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La minería en Fresnillo durante el gobierno de Francisco García Salinas Carlos Macías El Colegio de México Un año después de haber sido nombrado virrey de Nueva España, don Antonio Bucareli y Ursúa procedió a solicitar un inventario acerca de las condiciones que guardaban los núcleos mineros más importantes del territorio. En una Ins- trucción fechada el 1Qde julio de 1872, el virrey pedía a los oficiales responsables de las diferentes cajas de recaudación toda la descripción posible sobre la producción minera de cada jurisdicción, las razones del abandono de las minas, el monto aproximado de los denuncios recientes y los nombres de sus poseedores. Los reportes provenientes de los minerales de Guana- juato, Bolaños, Guadalajara, Alamos, Zacatecas, Durango, San Luis Potosí, Parral, Pachuca, Zimapán, Sombrerete y de la región central de México eran un resumen de la progresiva postración de la actividad minera, provocada en gran medi- da por la renuencia a invertir capitales en el desagüe y la excavación necesaria y por las dificultades para el abasteci- miento de azogue, pólvora y sal, además de su alto costo.1 Es probable que esas circunstancias hayan colaborado en el ánimo reformista que distinguió a las autoridades vi- rreinales durante el último tercio del siglo xviii —tanto como lo hizo la célebre representación—2 para la constitución del Cuerpo y Tribunal de Minería. Estas instituciones consiguie- ron grandes beneficios para los mineros, particularmente en lo que se refería a la exención de alcabalas y la obtención de avíos. Lo que resultó incuestionable fue la reactivación de la explotación minera debido al impulso de esas instituciones. Tan sólo en Guanajuato, la producción de plata por amalga- ma mostró un desplazamiento de 250 mil marcos (un marco equivalía a ocho pesos y medio), en 1770, a 500 mil, por lo menos, en 1790. En cuanto al movimiento de los índices de

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La minería en Fresnillo durante el gobierno de Francisco García Salinas

Carlos Macías El Colegio de México

Un año después de haber sido nombrado virrey de Nueva España, don Antonio Bucareli y Ursúa procedió a solicitar un inventario acerca de las condiciones que guardaban los núcleos mineros más importantes del territorio. En una Ins­trucción fechada el 1Q de julio de 1872, el virrey pedía a los oficiales responsables de las diferentes cajas de recaudación toda la descripción posible sobre la producción minera de cada jurisdicción, las razones del abandono de las minas, el monto aproximado de los denuncios recientes y los nombres de sus poseedores.

Los reportes provenientes de los minerales de Guana­juato, Bolaños, Guadalajara, Alamos, Zacatecas, Durango, San Luis Potosí, Parral, Pachuca, Zimapán, Sombrerete y de la región central de México eran un resumen de la progresiva postración de la actividad minera, provocada en gran medi­da por la renuencia a invertir capitales en el desagüe y la excavación necesaria y por las dificultades para el abasteci­miento de azogue, pólvora y sal, además de su alto costo.1

Es probable que esas circunstancias hayan colaborado en el ánimo reformista que distinguió a las autoridades vi­rreinales durante el último tercio del siglo x viii —tanto como lo hizo la célebre representación—2 para la constitución del Cuerpo y Tribunal de Minería. Estas instituciones consiguie­ron grandes beneficios para los mineros, particularmente en lo que se refería a la exención de alcabalas y la obtención de avíos. Lo que resultó incuestionable fue la reactivación de la explotación minera debido al impulso de esas instituciones. Tan sólo en Guanajuato, la producción de plata por am alga­ma mostró un desplazamiento de 250 mil marcos (un marco equivalía a ocho pesos y medio), en 1770, a 500 mil, por lo menos, en 1790. En cuanto al movimiento de los índices de

acuñación de oro y plata en territorio novohispano, las esta­dísticas señalaron un ascenso que fue de 14 millones de pesos a 18 y medio millones en el mismo periodo de tiempo.3

La dimensión de esta mejoría fue reconocida por el vi­rrey Revillagigedo en 1793. “Las causas de este aumento —sostuvo— no son el que haya habido mayores bonanzas, ni más ley en los metales: se debe principalmente al mayor número de personas que se han dedicado al laborío de las minas, al corto adelantamiento que se ha hecho en el modo de beneficiarlas, a las comodidades en el precio de azogue, reba­ja en la pólvora y exención de alcabalas”.4

La historia de la minería en Zacatecas, por lo menos en el periodo que va de la segunda mitad del siglo xvm al primer trienio del siglo siguiente, es la historia de los protagonistas que intervinieron en la revitalización del ramo. Entre ellos, lugar privilegiado les correspondió a algunos personajes de las familias Fagoaga, de Anza y de la Borda. Antes de expo­ner la singular trayectoria del tronco familiar de los Fagoa­ga, se detallará la de los segundos.

La herencia minera

En el informe presentado por los oficiales reales de Zacatecas al virrey Bucareli y Ursúa en 1773, apenas se vislumbran las actuales de Marcelo de Anza y de José de la Borda. Dentro de una lista de quince propietarios de minas, únicamente a estos dos se les auguraban “esperanzas seguras de lograr mejores ventajas’’. Según el informante Juan de Aranda, las posesio­nes de Marcelo de Anza estaban constituidas por las minas de San Francisco y San Vicente, las cuales no le habían retribuido en absoluto durante los últimos años, debido a la construcción de un tiro de ciento sesenta varas (cada vara medía 83.5 centímetros) de profundidad. José de la Borda, por su parte, disponía de los fundos mineros de San Juan de Albarradón, San Acasio, Esperanza, Vizcaínas, San José de la Isla y La Cantera. Y de ellos, solamente los tres primeros le ofrecían “competente utilidad”.5

to r una suerte de convergencia genealógica, estos dos personajes iniciaron un vínculo que perduraría hasta la ter­cera generación. A decir del diputado encargado de minería en Zacatecas, sesenta años más tarde (en 1832), los jóvenes

José Mariano de Anza y Joaquín Borda, nietos de los patriar­cas, daban cuenta de una peculiar aplicación durante sus jornadas diarias como alumnos de minería en la región de Fresnillo: “...su conducta hasta este día es irreprensible”, escribió el oficial.6

El primer contacto se inició en 1767, cuando el primer de la Borda arribó al estado para hacerse cargo de la importante mina La Quebradilla, que se encontraba inhabilitada. José de la Borda era por entonces un anciano reconocido en el medio de la minería, que había testificado el auge y la deca­dencia del ramo desde la dirección de algunas minas de Tlalpujahua y Taxco. Su decisión de probar fortuna en Zaca­tecas tardíamente, se debió al ventajoso ofrecimiento de José de Gálvez para llevar a cabo la rehabilitación de La Quebra­dilla; la generosidad de Gálvez hacia él incluyó el abasteci­miento de azogue a precio de costo, la exención del diezmo de la plata y la concesión de un descuento de cincuenta por ciento en el pago de impuesto. Francisco Javier Gamboa lo describió en sus Comentarios como “el primer minero del mundo por su vasta comprensión y sus grandes manejos en esta línea”.7

En 1775, José de la Borda se asoció con otro minero emprendedor, Marcelo de Anza, y años después alcanzarían utilidades totales de 2 millones de pesos mediante una inver­sión de 400 mil.

En cierto sentido, de Anza era el sucesor de don Pedro José Bernárdez, poseedor del título de conde de Santiago de la Laguna, pues había adquirido sus minas y sus numerosas fincas en diversos puntos del estado. La convalidación del reconocimiento social de que disfrutaba de Anza la puede ofrecer, mejor que nada, su elección como uno de los tres diputados generales del Cuerpo de Minería, en mayo de 1777.

Los dividendos de la sociedad entre Borda y Anza con­signan la obtención de siete minas en el núcleo minero zaca- tecano de Vetagrande, así como de tres extensas haciendas de beneficio: Sauceda, Malpaso y La Sagrada Familia. Tam­bién se sabe que el conjunto de sus negociaciones llegó a ocupar diariamente a dos mil quinientas personas, para ser quizá uno de los mayores complejos mineros de su época. Finalmente, algunos años después, en 1803, cuando lossuce-

sores de ambos se asociaron con una negociación minera de Vetagrande, la hacienda Sauceda se contaba entre las más grandes de la región con 88 arrastres (el arrastre consistía en una base de piedra donde se molía el mineral; generalmente esta piedra iba unida a una pieza que se hacía girar con mu- las o molinos de agua.) y ocho molinos.8

Otra familia vasta y en extremo influyente fue la de los Fagoaga. Francisco Fagoaga, el iniciador de la fortuna fami­liar, era ya durante la tercera década del siglo xvm uno de los banqueros de plata de mayor ascendencia en Nueva España, al mismo tiempo que se desempeñaba como prior del Real Tribunal del Consulado. El contraer nupcias con la hija del dueño de la mayor casa importadora de la ciudad de México, de apellido Arosqueta, daría cuerpo a lo que fue la familia minera más acaudalada del territorio.9

A mediados del siglo xvm, dos campos abarcaba la in­versión de los Fagoaga: el banco de plata y la negociación importadora. Se calcula que al morir don Francisco, en 1736, sus descendientes heredaron alrededor de un millón setecien­tos cincuenta mil pesos, entre bienes inmuebles, equipos, créditos cobrables y mercancías almacenadas. El ulterior interés en la producción minera y su virtual conversión en mineros, fue un fenómeno producido por la ocupación de fundos en pago de deudas no saldadas. Así, mediante recla­mos judiciales pudieron obtener algunas minas en Fresnillo y Sombrerete; y después de comienzos inciertos, consiguieron la rehabilitación de la Veta Negra, en este último lugar, con la gracia ilimitada de la autoridad virreinal: al igual que en los casos anteriores, a través del precio especial del mercurio y la disminución temporal de impuestos. Al parecer, el primer resultado fue el hallazgo, en la mina El Pabellón, de un volumen de metal de considerable ley, lo cual les redituó en tan sólo dos años y medio un millón 800 mil pesos; Sobrerete llegó a poseer un molino de 84 arrastres y 14 hornos. Aunque entrado el siglo distaba de ser un conglomerado familiar uniforme, o con intereses comunes, los dueños de minas que tenían ese apellido se extendían ya, aparte de las regiones antes mencionadas, por Sultepec, Vetagrande y Las Animas (Guanajuato).10

Sin duda el personaje clave de esta dinastía fue José

María. En él confluyeron las aspiraciones políticas de toda una corporación —los mineros— y la personificación de un proyecto político criollo comprometido, a su manera, con la Independencia. Como hijo mejor del primer inmigrante, José María consiguió alternar la atención continua del patrimo­nio minero con la actividad política y la instrucción personal. Lo mismo participó en los acontecimientos de la revolución de Independencia, que permaneció por un largo tiempo como catedrático de la Escuela de Jurisprudencia y mantuvo la vigilia de los fundos heredados.11 Fue elegido diputado para asistir a las Cortes en 1813, al mismo tiempo que actuaba en el grupo conspirador de Los Guadalupes, en el que figuraron Andrés Quintana Roo, Carlos María de Bustamante, Leona Vicario y José Joaquín Fernández de Lizardi, entre otros.12 Más tarde, durante los debates parlamentarios de 1822, enca­bezó el grupo que enfrentó en el Congreso a Iturbide y propu­so la instalación de un emperador borbónico, de acuerdo con el Tratado de Córdoba.13 En el terreno económico, como pro­pietario de minas, durante 1834, a los setenta años de edad, todavía apareció litigando con el gobierno central a causa del proyecto de un nuevo impuesto dado a conocer por el Estable­cimiento de Minería.14

De manera que en la fugaz reactivación minera de Zaca­tecas del último tercio del siglo xvm, la intervención de los anteriores actores tuvo una particular importancia; en los años subsecuentes esa propensión se vio favorecida, pese a las contingencias de orden político, pues el sustento de la vida económica del estado siguió representado por la mine­ría. Contra lo que podría suponerse, la convulsión social de las primeras tres décadas del xix no provocó la desarticula­ción de la minería ni afectó decisivamente esta actividad.

En lo cuantitativo, un par de estimaciones en fechas claves nos muestran sólo una leve disminución demográfica, o mejor, una tendencia a la estabilización. En 1805 la ciudad capital del estado y los núcleos mineros colindantes de Veta- grande eran habitados por cerca de 33 mil personas, mien­tras que las ciudades de Sombrerete y Fresnillo tenían apro­ximadamente 13 mil cada una; en ese mismo año, el distrito de Aguascalientes distaba mucho de ser más poblado que la capital del estado. Algunos años después, una vez estableci­

da la primera República Federal, en 1827, la ciudad de Zaca­tecas contaba con una población de 28 mil habitantes, mien­tras que a Sombrerete y a Fresnillo se les calcularon entre 14 y 18 mil pobladores; Aguascalientes ascendía a 35 mil.13

La perturbación de la actividad minera fue en realidad menor de lo que podría suponerse. Independientemente del volumen de producción, las principales haciendas de benefi­cio que se han nombrado con anterioridad se mantenían a toda su capacidad hacia 1832; entre las mayores, Sauceda poseía 88 arrastres y ocho molinos, y Bernárdes y La Sagra­da Familia tenían 62 tahonas (o arrastres) y cinco molinos, respectivamente. Por lo demás, datos generales indican un promedio anual de producción minera de 360 mil 754 marcos, entre los años 1810 y 1832. Organizada la producción en periodos distintos, donde se incluye la etapa que corresponde a la primera República Federal, el promedio anual sería

De 1810 a 1818 287 058 marcos De 1818 a 1825 301 050 De 1825 a 1832 471 035 ”16

Comparado un periodo con otro, tan sólo la negociación de Vetagrande produjo de 1804 a 1810 la cantidad de 917 mil 508 marcos de plata, mientras que de 1818 a 1832 generó un millón 172 mil 901.17

Como se ve, existió durante los años veintes una conti­nuidad en la producción minera, pese a algunos grandiosos intentos ingleses que a la larga resultaron frustrados —y que serán mencionados adelante. A partir de 1829, Zacatecas fue el escenario de un original impulso de modernización econó­mica; su promotor fue el gobernador liberal Francisco García Salinas.

Las razones de García Salinas

No por casualidad, uno de los protagonistas decisivos en la historia política de Zacatecas de la primera mitad del xix surgió precisamente del ambiente creado por estas insignes familias. La primera década del nuevo siglo registró la pre­sencia del joven jerezano Francisco García Salinas en uno de los periodos de auge de La Quebradilla, cuando la mina llegó

a tener, según un testigo, 2 500 trabajadores regulares y un impresionante movimiento de máquinas realizado por 800 caballos en forma simultánea. García Salinas había dejado truncos sus estudios de latín y de filosofía en Guadalajara al morir su padre, para consagrarse a una plaza intermedia en la oficina de la negociación.18

En alguna forma, la generosa vertiente geográfica en que se encontraba asentada La Quebradilla (según Ward, esta mina junto con San Bernabé y Vetagrande eran los tres filones de la gran veta madre zacatecana)19 coincidió con otro afluente no menos generoso, el histórico: García Salinas fue testigo del tercero y último periodo de la bonanza de la negociación.20

Su primera experiencia en el manejo de los asuntos públicos transcurrió durante los años 1810-1811 en el ayunta­miento de Zacatecas, donde sirvió como síndico. Después fue electo, con Valentín Gómez Farías, José María Bocanegra y Agustín de Iriarte, diputado por su estado al Congreso Nacio­nal.21 En un nuevo país, donde las características republica­nas mostraban rasgos de precariedad y de indefinición, don­de el fu n c ion am ien to de las C ám aras estaba lejos de presentar un concepto claro de su papel legislativo y estimu­lante sobre la labor ejecutiva, dos acontecimientos evidencia­ron la familiaridad de García Salinas con los asuntos políti­cos nacionales; siendo senador, en 1826, fue incorporado al llamado “Consejo de Gobierno”, que presidió el vicepresiden­te de la República Nicolás Bravo, el cual, entre otras cosas, tuvo facultades para nombrar y remover funcionarios civiles y militares.22

Años antes, García Salinas había dado de qué hablar cuando se erigió en vocero de un grupo de políticos liberales que pedían protección y garantías para los gremios artesana­les y los trabajadores mineros.23 Con seguridad que esta demanda tenía el antecedente del régimen de trabajo que había implantado La Quebradilla; ahí se había suprimido la añeja costumbre de retribuir a los peones de la mina con una cierta parte de la extracción lograda: de 1810 en adelante La Quebradilla les pagó una cantidad diaria en dinero y en especie.24 Sin embargo, el elemento novedoso de sus razona­mientos era la mezcla de cierta ortodoxia liberal en lo político

con la bandera del proteccionismo económico; hay quienes lo han considerado como “precursor del rechazo (contemporá­neo)... de la división internacional del trabajo”. Por lo demás, ya siendo diputado, en 1822, publicó un folleto en donde defendió a las máquinas como formidables auxiliares para el trabajador.25

Algunos meses antes de la tormenta política que llevó al poder a Vicente Guerrero —contrariando el triunfo electoral de Manuel Gómez Pedraza—, García Salinas permaneció un breve lapso en la Secretaría de Hacienda.26 No obstante, el ejercicio pleno de sus ideas políticas lo llevaría a cabo duran­te su gestión como gobernador de su estado natal a partir de 1829.

Su primera adversidad como gobernador tuvo lugar al­gunos días después de su toma de posesión. En lo que pareció una dudosa expresión de apoyo a Guerrero, una turba asaltó la pequeña villa de Sombrerete e hirió al jefe político de Fresnillo, en nombre del movimiento rebelde originado en la Acordada.27 Amparándose en la ley del 29 de septiembre de 1827, que autorizó a los gobiernos estatales a crear una milicia cívica que defendiera los poderes locales constituidos, García Salinas inició en los primeros meses un pequeño ejército que con el tiempo llegaría a crearle desavenencias con el gobier­no federal. De los 100 mil pesos que encontró en el erario estatal, entregó el 70 por ciento al gobierno federal a cuenta de un contrato de tabaco en rama y, lo más importante, destinó el resto exclusivamente a la promoción de una milicia cívica; al primer año de su gobierno, el estado ya disponía de un resguardo de caballería.28

Vista en retrospectiva, la milicia que organizó el gober­nador de Zacatecas fue la única en su género con característi­cas disciplinarias y de regularidad. Se trataba de un pequeño ejército de voluntarios que en poco tiempo se granjeó la esti­mación de numerosas personalidades liberales; José María Luis Mora, por ejemplo, “escribió que 'las clases privilegia­das jamás han sabido perdonar al señor García su designio de arrancarles el poder’, y añadió que la reacción clerical-mi- litar de mayo de 1834 se dirigió primordialmente contra la milicia cívica de Zacatecas, que llevó a cabo una vana resis­tencia”.29

Con todo, dejando de lado los antecedentes que inspira­ron la reacción antifederal de 1834-35 —que dio por resultado el fin de la primera República Federal—, en realidad el en­frentamiento con el centro fue más tangible que el resenti­miento proveniente de “las clases privilegiadas”. Cuando se eligió presidente provisional de la República a Miguel Barra­gán, y se le retiró el cargo al vicepresidente Gómez Farías, a principios de 1835, los principales esfuerzos de la nueva ma­yoría centralista voltearon los ojos hacia Zacatecas y Texas, cuyos gobiernos no ocultaron su vocación federalista. Des­pués de que el 31 de marzo se aprobó una ley que revocaba la legitimidad de las milicias estatales, el mismo general Santa Anna se encargó de combatir a las fuerzas zacatecanas.30

La derrota final de la milicia cívica local y de su gober­nador puso de relieve la doble disputa que sostuvo García Salinas durante algunos años contra lo que llamaba “gobier­no general”. Desde la perspectiva del centralismo, apuntala­do por Santa Anna desde los últimos meses de 1834, todo fortalecimiento militar y político estatal conllevaba el riesgo de los afanes autonomistas. De la misma forma, los empeños centralistas consideraban vital para el gobierno central el disponer, sin grandes taxativas, de los ingresos económicos estatales. No deben parecer fortuitas, por ello, las acciones que acompañaron al sometimiento de Zacatecas, es decir, la intervención en la producción minera.

El particular celo uei gobernador liberal en cuanto a la observación cabal de las soberanías estatales, según el es­quema federalista, tenía sus antecedentes. En una carta pre­monitoria escrita en agosto de 1832, que seguramente formó parte de una extensa correspondencia en el mismo sentido, el gobernador intentó persuadir a los responsables de la renun­cia del presidente Anastasio Bustamante, los generales San­ta Anna y Gómez Pedraza, indiscutibles protagonistas de la suerte política de la nación, de que los estados debían perma­necer ajenos e incólumes (en su estructura interna) ante los azarosos vaivenes de la República:

La posición que guarda actualmente el Estado con el Gobierno General —sostenía— me pone en estrecha obligación de impe­dir por todos los medios posibles que por parte del Estado se proporcione al expresado gobierno ninguna clase de recursos.

Aparece también la semilla del descontento contra la desmesurada transferencia estatal de recursos, por vía del impuesto a la explotación minera:

Al efecto me veo en la precisa necesidad —anticipaba— de dictar la providencia de que con conocimiento de este Gobier­no no se remita afuera del Estado ninguna cantidad pertene­ciente a los fondos de (...)minería, ni haga pago alguno de libranzas sino que manténgalas en su poder hasta que cesen o pasen las circunstancias que han hecho necesaria esta medi­da.31

Otro testimonio incuestionable de sus diferencias con las administraciones centrales, en cuanto a la interferencia tributaria, lo había dado meses atrás al redactar un enérgico documento dirigido al Establecimiento de Minería. Ahí recri­minaba la inflexibilidad hacendaría contra lo que fue el mayor de sus proyectos industriales: el fomento minero de Fresnillo.

...si el Congreso General no puede conceder la gracia que se solicita32 —decía la carta— es necesario convenir en que tam­poco puede hipotecar las rentas de los Estados para el pago de deudas que no contrajeron. Las que se llamaron Provincias, tan luego como se erigieron Estados soberanos libres e inde­pendientes, cesaron en la obligación de mantener fuera de su territorio un Tribunal33 de cuya jurisdicción para nada necesi­taron...34

Como sea, una vez recuperado el control de este “depar­tamento”, a mediados de 1835, Santa Anna procedió a rees­tructurar el poder local mediante disposiciones que tomaron visos de represalia. Inició la separación del extremo sur del territorio, para constituir el departamento de Aguascalien- tes. Simultáneamente, intervino en la administración del mineral de Fresnillo —al parecer el que contaba con la mayor inversión en ese momento— y nombró nuevas autoridades.35

En suma, a más del impulso a la actividad minera, un balance de las innovaciones de García Salinas debiera tomar en cuenta la llegada considerable de españoles que harían de la entidad un centro manufacturero textil privilegiado. El inusitado crecimiento de Aguascalientes propició durante la

gestión de García Salinas, lo que Zacatecas no tenía: la crea­ción de un enorme edificio exclusivo para comercios, un mer­cado y un ancho paseo al borde de la ciudad. Años antes, además, guiado por el interés en el desarrollo de la manufac­tura, había promovido el traslado de numerosas familias de maestros y oficiales, al poblado de Villanueva, procedentes de Toluca y Temascaltepec.36

Pero tal vez el terreno en el que más fuertemente se dejó sentir su influencia fue el educativo; tanto los exaltados pa­negíricos escritos a su muerte, como las estadísticas de diez años más tarde, dieron fe de los avances del estado en mate­ria de instrucción. La cantidad de escuelas en Zacatecas y el índice de estudiantes que cursaban en ellas son una muestra evidente.

R e s u m e n o e s t a d o g e n e r a l d e l a e d u c a c i ó n p r i m a r i a

Estado No. de Escuelas No. de estudia

Aguascalientes 16 801Durango 57 1 592México 960 45 568Michoacán 12 1 368Nuevo León 63 651Puebla 1 90Querétaro 40 1 286San Luis Potosí 21 1 119Veracruz 53 1 249Zacatecas 61 2 220

García Salinas fundó asimismo lo que sería una de las escuelas superiores más prestigiadas de mediados del siglo, el Instituto Literario de Zacatecas (con sede en la capital y en Jerez), el cual se hizo célebre por las cátedras de dibujo ves­pertinas abiertas al público. En esa institución cursaban simultáneamente un promedio de 150 alumnos, materias co­mo Jurisprudencia, Medicina, Física, Bellas Artes, Lógica, Latín y Francés.38

Los azares de Fresnillo

Hasta antes de 1829 y después de más de dos centurias y media, Fresnillo no había destacado en la vida económica zacatecana. Antes bien, su existencia misma había estado marcada por la subordinación: su nombre mismo se había originado del restringido diámetro de la sombra de un fresno que permitía el descanso en el largo camino de la villa de Zacatecas hacia la veta norteña descubierta en Sombrerete. Con el tiempo, esa pequeña parada se transformó en pertre­cho de la avanzada boreal, en el presidio de El Fresnillo.39

Nada mejor que el informe realizado cincuenta años antes del inicio de la República Federal, presidida por Guada­lupe Victoria, para ratificar el habitual papel secundario de ese lugar.

En la jurisdicción de Fresnillo se pueblan diariamente cin­cuenta minas, las que producen muy cortas utilidades... Y a más de este número hay como ciento despobladas y desiertas, por no haber sujetos que quieran o tengan facultades para emprender su habilitación... hay un crecido número de minas y escarbaderos y catas que no se labran con formalidad por­que se hacen incosteables a causa de sus cortas leyes.10

El primer gran proyecto para la explotación del cerro Proaño, situado frente al poblado de Fresnillo, coincidió con la época de expansión del capital inglés.

Entre las relaciones más importantes que el México independiente encontró cuando se integró a la convivencia internacional, estuvo la establecida con la Gran Bretaña. No hay duda que el reconocimiento diplomático de México, por parte de ese país europeo, en 1825, otorgaba de alguna forma una afirmación más a la precaria soberanía. En cierto modo, el intermediario a quien se debió el interés de loo inversionis­tas ingleses fue Pedro Romero de Terreros, tercer conde de Regla. Sus invitaciones, realizadas por vía epistolar, datan de 1823 y vislumbraron la forma de participación capitalista que los ingleses eligieron poco después; nos referimos a su asociación con negociantes mexicanos para constituir com­pañías mineras.

Sin embargo, la proliferación de capitales ingleses sig­

nificó un estímulo fugaz para la actividad minera mexicana. Si ha de considerarse en retrospectiva, se debiera aceptar como aporte fundamental el novedoso empleo de la maquina­ria en la labor de excavación, aunque también es justo men­cionar su limitada trascendencia: de las siete compañías establecidas durante esa época, sólo una logró continuar en funciones más allá de 1850.41

Se sabe que la Mexican Company dedicó durante dos años sus esfuerzos para impulsar la minería en Fresnillo. Aunque es conocido su fracaso, hay quienes sostienen que experimentó con técnicas novedosas de beneficio e invirtió cuantioso capital.42 El único rastro de su existencia lo ofrece Ward en un árido párrafo: “...todo lo que ahora queda como indicio de su antigua importancia —escribió sin ánimo de abundar, después de una larga jornada a caballo— son las plataformas para instalar malacates y las extensas excava­ciones”.43

Lo cierto es que las compañías contaron con una venta­ja enorme respecto a los mineros mexicanos, y esa fue la introducción de máquinas de vapor; con ello suprimieron uno de los más socorridos argumentos acerca de la inactividad de las minas de este territorio, a saber, la anegación de los tiros. Y con relación a ello, ya que desconocemos las técnicas em­pleadas por la Mexican Company en Fresnillo —aunque Ward mencione la existencia de malacates—, no está de más recurrir a la insinuación de dos investigaciones (una sobre Catorce y otra sobre Real del Monte) que disputan la primera aplicación de la máquina de vapor en México.44

Todo parece indicar que uno de los mayores empeños iniciales, cuando García Salinas asumió la gubernatura, fue la revitalización de las minas de Fresnillo. Para ello, recupe­ró ingeniosamente la vieja tradición de ser sede del presidio regional; sólo que invertiría la antigua usanza de ser refuerzo geográfico de posiciones novohispanas y de defensa contra la hostilidad tribal; ahora funcionaría más bien como con­centración de fuerza de trabajo destinada al laborío de mi­nas, en su carácter de recluta de delincuentes.45

La carta antes referida acerca de su solicitud a la Cáma­ra, para que eximiera del impuesto de minería a la negocia­ción de Fresnillo en 1831, nos hace participar de la doble

inquietud política que lo definió; es decir, de su vocación federalista y de su propósito de crear las condiciones adecua­das para la inversión y el desarrollo. En ella, como se mencio­nó en el segundo capítulo, cuestionó la legitimidad de la demanda tributaria del gobierno central y apeló a cierto género de proteccionismo.

Así es que si todos los minerales de Zacatecas, Vetagrande, Sombrerete, Angeles* Pinos, Nieves y otros del Estado —esta­bleció—, quedan cumpliendo con el pacto en que si se quiere han consentido, de contribuir para la extinción de las deudas que dejó el Tribunal de Minería, ¿qué inconveniente se presen­ta para que únicamente se exeptúe (s¿c) de esa obligación a las minas de Proaño en el Fresnillo?46

Aunque no se conoce información precisa sobre la con­cesión o no de esa solicitud, hay razones para creer que no se obtuvo; especialmente si se recuerdan sus ulteriores friccio­nes con el gobierno central. Pero lo cierto es que a partir de 1832 Fresnillo empezó a competir con la mayor negociación del estado, Vetagrande, en la producción de barras de plata.

B a r r a s d e p l a t a e x t r a í d a s (1832)47

Jul. Ago. Sept. Oct. Nov. Dic.Vetagrande 157 168 138 152 121 121Compañía Unida 25 21 28 28 23 27Fresnillo 109 70 108 92 63 72

La tendencia hacia el crecimiento de la producción de Fresnillo durante ese año se confirma si se contrasta con la cantidad de barras que se obtuvieron en los cuatro meses anteriores a julio. En marzo, 27; en abril, 18; en mayo, 58; en junio, 12; total: 115.48

Por esa fecha, tal vez en un acto de legitimación política en el interior de su estado, García Salinas costeó los estudios y la práctica de la minería a un par de jóvenes que se conta­ban entre los mejores representantes de la sapiencia minera zacatecana, pues eran la personificación misma de la leyen­da: José Mariano de Anza y Joaquín Borda, últimos eslabo­

nes de las dos respetadas cadenas generacionales. Un repor­te ya citado decía así:

Es mi deber aprovechar esta ocasión —escribió el gobernador al diputado de Minas José Luis de Hoyos— para informar a usted que los expresados alumnos continúan practicando en la negociación de minas que habilita el gobierno del Estado en el punto de Fresnillo, y que su conducta hasta este día es irreprensible, así como contamos su aplicación en todos los trabajos y conocimientos que ofrecen la práctica de las minas, todo lo que es muy satisfactorio.49

Respecto al saldo concreto de la actividad minera de Zacatecas bajo la administración de García Salinas, algunos escritores de la época han estimado la producción de plata durante esos seis años en 9 millones 550 mil pesos, para todo el estado, y sólo 750 mil para Fresnillo;50 cantidades que no nos dicen gran cosa si no establecemos alguna comparación con algún otro periodo (lo cual se podrá hacer en seguida con la compañía de Fresnillo formada en 1835). Sin embargo, lo verdaderamente importante es la infraestructura que había edificado. En Fresnillo creó el presidio, el desagüe y, desde ltTego, una compañía con capital privado y estatal que reunió acciones con valor de 100 mil pesos; en Sombrerete y en Nieves, en tanto, constituyó un fondo para la minería de 75 mil y 10 mil pesos, respectivamente.51

Esa infraestructura estuvo ligada, por cierto, con un proyecto, frustrado pero interesantísimo, que ha atraído la atención de varios historiadores y, en su momento, de desta­cados liberales como fue el caso de José María Luis Mora.52 Se trató de la compra, por parte de su gobierno, de extensos terrenos agrícolas (en Saín Alto y Monte Escobedo) para repartir en arrendamiento perpetuo entre viudas, jóvenes que los solicitaran para trabajarlas al casarse y, fundamen­talmente, entre familias indígenas desprotegidas.53

Tiene razón Moisés González Navarro al insistir en el valor de esta enmienda práctica del liberalismo; ya que al ofrecer García Salinas tierras a los pueblos indígenas inten­taba corregir, en alguna forma, la injusticia implícita de una legislación igualitaria reciente, la misma que a la larga arro­jaría —como sucedió durante el porfíriato— a ciertas comuni­

dades indígenas hacia los excesos de la concentración terri­torial.54 Las prescripciones de ese plan lo definieron como un banco para el financiamiento agrario. Se proponían, como fondos refaccionarios, a los productos líquidos de la renta del tabaco y a los impuestos recabados por el gobierno del esta­do. Asimismo se contemplaba la desamortización de las fin­cas rústicas de obras pías, mediante el compromiso de pagar un cinco por ciento de rédito anual.55 Finalmente, después de emprender la primera parte del proyecto —las compras en Saín Alto y en Monte Escobedo—, en 1835, la supresión del régimen de García Salinas terminó también con la voluntad reformadora.

Cuando Santa Anna lo depuso del gobierno, una de las primeras acciones fue reestructurar la administración de la negociación de Fresnillo, con vistas a orientar eficientemen­te las utilidades hacia las arcas del nuevo gobierno central. El nombramiento del incondicional Lorenzo Carrera fue un primer paso; luego, a instancias de él, se constituyó con diligencia la Compañía de Minas Zacatecano-Mexicana, una improvisada sociedad que reunió a distinguidos representan­tes de los mayores negocios del país —la mayoría no residen­tes en el estado. ^

La liquidación de los anteriores tenedores de acciones y la formación de esta nueva sociedad ocurrió el 15 de septiem­bre de 1835, apenas unos meses después de la derrota de la milicia cívica zacatecana. La nueva compañía se declaró en el acta de constitución como “aviadora” y, en consecuencia, entregaría un millón 300 mil pesos al gobierno central en un plazo de siete meses; es decir, 100 mil al momento de tomar posesión de las instalaciones, igual cantidad durante cada uno de los cuatro primeros meses y 200 mil al final de cada uno de los tres meses siguientes. El contrato otorgaba la concesión por doce años.56

La sociedad estaba compuesta por veintinueve accionis­tas, entre los cuales los más conocidos eran Manuel Escan- dón, Francisco Fagoaga, Juan Manuel Lasqueti, Manuel Gargollo y Thomas Murphy.57

Si uno lee la investigación de Margarita Urías sobre Escandón, emerge un apretado enjambre de nexos económi­cos, familiares y políticos notables entre estos accionistas.

Por ejemplo:—El hermano de Escandón se casó con Lina Fagoagay

recibió una generosa dote.—Escandón vendió la línea de diligencias Puebla-Vera-

cruz a Anselmo Zurutuza, otro accionista.—Lorenzo Carrera (el emisario de Santa Anna en Fres­

nillo) se asoció con Escandón, en 1847, para construir la aduana de Veracruz.

—Francisco Agüero, también accionista, escogió a Es­candón como representante de su casa importadora.

—Eulogio Villaurrutia participó en la empresa comisio­nada para la línea de diligencias México-Veracruz.

—Manuel Lasqueti fue el contacto de Escandón, en 1842, para traer de Europa a México cañones, fusiles, sables, obuses, proyectiles...58

De la vida de Escandón se ha hecho casi una leyenda. Para el diario liberal El Siglo XIX “era el capitalista más emprendedor, más activo, más inteligente, y se ocupaba sin cesar de proyectos de gran utilidad pública”.59 Sin ir más allá de 1835 —pues después se destacaría como agiotista, broker, financiero, importador de algodón, comerciante, exportador de tabaco, minero, etcétera—, cuando ingresó a la sociedad minera de Fresnillo, poco llevaba de haber sido aceptado en la nueva aristocracia mexicana, al rentar en Zacatecas la casa del palacio que perteneció al marqués del Jaral. Ahí, disfrutaba también del cargo de apoderado de la junta direc­tiva del exclusivo teatro Calderón. Trece años después de la virtual hipoteca de las minas de Fresnillo, que había concedi­do el gobierno estatal a esta sociedad, Escandón y Cayetano Rubio obtendrían la mitad de las minas con sólo 120 mil pesos y 480 mil en bonos cobrables a la producción local de tabaco.60

Respecto a Francisco Fagoaga sólo resta decir que du­rante la exaltada ofensiva del sector radical de los liberales, durante 1833, en uno de los cuatro interinatos de Gómez Farías, figuró en una lista de aristócratas expulsados, según la ley del 23 de junio. No obstante ello, finalmente pudo permanecer en el país gracias a la obtención de un permiso de residencia temporal,61

El caso de Manuel Lasqueti era diferente, pues en esta

compañía hizo realmente su primera inversión en tierras mexicanas. Era un inglés que había llegado a México duran­te la década de los veinte, atraído por la oleada de capital de su país, que hasta 1835 sólo se dedicó a la comisión indivi­dual de exportación e importación. En especial, se había concentrado en el abastecimiento de material bélico y la exportación de metales de Real del Monte.62

Manuel Gargollo era uno de los contados zacatecanos que intervinieron en la nueva negociación, y seguramente su inclusión estuvo determinada por su colaboración en el ata­que de Santa Anna, ya que —como apoderado de la hacienda Cedros, expropiada por García Salinas— había atizado, en la ciudad de México, la versión que corría sobre el abuso de autoridad del gobernador. A su iniciativa se debió que su íntimo amigo, Lorenzo Carrera, fuera elegido por Santa An­na para administrador de Fresnillo.

Murphy fue casi el eterno socio de Escandón. Lo mismo actuó a su lado como accionista en algunas minas chihua- huenses, que lo acompañó en las célebres negociaciones con Gran Bretaña para reestructurar la deuda pública mexicana. Además, fue el representante de la Compañía Británica Real del Monte que alquiló durante veinte años las posesiones mineras de Romero de Terreros.64

El reemplazo de la estirpe minera

En su nueva modalidad, la compañía explotadora del mine­ral fresnillense inició de inmediato un proceso de moderniza­ción, que en pocos años suprimió el método de patio por el beneficio llamado de fuego. Amplió la capacidad beneficia­dora de las tres haciendas contiguas —Guadalupe, Rosario y San José—, introdujo su primera máquina de vapor a princi­pios de 1836 y realizó obras importantes que el antiguo go­bernador había bosquejado. Además, se construyó un cañón general de 700 varas para facilitar el mecanismo de desagüe y un canal extenso para conducir las aguas del tiro San Francisco.65

Lo singular de la compañía fue el hecho de haberse conducido como no lo habían hecho la gran mayoría de los mineros zacatecanos; es decir, haber consagrado las utilida­des a la reinversión y ampliación de la capacidad de benefi-

c í o . Se sabe que una vez instalada la segunda máquina de vapor66 —para el desagüe de la Veleña—, y habiendo obteni­do remesas mensuales ventajosas de azogue (“con los seño­res importadores Cotesworth, Pryor y Compañía”),67 la pro­ducción en Fresnillo fue favorable por algunas décadas.

La limitada información que se obtuvo sobre tres años del movimiento económico en Fresnillo no está muy alejada de los números de la Compañía Real del Monte, que ha sido considerada la más importante de la época.

C o m p a ñ í a m i n e r a z a c a t e c a n o -m e x i c a n a ™

IngresosEgresos

1838 Primer

semestre 367 466 365 420

1839 Segundo semestre 174 394 170 631

1840 Segundo semestre 363 243 357 496

Ingresos(anuales)Egresos(anuales)

C o m p a ñ í a r e a l d e l m o n t e «5'

1838 1839 1840

838 033 646 649 666 972

810 599 777 042 774 583

La actividad minera en Fresnillo se reintegró, durante la década de los cuarenta, a la vieja tradición zacatecana del protagonismo individual, a la relación entre los promotores, aquella que culminó en la trayectoria de los Borda, los Anza y los Fagoaga. Sólo que quizá el prototipo del viejo minero del siglo xvm había venido a menos para dar paso al moderno empresario, versátil e itinerante. Manuel Escandón compró gran parte de las minas de Fresnillo en 1848, como también compró tabaco y algodón..., como incluso llegó a negociar en su favor las finanzas públicas.70

NOTAS

1. Alvaro López Miramontes y C. Urrutia de Stebelski, Las minas de Nue­va España. México, INAH, 1980, pp. 5, 99 y 143.

2. Roberto Moreno de los Arcos, “Las instituciones de la industria minera . novohispana” en La minería en México. México, UNAM, 1978, pp. 102 y 110-112. Me refiero a la Representación que a nombre de la minería de la Nueva España hicieron al rey los señores Juan de Lassaga y Joaquín Velázquez de León. Se trata de un documento enviado al rey el 26 de sep­tiembre de 1744 en el que se abogaba por la expedición de nuevas orde­nanzas de minería que contemplaran, entre otras cosas, la creación de un órgano de administración general sustentado en la representación de propietarios.

3. David A. Brading, Mineros y comerciantes en el México borbónico (1763-1810). México, FCE, 1983, pp. 181 y 376.

4. Ibid., p. 215.5. López Miramontes y Urrutia de Stebelski, 1980, pp. 87-89.6. AGN, Hacienda pública , exp. 12.7, ff. 1-2.7. Citado por Brading, 1983, pp. 270-271.8. Carlos de Berghes, Descripción de la serranía de Zacatecas, formada

por I.M. Bustamante, 1828 y 1829, aumentada y combinada con planes, perfiles y vistas trazadas en los años de 1829, 30, 31 y 32. Méjico, Im­prenta de Galván a cargo de Mariano Arévalo, 1834, 39 pp., pp. 22, 23 y29. Moreno de los Arcos, 1978, p. 113.

9. Brading, 1983, p. 238. Francisco González de Cossío, Gacetas de Méxi­co. Vol. 2, México, SEP, 1950, p. 79.

10. Brading, 1983, pp. 240-250. Enrique Florescano e Isabel Gil Sánchez, “La época de las reformas borbónicas y el crecimiento económico, 1750- 1808” en Historia General de México. México, El Colegio de México, 1976, p. 555.

11. Doris M. Ladd, The Mexican Nobility at Independence, 1780-1826. Aus- tin, Texas, University of Texas Press, 1976, pp. 196 y 262.

12. Timothy Anna, La caída del gobierno español en la ciudad de México. México, FCE, 1981, pp. 138-140.

13. Charles A. Hale, El liberalismo mexicano en la época de Mora, 1821- 1853. México, Siglo Veintiuno, 1982, pp. 84 y 304.

14. AGN, Hacienda pública , exp. 121-7, f. 44.15. Berghes, 1834, p. 4. Henry George Ward, México en 1827. México, FCE,

1981, p. 669.16. Berghes, 1834, pp. 30-33.17. Ibid., p. 35.18. Berghes, 1834, p. 23.19. Ward, 1981, p. 663. “El curso de las vetas se marca claramente por la ele­

vación de las crestas, y puede seguirlo incluso el ojo menos experimen­tado”.

20. Idem., Berghes, 1834, p. 22. En el primer periodo, durante las primeras décadas del XVII. La Quebradilla fue explotada por los dominicos; el segundo se debió a la iniciativa de la Borda, y el tercero, de 1808 (fecha en que el sobrino heredero se asoció con Fermín Apezechea) a 1817 (cuando la sociedad se disolvió y ambos se repartieron 75 mil dólares).

21. Apunte biográfico de Francisco García Salinas. México, 1841 (Colec­ción Lafragua, Núm. 510), 6 pp., pp. 1-2.

22. Michael Costeloe, La primera república federal de México (1824-1835). México, FCE, 1983, pp. 39-41.

23. Hale, 1982, pp. 262-263.24. Brading, 1983, p. 278.25. Hale, 1982, p. 263. Jesús Reyes Heroles “considera a García como pre­

cursor del rechazo, después de la segunda guerra mundial, por parte de las naciones subdesarrolladas, de la división internacional del trabajo y en favor de su ‘propia teoría del desarrollo’ ”.

26. Costeloe, 1983, p. 455. Apunte biográfico..., 1841, p. 3.27. Elogio fúnebre. En honor del ilustre ciudadano Francisco García Sali­

nas, pronunciado por el ciudadano Luis G. Solana, la noche del 28 de julio de 1841. México, 1841 (Colección Lafragua, Núm. 1477), 23 pp., p. 2.

28. Apunte biográfico..., 1841, pp. 3-4.29. Hale, 1982, p. 147.30. Costeloe, 1983, p. 435.31. AGN, Hacienda pública, exp. 121-7, f. 48.32. Exposición presentada a la Cámara de Representantes en apoyo a la

solicitud del Gobierno de Zacatecas, sobre que se exima a las platas de las minas que sostiene en el Fresnillo el derecho llamado de minería. México, 1831, Imprenta de Galván a cargo de Mariano Arévalo (Colec­ción Lafragua Núm. 12, 8 pp., p. 1). La “gracia” a la que se refiere era

eximir a la negociación del pago de un real por cada marco producido.33. Ibid., p. 6. Se refiere al Tribunal de Minería, del que se decretó su extin­

ción por una ley de 4 de agosto de 1824.34. Idem.35. Exposición que el C. Lorenzo Carrera dirige al público contando los

hechos calumniosos con que se le injurió en el suplemento del núm. 13 del Anteojo, y en el editorial del núm. 14 de este mismo periódico. Méxi­co, 1835, Imprenta de Galván a cargo de Mariano Arévalo (Colección Lafragua Núm. 800), 19 pp., p. 6. Según Carrera, quien fue comisionado por Santa Anna para administrar las minas de Fresnillo, su interven­ción impidió “la ruina de una negociación tan lucrativa”.

36. Elogio fúnebre..., 1841, pp. 4-5.37. Memoria del Secretario de Estado y del Despacho de Justicia e Instruc­

ción Pública , leída a las Cámaras del Congreso Nacional de la Repúbli­ca Mexicana en enero de 1844. México, 1844, impresa por Ignacio Cum­plido, 88 pp. Cuadro de educación primaria, s/p.

38. Informe del Instituto Literario al Supremo Gobierno del Estado por lo relativo al año escolar concluido el 25 de agosto de 1850. Zacatecas, 1850, impreso por Inés Villagrana, 47 pp., pp. 26-31.

39. Peter J. Bakewell, Minería y sociedad en el México colonial. Zacatecas (1546-1700). México, FCE, 1976, pp. 50-51.

40. López Miramontes y Urrutia de Stebelski, 1980, pp. 88-91.41. Robert W. Randall, Real del Monte: una empresa minera británica en

México. México, FCE, 1977, pp. 45-48. C. Urrutia de Stebelski y Guada­lupe Nava Oteo, “La minería, 1821-1880” en México en el siglo XIX. Mé­xico, Nueva Imagen, 1983, pp. 121-125. Las siete compañías fueron la Anglo Mexican Mining Association, la United Mexican Mining Asso- ciation, la Mexican Company y las del Real del Monte, Bolaños, Tlal- pujahua y Catorce.

42. Urrutia de Stebelski y Nava Oteo, 1983, p. 123.43. Ward, 1981, p. 662.44. Elias Trabulse, El círculo roto. Estudios históricos sobre la ciencia en

México. México, SEP/FCE, 1982, p. 188. Aquí se anota la versión de Rafael Montejano y Aguinaga, proveniente de su obra Real del Catorce, donde señala que “la primera de ellas, traída de Inglaterra, logró traba­jar hasta 1826 en el Real del Catorce”. Randall, 1977, p. 77. Para este autor, a mediados de 1826, dos máquinas revolucionaron la técnica mi­nera mexicana al ser instaladas en la mina de Morán de Real del Monte.

45. Exposición..., 1831, pp. 4 y 6. Elogio fúnebre del Exmo. señor don Fran­cisco García pronunciado en la casa del gobierno de Zacatecas en el cuarto aniversario de su muerte, por el señor director del Instituto Lite­rario Magistrado D. Teodosio Lares la noche d e l2 de diciembre de 1845. Zacatecas, 1845, impreso por Aniceto Villagrana, p. 11.

46. Ibid., pp. 2-3.47. AGN, Hacienda pública, exp. 121-7, ff. 44, 51, 54, 56, 57 y 65.48. AGN, Hacienda pública, exp. 121-7, f. 43.49. AGN, Hacienda pública, exp. 121-7, ff. 1-2.50. Elogio fúnebre..., 1841, p. 9.51. Idem.52. Moisés González Navarro, Anatom ía del poder en México, 1848-W53.

México, El Colegio de México, 1983, pp. 138 y 142. Hale, 1982, p. 184. “Mora manifestó su admiración por un proyecto del gobernador de Za­catecas... que proponía vender propiedades del Estado en pequeñas parcelas, a los colonos, e inclusive comprar (‘si es posible’, añadió Mora) algunas grandes propiedades privadas para su distribución”.

53. Elogio fúnebre..., 1841, p. 6.54. González Navarro, 1983, p. 142.55. Elogio fúnebre..., 1841, p. 7.56. Escritura de asociación de la Compañía de Minas Zacatecano-Mexi-

cana. México, Imprenta de Ignacio Cumplido, 1835, 21 pp., pp. 2-8.

57. Idem. Los otros venticuatro fueron Francisco Agüero, José y Vicente Iturrigaray, Juan e Inocencio Pereda, Justo Suverbille, Antonio Be­rruecos, José Lama, Rafael Camargo, Manuel Eguía, Anselmo Zurutu- za, Estanislao Flores, Byrus, Hooten y Cía., Javier Echeverría, Felipe Neri, Rafael Adorno, Miguel Cervantes, Luis Castrejón, Juan Arce, Benito Mena, Miguel Pena, Ignacio Loperena, Sancho y Manterola y Eulogio Villaurrutia.

58. Margarita Urías Hermosillo, “Manuel Escandón: de las diligencias al ferrocarril, 1833-1862” en Formación y desarrollo de la burguesía en México. Siglo XIX. México, Siglo Veintiuno, 1978, pp. 25-59.

59. Ibid., p. 27.60. Ibid., pp. 36 y 42.61. Costeloe, 1983, pp. 391-393.62. Randall, 1977, p. 215. Urías, 1978, p. 43.63. Exposición..., 1835, p. 5.64. Urías, 1978, p. 45. Randall, 1977, pp. 50-51.65. Mariano Baylleres, Informe que da la Junta Menor Permanente de la

Compañía de Minas Zacatecano-Mexicana del estado de la negociación de Fresnillo. México, Imprenta de Ignacio Cumplido, 1839,56 pp., pp. 8-9. Exposición..., 1835, pp. 50-51.

66. Baylleres, 1839, p. 17. Por cierto, el ingreso de esta máquina a tierras mexicanas tuvo que esperar largos meses, debido al bloqueo ejercido por los franceses en puertos mexicanos; finalmente, después de ser de­positada en Nueva Orleans, fue trasladada a su destino en diligencia.

67. Idem.68. Baylleres, 1839, p. 56. Mariano Baylleres, Informe que da la Junta Me­

nor Permanente de la Compañía de Minas Zacatecano-Mexicana. Mé­xico, Imprenta de I. Cumplido, 1840, 26 pp., p. 25. Mariano Baylleres, Informe que da la Junta Menor Permanente de la Compañía de Minas Zacatecano-Mexicana. México, Imprenta de I. Cumplido, 1841, 24 pp., p. 24. Las cantidades están en pesos.

69. Randall, 1977, p. 88. Las cantidades están en pesos.70. Urías, 1978, pp. 42 y 45.