La maquina-de-hacer-pupu

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© Julio Garmendia © Fundación Editorial El perro y la rana, 2014

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Ilustraciones © Henry Rojas

Edición Coral Pérez

Corrección Joel Rojas

DiagramaciónHenry Rojas Hecho el depósito de leyiSBN: 978-980-14-2786-5lf: 4022014800513

iMPRESO EN LA REPÚBLiCA BOLiVARiANA DE VENEZUELA

Ilustrado por Henry Rojas

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La máquina de hacer

Julio Garmendia

Ilustrado por Henry RojasAdaptación de Coral Pérez

¡pu! ¡pu! ¡puuu!

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Era la última palabra en materia de adelantos; al fin, después de pacientes y laboriosos esfuerzos, experimentos y tanteos, se había logrado fabricar por vía sintética aquello que la máquina fabricaba.

El mundo entero recibió la noticia del sensacional descubrimiento.

Fue una ola de optimismo y de ilimitada confianza en el futuro.

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Era la última palabra en materia de adelantos; al fin, después de pacientes y laboriosos esfuerzos, experimentos y tanteos, se había logrado fabricar por vía sintética aquello que la máquina fabricaba.

Cada día se producían nuevos portentos, nuevos inventos, grandiosos e increíbles que cambiaban y revolucionaban por completo la hasta entonces mísera existencia humana.

¡Tantas cosas, tantas creaciones e invenciones se habían perfeccionado y

propagado,hasta ponerse al alcance de los míseros!

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¡Y ahora esta máquina de hacer pupú!

Era la nueva maravilla, y en realidad la cosa más revolucionaria de cuantas había podido concebir y realizar la mente humana.

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¡Y ahora esta máquina de hacer pupú! No era ya necesario alimentarse para hacer pupú: las

nuevas máquinas lo hacían sintéticamente, mecánicamente, y

matemáticamente.

Los precios del producto, fabricado a máquina resultaban extraordinariamente ventajosos, muchos más bajos y halagüeños que los del antiguo producto original.

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La nueva industria se desarrolló con arrolladora eficiencia y rapidez; creció de la noche a la mañana en características arquitecturas de grandes plantas de fabricación ultra-modernas: especie de gigantescos hangares, metálicas armazones,en donde inmensas y perfectas maquinarias trabajaban sin descanso noche y día.

De sus techumbres se elevaban al cielo humeantes chimeneas, y rodeaban sus edificios costosas fajas de terrenos cuidadosamente sembradas de verdeciente grama.

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Inmensos almacenes o depósitos estaban en capacidad de suministrar en breve plazo cualquier cantidad que se les pidiera de su específico renglón de productividad…

Había llegado la época del pupú prefabricado,a mínimo precio y óptima calidad, inmejorable, y la antigua y pequeña industria doméstica languidecía, agonizaba, y desaparecía rápidamente.

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Sólo uno que otro empecinado o testarudo se rebelaba; había aún gente anticuada y gruñona, reacia por naturaleza a todo espíritu de innovación.

Seguían haciendo pupú de acuerdo con las empíricas y antieconómicas recetas de otro tiempo, en antihigiénica forma doméstica.

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Pero, al caer en desuso la manera tradicional de hacer pupú, he aquí que

quedó muy poco aliciente a la producción de

artículos alimenticios destinados a satisfacer las viejas necesidades humanas de alimentación

por vías naturales.

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La agricultura y la ganadería, la producción e industria de alimentos cayeron verticalmente al vacío.

Entraron en colapso las farmacopeas, los productos medicinales, la confección de vitaminas abecedarias, así como también los restaurantes, los mercados y las pastelerías, empezando también los médicos y sus monumentales clínicas a seguir el mismo camino del viejo pupú.

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¡Era ya demasiado!

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El mundo moderno se desmoronaba, se moría la cultura, el idealismo agonizaba... Nuestra civilización se venía al suelo.

El suelo mismo, como nadie lo cultivaba ni labraba, empezó a producir por propia cuentaencantadores bosques y matorrales más y más tupidos e intrincados invadiendo los campos y laderas de labranza, acercándose a las ciudades y los pueblos y urbanizaciones.

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Los Estados o Potencias se reservaron para sí el privilegio

de tal fabricación; se adjudicaron el secreto, la fórmula y los

procedimientos, requisicionandopara sí las fábricas y maquinarias.

Llegó un momento en que fue terminantemente prohibida, bajo las

más severas penas y sanciones, la elaboración del pupú en forma sintética y moderna.

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¡Entonces se vio surgir el monstruo, la verdadera faz del monstruo que estaba detrás de todo esto!

Cuando simplemente no podían ponerse de acuerdo sobre esto o aquello… los grandes poderes, exclusivos poseedores del pupú, se amenazaban unos a otros.

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Hacían gestos de coger ya los grifos, las llaves y las mangueras que comunicaban con los depósitos de prefabricado almacenados desde años en secretos inmensos mares muertos subterráneos....

El terror de la pavorosa inundación, del gran diluvio, una y otra vez paralizaba el gesto de los feroces

contendores presuntos.

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La pobre humanidad sentía pasar su escalofrío, una vez más, lanzando un gran suspiro de alivio por la tregua…

Hasta que el vientre de la tierra -de la pobre madre tierra- se fue llenando de aquel producto amenazante y predispuesto.

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Hasta que el vientre de la tierra -de la pobre madre tierra- se fue llenando de aquel producto amenazante y predispuesto.

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Se fue llenando...

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...colmando... ...hinchando...

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Pero ese día...¡no quedó ningún memorialista para contar lo que pasó!

...inflamando.

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Como tampoco quedó nadie para detenerlas, cuando ya no faltaba

más a quien ahogar en aquella inmensa masa desolada que recubría

los continentes y océanos.

Tan sólo se conoce este detalle:

Las máquinas de hacer pupú hacían ¡pu! ¡pu! ¡pu! ¡puuuu!

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En el eterno silencio, las máquinas siguieron largo tiempo:

¡pu!¡pu!¡pu!¡pu!¡puuuu!

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Este libro se terminó de imprimir en la Fundación Imprenta de la Cultura

en el mes de julio de 2014 Guarenas-Venezuela3.000 ejemplares

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