La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

268
1

Transcript of La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

Page 1: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

1

Page 2: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

2

MARTÍN KANENGUISER

LA MALDITA HERENCIA Una historia de la deuda y su

impacto en la economía argentina: 1976-2003

Segunda Edición.

Autoedición 2013

Colaboró en la reedición, correción y diseño de tapa

Miguel Jurado

"El contenido de esta obra se puede reproducir en forma

parcial o total citando la fuente"

Page 3: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

3

AGRADECIMIENTOS

La primera edición de este libro no podría haber nacido sin la gran tarea de archivo de

Lucrecia Bullrich, responsable de encontrar los datos más insólitos y de ayudarme en

los momentos más complicados. La ardua revisión de los capítulos en gestación les

correspondió a Roberto Guevara, Nicolás Gadano, Ernesto Nimcowicz y, desde

Montreal, a Ernesto Fernández Polcuch, en diversas etapas.

A ellos les agradezco, así como también a Editorial Sudamericana (que publicó la

primera edición en 2003), al diario La Nacion y muy especialmente en esta segunda

edición a mi familia, mis queridos Julián y Martina.

Page 4: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

4

ACLARACIÓN METODOLÓGICA

La Argentina está partida en dos en términos estadísticos y este libro

no puede eludir ese problema.

Hasta la década del 90, el consenso de los economistas indicaba que

el concepto de la "deuda externa" reflejaba con precisión los compromisos

contraídos por el país con los organismos multilaterales y los bancos en el

resto delmundo.

Pero la fuerte colocación de títulos públicos a partir de aquel entonces

en diversas monedas, entre inversores residentes y no residentes, modificó los

parámetros conceptuales previos y por lo tanto comenzó a utilizarse el término

de "deuda pública" en líneas generales para referirse al problema del

endeudamiento del Estado nacional. De este modo, la división entre pasivos

internos y externos se borró en forma parcial, salvo en relación con la

legislación que rige a los diferentes títulos públicos, que puede ser nacional o

extranjera.

Hasta el cierre de esta investigación, no existía ninguna serie

estadística oficial homogénea que permitiera cubrir y comparar todo el período

1976-2003.

Por otro lado, cuando en el libro se habla de deuda externa global, se

incluyen los compromisos del sector privado, que, si bien no son objeto de

análisis en este trabajo, también reflejan un acuciante problema que, en

algunos períodos, fue transferido al conjunto de la sociedad a través de

seguros de cambio u otras vías de estatización.

Page 5: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

5

Prólogo

En las últimas décadas los sucesivos gobiernos han intentado

desahogarse de su deuda, tal como si fuera una maldita herencia, sin apoyarse

en una estrategia político-económica coherente como telón de fondo.

El resultado obvio de esta larga serie de ensayo y error ha sido el

fracaso de todos los planes lanzados con el pomposo objetivo de lograr la

"salvación nacional".

Cada ministro de Economía que asumió se preocupó por borrar hasta

la menor huella de su predecesor, a contramano del sendero de continuidad

que guía la estrategia de los países más estables.

Desde 1976 se sucedieron la tablita cambiaria, la amplia reforma

financiera de 1977, el Austral, la Convertibilidad, la apertura con

privatizaciones, el piloto automático, los coqueteos con la dolarización, el

ingenuo enfoque del círculo virtuoso, el blindaje, la Convertibilidad ampliada y,

finalmente, la difícil tarea de admitir que todas las experiencias previas habían

fracasado a través de un intento de "reestructuración voluntaria" de la deuda

que unos meses más tarde se transformaría en un default compulsivo.

Entretanto, el país pasó de períodos de euforia a otros de hambruna en

el ingreso de capitales.

Hubo lugar para regímenes cambiarios con tipo de cambio flexible y

fijo, tiempo para recetas populistas y ortodoxas, espacio para un feroz proceso

militar y gobiernos civiles que incluyeron la alternancia en el poder de los

principales partidos políticos.

Los economistas preferidos del poder económico fueron ministros;

también, aquellos resistidos por el establishment y que dieron una prueba de fe

para desempeñarse con tranquilidad.

Todos dieron el mal paso. José Alfredo Martínez de Hoz, el hombre

más influyente de la década del 70, y Lorenzo Sigaut, el que dijo que perdía

quien apostara al dólar. Los más fieles amigos de Alfonsín —Juan Sourrouille,

Menem —Erman González— y Duhalde —Jorge Remes Lenicov—.

Page 6: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

6

El representante de un poderoso grupo empresarial, Néstor Rapanelli.

Domingo Cavallo, el creativo y obstiriado economista de los '90, más obstinado

y menos creativo en 2001. José Luis Machinea, el ministro con mayor

consenso político del arco político progresista del país; Roque Fernández, el

prolijo y tibio sucesor de Cavallo, y Ricardo López Murphy, el ortodoxo que

salió expulsado de su despacho apenas dio a conocer su provocativo programa

de ajuste.

¿No tuvieron éxito por falta de ideas, de consenso interno para

implementar sus programas económicos o por la "codicia" de los acreedores?

¿Fracasaron por cargar con la "pesada herencia" de sus predecesores,

o por la ausencia de las instituciones necesarias para que el país funcionara

con normalidad?

La historia de la deuda externa y pública argentina, que condicionó en

forma creciente el futuro del país, se escribió hasta ahora con enfoques

tajantemente críticos o absurdamente obsecuentes, sin dejar espacio para la

reflexión de una sociedad acorralada, devaluada, pesificada, "defaulteada" y

hastiada.

Este libro se construyó a partir de 130 entrevistas que realicé a los

personajes centrales en la conducción económica del país desde 1976,

incluidos ministros, presidentes del Banco Central y negociadores oficiales,

junto con banqueros, analistas de mercado, funcionarios de los Estados Unidos

y de los organismos multilaterales de crédito.

No fueron pocos los ex ministros que, varios años después de dejar el

gobierno, juran haber estado "muy cerca" del edén económico: Rapanelli de

lograr la convertibilidad, Machinea de la reactivación, y Remes Lenicov del

acuerdo con el Fondo.

"Si me hubieran dado un poco más de tiempo", fue un lamento repetido

una y otra vez por importantes entrevistados.

También abundan los economistas que fueron muy poderosos durante

su gestión, pero que ahora descargan la responsabilidad de su mal desempeño

en "la incomprensión" del poder político o militar para bajar el gasto público,

como Martínez de Hoz, Juan Alemann, Adolfo Diz y Domingo Cavallo, entre

otros.

Page 7: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

7

Durante un año y medio de investigación, los relatos combinaron

sinceridad con curiosas omisiones, recuerdos de situaciones límite y de

anécdotas risueñas; y, sobre todo, una generosa dosis de catarsis por parte de

cada uno de los protagonistas de carne y hueso de esta historia de cifras e

ingeniería financiera.

Sin prejuicios, las páginas que siguen a este prólogo resumen el aporte

más valioso que se puede realizar para entender el furioso crecimiento de la

deuda.

Se confesó un ministro que utilizó a su banquero amigo para quebrar la

hostilidad del gobierno de los Estados Unidos, otro que cenó más de mil veces

con el presidente pero nunca logró convencerlo de la necesidad de ordenar las

cuentas fiscales; un negociador que pensó en emitir un bono a cien años, otro

que terminó de acordar un paquete de asistencia por US$ 20.000 millones en

un viaje de 45 minutos en avión; un viceministro que ordenó sacar las reservas

del Banco Central de Londres 24 horas antes del inicio de la guerra de

Malvinas, otro que discutió la dolarización durante dos años en secreto con el

Tesoro de los Estados Unidos; un banquero que en 1999 propuso en secreto al

gobierno y a la oposición reestructurar la deuda, otro que obligó a un

funcionario argentino a volver al país de urgencia desde Nueva York para que

el gobierno lo autorizara a efectuar un pago a los acreedores.

Ninguna de estas historias individuales podría comprenderse en forma

cabal si, al mismo tiempo, no se descifrara cómo cambió el país desde la

ruptura institucional de 1976 hasta la ruptura económica de 2002, o, en

términos más generales, cómo se modificaron las relaciones internacionales

desde aquel mundo bipolar de la Guerra Fría con abundantes flujos de capital

hasta este presente unipolar, globalizado y sin respuestas para las naciones

subdesarrolladas.

El libro abarca un largo pasaje por cuatro etapas de la Argentina:

—La convulsionada década del 70, que sólo registró tres años de un

gobierno constitucional, corroído por la violencia interna y encerrada entre dos

procesos militares (1966-1973 y 1976-1983). Durante la dictadura inaugurada

por el general Jorge Videla el país se endeudó en plena corriente de

petrodólares, sin la estrategia de desarrollo que guió a otros países de la

región. La deuda pública creció un 476%, frente a un alza acumulada del 9,4%

Page 8: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

8

en el PBI, hasta la caída del régimen de facto. La relación entre el PBI y la

deuda externa pasó del 18,9% en 1975 al 63,6% en 1983.

—La "década perdida" del 80, con una fuerte suba de las tasas

internacionales y una retracción del flujo de capitales hacia los mercados

emergentes. El presidente Raúl Alfonsín planteó su estrategia de repago de la

deuda sobre la base de la ilusión de poder recibir un tratamiento benigno de los

acreedores por encabezar un gobierno democrático que recibió una "pesada

herencia" de una dictadura militar. Su gobierno culminó con una caída acu-

mulada del 4,3% en el PBI y un aumento del 44,6% en los compromisos

externos. El nivel de inflación y el precio del dólar fueron las variables más

destacadas del período por sus incrementos astronómicos.

—Los '90, cuando el país, en pleno proceso de privatizaciones, no

aprovechó para combatir su problema fiscal a través de una política anticíclica.

Frente a un crecimiento económico acumulado del 27%, la deuda aumentó un

123%, el pago de intereses un 2353%, el gasto público total un 101% y la

relación entre el PBI y los pasivos soberanos saltó del 30,6% al 51,6%. Durante

el apogeo del consenso de Washington, la niña bonita de América latina llevó la

relación entre deuda y exportaciones al 450%, un nivel que supera al de

cualquier otro país en desarrollo. Las necesidades financieras del país

representaban un 25% del total de los fondos para los mercados emergentes

en 1998 y un 33% en 2001. Con el fuerte atraso cambiario que dejó al país

fuera de competencia, la dinámica de la deuda se hizo insostenible.

—El inicio de un nuevo siglo encontró al país con la mitad de la

población bajo la línea de pobreza y una deuda pública de US$ 137.320

millones en el año 2002, dividida en US$ 65.339 millones en títulos públicos y

US$ 30.359 millones en vencimientos con los organismos multilaterales, entre

otros elementos. A cinco presidentes en menos de dos semanas sucedió un

período de transición política de dieciséis meses y una elección con doble

vuelta que no pudo completarse por el abandono de uno de los dos candidatos,

en una clara demostración de la profunda crisis política que acompañó a la

debacle económica y al default.

Luego de casi dos años de espera, en septiembre de 2003 comenzó el

proceso de salida de la cesación de pagos más importante del mundo

occidental.

Page 9: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

9

A pesar de encontrarse lejos de los centros de decisión global, durante

todo este período el país sentó algunos precedentes en el campo de la deuda

externa más allá de sus fronteras: destapó la crisis regional en 1982 con una

moratoria encubierta, provocó un furioso enfrentamiento entre los organismos

multilaterales de crédito en 1988, anunció con aplausos el default soberano a

fines de 2001 y logró que el directorio del FMI aprobara un acuerdo en contra

de la recomendación explícita de su staff en enero de 2003.

En el pasado más lejano, la Argentina también* había dejado marcado

su sello cuando a fines del siglo XIX casi provocó la quiebra de la Baring

Brothers en Londres, repleta de bonos soberanos incobrables y primer agente

de crédito del país a partir de un empréstito de un millón de libras esterlinas

adquirido en 1824 por el ministro de Hacienda Bernardino Rivadavia, que luego

forzó al gobierno a vender dos barcos para cancelarlo.

Pero este relato comienza con un gobierno militar que tomó el poder en

1976 para "restablecer el orden" con el apoyo de una buena parte de la

sociedad y que generó un pasivo externo inexplicable de unos US$ 25.000

millones contraído con los organismos multilaterales y con un grupo de bancos

comerciales que, luego de las turbulencias de la década del 80, desaparecerían

de la escena como prestamistas de los países subdesarrollados para

deshacerse del riesgo crediticio.

Los nuevos receptores de la deuda fueron cientos de miles de

tenedores de bonos repartidos en todo el mundo que ganaron cuando la

Argentina resplandeció y perdieron con un default que, en muchos casos, los

atrapó desprevenidos por los erráticos pronósticos de los organismos

multilaterales de crédito y de los bancos de inversión más prestigiosos de Wall

Street.

El cierre temporal del libro se sitúa en el precario acuerdo alcanzado

con el FMI a principios de 2003 durante el gobierno de Eduardo Duhalde,

perdedor de los comicios de 1999 y designado presidente por una asamblea

legislativa en un contexto de vacío de poder y cierto riesgo institucional.

Durante su sinuoso mandato el ex presidente osciló entre la patria

piquetera —grupo clave para sus aspiraciones al darle el golpe de gracia al

vacilante Fernando de la Rúa— y los sectores que impulsaron la devaluación y

la pesificación, hasta que se re-signó a la necesidad de "reintegrarse" a un

Page 10: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

10

mundo que sólo reparó en la Argentina después de varios meses y de muy

mala gana.

En un epílogo agregado para esta segunda edición, se analiza el

desarrollo y la estrategia del kirchnerismo frente a la cuestión de la deuda, que

pareció comenzar en forma virtuosa con el canje para salir del default del 2005,

pero que, ocho años después, no solucionó ninguno de los problemas externos

abiertos con la crisis 1998-2001.

M. D. K.

Page 11: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

11

UNO Y en el principio fue la deuda

Mientras las luchas intestinas del peronismo desangraban a la

sociedad y al Estado, el país seguía buscando su rumbo económico bajo el

manto protector del Fondo Monetario Internacional (FMI).

"Vuelvo un poco cansado, pero fue realmente casi una semana muy

positiva." La frase podría atribuirse a cualquier funcionario del Palacio de

Hacienda de los últimos treinta años, pero pertenece al joven secretario de

Programación y Coordinación Económica, Guido Di Tella, principal peregrino

de la gestión del Ministerio de Economía de Antonio Cafiero, tras su primer

viaje a Washington en octubre de 1975 para buscar infructuosamente fondos

externos.

Como en un retrato anticipado de las tirantes discusiones que se

registrarían décadas más tarde entre los mismos protagonistas, el organismo

de crédito multilateral más importante surgido del acuerdo de Bretton Woods,

firmado en 1944 en New Hampshire, también se negó en aquel momento a

brindarle su apoyo a un gobierno débil de la Argentina.

Tras la traumática experiencia de Celestino Rodrigo en el gobierno de

Isabel Perón —que combinó sin anestesia una devaluación del 100%,

liberación de precios y aumento de las tarifas—, el índice de inflación saltó de

un 32% acumulado entre diciembre de 1974 y mayo de 1975 a un 63%

solamente entre junio y julio del mismo año. En un contexto hiperinflacionario,

Rodrigo fue sucedido por una serie de efímeros ministros: Ernesto Corvalán

Nanclares por cinco días, Pedro Bonani por diecinueve, Antonio

Cafiero durante seis meses y, un mes antes del golpe militar, el

banquero Emilio Mondelli. Cada uno de ellos buscó inútilmente asistencia

financiera internacional, que sólo comenzó a arribar luego de la caída del

gobierno constitucional, cuando las reservas disponibles del Banco Central

Page 12: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

12

para satisfacer pagos inmediatos rondaban los US$ 23 millones y la deuda

externa del sector público ascendía a unos US$ 4.941 millones.

El director ejecutivo del Fondo, Hendrikus Johannes Witteveen, se

había comprometido ante Di Tella a recomendar al board del Fondo el

otorgamiento de US$ 85 millones correspondientes a una línea de facilidades

petroleras y otros US$ 135 millones para compensar la caída en el precio de

los productos de exportación. Pero el 26 de febrero de 1976 el FMI anunció que

no daría un paso más hasta que no se aclarara "el panorama político

institucional", es decir, hasta que el gobierno de Isabel Martínez de Perón no

terminara de desintegrarse.

'Al lado de Di Tella negociaba Ricardo Arriazu, un joven economista

tucumano llegado al gobierno justicialista de la mano del ministro Alfredo

Gómez Morales en 1974, que ya había representado a la Argentina ante el FMI

en 1968 con sólo 26 años de edad y que luego pasaría a la historia como el

padre intelectual de la "tablita" cambiarla y de la cuenta de regulación

monetaria, dos pilares del esquema económico de la dictadura militar. A pesar

de su juventud, Arriazu estaba familiarizado con los códigos de Washington,

aunque no pudo ocultar su palidez cuando estaba negociando un nuevo

programa de ayuda en el edificio del FMI y le pasaron un papelito para avisarle

que otro ministro de Economía había renunciado en Buenos Aires. Ya

recompuesto, pidió a sus interlocutores que no suspendieran la negociación,

porque con uno u otro ministro, con uno u otro gobierno, el Fondo iba a tener

que negociar con el país.

En Buenos Aires, los tres hombres que se preparaban para conducir el

período más sangriento de la historia moderna argentina convocaban en aquel

entonces a un desgarbado pero influyente abogado para implementar un plan

económico funcional a su estrategia política. José Alfredo Martínez de Hoz

había demostrado brevemente sus cualidades como ministro catorce años

antes, durante casi cinco meses, en el gobierno de José María Guido y trabó

una muy buena relación con las Fuerzas Armadas a partir de una extraña

historia que resumía un pasado ligado al poder rural y un presente repleto de

contactos con el sistema financiero internacional.

Page 13: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

13

De todos modos, Martínez de Hoz sabía que no era el único candidato

para elaborar el plan económico del gobierno que estaba por instalarse a la

fuerza y, por lo tanto, debía aprovechar las tres horas que le habían concedido

el 19 de marzo de 1976 en aquel departamento de la avenida del Libertador, en

el barrio de Palermo, para persuadir a su anfitrión, Emilio Eduardo Massera, y a

los otros dos líderes de la conspiración, Jorge Rafael Videla y Orlando Ramón

Agosti. Más allá de las diferencias ideológicas entre los protagonistas del

encuentro, los cuatro coincidían en el sueño golpista y, curiosamente, en su

edad: todos tenían 50 años.

Los comandantes militares le prestaron gran atención desde las 21,

sobre la medianoche, le pidieron que volcara todas sus ideas por escrito en un

plazo de 72 horas porque, tras el asalto al poder, sería el encargado de

ejecutarlas. El abogado les solicitó cinco años para promover las reformas que

imaginaba y otros cinco para permitir su consolidación. Videla sólo le concedió

el primer deseo.

Martínez de Hoz se sentía agotado; sólo dos días antes había

regresado de un nuevo viaje de caza en África junto con su hijo mayor, por una

de las tantas invitaciones del presidente de la empresa Acindar, Arturo

Acevedo.

A fines de enero se introdujo en la profundidad de Kenya para eludir los

rumores que lo señalaban como ministro y no dejó de disparar con su rifle

hasta que uno de los cazadores recibió una transmisión radial que lo urgía a

volver a la Argentina. Trastornado por el mensaje pensó que, tras una larga

enfermedad, su padre estaba muriendo, hasta que supo que los militares lo

llamaban para retornar. Su calma duró poco tiempo ya que su progenitor,

fundador de la Corporación Argentina de Carne, falleció el 26 de marzo, dos

días después del ilegal desalojo de Isabel Martínez de Perón de la Casa de

Gobierno.

Luego de dejar el departamento de Massera en Palermo, el futuro

ministro llamó a su fiel secretaria y se dedicó a dictarle sin pausa el plan que se

conocería el 2 de abril de 1976. "El objetivo primero de nuestro programa

económico es el bienestar humano... resulta indispensable restablecer la

actividad económica sobre bases que tiendan a estimular la actividad

productiva. Se trata de una economía de producción", señalaría el flamante

Page 14: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

14

ministro en su discurso de 150 minutos por radio y televisión, antes de

inaugurar una gestión que provocaría una caída cercana al 30% en el salario

real, el cierre de más de 10.000 establecimientos industriales y el legado de un

22% de los hogares argentinos con sus necesidades básicas insatisfechas.

Mientras daba sus primeros pasos en el gobierno, Martínez de Hoz

comenzó a conformar su equipo y eligió como hombre de máxima confianza a

Guillermo Walter Klein, que por su relativa juventud tuvo que esforzarse

bastante para ganar el respeto del resto del gabinete económico. En forma

paralela, le ofreció la presidencia del Banco Central a Luis Otero Monsegur, su

viejo compañero de ruta en la Asociación de Empresarios Libres. El dueño del

Banco Francés decidió no sumarse a la función pública pero le sugirió el

nombre de Adolfo Diz, a quien Martínez de Hoz había conocido en una

conferencia en 1970 organizada en la Sociedad Rural Argentina. Ex

representante ante el Fondo Monetario Internacional (FMI) en la gestión de

Krieger Vasena, en 1974 Diz comenzó a dirigir en la capital azteca el Centro de

Estudios Monetarios Latinoamericanos, fundado en 1952 como la meca de

estudios de los banqueros centrales de la región.

El 26 de marzo de 1976 Diz estaba reunido en la sede del centro

académico con un grupo de colaboradores, entre ellos, el argentino Pedro Poa

y el uruguayo Arturo Porzecanski; sabía que en la Argentina se había

producido un cambio en el poder pero, con la ingenuidad política que lo

caracterizaba, al principio creyó que se trataba de una revuelta de sectores de

izquierda. Con cierto temor, su secretaria le acercó un papelito que explicaba

que un avión oficial lo esperaba para partir a la Argentina de inmediato.

Sin poder saludar siquiera a sus hijos, que no habían regresado del

colegio, Diz se embarcó en la aeronave para transformarse a partir del 2 de

abril en el segundo vértice del primer plan de endeudamiento más agresivo en

la historia moderna del país.

Precavido por si acaso su nueva gestión no duraba demasiado, el

economista no renunció a su cargo en el CEMLA, sino que apenas se pidió una

licencia. "Ministro, yo sé manejar un automóvil a 120 kilómetros por hora, no a

800", le advirtió Diz a Martínez de Hoz apenas llegó a la convulsionada Buenos

Aires, luego de 17 años de haber estado fuera del país.

Page 15: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

15

Fue justamente Adolfo Diz, mentor intelectual de Arriazu, el encargado

de destrabar después del golpe militar las negociaciones con sus viejos

colegas del Fondo Monetario. Aunque había dejado la institución multilateral en

1968, ocho años más tarde Diz todavía conservaba buenos amigos en el

edificio de las calles 19 y H. Entre ellos, se destacaban el director ejecutivo, Bill

Dale, con quien solía intercambiar costosos cigarros, y el conductor del área

encargada de auditar a la Argentina, el Departamento del Hemisferio

Occidental, Jorge del Canto. Vito Tanzi, encargado de asuntos fiscales del

organismo de crédito, también se transformó en un "hincha" del nuevo plan

económico.

A la pereza del FMI por acordar antes del derrocamiento, le sucedió

una desesperada actitud por congraciarse con el nuevo gobierno argentino:

luego del golpe se envió un tramo de US$ 127,6 millones que había sido

reclamado sin éxito durante un año por los técnicos justicialistas y, una semana

más tarde, Del Canto llamó a Diz para ofrecerle el envío de una misión

negociadora, pero el presidente del Banco Central y el ministro de Economía

decidieron que había que esperar tres meses para que la situación económica

se calmara antes de tomar un nuevo compromiso formal. Tal vez fue una de las

pocas decisiones que ambos tomaron en total consonancia durante los cinco

años de gestión conjunta; con estilos muy diferentes, Martínez de Hoz y Diz se

complementaron pero nunca llegaron a confiar demasiado entre sí. El ministro,

un abogado especialista en derecho agrario de origen democristiano que

estudió en Cambridge, venía de una familia terrateniente pero gozaba de

sólidos vínculos en el sector industrial por haber encabezado la empresa

siderúrgica Acindar y contaba con una extensa trayectoria como funcionario

que había comenzado en Salta en 1955 como titular de Economía, Finanzas y

Obras Públicas de la intervención de Alejandro Lastra durante el gobierno de

facto de Aramburu. Uno de sus más estrechos colaboradores lo definió como

"un gran maestro de la conciliación, en un juego de fulleros".

Doctorado en la ortodoxa Universidad de Chicago y con más

background académico que experiencia práctica, el amable presi-dente del

BCRA hubiera preferido un plan de ajuste fiscal menos gradualista, al estilo que

predicaba el contrincante más importante de Martínez de Hoz, Alvaro

Alsogaray.

Page 16: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

16

Aunque a Martínez de Hoz le disgustaba el poco entusiasmo que

colocaba Diz en público para defender el plan económico, en parte le reconocía

su labor como aceitado nexo con el Fondo Monetario. De este modo, con el

canciller César Guzzeti escondido por las críticas que había en el exterior a la

política represiva, al ministro de Economía le quedó el campo libre para

consolidar su rol como único enlace con el poder real de los Estados Unidos.

***

David Rockefeller y José Alfredo Martínez de Hoz construyeron una

gran amistad a partir de 1964, cuando integrantes del gobierno radical de

Arturo Illia que compartían el profundo sentimiento antiperonista le pidieron al

ex funcionario de la administración de Guido que se hiciera cargo de la sección

argentina del Consejo Interamericano de Comercio Internacional.

David fue el encargado de asegurar el legado de su abuelo John, un

hombre rico de mala fama que construyó la poderosa empresa petrolera

Standard Oíl y que compró el Chase Manhattan Bank en 1930. El joven se

convirtió en presidente del Chase en 1969 y a partir de entonces edificó su

propio imperio, que incluyó actividades tan diversas como la filantropía y la

Comisión Trilateral. En paralelo, al sur del río Bravo, Martínez de Hoz no sólo

encabezaba Acindar desde 1968 —desde la muerte de Arturo Acevedo

padre—, sino también el Consejo Empresario Argentino y daba origen, tras la

caída de Onganía, a un think tank de derecha que incluía a Adalbert Krieger

Vasena, Moyano Llerena y al ministro de Justicia de Lanusse, Jaime Perriaux.

El autodenominado "Grupo Perriaux" buscó —y logró en buena medida—

domesticar las ideas nacionalistas de los militares demostrándoles los defectos

de la experiencia peruana de Velasco Alvarado.

Rockefeller recibió con agrado el nombramiento de Martínez de Hoz y

tuvo un gesto que conmovió al flamante ministro, al organizar una cena con

importantes empresarios norteamericanos un viernes a la noche en Nueva

York, momento de la semana en el que la Gran Manzana suele quedar vacía.

"Es muy obvio para mí, como para todo el segmento bancario y

económico internacional, que las medidas de su programa han sido muy pero

muy exitosas para resucitar la economía de la Argentina. Es más, sus

Page 17: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

17

esfuerzos han sido altamente beneficiosos para restaurar un sentido de solidez

económica que hace mucho tiempo no se veía en el país", se entusiasmó

Rockefeller en declaraciones a la prensa argentina.

El gobierno republicano de Gerald Ford también recibió al nuevo

hombre fuerte de la Argentina con enorme calidez. William Simón, secretario

del Tesoro, elogió los planes de Martínez de Hoz sin medias tintas. Sin

embargo, su principal lobbista en Washington fue el controvertido secretario de

Estado, Henry Kissinger, un legado de la administración Nixon que en la

primera visita del ministro argentino a la capital de los Estados Unidos en junio

de 1976 se quedó encantado con los planes de la dictadura y con las

oportunidades de negocio que se abrían en el país para los inversores

extranjeros.

En aquella primera incursión por Washington como ministro, Martínez

de Hoz también recibió el apoyo clave del presidente del Banco Mundial,

Robert McNamara, y de Antonio Ortiz Mena, su viejo amigo que encabezaba el

Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y que afirmaba sin temor a

equivocarse que los países en desarrollo no tenían por qué temer al

endeudarse en forma irrestricta.

Con la llegada del gobierno de Jimmy Cárter el 20 de enero de 1977,

Kissinger abandonó la función pública pero no perdió su poder y por esta razón

Videla lo recibió como un invitado de honor para el Mundial '78 organizado en

la Argentina. Cuando Kissinger, fanático del fútbol, confirmó su presencia en la

copa de la FIFA, Martínez de Hoz organizó un viaje en un avión para cuatro

personas hasta el sur de la provincia de Buenos Aires —al que para disgusto

del ministro se sumó el embajador de los Estados Unidos Raúl Castro— en el

que el ministro le mostró durante cuatro horas a su nuevo amigo "la Argentina

real", repleta de vacas y campos.

El desprecio de Martínez de Hoz hacia el embajador tenía su razón de

ser: Castro estaba preocupado porque Kissinger había elogiado ante un

influyente grupo de expertos en asuntos internacionales el "gran trabajo"

realizado por la Junta Militar para combatir al terrorismo y, en un cable

confidencial, advirtió al Departamento de Estado que "había cierto riesgo de

que las autoridades argentinas utilicen las declaraciones conciliadoras de

Page 18: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

18

Kissinger como una justificación para endurecer su batalla contra los derechos

humanos".

Si bien el equipo económico ya había logrado refinanciar durante la

gestión de Ford unos US$ 1.000 millones de la deuda entre los organismos

multilaterales, gobiernos y bancos comerciales, el ascenso de una

administración demócrata fuertemente preocupada por las violaciones a los

derechos humanos en América latina podía constituir un obstáculo para los

ambiciosos planes de endeudamiento externo del régimen militar. De hecho, la

primera medida del gobierno demócrata fue reducir de US$ 32 millones a US$

16 millones la asistencia financiara otorgada por Ford a la Argentina en 1976.

Martínez de Hoz sufrió en carne propia los cuestionamientos del nuevo

secretario del Tesoro, Michael Blumenthal, durante la reunión anual del Banco

Interamericano de Desarrollo (BID) a mediados de mayo de 1977. Aterrado por

sus inquisitorias preguntas sobre la represión, el ministro argentino intentaba

esquivar a Blumenthal en cada pasillo del lujoso hotel de Cancún que

albergaba a la convención del BID. Sin embargo, los tragos más amargos de la

administración Cárter hacia el gobierno de facto se originaron en el

Departamento de Estado que conducía Cyrus Vance y, en particular, en la

subsecretaría para Derechos Humanos, Patrice Derian, blanco de constantes

ataques por parte de la Junta Militar y de sus generosos agentes de

propaganda, que la señalaban como una de las líderes de la denominada

"campaña anti argentina" en el exterior por sus denuncias contra la tortura y la

desaparición de personas.

Antes de volver a Buenos Aires desde México, Martínez de Hoz decidió

que tenía que dialogar con Rockefeller para abrir un canal interno de diálogo

dentro del gobierno demócrata menos hostil a la junta argentina.

Mientras conversaba con su buen amigo desde su despacho, el

banquero tocó un timbre y pidió a su secretaria que lo comunicara con

Zbigniew Brzezinski, el poderoso consejero nacional de Seguridad que tenía

una visión más focalizada en los peligros de la Guerra Fría que en la violación

de los derechos humanos. Sin demora, el funcionario norteamericano recibió a

Martínez de Hoz, que le planteó sus reparos en relación con el Departamento

de Estado y logró atenuar las fuertes presiones de la administración Cárter.

Page 19: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

19

Tiempo más tarde, su nuevo contacto en Washington le pediría la

devolución de favores, sin mayor suerte, cuando la Unión Soviética invadió

Afganistán y Estados Unidos declaró un embargo cerealero. Presionado por las

empresas cerealeras, que tenían en la URSS a su principal cliente, Martínez de

Hoz dijo que no había que "mezclar ideología con economía" y le explicó al

presidente Videla que el gobierno no debía sumarse a la sanción norte-

americana.

En enero de 1980 el gobierno norteamericano redobló su presión a

través de una misión del jefe de la academia militar de West Point, Andrew

Goodpaster, que se entrevistó con Videla en la residencia presidencial de

Chapadmalal para ofrecerle "suavizar" un informe del Departamento de Estado

al Congreso sobre la violación a los derechos humanos si la Argentina adhería

al embargo cerealero. Para aplacar la insatisfacción de Washington, Martínez

de Hoz se comprometió a "no exportar mayor cantidad que la que tienen

comprometida bajo convenio con la URSS" en forma oficial al régimen

comunista, mientras dejaba que por lo bajo las cerealeras destinaran el 80% de

su exportación a ese mercado del este europeo, en forma directa o por vía de

la triangulación.

El jefe del Pentágono pareció conformarse, pero Brzezinski no. Por

medio del embajador ante el gobierno de los Estados Unidos, Jorge Aja Espil,

el consejero de Seguridad convocó "de urgencia" a Washington al ministro de

Economía a fines de enero para exhibirle en su despacho un gigante mapa que

reflejaba la importancia geopolítica del avance soviético sobre Afganistán. Sin

inmutarse, Martínez de Hoz ratificó su postura original aunque aceptó

recomendarle a Videla una "sanción moral" contra la URSS, pedida por el

subsecretario de Estado, Warren Christopher, para boicotear los Juegos

Olímpicos de Moscú de 1980 con la ausencia de los atletas argentinos.

De todos modos, en aquel entonces el gobierno de Cárter ya había

perdido su poder por la fuerte inflación derivada de la segunda crisis petrolera

internacional y por el devastador efecto político de la toma de la embajada de

los EE.UU. en Irán con setenta rehenes, que demoró 444 días en resolverse y

fulminó su imagen ante la sociedad norteamericana.

Page 20: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

20

Sin oposición, se encaminaba hacia la presidencia el candidato

republicano, gobernador de California y ex actor de filmes de cowboys, Ronald

Reagan, que había encandilado a Martínez de Hoz en una cena privada para

siete personas en Carmel, cerca de San Francisco, a mediados de 1979. Luego

de conversar dos horas sin pausa sobre economía y política, Reagan quedó

tan admirado con su invitado que decidió escribir un artículo periodístico con

duras críticas hacia Pat Derian, tan odiada por los políticos republicanos como

por los militares argentinos.

Francisco Soldati no era un director cualquiera del Banco Central.

Refinado y culto, oficiaba como nexo entre la entidad monetaria y el Ministerio

de Economía y entre la Argentina y sus acreedores privados. Educado en

Suiza junto al rey Juan Carlos de España, tenía la cualidad de aparecer en

cada cóctel de nivel, pero sin quedarse más allá de media hora, un tiempo

suficiente como para saludar a las figuras clave de la reunión y para que el

resto también pudiera percatarse de su presencia.

Soldati comenzó su temprana carrera en la función pública como un

humilde asistente del primer ministro de Economía de Illia, Eugenio Blanco.

Director del Banco Central desde mayo de 1976 —tres años antes de que el

movimiento Montoneros asesinara a su padre, Francisco, en uno de los

atentados por el cual Mario Firmenich fue condenado en 1988—, olía como

nadie las mejores plazas para obtener financiamiento internacional en forma

sencilla. El Lejano Oriente, por ejemplo, donde los bancos japoneses estaban

ávidos por colocar sus excedentes financieros, o Wall Street, donde los bancos

no compartían los reparos de la administración Cárter en relación con la

Argentina.

Sin embargo, Soldati logró el primer crédito para la dictadura militar en

su amado Viejo Continente, a través del Banco Europeo para América Latina.

Sin atender las protestas de algunos grupos civiles internacionales por las

violaciones a los derechos humanos en la Argentina, el gobierno belga avaló

esta operación de US$ 65 millones, sediento por vender sus sofisticadas armas

a los militares, con el mismo pragmatismo que guió por aquellos años a Francia

y a Alemania, entre otros países.

Page 21: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

21

Luego del tembladeral del último gobierno justicialista, los inversores

apreciaban a un equipo económico que prometía estabilidad, apoyado en una

estrategia destinada a eliminar cualquier signo de oposición.

La dictadura militar se inició luego del primer shock petrolero que, a

partir de 1973, determinó que las grandes entidades financieras internacionales

contaran con un fuerte excedente de liquidez, suficiente como para inundar

todo el mundo en desarrollo con dólares; un gobierno autoritario y un equipo

económico de tinte liberal conformaban un excelente cliente para este torrente

de petrodólares. Un joven administrador de empresas que luego pasaría a

encabezar la filial de un importante banco recordó con orgullo que en los '70

trabajaba en "créditos al sector público", el sector más importante de las

entidades que operaban en el sistema financiero local.

En 1976 la deuda externa pública era de US$ 6.648 millones y los

pasivos privados US$ 3.091 millones; cinco años más tarde, cuando Martínez

de Hoz dejaba su poderoso cargo, el país debía US$ 35.671 millones, un 48%

del PBI y un 390,4% de las ventas al exterior, repartidos entre US$ 20.024

millones del Estado y US$ 15.647 millones de la esfera privada.

Una década después, los compromisos externos habían trepado a US$

61.334 millones.

Francisco Soldati, fallecido en 1991 en un accidente mientras jugaba

un partido de polo en su estancia, luego de comandar por algunos años la

empresa de la familia, conocía bien esta apetencia y no la desaprovechó,

asistido por el fiel gerente Guillermo Zócalli, que luego se eternizaría como

director argentino ante el Fondo Monetario Internacional.

Junto con Soldati, Ricardo Arriazu integraba el dúo de colaboradores

más estrechos de Adolfo Diz en el Banco Central. Según sus pares, "Pancho"

era amable, extrovertido y sabía trabajar en equipo; el economista tucumano,

en cambio, parecía estar demasiado enamorado de su propia inteligencia y del

tipo de cambio fijo. Desde su designación, el presidente del Central reunía a

ambos dos veces al día en el "comité de crisis" destinado a frenar la fuerte

inflación que azotaba al país: por la mañana, para decidir las medidas que se

tomarían para que la situación no terminara de explotar y por la noche para

evaluar cómo habían funcionado. En marzo de 1976 la inflación se ubicaba en

el 37,6% y luego bajó, pero en 1978 llegó al 175% anual y en 1980 al 100%.

Page 22: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

22

El equipo económico arrancó con un mix de medidas destinadas a

congelar los salarios y restringir la circulación monetaria para contener la suba

de precios, que fracasó y obligó al ministro a ordenar, lejos de su ideario liberal,

una tregua de precios por 120 días. Con la reforma del sistema financiero de

1977, que liberó las tasas de interés y redujo al mínimo las exigencias para la

apertura de entidades bancarias, cambió el foco de la política económica y se

sembraron las causas de la crisis que estallaría tres años más tarde. "Nosotros

permitimos abrir muchas sucursales porque creíamos que no había que

justificar la necesidad de crear un banco; si había lugar para ganar dinero, era

suficiente", razonaba un alto directivo del BCRA.

Tras un fuerte ingreso de capitales registrado en 1979 por las altas

tasas internas que permitían una ganancia en dólares del 50% anual, comenzó

a encenderse una espiral de desconfianza en torno al esquema de la "tablita"

cambiaría, que había sido lanzada en pleno conflicto con Chile por el canal de

Beagle. La "tablita" se basaba en la fijación anticipada del tipo de cambio, con

un cronograma de devaluaciones decrecientes que debían converger con la

tasa inflacionaria en un período de ocho meses y que, al fracasar, disparó una

fuerte fuga de divisas a medida que el atraso cambiario se ampliaba. En el

medio, otros dos instrumentos del Central contribuyeron a encender la hoguera

del endeudamiento: la remuneración de encajes por medio de la cuenta de

regulación monetaria —un sistema del cual los técnicos del BCRA

sospechaban que era fraudulento por la escasa capacidad de control que tenía

la entidad monetaria sobre las colocaciones inmovilizadas en cada entidad y

que costó la suma equivalente a un déficit y medio anual del Estado— y la

garantía total de los depósitos, que absorbió US$ 5.900 millones de las

finanzas públicas. En 1980, cuando la deuda neta subió en US$ 4.500 millones

y ya totalizaba los 20.000 millones, los cuatro bancos más importantes del

sistema fueron liquidados, con el 12,7% de los depósitos totales en sus arcas,

dejando al desnudo millonarios autopréstamos generados por la temible

combinación de un esquema de irrestricta apertura financiera y la falta total de

supervisión por parte del Banco Central. Tiempo más tarde, Diz y sus

colaboradores se lamentarían "por los diez chorros que quebraron al sistema" y

por las presiones recibidas en la Junta Militar para no investigar al Banco de

Intercambio Regional (BIR) —que defraudó a 350.000 ahorristas por un total de

Page 23: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

23

US$ 1.000 millones— y al Banco Oddone, generosos contribuyentes de los

proyectos económicos del poder militar.

Así, a fin de 1980, mientras se fugaba el 25% de los depósitos, el poder

de Martínez de Hoz naufragaba y Videla debía negociar su abandono de la

presidencia.

Cuando se produjo la suba de tasas internacionales debido a la

estrategia del presidente de la Reserva Federal, Paul Volcker, para frenar la

inflación en los Estados Unidos, el Estado nacional ya se había endeudado en

el exterior en forma irresponsable a través de las empresas del Estado para un

supuesto programa de "inversión pública", luego cuestionado por los

integrantes más fiscalistas del equipo económico. En realidad, según estos ex

funcionarios, el plan se utilizó para financiar sobreprecios siderales —un

Mundial '78 de US$ 700 millones, centrales atómicas e hidroeléctricas

monstruosas como Yacyretá y una "promoción industrial sin industrias", como

admitió un funcionario del equipo económico.

“Los militares gastaban a lo loco e inflaban las deudas; era un poder

político dividido, populista, irresponsable y gastador; Massera era el peor de

todos y Bussi (gobernador de Tucumán) negociaba con un arma en la mesa;

las Fuerzas Armadas tenían el doble de oficiales de lo que necesitaban y

encima se lo pasaban comprando aviones para combatir supuestamente la

guerrilla”.

Lorenzo Sigaut no inspiraba demasiado respeto intelectual ni

enMartínez de Hoz ni en Diz cuando lo recibieron como delegado económico

del sucesor de Videla a fines de 1980. Sin los pergaminos internacionales de

sus predecesores, Sigaut era un economista que estudió en la Universidad de

Buenos Aires y tuvo un fugaz paso como colaborador de Krieger Vasena por un

artículo publicado en Primera Plana sobre la reforma fiscal pendiente.

Refugiado en su consultora privada Sigaut comenzó a trabar relación como

docente de Política Económica de un grupo de militares que estudiaban en la

Universidad del Salvador vinculados con el segundo comandante en jefe del

Ejército de la dictadura. Como integrante de la Junta Militar, Viola recibía una

vez por semana a este economista contrario a la prédica liberal y el tipo de

cambio fijo, las ideas que Martínez de Hoz defendía con tanta ceguera.

Page 24: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

24

Entre diciembre de 1980 y marzo de 1981 la conducción económica y

Sigaut mantuvieron una serie de reuniones para concertar la transición. Sigaut

pretendía que Martínez de Hoz diera el primer paso para desandar el atraso

cambiario —que rondaba el 50%—, con una devaluación del 15%, que el

ministro acortó al 10%. Desde la primera modificación cambiaria, efectuada el

10 de febrero, las expectativas del mercado empeoraron y las reservas cayeron

de US$ 11.000 millones a US$ 5.000 millones en dos meses. Los pasivos

monetarios del BCRA, que en diciembre de 1979 cubrían un 126,9% de los

pagos de la deuda de los siguientes 12 meses, en marzo de 1981 apenas

alcanzaban para enfrentar el 16,9% de los vencimientos del mismo período.

Tras devaluar, según Sigaut, Martínez de Hoz "se borró" y Diz le rogó

al entrante equipo económico que cuidara los restos de la moribunda tablita.

Angustiado, el saliente presidente del Banco Central sufría serias dificultades

para dormir, mientras el nuevo ministro viajó a Mar del Plata durante el fin de

semana de la transición presidencial para "pensar" el futuro de la política

cambiaria. Con una crisis fiscal y fuertes vencimientos de la deuda en el corto

plazo, Sigaut echó por la borda los consejos de sus antecesores y en abril

resolvió una devaluación del 30%, acompañada por una suba en las

retenciones a las exportaciones agropecuarias y una baja en los aranceles a

las importaciones.

Pero el nuevo ministro era muy débil por la desconfianza del propio

presidente Viola, que se reflejó en la división de la cartera económica en

cinco ministerios. Sigaut no conformaba a nadie, ni siquiera al nuevo

presidente del Banco Central, Julio Gómez, que abandonó su cargo el 2

de junio, cuando se decidió un aumento salarial y una nueva devaluación

del 30%. Junto con Gómez, también dejó el Central el joven Martín

Lagos, ex asesor de Martínez de Hoz y futuro vicepresidente de la

entidad monetaria en la gestión menemista de Pedro Pou.

El viernes 20 de junio, el ministro de Economía lanzó a poco de

despertarse una advertencia que se transformó en su calvario eterno, al afirmar

en el programa radial del periodista Bernardo Neustadt que "esta vez quienes

estén apostando a favor de la divisa extranjera realmente van a perder". La

respuesta del mercado fue inmediata y el lunes siguiente Sigaut tuvo que

devaluar otro 30 por ciento.

Page 25: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

25

Tras instaurar el primer seguro de cambio para las deudas privadas,

con una inflación de 131%, pérdida de depósitos y un dólar libre que pasó de

2.000 a 10.000 pesos, el ministro quedó desconsolado y dejó el diálogo con los

acreedores externos en manos de cuatro de sus colaboradores técnicos: el

subsecretario de Financiamiento, Hugo Lamónica; el representante ante el FMI,

Dante Simone, y dos reconocidos técnicos del área de Hacienda, Mario Teijeiro

y —según el cariñoso apodo de Sigaut— el "ropero" Ricardo López Murphy.

De todos modos, la Argentina ya había perdido el crédito y los

funcionarios que negociaban con Washington y Nueva York se limitaban a

solicitar continuas refinanciaciones de la deuda, mientras el mundo observaba

azorado a este nuevo ministro que cambiaba todos los días de plan y que sólo

se animó a viajar a los Estados Unidos para participar en la reunión anual del

Fondo Monetario.

En las sombras, ya se divisaba la figura del inquieto colaborador del

ministro del Interior, Tomás Liendo, el cordobés Domingo Cavallo, que tuvo en

sus manos por primera vez el manejo de la economía durante quince días en

diciembre de 1981, mientras por una simulada "enfermedad" de Viola se

preparaba la transición para que asumiera el poder un general al que, según su

ministro de Economía, Roberto Alemann, le gustaba beber algo de alcohol sólo

para relajarse.

Page 26: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

26

DOS El default menos pensado

El veterano banquero se siente orgulloso de su pasado. En las paredes

de su confortable oficina con ventanas que dan a la glamorosa Park Avenue en

el centro de Manhattan se destacan las importantes distinciones que recibió de

varios gobiernos y una serie de caricaturas que lo retratan junto a destacados

funcionarios argentinos de los últimos veinte años.

Con su vasta experiencia —y aunque la mayor parte de la literatura

económica afirme lo contrario—, el ejecutivo no duda en afirmar que la crisis de

deuda latinoamericana de 1982 no fue detonada por la moratoria mexicana

declarada en agosto de ese año, sino a partir de la decisión argentina de no

pagarles a los bancos británicos por la guerra de Malvinas.

Esta suspensión, agrega el hombre que lideró las delicadas

negociaciones entre la región y los bancos en aquel entonces, despertó la

desconfianza del sistema financiero internacional luego de casi una década de

abundante liquidez.

Paradójicamente, este prematuro estallido contó como protagonista

principal e involuntario al economista preferido del establishment financiero

local.

A fines de 1981, con una deuda externa pública de US$ 20.024

millones que apenas se podía pagar, el gobierno militar se hallaba en pleno

proceso de desgaste como producto de la crisis económica y por el lento pero

progresivo avance del diálogo político, luego de los años más duros de la

represión.

En un gesto desesperado por torcer la breve historia de fracaso político

del general Roberto Viola, el 12 de diciembre asumieron Leopoldo Fortunato

Galtieri como presidente y Roberto Teodoro Alemann, doctorado en Suiza y ex

embajador ante los Estados Unidos, como ministro de Economía.

Tras la fallida experiencia devaluacionista de Viola y Sigaut, volvía a

manejar las riendas de la economía un representante directo de la ortodoxia

fiscal, dispuesto a recuperar la confianza dentro del país y fuera de él.

Page 27: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

27

Desde 1976, según Alemann, las empresas públicas se habían

endeudado para comprar bienes de capital "con un demencial financiamiento

del Tesoro Nacional", que había sido administrado casualmente por su

hermano menor, Juan.

Apenas se sentó en el mismo sillón que ya había ocupado durante

nueve meses en el gobierno de Arturo Frondizi, Alemann tuvo que apelar a su

prestigio personal en el mercado para pedir US$ 500 millones ante la escasez

de reservas en el Banco Central.

Con urgencia de fondos, el ministro partió hacia la reunión anual del

Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en la bella Cartagena de Indias para

acordar la refinanciación de los compromisos de la deuda soberana de 1982.

El plan oficial consistía en contratar unos US$ 3.500 millones en

créditos sindicados a largo plazo y renovar otros US$ 7.200 millones.

Desde el 26 de marzo, ajeno a los planes bélicos del gobierno, el

funcionario comenzó a tejer en el Caribe colombiano la delicada operación para

sacar a la Argentina de la cornisa de la cesación de pagos.

A cambio, Alemann se comprometió a mantener la deuda pública y a

reducir el déficit fiscal en un 2% durante ese año. La realidad rompería con su

juramento, ya que a fines de 1982 los pasivos externos del Estado ascenderían

a US$ 28.626 millones.

Con menos reparos que Martínez de Hoz para aplicar un programa de

ajuste con el objetivo de reducir la inflación, el ministro diseñó un esquema de

"racionalización" del gasto público junto con su secretario de Hacienda, Manuel

Solanet, que había intentado la misma tarea sin éxito desde 1976 a las órdenes

de Juan Alemann. Así, Roberto Alemann dejó flotar el tipo de cambio, dispuso

un congelamiento de los salarios y el recorte de los subsidios a las empresas

estatales.

Tras lograr un rápido "compromiso verbal" para la refinanciación de la

deuda, el ministro decidió adelantar su regreso dos días con una escala en

Bogotá, para arribar el 30 de marzo a Buenos Aires. Sin embargo, las rutas

aéreas no favorecieron sus planes y debió penar durante 25 horas entre un

avión y otro para llegar al país a través del Brasil.

Finalmente, aterrizó la tarde del jueves en el aeropuerto de Ezeiza,

donde, ansioso, lo esperaba Solanet para explicarle que el enlace de la Fuerza

Page 28: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

28

Aérea con el Ministerio de Economía le había anticipado la noche anterior que

el 2 de abril habría novedades importantes en relación con las islas del

Atlántico Sur.

Al tanto de la operación militar, Solanet le ordenó al presiden-te del

Banco Central, Egidio Ianella, que girara las reservas internacionales del Banco

Central que estaban depositadas en el Banco Central de Inglaterra y en los

bancos comerciales de los Estados Unidos. El nuevo destino sería el Banco

Internacional de Pagos de Basilea, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la

Reserva Federal de Nueva York, lejos del alcance de un eventual embargo

británico. Los principales bancos oficiales, el Nación y el Provincia de Buenos

Aires, realizaban un movimiento contable similar, para dejar registrados sus

fondos en la plaza off shore de Panamá.

Agotado por el extenso viaje desde Colombia, Alemann le dijo a

Solanet en el aeropuerto que nada pasaría en relación con Malvinas y que

necesitaba dormir una siesta en su casa para recuperar fuerzas. A las 19, su

colaborador lo despertó por teléfono para reafirmar sus temores, pero Alemann

volvió a pedirle calma, hasta que a la una de la mañana del viernes convocaron

al ministro a una reunión de urgencia del gabinete nacional a las 7 de la

mañana en la Casa de Gobierno para analizar una invasión que él desconocía.

Enojado y confundido, Alemann sintió que en un instante su castillo de naipes

se derrumbaba: la ansiada lucha contra el déficit y la inflación dejaban paso al

gasto militar como prioridad de la política económica.

Mientras el ministro tomaba conciencia del cambio de escenario,

Ianella se aseguraba de que la operación de rescate de las reservas resultara

"prácticamente" exitosa, ya que aún restaban 50 millones de libras esterlinas

que por cuestiones operativas sólo podrían ser liberadas el viernes 2 de abril.

El Ministerio de Economía aprovechó la lentitud del gobierno británico para

reaccionar —Thatcher presuntamente se había enterado de la operación militar

argentina a través de la inteligencia norteamericana la madrugada del viernes e

impuso el control de capitales recién el sábado— para salvar ese dinero

remanente.

Sin embargo, puertas adentro del sistema financiero inglés quedarían

congelados durante toda la guerra unos US$ 1.450 millones de residentes

argentinos, incluidos 70 millones pertenecientes a la comisión de compra de

Page 29: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

29

armas de la Armada Argentina, que un integrante de esa fuerza aún menos

informado que Alemann se olvidó de retirar.

***

Luego de la reunión de emergencia del gabinete nacional, el ministro

pareció recuperar el control sobre sí mismo al convocar a una reunión al

mediodía para brindarles su crudo diagnóstico a los más importantes

banqueros y empresarios del país, mientras una manifestación aplaudía la

aventura de Galtieri en la Plaza de Mayo. En la economía de guerra, Alemann

limitaría la compra de divisa para evitar la fuga de capitales, el mercado

cambiario volvería a desdoblarse, el peso se devaluaría, crecerían las

retenciones a la exportación y se adoptarían otras medidas impositivas para

enfrentar el crecimiento de los recursos militares, que consumieron US$ 450

millones de gasto corriente, más los fondos destinados a la compra de aviones.

A pesar del apoyo retórico del sector privado a los planes del ministro,

la fuga de un 4% de los depósitos totales del sistema financiero local registrada

durante la primera semana de abril demostró los nervios del mercado ante la

guerra contra la principal potencia marítima del planeta.

Mientras los argentinos retiraban sus depósitos de los bancos en

Buenos Aires y obligaban al BCRA a bajar los encajes para combatir la

situación de iliquidez en el mercado, en pleno corazón del conflicto bélico la

administración militar lograba mantener cierta confianza en la población de las

islas. La gobernación militar prometió no incautar los bienes de los kelpers y de

mantener la estabilidad, a través de un régimen bimonetario con un tipo de

cambio fijo (a 20.000 pesos por cada libra malvinense) instaurado luego de un

viaje de Solanet a Puerto Argentino a mediados de abril, cuando la mediación

diplomática del gobierno norteamericano, conducida por Alexander Haig, ya

había fracasado.

Con el apoyo de sus aliados de la OTAN y de la Comunidad

Económica Europea, Gran Bretaña dispuso el congelamiento de los fondos

argentinos y el embargo de las importaciones de origen nacional. En la

Argentina el sector más duro de la Junta Militar pidió como represalia la

confiscación de los bienes británicos.

Page 30: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

30

Alemann no aceptó, pero sin dudarlo suspendió el pago de los

vencimientos de capital de la deuda externa para preservar el nivel de reservas

del Banco Central, generando una reacción de histeria entre los banqueros de

todo el mundo. Si bien el ministro aseguró que la medida se basaba en el

contexto bélico, sus colaboradores más estrechos sabían que la guerra

permitiría esconder un default que estaba latente, porque no había dinero más

que para pagar uno o dos meses de vencimientos. El ministro intentó calmar al

mundo financiero al explicar que mientras continuara la guerra abonaría los

intereses en forma puntual, salvo a las entidades financieras británicas, que no

recibirían pago alguno. La aclaración provocó mayor escozor aún, ya que el

Lloyds Bank del Reino Unido era el principal acreedor individual del país.

Además, la Argentina había tomado una buena parte de sus créditos a través

de préstamos sindicados, que todos los bancos cobraban a través de una sola

ventanilla. Si no cobraba uno, no cobraba nadie.

Alemann se percató entonces de la ineficacia de los mensajes a

distancia y viajó a una reunión del Fondo Monetario Internacional en Helsinki,

donde el 12 de mayo —mientras 3.000 mercenarios gurkas partían hacia las

Malvinas en apoyo de las fuerzas británicas— intentó sin demasiado éxito

obtener el respaldo del titular del organismo, el francés Jacques de Larosiére,

para lograr un programa de asistencia con la complicada promesa de continuar

con un ajuste. Alineado con el discurso oficial de la defensa de la soberanía

nacional en una guerra absurda, el ministro habló ante sus pares de todo el

mundo. A su turno, tuvo que soportar la hostilidad de los representantes de los

Estados Unidos y Gran Bretaña.

Desanimado, dejó Finlandia y comenzó sin pausa una gira por Zurich,

París y Nueva York para ofrecerles a los acreedores privados no británicos la

posibilidad de cumplir en forma efectiva con los vencimientos del pago de

intereses a través de una cuenta en la Unión de Bancos Suizos (UBS). En

forma paralela, se habilitaría una escrow account para asentar los

compromisos con los bancos ingleses sin pagarles, hasta que Londres

levantara las sanciones contra el país. Esta solución se le ocurrió al abogado

Richard Davis, socio del estudio neoyorquino Weil, Gothsam & Manges, ex

subsecretario de Finanzas del Tesoro durante la administración Cárter y

experto en sanciones económicas internacionales, contratado por el Ministerio

Page 31: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

31

de Economía por el temor a que el gobierno de Reagan cediera a la presión de

Thatcher de embargar los bienes argentinos en territorio norteamericano.

En realidad, Davis sólo se limitó a recomendarle al gobierno argentino

una fórmula parecida a la que utilizaron los iraníes durante la toma de los

rehenes en la embajada de los EE.UU. en Teherán, para eludir el

congelamiento ordenado por el Tesoro en aquel entonces. Davis comenzó su

trabajo con una visita a Buenos Aires, antes de que las tropas inglesas llegaran

al Atlántico Sur, en la que sugirió reducir al mínimo los incentivos de los bancos

para declarar un default formal. Sin embargo, con la cuenta abierta en la UBS

la Argentina generó un frente de conflicto interno entre los acreedores del país,

ya que las entidades británicas reclamaron con energía a sus socios —con la

amenaza de iniciar juicios incluida— la acreditación inmediata de su cuota

correspondiente, por cierto sin mucho éxito.

Tras su gira, mientras el represor Alfredo Astiz se rendía sin presentar

combate en las Georgias del Sur, el ministro se tranquilizó cuando los bancos

no británicos se resignaron a aceptar la propuesta argentina, que hasta recibió

elogios del Tesoro de los Estados Unidos.

Sin embargo, puertas adentro del país, Alemann tuvo que soportar la

reacción antisemita de algunos integrantes de la Junta Militar, indignados por

los fuertes vínculos del estudio Weil, Gothsam & Manges con la comunidad

judía de Nueva York. Desde Mar del Plata se abrió otro insólito frente de

conflicto cuando el Colegio de Abogados local le pidió a la cartera económica,

con argumentos nacionalistas y poco racionales, hacerse cargo de la defensa

del país si surgía algún juicio en los tribunales de la principal superpotencia del

mundo.

***

El 14 de junio de 1982 los militares argentinos se rindieron ante sus

pares británicos en Puerto Argentino. La dictadura sellaba su suerte en forma

definitiva a costa de la muerte de 649 soldados argentinos en una guerra que

Galtieri buscó ganar con la ilusión de recibir la ayuda de los Estados Unidos por

su apoyo a la lucha anticomunista en América Central, sin considerar en su

genial "estrategia" el formidable peso geopolítico de la relación

anglonorteamericana.

Page 32: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

32

Junto con la derrota en el campo de batalla, el país acumulaba al final

de la guerra unos US$ 2.000 millones de atrasos en el pago de la deuda que

debió empezar a renegociar al día siguiente de la rendición en el Atlántico Sur.

Uno de los compromisos más curiosos correspondió a una deuda de US$ 80

millones por dos helicópteros con capacidad para despegar desde glandes

barcos, que habían sido encargados a la fábrica británica Westland a fines de

la década del 70 con financiamiento del país europeo.

La firma Westland fue fundada en 1915 por Sir Ernest Petter pero

adquirió fama mundial en la Segunda Guerra Mundial, cuando permitió

transportar en el secreto de la noche a los espías de la resistencia francesa

contra el régimen nazi. Si bien la guerra congeló la operación de traslado de los

helicópteros —y la Armada argentina nunca formuló un reclamo—, en Gran

Bretaña el compromiso financiero quedó asentado y el gobierno de John Major

no estaba dispuesto a olvidarlo en 1990, cuando ambos países negociaban la

reanudación de las relaciones diplomáticas.

EÍ primer jefe de la negociación durante el gobierno menemista, Carlos

Carballo, sintió un gran alivio cuando un arbitraje del Banco Mundial le permitió

reducir la deuda a US$ 40 millones, aunque tiempo después volvería a sentirse

decepcionado al enterarse de que los dos helicópteros en cuestión habían sido

vendidos por segunda vez. Esta vez, el comprador fue el régimen iraquí de

Saddam Hussein, que los sumó a la flota utilizada para defenderse, durante la

primera guerra del Golfo en 1991, de la coalición liderada por los Estados

Unidos e integrada, entre otros países, por la Argentina.

***

El 10 de julio de 1982 el general derrotado en el Atlántico Sur dejó la

presidencia en manos de otro militar, Reynaldo Bignone, que prometió

elecciones en marzo de 1984 y designó como ministro de Economía a José

María Dagnino Pastore, sucesor de Adalbert Krieger Vasena en el gobierno de

facto de Juan Carlos Onganía. El 6 de julio, cuatro días después de asumir,

Dagnino Pastore devaluaba y desdoblaba el mercado cambiario para frenar las

presiones inflacionarias, que sin embargo no cedieron debido a la fuerte brecha

que existía entre el dólar paralelo y el oficial. Tras el espectacular salto del

Page 33: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

33

257% que registró con Sigaut, el dólar subió un 39,6% con Alemann y un

47,1% con Dagnino Pastore.

Al frente del Banco Central, en reemplazo de Ianella, Domingo Cavallo

rompía con la promesa de Alemann de no instaurar más seguros de cambio. La

circular A137, una de las tantas que el funcionario cordobés dio a conocer

sobre el filo de la medianoche en sus 52 días de gestión, instauró un nuevo

seguro indexado por precios mayoristas que daría lugar a la estatización cíe los

pasivos empresariales a partir de una modificación introducida por su sucesor,

Julio González del Solar.

Rabioso, Alemann acusaría a Cavallo, además, de renacionalizar los

depósitos al colocar encajes del 100% y provocar una suba del 20% en la

deuda interna.

Cavallo contraatacaría una y otra vez señalando a los hermanos

Alemann y a Alvaro Alsogaray, otro de sus detractores, como los "defensores

del liberalismo de la city porteña".

El 17 de noviembre el Banco Central se hizo cargo de US$ 5.700

millones contraídos por el sector privado, a través de la circular A251 que, "ante

las dificultades existentes en el sector externo y ante las necesidades del

programa monetario", absorbía las deudas en dólares amparadas por los

seguros de cambio instaurados desde 1981. Para descargar culpas ajenas, Diz

declararía tiempo después ante la Justicia que "una circunstancia que agravó el

problema en el caso argentino es la estatización de la deuda externa privada, a

partir de 1981, en la que el Estado asumió la responsabilidad del

endeudamiento externo del sector privado, en condiciones súmamente

favorables para dicho sector, provocando redistribuciones del ingreso y la

riqueza". Estas maniobras redujeron el peso de la deuda privada sobre el total

de los pasivos externos del 47% al 30% tan sólo entre 1980 y 1982.

Tras el fracaso de Dagnino Pastore y Cavallo para contener la inflación,

Bignone designó en el Banco Central a Julio González del Solar y en el

Ministerio de Economía a Jorge Wehbe, un calvo economista que ya se había

desempeñado en el mismo puesto durante un total de 235 días con Frondizi,

Guido y el general Alejandro Lanusse. En los 473 días de su gestión con

Bignone, la deuda externa creció a un ritmo cercano a los US$ 100 millones

Page 34: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

34

mensuales. Wehbe fue ministro cada 10 años: en 1962, en 1972 y, finalmente,

desde el 25 de agosto de 1982.

Con cariño, el economista Juan Carlos de Pablo recordaría que

"Wehbe, como los bomberos, estuvo cuando todos los demás huían".

Según uno de sus colaboradores íntimos, cuando el economista pidió

la bendición del ex presidente Arturo Frondizi para aceptar, el líder desarrollista

le aconsejó: "Acepte pero sea lo más cipayo que pueda".

Una semana después de asumir, el ministro partió a la reunión anual

del Fondo Monetario en Toronto para» renegociar el pago de unos US$ 12.000

millones que vencían antes de fin de año. El 7 de septiembre a las 8.40, Wehbe

se reunió con Jacques de Larosiére en el hotel Sheraton de Toronto para

solicitarle un acuerdo a tres años que, por recomendación del staff que lideraba

Walter Robichek, se redujo a un período de 15 meses ante la inestabilidad

económica y política del país.

A cambio, el organismo multilateral le pidió al ministro una reducción en

el nivel de actividad, devaluaciones superiores a la inflación esperada y un

acuerdo con los bancos comerciales, que el presidente de la Reserva Federal,

Paul Volcker, impulsó junto con el secretario adjunto del Tesoro, Tim McNamar,

ante el temor a la expansión regional de la crisis de la deuda. Al tanto de estos

nervios, la Argentina se limitó a esperar. "Hay que ver qué nos proponen ellos,

nosotros no digamos nada", le recomendó en secreto González del Solar a

Mario Teijeiro, funcionario del Ministerio de Economía y representante oficial

ante el Fondo entre 1982 y 1984, cuando la deuda externa del sector público

pasó de US$ 28.626 millones a US$ 35.527 millones. En la trinchera de

enfrente, un joven argentino que trabajaba en Nueva York y que llegó dos

décadas más tarde a presidir la filial porteña de un importante banco

norteamericano soportaba en forma pasiva la agresividad de los banqueros

reunidos en el comité de acreedores que presidía William Rhodes. Afable

neoyorquino que ingresó al Citibank en 1957 —cuando la deuda externa

argentina rondaba los US$ 3.000 millones— tras graduarse en la Brown

University, dos décadas más tarde Rhodes lideraba los negocios

latinoamericanos del banco, cultivando como nadie las relaciones públicas

entre los gobernantes del mundo subdesarrollado.

Page 35: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

35

Halcones y palomas convivían en ese selecto ámbito de acreedores

financieros convocados semanalmente alrededor de una larga mesa de madera

ubicada en las oficinas de los abogados del Citibank, con tres pequeñas sillas

en el centro reservadas para los representantes de los países deudores.

El 16 de noviembre, el comité recibió la visita del diplomático número

uno del Fondo. Con sus buenos modales, De Larosiére aclaró que el

organismo multilateral no daría el visto bueno a un nuevo acuerdo con el país si

los 300 bancos que le reclamaban dinero al país no daban un paso en el

mismo sentido. Con el 68,5% de la deuda argentina en sus manos los bancos

tenían mucho más para perder en este juego que el Fondo, que sólo contaba

con el 2,7% del total. Los acreedores avanzaron hacia un entendimiento final

con el vicepresidente del Banco Central, Alberto Ayerza, y con el representante

financiero ante Washington, Alberto Solá, hasta comprometerse a firmar un

contrato para otorgarle al gobierno un préstamo puente por US$ 1.100 millones

destinado a cancelar una parte de los vencimientos atrasados.

Los representantes británicos accedieron con la condición de lograr

que la Argentina levantara las restricciones impuestas en Malvinas, a cambio

de dar el mismo paso desde Londres.

La ceremonia final estaba prevista en la mañana del 31 de diciembre

de 1982. Luego de que los británicos difundieron el télex con el fin de las

sanciones a los fondos de residentes argentinos, Voleker comenzó a

intranquilizarse porque el gobierno militar no daba a conocer su comunicación.

Al borde de la histeria, el presidente del Fed llamó a Rhodes y el

vicepresidente del Citibank se comunicó con Bignone para saber qué ocurría.

Con una simulada candidez, el presidente argentino le dijo que el comunicado

se había "perdido", pero le prometió que no se demoraría en recuperarlo. La

angustia de los acreedores duró un par de horas más, pero finalmente todos

pudieron festejar la llegada del nuevo año con el acuerdo firmado.

***

Arturo Porzecanski, el joven uruguayo que colaboraba con Adolfo Diz y

Pedro Pou en el CEMBLA de México, tiene los suficientes galardones como

Page 36: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

36

para considerarse el decano de los analistas de los bancos de inversión

especializados en los mercados emergentes.

A principios de 1977 dejó la institución académica en suelo azteca para

buscar un poco más de acción en el banco Morgan en Nueva York. Su primera

misión fue aterrizar en Buenos Aires en 1977, ya que los bancos de Wall Street

estaban hechizados con las reformas económicas de Martínez de Hoz. Desde

entonces, Porzecanski no dejó de viajar a la Argentina, ni siquiera el 2 de abril

de 1982, cuando aterrizó en Ezeiza mientras las tropas argentinas

desembarcaban en las Malvinas. Casi como un espía, el montevideano de pelo

enrulado y anteojos vino a comprobar en persona la verdadera dimensión de la

crisis local. Luego de vomitar millones de dólares hacia la región, los bancos de

Nueva York tenían en 1982 una estrategia definida: evitar que la Argentina

empujara al Brasil a un default que, junto con la crisis mexicana que se

avecinaba, pudiera provocar la quiebra de una buena parte del sistema

financiero norteamericano. El mismo temor espantó a los bancos europeos en

el este del Viejo Continente, cuando en marzo de 1981 el gobierno polaco

declaró que no podía pagarles a sus acreedores.

Y si bien Wall Street pudo tolerar el impacto del default local, los

bancos que habían disfrutado de los buenos negocios en la década del 70

sufrieron con creces cuando vieron que México admitía en forma oficial su

imposibilidad de pagar y que Brasil marchaba en la misma dirección.

Sin duda, el mayor cataclismo regional se produjo el viernes 12 de

agosto, cuando el ministro de Finanzas mexicano, Jesús Silva Herzog, se

comunicó en forma telefónica con los principales bancos de Nueva York y con

De Larosiére, Volcker y Donald Regan (secretario del Tesoro norteamericano)

para informarles que el gobierno de López Portillo no podía cumplir el lunes

siguiente con el pago de un vencimiento de capital de la deuda externa.

La deuda mexicana había crecido un 30% anual entre 1973 y 1981, de

US$ 4.000 millones a US$ 43.000 millones, mientras la economía mundial

asistía en forma sucesiva al abandono de la convertibilidad entre el dólar y el

oro, a dos shocks petroleros y a otras tantas recesiones internacionales,

apuntaladas por fuertes subas en la tasa de interés de los Estados Unidos.

Cuando Silva Herzog asumió en marzo de 1982, más de la mitad de la nueva

deuda externa mexicana estaba concentrada en vencimientos de corto plazo.

Page 37: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

37

El prestigio del ministro no alcanzó para evitar que el Grupo Alfa, el

principal conglomerado industrial del país, "defaulteara" en abril, pero permitió

que el gobierno obtuviera US$ 9.600 millones para refinanciar sus

compromisos durante el primer semestre del año.

Los fondos para el eterno régimen del Partido Revolucionario

Institucional (PRI) se cortaron a partir de una letal combinación entre la baja del

precio internacional del petróleo, vital para las exportaciones mexicanas, y la

aceleración de la caída en el nivel de actividad en los Estados Unidos por el

denominado "efecto Volcker".

Al tanto de los problemas financieros del país, durante la primera

semana de agosto el staff del Fondo comenzó a planificar un programa de

asistencia de tres años para México, que no alcanzó para detener el explosivo

anuncio de deja vú.

De inmediato, se desencadenaron dos duras negociaciones

simultáneas con el FMI y con 500 bancos acreedores, que culminaron en

noviembre de 1982 y en marzo de 1983, respectivamente.

En forma paralela, el otro gigante latinoamericano sufría los mismos

síntomas, aunque con leves variantes. Con un fuerte endeudamiento que rozó

los US$ 81.000 millones en 1981, destinado a sostener el proceso de

sustitución de importaciones, Brasil presentaba un alto déficit, una inflación

anual del 90% y US$ 6^000 millones en reservas, por debajo de sus

necesidades de financiamiento de 1982. Una vez que los bancos le hubieron

bajado el pulgar a México a mediados de ese año, no demoraron en adoptar la

misma actitud hacia el gobierno militar brasileño, con nervios adicionales por la

inminencia de las primeras elecciones legislativas desde el golpe de Estado de

1964. Sin embargo, la administración Reagan volvió a involucrarse para forzar

un acuerdo que concluyó en abril de 1983 y que sufrió su primer traspié tan

sólo un mes más tarde por los desvíos del gobierno en relación con las metas

acordadas con el Fondo Monetario.

La tormenta ya se había extendido por toda la región; los pronósticos

optimistas fallaron y hasta Chile tuvo que sentarse a pedir más dinero a

mediados del '82, cuando la caída en el precio de las exportaciones y un atraso

cambiario por un esquema similar a la "tablita" argentina le impidieron seguir

afrontando el pago de una parte de su deuda de US$ 15.500 millones,

Page 38: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

38

correspondiente en un 64,8% a compromisos del sector privado. Chile salió del

sofocón antes que sus vecinos, pero su tropezón demostró que nadie, ni

siquiera la niña mimada de los inversores por la apertura introducida durante la

dictadura de Augusto Pinochet, podía quedar al margen de las nacientes "crisis

sistémicas".

***

El 4 de octubre de 1983, 26 días antes de los comicios que marcaron el

retorno democrático y el ascenso de Raúl Alfonsín al gobierno, Julio González

del Solar fue detenido cuando regresaba de Washington acusado de "traición a

la patria", por disposición de Oscar Pinto Kramer, un pintoresco juez

nacionalista de Río Gallegos que se hizo eco del enojo de la Fuerza Aérea

porque el gobierno había tomado a Aerolíneas Argentinas como caso testigo

para la reestructuración de la deuda de las empresas públicas, de acuerdo con

el programa de asistencia firmado a principios de ese año con los bancos del

exterior. El 21 de septiembre los pilotos militares habían expresado su

"unánime desagrado por la forma en que se renegoció la deuda de Aerolíneas",

mientras González del Solar y Wehbe rogaban al comité de acreedores que

postergaran el ultimátum contra la Argentina, debido a que el gobierno no había

cumplido con sus pagos en todo el año. El juez basó la orden de detención del

titular del Central en dos cláusulas del acuerdo: una que otorgaba una garantía

oficial para la reestructuración y la otra que cedía la competencia para resolver

cualquier diferencia judicial a los tribunales extranjeros. Desesperados, los

abogados oficiales comenzaron a elaborar la apelación, mientras algunos

funcionarios de Economía dejaban trascender el lado os-curo de Pinto Kramer,

como su presunta iniciativa de vestir a los presos con uniformes de color

naranja para dispararles con mayor facilidad si intentaban escaparse. Con

cierto temor por la decisión judicial, el steering committee postergó su

intimación al gobierno. El 6 de octubre González del Solar fue liberado por

decisión de la Cámara Federal, que acusó a Pinto Kramer de colocar al país "al

borde de un default", que en realidad ya tenía más de un año de vigencia en

términos prácticos.

El 10 de diciembre de 1983, los uniformados volvían a los cuarteles y

los derechos constitucionales recobraban su vida. Tras siete años de régimen

Page 39: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

39

de facto, la Argentina vio cómo sus compromisos externos totales pasaban de

US$ 9.739 millones a US$ 45.069 millones y la deuda del Estado de US$ 6.648

millones a US$ 31.709 millones. Cada uno de los habitantes del país, que

debía 320 dólares en 1976, llegó a cargar con una deuda de 1.500 dólares en

1983, mientras el 10% más rico de la sociedad pasaba a concentrar el 31,8%

de los ingresos totales, frente al 23,6% que acumulaba en 1974. Antes de la

represión, el 10% más pobre de los argentinos contaba con el 4,4% de los

recursos del país; después, ese mismo sector social apenas accedía al 2,3%

de la exigua "riqueza" que aún quedaba en pie.

Page 40: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

40

TRES La ingenua primavera democrática

"Yo creo que cualquier gobierno constitucional que se instale en el

futuro partirá de, por lo menos, tres premisas básicas: una refinanciación de la

deuda compatible con nuestras exportaciones, ya que, de lo contrario, nos

atamos a compromisos que no podrán cumplirse; en segundo lugar, no

pagaremos usura, es decir, los intereses que se cobran ahora, y por último, no

vamos a aceptar ninguna condición que impida nuestro desarrollo económico."

Tres semanas antes de ganar las elecciones presidenciales, el

candidato Raúl Alfonsín reivindicaba su intención de mantenerse firme frente a

las duras negociaciones de la deuda externa que acompañarían al

renacimiento de la democracia.

La Unión Cívica Radical (UCR) había planteado en la campaña

electoral la necesidad de investigar el proceso de endeudamiento del gobierno

militar y de discriminar entre los compromisos legítimos e ilegítimos. El 29 de

diciembre de 1982, Alfonsín denunció la existencia de US$ 5.000 millones de la

deuda "cuya explicación es urgente y necesaria".

Con el paso de los meses, el enérgico abogado de Chascomús

moderaría el tono de su discurso. "Por imprudente que haya sido la política

aplicada, el gobierno y las empresas no pueden menos que hacer frente a la

deuda contraída", concedió el líder del Movimiento de Renovación y Cambio de

la UCR, a pesar de un estudio de los técnicos radicales que afirmaba que casi

el 50% de los compromisos externos asumidos por el sector privado

presuntamente eran ficticios debido a la existencia de autopréstamos y

endeudamiento por inversiones no realizadas, entre otras denuncias.

Alfonsín asumió el 10 de diciembre con una clara agenda política y

escasas precisiones en materia económica. El carismático político había

quedado fortalecido por su victoria del 30 de octubre con el 52% de los votos

frente a la fórmula justicialista encabezada por Ítalo Luder, pero estaba muy

preocupado por una herencia que combinaba reservas disponibles en el Banco

Central apenas por US$ 387 millones, inflación del 433%, un déficit público del

Page 41: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

41

16%, una fuga de capitales por US$ 10.700 millones entre 1980 y 1981,

sumado a atrasos en los pagos externos por US$ 2.270 millones y una deuda

que superaba en cinco veces el valor anual de las exportaciones.

La estrategia financiera oficial consistía en protestar por las exigentes

condiciones internacionales de pago, pero sin patear el tablero de la

negociación, ya que al mismo tiempo el gobierno planeaba dar otras dos

desgastantes batallas en forma simultánea: el juicio a las juntas militares y la

Ley Mucci para democratizar el sindicalismo con la inclusión de minorías en la

conducción de los gremios, la limitación de la reelección de los dirigentes y la

fiscalización de los comicios internos por parte del Estado nacional.

Mientras que la condena a las tres primeras juntas de la dictadura —la

última fue absuelta— constituyó un ejemplo para toda la región, la ley de

reordenamiento de los gremios no sólo fue sepultada en el Senado en marzo

de 1984, sino que además logró reunificar a todo el sindicalismo peronista,

luego de la división registrada durante el régimen militar, en contra del nuevo

gobierno.

Junto con la autoamnistía dictada para evitar cualquier castigo penal

por las violaciones a los derechos humanos, el poder militar dejó como legado

a la sociedad una deuda externa global equivalente al 60% del PBI, que

durante 14 meses intentarían comenzar a renegociar dos radicales de raza con

estilos profundamente opuestos entre sí, Bernardo Grinspun y Enrique García

Vázquez, luego de la suspensión del acuerdo con los acreedores registrada a

fines de 1983.

Ambos funcionarios lograron su objetivo en forma parcial, con un

acuerdo débil, continuos incumplimientos de metas y continuidad de atrasos en

los pagos, tres rasgos que caracterizarían las negociaciones de la deuda

durante toda la década del 80.

Nacido en 1925 como fruto del matrimonio entre un rumano y una

polaca, el ministro de Economía había dado claras muestras de su espíritu

combativo cuando militaba en la Federación Universitaria de Buenos Aires

(FUBA).

Tras colaborar como asesor del régimen militar de 1955, Grinspun se

transformó en director del Banco Central durante el gobierno de Arturo Illia,

mientras disfrutaba de amado Independiente de Avellaneda. En aquel

Page 42: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

42

entonces, Enrique García Vázquez, un tranquilo economista, ocupaba la

vicepresidencia de la entidad monetaria luego de haber pasado de ser un

simple inspector de la Dirección General Impositiva (DGI) a representante de la

Argentina ante el Fondo Monetario Internacional.

Uno a los gritos, el otro en voz baja, Grinspun y García Vázquez

defendían un modelo basado en una "economía mixta de base capitalista", a

mitad de camino entre la doctrina liberal y el ideario marxista.

Tras comenzar su gestión con una suba de salarios y tarifas, junto a la

reducción de las tasas de interés reguladas, el gobierno lanzó su primera

jugada fuerte en materia económica el 11 de enero de 1984, cuando García

Vázquez anunció la suspensión del diálogo con los acreedores por un período

de seis meses, hasta que se verificara la autenticidad de los compromisos

asumidos en el exterior. En forma paralela, se envió una carta a los acreedores

del sector privado exigiéndoles la documentación necesaria para comprobar la

veracidad de sus préstamos, con la advertencia de suspender su cancelación si

se consideraba que la deuda no se encontraba "suficientemente acreditada".

La pretensión fue moderada tiempo después, cuando se aclaró que el

requerimiento no buscaba "afectar negativamente políticas internas de los

bancos ni normas de privacidad de los bancos con sus clientes".

El presidente del BCRA denunció en el Congreso Nacional que el

gobierno militar se había apropiado de US$ 1.528 millones tres días antes de

dejar el poder, en concepto de "vales de caja", para cancelar el pago de

material bélico que había sido adquirido en los primeros años de la dictadura.

"Una vez conocido el monto real de la deuda, el país estará en

condiciones de iniciar la renegociación de su pago... Argentina no va a pagar

ninguna deuda que no esté debidamente legalizada", expresó el presidente del

BCRA ante las comisiones de Presupuesto y Hacienda y de Finanzas de la

Cámara de Diputados.

Además, el funcionario ordenó la creación de un cuerpo de

investigadores de las deudas financieras particulares contraídas hasta el 31 de

octubre de 1983, que determinó la existencia de autopréstamos, irregularidades

en el otorgamiento de seguros de cambio, endeudamiento por inversiones

inexistentes, aportes de capital disfrazados de préstamos financieros,

sobrefacturación y sobrevaluación de deudas. Las empresas multinacionales

Page 43: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

43

tomaron un tercio de sus créditos con sus propias casas matrices y se

descubrieron acreedores supuestamente extranjeros que en realidad eran

argentinos.

Entre otras maniobras, los inspectores detectaron presuntas

irregularidades en las operaciones del principal deudor privado del país a fines

de 1983, Cogasco, con US$ 918 millones. El consorcio de origen holandés,

encargado de construir un gasoducto que uniría el centro y el oeste del país,

declaró "deudas con el exterior por importaciones definitivas que en realidad

fueron importaciones transitorias que no generaron envío de divisas al exterior;

deudas equivalentes en dólares, sin tener en cuenta las sucesivas

devaluaciones que se habían operado en el florín holandés y que, por lo tanto,

disminuían la deuda si se la pagaba en dólares (en 335 millones), y deudas por

gastos efectuados en el gasoducto, cuando en realidad esos fondos se

encontraban en poder de su casa matriz, la cual no los había gastado en el

marco del proyecto".

El informe de los inspectores sería archivado años más tarde para

evitar complicaciones con el poder económico, aunque parte de sus

conclusiones fueron utilizadas por el juez federal Jorge Ballestero en la causa

sobre la ilegalidad de la deuda externa contraída durante la dictadura, cuya

pomposa pero poco práctica sentencia consistió en no procesar a ningún ex

funcionario y recomendar "su consulta" al Congreso Nacional.

En una resolución de casi 300 páginas, Ballestero decidió archivar la

causa aclarando que su decisión no debía "resultar impedimento para que los

miembros del Honorable Congreso de la Nación evalúen las consecuencias a

las que se han arribado en las actuaciones labradas en este Tribunal para

determinar la eventual responsabilidad política que pudiera corresponder a

cada uno de los actores en los sucesos que provocaron el fenomenal

endeudamiento externo argentino".

En 1984 y en 2000, el Parlamento buscó cumplir con esta misión sin

lograr ningún resultado por las disputas registradas entre el peronismo y el

radicalismo, para deshacerse de este candente problema.

Cuatro días después del anuncio de la postergación de las

negociaciones formulado por García Vázquez ante el Parlamento nacional,

Page 44: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

44

Grinspun recibiría en Washington el primer bofetazo como ministro en el

exterior durante sus ásperas reuniones con el secretario del Tesoro, Donald

Regan; el presidente de la Reserva Federal, Paul Volcker, y los titulares del

FMI y el Banco Mundial, Jacques de Larosiére y Alden Clausen,

respectivamente.

Luego de la aventura de Malvinas contra su aliado británico, la

administración republicana de Ronald Reagan elogió el retorno de la

democracia a la Argentina, pero no estaba dispuesta a con-cederle un

tratamiento más indulgente en las negociaciones en relación con otros

deudores, tal como pretendía Alfonsín. Aun con una retórica más amigable, los

regímenes socialdemócratas europeos mantuvieron una postura similar a la de

Washington.

A los gobiernos de las naciones desarrolladas no les hubiera

disgustado investigar el flujo de créditos externos otorgados a la dictadura, que

pudo haber alimentado el jugoso negocio del lavado de dinero, pero ninguno

estaba dispuesto a acceder al ingenuo pedido argentino de levantar el secreto

bancario en sus respectivas plazas financieras.

Sin percibir los cambios registrados en la economía internacional desde

el comienzo de la década del 70, Alfonsín y Grinspun se ofuscaron porque los

gobiernos centrales optaban por defender los intereses de sus propios bancos

en lugar de cooperar con el fortalecimiento de una naciente democracia.

Contrariado por la rigidez de los funcionarios norteamericanos,

Grinspun debió volar a Nueva York, donde el 19 de enero se reunió con los

acreedores privados del país para pedirles que mantuvieran la deuda en

categoría de performing, a pesar de los atrasos registrados en los pagos. El

país debía abonar US$ 350 millones trimestrales para no caer en una cesación

de pagos formal. Sin la compañía de su hijo Gustavo, que ese día se había

graduado en la American University, el ministro concurrió al encuentro junto

con Santiago del Puerto, jefe de los negociadores argentinos ante Wall Street,

que observaba atónito —como le ocurrió luego a su colega Ubaldo Aguirre en

Europa— la primera de una larga serie de agrias discusiones entre el impulsivo

ministro y los enojados banqueros.

Page 45: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

45

Bill Rhodes colocó su mejor expresión cuando vio llegar al ministro

Grinspun al cóctel inaugural de la XXV Asamblea Anual del Banco

Interamericano de Desarrollo (BID) de fines de marzo de 1984, en el refinado

hotel-casino de San Rafael, en el balneario uruguayo de Punta del Este. Sin

duda, el directo^ del negocio corporativo del Citibank para América latina

hubiera preferido dialogar con el presidente del Banco Central, pero el ministro

pretendía liderar la negociación en forma exclusiva y por lo tanto ambos se

resignaron a compartir un vaso de vino, mientras Rhodes le advertía que las

amenazas de nacionalización de la banca que circulaban en esos días no eran

el mejor camino para llegar a un acuerdo que ambas partes necesitaban por

igual. A pesar de su sonrisa, el ejecutivo neoyorquino no podía esconder

demasiado sus nervios, ya que el 31 de marzo la Argentina debía realizar un

pago por US$ 500 millones a los bancos acreedores. Antes de ingresar al

salón, Grinspun se hizo el desentendido. "Los problemas contables de los

bancos no son de la incumbencia del gobierno argentino." El ministro sabía que

los acreedores se ocuparían de encontrar una solución y por lo tanto prefería

especular, al menos por algunos días, con la desesperación de sus

adversarios. Se trataba de su debut en una asamblea internacional y no dejaría

pasar la oportunidad de plantear en su discurso, considerado por algunos

negociadores como uno de los primeros antecedentes del plan Brady, los

condicionamientos para el pago de la deuda.

La recesión de 1981-1982 fue de una severidad sin precedentes: la

suma de la tasa real de interés, el deterioro de los términos de intercambio y el

bajo crecimiento del volumen de exportaciones han sido de una intensidad no

registrada desde la crisis del año treinta. Los costos que estamos pagando los

países en desarrollo son enormes... el peligro consiste en que la crisis de

liquidez se convierta por la acumulación sucesiva de altos intereses en una

crisis estructural, ya que el pago puntual de los servicios de la deuda solamente

podría mantenerse con una recesión económica de los países deudores.

En la palestra, Grinspun se quejó ante sus pares porque la tasa prime

había subido al 11,5% y el interés real que pagaba América latina superaba el

10% anual. La región destinaba el 38% de sus ingresos corrientes en divisas

para cumplir con los pagos externos, frente al 12,5% requerido en 1975.

Page 46: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

46

"La República Argentina no puede continuar destinando dos tercios de

sus exportaciones y el 8% de su producto bruto al pago de esos intereses en

los términos en que está planteada; aun hacerlo en estas condiciones llevaría a

destruir todavía más el aparato productivo y afectar negativamente nuestra

futura capacidad de repago... atravesamos una coyuntura extremadamente

difícil y necesitamos la cooperación de nuestros socios financieros. Lo necesita

y lo pide la democracia argentina. No sé puede exigir ahora a un gobierno

democrático lo que no se solicitó en su momento a un gobierno

inconstitucional."

Antes de finalizar su disertación, Grinspun propuso ante los 2.500

asistentes a la asamblea que las naciones integrantes del banco multilateral

emitieran bonos respaldados por la entidad para mejorar su nivel de riesgo

crediticio, para que a su vez el BID colocara títulos negociables por el mismo

valor en la cartera de los acreedores privados con el objetivo de rescatar parte

de la pesada deuda regional. El secretario adjunto del Tesoro, Timoth

McNamar, rechazó la iniciativa al considerar que había que "resguardar al BID

contra la bienintencionada tentación de convertirlo en un organismo de

financiamiento del balance de pagos", mientras su perspicaz colega David

Mulford terminaba de tejer en secreto la operación de "rescate" a través de un

préstamo puente destinado a pagarles a los bancos hasta que el gobierno

arribara a un acuerdo con los organismos multilaterales de crédito.

Ese mismo día, el mexicano Jesús Silva Herzog tocaba la puerta de la

habitación del ministro argentino para oficiar como un sigiloso cartero de la

iniciativa de Mulford, con el joven Grinspun como testigo privilegiado.

"Chucho" Herzog juraría que se trataba de un plan elaborado por su

propio gobierno, que buscaba evitar los efectos negativos de una posible

moratoria regional. México y Venezuela —le explicó— aportarían US$ 100

millones cada uno, Brasil y Colombia sumarían US$ 100 millones más entre

ambos, los bancos otro tanto y la Argentina garantizaría con sus reservas una

suma similar.

La primera reacción del ministro argentino fue negativa:

Page 47: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

47

— ¿Préstamo puente a qué? Si recién empezamos a negociar el

acuerdo con el FMI y todavía no sabemos cuándo vamos a firmar —retrucó el

ministro.

—No importa, es un gesto de buena voluntad —se limitó a responder

Silva Herzog, seguro de la trascendencia de terminar cuanto antes con su

misión.

Cuando Grinspun finalmente otorgó su bendición, Mulford y el

subsecretario de Finanzas mexicano, Ángel Gurría, viajaron de urgencia a

Buenos Aires el miércoles 28 de marzo para diseñar el salvataje. Esa noche, el

embajador de los EE.UU. en la Argentina, Frank Ortiz, les comunicaba a

Alfonsín, Grinspun y García Vázquez la "preocupación" personal del presidente

Reagan por la indefinición de la Argentina frente a los bancos.

Veinticuatro horas más tarde, el veterano y respetado asesor

presidencial Raúl Prebisch intentaba sumar apoyos en una cena desarrollada

en la residencia del embajador argentino en Washington, Lucio García del

Solar, quien para asegurar el éxito de la gestión oficial colocó un billete debajo

del plato de "ñoquis del 29" que se ofreció a los 40 invitados, encabezados por

Jacques de Larosiére y Tim McNamar, entre otros. Al mismo tiempo, en Bue-

nos Aires, Gurría y Mulford trabajaron durante tres días sin descanso en el

edificio del Banco Central. Con la intención de evitar interrupciones, se

alternaban para descansar en un sofá ubicado junto al despacho de García

Vázquez.

Durante la primera semana de abril el préstamo puente fue sellado,

para satisfacción de los Estados Unidos. Sin cavilar, el secretario del Tesoro,

Donald Regan, admitió que si la negociación fracasaba, "la Argentina podría

haberse convertido en un ejemplo para otros países, no sólo en América latina,

sino en cualquier otra parte del mundo". En silencio, Grinspun también respiró

tranquilo, aunque no por demasiado tiempo, ya que entre abril y mayo debió

enfrentar tres interpelaciones en el Congreso en las que el justicialismo

cuestionó con dureza el acuerdo transitorio alcanzado por los bancos, que,

según el ministro, no le había generado nuevos condicionamientos al país. En

Washington, Prebisch había acordado con De Larosiére reducir el déficit del

18% registrado en el último trimestre de 1983 al 6% en el primer trimestre de

1984.

Page 48: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

48

Uno de los oradores más críticos de la última sesión fue el diputado

Diego Guelar, quien con la más pura retórica peronista sostuvo que "primero

está la patria, luego la patria y por último la patria". Guelar se convertiría una

década después en uno de los más fieles ejecutores de la política de

"relaciones carnales" del gobierno menemista como embajador ante los

Estados Unidos.

Es difícil observar a Gustavo Grinspun y no recordar al impulsivo primer

ministro de Economía de Raúl Alfonsín.

La misma redondez de su rostro, su calvicie y sus definiciones tajantes

asoman durante un diálogo desarrollado en el departamento en el barrio de

Belgrano que su padre habitó hasta su fallecimiento en 1996. Las diferencias

se vislumbran en el tamaño de los anteojos —los de Gustavo son bastante más

delgados que los que utilizaba Bernardo— y en el tono amable que utiliza para

expresar las mismas ideas que el ministro solía vociferar a los gritos.

Pero Gustavo defiende como nadie la memoria de su padre.

"Era un buen negociador, no irracional, pero sí temperamental",

recuerda con algo de nostalgia, sólo a unos metros del escritorio que Bernardo

solía utilizar en su cálido hogar.

En la intimidad, el ministro Grinspun pensaba que la deuda era

impagable. Por esta razón fue uno de los más fervorosos impulsores del Grupo

de Cartagena, un mecanismo surgido por la iniciativa de varios países

latinoamericanos para acordar una posición común frente a la negociación de

la deuda, sin llegar al extremo de formar el "cártel de deudores" que tanto

temían las naciones más desarrolladas. Parecía una solución políticamente

correcta, tal como se expresó en enero de 1984 en la declaración de Quito de

los países de América latina y el Caribe, que advirtió la imposibilidad de seguir

pagando la deuda si no se adoptaban "criterios flexibles y realistas para la

renegociación, incluyendo plazos, períodos de gracias y tasas de interés

compatibles con la recuperación del crecimiento económico". Los dos años

previos la región había sufrido una sangría neta de fondos de US$ 55.000

millones y una caída real del 20% en los precios de los productos de

exportación.

Page 49: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

49

Seis meses más tarde, Alfonsín redoblaba la apuesta al convocar a sus

pares de Brasil, Colombia, México, Ecuador, Perú y Venezuela para redactar

un documento conjunto que se elevaría a la reunión planeada por el Grupo de

los Siete, que concentra a los gobiernos de los países más desarrollados, en

Londres para ese mes.

El texto consideraba que los contactos bilaterales y la ayuda aislada de

los organismos de crédito no resolverían el grave problema del endeudamiento

externo de la región, que en aquel entonces ascendía a US$ 320.000 millones.

"No es posible pensar que los problemas puedan resolverse sólo a través del

contacto con los bancos o con la participación aislada de los organismos

financieros internacionales. Se requiere llevar adelante un diálogo constructivo

entre países acreedores y deudores para la identificación de medidas

concretas que alivien la carga del endeudamiento externo", señalaron los siete

presidentes latinoamericanos ante los gobiernos más ricos del mundo.

La respuesta desde la capital británica fue tajante: continuaría el

tratamiento bilateral, caso por caso, sobre la base de las políticas de austeridad

recomendadas por los organismos surgidos del acuerdo de Bretton Woods.

Sin dejarse caer, los cancilleres y ministros de Economía de la región

se reunieron nuevamente el 21 y el 22 de junio en Cartagena, Colombia, para

buscar una nueva alternativa común. Pero el sueño se esfumó en pocas horas.

Mientras la Argentina promovió la implementación de un mecanismo práctico

para el "tratamiento político" de la deuda, México y Brasil sólo apoyaron la

creación de un esquema de seguimiento regional denominado "consenso de

Cartagena" que se desinfló poco a poco luego de la reunión de Santo Domingo

en febrero de 1985.

Los negociadores argentinos reconocieron las hábiles e intensas

gestiones desarrolladas durante el primer semestre de 1984 por el gobierno de

los EE.UU. para persuadir a cada país de la inconveniencia de avanzar en una

solución conjunta. Nadie olvidó tampoco la presunta "ayuda" brindada al

Tesoro de los Estados Unidos por el presidente pro tempore de la CEPAL y

canciller uruguayo, Enrique Iglesias, para "desarmar el consenso de Cartagena

y convertirse luego en el presidente del BID", según la acusación de un

negociador argentino y de un ex ministro de Economía.

Page 50: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

50

Iglesias nunca aceptará esta versión de la historia. Jurará que desde

un principio apoyó el consenso, porque constituía un "factor de racionalidad"

frente a la dureza promovida por el régimen cubano de Fidel Castro para

declarar una moratoria regional. Ningún ministro pretendía aparecer en una

actitud de abierta confrontación. Al mismo tiempo, Iglesias reconoce que el

camino individual elegido para negociar la deuda no impidió que los países

sucumbieran uno a uno en una profunda crisis a pesar del renacimiento

democrático que parecía iluminar el futuro de la región.

Bernardo Grinspun había sido un profundo admirador del

"estructuralismo" de Raúl Prebisch, que tanta influencia tuvo sobre el

pensamiento económico de América latina.

De hecho, cuando el economista radical se desempeñaba como

consultor de la Organización de Estados Americanos (OEA), no dejaba de

visitar en Washington al hombre que había sido subsecretario de Hacienda y

Agricultura del gobierno de facto de Uriburu, directivo de la CEPAL y secretario

general de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo

(UNCTAD). Juntos debatían las disputas entre el "centro industrial y

hegemónico" y la "periferia" agro exportadora, representada por los países en

desarrollo.

Aunque Prebisch tuvo una historia zigzagueante —una buena parte de

sus ideas quedó a un lado cuando actuó como asesor del gobierno militar de

Lonardi—, se transformó en un objeto de culto para una buena parte de los

técnicos radicales que trabajaron con Illia y que luego rodearon a Alfonsín en la

década del 80. Luego de traspasar la barrera de los 80 años y de dejar en

forma definitiva atrás su pensamiento heterodoxo, Prebisch se convirtió en

asesor del nuevo presidente radical en la negociación de la deuda externa.

A fines de 1983, planteó puertas adentro de la administración

alfonsinista los reclamos de ajuste que había recogido antes del 10 de

diciembre en su gira por Washington; desde entonces, Prebisch tuvo que

resignarse a colaborar con García Vázquez desde una oscura oficina del Banco

Central. Cada tarde, mientras el veterano asesor dormía la siesta, los

empleados jerárquicos de la entidad se desesperaban porque en esa

habitación estaba el único fax que había en el edificio. "No hay quien me quite

Page 51: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

51

mi media hora de siesta ni mis siete horas de sueño a la noche", declaró

orgulloso el economista que 44 años antes había conocido al presidente

Franklin Delano Roosevelt en una visita de cortesía en la Casa Blanca.

Los mayores desacuerdos entre el ministro y el legendario economista

giraban en torno a la política de administración de los precios. Desde su tardía

ortodoxia, Prebisch cuestionaba las pautas de regulación instrumentadas

desde el Palacio de Hacienda.

La convivencia fue difícil hasta que se tornó imposible el 10 de abril de

1984, cuando el ministro estaba en Washington para avanzar en las

negociaciones con el Fondo Monetario y Prebisch brindó una conferencia de

prensa en Buenos Aires, acompañado por el presidente Alfonsín, en la que

dejó en claro su desacuerdo con la estrategia de reajustar los salarios por

encima de la inflación y de mantener las tasas de interés en niveles neutros o

negativos. "Francamente no", fue su tajante respuesta cuando le preguntaron si

creía que Washington aprobaba estas iniciativas de Grinspun. Prebisch sabía

de qué hablaba, porque en el memorando técnico de entendimiento que había

redactado junto al staff del FMI se descartaba esta estrategia de recomposición

salarial en un contexto de hiperinflación. "La política salarial es inaceptable; el

presidente tiene el compromiso de mejorar los salarios reales haciendo

descender la inflación, de modo que hay que buscar una combinación entre

una cosa y la otra", sentenció el asesor para disgusto del ministro.

La reacción de Grinspun no se hizo esperar: el 11 de junio elevó al

Fondo Monetario una carta de intención en forma unilateral. El documento

advertía que la exigencia de aplicar un descenso drástico del déficit fiscal,

limitar el crecimiento de los ingresos reales por debajo de los porcentuales

programados (entre el 6 y el 8% reales entre diciembre del 83 y diciembre del

84) y mantener el servicio de la deuda externa sin reducir tasas ni diferir plazos

disminuiría "las posibilidades de reactivación económica y el crecimiento de la

producción nacional". Además, se explicaba que la consolidación democrática

dependía en buena medida de la res-puesta que el gobierno pudiera brindar en

materia económica a "los reclamos de los distintos sectores".

"Es decisión del gobierno argentino limitar la magnitud de los pagos

externos a la disponibilidad de recursos que pueda obtener mediante

exportaciones, sin reducir sus importaciones, para mantener un nivel de

Page 52: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

52

actividad compatible con las proyecciones de crecimiento del PBI", desafiaba el

documento.

Con profundo enojo, el director del Departamento del Hemisferio

Occidental del FMI, Eduardo Wiesner Durán, expresó que "un país puede

escribir en la carta de intención que quiere ir a Marte en avión y en el

memorándum de entendimiento tiene que explicar cómo va a hacer; los

técnicos revisan: 'A ver... los números no dan, no puede ir a Marte en avión'.

Entonces el país dirá: 'Bueno, a la luna'. Se verá que no y así sucesivamente

hasta que las posibilidades confluirán con las metas del gobierno y se verá

adonde puede ir".

Preocupado por la falta de avances en la negociación, Grinspun decidió

viajar a la capital de los Estados Unidos el 8 de agosto para reunirse con el

titular de la Reserva Federal, Paul Volcker, y su asistente Edward Truman, que

luego se transformaría en uno de los principales negociadores del blindaje

financiero acordado en el año 2000 desde el Tesoro que conducía Lawrence

Summers en la administración Clinton. El ministro pretendía que EE.UU.

convenciera a los bancos de la necesidad de prorrogar el vencimiento de un

crédito por US$ 125 millones que vencía una semana después. Pero Volcker

se sentía molesto:

—Ministro, ¿qué significa la idea de subir un 6% el salario real con una

inflación del 500%? —disparó Volcker.

—Quiere decir subir el salario un 506% —retrucó el titular de

Economía, mientras Truman y Gustavo Grinspun estallaban en carcajadas.

Tras ese desplante, Volcker aprovechó la presencia de Alfonsín en la

Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York para pedirle la renuncia

del ministro.

El presidente buscó calmar al titular de la Reserva Federal sin

concederle su deseo, pero desde entonces la relación entre el líder radical y su

ministro más explosivo quedó definitivamente agrietada.

Cuando Francia se dio cuenta de las dificultades de Grinspun para

desandar su rebeldía, apeló a su conciliador director del Tesoro, Michel

Camdessus, padre de una joven argentina, para convencer al gobierno

Page 53: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

53

alfonsinista de la necesidad de "disciplinarse" ante el resto del mundo. Para

evitar sutilezas, Camdessus aterrizó en Buenos Aires a mediados de junio de

1984 y se reunió con el ministro y con el secretario de Planificación, Juan

Sourrouille, en el Palacio de Hacienda.

El funcionario francés se convirtió en el nexo más importante entre la

Argentina y sus acreedores, incluso para pedirles a los británicos que no

interfirieran en la negociación debido a la disputa diplomática por Malvinas y

para persuadir al rey Juan Carlos de España de la necesidad de amansar a los

bancos de la península ibérica.

El diálogo con el Fondo Monetario se aceleró hasta desembocar el 25

de septiembre, tras casi un año y medio sin programa, en el anuncio de un

stand by en el inicio de la asamblea anual del FMI —sin la retórica belicista de

la carta de intención de junio y con importantes concesiones en materia de

política fiscal y monetaria— y en un arreglo con los bancos en diciembre para

refinanciar deudas por US$ 10.400 millones, a cambio de recibir US$ 4.200

millones, cuatro meses después de que México alcanzara el mismo objetivo por

un pasivo de US$ 48.000 millones y Venezuela por US$ 21.000 millones.

Para tranquilidad de los acreedores, el cierre de las conversaciones

quedó a cargo de Enrique García Vázquez. Sin embargo, cuando el presidente

del BCRA redactó el entendimiento con el comité de bancos que lideraba

Rhodes, comenzó a desesperarse porque Grinspun no aparecía por ningún

lado, hasta que Alfonsín ordenó cerrar el acuerdo. Para entonces, los nervios

se habían apoderado definitivamente del veterano funcionario, que debió

someterse a una operación del corazón con un triple bypass a fines de 1984.

El giro posterior de la política económica, basado en una

desaceleración de la suba de salarios y fuertes incrementos en las tarifas de

los servicios públicos y en las tasas de interés, detuvo la tenue recuperación

económica pero no frenó la inflación ni el déficit. Tras dejar atrás el primer año

del renacimiento democrático con un aumento del 2,4% en el endeudamiento

externo y una hiperinflación del 688%, el presidente decidió efectuar un

"enroque" en febrero al relegar a Grinspun a la Secretaría de Planificación y

ungir a Sourrouille como ministro de Economía, con la intención de avanzar en

un sorpresivo ajuste heterodoxo para enfrentar la "economía de guerra".

Page 54: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

54

Grinspun nunca confió en este técnico sin raíces radicales porque

sabía que, al igual que Prebisch, durante su gestión había mantenido abierto

un canal de diálogo paralelo con el FMI. Con su habitual ímpetu, hasta llegó a

amenazarlo verbalmente cuando se enteró del operativo de recambio, aunque

con el paso del tiempo entendió que la responsabilidad de su renuncia le cabía

exclusivamente a Alfonsín. En realidad, el jefe de Estado estaba cansa-do de

las peleas entre García Vázquez y Grinspun, mientras el rumbo de la economía

quedaba peligrosamente a la deriva.

Page 55: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

55

CUATRO Un marine para la Argentina

El gigantesco presidente de la Reserva Federal tenía sus piernas

cruzadas sobre el escritorio de una sala de reuniones del edificio del Fondo

Monetario Internacional.

Paul Volcker fumaba sus cigarros Avanti de un dólar, los mismos que

deleitaban al director de cine Francis Ford Coppola, mientras el ministro Juan

Sourrouille escribía una serie de ideas y números con una tiza en un pizarrón.

A Sourrouille le agradaba la humildad de este funcionario de 2 metros y

5 centímetros de altura, nacido en 1927, que como subsecretario del Tesoro en

la administración Nixon participó en la liberación del dólar del patrón oro en

1973 y que, seis años más tarde, desde la Reserva Federal comenzó a subir

las tasas reales minoristas hasta llevarlas al 22% con la intención de reducir la

inflación durante el gobierno de James Cárter. El resultado del ajuste fue

fulminante: el índice de precios en los EE.UU. bajó del 13,5% en 1980 al 6,2%

en 1982, pero al costo de duplicar el nivel de desempleo en el mismo período.

Volcker viajaba en la clase turista de los aviones, habitaba un modesto

departamento en el centro de Manhattan y solía comer —en restaurantes poco

sofisticados— hamburguesas que siempre le dejaban alguna mancha en sus

camisas.

Era el 15 de abril de 1985, a las 17, y en la pequeña sala también

estaban el titular del FMI, Jacques de Larosiére; el secretario del Tesoro de

EE.UU., James Baker III, y su asistente David Mulford. La delegación argentina

se completaba con los principales negociadores del equipo económico, Mario

Brodersohn y José

Luis Machinea, doctorados en Harvard y Minnesota, respectivamente.

Mientras que a Brodersohn le causaba cierta gracia el esfuerzo que hacía

Sourrouille por hacerse entender con sus complicados gráficos en el pizarrón,

Machinea se sentía orgulloso por formar parte de una negociación tan

importante. "La pucha, Machinea, pensar que saliste de Puerto Madryn y ahora

Page 56: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

56

estás acá", se regocijaba el ex gerente de Finanzas Públicas del Banco Central

en los '70 y futuro ministro de Economía en el gobierno de la Alianza.

Durante 90 minutos, el ministro habló sin sufrir interrupciones. El

gobierno, según sus palabras, aplicaría un plan para reducir fuertemente

la inflación sobre la base de un esquema de congelamiento de precios y

salarios, junto con el cambio del Peso por el Austral y el compromiso de

frenar la emisión monetaria.

Sourrouille se dio el lujo de anticipar hasta los detalles más precisos del

lanzamiento: el 17 de junio Alfonsín convocaría a combatir la emergencia,

luego de declarar la "economía de guerra".

Pero la estrategia de producir un "shock heterodoxo" no convencía

para nada a De Larosiére, debido a la incapacidad política del gobierno

argentino para acotar el rojo fiscal y, sobre todo, el déficit cuasi fiscal, que

reflejaba las pérdidas generadas por las operaciones del Banco Central.

Aunque en términos anualizados la inflación se ubicaba en el 2300%,

las autoridades económicas auguraban que el país podía alcanzar el resultado

inverso al denominado "efecto Olivera- Tanzi". El argentino Julio Olivera y el

italiano Vito Tanzi, mítico técnico del Fondo Monetario, postularon que, cuando

se produce un período de alta inflación, la recaudación tributaria resulta

afectada en términos reales por la pérdida de valor que se registra entre la

gestación y el cobro de un impuesto. De este modo, la caída en los ingresos

fiscales obliga al Estado a aumentar el nivel de emisión monetaria y, por lo

tanto, a convalidar una suba mayor en el nivel de precios. Si el plan Austral

lograba una rápida reducción de la inflación, la recaudación real se recuperaría

para sostener el crecimiento económico.

Después de describir el programa, se produjo el momento más tenso

del encuentro cuando Sourrouille planteó la necesidad de firmar un programa

"falso" con el FMI que incluyera un leve ajuste, ya que los bancos comerciales

no brindarían su apoyo si el organismo multilateral previamente no colocaba su

propia huella digital en el pacto.

Luego se daría a conocer el plan oficial y, con la seguridad de contar

con nuevos fondos externos, el gobierno estaría en condiciones de firmar un

acuerdo más exigente con Washington. De Larosiére saltó de su asiento y

Page 57: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

57

advirtió que "era imposible" que el board que conducía aprobara un programa

apócrifo para cambiarlo por otro verdadero a los pocos días.

Sin inmutarse por los gritos del funcionario francés, Volcker observó

durante unos segundos a Sourrouille y dejó en claro que apoyaba la arriesgada

táctica argentina:

—Si estos muchachos creen que debemos hacerlo de esta manera,

hagámoslo.

El FMI nunca perdonó esta actitud de Volcker.

"¿Cuánto más dura puede ser la política monetaria?", preguntaba

Volcker a los integrantes del Fondo, con el estigma de haber provocado

algunos años antes la pérdida de cientos de miles de empleos en los Estados

Unidos a sangre fría.

***

Para Juan Sourrouille el 19 de febrero de 1985 fue una jornada

especial por partida doble. Además de jurar como el segundo ministro de

Economía del gobierno radical, ese día su padre cumplía años. A pesar de sus

gruesos anteojos, el funcionario podía percibir que, a los riesgos generados por

la alta inflación, la joven democracia debía sumarles los desafíos provocados

por el juicio a las juntas militares y por el conflicto latente con Chile por el canal

de Beagle.

La deuda externa pública se ubicaba en US$ 40.688 millones, varios

cuerpos por delante de los US$ 6.648 millones registrados en 1976 pero muy

por detrás de los US$ 50.600 millones de 1991, en el inicio del plan de

Convertibilidad.

En 1985, América latina tenía préstamos globales tomados por US$

272.850 millones; Brasil con US$ 104.000 y México con US$ 96.000 millones

eran los mayores deudores; luego se ubicaban la Argentina, Chile con US$

20.000 millones y el Perú de Alan García, dispuesto a poner nerviosos a los

acreedores con su plan para limitar el pago de intereses al crecimiento de las

exportaciones, con US$ 13.500 millones. Dos años después, los pasivos de la

región llegaban a US$ 338.506 millones y, antes de la erupción del "efecto

tequila", rondaban los US$ 564.399 millones a fines de 1994, con un

Page 58: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

58

crecimiento económico del 5,2%, frente al 5,8% registrado en la Argentina.

Repleto de optimismo, el FMI pronosticó en 1994 que el crecimiento regional

promediaría un 5,5% por la "renovada confianza de los inversores

internacionales", que en el caso argentino le permitía "disfrutar de su tercer año

de crecimiento liderado por la inversión". Un año después, América latina

crecía sólo el 1,1% y la Argentina caía el 2,8%.

Sourrouille, un contador nacido en 1940 que había sido subsecretario

de Economía a los 30 años en la gestión de Aldo Ferrer y consultor de diversos

organismos internacionales, tuvo escaso trato con Alfonsín durante la campaña

electoral; apenas tres o cuatro encuentros para darle su punto de vista sobre

algunas cuestiones puntuales. Luego, quedó en un segundo plano como

secretario de Planificación, mientras Bernardo Grinspun luchaba y perdía sus

batallas contra casi todo el mundo, hasta jurar como ministro. Durante sus

cuatro años de gestión, en los que el dólar subió un 4500%, el desempleo pasó

del 5,7% al 7,7% y la deuda trepó a US$ 56.000 millones, Sourrouille trabó una

relación in-condicional con el presidente de la Nación.

En 1985 el país contaba con 109.376 industrias, frente a los 126.388

establecimientos que había en 1974 y a 93.025 que subsistirían en 1993.

Sourrouille fue ministro unos 1.500 días y cenó con Alfonsín cerca de

mil noches. El jefe de Estado había depositado en él una confianza ciega y casi

no le preguntaba los detalles de las medidas que iba a tomar.

Al mismo tiempo, el poder del ministro estaba claramente acotado ya

que formaba parte de un gobierno con vocación de dejar un sello histórico por

sus acciones políticas sin preocuparse demasiado por las reformas

económicas.

El líder radical recibió una "pesada herencia" de la dictadura, que en el

plano institucional quiso y pudo superar a través de una gradual consolidación

democrática, pero no supo cómo resolver los dilemas que planteaban un

Estado torpemente endeudado y un poder económico muy concentrado. La

denominada "década perdida" se sintió en toda su dimensión en la Argentina,

con fuertes caídas reales del PBI del 5,7% en 1981, del 6,6% en 1985 y del

6,2% en 1989. La honrosa excepción fue 1986, con un crecimiento del 7,3%,

en pleno amorío entre la sociedad y el proyecto alfonsinista. Fue, tal como lo

definió un integrante de aquel equipo económico, un período de "parches y

Page 59: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

59

waivers, con compromisos que no se podían cumplir pero que había que

acordar con los organismos de crédito para darles un reaseguro formal".

Los técnicos del Fondo Monetario reconocían los esfuerzos del equipo

económico pero no toleraban a ese presidente que "no tenía una estrategia

coherente" y que hasta se animó a desafiar verbalmente a Ronald Reagan a

mediados de marzo de 1985. El mismo día, su nuevo ministro buscaba

convencer personalmente a Paul Volcker, James Baker y Jacques de Larosiére

de la necesidad de no dejar caer el acuerdo con el FMI a pesar del

incumplimiento registrado en las metas firmadas por el país a fines de 1984.

En los jardines de la Casa Blanca, el presidente republicano urgió a

"sanear" la economía argentina y defendió la política de intervención en

América Central, que provocaba urticaria en la Cancillería que lideraba Dante

Caputo.

En un gesto inusual para un mandatario extranjero, Alfonsín le

respondió sin temor. "Nosotros apoyamos la filosofía que usted ha señalado, la

filosofía de la democracia, la libertad y el estado de derecho. Esto nos iguala.

Pero el hombre para ser respetado cabalmente en su dignidad de hombre no

solamente tiene que tener la posibilidad de ejercer sus derechos sino que tiene

que tener la posibilidad de tener una vida decorosa y digna."

En aquel viaje a Washington, el ministro planteó por primera vez la

necesidad de atacar la indomable inflación —que presentó índices del 25,1%

en enero, 20,7% en febrero y 26,5% en marzo— sin provocar una aguda

recesión y, si bien no obtuvo un waiver para el programa stand by que había

sido firmado por Grinspun, logró ganar algo de tiempo ante los bancos con una

declaración de buena voluntad del titular del FMI. De inmediato, regresó a

Buenos Aires y diseñó con su equipo los lineamientos del nuevo plan

económico. Luego de tres días de debate sin pausa, Sourrouille habló con el

presidente y en menos de 10 minutos recibió su aprobación: "Bueno, no pierda

tiempo conmigo, vaya y hágalo", lo retó cariñosamente Alfonsín.

El 26 de marzo aterrizó en Buenos Aires el jefe del caso argentino en el

Fondo, Joaquín Ferrán, junto con su staff. El "irascible catalán", como lo

llamaban sus colegas en la intimidad de Washington, logró provocar un fuerte

odio tanto en Grinspun como en Sourrouille, por su resistencia a convalidar en

forma automática las órdenes de sus jefes políticos en Washington.

Page 60: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

60

Durante tres semanas, la misión del organismo multilateral discutió el

ajuste, con el ingenuo objetivo de incluir mecanismos de emergencia por si el

plan fallaba en contener la emisión monetaria y bajar la inflación. Los técnicos

podían percibir el clima hostil en su contra, aunque algunos se divertían con las

consignas pintadas en las calles. "'Fuera cerdócratas del FMI' era la frase que

más me gustaba", confesó uno de ellos casi 17 años después de su paso por

Buenos Aires.

El duro intercambio de ideas prosiguió en Washington durante la

asamblea de primavera del FMI y desde entonces Machinea no se movió de la

capital de los Estados Unidos durante 25 días hasta agotar las discusiones, con

un secreto absoluto que sólo se quebró la semana previa a la fecha prevista

para anunciar el plan Austral. "Lo milagroso fue lograr que a Alfonsín no se le

escapara nada antes", recordó con una amplia sonrisa uno de los arquitectos

de aquel ambicioso programa.

***

El presidente del Banco Nacional de Desarrollo (BANADE), Mario

Brodersohn, se puso pálido cuando llegó al microcentro. Las calles de la city

porteña estaban abarrotadas con gente que aguardaba con desesperación la

apertura de los bancos luego de cuatro días sin actividad financiera, por el

feriado de 48 horas y el fin de semana que precedieron al estreno del plan

Austral.

— ¡Qué cagada, se van a llevar toda la guita! —se lamentó Brodersohn

mientras se acercaba a la sede del banco oficial.

Tres días antes de la fecha prevista, por una filtración periodística, el

gobierno anunció el programa económico que le garantizaría un holgado triunfo

frente al peronismo en las elecciones legislativas del 3 de noviembre con la

inflación aparentemente domada.

Según el anuncio del 14 de junio de 1985, el peso argentino dejaba de

existir para dar paso al "austral"; precios, tarifas y salarios quedaron

congelados luego de un aumento cercano al 25% en promedio, mientras que el

Estado se comprometió a no emitir más sin respaldo y un sistema de desagio

permitió convertir a la nueva moneda los contratos expresados en pesos para

Page 61: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

61

romper con la inflación inercial previa. Una semana antes, el FMI había

difundido el acuerdo "falso", que permitió acceder a un préstamo puente por

US$ 500 millones de los principales bancos internacionales. El 28 de junio se

conoció el segundo programa, con un ajuste más comprometedor, cuando un

dólar cotizaba a 0,80 Austral. La inflación cayó del 30,5% en junio al 3,1% en

agosto, 2% en septiembre y encontró su piso aquel año con un 1,9% en

octubre. Un respetado premio Nobel de Economía, Franco Modigliani, calificó al

nuevo plan como "un milagro".

Pero en aquella nerviosa jornada de reapertura de los bancos,

Brodersohn ni siquiera podía imaginar estos rápidos y efímeros logros. Cuando

comenzó a recorrer las largas filas de ahorristas para preguntarles si

renovarían o no sus depósitos, comprendió que la mayoría pensaba dejar el

dinero en sus cuentas.

Eufórico, ingresó a la carrera al BANADE y les ordenó a los mozos de

la entidad oficial que repartieran café entre los cansados depositantes.

Brodersohn sentía el austral como un hijo propio, tanto como Sourrouille y

Machinea. Junto con el secretario de Coordinación Económica, Adolfo Canitrot,

el cuarteto lideraba un equipo compacto, que no obviaba las discusiones

profundas ni los insultos, aunque la última palabra quedaba en manos del

ministro. El grupo de confianza se completaba con Juan Sommer desde el

Banco Central, Ricardo Carcioffi en Presupuesto, el asesor Roberto Frenkel

como "la pata peronista" y Ramón da Bouza a cargo de la delicada tarea de

registrar las deudas arrastradas desde la dictadura. Como en otros períodos de

la historia contemporánea, en aquel entonces el presidente del Banco Central

también se enfrentó con el ministro de Economía. Secretario de Industria de

Illia, fiel seguidor de Ricardo Balbín y socio de una financiera, Alfredo

Concepción pensaba como un radical histórico y por lo tanto odiaba a aquellos

"tecnócratas" del Palacio de Hacienda. Por su parte, la conducción económica

detestaba su excesiva flexibilidad para otorgar redescuentos, aunque sabía que

debía tolerarlo como forma de compensar la salida de Bernardo Grinspun. El

ministro recién pudo liberarse de Concepción 18 meses después de asumir,

cuando la inflación ascendía al 8,8% mensual. El año culminó con un índice de

precios minoristas del 81,9%, frente al 385,4% registrado en 1985.

Page 62: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

62

Sin embargo, la falta de medidas de ajuste y los aumentos concedidos

a jubilados y a militares ya habían complicado el futuro del plan. "Aflojen

muchachos, que ya me avisaron que no durmiera en casa y tuve que redoblar

la custodia", les rogaba Alfonsín a sus colaboradores del Ministerio de

Economía para justificar el incremento en los sueldos de los uniformados.

Los muchachos aflojaron y, a cambio, el presidente les entregó la

cabeza de Concepción. Machinea pasó a encabezar el Banco Central en

agosto de 1986, cuando el austral ya estaba a US$ 1,086, para intentar

controlar las riendas de una política monetaria que estallaría en sus propias

manos el 6 de febrero de 1989.

Con el alejamiento de Concepción, Sourrouille logró el manejo

completo de la política económica del gobierno radical. Pero fuera de su

alcance crecía el poder de un sindicalismo "combativo" —hasta la llegada del

menemismo al poder— que realizó trece huelgas generales, un movimiento

militar carapintada que se sublevó cuatro veces contra la democracia hasta

obtener los indultos que buscaba y un justicialismo que colocó fuertes trabas a

la acción oficial desde el Parlamento nacional. El shock heterodoxo logró poner

bajo control a los elementos coyunturales de la inflación, pero no logró eliminar

sus componentes estructurales. El gobierno anunció en numerosas

oportunidades privatizaciones que nunca se concretaron, como el plan Houston

para el petróleo, concesiones de empresas petroquímicas y, durante la gestión

de Rodolfo Terragno en Obras Públicas, las asociaciones de Scandinavian Air

Lines con Aerolíneas Argentinas y de Telefónica de España con ENTel.

Más aún, según un encumbrado integrante de aquel equipo económico,

los gritos más fuertes contra la estrategia de Sourrouille surgieron de boca de

los propios "correligionarios" y no de la oposición.

***

— ¿Usted sabe lo que hacíamos en mi barrio cuando éramos

pequeños y alguien no pagaba?: lo matábamos a trompadas.

La frase del banquero enmudeció a José Luis Machinea, a Juan

Sourrouille y al anfitrión del encuentro, Gerald Corrigan. El titular de la Reserva

Federal de Nueva York había convocado al equipo argentino y a los bancos

Page 63: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

63

acreedores para tratar de acercar posiciones entre las partes, ya que el país

había ingresado en un preocupante ritmo de demora en los pagos externos tan

sólo un semestre después del lanzamiento del plan Austral.

En los primeros meses de 1986 el equipo económico buscó sin éxito un

waiver del FMI al comprometerse a una reducción del déficit del 5% de 1985 a

un 3,5% en 1986, que no se cumpliría.

El 23 de junio, el directorio de la entidad le concedió el ansiado perdón.

Al igual que otros países, la Argentina sufría las consecuencias del enfoque de

la "correa corta" orquestado desde Washington: se firmaban acuerdos cortos

con desembolsos trimestrales que permitían cubrir los vencimientos con los

bancos comerciales, aunque se quebraban apenas aparecía un incumplimiento

de metas. "Cada 90 días parecía que nos caíamos al abismo", recordó un

negociador argentino.

Con un tono más moderado que Grinspun, el equipo económico de

Sourrouille también ansiaba un tratamiento comprensivo para el problema de la

deuda que pareció lograrse con la llegada de James Baker III al Departamento

del Tesoro de los Estados Unidos.

El texano que ungió a George Bush como compañero de fórmula de

Reagan pretendía dejar alguna huella en la arena internacional antes de

convertirse en el jefe de la campaña presidencial de su amigo en 1988. El 8 de

octubre de 1985, Baker convocó ante la asamblea del FMI y del Banco Mundial

en Seúl a formular un "programa de desarrollo sostenido", basado en un mayor

esfuerzo de los acreedores para inyectar fondos frescos a un grupo de países

fuertemente endeudados, a cambio de promover políticas de libre mercado y

privatizaciones.

Quince países fueron elegidos para esta iniciativa —entre ellos

Argentina, Brasil, México, Chile, Perú, Costa de Marfil y Filipinas—, que

proyectaba el desembolso de US$ 27.000 millones por parte de las entidades

multilaterales de crédito y US$ 20.000 millones de los bancos privados entre

1986 y 1988. Aunque esta suma significaba sólo un incremento del 3% en la

exposición de las entidades financieras en este grupo de naciones, los bancos

no estaban dispuestos a apoyar este enfoque de negociación conjunta que no

contemplaba ninguna "garantía" por parte de los países desarrollados, a

diferencia del beneficio que luego alcanzaron con el plan Brady. Sin embargo,

Page 64: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

64

los banqueros no se negaron a suscribir el plan Baker, porque vieron una

oportunidad para "cobrar rápido y salir", según la visión de un funcionario del

gobierno norteamericano. El FMI consideró que los resultados del sueño de

Baker III fueron poco alentadores, a pesar de que los quince países lograron un

crecimiento del 2,5% en promedio en los tres años del programa. Mientras las

entidades multilaterales aportaron en términos netos unos US$ 16.500

millones, casi la totalidad del monto comprometido, las instituciones privadas

sólo sumaron US$ 1.600 millones en 1987, mientras que retiraron US$ 1.300

millones en 1986 y US$ 15.000 millones en 1988.

Los negociadores de los países deudores debieron seguir peregrinando

de a uno a Nueva York para refinanciar sus compromisos, tal como lo hizo

Brodersohn a principios de 1987.

El 19 de febrero, cuando empacaba para la capital financiera de los

EE.UU., el entonces secretario de Hacienda recibió un oportuno llamado de su

par brasileño, Dilson Funaro. El arquitecto del plan Cruzado le avisó al

colaborador de Sourrouille que al día siguiente el presidente José Sarney

declararía una moratoria de los pagos de intereses a los bancos acreedores.

Con una deuda externa de US$ 104.000 millones, Brasil había lanzado

a principios de 1986 el Cruzado para cortar la inflación del 250% anual a partir

de una estrategia similar al Austral, aunque sin solicitar nuevos fondos

externos: cambio de moneda, control de salarios —luego de un aumento del

15%— y tipo de cambio fijo. Así, pudo lograr un roll over de los bancos de US$

16.000 millones hasta marzo de 1987. Sin avanzar en cambios importantes en

la política fiscal, el gigante sudamericano se encontró a los pocos meses en un

nuevo callejón sin salida y sus reservas internacionales se derrumbaron de

US$ 9.250 millones a fines de 1985 a US$ 4.000 millones —una suma similar a

los vencimientos que el país debía enfrentar durante todo 1987— el día que

Sarney declaró la cesación de pagos.

Sin dudarlo, Brodersohn le pidió una reunión urgente a Funaro en

Brasilia. Apenas se encontró con su colega, le explicó que la Argentina no

podía sumarse a la decisión brasileña, pero le pidió que extendieran la reunión

con la intención de simular una exhibición de fuerza conjunta entre los

principales socios del Socios comerciantes de América del Sur.

Page 65: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

65

Funaro aceptó el juego con agrado y hasta le ofreció un almuerzo a su

invitado. En una reunión que se extendió por unas cuatro horas, no dejaron

tema sin debatir, incluido el fútbol, que tanto apasionaba a ambos funcionarios.

Por la noche, Brodersohn continuó su viaje a Nueva York sin formular

comentarios, a pesar de los nervios de los acreedores y de la gran atención

periodística que se había generado en torno a la reunión. A la mañana

siguiente, cuando se reunió con el comité de acreedores que presidía Rhodes,

el negociador recibió un cerrado aplauso tras anunciar la "firme" voluntad de la

Argentina de pagar, una decisión que en realidad nunca había sido puesta en

duda por parte del equipo económico.

Con el nuevo stand by por 15 meses firmado a principios de 1987 —y

revisado en julio por un nuevo incumplimiento oficial—, a Brodersohn no le fue

tan complicado discutir un acuerdo de refinanciación por US$ 30.000 millones

con los bancos que finalmente se alcanzó el 15 de abril, dos días antes del

levantamiento del coronel Aldo Rico en Campo de Mayo. Más aún, el secretario

de Hacienda se envalentonó al exigir la misma tasa que había recibido México

en 1986 por los fondos frescos, aunque los acreedores le pedían un punto más.

Seguro del éxito de su misión, Brodersohn le comentó sus aspiraciones

al ministro filipino de Hacienda, Jaime Ongpin, al encontrárselo de casualidad

en el hotel donde ambos se hospedaban.

Ongpin, un estrecho colaborador de la presidenta Corazón Aquino, no

se quedó atrás: "Si a usted le dan esa tasa, yo voy a exigir que me den lo

mismo", se quejó. Cuando Brodersohn llegó a Buenos Aires con su plan

cumplido a medias, ya que obtuvo un spread de 14/16 para los fondos frescos

y de 13/16 —como México— para refinanciar los créditos anteriores, recibió un

llamado de un funcionario del Tesoro de los Estados Unidos para anunciarle la

muerte de Ongpin. El funcionario "había fracasado" en su objetivo de reducir la

tasa y, una vez que pisó Manila, renunció y se encerró en un cuarto para

suicidarse de un tiro, por una cuestión de honor.

Un ex marine de escasos buenos modales quebró la unidad de las

instituciones fundadas con el acuerdo de Bretton Woods para ayudar a la

Argentina cuando el gobierno de Alfonsín comenzaba a desintegrarse.

Page 66: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

66

Edwin Yeo III dejó las fuerzas armadas de su país para dedicarse a la

economía pero nunca abandonó su rictus militar. Como subsecretario del

Tesoro de la administración Ford, Yeo fue un actor protagónico de dos hitos de

la economía internacional: el acuerdo del Cháteau de Rambouillet de 1975, que

dio origen al Grupo de los Siete (G-7) —y marcó el triunfo del sistema de

flotación por sobre el tipo de cambio fijo—, y el rescate de la libra esterlina en

1976, cuando gestionó un salvataje de los Estados Unidos y del FMI a cambio

de un fuerte ajuste presupuestario, para evitarle a Occidente su mayor

pesadilla: una cesación de pagos por parte del gobierno británico de James

Callaghan.

Casi una década más tarde, Ronald Reagan se lo presentó a Alfonsín

en el Salón Oval de la Casa Blanca como "el nexo" entre ambos. Regordete y

casado en segundas nupcias con una funcionaría de la Reserva Federal de

Nueva York, Yeo se desempeñaba como asesor en temas internacionales de

Paul Volcker y de James Baker, sin ocupar una oficina en particular y siempre

actuando por detrás del escenario.

Cuando el plan Austral ya había sido enterrado y el radicalismo

pensaba en una transición anticipada por la contundente derrota sufrida a

manos del peronismo en las elecciones legislativas del 6 de septiembre de

1987, Sourrouille intentó renunciar pero no pudo por la terquedad de Alfonsín.

Para intentar extender la vida del gobierno radical, el ministro de Economía y

su desganado equipo de colaboradores lanzaron el plan Primavera,

curiosamente, a principios de agosto. "A esa altura todas las expectativas eran

horribles y era imposible que ese programa tuviera éxito", se sinceró un hombre

de confianza del titular del Palacio de Hacienda. Al congelamiento de salarios,

precios y tarifas se le agregó la ingenua intención de reducir "drásticamente" el

déficit fiscal, sin poder político interno ni credibilidad puertas afuera del país. La

Argentina se mantenía en un default de hecho con los bancos desde principios

de 1988, con atrasos cercanos a los US$ 1.300 millones, y el nuevo titular del

FMI, Michel Camdessus, no estaba dispuesto a repetir el indecoroso rol que

había desempeñado su antecesor Jacques de Larosiére en 1985 con su

forzado apoyo al plan Austral.

En febrero de 1988, Alfonsín y Sourrouille les plantearon a Camdessus

y a Yeo, en una reservada reunión en Madrid, la posibilidad de reducir el pago

Page 67: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

67

de la deuda en un tercio del total. El titular del FMI se limitó a prometerles que

analizaría si la Argentina podía transformarse en un caso de estudio para

recibir un limitado perdón de sus acreedores a cambio de un mayor ajuste. El

esfuerzo del funcionario francés apenas alcanzó para que en marzo se

aprobara una nueva carta de intención con el FMI, frente a la resistencia de

una buena parte del board del organismo multilateral de volver a financiar al

país. Antes del inicio del otoño, el país ya había entrado en nuevos atrasos con

los bancos y estaba lejos de poder cumplir con el objetivo de reducir el déficit

del 5% al 2% anual. El nuevo acuerdo terminó de morir con el frío del invierno y

Sourrouille les advirtió a las autoridades en Washington que la transición

política no estaba garantizada sin un nuevo paquete de apoyo externo.

Ninguno de los funcionarios de la administración republicana quiso cargar con

la cruz de tirar por la borda a la frágil democracia argentina. Mientras varios

pensaban en la forma de convencer a Camdessus, Yeo le planteó a Alberto

Camarassa, el delegado oficial ante el Banco Mundial, que el gobierno debía

buscar una vía alternativa de financiamiento en el principal banco multilateral

de Washington.

El Banco Mundial había lanzado en abril una estrategia para lograr una

reducción de las tasas de interés que pagaban los países deudores, que sería

compensada con financiamiento adicional propio y de los bancos acreedores,

como una forma de reconocer ciertas pérdidas en el mundo subdesarrollado.

Barber Conable, flamante presidente del Banco Mundial y prestigioso político

republicano, adoptó dos medidas que favorecieron en forma directa los

desesperados planes de la Argentina. Por un lado, aceptó sin ningún

condicionamiento el pedido del Tesoro, canalizado a través de Yeo, para

otorgar por primera vez desde su creación un préstamo a un país sin un

programa previo del Fondo Monetario.

Por el otro, encumbró como vicepresidente general del banco a Moeen

Qureshi, un paquistaní que luego se desempeñó como presidente interino de

su país. Qureshi y su compatriota y vicepresidente del BM para América latina,

Shahid Husain, fueron los más activos promotores de la carta de desarrollo

firmada con la Argentina en septiembre de 1988 para brindarle un crédito por

US$ 1.250 millones con objeto de sostener el anémico plan Primavera.

Page 68: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

68

Curiosamente, Yeo despreciaba en términos racistas a los paquistaníes

que rodeaban a Conable, amparados bajo la alianza geopolítica que mantenían

EE.UU. y esa conflictiva nación asiática contra la Unión Soviética. "Esta gente

sólo sirve para golpear alfombras", se quejaba el hosco funcionario que solía

usar un sombrero blanco. Sin embargo, su mayor odio estaba depositado sobre

Camdessus, quien puso el grito en el cielo cuando se enteró de las

negociaciones secretas entre el Banco Mundial y el gobierno de Alfonsín, que

desembocaron en el anuncio de un crédito durante la asamblea conjunta del

FMI y el banco en septiembre en Berlín.

—Si el director gerente llega a oponerse en público, yo lo pongo contra

una pared y lo fusilo —amenazó Yeo ante sus entusiasmados amigos

argentinos.

El único funcionario argentino que rechazaba la estrategia y las

bravuconadas de Yeo era José Luis Machinea, que consideraba muy riesgoso

meter una cuña entre los organismos financieros porque si la jugada salía mal,

la Argentina se quedaría sola en el desierto. Sourrouille compartía en forma

parcial este temor, pero no tenía otra opción más que aceptar los consejos de

Yeo, aunque sabía que el subsecretario del Tesoro, David Mulford, también

estaba en contra de este acuerdo. Por cierto, Yeo también desconfiaba de

Mulford debido a sus antecedentes como asesor del gobierno saudita.

En una victoria pírrica, Yeo logró su objetivo, ya que Conable y

Sourrouille anunciaron el préstamo para la Argentina el 25 de septiembre en la

aún dividida ciudad alemana, mientras Camdessus no escondía su enojo.

De hecho, en febrero de 1989 el plan Primavera se hizo trizas —

mientras el plan Verano en Brasil sufría el mismo destino—, y el Banco Mundial

suspendió un mes más tarde la línea crediticia tras haber realizado el primero

de los cuatro desembolsos previstos en el polémico acuerdo.

En Buenos Aires, el gobierno se aprestaba a ahogarse en la tormenta

de la hiperinflación, mientras que en Washington se gestaba un acuerdo escrito

que obligaría al Banco Mundial y al Banco Interamericano de Desarrollo (BID)

desde aquel entonces a esperar la bendición del Fondo Monetario antes de

prestarles un solo dólar más a los países endeudados.

En pocos meses, Camdessus consumaba su venganza y la misteriosa

figura de Edwin Yeo III se encaminaba hacia su ocaso definitivo.

Page 69: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

69

***

La política económica del gobierno quedó pulverizada el 6 de febrero,

cuando el Banco Central dejó de vender dólares luego de haber perdido US$

495 millones en reservas la semana previa. La nueva moneda, que había

nacido a 0,80 en el mercado libre en junio de 1985, pasó a 25,80 el 12 de

febrero de 1989 y a 520 a principios de julio del mismo año, con un crecimiento

del dólar de 3069% desde el inicio del plan Primavera. La inflación del segundo

mes del año se ubicó en 9,6% en relación con el mes previo, pero en mayo ya

estaba en 78,5% y en junio inauguraría una cifra de tres dígitos con un 114,5%,

que llegaría al 196,6% un mes después.

Los índices eran abrumadoramente más preocupantes si se los

calculaba en términos anualizados, con saltos del 1472% en junio y del

3609,1% el último mes de la gestión alfonsinista. En forma paralela, el

copamiento del cuartel de La Tablada por parte del Movimiento Todos por la

Patria y el levantamiento del carapintada Mohamed Seineldín en Villa Martelli

terminaban de agotar, por izquierda y por derecha, respectivamente, el escaso

oxígeno político que le restaba al gobierno radical.

Después del feriado de Semana Santa, Sourrouille dejó de ser ministro

el 1° de abril, con el dólar a 48,50 australes. Los últimos tiros de gracia les

correspondieron al candidato oficialista y gobernador de Córdoba, Eduardo

Angeloz —"el equipo económico ha demostrado ser incapaz para controlar el

mercado cambiario", declaró—, y a los "consejos" del diputado Domingo

Cavallo en el exterior. Machinea acusó a Cavallo de recomendarles a los

bancos que no ingresaran más dinero al país "porque era una forma de

contribuir a la campaña del radicalismo" y de asegurarles que "si no exigían el

cobro ahora, no los cobrarían luego en caso de triunfar Menem".

Su reemplazante fue el veterano y leal Juan Carlos Pugliese, que

volvía al cargo que ya había desempeñado con Illia e intentó "hablarles con el

corazón" a los mercados para que no terminaran con el presidente antes de

tiempo, aunque los especuladores le "contestaron con el bolsillo", según sus

recordadas palabras. Apenas asumió en el Palacio de Hacienda, acompañado

por Enrique García Vázquez en el BCRA, recibió elogios del hombre que había

Page 70: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

70

declinado ser el reemplazante de Sourrouille. "Su sola presencia es una

garantía de prudencia y confianza", dijo Roberto Alemann, tal vez para

compensar con palabras su rechazo al cargo más indeseable del país en aquel

entonces. Pero a fines de abril, la inflación llegaría al 45,7% y el dólar libre a

80,5 australes.

La suerte estaba echada y de nada serviría la política de administración

de precios una vez que el peronismo se adueñó de las elecciones

presidenciales. En Córdoba arrancaban los saqueos a los supermercados, en

Buenos Aires Pugliese dejaba su cargo y desde Washington el negociador

Daniel Marx le advertía a Alfonsín que los fondos públicos sólo alcanzaban

para que el gobierno llegara hasta el 8 de julio.

Once días después del triunfo de Carlos Menem frente a Eduardo

Angeloz en las elecciones presidenciales del 14 de mayo de 1989, el dólar libre

se cotizaba en 175 australes. La derrotada militancia radical pretendía que,

después del tradicional Tedeum del 25 de mayo, Alfonsín transitara los 300

metros que separan a la Catedral Metropolitana de la Casa de Gobierno sin

escuchar ningún insulto, ni siquiera un reproche. Uno de los organizadores del

"escudo humano" era el joven diputado nacional Jesús Rodríguez, líder de una

de las corrientes internas más fuertes de la UCR porteña, economista y

fanático del Club Atlético San Lorenzo. Después de sentir que su misión había

sido cumplida, Rodríguez se detuvo para beber café con un par de

correligionarios y luego se marchó a su domicilio en el barrio de Caballito para

almorzar con su esposa y sus tres hijas, las "Jesusas". Cuando se disponía a

probar unas crocantes milanesas, un llamado de Alfonsín le cortó la digestión.

—Me tenés que ayudar a convencer a un amigo en común para que

sea ministro de Economía —le disparó con sutileza el débil presidente.

Quince minutos más tarde le aclaró que "ese amigo sos vos".

Rodríguez atinó a quejarse pero no pudo evitar convertirse el 26 de mayo de

1989 en el cuarto ministro del gobierno radical, dos días antes de cumplir 34

años.

Rodríguez sabía que su misión se limitaba a intentar lograr que el

barco de la transición llegara hasta diciembre, luego del fracaso de las

negociaciones para acortar el mandato debido a la exigencia de Menem de que

Alfonsín firmara los indultos a militares y guerrilleros antes de dejar el poder.

Page 71: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

71

Pero era sólo una ilusión. Los ataques a los supermercados se multiplicaron en

el Gran Buenos Aires, Córdoba, Rosario y Mendoza, con un saldo de una

decena de muertos. Dos semanas después de la designación de Rodríguez, el

dólar libre se ubicaba en 370 australes y el presidente Alfonsín enviaba a

Rodolfo Terragno a La Rioja para comunicarle a Menem que "a partir del 30 de

junio" renunciaría a su cargo en forma indeclinable, aunque luego logró

acordarse que el traspaso presidencial se hiciera el 8 de julio, cuando la divisa

norteamericana ya estaba en 560 australes, con un aumento del 2843% desde

febrero.

Sólo en los libros de historia quedaría registrada la ambiciosa

propuesta de Alfonsín de reducir al 4% la tasa de interés de la deuda argentina

con los bancos comerciales durante tres años y establecer un período de 30

años para la devolución del capital formulada ante la Sociedad de las

Américas. Pero en ese entonces el mundo ya no creía en aquel líder que había

asumido el poder con la ilusión de recuperar la democracia para transformar al

país y terminó con una hiperinflación, una caída acumulada del 4,3% en el PBI,

un nivel récord de pobreza y US$ 65.300 millones de deuda externa total, un

44% más que en 1983.

Page 72: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

72

CINCO De La Rioja al mundo

La Argentina que transitaba la mitad del año 1989 vivía una pesadilla. A

una inflación acumulada del 3909,1% en agosto, se sumaba un PBI per cápita

de US$ 2.605 —frente a US$ 7.418 de 1980 y a US$ 8.148 de 1994—, una

recesión anual del 6,2% y el nivel del salario real en su piso más bajo durante

la denominada "década perdida".

Mientras la caída del Muro de Berlín anticipaba el final de los

regímenes comunistas en Europa, el frente externo argentino presentaba su

propia tormenta, con atrasos en el pago de la deuda que superaban los US$

5.000 millones y sin ningún respaldo de los acreedores internacionales.

"Hay posibilidades de llegar a un acuerdo con nuestros acreedores

externos", prometió el candidato justicialista que había triunfado con el 47,3%

de los votos en las elecciones del 14 de mayo, luego de amagar en la campaña

electoral con anuncios populistas como el salariazo, la revolución productiva y

la nacionalización de la banca. Luego de los comicios, Menem se comprometió

con el grupo Bunge & Born a cambio de un supuesto apoyo económico de US$

2.000 millones que, según rumiaba Cavallo, nunca llegó.

El economista cordobés, que había soñado con lanzar el plan de

Convertibilidad en 1989, intentó explicarle al nuevo presidente que el

conglomerado empresarial no le aportaría fondos frescos sino que le ofrecía un

mero anticipo de liquidación de divisas destinadas a refinanciar la compra de

bienes de exportación, pero se resignó a que su jefe político optara por dar una

fuerte señal al establishment en lugar de elegirlo como su primer ministro de

Economía.

Líder del sector agroalimentario y dueño de una verdadera

multinacional, B&B había intentado ofrecerle primero su plan económico a

Sourrouille cuando este economista de origen vasco se perfilaba para suceder

a Grinspun, pero fracasó y luego terminó peleado ante la negativa de Alfonsín

de salvar del cierre a su fábrica textil Grafa.

Page 73: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

73

La empresa, fundada en 1884, estaba comandada por Jorge Born,

secuestrado en septiembre de 1974 junto con su hermano Juan por el

movimiento Montoneros y liberado seis meses después tras pagar un rescate

de US$ 60 millones.

Con un carácter tan pragmático como para asociarse con uno de sus

ex secuestradores, Rodolfo Galimberti, Jorge Born no dudó en repetir el mismo

cortejo ante Carlos Menem, a través del vicepresidente a cargo de la filial local

de B&B, Néstor Rapanelli.

Rapanelli viajó en febrero de 1989 a La Rioja, en un encuentro

acordado por Juan Bautista Yofre, empleado del grupo y futuro titular de la

SIDE, para explicarle las medidas al relajado candidato. Tiempo después, el

ingeniero Rapanelli pasaría a sentir un profundo desprecio por Yofre, a quien

acusó de "espiarlo" con la intención de contarle sus planes a Born.

En esa primera cita, Menem, acompañado por su ministro de Economía

provincial, Antonio Erman González, descansaba en la cama de la residencia

oficial de la gobernación y le prestó muy poca atención al programa de 150

medidas preparadas por los técnicos de la empresa.

Luego de un largo monólogo, Rapanelli le advirtió que el plan

demandaría siete años de instrumentación, Menem pareció despertarse y atinó

a rogarle que colocaran la antipática reforma laboral que incluía el programa al

final del período mencionado.

Los economistas de B&B comenzaron a discutir con el resto de los

técnicos justicialistas el programa "ProMenem 89" en el banco Argentaría, que

pasó a denominarse "La Rosadita" en forma transitoria, y, pese a la apetencia

de los técnicos justicialistas, lograron ungir como ministro al retirado ejecutivo

Miguel Roig. Hábil para manejar gerentes y con prestigio en el medio

empresarial, Roig parecía un hombre tranquilo hasta que fue señalado para

dirigir la tempestuosa cartera económica. Cuando Guido Di Tella cometió el

furcio de pedir un dólar "recontraalto", Roig se recostó en Orlando Ferreres,

gerente general de la Compañía Química, como virtual viceministro.

La semana previa al 8 de julio, Roig estaba completamente alterado,

fumaba cuatro paquetes de cigarrillos diarios, hablaba solo y llamaba cada

madrugada a Ferreres para consultarle por los detalles del plan que se lanzaría

Page 74: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

74

en un contexto de hiperinflación, casi sin reservas en el Banco Central y tres

días antes de un fuerte vencimiento con los bancos acreedores.

Una de esas noches, la esposa de Ferreres le imploró a su marido que

desconectara el teléfono, pero él la tranquilizó:

—Vos no te preocupes que Roig se va a enfermar y no vamos a poder

asumir.

La trágica premonición comenzó a cumplirse el 7 de julio. Apenas

ingresó junto a Daniel Marx, que permanecía como negociador de la deuda, a

la casa del designado ministro ubicada en San Isidro, la señora de Roig le pidió

a Ferreres que no alterara más los nervios de su marido. Pero la conversación

fue fatídica: 24 horas antes de asumir, el veterano ingeniero comprendió en

forma cabal que su gestión sólo le traería perjuicios debido a la crisis terminal

que vivía el país. Apenas terminó su crudo diagnóstico, Ferreres se fue a

caminar por el parque de la lujosa vivienda y decidió dejarlo solo para continuar

la conversación al día siguiente, después de la jura del presidente. Antes de

anunciar un congelamiento de los precios por 90 días, la flamante

administración menemista dispuso aumentos del 500% en el precio de la nafta

y de un 350% en los servicios públicos, tímidamente compensados por una

suba salarial del 130%.

A pesar de su aturdimiento, Roig atinó a convocar como asesor para

iniciar los contactos con el Fondo Monetario a uno de sus ex profesores del

Centro de Estudios Macroeconómicos de la Argentina (CEMA), Roque

Fernández.

Siete días después de haber asumido, el ministro falleció en un

departamento del centro porteño ahogado por las presiones. De inmediato,

Jorge Born declinó el ofrecimiento de Menem para sucederlo y Rapanelli fue

obligado a abandonar la tranquilidad de su despacho en B&B con el objetivo de

sostener el matrimonio por conveniencia formado entre la empresa y el

gobierno, aunque sin inmiscuirse en las duras negociaciones externas que

acechaban al país.

El 30 de junio, el legendario Sterie Beza, director del Departamento del

Hemisferio Occidental del FMI, desembarcaba en Buenos Aires en secreto

junto con uno de sus colaboradores, Desmond Lackman.

Page 75: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

75

Beza, discípulo de Walter Robichek y casi un miembro fundador del

Fondo, estaba dispuesto a exigir señales de peso al gobierno entrante, tales

como una ley de reforma del Estado para avanzar en las privatizaciones que se

habían marchitado junto con la primavera alfonsinista.

El dólar oficial ya cotizaba a 650 australes, pero Beza consideraba que

debía subir aún más para sincerar todas las variables de una economía

ensangrentada.

Luego de discutir durante varias jornadas el nivel del tipo de cambio,

sus anfitriones decidieron homenajearlo con un almuerzo para unas ochenta

personas en el restaurante London Grill del microcentro para ver si lograban

vencer su fuerte resistencia a elevar un informe positivo a Washington tras casi

dos años sin un acuerdo. Cuando la velada llegaba a su fin, Carlos Carballo y

Beza comenzaron a disputarse el pago de la adición, hasta que al negociador

argentino —economista y ex ejecutivo del Banco de Italia y de Sevel— se le

ocurrió convertir la cuenta a dólares para convencer a su invitado de la

necesidad de no provocar una mayor depreciación en la moneda local. "Son 47

dólares nada más, ¿y vos todavía querés devaluar?", le gritaron a coro Marx y

Carballo, entre risas nerviosas por las demandas del veterano funcionario.

Más allá de la discusión técnica sobre las medidas, el experimentado

funcionario del FMI quería chequear si el nuevo presidente sintonizaba con los

nuevos aires que soplaban desde los países centrales. El denominado

"consenso de Washington", que desde fines de los '80 impulsaba la apertura

económica de las naciones en desarrollo, a cambio del canto de sirena de

nuevas inversiones, tomaba impulso, y Carlos Menem, el folclórico líder

peronista de patillas y retórica populista, podía ser un buen caso para probar la

nueva medicina en la región.

Cuando Beza pidió ver a Menem en su última noche en Buenos Aires,

los colaboradores de Roig se desesperaron porque sabían que el primer

mandatario debía participar en una cena con su par electo en Bolivia, Jaime

Paz Zamora. Pero también conocían la flexibilidad horaria del caudillo riojano y

por lo tanto acordaron una cita para las 22 en el hotel Plaza de la zona de

Retiro. Luego de responder en forma vaga a las preguntas del delegado del

Fondo, Menem lo invitó a seguir la discusión en Casa Blanca, un tradicional

sitio de tango en San Telmo, al que su invitado no se podía negar a

Page 76: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

76

acompañarlo. A las 3 de la mañana, Beza volvió a su hotel encantado con el

carisma, el pragmatismo, la fe y la calma del designado jefe de Estado, según

sus propias palabras.

La misión parecía concluir en forma exitosa, aunque todavía había que

verificar la consistencia fiscal del programa económico en ciernes. Nadie mejor

que el especialista tributario Vito Tanzi para comprobarlo. "Con la

generalización del IVA se pueden hacer progresos enormes", señaló el italiano

sin sutilezas, apoyado por su asistente argentino, Carlos Silvani, futuro titular

de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP).

Pero Jorge Born había encargado a un grupo de economistas un

informe que recomendaba crear un impuesto a las ventas, más favorable a los

intereses del grupo, en lugar de extender el IVA. Tras reemplazar al fallecido

Roig, Rapanelli se encontró en la encrucijada de tener que optar entre los

deseos del FMI y su lealtad al grupo que lo había cobijado durante varias

décadas.

Luego de discutir ambas alternativas durante tres semanas, el ministro

terminó de convencerse, ya que Orlando Ferreres le expresó que el estudio

encargado por Born era una "porquería" y el catalán Joaquín Ferrán le advirtió

en Washington al secretario de Hacienda, Rodolfo Frigeri, que un impuesto a

las ventas no ayudaba a garantizar el cumplimiento de la meta de déficit fiscal

del 1,25% que el organismo pretendía para 1990. A costa de enemistarse con

el titular del holding, Rapanelli anunció el envío de un proyecto de ley con una

reforma tributaria que generalizaba el IVA. El FMI reconoció que la medida

constituía un avance pero pretendía más reaseguros antes de firmar otro

programa de asistencia financiera, hasta que una nueva intervención del

subsecretario del Tesoro, David Mulford, logró destrabar la negociación. "El

esfuerzo que realiza la Argentina merece el apoyo del FMI", escribió Mulford a

Camdessus.

El 10 de noviembre se anunció el decimotercer stand by del FMI con el

país, a cambio del compromiso de privatizar ENTel, Aerolíneas Argentinas, la

flota mercante, los ferrocarriles y algunos medios de comunicación, entre otras

empresas.

Rapanelli respiró aliviado. Sin embargo, íntimamente sabía que su

cargo tenía escaso futuro porque el dólar ya superaba largamente los 1.000

Page 77: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

77

australes en el mercado libre, el FMI no estaba dispuesto a acompañarlo

demasiado tiempo más y Bunge & Born ya planeaba su divorcio del

justicialismo.

***

En el inicio del gobierno menemista Carballo logró postergar el pago de

US$ 2.650 millones que el país debía a diversos gobiernos agrupados en el

Club de París.

En 1956 los bancos centrales de Alemania, Bélgica, Canadá, Estados

Unidos, Francia, Holanda, Japón, Reino Unido y Suecia gestaron este espacio

de negociación para intentar cobrar en forma conjunta las deudas bilaterales a

los países subdesarrollados. Los problemas de liquidez que enfrentaba la

Argentina, a partir de la caída de los precios de sus productos de exportación a

mediados de los '50, constituyeron el primer caso debatido en este foro que se

institucionalizó a partir de 1966, cuando la deuda ex-terna del país ascendía a

US$ 3.276 millones.

Alemania ha sido el principal acreedor argentino en el club por sus

préstamos otorgados para la compra de armamento, telecomunicaciones y

energía nuclear, entre otros sectores, aunque las posiciones más duras

correspondieron a Holanda por el gasoducto a cargo de la sociedad Cogasco y

a España por un crédito de US$ 60 millones otorgado al BANADE para

financiar la compra de una planta de cemento en el Noroeste argentino a una

firma que quebró antes de finalizar su tarea.

El 22 de diciembre de 1989, tras vencer la dura resistencia del

delegado japonés, Carballo logró sellar la renegociación y volvió a Buenos

Aires con la intención de renunciar junto con Néstor Rapanelli, pero Erman

González, su sucesor, le pidió que se quedara para acompañarlo, primero

como subsecretario de Economía y luego en el Ministerio de Defensa como

subsecretario de Producción, un cargo que no le agradaba y que terminó

llevándolo a la cárcel desde septiembre de 2001 hasta diciembre de 2002 por

la causa del contrabando de armas a Ecuador y Croacia.

La discusión con los bancos no resultó ser más placentera para

Carballo que sus rounds en París.

Page 78: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

78

La Argentina había dejado de pagar desde abril de 1988 y entidades

tan importantes como Chase Manhattan y JP Morgan habían pasado a pérdida

parte de sus préstamos al país. Pero en Washington, el nuevo presidente

George Bush estaba dispuesto a asumir un rol más activo en América latina, tal

como lo demostraría con su propuesta de crear el Área de Libre Comercio para

las Américas (ALCA). A su lado, había personalidades diferentes para dirigir la

primera economía del mundo: el jefe de asesores económicos del presidente

Richard Nixon, Alan Greenspan, reemplazó a Paul Volcker en la Reserva

Federal, luego de una serie de enfrentamientos del gigante funcionario con la

administración republicana respecto del manejo de las tasas de interés,

mientras que Nicholas Brady asumió el rol de secretario del Tesoro con la in-

tención de comprometer a Wall Street en un agresivo esquema de

refinanciamiento de la deuda, tras el fracaso del plan Baker.

El titular del Banco Central, Javier González Fraga, pensaba que el

país estaba en condiciones de sumarse en forma inmediata a este nuevo

proyecto, pero otros funcionarios, como Daniel Marx, opinaban que aún

restaban varias pruebas de amor antes de ilusionarse. El titular del Citicorp,

John Reed, dejó en claro la opinión de sus pares al afirmar que "a la Argentina

no le conviene ingresar al plan Brady porque involucra mecanismos de

mercado para los cuales el país no está preparado".

Sin este paraguas, Carballo se dispuso a iniciar en Nueva York un tibio

acercamiento al comité de acreedores, que seguía comandado por Bill Rhodes,

para ofrecerles un menú de reformas económicas pero no dinero.

—Vine para comenzar a dialogar pero no puedo prometerles ningún

pago —arrancó Carballo a la defensiva en su primera reunión.

—No se haga ningún problema; hoy es viernes, vuelva a Buenos Aires

para conseguir una autorización para pagar y el lunes a la mañana, después de

descansar el fin de semana, lo esperamos reunidos en este mismo lugar —le

respondió Rhodes con su habitual tranquilidad.

Pero Carballo no volvió a Nueva York porque el gobierno no estaba en

condiciones de salir del default.

Cuando Erman González pasó del Ministerio de Acción Social a

Economía, Carballo le pidió a Javier González Fraga, graduado con un diploma

de honor en la Universidad Católica Argentina (UCA), que se hiciera cargo de

Page 79: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

79

la negociación con el comité de acreedores. Ex asesor del Citibank, el Chase y

el Morgan, entre otras entidades, el presidente del Banco Central aceptó el reto

con profunda satisfacción. "Yo era un hombre de confianza para los bancos

extranjeros", se jactaba este economista.

El 20 mayo de 1990, el funcionario emprendió el mismo camino que

había transitado Carballo, pero realizó una escala previa en Washington, donde

Camdessus le advirtió que el programa con el organismo multilateral no podía

continuar si el equipo económico no ofrecía al menos un pago simbólico a sus

acreedores privados para reducir los atrasos por US$ 6.150 millones que se

habían acumulado en poco más de un año. Apresurados, González Fraga y

Marx viajaron a Nueva York para encontrarse en forma reservada con Rhodes.

—Yo reúno mañana mismo al comité de bancos si ustedes nos pagan

80 millones de dólares —ofreció el veterano ejecutivo del Citi.

—Voy a expresar el compromiso de pago en una carta si a cambio me

abren una puerta para volver a acordar con el Fondo —retrucó el titular del

BCRA.

—Para mí eso es suficiente; confío en vos porque te conozco desde

hace 20 años —concluyó Rhodes, conciliador, antes de levantar el teléfono

para comunicarle el acuerdo verbal a Camdessus.

Al día siguiente, las presiones periodísticas comenzaron: los bancos

exigían un primer pago de 100 millones y el Palacio de Hacienda

supuestamente sólo ofrecía US$ 20 millones. En el medio del puente, González

Fraga desautorizó una gestión del influyente titular del bloque justicialista de la

Cámara de Diputados, José Luis Manzano, ante el presidente del Citibank

Argentina, Richard Handley, para estirarse hasta 70 millones de dólares.

"Prefiero pagar 40 millones por mes en vez de 100 millones de una sola vez,

caer en la híper y no volver más", se defendió el economista a pesar de las

protestas de Rhodes y del presidente de la Reserva Federal de Nueva York,

Gerald Corrigan. En el 180° aniversario de la Revolución de Mayo, se conoció

la carta de González Fraga con el compromiso de reanudar el giro de divisas

pero sin especificar cifras. Por lo bajo, el subsecretario del Tesoro, David

Mulford, alentaba a los negociadores argentinos a no subir el piso de la cuota

mensual de pago hasta que no alcanzaran un acuerdo por el total de la deuda

externa pública, que ascendía a US$ 56.000 millones.

Page 80: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

80

Una década más tarde, cuando Menem dejaba el poder, la deuda

pública llegaba hasta US$ 121.876 millones, mientras que la desocupación

saltaba del 8,1% al 13,8% en el mismo período, con un pico del 18,4% en 1995

durante el "efecto tequila".

El 26 de mayo de 1990 el directorio del Fondo Monetario aprobó una

nueva carta de intención, que permitía liberar una serie de desembolsos por

US$ 1.400 millones a cambio de redoblar el ajuste fiscal, restringir al máximo el

otorgamiento de redescuentos a los bancos locales y avanzar en una reforma

al sistema previsional que incluyera la participación del sector privado. En

agosto la Argentina ya había realizado su tercer pago consecutivo al sistema

financiero internacional y, lentamente, se encaminaba a cumplir con los

requisitos para empezar a negociar su ingreso al Brady.

***

Erman González asumió la titularidad del Ministerio de Economía con

US$ 400 millones de reservas en el Banco Central y la resaca del cuarto

levantamiento militar, que había provocado trece muertes. El coronel Mohamed

Alí Seineldín se había sublevado en reclamo de la jefatura del Ejército que le

había prometido su ex aliado Carlos Menem y de los indultos que se

conocerían antes de fin de año en beneficio de las ex juntas de comandantes

condenadas en 1985, de sus camaradas carapintadas y de los líderes

montoneros.

A pesar de la desconfianza que se profesaban mutuamente, Cavallo y

González habían coincidido en recomendarle a Néstor Rapanelli en septiembre

de 1989 que, ya que había decidido reprogramar un vencimiento de letras del

Tesoro por la desconfianza del mercado, subiera la apuesta y congelara todos

los plazos fijos. El dólar oficial cotizaba a 1.200 australes y rondaba los 1.500

en el mercado paralelo. Pero Rapanelli se limitó a postergar el pago de las

letras para no enfrentar una tormenta que de todos modos sería inevitable a

partir de una nueva hiperinflación que volvió a sacudir al país en forma

inmediata.

En las filas del equipo económico nadie podía explicar qué había

ocurrido. "Había tres condiciones para que hubiera una hiperinflación: un

Page 81: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

81

gobierno débil, una gran base monetaria y pagos muy grandes en moneda

extranjera; ninguna de estas premisas se daba y sin embargo sufrimos la

híper", explicaría un integrante del equipo económico un tiempo después.

Al frente de la cartera económica desde el 18 de diciembre, González

tampoco se animaba a tomar la drástica decisión de alterar el plazo original de

devolución de los depósitos colocados en el sistema financiero y sólo anunció

la liberación de precios, el fin de las retenciones y la eliminación de las

restricciones a la compra de divisas. Nacía el Erman I, el primero de sus siete

planes en un año de gestión. "Procuramos vencer el tigre de la hiperinflación

que todavía está agazapado", se envalentonó este contador nacido en 1935.

Pero las medidas no convencieron a nadie y el último día del año, el

nuevo ministro de Economía se comunicó desesperado con Cavallo desde La

Rioja para buscar alguna solución de emergencia.

Dolorido por una reciente operación en la vesícula que le habían

realizado, el canciller se había trasladado a Córdoba para descansar con su

familia. Sin dudar, le recomendó a Erman que pusiera en práctica un proyecto

elaborado por Roque Fernández junto al economista Guillermo Calvo, que

proponía cambiarles a los ahorristas sus dólares por un bono de largo plazo

para eludir el estrangulamiento financiero que afectaba al sector público.

—Llamalo a Roque para que le explique el plan Bonex al presidente y

que Felipe Murolo y Carlos Sánchez armen el plan de convertibilidad —le dijo

el economista cordobés a su adversario interno.

Pero González no pudo rastrear a Fernández, que había partido a

América Central para realizar tareas de consultoría privada, y desechó la

posibilidad de convocar a Sánchez y Murolo, colaboradores de Cavallo, porque

prefería mantener un régimen de flotación sucia antes que repetir la mala

experiencia de anclaje cambiario que consumió a Rapanelli. Ante la

desorientación del ministro de Economía, Cavallo optó por dictarle a su hija

Sonia desde su lecho el discurso que al día siguiente González daría a conocer

en Buenos Aires. El Erman II incluyó el canje obligatorio de los plazos fijos

superiores a un millón de australes y de los títulos de la deuda interna por los

Bonex serie 1989, para presionar por una baja del dólar y de la inflación.

Luego, el ministro comenzó a disparar el resto de la batería de

anuncios: reducción del plazo de pago del IVA, corte del financiamiento del

Page 82: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

82

Tesoro a las empresas públicas, ingresos por privatizaciones, aumento de las

retenciones al agro, reducción del 25% en el gasto público burocrático e

intervención del BANADE, entre otras medidas de ajuste que permitieron

avanzar hacia un nuevo programa con el Fondo y comenzar a destrabar los

desembolsos que habían sido suspendidos a fines de 1989 por el

incumplimiento de metas. La inflación se demoró en bajar: ascendió al 80% en

el primer bimestre y al 95% en marzo, pero luego pareció estabilizarse durante

algunos meses. Entonado, González se animó a avanzar un paso más al lanzar

las primeras privatizaciones de la década menemista, aunque al mismo tiempo

cuidaba sus espaldas de la sombra de Cavallo y del veterano Alvaro Alsogaray.

***

"Pagar 40 millones por mes no tiene sentido. La estrategia oficial sobre

la deuda sólo permite que ésta se incremente en 11 millones por día mientras

seguimos pagando moneditas a los bancos; la deuda externa se está

manejando mal y esto es grave." El disparo verbal de Alsogaray apuntó sin

eufemismos contra la estrategia de Erman y González Fraga, pero no dio

resultado.

Ambos funcionarios aceptaban a regañadientes los desplantes públicos

del veterano fundador de la Unión del Centro Democrático (Ucedé), quien, tras

prometer el apoyo de su partido a Menem en una eventual segunda vuelta

electoral en los comicios de 1989, se convirtió en asesor presidencial en

materia de renegociación de la deuda. Orgulloso, el ingeniero aeronáutico, que

había actuado como ministro de Economía de Arturo Frondizi y José María

Guido, aclaró que su tarea consistía en ocuparse "de la parte gruesa de la

deuda, que suma US$ 40.000 millones y que está en manos de los bancos

comerciales".

La coalición política entre el justicialismo y la Ucedé, que en la Capital

Federal frustró la designación de Fernando de la Rúa como senador nacional,

le permitió al nuevo presidente sumar otro sello de credibilidad ante el

establishment a cambio de aceptar en otros importantes cargos oficiales al

resto de la conducción del partido de centroderecha, incluyendo a dos temibles

enemigas internas, María Julia Alsogaray y Adelina Dalesio de Viola.

Page 83: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

83

Alsogaray presidía un comité de supuestos "notables" que nunca fue

tomado en cuenta por los integrantes del equipo económico. González Fraga

se encargaba de visitarlo una vez por semana en su oficina en la calle

Riobamba del centro porteño para evitar que el veterano ex ministro redoblara

el tono de sus ataques públicos, pero su misión no resultó muy exitosa, ya que

cada vez que tuvo oportunidad el ingeniero cuestionó la tarea del titular del

Palacio de Hacienda. "La propuesta de Erman González sobre la deuda

externa es seguir funcionando dentro de los cauces establecidos y esa política

hasta ahora no nos ha dado resultados", declaró a mediados de 1990.

A pesar de sufrir el desprecio de una buena parte de los funcionarios

que rodeaban a Menem, el ex ministro de Frondizi y Guido no dejaba de

presentar ideas, como la cesantía de 200.000 empleados públicos y la

privatización de un grupo de cinco empresas estatales, cuyo valor

supuestamente rondaba los US$ 10.000 millones, para recibir como pago

títulos de la deuda externa con una quita que podía superar el 70 por ciento de

su valor nominal.

Erman no quería ni escucharlo, aunque tuvo que tolerar que su

heredera, María Julia Alsogaray, encabezara la privatización de ENTel y

SOMISA. La concesión de la empresa telefónica fue la primera en incluir el

mecanismo de capitalización que los acreedores reclamaban desde mediados

de los '80.

Los adjudicatarios aportaron US$ 214 millones de dólares al contado y

US$ 5.029 millones en títulos de la deuda a valor nominal, que, como cotizaban

a un 14 por ciento de su paridad en el mercado, sólo representaron un gasto

cercano a los US$ 700 millones.

Aunque siete grupos privados habían calificado para realizar su oferta,

sólo tres quedaron en pie luego de una serie de cambios registrados a último

momento en las condiciones legales: Telefónica de España, Bell South de

EE.UU. y STET-France Telecom. Si bien Telefónica ganó las dos zonas

licitadas —Norte y Sur—, Bell South pudo mejorar su propuesta porque el

pliego contemplaba dividir entre dos consorcios el manejo de ENTel. Sin

embargo, luego tuvo que ceder su lugar a STET-Telecom ante la imposibilidad

de obtener los títulos de la deuda requeridos para lograr la adjudicación a partir

Page 84: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

84

de la disputa que mantuvo con su socio financiero, el banco Manufacturers

Hannover.

El 15 de enero de 1991, totalmente desplazado, Alvaro Alsogaray

padre daría un paso al costado, mientras su hija —luego de posar para una

revista de actualidad vestida sólo con un tapado de piel y una camisa—

avanzaba en el círculo íntimo del poder, hasta llegar a encabezar una polémica

gestión en la Secretaría de Medio Ambiente que se destacó por su incumplible

promesa de limpiar el contaminado Riachuelo en mil días.

Pero Alsogaray padre no sería el único funcionario en salir eyectado

del gobierno durante el primer mes del año en el que Irak invadió Kuwait, ya

que luego de las protestas del gobierno norteamericano por dejar a la empresa

Bell Atlantic fuera del manejo de ENTel, el embajador Terence Todman hizo

estallar el escándalo conocido como el Swiftgate, por un presunto pedido de

coimas del cuñado y asesor del presidente, Emir Yoma, a la subsidiaria de la

Campbell Soup, destinado a acelerar un trámite de reducción arancelaria para

la importación de equipos industriales para su nueva fábrica.

Junto con Yoma, abandonaron sus sillas en el gabinete el poderoso

ministro de Obras Públicas, Roberto Dromi, y sus pares de Defensa, Humberto

Romero, y de Trabajo, Alberto Triaca.

Erman resistió sólo un par de semanas más hasta que tuvo que dejar el

cargo en manos de su enemigo íntimo, Domingo Cavallo, quien había

prometido un dólar a 12.000 australes. Fue entonces cuando el economista

riojano recordó que su predecesor, Néstor Rapanelli, le había advertido que

"mientras Cavallo esté en el gabinete, ningún ministro de Economía va a tener

estabilidad".

En su balance, Erman González se sentía orgulloso por haber logrado

una reducción de la deuda de US$ 1.000 millones con una serie de

operaciones de canje y por el inicio de la ronda de privatizaciones, aunque al

mismo tiempo durante su gestión el valor de la divisa norteamericana creció un

495% por ciento.

Luego de haberlo evitado en los primeros dos años de su mandato,

Menem finalmente se resignó a convocar a Cavallo para dirigir la economía

nacional durante un quinquenio en el que la deuda pública creció unos US$

35.000 millones, mientras las "joyas de la abuela" se vendían una por una.

Page 85: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

85

SEIS La era de la ilusión

Terrence Checki subía y bajaba sin pausa entre el segundo y el cuarto

piso del hotel Plaza Naco, en Santo Domingo, República Dominicana, con

mensajes cruzados entre la delegación argentina y los bancos acreedores.

A pesar de su estado de agotamiento, el funcionario de la Reserva

Federal de Nueva York estaba dispuesto a cumplir hasta el final con su rol de

mediador para que la Argentina se convirtiera en el quinto país latinoamericano

en ingresar al Brady, después de México, Costa Rica, Venezuela y Uruguay.

Checki había comenzado en 1983 a seguir los vaivenes de la tercera

economía latinoamericana, a partir de su incorporación al banco central más

importante de los Estados Unidos. Con una maestría en Negocios de la

Universidad de Columbia, ascendió todos los escalones del Fed en Nueva York

hasta que fue designado como vicepresidente ejecutivo del organismo oficial

para moni- torear la evolución de las economías emergentes.

Resulta difícil encontrar a algún ministro o negociador argentino de

primer nivel que no haya visitado durante las últimas dos décadas su amplio

despacho ubicado en el edificio de 33 Liberty Street en la zona de Wall Street.

Checki y el subsecretario del Tesoro, David Mulford, fueron los más

fieles ejecutores del proyecto de la administración Bush, que apuntaba a

refinanciar la deuda de las naciones subdesarrolladas por US$ 150.000

millones con los bancos, a un plazo de 17 a 30 años y con una quita en el

capital o en los intereses a cambio de una garantía similar a la suma

refinanciada.

El rostro más visible del programa era Nicholas Brady, ex presidente de

Dillon, Read & Co., senador nacional por Nueva Jersey y titular de la comisión

creada por Ronald Reagan para afrontar las consecuencias del crack financiero

de octubre de 1987 en Wall Street que, en un solo día, provocó pérdidas por un

billón de dólares, equivalente al 20% del valor total del mercado de acciones de

los Estados Unidos.

El 10 de marzo de 1989, Brady, uno de los economistas más

cuestionados como secretario del Tesoro de los EE.UU. por haber impulsado

Page 86: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

86

medidas que provocaron una importante desaceleración en el nivel de

actividad, lanzó su plan en una conferencia auspiciada por el prestigioso think

tank Brooking Institution.

En pocas frases, Brady resumió sus ambiciosos objetivos,

escasamente cumplidos con el paso del tiempo.

"Asegurar que los beneficios estén a disposición de cualquier nación

deudora que demuestre su compromiso con normas acertadas de política

económica; minimizar los cambios imprevistos que pongan en riesgo a los

gobiernos prestatarios y a sus contribuyentes; ofrecer mayores oportunidades

para transacciones voluntarias basadas en el mercado en lugar de una

centralización obligatoria de la reprogramación de la deuda; aprovechar mejor

el potencial de fuentes alternas de capital privado; y renovar las esperanzas del

pueblo y de los dirigentes de las naciones deudoras para que sus sacrificios

den lugar a una mayor prosperidad en el presente y a la posibilidad de un

futuro libre de la carga de la deuda."

La iniciativa entusiasmó a Terry Checki, un amable funcionario de bajo

perfil acostumbrado a lanzar frases cortas y tajantes, que tampoco demoró en

comprar las virtudes del plan de Convertibilidad lanzado por Domingo Cavallo

en 1991, a pesar de la desconfianza que predominaba en buena parte de sus

colegas en Wall Street y en Washington respecto de la fijación del tipo de

cambio luego de la hiperinflación.

El sendero de apertura económica elegido por el gobierno menemista,

bendecido con un crédito de facilidades extendidas del FMI por US$ 2.945

millones, parecía ser una condición suficiente como para permitirle su ingreso

al plan Brady con el objetivo de reestructurar US$ 28.800 millones de la deuda

con los bancos del exterior. A cambio, el país ofreció un bono cupón cero de

los Estados Unidos —que los inversores compran con descuento y que cobran

en forma completa en su fecha de vencimiento— como garantía, que fue

financiada con US$ 1.253 millones del FMI, US$ 872 millones del Banco

Mundial, US$ 475 millones del BID y US$ 400 millones del Eximbank japonés,

gestionados con el aval de Checki. Aunque ningún banco puso en duda el

derecho de la Argentina de formar parte de este nuevo experimento de las

finanzas internacionales, las discusiones entre los acreedores y los

negociadores oficiales respecto de las condiciones técnicas de la operación

Page 87: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

87

fueron feroces y sólo concluyeron el 7 de abril de 1992, cuando, vestido con un

traje negro, Checki ingresó al cuarto que ocupaban Daniel Marx, Horacio

Liendo y Rafael Iniesta, para dar su veredicto.

—Frenen acá porque no van a poder conseguir nada más de ellos.

"Ellos" eran los banqueros liderados por Bill Rhodes.

Los funcionarios acataron y el acuerdo se anunció al día siguiente. El

gobierno lograba una quita importante y los bancos se liberaban del enorme

peso que habían asumido hasta entonces con sus deudores, al repartir el

riesgo crediticio entre los "tenedores de bonos", un heterogéneo grupo de

inversores desparramado por el mundo que estaba compuesto por

empresarios, profesionales, amas de casa, estudiantes y obreros dispuestos a

obtener jugosos retornos.

De hecho, en 1991 los préstamos de la banca comercial representaban

el 56% del total de la deuda y los bonos el 2,8%, mientras que en 1999 el 56%

del pasivo soberano correspondía a los bonistas y solamente el 17% a los

aliviados bancos.

***

El 29 de enero de 1991 Horacio Liendo volvía de unas agradables

vacaciones en Chile y Bariloche, donde visitó a la familia de su esposa. Antes

de emprender el tramo final de su viaje, se detuvo a descansar en el hotel

Calfucurá de Santa Rosa, La Pampa, que evoca al cacique araucano que en

1872 convocó a las grandes tribus de la región para avanzar en forma

sorpresiva hacia Buenos Aires luego de proclamar: "Mis ojos son pocos para

mirar a tantas partes". Al regresar a su automóvil, Liendo alcanzó a leer en la

tapa de un matutino que Cavallo había sido designado como ministro de

Economía. Durante los 600 kilómetros que aún lo separaban de la Capital

Federal, el hijo del ex ministro del Interior de la dictadura no dejó de imaginar la

posibilidad de ser convocado por su viejo amigo para reflotar el proyecto de

convertibilidad que habían comenzado a discutir en Córdoba en febrero de

1989.

Durante aquel verano de furia económica y política, Liendo pensó en

sustituir el austral por una nueva moneda y fijar el tipo de cambio. Su fuente de

Page 88: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

88

inspiración fue Carlos Pellegrini, quien en un contexto de fuerte crisis

reemplazó como presidente a Miguel Juárez Celman, cuando el Banco

Nacional tuvo que suspender el pago de un préstamo a la banca Barings por 20

millones de libras, hasta que la Argentina recibió un crédito de 15 millones de

libras para salir del default, mientras se tomaban medidas para restringir la

emisión monetaria. Cuando se transformó en senador, Pellegrini defendió la

instrumentación del sistema de convertibilidad entre el oro y el peso en 1899,

para combatir la angustiante falta de ingreso de capitales.

Apenas estalló la hiperinflación de Alfonsín, Cavallo les adelantó a sus

colaboradores que Menem ganaría las elecciones presidenciales en mayo y

que el mandato de Alfonsín no pasaría del 8 de julio. Junto con Juan Llach,

Felipe Murolo, Ricardo Gutiérrez y, ocasionalmente, Ricardo López Murphy, se

debatió la iniciativa, aunque las conversaciones quedaron congeladas cuando

Menem eligió el plan de B&B para arrancar su gestión, hasta que el 28 de

enero de 1991 Cavallo accedió al cargo con el que tanto había soñado.

El domingo 15 de marzo Cavallo convocó a Liendo y a Llach para

reflotar el plan. Los tres discutieron durante una hora el nivel de la futura

paridad cambiaria. Llach quería que, antes de cambiar la moneda, el dólar

llegara a 11.000 australes mientras que Cavallo había pensado en mantener

una banda de flotación de 8.000 a 10.000. Después de una hora, Liendo intentó

cortar el debate con una curiosa anécdota:

—Alfonsín siempre tuvo un subconsciente hiperinflacionario porque

pensó que cada serie del austral debía imprimirse con el rostro de un

presidente diferente, empezando con Rivadavia; así que, cuando se llegara al

propio Alfonsín, ya hubiésemos volado por los aires. Como en ese camino

debía aparecer Carlos Pellegrini en el billete de 10.000, pensé que había que

dejarlo ahí, porque me inspiré en su figura para este plan.

Más preocupado en pensar cómo atraer inversiones para sostener el

tipo de cambio real que en el valor nominal de la moneda, Cavallo aceptó el

curioso argumento de Liendo y cinco días más tarde anunció "su" plan de

Convertibilidad. El Banco Central pasó a estar obligado a mantener la relación

entre las reservas y la base monetaria para sostener el precio de 10.000

australes por dólar, se suspendieron las cláusulas indexatorias de los contratos

Page 89: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

89

y el Poder Ejecutivo quedó facultado para un cambio de moneda que se

concretaría el Io de enero de 1992.

El 23 de marzo, Bill Rhodes llegó a Buenos Aires para intentar

persuadir a Cavallo de la necesidad de elevar el pago mensual a los bancos

por los intereses atrasados, que ya acumulaban US$ 7.000 millones.

El ministro le prometió estudiar el reclamo y, a cambio, le pidió que lo

acompañara a una conferencia de prensa para hablar supuestamente sobre la

marcha de las negociaciones con los acreedores privados. Apenas se

encendieron las cámaras y los grabadores, Rhodes no tuvo otra alternativa

más que apoyar el flamante plan económico "porque va a llevar a la Argentina

a una situación de orden en las finanzas públicas". La convertibilidad ganaba el

primer apoyo externo de peso en su primer día de vida.

***

Así como Cavallo y Menem se disputaron durante muchos años la

"paternidad" del plan de Convertibilidad, Horacio Liendo y Daniel Marx han

desarrollado la misma batalla en el campo verbal respecto del liderazgo de la

negociación del plan Brady.

Liendo, nacido en 1952, egresado del Liceo Militar y abogado, fue

elegido como subsecretario de Financiamiento en 1991. Apenas asumió, el

ministro Cavallo le pidió que discutiera el Brady codo a codo con Marx, el

representante argentino ante Washington que en 1974 se recibió de

economista en la Universidad de Buenos Aires (UBA), fue tesorero del Banco

Tornquist y miembro ejecutivo del Banco Río, antes de pasar a la función

pública en la era alfonsinista, para continuar junto con el menemismo.

Ambos juran haber encabezado en forma excluyente el deba-te con los

bancos acreedores, aunque en realidad cada uno cumplió un rol distinto:

Liendo conducía la negociación política y Marx los aspectos técnicos.

Desconfiaban entre sí, tanto que solían comentarle por separado a Cavallo los

avances y retrocesos de la negociación. En el medio se ubicaba Rafael Iniesta,

un director del BCRA ligado al peronismo, que actuó como elemento de

equilibrio y, a la vez, mantuvo informado al inquieto bloque oficialista de

Diputados que conducía el polémico José Luis Manzano.

Page 90: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

90

Luego del acuerdo, Liendo acusó a Marx de haber querido negociar

rápido sin discutir demasiado con los bancos y se jactó de haber obtenido

resultados que otros países no lograron.

Por su parte, Marx afirmó que sin sus contactos hubiera sido imposible

arribar a un final feliz y aclaró que la Argentina obtuvo algún beneficio adicional

en relación con México debido a la baja en las tasas internacionales registrada

entre el cierre de uno y otro acuerdo, más que por sus propios méritos.

A pesar de esta artillería cruzada, tanto uno como el otro enfrentaron

las resistencias de los bancos a realizar concesiones en el menú de bonos Par

y Discount que la Argentina ofreció para su Brady durante las discusiones que

se iniciaron en la sede del estudio jurídico Sherman & Sterling en Nueva York y

que culminaron en la capital de la República Dominicana.

En el caso del bono Par, que implicaba la reducción del servicio de la

deuda, los bancos pretendían fijar un interés del 6,75%, tal como ocurrió con

Uruguay, pero los negociadores lograron disminuirlo al 6%, porque la tasa en

cuestión cayó en los mercados internacionales.

En los Discount, basados en una quita del capital, se pidió un

descuento del 37,5%, pero se obtuvo un 35%, similar al porcentaje alcanzado

por México, superior al de Venezuela e inferior al de Uruguay.

Como contrapartida, el gobierno tuvo que acceder a aumentar de US$

40 millones a US$ 70 millones la cuota mensual del pago de intereses

atrasados a los bancos hasta la firma del acuerdo.

El 8 de abril a las cinco de la mañana se agotaron las diferencias,

cuando Checki ingresó al búnker de la misión argentina. Liendo regresó a su

hotel rápidamente ya que su mujer estaba preocupada por su larga ausencia,

mientras que Marx e Iniesta se quedaron despiertos una hora más para

redactar un comunicado de prensa que se daría a conocer a las nueve de ese

día.

Luego de escribir el punto final, Iniesta también partió a su habitación a

descansar hasta que un llamado telefónico lo sobre-saltó. Sin alcanzar a

despertarse por completo, el director del Central le confirmó a una radio

porteña que la negociación ya había concluido y, a los pocos minutos, todos

sabían que la Argentina había entrado al Brady.

Page 91: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

91

Los contratos del plan se suscribieron el 6 de diciembre de 1992 y

cuatro meses más tarde se realizó el canje de la deuda bancaria por los nuevos

bonos. Un 35% de los bancos optó por los Discount y el 65% restante por el

Par, con una quita efectiva en el capital del pasivo externo de US$ 2.555

millones. "El programa argentino garantiza una alta probabilidad de cumplir

adecuadamente con el esquema de pagos comprometido", exageró Cavallo

apenas selló el acuerdo con Rhodes. Cuando el ministro firmó el acuerdo del

Brady, estimó que los pasivos soberanos llegarían a US$ 60.000 millones ocho

años más tarde, aunque cumplido este plazo el peso de la deuda era de US$

128.000 millones.

Pero en 1992 todos los protagonistas vivían un clima festivo. "Me saco

el sombrero ante la política económica de Menem y la visión y la capacidad de

Cavallo para llevar adelante esta exitosa negociación con los bancos", se

entusiasmó David Mulford, quien fue condecorado por el gobierno argentino

con la Orden del Libertador General José de San Martín en reconocimiento a

su aporte a la negociación del Brady en 1993, cuando la deuda externa

equivalía al 30,6% del PBI, frente al 51,6% alcanzado seis años después.

Cavallo también recompensó a su propia tropa. Liendo fue designado

como secretario de Coordinación Legal, Técnica y Administrativa, mientras que

Marx fue ungido como subsecretario de Financiamiento. Su siguiente destino

profesional se concretaría a fines de 1994 en el sector privado, como director

ejecutivo del fondo de inversiones Darby Overseas, creado, justamente, por

Nicholas Brady. En defensa propia, Marx argumentó que Brady no era un

acreedor de la Argentina y que, por el contrario, el objetivo de Darby Overseas

era invertir en América latina. "No me pasé del otro lado del mostrador", se

justificó el hábil negociador ante quien quisiera escuchar sus particulares

razones.

***

Juan José Llach, el otro vértice del corazón cavallista, huele diferente

del resto de los economistas. Tal vez, porque antes de estudiar Ciencias

Económicas en la UBA se recibió de sociólogo en la Universidad Católica

Argentina (UCA). En 1978, Cavallo le ofreció ser investigador en el Instituto de

Page 92: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

92

Estudios Económicos sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (IEERAL)

que pertenecía a la Fundación Mediterránea, fundada en Córdoba por 34

empresas. Veinte años más tarde le presentó a Liendo y a Ricardo Gutiérrez

para conformar la delantera del equipo que disfrutaría y desaprovecharía los

años más abundantes de la convertibilidad.

Cuando era secretario general de la gobernación de Córdoba en el

régimen militar en 1969, Gutiérrez contrató como asesores a Domingo Cavallo,

recién casado con Sonia Abrazian, a Humberto Petrei y a Aldo Dadone, quien

un cuarto de siglo más tarde se transformaría en el talón de Aquiles del

poderoso ministro al avalar, como director del Banco Nación, un contrato

informático con la empresa IBM que contenía un fuerte sobreprecio.

A principios de 1991 los roles se invirtieron: Cavallo convocó a

Gutiérrez como su asesor para preparar la Ley de Administración Financiera,

hasta que en junio asumió como secretario de Hacienda cuando Saúl Bouer

renunció para ocuparse full time de la intendencia porteña en reemplazo del

prontuariado Carlos Grosso.

Liendo, Gutiérrez en Hacienda y Llach en Programación Económica se

transformaron en los hombres de mayor confianza del titular del Palacio de

Hacienda.

A diferencia de lo que ocurrió en su tortuoso paso por la cartera

económica en el año 2001, durante su primera gestión el ministro no retaceaba

la información calificada a sus más íntimos colaboradores y los dejaba que

trabajaran entre sí, aunque los contactos con el poder político debían

canalizarse a través de su inmensa figura.

El ministro tampoco permitía que sus subordinados se quejaran

demasiado por la suba del gasto público, que saltó de $ 66.067 millones a $

82.419 millones entre 1991 y 1995 en términos consolidados. Para la

posteridad, Cavallo explicó que el incremento se produjo por el reconocimiento

de deudas previas registradas con los jubilados y las provincias, pero en

privado sus colaboradores admitieron que, cuando la economía crecía sin

freno, no fueron capaces de impulsar una política anticíclica que permitiera

resguardar al menos una porción de los ingresos fiscales nacionales originados

por las privatizaciones.

Page 93: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

93

Gutiérrez se lamentó porque sólo después del "efecto tequila" el equipo

económico comprendió la necesidad de preservar los recursos públicos para

las épocas de crisis, aunque "ya era demasiado tarde porque nos estábamos

yendo", mientras que Llach jura haber amagado varias veces con su renuncia

por la mala conducta fiscal del gobierno. Tal vez una de las discusiones más

vio-lentas que mantuvo el secretario de Programación Económica y

viceministro se desarrolló a principios de abril de 1994, en vísperas de la

elección de constituyentes convocada para la reforma constitucional, cuando el

fuerte idilio entre el peronismo y el radicalismo impedía divisar los nubarrones

que acechaban la economía.

Como Cavallo no podía contenerlo, le recomendó que discutiera el

asunto con Menem. De inmediato, el funcionario se dirigió con gran ímpetu a

advertirle al primer mandatario que si el Ejecutivo no comenzaba a controlar

sus cuentas "todo se iría al cuerno", ya que una crisis fiscal en la convertibilidad

forzaría a una devaluación muy traumática. Con la misma calma de siempre, el

presidente le prometió que "haría todo lo posible para bajar el gasto". Al poco

tiempo Llach comprendió que el jefe de Estado le había mentido, pero decidió

seguir en su cargo, por esa mezcla de cierta ingenuidad y omnipotencia que

lleva a algunos funcionarios a pensar que es mejor quedarse para dar batalla

antes que renunciar por sus principios.

Con el paso del tiempo, el economista con fuertes raíces cristianas

confesaría que el equipo de Cavallo tuvo tanta responsabilidad en el

incremento del déficit fiscal como los protagonistas de la era "ortodoxa" de

Roque Fernández. De hecho, entre 1993 y 1996 el gobierno pasó de un

superávit del 2% a un déficit del 4%.

Además, el equipo económico reconoció el impacto negativo generado

sobre las cuentas públicas por dos medicinas fabricadas en su propio

laboratorio: la reforma previsional y la baja en los aportes laborales, que, entre

1994 y 2001, le restaron al Estado una recaudación de $ 70.000 millones. Al no

desarrollarse una estrategia agresiva para reducir el déficit, este tremendo

agujero fiscal se cubrió con más deuda, tomada, en buena medida, entre las

administradoras de fondos de jubilaciones y pensiones (AFJP), que fueron

creadas a partir de la modificación en el sistema de seguridad social.

Page 94: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

94

Cavallo estaba dispuesto a cumplir con una parte de las recetas

formuladas desde el exterior, pero no era un convencido de la necesidad de

reforzar las medidas de austeridad, aun cuando la convertibilidad exige un

"chaleco" fiscal mucho más ajustado que un sistema con tipo de cambio

flexible, habilitado para financiar el déficit con emisión monetaria. No se lo

permitían ni sus convicciones, ni su tozudez, ni su proyecto para transformarse

en un líder político con el apoyo de los gobernadores peronistas.

El cuarto ministro de Economía del gobierno menemista, nacido en

1946 en la ciudad cordobesa de San Francisco y doctora-do en Harvard,

disfrutaba de su etapa más dulce apenas lanzó la convertibilidad.

El diario The Wall Street Journal afirmaba que "Cavallo, de 44 años, es

realmente ministro de Economía pero muchos le dicen primer ministro". En

1992 las revistas Latín Finance y Euromoney lo declararon "hombre del año" y

"ministro de Finanzas del año", respectivamente; la inflación minorista cayó de

1343,9% anual en 1990 al 0,1% en 1995; el PBI creció un 8,9% en 1991, 8,7%

en 1992, 6% en 1993 y 7,4% en 1994.

Pero, en paralelo, otros desagradables indicadores también exhibieron

un contundente ascenso: la tasa de desocupación del 7% al 17,2% y la brecha

de ingresos entre el 10% de la población más rica y el 10% más pobre se estiró

de 12 a 22 veces. A fines de 2002, la diferencia se alargó a 38 veces.

Desde el canje del Brady hasta la renuncia del ministro, el índice de

pobreza pasó del 18% al 26% y el nivel de indigencia del 3,6% al 7%.

Pero durante su luna de miel con el poder el "superministro" sólo

estaba focalizado en cumplir con sus objetivos, sin reparar en los daños

colaterales provocados por el programa económico.

Mientras se negociaba el Brady, Cavallo pretendía avanzar en forma

simultánea con las privatizaciones, aunque sus colaboradores le recomendaran

esperar a firmar el acuerdo con los bancos antes de continuar en el espinoso

camino de la venta de las empresas públicas.

"Cavallo pensaba que no había tiempo y en realidad tenía razón",

admitió un negociador argentino.

El titular del Palacio de Hacienda pretendía aprovechar al máximo el

crédito político que le habían otorgado por la convertibilidad y buscó concentrar

Page 95: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

95

la suma del poder público al hacerse cargo de todas las privatizaciones

pendientes.

Además, la absurda ineficiencia y el alto costo fiscal generado por las

empresas estatales brindaban un contexto ideal para llevar adelante este

proceso casi sin oposición.

Luego de la venta de ENTel, la telefónica estatal, Aerolíneas

Argentinas fue la siguiente concesión importante al sector privado, a cambio de

US$ 130 millones en efectivo —que luego se pagaron con títulos— y US$

1.610 millones en bonos, a un valor efectivo de US$ 322 millones, que no

fueron desembolsados en su totalidad debido a los conflictos surgidos durante

este patético proceso de venta, en el que, según afirmó el legislador

demoprogresista Alberto Natale, ex presidente de la Comisión Bicameral de la

Reforma del Estado, "se terminó negociando con un solo oferente, cuya

composición como grupo societario cambiaba todos los días".

Para que el presidente no dudara de su vocación, Cavallo afirmó

públicamente que las transferencias de ENTel y Aerolíneas Argentinas, a cargo

de Erman, María Julia y Roberto Dromi, estaban "mal hechas". Luego, el resto

de las empresas se vendió de acuerdo con su voluntad.

Las privatizaciones generaron por US$ 23.849 millones durante toda la

década, US$ 19.422 millones para el Estado nacional y US$ 4.427 millones

para las provincias, aportados en un 77% en efectivo, un 3% en fideicomisos y

el 20% restante con títulos públicos, que a partir de 1992 comenzaron a perder

peso como forma de pago. Los años más dulces fueron 1992 y 1993, con

ingresos por US$ 5.496 millones y US$ 5.456 millones, respectivamente.

El 39% del total de la recaudación correspondió al rubro petrolero,

seguido por la energía eléctrica con 25%, comunicaciones con 13%, gas con

12% y transporte con 3%, entre otros. El 67% de los fondos que ingresaron por

las privatizaciones fue de origen extranjero, con un piso del 44% en 1991 y un

techo del 97% en 1999.

España fue el principal capitalista en el proceso privatizador con un

42%, seguido por EE.UU. con 26%, Chile con 10%, Francia con 7%, Italia con

6%, y el restante 9% se dividió entre otros países más cautos.

A mediados de 1993 se realizó la oferta pública por la petrolera YPF,

que reportó US$ 3.040 millones en efectivo y unos US$ 885 millones en títulos,

Page 96: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

96

a cambio de hacerse cargo de pasivos previos a la privatización por unos US$

8.540 millones con organismos multilaterales y bancos comerciales. Además, el

gobierno absorbió US$ 1.760 millones de ENTel, US$ 4.446 millones de

SEGBA, US$ 1.713 millones de Gas del Estado y US$ 1.500 millones de

Hidronor.

En total, el Estado nacional se quedó con unos US$ 15.000 millones de

deudas antes de transferir sus empresas al sector privado, con la intención de

atraer más oferentes.

Al asumir estos compromisos, el Estado se resignaba a recibir menos

recursos en términos netos, a cambio de la gratificación de deshacerse de un

grupo de compañías que le habían generado cuantiosas pérdidas al fisco.

***

Orgulloso, Cavallo reivindicó el marco regulatorio y la transparencia

que supuestamente caracterizaron a estas concesiones, donde en general se

asociaron un operador extranjero experto en el sector, un grupo empresarial

nacional y un banco encargado de aportar los títulos para la deuda. Pero sus

adversarios en el gabinete lo acusaron de crear monopolios privados y de

asegurarles subsidios y rentas extraordinarias a los concesionarios, entre los

que participaban empresas locales que fueron beneficiadas por partida doble,

con la estatización de su pasivo externo a principios de los '80 y con la

capitalización de activos públicos a cambio de títulos baratos de la deuda

pública una década después.

La desidia y la discrecionalidad del sector público fueron su-plantadas

por la pretensión lógica de los concesionarios particulares de incrementar la

eficiencia de los servicios adquiridos para obtener mayores utilidades.

Empresas que antes succionaban fondos al Tesoro nacional

comenzaron a generar ingresos, que irresponsablemente fueron utilizados por

el gobierno para financiar el gasto corriente en lugar de preservarse para la

crisis.

A cambio, los nuevos operadores lograron la salida de interesantes

sumas de dinero a sus casas matrices. Entre 1992 y 1999, las compañías

Page 97: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

97

privatizadas pasaron de girar al exterior utilidades y dividendos por US$ 1.400

millones a US$ 3.100 millones.

Para realizar inversiones que, en la mayoría de los casos, generaron

una mejora en la calidad de los servicios, las privatizadas se endeudaron

fuertemente en los mercados internacionales. De hecho, el 43% de la deuda

externa privada de la década pasada corresponde a préstamos tomados por

los nuevos concesionarios, que a su vez pagaron US$ 5.830 millones en

concepto de intereses a sus acreedores. Como contrapartida, su rentabilidad

anual pasó del 4% en 1992 al 12% en 1997.

El consenso de Washington encontraba en Cavallo a uno de sus

alumnos más aplicados. Nada ni nadie parecía poder detenerlo, hasta que

México estalló en pedazos.

***

La Navidad de 1994 recibió a Domingo Cavallo de vacaciones en la

atractiva isla caribeña de Barbados, famosa por sus 130 kilómetros de playa,

sus palmeras, sus 140 iglesias y 1.600 puestos para beber ron en forma

desenfrenada.

El ministro pretendía relajarse durante una semana junto con su

esposa en la ex colonia británica, luego de sufrir algunos serios

cuestionamientos por haber abandonado tres meses antes el acuerdo que

mantenía con el Fondo Monetario.

El 26 de septiembre, Cavallo había anunciado que el país ya no

debería "recurrir al FMI" para recibir nuevos desembolsos del programa de

facilidades extendidas.

Ese año, la Argentina pagó ese año US$ 5.000 millones en intereses

de la deuda al exterior, frente a US$ 7.000 millones en 1996 y a US$ 11.000

millones en 1999.

En una conferencia de prensa, acompañado por Llach y Gutiérrez, el

titular del Palacio de Hacienda se dio el gusto de recomendarle con un tono

paternal al organismo que conducía Michel Camdessus que utilizara el dinero

correspondiente a la Argentina para ayudar a "Rusia o a los países del sudeste

Page 98: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

98

asiático", ya que el gobierno nacional podía desenvolverse sin problemas en el

mercado financiero.

"La Argentina ya no necesita el andador", guapeó el presiden-te

Menem, en plena carrera hacia su reelección.

Desde octubre de 1991, cuando se realizó la primera colocación de una

euroletra por US$ 100 millones con un sobrecosto de 587 puntos básicos sobre

el rendimiento de los bonos del Tesoro de EE.UU., hasta la ruptura con el FMI,

cuando la sobretasa cayó a 220 puntos, el país obtuvo unos US$ 4.000

millones en forma voluntaria, sobre la base de sus reformas económicas y de la

gran abundancia que los mercados emergentes volvieron a disfrutar luego de

una década de sequía.

Al igual que en los inicios de su gestión, cuando echó a los técnicos del

Fondo porque le habían sugerido que mantuviera las antipáticas retenciones a

la exportación, en plena etapa de crecimiento Cavallo tampoco estaba

dispuesto a ceder ante los planteos del organismo para aplicar un mayor

ajuste.

Con el fin de conservar las apariencias, el ministro explicó que los

desembolsos pendientes se congelaban, pero que el acuerdo "seguía en pie".

De inmediato, logró arrancarle una tibia aclaración a Camdessus, destinada a

evitar el pánico en los mercados. "La Argentina puede volar con sus propias

alas; el ejercicio fiscal de 1994 concluirá casi en equilibrio, después de un

desliz entre julio y octubre", señaló el ejecutivo de origen francés con su

habitual tono diplomático.

El Fondo continuaría con su vigilancia, de lejos.

Pero el 20 de diciembre todos los integrantes del equipo eco-nómico

quedaron paralizados cuando el flamante gobierno mexicano devaluó el peso

un 15% frente al dólar, ante la imposibilidad de sostener el sistema de bandas

cambiarías que se había mantenido en pie durante seis años con suaves

retoques a la moneda local.

Si bien el nuevo presidente, Ernesto Zedillo Ponce de León, integró la

cuestionada administración de Carlos Salinas de Gortari como secretario de

Programación y Presupuesto, al asumir la jefatura de Estado buscó demostrar

una imagen de ruptura con las peores prácticas del Partido Revolucionario

Institucional (PRI), que gobernaba el país desde principios del siglo XX.

Page 99: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

99

Los intentos de este tecnócrata de escaso carisma estaban

condenados al fracaso, a pesar de contar con el respaldo del Tratado de Libre

Comercio que México había firmado un año antes con los Estados Unidos y

Canadá. Los inversores ya habían degustado durante demasiado tiempo el

sabroso rendimiento de los Tesobonos mexicanos, y la profunda crisis política

generada por el levantamiento zapatista en Chiapas y por los asesinatos del

dirigente oficialista José Antonio Ruiz Massieu y del candidato presidencial Luis

Colosio fue la excusa perfecta para emprender la retirada.

Con una deuda de US$ 139.818 millones de dólares, las reservas

internacionales se esfumaron en poco más de un mes y el gigante

hispanoamericano quedó, luego de cuatro devaluaciones consecutivas,

nuevamente al borde del default.

Tan sólo dos meses antes, la agencia Standard & Poor's inauguraba la

larga serie de pronósticos fallidos de las calificadoras de riesgo internacional, al

asignarles a dos emisiones mexicanas la nota AA, muy cerca de la perfección

(AAA), que permite obtener crédito a un costo reducido.

Cavallo intentó calmar a sus colaboradores antes de viajar hacia el

Caribe y logró que Llach partiera a su balneario favorito, Quequén, en la costa

atlántica bonaerense.

Pero el secretario de Programación Económica no pudo con sus

nervios y el 28 de diciembre volvió a Buenos Aires para reunirse con Gutiérrez

e interrumpirle el descanso al ministro. "Hay que volver al FMI", le rogó Llach a

su jefe, quien decidió trasladarse de urgencia a Nueva York para reunirse con

los bancos acreedores con un solo mensaje: "La Argentina no es México".

Sin embargo, los funcionarios del Ministerio de Economía

comprendieron que el mercado voluntario de capitales quedaría cerrado para

toda la región durante el "tequila", efecto agravado por las maniobras

especulativas del joven trader británico Nicholas Leeson, que dejaron al

principal banco de inversión para mercados emergentes, Barings, al borde de

la quiebra. La deuda externa de América latina se ubicaba en US$ 534.000

millones a fines de 1994, unos US$ 200.000 millones más que durante la crisis

de 1982.

Apenas arribó a Manhattan el 29 de diciembre, Cavallo comenzó una

serie de encuentros con los principales ejecutivos de Wall Street. Sus primeros

Page 100: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

100

anfitriones fueron el presidente de la Reserva Federal, William McDonough, y el

titular del JP Morgan, Douglas Sandy Warner, quien estaba acompañado por

su joven asistente argentino, Alfonso Prat Gay, futuro presidente del Banco

Central de la República Argentina.

Los inversores internacionales sospechaban que, si México había

devaluado luego de sus elecciones, la Argentina era la próxima candidata a

abandonar su sistema de cambio fijo una vez que dejara atrás su propio

cambio de gobierno en mayo de 1995. A pesar de las diferencias, ambos

países compartían un peligroso déficit en la cuenta corriente.

El consejo desde la Reserva Federal de Nueva York fue contundente:

"Si quieren ayuda, háganse las víctimas".

Mientras el ministro intentaba seducir a los acreedores en EE.UU.,

Llach enfrentaba una misión igualmente difícil en Buenos Aires para explicarle

a Menem que había que aplicar un ajuste del 20% sobre el gasto público para

recuperar el apoyo del FMI.

En pocos días, el porcentaje se redujo a la mitad y el gobierno anunció

un recorte fiscal de US$ 1.000 millones que permitió volver a un acuerdo con

los organismos de crédito.

"No importa que estemos en una campaña electoral en este momento,

porque lo importante es defender los intereses de la Argentina", aclaró Menem.

Llach volvió a disgustarse con el presidente, sobre todo por-que dos

meses después el Palacio de Hacienda se vio obligado a impulsar la suba del

impuesto al valor agregado (IVA) del 18% al 21%, una medida que se aprobó

en el Congreso Nacional el mismo día de la muerte de Carlos Menem júnior,

para compensar con nuevos recursos tributarios la decisión política de dejar el

ajuste a mitad de camino.

***

En Washington el hombre que había triunfado en la primera guerra del

Golfo, George Bush, perdió las elecciones de 1992 luego de una desacertada

política económica que favoreció al candidato presidencial demócrata Bill

Clinton. "Es la economía, estúpido" fue la simbólica frase utilizada por el

Page 101: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

101

gobernador de Arkansas para terminar con 12 años consecutivos de mandatos

republicanos.

Luego de contar en sus primeros dos años con el ex senador texano

Lloyd Bentsen como secretario del Tesoro, el joven y carismático jefe de la

Casa Blanca giró hacia una estrategia más contundente para reducir el déficit

fiscal y expandir el mercado de capitales.

El dúo indicado para este cambio combinaba la experiencia de Wall

Street y la sabiduría del claustro académico. Robert Rubin, de Goldman Sachs,

sería el nuevo secretario del Tesoro y Lawrence Summers, de la Universidad

de Harvard, su subsecretario. Pero el debut de los funcionarios no resultó

sencillo, ya que a los pocos meses comenzó el "efecto tequila".

El desconcierto inicial generado por la crisis mexicana se transformó en

temor en la capital de los EE.UU., cuando la Reserva Federal pronosticó que

una caída severa del país vecino podía provocar una recesión del 2% en los

EE.UU.

El presidente del organismo, Alan Greenspan, tuvo que dejar de lado

su resistencia inicial a brindar una ayuda directa al gobierno de Zedillo y se

sumó a la propuesta de Rubin y Summers de negociar el apoyo del Congreso

para obtener US$ 40.000 millones que evitaran el default. Los principales

líderes del Poder Legislativo les dejaron en claro a los funcionarios que en un

año electoral el proyecto no podía aprobarse, aunque brindaron su

consentimiento tácito para que el Tesoro utilizara recursos del Fondo de

Estabilización Cambiaria por US$ 20.000 millones, que luego se redujeron a

US$ 12.000 millones. Con el aporte del Banco Internacional de Pagos de

Basilea, del FMI y de los bancos multilaterales, se redondeó un paquete de

US$ 38.000 millones que permitió apagar el incendio.

Pero en la Argentina el fuego continuaba, incluso puertas adentro del

equipo económico, con peleas sobre el enfoque adecuado para enfrentar la

crisis entre el ministro Cavallo y el presidente del BCRA, Roque Fernández,

quien el 2 de enero de 1995 se atrevió a sentenciar que la tormenta ya había

pasado de largo.

Sin embargo, entre la primera devaluación mexicana y el 22 de marzo

de 1995, se produjo una caída de US$ 7.200 millones en los depósitos en

moneda extranjera.

Page 102: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

102

En público, Cavallo elogiaba sin medias tintas a Fernández. "El Banco

Central hizo una política excelente", afirmaba. Pero puertas adentro del Palacio

de Hacienda el "Mingo" creía que Fernández subestimaba la importancia de la

crisis y que no cumplía con una adecuada supervisión del sistema financiero

local. A su vez, el titular del Banco Central y su poderoso vicepresidente, Pedro

Pou, pensaban que el ministro no quería pagar el costo político de cerrar

bancos y que el origen del problema era fiscal.

La conducción del Central eligió una política de sintonía fina, que

comenzó con una red de seguridad financiada con un encaje adicional del 2%

para enfrentar los problemas de iliquidez de los bancos con US$ 800 millones

otorgados en redescuentos. Las medidas no detuvieron la fuga de capitales, y

el ministro decidió que el manejo de la crítica situación quedara a cargo de su

fiel Horacio Liendo.

A principios de marzo el abogado sacudió al mercado cuando impulsó

una reforma en la carta orgánica del Banco Central que autorizaba a la entidad

a solventar al sistema financiero. Con la cabeza puesta en la convertibilidad de

Hong Kong, Liendo consideraba que los bancos debían contar con un

capitalista "de último recurso". Su siguiente propuesta fue la creación de dos

fondos fiduciarios para financiar el ajuste, que desembocó en el cierre de

cuarenta bancos y la privatización de cinco entidades públicas provinciales en

menos de un año. Los 205 bancos que poblaban el sistema en 1995 se habían

reducido a 113 en el año 2000.

En forma paralela, Cavallo oficializaba el nuevo plan de ajuste, que

incluía la baja de salarios, la suba del IVA y nuevas privatizaciones en el sector

energético, a cambio de un paquete de asistencia de US$ 2.400 millones del

FMI, US$ 1.300 millones del Banco Mundial y US$ 1.000 millones del BID.

En el sector privado, Cavallo negociaría con el apoyo de Rhodes y

Checki el denominado "Bono Patriótico", que, junto con un préstamo con los

bancos, aportó otros US$ 2.000 millones.

A fines de junio de 1995, luego de una caída del 20% en los depósitos

desde el inicio del "tequila", se detuvo la fuga, aunque la economía se

encaminaba a sufrir una recesión del 2,8%, con un nivel de desempleo del

17,5% y una deuda de 98.547 millones de dólares.

Page 103: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

103

"Dios nos libre y nos guarde si estas crisis nos hubieran encontrado

con Alfonsín, con José Bordón o con Horacio Massaccesi en el poder", se

ufanó Cavallo, al referirse a los oponentes electorales de "su" presidente.

El ministro había logrado evitar que la corrida contra el peso tuviera

éxito, pero su poder comenzaba a menguar, en forma irremediable.

***

Domingo Cavallo siempre pensó que el ex presidente Carlos Menem le

tenía terror a Alfredo Yabrán, el hombre que apareció muerto en extrañas

circunstancias en una finca entrerriana el 20 de mayo de 1998, luego de ser

acusado y perseguido como supuesto responsable intelectual del crimen del

fotógrafo José Luis Cabezas, de la revista Noticias. Para algunos Menem

sospechaba que el canoso empresario podría haber tenido alguna vinculación

con la "logística" local de los atentados terroristas cometidos contra la

embajada de Israel, la AMIA y con la muerte de su propio hijo.

Como Yabrán estaba ampliamente conectado con el entorno

menemista, el presidente eligió mantener su lealtad con él antes de darle la

razón a su ministro de Economía, quizá por temor a sufrir nuevas represalias.

Pero más allá de las especulaciones, los principales colaboradores de la

primera gestión de Cavallo reconocen que la presentación del ministro de

Economía ante el Congreso el 23 de agosto de 1995, para denunciar que

"Yabrán lidera grupos mafiosos", marcó el fin de la influencia del ministro. "Las

cosas nunca fueron iguales desde entonces; nos destrataban, nos pateaban los

proyectos en el Congreso y no se recompuso su relación con el poder político.

En conversaciones privadas discutimos si valía la pena jugar toda la suerte de

la política económica por un tema así", confesaría un estrecho colaborador del

ministro perteneciente al ala económica. Hasta aquel entonces, Cavallo era un

elemento de peso en la reforma estructural del gobierno. Pero cuando Alfonsín

reingresó en escena en los jardines de Olivos, el cavallismo quedó al margen

de los planes del poder, deslegitimado por el affaire IBM-Banco Nación, que

involucró a uno de los colaboradores del ministro, Aldo Dadone. Según la mano

derecha de Cavallo, con esta denuncia —que también se cobró la cabeza del

Page 104: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

104

menemista Juan Carlos Cattaneo— el equipo económico perdió su aura de

honestidad y quedó moralmente diezmado para enfrentar nuevas batallas.

Asegurada la reelección, el presidente comprendió que la influencia del

ministro de Economía podía opacar su segundo mandato y decidió relevarlo.

El mundo financiero contuvo la respiración hasta que, tras recibir varias

negativas, Menem eligió a un insospechado sucesor que se jactaría durante

toda su gestión de hacer política económica "en piloto automático", mientras el

gasto público, la sobrevaluación del peso y la deuda externa no dejaban de

crecer.

Page 105: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

105

SIETE Soñar en dólares

Carlos Menem se sentía un jugador muy importante en la arena política

internacional.

Durante su mandato la Argentina se había llevado una buena parte de

los aplausos de la comunidad financiera, aunque desde 1994 casi no había

avanzado en las reformas estructurales pendientes que tanto reclamaban

desde el exterior.

El mandatario se había sobrepuesto a la muerte de su hijo, a la crisis

del "efecto tequila", a la renuncia de Cavallo y a las innumerables denuncias de

corrupción en contra de su círculo más íntimo. Por todas estas razones, a

principios de 1999 mantenía vivo el sueño de postularse para una segunda

reelección, pese a la fuerte oposición de los partidos que integraban la Alianza,

el radicalismo y el Frepaso, y de su propio ex vicepresidente, enemigo íntimo y

aspirante a sucederlo, Eduardo Duhalde.

Aliado incondicional de EE.UU., Menem sabía que en Washington

podía hablar sin tapujos de sus anhelos más íntimos como la "re-reelección",

sobre todo en la Blair House, la residencia para los mandatarios extranjeros

invitados de la Casa Blanca, ubicada en la avenida Pennsylvania, donde

intentaron asesinar al presidente Harry Truman en 1953.

El 13 de enero de 1999, a las 7 de la mañana, el presidente compartía

un desayuno con su amigo, el titular del FMI, Michel Camdessus; su par del

BID, Enrique Iglesias; el secretario del Tesoro, Robert Rubin; el ministro Roque

Fernández, el delegado argentino ante el Fondo, Guillermo Zocalli, y el titular

de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), Carlos Silvani.

Acompañado por David Lipton, uno de sus subsecretarios, Rubin había

conversado por primera vez a fondo con Menem en una conferencia sobre

lavado de dinero desarrollada en Buenos Aires en 1995, en pleno "efecto

tequila".

En aquel entonces, aún no había culminado el escándalo provocado

por las denuncias de blanqueo de fondos del narcotráfico que llevaba adelante

Page 106: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

106

la Justicia española contra su cuñada, Amira Yoma, debido a sus presuntas

conexiones con Monzer Al Kassar, el sirio acusado de tráfico de armas que

recibió un pasa-porte argentino en un trámite demasiado expeditivo.

El secretario del Tesoro no quedó muy convencido de las virtudes del

presidente argentino, aunque se conformó con su promesa de ser "un buen

amigo de los Estados Unidos" en las cuestiones referidas al lavado y a otras

asignaturas de la política internacional, tal como lo había demostrado al

desmantelar el proyecto del misil Cóndor que tanto molestaba a Washington.

Cuatro años más tarde, Menem y Rubin volverían a encontrarse en otro

contexto de crisis financiera regional, ya que desde octubre de 1998 Brasil sólo

pagaba sus deudas gracias al respirador artificial que le había facilitado el FMI

por expreso pedido del Tesoro de EE.UU., luego de haber perdido en 60 días

unos US$ 30.000 millones en reservas, a pesar de la negativa expresa de

Europa de otorgarle asistencia a menos que se produjera una fuerte

devaluación del real.

Rubin y el director ejecutivo del FMI, Stanley Fischer, pensaban que un

nuevo default brasileño gatillaría el temido "efecto contagio", tan citado en la

literatura económica, que —sin diferenciar entre los fundamentos económicos

de uno u otro país— derramaría la recesión primero entre las naciones

emergentes y luego en casi todo el resto del mundo.

Tras un breve intercambio de palabras amigables, Rubin rompió la

armonía del desayuno con una pregunta:

—Señor presidente, quisiera saber si usted muy sinceramente piensa

que Brasil puede llegar a devaluar el real.

Menem ni siquiera se esforzó en consultar con su mirada a Roque y le

respondió:

—Eso no puede ocurrir de ningún modo.

Golpeado por la sucesión de las crisis de México, Asia y Rusia, el

funcionario norteamericano se atrevió a retrucar a su invitado:

—Bueno, hechos inesperados pueden ocurrir de un momento a otro.

Dos horas más tarde, el gobierno de Fernando Henrique Cardoso

anunciaba una devaluación cercana al 9%, luego de cinco años de estabilidad

cambiaria.

Page 107: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

107

Paradójicamente, el encargado de darle el golpe de gracia a la suave

banda de corrección cambiaria fue el flamante gobernador de Minas Gerais y

ex presidente brasileño, Itamar Franco, quien en 1994 había gestado el plan

Real para combatir la inflación con un tipo de cambio fijo implementado por

Cardoso como ministro de Hacienda.

Cuando el 7 de enero el gobernador del estado mineiro anunció que no

podía pagar una parte de su deuda de US$ 15.000 millones, los inversores

internacionales se preguntaron si el gobierno no federal no marchaba hacia una

moratoria. Con el correr de los días, el Banco Central del Brasil amplió la banda

cambiaria en primer término y luego dejó flotar el dólar ante la fuerte corrida

contra el real, que en dos semanas se devaluaría en un 74 por ciento.

La decisión de la principal economía sudamericana asestaba un duro

golpe a la convertibilidad argentina, que, si bien sobrevivió otros tres años,

desde entonces nunca pudo abandonar su destino de agonía.

Menem no podía soportar este acto de supuesta traición de Cardoso y,

cuando jugaba al golf en un campo de Austin, Texas, con sus amigos los Bush,

el ex y el futuro presidente, tramó la revancha, mientras su ministro de

Economía se refugiaba en la casa de una de sus hijas en Nueva York.

En público, el líder peronista amagó con esconder su ira.

"Nosotros vamos a mantener este modelo que pusimos en marcha en

1989, no vamos a devaluar; hay reservas en el Banco Central más que

suficientes para resolver cualquier situación de emergencia. Lo de Brasil

técnicamente no es una devaluación, es una variación de la banda cambiaria

que trajo como consecuencia una devaluación de algo más del ocho por

ciento", disimuló. La poción mágica apareció en el viaje de regreso a Buenos

Aires, cuando su fiel secretario general, Alberto Kohan, le reveló que una parte

del equipo económico analizaba en secreto desde hacía un tiempo atrás la

alternativa de la dolarización.

Durante el vuelo, Menem descansó un buen rato y luego convocó a

Carlos Silvani para dialogar a solas. Después de conversar sobre algunas

cuestiones familiares poco relevantes, el presidente le preguntó su opinión

sobre la respuesta que debía dar la Argentina ante la devaluación brasileña.

Temerario, Silvani se animó a aconsejarle la misma receta:

Page 108: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

108

—Yo creo que hay que dolarizar, aunque esto debería hablarlo con

Roque —se atajó el hombre encargado de recaudar impuestos, que había

trabajado durante muchos años en el Fondo Monetario.

Sin consultarlo con nadie, ni siquiera con su ministro de Economía,

apenas tocó suelo nacional Menem propuso, desafiante, que toda América

marchara "rápidamente hacia una moneda única".

***

El sueño de la dolarización apareció en la cabeza de Pablo Guidotti

mucho tiempo antes de la debacle brasileña.

Durante el "tequila", cuando Guidotti se desempeñaba como director y

Roque Fernández como presidente del Banco Central, ambos analizaron la

posibilidad de despojarse completamente de la moneda nacional, para evitar el

impacto negativo provocado por las corridas cambiarías sobre los flujos de

capitales.

Guidotti, doctorado en Economía en la Universidad de Chicago en

1985, sostenía que la tasa que pagaba el país por los bonos en dólares

reflejaba un riesgo implícito de devaluación que quedaría eliminado a través de

un tratado monetario con los Estados Unidos.

Con el 93% de la deuda denominada en dólar y la mayoría de los

ingresos en pesos, una depreciación de la moneda generaría un gran riesgo de

default por parte del gobierno nacional, según el economista. Pero si la

Argentina, que ya había resignado una buena parte de su autonomía monetaria

con la convertibilidad, se decidía a dolarizar su economía, lograría una

reducción de 100 o 200 puntos básicos en el Emerging Markets Basic Index-

Argentina (EMBI-Ar) elaborado por el banco de inversión JP Morgan sobre la

base del rendimiento de los títulos soberanos.

Los beneficios teóricos de la iniciativa parecían claros: caída en la

inflación, en las tasas de interés y en el costo de las transacciones financieras.

Temeroso de aparecer como el destructor del plan de Convertibilidad

del ministro Cavallo, el presidente del Central no le prestó demasiada atención

a su colaborador, a pesar de que en los EE.UU. algunos funcionarios

importantes también pensaron en el mismo remedio para la Argentina.

Page 109: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

109

Dos años después, cuando la deuda pública ascendía a US$ 101.100

millones, Roque era ministro de Economía y Pablo era secretario de Hacienda,

viceministro y encargado de imaginar el programa económico poscavallista.

Con todas estas medallas, Guidotti discutió su idea en forma reservada

con Fischer y Lawrence Summers en los cónclaves del Grupo de los 22, que

reúne a un conjunto de países desarrollados y en desarrollo.

Fischer creía que la dolarización no era una solución para un país que

había perdido competitividad en sus exportaciones. Con el objetivo de controlar

la inflación, la convertibilidad había provocado un considerable atraso en el tipo

de cambio real, que mide el valor de la moneda local frente a otras divisas.

Si la posibilidad de flexibilizar la convertibilidad parecía peligrosa, la

alternativa de dolarizar resultaba peor para el director ejecutivo del Fondo

Monetario nacido en Zambia en 1943 y doctorado en el Massachusetts Institute

of Technology (MIT), quien representaba los intereses de la administración

demócrata en el organismo multilateral de crédito.

Summers, en cambio, tenía sensaciones contrapuestas cuan-do

dialogaba con Guidotti. Por un lado, recordaba sus papers a favor de la

dolarización cuando se desempeñó como economista en jefe del Banco

Mundial —el mismo cargo que Fischer ocupó antes de ingresar al FMI— y le

agradaba pensar que la Argentina fuera un caso testigo para que luego el resto

de América latina se plegara a la divisa más fuerte del mundo. Por el otro,

reconocía que la distancia entre ambas economías era abismal como para

lograr una exitosa integración efectiva en pocos años y sin riesgos. Un país tan

inestable como la Argentina podía sufrir una crisis de su deuda aun con

dolarización, razonaba el subsecretario del Tesoro.

Sin embargo, tanto Summers como algunos funcionarios de la Reserva

Federal, entre ellos la mujer que secundó a Alan Greenspan durante tres años,

Alice Rivlin, accedieron a debatir técnicamente tres aspectos pesados del

posible acuerdo con Guidotti y con el economista Andrew Powell del BCRA: la

supervisión de los bancos argentinos, el rol de prestamista de última instancia y

la pérdida del señoreaje, unos US$ 800 millones que el país recibía

anualmente por la emisión de billetes y que se esfumarían con la adopción del

dólar como moneda única. Los primeros dos temas quedaron rápidamente en

el olvido, ya que la Reserva Federal no se planteaba asumir semejante

Page 110: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

110

responsabilidad. En cuanto al señoreaje, se estudió la forma de compensar a la

Argentina con alguna línea del Tesoro o de los bancos privados. Guidotti creía

que si el gobierno recibía estos US$ 800 millones, podía utilizarlos para buscar

financiamiento "triple A" en el mercado, sin ningún riesgo, y obtener unos US$

10.000 millones que respaldaran la base monetaria.

El parco funcionario norteamericano masticó la idea y volvió a debatirla

en París en 1998, durante la asamblea anual del Banco Interamericano de

Desarrollo (BID), con Guidotti; el ministro Roque Fernández; el nuevo titular del

Banco Central, Pedro Pou; el subsecretario de Financiamiento, Miguel Kiguel, y

el joven jefe de asesores de Hacienda, Nicolás Dujovne.

Luego de la tormenta del sudeste asiático —y con las nubes colocadas

cerca de Rusia— los funcionarios argentinos le explicaron a Summers que un

acuerdo bilateral sería una traba para que el gobierno evitara caer en la

tentación del pecado de la devaluación que había seducido a otros países

emergentes.

El subsecretario del Tesoro respiró hondo y les explicó que la

negociación sólo podía tomar vuelo si el gobierno argentino solicitaba el

matrimonio monetario en forma oficial.

"Mientras tanto, entiendan que no podemos meternos y, más aún, si

nos preguntan algo debemos expresarnos en contra de la idea", remató.

De hecho, cuando el senador republicano Connie Mack, de Florida,

presentó un proyecto en la Cámara alta de su país para impulsar que los

países que dolarizaran recibieran una parte del señoreaje, el Tesoro le bajó el

pulgar, a pesar de toda la ilusión de Guidotti y sus muchachos.

***

Aunque el viceministro se concentró en los detalles técnicos de la

propuesta, no dejaba de pensar en la importancia de otorgarle un buen soporte

político, ya que el tratado sólo podía tener éxito si gozaba de la ratificación

parlamentaria de ambos países.

El funcionario no sólo tenía temor por los habituales cambios abruptos

en las reglas de juego de la política argentina, sino también por la posible

influencia de la política exterior norteamericana sobre el área monetaria.

Page 111: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

111

Guidotti recordaba que Panamá, el primer país latinoamericano en

dolarizar su economía en forma unilateral, había sufrido el abrupto corte del

envío de los billetes norteamericanos cuando el gobierno de George Bush

decidió arrancar del poder por la fuerza en 1989 al presidente Manuel Noriega,

un ex aliado incondicional de la CIA que terminó preso en el estado de Florida

acusado de narcotráfico.

Apenas se separó de Colombia en 1904, Panamá adoptó el dólar como

su moneda y en 1970, luego del conflicto del canal y de un golpe de Estado, se

convirtió en un atractivo centro financiero off shore, con una inflación más leve

que sus vecinos, pero sin evitar el sabor amargo de un default.

Años más tarde, cuando Menem y Guidotti ya habían dejado el

gobierno, en un contexto inestable Ecuador fue el segundo país de la región en

dar un paso similar en marzo de 2000, para intentar reducir sus galopantes

precios. Si bien Jamil Mahuad, el presidente que impulsó la desaparición del

sucre luego de una devaluación del 197%, fue derrocado por un grupo de

coroneles e indígenas, su sucesor, Gustavo Noboa, continuó con la misma

política económica y logró reducir la inflación del 90% en 2000 al 40% un año

después.

En paralelo, el gobierno salvadoreño de Francisco Flores se sumaba al

pelotón dolarizador con la intención de transformarse en otra meca para las

inversiones extranjeras en condiciones macroeconómicas más favorables que

sus vecinos, luego de obtener una curiosa bendición de Larry Summers.

"Yo creía que El Salvador era una república bananera más como otras

naciones de Centroamérica; después me puse a estudiar los informes

económicos sobre el estado de la economía de su país y ahora puedo

advertirles que, si me lo piden, tienen todo mi apoyo para que se dolaricen",

afirmó sin ruborizarse el funcionario de la administración Clinton ante las

autoridades económicas del castigado país centroamericano.

Pero cuando Menem hizo pública su propuesta, Estados Unidos reiteró

su oposición a firmar un tratado de integración. Desesperado, el presidente

aceptó la idea de avanzar en un plan de dolarización unilateral que le había

soplado al oído Pedro Pou y que Fernández y Guidotti rechazaban en forma

rotunda por considerar que no generaría la baja del riesgo país deseada.

Page 112: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

112

Con un gran sentido de la obediencia política, en una semana el titular

del Banco Central preparó un informe para exponer ante el gabinete nacional y

abandonó su habitual bajo perfil para comentarlo en una conferencia de

prensa.

"Ahora tenemos unos próceres en los billetes, pasaríamos a tener

otros", simplificó Pou. Con su habitual voz ronca y su escasa cintura política, el

funcionario sostuvo que la convertibilidad no había logrado una confianza ciega

y que el país debía resignarse a aceptar su pertenencia a la zona de influencia

del dólar, aunque el gobierno norteamericano se hiciera el distraído.

Junto con el embajador ante los Estados Unidos, Diego Guelar, el

funcionario peregrinó por los mismos despachos de Washington que había

frecuentado Guidotti previamente, aunque con menos suerte. Los técnicos

norteamericanos estaban espantados, sobre todo, por la presencia de aquel

poco riguroso embajador.

Por lo bajo, Fernández y Guidotti desautorizaron estas gestiones,

porque creían que, a tan pocos meses de las elecciones, un gobierno que

comenzaba a preparar su retirada no podía iniciar semejante cambio de política

monetaria, sobre todo ante el fuerte rechazo expresado por la mayoría de los

partidos políticos.

"Lo que se interpreta afuera del país es que el gobierno no tiene mucha

confianza en su propia moneda y en el esquema monetario que tiene

montado", afirmó el economista justicialista Roberto Lavagna, futuro ministro de

Economía de los gobiernos de Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner.

Pero tal vez el más dolido de todos fue el padre del plan

antiinflacionario lanzado en 1991. "El gobierno no debe tratar de imponer la

dolarización en forma compulsiva, porque la Ley de Convertibilidad prevé que

se haga en forma voluntaria", sentenció Domingo Cavallo.

Tres años después de su renuncia, el ex ministro de Economía creía

que Roque Fernández había desaprovechado en 1997 una valiosa oportunidad

para dejar flotar el tipo de cambio, aunque el FMI pensaba que el timing ideal

hubiera sido entre 1993 y 1994, en plena etapa de crecimiento y reformas.

A pesar de los múltiples cuestionamientos recibidos, Menem no se dio

por vencido y, en una reunión de gabinete, le pidió a su ministro que avanzara

con el proyecto de dolarización unilateral.

Page 113: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

113

—Presidente, hay un factor difícil de anticipar, que es la reacción de la

gente a cobrar billetes con la cara de Washington en vez de la de San Martín

—le advirtió el tímido economista cordobés escudado en sus anteojos.

—Vos probá con pagarles a los empleados del Ministerio de Economía

en dólares para ver cómo reaccionan y después hablamos —le respondió

Menem, provocando risas en el resto de los ministros.

Roque se resignó a sufrir la broma y Menem a dejar el sillón de

Rivadavia sin haber podido consumar su venganza contra Brasil.

***

Roque Fernández nunca se sintió demasiado a gusto como titular del

Ministerio de Economía.

Cuando Menem tomó la decisión de deshacerse de Cavallo, luego de

obtener la reelección en mayo de 1995, comenzó una discreta ronda de

contactos, liderada por su estratega político y primer jefe de Gabinete, Eduardo

Bauzá, para sondear la reacción del poder económico nacional y extranjero

ante el eventual reemplazo del superministro de Economía.

Las señales que recibió el delegado del presidente fueron claras:

Cavallo ya no era una pieza vital para mantener la estabilidad, pero cualquier

cambio de piezas debía esperar hasta que se despejara la tormenta del

"tequila". Lentamente, el mercado fue tanteado hasta que reaccionó en forma

positiva a la posibilidad de un cambio en el Palacio de Hacienda.

"En realidad los inversores estaban cansados de Cavallo por-que en

sus giras por el exterior hacía promesas sobre el crecimiento y la baja del

déficit que ya no se cumplían", admitió uno de los banqueros consultados

durante aquellos meses de zozobra.

En julio de 1996, cuando el vínculo con el superministro ya estaba

totalmente quebrado, el jefe de Estado decidió que debía actuar para darle un

nuevo perfil a su segundo mandato.

Sin dudar, Bauzá sondeó al ex ministro Roberto Alemann, quien ya se

había negado a reemplazar a Javier González Fraga en el Banco Central cinco

años antes. "Le agradezco, pero la última vez que me hice cargo del Ministerio

de Economía me inventaron una guerra y no estoy dispuesto a repetir esa

Page 114: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

114

desagradable experiencia", lo despachó el veterano economista liberal, todavía

sensibilizado por el recuerdo de su convulsionada gestión durante el conflicto

bélico por las Malvinas en la penúltima etapa de la dictadura militar.

Bauzá se dirigió entonces al ronco hincha fanático del Club Atlanta,

Miguel Ángel Broda, un consultor polémico de la city porteña. Como la mayoría

de sus colegas, Broda aspiraba a transformarse en algún momento en ministro,

pero sucederlo a Cavallo no parecía ser la mejor opción para concretar su

sueño. Para disfrazar su negativa con exigencias, Broda impuso como

condición que el Congreso bendijera su nombramiento y pidió quince días para

su designación.

El tercero en la lista era Fernández, otro economista cordobés nacido

en abril de 1947, que logró su doctorado en Chicago a los 28 años y que luego

fue docente, asesor de empresas y de los organismos internacionales hasta

que desembarcó en el Banco Central de la mano del segundo ministro de

Economía del régimen menemista, Néstor Rapanelli.

Fernández no quiso saber nada cuando le ofrecieron ocupar el sillón

que dejaba su coterráneo y propuso para el cargo a Pou, con quien compartía

la propiedad de algunos campos en el interior del país y, junto con Carlos

Rodríguez, la paternidad del Centro de Estudios Macroeconómicos de la

Argentina (CEMA), de raíces liberales y fundado en 1978.

Pou, ingeniero agrónomo y ministro de Economía de la gobernación

militar bonaerense encabezada por el empresario Jorge Aguado en 1981,

declinó "por razones personales" y a Roque no le quedó otra alternativa más

que aceptar.

El primer consejo se lo dio su amigo Carlos Rodríguez, al recomendarle

que formara un "consejo consultivo de lujo" integrado con otros economistas,

como Guillermo Calvo, recibido en la Universidad de Yale y famoso por prever

la crisis que derivó en el "efecto tequila".

La segunda recomendación fue la del titular de la filial de un banco

norteamericano radicado en el país: "Salgan a defender el prestigio que tienen

para que no se los lleven puestos", les advirtió. Además de designar a Guidotti

en Hacienda, a Rodríguez como jefe de asesores y a Kiguel en Financiamiento,

el tímido ministro ungió a Eugenio Pendás, superintendente de bancos durante

el "tequila", en Programación Económica; a su cuñado Julio Cáceres como

Page 115: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

115

secretario de Coordinación, y al ambicioso joven Rogelio Frigerio, nieto del

hombre fuerte de Arturo Frondizi, en la Subsecretaría de Relación con las

Provincias para manejar el vínculo con los gobernadores peronistas.

"Mi equipo era excelente y yo no tuve que poner nada de materia gris;

sólo me dedicaba a buscar consenso político", se enorgullecería Fernández al

regresar a la tranquilidad del claustro docente del CEMA.

Aunque Guidotti, Pendás y Cáceres manejaban el Palacio de

Hacienda, el ministro estaba enamorado de la agenda temática de su asesora

preferida, Carola Pessino, otra egresada de Chicago, que se encargó de la

Secretaría de Equidad Fiscal de la Jefatura de Gabinete de Ministros.

A diferencia de Cavallo, Roque no ejercía un rol paternalista sobre los

miembros de su gabinete, quienes comenzaron a desertar, uno por uno. Calvo,

Rodríguez y Pendás —que pasó a Obras Públicas— se fueron con diferentes

excusas, mientras que Pessino quedó relegada tras pelearse con el ministro de

Trabajo, Armando Caro Figueroa, por la reforma laboral y con Frigerio (n.) por

la coparticipación federal.

La salida de Rodríguez fue la que más alivió al poder político, harto de

las provocativas y continuas declaraciones públicas de este liberal fanático

también egresado con un Ph. D. de Chicago.

A pesar de estos cambios de figuras, el equipo nunca abandonó la

estrategia de manejar la política económica con la menor cantidad de

sobresaltos y paquetazos posibles, para contrastar con la hiperquinética

gestión cavallista.

La exacerbada tranquilidad los llevó a definirse como integrantes de

una gestión en "piloto automático". El ministro se tomó tan en serio esta actitud

que hasta en las giras más complicadas para visitar inversores en el exterior,

mantuvo su curiosa costumbre de desaparecer durante uno o dos días para

atender su pasión por el campo, como cuando dejó la reunión del Foro

Económico Mundial que se desarrollaba en Nueva York para disfrutar de una

feria de granjeros en Wisconsin o cuando se trasladó a Iowa para asistir a un

curso sobre trasplantes embrionarios.

***

Page 116: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

116

Mientras el viceministro discutía ideas, el subsecretario de

Financiamiento, Miguel Kiguel, se ocupaba de seducir inversores en todo el

mundo para lograr la mayor cantidad posible de fondos.

Kiguel dividía su tiempo en negociar con los bancos de inversión —

ávidos por lograr altos retornos en un mercado emergente que había eliminado

toda traba al movimiento de capitales— y en persuadir a las principales

calificadoras de riesgo, Standard & Poor's y Moody's, para que le otorgaran al

país la mejor nota posible.

Cuando el banco Morgan Stanley le propuso la emisión de un bono a

100 años, Kiguel la rechazó al considerar que la tasa era demasiado alta, ya

que soñaba graduar al país en un plazo de cinco años con la nota "triple A".

A diferencia de su sucesor, Daniel Marx, Kiguel buscó aprovechar las

"ventanas" que le abría el mercado internacional, sin establecer fechas fijas

para la colocación de títulos. Marx, en cambio, pensaba que si los inversores

conocían las reglas de juego financieras de antemano, el país podría lograr una

reducción en las tasas de interés, aunque a su turno el contexto político-

económico local no favoreció sus planes.

En todo caso, Kiguel parece haberse arrepentido de no haber

desarrollado más instrumentos de captación de fondos en pesos puertas

adentro del país, para evitar los sofocones registrados cada vez que se

cerraban las compuertas del mercado en el exterior.

Sin embargo, en 1997 parecía difícil pensar en un horizonte de crisis.

Luego de la recesión del 2,9% en 1995, la economía creció un 5,5% en 1996 y

un 8,1% un año después.

La mayoría de los economistas estaba más preocupada por el excesivo

"recalentamiento" en el nivel de actividad y su impacto sobre el déficit de la

cuenta corriente, que por la excesiva dependencia del plan de Convertibilidad

respecto del ingreso de capitales. El entusiasmo con la Argentina, según el

nostálgico recuerdo de un veterano banquero, era "fenomenal" en 1997,

cuando se colocaron títulos por US$ 9.272 millones con un costo adicional de

261 puntos básicos sobre el rendimiento que pagaban los bonos del Tesoro de

los Estados Unidos.

Page 117: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

117

Los inversores norteamericanos aparecían muy receptivos para

comprar bonos largos y, más cautos, sus pares europeos optaban por

instrumentos de mediano plazo.

Tal vez esta euforia llevó al ministro Roque Fernández a pronosticar

que la crisis del sudeste asiático, iniciada a partir del derrumbe del bath

tailandés a principios de julio de 1997, sólo duraría "un par de semanas", sin

generar ningún efecto de contagio sobre América latina.

A pesar de sus diferencias, la mayoría de los países en desarrollo del

Extremo Oriente se derrumbó tras haber alimentado una espeluznante burbuja

especulativa en el sector privado a través del mercado internacional de

capitales, al que algunos de sus líderes, como el presidente malayo Mahatir

Mohamad, luego culparon por la crisis. Bancos locales poco sólidos, precios

absurda-mente altos en el sector inmobiliario y sistemas con tipo "de cambio

fijo, terminaron de conformar el cuadro del desastre que afectó a los pujantes

"tigres asiáticos". Tailandia, Malasia, Filipinas, Singapur e Indonesia fueron

obligadas a devaluar, sin piedad.

El Banco Central de Tailandia había mantenido una tasa fija de cambio

cercana a 25 bath por dólar durante más de una década en la que el reinado

con las playas más famosas de la región alcanzó tasas de crecimiento anual

del 9%, motorizado por las inversiones extranjeras y, en particular, de origen

japonés.

Luego de experimentar un aumento anual del 19% en las

exportaciones durante la primera parte de los '90, la competitividad tailandesa

comenzó a sufrir un fuerte freno a partir de 1995, cuando el dólar comenzó a

apreciarse frente al resto de las monedas fuertes del mundo.

Sin embargo, las tasas de interés locales permanecieron en un nivel

altamente sabroso como para lograr atraer más "dinero caliente" que

cualquiera de sus vecinos.

En mayo de 1997, ante un panorama de alto riesgo financiero, basado

en un importante nivel de déficit en la cuenta corriente, el Fondo Monetario

intentó persuadir al gobierno de efectuar una devaluación del 10% al 15% del

bath, pero no lo logró.

Cuando los fondos de cobertura y los inversores locales comenzaron a

huir en masa, obligaron al gobierno tailandés a ceder, a cambio de un paquete

Page 118: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

118

de asistencia internacional por US$ 17.000 millones para recuperar reservas y

poder sostener la depreciada moneda local con más energía.

El resultado inicial del salvataje no resultó muy halagador y el bath

cayó hasta 56 por dólar a principios de 1998, cuando la rupia indonesia se

cotizaba a 15.000, tras sufrir una caída del 85% en un semestre. A pesar de

recibir una ayuda de US$ 33.000 millones en noviembre de 1997, la economía

de Indonesia sufriría una recesión del 14%, mientras el régimen de Suharto se

desintegraba luego de 26 años en el poder, hasta colapsar en mayo de 1998,

en un contexto de aguda violencia social.

En paralelo, Corea del Sur pedía auxilio al FMI, semanas después de

que el organismo multilateral asegurara que no había motivos para pensar que

la industrializada economía asiática pudiera sufrir del "efecto contagio".

Con 45 millones de habitantes, la Corea de Kim Young Sam registró

tasas de crecimiento del 8,4% en 1994, 9% en 1995 y 7,1% en 1996. Los

chaebols, tradicionales conglomerados industriales entrelazados con el poder

político que motorizaban la economía surcoreana, habían sido los destinatarios

predilectos de los préstamos del frágil sistema financiero, hasta que quebraron

en cadena. A su turno, el nuevo presidente elegido en los comicios del 18 de

diciembre de 1997, Kim Dae Jung, también recibiría su propio rescate de

Navidad por US$ 55.000 millones. Sin embargo, el anuncio de la ayuda

internacional fue insuficiente como para frenar el derrape del won y el

estratégico aliado de los Estados Unidos en el este asiático quedó al borde del

default, ya que los inversores comprendieron que los plazos previstos para

desembolsar el rescate no "calzaban" con los vencimientos de la deuda.

El "Comité para Salvar al Mundo", tal como la revista Times definió a

Rubin, Summers y Greenspan, emprendió una agresiva estrategia para que los

bancos que le habían prestado a Corea aplazaran vencimientos de corto plazo

por US$ 22.000 millones.

La administración demócrata se tomó un respiro luego de frenar esta

catarata de crisis financieras, que no llegaron a desestabilizar a la valiosa

convertibilidad de Hong Kong a pesar de una fuerte corrida sufrida a fines de

1997, cuando la ex colonia británica recién volvía a ser parte de China.

Pero la calma financiera sería efímera, ya que en paralelo la economía

de la Rusia poscomunista comenzaba a exhibir profundas grietas, a partir de

Page 119: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

119

caóticos cambios políticos, un déficit fiscal anual del 8% desde 1996, una fuerte

caída en los términos de intercambio y en la confianza de los inversores. A

mediados de julio de 1998, el gobierno de Boris Yeltsin recibió un préstamo de

US$ 22.500 millones para frenar la fuga de capitales, pero su efecto fue nulo.

En los treinta días que siguieron al anuncio del crédito del organismo

que conducía Michel Camdessus, la bolsa de Moscú cayó un 48% y el 17 de

agosto, el gobierno anunció una fuerte devaluación del rublo y la

reestructuración de los pagos de su deuda pública. Aunque la situación

comenzó a estabilizarse a partir de septiembre, el FMI recibió duros

cuestionamientos cuando trascendió que una buena parte de sus desembolsos

habían caído en el gran agujero negro de la economía rusa, denominado el

"Chernobyl financiero", en referencia a la trágica explosión de la central nuclear

de Ucrania ubicada a 700 kilómetros de Moscú, que el 24 de abril de 1986

causó la muerte inmediata de 31 personas y la contaminación de miles de

seres humanos en toda la región.

Mientras tanto, en Occidente, otro "Chernobyl" estaba a punto de

estallar. El Long Term Capital Management, un hedge fund de Connecticut que

contaba con el asesoramiento de dos economistas ganadores del Premio

Nobel, había quedado mortalmente herido por el terremoto ocurrido en los

mercados emergentes, luego de haber gozado de un meteórico crecimiento

que le permitió obtener una ganancia de US$ 2.100 millones en 1996.

Con un capital que había rozado los US$ 7.000 millones, LTCM logró

mágicos rendimientos del 40% anual para sus inversores, que incluían desde

fondos de Wall Street hasta amas de casa y estudiantes norteamericanos.

Cuando Rusia blanqueó su default, se encendió la luz de alarma en el Tesoro y

en la Reserva Federal ya que, tras haber perdido unos US$ 6.000 millones de

su capital, el fondo de cobertura no estaba en condiciones de seguir

cumpliendo con sus compromisos.

Si el LTCM se desplomaba, el "efecto manada" observado en el mundo

emergente se trasladaría en pocos días al corazón financiero de los Estados

Unidos y obligaría a suspender por un tiempo las operaciones de

comercialización de los bonos norteamericanos, con consecuencias nefastas

sobre la estabilidad global.

Page 120: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

120

Una vez más, el "Comité" unió sus poderes durante una agitada

semana para que las principales entidades de Nueva York reunieran

milagrosamente US$ 4.000 millones el 23 de septiembre de 1998. Sin

embargo, la resaca sucesiva de crisis y operaciones de rescate dejó al

descubierto la debilidad de los gobiernos y la ineficacia del FMI para combatir

los virulentos ataques especulativos del mercado de capitales.

***

Mientras Rubin y Greenspan quemaban todas sus energías para evitar

que se concretara la peor pesadilla financiera de Occidente, el equipo de

Roque Fernández actuó con gran celeridad para preservar la tranquilidad

fronteras adentro del país.

Rápido de reflejos, Kiguel viajó a Washington con el objetivo de cubrir

un importante bache de financiamiento que ya no podría pavimentarse en el

mercado voluntario.

Con la valiosa colaboración de la directora del Departamento de

Proyectos Financieros del Banco Mundial, Nina Shapiro, el subsecretario de

Financiamiento logró que la Argentina fuera la primera nación en recibir

asistencia internacional luego del default ruso. "Les ganamos de mano a todos

y dejamos casi sin plata a Colombia, que llegó después que nosotros", se jactó

el amable funcionario argentino que antes había trabajado en el banco

multilateral.

Aunque los inversores anticipaban que las próximas víctimas del

mundo emergente serían Brasil y la Argentina, Kiguel diseñó un original

esquema que combinaba una serie de préstamos con un bono Global por US$

1.500 millones, garantizado con US$ 250 millones del Banco Mundial, para que

el país pudiera cerrar su brecha al menos durante un semestre. Tan sólo en el

último trimestre de 1998, el gobierno requería unos US$ 2.000 millones para

cumplir con sus compromisos financieros.

A esa altura del año, la suerte del Brasil también dependía

exclusivamente de los préstamos "preventivos" de la comunidad internacional.

Page 121: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

121

El presidente del banco, James Wolfensohn, pareció entender mejor

que otros funcionarios en Washington el peligro de una nueva ronda de

cesaciones de pago en la región.

"El mundo no puede soportar una crisis en América latina; si eso

sucede, tendrá efecto no sólo sobre los países emergentes, sino también sobre

los desarrollados", sostuvo el banquero nacido en Australia.

El 16 de septiembre de 1998, con la deuda externa ubicada en US$

140.884 millones y el pasivo público en US$ 109.376 millones, el viceministro

Pablo Guidotti se dio el gusto de anunciar que el país estaba en condiciones de

acceder a unos US$ 5.700 millones, divididos entre US$ 3.000 millones del

Banco Mundial, US$ 1.500 millones del BID y US$ 1.200 millones de las

administradoras de fondos de jubilaciones y pensiones (AFJP).

Del total de la deuda soberana, US$ 78.541 millones correspondían a

bonos, US$ 16.470 millones a los organismos multilaterales, US$ 7.201

millones a otros gobiernos y solamente US$ 3.494 millones a la banca

comercial.

"Esta asistencia le facilitará al país cerrar sus compromisos hasta el

primer trimestre de 1999 sin tocar los US$ 2.800 millones del programa con el

Fondo Monetario Internacional (FMI), que quedará como una contingencia",

precisó Guidotti con la intención de contrarrestar las fuertes operaciones de

especulación en contra del peso.

A partir de abril se necesitarían otros US$ 10.400 millones para sellar

las necesidades financieras de 1999.

Las aguas parecieron calmarse hasta que en diciembre de 1998 el

auditor chileno Tomás Reichmann, del Departamento del Hemisferio Occidental

del FMI, advirtió que la Argentina se quedaría sin la cobertura del acuerdo de

facilidades extendidas vigente si el Congreso Nacional no aprobaba una ley

para modificar el sistema de distribución de recursos entre la Nación y las

provincias de la flamante reforma impositiva, con el objetivo de garantizar una

reducción de los aportes patronales.

Guidotti amplificó las palabras de Reichmann al advertir que, sin el

acuerdo del FMI, se perderían unos US$ 2.800 millones que integraban el vital

cinturón de financiamiento externo y, además, sería imposible reducir los

impuestos al trabajo para bajar el desempleo. Finalmente, Economía pudo

Page 122: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

122

lograr que el Poder Legislativo sancionara la fijación de un "piso" y un "techo"

para las transferencias a las provincias, aunque el sueño de bajar los aportes

patronales quedó acotado por la maldita devaluación del real. Cuando los

efectos "vodka" y "caipirinha" se combinaron, por primera vez el equipo

económico se resignó a admitir que la Argentina debería soportar una extensa

travesía por el desierto antes de volver a disfrutar del oasis del crecimiento.

***

Con su pelo negro rizado, su español con toques de cocoliche y sus

vestidos color pastel, Teresa Ter Minassian se ganó fama de mujer dura

apenas ingresó al Fondo Monetario.

Graduada en la carrera de Derecho de la Universidad de Roma y en

Economía de Harvard, pasó del Banco Central de Italia a Washington sin

escalas para dirigir la división del sur europeo del FMI y sellar el último acuerdo

entre el organismo multilateral y un país del Viejo Continente, Portugal.

En 1986 la economista fue trasladada a su querido Departamento de

Asuntos Fiscales, que luego abandonó por un tiempo para encabezar, como

subdirectora del Departamento del Hemisferio Occidental, las delicadas

negociaciones con Brasil y la Argentina.

Experta en federalismo fiscal y manejo presupuestario, Ter Minassian

comenzó a cuestionar el alto gasto provincial desde el primer día que pisó

Buenos Aires.

El FMI pretendía que la Argentina contabilizara su déficit en términos

consolidados, con las cuentas públicas de los 24 estados provinciales y no sólo

del gobierno central. A cambio, el organismo estaba dispuesto a firmar un

nuevo acuerdo preventivo con el país a pesar del incumplimiento de las metas

registrado en el primer semestre de 1996.

Guidotti accedió a negociar un nuevo programa por tres años, pero le

explicó a Ter Minassian que el gobierno nacional no podía exigirles un control

mayor a las provincias. "Éste es un país federal", le repetiría una y otra vez el

prolijo viceministro a la obstinada economista italiana.

Con escaso poder político, el equipo económico no parecía dispuesto a

colocar presión para que los gobernadores controlaran sus cuentas fiscales,

Page 123: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

123

que en una década registraron un déficit de US$ 16.366 millones. Más aún, el

Ministerio de Economía nunca se opuso a autorizar las emisiones de

endeudamiento provincial, a tasas absurdamente elevadas, que debieron ser

reestructuradas cuando la noche caía sobre el plan de Convertibilidad.

El déficit consolidado del Estado pasó de US$ 10.094 millones en 1992

a US$ 15.002 millones en 1996 y a US$ 18.585 millones en 1999. Durante toda

la década dorada, totalizó US$ 108.634 millones.

El staff del Fondo aceptaba siempre a regañadientes las excusas de

Guidotti y Fernández, quienes durante 1997 y los primeros tres trimestres de

1998 se ampararon en el cumplimiento de las metas fiscales del gobierno

nacional para no recibir mayores retos desde Washington. "Nosotros nos

tomábamos las metas como una exigencia light porque no necesitábamos los

préstamos previstos en el acuerdo", admitió un integrante de aquel gabinete

económico.

De hecho, luego del default ruso, el Fondo accedió primero a ampliar la

pauta de déficit anual de 1998 de US$ 3.500 millones a US$ 3.850 millones y

luego convalidó que la proyección del resultado fiscal negativo de 1999 se

estirara de US$ 2.950 millones a US$ 5.100 millones.

Con la misma generosidad, el pronóstico del PBI para el año en el que

Menem dejaba el poder pasó de un crecimiento del 3,5% a una caída del 1,5%.

Como contrapartida, el staff exigió la sanción de cuatro leyes que

nunca dieron a luz: la convertibilidad fiscal para crear un fondo estabilizador, la

modificación de la carta orgánica del Banco Central para avanzar en la

reestructuración del sistema financiero, la eliminación de la prestación básica

universal en el sistema de jubilaciones y una nueva coparticipación federal.

Un experimentado integrante del Departamento del Hemisferio

Occidental se lamentaría luego de la debacle del año 2001 por no haber

apretado más las clavijas durante el segundo gobierno menemista.

"Deberíamos haber pedido más ajuste, porque hubiera actuado en forma

expansiva; pero ese equipo nunca quiso morder el polvo en términos políticos y

después de Rusia ya no se podía hacer nada porque la convertibilidad estaba

bajo ataque", confesó con cierta tristeza.

Por otra parte, Ter Minassian y su subordinado, Tomás Reichmann,

sabían que no podían avanzar demasiado en sus exigencias ya que, cada vez

Page 124: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

124

que se enojaban, el ministro de Economía le pedía a Menem que hablara con

Camdessus y la situación volvía a fojas cero.

Con bronca, el staff del Fondo recuerda que, antes de que Camdessus

emprendiera uno de sus habituales viajes a la Argentina, le rogaron que no

aceptara la postura del gobierno de sancionar la polémica reforma laboral por

decreto, sin el aval del Congreso, porque le restaría legitimidad.

Apenas aterrizó en Buenos Aires, Menem convenció al director gerente

de lo contrario y la disputa quedó saldada.

Hasta el final de sus respectivos mandatos la relación entre ambos

funcionarios gozó de un encanto especial, que le permitió al presidente

argentino disertar ante la 53a asamblea anual del organismo en octubre de

1998 en Washington, luego de Bill Clinton, a pesar de no haber sido invitado y

a raíz de una gestión especial del canciller de las "relaciones carnales", Guido

Di Tella.

"El mejor presidente de los últimos 50 años es Carlos Menem", lo

endulzó Camdessus, luego de aclarar que el propio jefe de Estado argentino

había pedido participar del cónclave, al que no suelen asistir otros mandatarios

más que el del país anfitrión.

"He sido informado de la intención del presidente de asistir a la reunión

anual y doy la bienvenida a su decisión", explicó el ejecutivo francés. En la

intimidad, Camdessus estaba orgulloso de poder exhibir a Menem como un

supuesto "ejemplo exitoso" de las reformas impulsadas por el organismo

multilateral, frente a tantas críticas recibidas por los temblores ocurridos

durante la segunda mitad de los '90.

Dos años después, en una autocrítica tardía, el FMI elaboró un

documento que expresaba que en 1999 "el descontento social en la Argentina

fue alimentado por la percepción de falta de transparencia y el derroche del

gasto; hubo un exceso significativo en los gastos reflejando las presiones

electorales".

El aumento del desempleo, la pobreza, el déficit y la deuda externa se

mencionaba en el informe como la pesada herencia que dejaba un presidente

al que tanto el organismo de crédito como el mercado no habían dudado en

apoyar en forma incondicional durante los últimos años de su mandato.

Page 125: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

125

En el Tesoro de EE.UU. nadie se hizo cargo tampoco. "Poca gente se

preocupó por la suba del déficit y además todos estábamos focalizados en la

crisis asiática", admitiría uno de los colaboradores de Summers y Rubin.

***

A fines de 1999 el imperio menemista ya se hallaba en su fase final. El

amague de la re reelección había quedado en el olvido y la Alianza

encabezada por el tibio Fernando de la Rúa se aprestaba a conducir un nuevo

período de gobierno, apoyado sobre una sociedad harta de la frivolidad y de los

gestos obscenos de corrupción.

El equipo económico de Roque Fernández también estaba cansado.

Durante los últimos cuatro meses de gobierno, el ministro hizo todo lo

posible para no asistir a las reuniones de gabinete a la espera del final del

mandato.

Pero sus gestos de ausencia no le evitaron fuertes roces con el

presidente y con sus colaboradores para evitar un mayor crecimiento del gasto

público. "Es verdad que Roque no bajó el gasto, pero era un buen arquero para

atajar la mayoría de los penales que le tiraban todos los días", lo defendería,

risueño, el presidente del Banco Central, Pedro Pou.

Sin duda, el viceministro Pablo Guidotti era el funcionario más odiado

de todos los integrantes del Palacio de Hacienda por haber expresado en voz

alta el pensamiento profundo de sus colegas. Desde Washington, el secretario

de Hacienda expresó que los mercados estaban tranquilos porque

descontaban el triunfo de la Alianza en las elecciones presidenciales de

octubre, frente al rebelde candidato peronista Eduardo Duhalde, quien proponía

re-estructurar la deuda y avanzar agresivamente en una reducción de

impuestos.

A 15 días de los comicios que ganaría De la Rúa con un 48,5% frente

al 38% de la fórmula justicialista, en pleno ocaso, el presidente pensó en

relevar a Roque Fernández cuando éste se opuso a firmar los avales para

financiar por anticipado el polémico proyecto del Canal Federal, un acueducto

faraónico de 154 kilómetros para transportar agua entre Catamarca y La Rioja,

teme-roso de ser llevado ante la Justicia.

Page 126: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

126

La iniciativa, que comenzó a ser estudiada en 1988, provocó

numerosas denuncias judiciales, la protesta de entidades ambientalistas y,

finalmente, quedó en el olvido 12 años después.

"Por más que me sacrifiquen y firme, igual los avales no sir-ven",

expresó el ministro a su diario preferido, Ámbito Financiero.

El viernes 8 de octubre de 1999 Menem se reunió en la residencia de

Olivos con Carlos Silvani para pedirle que fuera su quinto ministro de

Economía. A las 5 de la tarde, mientras el equipo económico esperaba ansioso

el veredicto comiendo alfajores en el Palacio de Hacienda, Bauzá y el ministro

del Interior, Carlos Corach, lograron convencer al enojado presidente de la

inutilidad de relevar al titular del Ministerio de Economía ocho semanas antes

de culminar su mandato.

Con la bronca contenida, el presidente aceptó los argumentos de sus

operadores políticos de confianza y decidió que Fernández continuara en su

cargo, para terminar juntos una década de poder en la que el gasto

consolidado pasó del 21,7% al 29% del PBI y el desempleo del 6% al 14% de

la población activa, el déficit primario acumuló $ 30.534 millones y la deuda

creció el 123%. Cuatro años más tarde, Menem intentaría revalidar sus títulos

para encabezar su "tercera presidencia, la histórica", tal como rezaba el

eslogan de su campaña electoral en abril de 2003, pero la memoria colectiva

pareció estar demasiado fresca como para permitírselo.

Page 127: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

127

OCHO Show me the money

Daniel Marx esperaba impaciente en la fila para subirse al pequeño

avión que lo llevaría de Montreal a Washington aquel 25 de octubre de 2000.

El secretario de Finanzas estaba extenuado por la intensa tarea de

lobby que había iniciado en la cumbre del Grupo de los 20 en la ciudad

francocanadiense y que debía continuar en la capital de los Estados Unidos,

para que el Fondo Monetario Internacional (FMI) le otorgara a la Argentina una

nueva inyección financiera ante el creciente riesgo de entrar en default.

Luego de dos años de recesión y con la pesada carga de un pago

anual de intereses de 20.000 millones de dólares a cuestas, sólo un paquete

extraordinario podría frenar la autonomía de vuelo que había adquirido la

deuda externa respecto de la marcha de la economía.

Marx tenía un encuentro programado para la última noche de la cumbre

del G-20 —un preciado cónclave que reúne a diecinueve países, al FMI y al

Banco Mundial— con el nuevo titular del Fondo, Horst Kohler, pero pretendía

adelantarlo para asegurarse la atención absoluta del ex titular alemán del

Banco Europeo de Reconstrucción y Fomento, nacido en Skierbieszow,

Polonia, el 22 de febrero de 1943.

En el cóctel de recepción el funcionario argentino apartó a un costado

al ministro de Finanzas germano, Caio KochWeser, le planteó un escenario

catastrófico sobre la capacidad de repago del gobierno y le rogó que Kohler lo

atendiera sin demoras.

A las 6:57 de la mañana del día siguiente Marx estaba parado frente a

la puerta de la habitación del director gerente del FMI. Durante los tres

interminables minutos de espera se dedicó a recordar la advertencia telefónica

que le había formulado 48 horas antes el segundo hombre en importancia del

FMI, Stanley Fischer: Kohler estaba convencido de que la Argentina tenía que

devaluar y declarar el default. A las 7 en punto el banquero alemán empezó la

reunión a los gritos porque el equipo económico argentino negociaba con

Page 128: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

128

Fischer, que había adquirido un rol protagónico a partir del retiro del francés

Michel Camdessus, en lugar de hacerlo con él.

"Ahora acá mando yo", se quejó. En realidad, el planteo tenía un

sentido más profundo, porque la Argentina había apoyado a Fischer para

liderar el FMI cuando el gobierno de los Estados Unidos vetó el nombre de

Koch-Weser como candidato para suceder a Camdessus luego de trece años

de mandato del funcionario francés.

Con su habitual diplomacia, Marx sonrió, repitió el sombrío panorama

económico que le había trazado al ministro alemán unas horas antes y quedó

en llamarlo por teléfono a su casa todas las veces que fuera necesario. Luego

de posar para la tradicional fotografía que marca el cierre de la cumbre, Marx

corrió al aeropuerto de Montreal, donde alcanzó a detectar al titular de la

Reserva Federal, Alan Greenspan, dispuesto a subirse a la misma aeronave

que partía rumbo a Washington. La coincidencia gratificó al funcionario

argentino, convertido en un experto en cultivar las relaciones públicas entre los

funcionarios más importantes de los países desarrollados. Greenspan abordó

el avión y se sentó en una de las últimas filas de la clase ejecutiva. Marx sonrió

al veterano banquero y buscó su propia ubicación. Dos minutos más tarde,

precedido por dos imponentes custodios, ingresaba al avión el secretario del

Tesoro, Lawrence Summers, el economista sucesor del financista Robert Rubin

que debía dar el veredicto final respecto del "blindaje" en gestación. Summers

observó de reojo a Marx y le pidió a uno de sus guardaespaldas que le cediera

su asiento al funcionario argentino. Durante los siguientes 107 minutos del

vuelo el secretario de Finanzas rindió un examen sobre el estado del sistema

bancario, las cuentas fiscales y la cuestionada convertibilidad. Cuando

finalmente aterrizaron, Marx se sintió aliviado porque el exigente interrogatorio

había culminado, al parecer, con éxito. El tránsito de contar con un acuerdo de

apoyo preventivo a otro con desembolsos —Show me the money, según la

expresión de Marx— cobraba fuerza, luego de varios meses de recibir rotundas

negativas de Washington. La Argentina sería uno de los últimos países

beneficiados por la doctrina internacionalista de la administración Clinton, que

cambió radicalmente con la llegada de los republicanos y su enfoque basado

en que cada nación resolviera sus propios problemas.

Page 129: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

129

Además, Marx se sabía doblemente afortunado, porque en realidad

quien debía ocupar ese asiento en ese avión era el ministro José Luis

Machinea, que se había preparado durante varias semanas para exponer

personalmente sus argumentos ante Summers. Pero tres días antes del viaje,

el presidente Fernando de la Rúa rompió todas sus ilusiones al pedirle que lo

acompañara en su gira por España, durante las mismas 48 horas en que el G-

20 se reuniría en Canadá. Machinea intentó eludir el convite pero en Madrid lo

esperaba su par, Rodrigo Rato, con un grupo de empresarios ansiosos por

saber qué ocurría con sus inversiones en la Argentina. El ministro tuvo que

conformarse con avisarle a Summers por teléfono que Daniel Marx lo

reemplazaría en el escenario canadiense. Machinea estaba disgustado con

Marx porque éste no dejaba de filtrarle información sobre la marcha de las

negociaciones internacionales a uno de los candidatos a sucederlo, el jefe de

Gabinete, Chrystian Colombo.

En menos de 24 horas, cuando el encuentro aéreo entre Marx y

Summers ya había trascendido, éste se vio obligado a relativizar su contenido.

Luego de reunirse en Washington con el subsecretario del Tesoro,

Edwin Truman, Marx apeló a una mentira piadosa al afirmar que "la Argentina

no está pidiendo ayuda a los Estados Unidos".

Al día siguiente en Buenos Aires el ministro José Luis Machinea

también debió utilizar una serie de respuestas creativas para intentar mantener

el carácter secreto de las negociaciones. Cuando le preguntaron si Marx había

obtenido US$ 7.000 millones del FMI en el trayecto Montreal-Washington, el

ministro dijo que "si es así, voy a intentar que Daniel viaje más seguido en

avión", una actividad que en realidad formaba parte de la rutina del hiperactivo

secretario de Finanzas. Acto seguido, Machinea afirmó que la Argentina

buscaba fondos contingentes, pero aclaró que no existía tal disponibilidad de

dólares para el país. "A mí también me gustaría salir con Claudia Schiffer, pero

lamentablemente no es posible", expresó Machinea. Más allá de cuáles fueran

sus aspiraciones personales, el ministro estaba mucho más cerca de lograr el

apoyo de la administración demócrata que de obtener una cita con la modelo

top alemana.

***

Page 130: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

130

Un año antes, Marx explicaba a los empresarios y periodistas que

desfilaban por sus oficinas del banco de inversión MBA en Puerto Madero que

el entrante gobierno de la Alianza no debía apostar toda su suerte a un nuevo

acuerdo con el Fondo Monetario, sino confeccionar políticas acordes con un

país que tenía una deuda equivalente al 51% de su PBI. Pero José Luis

Machinea, designado por los referentes de la Alianza para ser el nuevo titular

del Palacio de Hacienda, no lo había convocado para opinar sobre temas

macroeconómicos, que por otra parte no dominaba, sino para aprovechar su

experiencia como nexo con los principales ministros de Finanzas del mundo,

acompañado por otro economista, Julio Dreizzen. Machinea cargaba con el

lastre de haber encabezado el Banco Central durante la hiperinflación de fines

de los '80 y necesitaba repuntar violentamente su imagen ante los mercados

para trabajar como ministro, más allá del fuerte apoyo político que cosechaba

en la coalición que había vencido en los comicios presidenciales de octubre de

1999 a Duhalde, quien lograría cierta revancha como presidente interino

elegido por el Congreso el Io de enero de 2002.

En sus oficinas de la Fundación Argentina para el Desarrollo con

Equidad (FADE) Machinea reunió poco a poco a un equipo de profesionales

que diseñó un programa fiscalista, lejos del sueño heterodoxo de Raúl Alfonsín

y del propio esquema mental neokeynesiano del futuro ministro. Machinea

reconoció tiempo después que su equipo era más ortodoxo que él y que debió

construirse una armadura para que los ejecutivos y analistas financieros no

dudaran de sus nuevos principios.

Por esa razón, cuando sus nuevos colaboradores le indicaron que la

Argentina podía crecer en torno de un "círculo virtuoso" —a través de medidas

que lograran la confianza del mercado para bajar el riesgo país, las tasas de

interés locales y resucitaran la economía—, el ex presidente del BCRA no dudó

en comprar la idea, aun cuando pensara que había caminos alternativos para

volver a crecer.

El déficit fiscal de 1999 superaba los US$ 10.000 millones y el gobierno

que llegaba no podía realizar maniobras desequilibrantes luego de más de

ocho años de estabilidad en los precios.

Page 131: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

131

A pesar de esta restricción, la fórmula de la reactivación parecía

simple: en un contexto de mayor crecimiento mundial, la Argentina ganaría

competitividad con una buena conducta fiscal y una mejora en el tipo de

cambio real, ya que el dólar parecía haber llegado a un techo luego de varios

años de fuerte apreciación.

Pero ocurrió el fenómeno opuesto: empeoraron los términos de

intercambio para los productos argentinos, aumentó la aversión al riesgo de los

mercados emergentes y los inversores optaron por las jugosas ganancias de

las acciones de las empresas tecnológicas en los Estados Unidos.

Por diferentes motivos, los padrinos políticos del ministro, Carlos

Alvarez y Raúl Alfonsín, tampoco le exigieron en ese momento una dosis

mayor de audacia. El líder del Frepaso, porque creía que el nuevo gobierno

podía distinguirse de la gestión menemista con su supuesta cruzada ética sin

alterar los pilares de la política económica que tenían el consenso de la

sociedad, como el plan de Convertibilidad. Alvarez y su escolta, el diputado

Darío Alessandro, optaron por contrariar las bases programáticas del frente con

un programa "posible" liderado por Machinea y, por lo tanto, relegar a los

propios economistas del Frepaso de la línea de fuego del gobierno. Chacho

estaba encantado con el dúo integrado por Machinea y Pablo Gerchunoff, otro

ex integrante del gobierno de Alfonsín que se haría cargo de la jefatura de

asesores de la cartera económica. En la línea más dura se ubicaron Mario

Vicens en el rol de secretario de Hacienda y un joven defensor de la

sistemática baja del gasto, Nicolás Gadano, que sería el nuevo subsecretario

de Presupuesto. El equipo del ministro se completaba con Marx en Finanzas, el

financista Miguel Bein, amigo y socio de Machinea, como secretario de

Programación, y el abogado Roberto Eilbaum como secretario legal y

administrativo. Luego se sumaron el excéntrico Carlos "Tito" Winograd como

secretario de Defensa de la Competencia y la inquieta Débora Giorgi como

titular de Industria y Comercio, ambos transformados con el paso del tiempo en

amigos del círculo presidencial con la intención de sobrevivir a los diferentes

cambios registrados en el Palacio de Hacienda.

Por su parte, el ex presidente Raúl Alfonsín también prefería negociar

con Machinea antes que tolerar las propuestas ultramontanas de Ricardo

López Murphy, quien en la campaña electoral había mencionado públicamente

Page 132: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

132

la necesidad de reducir los salarios públicos. De todos modos, en esa misma

etapa Machinea también planteó en secreto dentro de la Alianza una rebaja

salarial más sutil pero igualmente efectiva, por medio de la sustitución de las

contribuciones patronales por los aportes de los empleados, que no prosperó

por el veto de la dirigencia política de la coalición. Cinco meses después,

cuando el mercado ya no confiaba en su fortaleza, el ministro redoblaría la

presión sobre el ex presidente y obtendría su bendición para aplicar una

reducción del 12% en los salarios públicos superiores a 1.000 pesos. Pero en

diciembre de 1999, cuando en la Alianza nadie quería hacerse cargo de una

reducción del gasto que impidiera que el déficit anual alcanzara los US$ 14.000

millones proyectados para el año 2000, cuando la deuda alcanzaría los US$

128.000 millones, el nuevo equipo económico optó por lanzar una cuestionada

reforma impositiva que subió la presión sobre el impuesto a las ganancias en

los salarios medios y altos, entre otros ejes. Ya alejado de la función pública,

Marx opinó que esa reforma generó una pequeña fuga de capitales y frenó el

incipiente proceso de reactivación. En cambio, Vicens consideró que sin esos

recursos adicionales el FMI no le habría renovado su confianza al país en

febrero con un nuevo acuerdo por tres años que le daba derecho a un

préstamo preventivo por US$ 7.400 millones, a cambio de reducir su déficit a

US$ 4.500 millones para fin de 2000 y eliminarlo en 2003. En esas

negociaciones el Fondo planteó dos cuestiones que no pudo trasladar al

acuerdo de tipo stand by que se firmó: que el gobierno federal obligara a las

provincias a reducir su creciente déficit en forma compulsiva y que se planteara

alguna alternativa al tipo de cambio fijo. La primera cuestión se saldó en forma

coyuntural con un acuerdo que obligaba a una docena de provincias a reducir

su nivel de endeudamiento a cambio de recibir apoyo financiero del gobierno

nacional. Al igual que el FMI, el equipo económico sabía que la deuda

provincial era una bomba de tiempo de unos US$ 20.000 millones que podía

explotar en cualquier momento, pero carecía de la fortaleza política necesaria

para imponer metas fiscales consolidadas, como le ocurrió a Roque Fernández.

En cuanto a la cuestión cambiaría, si bien la auditora de la Argentina en

el Fondo, Teresa Ter Minassian, defendía en público la convertibilidad, en

privado les remarcaba a los nuevos funcionarios que las exportaciones no

podrían crecer por el atraso de la moneda nacional. La experiencia brasileña de

Page 133: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

133

la devaluación controlada excitaba a una parte del staff del Fondo, más allá de

las diferencias que había entre ambos países.

Las discusiones sobre la convertibilidad volverían una y otra vez a la

mesa de las negociaciones, sobre todo a partir de la designación de Kohler

como titular del organismo multilateral en reemplazo del francés Michel

Camdessus. De hecho, apenas asumió, Kohler planteó con amabilidad en una

gira que incluyó a mediados de mayo de 2000 una escala en Buenos Aires por

qué la Argentina no cambiaba de sistema monetario. Ni siquiera Fischer se

había atrevido a hablar con Machinea en esos términos. Fischer le preguntó

dos veces al ministro si estaban dadas las condiciones para seguir con el

régimen instaurado en 1991 y en ambas ocasiones Machinea le respondió por

la afirmativa, al enfatizar los riesgos de adoptar otro camino.

El propio Larry Summers fue más sutil respecto de esta cuestión en

una imprevista reunión que mantuvo con Machinea en el hotel Monarch de

Washington, base de hospedaje del equipo negociador argentino. La fría

mañana del 10 de octubre de 2000 el secretario del Tesoro llamó a Machinea y

le avisó que iría a verlo al hotel cerca de las 9. Despeinado, vestido con un

saco sport y con cierto mal humor, Summers le pidió la corbata a uno de sus

asistentes en el ascensor porque temía que Machinea lo recibiera en traje en

su habitación. Machinea se esmeró por más de una hora en pedirle apoyo

adicional a través de la ampliación del préstamo stand by firmado en febrero o

de la línea de crédito contingente (credit contingency Une, CCL) destinada para

casos de contagio, que estaba sin estrenar. Summers anotó e hizo un tajante

comentario que al ministro argentino le llamó la atención: "Si van a hacer algo,

sólo les pido que me avisen antes", advirtió en obvia alusión a una posible

devaluación.

Pero el ministro creía que la salida de la convertibilidad deja-ría en la

calle en dos horas a él y en cuatro días a Fernando de la Rúa. "Yo no podía ser

un bonzo, sobre todo después de lo de la híper del '89", confesó el ministro.

Por esa razón ni siquiera escuchó los ejercicios sobre escenarios monetarios

alternativos que le plantearon algunos de sus colaboradores y en mayo de

2000, cuando el programa fiscal con el Fondo exhibía grietas importantes (el

déficit del segundo trimestre debía ser de $ 700 millones y sólo en abril había

llegado a $ 600 millones), redobló la apuesta con una receta que combinó la

Page 134: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

134

concentración de anticipos en el impuesto a las ganancias, un canje de la

deuda y la baja de salarios para cumplir con la meta fiscal del segundo

trimestre del año. El punto culminante de la satisfacción oficial fue el mes de

junio, que exhibió una suba del 15,4% en la recaudación frente al mismo

período del año anterior, luego de un primer trimestre de caídas constantes

seguido por dos meses de suaves aumentos. Pero en julio la realidad volvió a

corregir las expectativas oficiales cuando los ingresos tributarios apenas

crecieron el 3,7% y el déficit superó los US$ 1.000 millones. A pesar del

esfuerzo oficial para bajar el gasto, el escuálido nivel de actividad encaminaba

el plan con el FMI a un nuevo fracaso ante la imposibilidad de lograr una

mejora sostenida en el nivel de la recaudación. Fue entonces cuando al equipo

económico se le ocurrió que había que buscar una asistencia internacional para

asegurarse fondos por un año sin tener que recurrir al cada vez más costoso

mercado voluntario de capitales, que llegó a demandarle tasas del 16% anual.

Para lograrlo, Vicens pensó que había que profundizar la política de ajuste y

Bein imaginó un shock de liquidez a través de la palabra más repetida por los

medios de comunicación durante el siguiente año: el blindaje financiero.

***

Cuando Fernando de la Rúa designó como ministros a cuatro

economistas en diciembre de 1999, el temor de la militancia aliancista era que

el nuevo gabinete tuviera un perfil demasiado fiscalista. Además de Machinea,

estaban Ricardo López Murphy en Defensa, Adalberto Rodríguez Giavarini en

Cancillería y Juan Llach en Educación. La designación del banquero ultraliberal

Fernando de Santibañes al frente de la Secretaría de Inteligencia del Estado

(SIDE) completaba esa supuesta estrategia destinada a complacer a Wall

Street y a los organismos de crédito multilateral en Washington. Sin embargo,

el correr del tiempo le demostró al ministro de Economía que estaba solo en la

angustiante tarea de recortar el gasto, más allá de los pergaminos que exhibían

sus pares del gabinete. Todos los miembros del equipo económico recuerdan

con un sabor amargo la escasa solidaridad de López Murphy y de Rodríguez

Giavarini a la hora de enfrentar las dudas del presidente para encarar la política

Page 135: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

135

de ajuste. Más aún, Machinea no olvida que el primero que presuntamente

intentó zafar del recorte salarial fue el ministro de Defensa. López

Murphy se defendía ante el secretario de Hacienda explicando que los

militares ya no podían consumir menos alimentos y que debía dormir en las

instalaciones del Ejército en Campo de Mayo porque se sentía amenazado. Por

su parte, el ministro de Relaciones Exteriores estaba encantado con sus viajes

por el exterior, sin sintonizar con la estrategia económica del Palacio de

Hacienda.

Sin embargo, los integrantes de aquel equipo económico creen que

hubo una diferencia sustancial entre ambos ministros: López Murphy no

conspiró en contra del plan, mientras que el canciller habría hecho todo lo

posible para acotar la confianza del presidente en Machinea.

El ex viceministro de Economía de Cavallo, Juan José Llach, tampoco

resultó del agrado de la conducción del Palacio de Hacienda. Machinea

recuerda que apenas asumió, Llach le pidió que creara el polémico Fondo de

Incentivo Docente, financiado con un nuevo impuesto, porque si no "no iba a

poder mover ni un dedo". A cambio, el ministro de Economía le exigió una

reforma educativa que nunca se encaró, probablemente porque Llach se sentía

acosado por la estructura de la Juventud Radical representada por el

viceministro del área, Andrés Delich.

El posterior ingreso de Chrystian Colombo al gabinete en octubre de

2000, en reemplazo del contestatario Rodolfo Terragno, sólo compensó en

forma parcial y tardía la sensación de soledad del debilitado ministro de

Economía.

En el centro de la escena, el presidente de la Nación observaba cómo

sus ministros se anulaban entre sí. De la Rúa nunca confió en Machinea y

hubiera preferido contar con Domingo Cavallo en el gabinete desde el primer

día de su gobierno. Fernando de Santibañes pensaba en forma similar a su

amigo De la Rúa. El economista egresado de la Universidad de Chicago y

Machinea se conocieron en los '70 y desde entonces mantenían una constante

relación de amor y odio. Los sentimientos de De Santibañes eran

contradictorios: por un lado les decía a los inversores en el exterior que

Machinea era el único economista de la Alianza que podía garantizar la

gobernabilidad, pero por el otro creía que la estrecha vinculación del ministro

Page 136: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

136

con Chacho y Alfonsín le impedía conquistar el corazón del mundo financiero.

Machinea basaba su poder en el consenso, un concepto ajeno al vocabulario

del titular de la SIDE.

Cuando las cuentas fiscales se complicaron en mayo de 2000, De

Santibañes salió a presionar por un nuevo ajuste en un programa televisivo. "Lo

que falló es que el gobierno no bajó el gasto público, como había prometido",

dijo el jefe de los espías frente a las cámaras. Todos, menos él, interpretaron

esas palabras como un ataque contra Machinea. "Yo a Machinea le cuido las

espaldas", se jactaba el ex banquero. En agosto intentó reparar ese daño al

lograr que el robusto ex presidente de la Fed de Nueva York y Chairman de

Goldman Sachs, Gerald Corrigan, invitara al ministro a un reservado cónclave

con destacados analistas internacionales organizado por el Aspen Institute en

un lujoso resort ubicado en Big Sky, Montana, en las montañas Rocallosas y a

15.000 kilómetros de Buenos Aires.

Para Machinea la invitación tenía un sabor especial, casi de revancha,

ya que luego de las elecciones de octubre de 1999 Corrigan había sido uno de

los banqueros que le recomendaron a De la Rúa que no designara como

ministro de Economía al ex presidente del Banco Central durante la

hiperinflación de Alfonsín.

— ¿Vos le dijiste a De la Rúa que el problema de ustedes es de

liderazgo político? ¿Se lo dijiste?

El que gritaba desde Washington era Stanley Fischer y el que intentaba

calmarlo en Buenos Aires era José Luis Machinea, sentado en un sillón en la

Casa de Gobierno a escasos metros del presidente de la Nación, que esperaba

con ansiedad el resultado de la conversación telefónica.

Pero Machinea no le dijo a De la Rúa lo que Fischer quería transmitirle.

Apenas se limitó a comunicarle que, ante las pobres perspectivas que

presentaba la recaudación, había llegado a un acuerdo con su viejo amigo para

cambiar el enfoque del programa con el Fondo, con la esperanza de obtener

nuevos recursos: en lugar de apretar más el torniquete en el campo fiscal,

había que impulsar un aumento de la demanda y acordar una meta anual de

déficit que fuera más flexible.

Page 137: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

137

El FMI quería que el gobierno bajara impuestos al consumo, pero el

equipo económico sólo se animó a tomar ciertas medidas de aliento a la

inversión y promovió un plan de obras de infraestructura. El 17 de agosto,

durante un almuerzo que Machinea y Vicens mantuvieron en la sede de ese

organismo, el auditor chileno Tomás Reichmann preguntó qué pasaría si

aplicaban una baja de 10 puntos en el IVA. Vicens se opuso casi sin dar

discusión y continuó con la negociación para reformular las pautas fiscales.

Después de cuatro horas, Machinea tomó un avión que, vía Chicago, lo dejaría

en Montana para reunirse con Stanley Fischer; Gerald Corrigan, de Goldman

Sachs; Jacob Frenkel, de Merrill Lynch; el ex subsecretario del Tesoro,

Nicholas Brady; Fernando de Santibáñes, y el presidente del Banco Central

chileno, Carlos Massad, entre otros expertos. La segunda noche, cuando el

resto de los economistas se fue a dormir, Fischer y Machinea compartieron una

larga sobremesa en el restaurante Peaks del hotel, acompañados sólo por un

mozo, donde acordaron que la proyección del déficit anual fuera de US$ 6.500

millones en lugar de los US$ 4.500 millones pautados a principios de año y que

el equilibrio fiscal se alcanzara en el año 2005 en lugar de 2003, tal como se

fijaba en la Ley de Solvencia Fiscal votada por el Congreso Nacional. El

ministro abandonó conforme el salón, aunque íntimamente pensó que podía

haberle arrancado a su amigo una pauta de desequilibrio aún más generosa.

Vicens tampoco podía quejarse por la renegociación de las metas, pero por

otro lado sentía una gran frustración porque el staff del FMI no tenía ninguna

predisposición para darle un cheque adicional a la Argentina. "Hasta que no

estemos al borde del abismo no nos dan un mango más", le dijo el viceministro

a Machinea apenas se reencontraron con toda crudeza en Buenos Aires.

A esa altura del año, Marx estaba desesperado porque no tenía forma

de colocar bonos en el mercado y el "colchón" financiero sólo alcanzaba para

algunos días más. Algunos vencimientos de esa época se pagaron con

recursos del Banco Nación porque la caja del Tesoro estaba vacía. Con esa

frustración a cuestas, el equipo económico partió a la asamblea anual del

Fondo en la bella Praga, que marcaba el debut oficial de Kohler como jefe del

organismo de crédito ante los ojos de todo el mundo. Mientras afuera del centro

de convenciones de la capital checa se preparaban las violentas protestas

contra la globalización, adentro los funcionarios argentinos volvían a sufrir los

Page 138: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

138

embates del ejecutivo alemán. En una reunión en la que participaron Machinea,

Bein, Marx, Vicens, Fischer y el delegado argentino ante ese organismo,

Guillermo Zocalli, Kohler reiteró a los gritos sus diatribas contra el tipo de

cambio fijo: "Qué están esperando para devaluar", les reprochó. Luego de dos

horas de cruces verbales, el ambiente se distendió, pero la conducción del

Fondo dejó en claro que la Argentina no podía aspirar a obtener la línea de

crédito contingente porque, más que una víctima, el país aparecía como una

fuente potencial de contagio financiero. Rumbo al hotel Marriot que albergaba a

la delegación, Machinea le dijo a Bein: "¿Ahora te das cuenta de que no nos

quieren dar más plata, o seguís pensando que somos nosotros los que no

ponemos suficiente esfuerzo para pedir?". Resignado, Bein tuvo que aceptar el

reto del ministro e ir a descansar a su habitación.

El cumplimiento de las nuevas metas del tercer trimestre del año

avanzaba sin dificultades, pero en el horizonte no aparecía ninguna señal de

recuperación que permitiera aguardar con tranquilidad los resultados del último

cuarto del año.

Mientras el equipo continuaba concentrado en encontrar fórmulas para

seducir al FMI, el titular del Banco Central, Pedro Pou, buscaba su propio

respaldo en el exterior, a escondidas. Pou había planeado un viaje a Nueva

York para convencer a un grupo de bancos que había que emitir un bono

garantizado con una parte de las reservas con la intención de aislar al sistema

financiero de un eventual default del Tesoro. Enterado de la maniobra, el

delegado de Economía ante el Central, Nicolás Dujovne, le escribió un memo al

ministro en el que le recomendaba aprovechar ese mecanismo para cubrir las

necesidades del fisco. Aunque Machinea no le solía prestar mucha atención a

Dujovne, en ese caso lo llamó de inmediato para mantener una reunión con

Pou y Marx. El secretario de Finanzas, que mantenía una fuerte disputa con el

banquero por el manejo de la Superintendencia de Entidades Financieras, lo

hostigó por "cortarse solo". Machinea terminó la pelea con suma delicadeza al

pedirle al funcionario heredado de la gestión de Roque Fernández que dejara

las gestiones internacionales en manos del Palacio de Hacienda. Fue una de

las pocas veces en las que Pou le hizo caso al ministro. Machinea nunca quiso

forzar la salida del funcionario menemista porque sabía que los mercados no

se lo hubieran perdonado y por eso lo defendió en público hasta sus últimos

Page 139: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

139

días de gestión, aun a costa de enfrentarse con Alfonsín y con Chacho, cuando

la diputada Elisa Carrió lo acusaba de encubrir maniobras de lavado de dinero.

En cambio, el ministro nunca logró que el Banco Central bajara los

requisitos mínimos de liquidez para otorgarle más oxígeno al mercado

financiero. Meses más tarde, luego de soportar los constantes aguijóneos de

Cavallo, Pou expresaría cierto arrepentimiento por no haberle concedido ese

modesto regalo al moderado ministro inicial de Economía de la Alianza.

***

El 6 de octubre de 2000 el índice de riesgo país, el EMBI plus, de la

Argentina culminó en 683 puntos básicos. El país carecía de vicepresidente

porque esa mañana Carlos Chacho Alvarez había renunciado en forma

indeclinable tras el escándalo de las supuestas coimas cobradas por los

senadores a raíz de la sanción de la Ley de Reforma Laboral, una de las

condiciones exigidas por el FMI para firmar el acuerdo que le permitiría a la

Argentina acceder a US$ 7.400 millones. Alvarez había meditado durante

mucho tiempo cómo dar un portazo ante la grave crisis económica y el affaire

del Senado representó el motivo perfecto para poder dar un paso al costado.

José Luis Machinea sabía que Chacho tomaría esa decisión pero igualmente

quedó shockeado, al igual que Pablo Gerchunoff, que intentó convencerlo en

vano de que se quedara. Ambos sabían que en esa fecha comenzaba la

cuenta regresiva para el equipo económico, por el alejamiento de su principal

respaldo dentro del gobierno. Más pragmático, Marx aprovechó la noticia con el

objetivo de acelerar las negociaciones para obtener el blindaje. Esa misma

tarde el secretario de Finanzas llamó a Larry Summers y, con tono de hondo

pesar, le dijo: "Se acabó todo, éste es el fin".

A cambio del pedido, Marx tenía preparada una sorpresa: la propuesta

para negociar un área de libre comercio bilateral, que el Tesoro ni siquiera se

puso a considerar seriamente. El subsecretario adjunto del Tesoro, Timothy

Geithner, uno de los habituales interlocutores del secretario de Finanzas de la

Argentina, consideraba que no estaban dadas las condiciones económicas

previas para la integración ni las chances políticas para sortear el riguroso filtro

del Congreso de los Estados Unidos.

Page 140: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

140

Dos semanas después, con el riesgo país por encima de los 800

puntos, Marx se embarcaba en el viaje hacia Montreal para sellar la suerte del

nuevo plan de asistencia con desembolsos inmediatos. Días más tarde

Machinea les indicaba a Vicens y a Dreizzen que fueran a negociar las

características del blindaje al Fondo en el más estricto secreto. Los deseos del

ministro se frustraron apenas los dos funcionarios subieron al avión, ya que la

clase ejecutiva estaba colmada por un grupo de banqueros argentinos que

viajaba a una convención organizada por el Chase en Nueva York. Los

ejecutivos se sonrieron y, con delicadeza, les desearon suerte sin preguntarles

nada. Cuando llegaron a Washington la noticia ya se había esparcido en

Buenos Aires y todos los ojos se posaron sobre sus movimientos. Vicens no

estaba preparado para enfrentar tal expectativa ni tenía intenciones de

protagonizar una negociación demasiado extensa, al punto tal que al cuarto día

hizo el check out del hotel por la mañana antes de ir al edificio de 19 y H con la

idea de volar por la noche de regreso a Buenos Aires. Los seis días siguientes

repitió la misma ceremonia, ante el asombro del personal del hotel Monarch.

Sin grandes discusiones, Vicens y Dreizzen acordaron con el staff del

Fondo que el gobierno modificaría la ley de jubilaciones con la eliminación de la

prestación básica universal y que el sistema de las obras sociales permitiría la

libre elección de los afiliados, como señales de alivio fiscal en el mediano

plazo.

Pero la negociación se empantanó cuando los directores europeos ante

el Fondo insistieron en la necesidad de que el sector privado realizara un

aporte obligatorio al paquete de ayuda a la Argentina.

La doctrina del prívate sector involvement era uno de los pilares de la

nueva arquitectura financiera internacional promovida por el mundo

desarrollado, que pretendía ver a los grandes bancos tan comprometidos como

los gobiernos desarrollados en la asistencia de los países más endeudados. Si

cobran gracias a nuestra ayuda, también tienen que pagar, razonaba Stanley

Fischer.

Las posiciones se endurecieron porque Machinea íntimamente sabía

que no estaba en condiciones de exigirle al sistema financiero una contribución

forzosa, aunque en la mesa de negociaciones los funcionarios argentinos

Page 141: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

141

argumentaron que por esta vía no podrían obtener una suma sustancial debido

a la gran dispersión que había entre los acreedores de la deuda soberana.

El Tesoro se había tomado varios meses para analizar si tenía sentido

o no asistir a un país con una tasa de cambio fijo en un contexto global de

flexibilización cambiaría generalizada. Cuando los colaboradores más

importantes de Summers comprendieron que la Argentina no estaba dispuesta

a abandonar su régimen de convertibilidad, optaron por apoyar el salvataje,

pero comenzaron a debatir su alcance en forma acalorada.

Algunos funcionarios norteamericanos creían que el rescate de los

organismos multilaterales debía alcanzar solamente los vencimientos

correspondientes al 50% de la deuda en peligro de default para que el resto lo

aportara el mercado, pero otros pensaban que la Argentina no estaba en

condiciones de obtener recursos fuera de Washington y que el programa

fallaría si la ayuda no cubría las necesidades totales de financiamiento, tal

como ocurrió cuatro meses después.

Finalmente, se apeló a una solución salomónica: los bancos y los

inversores institucionales se comprometieron a aportar US$ 20.000 millones,

una cifra similar a la que ofrecían los organismos multilaterales, por medio de

colocaciones y canjes de títulos. Las entidades creadoras de mercados

sumarían US$ 10.000 millones, los inversores institucionales US$ 3.000

millones y otros US$ 7.000 millones surgirían de una serie de swaps de la

deuda.

La porción multilateral más grande le correspondió al FMI con US$

13.700 millones, seguida por el Banco Mundial y el Banco Interamericano de

Desarrollo (BID) con US$ 2.500 millones cada uno. España fue el único

gobierno que respondió con US$ 1.000 millones a los ruegos de Machinea de

obtener contribuciones bilaterales, una posibilidad que Estados Unidos casi ni

llegó a analizar y que Italia prefirió "dejar para más adelante".

Todo parecía encajar, pero faltaba un detalle: Kohler no había recibido

a los funcionarios argentinos desde su arribo a la capital norteamericana una

semana atrás. El viceministro preguntó qué pasaba y le explicaron que el

director gerente quería aguardar quince días más antes de dar su aprobación al

blindaje.

Page 142: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

142

El jueves 9 de noviembre, cuando en Buenos Aires arreciaban los

rumores sobre la renuncia de Machinea por el fracaso de las conversaciones,

Vicens le propuso por teléfono al ministro patear el tablero y anunciar el

paquete sin la bendición del número uno del Fondo.

En un gesto de audacia, Machinea aceptó y de inmediato su

colaborador más estrecho llamó a Fischer para anunciarle la de-cisión del

gobierno argentino. Dos horas más tarde, Vicens, Dreizzen, Fischer, Teresa

Ter Minassian y Kohler apresuraban el fin del debate en un opíparo almuerzo

desarrollado en la sede del FMI, en el que el jefe del Fondo no dejó pasar la

oportunidad de volver a plantear la posibilidad de una devaluación. Esa noche

el secretario de Hacienda pudo cumplir con su anhelo de abandonar el suelo

norteamericano. La pelota pasaba nuevamente al campo argentino.

***

El final feliz de las negociaciones en Washington sólo logró tranquilizar

al ministro por un par de horas, ya que aún le restaba vencer en dos batallas

simultáneas: frenar las operaciones para reemplazarlo y convencer al

presidente de anunciar sin dilataciones las reformas estructurales acordadas

con el Fondo. Pero Fernando de la Rúa no estaba dispuesto a cambiar bajo

presión su particular estilo de buscar el consenso hasta el infinito y le pidió a

Machinea que convenciera a los legisladores disidentes de la Alianza de la

necesidad de contar con una nueva ley de jubilaciones. El ministro hasta tuvo

que recibir a la diputada frepasista María América González, una tenaz

opositora de esta modificación, sabiendo de antemano que la discusión no

serviría para nada. Finalmente, con 873 puntos básicos de riesgo país sobre su

cabeza, el presidente se decidió a grabar un mensaje televisivo el viernes 10

de noviembre por la tarde en la residencia de Olivos y luego ambos partieron

para compartir la cena de clausura del Coloquio Anual de IDEA en Mar del

Plata. Sin probar el postre, volvieron junto al resto del gabinete a Buenos Aires,

donde el equipo económico le pidió a su conductor que diera un paso al

costado con la frente en alto. Machinea sabía que ya casi no contaba con

respaldo político, pero no estaba dispuesto a que fuera otro ministro el que

gozara de las mieles del blindaje. Por eso les pidió a sus colaboradores más

Page 143: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

143

íntimos "una oportunidad más". Con cierto hartazgo Gerchunoff peleó para que

dieran a luz los decretos de reforma previsional y de desregulación de las obras

sociales, algo que ocurrió a fin de año —aunque luego se anularon casi en

forma inmediata—, mientras Vicens negociaba sin éxito un ajuste de $ 700

millones en el presupuesto. Al mismo tiempo, el secretario de Hacienda sufría

otro golpe, ya que las cuentas del nuevo año comenzaron en desequilibrio por

trasladar gastos de diciembre de 2000 a enero de 2001 y por aceptar que el

FMI le impusiera una meta de déficit incumplible de US$ 2.100 millones para el

primer trimestre del año, mientras el mundo emergente volvía a entrar en alerta

roja por la crisis financiera de Turquía, el principal aliado de los Estados Unidos

en el Cercano Oriente, que debió ser asistida con otro "blindaje" en febrero.

Cuando Gadano le planteó que el rojo del primer trimestre sería al

menos de US$ 2.400 millones, Ter Minassian cortó la discusión en seco con su

imperfecto español: "Nicolás, eso no se discute". La funcionaria italiana

argumentaba que, con el blindaje, la Argentina no podía tener entre enero y

marzo de 2001 un desequilibrio mayor a los US$ 2.150 millones registrados en

el mismo período del año anterior. Ya sin el traje de ministro, José Luis

Machinea se reprocharía no haber intervenido en ese momento en favor del

planteo argentino con una llamada a Stanley Fischer. Machinea jamás se quejó

ante Vicens por esa concesión al staff del Fondo ya que consideraba que su

trabajo como secretario de Hacienda había sido excelente, pero en su fuero

íntimo creía que con un margen de maniobra mayor en materia fiscal en el

arranque del año hubiera contado con el tiempo necesario para esperar la

reactivación en su despacho del quinto piso del Palacio de Hacienda. "Yo creía

que estábamos cerca de arrancar, muy cerca", confesaría Machinea al autor de

este libro exactamente un año después de su renuncia.

Page 144: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

144

NUEVE En busca de un milagro

En la desquiciada política argentina un presidente o un vicepresidente

que renuncian a sus cargos suelen mantener una importante cuota de

influencia luego de dejar el poder sin que nadie los eche.

Así ocurrió con Raúl Alfonsín a partir de 1989 y con Carlos Chacho

Alvarez a fines de 2000.

Cuando el presidente Fernando de la Rúa percibió el vacío político

generado por el abandono de su compañero de fórmula, le rogó que lo ayudara

a revivir la gestión de gobierno.

En aquel contexto de desesperanza, Alvarez y De la Rúa coincidían en

la necesidad de llevar a cabo un cambio tajante en la conducción económica

para evitar un trágico final.

La intención del desconfiado dúo era incorporar al gobierno a Domingo

Cavallo como presidente del Banco Central y, luego de un corto período,

mudarlo al Ministerio de Economía en reemplazo de José Luis Machinea, para

realizar una transición sin demasiados sobresaltos.

Tras un contacto realizado a través de Daniel Marx, Machinea y

Cavallo se reunieron la última semana de febrero de 2001.

A pesar del apuro del saliente ministro, el padre de la convertibilidad le

colocó un freno a la estrategia oficial.

— ¿Cómo me ofrecés el cargo para presidir el Banco Central si todavía

está Pou?

—A Pou lo saca el Senado de un momento a otro.

—Entonces volvamos a hablar cuando el cargo esté vacante —

concluyó el economista.

En su mente aún estaba muy fresco el escándalo que había

protagonizado en las elecciones para la Jefatura de Gobierno porteño del 8 de

mayo de 2000, en las que resultó derrotado por el frepasista Aníbal Ibarra. La

noche del escrutinio, el candidato de Encuentro por la Ciudad llamó

Page 145: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

145

"mentirosos" a los dirigentes de la Alianza, "impotente" a Ibarra, denunció

fraude y un complot para terminar con su carrera política.

"Si no me asustaron Yabrán y Menem juntos, con todos los jueces

presionando para meterme en la cárcel, ahora no me van a correr con la vaina.

No saben que nunca tiré la toalla. Voy a luchar para que estos mentirosos no

nos engañen más", se desequilibró, ante la mirada atónita de los periodistas

que cubrían su campaña.

Nueve meses después, Machinea buscaba aplacar sus dudas

garantizándole que trabajaría para convencer al Senado de su designación al

frente del Banco Central en reemplazo de Pou, que estaba muy cuestionado

por el escaso control ejercido frente a presuntas maniobras de lavado de

dinero.

Sin embargo, De la Rúa comenzó a dudar —como ocurrió en la mayor

parte de su gobierno— de la conveniencia de volver a otorgarle a Alvarez un

espacio importante de decisión. Finalmente, el presidente decidió mantener su

separación de hecho del líder del Frepaso y que Cavallo fuese el reemplazante

de Machinea en el Palacio de Hacienda.

Pero Alfonsín puso el grito en el cielo y le advirtió que la Unión Cívica

Radical prefería tolerar la ortodoxia de Ricardo López Murphy, antes que sumar

al gabinete nacional al hombre que había colaborado con la caída de su

gobierno doce años antes.

Con la intención de mantenerse alejado de este círculo de intrigas, el

entonces ministro de Defensa de la Alianza partió rumbo a Francia y a Turquía

para visitar a las autoridades militares de ambos países.

El viernes 2 de marzo, mientras cenaba en la embajada argentina en

París con el embajador Carlos Pérez Llana, los teléfonos comenzaron a estallar

desde Buenos Aires.

Ante la indecisión del presidente, Machinea optó por comunicarle a

López Murphy su propio alejamiento y le solicitó que volviera. Fernando de

Santibañes le repitió el mismo pedido, tras aclararle que las condiciones

políticas para asumir eran pésimas, ya que ningún integrante del gobierno

estaba convencido de la necesidad de realizar un ajuste.

Sobre el filo de la medianoche, luego de fracasar en el intento de

retener por un par de días más a Machinea después de pedirle su renuncia, De

Page 146: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

146

la Rúa abandonó su estado de shock y, sin ofrecerle ningún cargo, le imploró al

titular de la cartera de Defensa que retornara en forma inmediata al país, "dada

la gravedad de la situación institucional".

El corpulento economista nacido el 10 de agosto de 1951, con una

maestría en la Universidad de Chicago y ex analista en jefe de la liberal

Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL), le

garantizó que regresaría, aunque esperó otras 24 horas en París para evitar

mayores presiones.

El sábado los técnicos "lopezmurphistas" se reunieron para preparar el

posible desembarco, conducidos por Daniel Artana, su joven compañero de

ruta que un año antes había sido tentado por Machinea para ser secretario de

Hacienda.

El domingo a la mañana, cuando el país ya llevaba casi dos días sin

ministro de Economía, López Murphy aterrizó en el aeropuerto de Ezeiza y fue

trasladado en forma directa a la residencia de Olivos en helicóptero. Durante

nueve horas, el candidato preferido del establishment desgranó su crudo

diagnóstico y le informó al presidente que, sin un ajuste inmediato del gasto de

US$ 2.500 millones, el país caería en default en menos de una semana. De la

Rúa estaba físicamente en el encuentro, pero no lograba escuchar a su

presunto salvador. López Murphy no tardó en comprender la inviabilidad de sus

planteos y así se lo transmitió dos veces en forma telefónica a Artana, quien

esperaba ansioso una definición en la casa de sus suegros.

Cerca de las 6 de la tarde del 4 de marzo de 2001, el presidente se

presentó ante los periodistas para presentar al nuevo titular del Palacio de

Hacienda. Al día siguiente, Ámbito Financiero encabezó su portada con un

título premonitorio: "López Murphy ministro de Economía: la última chance

antes de Cavallo".

Pero el matutino se equivocó en su crónica. "López Murphy tiene

asegurados cinco meses sin euforias pero de calma", pronosticó. Quince días

después, quedaba extinguida la fugaz esperanza de aplicar un programa

ortodoxo.

***

Page 147: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

147

Stanley Fischer se sentía completamente derrotado. A las presiones de

su nuevo jefe y natural competidor, HorstKohler, se sumó la desaparición de su

backup político en el gobierno de los

Estados Unidos por el cuestionado triunfo del candidato republicano

George W. Bush frente al inteligente y poco carismático demócrata Al Gore.

Además, el canoso economista del MIT reconocía que su oxígeno parecía

terminar de agotarse tras el fracaso del blindaje argentino al que le había

dedicado tanta energía.

Tras la caída de Machinea, Fischer se reunió con la directora de

EE.UU. ante el Fondo, Karin Lissakers, para analizar qué actitud debían tomar

por la desesperada situación de la tercera economía de América latina. Luego

de ocho años de ocupar una silla en el board del Fondo, Lissakers, nacida en

Suecia y con una maestría en la prestigiosa Universidad Johns Hopkins,

compartía la misma sensación de desesperanza que Fischer, por haber

recibido una tajante negativa de los principales funcionarios del gobierno

argentino respecto de la posibilidad de abandonar el plan de Convertibilidad.

Ante esta respuesta, para Fischer la única salida viable consistía en convencer

a la clase política argentina de la necesidad de realizar un fuerte ajuste fiscal,

ya que la combinación del desgastado tipo de cambio fijo y un creciente déficit

sólo podía desembocar en una explosión.

Fischer y Kohler se comunicaron con el flamante ministro para

expresarle su rotundo apoyo y prometerle que el jefe del caso argentino,

Tomás Reichmann, viajaría a la Argentina con el objetivo de resucitar el

blindaje aprobado tres meses antes por el organismo multilateral de crédito.

Con la intención de allanarle el camino a López Murphy, el FMI aceptó

renegociar las metas fiscales, que habían sufrido un desvío de $ 1.000 millones

en el primer trimestre del año respecto de los $ 2.100 millones acordados por

Machinea. "Las reglas del FMI no son inflexibles", declaró desde Washington el

experimentado vocero del organismo para América latina, Francisco Baker,

para suavizar el mal ambiente.

Tan preocupado como el Fondo, el Banco Mundial también comenzó a

rezar por la suerte del nuevo titular del Palacio de Hacienda. "Es un excelente

ministro y espero que tenga el apoyo político necesario para recuperar la

confianza de los mercados", sostuvo el auditor del caso argentino, Paul Levy.

Page 148: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

148

En Buenos Aires, los funcionarios que tenían la misma convicción

podían contarse con una sola mano: el nuevo ministro, su secretario de

Hacienda, Daniel Artana; el jefe de gabinete de ase-sores, Fernando Navajas, y

el secretario para la reforma del Estado, Manuel Solanet, ex secretario de

Hacienda de Galtieri.

El resto de los funcionarios del gobierno nacional y la mayoría de la

clase política pensaban que había llegado el momento de "defaultear" y

devaluar.

Artana comenzó a trabajar el lunes en el quinto piso del Palacio de

Hacienda sobre un plan de rebaja del gasto basado en las sagradas escrituras

de FIEL, acompañado por un reducido grupo de colaboradores. "Había

bastante gente dispuesta a sumarse al equipo, pero no queríamos convocarlos

porque no sabíamos cuánto íbamos a durar, porque estábamos solos en la

batalla y el presidente no estaba para nada convencido de nuestras ideas",

confesaría Artana, aún abatido, meses después de aquella frustrante

experiencia.

Antes de comenzar a redactar la letra chica del programa económico,

los noveles funcionarios acordaron que, ya que el gobierno nacional anunciaría

un fuerte recorte en las delicadas transferencias a las provincias, los partidos

de la coalición gobernante debían ofrecer un sacrificio de similar magnitud.

Con espíritu cruzado, los técnicos de FIEL apuntaron al corazón de la

militancia radical, al plantear la instauración de un arancel para los estudiantes

universitarios y la reducción del gasto educativo. "No podíamos llegar a un

ajuste integral pidiéndoles un esfuerzo a los gobernadores si al mismo tiempo

la Alianza no se pegaba un tiro en el pie", se justificó un integrante de aquella

breve gestión. Era el gesto que sus adversarios esperaban para terminar de

persuadir a De la Rúa de la necesidad de torcer el rumbo. La imagen de las

universidades tomadas y de los estudiantes en las calles de la Capital Federal

aterrorizó al titular del Poder Ejecutivo.

Aislado, el gabinete económico terminó de diseñar el conjunto de

medidas que representaban un ahorro presupuestario de $ 1.962 millones para

2001 y de $ 2.485 millones para 2002. Las universidades pasarían a recibir $

902 millones menos y las provincias perderían transferencias por cerca de $

1.000 millones. Además, se eliminarían becas y subsidios otorgados por el

Page 149: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

149

Congreso Nacional en forma discrecional y el Ejecutivo implementaría una

reforma del Estado para reducir el 30% del empleo público.

Cuando López Murphy y Artana fueron a la residencia de Olivos para

explicar el programa, se multiplicaron las expresiones de espanto. "Parecía que

estaban todos groggy", comentó el efímero secretario de Hacienda. Algunos

funcionarios del círculo íntimo presidencial le propusieron al ministro que, en

lugar de plantear un ajuste tan agresivo, anunciara un recorte inmediato de sólo

$ 500 millones y dispusiera a su voluntad del manejo del PAMI y la ANSES, los

corrompidos organismos públicos encargados de los jubilados. Por otro lado, el

desesperado viceministro de Educación y ex presidente de la Federación

Universitaria de Buenos Aires (FUBA), Andrés Delich, le ofreció a Artana limitar

la reducción de fondos para el sector a cambio de unos plazos fijos que tenían

depositadas las universidades en el sistema financiero. Pero el ministro y su

vice no estaban dispuestos a reemplazar su mega ajuste con "soluciones

parciales". "En todo caso, si nos proponen una alternativa, la sumamos al

paquete original", retrucó López Murphy, convencido de la necesidad de jugar a

fondo.

En el medio del caos y de los rumores de renuncia, Reichmann

apareció en forma discreta en Buenos Aires el maldito martes 13 de marzo.

El chileno escuchó el detalle del plan con su habitual calma y se limitó

a formularle al ministro una tajante advertencia:

—Te estás echando a todos encima al mismo tiempo.

—No importa, porque el presidente me apoya.

—Entonces que tengas suerte.

El auditor se comunicó de inmediato con el jefe del Departamento del

Hemisferio Occidental, Claudio Loser, para explicarle que el ministro tenía un

enfoque correcto pero que carecía de sustento político para llevar a cabo sus

planes. "El ajuste que pretende no es tan fuerte; es un 1% por ciento del PBI y

se arregla la crisis a un costo muy barato", comentó Reichmann por lo bajo a

sus jefes.

Antes de dejar el país, el auditor chileno apeló al patriotismo argentino

para ayudar al solitario ministro. "Indudablemente se necesita el apoyo de toda

la Nación. Éste es un problema de todos los argentinos y todos tienen que

Page 150: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

150

arrimar el hombro para sacar adelante la economía", sostuvo el jueves 15 de

marzo el técnico del FMI, alejado del protocolo.

La misma percepción tuvo el presidente del Banco Central, Pedro Pou,

cuando lo llamó el ministro el día previo a los anuncios. "Antes de detallarte las

medidas —le anticipó López Murphy—, quiero advertirte que van a tomar las

universidades y cortar las rutas." El funcionario mendocino no lo dejó continuar

con su relato:

—Entonces ni me cuentes el plan, porque no vale la pena saberlo.

El ministro le explicó que la situación de caja del Tesoro era

desesperante, pero Pou le aclaró que había fondos para resistir dos semanas

más. "Esperá a que el riesgo país supere los mil puntos y entonces anunciás lo

que quieras", le propuso el titular del Banco Central, cuando el índice del banco

JP Morgan se ubicaba en 796 puntos básicos.

Pero las cartas estaban echadas.

El viernes comenzó con el pie izquierdo para el Gobierno cuando el

desorientado vocero presidencial, Ricardo Ostuni, mencionó que "todo el

gabinete apoya las medidas; la casa está en orden", tal como lo hizo Alfonsín

luego de llegar a un cuestionado acuerdo con los carapintadas en la rebelión

militar de la Semana Santa de 1987.

A las 16, un grupo de periodistas fue convocado al Salón de Cuadros

del Palacio de Hacienda por Artana y Navajas para conocer las medidas cuatro

horas antes del anuncio previsto por la cadena nacional de radio y televisión. A

las 17, el ministro repitió el gesto ante algunos desorientados analistas del

sector privado, mientras De la Rúa grababa un escueto mensaje que

convocaba a la dirigencia a llegar a "un acuerdo social" y la CGT disidente de

Hugo Moyano anunciaba una huelga general por 36 horas en re-pudio al

ajuste.

A las 20:18, comenzaba el incendio. Mientras López Murphy leía ante

las cámaras de televisión el amargo contenido del plan económico,

renunciaban a sus cargos los ministros radicales Federico Storani, del Interior,

y Hugo Juri, de Educación, junto con todos los funcionarios pertenecientes al

Frepaso, incluido Marcos Makón, titular de la cartera de Desarrollo Social.

Azorado, el FMI percibió esa misma noche que la Argentina

protagonizaba un irreversible quiebre histórico. "Fue el momento exacto en el

Page 151: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

151

que la clase política demostró que no tenía ninguna voluntad de realizar un

ajuste", según el relato de un importante funcionario del organismo multilateral.

A un costado de la escena principal, Chacho Alvarez afirmaba que el

alejamiento de sus hombres del gabinete no significaba "el fin de la coalición".

La última esperanza de la Alianza aguardaba agazapada del otro lado de la

cordillera de los Andes.

Alejado del caos, Cavallo disertaba con un tono relajado el sábado 17

ante un grupo de inversores invitados por el Deutsche Bank a la Casa de

Piedras, en el centro de Santiago de Chile, para la conferencia denominada

sugestivamente "2001: el año de la re-conversión argentina; ¿pasó lo peor?",

que se desarrollaba en forma paralela a la 42a Asamblea Anual del Banco

Interamericano de Desarrollo (BID).

Los ejecutivos estaban asombrados por la certeza con la que Cavallo

anunciaba medidas económicas, como si ya integrara el equipo de gobierno:

baja de algunos impuestos directos, suba en las retenciones al comercio

exterior y un ajuste que debía ser maquillado para evitar una "revuelta social",

como la que amenazaba con desatarse ante el paquete anunciado por Ricardo

López Murphy. Cavallo les hablaba como el virtual jefe de Gabinete de

Fernando de la Rúa, pero el radicalismo se negaba a entregarle ese cargo al ex

ministro.

Ajeno a estas discusiones, Ricardo López Murphy se trasladó a

Santiago, después de haber sido aplaudido en la Bolsa de Comercio porteña

por un auditorio colmado por hombres de negocios, mientras Cavallo realizaba

el mismo trayecto en sentido contrario luego de haber rechazado el cargo de

ministro del Interior.

En la capital chilena, el confundido equipo del Palacio de Hacienda

intentaba preparar el ambiente para que el ministro pre-sentara el programa

económico el domingo por la tarde ante inversores y analistas junto con De la

Rúa.

A la hora señalada, López Murphy se sentó solo frente a mil ansiosas

personas y comenzó a transpirar cuando se percató de la demora del

presidente en arribar al lugar. En una sala contigua, un grupo de funcionarios

intentaba persuadir a De la Rúa de la necesidad de dar la cara, más allá de la

Page 152: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

152

decisión que se tomara fuera del escenario respecto del futuro del ministro de

Economía.

Finalmente, acompañado por el canciller Adalberto Rodríguez

Giavarini, el primer mandatario accedió a acompañar al nervioso funcionario,

pero en lugar de respaldar su programa de reformas, decidió actuar como

moderador del encuentro.

— ¿Alguien le quiere hacer una pregunta al ministro? —consultó De la

Rúa a la sorprendida multitud, casi como un locutor ajeno a los

acontecimientos.

Antes de partir, el huidizo jefe de Estado le dio su apoyo formal al titular

de la cartera económica que echaría por la noche.

Esa misma tarde, el titular del BID, Enrique Iglesias, buscaba transmitir

una imagen pública de calma. "El presidente De la Rúa ha traído una gran

tranquilidad y ha mostrado una posición muy firme, buscando una buena base

de apoyo político con un programa serio", declaraba Iglesias, mientras en

privado blasfemaba por la escasa coherencia del gobierno nacional. "Yo ya no

entiendo más a los argentinos", se lamentaba Iglesias en los pasillos de la

acalorada convención desarrollada en el Centro Cultural Estación Mapocho de

Santiago.

Sin pausa, la delegación partió rumbo al aeropuerto, salvo el

subsecretario de Financiamiento, Julio Dreizzen, quien se quedó a leer el

discurso oficial ante la asamblea regional "en nombre del ministro". Confundido,

Dreizzen intentó convencer a los delegados de las bondades de integrar a

Cavallo al gobierno para "complementar" como jefe de Gabinete a Ricardo

López Murphy, tal como parecía estar acordado a media tarde en Buenos

Aires.

El joven Guillermo Mondino se había entusiasmado más que ningún

otro técnico cavallista con la posible combinación de roles, con FIEL en

Economía y la Fundación Mediterránea que dirigía en la Jefatura de Gabinete.

Pero a las 22, cuando se aprestaba a descansar en su habitación,

Dreizzen recibió un llamado para avisarle que la convivencia había fallado

antes de nacer, ya que Ricardo López Murphy había dejado de ser ministro de

Economía y Cavallo se integraba al gobierno en un rol aún no definido.

También había fracasado el desesperado intento cavallista de reemplazar a

Page 153: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

153

Chrystian Colombo con Chacho Alvarez y de sumar el peronismo al gobierno.

"Lo quiero conmigo hasta a Néstor Kirchner", expresó Cavallo en referencia al

rebelde gobernador santacruceño y futuro presidente.

Colombo nunca le perdonó aquella jugada a Cavallo y siempre se

preguntó en voz alta por qué aceptó volver al Ministerio de Economía en plena

etapa de idilio con el electorado. Las encuestas que manejaba el jefe de

Gabinete indicaban que el enérgico economista incluso había superado en

imagen al fenómeno de Elisa Carrió.

Vestido con un elegante esmoquin para asistir a la recepción de gala

de la asamblea del BID, Claudio Loser no ocultó aquella noche su disgusto en

el lobby del hotel donde se hospedaban las delegaciones oficiales. El

funcionario mendocino del FMI sentía una bronca contenida porque pensaba

que el gobierno había utilizado a López Murphy para justificar el regreso de

Cavallo al Ministerio de Economía con la intención de lograr una salvación que

no funcionaría.

"Ningún individuo en los últimos dos mil años ha sido la so-lución

milagrosa", advirtió Loser para que nadie cayera en la tentación de comparar a

Domingo Cavallo con Jesús de Nazaret.

Después de la renuncia de López Murphy, el último bastión de

confianza dentro del Poder Ejecutivo para los mercados financieros era el titular

del Banco Central, quien mantuvo un feroz enfrentamiento con Cavallo desde

el primer día de su gestión en 2001.

Dada la crítica situación de las finanzas públicas, Pedro Pou

consideraba que el gobierno debía inmovilizar los depósitos del sistema

financiero, sin afectar los medios de pago. Se trataba de una versión anticipada

del "corralito" que Cavallo implemento nueve meses después. Pou no ocultó su

planteo ante Liendo y Colombo:

—A las convocatorias se va con dinero.

Con una buena parte de los ahorros congelados, según el polémico

funcionario, la Argentina estaría en condiciones de plantear en términos

civilizados una reestructuración de su deuda antes de que el mercado la

obligara a llevarla a cabo en forma caótica. Liendo le dijo que la idea era "un

Page 154: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

154

delirio" porque el país tenía la mayor parte de su deuda en bonos y un 50%

estaba en manos de argentinos.

Pou le replicó que las altas tasas que pagaba el país hacían

insostenible el pago de los compromisos asumidos con el exterior.

Unos días antes Colombo y Marx le habían solicitado al Banco Central

un giro de US$ 2.000 millones al Tesoro para poder afrontar el pago de los

sueldos de la administración pública.

—Si no me das esa plata el lunes entramos en un default interno —lo

apuró Colombo, conocido como el "vikingo" por su altura, su peso y su tupida

barba.

—Yo te doy lo que quieras, pero si acá no hay un plan el default lo vas

a sufrir el martes —respondió Pou con su habitual tono ácido.

A esa altura de los acontecimientos casi nadie toleraba a Pou. Los

banqueros locales, porque los había hecho sufrir el proceso de ajuste del

sistema posterior al "tequila" como a nadie. La clase política, por sus lazos con

el menemismo, sus negocios poco claros y su insistencia en dolarizar la

economía. Y Cavallo, porque se resistía a acatar sus órdenes. El ministro

quería flexibilizar algunas de las rígidas normas adoptadas por el Central

porque creía que atentaban contra la reactivación del nivel de actividad, pero la

conducción de la entidad monetaria no estaba dispuesta a arriesgar su

prestigio internacional.

El 7 de abril, Liendo le presentó al funcionario un proyecto de decreto

para reformar la carta orgánica del Banco Central que reducía las exigencias

para constituir los requisitos de reserva o efectivos mínimos, dándoles a los

bancos la posibilidad de remunerarlos y de contabilizarlos en moneda local o

extranjera para reducir la masa de dinero inmovilizado. La medida buscaba

introducir más liquidez al sistema y reducir las tasas de interés locales.

Luego del encuentro, Pou creyó que Liendo le había otorgado un plazo

para estudiar el proyecto, mientras que el asesor del ministro se quedó

convencido de haber sellado la discusión técnica.

Desconfiado, el titular del Banco Central llamó esa noche a Colombo a

la residencia de Olivos, pero una mala interpretación del edecán lo comunicó

con De la Rúa, quien le dijo que se quedara tranquilo "porque ya aprobamos la

Page 155: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

155

modificación que nos enviaste". Al otro día, la medida apareció publicada en el

Boletín Oficial.

Dos semanas después del altercado, el directorio del Banco Central

todavía se resistía a reglamentar el decreto. Con suavidad, Liendo justificó la

demora porque Pou "se enteró del decreto con su publicación, lo que causó un

cortocircuito en la comunicación".

Menos sutil, Cavallo llamó al teléfono del automóvil que trasladaba al

titular del Central a una clase de su amada carrera universitaria de Filosofía.

—O hacés la política que yo quiero o te vas —lo emplazó el ministro.

El diálogo se extendió lo suficiente como para que Pou perdiera la hora

de clase mientras discutía en la puerta de la UCA y se decidiera a volver a la

sede de la entidad monetaria oficial. La reforma quedó en stand by hasta su

conflictivo alejamiento del Central.

***

Pero antes del desenlace ambos librarían dos violentos rounds

adicionales. El primero se desarrolló durante el seminario organizado por el

BCRA por el décimo aniversario de la convertibilidad. En una mesa de debate

que compartió con José Luis Machinea y Roque Fernández en la primera

semana de abril, Cavallo disparó a mansalva contra sus dos predecesores y

contra el propio Pou, quien estaba sentado en la primera fila del salón Bosch.

"Estamos ante una depresión anímica y real", diagnosticó Cavallo, apuntando a

las reformas tributarias impulsadas por el último ministro de Menem y el

primero de De la Rúa, a la apreciación del dólar y a la política monetaria del

BCRA. "Se ha instalado la idea de que hay que tener la característica de ser

conservador para ser un buen banquero y que el mejor banquero es el que

capta todos los depósitos y los deja ahí para que los usen afuera; el sistema

financiero no puede servir para captar depósitos a altas tasas de interés locales

y prestar en el exterior", se ensañó Cavallo. A continuación, denunció que los

sectores ligados al menemismo "quieren imponer el dólar como moneda" y, en

tono profético, aventuró que "la convertibilidad es, sin duda, el mejor sistema

que tenemos y lo vamos a mantener porque nos lo exigen los argentinos; no va

a ser abandonada nunca, porque no nos va a dejar la gente". Sin pausa,

Page 156: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

156

comenzó a arengar en contra de las operaciones financieras surgidas desde el

mercado de San Pablo. "Brasil hace meses que viene especulando contra la

convertibilidad y van a perder como locos; tienen que aprender a respetar la

convertibilidad. Van a perder y que pierdan mucho", comentó Cavallo a los

gritos. Para finalizar, defendió la compleja iniciativa de introducir al euro en la

convertibilidad junto al peso y al dólar para darle más competitividad a la

economía. Luego, terminó de crispar los nervios de los asistentes al explicar

que la moneda argentina "va a seguir siendo convertible incluso hasta que la

dejemos flotar". "Nuestra ley de convertibilidad no es de tipo de cambio fijo",

remató.

Cuando culminó su discurso, Claudio Loser, invitado de honor de Pou,

se levantó de inmediato de su silla y llamó a Kohler para advertirle los peligros

del mensaje de Cavallo. "Este hombre está loco", le susurró Pou al oído.

Con sus ojos sobresaltados, el ministro volvía a sentirse en el centro

del ring, como en los primeros años de la década del 90.

El viernes 20 de abril, terminó de noquear al presidente del Banco

Central en Londres, durante una disertación desarrollada en el aristocrático

Reform Club, fundado en 1830, que solía frecuentar el premier británico

Winston Churchill y donde el personaje más conocido de Julio Verne, Phileas

Fogg, realizó su apuesta de viajar alrededor del mundo en ochenta días.

Durante 45 minutos, casi sin alterarse, Cavallo se dedicó a denostar el

ideario ortodoxo y a reivindicar las reformas desarrolladlas durante su gestión

previa como ministro. Sus palabras generaron una sensación agradable en el

calificado auditorio de banqueros e inversores, que luego se transformó en

espanto. Cuando comenzó la ronda de preguntas, el ministro empezó a insultar

las recetas del Fondo, la "ignorancia" de las agencias calificadoras de riesgo

respecto del funcionamiento del sistema bimonetario argentino y, por supuesto,

a Pou, "por haber vendido bonos para que bajara la confianza en los activos

argentinos y subiera el riesgo país". "Es un estúpido, irresponsable y se tendrá

que ir si no hace los deberes", lo crucificó.

La mayoría de los asistentes dejó el refinado club londinense con una

sensación mixta. Por un lado, Cavallo parecía ser el hombre adecuado para

intentar una salida ordenada de la camisa de fuerza colocada al país por él

Page 157: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

157

mismo diez años antes, pero a la vez volvía a demostrar su falta total de cintura

política.

El lunes siguiente los mercados respondieron con furia a los desafíos

verbales del ministro. El riesgo país superó los 1.300 puntos básicos y el

Ministerio de Economía tuvo que suspender una licitación de Letras del Tesoro

(Letes) y Bonos del Tesoro (Bontes) prevista, para no convalidar tasas

cercanas al 13%.

Cavallo adjudicó el comportamiento negativo de los mercados a "una

serie de rumores", como "la idea falsa de que el gobierno está violando la

autonomía del Banco Central", y a un "delirante" artículo publicado en The Wall

Street Journal, firmado por el economista Charles Calomiris, de la Universidad

de Columbia, que ponía en duda la capacidad de pago de la Argentina y

sugería que el ministro "inevitablemente" debería hacer una reestructuración

forzada de su deuda pública con una quita del 25%.

El especialista tocó la fibra sensible de Cavallo en su respuesta. "El

ministro no puede acusarme de no conocer a la Argentina porque trabajé allí

mucho tiempo para el sector financiero y conozco muy bien la situación del

país", explicó al diario La Nación desde Nueva York.

Cavallo se enfureció al descubrir que Calomiris había asesorado a Pou

y que redactó un paper, "El caso de la Argentina", con el economista en jefe del

Central, Andrew Powell.

El ministro recibió un llamado urgente del titular del Banco Central del

Brasil, Arminio Fraga, para advertirle que las palabras de Calomiris afectarían

la estabilidad de ambos países. De inmediato, Cavallo se comunicó para volver

a gritarle a Pou:

— ¿Cómo puede ser que Arminio reaccione y vos no hagas nada?

La decisión estaba tomada. Cavallo utilizaría las acusaciones del

Congreso contra Pou por presunto incumplimiento de sus deberes de

funcionario público en las maniobras que se investigaban por lavado de dinero

para sacarse de encima al presidente del BCRA y sustituirlo con su leal Roque

Maccarone. "En ese contexto, ante la arremetida de los senadores, dejé que

cayera", confesaría Cavallo un año después en el pequeño cuarto que ocupaba

en el cuartel de la Gendarmería en Campo de Mayo, detenido por su presunta

participación en la maniobra de tráfico ilegal de armas.

Page 158: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

158

Un informe del Subcomité de Investigaciones del Senado de los

Estados Unidos, presidido por el demócrata Cari Levin, involucró al Citibank en

la utilización de "bancos corresponsales", el República y el Federal Bank del

menemista Raúl Moneta, para introducir dinero en negro en Wall Street. El

reporte indicaba que en la cuenta del Federal Bank depositada en el Citi "entre

noviembre de 1991 y mayo de 2000 se movieron más de US$ 4.500 millones"

difíciles de justificar. Los senadores norteamericanos no fueron menos

lapidarios con la financiera Mercado Abierto de Aldo Ducler, que "estaba al

tanto de las cuentas que se abrirían para transferir dinero de la droga desde

Estados Unidos hacia la Argentina", y con el Banco Central, por haber mirado a

un costado ante todas estas maniobras sospechosas.

En Buenos Aires, la comisión de senadores nacionales que investigaba

el lavado de dinero a paso lento durante más de un año recibió la orden de

dictaminar en forma inmediata la destitución de Pou.

Al tanto de la riesgosa jugada política, Daniel Marx aprovechó para

explicarles a De la Rúa y al canciller Adalberto Rodríguez Giavarini en un viaje

desde Washington a Quebec, para participar de una cumbre preparatoria del

Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), que la salida de Pou

"generaría mucho ruido", tal como se lo habían advertido el asesor económico

del nuevo presidente George W. Bush, Larry Lindsey, y el designado sub-

secretario del Tesoro, John Taylor, entre otros.

El 21 de abril el viceministro intentó calmar a los funcionarios

norteamericanos explicándoles que Cavallo le había garantizado en forma

telefónica que no avalaría la remoción del titular del Banco Central. Pero esa

misma tarde, el ministro lo llamó para contarle con cierto entusiasmo que la

salida de Pou ya estaba acordada con los banqueros del sistema financiero

local. Mientras que algunas entidades extranjeras estaban aterradas con su

caída, los bancos minoristas entendían que la renuncia del titular del BCRA

representaba un "mal menor" que permitiría sellar las agresivas discusiones

sobre el lavado de dinero.

Sobre la base de una recomendación legislativa, el 25 de abril el Poder

Ejecutivo dictó el decreto 460/01, que dejó a Pou en la calle por "cumplimiento

negligente de sus funciones", por favorecer al Banco República y por difundir

datos "altamente confidenciales" que perjudicaban la economía argentina.

Page 159: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

159

"Remuévase del cargo de presidente del BCRA al doctor Pedro Pou por mediar

mala conducta", sentenció la resolución presidencial.

Los analistas del mercado se espantaron con la decisión. "Fue

dramático, no por su figura, sino por la forma en que se hizo; nadie podía creer

que se tratara con tanta liviandad el problema del lavado de dinero", explicó

una ejecutiva de una firma de Wall Street. En Washington había una mezcla de

sensaciones contrapuestas. Algunos funcionarios compartían el temor de los

inversores por el avasallamiento de la autonomía del Banco Central, mientras

que otros pensaban que la figura del funcionario mendocino estaba demasiado

desgastada como para continuar al frente de una entidad tan trascendente para

la economía Argentina.

En todo caso, el sector más dolido por su destitución fue el

denominado "sindicato de banqueros centrales", que se reunió en París en

junio a raíz de una invitación de la fundación liberal Adam Smith. El titular del

Banco Central de Inglaterra, Eddie George, resultó uno de los más enérgicos al

protestar por la decapitación de Pou. A su lado, observaba atónito el único

argentino que estaba presente en el exclusivo cónclave, Alfonso Prat Gay, jefe

del negocio de monedas del banco de inversión JP Morgan en Londres y

aspirante a encabezar el Banco Central cuando la Argentina dejara flotar su

tipo de cambio.

***

El megacanje de junio de 2001, cuando la deuda pública se ubicaba en

US$ 132.143 millones, fue uno de esos remedios que cuentan con demasiadas

contraindicaciones como para curar a un paciente muy enfermo. Pero existió

una medicina preventiva que el gobierno de la Alianza no se animó a aceptar.

A fines de 1999 se perdió la oportunidad de realizar una

reestructuración ordenada de la deuda soberana cuando una buena parte de

los economistas más respetados del mundo estaba persuadido del agotamiento

absoluto del plan de Convertibilidad, aunque ninguno se animara a repetirlo en

voz alta.

Si bien el país había sobrevivido a tres huracanes financieros en

menos de cinco años, el consenso internacional indicaba que no tenía sentido

Page 160: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

160

seguir defendiendo un sistema cambiario que ya había cumplido su ciclo de

vida útil, sobre todo después de la devaluación del real brasileño. Desde

entonces se disparó una espasmódica serie de medidas, a veces

contradictorias entre sí, destinadas a torcer un inevitable proceso de agonía.

Los banqueros y funcionarios argentinos que escuchaban esta

prematura sentencia de muerte replicaban que la Argentina era un país

"diferente" de otros que habían fracasado en sostener el tipo de cambio fijo por

un período demasiado prolongado.

Pero en el exterior la respuesta era demoledora: antes de sus

respectivas devaluaciones en 1995 y en 1999, respectivamente, México y

Brasil también juraron ser "diferentes" y, sin embargo, debieron abandonar la

estabilidad cambiaria por los serios problemas de competitividad que

enfrentaban.

Más allá de las discusiones teóricas que se desarrollaban en voz baja,

esta rotunda desconfianza se reflejó desde 1998 en la caída del ingreso de

capitales, suplantados con recursos de los fondos de pensión y de los bancos

locales, obligados desde entonces a absorber una enorme cantidad de títulos

públicos que afectó la calidad de sus carteras.

Ante este creciente ahogo externo, la Reserva Federal de Nueva York

hizo llegar a los oídos del equipo económico del saliente gobierno de Menem la

ambiciosa propuesta de reestructurar unos US$ 30.000 millones de la deuda

soberana.

El esquema comenzó a debatirse con dos importantes bancos

norteamericanos, el Citibank y el JP Morgan, que competían entre sí sin

saberlo, con la intención de romper el agudo pesimismo del mercado. El Fed de

Nueva York obtuvo un apoyo informal del Tesoro, que lideraba Larry Summers,

y de las principales agencias de riesgo crediticio para apoyar este proyecto de

"megacanje".

Los banqueros pretendían replicar el modelo que prevalece en el

mercado de deuda corporativa de los Estados Unidos, en el que los inversores

descuentan que, si participan de un canje para estirar los plazos de pago de

una empresa, los nuevos títulos suben de valor en forma inmediata dada la

mejora en la capacidad de repago de la compañía involucrada.

Page 161: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

161

El Citi con cierta timidez y el Morgan con mayor convicción les

presentaron sus respectivas propuestas a los cuatro candidatos a ocupar el

Ministerio de Economía en el nuevo gobierno: Jorge Remes Lenicov por el PJ y

José Luis Machinea, Adalberto Rodríguez Giavarini y Ricardo López Murphy

por la Alianza.

Los incentivos parecían claros, ya que el gobierno podría aplazar los

vencimientos de los siguientes cinco años a un costo relativamente bajo —el

riesgo país rondaba los 600 puntos básicos antes del cambio de gobierno— y

las calificadoras internacionales le otorgarían la soñada nota "triple A" si los

"ministeriables" les adelantaban por escrito las medidas económicas que el

mercado esperaba.

Cuando triunfó la Alianza, Machinea consultó con Marx la conveniencia

de avanzar con este "megacanje", quien sin dudar le bajó el pulgar al

considerar que el país "asustaría" a los inversores si anunciaba una operación

de semejante magnitud.

El futuro secretario de Finanzas tampoco confiaba demasiado en el

compromiso de las agencias de rating soberano de mejorarle la calificación al

país. "Marx quería grageas y pensaba que había riesgos si la nota no subía

tanto con el canje", confesó uno de los banqueros involucrados en la frustrada

operación.

Fiel a su particular estilo, Machinea también se sentía más a gusto con

un camino más "gradualista" y el primer intento de realizar el megacanje quedó

archivado.

"El gobierno de la Alianza no logró entender apenas asumió que el

ambiente estaba cambiando para mal y desaprovechó una oportunidad de oro",

se lamentó un funcionario norteamericano que se había ilusionado con la

posibilidad de conducir a la Argentina hacia una reestructuración que no dejara

tantos heridos en el campo de batalla.

A diferencia de la propuesta analizada a fines de 1999, la versión 2001

del megacanje no contaba con el apoyo del gobierno norteamericano ni con el

guiño de las calificadoras de riesgo. Tras haber mantenido un cierto romance

con el equipo de Roque Fernández y una actitud equidistante con José Luis

Machinea, Standard & Poor's y Moody's le advirtieron a Marx, eterno secretario

de Finanzas, que si la Argentina forzaba a los inversores a canjear sus bonos,

Page 162: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

162

se verían obligadas a colocar la calificación del país apenas un peldaño por

encima del default.

Un mes después de asumir por segunda vez como ministro de

Economía, durante una reunión del Grupo de los 30, Domingo Cavallo volvió a

enlazar su destino con el ce David Mulford, tal como había ocurrido con el plan

Brady en 1992.

Mulford y su socio argentino, José Rohm, dueño del Banco General de

Negocios —acusado tiempo después por la Justicia junto con su hermano

Carlos por presunta fuga de capitales y el vaciamiento de la entidad—, le

pidieron a Cavallo un mandato para negociar la operación en nombre del

gobierno argentino.

Los analistas del JP Morgan que habían elaborado la propuesta

rechazada por Machinea se mudaron al CSFB que comandaba el ex

subsecretario del Tesoro en busca de negocios más jugosos y, en abril de

2001, lograron convencer al flamante ministro de las bondades del

"megacanje", cuando el riesgo país ya rondaba los mil puntos básicos sobre el

rendimiento de los bonos del Tesoro de los Estados Unidos.

El gobierno de la Alianza inauguró su gestión con un riesgo de 586

puntos básicos. Un año más tarde, a pesar del blindaje, la sobretasa llegó a

803 puntos básicos y, en marzo de 2001, cuando la Argentina cambiaba dos

veces de ministro de Economía en menos de un mes, se estiró hasta los 850

puntos básicos.

Con estas amenazantes nubes sobre su cabeza, Cavallo negoció con

Mulford la postergación de los vencimientos más importantes de la deuda por

un quinquenio, hasta que declinaran los pagos que el Estado debía realizar por

las jubilaciones como resultado de la reforma previsional.

El ministro reconocía que contaba con escaso tiempo para lanzar la

operación, ya que el mercado estaba jugado por completo a que la Argentina

entraría en cesación de pagos desde principios de 2001, cuando se frenó el

desembolso del blindaje por el incumplimiento de las metas fiscales del primer

trimestre.

Sin embargo, Marx le advirtió que, en un contexto de políticas poco

creíbles, el megacanje significaría la antesala del colapso, el default y la

devaluación, como ocurrió con Rusia y Ecuador. Cavallo tampoco hizo caso a

Page 163: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

163

los reparos formulados por su asesor Horacio Liendo, quien pensaba que el

megacanje requería una "red de contención política" que sólo podía quedar

asegurada con el apoyo parlamentario del peronismo y del radicalismo.

Liendo y el jefe de Gabinete, Chrystian Colombo, negociaron con los

gobernadores la aprobación de una "ley de crédito público" que garantizara el

pago de la deuda con los ingresos de la recaudación impositiva. La norma

colocaba a los acreedores externos en una situación de cobro privilegiado

respecto de los empleados públicos y de los jubilados.

Según los banqueros que apoyaban a Liendo, si la ley se aprobaba, el

riesgo país podía caer por debajo de los 750 puntos básicos para facilitar el

éxito del "megacanje".

El 17 de mayo, mientras el abogado que había negociado el plan Brady

se disponía a enviar el proyecto al Congreso, el gobernador José Manuel de la

Sota se comunicó en forma telefónica con Fernando de la Rúa para confirmar

su apoyo a la polémica iniciativa. Los gobernadores justicialistas habían

decidido sumarse al planteo oficial tras arrancarle a Cavallo el compromiso de

refinanciar sus propias deudas con el apoyo del Ministerio de Economía.

Pero el presidente lo descolocó con su habitual tono dubitativo. "Es un

proyecto de Economía que todavía hay que discutir", le respondió.

El mandatario cordobés les transmitió a sus pares el resultado de la

conversación y el tratamiento de la ley quedó congelado.

Colombo, un hábil negociador, experimentó una profunda angustia al

comprender que, luego de haber perdido a su vicepresidente, De la Rúa no

estaba dispuesto a forjar nuevas alianzas. En realidad, a 17 meses de haber

asumido el gobierno, el presidente ya no sabía qué rumbo debía tomar.

Pero el ministro de Economía volvió a taparse los oídos ante los malos

presagios y avanzó hacia el mayor canje "voluntario" de bonos conocido hasta

ese entonces en el mundo. "La operación elimina la incertidumbre que había

sobre la capacidad de pago de la Argentina", se entusiasmó Cavallo sin

demasiado fundamento.

***

Page 164: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

164

Los organismos de control del Estado y algunos diputados de la

oposición comenzaron a observar con preocupación la sociedad monogámica

entre Domingo Cavallo y David Mulford.

El ex subsecretario del Tesoro pretendía conducir en forma exclusiva el

"megacanje" y cobrar una comisión del 1% por su rol como agente colocador

exclusivo, pero el equipo de Finanzas re-comendó "repartir" la torta entre varios

jugadores del mercado para alejar cualquier sospecha de favoritismo.

Luego de tres días de fuertes presiones cruzadas, Mulford aceptó que

la comisión se redujera al 0,55%, dividida en tres cuotas que dejaron de

abonarse a partir del default.

Además, el CSFB se resignó a que se sumaran a otros bancos como

líderes del canje: JP Morgan, Salomón Smith Barney, BSCH Santander Central

Hispano, Galicia, BBVA Banco Francés, HSBC. El Deutsche Bank y ABN Amro

quedaron eliminados de la competencia a último momento por haber difundido

presuntamente información privilegiada a sus clientes.

Sin embargo, el apuro de Cavallo impidió que Marx pudiera imponer su

criterio de seleccionar a las entidades financieras por medio de una licitación,

en lugar de elegirlas a través de una contratación directa.

La magnitud de la operación también provocó algunos cortocircuitos en

el Palacio de Hacienda, ya que algunos funcionarios, como el jefe de asesores

de Cavallo, Guillermo Mondino, pensaban que no era conveniente que el canje

sobrepasara los US$ 8.000 millones para poder acotar el costo de la

transacción. Pero el ministro prefería descargar todos sus cartuchos al mismo

tiempo y le colocó un piso de US$ 15.000 millones.

Ajenos a las discusiones internas, en Wall Street predominaba cierto

clima de euforia entre los bancos participantes. En particular, los ejecutivos del

JP Morgan no ocultaron su excitación. "La operación será histórica para la

Argentina y los bancos porque brindará las bases para que el país reanude su

crecimiento", indicó el director ejecutivo del banco, Bill Harrison.

Finalmente, tras recibir ofertas por unos US$ 33.000 millones —un 33%

del exterior—, el 4 de junio el gobierno realizó el canje de US$ 29.477 millones

y logró reducir el riesgo hasta 955 puntos básicos, después de haber superado

los mil puntos en mayo.

Page 165: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

165

El intercambio de bonos habilitaba al país a postergar el pago de US$

7.820 millones hasta fines de 2002, mientras el crecimiento económico no daba

señales de vida.

Sin embargo, en forma inmediata, analistas y legisladores comenzaron

a cuestionar la alta tasa que pagaban los nuevos bonos, del 16% en promedio.

Con la guardia en alto, Cavallo se enojó. "No podemos pensar en esos

términos, porque estamos evitando un mal intolerable que era el default",

afirmó, seis meses antes de que se produjera la cesación de pagos.

El rescate de bonos permitía, según el ministro, derrotar a "los

pesimistas y a los que especulaban contra el país", aunque a un costo

demasiado alto y con un beneficio excesivamente efímero. De 2001 a 2005, la

Argentina logró diferir vencimientos por US$ 12.849 millones, aunque sumó

US$ 21.162 millones al calendario de pagos de 2006 a 2008.

Según la Oficina Nacional de Crédito Público, la "exitosa" operación

incrementó el capital de la deuda en US$ 2.248 millones y los intereses en US$

38.401 millones. Más pesimista, la Auditoría General de la Nación, encabezada

por el abogado mene- mista Rodolfo Barra, calculó estos aumentos en US$

17.415 millones y US$ 38.860 millones, respectivamente.

Todos los cañones del peronismo y del crítico partido Alternativa para

una República de Iguales (ARI), liderado por Elisa Carrió, apuntaron contra

Cavallo y Marx, debido al crecimiento de la deuda y al pago de comisiones a

los bancos que actuaron como agentes colocadores por unos US$ 150

millones.

Los fiscales a cargo de la investigación tramitada por el juez Jorge

Ballestero, Eduardo Freiler y Federico Delgado, consideraron que el canje sólo

buscó postergar vencimientos a "un costo multimillonario" que comprometió "el

futuro del país y de las generaciones que vendrán". Ante el magistrado, Cavallo

reconoció haber pagado "tasas altísimas" para salvar al país del default y, tal

como ocurrió con los fantasmas que lo persiguieron tras su salida del Palacio

de Hacienda en 1996, sostuvo que la denuncia representaba "un ejemplo

elocuente de la judicialización de la política en la Argentina".

La realidad ya no le daba respiro al gobierno. "Estábamos en un

período de angustia, con plazos perentorios y en tiempo de descuento", según

Page 166: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

166

el tormentoso recuerdo de un estrecho colaborador del presidente Fernando de

la Rúa.

Después de tomarse un pequeño descanso en las semanas posteriores

al "megacanje", en agosto de 2001 el riesgo país se ubicó en 1.500 puntos

básicos, frente a 1.000 de Brasil y a 350 de México. El spread argentino

treparía a 1.843 el 15 de octubre y a 2.664 un mes después. A esta altura del

año, el seguimiento del índice de riesgo país ya había dejado de ser un objeto

de análisis exclusivo de los economistas, para transformarse en un termómetro

social tan trascendente como resultó el precio del dólar en los '80.

Para completar el cuadro de desastre, las calificadoras Moody's y

Standard & Poor's cumplieron con su amenaza al reducir la calificación de la

deuda argentina de B2 a B3 y de B a B-, respectivamente, cada vez más lejos

del grado de inversión soñado por De la Rúa.

El panorama no podía ser más desolador para el ministro de

Economía, ya que los mercados comenzaban a ganarle la pulseada en forma

irreversible luego de protestar por el descontrol fiscal, la renuncia de Pedro Pou

y por los intentos de ampliar la convertibilidad con la incorporación del euro.

"Ya habíamos raspado muchas ollas, muchas más que las deseadas",

confesaría uno de los tantos funcionarios del equipo económico desencantados

con el modelo 2001 de Domingo Cavallo.

Page 167: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

167

DIEZ Los miopes

Disputas violentas con Pedro Pou, un megacanje poco efectivo,

cambios a medias en la convertibilidad, una cuestionable política impositiva y

una frustrada intervención en el mercado del dólar futuro. ¿Hacia dónde

marchaba Domingo Cavallo tras haber regresado a su despacho de ministro de

Economía?

¿Por qué el mismo hombre que en la década del 90 había deslumbrado

a los agentes financieros de todo el mundo, cinco años después sólo

provocaba desconfianza?

¿Se había transformado Cavallo o la Argentina?

Todos los personajes relevantes del mundo de la economía que juran

conocer muy bien al ministro más carismático y polémico que tuvo el país creen

que Domingo Felipe Cavallo no cambió ni un ápice entre aquella breve gestión

como presidente del Banco Central en 1982, su paso triunfal en el Ministerio de

Economía en los '90 y su segundo y fallido intento en el año 2001. No olvidó su

inteligencia ni sus contactos, pero tampoco su soberbia, afirman.

En tono jocoso, uno de los funcionarios más importantes del mundo

financiero oficial de los Estados Unidos consideró que "los tres Cavallo fueron

la misma persona, aunque el del Banco Central fue el más auténtico, un gran

desordenado que un día dictaba una circular para un lado y al otro día se

contradecía con una en el sentido contrario; él mismo, camuflado, un día se

convirtió en ministro". En la década pasada, la genialidad de Cavallo consistió

en tener a su lado al presidente Carlos Menem, quien "contuvo sus peores

instintos y le colocó una serie de límites que le trajeron muchos beneficios a la

Argentina; en su segunda etapa como ministro, perdió sufeeling sobre los

mercados, no confiaba en su equipo ni tenía freno político", según este

diagnóstico.

Con una mayor carga de agresividad, un ex subsecretario del Tesoro

de los Estados Unidos opinó que "Cavallo se creía la reencarnación de Raúl

Prebisch". "Entre 1996 y 2001 perdió su cabeza, pero tenía amigos en

Page 168: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

168

Washington que no le dijeron nada", se descargó el funcionario de la

administración demócrata de Clinton cuando la Argentina ya había entrado en

el default.

En Nueva York también se le guarda cierto rencor porque, luego de

deleitarse con aquel mago que en los '90 les permitió ganar mucho dinero a los

inversores, apareció un simple mortal que eligió la medicina incorrecta. En

cambio, en el Fondo Monetario las sensaciones sobre el fenómeno Cavallo

parecen ser contrapuestas. Algunos creen que, desde su salida del Palacio de

Hacienda en 1996, el padre de la convertibilidad tomó demasiado contacto con

la política y muy poco con los cambios registrados en la economía. "Domingo,

siempre brillante y obcecado, estuvo en el exilio esperando cinco años a que la

patria lo llamara, mientras él viajaba y tomaba ideas: los planes de

competitividad en Tailandia y el euro de la Unión Europea, sin comprender los

cambios que se habían producido entre sus dos gestiones", comentó con una

mezcla de bronca y cariño uno de los funcionarios que negociaron a los gritos

con él durante 2001, cuando la deuda pública se ubicaba en US$ 128.000

millones.

Un importante ex funcionario del organismo eligió con mucha

delicadeza las palabras para definirlo. "Cavallo es inteligente y ambicioso a la

vez; uno puede ser consistente aunque combine estas dos características si

detrás cuenta con buenas políticas, pero él no las tenía y ya había demasiado

escepticismo sobre la Argentina", se lamentó el respetado economista.

De acuerdo con la visión predominante en el edificio ubicado en las

calles 19 y H en la capital de los Estados Unidos, a la falta de contención

política por parte de Fernando de la Rúa, se sumaban las disputas internas en

el equipo: Marx se peleaba con Cavallo y con Liendo a la espera de su soñado

lugar como ministro de Economía, mientras el ministro lo acosaba con la figura

del joven Alfonso Prat Gay como su posible reemplazo; el secretario de

Hacienda, Jorge Baldrich, un apacible mendocino, desconfiaba del negociador

de la deuda; el secretario legal y técnico, Alfredo Castañón, compañero de

lucha en la gesta contra Yabrán, tal vez hubiera preferido que Liendo ocupara

su lugar, porque se sentía demasiado político para acompañar a un grupo de

jóvenes tan teóricos como Federico Sturzenegger y Guillermo Mondino.

Page 169: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

169

El ministro tampoco fomentaba la cordialidad entre sus colaboradores

con su particular sistema de toma de decisiones.

A diferencia de la primera gestión, en esta segunda etapa cada

funcionario gozaba de una pequeña cuota de poder e información que no era

intercambiable.

En tono de catarsis, uno de los economistas que formaron parte del

gabinete que acompañó a Cavallo desde marzo a diciembre de 2001 sostuvo

que el gabinete logró tener algo de participación en la primera mitad de la

gestión y escasa en la segunda parte. "De todos modos —aclaró—, aunque a

veces discutíamos las medidas, él luego solía plantearlas de un modo distinto."

El propio Liendo a veces se enteraba con pocos minutos de

anticipación de los deseos del ministro y no tenía demasiado margen para

cuestionarlos.

Según la definición de un economista que lo conoce y lo admira por

igual, la fórmula Cavallo 2001 contenía los peores ingredientes posibles. "Era

un ministro obsesivo y político, con economistas que no tenían nada de calle,

Daniel Marx pateando en contra y un Banco Central acéfalo."

Con el cruce de todas estas variables, el final de la película no podía

ser demasiado diferente de la tragedia registrada, a pesar del último intento de

rescate por parte de la comunidad internacional que se desarrolló en el verano

boreal de 2001.

***

Los varenikes representan uno de los platos más populares de la

comida judía de Europa oriental y se cocinan a base de harina, huevo, sal,

cebollas y papas.

Pero también es la denominación adoptada por un conjunto de

analistas argentinos de los bancos de inversión de Nueva York dedicados a

pronosticar el rumbo de los bonos de la deuda de los mercados emergentes.

Unidos por su nacionalidad y su origen religioso, Alberto Ades de

Goldman Sachs, Martín Anidjar de JP Morgan, Pablo Goldberg de Merrill Lynch

y Javier Timmerman de UBS formaron el "Grupo Varenike", luego de viajar a la

Argentina por invitación de Antonio de la Rúa, novio de la popular cantante

Page 170: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

170

colombiana Shakira, para dialogar con su confundido padre a principios de

2001.

La idea de adoptar este nombre surgió en tono de broma como un

gesto de imitación del "Grupo Sushi", que el hijo mayor del presidente integraba

junto a otros edulcorados miembros del entorno presidencial acostumbrados a

disfrutar de los manjares modernos de la comida japonesa.

Estos jóvenes residentes en Nueva York se transformaron en un objeto

de odio extremo para Domingo Cavallo, cuando, al volver a asumir como

ministro, comprendió que debería librar una batalla cotidiana para poder

renovar el financiamiento soberano sin que el país terminara de ahogarse.

La mayoría de las entidades de inversión había colocado a los títulos

soberanos argentinos en la categoría de underweight, con un perfil negativo,

que reflejaba una recomendación de venta para sus clientes.

Tras obtener un breve respiro del mercado por haber logrado una ley

con "superpoderes" —que el Congreso delegaba en el Ejecutivo para dictar

leyes y modificar impuestos—, el 27 de marzo Cavallo lanzó la primera artillería

pesada contra los mercados al asegurar que no estaba dispuesto a convalidar

las "tasas ruinosas" del 13% anual que los inversores le demandaban en la

primera oferta de Letes en dólares a 91 días realizada desde el inicio de su

nueva gestión. "Si me cobran esa tasa, la licitación se suspende", les advirtió al

mediodía a los doce bancos "hacedores de mercado", encargados de colocar

los bonos locales entre sus inversores.

La Argentina, según el ministro, debía pagar entre el 6% y el 7%, cerca

de las tasas que pagaba México y no los intereses de dos dígitos sugeridos por

los bancos de inversión.

Luego de dos horas de incertidumbre, el ministro logró una costosa

victoria ya que los bancos aceptaron reducir la tasa al 10,96%.

De todos modos, el resultado superaba en cuatro puntos porcentuales

el precio pagado cinco semanas antes por el gobierno en una operación

similar. "Es la última vez que acepto estas tasas", volvió a enojarse Cavallo

durante una presentación realizada en el auditorio del Banco Nación a última

hora de la tarde.

Una semana después comenzaba su segunda disputa con el sector

financiero, a partir del lanzamiento del plan de Convertibilidad ampliada.

Page 171: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

171

Cavallo había pensado desde 1992 en la implementación de una "canasta de

monedas" como una instancia superadora del tipo de cambio fijo. Su deseo

cobró mayor impulso cuando el dólar comenzó a revalorizarse respecto de las

demás monedas fuertes del mundo a partir de 1995 y dejó al peso en una

situación de desventaja competitiva en relación con los principales socios

comerciales de la Argentina.

Fernando de Santibañes sufrió la insistencia del enérgico economista

en un viaje que compartieron en forma casual desde Miami. "Estaba

obsesionado desde los '90 con un ataque especulativo en contra de la

convertibilidad", relató con cierto pesar el mejor amigo del presidente De la

Rúa.

Apenas asumió su cargo en el gobierno de la Alianza, Cavallo sostuvo

que la moneda argentina sufría una sobrevaluación del 20%, pero juró que el

gobierno jamás provocaría una devaluación.

El día que anunció el proyecto que incorporaba el euro al sistema

vigente desde 1991, intentó persuadir durante una con-versación telefónica de

55 minutos al director ejecutivo del FMI, Stanley Fischer, de la necesidad de

contar con un apoyo explícito del organismo multilateral.

Fischer le explicó que la ganancia de competitividad para el país sería

mínima ya que el euro estaba en alza y el dólar en baja. Pero Cavallo le retrucó

que la combinación de ambas monedas fuertes dentro de la convertibilidad era

la única vía para avanzar hacia la flotación "sucia" del peso sin crear pánico. Su

intención era que la divisa más devaluada actuara como piso y la más

apreciada como techo de la futura banda de fluctuación cambiaría.

Desesperado, Fischer convocó al auditor chileno Tomás Reichmann a

su despacho para que le brindara nuevos argumentos que pudieran frenar la

iniciativa y volvió a comunicarse con el ministro. Del otro lado del teléfono, el

veredicto ya había sido escrito. "Lo lamento, pero en media hora voy a anunciar

el plan por televisión", se limitó a responderle el titular del Palacio de Hacienda

al hombre que estaba cerca de dejar su cargo en manos de la nueva "dama de

hierro" de las finanzas internacionales, Anne Krueger.

La Reserva Federal de Nueva York también le advirtió en dos

oportunidades a Cavallo que no lanzara la convertibilidad ampliada. El ministro

Page 172: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

172

tomó nota del pedido, pero tampoco le hizo caso a su amigo William

McDonough:

— ¿No comprendés que la situación está bien encaminada?

—expresó Cavallo, mientras los colaboradores de McDonough se

tomaban la cabeza por la ceguera del ministro argentino.

***

La reacción negativa del mercado ante la nueva versión de la

convertibilidad fue inmediata, con una baja simultánea en los precios de bonos

soberanos y de las acciones de las empresas argentinas.

Cavallo sostuvo que los operadores del mercado eran "miopes" que

debían utilizar anteojos "para que vean bien y no se equivoquen". "Los

mercados... ustedes saben qué son los mercados; son unos muchachos

jóvenes que están sentados mirando una computadora, hablando por varios

teléfonos y que no tienen tiempo de pensar", disparó.

Más allá de los insultos, su gabinete le advirtió que los inversores

creían que el anuncio oficial representaba el primer paso hacia una fuerte

devaluación.

El ministro les respondió que no volvería a hablar del tema. "Ni siquiera

voy a volver a pensarlo", les juró en vano una semana antes de enviar el

proyecto al Congreso Nacional.

La ley, sancionada el 21 de junio, incorporaba la flamante moneda de

la Unión Europea "a partir del día siguiente en el que un euro cotice a un dólar

para la venta".

Algunos colaboradores de Cavallo pensaban que la puesta en marcha

de la nueva convertibilidad ponía en riesgo las reglas de juego en forma

innecesaria. El viceministro Daniel Marx y el jefe de asesores, Guillermo

Mondino, eran los funcionarios más contrariados con la idea dentro del Palacio

de Hacienda. Federico Sturzenegger, el joven que había ingresado a la función

pública para integrar el equipo de López Murphy y que decidió seguir en el

equipo económico como secretario de Política Económica de Cavallo, también

estaba muy confundido. Tan inteligente como inocente, en aquel entonces

Sturzenegger tenía profundas convicciones liberales pero, al mismo tiempo,

Page 173: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

173

según otro integrante de aquel team, "era el más enamorado del carisma de

Cavallo y afirmaba que, en realidad, el ministro era un fiscalista escondido".

Fuera del gabinete económico, Horacio Liendo advirtió que el cambio

en el sistema monetario era demasiado complejo como para lanzarlo en el

"rústico" contexto político del año 2001.

Pero el ministro creía que, además de combatir la asfixia financiera, el

gobierno debía brindarle una fuerte señal de apoyo a la economía real luego de

la caída del PBI del 3,4% en 1999, del 0,5% en 2000 y del 2% en el primer

trimestre de 2001.

Más acelerado que nunca, Cavallo consideró que ni siquiera podía

esperar a que el euro igualara al dólar y puso en práctica en forma inmediata el

"factor de empalme", un subsidio para los operadores del comercio exterior que

funcionaría hasta que las dos monedas elegidas como el respaldo de la

convertibilidad ampliada quedaran empatadas. Aunque el ministro intentó

presentar el factor como una simple medida fiscal, en la práctica el nuevo

mecanismo significó un desdoblamiento del mercado cambiario, a través de la

creación de un virtual "dólar comercial".

El experimentado analista uruguayo del ABN Amro, Arturo Porzecanski,

quien había comenzado a monitorear a la Argentina en los '70, advirtió que

"tras los anuncios salió el cuco; hay mucho miedo a que Domingo Cavallo vaya

a una devaluación".

De inmediato, Guillermo Mondino partió para reunirse con los

principales gurúes de Wall Street. "Éste es un paquete de medidas sobre

política comercial, un programa de incentivos a las exportaciones", intentó

convencerlos el joven y delgado funcionario en una reunión convocada al

mediodía en el sur de Manhattan, cuando el riesgo país escalaba hasta los 985

puntos básicos, para terminar la jornada del 19 de junio de 2001 clavado en

1.000 puntos.

El pánico se trasladó de inmediato a otros mercados: el real brasileño

tocó su mínimo histórico con 2,45 por dólar, la bolsa madrileña cayó con fuerza

por la baja de las acciones de las empresas con presencia en la Argentina y las

empresas nacionales que cotizaban en Wall Street perdieron hasta un 6,7 por

ciento. "Como en el exterior no nos entendieron tenemos esta reacción

negativa, pero esto se solucionará cuando los argentinos empiecen a actuar a

Page 174: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

174

partir de los incentivos que da este nuevo paquete económico", arriesgó

Cavallo.

Entusiasmado, Sturzenegger consideró que las medidas eran "positivas

e ingeniosas", aunque admitió que a los inversores les costaría "un poquito"

entenderlas. "A los mercados les gustan las cosas sencillas", comentó el tímido

economista.

Más preocupado, Mondino se lamentó porque el ministro ni siquiera se

tomó la molestia de avisarle al FMI antes de lanzar este plan de estímulo a las

exportaciones, que se combinó con otras medidas como la creación del

impuesto a los créditos y débitos en cuenta corriente. El distorsivo tributo,

obligatorio para la mayoría de las transacciones bancarias, permitió moderar la

caída de la recaudación producida por la caída en el nivel de actividad y por el

efecto de otra particular receta cavallista, los planes de competitividad,

destinados a otorgarles ciertas rebajas impositivas al campo, los servicios y la

industria. Stan Fischer volvió a probar suerte al advertirle al ministro que los

planes eran intervencionistas y que estaban basados en un sistema demasiado

sofisticado como para que las empresas aprovecharan sus ventajas.

El único resultado posible, según el director ejecutivo del Fondo, era

una fuerte pérdida fiscal. De hecho, los ingresos tributarios cayeron el 9,1% en

abril, se tomaron un respiro en mayo con una suba del 8%, y volvieron a

desbarrancarse el 4,9% en junio, 8,7% en julio, 3,4% en agosto, 14% en

septiembre, 11,3% en octubre y 11,6% en noviembre, hasta que el ministro se

convenció de la necesidad de reducir los flamantes beneficios impositivos.

Si el jefe del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI, Claudio

Loser, sentía cierto hartazgo por la convertibilidad ampliada y por los planes de

competitividad, sus nervios terminaron de estallar con el "factor de empalme".

Loser y Reichmann creían que la Argentina comenzaba a transitar

nuevamente la peligrosa senda del tipo de cambio múltiple que ya no podían

apoyar.

Con su habilidad retórica a cuestas, Liendo viajó en forma inmediata a

Washington para discutir la polémica iniciativa con los integrantes del

Departamento de Asuntos Legales del organismo. "Con su magia logró

convencer a nuestros abogados de que el factor de empalme no significaba

Page 175: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

175

una medida cambiaria y así lo reflejaron ellos en su dictamen", se sorprendió

uno de los negociadores de la entidad multilateral.

Luego de algunos días de silencio, el organismo utilizó toda su

diplomacia para afirmar que "con este tipo de cambio, el gobierno argentino

pretende incentivar el comercio exterior, reactivar el mercado interno y mejorar

los ingresos fiscales".

Pero los mercados fueron menos generosos que el Fondo. A pocas

semanas del costoso "megacanje", los inversores extranjeros volvieron a

colocarles un cepo a los planes financieros del gobierno y Cavallo redobló la

presión sobre los bancos locales y las AFJP para seguir subsistiendo. A partir

de entonces, el índice promedio de riesgo país nunca bajó de los cuatro dígitos:

1.407 puntos básicos en julio, 1.502 en agosto, 1.828 en octubre, 2.768 en

noviembre y 4.434 en diciembre, frente a los 217 puntos básicos registrados

durante el último mes del año 2000.

Europa especulaba con la posibilidad de que la Argentina tuviera que

pasar el 50% de sus reservas a euros si se ponía en marcha la convertibilidad

ampliada, y Wall Street ya no les daba demasiado tiempo de vida a los pilares

de la estabilidad cambiarla e inflacionaria de la década del 90.

Como reflejo de esta desconfianza, el dólar a futuro comenzó a

cotizarse a $ 1,25 a un año en el mercado de Non Delivery Forwards (NDFs) de

Nueva York, luego de permanecer en torno de $ 1,03 durante los '90. Cuando

el temor a una devaluación crece, los inversores aceptan pagar un interés a

cambio de fijar un precio de dólar determinado, ante la percepción de que la

tasa de devaluación hasta la fecha pactada puede ser más alta que la prima de

riesgo que pagan. En el caso del dólar de la Argentina, esa tasa superaba el

50% en julio de 2001.

Mondino y Sturzenegger se desesperaron, ya que una brecha excesiva

entre el dólar spot y el futuro alimentaría el circuito especulativo en contra del

manoseado plan de convertibilidad.

A dúo, le plantearon al ministro la necesidad de intervenir para bajar el

precio del dólar futuro e intentaron sumar en su cruzada al secretario de

Finanzas, Daniel Marx, y a su subsecretario, Julio Dreizzen. Pero luego del

megacanje, el equipo de Finanzas ya estaba totalmente convencido de la

Page 176: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

176

imposibilidad de torcer las expectativas de los inversores con maniobras

técnicas aisladas.

Con ciertas dudas, Cavallo tanteó al presidente del Banco Central,

Roque Maccarone, para saber si estaba dispuesto a utilizar una parte de las

menguantes reservas de la entidad en esta arriesgada jugada. "El banco puede

ganar mucha plata", buscó entusiasmarlo el titular del Palacio de Hacienda.

Cuando el veterano banquero supo que el país perdería US$ 2.000

millones con la operación, debido al temor que predominaba en los inversores

por las escasas posibilidades de repago de la deuda, tomó coraje y se animó a

decirle que no al ministro. "Hubiera sido una locura porque habríamos

comprado un seguro de cambio para los bancos mientras perdíamos reservas",

recordó, aliviado, un funcionario encargado de convencer al presidente del

BCRA. En noviembre, el dólar a un año ya se ubicaba en $ 1,43.

***

"Estamos trabajando para alcanzar una solución sustentable para la

Argentina; no una que continúe consumiendo el dinero de los plomeros y de los

carpinteros de los Estados Unidos, que ganan 50 mil dólares por año y se

preguntan qué demonios estamos haciendo con su dinero." Paul O'Neill pudo

haberse destacado como empresario, pero nunca por sus cualidades técnicas y

políticas como secretario del Tesoro de los Estados Unidos y mucho menos por

su capacidad diplomática.

A mediados de agosto de 2001 el secretario del Tesoro, ex titular de la

empresa Alcoa, expresó a viva voz su disgusto por tener que socorrer por

segunda vez consecutiva en menos de un año a un país que, entre enero y

agosto, había perdido US$ 8.000 millones en depósitos y US$ 10.000 millones

de sus reservas internacionales, luego de haber recibido un paquete de

asistencia multimillonario.

Desde entonces, O'Neill repitió una y otra vez que la Argentina requería

un "plan económico sustentable", una de las consignas preferidas de la

reemplazante de Fischer, Anne Krueger, doctorada en la Universidad de

Wisconsin y profesora en Minnesota de alumnos como José Luis Machinea.

Page 177: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

177

La administración republicana pretendía respetar sin fisuras su doctrina

aislacionista, contraria a los salvatajes otorgados durante el gobierno

demócrata. La idea del engagement de los Estados Unidos con la comunidad

internacional que predominó en la era Clinton había quedado superada con el

cambio de gobierno en Washington, aunque la realidad luego obligó al equipo

del presidente George W. Bush a volver sobre sus pasos ante los temblores

que afectaron a Turquía y a la Argentina.

En abril el gobierno de la Alianza logró renegociar las metas

trimestrales del acuerdo con el FMI que dio origen al blindaje.

Para compensar el fuerte desvío fiscal registrado entre enero y marzo,

Cavallo anunció un paquete de ajuste basado en un aumento de ingresos por $

3.200 millones y un corte del gasto público de $ 900 millones con reducciones

en los ministerios del Poder Ejecutivo y en la Administración Nacional de la

Seguridad Social (ANSES).

Aunque en el nuevo acuerdo la meta anual del déficit se mantuvo en

US$ 6.500 millones, el Fondo pretendía que el Palacio de Hacienda

reabsorbiera antes de julio el desvío del primer trimestre. Finalmente, la

Secretaría de Hacienda logró postergar la corrección hasta el último trimestre

del año, a la espera de una mejora en las condiciones económicas.

Para cubrir las necesidades financieras del segundo trimestre del año,

el Palacio de Hacienda apeló, como en 1995, a un "bono patriótico" que, entre

los bancos y las empresas, aportó US$ 3.500 millones. Luego del megacanje,

la Secretaría de Finanzas creía que sólo restaba realizar colocaciones

voluntarias en el mercado internacional por unos US$ 4.000 millones y

mantener en pie el blindaje, que supuestamente garantizaba el desembolso de

otros US$ 25.000 millones durante 2001.

"Vamos a llegar con una buena situación de caja a fin de año", declaró

el subsecretario de Financiamiento, Julio Dreizzen, quien renunciaría un par de

meses después en desacuerdo con la estrategia de reestructuración de la

deuda planteada por Cavallo.

Más escéptico, el director gerente del Fondo, HorstKohler, bendijo la

continuidad del acuerdo, pero advirtió que "la Argentina está en una situación

difícil; es una fuente de preocupaciones para el FMI y un elemento perturbador

en el panorama de la economía global".

Page 178: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

178

Luego de haber utilizado la bala del megacanje que estaba en la

recámara de su revólver, a mitad de año Cavallo ya había consumido US$

4.939 millones de déficit sobre una meta anual de US$ 6.500 millones. La

pauta anual suponía el difícil objetivo de contener el rojo de las cuentas

públicas del tercer trimestre en US$ 1.310 y en US$ 251 millones durante el

último cuarto del año.

Pero el séptimo mes del año, que culminó con un rojo fiscal de mil

millones de pesos, dejó a la Argentina muy lejos de la posibilidad de recibir un

desembolso pendiente por US$ 1.240 millones.

En la primera quincena de julio el ministro percibió que las señales del

apocalipsis se multiplicaban cuando intentó en vano obtener recursos para

evitar el default de la provincia de Buenos Aires. La deuda del indisciplinado

estado bonaerense pasó de $ 3.000 millones en 1996 a $ 5.906 millones en

junio de 2001.

En su conjunto, el endeudamiento de las provincias saltó de $ 13.921

millones a $ 23.123 millones en el mismo período.

"Perdimos el crédito", admitió Cavallo ante su equipo, alejado de la

retórica antimercado que había mantenido en los primeros meses de su

gestión.

Sin dejar pasar más tiempo, el titular del Palacio de Hacienda comenzó

a negociar un nuevo plan de ajuste de US$ 1.500 millones que le permitiera

solicitarle al FMI unos US$ 9.000 millones adicionales a los recursos

comprometidos por el blindaje.

El gobierno bonaerense tenía otra visión: si bien existían enormes

dificultades financieras para cumplir con sus obligaciones, fue el gobierno

nacional el que exigió que las provincias no pagaran, con el objetivo de

fortalecer su posición negociadora ante los acreedores externos.

A cambio, se gestó el proyecto del "déficit cero", que obligaba al Estado

nacional y a las provincias a no gastar más de lo que recaudaban, recortaba los

salarios estatales y las jubilaciones en un 13%, subía los aportes patronales y

suspendía las medidas judiciales cautelares que afectaran los recursos del

Estado.

Tomás Reichmann voló de inmediato a Buenos Aires por pedido de

Jorge Baldrich, pero no quedó demasiado convencido con el contenido del

Page 179: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

179

paquete. El secretario de Hacienda se esforzó al prometerle que el recorte de

los sueldos podía estirarse hasta el 20% si era necesario para cerrar las

cuentas.

—A mí me parece brutal, pero está bien si lo pueden hacer —dijo el

auditor chileno, ciertamente sorprendido por la agresividad del proyecto.

Al día siguiente, Reichmann se llevó una gran desilusión cuando el

ministro de Economía le comunicó que el ajuste no podía profundizarse en los

salarios de los empleados del Estado nacional. De todos modos, el equipo

económico le pidió su apoyo, a cambio de lograr que el "déficit cero" fuese

sancionado por una ley nacional que se extendiera a las provincias.

El parto legislativo no fue sencillo, a pesar de que los gobernadores

firmaron el Compromiso por la Independencia, que ratificaba su respaldo al

proyecto, ya que el Congreso parecía más dispuesto a subir impuestos que a

recortar el gasto en un año electoral.

Tras dos semanas de incertidumbre, con el riesgo país cerca de los

1.600 puntos básicos y luego de una carta del presidente De la Rúa que

reclamaba "actitudes patrióticas", el Senado convirtió en ley el "déficit cero" a

fines de julio y Cavallo prometió que la recuperación sería "muy rápida",

mientras el PBI maduraba una caída del 4,9% en el tercer trimestre.

Para sacarse un peso de encima, el ministro descargó

responsabilidades por el ajuste. "Los argentinos se van a dar cuenta de que

hoy, lamentablemente, los jubilados que cobran más de 500 pesos por mes

sufren un recorte del 13% debido al despilfarro de la clase política, a la

corrupción que existe en algunos órganos de gobierno y algunas jurisdicciones,

debido a la fuerte evasión impositiva y al contrabando, a los privilegios, en

particular las jubilaciones de privilegio, y al gasto excesivo del Estado en

general", disparó a mansalva.

Más tranquilo por la sanción de la ley, Reichmann se volvió a

Washington, donde Kohler lo aguardaba ansioso.

— ¿Qué posibilidades tiene esto de salir bien?

—Apenas un 20 por ciento —respondió, tajante, el frustrado integrante

del staff del Hemisferio Occidental.

De todos modos, Loser y Fischer consideraron que el plan de ajuste

era serio y, además, expresaron ante el board que cualquier alternativa podía

Page 180: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

180

ser peor. "Hay que medir los costos si la Argentina se queda sola", advirtió el

director del Hemisferio Occidental. Varios directores del Fondo no estaban

convencidos del argumento, sobre todo cuando escuchaban voces como la del

economista en jefe del organismo, Michael Mussa, que recomendaba prestarle

a la Argentina recién después del default y de la devaluación. Como una buena

parte de los analistas del sector privado, Mussa pensaba que un apoyo en el

medio de la tormenta sólo convalidaría la fuga de capitales que se había

iniciado en enero, tal como había ocurrido con los paquetes de rescate de Asia

en 1997 y de Rusia en 1998.

Con mayores responsabilidades políticas, Fischer indicó que aún era

posible "ganar la batalla" y dio vía libre para que el Ministerio de Economía

enviara el 8 de agosto una misión integrada por Marx, Mondino, Baldrich,

Sturzenegger, Liendo y el nuevo vicepresidente del Banco Central, Mario

Blejer, ex subdirector del Departamento de Asia Pacífico del FMI.

Antes de partir, el secretario de Hacienda le puso un piso al salvataje

adicional al explicar que el gobierno viajaba en búsqueda de una suma que

variaba entre US$ 6.000 millones y US$ 9.000 millones.

Las declaraciones del funcionario provocaron una fuerte reacción de

histeria en el Fondo, que se sintió condicionado antes de comenzar a discutir

los términos del nuevo programa.

El ministro enfrentó las cámaras nuevamente y prometió que sus

colaboradores "no volverían con las manos vacías". En realidad, Cavallo sabía

que si la gestión en la capital de los Estados Unidos fracasaba, sus días en el

gobierno estaban contados, ya que —con el guiño de una buena parte del

radicalismo y del justicialismo— Colombo lo acechaba con la amenaza de

colocar a

Marx en su lugar. Cinco días después, sin un avance sustancial en la

negociación en Washington, el presidente De la Rúa pretendió calmar la

angustia generalizada al afirmar que "el anuncio no se retrasó porque no hay

tiempos, ni procedimientos, ni montos establecidos".

El 14 de agosto recién comenzaron a regresar los miembros de la

conducción del Fondo de sus vacaciones de verano, apurados por el caso

argentino. Con cierto disgusto por haber tenido que acortar su descanso,

Kohler abrió el juego en una teleconferencia con los viceministros de Finanzas

Page 181: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

181

de los países del Grupo de los Siete. El director gerente luego se reunió con

Marx, mientras el resto de la delegación comenzaba a regresar a Buenos Aires

con cierta tranquilidad. El presidente George W. Bush y el canciller alemán

Gerhard Schroeder expresaron su respaldo público a la Argentina y el premier

británico Tony Blair viajó a Buenos Aires con el mismo objetivo. En paralelo, los

presidentes Fernando Henrique Cardoso de Brasil, Ricardo Lagos de Chile y

Vicente Fox de México activaron un importante lobby ante Bush, con la

consigna de convencerlo de los efectos perjudiciales que provocaría un default

argentino sobre el resto de la región. "La situación de la Argentina es fácilmente

reversible y nosotros en la región tenemos condiciones para ayudar; esta

región es solidaria, y hay una señal de que el gobierno norteamericano y los

gobiernos del G-7 tienen conciencia de ello y ayudarán a la Argentina", expresó

Cardoso, tal vez el más temeroso entre todos los gobernantes de la región.

Brasil tenía una deuda externa de US$ 236.156 millones, México de US$

154.447 millones y Chile de US$ 38.520 millones.

Finalmente, el 21 de agosto, Kohler cedió ante la fuerte presión política

y anunció un aumento de US$ 8.000 millones para el país, divididos en US$

5.000 millones para reforzar las reservas del Banco Central y US$ 3.000

millones para apoyar una reestructuración voluntaria de la deuda que Cavallo

había decidido encarar en dos fases consecutivas. Con la deuda pública en

US$ 141.252 millones, el acuerdo fue ratificado el 7 de septiembre por el

directorio del organismo con la consigna de desembolsar en forma inmediata

US$ 6.300 millones, compuestos por US$ 5.050 millones correspondientes al

nuevo crédito y US$ 1.240 millones a una cuota atrasada del blindaje.

En aquel momento, el Fondo se comprometió a enviar otros US$ 1.240

millones "más adelante, este año", que nunca llegarían a manos de Cavallo.

Kóhler aseguró que, una vez más, el gobierno argentino se esforzaría

en enviar un proyecto al Congreso para modificar el sistema de coparticipación

federal con la intención de condicionar los giros a las provincias a la evolución

de la recaudación impositiva, ya que la ley vigente constituía "una fuente

significativa de rigidez e ineficiencia para las finanzas públicas".

La meta de déficit anual se estiró a US$ 6.600 millones, y la proyección

del PBI pasó de un crecimiento del 2,5% a una caída del 1,4%, que finalmente

llegaría al 4,4%.

Page 182: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

182

Para agrado de Marx, el FMI también explicó que el gobierno de los

EE.UU. invitaría al Mercosur a iniciar conversaciones para conformar un área

de libre comercio con los Estados Unidos. Unas semanas antes del acuerdo el

viceministro había viajado a Brasilia con Blejer y Sturzenegger para explorar la

posibilidad de acelerar el proceso de unificación monetaria e incluir a Chile en

el bloque regional. Pero los funcionarios argentinos se toparon con una rotunda

negativa por parte del titular del Banco Central, Arminio Fraga, quien no estaba

dispuesto a atar su suerte a la de un país condenado al abismo. Apenas se

enteró de las gestiones, Cavallo les prohibió continuarlas. "No podemos confiar

en Brasil porque siempre nos traicionó", sentenció.

Con el renovado apoyo del FMI, el ministro sintió que nuevamente

podía levantar vuelo sin ayuda de nadie, salvo de su viejo amigo Jacob

Frenkel.

***

Jacob Frenkel es inquieto, Arme y grita cada vez que lo cree necesario.

Con un doctorado en la Universidad de Chicago, el famoso ex presidente del

Banco Central de Israel y ex director de Investigaciones del FMI, en la década

del 90 dejó el ambiente académico para transformarse en el líder de la división

internacional del banco de inversión Merrill Lynch, una de las principales

entidades de Wall Street.

Nacido en 1943, se transformó en uno de los economistas más

respetados entre sus pares hasta que comenzó a involucrarse en la delicada

tarea de obtener negocios financieros para Wall Street.

En julio de 2001 aterrizó en Buenos Aires para convencer a Cavallo y a

Marx del valor de sus credenciales como lobbista ante el gobierno de los

Estados Unidos.

Según su estrategia, la Argentina estaba en condiciones de obtener al

menos US$ 15.000 millones como respaldo para una reestructuración

voluntaria de su deuda.

Luego de cuatro horas de reunión, Marx no quedó muy convencido de

aceptar la oferta. Algunos de los influyentes amigos del viceministro en

Page 183: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

183

Washington le advirtieron que Paul O'Neill no escuchaba demasiado a este

enérgico israelí, que difícilmente no se queda con la última palabra en una

discusión.

En cambio, a Cavallo no le costó demasiado comprar el plan de

Frenkel, quien había sido uno de sus invitados de honor en una jornada

académica organizada en 1986 por la Fundación Mediterránea, junto a Anne

Krueger.

Frenkel nunca olvidó el esfuerzo que realizó el entonces candidato a

diputado nacional para trasladarlo a Córdoba en un jet privado debido al paro

de aviones que afectaba al país.

Cuando ya nadie quería siquiera volver a escuchar una palabra sobre

la Argentina, el economista regresó la primera semana de agosto de 2001 para

avanzar en su tarea de lobby. "La gente quiere mantener la convertibilidad y la

estabilidad; por eso, si tuviera que describir a Cavallo hoy, diría que es un

tesoro nacional, algo que uno quiere conservar, lustrar y darle brillo", exageró.

La Secretaría de Finanzas desconfiaba de este hombre y hasta dejó

trascender que había solicitado un contrato millonario por sus servicios. Frenkel

lo desmintió y dijo que sólo cobraría US$ 17.000 que serían donados a la

Fundación Favaloro.

Según Marx, celoso por la nueva figura, Frenkel le llenaba la cabeza a

Cavallo con pronósticos optimistas difíciles de cumplir.

Frenkel no se animó a cruzarlo en forma pública, pero le pidió

disciplina. "Marx es un gran profesional, al que respeto y conozco desde hace

muchos años, pero lo importante es la cohesión del grupo", declaró.

Mario Blejer, ex alumno de Frenkel, tampoco se sentía cómodo con su

presencia, ya que temía que pudiera presionarlo para obtener información del

Banco Central sobre la base de la amistad que mantenían.

Aunque Cavallo aseguraba que Bill McDonough había sido el

encargado de recomendárselo, en la Reserva Federal tampoco existían

demasiadas expresiones de satisfacción por su nombramiento. El banco central

de Nueva York creía que su posición en Merrill Lynch le impedía tener un trato

adecuado con el resto del mundo financiero y, además, pensaba que la

situación argentina se había deteriorado demasiado como para confiarle a un

solo hombre un rol tan decisivo.

Page 184: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

184

Contra viento y marea, el ministro creía en las cualidades de su nuevo

asesor para allanarle las negociaciones con O'Neill, el subsecretario John

Taylor y el Fondo. "Somos los campeones del canje de deuda en la Argentina",

exclamaba el ministro, siempre seguro de sí mismo.

Por otro lado, su pelea con el viceministro ya había alcanzado límites

insostenibles y ninguno de los dos dudaba en descalificar al otro en reuniones

poco privadas. Cavallo estaba dispuesto a desplazar a Marx y a sumar como

asesores al vicepresidente del Citigroup, Bill Rhodes, y al titular del Deutsche

Bank, Josef Ackerman, para que, junto con Frenkel, obtuvieran el dinero

necesario que avalara la reestructuración con los acreedores externos.

Pero cuando los técnicos de Merrill Lynch comenzaron a ver los

números, comprendieron que las posibilidades de éxito de un canje ordenado

eran muy bajas si no había alguna garantía adicional, sobre todo por las

resistencias que habría entre los tenedores de bonos en Europa y Japón a

aceptar pérdidas importantes. Fue entonces cuando Horacio Liendo vio una

excelente oportunidad para insistir con su rechazado proyecto de la Ley de

Crédito Público, que garantizara el canje de la deuda con la recaudación

impositiva.

El ministro y su asesor pensaron en implementar dos "fases", la

primera con los inversores dentro del país y la segunda en el exterior, para

repagar los pasivos soberanos en un plazo mayor y a una tasa más baja.

Liendo se había transformado en el candidato a senador de la Capital

Federal por el partido Acción por la República (AR) para las elecciones de

octubre y estaba dispuesto a defender la gestión económica desde la

oposición, ya que consideraba que la UCR y el PJ agitaban los fantasmas del

default y la devaluación. Desde su sillón de funcionario, Cavallo atacó a

"algunos candidatos de los partidos que apoyaron al presidente De la Rúa para

que accediera al poder, por ser más opositores que el peronismo". "Si pierden

esos candidatos no va a estar perdiendo el Gobierno, porque varios de ellos

están en contra de las medidas que está implementando el presidente De la

Rúa y dicen que el 'déficit cero' es una mala política", bramó el ministro. Pero

en los comicios De la Rúa terminó de soltar las riendas del país, ya que el PJ

se impuso con el 31,3% de los votos frente al 21,2% de la Alianza, 7,6% del

ARI de Elisa Carrió y apenas el 1% para el partido cavallista.

Page 185: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

185

Lejos de la política, Marx comenzó a preparar una gira para reunirse

con los ministros del G-7 avalado por el presidente Fernando de la Rúa y por el

jefe de Gabinete, Chrystian Colombo, con el objetivo de obtener unos US$

20.000 millones que Frenkel no podía terminar de conseguir como garantías

para el canje.

Un día antes de la fecha de inicio del ambicioso road show, el 11 de

septiembre de 2001, dos aviones comerciales secuestrados por un grupo de

terroristas de la red Al Qaeda explotaron contra las Torres Gemelas en Nueva

York entre las 8:45 y las 9:03 de la mañana, mientras una tercera aeronave

destruía a las 9:45 una parte del Pentágono en Virginia y otra era derribada en

Filadelfia. Unas 3.000 personas murieron en el peor atentado terrorista

cometido contra el mundo occidental, que observaba con horror la imagen de

decenas de personas que saltaban desde los pisos más altos de los

rascacielos más famosos del sur de Manhattan.

Ciego de ira, el gobierno de los Estados Unidos comenzaba su

contraataque contra Afganistán mientras Marx deshacía con tristeza sus valijas,

que incluían una carpeta con una presentación escrita que proyectaba una

caída del PBI del 8,5% en 2002 si el país caía en default.

***

Mientras Cavallo y Liendo diseñaban a toda velocidad su operación de

canje de deuda, ajenos a las catástrofes domésticas y externas para salvar a

su hija pródiga, la convertibilidad, otros protagonistas de este final anunciado

pensaban en planes contingentes por si la estrategia oficial no funcionaba.

En una operación similar a la que se desarrolló en 1982 apenas estalló

el conflicto de Malvinas, en septiembre de 2001 Marx y el presidente del Banco

Central, Roque Maccarone, comenzaron a trasladar las reservas

internacionales que estaban depositadas en entidades comerciales al Banco

Internacional de Pagos de Basilea y a una cuenta oculta en el Fed de Nueva

York.

El discreto movimiento, que estuvo a cargo de una de las directoras del

Central, Amalia Martínez, buscaba evitar que la eventual cesación de pagos

provocara el embargo de las reservas, que en aquel entonces ascendían a US$

Page 186: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

186

19.500 millones, frente a US$ 35.100 millones de enero, por pedido de los

acreedores.

Tras la asistencia adicional del Fondo anunciada en agosto, las

reservas crecieron hasta US$ 24.000 millones a mediados de septiembre, pero

luego comenzaron a retroceder y se ubicaron en torno de los US$ 19.000

millones hasta fin de año.

En forma paralela, algunos integrantes del equipo económico y

Colombo comenzaron a explorar la posibilidad de avanzar hacia un sistema

monetario dolarizado para evitar el infierno de la devaluación, que cada vez

tomaba más cuerpo. "Sería mucho menos costoso para los ciudadanos una

dolarización que una devaluación", arriesgó en público el jefe de Gabinete.

Con un perfil más bajo, el vicepresidente del BCRA, Mario Blejer,

recibió una clara señal política a principios de noviembre en el mismo sentido

por parte del titular de la Reserva Federal, Alan Greenspan, durante una

reunión del Banco Internacional de Pagos en Basilea. En una de las cenas de

la cumbre de banqueros centrales, Greenspan le aclaró que ya no estaba en

contra de la dolarización en la Argentina y le preguntó los argumentos que

utilizaban aquellos que se oponían a la medida dentro del país. Uno a uno, el

veterano banquero los rebatió, para sorpresa de Blejer. De todos modos, el

funcionario norteamericano no ordenó que la iniciativa se analizara en términos

técnicos dentro del organismo que encabezaba.

Entusiasmado, cuando regresó a la Argentina, Blejer conversó la idea

con Mondino y juntos se la plantearon a Cavallo, quien se negó en forma

rotunda. En todo caso, respondió, el cambio de moneda debía generarse en

forma espontánea.

De hecho, en una reunión del Grupo de los 20 —que reúne a los

ministros de Finanzas del G-7 y de mercados emergentes— el FMI y el Banco

Mundial, desarrollada en Ottawa a mediados del mismo mes, Greenspan y

John Taylor se acercaron al ministro para volver a plantearle el mismo camino,

pero su respuesta fue que dolarizar por ley era tan perjudicial como pesificar en

términos de ruptura de contratos.

Preocupados, los dos funcionarios norteamericanos insistieron y le

ofrecieron que la Reserva Federal girara billetes contra las reservas del BCRA,

Page 187: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

187

aunque no lograron convencer al ministro de que la dolarización pudiera evitar

los riesgos de un default.

Las cartas parecían estar echadas. Cavallo avanzó en su estrategia de

canjear a los inversores locales los títulos públicos nacionales y provinciales

que rendían entre el 13% y el 23%, respectiva-mente, por préstamos

garantizados con una tasa del 7% anual.

Una vez más, surgió un enfrentamiento interno en el Palacio de

Hacienda ya que Marx propuso hacer un "canje acotado" con un tope de US$

15.000 millones para reducir el costo de la operación, pero el ministro quiso ir a

fondo con el objetivo de bajar las tasas y permitir que la economía volviera a

crecer.

Ante el temor del default y la presión del gobierno sobre los bancos y

los fondos de pensión, la "fase uno" logró un trueque de 69 bonos por US$

56.000 millones, dividido entre US$ 42.000 millones correspondientes a la

Nación y US$ 14.000 millones a las provincias.

Así, el gobierno generaba un ahorro cercano a los US$ 5.000 millones

en el pago de intereses del año 2002 y planificaba para el verano la complicada

"fase dos" con los acreedores externos, que incluiría a los bonos Brady Par y

Discount, y los Global Cupón cero con garantía del Banco Mundial, entre otros.

De todos modos, todavía restaba obtener una importante masa de

recursos para cerrar las necesidades financieras del último tramo de 2001.

Impaciente, el ministro expresó que el FMI debía adelantar un desembolso de

US$ 1.240 millones previsto para fin de año, ya que supuestamente las metas

del tercer trimestre se habían cumplido. Con esa suma y US$ 1.000 millones

más aportados por los bancos multilaterales, el gobierno podría hacer frente a

sus necesidades de caja hasta el año nuevo.

El Fondo se mantuvo imperturbable hasta que el ministro se comunicó

con Anne Krueger para pedirle que lo recibiera o que mandara una delegación

negociadora a Buenos Aires. "O vienen ustedes o voy yo", intentó amedrentarla

a la distancia.

La flamante funcionaría le advirtió que si viajaba a Washington nadie lo

recibiría, aunque luego de unos días aceptó enviar a Reichmann en una misión

"exploratoria".

Page 188: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

188

El Día de la Lealtad peronista, el auditor chileno comenzó a escuchar la

estrategia de dolarización del sistema financiero sugerida en el Palacio de

Hacienda. Cavallo le rogó que persuadiera al board de la necesidad de

adelantar el giro previsto para la primera semana de diciembre, ya que en

noviembre el país enfrentaba vencimientos por US$ 2.000 millones que no

tenía cómo afrontar.

Además, el ministro le explicó que las provincias recibirían sus

transferencias en las Letras de Cancelación de Obligaciones Provinciales

(Lecop) que, junto con el resto de los bonos emitidos por las provincias,

inundarían la economía ante la falta de pesos en circulación.

Mientras los gobernadores estallaban de furia por la dad, Reichmann

elevó un informe a Krueger y regresó a Washington. Diez días más tarde,

arribó John Thornton, subjefe del caso argentino hasta la renuncia del auditor

chileno. El funcionario de origen británico, apodado como "el funebrero" en el

FMI por su forma gris de vestir y su escasa simpatía, viajó con un mensaje

claro: para acceder al último desembolso de 2001, el gobierno nacional debía

lograr que las provincias cumplieran con la regla del "déficit cero" y aceptaran

eliminar el piso de las transferencias de $ 1.364 millones mensuales

establecido en el acuerdo firmado en el año 2000.

La situación político-económica local empeoraba en forma diaria, al

ritmo de la baja de los depósitos y la recaudación y la suba de las tasas de

interés y del riesgo país.

Como contraste, tras viajar a la Asamblea General de las Naciones

Unidas en Nueva York, De la Rúa recibió algunos mimos en una reunión a

solas que mantuvo con el presidente George W. Bush. Luego del encuentro, el

secretario del Tesoro, Paul O'Neill, se animó a afirmar que, frente a la crisis, "la

situación en este momento es bastante alentadora porque el presidente De la

Rúa ha tomado la iniciativa", aunque se encogió de hombros cuando le

preguntaron si la administración republicana estaba dispuesta a aportar fondos

adicionales para que la Argentina concretara la "fase dos" de su

reestructuración en forma ordenada y sin quitas significativas. Enojado, el

secretario del Tesoro dijo que los tenedores de bonos debían asumir una

pérdida significativa luego de haber ganado tanto dinero en los '90. "En lo que a

mí concierne, la gente que va a ganar entre un 25, 30 o 40 por ciento de

Page 189: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

189

intereses debería asumir los riesgos por su propia cuenta si le sale mal; los

costos no deberían ir a la cuenta de los Estados Unidos ni del FMI, sino de

quienes tomaron la decisión de correr el riesgo", sentenció O'Neill.

En forma paralela, el Fondo recibió algunos cuestionamiento por no

cumplir con el pedido del gobierno nacional de adelantar el giro de fondos, en

contraposición con la supuesta flexibilidad que demostraba hacia Turquía, un

aliado estratégico de Washington en la Organización del Tratado del Atlántico

Norte (OTAN) en Oriente. Al igual que la Argentina, el país que actúa como

unión entre Europa y Asia se hallaba inmerso en otro terremoto financiero a

pesar de haber recibido la bendición para dos paquetes de rescate por US$

19.000 millones de dólares casi en paralelo a la Argentina, aunque a cambio de

la exigencia de abandonar el tipo de cambio fijo.

Esta vez, la expresión de bronca fue deKohler. "Llevo 17 meses en el

FMI y ya estuve implicado en dos grandes discusiones de apoyo para la

Argentina; fue tan sólo en agosto que se decidió un nuevo paquete por US$

8.000 millones. No es justo ni correcto decir que beneficiamos más a Turquía",

expresó el funcionario alemán sin ocultar su sensación de molestia.

Cavallo escuchó estas palabras de cerca, durante la reunión anual del

Fondo desarrollada en Ottawa, pero regresó a Buenos Aires con las manos

vacías. Los rumores sobre su alejamiento se multiplicaban, mientras el entorno

presidencial alentaba a Marx a renunciar para volver al Ejecutivo como ministro

de Finanzas.

La última semana de noviembre, Reichmann volvió una vez más para

evaluar el estado del programa de asistencia y dejó en claro que, al menos

hasta fin de año, los codiciados US$ 1.240 millones no llegarían.

Resignado a una nueva ruptura de hecho con el Fondo, el ministro

volvió a encerrarse con Liendo para tramar su última apuesta.

***

—¡Vos querés que éste sea un país de mierda!

Daniel Marx no podía frenarse mientras caminaba de un lado para el

otro por delante del escritorio del ministro de Economía en el quinto piso del

Palacio de Hacienda.

Page 190: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

190

Aunque parece una persona tranquila y suele hablar con un tono bajo,

cuando el alto y desgarbado economista explota ya no hay nada que logre

contenerlo.

El viceministro temblaba y tartamudeaba, mientras le pedía a los gritos

una explicación a Cavallo por haber permitido que se filtraran al matutino

Ámbito Financiero las medidas que establecían las bases del "corralito".

—Eso no te lo voy a permitir —expresó el ministro con la expresión en

su rostro más sobresaltada que nunca.

El 30 de noviembre de 2001 se conocían los lineamientos preliminares

del paquete que marcaría el golpe de gracia al gobierno de Fernando de la

Rúa.

Tras la salida de unos US$ 18.000 millones en los depósitos registrada

desde enero de 2001, Cavallo decidió que era el momento adecuado para

cerrar las compuertas del sistema financiero que evitara un quiebre masivo de

los bancos. Solamente entre el 28 y el 30 se habían fugado US$ 3.600

millones.

La noticia que provocó la ira de Marx indicaba que se dolarizarían los

activos y pasivos del sistema financiero, se obligaría a utilizar cheques o

transferencias electrónicas para cualquier movimiento bancario y a justificar la

salida de fondos al exterior. Si bien el viceministro conocía las intenciones del

ministro, no estaba al tanto ni del detalle ni del timing para llevarlas a cabo.

"No hay nada decidido, pero la gente tiene que estar tranquila porque

todo lo que hagamos será para preservar los ahorros y la convertibilidad, para

preservar el uno a uno", alcanzó a expresar Cavallo el viernes a la noche luego

de un día de furia, que marcó una nueva caída de US$ 700 millones en los

depósitos y llevó el riesgo país a 3.341 puntos básicos, la tasa interbancaria al

700%, y, por primera vez en 10 años, corrió el dólar "paralelo" hasta colocarlo

en $ 1,30 en la city porteña.

El sábado Io de diciembre, cuando la mayoría de los inversores

calificados ya había tenido la posibilidad de extraer su dinero, De la Rúa firmó

un decreto de necesidad y urgencia que, además de dolarizar los nuevos

préstamos y limitar a US$ 1.000 los giros al exterior, fijaba un tope de retiros de

250 pesos o dólares "por semana, por persona y por banco".

Page 191: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

191

En una de sus tantas tempestuosas conferencias de prensa del año

2001, Cavallo sostuvo que las medidas regirían por 90 días para "poder

asegurar el buen funcionamiento de la economía y, sobre todo, para proteger

los ahorros de los argentinos".

"La Argentina ha estado sometida a ataques especulativos por parte de

aquellos que esperan obtener beneficios de una devaluación, que han

esperado que seamos incapaces de cumplir con nuestras obligaciones internas

y en el exterior", explicó el ministro pocas semanas antes de perder la última de

sus batallas.

Después de hablar en público, regresó a su despacho, aunque en el

camino se permitió bromear con el secretario de Finanzas, quien preparaba los

detalles de la puesta en marcha del "corralito" junto con el último subsecretario

de Financiamiento de la Alianza, Gustavo Staforini.

— ¿Ya se te fue el enojo de ayer? Vos tenés que tomarte las pastillas

que tomo yo y vas a estar mucho mejor.

Marx se asustó. Al igual que el jefe de Gabinete, Chrystian Colombo, el

viceministro pensaba que Cavallo presuntamente sufría un "creciente problema

de salud mental" que sólo combatía con medicamentos ansiolíticos.

Un día después, el presidente De la Rúa aparecía en el pasillo central

de la Casa de Gobierno para formular una insólita declaración, con el puño

derecho en alto y la bandera argentina a sus espaldas: "Estamos ganando la

batalla". La batalla estaba perdida, no sólo por los desaciertos del presidente y

de su ministro, sino porque el funcionamiento de la convertibilidad exigía un

flujo permanente de ingreso de capitales que, cuando se agotó en 1999, se

tradujo en una recesión en forma inevitable.

"Vamos a sacarlos de a uno y en silencio para no hacer un escándalo."

Las palabras de Horst Kohler desde Washington impactaron en el ánimo de

Reichmann como ninguna otra orden recibida antes. El Fondo ya creía que no

había espacio para apoyar una reestructuración ordenada y prefería dejar que

los acontecimientos siguieran su curso para no volver a sufrir las despiadadas

críticas posteriores al dilapidado paquete de agosto.

Mientras Domingo Cavallo regresaba de un viaje a Washington

destinado a torcer la negativa del Fondo, el auditor chileno comenzó a preparar

Page 192: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

192

su retirada a sabiendas de que sólo faltaban algunas semanas más para el

gran caos.

"El país está en una virtual convocatoria de acreedores", advirtió

Cavallo, antes de suspender la mayoría de los planes de competitividad y de

jurar que el Fondo no le exigió una salida de la convertibilidad. Las

declaraciones del nuevo economista en jefe del organismo multilateral, Kenneth

Rogoff, parecían indicar lo contrario. "Está claro que la mezcla de política fiscal,

deuda y régimen cambiarlo no es sostenible. Las autoridades reconocen eso y

es tema de las actuales negociaciones. El problema está en la Argentina y la

solución también, pero el FMI está listo para ayudar", sostuvo el analista.

Cuando Reichmann le comentó a Cavallo la decisión del di-rector

gerente, el ministro le pidió que lo acompañara a la residencia de Olivos para

dialogar con De la Rúa.

—Señor presidente, los números de 2002 no cierran —dijo el

funcionario del Fondo al alicaído mandatario antes de partir el 3 de diciembre

por la noche al aeropuerto de Ezeiza.

La Argentina enfrentaba vencimientos en el año 2002 de US$ 13.000

millones solamente con los organismos multilaterales de crédito.

Totalmente abandonado a su suerte, el 18 de diciembre Cavallo llamó

nuevamente a Kohler para ajustar el calendario de la demorada "fase dos" del

canje de la deuda y prometerle que el Congreso comenzaría a tratar el

presupuesto 2002 al día siguiente y la nueva ley de coparticipación antes de fin

de año, "con el acuerdo de los gobernadores". Baldrich y Castañón, dos de los

colaboradores que se mantenían a su lado en forma incondicional, sabían que

el Poder Legislativo no estaba dispuesto a tratar ninguna de las dos leyes ya

que el justicialismo había decidido "deponer" a De la Rúa ante su carencia total

de poder. Si bien el secretario de Hacienda dudó al principio sobre la veracidad

de esta jugada, terminó de convencerse la semana previa a la renuncia del

presidente cuando la mayoría de los gobernadores, incluso algunos del

radicalismo, se acercó a su despacho para pedirle fondos "antes de que se

vayan".

Con el guiño cómplice del peronismo, el 19 se intensificaron los

saqueos en comercios de la provincia de Buenos Aires, Mendoza, Rosario y

Entre Ríos y el gobierno decretó el estado de sitio. Mientras la Cámara de

Page 193: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

193

Diputados se aprestaba a derogar en forma parcial los "superpoderes"

concedidos a De la Rúa para darle el toque de gracia, Colombo mantuvo una

reunión en la sede de Cáritas con diferentes sectores sociales que reclamaban

la renuncia del ministro de Economía y un fuerte cambio de rumbo

socioeconómico. Por la tarde, Alfonsín le pidió al primer mandatario el

alejamiento de todo el gabinete y por la noche las cacerolas de la clase media

afectada por el "corralito" se hicieron sentir en una buena parte de la ciudad de

Buenos Aires, incluso enfrente del departamento de Cavallo en Palermo Chico.

Encerrado, el ministro llamó primero a sus colaboradores para decirles

que aún había chances de acordar con el FMI y, poco después de la

medianoche, al presidente para ofrecerle su renuncia.

Colombo tuvo que esperar hasta las 8 de la mañana del 20 para ver a

De la Rúa porque el jefe de Estado dormía desde la una de la madrugada.

Luego de confirmar la salida de Cavallo, el jefe de Gabinete se reunió en su

despacho de la Casa de Gobierno con Marx, quien había renunciado 15 días

antes, y con Miguel Kiguel, su virtual sucesor, para analizar las alternativas que

le restaban al gobierno para subsistir.

Ambos economistas le plantearon que, antes que nada, había que salir

con urgencia del "corralito", primero con una liberación de los depósitos en

pesos y después en dólares, aunque algunos bancos públicos y privados de

origen nacional quebraran. "Hay que distinguir lo urgente de lo importante", le

explicaba Marx a Colombo, que tenía su mente en otro lado, ya que a esa

misma hora los gobernadores peronistas decidían si aceptaban o no reunirse

con el presidente para formar un gobierno de unidad nacional con un gabinete

integrado por la oposición y De la Rúa como figura decorativa.

Mientras Cavallo denunciaba "un complot contra De la Rúa para que la

deuda privada sea reestructurada junto con la deuda pública", en Plaza de

Mayo y sus alrededores las protestas en contra del gobierno provocaban la

increíble muerte de 32 personas.

La placa roja del canal de cable de noticias Crónica TV interrumpió el

absurdo encuentro técnico con una leyenda que indicaba que el mandatario

puntano Adolfo Rodríguez Saá anunciaba que el PJ no aceptaba la

convocatoria oficial.

Page 194: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

194

Resignados, Marx y Kiguel decidieron abandonar la angustiada sede

presidencial por un túnel que desemboca en la avenida Leandro N. Alem para

evitar toparse con los enardecidos manifestantes.

Colombo comprendió que todo había terminado. Horas más tarde, el

presidente del bloque de senadores radicales, Carlos Maestro, fue a pedirle al

presidente que renunciara. "Andate", le disparó.

De la Rúa redactó su renuncia, subió hasta la terraza de la Casa de

Gobierno y se marchó a las 19:52 en helicóptero.

El presidente abandonaba el poder humillado dos años después de

asumir su cargo, con la deuda pública en US$ 144.453 millones, pero con la

tranquilidad de no haber firmado con su puño y letra la devaluación y el default.

En las siguientes dos semanas, la realidad se encargaba de decretar

ambas medidas. La Argentina asumía su quiebra.

Page 195: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

195

ONCE La autopsia

La salida de la convertibilidad se transformó en un profundo laberinto

no sólo para el gobierno sino también para sus acreedores.

Cuando Anne Krueger asumió como directora ejecutiva del FMI para

cumplir con la teología republicana, exigió al subjefe del Departamento

del Hemisferio Occidental, Tomás Reichmann, que le presentara por

escrito las alternativas para dejar atrás el sistema monetario

implementado en 1991.

El técnico chileno pidió un plazo para resumir los 42 papers de trabajo

que su equipo había elaborado desde 1999 con todas las salidas posibles:

devaluación, dolarización y ambas alternativas aplicadas en forma sucesiva.

Dos semanas más tarde, la recomendación del staff fue contundente:

no se podía tocar nada.

Krueger aceptó la conclusión con cierta impotencia, porque, al igual

que el titular del Fondo, HorstKohler, "nunca se enroló en el club del cambio

fijo", según el risueño comentario de uno de sus colaboradores.

Los técnicos del Fondo no querían ser señalados como los

responsables de darle la extremaunción a un sistema que ya había dejado de

funcionar.

Luego de la explosión, la académica promovió el desplazamiento de

Reichmann y de su jefe, el director del Departamento del Hemisferio

Occidental, Claudio Loser.

Sus reemplazantes serían el indio Anoop Singh y el británico John

Dodsworth, un team que había cumplido un cuestionado rol en el manejo de la

crisis asiática de 1997 y que no conocía la realidad de América latina.

Así, Krueger y Kohler se tomaban revancha puertas adentro del

organismo efectuando una "limpieza", luego del fracaso del salvataje de agosto

de 2001 y, al mismo tiempo, brindaban una señal sobre la actitud distante que

planeaban asumir en las futuras negociaciones con el país.

Page 196: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

196

De este modo, a principios de 2002, nadie quería hacerse cargo de la

autopsia del modelo de la década del 90 en la Argentina.

Los funcionarios extranjeros —que se limitaron a quitarle el respirador

artificial y a huir— creen que, si hubo algún error, no consistió en ser "muy

duros", tal como se los suele cuestionar, sino, por el contrario, en haber

mantenido una actitud demasiado "indulgente" hacia un país que no avanzó en

los cambios necesarios para mantener su estabilidad.

En todo caso, el Fondo se arrepiente de haber exigido escasas

reformas estructurales en los "años dorados" (1992-1994) y de no haber

redoblado sus exigencias para que las autoridades aplicaran una política fiscal

más dura, dada la camisa de fuerza que imponía la convertibilidad.

Esta presión ya carecía de sentido cuando el plan de Convertibilidad

perdió su credibilidad en 1999, porque en aquel entonces el organismo se

encontró ante un dilema imposible de resolver: si flexibilizaba las metas

fiscales, la dinámica de la deuda iba a estallar; pero si las endurecía, la

recesión podía profundizarse y reduciría la capacidad de repago.

"Aunque el deterioro se veía con anticipación, nadie podía prever la

magnitud ni el alcance del quiebre; si existió alguna responsabilidad, fue antes

del final, porque no se hizo lo suficiente para evitarlo, pero la responsabilidad

primaria estaba adentro del país", remarcó uno de los policy makers más

importantes del gobierno norteamericano.

Por su parte, los protagonistas locales que dejaron venir el alud del

default y la devaluación, también miraron para un costado, como si hubieran

sido actores de reparto en el desastre que entre 1991 y 2001 llevó la deuda

pública de US$ 50.600 millones a US$ 144.453 millones, la tasa de desempleo

del 5,1% al 17,4% y el nivel de pobreza del 21,5% al 35,4%.

Del espejismo de la modernidad que predominó en la década del 90,

cuando simularon un acercamiento al Primer Mundo, saltaron en un instante a

la ilusión de poder "vivir con lo nuestro".

Con autosuficiencia, la dirigencia política pensó que no habría

condicionamientos ni castigos por la ruptura de todos los contratos legales y

económicos registrada en el inicio del verano más angustiante que vivió la

sociedad argentina desde el retorno de la democracia en 1983.

Page 197: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

197

***

Cuando De la Rúa abandonó la Casa de Gobierno el peronismo

subsanó el vacío de poder en forma inmediata con Ramón Puerta, primero en

la línea de sucesión presidencial desde el 26 noviembre de 2001, cuando fue

elegido como titular provisional del Senado luego de la victoria justicialista en

las elecciones legislativas.

En sus 63 horas en el sillón presidencial, el ex gobernador de Misiones

tuvo tiempo de inaugurar el default con los organismos multilaterales de crédito.

El episodio, sin embargo, quedó registrado en la historia durante el

mandato de su sucesor, Adolfo Rodríguez Saá, elegido por decisión del resto

de los gobernadores justicialistas.

El de Finanzas y Hacienda del brevísimo período de Puerta, Oscar

Lamberto, envió una carta el 21 de diciembre de 2001 al Fondo Monetario

Internacional (FMI) para explicar que "el próximo gobierno" se haría cargo de

abonar un vencimiento que recaía ese día por US$ 40 millones.

Lejos del despacho de Lamberto, el gobernador de San Luis preparaba

su desembarco en el poder en un departamento de Barrio Norte con un grupo

de colaboradores.

Alentado por su hermano Alberto, "El Adolfo", tal como se conocía al

polémico hombre que había gobernado su provincia durante 18 años seguidos,

preparaba su pomposo discurso inaugural, que planeaba destacar el repudio al

pago de la deuda externa y recomendarle al Congreso Nacional la

investigación de su legitimidad antes de volver a negociar con los acreedores.

A su lado su principal asesor económico, Rodolfo Frigeri, no podía

ocultar sus nervios por el texto en gestación.

Diputado nacional, ex secretario de Hacienda y ex titular del Banco

Provincia de Buenos Aires en una cuestionada gestión, Frigeri le explicó que, a

pesar de lo que afirmaba la mayoría de la clase política, "el 50% de la deuda

está en manos de individuos y, a su vez, la mitad de esa suma pertenece a

ciudadanos argentinos". A regañadientes, Rodríguez Saá aceptó los

argumentos del economista. Ante la Asamblea Legislativa, el 24 de diciembre

el sonriente presidente interino, ungido con la condición de convocar a

elecciones en un plazo de tres meses, planteó la decisión de dejar de pagar la

Page 198: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

198

deuda y de mantener el plan de Convertibilidad con el agregado de una nueva

moneda.

Entre otros asistentes, se destacaban tres de los candidatos a

sucederlo en las elecciones planeadas para marzo, los gobernadores José

Manuel de la Sota, Carlos Ruckauf y Néstor Kirchner.

"El gobierno argentino suspenderá el pago de la deuda externa

argentina. Esto no significa el repudio de la deuda. Esto no significa una actitud

fundamentalista; muy por el contrario, se trata del primer acto de gobierno que

tiene carácter racional para darle al tema de la deuda externa el tratamiento

correcto. Los dineros que estén previstos en el presupuesto para pagar la

deuda, mientras los pagos estén suspendidos, serán utilizados en los planes de

creación de fuentes de trabajo. No podemos obviar con crudeza que algunos

dicen que la llamada deuda externa es, al menos parcialmente, el más grande

negociado económico que haya vivido la Argentina", sostuvo Rodríguez Saá

ante el rabioso aplauso de casi toda la dirigencia política y la resignación de los

inversores.

Cuando terminó su encendido mensaje, Rodríguez Saá se trasladó a la

Casa de Gobierno para recibir antes que a ningún otro invitado al embajador de

los Estados Unidos, James Walsh, que traía una carta del presidente George

W. Bush, con la intención de recordarle los límites precisos del poder.

Del otro lado de la avenida Rivadavia, la angustia se apoderaba del

"Rolo" Frigeri, designado secretario de Hacienda, en su primera comunicación

telefónica con el FMI desde la declaración del default.

—Antes que nada, Rodolfo, quiero recordarte que tienen que pagar un

vencimiento que cayó el 21 —le recordó Claudio Loser sin perder su tradicional

amabilidad.

Acompañado por el economista Norberto Sosa y por Daniel Marx,

dispuesto a "colaborar" una vez más con el nuevo gobierno, Frigeri le pidió

paciencia al director del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI y le

prometió suavizar las declaraciones públicas de Rodríguez Saá en relación con

el futuro repago de la deuda.

De inmediato, los tres redactaron un comunicado que dejaba

constancia de la "voluntad del país" de cumplir con sus compromisos y

comenzaron a negociar con los principales actores del sistema financiero local

Page 199: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

199

la renovación parcial de una serie de Letras del Tesoro que vencía la última

semana del año.

Satisfecho, Frigeri fue a una reunión del gabinete con la in-tención de

destacar los "esfuerzos" que se desarrollaban desde su cartera para evitar

eventuales represalias legales de los acreedores. "Estamos buscando cumplir

con las Letes y les pagamos a los organismos", explicó el secretario de

Hacienda, hasta que el ministro de Justicia, Alberto Zuppi, lo interrumpió,

exaltado:

—¿Cómo puede ser que ustedes estén tratando de pagar; no

escucharon el mensaje del presidente?

Sin respuestas y con el riesgo país en 5.083 puntos básicos, Frigeri

regresó cabizbajo a su despacho para preparar las ideas que discutiría con la

misión del Fondo que Loser prometió enviar "en el corto plazo".

La intención del funcionario era pedirle permiso al organismo

multilateral para emitir una nueva moneda, con un valor de $ 1,40, que

inyectara liquidez, frente a la imposibilidad de levantar el "corralito".

Por lo bajo, el ex viceministro de Economía y ex ministro de Educación,

Juan José Llach, le propuso "inundar" la economía con Lecop para eludir una

devaluación que, según la mayoría de los economistas, ya era inevitable.

Más osado, David Expósito, un mediático analista que —por ser amigo

de Rodríguez Saá— fue designado como titular del Banco Nación, sostuvo que

había que emitir $ 15.000 millones de una nueva moneda denominada el

"argentino". "Tenemos que tener una economía como Cuba y China", declaró

Expósito antes de ser eyectado 48 horas después de haber asumido su cargo.

Mientras Frigeri y Sosa intentaban hacer planes económicos a ciegas,

los gobernadores peronistas le quitaban el apoyo a Rodríguez Saá debido a su

intención de extender su mandato hasta fines de 2003.

El presidente imaginaba que su promesa de crear un millón de

empleos, de subir los salarios y de recibir a todo aquel que caminara por

enfrente de la Casa de Gobierno le aseguraba un poder suficiente como para

desobedecer el mandato de sus ex pares.

Pero las protestas de la clase media con sus cacerolas volvieron a

tronar en las calles de la ciudad de Buenos Aires la noche del 28 de diciembre,

en repudio al "corralito" y al nombramiento en el Gabinete de personajes muy

Page 200: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

200

cuestionados por actos de corrupción, como el ex intendente porteño Carlos

Grosso y los ex gobernadores santafecinos Víctor Reviglio y José María

Vernet.

Asfixiado, el presidente ofreció la renuncia de todo, sus colaboradores,

mientras convocaba a Frigeri, al subsecretario de Financiamiento, Gustavo

Staforini, y al tesorero del Banco Central, Manuel Domper, para preguntarles

por qué no habían librado las órdenes para pagar los salarios de la

administración pública.

Después de esperar dos horas y media en la antesala del des-pacho

presidencial, los cansados funcionarios ingresaron para conversar con

Rodríguez Saá cerca de las 22:30.

Con cierto temor, Domper le planteó que no había recursos suficientes

para pagarles a los empleados públicos por la baja de la recaudación. La

incertidumbre política y la gran cantidad de feriados bancarios registrados

desde principios de diciembre provocaron una baja del 28,3% en los ingresos

fiscales del último mes de 2001.

Para defenderse, Frigeri aclaró que le había solicitado fondos al titular

del Banco Central, Roque Maccarone, que "se había negado" a girarlos.

—No hay problema, pídale la renuncia —le dijo Rodríguez

Saá.

—Es imposible, señor presidente; Maccarone tiene nombra-miento del

Senado.

— ¿Y el resto del directorio también se niega?

—Sí.

—Entonces pídales la renuncia a todos —le gritó, desaforado.

Cuando el diálogo comenzaba a tornarse más violento, Alberto

Rodríguez Saá ingresó para tranquilizar los ánimos.

"No se preocupen porque conseguí cheques por $ 600 millones para

pagar todo", expresó el misterioso senador sin brindar mayores detalles, ante el

desconcierto absoluto de los técnicos que acompañaban a Frigeri.

Cerca de la medianoche, Rodríguez Saá le preguntó a Staforini si

conocía San Luis. "Un poco", respondió el economista a modo de cortesía.

"Entonces sabrá que es una provincia bien administrada porque no hay ministro

de Economía; acá pasa lo mismo: el ministro soy yo y desde mañana quiero

Page 201: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

201

firmar todas las órdenes de pago, una por una, aunque sean miles", les ordenó

a los tres funcionarios que se retiraron asustados y confundidos.

Al día siguiente la exótica fantasía de Rodríguez Saá llegaba a su fin,

cuando la mayoría de los gobernadores peronistas —incluidos Kirchner, De la

Sota y Carlos Reutemann— confirmaba que no asistiría a la cumbre convocada

en la residencia presidencial del balneario bonaerense de Chapadmalal para

diseñar el plan económico del gobierno.

Desde temprano, Frigeri comenzó a debatir las alternativas monetarias

con otros economistas del justicialismo en una pequeña sala del predio.

Frente a su idea de "lecopizar" la economía, el menemismo proponía

dolarizar, el duhaldismo devaluar y algunos sectores minoritarios creían que

era posible mantener la convertibilidad pero con una paridad diferente del 1 a 1.

Ajeno a las discusiones técnicas, Rodríguez Saá decidía renunciar y

huir hacia el aeropuerto de Miramar para trasladarse a su querida provincia, ya

que decenas de manifestantes exaltados del peronismo bonaerense

comenzaban a rodear la residencia oficial.

Cuando el secretario de Hacienda se percató de la peligrosa situación

que lo rodeaba, tuvo que implorarle a un parrillero que había sido contratado

para hacer un gran asado que lo sacara del lugar. Escondido en el baúl de una

camioneta, entre chorizos y mollejas, Frigeri terminaba su gestión de seis días

sin haber podido cumplir con la promesa de Rodríguez Saá de dejar de pagar

la deuda externa.

Con una sociedad exaltada y preocupada como telón de fondo, el

presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Camaño, se aprestaba a

conducir el Poder Ejecutivo por 48 horas, hasta que una nueva Asamblea

Legislativa designara a un nuevo mandatario, ya que Puerta nunca volvió de

Misiones. Sin competidores, el cargo para completar el mandato de Fernando

de la Rúa hasta diciembre de 2003 recaería en el senador Eduardo Duhalde.

***

En una sala contigua al plenario de la Cumbre Mundial sobre

Financiación para el Desarrollo de las Naciones Unidas, el presidente interino

Eduardo Duhalde intentaba el 20 de marzo de 2002 obtener la comprensión y

Page 202: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

202

hasta algo de compasión por parte del primer ministro español, José María

Aznar, ante la crisis que sacudía al país, con los ministros Jorge Remes

Lenicov y Rodrigo Rato como testigos.

—Es muy difícil salir de esta situación, ya tuvimos 27 muertos.

—Mira Eduardo, nosotros sufrimos un millón de muertos y 40 años de

guerra civil. Ésa fue una verdadera crisis. Tú ahora tienes que entrar de nuevo

al mundo y acordar con el FMI para que te podamos ayudar.

El mandatario peronista se quedó petrificado con la respuesta del

primer ministro español, que estaba mucho más preocupado que otros

mandatarios extranjeros por la suerte de sus empresas radicadas en el país.

Antes de despedirlo, le prometió el apoyo de su gobierno si la Argentina

negociaba con el FMI y lo invitó a volver a conversar en Madrid en la cumbre

entre la Unión Europea y América latina convocada para mayo, cuando

recibiría su segundo cachetazo de realismo.

Lejos de las sutilezas y de las frases vacías que suelen caracterizar a

los encuentros entre presidentes, Aznar apeló a la crudeza en su reunión con el

líder político argentino en Monterrey, México.

Mientras tanto, en la colonial ciudad mexicana, otros 56 jefes de Estado

debatían sobre la pobreza, los subsidios agrícolas y el comercio internacional,

entre otros trascendentes ejes del encuentro convocado por la organización

liderada por Kofi Annan.

Entre ellos estaba el norteamericano George W. Bush, quien antes de

aterrizar se refirió en forma elíptica a la Argentina al expresar que "no tiene

sentido darles dinero a países que son corruptos, porque ¿saben qué pasa

entonces?: el dinero no ayuda a la gente; ayuda a un grupo elite de líderes".

Duhalde había soñado ser el presidente de la producción y el trabajo,

pero debió conformarse con administrar las ruinas de un país que estalló en

pedazos.

A principios de 2001 Jorge Remes Lenicov, ex secretario de Hacienda

del gobierno bonaerense, ya avizoraba desde su banca de diputado nacional

que el inminente fin de los pilares de la estabilidad se consumiría a la primera y

a la segunda línea de la clase dirigente argentina.

Sin embargo, su lucidez política no le permitió anticipar que, como

ministro de Economía del gobierno de emergencia de

Page 203: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

203

Eduardo Duhalde, sería el encargado de abrir la caja de Pandora de la

devaluación y, por lo tanto, que también quedaría alcanzado por la hoguera de

una crisis que conmocionó a una buena parte del mundo cuando cinco

presidentes desfilaron en un plazo de diez días.

En cierto modo, Remes Lenicov se sintió identificado con el reproche

de Aznar, ya que al presidente le costaba entender los costos del naufragio.

El 4 de enero de 2002 Remes Lenicov redactó el acta de de-función de

la estabilidad cambiarla al fijar un dólar oficial a 1,40 para el comercio exterior y

una divisa con valor libre para el resto de las operaciones económicas. La

decisión fue ratificada dos días después por el Congreso Nacional a través de

la Ley de Emergencia Pública. Remes había discutido durante varios meses las

alternativas para salir de la convertibilidad en la sede porteña del Banco

Provincia con Jorge Todesca, último secretario de Comercio de la era Alfonsín,

y Lisandro Barry, ex director de la entidad bonaerense, que se convertirían en

secretario de Política Económica y secretario de Finanzas, respectivamente.

A regañadientes, el santafecino Oscar Lamberto debió abandonar su

banca en el Senado por unos meses para sumarse como secretario de

Hacienda.

Los economistas habían concluido que era imposible avanzar hacia

una flotación cambiaría en forma inmediata, ya que el dólar se dispararía a

niveles peligrosos y encendería la mecha de la hiperinflación.

Tras festejar el fin de año en su Chile natal, el auditor Tomás

Reichmann viajó de incógnito a Buenos Aires y permaneció durante 48 horas

con el inglés John Thornton para formularle tres pedidos al nuevo gabinete

económico: un tipo de cambio único y flotante, una agresiva baja del déficit

provincial y, sobre todo, un cambio de estilo en las negociaciones respecto de

la era Cavallo.

"Ustedes no nos extorsionen, por favor", rogó el encargado del caso

argentino.

El FMI desconfiaba de un frágil escenario que combinaba dos dólares

en simultáneo, un peso devaluado y unos $ 5.000 millones emitidos a través de

una decena de bonos públicos provinciales, sumado a un Banco Central débil y

a un mercado obsesionado con un tipo de cambio más alto luego de 10 años

de mantenerse quieto a la fuerza.

Page 204: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

204

Los flamantes funcionarios reiteraron que no estaban dispuestos a

asumir los costos de un overshooting —que suponía que el tipo de cambio

superara su valor de equilibrio o "siguiera de largo"—, pero se comprometieron

a eliminar el piso de las transferencias a las provincias y a negociar con muy

buenos modales.

Luego de plantear el esquema cambiarlo, el Palacio de Hacienda

avanzó hacia la definición más polémica de su gestión: la pesificación

asimétrica, que generó una fuerte licuación de los pasivos en dólares y un

descalce brutal en el balance de los bancos, ya que el gobierno pretendía

devolver los depósitos "en dólares" y mantener los créditos "en pesos", aunque

la fórmula fuera inviable en términos económicos. En su discurso inaugural del

Io de enero Duhalde ratificó el default y prometió que los ahorros atrapados se

devolverían en su moneda original.

Pero los bancos no estaban en condiciones de afrontar la devolución

de US$ 50.000 millones en depósitos, ni tampoco los 20.000 millones

colocados en moneda nacional.

Simplemente, el dinero no estaba, por los préstamos otorgados, el

dinero fugado y porque, como repetían a coro los ejecutivos del sector, ningún

sistema financiero es capaz de enfrentar un reclamo masivo y simultáneo de

todos sus depositantes.

Más aún, el 10 de enero al "corralito" se le sumó el "corralón", que

consistió en inmovilizar al menos por un año todos los depósitos en dólares

colocados en plazos fijos.

A cambio de aceptar la pesificación, los bancos le reclamaron a la

conducción del Palacio de Hacienda una serie de compensaciones económicas

por la pesificación, la indexación asimétrica y los amparos promovidos por los

ahorristas afectados por el "corralito", que se transformarían en una fuente de

alta tensión durante toda la gestión interina de Duhalde. Además, las entidades

financieras pidieron que el gobierno revisara los cambios introducidos a

principios de enero en la Ley de Quiebras —que sus-pendían las ejecuciones

por un plazo e impedían que un acreedor se hiciera cargo de una empresa

quebrada— y derogara la Ley de Subversión Económica, una norma poco

precisa y demasiado ambiciosa que fue utilizada por algunos jueces para

comenzar una cacería sobre algunos banqueros.

Page 205: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

205

Anne Krueger se encargó de transmitir el malestar del FMI respecto de

estas dos leyes cada vez que tuvo la oportunidad de hacerlo y, a mediados de

mayo, cuando Remes ya no estaba más en su cargo, logró una victoria parcial

ya que el Congreso derogó la Ley de Subversión Económica en una ajustada

votación y volvió a modificar la Ley de Quiebras, aunque luego los legisladores

volverían a prorrogar una y otra vez la suspensión de los remates.

Durante los cuatro meses de su gestión, Remes y sus colaboradores

recibieron múltiples cuestionamientos del FMI por la falta de convicción del

gobierno para pulverizar estas dos normas legales. El subsecretario del Tesoro,

John Taylor, también se hizo eco del reclamo de los bancos en una reunión

que mantuvo con el equipo económico durante la asamblea anual del Banco

Interamericano de Desarrollo (BID) desarrollada a principios de marzo de 2002

en Fortaleza, Brasil. A pesar del cansancio que arrastraba por un viaje que lo

había llevado antes por Qatar y Arabia Saudí, Taylor detalló en la calurosa

ciudad brasileña los requisitos necesarios para arribar a un acuerdo con el

Fondo que cada vez se demoraba más, a pesar de las continuas expresiones

optimistas de los funcionarios argentinos.

Con la deuda pública en US$ 112.616 millones a fines del primer

trimestre del año —que exhibió una baja respecto de la cifra registrada a fines

de 2001, como consecuencia de la pesificación de los préstamos de la "fase

uno" del canje de títulos públicos—, Barry le planteó el esquema de

renegociación de la deuda que estaba en default, que consistía en pedir una

quita del 70% a los acreedores privados a cambio de asegurar un superávit del

5% anual.

El funcionario sonrió sin prestar demasiada atención a los detalles, se

dio media vuelta y los dejó sin respuestas.

***

"¿Cuál es el plan B si no hay acuerdo? Para mí, el plan B es irme a mi

casa."

Jorge Remes Lenicov rechazó desde el primer día de su gestión la

alternativa promovida por una buena parte de sus colegas del gobierno de

Page 206: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

206

atrasar la firma de un nuevo programa con los organismos de crédito

multilaterales.

El ministro había escuchado en múltiples conversaciones telefónicas y

personales que mantuvo con sus pares del G-7 y del Mercosur la necesidad

imperiosa de volver a cobijarse bajo el paraguas del FMI como primer paso

para normalizar la economía.

En febrero, Remes les daba el gusto a los técnicos del organismo, al

firmar un acuerdo con los gobernadores para bajar el rojo fiscal en un 60% y

eliminar el dólar oficial. De inmediato, la divisa comenzó a escalar hasta

ubicarse en 3,80 a fines de marzo.

Luego de cumplir con estos pedidos, Remes pensó que podría viajar

tranquilo para exponer su estrategia en el Foro Económico Mundial organizado

en Nueva York, junto a Mario Blejer, designado como titular del Banco Central

en reemplazo de Maccarone. Pero la Corte Suprema de Justicia arruinó sus

planes el 2 de febrero al dictar el fallo en el denominado "caso Smith", que

ordenó a un banco devolverle el dinero del "corralito" a un depositante y sentó

el mismo precedente para el resto de las causas promovidas por el resto de los

enojados ahorristas, como respuesta a la decisión de Duhalde de promover el

juicio político contra los integrantes del Alto Tribunal.

Tan asustado como los bancos por el fallo Smith, el ministro Remes

Lenicov comenzó a planear un canje obligatorio para los depositantes

acorralados en el sistema financiero, ya que una de las críticas de la Corte

estaba focalizada en la ausencia de un límite temporal a las restricciones

financieras, a diferencia del plan Bonex aplicado en 1989, que les impuso a los

ahorristas un título público a 10 años. Con el guiño del FMI, el ministro diseñó

una ley "ómnibus" que contenía un plan "Bonus" (una reedición del Bonex, pero

a gran escala), la creación de un Banco Nacional que reuniera a todas las

entidades del sector público y la modificación de la Ley de Entidades

Financieras.

De inmediato, Duhalde le bajó el pulgar, ya que no estaba dispuesto a

negociar un proyecto que suponía un fuerte costo fiscal y político en el dividido

Congreso Nacional.

Con bronca, un integrante del equipo económico sostuvo que "Duhalde

hubiera sido más feliz siendo jefe de los piqueteros que como presidente" y

Page 207: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

207

recordó que, luego de su primer contacto telefónico con HorstKohler, le planteó

"mandar a la mierda a estos tipos".

De nada servirían los elogios del auditor en jefe del caso argentino, el

indio Anoop Singh, que ya había reemplazado a Claudio Loser, sobre el

"esfuerzo" realizado por la conducción económica para contener el gasto. En

un gesto sin precedentes para un funcionario extranjero, el 10 de abril Singh

utilizó el Salón de Cuadros del Palacio de Hacienda para brindar una

conferencia de prensa en la que, antes de referirse a las discusiones con el

gobierno, intentó brindar una señal de sensibilidad al leer un mensaje que le

había enviado un grupo de alumnos de una escuela primaria para que visitara

"Salta, la linda". Para no parecer descortés, el auditor prometió pensar la

respuesta antes de partir a Washington sin escalas.

El 23 de abril, luego de regresar de un nuevo viaje a los Estados

Unidos sin ningún resultado, Remes renunció a su cargo.

"Estoy aliviado, pero con tristeza. El acuerdo con el Fondo y con

Estados Unidos no estaba lejos; la discusión ya se había focalizado en algunos

temas puntuales, pero veía que no había apoyo suficiente para hacer lo que

había que hacer. Se hablaba de la crisis, pero nunca se internalizó", comentó el

saliente funcionario. En Washington, sin embargo, nadie creía que el acuerdo

estuviera cerca.

El sueño de Remes Lenicov se desvaneció, con una caída en el primer

cuatrimestre del 15% en el nivel de actividad industrial, una inflación combinada

del 39,5% y una pérdida de US$ 9.000 millones en las reservas internacionales

del Banco Central y de 12.500 millones de pesos en los depósitos, a pesar de

los fuertes cerrojos aplicados para disminuir la salida de fondos al exterior.

Cinco nombres comenzaron a sonar para reemplazarlo: Guillermo

Calvo, Humberto Petrei, Javier González Fraga, Alieto Guadagni y Rodolfo

Frigeri. Sin embargo, desde el 10 de mayo la tarea de enfrentar los sombríos

pronósticos que atormentaban a la Argentina quedó a cargo del ministro menos

pensado.

Luego de estudiar en la Universidad de Bruselas y ser director de

precios de la gestión de José Ber Gelbard en el tercer gobierno peronista, en

1983 Lavagna fundó la consultora Ecolatina y dos años después se convirtió en

secretario de Industria y Comercio de Alfonsín, mientras Guillermo Nielsen

Page 208: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

208

comenzaba un largo tránsito como representante agrícola ante la Comunidad

Económica Europea, ejecutivo de Swift-Armour y de SOCMA. En la gestión de

la Alianza, el técnico justicialista fue nombrado embajador ante la Unión

Europea y la Organización Mundial del Comercio (OMC), y su amigo vinculado

con el radicalismo ingresaba en la cuestionada Administración Nacional de la

Seguridad Social (ANSES) para pelearse con su titular, Melchor Posse, por la

continuidad de las jubilaciones de privilegio.

En ese lapso, existieron sondeos informales, que nunca se

concretaron, para que Lavagna sucediera a Adalberto Rodríguez Giavarini en

Cancillería. Tras los múltiples cambios presidenciales de fines de 2001,

Lavagna permaneció en Europa y Nielsen, a pedido de su amigo Jorge

Todesca, fue designado como representante del Palacio de Hacienda ante el

Banco Central.

Cuando el equipo de Remes Lenicov volcó, sus caminos volvieron a

cruzarse, ya que Lavagna aterrizó como ministro de Economía casi en soledad

y le costó bastante encontrar un equipo de colaboradores frente a un panorama

tan amenazante.

Alfonso Prat Gay rechazó ser su secretario de Finanzas y el cargo

quedó para Nielsen, sumado a Jorge Sarghini en la Secretaría de Hacienda —

cargo que había ejercido en la gobernación bonaerense de Carlos Ruckauf—,

el justicialista Oscar Tangelson en la Secretaría de Política Económica y

Federico Poli, de la Unión Industrial Argentina (UIA), como su jefe de asesores.

Lavagna y Nielsen no compartían los apocalípticos pronósticos de la

mayoría de sus colegas y creían que era posible demorar el acuerdo con el

Fondo mientras se reordenaba la economía puertas adentro del país. "La

relación con el FMI será más prolija", expresó el nuevo ministro en su

apresurado regreso desde Bruselas, que contaba con el aval de radicales,

peronistas y el Frepaso.

El ministro pensaba que el crudo diagnóstico hiperinflacionario alentado

por el FMI podía evitarse si el gobierno frenaba la estampida de redescuentos

otorgados por el Banco Central —préstamos cortos que, con el objetivo de

sostener el sistema, terminaban por financiar la compra de dólares y

disminuían las reservas— que habían ascendido a US$ 7.183 millones desde

fines de 2001. Las otras dos claves, según el ministro, consistían en

Page 209: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

209

profundizar la política de contención fiscal y la intervención en el mercado

cambiarlo para bajar el dólar hasta $ 3.

Lavagna entendía que, con un 50% de sus integrantes sumergidos bajo

el nivel de la pobreza, la sociedad no estaba en condiciones de tolerar una

medicina ligera como la hiperinflación.

De todos modos, la devaluación promovida por Duhalde, entre otros

dirigentes políticos, ya había generado un fuerte impacto negativo adicional en

los ingresos de los sectores más castigados de la población.

Luego de ocupar las primeras 48 horas de su gestión en la ardua tarea

de "persuadir" a los bancos para que abrieran sus puertas, el nuevo funcionario

se dedicó a convencer a Duhalde de la conveniencia de lanzar un canje

voluntario, en lugar del bono obligatorio que impulsaba Remes.

El presidente dio su aprobación luego de consultar la idea con su

banquero amigo, José "Chicho" Pardo, titular del Banco Mariva, que funcionó

como un activo agente colocador de los títulos públicos bonaerenses cuando

Duhalde era gobernador.

A pesar del rechazo de la Asociación de Bancos de la Argentina (ABA),

representante de las entidades extranjeras, el último día de mayo se dio a

conocer el menú de tres títulos denominados Boden.

Por lo bajo, los técnicos del Banco Central consideraron que el dólar se

dispararía hasta los $ 5 si no había un canje compulsivo, y el auditor Anoop

Singh sostuvo ante el board del FMI que el nuevo plan acentuaría "la salida

continua de los depósitos" y "la presión sobre la cotización del dólar".

El director del Departamento de Mercado de Capitales del organismo

multilateral, David Hoelscher, fue más directo en su advertencia ante los

funcionarios del Palacio de Hacienda:

—Sin bono compulsivo, ustedes tienen un sistema financiero para 15

días más.

Con la divisa norteamericana a $ 3,70 a dos meses de su designación,

el ministro se cobró su primera víctima al pedirle a Duhalde el relevo del titular

del Banco Central, Mario Blejer, a quien acusó de alimentar los pronósticos

negros de Washington.

Blejer, un respetado economista en el área fiscal, tenía buenos

contactos en los Estados Unidos por su pasado como funcionario del Fondo,

Page 210: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

210

pero su peso específico no era suficiente como para sellar un nuevo acuerdo.

"A mí tampoco me prestaban demasiada atención en Washington", confesó con

su habitual sinceridad, tras dejar el cargo en Buenos Aires y antes de ser

invitado a trabajar como directivo en el Banco Central de Londres.

De hecho, un ex directivo del Fondo que lo apreciaba opinó que Blejer

"fue valiente" al asumir como presidente del Central en enero, cuando todo

estallaba, aunque luego se exageró su rol.

Lavagna tanteó si era posible designar en el valioso puesto al veterano

titular de FIEL, Arnaldo Musich, pero Duhalde cumplió con la tradicional regla

de la política que indica que aquel que triunfa en una disputa interna no puede

elegir al sucesor del derrotado.

Así, el sucesor de Blejer resultó el vicepresidente de la entidad, Aldo

Pignanelli, dueño de una fábrica de bulones y militante del peronismo

bonaerense. El ministro y el secretario de Finanzas despreciaban a este

empresario y consideraban que la entidad estaba "cooptada" por un grupo de

funcionarios que respondían a Pedro Pou, un profeta de la dolarización.

Cinco meses y medio después, en un nuevo ejemplo de las fallas del

gobierno para respetar la autonomía del Banco Central, Pignanelli también caía

bajo la guillotina del Palacio de Hacienda y le dejaba su lugar, finalmente, a

Prat Gay, secundado por su socio y amigo, Pedro Lacoste.

***

Aunque el ministro pretendía cocinar el acuerdo con el Fondo a fuego

lento, el país enfrentaba vencimientos con los organismos multilaterales por

US$ 5.000 millones entre julio y septiembre de 2002. A fines del segundo

trimestre del año, que registró una caída del PBI del 13,5%, Lavagna contaba

en su haber con la derogación de la Ley de Subversión Económica, la

modificación de la norma sobre quiebras y el respaldo de la mayoría de los

gobernadores para avanzar en una fuerte reducción del déficit.

Pero los organismos internacionales desconfiaban de las posibilidades

de un país que había perdido depósitos por 4.600 millones de pesos por la vía

de los amparos contra el "corralito" en el primer semestre del año.

Page 211: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

211

A pesar del drenaje continuo de fondos, el ministro apostaba a

mantener el camino de los canjes voluntarios, aunque sabía que la pelea entre

la Corte y el Ejecutivo constituía su flanco débil para fijar el "ancla monetaria"

que Washington reclamaba con tanto énfasis.

Casi en los mismos términos de una discusión futbolística, la tribuna de

los funcionarios "locales" aseguraba que las entidades financieras

internacionales eran "parte del problema" porque si no bendecían en forma

inmediata a la Argentina empeorarían sus padecimientos, mientras que el

sector "visitante" sostenía que el gobierno debía presentar un aspecto

saludable antes de extender la mano para pedir ayuda.

Para defender su continuidad, Lavagna fue a probar suerte a

Washington a principios de julio, mientras Duhalde decidía adelantar la

convocatoria a elecciones a marzo de 2003, convulsionado por la muerte de

dos militantes del movimiento de piqueteros, Darío Santillán y Maximiliano

Kosteki, en un acto de represión policial. La decisión política tranquilizó a los

inversores, que querían asegurarse un rápido cambio en el sillón presidencial

para dejar atrás cuanto antes el período de transición.

A su regreso de la capital de los Estados Unidos, el ministro ya contaba

con cuatro árbitros para comenzar a resolver el choque de opiniones entre el

FMI y el Palacio de Hacienda.

Una comisión de "notables" aterrizó en Buenos Aires el 21 de julio para

dictar su veredicto sobre el plan monetario, un ancla para el dólar y la

reestructuración del golpeado sistema financiero.

El gerente general del Banco Internacional de Pagos de Basilea,

Andrew Crockett, y los ex presidentes de los bancos centrales de Alemania,

Hans Tietmeyer; Canadá, John Crow, y España, Luis Rojo, expresaron su

preocupación por la descontrolada emisión de las cuasi monedas provinciales,

y el ministro buscó convencerlos de que era imposible abrir el "corralito" sin un

acuerdo internacional, tal como pretendían el Banco Central y el Fondo. Ocho

días más tarde, se daba a conocer su informe que, para agrado de Lavagna,

rechazaba la dolarización y la "salida hiperinflacionaria" para la Argentina.

Como contrapartida, recomendaba dejar flotar el tipo de cambio sin controles y

custodiar el nivel de reservas del Central.

Page 212: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

212

El ministro respiró con tranquilidad y se predispuso a recibir al

secretario del Tesoro, Paul O'Neill, quien antes de embarcarse declaró en

Washington que las naciones que se aprestaba a visitar, Brasil, Uruguay y la

Argentina, debían contar con políticas sólidas para evitar que la asistencia

internacional no se desviara "hacia una cuenta bancaria en Suiza".

La reacción de los principales socios del Mercosur fue opuesta:

Duhalde sostuvo que estaba de acuerdo con las palabras del secretario del

Tesoro y Fernando Henrique Cardoso presentó una protesta formal ante

George W. Bush. O'Neill aterrizó durante dos días en Buenos Aires, brindó

algunas palmadas de aliento en el hombro del gobierno argentino y le prometió

a Lavagna revisar un nuevo texto de la demorada carta de intención tendiente a

firmar un nuevo acuerdo con el Fondo.

Luego del viaje, Brasil obtuvo un paquete de ayuda de US$ 30.000

millones del FMI, Uruguay una felicitación de la Casa Blanca y la Argentina una

queja porque el gobierno había enviado a Washington una propuesta técnica

"insuficiente" para avanzar en un programa que permitiera recrear una

economía estable.

Nielsen estalló de furia porque creía que el acuerdo estaba frenado por

obra y gracia del lobby de Anne Krueger. El equipo económico siempre se

ocupó en distinguir la actitud dura de la directora ejecutiva del Fondo de la

estrategia presuntamente cordial del Tesoro y, en particular, del subsecretario

para Asuntos Internacionales, John Taylor.

Krueger fue designada con el aval de la administración Bush, pero su

fuerte personalidad y sus escasos modales diplomáticos la colocaron en la mira

del gobierno argentino.

En cambio, el titular del FMI, HorstKohler, permaneció virtualmente

ausente durante toda la negociación con la Argentina. Contrariado por los

paquetes de ayuda que tuvo que aprobar en el año 2001 y por su

enfrentamiento con las autoridades económicas norteamericanas, el ejecutivo

de origen alemán recién volvió a la escena a mediados de 2003 con una visita

protocolar a Buenos Aires. Estados Unidos cree que la gestión de Kohler no ha

resuelto el problema de liderazgo que enfrenta el Fondo Monetario en los

últimos años.

Page 213: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

213

En aquel entonces, el secretario de Finanzas comenzó a temer por la

viabilidad de su plan para salir del default con los acreedores privados, que

consistía en lanzar un canje entre la elección del nuevo presidente y el cambio

de gobierno en mayo, para evitar que el sucesor de Duhalde pagara el costo

político de la delicada operación que involucraría unos US$ 70.000 millones

repartidos en 152 bonos.

Luego de obtener el 5 de septiembre de 2002 la postergación por un

año de un vencimiento por US$ 2.800 millones con el FMI, pero sin el acuerdo

de refinanciación a la vista, Lavagna decidió redoblar la apuesta y comenzó a

analizar seriamente la posibilidad de "defaultear" a los organismos

multilaterales de crédito.

***

—Anoop, queremos informarte que el gobierno decidió no pagarle al

Banco Mundial.

—Ah, felicitaciones, ésta es una muestra de la voluntad que tienen para

acordar.

El secretario de Finanzas miró extrañado a su jefe de asesores,

Sebastián Palla, por la respuesta del auditor indio y retomó la conversación con

la mayor delicadeza posible:

—No, me parece que no entendiste: nosotros no pagamos.

La expresión del nuevo titular del Departamento del Hemisferio

Occidental, que estaba acompañado por John Dodsworth y John Thornton, se

desfiguró por completo.

El miércoles 13 de noviembre por la noche el funcionario del FMI se

había comunicado con el titular del BID, Enrique Iglesias, para asegurarle que

al día siguiente la Argentina cumpliría con un vencimiento con el Banco Mundial

por US$ 809 millones.

La Argentina ya había informado que no abonaría US$ 250 millones

correspondientes a una cuota de un bono garantizado por la entidad

encabezada por James Wolfensohn, "para no discriminar entre sus acreedores

privados".

Page 214: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

214

Tras haber girado US$ 3.500 millones desde enero a los organismos

multilaterales, el eventual default de los US$ 809 millones era la bala que le

restaba al Gobierno para persuadir al Fondo de la necesidad de acordar cuanto

antes.

Pero el organismo seguía sin querer rubricar un pacto si el gobierno no

subía las tarifas de los servicios privatizados un 30%, eliminaba las cuasi

monedas y los planes de competitividad que quedaban en pie. Una vez más, el

ministro viajó a Washington de apuro con una serie de gráficos que exhibían

una recuperación en el nivel de actividad, las reservas y una fuerte baja del

gasto primario, contra el pronóstico de la mayoría de los consultores privados y

del Fondo. Ninguno de estos avances los conmovió.

El 14, el ministro llamó a Duhalde desde la capital de los Estados

Unidos y le aconsejó no pagar. En Buenos Aires, el jefe de Gabinete, Alfredo

Atanasof, soplaba al oído del presidente exactamente la recomendación

opuesta, en sintonía con el deseo de la mayoría de los funcionarios del entorno

duhaldista.

Una vez más, Duhalde decidió respaldar la estrategia del funcionario

en el que delegó más poder que en ningún otro ministro de su gabinete durante

su gestión, y la Argentina sólo giró US$ 79 millones en intereses como un pago

simbólico para no romper formalmente el diálogo con Washington. Los

funcionarios del Banco Mundial se enfurecieron y denunciaron una política de

"chantaje".

Si bien la decisión no tuvo un impacto económico importante en la

cartera de la entidad, se transformó en una señal de alerta para los accionistas

del banco y del Fondo.

De hecho, el semanario británico The Economist advirtió que, con el

default a los organismos, el país ingresaría al "club de muertos financieros, que

incluye a Zimbabwe, Irak, Liberia y las islas Seychelles".

Pero una semana más tarde, el ministro iniciaba una gira por París,

Berlín, Roma y Madrid que torcería en forma definitiva el curso de la

negociación. Lavagna explicó "en persona" la situación argentina a cada uno

de los ministros de Finanzas de los principales socios europeos del Fondo.

Su escala más complicada fue en la capital alemana, ya que la

administración socialdemócrata de Gerhard Schroeder se mantenía en una

Page 215: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

215

postura intransigente, que algunos funcionarios de Economía relacionaban con

la decisión del gobierno argentino de rescindirle el contrato para confeccionar

los documentos de identidad a la firma Siemens de aquel país.

Durante esta ronda de consultas, el ministro percibió que Krueger les

retaceaba información a los representantes del board en la reunión semanal

que solían mantener.

Su regreso a Buenos Aires pareció más relajado; el gobierno debía

pagarle US$ 977 millones al FMI a mediados en enero y los ministros de

Finanzas ya sabían qué actitud podía tomar si la firma del programa seguía en

posición de espera.

Krueger se fastidió con la gira de Lavagna y lo llamó a Nielsen para

expresarle su disgusto. "Yo me opongo al acuerdo y por lo tanto no va a salir",

le advirtió la dura funcionarla, mientras el secretario de Finanzas realizaba

complicadas maniobras con su automóvil en el barrio de Belgrano, para eludir

una manifestación de protesta del movimiento piquetero y poder llegar a la

casa del ministro con la intención de festejar la Nochebuena, cuando la deuda

soberana se ubicaba en US$ 137.320 millones.

Luego de sufrir en el año 2002 una inflación del 40%, un aumento de la

pobreza del 35,4% al 54,3% y una recesión del 11% —que en términos

acumulados se estiraba al 20% desde 1998—la amenaza de Krueger se

cumplió a medias.

***

Un año entero después de renegar y patalear, el directorio del FMI

aceptó salir de sus cánones tradicionales y firmar un programa de ocho meses

con la Argentina para refinanciar US$ 6.870 millones a cambio de metas poco

ambiciosas.

En un caso que parece no registrar otros antecedentes en la historia

del organismo, la aprobación —que se logró con el voto de la mayoría de los

directores y la abstención de Holanda, Bélgica, Suecia y Australia, entre otros

países— se produjo aunque el staff formalmente le propuso al director gerente

que recomendara al board la decisión opuesta.

Page 216: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

216

Más aún, el informe que Krueger preparó para el encuentro

sentenciaba que la bendición le permitiría a Duhalde obtener "ventajas" para

perpetuarse en el gobierno.

¿Por qué un club que se jactaba de ser tan estricto alteró sus principios

para rescatar a un país que supuestamente no cumplía con sus reglas?

Acaso la respuesta más clara haya surgido desde sus entrañas: el

acuerdo se firmó por el temor a lo desconocido.

Frente a un gobierno que aseguraba haber cumplido con todos los

requisitos para aspirar a una nueva refinanciación de su deuda y a un staff que,

con extrema rigidez, planteaba lo contrario, los miembros de la "comisión

directiva" de la entidad, los países del G-7, se preguntaron qué podía llegar a

ocurrir si la Argentina se desprendía por completo del lazo de los organismos

multilaterales de crédito. ¿Qué consecuencias provocaría para el país y para la

matriz de las instituciones surgidas de Bretton Woods?

Durante el año 2002, la Argentina pagó unos US$ 4.500 millones al

FMI, el Banco Mundial y al BID, aunque acumuló un nivel total de atrasos de

US$ 11.842 millones por el default parcial.

El principal organismo auditor de cuentas del mundo no estaba

dispuesto a que la tercera economía latinoamericana siguiera acumulando

facturas impagas y generara un fuerte incentivo en otros miembros para seguir

el mismo camino de rebeldía, sobre todo cuando aún no se podía prever qué

ocurriría con la gestión del nuevo presidente Lula da Silva en la frágil economía

brasileña.

Con una visión más amplia, sus "primos" del Banco Mundial tomaron

en cuenta otros riesgos. Un tanto cansado de la disciplina militar y de la escasa

capacidad de autocrítica que caracterizan al Fondo, el banco multilateral más

importante para el mundo subdesarrollado consideraba que los episodios de

violencia social y política registrados en 2002 ponían en peligro la continuidad

democrática en la Argentina.

Con el roll over acordado a mediados de enero, según esta hipótesis,

se aseguró una ordenada transición política.

Al parecer, la entidad encabezada por James Wolfensohn observó con

una gran anticipación respecto del Fondo la inviabilidad del tipo de cambio fijo

que terminó de derrumbarse a fines de 2001, pero no estaba en condiciones de

Page 217: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

217

plantear "un plan B", debido a la regla que la obligaba a obedecer las pautas

fijadas por aquel organismo desde 1989, justamente, tras haber apoyado a la

Argentina en el ocaso de Alfonsín.

El Fondo, según el banco, no debería sentirse culpable por el

derrumbe, pero sí asumir parte de la responsabilidad.

El Banco Mundial, respondieron desde el edificio del FMI, no puede

obviar que durante la década del 90 hubo un fuerte empeoramiento en los

indicadores sociales del país, un área de su estricta competencia.

Al margen de este choque de perspectivas entre las diferentes

instituciones financieras, los negociadores argentinos creen que el temor de

Washington, en realidad, residía en la posibilidad de que el país despegara sin

haber sido cobijado por ninguna de ellas. ¿Cómo convencer a otras naciones

de la necesidad de cumplir con un programa de ajuste si la Argentina lograba

recuperarse sin el manto protector de los organismos multilaterales?

De acuerdo con este enfoque, no firmar resultaba una pérdida por

partida doble: si el país se terminaba de hundir, toda la comunidad

internacional hubiera señalado con su dedo acusador a las poderosas y

burocráticas entidades multilaterales; si, en cambio, la situación local mejoraba

sin un programa de auditoría por detrás, las protestas se hubieran

transformado en sonrisas despectivas. Probablemente el ministro de Economía

Roberto Lavagna y el titular del Banco Central, Alfonso Prat Gay, que firmaron

el acuerdo corto vigente entre enero y agosto de 2003, defiendan esta visión.

Cuando el staff del Fondo exhibía proyecciones que luego no se

cumplían, los ministros de Finanzas del G-7 comenzaron a preguntar si la

Argentina no se merecía al menos una ligera oportunidad.

De hecho, a mediados de 2002, los técnicos del organismo estaban tan

convencidos como los opositores internos a Duhalde de la imposibilidad de

eludir la hiperinflación, proyectaban un nivel de recesión anual cercana al 17%

y un dólar más cerca de $ 20 que de los $ 3,4 registrados a fines de diciembre.

Pero la película exhibió una trama sensiblemente más benigna.

Las razones para evitar el caos en 2002, según el equipo económico,

deben buscarse en una política responsable en materia fiscal y monetaria. En

cambio, para uno de los responsables de definir los programas con la Argentina

desde los EE.UU., las causas se deben a "un estado de extremada

Page 218: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

218

complacencia, una gran sustitución de importaciones y sectores de negocios

que se adaptaron rápidamente a los nuevos precios relativos surgidos por la

devaluación".

A modo de balance, en el FMI y en el gobierno norteamericano

admitieron que si bien la debilidad macroeconómica era una pre-ocupación

legítima del staff, fue subestimada la capacidad política del gobierno para

soportar las consecuencias de una caída del 30% en el salario real de los

trabajadores casi sin protestas sociales.

Con sus idas y venidas, Duhalde confundió a los esquemáticos

técnicos del Fondo, que no pudieron encasillarlo como el "peligroso" Hugo

Chávez de Venezuela, ni como el "reformista" Lula brasileño.

Sin duda, para el FMI, Duhalde fue un líder populista, pero mantuvo

bajo control las cuentas públicas, entre otros elementos, con la valiosa ayuda

de las retenciones a las exportaciones y la falta de ajuste por inflación en el

impuesto a las ganancias.

De todos modos, una buena parte de la comunidad financiera oficial de

EE.UU. sigue convencida de que el acuerdo corto de enero constituyó un error

garrafal que se pagará en el futuro en términos de credibilidad, ya que con el

sello del Fondo se avaló la conducta de un gobernante que supuestamente no

realizó los deberes requeridos por sus acreedores.

Se lo premió con un año de gracia por haber logrado salir del fondo de

un pozo.

Según esta crítica visión, no hay que confundir la "foto" tomada durante

la transición de 2002 con la "película" que comenzó a rodarse a partir del fin de

la convertibilidad, un sistema que le dio a la Argentina un "pasaporte de

credibilidad" en el mundo que luego no fue reemplazado con otro certificado de

buena conducta. "Verse y sentirse mejor en un momento determinado no

siempre es algo sustentable", comentó con cierta preocupación un funcionario

acostumbrado a seguir los pasos del país. Sobre todo, aclaró, si la dirigencia

local cree que siempre será posible salir de la crisis sin morder el polvo.

En cambio, el Tesoro de los Estados Unidos cree que las condiciones

incluidas en el acuerdo de principios de año respondieron a la precaria realidad

política de un gobierno de transición y que ya no tenía sentido estirar más la

soga para ver qué ocurría si se quebraba. Para evitar que la recuperación

Page 219: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

219

económica se ahogara —y con un ojo colocado sobre Brasil—, en septiembre

de 2003 el Tesoro volvió a presionar con toda la furia para que el gobierno de

Néstor Kirchner obtuviera, en el poderoso y desértico emirato árabe de Dubai,

un nuevo stand by por tres años, con algunas metas fiscales sin definir —ante

la mirada vergonzante del FMI, que estaba atontado por sus errores de

diagnóstico y la presión del G-7.

El Fondo, recuerdan en el Tesoro, fue creado para financiar problemas

de balanza de pagos con programas de corto plazo y tal vez debería volver a

cumplir con ese rol, sin tantas ambiciones.

Page 220: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

220

Epílogo

Del 2001 al 2003, la Argentina se ha transformado en un objeto de

estudio para académicos, funcionarios y analistas del mercado que pretenden

saber por qué ocurrió el terremoto de fines de 2001 y qué responsabilidades le

caben a cada uno de los actores que intervinieron en el caótico final.

Los motivos para este examen masivo sobran.

Desde el regreso de la democracia, el país refinanció compromisos con

el sector privado por 12 años en 1984, por 19 años en 1987, por 30 años en

1992 y por 3 años en junio de 2001, hasta caer en default en diciembre de ese

mismo año.

En el mismo período, se firmaron ocho acuerdos con el Fondo

Monetario Internacional (FMI) que involucraron desembolsos comprometidos

por unos US$ 35.000 millones. Del total, el gobierno recibió US$ 22.000

millones. A fines de 2002, los compromisos pendientes con el FMI ascendían a

US$ 14.253.345 millones.

Entre 1975 y 2000 la relación entre la deuda externa total del país y sus

exportaciones pasó del 266,8% al 553,6%.

En el mismo período, en toda América latina este porcentaje se redujo

del 215% al 185,7%.

Además, el peso del pago de intereses de los pasivos soberanos sobre

las ventas al exterior se incrementó del 26,5% al 39,2% entre 1994 y 2001.

Pero tal vez la variación cuantitativa más impactante se haya registrado

en la relación entre la deuda pública y el PBI, que saltó del 32% en 1991 al

140% en 2002.

Según cálculos elaborados por la Comisión Económica para América

Latina (CEPAL), si el país creciera a una tasa anual del 3% al 4,5% en

promedio, en 10 años lograría reducir la relación deuda-PBI a niveles del 65%

al 55%, respectivamente.

De todos modos, estos porcentajes se ubicarían por encima del 52%

registrado antes del default.

Page 221: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

221

En cambio, si la economía volviese a caer en una larga noche recesiva,

como entre 1998 y 2002, cualquier estimación resultaría inútil.

Aunque el debate internacional generado por la crisis Argentina

probablemente esté lejos de concluir, ya han surgido algunas conclusiones

interesantes.

No hay que enamorarse de las "soluciones de esquina" (córner

solutions), como el prolongado régimen con tipo de cambio fijo que mantuvo el

país en los '90 —o, en el otro extremo, la flotación limpia—, si no hay políticas

fiscales consistentes por detrás.

En el caso argentino, tanto la "tablita" de Martínez de Hoz como el plan

de Convertibilidad provocaron niveles significativos de atraso cambiarlo, con la

consecuente pérdida de competitividad para los productores locales.

Deben relativizarse algunas "vacas sagradas", para no sufrir más

desencantos, tales como el saludable sistema financiero de la década previa

que luego terminó al borde de la quiebra, o la seductora privatización de la

seguridad social, que tal como estuvo diseñada contribuyó a explicar una

buena parte del aumento insostenible de la deuda.

No es recomendable prolongar el estado de agonía de una deuda

soberana que debe ser reestructurada, como ocurrió en la Argentina a fines de

1999, cuando existía el consenso académico pero no la decisión política para

desarrollar este doloroso proceso. El mercado siempre se encargará de forzar

un final que el gobierno no se atreve a desarrollar en forma ordenada.

Es necesario que el país sepa respetar las reglas de juego que rigen

para el resto de la comunidad internacional; reducir los niveles de corrupción

pública y privada representaría un avance fundamental en tal sentido.

Mediciones de Transparencia Internacional utilizadas por los organismos

multilaterales de crédito dan cuenta del incremento de los actos de corrupción

en la segunda parte de la década del 90, aun cuando se pensaba que la

privatización de las empresas del sector público contribuiría a lograr el efecto

contrario.

Puertas afuera del país pocas personas entienden cómo es posible que

el nivel de la deuda apenas supere el dinero en negro colocado por los

argentinos en el exterior: a fines de 2001, la deuda llegaba a US$ 144.453

Page 222: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

222

millones y la fuga de capitales a US$ 137.805 millones en términos

acumulados.

Tampoco es fácil entender en el exterior que el ingenio de la sociedad

esté colocado al servicio de encontrar la manera más eficaz de evadir

impuestos. La recaudación de impuestos de la Argentina alcanza al 21% del

PBI, frente al 52% de Suecia, 45,2% de Francia, 37% de Canadá y 34% de

Brasil.

Al mismo tiempo, el mundo tiene que saber cómo detectar a tiempo las

señales que preceden a una crisis con "alarmas" más eficaces.

En particular, las entidades multilaterales deberían colocar un mayor

énfasis en mejorar la eficacia de las medicinas que brindan a los países que

asisten, en lugar de guiarse por la errática percepción de los mercados. Un

buen paso en este sentido sería alentar medidas anti cíclicas para no

desperdiciar las épocas de abundancia, como ocurrió en la primera mitad de la

década del 90, en pleno auge de crecimiento e ingresos por privatizaciones.

Por otra parte, los países desarrollados y emergentes deben trabajar

sobre la creación de mecanismos globales de prevención de las crisis

financieras, tan perjudiciales para la población más vulnerable, con el mismo

esfuerzo dedicado a combatir otras graves epidemias. Los paquetes de

"salvataje", aplicados siempre cerca del abismo, sólo convalidaron corrientes

masivas de fuga de capital.

Las condiciones de desarrollo humano no pueden ser consideradas

cuestiones anexas sino más bien ejes centrales de un programa económico

que recibe asistencia internacional, ya que la "sustentabilidad" del mismo

depende en buena medida del grado de bienestar de la sociedad.

Con el aporte de sus intelectuales, políticos y economistas, la Argentina

no está en condiciones de rehuir a este valioso duelo de ideas, a diferencia de

lo que ocurrió en el pasado, cuando era "imposible" hablar de un cambio en las

condiciones para pagar la deuda o de las privatizaciones en los '80 o del fin de

la convertibilidad en los '90.

Es que en cada período histórico aparece un coro hegemónico de

voces con una verdad casi absoluta que relega al resto de los participantes del

escenario nacional.

Page 223: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

223

A partir de la violencia utilizada en los '70 para saldar la diferencia de

ideas la discusión interna parece estar vedada, aunque la responsabilidad

primaria de diagnosticar y solucionar los problemas corresponda a los

habitantes de este país, más allá de los continuos berrinches contra los

acreedores.

Si este libro al menos permite ejercitar la memoria histórica para no

volver a cometer tantas equivocaciones como en el pasado, habrá cumplido

con su modesto objetivo.

Page 224: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

224

Conclusiones a la segunda edición

(2003-2013)

Un libro que se editó hace 10 años puede tener vigencia por méritos

propios o defectos ajenos.

En este caso, sin falsa modestia, La Maldita Herencia resulta

interesante una década después de su publicación impresa básicamente por

las tremendas dificultades del Gobierno para dar vuelta la página en el costoso

capítulo del default declarado a fines del 2001. La deuda con los acreedores

privados que no se pagó acumulaba a fines del 2012 unos US$ 11.000

millones; con los países nucleados en el Club de París, otros US$ 9000

millones según las últimas estimaciones conocidas.

Y las empresas que demandaron al país por cuestiones referidas a la

crisis ante los tribunales arbitrales del Banco Mundial, el Centro Internacional

de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI) le reclamaban

indemnizaciones por otros 65.000 millones de dólares, según el abogado

Eduardo Barcesat, consultor de la Procuración del Tesoro y uno de los

abogados que han defendido al país en ese foro (en cambio, en 2012 el diario

Página 12 aseguraba que el país había logrado reducir a US$ 16.000 millones

las demandas en contra del país, por juicios ganados y retiro de los

demandantes).

Los tres asuntos no tienen la misma trascendencia, pero complican el

ingreso de crédito de largo plazo al país para obras de infraestructura y

energía, más allá de impedirle acceder a la refinanciación de su deuda

corriente a las tasas internacionales bajas que benefician a otros países de la

región.

El caso del CIADI, donde el país obtuvo algunas sentencias favorables

y varios fallos en contra firmes, provocó que Estados Unidos retirara los

beneficios arancelarios a las exportaciones de la Argentina, por una deuda de

apenas US$ 300 millones que ganaron en un juicio arbitral los fondos

BlueBridge y Azurix. En estos últimos tiempos, el Gobierno amagó con repudiar

los tratados de protección bilateral a las inversiones que dan derecho a las

Page 225: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

225

controversias en el CIADI. Pero aún si tomara esa decisión, no podría anular

las sentencias previas adoptadas por estos tribunales, donde participan

también árbitros que defienden al país.

Del mismo modo, pese a los funcionarios y analistas que se quejan

porque el default con los bonistas no se ha podido sellar aunque se logró una

alta aceptación, del 93%, entre los dos canjes realizados, en 2005 y 2010, cabe

recordar que, cuando los bonos fueron emitidos, no había cláusulas que

contemplaran mecanismos para bloquear a los “holdouts”, por más que

representaran una ínfima minoría. Por lo tanto, el 7% restante hasta principios

del 2013 tiene el derecho a litigar, aunque en su mayoría se traten de

cuestionables fondos buitre que compraron deuda a un bajo valor y reclaman el

100% nominal. Y también, si realizaron la repudiable maniobra de comprar

seguros contra el default (CDS) de la Argentina para apostar en contra del país.

En su momento, algunos de estos fondos especulativos, como

Gramercy, favorecieron la estrategia financiera del Gobierno con la compra de

títulos argentinos antes del segundo canje. Y no fueron los privados los únicos

“buitres”, ya que la Argentina tuvo que pagarle una usuraria tasa del 15% a su

gobierno “amigo” de la Venezuela de Hugo Chávez en agosto del 2008 cuando

los mercados estaban cerrados para el país, por la imbécil estrategia de

manipular las cifras del Indec. “Tenemos una gran confianza en los argentinos",

dijo Chávez en Buenos Aires, sin ironía, al comprometerse a comprar US$

1000 millones a una tasa del 15% tras reunirse con su par Cristina Kirchner.

En cuanto a la deuda con el Club de París, la estrategia no fue menos

esquizofrénica: se demoró la solución primero con la excusa de tener que

arreglar la cuestión de los bonistas.

El ministro Roberto Lavagna aseguró que, cuando renunció en

noviembre del 2005, el pago de este pasivo estaba en vías de negociación, por

unos 6000 millones de dólares. Y admitió su sorpresa porque, seis años más

tarde, el Gobierno hablaba de US$ 9000 millones, en un contexto de bajas

tasas internacionales que no justificaban tamaño incremento.

Luego de saldar la deuda con el FMI a principios del 2006 al contado

por US$ 9500 millones, casi como un berrinche (ya que se podría haber

cancelado esta suma a medida que vencían las cuotas de los préstamos

otorgados durante la crisis, sin tolerar la intromisión del polémico organismo en

Page 226: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

226

las políticas del país y, a la vez, permitiendo que la caída en las reservas no

fuera tan abrupta), la presidenta Cristina Kirchner amagó con imitar esta

estrategia con el Club, a través de un decreto de septiembre de 2008, que

disponía pagarle US$ 6706 millones con las reservas del BCRA. Un moderado

plan de refinanciación, en cuotas, también hubiera sido aceptado por los

acreedores oficiales, a cambio de que el país recuperara las líneas de crédito

comerciales para la importación de bienes de capital. Igualmente, ni siquiera

hubo lugar para la polémica sobre este supuesto pago al contado, porque, a las

pocas semanas de esa decisión administrativa, el estallido de la crisis

financiera internacional, a través de la caída del banco Lehman Brothers,

evaporó el efecto de la medida antes de que se concretara. Cinco años más

tarde, el tema ni siquiera se discutía formalmente con los acreedores, más allá

de algunos globos de ensayo que el gobierno lanzó cada tanto, como el

supuesto pago a través de un cupón ligado al crecimiento, similar al que fue

ofrecido a los bonistas en 2005 (en la gestión del ministro de Economía Amado

Boudou, entre 2009 y 2011) y la cancelación de la deuda vis-a-vis con el aporte

de inversiones extranjeras al país: por cada dólar pagado, un dólar ingresado,

en 2013 (en la opaca era de Hernán Lorenzino, reemplazante de Boudou). El

Club, sin embargo, no dejó de mencionarlo en sus reuniones mensuales en la

capital francesa y hasta envió un par de misivas escritas al Ministerio de

Economía a la espera de, al menos, alguna propuesta formal para negociar; en

la primera de ellas, en 2010, el secretario general del Club, Ramón Fernandes,

admitió que estaban dispuestos a dialogar sin la participación del FMI –una

opción que se abrió por ayuda de EE.UU.- pese a que en casi todas las

refinanciaciones pactadas entre deudores y acreedores, el organismo

multilateral actuó como agente de monitoreo de los pagos, con excepción de

Nigeria y Angola, dos países acosados en su momento por sendas crisis

económicas y políticas poco equivalentes a las de la Argentina.

Como ministro de Economía, Boudou respondió el 9 de noviembre de

2010 que el mensaje de Fernandes, “marca un paso decisivo en pos de

encaminarnos a resolver definitivamente los términos de un plan de pagos”, por

lo que le propuso “coordinar una reunión en breve plazo –a más tardar la

primera semana de diciembre– con el propósito de presentarle nuestros

objetivos y restricciones, así como también para discutir la hoja de ruta, la

Page 227: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

227

agenda propuesta y los pasos críticos a ser dados a fin de iniciar la discusión

de los términos del acuerdo para el citado plan de pagos”. Nada de ello ocurrió

y, dos años después, el Club envió una segunda carta que ni siquiera fue

respondida por el ministro Hernán Lorenzino, mientras que los intereses

impagos se seguían acumulando y se notaba cada vez más la ausencia de

líneas de crédito para la importación de maquinarias y financiación de obras.

Los ejemplos previos sirven para reflejar la falta de inteligencia del

Gobierno para superar los problemas del pasado. En 2010, en una reunión con

periodistas de toda la región, importantes funcionarios de Estados Unidos

manifestaron en Washington su “cansancio” por tener que repetir en forma

interminable la misma agenda de negociación con la Argentina sin poder

avanzar, ni un solo paso, durante casi una década.

Lo mismo ocurrió también con los otros países desarrollados y

emergentes, derivando en un clima negativo que se reflejó tanto en los

numerosos paneles por conflictos comerciales que el país tuvo que afrontar

ante la Organización Mundial del Comercio (OMC), como en los exhaustivos

controles del Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI) por lavado de

dinero (sobre todo por los blanqueos de capitales desarrollados en 2009 y

2013) y en las trabas del Banco Mundial para aprobar créditos al Gobierno,

hasta la aprobación a principios de 2013 en el directorio del FMI de una moción

de censura por la desconfianza generada por las estadísticas de inflación y

crecimiento económico.

Pese a estos avatares, el Gobierno, pudo exhibir un avance interesante

en los indicadores de deuda en relación con el PBI que no existían en 2001,

con algunas salvedades. Desde 2002, la relación deuda-PBI se redujo del

166% al 64% en 2006 (luego del canje) y al 41% en 2012; la relación del pago

de intereses frente a las exportaciones se redujo 26 puntos y la proporción de

deuda en moneda extranjera se redujo del 97% en 2001 al 62% en 2012 (50%

en dólares, 10% en euros, 2% en otras monedas).

Aunque la presidenta Cristina Kirchner destacó este proceso de

pesificación como un mérito propio, un informe del Banco Interamericano de

Desarrollo (BID) demostró que se trató de una tendencia regional, ya que la

deuda pública en moneda extranjera de las 7 economías más grandes de la

región (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México, Perú y Venezuela) en 1998

Page 228: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

228

era en promedio el 65% del total, mientras que 10 años después ese

porcentaje había caído al 37 por ciento.

En el mismo sentido, cabe contextualizar la fortaleza argentina de

aumento de las reservas internacionales del BCRA, que llegaron a tocar un

techo de US$ 52.497 millones en enero del 2011 para caer hasta US$ 37.000

millones a principios de septiembre de 2013, por la curiosa estrategia del

“desendeudamiento” (ya que se utilizaron las reservas para pagarle a los

acreedores privados y a los organismos multilaterales, al tiempo que se

incrementó la deuda del Tesoro dentro del sector público, lo que a su vez

generó una mayor emisión monetaria, dinamitó el superávit fiscal y, aumentó

las presiones inflacionarias).

En la página de internet de la Presidencia podía leerse que “la

acumulación de reservas es la estrategia principal para lograr un sostenimiento

del peso acorde a las necesidades productivas del país. De esta forma,

generamos un verdadero seguro anticrisis que permite reducir la vulnerabilidad

externa, dar certidumbre a la inversión pública y privada, y desarrollar un

mercado de capitales. Con una moneda fuerte se potencia el rol productivo del

país, sumado al sostenimiento de las pequeñas y medianas empresas. El flujo

de las exportaciones (y la limitación de las importaciones sobre algunos

productos) potencia a su vez la acumulación de divisas en el Banco Central”.

Pero a la vez, al destacar la relevancia del “desendeudamiento”, se afirmó que

“la prioridad de nuestra política fue alinear los compromisos financieros con la

verdadera capacidad de pago del país, teniendo presente que la masa de

recursos es la que existe y no puede incrementarse ni milagrosa ni

explosivamente”. Solo Venezuela acompañó a la Argentina en esta caída al

reducir sus reservas desde 2007 a principios 2013 de US$ 34.286 millones

hasta US$ 27.213 millones. Del otro lado, Uruguay lideró el incremento en el

mismo período: de US$ 4.121 millones a US$ 13.037 millones; Perú pasó de

US$ 27.720,2 millones a US$ 67.095 millones (un alza de 142%), seguido por

Brasil con una duplicación, de USS$ 180.334 millones a US$ 376.051 millones;

y Chile de US$ 17.706 millones a US$ 42.096 millones.

También presentaron incrementos Paraguay y Colombia.

El desendeudamiento generó efectos contrapuestos: por un lado, los

indicadores de deuda PBI se volvieron envidiables para otros países

Page 229: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

229

emergentes y para la propia historia argentina; por el otro, al mencionado

aumento de la presión sobre los fondos públicos –y su consecuente efecto

inflacionario- cabe sumar la pérdida de oportunidad de refinanciar la deuda

soberana a tasas extraordinariamente bajas, sin que eso obligara a retornar al

sobreendeudamiento para tapar el problema fiscal.

El propio Plan Fénix lo expresó en un artículo de Francisco Eggers,

director de Crédito Público de la gestión de Hernán Lorenzino (que en sus

discursos públicos, renegando de su gestión como secretario de Finanzas,

juraba aborrecer la vía del endeudamiento):

“En este momento existe una gran liquidez internacional, con lo cual los

financiamientos a inversores considerados “libres de riesgo” se efectúan a

tasas inferiores al 4% anual. Si la Argentina pudiera obtener fondos a esas

tasas, y aplicarlos eficientemente a proyectos con alta rentabilidad social,

necesarios para apuntalar el crecimiento del país –por ejemplo, en los sectores

de generación y distribución de energía y en transporte–, sin volver a

situaciones en las cuales los fuertes vencimientos de los servicios de la deuda

fueron factores de desequilibrio, la toma de deuda podría tener consecuencias

positivas tanto a corto como a largo plazo…dadas las necesidades de

desarrollo, parece conveniente intentar explotar más las posibilidades de

financiamiento, por ejemplo en el caso del que otorgan algunos países a sus

exportaciones. Para ello, además de profundizar las relaciones con países

“emergentes” que tienen políticas en este sentido, como Brasil y China, sería

necesario arribar a una solución al default más importante para el cual aún no

hay acuerdo: el de la deuda con los países integrantes del denominado Club de

París. Parte de esta deuda fue contraída por la dictadura militar que gobernó al

país entre 1976 y 1983, teniendo por lo tanto un origen espurio; pero fue

reestructurada –y por lo tanto, reconocida– por gobiernos democráticos, a partir

de lo cual toda la deuda se corresponde con contratos firmados por las

autoridades del país legítimamente constituidas. Su regularización permitirá

continuar avanzando en el saneamiento de la situación de deuda del país, y es

condición necesaria para la obtención de líneas de crédito oficiales de los

países acreedores, a costos internacionales”.

Page 230: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

230

La Argentina, sin duda, pudo presentar la mayor quita en la

renegociación de su deuda, pero este resultado, aplaudido en general por toda

la clase política local, no le trajo únicamente beneficios, por dos motivos: no

supo cómo cerrar los capítulos pendientes del default y, sobre todo, no

aprovechó el ahorro generado por la reestructuración para producir

transformaciones sustentables en la economía en general (ocho años después

las exportaciones siguen teniendo un signo claramente primario y la industria

nacional debe seguir siendo protegida por medidas espasmódicas por su falta

de competitividad) y en la situación del empleo en particular. Como explicó el

experto Juan Luis Bour de FIEL, “el crecimiento del empleo -más que una

mayor intensidad del mismo, o una mejora en su composición- fue un factor

central para explicar el crecimiento entre 2003 y 2007. Pero las cosas

cambiaron: en ese período el empleo agregado (formal e informal, público y

privado) creció a una tasa media del 5,2% anual. En los 5 años posteriores

(2008/12) el crecimiento promedio fue del 1,2% anual, para llegar en 2013 a

estimar un crecimiento menor al 0,7% anual. Pero eso no es todo: la

composición del empleo sesga en contra de la "calidad", ya que cae el empleo

asalariado formal privado (el de mayor productividad) y crece el empleo

informal y autónomo, y el empleo público”. A las mismas conclusiones llegó un

informe sobre el mercado laboral del CIFRA, de la CTA oficialista, liderada por

el economista heterodoxo Eduardo Basualdo, al indicar que “la adopción de un

nuevo patrón de crecimiento tras el colapso del régimen de convertibilidad

posibilitó, como es sabido, una significativa expansión de la economía

argentina; a la vez, se produjo un crecimiento inédito de los niveles de empleo,

proceso que posibilitó una abrupta contracción de la tasa de desocupación. Sin

embargo, desde el año 2007 se asistió a un amesetamiento en la tasa de

empleo; si bien la población ocupada no se redujo, dejó de presentar una

trayectoria claramente expansiva como la que había exhibido a lo largo del

período comprendido entre los años 2002 y 2007. A la vez, el aumento en el

ritmo de variación de los precios condujo a una estabilización de los salarios

reales, quebrando de esta forma la tendencia expansiva que habían verificado

los mismos desde el piso histórico al que habían sido reducidos en el año

2002”. La frase “aumento en el ritmo de variación de los precios” escondía, de

manera elegante, el término inflación, que el oficialismo hasta teme mencionar.

Page 231: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

231

La economía del 2013, el año en el que la presidenta Cristina Kirchner

juega sus chances de re-relección, no se vio beneficiada por el amplio colchón

generado por tantos años de no pagar el total de la deuda, sino que, por el

contrario, se vio afectada por un “cepo cambiario”, generado por la falta de

combate a la constante suba de los precios y por la desconfianza reflejada en

la constante fuga de capitales. Esta prohibición, además de impedirle a los

ciudadanos con normas dudosamente constitucionales el atesoramiento de

divisas en dólares y provocar un desdoblamiento de hecho (con una brecha

cambiaria que se acercó al 90% a principios del 2013), planchó el nivel de

actividad en sectores clave como la construcción y el inmobiliario, al tiempo que

las trabas a las importaciones también provocaron un perjuicio adicional para

que el nivel de actividad tuviera apenas un leve repunte. Por su parte, la

inversión bajó de un techo del 23% del PBI alcanzado en 2008 a un 20% en

2010, según cifras de la CEPAL, que no mejoraron en los años posteriores.

Buena parte de los errores cometidos surgieron de la falta de visión

estratégica y de la inconsistencia del Gobierno entre su discurso y la realidad.

Tal vez el ejemplo más flagrante haya sido que, pese a que los Kirchner

aseguraban no darle importancia al cargo de ministro de Econonomía, hayan

consagrado de facto en ese rol desde 2006 al secretario de Comercio Interior,

Guillermo Moreno, pese a las numerosas y marcadas equivocaciones de este

oscuro funcionario.

Pero en 2005, la historia lucía muy diferente: inflación baja, alto

superávit fiscal, tipo de cambio competitivo y una deuda que se reestructuraría

en forma novedosa para la historia moderna.

El canje del 2005, antecedentes y lecciones

El ministro Domingo Cavallo, en su fallida gestión del 2001, intentó

realizar una quita de la deuda, pero sin devaluar ni defaultear. Completó una

primera fase con los “acreedores internos”, pero luego el estallido final de la

convertibilidad dejó trunca la “fase II” para los acreedores externos. A principios

de 2002 el primer equipo económico de Duhalde liderado por Jorge Remes

Lenicov consideraba que el pago de la deuda solo podía ser afrontado con una

quita del 70%, que dejara espacio para la recuperación económica. Con esta

Page 232: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

232

consigna en mente, el equipo económico de Roberto Lavagna presentó en la

asamblea del FMI en Dubai en septiembre de 2003 una propuesta de

reestructuración que presentaba una quita nominal del 75% (90% en valor

presente neto), ampliamente rechazada por los diferentes comités de

acreedores, nacionales y extranjeros. En junio de 2004, se modificó para lograr

una mayor aceptación en la “Propuesta de Buenos Aires”, que básicamente

mejoraba para los bonistas por la suba en la tasa de interés internacional y el

reconocimiento de los intereses que dejaron de pagarse desde el default de

fines del 2001 (lo que redujo la quita real a un 60%).

El menú incluía un bono Par sin quita de capital, un Discount con una

reducción sustancial y un “Cuasi par”, a mitad de camino, diseñado para las

AFJP y demás inversores institucionales. Los bonos estaban denominados en

dólares, euros y pesos (en este último caso, ajustados por el Coeficiente de

Estabilización de Referencia, el CER, creado en 2002 como unidad de

indexación para las deudas posteriores al default).

La alternativa de ofrecer un “condimento” en efectivo por adelantado

(upfront payment) como en otras reestructuraciones soberanas, se descartó por

motivos económicos (se precisaban unos US$ 2000 millones) y políticos (en

todo momento el Gobierno intentó mantener una actitud de intransigencia, aun

cuando las razones técnicas aconsejaban lo contrario), por lo que se optó por

una idea innovadora: el cupón ligado al PBI, que pretendía asociar a los

acreedores al futuro crecimiento del país. Sin embargo la idea, creativa a priori,

no generó ningún incentivo adicional para que ingresaran al canje más

inversores privados, que, como suele suceder, prefieren los instrumentos

convencionales a las curiosidades. Ex post, a medida que pasaban los años y

el valor de este bono aumentaba (vis a vis la fuerte recuperación económica y

por la decisión política de inflar los números oficiales del crecimiento), comenzó

a apreciarse su utilidad (sobre todo para en el segundo canje, desarrollado en

2010), aunque a la vez se cuestionó el creciente pago que significaron para el

Tesoro, por unos 20.000 millones de dólares.

El canje, que estuvo a punto de naufragar cuando el Bank of New York

decidió abandonar su rol de agente organizador por “falta de garantías legales”,

finalmente se desarrolló del 12 de enero al 25 de febrero del 2005 y logró una

aceptación del 76,15%, por lo que la deuda elegible se redujo de US$ 81.000

Page 233: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

233

millones a US$ 35.000 millones emitidos; del total el 44% de la nueva deuda

estaba denominada en pesos, ajustados por el CER (pese a que, más

adelante, para justificar la intervención del Indec, el gobierno afirmaría que

éstos fueron bonos generados por gobiernos anteriores para beneficiar a los

especuladores). Para Guillermo Nielsen, secretario de Finanzas, la clave de la

aceptación fue “la suba de la tasa de interés, porque eso convalidó el valor de

la propuesta, en un contexto de creciente liquidez internacional”. Con excesivo

entusiasmo, luego de la operación, Nielsen declaró que “si hubiésemos

obtenido un 50 o un 60 por ciento de adhesión el tema no estaría resuelto. Pero

con el 76 por ciento, repito: ¡como tema, está resuelto! Esa es la opinión de los

mercados. Puede no ser la opinión de gente del Fondo Monetario Internacional.

Pero vuelvo a repetir: esta batalla está saldada”. Pero en privado, mientras el

equipo económico quería mantener una puerta abierta para negociar con los

holdouts y un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (en

septiembre de 2004 se habían suspendido las negociaciones para que el

organismo no se entrometiera en las negociaciones con los acreedores

privados), el presidente Kirchner se negaba a una segunda oportunidad para

los bonistas y quería saldar la deuda con el Fondo en forma completa.

En 2005, la Argentina ya no parecía un caso perdido como

equivocadamente habían pronosticado tanto el FMI como los sectores más

duros del gobierno republicano de los EE.UU. Pero, a la vez, los inversores y

analistas no podían dejar de comparar el canje argentino con el arreglo que

ofreció Uruguay en 2003, que logró una aceptación del 98 por ciento, en base a

negociaciones con los grupos de acreedores, una idea que el kirchnerismo se

negó a aceptar. Así, mientras el caso uruguayo era exhibido como un ejemplo

de “negociaciones de buena fe” (no se llegó a un default y la quita fue apenas

del 13%), el de nuestro país fue planteado por el lobby financiero internacional,

representado por el Instituto de Finanzas Internacionales (IIF de Charles

Dallara, que nuclea a todos los bancos del mundo) como una “oferta unilateral”.

Ambas partes coincidían en que fue “compulsiva” aunque mientras el

Gobierno le otorgó a este concepto una connotación positiva, para los

acreedores era otra prueba de que “el mundo” debía castigar a la Argentina.

Sebastián Palla, subsecretario de Financiamiento, dijo que la definición de la

oferta fue pragmática, porque “no respondía a otro motivo más que a que la

Page 234: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

234

crisis del 2001 combinaba condiciones únicas: “problemas de flujo y stock de la

deuda; todos los indicadores de la economía eran malos”. En los años

subsiguientes, el “relato” oficial ponderaría la quita alcanzada como un ejemplo

del poder con el que el presidente Néstor Kirchner le habría torcido el brazo al

poder financiero internacional y a la supuesta “tibieza” de su equipo económico.

En ese sentido, abundaban las anécdotas que relataban que el

presidente “hasta había definido qué tasa de interés” se le pagaría a los

bonistas, como si ese dato reflejara la solidez de una decisión política y no la

intromisión de un Jefe de Estado en detalles que estaban determinados por el

valor de los bonos argentinos en esa coyuntura. La CTA hizo una dura

evaluación de la estrategia oficial en un paper firmado entre otros economistas,

por Mercedes Marcó del Pont, convertida luego en presidenta del Banco

Central de Cristina Kirchner en 2010:

“Más allá del discurso presidencial, la opción tomada por el gobierno

nacional articuló un conjunto de concesiones a los factores de poder tradicional

involucrados en el endeudamiento (a saber: cúpula empresarial y bancaria local

y organismos multilaterales de crédito) con el objeto de descargar el peso de la

quita sobre los acreedores más débiles. Por esta razón, del mismo modo que

hay que despejar el discurso esgrimido para poder evaluar adecuadamente los

pasos que se han seguido, no corresponde examinar el problema desde

aquella decisión que, sin lugar a dudas, es la de mayor agresividad sobre los

acreedores. En este sentido, por lo tanto, el debate no es si la quita es mayor o

menor. El tema es que, al inscribirse en una lógica más global, el resultado es

que la quita produce situaciones de flagrante injusticia sobre los acreedores

(ejemplo: pierden más los trabajadores que depositaron en las AFJP y no

pierden los organismos internacionales de crédito como el FMI), no logra

minimizar los pagos por deuda que debe realizar el país y restringe al extremo

la libertad en materia de política económica, poniendo serios límites a la

posibilidad de replantear el régimen económico dominante heredado del

neoliberalismo. Si bien la oferta oficial debió desandar las definiciones

planteadas en Dubai, queremos resaltar que el problema central radica en la

estrategia general que ha seguido la negociación. Es más, la quita a los

bonistas aparece como el único punto donde anclar un discurso presidencial

Page 235: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

235

que, sostenido en una imagen de dureza y reivindicación de la autonomía

nacional, ha terminado en la práctica convalidando estrategias ciertamente

conservadoras”

En el mismo sentido, los economistas liderados por Claudio Lozano

cuestionaron “el impresionante aumento del flujo total respecto a la propuesta

de Dubai en la Oferta de Buenos Aires; la diferencia alcanza U$S 12.1576

millones. Los pagos del Plan Buenos Aires casi triplican a los de aquél Plan. El

flujo futuro de dólares del nuevo plan alcanza los U$S 195.574 millones”.

El ex presidente del Banco Central Alfonso Prat Gay, que había sido

desplazado de su cargo por plantear profundos desacuerdos con el manejo de

la política económica por parte de Lavagna, también cuestionó los resultados

del canje y, en particular, la inclusión del cupón ligado al PBI:

“La oferta realizada por Argentina en 2005 implicó una reducción de

15,6%, muy lejos de la presunta y popularmente aceptada quita del 75%, y un

esfuerzo mínimo para los bonistas, teniendo en cuenta la profundidad de la

crisis financiera, política, social y económica por la que atravesaba el país. La

Argentina no realizó una quita masiva de la deuda cuando estaba en una crisis

económica grave. Más bien, hizo una oferta extremadamente generosa, aun

cuando entonces ni los bonistas ni los ciudadanos vieron con claridad cuán

beneficiosa era”.

Más allá de estas críticas, existieron razones internas y externas que

condujeron al éxito de aquella operación. En el primer grupo, se destacó que, a

diferencia de operaciones financieras previas que se realizaron en el país, en el

canje del 2005 existió una fuerte consistencia en el discurso y las acciones

entre el equipo económico de turno y el vértice máximo del poder político.

Además, como deudor soberano quebrado, el país negoció desde una posición

de fuerza: los acreedores debían aceptar los términos planteados

unilateralmente si querían cobrar. Al respecto, en el contexto de fuga de divisas

y de empresas privadas que tampoco podían cumplir con sus obligaciones, se

admitió la imposibilidad de regresar al mercado de capitales en el corto plazo

durante la crisis, lo que reducía –a diferencia de otros países– la necesidad de

Page 236: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

236

desarrollar una operación “amistosa” con los acreedores, tal como

demandaban los organismos multilaterales de crédito y el sistema financiero

internacional.

En el plano externo, el país se benefició por la ausencia de un

mecanismo internacional de quiebras soberanas, como el que en 2002 planteó

la directora ejecutiva del Fondo Monetario Internacional (FMI), Anne Krueger,

que fracasó como ocurrió previamente con otras ideas debatidas en el gobierno

republicano de George W. Bush (el propio subsecretario del Tesoro, John

Taylor, la rechazó) y en algunos organismos de las Naciones Unidas como

CEPAL y UNCTAD.

A diferencia de la administración Clinton, el gobierno de Bush dejó de

lado la idea de los “salvatajes” aplicados en la década previa, por razones

presupuestarias y por considerar que los inversores financieros debían afrontar

cierto riesgo de incumplimiento (moral hazard) luego de haber recibido

importantes ganancias durante varios años, tal como se desprendía del

discurso del secretario del Tesoro de EE.UU., Paul O`Neill. Este nuevo

paradigma justificaba la intención del Gobierno de trasladar fuertes pérdidas a

los bonistas, que fue apoyado con matices dentro de EE.UU. más que en otros

países del Grupo de los Siete. También la Argentina se fortaleció por la falta de

una contraparte homogénea, ya que hasta el principal grupo de bonistas

representado por el Comité Global de Acreedores (GCAB, según su sigla en

inglés) estaba integrado por grupos con intereses contrapuestos. En las

reestructuraciones previas, la Argentina tuvo que lidiar con un grupo de

acreedores organizados y concentrados en el comité de bancos (steering

comitee) que podía guiar la negociación casi sin ninguna oposición. Por último,

la reestructuración, según los economistas Mario Damill y Roberto Frenkel del

CEDES, “tuvo lugar en un contexto en el que el rol del FMI en el sistema

financiero internacional estaba cambiando; la característica más inusual en

este proceso es que el FMI no participó ni en el diseño ni el management de la

reestructuración”.

Hasta entonces, el aval del FMI había sido decisivo para sellar las

renegociaciones soberanas que llevó adelante el país con sus acreedores

privados en los 80 y los 90.

Page 237: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

237

El gobierno pretendió festejar el buen resultado del canje, que logró

una quita en valor presente neto cercana al 60%, como una epopeya, aunque

el ministro Roberto Lavagna advirtió que apenas se trataba de una salida

parcial de una dura convocatoria de acreedores. Para Kirchner, la euforia se

estiró en las elecciones legislativas del 24 de octubre del 2005, cuando superó

ampliamente a la UCR por 40% de los votos contra 15%, sacándose de encima

el estigma de la debilidad con la que había asumido en base a un magro 22%

en 2003, a partir del retiro de Carlos Menem de la segunda vuelta. En cambio,

el resultado selló el destino del ministro Lavagna, a quien el Presidente veía

como un posible competidor, por lo que forzó su renuncia en noviembre.

A partir de entonces, Kirchner puso en práctica la idea que traía de

Santa Cruz (“el presidente debe ser también el ministro de Economía”) y todos

los nombres que pasaron por el cargo no tuvieron ni la audacia ni la inteligencia

para evitar que, primero el Presidente y luego la presidenta Cristina Kirchner,

dilapidaran los logros que los habían acompañado en sus primeros años. Como

este libro tiene algunas ambiciones, pero no excesivas, alcanza con mencionar

tres ejemplos de las equivocaciones cometidas desde entonces: la

manipulación de los datos del Indec, el canje de deuda del 2010 y el manejo de

las causas con los holdouts en los tribunales de Nueva York.

Mucho se ha escrito sobre los motivos que llevaron al Gobierno a

comenzar a alterar las estadísticas públicas. El argumento favorito del

oficialismo es que un grupo de técnicos del Indec sobrestimaban la inflación

para favorecer a los bonistas que tenían títulos ajustados por el índice de

precios, por lo que era necesario cambiarlo en forma abrupta de modo de

favorecer al conjunto de la sociedad. Casi siete años después de esa

acusación vaga, la Jusiticia no recibió una sola prueba concreta de este

supuesto delito. En cambio, existe una causa penal en contra del Indec y del

secretario de Comercio, Guillermo Moreno, que no ha avanzado por la

costumbre de la justicia federal, en este caso del magistrado Rodolfo Canicoba

Corral, de avanzar en las causas más sensibles solo una vez que los gobiernos

están en retirada.

El presunto “ahorro” generado en los primeros cuatro años de la

manipulación del índice de precios al consumidor, según la consultora ACM,

ascendió a unos US$ 4000 millones; entre los perjudicados por esta

Page 238: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

238

subestimación se encuentran todos los jubilados, ya que el 40% de los bonos

con CER están en manos de la Anses.

Pero, a la vez, estos analistas revelaron que el Estado pagó cerca de

US$ 1000 millones de más por haber sobrestimado el crecimiento económico,

lo que derivó en mayores pagos del cupón ligado al PBI.

Dejando de lado las discusiones éticas sobre la manipulación de las

estadísticas públicas –que fueron rigurosamente analizadas por asociaciones

internacionales de expertos en estadísticas hasta por las Naciones Unidas,

dado que es el primer caso de una democracia que cambia sus cifras- el

resultado contraproducente fue inmediato, por dos vías: por un lado, las

expectativas inflacionarias que se pretendían reducir, se multiplicaron ante la

falta de un indicador confiable (al punto tal que la CGT, cercana al Gobierno,

siempre pidió aumentos salariales “en base a la inflación real y no a la del

Indec”, como lo señalaron sus jefes, primero Hugo Moyano y luego Antonio

Caló). Por el otro, todo el supuesto ahorro que se pudo lograr para un grupo de

bonos, se evaporó porque la Argentina perdió el acceso a los mercados

voluntarios de crédito; la última colocación voluntaria fue en marzo del 2006,

por US$ 500 millones, a una tasa del 8,3 por ciento anual. En enero del 2007,

cuando comenzó el falseamiento de las estadísticas, la Argentina y Brasil

tenían un nivel de riesgo país –que mide la sobretasa que pagan los países por

encima de los bonos del Tesoro de los EE.UU.- similar. Desde entonces, se

produjo una brecha que nunca se acortó, hasta ubicarse, el 21 de mayo de

2013, en 175 puntos básicos para Brasil y 1148 para la Argentina, el mayor de

la región, bastante por encima de los 815 puntos otorgados a Venezuela.

La consultora Econométrica explicó que “si en el 2007 las nuevas

emisiones de deuda pública por 6.100 millones de dólares se hubiesen

realizado al mismo riesgo que paga Brasil, la Argentina podría haberse

ahorrado intereses por más de 200 millones de dólares anuales”.

Este liderazgo negativo desestima cualquiera de los argumentos del

Gobierno, que señalan que los mercados han castigado al país por desarrollar

políticas diferentes, ya que probablemente la visión de los inversores acerca de

la política económica venezolana ha resultado bastante más negativa que la

que existe sobre la Argentina. Por lo tanto, el precio pagado por la destrucción

de las estadísticas de precios, ha sido confinar al Estado a la refinanciación de

Page 239: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

239

los créditos soberanos a tasas usurarias, como el pago a Venezuela en 2008 al

15%, o de forma discrecional, a través de la Anses, a tasas mayores que las

pagadas en el mercado, por medio de bancos cercanos al Gobierno que no

compitieron en ninguna selección.

El otro efecto financiero de este falseamiento ha sido la destrucción del

mercado de deuda en pesos, a contramano del resto de la región, que ha

fortalecido en la última década las colocaciones en moneda local, lo que

implica menos riesgo para su futuro repago.

Los responsables de esta maniobra han sido, además de Moreno, el

presidente Néstor Kirchner y el jefe de gabinete, Alberto Fernández, pese a

que, desde que renunció, se dedicó a criticar esta estrategia. También los

sucesivos ministros de Economía que avalaron en forma implícita o explícita la

manipulación de los datos: Micelli –con quien comenzó la maniobra y que

permitió que Moreno avanzara sobre el Indec, que hasta entonces estaba bajo

la órbita de Economía-; Miguel Peirano –que renunció apenas vio que no podría

normalizar las variables de la economía, luego de declarar que el IPC del Indec

era confiable-, Martín Lousteau –quien dijo que el tema del Indec era un

problema de elites: “Es un tema de Wall Street y no de Pavon Street”, afirmaba

en tono de sorna-, Carlos Fernández, Amado Boudou –quien designó, por un

decreto de la presidenta Cristina Kirchner, a un comité de expertos

universitarios que redactaron un categórico informe sobre el Indec, que luego

se guardó en un cajón sin implementarse- y Hernán Lorenzino, en cuya gestión

el FMI por primera vez sancionó a un país por no tener estadísticas acordes a

los estándares internacionales de transparencia. Luego del pago de la deuda al

organismo, los Kirchner se negaron a permitir el ingreso de los técnicos

extranjeros en el contexto de la revisión de las economías de todos los países

socios que realizan anualmente (por el Artículo IV de su estatuto), con la

excusa de que no querían se “entrometieran” en las decisiones soberanas del

país, aunque en realidad no aceptaban que criticaran públicamente los cambios

en las estadísticas, algo que el FMI igualmente llevó a cabo.

En paralelo, el Gobierno multó a las consultoras privadas, que solo

lograron tener un negocio en este nicho gracias a la desconfianza en torno del

IPC del Indec, en base a la absurda acusación de que pretendían “engañar al

público”, violando la ley de lealtad comercial, que fue revertida en una

Page 240: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

240

sentencia de segunda instancia por la justicia en lo penal económico en mayo

del 2013. Estas firmas daban cuenta de una inflación cercana al 25% anual,

similar a todas las provincias que tenían mediciones independientes y que

fueron presionadas política y económicamente para dejar de publicarlas por

parte del Indec. Un ejemplo de este desvanecimiento de la información lo

provocó el propio viceministro Axel Kicillof, quien hasta fines del 2011 daba

cuenta en la página web de su think tank, CENDA, de un IPC 7 provincias, con

la siguiente justificación:

“La inocultable falta de confiabilidad del índice de precios al consumidor

(IPC) calculado por el INDEC ha privado a la sociedad de una herramienta

fundamental para conocer la verdadera situación económica del país. También

ha dado pie a la proliferación de distintas mediciones por parte de consultoras

privadas que recurrieron a un simétrico oscurantismo informativo para lucrar

política y económicamente con la imperiosa necesidad de información. En

estas circunstancias, los principales perjudicados son, una vez más, los

trabajadores que carecen de elementos para conocer con precisión las

variaciones del poder adquisitivo de sus salarios”.

Al asumir como viceministro, Kicillof hizo desaparecer esa información

de la página de internet del CENDA, mientras sumaba a todos sus

colaboradores al staff del Estado (“Axel financió la estructura del Cenda con

recursos del ministerio”, lo acusó un funcionario cercano al ministro Hernán

Lorenzino), a diferencia de otras organizaciones cercanas al Gobierno, como el

CIFRA de la CTA oficialista, que calculaba una tasa de inflación superior al 20

por ciento a principios del 2013.

Otro efecto nocivo de esta decisión fue la fuga de capitales reiniciada

en 2007, luego de algunos años de pausa, que se consumió unos US$ 80.000

millones hasta 2012 y neutralizó todas las políticas específicas para mejorar la

competitividad de la economía, forzando al Gobierno a instaurar controles de

tal magnitud que ahogaron la suba de la inversión.

Si la subestimación del IPC resultó altamente cuestionable, la misma

maniobra registrada en la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) fue

repudiada, ya que derivó en la eliminación virtual de las cifras de pobreza e

Page 241: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

241

indigencia, que a mediados del 2013 se ubicaban en 5,4% y 1,5%,

respectivamente, frente al 26% y el 5% medidos por el Observatorio de Política

Social de la UCA. Como escribió José Hidalgo Pallares en La Nacion, “las

cifras del Indec colocan a la Argentina en una situación mejor que la de países

conocidos por sus altos estándares de vida. La pobreza en Suecia, Finlandia,

Noruega y Dinamarca superó en 2011 (último dato disponible) el 10%”. Los

técnicos del Indec desplazados por la conducción de Ana Edwin y Norberto

Itzcovich estimaron a fines del 2012 que la pobreza ascendía al 37% de la

población, en base a la evolución de la inflación de las provincias.

La razón última por la que se desarrolló esta estrategia –y sobre todo

por la cual nunca se corrigió- es que el Gobierno pretendió ocultar la existencia

de la inflación o combatirla con métodos poco significativos, como los acuerdos

de precios, sin enfrentar en ningún momento la concentración económica que

denunció como raíz de la suba de precios.

En este contexto el Gobierno no pudo encontrar nunca más fuentes

genuinas de recursos para financiar sus crecientes problemas fiscales y optó,

una vez más, por disfrazar con mística militante una serie de medidas

desesperadas, como la re-estatización de los fondos previsionales (menos de

un año después de haber fracasado en una consulta a la población que marcó

un profundo rechazo a la jubilación pública) y la utilización continua de las

reservas del BCRA, que deterioraron la capacidad de la entidad monetaria de

operar en el mercado cambiario en forma agresiva, para colaborar, al menos

parcialmente, en la lucha contra el atraso cambiario.

El principal impulsor de ambas medidas fue el ministro Amado Boudou,

quien, curiosamente, había asumido con una agenda “promercado”,

consistente en normalizar la relación del país con sus acreedores, la situación

de las estadísticas públicas y el vínculo con el FMI.

De todos estos objetivos, solo pudo concretar un segundo canje con los

bonistas, en una operación bastante cuestionada por parte de la oposición por

haber sido diseñada no por el equipo económico, sino por los bancos y

estudios de abogados que tenían los bonos para canjear. La oferta había sido

diseñada por los bancos Deutsche, Citi y Barclays, con el asesoramiento de la

consultora Arcadia, dirigida por el abogado argentino Marcelo Etchebarne,

quienes comenzaron a negociarla en la gestión de Sergio Massa como jefe de

Page 242: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

242

gabinete en 2008. La propia Presidenta en septiembre de ese año anunció la

posibilidad de reabrir el canje, que luego se demoró hasta el momento en que

asumió Boudou.

Para lograrlo se suspendió la “ley cerrojo”, que había sido sancionada

en el canje anterior para lograr el ingreso masivo de los bonistas, pero que

luego fue un elemento muy perjudicial en los juicios en Nueva York. En ese

segundo canje, los títulos elegibles ascendían a US$ 18.300 millones, de los

cuales ingresaron US$ 12.400 millones, equivalentes al 68%.

Según el economista Orlando Ferreres, “en este segundo canje

quedaron afuera US$ 1000 millones de inversores minoristas italianos, US$

4400 millones de litigantes (fondos buitre) y otros tenedores con 500 millones

de dólares”. Entre ambas operaciones, se reestructuró el 93% del total.

Ese mismo año, Boudou intentó convencer a la presidenta Cristina

Kirchner de retornar a los mercados internacionales y permitirle al FMI cumplir

con la revisión anual que realizan todos los socios de este organismo, sin éxito.

Ante el rechazo de la mandataria, se optó por el plan de multiplicar los

controles a la salida de capitales (“Vamos por todo” fue la consigna) y en el

manejo de las empresas con participación estatal.

Boudou comprendió enseguida cuál era el pensamiento de la

mandataria, cambió de discurso y logró ser nombrado como vicepresidente del

segundo mandato de Cristina Kirchner, pese a las numerosas denuncias de

corrupción que lo salpicaban, por enriquecimiento ilícito y negociaciones

incompatibles con su rol (en la causa de la empresa Ciccone) y por “tráfico de

influencias” en el canje del 2010. La fantasía de la Presidenta de ungirlo como

su heredero se truncó rápidamente y en mayo de 2013 la imagen negativa del

vicepresidente ascendía al 50% de la opinión pública, según los sondeos de la

consultora Poliarquía.

Finalmente, 10 años después del default, cobraron relevancia las

numerosas sentencias desfavorables que el país había acumulado en los

tribunales de Nueva York, por demandas de bonistas minoristas y grandes

fondos. Pese a que en el “relato” oficial el juez federal del distrito sur de

Manhattan Thomas Griesa habría favorecido en todos sus fallos a los bonistas

en default, en realidad el magistrado tuvo una actitud equilibrada mientras el

Page 243: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

243

Gobierno mantuvo una gestión proactiva en el tema, desde el canje 2005 hasta

el realizado en 2010.

Una vez que se volvió a aplicar la “ley cerrojo”, la mayoría de las

decisiones pasaron a ser desfavorables, salvo las referidas a las reservas del

Banco Central (inembargables por no ser de carácter comercial) y los intentos

más osados de los “fondos buitre” de ejecutar bienes diplomáticos argentinos

en Francia.

Sin duda, los litigantes más agresivos fueron los fondos buitre NML-

Elliot y Dart, que lograron una relevante victoria a principios del 2012, cuando

Griesa les concedió el criterio de “pari passu”, por el cual les otorgó el mismo

derecho a cobrar que a los acreedores que habían entrado a los mencionados

canjes, en una sentencia muy cuestionable, debido a que estos últimos

afrontaron una serie de quitas al aceptar los duros términos de la oferta

argentina. Cuando Lorenzino fue notificado de esta decisión, pensó, al igual

que los abogados del país, de Cleary, Gottlieb, Steen & Hamilton –y otros

expertos legales- que podría reverla fácilmente en segunda instancia. “Me

confié demasiado”, admitiría meses más tarde ante sus colaboradores.

Entretanto, NML, del polémico multimillonario Paul Singer, logró un

éxito publicitario importante al embargar preventivamente la fragata Libertad en

la costa de Ghana, por el descuido del Gobierno respecto de los riesgos de un

embargo de esta embarcación militar. La fragata finalmente fue liberada en

diciembre del 2012 sin que el país necesitara pagar una fianza como

reclamaban los demandantes, pero en ese momento el Poder Ejecutivo no tuvo

tiempo de festejar porque la cámara de apelaciones de Nueva York había

dictado un fallo más duro que el de Griesa, condenando al país en octubre del

2012 a pagarle a los fondos NML, Aurelius y Blue Angel y a 13 inversores

minoristas argentinos (jubilados), la suma de US$ 1333 millones. De inmediato,

la cámara le pidió a Griesa que determinara la forma de pago y el veterano

magistrado, con ganas de terminar el caso, decidió que fuera al contado y por

100 por ciento, una decisión que luego la cámara puso en suspenso, ante la

fuerte presión de los bonistas que sí entraron a los canjes y de cierto apoyo del

gobierno de EE.UU. Si la Argentina aceptara este criterio, posiblemente los

bonistas que entraron a las reestructuraciones previas pedirían un

resarcimiento por la quita sufrida.

Page 244: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

244

Este dilema para la justicia norteamericana, entre satisfacer el derecho

de los demandantes y el peligro para las reestructuraciones soberanas de

cumplir con esas peticiones en general, fue reflejado en un trabajo de

investigación del FMI de mayo del 2013:

“Las decisiones judiciales sobre la Argentina pueden exacerbar los

problemas de acciones colectivas y llevan el riesgo de debilitar los procesos de

reestructuraciones soberanas. Hasta ahora, el poder legal de los holdouts ha

sido limitado. Aunque es relativamente fácil para estos acreedores obtener un

fallo en contra de un soberano después de un default, ha sido mucho más difícil

encontrar activos que puedan utilizarse para satisfacer sus demandas. Sin

embargo, el caso argentino le daría a los acreedores en default mayor poder

para complicar los procesos de reestructuración; al permitirles interrumpir el

flujo de pagos a los bonistas que participaron en la reestructuración, los fallos

desalentarían a los acreedores a participar de una reestructuración soberana”

En el mismo sentido se expresó el ministro Hernán Lorenzino,

admitiendo implícitamente que si el fallo favorecía a la Argentina no se basaría

tanto en los argumentos de la estrategia nacional, sino en evitar un problema

mayor al sistema financiero global:

“Un fallo de esas características no pone fin a ningún tema, sino que

abriría muchos problemas. No soluciona nada, perjudicaría a todos y

comenzaría una nueva saga de juicios. Los buitres que no entraron al canje

2005 y 2010 pero no están representados en esta demanda vendrían a pedir lo

mismo. Quienes participaron de los canjes reclamarían igual tratamiento que

los buitres, con demandas por una suma cercana a los 43 mil millones de

dólares. El Bank of New York y todo el sistema de intermediarios también se

verían afectados por la medida por ambos frentes: los bonistas que entraron al

canje los demandarían por no darles su dinero y serían demandantes por los

daños y perjuicios que recibirían. El criterio de tratamiento igualitario es

pagarles a todos de igual forma y poner fin al tema. La visión del país es la

Page 245: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

245

única que busca terminar con las disputas, cualquier otra abre puertas para

todos lados”.

Más allá de las expresiones de lamento, entre el fallo de primera

instancia (febrero del 2012) y el de cámara (octubre del mismo año) el

Gobierno tuvo tiempo de neutralizar este golpe judicial, pero no lo aprovechó

por subestimar el hastío de los tribunales norteamericanos en torno de este

caso. La fórmula apropiada hubiera sido ofrecer, como tuvo que hacerlo a

principios del 2013, un nuevo canje como muestra de buena voluntad. Pero la

Presidenta, como en otros casos, interpretó a priori el fallo como un ataque

político a su gestión y declaró públicamente que no le pagaría “ni un centavo a

los fondos buitre”, una frase que los astutos abogados de estos inversores se

encargaron de utilizar para convencer a los camaristas de la razonabilidad de

sus argumentos y del desapego argentino a las leyes norteamericanas. En

privado, las autoridades de Economía admitieron que si hubieran planteado

esta alternativa, por más que ningún inversor la aceptara, la justicia tal vez

habría tenido un enfoque más condescendiente hacia el país. De hecho,

Lorenzino lo admitió meses más tarde al diario Página 12: “No estamos

convenciendo a los buitres para que participen, estamos convenciendo a los

jueces”, explicó.

Pero la intransigencia discursiva oficial se mantuvo hasta que, a punto

de entrar en default, la Presidenta cambió de discurso y ordenó reabrir el canje

para ver si podía torcer el destino de una causa que seguramente marcará un

importante precedente para el resto de los juicios que se tramitan en esa

jurisdicción, por unos 6500 millones de dólares. Diego Ferro, uno de los socios

del fondo Greylock Capital Management, que rechazó el canje del 2005 pero se

sumó al del 2010, expresó:

“Al haber conseguido fallos en primera y segunda instancia, es muy

difícil que estos fondos no terminen cobrando en algún momento en la medida

que el país quiera reintegrarse plenamente a los mercados de capitales

internacionales”

Page 246: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

246

Más allá del fallo final de segunda instancia –que podría ser o no

considerado para su análisis por parte de la corte suprema de los EE.UU.- el

Gobierno enfrenta, a casi 12 años del default, las consecuencias de su falta de

planificación estratégica para resolver, al igual que ocurre en las cuestiones

clave de la política económica doméstica, los dilemas de un país que, lejos de

aprovechar la solidaridad generada en buena parte del mundo a raíz de la crisis

casi terminal del 2001, casi no supo ganarse amigos desde entonces.

Page 247: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

247

ANEXO TESTIMONIAL

La versión de los principales ministros del período 1976-2003

Tres preguntas fueron formuladas a los funcionarios que se

desempeñaron al frente del Ministerio de Economía en este período.

1. ¿CUÁL ERA LA SITUACIÓN DE LA DEUDA EXTERNA AL

ASUMIR?

2. ¿CÓMO FUE LA GESTIÓN DEL PROBLEMA?

3. ¿CUÁL FUE EL RESULTADO FINAL?

Éstas fueron sus respuestas:

JOSÉ A. MARTÍNEZ DE HOZ (1976-1981)

1. Según cifras del Banco Central, la deuda externa por capital

ascendía al 31 de diciembre de 1975 a US$ 4.021,3 millones para el

sector público y a US$ 3.853,8 millones para el sector privado, lo que

hace un total de US$ 7.875,1 millones.

2. En el período 1976-1980 pudieron aprovecharse las condiciones

del crédito internacional para impulsar el crecimiento del país a través de la

realización de obras públicas, reequipamiento de empresas estatales y la fuerte

ampliación de la oferta de explotación y exploración de petróleo y gas natural.

De acuerdo con cifras oficiales, la inversión pública realizada en el período

1976-1980 alcanzó el históricamente elevado nivel de US$ 50.000 millones.

Gran parte de estas inversiones llevaban un componente físico de bienes

importados. Precisamente, el aumento de la deuda pública argentina en el

quinquenio 1976-1980 de alrededor de US$ 10.000 millones es equivalente a la

quinta parte de la inversión pública realizada en el período. Quizás el criterio

más aceptable para medir la deuda sea el de tomar el volumen de las

exportaciones anuales en comparación con el monto total de la deuda externa.

La otra comparación que se toma es la del PBI. Mientras al 31 de diciembre de

1975 la deuda externa neta equivalía a dos veces y media el volumen de las

exportaciones de ese año, al 31 de diciembre de 1980 la relación existente era

casi la misma. En cuanto a la relación con el PBI, la comparación sería del

Page 248: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

248

7,6% en 1970 y del 7,2% en 1980. Por otro lado, como resultado de las dos

crisis del petróleo, en 1973 y 1979 hubo una enorme afluencia de dinero a los

países exportadores de petróleo. El peso de esta gran liquidez amenazaba con

crear graves problemas y la solución que encontró mayor aceptación fue la de

confiar estos excedentes de fondos a los grandes bancos comerciales, que

debían recolocarlos en aquellos mercados donde encontraran tomadores

capaces de absorberlos, como los países de desarrollo intermedio. Pero en

1980 variaron las condiciones por la fuerte recesión e inflación en los países

industrializados, la baja de los precios de exportación de las naciones en

desarrollo y la fuerte suba de tasas de la Reserva Federal con la finalidad de

reducir la inflación en EE.UU. Lo antedicho no implica desconocer que,

además, existieron circunstancias o políticas internas que han aliviado o

agravado los factores internacionales.

3. Al 31 de diciembre de 1980 la deuda correspondiente al sector

público se había incrementado a US$ 14.459 millones y la del sector privado a

US$ 12.703 millones, o sea un total de US$ 27.162 millones. Según estas

cifras el aumento fue de US$ 10.437,7 millones para el sector público y US$

8.849,2 millones para el sector privado, o sea, un total de US$ 19.286,9

millones.

LORENZO SIGAUT (1981)

1. La situación del endeudamiento externo era lamentable desde

todo punto de vista. La deuda por capital era de US$ 29.587 millones y venía

en crecimiento exponencial. En

1980 había aumentado un 43% y en el primer trimestre de 1981 un

10%. Vencía el 43% de la deuda en los últimos 9 meses de

1981 (58% anualizado) con intereses récord en el mercado

internacional: de 17% anual en abril de 1981, cuando a fines de 1976 eran de

5%. Las reservas internacionales caían dramáticamente, de US$ 10.480

millones a fin de 1979 a US$ 7.684 millones a fin de 1980 y a US$ 4.698

millones a fin de marzo de 1981. Había un déficit comercial notable, de US$

2.471 millones en 1980, cuando en 1979 había superávit de US$ 2.565

millones. El déficit en cuenta corriente crecía en espiral, al alcanzar US$ 4.700

millones en 1980 y US$ 1.950 millones en el primer trimestre de 1981. Además,

Page 249: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

249

había una creciente sobrevaluación del peso, un enorme déficit fiscal,

destrucción del aparato productivo. En 1980 las autoridades recomendaban al

sector privado el endeudamiento en dólares y en febrero de 1981, el BCRA

ajustó en 10% el tipo de cambio y prolongó la tablita cambiarla hasta agosto de

ese año. Mi predecesor desapareció de la escena pública.

2. Existían, en 1981, dos alternativas: patear el tablero no pagando

la deuda, que no tenía sentido ya que no solucionaba las causas que llevaron a

su desbordante crecimiento y provocaría reacciones impredecibles, o asumir

los costos de una devaluación, con un gran endeudamiento externo. En abril

hubo una devaluación inicial fuerte; otra de magnitud similar en junio de 1981

(tras previa huida de fondos muy significativos); casi enseguida se desdobló el

mercado en comercial y financiero, manteniendo el primero y procurando que el

segundo encontrara su nivel sin afectar al primero. A determinadas deudas el

BCRA les reconocía el costo de la segunda devaluación si eran renovadas por

un año. También se facilitó la renovación de otras por 540 días. Con seguro de

cambio. A tasa fija por 180 días y el resto ajustable por inflación. El

overshooting de los ajustes cambiarlos y las renovaciones de deuda (dada su

enorme concentración y la crisis internacional de asistencia a los países en

desarrollo) comenzaban a mostrar resultados equilibrantés hacia fines de 1981.

3. La deuda externa en meses creció a una tasa anualizada el 27% y la

concentración de vencimientos se redujo: vencía en 982 el 41,1% de la deuda

total. Las reservas internacionales se mantuvieron, el comercio exterior pasó a

ser superavitario, bajó déficit en cuenta corriente y el país enfrentó por sí

impagables vencimientos en el corto plazo. La unificación cambiaria buscada

era un hecho concreto. Mi sucesor le dio formalidad.

ROBERTO ALEMANN (1981-1982)

1. A fines de 1981 prácticamente no había deuda pública interna en

pesos de relevancia. La deuda externa de U$S 20.000 millones se

correspondía con la deuda pública, interna y externa, había una deuda pública

externa de muy corto plazo, asumida por Martínez de Hoz hacia el final de su

mandato para mantener las reservas monetarias. Cancelamos esa deuda a

partir de febrero) de 1982.

Page 250: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

250

2. Más allá del monto de la deuda externa, que me pareció excesivo,

padecíamos entonces las consecuencias del saneamiento monetario

practicado por el presidente de la Reserva Federal e los Estados Unidos. Para

nosotros, las tasas de LIBOR rondaban el 16% o 17%, manifiestamente

impagables. En esas circunstancias comuniqué públicamente la política de no

aumentar la deuda, lo cual implica, en los términos posteriormente definidos

ara la Unión Europea por el Tratado de Maastricht, que no registraríamos déficit

de las cuentas públicas. Que yo sepa, nadie antes ni después definió la política

fiscal en esos términos. Por lo demás, nos ocupamos de renegociar los

vencimientos de la deuda m nuevos compromisos, sin aumentar su monto. A

ese efecto, negociamos durante la reunión de gobernadores del Banco

Interamericano de Desarrollo en Cartagena de Indias, Colombia, hacia n de

marzo de 1982, los nuevos créditos con los banqueros para abrir los

vencimientos del año calendario y encontramos buena disposición para esas

operaciones que luego resultaron truncadas por el conflicto subsecuente por

las islas Malvinas.

3. Mi gestión apenas superó seis meses, de los cuales los últimos tres

modificaron mis prioridades con motivo del mencionado conflicto. Se cerró todo

crédito externo para el país, de modo que nos vimos obligados a postergar los

vencimientos por 90 días, pagando los intereses, sin aumentar la deuda.

Manteníamos equilibradas las cuentas fiscales con recaudaciones tributarias

que nos permitieron atender los gastos no previstos para el conflicto, gracias a

varios nuevos impuestos. Tras nuestra renuncia a principios de julio de 1982, el

Banco Central durante la presidencia de Domingo Cavallo generó nuevo

endeudamiento interno mediante una extraordinaria emisión monetaria que

modificó el cuadro económico general. Asimismo, el gobierno asumió buena

parte de la deuda externa privada que rondaba los US$ 17.000 millones.

JUAN SOURROUILLE (1985-1989)

1. La deuda externa es un tema recurrente en la historia económica

argentina. Hay como mínimo dos razones para esta larga serie de

desencuentros. Sin duda, una —la positiva— se apoya en el potencial

económico de la Nación, lamentablemente la otra —la negativa— surge de las

dificultades de los argentinos para poder controlar procesos que desarrollen de

Page 251: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

251

manera sostenible ese potencial. Cuando el doctor Alfonsín asumió el gobierno

a fines de 1983 la situación general de la deuda de los que habían comenzado

a llamarse "países emergentes" era particularmente grave. No sólo la Argentina

estaba en incumplimiento generalizado de sus obligaciones, sino que la crisis

de México en la práctica había paralizado el funcionamiento de los mercados

financieros. Luego de muchas dificultades y no pocos desencuentros, en 1987

se logró un acuerdo general de reescalonamiento con los acreedores bancarios

no gubernamentales, sumado a programas de crédito acordados con los

organismos financieros internacionales y el Club de París. Pero los respectivos

puntos de vista sobre los que se construyeron estos acuerdos no resultaron lo

suficientemente sólidos como para evitar que hacia fines del período de

gobierno volvieran a surgir problemas de incumplimientos.

2. Más allá de episodios puntuales, sin duda la gestión de los temas

de la deuda me deja recuerdos entre los que predomina el sabor amargo de no

lograr afirmar un camino más venturoso para el bienestar de los argentinos.

3. Como he dicho, nuestros desencuentros con los acreedores no

fueron pocos y tal vez sea útil recordar los motivos centrales una vez más.

Entiendo que el problema mayor fue la incomprensión de lo que entonces

(ahora también) veo como bases para una discusión constructiva: la aceptación

del principio de corresponsabilidad tanto frente a la generación del problema

como en su encausamiento posterior; la conveniencia de abandonar la noción

de crisis temporarias de liquidez y su reemplazo por la idea de búsqueda de un

sendero de bienestar compartido y, por último, una revisión integral del papel

que cumplen los organismos internacionales de financiamiento en la dispar

relación que inevitablemente existe entre las economías de los países de

ingresos medios y las instituciones financieras de los países centrales.

ANTONIO ERMAN GONZÁLEZ (1989-1991)

1. Antes de asumir el Ministerio de Economía el 18 de diciembre de

1989, en julio del mismo año me desempeñé por tres meses como

vicepresidente del Banco Central. La deuda externa estaba en verdadero

default, ya que se adeudaban en concepto de intereses atrasados unos US$

8.000 millones desde febrero de 1989. Tampoco se cumplía con los pagos de

Page 252: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

252

capital, tanto a los organismos internacionales como a los bancos y al Club de

París.

2. La negociación y renegociación de la deuda se tornaba difícil por

la falta de reservas líquidas en el Banco Central; el gran déficit que arrojaban

las cuentas fiscales, superior al 12% del PBI; la hiperinflación que deterioraba

todo el sistema monetario, bancario y las transacciones económicas públicas y

privadas, y la pérdida de confianza y credibilidad en el país, luego de sucesivos

incumplimientos anteriores, no sólo de los acuerdos con organismos y

acreedores privados, sino ante el fracaso de planes de estabilización y

desarrollo previos. Esto obligaba a profundizar los diagnósticos en cada una de

las áreas del Estado, detectando las causas profundas de esa debacle y

elaborar programas serios y factibles, para recobrar confianza. La clave

fundamental para aquellas negociaciones fueron los programas de

saneamiento de las cuentas fiscales, un programa de privatizaciones

monitoreado por los propios organismos internacionales y los controles legales

propios a los que se incorporaron comisiones bicamerales que daban

participación permanente al Congreso. De todo ello surge, en primer término, el

decreto 435, que establece la racionalización administrativa más profunda que

se haya llevado a cabo hasta ese momento, lo que despierta el apoyo de

sectores internos y externos. Además comienza el proceso de privatizaciones

para el saneamiento de un Estado sobredimensionado.

A partir de agosto de 1989, se decidió girar en concepto de pago a

cuenta de los atrasos mencionados —y como una muestra cabal de la decisión

de honrar los compromisos— la suma de US$ 40 millones, que en octubre se

elevaron a US$ 70 millones mensuales. Las negociaciones se llevaron a cabo

frente a dos interlocutores principales: uno fue el Club de París y otro el

Citibank, como representante designado por los otros bancos para esta

negociación. Desde luego que los acuerdos con los organismos internacionales

se llevaron a cabo en forma directa.

3. El resultado podemos calificarlo de satisfactorio, ya que permitió al

país, durante el año 1990, reducir la deuda externa, mediante el rescate de

algunos títulos de la deuda argentina que se recibían según el caso como parte

de pago de las concesiones y/o privatizaciones y luego llegar a nuevos

Page 253: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

253

acuerdos indispensables para lograr la transformación de la estructura

económica.

DOMINGO CAVALLO (1991-1996)

1. Cuando asumí como ministro de Economía la primera vez, la

situación del endeudamiento público era caótica. El país no había estado

pagando capital ni intereses de la deuda externa desde mediados del '87 y se

habían acumulado fuertes atrasos.

Además, la deuda interna estaba siendo reclamada por los acreedores

en los tribunales, particularmente la que se adeudaba a los jubilados y a las

provincias.

También estaba en situación conflictiva la deuda con proveedores y

contratistas del Estado.

2. Luego de lanzada la convertibilidad logramos que se aprobara en

el Congreso Nacional la Ley de Consolidación de Pasivos, que permitió

reconocer y refinanciar toda la deuda interna, particularmente la adeudada a

jubilados, proveedores y provincias. El plan Brady permitió la refinanciación de

la deuda externa. Durante el año 1995, como consecuencia de la crisis del

"tequila", incurrimos en déficit fiscal significativo por primera vez en ese

período.

Este déficit se financió con endeudamiento con organismos

multilaterales, porque los mercados financieros, que se habían abierto para la

Argentina en 1993, volvieron a cerrarse.

3. Cuando dejé el Ministerio de Economía en julio de 1996, la deuda

pública total era todavía inferior a la que existía al momento de asumir, porque

en términos netos los déficit fiscales acumulados durante los seis años habían

sido prácticamente cero. Téngase en cuenta que durante algunos años las

privatizaciones generaron superávit fiscal y que el plan Brady había conseguido

una quita.

ROQUE FERNÁNDEZ (1996-1999)

1. Cuando asumí el cargo de ministro la deuda argentina estaba en

situación normal. Como presidente del BCRA participé en el acuerdo con

acreedores de la deuda en default que venía de la década del 80. De esta

Page 254: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

254

negociación surgieron los bonos Brady, que continuaron en situación normal

durante toda la década.

2. En mi gestión no hubo refinanciación de deuda. Se cumplieron

todas las metas con el FMI y la Argentina mantuvo acceso al mercado de

bonos. Se colocaban nuevos bonos cuando vencían los bonos vigentes.

3. Al final de mi gestión, la Argentina mantenía pleno acceso al

mercado de capitales con el riesgo país cayendo después de la abrupta suba

de principios de 1999 como consecuencia de la devaluación de Brasil.

JOSÉ LUIS MACHINEA (1999-2001)

1. A fines de 1999 la deuda pública era equivalente al 47% del PBI.

A pesar de las relativamente altas tasas de crecimiento en los '90, y como

consecuencia de elevados déficit fiscales, la deuda había crecido 16% del PBI

entre 1993 y 1997. O sea, cuando hubo posibilidad de ahorrar, se utilizó el

gasto público para financiar una primera reelección de Menem y el intento de

una segunda. El rápido aumento de la deuda había generado incertidumbre

sobre la capacidad de pago del país, que llevó a que, cuando asumió el

gobierno de la Alianza, hubiera en caja recursos para financiar algo menos de

dos meses de las necesidades del sector público.

2. Había que restablecer la credibilidad, para lo que se requería

reducir el déficit fiscal e introducir reformas que, dentro de los estrechos límites

impuestos por la convertibilidad, mejoraran la competitividad. En lo que

respecta al déficit fiscal, pusimos en marcha una combinación de aumento de

impuestos y disminución del gasto. Los impuestos, que no alcanzaban a las

empresas para evitar agravar el problema de competitividad y que estuvieron

dirigidos a las familias de ingresos relativamente más altos, aumentaron el

equivalente de US$ 1.800 millones, mientras que el gasto público, tras subir

más de un 100% durante la década del 90, se redujo en US$ 3.000 millones.

Se tomaron varias medidas para mejorar la competitividad, como una

disminución de los peajes y de ciertas tarifas telefónicas y una suspensión por

dos años en los ajustes del gas natural, se introdujo mayor competencia en

varios sectores de servicios y, en el último trimestre de 2000, se comenzó a

reducir el impuesto a los intereses. La mayor credibilidad inicial permitió

acceder a los mercados financieros a tasas inferiores a las que se pagaron

Page 255: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

255

durante el año previo. El aumento de las tasas de interés internacionales en el

segundo trimestre de 2000, la falta de crecimiento y, sobre todo, la crisis

política del gobierno que culminó con la renuncia del vicepresidente Alvarez,

volvieron a generar incertidumbre sobre la capacidad de pago de la deuda.

Para reducir la incertidumbre negociamos y obtuvimos el mayor crédito

internacional de la historia de la Argentina, de US$ 20.000 millones, de los

organismos internacionales de crédito y del gobierno de España (US$ 1.000

millones) y un compromiso del sector privado de aportar recursos a tasas de

mercado por otros US$ 20.000 millones. En ese momento la deuda era

equivalente al 49% del PBI.

3. Al momento de mi renuncia la situación era delicada, pero aún

manejable. Desafortunadamente lo que siguió no fueron tiempos normales:

errores en el manejo de la política económica y la desintegración de la alianza

de gobierno llevaron a un aumento de la incertidumbre, lo que determinó una

brusca caída de las reservas, la crisis financiera y la moratoria de la deuda. En

síntesis, si bien la situación de la deuda heredada por el gobierno del

presidente De la Rúa era muy delicada por el mal manejo previo y por factores

externos muy adversos, había una posibilidad de salida de la crisis menos

traumática que la que finalmente tuvieron que vivir los argentinos. Para ello se

necesitaba liderazgo, apoyo político y políticas consistentes, factores que no

caracterizaron al gobierno de la Alianza. Sin duda, por haber sido un actor

importante de ese proceso, nos cabe la responsabilidad del caso.

DOMINGO CAVALLO (2001)

1. Cuando asumí el ministerio por segunda vez, la deuda no sólo había

aumentado mucho entre 1996 y 2001, sino que los intereses se habían

duplicado y, en algunos casos, como el de la deuda provincial, más que

triplicado. Durante el año 2001 la factura de intereses de la Nación y las

provincias ascendió a US$ 14.000 millones, contra no más de US$ 6.000

millones en 1996.

2. Como los mercados voluntarios de crédito se fueron cerrando a lo

largo de 2001, debimos plantear un esquema de reestructuración de deuda que

comenzó con el megacanje en mayo, por casi US$ 30.000 millones de capital,

siguió con la reestructuración de US$ 55.000 millones de deuda nacional y

Page 256: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

256

provincial en diciembre de 2001 y debió haberse completado con la

reestructuración de los US$ 45.000 millones restantes, en manos de

acreedores no oficiales del exterior, que iba a realizarse en enero de 2002. La

reestructuración que pudo completarse permitió bajar la factura de intereses de

US$ 14.000 a US$ 10.000 millones. Si se hubiera completado la

reestructuración externa, la reducción hubiera llevado la factura total de

intereses a US$ 7.000 millones.

3. Lamentablemente, el golpe institucional del 19-20 de diciembre de

2001 y la posterior declaración del default impidieron alcanzar este objetivo.

Los mecanismos utilizados para lograr la baja de intereses y el alargamiento de

los plazos de la deuda están explicados en mi trabajo "La lucha por evitar el

default y la devaluación".

JORGE REMES LENICOV (2002)

1. La situación que encontramos era la peor imaginable. El pago por

servicios superaba el monto de las exportaciones. La fase 1 del canje aumentó

la insustentabilidad macroeconómica, la propia deuda y su costo financiero. El

nivel del riesgo país (el más alto del mundo) y el de la competitividad (de los

más bajos del mundo) son una muestra de ese esquema. La presentación de la

fase 2 no se había realizado y tampoco se había resuelto el canje provincial. En

diciembre de 2001 se declara el default de la deuda pública, que por su forma y

contenido se diferenció de las realizadas por otros países en iguales

circunstancias, provocando serias y mayores dificultades para encarar una

renegociación. El contexto general era de extrema fragilidad: renuncia de dos

presidentes, recesión desde 1998, alta desocupación y conflictividad social,

caída de la convertibilidad, caída de depósitos y fuga de capitales, sistema

financiero colapsado, alto y creciente déficit fiscal.

2. Se puso orden legal con el asesoramiento del estudio de

abogados de nuestro país en Nueva York, se envió una carta pública a los

acreedores que definía la situación como un diferimiento de los pagos y no de

moratoria o de suspensión unilateral. Por un decreto se estableció un orden de

prioridades de los pagos del sector público, del cual se desprendía el

diferimiento de cualquier otro pago no contemplado en él. Se comenzó a

trabajar en la selección de una entidad financiera internacional para que

Page 257: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

257

asesorara en la estrategia de abordaje a diferentes tipos de acreedores.

Además, se había estipulado el procedimiento y se comenzaba a tener un

acercamiento con los acreedores. Por otro lado, se logró posponer el pago del

FMI de fines de enero y se iniciaron las negociaciones para llegar a un

acuerdo. En cuanto a la deuda provincial, la Nación asumió su deuda con el

sistema financiero (unos US$ 12.000 millones) y se convirtió en acreedora de

cada una mediante la cesión de una porción de la coparticipación. En términos

internos, se pesificaron a la relación 1:1,40 más CER los préstamos

garantizados (fase 1) en poder de los bancos, AFJP y fondos comunes (US$

39.500 millones) y otros bonos y pagarés (US$ 2.500 millones). Ello permitió

que el compromiso de la fase 1 sea cumplible; de haberse mantenido en

dólares, hubiera entrado dentro de las generales del default y llevado a la

quiebra de todo el sistema financiero y previsional privado. Además significó

una ganancia de US$ 16.000 millones para el Estado nacional que

sobrecompensa el costo de la pesificación asimétrica (US$ 7.800 millones).

3. Se ordenó jurídicamente la situación, estableciéndose la figura del

diferimiento; se efectuaron las primeras relaciones para iniciar las

renegociaciones: se estableció que luego del acuerdo con el FMI se

concretarían las propuestas; se ordenó la relación con las provincias en materia

de endeudamiento y se redujo la deuda pública en dólares toda vez que el

costo de la pesificación asimétrica fue más que compensado por la ganancia

en dólares de la pesificación de la deuda pública con acreedores locales. La

actitud de la Justicia con los amparos y del Parlamento, al modificar el CER por

el CVS, aumentó la deuda y redujo esa ganancia.

ROBERTO LAVAGNA (2002-2003)

1. La deuda externa privada estaba —al momento de asumir— en

default de jure (había sido declarada formalmente ante el Congreso durante el

breve interinato de Rodríguez Saá) y la deuda externa con los organismos

financieros internacionales estaba en default de facto dado que no se contaba

con reservas suficientes para hacer los pagos. Por otro lado, se vivía en un

marco de pérdida cotidiana de reservas en el mercado libre. En ese contexto la

situación financiera internacional de la Argentina era de absoluta desconexión

con los mercados internacionales.

Page 258: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

258

2. Como es lógico, la negociación debía tener una secuencia lógica

que comenzara por levantar el default de facto con los organismos

multilaterales. La negociación, que duró desde inicios de mayo al acuerdo de

mediados de enero, tuvo una etapa "provisoria" que fue el roll over de ciertos

vencimientos (mayo-diciembre) en los casos en que ello era legalmente posible

(sobre todo casos del FMI) y la obtención de nuevos créditos equivalentes a

vencimientos en los casos en que no era legalmente posible (BID, BM). La

estrategia desarrollada incluyó el compromiso de no usar las reservas

internacionales del país para hacer pagos si no había un acuerdo o

perspectivas ciertas de llegar a él. En función de ese compromiso debió

suspenderse un pago al BM que recién fue hecho una vez definido el nuevo

acuerdo.

3. En enero se perfeccionó ese esquema con un acuerdo definitivo

por ocho meses (hasta el 31 de agosto de 2003) con la idea de flujo neto cero.

La forma en que se encaró la negociación, evitando pedir "plata fresca", resultó

un caso inédito dentro del FMI, donde los acuerdos estuvieron siempre ligados

a fondos multilaterales públicos. El haber pasado a la estrategia de flujo neto

cero frente a la seguida con anterioridad a nuestra asunción (pedir fondos

frescos por US$ 20.000 o US$ 25.000 millones) significó recuperar para la

Argentina márgenes de maniobra y decisión para el fijado de su propia política

económica.

Al mismo tiempo, ya en vista de la aprobación de ese acuerdo, se eligió

por vez primera y por licitación internacional al asesor financiero (legalmente

existía el derecho a designación directa pero para diferenciar de las situaciones

del '90 se decidió no usar esos poderes) y se inició la etapa I de la

renegociación privada para pasar a su etapa II, de ofertas.

Lavagna 2003-2005 (gobierno de Kirchner)

1º Siguiendo lo que había sido anunciado en el gobierno de Duhalde y,

acorde con los resultados del modelo de sustentabilidad, se hizo una oferta con

una quita del 75 %. Sobre capital más intereses impagos. El modelo de

sustentabilidad que se hizo en 2002 arrojó un primer resultado de una quita

“necesaria” del orden de entre 60 y 80 % y así lo anuncié. Luego, refinado el

Page 259: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

259

modelo, se llegó al 75 % como cifra concreta. Asumido Kirchner se ratificaron

dos cosas: que el criterio de “aceptabilidad” de los mercados que había sido

usado durante el “blindaje” (1999-2000) y el megacanje (2001) fue sustituido

por el de “sustentabilidad”, para cortar la serie infinita de refinanciaciones, y el

75 % de quita (valor presente neto). Se hizo una oferta con los “lineamientos”

en Dubai ( 2004) y, luego, la “oferta definitiva” con cambios menores a inicios

de 2005.Las innovaciones consistieron en que se introdujo el criterio de

“primero llegado-primero servido” para los bonos Par y cuasi par; participaron

bancos locales incluido un banco público (Nación); hubo cierres parciales

durante las cinco semanas del canje; cupón del crecimiento; plazos de más de

30 años; aumento de la parte de deuda emitida en moneda local; y reducción

del número de jurisdicciones y de monedas emitidas. El canje cerró con una

aceptación del 76,5 %. Fue el canje más grande hasta el momento, con la

mayor quita, el mayor número de jurisdicciones legales y de monedas en que la

deuda vieja de la convertibilidad había sido emitida.

2º A partir del año 2006 se abandona el programa que incluía la recompra

del cupón del crecimiento necesario para obtener el reconocimiento de “buena

fe” en la negociación -estaba previsto recompra amplia por parte del gobierno

no más allá de 2008-; además, se hace notar que de cada 100 dólares o pesos

adicionales de PBI (por encima del límite fijado) 90 dólares o pesos quedaban

para el crecimiento y distribución argentino, 5 iban al cupón de crecimiento y 5

para la recompra anticipada de deuda. En 2010 se hace un minicanje

impulsado por la consultora ARCADIA que es objeto de denuncias judiciales y

que fue íntegramente “diseñado” en el exterior y no por funcionarios

argentinos. Fue un minicanje “costoso”. La acumulación de decisiones políticas

erradas lleva a que el juez Griessa que había sido cooperativo, comience a

encerrar legalmente al país. Punto en el que hoy estamos.

Page 260: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

260

Page 261: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

261

FUENTES

ENTREVISTAS

Para este libro fueron entrevistados los ministros de Economía del

período 1976-2003, presidentes del Banco Central, los principales

negociadores de la deuda externa, ex secretarios de Estado, directores y

funcionarios del Ministerio de Economía y del BCRA. Además, se entrevistó a

banqueros en la Argentina y los EE.UU., funcionarios y ex funcionarios del FMI,

BID, Banco Mundial, del Tesoro de los EE.UU. y otros organismos del gobierno

norteamericano. El agradecimiento para todos ellos, que prestaron su

testimonio en forma anónima para este trabajo.

LIBROS

Inflación y estabilización: La experiencia de Israel, Argentina, Brasil,

Bolivia y México. Guido Di Tella, Rudi Dornbusch, Stanley Fischer (comp.),

Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1988.

Changing Fortunes: The world's money and the threat to American

leadership. Paul Volcker y Tokyo Gyohten, New York Times Books, Nueva

York, 1992.

Quince años después. José A. Martínez de Hoz, Emecé, Buenos Aires,

1991.

Breve historia contemporánea de la Argentina. Luis A. Romero, Fondo

de Cultura Económica, Buenos Aires, 2001.

Crisis financiera y endeudamiento externo en Argentina. Juan Sommer,

Ernesto Feldman, Centro Editor de América Latina, Centro de Economía

Transnacional, Buenos Aires, 1986.

The Chastening. Paul Blustein, Public Affairs, Nueva York, 2001.

La dama. Martín Kanenguiser, Nordan, Montevideo, 1995.

EZ peso de la verdad. Domingo Cavallo, Planeta, Buenos Aires, 1997.

Privatizaciones en privado. Alberto Natale, Planeta, Buenos Ai-res,

1993.

Page 262: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

262

Silent Revolution. The IMF 1979-1989. James Boughton, IMF,

Washington, 2001.

Historia económica, política y social de la Argentina. Mario Ra- poport,

Macchi, Buenos Aires, 2000.

Historia política de la Argentina contemporánea 1880-1983. Carlos

Floria, César García Belsunce, Alianza Universidad, Buenos Aires, 1989.

59 semanas y media que conmovieron a la Argentina. Jorge Garfunkel,

Emecé, Buenos Aires, 1990.

Claves de la economía argentina 1810-1983. Pablo Kandel, Su-

damericana, Buenos Aires, 1983.

Argentina y el FMI, del triunfo a la tragedia. Michael Mussa, Pla-neta,

Buenos Aires, 2002.

Maestro. Bob Woodward, Simón & Schuster, Nueva York, 2000.

Argentina. Una década de convertibilidad; análisis del creci¬miento, el

empleo y la distribución del ingreso. Mario Damill, Roberto Frenkel, Roxana

Maurizio, Organización In¬ternacional del Trabajo, Santiago de Chile, 2000.

Respuesta a Martínez de Hoz. Osvaldo Barsky, Arnaldo Bocco, (ed.),

Imago Mundi, Buenos Aires, 1991.

Decíamos ayer, la prensa argentina bajo el Proceso. Eduardo

Blaustein, Martín Zubieta, Colihue, Buenos Aires, 1998.

Estados Unidos y la transición argentina. Roberto Bouzas (comp.),

Legasa, Buenos Aires, 1989.

Las privatizaciones en la Argentina. Pablo Gerchunoff (ed.), Ins-tituto

Torcuato Di Tella, Buenos Aires, 1992.

Economía en tiempos de crisis. Domingo Cavallo, Sudamericana,

Buenos Aires, 1989.

"El fin de la Ilusión". Martín Kanenguiser. Edhasa. 2011

PAPERS E INFORMES

"La deuda pública argentina entre 1988 y 1996". Carlos Melconián y

Rodolfo Santángelo, Buenos Aires, 1997. "The dollarization debate in Argentina

and Latin America". Guidotti y Powell, Buenos Aires, 2001.

"La política económica de principios de 2002". Jorge Remes Le¬nicov,

Jorge Todesca y Eduardo Ratti, Buenos Aires, 2003.

Page 263: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

263

"Evolución y perspectivas del financiamiento del FMI a la Argentina".

Luis Lucioni, Centro de Estudios para el Cambio Estructural (CECE), Buenos

Aires, 2002.

Informe para el Desarrollo Mundial. Banco Mundial. Varios.

Wa¬shington.

"Una vez más, la política fiscal". Mario Teijeiro, Centro de Estudios

Públicos, Buenos Aires.

"Argentina Crying Over 'Hired Guns'". Martin Andersen, Washington,

2002.

"La sustentabilidad macroeconómica a mediano plazo". Daniel

Heymann y Adrián Ramos, CEPAL, Buenos Aires, 2003.

"México y las crisis financieras", del ex presidente Carlos Salinas de

Gortari, México.

"Del sueño guajiro a la apertura comercial", por Jorge Castañeda.

Especial para El Nacional de Venezuela.

Discurso del presidente Raúl Alfonsín ante la Sociedad de las

Américas, Nueva York, 1988.

Discurso del ministro Bernardo Grinspun en la XXV Reunión Anual del

BID, Punta del Este, Uruguay, 1984.

Informe sobre lavado de dinero. Cámara de Diputados de la Nación,

Buenos Aires, 2001.

Seminario sobre aspectos históricos de la deuda externa argentina.

Alejandro Olmos, Universidad Nacional de La Plata, La Plata, 2001.

Sentencia sobre la ilegalidad de la deuda externa. Juzgado Nacio¬nal

en lo Criminal y Correccional Federal N° 2 de la Capital Federal, Jorge

Ballestero, Buenos Aires, 2000.

"Las privatizaciones de la década del 90". Juan Carlos Kusznir, Buenos

Aires, 2001.

Documentos del Consenso de Cartagena. Varios: 1984-1985.

Declaración de Quito, comunicados de Buenos Aires, Mar del Plata y Santo

Domingo.

DIARIOS Y REVISTAS

La Nación, Clarín, Página 12

Page 264: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

264

El Cronista La Opinión La Prensa Mercado Tres Puntos Humor La

Semana

Novedades Económicas. Fundación Mediterránea

Ciudadanos

Desarrollo Económico

Noticias

Le Monde Diplomatique New York Times Wall Street Journal Financial

Times Time Magazine Euromoney América Economía Contexto

PUBLICACIONES

Tendencias Económicas y Financieras Carta Económica

Informes de la Fundación Mediterránea Informes económicos del

Ministerio de Economía Informes del INDEC Boletín Informativo Techint

Anuarios del Consejo Técnico de Inversiones S.A. Censo Nacional

1991 Censos industriales Tercer Mundo Económico

Actualidad Económica. Crisis externas y financieras de la década del

noventa

Tesis propia para la Maestría de Relaciones Internacionales. Flacso.

PÁGINAS DE INTERNET

Fondo Monetario Internacional Banco Mundial

BID

Tesoro de los Estados Unidos

Banco Central de la República Argentina

INDEC

Ministerio de Economía www.argentina-rree.comBanco Central del

Brasil Initiative for Policy Dialogue Westland Helicopters BBC de Londres en

español

Un agradecimiento especial para la biblioteca del Ministerio de

Economía.

Page 265: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

265

ÍNDICE

Agradecimientos / Pag. 3

Aclaración metodológica / Pag. 4

Prólogo / Pag. 5

UNO. Y en el principio fue la deuda / Pag. 11

1976-1981. Los últimos y vanos intentos del peronismo para obtener

recursos externos. La génesis del primer crecimiento fuerte de la deuda.

Martínez de Hoz, el cazador; Diz, el académico. Contactos en EE.UU.:

Rockefeller, Kissinger y Brzezinski. Francisco Soldati, el negociador con

alcurnia. El endeudamiento ficticio y los fraudes en el sistema financiero.

Sigaut, el que apostó y perdió.

DOS. El default menos pensado / Pag. 26

1982-1983. Alemann y las promesas incumplidas. Un largo viaje desde

Colombia a un país en guerra. Las reservas fuera del embargo británico. La

cesación de pagos encubierta. Cita en Helsinki. El abogado de judíos y

militares. Los helicópteros que se pagaron y nunca llegaron. La primera gran

huella de Cavallo. El eterno Wehbe. El comité de Rhodes. Cárcel para un

banquero central. El terremoto regional. El legado de la dictadura.

TRES. La ingenua primavera democrática / Pag. 40

1984. La deuda "ilegítima". El impulsivo ministro Grinspun. Las

ilusiones de Alfonsín. El discurso en la reunión del BID en Punta del Este. El

préstamo puente y el viaje de Mulford. El consenso de Cartagena y los

frustrados intentos de negociación en bloque. Las peleas con Prebisch.

Camdessus, el disciplinador. El cambio de rumbo.

CUATRO. Un marine para la Argentina / Pag. 55

1985-1989. Volcker, el gigante bueno. El acuerdo falso con el FMI. Las

mil cenas de Sourrouille. Ferrán, el catalán irascible. Apogeo y caída del

Austral. El fallido plan Baker. La moratoria brasileña de 1987. Un suicidio en

Page 266: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

266

Manila. Yeo, el misterioso. La ruptura del Banco Mundial con el FMI. El plan

primavera y el fin de la política económica radical.

CINCO. De La Rioja al mundo / Pag. 72

1989-1990. La pesadilla económica de 1989. El matrimonio entre

Menem y Bunge & Born. El plan de siete años. Roig: el diagnóstico mortal. El

enfrentamiento por el IVA. Cita en París. González Fraga, la garantía de los

bancos extranjeros. La híper y el Bonex. Alsogaray, el opositor. El fin de Erman

y la llegada de Cavallo.

SEIS. La era de la ilusión / Pag. 85

1991-1996. El largo camino al Brady: acuerdo en Santo Domingo.

Checki, el anfitrión obligado en Nueva York. Liendo, Pellegrini, la

Convertibilidad. La pelea Marx-Liendo. El hombre del año. El ingreso de

capitales y la oportunidad desaprovechada de las privatizaciones. Un "tequila"

en Barbados. México, de la nota "triple A" a la moratoria. Yabrán y el final de

una era.

SIETE. Soñar en dólares / Pag. 105

1996-1999. Menem aprende a equivocarse con Rubin. Roque

Fernández, ministro por descarte. Guidotti, el pensador. Los diálogos secretos

con el Tesoro y el Fed por la dolarización. Los terremotos de Asia, Rusia y

Brasil. Summers y una negativa con elegancia. Las experiencias de Panamá,

El Salvador y Ecuador. Kiguel, el amable colocador de bonos. La actitud

indulgente del FMI y el premio de Camdessus.

OCHO. Show me the money / Pag. 127

1999-2001. Marx y el viaje crucial para obtener financiamiento

millonario.Kohler, empeñado en devaluar. La fallida teoría del círculo virtuoso.

El gabinete "fiscalista" y el presidente confundido. Una cita cerca de las

montañas Rocallosas: camino al blindaje. La renuncia de Alvarez y el comienzo

del fin. El debate por el compromiso del sector privado. La renuncia de

Machinea y el final de la Alianza original.

NUEVE. En busca de un milagro / Pag. 144

2001. El lento regreso de Cavallo. López Murphy y la "última

oportunidad" para un ajuste civilizado. FIEL contra el "corazón" de la Alianza. El

papelón internacional en Chile. Cavallo, el nuevo ministro. La embestida contra

Pou: el lavado de dinero, la carta orgánica y las normas del sistema financiero.

Page 267: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

267

El megacanje frustrado en el año 2000 y el no querido en 2001. Mulford, un

socio con ambiciones.

DIEZ. Los miopes / Pag. 167

2001. Los tres Cavallo: ¿una o varias personas? Las peleas con Wall

Street. La convertibilidad ampliada y el factor de empalme: luz amarilla en el

mercado. Un equipo lleno de desconfianza. La pérdida del crédito en julio. De

la retórica antimercado al "déficit cero". Cavallo vs. Marx. Cavallo vs. Colombo.

Jacob Frenkel, el "salvador". Kohler y una ayuda bajo protesta. El canje uno y

la frustrada fase dos. El silencioso retiro del FMI. Los meses finales de un

presidente aislado.

ONCE. La autopsia / Pag. 195

2002-2003. La revancha de Washington. Del espejismo del Primer

Mundo a la ilusión de vivir con lo nuestro. El triste espectáculo de cinco

presidentes en 10 días. El Adolfo y el aplauso al default. Un presidente feliz por

no tener ministro de Economía. Remes, devaluación, pesificación y final.

Duhalde, entre los piquetes y el mundo. Lavagna, el ministro menos pensado.

El cambio de estrategia. El default al Banco Mundial. La presión del G-7. Enero

de 2003: el acuerdo corto no recomendado por el staff.

EPÍLOGO / Pag. 220

Conclusiones. / Pag. 224

Anexo testimonial. / Pag. 247

La versión de los principales ministros del período 1976-2013.

Los principales ministros de Economía del período 1976-2013

responden cómo recibieron, manejaron y dejaron el legado de la deuda.

Fuentes / Pag. 261

Page 268: La Herencia Maldita - Martín Kanenguiser

268

LA MALDITA HERENCIA

Desde hace casi dos décadas, la

deuda se ha convertido en un

problema de Estado, en una

obsesión para ministros y

mandatarios y en una carga cada

día más pesada para todos los

ciudadanos. Aunque su existencia

es anterior al golpe de 1976, es ese

momento, con el general Jorge

Rafael Videla y con José Alfredo

Martínez de Hoz, cuando comienza

su espiral explosiva. Que no mermó

durante la presidencia de Raúl

Alfonsín y que tuvo un incremento

abrumador en los dos períodos de

Carlos Menem. Hacia fines de 2001,

el modelo colapso, y pocos días

después de la renuncia de

Fernando de la Rúa, la Argentina

declaró el default.

Para develar la magnitud del

problema que la deuda ha

generado, y que generará de un

modo u otro en el futuro, Martín

Kanenguiser reconstruye de manera

magistral su tortuoso itinerario,

investigando la forma en que la

Argentina se endeudó y a los

responsables, nacionales y

extranjeros, de esas políticas.

La maldita herencia narra la historia

pública y privada de la deuda, la

trama desconocida de una extensa

serie de decisiones que terminaron

comprometiendo, cuando decían

salvarlos, el patrimonio nacional y la

solvencia del país. Un país, la

Argentina, que gobierno tras

gobierno, década tras década,

desde 1976 hasta hoy, ha

devengado recursos varias veces

millonarios para pagar una deuda

que mientras tanto seguía

creciendo. Éste es un libro

indispensable para entender cómo

sobrevino la quiebra del Estado, la

postración de la economía y la

indigencia de millones de argentinos