La Puesta en Valor en la Transferencia Patrimonial.
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LA PUESTA EN VALOREN LA TRANSFERENCIA PATRIMONIAL
La puesta en valor en la transferencia patrimonial.El camino hacia la sensibilización cultural
María Fernanda Gómez ValdiviaMagister en Arte, mención Patrimonio
Universidad de Playa Ancha de Ciencias de la Educación
Análisis de texto, ¿Educación Patrimonial o Patrimonio para la Educación?Pregunta de análisis. ¿A qué debe apuntar la Transferencia del Patrimonio?
Autora: Dra. María Teresa Devia Lubet
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En la actualidad, cuando se habla de patrimonio, existen diversos conceptos que se
pueden revisar para el estudio de este tema, ya que no existe una única voz respecto a esta
temática y lo que implica respecto al desarrollo, en los diversos ámbitos de nuestras
sociedades. Por este motivo es posible tomar como definición general del concepto, el que
el Centro del Patrimonio Mundial de la UNESCO (2008) plantea, cuando define al
patrimonio como: “el legado que recibimos del pasado, lo que vivimos en el presente y lo
que transmitimos a las futuras generaciones” (p.5). También se podría señalar que el
patrimonio, como concepto integral, es “el conjunto de bienes culturales y naturales,
tangibles e intangibles, generados localmente, y que una generación hereda/transmite a la
siguiente con el propósito de preservar, continuar y acrecentar dicha herencia” (DeCarli,
2004, p.160). Otra definición muy apropiada para conceptualizar esta idea, es la que se
elaboró en la Conferencia Mundial sobre Políticas Culturales en México (febrero, 1982), al
plantear que:
El Patrimonio Cultural de un pueblo comprende las obras de sus artistas, arquitectos,
músicos, escritores y sabios, así como las creaciones anónimas, surgidas del alma
popular, y el conjunto de valores que dan sentido a la vida. Es decir, las obras materiales
y no materiales que expresan la creatividad de ese pueblo: la lengua, los ritos, las
creencias, los lugares y monumentos históricos, la literatura, las obras de arte y los
archivos y bibliotecas (p.3).
Sea que nos quedemos con una definición u otra, lo cierto es que tal como lo plantea
Ballart (2001) el “patrimonio (…) es una construcción cultural y como tal sujeta a cambios
en función de circunstancias históricas y sociales” (p.11), así el patrimonio es un ente vivo
y mutable, que se dinamiza constantemente al estar sujeto a los cambios propios de las
comunidades.
Debido a que el patrimonio funciona como construcción cultural, es primordial definir la
especificidad y los alcances que plantea el concepto, porque como lo señala Teixeira
(2006), éste hace referencia al legado cultural que tenemos como sociedad; que hemos
heredado de nuestros ancestros, que transmitimos a las generaciones posteriores y que
constantemente se va transformando.
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Al margen del significado articular que se pueda tener respecto al patrimonio, una cosa
es cierta, todas estas reflexiones en torno a lo que implica este concepto y, específicamente,
al patrimonio cultural, nos muestran dos aspectos fundamentales que se deben tener en
cuenta en el estudio cultural de estas temáticas. El patrimonio se plantea como una
construcción social que posee valor y que como tal, debemos traspasar a las futuras
generaciones en las mejores condiciones posibles.
El valor patrimonial, en cuanto constructo social e individual, al determinarse como el
mayor grado de importancia que se le confiere a un bien (tangible o intangible) por una
serie de cualidades que éste expresa, se enfrenta a la paradoja de no ser consensuado en
cuanto a las propiedades valóricas del objeto patrimonial y la concienciación de este
aspecto por parte de la sociedad, es así cómo un bien, que puede tener un significativo valor
patrimonial para un conjunto social, para otro grupo puede no tenerlo; situación que
depaupera la forma en que le se da valor a un bien y consecutivamente se lo transmite a las
futuras generaciones. Es en este punto en donde la transferencia patrimonial resulta
importante. Ya que la transmisión del valor de un bien puede resultar imprecisa y poco
efectiva, cabe preguntarse ¿a qué debe apuntar la transferencia patrimonial?, porque es en
este cuestionamiento en donde reside el éxito o fracaso en la perduración valórica que se le
otorgue, tanto social como individualmente, al bien patrimonial.
La puesta en valor de un bien patrimonial (ya sea material o inmaterial) debiera apunta a
transmitir la significación de las características que le confieren importancia a este objeto
para la comunidad. Esta importancia está dada por los distintos elementos que imprimen el
acervo cultural de la comunidad de origen en el bien, por lo que las características
socioculturales son muy importantes en el proceso de identificación y transmisión del valor
patrimonial.
Debido a las diversas maneras en que cada individuo se plantea frente a los otros, es
posible señalar que los procesos en que éste sociabiliza con su entorno y desde donde nacen
los elementos culturales distintivos de la comunidad, se construyen por medio de sus
experiencias y los conocimientos del medio en el cual se desenvuelve; en otras palabras el
territorio juega un rol fundamental en la identificación sociocultural del individuo y de su
conjunto social; tal como se señala “el territorio es la base primera de cualquier identidad
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cultural” (Renaboldo y Schejtman, 2009, p.9); ya que sin una identificación con el propio
territorio ¿qué transferencia patrimonial podría existir?; si no existe pertenencia respecto a
la comunidad ¿cómo podrían transmitirse los bienes culturales sean estos tangibles o
intangibles? Gracias a la identidad que se vivencia respecto al territorio “se construyen
referentes simbólicos y relatos históricos que permiten a un grupo humano compartir las
mismas tradiciones y expresiones culturales” (Renaboldo y Schejtman, 2009, p.9). Es en
este punto en donde cobra importancia la formación en valores como medio de
transferencia cultural; educación que busque como objetivo el respeto y la concienciación
social respecto de la identidad individual y la que se construye colectivamente dentro del
grupo social de pertenencia.
En lo referente al papel que tiene la formación en valores, es pertinente señalar que la
configuración de las relaciones que el individuo establece con su comunidad y, a la vez,
este grupo social frente a otros, es de vital importancia al generar redes de comunicación y
entendimiento que facilitan los procesos de transferencia de valor en los ámbitos
patrimoniales de una comunidad. Palma (2013) afirma que:
La formación en valores –como proceso cultural y educativo- potencia usufructuar y
salvaguardar la diversidad cultural y las expresiones producidas por las sociedades, así
cómo impulsar que los ciudadanos construyan conocimientos humanísticos
significativos, consoliden sus identidades nacionales, tomen conciencia, entre otros
aspectos (p. 34).
Es por esto que la formación en valores debe estar incluida en una educación
patrimonial en todos los niveles en el currículum escolar nacional, ya que si bien la escuela
no es el único espacio en donde se puede formar respecto a esta temática, es una instancia
de aprendizaje formal y sistemático en donde se pueden incluir estos contenidos de manera
transversal tanto en la formación académica como en el desarrollo de habilidades y valores.
Por esto la escuela debe encontrar instancias en donde se trabajen con estos temas desde
todos los espacios que plantea el quehacer educativo, relacionándolos con su comunidad y
territorio, otorgándole la importancia que merece respeto a la formación intelectual,
valórica y cívica de los niños y jóvenes de nuestro país.
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La educación e interpretación patrimonial “permiten (…) establecer vínculos afectivos e
intelectuales (…). Sólo cuando las personas comprenden la importancia de un lugar o de un
objeto pueden llegar a valorarlo verdaderamente y defender su protección” (Calafate, 2004,
p.84).
Una educación patrimonial efectiva a nivel de todo el currículum escolar debiera
enfocarse en mejorar la integración en los planes y programas escolares desde el nivel
inicial en prekinder hasta la enseñanza media, ya que si bien desde la reforma educacional
impulsada en el gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle (1994-2000), se han hecho avances
en torno a la educación patrimonial, estos han sido insuficientes debido a que las temáticas
patrimoniales se encuentran acotadas en las planificaciones oficiales de aprendizaje, no se
las integra transversalmente en el currículum y solo se las aborda en forma parcial en
ciertos contenidos de algunas asignaturas en cada nivel en la escuela (Ibarra y Ramírez,
2014). Esto nos señala que aún no se establece una política educativa efectiva, que integre
estos conocimientos transversalmente en el currículum, desde la formación inicial.
Tampoco se platea la educación en valores patrimoniales como una instancia de formación,
en que las personas reflexionen respecto de si mismos, de la comunidad, de su territorio; en
otras palabras, que estos planteamientos sean vistos como un derecho cívico en la
formación de ciudadanos.
Sin embargo, pese al trabajo parcial que se realiza respecto al tema patrimonial en el
área educativa escolar, existen programas, planificaciones y guías con los que se pueden
trabajar los contenidos específicos de cada nivel y asignatura, integrándolos a propuestas de
educación patrimonial, formación en valores y desarrollo de habilidades. Un ejemplo de
estos programas es el que diseñó la Oficina Regional de Educación de la UNESCO para
América Latina y el Caribe en conjunto con el Ministerio de Educación, llamado
“Programa Patrimonio Educacional”, este programa consiste en una guía de actividades
patrimoniales para todos los niveles de aprendizaje, desde el NB1 hasta 4º Medio, en
distintas disciplinas, las cuales le entregan al profesor herramientas metodológicas para
integrar los contenidos en el desarrollo de habilidades de análisis, interpretación y
valoración del patrimonio tangible e intangible, en sus distintos niveles, desde el familiar
hasta el mundial.
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Al ser la escuela un lugar en donde se desarrollan las dimensiones afectivas, cognitivas y
sociales del ser humano, es importante usar la educación patrimonial como una herramienta
en la transferencia de los valores simbólicos asignados a los productos culturales locales y
nacionales para lograr la sensibilización de los individuos respecto a los componentes
culturales que construyen su propia identidad.
Dentro de los lugares en los que se trabaja la transferencia patrimonial, no hay que
olvidar la educación otorgada en espacios no formales de aprendizaje tales como: talleres
comunitarios, escuelas de formación de audiencias culturales, museos, centros culturales,
escuelas de espectadores, entre otros. Espacios que trabajan en la formación cultural de los
individuos, mediante estrategias y metodologías de aprendizaje y que se constituyen como
un aporte a la sociedad, al responder a las necesidades en cultura y formación que no son
tratadas por las instituciones formales. Sin dejar de lado la importancia que tiene la
educación informal –familiar, laboral, amical, etc.- en cuanto a la formación; tal como lo
señala Decarolis (2002) al plantear que “en cada ser humano palpita la necesidad de
transmitir a sus descendientes la cultura heredada: modos de vida, historias, costumbres,
convicciones, tradiciones, mitos y creencias, huellas... Lo material y lo inmaterial; la
totalidad de un patrimonio tangible e intangible” (p.1). Es en estos espacios en donde
efectivamente se pueden transferir los significados y valores culturales del patrimonio; al
configurarse como los espacios en donde comúnmente nos desarrollamos y los que
mayoritariamente influyen en nosotros.
Como ya se mencionó anteriormente, lo fundamental del proceso de transferencia
patrimonial, es lograr poner en valor el bien y todo lo que este representa; por lo que se
debe tener en cuenta que este proceso se puede definir como el resultado de la
interpretación del bien más la presentación de éste a la comunidad (Martín, 2007). Es así
que se deben identificar todos los aspectos que posibilitan la puesta en valor, tales como la
investigación, el registro, la documentación, la conservación y la difusión; para lograr la
transferencia.
La puesta en valor es el punto en donde está la clave de la transferencia patrimonial, ya
que cuando el individuo comprende la significación que tiene un bien patrimonial -tangible
o intangible, mundial, local o familiar- y la relación de éste con los procesos culturales de
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desarrollo de la identidad personal y comunitaria, es cuando se puede conectar con el
objeto, tanto en forma afectiva como cognitiva, en otras palabras se sensibiliza individual y
colectivamente y puede comenzar a observarse a si mismo como sujeto social, constructor
de su propio camino, perteneciente a un territorio, a una comunidad y participante activo de
los procesos de cambio cultural que se construyen en sociedad.
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LA PUESTA EN VALOREN LA TRANSFERENCIA PATRIMONIAL
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