LA MUERTE DE RIBAS EN EL ORIENTE DEL GUÁRICO Germán Fleitas Núñez.docx
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LA MUERTE DE RIBAS EN EL ORIENTE DEL GUÁRICO Germán Fleitas NúñezPublicado por Eduardo López Sandoval en Martes, 18 Septiembre 2012 enHISTORIOGRAFÍA
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Medio siglo después de la batalla de La Victoria, en plena guerra
federal, el cuerpo envejecido del esclavo Concepción González, quedó
colgado de una ceiba, en una apartada y polvorienta sabana cerca de
Uverito. Dicen los que lo vieron que cuando el general Natividad
Solórzano se lo topó de frente en el camino real, dizque le gritó:
“Caramba Concepción, Dios te ha traído; vamos a arreglar de una vez
lo del general Ribas”. Y parado sobre los estribos de su caballo le gritó
al Sargento: “Traigan la soga, carajo! Vamos a salir por fin de esta
vaina”. Era la justicia popular que esta vez también llegaba tarde
Después de la Batalla de La Victoria, el 12 de febrero de 1814, Ribas
siguió peleando. Ahora era General en Jefe y ostentaba el título de
“Vencedor de los Tiranos en La Victoria”, con el cual lo había
bautizado su sobrino Bolívar, para que así se le conociera por los
siglos de los siglos. Había rechazado la estatua que en su honor
acordó el Cabildo de Caracas. “Los mármoles y los bronces –escribe-
no pueden jamás satisfacer el alma de un republicano.”
En seguida vinieron Charallave, Ocumare, Carabobo, el desastre de
La Puerta, la retirada hacia Oriente y por último, Urica. En Urica se
enfrentaron por última vez Ribas y Boves. Allí murieron La Patria y su
peor verdugo. La suerte fue pareja; Ribas perdió la batalla y Boves
perdió la vida. Le tocaría a Morales, el pulpero de Píritu, rematar a la
patria agonizante en Maturín.
Ninguno de los dos protagonistas de nuestra gran batalla llegó a su
primer aniversario. Boves murió el 5 de diciembre del mismo año 1814
y Ribas mes y medio después. Fueron los dos líderes de una guerra
feroz y ambos comandaron ejércitos populares sobre cuyos caballos
venía la patria y bajo cuyos cascos se estremecía la tierra para dar a
luz una patria única. Eran nuestros abuelos patriotas luchando contra
nuestros abuelos realistas. Nunca fue una guerra entre venezolanos y
españoles y mucho menos entre Venezuela y España; lo fue entre
patriotas y realistas y nosotros somos los herederos de la ferocidad de
ambos y el pueblo venezolano es heredero de ambos bandos y hoy en
día la Patria somos todos.
De Urica salió Ribas en ancas del caballo de José Tadeo Monagas y
se internó en las selvas del Guárico, buscando a las gentes del
general Pedro Zaraza. Le servía de baquiano el esclavo Concepción
González, de Valle de la Pascua.
Llegó Ribas enfermo al hato “Las dos Palmas”, y González, esclavo de
la familia Arzola, lo delató ante el Justicia de Tucupido, Lorenzo
Figueroa (a) “Barrajola”, famoso por su crueldad. Conducido hasta el
lecho del héroe, “Barrajola” lo trajo a Tucupido, y el 31 de enero del
1815, lo hizo ejecutar a lanzazos. Le cortaron la cabeza, la frieron en
aceite, y en macabra procesión la llevaron a Caracas donde la
metieron en una jaula de hierro, y sobre un poste de 40 metros de
altura, fue expuesta en la Puerta de Caracas (otra puerta) durante
varios años, para escarmiento de quienes luchaban por la
independencia; hasta que “El Pacificador” Pablo Morillo, llegado a la
cabeza de un ejército de 16.000 hombres con la misión de pacificar el
país, en gesto que lo ennoblece, hizo bajar de su horrenda prisión la
cabeza del héroe y se la entregó a sus familiares para que le dieran
cristiana sepultura.
Los familiares, para asegurarse de que era su cabeza, llamaron al
barbero que le había hecho dos extracciones de muela y fue él quien
lo reconoció.
Otro gesto que ennoblece al pacificador fue la visita que hizo a la
viuda del general Ribas, Doña Josefa Palacios, quien se había
recluido en un cuarto de su casa desde la muerte de su esposo. A su
invitación para que abandonara su voluntaria prisión contestó la
honorable matrona: “...saldré de aquí cuando vengan los míos a
buscarme y anunciarme que mi patria es libre”. Después de la batalla
de Carabobo el propio Libertador fue a buscar a su “tía-madrecita
Josefa” y a sacarla de su cautiverio. En La Victoria rendimos homenaje
a doña Josefa, cuando en 1991 por decreto ejecutivo municipal
creamos una institución dedicada a la mujer y el niño, la Casa de la
Mujer y a petición de su fundadora y primera presidenta, Geisha
Freites de Fleitas, fue bautizada con el nombre de Casa de la Mujer
“Josefa Palacios de Ribas”.
Cuando 80 años después, se inaugura el conjunto escultórico en la
Plaza Mayor de La Victoria, el bravo general aparece en actitud de
arengar a la tropa. El gran escultor maturinés Eloy Palacios Cabello, lo
esculpió con tal realismo, que le dejó la boca abierta, para que se le
vieran los orificios de las muelas por los cuales había sido reconocido.
El esclavo Concepción González regresó a propiedad de su ama doña
Juana González del Hoyo y Arzola y siguió siendo esclavo por un
tiempo más. Para poder seguir siendo esclavo, había “matado” a su
libertador.
A “Barrajola” le cobraron temprano su crimen: lo alancearon por los
riñones en “Las Lagunitas”.
Recuperada la patria, Concepción González pasó el resto de su vida
huyendo hasta que se encontró de frente con unos guerrilleros
federales, quienes seguramente no habían conocido al general Ribas,
pero luchaban por su misma causa.
Por cierto, que a raíz de la publicación de mi libro “...después de la
batalla”, fui llevado a presencia de un buen señor nonagenario quien
me afirmó ser nieto de Concepción González (hijo menor de su único
hijo), y me aseguró que según le había relatado muchas veces su
abuelo a su padre, la muerte del héroe había ocurrido de manera
diferente. El general –me dijo- murió víctima de fiebres palúdicas y fue
enterrado por mi abuelo en el hato de “Las dos palmas”. Ya en
Tucupido, llamó la atención por cargar revólver y estar gastando con
morocotas de oro. Puesto en confesión, llevó a las comisiones
realistas al sitio. Desenterrado el cadáver, lo trajeron al pueblo y lo
botaron por un barranco, después de cortarle la cabeza, ya en estado
de descomposición. Esa es la razón por la cual la tuvieron que freír en
aceite antes de enviarla primero a Guarenas y luego a Caracas.
Aún cuando verosímil, creemos que ese cuento fue inventado para
descargo de González y sus descendientes, pero es otra versión que
merece ser investigada. No entendemos cómo pudo mantenerse esta
“verdad” oculta durante medio siglo, cuando su divulgación hubiera
evitado el ajusticiamiento del delator.
A la voz del general Natividad Solórzano –dice la historia- se templó la
soga y en acto –no de venganza- sino de justicia revolucionaria tardía,
el cuerpo comenzó a bambolearse suavemente, acariciado tan solo
por la brisa de la sabana.
La tropa sigue su camino y ahora el delator cuelga pesadamente de un
árbol como si fuera un racimo, como si fuera un fruto colgado de una
rama; pero más parece un fruto de la justicia, que de la venganza.
Cuando el cuerpo del ahorcado comenzó a balancearse suavemente
bajo la inmensa Ceiba, alguien debió pensar, que la justicia popular
siempre llega tarde; pero siempre llega.0 Votos
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