Cuentos

La PatasolaPóngale cuidado compadre a lo que voy a contar, pues en tierras de tolimenses esto le puede pasar. Joselito era casado con una mujer hermosa, pero a él no le importaba y no respetó a su esposa. A mujer

que se encontrara josé se le iba insinuando, les regalaba sonrisas y las iba conquistando. Y aunque no era su panal, él se robaba la miel, porque josé no era leal y a su mujer le era infiel. Un día que se fue hacia el monte de pesca y de cacería, él nunca se imaginó que la presa se volvía; iba cayendo la tarde y en la espesura la vió, una mujer muy hermosa y ahí mismo se emocionó, la mujer que se escondía detrás de un árbol frondoso. Pensó josé muy contento: ahora sí a pasar sabroso, a la mujer se veía con medio cuerpo desnudo. José la veía de lejos y se acercó como pudo, cuando después de un momento josé ya estaba cerquita, esa mujer se le lanza y en gritos se

desgañita, eso que ya se venía, eso no era una mujer, tenía colmillos muy largos y se lo iba a comer, se le iba a chupar la sangre con sus bocaza terrible y eso que de lejitos parecía irresistible. Le apunto al espanto aquel y descargó la pistola, pero con nada detuvo a la horrible patasola, corrió josé con dos piernas y ella lo perseguía, y aunque fuera en una pata casi le hizo cacería, casi muerto llegó juan hasta una finca con perros. Los valientes animales la espantaron a los cerros, pero después de algún tiempo entre el monte se encontró, un infiel de mala suerte y patasola se lo chupó.

El SilbonSe cuenta que en noches de espantocuando la tormenta azota se aparece muy grandota un ánima que causa el llanto.

Se anticipa con su cantoque es un silbido en escala y un frio en el alma cala.

Lleva un costal con los huesos de aquellos que fueron presos por esta criatura mala se cuenta que fue maldito por asesinar al padre

y darle la carne a su madrepara que le hiciera un frito.Por eso cumple este ritode andar con un gran sombrerocaminando el mundo entero en las noches de tormentay quien quiera que lo encuentra puede perder todo el cuero.Si usted oye alguna vezque le silban en escalay que un frio se le calade la cabeza a los piesno corra ni cuente hasta diezusted tiene empezara insultarlo y no a rezar pues a nada le hace caso a menos que sea un madrasoy los empiece a gritar

Mucho cuidado muchachoscuando se vayan de fiestaal silbón nada le cuestay le gustan los borrachosaunque se crean muy machos.Por eso vaya con cautelay como dijera mi abuela:“el que escucha un buen consejo,es el que llega hasta viejo”Y un saludo a Venezuela….

El Collar de Cristal

Hace mucho tiempo vivía en la Guajira un joven de nombre Arikuai, hijo de un piache, sabio y prudente como él; conocía los secretos de la naturaleza, sabía curar las enfermedades, tanto del cuerpo como del alma, imitaba los sonidos del viento y de los animales.

Arikuai era alegre y amistoso, no había contienda ni baile en donde él no participara; era el confidente, el amigo, y a todos infundía ánimo y serenidad.

En una ranchería cercana a la de Arikuai vivía un adinerado patriarca con su numerosa familia. Entre las hijas se destacaba Anakuai, delicada,

diligente, alegre y cariñosa. En los bailes animaba a los tímidos con su amplia sonrisa y los invitaba a bailar, era incansable y todos la requerían, no porque fuera la más bella, sino porque era agradable y cordial; cuando se realizaba un baile era la primera invitada.

Arikuai y Anakuai se encontraban siempre en todas las fiestas; naturalmente, terminaron enamorándose, pero siguieron repartiendo alegría como lo habían hecho siempre.

Las dos familias se hicieron los regalos de rigor, poco después se efectuó el matrimonio. La feliz pareja continuaba siendo el centro de todas las reuniones y repartían toda la gama de colores de la alegría.

El anciano piache colocó en el cuello esbelto de Anakuai un sencillo collar de cristal con estas palabras:

- Hija mía, conserva siempre este collar, no te separes nunca de él, úsalo cuando estés en peligro.

La única condición es que ames y seas siempre fiel a tu esposo.

Se amaron los dos con pasión; la selva, los arenales y los cardones fueron testigos, pero no por eso dejaron de ayudar a sus amigos y fueron arcos de ilusión entre las parejas, continuaron siendo la alegría en los bailes y torneos.

La cordialidad de Anakuai fue malinterpretada por un apuesto, valiente y rico joven venido de un lugar distante de La Guajira. La requirió en amores y ella contestó:

- No puede ser, estoy casada con Arikuai y lo amo.

Siguieron encontrándose en fiestas y competencias. Ante las negativas de Anakuai, el joven indignado amenazó:

- Si no te divorcias de tu esposo, me vengaré.

Anakuai se entristeció, pero por temor a empañar su amor o no ser comprendida por Arikuai no le dijo nada.

Tiempo después los esposos caminaban en dirección a la selva. Sin ser visto, el vengativo enamorado los seguía. Ellos se sentaron en un tronco caído y él tocó la zagüagüa* mientras ella cantaba con pasión, luego se juraron amor y fidelidad. El pretendiente furioso por lo que veía y escuchaba, en un ataque de celos sacó una flecha, templó el arco y cuando se disponía a lanzarla hacia Arikuai, ella lo vio y lanzó un grito de terror a la vez que se llevaba las manos al collar, regalo del piache, y lo lanzó al intruso.

De pronto la selva enmudeció y se pobló de niebla, en el cielo aparecieron dos hermosísimos arcos de siete colores que cegaron la vista del vengativo pretendiente.

Desde entonces, en el cielo de La Guajira aparece después de las tempestades un símbolo de paz, de luz y esperanza: dos esplendorosos arco iris que poseen los colores encerrados en el collar de Anakuai -símbolo de la alegría- trayendo paz y optimismo a los habitantes de la Guajira cuando los contemplan

El Mohan

¿Y qué es el Mohán? Cuando uno pregunta a los mayores que habitan en el río, ellos le responden que el Mohán es un compadre más, uno que vive metido entre el agua, es grande y peludo, muy peludo al punto de que nunca se le ve la cara. Del Mohán (o mejor dicho los Mohanes porque hay muchos) hay que cuidarse, Usualmente lo que hacen es sujetar las redes en fondo y no dejan que el pescador las recoja (de ahí la importancia de espantarlo con el bronce) otras veces se montan en la parte posterior de la canoa del pescador y por su gran peso pueden hacer que la canoa se levante y hasta se volquee. Pero el mayor

perjuicio que causan es cuando se enamoran, pues se roban las mujeres y se las llevan a las islas de los ríos en donde viven. Pero no solo hay Mohanes, hay Mohanas, cuentan que en Barrancabermeja una de ellas se enamoró de un hombre, que escapando de sus enemigos se tiró al río, la Mohana lo vio y lo atrapó y se lo llevó a vivir en una isla del río. No se supo más del hombre durante mucho tiempo. Solo pudo escapar muchos años después cuando otra mohana también se enamoró de él y tratando de robárselo a su rival se pusieron a pelear (se agarraron de las mechas… y tienen muchas) y mientras ellas peleaban, el hombre

aprovechó para escaparse nadando tan rápido como pudiera, rogando no encontrarse con otra o con un cocodrilo, finalmente logró llegar a barracabermeja, sus amigos lo recibieron de nuevo, pero había ocurrido un prodigio, el hombre no había envejecido pese a que muchos años habían pasado desde que se lo habían robado.

Ilustraciones: Gago VargasAdaptación de Cuentos: Harry Marín