La poesía al margen del canon -...

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  • La poesa al margen del canonAlejandro Palma Castro

    Ruth Miraceti Rojas Jimnez(Editores)

    Jos Luis Gallegos Vargas(Compilador)

    Los sentidos del smbolo 1Coleccin de crtica literaria

    del Doctorado en Literatura Hispanoamericana de la Benemrita Universidad Autnoma de Puebla

    Director de la coleccin: Alejandro Palma Castro

    Consejo editorial Al Caldern Farfn

    Mario Caldern HernndezVctor M. Contreras Toledo

    Alejandro Ramrez LmbarryAlicia V. Ramrez Olivares

    Francisco Ramrez SantacruzFelipe Ros Baeza

  • BENEMRITA UNIVERSIDAD AUTNOMA DE PUEBLAJos Alfonso Esparza OrtizRectorRen Valdiviezo SandovalSecretario GeneralYgnacio Martnez LagunaVicerrector de Investigacin y Estudios de Posgrado

    FACULTAD DE FILOSOFA Y LETRASAlejandro Palma CastroDirector Felipe Adrin Ros BaezaSecretario de Investigacin y Estudio de PosgradoJos Carlos Blzquez EspinosaCoordinador de Publicaciones

    La poesa al margen del canon Primera edicin, 2015

    de los textos: los/las autores/autoras de la edicin: Alejandro Palma Castro del diseo de la coleccin: Donovan Bravo Fonseca

    Revisin y correccin: Ruth Miraceti Rojas JimnezMaquetacin: Donovan Bravo FonsecaISBN: 978-607-487-924-7

    Se permite la copia, ya sea de uno o ms artculos completos de esta obra o del conjunto de la edicin, en cualquier formato, mecnico o digital, siempre y cuando no se modifique el contenido de los textos, se respete su autora y se cite la fuente apropiadamente.

    Benemrita Universidad Autnoma de Puebla4 Sur 104Facultad de Filosofa y LetrasAv. Juan de Palafox y Mendoza 229Puebla, Pue., C.P. 72000, Mxico

    Editado en MxicoEdited in Mexico

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    ndice7 La poesa al margen del canon. Apuntes iniciales Alejandro Palma Castro, Felipe Ros Baeza y Alejandro Ramrez Lmbarry

    [23] Mrgenes desde la identidad de gnero

    25 Condicin y diferencia en la obra potica de Josefa Murillo: ruptura de estereotipos en torno a la vida y obra de la poetisa decimonnica Csar Eduardo Gmez Caedo43 El lenguaje mstico en la poesa de Enriqueta Ochoa Hazaret Carro Brunete59 Teresa Wilms Montt y la ambivalencia del ser en el mundo Araceli Toledo Olivar67 Rescate y patrimonio de la sonetista Griselda lvarez Jos Manuel Gonzlez Freire77 Escritura en el umbral. El sujeto femenino en el poema en prosa de cuatro escritoras del Cono Sur Luz Amrica Alvarado Morales97 Lo que moja la lluvia. Anlisis de la materialidad del libro de poemas Tlamo de Minerva Margarita Villarreal Ana Fabiola Medina Ramrez

    [109] Mrgenes de la heteronorMatividad

    111 Dos poemas, dos poetas: similitudes y discrepancias entre Salvador Novo y Pietro Aretino Laura Serrano Zenteno121 La potica del deseo desde los versos de Sandro Penna Gerardo Alonso Ros Gonzlez131 Cerna y Biedma: cuerpos intertextuales, cuerpos prohibidos Michael Yahave Pineda Moreno141 Nancy Crdenas: los poemas desde la irreverencia (rostro y pluma) Adriana Fuentes Ponce153 El cuerpo lesboertico en tres poemas de Rosamara Roffiel Iras Rivera George / Jorge Luis Gallegos Vargas

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    [163] Mrgenes del canon nacionalista Mexicano

    (poesa en lengua indgena)165 La poesa indgena dentro y fuera del canon Liliana Jimnez Snchez171 Poesa CHol y sus procesos de traduccin al espaol Lmbano de la Cruz Vzquez 185 Hacia el rescate de la tradicin oral. Ngataara stsee. Que siga lloviendo. La poesa mazateca de Juan Gregorio Regino Yanira Soriano Domnguez195 La trascendencia cultural mazateca en Ngata ara stsee: Que siga lloviendo de Juan Gregorio Regino Patricia Bermdez Cruz205 Trascender. Memorias del pueblo Otom de Isaac Daz Snchez como una muestra de la cosmovisin indgena Francisco Javier Romero Luna

    [213]Mrgenes de la forMa

    (vanguardias y experiMentacin)215 lvaro de Campos como estrategia moderna Alejandro Palma Castro 227 Experiencia potica y realidad sensorial en Fernando Pessoa a travs de lvaro de Campos Mariana Ruiz Flores237 Al final, la mejor manera de viajar es sentir, el viaje violento de vivir y morir en lvaro de Campos Fernando Bautista Rodrguez245 Exilio en el paraso. Ecos lejanos de surrealismo y gongorismo en Desolacin de la Quimera de Luis Cernuda Anglica Luca Higuera Torres265 El riesgo del riesgo. Experimentacin en la poesa contempornea Al Cadern Farfn281 Suturencias Antonio Sustaita291 Cmo opera la poesa visual contempornea. Categoras y estrategias Rolando Ramos Reyes

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    [301] Mrgenes de la literatura centralista

    303 Alma Juvenil y la poesa de mujeres de 1934, en Puebla Guadalupe Prieto Snchez317 Imaginar provincia: el discurso programtico en Estilo, revista de cultura (1945-1961) Irma Guadalupe Villasana Mercado333 La ertica-mstica de una carmelita descalza Margarita V. Salazar Canseco347 El desierto es una hoja lctea: la recreacin potica del Valle de Mexicali Martn Torres Sauchett359 El carcter especulativo-hermenutico en la poesa chicana Roberto Snchez Bentez

    [377]sujetos Marginales

    379 Ral Gmez Jattin o la objetividad del deseo Manuel Corts Castaeda393 Juan Martnez o el vidente de la periferia Jorge Ortega405 La imagen del camino de Luis Carrin Beltrn: anotaciones en torno a un poemario indito Francisco Gabriel Binzh

    [427] reconsideraciones al canon

    429 Poesa, encarnacin y hermenutica del sentido. Una interpretacin del poema Granum sinapis de divinitate pulcherrima del mstico medieval Meister Eckhart Christian Guillermo Gmez Vargas443 La utopa amorosa: el amor corts en el soneto V de Garcilaso de la Vega Hugo Israel Lpez Coronel453 Vivir en el margen y sobrevivir en el canon: Manuel M. Flores Luis Roberto Vera Chaparro / Jos Luis Roberto Martnez Garcilazo 471 Un poeta marginal de la generacin de Taller Mario Caldern481 Poesa y animalidad: reflexiones sobre un tema marginal Javier Hernndez Quezada

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    La poesa al margen del canon.Apuntes iniciales

    Alejandro Palma CastroFelipe Ros Baeza

    Alejandro Ramrez LmbarryBenemrita Universidad Autnoma de Puebla

    1. Antecedentes

    Alejandro Losada en su principal trabajo por formular una his-toria social de la literatura de Per e Hispanoamrica1, traza en su introduccin un rpido esbozo de los sistemas literarios que prevalecieron en Per desde el siglo xix al xx. Nos interesa citar el segundo de estos:

    En las tres primeras dcadas de este siglo se imponen dos nuevos sis-temas literarios con los que la sociedad peruana parece ingresar en la modernidad. La literatura de los grupos contestatarios de clase me-dia revelar una nueva voluntad de compresin de su sociedad, ser creada a partir de un proyecto transformador del sujeto social y har suya la forma realista del relato y del ensayo sociales. La poesa van-guardista ser creacin de una individualidad que trata de ser libre y excepcional y, por primera vez, afirmar la autonoma del arte y de la cultura en ajenidad a la vida social. Ambos fenmenos revelan las dos facetas del mismo proceso de cambio a que se ven sometidos los miembros de una sociedad [] Esos dos movimientos culturales

    1 Creacin y praxis. La produccin literaria como praxis social en Hispanoamrica y el Per (1976).

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    y sociales no encontraron un terreno social y econmico propicio para expandirse y, como proyectos que buscaban consumarse en un nuevo orden social y en una nueva cultura, fracasaron. (3-4)

    Si tomamos al pie de la letra la leccin de Losada ser posible expli-car un ttulo tan general para este libro como La poesa al margen del canon. En las naciones hispanoamericanas, que estuvieron su-jetas al surgimiento de estos dos sistemas literarios, la poesa como gnero vanguardista y dominante retrocede y queda relegada por la narrativa contempornea, su ltimo tenue destello sera la lla-mada poesa conversacional o coloquial la cual deriva en una for-ma de circulacin ms adecuada a los tiempos: la cancin popular moderna (de los cantautores al rock). En la lucha de fuerzas entre sistemas literarios, definitivamente, la narrativa de los 50 y 60 del siglo xx y su consagracin internacional como boom literario se impone sobre cualquier otra forma de gnero desde entonces. Por ello, para el xiii Congreso Internacional de Poesa y Potica2, en la bsqueda de temas actuales para una revisin crtica del gnero, nada pareca ms lgico que convocar a sus estudiosos a reflexionar sobre la poesa como una actividad marginal en diversos sentidos los cuales iremos desarrollando en adelante.

    2. Un canon no tan clsico

    El poeta ecuatoriano Jorge Enrique Adoum tiene un curioso ensa-yo, Aproccimasin a la paraliteratura, desde donde denuncia ciertas prcticas similares a la literatura pero fuera de todo rigor y creacin artstica, circundantes al discurso literario porque aprovechan al-gunos de sus recursos. En el caso de la poesa se trata de uno de los aspectos fundamentales de la paraliteratura: una marcada pre-dileccin por la poesa, algo como una necesidad universal (ms

    2 xiii Congreso Internacional de Poesa y Potica, La poesa al margen del canon, 23, 24 y 25 de octubre de 2013, Facultad de Filosofa y Letras, Benemrita Universidad Autnoma de Puebla (Mxico).

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    de escribirla que de leerla) de lo que cada uno supone que es poe-sa (85). Concatenada esta idea con la del punto anterior veremos las complicaciones en las cuales se ve inmerso este gnero: poco considerado como sistema literario su definicin se esparce hasta incluso prcticas paraliterarias. Cmo acotar entonces un canon sin conocer exactamente los lmites de su discurso? Este quizs es uno de los problemas histricos ms antiguos del gnero, haber llamado poesa a una infinidad de discursos sujetos a criterios aje-nos a su propia voluntad. Tan slo para ilustrar este fenmeno con un ejemplo podemos mencionar la posicin de diversos crticos e historiadores de la literatura mexicana para quienes el periodo del virreinato (tres siglos) habr producido no ms de tres, si acaso cuatro, poemas de alta calidad artstica relegando el resto a una situacin de literatura ancilar3. Es evidente que bajo el descono-cimiento o apropiacin de determinadas caractersticas de lo que puede llamarse poesa, se ha forjado un criterio cannico acotado que poco guarda relacin con la institucionalizacin, a lo largo de la historia, de la poesa. Si bien este no es un fenmeno priva-tivo del gnero potico, se hace ms drstico que en el narrativo o teatral. De la ingente cantidad de poesa escrita desde la poca clsica, Grecia y Roma, hasta nuestro das, aparecen modelos bien definidos de lo que supuestamente debiramos considerar poesa descartando el resto. Si bien Adoum tiene razn al exponer ciertas prcticas paraliterarias, lo cierto es que la conformacin del canon de la poesa, el cual no resulta tan antiguo como pudiramos creer y ms bien una empresa del siglo xix4, ha obedecido a criterios sociales e ideolgicos particulares encubiertos bajo la inmanencia

    3 El trmino ancilar desde luego tomado del estudio de Alfonso Reyes El deslinde, pero a nuestro juicio mal interpretado si bien esa supuesta pureza literaria significa una dependencia de los modelos europeos en lugar de, tras el avance en las reflexiones sobre la teora literaria desde textos producidos en Hispanoamrica, suponer la formulacin de una literatura propia de su contexto cultural y social.4 Una referencia imprescindible para conocer esta postura es el artculo Cual fnix de las cenizas o del canon a lo clsico de Hans Ulrich Gumbrecht (referencia completa en la bibliografa).

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    y trascendencia estticas. En otras palabras, se ha inventado un canon de la poesa de manera similar a como Jos Carlos Mainer considera que se invent la literatura espaola:

    es una construccin artificial (solamente los nacionalistas dicen creer que la nacin y el nacionalismo son hechos espontneos, previos y naturales) que determina la forma de agrupar un con-junto heterclito de textos (literarios e ideolgicos) con la idea de hacerles decir algo sobre la existencia colectiva. (154)

    3. Los estudios sobre el canon literario

    Con la penetracin de los estudios culturales en los terrenos de la crtica literaria sobrevinieron varios efectos en la inmanencia del texto literario como reconsiderar que aquellas obras literarias consideradas fundamentales en la historia de la humanidad fueran producto de ciertas fuerzas polticas y sociales dominantes. Por eso cuando a Harold Bloom en su libro El canon occidental se le ocurre fijar un total de 26 autores cannicos por su sublimidad y naturaleza representativa le vienen una serie de ataques de la denominada por l mismo Escuela del resentimiento y otros sec-tores quienes pusieron en evidencia un aspecto que en otros tiem-pos hubiera sido intrascendente: un hombre blanco, profesor de una de las universidades mejor posicionadas a nivel internacional, decidiendo un canon literario. Bloom sirvi de escarmiento para demostrar que detrs del canon literario se esconda una voluntad patriarcal, occidental, vinculada a los principales centros de poder poltico y econmico.

    Si bien los EE. UU. ya haban comenzado con la cuestin so-bre los estudios del canon luego de que los departamentos uni-versitarios de literatura e historia comenzaron a convertirse en las trincheras de los activistas sociales de los sesenta y setenta, fue la interpretacin del libro de Bloom como una ligereza la que pro-pici el asalto del canon por parte del multiculturalismo, como primera agenda de los ochenta en los EE. UU., seguido por los

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    estudios de gnero, la crtica marxista, el nuevo historicismo, ade-ms del posestructuralismo en todas sus variantes (deconstruc-cin, estudios del subalterno, poscolonialidad, queer, etc.). Esta ola pronto se traslad a otras tradiciones y mbitos acadmicos como el hispanoamericano. Uno de los primeros estudios en espaol es el realizado por Jos Ma. Pozuelo Yvancos y Rosa Ma. Aradra Sn-chez, Teora del canon y literatura espaola. Un par de aos despus Beatriz Gonzlez-Stephan publica una segunda edicin corregida y aumentada de su ensayo ganador del premio Casa de la Amricas (1987), La historiografa literaria del liberalismo hispanoamericano del siglo xix. El nuevo ttulo del ensayo, que precede al original, pa-rece adaptarse al momento: Fundaciones: canon, historia y cultura nacional. Si bien rpidamente se replicaron este tipo de trabajos en varios pases hispanoamericanos, an falta sistematizar una teora del canon en la literatura de tradicin hispana atendiendo a sus variantes5.

    4. Propsitos

    Uno de los propsitos de este volumen es comenzar a destacar los derroteros desde donde se debera configurar una teora del canon. La verdad es que cuando se emiti la convocatoria para participar en el xiii Congreso Internacional de Poesa y Potica, nos queda-ban claras las ideas que hemos desarrollado anteriormente pero no podamos medir el alcance y la interpretacin que hubiera al res-pecto. Grata fue la sorpresa, al cerrar la recepcin de resmenes, de constatar que a la comunidad acadmica le interesaba bastante el tema del canon literario respecto a la poesa y, mejor an, que exis-ta una cantidad diversa de acercamientos crticos a autores, obras, movimientos que bien pudieran determinarse como estudios sobre el canon en la poesa. En todos estos estudios opera la lgica de

    5 Un buen antecedente resulta el libro de Losada que hemos referido al comienzo as como los trabajos de Roberto Fernndez Retamar, ngel Rama y Antonio Cornejo Polar.

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    situarse desde la posicin del margen para desde ah cuestionar, recomponer y/o llamar la atencin del canon.

    Vistas estas caractersticas nos pareci que unas memorias de congreso acotaran una visin crtica de gran trascendencia para los estudios literarios pues hasta donde nuestro conocimiento del tema ha llegado por ahora, este trabajo en su unidad representa un compendio sin igual en el estudio de la poesa sobre todo en Hispanoamrica. De por s pocos son los compilatorios dedicados exclusivamente al gnero, pero an menos lo son aqullos que se han propuesto tocar el asunto de su canon desde la perspectiva de diversos mrgenes ya sea por cuestiones formales, temticas, de identidad de gnero, tnicas o sexuales. Fue as como este trabajo se plante ms bien como un libro cuyos ensayos tienen en comn destacar la profusin de la poesa ms all de la pretendida institu-cionalizacin que se ha impuesto en canones nacionales sobre todo en Hispanoamrica. Con este trabajo nos proponemos entonces contribuir al desarrollo del estudio de la poesa desde varios de sus mrgenes para tratar de ampliar las fronteras de su conocimiento y brindar as una amplia perspectiva crtica de la literatura y su histo-ria. En adelante describimos brevemente cada trabajo justificando as una lgica de ordenamiento bajo cada apartado. Cabe aclarar que tanto apartados como trabajos se sujetan, dada la precariedad de estudios crticos sobre el canon en la poesa hispanoamericana, a criterios relativos y exploratorios de lo que deseamos puede con-vertirse en un punto de partida para su reflexin o discusin en nimo de enriquecer las lecturas crticas de la poesa hispanoame-ricana desde la perspectiva del canon.

    5. Mrgenes desde la identidad de gnero

    En el artculo Condicin y diferencia en la obra potica de Josefa Murillo: ruptura de estereotipos en torno a la vida y obra de la poetisa decimonnica, Csar Eduardo Gmez Caedo recupera la figura y obra potica de Josefa Murillo, a travs de un enfoque audaz: segn el autor, Murillo cumple en su obra con las expec-

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    tativas patriarcales, pero slo para desviarse y problematizarlas a travs de su ejercicio potico. Aunado a esto, su posicin geogrfica tambin posibilita la diferencia, el distanciamiento sano que le da su lejana geopoltica y cultural, adems de su soltera, aqulla vista como, sino negativo, que se resignifica para acentuar posibilidades creativas y de publicacin y circulacin locales.

    El siguiente trabajo, El lenguaje mstico en la poesa de Enrique-ta Ochoa, de Hazaret Carro Brunete, texto que se apoya en ideas de Heiddeger, Hlderlin, Giambattista Vico y Mara Zambrano para afirmar que tras un primer denotativo, en la poesa de Ochoa hay muestra evidente de un lenguaje mstico, ya sea a partir de smbolos o, deliberadamente, de un dilogo establecido con lo divino.

    A continuacin se presenta el ensayo de Araceli Toledo Olivar, Teresa Wilms Montt y la ambivalencia del ser en el mundo, en el que la autora logra entrever, con ayuda de la teora psicoanaltica de Bachelard, la esencia de la poesa chilena que eleva puentes hacia otros mundos que a ratos se aprecian inmersos en una s-bita melancola de destellos en ocre; y, en otros, nos aproxima al encuentro de imgenes alusivas a la ominosa agona que antecede a la muerte.

    Posteriormente, en esta seccin destaca el artculo de Jos Ma-nuel Gonzlez Freire, Rescate y patrimonio de la sonetista Grisel-da lvarez, quien aborda las fuentes bibliogrficas de la biblioteca privada y de los manuscritos de la que fue considerada la primera gobernadora de Mxico, pasando revista a los hitos ms impor-tantes de su vida y obra.

    Le sigue Escritura en el umbral. El sujeto femenino en el poe-ma en prosa de cuatro escritoras del Cono Sur, de Luz Amrica Alvarado Morales, texto que analiza la poesa de la brasilea Ana Cristina Cesar, la argentina Diana Bellessi, la uruguaya Marosa Di Giorgio y la chilena Paula Ilabaca, encontrando un hilo comn: en el contexto de las dictaduras, y al reapropiarse del lenguaje, las poetas han reterritorializado al sujeto femenino dentro de los mapas de representacin simblica, contribuyendo a reconstruir la memoria colectiva.

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    Finalmente, en el ensayo Anlisis de la materialidad del libro de poemas Tlamo de Minerva Margarita Villarreal, Ana Fabiola Medina Ramrez explora las recurrencias en el conocido poemario de Villareal, sealando con acierto que de pronto saltan por su apariencia extraa al texto. Pero la poeta no puede prescindir de ellas y las ensambla en sus composiciones cual fetiches, haciendo especial hincapi en la metfora de la lluvia.

    6. Mrgenes de la heteronormatividad

    Esta seccin se abre con el ensayo Dos poemas, dos poetas: si-militudes y discrepancias entre Salvador Novo y Pietro Aretino, de Laura Serrano Zenteno, donde se propone estudiar ejes comu-nes de ambos textos, como el placer corporal y las reacciones ante la ausencia del ser amado. A continuacin, Gerardo Alonso Ros Gonzlez recupera, en La potica del deseo desde los versos de Sandro Penna, la figura del eximio poeta italiano, para decirnos acertadamente que en sus poemas, los signos de determinacin temporal (la noche, las estaciones, el plenilunio, etctera) no hacen sino reafirmar la ausencia del tiempo (lineal); su presupuesta repe-ticin o, ms bien, ciclicidad, se agrega a la fugacidad intermiten-te de la presencia divina y logra mantener vigente la emocin. Contina Cerna y Biedma: cuerpos intertextuales, cuerpos prohi-bidos, de Michael Yahave Pineda Moreno, donde el autor, adems de destacar la mencin de un poeta en el otro, los hermana temti-camente, de acuerdo a sus preocupaciones por el cuerpo y el amor prohibido; y Nancy Crdenas: los poemas desde la irreverencia (rostro y pluma), ensayo donde Adriana Fuentes Ponce analiza de qu manera aparece el sujeto lsbico en la poesa de Crde-nas, determinando que el lenguaje coloquial y la brevedad en sus planteamientos devela una forma de vida, as como lineamientos establecidos a los que cuestiona y critica.

    La seccin termina con El cuerpo lesboertico en tres poemas de Rosamara Roffiel, un ensayo donde, al alimn, Iras Rivera George y Jorge Luis Gallegos Vargas comentan, apoyados en algu-

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    nas nociones de Judith Butler, que la poeta veracruzana confronta al heterocentrismo al hablar, de manera directa, del goce del cuer-po femenino y del placer ertico entre dos mujeres.

    7. Mrgenes del canon nacionalista mexicano (poesa en lengua indgena)

    La poesa indgena dentro y fuera del canon, de Liliana Jimnez Snchez, abre esta seccin de manera categrica, indicando que la literatura indgena no slo consiste en crear nuevos mundos o visiones a travs de ciertos recursos retricos, sino que mucha de la antigua produccin ya estaba definida con sus propios gneros, temas y figuras literarias. Luego, aparece el ensayo Poesa CHol y sus procesos de traduccin al espaol, de Lmbano de la Cruz Vzquez, que explora de forma pormenorizada la dificultad de la traduccin del poema Soy una mujer chol, del libro Mi nombre ya no es Silencio, de Juana Peate, haciendo hincapi en los des-acuerdos sobre el sobre el posible origen familiar de la lengua, que, adems de ser grafa, adquiri su abecedario del alfabeto latino.

    Posteriormente tenemos dos ensayos en torno a la poesa de Juan Gregorio Regino: Hacia el rescate de la tradicin oral. Ngataara stsee. Que siga lloviendo. La poesa mazateca de Juan Gre-gorio Regino, artculo de Yanira Soriano Domnguez donde se explora la riqueza de la lengua originaria en este poeta mazateco, quien, adems de ensalzar la vida, tiene una conexin profunda con la madre tierra, a sus campesinos, a sus mujeres, hombres y duendes que lo habitan; y La trascendencia cultural mazateca en Ngata ara stsee: Que siga lloviendo de Juan Gregorio Regino, texto en el cual Patricia Bermdez Cruz complementa las visiones tradi-cionales de Regino, sealando que el poeta construye un puente cultural que lleva a la compleja cosmovisin de su comunidad, in-vita a sus lectores a la comprensin de las voces comunitarias que son parte de una diversidad cultural con voz propia.

    Finaliza esta seccin el ensayo Trascender. Memorias del pueblo Otom de Isaac Daz Snchez como una muestra de la cosmovisin

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    indgena. All, Francisco Javier Romero Luna realiza un anlisis interpretativo del significado textual del poemario de Daz Sn-chez, sacando a la luz las creencias, costumbres y tradiciones de la cultura otom como una expresin cosmognica y fuente literaria, lo que permite revalorar la herencia cultural de este pueblo ind-gena.

    8. Mrgenes de la forma (vanguardias y experimentacin)

    Este apartado nos muestra una variedad de acercamientos al tema de la modernidad, la vanguardia y la experimentacin formal. El primer texto, lvaro de Campos como estrategia moderna, es-tudia la obra del heternimo de Fernando Pessoa; en l la moder-nidad representa una trascendencia ambigua. Los poemas Oda triunfal y Oda martima comparten dos pasajes que enuncian una reaccin sadomasoquista, de femenina entrega, al poder de la mquina y a los marineros de un navo. El mismo Campos, en el manifiesto Ultimatum, retoma el tema de la modernidad pero distancindose de la hegemona cultural y tecnolgica de otros pases de Europa. En ambos casos, lvaro de Campos construye una vanguardia nica, adaptada a sus reacciones poticas y a sus intereses geopolticos. En un segundo artculo, volvemos a la obra de lvaro de Campos y al tema de la trascendencia, pero ahora por medio de su ideal potico expresado en su concepto de sensacio-nismo. El poeta no quiere slo imaginar ni experimentar al otro, quiere ser el otro. Frente a esta imposibilidad lgica, explicada en el artculo con Wittgenstein, se opone una verdad potica que Mariana Ruiz Flores explica por medio del proceso de escritura (mientras escriba sobre ellas, existen) el desdoblamiento y el po-der de la imaginacin en la creacin potica. Completa esta lectura sobre el poeta portugus, el texto de Fernando Bautista Rodrguez, donde reflexiona sobre la metfora del viaje como una violencia que conlleva incluso a la muerte desde los versos atribuibles al mis-mo heternimo: Al final, la mejor manera de viajar es sentir.

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    El artculo de Higuera Torres relata la trayectoria de Luis Cer-nuda en Mxico; su exilio paradisiaco en Acapulco, lugar donde pudo escribir libremente; el apoyo que recibi de sus amigos, Al-fonso Reyes y Octavio Paz; y su relacin amorosa con Salvador Alighieri. Seguido de este recuento, analiza uno de los poemas clave de Luis Cernuda, Desolacin de la Quimera, identifican-do en l los cuatro temas centrales de su potica: muerte, secreto, soledad y belleza. Despus de Cernuda, tenemos un artculo de Al Caldern Farfn, El riesgo del riesgo. Experimentacin en la poesa contempornea, que presenta y describe la trayectoria de la poesa de la vanguardia en Mxico, desde sus inicios con Tablada hasta sus ltimas expresiones, la potica hbrida y del riesgo, del siglo xxi. Destaca en este recorrido la utilizacin de un bagaje terico que explica las nuevas escrituras como aquellas que escapan a lo semitico, los cdigos de gnero, lo connotativo y la obra misma, para ubicarse en su finalidad nica de enuncia-cin y escritura.

    A manera de ejemplo de la vanguardia artstica, el siguiente artculo estudia la obra del artista Antonio Sustaita, en especfico, Suturencias. Sustaita construye objetos hiperldicos y desqui-ciantes, objetos entre dos lgicas: un espacio de tensin y lucha semitica y esttica. Como con los surrealistas, los objetos de Sus-taita demandan el compromiso personal y onrico del espectador. Y, por ltimo en este apartado, contamos con un artculo de Ro-lando Ramos Reyes, Cmo opera la poesa visual contempornea. Categoras y estrategias, el cual emprende un estudio sistemtico de la poesa visual, calificada sta como arte hbrido cuyo soporte principal sigue siendo el lenguaje. La clasificacin que aporta el autor se basa en las estrategias de creacin, que pueden ser caligra-mticas, supra-lingstica, ldicas, de carcter experimental o va-rias de ellas a la vez. En un campo de fronteras difusas y cimientos inestables, se aprecia la labor acadmica rigurosa de este y los otros textos de la seccin; comparten todos ellos el inters en prcticas, obras y autores marginales de gran calidad.

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    9. Mrgenes de la literatura centralista

    Este apartado revisa la produccin potica creada desde la pro-vincia geogrfica y los mrgenes de la cultura: Puebla, San Luis Potos, Valle de Mexicali, la comunidad chicana. Iniciamos con un artculo de Guadalupe Prieto Snchez sobre la revista Alma Juve-nil, primera publicacin dirigida y escrita por mujeres, en la ciudad de Puebla. Se nos relata el origen de este proyecto (en una escuela inglesa metodista) y su contenido, el cual consista de una seccin de consejos, anuncios, prosa y, sobre todo, poesa. Las temticas de los poemas solan ser flores, animales, y temas de la naturaleza; lejos de una escritura desafiante de gnero, esto no demerita el hecho histrico de haber sido la primera revista escrita y dirigida por mujeres. De Puebla, el artculo de Irma Guadalupe Villasana Mercado, nos transporta a San Luis Potos, al grupo Taller de Esti-lo. Este grupo public una revista, organiz conferencias, clases y programas de radio. Se opusieron al discurso nacionalista del cen-tro, con otro que la autora describe en tres puntos: humanista cat-lico, provinciano e hispano. En su momento (mediados de siglo) el grupo se interes en un discurso franquista; la autora analiza este hecho desde una perspectiva histrica y de sociologa cultural, ms que de poltica.

    Tenemos en el artculo de Margarita V. Salazar Canseco un anlisis estructuralista enfocado en las formas retricas de un poe-ma de misticismo ertico, escrito por la monja poblana Luz del Carmen Gmez Haro Ortega. El poema fue escrito a mediados del siglo pasado y forma parte de la obra de extensin considerable (se-senta y cuatro poemas) de esta monja de la orden de las carmelitas descalzas. La obra a su vez se clasifica, segn la autora, en poesa monacal, poesa mariana, poesa crtica, poesa mstica, y poesa ertica. Del mundo de los monasterios, al desierto, el artculo de Martn Torres Sauchett estudia a tres poetas del valle de Mexicali: Jorge Ortega, Gabriel Trujillo Muoz y Toms Di Bella. Su inters radica en la manera en la que los poetas han descrito la aparente vacuidad y desolacin del desierto; el estilete se vuelve alegora del

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    tesn por poblar el espacio en blanco de la pgina y el desierto. Por ltimo, tenemos un artculo sobre la literatura chicana, en especfi-co, de los poetas Corky Gonzles y Gloria Anzalda. Su posicin hbrida, entre dos mundos, que Anzalda llama Nepantla, hace de su obra una heteroglosia intensa y mutante. Reescriben su pa-sado mexicano y su integracin al mundo anglosajn con una voz potica que es tambin poltica, la voz de la comunidad.

    10. Sujetos marginales

    El artculo de Corts Castaeda, Ral Gmez Jattin o la objeti-vidad del deseo, aborda el caso del poeta colombiano, cuya vida extravagante y dolorosa (constantes encierros en asilos, vagabundo, hurfano y homosexual) ha opacado el estudio de su obra. Aque-llos pocos que se han acercado a ella, han cado en la tentacin de lo biogrfico: explicar los textos como aoranza a la infancia perdi-da o como reflejo de su vida rebelde. Este primer poeta maldito de Colombia es, de acuerdo con el autor, ms que eso; y para probarlo analiza sus textos comparndolo con poticas ms complejas, entre ellas la de Beckett. Otro poeta poco estudiado es Juan Martnez, nacido en Guadalajara y hermano del gran acadmico, Jos Luis. El artculo presenta una breve biografa del poeta, donde destaca su estancia en Tijuana con el oficio de limpiador de coches. Sobre su obra se nos dice que hay en ella una bsqueda de lo trascenden-te por medio una actitud mstica; Martnez se vio influenciado por la poesa rabe clsica y el haiku. Y, por ltimo, el artculo de Francisco Gabriel Binzh estudia la obra de Luis Carrin, poeta maldito de medio siglo mexicano, cuyo nico poemario La imagen del camino ha sido, hasta ahora, poco estudiado.

    11. Reconsideraciones al canon

    Este apartado de relecturas comienza con un anlisis de manera detallada del poema Granum sinapis de divinitate pulcherrima del Maestro Eckhart. En Poesa, encarnacin y hermenutica del

  • Alejandro Palma Castro / Felipe Ros Baeza / Alejandro Ramrez Lmbarry

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    sentido. Una interpretacin del poema Granum sinapis de divini-tate pulcherrima del mstico medieval Meister Eckhart, Christian Guillermo Gmez Vargas demuestra que, como en casi todos los poetas msticos, se trata en este caso de una bsqueda para experi-mentar lo divino usando para ello un lenguaje radical que exprese la experiencia de lo indecible. Pasamos del amor mstico al amor corts. El segundo artculo, La utopa amorosa: el amor corts en el soneto V de Garcilaso de la Vega, describe las prcticas, ideales y la manera en la cual este cdigo de origen medieval se canoniz en el soneto en espaol a travs de Garcilaso de la Vega. Tenemos, despus, un estudio sobre Manuel M. Flores, a cargo de Luis Roberto Vera Chaparro y Jos Luis Roberto Martnez Garci-lazo. Lo consideran, poeta bicfalo al mismo tiempo libertino y catlico; su propsito es, primero, liberar al poeta del peso de la consagracin impuesta por las necesidades polticas del momento, para despus entender su poesa (retomando a Bergson) como ro-manticismo del lan amoroso: dialctica entre prohibiciones y exce-sos, la tica normativa y la tica personal. Le sigue a este artculo, una revaloracin de la obra de Alberto Quintero lvarez, poeta olvidado por la crtica y la historia literaria en Mxico. En Un poeta marginal de la generacin de Taller, Mario Caldern sostie-ne que Salvador Novo, Pablo Neruda, Gonzlez Martnez, entre otros, leyeron y escribieron en su momento crticas positivas sobre Quintero. Apoyado en ellas, y en un anlisis estilstico, se rescata la obra de este poeta guanajuatense, miembro del Grupo Taller. Por ltimo, el artculo de Hernndez Quezada, Poesa animal, propone un recorrido por la poesa mexicana con temtica animal, la cual explica como aquella movida por una pulsin natural que renuncia al antropocentrismo y se vuelca a la figura de lo extrao (entendido desde la teorizacin del animal por Derrida). Adems de este animal derridiano, se encuentra otro que an no ha sido visualizado lo suficiente, el animal vctima de una modernizacin feroz: lo animalsonante.

  • La poesa al margen del canon. Apuntes iniciales

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  • [ 23 ]

    Mrgenesdesde

    la identidad de gnero

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    Josefa Murillo: vida, estereotipos, obra

    Josefa Murillo (1860-1898) representa un caso atractivo y poco revisado entre la poesa mexicana del siglo xix. Se vuelve de mayor inters al tratarse de una poetisa que ejerce una voz potica femenina que elabora toda su produccin literaria desde un aisla-miento geogrfico que tendr repercusiones estilsticas y, desde mi perspectiva de anlisis, tendr resonancia en el lugar que ocupa la Alondra del Papaloapan a la hora de revisar, delimitar y reconfi-gurar el canon de las letras mexicanas desde la visin contextual del siglo xix hasta el da de hoy, cuyo resultado es similar: un des-conocimiento por parte del pblico lector, tanto crtico como no especializado, de la obra de la autora en cuestin.

    Adems, la recuperacin de las menciones sobre la vida y obra de la poetisa resulta un ejercicio importante para evidenciar los moldes e ideas preconcebidas en los que muchas veces se inscribe el trabajo crtico que se ha creado en torno a la tlacotalpea, lo que delimita una preferencia por mostrar ciertos rasgos estilsticos, formales y temticos sobre otros, as como iluminar ciertos aspec-

    Condicin y diferencia en la obra potica de Josefa Murillo: ruptura de estereotipos en torno a la vida y obra

    de la poetisa decimonnica

    Csar Eduardo Gmez [email protected]

    Universidad Nacional Autnoma de Mxico

  • Csar Eduardo Gmez Caedo

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    tos biogrficos para consolidar, desde una tradicin, una imagen marcadamente romntica sobre la poetisa.

    Murillo vivi y muri en la casa paterna, en Tlacotalpan, Veracruz; public en peridicos de circulacin local; permaneci soltera a raz de la muerte de su pretendiente y, de acuerdo con las menciones que sus bigrafos, crticos y editores han decidido hacer circular y repetir, su poesa es desencantada, triste, reflexiva y filo-sfica, mayormente.1

    Se promueve as una imagen vigente hasta nuestros das de Josefa Murillo, cuya poesa sera la de una mujer frgil, sen-sible, enfermiza, recluida Y amorosamente desencantada, lo que se amolda bien con algunas intenciones romnticas que provie-nen de diversas fuentes, y con un estereotipo de poetisa vlido para el discurso dominante masculino, que opt por encasillarla de esa manera. Sirva como ejemplo una cita en la que uno de los bigrafos-editores mencionados como los principales difusores del estereotipo cataloga la experiencia dolorosa de la escritura de Mu-rillo como un signo que pesa en cuanto a su experiencia creativa:

    El dolor es, pues, el estmulo que la obliga a cantar, llorando, por una peculiar disposicin temperamental para canalizar el sufri-miento, explicable por lo dems en quien, sensible y enfermiza, busca por modo subconsciente nuevos motivos en la realidad que le rodea para volver a sufrir y provocarse la necesaria oleada de ins-piracin potica. Y as se forma el ciclo: ensoacin, desencanto, depresin, inspiracin y creacin. Tal mecanismo de raz neurti-

    1 Me refiero a Mara Teresa Dehesa y Gmez Faras con Obra potica de Josefa Murillo (1970); Humberto Aguirre Tinoco, quien realiz una edicin local y mimeografiada sobre la obra de la tlacotalpea: 64 poemas y una prosa (1975) y a Leonardo Pasquel, quien edit la obra de esta poetisa junto con un homenaje nacional que circul en 1899 a raz de la muerte de sta, en el que su poesa es bien estimada por grandes personalidades de la poca, como Amado Nervo y Justo Sierra: Poesas con el homenaje nacional organizado por don Cayetano Rodr-guez Beltrn (1961). Tanto los comentarios del homenaje debido a la muerte de la poetisa crtica contextual, cuanto lo dicho por los bigrafos y editores mencionados crtica posterior, retoman a Murillo desde estereotipos sobre lo que deba ser la poesa escrita por mujeres y el tipo de personalidad que de-ban presentar estas escritoras.

  • Condicin y diferencia en la obra potica de Josefa Murillo...

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    ca y masoquista gozarse inconscientemente en el dolor con-figura el tono preponderantemente sentimental y dolorido que expresa la actitud romntica como estado del alma frente a la in-seguridad de la existencia. No debe perderse de vista, adems, que estos eran los aos del romanticismo literario que embargaba a la juventud (Pasquel xvii-xviii).

    Leonardo Pasquel seala la propensin al dolor de Josefa Murillo como un asunto de neurosis, como una bsqueda continuada de desilusin para poder escribir, y de esta manera la caracteriza como mujer que sufre y escribe, es decir, un tipo de mujer romntica dedicada nicamente al dolor, que es fuente de inspiracin y est-mulo creativo. Salvador Moreno, autor espaol de la antologa ms reciente de la obra de Josefa Murillo (1986), apunta sobre el peligro que conlleva la rigidez de la imagen que se ha construido, dado que tal imagen no representa lo nico de su produccin:

    Sus bigrafos ocasionales, con la mejor intencin sin duda, nos han dado de ella la imagen de una mujer sombra, que hubiera hecho de las penas de amor y las enfermedades la razn de ser de su poesa. Y aunque fuera verdad que su corta vida estuvo entris-tecida por la muerte de una amiga, compaera de juegos y confi-dencias, y por la de un seguro pretendiente que sin duda amaba, cuando escribe versos y prosas circunstanciales se muestra risuea, irnica, ingeniosa y chispeante (7).

    As, la poesa de Josefa Murillo presenta rasgos esterotpicos de lo que se esperaba deba ser la poesa escrita por mujeres en la poca, aunque, como menciona Moreno, tambin presenta otras caracte-rsticas poticas que la distancian y personalizan estilsticamente.

    Adems de la imagen biogrfica, la tradicin patriarcal tam-bin fij temticamente la presencia de las mujeres en el escenario de circulacin de la poesa decimonnica. Lilia Granillo Vzquez menciona, a grandes rasgos, los temas sancionados en positivo por el discurso dominante patriarcal respecto a la poesa escrita por mujeres en el siglo xix:

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    Dios y la patria como los grandes faros del poeta; la poesa como expresin festiva de la naturaleza y el paisaje nacional, los hroes nacionales como personajes poticos. Temas y tpicos romnticos que compartan por igual poetas y poetisas del siglo pasado, sig-nificados y definiciones semejantes para los hombres y las mujeres de letras (197).

    En cuanto a Murillo, es posible observar que muchas veces no presenta una poesa comprometida con la expresin del hogar, apa-recen en su produccin pocas temticas familiares; existe toda una vertiente de poesa festiva, jocosa, ldica, crtica, irnica y tras-gresora que no fue la visin oficial que en el contexto se decidi rescatar, y que sigue siendo la ms desconocida. El presente estudio se centra en esos otros poemas para romper los estereotipos que se han impuesto sobre la obra y la vida de una poetisa.

    La condicin que sanciona y la diferencia que libera

    La imagen estereotipada de este tipo de mujer que escribe versos puede desmontarse bajo las categoras condicin y diferencia discur-sivas, a partir del pilar y a la vez muro de contencin que representa el discurso patriarcal dominante y la actitud que puede tomar el discurso femenino ante la impronta de subordinacin discursiva que subyace. De esta manera, los temas mencionados en la cita de Granillo corresponden a los que reproducen las mujeres bajo la categora de la condicin o igualdad discursiva. Ambas categoras son retomadas del anlisis que Esther Hernndez Palacios hace en Notas al viento: tres poetas veracruzanas del siglo xix, en el que emplea las categoras de discurso femenino de igualdad y diferen-cia que Cristina Henrquez de Salamanca planteara en Siglo xix: narradoras, poetas y dramaturgas,2 para el caso espaol; y que la crtica veracruzana actualiza en el caso mexicano.

    2 Citado en Hernndez Palacios (2012): Enrquez de Salamanca, Cristina, Si-glo xix: narradoras, poetas y dramaturgas, en Breve historia feminista de la lite-

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    De acuerdo con la propuesta aqu planteada, se sugieren la con-dicin y la diferencia como dos signos de la poesa escrita por muje-res en la segunda mitad del siglo xix en Mxico, y se sita mayor-mente a Josefa Murillo desde su posicin diferente y distante. La condicin, categora reelaborada aqu a partir de la igualdad plan-teada por Hernndez Palacios, se refiere a la influencia que el pa-triarcado opera sobre el discurso potico femenino, condicionando temas, motivos, estilos, formas, escuelas de influencia valoradas en positivo, es decir, todo el modo de creacin y, de esta manera, las poetisas que se acercan ms a este modelo sern aquellas que operan desde el discurso de la condicin. La diferencia discursiva es el otro signo, aqul por el que las poetisas encuentran maneras de subvertir la tradicin que las condiciona, ya sea de manera temti-ca, estilstica, vital incluso.

    Lo que se desarrolla bajo la condicin de la que son sujetas las escritoras es una igualdad, esto es, la cercana temtica y formal con el modelo discursivo ideolgico masculino dominante, una sucesin de moldes o tipos de poemas, y tambin tipos de vidas, desde la imagen del ngel del hogar. Los temas muchas veces se fijan gracias a lo que se decide mostrar y hacer perdurable de la produccin potica de las mujeres en el siglo xix, esto implica que los procesos de recuperacin y de seleccin antolgica dan cuenta de la preferencia por los temas de la condicin, dado que la valora-cin est dada por una tradicin patriarcal que selecciona y estabi-liza. Desde esta perspectiva, los moldes que posibilitan el reconoci-miento de las poetisas tambin condicionan; la igualdad discursiva busca alcanzarse como medida de permanencia y de fijacin.

    Susan Kirkpatrick menciona las contradicciones que surgieron a partir de la entrada de las mujeres al escenario de las letras deci-monnicas espaolas, adems de evidenciar el ajuste temtico que en el caso mexicano sufri un proceso similar:

    ratura espaola (en lengua catalana, gallega y vasca), tomo VI, Iris Zavala (ed.), Barcelona: Anthropos, 2000.

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    Las poetas que se sentan autorizadas a escribir como mujeres por el culto romntico a lo espontneo, por lo tanto, se encontraban metidas en un proyecto difcil y contradictorio: deban construir en el texto una identidad femenina regida por normas estrictas como si fuese una expansin natural del alma. Por una parte, para escribir como mujer, la poeta tena que manifestar en su escritu-ra las mismas caractersticas que las exigidas por la norma social. Deba expresar los rasgos subjetivos que se compaginaban con su funcin domstica: el amor tierno y sentimental, la sensibilidad ante la belleza natural o el padecimiento humano, una fantasa graciosamente decorativa, una profunda devocin religiosa, y una inocente ignorancia del mundo. La feminidad domstica no con-ceda a la escritora ninguna autoridad para expresar sentimientos egostas o deseos sexuales, explorar ambigedades morales o rebe-larse contra la jerarqua social, actitudes stas tpicas del romanti-cismo masculino (43).

    La condicin de las poetisas representaba la proyeccin de imgenes que se conformaron en estereotipos literarios: escritoras ya sea bien casadas, madres comprometidas, o bien, con slo un amor de su vida por el que sufrieron y penaron; vidas difciles, versos sencillos hechos como por inspiracin, como por va natural, con la misma naturalidad con la que se expresa el canto de las aves y sin mucha variedad de tradiciones poticas de fondo, sino la sola ideolgica dominante de sumisin en trminos discursivos; figuras que eran tuteladas por un varn, ya sea padre, hermano, esposo, mentor literario o gua espiritual.

    El ser mujer se fija y, ante las transgresiones a los modelos, surgen, al menos, dos alternativas para el patriarcado: eliminar, satanizar y excluir, operaciones que implican la marginacin y el silenciamiento de un sujeto; o el encubrimiento, la seleccin de aquellos elementos vitales y estilsticos que se acercan a uno o va-rios estereotipos de la feminidad de la poca, es decir, que pueden ser nutridos por distintas corrientes artsticas, mas siempre la mis-ma ideolgica: la subordinacin a la figura de autoridad masculi-na. El encubrimiento sirve para ocultar aquellos rasgos que operan a partir de una diferencia radical, que posiciona a la mujer desde el

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    papel de sujeto enunciador y que la sita en posibilidades de rom-per con paradigmas, moldes e ideas preconcebidas. La categora de la diferencia funciona para mostrar estos rasgos, quiz compartidos por la mayora de las poetisas decimonnicas, pero encubiertos o marginalizados, como en el caso de Josefa Murillo, en el que se desmonta el ejercicio crtico para evidenciar cmo el encubrimien-to tradicional ha decidido conservar y fijar un estereotipo sobre la poetisa, que en buena medida puede reflejar la historia de una gran cantidad de escritoras de la poca, puesto que el proceso por el que se encubre la creatividad femenina es compartido. Sin ms prem-bulo, a continuacin los poemas que dan cuenta de la diferencia en el caso de la poetisa tlacotalpea.

    Algunos de los poemas de Josefa Murillo fueron publicados en peridicos de circulacin local bajo el mismo seudnimo, Toto-loche; poemas que Dehesa y Gmez Faras cataloga como festi-vos, la bigrafa explica el regionalismo:

    Para subrayar la intencin y a fin quiz, de que no pareciese nica-mente juego [respecto al poema Indecisin], Josefa Murillo firma con un seudnimo: Totoloche, nombre que se da a una varita larga y delgada hecha de rama de rbol y que curtida con aceite se hace muy resistente y flexible por lo cual es empleada para castigar a los animales (237).

    Los poemas de Totoloche evidencian la diferencia temtica de Josefa Murillo y hablan de una personalidad potica que discur-sivamente se asume como una autoridad regional y femenina, por el nombre con el que firma y por el contenido de los poemas, que castiga al sealar las prcticas de ciertos animales, en la mayora de los casos varones impertinentes.

    Por ejemplo, en el poema firmado por Totoloche, Don Pe-gote, se observa la presencia de prcticas de la vida cotidiana, as como la incomodidad por ciertos protocolos y pactos sociales que en este caso parecen causar gran incomodidad a la mujer. Es inte-resante resaltar que el tiempo del poema y la situacin incmoda

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    por causa del gorrn o arrimado, son marcados o sealados por rituales domsticos, privados e ntimos que son del dominio femenino, como las horas de comida y la llegada de los hijos de la escuela. La observadora y enunciadora, hecha esta inferencia, es una mujer que manifiesta una queja social por medio de un poema ldico que se inscribe dentro de la poesa circunstancial.

    En el caso de Murillo, el tono ldico, circunstancial y que evi-dencia la presencia de sensaciones y motivos femeninos, tradicio-nalmente silenciados, marca una diferencia y una innovacin para este tipo de tradicin potica en las letras mexicanas:

    Don Pegote

    Ha llegado la hora del almuerzo,sin poderlo evitar,oye sonar los trinches y los platosY no se va!

    Dan las once la historia de los gringosse dispone a empezar,a las doce concluye; da la una,Y no se va!

    A las dos de la tarde: Don Pegote,quiere usted almorzar?Almorc muy temprano, muchas gracias.Y no se va!

    Ya salen del colegio los muchachos,las tres han dado ya.Comeremos, amigo? No, yo ceno.Y no se va!

    A las cuatro nos habla de su oficio,(quin sabe cul ser);a las cinco nos habla de su novia,Y no se va!

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    A las seis y cuarenta: Si se empean,me quedar a cenar. Se ha invitado y es claro que se queda!Y no se va!

    Cenamos. Porque no se me apliqueel dicho de adis Blas,estar otro ratito con ustedes. Y no se va (1984: 74)!3

    La autora presenta con este poema humorstico una incomodidad que las mujeres sentan pero que no estaban autorizadas a expresar cuando vean su espacio de mando invadido por una presencia incmoda, que desestabiliza el dominio de la mujer en el hogar; tal incomodidad, provocada por un visitante que no se retira, era una de las sensaciones de molestia y enojo que deba silenciarse, dado que para cumplir el rol de ngel del hogar se exiga atender complacientemente a cualquier invitado.

    Don Pegote, por otro lado, habla pero no comunica, o no importa tanto lo que comunica, sino la angustia que genera, la verborrea con la que se ha estereotipado a las mujeres. Ahora sirve para caracterizar a un hombre y, en este sentido, los hombres hablan por hablar y no dominan los pactos sociales, sino que apa-recen ridiculizados en la figura tipo masculina de don Pegote.

    Otro poema de Totoloche es Indecisin, en el que la burla humorstica hacia el varn y el proceso de cortejo amoroso es di-recta:

    Indecisin

    Tres cartas tiene en las manosCarlota, la hija de Ins;las contempla, las revisa,

    3 Todos los poemas citados de Josefa Murillo son tomados de la edicin ms reciente de su obra (1984) hecha por la Universidad Veracruzana a cargo de Georgina Trigos.

  • Csar Eduardo Gmez Caedo

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    acaba y vuelve a leerQu le dice cada uno,o qu le dirn los tres?Habla Carlota:

    El poetaest triste pobre de l!Y me lo dice muy claro:Yo, sin ti, me morir.Y el marino?... pobrecito!aunque no escribe muy bien,en esta vez se ha inspirado:Yo, sin ti, naufragar.El militar cielo santo!ste me hace estremecersiempre cumple su palabraYo, sin ti, me matar!

    Y no puede serque quiera a los tres!Qu har?

    Ay! Si el poeta se muereme queda un remordimiento.Y si el militar se mata?Si naufraga el marino?

    Y no puede serque quiera a los tres!Qu har?

    Queriendo a cualquiera de ellos,es claro que mato a dosSer tan triste que mueranporque no tienen amor!

    Y no puede serque quiera a los tres!Qu har (79-80)?

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    Murillo se burla de la amenaza chantajista del varn que pretende obtener los favores de la mujer posicionndose como sujeto activo del discurso amoroso reclamando y amenazando. Hay una cons-tante burla del cortejo amoroso y la voz potica evidencia que los tipos de varones, aunque sean diferentes, se expresan de la mis-ma manera, ni siquiera el poeta, quien tambin es burlado, logra ser alguien distinto, ya que pragmticamente busca lo mismo, en amores, que los dems varones. Josefa Murillo da cuenta de que ellos tienen la voz en el discurso amoroso, pero irnicamente es la mujer quien enuncia y quien al no poder decidir, decide que los tres representan un fracaso. Adems, la poetisa tlacotalpea rompe con el modelo clsico de la duda amorosa, en el que se opta entre dos amantes, y al introducir una triada, Murillo seala una abun-dancia alarmante para la moral vigente.

    El poeta masculino ser burlado en otro de los poemas de Toto-loche, Poesa y prosa, cuya crtica a los modelos literarios y a los c-nones poticos de su poca es mordaz. El poeta criticado es pariente de la poetisa, la exigencia de relaciones de parentesco entre varones y mujeres como valor de la cultura literaria es desmantelado como una crtica, ya que el ser varn y poeta no representa una superioridad para la mujer poeta que adems es unida consanguneamente con la figura pblica, el poeta varn. La mujer en este caso se atreve a poner en evidencia a un versificador con un proceder estilstico irrisorio y quiz caduco; cito un fragmento del poema:

    Poesa y prosa

    Un poeta, si no me engaopariente y amigo mo,me regal por mi daounos versitos al ro.

    El tal ro ha comparadoa luenga cinta de platay al limpio cristal cuajadoen que el cielo se retrata.

  • Csar Eduardo Gmez Caedo

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    Pinta, con modo gracioso,la mariposa sencillay al blanco lirio olorosoque crece junto a la orilla.

    Y despus, la onda callada;y luego, la nvea espuma;y sigue con la alboraday prosigue con la bruma.

    Tanto en sus versos mirdescrito con gracia y broque al terminar, exclam:Seor, yo no he visto al ro!

    Y esto diciendo, me fuiy a un bongo entr, sin pensar,por mirar lo que le,que un chasco me iba a llevar.

    No hubo tal cinta de platani tal cristal; y presumoque el cielo mal se retrataen el agua de resumo.

    La mariposa sencillaen vano esper, tal vezno vino la pobrecillapor su mucha sencillez.

    En cambio, con frenes,desatentados y fieros,se lanzaron sobre mlos alados trompeteros.

    El consiguiente martiriohasta con gusto pareceque sufr, por ver el lirioque junto a la orilla crece.Y a la primera mirada,vi en el agua suspendida

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    una cosa algo abofadaque se calla por sabida.

    Parntesis: para oleresto que callo del cuento,se necesita tenernarices de Ayuntamiento (74-76).

    En el poema anterior, Murillo cuestiona un procedimiento consa-grado por una tradicin literaria, la manera de describir y delinear poticamente un ro, que a su vez evidencia la presencia de un cdigo y una frmula para poetizar y se burla de stas. Aparece la autorreflexin en la medida en que describe el proceder de un poeta, pero lo critica puesto que no corresponde con la realidad, y en ese sentido el ttulo pareciera evocar que la prosa es el reflejo de la realidad; la poesa aqu es imaginaria, fantasiosa, lo ideal que se derrumba por inverosmil, puesto que la realidad es fea, tosca, apestosa. Aparece la denuncia y la crtica social al referir directa-mente al Ayuntamiento del ro especfico que sera el Papaloa-pan, aunque tambin aparece la crtica a la construccin potica tradicional, con lo que Murillo evidencia la superacin de moldes preconcebidos y fijos, y su intencin por abrevar de distintas tradi-ciones literarias, con lo que uno de los estereotipos sobre la poetisa es desmontado en s mismo.

    La propuesta esttica romntica de un varn poeta es burlada en este poema de Murillo, que con una gran dosis de humorismo cancela este romanticismo, rompe con la visin inocente de su ser mujer y ser poetisa e impone una manera diferente de expresin, en la que logra ser mujer y poetisa pero nunca ingenua, y por lo tanto no inocente, ni dbil ni siempre sufrida.

    Josefa Murillo, bajo la personalidad literaria de Totoloche, emplea un humorismo crtico e ingenioso, que se evidencia de la inteligencia del sujeto enunciador potico femenino, para criticar modelos masculinos que caducan ante la mirada aguda y diferente de una mujer que utiliza el ejercicio potico para mucho ms que cantar su dolor y su desgracia existencial.

  • Csar Eduardo Gmez Caedo

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    El reclamo en voz de una mujer, el grito ante un amor mal expresado y peor realizado, son elementos de una diferencia que escapa a la condicin de Josefa Murillo y que denotan la apropia-cin de la escuela intimista de Gustavo Adolfo Bcquer, Ramn de Campoamor y Rosala de Castro para generar un estilo propio.

    Lo anterior se muestra con el poema La Ola, que es breve y aparentemente sencillo, y en el que Josefa Murillo reclama y mani-fiesta su voz frente a la enunciacin del discurso amoroso masculi-no, que para el discurso femenino, en este caso, queda reducido a un mal uso de la comparacin como estrategia potica. De nuevo la autora hace visible una sensacin silenciada en las mujeres, el enojo y el reclamo ante la incapacidad del enamorado:

    La ola

    Recuerda el tiempo que en la playa sola,al ver la olaque alumbraba el sol,t me dijiste que la mar un dase acabaraantes que tu amor.

    Hoy que te busco por la playa sola,No est la olaQue alumbraba el sol;Las olas mueren y tu amor no existe;qu mal supistecomparar tu amor! (17)

    La brevedad potica es uno de los signos de la poesa de Josefa Mu-rillo que no se repite con frecuencia entre otras mujeres escritoras cercanas a su contexto, ni en las propuestas de varones mexicanos contextuales. El elemento de la poesa breve parece ser un campo frtil y experimental en el que Josefa Murillo fusiona moldes y frmulas de la escuela intimista con su propia experiencia creativa, lo que permite tambin la apropiacin de su diferencia estilstica. Claudio Guilln apunta: es una ingenuidad neorromntica pensar

  • Condicin y diferencia en la obra potica de Josefa Murillo...

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    que todo estilo tiene que ser individual y solo individual (226), el autor propone que estilo es un modelo colectivo de apropiar ciertas formas, frmulas, temas, sensibilidades, en distintas dimensiones espacio-temporales, lo cual configura la voz y la propuesta esttica de un autor determinado.

    La poetisa tlacotalpea se apropia entonces de ciertas frmulas y temas, desde la condicin discursiva de los candados del varn, y los configura a partir de una diferencia que la caracteriza como la expresin femenina liberada que asume su voz de sujeto discursivo, pero que tambin la diferencia en trminos de individualizacin, es decir, en trminos de darle su obra el sello distintivo de Josefa Murillo como autora de ms de un tipo de poesa, lo que ampla la visin que sobre la tlacotalpea se ha heredado.

    Josefa Murillo llega a romper con el romanticismo y con sus estereotipos. Desde las formas, al emplear formas breves, que no son parte del repertorio de modelos poticos de una tradicin do-minante en la poca; desde los temas, al evidenciar su crtica ir-nica, su voz de sujeto enunciador que est en posibilidades de rer, de expresar comicidad, de manifestar reclamo, coraje, a la figura masculina de amor, a la que tambin ridiculiza y que, por lo tanto, pierde idealizacin; desde su biografa, al rebelarse por medio de la literatura contra el sistema patriarcal y criticar el esquema tradicio-nal de la familia que le peda recato, silencio y soledad ante su de-cisin de mantenerse soltera despus de la muerte del pretendiente.

    Respecto a la presencia irnica, Kirkpatrick menciona la can-celacin de esta categora desde el ser mujer: Ni la acerba irona ni el desesperado mal de sicle era admisible en un sujeto lrico femenino (43). La irona en Josefa Murillo se vuelve arma de la inteligencia, voz que poetiza sobre cuestiones poticas, polticas, sociales y familiares, que sanciona y busca edificar por medio de la crtica a ciertos mecanismos limitantes del patriarcado, de las ma-neras de poetizar un ro. Esta irona va muy de la mano con una de las tradiciones ms visibles que operan desde la influencia y desde la asimilacin potica, esto es con la escuela de Campoamor y de Bcquer, quienes dotan de recursos humorsticos e irnicos la poe-

  • Csar Eduardo Gmez Caedo

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    sa romntica en distintos momentos del xix. Aunque Kirkpatrick ha puesto el dedo en la llaga: para esta tradicin estos recursos estn permitidos puesto que son sujetos masculinos. La mujer debe mostrar una inocencia sublime ante el ejercicio potico, una sensi-bilidad sin malicia, una poesa sin espinas, esto es, slo decorativa.

    Como acotacin final, es necesario mencionar uno de los poe-mas de Murillo que respeta la autoridad masculina y que, por lo tanto, fue uno de los que circul gracias a la antologa de Jos Mara Vigil, Poetisas mexicanas (1893); el poema es Vagando en el terruo y en l describe el ro Tlacotalpan, siguiendo todos los preceptos dictados por la tradicin para poetizar sobre un ro, y que se opone con el poema analizado aqu, Poesa y prosa; por lo tanto, muchos poemas de la autora se inscriben en la categora de la condicin, y son aquellos que ms circularon en su contexto y a la vez han reforzado la imagen estereotpica que se construye de la poetisa.

    De esta manera la autora llena el ideal o las expectativas patriar-cales para luego desviarse en ejercicios poticos, posibles gracias a la otra condicin de Josefa Murillo, la geogrfica, el localismo como medida que posibilita la diferencia, el distanciamiento sano que le da su lejana geopoltica y cultural, adems de su soltera, aqulla vista como, sino negativo, que se resignifica para acentuar posibilidades creativas y de publicacin y circulacin locales. Lo que subyace, tambin, es que ninguna escritora pudo vivir bajo el paradigma pleno de la diferencia, es decir, que la tradicin, la condicin y la igualdad no son completamente dainas, sino que sirven como modelos fijos que pueden en algunas ocasiones repe-tirse y en otras subvertirse. Lo daino son las implicaciones de la crtica y los mecanismos histricos, y de otras rdenes, que fijan la permanencia de modelos, repitiendo el encubrimiento y limitando la apreciacin de las poetisas mexicanas decimonnicas.

  • Condicin y diferencia en la obra potica de Josefa Murillo...

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    Bibliografa

    Dehesa y Gmez Faras, Mara Teresa. Obra potica de Josefa Murillo. Prlogo de Leonardo Pasquel. Mxico: Citlaltpetl, 1970. (Suma veracruzana, serie poesa).

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    El lenguaje mstico en la poesade Enriqueta Ochoa

    Hazaret Carro [email protected]

    Benemrita Universidad Autnoma de Puebla

    I. Del silencio a la palabra

    En el presente artculo se pretende analizar el lenguaje que sub-yace en la poesa de Enriqueta Ochoa, partiendo de la hiptesis de que en su poesa hay clara muestra de un lenguaje mstico, ya sea a partir de smbolos o, deliberadamente, de un dilogo establecido con lo divino. As tambin, se dar clara muestra de algunas caracte-rsticas que se manifiestan en su poesa, tomando en cuenta desde sus influencias hasta hacer nfasis en las claves de su estilo propio. De este modo, se har un recorrido por las ideas de Heiddeger, Hlderlin, Gambastita Vico y Mara Zambrano, para ir delinean-do el marco de qu es el leguaje, as como la palabra potica y tener una idea de lo sagrado, importante para la poesa de Enriqueta Ochoa; y, as, ms adelante, a partir de las ideas planteadas y de ha-ber establecido un dilogo con los anteriores autores, encontrar los atisbos de luz mstica en el lenguaje potico de Enriqueta Ochoa.

    As mismo, se dar una breve muestra del anlisis aplicado al poema de Enriqueta Ochoa. Cabe mencionar que lo hasta ahora presentado, debido a la pertinencia del presente trabajo, es tan slo un bosquejo que sigue an en la pluma, es decir, los estudios sobre

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    Enriqueta Ochoa, por mi parte, siguen realizndose, no dejando las conclusiones de este trabajo como un cierre, sino como una pequea contribucin ms a los avasalladores estudios realizados sobre la autora, que si bien mucho se ha estudiado sobre su misti-cismo, considero que an quedan huecos en cuanto al estudio de su lenguaje y su palabra potica. Sea pues, entonces, este trabajo slo un apoyo ms para la asequible interpretacin y valoracin de su poesa.

    Qu luz tan difana es esa la de la palabra que al nombrarse ella misma: palabra, genera un sonido en la nada, disipando el silencio; lo crea todo, pues la palabra es el nombrar lo humano y el principio de la vida en la tierra. As, la voz da presencia al hombre en la tierra. La poeta mexicana Enriqueta Ochoa es consciente de su voz en el mundo, de la voz que dar sonoridad a sus ideas y a su ser ms interior. Ella se sabe portadora de una palabra primordial: la palabra potica. De esta manera se ocupa de asuntos tanto hu-manos como divinos. Es por medio de sus palabras poticas que hace visible lo invisible; ella logra, a travs de la palabra, unir lo humano con lo divino, crea un puente de lo terrenal con lo celeste. As nace de ella la poesa, que le ayuda como vehculo de expresin de una necesidad interior profundamente humana: comunicarse con el otro.

    En su poesa se puede vislumbrar la palabra como bsqueda del mundo interior expuesto al mundo externo; la bsqueda de uno mismo que, segn expresa Enriqueta, slo se da en el apartado si-lencio, en la sola compaa con uno mismo. En cuanto al silencio, Mara Zambrano expone que:

    Inmemorablemente se ha entendido pues que se impone, que el lugar propio, natural, de la palabra potica es el silencio. Y as, su aparicin es una ascensin del silencio donde yace nunca entera-mente inerte, el silencio de los nferos donde est aprisionada tal como un Ser que pide manifestarse al silencio de arriba, propio de su manifestacin impar, donde aparece a menudo asfixiada a medias, el ansia de tomar posesin de la visibilidad, lo que lleva consigo el cuerpo (Zambrano 47).

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    Enriqueta Ochoa fue contempornea nacional con Rosario Caste-llanos, Dolores Castro, Jaime Sabines y Rubn Bonifaz Nuo. Sus influencias ms cercanas fueron Santa Teresa, San Juan de la Cruz, Lubicz Milosz (en el aspecto del misticismo y hermetismo moder-nos), tambin hay una clara influencia de los msticos espaoles, como lo es en las formas de sentir y unirse de una manera sensual a Dios en un binario de mujer (alma, espiritualidad) ertica. Tam-bin es de notarse su conocimiento bblico que, en ocasiones, es casi un sello personal, y un libro de cabecera: la Biblia de Lutero. En menor cantidad, hay ecos de Vallejo o de Sabines. Entre sus antecesoras se encuentran la michoacana Concha Urquiza, la hi-dalguense Margarita Michelena y la veracruzana Mara Enriqueta Camarillo. Poetas de quienes hered un terreno an no ganado para la poesa escrita por mujeres.

    Sin embargo, Enriqueta Ochoa no pretendi poner rigurosa atencin en la figura que representara su poesa dentro de la po-tica nacional. Cabe mencionar que su libro Bajo el oro pequeo de los trigos le vali reconocimiento nacional, adems de controversia por algunos poemas que se encuentran compilados en el mismo; entre ellos el de Las vrgenes terrestres que, de acuerdo a la poca en la que fue escrito, result ser escandaloso para la sociedad, pues hablaba del ardiente deseo que no lograba sucumbir en su piel, ya que lata el deseo femenino propio de una mujer terrenal. Sin em-bargo, en esa poca ese era un deseo casi prohibido para la mujer, a quien se meda su virtud por su pureza.

    De esta manera, para Enriqueta Ochoa la poesa es el medio para hacer presente su voz, por medio de las letras, voz propia que, ella argumentaba, era la voz de Dios que le dictaba. Por ello es tam-bin considerada como una poeta mstica, pues una de las tem-ticas ms recurrentes dentro de su poesa es la bsqueda de Dios. Adems, dentro de su obra, tambin busca la vuelta al origen.

    A pesar de que sus poemas llegaron a ser censurados por la igle-sia, lo que pretenda Enriqueta era un acercamiento espiritual a la palabra original y la develacin del ser, de este modo, el origen de

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    la obra de arte nos conduce claramente al ser. La poesa se origina en el lenguaje, pero tambin sta hace posible al lenguaje.

    El lenguaje no es solamente una forma de comunicacin, sino aquello que trae a los entes a la apertura en la que se muestra su verdad. En este sentido se puede decir claramente que el arte, en cuanto poner en operacin la verdad, es una composicin potica.

    La poesa es el nombrar lo originario y, por lo mismo, podra-mos decir que es el lugar propio de la altheia1. De la poesa se de-rivar despus el lenguaje cotidiano. Las palabras en nuestra vida cotidiana, usadas, si bien son repetitivas, no por ello deja de haber algo verdadero en ellas; hay un sentido originario que es posible rescatar y que es necesario cuidar, esa es la labor del poeta: purifi-car las palabras y devolverles su plena naturaleza.

    Es gracias a la poesa que el lenguaje recobra su estado origi-nal. El poeta cuida al ser al cuidar la expresin del ser. Al hacerlo encuentra en la poesa un peligro mortal: l es mediador entre lo humano y lo divino, entre el poema y la Poesa, pues est expuesto directamente a los rayos de los Dioses; se aferra, dice Hlderlin, bajo las tormentas de Dios, para robarle sus rayos, para robarse al mismo Dios y, envuelto en cantos, entregarlo al pueblo como un regalo celeste. Por ello es que Enriqueta Ochoa se atreva a declarar que su poesa era dictada por Dios mismo. La poesa es la inocente tarea que puede aniquilar a su creador; al igual que la luz vista de frente puede cegar.

    De esta manera podemos observar que la disposicin de la au-tora ante la realidad es idealista, ya que la transforma, destacando aquellos elementos y cualidades que pueden alterar la realidad para embellecerla o deformarla. De esta forma, la labor intelectual del poeta es descifrar signos, desentraar smbolos, develar al ser hu-mano por medio de las palabras, describir la naturaleza, los mitos, describir a la geografa, al cosmos, al cuerpo; todo esto lleva al poeta hacia el momento de convergencia de todos los puntos, don-de aparicin y desaparicin son lo mismo, donde el ser humano se

    1 Postulado de Heiddeger, presente en Arte y poesa.

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    une y se reconcilia con el universo y consigo mismo mediante la palabra, mediante el poema.

    En la poesa existen y coexisten smbolos que por medio de artificios poticos, como la metfora, se manifiestan dentro de los poemas. A su vez, todo esto nos lleva a definir que en este texto la autora mantiene una actitud o punto de vista de manera subjetiva, pues interviene en la realidad que est describiendo.

    El arte es en su origen sagrado. Para Hctor Murena el arte nace por necesidad de Dios. La poesa permita al hombre rea-lizarse mediante la accin de nombrar en la obra y, simultnea-mente, cooperar con los fines trascendentales de la religin para acercarnos a la otredad. El mismo autor, en su ensayo El arte como mediador entre este mundo y el otro, nos dice: la esencia del arte es nostalgia por el Otro Mundo (Murena 34). Nos hallamos en la herida profunda de una melancola fundamental cuyo poder lastimero provoca en el hombre la nostalgia por algo jams en-contrado o perdido, nostalgia por el instante primigenio. De esta herida brota la poesa. Para Murena la esencia del arte se encuentra en esta nostalgia.

    Por medio de la metfora, que es un llevar ms all lo sen-sible (met, ms all, phorein, pasar, llevar), se trae hacia el poema el Otro Mundo. Tomemos el ejemplo dado por Murena:

    Las palabras tierra, habitar, hombre, poseen un significado estable, petrificado, de uso. Pero si Hlderlin dice. Poticamente habita el hombre sobre la tierra, esas mismas palabras se liberan del ptreo significado til, y se funden en una serpiente que salta tensa y sutil, para revelarnos el Otro Mundo que haba en ellas. (Murena 35)

    La poesa nace de la melancola, pero se rescata mediante el poema que trae hacia nosotros lo luminoso y, lejos de arrancar al poeta de la melancola, opera en forma positiva. La otredad es presentida en el poema, cuando se lee un verso se oye el ritmo csmico, se funden los contrarios, el lenguaje recobra su peso original; con esto se logra la emergencia del ser.

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    Segn Heidegger, en Hlderlin y la esencia de la poesa, lo que di-cen los poetas es instauracin, pues le dan fundamentacin a la existencia humana en su razn de ser. Poetizar es darle el nombre original a los Dioses. La esencia de la poesa debe ser concebida por la esencia del lenguaje. Pero esto slo es posible porque los Dioses mismos nos dieron el habla. Ellos tambin hablan, pero lo hacen por medio de signos. El poeta, asumiendo su responsabilidad, es capaz de interceptar e interpretar estos signos para comunicarlos a su pueblo. El poeta es, pues, un mdium que est entre los Dioses y los hombres. La esencia de la poesa es la fusin de los signos di-vinos y la voz del pueblo, el poeta se convierte as en un profeta. La instauracin del ser, entonces, est vinculada a estos signos.

    Heidegger parece sujetarse a la idea de que la poesa y el arte son exclusivamente una proyeccin hacia lo divino, haca lo infi-nito, quiz como una comprensin de la finitud del hombre. El filsofo alemn vislumbra al ser humano ms cerca de lo divino que de lo animal y ve al poeta como la excelencia del ser humano. Citando a Hlderlin refiere: Pleno de mritos, pero es potica-mente como el hombre habita esta tierra (Heidegger 116). Lo que verdaderamente nos habla de la estada del hombre en la tierra es su palabra, porque la verdadera realidad humana es potica y la poesa es nombrar lo luminoso. Poder habitar poticamente implica un don: el don de la palabra. La poesa as entendida, no es un mero artilugio que adorna el lenguaje, es el nombrar que instaura el ser y la esencia de las cosas, no es un decir cualquiera.

    El poema invoca lo sagrado como lo innombrable, en l dice lo indecible, entretejindolo en cada verso que el poeta transmite a su pueblo para convertirlo en un fundamento y origen comn. El poema desaparece ante lo sagrado que nombra, es el silencio de Dios llevado a la palabra, pero como lo divino es lo indecible y sin palabra, el poema, por el silencio de Dios, toma como medio el lenguaje humano. La obra pasa de esta manera de Dios a los hombres.

    Enriqueta Ochoa es considerada una poeta mstica, pues se relaciona con el misticismo cristiano; logra unir poesa y filosofa

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    cuyas ideas culminan en el mito, y ste en lo sagrado. En este caso, la experiencia potica y la filosfica se funden. El poeta es quien clarifica las palabras, las libera de todo peso semntico que les im-pone la vida diaria, les devuelve su poder simblico, analgico con el universo. La idea de conocimiento potico lleva consigo una de-terminada manera de concebir la verdad, la realidad y el lenguaje. La realidad que se presenta en la conciencia potica es aquella en la que reside lo enigmtico, lo misterioso, lo sagrado. Octavio Paz (2003), en Los hijos del limo, dice:

    La palabra potica es la mediacin entre lo sagrado y los dioses y as es el verdadero fundamento de la comunidad. Poesa e historia, lenguaje y sociedad, la poesa como punto de interseccin entre el poder divino y la libertad humana, el poeta como guardin de la palabra que nos preserva del caos original: todas esas oposiciones anticipan los temas centrales de la poesa moderna. (Paz 368)

    Mara Zambrano, en El hombre y lo divino, analiza, como lo indica su ttulo, la relacin del hombre con lo divino. Desde el principio de la humanidad, cuando el hombre se vea perteneciente a un uni-verso sagrado, hasta el momento en que l asume la conciencia de la historia, ha tenido lugar un largo proceso en el individuo. El ser humano fue ordenando la realidad, designndola, al mismo tiem-po en que asuma el reto de la pregunta en los momentos trgicos, los momentos en que los Dioses ya no eran la respuesta adecuada. Zambrano describe este proceso como el paso de una actitud po-tica a la actitud filosfica. La poesa, segn la autora, es respuesta; la filosofa sera, en cambio, la pregunta. La pregunta proviene del vaco, del caos; y cuando la respuesta anterior, si la haba, ya no satisface, la respuesta entonces ordena el caos.

    Tratar la realidad de manera potica, segn Zambrano, es ha-cerlo en forma de delirio, y esto sucedi en un principio cuando el hombre se senta mirado sin ver. La realidad se presenta completa-mente oculta en s misma y el hombre, que tiene la capacidad de mirar a su alrededor, aunque no a s mismo, supone que, como l,

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    aquello que le rodea tambin sabe mirar y le mira a l. La realidad entonces est llena de Dioses, es sagrada. La esperanza y el temor pertenecen a la esfera del delirio, consecuencia de la gracia de lo otro que mira sin ser visto.

    Los Dioses mticos, en primer trmino, aparecen como la res-puesta inicial; la aparicin de stos es una primera disposicin ordenada de la realidad. Nombrar a los Dioses es la tarea de los poetas y la poesa, segn Heidegger, significa salir del estado tr-gico donde estaba sumido el hombre con tendencia a la cada en el ente, porque al nombrarles se les puede invocar, ganar su gracia y apaciguar el miedo. Los Dioses son revelados por la poesa. Toda pregunta original es un acto trgico porque proviene de algo que se ignora, porque algo falta; la ignorancia es la falta de conocimiento del ser. Estos actos trgicos se repiten cclicamente porque tambin es cclica la destruccin de los universos mticos. La muerte de los Dioses restaura el universo sagrado del principio. Cada vez que un Dios muere sucede un momento de trgico, vaco para el hombre.

    Durante el tiempo que separa el advenimiento de los primeros Dioses y el asentamiento del Dios cristiano, haba sucedido, a la par de la interiorizacin de lo divino, el descubrimiento de la indi-vidualidad. El nacimiento de la filosofa dio lugar al descubrimiento de la conciencia. Por ello, el Dios al que Nietzsche declar muerto fue al Dios de la filosofa, aquel creado por la razn. Nietzsche decidi, segn Zambrano, regresar al origen en busca de lo divino.

    Mauricio Beuchot ha referido que la modernidad nos ha vacia-do de sentido y como consecuencia hemos perdido la capacidad de enfrentar la desocultacin del ente, hemos perdido la dimensin de lo sagrado. De ah que nuestro tiempo se caracterice por la huida de los Dioses y la des-divinizacin del mundo. Entonces, qu lu-gar ocupa el hombre moderno entre lo humano y lo divino cuando ya nada es divino?

    Heidegger procura encontrar un lugar donde se pueda mediar lo sagrado y lo profano. Cmo pensar en esto ahora que los Dioses han muerto, segn Nietzsche, o han huido, segn Heidegger? En los trabajos de Heidegger encontramos la necesidad de preparar la

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    morada a los dioses. Vivimos en tiempos de penuria, en tiempos de penumbra. El mundo en que vivimos es tan pobre que ya no es capaz de sentir la falta de Dios como una falta (Heidegger 241). Vivimos pues, en la era del abismo, pero tenemos que ser capaces de vivirla como tal. Tenemos que sentir la carencia que esto impli-ca, para sentir la falta de Dios.

    El poeta, pues, tiene la encomienda de preparar el camino de los Dioses, aun en la noche ms oscura. l vela la morada de ellos esperando su iluminacin. S, para qu poetas en tiempos de pe-nuria? El poeta, como mediador, no vive esta experiencia origina-ria de manera individual, l es una voz para los dems, permanece en estado de vigilia para estar alerta y puede, gracias a su palabra, alertar a los dems.

    La esencia de la poesa pone en operacin la altheia, la des-ocultacin del ente o develacin del ser. La poesa se manifiesta, entonces, como instauracin del ser, tomando esta idea propuesta por Heidegger en Arte y poesa. Antes de realizar un anlisis, se pretende entender a la poesa como la aprehensin de la verdad y de la esencia de las cosas. En El ser y el tiempo, Heidegger trata la condicin existencial de hombre, al cual denomina Dasein, que significa el ser-ah, ste es siempre un estado de nimo que, de cierta forma, determina el modo en que el hombre se relaciona con el mundo, lo que le delimita el tipo de lenguaje, el estilo y la manera de asir lo potico en el poema.

    La poesa del ver en torno es uno de los modos existencia-rios del ser-en-el-mundo, en ella el mundo es ante los ojos. El ver en torno al mundo y la naturaleza, devela por primera vez el modo de dar cuenta de algo, precisamente el ser del mundo y la na-turaleza. Los poetas del ver-en-torno se guan por la naturaleza, en ella encuentran la verdad y la esencia de las cosas.

    En la poesa de Enriqueta Ochoa una de las maneras con la que logra develar el ser es travs de la poesa del ver-en-torno; pues busca en la naturaleza la respuesta para regresar al origen, a la palabra primigenia que lo funde con la otredad. Mediante im-genes referentes a la naturaleza y a lo sagrado consigue acercarse a

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    un lenguaje y un pensamiento anlogo: el poema se convierte en un doble del universo.

    Desde la visin ontolgica, de la poesa de Enriqueta Ochoa emerge claramente el ser del hombre, ella devuelve a las palabras su poder simblico, que las hace anlogas con el universo, y aqu reside la esencia de la poesa; lo consigue a travs del ritmo y las imgenes en donde funde los contrarios, lo cual nos permite vis-lumbrar nuestra naturaleza original. Esta bsqueda del centro vivo del origen, ms all del fin y del comienzo, de un absoluto o de una imagen totalizadora en la que el hombre se sienta integrado en perfecta armona con el mundo natural, es un rasgo esencial de la obra potica de Ochoa.

    En su poesa, Ochoa toma elementos propios de la naturaleza y de lo sagrado pero los transforma creando smbolos de manera onrica, fundados tambin en la analoga; lo logra por medio de imgenes influenciadas por metforas.

    Puesto que la metfora es siempre un recurso analgico, una asociacin por semejanza, sern tanto ms creativas e interesantes cuanto ms alejados se encuentren los trminos sobre los que se opera esa asociacin. La metfora, en este sentido, debe aspirar a la sorpresa mxima por lo inslito e inesperado de la analoga, lo que causa un impacto desorientador. La metfora logra una rein-vencin del mundo.

    Para acercarse a la poesa, generalmente se pueden seguir varios caminos. En el presente artculo se pretende hacer un acercamien-to hermenutico. en conjunto con un anlisis estilstico aplicado a un fragmento del poema Las vrgenes terrestres de Enriqueta Ochoa, con la finalidad de develar lo que la autora manifiesta me-diante su lenguaje potico.

    Debido a la pertinencia y brevedad del presente artculo, me delimitar por ahora al primer fragmento del poema antes mencio-nado, con el fin de dar muestra del lenguaje mstico simblico en la poesa de Enriqueta Ochoa, quien desde joven mostr inclina-cin por la poesa mstica, pues siempre se mantuvo en la constante

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    bsqueda de Dios, por lo que en su poesa podemos encontrar clara muestra de un lenguaje que la une con lo sagrado.

    II. Enriqueta Ochoa: un reclamo entre lo terrenal y lo divino

    Ahora bien, se aplicar un breve anlisis a un fragmento del poema Vrgenes terrestres. En el poema se pueden observar sensacio-nes fsicas y sentimientos desde el yo potico, es aqu donde la poeta enuncia el dolor de una piel que se quema de sensaciones y vigores, pues menciona que su piel est llena de vigores, tales que le queman el cuerpo por dentro y por fuera, y esas sensacio-nes le provocan odiar su nombre, es decir, su posicin femenina. Recordemos que el nombre es siempre atributo de enunciar una cierta condicin humana, el nombrar es la cualidad humana para denominar a alguien, y el principio fundamental del nombrar en los individuos es el gnero. Ms adelante la poeta refiere la puerta en m siempre llamada, es decir que ella refiere una reflexin con-tinua, un reclamo.

    Duele la tierra henchida de vigores sollamando la frente, quemando las entraas Todo mi nombre dentro se me rompe de odio. Odio a la puerta en m siempre llamada, odio al jardn de afanes desgajados entre el sol y la muerte.(vs. 1-7)

    Ochoa, as mismo, enuncia cmo el tiempo pasa y el yo potico envejece. Es aqu donde el vocablo luz tiene diversos significados simblicos, entre los que se cuentan: ciudad-centro, lugar de apa-ricin o, tambin, partcula indestructible o conocimiento. En el poema de Enriqueta Ochoa la