Las mujeres y el cambio político en México

7/21/2019 Las mujeres y el cambio poltico en Mxico

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VICTORIA E. RODRGUEZLas mujeres y el cambio poltico en Mxico

Revista de Estudios de Gnero. La ventana, nm. 10, diciembre, 1999, pp. 50-83,

Universidad de Guadalajara

Mxico

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LA VENTANA,NM. 10 / 199950

LAS MUJERES Y EL CAMBIOLAS MUJERES Y EL CAMBIOLAS MUJERES Y EL CAMBIOLAS MUJERES Y EL CAMBIOLAS MUJERES Y EL CAMBIO

POLTICO EN MXICOPOLTICO EN MXICOPOLTICO EN MXICOPOLTICO EN MXICOPOLTICO EN MXICOVICTORIA E. RODRGUEZ

No puedo entender la democracia sin la participacin

de las mujeres. La lucha que empez hace muchos aos

no ha terminado. El 2005 es la meta de la paridad.

Senadora Mara Elena Chapa (PRI)

Agosto de 1997

Al acercarse el nuevo milenio, y en vsperas de la

carrera por la presidencia ms observada y analiza-da en la historia de Mxico, las mujeres preparan estrategias

para colocarse en lugares clave desde donde puedan dar una

direccin a la incipiente transformacin poltica de su pas.

Este artculo hace una evaluacin de las diferentes formas de

participacin y activismo poltico de las mujeres en Mxico

en los aos recientes, y trata de vislumbrar lo que depara el

futuro para las mujeres en la vida poltica de Mxico. Ya que

una parte importante de este anlisis documenta el surgi-

miento de las mujeres como actores polticos, este artculo

intenta contribuir a la creciente literatura sobre el procesode democratizacin de Mxico.

Los antecedentes inmediatos de este anlisis los constitu-

yen las elecciones de julio de 1997, que han sido vistas por

muchos como histricas. Por primera vez en setenta aos de


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VICTORIA E. RODRGUEZ 51

gobierno de un solo partido, la lite gobernante se ha con-

vertido en genuinamente plural. El Congreso est ahora con-trolado por las fuerzas combinadas de oposicin del Partido

de Accin Nacional (PAN), a la derecha del espectro polti-

co, y del Partido de la Revolucin Democrtica (PRD), a la iz-

quierda. Aunque el Partido Revolucionario Institucional (PRI)

se mantiene como el partido dominante y gobierna a nivel

nacional, ha habido importantes avances de la oposicin en

diversas ciudades y regiones. Para ser especficos, ms de 50%

de la poblacin del pas es gobernada ahora por la oposicin

en los mbitos estatal y municipal y, ms significativamente,

las tres reas metropolitanas ms grandes e importantes es-tn en manos de partidos que no son el PRI: Guadalajara y

Monterrey se han quedado con el PAN, y la ciudad de Mxico

con el PRD. En el contexto de lo que relativamente hace poco

fue llamada la dictadura perfecta, una dramtica apertura

poltica est ocurriendo en Mxico.

Pero, si las elecciones de 1997 fueron histricas, cmo

les fue a las mujeres? Aparentemente, y en comparacin con

la situacin que reinaba anteriormente, los nmeros pare-

cen prometedores: 17% del Congreso de 1997 al 2000 con-

siste en mujeres; esto es, 85 de 500 escaos. Para hacer uncontraste, en los Estados Unidos las mujeres ocupan 51 de

435 escaos en la Cmara de Representantes (11.5%). Y

de acuerdo con la Unin Interparlamentaria, las mujeres tie-

nen ahora 10% de los asientos legislativos en Amrica Latina


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y el Caribe, por debajo del promedio mundial de 11.5%. Los

seis pases del mundo con la mayor representacin de muje-res en sus legislaturas son Dinamarca, Finlandia, Holanda,

Nueva Zelanda, Noruega y Suecia. El sptimo es un pas lati-

noamericano, Argentina, que aument su representacin fe-

menina mediante la aprobacin de una ley de cuotas en 1993.

As, el 17% de Mxico, aunque es un paso adelante, todava

se queda muy atrs con respecto de otros pases. Pero si en

Mxico los nmeros son significativos por s mismos, ms

significativa an es la trayectoria que las mujeres mexicanas

han seguido para llegar a este nivel de representacin for-

mal y ubicarse como actores clave en la transicin de su pashacia la democracia.

En un proyecto de investigacin iniciado en la Universidad

de Texas en Austin a fines de 1994, y que contina hasta la

fecha, exploramos cmo est emergiendo la mujer en la po-

ltica mexicana, y cmo su presencia es cada vez ms impor-

tante en la vida poltica del pas. Hasta ahora, la mayor parte

de la literatura acerca de la poltica en Mxico, aunque abundante,

ha dicho poco acerca de las mujeres, a pesar de que su parti-

cipacin como actores polticos formales ha aumentado dra-

mticamente en los ltimos quince aos. La participacin polticade las mujeres, muy bien documentada en otros pases de

Amrica Latina, ha sido descuidada gravemente en el caso

de Mxico, y slo recientemente ha empezado a crecer como

rea de estudio (ver, por ejemplo, Fernndez Poncela, 1995;


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Hierro, Parada y Careaga, 1995; Martnez, 1993; Massolo,

1994; Rodrguez, 1998; Tarrs, 1992). Si bien esta falta deatencin de los estudiosos puede explicarse, hasta cierto punto,

por el hecho de que los hombres son todava mucho ms

numerosos que las mujeres en la lite poltica mexicana, si-

gue siendo extrao que los avances de las mujeres hayan sido

relativamente ignorados. El nmero de mujeres en puestos

pblicos ha ido en constante aumento desde principios de

los aos ochenta y, como ya se ha indicado, el nmero de mu-

jeres en la legislatura es comparativa y relativamente alto.

Slo uno de cada catorce miembros de la as llamada lite

poltica en Mxico es una mujer (Camp, 1998). Pero otra vezdebemos ver ms all de los nmeros. A pesar de la dramti-

camente baja representacin de las mujeres en puestos de

alto nivel (sean stos por nombramiento o por eleccin po-

pular), la creciente participacin poltica y visibilidad de las

mujeres en otras arenas empieza ahora a colocarlas en la posicin

de tener un papel crtico como actores polticos. Las mujeres

han adquirido cada vez ms influencia en el proceso de ela-

boracin de polticas, por medio de su actividad en organi-

zaciones no gubernamentales (ONG) y movimientos populares

urbanos, en el mbito tanto local como nacional. Ms an,de las 42 agrupaciones polticas nacionales (APN), tres estn

dedicadas exclusivamente a las mujeres: Diversa, Mujeres y

Punto, y Mujeres en Lucha por la Democracia; estos grupos

estn dirigidos, respectivamente, por Patricia Mercado, Laura


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Carrera y Ana Lilia Cepeda, figuras clave en el movimiento de

las mujeres en Mxico. Otra APN, Causa Ciudadana, aunqueno se dedica exclusivamente a las mujeres, est tambin diri-

gida por una feminista importante, Cecilia Loria. La presen-

cia de estas APNha llegado a tener un impulso tan fuerte que

incluso se habla de la posibilidad de la candidatura de Patricia

Mercado a la presidencia en el ao 2000, y algo que resulta

interesante es que su APN, Diversa, es la nica que sigue una

agenda claramente feminista.

Las mujeres se han convertido en actores clave en el pro-

ceso electoral, y no slo porque constituyen ms de 50% del

electorado. Las mujeres observan de cerca las elecciones,orquestan actos de campaa, participan en marchas y mani-

festaciones en cantidades sin precedentes y, por supuesto,

cada vez ms se postulan para puestos y contienden por las

posiciones ms altas en las estructuras internas de los parti-

dos. Como en otras partes del mundo, las mujeres mexica-

nas han llegado a la mayora de edad poltica. Como Jane

Jaquette escribe: La creciente participacin y representacin

de la mujer en la poltica es uno de los desarrollos ms nota-

bles de fines del siglo veinte. Por primera vez, las mujeres de

todos los pases y clases sociales estn volvindose poltica-mente activas, logrando dramticos avances en el nmero y

clase de puestos que ocupan (1997:23).


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LA LUCHA POR LOS DERECHOSLA LUCHA POR LOS DERECHOSLA LUCHA POR LOS DERECHOSLA LUCHA POR LOS DERECHOSLA LUCHA POR LOS DERECHOS

POLTICOS Y LA IGUALDADPOLTICOS Y LA IGUALDADPOLTICOS Y LA IGUALDADPOLTICOS Y LA IGUALDADPOLTICOS Y LA IGUALDADLa dramtica apertura que ha ocurrido en los lti-

mos aos en los procesos polticos y electorales en

Mxico ha puesto en primer plano a un nmero de actores

polticos que, anteriormente, tenan pocas o ninguna posibi-

lidad de intervenir en los procesos polticos y de toma de

decisiones, los cuales estaban dominados a todos los niveles

por el PRI. Adems de los importantes avances de los partidos

de oposicin, con el PANy el PRDa la cabeza, el nacimiento y

crecimiento de una nueva cultura cvica en Mxico ha impul-

sado nuevas formas de activismo y participacin poltica. Actorespreviamente reprimidos o ignorados, como las mujeres, las

organizaciones agrarias independientes y los grupos indge-

nas, han comenzado a organizarse y movilizarse para hacer

escuchar sus demandas, y al hacerlo han atrado la atencin

nacional e internacional. El levantamiento armado de Chiapas

en 1994, que tambin cont entre sus filas con numerosas

mujeres, fue tal vez la ilustracin ms vvida de esta presen-

cia poltica emergente. Las mujeres mexicanas son organizacional

y polticamente astutas, y estn bien ubicadas para aprove-

char esta apertura. En la bsqueda de sus derechos polticosy en su lucha por la igualdad poltica han diseado una va-

riedad de estrategias, como se describir a continuacin.

Como en otras partes de Amrica Latina, las mujeres mexi-

canas se estn convirtiendo en una fuerza poltica digna de


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tomarse en cuenta. Como dice Lourdes Arizpe, en todas partes,

las mujeres se estn movilizando. Este fenmeno, aunqueno es nuevo, est tan slo apenas hacindose visible (1990a:xvi).

Por supuesto, la movilizacin poltica de las mujeres en Mxico

no es nueva, pues se origin, como sabemos, desde princi-

pios de este siglo. En los primeros aos del siglo las mujeres

empezaron una vigorosa campaa para ser reconocidas como

ciudadanas, centrando sus luchas en el sufragio y la igual-

dad. Como Carmen Ramos describe, las mujeres formaron

coaliciones en todos los lugares que pudieron y continua-

ron esas luchas hasta mediados del siglo, logrando finalmen-

te ganar el derecho al voto en 1953 (Ramos, 1998; ver tambinMiller, 1990).

No obstante, para fines de los aos cincuenta, slo unas

cuantas mujeres ocupaban puestos polticos prominentes. La

primera mujer electa para el Congreso fue Aurora Jimnez

Palacios, por Baja California, en 1954; y la primera mujer ele-

gida como gobernadora fue Griselda lvarez, en Colima, en

1979. En conjunto, entre 1954 y 1989, un ridculo nmero

de 229 mujeres tuvieron puestos de alto nivel en los tres poderes

del gobierno (Silva, 1989), y a la fecha slo tres mujeres han

sido gobernadoras de estados. En los aos noventa, a pesarde su igualdad reconocida constitucionalmente y de que son

la mayora electoral, el campo de juego sigue siendo des-

igual. Ahora, sin embargo, su presencia es cada vez ms evi-

dente.


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De acuerdo con el ltimo censo nacional (INEGI, 1990), las

mujeres constituyen 51% de la poblacin de Mxico. La ma-yora de la poblacin femenina vive en reas urbanas y es

menor de 30 aos; 37% son menores de quince aos. Las

tasas de natalidad han cado dramticamente, y el nmero

promedio de hijos es 3.8, la mitad del de a principios de los

aos setenta. Los niveles de escolaridad han ido en continuo

aumento, aunque las mujeres todava tienden a tener tasas

de analfabetismo mayores que los hombres (25.5% compa-

rada con 16.7% de los hombres) (Banco Interamericano de

Desarrollo, 1995:201). Aunque la escolaridad a nivel supe-

rior ha aumentado, y las mujeres constituyen 40% de los gra-duados de universidades, el acceso a la educacin universitaria

sigue siendo un privilegio elitista y, como es el caso en otras

partes del mundo, las mujeres tienden a concentrarse en las

reas profesionales que se consideran tradicionalmente fe-

meninas, como educacin, enfermera y trabajo social.

En la esfera econmica, las mujeres se han hecho tambin

cada vez ms visibles y activas, mayormente como resultado

de las crisis econmicas de los aos ochenta y noventa, que

pusieron sobre las mujeres responsabilidades sin precedente

para convertirse en proveedoras a la vez que en cuidadorasde la familia y del hogar. Las mujeres constituyen ahora casi

un cuarto de la poblacin econmicamente activa de Mxi-

co, y en las reas urbanas, donde reside el mayor nmero,

este porcentaje es significativamente superior (ver INEGI, 1993;


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Garca y De Oliveira, 1997). Estas cifras se aplican solamente

al sector laboral formal e ignoran a las miles de mujeres quetrabajan como servidoras domsticas o en otras reas de la

economa informal, que con frecuencia no son incluidas en

las estadsticas nacionales. Aunque la imagen estereotipada

de la mujer mexicana es la de que toma trabajos remunera-

dos cuando es joven y soltera, la composicin de la fuerza de

trabajo femenina ha cambiado drsticamente y ahora inclu-

ye grandes nmeros de esposas y madres de edad madura,

de las cuales un creciente porcentaje son tambin cabezas de

familias (ver Chant, 1991; Gonzlez de la Rocha y Escobar,

1991; Roberts, 1993; Staudt, 1998b).Esta mayor presencia de la mujer en el sector econmico

ha contribuido tambin a impulsar su activismo poltico. En

el mbito formal, las mujeres han conseguido gradualmente

acceso a puestos de eleccin popular y a puestos por nom-

bramiento dentro de la burocracia y las estructuras superio-

res de los partidos a niveles federal, estatal y municipal (ver

Camp, 1998; Fernndez Poncela, 1995; Martnez, 1993; Martnez

e Inchustegui, 1998; Massolo, 1998; Venegas, 1998). En el

informal (es decir, fuera del gobierno y de los partidos polti-

cos), las mujeres han sido invariablemente la columna verte-bral de los movimientos sociales urbanos y de otras formas

de protesta organizada en demanda de servicios bsicos para

sus comunidades, igualdad de salarios y justicia por parte

del Estado en la distribucin de bienes y servicios (Bennett,


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1995; Carrillo, 1990; Foweraker, 1995; Jelin, 1990; Massolo,

1994; Stephen, 1997). Este activismo poltico, tanto formalcomo informalmente, ha transformado el papel de la mujer

en el proceso poltico.

ASUMIR LA ACTIVIDAD POLTICAASUMIR LA ACTIVIDAD POLTICAASUMIR LA ACTIVIDAD POLTICAASUMIR LA ACTIVIDAD POLTICAASUMIR LA ACTIVIDAD POLTICA

As como la gama de actividades polticas a las que

se dedican las mujeres vara ampliamente, tambin

lo hacen sus razones para volverse polticamente activas. En

unas entrevistas a fondo realizadas de 1995 a 1997, con ms

de 80 mujeres polticamente activas en Mxico (Rodrguez,

por publicarse en el ao 2000), as como en otros datos (Camp,1998; Martnez, 1993; Silva, 1989), se hace evidente que en

la esfera formal de la poltica las mujeres tienden abrumado-

ramente a provenir de las clases media y alta, son altamente

educadas y, en muchos casos, pertenecen a familias promi-

nentes en la poltica. Por ejemplo, Griselda lvarez, la prime-

ra gobernadora en la historia de Mxico, proviene de una

larga lnea de polticos, y su bisabuelo fue el primer gober-

nador de Colima. Su padre, tambin gobernador del estado

de 1919 a 1923, tuvo actividades en la Revolucin y fue ami-

go de Venustiano Carranza, y ella lleg a la gubernatura deColima en 1979. Para estas mujeres el activismo poltico co-

menz a una edad temprana, gracias a estar expuestas a la

poltica en su vida familiar o por medio de la participacin

en un grupo organizado polticamente en la universidad. De


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hecho, muchas de ellas fueron lderes estudiantiles y muy

pronto en su carrera ingresaron en un partido poltico y ob-tuvieron puestos en el gobierno. Tal es el caso, por ejemplo,

de Beatriz Paredes, quien se convirti en diputada en su es-

tado a la edad de diecinueve aos y despus, entre otras co-

sas, fue diputada federal, gobernadora, subsecretaria,

embajadora, secretaria de su partido, lder del sector agrario

y senadora (actualmente tiene menos de cincuenta aos). Aunque

muchas de estas mujeres son declaradamente feministas y

han utilizado sus puestos polticos para impulsar las causas

de las mujeres, muchas de ellas estn ah simplemente por la

emocin de la poltica y del ejercicio del poder. Uno se pre-gunta qu tan sorprendente puede resultarle a algunos el

hecho de que, como Camp (1998) describe, son virtualmen-

te indistinguibles de sus contrapartes masculinos en sus an-

tecedentes, desempeo y en las historias de sus carreras. Sus

agendas polticas son tambin muy similares.

Las mujeres que se dedican a otros aspectos de la vida pol-

tica por medio de movimientos sociales, organizaciones no gu-

bernamentales y otras organizaciones de base, se vuelven

polticamente activas por razones muy diferentes de las de sus

contrapartes femeninas en el gobierno. Durante las entrevis-tas a que hice alusin anteriormente, result evidente que en

numerosos casos su entrada se debi originalmente a un evento

traumtico: la masacre de estudiantes en 1968, donde mu-

chos de sus amigos fueron asesinados o arrestados; el terre-


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moto de 1985, o la desaparicin de alguien querido. Las entre-

vistas realizadas mostraron tambin que, si las mujeres quedirigen los grupos organizados en estas reas de actividad tienden

a provenir de clases medias o altas y a tener una educacin

alta, la abrumadora mayora de los miembros de los grupos

son mujeres de la clase trabajadora (Rodrguez, por publicarse

en el ao 2000; ver tambin Tarrs, 1996). Y, en tanto que las

lderes y organizadoras pueden ingresar en un grupo en lucha

por una causa por razones ideolgicas o de lucha por un bien

comn (por ejemplo, los derechos humanos, cuestiones del

ambiente), la vasta mayora de las activistas en los movimien-

tos populares, tanto lderes como seguidoras, tienen deman-das concretas de bienes y de servicios alrededor de las cuales

se organizan. Como lo demuestran Bennett (1998), Foweraker

(1998), Tarrs (1998) y Stephen (1998), la movilizacin de las

mujeres a nivel informal y su capacidad para afectar las deci-

siones acerca de polticas las ha convertido en un fuerza polti-

ca formidable. Medido en trminos de eficacia poltica, entonces,

las mujeres mexicanas parecen haber llegado considerablemente

ms lejos en la esfera poltica informal que en la formal, al

menos hasta ahora.

ESTRATEGIAS EN LAS CUESTIONESESTRATEGIAS EN LAS CUESTIONESESTRATEGIAS EN LAS CUESTIONESESTRATEGIAS EN LAS CUESTIONESESTRATEGIAS EN LAS CUESTIONES

DE MUJERESDE MUJERESDE MUJERESDE MUJERESDE MUJERES

La amplia variacin en las razones de las mujeres

para asumir la actividad poltica se refleja en las metas


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que persiguen y en las estrategias que adoptan. Al igual que

las mujeres en otras partes, la suposicin es que las mujeresdentro de la poltica, especialmente las que estn en el go-

bierno, automticamente apoyarn y promovern las causas

de las mujeres. Aunque esto puede ser cierto en algunos ca-

sos, la mayora de las mujeres dentro de la poltica mexicana

tienden a concentrar sus luchas en otros asuntos. Con la ex-

cepcin de los grupos feministas y de las ONGque estn dedi-

cadas exclusivamente a promover cuestiones de mujeres (por

ejemplo, derechos reproductivos, la violencia contra las mu-

jeres), la mayor parte del activismo poltico de las mujeres

tiende a concentrarse en luchar por bienes y servicios pbli-cos (a nivel informal) y a apoyar casos especficos de legisla-

cin y de programas gubernamentales en poltica social (a

nivel formal). Existen, sin embargo, notables excepciones,

especialmente las de las mujeres que pueden unir las esferas

informal y formal de la poltica y sostener su lucha por los

derechos de las mujeres. En el Congreso actual, las feminis-

tas han estado trabajando en estrategias para convencer a

los legisladores de que el presupuesto necesita ser revisado

para que proporcione un mayor apoyo al cuidado de la salud,

el entrenamiento para el trabajo y el acceso al crdito paranegocios para las mujeres. Y Patricia Jimnez, que se convir-

ti en la primera mujer abiertamente homosexual en ser ele-

gida al Congreso en julio de 1997, tiene tambin una firme

agenda de gnero. Como lder de un grupo de lesbianas, El


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Clset de Sor Juana, ha dedicado sus actividades polticas a

luchar por los derechos de las mujeres y la liberacin homo-sexual en Mxico. Su agenda poltica al entrar al Congreso se

centr firmemente en un mejor cuidado a la salud para las

mujeres, los derechos reproductivos, y leyes ms estrictas para

prohibir la discriminacin contra las mujeres que solicitan crditos

y para proteger sus derechos de propiedad.

Los problemas de gnero quedan en segundo lugar en la

mayora de las agendas polticas de las mujeres, detrs de

cualquiera que sea su principal rea de prioridad poltica (polticas

fiscales, derechos humanos, transporte, educacin, bienes-

tar social, salud, etc.). Sin embargo, en cualquier forma posi-ble, la mayora de las mujeres polticamente activas buscan

apoyar y promover las cuestiones de las mujeres. Las muje-

res en el gobierno han sido una fuerza crtica para aprobar

cualquier legislacin que tiene que ver con las mujeres, des-

de leyes contra la violacin hasta programas educativos y

guarderas. Fuera del gobierno, los grupos organizados han

beneficiado a las mujeres de muchas maneras, desde pro-

porcionar programas de capacitacin y centros de salud has-

ta sindicalizar a las empleadas domsticas. Ninguna de las

mujeres polticamente activas con las que tuve entrevistasformales o conversaciones informales en el curso de mi in-

vestigacin ha indicado que no le importan los problemas

de las mujeres. De hecho, algunas declararon categricamente

que aunque stos tienen para ellas una importancia crtica,


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sus agendas estn tan llenas que las cuestiones de gnero

tienen que quedar en un pobre segundo lugar, si es que que-dan en absoluto. Esta situacin fue la que enfrent Mara de

los ngeles Moreno cuando estuvo a la cabeza de su parti-

do, el PRI. Habiendo asumido el liderazgo de su partido en su

momento ms bajo (hasta entonces), despus de las eleccio-

nes de 1988, se enfrent a la imposible tarea de levantar al

partido y hacerlo recuperar algo de legitimidad. Pero al ser la

mujer de mayor jerarqua en todo el sistema poltico, los ojos

de todas las mujeres se volvieron hacia ella. Consumida por

asuntos del partido, tuvo poco tiempo para las causas de las

mujeres, y se le critic con dureza por esa negligencia. Ir-nicamente, es una feminista declarada, y desde que dej la

presidencia del partido se ha involucrado cada vez ms con

grupos de mujeres dentro y fuera del gobierno.

Slo unas cuantas mujeres parecieron estar poco interesa-

das en cuestiones explcitamente relacionadas con el gne-

ro, pero aun ellas sentan que si al apoyar un programa en

particular se beneficiaba a las mujeres, mucho mejor. En ge-

neral, slo una proporcin muy pequea de mujeres en la

poltica se concentran nicamente en las mujeres. Como la ma-

yora de las dems me lo sealaron, las necesidades socialesy econmicas de Mxico son tantas y tan urgentes que inevi-

tablemente el gnero queda en segundo lugar.

Como todava hay relativamente pocas mujeres que son

polticamente visibles, y an menos que tengan un verdade-


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ro peso poltico, las mujeres parecen estar desarrollando un

sentido de solidaridad que traspasa lneas de partido, ideolo-gas polticas y reas de actividad. Por ejemplo, esta solidari-

dad de gnero emergi cuando las mujeres de todos los partidos

y posturas ideolgicas se unieron para apoyar la aprobacin

de la ley contra la violacin a comienzos de los aos noventa,

bajo el liderazgo de Amalia Garca, entonces diputada por el

PRD. Y despus, en 1998, las mujeres se unieron para asegu-

rar la aprobacin de una importante legislacin sobre la vio-

lencia intrafamiliar y domstica. Ahora que mujeres polticas

con mucha experiencia han sido elegidas para el Senado, ser

interesante observar las posturas que tomen. En julio de 1997algunas de las mujeres ms prominentes de los tres partidos

se convirtieron en senadoras: Beatriz Paredes, Elba Esther Gor-

dillo y Rosario Green, del PRI; Ana Rosa Payn y Mara Elena

lvarez, del PAN; y del PRD, Amalia Garca y Rosalbina Garavito.

En 1999, Mara de los ngeles Moreno se convirti en lder

de la mayora en el Senado (presidenta de la Gran Comisin).

Ms an, dos importantes feministas fueron nombradas en

1997 dentro de la administracin de Cuauhtmoc Crdenas

en el Distrito Federal: Rosario Robles como Secretaria de Go-

bierno (el puesto por nombramiento ms alto en la adminis-tracin) y Clara Jusidman como Secretaria de Desarrollo Social.

Todas estas mujeres representan, en realidad, las planas ma-

yores. A partir de las elecciones de 1997, las mujeres han

continuado avanzando a las posiciones ms altas.


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Sin embargo, tanto en mis conversaciones con las mujeres

en la poltica de Mxico, como en mi observacin de ellas,resulta claro que las lealtades polticas de las mujeres estn,

primero y antes que nada, con el partido poltico u organiza-

cin a que pertenecen. La lealtad de gnero, para todo pro-

psito prctico, queda en un lejano segundo lugar. Incluso

entre mujeres del mismo partido, su solidaridad y lealtad es-

tn claramente con polticas y programas, padrinos y mentores

polticos, planes y ambiciones de carrera, y no con las otras

mujeres del partido. Aqu tambin sealaron rpidamente

las mujeres que si se pudiese desarrollar alguna solidaridad

de gnero (adicional), sera mucho mejor. De hecho, cuandoexiste realmente presin (como es el caso, por ejemplo, cuando

hay elecciones), las mujeres tienden a mostrar una mayor unidad.

Por ejemplo, el 23 de junio de 1997, dos semanas antes de

las elecciones, una coalicin de mujeres de todos los parti-

dos polticos hicieron a un lado sus diferencias ideolgicas y

firmaron un acuerdo para buscar ciertas reformas que bene-

ficiaran a las mujeres. Entre sus prioridades estaban la nece-

sidad de mejores leyes para hacer a los hombres responsables

por sus hijos y para prohibir la discriminacin en empleos y

salarios. Mediante este acuerdo no partidista, la coalicin demujeres buscaba tambin hacer ilegal una prctica con-

troversial que ha unido a las mujeres de todas las conviccio-

nes polticas: la aplicacin forzosa de la prueba de embarazo

a las mujeres que solicitan empleo. Existen, sin embargo, al-


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gunas cuestiones en las que llegar a un acuerdo es imposi-

ble, como en cuanto al aborto: el PANsigue una firme filoso-fa anti-aborto, en tanto que el PRDdefiende el derecho al

aborto y un referendum nacional sobre la descriminalizacin

del aborto. El PRIest dividido al respecto.

Sin embargo, y casi sin excepciones, todas las mujeres en

la poltica que he estudiado en Mxico han mostrado buena

disposicin a hacer a un lado diferencias personales e ideo-

lgicas con otras mujeres y buscar juntas el nico objetivo

en que coinciden todas: el reconocimiento pblico de las mujeres

como actores polticos. Construir alianzas es probablemente

la estrategia ms reconocida para que las mujeres realicensus aspiraciones y responsabilidades como actores polticos

emergentes en el proceso de democratizacin de Mxico. Como

Staudt (1998a), Craske (1998), Lamas (1998) y Martnez e

Inchustegui (1998) sostienen, entre ms, ms fuertes (ver

tambin Jaquette, 1997). La meta de las mujeres mexicanas

es alcanzar la masa crtica que les permitir impulsar su

posicin y la de todas las mujeres en Mxico. Construir alian-

zas con otras mujeres mediante las lneas de partido y de

rea de actividad, independientemente de si se es feminista

o no, es la nica oportunidad para que las mujeres mejorensu posicin en la poltica y logren una influencia en el proce-

so de elaboracin de polticas. Pero las alianzas no estn ne-

cesariamente basadas en el gnero. Muchas de las alianzas

ms fuertes de las mujeres se han construido con hombres.


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En el gobierno en general, y en el Congreso en particular,

esta estrategia de forjar alianzas con actores polticos mas-culinos ha tenido resultados positivos. Como Consuelo Botello,

ex diputada por el PAN, afirma: nuestra fuerza est con nuestros

compaeros en el Congreso tanto como con nuestras com-

paeras. Las alianzas con hombres y mujeres activos en la

poltica informal han sido tambin crticas para su xito en

conseguir bienes y servicios.

CONSTRUIR LA FUERZA MEDIANTECONSTRUIR LA FUERZA MEDIANTECONSTRUIR LA FUERZA MEDIANTECONSTRUIR LA FUERZA MEDIANTECONSTRUIR LA FUERZA MEDIANTE

EL NMERO: SON LAS CUOTASEL NMERO: SON LAS CUOTASEL NMERO: SON LAS CUOTASEL NMERO: SON LAS CUOTASEL NMERO: SON LAS CUOTAS

LA RESPUESTA?LA RESPUESTA?LA RESPUESTA?LA RESPUESTA?LA RESPUESTA?En un intento por fomentar la construccin de alianzas

y por cumplir su principal objetivo: la representa-

cin poltica, las mujeres polticamente activas en Mxico han

seguido otras estrategias. La ms digna de mencionarse es el

esfuerzo por institucionalizar un sistema de cuotas dentro

del gobierno y en las estructuras organizacionales y listas de

candidatos de los partidos polticos. Como est bien docu-

mentado en la literatura, el sistema de cuotas ha tenido un

xito enorme en los pases escandinavos (ver Jaquette, 1997;

Staudt, 1998a); llev recientemente a duplicar la represen-tacin de las mujeres en la Cmara de los Comunes en Gran

Bretaa, con la arrasadora victoria del Partido Laborista, y

est siendo vidamente contemplado y adoptado en toda

Amrica Latina. Esta movilizacin para establecer cuotas para


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las mujeres en poltica ha sido fomentada por los enlaces

entre los grupos de mujeres, desde la conferencia de Beijingen 1995, as como desde el creciente enfoque en las cuestio-

nes de las mujeres por parte de las organizaciones interna-

cionales de desarrollo. Pero para ser ms directos, como dice

Jaquette,

la manera ms segura de conseguir que haya un mayor

nmero de mujeres en las legislaturas nacionales es adoptar

un sistema de cuotas que requiera que un cierto por-

centaje de mujeres sean nominadas o elegidas... Si la

tendencia contina, las cuotas pronto producirn unsalto cuntico en el poder poltico de las mujeres. Por

primera vez, las mujeres formarn una masa crtica

de legisladores en todos los pases, con la capacidad de

establecer nuevas agendas y tal vez de crear nuevos

estilos de liderazgo (1997:32,34)

Siguiendo el ejemplo de los pases escandinavos, Argentina

se convirti en 1991 en el primer pas en instituir un sistema

formal de cuotas en Amrica Latina. La Ley de Cupos re-

quiri que todos los partidos polticos tuvieran por lo menos30% de mujeres en sus listas electorales. En las primeras elecciones

que siguieron a esta legislacin, en 1993, los resultados fue-

ron impresionantes: la representacin de las mujeres en el

Congreso aument de un da para otro de 5% en 1991, a


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21% y luego a 28% en 1995 (Jones, 1996:76). Impresionadas

por estos resultados, las mujeres latinoamericanas discutie-ron la cuestin de las cuotas en la conferencia de Beijing y

volvieron determinadas a establecer cuotas en sus propios

pases. El segundo pas que lo hizo fue Brasil, que en 1995

adopt una ley que requiere que todos los partidos tengan

por lo menos 20% de mujeres en sus listas para las eleccio-

nes municipales de 1996 y actualmente est considerando

extender la ley para que incluya puestos nacionales. Bajo el

sistema de cuota, en las elecciones para el Congreso en 1997

en Brasil, el nmero de legisladoras aument en casi 40%.

En febrero de 1997, Ecuador aprob una ley de cuotas, Boli-via en marzo y Per en junio, todos requiriendo un mnimo

de 20% de mujeres en cada lista electoral. Venezuela est

considerando actualmente una ley de cuota de 30%, que tie-

ne probabilidades de ser aprobada.

Otros pases de Amrica Latina tambin estimulan a los partidos

polticos para nominar a ms mujeres en sus listas electorales,

pero no lo hacen cumplir mucho. Mxico, como Panam, ha

aprobado una legislacin que estimula a los partidos a pro-

mover ms mujeres a puestos pblicos, pero sin mecanismos

de cumplimiento efectivos. Por ejemplo, en el artculo 41 delos estatutos del PRIdice: se promover, y en el artculo 1o.

del COFIPEslo dice se considerarn. Adems del lenguaje

tan vago, no se menciona una obligacin de cumplirlo. En

otros pases latinoamericanos en los que no existen cuotas,


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algunos partidos individuales estn haciendo sus propios es-

fuerzos. El Frente Sandinista en Nicaragua y el Frente FarabundoMart para la Liberacin Nacional (FMLN) en El Salvador tienen

cuotas internas para el liderazgo de sus partidos.

Los esfuerzos de accin afirmativa mediante un sistema de

cuota, una cuestin siempre controversial y conflictiva, ha

dividido a las mujeres en Mxico. Por un lado estn las que

sostienen que las cuotas son el nico mecanismo efectivo

para alcanzar la masa crtica que las mujeres necesitan para

lograr fuerza poltica. Este argumento sigue la lnea de que

un mnimo de 30% de mujeres en el gobierno y en los parti-

dos polticos garantizar que a las mujeres se les empiece adar el lugar que les corresponde en la poltica y tengan ms

probabilidades de que se cumplan sus demandas. De acuer-

do con este argumento, las cuotas son la nica manera de

garantizar el acceso de las mujeres al poder. Por el otro lado

estn quienes se oponen a la institucionalizacin de una cuota

afirmando que es discriminatoria, que devala las capacida-

des polticas de las mujeres, que promueve a mujeres poco

calificadas, y que es innecesaria porque las mujeres que es-

tn calificadas ascendern por sus propios mritos de cual-

quier manera. Ms an, desde este punto de vista, un nmerofijo de mujeres en el gobierno y en los partidos polticos no

asegura que promovern y apoyarn las causas de las muje-

res. El nmero de mujeres en el gobierno no es importante:

lo que importa es su compromiso con las cuestiones de las


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mujeres y con el avance de la posicin de las mujeres en la

sociedad.En trminos generales, el PRDy el PRIfavorecen la institu-

cionalizacin de las cuotas, y el PANse opone (ver Rodrguez

et al., 1996). De los tres partidos polticos importantes, el

nico que formal y explcitamente ha instituido un sistema

de cuota tanto dentro de la estructura interna del partido

como en sus listas de candidatos es el PRD. Slo recientemen-

te el PRIhizo lo propio, despus de un debate ms bien aca-

llado durante la asamblea nacional del partido en 1996. El

PANcontina oponindose.

Aunque los resultados del sistema de cuota para las muje-res del PRDestn lejos de ser brillantes (de hecho, el partido

nunca ha alcanzado realmente su cuota de 30%), el nmero

de mujeres en el gobierno y en los partidos contina crecien-

do. Despus de las elecciones de 1997, adems de la can-

tidad de mujeres que ganaron escaos en el Congreso, tambin

ganaron 26% de los escaos en la Asamblea Legislativa de la

ciudad de Mxico. Este nmero, que incluye a mujeres de

todos los partidos polticos, es el ms alto en la historia de la

Asamblea. Y existen ms esperanzas: la senadora Mara Ele-

na Chapa (del PRI) espera que se alcance la paridad para elao 2005, y la senadora Amalia Garca (del PRD) espera que la

meta del 50/50 se materializar tanto en los partidos como

en el gobierno para las elecciones del ao 2000. De hecho,

como se hace evidente en la tabla 1, los datos muestran


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consistentemente que a las mujeres les va mejor en las elec-

ciones presidenciales que en las de medio sexenio. Por ejem-plo, el nmero de legisladoras aument de 42 a 59 en las

elecciones de 1988 (presidenciales), cay a 44 en 1991 (elec-

ciones de medio sexenio) y subi a 70 en 1994 (elecciones

presidenciales). La excepcin que podra probar esta regla es

que el nmero total de mujeres en el Congreso de hecho

aument a 87 en las elecciones de medio sexenio de 1997.

Es ms, tomando a las diputadas del PRIcomo ejemplo, en

las elecciones de medio sexenio de 1991 obtuvieron 23 esca-

os; en 1994, en elecciones presidenciales, su nmero casi

se duplic con 41, y en las elecciones de medio sexenio de1997, cay a 35. Esto crea expectativas para las elecciones

del ao 2000, que sern presidenciales.

Tabla 1 Representacin de las mujeres en los ltimos 16 CongresosTabla 1 Representacin de las mujeres en los ltimos 16 CongresosTabla 1 Representacin de las mujeres en los ltimos 16 CongresosTabla 1 Representacin de las mujeres en los ltimos 16 CongresosTabla 1 Representacin de las mujeres en los ltimos 16 Congresos

Cmara de DiputadosCmara de DiputadosCmara de DiputadosCmara de DiputadosCmara de Diputados SenadoSenadoSenadoSenadoSenado

Periodo

presidencial Legislatura Hombres Mujeres Total Hombres Mujeres Total

1952-1958

ADOLFO XLII (1952-55) 161 1 162 56 56RUIZ CORTINES XLIII (1955-58) 156 4 160

1958-1964

ADOLFO XLIV (1958-61) 154 8 162 58 58

LPEZ MATEOS XLV (1961-64) 176 9 185


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Cmara de DiputadosCmara de DiputadosCmara de DiputadosCmara de DiputadosCmara de Diputados SenadoSenadoSenadoSenadoSenado

Periodopresidencial Legislatura Hombres Mujeres Total Hombres Mujeres Total

1964-1970

GUSTAVO XLVI (1964-67) 197 13 210 56 2 58

DAZ ORDAZ XLVII (1967-70) 198 12 210

1970-1976

LUIS ECHEVERRA XLVIII (1970-73) 184 13 197 58 2 60

LVAREZ XLIX (1973-76) 212 19 231

1976-1982

JOS L (1976-79) 215 21 236 59 5 64

LPEZ PORTILLO LI (1979-82) 368 32 400

1982-1988

MIGUEL DE LA LII (1982-85) 358 42 400 58 6 64

MADRID LIII (1985-88) 358 42 400

1988-1994

CARLOS SALINAS LIV (1988-91) 441 59 500 54 10 64

DE GORTARI LV (1991-94) 455 44 499 60 4 64

1994-2000

ERNESTO LVI (1994-97) 426 70 496 112 16 128

ZEDILLO LVII (1997-2000) 413 87 500 109 18 128

TOTAL 4,472 476 4,948 566 64 630

Fuente: Programa Nacional de la Mujer, Ms mujeres al Congreso,PRONAM, Mxico,

1997.


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Sin embargo, las mujeres estn lejos de sentirse satisfe-

chas y siguen teniendo crticas acerca de cmo opera el sistemade cuotas. La mayor queja se centra alrededor de la colocacin de

las mujeres en las listas de candidatos y los distritos para los

que son nominadas para competir. Las candidatas de represen-

tacin proporcional estn colocadas tan abajo en la lista que les

es imposible entrar por esta ruta, y las candidatas por eleccin

directa son nominadas para distritos donde el partido sabe que

no tiene posibilidades de ganar. Lo que es peor, algunos parti-

dos (notablemente el PRI) nominan a muchas de las mujeres del

30% requerido como suplentes. Patricia Espinoza, del PAN, refi-

rindose a las elecciones de 1997 y a su partido, dice: hay quever los lugares que ocupaban las mujeres: la gran mayora, la

lista gorda, estaba en distritos que no tenan posibilidades (En-

foque, 8 de octubre de 1997). Y la evaluacin de Mara Elena

Chapa, del PRI: S te abro la puerta, pero a municipios que no

significan prioridad para mi partido o mi entidad; a espacios de

alto riesgo, que se sabe que sea quien sea el que vaya, no se va

a sacar, se le dice: te pongo a prueba, ve t, mujer (Idem). Sin

embargo, como la tabla 2 muestra, parece haberse dado un

efecto positivo al menos para las candidatas del PRI, ya que tu-

vieron la ms alta proporcin de candidatas ganadoras en losescaos para diputados. La cuestin, como lo dice Amalia Garca,

del PRD, es ms profunda: El reto de la clusula mnima es no

aplicarla como un mecanismo obligatorio nada ms, sino trans-

formar las conciencias, las culturas de hombres y mujeres (Idem).


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Existen pocas dudas de que las cifras mencionadas, ade-

ms de la cantidad de mujeres elegidas para los congresos

estatales y para otros puestos locales, permitirn a las muje-

res convertirse en actores polticos mucho ms importantes

en el nuevo milenio. Solamente dentro de la jerarqua nacio-nal del PRI, es muy indicativo que apenas recientemente dos

de los tres sectores del partido estuvieran dirigidos por mu-

jeres: Beatriz Paredes del sector campesino Confederacin Na-

cional Campesina (CNC), y Elba Esther Gordillo del recientemente

Tabla 2 Las elecciones para el Congreso de julio de 1997,Tabla 2 Las elecciones para el Congreso de julio de 1997,Tabla 2 Las elecciones para el Congreso de julio de 1997,Tabla 2 Las elecciones para el Congreso de julio de 1997,Tabla 2 Las elecciones para el Congreso de julio de 1997,

por partidos: Cmo les fue a las mujeres?por partidos: Cmo les fue a las mujeres?por partidos: Cmo les fue a las mujeres?por partidos: Cmo les fue a las mujeres?por partidos: Cmo les fue a las mujeres?Nmero Nmero Nmero total de Nmero total de

total de total de candidatas nominadas mujeres que ganaron por:

escaos mujeres por eleccin directa

Eleccin Representacin

directa proporcional

PAN 122 16 38 3 13

PRD 125 29 41 11 18

PRI 239 35 43 22 13

PVEM 8 4 95 n/a n/a

PT 6 1 64 n/a 1

TOTAL 500 85 281 36 45

Fuente: Datos compilados por la autora a partir de Enfoque, suplemento domi-

nical de Reforma, Mxico, 10 de agosto de 1997.


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reconstituido sector popular (CNOP). Gordillo, adems, recien-

temente dej el liderazgo del sindicato de maestros, el Sindi-cato Nacional de Trabajadores de la Educacin (SNTE), el ms

grande y uno de los ms poderosos sindicatos de Amrica

Latina. El recientemente establecido Programa Nacional de

la Mujer, de la Secretara de Gobernacin, estuvo original-

mente bajo la direccin de Dulce Mara Sauri, una veterana

del PRI(que dej el puesto hace unos meses para asumir la

Secretara General del PRI); su experiencia y apoyo a las muje-

res y sus problemas a lo largo de su carrera es un buen augu-

rio para el apoyo del gobierno a las mujeres en el futuro.

Ms significativo an es el nombramiento, en enero de 1998,de Rosario Green como Secretaria de Relaciones Exteriores

(despus de haber ganado un escao en el Senado en las

elecciones de 1997). Por primera vez en la historia, una mu-

jer est al timn de una de las secretaras de mayor nivel en

Mxico. Antes de su nombramiento, las mujeres slo haban

dirigido secretaras consideradas de segunda fila: Pesca,

Ambiente, Turismo. Hay algunas otras primeras veces no-

tables: Amalia Garca gan la presidencia del PRDen julio de

1999, convirtindose en la primera mujer en dirigir ese parti-

do, y Rosario Robles, tambin del PRD, fue elegida por la Asambleade Representantes del Distrito Federal para completar el pe-

riodo de Cuauhtmoc Crdenas, gobernador del Distrito Fe-

deral, cuando ste dej su cargo en septiembre de 1999 para

competir por la presidencia. Por primera vez en la historia,


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una mujer gobierna el rea metropolitana ms grande del

mundo. Dulce Mara Sauri, como se mencion anteriormen-te, se ha convertido en Secretaria General del PRI, la posicin

nmero dos en el partido (y apenas la segunda vez que esta

posicin es ocupada por una mujer). Los logros de este gru-

po son realmente estelares. Pero para la mayora de las mu-

jeres mexicanas, sin embargo, el campo de juego est lejos

de ser parejo, y todava hay una considerable carga cultural

y social colgada del hecho de ser una mujer en la poltica y

de promover las causas de las mujeres.

La continua lucha de las mujeres por ser reconocidas como

actores polticos (en un sentido no genrico) ha llevado enefecto a las mujeres mexicanas a anidar sus luchas dentro

de una preocupacin ms amplia por la justicia social y la

igualdad. Particularmente en esta era de transformacin del

sistema poltico, y al irse desarrollando una nueva cultura

cvica y poltica, las mujeres han empezado a articular sus

preocupaciones como parte de un discurso ms amplio que

exige apertura democrtica y un mayor espacio para incor-

porar actores previamente ignorados. Los partidos de oposi-

cin, las mujeres y los grupos indgenas estn entre los principales

participantes en el proceso de transicin democrtica de Mxico,como resulta evidente en la atencin que han recibido tanto

nacional como internacionalmente. Los repetidos reclamos

de democracia, igualdad y justicia social son evidentes en las

plataformas de estos tres nuevos actores clave. De qu ma-


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nera estos reclamos se transformarn en polticas y progra-

mas especficos en el nuevo milenio es la tarea a realizar ahora,una tarea que tal vez vendr a ser puesta en marcha por las

hijas de las mujeres que actualmente luchan por establecer

su representacin poltica en la democracia que est emergiendo

en Mxico.

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Las mujeres y el cambio político en México

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