5. Feliciano jugó la final casi con un pie en el avión que debía llevarle al Mas-ters 1.000 de Toronto. En teoría era favorito en aquella lucha de zurdos: el 31 del mundo contra el 116, con todo el público a favor, y siendo un gran sacador como él es, a más de 1.000 metros de altura y en pista dura, pero todos los partidos hay que jugarlos y más en el tenis, que es un mundo de sorpresas. Feliciano, sin embargo, dio poco margen a la in-certidumbre porque hizo funcionar su servicio con efectividad y regularidad, ganando por 6-4 y 6-3. Mahut pudo consolidarse con los dobles que ganó junto a su compatriota Roger, frente a Stakhovsky y el croata Zovko. Un año después el francés saltó a las primeras páginas de toda la prensa mundial, deportiva y no deportiva, al protagonizar junto al estadounidense John Isner el partido más largo de la historia del tenis. En Wimbledon, ambos jugadores se mantuvieron más de once horas sobre la pista y en el último set, Nicolás perdió por un increíble 68-70 después de conectar más de cien ‘aces’. Lástima que su primer gran momento de gloria –robaron protagonismo al mismísimo Mundial de fútbol- no se viera coronado por una victoria.

En esta edición la Federación Internacional de Tenis (ITF) y la Asociación de Tenistas Internacionales ATP galardonaron al Torneo con el título oficial de “Mejor Torneo Challenger del Mundo 2009”. El Espinar fue el mejor entre 162 Torneos celebrados en 47 países de los cinco continentes.

Este ha sido el último partido jugado en El Espinar, en puertas de sus bodas de plata, y esta es una historia que no termina aquí. En la mente de todos quienes hacen el torneo siguen bullendo las ideas. Los viejos proyectos, a veces pospuestos en su ejecu-ción tanto por las exigencias de las necesidades inmediatas como por la necesidad de su correcta y sólida ejecución, siguen vigentes: la construcción de instalaciones per-manentes en torno a la Pista Central, la ampliación de las pistas para poder acoger el deseado torneo femenino, el viejo proyecto del Masters Challenger, o el salto a la ATP cuando se den todas las condiciones oportunas para que la nueva situación redunde en la consolidación del torneo y no ponga en cuestión su continuidad.

El Open Castilla y León, el torneo de El Espinar, cumple ahora sus Bodas de Plata y ha entrado en su segundo siglo de existencia. Se empezó hace 25 años con una pista junto a un estercolero. Hoy existe un complejo tenístico de máximo nivel, al servicio de todos los habitantes de la comarca espinariega, una imagen que se proyecta sobre toda

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Castilla y León y sobre toda España. Y ante todo existe una gran familia que, como el primer día, tiene como única intención servir al torneo, no servirse de él, y convertirlo en algo que sea cada vez más grande deportivamente, pero que jamás despegue sus pies del suelo, que no pierda su alma ni se olvide de dónde salió y de dónde se nutrió.

Han sido, hasta ahora, 25 años de duro trabajo pero también de éxitos y satisfaccio-nes. Nadie, hasta ahora, ha demostrado que exista manera fiable de conocer el futuro y por lo tanto tampoco es posible saber qué le depararán al torneo de El Espinar los años por venir. La historia, al menos, nos permite estudiar hechos y situaciones similares y establecer, si queremos, paralelismos. Y la historia del tenis nos enseña que algo más de cien años antes que los vecinos de El Espinar decidieran montar un torneo de tenis, allá en Londres unos súbditos de Su Graciosa Majestad británica, con medios similares y la misma ilusión, decidieron poner en marcha otro. Ciento treinta y tres años después, allí sigue. Vayan a Londres, pregunten por Wimbledon y les da-rán razón. Y si allí lo consiguieron ¿Por qué en El Espinar no va a haber torneo hasta el siglo XXII, o XXIII, o qué se yo? En el fondo, el secreto puede ser crear un torneo especial, un torneo con alma, y El Espinar la tiene.

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2sus gentes

Dijo en cierta ocasión Pedro Muñoz, ya con el Open Castilla y León bien asentado y muchos años de historia, que “en este torneo hemos formado hasta a los espectado-res”. La frase puede parecer exagerada y probablemente sea una de esas pequeñas jactancias que todos nos concedemos en instantes de satisfacción, pero no deja de ser denotativa del hecho de que El Espinar es un torneo hecho por y para personas, y que por tanto es en ellas donde hay que buscar la explicación de por qué el torneo es lo que es. Hace años el famoso entrenador gimnasta Bela Karoly pronunció, aludiendo a sus métodos de trabajo, una frase que puede ser considerada como una máxima universal: “Hay dos formas de hacer las cosas: con dinero, o con trabajo. Si no tienes dinero, trabaja”. Ya hemos visto antes como el dinero nunca ha sobrado en El Espi-nar, de tal forma que sus mayores capitales han sido siempre la labor y el compromiso de su elemento humano.

Hemos pasado ya revista a algunos de los nombres claves en el desarrollo del tor-neo pero la citada lista era escasa. En realidad, todas las listas que se puedan hacer sobre las gentes de El Espinar a lo largo de este cuarto de siglo son obligadamente escasas. Hay personajes con nombre propio, por razón de su aportación o de su car-go, pero también hay muchísimos más anónimos. “Sin un buen equipo no se puede hacer un torneo de estas dimensiones”, dijo en su día también Pedro Muñoz. Y en ese equipo están todos, desde quienes planifican, aparecen en el organigrama, ocupan un despacho oficial o incluso juegan en la pista, a quienes están en un stand, en una entrada a la pista o al volante de un vehículo. Esta lista de gentes del torneo es, por tanto, incompleta e imperfecta. Recordemos la anécdota de aquel jugador sueco que en los muy primeros tiempos del torneo llegó, por aquellos azares de los horarios aéreos y los enlaces ferroviarios, a Segovia ya avanzada una noche anterior al inicio de torneo. Entendiéndose más o menos trabajosamente en inglés con los taxistas de la estación, preguntó por un torneo de tenis que, claro, en Segovia no había. Sin em-bargo, recordaron el torneo de El Espinar y allí le llevaron. Por el camino recogieron a dos caminantes que en aquella ya madrugada castellana andaban, vayan ustedes a saber por qué, paseándose junto a la carretera. Llegaron a El Espinar ya muy tarde

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–o temprano, según se mire- y claro, en las instalaciones no había nadie. Pero el caso fue que el jugador consiguió encontrar alojamiento y al día siguiente el torneo ya se hizo cargo de él.

Bueno, pues ese anónimo taxista segoviano fue también un miembro de la familia de El Espinar y colaborador del torneo. Y como él, muchos, empezando por los volunta-rios residentes en Río Moros que en 1986 recogían a los tenistas participantes en sus coches y les desplazaban desde las pistas a sus alojamientos, o a estaciones y aero-puertos y que lo mismo hacían frente a un roto que a un descosido en esos tiempos de la paleohistoria de torneo. Voluntarios que recibieron un sentido homenaje varios años después, cuando el Open Castilla y León dirigido en esos momentos por Javier Martínez, era una esplendorosa y consolidada realidad, pero que siguen siendo anó-nimos. Gentes que no tienen historia pero que la protagonizan.

En el equipo que puso en marcha la maquinaria que hoy en día es el mejor Cha-llenger del Mundo nos encontramos junto a Pedro Muñoz a nombres como el de Eugenio Frías, presidente de la empresa Spacio 2.000, que durante mucho tiempo se encargó del montaje de las instalaciones del torneo, que empezó manejando un presupuesto de 500.000 pesetas, que acabó con uno de 6 millones pero que contra viento y marea se mantuvo fiel a la cita bajo el lema por él expresado de que “esta-mos locos porque el torneo sea cada vez mayor y más importante”, y que fue uno de los primeros que dio con la clave: “En este torneo hay mucho más que trabajo y esfuerzo. Sobre todo hay cariño”.

Mario Naturalli fue otro de estos pioneros que durante mucho tiempo siguió vincula-do al torneo. Con el tiempo entrenó a otra de nuestras mejores promesas, Nacho Tru-yol, cuya carrera se truncó por una flagrante injusticia cuyo alcance sólo conocimos muchos años después, cuando André Agassi confesó su positivo oculto. Malaquías del Pozo no perteneció nunca al equipo organizador del torneo pero siempre estuvo a su lado como el hombre encargado de asegurar el apoyo de una de las empresas capi-tales para la supervivencia y consolidación del torneo: Caja Segovia. Desde los diver-sos puestos que ocupó en la entidad (Jefe de comunicación, de desarrollo…) siempre estuvo del lado de las necesidades del torneo, convencido de su valor como motor de desarrollo de la actividad económica espinariega, segoviana y castellana. “Esto no es un torneo de tenis sino algo más. De este esfuerzo se beneficia Segovia”, solía decir.

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sus gENTEs

Segovia y toda Castilla y León empezando, naturalmente, por El Espinar, la sede del tor-neo. A lo largo de la historia del torneo ha sido capital el apoyo del Ayuntamiento de El Espinar, a través de sus sucesivos alcaldes. Cronológicamente, el primero que tuvo rela-ción con el torneo fue Antonio López, seguido de Jesús Olmos, que fue el alcalde que aceptó la cesión del 50% de derechos por parte del torneo para asegurar la celebración del torneo. Posteriormente ocupó la Alcaldía Juan José Sanz Vitorio, tenista además de Alcalde que jugó la primera edición del Torneo en 1986. Tras abandonar la alcaldía de El Espinar ha ocupado después diversos puestos en la administración autonómica y nunca ha dejado de estar al lado del torneo. Dejando aparte su querencia tenística lo hace porque “este torneo difunde por todo el mundo las imágenes de nuestra tierra. Es un privilegio que tenemos y cualquier cosa que se haga en su favor no es un gasto, sino una inversión”. Una inversión que cuenta con un consenso generalizado en el ámbito muni-cipal como constató Juan María Martín, su sucesor en el cargo, que reconoció el com-promiso de los habitantes de El Espinar con el torneo. David Rubio, el regidor municipal durante las bodas de plata del torneo, coincide en su apreciación sobre la importancia del evento, puesto que “El Espinar debe ser la puerta de Castilla y León, y este torneo es nuestro gran escaparate hacia el mundo”. Por ello, Rubio se considera a sí mismo miem-bro de la organización que da colaboración y la ofrece, porque al margen de los valores instrumentales del torneo éste “ha trascendido su ámbito. Aquí hay un gran equipo, un gran esfuerzo. Mucho trabajo y mucho corazón”.

Y si en el Ayuntamiento de El Espinar el campeonato siempre ha encontrado cariño y comprensión, no es menos intensa la relación que mantiene con la Junta. De hecho es gracias a ella que ostenta ahora orgullosamente la denominación de Open Castilla y León. La Junta ha estado al lado del torneo siempre que lo ha necesitado. Quizá la per-sona que más cariño ha demostrado ‘físicamente’ haya sido Tomás Villanueva, que ha ocupado cargos como la Consejería de Cultura, Educación o la Vicepresidencia, que no se ha perdido ninguna de las ediciones disputadas y que se ha atrevido a pelotear con Al-berto Berasategui. Está convencido de que la labor del torneo va más allá de su mismo valor como escaparate de imagen y, como aficionado, incide en que “el Open ha creado grandes jugadores y ofrecido gran tenis a los aficionados. Puede mejorar y va a mejorar”. Todos los que en él trabajan han tenido desde siempre ese compromiso.

Sanz Vitorio señaló en cierta ocasión que lo más importante del Open era su singula-ridad, y que el resto de sus características parten de este rasgo fundamental. Tomás

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Villanueva está convencido de que tras años de maduración constante el nivel de cali-dad y prestigio de este torneo lo va a llevar a la altura de los mejores, y este argumen-to o algún otro parecido fue el que empleó Atilano Soto, presidente de la Diputación de Segovia, cuando defendió la necesidad de apoyo institucional al torneo ante Juan José Lucas durante la crisis de 1994. Lucas respondió en aquel momento y después la mantuvo siempre que fue necesaria, secundado en este empeño por su sucesor al frente de la Junta, Juan Vicente Herrera, que lo ha definido como “una cita con la trascendencia y la importancia de un clásico internacional y un referente dentro de las actividades deportivas de nuestra comunidad”.

Otras personalidades oficiales, en cambio, han hecho alusión a que el Open Castilla y León trasciende al ámbito deportivo. María José Salgueiro, consejera de Cultura y Turismo, cree que “los visitantes del torneo encuentran un importante valor añadido al deportivo, que es la rica tradición de Castilla y León en cuanto a la historia, el arte, la cultura, las costumbres, las gastronomía…” Silvia Clemente, también consejera de la misma área, reconoce que “en todos los sentidos, el torneo de El Espinar pone el listón muy alto y se ha convertido en una indudable referencia”. Referencia no sólo para El Espinar, sino también para la inmediata Segovia, como demuestra el apoyo recibido desde siempre de la bimilenaria capital provincial, simbolizado por su alcal-de, Pedro Arahuetes.

Pero ese hecho de la trascendencia a nadie que se haya acercado al Open Castilla y León con temperamento constructivo y ánimo de comprender se le ha escapado. Mi-guel Ángel García Recio y Andrés Martín de Paz, directores generales de deportes, incidieron en su día en su importancia como ejemplo social, como espejo para el cre-cimiento de los jóvenes y Miguel Ignacio González, Director General de Deportes, en que “es el evento más importante de nuestro verano deportivo”. A medio camino entre el tenis y los organismos oficiales, Francisco Rey, Juan José Gotarredona y Manuel Antón, presidentes de la Federación de Tenis de Castilla y León, resumían el sentir general afirmando que “al torneo debemos ayudarle y potenciarle tanto como podamos”.

Un argumento en el que coincidirían con muchos representantes de la ATP, enlazan-do así al estamento oficial con la gran familia del tenis. Luis Pérez de Cossío, uno de los colaboradores del torneo de la primera hora, desde su puesto como delegado te-

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rritorial de la Junta, señaló que “lo que realmente señala que El Espinar es un evento importante y consolidado es su proyección internacional en el mundo del tenis. Que en los torneos de Los Ángeles y de Estambul se hable de que se celebra El Espinar es la prueba de la importancia y categoría de nuestro torneo”.

Javier Santamaría, Presidente de la Diputación, siempre habla de la importancia que tiene el torneo para promocionar la imagen de la Provincia. Tiene razón porque aunque ya hemos hecho hincapié varias veces en que en el Open Castilla y León se tienen siempre los pies muy sobre la tierra, nunca está de más recordarlo, e incidir en que la base de este torneo es el deporte, el tenis. Y es de la relación con el mundo del tenis de donde la cita extrae su fuerza para crecer. Si en los años de torneo extraoficial la relación que se consiguió con los jugadores animó a convertirlo en nacional y luego en internacional, en este estadio se aplicó la misma línea de actuación: conseguir que los jugadores fueran los mejores propagandistas del torneo.

Y la verdad es que no se puede estar insatisfecho de lo conseguido. Si en el ámbito español se ha conseguido una excelente relación con los jugadores, hasta el punto de lograr que prácticamente todos los jugadores de Copa Davis de los últimos 25 años hayan tomado parte en el torneo, algunos con bastante asiduidad, también interna-cionalmente El Espinar ha conseguido más que ser otro challenger del calendario, aunque se trate del mejor del mundo. Un ejemplo puede ser el jugador francés, Gui-llaume Raoux, al que alguno llamó ‘Raroux’ por su carácter en ocasiones displicente y su afición a quejarse por todo –llamó al juez árbitro porque el humo del cigarrillo de un espectador le molestaba-, acabó dejándose seducir por el torneo y reconociendo que “El Espinar es cada vez más grande y personalmente tengo gratos recuerdos de todas mis actuaciones en él”.

Raoux inició el largo periodo de dominio francés en las pistas segovianas. También hubo un ‘periodo holandés’ siendo uno de sus representantes Jan Siemerink, un hombre que al margen de gran tenista es experto en todas las interioridades del circuito como poseedor de una larga trayectoria profesional, en individuales y do-bles, con títulos en todas las disciplinas y con centenares de torneos jugados en los cinco continentes, del Grand Slam a challengers de todo pelaje. Y Siemerink seña-ló tras pasar por El Espinar que “lo que diferencia este torneo de otros es el trato a los jugadores. En otros son correctos pero fríos y si no hablas el idioma del país

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te dejan de lado. En este las cosas son diferentes. Todo el mundo colabora contigo y se nota que te tratan con cariño, que aquí son todos una gran familia”. Lo mismo un jugador de similares características como el ecuatoriano Nicolás Lapentti, que tras su paso por el torneo señaló que “es un torneo de ambiente agradable. A todos nos tratan de primera”. Rafael Nadal, llamado a las más grandes cimas del tenis y participante y ganador de la edición de 2003, señaló que “es sin duda el mejor challenger en el que he estado. Debo dar las gracias a la organización por hacerme sentir tan bien”.

Por el lado español, Alberto Berasategui resume que “este es un torneo muy agrada-ble, al que siempre apetece venir” y esto, sumado al hecho de que el Open Castilla y León ha mostrado siempre una especial sensibilidad al deber de apoyar a las estrellas de nuestro tenis, ha motivado una corriente de simpatía hacia el torneo que hace que muchos jugadores vuelvan una y otra vez. Incluso aquellos a los que no es habitual ver por los ‘challengers’ como los casos de Feliciano López y Fernando Verdasco, que se dejaron ver por las pistas de la Estación, y se llevaron el torneo, ya con una Copa Davis a cuestas. Ambos volvieron por gratitud, igual que Berasategui, que nun-ca olvidó el ‘wild card’ recibido a los catorce años. Fernando reconoció tras ganar por fin el torneo que “tenía la espina clavada de no haber podido ganar este torneo. Le tengo un cariño especial, porque fue el que lanzó mi carrera”. Feliciano López resume señalando que “este torneo es una referencia para los tenistas españoles. Siempre estás a gusto y ganarlo es muy importante para nosotros, porque a nivel de prensa y organización está a la altura de los de superior categoría”.

Y en efecto son muchos los que han repetido una y otra vez. Emilio Álvarez prime-ro y Benfele después, con su buen humor y su colección de cubrecabezas entre los que había desde pamelas hasta txapelas, a cuestas. Julián Alonso, popular por igual entre azafatas y recogepelotas. Quino Muñoz y ‘Pato’ Clavet, sin duda el jugador de referencia del torneo, y que debió retirarse sin conseguir nunca el triunfo individual, él, que ganó ocho torneos del circuito ATP en varias superficies. Emilio y Javier Sánchez Vicario y Sergio Casal, que tan importantes fueron en el lanzamiento del torneo y que lo eligieron para poner fin a una de las carreras más destacadas del tenis español. Su mentor tenístico, William ‘Pato’ Álvarez, que cuando sus mejores pupi-los abandonaron el tenis profesional siguió acudiendo a El Espinar para colaborar en el Seminario de Directores de Torneos o impartir ‘clinics’ a los chavales segovianos,

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al margen de inscribir en el torneo a cuantos jóvenes acompañaba en sus primeros pasos en el circuito profesional.

O Sergi Bruguera, bicampeón de Roland Garros, que ganó en El Espinar su último tor-neo profesional y eligió las pistas de El Espinar para poner punto final a su carrera. Qui-zá la historia de Sergi sea muy ilustrativa de cómo este torneo consigue calar en el alma de todos cuantos lo conocen. Él nunca había jugado en El Espinar en su juventud, sino que lo conoció tras la gran crisis de su carrera, cuando una grave lesión le hizo pasar mu-chos meses de inactividad y perder todo su ránking. El Espinar le brindó sus pistas para tratar de relanzarla. Lo consiguió en parte, llegando a la final en 1999 y ganando en 2000. Pero cuando en 2001 perdió en primera ronda ante Chela se enfadó tanto que se fue sin despedirse de nadie. Arrepentido, se puso en contacto con el torneo para pedir disculpas y brindarse para participar en la siguiente edición, en la que diría adiós al tenis. Ya reti-rado, a Sergi Bruguera se le puede ver en ocasiones paseando por Segovia y su entorno.

Bruguera no tuvo homenaje en El Espinar, pero porque no quiso recibirlo. Otros sí que lo tuvieron como Clavet o Emilio Sánchez Vicario y Sergio Casal, emotivos mo-mentos en los que se unió toda la gran familia del tenis. A ella pertenece por supuesto Arantxa Sánchez Vicario, que aunque durante el periodo de su carrera no pudiera tomar parte en El Espinar –el torneo femenino sigue siendo un sueño para la organi-zación- acudió a dar su espaldarazo al torneo inagurando las nuevas pistas de 1993, siendo prueba viviente de que el torneo de El Espinar no se limita a sus márgenes teóricos, sino que intenta ser un elemento unificador de todo el tenis. “Torneos así son los que dan vida al tenis”, dijo en su día Emilio Sánchez Vicario.

Desde luego, lo que queda claro es que ha salido de lo que se considera el ámbito ‘nor-mal’ de un challenger. Aunque se trate del mejor challenger del mundo. Y así lo han reconocido todos los supervisores de la ATP que lo han visitado desde su fundación. Ya en el tercer año fue elegido como el mejor torneo de su categoría del calendario mundial, y desde entonces no ha hecho más que subirse su propio listón. Russell Barlow fue el primero que lo visitó y fue consciente de su potencial señalando que “Lo que se hace fuera de la pista es tan importante como lo que se hace dentro. El Es-pinar da una lección completa de tenis”. Y eso que cuando Barlow visitaba el torneo segoviano, al principio de los años 90, El Espinar no había alcanzado aún el grado de desarrollo que a todos los niveles tiene ya en el siglo XXI.

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En años sucesivos todos los supervisores de la ATP se manifestarían en la misma línea, mientras la puntuación que recibía el torneo no hacía sino subir y las recomen-daciones que se hacían eran del calibre de vigilar la sombra que los palcos hacían en las gradas. Thomas Karlberg, que fue el autor del informe por el cual se consideró a El Espinar el mejor challenger del mundo, lo resumió diciendo “Este challenger no tiene nada que envidiar a los grandes torneos”. Norbert Peick señaló que veía “unas enormes ganas de trabajar y de hacer las cosas bien”. Carlos Sanches, que fue juez de silla antes de pasar a ser supervisor, resaltó como aspecto muy importante la orga-nización del campeonato cadete, pues a las promesas del tenis les ayuda mucho para su desarrollo el contacto directo con los tenistas ya consagrados. Y eso “contribuye a crear un gran ambiente, que es una de las mejores cosas de este torneo”.

Dos personas han estado durante mucho tiempo a medio camino entre el torneo y la ATP, funcionando como mediadores y enlaces entre uno y otra. Uno de ellos es Javier Moreno, el árbitro español más internacional y sin duda el español que ha estado en más grandes finales del tenis, sentado en la silla de árbitro. Nominado como mejor árbitro del mundo en varias ocasiones, llegó a El Espinar en sus primeras ediciones y rápidamente se convirtió en miembro del torneo llegando a llevar las negociaciones para la entrada en el circuito ATP, aprovechando sus contactos con la organización. Estaba ya convencido de que el torneo tenía no ya categoría para entrar en el circui-to, sino que su categoría era propia de los integrantes del calendario principal. Años después de aquellos primeros momentos Javier se siente orgulloso de su obra porque “he visto a este torneo crecer desde que era una exhibición hasta ahora, que es mejor que muchos ATP”.

El otro es Pere Torras, juez árbitro del torneo durante muchos años. Juez árbitro que no se limita a estar sobre la silla y tomar decisiones técnicas sino que cuando es preciso, baja a la arena, como sucedió cuando un fuerte chaparrón antes de una de las finales de Sergi Bruguera hizo peligrar la retransmisión televisiva: si se retrasaba de-masiado, era posible que la televisión diera entrada a otro evento y claro, eso no podía suceder. El agua había cesado de caer del cielo pero la pista estaba encharcada, de tal modo que al igual que voluntarios, recogepelotas y demás personal, Pere Torras cogió también toalla y bayeta y procedió a secar frenéticamente la pista, que finalmente es-tuvo a tiempo lista para que los jugadores evolucionasen y la televisión fuera testigo. Pere se siente orgulloso del torneo, y también de ver que “los jugadores vienen aquí

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con sus familias y cuando pierden no se van en el acto, sino que se quedan unos días. Este torneo es algo diferente”.

Y, de hecho, son muchas las personas que así lo reconocen, incluso aquellas gentes del tenis que solamente van de visita. Uno de ellos es nada menos que Manolo San-tana, el gran icono del tenis español, en el que lo ha sido todo: jugador, organizador, capitán de Copa Davis… Manolo tardó en ir a El Espinar pero cuando llegó señaló que “yo, que soy organizador de torneos y sé lo difícil que es hacerlo, me ha sorprendido la calidad del trabajo que aquí se realiza. Es un torneo lleno de alicientes”, o históricos como Andrés Gimeno y José Luis Arilla, que son dos de los grandes embajadores que tiene el torneo en las queridas tierras de Catalunya. Agustín Pujol, presidente de la Real Federación Española de tenis durante los años 90, los del gran salto adelante del torneo, tampoco pudo acercarse más que esporádicamente por el torneo espina-riego aunque estuvo evidentemente informado sobre su organización y desarrollo. Cuando pudo comprobar por sí mismo la calidad y alcance de la labor realizada la reconoció afirmando que “el torneo de El Espinar es el mayor milagro que yo conozco en el mundo del tenis”.

En este ‘milagro’, uno de sus primeros mandamientos es el de no caer en la auto-complacencia. Así, el equipo organizativo se ha desplazado con frecuencia a grandes torneos en busca de modelos en los que inspirarse, identificar líneas de crecimiento y también comprobar qué le faltaba a El Espinar. En este sentido, la relación man-tenida entre los Internacionales de España en Pista Rápida con los Internacionales de España a secas, el añejo, histórico y clásico Conde de Godó, ha sido profunda y fructífera. El torneo barcelonés, el más clásico de España, nunca vaciló en brindar su colaboración a este ‘hermano menor’. Así, El Espinar ha realizado presentaciones en el Godó, lo ha utilizado como base de operaciones para contactar jugadores, y siempre ha contado con la leal colaboración de sus organizadores. Y las enseñanzas y ejem-plos se han aprovechado bien. Cuando Anna Vergés, directora ejecutiva del Godó, visitó El Espinar no pudo por menos que reconocer que “este torneo es un Godó en pequeñito”.

Tal vez una de las opiniones más autorizadas emitidas sobre el torneo de El Espinar debe ser la de Alejandro Blanco, hombre del tenis y de todos los deportes como pre-sidente del Comité Olímpico Español, que ha definido el torneo de El Espinar como

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“una referencia en España. Ojalá hubiera muchos torneos así”. Y también del deporte y muy vinculado al torneo es el Atlético de Madrid. Nunca ha faltado alguien del club, jugadores (Caminero, Forlán…), entrenadores (Sacchi, Ranieri, Manzano…) o ambos en el torneo, ya fuera presenciándolo o realizando el sorteo.

Un tercer grupo de las gentes de El Espinar lo forman los miembros de los medios de comunicación. Normalmente, la relación de estos medios con los sujetos o aconteci-mientos sobre los que deben informar es, o debe ser, aséptica. Pero eso no está reñido con el establecimiento de un flujo continuo de información entre ambos. En el mundo moderno, el profesional tiene una ‘contrafigura’: el jefe de prensa o director de comu-nicación, encargado de dar a conocer el hecho de que se va informar. En demasiadas ocasiones estos ‘jefes de prensa’ se transforman en ‘jefes contra la prensa’, encarga-dos, parece, de poner dificultades a la labor informativa. En El Espinar, sin embargo, nunca ha sido así. Ya en los primeros tiempos se fue consciente de que de poco valía una labor bien hecha si no se daba a conocer.

De este modo, uno de los principales empeños del torneo fue mantener una relación fluida con los medios de comunicación, tanto locales como nacionales e internacio-nales. Una labor incansable, siempre poniendo los medios del torneo a disposición de quienes estarían encargados de dar a conocer al mundo la labor que en él se de-sarrollaba. A lo largo de los años personas como el ahora director de torneo, Javier Martínez y Jesús y Beatriz Martínez Calle han mantenido en circulación ese flujo, ya fuera proporcionando resultados o crónicas radiofónicas, tramitando entrevistas o negociando acuerdos con radios y televisiones, de tal forma que el ‘Milagro de El Espinar’ fue muy pronto conocido más allá del ámbito anexo a su localidad matriz. Así, en El Espinar nunca ha habido dos bandos en la relación con la prensa, sino más bien colaboración mutua. Hay quien dice que la prensa del tenis se diferencia de la de otros deportes en que tiende a identificarse con el tenista. Sea o no sea así, El Espinar siempre ha tenido el apoyo de los medios cuando lo ha necesitado, y viceversa.

Y estos medios han sido de todos los ámbitos geográficos. Es evidente que en los pri-meros años fueron mayoría los locales, y del calado de la relación de simbiosis da idea que cuando el torneo necesitó su apoyo para sobrevivir, cuando la crisis económica puso en peligro su continuidad en 1994, todas las cabeceras de Castilla y León publica-ron un artículo reclamando ayuda y colaboración con uno de los eventos deportivos

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más importantes de la Comunidad. El artículo se tituló “De pelotas, raquetas y otras hierbas”, lo escribió Fernando Ganuza Laita, director de El Adelantado de Sego-via, y fue reproducido por El Adelanto de Salamanca, Diario de Burgos, la Gaceta Regional, Diario de Ávila y Diario Palentino, con diversos apoyos de El Norte de Castilla y ABC. El Adelantado de Segovia siempre ha estado junto al torneo, siendo diario oficial desde su fundación, realizando el boletín diario y cumpliendo las funcio-nes de notario de sus 25 años de historia. Jesús Martínez Calle, tantos años al frente de la oficina de prensa del torneo, es ahora director de El Adelantado.

Son muchos los nombres de gentes de El Espinar vinculados a lo que en sentido am-plio se llama la prensa. Muchos consideran al torneo como algo propio y colaboran con él cumpliendo con su labor informativa. Y están quienes por seguir al tenis por todo el mundo y por tanto tener muchos términos de comparación valoran especial-mente lo que se hace en El Espinar. La lista es tan larga que citar a algunos sería ol-vidar a otros pero es obligatorio destacar algunos nombres. Quizá el primero debería ser el de Ernesto Bonelli, de Antena 3 Televisión, uno de los primeros que creyó en el torneo pero cuya vida se acabó demasiado pronto. El de Miguel Luengo, de la Agen-cia Efe, veinte años siguiendo el Grand Slam que colaboró en el Espinar en cuanto fue necesario, como el Seminario de Directores. Ángel Orte y Andrés Gimeno, que llevaron a todos los hogares de España las gestas del tenis español en los años 90 y que también pusieron voz e imagen a los partidos de El Espinar. El primero señaló en su día que “en la comparación de El Espinar con otros torneos se aprecia la diferencia entre negocio y cariño”. El segundo, histórico de nuestro tenis, dio un consejo a Pedro Muñoz en los primeros días del torneo: “Este es un torneo muy bonito, muy profesio-nal. Pero procura que nunca pierda su alma”.

José María Martín, Ángel María de Pablos, Luis y Julio Misis, Aurelio Martín, Fernando Arconada, Francisco Portela, Jaime Rojas, Florencio Carrera, Pepe Castrillo, Jesús Fonseca, Margarita Enríquez, Raúl Santidrián, Félix Ángel Ca-rreras, Ignacio Tornadijo, Sergio Sauca, Arseni Pérez, Hugo Ribeiro, Domingo Pérez, Diego Armero y Nacho Calvo, también imagen y voz televisiva, que colabo-ran en actos oficiales y homenajes, Miguel Ángel Zubiarrain, el que dijo aquello de los “cuatro locos que han conseguido colocar al torneo de El Espinar entre los mejo-res del mundo”, Juan Carlos Díaz, Vicente Díez, Ramón y María Sánchez, otros dos personajes de la primera hora, todos los firmantes de todos los medios y los equipos

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enviados a lo largo de los años por Radio Segovia, Onda Cero, El Norte de Castilla, Televisión Segovia, Canal 4 Segovia, COPE, Punto Radio… o los fotógrafos que in-mortalizaron las imágenes que pasaron a la historia como Pedro Luis Merino, Ángel Camarero, Fernando Peñalosa, Juan Martín o Antonio de la Torre. Una lista muy larga, en la que el simple hecho de realizarla implica caer en la injusticia.

Más o menos como cuando echamos la vista sobre la organización del torneo. A veces decir lo de “una gran familia” es caer en el tópico. Quizá fuera mejor aludir más que a la gran familia de El Espinar a los ‘amigos de El Espinar’, dado que se dice que los amigos son la familia que uno mismo escoge. Es, como en el caso de la prensa, mucha la gente que ha pasado por la organización del Open Castilla y León a lo largo de los años, entendiendo como ‘organización’ tanto a los miembros del organigrama del tor-neo como a quienes han colaborado patrocinando o trabajando en él.

Una vez más, la lista es tan extensa que realizarla acarrea injusticias, pero hay algu-nos nombres que son obligados citar. Como los de Composan, empresa básica en el torneo porque ha sido la encargada de construir las pistas, las de la sede de 1993 y la de 2001. O los de Pista Central y Víctor Martín, año tras año ofreciendo material y encordando raqueta tras raqueta, bastante más de medio millar en cada edición. La Escuela de Quiromasaje de Madrid, encargada de mitigar los dolores de los tenistas con Águeda López y el magnifico trabajo del doctor Malo. O las gentes de Masigal y Hermanos Sanz Álvarez, que desde los albores del torneo son los encargados de ponerle sonido y luz. O las de Maseda y Globales, encargados de la asistencia in-formática en unos años en los que se ha pasado del gran ordenador de pantalla de fósforo verde al Facebook, las redes sociales y el internet en el móvil (artilugio que por cierto tampoco existía cuando empezó a jugarse en El Espinar). O Spacio 2.000 y Estructuras Röder, que llevaron el peso del montaje físico del torneo, y tan cómoda se sintió la segunda de ellas que estableció su sede en El Espinar y su presidente, Ma-tías Rujas, entró en el organigrama del torneo… La lista de colaboradores es enorme, los hoteles Acueducto, Náyade y Tryp Comendador, Seat, Daewoo, Toyota, Rover, Atesa, y sus concesionarios. Caja Segovia, siempre tan importante, Iberdrola, Sego-cer, Iberpistas, Coca Cola, Mapfre, Barceló Viajes, Grupo Tercer Milenio, Ciclo Medio Ambiente, Agenda Comunicación, Nitral, Linecar, McYadra, Dunlop, Tre-torn, Belchin, Burna,… y por supuesto el apoyo institucional de la Junta de Castilla y León, Diputación Provincial de Segovia, Ayuntamiento de El Espinar, Ayuntamien-

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to de Segovia y la Subdelegación del Gobierno en Segovia. Mención especial para el Centro Nacional del Vidrio, autor de las singulares obras de arte que año tras año han sido entregadas a los campeones y que constituyen uno de los trofeos más bellos y singulares de todo el mundo del tenis.

Y al frente, por supuesto, personas. Algunos han estado en el torneo desde el princi-pio, o casi. Otros han ido sucediéndose en el organigrama. Mari Cruz Alonso, Ma-tías Rujas, Óscar Becerra, Alejandro de la Zarza, José Luis Villuendas, Francisco Ferrán, Esperanza Pernudo, sin perdernos los maravillosos y largos discursos de Manuel Berdullas en las ceremonias de entrega de premios … Personas que en mu-chos casos no pueden ver los partidos, pero que los hacen posibles y ponen pasión en lo que hacen. Quizá el alma del torneo de El Espinar sea su gente. Y en ese caso no cabe duda de que su alma es grande, porque es mucha la gente que colabora con El Espinar, con el Open Castilla y León.

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Sin embargo, quizá ese ‘alma’ de torneo que identificó Andrés Gimeno esté en su lega-do. A lo largo de los años el torneo de El Espinar, el Open Castilla y León, ha recibido mucho por parte de su entorno y sus gentes, y se han tomado muy en serio el empeño de devolverlo. Y han abordado la tarea de muchas y muy variadas tareas, tanto por el camino del tenis, lo que no es cosa baladí si entendemos el deporte como escuela de desarrollo humano, como por la solidaridad.

El torneo de El Espinar comenzó muy pronto a tratar de devolver a la sociedad tanto como lo que de ella recibía, en todos los sentidos. Ya en la segunda edición se estableció en el reglamento del torneo que se exigía un comportamiento correcto y deportivo den-tro y fuera de la pista. Obviamente, tal exigencia parece inherente a todos los torneos pero establecerlo expresamente en las normas ya es una declaración de principios.

Como lo es el hecho de que una de las actuaciones más repetidas a lo largo de la historia del torneo sea el contacto con las nuevas generaciones del tenis. Ya en 1991 se realizó el primer ‘clinic’ multitudinario de la historia del torneo, y desde entonces la serie jamás se ha interrumpido sino que ha crecido en cuanto a modalidades. Al principio eran unas decenas de chavales los que recibían una clase de tenis por parte de una raqueta de primera línea mundial en las pistas del torneo.

Luego han sido centenares en esas mismas pistas, en la Plaza Mayor de El Espinar, en Valladolid, en la Plaza del Azoguejo, al pie del Acueducto de Segovia: en la Plaza Mayor de Segovia… Siempre a cargo de nombres como los de los Clavet, Bruguera, Nadal, Siemerink, Berasategui, Julián Alonso, ‘Tati’ Rascón y muchos otros. Emilio Sánchez Vicario, uno de los hombres importantes en la historia del Open Castilla y León, con-vertido ahora en maestro de jugadores, considera muy importante para el desarrollo del joven tenista –para que la cantera tenga continuidad, en suma- el contacto del joven jugador con la estrella consagrada. En El Espinar, como se ve, también son adelantados en la materia. Con los ‘clinics’ y también con la creación de los campeonatos de forma-ción, que a lo largo de los años han ido cambiando de formato pero no de intención.

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Nunca, ni en los periodos de más seria crisis, el torneo de El Espinar volvió la espalda a esta siembra del futuro del tenis, que no se circunscribe a las fechas del torneo. La crea-ción de la Escuela Municipal de Tenis de El Espinar y la futura de un club de tenis en el municipio espinariego parten también de las pistas de Río Moros y de la Estación.

Cuando se trata de analizar las razones del ‘milagro’ del tenis español siempre suele incidirse en dos motivos. Uno, el trabajo con la base. Otro, la gran red de torneos de formación que permite, precisamente, que las promesas puedan sumar puntos ATP sin necesidad de una inversión económica desorbitada lo que hace posible, tangencialmen-te, que sean más los jóvenes que puedan intentar una carrera profesional y que se pier-dan así menos talentos. No menos importante, y relacionado con el trabajo de cantera, está el contacto próximo con los jugadores ya consagrados. En El Espinar se presta atención a este segundo punto, pero en el primero también tiene bastante que ver.

1993 es la fecha de la creación del Seminario de directores de torneos, con el que el equipo organizador del torneo de El Espinar pretendió poner en común sus experiencias en la creación de citas del tenis profesional, así como constituirse en punto de encuentro de todas las iniciativas en el mismo sentido y enriquecer el tenis español. En este Seminario, que con el tiempo pasó a ser internacional, se tratan asuntos como la esponsorización, las relaciones institucionales, la relación con los jugadores, el trato con los medios de comuni-cación, encontrándose entre los ponentes personajes internacionales de la talla de: Russell Barlow, Vittorio Selmi, Serge Darmon, Cecilia Casla, David Serrahima, Juan Margets.…

Por estos encuentros han pasado docenas de gentes del tenis y de su trascendencia da idea el que cuando se pusieron en marcha en España se jugaban solamente tres torneos challenger, El Espinar incluido; hoy en día, en el calendario ha llegado a haber más del doble, y no menos de cincuenta torneos de Futures ATP. Los resultados que ha dado esta red de torneos se han transmitido al balance de éxitos del tenis español en estos úl-timos veinte años. No es que quiera El Espinar atribuirse el extraordinario balance del tenis español en los últimos años, pero justo es reconocer el granito de arena con el que ha contribuido. Puede entenderse como justa correspondencia que la Copa Davis haya visitado el torneo en cada una de las ocasiones en las que el tenis español la ha ganado. No olvidemos que buena parte de sus jugadores han pasado por el torneo. Y de hecho, Pedro Muñoz culminó su labor tenística partiendo de El Espinar como presidente de la Real Federación Española de Tenis.

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Y aunque el tenis viva siempre en un presente continuo, al ritmo de la actualidad que marcan los partidos, en las pistas de la Estación de El Espinar se ha estado siempre muy pendiente de la necesidad de no olvidar su historia. Ya hemos hablado de los ho-menajes brindados a los jugadores más significativos de la historia del torneo, pero no podemos olvidarnos tampoco del museo del tenis de José Edison Mandarino, que muestra a las nuevas generaciones de aficionados y también de jugadores de dónde se partió en el deporte de la raqueta.

Sin embargo, el Open Castilla y León no se agota en el tenis. Si entendemos el deporte como una actividad integral, debe tener presencia en todos los ámbitos sociales y El Espinar se esfuerza en tenerla. La primera acción solidaria a gran escala tuvo lugar cuando con motivo de la gran campaña de la Fundación Arthur Ashe contra el SIDA, con la que el mundo del tenis se puso en primera línea de la lucha contra esta terrible enfermedad, el entonces torneo Lord Winston’s donó 10.000 dólares.

Después ha habido muchas más iniciativas y de muy distintos ámbitos. Una de las más populares es la campaña de donación de sangre que el torneo respalda en cada cita y en la que cada año se recogen centenares de bolsas, aportadas por público y equipo orga-nizativo, que contribuyen a salvar vidas. Pero también el Open Castilla y León ha dado su apoyo a la restauración del riquísimo patrimonio artístico de la Comunidad, tanto prestando su espacio para exposiciones y exhibiciones como financiando directamente las diversas obras emprendidas. La donación de un millón de pesetas que ofreció Alber-to Berasategui en nombre de los jugadores del torneo no ha sido la única.

El torneo, también, ha querido y sabido integrarse con el patrimonio histórico y contribuir a su proyección internacional. El partido de tenis entre Verdasco e Iván Navarro con el Acueducto de Segovia como red, el jugado por Jerome Chardy y Marcel Granollers en la torre del Alcázar de Segovia como conmemoración del 2 de mayo y símbolo del hermana-miento y reconciliación hispano-francesa dieron la vuelta al mundo, así como la exhibición de la Copa Davis de nuevo al pie del Acueducto con guardia ‘romana’. La primera iniciativa social internacional ya databa, sin embargo, de muchos años antes, con el hermanamien-to de El Espinar con la localidad portuguesa de Maia, sede de otro gran torneo de tenis.

Hubo jornadas solidarias de conmemoración de la tragedia de Biescas y reclamando la liberación de Ortega Lara (y el torneo fue también objetivo de la amenaza terrorista,

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afortunadamente sin mayores consecuencias). Se ha prestado también altavoz y cober-tura a las tradiciones y atractivos culturales castellanos a través de actos como la Fiesta de los Gabarreros, en la que se rememora la tradición de la explotación forestal, la pro-moción de los vinos y el cochinillo castellano –que como es natural alcanzan general aceptación tanto entre público como entre tenistas, bien dirigidos por la organización hacia los templos gastronómicos segovianos, entre los que destaca el tradicional Mesón de Cándido. José María, Duque, Narizotas, La Concepcion, Maracaibo, la Portada de Torrecaballeros, El Cordero, ….

Ha habido y habrá concursos y exposiciones artísticas, de pintura, fotografía y escapa-ratismo. Se han abierto con todos los honores las pistas a los paralímpicos con la disputa del Masters Nacional en silla de ruedas, cuya presentación también se ha hecho a los pies del Acueducto de Segovia para dar el realce que merecen estos héroes de la raqueta. Se ha creado, también, el proyecto Open Solidario por el cual el Open de Castilla y León dona cada año una cantidad económica a proyectos de cooperación para el desarrollo gestionados por entidades castellanoleonesas internacionales y sin ánimo de lucro…

Y el Open Castilla y León, el Lord Winston’s, el torneo de El Espinar, ha visto también su labor reconocida por parte de esa sociedad a la que pertenece y con la que convive. A lo largo de su 25 años son ya muchos los galardones recibidos y la cuenta que se lleva de ellos no es por jactancia sino como testimonio de lo mucho que se aprecian y valoran. El Open Castilla y León lleva con mucho orgullo el galardón de mejor torneo Challenger del mundo, concedido por la Federación Internacional de Tenis y la Asociación de Te-nistas Profesionales. Pero el primero en llegar fue la mención especial a Pedro Muñoz que la Gala del Deporte Segoviano le concedió en 1991 por su promoción y entrega del tenis. Pedro también fue galardonado como Segoviano Bien Visto en 1994 y como Mejor Dirigente Deportivo de Segovia y de Castilla y León en 1996.

El torneo fue premiado en 1996 por Televisión Segovia por su labor de promoción tenís-tica, y con el Premio Juan Bravo en 1997 por su espíritu de trabajo, lucha y coraje. La Asociación de Profesionales de la Enseñanza del tenis también distinguió al Torneo en 1997 como Mejor Torneo de Tenis de España, y el Registro Profesional de Tenis distin-guió en 2000 a Pedro Muñoz como Mejor Director de Torneo. Otro miembro de la orga-nización, Jesús Martínez Calle, se sumó a la distinción de Segoviano Bien Visto en 2001, el mismo año en que Televisión Segovia volvió a premiar a torneo pero en esta ocasión

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su aLMa

como reconocimiento a los valores humanos que en él se cultivan. La Fotografía Depor-tiva Regional del año 2004 la tomó Pedro Luis Merino, fotógrafo oficial del torneo. Otro galardón de carácter solidario fue la medalla de oro que la Hermandad de Donantes de Sangre entregó al torneo en el año 2004, en reconocimiento a la colaboración que el torneo llevaba ya años manteniendo con la entidad.

En 2006 la Asociación Deportiva de Segovia entregó al torneo el Premio al evento depor-tivo de Segovia con mayor proyección internacional. En el mismo año el Open Castilla y León recibió el torneo Riberexpo, por su labor en la promoción de los vinos de la Comunidad en general, y en particular de los de la denominación de origen Ribera del Duero. En 2006 llegó la Placa de Bronce de la Real Orden del Mérito Deportivo, en re-conocimiento a la brillante trayectoria desarrollada por el Open Castilla y León desde su fundación, y un año más tarde la Fundación Cándido hizo entrega del premio a la Mejor Promoción Turística de Castilla y León, a nivel nacional e internacional. En 2008 la Asociación de la Prensa Deportiva de Segovia premió a los Internacionales de Espa-ña en Pista Rápida con una mención especial por la repercusión mediática que tuvo la exhibición en el Acueducto de Segovia con Fernando Verdasco e Iván Navarro. Ese mismo año, en los Premios Ciudad de Segovia al Deporte, el Ayuntamiento segoviano premió en el apartado de la Divulgación de eventos al torneo por el mismo hecho. En ese 2008 en que el torneo cumplía 23 años el Comité Olímpico Español le hacía entrega de una placa de reconocimiento por la labor que el torneo realiza promoviendo el de-porte español a nivel nacional e internacional. Por el momento, la lista de distinciones la cierra el Premio Juego Limpio concedido a Mari Cruz Alonso por su trayectoria de-portiva en el torneo y sobre todo por las actividades de promoción.

Han pasado 25 años desde que en El Espinar se empezó a jugar al tenis en aquella pista situada junto a aquel estercolero del que tanto se ha hablado. En ese cuarto de siglo han ocurrido allí muchas cosas. Sobre todo, ha habido mucho tenis y mucho trabajo y, por encima, un empeño: el de no separar los pies de la tierra y no perder de vista el alma del torneo, esa alma que Andrés Gimeno decía que no debía perderse. Dijo en su día Pedro Muñoz que “el torneo se debe a la gente que ha confiado en nosotros” y Mari Cruz Alonso, que “el alma de este torneo es su gente”. La promesa del director en estas Bodas de Plata, Javier Martínez, es que “cada año seguiremos teniendo la inquietud de hacer algo mejor que el anterior” y, por eso, podemos estar tranquilos. Queda mucho tenis por disfrutarse aún en El Espinar.

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patrocinadores del torneo

asociacionesASOCIACIÓN DE SUMILLERES DE CASTILLA Y LEÓNASOCIACION FAMILIAR DE SAN ANTONIOCENTRO DE HEMOTERAPIA Y HEMODONACIÓN DE CASTILLA Y LEÓNCENTRO DE INICIATIVAS TURÍSTICAS DE EL ESPINARFEDERACIÇON DE DONANTES DE SANGRE DE CASTILLA Y LEÓNFUNDACIÓN ASOCIACIÓN DE PARAPLÉJICOS Y GRANDES MINUSVALIDOS DE CASTILLA Y LEÓNHERMANDAD DE DONANTES DE SANGRE DE SEGOVIA

institucionesJUNTA DE CASTILLA Y LEÓNAYUNTAMIENTO DE EL ESPINARDIPUTACIÓN PROVINCIAL DE SEGOVIA

instituciones deportiVasREAL FEDERACIÓN ESPAÑOLA DE TENISFEDERACIÓN DE TENIS DE CASTILLA Y LEÓN

patrocinadores oFicialesCAJA SEGOVIA BARCELÓ VIAJESCOCA COLACOMPOSAN CONSTRUCCIÓNIBERDROLAIBERPISTASLORD WINSTON´SMAPFRERÖDER-MATORK SPACIO 2000

colaBoradores oFicialesAGENDA COMUNICACIÓNALBERTO GONZALEZ MASEDAAQUABONAAYUNTAMIENTO DE SEGOVIABELCHÍN COMUNICACIÓNBODEGA ESTANCIA PIEDRABODEGA PALACIO DE BORNOSBURNACERÁMICA LA PALOMACICLO MEDIO AMBIENTECLEARCHANNELCREACIÓN TVDIADORADIGITAL CENTURYDUNLOPEL ADELANTADO DE SEGOVIAESTANCIA PIEDRAFRONDAFUNDACION CENTRO NACIONAL

DEL VIDRIOGLOBALESGRÁFICAS LAGAGRÁFICAS NITRAL

GRUPO TERCER MILENIOHERMANDAD DE DONANTES DE

SANGRE DE SEGOVIAHOTEL ACUEDUCTOHOTEL TRYP COMENDADORIBERBANDAINFOSEGOVIAINSTALACIONES ELECTRICAS

HERMANOS SANZ ALVAREZJOMA SPORTLA FAISANERA GOLFLACOSTELANCIALINECARLOS ÁNGELES DE SAN RAMADERAS EL ESPINARMAHOUMASIGALMC YADRANATIONAL ATESANAVALCAZ BALNEARIONAYADEPATRONATO PROVINCIAL DE

TURISMO DE SEGOVIAPIONEERPOWERADEPRINCEPROSEGURRANK XEROXRESTAURANTE HOSTAL LA VIÑARESTAURANTE EL LAGOSEAT-AUDI-VOLKSWAGENSECURITASSEGOCER PORCELANOSASEGOVIA 2016SEGURA VIUDASSOL MELIASONY PLAYSTATIONSUZUKITECNIFIBRETOYOTATRETORNTTKUVEAUVEVILLAS DE PALACIOVTS VICTOR MARTIN

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personalidadespedro Muñoz asenjo: 2005-2008. José luís escañuela Romana: 2009-actualidad.

presidentes del goBiernoFelipe González Márquez: 1982-1996.José María Aznar López: 1996-2004.José Luís Rodríguez Zapatero: 2004-actualidad.

ministros de educación y deporteJerónimo Saavedra Acevedo: 1995-1996.Esperanza Aguirre Gil de Biedma: 1996-1999.Mariano Rajoy Brey: 1999-2000.Pilar del Castillo Vera: 2000-2004.Mª Jesús San Segundo Gómez de Cardiñanos: 2004-2006.Mercedes Cabrera Calvo-Sotelo: 2006-2009.

secretarios de estado para el deporteRomá Cuyás i Sol: 1982-1987.Javier Gómez Navarro: 1987-1993.Rafael Cortés Elvira: 1993-1996.Pedro Antonio Martín Marín: 1997.Santiago Fisas Ayxelá: 1998.Francisco Villar García-Moreno: 1999Juan Antonio Gómez Angulo: 2000-2003.Jaime Lissavetzky Díez: 2004-actualidad.

presidentes de la Junta de castilla y leónJosé Constantino Nalda García: 1986-1987José María Aznar López: 1987-1989.Jesús María Posada Moreno: 1989-1991.Juan José Lucas Giménez: 1991-2001.Juan Vicente Herrera Campo: 2001- actualidad.

conseJeros de cultura, turismo y deportes de la Junta de castilla y leónFrancisco Javier Léon de la Riva: 1987-1991Emilio Zapatero Villalonga: 1991-1994Mª Josefa Fernández Arufe: 1995-1997.Tomás Villanueva Rodríguez: 1998-2002.Silvia Clemente Municio: 2003-2006.Mª José Salgueiro Cortiñas: 2007-actualidad.

directores generales de deporte de la Junta de castilla y leónVicente Orden Vígara: 1988-1995.Miguel Ángel García Recio: 1995-1999.Andrés Martín de Paz: 1999-2002.Jesús María Sanz: 2002-2005.Miguel Ignacio González-Zorita: 2005-actualidad.

delegados de la Junta de castilla y león en segoViaVictor Martín Fernández 1987-1991Luís Pérez de Cossío 1991-1996Javier Santamaría Herranz: 1996- 003Mª Dolores Ferri Carbonell: 2003-2004Luciano José Municio González: 2004-actualidad.

presidentes de la diputación proVincial de segoViaRafael de las Heras: 1986-1987.Francisco Javier Reguera García: 1987-1991.Atilano Soto Rábanos: 1991-2003.Javier Santamaría Herranz: 2003-actualidad.

alcaldes de el espinarJuan Zamorano Martín: 1983-1987.José Antonio de la Fuente Castejón: 1983-1987.Antonio López García: 1987-1991.Jesús Olmos Pascual: 1991-1995.Juan José Sanz Vitorio: 1995-2003.David Rubio Mayor: 2003-2004.Juan María Martín Montejo: 2004-2007.David Rubio Mayor: 2007-actualidad.

presidentes del comité olímpico españolAlfonso de Borbón y Dampierre: 1986-1987.Carlos Ferrer Salat: 1987-1998.Alfredo Goyeneche Moreno: 1998-2002.José María Echevarría y Arteche: 2002-2005.Alejandro Blanco Bravo: 2005-actualidad.

presidentes de la rFep de tenisAgustín Pujol Niubó: 1986-2004.Pedro Muñoz Asenjo: 2005-2008. José Luís Escañuela Romana: 2009-actualidad.

presidentes de la Federación de tenis de castilla y leónFrancisco Rey Sacristán: 1986-1992.Juan José Gotarredona Cobos: 1993-2000.Manuel Antón Rueda: 2004-actualidad.

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colaBoradores del torneo

Óscar BecerraSilvia BerdullasÁngel CamareroJuan David CañadaMargarita GómezJosé GonzálezMaría José ClaramonteAna CoqueFrancisco FerránEugenio FriasIgnacio GarcíaMargarita Gómez

Nieves HernándezEsperanza JiménezÁgueda LópezAlberto LozanoAntonio M. MaloBeatriz MartínezJavier MartínezJesús MartínezPedro Luis MerinoMónica MuñozPedro MuñozMario Naturalli

Ana PérezEsther PérezEsperanza PernudoIrene RujasMatías RujasAurora SánchezJuan Carlos TejadaPere TorrasFelipe del ValleJosé Luis VilluendasAlejandro de la Zarza

Y otros muchos que en estos 25 años han dejado su huella en el torneo.

Voluntarios de honor

Fabián Macías (In memoriam)Alejandro de la ZarzaJosé María ParraJosé María NavalpotroJoaquín Muñoz

Miguel MuñozFrancisco MartínezManuel BerdullasFéliz SantamaríaJosé González

Manuel BoyeroSantiago RequeroJosé AlonsoAntonio Amaro

Jueces ÁrBitroCarmelo de Vicente: 1986-1988.Javier Moreno: 1995-1998.Pere Torras: 1999-actualidad.

superVisores atp del torneo

Javier Moreno Jorge Dias Thomas Karlberg Norbert Peick Michel Willems

Carlos Sanches Pedro Bravo Pere Torras Carmelo Di Dio

colaBoradores

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Chema AbadSanti AcedoManuel AdrioJosé Javier Álamo GonzálezJavier AlbaJuan Manuel AlfaroJosé María Alonso CarballoArturo AlvaradoEduardo ÁlvarezJavier de AndrésAlfonso Amezaga MikelarenaJuan Carlos Amón PuertoDavid Andrés LabadíaFernando ArconadaDiego ArmeroJosé Vicente ArnáizJosé Luis Arranz GarcíaJosé María Ayala GonzálezNatalia AyalaSara AyusoAlfredo BenitoEduardo BlancoJaume BoixChema BonillaNacho CalvoGermán Camarero MuñozÓscar Campillo MadrigalChema CandelasSergio CarmonaJosé Antonio Carnero de

LlanoFernando CarreñoFlorencio Carrera CastroFélix Ángel CarrerasRicardo CastellanosPepe Castrillo BernalManuel CentenoMaría CocoJosé Luis CorrochanoJosé María CotoÁlvaro CoutelenqRafael Daniel PérezJosé Vicente DelfaFlorentino Descalzo Juan Carlos Díaz MínguezJosé Manuel DíazJavier de DiegoVicente DíezJosé María Díez LaplazaLuis Miguel de DiosJordi DucampAlfredo DuroMargarita Enríquez

CampesinoMiguel Ángel EscamillaXavi EsclusaDagoberto Escorcia

Ángel EscribanoManuel FaureIgnacio Fernández SobrinoPablo Fierro PregoLuis FiuzaÓscar FloresDavid Frontela MoroJesús Fonseca EscartínTomás FragaRamón FuentesMiguel Ángel FuentetajaMarcelo GalindoEduardo GarcíaPepe GarcíaJuan Jesús García MaríaCarlos García FuentetajaAntonio García RivillaBernardina García SistacCésar GómezIñaqui GómezAmador Gómez del RíoÁlvaro Gómez CasadoElvira GonzálezJuan Manuel GozaloValentín GrandeJavier Guelbenzu ApezteguíaElena GutiérrezLuis Antonio HernándezPedro HernándezCarlos Herranz CanoGuillermo HerreroJuana HitaMiguel Ángel IglesiasBorja InzaPaco IzquierdoDavid Jiménez ArribasLuis JiménezRoberto Jiménez HernandoRodrigo JiménezFrancisco JorgeAna LázaroJavier López AlarmaDavid López PrietoPepe López TerradasGermán Losada GonzálezMiguel LuengoAntonio MadrigalMariano ManceboSergio de la MarcaAurelio Martín GonzálezLuis Martín GonzálezJoaquín MartínJosé Luis Martín AlonsoValentín MartínPablo Martín CantalejoPatricia Martín MartínJavier Martín Mesa

José María Martín MesaCarmen Martín RobledoJosé María Martín SánchezJuan Martín MisisFrancisco Martínez CamposCarlos Raúl MartínezAlfredo Martínez MarínAlejandro del MasDavid MatarranzAlfredo Matesanz GómezJosé María MedranoDavid MenayoMarco Antonio Méndez

RomualdoPilar de MiguelJulio Misis AndrésRafael MongeJosé Ramón de la MorenaInés MorenciaJosé Luis MorenciaJosé Anselmo Moreno BurónAlejandro MoriPablo MosáculaLuis MunillaJosé Manuel MuñozJosé María NesAlejandro NietoChema del OlmoJosé OrcajoJavier OriveÁngel OrteJosé Miguel Ortega BariegoElsa OyetÁngel María de Pablos

AguadoMiki de PablosManuel PachecoEnrique ParadinasJesús María PascualSantiago PeláezJavier Pérez de AndrésAlejandro Pérez LópezJosé Luis Pérez SotoFernando PeñalosaSergio PerelaArseni PérezJacobo Pérez VielbaDomingo PérezMiguel Ángel Pindado

MinguelaEloy de la Pisa Pérez de los

CobosAna PlazaJosé Luis PobladorFrancisco PortelaManuel Poyán CottetChema Puente

Jaume Pujol GalceránPaco ReyesJulián Reyes MuleroPepe RibagordaHugo RibeiroÁngel RigueiraBegoña RincónBelén RodrigoÁngel RodríguezCarlos RodríguezJuan Manuel RodríguezElia Rodríguez Álvarez de LaraAna Rodríguez MansoMiguel Ángel Rodríguez NietoHéctor Rodríguez del RíoJosé Luis RogíJaime RojasRosana RomeroCristina RosadoJuan Manuel RuizMelchor RuizNacho SáezFernando SanjoséMiguel Sancha ZúñigaJosé María SánchezRamón SánchezDiana SánchezMaría SánchezPedro Santabrigida del BarrioRaúl SantidriánReyes SantosTeresa SanzRoberto Sanz SoblecheroSergio SaucaManel SerrasJoan SolsonaLuis María SotoPaco SuárezAntonio TanarroFrancisco Temprano PascualJosé Luis ToralIgnacio Tylko BolívarJosé Ignacio Tornadijo DíazJosé María del ToroAntonio de TorreLuis Miguel Torres ChicoIñigo Torres SosRaúl TorquemadaJuan Manuel TruebaCarlolina UñónAna VázquezCelsa VillanuevaMiguel Ángel YàñezNeus YerroMiguel Ángel Zubiarrain

aPéNdicE

periodistas

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