LA LIRICA ROCOCO EN HISPANOAMERICA

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LA LIRICA ROCOCO EN HISPANOAMERICA POR EMILIO CARILLA University of California, Riverside INTRODUCCI6N De la misma manera que es perceptible en los filtimos afios el avance de la critica sobre el concepto de Manierismo, no resulta exagerado defender una situaci6n parecida para el concepto de Rococ6. Aunque tanto en un caso como en otro las clarificaciones disten de guardar rela- ci6n con la abundancia de la bibliografia'. Por otra parte, el proceso recorrido por la expansi6n del termino Rococ6 es semejante, pienso, al que recorrieron, en su momento, los de Barroco y Manierismo. Es decir, correspondi6 primero a una categoria restringida (centrada, aqui, en la arquitectura y la decoraci6n) para pa- sar despuds a designar todo un estilo de epoca. En general cabe decir que el estilo Rococ6 no tuvo la importancia que se le concede al Barroco y -hoy- al Manierismo. Se le considera mis limitado en el espacio y en el tiempo, aunque, por supuesto, hay variantes apreciables en la critica. Asi, para citar dos ejemplos bien defi- nidos basta comparar la concepci6n de Walter Binni, por un lado 2, frente a la de Arno Schnberger y Haldor Sdhner ', la de Helmut A. Hatzfeld o a la de Wylie Sypher 4, por otro. Para estos iltimos, el Rococ6 es signo SCfr. Helmut A. Hatzfeld, Problems of the Baroque in 1975 (en Thesaurus, Bogota, 1975, XXX, 2, pp. 209-224); Patrick Brady, The present state of Studies on the Rococo (en Comparative Literature, 1975, nim. 27, pp. 21-33). 2 Cfr. Walter Binni, II Rococd letterario (en Accademia dei Lincei, Manierismo, Barocco, Rococ6, Roma, 1962, pp. 217-237). 3 Cfr. Arno Schanberger y Haldor Sohner, Die Welt des Rokoko (Munich, 1959). Hay traducci6n espajiola: El Rococ6 y su epoca (Madrid, 1971). 4 V6ase Wylie Sypher, Rococo to Cubism in Art and Literature (Nueva York, 1960). Vdase tambien la reseila de esta obra escrita por H. A. Hatzfeld, A new periodization of Literary History: a review article (en Romance Notes, 1960, II, nim. 1, pp. 1-6). De W. Sypher conocemos, como obra previa, su mas difundida Four Stages...

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LA LIRICA ROCOCO EN HISPANOAMERICA

POR

EMILIO CARILLAUniversity of California, Riverside

INTRODUCCI6N

De la misma manera que es perceptible en los filtimos afios el avancede la critica sobre el concepto de Manierismo, no resulta exageradodefender una situaci6n parecida para el concepto de Rococ6. Aunquetanto en un caso como en otro las clarificaciones disten de guardar rela-ci6n con la abundancia de la bibliografia'.

Por otra parte, el proceso recorrido por la expansi6n del terminoRococ6 es semejante, pienso, al que recorrieron, en su momento, los deBarroco y Manierismo. Es decir, correspondi6 primero a una categoriarestringida (centrada, aqui, en la arquitectura y la decoraci6n) para pa-sar despuds a designar todo un estilo de epoca.

En general cabe decir que el estilo Rococ6 no tuvo la importanciaque se le concede al Barroco y -hoy- al Manierismo. Se le consideramis limitado en el espacio y en el tiempo, aunque, por supuesto, hayvariantes apreciables en la critica. Asi, para citar dos ejemplos bien defi-nidos basta comparar la concepci6n de Walter Binni, por un lado 2, frentea la de Arno Schnberger y Haldor Sdhner ', la de Helmut A. Hatzfeldo a la de Wylie Sypher 4, por otro. Para estos iltimos, el Rococ6 es signo

SCfr. Helmut A. Hatzfeld, Problems of the Baroque in 1975 (en Thesaurus,Bogota, 1975, XXX, 2, pp. 209-224); Patrick Brady, The present state of Studieson the Rococo (en Comparative Literature, 1975, nim. 27, pp. 21-33).

2 Cfr. Walter Binni, II Rococd letterario (en Accademia dei Lincei, Manierismo,Barocco, Rococ6, Roma, 1962, pp. 217-237).

3 Cfr. Arno Schanberger y Haldor Sohner, Die Welt des Rokoko (Munich,1959). Hay traducci6n espajiola: El Rococ6 y su epoca (Madrid, 1971).

4 V6ase Wylie Sypher, Rococo to Cubism in Art and Literature (Nueva York,1960). Vdase tambien la reseila de esta obra escrita por H. A. Hatzfeld, A newperiodization of Literary History: a review article (en Romance Notes, 1960, II,nim. 1, pp. 1-6). De W. Sypher conocemos, como obra previa, su mas difundidaFour Stages...

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definidor de todo el siglo xviii y le conceden, claro, trascendencia muchomayor que la de un simple valor decorativo o circunscrito a las <<artesmenores>>. En el caso especial de Sypher, su apoyo esti en una particularconcepci6n del mundo y de la vida que caracteriza al siglo y que le dasu sello. En cambio, para Walter Binni (que a su vez compendia coinci-dentemente la idea de muchos otros), el Rococ6 no puede considerarsecomo el tinico estilo epocal del siglo xviii. Ni siquiera de gran parte de61. Despu6s de pasar revista a las diversas limitaciones que ve, postulaque s6lo es licito hablar de direcciones, de componentes rococ6, si bienreconoce como su momento mas visible el periodo de la <Arcadia>.

Quiza sea ocasi6n de decir, una vez mas, <<ni tanto ni tan poco . Aun-que, reitero, prevalece la coincidencia en que el Rococ6 es un estilolimitado en el espacio y en el tiempo. Que se afirma (dejemos a un ladoprecedentes) en la corte francesa de Luis XV y se prolonga en la de susucesor. De Francia se extendi6 a otras regiones hacia mediados del siglo,pero no tuvo, a mi parecer, una vida prolongada.

En el caso especial de Espafia, si, por un lado, notamos su presencia,corresponde agregar que no se da con mucha firmeza (apartamos igual-mente la menci6n de algunos anticipos ya a fines del xvii). Eso si, reco-nocemos una serie de condiciones que facilitan su aceptaci6n: dinastiafrancesa, prestigio de esta cultura en Europa, difusi6n de sus ideas enEspafia . Pero, insisto, hay en la 6poca otras fuerzas y estilos que nadatienen que ver (o que tienen que ver poco) con el Rococ6. De ahi igual-mente una sensaci6n de dispersi6n, y aun rechazo.

Las diversas circunstancias que dan perfil al siglo xvIIi americanono favorecen, por cierto, la expansi6n de un arte como el Rococ6. Recor-demos, por un lado, la persistencia muy firme de tipicas formas barrocas,y por otro, los ya visibles anuncios de ideas politico-sociales que apun-tan con mas o menos justeza a la Independencia (es decir, manifestacio-nes poco afines a lo esencial del Rococ6). Ahora si es justo decir quehay algunas sejiales de arte Rococ6 en Hispanoamerica durante el si-glo xviii, con las comprensiones explicadas.

Con otras palabras: lo que ocurre en estas regiones, resumo, es lacontinuidad de lo Barroco (mis ally de lo que el Rococ6 muestra comoderivaci6n de lo Barroco), por una parte, y por otra, particulares condi-ciones sociales que mas bien rechazan la tendencia Rococ6. En fin, el

5 Sobre el Rococ6 literario en Espafia, v6ase Jos6 Caso Gonzalez, Los concep-tos de Rococo, Neoclasicismo y Prerromanticismo en la literatura espafiola delsiglo XVIII (Oviedo, 1970); idem, La poetica de Jovellanos (Madrid, 1972, pdgi-nas 15-42).

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cuadro se completa con la irrupci6n neoclasicista (con alguna mayor afi-nidad del momento que se vive) y, por iltimo, con los indicios -nadamas que indicios- prerrominticos.

De esta manera, el florecimiento de la literatura Rococ6 se ve en His-panoamerica atn mas constreijida que en la metr6poli. Todo esto masalli de los elementos comunes y paralelos que encontramos en la 6pocacolonial: comunes y paralelos, dentro de un sentido muy amplio.

CARACTERES

Es ocasi6n de puntualizar ya los rasgos definidores del arte Rococ6.Anticipo de nuevo que el cuadro obedece a una impresi6n de conjunto(y de diversas artes). En ese cuadro nos importa, en primer lugar, suespecial aplicaci6n literaria junto con el respaldo de fundamentacionesque ofrezcan alguna solidez.

El arte Rococ6 es en mucho una derivaci6n y particularizaci6n de loBarroco. Ya, separaci6n. Coincide con el barroquismo en los limites im-precisos entre clasicismo y anticlasicismo. Veo, por tanto, como lineasmas definidoras su sentido hedonista, su superficie de juego y coquete-ria. Es notoriamente un arte aristocratico, cortesano, Ambito apropiadodonde podia triunfar la galanteria y el refinamiento.

Frente a la monumentalidad barroca, el Rococ6 destaca sobre todosu culto de lo pequefio, la miniatura, la filigrana. Y no menos su especialdedicaci6n a la artesania o artes menores (espejos, muebles, tejidos, jar-dineria). Se vuelve, en parte, al exceso ornamental del Manierismo (des-puds del adorno algo mas contenido del Barroco). En fin, la abundanciamitol6gica, la predilecci6n por el arcadismo. Y en otra direcci6n contac-tos parciales con el Iluminismo.

En conclusi6n, creo que los rasgos seiialados alcanzan a dar una no-ci6n de este estilo e, insisto, de su difusi6n ms limitada (sobre todosi tomamos como punto de referencia el Barroco) ?. Y que por los facto-res que apunt6 lo fue ain mas en tierras americanas.

6 El critico franc6s Roger Laufel establece aun mayores coincidencias entreManierismo y Marivaux (v6ase R. Laufel, Style Rococo, Style des Lumibres>,Paris, 1963, pp. 26-33). Como sabemos, Marivaux es considerado por muchos criti-cos como un autor tipico del Rococ6.

SAparte de los estudios citados, v6ase tambi6n Helmut A. Hatzfeld, The Ro-coco: Eroticism, Wit and Elegance in European Literature (Nueva York, 1972);Friedrich Schiirr, Barocke, Klassizismus und Rokoko in der Franziisischen Litera-tur (Leipzig-Berlin, 1928).

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LA LiRICA Rococ6 EN HISPANOAMERICA

En el momento de dar nombres de autores, verdad es que no tene-mos dificultades en establecer una lista, si no nutrida, por lo menos visi-ble. Eso si, no resulta, en conjunto, tan valiosa como la que hemos trazadopara el Barroco. Pero sobre todo me parece que la nota distintiva es queuna buena parte de los autores que citamos en la epoca Rococ6 aparecenaqui s6lo con contactos parciales, y no totalmente inmersos en la epoca.Tenemos asi casos como los de Peralta Barnuevo 8 y el padre Aguirre 9,

ya citados como barrocos, por un lado, y por otro, el caso del padre Mar-tinez de Navarrete, que veremos mejor como neoclasicista. Y esto parapara referirme tnicamente a autores de cierta significaci6n.

En un primer recuento, que incluye autores de diversos g6neros,valen, pues, estos nombres (con las salvedades apuntadas): Pedro A. dePeralta Barnuevo (barroco y rococ6), Eusebio Vela, Juan Jos6 de Arriola,Cayetano Cabrera y Quintero, Santiago Pita, Francisco Ruiz de Le6n(barroco y rococ6), fray Juan de la Anunciaci6n, Francisco AntonioVelez Ladr6n de Guevara, padre Juan Bautista Aguirre (barroco y roco-c6), Joaquin Velazquez de Cardenas y Le6n. En otro plano, fray Jos6Manuel Martinez de Navarrete (rococ6 y neoclasicista).

Como era corriente en aquellos siglos, la mayor parte de los autoresenumerados cultivaron el gdnero lirico. A veces exclusivamente. Y conmayor o menor producci6n, con mayor o menor importancia, configuraneste no muy preciso esquema de la poesia rococ6 en Hispanoamerica.De la lista separamos a Peralta Barnuevo, Arriola o, Cabrera y Quinte-ro 11, V6lez Ladr6n de Guevara 12, Ruiz de Le6n, el padre Aguirre, Veliz-

8 Sin olvidar que ya en Calder6n, Moreto, Bances Candamo y otros autoresespafioles del siglo xvii hay anticipos del Rococ6, podemos aceptar que en PeraltaBarnuevo los rasgos que identificamos con el Rococ6 se deben a influencia fran-cesa. Particularmente, me refiero a Peralta como autor dramitico, a traves de sulirica «musical> y al despliegue escenografico. V6anse, sobre todo, las comediasAfectos vencen finezas (Loa y Final de fiesta) y Triunfos de amor y poder (Bailey Fin de fiesta). (Cfr. Pedro de Peralta Barnuevo, Obras dramaticas, ed. de IrvingA. Leonard, Santiago de Chile, 1937; Guillermo Lohmann Villena, El arte dramd-tico en Lima durante el Virreynato, Madrid, 1945.)

9 Sobre el padre Aguirre, vdase mi edici6n de sus poesias (Un olvidado poetacolonial, Buenos Aires, 1943, pp. 77-78) y El gongorismo en America (BuenosAires, 1946), pp. 197-206.

o10 Vease Juan Jose de Arriola, Decimas de Santa Rosalia, Selecci6n y notas deAlfonso Mendez Plancarte (M6xico, 1955).

1 Cfr. Gabriel Mendez Plancarte, Horacio en Mexico (Mexico, 1937), p. 31.12 Vease Antonio G6mez Restrepo, Historia de la literatura colombiana, 3.a edi-

ci6n (Bogota, 1953), I, pp. 203-284.

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quez de Cardenas y Le6n 13, fray Juan de la Anunciaci6n 14 y Martinez deNavarrete.

En la lengua poetica del calderonismo habia ya muchos elementosvilidos que al transformarse ripidamente en formulas repetidas dan sen-saci6n de precedentes del Rococ6. Y esa sensaci6n se confirma en losdramaturgos de su escuela o ciclo (Moreto, Rojas Zorrilla, Bances Can-damo). Ademis no olvidemos que el calderonismo, como forma lirica,sigue siendo elemento vital en el siglo xviii, sobre todo a trav6s de lasreiteradas imitaciones de mon6logos famosos, de desarrollo conceptistacultista o, mejor, de conceptismo cultista.

Tambi6n encontramos en Hispanoamerica el renovado acento y esce-nografia del arcadismo. Lo que ocurre es que en Amdrica se agudizaposiblemente la paradoja, frente a la diversidad social que caracteriza alNuevo Mundo, tan distinta, como resonancia, a la que el genero podiaencontrar ain en Europa. Y la paradoja crece al considerar la riquezaprcticamente inedita del paisaje americano.

Agreguemos en otro plano el regusto por la miniatura poetica y elepigrama por el poema <visual> y el juego ingenioso... Algo menos fre-cuente, una lirica musical inspirada en formas nuevas y en ejemplosfamosos del siglo xviii (en primer lugar, Metastasio). Y menos todaviareflejos de pensamientos galantes, ain mds incomprensibles en estas regio-nes que en las refinadas cortes europeas. En fin, la mitologia conservasu estricto valor ornamental y su lustre erudito o es sentida coma simplejuego a diversi6n. Y la anacre6ntica tiene, si no muchos cultores, ejem-plos muy claros.

Como es explicable, no desparecen ni el tema del homenaje cortesa-no, ni el tema religioso, ni el tema amoroso. Aunque no podemos vincu-lar directamente al segundo con el Rococ6, notamos que tambien algose tifie de los colores que dan las luces de la 6poca. Y en el tema amo-roso, los poemas americanos muestran junto a su contenida sensualidadel cauce que le prestan arcadismo y anacre6ntica.

Por iltimo, en el sector especial de la metrica, aparte del uso asiduode sonetos, romances, octavas reales, redondillas, liras y otras formas

13 V6ase mi libro El gongorismo en America (ed. citada, pp. 164-165 y 170).14 Sobre fray Juan de la Anunciaci6n, vease Alfonso M6ndez Plancarte, Poetas

novohispanos. Segundo siglo (1621-1721), segunda parte, ed. citada, pp. 211-217.Por su parte, Alfonso Reyes lo destaca en breve pero ilamativo parrafo: <<Ultimofruto del Siglo de Oro novohispanico, se lo tomaria por directo e inmediato pre-cursor del modernismo y del primer Ruben Dario...> (A. Reyes, Letras de la Nue-va Espaina, M6xico, 1949, p. 117).

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aceptadas, destacamos el creciente apego a la d6cima (Ruiz de Le6n,Arriola, Velez Ladr6n de Guevara, padre Aguirre...).

Rococ6 Y LIRIA: EJEMPLIFICACI6N

Despu6s de las consideraciones generales que se han visto, corres-ponde ahora que ampliemos brevemente las referencias a la escueta listade autores que hemos ligado al estilo rococ6 en estas regiones 15

Del polifacdtico Pedro Alejandrino Peralta Barnuevo es justo deciruna vez mas que su prestigio se apoya en una suma de elementos (cien-tificos, literarios, academicos, sociales, etc.) mas que en los valores intrin-secos de los sectores. Por eso hoy se 10 recuerda a travds de una impre-si6n de conjunto un tanto nebulosa. Como escritor, sorprende por la can-tidad y no por la calidad.

Fue Peralta permeable a estilos personales famosos en su tiempo,actitud en la cual recorre una gama bastante amplia, ya que, aparte delas mis comunes (clasicas y espafiolas), demuestra tambien conocimientoy aprovechamiento de autores franceses. En fin, el barroquismo es su per-fil mis persistente. Las obras <<famosas>> de Peralta fueron su poemaLima fundada y su Historia de Espaia vindicada, pero mas nos sirvenpara encontrar vestigios del Rococ6 composiciones liricas breves y tam-bidn sus obras teatrales. Precisamente de su comedia Afectos vencen fine-zas copio el comienzo de una Cancidn. Lirica musical dentro del nivelen que se mueve Peralta:

Claro arroyuelolira de nieve,citara undosa,cisne corriente,

15 Recordemos que para Jose Juan Arrom, en su particular periodizaci6n, lasgeneraciones del Rococ6 en Hispanoamerica son dos: una central (la de 1714) yotra como derivaci6n parcial (la de 1744). V6ase Esquema generacional de lasletras hispanoamericanas, 2.a ed. (Bogota, 1977), pp. 94-113. Por su parte, RodolfoGrossmann encara brevemente, y en forma comparativa, la presencia del Rococ6en Iberoamdrica: con desarrollo mayor en el Brasil (y Tomas Ant6nio Gonzagacomo culminaci6n) y menor en Hispanoamerica. Cita aqui los nombres de San-tiago de Pita en el teatro y de Navarrete y Rubalcara en la lirica. Fundamental-mente, Grossman identifica Rococ6 y arcadismo. (Por lo que he expuesto, creoque, sin negar la importancia del arcadismo, Grossmann limita su verdadera pro-yecci6n.) Vease R. Grossmann, Historia y problemas de la literatura latinoameri-cana (ed. original, Munich, 1969; trad. espafiola de Juan C. Prebst, Madrid, 1972,pp. 147-175 y 194-196).

16 Vase mi libro El gongorismo en America (Buenos Aires, 1946), pp. 179-195.

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si el llanto que ardiente,me llevas risuefio,te inspira mi llama,avisale al duenioque amante me inflamamis quejas, mis males,mis penas, mis ansias... 17

FRAY JUAN DE LA ANUNCIACI6N

Ya Alfonso Mendez Plancarte y Alfonso Reyes, entre otros, llamaronla atenci6n sobre este autor no tanto por sus excelencias poeticas comopor las novedades metricas que ofrece. Sobre todo por el uso del versoeneasilabo y el endecasilabo de gaita gallega. Varias de sus composicio-nes llevan el titulo de «minue o de <glosas de minue>>:

Entre lucidas escuadras de granabrota encendido en purpureo el clavel...

Y stas son estrofas de su minue a Nuestra Senfora de los Dolores:

iMira cuan blanca, perdido el carmin,con llanto se queja,viendo que el alma del cuerpo se alejade su Benjamin!...iOye los golpes que en su coraz6nrepite el martillo,cuando traspasa su pecho el cuchillode la compasi6n!... 18

Llamativo es tambien el Tono a Santa Rosa de Viterbo, con alternan-cia de eneasilabos y pentasilabos (y, como vemos, eneasilabos anterioresa Heredia):

17 Vease Peralta Barnuevo, Obras dramaticas, ed. de Irving A. Leonard (San-tiago de Chile, 1937), p. 160. Vease tambien Cancion, de La Rodoguna (idem,pp. 264-265).

18 Cfr. Poetas novohispanos. Segundo siglo (1621-1721), parte segunda, ed. cita-da, p. 211.

Pedro Henriquez Urefia encontr6 el ritmo de <<versos de gaita gallega> enletras de distintos bailes espafioles de los siglos xvr-xvrm, entre ellos, el minue.(Vease La poesia castellana de versos fluctuantes, en Estudios de versificacidn cas-tellana, ed. de Buenos Aires, 1961, pp. 137 y 172.) Y Alfonso Mendez Plancarteapunta su uso, nutrido y variado, en fray Juan de la Anunciaci6n (vease Poetasnovohispanos..., pp. 211-212).

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Ya que a cantar me obliga Amorde la mejor Rosa sin par,hoy su favor, por mas honor,he de implorar... 19

Letras, seguidillas, romances, glosas para cantar, constituyen otrasmuestras de la lirica musical de fray Juan de la Anunciaci6n y que acer-camos al Rococ6. Con todo, la poesia que nos parece mis recordable en61 poco o nada tiene que ver con ese estilo de dpoca. Me refiero a suromance (o romances) Para cantar los Tlaxcaltecos, en rigor dos roman-ces (el del hombre y el de la mujer) de asunto profano con buscadosparalelismos y de lograda gracia popular. Aunque escape a este recuento,conviene recordarlo.

JUAN JOSE DE ARRIOLA

Este religioso y versificador del siglo xviii, olvidado durante muchotiempo y devuelto par la diligencia de Alfonso M6ndez Plancarte, estaligado a su fervor y homenaje a Santa Rosalia. A ella dedic6 su obramis ambiciosa en un poema que permite al autor resumir, por una parte,una abundantisima producci6n vinculada al tema de la rosa, y por otra,aprovechar rasgos calderonianos (lengua, tema, desarrollo, mdtrica). Comohe dicho, del calderonismo pueden derivar igualmente formas del Rococ6posterior. Eso ocurre, por ejemplo, en estos fragmentos (decimas o partesde decimas) que deben verse como un poema independiente dentro delpoema mayor:

ANo muere el Sol, cuyo realmajestad de luces gravesse deja ver por las avesen doseles de coral...?

iNo muere la Flor ufana-rubia antorcha del pensil,que en el bland6n del abrilluce con brillos de grana-...?

Pues si el Sol muere en el cielo,el Astro entre resplandores,la Flor en cuna de olores,el Arroyo en terso hielo,la Mariposa en su anhelo...

1 V6ase Poetas novohispanos..., ed. citada, p. 212.

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iEn Sol, Astro y Flor ardida,en Mariposa encendiday en un arroyuelo errante,ejemplos tomo de amantepara dar por ti la vida!... 20

FRANCISCO ANTONIO V]LEZ LADR6N DE GUEVARA (1721-L1782?)

Con este autor de largo nombre ha legado hasta nosotros un ma-nuscrito neogranadino del siglo xviii. Mejor dicho, el manuscrito figuracon el nombre de su hermano Miguel, religioso. Fue el critico GustavoOtero Mufioz el que rectific6 el dato y adjudic6 merecidamente la auto-ria al jurista Francisco Antonio 21.

V6lez Ladr6n de Guevara escribi6 sobre todo composiciones religio-sas y composiciones de homenaje, dos tipos muy corrientes entonces.Posiblemente, el poema que mas se destaca en su obra (y no s61o por losrasgos autobiogrificos que descubre) es el romance en que Describe lar-gamente un paseo..., de cierta extensi6n. Sin embargo, no cabe duda deque, por ejemplo, su Oda a San Francisco de Asis nos sitia mejor dentrode una lirica musical mas afin al Rococ6:

Victoria por el vencidoque en las campafias del cieloviste, ciie, coge, Ileva,su sangre, su frente, su palma, el trofeo.Vierte su sangre,cifie su frente,coge su palma,lieva el trofeo...

Y cuando en esta batallade Cristo es s6lo el trofeo,toma, se arma, noble, muere,las quinas, con ellas, Francisco, venciendo.Toma las quinas,se arma con ellas,noble Francisco,muere venciendo ".

m Cfr. Juan Jos6 de Arriola, Decimas de Santa Rosalia, ed. citada, pp. 84-85.1 V6ase Antonio G6mez Restrepo, Historia de la literatura colombiana, ed. ci-

tada, I, pp. 204-205.n V6ase Antonio G6mez Restrepo, Historia de la literatura colombiana, ed. ci-

tada, I, pp. 242-243; Jorge Pacheco Quintero, Antologia de la poesia en Colombia(Bogota, 1970), I, pp. 515-516.

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JUAN BAUTISTA AGUIRRE (1725-1786)

El padre Juan Bautista Aguirre, jesuita ecuatoriano, es no s6lo unode los poetas liricos mas importantes del siglo xviii, sino tambien un tes-timonio significativo en relaci6n a la larga vida de la corriente barrocaen Hispanoamerica. En efecto, el padre Aguirre nos acerca ya a los iilti-mos afios de este siglo y es muestra acabada de una continuidad queain se mantiene en plena lozania. Por lo menos a travis de su obra.Ademis, como era de esperar, su producci6n nos permite establecer con-tactos con el estilo Rococ6, no totalmente desasido del barroquismo, sibien ya como manifestaci6n de un nuevo estilo de 6poca.

El padre Aguirre fue, como sabemos, jesuita, y como tal uno de loscomprendidos en la expulsi6n ordenada por Carlos III (de acuerdo a lanoticia mas aceptada). Esta situaci6n nos enfrenta con un hecho nuevoy de trascendencia, aunque no aparezca reflejada concretamente en lapoco abundante producci6n del padre Aguirre.

En relaci6n a la 6poca que nos ocupa, pensamos, dentro de su obra,en el romance A una dama imaginaria, ovidiano y aun con despuntesconceptistas:

iQu6 linda cara que tienes!iVilgate Dios por muchacha,que si te miro me rindesy si me miras me matas!... 2

Pero prefiero mejor una composici6n como la titulada Afectos de unamante perseguido, que si no figura entre las obras recordables del padreAguirre, sirve para mostrarlo mas en <<su>> tiempo, como reflejo inequi-voco del Rococ6, tanto por su tema como por su especial contexturamusical del minu6:

Socorro, cielos,dioses, favor,que ya en la tierrano hay compasi6n,pues todos son homicidasde dos inocentes vidasque se enlazaronen una las dos...

0 Vease mi edici6n en Un olvidado poeta colonial, p. 65.

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iAh, del alcAzardel dios del amor,donde los cultosocultos son!Uno que premiosamente ama,a tus puertas pide y clamale abran el templo,y hari su oraci6n 24

FRAY JOSE MANUEL DE NAVARRETE (1768-1809)

Me parece adecuado terminar este recuento con el nombre de Marti-nez de Navarrete, a quien vemos en general como representante del neo-clasicismo en Hispanoamerica. Este perfil predominante no corta la posi-bilidad, sin embargo, de algunos contactos con el Rococ6 por un ladoy de anticipos prerrominticos por otro.

Lo vinculamos al Rococ6 sobre todo por el arcadismo de sus ana-cre6nticas y por el contenido adorno de algunos sonetos amorosos (pordescontado, en la parte profana de sus Entretenimientos podticos). Esosi, reconocemos que no es este sector el que mejor lo muestra. Sirvande ejemplo estas estrofas de sus Juguetillos a Clorila:

Arroyueloque caminasa la aldeade Clorila,corre, corre,dila, dila,que la adorala alma mia...25

CONCLUSI6N

Aun limitindonos a un g6nero para caracterizar este estilo de 6poca,conviene comenzar por decir que 6ste es, sin duda, el que mantiene ma-yor importancia en los tres siglos coloniales. Por eso, lo que tiene quever con la lirica de aquellos siglos tiene por lo comiin mucho de dlave

24 Ibid., pp. 77-78.25 V6ase fray Manuel de Navarrete, Obras completas... Poesias (ed. de Mexico,

1904), p. 122.

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y de valor representativo. Y aqui hasta se agrega el hecho de que la liricaes el g6nero que refleja en forma mis acabada los rasgos del Rococ6.

Como sintesis, cabe aceptar, por supuesto, la presencia de una liricaRococ6 en Hispanoamerica (visible al promediar el siglo xviii). Pero almismo tiempo hay que subrayar su breve duraci6n, su no muy empinadovalor y tambien su individualizaci6n parcial en buena parte de losautores.

Sin exagerar las repercusiones sociales en la obra de arte, resulta fun-dado pensar que hay 6pocas mas permeables que otras a esa influencia.Asi, la 6poca del Rococ6 es de las mas permeables. Pero no encontr6 enAmerica tanta adecuaci6n y facilidades como en las lujosas cortes euro-peas. En parte por la fuerte continuidad del barroquismo (sin olvidar loscontactos entre Barroco y Rococ6). En parte por la imposici6n de formasneoclasicistas. Y como si esto fuera poco, por los anuncios politico-socia-les revolucionarios (aun considerando su debilidad inicial...). En formaparalela, manifestaciones prerrominticas igualmente d6biles.

Dentro de tal cuadro de conjunto es evidente que el Rococ6 estuvobastante constrefiido en Hispanoamerica. Aunque en definitiva reconoce-mos su presencia.

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