La Llamada de La Venganza - Jude Watson

7/24/2019 La Llamada de La Venganza - Jude Watson

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Qui-Gon Jinn es un hombre en e

ímite. Su corazón está hecho

pedazos. Sus creencias han sido

destruidas. Y ahora está

peligrosamente cerca de cruzar una

ínea que ningún Jedi se atreve a

cruzar. Porque quiere vengarse. S

aprendiz, Obi-Wan Kenobi, y Mace

Windu, miembro del Consejo jedntentarán detenerle. Pero cuando

Qui-Gon decide actuar solo

cualquier cosa puede ocurrir. Lavenganza no es propia de los Jed

pero es propia de los sere

humanos. ¿Podrá separar Qui-Go



sus sentimientos personales de s

entrenamiento Jedi?



Jude Watson

La llamada de la

venganzaAprendiz de Jedi 16



ePUB v1.0

LittleAngel 01.11.11



Título Original: Jedi Apprentice: The Call

o Vengeance

Año de publicación: 2004

Editorial: Alberto Santos Editor Traducción: Lorenzo F. DíazSBN: 84-95070-16-2



Capítulo 1

Los tubos luminosos de la graresidencia estaban a media potencia mostraban un débil brillo azulado. Lo

pasillos estaban silenciosos y epenumbra. Al otro lado de una puertdoble de cristal opaco se alzaba un

única columna de cristal, alta como unfigura humana. Emitía un brillo suave constante.

En el planeta de Nuevo Ápsolon, eazul era el color del duelo. Lacolumnas de cristal conmemoraban quienes habían perdido la vida luchand



contra la injusticia. Esa esbelta esquirlde luz pura era por la Dama Jedi Tahl.

Manex, hermano de Roan, difuntgobernante de Nuevo Ápsolon, habíofrecido a los Jedi su propia casa parque velasen a Tahl. Había intentad

salvarla llamando al mejor equipmédico del planeta para ocuparse della. Cuando murió, se había encargad

de hacer los preparativos adecuados. Émismo había buscado la columna de luque conmemoraba su espíritu.

Obi-Wan Kenobi se esforzaba pomostrarse agradecido. No confiaba eManex. No confiaba ni en su grariqueza ni en su carácter. El únic



bienestar que interesaba a Manex era epropio. Entonces, ¿Por qué era taamable con los Jedi?

El padawan deseaba poder hablar dello con su Maestro. Pero Qui-Gon Jinera inaccesible. Había entrado en l

habitación para estar con Tahl y aún nhabía salido de ella.

Obi-Wan se sentó en el suelo. A

principio esperaba de pie, pero ecansancio había acabado obligándole sentarse. Quería tumbarse, per

permanecería erguido mientas pudieraEra lo único que se le ocurría que podíhacer por su Maestro.

A Obi-Wan ya se le estaba pasand



el impacto, pero seguía sin podeasimilar que Tahl no estuviera ya coellos. Eso implicaba mirar a un futurdesprovisto de su espíritu, de su sentiddel humor y de su aguda inteligenciaHabían sido tantas las veces en que un

palabra amable o una sonrisa de ella lhabían devuelto la paz. Tahl conocímejor que nadie a su Maestro, Qui-Go

Jinn, y le había ayudado comprenderlo. Incluso sospechaba quecuando abandonó la Orden Jed

ntervino para reconciliarlos. Habísido una ruptura profunda, difícil dcurar, y Obi-Wan se consoló sabiendque Tahl quería que Qui-Gon volviese



aceptarlo. Ella había comprendidmejor que nadie por qué hizo lo quhizo. Sabía que había aprendido algmportante sobre su propia persona,

había ayudado a que Qui-Gon lconcediera una segunda oportunidad.

Como estudiante Jedi, habíaprendido muchas cosas, como convertiel miedo en un objetivo, ahondar en l

disciplina para moldearlo a voluntadPero ¿cómo podría convertir su dolor eaceptación? No había manera de qu

legase a aceptar lo sucedido. Aun asídebía arreglárselas para seguir adelanthasta aceptarlo.

Al principio sintió un dolor ta



grande que le impedía hasta pensar. Tahhabía sido secuestrada por Balog, eControlador en Jefe de Seguridad deplaneta, que la había drogado encerrado en un contenedor de privaciósensorial que se empleaba para tortura

presos políticos. Cuando la liberaroestaba muy débil, pero Obi-Wan habíestado seguro de que la gran fortaleza d

Tahl, combinada con sus poderes Jedbastaría para salvarla. Ni por usegundo consideró la posibilidad de qu

muriese.Y estaba seguro de que su Maestrampoco. Cuando entró en el cuarto d

Tahl, en el centro médico, había visto



Qui-Gon inclinado sobre el cuerpnmóvil de ella. Vio las frías línea

horizontales de las pantallas de losensores, mostrando la ausencia dsignos vitales. Pero Qui-Gon siguió simoverse. Sostenía la mano de Tahl

presionaba su frente contra la de ellaObi-Wan no sólo había visto su penasino que la había sentido en el cuart

como una sombra viviente. En esmomento se dio cuenta de que losentimientos de Qui-Gon por Tahl era

más profundos que los de la simplamistad. Eran tan profundos y complejocomo el mismo hombre. Qui-Gon lamaba.



No podía hacer nada para ayudar su Maestro. Éste no había respondido na sus palabras ni a su presencia. ObiWan deseó desesperadamente tener máde dieciséis años. Quizás al ser mámaduro sabría consolar a alguien cuy

mundo se había desintegrado.Le dolía ver sufrir a Qui-Gon. S

Maestro sólo había salido del cuarto d

Tahl una vez, para hacer un misteriosrecado. Al volver dijo secamente a ObiWan que había conseguido encontra

otras dos sondas robot. Las habíprogramado para buscar a Balog. Ahorvolvería al lado de Tahl.

—¿Hay algo que yo pueda hacer



Maestro? —había preguntado Obi-Wan. —Nada —le había respondido Qui

Gon, y cerró la puerta tras él.Obi-Wan estaba acostumbrado a qu

reinase el silencio entre ellos. Muy menudo, ésa era su forma d

comunicarse, dado que su Maestro erhombre de pocas palabras. Pero estsilencio era distinto. No podía leer nad

en él. Repasó una y otra vez las palabraque Qui-Gon dijo en el lecho de muertde Tahl: "Nada puede ayudarme ya. Sól

a venganza."Venganza. Obi-Wan nunca había oída Qui-Gon usar esa palabra. No era uconcepto que respaldase un Jedi. Nad



de venganza, sólo justicia. Era un credgrabado en el corazón de todos los JediLa venganza conducía al Lado OscuroAlteraba la mente y tullía el sentido dedeber hasta convertirlo en algo lleno dego y tinieblas.

¿Estaba Qui-Gon combatiendo eLado Oscuro de su interior? Balog lhabía quitado lo que le era más querido

Lo había hecho de la forma más cruemaginable, desangrando minuto

minuto las fuerzas de Tahl.

¿Había enviado Qui-Gon las sondarobot para que encontrasen a Balog y aspoder matarlo él?

Obi-Wan apartó esa idea. Tenía qu



confiar en su Maestro. Acabaríencontrando el centro de paz qunecesitaba para poder seguir adelanteDebían encontrar a Balog, pero pousticia, no por venganza.

Cuando un Jedi moría en una misión

debía llamarse de inmediato al ConsejJedi. Durante el primer periodo dprofundo trauma posterior a la muerte d

Tahl, Obi-Wan había preguntado a sMaestro al respecto. Al no obtenerespuesta. Obi-Wan se dio cuenta de qu

en ese momento no le importaban loprocedimientos. Por tanto, había sido eaprendiz quien contactó con el ConsejJedi para informar de lo sucedido.



La noticia había impresionado afectado mucho a Yoda, pues tambiésentía una gran afecto por Tahl. Senviaría de inmediato un equipo Jedi. Eel transcurso del día, Obi-Wan se habípreguntado quiénes lo compondrían. S

habían partido de inmediato en una navrápida, no tardarían mucho en llegar

uevo Ápsolon. No estaba seguro de l

que debía pensar al respecto. Un equipJedi era algo que le resultaríreconfortante, pero... ¿notarían que Qui

Gon no se comportaba de forma normal?Manex apareció en el pasillo, y ObiWan se puso en pie con un esfuerzo.

—¿Ha salido ya? —preguntó con e



rostro surcado por arrugas dpreocupación.

—No desde hace horas. —Por favor, hágame saber si pued

serles de ayuda. Yo debo ir a lLegislatura Unida. Han pedido por m

Las cosas están muy revueltas en eGobierno. Volveré en cuanto puedaDaré instrucciones a los de segurida

para que hagan pasar a su equipo Jedi ecuanto llegue.

—Gracias.

Qui-Gon salió al pasillo segundodespués de que Manex se fuera. —He oído voces —dijo con vo

ronca.



—Manex ha ido a la LegislaturUnida. ¿Puedo conseguir alguna cosaMaestro?

—No. ¿Han vuelto ya las sondarobot?

Obi-Wan negó con la cabeza.

—En cuanto lleguen te lo notificaréPero creo que mientras tanto podemohacer otras cosas para encontrar

Balog. No tenemos por qué esperar a lasondas robot.

Habló apresuradamente, antes d

que Qui-Gon pudiera dar media vuelta entrar en el cuarto. Había pensaddurante la larga espera cuál podría sesu siguiente paso. Era lo único que habí



apartado el dolor de su lado. Erithsigue viviendo con Alani en lresidencia del Gobernador Supremo —continuó diciendo—. Está ocultando ehecho de que sabe que su hermana se haliado a los Absolutos, esperand

obtener más información así. Prometihacer de espía para nosotros. Alanpuede saber dónde está Balog.

—Entonces, también esperaremos eso —dijo Qui-Gon.

—Pero podemos investigar el laz

que las une. ¿Cómo nació su Alianza¿Qué espera obtener Alani de Balog¿Qué quiere él a cambio? ¿Dónde srefugian los Absolutos, ahora que s



base ha quedado destruida? ¿Y qué hade esa lista de informadores secretos dos Absolutos? Balog no la tiene, porqua buscaba. Sabemos que podía estar e

poder del obrero Oleg antes ddesaparecer éste.

Obi-Wan tragó saliva. La mirada dQui-Gon se nubló. Si sabían eso erporque Tahl lo había contado antes d

morir. Continuó hablando. —Si conseguimos la lista antes qu

él, podremos tender una trampa a Balog

¿Y qué pasa con Manex? ¿Qué motivoiene para ser tan amable con nosotrosHay muchas pistas por investigar. Estoseguro de que la Legislatura Unid



estará abarrotada de rumoresDeberíamos investigar alguno de ellos..

—Tenemos que encontrar al asesinde Tahl, no mezclarnos en política —dijo Qui-Gon con sequedad—. Nuestrprincipal objetivo es encontrar a Balog

En cuanto consigamos información sobrél, podré irme.

—Querrás decir que podremos irno

—le corrigió Obi-Wan, mirandfijamente a su Maestro.

Ninguno de ellos había oído lo

pasos que se acercaban. —Hemos venido lo antes posible —dijo una voz grave y familiar.

Obi-Wan se dio media vuelta. Habí



legado el equipo Jedi. Para su aliviovio que uno era su buena amiga BanPero su alivio se tornó inquietud al veel Maestro Jedi que la acompañaba. ErMace Windu.



Capítulo 2

Mace Windu sólo se ocupaba de lamisiones más cruciales. Sus deberes eel Consejo Jedi eran numerosos. Obi

Wan se dio cuenta así de lo importantque era la pérdida de Tahl para los JediSólo había pensado en Qui-Gon y en é

mismo, en la amiga que habían perdidoPero la influencia de Tahl era muchmás profunda y grande.

Mace clavó una mirada larga pensativa en Qui-Gon y Obi-Wan. Coella pareció captar su pena y cansancioademás de la tensión reinante entr



ellos. Obi-Wan se preguntó cuánthabría oído de su conversación. Ssentía incómodo bajo su escrutadormirada.

Se volvió con alivio hacia su amigBant. Habían entrenado juntos en e

Templo, y era la persona en la que solíbuscar apoyo y comprensión. Pero habífrialdad en como le devolvió Bant l

mirada. Era evidente que estabafectada; había sido aprendiz de Tahl.

—Sentimos estar aquí en tan trágica

circunstancias —dijo Bant a Qui-Gon.Obi-Wan captó hasta un atisbo dfrialdad en su saludo a Qui-Gon. Ésa eruna sorpresa aún mayor. Ban



reverenciaba a Qui-Gon, y éstreservaba en su corazón un lugaespecial para la amiga de Obi-Wan.

Qui-Gon no pareció notar el cambioObi-Wan sabía que su Maestro estabdemasiado consumido por su propi

pena. Hizo un gesto en dirección a Bant —Tahl está dentro —dijo. —La veremos un momento —dij

Mace—. Y después quisiera un informsobre la situación aquí.

Qui-Gon asintió con energía. Mace

Bant desaparecieron dentro y volvieroal cabo de unos minutos. Bant parecíafectada. Mace cerró en silencio lapuertas dobles y caminó por el pasillo.



—El culpable fue Balog, eControlador en Jefe de Seguridad —dice Mace—. Eso lo sabemos cocerteza, pero no conocemos su paradero¿Es así?

Qui-Gon no habló, así que tuvo qu

hacerlo Obi-Wan. —Sí. —Contadme lo que sucedió —dij

Mace, con los ojos puestos en Obi-WanParecía comprender que Qui-Gon n

quería hablar. Los ojos de éste estaba

clavados en la puerta del cuarto dondestaba Tahl, como si sólo lo retuviera eel pasillo un ligero asomo de respeto.

—En cuanto supimos que Balo



había capturado a Tahl, compramos dosondas robot para rastrearlo —explicObi-Wan.

Mace frunció el ceño. —¿No son las sondas robot ilegale

en este planeta?

—Sí —respondió, tragando salivaEra muy consciente de que se suponíque los Jedi no quebrantaban las leye

de otros mundos—. Pero puedecomprarse en el mercado negro. Era lúnica posibilidad de encontrar a Tah

Teníamos motivos para pensar que podíestar en un contenedor de privaciósensorial, así que cuanto máardásemos en encontrarla, más peligr



correría. Las sondas nos indicaron quBalog había salido a campo abiertorumbo a la región minera del planetaEritha, una de las hijas del difuntgobernante Ewane, nos siguió pardecirnos que había descubierto que s

hermana gemela, Alani, se había aliadcon los Absolutos. Esto fue unsorpresa, ya que tanto Eritha como Alan

son Obreras. Cuando los Civilizadoestuvieron en el poder, emplearon a loAbsolutos para vigilar y tortura

Obreros, entre ellos al padre de Alani Eritha. —Sabía que los Absolutos eran l

policía secreta de Nuevo Ápsolon —



dijo Bant dubitativa—. No tuvoportunidad de informarmdebidamente, pero ¿no fuerodeclarados proscritos cuando se eligió Ewane?

—Sí. Pero los Obreros creen que l

policía secreta no llegó a dispersarseDescubrimos que era así, pero nsospechamos que Balog fuera s

cómplice. Es un Obrero, y un protegidde Ewane. Gracias a Eritha sabemos quAlani organizó su propio secuestro y e

de su hermana para desviarnos de lpista y así ganarse la simpatía depúblico. También creemos que fue unforma de poner a Roan en manos de lo



Absolutos. Roan fue elegido a la muertde Ewane.

—Roan era un Civilizado, no uObrero —dijo Bant.

—Así es. Pero simpatizaba con lcausa de los Obreros y trabajaba co

Ewane para traer la justicia a toduevo Ápsolon. Incluso llegó a adopta

a las gemelas cuando asesinaron

Ewane. —Y Alani lo traicionó —dijo Ban

despacio—. Debe de ser muy corrupta.

Cuando perseguíamos a Balogencontramos un pueblo de ObreroMineros —continuó Obi-Wan—. Epueblo entero había sido destruido en u



ataque del que sólo se salvó Yanci, unObrera Minera. Ella nos ayudó encontrar el cuartel general secreto dos Absolutos, donde rescatamos a Tah

Pero ya era demasiado tarde.Qui-Gon la trajo aquí, pero el dañ

de sus órganos internos era demasiadgrave...

—Balog la mató lentamente —dij

Qui-Gon. Su voz sonaba ronca oxidada.

—Escapó en un deslizado

submarino —añadió Obi-Wan—. Nofue imposible seguirlo, y debíamoponer a salvo a Tahl.

—¿Y ahora? —preguntó Mace—



Hay alborotos en las calles. Si Alanplanea dar algún golpe de Estado, ldará pronto. Lo más inteligente es partide inmediato tras Balog.

—Eso es lo que pensamos —dijQui-Gon.

—Pero cumplir con nuestra misióambién nos proporcionará resultados —

continuó Mace—. Si Balog est

escondido, tendremos que encontrarlutilizando su ambición. Las ambicionerevelan la dirección.

—Los Obreros me han llamado —dijo Obi-Wan—. Han examinado todoo sistemas de archivos del cuartel dos Absolutos. Lo habían borrado todo



o tenemos mucho con lo que continuar —Tenemos nuestros instintos —dij

Mace. Se volvió hacia Qui-Gon—. ¿Haaquí algún lugar donde podamos hablaa solas, Qui-Gon?

Qui-Gon asintió con reticencia. S

volvió y caminó pasillo abajo delante dMace.

En cuanto se quedaron a solas, Obi

Wan se volvió hacia Bant. —Siento mucho lo de Tahl —dij

atropelladamente—. Sé cómo debes d

sentirte. —Creo que no.El tono de Bant era inexpresivo. L

miró fijamente con sus grandes ojo



plateados. Los calamarianos tienen ojoextraordinariamente claros, y Obi-Wasiempre había podido leer en ellos laemociones de Bant. Y se sintió confusante la ira que veía en ellos.

—Tus condolencias llega

demasiado tarde —continuó Bant—¿Cómo pudiste ocultarme el hecho dque habían secuestrado a Tahl? Sabe

que Qui-Gon y tú debisteis contactar dnmediato con el Templo.

—Lo sé —dijo Obi-Wan—, pero la

cosas pasaron muy deprisa. Qui-Gopensó que la llegada de más Jedi podíponer en peligro la vida de TahlDecidimos llamar al Templo sólo si n



podíamos rescatarla en veinticuatrhoras.

La verdad era que la decisión desperar había sido de Qui-Gon, perObi-Wan también asumía lresponsabilidad de la misma. Podrí

habérsela cuestionado a Qui-Gon, y no había hecho.

—No os correspondía tomar es

decisión —le interrumpió Bant. Su voznormalmente cálida, era cortante por lra—. ¿Cómo te sentirías tú si otr

equipo Jedi te hubiera hecho eso a ti? ¿si el secuestrado hubiera sido Qui-Gon?Obi-Wan sintió que la vergüenza l

nundaba. Qui-Gon ya había sid



secuestrado antes, por la científica JennZan Arbor. Se habría vuelto loco de npoder participar en su rescate.

—No lo pensamos con detenimient—admitió.

—Así es —dijo Bant amargamente

unca había empleado con él un tono taagresivo—. ¿Acaso pensaste en mí, ObiWan?

—Por supuesto. Creí ahorrarte udía de preocupación. Si no hubiéramopodido rescatar a Tahl, habríamo

lamado a un equipo Jedi. —Pero no rescatasteis a Tahl —dijBant con calma—. Al menos no iempo, ¿verdad?



relación. No sabía lo profunda qupodía ser esa grieta, ni durante cuántiempo existiría.

Tahl había muerto. Qui-Gon ercomo un extraño. Y ahora hasta su mejoamiga se apartaba de su lado.

Nunca se había sentido tan solo.



Capítulo 3

Lo último que quería Qui-Gon eruna charla privada con Mace WinduSentía tal dolor de espíritu que lo únic

que consiguió hacer fue mostrarse cortéante el Maestro Jedi. El dolor de snterior latía y fluía como una mare

mpredecible, aumentando a veces dforma tan feroz que le desgarraba laentrañas como si fuera un animasalvaje.

¿Por qué tenía que ser Mace, dodos los Jedi, quien se encargara d

esta misión? Existía un gran respet



entre los dos, pero Qui-Gon nunca habíenido mucha intimidad con s

formidable colega.La puerta se deslizó para cerrars

detrás de ellos. Incluso aquí, en su salde recepción privada, Manex habí

hecho que las luces adquirieran upálido tono azul. Eso dotaba de uextraño brillo a la lustrosa piedra negr

que cubría paredes y suelo, dando uaspecto enfermizo a los luminosoverdes de asientos y cojines.

—¿Deseas acompañar al cuerpo dTahl hasta el Templo? —Preguntó Mac—. Bant, Obi-Wan y yo podemoquedarnos y acabar la misión.



Qui-Gon se dio cuenta de que Macntentaba ser amable. Había una hond

compasión en su sobria mirada. Sintiun gran alivio porque Mace no lpreguntara por sus sentimientos, nquisiera saber si había algo más qu

amistad entre Qui-Gon y TahSospechaba que ya lo sabía sinecesidad de palabras.

No pensaba renunciar a buscar aasesino de Tahl, pero debía ir cocuidado. No podía decir a Mace que l

necesidad de encontrar a Balog lconsumía por dentro. La ira podíasomar a su voz o a su rostro y haceque Mace pensara que no controlaba s



rabia. No comprendería que el controde Qui-Gon era completo a pesar de lpena.

Porque tiene que ser así. Es l

única forma en que puedo segui

adelante.

—Gracias por la oferta —dijo—pero debo continuar la misión si quierhonrar el recuerdo de Tahl.

Mace asintió, para alivio de QuiGon. No pensaba discutir con él. Tahl lhabría hecho. Siempre supo cuánd

ntentaba disimular sus sentimientosUna nueva punzada de dolor le hizcerrar las manos hasta formar puños. SMace se dio cuenta, no hizo ningú



comentario.La luz situada sobre la puerta s

luminó, y ésta se abrió a medias. Eandroide de protocolo de Manexrecubierto de plastoide negro mupulimentado, flotó hasta el interior.

—Manex ha vuelto y desea hablacon los Jedi —dijo.

Qui-Gon se volvió hacia é

alegrándose por la interrupción. —Por favor, dile que pase.Un momento después, la puerta s

abría más aún, y entraba Manexacompañado de Obi-Wan y Bant. —Disculpad la interrupción, po

favor —dijo Manex, pasándose la man



por el corto pelo rizado: Qui-Gon se dicuenta por primera vez de que empezaba ponérsele gris como el de su herman—. Acabo de volver de la LegislaturUnida y tengo noticias que creo deberíaoír. Me alegra ver que ha llegado e

nuevo equipo Jedi. —Yo soy Mace Windu, y ésta e

Bant.

Manex hizo una reverencia dbienvenida.

—Me siento honrado por tener en m

casa a unos Jedi tan distinguidos. Memo que mis noticias no son buenas. Sha filtrado a los senadores lnformación de que Tahl ayudaba a lo



Absolutos. Tienen una holocinta de unreunión donde habla de derrocar aGobierno.

—Tahl trabajaba de incógnito pardescubrir a los Absolutos —explicObi-Wan.

—Los senadores no saben qupensar —dijo Manex.

—¿De dónde ha salido esa cinta? —

preguntó Mace. —De Balog —dijeron a la vez Obi

Wan y Qui-Gon.

—Es evidente que la ha filtrado é—continuó Obi-Wan—. Necesitdesacreditar a los Jedi para preparar scamino de regreso al poder.



—Eso no importa —dijo Qui-Go—. Limpiaremos el nombre de Tahcuando lo encontremos.

—Si podéis encontrarlo con rapide—dijo Manex con gravedad—. Yo temque suba al poder y no podamo

acusarle de nada. ¿Sabéis quién puedestar respaldándolo? Sea quien seadebe de ser muy poderoso.

—No estamos seguros de nada —dijo Mace.

Los Jedi no podían confiar e

Manex, que en teoría no sabía nada de lraición de Alani. Hasta podía ser ualiado de ella.

—Tengo más noticias —dijo Mane



—. Me han nombrado GobernadoSupremo en funciones hasta que scelebren las elecciones. No buscabesta posición, ni la deseo. Soy hombrde negocios, no político. Pero losenadores apelaron a mi amor por e

planeta y mi deseo de paz. Creen que ehermano de Roan tendrá máposibilidades que cualquier otro d

mantener al Gobierno unido. No haduda de que el periodo de eleccioneserá muy volátil. He doblado l

seguridad y cerrado el museo de loAbsolutos. Queremos mantener apueblo tranquilo. Y hay una cosa másComo Gobernador Supremo e



funciones hago una petición oficial a loJedi. Quisiera que supervisaran lopreparativos de las próximaelecciones. Se celebrarán dentro de tredías. No podemos permitirnoretrasarlas más. Es la única manera d

mantener la paz. —Pero no todo el mundo confía e

os Jedi —dijo Obi-Wan—. Y segur

que la holocinta de Tahl no nos ayudmucho.

—Hay los suficientes que sí confía

—dijo Manex—. Y el nombre de Tahquedará limpio en cuanto encontréis Balog. Hasta entonces, tenéis todo mapoyo. He ordenado a Segurida



Mundial que os brinde su cooperación.Mace asintió. —Entonces aceptamos.Qui-Gon se tensó. Mace ni habí

mirado en su dirección ni le habípedido su opinión. Se habrí

manifestado en contra. —Entonces, os dejo solos —dij

Manex.

Salió de la sala con la capa doradrevoloteando alrededor de sus suaves pulidas botas.

Qui-Gon sabía que debía hablar codiplomacia, pero no tenía tiempo parmostrar tacto.

—Esto es un error —dijo a Mace—



Supervisar las elecciones nos apartarde la investigación de la muerte de TahDeberíamos concentrarnos en encontraa Balog.

Mace retomó el tono grave de QuiGon.

—Discrepo. La situación política eparte de la búsqueda de justicia para easesino de Tahl. Todo está relacionado

Así nos encontraremos en la posiciódeal para recabar información. Si

olvidar que nuestra misión inicial er

devolver la estabilidad a NuevÁpsolon. Si el Gobernador Supremsolicita nuestra ayuda para una causegítima, los Jedi debemos darla.



Qui-Gon apretó los labios cofuerza. Sabía que no debía continuar ldiscusión, pero estaba furioso por ldecisión de Mace. Quería salir de escuarto, de esa casa, y seguimoviéndose. Quería alejarse volando e

un deslizador a toda la velocidaposible, aunque fuera sin una direccióconcreta. La frustración bullía en s

nterior. Sentía que Balog se escapabde su alcance a cada segundo qupasaba.



Capítulo 4

—Sugiero que busquemos nuestroaposentos y nos refresquemos un poc—dijo Mace, volviéndose hacia Bant—

Hemos hecho un largo viaje y nsabemos cuándo tendremos oportunidade descansar. Después iremos a l

Legislatura Unida y daremos inicio nuestra misión.Obi-Wan había notado el desagrad

de Qui-Gon con la decisión de MaceSabía que la consideraba una pérdida diempo, pero tampoco había ofrecido u

plan alternativo... Mace enarcó una cej



al mirar a Qui-Gon. —Si tienes alguna idea de cuál es e

paradero de Balog, o alguna forma dencontrarlo, lo pospondremos todo y tseguiremos. Pero, hasta entonces, eúnico rumbo de acción que nos queda e

obtener información.Obi-Wan miró a su Maestro. Éste n

había mencionado a Mace las do

sondas robot que envió a buscar Balog. Una cosa era quebrantar las leyede un planeta porque había un Jedi e

peligro inmediato de muerte, y otrrastrear a un ciudadano de un planetdonde las sondas robot eran ilegales. Nestaba seguro de cómo reaccionarí



Mace, motivo más que probable por eque Qui-Gon no se lo había contado. LoJedi ya tenían bastantes problemas en eplaneta.

Mace y Bant dejaron la sala. Lensión no se disolvió. Qui-Gon s

paseaba de un lado a otro, meditabund sin querer hablar.

El androide de protocolo de Mane

volvió a entrar flotando. —Lamento interrumpirles. Tiene

otra visita. Dice conocerles, así que m

he tomado la libertad. Se llama Yanci. —¿Yanci? Hazla pasar, por favor —dijo Obi-Wan con sorpresa en la voz.

Yanci era la médico Obrera Miner



que le había curado la pierna cuando sa aplastó una roca. Les había pedid

ayuda para repeler el ataque de loAbsolutos contra su poblado. Obi-Wan Qui-Gon la habían acompañado, pero yera tarde. Habían matado a todos lo

hombres, mujeres y niños. A Obi-Waaún le quemaba en la memoria eerrible sufrimiento de Yanci.

Yanci entró en la sala, y Obi-Wan sdio cuenta enseguida de lo mucho quhabía cambiado en esos dos días. L

masacre de sus compañeros Obreros a muerte del hombre al que amabhabían grabado el dolor en sus rasgosSus ojos eran diferentes, podía verse l



pérdida en ellos.Qui-Gon se distrajo por primera ve

desde la muerte de Tahl y pareciconcentrarse de verdad en otra personaPareció que los dos se habíareconocido enseguida como compañero

en el dolor. Se acercó a ella y le cogia mano.

—Me alegro de verte —murmuró.

Ella le miró a la cara. —Me he enterado de lo de la Dam

Jedi Tahl. Tiene mi más profund

condolencia.Él le apretó la mano y luego la soltóObi-Wan se dio cuenta de que sMaestro no necesitaba intercambia



palabras con Yanci.Ella se volvió hacia él. —¿Cómo tienes la pierna? —Curada, gracias a ti. —Y a ti. Siento un gran respeto po

os poderes de recuperación de los Jed

Siento venir en un momento así. Ahorvivo en la ciudad, con los Obreros —Yanci bajó la voz—. Me he enterado d

algo que podría ayudaros. Es sobre uObrero llamado Oleg.

Los sentidos de Obi-Wan s

agudizaron. Oleg era el Obrero qusuponían tenía una lista de informadoreAbsolutos. Se le había visto con Tahl, lcual hizo que Balog sospechase que ell



enía la lista. Y después de eso habídesaparecido.

—Me han dicho que Balog busca Oleg —continuó diciendo Yanci—. Nsé por qué ni necesito saberlo, perconozco ese nombre de antes. Hac

varias semanas, los Obreros Minerofueron contactados por los Obreros de lciudad por si podían enviarnos u

Obrero que necesitaba esconderse. ErOleg. Se había infiltrado en loAbsolutos y necesitaba un lugar dond

esconderse tras completar su misión. Nestaban seguros de cuándo sería esoAceptamos, por supuesto. Después nodijeron que lo habían descubierto y qu



debían enviárnoslo de inmediato. Perno llegó a aparecer. Nos preocupamos registramos la zona por si se habíperdido, pero creemos que no llegó dejar la ciudad. Y luego nos atacaronComo ya sabéis.

—Gracias por acudir a nosotros —dijo Qui-Gon.

Obi-Wan notó la decepción en s

voz. Él también estaba decepcionado. Lnformación era interesante, pero n

ayudaba mucho. No les acercaría más

Balog. —Eso no es todo lo que vengo deciros —añadió Yanci—. Había umotivo para que los Obreros nos l



enviaran a nosotros. Sabían que yo estoespecializada en una enfermedaespecífica que padece Oleg. La contrajsiendo preso de los Absolutos hacaños. Es una enfermedad provocada poa hibernación; es recurrente y necesit

ratamiento. Yo podía proporcionárselporque varios de nuestros ObreroMineros padecían el mismo síndrome

En la ciudad hay muy pocas clínicas qupuedan tratarla. Así que pensé..., pensque sería una forma de encontrar a Oleg

si lo buscabais. Sería una forma dlegar hasta Balog.Yanci buscó dentro de su capa

sacó una duralámina. Se la entregó



Qui-Gon. —Ésta es una lista de las clínicas.Obi-Wan sintió que se animaba. S

encontraban a Oleg, podrían llegar hastBalog. Qui-Gon estaba paralizadomirando fijamente la lista de su mano.

—¿Creéis que puede seros dayuda? —dijo Yanci.

—Sí —dijo Qui-Gon—. Mucho.

Qui-Gon agarró la lista y la miró coanta ferocidad que Yanci miró de reoj

a Obi-Wan, preocupada.

Este se apresuró a agradecérselo. —Nos ayudará. Gracias por venirTe acompañaré a la puerta.

La acompañó hasta la entrada y s



despidió de ella. Volvió a toda prisa a lsala para decidir con Qui-Gon ssiguiente paso.

Pero al abrir la puerta, su Maestra había desaparecido.



Capítulo 5

Qui-Gon sabía que no debíabandonar la residencia de Manex sidecir a Obi-Wan o a Mace a dónde iba

pero no lo lamentaba. Máconversaciones significaban máretrasos. Si se hubiera ido acompañad

de su padawan, lo habría puesto en unmala posición. Si debía tener conflictocon Mace Windu, no quería implicar Obi-Wan en ellos.

Y, a decir verdad, sus instintos ldecían que debía hacer esto solo. CuatrJedi eran cuatro opiniones, más charla



más discusión. No tenía tiempo pareso. Debía moverse con rapidez squería encontrar a Balog.

Su comunicador emitió una señaEra la tercera vez en una hora. Sabía quera Obi-Wan. Podía sentir que querí

hablar urgentemente con él. Qui-Goitubeó antes de apagar el comunicador

Le llamaría en cuanto tuviera alg

concreto. Esperaba que su padawan lcomprendiera.

La información de Yanci podía se

nútil. No le llevaría mucho tiempcomprobar cuatro clínicas. Mientraanto, Mace podría ir a la Legislatur

Unida y hablar todo lo que quisiera.



Ya había visitado tres clínicas. Oleno estaba incluido en la lista dpacientes. Claro que podría estar conombre falso, pero eso era improbableEl tratamiento médico era gratuito e

uevo Ápsolon, y se guardaban lo

historiales de todos los ciudadanos qurequerían tratamiento. Los historialeeran accesibles mediante un escáner d

retina. Cuando Oleg necesitasratamiento, la clínica necesitaría s

historial para poder tratarlo. No habí

ninguna duda de que correría el riesgde utilizar su propio nombre.Qui-Gon se dirigió a la últim

clínica, situada en las afueras del secto



Civilizado. Hasta el momento había sidsencillo determinar si Oleg había sido no un paciente en las clínicas. Se lahabía arreglado para sonsacar lnformación a los empleados, utilizanda amenaza o la persuasión. Las clínica

no tenían mucha seguridad. Esperabque la última fuera igual de fácil. Senía suerte, Balog estaría pronto a s

alcance. Sus esperanzas aumentaban medida que caminaba hacia la entrada.

Fuera había una mujer con air

dubitativo. Qui-Gon se dispuso a abria puerta, y entonces notó que era ciegaSe detuvo y observó mientras ellalargaba la mano, buscando el panel d



acceso de la puerta.¿Cuántas veces le había reprochad

Tahl que le dejara hacer algo por smisma? Había aprendido a dejar quella le sirviera el té, que accediera a uarchivo, que le precediera cuando iba

al lago."No puedo soportar que m

adelantes", le decía ella. "Seré ciega

pero sigo teniendo sentido de ldirección." Hasta el menor recuerdo dTahl le provocaba dolor. Puede que lo

pequeños recuerdos fueran los peoresSu larga amistad estaba hecha de milede pequeños recuerdos como ése

adarían en la superficie de s



consciencia el resto de su vidaRecordaría cosas de ella que ya habíolvidado. Sufriría cada vez que lrecordara.

—A su izquierda —dijo Qui-Goeducadamente.

—Gracias —murmuró ella.La mujer buscó el panel de acceso

pulsó la señal. La puerta se deslizó

abriéndose. Entró y se dirigió hacia emostrador, que estaba justo delante. QuiGon pudo ver entonces que ell

empleaba un sensor láser para guiar sumovimientos. Como Jedi, Tahl habídecidido recurrir a sus otros sentidopara no depender de semejant



ecnología.La mujer habló un momento con e

encargado, que la mandó a un asientcon voz sonora y desabrida. Al ver lexpresión altiva y el rostro delgado deencargado, Qui-Gon sintió que tendrí

problemas. Miró el nombre en la placdentificativa y caminó hacia él.

—Buenos días, Vero. Espero qu

puedas ayudarme. Mi sobrino Oleg hdesaparecido. Creo que es pacientaquí. Me sería de gran ayuda saber...

Vero le interrumpió de inmediato. —No se entregará ningunnformación médica sin la debid

autorización.



—Aprecio su fidelidad a las normaspero...

—Sin excepciones.Vero se volvió y ladró el nombre d

otro paciente, ignorando a Qui-Gon.Desde luego, era una situació

diferente. En las otras clínicas habíencontrado empleados amables quescucharon su historia e intentaro

ayudarle. Qui-Gon podía usar la Fuerzen Vero, pero todo el mundo en lclínica estaba escuchando. Les parecerí

extraño que el grosero Vero cambiase dactitud. Y tampoco pensaba irse sidescubrir lo que necesitaba saber.

De pronto, oyó un estruendo detrá



de él. La mujer ciega había tirado ssilla, y después la que tenía al ladontentó levantarlas, poniéndose en e

camino de otro paciente. Empezó undiscusión.

—¡Callen! ¡Callen! ¡Esto es un

clínica! ¿Qué está haciendo? ¡No toqueso! ¡No se mueva! —Vero rodeó emostrador, alterado por la conmoción.

La aguda mirada de Qui-Gon vio qua mujer derribaba a propósito u

florero.

—¡Cuidado con mis ginkas! —gritVero, lanzándose a por las flores.Supo que lo hacía por él. Le estab

dando un poco de tiempo.



Alargó la mano sobre el mostrador giró la pantalla de datos para tenerla dfrente. Tecleó rápidamente el nombre dOleg. Para su alivio, el historiaapareció ante él. Oleg había dado undirección cercana a la clínica. S

próxima cita era en dos semanas.Devolvió la pantalla a su posició

original, pasó junto a Vero, que recogí

as flores y reñía a la mujer por tirarlasenderezó una silla y ofreció una mano a mujer para ayudarla a sentarse. S

nclinó hacia su oído. —Gracias por su ayuda. —Usted sabe cuándo ayudar

cuándo no —dijo ella—. Eso es raro.



—Tuve una buena maestra.Qui-Gon salió con rapidez. L

puerta se cerró tras él, aislándolo degriterío. Había memorizado la direcció recordaba la calle por haberla cruzad

camino de la clínica. Se dirigi

rápidamente hacia allí.La dirección era de un pequeñ

hotel. Preguntó por Oleg y le dijeron qu

había salido, pero que mirara en el cafde la esquina. Así lo hizo, algsorprendido porque Oleg no fuera má

discreto.El dueño estaba limpiando las mesadel frente y, tras preguntarle, le señaluna mesa del fondo.



A la mesa se sentaba un hombrpequeño y rubio, rodeando con lamanos una taza de zumo. Qui-Gon ssentó junto a él.

—Ya era hora —dijo Oleg nervios—. Cada minuto que paso aquí me pon

en más peligro. —He venido lo antes posible —

repuso Qui-Gon.

Evidentemente, Oleg esperaba alguien que no conocía. Eso explicabpor qué no se había molestado en usa

un nombre falso. Era evidente que eoven no acostumbraba a tratar con epeligro. Miraba continuamente a todapartes, buscando posibles problemas



Cualquiera que fuera buscándole ldentificaría enseguida.

—Tengo el archivo —dijo Oleg—o lo tengo encima, pero no está lejo

de aquí. Y te prevengo que estodispuesto a disparar si intentas cualquie

cosa. He subido el precio. —¿Por qué?Qui-Gon pensaba seguirle el juego

Supuso que Oleg hablaba de la listaclaro. No quería comprársela. Si aún lenía, eso significaba que Balog no.

—Tengo que dejar el planeta —repuso Oleg, secándose la frente húmedcon una servilleta—. ¿Crees que esto efácil? Hay demasiada gent



buscándome. —Igual puedo conseguir más. —Aclárate ahora. No tengo tiemp

que perder. —Su comunicador sencendió, lo escuchó por un momento respondió con los ojos fijos en Qui-Go

—. Sí, eso es. Aún lo tengo. ¿Acepta mprecio? Bien. Entonces nos veremoallí. ¿No puede ser antes? De acuerdo

—Apago el comunicador—. Como veshay otros que sí pagarán mi precioTengo una cita, pero puede

comprármela tú antes. Así que decídeteO ahora o nunca. —Nunca. El precio es demasiad

alto. Lo siento.



Qui-Gon se levantó, y Oleg pareciponerse todavía más nervioso.

—Mira, no tengo por qué vendérsela esa persona. No me cae bien. Es uAbsoluto, y yo los odio. Me arruinaroa salud. De verdad que prefiero que l

ista acabe con un Obrero. Puede que tparezca un traidor, pero sólo intentcuidar de mí mismo. Igual podemo

legar a un acuerdo. —Lo siento —volvió a decir Qui

Gon, volviéndose y saliendo del café.

Se situó fuera de la vista de Olegpero sin dejar de verlo mediante sreflejo en el escaparate del café. ¿SeríBalog el postor que había llamado



Tenía el presentimiento de que sí. Olehabía empezado a sudar. Y había dichque no quería que la lista cayera emanos Absolutas.

Estaba muy cerca. Lo sentía. Toda sconcentración estaba centrada en e

hombrecito nervioso del café. La ira y lpena se habían comprimido en snterior hasta formar una ardiente bol

que amenazaba con estallar en llamas, se esforzó por apaciguarla. Paciencia, sregañó. Tendría a Balog muy pronto.



Capítulo 6

Qui-Gon no le parecía posible quun ser tardara tanto como Oleg econsumir un vaso de jugo. No parecí

notar la mirada hosca del dueño decafé, ni la presión de los clientes quentraban buscando mesa a medida que e

café iba llenándose.Qui-Gon empezó a sentir que spresencia era notoria, y se desplazó poa calleja para pararse ante otr

escaparate del café. Minutos después smovió hasta el fondo para vigilarlo ravés de un sucio ventanuco



Permaneció allí, merodeando, hasta qua gente empezó a volver a casa derabajo y las ventanas se iluminaron ea calle. Volvió a moverse hacia e

frente y cruzó la calle. Se situó ante ubar de jugos, con un buen ángulo par

vigilar la parte frontal del café. Cayó lnoche. Su paciencia se agotaba. ¿Nhabría sido la conversación un farol

¿Un intento de que Qui-Gon aceptara sprecio?

Empezaba a considerar l

posibilidad de volver a abordar a Olecuando le vio salir del café, mirandnervioso por encima del hombro. QuiGon se unió a la riada de gente de l



acera y le siguió.Al principio le resultó fácil. L

gente de la calle era una buena tapaderaPero el gentío aumentó al entrar en esector Obrero. Oleg era un hombrpequeño, y pronto se perdió entre l

multitud. Era difícil no perderlo de vistsin tropezarse con el.

Poco a poco se dio cuenta de que é

no era el único que lo seguía. No volvia cabeza ni cambió el paso, pero lanz

su atención a su alrededor como si fuer

una red. Alguien seguía a Oleg desde lotra acera.Era Balog. Lo vio reflejado en l

reluciente superficie de un deslizador



Reconoció su forma robusta, la forma eque sus piernas musculosas parecíamover su cuerpo hacia adelante comuna máquina, no como un hombre.

No sabía si Balog le había visto a svez. Igual estaba concentrado en Oleg

Con suerte, sería así. Pero no podídepender de la suerte. El corazón se lempezó a acelerar y tuvo qu

disciplinarse para mantener lconcentración. Quería volverse precipitarse contra Balog en un ataqu

demoledor. Quería hacerle pagar pocada bocanada de aire que Tahl habíobtenido entre jadeos, por cada segundque sus sistemas vitales habían tardad



en desmoronarse. Haría que cadnstante de sufrimiento de Balog l

pareciera una eternidad...¿De dónde había salido es

ensamiento? Su ferocidad le asustóHabía brotado de su interior. Sonaba

venganza. No sabía que una emociósemejante pudiera existir en su interiorEse conocimiento lo incomodó.

Puedo controlarlo. No se apoderarde mí. Puedo capturar a Balog si

dejar que la ira se apodere de mí.

Se dijo eso tal y como se lo habrídicho a Obi-Wan.Era un Jedi. Su entrenamiento l

mantendría en el buen camino. Debía se



así.Las manos le temblaron, y se la

agarró por un momento. "AyúdameTahl", dijo con fervor. Nunca le habídicho algo así cuando ella vivía, aunquahora se daba cuenta de la cantidad d

veces que había acudido a ella buscandayuda. Ella siempre supo lo mucho que costaba pedírsela. Era lo único de l

que ella no se burlaba. En vez de eso, simitaba a proporcionarle lo qu

necesitaba: información, tranquilidad

compasión.A su izquierda, Balog aceleró epaso. Qui-Gon retrocedió. Ahora debíener controlados tanto a Balog como



Oleg.Éste entró en un almacén. Balo

corrió por una calleja lateral deedificio. La mente de Qui-Gon nalbergaba ninguna duda respecto a cuádebía seguir. Se dirigió a la calleja, tra

Balog.Cuando llegó al final se encontr

ante una pequeña valla. El lugar estab

vacío. Todas las ventanas del almacéque miraban a la calleja estaban oscuras. Probó con la puerta. Cerrada.

Un movimiento que captó por erabillo del ojo lo alertó. Sólo era esopero fue bastante. Se estaba volviendo activando el sable láser cuando le atac



a primera sonda robot. Disparos láseresonaron en su oído. Sintió calor cercde su hombro. Intentó derribarla con earma, pero se apartó.

Disparos a su izquierda, luego a sderecha. Y detrás de él. Contó siet

sondas, todas en modo de ataque. Susensores brillaban rojos al estableceas coordenadas de su paradero. Lo

disparos láser llovieron a su alrededorrazando una jaula. Era casi imposibl

esquivarlos.

Corrió hacia la valla. Desplazó scuerpo de forma horizontal, llamando a Fuerza para que le ayudara

escalarla sin usar las manos. Tenía u



equilibrio perfecto al llegar a lo altoDio un salto hacia atrás y acabó con dosondas de un solo mandoble hacia abajo

Antes de tocar el suelo, se dobló eel aire para aterrizar a unos centímetrode allí, confundiendo a la sondas robot

que disparó hacia donde debía habeaterrizado.

Corrió hacia la pared del almacén

subió por ella y dio un salto hacia atrásbarriendo con un golpe a la tercermáquina. Ésta lanzó un zumbido, y lo

disparos láser brotaron en una serie dfogonazos. Entonces empezó a echahumo y a girar sobre sí misma hastcaer.



Qui-Gon luchó con frenesí, pensandque Balog estaba dentro del almacénLas sondas robot le retrasaban, y lfrustración ardía en su interior.

Atacó con ferocidad redobladaSaltó a lo alto de la valla, dando un

patada que hizo volar a una sondmientras hundía su arma en el corazóde otra. Ésta lanzó un chirrid

angustioso y se desplomó rápidamentcontra el suelo, estrellándose explotando en llamas.

Qui-Gon tocó el suelo, sable láseen alto, listo para el siguiente asaltoPero, para su sorpresa, las dos sondarobot restantes se alejaron de pronto



desaparecieron en la oscuridad. No titubeó ni un momento. Abrió u

agujero en la puerta con el sable láser cargó dentro. Corrió por el pasillomirando cuarto tras cuarto. Estabalenos de herramientas, equipos

bidones de duracero. No encontró nadhasta llegar a un pequeño cuarto cercdel turboascensor.

Allí estaba Oleg, tumbado en esuelo, con los brazos estirados y la bocabierta. Una expresión de sorpresa s

pintaba en su rostro. Pero nuncvolvería a sorprenderse.



Capítulo 7

Mace no había evidenciado ningunemoción cuando Obi-Wan le notificó ldesaparición de Qui-Gon. Se habí

imitado a asentir. —Estoy seguro de que tendremo

noticias suyas —había dicho.

Pero cuando descubrieron que QuiGon había apagado su comunicador, ldesaprobación de Mace fue obvia.

—Habrá que proceder sin Qui-GonCreo que debemos separarnos. Yo iré a Legislatura Unida a recabanformación. Obi-Wan, ¿puede



encontrar a esa médico, Yanciecesitamos otra copia de su lista.

—Supongo que sí —dijo Obi-Wa—. Dijo que estaba con los Obrerospodré encontrarla mediante Irini y Lenz.

—Bien. Entonces, Bant y tú iréis

buscarla y os uniréis a Qui-Gon en lbúsqueda de Oleg. No tengo ningunduda de que así os toparéis con Qui

Gon. En cuanto os encontréis con algunde los dos, comunicádmelo.

Obi-Wan asintió. Mace los dejó

saliendo a toda prisa de la residencia dManex y bajando a la calle. Alguno dos viandantes le miró, fijándose en su

ropas de Jedi. Seguramente habrían oíd



os rumores sobre la traición de la JediObi-Wan estaba seguro de que Mace lhabía notado, pero, aun así, se alejó siitubeo visible en sus andares o s

expresión. —¿Adonde vamos? —pregunt

Bant. Había una nueva frialdad en svoz.

—Al sector Obrero. Por all

omaremos un transporte público.Mientras caminaban, Obi-Wan pens

que no soportaría que no pudiera

volver a ser amigos. Necesitaba que lacosas quedaran claras y en paz con BantLas cosas ya estaban muy confusas ahorque no estaba Qui-Gon. Le preocupab



el motivo por el que se había ido sin él¿Le movería la venganza? ¿Por qué nquiso que le acompañara?

Obi-Wan echaba de menos a sMaestro y le resultaba muy difícil teneque echar de menos también a su amiga

Sobre todo cuando iba caminando a sado.

Subieron a bordo de un aerobús cas

vacío. Obi-Wan miró las calles ante laque pasaban, esperando poder captaalgún atisbo de su Maestro.

—Está ahí fuera, en alguna parte —dijo. No sabía si Bant le hablaba, perestaba tan acostumbrado a confiarse ella que las palabras brotaron de é



antes de que pudiera detenerlas—. Y nsé lo que piensa o planea. Podría estaencaminándose a un peligro. Podrínecesitarme. Si le pasa algo...

Bant clavó en él sus fríos ojoplateados.

—Si a tu Maestro le pasa algo, tsentirás como me siento yo.

Tras decir esto, volvió a mirar a

frente. Obi-Wan se sintió como si lhubiera abofeteado. Por supuesto, ellenía razón.

¿Qué podía decir? Ya se habídisculpado.Lamentaba sinceramente no habe

enido en cuenta los sentimientos d



Bant. Lo único que podía hacer ermostrarse de acuerdo.

—Sí —dijo—. Entonces sabría coexactitud cómo te sientes.

***

Era rara la misión donde algo salíal y como debería salir. Pero esta ve

enían la suerte de su lado. Obi-Warecordaba con exactitud dónde se habíareunido Qui-Gon y él con Lenz. Sól

había sido unos días antes, pero lparecía como si hubiera pasado toda unvida. Con suerte, Lenz aún viviría en emismo lugar. Solía moverse mucho par



escapar a la vigilancia de los nuevoAbsolutos.

Lenz les comunicó voluntariamenta dirección donde estaba Yanci, a poc

distancia de allí. Yanci recibió a ObiWan con afecto cansino y le imprimi

una copia de la lista. En un periodo diempo muy corto volvieron a estar en l

calle, camino de la primera clínica.

No tuvieron problemas en las treprimeras clínicas. Los empleados ledijeron sin poner trabas que Oleg no er

paciente. Pero en la cuarta clínica habíun empleado arrogante llamado Vero. Sdaba una importancia excesiva y se nega facilitar cualquier información.



—No sé lo que harán las clínicas desector Obrero —dijo con altivez—pero aquí somos Civilizados, y noomamos nuestro trabajo muy en serio

—Miró a Bant con desdén—. Es obvique eres nueva aquí. Seguro que en t

planeta las cosas son más primitivasgual no estás familiarizada con nuestro

procedimientos.

La piel de Bant se tornó rosada poa ira.

—Mira, eres...

—Gracias —dijo Obi-warápidamente, apartando a Bant demostrador.

—Iniciar un enfrentamiento no no



ayudará en nada —le susurró—Tenemos que pensar en otra cosa.

Bant miró al empleado. —¿Y usando los sables láser

¿Crees que será lo bastante "primitivopara él?

Obi-Wan sonrió. Bant era la mádulce de las criaturas, pero hasta ellenía sus límites.

—Seguramente nunca ha visto ucalamariano. Nuevo Ápsolon no tienmucho turismo. Hay Civilizados buenos

pero estoy seguro de que también hamuchos como Vero. —¿Qué tal eres usando la Fuerz

para afectar su mente? —preguntó Ban



frunciendo el ceño—. No sé si yo podrícon él. Es un estúpido, pero parecestarudo.

Obi-Wan no creía que él tuvieréxito, de intentarlo.

—Y la sala de espera es mu

pequeña... Nos oiría todo el mundo —murmuró.

La mirada plateada de Bant se pase

sobre la gente. —Nos mira todo el mundo. —Seguro que ellos tampoco ha

visto nunca una calamariana —comentObi-Wan.Algo destelló en los ojos de Bant. —Eso me da una idea.



De pronto se tambaleó y empezó boquear.

—He superado mi límite —dijo—Ayúdame. Necesito agua.

Obi-wan la sostuvo mientras sderrumbaba.

—¡Agua! —gritó ella.Vero los miró con una expresió

mezcla de irritación y alarma.

—¿Qué pasa? Los médicos estáocupados.

—Es una calamariana —dijo Obi

Wan frenético—. No puede estar fuerdel agua más de cuatro horasNecesitamos sumergirla en agua ahor

mismo!



—No puedo autorizar eso —dijVero, meneando la cabeza—. Tendrá quesperar.

—¡Se morirá! —gritó Obi-WanBant cooperó, hundiéndose más aún.

—He oído hablar de lo

calamarianos —dijo alguien de la salde espera—. Lo que dice es verdad.

—¡Esto figurará en tu expediente! —

avisó Obi-Wan a Vero. Estuvo a puntde decir conciencia, pero no sabía sVero tendría alguna—. ¿Es lo qu

quieres?Vero pareció alarmarse ante lmención de su expediente.

—De acuerdo, de acuerdo —dijo—



Atrás hay una bañera de inmersión. Llevaré a ella.

Obi-Wan entregó a Bant a Vero, qucogió su brazo con desagrado. Medio larrastró hacia los cubículos médicos.

Obi-Wan no perdió el tiempo. S

movió con discreción hacia el mostrado accedió rápidamente a lo

holoarchivos.

¡Sí! Oleg había estado allí pocodías antes. Y se incluía una direcciónObi-Wan la memorizó rápidamente

volvió adonde estaba antes. Se estabsentando en una silla de la sala despera cuando volvió Vero.

—Tu amiga está nadando —dij



Vero con el ceño fruncido.Bant salió unos minutos después

odavía mojada. Obi-Wan le hizo unseña con la cabeza para hacerle sabeque había tenido éxito. Dejaron lclínica rápidamente y se dirigieron a u

quiosco topográfico de una esquincercana. Localizaron la dirección. Sólestaba a unas manzanas de distancia. Er

a dirección de un pequeño hotel, persu búsqueda concluyó al descubrir quOleg había salido.

—Preguntan demasiado por él —dijo el dueño del hotel con tonsiniestro—. Y no tengo nada que deciroa vosotros.



Decepcionado, Obi-Wan se paró ea acera. Tenía la sensación de que Qui

Gon no se había rendido tan fácilmente. —Supongo que podemos vigilar est

sitio —dijo Bant, dubitativa—. Ovigilar la clínica.

—Su siguiente cita es dentro de dosemanas —repuso Obi-Wandesanimado.

—Bueno, llamemos a Mace digámosle que es un callejón sin salida.

A Obi-Wan no le gustaba tener qu

dar malas noticias a Mace, pero buscel comunicador.Cuando contestó, le explic

rápidamente los pasos que habían dad



dónde estaban. —Vuelve a darme tu localización —

dijo Mace con tono extraño. CuandObi-Wan se la repitió, reinó una largpausa—. Acaban de informarme de quhan encontrado un cadáver cerca

Reuníos allí conmigo. Yo salgo ahora.Mace le dio la dirección y cortó l

comunicación. El padawan miró a Bant

Sabía que los dos temían lo mismo. Npodía manifestar el miedo con palabraspero creció en su interior, vaciándole d

energías. El cadáver podía ser el dQui-Gon.Se volvieron sin decir palabra

corrieron hacia la dirección que le



había dado Mace. Sólo estaba a unamanzanas de allí.

Se pararon ante un almacén. Habívehículos de seguridad aparcados fuera los guardias entraban y salían, Obi

Wan avanzó como si tuviera l

obligación de estar allí. No podíesperar ni un segundo más.

—Somos Jedi. Manex nos h

autorizado a investigar —dijo cofirmeza.

Para su sorpresa, el guardia les hiz

pasar con un gesto. Manex debía dhaber llamado y exigido acceso para loedi.

El cuerpo estaba en el pasillo, baj



una tela. Obi-Wan sintió que el alivierminaba de dejarle sin fuerza en lo

músculos. Pudo ver por su forma que ecuerpo era demasiado frágil y bajo parser el de Qui-Gon.

Aun así, se inclinó y alzó un

esquina de la tela unos ojos azules lmiraron con sorpresa. Por muchas veceque viera la muerte, Obi-Wan seguía si

acostumbrarse a ella.Supuso quién era el joven. —¿Lo han identificado? —pregunt

a un oficial cercano. —Se llamaba Oleg —replicó eoficial mientras tecleaba algo en sdatapad.



—¿Llevaba algo encima? —preguntó Bant.

—Sólo una pistola láser. No tuvoportunidad de usarla. Una sonda roboe mató antes.

Obi-Wan y Bant exploraron la zon

mientras esperaban a Mace. Al principino encontraron nada que indicara unucha, ninguna pista que les enviara e

una nueva dirección. Entonces llegaron a puerta de atrás. Estaba destrozada

con un agujero lo bastante grande com

para que pasase un hombre. —Un sable láser, sin duda —dijo lvoz de Mace tras ellos.

—Igual lo hizo un vibrosoplete —



sugirió Obi-Wan. De pronto no queríque Mace pensara que Qui-Gon habíestado allí.

Mace no contestó. Sus ojos sestrecharon, y avanzó para coger algdel extremo afilado de una bisagra rota

Se lo mostró a Obi-Wan y a Bant. Era upedazo de túnica Jedi.

Se volvió y miró por la abertura d

a puerta. Los guardias de seguridahabían dejado barras luminosas parluminar la parte de atrás.

—Aquí tuvo lugar una batalla cosondas robot —dijo Mace —¿Veis laquemaduras del suelo? Cuatro o cincopuede que más —Se volvió hacia Obi



Wan—. ¿No empleó Qui-Gon sondarobot para buscar a Balog?

Obi-Wan tragó saliva. No podímentir a Mace.

—Sí.Mace permaneció inmóvi

sosteniendo el trozo de tela. Su rostro nevidenciaba nada de lo que pensabapero Obi-Wan podía adivinarlo.

¿Estaba implicado Qui-Gon en lmuerte de Oleg? ¿Se habría pasado aLado Oscuro movido por su pena y s

ra? ¿Qué haría si alguien se interponíen su deseo de vengar la muerte de TahlObi-Wan temía las preguntas que habíen la mente de Mace. Y lo que más l



preocupaba es que también eran lasuyas.



Capítulo 8

Qui-Gon se movió con rapidez poas calles oscuras, siguiendo la pista qu

encontró junto a Oleg, un colgante con s

fina cadena. La cadena estaba rotaHabía reconocido enseguida el colganterini había estado en el almacén.

Se detuvo un momento ante lmorada de Lenz, preguntándose cómproceder. Irini no le proporcionaríibremente la información, pero smpaciencia no le concedía tiempo par

persuasiones.Entonces vio a Irini dirigiéndos



hacia él, con las manos ocupadas pouna bolsa de comida. Sus pasos sralentizaron un instante al ver a QuiGon. Y entonces se movió con rapidepara ocultar su titubeo. En ese momentoQui-Gon decidió que su mejo

posibilidad sería soltarse un farol. —Nos vemos otra vez esta noche —

dijo.

Ella le miró temerosa. —¿Otra vez? —Esta noche estuviste en el almacé

con Oleg. Igual que yo.Ella tragó saliva. Sus ojos sestrecharon.

—¿Qué quieres?



—¿Conseguiste la lista?Ella soltó aire. —No. No la tenía. Me hice pasa

por comprador esperando conseguirlaO poner a salvo a Oleg si no la tenía.

—Traicionó a los Obreros.

—Vio una forma de hacer fortuna, s—dijo Irini con aire cansino—. Hamuchos Obreros desesperados como é

Pese a nuestras esperanzas, la riqueza dos Civilizados sigue sin llegar hast

nosotros. Pero Oleg sigue siendo u

Obrero, y sabemos que van tras él. Mrabajo era traerlo. —¿Viste lo que sucedió? —Lo atacaron dos sondas robot,



me marché. Estoy segura de que laenvió Balog.

—Balog también estaba allí. Yo lvi.

Irini dejó caer el paquete qulevaba. Frutas y paquetes de proteína

se derramaron por el pavimento. —¿Balog estaba allí? ¿Tiene l

ista?

—Dijiste que Oleg no la tenía.Ella negó con la cabeza, pareciend

de pronto preocupada.

—No la vi. Pero igual se me escapalgo... —No creo que Oleg llevara la list

encima. Estaba preocupado por s



seguridad. Creo que ya la habívendido.

—Entonces, ¿por qué se reunió cootro comprador?

—Tú lo has dicho, quería hacefortuna. Podía vender la lista varia

veces y ganar lo bastante como parpasar el resto de su vida rodeado dujo.

Irini se apretó los ojos con la mano. —Entonces, puede haber varia

personas con la lista. No se me habí

ocurrido. —La cuestión es ¿quién? —dijQui-Gon—. Y, de tenerla Balog, ¿cuásería su próximo movimiento?



—No puedo responder a esapreguntas. Estoy tan a oscuras como tú.

Irini se agachó y empezó a recogea comida. Qui-Gon se agachó par

ayudarla. —Los dos buscamos lo mismo, Irin

—dijo, poniendo un paquete de té en lbolsa—. Sería buena idea que mayudaras.

Una sombra de tristeza se adueñdel rostro normalmente impasible drini.

—Lo haría si pudiera. Tengo qulevarle esto a Lenz.Entonces se alejó, acunando e

paquete en sus brazos.



Qui-Gon meditó su siguientmovimiento. Le costaba mantener lmente despejada. Se sentía comanteando en la oscuridad. Había basad

en conjeturas gran parte de su búsquedde Balog.

Pero era todo lo que tenía.La lista seguía siendo la clave. S

Balog la tenía ya, su siguiente paso serí

consolidar su poder. Si Oleg la habívendido a otro, ¿quién la habría podidcomprar?

La respuesta era sencilla. Laelecciones estaban a punto dcelebrarse. Los más beneficiados por lista, y los más amenazados, serían lo



políticos. Un Legislador con esa listendría un poder muy grande.

Odiaba admitirlo, pero Mace habíenido razón. Debía ir a la Legislatur

Unida. Ya era de noche; no encontraría ningún Legislador. Pero seguro qu

encontraba algo que hacer. Qui-Gon dimedia vuelta y se dirigió hacia el sectoCivilizado.



Capítulo 9

Obi-Wan y Bant estaban paradoante el Luster, un opulento café situadcerca del edificio de la Legislatur

Unida. Dentro, bajo las cúpulas de lagrandes lámparas, podía verse a la élitCivilizada sentada ante pulidas mesas

riendo, comiendo, hablando acercándose las cabezas parcomunicarse cotilleos gubernamentalesSe acercaban sillas a mesas yabarrotadas, dificultando moverse por eugar, pero eso no parecía importar

nadie.



Mace estaba dentro, en alguna partententando recabar información. Le

había dicho que podían esperarle en locómodos aposentos de la residencia dManex, pero ni Obi-Wan ni Banquisieron irse. Tenían una sensación d

urgencia, como si cada momentcontase.

Bant estaba parada con los brazo

cruzados y los ojos clavados en el cafbrillantemente iluminado. Obi-Wan spreguntaba cómo empezar un

conversación con la joven.Pronto, tras años hablando con ellde todo lo que le pasaba por la menteno encontraba nada que decir.



Bant tenía el cuerpo rígido y unmirada tan feroz como la de Mace. Lrigidez y concentración que veía en elle dificultaba aún más romper e

silencio. Entonces notó que no estaba tacontenida como parecía. Se apretaba la

manos con fuerza. Se dio cuenta de quen vez de estar sumida en lconcentración, luchaba por mantener l

compostura.Fijándose mejor, vio que tenía lo

ojos llenos de lágrimas. Luchaba par

mpedir que se derramaran. —Bant —dijo él con suavidad. Nsabía qué otra cosa decir.

—Ella debía estar aquí —dijo Ban



con voz ahogada—. Me resultmposible pensar que no está aquí. N

puedo creer que no vaya a aparecer ecualquier momento por la esquina. Nparo de oírla regañándonos por armaanto jaleo y venir a salvarla —la

ágrimas corrieron por su cara—. Duelmucho, Obi-Wan. No puedo encontrapaz en su muerte. Se supone que deb

aceptarla. Pero no puedo.Era la riada de palabras más larg

que había dicho desde que llegó. Obi

Wan se dio cuenta de que Bant habídicho todo lo que él había estadsintiendo. Le resultaba imposible creeque Tahl estuviera muerta. Sabía que un



parte de su ser seguía sin asimilarloSabía que se estaba concentrando en spreocupación por Qui-Gon para no teneque pensar en ello.

—Sé lo que quieres decir —dijo—Cuando la encontramos, estaba mu

débil, y ni por un momento imaginé qupudiera morirse. Tahl era muy fuerteSiempre fue tan fuerte como Qui-Gon.

—¿Dijo alguna cosa? —preguntBant con timidez—. Algo antes de...

—Cuando yo la vi, estab

demasiado débil para hablar. Qui-Goestaba a su lado cuando murió. —Me alegro de que tuviera a u

buen amigo a su lado.



Obi-Wan titubeó. No sabía si debídecirlo o no. Pero, ¿acaso no le debía Bant su confianza? Igual eso ayudaba cerrar el abismo que se había abiertentre ellos.

—Creo que Qui-Gon y Tahl s

convirtieron en algo más que amigos —e dijo—. Aquí, en Nuevo Ápsolon

cambió algo entre ellos. Por eso est

Qui-Gon tan afectado.Bant se volvió, sorprendida. —¿Quieres decir que se querían?

Obi-Wan asintió.Bant se miró sus propias manoagarradas.

—Entonces, es aún más triste



¿verdad? —Sí —dijo Obi-Wan—. Es lo má

riste que he visto nunca. Por eso estoan preocupado por Qui-Gon.

Bant alargó la mano y le apretó ebrazo. Obi-Wan se sintió feliz ante l

espontaneidad del gesto. —Le ayudaremos, Obi-Wan —

prometió ella.

Y, por primera vez, Obi-Wan sintique igual podrían hacerlo.

En ese momento, Mace salió de

café con la túnica revoloteandalrededor de los tobillos. Cruzó la call llegó hasta ellos.

—No he descubierto mucho —



admitió—. Pero oí un cotillenteresante al salir. La legisladora Plen

ha anunciado hoy que se presentará parGobernadora Suprema. Hasta ahora nhabía intervenido mucho en lLegislatura, así que ha sido una sorpres

para todos. En sólo una tarde hconseguido atraer a su lado a varioegisladores muy poderosos.

Mace vio el desconcierto en erostro de Bant y Obi-Wan.

—Su repentino interés por el pode

el rápido apoyo que ha obtenidpodría significar que ha comprado lista de Oleg —les dijo—. En cualquie

caso, vale la pena investigarlo —Mac



se envolvió en la capa—. Si tiene lista puede correr peligro. Todo el qu

esté en posesión de ella podría acabacomo Oleg. Vamos. Su residencia nestá lejos.

Su larga zancada cubría má

distancia de la que Obi-Wan podícubrir a paso normal. Bant y él tuvieroque correr para mantenerse a su altura.

La legisladora Pleni vivía sola euna pequeña y elegante morada hecha da misma piedra gris con la que estab

construida buena parte de NuevÁpsolon. Todas las luces del interioestaban encendidas. Mace presionó lbarra luminosa que la alertaría de qu



enía visitas. Esperaron junto al panepara anunciarse, pero no obtuvierorespuesta.

—Podría haberse dejado las luceencendidas al salir —dijo Mace—. Perexplorémosla de todos modos.

Tenía una mirada preocupada. Macenía una profunda conexión con l

Fuerza. Obi-Wan no había sentido nada

pero ahora concentró su atención en lFuerza, buscando a su alrededor. Ncaptó nada.

Recorrieron el perímetro de lmorada. Mace se mostraba cada vez mápreocupado a medida que caminabanCuando llegaron a la parte de atrás



ambién lo sintió Obi-Wan; unperturbación en la Fuerza. Miró a Maceque le indicó señales de que una sondrobot había entrado por una ventana.

La puerta estaba cerrada, pero Macno titubeo. Abrió un agujero en ella co

el sable láser y entró. Obi-Wan y Bant lsiguieron.

Los suelos de piedra estaba

relucientes. Nada parecía estar fuera dugar. Caminaron por las salas vacías e

un silencio tenebroso, y subieron la

escaleras.Arriba vieron al fin señales ducha. Había muebles tirados. Jarrone

de cristal rotos.



Mace miró al techo. Señaló variamarcas borrosas.

—Sondas robot.La perturbación en la Fuerza er

ahora para Obi-Wan algo más que unonda en el agua. Era una enorme oleada

Avanzó con la mano en el pomo desable láser. Dobló una esquina y entren el dormitorio de la legisladora plen

La puerta medio abierta estabacribillada por disparos láser.

Obi-Wan avanzó despacio, temiend

o que podría encontrar tras la puerta. Labrió, empujándola con la punta del pieLa legisladora Pleni yacía encogid

en un rincón, aferrando una pistola láse



con las manos. A sus pies había unsonda robot. La mujer estaba muerta.

Mace apareció tras él sin haceruido. Obi-Wan oyó su profundo suspiro

—En Nuevo Ápsolon siemprvamos un paso demasiado tarde —dij

Mace.Obi-Wan pudo identificar en su vo

a determinación de que dejaría d

suceder así.Oyeron ruido abajo, y el sonido d

pies en las escaleras. Una escuadra d

seguridad apareció segundos después. —Está aquí dentro —dijo Mace.Condujo a Obi-Wan y a Bant hast

abajo, donde no tendrían ante ellos l



evidencia de la horrible muerte de legisladora Pleni. Fueron interrogado

por la escuadra de seguridad, y despuées dijeron que eran libres de irse. Au

así, Mace se demoró allí.Cuando por fin bajó la escuadra d

seguridad, una vez completada snvestigación, Mace detuvo al oficial eefe.

—¿Alguna conclusión? —Sí —dijo el oficial, pasando ant

ellos.

Mace se paró ante él, bloqueándolel camino. —Sabe que Manex ha ordenado

as escuadras de seguridad que coopere



con los Jedi.El oficial titubeó. Un brillo d

malicia iluminó sus ojos. —Muy bien. Entonces, deje que l

diga lo que hemos descubierto. Legisladora Pleni fue asesinada por un

sonda robot. Hemos podido rastrear a spropietario.

—¿Tienen un nombre? —pregunt

Mace Windu. —Desde luego —el oficial d

seguridad enseñó los dientes con un

sonrisa—. Su amigo Jedi, Qui-Gon Jinn



Capítulo 10

La mañana siguiente, Qui-Goempezó a actuar muy temprano. Habípasado la mayor parte de la noche d

café en café, intentando recabanformación. Cuanto más tardía era l

hora, más sueltas se tornaban la

enguas, pero no pudo descubrir nadque lo pusiera tras la pista de Balog. Scotilleaba mucho sobre el hecho de quAlani se presentara al puesto dGobernador Supremo, y Manex cada veenía más partidarios. Ninguna de amba

cosas le ayudaba.



Pasó el resto de la noche en el bancde un parque de hierba, esperandmpaciente la llegada del alba. Podí

sentir a Balog moviéndose en algunparte, maniobrando, intrigandoplaneando su siguiente movimiento

Sentía la ausencia de Tahl con un doloan profundo que no podía afrontarlo d

forma directa. Pensar en sus último

días, en todo lo que la había hecho sufriBalog, le forzaba a moverse, evantarse y caminar por el parque hast

alcanzar un agotamiento que lmpidiera pensar en la oscura venganzque ardía en su interior. Tendría qudominarla... de algún modo. Y acab



embotando su mente con el cansanciocomo única forma de seguir adelante

o tardó mucho en recorrer todos locaminos del gran parque urbano. Podríhaber dibujado un mapa del lugar coos ojos vendados.

Los soles salieron, y la gentempezó a salir a las calles. Qui-Gon vicon alivio la llegada de la mañana. Fu

hasta un café situado ante la Legislaturpara tomar un desayuno ligero, observó y esperó a que los edificio

oficiales se llenaran de personas quempezaban su jornada laboral.Seguía llevando una capa de viajer

encima de su túnica. Esperaba no se



dentificado como un Jedi y decidihacerse pasar por un hombre dnegocios que buscaba nuevaoportunidades en Nuevo Ápsolon.

Justo cuando estaba a punto de irseoyó una conversación a sus espaldas

Dos asistentes acababan de saludarseOyó el nombre de "legisladora Pleni". Ydespués el de "Qui-Gon Jinn".

Se inclinó hacia delante, simulandbeber su té mientras filtraba el ruido decafé y se concentraba en la conversació

que tenía lugar tras él. Entonces recibia desagradable sorpresa de descubrique lo buscaban por el asesinato de uegislador.



Lo cual dificultaba más de lo quesperaba sus planes de obtenenformación en los edificios oficiales da Legislatura. Qui-Gon sentía un gra

respeto por los agentes de seguridad duevo Ápsolon. Estaba seguro de qu

hasta el último de ellos tendría undetallada descripción suya. Y lodespachos de la Legislatura estaba

vigilados por guardias de seguridad.Qui-Gon rodeó con las manos s

aza de té, pero tuvo que llevárselas a

regazo. El deseo de romper la taza epedacitos era demasiado grande. Lparecía que cada vez que intentaba daun paso adelante, le hacían retroceder d



una patada.Expulsó el aire por la nariz

respirando de forma reposada y regularo pensaba como un Jedi. Debí

controlar la frustración. Siempre habíun modo de hacer las cosas.

Las calles seguían abarrotadas dgente, pero necesitaba moverseTambién necesitaba un disfraz mejor qu

una simple capa. No podía disimular saltura, pero sí disfrazarse de algunmanera. Qui-Gon dejó el café y fue d

compras.Al cabo de media hora se habíransformado en un hombre de negocio

de ojos oscuros vestido con una túnic



veda. Llevaba los largos cabelloocultos por un turbante como el quutilizaba la élite del planeta Rorgam. Lhabía encontrado en una pequeña tiendde objetos usados. Hacerse pasar por uciudadano de Rorgam, planet

compuesto por inmigrantes de muchomundos diferentes, sería una buenapadera.

Qui-Gon se dirigió a las salas de lLegislatura. Que Nuevo Ápsolon fuerel centro tecnológico de esa parte de l

galaxia hacía que allí se firmaramuchos acuerdos. La crecientnestabilidad del planeta causaba ciert

frenesí en el ambiente.



En el primer control había uguardia de seguridad. Qui-Gon no tenímás remedio que cruzarlo. Si no podícruzar las salas sin problema, no podríhacer nada.

Sintió alivio al pasar junto a

guardia de seguridad, que se limitó mirarlo sin interés antes de desplazar lmirada para examinar al visitante qu

ba tras él. Tenía suerte de que Manex nhubiera instituido medidas de seguridamás férreas que requiriese

documentación textual para la admisión Necesitaba saber varias cosas. ¿Poqué era sospechoso de la muerte dPleni? No había conocido su existenci



hasta esa mañana. ¿Estaba su muertrelacionada con la de Oleg? ¿Habíntentado comprar también la lista? Qui

Gon había decidido que el único rumba seguir que le quedaba erpresentándose como posible comprado

de la misma. Si se corría la voz de quhabía un próspero hombre de negociode Rorgam con dinero para gastar, tard

o temprano aparecería alguien con algque vender.

Se ajustó la túnica y se sumergió e

a multitud.

***



Estaba conversando con umportante asistente legislativo cuand

vio a Eritha y Alani al fondo de la salaAlani hablaba con un grupo dadmiradores que se agrupaban a salrededor. Para su alivio, se alejaro

por un pasillo. Eritha iba rezagada y via Qui-Gon. Una expresión de sorpresa, uego de saludo, llenaron su rostro. Qui

Gon la ignoró.Eritha titubeó. Entonces, su rostro s

ornó inexpresivo al darse cuenta de qu

él no quería que lo reconocieran. Todesto pasó en un latido. Una vez másQui-Gon tuvo que admirar lnteligencia de Eritha. La chica tení



buenos reflejos.Ella le hizo una seña y se desplazó

una sala contigua. Qui-Gon concluyó sconversación con el asistente y sencaminó hacia ella con aire casual.

La sala estaba vacía y ella s

aseguró de que él la seguía antes dabrir una puerta. Él la siguió hasta unpequeña sala de conferencias.

Para su sorpresa, Eritha se arrojó sus brazos.

—Me alegro mucho de verte —dij

—. Estaba muy preocupada —él le diunas palmaditas en el hombro y ella sapartó—. No deberías estar aquí. ¿Nsabes que te buscan por asesinato?



Qui-Gon asintió. —¿Sabes por qué? Nunca he visto

a legisladora Pleni. ¿Lo ha preparadBalog?

—No lo sé. Es posible. Sé que Alansigue en contacto con él. Yo he venido

conseguir información. Creo tener unpista. Pero debo ir con cuidado. Nquiero que Alani sospeche, así qu

simulo apoyar su candidatura. Por lLegislatura corre un rumor del qudebías estar enterado. Manex tiene l

ista de informadores secretos de loAbsolutos. —¿Manex?Eritha asintió.



—Tengo la sensación de que ehermano de Roan es más ambicioso do que pretende aparentar. Quier

mantenerse en el poder. —Necesito poder contactar contig

—le dijo Qui-Gon—. Voy a moverm

mucho.Eritha se mordió el labio. —¿Puedes esperar aquí uno

minutos? Estoy a punto de descubridónde se esconde Balog. Esta sala dconferencias ya no se usa mucho

Volveré en unos diez minutos. —Si te retrasas... —No me retrasaré —dijo Eritha

confiada, y salió por la puerta.



asistente, pero no sabía con certeza si sbasaban en el conocimiento o en la puravaricia.

Pasaron cinco minutos. Estabnquieto y se acercó a la ventana. Miró a abarrotada calle de abajo, al otr

ado del muro de la Legislatura. ¿Sestaría moviendo Balog con libertad, se escondería durante el día, dejand

que aliados como Alani prepararan sregreso?

La puerta se abrió con un siseo. Per

en vez de Eritha, apareció un asistentcon aire confundido. —Disculpe, ¿no es aquí donde s

reúne el comité para el Acta d



Desarrollo Minero? —Me temo que no —dijo Qui-Gon. —Oh. Disculpe otra vez.El joven asintió y se retiró, y l

puerta volvió a sisear al cerrarse tras él"Una interrupción inocente", se dij

Qui-Gon. Pero igual no lo era. Penscuidadosamente en la apariencia deoven. Llevaba la túnica azul de u

asistente, pero...Las botas. Llevaba las botas de u

agente de seguridad. Estab

comprobando todas las salas. Y podíhaber reconocido a Qui-Gon.Cogió el sable láser con un rápid

movimiento. Ya hablaría más tarde co



Eritha. Cortó un agujero limpio en ecristal y salió a la cornisa. Descendihasta el suelo de su lado del murempleando el lanzacables.

—¡Allí está!Esquirlas del muro volaron al se

alcanzado por disparos láser a amboados de él. Qui-Gon alzó la mirada

Dos agentes de seguridad le apuntaba

con sus armas. —¡No se mueva! —gritó uno d

ellos.

Qui-Gon corrió. Desvió los disparomientras zigzagueaba por el corto pasajque había entre el muro y el edificiegislativo. Entonces saltó a lo alto de



muro y lo franqueó.Los peatones se apartaron a

aterrizar él. Le miraron con curiosidadpero igualó su paso al de la gente caminó entre ella, acelerando loandares a medida que la gente s

desinteresaba de él. Entró por una callateral y se movió entre los edificios qu

rodeaban la Legislatura. Finalmente

encontró un callejón desierto dondquitarse la túnica y el turbante. Ya debíde haber una descripción actualizada d

su persona en el datapad de todos loagentes de seguridad. Le iría mejomezclándose entre la gente llevando scapa de viajero.



Qui-Gon subió a un aerobúpropulsado por repulsores y no bajhasta llegar al final de su recorridoDecidió volver y visitar a Eritha aabrigo de la noche.

Balog siempre había ido un paso po

delante de él. Decidió que esta vez seríél quien fuera delante.



Capítulo 11

La holocinta de Tahl actuando comun Absoluto había perjudicado mucho os Jedi. La orden de arresto contra Qui

Gon había empeorado la situaciónMace encontraba obstáculos cada veque intentaba obtener información. Ya n

bastaba con el respaldo de Manex.Obi-Wan vio cómo la frustracióensaba los rasgos de Mace. Sabía que

Mace le preocupaba profundamente quQui-Gon no hubiera aparecido parimpiar su nombre. Él también s

preguntaba qué estaría pensando s



Maestro. En los escasos momentos dreposo, lo buscaba con la Fuerzantentando conectar desesperadament

con él. A veces le parecía sentir a QuiGon, pero no de forma clara y potentesino de un modo turbio y gris. Sabía qu

su intento de llegar a su Maestro con lFuerza no funcionaría. No conectaríanEn Qui-Gon había demasiada

emociones sin resolver, demasiadacosas que intentaba ocultar.

—Necesitas descansar —dijo Mac

al cabo de un largo e infructuoso día—Los dos lo necesitáis.Pero ni Bant ni Obi-Wan quería

retirarse a sus aposentos. Se sentaron e



a sala privada de Manex. Siendo everde el color favorito de Manex, y evista de su afición a darse el gusto eodo, cada cojín y cada zona par

sentarse era de un tono diferente de escolor. Los suelos eran de piedra negr

muy pulida. Tanto color brillante casmareó a Obi-Wan cuando se sentó en ecentro de la sala, pero Manex insistió e

cederles su sala favorita, y no lepareció correcto rechazarla.

Manex había vuelto de la Legislatur

sólo momentos después que los JedCorrió a la sala con los rizos agitándos aspecto alterado.

—Vieron a Qui-Gon en l



Legislatura. Tuvo lugar un tiroteo coáser.

Obi-Wan sintió que un silenciosgrito de protesta se elevaba dentro de é

o soportaría que ahora le pasara algo Qui-Gon. Su cuerpo se volvió gélido a

nstante. Bant se acercó a él y le toccon el hombro.

Mace se levantó.

—¿Qué ha sucedido? —Escapó, por supuesto.Obi-Wan lanzó un largo suspiro

Qui-Gon estaba a salvo. Sintió que Banse relajaba una fracción, y notó que lmiraba con alivio.

Manex se secó la frente con u



pañuelo dorado pálido. —Menudo día. Debo deciros qu

ntentan reclutarme para que me presenta las elecciones. No es un trabajo qudesee, pero me lo estoy pensando. Quiza sea hora de que me implique

Siempre consideré que el héroe, eservidor del público, era mi hermanoSiempre dije que yo estaba aquí par

ganar dinero —Manex se metió epañuelo en el bolsillo—. Igual hacabado siendo como soy porque m

hermano era así de noble. Ya no estoseguro de cuál es mi papel. Igual hlegado el momento de abandonar mi

principios de autoprotección.



—¿Qué pasa con Alani? —preguntObi-Wan—. ¿No te costará muchenfrentarte a ella?

Manex no conocía la relación dAlani con los Absolutos. Sentía muchafecto por las gemelas.

Manex titubeó. —Tengo que pensar en lo que l

conviene a Nuevo Ápsolon. Y me h

dado cuenta de algo. No se podrá formaun Gobierno sólido, conmigo o con otríder, si no descubrimos antes a Balog

a los Absolutos. Tengo un plan.Obi-Wan intentó no parecedesconfiado. No podía imaginar quclase de plan podía concebir Manex.



—Actuaré de señuelo. Correré lvoz de que tengo en mi poder la lista dnformadores secretos.

Mace negó con la cabeza. —No, es demasiado peligroso. ¿T

das cuenta de lo que le pasó a las do

últimas personas que afirmaron tenerla? —Han muerto, sí. Me doy much

cuenta de ello. —Manex se agarró la

manos—. Intento no pensar en ello. Y lverdad es que no podéis decirme que noporque ya he difundido el rumor.

Obi-Wan notó cómo miraba Bant lacaras de los dos hombres. Normalmentno hablaba en las reuniones, pero era loyente más atenta que había visto. Podí



aprender mucho de su quietud, pensó dpronto.

—Eso podría no ser inteligente —dijo Mace, frunciendo el ceño.

—A mí me lo dices —bufó Mane—. Yo no soy un hombre valiente, per

espero que no me pasara nada si tengprotección Jedi. Si conseguimos quBalog se descubra, podremos vencerlo

¿No quieres limpiar el nombre de QuiGon?

—Por supuesto. Pero no tengo clar

que ésta sea la forma de hacerlo. —Es la única manera —insistiManex—. Sabes que lo es.

La mirada de Obi-Wan fue de Mane



a Mace. Por supuesto, sabía que Macestaba obligado a proteger a ManexHabía sido un gesto imprudente poparte de Manex, pero no le habíapedido opinión a Obi-Wan. Ahorendrían que hacer de canguros d

Manex con la esperanza de quapareciera Balog. ¿Era eso lo que queríManex? ¿Quería mantener ocupados

os Jedi hasta que pudiera consolidar spoder? Igual estaba aliado con Balog.

Obi-Wan recordó que Qui-Gon habí

confiado en Manex. Había indicadamablemente que el hecho de que uhombre disfrutara de riquezas no lconvertía en un hombre malvado. Qui



Gon había visto algo agradable en lalegre búsqueda de su propio placer poparte de Manex.

—De acuerdo, te protegeremos —dijo Mace—. Pero nosotros daremoforma al plan.

***

Las luces de la casa seguían bajascomo correspondía a una casa en dueloManex estaba sentado ante una mesa, e

su jardín, jugueteando con una taza d"el mejor jugo de todo Nuevo Ápsolon¿puedo ofrecer una copa a los Jedi?"Los Jedi la habían rechazado much



iempo antes, y Manex apenas había sidcapaz de comer o beber a su vez.

—Debes parecer relajado —le dijMace en voz baja.

—Lo intento —repuso Manex entrdientes.

Mace estaba tras una pantalla darbustos. Obi-Wan, a unos metros de éBant estaba al otro lado del pequeñ

claro de hierba sobre el que Manehabía hecho poner piedra negra parobtener una zona donde sentarse.

Si iba a haber una emboscada, Macquería tener mucho sitio para maniobrarHabía decidido que Manex cenaría fuer que se quedara allí mientras los sole



se ponían. Éste había jugueteado con lcomida y ahora hacía un débil intentpara sorber su jugo de una forma serenaSólo consiguió derramárselo por lúnica.

Los soles se pusieron y la oscurida

aumentó. Sólo una pequeña luz en lmesa iluminaba la zona. Obi-Wan smantuvo atento por si oía el sonido qu

hacían los robots sonda al acercarseEstaba decidido a no permitir que Balose les escapara entre los dedos. Una ve

o tuvieran, se haría justicia con Tahl. YQui-Gon volvería con ellos. Obi-Wan no admitiría nunca ante nadie, pero s

sentiría mejor si quienes cogían a Balo



eran ellos, y no Qui-Gon.Mace había conectado s

comunicador a los sistemas de seguridade la casa. Debía de haber vibrado unalerta, porque se volvió hacia Obi-Wan

—Se ha violado la seguridad en l

parte Este —dijo. —¿Qué? —preguntó Manex. —Acércate a nosotros haciend

como que miras a las estrellas —ordenMace en voz baja.

Manex apartó la silla. Se levantó

aferrando todavía su taza, y simuló miraal cielo. Obi-Wan sabía que Macquería a Manex cerca de algunprotección por si pasaba algo. Había u



muro de piedra bajo tras el que podríaempujarlo en unos segundos.

Obi-Wan sintió una oleada en lFuerza y vio una sombra recorriendo ecésped. Podía ser un ave nocturna o unnube cruzando ante la luna, pero no l

era.Mace y él saltaron a la vez. Ban

salió de su escondite en un movimient

ateral. Obi-Wan empujó a Manex detrádel muro cuando pasó por su lado. Tresables láser se activaron cuando los Jed

avanzaron. —Yo también me alegro de veros —dijo Qui-Gon saliendo a la luz.

—¡Maestro! —exclamó Obi-Wan.



Miró a Manex, que miraba a los treJedi desde detrás del muro.

—Veo que es una trampa. Y parecque quien ha caído en ella he sido yo, evez de Balog.

—Qui-Gon —empezó a decir Mac

con severidad—, ¿qué estás...?Se interrumpió bruscamente. Qui

Gon y él miraron hacia la fachada de l

casa. Obi-Wan necesitó un segundo máspero también lo oyó. Segundos despuésObi-Wan veía a través de las cristalera

a las fuerzas de seguridad derribando lpuerta de entrada, mientras el androidde protocolo de Manex agitaba lobrazos en protesta.



Mace se apresuró a avanzar haciellos, dirigiéndose hacia Qui-Gon poencima del hombro.

—Te sugiero que busques otrsalida.

Mace entró rápidamente en la casa

envolviéndose en sus ropajes. Oyeron lvoz furiosa de un agente de seguridad.

—Sé que está aquí. ¡Tenemo

pruebas! ¡Él compró la sonda robot qumató a la legisladora Pleni!

Qui-Gon estaba oculto por lo

elaborados arbustos del lugar. Dudó umomento, escuchando al oficial. —Debes irte, Qui-Gon —le urgi

Obi-Wan—. Yo voy contigo.



Qui-Gon titubeó y miró a Obi-Wan os ojos.

—No. Siento haberte causadpreocupación, padawan, pero debhacer esto a mi modo.

—Pero... —empezó a decir Obi

Wan.Antes de que pudiera terminar sinti

que sus palabras se perdían en el vient

ncluso antes de tener oportunidad dformularlas.

Qui-Gon se había convertid

nuevamente en una sombra, moviéndossobre la suave hierba verde desapareciendo.



Capítulo 12

Qui-Gon corrió en la oscuridaddando gracias por las lunas nuevas quhacían tan oscura la noche. Se desplaz

de sombra en sombra sin hacer ruidoo redujo la marcha hasta que hubo un

buena distancia entre él y la residenci

de Manex.Estaba cansado, pero quería volvea correr. La única forma que tenía dvaciar su mente era forzando su cuerpoVer a Mace había sido difícil. Ver Obi-Wan había sido peor aún. Sabía qusu lugar estaba con los Jedi, pero tení



que continuar solo. Sus emocioneestaban demasiado desbocadasdemasiado a flor de piel. Se sentídemasiado expuesto al lado de los JedMace se daría cuenta de lo que lcostaba mantener la serenidad. Inclus

podría ordenar a Qui-Gon que volvieral Templo. Y eso no podía permitirlo.

La verdad era que temía el moment

de volver al Templo y saber que lopasos de Tahl nunca volverían a levantaun eco en sus salones. El Templo ya n

e daría la bienvenida del mismo modoLa pérdida sería tan parte de Templcomo el refugio que brindaba.

Su ansia por coger a Balog luchab



con su temor por el futuro, cuando estmisión concluyera. Entonces tendría quenfrentarse a su pena y mirar a los añovacíos que le esperaban. ¿Qué seríentonces de él?

Una brisa fría le provocó u

escalofrío. El viento frío le secaba esudor. Vio una patrulla de seguridadelante de él y se metió rápidamente po

una calleja lateral. Esa noche tampocdormiría. Debería mantenerse alerta.

Todos los agentes de la ciuda

estarían buscando a Qui-Gon Jinn.Pero había descubierto algo. Lhabían relacionado con el asesinato poas sondas robot. No entendía cómo su



sondas robot pudieron atacar a alguienen vez de buscar a Balog, que era paro que estaban programadas. Se pregunt

si las dos sondas que habían escapadcuando le atacaron junto al almacéhabían sido las suyas. Le habí

extrañado que se marcharan de pronto¿Significaba eso que también habíaatacado a Oleg? Alguien las habí

reprogramado. Necesitaba respuestas, y por una ve

sabía dónde encontrarlas. Haría un

visita a Mota, el vendedor del mercadnegro al que había comprado las sondarobot. Si las habían reprogramado, Motera el contacto que le diría quién l



había hecho. Y si esa persona era Baloendría una forma de encontrarlo.

Qui-Gon dio media vuelta y mircalle abajo. El agente de seguridad yno estaba. Echó a correr hasta entrar eel parque. Allí había más sitio dond

esconderse en caso de ser visto. Y atajapor el parque le acercaría más aún asector Obrero.

Qui-Gon sintió de pronto que habíalguien tras él, siguiéndole los pasos ntentando moverse a su mism

velocidad. Qui-Gon se fundió con loárboles. Trazó un arco y se situó tras sperseguidor. Vio un brillo dorado en loscuridad. Era Eritha.



Avanzó a grandes zancadas y lcogió del brazo. Ella se sobresaltó, entonces vio que era él. Estaba sialiento, como si acabara de echar uncarrera.

—Te sigo desde que saliste de cas

de Manex —dijo ella—. O al menos lhe intentado. Te perdí y estaba dandvueltas cuando te vi entrar en el parque.

—¿Por qué me seguías?Ella se apoyó en él, intentand

recuperar el aliento. Tenía las trenza

deshechas y el rostro colorado. —¿Tiene Manex la lista? —No. ¿Me seguías por eso?Eritha negó con la cabeza.



—Es que no podía esperar a qucontactaras conmigo. Supuse que irías casa de Manex. Tengo la informacióque necesitas. Le oí decir a Alani dóndestá Balog. Puedo llevarte allí.



Capítulo 13

Los Jedi siguieron vigilando Manex, que ahora se había retirado descansar en su sala de recepción. Mac

cubría la parte delantera de lresidencia, mientras Bant cubría la datrás. Obi-Wan estaba situado tras l

curvada escalera. Desde allí tenía unbuena visión de la puerta de la sala drecepción. Tenía la sensación de que lnoche sería larga.

Aprovecha tu tiempo. Un dí

descubrirás que tienes demasiad

oco.



Las palabras de Qui-Gon asomaroa su mente. Obi-Wan seguía dándolvueltas a lo que debió hacer cuando via su Maestro. El aura nublada que sintirodeando a Qui-Gon le preocupabprofundamente. Era una confusión que l

mpedía conectar de verdad con él. Lhabía afectado mucho. Puede que hastel punto de impedirle actuar con má

rapidez. ¿Debería haber seguido a QuiGon, irse con él, dijera lo que dijera?

Aprovecha tu tiempo...

Obi-Wan no creía poder hacerloTenía la mente demasiado confusa. Es el momento en el que má

necesitarás la disciplina. Para es



sirve tu entrenamiento.

Muy bien. Pues acallaría la voz dQui-Gon en su mente obedeciéndola.

Aunque estaba cansado, aunqusentía que había repasado loacontecimientos de días pasado

demasiadas veces para poder contarlasObi-Wan se concentró y volvió hacerlo. Repasó todos lo

acontecimientos desde que Qui-Gon y épisaron Nuevo Ápsolon. Repasmentalmente lo sucedido, buscand

nconsistencias. Meditó todas lapreguntas sin respuesta y todas larespuestas posibles.

Irina había jurado que no fue ella l



que les disparó el primer día. Nunchabían descubierto con seguridad quiéfue. ¿Balog? En aquel momento aún neran una amenaza para él, ¿o sí?

¿Había sido una casualidad que lode seguridad se presentaran donde Mot

cuando ellos compraban las sondarobot? Ahora le parecía probable quAlani les hubiera hablado de Mota par

poder pillarlos allí. Podría haber sidella quien alertase a seguridad de quos Jedi estaban comprando mercancí

legal.Las sondas robot debieron de sereprogramadas para atacar a Pleni.

Obi-Wan apartó esas dudas. N



creía que le condujeran a Balog. Si tasólo las respuestas estuvieran claras. Spudieran tener alguna pista sólida. Si tasólo Eritha les hubiera proporcionadalguna información sobre BalogLlevaba más de dos días al lado de s

hermana. Ya debía de saber algo.¿Le costaría mucho a Erith

raicionar a su hermana?

Pero ella ya había dado un paso quno podía deshacer. Tras descubrir que shermana estaba detrás del secuestro d

Tahl, había acudido a decírselo a QuiGon y Obi-Wan. Había arriesgadmucho haciéndolo. Podría haber perdidfácilmente la vida en la cueva. Obi-Wa



recordaba lo asustada que estuvo Erithcuando se detonaron los explosivos y lcueva se derrumbó. Admiraba cómhabía seguido adelante a pesar de smiedo. Aún la recordaba gritando: "¡Mabandonaron! ¡Se olvidaron de mí!".

Obi-Wan se concentró un momentoHubo algo en la forma en que Erithhabía dicho eso que ahora l

preocupaba. ¿Qué había sido? Lemoción que la movía era ligeramentdiferente a la que él se había esperado.

Asombrada. Había sonadasombrada. Y traicionada."¡Se olvidaron de mí!"Como si no debieran hacerlo, com



si ella fuese alguien privilegiado, pese ser una prisionera.

Si es que era una prisionera...¿Y por qué se dirigía hacia el fond

de la cueva?Vale, el humo era muy espeso cerc

de la entrada, pero, ¿no debía habententado atravesarlo?

Se dirigía a la otra salida situad

al fondo de la cueva, se dio cuenta ObiWan. Pero, ¿cómo conocía sexistencia? Aún no la habían encontrad

cuando capturaron a Eritha. No teníforma de saber lo profunda que era lcueva.

Más despacio, se reconvino Obi



Wan. Podía haber otra explicación paro sucedido. Eritha estaba asustada

Reaccionaba, no pensaba.Pero, puesto que la sospecha s

había alojado en su mente en esmomento, repasó la conducta de Erith

durante todo el tiempo que pasarountos. Se concentró rememorándolodo momento a momento, tan fresc

como si hubiera pasado esa mismmañana.

Eritha había parecido sincer

cuando los alcanzó.Poco después fueron atacados poos Obreros Mineros.

Eritha había estado sincerament



sorprendida y asustada por el ataqueObi-Wan estaba seguro de eso. CuandQui-Gon le dijo que se mantuvierdetrás de ellos, ella se mostró dacuerdo.

Entonces, ¿por qué había corrid

hacia delante cuando apareció la sondrobot? Les había obligado a protegerlaDebido a ello, Obi Wan se había herid

en un pierna y la sonda robot habíquedado destruida. ¿Sería un métoddesesperado para destruir su únic

forma de encontrar a Balog?¿Y qué pasaba con el ataque acentro Minero? Qui-Gon le había dichque había hablado con Eritha antes de



alba. Había ido a reaprovisionar lodeslizadores. O eso había dicho ellaPero, ¿y si se preparaba para irse? SAlani y ella habían conspirado juntacontra los Jedi lo habían hecho bienQui-Gon y Obi-Wan se habían quedad

sin sonda robot, sin manera de encontraa Balog. Eritha no sabía que Obi-Wan yestaba mejor de la pierna y podía viajar

Debió de suponer que Qui-Gon squedaría en el centro con él.

Igual pensaba marcharse porqu

estaba al tanto del ataque.¿Sería eso posible? Obi-Wan s

preguntó si Eritha no les habríengañado haciéndoles creer que l



hermana buena era ella. ¿No sería quas dos hermanas deseaban el poder?

Había una última cosa. Cuando ObiWan y Eritha volvieron a NuevÁpsolon, ésta se enfureció porquManex ofreciera su propio equip

médico para atender a Tahl. Obi-Wan lhabía visto en sus ojos. Había creídque era porque ella sentía su mism

desconfianza hacia Manex y lpreocupaba la salud de Tahl. Pero, ¿y sera al revés? ¿Y si no quería que Tahl s

recuperara?¿Y si él había estado sospechandde quien no debía? ¿Y si Manex erbueno y Eritha mala? Nunca habí



deseado más la presencia de Qui-Gon.Cuando Manex les contó su decisió

de presentarse al cargo, Obi-Wan habímencionado a Alani. ¿Por qué habíitubeado Manex? ¿Había algún motiv

para que se presentara contra la hija d

Ewane?Obi-Wan se frotó los ojos. Le estab

afectando la falta de sueño y descanso

Los pensamientos daban vueltas en scabeza. No sabía si estaba construyendun caso contra Eritha sin pruebas, o s

debía seguir por esa línea. Parempezar, ¿por qué iban a solicitar lagemelas la ayuda de Tahl, si siemprhabían planeado apoderarse del poder



o tenía sentido.Obi-Wan sabía que su mente n

descansaría hasta que no tuviera algunrespuesta. Se acercó a la puerta de lsala de recepción de Manex y pulsó luz indicadora que alertaría a Manex d

que tenía visita.Segundos después, la puerta se abrí

con un siseo.

—¿Es Balog? —susurró Manedesde la oscuridad.

—No. Necesito hacerte una

preguntas —dijo Obi-Wan, entrando.Manex conectó una luz situada junta su colchón de dormir. Posó los pies eel suelo y se frotó los ojos.



—Estoy a su servicio. —¿Por qué insististe en llamar a t

propio equipo médico para atender Tahl? —dijo bruscamente Obi-Wan—El equipo del Gobernador Supremdebe de ser igual de bueno.

—El mío es mejor. ¿No recuerdaque tengo lo mejor de todo? —intentdecirlo con tono alegre, pero le sali

falso. —¿Hay alguna razón para que n

confíes en Alani y Eritha? Si es as

debes decirme la verdad. Si tienes unsospecha, debes manifestarla.Manex apartó la vista un momento

pensando.



—No tengo pruebas —dijo despaci—. No me pareció justo decir nada siener alguna prueba. Esas chicas ha

pasado por tantas cosas. Primero amorir sus padres, y luego al morir sprotector. Al principio creí que estab

oco por sospechar de ellas. —¿Sospechar de ellas de qué? —De trabajar con los Absolutos. E

una acusación terrible para las hijas dun héroe Obrero. Por eso me presento Gobernador Supremo contra Alani. N

puedo ver cómo el Gobierno vuelve caer en manos de los corruptos. —¿Qué te hizo sospechar de ellas

¿Estás seguro de que es cosa de las dos?



—Alani no hace nada sin Eritha. YEritha no actúa sin Alani. Ya he dichque no tengo pruebas. Sólo algunconversación oída a medias. Momentodesprevenidos. Cómo se comunicaentre sí. Sentí falsedad en sus lágrima

por Roan. Y hoy, cuando supe que QuiGon había estado en la LegislaturUnida, también descubrí que habí

estado con Eritha justo antes de que lescuadra de seguridad fuera a por él.

—¿Crees que lo delató ella?

—No lo sé —dijo Manex, abriendas manos—. Lo siento. No es muchcon lo que trabajar. ¿Ves por qué nquería decir nada? No sé nada co



seguridad. Es todo por instinto. —Yo creo en el instinto —dijo Obi

Wan, y se dirigió a la puerta.Salió por la puerta de atrás. N

quería encontrarse con Mace. Bant salide entre las sombras cuando corría po

el césped. —Obi-Wan, ¿adonde vas? —Di a Mace que necesito habla

con Eritha —respondió él. —¿No puede esperar? —pregunt

Bant, frunciendo el ceño.

—No. No puede esperar. Ya te lexplicaré luego. Di a Mace que me hdo.

Obi-Wan no creía que Balog atacas



esa noche a Manex, pero sabía quMace y Bant podrían ocuparse de él so hacía. Le preocupaba más Qui-Gon

que aún confiaba en Eritha.La residencia del Gobernado

Supremo estaba cerca. Rodeó el edifici

para entrar por detrás. Si recordabcorrectamente la disposición del lugarel cuarto de Eritha estaba en la parte d

atrás. No tenía motivos para pensar quObi-Wan sospechaba de ella. Se reunirícon él fuera y la interrogaría. Si tenía l

menor sensación de que sus dudas sobrella eran correctas, pediría a Mace que dejase buscar a Qui-Gon.

Cuando llegó a la parte de atrás, vi



que había alguien caminando por ecésped en sombras. Al principio no supcuál de las gemelas era, pero aacercarse supo con seguridad que erAlani. Las dos chicas eran casdénticas. Podrían engañar a los demás

pero no a él. —Buenas noches, Alani —dijo. —Veo que tú tampoco puede

dormir —repuso Alani—. Mañana serun gran día. Van a presentar mi nombral pueblo para que lo voten. Cumplir

con el legado de mi padre.Obi-Wan decidió arriesgarse. Nlegaría a ninguna parte jugando co

Alani.



—¿El legado de tu padre? Si Ewannunca se alió a los Absolutos. Ellos lencerraron y torturaron. Me parece quhas cambiado su legado.

Por un momento, Alani parecisorprendida. Entonces forzó una risa.

—Estás de broma. —No. Estoy discutiendo t

aseveración —Obi-Wan dio otro pas

hacia ella—. Creo que no te pareces enada a tu padre.

Alani retrocedió un pas

nvoluntariamente. Entonces hizo acopide valor y alzó la barbilla. —Da igual lo que pienses. Eritha m

dijo que no tenía nada que temer de lo



Jedi. Tu amigo está persiguiendo al airePronto estarás demasiado ocupadntentando sacarlo de la cárcel. Y y

gobernaré Nuevo Ápsolon. —¿Tan segura estás de ti misma

¿Tan segura de que no te descubrirán?

—Ya no es posible que mdescubran. Los Jedi no tienen pruebade nada. El pueblo de Nuevo Ápsolo

me quiere. Eritha tenía razón. —Así que Eritha es tu aliada. —Es mi hermana y protectora. E

parte de mí. Me dijo que era más listque los Jedi, y tenía razón. Me dijo quno me preocupara. Que yo podrígobernar Nuevo Ápsolon con ella a m



ado. A Eritha no le gustan las luces dcandilejas, pero quiere el poder. A mme gusta que la gente me rodee y quierhablar conmigo. Así que yo gobernaré, ella me dirá lo que debo hacer, comsiempre ha hecho. Me dijo que s

ocuparía de Qui-Gon, y eso esthaciendo. Ha sido tan sencillo que hastun niño podría haberlo hecho. Y ya n

somos niñas. Nunca tuvimos unnfancia. Nuestra madre murió. Nuestr

padre fue encarcelado. Luego s

convirtió en gobernador y dejamos dverlo. Así que tomamos lo único que nodejo, su buen nombre, e hicimos con éalgo en nuestro beneficio. Es lo que dic



ncluso a la central de SeguridaMundial. Así es de lista mi hermanaHoy, en la Legislatura, puso urastreador a Qui-Gon. Sabemos dóndestá en todo momento. ¡Lo conducirá a central de Seguridad y él la seguirá!

no importa si consigue escapar, ya quo encontrarán de todos modos. ¿A qu

es un plan astuto?

No necesitaba nada más. Obi-Wadio media vuelta y echó a correr, sidecir nada.

—¡Llegas tarde, Obi-Wan! —gritAlani tras él—. ¡Como llegaste tardpara salvar a Tahl!



Capítulo 14

Obi-Wan corrió por el ancho bulevaen dirección a los edificios deGobierno. Esperaba fervientemente n

legar demasiado tarde.Ante él se alzaba el edificio gris

plano de la central de Segurida

Mundial. A un lado había un gran cerccon aerodeslizadores y barredoreaparcados. Al otro lado había un murde piedra que separaba el aparcamientde la calle.

—¡Qui-Gon! —gritó.Qui-Gon se volvió y le vio. Eritha l



ocó el brazo, obviamente urgiéndole gnorar a Obi-Wan y a entrar en e

edificio. Obi-Wan aceleró, buscó en lFuerza y saltó.

Cuando estaba en lo alto de la curvdel salto, se abrieron las puertas de l

central de Seguridad. Guardias androides de combate se derramaron poas escaleras.

La Fuerza debió de prevenir a QuiGon, pues antes de que Obi-Wan tocarel suelo a su lado ya tenía el sable láse

activado y en la mano. Qui-Gon apartó Eritha del peligro con una mano y salthacia delante para cubrirla

Para entonces, Obi-Wan ya estaba l



bastante cerca, como para hablar coQui-Gon.

—A ella no le harán daño. Te hraicionado —dijo, situándose al lad

de su Maestro.Qui-Gon no reaccionó. Mantuvo l

mirada fija en los guardias y en loandroides que rodaron hasta ponerse eformación.

—Debemos acabar con loandroides —le dijo Qui-Gon—. Nhagas nada a los agentes. Esto

reclamado. Sólo hacen su trabajo. Noremos en cuanto caiga el últimandroide. ¿Qué me dices si tomamos lniciativa?



Qui-Gon y Obi-Wan saltaron juntoen un solo movimiento. Los androideempezaron a salpicarlos con disparoáser. Los agentes de seguridad no s

movieron de detrás de sus escudos dduraimpacto, esperando a que lo

androides hicieran su trabajo.Los sables láser de los Jedi s

movieron en equipo, bloqueand

disparos y devolviéndolos contra loandroides. Los agentes de seguridad sagacharon tras sus escudos ante e

nesperado regreso de los disparos.Los androides se abrieron en unmaniobra en abanico. Los Jedi ssepararon. Obi-Wan a la izquierda, Qui



Gon a la derecha. Se abrieron paso una uno por la línea.

Al principio, los agentes smantuvieron tras los escudos. Pero medida que disminuía el combate, y efuego de láser escaseaba, se atrevieron

ntervenir. Algunos sacaron las pistolaáser y dispararon.

—¡Ahora, padawan! —gritó Qui

Gon, desviando los disparos.Los dos Jedi saltaron sobre una líne

de vehículos de Seguridad que, un

fracción de segundo más tarde, fuerodestrozados por disparos láser. Otrsalto más y aterrizaron al otro lado demuro del aparcamiento. Obi-Wan tuvo e



iempo justo de ver la expresión drabia en el rostro de Eritha cuando spusieron a salvo. Eso le dijo todo lo qunecesitaba saber.

Se internaron en la oscuridad deparque. Obi-Wan oyó el lejano sonid

de un aeroexplorador al arrancar. —Maestro, Eritha te puso u

rastreador —dijo Obi-Wan—. Hoy, e

a Legislatura. —Cuando me abrazó —dijo Qui

Gon.

Se palpó cuidadosamente piel vestiduras mientras corría. Encontró eaparato en la parte trasera de su cinturóde utilidades. Lo arrojó a la oscuridad,



ambos corrieron en dirección contraria.Los brillantes focos de

aeroexplorador barrieron el parquepero fueron tras el localizador. Oyeron os agentes de seguridad moviéndos

entre los árboles. Los atacante

seguirían el rastreador por un tiempo.Los Jedi se refugiaron en árbole

gigantes cuyas hojas ofrecían ciert

grado de protección. Estaban plantadoan cerca unos de otros que hasta lo

barredores habrían tenido problema

para maniobrar entre ellos.Qui-Gon corría en zigzag por eparque, seguido por Obi-Wanagachándose cada vez que veía luce



sobre ellos y moviéndose continuación. Obi-Wan notó que parecíconocer bien el parque. Prontestuvieron al otro extremo. Saltaron emuro y corrieron por las calles oscurasAl cabo de unas manzanas reconoció l

parte en la que estaba. Qui-Gon lehabía llevado al sector Obrero.

Pararon para recuperar el aliento

a sombra de un callejón situado entrdos altos edificios.

—Gracias, padawan —dijo Qui

Gon—. No creí necesitar ayuda. Y eobvio que sí la necesitaba. ¿Cómsupiste que Eritha me traicionaría?

—Por instinto. Alani me l



confirmó. No temen a nada, y menos os Jedi. Alani dijo que ya no temían se

descubiertas. —Eso significa que tiene la lista —

musito Qui-Gon—. Así que podemodejar de buscarla.

—Alani dio la impresión de quBalog no es el asesino de Oleg y PlenDijo que estabas persiguiendo aire.

—Pero le vi justo antes de qumataran a Oleg.

—Igual no iba a por Oleg, sino a po

i —señaló Obi-Wan. —Eso es posible —dijo Qui-Godespacio.

—¿Adonde vamos ahora?



Esperaba que su Maestro le dejarseguir a su lado. Ya había decidido qusi le ordenaba volver con Mace, snegaría.

—A ver a Mota —dijo Qui-Gon—Él tiene la clave.

***

Qui-Gon activó el llamador lásepara indicar a Mota que tenía visitaPareció transcurrir un largo tiempo ante

de que la puerta se abriera. Motapareció en el umbral. —Está cerrado —dijo—. Hasta y

necesito descansar. Volved mañana.



Qui-Gon alzó una mano y empleó lFuerza para mantener la puerta abiertaMota miró a la puerta, luego a Qui-Gon se encogió de hombros.

—Por otra parte, ¿por qué rechazaun negocio?

Se volvió y desapareció en ealmacén.

Los Jedi lo siguieron. Conocían e

camino por la rampa hasta los pisonferiores en que Mota guardaba su

mercancías para el mercado negro.

Mota les esperaba allí. En vez deunimono de Obrero que llevaba paratender al público, vestía una túnica ddormir y llevaba las blancas pierna



embutidas en unas zapatillas abiertas. —¿Qué será esta vez, Jedi? ¿Otr

sonda robot? ¿Has perdido otra? Tienea peor suerte que he visto nunca.

—Queremos información —dijQui-Gon.

Mota le miró fijamente. —La información también tiene u

precio.

Obi-Wan vio la frustración qubullía en su Maestro. Nunca antes lhabía visto tan furioso.

—El precio será que no destrochasta el último artículo de este almacé—dijo Qui-Gon, avanzando un pashacia Mota.



De pronto, el hombre vestido con scamisón pareció muy frágil al lado deamaño y la fuerza de Qui-Gon.

—Va... vamos, calma, que somoamigos —tartamudeó.

—¡No soy tu amigo y no he venido

calmarme! —tronó Qui-Gon—. Hvenido a saber por qué hareprogramado a mis sondas robot. Y t

ienes la respuesta a eso.Mota retrocedió hasta poner un

mesa entre Qui-Gon y él.

—No sé lo que quieres decir.Obi-Wan habló con rapidezbuscando conceder a Qui-Gon umomento para controlar su ira. Si podí



controlarla. Obi-Wan estaba cada vemás preocupado. Este Qui-Gon no era eque conocía. Siempre había controladsus sentimientos. Cuando le invadía lra, era en forma de relampagueante

fogonazos que daban paso a l

serenidad. —Sabemos que reprogramaron la

sondas robot, Mota —dijo Obi-Wan co

ono calmado—. Nunca fueron traBalog. En vez de eso atacaron a otrodos seres. La cuestión es si lo hiciste tú

Mota tragó saliva. —No fui yo —dijo con rapidez—o sé quién fue. Alguien entró en mi

archivos. Tengo un sistema de alarma e



ellos, así que me enteré la siguiente veque accedí a ellos.

—¿Cuándo fue? —preguntó QuiGon.

—Unas horas después de que ofuerais —dijo Mota—. No sé cómo l

hicieron. Ni quién. Hoy en día no spuede confiar en nadie.

—¿Cómo supieron las fuerzas d

seguridad que Qui-Gon había compradesas sondas? —preguntó Obi-Wan.

—Me lo preguntaron —dijo Mot

con una vocecilla—. Todas mis sondaestán codificadas. Siguieron el rastro das sondas hasta mí. Les dije que la

había comprado el Jedi Qui-Gon. Tuv



que decirles la verdad. No querrías qume metieran en la cárcel, ¿verdad?

Mota intentó sonreír. Qui-Gon lmiró fijamente, haciéndolo retrocedeaún más.

—Ah, igual debí mencionar a lo

agentes que sospechaba que habíareprogramado las sondas. Pero cuandse habla con los de seguridad es mejo

no responder a preguntas que no thacen. Podrían haber registrado todomis archivos y no habría podid

proteger a mis clientes. Y habríperdido el negocio. Nadie quiere esoPor ejemplo, si tú quisieras otra sondrobot...



—Queremos acceder a tuordenadores —dijo bruscamente ObiWan—. Ahora mismo.

—Por supuesto, es todo tuyo —repuso Mora, señalandapresuradamente a su pantalla—. Per

no borres mis beneficios, je, je.Qui-Gon empezó a teclear y

acceder a los archivos.

—¿Intentaste rastrear la entrada? —No —admitió Mota—. No soy ta

experto. Sólo sé controlar mi inventari

mi dinero.Qui-Gon continuó examinando loarchivos de Mota con rapideasombrosa. Obi-Wan sabía que no se l



estaba pasando nada por alto. Podía veen la cara de su Maestro su grado dconcentración.

Qui-Gon tecleó un modo dbúsqueda que Obi-Wan no reconoció. Acabo de unos segundos obtuvo un

respuesta. —¿Reconoces este código? —

preguntó, señalando la Pantalla.

Mota se inclinó más. —Es una dirección de datos de lo

Obreros. Ya la tengo en mis archivos.

—¿Quién la utiliza? —preguntó QuiGon.El rostro de Mota estaba teñido d

azul por el brillo de la pantalla.



—Irini y Lenz —dijo.



Capítulo 15

Obi-Wan corrió tras Qui-Gon. SMaestro se había movido con tantrapidez que no le había dado tiempo d

pensar o decidir en qué dirección debíar. Esperaba que se hubiera dirigido a l

rampa que conducía a la calle, pero e

vez de eso bajó al piso inferior. Queríun transporte rápido. —¡Abre las puertas del hangar! —

gritó Qui-Gon a Mota mientras corría.La inquietud atronaba en cada latid

de su corazón mientras corría tras sMaestro. Nunca le había visto as



Apenas parecía notar lo que le rodeabo la presencia de Obi-Wan. Toda svoluntad estaba concentrada en sobjetivo.

A Obi-Wan le preocupaba cuál serísu objetivo. ¿Era la justicia... o l

venganza?Cuando llegaron al nivel inferior, l

puerta situada al final del almacé

estaba abierta. Qui-Gon saltó en uaerodeslizador. Obi-Wan apenas tuviempo de subirse al asiento de

pasajero cuando Qui-Gon puso emarcha los motores y salió disparadpor el túnel.

Los motores iban casi a plen



potencia, a demasiada velocidad parmaniobrar en el túnel. Obi-Wan pudver que las puertas al final del túnel aúno se habían abierto. Aun así, Qui-Gono redujo la velocidad.

Obi-Wan le miró fijamente. S

Maestro no sólo estaba forzando ssuerte, sino que estaba siendcompletamente imprudente.

—¡Maestro!El rostro de Qui-Gon parecía tallad

en la piedra gris de Nuevo Ápsolon. Su

abios formaban una fina línea. Sumanos permanecían firmes a locontroles. No parecía oír a Obi-Wan.

Una grieta de luz grisácea apareci



ante ellos. Se ensanchó. Las puertas sestaban abriendo, pero demasiaddespacio para la comodidad de ObiWan.

—¡Agárrate! —avisó Qui-Gon.Obi-Wan tuvo el tiempo justo d

agarrarse con fuerza antes de que QuiGon volteara lateralmente eaerodeslizador. Cruzó la abertura si

reducir la velocidad, con apenacentímetros de margen. Se internaron ea noche oscura.

Obi-Wan volvió a ponerse bien en easiento, intentando calmar su agitadrespiración. Qui-Gon parecía a punto dperder el control. No parecía haber nad



que Obi-Wan pudiera hacer o decir parque redujera la velocidad. Intentó anulasu propio pánico. Debía confiar en sMaestro.

Pero, por primera vez en su largasociación, no creía poder hacerlo

Darse cuenta de ello hizo que el miede atenazara la garganta.

Qui-Gon pilotó con habilidad l

nave por las calles desiertas. Paró antel escondrijo de Lenz y subió laescaleras. Llamó con fuerza en la puert

de Lenz. Se oyó el crujido de lomaderos del suelo. —No cojas tu ruta de escape —l

avisó Qui-Gon—. Te encontraríamos.



La puerta se abrió, y Lenz les mirónseguro. Parecía más frágil de l

normal, con la piel pálida y reluciente. —Es noche cerrada.Qui-Gon abrió más la puerta, dand

un portazo, y entró de una zancada.

—Tengo que hablar con Irini contigo. Si no está aquí, llámala.

—Está aquí. Pero no puedes verla

Está enferma...Qui-Gon le ignoró y abrió una puert

cerrada. Se paró en seco. Obi-Wan entr

detrás de él. Irini yacía en un lechocubierta por una manta. Estaba tiritand tenía el rostro brillante por el sudor.

—¿Qué es esto? ¿Qué le pasa? —



preguntó Obi-Wan.Lenz le apartó para arrodillars

unto a Irini. —Un disparo de láser. No quier

ver a un médico.Obi-Wan se acercó más.

—Necesita bacta. —Lo sé —dijo Lenz. —¿Quién ha sido? —preguntó Qui

Gon. —Balog —dijo Irini con los diente

apretados—. Ahora tiene la lista.

—Así que siempre tuviste la lista —repuso Qui-Gon. —No. Se la robé a la legislador

Pleni.



Obi-Wan miró a Qui-Gon¿Significaba eso que Irini habíreprogramado a las sondas robot paratacar a la legisladora? ¿Era unasesina?

Ella notó la mirada que se cruz

entre ellos. —Te... tenía que conseguir... es

ista —dijo con evidente dolor en la vo

—. No quería que muriese nadie. Perampoco podía permitir que nadie s

pusiera en mi camino.

—¿Y querías que me culparan a mde ello? —preguntó Qui-Gon.Ella negó con la cabeza. —Eso fue una sorpresa para mí



Pero no podía descubrirme para limpiau nombre.

Qui-Gon se inclinó y examinó laheridas de Irini. La ira parecía haberlabandonado ante la visión de su estado

ecesitaba ayuda.

—Tus heridas no te matarán si te vun médico Ya veo señales de infección.

—Es lo que le he dicho yo —repus

Lenz. Apartó el pelo húmedo de la frentde Irini—. Sigue negándose a ello.

—¿También enviaste a las sonda

robot tras Oleg? —preguntó Obi-Wan.Irini asintió. —Yo iba tras él. Dije a Qui-Gon qu

quería proteger a Oleg, pero era mentira



os había traicionado. Necesitábamoa lista. Si tan sólo me la hubier

entregado... Si Pleni me la hubierentregado... nada de esto habría pasado.

—¿Por qué? —preguntó Obi-Wan—Dijiste haber renunciado a la violencia.

Irini apretó los labios y no contestó. —Lo hizo por mí —dijo Lenz. —Lenz... —empezó a decir Irini e

ono de aviso. —Esto ha ido muy lejos, Irini —e

ono de Lenz estaba lleno de ternura—

Ya me has protegido demasiado. ¿Creeque también veré cómo mueres por mí—se volvió hacia los Jedi—. Mnombre también está en la lista.



—¿Fuiste un informador? —preguntó Qui-Gon.

—Lo torturaron —dijo Irini. Jadeun poco y cerró los ojos de dolor—. Lque le hicieron... Nadie tendría qupasar por eso.

—Eso no es una excusa —dijo Lencon firmeza—. Se lo confesé a Irini, ella me perdonó. Otros no lo harían. D

nformación a los Absolutos...Irini forcejeó por levantarse, pero e

dolor la obligó a tumbarse.

—No se lo digas, Lenz —suplicella—. Es nuestro secreto. Puede seguisiendo nuestro secreto. Tu carrera edemasiado importante. Eres un gra



íder... —No —dijo Lenz con tristeza—. Y

no lo soy, si es que lo fui alguna vezLos Obreros seguirán sin mí —se volvihacia los Jedi—. Fue hace cinco añosLos Absolutos atacaron una reunión

mataron a dos Obreros y encerraron os demás. A mí me dejaron marchar —

miró a Irini con tristeza—. Ahora lo

dos tenemos dos muertes en nuestrconciencia, Irini.

Se levantó.

—Voy a llamar a un equipo médic—protestó Irini, pero Lenz siguihablando con firmeza—. Balog tiene lista. Ha ganado. Quitará su nombre d



a lista y la sacará a la luzDesacreditará a todos sus enemigos, yncluido —Lenz miró con ternura a Irin

—. En cuanto a mi Irini, prefiero tenerlviva y encarcelada a muerta.

Irini apartó la mirada para fijarla e

a pared. Obi-Wan notó que sus hombrose agitaban por los sollozos.

Lenz se volvió hacia los Jedi.

—No sabía lo que había hecho Irini siento oír que te han culpado de su

crímenes. Ahora te debemos nuestr

ayuda más que nunca. Ya sabéis quAlani se presenta a GobernadoSupremo. Hace poco que descubrimoque pese a querer el apoyo Obrero, n



o necesita. Hay alguien márespaldándola, con recursos económicoque nosotros no tenemos. Eso nos hhecho sospechar. Nuestro espía en lresidencia del Gobernador Supremo mha notificado esta noche que h

descubierto un túnel secreto que une lresidencia con el Museo Absoluto. Eos viejos tiempos lo utilizaban par

ransportar a los capturados en secrethasta la central de los Absolutos. Emuseo está ahora cerrado. Es un

conjetura, pero ¿no sería el lugar ideapara que se escondieran Balog y loAbsolutos? Las gemelas podrían hacerlr y venir sin problemas hasta qu



eligieran a Alani.Obi-Wan se dio cuenta de que es

enía sentido. Sería como si Balog sescondiera en un lugar tan evidente qunadie lo buscaría allí, en el lugar dondhan quedado registrados todos los male

que los Absolutos han infligído a NuevÁpsolon.

La mirada en el rostro de su Maestr

ndicó a Obi-Wan que éste había llegada la misma conclusión.

—Debemos ir esta misma noche —

dijo Qui-Gon—. Mañana serídemasiado tarde.



Capítulo 16

Circularon a toda velocidad por lacalles vacías y oscuras, rumbo al sectoCivilizado. Obi-Wan sabía que Qui-Go

sentía que Balog estaba a su alcance. Yen ese momento daba todas las señalede ser un hombre dispuesto a vengarse.

Casi le daba miedo decirle algo. Asde intransigente era la mirada en erostro de Qui-Gon. Los años pasadocon su Maestro, la proximidad quhabían compartido, todo ello parecievaporarse en el aire de la noche. Ercomo un extraño para él.



Había supuesto que, si estaba con sMaestro, podría ayudarle a controlar susentimientos de ira y pena. Habípasado los últimos días sumido en eormento, pensando que necesitaba esta

al lado de Qui-Gon. Y ahora veía que s

presencia no significaba nada para élSu Maestro estaba perdido en su propibúsqueda. Si quería vengarse, no podrí

mpedírselo. La voluntad de Qui-Gocombinada con su gran habilidad lmpediría detenerlo. Sintió un escalofrí

al pensarlo. Aun así, tendría quntentarlo.Esa noche su Maestro podía caer e

el Lado Oscuro. Lo imposible se habí



vuelto posible. Podía sentirlo en loscura energía de la Fuerza que srevolvía y arremolinaba alrededor dQui-Gon. Nunca se había sentido tampotente.

Obi-Wan buscó su propia conexió

con la Fuerza. Decidió que, pasara lque pasara, permanecería al lado de sMaestro. No podía perder la esperanza

Si hacía falta, lo protegería de sí mismoo lo perdería ante esa noche oscura.

Qui-Gon aparcó ante la residenci

del Gobernador Supremo. —Maestro, deberíamos contactacon Mace Windu —dijo Obi-Wan.

Qui-Gon saltó del aerodeslizador.



—Como quieras.Obi-Wan activó su comunicado

mientras saltaba del aerodeslizador corría tras su Maestro. Hablapresuradamente con Mace, contándolo que habían descubierto.

—Esperadnos —dijo Mace—Estamos cerca de allí.

—Demasiado tarde —repus

mientras Qui-Gon abría un agujero en lpuerta de la residencia empleando esable láser.

Apagó el comunicador y siguió Qui-Gon por el agujero. Los sistemas dseguridad dieron la alarma, y un guardide seguridad salió de la cabina. Miró a



Jedi, pero no sacó el láser. —Me ha llamado Lenz —dijo—

Ahora apagaré las alarmas. Ya hdesconectado el enlace con SeguridaMundial.

Qui-Gon asintió. Obi-Wan se alegr

por esa pequeña suerte. El espía de loObreros estaba de servicio. Las gemelahabrían oído el estrépito, claro, pero a

menos no llegarían los refuerzos dseguridad. Sólo tendrían que lidiar coa seguridad normal de la residencia, a

menos por un tiempo.Lenz les había proporcionado lodetalles necesarios para encontrar eúnel. Qui-Gon corrió hacia el final d



a casa, con su padawan al lado. Sabíaque la entrada estaba en una alacena das cocinas.

Entraron en ella. Eritha les esperaballí, apuntándoles al pecho con dopistolas láser.

—Tendréis que matarme para cruzaesa puerta —dijo. Parecía avejentadaTenía el rostro pálido y los ojo

brillantes. Sus cabellos dorados sderramaban por su espalda.

—Estoy dispuesto a hacer eso —

dijo Qui-Gon.Obi-Wan no miró a su MaestroEsperaba que sólo fuera un farol. QuiGon no sabía lo cerca del precipicio qu



estaba. Ya no podía sentir a su MaestroEntre ellos sólo había estática y todo umundo gris.

—Crees que no te atacaré por seuna jovencita —dijo Qui-Gon—. Percuando tomaste el sendero del poder

asumiste las consecuencias de un adultoEres responsable de la muerte de Tahl.

—¡Yo no soy responsable de eso! —

chilló ella—. Mucha gente hsobrevivido al contenedor de privaciósensorial. ¿Por qué no iba a hacerl

ella? ¡Era una Jedi! —Se pasó días encerrada allí —dijQui-Gon—. Mucho más tiempo qucualquier prisionero de los Absolutos.



Hablaba en tono inexpresivo, siemociones. De algún modo habíconseguido apartar tanto su pena de éque ésta no se reflejaba en sus palabrasEso preocupó a Obi-Wan más que sprevio despliegue de ira. ¿Significab

eso que Qui-Gon había aceptado lvenganza y estaba dispuesto a llevarla cabo?

—Yo no tenía nada contra Tahl —dijo Eritha—. Es una baja de guerra. Lrajimos porque sabíamos que vendría

Todo estaba planeado desde eprincipio. Al principio necesitábamouna presencia Jedi que nos cubrieraCon apoyo Jedi, el resto sería sencillo



Balog nos secuestraría y Roan dimitiríaAlani se presentaría a su puestoEntonces nos enteramos de la existencide la lista. Balog estaba en ellaSabíamos que la tenía Roan v qupensaba delatar a Balog, aunque fuera s

amigo. No quería delatarlo, pero lharía. Y todo el mundo sabría entonceque Balog había sido un Absoluto. ¡Es

nos habría estropeado los planesTeníamos que conseguir esa listaCreímos que Balog, al ser el jefe d

Seguridad Mundial nos ayudaría conseguirla, pero no fue así. Le pasó lnformación a los Absolutos, y alguie

robó la lista. Pero en vez de entregársel



a Balog, se la quedó para venderla. Nsabíamos quién había sido.

—Oleg —dijo Obi-Wan.Quería que Eritha siguiera hablando

Le preocupaba la forma en que lurgencia de Qui-Gon se había trocado e

una calma letal. Podía sentir con lFuerza que no había serenidad en escalma. Qui-Gon miraba a Eritha como s

fuera un obstáculo, no una persona. —Sí. Menuda suerte, el Absolut

que tenía la lista resultaba ser un espí

Obrero. Pero entonces sólo sabíamoque la tenía alguien. Necesitábamoayuda, más ayuda de la que podíproporcionar Balog. Necesitábamos



alguien con valor y cerebro, y tuvimosuerte de que Tahl ya estuviera ecamino. Sabía que podíamos hacer qunos ayudara sin que ella se diera cuentaEra así de generosa. Haría lo que lpidiéramos. Seguía considerándono

unas niñas indefensas sin madre y sin upadre de verdad.

Qui-Gon cerró los ojos.

—La dejamos creer que la idea dnfiltrarse en los Absolutos había sid

suya. Sabíamos que se enteraría de lo d

a lista y que intentaría conseguírnosla. —Confiaba en vosotras —dijo ObiWan.

Eritha se encogió de hombros.



—Todo el mundo confía en nosotrasEsa es nuestra ventaja. Somos las hijadel gran héroe Ewane. El gran héroe quapenas pasó un día entero con sus hijas que se las entregó a unos extraños parque las criaran. El gran héroe que sól

pensaba en su planeta, y no en su carne su sangre —los labios de Eritha sfruncieron—. ¿Por qué no utilizar es

confianza? Tahl hizo todo lo que lpedimos y algo más. Cuando la vimoescapar con Oleg, creímos que tenía l

ista. Pero no nos la entregó, así qudebíamos quitársela. Todo era muógico. Si Tahl nos hubiera dicho l

verdad, que no tenía la lista, ahora n



estaría muerta. —Balog la habría matado de todo

modos —dijo Obi-Wan. —Eso no lo sabes —repuso Erith

hábilmente—. Igual la hubiera dejadibre.

—Estás mintiendo —dijo Qui-Gosin expresión.

—Es posible —Obi-Wan estab

pasmado ante la crueldad que veía eos ojos de Eritha; eran como los de un

criatura que jugueteaba con otra má

pequeña antes de devorarla—. Eso no lsabrás nunca. Puede que la culpa de quTahl muriese fuera tuya, Qui-Gon.

Obi-Wan vio cómo el colo



abandonaba el rostro de su Maestro. Vique su mano se movía hacia su sabláser. Obi-Wan no pudo esperar por máiempo. Se lanzó contra Eritha, qu

miraba fijamente a Qui-Gonprovocándolo.

La hizo soltar la pistola láser de unpatada. La joven lanzó un grito, pero éa estaba tras ella, retorciéndole la otr

muñeca para quitarle el otro láser. Smetió las dos armas en el cinturón.

—¡Me has hecho daño! —gritó ella

frotándose la mueca. —Deprisa, Qui-Gon —exclamObi-Wan. Su Maestro no se habímovido, pero sus palabras lo empujaro



hacia la entrada del túnel. —¡Tú la mataste, Qui-Gon! —

gritaba Eritha mientras cruzaban lpuerta del túnel—. ¡Vive con eso, si eque vives!



Capítulo 17

Qui-Gon no tenía ninguna duda dque Eritha enviaría tras ellos a loandroides de seguridad. Sabía que lo

Absolutos que esperaban delantestarían bien armados. Dedicó a loobstáculos el mismo tiempo qu

dedicaría a un insecto molesto. No trazningún plan. Se limitaría a cargar hacidelante, y ganaría. Era todo lo que sabía

Qui-Gon notó que Obi-Wan lmiraba de reojo. Se dijo que no debídesplegar el genio que había mostraden casa de Mota. Su padawan estab



preocupado por lo rápidamente que sdejaba llevar por la rabia. Él mismestaba sorprendido ante la forma en qusu ira había ido en aumento. Sabía questaba alimentándola en vez ddeshacerse de ella. Eso le dio velocida

enfoque.Sabía que su actitud lo acercab

peligrosamente al Lado Oscuro. Sabí

que podría dominarlo de tener unoportunidad de meditar en calma silencio. Pero no disponía de ese lujo

Cuando llegara el momento, tendría quconfiar en su propia habilidad parcontrolar la ira.

El túnel pasaba bajo la residenci



del gobernador. Hacía años que no susaba y estaba oscuro y nada ventiladoQui-Gon corría iluminado por su sableSabía que Obi-Wan iba detrás de él. Spadawan le proporcionaría apoyo, persabía que no lo necesitaba. Esto er

entre Balog y él.Las palabras de Eritha le había

afectado, pero las había archivado par

as largas noches en vela que lesperaban. Su objetivo era Balog.

El túnel acababa en una puerta d

duracero. Qui-Gon la cortó y la travesóEstaba en el sótano del museo. —Hay androides detrás de nosotros

Qui-Gon —le dijo Obi Wan al oído—



Proceden de la residencia.Una molestia. Tendrían que acaba

con ellos antes de poder continuar.Qui-Gon se volvió cuando lo

primeros androides cruzaron la aberturadisparando los láseres. Tuvieron suerte

Estaban programados para avanzar, npara formular estrategias. Se limitaban omar la ruta más directa hacia su presa

ésa era cruzar la abertura de la puertadonde les esperaban los dos Jedi.

Obi-Wan desvió los disparo

mientras cortaba a los androides. QuiGon empuñaba el sable láser como sfuera un palo. No tenía tiempo para seelegante. Necesitaba acabar con todo



os androides posibles en la menocantidad de tiempo.

Obi-Wan era un borrón dmovimiento a su lado. Qui-Gon estabagradecido por la velocidad de spadawan. Pronto el suelo estuv

cubierto de androides humeantes.Sólo quedaban dos. —Acaba con ellos —dijo a Obi

Wan, y se alejó corriendo.Fue una suerte que hubiera hecho l

visita turística del museo a su llegada

uevo Ápsolon. Podía recordar cadpiso y cada cuarto del lugar. Este piso susaba para almacenaje, así que no lhabían recorrido. Las paredes y el suel



Entró en la sala justo cuando eAbsoluto activaba una hilera dandroides de combate expuestos. Parsorpresa de Qui-Gon, los androides salinearon de inmediato. Estabaoperativos. Los Absolutos había

armado a los que se exhibían en emuseo.

Tenían un armamento má

sofisticado que los androides de ErithaLos disparos láser eran erráticos procedían del pecho, la frente y la

manos de los androides. Podían rodarmaniobrar y doblarse para asumiposiciones flexibles.

Qui-Gon se veía superado por e



número, pero se negaba a considerarsvencido. Los disparos láser volarohacia él en feroz andanada. Todas lapartes de su cuerpo eran vulnerables. Ssable láser debía adecuarse al ritmo defuego a discreción mientras iniciab

acciones evasivas. Se sintió aturdido adarse cuenta de que igual tendría quretirarse.

Derribó a dos androides, pero lootros siguieron atacando. Algunos sprecipitaron contra él, disparando si

cesar. Otros le flanquearondisparándole mientras intentabasituarse tras él. Sintió que el sudocorría por su frente, escociéndole en lo



ojos. Empleó la Fuerza para aplastar uno contra la pared. Pero el androide sreconformó y volvió a atacarlo. Lo corten dos con el sable láser.

En la vida se había sentido más felide ver a Obi-Wan. Su padawan entró d

un salto en la refriega, agitando el sabláser. Con su ayuda, Qui-Gon consigui

rehacerse y acabar con los do

androides de su izquierda. Los dos Jedse separaron y atacaron la línea dandroides por sus extremos. Derribaro

dos cada uno, saltando luego al centrde la línea para destruir dos más en emomento en que cambiaban de posición

El humo brotó de ellos



ahogándolos. Obi-Wan acabó con eúltimo androide, y ambos salieron de lsala tambaleándose.

Obi-Wan se apoyó y tomó unbocanada de aire puro.

—¿Dónde crees que está Balog?

La pregunta tuvo eco en el cerebrde Qui-Gon. Éste se dio cuenta de quno había pensado mucho en el parader

de Balog. Se había limitado a cargahacia delante. Eso no era propio de él.

No pienso con claridad , se dijo

stoy reaccionando, no actuando.Se dio cuenta de que eso significabque estaba al borde de perder el controPero al darse cuenta de esto, también s



dio cuenta de algo igual descalofriante: No le importaba.

Y de pronto supo dónde podía estaBalog. Rememorando el recorridurístico, recordó que en esa plant

había un centro de control. Dado qu

muy poco tiempo antes Balog le habírobado la lista a Irini, seguramentestaría ante una pantalla, estudiándola

Con toda seguridad no querría perdeiempo en borrar su nombre y buscar

quién denunciar primero.

Antes de que pudiera responder Obi-Wan, más androides aparecieroras ellos. Sintieron un aviso de l

Fuerza antes de que empezaran lo



disparos. Una vez más, tuvieron quemplear toda su concentración parderrotar a los ágiles androides. Lodisparos parecían llegar de todas partes

Los androides se interponían entrellos y el centro de datos. El retras

acrecentó la ira de Qui-Gon. Cadsegundo que pasaba era una oportunidamás para que Balog escapara.

Cargó contra los androides, agitandel sable láser en un arco constantenotando apenas el zumbido de lo

disparos al pasar junto a sus oídos, cuando estaban a punto de acertarle eun brazo o una mano. Atacsalvajemente a los androides



destruyendo uno tras otro. Obi-Wantentó protegerlo lo mejor que supo

pero ni siquiera él pudo igualar lferocidad del ataque de Qui-Gon.

El Maestro Jedi atravesó la línea dandroides, apartando a uno de un

patada y partiéndolo en dos. Siemprhabía creído que ceder ante la ira lvolvería torpe. En vez de eso, se sentí

preciso. Poderoso. La ira lo llenaba dfinalidad.

Los androides estaban derrotados

en pedazos, humeando a su alrededorSiguió corriendo. —¡Qui-Gon, espera!Pero ignoró a su padawan. No podí



esperar.Con su nueva agudeza menta

recordó la localización exacta de la salde datos. No dudó al abrir de golpe lpuerta. Podía oír a Obi-Wan a apenaunos pasos detrás de él, y sintió un

punzada de decepción. Deseaba quObi-Wan se hubiera quedado atrás.

Quería enfrentarse solo a Balog.

El hombre robusto y fuerte ssentaba ante la consola de un técnicoGiró en su silla, con una mirada d

sorpresa pintada en el rostro. Así quEritha no había podido contactar con él.Qui-Gon miró con fijeza los ojillo

negros, la pequeña boca, la cabez



redonda. Concentró su odio en eshombre. Ahí estaba el hombre que habívisto cómo la salud de Tahl sdeterioraba lentamente, en una lentagonía día tras día, sin sentir nada. Ahestaba el hombre que no se había dad

cuenta de que aplastaba lentamente uespíritu extraordinario.

Ese pequeño y malvado hombrecito

Semejante injusticia hizo que QuiGon se tambaleara. Ese hombre estabvivo. Tahl estaba muerta. Su visión er

borrosa ante la emoción que rugía en snterior.Balog se levantó, apartando su sill

de una patada. Buscó el láser de s



cinto.Qui-Gon sonrió.Obi-Wan estaba a su lado, con e

sable láser en posición defensivaesperando a que Balog hiciera el primemovimiento.

Balog alargó una mano para activael comunicador de la consola deécnico.

—Necesito ayuda en el centro ddatos. Enviad androides de ataque...

Qui-Gon enterró el sable láser en l

consola con un gesto casual. Las chispavolaron y el humo se enroscó al elevarsde los circuitos.

Balog disparó. Obi-Wan saltó par



desviarlo.Los disparos láser no eran nada par

Qui-Gon. Sólo una barrera momentáneentre Balog y él. Balog era su presa. Umontón de piel, músculos y huesos coel que debía acabar.

El sable láser se movió como sfuera una ilusión óptica, tan rápido qucada golpe era un recuerdo. Era tan fáci

desviar los patéticos disparos de BalogEl pánico asomó a los ojos de Balog e volvió torpe. Soltó la pistola. Intent

correr, pero sus piernas tropezaron coa silla que había apartado antes. Cayal suelo con gran estrépito.

Por fin tenía a su enemigo a sus pies



al y como había imaginado. Se parsobre Balog, alzando el sable láserdispuesto a dar el golpe que lproduciría tanta satisfacción.

—No, Qui-Gon.La voz parecía provenir de muy mu

ejos, pero al mismo tiempo estaba mucerca de su oído. Eso le confundió.

Se volvió para encontrarse con l

mirada de Obi-Wan. Sintió que lmiraba desde una gran distancia. Lconfusión se apoderó de él.

Entonces fue como si se despejaraas nubes, dando paso a la claridad. Vimucho en un momento. En la miradfirme de su padawan vio tanto mied



como compasión.Ya no estaba tan lejos. La distanci

se comprimió y se vio en la misma salque él. Volvió a su ser y vio hasta dóndhabía llegado. El Lado Oscuro se habíasomado a su sangre. Lo había sabido

e había alentado. Temblando, desactivsu sable láser y lo devolvió al cinturón.

Había estado muy cerca de toma

una vida por venganza. Sólo él sabícuan cerca. No lo olvidaría nunca

unca se permitiría olvidarlo.

Balog cerró los ojos, aliviado. ObiWan se paró sobre él y buscó scomunicador en el momento en quMace y Bant entraban en la sala.



Capítulo 18

Los cuatro Jedi estaban en lplataforma de aterrizaje sobre la ciudade Nuevo Ápsolon. Qui-Gon miró lo

esculturales edificios grises de abajoas calles curvadas y los ancho

bulevares. Desde allí arriba era fáci

ver dónde empezaba el gran sectoCivilizado y dónde acababan lopequeños y apelotonados barrios de loObreros.

Manex les había prestado la mejonave consular de Nuevo Ápsolonademás de su propio piloto personal. E



cuerpo de Tahl estaba a bordo, en upequeño camarote perfumado con florenativas. Los Jedi la acompañarían en súltimo viaje de vuelta al Templo.

Dejaban atrás un Gobierno aún rotpor la división. Alani, Eritha y Balo

habían sido arrestados. Se habíevantado un gran clamor popular ante e

arresto de las gemelas. Había mucho

Obreros y Civilizados que no podíacreer su traición. No las hijas de Ewane

Irini se recuperaba en un centr

médico, pero se habían presentadcargos contra ella. El movimientObrero había perdido a Irini y a Lenz dun solo golpe. Estaban luchando po



encontrar nuevos líderes.Las puertas del turboascensor s

abrieron y Manex salió de él. Vestía unujosa túnica de su tono verde favorito

Dio unos pasos y se inclinó ante loJedi.

—El pueblo de Nuevo Ápsolon tienuna gran deuda con vosotros —dijo.

—Aún hay disturbios en Nuev

Ápsolon —dijo Mace—. Pero eGobierno actuará con honestidad.

Manex asintió.

—Las elecciones se han aplazado a semana que viene. Se han presentadotros legisladores. El movimientAbsoluto ha quedado muy dañado, per



no ha desaparecido por completo. Aúenemos enemigos que combatir

Seguramente tendremos problemacuando el Comité para la Reinstauracióde la Justicia se ocupe de la lista dnformadores Absolutos. Pero me h

comprometido con mi mundo. Si soelegido, continuaré la obra de Roan.

—Si vuelves a necesitarnos

volveremos —dijo Mace.Qui-Gon apartó la mirada. No ser

o quien venga, pensó. Nunca volverí

a Nuevo Ápsolon. —Te damos las gracias por eransporte —dijo Mace a Manex—. Y

por todo lo que has hecho.



Los ojos castaños de Manereflejaban su pena.

—No puedo ni empezar reemplazar lo que habéis perdido aquSólo puedo prometeros mi servicio poel resto de mi vida, en caso de que lo

necesitéis.Manex hizo una seña al piloto par

que bajara la rampa de la nave

Entonces, se alejó tras efectuar unúltima reverencia.

Qui-Gon se mantenía a ciert

distancia de los demás. Vio que Bant sacercaba a Obi-Wan. —¿Está bien Qui-Gon? —pregunt

en voz baja y preocupada.



—No lo sé —dijo su padawan—pero lo estará.

¿Lo estaré?, se preguntó Qui-Gocon un extraño distanciamiento.

Obi-Wan miró a Bant. —¿Y nosotros estamos bien?

Qui-Gon sintió que si era posiblque su corazón volviera a conmoversese conmovería ante la calidez que vio e

os ojos de Bant. Recordaba cuandTahl y él eran así de íntimos.

—Por supuesto —respondió ella.

Él también le debía algo a Obi-WanLo llamó a su lado. —Necesito darte las gracias —l

dijo—. Me salvaste cuando estaba sobr



Balog, con odio en mi corazón. Fue esonido de mi nombre lo que mdevolvió a mí ser.

Obi-Wan le miró desconcertado. —Pero si yo no hablé.El corazón de Qui-Gon se hinchó

Había sido Tahl. Claro que había sidTahl. La voz había sonado tan cercana al mismo tiempo tan lejana. Era su voz

suave y cálida, una voz que oía raraveces, y un tono que, ahora se dabcuenta, ella reservaba sólo para él.

Ella seguía estando con él. Saberldebería ayudarle. Pero en vez de esouna nueva agonía recorría su ser. No lbastaba con oír su voz en un momento d



necesidad. Necesitaba su presencifísica. Necesitaba su calor y srespiración, lo bastante cerca como parocarla, lo bastante cerca como parntercambiar una sonrisa d

complicidad.

Obi-Wan debió de notar algo en scara. Posó una mano en el hombro de sMaestro. Qui-Gon no sintió la presión

o quería sentir el tacto de su padawanEstaba agradecido a Obi-Wan por scompasión. Tenía una deuda con Mace

con Bant por su silenciosa comprensiónPero no soportaba estar con ellos.Qui-Gon se alejó de su lado y subi

a rampa. Pasaría el viaje de regreso



Coruscant velando a Tahl solo.Sabía una cosa: tendría que carga

con esa pena y no sería una carga que saligeraría con el tiempo. Aparecería reaparecería en ocasiones, cobrarífuerza y la perdería, y volvería

asomarse en él cuando la creyerdisminuida. Era demasiado grande parque la aceptación Jedi pudier

contenerla.¿Y qué implica ser un Jedi y se

ncapaz de aceptarla?, se preguntó Qui

Gon. Era una pregunta para otrmomento.Entró en la nave sin mirar atrás

Dejaba en Nuevo Ápsolon l



posibilidad de una vida diferente, unvida a la que había aspirado con un

La Llamada de La Venganza - Jude Watson

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