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1 LA LITERATURA COMO OFICIO © La Carreta Editores / ICESI. Prohibida su reproducción La literatura como oficio: José Antonio Osorio Lizarazo 1930-1946

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    La literatura como oficio:

    Jos Antonio Osorio Lizarazo 1930-1946

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    2012

    Felipe Vanderhuck Arias

    La literatura como oficio:

    Jos Antonio Osorio Lizarazo 1930-1946

  • 4FELIPE VANDERHUCK ARIAS

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    ISBN: 978-958-8427-XX-X 2012 Felipe Vanderhuck 2012 Universidad ICESI, Cali 2012 La Carreta Editores E. U.

    La Carreta Editores E.U.Editor: Csar A. Hurtado Orozcohttp:www.lacarretaeditores.comE-mail: [email protected]; [email protected]: (57) 4 250 06 84Medelln, Colombia.

    Primera edicin: enero de 2012

    Cartula: diseo de lvaro Vlez

    Impreso y hecho en Colombia / Printed and made in Colombiapor Impresos Marticolor, Medelln

    Queda rigurosamente prohibida, sin la autorizacin escrita de los titulares delcopyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccin total o parcialde esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidas las lecturasuniversitarias, la reprografa y el tratamiento informtico, y la distribucin deejemplares de ella mediante alquiler pblico.

    Vanderhuck Arias, Felipe La literatura como oficio : Jos Antonio Osorio Lizarazo 1930-1946 /Felipe Vanderhuck Arias. Medelln : La Carreta Editores,Universidad ICESI, Cali, 2012. 120 p. ; 14 x 21,5 cm. (La Carreta literaria) Incluye bibliografa. 1. Osorio Lizarazo, Jos Antonio, 1900-1964 - Crtica einterpretacin2. Literatura y sociedad 3. Produccin literaria 4. Escritorescolombianos 5. Industria editorial I. Tt. II. Serie.808 cd 22 ed.A1318642

    CEP-Banco de la Repblica-Biblioteca Luis ngel Arango

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    Agradecimientos

    A la Universidad Icesi, al Ministerio de Educacin Nacionalde Colombia y al Servicio Alemn de Intercambio Acadmico(DAAD por su sigla en alemn), por la financiacin de los es-tudios que dieron como resultado este trabajo, as como por lacolaboracin que me brindaron cada vez que la necesit.

    A quienes me ofrecieron su asesora acadmica o discutie-ron conmigo aspectos de mi trabajo: la doctora Martha ZapataGalindo, docente del Lateinamerika-Institut de la FreieUniversitt Berlin, quien asesor mi investigacin y de quienrecib siempre valiosas observaciones; la profesora doctora IngridKummels (tambin del LAI), segunda asesora, quien acompa- el trabajo sobre todo en sus fases iniciales; el profesor Enri-que Rodrguez Caporali, de la Universidad Icesi en Cali, quienme ha alentado en tantos momentos y de tantas maneras; elprofesor Renn Silva, de la Universidad de los Andes en Bogo-t, quien ley el proyecto inicial y se reuni conmigo a princi-pios de 2010, cuando realizaba mi trabajo de archivo en laBiblioteca Nacional de Colombia.

    Al personal de esa biblioteca que siempre estuvo atento amis solicitudes y mis dudas, as como al personal del InstitutoIberoamericano de Berln. De uno y otro lugar solo guardo bue-nos recuerdos.

    A la seora Ery Ortiz de Osorio, viuda de Osorio Lizarazo,quien me recibi amablemente en su casa en Bogot y autoriz lareproduccin fotogrfica de los documentos del Fondo JAOL.

    A mi madre, mi hermana y Marcela: ellas fueron mi princi-pal compaa durante el tiempo que le dediqu a este trabajo,un tiempo en que mi vida nunca se detuvo: con ellas compartese tiempo y esa vida.

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    Contenido

    Introduccin......................................................... 9

    1. El problema y el enfoque ................................................... 12

    2. El periodo de estudio......................................................... 20

    3. Comentario sobre las fuentes y contenido ......................... 26

    El escritor en la sociedad .................................... 311. Funcin de la literatura .................................................... 31

    2. Caractersticas de la novela y papel del escritor en la

    sociedad ........................................................................... 34

    3. El lugar del escritor en la sociedad ................................... 42

    4. Osorio Lizarazo y Los Nuevos ........................................ 48

    El mundo editorial y la consagracin.................. 611. La situacin social del escritor .......................................... 61

    2. Osorio Lizarazo y sus libros ................................................ 69

    3. Osorio Lizarazo y su consagracin como escritor ............... 86

    El escritor y la poltica ........................................ 911. Introduccin ..................................................................... 91

    2. Osorio y sus relaciones con los liberales ............................ 93

    3. La partida o el fin de una promesa .............................. 105

    Conclusiones .................................................... 111

    Bibliografa ....................................................... 115

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    Introduccin

    Este es un trabajo sobre un escritor y algunas de las condicio-nes en que ejerci su oficio. Al optar por esta palabra parahablar de lo que hacen los escritores, hemos querido destacarque escribir novelas, ensayos o poemas depende de algo ms quede arrebatos de inspiracin. El escritor no solo se relacionacon las musas: debe atender tambin sus necesidades mate-riales y sus deseos de gloria; debe tratar con editores pocogenerosos, con libreros desconfiados o con lectores ingratos;en ocasiones, ha empleado su inteligencia para adular la vo-luntad del prncipe, cuando no la conciencia de los humil-des. Aqu nos ocupamos de cosas como estas. Las alabanzasdel genio propio, las interpretaciones de vocabulario muysofisticado o los juicios crticos de obras sin tiempo o bienligadas a l de manera misteriosa, nos han parecido tareaspor fuera de nuestro alcance.

    Si nos hemos decidido por la palabra oficio, no es en todocaso porque escribir literatura, durante los aos en que se con-centra este estudio, pudiera considerarse una actividadprofesionalizada en Colombia. En aquella poca no se ha-ban creado todava las condiciones que ms tarde haranposible al escritor, aunque solo fuera de manera excepcional,vivir de su pluma. Sin embargo, el escritor era una figurareconocida, que comparta con sus colegas formas ms o me-nos estables de sociabilidad, cuyo trabajo era apreciado en unsentido o en otro y quien, en ciertos momentos, discuta so-bre el sentido de su labor.

    El escritor sobre quien se concentra este estudio, JosAntonio Osorio Lizarazo (Bogot, 1900-1964), es hoy enda relativamente desconocido en Colombia y an ms fueradel pas. A pesar de que en los ltimos aos se le han dedica-do algunos trabajos acadmicos, y aunque se le recuerda de

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    tanto en tanto como uno de los primeros bigrafos del jefeliberal Jorge Elicer Gaitn, la mayora de sus novelas no hanencontrado nuevas ediciones ni pertenecen al canon de laliteratura nacional. En este trabajo tendremos en cuenta va-rias de esas novelas, pero, como indicamos, no haremos alrespecto juicios literarios, ni discutiremos si es merecido o noel olvido en que se encuentran1.

    Osorio Lizarazo proviene de una familia humilde de supoca, no tan humilde, sin embargo, como para renunciar alos sueos de ascenso social. Su padre era artesano y su madreama de casa; del oficio del padre se poda vivir modestamen-te, pero nada ms. Un poco en contrava de su destino, Osoriorecibi una educacin secundaria en un colegio religioso alque asistan jvenes de familias acomodadas y de algn re-nombre: el Colegio San Bartolom, dirigido por sacerdotesjesuitas. Poco se conoce de su infancia, aunque hay indiciosque muestran que entre sus compaeros y profesores fue ob-jeto de burlas y de un trato desigual por motivos relacionadoscon su origen social2.

    1. Los trabajos ms recientes e interesantes sobre Osorio Lizarazo son:Nelly Castro, Conciencia crtica en cuatro novelas colombianas, Medelln, LaCarreta, 2010; Oscar Ivn Calvo Isaza, Literatura y nacionalismo: la no-vela de Jos Antonio Osorio Lizarazo, Anuario colombiano de historia socialy de la cultura, vol. 36, nm. 2, 2009, pp. 91-119; Sergio Ramrez Lamus,Espectros de 1948. Osorio Lizarazo, Gaitn y el 9 de abril, Cali, archivos delndice, 2007; Oscar Ivn Calvo Isaza, Las biografas de nadie. Jos AntonioOsorio Lizarazo (1900-1964). Tesis para optar al ttulo de Maestro en Histo-ria y Etnohistoria, Mxico, Escuela Nacional de Antropologa e Historia,2005 (indito); Juan Camilo Gonzlez Galvis, Tres novelas bogotanas (1924-1935): imaginacin e ideologa en la ciudad del guila Negra, Bogot, Alcal-da Mayor de Bogot, Instituto Distrital de Cultura y Turismo, 2004; EdisonNeira Palacio, La gran ciudad latinoamericana. Bogot en la obra de JosAntonio Osorio Lizarazo [2002], Medelln, Fondo Editorial UniversidadEAFIT, 2004.

    2. Para los datos biogrficos de Osorio, nos hemos basado en Oscar IvnCalvo Isaza, Las biografas de nadie, op. cit., un trabajo que supera conmucho lo que se tendra por una biografa tradicional y que ha sido de granayuda y estmulo para esta investigacin. Por lo dems, Calvo Isaza fue elencargado de organizar y catalogar, junto a un equipo de colaboradores, el

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    En su juventud, con un ttulo de bachiller en la mano y sinencontrar empleo, Osorio deambul por zonas montaosas delpas, en donde se emple en minas y cafetales, asumiendo pe-queas labores administrativas para las que lo habilitaba su di-ploma de bachiller: saba las operaciones matemticas bsicas yleer y escribir, aptitudes escasas en aquel tiempo, sobre todoentre la poblacin del campo. A principios de los aos veinteOsorio regres a Bogot y comenz a trabajar como periodistaen pequeos diarios, primero como reportero y luego comocronista. En la Bogot de entonces, tener aspiraciones intelec-tuales significaba abrirse campo en el periodismo: aunque eraen general una actividad mal remunerada, era en todo caso laprincipal va para darse a conocer.

    Desde sus inicios como periodista, Osorio fue defensor delas ideas liberales (lo que en Colombia significaba casi siem-pre ser defensor del Partido Liberal), e hizo parte de lo queentonces se conoci como liberales de izquierda, es decir,jvenes simpatizantes del socialismo aunque sin pretensionesrevolucionarias, que comenzaban a hablar de reformas socia-les a favor del pueblo. Una de las caractersticas comparti-das por estos jvenes era su concepcin del Estado como lainstitucin adecuada para dirigir el cambio social.

    Si bien es posible afirmar que el aprendizaje de Osoriocomo periodista se hizo un tanto al margen de quienes en lasdcadas siguientes ocuparan posiciones destacadas en el go-bierno (un ncleo de intelectuales que se conoce como LosNuevos), puede afirmarse tambin que Osorio compartimuchas de sus ideas y aspiraciones y entr muy pronto encontacto con ellos a travs de la poltica partidista y de las

    archivo donado por la familia de Osorio Lizarazo a la Biblioteca Nacionalde Colombia en 1999, el cual es la fuente principal de su tesis de maestra,as como lo es tambin del presente trabajo. Agradezco a la seora Roco A.Snchez, jefa de la Biblioteca Guillermo Bonfil Batalla de la ENAH, porhaberme facilitado la tesis de Calvo Isaza. Solo necesit una llamada. Parala infancia de Osorio Lizarazo, vase Calvo Isaza, ibd., pp. 67-71.

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    salas de redaccin. Como ellos, Osorio tambin crea que elintelectual deba tomar un papel ms activo en la orienta-cin de la nacin (era el vocabulario de la poca), estar atentoa la realidad y a los problemas de su tiempo, contribuir alcambio social. Como ellos, l tambin crea que esto era po-sible por medio del Estado. Desde luego, para que esto fueraposible, los liberales deban recuperar su control.

    1. El problema y el enfoque

    Para definir lo que nos proponemos hacer en este trabajo,puede ser til comenzar por definir lo que no nos propone-mos. En primer lugar, entonces, habra que decir que aqu nonos proponemos un estudio biogrfico. No es parte de nues-tros objetivos reconstruir la vida de Osorio Lizarazo en cadauno de sus detalles, ni mucho menos si lo anterior fuera po-sible hacer de esa vida un destino heroico, un camino traza-do desde el principio o el resultado de una voluntad difana.Desde luego, no todas las biografas deben seguir o siguenese camino. Como indicamos ya, el nico trabajo biogrficodisponible sobre Osorio Lizarazo, Las biografas de nadie, su-pera con mucho las trampas de la ilusin biogrfica, es de-cir, la idea de que la vida de un individuo es una sucesincoherente de acontecimientos, cuyo sentido coincide con elrelato que ese individuo crea al respecto. Las biografas de na-die busca reconstruir aspectos de la vida de Osorio Lizarazo,pero lo hace siempre en el marco de problemas ms generalesde inters histrico y sociolgico3.

    3. Dos trabajos biogrficos muy notables sobre escritores colombianos,que tampoco siguen los caminos convencionales de la biografa, y que, sibien no pueden considerarse en sentido estricto trabajos sociolgicos, po-dran ensear mucho a socilogos e historiadores, son los de FernandoVallejo, Barba Jacob el mensajero [1984], Bogot, Alfaguara, 2008 y Chapolas

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    Tampoco se encontrar en las pginas que siguen un tra-bajo sobre el campo literario o el campo intelectual co-lombiano, si bien las orientaciones tericas que se derivan delos trabajos de Pierre Bourdieu sobre los campos de produc-cin cultural han sido para nosotros de mucha utilidad. Esdifcil negar el aporte de esos trabajos para los estudios socio-lgicos e histricos que intentan comprender la produccinde bienes culturales como parte de procesos complejos, queescapan a la alternativa que los considera, o bien como laobra exclusiva de sus creadores (el genio individual), o biencomo el reflejo de fuerzas impersonales (el espritu de la po-ca, las mentalidades, los intereses de clase, etc.)4.

    Sin embargo, en el presente estudio estamos lejos de cum-plir con todos los requisitos que merecera un trabajo sociol-gico o histrico sobre el campo literario en Colombia. Nosha parecido sensato, para comenzar, no recurrir de maneraprecipitada a este tipo de nociones, con la esperanza de con-tribuir as a un debate necesario sobre su uso, sobre todo si setiene en cuenta que un primer requisito consistira en reflexio-nar sobre sus alcances en un contexto diferente de aquel enque dieron sus resultados iniciales.

    Aunque en este trabajo estamos tambin lejos de haberrealizado esa reflexin con toda la profundidad y el conoci-miento que requerira, esperamos al menos haber sugeridocmo, aunque muy til, la nocin de campo no debe confun-dirse con una realidad establecida que se encuentra en el ori-gen de toda produccin cultural, y ms an, cmo esa nocintiene un origen profundo en el anlisis de la creacin literaria

    negras, Bogot, Alfaguara, 1995. La ilusin biogrfica es el ttulo de unconocido ensayo de Pierre Bourdieu incluido en su libro Razones prcticas.Sobre la teora de la accin [1994], Barcelona, Anagrama, 1999, pp. 74-83.

    4. De Pierre Bourdieu pueden verse, entre varias posibilidades, Lasreglas del arte. Gnesis y estructura del campo literario [1992], Barcelona,Anagrama, 1997 e Intelectuales, poltica y poder [1999], Buenos Aires,Eudeba, 2009.

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    en Francia durante el siglo XIX, lo cual, si bien no le restautilidad, s debera advertirnos sobre el hecho de que detrsdel modelo Bourdieu existen unas condiciones histricasespecficas que estn lejos de ser universales una premisasencilla, que sin embargo parece olvidarse con frecuencia5.

    Este tampoco es un trabajo general sobre los intelectualescolombianos y sus relaciones con el poder. No buscamos comohan buscado otros hacer generalizaciones sobre el rol y el lugarde los intelectuales en un periodo de tiempo determinado, eneste caso los aos que van de 1930 a 1946, como si fuera posibleconsiderarlos un grupo homogneo. En este sentido, encontra-mos muy problemticas las interpretaciones ofrecidas por histo-riadores como Miguel ngel Urrego o Gonzalo Snchez, si bieneste ltimo se ocup del tema de manera ms prudente.

    En el primer caso, no estamos de acuerdo con la interpreta-cin que solo ve en los intelectuales de aquellos aos intelec-tuales orgnicos del bipartidismo, con lo cual se quiere decircon seguridad, debido a un uso precipitado de Gramsci quesu funcin en la sociedad se redujo a legitimar los proyectosculturales y polticos de las clases dominantes, con el objetivo,en ltima instancia, de defender los intereses de esas clases. Enel segundo caso, nos parece equivocado afirmar que el tipodominante del intelectual durante el periodo en cuestin fueel del intelectual maestro (o tambin: pedagogo, profe-sor), y mucho ms afirmar que su labor durante aquellos aospuede definirse como la lucha por la autonoma cultural, locual se relaciona con el hecho de que ese intelectual era cadavez ms autnomo de los partidos y del poder estatal.

    Una interpretacin de este tipo confunde un hecho ciertoel valor creciente que se asignaba a la formacin tcnica y alas ciencias sociales como formas modernas de conocimiento y

    5. Una visin crtica sobre la teora de los campos se encuentra enBernard Lahire (dir.), El trabajo sociolgico de Pierre Bourdieu: deudas ycrticas [1999], Buenos Aires, Siglo XXI, 2005, pp. 29-110.

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    transformacin de la realidad, y que se manifest, por ejemplo,a travs de la creacin de la Escuela Normal Superior en 1936, ala que acudieron y en donde se formaron de hecho destacadosprofesores, con un proceso cuyas coordenadas seguan estan-do, en lo fundamental, en la poltica6. La lucha en torno a ladefinicin del papel y del lugar del intelectual en la sociedadno pareca librarse principalmente como tal vez s lo hizo des-pus en las universidades o centros de educacin, sino en lospartidos, en el periodismo y en el oficio de las letras, activi-dades que solan coincidir en una sola persona7.

    As pues, aunque este no es un estudio sobre la historia delos intelectuales en Colombia, es cierto que en muchas partesde l nos referimos a Osorio Lizarazo y a sus contemporneoscomo intelectuales. Para orientarnos respecto a tal nocin,hemos acudido de nuevo a algunos trabajos de PierreBourdieu, al igual que de otros historiadores y socilogos so-bre la materia8. En ellos no hemos ido en busca de la definicin

    6. Vanse Miguel ngel Urrego, Intelectuales, Estado y Nacin en Co-lombia. De la Guerra de los Mil Das a la Constitucin de 1991, Bogot,Universidad Central, Siglo del Hombre Editores, 2002 y Gonzalo Snchez,Intelectuales poder y cultura nacional, Anlisis poltico, nm. 34,mayo-agosto de 1998, pp. 115-138. La cita en p. 126.

    7. Otra versin de los estudios sobre intelectuales en Colombia en laprimera mitad del siglo XX, que recurre tambin a la nocin de campo (paraconstatar, una vez ms, que en Colombia no exista un campo autno-mo), y que pone en primer lugar la idea del precursor, es decir, de lafigura solitaria que lucha por la autonoma cultural, se encuentra, porejemplo, en Gilberto Loaiza Cano, Luis Tejada y la lucha por una nuevacultura (Colombia, 1898-1924), Bogot, Colcultura, 1995 y tambin en HildaS. Pachn Faras, Los intelectuales colombianos en los aos veinte: el caso deJos Eustasio Rivera, Bogot, Colcultura, 1993.

    8. Vanse, por ejemplo, Bourdieu, Intelectuales, poltica y poder, op. cit.;Edward Said, Representaciones del intelectual [1994], Bogot, Debate, 2007;Jacques Le Goff, Los intelectuales en la Edad Media [1985], Barcelona,Gedisa, 2008; Karl Mannheim, The problem of the intelligentsia. Aninquiry into its past and present role, en Essays on the sociology of culture[1956], London, Routledge, 1997, pp. 91-170; Antonio Gramsci,Aufzeichnungen und verstreute Notizen fr eine Gruppe von Aufstzenber die Geschichte der Intellektuellen [1932], en Gefngnis Hefte. Band7 [1975], Hamburg, Argument, 1996, Hefte 12 bis 15, zwlftes Heft, pp.1497-1532; Lewis Coser, Hombres de ideas. El punto de vista de un socilogo

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    de intelectual que nos permitira, desde el principio y de ma-nera exclusiva, abordar nuestro objeto de estudio, sino deorientaciones tericas para comprender una nocin que es almismo tiempo una categora histrica y un motivo de disputapor parte de los interesados. Cualquier definicin que ignora-ra las formas especficas del intelectual en una sociedad, ascomo las luchas por establecer qu es y cules son sus funcio-nes, sera con seguridad de poca ayuda.

    Por ello, hemos optado por trabajar con una definicin abiertay provisional, que nos permita evitar el obstculo comn en losestudios sobre intelectuales de no hablar de sus formas histricas(lo que incluye, desde luego, los debates normativos sobre susfunciones o su lugar en la sociedad), sino de lo que el investigadortiene por tal, es decir, de su propia definicin normativa (aunquese recurra al lenguaje de las definiciones sociolgicas).

    Nuestra hiptesis es que, en los aos considerados aqu, lafigura ms destacada del intelectual es aquella que combinalas funciones polticas en la direccin del Estado, de los par-tidos o de los cuerpos legislativos con el gusto y el ejerciciode las letras. O, en otras palabras, la sntesis del hombreculto, que dispone del dominio legtimo de los smbolos es-critos y se expresa de manera elocuente por medio de artcu-los periodsticos, de la crtica literaria, la poesa o la novela, yel conductor de espritus (del pueblo, de la nacin),cuya autoridad se basa, entre otras cosas, en la posesin natu-ralizada (y celebrada una y otra vez) de esa cultura.

    En nuestro caso, no asociamos la figura del intelectual conuna determinada categora socioprofesional, aunque esperamos

    [1965], Mxico, FCE, 1980; Georg Jger, Der Schriftsteller alsIntellektueller. Ein Problemaufri y Joseph Jurt, Les intellectuels: einfranzsisches Modell, en Sven Hanuschek, Therese Hrnigk y ChristineMalende (eds.), Schriftsteller als Intellektuelle. Politik und Literatur im KaltenKrieg, Tbingen, Max Niemeyer, 2000, pp. 1-25 y 103-133; como obrabreve de sntesis puede verse Carlos Altamirano, Intelectuales. Notas deinvestigacin, Bogot, Norma, 2006.

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    mostrar cmo sus formas dominantes se relacionan con el ejerci-cio de ciertas destrezas y funciones. Tampoco partimos de la pre-gunta acerca de si los intelectuales representan un grupo socialautnomo o, por el contrario, es posible pensar que cada clasesocial tiene su propia categora de intelectuales9. Una respuestaabsoluta a esta pregunta no es posible, como se deriva de lostrabajos de Pierre Bourdieu sobre el campo literario y los inte-lectuales. Segn las observaciones del destacado socilogo, es-tos, al menos desde el periodo romntico (en la figura del escritoro del artista intelectual), se encontraran en una posicin ambi-gua respecto a la clase dominante: miembros de esta clase, dela cual provienen en su mayora y en la cual participan, si no porsus relaciones de familia y por sus compaas, al menos por suestilo de vida, representan sin embargo una fraccin dominadade la clase dominante, dispuesta por esta razn a mantener unarelacin ambivalente, tanto con las fracciones dominantes delas clase dominante (los burgueses) como con las clases domi-nadas (el pueblo), y a formar una imagen ambigua de su posi-cin en la sociedad y de su funcin social10.

    Al recurrir a esta observacin, no lo hacemos sin embargocomo si se tratara de una premisa que pudiera ajustarse a cual-quier situacin. No estaramos dispuestos a afirmar, por ejemplo,que ella se ajuste al caso de los intelectuales de la Repblica Li-beral que ha estudiado el historiador Renn Silva, en relacincon los cuales nos parece Osorio cre su propias expectativase ideas sobre el intelectual y su funcin y lugar en la sociedad.Muchos de ellos, especialmente los ms favorecidos aquellos

    9. Carlos Altamirano, op. cit., pp. 63-64.10. Vase Pierre Bourdieu, Campo del poder, campo intelectual y

    habitus de clase [1971], en Intelectuales, poltica y poder, op. cit., pp. 23-42.Las citas en p. 32. El anlisis amplio sobre el origen de la relacin ambivalentedel intelectual respecto al burgus y al pueblo, se encuentra en PierreBourdieu, La conquista de la autonoma. La fase crtica de la emergenciadel campo, en Las reglas del arte, op. cit., pp. 79-174, aunque tambinpuede leerse con mucho provecho el prlogo del libro, Flaubert analistade Flaubert. Una lectura de La educacin sentimental, pp. 17-75.

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    que reunan en s al hombre de cultura y al hombre pbli-co, parecen no haber experimentado, o no de manera aguda,la ambivalencia de esa relacin, aunque aqu es necesario adver-tir que nos movemos en el terreno de las hiptesis.

    Sin embargo, nos parece que en el caso de Osorio Lizarazo,es decir, el de aquellos intelectuales que no encontraron ac-ceso a los bienes, empleos y ceremonias de ms prestigio unasunto que ha de investigarse con mucho ms detalle en elfuturo, la observacin da claves importantes para interpre-tar sus relaciones ambiguas con la poltica de la poca y susfiguras ms intensas: el pueblo y sus dirigentes, las clasespopulares y sus conductores.

    Aunque la observacin no lo mencione de manera explci-ta, ella recuerda tambin (como lo hace la nocin de campo),que entre los intelectuales existen relaciones de desigualdaden la distribucin de los recursos (simblicos, econmicos, etc.).Uno de los aportes principales de Bourdieu para el estudio delos intelectuales (bien sean escritores, artistas o profesores), eshaber mostrado que, a su manera, ellos tambin luchan poralterar o conservar esa distribucin, es decir, por conservar oalterar las relaciones de poder existentes.

    Nos parece que otro aspecto valioso para considerar en nuestranocin del intelectual el cual est presente en varios de los auto-res que hemos citado en nota anterior, es que uno de sus mbi-tos privilegiados de accin es el de la cultura, bien sea por mediode la creacin de cierto tipo de bienes (obras de arte, libros,discursos, etc.), como por la produccin y transmisin de men-sajes relativos a lo verdadero (si se prefiere: a lo que [los intelec-tuales] creen verdadero), se trate de los valores centrales de lasociedad o del significado de su historia, de la legitimidad ola injusticia del orden poltico, del mundo natural o de la reali-dad trascendente, del sentido o del absurdo de la existencia11.

    11. Vase Carlos Altamirano, Introduccin general, en CarlosAltamirano (dir.), Historia de los intelectuales en Amrica Latina. I. La ciudad

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    Por ltimo, reiteremos que este no es un trabajo de crticaliteraria, ni sobre la recepcin de la obra de Osorio Lizarazo.No nos concentraremos en el significado de tal o cual nove-la, ni exploraremos cosas como el rol de la mujer, la imagendel pueblo o la presencia de la metfora en sus obras. Entodo caso, guardamos la sospecha de que una tarea as podraser mucho ms interesante si se hace en colaboracin condisciplinas como la historia, la antropologa o la sociologa.Pero no es ms que una sospecha.

    Tampoco exploramos aqu los procesos de apropiacin de lasobras literarias, si bien hemos encontrado mucho provecho enlos estudios de Roger Chartier sobre la literatura y sus formas deproduccin, distribucin y apropiacin. En el enfoque de esosestudios hay una atencin muy aguda hacia lo que pasa con loescrito una vez que sale de las manos de su creador. A Chartierle gusta recordar que los autores no escriben libros, sino tex-tos: los libros se hacen en las imprentas, se comercian en laslibreras, se distribuyen en las bibliotecas, se leen a solas o enpblico, solo por mencionar algunas posibilidades. Estos son as-pectos an muy poco explorados en la historiografa colombia-na, como tambin se ha explorado poco la conformacin y elfuncionamiento de nuestro mundo editorial. En el captulodos intentamos hacer un pequeo aporte al respecto12.

    En este trabajo, pues, queremos estudiar algunos aspectosdel espacio de relaciones en que los escritores, en cuanto intelectuales,

    letrada, de la conquista al modernismo, volumen editado por Jorge Myers,Buenos Aires, Katz, 2008, pp. 9-27. La cita en pp. 14-15. Altamirano escribetambin que los intelectuales son personas, por lo general conectadasentre s en instituciones, crculos, revistas, movimientos [] y que sedirigen unos a otros, a veces en la forma del debate, pero el destinatario noes siempre endgeno: tambin suelen buscar que sus enunciados resuenenms all del mbito de la vida intelectual, en la arena poltica. Ms an, aveces quieren llegar a la sede misma del poder poltico, cf. ibd.

    12. De Chartier, entre otras posibilidades siempre muy sugerentes, pue-den verse Libros, lecturas y lectores en la Edad Moderna [1993], Madrid,Alianza, 1994 y El mundo como representacin. Historia cultural: entre prc-tica y representacin [1992], Barcelona, Gedisa, 2002.

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    ejercieron su oficio en Colombia durante un periodo de tiempodeterminado. Esos aspectos se relacionan, para empezar, conlas concepciones sobre el papel y el lugar del intelectual en lasociedad, as como sobre la literatura y sus funciones. Tam-bin consideramos aqu algunas de las formas de consagra-cin que estaban disponibles para los hombres de letras dela poca (mundo editorial, reconocimiento de los pares)y las relaciones entre la consagracin intelectual y el mundode la poltica, tema del tercer captulo13.

    2. El periodo de estudio

    Es necesario aludir ahora al periodo de tiempo en que se con-centra este trabajo: los aos que van de 1930 a 1946. En lahistoriografa colombiana, ese periodo se conoce comola Repblica Liberal. Con tal nombre se designa una suce-sin de gobiernos controlados por el Partido Liberal, uno delos partidos tradicionales de Colombia, que, tras msde cuarenta aos sin triunfar en unas elecciones nacionales,retom el control del Estado y sus instituciones ms impor-tantes en 1930. Esa poca conoci importantes esfuerzos decambio social y poltico, relacionados por ejemplo con la se-paracin entre la Iglesia y el Estado, la bsqueda de una edu-cacin laica, el reconocimiento de los trabajadores y sussindicatos, o el deseo de ampliar la ciudadana, para lo cual,entre otras cosas, se busc difundir la cultura entre el pue-blo por medio del cine, la radio, el libro, etc. Esto se tena

    13. Habra que aadir aqu, entonces, que si bien Osorio Lizarazo nosinteresa por s mismo, en este trabajo lo fundamental es la pregunta por elespacio de relaciones en que ejerci su oficio. Uno de nuestros supuestos esque es posible conocer aspectos de ese espacio de relaciones a travs delanlisis de su archivo (en especial de su correspondencia), tarea que habrque profundizar hacia adelante con la consulta y el hallazgo de nuevasfuentes.

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    por una condicin necesaria para hacer ms democrtica lavida poltica y social del pas14.

    El partido opositor (Partido Conservador), haba goberna-do el pas desde finales del siglo XIX. Durante ms de cuatrodcadas periodo que algunos llaman Hegemona Conserva-dora, los conservadores haban dirigido los asuntos pblicosen estrecha relacin con la Iglesia catlica, la cual ejerca, porejemplo, una notable influencia en la orientacin de la ense-anza en todos sus niveles. La Iglesia, asimismo, tena graninjerencia en los procesos electorales, recomendando a sus se-guidores tal o cual candidato conservador, al tiempo que con-denaba a rojos y liberales. No se debe perder de vista, porlo dems, que la Iglesia catlica era entonces una institucinde amplio arraigo. En las regiones rurales de Colombia, en dondese concentraba la mayora de la poblacin, tena un papel des-tacado en la socializacin moral y poltica. Su representantelocal, el prroco del pueblo, era una de las figuras pblicas, sino la figura pblica ms importante y reconocida15.

    14. Sobre el periodo de la Repblica Liberal e historia general de Colombiapueden consultarse, entre otros, David Bushnell, Colombia: una nacin a pesarde s misma [1996], Bogot, Planeta, 2000 y Marco Palacios y Frank Safford,Colombia: pas fragmentado, sociedad dividida. Su historia, Bogot, Norma 2001.Son tiles tambin los artculos incluidos en lvaro Tirado Meja (dir.), NuevaHistoria de Colombia, vol. I, Historia poltica 1886-1946, Bogot, Planeta, 1989.De alcances ms precisos pueden verse tambin Daniel Pcaut, Orden y violen-cia. Evolucin sociopoltica de Colombia entre 1930 y 1953 [1987], Bogot, Nor-ma, 2001; Rubn Sierra Meja (ed.), Repblica Liberal: sociedad y cultura, Bogot,Universidad Nacional de Colombia, 2009 y Renn Silva, Repblica Liberal,intelectuales y cultura popular, Medelln, La Carreta, 2005. Este ltimo, como engeneral los otros trabajos de este historiador dedicados al periodo, tambin fuede gran estmulo y ayuda para mi investigacin.

    15. Para asuntos relacionados con el vnculo entre religin y educacin enColombia durante la primera mitad del siglo XX, vase Aline Helg, La educacinen Colombia 1918-1957. Una historia social, econmica y poltica [1984], Bogot,Fondo Editorial Cerec, 1987. Un libro que permite apreciar aspectos de la vidareligiosa local, con su arraigo, sus cambios y sus tensiones aunque este no seaprecisamente su objeto es Renn Silva, Sociedades campesinas, transicin socialy cambio cultural en Colombia. La Encuesta Folclrica Nacional de 1942: aproxi-maciones analtica y empricas, Medelln, La Carreta, 2006.

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    La figura dominante del escritor, y, ms en general, delintelectual en aquellos aos era la del poltico conservador,defensor de la tradicin hispnica, catlico, amante de la elo-cuencia y de la retrica y ms o menos alejado de los proble-mas de su medio. Ser solo en los aos veinte cuando se harreconocible la formacin en Colombia de un ncleo de escri-tores e intelectuales que comenzarn a preguntarse de mane-ra crtica por su lugar y su funcin en la sociedad, al tiempoque se oponan a lo que llamaban las viejas generaciones16.

    Estos escritores e intelectuales eran jvenes de tendenciasliberales o conservadoras, a quienes las formas dominantes deejercer la poltica, el periodismo o la literatura les parecanmediocres, ajenas a cualquier principio ideolgico y orientadaspor el afn de lucro y el inters personal. Ellos, por el contrario,crean encarnar los valores de una gran renovacin. Elevar

    16. Aspectos de este proceso, que an permanece poco estudiado locual debera resaltar el carcter provisional de cualquier afirmacin alrespecto, han sido descritos de manera reciente por el historiador RicardoArias Trujillo, Los Leopardos: una historia intelectual de los aos 1920, Bogo-t, Ediciones Uniandes, 2007. Al referirnos a la formacin, en los aosveinte, de un ncleo de intelectuales que comenz a cuestionar las formasdominantes de ejercer la poltica o las letras y a discutir sobre el lugar y elpapel del intelectual en la sociedad, no queremos decir que en otros mo-mentos de la historia del pas no se hubieran conocido fenmenos similares.As por ejemplo, sobre el periodo de la Ilustracin en Nueva Granada,puede consultarse el libro de Renn Silva, Los ilustrados de Nueva Granada1760-1808. Genealoga de una comunidad de interpretacin, Medelln, FondoEditorial Universidad EAFIT, Banco de la Repblica, 2002. Por lo dems, sibien nos referimos a la figura dominante del intelectual a principios delsiglo XX en Colombia como aquella que corresponde al letrado conservadory catlico (el poltico gramtico, segn una frmula conocida), no com-partimos la idea, sostenida por algunos, de que lo que caracteriza ese perio-do de la vida intelectual colombiana es un completo inmovilismo. RicardoArias, op. cit., se ha encargado de cuestionar esta tesis. Cf. Por ejemplo pp.351-353. La conocida frmula del poltico o presidente gramtico seha derivado del tambin conocido artculo del historiador Malcolm Deas,Miguel Antonio Caro y amigos: gramtica y poder en Colombia, en Delpoder y la gramtica y otros ensayos sobre historia, poltica y literatura colom-bianas, Bogot, Tercer Mundo Editores, 1993, pp. 25-60, aunque nos pareceque de ah se han sacado conclusiones como la del inmovilismo que elartculo no autoriza.

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    moralmente el ejercicio de esas actividades era su objetivo, ypara ello crean que era necesario restaurar la lucha de ideas,estar al tanto de los movimientos literarios o polticos que te-nan lugar por fuera de las estrechas fronteras nacionales, asu-mir un papel orientador y directivo en la sociedad17.

    Para aquellos de estos jvenes de orientacin liberal, eltriunfo del partido de sus preferencias en 1930 represent unaoportunidad excepcional. Muchos de ellos entraron a ocu-par importantes posiciones directivas en el Gobierno, en es-pecial en las reas relacionadas con la educacin y la cultura;hicieron brillantes carreras diplomticas; se convirtieron enconnotados lderes polticos; dirigieron los principales me-dios escritos de la poca. Esta labor, por lo dems, la cumplie-ron al lado de algunos de los hombres que en la dcadaanterior haba sido el objeto preferido de sus crticas.

    Ms que interpretar esto como una traicin, aqu trata-mos de mostrar cmo esa actitud no era contradictoria consus ideas anteriores (el intelectual como orientador y gua es-piritual de la nacin, cuyo escenario de accin privilegiadoera la poltica, entendida como control y direccin de las ins-tituciones pblicas), lo mismo que se ajustaba al horizonte deposibilidades que los intelectuales de la poca tenan ante s,en trminos no solo del acceso a una actividad que asegurarasu vida material, sino prestigio y reconocimiento simblico.

    En un medio en que vivir de la pluma era excepcional, sino imposible; en que el mundo editorial era precario y limi-tado, y en que las aspiraciones de reconocimiento social no sepodan basar en la existencia de un amplio y educado pblicolector, el trnsito entre la literatura y la poltica entendidaante todo en su dimensin institucional era un camino habi-tual. Por lo dems, la cercana, e incluso la fusin, entre el hom-bre de letras y el hombre pblico, entre el literato y el poder,no era una novedad del siglo XX colombiano. Como ha mostrado,

    17. Sobre estos temas tendremos oportunidad de volver ms adelante.

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    entre otros, el crtico ngel Rama en su libro La ciudad letrada,la formacin de las repblicas latinoamericanas conoci desdemuy temprano esa relacin, si bien ella conocera transforma-ciones a lo largo del tiempo18.

    Cuando los liberales ganaron las elecciones en 1930, OsorioLizarazo trabajaba en Barranquilla, ciudad portuaria del nortede Colombia, en un peridico local. Desde aquella ciudad com-parti el jbilo que signific su triunfo. Esa fecha coincide tam-bin con la publicacin de su segundo libro (y primera novela):La casa de vecindad. Se trata de la historia de un artesano de laimprenta que es desplazado de su trabajo por la introduccindel linotipo y se ve obligado a vivir en una casa de inquilinos,en donde su existencia se hace cada vez ms miserable ante laimposibilidad de conseguir un nuevo empleo.

    Los libros que Osorio Lizarazo public durante los aostreinta y cuarenta periodo en que se concentra su actividadms prolfica como escritor, han sido clasificados por algu-nos crticos como novela social. Se trata de obras que des-criben la situacin de un grupo subalterno, por ejemplo el delos trabajadores mineros, el de los campesinos que cosechancaf o el de los empleados pblicos, a travs de la historia deun personaje al que espera un destino cada vez ms desespe-rado. A lo largo de la historia se narra el fracaso del personajey de quienes lo rodean por encontrar una vida mejor, vcti-mas de la injusticia, del rechazo o de las ambiciones. Osoriocrea que la novela deba cumplir una funcin social. Estaconsista en mostrar la miseria y la injusticia a que eran some-tidos ciertos grupos, para que as, vindose reflejados en esashistorias, tomaran conciencia de su situacin e hicieranalgo por cambiarla. En esto Osorio no era original: aunque

    18. ngel Rama, La ciudad letrada [1984], Santiago de Chile, TajamarEditores, 2004. Sobre el tema de las relaciones entre los hombres de letrasy los smbolos y espacios del poder pueden leerse tambin con provechoalgunos de los ensayos incluidos en Carlos Monsivis, Aires de familia. Cul-tura y sociedad en Amrica Latina, Barcelona, Anagrama, 2000.

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    con matices que varan segn los autores, nadie pareca dis-cutir en Colombia en esas dcadas el carcter social de lanovela (de esto, entre otras cosas, se ocupa el captulo uno).

    Pero volvamos a los comienzos de la dcada de 1930. En1934 Osorio llega de nuevo a Bogot. Traa consigo un cier-to renombre como periodista y escritor que ira creciendo conel tiempo. Desde Barranquilla, haba participado en la cam-paa que llev a la presidencia al liberal Enrique Olaya Herreraen 1930. Al llegar a la capital, un nuevo hombre, el tambinliberal Alfonso Lpez Pumarejo, lo haba reemplazado ya enel cargo. Osorio se vincul entonces a trabajos menores en laburocracia del Estado y comenz a trabajar en un diario queapoyaba la obra del Gobierno. Con seguridad, su regreso a lacapital estuvo rodeado de grandes aspiraciones sociales: con-seguir un puesto pblico importante, consagrar al mismo tiem-po su carrera como escritor e intelectual. Era, en todo caso, elcamino que haban seguido sus compaeros de generacin,a quienes consideraba como sus iguales.

    En la eleccin de nuestro periodo de estudio hemos tenidoen cuenta dos razones fundamentales, que pueden ser vistascomo hiptesis de trabajo: en primer lugar, los aos que van de1930 a 1946 son aquellos en que Osorio Lizarazo comparte lasesperanzas asociadas a la Repblica Liberal, un proyecto delcual l se senta parte. Esas esperanzas tuvieron que ver desdeluego con deseos de ascenso y prestigio, pero no menos de rea-lizacin intelectual y de participacin en algo que, con seguri-dad, se vivi como una oportunidad de cambio para el pas:una oportunidad de inclusin social, de apertura poltica, decreacin de riqueza, de modernizacin cultural.

    En segundo lugar, nos parece que los aos que van de1930 a 1946 pueden considerarse como un periodo en que seestablece una relacin particular, si se quiere novedosa, entrecierta categora de intelectuales y la poltica, una relacinque se expres, como ha mostrado el historiador Renn Sil-va, en el plano de las realizaciones culturales que emprendieron

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    los diferentes gobiernos de la Repblica Liberal; una relacin,adems, que no puede entenderse por fuera de la bsquedade nuevas definiciones sobre el lugar y el papel del intelec-tual en la sociedad y que, como esperamos mostrar en estetrabajo, no tom una sola forma: ella tambin manifest des-igualdades y fue objeto de desilusiones.

    3. Comentario sobre las fuentes y contenido

    En 1999, la familia de Osorio Lizarazo don a la BibliotecaNacional de Colombia su archivo personal. Este reposa enms de diez cajas que contienen manuscritos, corresponden-cia, recortes de prensa, etc. En ese archivo en su consulta ysu anlisis se basa este trabajo de investigacin. Otras fuen-tes primarias fueron consultadas, como la revista Los Nuevos(1925) y la Revista de las Indias (1936-1951).

    En el primer caso, se trata de una revista de escasa circula-cin elaborada por jvenes intelectuales de los aos veinte,que fue concebida como rgano de difusin de las inquietu-des literarias y polticas de los escritores nuevos (como selee en el encabezado de cada nmero, como si quisiera disi-parse cualquier duda). En el segundo caso, de una publica-cin vinculada al Ministerio de Educacin Nacional, endonde participaron los intelectuales ms conspicuos de aquellapoca y que se conoci tambin en otros pases de AmricaLatina. En la consulta de la Revista de las Indias nos hemosconcentrado en una seccin, Notas, que se mantuvo casi a lolargo de toda su existencia. Se trata de una seccin que apa-rece al final de cada nmero, compuesta por escritos breves,la mayora sin firma de autor, en donde se anuncian eventosculturales, visitas de artistas e intelectuales de otros pases, lapublicacin de revistas nacionales y extranjeras; o tambinhechos polticos de alcance internacional, resultados de

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    concursos literarios o la obra cultural y educativa de los go-biernos liberales. Se trata, pues, de una seccin variada, quenos ha interesado sobre todo porque entre nota y nota sehabla mucho tambin de la situacin en que los escritores, ylos artistas en general, deben ejercer su oficio en Colombia.Esto, nos ha parecido, ofrece informacin valiosa acerca dela manera en que los intelectuales del momento valoraban supropia situacin y se representaban su trabajo, as como acer-ca del papel y del lugar que imaginaban para s en la socie-dad. Aunque no se cita extensamente en el presente estudio,la informacin recogida en esta consulta tambin ha sido va-liosa para el anlisis que proponemos.

    Con seguridad, la consulta de las fuentes primarias habrasido intil o muy dispendiosa, de no contar con los trabajosde otros investigadores que se han ocupado de ellas, o bien deinvestigaciones que, con base en otras fuentes, nos han infor-mado sobre distintos aspectos del periodo de nuestro inters.Nunca se sabe tan bien del carcter colectivo de la investiga-cin como cuando se quiere realizar una. La lista de las fuentessecundarias consultadas y pertinentes para este trabajo endonde siempre faltar algo se encuentra al final, en la biblio-grafa. Hemos incluido solo lo que conocemos de primera mano.

    Sobre el mtodo que hemos seguido en nuestro estudio esnecesario decir un par de palabras. En primer lugar, hemostratado de interrogar nuestras fuentes primarias a la luz de laspreguntas que han orientado la investigacin si lo hemoslogrado ha de juzgarse todava. Esto quiere decir que, en loposible, hemos evitado hacer un uso documentalista de esasfuentes, es decir, un uso que confiara en su capacidad pararevelarnos de manera directa, clara y espontnea la reali-dad. Al respecto hemos empleado algunos mecanismos: com-parar unas fuentes con otras, corroborar sus datos, indagarpor las condiciones en que fueron producidas (tanto genera-les como particulares), preguntarnos no solo por lo que di-cen, sino por cmo lo dicen y tambin por por lo que no

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    dicen. En todo ello hay, desde luego, un trabajo de interpre-tacin. De este solo podemos decir que hemos intentado con-trolarlo, para lo cual quisimos hacer un uso prudente de lateora y estar atentos a la informacin con que contamos,restringiendo el vuelo de nuestras hiptesis. Con seguridad,no siempre lo hemos logrado.

    En segundo lugar, hemos partido del supuesto segn elcual, si bien ninguna fuente es una va de acceso directo a larealidad, s nos puede informar acerca de ella. Con estoqueremos decir que en los documentos consultados no he-mos ido solo a la caza de discursos. Hemos tratado de pre-guntarnos no solo por lo que la gente dice el discurso sobrelos intelectuales, los discursos sobre lo popular o el dis-curso sobre la novela y sus funciones, sino sobre lo que lagente hace. Nos daramos por satisfechos si, en algn momen-to, hubiramos logrado poner en relacin ambas cosas, sinolvidar, por lo dems, el espacio social o institucional en queesa relacin se produce. Ms que hacer largas disquisicionessobre el mtodo, que por lo general suelen despertar ex-pectativas muy elevadas que luego no se corresponden conlos resultados obtenidos, esperamos, con la ayuda de estas pocasideas, haber realizado un trabajo prudente.

    En el primer captulo, se describe la funcin que OsorioLizarazo le asign a la literatura y las caractersticas que, se-gn l, deba tener la novela para cumplir con esa funcin.Asimismo, nos referimos al lugar que Osorio imagin para elescritor en la sociedad y mostramos cmo en muchas de susconcepciones polticas y literarias, as como en sus aspiracio-nes sociales, Osorio comparti los ideales de un ncleo deintelectuales que se form en los aos veinte y que, en lasdcadas posteriores, tendra un papel destacado en la vidapoltica y cultural del pas.

    En el segundo captulo, hacemos una breve historia delos libros publicados por Osorio entre 1926 y 1946, con el

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    propsito de identificar algunas de las condiciones en que loshombres de letras debieron emprender la publicacin desus libros y ejercer su oficio. Esta parte indica que esas condi-ciones fueron en general compartidas por los escritores de lapoca y que la mala fortuna de Osorio no fue un caso ex-cepcional. Asimismo, en este captulo mostramos cmo, pesea los escasos estmulos que ofreca el mundo editorial, OsorioLizarazo conoci en vida una forma de consagracin literariabasada sobre todo en el reconocimiento de sus pares.

    Por ltimo, en el tercer captulo, se describen las relacionesde Osorio Lizarazo con los principales lderes polticos de laRepblica Liberal. A partir de esta descripcin, creemos que esposible comprender las ilusiones y los fracasos que acompaa-ron a Osorio durante su poca ms prolfica como escritor, ascomo el sentimiento, que parece no haberlo abandonado en-tonces ni despus, de no haber recibido todos los honores quesu mrito, su talento y sus servicios merecan.

    En la parte final del trabajo, planteamos algunas brevesconclusiones, que tienen en realidad el propsito de sealaralgunas de las preguntas que nos sugiri la investigacin yque podran explorarse, junto a otras, en nuevos estudios.

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    El escritor en la sociedad

    1. Funcin de la literatura

    En 1938 Jos Antonio Osorio Lizarazo public Hombres sinpresente, su quinta novela, a la que haban precedido El cri-minal (1935), La cosecha (1935), Barranquilla 2132 (1932) yLa casa de vecindad (1930). El libro comienza con una dedi-catoria que ilustra bien las funciones que el escritor asignabaa la literatura: A todos los empleados pblicos y privadosque soportan con resignacin su perpetua agona econmicay su intil ficcin social, y no tienen mpetu de lucha, nisentido de clase, ni fortaleza para alcanzar sus reivindicacio-nes. Aspiro a remover en ellos esas cualidades y a impresionarsu sensibilidad con el relato de sus propias desventuras.

    En las pginas que siguen se narra la historia de las des-dichas de Csar Albarrn, escribiente de una seccin delministerio, miembro annimo de la burocracia, ochentapesos mensuales, horas estrictas de trabajo, quien, a pesarde sus afanes, no logra evitar el fracaso econmico y moralde su familia19.

    Albarrn, empleado menor del servicio pblico, nuncatiene el dinero necesario para llegar a fin de mes; no puedecumplir las aspiraciones de su esposa, quien desea guardarlas apariencias de seora de clase media, ni comprar un trajenuevo para ir a la oficina; cuando su hijo enferma, el dinerono alcanza para pagar una clnica privada y debe llevarloentonces al hospital, en donde mueren los pobres atendidos

    19. J. A. Osorio Lizarazo, Hombres sin presente. Novela de empleadospblicos [1938], en Novelas y crnicas, seleccin e introduccin de Santia-go Mutis Durn, Bogot, Instituto Colombiano de Cultura, 1978, pp. 133-292. Las citas en pp. 135 y 149.

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    por la caridad. Su vida se malgasta en el engranaje melanc-lico de la burocracia, en que

    todas las maanas, cada pieza, cada empleado, ocupa el lugar exac-to que le corresponde, se inclina sobre sus papeles y penetra den-tro de la rutina. Una perezosa rutina de laxas esperanzas, de tibiasejecuciones, de limitadas y problemticas perspectivas, dentrode la cual se va diluyendo la personalidad, perece la iniciativa, seasfixia el individuo, que est incorporado en un engranaje me-lanclico y absorbente20.

    As, como Csar Albarrn, son en general los personajes delas novelas de Osorio Lizarazo, en particular de aquellas quetienen como escenario la ciudad: hombres y mujeres sin atri-butos, de vidas ahogadas, a quienes la sociedad injusta y jerr-quica niega cualquier posibilidad de llevar una vida decente yal final parece dejarles un solo camino: la resignacin.

    Bastara con pensar en el tipgrafo desempleado de La casade vecindad, quien fracasa en todos sus intentos por encontrartrabajo, y que, al trmino de su desdicha, obligado a abando-nar la oscura habitacin que no puede pagar, declara: Meentregar a la ciudad incoherente y fatal, que devor mis espe-ranzas, mi vida, mis estpidas ilusiones y que negar tambin elconsuelo intil de una sepultura para mi pobre cadver, desti-nado a las cuchillas impas del anfiteatro o a la voracidad de losperros en un recodo incgnito del Paseo Bolvar21.

    O en Trnsito, la campesina de El da del odio (1952),quien, al cumplir los quince aos, es llevada por su madre ala ciudad para colocarla en alguna casa, es decir, para em-plearla como sirvienta. La joven comienza a trabajar en-tonces para una familia de clase media, en donde recibe untrato desptico, sobre todo por parte de la seora de lacasa, tanto ms llena de presunciones y de celos cuantoms artificial era su posicin, altiva y desconfiada con los

    20. Ibd., p. 188.21. J. A. Osorio Lizarazo, La casa de vecindad [1930], en Novelas y

    crnicas, op. cit., pp. 3-132. La cita en p. 132.

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    humildes y sumisa ante los altos: los que dan empleos y tie-nen casas para arrendar22.

    Trnsito es acusada de manera injusta de haber robadouna cadenita y la seora decide entonces expulsarla. Apartir de ese momento, comienza para la joven campesina unperiplo por las zonas ms oscuras de la ciudad, en donde tie-ne que enfrentar la persecucin de la polica la acusan denochera y ratera, el abuso de los hombres y el hambre.

    Trnsito no consigue reunir la pequea suma que necesitapara regresar a su pueblo y termina viviendo entre ladrones yprostitutas, en un barrio pobre colgado de los cerros de Bogot.Al final, en los sucesos del 9 de abril de 1948 el da del odio,la inocente campesina que haba llegado a la ciudad obligadapor su madre, se mezcla entre la multitud que la incendia ysaquea tras el asesinato de Jorge Elicer Gaitn y muere alcan-zada por un disparo annimo: De sbito sinti un latigazo enla espalda que la derrib hacia delante. Una quemadura atrozle desgarr la carne y un surtidor prpura brot del pecho porel orificio de salida del proyectil que la haba alcanzado. Inten-t incorporarse y apenas pudo volverse un poco. Se puso agritar con todas sus fuerzas: Muera! Muera!23.

    El ltimo momento, el de la agona, es descrito as por OsorioLizarazo: La lluvia cay con la misma violencia que enloquecatodas las cosas y el agua resbalaba sobre el rostro lvido de Trn-sito como un incontenible y caudaloso torrente de lgrimas24.

    Con estas historias de seres perseguidos y desesperados,Osorio Lizarazo quera, pues, impresionar la sensibilidadde sus lectores, quienes, al ver el relato de sus propias des-venturas, se veran retratados en ellas; de este modo, elescritor aspiraba a remover su mpetu de lucha. Era esto lo

    22. J. A. Osorio Lizarazo, El da del odio [1952], Bogot, Punto deLectura, 2008. Para las citas, vanse pp. 9 y 17.

    23. Ibd., p. 273.24. Ibd., p. 274.

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    que l llamaba la esencia social de la novela, idea expresadacon claridad en un artculo del mismo nombre: No puede exis-tir un legtimo concepto contemporneo de la novela sino des-de su punto de vista social, esto es, como instrumento adecuadopara despertar una sensibilidad y para formar un ambiente propi-cio a obtener la afirmacin de un equilibrio y de una justiciasociales. El novelista tiene que ser fiel a esta finalidad25.

    Para Osorio Lizarazo, de todas las formas de la expresinartstica, la novela es la que puede ostentar una ms exaltantesignificacin social. La novela aprovecha las ms rudimenta-rias facultades espirituales de la multitud y las capitaliza hacialos fines de transformacin hacia la justicia26.

    Aunque en los ensayos que el escritor dedic al tema de lanovela y su esencia es ambiguo respecto a la forma que debe-ra tomar el cambio hacia los fines de la justicia (por ejem-plo, si sera revolucionario o gradual; qu papel tendran lasinstituciones; quines participaran en l o lo conduciran), locierto es que l vea en la literatura un instrumento de transfor-macin social, pues ella, al representar inquietudes y angustiascolectivas, tendra la capacidad de revelar en todas las vcti-mas de una inadecuada organizacin social el doble sentimientode su propia inferioridad y de su fuerza latente y adormecida27.

    2. Caractersticas de la novela y papel del escritor en lasociedad

    Estas funciones asignadas a la literatura, imponan a la nove-la determinadas caractersticas: por ejemplo, que fuera un

    25. J. A. Osorio Lizarazo, La esencia social de la novela [1938], enNovelas y crnicas, op. cit, pp. 422-425. La cita en p. 422.

    26. Ibd., p. 424.27. Ibd. Sobre la funcin social que debe cumplir la literatura, y en

    particular la novela, pueden consultarse tambin J. A. Osorio Lizarazo,Del nacionalismo en literatura [1942] y Un nuevo aniversario de Mximo

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    producto y un reflejo de la realidad ambiental. Para Osorio,esto significaba que ella no poda ceder al goce esttico o a lafantasa, ni inspirarse en el refinamiento del estilo de vida delas clases dominantes. Por el contrario,

    en un medio brutal y tremendo, en que se ha visto barrido delmundo el sentido de la vida y de la dignidad humanas, la novelatiene que ser tambin brutal y acusadora y convertirse en uninstrumento de lucha [...]. Entonces la novela deja de ser unasimple manifestacin cultural, ambigua y sujeta a simples man-damientos estticos para convertirse en protesta, en rechazo, enproclama, en himno de resistencia, en campaa de alarma28.

    Como puede suponerse, tal concepcin de la literaturatena como complemento la idea del escritor como intelectualcomprometido (aunque la expresin introduce cierta dosis deanacronismo, pues en aquella poca era ms comn hablarde la responsabilidad social del intelectual), quien debainscribir su labor en el horizonte de los problemas sociales desu tiempo, del lado de los ms dbiles. Era esto a lo que aludaOsorio cuando escriba:

    [] Para quienes intentan, por equvoca sensibilidad o por sno-bismo, por excesiva vitalidad interior o por desprendimientosirreales, convertir a las reacciones enteramente subjetivas en laesencia del arte, el dilogo interior exclusivista sigue siendo in-dispensable en la novela y predominando frente a la profundarealidad objetiva: pero esta posicin se reduce cada da ms a unasimple posicin intelectual, emanada de la estril adoracin delser egocntrico29.

    Gorki [1946], en Novelas y crnicas, op. cit., pp. 495-500 y 546-555. En elltimo artculo, Osorio escribe: El significado esencial de Mximo Gorkireside en haber tomado la literatura como un instrumento para despertarconciencia. Conciencia de la miseria y de la degradacin de innumerablesncleos humanos, que hasta entonces haban aceptado su condicin comoun hecho inexorable, pp. 546-547. Sobra decir que Osorio Lizarazo veaen el escritor ruso uno de sus ms apreciados modelos literarios.

    28. J. A. Osorio Lizarazo, Un aspecto de la novela contempornea. Elautor, el personaje y el individuo. Fondo JAOL: I, 2 (21-24), [1946]. Lascitas en f. 21.

    29. Ibd., f. 22. Para Osorio, la novela deba ser producto de la realidadobjetiva, pero lo principal era describir al hombre en su relacin con esa

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    As pues, la definicin de la esencia de la novela y desus caractersticas, era tambin la oportunidad para que OsorioLizarazo tomara posicin respecto al papel del escritor en lasociedad. Un ejemplo ms lo encontramos en el artculo Laesencia social de la novela. All Osorio escribe:

    El intelectual que se encierra en una muda admiracin de suspropias emociones, a rezongar sus propios conceptos personales,que no pueden producir provecho, que no contribuyen a formarun ambiente favorable a las grandes realizaciones, se est trai-cionando a s mismo, o se ha colocado en un lugar de tal suerteanacrnico, que reduce sus posibilidades de elemento creador opropulsor a las de un simple elemento consumidor30.

    Para Osorio, lo fundamental era que el escritor, en cuantointelectual, permaneciera fiel a su poca, a la hora de lacivilizacin que vivimos; no poda, pues, situarse en un lu-gar anacrnico (era sobre todo a esto a lo que aluda el mo-tivo de la responsabilidad social del intelectual).

    Es un tema que aparecer una y otra vez en sus escritos, yque, como veremos ms adelante, comparta con un determi-nado ncleo de intelectuales que se haban formado en losaos veinte, quienes crean en la necesidad de que el intelec-tual viviera atento a su poca, lo cual significaba no dar laespalda a los problemas y debates ms urgentes de la sociedad,

    realidad (a veces tambin ambiente, paisaje o medio). Considera-ciones al respecto se encuentran en los artculos citados e incluidos enNovelas y crnicas. Puede aadirse, igualmente en esta compilacin, Unaniversario luctuoso para la literatura. Toms Carrasquilla [1945], pp.533-540, en donde, al elogiar dos novelas colombianas, una de EduardoZalamea Borda y otra de Jos Restrepo Jaramillo, Osorio Lizarazo dice queestos escritores logran encajar con exactitud al hombre, en cuanto tienede humano dentro del paisaje, sin el predominio del uno sobre el otro[], p. 537; unas pginas antes, en el mismo artculo, Osorio escribe: Lanovela es un conjunto de materiales y de elementos. No basta el paisaje. Nitampoco el episodio dramtico de la lucha del hombre contra su propianaturaleza. Ni la presentacin de una circunstancia para estudiar la mane-ra como se aprecia. Ni el anlisis del dolor o del placer. Es todo esto y algoms, junto, armoniosamente reunido, p. 534.

    30. Op. cit., p. 422.

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    los cuales, a pesar de tener manifestaciones locales, aludana un horizonte mucho ms amplio, universal.

    Es esto lo que indica, una vez ms, el siguiente comenta-rio sobre la novela y sus caractersticas:

    Pudiera ocurrir que la novela, como acto puramente literario, deespeculacin descriptiva, de paisaje interno o externo, arrojaseen torno suyo una intil sensacin de belleza, de recreacin en-teramente egosta, que no se justificara en un siglo como el nues-tro, donde cada movimiento, cada acto, cada pensamiento y cadaemocin han de estar subordinados al concepto universal31.

    As pues, Osorio Lizarazo opona su propia imagen de es-critor e intelectual a la de aquellos que vean en la literaturaun simple ejercicio esttico, y que, por un afn de distincin,decoraban la realidad de inquietudes europeas, sin atendera la rudeza del medio americano32.

    Frente al refinamiento y a los artificios de las temticaseuropeas, el escritor latinoamericano deba, pues, crear unaobra basada en la sinceridad, es decir, en la comunin con sumedio, caracterizado por la injusticia y la exclusin. Para poder

    31. Ibd. Unas pginas ms adelante Osorio escribir: Ni la novela deimaginacin [] ni la puramente psicolgica [] pueden encajar dentrode los conceptos que son esenciales a las nuevas generaciones, para serfieles a su poca y a su deber. La nica forma legtima de la novela es lasocial; y entonces debe limitarse a denunciar, con el fin exclusivo de hacerms fcil su penetracin hasta las facultades imaginativas de la masa, losproblemas y las angustias de esa misma masa [], p. 425.

    32. Vanse por ejemplo J. A. Osorio Lizarazo, Del nacionalismo enliteratura y Un nuevo aniversario de Mximo Gorki, op. cit., esp. p. 499(del primero) y p. 549 (del segundo), en donde escribe: [Gorki] no sepropona crearse un ncleo, grande o pequeo, de pblico, sino seguiradelante en una obra cuyo material primario era la sinceridad. No sera unautor para presumidos intelectuales, imbuidos de conceptos equvocos,sino para quienes experimentaran, por causa de su propia sensibilidad, opor su temperamento, o por una tragedia interior idntica a la suya, lanecesidad de darse, como apstoles, a un principio inmanente de justicia.Un anlisis sobre las relaciones entre nacionalismo y narrativa en el casode Osorio Lizarazo se encuentra en scar Ivn Calvo Isaza, Literatura ynacionalismo: la novela colombiana de J. A. Osorio Lizarazo, Anuariocolombiano de historia social y de la cultura, vol. 36, nm. 2, 2009, pp. 91-119.Sobre este artculo y sus hiptesis volveremos ms adelante.

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    cumplir con sus funciones, la novela deba ser entonces nosolo objetiva, sino sincera. El escritor, por lo dems, solopoda lograr esta ltima condicin si entre l y los humilladosexista una afinidad basada en la experiencia. Solo cuando elescritor padeci en su propia carne la angustia colectiva, an-duvo con los mendigos y penetr a las mazmorras de la horren-da miseria escribe Osorio Lizarazo, slo entonces elnovelista qued dentro de su poca y cumpli su funcin.

    Esa experiencia compartida (Osorio dice compenetra-cin perfecta) entre el novelista y los seres sobre los queescribe, hace que aqul no sea ms un lrico, ni limite laaccin de sus personajes a conflictos sentimentales, sino quele sea indispensable dar una parte de su ntima carne des-garrada por la horrenda desigualdad econmica. Por lo tan-to contina Osorio el novelista contemporneo es unindividuo atormentado por su sensibilidad33.

    Desde luego, Osorio Lizarazo se consideraba a s mismoparte de este grupo. En varias ocasiones, l destac la since-ridad de su obra, cmo ella estaba relacionada con su propiavida, una vida que l juzgaba llena de dificultades, frustra-cin y desprecio, sin que nos importe ahora establecer la ob-jetividad de tal apreciacin.

    33. J. A. Osorio Lizarazo, El contenido social de la novela latinoame-ricana. Fondo JAOL: III, 27B (238-243), [1940-1954]. Las citas en f. 238 y242. Uno de los lugares donde mejor se aprecia la idea de que la obraliteraria solo puede ser sincera si proviene del sufrimiento del escritor es enJ. A. Osorio Lizarazo, Un nuevo aniversario de Mximo Gorki, op. cit.Adems del fragmento citado en la nota anterior, podemos ofrecer unejemplo ms, tomado del mismo artculo: [Gorki] no se propona [] serun escritor apacible y radiante, lleno de lricos entusiasmos por las cosasabstractas. Era preciso vivir pegado a la tierra, a la buena y generosa tierrasobre cuya superficie se pasea, victoriosa, la injusticia. Era preciso desga-rrarse el corazn y la propia vida, y no ocultar nada, y mostrarse desnudoante los multiformes ojos atnitos, para que al contemplar sus lacras, cadauno de los miserables pudiese decir: Pero ste, por ventura, no soy yomismo? No es ste mi sufrimiento y no es idntica mi amargura? Y conello se prendera la llama tenue de la inconformidad, que podra incendiarel mundo en una rebelin de miserables, p. 551.

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    Es en relacin con esto que debe comprenderse el despre-cio de Osorio por aquellos escritores e intelectuales que llena-ban sus libros de inquietudes europeas, a quienes considerabaun limitado grupo de gentes aficionadas a revistas extranjerasque viven en nuestras presumidas ciudades y actan en ellascomo tipos elegantes de simple permanencia transitoria34.

    Sin embargo, un aspecto que llama la atencin al leer losartculos de Osorio Lizarazo sobre la novela y su esencia olas declaraciones sobre el papel del intelectual en la sociedad,es el hecho de que apenas mencione nombres propios. Enefecto, sus escritos al respecto parecen ms una crtica gene-ral de la insinceridad de los intelectuales que gozan de privi-legios, desprecian lo propio y no han estado en contactocon el pueblo es decir, aquellos que no han padecido ensu propia carne la injusticia social, que un rechazo a deter-minadas formas estticas asumidas por sus contemporneos.

    No conocemos slo por dar algunos ejemplos polmi-cas literarias de Osorio Lizarazo con Eduardo Zalamea Borda(1907-1963), Csar Uribe Piedrahita (1897-1951) o Bernar-do Arias Trujillo (1903-1938), algunos de los novelistas co-lombianos de los aos treinta ms nombrados por la crtica; ocon Eduardo Caballero Caldern (1910-1993), HernandoTllez (1908-1966), Jorge Zalamea (1905-1969) o GermnArciniegas (1900-1999), entre quienes se destacan comoensayistas o crticos literarios; o, finalmente, con Rafael Maya(1897-1980), Luis Vidales (1900-1990) o Len de Greiff(1895-1976), entre los poetas.

    Asimismo, en la extensa introduccin que abre el libroNovelas y crnicas, Santiago Mutis Durn hace un repaso delos comentarios crticos recibidos por la obra de Osorio a lolargo de ms de cuarenta aos (entre 1925 y 1978), algunosde los cuales fueron escritos por los personajes aqu citados y

    34. J. A. Osorio Lizarazo, Del nacionalismo en literatura, op. cit., p. 499.

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    por otros intelectuales del momento. Lo que se constata al leercon cuidado esas pginas, es que entre sus contemporneos, eincluso entre comentaristas posteriores, nadie parece haber dis-putado con Osorio acerca de su definicin social de la novela.Por el contrario, los comentarios son en general elogiosos: sedestaca una y otra vez su capacidad de retratar con precisinlos ambientes que describe; se realza su sensibilidad social o seinsiste en el carcter intensamente humano de su obra.

    De ah, desde luego, se derivan tambin algunas crticas:por ejemplo, el hecho de que el tono de denuncia se im-ponga a veces sobre los elementos literarios; la confusin degneros que revelan algunos de sus libros, en donde a menu-do se mezclan pesados alegatos sociolgicos; el pesimismoy la amargura de su visin, que le restan complejidad a suspersonajes y solo muestran una cara de las cosas

    Pero ms all de estas supuestas virtudes o defectos, el puntoesencial para nosotros es la ausencia de una polmica ms omenos reconocible sobre la esencia social de la novela35.

    35. Como qued indicado en nota anterior, en un artculo de 1945Osorio Lizarazo elogia a Eduardo Zalamea Borda, autor de 4 aos a bordo dem mismo (1934), a quien considera uno de los dos nombres [que] puedencitarse [en Colombia] en frente de libros que renen con mayor amplitudlos caracteres de novela. Cf. Un aniversario luctuoso para la literatura.Toms Carrasquilla, op. cit., p. 537. Sobre Eduardo Caballero Caldern,Osorio public un comentario elogioso con motivo de la aparicin del librode relatos El arte de vivir sin soar (1943). Cf. J. A. Osorio Lizarazo, El artede vivir sin soar, de Eduardo Caballero Caldern, Revista de las Indias,nm. 53, mayo de 1943, pp. 318-320. Lo mismo hizo con motivo de laaparicin de Bagatelas (1944), escrito por Hernando Tllez. Cf. J. A. OsorioLizarazo, Bagatelas, por Hernando Tllez, Revista de las Indias, nm. 63,marzo de 1944, p. 288. La introduccin de Santiago Mutis Durn, quecontiene referencias a cuarenta notas crticas sobre Osorio Lizarazo y suobra muchas de las cuales son transcritas copiosamente por el autor, enNovelas y crnicas, op. cit., p. XI-LXXXVI. Notas biogrficas sobre la mayorade los autores que hemos citado como contemporneos de Osorio en Granenciclopedia de Colombia, vols. 9 y 10, Biografas (bajo la direccin de Bea-triz Castro Carvajal y Daniel Garca-Pea Jaramillo), Bogot, Crculo deLectores, 1992. Tambin puede consultarse lvaro Pineda Botero, Juiciosde residencia. La novela colombiana 1934-1985, Medelln, Fondo EditorialUniversidad Eafit, 2001, que adems de informacin biogrfica sobre los

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    De hecho, podra afirmarse que durante el periodo ms acti-vo de Osorio Lizarazo como novelista (entre 1930 y 1946),que es tambin aquel en que escribe sus ensayos fundamenta-les acerca de la funcin social de la novela y sus caracters-ticas, las obras ms apreciadas de este gnero en Colombia seconsideraban, si bien con algunos matices, obras sociales,por cuanto sus temas expresaban conflictos relacionados conel trabajo o describan la vida de grupos subalternos (obreros,campesinos, trabajadores de explotaciones mineras o agrco-las, pequeos empleados de la burocracia), con propsitosms o menos claros de denuncia36.

    As pues, creemos que la concepcin de Osorio Lizarazosobre la novela, que, como sugerimos, es inseparable del papelque le asigna al escritor en la sociedad, se comprende menosen relacin con su lugar en un supuesto campo literario biendefinido, con posiciones claras y discernibles (el arte comer-cial, el arte comprometido o el arte por el arte), que enrelacin con ciertos rasgos particulares (lo cual no quiere decirnicos) de la manera en que el oficio literario se ejerci en Co-lombia durante los aos treinta y cuarenta (nos referimos,

    autores, presenta comentarios breves sobre sus obras ms importantes. So-bre la actividad crtica de Jorge Zalamea y Hernando Tllez, aunque tieneen cuenta tambin otros nombres, vase David Jimnez Panesso, Historiade la crtica literaria en Colombia. Siglos XIX y XX, Bogot, Universidad Na-cional de Colombia, 1992, en esp. pp. 169-239. De este mismo autor, para elcaso de los poetas, puede verse Poesa y canon. Los poetas como crticos en laformacin del canon de la poesa moderna en Colombia 1920-1950, Bogot,Norma, 2002. Por ltimo, para la novela de los aos cuarenta en Colombia,cf. Yolanda Forero Villegas, Ideologa y novela: prcticas narrativas en losaos 40, en Mara Mercedes Jaramillo, Betty Osorio y ngela Ins Roble-do (comps.), Literatura y cultura. Narrativa colombiana del siglo XX, vol. I, Lanacin moderna. Identidad, Bogot, Ministerio de Cultura, 2000, pp. 243-256. Sobra decir que la clasificacin que hemos utilizado (novelistas, crti-cos y ensayistas, y poetas), no es en ningn caso pura, pues varios de losautores citados ejercieron simultneamente estas actividades.

    36. Para estos puntos, puede acudirse a las referencias de la nota ante-rior. Vase tambin scar Ivn Calvo Isaza, Literatura y nacionalismo,op. cit., en esp. pp. 112-117, quien sita la narrativa de Osorio Lizarazo enun contexto ms amplio, el de la novela social latinoamericana de losaos treinta y cuarenta.

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    sobre todo, a las formas de reconocimiento y subsistencia queestaban disponibles para los escritores en esa poca); as comoen relacin con ciertos rasgos que definan a un ncleo de in-telectuales del cual, podemos afirmar, l haca y se senta parte.

    3. El lugar del escritor en la sociedad

    Si la novela deba cumplir ciertas funciones (despertar con-ciencia, ser instrumento de lucha) y exhibir ciertas carac-tersticas (ser objetiva y sincera), y si, en cuantointelectual, el escritor deba estar del lado de los ms dbiles ycompartir su sufrimiento, sin olvidar sus orgenes y los pro-blemas ms acuciantes de su medio y de su poca, por cuantosolo de esta manera poda crear una obra que no fuera artifi-cial, tambin era cierto que l mismo necesitaba un lugar enla sociedad que le permitiera ejercer su oficio.

    Al insistir en la sinceridad de su obra, Osorio Lizarazoquera destacar su origen humilde y su condicin marginalentre los intelectuales colombianos de los aos treinta y cua-renta (l era, a diferencia de otros, un escritor atormentadopor su sensibilidad, que conoca los sufrimientos del pue-blo). Con esto, Osorio pareca reclamar para s una superio-ridad moral (y literaria) que solo poda venir de su afinidadcon los excluidos. As por ejemplo, en un artculo de 1936titulado Divagacin sobre la novela, Osorio escribe:

    Es indudable que la imposibilidad de un profesionalismo en lanovela resiente la calidad de esta y las perspectivas que puedaofrecer. Ningn autor puede vivir entre nosotros de sus trabajosy solo podra consagrarse a la creacin con la preexistencia derecursos econmicos; mas en este caso la capacidad de trabajo, elestado mental y psicolgico, la posibilidad de anlisis introspec-tivo que consideramos esencial no se presentan con el mismovigor y el mismo mpetu que en otras circunstancias: como ya loexpresamos, es preciso el sufrimiento que comprenda desde lasestrecheces en la vida domstica hasta las reacciones de una

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    sensibilidad delicada para la que todo incidente, aun el ms tri-vial, es fuente y origen de angustias37.

    Lo ms interesante de esta cita es la ambigedad que ex-presa, y que se hace presente tambin, como mostraremosms adelante, en las relaciones de Osorio Lizarazo con el pe-riodismo y la poltica de su tiempo, sin duda porque en suorigen se encontraba su propia posicin incierta como intelec-tual, una posicin que l se esforz constantemente por mo-dificar, aunque al final sin mucho xito (y que, como era deesperarse, se convirti en fuente de constantes frustracionesy contradicciones).

    Si bien el escritor no encuentra posibilidades de vivir desu trabajo y, por lo tanto, la obra se realiza en ratos perdidos,hurtando el tiempo a las labores que producen los mediosde subsistencia (lo cual slo se atena con la condicin dereflejarse autnticamente en lo que se escribe38, es decir, conla condicin de ser sincero), lo contrario, esto es, una si-tuacin muy holgada para el trabajo intelectual, tampoco re-sultara ventajosa, pues en este caso el escritor solo podra serartificial, por cuanto no participara en el dolor de los ex-cluidos39. De esta manera Osorio buscaba resolver, sin hacer-lo en realidad, las tensiones asociadas a su posicin incierta:afirmaba y negaba al mismo tiempo el deseo de vivir de su

    37. Cf. Novelas y crnicas, op. cit., pp. 411-414. La cita en p. 413.38. Ibd.39. Vase Un aniversario luctuoso para la literatura. Toms

    Carrasquilla, op. cit., donde Osorio escribe: Suele ocurrir que el escritorque ha logrado algunos xitos periodsticos o polticos, considere que yaest listo para hacer su novela; y de estas vanas apreciaciones ha resultadoun apreciable desprestigio para la novela, que requiere una vocacin espe-cial para profundizar, y sobre todo para ofrecerse a s mismo, en holocausto,como laboratorio experimental [], p. 537. En el mismo artculo Osoriotambin escribe: Es, por causa de esta dificultad para la profundizacindel elemento humano, para la ubicacin exacta y proporcionada de stedentro del ambiente, para la participacin del escritor en el dolor, en laangustia y en la esperanza ntimos, por lo que en Colombia no han existido,propiamente novelistas, p. 536.

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    trabajo o de poseer recursos econmicos; renegaba de suorigen humilde y al mismo tiempo haca de l el elementonatural de su superioridad moral y literaria.

    En una entrevista de principios de los aos cuarenta, des-pus de hacer un breve repaso de quienes considera los mejo-res novelistas americanos, Osorio dir: [] Si en Colombiahubiera un pequeo margen de estmulo oficial, podra surgiruna serie de novelistas de primera magnitud, y no me dejarantan solo como estoy en la interpretacin de la literatura40.

    No contaba, pues, el escritor, con condiciones materialesideales para la realizacin de una obra de valor, y esto, entreotras cosas, por falta de estmulo oficial. Unas lneas msadelante, en la misma entrevista, y al final de un balancesobre el estado de confusin que, segn su opinin, imperabaen las artes, en la poltica y en la economa colombianas,debido a que los encargados de estas actividades solan igno-rar las caractersticas de su medio espiritual, econmico ygeogrfico, pues tenan los ojos puestos en modelos extran-jeros, Osorio dir:

    Entre tanto [es decir, mientras esta situacin es superada] noso-tros tenemos que reservarnos nuestro sencillo papel de precur-sores [de las letras], porque este es el servicio que le estamosprestando al futuro. No importa que para ganarnos la vida ten-gamos que ir a colocar una tarjeta en la ranura de un reloj provis-to de sello para que nuestros jefes sepan que estuvimos a horareglamentaria en nuestros puestos y que no le estamos usurpando

    40. J. A. Osorio Lizarazo, entrevista manuscrita (sin ttulo). FondoJAOL: I, 1 (219-224), [1942-1943]. La cita en f. 222. En otra parte, al hablarde las dificultades materiales que el escritor encuentra para la creacin desu obra (la indiferencia del pblico, la edicin como un psimo nego-cio), Osorio escribe: [Este] ambiente ultima incontables vocaciones queno tienen la fortaleza de la perseverancia, que no se resignan a sufrir unaserie de fracasos o que no tienen en s mismos la fe robusta que les permitacomprender que han hecho una obra sustantiva []. Quienes actual-mente nos dedicamos a esta labor penosa, tenemos que formar el ambientepropicio, renunciar a nuestros xitos o limitarnos a lo que quiera conceder-nos la benevolencia de algunos amigos []. Cf. J. A. Osorio Lizarazo,Divagacin sobre la novela, op. cit., pp. 412-413. La cita en p. 413.

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    al Estado el estipendio que nos paga por redactar corresponden-cias o estudiar estadsticas41.

    Como sabemos por los trabajos del historiador scar IvnCalvo Isaza, quien en este punto se apoya en los documentosdel Fondo JAOL, entre 1934 y 1944 Osorio Lizarazo trabajcomo empleado en diferentes dependencias pblicas, siem-pre bajo la figura del nombramiento, es decir, como resulta-do de la designacin directa por parte de un funcionariopoltico de alto nivel vinculado a los gobiernos de la Repbli-ca Liberal. En general, los empleos recibidos por Osorio fue-ron menores, sobre todo si se les compara con aquellos ejercidospor quienes, con seguridad, l juzgaba como sus iguales42.

    Asimismo, durante los aos treinta y cuarenta, Osoriocolabor con diferentes publicaciones peridicas (diarios yrevistas), de donde, al lado de sus empleos burocrticos, de-bi obtener la mayor parte del dinero para su subsistencia.Sin embargo, l consideraba que la burocracia desviaba alescritor de su vocacin y vea en el periodismo una actividadcon consecuencias similares. En 1946 Osorio escriba:

    El intelectual contemporneo tiene que desarrollar una lucha msardua que el de otras generaciones, porque ha de conformar por ssolo su instrumental de conocimientos, ha de moverse dentro de unambiente poco menos que hostil y ha de enfrentarse a un rgimenadministrativo impregnado de pasmosa indolencia para ayudar a laexaltacin de minoras culturales. Y lo que es peor, ha de afrontarla realidad brutal de un problema econmico que lo abruma. El librono es, en nuestro medio, el instrumento adecuado para esta luchaporque no representa un producto econmico. El intelectual hatenido que refugiarse en el peridico, y a cambio de tal hospitalidadresignarse a modificar la pura tendencia de su espritu, uniformandoel estilo, despersonalizando la erudicin, buscando, antes que for-mas de pensamiento, motivos sensacionales []43.

    41. Fondo JAOL: I, 1 (219-224), [1942-1943], f. 224.42. Cf. scar Ivn Calvo Isaza, Literatura y nacionalismo, op. cit., p. 106.

    Los documentos que certifican los cargos burocrticos ocupados por el escritordurante el periodo indicado se encuentran en Fondo JAOL: VI, 46 (1-11).

    43. J. A. Osorio Lizarazo, Divagacin sobre la cultura [1946], en Nove-las y crnicas, op. cit., pp. 541-545. La cita en pp. 544-545. Para la actividad de

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    En las lneas finales, Osorio agregar: [La burocracia y elperiodismo] son los dos morbos trgicos que estn acaparan-do la inteligencia contempornea, desmenuzando los talen-tos, y hurtndole a la cultura nacional lo ms autntico de supensamiento y expresin44.

    No es difcil darse cuenta de que en estas palabras se ex-presa un reclamo de relativa autonoma para el escritor, es de-cir, se imagina para l un lugar en la sociedad en que le seaposible conservar su independencia frente a ciertos poderesy su influencia, con ms razn si el papel del escritor en lasociedad es denunciar las injusticias que esos poderes crean odisimulan. Sin embargo, en la Colombia de los aos treinta ycuarenta, era casi imposible imaginar la existencia de la lite-ratura como profesin, si por ello entendemos la posibilidadde que un escritor derivara la parte fundamental de su subsis-tencia del trabajo estrictamente literario.

    Esto, desde luego, tena que ver con la ausencia de ciertasinstituciones de cultura que permitieran pensar en la conquistaefectiva de un lugar semejante, por no mencionar el hecho deque en la sociedad de entonces el domino de la cultura escritaera todava muy restringido, como restringido deba ser el dineroque las gentes pobres, aun con algn grado de alfabetizacin,destinaban a la compra de libros; por lo tanto, no es absurdosuponer que el pblico al que podan aspirar los escritores elque se acercaba a las libreras y compraba libros debi reducirseen muchos casos al de los propios hombres de letras (sobreestos puntos volveremos en el captulo siguiente)45.

    Osorio como periodista durante los aos treinta y cuarenta, vase scar IvnCalvo Isaza, Literatura y nacionalismo, op. cit., p. 106, as como Las biogra-fas de nadie. Jos Antonio Osorio Lizarazo (1900-1964). Tesis para optar alttulo de Maestro en Historia y Entohistoria, Mxico, Escula Nacional deAntropologa e Historia, 2005 (indito), en esp. pp. 170-182.

    44. Divagacin sobre la cultura, op. cit., p. 545.45. Datos sobre analfabetismo y niveles escolares en Colombia para el

    siglo XX, en Carmen Elisa Flrez, La transformacin educativa, en Lastransformaciones sociodemogrficas en Colombia durante el siglo XX, Bogot,

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    En cualquier caso, Osorio debi ser consciente de la impo-sibilidad de ejercer la literatura como profesin. Quedaba en-tonces, por fuera de la burocracia y del periodismo, el recursoal estmulo oficial, que poda haberse manifestado en formade premios literarios o ediciones subvencionadas, pero que alfinal era insuficiente para crear las condiciones de posibilidadque le permitieran al escritor vivir de su trabajo, un hechoacerca del cual Osorio deba tambin tener