Leopold Von Ranke - Historia de Los Papas - Corrigido

668
Leopold Von Ranke Historia de los Papas H "-^m.

Transcript of Leopold Von Ranke - Historia de Los Papas - Corrigido

  • Leopold Von Ranke Historia

    de los Papas

    *

    H

    "-^m.

  • Leopoid Von Ranke Historia de los Papas

    f,A estas alturas una Historia de los Papas, y, adems, de Ranke? Como quien dice, una historia sobre un tema que ha sido capital en

    losMestinos humanos, pero ai que Ia misma historia e habra consumido ei tutano de su actualidad, y escrita por un "gran"

    historiador, pero "superado ", ya que no por otra cosa, por Ia corriente de los anos y su acarreo marginal de materiales. Epur si

    muove!..., o se mueven, mejor, ei terna y ei autor. Ya se sahr, \a se est sahiendo, ei influjo extraordinrio que ei papado ha ejercido en Ia marcha de los acontecimientos actuales. Para bien o para mal, ya

    se sabr, pero extraordinrio de todos modos por Ia desproporcin que guarda con Ia verosimilitud que le concedia Ia mente contempornea. Y en cuanto ai autor, tranqilamente podemos decir que no ha nacido todavia otro que le haya podido enmendar Ia plana, aunque varias le

    hayan sido corregidas en ei detatle. Los grandes historiadores son, a su manera, como los grandes artistas: insuperables, incomparables, y

    hay que volver siempre a ellos como a maestros de educacin humanista para contrarrestar, entre otras cosas. Ia accin un poo

    deSbrida de los filsofos. Y los grandes historiadores se engendran y cidminan con ei tema que Ia poca en que viven les seiiala y ningn

    tema le podia indicar ei siglo X/x a Ranke con ms ahinco que ei de Ia comprensin de Ia obra dei papado en Ia historia moderna citando se

    est debatiendo desesperadamente en Ia defensa de los ltimos vestgios de Ia donacin constantiniana, que condenara Dante con

    tanta ira. Si losjuicios se desbordan entre ei parangn pico y herodotiano que establece Dilthey y Ia condicin dei narrador

    desenvuelto y agradable que le concede Betiedetto Croce, tenetnos que buscar nosotros ei equilbrio entre Ias atracciones de su manera

    luminosa y humana de comprender los acontecimientos. Ia angustia cultivada por ei afn de penetrar en Ias fatalidades bienhechors dei

    poder y los asomos de decepcin con que nos amaga Ia mano amorosa que va colocando venerablemente cada poca en "relacin inmediata

    con Dios"pero esquiva en su temblor Ia energia necesaria para ponerlas a todas en relacin disparada hacia Ia hechura definitiva

    dei hombre.

  • SECCIN DE OBRAS DE HISTORIA

    HISTORIA DE LOS PAPAS U EN LA POCA MODERNA

    V^ : y imitf

    -.. ^ ' ' - ^ K -

  • .

  • HISTORIA de los PAPAS

    en Ia froca moderna *

    por

    VO

    -

    FONDO DE CULTURA ECONMICA MXICO

  • 1'iiiik-i.i aliciou ni ali-mii. IK34-1X36 Segunda edicin en alcmn,

    (ltima revisada por ei autor) 1874 Primera edicin en espaflol, 1943

    Undcima reimpresin, 2004

    Ranke, Leopold von Historia de los papas en Ia poca moderna / Lcopold von

    Ranke ; trad. de Eugnio fmaz. Mxico : FCE, 1943 629 p. : ilus. ; 24 x 17 cm (Colec. Historia) ISBN 968-16-0909-3

    I. Cristianismo 2. Papado Historia I. fmaz, Eugnio, tr. II. Ser III. t

    IX BX1304 R2818 Dewey 262.13 RI98h

    UEM aasc*2t.feL.*J....

    .^x.... L..%.\

    StCE

    ReQj.6j&:.eiQ ...* D0V1.>&: I Q - O B .. . . . . . . . . . . . . . . . . .

    Vifictas de ELVIRA GAZCN i D a * 8 . 3 ? j R 6 . / ? 8 p?ri

    Se prohfbe Ia reproduccin total o parcial de esta obra includo ei diseflo tipogrfico y de portada, sea cual fuere ei mdio, electrnico o mecnico, sin ei consentimiento por escrito dei editor.

    Comentrios y sugerencias: [email protected] Conozca nuestro catlogo: www.fondodcculturaeconomica.com

    D. R. 1943, FONDO DE CULTURA ECONMICA Carretera Picacho-Ajusco 227; 14200 Mxico, D. F.

    ISBN 968-16-0909-3 Impreso en Mxico Printed in Mxico

    Universidade Estadual de Maring Sistema de Bibliotecas - BCE

    0000131722

  • PRLOGO Todo ei mundo conoce ei poderio de Roma en Ia Edad Antigtia y en Ia Media; tambin en los tiempos modernos se ha visto ei renacimiento de su imprio mun-dial. Despus de Ia decadncia que experimento en Ia primera mitad dei si-glo xvi, ha podido constituirse otra vez en ei centro culminante de Ia fe y dei pensamiento de Ias naciones romnicas y ha llevado a cabo osados intentos, no poas veces afortunados, para dominar de nuevo ai resto.

    Esta poca, Ia de un poder espiritual-temporal renovado, su rejuvenecimien-to y desarrollo internos, su progreso y decadncia, es Ia que pretendo describir, por Io menos a grandes rasgos.

    Empresa esta que; si bien puede resultar fallida, ni siquiera podra fiaberse intentado de no haber tenido ocasin de utilizar unas fuentes desconocidas has-ta ei momento. Mi bligacin primera ser referirme a ellas.

    En otra ocasin trabaj los documentos berlineses. Pero Viena, por ejem-plo, es mucho ms rica en esta clase de tesoros.

    Adems de su fundamental esftritu alentn, Viena presenta un elemento europeo: costumbres y lenguajes mltiples se dan cita en Ias clases altas y en Ias hajas y ya Itlia se anuncia con Ia mayor viveza. Los colecciones de documentos ofrecen tambin un caracter amplio. Nos hablan de Ia poltica y dela posicin mundial dei Estado, de sus viejas relaciones con Espana, Blgica, Lombarda, de Ias frecuentaciones vecinales y eclesisticas con Roma; todo ello de una ma-nera directa. Siempre gust esa ciudad dei acarreo y Ia posesin. Ya solo por esto Ias primitivas colecciones de Ia Kaiserlich-Kniglichen Hofbibliothek poseen un gran valor. Ms tarde se han enriquecido con colecciones tradas de fuera. Se compro en Mdena una coleccin de volmenes parecidos a nuestras Informa-zioni,- procedente de Ia casa Rangone, y en Venecia los inapreciables manus-critos dei Dogo Marco Foscarini; encontramos entre ellos los flanes dei propie-tario para Ia continuacin de su obra literria, crnicas italianas de Ias que no se halla huella alguna en otra parte. Tambin se enriquecia aquella biblioteca con una densa coleccin de manuscritos histrico-polticos procedentes de los pape-les dei prncipe Eugnio, que este excelente estadista haba reunido con gran perspiccia. Se hojea ei catlogo con vida esperanza: jqu alegria, ante Ia inse-guridad que ofrece Ia mayora de Ias obras impresas de historia moderna, tropezar con tanto testimonio indito! jTodo un porvenir de trabajo far el estudioso!

    7

    '

  • 8 PRLOCO

    Y, no obstante, unos poos pasos nias all, Viena nos ofrece todavia sorpresas majores. El archivo imperial contiene, como es fcil presumir, los documentos ms importantes y fidedignos en Io que se refiere a Ia historia alemana en gene-ral, y tambin a Ia historia italiana. Despus de vrios avatares Ia mayor parte de los archivos venecianos ha vuelto a Venecia, pero una cantidad no insigni-ficante de documentos venecianos se encuentra todavia en Viena: despachos originales o su copia; extractos de los mismos para ei servido poltico, conocidos con ei nombre de "rubricarias"; relaciones, no poas veces en ejemplar nico, de gran valor; registros oficiales de Ias autoridades; crnicas y dirios. Las noticias que ofrecemos sobre Gregorio Xlll y Sixto V proceden en su mayor parte dei archivo de Viena. Nunca ensahar bastante Ia Uberalidad con que se me ha permitido ei acceso a l.

    S e r esta ocasin de agradecer en detalle, las muchas ayudas que se me han dispensado Io mismo en casa que fuera. Sin embargo, para hacerlo siento cierto reparo, no s si con razn. Tendra que citar demasiados nombres y entre ellos algunos muy importantes: mi agradecimiento cobraria as cierto aire de vanagloria y un trbajo que tiene todos los motivos para presentarse con mods-tia se revestiria de una aureola que no le iria muy bien.

    Despus de Viena mi intencin se encamin preferentemente a Venecia y a Roma.

    En Venecia las grandes famlias tenan Ia costumbre, cosi todas, de insta-lar junto a Ia biblioteca un gabinete de manuscritos. Es natural que se refieran con preferencia a cuestiones tocantes a Ia Repblica: relatan Ia participacin que Ia casa ha tenido en los asuntos pblicos y se conservaban como documentos familiares para instruccin de las nuevas generaciones. De estas colecciones pri-vadas se conservan todavia algunas, a las que me fu permitido ei acceso. Mu-chas ms se perdieron en Ia catstrofe dei afio 1797 y a partir de entonces. Si se ha conservado ms de Io que era de presumir, se Io debemos a los bibliotecrios de San Marco, que en ei naufrgio general procuraron salvar iodo Io que per-mitan las posibilidades dei Instituto. De hecho^esta biblioteca conserva un respetable tesoro de manuscritos, hnprescindibles para Ia historia interna de Ia ciudad y dei Estado y de importncia, sin duda, para Ia historia europea. Pero no hay que cifrar demasiadas esperanzas. Se trata de un haber relativamente nuevo, surgido accidentalmente de colecciones privadas, sin que domine ningn plan de conjunto. No tiene comparacin con las riquezas dei archivo pblico, tal como est organizado hoy en dia. En ocasin de una investigacin acerca de Ia conjuracin dei ano 1618 describ ya ei archivo veneciano y no es menester que me repita. Por Io que se refiere a Ia parte romana tena que apoyarme sobre todo en las relaciones de los embajadores que volvtan de Roma. Pero deseaba poder utilizar tambin otras colecciones, porque no es posible evitar las lagunas, y este archivo, a fuerza de tantos traslados, ha padecido algunos perdidas. Pude juntar cuarenta y ocho relaciones acerca de Roma: Ia ms antigua, dei ano 1500; diecisis dei siglo xvt; veintinueve dei xvn una serie cosi completa, con solo algunas interrupeiones; ocho dei XVIII, muy instruetivas. En Ia mayora de los casos pude utilizar ei original. Contienen una gran cantidad de noticias inte-

  • PRLOGO 9 resantes, trasiego de una visin directa, que parecan perdidas con Ia vida de los coetneos, y fueron las que me dieron Ia idea y ei nimo para una exposicin de largo alcance.

    Para su corroboracin y ampliacin solo en Roma, como es natural, podran encontrarse los mdios.

    lEra de esperar que se permitiera Ia libre entrada, para descubrir los se-cretos dei Papado, a un extranjero que, adems, tenta religin diferente? Acaso Ia presuncin favorable no era tan infundada, pues ningtina investigacin puede sacar a flote algo peor de Io admitido ya sin base y que ei mundo consi-dera, sin ms, como verdadero. Sin embargo, no puedo alardear de que las cosas sucedieran como yo esperaba. He tomado noticia de los tesoros dei Vati-cano y utilizado, para mis fines, toda una serie de volmenes, peto ia libertad que yo deseaba en modo alguno me fu concedida. Afortunadamente, se me abrieron otras colecciones que permitan tina informacin, si no completa, por Io menos autntica y suficiente. En los tiempos dei apogeo de Ia aristocracia principalmente en ei siglo xvn en toda Europa las famlias de rango que intervenan en los negcios pblicos conservaron tambin una parte de Ia docu-mentacin. Acaso en ninguna parte ai grado que en Roma. Los familiares dei Papa, que siempre dispusieron dei poder, legaron a las casas principescas que ellos fundarem una gran parte de los documentos pblicos que cayeron en sus manos en ei perodo de su administracin. Esto formaba parle dei haber de una famlia. En los palcios que erigieron, por Io general en las habitaciones de arri-ba, haba siempre unas salas reservadas para libros y manuscritos, que solan ser llenadas dignamente como Io haban hecho los antepasados. Las colecciones privadas, en este caso, son, en cierto respecto, colecciones pblicas, y ei archivo dei Estado se dispersa, sin extraneza de nadie, en las casas de las diferentes grandes famlias que tuvieron intervencin en los negcios. As como ei exce-dente dei patrimnio pblico enriquecia a los linajes papales, y Ia galeria vati-cana, aunque excelente por su seleccin de obras maestros, no puede competir, sin embargo, en riqueza e importncia histrica, con algunas galerias privadas, como Ia Borghese y Ia Doria, as tambin los manuscritos conservados en los palcios Barberini, Chigi, Altieri, Albani, Corsmi resncm de inestimable valor para Ia historia dei Papado, dei Estado papal y de Ia lglesia. Establecido no hace mucho ei archivo pblico, es importante en cuanto a Ia Edad Media por su coleccin de "vegestos"; seguramente, tina parte de Ia historia de ese tiempo se esconde aqui para ser descubierta, fero, en Io que a mi se me alcanza, creo que no aportar gran cosa para Ia poca moderna. Este archivo, si no he sido enganado, resulta insignificante ante Ia riqueza de las colecciones privadas. Como es de suponer, cada una de ellos abarca en especial ei perodo en que gobern ei Papa de Ia famlia respectiva; pero como los familiares siguieron desempenando un papel importante, y como ocurre que cualquiera se empena en continuar y completar una coleccin ya iniciada y esa tarea no resultaba muy difcil en Roma, donde se haba originado un comercio literrio de manuscritos, ninguno de los archi-vos privados deja de poseer noticias preciosas de tiempos anteriores y posteriores. La ms rica de estas colecciones a consecuencia de herencias importantes tom--

  • 10 PRLOGO bin en este respecto es Ia Barberiniana; Ia Corsiniana, desde un principio, se organizo con ei mejor critrio de amplitud y seleccin. Tuve Ia suerte de poder utilizar estas dos colecciones y otras de menor importncia, en ocasiones con absoluta libertad. Pude cazar todo un botn insospechado de materiales seguros y pertinentes. Correspondncia de Ias nunciaturas, con Ias instrucciones que les acompanan, relaciones, descripciones vivas de vrios Papas, tanto menos preca-vidas cuanto que no se escribieron pensando en ei pblico; descripciones tambin de cardenales de nota, dirios oficiales y privados, explicaciones de acontecimientos y circunstancias, vistobuenos, consejos, informaciones sobre Ia administracin de Ias provncias, sobre su comercio e industria, cuadros estadsti-cos, presupuestos de gastos e ingresos. En su mayor parte documentos desconoci-dos, redactados por hombres que posean un conocimiento vivo dei tema y tan dignos de confianza que, si bien no dispensan dei examen y Ia crtica analtica, nos ganan como solo pueden hacerlo los testimonios de coetneos bien enterados. Entre estos documentos, ei ms antiguo, utilizado por mi, se refiere a Ia conjura-cin de los Porcari contra Nicols V; sobre ei siglo xv cayeron en mis manos otros poos; en ei siglo xvi los testimonios se van haciendo ms densos y numerosos a cada paso; a todo Io largo dei XVII, poca en Ia cual tan poo conocemos de seguro sobre Roma, nos acompanan informaciones tanto ms preciadas; por ei contrario, disminuyen en cantidad y en valor a partir dei xvm. EI Estado y Ia corte haban decado tambin de su rango. Pienso examinar con detalle estos documentos romanos y venecianos con propsito de recoger todo Io que todavia me parezca interesante y que en ei curso de Ia presente historia he tenido inne-cesariamente que sacrificar. Porque, dada Ia masa enorme dei material que se presenta a los ojos en tantas hojas escritas o impresas, se le imponen ai relato forzosas limitaciones.

    Un italiano, un romano o un catlico seguramente abordaran ei asunto de otra manera. Su veneracin o, acaso, tal como estn ias cosas en Ia actualidad, su dio tenira Ia exposicin, sin duda alguna, de colores brillantes y, en muchos pasajes, podria ser ms circunstanciado, ms eclesistico, ms local. L/n protes-tante, un alemn dei Norte, mal podria competir con ellos. Mantiene una acti-tud de indiferencia frente ai poder papal y tiene que renunciar de antemano ai calor que Ia simpatia o ei dio pudieran prestar ai relato y que serviran acaso para impresionar ai pblico europeo. Tambin en Io que se refiere a este o aquel detalle eclesistico o cannico nos encontramos bastante distantes. Pero, en com-pensacin, se nos ofrecen otros puntos de vista que, si no me equivoco, pueden pretender un caracter histrico ms puro. {Qu es, ciertamente, Io que en Ia actualidad puede prestar inters ai poder papal? No relacin alguna con nos-otros, ya que no ejerce ninguna influencia importante; tampoco preocupacin de nuestra parte, ya que los tiempos en que algo podamos temer han pasado y nos sentimos seguros.' Solo puede interesarnos su desarrollo histrico y su accin

    1 Esto fu Io que escrib ei ano de 1834, en una poca en que reinaba, o ai menos parecia reinar. Ia paz entre Roma y Alemania. El prlogo aqui reproducido, e incluso tal vez ei libro mismo, contiene Ia expresin dei ambiente de esta poca. Pero, j cuanto ha cambiado todo desde entoncesl Al preparar, cuarenta afios dcspus de su aparicin primera, Ia sexta edicin, rne encuentro con que Ia lucha, calmada cntonces, ha estallado de nucvo en llamas. Huelga decir que

  • PRLOGO 11

    sobre Ia historia universal. El foder papal no ha sido tan inmutable como se pretende. Si prescindimos de los princpios que condicionan su existncia y a los que no puede renunciar so pena de hundirse, ha sido removido interna-mente en no menor grado que otro poder cualquiera por los avatares que ha sufrido Ia humanidad europea. Lo mismo que han cambiado los aconteceres de Ia historia y una nacin u otra ha ejercido ei predominio y se ha movido Ia vida toda, as tanibin ei poder papal, sus mximas, sus empenos, sus pretensio-nes han experimentado metavwrfosis esenciales y, sobre todo, su influencia ha sido afectada por los mayores cmbios. Si seguimos siglos arriba Ia pauta de tan-tos nombres ilustres, desde Pio 1, en ei n, hasta nuestros contemporneos Pio VU y Pio VIU, recibimos de pronto Ia impresin de una continuidad ininterrum-pida. Pero no hay que dejarse enganar; en realidad, los Papas de Ias diferentes pocas se diferencian no menos que Ias dinastias de un reino. Para nosotros, que nos bailamos ai margen, Ia observacin de estos cmbios ofrece ei mximo inte-rs. En ellos vemos una porcin de Ia historia general, dei total desarrollo uni-versal. No solo en los perodos de predominio indiscutible sino, y acaso de inanera ms marcada, cuando fuerzas contrarias actan, como en los tiempos que pretende abarcar este libro, en esos siglos xvi y XVII, en que contemplamos ai Papado en peligro, pero recobrndose y hasta ganando poder durante algn tiempo, retrocediendo de nuevo y bordeando una nueva decadncia, tiempos en que ei esprita de Ias naciones occidentales se ocupa de preferencia en cues-tiones eclesisticas y en que ese poder, abandonado y atacado por algunos, sos-tenido y defendido con renovado ardor por otros, se afirma indiscutiblemente con significacin universal. Este es ei punto de vista requerido por nuestra situa-cin y en ei que este libro trata de colocarse.

    Comienzo recordando Ia situacin dei poder papal a comienzos dei si-glo xvi y en ei curso de los acontecimientos que llevaron a esta situacin.

    no por eso se ha cambiado ni una tilde en ei libro, pero no me cs posible ocultar tampoco que ha empezado una nueva poca dcl Papado. No he podido sino indicar por medio de rasgos genera-lcs ei desarrollo de esta, conservando siempre ei punto de vista objetivo que trate de mantener desde ei principio, pero me pareci conveniente dirigir mi atencin hacia ei actual pontificado en ese mismo sentido. Con arreglo a esto no he podido repetir ei titulo original de Ia obra por ei que esta se vinculo a otra publicacin que se limitaba a los siglos xvJ y xvn, sino que escogi un ttulo ms amplio.

  • LIBRO PRIMERO

    I N T R O D U C C I N

    I. POCAS DEL PAPADO

    1) EI cristianismo en ei Imprio romano Si contemplamos ei mbito dei mundo antiguo en los primeros siglos nos encon-tramos con un gran nmero de pueblos independientes. Viven ai borde dei Mediterrneo, all hasta dcnde llegan Ias noticias dei mar: diferenciados, en limites angostos, formando Estados libres y muy particularizados. La indepen-dncia de que gozan no es solo poltica, pues en todos ellos se ha originado una religin local; Ias ideas de Dios y de Ias cosas divinas tienen fuerte sabor local; se reparten el mundo divinidades nacionales con los atributos ms dispa-res; Ia ley a que obedecen los creyentes se halla unida indisolublemente a Ia ley dei Estado. Se puede decir que a esta ntima unin dei Estado y Ia religin, a esta libertad doble, apenas limitada por leves obligaciones que dimanan dei pa-rentesco de Ias estirpes, corresponde Ia parte mayor en Ia formaein de Ia Anti-gedad. Se hallaba encenada en limites estrechos pero, dentro de ellos, podia desenvolverse plenamente, abandonada a sus impulsos, una existncia despreo-cupada y juvenil.

    Todo esto cambio profundamente ai surgir el poderio de Roma. Todas Ias autonomias que llenan el mundo se van doblegando y desaparecen una trs otra. De pronto Ia tierra se desnuda de pueblos libres.

    En otras pocas los Estados se derrumban porque se deja de creer en Ia religin, mas esta vez el sojuzgamiento de los Estados es el que acarrea Ia deca-dncia de Ia religin. Fatalmente, a consecuencia dei domnio poltico, conflu-ycn todas Ias religiones en Roma: pero qu significacin podan guardar una vez arrancadas ai suelo que les di vida? La adoracin de Isis tuvo acaso un sen-tido en Egipto porque divinizaba Ias fuerzas naturales tal como aparecan en Ia tierra, pero en Roma se convirti en un culto idoltrico desprovisto de sentido. Adems, ai entrar en contacto Ias diferentes mitologias, el resultado no podia

    13

  • 14 INTRODUCCIN

    ser otro que Ia lucha y liquidacin mutua. No es posible imaginar un filsofo que hubiera podido allanar sus contradicciones. Pero tampoco, en este caso inve-rosmil, se habra dado satisfaccin a Io que ei mundo necesitaba.

    Por mucho que sintamos Ia desaparicin de tantos Estados libres, no pode-mos negar que de sus escombros surgi una nueva vida. Al ceder Ia libertad cayeron tambin los limites de Ias angostas nacionalidades. Las naciones haban sido sojuzgadas, conquistadas, pero, a Ia vez, reunidas y fundidas. El m-bito dei Imprio coincidia con ei supuesto perfil de Ia tierra, y sus habitantes se sentan como una sola raza. El gnero humano empez a darse cuenta de su unidad.

    En este momento dei mundo nace Jesucristo. Su vida transcurri callada y escondida. Curaba enfermos, conversaba con

    unes pescadores, que no siempre le entendian, hablndoles en parbolas acerca de Dios. No tena donde reclinar su cabeza. Pero desde ei punto de vista secu-lar, que es ei nuestro, podemos decir que nada ms inocente y poderoso, sublime y santo se ha dado en Ia tierra que su vida y su muerte; en cada palabra que sale de sus lbios aletea ei espritu de Dios; palabras, como dice'Pedro, de vida eter-na. El gnero humano no guarda en su memria nada que, ni de lejos, se le pueda comparar.

    Puede ser verdad que los cultos nacionales albergaran un elemento religioso efectivo, pero Io cierto es que, por entonces, se haba perdido por completo; no conservaban ya sentido alguno y, as, ei Hijo dei Hombre, ei Hijo de Dios se presentaba frente a ellos como Ia relacin eterna y universal de Dios con ei mun-do y de los hombres con Dios.

    Cristo haba nacido de un pueblo que se haba distinguido como ninguno por ei rigor exclusivista de su ley ritual, pero ai que cupo ei mrito incomparable de haber mantenido energicamente desde un principio ei monoteismo. Claro que no dejaba de ser una religin nacional pero en este momento recibe una significacin muy distinta. Cristo acaba con Ia ley. dndole cumplimiento; ei Hijo dei Hombre se presenta tambin como senor dei sbado; Dios descubre ei contenido eterno de unas formas que un entendimiento tosco no haba com-prendido bien. De ese pueblo, que hasta entonces se haba apartado de los dems por una insuperable limitacin de creencias y de costumbres, surge, con toda Ia fuerza de Ia verdad, una fe que llama a todos y a todos acoge. Se anun-cia ei Dios de todos, ei que, como dice Pablo a los atenienses, ha hecho de una misma sangre a todas las gentes que pueblan Ia tierra. Como hemos dicho, los tiempos estaban maduros para tan sublime ensenanza: existia un gnero humano que podia recibirla. Como un rayo de luz, dice Eusebio,1 ilumino toda Ia tierra. En poo tiempo se expande desde ei Eufrates hasta ei Oceano Adntico, por ei Rin y por ei Danbio, hasta los confines dei Imprio.

    Aunque era una doctrina inocente y bondadosa, es natural que encontrara fuerte resistncia en los cultos existentes, apegados a las costumbres y necesida-des de Ia vida, a todos los viejos recuerdos, y que ahora trataban de adaptarse a Ia constitucin dei Imprio.

    i Hist. eccls., n, 3.

  • POCAS DEL PAPADO 15

    El espritu poltico de Ias viejas religiones tantea en busca de una nueva forma. El conjunto de todas aquellas autonomias que poblaron ei mundo, su riqueza total se haba dado en galardn a uno solo. No haba quedado ms que un solo poder, que no dependia sino de si mismo y Ia religin reconoca este hecho ai tributar ai-emperador honores divinos. Se le levantaron templos, se le ofrecieron sacrifcios, se juro en su nombre, se celebraron sus fiestas y sus esta-tuas ofrecan asilo. El culto rendido ai gnio dei emperador fu acaso ei nico de caracter universal en todo ei Imprio.2 Todas Ias idolatrias coincidan en esto, que era su apoyo.

    Este culto dei emperador y Ia doctrina de Cristo ofrecan cierta semejanza frente ai conglomerado de Ias religiones locales; pero tambin se enfrentaban en trminos antagnicos.

    El emperador concebia Ia religin en ei aspecto mundano, vinculada a Ia tierra y a sus bienes, que le haban sido donados, como dice Celso; todo Io que se posee a l se debe. El cristianismo concibe Ia religin en Ia plenitud dei espritu y en Ia verdad ultraterrena.

    El emperador junta Estado y religin; ei cristianismo separa Io que es de Dios de Io que es dei Csar.

    Cuando se sacrifica en honor dei emperador, se confiesa Ia servidumbre ms profunda. Aquella unin de religin y Estado, que en otros tiempos haba representado Ia independncia, significaba ahora ei remate de Ia servidumbre. Fu un acto de liberacin que ei cristianismo prohibiera a sus fieles sacrificar en honor dei Csar.

    El culto dei emperador llegaba tan solo a los confines dei Imprio, supues-tos confines de Ia tierra; ei cristianismo estaba destinado a abarcar de verdad Ia tierra, todo ei gnero humano.

    La nueva fe trataba de despertar en todas Ias naciones aquella primitiva conciencia religiosa que se supone ha precedido a Ias diferentes idolatrias, de evocar, por Io menos, una conciencia pura, no enturbiada por ninguna relacin con ei Estado, y se enfrento as con este poder universal que, no contento con Io terrenal, queria tambin someter Io divino. De este modo ei hombre se convir-ti en un elemento espiritual, hacindose de nuevo independiente, libre y per-sonalmente insojuzgable; ei mundo recibi nueva vida y fu fecundado para nuevas creaciones.

    Era ia oposicin de Io terreno y Io espiritual, de Ia servidumbre y Ia liber-tad, de un morir paulatino y de un vivo rejuvenecimiento.

    No es lugar aqui para que describamos Ia larga lucha de estos princpios. Todos los elementos vivos dei Imprio romano fueron arrastrados por Ia nueva corriente, empapados con Ia esencia cristiana y Uevados por ei gran camino dei espritu. Por si solo, dice Crisstomo, se extingui ei error de los dolos.8 El paga-nismo se le figura como una ciudad conquistada cuyos muros se han desplo-

    2 Eckhcl, Doctrina numorum veterum, P. n, vol. vm, p. 456; cita un pasaje de Tertuliano (Apol., c. 28) dcl cual parece dcducirse que Ia veneracin dei Csar fu, a vecej, muy viva.

    8 Xyo; sl tv itaxctQiov lia[5.uv xol xa-t 'IouXiavo xal jip lEM.yva: Chry-

    lostomi Opp., ed. Paris, li, 510.

  • 16 INTRODUCCIN

    mado, cuyos mercados, teatros y edifcios pblicos son presa de Ias llmas y cuyos defensores acaban de sucumbir. Sobre los escombros se yerguen todavia unos poos viejos y unos niiios.

    Prcnto desaparecen tambin estas figuras postreras y comienza una trans-formacin sin ejemplo.

    En Ias catacumbas surge ei culto de los mrtires. En los mismos emplaza-mientos en que fueron adorados los dioses olmpicos, con Ias mismas columnas que sostuvieron sus templos, se levantan los santurios en hcnor de aquellos que haban ultrajado a los dolos y haban sido castigados con Ia muerte. El culto, que tuvo sus princpios en los yermos y en Ias prisiones, conquisto ei mundo. A veces nos ascmbra que ei edifcio mundano de los paganos, Ia baslica, se haya convertido en ei lugar dei culto cristiano. Acontecimiento que encierra algo muy significativo. El bside de Ia baslica contena un augusteo,4 donde se guardaban Ias imgenes de los CsaTes que haban recibido honores divinos. En su lugar, como podemos verlo todavia hoy, se coloco Ia imagen de Cristo y de los apsto-les; donde estuvo ei emperador dei mundo, con atributos de Dios, se encuentra ahora ei Hijo dei Hombre, ei Hijo de Dios. Las divinidades locales se disipan y desaparecen. En todos los caminos, en las abruptas alturas, en lcs puertos y gargantas, en las techumbres de las casas, en ei mosaico de los suelos se con-templa Ia cruz. Victoria decisiva y completa. Como en las monedas de Constan-tino vemos ei lbaro con ei monograma de Cristo sobre ei dragn derribado, as sobre Ia pagana derrotada se levanta ei nombre venerado de Cristo.

    Tambin en este aspecto se nos ofrece Ia ilimitada significacin dei Imprio romano. En los siglos de su apogeo quebrant Ia independncia de las nacicnes y aniquilo aquel sentimiento de suficincia que Ia particularidad significaba. Pero en sus ltimos tiempos ha visto salir de su regazo Ia verdadera religin, Ia expresin ms pura de una conciencia comn, que excede con holgura los limi-tes de su Imprio, Ia conciencia de Ia comunidad en un solo Dios verdadero. Podemos decir que, en virtud de este acontecimiento, ei Imprio justifico su propia necesidad. El gnero humano se haba percatado^e si mismo y haba encontrado su unidad en Ia religin.

    Esta religin recibi dei Imprio romano su forma externa. Los sacerdcios paganos tenan caracter de ofcios civiles; en ei judasmo

    incumbia a una tribu Ia misin espiritual. El cristianismo se diferencia porque constituye ei sacerdcio una clase especial, formada de rruembros que ingresan en ella libremente, consagrados por Ia imposicin de .manos, apartados de todos los afanes dei mundo para entregarse a los negcios espirituales y divines. La Iglesia se desenvolvi ai principio en formas republicanas que van desaparecien-do a medida que Ia nueva fe va dominando. El clero se destacar cada vez ms frente a los laicos.

    Segn me parece, esto ocurri no sin cierta necesidad interna. La Uegada dei cristianismo vino a liberar Ia religin de los elementos polticos. Esto implica ei establecimiento frente ai Estado de una clase sacerdotal separa-da, con una constitucin propia. Separacin de Ia Iglesia y ei Estado, que

    * Tome este date de F.. Q. Visconti: Museo Pio-Clementino, vn, p. 100 (ed. de 1807).

  • POCAS DEL PAPADO 17

    representa, acaso, ei acontecimiento mayor y de mayores consecuencias de los tiempos cristianos. El pcder espiritual y ei temporal pueden encontrarse muy juntos y hasta constituirse en estrecha comunidad, pero su coincidncia total solo excepcionalmente y por breve tiempo puede darse. Las relaciones mutuas entre estos dos poderes constituyen uno de los factores ms importantes de toda Ia historia.

    Pero este estamento sacro tena que copiar en su constitucin Ia dei Imp-rio. En correspondncia con Ia jerarqua de Ia administracin civil, se constituy Ia de los obispos, metropolitanos y patriarcas. No pas mucho tiempo sin que los obispos romanos se arrogaran Ia supremacia. Es una suposicin inocente pen-sar que han gozado de un primado indiscutible en los primeros siglos o en cualesquiera otros, si es que pensamos en un reconocimiento universal de Este a Oeste. Pero es cierto que ganaron muy pronto un prestigio que les hizo desta-carse sobre las dems potestades eclesisticas. Ivluchas circunstancias favorecieron ei hecho. Si por todas partes Ia importncia de Ia capital de provncia reper-cute en Ia autoridad dei obispo de Ia misma, en mucho mayor grado habra de ser este el caso en Ia capital de todo ei Imprio, cuyo obispo llevaba su nom-bre.6 Roma era una de las sedes apostlicas ms veneradas; en ella haba corrido Ia sangre de Ia mayora de los mrtires; durante las persecuciones, los obispos de Roma se haban conducido con especial bravura y, a menudo, se sucedieron en el puesto, en Ia persecucin y en Ia muerte. Por otra parte, los emperadores consideraron conveniente favorecer Ia formacin de una gran autoridad patriar-cal. En una ley que ha sido decisiva para el domnio ejercido por el cristianismo, Teodosio el Grande ordena a todos los pueblos que de l dependen se sometan a Ia fe que San Pedro predico a los romanos.8 Valentiniano III prohibi a los obispos de Ia Galia y de otras provncias que se apartaran de las costumbres seguidas sin el consentimiento dei obispo de Ia Ciudad Santa. Bajo los auspcios dei Csar surgi as el poder dei obispo de Roma. Pero esta circunstancia pol-tica significo, a Ia vez, un limitacin para ese poder. Si no hubiera habido ms que un solo emperador, el primado universal podra haberse mantenido. Pero Ia divisin dei Imprio Io hizo imposible. Mal podan los emperadores de Oriente, tan celosos de sus derechos eclesisticos, favorecer Ia expansin dei poder dei patriarca de Occidente dentro dei mbito de sus domnios. Tambin en este caso Ia constitucin de Ia Iglesia correspondi a Ia dei Imprio.

    2) El Papado se alta con el reino franco Apenas tuvo lugar este gran cambio, apenas sembrada Ia reJigin cristiana y establecida Ia Iglesia, ocurren nuevos acontecimientos universales: el Imprio romano, que durante tanto tiempo venci y conquisto, se veia a su vez atacado, invadido y vencido por sus vecinos.

    8 Casauboni, Exercitatones ad annacs eccksiasticos Baronii, p. 260. Codex Theodos., xvi, i, 2: Cunclos populos quos clementiae nosfrae reg/r temperamenfnm,

    iii h/i voJumus relig/one versar/, qu.im divnuni Pefriim Aposlo/um tradidisse Romans re/gio usque mine ab ipso insinuara declarai. Tambin Planck menciona el Edicto de Valentiniano en: Gcschicnfe iler christich-kirch/iciien Gcsc/Jsdiaftsvcr/assung, i, 642.

  • 18 INTRODUCCIN

    En ei cataclismo general tambin ei cristianismo result conmovido. En los grandes peligros los romancs se acordaban todavia de los mistrios etruscos y los atenienses pensaban que Aquiles y Minerva podran salvarlos; los cartagine-ses impetraban ai gnio celeste; pero se trataba de perturbaciones pasajeras. El edificio de Ia Iglesia se mantiene firme mientras ei Imprio se derrumba en Ias provncias occidentales.

    Pero, como es natural, tambin Ia Iglesia conoci momentos de angustia y se vi ante una situacin tctalmente nueva. Una nacin pagana se apoder de Bretana; los reyes arrianos conquistaron Ia mayor parte dei Occidente; en Itlia, y ante Ias puertas de Roma, los longobardos, viejos arrianos, siempre vecinos peligrosos, fundaron un poderoso reino.

    Mientras los cbispos de Roma, acosados por todas partes, se esforzaban y, en verdad, con toda Ia sagacidad y tenacidad que desde entonces les es pecu-liar en conservar su senoro cuando menos en su demarcacin, ocurre un desastre todavia mayor. No solo conquistadores, como los germanos, sino pose-dcs por una fe fantica y orgullosa, contraria radicalmente ai cristianismo, los rabes se desparraman por Oriente y Occidente, conquistan ensucesivos ataques ei frica y en uno solo Espana, y Muza proclama su intencin de marchar hasta Itlia a travs de los Pirineos y de los Alpes, para plantar ei estandarte dei pro-feta en ei Vaticano.

    La situacin en que se encontro ei cristianismo occidental era tanto ms peligrosa cuanto que en ese momento se agitaban furiosas Ias disputas de lcs iconoclastas. El emperador de Constantinopla se haba adherido a un partido distinto que ei Papa de Roma; ms de una vez trato de asesinarlo. Los longobar-dos se percataron pronto de cun favorable les era esta situacin. Su rey Aistulfo se apoder de provncias que hasta entonces haban estado sometidas ai empera-dor, se aproximo a Roma y exigi de Ia Ciudad Eterna ei pago dei tributo en senal de sometimiento bajo terribles ainenazaSy

    No era posible encontrar ayuda alguna en todo ei ^ undo romano contra los longobardos y mucho menos contra los rabes salvajes que en aquella poca empezaban a dominar ei Mediterrneo y amenazaban ai cristianismo con una guerra a muerte.

    Por fortuna, ei cristianismo no se encerraba ya en los confines dei mundo romano. Haca tiempo que haba traspasado Ias fronteras siguiendo su destino original. Por ei Oeste haba entrado en los pueblos germnicos y se haba cons-titudo ya en mdio de ellos un poder ai que no tena ms que acudir ei Papa para encontrar aliados dispuestos contra toda clase de enemigos.

    Entre todos los pueblos germnicos, ei franco, ya en su primer levanta-miento en Ias provncias dei Imprio romano, se haba hecho catlico. Esta conversin le haba madurado para grandes progresos. Los francos encontrarem aliados naturales tn los sbditos catlicos de sus enemigos arrianos, los burgun-

    1 Anastasius Bibliothecarius: Vitae Ponfi/icum; "Vita Stephani III", ed. Paris. p. 83, Fre-mens ut leo pesH/eras minas Romanis dirigere non desinebat, assetens omnes uno gladio iugulari, nisi suae sese subderent difiom.

  • POCAS DEL PAPADO 19 dos y visigodos. Muchos milagros, nos dice Ia leyenda, favorecieron a Clodoveo: San Martin le sefial ei camino a travs dei Vienne por mdio de una perra; San Hilrio le precedia en su marcha asumido por una columna de fuego. No es demasiado atrevido suponer que estas leyendas representan Ias ayudas que los indgenas prestaban a un compaiiero en Ia fe, cuando aqullos "anhelaban" su victoria, como dice Gregorio de Tours.

    As fortalecido en sus comienzos con xitos tan grandes, este sentir catlico fu refcrzado por otra circunstancia especial.

    El Papa Gregorio ei Grande vi una vez en ei mercado de esclavos de Roma a los anglosajones, que le llamaron Ia atencin y le hicieron pensar en Ia convenincia de evangelizar Ia nacin a que pertenecan. Jams un Papa tomo decisin de resultado ms fecundo. Con Ia doctrina cristiana se promovi en Ia Bretana germnica una veneracin por Roma y Ia Santa Sede como no se encon-traba en parte alguna. Los anglosajones iniciaron sus peregrinaciones a Roma; mandaban a los jvenes para que se instruyeran en Ias cosas divinas; ei rey Offa introdujo ei dinero de San Pedro para ayuda de los peregrinos; Ia gente de rango marchaba a Roma para morir en Ia Ciudad Santa y poder ser recibida mejor por los santos dei cielo. Parece como si esta nacin hubiera traspasado a Roma y a los santos cristianos Ia vieja supersticin germnica de que los dio-ses se hallan ms cerca de un determinado lugar que de otro.

    A esto se afiadi algo ms importante, pues los anglosajones contaiaron de esta manera de pensar Ia tierra firme y los domnios francos. El apstol de los germanos fu un anglosajn. Lleno dei fervor de su nacin por San Pedro y sus sucesores, Bonifcio prometi ai comienzo de su apostclado someterse fielmente a los mandatos de Ia Santa Sede, promesa que cumpli con ei mayor rior. La Iglesia germnica fundada por l recibi as un extraordinrio sentido de obe-dincia. Los obispos tenian que prometer solemnemente mantenerse sometidos hasta ei fin de sus dias a Ia Iglesia romana, a San Pedro y a sus sucesores. Pero no solo convenci a los germanos. Los obispos de Ia Galia haban estado mani-festando cierta independncia de Roma. Bonifcio, que lleg a presidir algunas veces sus snodcs, encontro ocasin para marcar tambin con sus ideas esta por-cin occidental de Ia Iglesia franca; a partir de l, los arzobispos gaios recibieron ei palio de Roma. Y ei sometimiento de estilo anglosajn se extendi as por todo ei mbito dei reino franco.

    El poder franco se haba convertido en ei centro de todo ei mundo germ-nico-occidental. En nada le perjudic que ia vieja casa real, Ia dinastia mero-vingia, se hundiera por los crmenes ms atroces; su lugar fu ocupado por otro linaje de hombres, de voluntad poderosa y de fuerza terrible. Mientras los otros reinos se desmcronaban y ei mundo estaba a punto de convertirse en una propiedad de Ia espada muslime, esta dinastia, Ia de Pipino de Heristal, que despus recibi ei nombre de carolingia, present Ia primera y decisiva resis-tncia.

    Al mismo tiempo favoreci Ia evolucin religiosa que iba teniendo lugar. Desde muy temprano encontramos a Ia dinastia eti muy buenas relaciones cor

  • 20 INTRODUCCIN

    Roma, y Bonifcio trabaja bajo Ia proteccin de Carlos Martel y Pipino ei Breve.8

    Pinsese un momento en Ia posicin dei poder papal en ei mundo. Por un lado, ei Imprio de Oriente, en decadncia, dbil, incapaz de defender ei cristianismo contra ei Islam y de asegurar sus propios domnios italianos contra los longobardos y, sin embargo, con pietensiones de intervencin soberana en los asuntos eclesisticos. Por otro, Ias naciones germnicas, Uenas de vida, pode-rosas, vencedoras dei Islam, sometidas a Ia autoridad de que tenan menester con toda Ia frescura de su entusiasmo juvenil y Uenas de fervor generoso.

    Gregorio II se daba cuenta de Io que haba ganado. "Todos los pases de Occidente escribe lleno de seguridad ai emperador iconoclasta Len Isu-rieo dirigen sus miradas a nuestia humildad y nos tienen por un Dios sobre Ia tierra." Sus sucesores se iban percatando cada vez con mayor claridad de Ia necesidad de apartarse de un poder que no les ofreca proteccin alguna y que solo les impona oblgaciones: Ia sucesn dei nombre y dei Imprio de Roma no podia atarlos. As, pues, volvan su mirada ai lugar de donde unicamente podan esperar alguna ayuda. Entablaron una alianza con los Senores de Occidente, con los prncipes francos, alianza que se fu haciendo ms estrecha con ei tiempo, aporto a ambas partes ventajas considerables y se desenvolvi de tal modo que lleg a revestir una significain de primer orden en Ia historia universal.

    ( Cuando ei joven Pipino, no satisfecho con Ia ralidad dei poder monr-

    quico, quiso tambin poseer ei ttulo, sinti que le era menester un refrendo superior, y ei Papa se Io ofreci. A cambio, ei nuevo rey prometi defender 'Ia Santa Iglesia y Ia Repblica de Dios" contra los longobardos. Pero a su ceio no ie bastaba Ia mera defensa. Muy pronto obiig a los longobardos a entregar los territrios italianos arrebatados ai Imprio de Oriente, ei Exarcado. Parece que Ia justicia reclamaba que los hubiera devuelto a su dueo ei emperador, y en este sentido recibi Pipino alguna indicacinyLa contestacin suya fu que "no haba salido a combatir por ei bien de un hombt, sino movido por su veneracin a San Pedro, para ganar as ei perdn de sus pecados".9 Deposito Ias llaves de Ias ciudades conquistadas sobre ei altar de San Pedro. Este fu ei fundamento de todo ei poder temporal de los Papas.

    Con tan animosa colaboracin se fu desenvolviendo Ia alianza. Carlo-magno alivio por fin ai Papa de Ia vecindad de los prncipes longobardos, desde largo tiempo fastidiosa. l en persona di muestra de Ia ms profunda sumi-sin: lleg a Roma, subi de hnojos los escalones de San Pedro, hasta llegar al ptio donde le aguardaba ei Papa, a quien confirmo Ia donacin de Pipino. Por su lado, ei Papa se mostro ei amigo ms fiel; Ias relaciones dei obispo de Roma con los obispos italianos facilitaron a Carlom^no ei sometimiento de los lon-gobardos y Ia adscripein de este reino al sujo.

    8 Bcinifarii Epistolae; " tp. M, ad Dmidem pisc." Sine patrocnio principis Francornm nec popuhim regerc nec pres&yferos ve diaconos, monahos vel anclhs dei defendere possum, nec ipsos paganorum rifus et sacrilegia idolorum in Germania sine lius mandato et timore...

    8 Anastasius: affirmans etiam sub juramento, quod per nuilius hominis avorem sese cerramini saepius dedisser, nisi pro amore Petri et venia dclictorum.

  • SPOCAS DEL PAPADO 2 1

    Pronto ei curso de los acontecimientos conducira a xitos mayores. En su propia ciudad, donde Ias facciones se cornbatan con fria, no podia

    ei Papa sostenerse sin Ia proteccin de fuera, y Carlomagno volvi a Ia Ciudad Santa con este fin. El viejo prncipe aparecia nimbado de gloriosas victorias. En largas guerras haba sometido uno trs otro a todos sus vecinos y casi haba llegado a agrupar a todas Ias naciones cristianas romano-germnicas; ]as haba conducido a Ia victoria contra ei enemigo comn; se haba hecho duefio de todas Ias comarcas sometidas a los emperadores de Occidente en Itlia, en Ia GaJia y en Germania, y disponfa de todo su poder.10 Es cierto que estos pases se haban convertido desde entonces en un mundo diferente, pero ^exclua ello Ia dignidad suprema? Pipino haba recibido Ia diadema real porque a quien tiene ei poder corresponde ei honor. Tambin esta vez ei Papa se decidi cn favor dei rey. Lleno de reconocimiento y necesitado de una proteccin perma-nente, coron a Carlos con Ia corona dei Imprio de Occidente en aquel dia de Navidad dei ano 800.

    As tuvieron cumplimiento los acontecimientos iniciados con Ia invasin de los germanos en ei Imprio romano.

    El lugar de los emperadores romanos de Occidente Io ocupa ahota un prn-cipe franco y ejerce todos los derechos correspondientes. En Ia donacin de los territrios ai sucesor de San Pedro vemos Ia ejecucin de un acto de suprema autoridad por parte de Carlomagno. Su sobrino Lotario nombra a los jueces y anula Ias confiscaciones llevadas a cabo por ei Papa. El Papa, jefe supremo de Ia jerarqua eclesistica en ei Occidente romano, se ha convertido en un miembro dei Imprio franco. Se aparta dei Oriente y poo a poo cesa de lecihii acatamiento. Haca tiempo que los emperadores griegos le haban arrebatado su base patriarcal en Oriente.11 En cambio, Ias iglesias de Occidente sin excep-tuar Ia longobarda, a Ia que se Uevaron Ias instituciones de Ia franca le prestaban una audincia que nunca haba conocido. Al acoger en Roma Ias escuelas de los frisones, sajones y francos, con Io que Ia ciudad comenz a ger-manizarse, entro en Ia combinacin de elementos germnicos y romnicos que ha constitudo desde entonces ei caracter dei Occidente. Su poder echa races en un suelo vrgen en los momentos ms angusciosos, y cuando parecia ahocao a Ia ruina se afirma por largo tiempo. La jerarqua creada dentro dei Imprio romano se vierte en Ia nacin germnica; aqui encuentra un campo infinito para una actividad siempre creciente, en cuyo curso se desarrolla hasta Ia ple-nitud ei ncleo de su propia substancia. ftfzXj,.'.l.etol0^

    1 As entiendo los Annales Laureshamenses: ad annum 801. Visum est et ipsi apostlico Leoni ut ipsum Carolum regem Francorum imperatorem nominare debuissent, qui ipsam Romam tenebat, ubi semper Caesares sedere so/iti erant, et reliquas sedes quas ipse per Italiam seu Galliam nec non et Germaniam tenebat (probablemente queria decir: ipsi tenebant): quia deus omnipotens tias omnes sedes in potestatem e/us concessit, ideo justum eis esse videbatur ut ipse cum dei ad/utorio ipsum nomen haberet.

    U Nicols I se lamenta de Ia perdida dei poder patriarcal de Ia Sede Romana per Epirum veferem Epirumque novam atque flyricum, Macedonhm, Thessaliam, Achaiam, Daciam ripensem Daciamque mediterraneam, Moesrarn, Dardaniam, Praevalim, y de Ias perdidas dei patrimnio en Calbria y Sicilia. Pagi (Critica in Annales Baronii, in, p. 216) pone junto a este escrito otro de Adriano I dirigido a Carlomagno; de este ltimo resulta que tales perdidas fueron ocasionadas por Ias Inchas de los iconoclastas.

  • 2 2 INTRODUCCIN

    3) Relacin con los envpeTadores germnicos. Formacin indejjendiente de Ia jerarqua

    Dejemos transcurrir vrios siglos para detenernos en ei punto a que nos con-ducen y, desde l, proyectar una mirada de conjunto.

    El Imprio franco ha cado y ei germnico surge poderoso. Nunca ei nombre alemn ha tenido mayor valimiento en Europa que en

    los siglos x y xi, bajo los emperadores sajones y los primeros emperadores sli-cos. Vemos a Conrado II dirigirse desde Ias fronteras orientales -donde ei rey de Polnia ha tenido que sometrsele y entregarle una fraccin de su reino, y donde ei duque de Bohemia ha sido condenado a prisin- hacia ei Oeste, para asegurarse Ia Borgona frente a Ias pretensiones de los senores franceses. Los vence en los llanos de Champagne; a travs dei San Bernardo acuden en su auxilio sus vasallos italianos; se hace coronar en Ginebra y congrega su dieta en Solothurn. En seguida le encontramos en Ia Itlia meridional. "En Ia fron-tera de su imprio dice su cronista Wippo, en Capua y Benevento, ha resuelto Ias discusiones con su palabra." Enrique III reino con no menos poder. Pronto Io encontramos en ei Escalda y el Lys, vencedor de los condes de Flan-des, y en Hungria, a Ia que obliga durante cierto tiempo a prestarle pleito homenaje, ms all dei Raab, hasta que le dan el alto los elementos. El rey de Dinamarca le visita en Merseburgo. Uno de los ms poderosos senores de Fran-cia, el conde de Tours, se le ofrece como vasallo, y Ias crnicas espanolas cuentan que exigi a Fernando I de Castilla, prncipe victorioso y lleno de po-der, que le rindiese acatamiento como supremo senor feudal de todos los reyes cristianos.

    Si preguntamos ahora qu fuerza interior sostena este poder expansivo que pretendia Ia supremacia europea, nos encontramos con gue encerraba un importante elemento religioso. Tambin los gejmanos conquistaban mientras convertan. Con Ia Iglesia, marchaban sus fronteras a travs dei Elba hacia el Oder y a Io largo dei Danbio; los monjes y los sacerdotes precediercn ai influjo germano en Bohemia y en Hungria. Por esta razn Ias autoridades eclesisticas disfrutaron de un gran poder. Los obispos y abades obtuvieron en Germania derechos condales y a veces ducales ms all de sus propios domnios, y no se describen Ias posesiones eclesisticas como radicadas en lcs condados sino que, por el contrario, son los condados los que radican en los obispados. En Ia Itlia alta casi todas Ias ciudades estaban sometidas a los vicecondados de sus obis-pcs. Seria un error creer que Ias autoridades eclesisticas han ganado con esto una autntica independncia. Como Ia promocin para Ias dignidades eclesis-ticas correspondia ai rey Ias fundaciones solan enviar el anillo y el cetro dei dignatario fallecido a Ia corte, que los volvia a ceder de nuevo, era hasta una ventaja para los prncipes conceder atribuciones temporales ai hombre de su eleccin, ccn cuya fidelidad deban contar. A pesar de Ia resistncia de Ia nobleza, Enrique III coloco en Ia sede de Miln a un plebeyo, de cuya fidelidad estaba seguro; Ia obedincia que ms tarde encontro en Ia Itlia dei Norte se debi en gran parte a esta manera de proceder. As se explica que, entre todos

  • POCAS DEL PAPADO 2 3

    los emperadores, fuera Enrique III ei ms generoso con Ia Iglesia y, ai mismo tiempo, quien defendiera con mayor vigor ei derecho de promover los obispos.18 Tambin se tena cuidado en que Ias donaciones no se sustrajeran ai poder dei Estado. Los bienes eclesisticos no estaban exentos de los gravmenes pblicos, ni siquiera dei deber de vasallaje. A menudo encontramos obispos que conducen a sus hombres a Ia guerra. Y se puede comprender Ia ventaja que supona poder nombrar obispos como ei arzobispo ue Bremen, quien ejerca Ia mxima auto-ridad espiritual en los reinos escandinavos y sobre Ias diversas estirpes de los vendos.

    Siendo ei elemento eclesistico tan importante en Ia organizaein dei Im-prio germnico, se comprende Ia importncia que haba de revestir Ia relacin que ei emperador mantuviera con ei jefe supremo, con ei Papa de Roma.

    Lo mismo que en ei caso de los emperadores romanos y los sucesores de Carlomagno, ei Papado guardo estrecha relacin con ei emperador germnico. No se puede dudar de su situacin poltica subalterna. Es verdad que antes de que ei Imprio cayera de manera definitiva en manos germnicas, cuando era gobemado por jefes dbiles y vacilantes, los Papas ejercieron actos de su-prema autoridad. Pero desde ei memento en que los poderosos prncipes ger-manos se arrogaron Ia dignidad imperial fueron de hecho, aunque no sin resistncia, tan senores dei Papado como los carolingios. Otn ei Grande prote-gi con mano de hierro ai Papa que haba elevado a Ia Sede13 y sus hijos siguie-ren su ejemplo. Como Ias facciones romanas se levantarem de nuevo y se apropiaron Ia dignidad papal, manejndola como un inters de famlia, com-prndola y vendindola, se hizo necesaria una intervencin superior. Es sabido con qu energia Ia llev a cabo Enrique III. Su snodo de Sutri depuso a los Papas intrusos. Luego de colocarse ei anillo patriarcal en ei dedo y haber reci-bido Ia corona imperial, serial a su discrecin quin haba de ocupar Ia Sede. Se sucedieron cuatro Papas germanos, todos nombrados por l; ai vacar Ia Sede, los delegados de Roma, as como los enviados de los otros obispados, se presentaban en Ia corte para recibir ei nombramiento dei sucesor.

    En esta situacin le convena ai emperador mantener ei prestigio dei Pa-pado. Enrique III fomento Ias reformas que emprendieron los Papas nombra-dos por l, y ei aumento consiguiente de autoridad no provoco su receio. El hecho de que Len IX, contrariando Ia voluntad dei rey de Francia, convocara a un snodo en Reims, nombrando y deponiendo obispos franceses y recibiendo ia declaracin solemne de que ei Papa era ei nico primado de Ia Iglesia ente-ra, no podia sino satisfacer ai emperador mientras l pudiera disponer de poder sobre ei Papado. Era congruente con Ia pretensin de primaca que trataba de afirmar en Europa. La misma relacin que se aseguraba con respecto a los

    12 Ejemplos de esta severidad se encuentran en Planclc: Cesehichte der chrisHich-kirchlichen Gese/ischa/tsverassung, 01, 407.

    13 En Goldast, Constitutt. ImperiaJes, i, p. 221, encontramos un instrumento (junto con los Scholien de Dictrich von Nicm) segun ei cual ei derecho de Carlomagno a elegir su propio sucesor y a nombrar cn ei futuro los Papas romanos se traspasa a Otn y a los emperadores germnicos. Pero sin duda alguna este instrumento es una invencin.

  • 24 INTRODUCCIN

    nrdicos a travs dei arzobispo de Bremen, podia asegurrsela sobre Ias otras potncias de Ia cristiandad a travs dei Papa.

    Pero en esto se encerraba un gran peligro. La organizacin dei estamento eclesistico en los domnios germnicos y

    germanizados se haba convertido en algo muy diferente a Ia que presentaba en los rcmnicos. Se le haba atribudo una gran parte dei poder poltico; dispo-na de poder principesco. Hemos visto que dependia dei emperador, de Ia suprema autoridad secular, pero iqu podia ocurrir cuando esta autoridad caye-ra en manos dbiles, si ei jefe de Ia Iglesia, triplemente poderoso: por su dignidad, objeto de Ia veneracin general, por Ia obedincia de los fieles y por su influencia sobre otros Estados, aprovechara ei momento oportuno para enfrentarse con ei poder real?

    La situacin se mostraba propicia en vrios aspectos. El poder eclesistico albergaba en si un principio propio, antagonista de ese gran influjo secular, principio que deba manifestarse en cuanto se sintiera con fuerzas suficientes. Segn creo, haba tambin una contradiccin en ei hecho de que ei Papa, que cjerca ei mximo poder espiritual, tuviera que estar sometido por tcdas partes ai emperador. Otra cosa hubiese ocurrido si Enrique III se hubiera decidido a proclamarse cabeza de toda Ia cristiandad. Como no sucedi esto, es natural que cn un momento de confusin poltica ei Papa se viera impedido, por su sumisin ai emperador, de aparecer plenamente como ei padre de todos los fieles, como correspondia a su dignidad.

    En esta situacin sube a Ia Silla de San Pedro Gregorio VII. Gregorio es un espritu osado, tenaz y de largo alcance; sistemtico, podramos decir, como una construccin cscolstica; imperturbable en Ias consecuencias lgicas y muy diestro ai mismo tiempo en eludir con Ia mejor apariencia contradicciones ver-daderas y fundadas. Vi ei camino que llevaban Ias cosas, capto en ei trajn de ia vida cotidiana sus posibilidades histricas, y decidi emancipar ai poder papal de Ia tutela imperial. Una vez que se propuso este fin, ech mano sin contem-placiones de todos los mdios necesarios. La resolucin que- inspiro a los concilios de que en ei futuro jams ninguna dignidad eclesistica podra ser atribuda por una autoridad secular, tena que chocar con Ia esencia misma de Ia consti-tucin imperial, porque esta descansaba sobre Ia unin de Ia organizacin ecle-sistica y Ia secular: ei vnculo Io representaba Ia investidura y significo tanto como una revolucin que se arrebatara este derecho ai emperador.

    Es claro que Gregorio VII no hubiera pensado'en tal cosa de no haberse dado cuenta de Ia descomposicin dei Imprio germnico durante Ia minoridad de Enrique IV y dei levantamiento de los pueblos y prncipes germanos contra este emperador. Encontro aliados en los grandes vasallos. Tambin ellos se sentan oprimidos por Ia supremacia dei poder imperial y trataban de liberarse de l. En cierto sentido ei mismo Papa era uno de los grandes vasallos dei Im-prio. As se comprende que ei Papa declarara a Alemania imprio electivo ei poder de los prncipes creca de este modo en gran manera y que los prn-cipes no se opusieran cuando ei Papa se libro dei poder imperial. En Ia misma lucha de Ias investiduras sus ventajas iban a Ia par. El Papa estaba muy lejos

  • POCAS DEL PAPADO 25 de querer designar por si mismo a los obispos y dej ei nombramiento a cargo de los cabildos, en los que Ia gran nobleza germnica ejerca ei mximo influjo. En una palabra: ei Papa tena a su lado los intereses de Ia aristocracia.

    Pero, a pesar de estos aliados de marca, jqu guerras ms largas y san-grientas cost a los Papas Ia conquista de su libertad! Desde Dinamarca hasta Ia Apulia, dice ei salmo dei Ano Santo, desde Ia Carolingia hasta Hungria, ei Imprio ha vuelto sus armas contra sus entranas. La lucha entre ei principio espiritual y ei temporal, que antes se entendieron tan bien, enzarz a Ia cris-tiandad en fatales altercados. Los Papas tuvieron que abandonar a menudo Ia Ciudad Eterna y contemplar como ocupaban Ia Sede los Antipapas.

    Por fin consiguieron ei triunfo. Despus de muchos siglos de sumisin y otros ms de lucha indecisa, se haba logrado de manera definitiva Ia inde-pendncia de Ia Santa Sede y su principio. De hecho los Papas gozaban de una posicin magnfica. La clereca estaba completamente en sus manos. Es digno de notar que los Papas ms enrgicos de este perodo fueron todos benedic-tinos ai igual que Gregorio VIL Al introducir ei celibato convirtieron a todo ei sacerdcio en una espcie de orden monstica. El obispado universal que se arrogaban guardaba cierto parecido con ei poder de un abad cluniacense, que era ia nica autoridad abacial en su orden. Y as estos Papas pretendan ser nicos obispos de Ia Iglesia. No sintieron escrpulo alguno para intervenir en Ia administracin de todas las diccsis.14 Sus legados fueron equiparados por ellos con los viejos procnsules romanos. Las potncias estatales iban decayendo mientras se constitua este orden que obedecia a una sola cabeza, que estaba organizado apretadamente y se extenda por todos los pases, poderoso por sus riquezas territoriales y dominador de todos los aspectos de Ia vida. Ya a comien-zos dei siglo xn ei preboste Gerohus pudo decir: "Llegarn las cosas ai extremo de que los dolos de oro dei Imprio se derrumbarn y todo reino mayor se romper en cuatro principados: entonces Ia Iglesia estar libre y no oprimida, bajo Ia proteccin dei Sumo Sacerdote coronado."15 Poo falto para que no se cumpliera Ia profecia. Porque en realidad, quin era ms poderoso en Ingla-terra en ei siglo xm, Enrique III o aquellos veinticuatro sefiores que tuvieron durante cierto tiempo ei gobiemo en sus manos? ^Y quin ms poderoso en Castilla, ei rey o los "altos homes"? No parecia necesario ei poder de un em-perador despus que Federico haba otorgado a los prncipes dei Imprio los atributos esenciales de Ia soberania territorial. Se puede decir que solo ei Papa disfrutaba de un poder amplsimo y unitrio. As ocurri que Ia independncia dei principio espiritual se trasmut muy pronto en una nueva espcie de supre-macia. Llevaban a ello ei caracter temporal-espiritual que domin Ia vida toda y ei curso de les acontecimientos. Cuando pases durante tanto tiempo perdidos, como Esparia, haban sido recobrados dei mahometismo y ganadas ai paganismo

    14 Uno de los puntos principales, acerca dei cual quicro citar un pasaje de una carta de Enrique IV dirigida a Gregorio (JVansi Concil, n. col/ecfio, xx, 471). Recfores sanetae ecc/essiae, vide], arch/episcopos, episcopos, presbyteros. sicut servos pedibus tu/s caJcasti. Como vemos, ei Papa tuvo en esto de su lado Ia opinin pblica: In quorum concu/catione tibi favorem ab ore vuJgi comparasti.

    15 Schroeckh cita este pasaje en Kirc/iengeschichte, Part. 27, p. 117.

  • 26 INTRODUCCIN y pobladas con pueblos cristianos provncias como Prusia; cuando Ias mismas capitales de Ia religin griega se sometieron ai rito latino y cientos de miles se alistaban para Ia reconquista de los santos lugares, nada tiene de extrano que gozara de un prestigio inmenso ei sumo sacerdote, que intervena en todas estas empresas y reciba Ia obedincia de los sometidos. Bajo su direccin y en su nombre se expandan Ias naciones occidentales en innumerables colnias como si fueran un solo pueblo y trataban de aduenarse dei mundo. Por Io tanto, no puede extraramos que tambin en ei interior ejerciera una autoridad indiscu-tible y que un rey de Inglaterra recibiera dei Papa su reino como feudo, que un rey de Aragn Io pusiera a disposicin dei apstol Pedro y que Npoles fuera cedido por ei Papa a una dinastia extranjera. Asombrosa fisonoma ofrece esa poca, que nadie todavia nos ba presentado en su plena verdad. Es una com-binacin extraordinria de disensin interior y de brillante expansin hacia fuera, de autonomia y obedincia, de mundo espiritual y secular. Sorprende ei caracter contradictorio dei fervor religioso. A veces se recoge en Ia abrupta montaria, en ei bosque solitrio para entregarse por completo a Ia contempla-cin divina, renunciando a todos los goces de Ia vida en espera de Ia muerte; o, en mdio de los hombres, se empena con entusiasmo juvenil en acunar en formas penetrantes y magnficas los mistrios vislumbrados, Ias ideas que le alimentan. Pero junto a esto encontramos esa otra fuera que ha inventado Ia Inquisicin y que blande Ia terrible espada de Ia justicia contra los herejes: "A nadie dice ei caudillo contra los albigenses de cualquier sexo, edad o rango hemos perdonado, sino destrozado a todos con ei filo de Ia espada." A veces ambos aspectos se concentran en un solo momento. A Ia vista de Jeru-saln los cruzados se apean de sus caballos y se descalzan para llegar como verdaderos peregrinos a Ias Santas Murallas; en mdio de los combates ms fieros, se creen asistidos dei auxilio de los santos y de los ngeles. Pero apenas escaladas Ias murallas se entregan ai saqueo y Ia matanza: n ei emplazamiento dei Templo de Salomn degollaron cuatro mf sarracenos, quemaron a los ju-dios en sus sinagogas y mancharon de sangre los santos lugares que venfan a adorar. Contradiccin inseparable de todo Estado religioso y que constituye su prcpia esencia.

    4) Contraste entre los siglos xiv y xv En algunos momentos se siente uno tentado a indagar los planes dei gobiemo divino dei mundo, Ias fases de Ia educacin dei gnero humano.

    Con todos sus defectos, ei desarrollo que acabamos de delinear fu necesa-rio para que arraigara bien ei cristianismo en Occidente. Era muy difcil hacer que se empaparan con Ias ideas dei cristianismo aquellas almas nrdicas, aris-cas, dominadas por antiqusimas supersticiones. Era menester que Io espiritual tuviera durante cierto ticmpo ei predomnio para que Ia levadura prendiera por completo en ei alma germnica. A Ia vez se verifica entre ei elemento ger-mnico y ei romnico Ia unin sobre Ia que descansa ei caracter de Ia Europa posterior. Existe una comunidad dei mundo moderno, que se ha considerado

  • POCAS DEI. PAPADO 27

    siempre como fundamento principal de toda su formacin, en Ia Iglesia y en ei Estado, en ias costumbres, en Ia vida y en Ia literatura. Para que esto se pro-dujera, Ias naciones occidentales tuvieron que componer alguna vez un solo Estado universal.

    Pero en ei inmenso curso de los acontecimientos no pas de ser un mo-mento. Una vez logrado ei cambio, necesidades nuevas operan otra vez.

    Anuncia una nueva poca ei hecho de que los idiomas nacionales cuaja-ran casi por ei mismo tiempo. Poo a poo, pero de manera incontenible, se filtran en todos los campos de Ia actividad espiritual y paso a paso le disputan ei terreno ai idioma de Ia Iglesia. La universalidad se retrae y en ei campo abandonado por ella crece una nueva particularidad de sentido superior. El elemento eclesistico haba domenado Ias nacionalidades y ahora, transforma-das, estas discurren por un camino nuevo.

    No parece sino que todo ei afn de los hombres, que transcurre insigni-ficante ^ y que escapa a Ia observacin, se halla sometido ai curso poderoso e inconterible de los acontecimientos. El poder papal fu cosa que Ias anteriores circunstancias reclamaban, pero Ias nuevas le eran contrarias. Como Ias naciones no hban tanto menester dei impulso dei poder eclesistico, pronto le ofrecieron resistncia. Sentan en si Ia fuerza de su independncia.

    Vale Ia pena de traer a recordacin los hechos ms importantes en que se manifiesta este nuevo sesgo.

    Como es sabido, fueron los franceses los primeros que hicieron frente de manera decidida a Ias pretensiones dei Papa. Con unanimidad nacional se opu-sieron a Ias bulas de excomunin de Bonifcio VIII y en cientos de documen-tos todas Ias clases declararon su adhesin a Ia actitud de Felipe ei Hermoso.

    Les siguen los alemanes. Cuando los Papas atacan ei Imprio con ei mismo coraje de antes, aunque este ni de lejos mantena ei antiguo poder, los prn-cipes electores se allegaron a orillas dei Rin, reunindose en sus sitiales de pie-dra dei campo de Rense, con ei propsito de acordar una medida general para reafirmar "ei honor y Ia dignidad dei Imprio". Pretendan declarar solemne-mente Ia independncia dei Imprio contra toda intervencin dei Papa. Pronto les sigui Ia misma resolucin de todas Ias fuerzas, emperador, prncipes y prn-cipes eclesisticos, y se enfrentaron unanimemente ai poder temporal dei Papa.16

    Inglaterra no se hizo esperar mucho. En ninguna otra parte gozaron los Papas de mayor influencia ni administraron ms arbitrariamente los benefcios; cuando Eduardo III se nego a pagar ei tributo prometido por reyes anteriores, ei Parlamento se adhiri a l y le asegur su apoyo. El rey tomo sus medidas para precaverse contra otros abusos dei pcder papal.

    Vemos como una nacin trs otra se afirman en su independncia y uni-dad; ei poder pblico nada quiere saber de otra autoridad superior; tampoco cn ei pueblo encuentran aliados los Papas. Prncipes y estamentos rechazan resueltamente sus intervenciones.

    18 Licet /uris utriusque. En Olcnschlaeger, Staalsgeschichte des roemischen Kaiserthums in der ersten Haelfte des Mten Jahrhunderts, n 63.

  • 28 INTRODUCCIN Mientras tanto ocuni que ei Papado cay en confusin y debilidad, Io

    que permiti a Ias potncias occidentales, que hasta entonces no haban buscado ms que afirmarse, influir a su vez sobre l.

    pareci ei cisma. Obsrvense sus consecuencias. Durante largo tiempo dependi de los prncipes nombrar uno u otro Papa segn su convenincia poltica, y ei poder espiritual no dispona de mdio alguno para acabar con Ia confusin que solo ei poder temporal podia dominar. Cuando se celebro una reunin con este objeto en Constanza, no se voto por cabezas como antes, sino por Ias cuatro naciones y a cada una de ellas le fu posible decidir en reuniones previas a quin haba de dar su voto; juntas destituyeron un Papa y ei recin elegido tuvo que celebrar concordatos con cada una de Ias naciones, concordatos cuyo contenido ya vena anticipado por Ia conducta seguida. Durante ei con-cilio de Basilea y Ia nueva disensin, algunos reinos se mantuvieron neutrales y solo ei esfuerzo de los prncipes consigui impedir ei nuevo cisma.17 Nada podia ocurrir que fuera ms favorable ai predomnio dei poder temporal y a ia independncia de cada reino.

    De nuevo ei Papa goza de gran prestigio y dispone de Ia obedincia de todos. El emperador le servia de escudero; hubo obispos, no solo en Hungria sino tambin en Alemania, que se decan por Ia gracia de Ia Sede apostlica;18 en ei Norte se seguia recogiendo ei dinero de San Pedro; afluan peregrinos de todos los pases en ei jubileo dei ano 1450 y un testigo compara su llegada con enjambres de abejas y con bandadas de pjaros. Pero, a pesar de todo, no haban vuelto los tiempos pasados.

    Para convencerse de esto basta con recordar ei ceio de los cruzados y com-parado a Ia frialdad con que se recibi en ei siglo xv ei llamamiento para una resistncia comn contra los turcos. Era mucho ms urgente defender Ia propia tierra contra un peligro que avanzaba irresistible, que rescatar ei Santo Sepul-cro. Con Ia mayor elocuencia habl Eneas Silvio en Ia Dieta ye l monje Capis-trano en Ias plazas de Ias ciudades, y los cronistas nos cuentan Ia impresin producida en ei nimo de los oyentes, pero no sabemos qije nadie acudiera a Ias armas. Los Papas hicieron los mayores esfuerzos. Uno equipo una flota; otro, Pio II, aquel elocuente Eneas Silvio, acudi, sbreponindose a su enferme-dad, ai puerto donde deban reunirse los que estaban en mayor peligro. Queria estar presente, segn sus palabras, para hacer Io nico que le era posible: elevar sus brazos ai cielo como Moiss. Pero ni los ruegos, ni Ias advertncias, ni los ejemplos sirvieron de nada. Haba pasado Ia poca de aquella juvenil cristian-dad caballeresca y a ningn Papa le fu posible resucitarla de nuevo.

    Eran otros los intereses que por entonces movan ai mundo. Despus de largas luchas intestinas los reinos de Europa se consolidam El poder central do-mina Ias facciones que hasta entonces haban puesto en peligro ei trono y cobija a todos los sbditos en nica obedincia. Muy pronto se empez a minar ei poder estatal dei Papado, que Io queria dominar todo y que en todo inter-vena. El principado se alz con mayores pretensiones.

    11 Declaracin dei Papa Flix, cn Georgius, Vita Ncoai V, p. 65. 18 Constanza, Schwcrin, Fuenfkirchcn. En Schroeckh, Kirchengeschicnte, t. 3J, p. 60.

  • POCAS DEL PAPADO 29 Muchas veces se figura uno ai Papado gozando de un poder casi ilimitado

    hasta Ia Reforma, pero Ia realidad es que los Estados se haban arrogado no pequenas atribuciones en los negcios eclesisticos durante ei siglo xv y co-mienzos dei xvi.

    En Francia, Ias, intervenciones de ia Santa Sede fueron esquivadas en su mayor parte ccn Ia Pragmtica Sancin, que estuvo vigente ms de mdio siglo. Es verdad que Luis XI, posedo de una falsa piedad, que tanto ms le podia cuanto ms le faltaba Ia verdadera, hizo concesicnes, pero sus sucesores recuperaron con ventaja Io perdido. Se dice que Ia corte de Roma alcanza de nuevo aquel poder antiguo cuando Francisco I celebra su concordato con Len X. Es verdad que ei Papa recibi de nuevo Ias attnatas. Pero, en cambio, tuvo que renunciar a otras muchas cosas, entre Ias prncipales ai derecho, en favor dei rey, de promover los obispados y otros altos benefcios. Es innegable que Ia Iglesia galicana perdi sus derechos, pero no tanto en favor dei Papa como dei rey. El principio que Gregorio VII quiso imponer ai mundo fu aban-donado sin gran dificultad por Len X.

    En Alemania Ias cosas no podan ir tan lejos. Los acuerdos de BasiJea, que cn Francia se convirtieron en Ia Pragmtica Sancin.19 En Alemania, donde tambin se aceptaron en un principio, resultaron moderados por ei Concordato de Viena. Pero tampoco esta moderacin ocurri sin alguna contrapartida de Ia Santa Sede. En Alemania no bastaba entenderse con ei jefe dei Estado; era me-nester ganarse a los diversos estamentos. Los arzobispos de Maguncia y Tr-veris obtuvieron ei derecho de disponer de los benefcios vacantes que corres-pondan ai Papa; ei elector de Brandeburgo adquiri Ia facultad de promover a los trs obispos dei pas; otros estamentos menos importantes, Ias ciudades de Estrasburgo, Salzburgo y Metz, consguieron tambin ciertas ventajas.20 Sin embargo, no se acall con esto Ia oposicin general. En ei afio 1487 todo ei Imprio se opuso a un diezmo que ei Papa quiso introducir.21 En ei afio 1500 Ia autoridad secular le retuvo ai legado dei Papa dos tercios de ia cantidad aportada por Ia venta de indulgncias, cantidad que dedico a Ia guerra contra los turcos.

    Sin necesidad de concordato alguno, ni de Pragmtica Sancin, se lleg en Inglaterra a resultados mayores que los derivados de Constanza. Enrique VII tcna ei derecho de nombrar un candidato para Ias sedes episcopales vacantes. No le basto con tomar en sus manos ei fomento de los intereses eclesisticos, sino que dispuso de Ia mitad de Ias annatas. Cuando, despus de esto, a comien-zos dei reinado de Enrique VIII, Wolsey adjunto a sus otros cargos oficiales Ia dignidad de legado, ei poder espiritual y ei temporal aparecieron conciliados

    !9 Se reconoce Ia relacin pof Ias siguientes -palabras de Eneas Silvio: Piopter decreta tlasiliensis concilii intei sedem apostolicam et nationem vestiam dissidium coepit, cum vos iih prorsus (enenda dicetetis, apostlica veio sedes omnia rejicciet. Iraque luit deniqne compositio fata per quam a/iqua ex dectetis- concilii- praedcti recepfa videnlur, a/iqua rejecta. En Epstola ad Martinum Maierum contra murmur gravamims German/cae nationis, 1457. En Mllcr, Re/chsragstlieatrum unfer Friedrich III, m, p. 604.

    2 En Schroeckh, Kircliengeschichie, t. 32, p. 173; en Staats- und Rcchtsgeschichtc de Eich-

    hom, t. ni, pif. 472, n. c. 21 En Mller, Reichstagsthealrum, vi, p. 130.

  • 30 INTRODUCCIN

    en cierto modo, pero antes de que asomara ei ptotestantismo se acometi una violenta confkcacin de gran nmero de monasterios.

    Tampoco los pases meridionales se quedaron atrs. Tambin ei rey de Espafia podia nombrar los obispos. A Ia Corona estaban vinculados los grandes maestres de Ias ordenes militares; y ella, que haba establecido Ia Inquisicin y Ia dominaba, disfrut de muchas atribuciones y derechos de orden eclesisti-co. Fernando ei Catlico se opuso no poas veces a Ias autoridades papales.

    En no menor grado que Ias ordenes militares espaiiolas, eran patrimnio de Ia Corona Ias portuguesas de Santiago, de Avis, de Cristo, a Ia que haban correspondido los bienes de Ia orden dei Temple.22 El rey Manuel consigui de Len X no solo Ia terceia parte de Ja cruciata, sino tambin ei diezmo de los bienes eclesisticos, con ei derecho expreso de distribuirlos a su buen placer.

    Por todas partes, tanto en ei norte como en ei sur, se trataba de limitar los derechos dei Papa. El poder estatal buscaba Ia participacin en Ias rentas ecle-sisticas y Ia distribucin de Ias dignidades y benefcios. Los Papas no ofrecieron una resistncia seria. Trataron de conservar todo Io que pudieron, pero fueron cediendo. Lorenzo de Mdicis, en ocasin de un altercado entre Fernando, rey de Npoles, y ei Papa, dice que aqul no pondr ninguna dificultad en pro-meter Io que sea, pero que luego, en ei momento dei cumplimiento, se ver Io que siempre se ha visto en estas contiendas entre Papas v reyes.23 Hasta Ia mis-ma Itlia habia llegado este espritu de oposicin. Se nos cuenta de Lorenzo de Mdicis que sigui en estos asuntos ei ejemplo de los grandes prncipes y no cumpla de los mandatos papales ms que aquello que le vena en gana.24

    Seria un error no ver en estos empenos ms que actos de pura arbitrarie-dad. La inspiracin religiosa haba cesado de dominar Ia vida de Ias nacicnes europeas en Ia medida de antes: ei desarrollo de Ias nacionalidades y Ia forma-cin de los Estados marcaban poderosamente su fuerza. Por Io tanto, era nece-sario que Ia relacin entre ei poder temporal y ei espiritual sufriera un cambio profundo. Y hasta en los mismos Papas se notaba una gran mudanza.

    ' / ______________________________

    II. LA IGLESIA Y EL ESTADO PONTIFCIO A COMIENZOS DEL SIGLO XVI

    1) Engrandecimiento dei Estado de Ia Iglesia Pinsese Io que se quiera de los Papas de los primeros tiempos, Io cierto es que siempre tuvieron a Ia vista grandes intereses. Tuvieron que cuidar de una

    22 "Instruttione piena delle cose di Portogallo ai Coadjutor di Bergamo, nuntio destinato in Portogallo". MS de Ia Informationi politiche, que se halla en Ia KoenigJichen Bibliothelc de Berln, t. XII. Len X ototg a Ia orden este patronato: contentandosi il re di pagare grandssima composifrone di detto patronato.

    23 Lorenzo a Juan de Lanfridinis. Fabroni Vita Laurenrii Mediei, n, p. 362. 24 Antnio Gallus (de rebus Genuensibus: Muratori script. R. It. xxm, p. 281) dice de

    Lorenzo: regum ma/orumque principum contumacem Jicentiam adversus romanam ecclesiam seque-batur, de juribus ponificis nisi quod ei videretur nihiJ permittens.

  • LA IGLESIA A COMIENZOS DEL SIGLO XVI 31 religin perseguida, tuvieron que luchar con el paganismo, propagar ei cristia-nismo en los pueblos nrdicos y establecer una jerarqua eclesistica indepen-diente. Ccnstituye uno de los ttulos de Ia dignidad humana el afanarse por ejecutar algo grande y este mpetu animo tambin con fuerza a los Papas. Pero los nuevos tiempos haban amortiguado aquellos entusiasmos. Se haba domina-do el cisma y haba que avenirse a Ia imposibilidad de provocar una empresa colectiva contra los turcos. En esta coyuntura, ocurri que eJ Papa persigui con ms decisin que nunca los fines de su principado temporal, dedicndole toda Ia tenacidad de que era capaz.

    Desde largo tiempo el siglo estaba posedo por este espritu. "Antes, decla-raba un orador en el Concilio de Basilea, era de cpinin que seria bueno sepa-rar por completo el poder secular dei poder espiritual. Pero he aprendido que Ia virtud sin poder es algo ridculo y que el Papa de Roma sin el patrimnio de Ia Iglesia no seria ms que un siervo de los reyes y los prncipes." Este ora-dor, que gozo de tanta influencia en Ia asamblea que decidi Ia eleccin de Papa a favor de Flix, considera que no es nada maio que un Papa tenga hijos que le puedan prestar ayuda contra los tiranos.1

    Un poo ms tarde, se ocuparon en Itlia de otro aspecto de Ia cuestin. Parecia muy bien que un Papa sacara adelante su famlia: ms bien se tendra sospecha dei que as no Io hiciera. "Otros escribi Lorenzo de Mdicis a Inocencio VIII no han esperado tanto para querer ser Papas y tampoco se han preocupado mucho por el honor y Ia buena conducta que Su Santidad ha mantenido tanto tiempo. Ahora Su Santidad no solo tiene excusa delante de Dios y de lcs hombres, sino que esa conducta honorable pudiera serie repro-chada y atribuda a otros motivos. El ceio y Ia obligacin fuerzan mi conciencia a recordar a Su Santidad que ningn hombre es inmortal y que un Papa tiene tanta importncia como l quiera drsela: no puede hacer objeto de herencia Ia dignidad que posee, y solo a los honores y los favores que distribuya a su gente podr llamar propiedad suya." a Estos eran los consejos dei hombre consi-derado como el ms sensato de Itlia. Estaba interesado en el asunto, pues haba casado a su hija con el hijo dei Papa, pero jams podra haberse expre-sado de manera tan desenfadada si no fuera algo comente en el gran mundo una opinin semejante.

    Concuerda con esto que por el mismo tiempo los estados europeos arreba-taron ai Papa una parte de' sus atribuciones y que l comenz a enredarse en empresas estrictamente seculares. Se sentia prncipe italiano antes que nada.

    No haca mucho tiempo que los florentinos haban vencido a su vecino y queJa famlia de los Mdicis haba fundado su poder sobre ambos; el de los Sforza en Miln, el de Ia casa de Aragn en Npoles y el de los venecianos en Lombarda haban sido logrados y consolidados violentamente, en tiempos no borrados todavia de Ia memria de los hombres; {por qu no haba de abrigar el Papa Ia esperanza de establecer tambin un gran poder en aquellos dominios

    1 Un extracto de este discurso se encuentra en Schrocckh, Kirchengeschichte, t. 32, p, 90. 2 De un escrito de Lorenio (sin fecha, pero probablcmcnte dei ano 1489, va que habla en

    el dei quinto afio de pontificado de Inocencio) en Fabioni, Vira Laurcnt IJ, 390.

  • 32 INTRODUCCIN

    considerados como patrimnio de Ia Iglesia pero que se hallaban sometidos a toda una serie de jefes independientes?

    Con deliberada intencin y efectivos resultados comenz ei Papa Sixto IV a caminar en esta direccin; Alejandro VI Ia prosigui de manera poderosa y con xito extraordinrio; Jlio l i oriento esta poltica de forma inesperada y permanente.

    Sixto IV (1471-1484) concibi ei plan de fundar en los bellos y ricos llanos de Ia Romana un principado a favor de su sobrino Girolamo Riario. Las dems potncias aliadas italianas se disputaban ya Ia supremacia, cuando no Ia posesin, de estos territrios y, en cuestin de derechos, sin duda que ei Papa podia hacer valer uno mejor. Pero ni en fuerzas estatales ni en recursos blicos estaba todavia a Ia altura de Ia empresa. No le preocupo demasiado poner ai servido de sus propsitos todo su poder espiritual que se hallaba por endma de todo Io terreno por naturaleza y destino, rebajndolo as ai plano de las con-fusas contiendas dei momento. Como eran los Mdicis, sobre todo, los que se le cruzaban en ei camino, se vi comprometido en las pugnas florentinas, desper-to Ia sospecVia de que estaba enteiado de Ia conjuracin de los Pazzi y dei asesinato ejecutado por estos ante ei altar de una catedral, y se habl de Ia complicidad dei Padre de los creyentes. Cuando los venecianos cesaron de apo-yar Ia causa dei sobrino, ai Papa no le basto con abandonados en una guerra a Ia que l mismo les haba empujado, sino que lleg ai extremo de excomul-garlos mientras seguan en ella.3 Su estilo dentro de Roma no fu distinto. Los enemigos de Riario, los Colonna, fueron perseguidos por l encarnizadamente; les arrebato Marino; mando prender ai protonotario Colonna en su propia casa, para llevarlo prsionero y ejecutarlo. La madre acudi a San Celso en Banchi, donde se hallaba ei cadver; alz por los cabellos Ia cercenada cabeza y grito: "Esta es Ia cabeza de mi hijo; esta es Ia lealtad dei Papa. Prometi que si le entregbamos Marino dejaria en libertad a mi hijo; ya tiene Marino, y en mis manos est tambin mi hijo, pero muerto. jMirad, as cumple ei Papa con su palabra!"4 "*

    Hazanas como esta eran necesarias para que Sixto V lograra Ia victoria sobre sus enemigos de dentro y fuera dei Estado. De hecho consigui que su sobrino fuera senor de Imola y Forli; pero no cabe duda que, si su prestigio secular gan mucho en Ia ocasin, perdi mucho ms su dignidad espiritual. Hubo un intento de convocar un concilio contra l.

    Pero pronto Sixto IV seria superado. En ei ano 1492 sube a Ia Silla de Pe-dro Alejandro VI.

    Alejandro no haba pensado en todos les dias de su vida ms que en gozar dei mundo, vivir alegremente y dar satisfaccin a todos sus deseos y ambicio-nes. Fu para l ei colmo de Ia felicidad poseer, por fin, Ia suprema dignidad eclesistica. Esta satisfaccin parecia rejuvenecerle por dias, a pesar de Io viejo

    S Sobre Ia guerra con Ferrara han sido publicados en Venecia, en ei afio de 1829, los Com-mentar di Marino Sanuto; en Ia p. 56 se hace alusin a Ia defeccin dei Papa. Refirindose a los discursos dei embajador veneciano, dice: Tutri vedranno, aver noi cominciato questa guerra di volont dei papa: egi perd si mosse a rompere Ia lega.

    * Alegrctto Alegrctti, diar; Sanesi, p. 817.

  • LA IGLESIA A COMIENZOS DEL SIGLO XVI 33

    que era. Ninguna idea molesta duraba de un dia a otro. Lo nico que le preocupaba era lo que pudiera serie til, Ia manera de enriquecer a su hijo con dignidades y Estados; jams ningn ctro pensamiento le entretuvo de-masiado.5

    Solo este propsito se hallaba en Ia base de todas sus alianzas politicas, que tan gran influencia ejercieron en los accntecimientos histricos; un factor importantsimo de Ia poltica europea era Ia cuestin de como ei Papa habra de casar a su hijo y como lo dotaria y enriqueceria.

    Csar Borgia, ei hijo de Alejandro, sigui Ia carrera de Riario. Comenz en el mismo tramo: su primera hazana conssti en expulsar de Imola y Forli a Ia viuda de Riario. Con cordial desenfado prosigui su tarea, y lo que aqul no haba hecho ms que intentar o iniciar, l lo llev a cumplimiento. Consi-drese el camino escogido. Lo podemos trazar en poas palabras. El Estado pontificio era presa de Ia disensin a causa de los gelfos y de los gibelinos, de los Orsini y lcs Colonna. Como los otros Papas, como el mismo Sixto IV, Ale-jandro y su hijo se aliaron ai principio con uno de los dos partidos: el gelfo de los Orsini. En virtud de esta alianza pronto pudieron con sus enemigos. Expulsaron a los Sforza de Pesaro, a los Malatesta de Rmini, a los Man-freddi de Faenza y se apoderaron de estas ciudades poderosas y bien amu-ralladas, fundando en ellas un importante poder. Pero apenas lograron todo esto y acabaron con sus enemigos, se volvieron contra sus amigos. En esto se distin-gui el pcder de los Borgia de los anteriores, que siempre habian quedado pri-sioneros de Ia facciri a Ia que se habian adherido. Csar Borgia, sin empacho ni vacilacin, ataco a sus aliados. El duque de Urbino, que le haba apoyado hasta entonces, fu rodeado por una red sin que se diera cuenta, y apenas pudo escapar de ella, convirtindose en un fugitivo en su propio pas.6 Vitelli, Baglio-ni, capitanes de los Orsini, quisiercn mostrar que eran capaces de resistncia. Deca Csar: "Est bien enganar a los que son maestros de todas Ias traiciones." Con una crueldad bien calculada, los atrajo a su trampa y sin piedad alguna se deshizo de ellos. Luego de haber domenado as a los dos partidos, ocupo su puesto: a los partidrios, nobles de rango inferior, los atrajo y los ccloc a suel-do; mantuvo en orden los territrios conquistados apelando ai terror.

    De este modo vi satisfecho Alejandro su deseo ms vivo: los barones dei pas aniquilados y su casa en camino de establecer en Itlia una gran dinastia hereditria. Pero tuvo que sentir, a su vez, l poder de Ias pasiones desatadas. Csar no queria compartir con ningn familiar ni favorito su poder. Asesin a su hermano, que se cruzaba en su camino, hacindolo arrojar ai Tber; en Ias escaleras de palcio fu acometido por orden suya su cunado.7 La mujer y

    6 Relationc di Polo Capel/o, 1500. MS. * En Ia gran crnica manuscrita de Sanuto, en todo el tomo cuarto, se encuentran afin mis

    datos interesantes sobre Csar Borgia, y tambin algunas cartas escritas por l, dirigidas a Venecia en diciembre de 1502, y ai Papa. En esta ltima firma: Vrae.Stis.humiJ/imus servus et devotissima fartura.

    1 Dirio de Scbastiano de Branca de Telini, MS. Bibl. Barbeiini, n? 1103. Enumera Ias atrocidades de Csar dei modo siguiente: 0 piimo, il /ratei/o che si chiamava /o duca di Gandia, lo fece buttar in fiume: tece ammazzare Io cognaro, che era figlio dei doco di Calbria, era lo piu bello jovane che mai si vedesse in Roma: ancora fece ammazzare Vitellozzo delia citt di casreJto

  • 34 INTRODUCCIN

    Ia hermana cuidaban dei herido; Ia hermana le preparaba Ia comida para tener seguridad de que no seria envenenado. El Papa puso vigilncia en Ia casa para proteger dei hijo ai yemo. Precauciones de Ias que se rea Csar. Sola decir: "Lo que no ha pasado ai medioda puede pasar por Ia noche." Cuando ei prn-cipe se encontraba convaleciente entro en su cuarto, hizo salir a Ia mujer y a Ia hermana, y llam a su verdugo, que estrangulo ai desgraciado. No le interesaba demasiado Ia persona dei Papa, en ei que no veia ms que un instrumento de su propio poder. Mato ai favorito de Alejandro; Peroto, cuando este se guareca bajo ei manto pontificai: Ia sangre le salto ai Papa en Ia cara.

    Csar tena Roma y ei Estado pontifcio bajo su poder. De bella figura, de fuerzas que le permitan en Ias fiestas de toros cercenar de un golpe Ia ca-beza dei bruto, generoso hasta Ia magnificncia, voluptuoso, manchado de sangre, Roma temblaba ante su nombre. Csar necesitaba dinero y tena ene-migos: todas Ias noches aparecia gente asesinada. Todo ei mundo callaba y nadie haha que no temiera le llegara su vez. Al que no le alcanzaba ei poder le destrua ei veneno.8

    Solo un punto haba en ia tierra donde todo esto fuera posible. Este punto era aquel donde coincidan Ia plenitud dei poder secular y Ia suprema instncia espiritual. Este es ei centro ocupado por Csar. Tambin Ia degeneracin tiene su perfeccin. Muchos familiares de los Papas haban intentado cosas semejan-tes, pero nadie lleg tan lejos. Csar es un virtuoso dei crimen.

    iNo fu acaso una de Ias tendncias fundamentales dei cristianismo en sus orgenes hacer imposible un poder semejante) La suprema dignidad eclesistica deba servir ahora para hacerlo viable.

    No era menester Ia predica de un Lutero para ver en todas estas historias Ia ms perfecta contradiccin dei cristianismo. Pronto se empez a decir que ei Papa preparaba ei camino ai Antic