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La Guardia Blanca Por Arthur Conan Doyle

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LaGuardiaBlanca

Por

ArthurConanDoyle

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CAPÍTULOI

DECÓMOLAOVEJADESCARRIADAABANDONÓELREDIL

La gran campana del monasterio de Belmonte dejaba oír sus sonorostañidospor todoelvalleyaunmásalláde laobscura línea formadapor losbosques.Los leñadoresycarbonerosque trabajabanpor lapartedeVernelylos pescadores del río Lande, suspendíanmomentáneamente sus tareas paradirigirseinterrogadorasmiradas;puesaunqueelsonidodelascampanasdelaabadíaeratanfamiliaryconocidoporaquelloscontornoscomoelcantodelasalondrasolacharladelasurracasensetosybardales,losrepiquesteníansushorasfijas,yaquellatardeladenonahabíasonadoyayfaltabanopocoparala oración. ¿Qué suceso extraordinario lanzaba a vuelo, tan a deshora, lacampanamayordelaabadía?

Por todas partes se veía llegar a los religiosos, cuyos blancos hábitos sedestacaban vivamente sobre el césped que cubría las avenidas de nudososrobles.Procedíanunosdelosviñedosylagarespertenecientesalacomunidad,otros de la vaquería, de las margueras y salinas, y algunos llegaban,apresurandoelpaso,de las lejanas fundicionesdeSolenty lagranjadeSanBernardo.Nolescogíadesorpresaelinusitadocampaneo,porqueyalanocheanterior había despachado el abad un mensajero especial a todas lasdependencias exteriores del monasterio, con orden de anunciar en ellas laproyectada reunión general del día siguiente. En cambio el hermano legoAtanasio,queduranteuncuartodesiglohabía limpiadoybruñidoelpesadoaldabón de bronce de la abadía, declaraba con asombro que jamás habíapresenciadoconvocación tanextemporáneayurgentede todos losmiembrosdelacomunidad.

Bastabaobservaraéstosparacomprenderlagranvariedaddeocupacionesaque se dedicabanypara formar idea, aunque incompleta, de los inmensosrecursosde laabadía,centrodeactivísimavida.Veíaseaquíadosreligiososcuyas manos y antebrazos teñía de rojo el mosto; más allá otro, anciano yrobusto,llevabaalhombroelhachaconqueacababadecortargrandeshacesde leña; seguíale el hermano esquilador, cuya ocupación denunciaban lasenormestijerasquellevabacolgadasalcintoylasvedijasdelanaadheridasalsayal.Unnumerosogrupoibaprovistodeazadasylayas,ylosdosmonjesquecerraban lamarcha conducían con trabajo una pesada cesta llena de carpas,truchasytencas,puessiendoelsiguientedíadevigilia,habíaqueproveeralsustentodecincuenta religiososconunapetitoa todaprueba.Verdadesquetrabajabandefirme,porqueelvenerableabadFrayDiegodeBerguéneratansevero con todos ellos como consigo mismo, que es mucho decir, y en su

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conventonosetolerabanholgazanes.

Mientras se reunían frailes y novicios el abad, cruzadas las manos ypreocupado el semblante, recorría de extremo a extremo la gran sala delmonasteriodestinadaalosactossolemnes.Susdelgadasfaccionesyhundidasmejillasrevelabanalascetaquehasabidotriunfardesuspasiones,nosincruelylargalucha,hastadominarlasporcompleto.Aunquedeaparienciaendeble,sumiradaimperiosayenérgicarecordabaqueporsusvenascorríasangredefamosos guerreros y que su hermano mellizo, el capitán Bartolomé deBerguén,eraunodelosesforzadoscampeonesinglesesquehabíanplantadolacruzdeSanJorgesobrelosmurosdeParís.Apenassonólaúltimacampanada,se acercó el abad a una mesa y tocó el timbre que servía para llamar alhermanolegodeservicio,alcualpreguntóeneldialectoanglo-francésusadoenlosmonasteriosinglesesdurantecasitodoelsiglocatorce:

—¿Hanllegadoloshermanos?

—Reunidosestánenelclaustromayor,reverendopadre,contestóellego,quesehallabaenactitudhumilde,cruzadaslasmanossobreelpechoyfijaenelsuelolavista.

—¿Todos?

—Treintaydosprofesosyquincenovicios.FrayMarcos,postradoporlafiebre,eselúnicoquefalta.Diceque....

—Nohacealcasoloqueéldiga.Enfermoono,importabaantetodoacatarmimandato.Domeñarésuespíriturebelde,comoloharéconotrosmiembrosde esta abadía que necesitan severa disciplina. Y vos mismo, hermanoFrancisco,estáisenfalta.Hallegadoamisoídosquehabéisalzadolavozenel refectorio,mientras el hermano lector comentaba la palabra divina. ¿Quécontestáisaesaacusación?

Ellegonochistó,nisemoviósiquiera.

—MilavemaríasyotrostantoscredosrezadosconlosbrazosencruzanteelaltardelaVirgen,serviránpararecordarosqueelSupremoCreadornosdiodos orejas y una sola lengua, para que oigamos mucho y hablemos poco.EnviadmeaquíalhermanoMaestro.

El atemorizado lego salió de puntillas, cerrando tras sí la puerta, que seabrióalgunosmomentosdespuésparadarpasoaunmonje,cortodeestatura,robustodecuerpoycuyaimperiosamiradaacentuabalaexpresiónseveradelsemblante.

—¿Mehabéisllamado,reverendopadre?

—Sí, hermano Maestro. Deseo que el acto de hoy, que me impone undeberdurísimo,severifiqueconelmenorescándaloposible;ysinembargo,es

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fuerzadaralculpableunalecciónpública,paraejemplodelosrestantes.

Dijoelabadestaspalabrasenlatín, lenguaenquedeordinariohablabaalosreligiososaquienesporsusañosoporrazóndesucargoodesusméritos,juzgabadignosdeespecialdeferencia.

—Es mi parecer que los novicios no presencien el juicio, observó elhermano Maestro. En la acusación figura una mujer y temo que pérfidasimágenesempañenlapurezadesuspensamientos....

—¡Mujer,mujer!murmuróelabad.Radixmalorum,quedijoelvenerableCrisóstomo, definición exacta y aplicable desde Eva hasta nuestros días.¿Quiéndenunciaráalpecador?

—ElhermanoAmbrosio.

—Castoypiadosomancebo.

—Ymodelodenovicios.

—Procédase,pues,aljuiciodeacuerdoconlasprácticastradicionalesdelaorden.Vedqueseadmitayacomodealosprofesosporordendeedadyqueasu tiempo comparezca elmaleadoTristán deHorla, cuya conducta exige yamedidasseveras.

—¿Ylosnovicios?

—Esperaránenelclaustrodelacapilla,dondeconvendráqueellectorlesrefresquelamemoriasobreeltemaGestabeatiBenedicti.Asíseevitarátodaconversaciónociosaytodaocasióndeliviandad.

Una vez solo el abad, volvió a fijar sus miradas en las páginascaprichosamente iluminadasde subreviarioypermanecióenaquella actitudbasta que hubo entrado en la sala el último de los monjes. Tomaron éstosasientoen losdosbancosde tallado robleque ibandesdeelestradohastaelextremoopuestodelaestancia,dondeelhermanoAmbrosioyelMaestrodenovicios ocuparon sendos sitiales. Era el primero un joven enteco, alto ypálido,queoprimíanerviosamenteentre susmanosunenrolladopergamino.El abadcontemplódesde su asiento en el estrado lasdoshilerasdemonjes,cuyosrostrosplácidos,rollizosybronceadosporelsol,conrarasexcepciones,ycuyaexpresión satisfecha,dabanclaramuestrade lavida tranquilay felizqueallíllevaban.

FrayDiegofijódespuéssupenetrantemiradaeneljovenreligiososentadofrenteaélydijo:

—Sois el acusador, hermano Ambrosio. Quiera nuestro venerado patrónSanBenitoconcederossugraciaydirigirnuestrosjuiciosenestaocasión,parael bien de la comunidad y para la mayor gloria de Dios. ¿Cuántos son los

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cargosdirigidoscontraelnovicioTristán?

—Cuatro,reverendopadre,contestóelinterpeladoenvozbajaysumisa.

—¿Los habéis enumerado y expuesto conforme lo manda nuestra santaregla?

—Contenidosestánenestepergamino....

—Que entregaréis al hermano relator para su lectura cuando llegue elmomento.Introducidalacusado.

Aloíraquellaorden,un legosituado juntoa lapuerta laabriódeparenpar,dandoentradaaunjovennovicioyaotrosdoslegosquehastaentonceslohabían acompañado y vigilado en la antecámara. Era el novicio Tristán deHorlamancebo de aventajada estatura y atléticas formas, cuyos ojos negroscontrastaban con el rojo cabello y cuyas facciones, nada desagradables,revelaban de ordinario la franqueza y el buen humor, si bien en aquelmomentosereflejabaenellasunaexpresiónderetoyenojo.Caídasobreloshombroslacapucha,desabrochadoelhábitoquemostrabaelhercúleocuello,desnudoshastaelcodolosvelludosbrazosqueteníacruzadossobreelpecho,saludóreverentementealabadysedirigiócontodacalmaalreclinatorioquele estaba reservado en el centro de la sala. Sus negros ojos pasaron rápidarevista a los circunstantes y acabaron por fijarse, con expresión un tantoirónica,enelhermanoacusador.

Entregó éste el pergamino al relator de la orden, quien lo leyó con vozpausadayentonaciónsolemne,escuchadoatentamenteportodoslosreligiososallícongregados.Eldocumentodecíaasí:

"Cargos formulados el día de la Asunción, en el año de gracia de miltrescientossesentayseis,contraelhermanoTristán,antesllamadoTristándeHorlayalpresentenoviciodelasantaordenmonásticadelCíster.LeídoseljuevessiguienteadichafiestadelaAsunción,enlaabadíadeBelmonte,anteelreverendoabadFrayDiegodeBerguénylacomunidadreunidaencapítulo.Loscargosaducidosson:

"Primero:Quehabiéndosedistribuidoalosnoviciosdeterminadacantidadde cerveza floja, como concesión especial con motivo de la precitadafestividad y en la proporción de un azumbre por cada cuatro novicios, elacusado se apoderó violentamente del jarro y se bebió el azumbre de unasentada, en detrimento de sus compañeros de mesa Pablo, Porfirio yAmbrosio;quienesdeclararonqueaduraspenaspudieroncomerlosarenquessaladosqueformaronlarefaccióndeaqueldía."

Aloíraquellosdetalleselacusadosemordióloslabiosparadisimularunasonrisa y varios religiosos semiraron de soslayo; otros tosieron a fin de no

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soltar la carcajada.Pero el abadpermaneció impasibley severo,mientras elrelatorcontinuabasulectura:

"Segundo: Que como el Maestro de novicios castigase aquel desafueroponiendoalculpableapanyaguapor tresdías,enhonordeSantaTiburcia,aquel pecador impenitente declaró en presencia del novicio Ambrosio quequisiera ver a una legión de demonios llevándose por los aires al susodichohermanoMaestro.

"Tercero: Que amonestado por éste nuevamente, el acusado cogió a sudenunciador por el pescuezo y lo zabulló en el estanque de la huerta, porespacio suficienteparaque lavíctimade tamañoatropellopudiera acabar elcredo que rezó mentalmente con objeto de encomendar su alma a Dios,creyendollegadalaúltimahora."

Lasexclamacionesdesorpresaycensuraqueseoyeronenambosbancosindicaron que los miembros de la comunidad apreciaban la gravedad delúltimocargo;peroelabadimpusosilencio,levantandosuhuesudamano.

—Continuad,dijoallector.

—"Ycuarto:Quepocoantesdevísperas,eldíadeSantiagoApóstol,sevioal citadoTristán en el caminodeVernel, en conversación conunamujer, lallamadaMaríaSoley,hijadelguardabosquedeestenombre.Yquedespuésdemuchas risasy resistenciasporpartede la susodichadoncella, el acusado latomó en brazos y la condujo al otro lado del riachuelo de LasHayas, paraevitar que aquella emisaria de Satán se mojase los pies. Esta infraccióninaudita de nuestra santa regla fue presenciada por tres miembros de lacomunidad, con gran escándalo suyo y con indudable regocijo de todo elinfierno,queasíveíacaerenmortalpecadoaunnoviciodenuestraorden."

El silencio profundo que siguió a aquellas palabras, aun más que losademanesyelaspectohorrorizadodealgunosreligiosos,revelócuánprofundayunánimeeralareprobacióndelosoyentes.

—¿Quiénessonlos testigosde tanenormepecado?preguntóelabadconvozquedelatabasuindignación.

—Yosoyunodeellos,dijolevantándoseelhermanoAmbrosio;yconmigolopresenciaronPorfirioyMarcos,elcualseafectóde talmaneraquedesdeentoncessehallaenlaenfermería….

—¿Y la mujer? continuó Fray Diego. ¿No prorrumpió en acongojadollantoalpresenciaraquellaconductadeunhombrequevestíanuestrosagradohábito?

—No,reverendoabad.Antesbiensonriódulcementecuandoélladepositóallendeelvadoylediolasgraciasyletendiósumano.Loviconmispropios

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ojos,comolovioMarcos....

—¡Lo visteis, desgraciados! gritó el abad. ¿Y acaso no sabíais que elcapítulo treinta y cinco de los reglamentos de esta orden os lo prohibíaterminantemente? ¿De cuándo acá habéis olvidado que en presencia de unamujerdebemostodosbajarlavistayaunvolverlacara?Ysihubieraistenidofijalamiradaenvuestrassandalias,¿cómoverlassonrisasymohinesdeaqueldemonio disfrazado demujer? ¡Á vuestras celdas, falsos hermanos, a pan yagua hasta el próximo domingo, con dobles laudes y maitines para queaprendáisaobedecerlasleyesquenosrigen!

Ambrosio y Porfirio, atemorizados ante aquella inesperada reprimenda,cayerontemblandoensusasientos.Elabadapartódeelloslavistaparafijarlaen el principal culpable, quien lejos de mostrar temor e inclinar la frentesostuvocontodacalmalamiradafuribundadeFrayDiego.

—¿Quéalegáisenvuestradefensa,hermanoTristán?

—Poca cosa, padre mío, fue la contestación del joven, dada con elpronunciado acento sajón que por entonces caracterizaba a los campesinosinglesesdelOeste.Porciertoqueelinusitadoacentollamómucholaatencióndelosreligiosos,inglesesdepurarazaensumayoría.Peroelabadsólosefijóenlatranquilidadyla indiferenciaquelarespuestadelnoviciorevelabaylaindignacióncoloreósurostroenjuto.

—¡Hablad!ordenógolpeandoconelpuñoelbrazodelsitial.

—Pues cuanto a lo de la cerveza, observó Tristán sin inmutarse lo másmínimo,téngaseencuentaqueacababayodellegardeltrabajoenelcampoyqueapenasempinéeljarroyalevielfondoysinsabercómolodejéenseco.Grandedebiódesermised.Ciertoesqueperdí losestriboscuandoelbuenMaestromemandó ayunar, pero bien se explica eso recordando que pan yaguaestristedietaparauncuerpoyunapetitocomolosqueDiosmehadado.También es verdad que le senté lamano el cernícalo deAmbrosio, pero lazabullidadequesequejanopasódeunsustosinconsecuencias.Ycomononiegoningunodeloscargosanteriores,tampocopuedonegar,sitalcargoes,el de haber ayudado a la hija de Soley a pasar el vado de Las Hayas, enatenciónaquelapobremuchachateníapuestoszapatosymediasysusayadelos domingos, al paso que yo iba descalzo y se me importaba un bledoremojarmelospies.Ytengoparamíqueelnohabermeportadocualentonceslohicehubierasidounavergüenza,paraunnoviciocomoparacualquierotrohombrequeserespeteyquerespetealamujer....

Aquellas palabras colmaron la exasperación del abad, sobre todopronunciadas como fueron con la sonrisa burlona que apenas habíadesaparecido unmomento de los labios deTristán desde el comienzo de su

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perorata.

—¡Bastaya!exclamóFrayDiego.Lejosdedefenderseelculpadoconfiesay agrava su falta con sus livianas palabras. Sólo me resta imponerle elcondignocastigo.

Al decir esto dejó el abad su asiento y todos los monjes le imitaron,dirigiendotemerosasmiradasalirritadosemblantedesusuperior.

—TristándeHorla,continuóéste,en losdosmesesdevuestronoviciadohabéisdadopruebasevidentesdeperversidadydequeporningúnconceptomerecéis vestir el blanco hábito símbolo de un espíritu sinmancha. Seréis,pues, despojado de ese hábito y despedido de esta abadía, de sus tierras ypertenencias, sin renta ni beneficio de ninguna clase y sin las graciasespirituales que gozan cuantos viven bajo la tutela y especial protección deSan Benito. Vuestro nombre será borrado de los registros de la orden y osquedaprohibidovolverapisarlosumbralesdelaabadíayentrarenningunadelasgranjasyposesionesdeBelmonte.

Aquella primera parte de la sentencia pareció terrible a los monjes,especialmente a los más ancianos, acostumbrados como estaban a la vidasosegadadelaabadía,fueradelacualsehubieranvistotandesamparadosydesvalidoscomoniñosabandonadosasuspropiasfuerzas.Peroevidentementelavidamundanalnoteníaterroresparaelnovicio,antesleatraíayagradaba,ajuzgarporlaexpresiónregocijadaconqueoyóelanunciodesuexpulsión.SucontentoacrecentólairacundiadeFrayDiego,quiencontinuódiciendo:

—Esto por lo que al castigo espiritual se refiere. Pero a los malosservidoresdeDios,decorazónempedernido,pocolesduelentalespenas.Yosécómocastigarosdemaneraquelosintáis,ahoraquevuestrasfechoríasoshan privado de la protección de la iglesia. ¡Á ver! ¡Tres hermanos legos,Francisco,AtanasioyJosé,apoderaosdeltruhan,atadlelosbrazosydecidalhermanoporteroque leapliqueunascuantasdocenasdeazotesconunbuenrebenque!

Al acercársele los robustos legos para obedecer las órdenes del abad,desapareciótodalaplacidezdelnovicio,queasióconambasmanoselpesadoreclinatorio de roble y levantándolo en alto como una maza, gritó con vozpotente:

—¡Teneos!¡JuroporSanJorgequealprimerodevosotrosqueosetocarmelerompolacabezaenmilpedazos!

La advertencia no podía ser más clara ni más enérgica, y unida a laamenazadoraactituddelnovicio,cuyasfuerzaseranbienconocidasdetodos,bastóparaqueloslegosretrocedieranmásquedeprisayparaespantaralosreligiosos,queseprecipitaronentropelhacia lapuerta.Sóloelabadpareció

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prontoalanzarsesobreelrebeldenovicio,perodosmonjesquejuntoaélsehallabanloasieronporlosbrazosylograronponerlofueradepeligro.

—¡Estáposeídodeldemonio!gritabanlosfugitivos. ¡Pedidsocorro!Quevengaelhortelanoconsuballesta,y llamad tambiéna losmozosdecuadra.¡Pronto,decidlesqueestamosenpeligrodemuerte!¡Corred,hermanos!¡Vedqueyanosalcanza!

Pero el victorioso Tristán de Horla no pensaba en perseguirlos. Estrellócontraelsueloelreclinatorio,derribódeunrevésasudelatorAmbrosio,quepusoelgritoenelcielo,yatropellandoalosaturrulladosfrailesqueformabanla retaguardia, bajó a escape la escalera. El portero Atanasio vio pasarrápidamente una gigantesca forma blanca y antes de enterarse de lo queaquellosignificabayde lacausadel tumultoqueen laescaleraseoía,yaelindómito Tristán estaba lejos de la abadía y a grandes zancadas recorrió elpolvorientocaminodeVernel.

CAPÍTULOII

DECÓMOROGERDECLINTONEMPEZÓaVERELMUNDO

Losmuros del antiguo convento no habían presenciado jamás escándalosemejante.PeroFrayDiegodeBerguénteníaenmucholabuenadisciplinadelacomunidadparapermitirqueéstaquedasebajolaimpresióndelarebeldíatriunfantedelnovicio;asífuequeconvocandonuevamentealoshermanoslesdirigióunafilípicacomopocas,comparandolaexpulsióndeliracundoTristánaladenuestrosprimerospadresdelParaíso,llamandosobreélloscastigosdelcieloyadvirtiendodepasoasusoyentesquesialgunosdeellosnomostrabanmásceloyobedienciaquehastaentonces,laexpulsióndeaqueldíanoseríalaúltima.ConestoquedórestablecidalacalmayenbuenlugarlaautoridaddeFray Diego, quien ordenó a los religiosos que volvieran a sus faenasrespectivasyseretiróasucelda.

Apenas comenzadas sus oraciones oyó que llamaban suavemente a lapuerta.

—Entrad,dijoconvozenquesetraslucíaelmalhumor;peroapenasfijólos ojos en el importuno que así le interrumpía, desapareció la expresiónceñudadelsemblante,reemplazándolabondadosasonrisa.

El que llegaba era un esbelto doncel, de facciones algo delgadas, rubioscabellos,buenapresenciaymuy jovena juzgarpor laexpresiónaniñadadelrostro.Susclarosyhermososojosrevelabantambiénuncandorcasiinfantil;su mirada era la del adolescente cuyo espíritu se había desarrollado hasta

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entonces lejosde lasemociones,de laspenasyde loscombatesdelmundo.Sin embargo, las líneas de la boca y la pronunciada forma de la barbaindicabanuncarácterenérgicoyresuelto.

Aunquenovestíaelhábitomonástico,suropilla,calzasygruesasmediaserandeobscurocolor,cualconveníaaunmoradordeaquellasantacasa.Deuna ancha correa cruzada al hombropendía henchido zurrón de los que porentoncesusabanlosviajeros;llevabaenladiestraungruesobastónherradoyen laotramano sugorradepañopardo,que tenía cosidaal frenteunagranmedallaconlaimagendeNuestraSeñoradeRocamador.

—Veoqueestásyaprontoaponerteencamino,hijoquerido.Ynodejadesercoincidenciacuriosa,continuóelabadconairepensativo,ladequeenunmismo día salgan de este monasterio el más perverso de sus novicios y elmanceboaquientodosconsideramoscomoelmásdignodenuestrosjóvenesdiscípulosyqueestambiénelpredilectodemicorazón.

—Soisdemasiadobondadoso,padremío,contestóeldoncel.Pormiparte,sime fuese dado elegir, acabaríamis días enBelmonte.Aquí he tenidomidulce hogar desde la infancia y al salir de esta casa lo hago con verdaderopesar.

—PruebasimpuestasporDiossonesaspenas,Roger,ycadacualtienesucruz.Perotupartida,queatodosnoscontrista,esinevitable.Yoprometíatupadrequealcumplir losveinteañossaldríasdeBelmonte,paraveralgodelmundoyjuzgarportimismosipreferíasseguirenélovolveraestesagradorefugio.Acercaeseescabelytomaasiento.

Hízolo así Roger y el abad continuó diciendo, después de reflexionaralgunosmomentos:

—Veinte años hace que tu padre, el arrendador de la granja deMunster,murió,dejandovaliososcortijosyterrenosalaabadíaydejándonostambiénasuhijomenor,niñodepocosmeses, a condicióndecriarloyeducarloenelmonasterio.Hízoloasíelbuenhidalgonosóloporquehabíamuertotusantamadre, sino porqueHugo deClinton, su hijomayor y único hermano tuyo,había dado ya pruebas de su carácter díscolo y violento, y hubiera sidoabsurdodejarteencomendadoaél.Perocomodijeantes, tupadrenoqueríadedicarteirrevocablementealavidamonástica;laeleccióndependerádeti,yno has de hacerla ahora, sino cuando tengas alguna experiencia de la vida,pararesolverconacierto.

—¿Y no impedirán mi partida los cargos que he ejercido ya en lacomunidad,apartedemisfuncionesdeamanuense?

—Enmaneraalguna.Veamos:¿hassidodespenseroyacólito?

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—Sí,padre.

—¿Exorcistaylectordespués?

—Sí,padre.

—Yobedienteypiadosocomounhermanoprofeso,peronuncahashechovotodecastidad.¿Noescierto?

—Asíes,padremío.

—Pues nada te impide entrar en el mundo y vivir en él tan librementecomo el que nunca ha pisado el claustro.Y puedo decir con placer que esanuevavidaseabreanteticonbuenosauspicios,porqueademásdelossanosprincipios que te hemos inculcado, eres hábil y puedes bastarte a ti mismohaciéndoteútilaotros.Dimequéhasaprendidoúltimamente;yaséqueeresescultordenomedianoméritoyquepocosmancebosde tuedad tegananatocarlacítarayelrabel.Ynadadirédetuvoz;nuestrocoropierdecontigoelmejordesuscantores.

Sonriósecomplacidoeldoncelydijo:

—Á la paciencia del buen hermano Jerónimo debo también el oficio degrabador,queheaprendidopasablementey llevohechosmuchos trabajosenmadera,marfil,bronceyplata.ConFrayGregorioheaprendidoapintarsobrepergamino, metal y vidrio. Sé esmaltar, conozco algo el tallado de piedraspreciosas, puedo construir muchos instrumentos músicos y cuanto a laheráldica, nohay enBelmonte amanuenseni novicioque la sepamejorqueyo.

—¡Pues no es corta la lista! exclamó el superior con alegre acento. NohubierasaprendidomásenelRealColegiodeExeter.Pero¿quémedicesdetusotrosestudios,detuslecturasycomposiciones?

—Sinsermucholoqueheleído,elhermanoCancillerospodrádecirquenohedescuidadolabiblioteca.LosEvangelioscomentados,SantoTomás,laColeccióndeCánones....

—Buenoestodoeso,peromásnecesitashoyotraclasedelecturas,algodeciencias naturales, geografía y matemáticas. Veamos: desde esta ventana sedivisa la desembocadura delLande ymás allá unas cuantas velas de barcospescadoresquehancruzadolabarraysalidoalmar.Supongamosqueenlugardevolverestanochealpuerto,continuasenesasbarcassuviajepordíasydíasenladirecciónqueahorallevan.¿Sabesadóndellegarían?

—Tienen puesta la proa en dirección aOriente, contestó prontamente eljoven,yvanenderechurahaciaaquellaregióndeFranciaquehoyformapartedelosdominiosdenuestropoderososeñorelReydeInglaterra.VolviendolaproahaciaelsurllegaríanaEspañayporelnordesteencontraríanlosestados

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deFlandesymásallálagentemoscovita.

—Cierto es. ¿Y si después de llegar a los dominios de nuestro rey enFranciaemprendieseuncaminantelamarchaendirecciónaOriente?

—PuesvisitaríalastierrasfrancesasquetodavíaestánenteladejuicioylafamosaciudaddeAvignón,donderesidetemporalmenteSuSantidad.MásalláseextiendenlosestadosdeAlemania,elgranImperioRomano,lastribusdelos paganos Hunos y Lituanos y por último la ciudad de Constantino y eldominiodelosodiadoshijosdeMahoma.

—Bien,Roger.¿Ymásallá?

—Jerusalén, laTierraSantayelcaudalosoríoque tuvosusfuentesenelparaísoterrenal.Después...nosé,padremío;peroelfindelmundonoandarámuylejosdeaquelloslugares,aloqueimagino.

—No tal, mi buen Roger, y eso te probará que siempre queda algo queaprender.HasdesaberqueentrelosSantosLugaresyelfindelmundohabitanmuchosymuynumerosospueblos, cuales sonelde las amazonas, el de lospigmeos y aun el de ciertasmujeres, tan bellas comopeligrosas, quematanconlamirada,comosedicedelbasilisco.YalorientedetodasesasnacionesestáelreinodelPresteJuan,cuyasvagasdescripcioneshabráshalladoenloslibros.Todoestolosédebuenatinta,porhabérmeloaseguradoydescritounvaliente capitán y gran viajero, el señor Farfán de Setién, que descansó enBelmonte a su paso para Southampton y nos refirió sus viajes,descubrimientos y aventuras en el refectorio, con detalles tan curiosos einteresantes que muchos hermanos se olvidaron de comer por el placer deescucharlesinperderunasílabadesurelato.

—Loqueyoquisierasaber,padremío,esquéhayalfindelmundo....

—Pocoapoco, amiguito, interrumpióel abad.Loque allí hayodejadehabernoesparapreguntado.Perohablemosdetuviaje.¿Cuálserátuprimeraetapa?

—LacasademihermanoenMunster.Nosólodeseoconocerlo,sinoquelosinformesdesfavorablesquesiemprehetenidodesucarácterymétododevidame parecen una razónmás para intentar reformarlo y atraerlo al buencamino.

Elabadmoviólacabezanegativamente.

—Pronto se echa de ver tu inexperiencia. La mala reputación delarrendadordeMunsterdatadeantiguo,yquieraDiosquenoseaélquienlogreapartartedelbuencaminoquehasseguidohastaahora.Peroyavivasconélyate lleve la suerte por otros rumbos, desconfía sobre todo de los falsosatractivos y de las artes de la mujer, el mayor peligro que amenaza a los

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hombresdetuedadysobretodoalosquecomotúnohanencontradojamásen su camino a ese enemigo de nuestra tranquilidad. Adiós, hijo mío.Abrázame y recibe la bendición del cielo que invoco sobre tu cabeza.Encomiéndote también fervientemente al glorioso San Julián, patrón de losviajeros.Seatuvidacristianayfeliz.

Penosa fue ladespedidadeaquellosdoshombres,elunoanimadoporelcariño paternal que profesaba al huérfano y el otro por su gratitud infinitahaciaelbondadosoprotectordetodasuvida.Hacíamásdurasuseparaciónlaidea que ambos tenían formada del mundo, al que consideraban desde sutranquilorefugiocomocentrodeiniquidades,peligrosyrencores.Losmonjesy novicios que no habían salido a sus quehaceres esperaban a Roger en elpórtico, donde se despidieron de él con efusión, pues de todos eragrandemente apreciado. También le hicieron algunos regalos; un pequeñocrucifijo demarfil, un libro de oraciones y un cuadrito que representaba laDegollación de los Inocentes, artísticamente ejecutado en pergamino. Todosaquellos recuerdos de sus cariñosos amigos quedaron pronto bienacondicionados en el zurrón, sobre el cual el previsor hermano Atanasiocolocó también un paquete que recomendó mucho a Roger y que segúndescubrió éste después, contenía una hogaza de pan blanco, un magníficoquesoyunabotelladebuenvino.

Púsosepor finencaminoelconmovido joven,encuyosoídos resonabanlasbendicionesylasfrasesdedespedidadelosbondadososmonjes.Alllegaraunaalturavecinasedetuvoparacontemplarporúltimavezaquelloslugaresen los que se había deslizado su vida tranquila y dichosa.Allí el obscuro ymonumentaledificiodelaabadía,laresidenciadeFrayDiego,consucapillaadjunta,losjardinesyhuertos,iluminadotodoelloporunsolespléndido.Másallá la anchurosa ría del Lande, el vetusto pozo de piedra, la capilla de laVirgen y en la esplanada frente al convento el grupo de blancos hábitos,aquellos amigos de su adolescencia, que al verle detenido renovaron sussaludos.

DoslágrimassurcaronlasmejillasdeRoger,quesuspiróprofundamenteyvolvióaemprendersujornada.

CAPÍTULOIII

DECÓMOTRISTÁNDEHORLADEJÓALBATANEROENPERNETAS

Casomuy raro sería queun jovendeveinte años, llenode saludyvida,

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dedicase las primeras horas de absoluta independencia gozadas desde lainfanciaallorarlaceldadesuconventoyladisciplinadelclaustro.Sucedió,pues,quelaemocióndeRogerfuepocoduraderayqueaunantesdeperderdevistaaBelmonterecobrólaalegríapropiadesusañosypudoapreciarentodasubellezalosprimoresdelpaisaje.Eraunatardehermosísima; losrayosdelsol caían oblicuamente sobre los frondosos árboles, trazando en el caminoarabescosdesombras,alternadosconanchasfranjasdoradas.Entrelosárbolesyencuantoalcanzabalavista,tupidosarbustos,amarilleandoalgunosalsoplodelotoño.Alperfumedelasfloresseuníanlasgratasemanacionesresinosasdelospinaresysóloelrumordeclarosarroyuelosinterrumpíadecuandoencuandoelmurmullodelabrisaentrelasramasyelcantodelospájaros.

Peroaquellasoledadyquietuddeloscamposeransóloaparentes.Lavidasedesarrollabavigorosayactivaenellosyenlosvecinosbosques.Insectosdebrillantes colores zumbaban en torno de hojas y flores; juguetonas ardillassuspendíansusescarceosparamiraralinsólitocaminantedesdeloaltodelasramas,yyaseoíaelgruñidodelfierojabalíenelmatorral,yaelrocedelashojassecaspisadasporelgamo,quehuíaatodocorrer.

NotardóelrisueñocaminanteendejarmuyatrásaBelmonteysusverdespraderas y de aquí que fuera mayor su sorpresa al divisar sentado en unapiedra junto al camino a uno al parecer religioso de aquella comunidad, ajuzgarporlosblancoshábitosquevestía.PeroalacercarsenotóRogerqueelrostrodelfraile,desapacibleycoloradote,leeratotalmentedesconocidoyquepor sus ademanes y la expresión dolorida del semblante más parecíacaminante desbalijado que otra cosa.De pronto le vio incorporarse y corrercaminoarriba,recogiendoylevantandoconambasmanoselsayal, lomenosdos palmos más largo de lo que pedía el cuerpo bajo y rechoncho deldesconocido.Peronotardóésteendetenerse,resoplandocomosilefaltaraelalientoyacabandopordejarsecaersobrelahierba.Rogersedirigióhaciaélapresuradamenteyelotrolepreguntó:

—¿Conocéis,buenamigo,laabadíadeBelmonte?

—Muchoquesí,deallívengoyenellahevividohastahoy.

—Loado seaDios,porqueen tal casopodréisdecirmequiénesun frailecomoundragón,conlacarallenadepecas, losojosnegrosyelpelorojo,aquien pormimal acabo de encontrarme en este camino. ¿Le conocéis?Nopuedehaberotrotangrandenitanmalvadocomoélenlaabadía.

—PorlasseñaseséseelnovicioTristándeHorla.¿Quéoshahecho?

—¡Pesiamialmaque lohechoporélno lohicieranconmigosalteadoresde camino! No sino que el menguadome quitó cuanta ropa llevaba puestadejándome en gregüescos y después me enjaretó este sayal blanco,

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quedándome yo aquí corrido y sin atreverme a volver al pueblo y muchomenosapresentarmeamimujer,quesimeveenestaguisapondráelgritoenelcielo,tratándomedeborrachoycorrentón.

—¿Pero cómo fue eso?preguntó el amanuense, que aduraspenaspodíacontenerlarisa.

—Yoos lo contaréde la cruz a la fecha, repuso el otro.Pasabapor estemismocaminoymuycercadellugarenqueestamos,cuandometopéconelfrailebandidode lacabezaroja.CreyéndolounreligiosocomoDiosmanda,entregadoasusoraciones,losaludéyseguímimarchahaciaLéminton,dondevivoymeganoelsustentocomobataneroquesoy.Peroalospocospasosoíque me llamaba; volvíme y me preguntó si tenía noticia de la nuevaindulgencia concedida a favor de los monjes del Císter. "No," le contesté."Tantopeorparavuestrasalvacióneterna,"medijo;yhablólargamentedelagranestimacióndeSuSantidadporlasvirtudesdelabaddeBerguénycómoen reconocimiento y recompensa de las mismas había resuelto el Papaconceder indulgencia plenaria a todo pecador que vistiese el hábitocisterciense y lo tuviese puesto el tiempo necesario para recitar los sieteSalmosdeDavid.Aloírlomearrodillé a suspies, rogándolequemedejaseobtenertangrandegraciaprestándomesuhábito,aloqueseavinodespuésdemuchas súplicas y de entregarle yo doce sueldos para dorar la imagen delbenditoSanLorenzo.Quitádosequehuboestavestimenta,tuvequeprestarlemibuenjubónycalzasdepañoparaquenoleviesealgúncaminanteenropasmenores y aun me pidió el grueso par de medias que yo llevaba parapreservarse, dijo, del airecillo algo frío, mientras rezaba yo mis oraciones.Llegado apenas al segundo salmo, acabó él de arroparse y gritándome queprocurase conducirme cual cuadraba a un piadoso fraile, apretó a corrercaminoarribacomosilopersiguieranlosdemonios.Cuantoamí,pecador,nipuedo corrermetido en este sacoharinero quepor todos ladosme sobra, nitampocoescosadequitármeloypresentarmeenelpueblosinmásvestimentaqueunaalmillarabona,unosgregüescosremendadosyunpardezapatos.Nisiquieramedias.¡Porvidadelfraileladrón!

—No os descorazonéis, buen hombre, dijo el doncel, que bien podréistrocarvuestrosayalporunjubónenelconvento,cuandonotengáismáscercaalgúnconocidoqueossaquedelpaso.

—Sí tengo, repuso el batanero. Allende el seto vive un pariente de mimujer,perolasuyaeslomásmordazymaldicientequeconozcoycomomiaventura llegase a oídos de aquella bruja nome atrevería a asomar la carafuera demi casa en unmes. Pero si vos quisierais,mi buen señor, podríaishacermeunagrandísimamercedconsólodesviarosdevuestrocaminocosadedostirosdeballestay....

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—Eso haré yo de muy buena gana, dijo Roger compadecido del pobrehombreaquienen tanduro trancehabíanpuesto lasdiablurasdeTristán,suamigodelconvento.

—Puestomadaquelsenderodela izquierda,quenotardaráenllevarosaunclarodelbosque,yallíveréislachozadeuncarbonero.DecidlequeosdéunpardeprendasderopayqueosenvíacongrandeurgenciamaeseRampas,elbatanerodeLéminton.Razonestieneparanonegarmeesoqueennombremíovaisapedirle.

HízoloRoger comose lodecíanyhallómuypronto la cabañay sola enellaalamujerdelcarbonero,porhallarsesumaridotrabajandoenelmonte.Expuso sumisiónycomplaciente lamujer comenzóenseguidaaprepararelhatillo, mientras Roger la contemplaba con la curiosidad natural en quienjamáshabíahabladoaunamujerymuchomenosvístosemanoamanoconuna hija de Eva en solitaria cabaña perdida en el bosque. Observó que susdesnudosbrazoseranderedondeadasformas,aunquerequemadosporelsolyquellevabamodestabasquiñapardayunpañolóncruzadoyprendidosobreelpechoconenormealfilerdecobre.

—¡Maese Rampas el batanero! repetía ella yendo de aquí para allá enbuscadelasropas.Sifueseyosumujeryaleenseñaríaadejarsedesbalijarenmediodelcaminoporelprimerperdularioquepase.PeroabienqueélhasidosiempreunalmadeDiosyquenohede seryoquien leponga tachasni leniegue un favor, que muy grande me lo hizo él pagando de su bolsillo elentierrodeFrasquillo,mihijomayor,aquienteníadeaprendizenelbatánymelollevólapestenegradehacedosaños.¿Yquiénsoisvos,mibuenseñor?

—Uncaminante.VengodeBelmonteymepropongollegaraMunsterestanocheomañana.

—YviniendodeBelmonte,mebastamirarosparaconocerquehabéissidodiscípulo de los monjes. Pero conmigo no hay por qué bajar los ojos niponeros rojocomounpimiento. ¡Bah!¿Ámíqué? ¡Buenascosasoshabráncontadolosfrailesdenosotraslasmujeres,yafequesediríaqueningunodeelloshaconocidoniqueridoasupropiamadre!¡Bonitoestaríaelmundosilospadresprioresechasendeélatodaslasmujeres!

—NoloquieraDios,dijofervientementeRoger.

—Amén mil veces. Pero vos sois un gentil mozo y tanto más me loparecéisamíporlomismoquesoisalavezmodestoycomedido.Fácilesvertambiénquenohabéispasadovuestrospocosañosalaintemperie,sufriendolas inclemencias del frío en invierno y quemado por los rayos del sol enverano, como tuvo que sufrirlo mi pobre Frasquillo, y eso que no habíacumplidoloscatorcecuandomelollevóDios.

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—Laverdadesquehevistomuypocodelmundo,buenamujer,respondióeljoven.

—Tantomejor para vos.Y ahora, aquí tenéis el hatillo para el buenodeRampas y decidle que no se dé prisa por devolver esas ropas. Cuandobuenamentepasepor aquí cercapuededejarlas en la cabaña. ¡VirgenSanta,cómoestáiscubiertodepolvo!Biensevequeenlosconventosnohaymujerqueoscuide.Oslimpiaréunpoco.¡Vaya!Yahora,dadmeunbesoéidenpaz.

InclinóseRogerparaqueellalobesase,saludomuyenbogaenInglaterraporaquellaépoca,yasílohizonotarErasmomuchodespués,diciendoqueelbesocomosaludoeramásusadoenaquelreinoqueenningúnotropaís.PerolaexperienciaeranuevaparaRoger,yelcontactodelavillanaleprodujounaimpresiónparaéldesconocidahastaentonces.Pensandoibaenelloaldejarlacasucayrecordólaspalabrasdelabad,acabandoporpreguntarsequéhubieradichoysentidoésteencasoparecidoalsuyo.PerollegadodenuevoalcaminovioRogeruncuadroquelehizoolvidartodolorestante.

ElmalhadadomaeseRampassehallabaacortadistanciadellugardondeéllodejara,gimiendo,pateandoydesesperándosemásquenuncay loqueerapeor,sinelhábito,nimásvestimentaqueunacortísimaalmillayloszapatos.alolejosdesaparecíaentrelosárbolesatodocorrerunhombrachónquellevabaunlíoenunamanoyapoyabalaotrasobreelcostadocomosiledolieranlosijaresdetantoreírse.

—¡Vedlo!aullóelbatanero.¡Allíva!Vosmesoistestigo,paradarconélenlacárceldeChester.¡Quesemellevamihábito!

—¿Peroquéhapasadoaquí?¿Quiénesaquelhombre?

—¿Quién ha de ser, pesia mí, sino vuestro Tristán el ladrón, Tristán elbandido, que no contento con haberme dejado casi en cueros vivos, volviópara llevárseme el sayal, como si un cristiano pudiera andar por el caminopúblicoconestecamisín?¡Meharobadomihábito,mihábito!

—Perdonad,buenhombre,elhábitoerasuyo....

—Corriente, pues que se lo lleve todo. No tardará en volver paradespojarmedeloszapatosydeestecamisolín,queparaloquetapa....¡NuestraSeñoradeRocamadormevalga!

—¿Ycómofueello?preguntóRoger,llenodeasombro.

—¿Sonésaslasropasquemetraéis?Dadmeacá,porfavor,queéstasnielPapame lasquita, aunque le ayude todoelSacroColegio. ¿Quecómo fue?Puesapenasmedejasteisvolviócorriendodonladrónycomoyoempezaseaapostrofarle me preguntó muy dulcemente si creía posible que un buenreligiosoabandonasesusayalnuevecitoyabrigadoparavestirel jubónylas

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calzasdeunartesano.Empecéaquitarmeelhábitomuyregocijado,mientrasél explicaba que se había ausentado para que yo dijera mis oraciones conmayorrecogimiento.Tambiénhizocomoquesedesabrochabamijubónparadevolvérmelo, pero no bien le entregué su sayal apretó a correr otra vez,dejándome con lo puesto, que no es mucho que digamos. ¡Habrá tuno! ¡Ycómosereíaelbigardón!

Rogerescuchóelrelatodeaquellaslástimascontodalaseriedadquepudo.Pero cuando contempló al pobre hombre vestido con los guiñapos delcarbonero y vio la expresión de dignidad ofendida que tenían el rostromofletudoylosojillossaltonesdemaeseRampas,lefueimposiblecontenerlarisa.Jamássehabíareídotantanidetanbuenagana,eincapazdetenersedepie se apoyó contra el troncode un árbol, sin poder hablar, saltándosele laslágrimasyriéndoseatodotrapo.

Elbatanerolemirógravemente;nuevosaccesosdehilaridadretorcieronelcuerpo deRoger ymaeseRampas, viendo que aquello no llevaba trazas deacabar, le hizo un ceremonioso saludo y se alejó pausada y altivamente,contoneándose. Roger le miró hasta perderle de vista, y aun después deponerseélmismoencaminosereíadetodocorazóncadavezquerecordabalafachaylosvisajesdelbatanerodeLéminton.

CAPÍTULOIV

DELAJUSTICIAINGLESAENELSIGLOCATORCE

El camino que seguía Roger era poco frecuentado, mas no tanto que elviandantedejasedeencontrardevezencuandoyaunosarrieros,yaunpobrepedigüeño,yotrosviajerostancansadoscomoél.EntrelosquehallóRogerasu paso se contó también uno al parecer fraile, que gimoteando le pidióalgunoscornadosparacomprarpan,puesestabamuertodehambre.Eljovenapresuró el paso sin contestarle, porque en el convento había aprendido adesconfiar de esos frailes vagabundos; sin contar con que delmorral que elpordioserollevabaalaespaldaviosalirelhuesonomuymondodeunapiernade cordero que para sí la hubiera querido el buen Roger. No anduvo largotrechosinoírlasmaldicionesquelelanzabaelsupuestoreligioso;seguidasdetalesblasfemiasqueelcaminanteechóacorrerpornooírlasynoparóhastaperderdevistaaldeslenguadofraile.

EnloslinderosdelbosquedescubrióRogeraunchalánqueconsumujerdespachabaunenormepasteldeliebreyunfrascodesidra,sentadosambosalborde del camino. El brutal chalán lanzó una exclamación grosera al pasar

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Roger,quiensiguiósumarchasindarseporentendido;perocomoalamujerseleocurriesellamaragritosalapuestojoveninvitándoleacomerconellos,sumaridoseenfureciódetalmaneraqueempuñandolavaraempezóadardepalosasucaritativacompañera.Eljovencomprendióquelomejoreraponertierrapormedio,muyapesadumbradoalverqueportodaspartessólohallabaviolencias,engañoseinjusticias.

Pensandoibaenelloycomparandoaquellosepisodiosdesujornadaconlavidamonótona del convento, cuando detrás de un vallado que a su derechaquedaba vio el más raro espectáculo que imaginarse pueda. Cuatro piernascubiertasconajustadasmediasdearlequinadoscoloresylargosborceguíesderetorcidas puntas en los pies, se movían a compás, sin que el matorralpermitieseverloscuerposinvertidosaquepertenecíanaquellasextremidades.AcercándoseprudentementeoyóRoger lossonidosdeunaflautayrodeandoel vallado creció de punto su sorpresa al ver a dos jóvenes que, sin grandificultad al parecer, se sostenían cabeza abajo sobre la hierba y tocabansendasflautas,alavezqueimitabanconlospieslosmovimientosdeladanza.HizoRoger la señal de la cruz y tentado estuvo de echar a correr; pero enaquel momento lo descubrieron los músicos, que inmediatamente se leacercarondandosaltossobresuscabezas,comosifueranéstasdepedernalynodecarneyhueso.LlegadosapocospasosdeRoger,doblaronsuscuerposaquellosrarísimosdanzantes,yposandolospiesenelsueloasumieronsinelmenoresfuerzosuposiciónnormalyseadelantaronsonrientes,con lamanosobreelcorazón,enlaactituddeacróbatasopayasossaludandoalpúblico.

—Sed generoso, príncipe mío, dijo uno de ellos tendiendo un birretegaloneadoquerecogiódelsuelo.

—Manoalbolsillo,apuestodoncel, repusoelotro.Aceptamostodaclasedemonedayencualquieracantidadquesea,desdeunatalegadeducadosounpuñadodedoblas,hastaunsolocornado,sinopodéishacermayorofrenda.

Roger creyó hallarse en presencia de un par de duendes y aun procurórecordar la fórmuladelexorcismo;pero losdosdesconocidosprorrumpieronen grandes carcajadas al ver el espanto y la sorpresa reflejados en susemblante.Unode ellosdioun saltoy cayendo sobre lasmanos comenzóaandarconellas,dandozapatetasenelaire.Elotropreguntó:

—¿Nohabéis visto nunca juglares?Por lomenos habréis oídohablar deellos.Talessomos,quenobrujosnidemonios.

—¿Aquéeseespanto,rubioquerubín?preguntóelotro.

—No os extrañe mi sorpresa, repuso por fin Roger. No había visto unjuglarenmividaymuchomenosesperabacontemplarenelairedosparesdepiernasdanzandomisteriosamente. ¿Puesy el saltar sobrevuestros cráneos?

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Bienquisierasaberporquéhacéiscosastanextraordinarias.

—Difícil es la respuesta, y a buen seguro que si de mí dependiera novolveríais a verme andando cabeza abajo, tragando estopa encendida nitocando el laúd con los pies, para entretenimiento demirones y espanto detiernospajecilloscomovos....Pero¿quéveo?¡Unfrasco!¡Ylleno,lleno"delricozumodelasdulcesuvas"!¡Decomiso!

Y haciendo y diciendo se apoderó de la botella de vino que el hermanodespensero regaló a Roger y que éste llevaba en el entreabierto zurrón.Beberselamitaddelvinofueobradeuninstanteparaeljuglar,quedespuéspasó el frasco a su compañero. Apenas lo agotó éste hizo ademán detragárselo, con tanta verdad que asustó a Roger; después reapareció elevaporado frasco en la diestra del juglar, que lanzándolo en alto lo recibiósobrelapantorrillaizquierda,delacualparecióextraerloparapresentárseloaRoger,acompañadodecómicareverencia.

—Gracias por el vino, mocito, dijo; es de lo poco bueno que hemosprobado en largos días. Y contestando a vuestra pregunta, os diremos quenuestra profesión nos obliga a inventar y ensayar continuamente nuevassuertes, una de las cuales y de las más difíciles y aplaudidas habéispresenciado.VenimosdeChester,dondehemoshecholaadmiracióndenoblesyplebeyosynosdirigimosalasferiasdePleyel,dondesinoganamosmuchosducadosnonosfaltaránaplausos.Demíosaseguroquedaríabuennúmerodeéstosporunodeaquellos.oporotrotragodevuestroriquísimovino.Yahora,amiguito, si os sentáis en aquella piedra, nosotros continuaremos nuestroensayoyvospasaréiselratoentretenido.

Hízolo así Roger, quien notó entonces los dos enormes fardos queformabanelequipajede los juglaresyquepor loquedejabanverconteníanjubonesdeseda,cintosrelucientesyfranjasdeoropelyfalsapedrería.JuntoaellosyacíaunavihuelaqueRogertomóyempezóatocarcongranmaestría,mientras losacróbatascontinuabansussorprendentesejercicios.No tardaronéstosentomarelcompásdelavihuelayeracosadeverlosconlospiesenelaire,bailandosobrelasmanos,contantaprestezayfacilidadcomositodalavidahubiesenandadoenaquellapostura.

—¡Másaprisa,másaprisa!gritabanaltañedor,queloscomplacíariéndoseacarcajadas.

—¡Bravo,donalfeñique!exclamóporfinunodelosdanzantes,dejándosecaerrendidosobrelahierba.

—¡Por vida de! Muy callado lo teníais, señor músico, dijo el otroimitándolo.¿Dóndeaprendisteisatañerdetalsuerte?

—Lo que acabo de tocar lo aprendí yo solo, sinmúsica nimaestro, por

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haberlooídovariasvecesalláenBelmonte,dedondevengo.

—¡Eldiablomellevesinosoisvoselauxiliarquenoshacefalta!dijoeljuglar que parecía de más edad. Tiempo hace que busco un vihuelista,flautista,oloquesea,quenosacompañeypuedatocardeoído,yvoslotenéismagnífico.VenidconnosotrosaPleyel,quenooshadepesar,niosfaltaránalgunosducados,buenacervezaymejorhumormientrassigamosjuntos.

—Sin contar con que jamás hemos tenido cena sin una buena tajada decarne en el plato y vos no seréis menos. Por mi parte os prometo mediaazumbredevinolosdomingos,mientrasestemosenpoblado,dijoelotro.Esgascónydelañejo,agregóguiñandounojoparadarmásvalorasuoferta.

—No,nopuedeser,contestóeljoven.Otroesmidestinoysihedellegaraél en sazónnopuedopermitirmemuchasparadas tan largascomoésta.ConDiosquedad.

Dichoestosealejóapresuradamente,sinatenderalasrepetidasofertasdelosjuglares,quienesporfinsedespidierondeéldeseándolebuenasuerte.Laúltimavezquelosvio,antesdedoblarunrecododelsendero,elmásjovendelossaltimbanquissehabíasubidosobreloshombrosdesucompañeroydesdeaquellaalturalosaludabacondosbanderolasdechillonescolores,queagitabasobresucabeza.

RogerleshizounademándedespedidayemprendiósonrienteelcaminodeMunster.

Extrañosyengranmanerainteresantesleparecíantodosaquellosvariadosincidentes de su jornada. Las pocas horas pasadas desde que abandonó elapacibleclaustro lehabíanprocuradomásemocionesqueunañodevidaenBelmonte.Selehacíaincreíblequeelfrescopanqueibacomiendoconplacerfuesereciénsalidodeloshornosdelaabadía.

NotardóendejarelterrenomontañosocubiertodearboladoysehallóenlavastallanuradeSolent,cuyoscamposesmaltadosdeflorecillasmulticolorespresentabanaquíyallágruposverdesobronceadosdeondulanteshelechos.ala izquierdadelviajeroynomuy lejoscontinuabaelespesobosque,pero lasendadivergíarápidamentedeélyserpenteabaporelvalle.Elsolpróximoasuocasoentrepurpurinasnubes,iluminabaconluzsuavelosalegrescamposyrozabadesoslayo losprimerosárbolesdelbosque,poniendoentre las ramastoquesinimitablesdeoroyrojo.AdmiróRogerelbellísimopaisaje,perosindetenerse,porquesegúnsusinformesloseparabatodavíaunalegualargadelprimermesón donde se proponía pasar la noche.Lo único que hizo fue daralgunosmordiscosalpanyalapetitosoquesoquellevabaderepuesto.

Por aquella parte del camino se cruzó el viajero con buen número depersonas.Vioprimeroadosfrailesdominicosdenegroshábitos,quepasaron

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sin mirarle siquiera, fija la vista en el suelo y murmurando sus oraciones.Siguióles un obeso franciscano,mofletudo y sonriente, que detuvo a Rogerpara preguntarle si no había por allí cierta venta famosa por sus tortas deanguilas;ycomoeljovenlecontestasequesiemprehabíaoídoponerporlasnubeslosguisosdeanguilasdeSolent,elepicúreopadre tomóelcaminodeaquelpueblorelamiéndosedegusto.Pocodespuésviovenirnuestroviajeroatressegadoresquecantabanavozencuello,conacentoyjergatandiferentesde cuanto hasta entonces había oído en su convento, que más bien leparecieron hombres de otra raza expresándose en lenguaje bárbaro. LlevabaunodeellosunagarzaquehabíancogidoenlaciénagavecinayselaofrecióaRogerpordoscornados.Excusóseéstecomopudoysealegródedejaratrásaloscantantes, cuyosenmarañadoscabellos rojos, afiladashocesy risabrutalloshacíannadagratoscompañerosdeviajeymenosparaencontradosalcaerlanocheencamporaso.

Máspeligrosoqueaquellosalegrescampesinosdemostróserunmacilentopordioseroquelesalióalencuentropocodespués,supliendoconunamuletalapierna que le faltaba. Aunque endeble y humilde al parecer, no bien hubopasadoRogersindepositarenelgrasientosombrerolamonedaquelepedía,oyó el grito de rabia del miserable y una blasfemia atroz, seguida de unapedrada que si hubiera acertado a nuestro héroe en la cabeza habría puestoprobablemente fin a sus aventuras. Por suerte la piedra pasó rozándole unaorejayfueadarviolentamentecontraunárbolcercano.DetrásdesutroncoseguarecióRogerdeunsaltoydesdeallíefectuósuretiradaocultándoseentrelamaleza, sin volver al sendero hasta que hubo puesto buen trecho entre supersona y el andrajoso energúmeno. Íbale pareciendo que en Inglaterra nohabía más protección de vidas y haciendas que la que cada cual pudieseproporcionarseconsuspropiospuñosoconlaligerezadesuspiernas.¿Dóndeestaba la ley, aquella leydequehabíaoídohablar en el claustro, superior apreladosybaronesydelacualnoveíaindicioniseñal?Sinembargo,nodebíade ocultarse el sol aquel día sin que Roger viese por símismo un ejemploinolvidabledelaleydurísimadeaquellaépocaydelamásprontadistribucióndejusticiaquejamáspresenciaronojoshumanos.

Enelcentrodelvallehabíaunahondonadaporlaquecorríanlasaguasdecristalino arroyuelo. a la derecha del camino, en el punto donde cruzaba elarroyo, veíase un informemontónde piedras, acasoun antiguo túmulo, quedesaparecía casi por completo bajo los brezos y helechos. Buscando estabaRogerelvadocuandoviovenirporelladoopuestoaunapobremujercargadadeañosyachaques,quepordosvecestratóinútilmentedeponerelpiesobreunaanchapiedraplanacolocadaenmediodel arroyo.Roger lavio sentarsedesalentadaenelribazoycruzandoelvadoseleacercóyleofrecióayudarla.

—Venid,buenamujer;elpasonoestandifícilcomoparece.

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—Nopuedo,doncel;laedadhanubladomisojosyaunqueséquehayunapiedraenelvado,noaciertoaverla.

—Pues por eso no ha de quedar, dijo Roger; y tomando en brazos a laenjutaviejecillalatrasladóprontamentealaotramargen.Muydébilyancianaparecéis para viajar sola, continuó cuando la vio vacilar y caer de rodillas.¿Venísdemuylejos?

—DeBalsain,dondedejémiarruinadacasucatresdíasha.Voyenbuscademihijo,queesmonterodelreyenCorvalleymehaofrecidocuidardemíestosúltimosdíasdemivida.

—Debersuyoeshacerlo,quevoscuidasteisdeélensuniñez.Pero¿habéiscomido?¿Lleváisprovisiones?

—Toméunbocadoalrayareldía,enelventorrillodeDunán....Peroallídejétambiénlaúltimamonedaquemequedabayporesonecesitollegarestamisma noche a Corvalle, donde nada me faltará. ¡Si vierais a mi hijo, tanarrogante,tangeneroso!Olvidomistribulacionesalfigurármeloconsuverdesayodemontero,bordadassobreelpecholasarmasdelrey.

—GrandeeslatiradadeaquíaCorvalle,sobretodoparavosyyacasidenoche. Pero aquí tenéis un poco de pan y queso y también algunos sueldosparaqueconelloscompletéisvuestracenaenelprimermesón.aDiosquedad.

—Él os guarde, generoso mancebo, dijo la viejecilla alejándose ymenudeandosusbendiciones.

Al volverse Roger para emprender la marcha descubrió lo que hastaentoncesnohabíareparado;quesubreveentrevistaconlapobremujerhabíatenido testigos. Eran éstos dos hombres, ocultos hasta entonces entre losbrezosquecubríanelmontóndepiedrasantescitadoyqueabandonandosuescondrijo sedirigíanhacia lahondonada.Unodeellos,viejodeandrajososvestidos,incultabarbayretorcidanariz,teníamásaparienciasdebandidoquedecaminante;elotroeraunodelospocosnegrosquehabíaenInglaterraporaquellaépoca,yRogercontemplóasombradolosabultadoslabiosygrandesyblancos dientes que hacían resaltar la negrura de la tez. Pero el aspecto deambos desconocidos era tan sospechoso que Roger creyó prudente subir elribazo y tomar el camino a buen paso, a fin de evitar su encuentro. No lesiguieron los otros, pero antes de alejarse gran espacio oyó las voces desocorroquedabalavieja,detenidaenmediodelcaminoporambosbribones,queladespojabanapresuradamentedelasmonedasqueéllehabíadado,desumantóndelanaydelacestillaqueenlamanollevaba.SoltóRogerelzurrónyempuñando suherradogarrotevolvióatrás, cruzóel arroyodeun saltoy sedirigióatodocorrerhaciaelgrupoqueformabanlossalteadoresysuvíctima.

Peroaquéllosnoparecíandispuestosacederelcampo,puesviéndolevenir

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elnegro,sacóunrelucientecuchilloyloesperóapiefirme;elotroempuñosunudoso bastón y entre amenazas y maldiciones invitó a Roger a acercarse.Ningún peligro hubiera detenido en aquel momento al denodado joven, deordinario tan comedido y pacífico, pero cuyo semblante indicaba que laindignación y la cólera lo cegaban, convirtiéndolo en temible adversario.Llegadofrentealnegro,ledescargótanfuriosogarrotazoquesoltóelcuchilloyhuyólanzandogritosdedolor.Alverloelviejo,seabalanzósobreRogeryrodeándole fuertemente la cintura con ambos brazos, gritó al otro queapuñalearaasuenemigoporlaespalda.Acercóseelnegro,recogiósuarmayRoger creyó llegada su última hora, si bien no dejó de hacer vigorososesfuerzos para derribar a su adversario, cuya garganta apretaba con furiamientrasforcejeabanambosdeunoaotroladodelcamino.Enaquelmomentosupremoseoyóclaramenteelgalopedenumerososcaballossobrelaspiedrasycasialmismotiempounaexclamacióndeterrordelnegro,quehuyóatodocorrer y no tardó en ocultarse entre lamaleza. El otro bandido, cuyos ojosdelatabanelmiedoquesehabíaapoderadodeél,hizoesfuerzosdesesperadosporrechazaraRoger,peroéstelogróalfinderribarloysujetarlofirmemente,contandorecibirprontorefuerzo.

Losjinetesllegabanatodocorrer,precedidosporelqueparecíaserjefedelapartida,quemontabaunhermosocaballonegroyvestíafinosayodevellorí,cruzadoelpechoporanchabandaderojocolorrecamadadeoroycubiertalacabeza con un birrete de blancas plumas. Seguíanle seis ballesteros, conjubonesdepañoburiel,cintosdebaqueta,capacetessinplumasyalaespaldaballesta y saetas.Bajaron la cuesta, cruzaron el vado y en pocosmomentosllegaronallugardelalucha.

—¡Aquí está uno de ellos! exclamó el jefe, echando pie a tierra ysacudiendoalbandidoporelcuello.averlascuerdas,Pedro,yqueloatesdepiesymanosdemaneraquenovuelvaaescurrirse.Leha llegado lahoray¡porSanJorge!quedeestavez laspagará todas juntas. ¿Quién sois, joven?preguntóaRoger.

—UnamanuensedelaabadíadeBelmonte,señor.

—¿Tenéis carta o papel que lo acredite? ¿No seréis uno de tantospordioseroscomoinfestanestoscaminos?

—HeaquílascartasdelabaddeBerguén.Nonecesitopedirlimosna,dijoeljovenalgoofendido.

—Tantomejorparavos.¿Sabéisquiénsoy?

—No,señor.

—Yosoyla ley,soyelcorregidordelcondadoyrepresentola justiciadenuestrobondadososoberano,EduardoIII.

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—Átiempollegáis,señor,dijoRogerinclinándoseanteelpersonaje.Unosmomentosmásysólohubieraishalladoaquímicadáveryquizás tambiéneldeestapobremujer.

—¡Pero nos falta el otro! exclamó el corregidor. ¿No habéis visto a unnegro?Eraelcómplicedeeseladrónyjuntoshuían....

—El negro escapó en aquella dirección al oíros, dijo Roger señalandohacialaspiedrasdeldesmoronadotúmulo.

—Se esconde en la maleza y no puede estar lejos, dijo uno de losballesteros preparando su temible arma. Desde que llegamos he estadovigilandolosalrededores.Élsabequeconnuestroscaballosloalcanzaríamosenunsantiaményseguardarádehuir.

—¡Pues a buscarlo!Nunca se dirá que un criminal de su laya escapó alcorregidordeSouthamptonyasusballesteros.Dejadaesebandidotendidoenel polvo.Y ahora,muchachos, formad en línea, a bastante distancia uno deotro,yempieceelojeo;aprestadlasballestasyyoosprocurarécazacomoelmismoreynopuedetenerla.Norris,aquí,alaizquierda;JacoboelRojoaladerecha.Esoes.Muchoojoconlosmatorrales,yuncuartillodevinoparaelbuentiradorqueaciertealapieza.

El negro se había deslizado entre los brezos hasta llegar al derruidomonumento, tras cuyas piedras se escondió; al poco rato quiso averiguar loquehacíanoproyectabansusperseguidores,aquienesviosepararseformandoextensalíneayadelantarporlamalezaenladirecciónqueélhabíatomadoyque les había indicado Roger. Aunque el fugitivo asomó la cabeza lo másprudentemente posible, el ligero movimiento de unos helechos bastó paradenunciarsupresenciaalcorregidor,queenaquelmomentomirabafijamentelaeminenciaformadaporlaspiedrasyelmatorralqueenpartelascubría.

—¡Ah,bellaco!gritóelfuncionariosacandolaespadayseñalándoloasussoldados.¡Allíletenéis!¡Ápiefirme,ballesteros!Yaabandonasuguaridaycorrecomoungamo.¡Tirad!

Asíeraenefecto,porquealoírelnegro lasvocesdelcorregidoryversedescubierto,emprendiólafugaatodocorrer.

—Apuntadosvaras a laderecha,muchacho,dijounballesteroveterano,inmediatoaRoger.

—No,apenashayviento;convaraymediabasta,contestósucompañero,soltandolacuerdadesuballesta.

Rogerseestremeció,porqueelaceradodardoparecióatravesardeparteapartealfugitivo.Peroéstesiguiócorriendo.

—Dosvarastedigo,bodoque,comentóelviejoballestero,apuntandocon

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tantacalmacomositirasealblanco.

Partió silbando la mortífera saeta y se vio al negro dar de repente unenormesalto,abrirlosbrazosycaerdecaraalsuelo,dondequedóinmóvil.

—Debajo de la espaldilla izquierda, fue lo único que dijo su matador,adelantándosearecobrarsudardo.

—Áperro viejo no hay tus tus.Esta noche podrás emborracharte con elmejorvinodeSouthampton,dijoelpersonajeasuimpasibleballestero.¿Estássegurodehaberlodespachado?

—Tanmuertoestácomomiabuela,señor.

—Corriente.Ahoraalotrobribón.Nofaltanárbolesalláenelbosque,perono tenemos tiempo que perder. Anda, Lobato, saca esa espada y córtale lacabezaalcanalla,comotúsabeshacerlo.

—¡Porfavor,concededmeunagraciaqueospido!suplicóelsentenciadodandodientecondiente.

—¿Quéesello?preguntóelmagistrado.

—Antes confesarémi crimen. El negro y yo fuimos, en efecto, quienesdespués de robar cuanto pudimos en la barca Rosamaría de la que él eracocinero,asesinamosydespojamosalmercader flamencoenBelfast.Prontoestoyaquemeenviéisallá,antemisjueces.

—Pocomérito tiene esa confesión y no te valdrá.Es que además de tusfechorías en Belfast y en todas partes acabas de cometer un asalto endespoblado dentro del territorio de mi jurisdicción y vas a morir. Basta decharla.

—Peroseñor,observóRogerpálidodeemoción;nohasidojuzgadoy....

—Vos,mocito,me complaceréis grandemente no hablando de lo que noentendéisymenososimporta.Ytú,belitre,continuódirigiéndosealreo,¿quégraciaesesaquepides?

—Tengo en la bota del pie izquierdo un trocito de madera envuelto enlienzo.PertenecióuntiempoalabarcaenqueibaelbenditoSanPablocuandolas olas lo arrojaron a la isla de Melita. Lo compré por tres doblas a unmarinero que venía de Levante. Os pido que me permitáis morir con esareliquia en lamano, y de estamanera no sólo obtendrémi salvación eternasino también la vuestra, pues debiéndoos tan gran merced, no dejaré deintercederporvosunsolodía.

Áunaseñaldesujefe,elballesteroJacobodescalzóalmalhechoryhallóen la bota la valiosa reliquia, envuelta en luenga tira de fino cendal. Lossoldadossesantiguarondevotamenteyelcorregidorsedescubrióaltomarlay

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entregárselaalsentenciado.

—Si sucediese que por losméritos del gran apóstol SanPablo te fuesenperdonados tus delitos y abiertas las puertas del Paraíso, dijo el crédulomagistrado,esperoquenoolvideslagraciaqueteconcedoylapromesaquemehaces.YtentambiénpresentequetodatuintercesiónhadeserporRobertode York, corregidor de Southampton y no por Roberto de York mi primohermano, el condestable de Chester. Y ahora, Jacobo, al avío, que todavíatenemosunabuenatiradadeaquíaMunsteryelsolsehapuestoya.

Con los ojos dilatados por el espanto contempló Roger aquellaconmovedora escena; el obeso personaje ricamente vestido, el grupo deballesteros que miraban indiferentes, teniendo asidas las riendas de suscaballos; la viejecilla, tan espantada como él, que esperaba el final delsangrientodramasentadaaunladodelcaminoyporúltimoelmalhechordepie,atadoslosbrazosypálidocomounmuerto.Elmásviejodelosballesterosseadelantóenaquelmomentoydesenvainólacortantehoja;Rogervolviólaespalda y se retiró apresuradamente, pero a los pocos pasos oyó un sonidosordo, horrible, que le hizo temblar, seguido del golpe que dio el cuerpo alcaerentierra.MomentosdespuéspasarontrotandojuntoaRogerelcorregidorycuatroballesteros,habiendorecibidolosotrosdoslaordendecavarunafosay enterrar los cadáveres. Uno de los soldados limpiaba la larga hoja de suespada en las crines del caballo, y al verloRoger le sobrecogió tal angustiaquearrojándosesobrelahierbaprorrumpióensollozosconvulsivos."¡Mundoperverso, se decía, hombres de corazón duro, así los criminales como losencargadosdeadministrarunajusticiabrutalycruenta!"

CAPÍTULOV

DELAEXTRAÑACOMPAÑÍAQUESEREUNIÓENLAVENTADELPÁJAROVERDE

HabíacerradolanocheybrillabalalunaentreligerasnubescuandoRoger,cansadoyhambriento, llegóalmesóndeDunán, famosoendiez leguasa laredondaysituadofueradelpueblo,enlainterseccióndelostrescaminosdeBalsain, Corvalle y Munster. Era un edificio bajo y sombrío, cuya puertaseñalabanalcaminanteyalumbrabandenochedoshachonesencendidos.Delaventanacentralproyectabaunalargabarraamaneradeasta,decuyapuntapendíaenormeramaseca,señalciertadequeelsedientoviajerohallaríaenlaventatodaclasedebebidas,yenespecialladoradacervezayelbuenvinoquetantocontribuíanalajustafamadelestablecimiento.

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Á su puerta se detuvo el joven, contemplando distraídamente un caballoensillado que allí esperaba piafando, atado a una gruesa argolla fija en lapared. Era la primera vez que el descendiente de los Clinton de Munsterentraba en un mesón y preguntábase qué clase de gentes serían suscompañeros de hospedaje y qué recibimiento le harían. Pero pensó tambiénque si la distancia a Munster no era larga, en cambio él no conocía a suhermano, de quien tenía los peores informes; y que lo derecho era pasar lanocheenelalberguedeDunánypresentarsededíaencasadesupariente,queniloesperaba,nisabíadeél,nijamáslehabíamostradoelmenorinterés.

Laviva luzque iluminaba lapuertadelmesón, las carcajadasquedesdeellaseoíanyelrumordevasosentrechocadoshicieronvacilarunmomentoalinexpertoviajero,quehastaentonceshabíapasadosusnochesenlapulcraycalladaceldadelconvento.Perohizounesfuerzoydiciéndosequeeraaquellaunaposadapúblicaen laqueél tenía tantoderechoaentrar comocualquierotro,franqueólapuertaysehallóenlasalacomún.

Aunqueeralanocheunadelasprimerasdelotoñoynadafría,ardíanenelhogar gruesos leños cuyo humo salía en parte por la chimenea y en parteinvadía también la estancia y oprimía las gargantas de cuantos en ella seencontraban.Sobreelfuegoseveíaungrancalderocuyocontenidohervíaaborbotonesydespedíaelmásapetitosoolor.Sentadosentornounadocenaomásdetoscosbebedores,quienesalveraRogerprorrumpieronenvocestalesqueéstesequedóindeciso,mirándolosatravésdelhumoquellenabaellocal.

—¡Otra tanda, otra tanda! gritó un gandul zarrapastroso. ¡Venga micervezayquepaguelatandaelreciénllegado!

—EsaeslaleydelPájaroVerde,aullóotro.¡Cómoseentiende,tíaRojana!¿Parroquianonuevoyvasosvacíos?

—Unmomento,misbuenosseñores,unmomento.Sinohepreguntadoloque queréis es porque ya lo sé, y escanciando estoy la cerveza para losleñadores,aguamielparaelmúsico,sidraparaelherreroyvinoparatodoslosdemás.Llegaosaquí,buenhidalgo,dijoaRoger,ysedmuybienvenido.SabedquehasidosiemprecostumbredelPájaroVerdequeelúltimoenllegarpagueunaconvidada.¿Osconformáisaello?

—Meguardaréyodecontravenirlosusosdevuestracasa,señoraventera.Peronoestarádemásdecirquesimivoluntadesbuenamibolsanoestámuyhenchida; sin embargo, daré con gusto hasta un ducado por obsequiar a lospresentes.

—¡Bravo!gritarontodosaunavoz,chocandoyvaciandosusvasos.

—¡Biendicho,frailecicomío!exclamóunvozarrónsonoro,altiempoqueunapesadamanocaíasobreelhombrodeRoger.Volvióseésteyvioasulado

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aTristándeHorla,sucompañerodeclaustro,expulsadodelaabadíaaquellamañana.

—¡PorlacruzdeGestas!MalosdíasselepreparanaBelmonte,continuóel fornido exnovicio. En veinticuatro horas han dicho adiós a sus vetustosparedonesdosdelostreshombresquehabíaentodoelconvento.Porquehacetiempoqueteconozco,Rogeramigo,yapesardetucaritademuñecallegarasasertodounhombre.Elotroaquienmerefieroeselbuenabad.Niélesmiamigoniyoledebofavores,perotieneuncorazónanimosoysangredepurarazayvalemuchomásquelapartidadegansosquetieneasusórdenes.¿Noesasí,Rogerito?

—LosmonjesdeBelmontesonunossantos....

—Santoscalabacines,que sóloentiendendedarsebuenaviday llenarelbuche. ¿Crees tú que estos brazosmíos y esa cabeza tuyanos fuerondadospara llevar semejantevida?Muchohayquehaceryqueganarenelmundo,amigo,peronoparalosqueseencierranentrecuatroparedes.

—Puesentonces¿porquétehicistenovicio?

—Justaes lapregunta,a femíaynodifícil la respuesta.Porque la rubiaMargot,delaGranjaReal,secasóconGandolfoelZurdo,unpilletedesietesuelas,dejandoplantadoaTristándeHorla,noobstantesuspromesasyotrascosasqueyomesé.YestandodichoTristánenamoradocomounbolonio,semetióenelconvento,enlugardepediralreyunaalabardaounarcoydedaralZurdounpiedepalizacomoparaélsolo.Conlacalmavinolareflexión,lepeguéunsustoalsoplónAmbrosio,hicequemequitaranelhábitoblanco,seenfurecióelabad,yporéllosiento,dejéparasiempreelmonasterioyaquímetienesmáscontentoqueunaspascuas.

Echáronse a reír sus oyentes, al tiempo que llegaba la patrona con dosgrandesjarrosdevinoycervezaytrasellaunasirvientaconplatosycucharasquedistribuyóa losparroquianos.Dosdeéstosquevestíanelverdesayodelosguardabosquesretiraronelcalderodelfuegoehicieronplatoalosrestantesytodosatacaronconapetitoelhumeantepotaje.Rogerseinstalóenunánguloalgoapartadodelfuego,dondepodíacomerybeberconsosiegoalavezqueobservarloshechosydichosdeaquellaextrañareunión,iluminadaporlaluzdel hogar y tres o cuatro antorchas colocadas en aros de hierro fijos en lasennegrecidas paredes. Además de los guardabosques y algunos robustosjayanes que ganaban su vida carboneando y cortando leña en los vecinosmontes,veíaseallíaunmúsicoderubicundanariz,aunalegreestudiantedeExeter,ymásalláunsujetodeenmarañadoscabellosyluengabarba,envueltoen tosco tabardoyun joven,alparecermonteroopaje,cuyoraído jubónnoreflejaba gran crédito sobre la munificencia de su señor, quienquiera quefuese. Junto a él comía con apetito el alegre exnovicio, a cuya derecha

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quedabantresrudosmozosdelabranza.Enelrincónmásapartadodelhogarroncabaunparroquiano,rendidoporlasfrecuenteslibacionesaquesindudasehabíaentregadoantesdelallegadadelosotroshuéspedes.

—EseesFerruselpintor,dijolatíaRojanaseñalandoconelcucharónaldormidobebedor.¡Yyo,tontademí,quelecreíyledidebeberantesdequemepintaralamuestraprometidayahoramequedosinmuestraysinelvinoquesemehatragadoeseperdulario!Figuraos,continuólaindignadaventeradirigiéndoseaRoger,queFerrusmeofrecióestamañanapintarmeunaenseñacon un pájaro verde, nombre que ha llevado por luengos años esta honradaventa,acondicióndedarletodoelvinoquequisiesedurantesutrabajo;¡yvedaquíloqueesefarsantehapintadoyquierequecuelgueyoalapuertademicasa!

Diciendo esto presentó la buenamujer un tablero en el que sobre fondorojizo y nada limpio se contoneaba una especie de gallina moribundapintarrajeadadeverde,conunojosaltónyamarillentocolocadomáscercadelpescuezoquedelpico;eraésteencorvadoyenorme,ydeélpendíauncartelónpintadodeblancoconestainscripciónenletrasnegras:¡AlPagaroBerde!

Aquellaobramaestradelpintorambulantefueacogidacongrandesrisas,yel mismo Roger no pudo menos de convenir con la ventera en que aquelpapagayobizcoyaquellaortografía fantásticaperjudicaríana labuena famadelmesónymoveríanarisaalosseñoresqueallísedetuviesenadescansaryrefrescardurantesusfrecuentescacerías.

—Seríalaruinademicasa,exclamólatíaRojana.

—Noosapuréis,buenamujer,queyoesperomejoraralgoelcuadro,dijoRoger,sivosmedaisloscoloresypincelesdelartistaFerrus.

—Elcieloosprosperesiasílohacéis,lindoseñor,dijoellasorprendidayencantadaconaquellaoferta;yenunsantiaménlellevóyabrióelzurróndeFerrus, admirando la prontitud y habilidad con que Roger manejó colores,paletaypincelesyborrandoelespantajoverdecomenzóapintarelfondodelanuevamuestra.

—ElbaróndeAnsurtendráqueararélmismosuscampos,siquieregrano,voceabaentantounodelosbebedores,conzamarraygruesasbotasdecuero.Loqueesyonovuelvoaponerelpieensustierras.Doscientosañoshacequetodami parentela suda la gota gorda para que los señores deAnsur tenganbuenvinoensusmesasycopasdeoroenquebeberloybrocadosysedasconquevestirse.¡Votoatalquedesdehoymequitolalibreaynovuelvoatrabajarparaesosseñoronesholgazanes!

—Tenedlalengua,Rodín,advirtiólaventera.

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—No,no,dejadle,dijounode los leñadores.LoquenecesitamosesquemuchosvillanospiensencomoRodínysacudanelyugo.Medradosestamossihastaelhablarsenosniega.Pormiparte,aunquemecortenlasorejas....

—Ved que eso de cortar orejas, tan bonitamente pueden hacerlo losverdugosde losbaronescomo loscuchillosde los leñadores,añadióotrodeéstos.¡PorSanJorge!Demísédecirqueprefierovivirenelmonteaservirauncriadodelrey.

—Yonotengomásamoqueelrey,declaróotrodelospresentes,despuésdeempinarunjarrollenodecerveza.

—¿Yquiéneselrey?aventuróRodín,queestabayaentredosluces.¿Esporventuraun rey ingléscuandosu lenguaseniegaadecirdospalabrasennuestro idioma?Acordaosde suvisita del añopasado al castillo deMalvar,donde se presentó con gran golpe de senescales, justicias, condestables,monterosyguardas.Enunade lascaceríasvigilabayo laverjadeGlendalecuando hete al rey que me echa encima su caballo, diciendo "¡Ouvrez,ouvrez!"ocosaparecida.¿Eseseelreyqueahoratenemoslosingleses?

—¡Á callar se ha dicho! gritó de repente Tristán de Horla, dando untremendopuntapiéalescabelqueteníadelanteylanzándolocontralostroncosdelhogar,quedespidieronmillaresdechispas.Nadieinsulteenmipresenciaal buen rey Eduardo, ni le nombre siquiera si no ha de ser con el respetodebido.De lo contrario, ¡por la cruz deGestas!... ¡Si no sabe hablar ingléssabecombatirmejorquemuchosingleses,quepasabanlavidaatiborrándosedejugosacarneybuenacervezamientraséldabayrecibíamandoblesbajolosmurosdeParís!

Tanenérgicaspalabras,dichasporaquelnervudomocetón,desalentaronalosgruñones,quedesdeaquelpuntoyhorahablaronmenosybebieronmás.AsípudoRogeroír loquesedecíaenotrogrupocompuesto,segúnlehabíadichoaloídolaagradecidaventera,deunsangrador,undentistaambulanteyelmúsicodelaencendidanariz.

—Unaratacrudaesmirecetainvariablecontralapeste,decíagravementeelmedicastro;unaratacrudaabiertaencanal.

—¿No seríamejor asarla un poco, señor físico? preguntó el sacamuelas.Porqueesodecomerratascrudas....

—¿Quién habla de comerlas, maese Verdín? exclamó con desdén eldiscípulodeEsculapio.Elanimalitoabiertoencanalseaplicasobrelallagaosobre la inflamación que precede a ésta. Y siendo la rata animal inmundo,atraeyabsorbeporsupropianaturalezalosmaloshumores,libertandodeelloselcuerpodelpaciente.

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—¿Y con tal remedio se cura también la viruela? preguntó el músico,despuésdeconvencersedequesujarronoconteníagotadecerveza.

—Contantaseguridadcomolapeste,afirmóelfísico,limpiandosuplatoconunmendrugodepan.

—Puesentonces,continuóelmúsico,mealegrodequevuestrotratamientonoseamuyconocido,porqueparamisantiguadaquelaviruelaylapestesonlasmejoresamigasdelpobreenInglaterra.

—¿Cómoeseso,amigo?preguntóTristán.

—Escanciadunpocodecervezadevuestro jarroenestecubileteyos lodiré.Puesbien,muchasvecessemehaocurridoquesilapesteyotrasplagasse llevasen lamitadde lagentequehoyviveen losdominiosdel señor reyEduardo,losquequedasenpodríanhabitarbuenascasas,trabajarpocoonadayvivirenlaabundancia.

—¡Mirenpordóndeasomaelarpista!exclamómaeseVerdín.Puesyaquetan duras entrañas tenéis, os deseo que cuando la plaga empiece a mataringlesesseoslleveavoselprimero....

—¡Pesia mí! Lo que a vos os duele, señor dentista, es que muriéndosemedio mundo os quedaríais poco menos que sin trabajo, vos que sóloentendéisdedespoblarquijadasyapenasganáishoyparapanyqueso.

RenovóselarisaacostadelbuenVerdínyelmúsicoselevantóparatomardeunrincónsuarpavetusta,queempezóatañerconvigor.

—¡Pasoalcoplero!exclamaronlosleñadores;sentaosaquíjuntoalfuego,yvengaunatonadaalegre,comolasquetocasteisenlaromeríadeMalvar.

—¡Quetoque"LaRosadeLancaster"!

—¡No,no,"LasNiñasdeDunán"!

—"¡ElArqueroylaVillana!"

Sinhacerelmenorcasodeaquellasvoces,elmúsicoseguíapulsandolascuerdas,fijalamiradaenelahumadotecho,comotratandoderecordarlaletradesucanto.Luegoentonóconroncavozunadelascancionesmásobscenasdelaépoca,convisibleaprobacióndelamayoríadesusoyentes.Lasangreseagolpó al rostro de Roger, que abandonando su asiento, exclamóimperiosamente:

—¡Callad! ¡Qué vergüenza! ¡Vos, vos, un anciano que debería dar buenejemploalosotros!

Lasorpresadetodasaquellasgentesfueprofunda.

—¡Por las barbas del rey de Francia! exclamó uno de los monteros. El

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estudiantinoharecobradoelusodelapalabrayvaaecharnosunsermón.

—Sehaofendidoladamisela,dijouncampesino.Venidacá,señorfísico,ysangradaestequerubínantesquesenosdesmaye.

—¡Seguid vuestra canción, maese Lucas, que no hay tilde que ponerle!¿Estamosenunaventaoenelsalóndemiseñoralabaronesa?

—¡Que me aspen si toco ni canto más! decía malhumorado el músico,enfundandosuarpa. ¿Puesquéesperabavuesamerced,unhimnosacroo laletanía?¿Desdecuándoasustana lospajecillos las trovasqueentonan todoslosjuglaresdelreino?Lodicho,nocantomás.

—Sí haréis, repuso uno de sus oyentes. a ver, tíaRojana, un jarro de lobueno para maese Lucas. Yo convido. Vengan trovas, y si al doncel no legustan,queselargue,osino....

—Poco a poco, don valiente, interrumpióTristán, poniéndose delante deRoger, como para protegerlo.Mi compañero ha reprendido al viejo coplistaporquenihaoídojamáslasdesvergüenzasqueosparecengracias,niestáenélcreerquepuedadecirlassinprotestaunhombredecabezacanacomo ladelmaese,pormásquesunarizloproclameborrachíndeoficio.Peroyaqueestefrailecicorubionoquiereoírvuestrastrovas,nivoslascantaréishoy,nivos,señorbravucón,loecharéisaéldeestaventa.

—¡RayosdeDios,yquéjusticiamayornoshacaídohoyencima!exclamóponiéndoseenpieunceñudocampesino.

—¿Habéis acaso comprado El Pájaro Verde? preguntó otro. Ved que nosóloelpajellorónsinovostambiénvaisadardebrucesenelcamino.

—¡Tregua, Tristán! exclamó Roger apresuradamente.Me voy, antes queserocasióndeunalucha.

—Cállate,muchacho, lecontestósuamigo,arremangándoseymostrandoloshercúleosbrazos.Malañoparamísiestagentuzanohadadoconlahormade su zapato. Hazte a un lado y verás cómo les arde el pelo.... ¡Acercaos,mandrias! ¡Venid a trabar conocimiento con los puños de Tristán deHorla,bellacos!

Viendo que la cosa iba de veras, levantáronse precipitadamente losguardabosquesymonterosparaponerpaz,mientras laventerayel físico sedirigían ya a los campesinos y leñadores, ya al brioso Tristán, procurandoaplacarlosconbuenaspalabras.Enaquelmomentoseabrióviolentamentelapuertadelmesón,ylaatencióndetodossefijóenelreciénllegadoquecontanpocaceremoniasepresentaba.

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CAPÍTULOVI

DECÓMOELARQUEROSIMÓNAPOSTÓSUCOBERTORDEPLUMA

Eraeldesconocidohombredemedianaestatura,vigorosoybienplantado;morenoelrostro,afeitadocuidadosamente,yacentuadasyuntantorudaslasfacciones,desfiguradasenpartepor tremendacicatrizquecruzaba lamejillaizquierda, desde la nariz hasta el cuello. Vivos los ojos, con expresión deamenaza en su brillo y en la contracción habitual de las cejas. Su boca deduras líneas y apretados labios no suavizaba por cierto la severidad delsemblante, que revelaba al hombre familiarizado con el peligro y dispuestosiempreacombatirlo.Sulargatizonayelfuertearcoquellevabaalaespaldarevelaban su profesión, así como las averías de su cota de malla y lasabolladurasdelcascodecíanalasclarasquellegabadeloscamposdebatalla,a la sazón teñidos en sangre inglesa y francesa en la guerra que proseguíanEduardoIIIysuhijoelPríncipeNegrocontraelReyCarlosVdeFrancia.Delhombroizquierdodelarqueropendíaunferrerueloblanco,conlarojacruzdeSanJorgeensucentro.

—¡Hola! exclamó guiñando rápidamente los ojos, deslumbrados por labrillante luzdelhogaryde lasantorchas. ¡Buena lumbre,buenacompañíaybuenacerveza!Diososguarde,camaradas.¡Unamujer,porvidamía!dijoalver a la tíaRojana, que en aquelmomento pasaba junto a él con un par dejarrosrebosantesdecerveza.¡Salud,prenda!yrodeandoconsubrazoeltalledelaventera,estampódossonorosbesosensusmejillas.

—¡Ah, c'est l'amour,madame, c'est l'amour! tarareó.Mal haya el pícarofrancés,quesemehapegadoalalenguayvoyatenerqueahogarloenbuenacerveza inglesa. Porque habéis de saber que no tengo una gota de sangrefrancesa en las venas y que soy el arqueroSimónAluardo, inglés de buenacepa y contentísimo de volver a poner los pies en su tierra. Así fue que aldesembarcardelagaleraenlaplayadeBoynebesélatierra,porquehacíayaochoañosquenolaveía,comooshebesadoavos,bellaventera,porquedeBoyneaquíapenassihevistomediadocenadebuenasmozas,yningunatanapetitosacomovos....Pero¡pormiespada!queesosbribonessehanlargadoconlacarga,exclamólanzándosehacialapuerta.¡Hola!¿estáisahí?¡Entradluego,truhanes!

Á su voz entraron en la estancia tres cargadores con sendos fardos ypermanecieronalineadoscercadelapared.

—Veamossimedevolvéisintactamihacienda,buscones.Númerouno:uncobertor francés de pluma finísima, dos sobrecamas de seda labrada dedamascoyveintevarasdeterciopelogenovés.

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—Aquíestátodo,señorcapitán.

—¡Quécapitánniquéniñomuerto!aver,elsegundo:unrollodeteladepúrpura,quenosehavistomatizmáshermosoenInglaterrayotrodepañodeoro;ponloahíenelsuelojuntoalfardodelotro,ysialgoresultamanchadooaveriado te corto las orejas. Número tres: una caja cerrada que contienebroches de oro y plata, dos dagas de gran valor, un relicario guarnecido deperlasyotrosdespojos,ganadospormíconlapuntademifielespada.Itemmás, un paquete con un cáliz y dos crucifijos, todo ello de plata de ley yhalladopormíenlaiglesiadeSanDionisiodeNarbona,duranteelsaqueodeaquella ciudad; objetos que me apropié para evitar que cayeran en manospeores que las muy limpias de un arquero del rey Eduardo. ¡Corriente,monigotes!Lacuentaestácompleta.Aquítenéisdossueldosporbarba,quenodebieradároslos, sinodospuntapiésacadauno;ydecida lapatronaqueosecheuntrago,queyopago.

Todoscontemplabanyoíanconinterésalveterano,quienapenasaplacólasedapurandounenormecubiletedeestañollenodecerveza,volvióatomarlapalabra:

—Yahora,acenar,mabelle.Uncapónasado,untrozodecarnedignodemi apetitoydoso tres frascosdebuenvinogascón.Tengodoblasdeoroycornados de plata en el bolsillo, y sé gastarlos, como buen soldado. Por lopronto,cuantosmeoyenvanatomaruntragodeloquegustenconmigo.

La invitación no era para rehusada; volvieron a llenarse los jarros ybebieronalasaluddelalegrearquero,aquienrodearontodos,aexcepcióndealgunosleñadoresypecherosquevivíanlejosymuyasupesartuvieronqueabandonarlaventa.Elreciénllegadosehabíaquitadocota,cascoymantoypuéstolossobresusfardos,juntoconlaespada,arcoyflechas.Sentadofrentealhogar,desabrochada laalmillayasiendoconlafuerteyatezadadiestraelasadeunjarrodebuentamañollenohastalosbordes,sonreíaconexpresióndeprofundocontento.Losencrespadoscabellosdecastañocolorlecubríanelcuello y no parecía tener más de cuarenta años, a pesar de las profundashuellasimpresasensurostroporlaspenalidadesdesuslargascampañasyporlos excesos del placer y la bebida. Roger había suspendido la pintura de lafamosamuestraycontemplabaadmiradoaquel tipodelguerrerode laépocatannuevoparaél,yqueencortoespaciohabíasemostradoduroyviolento,galante, generoso, sonriente y apacible por fin, seguro de su fuerza ysatisfechodesímismo.Enaquelmomentoacertóamirarleelarqueroyviolasorpresaylacuriosidadretratadasenelrostrodeljoven.

—¡Átusalud,mongarçon!exclamólevantandosujarroyconsonrisaquedescubriódoshilerasdefirmesyblancosdientes¡Pormiespada,quenohasvisto túmuchos hombres de armas, o nomemirarías como si fuese yo un

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mororeciénllegadodeEspaña!

—Jamás había visto un soldado de nuestras guerras, confesó Rogerfrancamente,aunquesíoídoyleídomuchosobresusproezas.

—Puesafequesicruzaselmarlosverásmásnumerososqueabejasenlacolmena. Hoy no podrías disparar una flecha en las calles de Burdeos sinensartararquero,paje,caballerooescuderodeunouotrobando.Ynodelosqueestilamosporaquí,conjustilloymanto,sinoconcotademallaocoraza.

—¿Ydóndehabéishalladotodasesaslindascosasqueahítenéis?preguntóTristán,señalandolasriquezasamontonadasdelarquero.

—Dondehayotrasmuchasymejoresesperandoquevayanarecogerlaslosmozos bien plantados como tú, que no deberían de seguir enmoheciéndoseaquí,esperandoqueelamo lespagueel salario, sino iraganarloycobrarloporsímismos,alláentierradeFrancia.¡Votoatal,queesaquellavidadignadehombres,nobleyhonradacualninguna!¡Ea,bebedconmigoalasaluddemis camaradas, a la gloria del PríncipeNegro, hijo del buen reyEduardo ysobre todo a la del noble señor Claudio Latour, jefe de la invicta GuardiaBlanca!

—¡Claudio Latour y la Guardia Blanca! exclamaron a una voz lospresentes, casi todos conocedores de los altos hechos de aquel esforzadocapitánydelinvenciblecuerpodesumando,losfamososArquerosBlancos,quehabíantomadoparteprincipalísimaenlasluchascontraFrancia.

—¡Bravo,camaradas!Volveréa llenarvuestroscubiletes,por lobienquehabéisbrindadoenhonordelosvalientesquevistenelcoletoblanco.¡Vengaesacerveza,ángelmío!ydirigiéndosealatíaRojana,quelemirabasonrientey complacida, entonó una canción bélica, con vozarrón tremendo ydesafinandoatodotrapo.

—Áfemíaquemásentiendoyodedarflechazosquedecantartrovas.

—Lacanciónesamelaséyodelacruzalafecha,ymiarpalaconocetanbien comoyo, dijo elmúsico.Y si este señor predicador, añadiómirando aRoger,notieneenelloinconveniente,latocaréycantaréenobsequiodeestevalientearquero....

MuchasvecesrecordódespuésRogerelanimadoypintorescocuadroquepresentaba la sala del PájaroVerde en aquellosmomentos. En el centro delcorro el mofletudo y enrojecido rostro del juglar, cantando con muchaexpresión las populares estrofas; el grupo de oyentes, el arquero Simónllevandoelcompásconlacabezayconlamano,yelexnovicioTristán,quenoeradelosmenoscomplacidosconelcantodemaeseLucas,ajuzgarporlasonrisaqueanimabasurostrobonachón.

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—¡Por el filo demi espada! exclamó el arquero al terminar la canción.Muchasnochesheoídoesamisma trovaenelcampo inglésycuentaque lehacíamos coromás de doscientos soldados del rey; pero este viejo bebedordejamuyatrása losque tenemosporoficiomanejarelarco, laballestay laalabarda.

Entretanto, laventerayunabuenamozaque laayudabahabíancolocadosobrelamacizamesadeencinalosapetitososplatosqueformabanlacenadeSimón,acompañadosdealgunasenormesrebanadasdepanblanco.

—Lo que no entiendo, continuó alegremente el arquero mientras sepreparabaadespacharsucena,esquemocetonescomovosotrososavengáisavivirpegadosalterruño,doblandoelespinazoysudandoelquilo,cuandotanbuena vida podríais llevar bajo las banderas del rey. Miradme a mí. ¿Quétengo que hacer? Lo que dice la canción que acabáis de oír: lamano en lacuerda,lacuerdaenlaflechaylaflechaenelblanco.Queesprecisamenteloquevosotroshacéiscomodistracciónypasatiempolosdomingos,despuésdelrudotrabajodelasemana.

—¿Ylapaga?preguntóuno.

—Pues ya lo estáis viendo: comobien, bebomejor, convido a quienmeplace,nopidofavoresanadieyletraigoaminoviatelasdesedaybrocadodignas de una princesa. ¿Qué os parece la paga, mes garçons? ¿Y qué delmontón de chucherías y dijes que veis en aquel rincón?Todo ello viene enderechuradelsurdeFrancia,dondehemoshecholaúltimacampaña.¿Cuándoesperáisganarvosotroslacentésimapartedeesebotín?

—Ricoes,afemía,dijoelsacamuelas.

—Yluego,laposibilidaddeembolsarseunbuenrescate.¿NosabéisloquepasóhacepocosañosenlasbatallasdeCrécyydePoitiers?Nohubohombredearmasnipajeoescuderoinglésquenohicieraprisioneroporlomenosaunrico barón, conde o alto caballero francés. Ahí está mi primo Roberto, ungañán como hay pocos, que al empezar la retirada del enemigo en PoitierspusosusmanazassobreelpaladínfrancésAmaurydeChateauville,dueñoyseñordecienvillasycastillos,quientuvoqueaprontarcincomillibrasdeoroporsurescate,améndedoscaballossoberbiosconriquísimaspreseas.CiertoqueelzafiodeRobertonotardóenquedarsesinblanca,graciasaunamozuelafrancesa, linda como una perla y más lista que una ardilla. Pero esas soncuentassuyas,yademás¿nosehanhecholasdoblasparagastarlas,sobretodoencompañíadeunbuenpalmito?¿Verdad,mabelle?

—Biendicenquenuestrosvalientesarquerosvuelvenalpaísnosóloricossino corteses, replicó la Rojana, a quien habían impresionado vivamente lafranqueza,elbuenhumorylagenerosidaddesunuevohuésped.

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—¡Á vuestra salud, ojos de cielo! fue la réplica del galante soldado,levantandosuvasoysonriendoalaventera.

—Una cosa no veo yo muy clara, señor arquero, dijo el estudiante deExeter. Y es que habiendo firmado nuestro buen príncipe el tratado deBretigny con el soberano francés, después de nuestras recientes y grandesvictorias,noshabléisdeguerraconFranciayderescatesybotines....

—Locualquieredecirqueyomiento,barbilindo,interrumpióelsoldado,asiendoporlaspataselenormecapónasadoquedelantetenía,comosifueseunamazadecombate.

—LíbremeDios de semejante atrevimiento, exclamó apresuradamente eljovencillo.Deallávenísvos,yquizástraigáisnuevasnuncaoídastodavíaenInglaterra.LatreguaconFrancianohadesereterna....

—Nimuchomenos.Peroauncuandoesmuycierto,comodecís,quehoyporhoynoestamosarompernosloshuesosconlossoldadosdelreyCarlos,vuestra pregunta prueba que sois novicio en achaques de guerra.Habéis desaber que en tierra de Francia continúan los cintarazos, porque andan comosiempredivididosyenarmasbrabantinos,nanteses,gasconesyaventurerosdetodasclases,sincontarnumerosasbandasderufianessinbandera,quecercanysaqueanciudadesydanyrecibencuchilladassincuento.Ymaloseríaquecuandocadaquisquetienelamanoenlagargantadelvecinoycadabaroncillomarcha al frente de su mesnada contra el primero que se le ponga en elcamino, no tuvieran medios de ganarse la vida en aquel río revuelto losquinientosarquerosinglesesqueformanlainvencibleGuardiaBlanca.Nosontantosahora,porqueelcaballerodeMontclussellevóuncentenardeellosensuexpediciónaMiláncontraelMarquésdeMonferrato;perocuentoreclutaryo mismo aquí no pocos muchachos ganosos de honra y provecho, ycompletar con ellos las filas del cuerpomás lucido que hoy campea bajo labandera de San Jorge. Lo único que nos falta es que Sir León deMorel seavengaadejarsucastillounavezmásyaempuñarlaespada,poniéndosealfrentedenuestrosarqueros.

—Noseríapocafortunaparaellos,observóelfísico,porqueexceptuandoanuestropríncipeyalnobleseñordeChandos,nohayentodoelreinomejorlanza,nivalormásprobadoqueeldeSirLeóndeMorel.

—Habláis comoun libro, queyo le hevisto batir el cobrey apenashayquienleiguale.Nadielodiría,consucuerpecillodepaje,suscortesesmanerasy su suave voz; pero ¡pormi espada! desde que nos embarcamos enOrvelhastael sitiodeParís,ydeestohaceyacasiveinteaños,nohubocaballeroinglésquedieramejorejemplo,niescaramuza,emboscada,asaltoosalidaenque él no figurase en primera línea. En busca suya voy al castillo deMonteagudo, antes de reclutar mi gente, para entregarle una carta de Sir

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Claudio Latour, rogándole que ocupe el mando vacante por la partida deMontclus.Peronoquisierapresentarmeaél solo, sinopor lomenosconunbuen par de futuros arqueros blancos.... ¿Qué dices tú a eso, ganapán?preguntóSimóndirigiéndoseaunatléticoleñador.

—Mujerytreshijostengoenmicabaña,replicóésteynopuedodejarlosporserviralrey.

—¿Ytú,mocito?

—Yosoyhombredepaz,contestóRoger,yademástengootramisiónmuydistinta.

—¡Noestáisvosotrosmalasgallinas!¿DóndeestánloshombresdeDunán,deMalvar, deBalsain? ¿Nohay yamás quemujeres enCorvalle yVernel?Pues entonces ¡rayos y truenos! ¿por qué no vestís guardapiés y cofia y osponéisamanejarlarueca,quenoabeberconhombres?

EnaquelmomentocayóunapesadamanosobreelhombrodeSimón, lamanazadeTristándeHorla,aquienseoyódecircongrancalma:

—Soisunembusterodetomoylomo,señorarquero,comolopruebanlaspatrañasquenosendilgáishacemediahora;ysoisademásundeslenguadoyosabofetearélindamentesirepetíslaspalabrasqueacabáisdedecir.

—¡Bravo,mongarçon! gritó el arquero riendo a carcajadas.Ya sabía yoque de haber un hombre en el corro no me costaría trabajo descubrirlo.¿Conque túquieresabofetearme,eh?Puesmira,otracosa tepropongo.Unalucha en regla.No apuñadas, porqueyo tengomiplanynoquiero echar aperderesacaradepascuaqueDiostehadado.Nosplantamosaquíenmediodelasala,nosagarramoscómoypordóndepodamos,ysi túmederribasteregaloaquelsoberbiocobertordepluma,queganéen la tomadeNarbonayquenotieneigualnienlacámaradelrey....

—Qué me place, asintió Tristán, quitándose apresuradamente ropilla yjubón y dejando ver los poderosos músculos de su cuello, pecho y brazos.Venid,arquero;yapodéisdespedirosdevuestrocobertor,yporlomenosdeunpardehuesosquevoyaromperoscontraelsuelo.

—Eres todo un hombre, cabeza roja, exclamó el arquero con gran risa,poniendoaunladosujarroyapretandoelanchocintodecuero.

—Esperad,unmomento,dijounmontero.Ya sabemos loqueel soldadoapuesta;perosivosperdéis,amigoTristán¿quéganaráconelloelotro?

—Yonadatengoqueapostar,replicóTristánmuycontrariadoymirandoaSimón.

—Sí tienes, gigantemío, sí tienes, dijo éste. Sime derribas, te llevas el

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cobertordeunaprincesa;perositederriboyo,mellevotucuerpo,sinsereldiablo,yloalistoporcuatroañosenlaGuardiaBlanca,conotrosmocetonescomotúqueesperollevarmeaFranciayquesiescapanconvidamelohandeagradecer.

—¡Esoes!Justaeslapropuesta,exclamarontresocuatrovoces.

—Aceptado, y basta de charla, dijoTristán adelantando el pie izquierdo,echandohaciaatráselcuerpoyabriendoycerrandolasenormesmanos.

Elarquero,aunquedeestaturamuchomenor,teníamúsculosdeaceroyeraluchadorexperto.Acercóseconcautopasoasuadversario,quelemirabaconceño, erizada la rojacabellerayprontoa asirle entre susgarras.Sonrióseelarquero,ydeprontoselanzósobresucontrincanteconlavelocidaddelrayo,rodeó con supierna la deTristány enlazándole la cintura con susnervudosbrazos, procuró hacer caer de espaldas al gigante. Pocos hombres hubieranresistidoaquelataquefurioso,peroTristán,sinperderpie,dioalarquerounasacudidaterribleyloarrojócontralaparedcomodisparadoporunacatapulta.

—¡Mafoi!Enpocohaestadoqueteganaraselcobertorymehicierasabrirconlacabezaunaventanamásenestahonradahostelería,dijoelsorprendidosoldado,queaduraspenaspudoconservarelequilibrio.Probemosotravez.

Y volviendo al centro de la estancia fingió repetir su ataque anterior;inclinóse Tristán para echarle mano, tomando así la actitud que deseabaSimón,quienconrapidez increíble loasióporambaspiernas,omásbienselanzó contra ellas, obligando a Tristán a caer hacia adelante y sobre lasespaldas del arquero y de ellas de cabeza al suelo. Graves consecuenciashubieratenidoelgolpazoparanuestroexnovicio,anohaberlodadodellenoenlapanzadelmalhadadopintor,queseguíadurmiendolamonaensurincón,ajenoacuantoen laventaocurría.Despertósesobresaltadoydandograndesgritos,hiciéronlecorolosespectadoresconsuscarcajadasybravos;perosobretodo aquel estrépito se oyeron las voces estentóreas del vencido atleta,pidiendoquecontinuaselalucha.

—¡Otra vez, otra vez! ¡Venid, arquero y por San Pacomio que os he deestrujarcomounguiñapo!

—Noenmisdías, replicóSimónabrochandosucoleto.Vencidoestásenbuena lid y no eres tú falderillo con quien se pueda jugar a menudo y sinriesgo.

—¿Enbuenalid,decís?Hasidounatrampainfame....

—Notrampa,sinounajugarretamuyconocidadelosluchadoresfrancesesyqueañadiráunmagníficoreclutaalasfilasdelaGuardiaBlanca.

—Cuantoaeso,repusoTristán,nomepesahaberperdido,pueshaceuna

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horaresolvíirmeconvos,quemeplacenvuestrotalanteylavidadesoldado,paralaquemecreonacido.Sinembargo,hubieraqueridodarosunacostaladayganarmeelcobertordepluma.

—Nolodudo,monami,perodetidependebuscarteunpardeellosdondeabundanycontuspropiospuños.¡Átusalud!¿Peroquélepasaalmenguadoese,quetantoberrea?

Referíanseestasúltimaspalabrasaldoloridopintor,queseguíasentadoensurincónyponiendoelgritoenelcielo.Derepenteselevantóymirandoalcorroconojosespantadosexclamó:

—¡Dios me valga! ¡No bebáis! La cerveza, el vino... ¡envenenados! yllevándose ambas manos al vientre echó a correr, traspuso la puerta ydesapareció en la obscuridad, dejando a Simón, Tristán y demás bebedoresdesternillándosederisa.

Poco después se retiraron a sus casas algunos de éstos y a sus nomuyblandos lechos los huéspedes de la tía Rojana. Roger, cansado de cuerpo yespíritu, cayó pronto en profundo mas no sosegado sueño y se imaginópresenciarruidosoaquelarreenelquefiguraban,avueltasconsendasbrujasytrasgos,juglares,pordioseros,monjes,soldadosylosmuchosymuycuriosostiposcongregadosaquellanocheenlaposadadelPájaroVerde.

CAPÍTULOVII

DECÓMOLOSCAMINANTESATRAVESARONELBOSQUE

Alromperelalbaestabayalabuenaventeraatizandoelfuegoenlacocina,malhumoradaconlapérdidadelosdocesueldosqueledebíaelestudiantedeExeter,quienaprovechandolasúltimassombrasdelanochehabíatomadosuhatillo y salido calladamente de la hospitalaria casa. Los lamentos de la tíaRojana y el cacareo de las gallinas que tranquilamente invadieron la salacomúnapenasabrióaquella lapuertade laventa,no tardaronendespertaralos huéspedes. Terminado el frugal desayuno, púsose en camino el físico,caballeroensupacíficamulayseguidoacortadistanciaporelsacamuelasyelmúsico,amodorradoéstetodavíaaconsecuenciadelosjarrosdecervezadelavíspera.PeroelarqueroSimón,quehabíabebido tantoomásque losotros,dejóeldurolechomásalegrequeunascastañuelas,cantandoavozencuelloLosAmoresdeAlbuino,trovamuypopularalasazón;ydespuésdebesaralapatronaydeperseguiralacriadahastaeldesván,sefuealarroyocercano,encuyas cristalinas aguas sumergió repetidas veces la cabeza, "como encampaña,"segúndecía.

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—¿Adóndeosencamináisestamañana,morodepaz?preguntóaRogerapenaslevio.

—ÁMunster, a casa demi hermano, donde permaneceré probablementealgúntiempo,contestóRoger.Decidmeloqueosdebo,buenamujer.

—¿Loquevosmedebéis?exclamólaventera,quecontemplabaadmiradalamuestrapintadapor el joven lanocheanterior.Decidmásbien cuántoosdeboyo,señorpintor.¡Estesíqueesunpájaroynounmuñeco;venidaquí,vosotros,ycontempladestabellaenseña!

—¡Calla,ytienelosojosdecolordefuego!exclamólacriada.

—Yunasgarrasyunpicoquedanmiedo,dijoTristán.

—Mirenelniño,yquécalladolotenía,comentóelarquero.Eseseungranpájaroyunabonitaenseñaparavos,patrona.

Complacidoquedóelmodestoartistaaloíraquellosespontáneoselogios,ynomenosalpensarqueenlavidanotodoeranrencores, luchas,crímenesyengaño,sinoquepodíaofrecertambiénmomentosdelegítimasatisfacción.Laventera se negó redondamente a recibir un solo sueldo de Roger por suhospedaje, y el arquero y Tristán lo sentaron a la mesa entre ambos,invitándoleacompartirsuabundantealmuerzo.

—No me sorprendería saber, dijo Simón, que también sabes leerpergaminos,cuandotanlistoeresconpincelesycolores.

—GranvergüenzaseríaparamíyparalosbuenosreligiososdeBelmonte,que yo no supiera leer, contestó Roger. Como que he sido amanuense delconventoporcincoaños,yalosmonjesdebotodoloquesé.

—¡Este mozalbete es un prodigio! exclamó el arquero mirándole conadmiración. ¡Ysinpelodebarbayconesacaradeniña!Cuidadoqueyo lepego un flechazo al blanco, por pequeño que sea y a trescientos cincuentapasos, cosa que no pueden hacermuchos ymuy buenos arqueros de ambosreinos; pero que me ahorquen si puedo leer mi nombre trazado con esosgarabatosquevosotrosusáis.EntodalaGuardiaBlancaunsolosoldadosabíaleeryrecuerdoquesecayóenunacisternaduranteelasaltodeVentadour;loquepruebaqueelleeryescribirnoesparahombresdeguerra,pormuchoquelepuedaserviraunamanuense.

—También yo entiendo algo de letra, dijoTristán con la boca llena; pormásquenoestuvebastantetiempoconlosmonjesparaaprenderlobien,queelloescosademuchointríngulis.

—¿Sí?Puesaquítengoyoalgoquetepermitirálucirte,repusoelarquero,sacandodelpechounpergaminoqueentregóaTristán.Eraundelgadorollo,firmemente sujetoconunacintade seda rojaycerradoporambosextremos

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congrandessellosdeigualcolor.Elexnoviciomiróyremirólargotiempolainscripciónexterior,contraídaslascejasymediocerradoslosojos.

—Comonoheleídomuchoestosdías,acabópordecir,noestoydeltodosegurodeloqueaquíreza.Yopuedocreerquediceunacosayotropuedeleerotramuydiferente.Peroa juzgarpor lo largodelas líneas,parécemequesetratadeunosversículosdelaBiblia.

—No estás tumal versículo, camarada, dijo Simónmoviendo la cabezanegativamente.LoqueesamínomehacescreerqueelseñorClaudioLatour,valientecapitánsiloshay,mehahechocruzarelcanalsinmásembajadaqueunasalmodia.Pasaelrolloalmocitoyapuestounescudoaquenosloleedegolpe.

—Pues por lo pronto, esto no es inglés, dijoRoger apenas leyó algunaspalabras. Está escrito en francés, con muy primorosa letra por cierto, ytraducidodiceasí:"AlmuyaltoymuypoderosoBarónLeóndeMorel,desufielamigoClaudioLatour,CapitándelaGuardiaBlanca,castellanodeBiscar,señordeAltamonteyvasallodelinvictoGastón,CondedeFoix,señordealtaybajajusticia."

—¿Qué tal? dijo el arquero recobrando el precioso documento. Valesmucho,chiquillo.

—Yamefigurabayoquedecíaalgoporelestilo,comentóTristán,peromecalléporquenoentendíesodealtaybajajusticia.

—¡Vive Dios y qué bien lo entenderías si fueras francés! Lo de bajajusticia quiere decir que tu señor tiene el derecho de esquilmarte, y la altajusticialoautorizaparacolgartedeunaalmena,sinmásrequilorios.PeroaquíestálamisivaquedebollevaralbaróndeMorel,limpiosquedanlosplatosyseco el jarro; hora es ya de ponernos en camino. Tú te vienes conmigo,Tristán,ycuantoalbarbilindo¿adóndedijistequeibas?

—ÁMunster.

—¡Ah,sí!Conozcobienestecondado,aunquenacíeneldeAustin,enlaaldehuela deCando, y nada tengo que decir contra vosotros los deHanson,puesnohayenlaGuardiaBlancaarquerosnicamaradasmejoresquelosqueaprendieronatirarelarcoporestoscontornos.IremoscontigohastaMunster,muchacho,yaqueesopoconosapartarádenuestrocamino.

—¡Andando!exclamóalegrementeRoger,quesefelicitabadecontinuarsuviajeentanbuenacompañía.

—Peroantesimportaponermibotínenseguridadycreoqueloestaráporcompletoenestaventa,decuyadueñatengolosmejoresinformes.Oíd,bellapatrona.¿Veisesosfardos?Puesquisieradejarlosaquí,avuestrocuidado,con

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todas las buenas cosas que contienen, a excepción de esta cajita de platalabrada, cristal y piedras preciosas, regalo de mi capitán a la baronesa deMorel.¿Queréisguardarmemitesoro?

—Descuidad, arquero, que conmigo estará tan seguro como en las arcasdelrey.Volvedcuandoqueráis,queaquíhabréisdehallarlotodointacto.

—Soisunángel,bonneamie.Es loqueyodigo: tierraymujer inglesas,vino y botín franceses. Volveré, sí, no sólo a buscar mi hacienda sino porveros.Algúndíaterminaránlasguerras,omecansaréyodeellas,yvendréaestatierrabenditaparanodejarlamás,buscándomeporaquíunamujercitatanretrecheracomovos....¿Quéosparecemiplan?Peroyahablaremosdeesto.¡Hola,Tristán!apasolargo,hijosmíos,queyaelsolhatraspuestolacimadeaquellosárbolesyesunavergüenzaperderestashorasdecamino.¡Adieu,mavie!NoolvidéisalbuenSimón,queosquieredeveras.¡Otrobeso!¿No?Puesadiós,yqueSanJuliánnosdeparesiempreventastanbuenascomoésta.

Hermosoytempladodía,queconvirtióengratísimopaseoelcaminodelostresamigoshastaDunán,encuyascallesvieronnumerososhombresdearmas,guardias y escuderos de la escolta del rey y de sus nobles, hospedados porentoncesenelvecinocastillodeMalvar,centrodelasrealescacerías.Enlasventanasdealgunascasasmenoshumildesydestartaladasquelasrestantesseveíanpequeñosescudosdearmasqueseñalabanelalojamientodeunbarónohidalgode losmuchosquenohabía sidoposibleaposentarenel castillo.Elveterano arquero, como casi todos los soldados de la época, reconociófácilmentelasarmasydivisasdemuchosdeaquelloscaballeros.

—AhíestálacabezadelSarraceno,ibadiciendoasuscompañeros;locualprueba que por aquí anda Sir Bernardo de Brocas, a quien esas armaspertenecen. Yo le vi en Poitiers, en la última acometida que dimos a loselegantes caballeros franceses y os aseguro que peleó como un león. Esmonteromayor de SuAlteza y trovador comohay pocos, pero no iguala alseñor deChandos, que canta unas trovas alegres conmás gracia que nadie.Treságuilasdeoroencampoazul;eseesunodelosLutreles,doshermanosacualmásesforzado.PorlamedialunaquevaencimajuzgoquedebedeserladivisadeHugoLutrel,hijomayordelviejocondestable,aquienretiramosdelcampodebatalladeRomorantínconelpieatravesadoporundardo.AllíalaizquierdacampeaelcascoconplumasrizadasdelosDebrays.ServíuntiempoalasórdenesdelseñorRolandoDebray,granbebedorybuenalanza,hastaquelagorduraleimpidiómontaracaballo.

Así continuó comentando Simón, atentamente escuchado por Roger,mientrassuhercúleocompañerocontemplabaconinteréslosgruposdepajesyescuderos, los magníficos lebreles y los mozos que limpiaban armas ymonturas o discutían sobre los méritos de los corceles pertenecientes a sus

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señoresrespectivos.Alpasarfrentealaiglesiaseabrieronlaspuertasdeéstapara dar salida a numeroso grupo de fieles. Roger dobló la rodilla y sedescubrió, pero antes de que terminara su corta oración ya habíandesaparecido sus dos compañeros en el recodo que más allá de la iglesiaformabalacalledelpuebloyRogertuvoquecorrerparaalcanzarlos.

—¡Cómo!exclamó.¿Nisiquieraunavemaríaante lasabiertaspuertasdelacasadelSeñor?¿AsíesperáisqueÉlbendigavuestrajornada?

—Amigo, repuso Tristán, he rezado tanto en los últimos dos meses, nosóloallevantarmeyacostarmesinoenmaitines,laudesyvísperas,quetodavíamedasueñoalpensarenelloycreoquetengorezosanticipadosparaalgunassemanasporlomenos.

—Nuncaestándemáslasoraciones,observóRogerconcalor.Esloúnicoquepuedevalernos.¿Quées,sinounabestia,elhombreparaquienlavidasereduceacomer,beberydormir?Sólocuandoseacuerdadelinmortalespírituqueloanimaseelevayseconvierteenhombre,enserracional.¡PensadcuántristeseríaqueelRedentorhubiesederramadoenvanosupreciosasangre!

—¡Tate,yquégrancosaeselmuchachoéste,quese ruborizacomounadoncella y al propio tiempo sermonea como todo el sacro Colegio deCardenales!exclamóelarquero.Yapropósito,yaquedelamuertedeNuestroSeñornoshablas,juroquenopuedopensarenellosindesearqueaquelbribóndeJudasIscariote,queporlacuentadebiódeserfrancés,hubiesevenidoporestastierras,paratenerelgustodepegarlecienflechazos,desdelospieshastalacoronilla.YnofueronmenoscanallaslosquecrucificaronaJesús.Pormiparte,lamuertequeprefieroeslaqueserecibeenelcampodebatalla,cercade la gran bandera roja con su león rampante, entre las voces de loscombatientes, el chocarde lasarmasyel silbidode las flechas.Peroeso sí,mátemelanza,espadaodardo,caigayoalosgolpesdelhachadecombateoatravesado por alabarda o daga; perome parecería una vergüenza recibir lamuertedeunadeesasbombardasqueahoraempiezanausargentescobardes,que derrengan a un valiente desde lejos y son más propias para asustarmujercillasyniñosconsus fogonazosyestampidosqueparahabérselasconhombresdepeloenpecho.

—Algoheleídoenelclaustrosobreesasnuevasmáquinasdeguerra,dijoRoger.Yaduraspenascomprendocómounabombardapuedalanzarpesadaesfera de hierro a doble distancia que la alcanzada por la flecha del mejorarquero,yconfuerzasuficienteadestrozararmadurasybatirmurallas.

—Así es, en efecto. Pero también es cierto que mientras los novelesarmeroslimpiabansusbombardasyleshacíantragarunpolvonegroquedebedeserobradeldiabloylesatacabanunadesuspelotasdehierro,nosotroslosarqueros blancos solíamos atizarles hasta diez flechazos cada uno, dejando

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ensartadosytendidosabuennúmerodeaquellosbellacos,queDiosconfunda.Sin embargo, no negaré que en el cerco de una plaza o una fortaleza, lascompañías de pedreros y bombardas prestan magno servicio y abren a losverdaderossoldadoslabrechaquenecesitamosparairaverledecercalacaraal enemigo.... Pero ¿qué esto? Alguien gravemente herido ha pasado hacepocoporaquí.¡Mirad!

Aldecirestoseñalabayseguíaelsoldadounrastrodesangrequeteñíalahierbaylaspiedrasdelcamino.

—Unciervoherido,quizás....

—Nolocreo.Soybastantebuencazadorparadescubrirsupista,sialgunohubierapasadoporaquí.Quienquieraquesea,noandalejos.¿Oís?

Los tres se pusieron a escuchar.De entre los árboles del bosque llegabahastaelloselruidodeunosgolpesdadosaintervalosregulares,elecodeayesy lamentosdolorososyunavozque entonaba acompasado canto.Llenosdecuriosidad,seadelantaronrápidamenteyvieronentrelosárbolesaunhombrealto,delgado,quevestíalargohábitoblancoyandabalentamente,inclinadalacabeza y cruzadas las manos. Abierto y caído el hábito desde los hombroshasta la cintura, dejaba descubiertas las espaldas, que aparecían cárdenas yensangrentadas, dejando correr hilos de sangre que manchaban la túnica ygoteaban sobre el suelo. Iba tras él otro individuo demenor estatura ymásedad,vestidocomoelprimeroyconunlibroabiertoenlamanoizquierda,alpaso que la derecha empuñaba unas largas disciplinas, con las que azotabacruelmenteasucompañeroalterminarlalecturadecadaunadelasoracionesqueenfrancéssalmodiaba.

Asombrados contemplaban nuestros viajeros el inesperado espectáculo,cuandoelazotadorentrególibroydisciplinasasucompañeroydescubriósuspropias espaldas, de las que muy pronto empezó a correr la sangre, a loszurriagazosfuribundosqueledabasuverdugo.CosaextrañaynuevaaquellaparaRogeryTristán,masnoparaelarquero.

—SonlosPenitentes,dijo;unosfrailesqueacadapasoencontrábamosenFranciaymuynumerososenItaliayBohemia,peroapenasconocidostodavíaen Inglaterra, donde ciertamente no esperaba yo verlos. Aun los pocos queaquíhaysontodosextranjeros,segúnmehandicho.¡Enavant!Pongámonosalhablaconesosreverendosqueentanpocoestimansupellejo.

—Bastanteoshabéisazotadoya,padresmíos,lesdijoelarqueroenbuenfrancésalllegarjuntoalospenitentes.Largoeselreguerodevuestrasangreenelcamino.¿Porquéosmaltratáisdeesamanera?

—¡C'estpourvospéchés,pourvospéchés!murmuraronambos,fijandoenlos recién llegados sus tristesmiradas.Yvolvieronamanejar lasdisciplinas

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tan vigorosamente como antes, sin atender a las palabras y súplicas de losdesconocidos,quienesrenunciaronaseguircontemplandoaqueltristecuadroyaquenopodíanimpedirlo,ysepusieronapresuradamenteencamino.

—¡Por vida de los babiecas estos! exclamó Simón. Si mis pecadosnecesitansangreque los lave,másdedosazumbresde laquecorrepormisvenas he dejado yo en tierra de Francia; pero perdida en buena lucha y nofríamenteygotaagota,comoladerramanlospenitentessinmásnimás.Pero¿quéeseso,mocito?Estásmásblancoque las famosasplumasdelcascodeMontclus,quenosservíanparareconocerleyseguirlealláenNarbona.¿Quétepasa?

—Noesnada,dijoRoger.Noestoyacostumbradoaver correr la sangrehumana.

—Casoextrañoesparamí,dijoelveterano,quequien tanbienpiensaymejorhablatengaelcorazóntandébil....

—¡Alto ahí! exclamóTristán.No es flaqueza de ánimo, queyo conozcobienaestemuchacho.Sucorazónestanenterocomoeltuyooelmío;loquehayesquetieneensumolleramuchomásdeloquetútendrásnuncadebajodeesepucherodepeltrequetecubreelcráneoyporconsiguientevemásalláysientemáshondoquenosotros,yseafectaconloquenopuedeafectarnos.

—Nohaydudaqueparamirarconindiferenciacorrerlasangreserequiereaprendizaje, asintióSimón, después de reírse de la irrespetuosa salida de surecluta.

—Estosreligiososextranjerosmeparecengentemuysanta,observóRoger,pues de lo contrario no se impondrían tan cruel martirio en satisfacción depecadosajenos.

—Puesyomeríodeellosydesusazotes,salmosymelindres,dijoTristán.¿Aquiénaprovechalasangrequederraman?Déjatedesimplezas,Roger,quedespuésde todoesosfrailespuedensermuybiencomoalgunosque túyyoconocemos,¿eh?Máslesvalieradejartranquilassusespaldasynometersearedentoressinoseralgomáshumildes,quealaleguaselestrasluceelorgullo.

—¡PorelrabodeSatanás,recluta,jamáscreíqueconesacabezacolordezanahoriapudieras túpensarcosas tandiscretas!Diga loquequieraelsabioRoger,niestearquero,niporlovistoestemamelucorojo,creeránjamásqueal buenDios le guste ver a los hombres, frailes o no frailes, abriéndose lascarnesconun rebenque.De seguroquemiraconmejoresojosaun soldadofrancoyalegrecomoyo,quenuncaofendióalvencidonivolviólaespaldaalenemigo.

—Pensáis como podéis, y creéis decir bien, repuso Roger. Pero ¿acaso

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imagináisquenohayenelmundootrosenemigosquelosguerrerosfranceses,nimásgloriaquelaquepuedaalcanzarsecombatiéndolos?Vostendríaisporesforzadocampeónalqueenun solodíavenciese a sietepoderosos rivales.Pues¿quémedecísdeljustoqueataque,venzaysubyugueaesosotrossieteymáspoderososenemigosdelalma, lospecadoscapitales,conalgunosde loscualeshadedurarsuluchaañosenteros?Esoscampeonesqueyoadmirosonlos modestos servidores de Dios que mortifican la carne para dominar elespíritu.Losadmiroylosrespeto.

—Seaenbuenahora,monpetit,ynadie te lohade impedirmientrasyoande cerca. Para predicador no tienes precio. Como que me recuerdas aldifuntopadreBernardo, que fueun tiempo capellánde laGuardiaBlancayqueeraunángelconverrugasycabelloscanos.PorciertoqueenlabatalladeBrignais lo atravesó con su pica un soldado tudesco al servicio del rey deFrancia,sacrilegioporelcualobtuvimosqueelPapadeAvignónexcomulgaraalmatador.Perocomonadieleconocíaysólosabíamosdeélqueerabajoyrechonchoymanejabalapicacomounariete,esdetemerquelaexcomuniónno le haya alcanzado, o lo que es peor, que haya recaído sobre algún otromalditotudescodelosmuchosquedejansutierraparadejardespuéselpellejoenFrancia.

Rióse Roger de los fantásticos conocimientos canónicos del veterano, aquien preguntó si la valiente Guardia Blanca había llegado en efecto hastaAvignónydobladolarodillaanteelsucesordeSanPedro.

—Nolodudes,chiquillo,contestóSimón.DosveceshevistoyoalPapaUrbano conmis propios ojos.Es, o era, porque en el campamento se hablóhacepocodesumuerte,unviejecillochiquitín,conojosmuygrandes,narizencorvadayunmechóndepeloblancoenlabarba.Laprimeravezlesacamosdiez mil ducados, pero gritó y se enfureció de mala manera. La segundaentrevistafueparapedirleveintemilducadosmás,yteaseguroquearmóuncisco feroz.Tresdíasde reyertasycabildeosnoscostóantesdequenuestrocapitánnosllamarapararecibiryconducirlastalegasqueconteníanlasdoblasdeoro.YohecreídosiemprequehubiéramossalidomejorlibradossaqueandoelpalaciodelPapa,perolosjefesinglesesseopusieronaello.Recuerdoqueuncardenalvinoapreguntarnossipreferíamosrecibirquincemilducadosconuna indulgencia plenaria para cada arquero, o veinte mil ducados con lamaldición de Urbano V. En todo el campo no hubo más que una opinión:veintemilducados.Sinembargonuestrocapitánacabóporcederyrecibimosla bendición apostólica contra toda nuestra voluntad y un sin fin deindulgencias. Quizás valiera más así, porque bien las necesitábamos losarquerosblancosporaquelentonces.

El piadosoRoger escuchaba horrorizado aquellos detalles. Las creenciasdetodasuvida,suprofundorespetoporladignidadpontificia,laveneración

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queprofesabaaljefevisibledelaIglesia,todoleimpulsabaaprotestarcontrala escandalosa irreverencia del soldado. Parecíale que con solo escuchar elimpío relato había pecado él mismo; que el sol debía ocultar sus brillantesrayostrasnegrasnubesytrocarelcamposusalegresgalasporladesolaciónylatristezadeldesierto.Sólorecobróuntantolaperdidacalmacuandosehubopostradodehinojosanteunadelastoscascrucesinmediatasalcaminoyoradofervorosamente,pidiendoparaelarqueroyparasímismoelperdóndelCielo.

CAPÍTULOVIII

LOSTRESAMIGOS

Tristán y Simón siguieron andando. Al terminar Roger sus oracionesrecogióbastónyhatilloycorriendocomoungamono tardóen llegaraunacabaña situadaa la izquierdadel senderoy rodeadadeunacerca, junto a lacualestabanelarqueroysurecluta,mirandoadosniñosdeunosochoydiezañosrespectivamente;plantadosambosenmediodeljardinilloquecercabalacasa, silenciosos é inmóviles, fija la vista en los árboles del otro lado delcaminoyteniendoenlamanoizquierda,extendidohorizontalmenteelbrazo,unos largos palos a manera de pica o alabarda, parecían dos soldados enminiatura.Eranambosdeagraciadasfacciones,azulesojosyrubiocabello;elbronceadocolordesutezeraclaroindiciodelavidaquehacíanalairelibreenlasoledaddelfrondosobosque.

—¡Detalpalotalastilla!gritabaregocijadoelbuenSimónalllegarRoger.Esta es lamanerade criar chiquillos. ¡Pormi espada! yomismonohubierapodidoadiestrarlosmejor.

—Pero ¿qué es ello? preguntó Roger. Parecen dos estatuas. ¿Les pasaalgo?

—No, sino que están acostumbrando y fortaleciendo el brazo izquierdoparasostenerdebidamente,cuandoseanhombres,elpesadoarcodecombate.Asímismomeenseñómipadreyseisdíasdelasemanateníaqueaguantarmeen esa posición lo menos una hora por día, sosteniendo a brazo tendido elpesadobastónherradodemipadre,hastaqueelbrazomeparecíadeplomo.¡Hola,bribonzuelos!¿cuántoosfaltatodavía?

—Hasta que el sol salgapor encimade aquel roblemás alto y noshagacerrarlosojos,contestóelmayor.

—¿Yquévaisaservosotros?¿Pecheros,leñadores?

—¡No,arqueros!dijeronambosaunavoz.

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—¡Biencontestado,granujas!Ya se echadeverquevuestropadreesdelosmíos.Pero¿quéharéiscuandoseáissoldados?

—Matarescoceses,dijoelchiquitínfrunciendoelceño.

—¡Acabáramos!¿YquéentuertooshanhecholospobressúbditosdelreyRoberto?SéquelasgalerasdeEspañayFrancianohanandadomuylejosdeSouthamptonenestosúltimos tiempos,perodudoque losescocesesasomenporaquíahoranienmuchosaños.

—Puesnosotros, insistióelmayordelosniños,aprendemosamanejarelarcoparamatarescoceses,ynofrancesesniespañoles,porqueaquéllosfueronlos que cortaron los dedos a nuestro padre, para que no pudiera volver amanejarsuarco.

—Muyciertoeseso,dijounavozsonoradetrásdeloscaminantes.

Era el que hablaba un rudo campesino de alta estatura, que al acercarselevantóambasmanos,acadaunadelascualeslefaltabanelpulgarylosdosprimerosdedos.

—¡Por San Jorge! ¿Quién os ha maltratado de esa manera, camarada?preguntóSimón.

—Bien se echa de ver, repuso el otro, que sois nacido lejos de la tierramaldita de Escocia y que aunque soldado, no os han conducido nuestrasbanderasalasguaridasdeaquelloslobos.Delocontrarioreconoceríaisdesdeluego en estas mutilaciones la barbarie de Douglas el Diablo, o el CondeNegro,comotambiénlellaman.

—¿Oshizoprisionero?

—Sí, por mi mal. Nací en el norte, en Beverley, cerca de la fronteraescocesa, y bien puedo decir que por muchos años no hubomejor arquerodesdeTrenthastaInverness.Mifamameperdió,lomismoqueaotrosmuchosbuenos tiradores ingleses, pues cuando nuestras luchas nos hicieron caer enmanosdeDouglas, aquellahiena, en lugardematarnos,noshizocortar tresdedos de cada mano para que no pudiésemos despacharle más soldados oatravesarleaélmismoloshígadosdeunflechazo.¡QuieraDiosqueestosdoshijosmíospaguenundíaconcrecesladeudadesupadre!Entretanto,elreymehadadoesacasitayalgunastierrasacáenelsur,ydesuproductovivimos.¡Áver,muchachos!¿Cuáleselpreciodelosdospulgaresdevuestropadre?

—Veintevidasescocesas,contestóelmayor.

—¿Yporlosotroscuatrodedosquemefaltan?

—Diezvidasmás,dijosuhermanito.

—Totaltreinta.Cuandopuedandoblarmigranarcodeguerra,losenviaré

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a la frontera, para que se alisten a las órdenes del invencible Copeland,gobernadordeCarlisle.Yosaseguroquecomolleguenaversefrenteafrentede mi verdugo y a menos de cuatrocientos pasos, no cortará más dedosingleseselviejozorrodeDouglas.

—Así viváis para verlo, camarada, dijoSimón.Yvosotros,mes enfants,tened presente el consejo de un arquero veterano y que sabe su oficio: altenderel arco, lamanoderechapegadaal cuerpo,para tirarde la cuerdanosóloconlafuerzadelbrazo,sinoconayudadelcostadoymusloderechos.Yporvuestravida,aprendedtambiénadispararformandocurva,puesaunquedeordinariolaflechavaderechaalblanco,oshallaréismuchasvecesatacandoagentesparapetadastraslasalmenasoenloaltodeunatorre,oaenemigosqueocultanpechoycaraconelescudoyaquienessólomatanlasflechasquelescaendelcielo.Nohetendidounarcohacedossemanas,peroesonoquitaqueospuedadarunalecciónpráctica,paraquesepáiscómotaladrarlelossesosaunescocés,aunquesóloleveáislasplumasdelagorra.

Diciendoesto,asióSimónelpoderosoarcoquealaespaldallevaba,tomótres flechas y señaló a los niños, que ávidamente seguían todos susmovimientos,unaltísimoárbolymásallá,enunclarodelbosque,untroncocarcomidodeunpiedediámetroynomásdedoso tresdealtura.Midióelarquero ladistanciaconmiradadeáguilayenseguida lanzó las tres flechasunatrasotra,conincreíblerapidezyapuntandoaloalto.Lasflechaspasaronrozandolasramasmáselevadasdelárbolydosdeellasfueronaclavarseeneltroncodequehemoshablado,describiendounacurvaenormeyperfecta.Laterceraflecharozóelsecotroncoypenetróprofundamenteenlatierra,adospulgadasdeaquél.

—¡Soberbio! exclamó el mutilado arquero. ¡Aprended, muchachos, queesteesbuenmaestro!

—Áfemíaquesiempezaraahablarosdearcosyballestasnoacabaraentodo el día, dijoSimón.En laGuardiaBlanca tenemos tiradores capacesdeasaetear uno por uno todos los encajes y junturas de la armadura mejorconstruida.Yahora,pequeñuelos,idatraermemisflechas,quealgocuestanymucho sirven y no es cosa de dejarlas clavadas en los troncos secos delcamino.Adiós, camarada;osdeseoqueadiestréis esepardehalconcillosdemaneraqueundíapuedantraerosbuenacazaylesaquentambiénlosojosalpajarracoconquientenéispendientetangravecuenta.

Dejandoatrásalmutiladoarquero,siguieronlasendaqueseestrechabaalpenetrar en el bosque, cuyo silencio interrumpió de pronto el ruido de unacarreraprecipitadaentre lamaleza.Un instantedespués saltó al caminounahermosa pareja de gamos, y aunque los viajeros se detuvieron, el macho,alarmado,saltódenuevoydesaparecióalaizquierdadelcamino.Lahembra

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permanecióunosinstantescomoasombrada,mirandoalgrupoconsusgrandesy dulces ojos. ContemplabaRoger con admiración el soberbio animal, peroSimónnopudoresistirelinstintodelcazadorypreparósuarco.

—¡Tête Dieu! exclamó en voz baja. No vamos a tener mal asado en lacomida.

—¡Teneos,amigo!dijoTristánposandolamanosobreelarcodeSimón,altiempo que el gamo desaparecía a todo correr. ¿No sabéis que la ley esrigorosísima? En mi mismo pueblo de Horla recuerdo a dos cazadores aquienessacaronlosojospormataresosanimales.Confiesoquenomefuisteismuysimpáticolaprimeravezqueosviyoí,perodesdeentoncesheaprendidoa estimaros y ¡por la cruz de Gestas! no quisiera ver el cuchillo de losguardabosquesjugándoosunamalapartida.

—Tengo por oficio arriesgar mi pellejo, repuso Simón encogiéndose dehombros.

Sin embargo, volvió a poner la flecha en su aljaba, se echó el arco alhombroycontinuóandandoentresusdosamigos.Ibansubiendounacuestayprontollegaronaunpuntoelevadodesdeelcualpudieronveralaizquierdaydetrásdeelloselespesobosqueyhacialaderecha,aunqueagrandistancia,laalta torre blanca de Salisbury, cuyas alegres casitas rodeaban la iglesia y seextendíanporlaladera.Lavegetaciónpoderosa,elairepurodelamontaña,elcantodemultituddepajarillosylavistadelosondulantespradosquemásalládeSalisburysedivisaban,eranespectáculo tannuevocomo interesanteparaRoger, que hasta entonces había vivido en la costa.Respiraba con delicia ysentía que la sangre corría conmás fuerza por sus venas. ElmismoTristánapreciólabellezadelpaisajeyelrobustoarqueroentonó,opormejordecir,desentonóalgunaspicantescancionesfrancesas,convozyberridoscapacesdenodejarunsolopájaroenmediamillaalaredonda.

TendiéronsesobrelahierbaytrasbrevesilenciodijoSimón:

—Megustaelcompañeroesequehemosdejadoalláabajo.Seleveenlacaraelodioqueguardaasuverdugo,ya laverdad,meplacen loshombresquesabenprepararunavenganzajustaymostrarunpocodehielcuandollegalaocasión.

—¿No sería más humano y más noble mostrar un poco de amor alprójimo?preguntóRoger.

—Sermoncico tenemos, dijo Simón. Pero a bien que en eso de amor alprójimoestoycontigo,padrepredicador;porquesupongoqueincluirásalbellosexo, que no tiene admirador más ferviente que yo. ¡Ah, les petites, comodecíamosenFrancia,hannacidoparaseradoradas!MealegrodeverquelosfrailesdeBelmontetehandadotanbuenaslecciones,muchacho.

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—No,nohablodelbellosexonideamormundano.Loquequisedecirfuequebienpudoelvengativocampesinotenerensucorazónmenosodioasusenemigos.

—Es imposible, contestó Simón moviendo la cabeza negativamente. Elhombre ama naturalmente a los suyos, a los de su raza. Pero ¿cómo puedecomprendersequeuningléssientaelmenorafectoporescocesesofranceses?No los has visto tú en una de sus correrías, hendiendo cabezas y sajandocuerposdehermanosnuestros. ¡Por el filodemi espada!preferiríadarleunabrazo al mismo Belcebú antes que estrechar la mano de uno de esosbergantes,aunquesellameelreyRoberto,oDouglaselDiablodeEscocia,osea el mismísimo condestable Bertrán Duguesclín de Francia. Voysospechando,mongarçon,quelosobispossabenmásquelosabades,oporlomenosdejanmuyatrásatuabaddeBelmonte,porqueyomismohevistoconestosojosalobispodeLincolnagarrarconambasmanosunhachadedosfilosyatizarleaunsoldadoescocéstamañohachazoquelepartiólacabezaendos,desdelacoronillahastalabarba.Conquesiesaeslamanerademostraramorfraternal,túdirás.

Ante argumento tan irresistible como el hachazo del obispo se quedóRogersinréplicaynopocoescandalizado.

—¿Es decir que también habéis hecho armas contra los escoceses?preguntóporfin.

—¡Puesbuenofuera!Elprimerflechazoquetirédesdelasfilas,yamatar,fue allá porMilne, un pedregal escocés lleno de cañadas y vericuetos.NosmandabanBerwickyCopeland,elmismoquedespuéshizoprisioneroalreydeaquellosmontañeses.Buenaescuela,recluta,buenaescuelaesaquellaparagente de guerra, y siento que antes de llevarte a Francia no hayas dado unpaseoporaquellosriscos.

—Tengo entendido que son los escoceses buenos guerreros, observóTristán.

—Fuertes y sufridos; no adelantan durante el combate, pero tampocohuyen,sinoqueseaguantanapiefirme,dandocadatoquequesacachispasdecascosycoseletes.Conelhachaylaespadadecombatenotienenigual,perosonmuymalosballesteros,y loqueesconelarco,nosediga.Además, losescoceses son por lo general muy pobres, aun sus jefes, y pocos de ellospuedencomprarseunacotademallatanmodestacomolaqueyollevopuesta.Deaquíqueluchencongrandesventajacontranuestroscaballeros,muchosdeloscuales llevanencimayelmos,petos,manoplasycotasque representanelvalordecuatrooseismayorazgosescoceses.Hombreporhombre,conigualesarmas, son tanbuenos soldadoscomo losmejoresde Inglaterrayde toda lacristiandad.

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—¿Yquénosdecísdelosfranceses?

—Son también combatientes de gran pujanza. Nuestras armas han sidomuy afortunadas en Francia,mas no por eso hay que tener enmenos a sussoldados.Loshevistopelearencampoabiertoyencerradosensusfortalezas,enasaltos,emboscadas,salidas,sorpresasnocturnas,duelos,justasytorneos;y puedo aseguraros, muchachos, que tienen el corazón valiente y el brazoduro. Entre los caballeros que seguían a Duguesclín podría citaros en estemomentounaveintenacapacesderomperlanzas,sindesventaja,conlosmásbrillantespaladinesdeInglaterra.Entantoelpueblo,agobiadocontributosygabelas,sufre,trabajaycalla,yvivecomoDiosledaaentender.

—¿Habéisvisitadootrospaíses?preguntóRoger,aquienaquellosrelatoseinformesinteresabansobremanera.

—HeestadoenHolanda,enFlandesyelBrabanteycreoquedeestahechaTristántendráoportunidaddevernosólobuenapartedeFrancia,sinotambiénalgoyaunalgosdelahermosatierradeEspaña.Delholandésosdiréqueestardo y pesado, y que no desenvaina la espada por los bellos ojos de unadoncella ni por un quítame allá esas pajas; pero con justa causa y buenoscapitanes, sabe defender su país, másmojado que charca de ranas; y sobretodo, no toquéis sus fardos de lana, sus terciopelos de la antigua Brujas ydemás mercaderías, porque entonces se enfurece y hay que matarlo parahacerlo entrar en razón. ¡Sí, reíos! Pues acordaos de lo que les pasó a losfranceses en Courtrai, donde los gordinflones holandeses les enseñaron quesabíanmanejarelacerotanbiencomoforjarlo.

—¿Quépensáisdelosespañoles?preguntóRoger.

—Razaguerreradeveras.Comoquealafechallevanseissigloslargosdecontinualuchaconlomásaguerridodelagenteárabe,queseposesionarondecasitodoelpaísyaloquecreoocupantodavíalamitaddelaPenínsula.MelashubeconlossúbditosdelreydeCastillaenelmar,cuandosuflotavinoaretarnosenChelsea,yallítuvimosconellosunzafarranchodemildemonios,en el que participaron ochenta naves inglesas y españolas. Y ahora que hecontestadoatuspreguntas,mocito,voyahacerteunaproposición.Veoqueteinteresanmisrelatos,séqueharíascarreraenelejércitoapesardequeparecesunalfeñique,perotienesbuenconsejo.Puesoye,eligeunocualquieradelosobjetosquedejéen laventa,elque teparezcamásvalioso,y te lo regalo,acondicióndequetevengasconestezagalónyconmigoaFrancia,encuantoterminelamisiónquemellevaalcastillodeMonteagudo.

—Nopuedeser,replicóeljoven.DemilamoresiríaconvosaFranciaoacualquierotropaís,nosóloporquemeplaceescucharos,sinoporquefueradeBelmontesoislosúnicosamigosquetengoenelmundo.Perodeboacatarlavoluntad demi padremuerto y ver ante todo ami único hermano. Lo que

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despuéssucedaestáporver,perodesdeluegoosdigoqueharíaisconmigounatriste adquisiciónparavuestraGuardiaBlanca, puesnipor temperamentoniporeducaciónsirvoyoparaesecontinuobatallarenquevosvivís.

—¡Culpaesdemiparleralengua!gritóelarquero.Noledoysueltasinquesepongaahablarde flechazosyestocadas,comosinadamáshubieraenelmundo. Pero ven acá, doctorcillomío, y déjame explicarte lo que tengo enmientes.Hasdesaberquenosólonecesitamossoldadosyballestas.Enprimerlugar,porcadapergaminoqueseveenInglaterrahayqueescribirodescifrarveinteenFrancia.Porcadaestatua,porcadapiedrapreciosatallada,porcadablasón, escudo o divisa,moldura y relieve que aquí pueda ocupar y dar decomeraunamanuensehábilydiscretocomotú,hayallíciento.EnelsacodeCarcasona vi yo habitaciones enteras atestadas de pergaminos, sin queninguno de nosotros pudiera leer una palabra de tanto fárrago. En Arlés yNimes hay ruinas de arcos y palacios y santuarios, mosaicos, pinturas einscripciones,tanantiguosunosytanprimorososotros,quemultituddegentesvanaadmirarlos,nosólodetodaFranciasinodeotrasnaciones.Entusojosveoyaeldeseodecontemplartantacosabuena.¡Venteconnosotrosyvotoatalquenohadepesarte!

—Mucho desearía yo ver todas esas riquezas de la antigüedad y esosprimoresdelarte,dijoRoger.

—Otra cosa.Allá he dejado yomás de trescientos arqueros blancos quedesdehacedosañosnohanoídounasolapalabradeconsejo,niunapláticareligiosa y bien sabeDios que nadie lo necesita tanto como ellos. Si tienesdeberes aquí, tampoco es mala misión la que te ofrezco. Hasta ahora tuhermanosehapasadosin timuybonitamenteyporTristánséqueenveinteañosnosehatomadounasolavezeltrabajodeiraBelmonteparamirartealacara.¡Valientehermanitovastúabuscar!

—¡No,puesylafamaquetieneentodalacomarca!añadióTristán.Todoelmundosabeydeellohemoshabladotúyyoenelconvento,quetuparienteHugodeClintonesunbebedorsintasa,pendencieroyjugador,quehadadoescándalosmayúsculosyqueprobablementeharátantocasodeticomodeunperro,siesquenotemaltrata.

—Nopuedocreerlo,repusoRoger.Ysitanmaloes,mayordebertengoyo,suúnicohermano,dedarlealgunosbuenosconsejos.Noinsistáis,amigos,queyo de buena gana os siguiera, si fuese libre mi elección. Y ahora,separémonos.HeallílatorrecuadradadeMunsteryaquíelsenderoquesegúnmeexplicóelabadllevadirectamentealpueblo.

—Dios te guarde, muchacho, exclamó el arquero dándole un estrechoabrazo.Soyprontoenodiaryenquerer,yteaseguroquemeduelesepararmedeti.

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—¿No sería bien aguardar aquí hasta ver qué recibimiento le hace suhermano?propusoTristán.

—Notal,dijoRoger.Bienomalrecibido,loprobableesquemequedeenlagranjadeMunsteryesperarmeaquíseríatiempoperdido.

—Sinembargo,observóSimón,por loquepuedaocurrirbuenoseráquesepasdóndehallarnos,llegadoelcaso.Mira;Tristányyovamosaseguiresecaminode la izquierda, dejando a la derecha el bosquey el atajoquevas atomar.AlcaerlanochellegaremosalcastillodeMonteagudo,residenciaantesdelcondeGuillermodeSalisbury,dequienescondestableelbaróndeMorelque ahora habita aquel castillo. ¿Te acordarás? Es muy probable que allípermanezcamosalojadoscosadeunmes,hastanuestrasalidaparaFrancia.

Gran esfuerzo costó a Roger separarse de aquellos dos buenos amigos,sobretodoinclinadocomoestabaalavidadeviajesyaventurasquetantoleatraía, no por los alicientes que en ella pudieran hallar hombres como elarqueroysurecluta,sinoporelvastocampoqueofrecíaasuvivodeseodeaprender, de ver el mundo y de aprovechar prácticamente los variadosconocimientos,oficiosyartesadquiridosenelconventodeBelmonte.Noseatrevióamiraratrásportemordequeflaquearasuresolución,ysólocuandohuboandadobuentrechoyocultándoseentrelosárbolesarriesgóunaúltimamirada. El arquero continuaba inmóvil en el lugar mismo donde se habíandespedido,cruzadodebrazosymirandoalsuelopensativamente.Elsolhacíabrillar su almete y las mallas de su cota y sobre el hombro se veía laextremidaddelenormearcodeguerra.JuntoaélestabaelgigantescoTristán,llevando todavía la raída vestimenta del batanero de Léminton. MomentosdespuéssiguieronambossucaminoyRogertomóabuenpasoeldelagranjadesuhermano.

CAPÍTULOIX

ENLASELVADEMUNSTER

Pasaba el sendero entre corpulentos y elevados árboles, cuyas ramasformabanenmuchospuntosverdesarcossobreelcamino,recubiertodehierbayhojassecas.Pocaspersonassolíanrecorrerloyelsilencioeracompleto;unasolavezoyóRogeralolejoselagudoladridodelosperrosdecaza.

Nosinalgunaemociónrecordabaelviajeroquetodoaquelbosqueygranparte de las tierras colindantes habían pertenecido un día a la entoncespoderosa familia deClinton.Conocedor de la historia de su casa, sabía quedescendía de aquel Godofredo de Clinton, señor de las villas deMunster y

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Bisternecuandolosnormandosposaronporprimeravezlaplantaenterritorioinglés.Pero lasvicisitudesde laépocaprivarona susdescendientesdegranpartedeaquellosdominiosyporfinlesfueconfiscadoelseñoríodeBisterneenprovechodelpatrimonioreal,porcomplicidaddeunodelosClintonenunalzamiento sajón. Las depredaciones de grandes señores feudales siguieronaminorando la propiedad, y nomenos la redujeron algunas donaciones a laiglesia,comolahechaporelpadredeRoger,queabrióaéste laspuertasdeBelmonte. Convertido aquél en arrendatario de Belmonte, ocupó hasta sumuertelaantiguacasaseñorialdeMunster,habitadaahoraporsuhijomayor,aquiendejóencomendadoelcultivodedosgranjasy lapropiedaddealgúnganadoypartedelbosque.NoignorabaRogerqueapesardeladecadenciadelafamilia,suhermanoHugoocupabatodavíaunaposiciónindependienteyderelativa importancia en la comarca, y contemplaba con orgullo aquellosgigantes del bosque perteneciente por tantas generaciones a los Clinton deMunster.Absortoensusrecuerdos,sorprendiólelarepentinaaparicióndeunhombre vestido como los campesinos del país, alto y vigoroso, que leinterceptóelpasoenarbolandolargoynudosobastón.

—¡Niunpasomás!gritóeldesconocido.¿Quiéneresqueasíteatrevesaponerelpieenestebosque?¿Québuscasyadóndevas?

—¿Y quién sois vos para hacerme esas preguntas? dijo a su vez Rogerponiéndoseenguardia.

—Quienpuedeabrirteelcráneodeungarrotazositienestardalalengua,fuelabrutalrespuesta.Pero¿dóndehevistoyoantesesacara?

—Anoche,sinirmáslejos,enlaposadadelPájaroVerde,dijoRoger,queacababa de reconocer aRodín, el pechero amenazado porTristán y que tanviolentamenteseexpresaracontraelreyysusnoblesyenparticularcontrasuseñorelbaróndeAnsur.

—¡Calla,puesesverdad!¿Yquéllevasenesezurrón?

—Nadadevalor,algunaropaymediadocenadelibros.

—Esoesloquetúdices,peroloqueesamí,verycreer.Vengaelzurrón.

—Noloesperéis.

—¡PorlosclavosdeCristo!¿Nosabes,rapaz,quepuedodescuartizarteenunsantiamén?

—Dadooshubieralaspocasmonedasqueposeosimehubieraispedidoennombredelacaridad.Peroamenazáiscomounbandidoysabrédefenderme.SincontarquenoescaparéisalavenganzadelarrendatariodeMunstercuandosepalavillanamaneracomotratáisasuhermanoensusmismastierras.

—¡Nuestra Señora de Rocamador me valga! exclamó asustado el

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malhechorbajandosuarma.¿VoshermanodeHugodeClinton?¡Cómohabíadefigurármelo!Noseréyoquienosrobeniosdetengaunmomentomás.

—Puestoqueconocéisamihermano,hacedmelamerceddeindicarmeelmáscortocaminoparasucasa.

Antesdequepudieracontestarelbandoleroseoyeronlassonorasnotasdeuna trompa de caza y vio Roger un hermoso caballo blanco que pasó a lacarreraentrelosárbolesacortadistancia,seguidodelatraíllaydenumerososcazadores.Lasvocesdeéstos,elgalopardeloscaballosylosladridosdelosperros resonaron ruidosamente en todo el bosque. Oíanse todavía los gritosconqueanimabanalossabuesos:"¡Sus,Bayardo,Moro,Lebrel!¡Sus,Sus!"cuando resonó de nuevo el trote de los caballos y apareció un grupo decazadoresapocospasosdeRoger.

Precedíalos un hombre de cincuenta a sesenta años de edad, de robustocuerpoyatezadorostro,bajocuyaspobladísimascejasbrillabandosojosdeimperiosa y penetrante mirada. Llevaba larga barba entrecana y todo en suaspecto y ademanes revelaba al hombre acostumbrado a mandar y a serobedecido. Manejaba el hermoso corcel con gracia soberana y vestía ricatúnicadesedablancabordadadepequeñasfloresdelisdeoro,flotantedesushombrosluengomantodepúrpura.EraimposiblenoreconocerdesdeluegoaEduardo III, el invasor de Francia y conquistador de la Normandía, alvencedor de Crécy, uno de losmás brillantes guerreros entre losmuchos ymuy esforzados que habían regido al pueblo anglo-sajón. Roger se quitó lagorrareverentemente,peroelpecheroapoyóambasmanossobresubastónymiróconexpresiónnadaamistosaalgrupodecaballerosqueseguíanalrey.

—¡Hola!exclamóEduardodeteniendosucaballoenmediodelcaminoymirandoaRogerysucompañero.¡Lecerf!¿Est-ilpassé?¿Non?Ici,Brocas,tuparlesl'anglais.

—¿Habéis visto el ciervo, bergantes? preguntó imperiosamente uncaballerode la escolta.Si lohabéis espantadoyhechodesviaros cuesta lasorejas.

—Pasóentreaquellosdosárboles,señalóRoger,ylosperrosleseguíandecerca.

—Bienestá,dijoelmonarca,quesiguióhablandoenfrancés,puesaunquecomprendía la lengua de su pueblo, jamás llegó a poseerla bien, ni quisohablar lo que él llamaba idioma áspero y bárbaro. Os aseguro, continuó,volviéndoseenlasillahaciaelgrupodecaballeros,queomuchomeengañooesunvenadodeseispuntas,elmássoberbiodecuantoshemoslevantadohoy.¡Adelante!

Tras él desaparecieron a carrera tendida guerreros y cortesanos, excepto

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uno, el barón deBrocas, que haciendo dar un salto a su caballo, levantó ellátigoycruzóconéllacaradelpechero,gritándole:

—¡Descúbrete,perro!¡Descúbretesiemprequetureysedignemirarte!Ydandoriendaalcaballoselanzóenseguimientodeloscazadores.

Elvillanorecibióel latigazosinmoverunsolomúsculo.Despuésalzóelpuñoendireccióndesuverdugo,yrugió:

—¡Teconozco,malditocerdogascón,yalgúndíalapagarás!¡MalhayaelenquedejastetupocilgadeRochecourtparapisarlatierrainglesa!¡Asíteveayodescuartizadoymuertosdehambreatumujeryatushijos!

—Tenedlalengua,buenhombre,dijoRoger;aunquecobardefueelgolpeycapazdeencendereniraalmáshumilde.Dejadmebuscarenmizurrónunungüentoquellevoyqueosserádemuchoalivio.

—No, una sola cosa puede calmar el dolor y lavar la afrenta, y esa eltiempoquizásmeladepare.Ahítenéisvuestrocamino,elatajoquepasaentreaquelmatorralyelárbolcon laramatronchada.Apresuradelpaso,quehoytieneHugodeClintonunareuniónalegreconsuscompañerosdefrancachelaynoostraeríacuentaretrasarlelafiestanitampocopresentárosleenmediodeella.Yotengoquequedarmeaquíporahora.

Aparte del dolor que causaban a Roger aquellas repetidas alusiones detodosalavidalicenciosadesuhermano,sorprendíaleyangustiábaletambiénel odio ciego que notaba entre las clases que constituían la sociedad de sutiempo.El trabajadormaldiciendo a lospoderosos, losnobles tratando a loshumildes comobestias de carga.Antes, cuando la nobleza era elmás firmebaluartedelanación, la tolerabaelpueblo;ahora,sabidoyaquelasgrandesvictorias obtenidas en Francia lo habían sido no por la pujanza de tales ocualesbarones,porlalanzadeesteoaquelcaballero,sinoporelvalordelossoldados,hijosdelpueblode InglaterrayGales,habíadesaparecidoengranparteelprestigiodelanoblezamilitanteyseprotestabacontrasusexaccionesysecensurabasuarrogancia.LoshombrescuyospadresyhermanoshabíanpeleadocomoleonesenCrécyyPoitiersyvistoestrellarselomásfloridodelacaballería europea contra los muros de hierro que formaban los plebeyosdisciplinados de Inglaterra, no concebían que un gran señor pudieseinfundirlestemorymuchomenosrespeto.Elpoderhabíacambiadodemanos.Elprotectorhabíaseconvertidoenprotegidoytodoelvetustoarmatostefeudalvacilaba sobre sus carcomidos cimientos. De aquí las continuas quejas ymurmuracionesdelpuebloanglo-sajón,sudescontentoperenne, lasasonadaslocales, todo aquelmalestar que culminó algunos añosmás tarde en el granalzamientodeTyler.Aquelloque tanto inquietabaaRogeramedidaque ibaconociendo el estado de los ánimos en la comarca de Hanson, hubierasorprendido igualmente a cualquier otro viajero en todos los restantes

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condadosdelreino,desdeelCanalhastalosriscosylaslagunasdeEscocia.

LostemoresdeldoncelaumentabanamedidaqueseacercabaalamoradadeHugo,alacasapaterna.Prontosehizomenosespesalaarboledayporfinsepresentóantesuvistaunagranpraderaenlaquepastabanhermosasvacas;más allá se divisaban numerosas piaras de cerdos y por el centro del llanocorríaunanchoarroyo.RústicopuenteconducíaauncaminoquellevabaenderechurahastalapuertadeunvastoedificiodemaderaqueRogercontemplóconemociónprofunda.Unacolumnadehumosalíaporlaaltachimeneayalapuertadormíatranquilamenteunmastínencadenado.

Rumordevocessacódesucontemplaciónalviajero,queviosalirdeentrelosárbolesydirigirsehaciaelpuenteaunhombreyunamujer,enanimadaconversación. Llevaba el primero un traje de elegante corte, aunque deobscurocolorysinlosadornosypreseasquedistinguíanalosseñoresdelaescolta real. Largos ymuy rubios el cabello y la barba, contrastaban con lanegracabelleradelahermosísimajovenqueibaasulado.Eraaltayesbelta,de moreno y agraciado rostro. Llevaba una gorra de terciopelo rojocoquetamente ladeada, ricoybienceñido trajeyen laenguantadadiestraunpequeño halcón, cuyas erizadas plumas acariciaba suavemente. Roger notóquelahermosadesconocidateníatodounladodelvestidomanchadodelodo.Oculto a medias en la sombra de un roble enorme, contempló embebecidoaquellaapariciónradiante,aquelrostropuroybelloquelerecordabalosdelosángelespintadosyesculpidosenlosaltaresdeBelmonte.

Por fin la joven se adelantó algunos pasos a su acompañante y amboscruzaron rápidamente el prado hasta llegar al puentecillo rústico, donde sedetuvieron y reanudaron la interrumpida plática. ¿Dos amantes? Tal creyódesdeluegoelúnicotestigodeaquellaescena,masprontonotóqueelhombreinterceptaba el paso del puente a la joveny que ésta se expresaba congrananimación, llegando a tomar su voz algunas veces acentos de amenaza ycólera.Devezencuandodirigíaunamiradahaciaelbosque,comoenesperadeauxilioporaquelladoyporfintomósurostrotalexpresióndeangustiaqueRoger,incapazderesistiraquellamudaapelación,abandonósuesconditeysedirigió aceleradamente hacia el puente. Llegado habíamuy cerca de ambospersonajes sin que éstos notaran su presencia, cuando el hombre enlazórepentinamenteconsubrazoeltalledelajovenylaestrechócontrasupecho.Soltó ella el asustadohalcóny lanzandoun agudogrito abofeteóy arañó elrostrodelrufián,procurandoenvanodesasirse.

—Noosencolericéis,lindapaloma,dijoélcongranrisa;sóloconseguiréislastimaros. Lo dicho, bellaConstanza, estáis enmis tierras y no saldréis deellassinpagarmeeltributodevuestrahermosura.

—¡Soltad,villano!exclamóella. ¿Esestavuestrahospitalidad? ¡Antes la

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muerte que cederos! ¡Soltadme, o si no!... ¡Á mí, doncel! gritódesesperadamentealveraRoger.¡Amparadme,porDios!

—Sí haré, exclamó el joven acudiendo en su auxilio. ¡Dejad libre a esadama,quevergüenzadebieradarosvuestraconducta!

ElagresordirigióaRogerunamiradacentelleante,quedenotabasufuror.Aljovenleparecióenaquelmomentoelhombremáshermosoquehabíavistoensuvida,pormásquelairacontraíasusfaccionesacentuandosuexpresiónalgosiniestra.

—¡Miserable loco! exclamó, sin soltar a la doncella, que se debatíainútilmente.¿Osasdarmeórdenes?¡Siguetucamino,aléjateatodaprisa,sinoquieresquetearrojedeaquíapuntapiés!¡Largo,tedigo!Estabuenamozahavenido a visitarme y no quiero que me deje tan pronto. ¿No es así? dijosoltandoeltalledelajovenyasiéndolaporunamuñeca.

—¡Mentís! gritó ella, é inclinándose rápidamente clavó los dientes en lamanoquelaapresaba.

Soltóla él, lanzandoun rugidodedolory ladoncella corrió aguarecersedetrásdeRoger.

—¡Fuerademistierras,vagabundo!gritófuriosoelotro.Porlapintayeltraje me pareces uno de esos ratones de sacristía que engordan en losconventosynosonnihombrenimujer.¡Largodeaquí,antesquetecortelasorejas,belitre!

—¿Decís que son estas vuestras tierras? preguntó vivamente Roger,desoyendoamenazaseimproperios.

—¿Puesdequiénhandeser,farsante,sinomías?¿PorventuranosoyyoHugodeClinton, descendiente deGodofredo y de todos los señores que hatenido Munster por más de trescientos años? ¿Pretendes disputármelo,falderillo?Perono,que tú eresdeuna raza tanperezosapara trabajar comocobardeparahabértelasconunhombre.¡Huyeoteestrello!

—¡Porpiedad,nomeabandonéis!exclamótemblandolallorosadoncella.

—Nolotemáis, ledijoRogerresueltamente.Yvos,HugodeClinton,nodebieraisolvidar,puesnoblesois,quenoblezaobliga.Deponedvuestrofurory dejad partir en paz a esta dama, como os lo pide encarecidamente, no unvillano,sinounhombretanbiennacidocomovos.

—¡Mientes! No hay en todo el condado quien pueda pretender noblezacuallamía.

—Excepto yo, repuso Roger, que soy también descendiente directo deGodofredo deClinton y de todos los señores que ha tenidoMunster en los

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últimostressiglos.Aquíestámimano,continuósonriendo;nodudoqueahoramedaréislabienvenida.Somoslasdosúnicasramasquequedandelnobleyantiguotroncosajón.

PeroHugorechazóconunablasfemialamanoqueletendíaRogeryensurostrosedibujóunaexpresióndeodio.

—¿Es decir que eres el lobezno de Belmonte? Debí figurármelo yreconocerentialnoviciohipócritaquenoseatreveacontestaralainjuriaconla injuria, sino conmelosas palabras. Tu padre, a pesar de sus faltas, teníacorazón de león y pocos hombres le hubieran mirado a la cara en susmomentosdecólera.¡Perotú!¿Sabesloquelecostasteaélyloquemehasarrebatadoamí?Miraaquellospastos,ylassiembrasdelacolina,yelhuertoinmediatoalaiglesia.¿Sabesquetodoesoymuchomásseloarrebataronatupadremoribundolosinsaciablesfrailes,acambiodehacerdetiunsanturróninútilensuconvento?Por timerobaronantesyahoravienes túenpersona,probablemente para pedirme con tus lloriqueos otro pedazo demi haciendaconqueengordaratusamigotes.Loquevoyahaceressoltarlosperrosparaqueteacuerdes todalavidade tuprimerayúltimavisitaaMunster;yentretanto,¡abrepaso!

DiciendoestoempujóaRogerviolentamenteyasióotravezelbrazodesuvíctima.Pero toda ideadereconciliaciónhabíadesaparecidode lamentedeldoncel, que acudió rápido en auxilio de la joven y enarbolando su gruesobastóngritó:

—¡Amípodréis decirme lo quequeráis, pero hermanoono, juro por lasalvacióndemialmaqueosmatocomounperrosinorespetáisaestadama!¡Soltad,uospartoelbrazo!

ElmovimientoamenazadordelgarroteylamiradaylaexpresióndeRogerindicabanclaramentequeibaahacerlocomolodecía.EraenaquelmomentoeldescendientedelosnoblesClinton,convertidoentemiblepaladíndelhonorde una dama. Su corazón latía con violencia y hubiera combatido hasta lamuerte, no con uno sino con diez enemigos. Hugo comprendióinmediatamenteconquiénteníaquehabérselas.Soltóelbrazodeladoncellaymiróaunoyotroladobuscandounarmacualquiera,unpaloounapiedra;yno hallándolos, se lanzó a la carrera en dirección de la casa, a la vez queaplicabaunsilbatoasuslabiosylanzabaprolongadoypenetrantesilbido.

—¡Huid,porDios!exclamólajoven.¡Ponéosensalvoantesquevuelva!

—¡Nosinvos,porvidamía!dijoresueltamenteRoger.Dejadquellameacuantosperrosquiera.

—¡Venid, venid conmigo, pues! ¡Os lo ruego! insistió ella tirándole delbrazo.Conozcoaesehombreyséqueosmatarásincompasión....

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—¡Pues bien, huyamos! y asidos de la mano corrieron en dirección albosque.

Nobienhabía llegado lanuevaparejaa losprimerosárboles,vieronqueHugo salía de la casa apresuradamente; llevaba en la mano una espadadesnuda que brillaba a los rayos del sol, pero no le seguían sus perros y sedetuvounmomentoalapuertaparasoltaralmastínqueallíteníaencadenado.

—Poraquí,dijolajoven,quealparecerconocíaperfectamenteelbosque.Porlamaleza,hastaaquelfresnocuyasramasseinclinansobreelagua.Noosocupéisdemí,quesécorrertanligeramentecomovos.Yahora,porelarroyo.Nos mojaremos los pies, pero hay que hacer perder la pista al perro, queprobablementeesdetanmalaraleacomosuamo.

Diciendoesto,corríalahermosadoncellaporelcentrodelarroyo,llevandoposado en el hombro su asustado halcón, apartando rápidamente con lasmanoslasramasqueleimpedíanelpaso,saltandoavecesdepiedraenpiedrayganandoterrenoconligerezatantaqueaRogerlecostabatrabajoseguirla.Admirábaleaquellajoventananimosa,tanbella,aquienhabíasalvadoyqueasuvezprocurabasalvarleaél.Largafuesucarreraporel lechodel tortuosoarroyo,ycuandoaRogerempezabaa faltarleelaliento, suhermosaguía searrojó palpitante sobre la hierba, oprimiendo con ambas manos el agitadopecho. Roger se detuvo. a los pocosmomentos recobró la fugitiva su buenhumorhabitual,ysentándose,casiolvidadadelpeligroreciente,exclamó:

—¡LaSantaVirgenmeproteja!Vedcómomehepuestodeaguay lodo.De esta hecha me encierra mi madre por una semana en mi cámara,haciéndomebordarmañanay tarde la famosa tapiceríade losSieteParesdeFrancia.Yameamenazóconelloelotrodía,cuandomecaíenelestanquedelparque.Yesoporquesabequenopuedosufrirlatapiceríayquemigustoescorrerporloscamposyelbosqueapieoacaballo.

Roger la contemplaba embelesado, admirando sus negros cabellos, elperfectoóvalodesurostro,losalegresyhermososojosylafrancasonrisaquele dirigía y que demostraba su confianza en él. Por ella recordó Roger elpeligroquelosamenazaba.

—Haced un esfuerzo, dijo, y continuemos alejándonos. Todavía puedealcanzarnosytiemblo,nopormí,sinoporvos.

—Hapasadoelpeligro,contestóella.Nosóloestamosfueradesustierras,sino que habiéndolo despistado tomando el arroyo, le es casi imposiblehallarnosenesteinmensobosque.Perodecidme;habiéndoletenidoavuestramerced¿porquénolomatasteis?

—¿Mataramihermano?

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—¿Yporquéno?dijolaresueltadoncellaconexpresióndecóleraquedionuevoencantoasu lindorostro.Éloshubieradadomuertesinvacilar. ¡Quéinfame!Dehaberyotenidoenlamanoelgarroteése,elvilHugodeClintonsehubieraacordadodemí.

—Demasiadosientoloquehehecho,dijoRogersentándosejuntoaellayocultandoelrostroentrelasmanos.¡Diosmeasista!Enaquelmomentoperdílaserenidad,meolvidédetodo,ysi tardaunmomentomásensoltaros...¡Ámi único hermano, al hombre en cuya casa pensaba vivir y cuyo cariñoansiabaconquistarme!¡Cuándébilhesido!

—¿Débil?repusoella.Nocreoquemimismopadreoscreyesetal,yesoque es severo cual ningunoen juzgar el valory la enterezade loshombres.Pero¿sabéisquenoesnadalisonjeroparamíeloíroslamentarloquehabéishecho?Pensándolobien, reconozcoqueunamujer,unaextrañaparavos,nodebe separar a dos hermanos; y si queréis, volvamos pie atrás y haced laspacesconHugoentregándoleavuestraprisionera.Yosabrédeshacermedeél.

—Muymiserableycobardeseríaelhombreque talhiciese.Lamento, sí,que vuestro agresor haya sido mi propio hermano, ¿pero entregaros? ¡Esonunca!

—Bienestá,dijoladoncellasonriéndose,ycomprendoloqueospasa.Laverdadesqueospresentasteistanrepentinamentecomolohacenlosjuglaresensuscomedias;fuisteiselvalientecampeónquesalvaalaafligidadamaenlos momentos en que va a devorarla el horrible dragón. Pero venid, dijoincorporándose, llamando al halcón y arreglando como pudo sus mojadasropas.SalgamosalclaroyesmuyprobablequeencontremosamipajeRubínconTrovador,mipalafrén,acuyacaídadeboyotodosmispercancesdeestedíayelhabermevistoenmanosdelogrodeMunster.Perohacedmelamerceddedarmeelbrazo;estoymáscansadadeloquecreíaycasitanasustadacomomipobrehalconcillo.Miradcómotiembla.Éltambiénestáindignadodeverasuamatanmaltratada.

Rogeroíacondelicialacharladelajovenylasosteníaconsubrazotodoloposible,apartandolasramasybuscandoenvanounsenderopracticable.

—Calladoestáis, señorcampeón, ledijoal finsualegrecompañera.¿Noqueréissaberquiénsoynioírmihistoria?

—Siavososplacecontármela....

—Oh,sitanpocoosinteresa,lomejorseráguardármela....

—No,porfavor,dijoélvivamente.Contad,quemedesvivoporsaberalgodevos.

—Puesbien,sabréislahistoria,peronoelnombre.Algohedeotorgaral

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hombrequehahechodesuhermanounenemigo,porculpamía.Despuésdetodo,Hugodijoquevenísderechamentedelconvento,desuertequeseráestoamanera de confesión, como si fuerais un reverendo de barba blanca ¿eh?Sabed,pues,quevuestroparientehapretendidomimano,no tanto,a loqueimagino,porprendasqueno tengo,sinopor loscaudalesque leaportaríasumatrimonio con la hija única de...mi padre, porque ya os he dicho que nosabréisquiénsoy.Noesmipadreexcesivamenterico,perosíhombredealtaalcurnia, valiente caballero, en verdad, guerrero famoso, a quien laspretensionesdeesehombregroseroybellaco....¡Perdonad!Olvidéquelleváiselmismonombre.

—Noimporta;continuad,oslosuplico.

—Deunmismomanantial suelen proceder arroyosmuy distintos; turbiouno,claroycristalinoelotro,dijoellaprontamente.Abreviando,osdiréqueni mi padre ni yo podíamos tolerar tales pretensiones, y que ese hombreviolento y vengativo ha sido desde entonces nuestro enemigo.Temerosomipadre del daño que pudiera causarme, me tiene prohibido cazar en toda lapartedelbosquesituadaalnortedelcaminodeMunster;peroestamañanamivalientehalcóndiocazaaunagarzaenormeymipajeRubínyyoolvidamosporcompletoelcaminoqueseguíamosyladistanciarecorrida,sinpensarmásqueenlasperipeciasdelacaza.Trovadortropezó,pordesgracia,lanzándomecon violencia al suelo, y echando a perder mi falda, la segunda que llevodesgarradaymanchadaestasemana,paramayor indignacióndemimadreydolordeÁgueda,mibuenaaya....

—¿Ydespués?preguntóansiosamenteRoger.

—Entre el tropezón, mi caída, el grito que di y las voces de Rubín, seasustó el caballo de tal manera que salió a escape, perseguido por el paje.Antesdequepudieralevantarmeviamiladoaldesairadopretendiente,quienmeanuncióqueestabaensustierrasymeofreciócortésmenteacompañarmehastasucasa,dondepodríaesperarconcomodidadelregresodelpaje.Nomeatrevíarehusar,peromuyprontoconocíporsusmiradasypalabrasquehabíahecho mal; quise tomar por el puente, me lo impidió descaradamente ydespués ¡Jesús me valga! no puedo pensar en sus soeces insultos sinestremecerme.¡Cuántoosdebo!Ycuandorecuerdoqueyo....¡Quéasco!

—¿Quéesello?preguntóRogeradmirado.

—Cuandorecuerdoquemordísumano,queposémislabiossobrelacarnedelmalvado,meparecehabersufridoelcontactoasquerosodeunaserpiente.Pero vos ¡cuán animoso y enérgico ante tan temible enemigo! Si yo fuerahombremeenorgulleceríadeactoscomoese.

—Poca cosa cuando tan grande es el placer de serviros, contestóRoger,

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vivamente complacido al oír aquel elogio de tales labios. ¿Y vos? ¿Quépensáishacerahora?

—¿Veisalolejos,alláabajo,aquelenormetronco,juntoalrosalsilvestre?PuesomuchomeengañoonotardaráenllegaraélRubínconloscaballos,por ser ese el lugar donde me detengo a descansar en casi todas misexcursionesporestosrumbos.Después,acasasintardanza.Ungalopededosleguassecarácompletamentepiesyropas.

—Pero¿quéharávuestropadre?

—Nolediréunapalabradeloocurrido.Sileconocieraissabríaisquenoesposible desobedecerle sin atenerse a terribles consecuencias, y yo le hedesobedecido. Élme vengaría, es cierto, pero no es en él en quien buscarévengador.Día llegará,en justao torneo,enqueunhidalgoquiera llevarmiscolores al palenque y yo le diré que hay una afrenta pendiente, que sucompetidorestáelegidoyqueesHugodeClinton.Ofensalavadayuncorazónvillanodemenosenelmundo....¿Quéosparecemiplan?

—Indigno de vos. ¿Cómo podéis hablar de venganza ymuerte, vos, tanjoven y cándida, en cuyos labios sólo deberían oírse palabras de bondad yperdón?¡Mundocruel,queacadapasomehacerecordarelretiroylapazdemi celda! Cuando así habláis me parecéis un ángel del Señor aconsejandoseguiralespíritudelmal.

—Graciasmilporelfavor,señorhidalgo,repusoellasoltandosubrazoymirándole severamente.¿Esdecirquenosolo sentíshabermeencontradoenvuestrocaminosinoquemellamáisensumadiablopredicador?Cuidadoquemipadreesviolentocuandoseirrita,peroniaunélmehadichojamáscosasemejante.Tomadesecaminodelaizquierda,señordeClinton,queyonosoybuena compañía para vos. Y haciéndole una seca cortesía se alejórápidamente.

Sorprendido quedó el doncel y lamentando su inexperiencia que por dosveces le había hecho decir a la bella cosa muy distinta de lo que ansiabaexpresar.Miróla tristemente, esperando en vano que se detuviera o que conunamirada le anunciase su perdón; pero ella siguió bajando a buen paso elpendientesendero,hastaquesólosedivisóa trechosentre las ramassu rojatoquilla. Lanzando un profundo suspiro, tomó Roger la senda que ella leindicara y anduvo buen espacio con el corazón oprimido, repasando en lamemoriatodoslosincidentesdeaquelinolvidableencuentro.Deprontooyóasu espalda ligero paso y volviéndose vivamente se halló cara a cara con lahermosa,inclinadalafrente,fijosenelsuelolosojosyconvertidaenimagendelmáshumildearrepentimiento.

—Novolveréaofenderos,nisiquieraahablar,dijolajoven,peroquisiera

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continuarenvuestracompañíahastasalirdelbosque.

—¡Vosnopodéisofenderme!exclamóRogeralborozadoalverla.Lejosdeeso, yo soy quien debí refrenar la lengua. Pero tened en cuenta, paraperdonarme,quehepasadomividaentrehombresymalpuedo saber cómohablaraunamujerdesuertequeniaunligeramentelleguenadisgustarlamispalabras.

—Asímegusta.Yahora,completadvuestraretractación;decidque teníayorazónalquerervengarmedemiofensor.

—¡Ah,esono!contestóélgravemente.

—¿Lo veis? exclamó triunfante y sonriendo la joven. ¿Quién es aquí elcorazón duro e inflexible, el predicador severo, el que se empeña en quecontinuemos reñidos? Pues bien, cederé yo, porque lo que es vos habéis deseguirhaciendoméritoshastaobtener,comooslodeseo,lamitradeobispooel capelo cardenalicio. Oídme; por vos perdono a vuestro hermano y tomosobre mí toda la culpa de lo ocurrido, ya que yo misma fui en busca delpeligro.¿Estáiscontento?

—¡Cuándignasdevossonesaspalabras!Enellashallaréissindudamásplacerqueenvuestrasprimerasideasdevenganza.

Movióellalacabezaenseñaldedudayalmiraralolejoslanzóunaligeraexclamaciónquerevelabamássorpresaqueplacer.

—¡Ah!dijo.AllíestáRubínconloscaballos.

Tambiénloshabíavistoelpajecillo,cuyosrubiosylargoscabellosrizadosrodeaban el gracioso rostro. Cabalgaba alegremente, llevando de la brida elblancopalafréncausainvoluntariadelasaventurasdesudueña.

—¡Oshe buscado en vano por todas partes,mi señoraDoñaConstanza!gritóagitandoenelairelaemplumadagorra.TrovadornosedetuvohastaElCastañar,añadióechandopieatierrayteniendoelestriboasuama;yaunasí,trabajo me costó cogerlo. ¿Os ha sucedido algo desagradable? Estaréiscansada¿verdad?

—Nadamehasucedido,Rubín,graciasa lacortesíadeestedoncel,dijo,mientras el paje miraba atentamente a Roger. Y ahora, señor de Clinton,continuó,tomandolariendaymontandoligeramente,noquierosepararmedevos sin deciros que os habéis conducido hoy como honrado caballero y sindaroslasgracias.Soisjovenynooscreorico;quizásmipadrepuedaservirosen vuestra carrera futura, cualquiera que sea. Es respetado de todos y tieneamigospoderosos.¿Nomediréiscuálessonvuestrosproyectos,ahoraquenopodéiscontarconvuestrohermano?

—¿Proyectos?Ninguno;nopuedotenerlos.Sólodosamigoscuentofuera

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de la abadía de Belmonte y de ellosme separé estamañana. Quizás puedareunirmeconellosenSalisbury.

—¿Yquéhanidoahacerallí?

—Uno de ellos, bravo soldado, lleva importante mensaje al castillo deMonteagudoparaelbarónLeóndeMorel....

Unaalegrecarcajadadelahermosahizoenmudeceralsorprendidojoven,que momentos después se vio solo en medio del camino, contemplando lanube de polvo que levantaban los caballos. Llegados a una pequeñaeminencia,detuvoladamasucorcely leenvióamistosaseñaldedespedida.Allí permaneció Roger inmóvil hasta que perdió de vista a su lindacompañera. Después tomó lentamente el camino del pueblo, con ideas ysentimientosmuy distintos de los del inexpertomancebo, casi un niño, quepocashorasanteshabíadejadoaquelmismocaminoporelatajodelbosque.

CAPÍTULOX

UNCAPITÁNCOMOHAYPOCOS

PensandoibaRogerquenipodíaregresaraBelmonteeneltérminodeunaño,niasomarporlasinmediacionesdelacasapaternasinquesuatrabiliariohermanoleechaselosperrosencima;yqueporconsiguientesehallabaenelmundo a la ventura, sin saber qué hacer y harto escaso de recursos paracontinuarviajandoygastando,sinoficionibeneficio.Conlosdiezducadosdeplata que el buen abad había depositado en su escarcela podría vivirescasamente unmes, pero no doce. Su única esperanza era reunirse cuantoantes a los dos camaradas por quienes sentía el afecto que ellos también lehabíanmostrado.Apretópueselpaso,ycorrióatrechos,comiendoelpanquellevabaenelzurrónyapagandolasedenloscristalinosarroyosquehallóasupaso.

Alcabodeunahora tuvo la fortunadealcanzaraun leñadorqueconsuhachaalhombrollevabalamismadirecciónqueél,loqueleevitóperdermástiempoyaunextraviarseenlosnumerosossenderosquecruzabanelbosque.No fue muy animada la conversación entre ambos, pues el leñador sóloplaticabasobreasuntosdesuoficio,lacalidaddetalesocualesmaderasylasreyertas entre trabajadores de éste o aquel villorrio, al paso que Roger nopodía apartar de su imaginación el recuerdo de la encantadora desconocida.Tan distraído y preocupado iba que su compañero acabó por callarse, hastaquetorcióalaizquierdaporelsenderodeElCastañar,dejandoaRogerenelanchocaminodeSalisbury.

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Algunospordioseros,uncorreodelrey,variosleñadoresyotraspersonasqueencontróensucamino le indicaron laproximidaddelpoblado.Tambiénvio pasar a un jinete corpulento, de luenga y negra barba, que llevaba unrosariodegruesascuentasenlamanoyenormeespadónpendientedelcinto.Por la forma y color del hábito y la estrella de ocho puntas bordada en lamanga reconoció en él a unode los caballeroshospitalariosdeSan JuandeJerusalén,cuyomaestreresidíaenBristol.Eljovenviajerorecibiódescubiertoy reverente la bendición del hospitalario, lleno de admiración por aquellafamosaorden, sin saber que a la sazónhabía adquiridoyagranparte de lascuantiosas riquezas de los templarios y que los un tiempo humildes ydesinteresados caballeros de San Juan preferían ya las comodidades de suspalacios a las aventuras y peligros de la campaña contra los infieles delOriente.

El sol sehabíaocultado trasnegrasnubesyapocoempezóa llover.Unfrondoso árbol cercano ofrecía el mejor refugio y bajo sus ramas se cobijóRoger, aun antes de oír la cordial invitación de dos viajeros que le habíanprecedido y que sentados al pie del árbol tenían delante media docena dearenquessalados,unpanmorenoyunabotaquedespuésresultóestarllenadelechefrescaynodevino.Erandosjóvenesestudiantesdelosmuchosqueporaquellaépocaseveíannosóloenlasgrandesciudadessinoenloscaminosyventorrillosde casi toda Inglaterra.Disputabanmásque comíany saludaronalegrementealreciénllegado.

—¡Venid aquí, camarada! dijo uno de ellos, bajo y rechoncho. Vultusingenuipuer.Noosasustelacarademicompañero,quecomodijoHoracio,fœnumhabetincornu;peroesmásinofensivodeloqueparece.

—Norebuznestanfuerte,Colás,repusoelotro,queeraentecoyalto.Siacitar vamos a Horacio, recuerda aquello de loquaces si sapiat... o comodiríamosenbueninglés,huyedeloscharlatanescomodelapeste.Yafemía,quedeseguirtodoselconsejohabíasdevertetúsoloenelmundo.

—¡Buena lógica, buena! Como de costumbre, te enredas en tus propiosargumentosytecaesdebruces,dijoColáscongranrisa.Primerapremisa:loshombres deben huir de mi locuacidad. Segunda: tú estás aquí comiendoarenquesmanoamanoconmigo.Ergo, túnoereshombre.Quees loquesequeríademostrar,Floriánamigo,yloqueyometeníamuysabido;queeresunmonigoteynounnombre.

RogeryFloriánserierondebuenaganayelprimerosesentójuntoalospolemistas.

—Ahívaunarenque,compañero,dijoFlorián;peroantesdeparticipardenuestraespléndidahospitalidad,tenemosqueimponerosciertascondiciones.

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—Laqueamímásmeinteresa,repusoRoger jovialmente,esqueconelarenquevengatambiénunarebanadadepan.

—¿Loves,gandul?preguntóColásalotroestudiante.¿Notehedichocienvecesqueelingenioylagraciaeneldecirmerodeancomounaurasutilyquenadiesemeacercasindarapocomuestrasevidentesdelaagudezaqueenmírebosa?Túmismoeras elmostrencomás zafioquehe conocidoen todamivida,peroenlasemanaquellevasconmigohashechoyadosotresjuegosdepalabrasmuypasables y estamañana un comentario asaz agudo, que yo notendríainconvenienteenaceptarpormío.

—Comoloharásalaprimeraoportunidad,socarrón,parapavonearteconplumasajenas.Perodecidme, amigo, ¿sois estudiante?Ysiéndolo¿venísdelasaulasdeOxfordodelasdeParís?

—Algo he estudiado, contestó Roger, pero no en esas grandesuniversidades,sinoconlosmonjesdelCíster,ensuconventodeBelmonte.

—¡Bah!pocoymaloprobablemente. ¿Quédiablosde enseñanzapuedendarallí?

—NoncuiviscontingitadireCorinthum,observóRoger.

—¡Toma y vuelve por otra, hermano Florián! Pero dejémonos dediscusiones y a comer se ha dicho, que se enfrían los arenques y el panamenazaconvertirseenguijarroylalecheenrequesón.

Lo cual no impidió que mientras Roger comía renovasen los otros susarguciasyqueapocomenudeasenargumentosysofismasylloviesenlascitaslatinasygriegas,escolásticasyevangélicas,silogismos,premisas,inferenciasy deducciones. Sucedíanse las preguntas y respuestas como los golpes deincansables espadas sobre fuertes escudos. Por fin, aplacóse un tantoColás,mientrassucompañerosiguióperorando,triunfanteyengreído.

—¡Ah,ladrón!gritódepronto.¡Tehascomidomisarenques!

—Ymuyricosqueestaban,contestóColásconsorna.Peroesoespartedemi argumentación, el esfuerzo final, la peroratio, que dicen los oradores.Porque amigoFlorián, siendo cosas las ideas, como lo acabas de dejarmuybiensentadoyprobado,notienesmásquepensaroidearteunpardearenquesrollizosyconjurarunfrascodelechededosazumbres,conlocualquedarátuestómagotansatisfechoytancampante.

—¿Con que esas tenemos, eh? Buen argumento, bueno, pero hay quecontestarlo;yhaciendoydiciendoatizóalrubicundoColásunabofetadaquelohizocaerdeespaldas.Yahora,continuó,levantándose,imagínatequenotehasllevadoeserevésyveráscómoniteduele,nivuelvesarobararenques.

ElestudiantesantiguadoagarróelgarrotedeRogeryenpocoestuvoquele

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rompieseunhuesoasucompañero.PorfinconsiguióRogerponerlosenpaz,yhabiendocesadolalluviasedespidiódeaquellosdivertidospolemistas.Notardóendivisargruposdecabañas,camposcultivadosyunaqueotragranja;peroelsolseacercabaasuocasocuandoelviajerovioadistancialaelevadatorredelprioratodeSalisbury.Alegrósede llegaral términodesuviajeporaqueldía,ymuchomáscuandoalrodearlastapiasdeunhuertodescubrióaSimónyTristán,sentadosmuysosegadamentesobreunárbolcaído.

Ningunodeellosnotósupresenciaporquededicabantodasuatenciónalapartida de dados que tenían empeñada. Acercóse Rogermuy quedamente yobservóconsorpresaqueTristánteníacruzadoalaespaldaelarcodeSimónyceñida la espada de éste y que entre los dos, como si fuese la puesta de lapróximajugada,sehallabaelcascodelarquero.

—¡Maldición!exclamóéstealmirarlosdados.¡Unoytres!NohetenidosuertepeordesdequesalídeRennes,dondeperdíhastalosborceguíes.Àtoi,camarade.

—Cuatroytres,dijoTristánconvozdebajoprofundo.Vengaelcapacete.Yahorateloapuestocontratucoleto,arquero.

—¡Apostado! Pero como siga la mala racha voy a llegar al castillo encamisa. ¡Voto a sanes! Bonita facha para un embajador. ¡Hola! gritólevantándoseapresuradamentealveraRogeryechándolelosbrazosalcuello;miraquiénnoshacaídodelasnubes,recluta.

NomenoscomplacidoqueelarqueroquedóTristán,peroselimitóaabrirlabocazayentornarlosojos,queerasumaneradesonreírse,procurandoconambasmanosponerseelcascodeSimónsobrelaenormemelenaroja.

—¿Vienes a quedarte con nosotros, petit? preguntó el veterano, dandogolpecitosenlaespaldadeRoger.

—Por lomenosasí lodeseo, respondióéste, conmovidoante la cariñosaacogidadesusamigos.

—¡Bravo,muchacho!Juntosiremoslostresalaguerra,yqueeldiabloselleve la veleta del convento de Belmonte. Pero ¿dónde te has metido, quevienesdebarrohastalasrodillas?

—Enunarroyo,dijoRoger;ytomandolapalabralesrefiriólosincidentesdesu jornada,elataquedelbandolero, suencuentroconel rey, la recepciónquelehizosuhermanoyelrescatedelahermosacazadora.Escuchábanlelosotrosatentamente,peronohabíaacabadosu relato,quehacíaandandoentrelosdosamigos,cuandoSimónvolviópieatrásysealejódandoresoplidos.

—¿Quéospasa,arquero?gritóRogercorriendotrasélyechándolemanoalcoleto.¿Adóndevais?

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—ÁMunster.¡Suelta,muñeco!

—Pero¿quévaisahacerallí?

—Meterle seis pulgadas de hierro a tu hermanito en la barriga. ¡Cómo!¡Insultaraunadoncella inglesayazuzar losperroscontrasuhermano!Pues¿paraquétengoyoestaespada?Digo,no,quelatieneelgandulesedeTristányselavoyaquitarahoramismo.

—¡Amí,Tristán!¡Échalemano!gritóRogerriendoacarcajadasytirandodeSimón.Niellaniyosufrimosunrasguño.¡Venid,amigo!yentre losdoslograron por fin ponerlo de nuevo en dirección de Salisbury. Sin embargo,anduvobuentrechoconlacarahosca,hastaquedivisóunafrescalabradorayleenvióconunbesounasonrisa.

—Perovamosaver,dijoRoger.¿Cómoesqueelsoldadonollevaahoraconsigo las herramientas de su oficio? Y tú Tristán ¿qué haces con arco,espadaycascoentiempodepaz?

—Tediré.EsunjuegoqueelamigoSimónseempeñóenenseñarme.

—Yelbribónresultómaestro,gruñóelarquero.MehadesplumadocomosihubiesecaídoenmanosdelosballesterosdelreydeFrancia.Pero¡pormispecados! que me has de devolver esos trastos, amigo, si he de cumplir lamisión de Sir Claudio Latour, y te los pagaré como nuevos, a precio dearmero.

—Aquí tienes todo lo que te he ganado y no hables de pagármelo, dijoTristán. Mi único deseo era llevar encima esos arreos por un rato, paratomarles el peso, ya que en Francia y España he de llevarlos a diario poralgunosaños.

—Mafoi,hasnacidoparasoldadoybuencompañero,exclamóregocijadoSimón.Esoeshablaryportarsecomosedebe.¡Bien,recluta!¿Quiénhavistojamás arquero sin arco?Descuida, queyo te procuraré uno tanbueno comoéste, allá en el ejército. Pero ¡mirad! a la derecha del priorato se destaca latorrepardaycuadradadelcastilloenlaeminencia,yaunaestadistanciameparecedistinguir en la banderaque allí ondea el rojo corzode las armasdeMonteagudo.

—Rojoencampoblanco,dijoRoger,peronosésiescorzo,leónoáguila.¿Quéesaquelloquebrillasobreelmuro?Enlaalmena,debajodelabandera.

—El casco de acero de un centinela, contestó Simón. Pero apretemos elpasosihemosdellegarantesquelacampanadélaseñaldevísperasyelclarínla de alzar el puente levadizo; porque el barón de Morel, a fuer de buensoldado,eslomásexigenteyrigurosoenpuntoadisciplina.

Prontosehallaronlostrescamaradasenlaextensapoblaciónconstruidaal

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piede la antigua iglesiaydel amenazadorcastillo.ElbaróndeMorelhabíacenado aquella tarde antes de ponerse el sol, según su costumbre; visitódespuéslascaballerizas,dondesusdoscorcelesdebatalla,DaríoyArmorel,descansabandesuspasadascampañas,enunióndeotrosbuenoscaballosydelospalafrenesdelasdamas,yporúltimodispusoquelosmonterossacasenalos perros y los dejasen correr y retozar en libertad por media hora en lasavenidas del castillo. Unos treinta contenían las perreras y no fue malconcierto de ladridos el que armaron al precipitarse en tropel perdigueros ylebreles,mastines,galgos,sabuesosypodencos,de todos tamañosycolores.Detrás de los monteros y pajes que con sus voces aumentaban la algazara,veíase al noble señor de Morel, que contemplaba sonriente aquel animadocuadro. Ibaasu lado labuenabaronesayambossiguieronandandohastaelpuentedepiedraqueseparabaelpueblodelcastillo.

Eraelfamosoguerrerodecortaestaturaypocascarnes,ynisuaspectonisusmanerasrevelabanenélalesforzadocampeóningléscuyosaltoshechosandaban en lenguas de todos. Los años habían encorvado algo su cuerpo,aunquenopasabandecuarentayocholosquetenía;yenlaépocaenqueleconocemos sufría todavía de la vista a consecuencia de haberle vaciadoencima una espuerta de cal viva los sitiados de Bergerac, cuando el baróndirigía el asalto de aquella plaza al frente de los veteranos de Derby. Elconstanteejerciciodelasarmasylaspenalidadesdesupasadavidadesoldadolohabíanconservadovigorosoyactivocomosiempre;eradelgadoderostro,decolormorenoyllevabaelretorcidobigoteylargaperillaqueporentoncesestabanenbogaentreloscaballerosdelejército.Elchambergodefinofieltrocon airosa pluma blanca, algo inclinado sobre la oreja derecha, ocultaba enparte la cicatriz de una larga herida que partía desde la sien; la mitad deaquellaorejaselallevóunabaladebombardaalláenTournay,enlasguerrasdeFlandes.Vestíaricotrajedeterciopelonegroycapacortadelmismocolor,yusabacalzadoderetorcidapunta,aunquenotandesmesuradacomofueusollevarlaenelsiguientereinado.Ceñíaleelcuerpouncinturónbordadodeoro,en cuya ancha hebilla estaban grabadas las armas de losMorel, cinco rosasgulesencampodeplata.

Ásuladoyapoyadaenelparapetodelpuente,labaronesaparecíaeltipoacabadodelasaltivascastellanasdelaépoca.Másaltaquesuesposo,teníalamiradadominantey la robustez físicaquehabíahechoposibles las heroicasproezas deAgnesDunbar, de las condesas de Salisbury y deMonfort y deotrasdamasinglesasquehabíandemostradosertananimosascomosusnoblesmaridosllegadalaocasión,ypocomenosexpertasqueellosenelmanejodelaespadaodelhachadecombate.Peromuchasdeaquellasheroínasinglesasyotrasquepudiéramoscitar,comolasdeMonteagudo,ChandosyBelver,erannosólovalerosassinobellas,calificativoesteúltimoqueporningúnconceptopodíaaplicarsealabaronesadeMorel.

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—Osrepito,barón,queunadoncellacomonuestrahijanodeberíapasarsuvidacazandoycorriendoporcamposybosques,decíalaimponentedamaasuesposo.Siladejamosquesigarodeadadecaballosyperros,pajes,monterosysoldados,cuidandohalconesyaprendiendo,lamuytaimada,trovasfrancesas,quetalhacíacuandolasorprendíayerensucuarto,¿cómohadeservirparaesposadeunnoblecompañeroyparagobernaruncastillo,cuallohehechoyoenvuestraslargasausencias,conuncentenardehombresdearmasysirvientesasusórdenes,lamitaddeloscualessóloentiendendeholgarybebercerveza?Ycuentaquelastrovasdequeoshablo,queellaescondióbajolaalmohadaalvermeentrar,selashabíaprestado,segúnconfesiónsuya,elmismísimopadreCristóbal,delPriorato.Esverdadquesiempremedicelomismo.

—Muy cierto es todo eso, mi buena amiga, respondió el magnate, perotened en cuenta que esmuy joven, llena de vida y salud, traviesa y alegrecomounaniñayquetiempohayparatodo.

—Sustravesurasvansiendogravespordemásydemandandevosseveracorrección.

—Noquerréisdecirseguramentequellegueyoalevantarlelamano.Jamáslohehechoconningunamujerynoexceptuaréprecisamentealaquellevamisangre en sus venas. En vos confío para enmendarla, cuando su conductamerezcaenmienda;sobretodoenmiausencia,queridamía,puessillevolargotiempo de asueto en el castillo, sólo por vos ha sido, y os confieso que sinvuestrapresencianopodríatolerarunasemanaestavidatranquilayregalona.Soldadonacíysoldadohedemorir.

—Esoeraloqueyotemía,exclamóangustiadalabaronesa.¿Creéisquenohe notado vuestro desasosiego de estos últimos tiempos, y la revista quehabéispasadoavuestrasarmasencompañíadeRenatoelescudero?¡NuestraSeñoradeEmbrúnmevalga!

—Noosaflijáis.Nosetratasólodeinclinaciónmía,sinodeundeber,deunllamamientoanuestrohonor.Biensabéisquelarenovacióndelaguerraescosa resuelta, que nuestras tropas se reconcentran en Burdeos y ¡por SanJorge!seríacosadeverquejuntoalosleonesdelestandarterealfigurasenlasarmasdetodalanoblezainglesa,exceptolasrosasdeMorel.

—No lo hubiera permitido yomisma diez o quince años hace; pero ¿nohabéisservidoalreycomoelprimero?¿Nohabéisdadopruebasbrillantesdevalorendiezcampañas?Díganlo lasheridasdevuestrocuerpoy la famadevuestronombre.Elmismoreynoesperadevosquecombatáishastamoriryelmásbravosoldadodeponeundíalasarmasyregresaalhogar.

—Noestáenmíelhacerlo,creedme.Cuandonuestrograciososoberanoseapresura a vestir la armadura de combate a los setenta años y el señor de

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Chandos le imitaa los setentaycinco,con tantascampañasyheridascomocuentoyo,malpuedequedarenreposolalanzadelbarónLeóndeMorel.Mipropia fama me obliga, ya que tanto más notada sería mi ausencia. No,Leonor,debopartir.Sincontarquenuestrahaciendanoestangrandecualyoporvosypornuestrahijalaquisiera,yquesóloelcargodecondestablequeejerzo aquí por merced de mi buen y poderoso amigo el conde deMonteagudo, cuyo castillo habitamos, nos permite sostener la posicióncorrespondienteanuestro rango.Ybien sabéisqueen laguerra esdondeelnoble y el bravo hallan hoy no sólo honores, sino riquezas. La recompensaregia, el rico botín y los rescates enormes de esta guerra nos pondrán parasiempre al abrigo de todo temor, por lo que a nuestros bienes de fortuna serefiere.

—Rescatesybotínsoberbioshabéisganadoconvuestroesfuerzo,perosoistangenerosocomovalienteyotrossehanaprovechadodevuestrahacienda.

—Descuidad.Nomásesplendidezacostadelatranquilidadyelbienestardelosmíos.Cobradánimos;lacampañanoserálargayansíorecibirnoticiasdefinitivas.

—Mirad,barón,cercadelaúltimacasadelpueblo,aquellostreshombresquetomanelcaminodelcastillo.Soldadoesunodeellos.

Nuestros tres conocidos llegaban, en efecto, al término de su viaje,cubiertosdepolvo,perosinseñaldefatigayplaticandoalegremente.Elbarónse fijó desde luego en el joven de rubios cabellos e inteligente rostro, queobservaba atentamente el castillo y sus alrededores. Iba a su derecha ungigantepobrementevestido, quepor lo estrechosy cortosque levenían susarreos decían bien claro no haber sido cortados para él. El caminante de laizquierdaeraunveterano robustoydeatezado rostro, conespadaal cintoylargoarcoalaespalda;elabolladocapaceteylosdesteñidoscoloresdelleónde San Jorge que llevaba cosido en el coleto no dejaban duda sobre laprocedenciadelsoldado,cuyoaspectotododenotabasusrecientescampañas.Llegados al puente, miró el arquero fijamente al noble capitán, saludó a labaronesaconunainclinaciónrespetuosaydijo:

—Perdonad, señor barón, pero a pesar de los años transcurridos os hereconocido al momento, y eso que hasta hoy no os había visto vistiendoterciopelo, sino yelmo y coselete. Junto a vos he tendidomuchas vecesmiarcoenRomorantín,LaRoche,Maupertuis,Auray,Nogentyotroslugares.

—Yyomefelicitodeverte,ydartelabienvenidaalcastillodeMorel.Mimayordomo os proporcionará en él buen lecho y buena mesa a ti y a tuscompañeros.Espera,arquero; sí,meparece recordar tu rostro,aunqueyanopuedofiarmedemivistacomoantes.DescansauntantoydespuéstellamaréparaquemedesnoticiasdeloqueenFranciaocurre.Hastaaquíhanllegado

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rumoresdequeantesdeterminarelañoondearánnuestrasbanderasalsurdelasgrandesmontañasdelafronteraespañola.

—MuchosehablabadeelloenBurdeosamipartida,repusoSimón,yafeque los armeros trabajaban sin descanso y que vi llegar buen número desoldados.PeropermitidqueosentregueestamisivaqueparavospusoenmismanoselbravocaballerogascónSirClaudioLatour.Yavos,señora,ostraigodeéleste joyero,que le fuepresentadoenNarbonayqueosofrececonsusrespetos.

El arquero se había repetido muchas veces durante su viaje aquellaspalabras,queeranlasmismaspronunciadasporsucapitán;perolaverdadesque la dama, aunque estimando el rico presente, no se fijó en las frases delarqueroporqueestabatanabsortacomosuesposoenlalecturadelpergamino,que aquél le hacía en voz baja. Roger y Tristán, que se habían detenido aalgunospasosdedistanciadelarquero,vieronquelabaronesapalidecíayquesuespososesonreíasatisfecho.

—Yaveis,señoramía,dijo,quenoquierendejartranquiloalviejolebrelcuandosepreparanalevantarlacaza.¿Quémedices,arquero,deestaGuardiaBlancadequeaquímehablan?

—Delebreleshablasteisvos,señorbarón,yosaseguroquenohaymejorjauría que aquella Guardia en ambos reinos, cuando se trata de correr cazamayor,sobretodosi losdirigeunbuenmontero.Juntoshemosestadoenlasguerras, señor,pero jamáshevistocuerpodearquerosmásvalientesnimástemibles.Todososqueremostenerporcapitánenestapróximacampaña;yloquelaGuardiaBlancaquiere¿quiénloimpide?

—¡Puesmegusta!exclamóelbarónsinocultarsucontento.Laverdadesquesitodosaquellosarquerosseosparecen,nohayjefequenodebasentirseorgullosodemandarlos.¿Cómoosllamáis?

—SimónAluardo,delcondadodeAustin.

—¿Yelgiganteese?

—Es Tristán deHorla, unmontañés como hay pocos, a quien acabo dealistarenlaGuardiaBlanca.

—Hará un soldado excelente. ¿Buenos puños, eh? Robusto y forzudopareces,arquero,peroestoysegurodequeesebuenmozoloesmástodavía.aver,Tristán,siavergüenzasatodosmisballesteros,ningunodeloscualespudoayerhacerrodaraquellapiedrayarrojarlaaltorrente.Aunquemetemoquenitusbrazosdehérculespuedanconella.

Tristánsedirigióalpeñascosonriéndose.Eradeenormepesoyhundidoenparteenla tierra;peroelcolosoloarrancódesuhúmedolechoa laprimera

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sacudida,ynocontentándoseconhacerlorodarlolevantódelsueloylolanzóal agua. La noble pareja manifestó su admiración ante aquel prodigio defuerza, mientras Tristán se limpiaba el barro de las manos, sin dejar desonreírsebonachonamente.

—Esosbrazossuyosmehanrodeadounavez lascostillas,dijoSimón,ytodavíame parece oírlas crujir. Este otro compañeromío, continuó al notarqueelbarónmirabaaRoger,hasidohastaahoraamanuenseenlaabadíadeBelmonte,dondedejaelmejorrecuerdo,comoloatestiguanlasletrasdelabadque consigo lleva.Y es también doncel demucha ciencia, aunque de pocosaños.Sunombre,RogerdeClintonyeshermanodelarrendatariodeMunster.

—Mala recomendación esta última, dijo el señor deMorel frunciendo elceño;ysiatuhermanoteparecesporloshechos....

—Lejos de eso, señor, dijo vivamente el arquero. Puedo aseguraros locontrario,yafequehoymismoloamenazódemuertesuhermanoylesoltólosperros.

—¿PertenecestambiénalaGuardiaBlanca?ajuzgarporturostro,edadyporte,nohastenidomuchaprácticamilitar.

—QuisierairaFranciaconestosdosamigos,señor,dijoRoger.Peronoséque sirva para soldado, porque he sido siempre hombre de paz; estudiantedesdequesalídelaniñezytambiénlector,exorcista,acólitoyamanuenseenlaabadía.

—Esonoquita,observóelbarón,ynuncaestádemásquecadacompañíatenga su amanuense, alguien que entienda más de leer un pergamino y deredactar un informe que de andar a flechazos con el enemigo. TodavíarecuerdoyoaunsecretarioquetuveenlacampañadeCalais,llamadoSandal,que era también trovador y juglar de mérito. Habíais de oír las rimas quecompuso describiendo combates, asaltos y salidas, y cuantos incidentesocurrieronenellargoasediodeaquellaplaza.Perobastantehemoshabladoyhoraesderegresaralcastillo.Reposad,comedybebedconmishombresdearmas,quesongentedebuenayalegrecompañía.Venid,señora,sigustáis.

—Sí,queelaireharefrescadomucho,dijoladama,tomandoelbrazodelbarón.

Dirigióse la noble pareja hacia el castillo, seguida de Simón, que sealegrabadehaberdesempeñadosumisiónyvistoasuqueridocapitándeotrostiempos,ydeRoger,admiradodehallarenelafamadoguerreroaunhombremodestoyafable,sinsombradelainsufriblealtivezdemuchosnobles.SóloTristánparecíadescontentoylomanifestabaconsordosgruñidos.

—¿Quélepasaalmastuerzoéste?dijoSimónenvozbaja,deteniéndosey

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mirandoaTristán.

—Mepasaquemehasengañado,quemeprometistehacermeserviralasórdenesdeunode losmásgrandes capitanesdel reinoy en su lugarbuscasparacapitánde laGuardiaBlancaaesealfeñiquevestidode terciopelo, consusojillosllorososyqueporloflacoydesmedradoparecenohabercomidoentresdías....

—¡Hola,conqueahíesdondeteduele!Puesmira,Sansón,procuraquenote oiga él, el chiquitín ese de los ojillos llorosos, porque sólo entoncesconoceríastúlafuerzadesuspuños.Porlodemás,tresmesesdeplazotedoyparacambiardeopinión.AlcapitánMorelsóloleconocenlosquelohanvistohilarporlofinoenlaguerra.Yaverás,yaverás.

Enaquelmomentoseoyógrangriteríaenlascallesdelpueblo;hombres,mujeresyniñoscorríandeunoaotroladodelacallecentraldandovocesyserefugiabanen lascasas.Alotro ladodelpuenteycorriendocuantopodíaendirecciónalcastillo,aparecióunhombre,quealvera labaronesase llegóaellaygritó,sudorosoyjadeante:

—¡Huid,señora,huid!¡Salvadla!¡Eloso,eloso!

En efecto, corriendo hacia ellos venía un oso negro enorme, de terribleaspecto,entreabiertalabocayconuntrozodecadenaatadoalcuello.Endossaltos se pusoTristán al lado de la baronesa, a quien levantó en sus brazoscomo si fuera una pluma, y con ella corrió rápidamente fuera del camino,hastallegaraunosárbolesvecinos.Rogersoloacertóadaralgunospasosenigual dirección y se quedó mirando atónito al furioso animal; entre tantosoltabaSimónunaretahíladetacosfranceseseinglesesypreparabasuarco.Entonces, con sorpresa de todos, vieron que el barón deMorel no sólo nohabía huido sino que se dirigía en derechura al oso con tranquilo paso,llevandoenlamanoelrojopañuelodesedaqueenellateníacuandohablabacon Simón y sus amigos. El oso llegó hasta él, dio un sordo gruñido, yalzándosesobrelaspatastraseras,levantólapoderosazarpa.

—¡Hola, feo! ¿Con que estamos de mal humor? dijo tranquilamente elbarón,cruzandopordosvecesconsupañuelodesedaelhocicodeloso.

Elanimal,sorprendido,lemiróunmomento,cayósobrelascuatropatasygruñódenuevo,mirandoaderechaeizquierdacomosinsaberquéresolucióntomar, mientras el barón, a dos pasos, lo contemplaba con curiosidad,guiñandosusirritadosojillos.Enaquelmomentollegaroncuatrogañanescongruesascuerdasyenpocosinstantestuvieronaseguradoalfugitivo.Eldueñodel oso llegó también, temeroso del castigo que pudiera aguardarle ydescubriéndoseexplicóalbarónquehabíadejadoalafierabienencadenadaala puerta de una taberna mientras él tomaba un vaso de cerveza, y que

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habiendo llegado de súbito los perros del castillo, atacaron al oso,enfureciéndolo y haciéndole romper la cadena. Lejos de castigarlo oreprenderlo el barón le dio algunas monedas de plata, con escándalo de labaronesa,alaquetodavíanoselehabíapasadoelsusto.

—Te pido perdón, camarada, dijo Tristán al arquero, al tiempo queentraban por las puertas del castillo. El señor deMorel es todo un hombre.¡Digo,quécalmayquénervio!Pormiparte,noquieromásjefequeél.

CAPÍTULOXI

DELCONVENTOaESCUDEROYDEDISCÍPULOaMAESTRO

SobreelmacizoarcoquedabaentradaalafortalezaseveíaelescudodelosMonteagudo,uncorzogulesencampodeplata,yjuntoaéllasarmasdelveterano condestable, las rosas de Morel. Al pasar el puente levadizo leparecióaRogerqueenunadelassaeterasbrillabalaarmaduradeunsoldado;yapenasestuvierontodosenelpórtico,sonóunclarínyelpesadopuenteseelevó tras ellos como impulsado por manos invisibles, con gran ruido decadenas. El barón acompañó a su esposa a la sala del castillo y un obesomayordomoseencargódelostresrecienllegados,aquienestratóacuerpoderey.Satisfechosampliamentesusestómagosyrefrescadosconunbañoen lacercana acequia, siguieron Tristán y Roger al arquero, que examinabaatentamentelafortalezaconlaprácticadequientantashabíavistoensuvida.a sus dos compañeros, que por primera vez se hallaban en un castillo, lesparecíanaquellosgruesosmurosdeltodoinexpugnables,yveíanconasombroelnúmerodecentinelasapostadosenpuertas,murallasyalmenas,sincontarlos soldados del cuerpo de guardia situado cerca del puente levadizo, quelimpiabansusarmas,cantabanohablabanconsusmujeresehijosenelanchopórtico.

—Me parece que un puñado de rústicos podría defender esta fortalezacontradiezcompañíasdelrey,dijoTristán.

—Lomismodigo,asintióRoger.

—Puesbienosequivocáis,mesgarçons,exclamóelarquero.Muchomásformidablesqueéstalashevistoyorendidasenunasolanoche.¡Porelfilodemiespada!Pues¿yelcastillodeMonleón,enPicardía,queparecíauncerroyquebatimos,tomamosysaqueamoslossoldadosdeSirRobertoNolles,antesdequeexistieralaGuardiaBlanca?Deallísaquéyounosarreosdecaballo,deplatamaciza,quemevalieroncienducados.

—¿Sois vos el arquero Aluardo? le preguntó en aquel momento un

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ballesteroqueacababadecruzarelpatiodelcastillo.

—SimónAluardo,paraserviros.

—Puesmíramebien,camarada,ynotendrénecesidaddenombrarme.

—¡Mala bombarda me parta si no es esa la cáfila de Reno el arquero!Embrasse-moi,camarada;yambosamigosseestrecharoncomodososos.

—Sí, el arquero Reno, ahora ballestero al servicio del barón, y casiolvidadoyadedispararballestaoarco.Perovenacá,viejolobo;enlasaladearmassehabladerecorrerunavezmáslabuenatierradeFranciayaunsedicequeelbarónenpersona....

—Lasbuenasnoticiassesabenpronto,aloqueveo,dijoSimóndandounacarcajadayguiñandoelojoaTristán.

—¡Bravo! gritó Reno. Desde ahora ofrezco un cirio de dos libras a misanto patrón. ¡Si supieras tú lo que es pudrirse aquí la sangre, entre cuatroparedes,paraunsoldadocomoyo!Venganenbuenahoraaquellostiemposenqueteníamosfrancesesquematarysaetazosquedaryrecibir,sinhablardeloquesiempreseganaysedivideconlosamigos.

—Quémeplacevertetanbiendispuesto,repusoSimón.Perooye,amigo¿tanvacíaestá tubolsa?Porqueen tal caso,mientrasentramosenelprimercampo,castilloovilladeFrancia,aquíllevoyomiviejaescarceladecueroalcintoynotienesmásquemeterenellalamano.Yasabesqueentrehermanosdearmasnohaytuyonimío.

—No, amigo; aquí ni dinero se necesita.No es como en Francia, dondeandábamossiempreapuñadasconloshombresyconlarodillaentierraylamano abierta ante lasmujeres. ¡Qué tiempos aquellos!Con tal que vuelvanpronto.... Y además, se trata de saldar una cuentecilla pendiente. Tú no losabes, pero mientras nosotros batíamos el cobre en Rennes, las galerasfrancesas hicieron un desembarco en Chelsea y quemaron y mataron hastacansarseycuandovolvíamipueblomeencontréconqueentrelasvíctimasdesus alabardas se contaban mi madre, mi hermana y sus dos hijos, doschiquitines que apenas sabían hablar. ¡Rayos de Dios! Cuando te digo queardoendeseosdevermeotravezfrenteafrentedeaquellacanalla....

—Pues descuida, Reno, que si bien parece que esta vez nos esperan enEspañamásqueenFrancia,andanlascosas tanrevueltasquesiemprehabrátrabajo en todas partes y para todos los gustos.Desde luegohallaremos porCastilla el famosoDuguesclín, quecon lasmejores lanzas francesas andaalservicio de un príncipe español, Don Enrique de Trastamara, empeñado enponerloeneltrono,alpasoqueelmonarcalegítimoDonPedro,hermanodelpretendiente, se ha dirigido a nuestro reyEduardo en demanda de auxilio y

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creoqueelmismísimoPríncipeNegronos llevaráalcombate.Yaves,pues,quehabráocasióndeponerunaflechatanprontoenuncastellanocomoenunfrancés. Pero entre tanto, amigo Reno, creo que también tú y yo tenemosnuestracuentapendientey....

—¡Pesiamí,quelohabíaolvidadoconlaalegríadeverte,camarada!dijoReno. Muy cierto es ello, y también que apenas nos habíamos puesto enguardianossepararonelmalditoprebosteysushombresdearmas.

—Áquienes lapeste se llevepor entremetidos.Perocomoquedamosenaclarar el punto en nuestra próxima entrevista, y veo que llevas puesta laespada,enguardia,RenoamigoyaquienDiosseladé....

—Palabra empeñada y cuestión de honra son cosa sagrada, dijo Renodesenvainandoelacero.Laluzdelalunabastaparavernoselbultoyestosdosmozosservirándetestigos.Cuestióndehonra,compañeros.

—¿Quédecís?exclamóRoger.¿Quécuestióndehonrapuedeinduciradosamigoscomovosotros amatarsea sangre fría? ¡Tened!Pero¿no sabéisqueesoesunpecadomortal,queelodioosciega?¡Porfavor,Simón!

—No hay odio ni cosa que se le parezca, frailecico mío, repusojovialmente Simón,mientras el otro veteranomiraba sorprendido al doncel.Nohaysinounacuestioncillanoterminadaagustonuestro.¡Ojoamiespada,Reno!

—Guárdate de la mía, Simón hermano, que hace meses no he tenidoocasióndeesgrimirlaunasolavezynecesitoestaescaramuzaparaejercitarlamuñeca.¡Áello!

—¿Pero qué espíritu sanguinario os anima? ¡No lo consentiré y antestendréisquematarme!gritóRogerponiéndosedelantedelarquero.

—Tampoco lo consentiré yo, exclamó el no menos sorprendido Tristán,enarbolandounpesadotablónquevioapoyadocontraelmuro.¡Ea,bastadebroma!Alprimeroquemuevaelchafaroteloaplastocomounsapo.¡Puesnofaltabamás!

—¿Qué mala mosca ha picado a este par de gansos? preguntó Reno.Cuidado,gigantón,noempieceyopordarteunasangríaytecaigaencimalatablaesa....

—Decidme, Simón, interrumpió vivamente Roger, la causa de vuestraquerella, para ver si ello admite honroso arreglo, antes de que os degolléiscomoenemigosimplacables.

Elarqueromirópensativamentealsueloydespuésalaluna.

—¿La causa, muchacho? ¿Y cómo quieres tú que yome acuerde de tal

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cosa,cuandonuestradisputaocurrióalláenLimogeshacemásdedosaños?PeroahíestáReno,quetelodiráenunsantiamén.

—No tal, dijo Reno bajando la espada. Desde entonces he tenido otrasmuchas cosas en que pensar y aunqueme rompa la crisma no lo recordarénunca.Creoqueestábamosjugandoalosdados.No,creoquefuecuestióndefaldas.¿Eh,Simón?

—Dadosomujeres,creoqueleandascerca.aver,enLimogesconocíamosa...¡Calla!¿puesnoteacuerdasdeaquellaRosatanfrescachona,queservíaenelmesóndeLosTresCuervos? ¡AuxTroisCorbeaux!Apuestoaqueyanosabes una palabra de francés, animal. ¡Qué chica aquella! Yo me enamorécomounbendito.

—Yyo,yotrosmuchostambién,dijoReno.Noestoysegurodequefueseella el objeto de nuestra reyerta, pero sé muy bien que el mismo día queíbamos a batirnos desapareció de la venta en compañía de Ivón, el arqueroaqueldeGales¿teacuerdas?Unlicenciadodelejércitomedijodespuésquehabíanabiertounataberna,ennoséquéciudaddelGaronayqueRosasiguehaciendo de las suyas y él bebe tanto vino y cerveza como diez de susparroquianos.

—¿Sí?Puesaquíacabanuestraquerella,dijoSimónenvainandolaespada.NosediráqueporunachiquillacapazdepreferiraundesertorysobretodoaunhijodeGales,sehandadodecuchilladasdosmozoscomonosotros.

—Más vale así, repuso Reno envainando a su vez, porque el barón noshubieraoídoohubierasabidoeldueloytienepregonadoquealosduelistasdelaguarniciónlesharácortarlamanoderecha.Yyasabesquecuandoéldiceunacosa....

—ComosilodijeralaBiblia,yalosé.Ea,unavisitaalmayordomo,quemeparecebuenhombre,aversinosdaalgunacervezaconquebrindarporelbarón.

Dirigiéronseloscuatrohacialascocinasdelcastillo,peroalsalirdelpatiovieronaungentilpajecilloquesedirigióaRogerdiciéndole:

—ElseñordeMorelosesperaarriba,enlasaletacontiguaasucámara.

—¿Ymiscompañeros?

—Ávossolo.

SiguióRogeralpaje,quelecondujoporunaanchaescaleraalcorredordelprimerpisoyaunacámaracuyasparedescubríantapicesypanoplias,dondeledejósolo.Descubrióseeldoncelynoviendoanadiecomenzóaexaminarlas armas y los antiguos y macizos muebles de roble tallado. Habíadesaparecidolaprimitivasencillezdelashabitacionesenloscastillos,debido

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enpartealdeseodeproporcionarmayorescomodidadesa lasdamasysobretodo al ejemplo de los cruzados, que habían traído deOriente el lujo y lasriquezas incompatibles con la vida incómoda y mezquina de las fortalezasfeudales. Influencianomenospoderosahabíasidodespués lade lasgrandesguerras con Francia, nación que en el siglo XIV adelantaba en mucho aInglaterra en las artes de la paz y cuyos progresos y refinamientos dejaronhuellamarcadísimaenlascostumbresinglesasdeaquellaépoca.

Absorto estaba Roger en la contemplación de los objetos de arte queenriquecíanlaestancia,cuandooyólarisamalreprimidadeunamujer.Miróatodosladossinverpersonaalguna,repitióselarisayporfindistinguiódetrásde lamamparaque a su izquierda teníaunablancamanoque sustentabaunespejoconmarcoymangodeplata,puestodemaneraquereflejabatodossusmovimientos.Permanecióel jovenporalgunosmomentos inmóvil, sinsaberqué hacer y luego vio que desaparecíanmano y espejo y que se adelantabahaciaélunahermosísimajoven,contrajetanelegantecomorico.EnsurostrosonrientereconocióRogereldeladoncellaaquienaquellamañanalibraraéldelasasechanzasdesuhermano,ysusorpresacreciódepunto.

—Veoqueosadmirahallarmeaquí,dijoalegrementelaencantadoradama.Trovadorquisieraserparacantarcualsemerecenuestraaventuradeayer;elperversoHugo,lacuitadadoncellayelpaladínesforzadoquelarescatadelasgarrasdeltirano.MistrovasosharíancélebreypasaríaisalaposteridadcualotroPercivaloAmadísfamosoygrandesfacedordeentuertos.

—Insignificante fue loqueyohiceparamerecer tantoelogio,pudodecirporfinRoger.Masnosabéis,señora,cuántaesmialegríaalvolveraverosysaberquellegasteissanaysalvaavuestramorada,suponiendoqueloseaestecastillo.

—Lo es, y el barón León de Morel es mi padre. Pude revelároslo aldespedirnos,perocomomedijisteisqueeraesteel términodevuestroviaje,preferícallarmeydarosunasorpresa,antesdequevolváisaencerrarosentrelascuatroparedesdevuestracelda.Peroante todo,oshehecho llamarparahacerosunencargo,mejordicho,parapedirosunservicio.

—¿Quédeseáis?

—¡Cuanpocogalantesois!Peroenfin,nomeextraña.Uncaballeromásacostumbrado al trato de las damas se hubiera puesto desde luego a misórdenes, pero vos me preguntáis qué os quiero. Pues bien, necesito quecorroboréisconvuestrotestimoniomispalabras.Voyadeciramipadrequeosencontréen lapartedelbosquesituadaal surdelcaminodeMunster.De locontrario, si averigua que le desobedecí y puse la planta en las tierras deClinton,noescaposinunaencerronaatrozylomenosunasemanaderuecaytapicería.

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—Sielbarónmeinterroganolecontestaré.

—¡Cómo!Peroesquetendréisquecontestarle.Yasegurarleloqueoshedicho,olopasarémuymal.

—¿Perocómohedepoderdecirle loquenoescierto?¿Seríaiscapazdehacerlovos,sabiendoqueestabaisleguasalnortedelcamino?...

—¡Oh,meaburrísconvuestrossermones!¿Osnegáis?Puesyoséloquedebohacer.

—Noosofendáis,porfavor.Pensadenloquemepedís....Peroaquíestávuestronoblepadre.

—Estadmeatentoyveréissisoyonobuenadiscípulavuestra.Padremío,continuó dirigiéndose al barón, que acababa de entrar; estoy altamenteobligada a este caballero, a quien encontré esta mañana en el bosque deMunsteryquemeprestóunvalioso servicio.Ocurrióelhechoados leguasjustas al norte del camino deMunster y por consiguiente en una propiedaddondevosmehabíaisprohibidoponerlospies.

—¡Ah, Constanza! repuso el señor de Morel, que daba el brazo a unaanciana dama; me cuesta más hacerme obedecer de ti que de aquellosdoscientosarquerosdelapieldeldiabloaquienescapitaneabayoenelsitiodeGuiena.Perosilencio,niña,quetumadreestaráaquídentrodeunmomentoynohaynecesidaddequeseentere.Porestaveznollamaremosalprebosteysusguardas¿eh?Peroretírateatucámaraynovuelvasalasandadas.Sentáosaquí,juntoalfuego,madremía,dijoalaancianacuandosehuboretiradosuhija.Acercáos,RogerdeClinton;deseohablaros,yenpresenciademimadre,sincuyobuenconsejonogustoderesolversiemprequepuedoconsultarla.

Roger,sorprendido,seinclinó.

—Yomisma indiqué al barón que os hiciera llamar, dijo la noble dama,porque tengo de vos los mejores informes y creo que merecéis enteraconfianza.Conozcoalgovuestrahistoria;habéisvividoenelclaustroyesbienqueveáisahoraalgodelmundoantesdeelegirentreunoyotro.Precisamente,mi hijo necesita junto a sí una persona como vos, que vele por él, que loatienda. Entre vuestros compañeros, si aceptáis, veréis jóvenes de la mejornoblezadelreino.

—¿Soisjinete?preguntóelbarón.

—HecabalgadomuchoenlasposesionesdeBelmonte.

—Sinembargo,tendremosencuentaladiferenciaentrelapacíficamuladelosfrailesyelcaballodebatalla.¿Soismúsico?

—Sécantarytocolacítara,laflauta,elrabel....

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—¡Bravo!¿Yenheráldica?¿Leéisblasón?

—¡Ohsí,perfectamente!Loaprendí,comotodolodemás,enelconvento.

—Puesentalcaso,interpretadaquellasarmas;yelseñordeMorelseñalóunodelosescudosqueocupabaneltesterodelahabitación.

—Plata; cuatro cuarteles, azul y gules; triple león rampante; la rosaheráldica, unida al blasón de la torre, plata sobre gules; brazo armado, conespadadoble;grifo,mediovueloycascodecimera.

—Olvidásteisqueunode los tres leones,eldemisdeudos losLutrel,vatambiénarmadoylosotrosno.Perobienestáparaunnovicio.Séqueademásleéisyescribísbien,cosamuyútilenocasiones,cuandodeunmensajesecretodepende la vida de muchos, la suerte de una plaza y quizás el éxito de laguerra.¿Creéispoderservirdeescuderoaunnobleenlacampañaquevamosaemprender?

—Tengo buena voluntad y aprenderé lo que no sepa, contestó Roger, aquienllenabadegozolaperspectivadeobteneraquelpuestocercadelbarón.

—Puesvosseréiselescuderodemihijo,agrególaanciana.Cuidaréisdesus efectos, de sus armas, de cuanto le haga falta y pueda contribuir a sumayor comodidad, aunque nunca fuemucha la de los campamentos. Y voscuidaréis también de su escarcela, porquemi querido barón es tan generosoque probablemente la vaciaría enmanos del primer desdichado que le dieralástima.Noseríalaprimeravez.Muchosdetallesdelservicioescuderilossondesconocidos, naturalmente, pero como decís vos mismo, no tardaréis enaprenderlos y creo que seréis el mejor escudero de cuantos hasta ahora hatenidomihijo.

—Señora,dijoeldoncelmuyconmovido,apreciolaaltahonraquevosyelseñorbarónmehacéis,confiándomecargotancercanoalapersonadeunodelosmásfamososcaballerosdel reino.Alaceptar tangranmerced, tantomásbienvenida paramí por las circunstancias y el aislamiento en queme hallo,sólotemoquemiinexperienciamehagaindignodevuestrofavor.

—No sólo instruido, sino modesto; cualidades bien raras por cierto enpajes y escuderos, continuó la bondadosa dama. Descansad esta noche ymañanaosverámihijo.Conocimosyestimamosavuestropadreynosplacehacer algo por su hijo, si bien no podemos conceder nuestra estimación avuestrohermano,unodelosespíritusmásturbulentosdelacomarca.

—Nosseráimposiblepartirentodoelmes,dijoelbarón,pueshaymuchoqueprepararytiempotendréisdefamiliarizarosconvuestrosdeberes.Rubín,elpajedemihija,estálocoporseguirme,peroesaúnmásjovenquevos,casiun niño, y vacilo en exponerlo a las penalidades de esta guerra en lejanos

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países.

—Puestoquenopartiréisenalgunassemanas,observó laanciana, semeocurre que este joven puede prestarnos un buen servicio durante supermanencia en el castillo. ¿Entiendo que en la abadía habéis aprendidomucho?

—Heestudiadomucho,señora,peroaprendidosólounapequeñapartedeloquesabenmisbuenosmaestros.

—Lo que sabéis basta a mi propósito. Quisiera que desde mañanadedicáseisunpardehorasdiariasainstruirenloposibleaminietaConstanza,quebienlonecesitaynogustadeestudios.Noparecesinoqueaprendióaleerpara devorar novelas sentimentales e inútiles o trovas insulsas. El padreCristóbal viene del priorato a enseñarle lo que puede, pero no sólo esmuyanciano sino que su discípula lo domina y poco provecho saca de susconferenciasconelbuenpadre.ConellayconLuisayDoroteadePierpont,doncellasdebuena familiaqueconnosotros residen, formaréisunapequeñaclase.Hastamañana.

AsísevioRogerconvertidonosóloenescuderodelbarónLeóndeMorel,futurocapitándelaGuardiaBlanca,sinoenmaestrodetresnoblesdoncellas,cargoesteúltimoenquejamássoñara.Pensandoenelloygozosodelcambioocurrido en su suerte, resolvió no omitir por su parte esfuerzo alguno paracomplacerasusbienhechores.

CAPÍTULOXII

DECÓMOROGERAPRENDIÓMÁSDELOQUEÉLPODÍAENSEÑAR

EntodoelsurdeInglaterracomenzaronsimultáneamenteycongranvigorlos preparativos de guerra. Las nuevas que Simón y otros emisarios de losjefesdelejércitoenFranciahabíanllevadoalacorteyaloscastillosdelreinofueron recibidas con entusiasmo por nobles y soldados, para quienes unanuevacampañaentierraajenasignificabagloriayprovecho.Seisañosdepaztenían impacientes a millares de veteranos que habían participado en lasjornadasdeCrécy,NogentyPoitiersyparaquienesnoexistíaperspectivamásrisueñaque lade invadir el territoriodeFranciaoEspaña,mandadospor elhijode su soberano, el famosoPríncipeNegro;ydeunoaotromar sólo sehablabadeaprestosbélicos,dereclutamientosydeconcentracióndefuerzasenlospuntosdeantemanoseñalados.

Cadavilla,cadaaldeapreparóyfacilitósucontingentesintardanza,yen

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todo aquel otoño y parte del siguiente invierno se oyó de continuo por loscaminoseltoquedelosclarines,eltrotardeloscaballosyelpasoacompasadode los infantes, arqueros, ballesteros y hombres de armas, ya en compañíasorganizadas ya en grupos aislados, que de todas partes se dirigían a éste oaquelcastilloopuerto.

El antiguo y populoso condado de Hanson fue de los primeros enresponderal llamamientocongrangolpedesoldados.AlnorteondeabanlosestandartesdelosseñoresdeBrocasyRoche,elprimeroconlacortadacabezadesarracenoenelcentrodelescudoyelsegundoconelhistóricocastillorojode la casa de Roche, seguidos ambos por numerosos combatientes. Losvasallos de Embrún en el este y los del potentado Juan deMontague en eloesteseunieronenpocassemanasalasfuerzaslevantadasporlosseñoresdeBruin, Liscombe, Oliver de Buitrón y Bruce, procedentes de Andover,Arlesford,ChesteryYorkymarcharonalsur,endireccióndeSouthampton.PeroelmásnutridoybrillantecontingentedelcondadofueelqueseagrupóentornodelestandartedeMorel,graciasalafamadelbarón.ArquerosdelaSelva de Balsain, montañeses y cazadores de Vernel, Dunán y Malvar,hombres de armas veteranos y bisoños y nobles caballeros ganosos deprestigio,dirigíansetodosaSalisbury,desdelasriberasdelAvónhastalasdelLande,paraalistarsebajolabanderadelascincorosasgulesdeMorel.

Sinembargo,noeraelbarónunodeaquellosacaudaladosmagnatesquepodíanmantener en armas numerosa hueste, y con dolor se vio obligado adespedirgrannúmerodevoluntarios,quebuscaronotrosjefes,limitándoseéla seguir las instrucciones que le había enviado su amigo Claudio Latour,autorizándole para equipar cien arqueros y cincuenta hombre de armas, queunidos a los trescientos veteranos de la Guardia Blanca que quedaban enFrancia, formarían un cuerpo cuyomando podría aceptar sin vacilación tangran capitán como el barón deMorel. Con el auxilio de Simón, nombradosargento instructor, Reno y otros veteranos, eligió cuidadosamente sushombresyamediadosdeNoviembreteníayacompletaunafuerzaescogida,ciende losmejoresarquerosdeHansonycincuentahombresdearmasbienmontados.Dosnoblesamigosdelbarónleencomendaronasushijos,jóvenesyapuestoscaballerosllamadosFroilándeRodayGualterodePleyel,paraquecompartiesenconRogerdeClintonloshonores,peligrosydeberesdelcargodeescuderos.

Laspiezasdearmaduraparaloshombresdearmasylamayorpartedelasespadas, hachas y lanzas aguardaban a los soldados de Morel en Burdeos,dondepodíanprocurarsemejoresymuchomenoscostosasqueenInglaterra;mas no así los grandes arcos de combate, en cuyo material y buenaconstrucciónlosarmerosinglesessuperabanatodoslosdemás.Tambiénhuboque uniformar a hombres de armas y arqueros con el capacete liso, cota de

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malla,blancocoletosinmangassobrelacotayconelrojoleóndeSanJorgeenelpecho,todolocualcomponíaeluniformedelafamosaGuardiaBlancaque con tanto orgullo llevaba SimónAluardo. Soberbio aspecto presentaronlasfuerzasdeMorelcuandosuveteranocapitán,montandosumejorcaballode batalla, les pasó revista final en el gran patio del castillo. De los cientocincuentahombreslamitadporlomenoshabíansidosoldados,algunostodasuvida;entrelosreclutasllamabalaatenciónelgigantescoTristándeHorla,quecerrabalamarcha,llevandoalaespaldasuenormearcodeguerra.

ElequipodelacompañíarequirióalgunassemanasyRogerysusamigosllevabandosmesesenelcastillocuandoelbarónanuncióasuesposaquetodoestabaprontoparalamarcha.Aquellosdosmesestransformaronporcompletoel porvenir de Roger, despertaron en él un sentimiento desconocido y lehicieronmásgratalavida.Entoncesaprendiótambiénabendecirlaprevisióndesupadre,quelehabíapermitidoconoceralgoelmundo,antesdesepultarseparasiempreenlasoledaddelclaustro.¡Cuándiferenteleparecíaentonceslavida,cuánexageradas laspalabrasdelMaestrode losnoviciosaldescribirlecon los más negros colores la manada de lobos, como él decía, que leesperaban para devorarle apenas abandonase los muros protectores deBelmonte!Juntoaloscriminalesydepravadoshabíahalladotambiénhombresdecorazónvaliente,amigoscordiales,unnoble jefecienvecesmásútilasupaís y a sus compatriotas que el virtuoso abad de Berguén, cuya vidatranscurría olvidada y monótona de año en año, en un círculo mezquino,rodeadodeaquellosmonjesquerezaban,comíanytrabajabansosegadamente,aislados del resto de los mortales y como si en el mundo no hubiera máshabitantesqueellosnimáshorizontesqueeldelosterrenosdelaabadía.Supropio criterio dijo aRoger que al pasar del servicio del abad al del barón,lejos de perder había efectuadoun cambioventajoso.Cierto que su carácterapaciblelehacíamirarconhorrorlasviolenciasdelaguerra,peroenaquellaépoca de órdenes militares no era tan marcada como en nuestros días laseparaciónentreel religiosoyelsoldado,unidosentoncesconfrecuenciaenunasolapersona.

En justicia aRoger debe decirse que antes de aceptar definitivamente laofertadelbarónmeditómuchoypidióconsejoalcieloensusoraciones;peroelresultadofuequealostresdíaseligióarmasycaballo,cuyoimporteofreciópagar con parte de lo que le correspondiese como botín de guerra. Dedicódesdeentonceslargashorasalmanejodelasarmas,ycomosobrabanbuenosmaestros y él era joven, ágil y vigoroso, no tardó en dirigir su caballo yesgrimir la espadamuydiestramente,mereciendopalabrasde aprobacióndelosveteranosyhaciendofrenteconsu tizonaaFroilányGualtero, losotrosdosescuderosdesuseñor.

Pero es casi innecesario decir queRoger tenía otra razónmuy poderosa

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para preferir la carrera de las armas y despedirse del convento. La vida leofrecíaunatractivoirresistible,lapresenciadelamujeramada.Lamujer,queallá en el claustro representaba la suma de todas las tentaciones, peligros yasechanzasmundanales,elescolloqueante tododebíaevitarelhombreparaperseverarenelbuencamino,elseraquienlosmonjesdelCísternopodíanmirarsinpecadonitocarsinexponersealosmásseveroscastigosdelaregla.EncambioRogerseveíadiariamente,unahoradespuésdeladenonayotraantes de la oración, en compañía de tres lindas doncellas, sus discípulas; ylejos de parecerle la presencia de aquellas jóvenes cosa reprensible nipecaminosa, sentíase más dichoso que nunca al instruirlas, contestar a suspreguntasosostenerconellasamenaplática.

Pocasdiscípulas comoConstanzadeMorel. aunhombredemásedadyexperienciaqueRogerlehubieransorprendido,éirritadoquizás,susréplicas,lassúbitasalteracionesdesucarácter,laprontitudconqueseofendíaalgunasvecesylaslágrimasyprotestasconquesesometíaotrasalasindicacionesdesumaestro. Si el objeto de la lección la interesaba, seguía las explicacionesconentusiasmosorprendenteydejabamuyatrásasuscompañeras.Perosieltema le parecía pesado y árido, no habíamedio de atraer su atención ni dehacerlecomprenderorecordarloexplicado.Algunaqueotravezserebelabaabiertamente contra Roger, quien sin la menor irritación, con pacienciainfinita,continuabasulección;pocodespuéslarebeldediscípulasearrepentíay humillaba, acusándose a sí misma, avergonzada de la injusticia hecha aRogerconsuconducta.Encambionopermitíaquesusotrasdoscompañerasmostrasenelmásleveindiciodedesatenciónorebeldía;unasolavezintentóDoroteacontradeciraRoger,yfue tanta la indignacióndeConstanzay talessusreproches,quelapobreniñaabandonólahabitaciónconlosojosllenosdelágrimas, lo que valió a Constanza la más severa reprensión que jamásrecibieradeljovenprofesor.

Peropasadas las primeras semanas se notó la influencia deRoger, de supaciencia y dignidad inalterables, en la conducta de la noble doncella.ComprendíaquelarectitudylaelevacióndeideasdeRogereranunejemploadmirableyapreciabalosaltosméritosdelapuestoescudero.YRogerporsuparte comprendía también que de día en día era mayor su admiración poraquellaadorable joven, cuya imagenycuyo recuerdono leabandonabanuninstante.DecíasetambiénqueeralaúnicahijadelbaróndeMorelyquemalpodíaponerlosojosenellaelpobreescudero,sinunpuñadodeplataconquepagarelcaballoy lasarmasconqueporprimeravez ibaabuscarnombreyfortuna en la guerra. Pero su amor por Constanza era su vida. Ningunaconsideración,ningúnobstáculo,podíanhacerlerenunciaraél.

Eraunahermosa tardedeotoño.Rogery sucompañeroFroilándeRodahabían ido a Bristol para apresurar la terminación y entrega de la última

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remesadearcosderepuestoqueelbarónteníaencomendadosalosarmerosdeaquellaciudad.Acercábaseeldíadelapartida.Losdosescuderos,terminadasucomisión,cabalgabanporelcaminodeSalisburyyRogernotóconsorpresael insólito mutismo de su compañero. Froilán era un muchacho alegre ydecidor, encantado de dejar la tranquila casa paterna por las aventuras yemociones del largo viaje que iban a emprender y de la guerra futura. Peroaquel día lo veía Roger callado y pensativo, contestando apenas a suspreguntas.

—Dime con toda franqueza, amigo Roger, exclamó de pronto, si no teparececomoamíquelabellaDoñaConstanzaandaestosdíasentristecidaypálida,cualsilaatormentaseignoradacuita.

—Nadahenotado,contestóRogersorprendido,masbienpudierasercomolodices.

—Oh,sinduda.Míralasentadaypensativahoratrashora,opaseandoporla terraza del castillo, olvidada de su halcón, de Trovador y de la caza.Sospecho,amigoRoger,quetantoestudioytantacienciacomotúleenseñasseantareademasiadopesadaparaella,quepocoonadaestudiabaantes,ylapreocupenyaunpuedanllegaraenfermarleelánimoyelcuerpo.

—Ordenesdelabaronesa,suseñoramadre....

—Pues sin que ello sea faltarle al respeto, creo yo que mi señora labaronesa estaría más en su lugar defendiendo las murallas del castillo omandando una compañía en el asalto de una plaza que encargada de laeducacióndesuhija.Perooye,Rogeramigo,loqueanadiehereveladohastaahora.YoamoaDoñaConstanza,yporelladaríagustosomivida....

Rogerpalidecióyguardósilencio.

—Mipadreesrico,siguiódiciendoFroilán,yyosuhijoúnicoyherederodelosdominiosdeRoda.Nocreoqueelbaróntengaobjeciónquehacerporloqueacaudalynoblezaserefiere.

—Pero¿yella?preguntóRogerenvozbajaysinmiraralescuderoparaqueéstenonotasesuturbación.

—Esoesloquemedesespera.Nuncahevistoindiferenciacomolasuyayhasta ahora tanto me hubiera valido suspirar ante una de las estatuas demármol del parque de Roda. ¿Recuerdas aquel finísino velo blanco quellevabaayer?Puesselopedícomounamercedparaponerloenmiyelmoencombatesytorneos,cualemblemadeladamayseñorademispensamientos.Selimitóadarmelanegativamásfríaymásrotunda,agregandoquesiciertocaballerocuidabadepedirleelvelo,seloentregaría;delocontrario,noselodaríaanadie.Notengolamenorideadequiénseaesemortalafortunado.¿Y

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tú,Roger?¿Sabesaquiénama?

—Nilosospechosiquiera,contestóRoger;ysinembargo,aldeciraquellaspalabrassedespertóenélunagratísimaesperanza.

—Desde ayerme devano los sesos tratando de averiguarlo; no es DoñaConstanzadoncellaqueocultesusamores,si los tiene,yporconsiguienteelgalán debe sernos conocido. Pero ¿a quién ve y habla ella, además de suspadres, sus dos amigas y la servidumbre del castillo? Te voy a dar la listacompletade loshombresqueconellahanhabladoenestosdosmeses: túynuestro camarada Gualtero de Pleyel, el padre Cristóbal, del priorato, elpajecilloRubínyyo.¿Sabesdealgúnotro?

—No por cierto, respondió Roger; y ambos apuestos jóvenes siguieroncabalgandoensilenciohastallegaralcastillo.

Durante la lección de la mañana siguiente notó Roger que la hermosajoven estaba, en efecto, pálida y triste. Su rostro parecía adelgazado y losbellos ojos habían perdido en parte la viveza y alegría que les daban tanpreciosoatractivo.TerminadalahoradeclaseinterrogóeljovenprofesoralasseñoritasdePierpont,susotrasdosdiscípulas.

—Constanza sufre, es muy cierto, le contestó Dorotea con picarescasonrisa.Perosuenfermedadnoesdelasquematan.

—¡NoloquieraDios!exclamóRoger.Perodecidme,osruego,¿quémallaaqueja?

—Uno que en mi opinión aqueja también a otra persona, cuyo nombrepodríadecirsintemordeequivocarme,repusoasuvezLuisadePierpont.Yvosquetantosabéis¿noadivináissumal?

—No.Parececansadaytriste,ellasiempretanalegre....

—Pues bien, pensad que dentro de tres días partiréis todos y quedará elcastillopocomenosquedesiertoynosotrassinveralmaviviente,comonoseaunsoldadoounrústico....

—Ciertoes,exclamóRoger.Nohabíapensadoenquedentrodetresdíastendráquesepararsedesupadre....

—¡Supadre!dijeronambasjóvenes,lanzandoargentinacarcajada.¡Ahsí,supadre!¡Hastalatarde,señorRoger!ysealejaronalegremente,llamandoavocesasuamigaConstanza.

Roger se quedó absorto. Le parecía ver una insinuación clarísima en laspalabrasyen la risadeambas jóvenes,ysinembargoapenasosabadara latristezayalossuspirosdeConstanzalainterpretaciónquesuamoranhelaba.

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CAPÍTULOXIII

DECÓMOLAGUARDIABLANCAPARTIÓPARALAGUERRA

El día de San Andrés, último de Noviembre, fue el designado para lamarcha.ahoramuytempranacomenzóelredobledelosatabales,quellamabaalossoldados,seguidodelos toquesdeclarínordenandolaformacióndelaGuardiaBlancaenelpatiodehonordelafortaleza.Desdeunaventanadelaarmería contemplaba Roger el interesante espectáculo; las filas de robustosarquerosytraselloselimponentegrupodeloshombresdearmas,cubiertosdehierroéinmóvilessobresuscaballos,quepiafabanimpacientes.MandábaloselveteranoReno,decuyalanzaondeabaestrechoylargopendónconlascincorosas; frente a los infantes, el arquero Simón, orgulloso de la magníficacompañíaque tenía a susórdenes.Acudieron tambiénalpatio los sirvientesdelcastilloyalgunoshombresdearmasquedebíanquedarsedeguarniciónenla fortaleza y querían despedirse de sus amigos.AdmirabaRoger elmarcialtalante de la tropa, cuando le sorprendió un sollozo que oyó a su espalda.Volvióse vivamente y vio con asombro a Doña Constanza, que pálida ydesfallecidaseapoyabaenelmurodelahabitaciónyprocurabaahogarconunpañuelo posado sobre los labios los sollozos que agitaban su pecho. Loshermososojosfijosenelsuelo,estabanllenosdelágrimas.

—¡Oh,nolloréis!exclamóRogercorriendoasulado.

—Me hace daño la vista de todos esos valientes, cuando pienso en sudestinoyenlasuertequeamuchosdeellosaguarda.

—¡QuieraDiosquevolváisaverlosa todosantesque transcurraunaño!Noosaflijáisasí,dijoeldoncelatreviéndoseatomarleunamano.

—Quisierapoderpartiryotambién,añadióConstanza,mirándoleatravésdesuslágrimasysonriéndosetristemente.Peroentiempodeguerrasólonosestápermitidoconsumirnosde impacienciaentre losmurosdeunafortaleza,hilandoobordando,mientrasqueallá,enloscamposdebatalla...¡Ah,dequésirvoyoenestemundo!

—¡Vos!exclamóRogerapasionadamente.¡Vossoisunángeldelcielo,miúnico pensamiento,mi vida entera! ¡Oh,Constanza, sin vos no puedo vivir,comopuedodejarossinunapalabradeamor!Desdequeosviporvezprimeratodo ha cambiado para mí. Soy pobre y no de vuestra alcurnia, aunque deorigennoble,peroosofrezcounamoracendrado,unaadoraciónconstanteyeterna.Decidmeunasolapalabradeafecto,yaquenodeamoryellabastarápara animarmey sostenerme envuestra ausencia,másmortalmil veces quetodos los peligros de la guerra. Pero ¡ay demí! os he atemorizado conmis

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palabras,osheofendidoquizás....

La conmovida doncella se había llevado las manos al pecho y por dosvecestratódereplicar,peroinútilmente.Alfindijocondébilvoz:

—Mehabéissorprendido,sí,masnoofendido.Completoysúbitohasidoelcambiorealizadoenvos.¿Nocambiaréisotravezenlaausencia?

—¡Cruel! ¿Cómo dejar de amaros? ¡Por favor, una sola palabra deesperanza, una mirada, para atesorarla como un bien supremo y saber quepuedo seguir adorándoos! No os pido juramento ni promesa.... Decidmesolamente que no me prohibís amaros, que algún día tendréis quizás unapalabraafectuosaparamí....

Mirábale la joven con dulzura, entreabiertos los labios por una ligerasonrisa y a Roger le parecía oír ya la anhelada respuesta; pero en aquelmomentoresonóenelpatiodelcastillounavozpotente,seguidadegranruidodearmasypasosyeltrotedeloscaballos.Lacolumnaseponíaenmarcha.

—¿Oís?exclamólajoven,erguida,brillantelamirada.Vanapartir.Eslavozdemipadre.Vuestropuestoestáasulado,desdeestemomentohastasuregreso, hasta el regreso de ambos. Ni una palabramás, Roger. Conquistadantetodolaestimacióndemipadre.Elbuencaballeronoesperarecompensahastadespuésdehabercumplidosudeber.¡Adiós,yelcieloosproteja!

El doncel, lleno de alegría al escuchar aquellas palabras, se inclinó parabesarlamanodesuamada.Retirólaéstaprontamente,alsentirelcontactodelos ardientes labios deRoger y salió presurosa de la habitación, dejando enmanos del atónito y alborozado escudero el velo blanco que en vano habíasolicitado Froilán de Roda como preciadísima presea. Oyóse en aquelmomento el chirrido de las cadenas que bajaban el puente levadizo; losexpedicionariosaclamaronasujefe,quepuestoalfrentedelacolumnahabíadado la voz demarcha y Roger, besando fervorosamente el fino cendal, loocultóenelpechoysaliócorriendoalpatio.

SoplabaunvientofríoyelcieloempezabaacubrirsedenubescuandolossoldadosdeMoreltomaronelpendientecaminodelpueblo.aorillasdelAvónlosesperabancasitodoslosvecinosdeSalisbury,quevieronenprimerlugaraReno, vistiendo armadura completa, caballero en negro corcel y llevandomajestuosamente el pendónde su famoso capitán.Tras él, de tres en fondo,doceveteranosdelasgrandesguerras,queconocíanlacostadeFranciaylasprincipalesciudades,desdeCalaishastaBurdeos,tanbiencomolosbosquesyvillasdesutierranatal,elcondadodeHanson.Ibanarmadoshastalosdientes,conlanza,espadayhachadedosfilosyllevabanalbrazoizquierdoelescudocortoycuadradoqueusabanloshombresdearmasdelaépoca.

Campesinos,mujeresyniñosaclamaronconentusiasmolabanderadelas

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cinco rosas y su arrogante guardia de honor. Seguíanla cincuenta arquerosescogidos, robustos y de elevada estatura, que llevaban el casco sencillo, lacota de armas y sobre ella el coleto blanco con el rojo leóndeSan Jorge ycalzaban reciosborceguíes anudados a la pierna con luengas correa, todo locualconstituíaelequipodelosArquerosBlancos.alaespaldalabienprovistaaljabadecueroyelarcodecombate,armalamásterribleymortíferadelasconocidashastalafechaypendientedelcintolaespada,elhachaolamaza,segúnlaeleccióndecadacual.apocospasosdelosarquerosibanlosatabalesy clarines, cuatro en número, y tras ellos diez o doce mulas con laimpedimentadelapequeñacolumna,tiendas,ropas,armasderepuesto,bateríade cocina, provisiones, herramientas, arneses, herraduras y demás artículosindispensablesosiquieraútilesencampaña.Unservidordelbarónconducíalablanca mula vistosamente enjaezada que llevaba las ropas, armas y otrosefectosde lapropiedaddelnobleguerrero.Formabaelcentrode lacolumnauncentenardearquerosycerrabalamarchaelrestodelacaballería,esdecir,los hombres de armas reclutados recientemente, soldados escogidos todosellos,aunquenoveteranoscomosuscompañerosdelavanguardia.Mandabael grueso de los arqueros nuestro amigo Simón y tras él, en primera línea,descollaba Tristán de Horla, un Alcides con capacete, cota de malla, arco,flechasymazadescomunal.

Apenas desembocó la columna en la calle del pueblo comenzóun fuegograneadodechanzas,ymenudearonlasdespedidasylosabrazos.

—¡Hola, maese Retinto! gritó Simón al ver la nariz amoratada deltabernero. ¿Qué harás con tu vinagre y tu cerveza aguada, ahora que nosvamosnosotros?

—Pues voy a descansar, porque tú y tus compañeros os habéis bebidohastalaúltimagotadecuantoteníaencasa,exceptoelagua.

—¡Tustonelesestaránenjutos,pero tuescarcelarepleta, truhan!exclamóotroarquero.aversihacesbuenaprovisiónparacuandovolvamos.

—Trae tú el gaznate ileso, que lo que es cerveza y vino no te faltarán,arquero,gritóunavozentrelamultitud,respondiéndolegrandescarcajadas.

—Estrecharfilas,queaquílacalleescallejuela,ordenóSimón.¡Porvidade!AllíestáCatalina, lamolinerita,máspreciosaquenunca. ¡Aurevoir,mabelle!Aprietaesecinturón,Guillermo,oelhachatevaacortarloscallos.Yaver si andas con un poco más de vida, moviendo esos hombros y alta lacabeza, como sólo saben andar los arqueros blancos. Y tú, Reinaldo, novuelvas a sacudirte el polvo del coleto. ¿Si creerás que vamos a algunaparada? Aguarda, hijo, que antes de llegar al puerto estarás tan empolvadocomoyo,pormuchoquetelimpies.

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HabíallegadolacolumnaalasúltimascasasdelpueblocuandoelseñordeMorel salió del castillo, caballero en el brioso Ardorel, negro como elazabacheyelmejorcaballodebatalladetodoelcondado.Vestíaelbaróndeterciopelonegroybirretedelomismoconlargaplumablanca,sujetaporunbrochedeoro,yno llevabamásarmasquesuespada,suspendidadelarzón.Pero los tres galanos escuderos que le seguían bien montados llevaban,además de sus propias armas, Froilán el yelmo con celada de su señor,GualterolarobustalanzayRogerelescudoblasonado.Juntoalbaróntrotabael blanco palafrén de su esposa, pues ésta deseaba acompañarle hasta laentrada del bosque. La buena baronesa no había querido confiar a nadie latareadeelegiryempaquetarcuidadosamentelasropasyefectosdesuesposo;todolohabíadispuestoellamisma,aexcepcióndelasarmas.YerandeoírlasinstruccionesquedabaaRogerya losotrosescuderos, al encomendarles lapersonadelbarón.

—Creoquenadasehaolvidado,ibadiciéndoles.Telorecomiendomucho,Roger.Laropavatodaenesacaja,alladoderechodelamula.LasbotellasdeMalvasíaenelcestillodelaizquierda;leprepararásunvasodeesevino,biencaliente,porlasnoches,paraquelotomeantesdeacostarse.Cuidadequenopermanezcahorasyhorasconlospiesmojados,porqueloqueeséljamásseacuerda de tal cosa. Entre la ropa va un estuchillo con las drogas másindispensables;ycuantoalasmantasdellecho,handeestarbiensecas,sobretodoencampaña....

—No os inquietéis por mí, dijo el barón riéndose al oír aquellaenumeración.Osagradezcoenelalmavuestrasolicitud,peroqueréisquemisescuderos me traten más bien como viejo achacoso que como soldadoaguerrido. ¿Y tú qué dices, Roger? ¿Por qué tan pálido? ¿No te alegra elcorazón,comoamí,elverlascincorosassirviendodeenseñaatanbizarrossoldados?

—Yatehedadolaescarcela,Roger,continuóimpávidalabaronesa,paraevitar que tu señor se quede sin blanca desde los primeros días demarcha.Mucho cuidado con el dinero. Los borceguíes bordados de oro sonexclusivamente para el día que el barón se presente a nuestro graciososoberano, o al príncipe su heredero, y para las reuniones de los nobles.Despuéslosvuelvesaguardar,antesdequeelbarónsevayadecazaconellospuestosylosdestroce....

—Mi buena amiga, observó el señor de Morel, duéleme en el almasepararmedevos,perohemosllegadoaloslinderosdelbosqueynodebéisirmás lejos. LaVirgen os guarde a vos y aConstanza bastami regreso. Peroantes de separarnos, entregadme, os ruego, uno de vuestros guantes, que loquierollevaralfrentedemicascoentorneosycombates,comoprendadelamujeramada.

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—Dejad,barón,queyosoyviejaynadahermosaylosapuestosseñoresdelacortesereiríandevossiosproclamaseispaladíndetanpobredama....

—¡Oíd,escuderos!exclamóelseñordeMorel.Vuestravistaesmejorquela mía, y quiero que si veis a un caballero, por noble y alto que sea,menospreciar esta prenda de la dama a quien sirvo, le anunciéisinmediatamente que tiene que habérselas con el barón León de Morel, acaballoconlanzayescudooapieconespadaydaga,encombateamuerte.

Dichoesto,recibiórespetuosamenteelguantequeletendíalabaronesayloaseguróensugorra,conelmismobrochedeoroquesosteníalaondulantepluma.Despidiósedespuésafectuosamentedeladamaanegadaenlágrimasyponiendo su caballo al trote, seguido de los escuderos, tomó el camino delbosque.

CAPÍTULOXIV

AVENTURASDEVIAJE

El barón permaneció algún tiempo cabizbajo; Froilán y Roger no ibanmenos silenciososypensativosqueél,peroel alegreGualtero,queno teníapenas ni amores, se entretenía en blandir la pesada lanza de su señor,amenazando con ella a los árboles y dirigiendo grandes botes a imaginariosenemigos,aunquecuidandomuchodequeelbarónnoadvirtiesesubelicosapantomima. Iban a retaguardia de la columna, y a veces oía Roger el pasoacompasadodelosarquerosylosrelinchosdeloscaballos.

—Venidamilado,muchachos,dijoelseñordeMorelalpasarfrenteauncortijo,dondeel camino seensanchabanotablemente.Puestoquemehabéisdeseguiralaguerra,buenoseráqueosdigacómoquieroserservido.Nodudoque Froilán de Roda mostrará ser digno hijo de su valiente padre, y tú,Gualtero,deltuyo,elnobleseñordePleyel.CuantoaRoger,recuerdasiemprelacasaaquepertenecesyelhonorquetehaceylosdeberesqueteimponelalargalíneadelosseñoresdeClinton.Nocometáiselerror,muycomúnentresoldados, de creer que nuestra expedición tiene por objeto principal el deobtenerbotínyrescates,aunqueambascosaspuedeysueleconseguirlastodobuen caballero.Vamos a Francia, y aEspaña según espero, en primer lugarparasostenerelbrillodelasarmasinglesasyensegundotérminoparahacerfamososnuestronombreynuestroescudo,ventajainmensadelcaballerosobreelvillano.Yeseprestigiopuedeobtenersenosóloencombatesyasediossinoenjustasyduelos,paraloscualesnuncafaltarazónopretexto.Peroentierraextrañaoenterritorioenemigonipretextosenecesitaybastadesenvainarla

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espadae invitarcortésmenteaotrohidalgoaduelosingular.Porejemplo, siestuviéramosenFranciadiríayoahoraaGualteroquesedirigiesealgalopehaciaaquelcaballeroqueallívieneyquedespuésdesaludarloenminombreloinvitaseacruzarconmigolaespada.

—Puesno se llevaríamal susto el infeliz, exclamóGualtero,quemirabaatentamentealdesconocido.ComoqueeselmolinerodeSalisbury,caballeroensumulabermejayprobablementeatiborradodecerveza,segúncostumbre.

—Poresoesqueelescuderodebepreguntar,encasodeduda,sielpasanteesonocaballero.Yohetenidomuchasymuyinteresantesaventurasdeviaje,yunadelasquemásrecuerdoesmiencuentroaunaleguadeReimsconunpaladínfrancésconquiencombatícercadeunahora.Rotasuespada,medioconlamazatanterriblegolpequecaímaltrechoynopudedespedirmecomodeseabadeaquelvalientecampeón,nipreguntarlesunombre.Sólorecuerdoqueteníaporarmasunacabezadegrifosobrefranjaazul.Enparecidaocasiónrecibí en el hombro una estocada deLeón deMontcourt, con quien tuve lahonradecruzarlaespadaenelcaminodeBurdeos.Fueaquellanuestraúnicaentrevista y conservo de ella el más grato recuerdo, porguemi enemigo secondujo como cumplido caballero. Y no olvidemos al bravo justador LeCapillet,quehubierallegadoaserungrancapitándelashuestesfrancesas....

—¿Murió?preguntóRoger.

—Tuveladesgraciadematarloenundeliciosobosquecilloinmediatoalosmuros de Tarbes.Aventuras parecidas las hallábamos en todas partes, en elLanguedoc, Ventadour, Bergerac, Narbona, aun sin buscarlas, porque amenudonosesperabaunescuderofrancés,alavueltadelcamino,portadordecortésmensajedesuseñorparaelprimercaballeroinglésquequisieraaceptarelreto.UnodeellosrompiótreslanzasconmigoenVentadour,enhonordesudama.

—¿Perecióenlademanda,señorbarón?dijoFroilán.

—Nunca lo he sabido.Sus servidores se lo llevaron enbrazos, aturdido,desmayadoomuerto.Por entoncesno cuidéde indagar su suerteporqueyomismo salí de la lucha contuso y malparado. Pero allí viene un jinete algalope,comosilopersiguieraunalegióndeenemigos.

Elvientobarríaelcamino,queenaquelpunto formabasuavependiente.Alotro ladodeunahondonadavolvíaasubiryseperdíaenunbosquecillo,entrecuyosprimerosárbolesdesaparecíaenaquelmomentolaretaguardiadelacolumna.Eljinetepasójuntoaéstasindetenerseyempezóasubirlacuestaencuyacimaestabanelbarónysusservidores,hostigandoincesantementeasu caballo con espuela y látigo. Roger vio que el corcel venía cubierto depolvoysudoryquelomontabaunoalparecersoldado,dedurasfaccionesy

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concasco,coletodeanteyespada.Sobreelarzónllevabaunpaqueteenvueltoenblancolienzo.

—¡Pasoalmensajerodelrey!gritóalacercarse.

—Poco a poco, señor gritón, dijo el noble atravesando su caballo en elcamino. También yo he sido servidor del rey pormás de treinta años, perojamásloheidopregonandoavoces.

—Estoydeservicioyllevoconmigoloquealreypertenece.Meimpedíselpasoavuestracosta....

—Entremismuchas aventuras tampocome ha faltado la de toparme demanos a boca con bergantes que encubrían sus traidores designiospretendiendosermensajerosdeSuAlteza,insistióelseñordeMorel.Veamosquécredencialesosabonan.

—¡Álafuerza,entonces!gritóeljineteechandomanoalaespada.

—Si sois caballero, dijo el barón, continuaremos nuestra entrevista aquímismo.Siplebeyo,cualquieradeestostresescuderosmíos,aunquedenoblecuna,sedaráporbienservidoconcastigarvuestraaudacia.

Eldesconocidolosmiróairadoysoltandoelpuñodelaespadacomenzóadesenvolverapresuradamenteelpaquetequesobreelarzónllevaba.

—Yo no soy caballero ni escudero, dijo, sino antiguo soldado y ahoraservidor de la justicia de nuestro príncipe. ¿Queréis credenciales?Pues aquílastenéis;ypresentóaloshorrorizadoscaballerosunapiernahumanareciéncortada. Esta es la pierna de un ladrón descuartizado en Dunán y que porordendeljusticieromayorllevoaMiltonparaclavarlaallíenunpostedondetodoslaveanysirvadeescarmiento.

—¡Peste!exclamóelbarón.Haceosaunladoconvuestracarga.Seguidmealtrote,escuderos,ydejemosatráscuantoantesaesteayudantedelverdugo.¡Uf! Os aseguro, continuó cuando estuvieron en la ladera opuesta, que losmontonesdemuertosenuncampodebatallanomecausantantarepugnanciacomounasoladeesascarniceríasdelcadalso.

—Pues a bien que no han faltado atrocidades en las guerras de Francia,segúnlosrelatosdenuestrossoldados,observóRoger.

—Ciertoes, contestóelbarón.Perosabedque losmejorescombatientes,los verdaderos soldados, no maltratan jamás a un hombre vencido ydesarmado, ni degüellan y destrozan prisioneros, ni se encarnizan en losdébilesenelsaqueodeunaplaza.Esatareacruelsequedaparaloscobardesylosviles,quepordesgracianuncafaltanyparaesas turbasdemerodeadoresque van como buitres en seguimiento de las tropas y en busca de fácilespresas.Sinomeengaño,allía laderechadelcaminohayunacasaentre los

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árboles.

—Una capilla de la Virgen, dijo Froilán, y a su puerta un ancianopordiosero.

El noble se descubrió y deteniendo su caballo a la puerta de lamodestacapilla,rogóenaltavozalaReinadelosCielosquebendijesesusarmasylasdesussoldadosenlapróximacampaña.

—Una limosna, mis buenos señores, dijo entonces el mendigo, con vozsuplicante.Favorecedaestepobreciego,quehaceveinteañosnovelaluzdeldía.

—¿Cómoperdisteislavista,abuelo?preguntóelbarón.

—Entrelasllamasdeunincendio,quemequemarontodalacara.

—Grande es vuestra desdicha, pero también os libra de ver no pocasmiserias, como la que acabamos de contemplar nosotros en este mismocamino,dijoelseñordeMorel,recordandolaensangrentadapiernadelladróndescuartizado.Dalemibolsa,Roger, y apresuremos el paso, quenoshemosquedadomuyatrás.

Rogerseguardómuybiendeobedecerlaordendesuseñoryrecordandolas instrucciones de la baronesa, tomó una sola moneda de la escarcelaencomendadaasucuidadoyseladioalmendigo,quelarecibiómurmurandograciasyoraciones.

Desde una eminencia cercana vieron los viajeros el pueblo de Horla,situado en el fondo de un valle y a cuyas primeras casas llegaba en aquelmomentolavanguardiadelasfuerzasdeMorel.Ésteysusescuderospusieronloscaballosalgalopeymuyprontoalcanzaronlasúltimasfilas,altiempoqueseoyóunavozestridenteyestallaronlascarcajadasdelossoldados.Elbarónvioentoncesungigantescoarqueroquemarchaba fuerade las filasy trasélunaviejecilladiminuta,vestidapobrementeyconunavaraenlamano,conlacual sacudíavigorosamente lasespaldasdel arqueroacadapocospasos, sindejar de reñirlo a gritos. La víctima de aquella novel ejecución hacía tantocasodelospalosquerecibíacomosihubiesensidodadosenunodelosroblesdelbosque.

—¿Qué es eso, Simón? preguntó el señor de Morel. ¿Qué atropello hacometido el arquero? Si ha ofendido a esa mujer o se ha apoderado de suhacienda, juro dejarlo colgado en la plaza del pueblo, aunque sea el mejorsoldadodemicompañía.

—No,señorbarón,contestóelveteranoesforzándoseporcontenerlarisa.ElarqueroTristánesdeestepueblodeHorlaylamujeressumadre,queledalabienvenidaasumanera.

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—¡Yoteenseñaré,holgazán,perdido,gandul!gritabalaviejaesgrimiendolavara.

—Pocoapoco,madre,decíaTristán,queyanoandodevagosinoquesoyarquerodelreyyvoyalasguerrasdeFrancia.

—¿ConqueaFrancia,bribón?Mástevalieraquedarteaquí,queyotedarétodalaguerraquequieras,sinirtanlejos.

—Eso no lo dudaré yo, buena mujer, dijo Simón, que ni franceses niespañoleshandesacudirleelpolvocomovoslohacéis.

—¿Ya tiqué te importa,deslenguado?exclamólaviejecillavolviéndoseairada contra Simón. ¡Bonito soldado estás tú también, entrometido,borrachín!

—¡Aguanta,Simón!dijeronlosarqueosencoro,congranrisa.

—Dejadla en paz, camaradas, dijo Tristán, que ha sido siempre buenamadreyloqueladesesperaesqueyohehechomisantavoluntadtodalavida,enlugardetrabajarcomounforzadoconlosleñadoresdeHorla.Yaeshoradedecirnos adiós, madre, continuó, levantando a la endeble mujer como unaplumay besándola cariñosamente.Quedad tranquila, que os he de traer unasayadesedayunmantodeterciopeloqueniparaunareinaydecidaJuanillamihermanaque tambiénhabráparaellabuenosducadosdeplatacuandoyovuelva.

Dicho esto regresó el arquero a las filas y continuó la marcha con suscompañeros.Lamujersequedólloriqueando,yalllegarjuntoaellaelbarónledijo:

—¿Loveis, señor?Siempre ha sido lomismo; primero semetió a fraileparaholgazanear,yporqueunamozuelanolequiso,yahorasememarchaala guerra dejándome vieja y pobre, sin un alma de Dios que me traiga unbrazadodeleñadelmonte....

—Consoláos,buenamujer,queconlaproteccióndeDiosélvolverásanoysalvoynosin supartedebotín.Loquesientoeshaberdadomibolsaaunmendigoalláenelbosque....

—Perdonad,señor,dijoRoger;todavíaquedanenellaalgunasmonedas.

—Puesdádselasalamadredelarquero,ordenóelnoble,poniendoaltrotesucaballo,mientrasRogerdepositabadosducadosenlamanodelavieja,queolvidandosucólerainvocólasbendicionesdelcielosobreelbarón,Tristánysuscompañeros.

Llegada la columna al río Léminton se dio la voz de alto para comer ydescansar,yantesdequeelsolempezarasumarchahaciaelocasoreanudaron

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la suya los soldados, entonando alegres canciones. Por su parte el baróndeseabavivamentellegaraltérminodesuviajeyatierraenemiga,paracruzarlaespadayromper lanzasunavezmáscon losadversariosdesusanteriorescampañas.Pensandoibaenellascuandoélysusescuderosvieronvenirporelcaminoadoshombresquedesdeluegollamarontodasuatención.Elqueibadelante era un ser raquítico y deforme, cuyos alborotados cabellos rojosaumentabanelvolumendeunacabezaenorme;cruelytorvalamiradadeloshúmedosojos,parecíallenodeterroryteníaenlamanounpequeñocrucifijoque alzaba en alto, como mostrándolo a todos los pasantes. Iba tras él unsujetoaltoy fornido, con luengabarbanegra, llevandoalhombrounamazaclaveteadaqueaintervalosalzabasobrelacabezadelotro,amenazándoledemuerte.

—¡PorSan Jorge, aventura tenemos!dijoelbarón.Averigua,Roger,quégenteesesayporquéunodelosvillanosasíamenazayespantaalotro.

Perononecesitóadelantarseelescudero,porquelosdoshombressiguieronandandoyprontollegaronapocospasosdelbarón.Elquellevabaelcrucifijosedejócaerentonces sobre lahierbayelotroenarbolóenseguida lapesadamaza,contalexpresióndefuroryodioqueenverdadparecíallegadalaúltimahoradelcaído.

—¡Teneos!gritóelbarón.¿Quiénsoisyquéoshahechoeseinfeliz?

—Notengoquedarcuentademisactosalosviandantesqueencuentroenelcamino,contestósecamenteeldesconocido.Laleymeprotege.

—Noesesamiopinión,dijoelnoble,quesi la leyospermiteamenazarconesaclavaaunhombreindefenso,tampocomehadeimpediramíponeroslaespadaalpecho.

—¡PorlosclavosdeCristo,protegedme,buencaballero!exclamóenaquelpuntoeldelcrucifijo,poniéndosederodillasytendiendolasmanosenademánsuplicante. Cien doblas tengo en el cinto y vuestras son si matáis a miverdugo.

—¿Cómoseentiende, tunante?¿Pretendescomprarconoroelbrazoy laespadadeunnoble?Creyendoestoy,afemía,queerestanruindealmacomodecuerpoyquetienesmerecidoeltratoquerecibes.

—Gran verdad decís, señor caballero, repuso el de lamaza, que es éstePedro el Bermejo, salteador de caminos y conmás de unamuerte sobre laconciencia, terror por muchos meses de Chester y toda la comarca. Unasemana hace que mató a mi hermano alevosamente, le perseguí con otrosvecinosmíosyacosadodecercaserefugióenelmonasteriodeSanJuan.Elreverendopriornoquisoentregármelohastaquehubejuradorespetarlavidadeesteasesinomientrastengaenlamanoelcrucifijoqueledioenprendade

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asilo. He respetado mi juramento hasta ahora como buen cristiano, perotambiénhejuradoseguiralmiserablehastaquecaigarendidoymatarlocomounperro,tanluegoseleescapedelasmanoslasantacruzqueaunleprotege.

El bandido rugió como una fiera, acercósele amenazante el otro con lamaza en alto y los espectadores de aquella escena los contemplaron algúntiempoensilencio,alejándosedespuésporelcaminoquellevabalacolumna.

CAPÍTULOXV

DECÓMOELGALEÓNAMARILLOSEHIZOALAVELA

Los soldados de Morel durmieron aquella noche en San Leonardo,repartidos entre las granjas, graneros y dependencias de aquel poblado,perteneciente, como tantos otros, a la rica abadía deBelmonte, que nomuylejos quedaba. Roger volvió a ver con alegría el hábito blanco de algunosreligiososallíaposentadosyrecordóconmovidosusañosdevidamonásticaaloír la campana de la capilla convocando a vísperas. Al rayar el alba seembarcaronhombresdearmas,arquerosyservidoresenanchasbarcasquelosesperabanenlaríadelLandeypasandofrentealpintorescopueblodeEsburyllegaronalaradadeSolentyalpuertodeLepe,dondedebíadeefectuarsesuembarcoenlagaleradelrey.Enelpuertovieronmultituddebarcasybotes,yancladoabuenadistanciaunbuquedegrantamañoquesebalanceabasobrelasespumosasolas.

—¡Dios sea loado! exclamó el barón. Nuestros amigos de Southamptonhan cumplido su promesa y he allí el galeón pintado de amarillo que nosdescribíanyofrecíanenviarnosaLepeensusúltimascartas.

—Amarillo canario, dijoRoger.Y a lo que parece, bastante grande pararecibirabordomássoldadosquesemillastieneunagranada.

—Delocualmealegro,observóFroilán,porqueomuchomeengañoonoharemoselviajesolos.¿Noveisalláalolejos,entreaquellascasuchasdelaplaya, los colores de un gonfalón y el brillo de las armas?Esos reflejos noprocedenderemosdepescadoresnideropilladevillanos.

—Muy cierto es ello, contestóGualtero.Mirad, allá va un bote lleno dehombresdearmas, condireccióna lanave.Tendremoscompañíanumerosa,tantomejor.Yporloprontonosdanlabienvenida;vedalosdelpuebloquevienenarecibirnos.

Gruposnumerososdehombres,mujeresyniñossedirigíanalencuentrodelasbarcasyagitabandesde laplayasombrerosypañuelos, lanzandoalegres

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exclamaciones y vitoreando al famoso capitán. Apenas saltaron a tierra losarqueros de la primera barca,mandados por el sargento Simón, se acercó aésteunobesopersonajericamentevestido,quellevabaalcuellogruesacadenadeorodelaquependíasobreelpechoenormemedalladelmismometal.

—Sedbienvenido,altoypoderososeñor,dijodescubriendounagrancalvay saludando profundamente a Simón. Sed bienvenido a nuestra ciudad yaceptad nuestros humildes respetos. Dadme desde luego vuestras órdenes,capitánilustre,ydecidmeenquépuedoserviros,avosyavuestragente.

—Puesyaquetanatentoloofrecéis,contestóSimónconsorna,porloqueamítocamecontentaréconunpardeeslabonesdeesacadenaquelleváisalcuello,quemásgruesano lahevisto jamás,ni aunentre losmásopulentoscaballerosdeFrancia.

—Sindudaoschanceáis,señorbarón, repusoadmiradoelpersonaje,quenoeraotrosinoelcorregidordeLepe.¿Cómohedeentregarospartedeestacadena,insigniadelmunicipiodenuestraciudad?

—Acabáramos,gruñóelveterano.VosbuscáisalbaróndeMorel,nuestrovalientecapitán,yallílotenéis,queacabadedesembarcarymontaelcaballonegro.

Elcorregidorcontemplósorprendidoalbarón,cuyaendebleaparienciamalseaveníaconlafamadesusproezas.

—Soistantomásbienvenido,díjoledespuésderepetirelrespetuososaludoque antes había dirigido al taimado arquero, por cuanto esta leal ciudad deLepenecesitamásquenuncadefensorescomovosyvuestrossoldados.

—¿Qué decís? Explicaos, exclamó el señor de Morel, esperandoatentamentelarespuestadelfuncionario.

—Loquepasa,señor,esqueelsanguinariopirataCabezaNegra,unodelosmáscruelesbandidosnormandos,acompañadodelgenovésTitoCarleti,haaparecido últimamente por nuestras costas, saqueando, incendiando ymatando. Ni el valor de nuestro pueblo ni las vetustas murallas de Lepeofrecen protección suficiente contra tan temibles enemigos, y el día que sepresentenporaquí....

—AdiósLepe,concluyóGontránelescudero,amediavoz.

—¿Pero tenéismotivosparacreerqueatacaránvuestravilla?preguntóelbarón.

—Sin duda alguna. Las dos grandes galeras cargadas de piratas hansaqueadoyalasvecinaspoblacionesdeVeymouzyPorlandyayerincendiaronaCoves.Muyprontonostocaráelturno.

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—Pero es el caso, observó el señor de Morel poniendo su caballo endirección de las puertas de la ciudad, que el príncipe real nos espera enBurdeos y por nada en el mundo quisiera verle en camino dejándomerezagado.Noobstante,osprometodirigirmeaCovesyhacertodoloposibleparadescubrirycastigaraesosbandidosporaquellascercanías,tratándolosdesuertequenopiensenennuevasexpedicionesnidesembarcos.

—Mucho os agradecemos la oferta, repuso el magistrado, pero no veocómopodáistriunfarconvuestroúnicobarcosobrelasdospoderosasgalerascorsarias, al paso que con vuestros arqueros en losmuros de Lepe fácil osseríadaralospiratasunalecciónsangrienta.

—Yaoshedichomisrazonesparanodetenermeaquí.Yporloquehacealadesigualdaddefuerzas,creedquemeinfundegranconfianzaelaspectodeaquel galeón amarillo que allí me espera, y que con mi gente a bordo notemerélosataquesdedosnidetresbarcospiratas.Hoymismonosharemosalavela.

—Perdonad, señor barón dijo entonces uno de los que acompañaban alcorregidor.MellamoGolvínysoycapitándelGaleónAmarillo,destinadoaconduciros.Marinodesde la infancia,hepeleadoabordodebarcos inglesescontranormandosygenoveses,bretones,españolesysarracenos,yosaseguroque la nave demimando esmuy débil para atacar corsarios. Lo único queconseguiréissidaisconellosseráeldegüellodelamitaddevuestragenteylaperspectiva,paralosquesobrevivan,deservendidoscomoesclavosypasarlavidaremandoengaleraspiratasomoras.

—Puesnocreáis,señorcapitán,quemehanfaltadocombatesnavalesenmilargacarreradesoldado,replicóelnoble,yporlomismoqueelcastigodeesosbribonespresentadificultadestantomayoresmideseodevérmelasconellos y sentarles lamano. a pesar devuestras palabras, capitán,meparecéismarinoexpertoyvalerosoycreoqueconmigoganaréishonrayprovechoenestaempresa.

—Hecumplidomideberdiciéndoosfrancamenteloquedeellaopino,enlas condiciones en que vais a emprenderla, dijo Golvín, lisonjeado por laspalabrasdelbarón.Pero¡porSantaBárbara!marinoviejosoyynoséloqueeselmiedo.Quenoshundamosono,contadconmigo.aCovesoshedellevar,y si a los amos del barco no les gusta el viaje, que busquen otro capitándespuésdelzafarrancho.

TraselgrupodejefesyescuderosentraronenlapoblaciónlossoldadosdeMorel,mezcladosconmultituddegentesdelpuebloencuyossemblantesseleíaelcontentoquelescausabalallegadadeaquellosbizarrosdefensores.EltunodeSimón llevabadelbrazoadosrobustasmuchachas,a lasque jurabaamoreterno,yentrelasúltimasfilasdescollabalaelevadaestaturadeTristán,

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encuyoanchohombro se sentabaunachicuelapescadoradequince abriles,queuntantoasustadaasíaconambasmanoselcascodelgigante.

Pensativocabalgabaelcorregidorjuntoasuilustrehuéspedynonotóqueuncaballerodeobesidadportentosayrubicundosemblanteseabríapasoentrelasfilasdecuriososysedirigíaprecipitadamenteasuencuentro.

—¡Cómo se entiende, señor corregidor! gritó el recién llegado conesfuerzo tal que se le amorató el rostro. ¿Dónde están las ostras y almejasprometidasparalacomidadehoy?

—Calmaos, Sir Oliver, dijo el magistrado. Es muy posible que mimayordomo y mi cocinero hayan olvidado las ostras o no hayan podidoconseguirlas;peronohaymotivoparadesesperarseportalbicoca.Nofaltaráquecomer.

—¿Bicoca? ¡Pues me gusta! Una comida sin ostras, sin una miserablealmeja.¿Quévaaserdemí?Nuncamehubieraisconvidadoavuestramesa....

—Vamos, quedaos siquiera un día sin ostras, amigo Oliver, exclamó elbarón riéndose, que si hoy habéis perdido vuestro plato favorito en cambiovolvéisaveraunamigo,auncompañerodearmas.

—¡PorSanMartín!gritóelmofletudopersonaje,olvidandotodasucólera.¡Vos, Sir León, el paladín del Garona! ¡Bienvenido seáis! Ah, con vos serenuevalamemoriadeaquellosbuenostiempos.¡Quéaventuras,quétajosyquéguerreros!¿Osacordáis?

—Síafemía.Felicesdíasygloriosostriunfosaquellos.

—Perotampoconosfaltarontribulacionesypesares.¿RecordáisloquenospasóenMedoc?

—Noseríagrancosa,buenOliver;algunaescaramuzaquetuvisteisyenlaquenotoméparte,puesrecuerdomuybiennohaberdesenvainadolaespadamientrasenMedocestuve....

—Siempreelmismo,furibundoMorel, fierabrás incorregible.Nose tratadedarnirecibirlanzadasymandobles,sinodelacalamidadirremediablequenos sucedió en aquel figón, donde nos quedamos sin la más apetitosaempanadadeliebrequehevistoenmividaporqueelbrutodelposadero,enlugar de sal, la llenó de azúcar. ¡Dios de justicia, cómo olvidar tamañodesastre!

—¡Ja, ja, ja! Veo que también vos seguís siendo el mismo, Sir Oliver,gastrónomo incomparable, cuyo apetito iguala a vuestro valor. ¡Oh, sí! LaposadadeMedoc,encompañíadeLordPomersyClaudioLatour,yvuestradesesperación al ver perdido el guisado, y cómo perseguisteis al mesoneroespada en mano hasta la calle y quisisteis pegar fuego al figón. ¡Ja, ja!

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Creedme,señorcorregidor;miamigoycompañeroelnobleOliverdeButróneshombrepeligrosocuandoenristralalanzaycuandosequejasuestómago,ylomejorquepodéishaceresprocurarlecuantoantesesosmariscosquetantoanhela.

—Antes de una hora los tendrá en su plato, dijo el corregidor. Con laalarmaenqueestamosnohepodidopensarennadayconfiesoqueolvidéporcompletolapromesaquehiceanocheavuestronobleamigodeproporcionarleunode susplatos favoritos.Pero supongo, señordeMorel,quevos tambiénhonraréismipobremesa.

—Mucho tengo que hacer todavía, contestó el barón, puesme propongoembarcaratodamigenteestamismatarde.¿Quéfuerzamandáis,SirOliver?

—Cuarenta y tres hombres. Los cuarenta están borrachos perdidos y lostresentredosluces,perolostengoatodossegurosabordo.

—Puesbuenoseráquenobebanuntragomás,porqueantesdequecierrelanochemepropongodarlestareacumplida,lanzándolosconmigentesobreesospiratasnormandosygenovesesdequieneshabréisoídohablar.

—Y que llevan consigo buena provisión de caviar y finas especias deLevanteyotrasgolosinasapetitosasquemeprometogustar,dijoelcorpulentonoblerelamiéndoselos labios.Sincontarelbuennegocioquepuedehacersecon la venta de las especias sobrantes.Os ruego, señor capitán, que cuandovolváis a bordomandéis a losmarineros que echen un cubo de agua sobrecuantossoldadosdemimandoesténtodavíacalamocanos.

Dejandoasunobleamigoyalospersonajesdelaciudadcongregadosparael banquete, dirigióse el barón con su Guardia Blanca a la playa, dondecomenzórápidamenteelembarquedehombres,caballosyarmasengrandesbarcasque loscondujeronabordodelgaleón.Tantaprisa lesdioelbarónycon tan buena maña los recibieron y acomodaron a bordo el capitán y susmarinos,quesediolaseñaldelevarelanclacuandoelseñordeButrónestabatodavíaengullendolosdelicadosmanjaresquecubríanlamesadelcorregidor.No es de extrañar tanta presteza si se recuerda que poco antes habíaembarcado el PríncipeNegro cincuentamil hombres en el puerto deOrvel,concaballos,artilleríaé impedimenta,haciéndose laescuadraa lavelaa lasveinticuatrohorasdecomenzadoelembarque.Enelúltimobotequedejó laplayadeLepe iban los dos famosos capitanes, el barónLeóndeMorel y elcaballero Oliver de Butrón, formando por su aspecto el mayor contrasteimaginable.Seguíalosotrabarca llenadegrandespiedrasqueelbarónhabíaordenado llevar a bordo. Poco después se hacía a la vela el enormeGaleónAmarillo, enarbolando el pabellón morado con una imagen dorada de SanCristóbalensucentroysaludadoporlasaclamacionesdelamultitudqueseagolpabaenlaplaya.MásalládeLepeseextendíanlosbosquesdeHansony

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tras ellos las verdes colinas en línea no interrumpida, formando un paisajerisueñoypintoresco.

—¡Juropormispecadosquebienvalelapenadepelearymorirportierratanhermosa!exclamóelbarón,quedepieen lapopa tenía fijos losojosenaquellacosta fértilypobladacualninguna.Peromiradallí,SirOliver,entreaquellasrocas;¿nooshaparecidoveraunjorobado?

—Nadapuedover,contestóelinterpeladoconmelancólicoacento,porqueconlasprisasquevosnosdaissiemprequesetratadeiraromperseelalmaconalguien,tengoatragantadaunaostracomoelpuñoynopuedoolvidarlabotella de vino de Chipre que tuve que dejar sobre la mesa, sin más quecatarlo.

—Yolohevisto,señorbarón,dijoFroilán;eljorobadoestabasobrelarocamásalta,mirandonuestrobarco,ydesapareciódesúbito.

—Su presencia confirma los buenos augurios que he observado hoy,repusoelbarón.Aldirigirnosalaplayacruzaronnuestropasounreligiosoyunamujer, y ahoradivisamosun jorobado antesdeperder devista la costa.Presagiodichoso.¿Quépiensastúdeello,Roger?

—Noséquédeciros,señorbarón,contestoeldoncel.Romanosygriegos,conserpueblosdegranilustración,teníancompletafeenesosaugurios,perono faltan entre losmodernos pensadores y hombres de cienciamuchos queconsiderantalessignoscomovanosypueriles.

—No diré yo tal, observó el señor de Butrón, recordando en aquelmomento otro de los desastres gastronómicos que tanto lamentaba. Lospresagios nunca fallan, y si no dígalo todo el ejército del príncipeEduardo,que allá en el paso de los Pirineos oyó de repente un trueno formidable enmediodeldía,sinqueunasolanubeocultaseelazuldelcielo.Todossabíamoslo que aquello significaba y que estábamos amenazados de una grancalamidad; y en efecto, trece días después desapareció de la puerta de mitienda un soberbio cuarto de venado y mis escuderos descubrieron que sehabíanagriadoseisbotellasdevinobearnésquellevabaparamimesa....

—Pues ya que de escuderos habláis, dijo el barón cuando cesó la risaprovocada por los recuerdos de Sir Oliver, debo decir a los míos que hoymismo tendránbrillanteocasióndeacreditar suvaloryde imitarelejemploqueleshandejadonoblesantecesores.Idalacámara,muchachos,ytraedmemi arnés; el señor deButrón y yo nos armaremos aquí, sobre cubierta, convuestraayuda.Despuésaprestaosvosotros,porloquepuedaocurrirydecidalos oficiales que tengan hombres y armas dispuestos a la primera señal.¿Quiéndenosotrosmandaráenjefe,SirOliver?

—Vos, amigo mío, vos. Yo soy guerrero viejo como vos y conozco mi

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oficio, pero no puedo compararme con el gran capitán que fue un tiempoescuderodeGuillermodeMarny.Loquehagáisestarábienhecho.

—Corrienteygracias.Vuestropabellónondearáenlaproayelmíoapopa.Osdarécomovanguardiavuestroscuarentahombresyotros tantosarquerosmíos.Cincuentahombresmásconmisescuderosformaránlaguardiadepopa.Losdemásenelcentroyaloscostadosdelbarco,aexcepcióndeunadocenaarmados de arcos y ballestas, que irán a las cofas. ¿Qué os parece ladistribución?

—Inmejorable.Peroaquímetraenmiarmadurayelponérmelaesyaparamítarealargaydifícil.

Entretantosenotabagranmovimientoabordo,losarquerosyhombresdearmas formaban en grupos sobre cubierta, examinando aquéllos sus arcos yatendiendoalosconsejosquelesdabanelsargentoSimónyotrosveteranos,expertosenelmanejodelatemiblearma.

—Firmes,muchachosyquenosemuevanadiededondeyoloponga,ibadiciendoSimóndegrupoengrupo.Mientrastengáisunbuenarcoenlamanonohaypirataqueseacerque.Ysobretodo,noolvidéisqueencuantosesueltaunaflechayadebeestarlaotraenlamanoyenlacuerda.EstahasidosiemprelareglaenlaGuardiaBlanca.

—Y digo yo, amigo Simón ¿no es también regla el dar a cada soldadomedio cuartillo de vino mientras espera a los piratas con el gaznate seco?preguntóTristándeHorla.

—Esovendrádespués,borrachín,peroahorahayqueganarlo.Cadaunoasu puesto, que omuchome engañoo apuntan por allí dosmástiles, tras lasAgujasdeCoves.

Arqueros y hombres de armas se tendieron sobre cubierta, encumplimiento de las órdenes del barón. Cerca de la proa colgaba de unarobusta lanza el escudo de armas de Butrón, una cabeza negra de jabalí encampodeoro,yenelcentrodelaproaRenoelveteranoclavabaelestandartecon las cinco rosas de Morel. Cubrían el centro de la nave los atezadosmarinos de Southampton, gente aguerrida toda, armada con hachas deabordaje, mazas y picas. Su jefe el capitán Golvín hablaba con el barón apopa, escudriñando ambos el horizonte y vigilando el velamen y los dostimoneles.

—Dadorden,dijoelbarón,dequeningúnsoldadonimarinosedejeverhasta que el clarín lesmande tender los arcos.Conviene que esos corsariostomenalGaleónporunbarcomercantedeSouthamptonquehuyealdescubrirsusnaves.

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—¡Allí están! ¿No lo dije yo? exclamó el capitán volviendo apresuradojunto al barón después de transmitir su orden. Ved las dos galerasbalanceándoseplácidamenteenlabahíaexteriordeCoves,ymiradtambiénentierra, hacia el este, la humareda que levantan sus últimos incendios. ¡Ah,perros!Yanoshanvisto;laslanchasdelosincendiariosseapartandelacostaatodoremo,dirigiéndoseasusgaleras,queDiosconfunda.¡Yquémultitudabordo!Pareceaquellounhormiguero.Osrepito,señorbarón,quelaempresapudieramuybienresultarsuperioranuestrasfuerzas.Esosbuquespiratassondeprimerordenysustripulantesgentedesesperada,queluchahastamorir.

—Pues amigo,os envidio labuenavistaque tenéis, contestó el señordeMorelconimperturbablecalma,guiñandosusojillosirritados.Porlopronto,hacedme la merced de decir a la gente que hoy no se da cuartel a nadie.Tratándosedeesasfieras,noquieroprisioneros.¿Tenéisabordounsacerdoteounreligioso?

—No,señorbarón.

—No importa. La Guardia Blanca se puede pasar sin ellos, porque lostengoatodosbienconfesadosdesdeSalisburyymalditosihantenidoocasióndecometerfechoríasdesdequeemprendimoslamarcha.Peroalaverdad,losientoporelcontingentedeVinchesterquemandaminobleamigodeButrón,puessegúnnoticiasyseñales,esgentedíscolaylahancorridoengrandeestosdías. a ver, dad orden de que recen todos un padrenuestro y un avemaríamientrasesperanlaseñaldeataque.

Notardóenoírseelprolongadomurmullodetodasaquellaspreces,dichascon singular recogimiento por arqueros, marinos y hombres de armas tandevotos como valientes. Muchos de ellos sacaron cruces y reliquias quebesaronfervientemente,tendidossobrecubiertaysinmostrarsealenemigo.

ElGaleónAmarillohabíaabandonadolasaguasdelSolentysealejabadela costa a toda vela, cortando pesadamente las espumosas olas. En suseguimiento se habían lanzado las dos naves piratas, pintadas de negro, decorteestrechoylargo,quecontrastabaconlamayoralturayrotundaformadelgaleónaquedabancaza.Parecíandosloboshambrientosenseguimientodesupresa.

—Perodecidme,señorbarón.Esosperroshanvistoyaelescudoypendónque llevamos a proa y popa y saben que tenemos dos nobles a bordo, dijoGolvín.

—Ya había pensado yo en ello, pero no es de caballeros ni de jefes detropasrealeselocultarsupresencia.SediránqueosdirigísaGascuñayhabéisrecibido nobles pasajeros con destino al cuartel general de nuestro príncipe.¡Cómoacortan ladistancia! a juzgarpor su aspectoy elnuestrodiríaseque

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doshalconessepreparanacaersobreinocentepaloma.Peronoesmaravillaque nos alcancen tan pronto, con su triple hilera de remos, al paso quenosotrossólotenemoslasvelas.¿Veisalgunaseñalobanderaabordodeesosbarcos?

—En la velamayor del de la izquierda hay pintada una enorme cabezanegra,respondióelcapitán.

—EslagaleradelcruelpiratanormandoylaprimeravezquelavifueenChelsea. También lo vi a él, Cabeza Negra, en medio del combate. Es ungigante con la fuerza de seis hombres y los crímenes de sesenta sobre laconciencia.

—Sólo a un bárbaro como él se le ocurriría entrar en combate con dosinfelicescolgadosdelasvergasdesubuque.¿Losveis?

—Asíesenefecto,replicóelbarón.LaVirgendeEmbrúnmeconcederálamerced de ahorcarlo también a él dentro de pocas horas. ¿Qué insignia esaquellaenlasvelasdelotropirata?

—LacruzrojadeGénova.

—Loquepruebaque tenemosallí albarbudoTitoCarleti, tanvalienteycasitanmalocomosucompañerodepiraterías.Esegenovéspretendequenohayenelmundoarquerosnisoldadoscomolossuyosytenemosqueprobarlelocontrario.

—Se lo probaremos, asintió el animoso capitán. Pero entre tanto, buenoseráque losarquerosyballesterosescogidosdeantemanosubana lascofasdisimulandosupresenciaysunúmerolomásposible.Lastresanclasestányaen el centro del buque, con veinte pies de cable cada una y sólidamenteamarradasalpalomayor,concuatrobuenosmarinerosacargodecadaancla.Según vuestras órdenes, diez hombres distribuidos a lo largo de la cubierta,con pellejos llenos de agua, cuidarán de apagar todo fuego que puedanproducir las flechas incendiariassi lasusanesosbandidos.Laspiedrasestántambién en las cofas, y los arqueros se encargarán de aplastar con ellas acuantogrupodepiratasselespongaatiro.

—Enviadlesamásdelaspiedrascualquierotroobjetopesadoquetengáisabordo,dispusoelbarón.

—PuesentalcasolomejorseráizarlesaSirOliver,apuntóGualtero.

—¡Bravaocasiónparachanzas!dijoelseñordeMorel,conmiradatalquehizo temblar al escudero.Además,no sediráqueun servidormíohahechoburladeunnobleenmipresenciasineldebidocorrectivo.Despuésdetodo,continuó reprimiendocon trabajouna sonrisa,demasiado séqueha sidoesaunachanzademuchacho,sinintenciónaviesa.Sinembargo,Gualtero,deboa

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vuestropadreCarterdePleyelelordenarosqueprocuréisrefrenarlalengua.

—Ataqueporbaboryestriboralavez,exclamóelcapitánGolvín,viendosepararselosdosbarcosenemigos.Elnormandotieneaproaunpedreroysepreparanadisparar.

—Áver, Simón, tres arqueros, losmejores que tengas, ordenó el barón;queelijanlosarcosmáspoderososquehayaamanoydenunalecciónalosartillerosapenascreanquenoperderánsusflechas.

—¡Arnoldo,RenatoyJaime,apopa!exclamóenseguidaelveterano.Unasangría al primer babieca que toque aquel pedrero. Trescientos cincuentapasos,alosumo.Arnoldo,hijomío,túelprimeroyaversiteluces.¿Veselcanallaaquelconlagorraroja?Puesaensartarlo,antesdequedisparen.

Lostresarquerosnombrados,fijalamiradaenlaproadelbarcoenemigo,tendían lentamente lacuerdade susenormesarcos, sincuidarseyade si losveían o no los piratas. El numeroso grupo que éstos formaban se habíaapartadodel pedrero, dejando solos junto a él adoshombres encargadosdedispararlo.Eldelagorrarojaseinclinóparaapuntar,abriólosbrazosycayóde bruces con una flecha clavada en el costado. Casi en el mismo instanterecibió el otro pirata un dardo en la garganta y otro en una pierna y quedóretorciéndosesobrecubierta.

Algritodefurordelospiratasrespondieronlascarcajadasdelosarqueros.

—¡Bien,muchachos! gritó Simón. Pero ocultaos de nuevo tras la borda,porqueveoquehanresueltoaprovecharlalecciónytiendenreddemallaparaprotegerse contra nuestras flechas. Que nadie asome. No tardaremos en oírsilbarlaspiedrasdeesosjayanes.

CAPÍTULOXVI

DELCOMBATEENTREELGALEÓNAMARILLOYLOSDOSPIRATAS

El supuesto barco mercante y sus dos perseguidores se dirigíanrápidamente hacia el oeste, dejando al norte la costa de SanAlbano.No sedivisaba otra vela en todo el horizonte. Roger permanecía cerca del timón,mirandolasgalerasenemigasyrecibiendodellenoenelrostrolafuertebrisadel mar que agitaba su rizado cabello rubio. Digno descendiente de tantosfamososguerreros sajones, su corazón latía conviolenciayhubieradeseadollegaralasmanosconlospiratassinmástardanza.

Deprontoleparecióqueunavozroncalehablabaaloído,yvolviéndose

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prontamentedirigióaltimonelunamiradainterrogadora.Elmarino,sonriente,señalóconelpieunagruesasaetaclavadaprofundamenteenuntablónatrespasos de la cabeza de Roger. Pocos segundos después el timonel cayó debruces y Roger vio en su espalda el asta ensangrentada de otra flecha.Inclinóse para levantar al infeliz y oyó el ruido de los dardos que caían abordo, semejantealqueproduce la lluviadeotoñosobre lashojas secasdelbosque.

—¡Redesdemallaapopa!ordenóelbarón.

—¡Yotrohombrealtimón!dijoimperiosamenteelcapitán.

—Túcondiezarquerosentreténalosnormandos,añadióelseñordeMoreldirigiéndoseaSimónyqueotrosdiezhombresdeSirOliverhaganlomismoconlosgenoveses.Noquierorevelarlestodavíatodanuestrafuerza.

DiezarquerosescogidosmandadosporSimónseapostaronenseguidaenelladodelapopapordondeavanzabaelbarconormando,y los tresescuderosvieronconadmiraciónlacalmadeaquellosveteranosentalesmomentosylaprecisiónconqueobedecíanlasvocesdemando,moviéndosealavezcomosifueran un solo hombre. Sus compañeros, ocultos tras la borda, no lesescaseabanlaschanzasylosconsejos.

—Másalto,Fernán,másalto,quetodavíanosubenalabordaje.Pégatealarco, Renato; no parece sino que le tienes miedo o temes que la cuerda temancheelcoleto.Tenencuentaelviento,ynodesperdiciesflecha.

Entre tanto los dos pedreros enemigos habían tomado la ofensiva, bienprotegidos los servidoresde ambaspiezaspor alta reddemalla.Laprimerapiedradelgenovéspasósilbandosobrelascabezasdelosarquerosycayóalmar;ladelpedreronormandomatóuncaballoyderribóavariossoldados,otraabrióunboqueteenormeenlaveladelGaleónylacuartadioenelcentrodela proa y rebotando, arrojó al agua dos hombres de armas de Butrón. Elcapitánmirófijamentealbarón.

—Semantienenadistancia,dijo,porquenuestrosveintearquerosleshancausadograndespérdidas.Peronosvanamatarmuchagenteconsuspedreros.

—Puesunaestratagemaparaqueseacerquen,yelbaróndiobrevementesusórdenes.

Trasmitidas que fueron éstas, los arqueros empezaron a caer como si laartilleríaylasflechasdelospiratascausasenenellosgrandesestragos.Muyprontonoquedaronmásquetresarquerosporbandaylosbarcosenemigosseacercaron rápidamente, con las cubiertas llenas de una turba horrible quelanzabagritosdetriunfoyblandíasables,hachas,puñalesypicas.

—Acuden como peces al cebo, exclamó el barón. ¡Á ellos, soldados, a

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ellos!El estandarte aquí, ami lado, y los escuderos adefenderlo.Tened lasanclaslistasparalanzarlasabordodeesoscondenados.¡SuenenlosclarinesyDiosprotejanuestracausa!

Una aclamación unánime le respondió y las bordas del barco inglésaparecieron repentinamente cubiertas de proa a popapor unadoble línea decascos.Laturbaenemigalanzógritosderabia,sobretodoalrecibirelnubladode flechas que lanzaron los arqueros ingleses en el centro de aquellaabigarrada multitud, compuesta de hombres de todas cataduras y colores,normandos, sicilianos, genoveses, levantinosymoros.La confusión abordode ambos piratas fue espantosa y grande la matanza, pues los arqueroslanzabansusflechasydardosdesdeloaltodelenormeGaleón,quedominabalascubiertasenemigas.Además,enaquellamasacompacta,prontaalabordajedelquecreíanserpuntomenosqueinofensivobuquemercante,noseperdíaunasolaflechaylospiratascaíanamontones,muertosoheridos.Entantoloshombresdearmasdestinadosalefectohabíanlanzadodosanclasabordodelos buques enemigos, para impedirles la retirada y las tres naves quedaronunidaspordoblelazodehierro,cabeceandopesadamente.

Entoncesempezóunadeesasluchasfrenéticas,sangrientasyheroicas,noreferidasporningúnhistoriador,nocantadasporningúnpoeta,delasquenoquedaotraseñalnimonumentoqueunanaciónpoderosayfelizyunacostanodevastadaporlasdepredacionesqueuntiempolaasolaran.

Los arqueros habían limpiado de enemigos la proa y popa de ambasgaleras,pero lospirataséstosatacaronengrannúmeroelcentrodelGaleón,cayendoconfuriaporamboscostadossobrelosmarinosyhombresdearmasy luchando con ellos cuerpo a cuerpo, en confusión tal que los soldados ymarineros situados en las cofas no se atrevían a lanzar dardos ni peñascos,temerosos de herir y aplastar a sus propios compañeros. En aquella masaconfusa de hombres sólo se veía el brillo de sables y hachas que caían conruido estridente sobre cascos y armaduras, derribando ingleses, genoveses ynormandos,enmediodeunagriteríaespantosa,deuntumultoindescriptible.El gigante Cabeza Negra, cubierto de hierro y con una tremenda maza,anonadabaacuantosseponíanasualcance;cadagolpedesumazaderribabaunavíctima.PorestriborsehabíalanzadoalabordajeconnomenosímpetuelgenovésCarleti,bajodeestatura,perocuyosanchoshombros,robustocuerpoymembrudosbrazosdenotabansu fuerza.a lacabezadecincuenta italianosescogidosybienarmadosseabriópasocasihastaelmástildelbarcoinglésylosmarinossevieroncogidoscomoentredosmurosdehierroporsusfierosasaltantes,dandoyrecibiendolamuertesinpedircuartel.

Peroenaquelinstantesupremolesllegóelauxilioquetantonecesitaban.El señor de Butrón con sus hombres de armas y el barón seguido de susescuderos,deReno,Simón,TristándeHorlayotrosveinte,selanzaroncomo

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leones contra las turbas que por ambos lados habían invadido la cubierta yabriéndose sangrientopaso llegarona lomás reciode la lucha.Rogerno seapartó de su señor un solo momento y aunque mucho había oído de susproezas,nuncahastaentonceshabíatenidoideadesuvalor,desucalmaenelcombate y de la presteza de susmovimientos. Saltaba de uno a otro pirata,derribándolosdeunaestocadaountajo,parandolosgolpesqueleasestabanconelescudoylaespadayllevandoelterrorentresusenemigos.Unodesusgolpes alcanzó a Tito Carleti, hiriéndolo en el cuello y por fin el mismoCabezaNegraresolvióconcluirconaqueltemiblecombatienteylanzándoseasuencuentroalzósobreéllapesadamaza.Inclinóseelbarónparaprotegersemejor con el escudo, al propio tiempo que paraba los golpes del furiosogenovés,peroenaquel instanteresbalóenuncharcodesangreycayósobrecubierta.Rogeratacóalgigantenormando,peroungolpedelamazadeéstehizopedazossuespadayloderribósobreungrupodemuertosyheridos.IbaCabezaNegra a repetir el golpe, cuando sintió sumuñeca cogida comoconunas tenazas de hierro y vio a su lado a Tristán, el hercúleo arquero, quedoblando hacia atrás el cuerpo del normando, haciendo gala de su increíblefuerza,acabóporromperleelbrazoytenderlocuanlargoerasobrelastablasdelpuente.Unavezderribadolepusoelpuñalalrostroporentrelasbarrasdela visera y el temible pirata permaneció inmóvil, único modo de evitar lamuertequetandecercaleamenazaba.

Desalentadoslosnormandosconlapérdidadesujefeyacosadosdecerca,volvieron la espalda y abandonaron el Galeón, saltando atropelladamentesobrelacubiertadesubarco,dondeempezaronadiezmarloslasflechasdelosarquerosinglesesylospeñascosquedesdelascofasleslanzabanlosmarinos.Además, unido firmemente el barco pirata al Galeón por el ancla de éste,pasaronabordodelnormandoel señordeButróny cincuentaveteranos, enpersecucióndelosfugitivos.

Áestriborcontinuabaencarnizada la lucha.Elgenovésysussecuacessedefendíanconvigor, retrocediendopasoapasoante los furiososataquesdelbarón de Morel, Roger, Reno y sus arqueros. Carleti, ronco de ira y decansancioycubiertodeheridasde lasquemanaba la sangreenabundancia,volvió a bordo de su buque con los piratas que le quedaban, sin cesar dedefenderse y perseguido por una docena de ingleses que se lanzaron alabordaje de la galera. Entonces Carleti abandonó de un salto a suscompañeros,corrióalolargodelacubiertayregresandoabordodelGaleóncortódeuntajoelcabledelanclaquereteníaasubarco.Hechoestosaltódenuevosobrelacubiertadesugalera,cuyosremerosempezaronaimpelirlayapartarladelGaleón.

—¡San Jorge nos asista! gritó Gualtero de Pleyel. ¡El barón está en lagalera,peleandoconlosgenoveses!¡Selollevan!

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—¡Está perdido! gritó a su vez Froilán de Roda. ¡Saltemos, Gualtero!Ambos jóvenes,depiesobre labordadelGaleón,se lanzaronalespacio.Eldesgraciado Froilán cayó sobre los remos de la galera pirata y desaparecióentrelasolas;másafortunadoGualtero,alcanzólacubiertadelbarcoenemigoyseunióaloscompañerosdelbarón.Rogerquisoseguirasusdosamigosendefensadesuseñor,peroTristándeHorlaseloimpidióalafuerza.

—¿Cómo has de dar ese salto de muerte, muchacho, si apenas puedessostenerteenpie?ledijo.Tieneslacabezallenadesangre.

—¡Mipuestoestáalladodelbarón!rugióRoger,forcejeandoinútilmente.

—Quédate aquí, te digo, y te quedarás a las buenas o a las malas.Necesitaríasalasparallegaralagalera.Estasealejabagradualmente.

—¡Mirad qué valor, cómo se defienden, cómo atacan! continuó Tristánsiguiendolosdetallesdelaluchaabordodelpirata.Losnuestroshanlimpiadola popa de enemigos y adelantan, con el barón a la cabeza. ¡Bravo Simón,buengolpe!Renosebatecomoun tigre.Elgenovés,aunquebandido,esunvaliente, no hay que dudarlo.Ha conseguido reunir a su gente en la proa....¡PorlaCruzdeGestas,yacayóunarquero,yotro!¡MalditoCarleti!Peroallávaelbarón,adarcuentadeél.¡Mira,Roger!

—Elbarónhacaído....

—No,unadesustretas.Ahílotienesotravez,másbriosoquenunca,¡Quéespada!Eljefepirataretrocede,cae,atravesadodeparteaparte.¡Viva,viva!Losotroshuyen,serinden.AllávaSimón.¡Porvidade!Yaarríalabanderadelacruzroja,yaizaladeMorel,lascincorosas....¡Viva!

La muerte de Tito Carleti puso fin a toda resistencia y su galera,cambiandodebordada,sedirigiódenuevohaciaelGaleón,saludadaporlosgritos de entusiasmo de los soldados. El barón y Sir Oliver no tardaron enreunirsesobrelacubiertadelbarcoinglés,yretiradaelanclaqueloaferrabaalagaleradelnormando,sehicieron las tresnavesa lavela,acortadistanciauna de otra. Roger, más débil a cada momento que pasaba, oyó conadmiraciónlavoztranquiladelcapitánqueseguíamandandolamaniobracontantacalmacomolohabíahechoduranteelcombate.

—No deja de tener averías bastante graves nuestro pobre Galeón, dijoGolvínalseñordeMorelapenaspudohablarle.Labordadestrozada, lavelamayor hecha trizas. ¿Qué dirán los armadores cuando me presente con subarcoentantristeestado?

—Lo triste sería, dijo el barón, que fueseis vos a sufrir por causa mía,sobretododespuésdelafaenadehoyydevuestrobrillantecomportamiento.Nada,oslleváisesasdosgalerascomopruebadelajornadayquelasvendan

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los armadores. Con el importe se reembolsarán de los perjuicios que hayasufrido elGaleónAmarillo y el resto que lo guardenhastami regreso, paradistribuirloentretodos.Noosquejaréisdevuestraparte.Porlamía,deboalaVirgendelPrioratounaimagendeplatadediezlibrasporhabermeotorgadolamerceddevencerymataralpiratagenovés,cuyovalorypericiaenelmanejodelasarmassoyelprimeroenreconocer.¿Ytú,Roger?¿Herido?

—No es nada, dijo el doncel con voz débil, quitándose el casco queconservabaclarasseñalesdelapoderosamazadelnormando.Peroapenassehubodescubierto,lasangreinundósurostroycayódesvanecido.

—Prontovolveráensí,dijoelnobledespuésdeexaminarloatentamente.Heperdidohoyunvalienteescuderoymalpuedoperderotro.¿Cuántasbajashemostenido,Simón?

—Nueve arqueros, siete marinos, once hombres de armas y vuestroescuderoeljovenseñordeRoda.

—¿Yelenemigo?

—Sólo queda con vida el jefe normando.Ahí está, bien agarrotado.Vosdispondréisdeél,señorbarón.

—Ahórcalosintardanza.Hiceelvotoyhayquecumplirlo.Perocuélgalodeunavergadesupropiobarco,quetalfuemipromesa.

CabezaNegra,aunqueheridoyconunbrazoroto,sehabíamantenidodepie junto a la borda, entre dos arqueros. Al oír las palabras del barón seestremecióysurostrosecontrajoviolentamente.

—¿Ahorcado,yo?exclamóenfrancés.¿Muertedevillano,amí?

—Pues según noticias, dijo el señor deMorel, vos ahorcabais a cuantoscaíanvivosenvuestrasmanos,sindistincióndenoblesoplebeyos.Ademáshehechovotodecolgaros.

—SoyseñordeAndelysycorrepormisvenassangrereal....

—Sois un pirata desalmado, replicó el barón volviéndole la espalda, altiempo que dos marineros asían a Cabeza Negra y le echaban el dogal alcuello.

Al sentir la cuerda hizo el jefe pirata un esfuerzo supremo y rompió lasligaduras que ataban sus manos, derribó a uno de los arqueros que leguardabanyasiendopor lacinturaconsuúnicobrazosanoalmarineroquesujetabalacuerda,lolevantóysearrojóconélalmar.

—¡Sehaescapado!gritóSimón,corriendohaciaelpuntodelacubiertapordondehabíadesaparecidoCabezaNegra.

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—Decidmásbienquehamuerto,repusoelcapitán.Ambossehanhundidoenlasaguascomounplomo.

—Nomepesa,dijoelbarón;quesibiennohepodidocumplirmivoto,eltal pirata se ha portado como valiente en la lucha, ha muerto como tal yhubierasidolástimaahorcarlocualsisetrataradeunodeesosmenguadosqueloacompañaban.

CAPÍTULOXVII

ENLABARRADELGARONA

PordosdíasnavegóelGaleónAmarilloavelasdesplegadas,impelidoporvientosfavorablesdelnordeste,dejóatrásaOuessant,puntomásoccidentaldeFranciayaltercerdíapasófrenteaBellaIslayavistóalgunostransportesqueregresabanaInglaterra.Losdosnobleshicieroncolgarsusescudosdearmasal costado del barco y observaron con elmayor interés las señales con querespondían los transportes y que les indicaban los nombres de aquelloscaballeros a quienes las enfermedades o las heridas hacían regresar a sushogaresentancríticosmomentos.

Por la tarde se notaron señales de próxima tempestad que alarmaronprofundamentealcapitánGolvín,puesnosólohabíaperdidola tercerapartedesusmarinerossinoquelamitaddelosrestantesestabanabordodelasdosgalerasapresadas;yunidoestoa lasaveríassufridasporsupropiobarco, loponían enmuymalas condiciones para arrostrar las tempestades de aquellapeligrosacosta.Elviento soplóconviolencia toda lanoche, imprimiendoalpesadotransportefuertesbalances.Roger,aunquedebilitadoporlapérdidadesangre,subiósobrecubiertaaldespuntareldía,prefiriendoquelomojaranlasolas a continuar encerrado en los estrechos y obscuros camarotes,nauseabundosyllenosderatas.Asidoaunadriza,contemplóconemociónelespectáculodelmaralborotado,cubiertodeinnumerablesolasyreflejandoelnegrocolordelasnubes.LasdosgalerasapresadasseguíanalGaleónacortadistancia, luchando también con el viento y las olas. a la izquierda, entre labruma,seveíalatierradeFrancia,aquellatierradondesusantepasadoshabíanderramado su sangre y conquistado imperecedera gloria; Francia, patria detantos famosos caballeros, de tantas beldades, teatro de altos hechosinolvidables y asiento de los grandes monumentos, del arte, el lujo y lariqueza.Enpresencia de aquella costa francesa besóRoger el preciadoveloque le diera la bellaConstanza deMorel, y besándolo hizo el juramento deconquistar con su valor fama digna de tan noble dama, o perecer en lademanda.Sacóledesusmeditacioneslaroncavozdelcapitán,quedominando

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eltumultodeloselementos,legritó:

—Malgesto tenéis, señorcaballero,ynomeextraña,queyomismoconhabernavegadodesdelainfancia,norecuerdohabervistonuncapromesatanseguradeunatempestaddeshecha.Maldíaypeornochenosesperan.

—Otros eran mis pensamientos, dijo el escudero, muy ajenos a latempestadquenosamaga.

—Disponed de mí, si en algo puedo serviros. Pero hablando depensamientos, no son menos negros los que me asaltan al figurarme lasdificultadesdemiviajedevuelta;vientoscontrarios,lavelamayorpartidaendos, muertos la tercera parte de mis marineros, y el barco con averías yboquetespor todos lados.Creoqueantesde llegardenuevoaSouthamptonhemosdevernosconvertidosenarenquessalados,ajuzgarporlacantidaddeaguaqueesperoembarcarencuantopongalaproaaInglaterra.

—¿Yquédiceaellomiseñor?

—Abajoestá,ayudandoasuamigoadescifrarblasones.Loúnicoquemecontesta es que no le hable de tales pequeñeces. ¡Pequeñeces! Pues ¿y SirOliver?EncuantoledigoquemefaltanmarinerosmecontestaquelosguiseatodosconsalsadeGascuña.Medirigíalosarqueros.¡Quesiquieres!Alláseestánlashorasmuertasjugandoalosdados,presididosporelsargentoSimónyReno,yelgigantóncabezarojaquelerompióelbrazoalpirata."MiradqueelGaleónéstesevaahundirdeunmomentoaotro," lesdigo.Ymaldito loqueselesimporta."Esaescuentavuestra,malcapitán,"mediceuno."Seisyblanco,"gruñeotro.YeseSimónqueDiosconfundaacabapormandarmealdemonio.¡Desdeaquíselesoye,manadadetiburones!

Enefecto,apesardelrumordelvientoydelasolas,llegabahastaelloselecodelosjuramentosylascarcajadasdelosjugadoresquellenabanlaproa.

—Siyopuedoayudaros...propusoRoger.

—Bastante tenéisquehacerconcuidarvuestraaveriadacabeza,o loquede ella os queda gracias al capacete que aguantó lo mejor del golpe. Perocuanto puede hacerse por ahora está hecho; tapada con velas y cablesentrelazados la brecha de estribor, sólo falta ver lo que sucederá cuandocambiemosderumboparaevitar lasrocasybajíosde lacosta,a lacualnosvamos acercando demasiado. Aquí viene el barón y a fe mía que llega atiempo.

—No toméis a desaire mi distracción, maese Golvín, dijo el caballero,andandocondificultadaconsecuenciadelosbalancesdelbarco.Estabamuypreocupado con una difícil cuestión heráldica, sobre la cual quisiera oírvuestraopinión,Roger.Setratadeloscuartelesdelescudopertenecienteala

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familiadeSosire, cuyo jefeSirLeitonesmi tío, casadocon laviudadeSirEnrique Oglander, de Nunvel. La delimitación de esos cuarteles ha sidocuestiónmuydebatidaentrecuantosentiendendeblasones.¿Qué talvamos,capitán?

—Me preocupa el estado de la nave, señor barón. Tendremos que orzarmuyprontoyencuantolointenteempezaráelpobreGaleónaembarcaragua.

—¡QuellamenenseguidaaSirOliver!gritóelbarón.

Pocodespués llegaba apopa el obeso caballero, resbalando a cadapaso,agarrándosealaborda,alasdrizasyacuantoseleponíaamano,abotargadoelrostroymaldiciendosusuerte.

—¿Québarcoeséste,señorcapitán,exclamóentredosbalances,enelqueunhonradocaballeronopuededarunpasosinexponerseapartirseelalma?Sihadecontinuarmucho tiempoestadanza,ponedmeabordodeunodeesospiratas, que más saltarines que vuestra nave no pueden ser, a buen seguro.Cuandoyanopodíatenermededebilidad,mesentéanteunfrascodemalvasíay un jigote de carnero, y al primer bandazo se me vino encima el frasco,poniéndomedeperlasropillaycalzas,yelguisofueadarconsalsaytodoenel santo suelo. Allá quedan mis pajes corriendo tras él, como lebreles enseguimientodeunacierva.¡Rayosdelcielo,quégaleraniquétarasca!...Pero¿mehabéisllamado,amigoMorel?

—Para oír vuestra opinión, desgraciado y hambriento caballero. AquítenéisamaeseGolvíntemerosodequesiviradebordoelGaleónempezaráahaceragua.

—Puesquenovire,lacosaesclara.Yconvuestravenia,barón,mevuelvoaverquéhacenaquellostunantesdepajes....

—Peroesquesinoviramosiremosadarenlasrocasantesqueossentéisdenuevoalamesa,dijoelcapitán.

—Pues entonces, virad, conmil de a caballo, gruñó el señor deButrón.¿Permitís,amigobarón?

Enaquelinstanteseoyólavozdelosvigías:"¡Rocasaproa!"Enelcentrodeunaolaenorme,acienvarasdedistancia,aparecieronlasobscuraspiedrasdeunarrecife,cubiertasdeespuma.Elcapitánselanzóaltimónycomenzóadar voces de mando, los marineros practicaron las maniobras sin perdermomento, giró el botalón con prolongado chirrido y el galeón cambió derumbo,acortísimadistanciadelosamenazadorespeñascos.

—No creo poder salvarlos a tiempo, rugió el capitán aferrado al timón.¡SanCristóbalnosvalga!

—Puesen tangranpeligroestamos,quieroqueondeemipabellón sobre

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cubierta,dijoelbaróntranquilamente.Idabuscarlo,Roger,yclavadloaquí.

—Y yo, exclamó Sir Oliver, prometo a mi excelso patrón Santiago deCompostela visitar su santuario allá en España, si me saca en bien de estetrance,ycomermeunacarpamáscadadíadevigilia,duranteunaño.¡Cómorugeelmar!¿Quédecís,capitán?

—¡Pasamos, pasamos! gritó Golvín, fija la vista en las rompientes másinmediatasalaproa.¡ÁlabuenadeDios!

Siguieronunosmomentosdeesperay luegosesintióen todoelbarcoelroce de la quilla sobre las rocas. Una de éstas, cuya punta proyectabaoblicuamente, raspó con fuerza el costado del casco, arrancándole largasastillas.UnmomentodespuéselGaleónAmarillocompletabasuevolución,elvientohinchabalasvelasyescapabantodosalgravísimopeligro,huyendodelaamenazadoracosta,entrelasaclamacionesdemarinerosysoldados.

—¡Diossealoado!exclamóelcapitánenjugandoelsudorquelebañabalafrente.NovolveréaSouthamptonsinofrecerunciriodecincolibrasalbuenSanCristóbalenlacapilladelconvento.

—Vaya,puesmealegro,comentóSirOliver,porquea laverdadprefieromorir enjuto, por más que después de haber comido tanto pescado en estavida,seríamuyjustoquelospecesmecomiesenamí.Yyaquedecomersetrata,amicámaramevuelvo....

—Esperad algomás, querido compañero, dijo el barón, porque si no heentendidomal,escapamosdeunpeligroparacaerenotro.

—¡Capitán! gritó en aquel momento el contramaestre ¡las olas se hanllevadolasvelasquecerrabanelboquetedebabor!¡Elbarcohaceagua!

Tras el contramaestre aparecieron corriendo muchos marineros,anunciando que el agua inundaba el interior del barco y que los caballosestaban en inmediatopeligro.Obedeciendo lasórdenes enérgicasdeGolvín,afianzaronvelassobreelboqueteabiertoenelcostado,operacióndificilísimaen aquellas circunstancias y que una vez terminada impidió, aunque nototalmente,laentradadelagua.ElGaleónsehabíahundidobastanteylasolasbarríanlacubiertaconfrecuencia.

—Nocreoqueresistaenladirecciónquellevamos,dijoelcapitán,perosiviroencallamosenlacosta.

—¿Yamainandovelas?sugirióelbarón.¿Nopodríamosesperarlacalmadelmaryelviento?

—No, una y otro no tardarían en arrojarnos contra las rocas. En treintaañosquellevoabordonomehevistoenlanceigual.¡Lossantosdelcieloseapiadendenosotros!

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—YmuyparticularmenteconfíoyoenlaproteccióndelgranSantiago,encuyodíahagovotodecomermeotracarpa, ademásde laprometidayaparatodoslosdíasdevigiliadelaño....

Golvín miró en dirección de las dos galeras apresadas; veíaselas a grandistancia,yasaltandosobrelasolasyacayendopesadamenteentreellas.

—Si estuviesenmás cerca, dijo elmarino, todavía podríamos salvarnos.Porlopronto,señorbarón,convendríaqueosquitáseislaarmadura,porquedeunmomentoaotropodemosvernosenelagua.

—Noaceptoelconsejo,respondióelcaballero.Nosediráqueunnoblesedesarma voluntariamente porque le amenazanEolo yNeptuno. Lo que haréseráconvocarsobrecubiertaalaGuardiaBlancayaguardarconellalabuenaomalasuertequeelcielonosdepare.Pero¿quéesaquello,maeseGolvín?Porescasaqueseamivistameparecenoserésta laprimeravezquecontemploaquellosdospromontorios,alláalaizquierda.

—¡Por San Cristóbal bendito! exclamó el marino con voz gozosa ymirando ávidamente en la dirección indicada. ¡EsLaTremblade! ¡Yyoquecreía no haber pasado de Olorón! Allí, frente a nosotros, está ladesembocaduradelGarona,yunavezpasada labarrahabrádesaparecidoelpeligro.¡Orza,muchachos!¡Timónababor!

Movióseotravezelbotalón,elvientocogiólasvelasaestriboreimpulsóel asendereado barco en la nueva dirección que le ofrecía tan inesperadorefugio.Deunoaotroextremodelaanchurosaríaformabanlasolasmoviblebarrera coronada de espuma que se extendía, por el norte, hasta un elevadopicoyporelsudhastaunapuntabajayarenosa.Enelcentrounapequeñaislacontralacualseestrellabanfuriosaslasolas.

—Entrelaislayelpromontoriohayuncanal,dijoelcapitán;meloindicóel piloto del príncipe real en persona. Veremos si el Galeón obedece a mimano,cargadodeaguacomovaysumergidounabrazamásdeloquedebiera.

—Adelante, maese, exclamó el señor de Butrón; dos veces nos ha sidofavorable la fortuna en los inminentes peligros de este día, y si nos protegeahora,hagovotoalbenditoSantiagode....

—Tened la lengua, Butrón amigo, que si seguís ofreciéndoos carpasacabaréisporatraernoslaindignacióndelsanto....

—Os ruego ordenéis a los soldados que se tiendan sobre cubierta ypermanezcan inmóviles, dijo el capitán.Dentro de pocosminutos estaremossalvadosohabrállegadonuestraúltimahora.

Arquerosyhombresdearmasobedecieronprontamente.Golvínseaferróaltimónymirófijamenteaproa,pordebajodelahinchadavelamayor.Los

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dosjefes,inmóvilesapopa,contemplabantambiénlatemidabarra.PorfinelGaleón Amarillo llegó a las rompientes, evitó los obstáculos y en cortosmomentos,dejandoatrástodopeligro,surcólastranquilasaguasdelGarona.

CAPÍTULOXVIII

DECÓMOELBARÓNHIZOVOTODEPONERSEUNPARCHE

Unviernesporlamañana,elveintinuevedeDiciembre,dosdíasantesdelde San Silvestre, ancló el Galeón Amarillo frente a la noble ciudad deBurdeos.Grandes fueron el interés y la admiración deRoger al contemplardesde a bordo el bosque demástiles, los numerosos botes que cruzaban entodas direcciones y la hermosa ciudad extendida en forma demedia luna aorillasdelrío,consusaltastorresylamultituddeedificiosdearquitecturaycoloresvariadísimos.Nuncaensu tranquilavidahabíavistociudadde igualimportancia,nicontabaInglaterra,conlasolaexcepcióndeLondres,otraquepudieracomparárseleenextensiónyriqueza.aBurdeosllegabanporaquellaépocalosproductosdetodaslasfértilescomarcasbañadasporelDordoñayelGarona; los tejidosdel sud, las pielesdeGuiena, los vinosdelMedoc, paraexportarlosdespuésaHull,Exeter,Dartmouth,BristoloChester,encambiodelas lanas y lanillas inglesas. En Burdeos se hallaban también los famososhornos de fundición y las forjas que habían dado a sus aceros universalrenombreyconloscualesseforjabanlasespadasylanzasmejor templadas.DesdesugaleónveíaRogerelhumoquedespedíanlasaltaschimeneasdelasfundicionesylabrisalellevabadecuandoencuandoeltoquedelosclarinesqueresonabaenlasmurallasdelaplaza.

—¡Hola,monpetit!dijoSimónacercándosele.Heteyaescuderohechoyderechoyencaminodecalzartemuyprontolaespueladeoro,mientrasqueyosoyyserésargentoinstructordearquerosynadamás.Apenasmeatrevoaseguir hablándote con la misma franqueza que cuando trincábamos en losmesones de nuestra tierra. Sin embargo, todavía puedo servirte de guía porestos rumbos, nuevos para ti y sobre todo enBurdeos, cuyas casas conozcounaporuna,tanbiencomoconoceelfrailelascuentasdesurosario.

—Demasiadomeconocéistambiénamí,Simón,paracreerquepuedayomenospreciar a un amigo como vos porque la fortuna parece sonreírme,contestóeldoncelponiendounamanosobreelhombrodelveterano.Sientoquehayáispensadocosasemejante.

—No,camarada,nipensarlosiquiera.Fueunapruebaparaversiseguíassiendoelmismo,aunquenodebídudarlounmomento.

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—¿Dónde estaría yo hoy, a no haberos conocido en la venta deDunán?Desde luegono hubiera ido al castillo deMonteagudo, ni sería escudero denuestrovalientecapitán,yprobablementenohubieravistonuncaá....

Aquísedetuvoruborizándose,peroSimónnolonotó,absortocomoestabaconsuspropiosrecuerdos.

—BuenmesóneldelPájaroVerde¿eh?¡Porelfilodemiespada!Peorescosas podría hacer que casarme con aquella ventera tan fresca y rolliza,cuandomellegueeldíadetrocarestecoletoylacotademallaporlaropilladepaño.

—PuesyocreíaquehabíaisdadopalabradecasamientoaunamuchachadeSalisbury.

—Átres,amigoRoger,atres.Ymuchometemonovolverjamásaaquelpueblo, a fin de evitar un recibimiento más caluroso que el que pudieranhacermetresescuadronesfrancesesenGascuña....Peromiraaquellagrantorredondeflameaelestandartedelosleonesdeoro;eslabanderarealinglesa,conladivisadenuestropríncipe.EledificioeslaabadíadeSanAndrés,yallísehospedaconsucortehacemásdeunaño.

—¿Yaquellaotratorregris?

—LaiglesiadeSanMiguel,ya la izquierdaladeSanRemo.Elcaseróninmediato es el palaciodeBerland.Mira también esas fuertesmurallas, contrespoternashaciaelríoydiezyseisentodoelcircuitodetierra.

—¿Yaquéelcontinuosonardetantosclarines?

—Mal puede ser otra cosa, cuando casi todos los grandes señores deInglaterrayGascuñaestánaposentadosdetrásdeesosmurosyelquemásyelquemenosquierequeelclarínasuservicioseoigatantoytanfrecuentementecomoeldesuvecino.afemíaquemerecuerdanuncampamentoescocésporlazambraquearmanéstosconsusgaitas.Allíavanzaungrupodepajesquevan a dar de beber a los caballos. Cada uno de esos corceles indica lapresencia de un caballero en Burdeos, porque tengo entendido que loshombresdearmasyarqueroshanmarchadoyacondirecciónaDax.

—¡Simón! llamó el señor deMorel.Avisa a la gente que dentro de unahoraestaránaquílaslanchasyquelotengantodolistoparaeldesembarco.

Elarquerosaludóysedirigióapresuradamenteaproa.SirOlivernotardóenreunirseasuamigoyamboscaballerosempezaronapasearsobrecubierta,observando y comentando la vista de la ciudad.Vestía el barón un traje deterciopelonegro,congorraredondadeigualmaterialycolor,ysujetoaéstaelguante de la baronesa, cubierto en parte por rizada pluma blanca. Con lamodestiaaparentedelricoperoobscurotrajecontrastabanlosbrillantesarreos

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deSirOliver, vestido a la últimamoda, con justillo, calzóny capa corta deterciopeloverde,acuchilladasderojolasmangasyconbirreterojotambiénydegrantamaño.Laspuntasdesucalzado,encorvadasàlapoulaine,parecíanamenazarlaspiernasdelrechonchocaballero.

—Una vez más nos vemos frente a esta puerta de honor que en tantasocasionesnoshafranqueadoelpasoaloscamposdelcombateydelagloria,dijo el barón contemplando la ciudad con brillante mirada. Allí ondea elpabellóndelpríncipeyjustoesqueantetodolerindamoshomenaje.Yaveodirigirsehaciaaquílaslanchasquedebendeconducirnos.

—No es maleja la posada inmediata a la puerta del oeste, contestó elglotón,ybienpudiéramosaplacarelhambreantesdeirasaludaralpríncipe,porque lamesadeéste,aunquecubiertadebrocadoyplata,noesgrancosapara gentes de mi apetito, ni Su Alteza tiene la menor simpatía por sussuperiores....

—¿Sussuperiores?

—Enlamesayconeltenedorenlamano,quierodecir.Diosmelibredefaltarlealrespeto,perolehevistosonreírseporqueyomirabaporcuartavezal trinchante un día que nos sirvieron caza soberbia.Y en cambio élme dalástimaenlamesa,jugueteandoconsucubiletedeoro,enelquebebecuandomásunpocodevinoaguado.Yos recuerdo lodelmesón,amigo,porque laguerraylaglorianobastanauncuerpocomoelmío,niescosadeestrecharelcintoporlaprisadesaludaraSuAlteza.

—Casi todas lasnaves cercanasa lanuestraostentanel escudodealgúnnoble,continuóelseñordeMorel.HeallíeldelosPercy,einmediatoslosdeAbercombe,Moreland,Bruceytantosotros.Extrañoseríaquedetalreuniónde bizarros caballeros no resultasen notables hechos de armas. Aquí estánuestralancha,Butrón,ysiesvuestropareceriremosdirectamentealaabadíaconnuestrosescuderos,dejandoamaeseGolvínalcuidadodearmasybagajesydesudesembarque.

Prontoquedaroninstaladoscaballerosyescuderosenunadelaslanchasysuscaballosenunabarcazaprevenidaalefecto.Apenasllegóelbarónatierrahincólarodillayelevóalcielofervientesúplica.Despuéssacódesupechounpequeño parche negro y poniéndoselo sobre el ojo izquierdo lo atófirmemente,diciendo:

—¡PorSanJorgeypormidama!Hagovotodenodescubriresteojohastahaber visto la tierra de España y realizado en ella un hecho de armas queredundeenhonrademipatriaydeminombre.Asílojurosobremiespadaysobreelguantedemidama.

—Al veros y oírosme siento rejuvenecer veinte años,Morel, le dijo su

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amigo cuando hubieron montado y puéstose en camino hacia la Puerta delMar. Pero, por merced, si un caballero cegato como vos se quitavoluntariamentelamitaddelapocavistaquelequeda,novaisadistinguirunarquero inglés de un capitán español. Paréceme que no habéis andadomuycuerdoenlaeleccióndevuestrovoto.

—Sabed,señorcaballero,repusoelbarónconvozimperiosa,quesiempreverélobastanteparadistinguirlasendadeldeberydelagloria,caminoenelcualnonecesitoguía.

—¡Medrados estamos, y no es mal humorcillo el que mostráis apenasllegadoatierradeFrancia!exclamóSirOliver.Peroabienquesimebuscáisquerella,yconvosnohedetenerla,aprovecharélaocasiónparadejarossoloyvisitarunavezmáslaCabezadeOroaquícercana,cuyosguisosdeperdicesadobadashandejadoenmíeternaremembranza.

—No, amigo, dijo sonriente el barón. Nos conocemos y estimamosdemasiadoparareñirporpalabramásomenos,comodospajecillos.Creedme,venid conmigo a saludar al príncipe y después buscaremos alojamiento ymesa;aunquetengoparamíqueveráconpesaratanbuenservidorcomovostrocarlamesadelpríncipeporladeunfigón.Pero¿quiénvieneahí?¿NoesesecaballeroquenossaludaelseñorRobertoDelvar?¡Diosseaconvos,buenRoberto!YaquíestátambiénDeCheney.¡Quégratoencuentro!

Los cuatro caballeros continuaron juntos su camino, seguidos de Roger,Gualteroy JuandeNorbury, escuderodeSirOliver.Tras ellos ibanRenoyVerney,portaestandartesdeMorelyButrón.Norburyeraunjovenaltoyseco,que cabalgaba erguido y sin mirar a derecha ni izquierda, como muyconocedor de la ciudad, donde ya había estado pocos años antes; peroGualteroyRoger,llenosdecuriosidad,loescudriñabantodo,paseantes,calles,edificiosyblasones,llamándosemutuamentelaatenciónacadainstantehaciacuantolesrodeaba.EljovendePleyelnosecansabadeoírlanuevalenguaenqueseexpresabanlosvendedoresdelospuestosambulantesylosgruposdegentesdelpueblo.

—¿Perohasoídoentuvidacosasemejante?preguntabaasucompañero.LoraroesquenoseleshayaocurridoaprenderelinglésyhablarcomoDiosmanda, ahora que su tierra pertenece a la corona de Inglaterra.Y ¡por vidamía! que estas muchachas francesas valen un imperio. Mira esa moza delzagalejoazul.¡Vayaunpalmito!

Noesmaravillaqueelaspectodelaciudadprodujeraprofundaimpresiónen los que la contemplaban por vez primera. Rica, populosa, animadísima,Burdeossehallabaentoncesensuapogeo.Ademásdesusindustrias,armeríasygrancomercio, lasprolongadasguerrasquehabíanarruinadoatantasotrasvillasfrancesaslahabíanfavorecidonotablemente.EnBurdeosseacaparabay

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sevendíainmensobotín,procedentedebatallas,saqueosypresasmarítimas,cuyoproductoenellasegastabacasitotalmente.Además,lanumerosacortedelPríncipeNegroallí instaladadefinitivamente,habíaatraídoamultituddenobles ingleses con sus familias y servidores, elemento fastuoso cuyoentretenimiento,fiestasygrandesgastoscontribuíannopocoalaprosperidaddelanoblevilladelGarona.Sinembargo,larecienteacumulacióndefuerzasnumerosaspara lapróximaexpediciónaEspañaenauxiliodeDonPedrodeCastilla contra su hermano bastardo Don Enrique de Trastamara, habíaproducidogranescasezycarestíadeprovisionesyelPríncipeNegroacababadeenviarlamayorpartedesusterciosyescuadronesalacomarcadeDax,enGascuña.

FrentealaabadíadeSanAndrésseabríaunagranplazaquealallegadade nuestros caballeros estaba ocupada por multitud de gentes del puebloatraídas por la curiosidad, soldados, religiosos, pajes y vendedoresambulantes. Algunos brillantes caballeros que se dirigían a la morada delpríncipecruzabanlaplazaaintervalos,separandocondificultadlosgruposdehombres, mujeres y chiquillos que se precipitaban a su paso. Las enormespuertas de roble y hierro estaban abiertas de par en par, indicando que elpríncipe daba audiencia en aquel momento; y una veintena de arquerosapostados frente al edificio mantenía las turbas a debida distancia, no sindistribuir de cuando en cuando cintarazos sendos entre los curiosos másosados.Enelanchoportaldabanguardiadoscaballerosarmadosdepuntaenblanco,caladalaviserayapoyadosensuslanzas;yentreellos,sentadoaunamesa baja y atendido por dos pajes, se hallaba el secretario de Su Alteza,encargadodeanotarenelregistroquedelanteteníaelnombreytítulosdelosnoblesvisitantesyenespecial losdeaquellosrecién llegadosa lacorte.Eraaquel personaje hombre de avanzada edad, cuyos largos cabellos y barbablancos le daban venerable aspecto, realzado por el amplio ropaje de colorpúrpuraquelocubríahastalospies.

—Ahí tenéis a Roldán de Parington, secretario regio, dijo el señor deMorel.Pobredelquetratedeengañarleodecontradecirsusnotasyregistros,porqueeselhombremásversadoqueexisteenasuntosgenealógicosy tieneen lamemoria los títulosyblasonesde cuantos caballeroshay enFrancia eInglaterraycreoquetambiénlahistoriacompletadesusalianzasyservicios.Dejemosaquínuestroscaballosyentremosconlosescuderos.

Llegados al portal y al secretario regio, halláronle en animado coloquiocon un joven y elegante caballero, muy deseoso al parecer de conseguirentradaenlaabadía.

—¿OsllamáisMarvel?decíaRoldándeParington.Puesmeparecequenohabéissidopresentadoaún.

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—Así es, contestó el otro. Aunque sólo llevo veinticuatro horas enBurdeos,nohequeridodiferirlapresentacióndemisrespetosaSuAlteza.

—Quenodejadetenerotrosmuchosymuygravesasuntosaqueatender.PerosiendoMarvelporfuerzapertenecéisalosMarveldeNormanton,yasíloveoenefectoporvuestroblasón:sableyarmiño.

—Marvel de Normanton soy, afirmó el joven tras un momento devacilación.

—En tal caso vuestro nombre es Esteban Marvel, hijo primogénito delbarónGuydelmismoapellido,muertorecientemente.

—ElbarónEstebanesmihermanomayor,confesóenvozbajaelnobleyyosoyArturo,elsegundodemicasaydeminombre.

—¡Acabáramos! exclamó el implacable secretario. Y siendo ello así¿dónde está envuestro escudo el crestónque lodenote? ¿Para cuándo es lamedialunadeplataquedeberíadellevarvuestroblasónparaindicarquenoesel del jefe de la familia, sino el de un segundón?Retiraos, señormío y noesperéisserpresentadoalpríncipehastatenervuestroescudodearmasmuyenregla.

Retiróseconfusoelnoble,siguióleconlavistaelsecretarioynotócasienseguida el estandarte con las cinco rosas encarnadasque tanorgullosamenteportabaelveteranoReno.

—¡Por mi nombre! exclamó Parington. Huéspedes tenemos hoy aquí aquienes no hay que preguntar si los abona nobleza de primer orden. ¡LasRosasdeMorel!¡Ydigo,lacabezadejabalídelosButrón!¡Ah!Pendonessonesosquepodránestarseaquíenfila,esperandoturno,peroquehanfiguradoyfigurarán siempre en primera línea en los campos de batalla. ¡Bienvenidos,señores!¡QuéalegríaladelcancillerDeChandoscuandoveayabraceasuspredilectos compañeros de armas! Por aquí, caballeros. Vuestros escuderossonsindudadignosdelrenombredesusseñores.averlasarmas.¡Hola!aquítenemosaunClinton,delaantiguafamiliadeHansonyaunodelosPleyel,rancianoblezasajona.¿Yvos?Norbury.LoshayenChesireytambiénenlafronteradeEscocia.Corriente,señoresmíos;vuestraadmisiónypresentacióntendránefectoalinstante.

Los pajes abrieron una puerta inmediata que daba entrada a un ampliosalón, en el que nuestros caballeros hallaron congregados a otros muchosnoblesquecomoellosesperabanaudiencia.Eneltesterofronterizoalapuertadeentradahabíaotraguardadapordoshombresdearmas.Abríaseaintervalosparadarpasoaunfuncionarioquenombrabaenaltavozalnobledesignadoporelpríncipe.

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ButrónyMorel tomaronasientoyRogerno tardóendistinguir entre losgruposdeapuestoscaballerosaunoquehaciaélsedirigíayaquienestodossaludaban con respeto ymiraban con evidente interés.Muy alto y delgado,blanco el cabello y blancos también los desmesurados bigotes que caíanlaciamentehaciaelcuello,parecíaconservarporsumiradadeáguila,lavivezadesusademanesylagraciadesupasotodoelvigordelajuventud.Teníaelrostrollenodecicatrices,señalindeleble,algunasdetremendasheridas,quelodesfiguraban por completo; faltábale además un ojo, y con tantas averíashubiera sido imposible reconocer en él al bizarro doncel que cuarenta añosantes había sido el encanto de la corte inglesa por su valor, su fama y supresenciayelcaballeropredilectodelasdamas.Peroentoncescomodespuésseguía siendoel cancillerDeChandoshonrayprezde lanoblezadel reino,unade susmejores lanzasy elmás respetadode sus caballeros, el héroedeCrécy,Chelsea,Poitiers,Aurayydetantosotroscombatescomoañoscontabasulargaygloriosavida.

—¡Ah,porfinosencuentro,corazóndeoro!exclamóChandosabrazandoestrechamente al barón deMorel. Tenía noticias de vuestra llegada y no heparadohastadarconvos.

—Grande es el placer queme causa volver a ver al amigo querido y almodelodecaballeros,dijoMoreldevolviendoelabrazo.

—Y por lo que veo, añadió riéndose el de Chandos, en esta campañaseremostalparacual,porqueamímefaltaunojoyvososhabéistapadounode los vuestros. ¡Bienvenido, Sir Oliver! No os había visto. Entraremos asaludaralpríncipecuantoantes,peroosprevengoquesihaceesperaratalescaballerosesporqueestáocupadísimo.DonPedrodeCastillaporunaparte,elreydeAragónporotra,eldeNavarra,quecambiadeparecerdelanochealamañana,yluegoelenjambredeseñoresgascones,añadióbajandolavoz,consusinterminablespretensiones,todocontribuyeaqueelpríncipenotengaunahorasuya.¿CómodejasteisamiseñoradeMorel?

—Bien de salud, pero entristecido el ánimo.Muchome encargó que ossaludaraensunombre.

—Soysiempresucaballeroysuesclavo.¿Yvuestroviaje?

—Nopudieradesearlomejor, contestó el barón.Lamar algoalborotada,pero tuvimos la suerte de avistar unas galeras piratas, a las quedijimosdospalabras.

—¡Siempre afortunado, Morel! Ya nos contaréis la aventura esa. Peroahora, dejad aquí a vuestros escuderos, seguidme de cerca y creo que elpríncipe no vacilará en recibiros fuera de turno, cuando sepa qué par deveteranosilustresestánhaciendoantesala.

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Los señores deMorel yButrón siguieron al deChandos, saludando a supasoentrelosgruposdenoblesamuchosantiguoscompañerosdearmas.

CAPÍTULOXIX

ANTEELDUQUEDEAQUITANIA

Aunque no de grandes dimensiones, la cámara del príncipe estabaamuebladaydecoradacon tantogustocomoriqueza.Enel testero,sobreunestrado, dos regios sillones con dosel de terciopelo carmesí esmaltado deflores de lis de plata. Sitiales tallados recubiertos de damasco, tapices,alfombrasyalmohadonesricamenteguarnecidoscompletabanelmueblaje.

Ocupabaunodelossillonesdelestradounpersonajedeelevadaestaturayformasbienproporcionadas,pálidoelrostroycuyamiradaalgoduradabaalsemblanteexpresiónuntantoamenazadora.EraésteDonPedrodeCastilla.Enel sillón de la izquierda se sentaba otro príncipe español,Don Jaime, quienlejosdepareceraburridocomosucompañero,mostrabagraninterésencuantole rodeaba y acogía con sonrisas y saludos a los caballeros ingleses ygascones.CercadeambosysobreelmismoestradoocupabatambiénunsitialmásbajoelfamosoPríncipeNegro,Eduardo,hijodelsoberanodeInglaterra.Vestidomodestamente,nadiequenoleconociesehubierasoñadoverenélalvencedordetantasytangrandesvictorias,cuyafamallenabaelmundo.Ensupreocupado semblante se reflejaba en aquellos momentos una expresión deenojo. a uno y otro lado del salón veíase triple fila de prelados y altosdignatariosdeAquitania,barones,caballerosycortesanos.

—Heallíalpríncipe,dijoChandosalentrar.Losdospersonajessentadosdetrásdeélsonlosmonarcasespañolesparaquienes,conlaayudadeDiosynuestro esfuerzo, vamos a conquistar respectivamente aCastilla yMallorca.MuypreocupadoestáSuAlteza,ynomeasombra.

Pero el príncipe había notado su entrada y placentera sonrisa animó surostro.

—Innecesarios son esta vez vuestros buenos oficios, Chandos, dijolevantándose. Estos valientes caballeros me son muy bien conocidos paranecesitarintroductor.BienvenidosamiducadodeAquitaniaseanSirLeóndeMorelySirOliverButrón.No,amigos;dobladlarodillaanteelreymipadreenWindsor;amídadmevuestrasmanos.Bien llegáis,puescuentodarosnopocoquehacerantesdequevolváisavervuestra tierradeHanson.¿HabéisestadoenEspaña,señordeButrón?

—Sí,Alteza,yloquemásrecuerdoesaquellafamosaydeliciosísimaolla

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podridadelpaís....

—¡Siempre el mismo, a lo que veo! exclamó el príncipe riéndose, lomismo que otros muchos caballeros. Pero descuidad, que una vez allítrataremos de que obtengáis vuestro plato español favorito, preparado contodas las reglas del arte.Ya veVuestraAlteza, continuó dirigiéndose al reyDonPedro,quenofaltanentrenuestroscaballerosadmiradoresentusiastasdelacocinaespañola.Pero,dichoseaenhonordeSirOliver,tambiénsabepelearconelestómagovacío.BienloprobóalláenPoitiers,cuandobatallamospordosdíassinmásalimentoqueunosmendrugosdepanyunostragosdeaguacenagosa;ytodavíarecuerdocómoselanzóenlomásreciodelcombateydeunsolotajohizorodarportierralacabezadeunbrillantecaballeropicardo.

—Porque se le ocurrió impedirme el paso a un carro cargadode víveresque tenían los franceses, observó Sir Oliver, con gran risa de todos lospresentes.

—¿Cuántosreclutasmetraéis?lepreguntóelpríncipe.

—Cuarentahombresdearmas,señor,contestóSirOliver.

—Yyocienarquerosycincuentalanzas,dijoelseñordeMorel;perocercadelafronteranavarrameesperanotrosdoscientoshombres.

—¿Quéfuerzaesesa,barón?

—Unacompañíafamosa,llamadalaGuardiaBlanca.

Con gran sorpresa del barón, sus palabras fueron acogidas con unánimecarcajada. El mismo príncipe y los dos reyes extranjeros participaron de lahilaridadgeneral.ElbaróndeMorelmirótranquilamenteaunoyotrolado,yfijándoseporúltimoenun fornidocaballerodepobladabarbanegra situadocercade él yque se reíamás ruidosamenteque losdemás, sedirigió a él ytocándoleelbrazoledijo:

—Cuandohayáisacabadodereírosnomenegaréislamerceddeunabreveentrevista, en lugar donde podamos entendernos cara a cara y espada enmano....

—¡Calma, barón! exclamó Su Alteza. No busquéis querella al señorRobertoBriquet,que tantaculpa tieneélcomo todosnosotros.Laverdadesque cuando entrasteis acabábamos de oír, y yo con enojo, noticias de lasfechorías cometidas por esa misma Guardia Blanca, tales y tantas que juréahorcaralcapitándeesacompañía.Lejosestabayodehallarloentrelosmásvalientesyescogidosdemisjefes.Peromijuramentoesnulo,envistadequeacabáisde llegarde Inglaterrayni sabéis loquehahechovuestragenteporaquí,niesposibleexigirosporelloasomoderesponsabilidad.

—Queyoseaahorcadoescuestióndepocamonta,señor,contestóalpunto

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elbarón, sibienelgénerodemuerteesmenosnoblede loqueyoesperara.Pero lo esencial es que el príncipe de Inglaterra ymodelo de caballeros, nodejesincumplirsujuramento,porningunarazónnipretexto....

—Noinsistáis,barón.AloírhacepocoaunvecinodeMontaubán,quenosrefería los saqueos y depredaciones de esos forajidos, hice voto de castigarduramentealqueenrealidadlosmandahoy.VosyelseñordeButrónquedáisinvitados a mi mesa y por lo pronto formáis parte de los caballeros de miséquito.

Inclináronse ambos nobles y siguiendo al señor de Chandos, llegaron alextremo opuesto del salón, fuera de los apretados grupos de guerreros ycortesanos.

—Muchos deseos tenéis de que os ahorquen, mi buen amigo, dijoChandos,yporvidamía,entalcasolomejorhubierasidodirigirosalreyDonPedro,quenohubieratardadoencomplaceros,atendidoaquevuestraGuardiaBlancasehaconducidoenlafronteracomounamanadadelobos.

—Notardaréenmeterlosencintura,conelfavordeSanJorgeyunabuenacuerdaparaahorcaralosmásdíscolos.Yahoraosruego,nobleamigo,quemedigáislosnombresdealgunosdeestoscaballeros,puessonmuchaslascarasdesconocidas que me rodean. En cambio otras las conozco desde que ciñoespada.

—Mirad ante todo aquellos graves religiosos, inmediatos a los regiosasientos.EsunoelarzobispodeBurdeosyelotroelobispodeAgén.Aquelcaballerodelabarbaentrecana,quesindudahallamadovuestraatenciónporsu imponente figura y marcial aspecto, es Sir Guillermo Fenton. Tengo lahonradecompartirconéllasfuncionesdelaCancilleríadeAquitania.

—¿YlosnoblessituadosaladerechadeDonPedro?

—Sondistinguidoscapitanesespañolesquehanseguidoalmonarcaensudestierro,yentreelloshedenombrarosaDonFernandodeCastro,elprimerojuntoalasgradas,modelodecaballerosytanhidalgocomovaliente.Frenteanosotros están los señores gascones, cuyo serio y enojado aspecto revela elreciente disgusto que han tenido con Su Alteza. El de elevada estatura yhercúleocuerpoesCaptaldeBuch,nombrequehabréisoídoconfrecuencia,puesnohayenGascuñamásfamosalanza.HablaconélOliveriodeClisón,apellidado el Pendenciero, pronto siempre a enconar los ánimos y atizar ladiscordia. Una cuchillada en la mejilla izquierda os señalará al señor dePomers,aquienacompañansusdoshermanosylessiguenenlínealosseñoresdeLesparre,deRosem,deAlbret,deMucidentydelaTrane.TrasellosveonumerososcaballerosprocedentesdelLimosín,Saintonges,Quercy,PoitouyAquitania,conelvalienteGuiscardodeAngleenúltimotérmino,eldeljubón

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púrpurayferrerueloguarnecidodearmiño.

—¿Quédeloscaballerossituadosaesteladodelsalón?

—Sontodosingleses,unosdelséquitoregioyotros,comovos,capitanesde compañías auxiliares o del ejército. Ahí tenéis a los señores de Neville,Cosinton,Gourney,Huet yTomásFenton, hermanodel cancillerGuillermo.Fijaosbienenaquelcaballerode lanarizaguileñay rojabarba,quepone lamanosobreelhombrodelcapitándemorenorostro,duramiradaymodestotraje.

—Bien los veo, dijo el barón. Y juraría que ambos están másacostumbrados a ceñir la armadura y repartirmandobles que a figurar entrecortesanosenlaregiacámara.

—Aotrosmuchosnospasa lomismo,SirLeón, repusoChandos,ybienpuedoasegurarqueelmismoprínciperespiramásasusanchasenelcampodebatalla que en su palacio. Pero oíd los nombres de aquellos dos capitanes:HugoCalverleyyRobertoNolles.

El señor deMorel se inclinó para contemplar a su sabor a tan famososguerreros;unocapitándecompañíasauxiliaresyguerrilleroincomparable;elotro paladín renombrado, que desdemuymodesta posición habíase elevadohasta ocupar el segundo lugar después deChandos entre lasmejores lanzasinglesas, y conquistádose inmensapopularidad entre los soldadosde todo elejército.

—Pesada mano la de Nolles en tiempo de guerra, continuó el señor deChandos.asupasoportierraenemigadejasiempretrassírastrosangrientoyen el norte de Francia llaman todavía "Ruinas de Nolles" a los castillosdesmanteladosypueblosdestruidosqueSirRobertodejóenaquellasasoladascomarcas.

—Conozco su nombre y no me disgustaría romper una lanza con tanprincipaly temidocaballero,dijo elbarón.Peromirad,muyenojadoestá elpríncipe.

MientrashablabanambosnobleshabíarecibidoGuillermoelhomenajedeotrosreciénllegadosyoídoconimpaciencialaspropuestasdealgunos,porlogeneralaventureros,queofrecíanvendersuespadaylasreclamacionesdenopocosnegociantesyarmadoresdelaciudad,perjudicados,segúnellos,porlosexcesosde la soldadesca.De repente, al oír unode los nombres anunciadospor el funcionario encargado de presentar a los que solicitaban audiencia,levantóseapresuradamenteelpríncipeyexclamó:

—¡Porfin!Acercaos,DonMartínde laCarra.¿Quénuevasysobre todoquémensajemetraéisdepartedemimuyamadoprimoeldeNavarra?

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Eraelreciénllegadocaballerodearrogantefiguraymajestuosoporte.Sumoreno rostro y negrísimos ojos, cabellos y barba indicaban su origenmeridional. Sobre el traje de corte llevaba luenga capa negra, de forma ymaterialmuydiferentesdelosusadosenFranciaeInglaterra.Adelantóseconmesuradopasoysaludandoprofundamente,dijo:

—Mipoderosoeilustreseñor,Carlos,reydeNavarra,condedeEvreuxydeChampañayseñordelBearn,meordenasaludarfraternalmenteasumuyamadoprimoEduardo,príncipedeGales,duquedeAquitania,lugarteniente....

—¡Basta ya, Don Martín! interrumpió impacientemente el príncipe.Conozco los títulos de vuestro soberano y ciertamente no ignoro los míos.Decidmesinmáspreámbulossisehallalibreelpasoporlosdesfiladeros,osivuestro señor opta por faltar a la palabra que me dio pocos meses ha, ennuestraúltimaentrevista.

—MalpodríaelreydeNavarrafaltarasupalabra,dijoelenviadoespañolcon irritado acento. Lo único que mi ilustre soberano recaba es laprolongacióndelplazoparaelcumplimientode lopactado,asícomociertascondiciones....

—¡Condiciones,aplazamientos!¿HablavuestroreyconelprínciperealdeInglaterra o con el preboste de una de sus villas? ¡Condiciones! Yo se lasdictarébienpronto.Perovamosa loque importa.¿Entiendoquehallaremoscerradoslospasosdelacordillera?

—No,Alteza....

—¿Libres,entonces,yexpeditoelpaso?

—No,Alteza,peroyo....

—¡Nadamás digáis,DonMartín!Triste espectáculo en verdad el de tannobley respetablecaballeroabogandoporcausa tanmezquina.Sé loquehahechoCarlosdeNavarra,ycómomientrasconunamanorecibíaloscincuentamil soberanos de oro convenidos a cambio de dejarnos libre el paso de lafrontera, tendía la otra mano a Don Enrique el de Trastamara o al rey deFrancia,recibiendoenellaricacompensaciónpordisputarnoslaentrada.PerojuropormisantopatrónquetanbiencomoconozcoyoamiprimodeNavarrameconoceráélamímuypronto.¡Falso!...

—¡Señor,permitidmerecordarosquesitalespalabrasfuesenpronunciadasporotroslabiosquelosvuestros,yoexigiríaretractacióninmediata!dijoeldeCarra,trémulodeindignación.

Don Pedro frunció el entrecejo ymiró sañudo a su compatriota, pero elpríncipeinglésacogióaquellaspalabrasconaprobadorasonrisa.

—¡Bien, DonMartín! exclamó, ¡digno es de vos ese arranque! Decid a

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vuestroreyquesicumpleloconvenidoentrenosotros,notocaréunapiedradesuscastillosniuncabellodesussúbditos;peroquedelocontrario,osseguirédecerca,llevandoconmigounallavequeabrirádeparenparcuantaspuertasélnoscierre.Y¡ayentoncesdeCarlosyaydeNavarra!

InclinósedespuésSuAltezahacialosdoscaudillosNollesyCalverley,quecerca tenía, y habló con ellos breves instantes. Ambos nobles salieroninmediatamentedelacámaraconaltaneropasoygozosasonrisa.

—Juro por los santos del Paraíso, continuó el príncipe, que así comohesido aliado generoso, sabré ser también enemigo implacable.Vos,Chandos,dadlasórdenesoportunasparaqueelseñordelaCarraseatratadoyatendidocuallomereceporsurangoyporsusprendas.

—Siemprebondadoso,observóDonPedro.

—Auncon losquese lemuestran tanaltivoscomoacabadehacerloeseenviado,añadióDonJaime.

—Decid más bien que procuro ser siempre justo, repuso el príncipeEduardo.PeroaquítengonoticiasdeinterésparaVuestrasAltezas;unpliegode mi hermano el duque de Lancaster anunciándome su salida deWindsorpara traernosel refuerzodecuatrocientas lanzasyotros tantosarqueros.Tanluegomiesposaladuquesarecobrelasalud,yesperoquenotardarámucho,emprenderemosnuestramarchaconlagraciadeDios,paraunirnosalgruesodelejércitoenDaxyponeraVuestrasAltezasenposesióndesusestados.

Un murmullo de aprobación acogió aquellas palabras y el príncipecontemplóconsatisfacciónlosrostrosdetodosaquelloscapitanes,ganososdeseguirleydistinguirsebajosusbanderas.

—EltituladoreydeCastilla,EnriquedeTrastamara,contracuyasfuerzasvamosa luchar, esunguerrerohábilyanimosoy lacampañaproporcionaráocasión de conquistar lauros sin cuento. a sus órdenes tiene cincuenta milsoldados castellanosy leoneses, conmásdocemil hombresde armasde lascompañías francesas que tiene a sueldo, veteranos cuyo valor reconozco.También es un hecho la misión del sin par Bertrán Duguesclín cerca delDuquedeAnjou,paraatraerloa la causadeEnriqueyvolveraEspañaconterciosnumerososreclutadosenBretañayPicardía.Yprobablementeloharácomosepropone,porqueelgrancondestableesunode loshombresdemásprestigioyenergíadenuestraépoca.¿Quédecísaello,Captal?DuguesclínosvencióenCocherelyestacampañaosofrecelarevancha.

El guerrero gascón acogió aquella alusión del príncipe con avinagradogestoynohizomejorgraciaaloscaballerosgasconesquerodeabanaCaptaldeBuch,pueslesrecordabaquelaúnicavezquehabíanatacadoalastropasfrancesas sin el auxilio de Inglaterra les había tocado en suerte completa

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derrota.

—No es menos cierto, Alteza, dijo Clisón, que la revancha la hemosobtenidoya,puessinelconcursodelasespadasgasconasnohubieraishechoprisioneroaDuguesclínenAuray,niquizás roto lashuestesdel reyJuanenPoitiers....

—Muyaltopretendepicarelgallogascón,yapenas levantadelsuelounpalmo,interrumpióuncaballeroinglés.

—Cuantomáspequeñoelgallomayoressuelenser losespolones, repusoconfuertevozCaptaldeBuch.

—Sinoseloscortaquienpuedehacerlo,dijoelseñordeAbercombe.

—Á osados y altaneros nos ganáis vosotros los ingleses, contestó elcapitánRobertoBriquet.Perogascónsoy,yvos,Abercombe,medaréiscuentadeesaspalabras.

—Cuandogustéis,dijoelotrovolviéndolelaespalda.

—Como vos me la daréis a mí, señor de Clisón, exclamó a su vez SirViviánBruce.

—Ocasióninmejorable,seoyódecirentoncesalbaróndeMorel,paraquetan lucida lanzagascona como ladel señordePomersmehaga el honordecruzarseconlamuyhumildemía.

Oyéronse enpocos instantes unadocenade retos, que revelaban lamalavoluntad y los rencores existentes entre gascones e ingleses. Gesticulabanfuriososlosprimeros,contestábanleslossegundosconimpasibledesprecioyen tanto el príncipe Eduardo los contemplaba en silencio, secretamentecomplacido de presenciar aquella escena tan conforme con su espíritubatallador. Sin embargo, la división entre sus propios jefes ningún buenresultadopodíadarleyseapresuróacalmarlosánimos.

—Haya paz, señores, ordenó extendiendo el brazo. Quienquiera devosotros que continúe tan tonta querella fuera de aquí, tendrá que darmecuentadeello.Necesitoelconcursodetodasvuestrasespadasynopermitiréquelasvolváisunoscontraotros.Abercombe,Morel,Bruce¿dudáisacasodelvalordeloscaballerosgascones?

—Eso no haré yo, contestó Bruce, pues demasiadas veces los he vistopelearcomobuenos.

—Valientes son, sin duda, pero no hay temor de que nadie lo olvidemientrastenganlenguaparaproclamarloatodashoras,sintonnison,dijoasuvezAbercombe.

—No os demandéis de nuevo, se apresuró a decir el príncipe. Si es de

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gentegasconaeldecirenaltavozloquepiensan,tampocofaltaquientachealosinglesesdefríosytaciturnos.Peroyalohabéisoído,señoresdeGascuña;losmismosqueacabandetenerconvosotrosunaquerellapuerilosreconocenel valor y las dotes de todo honrado caballero. Captal, Clisón, Pomers,Briquet,cuentoconvuestrapalabra.

—La tieneVuestraAlteza, respondieron losgascones,aunquesinocultarquelohacíandepésimagana.

—¡Yahora,alasaladelbanquete!prosiguióEduardo.Ahoguemoshastaelúltimorecuerdodeestacontiendaenunoscuantosfrascosdebuenamalvasía.

Volviéndose entonces hacia sus regios huéspedes, los condujo con todacortesíaalospuestosdehonorquelesestabanreservadosenlamesaservidaen la vecina estancia. Tras ellos siguieron los brillantes caballeros deantemanoinvitadosalamesadelpríncipe.

CAPÍTULOXX

DECÓMOROGERDESHIZOUNENTUERTOYTOMÓUNBAÑO

Recordará el lector que Gualtero y Roger se habían quedado en laantecámara,dondenotardóenrodearlosanimadogrupodejóvenescaballerosingleses, deseosos de obtener noticias recientes de su país. Las preguntasmenudearon:

—¿SiguenuestroamadosoberanoenWindsor?

—¿QuénosdecísdelabuenareinaFelipa?

—¿YquédelabellaAliciaPerla,laotrareina?

—Eldiablotelleve,Haroldo,dijounaltoyfornidoescudero,asiendoporel cuello y sacudiendo al que acababa de hablar. ¿Sabes que si el príncipehubieraoídolapreguntillaesatepodríacostarlacabeza?

—YcomoestávacíapocoperderíaconellaelbuenHaroldo.

—Notanvacíacomotuescarcela,Rodolfo.Pero¿quédemoniospiensaelmayordomo?Todavíanohanempezadoaponerlamesa.

—¡Pardiez! En todo Burdeos no hay doncel más hambriento. Si lasespuelasdecaballeroylosricoscargosseganasenconelestómago,seríasyalomenoscondestable.

—Pues digo, que si se ganasen empinando el codo, Rodolfito mío, tetendríamosdecancillerhaceaños.

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—Basta de charla, exclamó otro, y que hablen los escuderos deMorel.¿QuésediceporInglaterra,mocitos?

—Probablemente lomismoque al salir de ella vosotros, contestó picadoGualtero.Sinembargo,tengoparamíquenosehablabayatantocomocuandoandabanporallímuchosparlanchines....

—¡Hola!¿Quéquieredecireso,modernoSalomón?

—Averiguadlosipodéis.

—Medradosestamosconelpaladínéste,quetodavíanosehaquitadodeloszapatoselbarroamarillodelosbreñalesdeHansonyyavienetratándonosdeparlanchines.

—¡Qué gente tan lista la de esta tierra, Roger! dijoGualtero con sorna,guiñandoelojoasuamigo.

—¿Cómodebemostomarvuestraspalabras,señormío?

—Tomadlaspordondepodáissinquemaros,respondióGualtero.

—¡Otraagudeza!

—Graciasporelcumplido.

—Mira,Germán,lomejorseráquelodejes,porqueelescuderodeMorelesmásdespiertoymáslistodelenguaquetú.

—Delengua,loconcedo.¿Ydeespada?preguntóGermán.

—Punto es ese, observó Rodolfo, que podrá esclarecerse dentro de dosdías,lavísperadelgrantorneo.

—Pocoapoco,Germán,exclamóentoncesunescuderoderudasfacciones,cuyo robusto cuello y anchos hombros revelaban su fuerza. Tomáis losinsultosdeestagenteconasombrosacalma,yyonoestoydispuestoaquemellamen parlanchín sin más ni más. El barón de Morel ha dado pruebasrepetidasdeloquepuedeyvale,pero¿quiénconoceaestoscaballeritos?Esteotronisiquierachista.¿Quédecísvosaello?

Al pronunciar estas palabras posó su pesada mano sobre el hombro deRoger.

—Á vos nada tengo que deciros, respondió el doncel procurandocontenerse.

—Vamos, este no es escudero, sino tierno pajecillo. Pero descuidad, quevuestrasmejillas tendránmenos coloreteymásbríosvuestramanoantesdequevolváisaguarecerostraselguardapiédevuestranodriza.

—Demimanopuedodecirosqueestásiemprepronta....

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—¿Prontaaqué?

—Ácastigar una insolencia, señormío, replicóRoger, airado el rostro ycentelleantelamirada.

—¡Peroquéinteresantesevaponiendoelquerubínéste!continuóelrudoescudero.Vamosaversilodescribo:ojosdegacela,pielfinísima,comolademiprimaBerta,yunosbuclecillostanluengosytanrubios...Aldeciresto,sumanotocóelrizadocabellodeRoger.

—Buscáispendencia....

—¿Yaunqueasífuera?

—Yoosdiríaquelohacéiscomounpatán,ynocomohombrebiennacido.Osdiríatambiénqueenlaescuelademiseñornoseaprendeabuscarunlancepormediodetangroserosmodos....

—¿Ycómohabéisaprendidoahacerlovos,modelodeescuderos?

—Nosiendobrutalniinsolente,sinodirigiéndomeavos,porejemplo,paradeciroscortésmente:"Heresueltomatarosyesperoquemehagáislamercedde designar hora y lugar donde podamos vernos cara a cara y espada enmano." Y tratándose de un escudero comedido y digno de ese nombre, mequitaría el guante, como lo hago ahora y lo dejaría caer a sus pies; peroteniendoquehabérmelasconundestripaterronescomovos,¡selolanzaríaalacara!

Ycontodasufuerzaarrojóelguantealrostroburlóndelescudero.

—¡Lopagaréisconvuestravida!rugióéste,blancodeira.

—Sipodéisquitármela,repusoRogerconentereza.

—¡Bravo,muchacho!exclamóGualtero.Tentefirme.

—Se ha portado como debía y puede contar conmigo, agregó Norbury,escuderodeSirOliver.

—Tútieneslaculpadetodoesto,Tránter,dijoGermán.¿Noandassiemprebuscandopendenciaa los recién llegados?Puesahí la tienes.Pero seríaunavergüenza que el asunto pasase a mayores. El mozo no ha hecho más quecontestaraunaprovocaciónconotra.

—¡Imposible! exclamaron algunos. ¡Tránter ha recibido un golpe! Tantovaldríaquedarseconunabofetada.

—¿Puesy los insultosdeTránter?¿Noempezóélporponersumanoenloscabellosdelotro?dijoHaroldo.

—Habla tú, Tránter. Ha habido ofensa por ambas partes y bien podrían

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quedarlascosascomoestán.

—Todosvosotrosmeconocéis,dijoTránter,ynopodéisdudardemivalor.Querecojasuguanteyreconozcaquehahechomal,ynovolveréahablardelasunto.

—Malacentellalopartasitalhace,murmuróGualtero.

—¿Lo oís, joven? preguntó Germán. El escudero ofendido olvidará elgolpesiledecísquehabéisobradoprecipitadamente.

—Nopuedodecirtalcosa,declaróRoger.

—Tenedencuentaquesolemosponerapruebaelvalorde losescuderosrecién llegados,parasabersidebemosde tratarloscomoamigos.Voshabéistomadoesapruebacomoofensamortalycontestadoconungolpe.Decidquelosentís,ybasta.

—Nollevéislascosasapuntadelanza,dijoentoncesNorburyaloídodeRoger.Conozcoal talTránter,quenosóloessuperioravosenfuerzafísicasinomuyhábilenelmanejodelaespada.

PeroRogerdeClinton teníaen lasvenasnoble sangre sajona,yunavezirritadoeramuydifícilaplacarlo.LaspalabrasdeNorburyqueleindicabanunpeligroacabarondeafirmarloensuresolución.

—Hevenido aquí acompañando ami señor, dijo, y en la inteligencia deque me rodeaban ingleses y amigos. Pero ese escudero me ha hecho unrecibimiento brutal y lo ocurrido es culpa suya. Pronto estoy a recoger miguante, mas ¡por Dios vivo! no sin que antes me pida él perdón por suspalabrasyademanes.

—¡Bastaya!exclamóTránterencogiéndosedehombros.Tú,Germán,hashecho todo lo posible para sustraerlo a mi venganza. Lo que procede essolventarlacuestiónenseguida.

—Lomismodigo,asintióRoger.

—Después del banquete hay consejo de jefes y tenemos lo menos doshorasdisponibles,dijounescuderodecabellosgrises.

—¿Yellugardelcombate?

—Desiertoestáelcampodeltorneo,yenélpodemos....

—Nadadeeso;hadeserdentrodeloslímitesdeesteedificiodonderesidela corte. De lo contrario, recaería sobre todos nosotros la indignación delpríncipe.

—¡Bah! Conozco yo un lugar inmejorable para tales lances, a la orillamismadelrío.Salimosdelosterrenosdelaabadíaytomamosporlacallede

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losApóstoles.Entresminutosestamosallí.

—Puesentonces¡enavant!,dijoTránter,echandoaandarcongranprisa,seguidodenumerososescuderos.

A orillas del Garona había una pequeña pradera limitada en dos de susextremosporaltosparedones.Elterrenoformabarápidodeclivealacercarsealrío, muy profundo en aquel punto, y los únicos dos o tres botes visiblesestaban amarrados a gran distancia. En el centro del río anclaban algunosbarcos. Ambos combatientes se despojaron prontamente de sus ropillas ybirretesyempuñaronlasespadas.Enaquellaépocanoseconocíalaetiquetadel duelo, pero eranmuy frecuentes los encuentros singulares como el quedescribimos, y en ellos, así como en las justas, habíase conquistado elescudero Tránter una reputación que justificaba sobradamente la amistosaadvertencia de Norbury. Roger no había descuidado por su parte el diarioejerciciodelasarmasypodíaconsiderárselecomotiradornodespreciable,yaque no de los primeros. Grande era el contraste que ambos combatientespresentaban:morenoy robustoTránter,mostrabaelvelludopechoy la reciamusculatura de hombros y brazos, en tanto que Roger, rubio y sonrosado,personificaba la gracia juvenil.Lamayorparte de los espectadores preveíanunaluchadesigual,masnofaltabandosotreslidiadoresexpertosquenotabanconaprobaciónlafirmemiradayloságilesmovimientosdeldoncel.

—¡Alto, señores! exclamó Norbury apenas se cruzaron las espadas. ElarmadeTránterescasiunpalmomáslargaqueladesuadversario.

—Tomalamía,Roger,dijoGualterodePleyel.

—Dejad,amigos,respondióelservidordeMorel.Conozcobienelpesoyalcance de mi espada y estoy acostumbrado a ella. Nada importa ladesigualdad.¡Adelante,señormío,quepuedennecesitarnosenlaabadía!

LadesmesuradatizonadeTránterdábale,enefecto,marcadaventaja.Bienseparados los pies y algo dobladas ambas rodillas, parecía pronto aprecipitarse de un salto sobre su enemigo, al cual presentaba la punta de sulargaespadaalaalturadelosojos.Laempuñadurateníaunaguardadegrantamañoqueprotegíabienmanoymuñeca,yalcomienzodelacruz,juntoalahoja, una profunda muesca destinada a recibir y retener la espada deladversarioyaromperlaodesarmarlopormediodeunvigorosomovimientodelamuñeca.EncambioRogerteníaqueconfiarporcompletoensupropiadestreza;elarmaqueempuñaba,aunquedelmejor temple,eradelgadaydesencillaempuñadura;unaespadadecortemásquedecombate.

Conocedor Tránter de las ventajas que le favorecían no tardó enaprovecharlas y adelantándose de un salto dirigió a Roger una estocadavigorosa, seguida de tremendo tajo capaz de cortarlo en dos; pero con no

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menosrapidezacudióRogeraldoblequite,aunquelaviolenciadelataquelehizoretrocederunpasoyaunasí, lapuntadelahojaenemigaledesgarróeljustillosobreelpecho.Prontocomoelrayoatacóasuvez,maslaespadadeTránterapartóviolentamentelasuyaycontinuandosugirodescargóotrotajoterrible,quesibienfueparadoatiempo,sobrecogióalosespectadoresamigosdeRoger.Peroelpeligroparecíaatraeraéste,quecontestócondosestocadasafondo,rapidísimas,lasegundadelascualesapenaspudopararTránter,yaltrazar el quite su espada rozó la frentedeRoger, tanto sehabía aproximadoéste.La sangre brotó abundante y cubrió su rostro, obligándole a retrocederpara ponerse fuera del alcance de su enemigo, quien se detuvo por unmomento respirando agitadamente, mientras los testigos de aquella lucharompíanelsilencioquehastaentoncesguardaran.

—¡Bienporambos!exclamóGermán.Sois tanvalientescomodiestrosyaquídebeterminarestacontienda.

—Conlohechobasta,Roger,dijoNorbury.

—¡Sí,sí!exclamaronotros;sehaportadocomobueno.

—Por mi parte, no tengo el menor deseo de matar a este doncel, si seconfiesavencido,dijoTránterenjugandoelsudorquebañabasufrente.

—¿Me pedís perdón por haberme insultado? le preguntó Rogersúbitamente.

—¿Yo?Noenmisdías,contestóTránter.

—¡Enguardia,pues!

Los relucientes aceros chocaron con furia. Roger cuidó de adelantarcontinuamente, impidiendo al enemigo el libre manejo de su larga tizona;alcanzóle ésta levemente en un hombro y casi al mismo tiempo hirió éltambién a Tránter en unmuslo, pero al elevar su espada para dirigirle otrogolpealpecho,lasintiófirmementetrabadaenelcortehechoconeseobjetoenlahojadelcontrario.UninstantedespuésseoyóelruidosecoquehacíalaespadadeRogeral romperse,quedándole tansóloen lamanounpedazodehojadenomásdetrespalmosdelargo.

—Vuestravidaestáenmismanos,exclamóTrántercontriunfantesonrisa.

—¡Teneos!¡serinde!exclamaronaunavariosescuderos.

—¡Otraespada!gritóGualtero.

—Imposible,dijoRodolfo;seríacontratodaslasreglasdelduelo.

—Pues entonces, Roger, tirad al suelo ese trozo de espada, aconsejóNorbury.

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—¿Mepedísperdón?repitióRogerdirigiéndoseaTránter.

—¿Estáisloco?contestóéste.

—¡Puesenguardiaotravez!gritóRoger,renovandoelataqueconvigortalquecompensólapequeñezdesuarma.

Había notado que la respiración de Tránter era fatigosa y se propusohostigarleycansarle,haciendovaler lapropiaagilidad.Suadversarioparabacomo podía aquel diluvio de golpes, atisbando la oportunidad de acabar elcombate con uno de sus mortales tajos; mas ni la corta distancia a que depropósito semantenía Roger, ni la prontitud de losmovimientos de éste lepermitían usar su larga espada con ventaja. Pero Tránter, duelista experto,sabíaqueeraimposiblesostenerdosminutosmásaquelataqueviolentísimoyfatigoso cual ninguno y que muy pronto cedería el nublado de golpes quecaían sobre su espada con rapidez vertiginosa. Así sucedió, en efecto; elcansancio paralizaba ya el brazo de Roger, su adversario comprendió quehabíallegadoelmomentodedarungolpedecisivoyoprimiendoconfuerzaelpuño de su acero, saltó hacia atrás para ganar el espacio que necesitaba....Aquelmovimiento salvó a Roger; su adversario había retrocedido sin cesardesde la renovacióndel combatey llegado sin saberlo a lamismaorilla.AlretrocederunavezmáslefaltópieysehundióenlasaguasdelGarona.

Conunaexclamacióngeneralde sorpresaprecipitáronse todosenauxiliodeTránter, quehabíadesaparecidopor completo en las profundasyheladasaguasdel río.Dosvecesapareciósobreellassuangustiadorostroyenvanoprocuróasirloscintos,espadasyramasquesuscompañerosletendían.Rogerhabíalanzadoalsuelosurotaespadaycontemplabaaquelladolorosaagoníaconprofunda lástima.Todo su furorhabíasedisipadocomopor encanto.Enaquelmomentoaparecióporterceravezsobrelasaguaselrostrocontraídodelescudero;sumiradasecruzóconladeRogeryéste,incapazderesistiraquellamuda apelación, apartó violentamente a un escudero que delante tenía y selanzóalGarona.

Nadador experto, pocas brazadas bastaron para llevarle junto a suadversario,aquienasióporloscabellos.Perolacorrienteerapoderosaymuypronto comprendió el animoso doncel la dificultad de sostener a flote elcuerpodeTránterynadaralpropiotiempohacialaorilla.apesardelosmásvigorososesfuerzosnoparecíaganarunalínea.Diocondesesperaciónalgunasbrazadasmásyungritodejúbilodecuantosestabanentierraleanuncióquehabía salido de la peligrosa corriente y llegado a un tranquilo remanso allíformadoporunaproyeccióndelterreno.Momentosdespuéscaíaensudiestramano la extremidaddel cintodeGualtero, al quehabía anudado éste los dealgunos otros escuderos. Asiólo con fuerza, incapaz de seguir nadando unmomentomás,perosinsoltaraTránter.Losescuderoslossacarondelaguaen

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untris,depositándoloscasiexánimessobrelahierba.

Tránter, que no había luchado como su adversario contra la impetuosacorriente, fue el primero en salir de aquel letargo. Incorporóse lentamente ycontemplóaRoger,quenotardóenabrirlosojosyensonreírsecomplacidoalescucharloselogiosquetodosaporfíaleprodigaban.

—Os estoy muy reconocido, señor mío, díjole Tránter, con no muyamistosoacento.Sinvoshubieraperecidoenelrío,porquesoynaturaldelasmontañasdeVarén,dondesecuentanmuypocosquesepannadar.

—No pido ni espero gracias, repuso Roger. Ayúdame a levantarme,Gualtero.

—El río ha sido hoy mi enemigo, continuó Tránter, pero se ha portadocomobuenoconvos,puesaélledebéislavidaqueyoibaaarrancaros....

—Esoestabaporver,repusoRoger.

—¡Todo ha concluido! exclamóGermán, ymás felizmente de lo que yocreía. Lo que no ofrece duda es que este joven, cuyo nombreme dicen esRogerdeClinton,haganadobrillantementeelderechodeperteneceralmuyhonrado gremio de los escuderos de Burdeos. Aquí está vuestra ropilla,Tránter.

—Y vos, Clinton, echaos esta capa sobre los hombros y venid cuantoantes.

—Loquemásdeploroes lapérdidademibuenaespada,queyaceenelfondodelrío,suspiróTránter.

—¡Álaabadía!exclamaronvariosescuderos.

—¡Un momento, señores! dijo entonces Roger, que había recogido delsuelosurotaespadayseapoyabaenelhombrodeGualtero.Noheoídoaestehidalgoretractarlaspalabrasquemedirigióy....

—¡Cómo!¿Todavíainsistís?preguntóTrántersorprendido.

—¿Ypor qué no?Soy tardo en recoger las provocaciones, pero una vezresueltoaobtenerreparaciónlaexijomientrasmequedanfuerzasyalientos.

—Ma foi, puesbienpocososquedanya, exclamóGermánbruscamente.Estáis blanco como la cera. Seguid mi consejo y dad por terminada lacuestión,quenoospodéisquejardelresultado.

—No, insistióRoger.Yono provoqué esta querella, pero ya comenzada,juro no partir hasta haber obtenido lo que vine a buscar o perecer en lademanda.No haymás que hablar; dadmevuestras excusas o procuraos otraespadayreanudemoselcombate.

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El joven escudero, pálido como un muerto, extenuado con el tremendoesfuerzoqueacababadehacerparasalvarasuenemigoycon lapérdidadesangre que manchaba su hombro y su frente, probaba sin embargo con suactitud, sus palabras y su acento que lo animaba una resolucióninquebrantable.ElmismoTránter admiró aquella energía invencible y cedióantelagranfuerzadecarácterqueacababadedemostrareljovenhidalgo.

—Puesto que a tal punto lleváis lo que debisteis de considerar comoinocentebroma,meavengoadeclararquesientohaberosdicholoquetantoosofende,dijoTránterenvozbaja.

—Y yo deploro también la respuesta que a ello di, repuso prontamenteRoger.Heaquímimano.

—Yconestavantresvecesquesuena lacampana llamándonosacomer,exclamó Germán mientras todos se dirigían en grupos hacia la abadía,comentandolasperipeciasdelcombate.¡PorDiosvivo!señordePleyel,daduna copa de buen vino a vuestro amigo en cuanto lleguéis, porque estátransido, sin contar que ha tragado dos azumbres de agua. Confieso que ajuzgarporsuaspectonohubieraesperadodeéltantaentereza.

—PuesyodeclaroqueelairedeBurdeosha trocadoamicompañeroengallodepelea,porque jamáshabíasalidodelcondadodeHanson jovenmásapacibleymodestoqueél.

—¿Sí,eh?Puestambiéntienefamademodestoyapaciblecomounadamasu señor el deMorel; y la verdad es que ni uno ni otro aguantan moscas.¡Cáspitaconelmozo!

CAPÍTULOXXI

DONDEAGUSTÍNPISANOARRIESGASUCABEZA

AbundanteybienservidaeralamesadelosescuderosenlaabadíadeSanAndrésdesdeque el príncipeEduardo estableció su corte en aquel históricoedificio.AllíaprendióRogerloqueellujoyelbuengustosignificaban,sobretodoalcompararaquellosfestinesconlasfrugalescomidasdelconventoylaparsimoniadelamesadeMorel.Cabezasdejabalídeliciosamenteadobadas,faisanes asados, dulces y cremas nunca gustados antes, prodigios derepostería,unodeloscualesrepresentabaentodossusdetalleselexteriordelregiopalaciodeWindsor,talesfueronalgunasdelasmaravillasculinariasquesaboreóRogerenlaantiguaabadíafrancesa.Unarqueroseapresuróallevarleropas y traje de los que a bordo del galeón dejara, y después demudarse ylavar sus heridas no tardó en recobrar fuerzas y buen humor, olvidado por

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completodelafatigadeaquellamañana.UnpajeleanuncióquesuseñorseproponíavisitaraquellanochealcancillerdeChandosydeseabaquesusdosescuderossealojasenenelhostaldelaMediaLuna,alfindelacalledelosApóstoles. Al cual mesón se dirigieron Roger y Gualtero al anochecer,despuésdesulargacomidaydeoírlosbrindisycancionesconquepasaronrápidaslashorasencompañíadelosotrosalegresescuderos.

Caíamenuda lluvia cuando los dos camaradas empezaron a recorrer lascallesdeBurdeos,despuésdedejarbiencuidadossuscorcelesyeldelbarónenlascaballerizasdelpríncipe.Nohallabanasupasomásalumbradoqueelmuyescasodetalcualfaroldeaceitecolgadoenunaesquinaoalaentradadelas casas principales de la ciudad; pero ni la semiobscuridad ni la lluviaimpedíanquelascallessiguiesencasitanconcurridascomoenplenodía.Lostranseúntespertenecíanatodaslasclasesdeaquellaricayporentoncesbélicaciudad.Allí el obeso comerciante, cuyo rostro complacido y sonriente, trajeobscuro de fino paño y repleta escarcela pregonaban su riqueza y bienestar.Tras él modesta sirviente, llevando la encendida linterna que indicaba a suamodondeponerlospiessingravetropiezo.Endireccióncontrariaveíaseungrupodemocetonesingleses,arquerosdelcondadodeEstápletonajuzgarporelpelícanoazulcosidosobreelcoleto;gentealegredecascosyduradepuños,que bebían a más y mejor y cantaban a voz en cuello y cuya presenciaobligabaalmercaderaapresurarelpaso,mientrassufámulaocultabaelrostroconelmantoaloírlospiroposnadadelicadosdeaquellaturba.Noescaseabanlossoldadosdelaguardiareal,lospajesingleseselegantementeataviados,lasmujeres del pueblo cuyas agudas voces se oían a gran distancia, parejas defrailes, filas de ballesteros y hombres de armas,marineros, soldados de loscuerposdeguardia,caballerosgasconesquevociferabanygesticulabansegúncostumbreinvariable,campesinosdelMedoc,escuderosinglesesygasconesytantasotrasgentes,quecruzabanen todasdireccionesohablabanengrupos,empleando ya las lenguas inglesa, francesa y del país de Gales, ya elvascuenceolosdialectosdeGascuñayGuiena.avecesseabríanlosgruposparadarpasoalaliteradeunanobledama,oalosarquerosqueconantorchasencendidasprecedíanauncaballerodealtorangocaminodesualojamientoyprocedente de los festines de la corte. Las pisadas y el relinchar de loscaballos,losgritosdelosvendedoresambulantes,elchoquedelasarmas,lasvocesdeborrachospendencieros, lascarcajadasdehombresymujeres, todoaquelclamorseelevabaysecernía,comolaneblinaenelpantano,sobrelascallesobscurasyatestadasdelagranciudad.

Laatencióndenuestrosescuderossefijóparticularmenteendospersonasque iban delante y en lamisma dirección que ellos. Eran un hombre y unamujer,alto,cojocaídodehombroselprimero,quellevabadebajodelbrazounobjetograndeyplanoenvueltoennegrolienzo.Lamujererajovenygraciososuandar,peromalpodíavérseleelrostro,cubiertoportupidomantoquesólo

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dabapasoalabrillantemiradadeunosojosgrandesypardosydescubríaunoodosrizosdenegrísimopelo.Elhombreseapoyabapesadamenteenelbrazode la joven, y procuraba proteger cuanto podía el envoltorio que llevaba,evitando el encuentro de los transeúntes que con él pudieran tropezar en laobscuridad.Laansiedadevidentedeaquelhombre,queparecía llevarocultapreciosacargayelaspectodesucompañeradespertaronelinterésdelosdosjóvenesinglesesquelosseguíanadospasosdedistancia.

—¡Ánimo,hijamía!exclamóeldesconocidoenloqueparecíaserunodelosdialectosdeaquellaregión.Cienpasosmásyloponemosensalvo.

—Cuidadlo bien, padre, y no temáis ya, repuso la mujer en la mismaextrañahabla.

—Laverdadesquenosrodeaunaturbadebárbaros,borrachosmuchosdeellos.Cincuentapasosmás,Titamía,yjuroporelbenditoSanTelmonoponerotravez lospies fueradecasahastaqueelenjambreéste sehalleenDaxodonde lo lleven los demonios. ¡Cómo empujan y aúllan!Procura apartarlos,hija, adelantando un poco el cuerpo. Dale un codazo a ese animal. Ya esimposibleandar.¡Buenalahemoshecho!

La multitud apiñada que los precedía formaba allí una barrerainfranqueableytuvieronquedetenerse.Algunosarquerosinglesesrepletosdecerveza se fijaron en la extraña pareja y empezaron a examinarla concuriosidad.

—¡PorelrabodeSatanás!exclamóuno,miradlaarrogantemuletaqueusaesteviejo.Noteapoyestantoenlachicaymásentuspiernas,abuelo.

—¡Cómo se entiende! dijo otro arquero. Los soldados del rey sin unamuchacha que losmire, porque los viejos franceses se las llevan de paseo.¡Venteconmigo,reina!

—O conmigo, paloma. ¡Por San Jorge! la vida es corta y lo mejor eshacerlaalegre.¡NovuelvanavermisojoselpuentedeChestersinoledigodospalabritasaestabuenamoza!

—¿Quéllevaellagartoesebajoelbrazo?preguntóuntercero.

—Áver,manojodehuesos.Vengaelenvoltorio.

Los arqueros rodeaban a la parejay el hombre, azorado, sin comprenderunapalabradeloquedecían,oprimíaconunamanoelbrazodelamujeryconla otra apoyaba sobre el pecho el precioso paquete, dirigiendo en tornomiradassuplicantes.

—¡Ea, muchachos! exclamó Gualtero de Pleyel con imperiosa voz,apartandoalarqueroquemáscercatenía.Osportáiscomovillanos.¡Quedaslasmanos,opuedecostaroscaro!

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—¡Tened vos la lengua omás caro ha de costaros todavía! respondió elsoldadomásebrio.¿Quiénsoisvosparaimpedirquelosarquerosinglesessediviertan?

—Unescuderopalurdo,acabadodedesembarcar,dijootro. ¡Bonito seríaqueademásdenuestrosjefesvinieraadarnosórdeneselprimermuchachueloqueabandoneasumamáyseaparezcaenAquitania!

—¡Por Dios, mis buenos señores! suplicó la joven en mal francés¡amparadnos!¡Impedidqueestoshombresnosmaltraten!

—Nada temáis, señora, dijo cortésmente Roger. ¡Suelta, rufián! ordenódirigiéndoseaunarqueroquehabíaenlazadoconsubrazoeltalledelajoven.

—¡Nolasueltes,Bastián!aullóunhombredearmasgigantesco,deluengabarba negra, cuya coraza brillaba a la tenue luz del farol más próximo. Yvosotros,mozalbetes,cuidadocontocaresosespadinesquelleváisuoshagotragarunpalmodehierroenmenosquecantaungallo.

—¡Diossealoado!exclamóenaquelmomentoRoger,viendovenirhaciaellosuncascoenormesobrerojamelena,quedescollabaentrelamultitud.¡Amí,Tristán!YtambiénSimón.¡Amí,compañeros,ayudadmeaprotegeraunamujeryunanciano!

—¡Hola,monpetit! gritóSimónconvoz tonante, abriéndosepaso enunsantiaményseguidodelsonrienteTristándeHorla.¿Quépasaaquí? ¡Porelfilodemiespada!teadvierto,Roger,quesivasaprotegeracuantossehallenenapuroenesta tierraya tienes telacortadapararato.Perodescuida,quealcabodeunañodeaprendizajeen laGuardiaBlancaharásmenoscasode loquediganyemprendanunoscuantosarqueroscalamocanos.¿Dequésetrata,repito?Porahívieneelprebosteconsusguardiasyesmuyprobablequesinotomáissoletatendremosaquíunpardearquerosahorcadosenmenosdediezminutos.

—¡Digo, pues si es este el viejo SimónAluardo, de laGuardia Blanca!exclamó el hombre de armas que tan insolente se había mostrado con losescuderos. ¡Un abrazo, Simón! Por vida mía, tiempo hubo en que desdeLimogeshastaNavarranoseconocíaarqueromásprontoenconquistaraunamuchachaoderrengaraunenemigo.

—No lo dudo, amigo Carlín, repuso Simón, y a fe que no creo habercambiadomuchodesdeentonces.Perotambiénsabesquenitomoyounbesoa la fuerza, ni ataco al enemigo por la espalda y diez contra uno. Al buenentendedor....

Una mirada al resuelto rostro del sargento y a las manazas de Tristánconvencióalosarquerosdequeallínadabuenopodríansacaralafuerza.La

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mujer y su padre comenzaron a abrirse paso sin que nadie intentaseimpedírseloyGualteroyRogerfuerontrasellos.

—Unmomento,camarada,dijoSimónaRoger.Yaséqueestamañanahashechoproezas en la abadía; pero te recomiendo alguna prudencia en eso desacarlaespadaarelucir.Miraquehesidoyoquientehametidoenestoslíosyquesitepasaalgolosentirédeveras,muchacho.

—Descuidad,Simón,seréprudente.

—Nobusqueselpeligro,monpetit,yesperaa tener lamuñecaalgomássólida. Oye; esta noche nos reuniremos algunos amigos en la Rosa deAquitania,adospuertasdetuhosteríadelaMediaLuna,ysiquieresvaciarunvasoencompañíadesimplesarqueros¡bienvenido!

Prometió el doncel reunirse con ellos si se lo permitían sus deberes deescudero y deslizándose entre los grupos llegó a donde estabaGualtero, enconversaciónconelviejoylamuchacha,enelportaldesucasa.

—¡Gracias,valientecaballero!exclamóeldesconocidoabrazandoaRoger.¿Cómomanifestarosmigratitud?SinvuestroauxilioyeldevuestrosamigoshabríayoperdidolacabezaysabeDiosquésuertehubieracabidoamipobreTita....

—Nocreoqueaquellosenergúmenossehubieranpropasadoatalextremo,dijoeljovenalgosorprendido.

—¡Ah, diavolo! exclamó el otro soltando la carcajada, no hablo de micabezasinodelaquellevoaquíbajoelbrazo.

—Quizásestoscaballerosdeseenentraryreposarunmomentoennuestracasa,padremío.Siseguimosaquípuedeestallarotrotumultodeunmomentoaotro.

—¡Tienes razón, hija! Entrad, señores. ¡Una luz, Jacobo, pronto! Sieteescalones, eso es. Tomad asiento. ¡Corpo diBacco, qué sustome han dadoesoscanallas!Peronoesextraño.Tomadunvándalo,unnormandoyunalano,mezcladlosconelmoromás redomado,emborrachadalaborto resultantedeesamezclayyatenéisuningléshechoyderecho....MedicenqueahoraestáninvadiendoaItalia,mipatria,comohaninvadidoaFrancia.¡Quégente,Dioseterno!Entodaspartessemeten,menosenelcielo.

—Padre mío, dijo la joven mientras ayudaba al anciano a sentarse encómodapoltrona,olvidáisqueestosbuenosseñoresquenoshanprotegidosontambiéningleses....

—¡Milperdones!Pero¡quiénlodijera!Mirad,señoresmíos,estasobrasdeartequeaquítengo;quizásosinteresen,aunqueentiendoquealláenvuestraislanoseconocemásartequeeldelaguerra.

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Cuatro lámparas iluminabanampliamente laestanciadeartesonado techoen que se hallaban. Colgadas de las paredes, sobre los muebles, en losrincones, por todas partes se veían placas de vidrio de diferentes tamaños yformas, pintadas delicadamente. Gualtero y Roger miraron en tornoasombrados,porquejamáshabíanvistojuntastantasytanmagníficasobrasdearte.

—Veoqueosgustan,dijoelartistaalnotarlaexpresióndegratasorpresareflejada en los semblantes de ambos hidalgos. Lo cual me prueba que nofaltaninglesescapacesdeapreciartalesfruslerías.

—Nunca lo hubiera creído posible, exclamó Roger. ¡Qué colorido, quéperfilado!Admira,Gualtero,esteMartiriodeSanEsteban;noparecesinoquetúoyopodríamoscogeresaspiedrasahípintadas.

—¿Puesyesteciervo,conlacruzquesobresucabezadestellacomounaaparición portentosa? Es perfecto; no he visto ciervos más naturales en losbosquesdeBere.

—Miralahierba,deunverdeclaro,queparecemovidaporelviento.¡Porvidade!Cuantohepintadohastalafechahasidojuegodeniños.EstehombredebedeserunodeaquellosgrandesartistasdequienesmehablabaelhermanoBartoloméalláenBelmonte.

Unaexpresióndeprofundocontentoanimóelcetrinorostrodelartistaaloíraquellosespontáneoselogios.Suhijasehabíaquitadoelmantoquehastaentoncescubrierasushombrosycabezay losdos jóvenesadmiraronenellauno de los tiposmás acabados de la belleza italiana, quemuypronto atrajotodalaatenciónylasmiradasdeGualtero.

—¿Y qué me decís de esto? preguntó el anciano, desenvolviendo elpaquetequetantaszozobraslehabíaproporcionado.

Erauna láminadevidrioen formadehojaenormeypintadaenellaunacabeza de admirables líneas, rodeada de resplandeciente aureola. Era tannatural el colorido, tanta la verdad y la expresión del rostro, que parecíaimagenviva,mirandodulcementealosojosdeRoger.Estepalmoteó,conelentusiasmoquelabellezaproducesiempreentodoverdaderoartista.

—¡Es un portento! exclamó; yme admira que hayáis arriesgado por lascallesunamaravillatanfrágilcomoésta.

—Confiesoquefuegraveimprudencia.¡Unfrascodevino,Tita,perodelmejor, del florentino! Sin vuestro auxilio no sé qué hubiera sucedido.Examinad bien la tez; a mí mismo me resulta muchas veces demasiadoobscura,enrojecidaporhabersecaldeadoloscolores,opálidayfaltadevida.Pero aquí se ven latir las sienes y se siente correr la sangre bajo esa piel

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bronceada. La pérdida de este trabajo hubiera sido para mí una calamidadirreparable.Estádestinado a la iglesiadeSanRemoy esta tarde fui conmihija para ver si ajustaba bien en el marco de piedra que allí lo espera.Medemorémás de lo que esperaba, cerró la noche y ya sabéis lo que sucediódespués.Perovos también, hidalgo, parecéis tener aficiones artísticas. ¿Soispintor?

—Apenasmeatrevoaresponderosafirmativamentedespuésdeloqueaquíhevisto, contestóRoger.Criadoy educado en el claustro, no fue tareamuydifícillademanejarlospincelesmejorquelosotrosnovicios.

—Ahí tenéis colores, pinceles y cartón, dijo el viejo artista, ynoosdoyvidrio porque eso requiere conocimientos especiales y bastante tiempo. Osruegoquemedeisunamuestradevuestrotrabajo.Gracias,hijamía.Llenalosvasoshastaelborde.

Gualterososteníaconversaciónanimadayalparecermuyinteresanteconlahermosadoncella,expresándoseélenunamezcladefrancéseinglésyellaen graciosas frases franco-italianas, lo cual no les impedía entenderseperfectamente. El artista examinaba atento su última ymaravillosa creaciónparaversilapinturahabíasufridoalgúnrasguñoyentantoRogermanejabarápidamentelospinceles,hastadejarbosquejadaslasfaccionesyel torneadocuellodebellísimamujer.

—¡Bravo! exclamó elmaestro; sois pintor, no hay que dudarlo y podéisllegaraserlomuybueno.¡Eslacaradeunángel!

—Decid más bien la cara de mi señora Constanza de Morel, exclamósorprendidoGualtero.

—Algoseleparece,afemía,dijoRogeruntantoconfuso.

—¿Con que un retrato? Tanto mejor y más difícil. Joven, soy AgustínPisano,hijodelmaestroAndrésPisanoyosrepitoquetenéismanodeartista.Diré más; que si os quedáis en mi compañía os enseñaré el secreto de lapreparacióndeesostrabajossobrevidrioqueahíveis;lacomposicióndelospigmentosysusmezclas,cómoespesarlos,cuálespenetranelvidrioycuálesno,elcaldeadoyglaseadodelasplacas,enfin,todoslosdetallesdeloficio.

—Muchome placería practicar y aprender con tan granmaestro, dijo eldoncel,peromidebermeobligaaseguiramiseñor,por lomenosmientrasdurelaguerra.

—¡Guerra, guerra! ¡Siempre lo mismo! exclamó Pisano. Y porconsiguiente llamáis héroes y grandes hombres a los que más destruyen ymatan. ¡Per Bacco! para hombres notables, de verdadero mérito, dignos detoda gloria, los artistas que tenemos en Italia, los que edifican en lugar de

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destruir, los que han creado las bellezas artísticas demi noblePisa, los queennoblecen a toda la nación, los Andrés Orcagna, Tadeo Gaddi, Giottino,Stefano,SimónMemmi,maestroscuyoscoloresseríayoindignodemezclar.Y me ha tocado en suerte el contemplar con mis propios ojos sus obrasinmortales.HevistoalancianoGiotto,discípuloasuvezdelgranCimabue,con anterioridad al cual sostengoqueno existía el arte en Italiayhuboqueimportar artistas griegos para decorar la capilla de los Gondi de Florencia.¡Ah, señores, esos son los grandes hombres, los bienhechores de lahumanidad,cuyosnombresviviráneternamente!¡Quécontrasteconvuestrossoldados, que aspiran a la gloria asolando comarcas enteras, recorriendo latierraasangreyfuego!

—Pues tengo para mí que tampoco están de más los soldados, observóGualtero.Deotrasuerte¿cómopodríanesosartistasquenombráisprotegeryconservarlosproductosdesugenio?

—De los cuales tenemos no pocos a la vista, agregóRoger. ¿Son todosestostrabajosdevuestramano?

—Todos.Notaréisquealgunosestánconcluidosendiferentesplacas,queunidasformancuadrosdegrantamaño.AquíenFranciatienenaClementedeChartresyalgunosotrosartíficesdemérito,dedicadosaestamismaclasedetrabajos. Pero ¿oís?Ya suena otra vez el clarín bélico para recordarnos quevivimos bajo la mano férrea del conquistador y no en las regiones dondeimperaelarte.

—Señalesesatambiénparanosotros,dijoGualteroaloíreltoquedelosclarines. Bien quisiera yo permanecer aquí más largo tiempo, rodeado detantascosasbellas—yaldecirlomirabaconadmiracióna laruborosaTita—pero fuerza es volver a nuestra posada y eso antes de que a ella regrese elseñordeMorel.

RenovaronPisanoysuhijalasdemostracionesdegratitud,prometieronlosescuderos repetir tan grata visita y habiendo cesado la lluvia, se dirigieronéstosdelacalledelRey,dondevivíaelartistaitaliano,aladelosApóstoles,encuyaesquinaostentabasumuestralaHosteríadelaMediaLuna.

CAPÍTULOXXII

UNANOCHEDEHOLGORIOEN"LAROSADEAQUITANIA"

—¿Has visto cara más hermosa, Roger? preguntó Gualtero apenas seapartarondelapuertadePisano.¡Quéojos,quéperfildivino!

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—Nopuedonegarqueesbella.¿Puesyaquelcolormorenodelasmejillasylosnegrísimosrizosquecircundanelóvaloperfectodelacara?

—¿Dóndemedejaslosojos?Demiradatanclaraytanprofundaalavez;taninocentesalaparquetanexpresivos....

—Sialgúnperoselepuedeponerestáenlabarba.

—Puesnolohenotado....

—Graciosamentecortada,esosí.

—Unabarbillapreciosa,Roger.

—Sinembargo¿noteparecequeelconjuntohubieraganadobastanteconmediopalmomásdebienpobladabarba?

—¡Ave María Purísima! Pero ¿de dónde has sacado tú que Tita tengabarbas?

—¿Tita?¿Quiénhabladeella?

—¿Puesdequiéndemoniosestáshablando?

—De la magnífica figura destinada a la iglesia de San Remo, ¿norecuerdas?Aquellacabezadesanto....

—¡Anda, anda! exclamó Gualtero riéndose. Miren con lo que nos saleahora.Túsíqueeresunmenjurjedevándalo,normando,alanoyperromoro,comonosllamabaalosingleseselbuenPisano.¿Quiénseacuerdadecuadrosni pinturas cuando se tiene delante un ángel del cielo, hechura del mismoDios,comolaincomparableTita?¡Quiénva!

—Me manda el sargento Simón, dijo un arquero acercándoselesapresuradamente,paradecirosqueelseñorbarónharesueltopasarlanocheenel alojamiento del canciller de Chandos y no necesitará vuestros servicios.Simón está en esa taberna con algunos camaradas y dice que si quisieraistrincarconnosotros....

—Á fe mía, dijo riéndose Gualtero, que con sus cantos y gritos hacenbastante algazara para anunciar su presencia sin necesidad de guías niemisarios.¡Adelante!

Ádospuertasseoíaelestrépitodelafrancachela.Entraronporunportalónbajoyalfinaldeestrechocorredorsehallaronenunagransalailuminadapordos antorchas. Junto a las paredes, en casi toda la extensión del local,montones de paja sobre la cual reposaban veinte o treinta arqueros de laGuardiaBlanca,sentadosoreclinadossobreelcodo,sincapacetes,coletosniespadasyconsendosrecipientesdecueroyestañollenosdecervezaovino,según el gusto de cada cual. Dos toneles colocados en un extremo de la

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estancia indicabanqueno faltaríaconqué llenardenuevoaquellosenormescubiletes,cuantasvecesloexigieselaseddelosarqueros.Juntoalostonelesycomo presidiendo la reunión, hallábanse el portaestandarte Reno, Simón,Tristán y otros tres o cuatro arqueros veteranos, amén del valiente Golvín,capitándelGaleónAmarillo,quehabíaidoatomarunostragosencompañíade sus alegres compañeros de viaje antes de emprender el de regreso aInglaterra.GualteroyRogertomaronasientoentreRenoySimón,sinquesullegadaacallaraporunmomentoelbullicio.

—¡Cervezaovino,camaradas!gritóSimón.Queelijacadacualynomevengáisconarrumacos,porquelamezclaemborrachayhadeserunacosauotra. Aquí está tu cubilete, Rubén, rebosando vino generoso. ¿Sabéis lanoticia,barbilindos?

—No.¿Quéesello?dijeronambosescuderos.

—Puesquetendremostorneo.

—¡Bravo!

—Sí.ElarroganteCaptaldeBuchsehaempeñadoendemostrarnosqueélyotroscuatrocaballerosgasconespuedenhacermorderelpolvoa loscincomejores paladines ingleses de cuantos hay en Burdeos a la fecha. Chandosaceptóelretosobrelamarcha,encargándosedeelegiranuestroscampeones;elpríncipehaprometidounahermosacopadeoroalquemásaltoshonoresobtengayentodalacortenosehablahoydeotracosa.

—¿Por qué han de ser los grandes señores los únicos que se diviertan?preguntóTristándeHorla.Bienpudieranabrirnoselpalenquealosarquerosy¡porlacruzdeGestas!queseríacosadevercómodescoyuntábamosacincoarquerosgascones.

—Ocómootros tantoshombresdearmasbaldábamosa igualnúmerodesoldadosdeestatierra,dijoReno.

—¿Quiénessonlosmantenedoresingleses?preguntóGolvín.

—Trescientos cuarentayuncaballeros tenemoshoyenBurdeos,yya sehanrecibidotrescientoscuarentacartelesaceptandoelreto.ElúnicoquefaltaeseldeSirMauriciodeRavens,aquienlagotatieneclavadoenellecho.

—Unarquerodelaguardiamehadichoqueelpríncipequeríaromperunalanza,peroque susconsejerosno se lohanpermitido,porquehabrámásdecombatequedetorneo,talestánqueardenlosseñoresgascones.

—PorloprontotenemosaChandos.

—SuAltezalehaprohibidotomarparteenlapróximajusta.Chandosserájuezdelcampo,enunióndeSirGuillermoFentonyelduquedeArmagnac.

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Nuestros campeones serán los señores de Abercombe, Percy, Beauchamp yLeiton,yelinvenciblebaróndeMorel.

—¡Viva!¡SanJorgeleproteja!¡Buenaelección!vociferaronlosarqueros.

—¡Buena, como hayDios! exclamó Simón.No hay para un soldado debuena fibra honra mayor que la de tenerle por jefe. Ya veréis a dónde noslleva,muchachos,yenquéaventurasnosmete.NotoquedesdesullegadaaBurdeos anda con un parche en un ojo, lo mismo que hizo la víspera dePoitiers.Pueseseparchevaacostarmuchasangre,oslodigoyo.

—¿CómofuelodePoitiers,sargento?preguntóunjovenarquero.

—¡Cuéntalo,Simón!exclamaronotros.

—¡ÁlasaluddeSimónAluardo!dijeronmuchosempinandoelcodo.

—Preguntádselo a éste, peneques, contestó modestamente el veteranoseñalandoaReno.Élviomásqueyo,pero¡porlosclavosdeCristo!nodejédetomartambiénparteybuenaenaquellatremolina.

—Grandíafueaquel,dijoRenomoviendolacabezayentornandolosojos;como no espero volver a verlo. Muchos y muy buenos arqueros cayerontambiénenlajornada.

—¿Buenos?Puesnohaymásquenombrar aGofredo,Calvino, elPayo,Nelson, que antes de caer para no levantarsemás se aferró a un gran señorfrancésylecortólacabezaacercén.Mejoresarquerosnoloshevistoenmipícaravida.

—¡Perolabatalla,Simón,labatalla!gritaronmuchos.¡Cuenta,cuenta!

—¡Acallarsehadicho,moscones!berreóelsargento."¡Cuenta,Simón!"Puesnohaycuentoquevalgahastaquemehayaremojadoelgaznate.¡Buenacerveza! Era en el otoño de 1356; nuestro príncipe Eduardo tomó porAuvernia,elBerry,AnjouyTurena,ydeAuverniaosdiréquelasmuchachasson zalameras y el vino agriado. EnBerry dadle vuelta y aprended que lasmozassonhoscasyelvinounabendición.PeroAnjouesgrantierraparalosarquerosdecentes,porqueallívinoymujeressonunasmieles.LoúnicoquesaquédeTurenafueunadescalabradura,peroenVierzón,enunmonasteriodeórdago,mehiceconuncopóndeoroporel cualmedio treintaducadosunjudíogenovés.Deallí,andaqueandahastallegaraBourges,dondemetocóensuerteunatúnicadesedacarmesílabradadeoroyperlas,comovosotrosnolaveréis jamás,yunpardeborceguíesconborlasdesedablanca, lomismoquelosdelreynuestroseñor.

—¿Losarrebañasteenalgunatienda,Simón?

—¡Se los quité de los pies a un caballero enemigo, so lagarto! Bien

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pensadoelcaso,medijequeélnohabíadenecesitarlosmás,vistoquelesalíaporpechoyespaldaunaflechamíadelasgordas....

—¿Quémás,quémás?

—Nos dimos otra zampada de camino, y éramos lo menos seis milarqueroscuandollegamosaIsodún,dondetambiénmefavoreciólasuerte.

—¿Otrabatalla?¿Otropardebotas,Simón?seoyódeciralosarqueros.

—No, algomejor que eso.En las batallas pocohayqueganar, comonoseantestarazos,amenosqueselogrerescateporalgúnpájarogordo.LoquehubofuequeenIsodúnyoyotrostresmuchachosdeGalesnosmetimosenuncaserónmuygrandequelosotroscamaradaspasaronporaltoyallídescubríymeapropiéuncobertordefinasplumascomosólolosestilanlasduquesasdeFrancia.Túlohasvisto,Tristán,ysabessiesricoymullido.Loacomodébienenvueltosobreunamuladelvivanderoyallá lotengoenunaventacercadeDunán, para el día en queme case. ¿Te acuerdas de la ventera,mon petit?preguntóaRoger,guiñándoleelojo.

—¡Adelante!vocearontresocuatroarqueros.

—Eso es, continuó el veterano.Que otros saquen las castañas del fuegoparaquevosotrososestéiscomounospapanatasoyendohistoriasconlabocaabierta. ¡Buena cerveza! Nuestros seis mil tunantes, el príncipe y suscaballeros,yoylamulaconelcobertordeplumasalimosporfindeTurena,dejandoallísangrientamemoria.EnRomorantíntopéconunacadenayunosbrazaletesdeoro,perotopétambiénconunamozuelacomounsol,quemelosrobóaldíasiguiente.Porquehabéisdesaberquehaygentesquenovacilanenapoderarsedeloajeno....

—¡Algrano,Simón!¡Esabatalla!

—Todoseandará,cachorros,simedejáisrespirar.PuessucedióqueelreydeFrancia,llamadoJuanII,sepusoalfrentedecincuentamilhombresynospersiguiófuriosamente.Perolobuenofuequecuandonosalcanzó,segurodepasarnos a cuchillo, se halló con que no supo cómo atacarnos ni cómocogernos,porqueloesperamosesparcidosporlosvalladosyviñedosdeunasalturas, hasta donde sólo podían subir por una ladera y eso al descubierto,ofreciéndonosmagníficoblanco.Así ocultos y protegidos, formabannuestraderechalosarqueros,conloshombresdearmasalaizquierda,loscaballerosen el centro y detrás de ellos la mula del cobertor. Trescientos caballerosfrancesessedirigieronhaciaellaenlínearecta,paraempezar,ymuyvalientesyapuestosparecían,pero los cogió en el camino tal nubladode flechasquepocosescaparonconvida.TrasellossubieronalataquelossoldadostudescosalserviciodelreyJuanypelearonmuyguapamente,tantoquetresocuatrosecolaronporentrelosarquerosycorrieronhacialapreciosamula.Perotrabajo

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inútil, porquevi anuestrocapitán, el sinparbaróndeMorel,destacarsedelgrupo de nobles, con su parchecito sobre un ojo como lo lleva estos días ydespacharaaquellosperdularioscontodacalma.Enseguidaelbarónselanzócontraelgruesodelosasaltantes,seguidodeLordAbercombeconsuscuatroescuderosdelChesireyotrosdeigualtemple,trasellosChandosyelpríncipeydetrásnosotros con espadayhacha, porquehabíamos agotado las flechas.Muyimprudentefueaquellamaniobranuestra,porquenosóloabandonamoslaproteccióndelterrenosinoquedejamossindefensaalamuladelvivanderoy cualquier taimado francés o tudesco pudo hacerla prisionera con el tesoromíoquellevabaencima.Perotodosalióbien,cayeronennuestropoderelreyJuany suhijo,Nelsonyyodescubrimosuncarrocondocebarrilesdevinogenerosodestinadoalamesadelrey...ynosécómofue,muchachos,peroosaseguro que no me acuerdo de lo que sucedió después, ni tampoco pudorecordarloNelson.

—¿Yaldíasiguiente?

—Como podéis figuraros, no perdimos mucho tiempo por aquellosandurriales, sino que tomamos al trote el camino de Burdeos, a dondellegamossin tropiezoconel reydeFranciayelcobertordepluma.Vendíelrestodemibotín,mesgarçons,portantasmonedasdeorocomocupieronenmibolsóndecueroyporsietedíastuvedocevelasencendidasenelaltardelbenditoSanAndrés,porquesabidoesquesiolvidáisalossantoscuandolascosasmarchanbienesmuyprobablequeellosseolvidendevosotroscuandolosnecesitéis.

—Decidme,sargento,preguntóunmozalbetedesdeelextremoopuestodelcuarto¿aquécuentofuelabatallaaquella?

—¿Ahorasalimosconesas,rocín?¿PuesaquécuentohabíadesersinoadejarsentadounavezportodasquiénhabíadellevarlacoronadeFrancia?

—Bueno es saberlo. Creíame yo que era para averiguar quién debía dequedarseconvuestrocobertordepluma....

—Mira, hijo, que sime llego a ti con este cintomío y empiezo a dartezurriagazoslovasasentirdeveras,dijoSimónentrelascarcajadasdetodoelconcurso. Pero se hace tarde,Reno, y cuando los polluelos empiezan a piarcontragallosviejoscomoyo,eshoradequevuelvanalgallinero.

—¡No,no,vengaotracanción!gritaronmuchos.

—¡Que cante Sabas! Como él no hay otro en la Guardia Blanca. ¡Quecante,quecante!

—¡Alto ahí! dijo entonces el capitán Golvín. Para entonar unas trovascomoDiosmandanadiemejorqueelmocetónéste.Yaldecirlopusolamano

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enelhombrodeTristán.

—Muyciertoes,queabordodelgaleónparecíarugirlatempestadcuandoélcantaba"LascampanasdeMilton."

—O"LaMolineradeYork."¡Anda,Tristán!

Elexnoviciosepasóeldorsode lamanosobre los labiosymirandoa lapared de enfrente entonó la canción pedida con un vozarrón tremendo. Alconcluir lo saludaron susoyentes conuna tempestadde aplausosygritos, yTristánagarróelvasodecervezaquehallómáscercaylovaciódeuntirón.

—Laprimeravezquecanté"LaMolinera,"dijomodestamente,fueenlatabernadeHorla,cuandonisoñabaserarquero.

—¡Otro trago, camaradas! gritó Reno sumergiendo su enorme recipientedecueroeneltonel.¡ÁlasaluddelaGuardiaBlancaydecuantossiguenelestandartedelascincorosas!

—¡Porlaguerrapróximaylavictoriasegura!brindóelcapitánGolvín.

—¡Porelmontóndeoroqueaguardaalosbuenosarqueros!

—¡Yporlasmuchachasbonitas!gritóSimón.¡Yseacabaronlosbrindis,canastos!añadiópegandotremebundopuntapiéaltonelqueteníamáscerca.

Con cantos, risas y chanzas fueron desfilando los alegres arqueros, y notardóenreinarcompletosilencioenlapocoantesbulliciosasaladeLaRosadeAquitania.

CAPÍTULOXXIII

LASJUSTASDEBURDEOS

La fama y brillo de la corte que rodeaba al príncipe Eduardo desde suinstalacióncomoDuquedeAquitania,atraíananumerososcaballerosdetodaEuropa y los torneos y justas eran por entonces espectáculos que confrecuencia presenciaban los vecinos de Burdeos. Con los más afamadospaladines ingleses y franceses solían romper lanzas diestros justadores deAlemania, caballeros de Calatrava, nobles portugueses e italianos y aunformidables guerreros de la Escandinavia y otras regiones del norte y deloeste.

Peroenlaciudadyentodalacomarcafueobjetodelmayorinterésydeincesantes comentarios la noticia de que cinco caballeros ingleses entre losmás esforzados habían dirigido un cartel de reto a otros tantos nobles de la

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cristiandad,quienesquieraquefuesen.Habíagrancuriosidadporverquieneslo aceptarían y sabíase además que aquellas justas serían las últimas porentonces, ya que el príncipe se aprestaba a salir con toda su gente para laguerradeEspaña.LavísperadeltorneollegaronaBurdeosmultituddegentesdetodoelMedoc,quetuvieronqueacamparfueradelasmurallas,enelllanoyaorillasdelGarona.TampocofaltaronoficialesdelejércitoacuarteladoenDax, ni nobles y burgueses de Blaye, Bourg, Libourne, Cardillac, Ryons yotrasmuchasvillas,quellegaronduranteeldíaypartedelanocheanterioralcombate,apie,acaballoyenvehículosdetodasclases.

No fuepequeñaempresa ladeelegir cincocaballerosporbanda, cuandotantosytanvalientesyganososdeglorialoshabíacongregadosallí;yenpocoestuvoque la elecciónocasionase una serie de duelos preliminares que sólopudieronevitarseconlaintervencióndelpríncipeydelosnoblesdemásedadymerecimientos.Hastalavísperadeldíafijadoparaeltorneonosefijaronenla liza,pendientesdesendas lanzas, losescudosde loscampeones,paraquelos heraldos y el público supiesen sus nombres y también para que sepresentaseantelosjuecesdecampotodafundadaquerellaoprotestacontralaparticipacióndecualquieradeelloseneltorneo.

LosdosaguerridoscapitanesRobertoNollesyHugoCalverleynohabíanregresadodelaexpediciónaNavarraqueelpríncipelesencomendara,locualprivóalosjustadoresinglesesdedosdesusmejoreslanzas.PeroerantantasytanbuenaslasqueaunquedabanquelosseñoresChandosyFenton,aquienesendefinitivaseencomendólaelección,tuvieronquediscutirypesarunoporunolosméritosyhazañasdemuchosaspirantes;decidiéndoseporfinafavordeMorel de Hanson y Abercombe de Chesire, renombradísimo el primeroentre los nobles veteranos y héroe dePoitiers el segundo.De los caballerosmás jóvenes resultaron agraciados tres brillantes paladines: Tomás Percy,GuillermoBeauchampyRanieroLeiton.Desdeluegoaceptaronelretoingléstodosloscaballerosgasconesylaelección,difícildesuyo,favorecióaCaptalde Buch, Oliverio de Clisón, Pedro de Albret, el señor de Mucident y uncaballero teutón llamado Segismundo de Bohemia. Al mirar aquellos diezescudoslosveteranosinglesesseprometíanuntorneobrillantecualninguno,pueseranlosmantenedoreshombresdegloriosahistoriaydevaloryesfuerzoprobadísimos.

—Áfemía,Chandos,dijoelpríncipemientrascabalgabajuntoalcancillerpor las estrechas y tortuosas calles de la ciudad, camino del palenque; bienquisiera yo romper una lanza en estas justas, suponiendo que los jueces decamponomecreyesenindignodealternarcontanfamososcampeones.

—Nohayenelejércitomejornimásdignopaladínquevos,señor,replicóChandos,perodadas lascircunstanciasdeeste torneo,creedme,noconvienequeparticipéisenél.Noesdevuestroaltocargoeltomaraquípartidoafavor

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de inglesescontragascones,niponerosconéstos frenteaaquellos, lanzaenristreoespadaenmano.Demasiadosobreexcitadosestányalosánimos.

—Siemprelarazóndeestado,Chandos,quevossacáisarelucirnosóloenlasaladelconsejosinocaminodefiestatanalegreylucidacomoésta.¿YquépiensandeellamishermanosdeCastillayMallorca?preguntódirigiéndosealospríncipesespañoles,queasuderechacabalgaban.

—Mi opinión es que hoy presenciaremos no pocas proezas, dijo DonPedro,envistadelafamaypujanzadelosjustadores.

—¡PorSantiago!observóDonJaime,otracosavallamandomiatenciónyes el buen porte y mejores vestidos de esos burgueses de Burdeos que seagolpan amirarnos.Rica enverdaddebede ser estagranvilla yholgada lacondicióndesusmoradores,apesarderecientesguerrasytrastornos.

—Puessielaspectodelosbuenosburguesesosadmira,repusoDonPedro,¿quémedecís de esoshombresde armas escogidosyde losbienplantadosarqueros? Difícil sería igualar y menos vencer fuerzas tan apuestas y biendisciplinadas.

—Con esos soldados cuento, dijo el príncipe inglés, y conotrosmuchoscomo ellos, para hacer entrar en razón a los usurpadores de Castilla yMallorca.

Sonriéronse ambos pretendientes, revelando en sus semblantes lasatisfacciónylaconfianzaconquehabíanoídoaquellaspalabras.

—Y una vez hecha justicia, dijo Don Pedro de Castilla, uniremos lasfuerzasdeInglaterra,AquitaniayEspañaymuchoseríaquede taluniónnoresultasenmagnasconsecuencias.

—Por ejemplo, agregó el príncipe Eduardo con evidente entusiasmo,completar para siempre la expulsión de los infieles del territorio deEuropa.No creo que pudiéramos acometer empresamás grata para la SantaVirgen,excelsapatronadeAquitania.

—Ni más aceptable para todo español. En tal empresa cuente VuestraAlteza con el apoyo absoluto de nobles y plebeyos, así en León y Castillacomo enAsturias, Navarra,Mallorca yAragón.Y aun para perseguir a losmorosallendeelmarycombatirlosensusguaridasdelÁfricaydeOriente.

—¡Sí,porDios!exclamóelPríncipeNegro.Esehasidounodemissueñosdorados, ver ondear el estandarte inglés sobre losmuros ymezquitas de laciudadsanta.

—LaconquistadeJerusalénnopuedeparecerpeligrosaniarduaaquieneshanrealizadolaconquistadeParís.

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—Ni me había de contentar yo con eso, sino con el sitio y toma deConstantinoplaylaguerraamuertecontraelSultándeDamasco.Yvencidoéste,todavíapodríamosimponertributoalashordastártaras,otraamenazadela cristiandad. Decidme, Chandos, ¿no habríamos de poder llegar nosotroshastadondellegóRicardoCorazóndeLeón?

—Poder hacerlo es una cosa, replicó el prudente consejero, y otra muydistintasabersiconvieneydebehacerse.Desdeluego,cuenteVuestraAltezaconqueelreydeFranciaveríaelcieloabiertoeldíaquelosejércitosinglesescruzasenelmar,enpersecucióndelosinfielesdeOriente.

—Osconozcodemasiado,Chandos,paranosaberqueesaspalabrasoslasdictavuestra razón,noel temornielcansanciode lasguerras. ¡Quéenormemultitud!NorecuerdohabervistotantoscuriososdesdeeldíaenquerecorrílascallesdeLondresacompañandoamiprisioneroelreydeFrancia.

Unmar de cabezas cubría por completo la vasta llanura que se extendíadesde laPuertadelNortehasta losprimerosviñedosdelestede laciudadyhasta las orillas del río. Entre los obscuros tonos de aquella multitud sedestacabanyalastoquillasdevivoscoloresdelasmujeres,yaelcascodeunarquero herido por los rayos del sol. En el centro de la llanura, quedaba elespacio cercado que se destinaba a las justas, con gradas y tribunasengalanadas con multitud de gallardetes y banderas. Trabajo costó abrirestrechopasoalospríncipesysuséquitoentreaquellamasacompacta,quelossaludó con aclamaciones atronadoras. Tras ellos fueron llegando numerososnobles y damas ricamente ataviadas y pronto quedaron llenas las tribunas,relucientesdeoroypedrería.Enelnumerososéquitodelpríncipeysusregioshuéspedes figuraban capitanes y cortesanos de Gascuña y España, deInglaterra, el Lemosín y Saintonge. En los asientos y gradas encantaban lamirada las morenas bellezas del Garona y junto a ellas las rubias beldadesinglesas,ostentandounasyotrassusmejoresgalas.Delasbalaustradasdelastribunascolgabanricostapicesyanchasfranjasdeterciopeloencuyocentrodestacábanse,bordadosenoro,plataysedasdevivoscolores,losescudosdearmas de cien nobles.No tardaron en tomar éstos asiento, lamultitud y lossoldados se acomodaron comomejor pudieron y los pajes y palafreneros seencargarondelasarmasymonturasdesusseñores.

Losmantenedores ocupaban la extremidad del campomás cercana a laspuertasdelaciudad.Frenteasusrespectivospabellonesseveíanlosescudosde armas de los cinco campeones ingleses, sostenidos por otros tantosescuderos;allílasrosasdeMorel,lasbarrasgulesdeLeiton,elleóndePercy,los grifos de Abercombe y las plateadas alas de Beauchamp. Tras lospabellones piafaban impacientes los grandes caballos de batalla lujosamenteenjaezados.Lagranmayoríadelosarquerosyhombresdearmasinglesesseagrupabanenaquelextremodelaliza,ganososdecontemplaryvitorearasus

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famosos campeones, que sentados a la puerta de sus tiendas, armadoscompletamente y con el yelmo sobre las rodillas, departían tranquilamentesobre el gran suceso del día en que tan importante parte les tocabadesempeñar.PeroelpueblogascónnoocultabasupreferenciaporCaptaldeBuch y sus compañeros, pues la popularidad de los ingleses había decaídomucho desde las enconadas contiendas originadas por la captura del rey deFrancia y el destino que debía de darse al regio prisionero.De aquí que nofueran generales, aunque sí muy nutridos, los aplausos que acogieron laproclamación del rey de armas, anunciando los nombres y títulos de loscaballerosinglesesqueestabanprontos,"porsuDios,porsupatria,porsureyypor sudama,"a combatir contracuantoshidalgos leshiciesen lahonraderomper lanzasconellos.Másqueaplausos,encambio, fueronaclamacionesensordecedoras lasquesaludaronalheraldoqueenelopuestoextremodelalizaenumerólosnombrespopularísimosdelosjustadoresgascones.

—Comienzoacreerqueteníaismucharazón,Chandos,alaconsejarmequenotomasehoypartidonienristraselanza,dijoelpríncipeenvozbajaalnotarelestadodelosánimos.Paréceme,señordeArmagnac,quenuestrosamigosdeAquitanianoveríanconmalosojosladerrotadeloscampeonesingleses.

—Bienpudieraser,príncipe,comonodudoqueenigualescircunstanciaselpueblodeLondresoWindsorfavoreceríaoaclamaríaasuscompatriotas.

—Y no está lejos la demostración palpable de lo que decís, exclamóriéndose el príncipe, porque allá diviso unas veintenas de arqueros cuyovocerío no cede al de la multitud. Mucho me temo que sufran amargodesencanto si la copa de oro que he ofrecido al vencedor se queda enAquitaniaenvezdecruzarelmar.¿Cuálessonlascondiciones,Chandos?

—Cadaparejajustaránomenosdetresvecesylavictoriaserádelpartidocuyoscampeoneshayantriunfadoenmayornúmerodeencuentrossingulares.El que más se distinga entre ellos recibirá el trofeo ofrecido por VuestraAlteza,yelmásdiestro justadorde losvencidosunbrochedeoroypiedraspreciosas.¿Doylaseñal?

Contestó el príncipe afirmativamente, sonaron los clarines y losmantenedores fueron entrando en liza uno tras otro y arremetiendo a suscontrarios, con varia fortuna para ambos bandos. Así, Sir GuillermoBeauchampcayóalpoderosogolpedeCaptaldeBuch,peroPercydesarzonóaldeMucident;LordAbercombederribóasuvezalseñordeAlbretyporfinelhercúleoOliveriodeClisónigualólasuertedelcombateconlavictoriaquealcanzósobreSirRanieroLeiton.

—¡Por Santiago! exclamó Don Pedro, buenas lanzas y grande empuje,tantolosseñoresgasconescomolosingleses.

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—¿Quién es el próximo adalid inglés? preguntó el príncipe con voz quedenotabasuvivaemoción.

—ElbarónLeóndeMorel,deHanson,respondióChandos.

—Campeónesforzadoydiestrosiloshay.

—Sin duda alguna, señor, pero su vista, como la mía, se halla muyquebrantadatraslargascampañas.Consupoderosobrazoganóenbuenalidladiadema de oro ofrecida como trofeo por la reina Felipa, augustamadre deVuestraAlteza,enlasgrandesjustasconquesecelebróenInglaterralatomade Calais. En el castillo de Monteagudo, donde reside, tiene un tesoro enpremiosytrofeos.

—Ojalávayaareunirseconelloslacopadeestetorneo,dijoelpríncipeenvozbaja.Aquítenemosalpaladínalemányporsuaspectoparecemuytemibleenemigo.Advertidalreydearmasquelespermitaencontrarseportresvecesenlaliza,yaquetantodependeahoradelresultadodeestecombate.

Sonarondenuevolosclarines,hizoelreydearmaslaseñalquerepitieronlosfarautesyseadelantóelúltimocampeóndelosgasconesentrelosvítoresdesaforadosdelamultitud.Eraunguerrerodegrantallayfornidocuerpo,conyelmo y armadura negros y escudo sin divisa, pues prohibían tenerla losestatutosde laordenteutónicaaquepertenecía.Flotabaasuespaldaampliomantoblancoqueteníabordadaensucentrolacruznegraorilladadeplatadeaquella orden. Manejaba briosamente su soberbio bridón, negro como elazabacheydegranalzada;ydespuésdesaludaralpríncipevolviógrupasyocupósupuestoaunextremodelaliza.

InmediatamentesalióelbaróndeMoreldesutiendaysedirigióalgalopehaciaelbalconcilloregio,anteelcualdetuvosúbitamentealfogosocorcelcontal fuerzaque lohizo retrocedery alzarsedemanos, al tiempoqueel jinetesaludabaprofundamente.Llevabaelbarónbrillantearmadurablanca,escudoblasonadoyyelmoconlargoyairosopenachodeplumastambiénblancas.Lagracia y viveza de sus movimientos, el esplendor de su armadura y de losparamentos de su caballo y los corveteos de éste hicieron estallar unánimesaplausos.Elbarónsaludóotravezconsingulardonaireysedirigióalpuntodelcampofronteroalqueocupabasucontrario,haciendocaracolearalnoblebrutoymáscomoquiensedirigeaunaalegrefiestaqueafierocombate.

Tan luego se hallaron frente a frente ambos campeones reinó absolutosilencio en todo el palenque. Del resultado dependía no sólo la gloria quepudiera caber al vencedor sino la victoria o la derrota del bando querespectivamente representaban. Guerreros ambos de mucha nombradía, susproezas loshabían llevadoamuydistintospaísesy camposdecombate, sindarles hasta entonces la oportunidad de medirse cuerpo a cuerpo. Dióse la

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señal,ypuestas las lanzasen los ristresarremetieronunocontraotroamboscombatientes, encontrándose con tremendo choque frente a la regia tribuna.Aunque el teutón se estremeció al golpe furibundo del caballero inglés, sulanza alcanzó a éste en la visera con fuerza tal que rompió las cintas quesujetaban el casco y éste cayó hecho pedazos, pero el barón continuó sucarrera,descubiertalacalvacabezaquebrillabaalosrayosdelsol.Millaresdepañuelosygorrasagitadosenelaireyunvoceríoinmensoacogieronaquellaligeraventajadelcaballeroteutón.

NadadesanimadoeldeMorel,llegóseaescapeasupabellónysepresentóalospocosmomentosconotrofuerteyelmo,prontoparalasegundajusta.Elresultadodeéstafuetanigualparaambosquelosmejoresjuecesnohubieranpodido adjudicar la victoria a uno ni otro. AsíMorel como el de Bohemiaresistieron impávidoselbote formidabledelcontrario,queambos recibierondellenoenelpechoysinperderlasilla.Peroeneltercerencuentrolalanzadelbarónseclavóentrelasbarrasdelaceladadelcontrario,arrancándoledegolpe la visera, al tiempo que el de Bohemia, con singular mala suerte,desviabasu lanzaydabaconella fuertegolpeenelmuslodeMorel,contratodaslasreglasdeltorneo,queprohibíanheriralcontrariodelacinturaabajoy declaraban vencido al que tal hiciera. También daba a Morel aquelmalhadadogolpeelderechodeapropiarselasarmasyelcaballodelenemigo,sihubieraqueridoejercerlo.Losaplausosygritosdelirantesde lossoldadosinglesesyelsilencioylosceñudosrostrosdelpuebloanunciaron,antesquelohicieranlosfarautes,eltriunfodelosprimeros,quehabíanobtenidoventajaentresencuentros,contradosqueganaranlosgascones.Yasehabíancongregadolosdiezcombatientesfrentealatribunadelpríncipepararecibirdosdeelloselgalardónmerecido,cuandoelagudotoquedeunclarínllamólaatencióndelos presentes hacia un extremo del palenque, ganosos todos de ver alinesperadocaballeroqueasíanunciabasullegada.

CAPÍTULOXXIV

DECÓMOELESTEENVIÓUNFAMOSOCAMPEÓN

DichoquedaquelasgrandesjustasdeBurdeos,paralascualeseraestrechay de todo punto inadecuada la plaza frontera a la abadía de SanAndrés, secelebrabanextramuros,enlavastallanurainmediataalrío.Alestedeaquellase elevaba el terreno, cubierto de verdes viñedos en verano, por entre loscuales serpenteaba el camino que conducía al interior, muy frecuentado deordinarioperosolitarioaqueldíaenquetodos,asíviajeroscomohabitantesdelaciudad,formabanpartedelamultitudespectadora.

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Mirandoenladireccióndeaquelcaminohubierapodidoverse,aunmuchoantes de terminar el combate, dos puntos brillantes y móviles que fueronacercándose hasta mostrar al observador que procedían del reflejo del solsobre los cascos de dos jinetes que se adelantaban al galope en dirección aBurdeos.Eraelprimerodeellosuncaballeroarmadodepuntaenblanco,quemontababriosocorcelnegroconblancaestrellaenlafrente.Parecíaeljinetedecortaestaturaperorobustoyanchodehombros,yllevabacaladalavisera,sinempresaniblasónsobreelblancoarnésniellisoybruñidoescudo.Elotroeraevidentementesuescudero,sinmásarmasofensivasnidefensivasquesuyelmoylapoderosalanzadesuseñor,queempuñabaconladiestramano.Enla izquierda, además de las riendas de su propia montura, tenía también labridadeunsoberbioalazánconlujososparamentosquelellegabanhastaloscorvejones. Llegados ambos jinetes con los tres caballos a la entrada delpalenque, dio el escudero aquel vibrante toque que tanto sorprendió a losespectadores.

—¿Quién es ese caballero, Chandos, y qué desea? preguntó el príncipeEduardo.

—Áfemía,replicóelcancillerconnodisimuladasorpresa,queomuchomeengañooesunnoblefrancés.

—¡Francés!exclamóDonPedrodeCastilla.¿Quéosinduceacreerlosinollevablasónnidivisaqueloacredite?

—Mebastamirar la formade suarmadura, señor,más redondeadaenelcodo y las hombreras que cuantas proceden de Inglaterra o de España.Tambiénpodríaserarnésdefabricaciónitaliana,sinlacurvaespecialdelpeto;ycuantomáslomiromásseguroestoydequeesecoseletehasidohechoporartíficesdelapartedeacádelRin.PeroaquívienesuescuderoynotardaráVuestraAltezaensaberquélotraeporestosrumbos.

Llegadoelescuderoanteelpríncipedetuvosucaballo, tocóporsegundavez la bocina que llevaba suspendida del cinto y dijo con sonora voz ymarcadoacentobretón:

—Vengo como heraldo y escudero de mi señor, noble y esforzadocaballeroysúbditofieldelmuypoderosoreyCarlosdeFrancia.Sabedordequesecelebrabanestas justas,solicitamiseñor lahonrademedirsusarmascon un caballero inglés que quiera aceptar su reto, ya rompiendo lanzas, yacombatiendoconespadaydaga,mazaohachadearmas.Ymehaordenadomuy expresamente declarar que su cartel va dirigido tan sólo a los noblescaballeros ingleses, no a losque sin serlo, ni ser tampocobuenos franceses,hablanlalenguadeéstosysirvenbajolabanderadeaquéllos.

—¡Osadosois,votoatal!exclamóeldeClisónconvoztonante,alavez

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queotrosseñoresgasconesllevabanlamanoalaespada.

—Miseñor,continuóelenviadosinhacercasode laspalabrasdeunonidelademánamenazadordelosotros,estáprontoajustardesdeluego,apesardequesucaballodebatallaacabaderecorrerlargotrechosindescanso,puestemíamosllegartardealtorneo.

—Tarde habéis llegado, en efecto, repuso el príncipe, pues sólo faltaadjudicarelpremioalosvencedores.PeronodudoqueentreestoscaballerosmíosloshabrádispuestosacomplaceralcampeóndeFrancia.

—Ycuantoal trofeo,dijo elbaróndeMorel, seguroestoyde interpretarlos deseos de estos señores al declarar que le será entregado, a pesar de sutardanza,silograganarloenbuenalid.

—Llevad, escudero, ambas respuestas a vuestro amo, dijo el príncipe, ypedidlequenombreaunodeloscincomantenedoresinglesesquehanjustadohoypararomperlanzasconél.Unmomento;esecaballeronollevablasónnidivisaynecesitamosconocersunombre.

—MiseñorhahechovotodenorevelarsunombrenialzarlaceladahastapisardenuevolatierradeFrancia.

—Peroentonces¿quégarantíatenemosdequenoesunrústicodiestroenelmanejode lasarmas,ounpalafrenerodisfrazadoconelarnésdesuamo,cuandonounnobledeshonradoconquiennosedignaríacombatirningunodemiscaballeros?

—¡No hay tal, señor, lo juro por lo más sagrado! dijo el escudero convehemencia.Antesbiendeclaroquenohayenelmundocaballeroquenosetengapormuyhonradoencruzarlaespadaconquienaquímeenvía.

—Arroganteeslarespuestadelescudero,dijoelpríncipe,peromientrasnonosdeismejorespruebasdelanoblecalidaddevuestroamo,noconsientoqueconéljustenlasmejoreslanzasdemicorte.

—¿RehúsaVuestraAlteza?

—Rehúsoresueltamente.

—Entalcaso,señor,elmíomehaautorizadopararevelarsecretamentesunombre al muy ilustre señor de Chandos, y sólo a él, para que declare siVuestraAltezamismapodríaonoromper lanzasconmiseñor,sinelmenordesdoro.

—Aceptolapropuesta,dijovivamenteelpríncipe.

Acercóse Chandos al escudero, díjole éste algunas palabras al oído y elancianocancillerhizounademándeprofundasorpresa,a lavezquemirabacon curiosidad e interés evidentes al inmóvil caballero que a distancia

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esperabaelresultadodeaquellasnegociaciones.

—¿Seráposible?exclamó.

—Es la pura verdad, señor, dijo el escudero. Lo juro por San Iván deBretaña.

—Debí sospecharlo, agregó Chandos retorciendo los largos bigotes ymirandofijamentealapartadocaballero.

—¿Quédecís,Chandos?preguntóelpríncipe.

—Señor,unagraciaospido.Permitidamiescuderoqueme traigaarnéspara revestirlo y tener la alta honra de cruzar la espada con el campeónfrancés.

—Poco a poco,mi buenChandos. Tenéis, ymuy bien ganados, cuantoslaurospuedeconquistarunhombreyhoraesyadequedescanséis.Escudero,decidavuestroamoqueesmuybienvenidoamicorte,yquesigustadetomaralgúndescansoy refrescar enmi compañía antes de la justa, pronto estoy aobsequiarle.

—Perdonad,señor,nopuedebeberconVuestraAlteza.

—Quedesigne,pues,alcaballerodesuelección.

—Desea justarcon loscincomantenedores ingleses,ycon lasarmasquecadaunodeellosprefierayelija.

—Grande es su confianza, a lo que veo. Pero no es bien prolongar suesperanitenemosyamuchotiempodisponible,pueselsolseacercaalocaso.a vuestros puestos, caballeros, y veamos si este desconocido iguala con laaltezadesushechoslaarroganciadesuspalabras.

Mientrasduraronaquellospreliminarespermanecióel incógnitocampeóninmóvilcomounaestatuadeacero,erguidoenlasilladesucaballodebatallayapoyadoenlarobustalanza.Elojoexpertodenoblesysoldadosadivinabaun adversario temible en aquel hombre de atléticas formas e imponenteaspecto.ElarqueroSimón,quefigurabaenprimeralíneaconReno,Tristányotros camaradas, no escaseaba sus comentarios más encomiásticos sobre eltalantedeldesconocidoylamaestríaconquemomentosanteshabíamanejadocaballoylanza.afuerzademirarlepareciódespertarseunconfusorecuerdoenlamemoriadelveterano.

—Apuestolosbigotesdelgranturco,dijocontrayendolascejas,aqueyohevistoantesalbuenmozoese,aunquenorecuerdodónde.¿FueenNogent,fueenAuray?Loqueosdigo,muchachos,esqueestáismirandoaunadelasprimeraslanzasdeFrancia,ycuentaquemejoresnolashayenelmundoyqueyoséloquemedigo.

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—Pues yo digo que todos estos torneos y melindres son pura niñería,gruñóTristándeHorla.¡PorlacruzdeGestas!Nosinodejadquemevinieranamíconlancitasypuyazos....

—¿Puescómocombatiríastú,Tristán?preguntaronalgunos.

—Variosmodoshaydehacerlo,replicóelgigantereflexionando;peromeparecequeyoempezaríaporrompermiespada.

—Esoesloquetodosprocuranhacer.

—¡Ah,no!Peroesqueyonolaromperíatontamentesobreelescudodelotro,sinocontramirodilla.Yasíconvertiríaloquenoesmásqueunpinchoinútilenunabuenamaza.

—¿Ydespués?

—Dejaríaqueelotromeclavasesuespadínenunapiernaoenelbrazo,odondemejorleparecieseyluegoycontodacalmaleestrellaríalossesosconmimaza.

—¡Bravo, Tristán!Vamos, que daría yomi cobertor de pluma por vertesueltoenlaliza.¡Bonitamaneradejustarlatuya!exclamóSimón.

—Puesamímeparecelamejor,dijomuyserioTristán.osino,agarraríayoalotroporlacintura,loarrancaríadelasillaquierasquenoymelollevaríaamitiendaparanosoltarlohastaquemepagaseunbuenrescate.

GrandescarcajadasacogieronaquellasalidadelvalientearqueroySimónprometióhacer todoloposibleparaquenombrasenaTristánreydearmasypudiesellevaralaprácticasusperegrinasideassobrejustasytorneos.

—AllívieneSirGuillermoBeauchamp,dijoReno.Valientecaballero,perotemoquenopuedaresistirelbotequeprometedarlelalanzadelfrancés.

Yasífue,porquesibienBeauchampasestóasucontrariofuertegolpeenelyelmo,recibióencambiotanfuriosalanzadaquelosacódelasillaylohizorodarporelsuelo.NotuvomejorsuerteeldePercy,quesacórotoelescudoydesguarnecido el brazo izquierdo, amén de una ligera herida en el costado.Abercombe dirigió su lanza a la cabeza del desconocido y éste le imitó,manteniéndosefirmeyerguidoenlasilladespuésdelchoque,alpasoqueelinglésquedódobladohaciaatrás,mediocaídosobrelagrupadelcaballo,querecorrió la mitad del campo antes de que el jinete recobrase su posiciónnormal. Leiton cayó a los golpes de maza del francés, arma elegida por elprimero;susservidoreslollevaronenbrazosasupabellón.Aquellasrápidasvictorias sobre cuatro famosos guerreros llenaron de admiración a losespectadores,yasílossoldadoscomolasgentesdelpuebloleprodigaronsusaplausos.

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—Temiblecampeón,comentóelpríncipe;peroyaseadelantaelbravodeMorel, a pie y espada en mano, arma en que es quizás el más diestro denuestroreino.

Los combatientes se acercaron llevando al hombro y asidas con ambasmanoslasenormesespadasdecombate.Laluchafueempeñadaybrillante;seatacabancondenuedoysedefendíancondestrezaincreíble,menudeandolosgolpes formidables que resonaban al chocar las espadas entre sí o sobre losfuertes arneses. Por fin levantó el francés su arma para descargar un tajodecisivo, pero aquelmomentobastóparaque el baróndescubrieraunpuntovulnerable en la armadura del contrario, y pronta como el rayo se clavó suespada en el brazo del francés, en la unión de aquél con el hombro. Pocoprofundafue laherida,perobastóparahacerbrotar lasangre,que trazórojalínea sobre el bruñido peto. Aunque el desconocido parecía dispuesto acontinuar la lucha, el rey de armas lanzó su dorado bastón a la liza y loscombatientesbajaronlasespadas.

El príncipe dispuso inmediatamente que invitasen al campeón francés apermaneceralgúntiempoensucorte,ysiestonofueraposible,asentarseasumesaaquellanocheydescansaralgunashorasenBurdeos.Oyóelcaballeroelcortésmensajeysedirigióaltrotedesucorcelhacialatribunaregia,vendadoelhombroconblancopañuelodeseda.

—Señor,dijocon firmevoz, saludandoalpríncipe;nopuedosentarmeavuestramesa.Francéssoyyporendeenemigovuestro.Eldíamásfelizdemividaseráaquelenqueveadesaparecerenelhorizontelaúltimadelasgalerasinglesas, llevándose al último de los soldados extranjeros que hoy pisan ydominanpartedeestatierradeFrancia.Durasospareceránmispalabras,perooslorepito,soyvuestroenemigo.

—Yporlasmuestrasquehoyhabéisdado,unenemigovalerosoytemible.El rey de Francia puede enorgullecerse de tener servidores como vos. Perovuestraherida....

—Es insignificante y mi caballo puede hacer muy bien la jornada devuelta,queemprenderéahoramismo.ConDiosquedad;ysaludandodenuevose dirigió al galope a la entrada del palenque y desapareció seguido de suescudero.

—Valiente, patriota y altivo, exclamó el príncipe. Tengo paramí que eljustadordesconocidodehoyesungranguerrerofrancés.

—Nolodudéis,señor,dijoChandos,ydelosmásfamosos.

CAPÍTULOXXV

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DEUNACARTAYUNASRELIQUIAS

CuandoRogersepresentóenlacámaradelbarónalsiguientedía,hallólemuyocupadoentrazarsobreemborronadopergaminounossignosretorcidosyenormes,quesegúnaveriguódespuéseranunconatodecartadelbarónasuesposa.

—Bien vienes, Roger, dijo alborozado apenas divisó al joven. Confiesoquenosoymuyfuerteenachaquesdeescritura,yaquímetienessudandoparacontar a mi señora la baronesa muchas cosas que quiero decirle, con unosgarabatosqueseempeñanennosalirderechosyquenolosentenderáella,nitú,niyomismo.

Sonrióse el fiel escudero, ofreció al barón escribirle en un santiaméncuantascartasquisieseypocotardóenquedarfirmadayselladalacartaenlaque el caballero refería ligeramente los principales episodios de su viaje, elencuentroconlospiratas,ladesgraciadamuertedeljovenescuderoFroilándeRoda,supresentaciónen lacorteycómoseproponíasalirsin tardanzaparaMontaubán, donde el resto de la famosa Guardia Blanca de su mandoentreteníasusociosquemandoysaqueando.

—Algofalta,señor,observóRoger,ysimelopermitís....

—Escribe lo que gustes,Roger, y agrégalo ami carta, que cuanto digashabrádeserinteresanteyagradableparamiseñoralabaronesa.

Aprovechandoelpermiso,describióeldoncelloquepormodestiacallabael barón, la gloria alcanzada por éste en combates y justas; aseguró a lacastellana de Morel que la salud del barón era inmejorable, que todavíaquedabanenlaescarcelaconfiadaasuguardamuybuenosducadosyduraríanhasta llegarélconsuseñoraMontaubán,yporúltimorogabaa labaronesaqueaceptasesusrespetosysesirviesepresentárselosmuyrendidosasuhijalasinparConstanza.

—Muybienexpresadoestátodoeso,dijoelbarón,moviendosatisfechosucalva cabeza. Y ahora, Roger, si algo quieres escribir a tus parientes deInglaterra,loenviaréconelmismomensajeroquehadellevarmiscartas.

—No tengo parientes, señor, dijo Roger tristemente. Mi hermano es elúnico....

—Sí, recuerdo cómo os separasteis y te aseguro que no pierdesmucho.Peroyaquenopersonasdetumismasangre¿notienesalláalguienqueteseaquerido?

—Oh,sí,replicóeljoven,suspirando.

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—Vamos,yaveo.¿Eshermosa?

—Bellísima.

—¿Buena?

—Comounángel.

—¿Ynoteama?

—Nopuedodecirqueameaotro.

—Entalcaso,tudebereshacertedignodesuamor.Séhonradoyvaliente;sin humillarte ante el poderoso, muéstrate afable y dulce con el pobre yhumilde,yasutiempoteveráshonradoconelamordeunadoncellapuraybuena,elmayorgalardónaqueaspirarpuedatodocumplidocaballero.¿Estuamadadenoblealcurnia?

—Denuestramásdistinguidanobleza,señor.

—Cuidado,Roger, cuidado.No piquesmuy alto y recojas desengaños yamarguras.

—Vosconocisteisamipadre,señorbarón,ysabéistambiénloquevaleellinajedelosClintondeHanson....

—Ranciaeindiscutiblenoblezaygloriosahistoria.Masnolodigoportusblasones, hijomío, sino por tu carencia de fortuna. Si fueras tú el señor deMunster,enlugardetubulliciosohermano....Pero,omuchomeengañoolospasosqueresuenansonlosdeSirOliver.

Notardóenpresentarseelrechonchocaballero,rojodeindignación,conlainauditanoticiadequeacababadeenviaruncarteldedesafíoalosseñoresdeChandosyFenton,cancilleresdelducadodeAquitaniayaquieneselpríncipeencomendara la elección de los caballeros que con tanto lucimientosostuvieronelhonordelasarmasinglesaseneltorneodelavíspera.AtónitoeldeMorelantetamañodesplante,averiguóqueelseñordeButrónsesentíaofendido por no haber figurado su nombre entre los cinco elegidos y seproponíapedircuentadeaqueldesacatoaChandosyFenton.Trabajolecostóalbarónapaciguarasualborotadoamigo,quienacabóporconfesarlequesóloesperaba saborear un nuevo y gustoso guiso que en aquel momento lepreparaban,paraenviartambiénuncartelalmismopríncipe.

—Pero¿estáisdejadodelamanodeDios?lepreguntóelbarón.¿Quéoshahechoelpríncipe?

—Metieneenpoco, lomismoqueChandos,yempiezaaconvertirmeenblancode suspullasycuchufletas. ¿Sabéis laqueme lanzóanochedespuésdel torneo?Alababa unodemis amigos la fuerza demi brazoy el príncipetuvoabiendecirqueporfuertequefueraelbrazonuncaloseríatantocomoel

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espinazodemicaballo.Graciaéstaque fue recibidacongran risapor todoslospresentes.

Riósetambiénelbarón,volvióacalmarasupletóricoamigolomejorquesupoypudo,yviéndoloyamásdispuestoagozardesusguisosygolosinasqueaseguirlanzandoretosatrocheymoche,sedespidiódeélhastaversedenuevoenDax.SirOliverseencargabademandarlosdoscientoshombresdeMorelyconducirlosaDaxenunióndesuscincuentaganapanes,mientraselbarón anticipaba su salida deBurdeos para dirigirse aMontaubán, tomar elmando del resto de laGuardiaBlanca que por allímerodeaba y reunirse algruesodelejércitoenDaxantesdequeelpríncipeemprendieselamarchacondirecciónaEspaña.

—Tú, Gualtero y el sargento Simón me acompañaréis, y también otroarqueroqueSimónelijaparaquecuidedemisarmasyarnés,dispusoelbarón.

PocodespuéssalíaéstedeBurdeosacompañadodeGualterodePleyelydoshorasmás tardeseponíanensuseguimientoRoger,SimónyTristándeHorla, para quienes el primero tuvo que procurarse dos caballejos de lasLandas,detanpobreaparienciacomoexcelentescualidades.PorelcaminoibapensandoRoger,mientrassusdoscompañerosdepartíananimadamente,enlaconversación que poco antes había tenido con el barón y se preguntaba sidebió de haber completado su confesión revelándole que no era otra suadorada que la bella heredera de Morel. ¿Cómo hubiera acogido éstesemejantedeclaración?Desdeluego,declaradohabíaqueporsunoblezapodíaaspiraralamanodelamáslinajudadama,sinotroobstáculoensucaminoquela falta de bienes de fortuna. Por primera vez en su vida deseó tenerlos, yaunque no dudaba del amor de Constanza, sabía también que la hechicerajovennoledaríasumanosincontarantesconlaplenaaprobacióndesupadre.

—¿Dónde dijo el capitán que le encontraríamos? preguntó a la sazón elveteranoarquero,volviéndosehaciaRogerysacándolodesusmeditaciones.

—En Marmande o Aiguillón, y añadió que no había extravío posibleporquedesdeBurdeoshasta losdospueblosnombradosnohayotro caminoqueéstequeseguimos.

—Yqueyoconozcocomo lapalmademimano,dijoSimón.Quieramibuena suerte que al regreso lo recorra tan bien provisto de botín como laúltimavezqueporélpasé.¿Veisalolejosaquelpueblecilloconelcastillejofeudal?PuesesCadillac,nombreylugarquetengoenlamemoriagraciasalatabernaqueestasgentes llamandelMoutond'Oryqueyollamaríadelbuenvino, que probaremosmuy pronto. a orillas delGarona veremos después elvillorrio de Bazán, donde me detuve tres días a mi regreso de la últimacampaña;ylaculpafuedelashijasdeltalabarterodellugar,trespimpollosacualmásrozaganteyalascualesdipalabradecasamiento.

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—¿Álastres?

—Eldiabloenredólascosasdemaneraquenohubomediodedejarunaodosbuscandonovio.Locualhubierasidodemuymalgusto,afemía,ymástratándosedeunarquerogalante,porquesonacualmásbonitayeldiablomellevesihubierayopodidopreferiryelegirunadelastres.

—Pedigüeño tenemos, dijo en aquel punto Tristán, señalando hacia unárbolcercanoacuyasombrasesentabaunviejo,cubiertodesdeelcuellohastalos descalzos pies con tosco sayal gris de triple esclavina y llevando ungrasientosombrerodeanchasalascontresconchascosidasenhileraalfrentedelacopa.

—Diría que es un religioso o peregrino, a no ser por las extrañasmercancíasqueparecetenerdeventa,dijoSimón.

Acercándose vieron que sobre una tabla que delante tenía se hallabancolocados en línea algunos trozos de madera, varias piedras y un clavo debuentamaño.

—Socorred,señores,aunpobreperegrino,exclamóelviejo,queperdiólavistadesusojosdespuésdecontemplarconelloslosSantosLugaresyquenopruebabocadodesdehacedosdías.

—Puesnadielodiríaalverlorepletoylucioqueestáis,buenhombre,dijoSimónmirándoleatentamente.

—Conesas ligeraspalabrasnohacéismásqueaumentarmipena,dijoelciego.Meveisrepletoyobesoalpareceryporendemecreéisbiencomido,cuandoloqueenrealidadmehinchaymemataesunahidropesíaincurable.

—¡Pobrehombre!murmuróRoger.

—¡Mala centellame parta si vuelvo a decir palabra! exclamó el arqueroarrepentido.

—No juréis, dijo el peregrino, y por lo que a mí toca os perdono decorazón.Misdesgraciasymidesamparohanllegadoatalextremoqueporfinme veo obligado a deshacerme de mis tesoros para procurarme algunosrecursos con que terminar mi viaje. Voy al santuario de Nuestra Señora deRocamadoryallíesperoacabarmisdías.

—¿Yquétesorossonesosdequehabláis?

—Helos aquí, sobre esta tabla. Ante todo este clavo, uno de los quecontribuyeronalinfamesuplicioquetuvoporconsecuencialaredencióndelahumanidad.Obtuve esta reliquia invaluable de los descendientes de José deArimatea,queviventodavíaenJerusalén.

—¿Yesaspiedrasymaderas?preguntóTristán,nomenossorprendidoque

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suscompañeros.

—Unaastilladelaverdaderacruz,otradelarcadeNoéylaterceradelapuerta del gran templo de Salomón. De los tres cantos que aquí tengo, elmenorfueunodelosquelearrojaronaSanEstebansuscruelesverdugos,ylos otros dos proceden de la torre de Babel.Muchome ha costado obtenerestaspreciadasreliquiasyportodoelorodelmundonomehubieraseparadodeellas;peropróximoamorir,porquesientoquemisdíasestáncontados,osofrezcolasquequeráis,alprecioquevuestrosrecursosospermitanofrecerme.

Transportado Roger y sin reflexionar gran cosa, se volvió hacia suscompañerosdiciéndoles:

—Ocasióncomoestanovolveráapresentársenosen toda lavida.Sinelclavoesenomequedo,yselohedellevaryofreceralaabadíadeBelmonte.

—Comoyolellevaréamimadreesapiedraquelearrojaronalsanto,dijoTristán.

—Puesamivezprefiero la astillade laspuertasdel templo,dijopor suparteSimón,yaquíosentregotresducados,decuatroquemequedan.

—Yaquívandosmás,agregóTristán.

—Ycuatromíos,dijoRoger.

Con lo cual se despidieron del piadoso y cuitado peregrino, llevándoseaquellasvenerablesreliquiastanimpensadacuantofácilmenteadquiridas.

Lomalofuequeapocoandardieronconunaherrería,dondesedetuvieronpara atender al caballo de Simón, que mucho necesitaba los servicios delherrero.Enconversaciónconéste, contóleSimón su reciente encuentroy lagrancompraquehabíanhecho;verelrústicolasreliquiasyecharseareírfuetodouno,yasiendouncajónllenodeluengosclavosselopresentóaRoger.

—Mirad, ledijo, sivuestroclavonoesunodeestosysi loscascorrosyastillasdelsantovarónnoprocedendelmontónaquelqueestáamipuertaydondeyomismoselosvitomarnohacedoshorasymeterlosensuzurrón.Elclavomelopidióélmismoyyoselodi.¡Porvidade!Sobradocrédulossoisparasoldados.

Oíraquelloyecharacorrerenbuscadeltramoyistaviejofuetodouno.apocolovieronenloaltodeunacuestaqueformabaelcamino,perotambiénlos divisó él a buena distancia y suponiendo la embajada que llevaban,prescindiódesucegueraydejandoelcaminosemetióporlosjaralesyganóelbosque,dejandomásquemohínosalostresamigos,tanbonitamenteburlados.

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CAPÍTULOXXVI

DONDESEAVERIGUAQUIÉNERAELMISTERIOSOPALADÍN

EnAiguillón, a donde llegaron aquella noche, los esperaban el barón deMorelyelrisueñoGualtero,cómodamenteinstaladosenlahosteríadelBâtonRouge.ElnobleingléssosteníainteresantecoloquioconunafamadocaballerodelPoitou,GastóndeEstela,queacababadellegardeLituania,dondehabíaservido con los caballeros teutones a las órdenes del gran maestre deMarienberga.ComplacidísimoelseñordeMorelconaquelencuentro,sepasólas horas muertas hablando de campañas, asedios, justas y aventuras yamanecía cuando se despidió del de Estela. No le impidió esto ponerse encaminoalatempranahoraquehabíafijadolavíspera,ydejandoenAiguillónelcursodelGarona,tomóconsuscuatroacompañantesporlaorilladelLot,no ya en dirección de Montaubán sino de Villafranca, por donde, segúnnoticias recogidasenelcamino,andabansueltosunosarqueros inglesesmásmalosqueCaínyquedesdeluegosupusoeranlosmismosaquienesbuscabay de quienes era capitán. Numerosos indicios revelaban la agitación y elestadodealarmapredominantesenaquellacomarcaymásdeunavezseviocercada y detenida la pequeña cabalgata por numerosos grupos de vecinosarmados,aquienestuvieronquedarcuentadelobjetodesuviaje,sopenadehacersesospechososyversemetidosenunmallance.

—BienseechadeverquelapazdeBretignynohaprocuradogransosiegoa esta región, dijo el señor de Morel. En ella parecen haberse congregadocuantomalsín y aventurero quedaronporFrancia yAquitania después de laguerra,gentesinfenileyquevivedeldespojoylaviolencia.AquellasaltastorresqueallíveispertenecenalavilladeCahors,ymásalláquedalatierradeFrancia.

En Cahors descansaron los caminantes, sin incidente ni aventura quemerezcan relatoaparte,yaldejaraquellapoblaciónseapartaron tambiéndelas orillas del río, tomando una senda estrecha y tortuosa que atravesabaextensaydesoladallanura.Limitábalaporelsurfrondosobosque,alsalirdelcualanuncióelbarónasusescuderosquehabíandejadoatráslosdominiosdeInglaterraypisabanelterritoriofrancés.Portodaspartesseveíanmontonesderuinas, árboles y campos quemados, viñedos cubiertos de piedras, puentesdestrozados y aquí y allá un castillo o un monasterio convertidos enescombros;señalespordoquierdelasolamientoylarapiña.Aquelespectáculocontristóelánimodelosviajerosyelbarónempezóapreguntarseconrecelosientalyermohallaríaprovisionesparasupequeñatropa.Grandefueporlotanto la satisfacción de hidalgos y arqueros al notar que el senderodesembocabaenanchocaminoyqueapocadistanciadel cruce seveíaunacasa intacta, grande y cuadrada, una de cuyas ventanas ostentaba la enorme

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ramasecaqueanunciabaunmesónoparadero.

—¡Ya era tiempo, vive Dios! exclamó el barón regocijado. Adelántate,Roger, y di al dueño de esa hostería o taberna o lo que sea que preparealojamientoparauncaballeroinglésysusservidores.

PicóRogerespuelasasucaballoyllegóalapuertadelacasa,dejandoasus compañeros a un tiro de ballesta. No viendo alma viviente, empujó laentornadapuerta,entróenelzaguányllamóagritosalmesonero.Niporesas;y como no era cosa de quedarse plantado allí, el joven escudero se colóbonitamente en una gran pieza que a la izquierda quedaba y en cuyo hogarchisporroteabanyardíanconalegrellamaunosgruesostroncos.Juntoalfuegoy sentada en un sillón de baqueta de altísimo respaldo, hallábase una damacuya edad no pasaría de los treinta y cinco, y cuyos ojos, cejas y cabellosnegrísimoscontrastabanconlaextremadablancuradelatez.Peromásquesuhermosura llamaban en ella la atención su aire majestuoso y digno y laexpresióngraveypensativadelsemblante.Sentadofrenteaellaenunescabelse hallaba un hidalgo de robusta apariencia, cuyos anchos hombros cubríaholgadacapanegrayqueteníapuestaunagorradeterciopelonegrotambién,conrizadaplumablanca.Sobrelatoscamesacercanaseveíanunjarrodevinoyuncubiletedeestaño,queelhidalgollenabayvaciabadecuandoencuando;alentrarRogerseocupabaenpartirycomernueces,delasquehabíaunplatolleno sobre la mesa y cuyas cáscaras arrojaba entre las llamas del hogar.Volvió un tanto el rostro paramirar aRoger y éste contempló con sorpresaunas facciones deformes, cruzadas de cicatrices, unos ojillos verdosos y lanarizabolladaytorcidacomosihubierarecibidotremendogolpe.

—¿Soisvoselqueasívocea?exclamóconvozguturalydesabridoacento.¿Habráse visto jovenzuelo con más frescura y menos miramientos? Ganastengodecogermilátigoydarosunalecciónquebiennecesitáis.

ElasombrodeRogercreciódepunto,sobreponiéndoseasuindignaciónyporalgunosinstantespermanecióinmóvil,mirandoalinsolentecaballeroysinsabercómocontestarleenpresenciadeladama.Enaquelmomentollegaronala puerta el barón, Gualtero y los dos soldados y echaron pie a tierra;masapenas oyó el desconocido sus voces y la lengua en que hablaban,enfureciósele el rostro y arrojando con fuerza al suelo el plato de nuecesempezóadarvocesdesaforadas llamandoalhostelero.Acudióéstepálidoytemblandoydirigiéndosea lapuertade lacasadijoenvozbajaa losreciénllegados:

—Noloencolericéis,misbuenosseñores,porelamordeDioslopido.

—¿Quédecís?¿Dequiénsetrata?preguntóelbarón.

AntesdequeRogerpudieraexplicarseresonódenuevolavozdelirritado

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huésped:

—¿Peroquésentinaesésta?gritó.¿Noospreguntéalllegar,posaderodelos demonios, si estaba vuestra casa limpia de sabandijas, para que pudieraalojarseenellaminobleesposasinasconimolestias?

—Yoscontesté,poderososeñor,queestálimpiacomounapatena,replicóelotrohumildemente.

—¿Puescómoseentiende,bellaco,queapenasllegadosaellaoigamosyalacharladeesoscondenadosingleses?¿Quépeoresnimásdañinassabandijaspara un buen caballero francés? ¡Que se larguen pronto, maese, y de locontrario,tantopeorparaellosyparavos!

No se lo hizo repetir el posadero, que salió corriendo de la estancia, altiempo que la dama protestaba dulcemente contra el violento lenguaje delcaballero.

—¡PoramordeDios!dijoelatribuladoposaderoalosingleses,hacedmelamerceddeseguirvuestrocamino.VillafrancanodistamásdedosleguasyallíencontraréiscómodoalojamientoenlaposadadeAnjou.

—Noharéyotal,dijoelbaróndeMorel,sinverantesaquienasíhablaydecirledospalabras.¿Cuálessonsunombreysustítulos?

—Imposible nombrarle, señor, sin su permiso. Pero ved que si entráismontaráenirayentonces....Creedme,mibuenseñor;¡nosabéisdequiénsetrata!Discretosois,avisadoestáis;¡seguid,pormerced,vuestrocamino!

—¡Calleelventero!exclamófuriosoyaelnobleinglés.omejor,idadeciraesetanformidablecaballeroqueaquíestáyaquísequedaelbarónLeóndeMorel,porqueasíleplaceysinqueélninadieseaosadoaimpedírselo.¡Id!

Azorado el pobre hombre y sin saber a qué santo encomendarse, dioalgunos pasos por el zaguán, cuando se abrió de golpe la puerta interior yapareció el furibundo francés, cerrados los puños y las deformes faccionesconvulsasporlaira.

—¡Todavíaestáisahí,perrosingleses!gritó.¡Miespada,vengamiespada!Pero en aquel instante se fijaron susojos en el escudoblasonadodel barón,sostenido por Tristán, y después de contemplarlo un instante suavizóse laexpresióndesusemblanteyaparecióensuslabiosunasonrisa.

—¡MortDieu!exclamó,¡puessiesmiespadachíndeBurdeos!Lascincorosas.Motivostengopararecordarlasdesdequelasvi,nohacetresdías,enlasjustas del Garona. ¡Ah, señor León deMorel, tengo contraída con vos unadeuda!yaldecirestoseñalósuhombroderecho,vendadoconunpañuelodeseda.

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Perolasorpresadeldesconocidoalveralbarónnopudocompararseconladeéste.Mirófijamentealheridoyporfinexclamóconacentoquerevelabasuprofundoregocijo:

—¡BertránDuguesclín!

—Elmismoquevisteycalza,replicóelotroriéndose.Bienhice,afemía,enocultarelrostroalláenBurdeos,puesquienloveunavezjamásloolvida.Yosoy,señordeMorel,yheaquímimano,quejamásestrecharáotrasmanosinglesasquelavuestrayladeChandos.

—Nosoyjoven,repusoelbarón,ylasguerrashanañadidoalgunosañosalosqueyatengo,perohastaahoranomehabíaotorgadoelcielolamercedylahonradecruzarmiespadaconotradetanlimpiaymerecidafamacomolaquemeopusisteis vos en la liza deBurdeos. ¡Feliz yomil veces! Imposiblemeparecetodavíahabertenidotanaltahonra.

—¡Votoa!Motivosmehabéisdadoparanodudarlo,queridobarón,dijoelfamoso guerrero con gran risa. Pero venid, y entren también vuestrosescuderos.Noquieroprivaramiamadacompañeradelplacerdeverenvosaunmodelodenobles,aunqueinglés,yaunguerrerofamoso.

RecibióloslanobledamaconbondadosasonrisayalospocosminutosdeconversaciónsehabíaconquistadoyatodoelrespetoytodalaadmiracióndeMorel y sus escuderos. Con el aire de una reina y las maneras de la másaristocrática dama, poseía un tacto incomparable, un encanto que a todosseducía.Únaseaestoelmisteriodequelarodeabalacreenciageneraldequeposeía una facultad sobrenatural, la de adivinar y predecir lo futuro y secomprenderálaimpresiónvivísimaqueprodujoenlostreshidalgosingleses.

ElmismoDuguesclínobservabaconevidentesatisfacciónelinterésqueenellos despertaban la conversación amena de su esposa, sus puras y elevadasideas y la ilustración nada común de que daba clara muestra sin la menorpesadezniafectación.

—Perdonad,dijoporfinelguerrerofrancés.Tannobleygratacompañíamerece digno albergue y este ventorrillo no puede ofrecéroslo para pasar lanoche.AprovechemoselpocotiempoquenosquedaparamontaracaballoyllegaralcastillodeTristándeRochefort,situadoaunaleguadeVillafrancayalcualnosdirigíamoscuandoresolvimosdescansaraquíalgunashoras.Eselseñor de Rochefort antiguo compañero demis campañas y hoy senescal deAuvernia.

—Yosrecibiráenpalmas,anodudarlo,dijoelbarón.Mas¿quépensaráelsenescaldenuestrallaneza?

—Puesosbendecirácuandosepaquevenísa limpiar lacomarcadeesos

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tunantesuniformadosqueladevastan.¡Acaballo,señores!Yvos,maese,aquítenéis unas monedas de oro; si algo sobra, tenédselo en cuenta al primercaballeronecesitadoqueporaquíaporte.

Momentos después cabalgaban ambos señores y la dama entre ellos,escoltadosporeljovenPleyel.HabíaseretardadoRogerenelmesónllamandoa los arqueros, cuando oyó una voz angustiada pidiendo favor a gritos.AcercósealapuertadelaestanciadedondeprocedíanlasvocesysehallódemanosabocaconSimónyTristán,quese reíanacarcajadasysedirigieronapresuradamente a la puerta del caserón, donde los esperaban susmonturas.EntróRogerenlahabitaciónyquedóatónitoalverquedeunfuertegarfiodehierro pendiente del techo colgaba un hombrecillo que era quien tandesaforadamente gritaba. El garfio lo tenía sujeto por el cinto y el infelizmanoteabayperneabacomounposeído.

—¡À moi, mes amis! seguía berreando, cárdeno el rostro. ¡Favor alcampeóndelObispodeMontaubán!¡Àmoi!

Llegó el ventero en aquel instante, precipitóse con Roger en auxilio delcolgado,paralocualtuvieronquesubirsesobrelapesadamesadeencinaenlaque se veían los restos del refrigerio de ambos arqueros, y no sin trabajolograrondesengancharalcampeóndelobispo.

—¿Sehaido?preguntóapenaspusolospiesenelsuelo.

—¿Quién?

—Elgigante,elmonstruodelacabelleraroja.

—¡Ah,vamos!Tristánelarquero.Sí,sehaido,dijoRoger.

—¿Ynovolverá?

—No.

—¡De buena ha escapado! exclamó el hombrecillo dando un suspiro desatisfacción.¡Cobarde!¡Atreverseconmigoyhuir!¡Ah,dehabermeesperadohubierahechoconélunescarmiento,comohayDios,paraejemplodepícaros!

—Permitidme, señor de Pelisier, dijo el ventero, que ponga a vuestradisposición mi caballejo, con el cual no tardaréis en alcanzar al descortésarquero.

—Ni pensarlo, exclamó apresuradamente el fanfarrón. Tengo estropeadauna pierna desde el día en que maté a tres enemigos, en el combate deCastelnau.

—¡Puescorroabuscarloyomismo,paraquelocastiguéiscualsemerecequiende tal suerteofende amibuenparroquiano, el señorOscarReginaldoBombardóndePelisier!

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—¡Pas si vite, mon ami! Yo sabré buscarlo en su día. Imaginaos eldestrozo que sufriría vuestra hacienda si ese gigante y yo trabásemos aquídescomunalcombate.

Enaquelmomentoseoyóeltrotedeuncaballoquesedetuvoalapuertade la hostería, palideció el prudente Pelisier y se agazapó bajo la mesa, altiempoqueseoíalavozdeGualterollamandoaRoger.Dejóéstelaventaconsucompañeroyprontoalcanzaronalosdosarqueros.

—Bonitamanera de tratar al señorBombardón de Pelisier, dijoRoger aTristánconfingidaseveridad.

—No lo hice adrede... comenzó a decir elmocetón, a la vez que Simónprorrumpíaensonorascarcajadas.

—¡Por el filo de mi espada! exclamó. Fanfarrón más insoportable noesperovolveraverloenmivida.Senegóacomerybeberconnosotrosyaunadirigirnos lapalabra.Despuésempezóacontar susproezasa lasvigasdeltechoyacabódiciendoquehabíamatadomás inglesesquepelos teníaen lacabeza.Ibayoadespanzurrarlodeunpuntapié,cuandoestemamelucoalargósu manaza y agarrando a Bombardón me lo colgó del gancho como uncochinilloountrozodececina.¡Porvidade!¡Ja,ja,ja!

Reíanse todavíade laaventura loscuatroamigoscuandoalcanzaronasucapitánypocodespuésllegarontodosalcastillodeRochefort,cuyaspuertasselesabrierondeparenparapenasoyeronlosquelasguardabanelnombredeBertránDuguesclín.

CAPÍTULOXXVII

VISIÓNPROFÉTICA

TristándeRochefort, senescal deAuvernia y señor deVillafranca, habíaencanecidopeleandocontralosinvasoresinglesesydesdequesefirmólapaznohabía tenidopuntode reposo,persiguiendoa laspartidasde aventureros,salteadores y vagos que infestaban la comarca de su mando. De aquellasexcursionesregresabaunasvecesvencedor,conunadocenadeprisionerosquenotardabanenaparecerahorcadossobrelosmurosdelafortaleza;yotrasseleveíavolverhuyendoyperseguidodecercapordesertoresybandidosdetodasrazasycataduras.Odiadoporsusenemigos,loeratambiénporlosmismosaquienes gobernaba y defendía, pues aparte de su dureza y despotismo no leperdonaban los azotes y las torturas con que les había obligado a pagar supropiorescate,lasdosvecesquelosingleseslohabíanhechoprisionero.

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Suresidenciaeraunasombríafortalezadesólidasmurallasyconaltatorrealmenadaensucentro.Numerosaeralaguardiaquenuestrosviajeroshallaronalapuertadelcastillo,peroladobleáguiladeDuguesclínofrecíaporentonceselmejorsalvoconductoparaviajarenaquellaturbulentaregiónyeratambiénllavedeorocapazdeabrir todaslasfortalezasdeFrancia.Elnobleveteranoacudiópresurosoarecibirasuamigoycompañerodearmas;yfuegrandesujúbiloalsaberqueelacompañantedeDuguesclínnotardaríaenlibraralpaísdeaquellosendemoniadosarquerosinglesesquemásdeunavezhabíanpuestoenfugaalossoldadosdelsenescalenviadoscontraellos.

UnahoradespuéstomabanasientoentornodelabienservidamesalostresnoblesguerrerosylasdamasdeDuguesclínyRochefort,alegreyamableestaúltima y mucho más joven que su dueño y señor; otros dos huéspedes delsenescaleranAmaurydeMonticourt,delaordendelosHospitalariosyOtónReiter, caballero bohemio de gran fama, y también tomaron asiento con susseñorescuatroescuderos franceses, losdosdeMorel,RogeryGualteroyelcapellándelafortaleza.Largayalegrefuelacena,sinqueunosiquieradeloscomensales se acordase de los rencorosos y hambrientos pecheros que enaquellosmismosinstantes,ocultosentrelamaleza,contemplabandesdelejosyconideasdevenganzaymuertelasventanasiluminadasdelcastillo.

Levantados los manteles, tomaron cómodo asiento los huéspedes delsenescalentornodeungranfuego,porqueestabalanochedesapacibleyfría.El señor de Rochefort manifestó como de costumbre el desprecio que leinspiraban los que él llamaba guardadores de cerdos y soeces villanos;defendióelbondadosocapellánalaspobresgentesdelpueblo;comentóselaosadíacrecientedelospecherosysumenguanterespetoporlosprivilegiosdelanoblezay en amenapláticapasaronagradablemente lashoras.RatohacíaqueRogercontemplabaconinterésynosinalgunaalarmaelrostrodelanobleesposadeDuguesclín,quehundidaen su sillónparecíaúltimamenteajenaacuanto en torno suyo se decía, brillantes los ojos, fija la mirada yempalidecidas lasmejillas.NotóRogerqueDuguesclínobservaba tambiénasuesposa,inquietoytrémulo.

—¿Quétenéis,esposamía?lepreguntó.

—Nada,Bertrán,dijoellaconvozapagadaysinapartarlosojosdelmuroopuestoenquefijoslostenía.Peroallí...unavisión....

—Melotemía,dijoelcélebreguerrerofrancés.Osdebounaexplicación,señores. Mi buena esposa está dotada de una facultad profética que semanifiesta en ella de tarde en tarde y le permite predecir determinadosacontecimientos futuros. Misterio es éste incomprensible para mí, pero esepoder extraordinariohabíahechoya la admiraciónde todosallá enBretaña,muchoantesdequeyovieseporprimeravezamiLeonorenDinán.Loque

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puedoasegurarosesqueesedonsuyoprocededelcieloynodelespíritudelmal,quees loqueconstituye ladiferenciaentre lamagiablancay lamagianegra.Ypor indiciosquemesonhartoconocidos,comprendoquemibuenacompañera sehallaalpresenteenunodeesosmomentos lúcidos.Laúltimavezquelavienelmismoestado,lavísperadelabatalladeAuray,mepredijoqueelsiguientedíaseríafatalparamíyparaCarlosdeBlois.Veinteycuatrohoras después había muerto éste y veíame yo prisionero del señor deChandos....

—¡Bertrán,Bertrán!llamólavidentecondulcevoz.

—Decidme,amadamía,quémereservalasuerte.

—Unpeligrograndeteamenaza,Bertrán,enestemismoinstante.

—¡Bah!Unsoldadoestásiempreenpeligro,dijoelgrancampeónfrancéscontranquilasonrisa.

—Pero tusenemigosseocultan,searrastran, terodeanenestemomento.¡Ah,Bertrán!¡Guárdate!

Tal expresión de terror manifestaban sus facciones descompuestas y losojos desmesuradamente abiertos, queDuguesclínmiró rápidamente en tornode la sala, clavó la vista por breves instantes en los tapices que cubrían lasparedesyluegoenlosanhelantesrostrosdesusamigos.

—Esperaré ese peligro si él no me espera a mí, dijo. Y ahora, Leonor,habla.¿CuálseráeltérminodelaguerradeEspaña?

—Apenaspuedoverloqueallísucede.Espera....Grandesmontañasymásalláunaextensayáridallanura,elchocardelasarmas,losgritosdelcombate.ElfracasomismodetumisiónenEspañatedaráeltriunfoendefinitiva....

—¿Quédecísaeso,barón?Amargoydulcealavez,ocomosidijéramos,unfavoryundisfavor.¿Noqueréishacervosmismoalgunapregunta?

—Si me lo permitís. ¿Os place decirme, señora, qué sucede allá en elcastillodeMonteagudo?

—Paracontestaraesapreguntanecesitoposarmimanosobreunapersonacuya memoria y cuya mente estén fijas de continuo en ese castillo de quehabláis.¿Vuestramano?No,barón;otrapersonahayaquícuyopensamientopermanecefijoenMonteagudoaunconmásinsistenciaqueelvuestro....

—Measombráis,nobleseñora,balbuceóMorel.

—Acercáos, joven de los rubios cabellos rizados, dijo doña Leonorextendiendo la diestra en dirección deRoger. Poned vuestramano sobremifrente. Así, esperad. Una niebla espesa de la cual se destaca enorme torrecuadrada; la niebla se disipa, ya veo lasmurallas, la fortaleza toda, en una

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verdecolina,conelríoasuspies,lasolasdelmaradistanciayunaiglesiaatiro de ballesta de las almenas. Junto al río se alzan las tiendas de lossitiadores.

—¡Lossitiadores!exclamaronalavezelbarón,GualteroyRoger.

—Sí,queasaltanlosmurosconvigor.Yaplantanlasescalasydisparanunnubladodeflechas.Allísujefe,altoyhermoso,conluengabarbarubia,lanzaa sus soldados contra la maciza puerta. Pero los del castillo se defiendenvalerosamente.Unamujer,sí,unaheroínalosmanda.Dos,dosmujeressobrelamuralla animan a las gentes deMorel, que devuelven golpe por golpe ylanzan grandes piedras sobre sus enemigos. Cayó el jefe de éstos y sussoldadosretroceden,huyen,todoseobscurece,nadamásveoya....

—¡PorSanJorge!exclamóelbarón.ApenaspuedocreerqueSalisburyyMonteagudo sean teatro de tales escenas; pero habéis hecho tan exactadescripcióndelterrenoylafortalezaquemellenáisdeasombroydetemor.

—Aprovechadlosmomentossialgomásqueréissaber,dijoDuguesclín.

—¿Cuál será el resultado de esta larga serie de luchas entre Francia eInglaterra?preguntóunodelosescuderosfranceses.

—Ambasconservaránloqueessuyo,contestóladama.

—¿Luego nosotros seguiremos dominando en Gascuña y Aquitania?preguntóelseñordeMorel.

—No.Tierrafrancesa,sangreylenguafrancesas.DeFranciasonyellalasreconquistaráyconservará.

—¿PeronoBurdeos?

—BurdeosestambiénFrancia.

—¿YCalais?

—TambiénCalais.

—¡Negra estrella la nuestra si tal sucede! exclamó el barón. ¿Qué lequedaráentoncesaInglaterra?

—Permitid,barón;yvos,señora,decidmeantes¿cuálseráelporvenirdenuestraamadapatria?preguntóllenodejúbiloDuguesclín.

—Grande,ricaypoderosa.atravésdelossiglosvéolaalfrentedelasotrasnaciones, pueblo rey entre todos los pueblos, grande en la guerra peromásgrandeaúnenlapaz,progresivayfeliz,sinmásmonarcaquelavoluntaddesushijos,unadesdeCalaishastalosazulesmaresdelsur.

—¿Oíslo,señordeMorel?exclamótriunfanteelcaudillofrancés.

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—Pero ¿qué de Inglaterra? preguntó tristemente el barón. La profetisaparecíacontemplarconprofundasorpresauncuadro insólito,unespectáculoparaellainesperado.

—¡Diosmío! exclamópor fin. ¿Dedóndeprocedenesosvastospueblos,esos estados poderosos que antemí se levantan?Ymás allá otros, y otros,allende los mares. Ocupan continentes enteros en los que resuenan losmartillosdesusfábricasylascampanasdesusiglesias.Susnombres,muchos,soninglesesytambiénlalenguaquehablan.Otrastierras,cercadasporotrosmaresybajodiversocielo,peroson también tierras inglesas.LabanderadeSanJorgeondeaportodaspartes,asíbajoelsoldelostrópicoscomoentrelasnievesdelpolo.LasombradeInglaterraseextiendealotroladodelosmares.¡Bertrán, Bertrán! ¡Nos vencen, porque el menor de sus capullos es máshermosoquelamejorymásperfumadadenuestrasflores!

La profetisa dio una gran voz, alzóse del asiento y cayó desvanecida enbrazosdesuesposo,quedijoconmovido:

—¡Ha terminado la visión, la hora sagrada y misteriosa que revela elsecretodeloporvenir!

CAPÍTULOXXVIII

ATAQUEYDEFENSADELCASTILLODEVILLAFRANCA

MuytardeeracuandoRogerpudoretirarseadescansar,nosindejarantescómodamenteinstaladoalbarónenlahabitaciónquelehabíasidodestinada.Lasuya,situadaenelpisosegundodelafeudalmorada,conteníaunpequeñolechoparaélytendidosenelsuelodoscolchonesenlosquealentrarRogerdormíany roncabanSimónyTristán.Rezabael joven susoraciones cuandooyóundiscretogolpedadoalapuertaycasienseguidaentróGualteroconuncandil,pálidoelrostroytemblorosaslasmanos.

—¿Quéocurre,amigo?lepreguntóprontamenteRoger.

—Apenas sé qué decirte. Me asaltan los más tristes presentimientos ytiemblosinsaberporqué.¿TeacuerdasdeTita,lahijadelartistadeBurdeos?YolarequerídeamoresalláenlacalledelosApóstolesylediunasortijadeoroquemeprometióllevarsiempreenrecuerdomío.Aldespedirnosmedijoque su pensamiento me seguiría en las guerras y que mis peligros seríantambiénlossuyospropios....Puesacabodeverla.

—¡Bah!EstássobreexcitadoconlasprofecíasylosespasmosdemiseñoraDuguesclínyseteantojanlosdedoshuéspedes.

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—Te digo que la he visto ahora mismo, al subir la escalera, tandistintamentecomoveoaesosdosarquerosdormidos.Teníalosojosanegadosenlágrimasysusmanosseadelantabancomoparaprotegerme....

—Mira,Gualtero,estardeynecesitasdescansar.¿Dóndeestátucuarto?

—En el próximo piso. Queda precisamente sobre éste. ¡La santaVirgennosproteja!

OyóRogerlaspisadasdesuamigoenlaescalera,ydirigiéndosedespuésalaventana contempló el paisaje iluminadopor la luna.Por aquellapartedelcastilloseextendíaunaanchafajadeterrenocubiertodemenudahierbayalgomáslejosdosbosquecillosseparadosporunespaciodescubiertoenelquesólocrecían algunos matorrales, plateados por los rayos de la luna. MirábalosRoger distraído, cuando vio que un hombre salía lentamente de entre losárbolesde laderechay cruzandocon rapidez el claro, inclinándose como siquisieraocultarse,desaparecióenelbosquecillodelaizquierda.Trasélpasóotroydespuésotro,yluegomuchosmás,solosoengrupos,llevandonopocosdeellosunosgrandesbultosaseguradosalaespalda.Absortoquedóeljovenescuderoporunmomento,peromuyprontose inclinóy tocó ligeramenteelhombrodeSimón.

—¿Quién va? exclamó el arquero levantándose de un salto. ¡Hola, monpetit!Creíquenossorprendíaelenemigo.¿Quémequieres?

LlevóleRogeralaventanaydíjoleloqueacababadever.

—Mira,mocito,fuelacontestacióndelveterano;enesteendemoniadopaísyoyanomeadmirodenada.abienquehayenélmástunantesqueconejosenlossotosdeHanson,gentesdesalmadastodas,quesepaseandenocheporquesi lohicierandedíano tardaríaenecharlesmanoelverdugo.¡Malacentellalos parta y a dormir se ha dicho! Pero antes no estará de más correr estecerrojo,queestamosencasaextraña.Acuéstateyduerme.

Con esto se tendió el arquero en su jergón y a los dos minutos dormíaprofundamente. Imitóle Roger, pensó que serían ya cerca de las tres de lamañana y dormitando se hallaba cuando le pareció que alguien empujaba yhacíacrujirlapuertadelcuarto,procurandoenvanoabrirla.Púsoseaescucharsobresaltado y oyó pasos cautelosos que se alejaban de su puerta ycontinuabanescaleraarriba.Pocodespuésresonóalgocomoungritoahogado,como un lamento de agonía y cuandoRoger se disponía a saltar del lecho,dirigió la vista a la ventana y quedó casi paralizado de terror. Un cuerpohumano se balanceaba lentamente ante el hueco de la ventana y de la parteexterior del muro. Pendía de una cuerda anudada al cuello y fijaevidentemente por el otro extremo en la ventana del piso superior. Unaatracción irresistibleobligóaRogera saltardel lechoyacercarse,al tiempo

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quelaluzdelalunadabadellenoenelrostrodelahorcado.EraGualterodePleyel,cobardementesorprendidoyasesinado.AltremendogritodesorpresaydedolorquelanzóRogersedespertaronsobresaltadoslosdosarqueros.

—Elpedernalylayesca,pronto,dijoTristánconreposadavoz.Estaluzdelunaescosadeespectros.Aquíestáelcandilyahoranosveremoslascaras.

—EselpobrePleyel,nohayduda,gruñóSimón.¡Peroquemeaspensinole ajusto yo las cuentas a este senescal de los demonios por lamanera quetienedetratarasushuéspedes!

—No,no,Simón,losasesinossonaquellosbandidosocultosenelbosquedequetehabléantes.Yelbarón,sabeDiosquésuertelehabrácabido.Vueloasulado....

—Unmomento,camarada,queyosoyperroviejoysécómosehacenestascosas.Loprimeroesponermicascoenlapuntadelarco.Túabreslapuertalentamente y yo presento el cebo a esos canallas, si por ventura están ahíesperandodegollarnos.

Así lo hicieron, y nobien se abrió la puerta y asomópor ella el almete,recibióésteuntremendotajoyestallaronlosgritosdelosasesinos.Peroantesde que pudieran repetir el golpe brilló la espada de Simón, y uno de susenemigoscayóatravesadodeparteaparte.

—¡Adelante!¡Seguidme,yaellos!gritóSimón,yabriendodeparenparlapuerta se lanzaron los tres ingleses fuera del cuarto, atropellandoviolentamenteadoshombresquehallaronasupasoybajandolasescalerasatodaprisa.

Losgritospartíandelpiso inferior, cuyovestíbulo iluminabanvivamentealgunasantorchasclavadasenlostrofeosqueadornabansusparedes.Frenteauna de las tres puertas que daban al vestíbulo veíanse los ensangrentadoscadáveresdelsenescalydesuesposa,éstaconlacabezaseparadadeltroncoyaquélatravesadoelcuerpoporunapica.Juntoaellos,muertos también, tresservidores del castillo, destrozados e informes como si hubiera caído sobreellosunamanadadelobos.Enlapuertainmediata,DuguesclínyelbaróndeMorel,amediovestirymalarmados,teníanarayaalosasesinos;enlosojosdeambosguerrerosbrillabaconluzsiniestraelfuegodelcombateyanteellosse amontonaban los cadáveres enemigos. Un numeroso grupo de hombresandrajosos, con horrendos visajes y armados de picas, hoces y chuzos,arremetíadenuevocontralosdoscaballeros,quehacíanprodigiosdevalorydestreza, en el momento en que les llegó el refuerzo de Roger y los dosarqueros, cuyas espadas abrieron sangriento camino en la vocinglera turba.Retrocedió ésta con gritos de rabia, uniéronse y adelantáronse los cincodefensores del castillo y no tardó en quedar libre de enemigos el vestíbulo.

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Tristán se apoderó de los dos últimos y los lanzó escaleras abajo, sobre lascabezasdesuscompañeros.

—¡No los sigáis! gritó Duguesclín. Si nos separamos estamos perdidos.Poco me importaría morir matando, pero tengo que proteger a mi pobreesposa.¿Quénosaconsejáis,barón?

—Paraconsejosestoyyo,que todavíanoséaquévieneniquésignificaestamatanza.

—Sonesosperrosbandidosdelbosque,laraleapeorqueseconoceenlatierra.Sehanapoderadodelcastillo.Miradporesaventana.

—¡Elcielomevalga!Haymásdeunmillardentrodelafortalezaysobrelasmurallas.Enaquelgrupoconantorchasestándescuartizandoaunarquero.Allíarrojanaotrodesdeelmuro.Porlasabiertaspuertasentranahoramuchoscongrandeshacesdeleñayramaje....

—Justo,parapegarfuegoalcastillo.

—¡QuiénmedieraahoramiGuardiaBlanca!Pero¿dóndeestáGualtero?

—Hasidoasesinado,señor.

—¡Diosacojasualma!Yahora,adefendernosysobretodoadefenderauna dama que necesita de todo nuestro esfuerzo. Aquí llega quien quizáspueda servirnos de guía por estos corredores y aun conducirnos fuera de lafortaleza.

—En la cual no tardaremos en morir asados si no la dejamos pronto,agregóDuguesclín.

Los que llegaban bajando los escalones de cuatro en cuatro eran unescuderofrancésyelcaballerobohemio,conunaheridaenlafrenteelúltimo.

—Habla,Godofredo,dijoDuguesclínalescudero.¿Conocesalgunasalidalibre?

—Laúnicaeselsubterráneosecretoquedaalcampoyporélhanentradoesos bandidos con el auxilio de algún traidor dentro de la fortaleza. Elcaballerohospitalario,queveníadelantedenosotros,cayómuertoalláarribadeunhachazoenelcráneo.Laservidumbreylaguarniciónhansidopasadasacuchillo. Somos los únicos que han escapado con vida hasta ahora. En miopinión el único recurso es refugiarnos en la torre, cuyas llaves veis allí,pendientes del cinto de mi infortunado señor. Una vez en ella podremosdefender con más ventaja la estrecha escalera; los muros de la torre songruesos y el fuego tardará mucho en consumirlos. Con tal que podamosconduciraladama....

—Iréyomisma,seoyódeciralanobleseñora,queapareciópálidaygrave

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a la puerta de la habitación que con su esposo ocupara aquella noche fatal.Estoyacostumbradaalosazaresdelaguerra,ysivuestraprotección,valientescaballeros,fueseinsuficiente,jamáscaerévivaenmanosdeesosmalvados.

Aldeciresto,mostróensudiestraagudísimadaga.

—Leonor,dijoDuguesclín,osheamadosiempre,peroenesteinstantemásque nunca. Si la Virgen nos permite protegeros, hago voto de ofrecer unacoronadeoroaNuestraSeñoradeRennes.¡Adelante,amigos!

Losasaltantes,cansadosdematar,sededicabanalsaqueo.Sóloungrupobastantenumerosoatizabaelfuegoyobservabaensilenciolosprogresosdelincendio.Alpiedelaescaleratortuosapordondelosguioelescuderofrancéshallaron los fugitivosaundesarrapadocentinela,dequiendioprontacuentauna flecha disparada por la segura mano de Simón. Pequeña puerta losseparabadelgranpatiodelcastilloyalotro ladodeellaseoían lasvocesycarcajadasdemultituddeenemigos,ebriosde sangreyenloquecidosconsutriunfo.Aunelhombremásanimosohubieravaciladoantesdesalvaraquellafrágilbarrera,peroDuguesclínpusofinatodaindecisiónabriendodegolpelapuertecilla.

—¡Hacialatorre,alacarrera!gritó.¡Losdosarquerosdelante,miesposaentre los dos escuderos y los señores deReiter yMorel a retaguardia, paraconteneraesagentuza!

Así lo hicieron y con tanta rapidez que habían recorrido ya lamitad delgran patio del castillo, antes de que los sorprendidos villanos comenzaran aatacarlos.Losarquerosderribaronenunabrirycerrardeojosalospocosquesepusieronensucamino,ylosquellegaronaperseguirlosdecercamordieronelpolvo,atravesadosporlastemiblesespadasdelostresnobles.Llegaronsintropiezo a la puerta de la torre y el escudero francés, queprocuraba abrirla,lanzóderepenteungritodeangustiaydesesperación.

—¡Estanoes la llave!exclamó,y fueradesídiodospasosendireccióndelaladelcastilloqueacababandedejar,comosiquisierairapediralcadáverdesuseñorlallavesalvadora.

Enaquelmomentounhercúleocampesinolanzócontraélenormepiedra,quelediodellenoenlacabezaylotendiósinsentidoalospiesdelbarón.

—¡Esta es paramí lamejor llave! rugióTristán; y levantando la pesadarocalalanzóasuvezconirresistiblefuerzacontralapuertadelatorre.

Unmomentodespuésacababadeecharlaabajoelgigantescoarqueroylosfugitivosentraronporfinenaquelmomentáneorefugio.

—¡Vos arriba, señora! exclamó el barón indicando a Doña Leonor laescalera de piedra, en tanto que Duguesclín y sus compañeros derribaban

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malheridosaloscuatroagresoresmáspróximos.

Los demás retrocedieron vociferando y amenazadores siempre, peroquedándose a prudente distancia, después de destrozar el cuerpo del infelizescudero;actodecrueldadquevengóTristánabalanzándosesobrelachusmayasiendo con sus nervudas manos a dos villanos, cuyas cabezas golpeó unacontra otra con fuerza tal que ambos quedaron tendidos en el suelo, sin darseñalesdevida.

—Ahoraorganicemos ladefensade la torre,dijoDuguesclín.Elbarónyyo al pie de la escalera; Inglaterra y Francia pelearán hoy juntas contra elenemigocomún.ElseñorOtóndeReiteryeljovenescuderodeMorelahí,enelprimerescalón;losarquerosalgomásarriba,paraquepuedanmanejarsusarcos.¡Atención!

Á la primera señal de ataque por parte de la furiosamultitud se oyeronsilbardosflechas,lanzadasporTristánySimón,ylosdosqueparecíanjefesde losbandidosquedaronrevolcándoseensusangrea laentradade la torre.Otros dos tuvieron igual suerte y entonces los sitiadores desesperados selanzaron en tropel al ataque. Poco hubiera durado la resistencia sin laestrechez de la puerta y de la escalera, que impedían los movimientos delenemigo,entantoquecuatroespadasincansableshacíantremendoestragoenaquella apretadamasade hombresmal armados.Porfiada fue la lucha, peroterminó con la retirada del enemigo, no sin que los sitiados tuvieran quedeplorar la muerte de Reiter, el caballero bohemio, a quién alcanzó en lacabezaungolpedemaza.

—Primera etapa, dijo tranquilamente Duguesclín. Parece que por ahoratienenbastante.

—Y no deja de haber entre esos perros algunosmuy valientes y que sebatenbien,comentóelseñordeMorel.Pero¿quéhacenahora?

—¡Nuestra Señora de Rennes nos valga! dijo el paladín francés. Seproponenpegarfuegoalatorreyasarnosenella.Melotemía.Duroenellos,arqueros,queahoradenadanossirvennuestrasespadas.

Unadocenade sitiadores se adelantaronescudándoseconenormeshacesde leña y ramas secas, que colocaron contra los muros. Otros les pegaronfuegoconantorchasyprontoestuvolatorrerodeadaensubaseporuncírculodellamas.Elhumoobligóasusdefensoresarefugiarseenelprimerpiso,peroprontoempezaronaarderlastablasdelsuelo,sellenódehumoespesoaquellaestanciayaduraspenaspudieronsubirsinahogarseelúltimotramoyllegaralomásaltodelatorre.

Imponenteeraelcuadroquedesdeaquellaelevaciónsedivisaba.Pradosybosqueiluminadosdulcementeporlaluzargentadadelaluna;oíasealolejos

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el tañidopenetrantedeunacampana;aun ladode la torresedesmoronabanlos muros del castillo, presa de las llamas, y al pie de su último refugioagitábaseconademanesfuriososyroncosgritoslamultituddesusenemigos.

—¡Porelfilodemiespada!exclamóSimón.Paréceme,amigoTristán,quedeesteviajenoveremosaEspaña;nitampocomicobertordepluma,queporfortunasehallaenbuenasmanos.Treceflechasmequedanyquemeahorquensiunasoladeellasnodaenelblanco.Laprimeraparaelmalditoaquelqueagita elmanto de seda de la pobre castellana. ¡Ensartado por la cintura, unpalmomásabajodeloqueyoesperaba!Númerodos:regalodedespedidaalcondenado aquel que lleva una cabeza clavada en la pica. Ya está tendidopanzaarriba. ¡Buen flechazo tambiénel tuyo,Tristán!Hashechocaer a esebuenmozodenaricesenelfuego.¡Allávaotra!

Mientras ambos arqueros se despachaban a su gusto, Duguesclín y suesposaconsultabanconelbarónyRoger,yreconocían lodesesperadodesusituación.

—Porellalosiento,decíaelfamosoguerrerofrancés.

—Noteapesadumbremisuerte,contestólaamanteyvalerosadama,quepueslamuertemeamenaza,nuncatanbienvenidacomorecibiéndolacontigoamilado.

—Bien,señora,dijoelbarón;esaessindudalarespuestaqueenigualescircunstancias me hubiera dado mi inolvidable esposa, para quien son misúltimospensamientos.

—¿Quéesesto,señorbarón?exclamóenaquelmomentoRogerconfuertevoz,desdeelladoopuestodelaterraza.

—¿Esto?¡PorSanJorge!dijoelbarónacudiendopresuroso,unmontóndeproyectiles para bombardas. Y aquí está la caja de hierro destinada a lapólvora.Ahoraveréiseldestrozoquevamosahacerenlacanalla.Tú,Tristán,levantaesacajayponlasobreelparapeto.Ytú,Simón,alzalatapa.Bien,estácasillena.Ahoradejadcaerlacajaalpiedelatorre,entrelasllamas.

No bien quedó cumplida la orden resonó una detonación espantosa. Latorre temblóyquedó cuarteada, amenazandodesplomarsedeunmomento aotro. Los sitiados, pálidos y mudos de terror, se asieron al parapeto ycontemplaronlosestragosdelaexplosión.Desdeelpiedelatorrehastaunadistanciadecincuentavarasseveíaunamasaconfusadecuerposdestrozados,deheridosque lanzabanpavorososgritos,muchosdeellosenvueltospor lasllamasqueconsumíansusharapos.Másalládeaquellaescenadedestrucciónnumerososgruposdegentesaterrorizadasquehuíanatodocorrer,ansiososdealejarsecuantoantesdelafunestatorreydesustemiblesdefensores.

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—¡Una salida, Duguesclín! gritó el barón. Aprovechemos su confusiónparasalirdeaquíyhuirsiposiblees.

Dicho esto desenvainó la espada y comenzó a bajar rápidamente laescalera,seguidodesuscompañeros,peroantesdellegaralpisoinmediatosedetuvo,coneldesalientoreflejadoenelrostro.

—¿Quépasa?

—Mirad.Laexplosiónhaderribadolapared,cuyosescombrosinterceptanporcompletolaescalera.Ymásabajoelfuegocontinúaminandolatorre.

—Estamosperdidos,dijoDuguesclín.

Volvieron todos lentamente a la terraza superior y apenas llegados lanzóSimónunaexclamacióndealegría.

—¡Albricias!exclamó.¿Oís?EselcantodeguerradelaGuardiaBlanca.Antesdebajarmeparecióoírlo tambiéncomounecolejano,peronoestabasegurodeello.Nuestrosamigosllegan.¡Oíd!

Todossepusieronaescuchar.Ladudanoeraposible.Delvalleseelevabauncantomarcialysonoro,másgratoparalossitiadosquelamásarmoniosamelodía.

—¡Allí, allí! prosiguió Simón. Vedlos que salen del bosque y toman elcamino del castillo. Han visto las llamas y también la turba de esoscondenadosycantancomosiemprequelaGuardiaBlancasepreparaadaryrecibirtestarazos.¡Ah,valientes!¡Amí,Yonson,Roldán,Vifredo!

—¿Quiénva?preguntóunavozpotente.

—¡SimónAluardo,votoabríos,quenoquieremorirasado!¡Yaquíenlatorre tenéis tambiénunadama a quien rescatar, junto convuestro capitán elbaróndeMorel!¡Pronto,bergantes!¡Laflechaylacuerda,Vifredo,comoenelsitiodeMaupertuis!

—¡Viva Simón! se oyó gritar a los arqueros y poco después la voz deVifredo,quedecía:¿Estáspronto,camarada?

—¡Tira!contestóSimón.

Elarquerotendiósuarcoylaflechacayódentrodelparapeto.AtadoasuextremoteníaunlargobramantedelqueSimónseapoderóconavidez.

—¡Salvados!dijo,yluegoinclinándosehaciasuscamaradas,gritó:¡Atadahoralacuerda,largayfuerte!

Alospocosmomentosteníaensusmanoslagruesacuerdasalvadora.Consuauxiliobajaronprimeroalanobledamaynotardaronenversetodosalpiedelatorre,rodeadosdelosvalientesarquerosdelaGuardiaBlanca.

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CAPÍTULOXXIX

ELPASODERONCESVALLES

—¿DóndeestáelcapitánClaudioLatour?fueloprimeroquepreguntóelbaróndeMorel,apenassuspiestocaronelsuelo.

—En nuestro campamento de Montpezat, señor barón, a dos horas decaminodeaquí,dijorespetuosamenteYonson,elsargentoquemandabaalosarqueros.

—Puesenmarchasinpérdidademomento,muchachos,quequieroverosatodosenelcuartelgeneraldeDax,atiempoparamarcharalavanguardiadelpríncipe.

En aquel instante trajeron al señor deMorel y aRoger sus caballos, asícomo los de Duguesclín y su esposa, abandonados por los villanos en suprecipitadafuga.Ladespedidadelosdosguerrerosfuepormaneraafectuosa.

—Granventurahasidoparamí,dijoDuguesclín, ladehaberconocidoytratado en tan excepcionales circunstancias al caudillo famoso cuyo nombretantas veces me anunciara la fama. Pero es fuerza separarnos, porque mipuestoestáalladodelreydeEspaña,acuyasórdenesdeboponermeantesdequevoscrucéislasmontañasdelafrontera.

—Á la verdad, yo os creía en España con el valiente Enrique deTrastamara.

—Alláestuve,barón,yaFranciavineconlamisióndereclutargenteensuauxilio. En España me hallaréis, al frente de cuatro mil lanzas francesasescogidas, para hacer a vuestro príncipe una acogida digna de él y de susvalientes caballeros. ¡Dios os guarde, amigo barón, y nos permita volver avernosencircunstanciasmáspropicias!

—Nocreoqueexistacaballeromáscumplidoentodalacristiandad,dijoeldeMorelmirándolealejarseencompañíadesuanimosaconsorte.Pero¿estásherido,Roger?¿Quépalidezesesa?

—Lo único que tengo, señor barón, es pesar amargo por la desdichadamuertedemibuencompañerodePleyel.

—¡Ah,sí!dijotristementeelnoble.Dosvalientesescuderosheperdidoyaymepreguntoporquélaimplacablesuertearrebatademiladoaesosjóvenesdebrillanteporvenir,dejandointactaslasblancascabezascomolamía.¿Perono recuerdas, Roger, cómoDoña Leonor nos predijo todos estos peligros y

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desgraciasdelapasadanoche?

—Asíesenefecto,señor.

—Lo cual renuevamis temores de ver cumplida también su otra visiónprofética sobre el asedio de Monteagudo. Pero no puedo creer que hayallegado hasta Salisbury una fuerza enemiga francesa o escocesa bastantenumerosaparaatacarelcastillo.Convocaaesagente,Simón,yenmarcha.

Al primer toque de clarín acudieron presurosos los arqueros blancos,cargadosdebotín,yelbarónnoocultóunasonrisadesatisfacciónalrecorrerconsupenetrantemiradalasfilasdeaquellosaguerridossoldados.Pocosjefespodíanenorgullecersedemandaruna fuerza tan temibley tanmarcial comoaquella.NofaltabanallíalgunosveteranosdelasgrandesguerrasdeFrancia,pero en sumayoría formaban laGuardia Blanca jóvenes arqueros, robustosmocetones ingleses, sobre cuyos petos lucían ricas bandas de seda y oro ybrillabanlaspiedraspreciosas,muestraevidentedelabundantebotínrecogidoen su larga campaña del sur. Perfectamente armados y protegidos con suscascosdeacero,cotademallarecubiertaporelcoletoblancoconlacruzrojadeSanJorgeenelpecho,el largoarcoa laespalday lamazaoelhachadecombate colgada del cinto, sentíase el barón capaz de grandes empresas alfrentedeaquelloshombresdenodados.

DoshorasdemarchaporlaorilladelAveyronlosllevaronalcampamentodelaGuardiaBlanca,formadoporunascincuentatiendas,yentrelosprimerosen acudir a su encuentro figurabaun jinete ricamentevestido, que saludóalbarónconentusiasmo.

—¡Porfin!exclamóestrechándolelasmanos.Másdeunmeshacequeosesperamosansiosos,señordeMorel.¡Bienvenidoseáis!¿Recibisteismicarta?

—Sóloaellasedebemipresenciaaquí.Peromeadmira,enverdad,señorde Latour, que no hayáis tomado vos mismo el mando de estos valientesarqueros.

—¡Imposible, mi noble amigo! exclamó el jefe gascón. Ya sabéis cómoson estos ingleses y no haymedio de que acaten como jefe a quien no seacompatriota suyo. Yo mismo no he podido conquistarme su confianza yobediencia; tuvieron como de costumbre su conciliábulo y los muy tercos,dirigidosporesecabezaduraqueahí traéis,SimónAluardo,resolvieronquehabíaisdeservosynootroquienlosmandara.PerovuestroplanerareforzarlaGuardiaconuncentenardereclutas,barón.¿Dóndeestán?

—EsperándonosenDax,dondenotardaremosenreunirnosconellos.

—Venid a mi tienda, donde descansaréis y vos y vuestro escuderorepondréisuntantolasfuerzasconlopocoqueaquípuedoofreceros.

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En el curso de la conversación no tardó Claudio Latour en exponer suproyectodeatacaraMontpezatyCastelnau,villascercanasymaldefendidas,enlaprimeradelascualesaseguróalbarónquehallaríanmásdedoscientosmilducadosocultosenlafortaleza,améndeotrobotínnadadespreciable.

—Muy diferentes son mis planes, señor de Latour, dijo irritado el deMorel.Hevenidoaquíparacapitanearaesosarqueros,poniéndolosalserviciodel rey nuestro señor y del príncipe su hijo, que necesita de todo nuestroauxilio para reinstalar a su aliado Don Pedro en el trono de Castilla. HoymismomepropongoseguirlamarchaendirecciónaDax.

—Puespormí,repusoLatourconevidentesorpresaydisgusto,estoymuysatisfechoconlavidaqueaquíllevo,notengoelmenorinterésenesaguerradequehabláisydesdeluegonomeveréisenDax.

—En tal caso, señormío, tendré el disgusto de ponerme al frente de laGuardiaBlancasinvos.

—Si laGuardiaos sigue,barón,cuandosepaquepensáis sacarladeestacomarca,dondeviveenlaabundancia,sinmásleyquesuvoluntad.

—Puesaaveriguarloenseguida,replicóimpetuosamenteelbarón.Sisoysu jefe, se vienen conmigo aDax en estemomento; y si no lo soy ¡porminombre!entoncesnoséquéhagoyoenAuvernia,envezdeocuparmipuestoenlaescoltadelpríncipe.

Notardaronenhallarsecongregadoslosarqueros,aquieneselbarón,convozfirmeyademánenérgico,dirigiólapalabraenestostérminos:

—Medicen, arqueros, queoshabéis aficionado a esta regaladavidaqueaquí lleváis, hasta el punto de no querer salir de Auvernia. Pero ¡por SanJorge!quenohedecreerlodetanvalientessoldados,sobretodocuandosepáisque vuestro príncipe prepara una gran empresa y necesita de vosotros. Mehabéis elegido por jefe y lo seré para guiaros a España; os juro que elestandartedelascincorosasondearásiempreallídondehayamáslaurosqueconquistar.Perosiesvuestrodeseocambiargloriayrenombreporvillucroyseguirenestacomarcaentrelamolicieyelsaqueo,buscadotrojefe,queyohevividohonradoyconhonrahedemorir.EntrevosotroshaymuchoshijosdelcondadodeHanson;quehablenlosprimerosydigansiestánprontosaseguirlabanderadeMorel.

Inmediatamentesedestacódelacolumnaunnumerosogrupodearqueros,montañesesrobustosdeHanson,queaclamaronalbarónconentusiasmo.

—¡Por la cruz de mi espada, muchachos! gritó en aquel punto Simónsaltandosobreuntroncocaído.¡Seríaunavergüenzapara laGuardiaBlancapermitir que el príncipe cruzase lasmontañas del sur sin que le abriésemos

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caminoconnuestrosarcos!Laguerraestádeclarada,elestandarterealondeaalviento,ybajo suspliegues sehallaráalviejoSimón,aunque tengaque irsolohastaDax....

—¡No,no! ¡VivaSimón! ¡Iremos todos!gritaron losarqueros,queensumayor parte no necesitaban del ejemplo dado tan oportunamente por elpopularísimoveterano.

—¡QuehableelcapitánLatour!seoyódecirenlasfilas.

—¡Sí,oigamostambiénalgascón!apoyóotravoz.

—¡Soldados! exclamóClaudioLatour sinhacersede rogar.Noharémásquerecordaros lomuchoybuenoqueaquídejáisy la triste recompensaquevais a buscar en lejana guerra. La libertad y el rico botín en Auvernia, lasevera disciplina ymísera paga en el ejército.Ya sabéis lo que han ganadovuestros camaradas de la Guardia Blanca que fueron a Italia; el saco deMantuayelrescatedeseiscientosnobles.Yoosproporcionaréaquígolpesdemanotanbrillantescomoese....

—¡Que los convertirán en una gavilla de ladrones! vociferó Tristán,furiosoconaquellaarenga.

—Sin embargo, no va del todo descaminado el capitán gascón, dijotímidamenteunarquerodetorvamirada.

—¡Tú has sido siempre un cobarde y un traidor, Marcos! rugió Simónenseñándoleelpuño.

—Haya paz, dijo el barón con voz tranquila. Los que prefieran servir alseñor de Latour, libres son de seguirle. Los demás, conmigo a donde nosllamaneldeberyelpatriotismo.

Una docena de arqueros se deslizaron avergonzados en dirección a latienda del gascón, despedidos por la rechifla de toda la columna, que pocodespuésseponíaenmarchaconelbarón,caminodelcuartelgeneralinglés.

En toda la comarca, de ordinario tan tranquila, que se extiende desde elAdour hasta la frontera deNavarra, vivaqueaban los numerosos cuerpos delmagno ejército; por todas partes se veían las tiendas de jefes y soldados deAquitania, gascones e ingleses.Acababa de llegar de Inglaterra el duque deLancaster, hermano del príncipe, con séquito de cuatrocientos caballeros ynumerosa fuerzade arqueros,último refuerzoque se esperabay todoestabaprontoparalamarcha.

Los desfiladeros deNavarra seguían enmanos del vacilanteCarlos, quehabía tratadodenegociara lavezconEnriquedeCastillayconEduardodeInglaterra;perolamanodehierrodelPríncipeNegroleobligóacederydejarlibres los pasos de la cordillera. Para conseguirlo comisionó el príncipe al

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capitánHugoCalverley,quienalfrentedesucompañíaentrórápidamenteenNavarraypegófuegoaPuentelaReinayMiranda.Aquelretobastóparaqueel reyCarlos desistiese de toda oposición al paso del fuerte ejército invasorporterritorionavarro.

AprincipiosdeFebrero,tresdíasdespuésdelallegadadelbaróndeMorely suGuardiaBlancaaDax, recibió el ejército inglés laordendemarchaendirecciónaRoncesvalles.Losprimerosenobedecerla,pordisposiciónexpresadelpríncipe, fueron los trescientos arquerosdeMorel, elegidospara abrir elcamino y situarse en el último tramo de la cordillera, a fin {de} esperar yproteger allí el paso de todo el ejército. Orgulloso en verdad cabalgaba elbarónalacabezadesugente,armadodepuntaenblancoyseguidodeRoger,SimónyReno,portandoesteúltimoelestandartedelfamosoguerrero.

—Áfemía,Roger,dijoéste,quehubierapreferidoveraCarlosdeNavarradisputarnoselpasodeesosmontes,que tengoentendidofueronteatrodeunreñidocombateenelqueperdiólavidaciertovalerosoRoldán.

—Simelopermitís,señorbarón,repusoReno,osdiréqueconozcobienelpaísporhaberservidoa lasórdenesdelreydeNavarra.Aqueledificiocuyotechoveisentre losárbolesesunasiloymonasterioyseñalael lugardondeperecióRoldán.ElpuebloquealaizquierdamanoquedaesOrbaiceta,tierradelbuenvino.

—Yaladerechaveouncaserío....

—EselpueblodeLosAldudes,ymásallálospicachosdeAltavista.

El barón hizo notar a Roger, que contemplaba admirado tan hermosocuadro, el contraste que desde aquella altura presentaban las áridas llanurasgasconasdelnorteconlasverdespraderasylascolinaspintorescasdelatierranavarra.Tampocodejabandeveraquíyallá,enloaltodelasrocasoaltorcerdeuncamino,pequeñosgruposdecaballerosysoldadosdel reyCarlos,quelos contemplaban en silencio; vista que ponía demuymal humor al barón,quien hablaba nada menos que de caer espada en mano sobre aquellossoldados neutrales. El veterano echaba de menos los días en que, según éldecía,jamássecomprabaconoronitratadoselpasoportierraextranjera,sinoqueseganabaapuntadelanzaoseperecíaenlademanda.Porfinllegaronlosarqueros a un lugar de la sierra desde el cual se divisaban en el lejanohorizonte las torres de Pamplona, y allí se detuvo la Guardia Blanca, encumplimientodelasórdenesdelpríncipe.Losaltosmontesestabancubiertosde nieve y los arqueros se acomodaron lomejor que pudieron en una aldeavecina.Rogerdedicóelrestodeaqueldíaypartedelsiguiente,averdesfilarelbrillanteejércitoreunidoparaaquellaexpediciónbajolasbanderasdelreydeInglaterra.NotardóenreunírseleSimón,quetomóasientoasuladosobreunaelevadaroca.

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—Hombres, caballos, armas y arreos, todo esto es magnífico, Roger, ydignodelaatenciónquelededicas,dijoelveterano.Nuestrovalientecapitánestá furioso porque hemos cruzado los montes sin andar a flechazos nilanzadas, pero o mucho me engaño o esta campaña de Castilla leproporcionará tantas ocasiones de combatir como pueda pedirle el cuerpo,antes de que volvamos a emprender la marcha hacia el norte. Dicen en elejércitoqueEnriquedeTrastamarapuedelanzarcontranosotroscuarentamilsoldados,sincontarlaslanzasfrancesasdeDuguesclínyquetodoselloshanjuradomorirantesqueveraDonPedrootravezeneltronodeCastilla.

—Peronuestroejércitoestambiénnumerosoyaguerrido.

—Veinteysietemilhombresporjuntoyentierraextraña.Peroatención,mon petit, que aquí llega Chandos en persona con su compañía y tras ellapendonesyescudosentrelosquereconocerásalomejordenuestranobleza.

Mientras hablaba Simón había desfilado ante ellos fuerte columna dearqueros, seguidos de un portaestandarte que llevaba en alto el pendón deChandos.Cabalgabaésteacortadistancia,revestidodearmaduracompletaaexcepcióndelcascoconluengasplumasblancas,quesosteníasobreelarzónunodelosescuderosdesuescolta.Cubríasusblancoscabellosunbirretedeterciopelo color depúrpuray unpaje le llevaba la poderosa lanza.Sonriósecomplacido al ver el estandarte de las cinco rosas que ondeaba sobre laaldehuelayconunaseñaldedespedida tomótrassusarqueroselcaminodePamplona.

A corta distancia de él iban mil doscientos caballeros ingleses, cuyosalmetes, petos y armas relucían al sol, formando deslumbrador escuadrón,escoltado por Lord Audley en persona con sus seiscientos arqueros y loscuatro renombrados escuderos que tamaña gloria conquistaran en Poitiers.DoscientosjinetespesadamentearmadosprecedíanalduquedeLancasterysubrillanteséquito,enelquedescollabancuatroheraldoscuyosluengostabardosllevabanbordadassobreelpecholasarmasreales.aunoyotroladodeljovenpríncipe cabalgaban los dos senescales deAquitania,Guiscardo deAngle yEstebanCosinton,portandoelprimerolabanderadelducadoyelsegundoladeSanJorge.Másallá,encuantodelcaminoabarcabalavista,seextendíasincesar columna tras columna, como un río de acero, dominado por airosascimeras,gonfalonesyblasonadosescudos.

Gran parte de aquel día permaneció absorto el buen Roger en lacontemplacióndeloslúcidosescuadronesycompañíasqueanteéldesfilaron,a la vez que escuchaba atento los nombres que citaba y los interesantescomentariosquehacía el veteranoSimón,hastaque losúltimoshombresdearmashubierondesaparecidoen losprofundosdesfiladerosdeRoncesvalles,condirecciónalosllanosdeNavarra.

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En compañía del duque de Lancaster llegaron a Pamplona, con lavanguardia inglesa, los reyesdeMallorcaydeNavarrayel impacienteDonPedro de Castilla. También se contaban allí apuestos caballeros gascones,procedentesdeAquitaniaydeSaintonge,deLaRochelle,Quercy,elLemosín,Agenois, Poitou y Bigorre, con los pendones y fuerzas de sus distritosrespectivos.YnoesdeomitirelnumerosocontingentedelpaísdeGales,bajola bandera escarlata deMerlín.Allí también el ancianoduquedeArmagnacconsusobrinoelseñordeAlbret,losdeEsparre,Breteuilytantosmás.

AlcuartodíatodoelejércitoquedóacampadoenelvalledePamplonayelpríncipeinglésconvocóasusjefesaconsejoenelpalaciorealdelaantiguacapitaldeNavarra.

CAPÍTULOXXX

LAGUARDIABLANCAENELVALLEDEPAMPLONA

Mientras se celebraba el consejo de guerra en Pamplona hallábaseacampadalaGuardiaBlancaenlasafuerasdelaciudad,entrelascompañíasdel jefegascónLaNuitydelflamencoOrtingo,yallísedivertíantirandolaespada,luchandocuerpoacuerpocomoantiguosgladiadoresomostrandosuhabilidad en elmanejo del arco, para lo cual les servían de blanco escudoscolocadossobrelascercanaseminenciasdelterreno.Losarquerosbisoñosseadelantabanformadosenfilasytendíancuidadosamentelosgrandesarcos,entanto que los veteranos como Yonson, Reno, Simón y otros seguían conatención el vuelo de las flechas, comentando, aplaudiendo o corrigiendo losesfuerzosde los tiradores.Trasellos seagrupabanmuchosballesterosdeLaNuit y del Brabante, que observaban con interés el ejercicio a que seentregabansusaliadosingleses.

—¡Bravo,Gerardo! dijo el viejoYonson a unmocetón de ojos azules yrubiocabelloqueconlabiosentreabiertosyfijamirada,seguíaladireccióndelaflechaqueacababadelanzar.Ahílatienesenelcentrodelblanco,yasíloesperabadesdequelavisalirdetumano.¡Buenarquero,muchacho!

—Tiradsiempredelacuerdalentamenteyporigualysoltadlaflechasinmoverlamano,perodepronto,dijoSimón.Yacordaosdequeesasreglassonleylomismocuandotiréisalblancoquecuandotrasdelescudoseosvengaencimaunjinetelanzaenristreoespadaenalto,dispuestoapartiroselalma.Pero ¿quién es ése que agarra el arco como un cayado y que hace tantasmuecasparaapuntar?

—Es Sabas, de Bristol. ¡Oye tú, Sabas! gritó Vifredo, no dobles el

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espinazo, hijo, ni saques la lengua, quemaldito lo que eso te ayudará paraponer la flecha en el blanco.Levanta esa cara tan fea queDios te ha dado,tentetieso,yextiendebienelbrazoizquierdo,sinmoverlo;ahoratiradespaciodelacuerdaconladerecha.

—Á femía, quemás entiendo yo demanejar la espada y la pica que elarco,dijoReno,perohellevadotantosañosentrearquerosquerecuerdohaberpresenciadoprodigios.Buenostiradoreshayaquí,peronocomoalgunosquerecuerdo.

—¿Vesaquello?preguntóYonsonalveterano,extendiendoelbrazohaciaunabombardaqueanograndistanciasealzabasobresupocoairosacureña.Pueslaculpalatienenesosarmatostes,consushumaredasysusrugidos.Anteellosvandesapareciendopocoapocolosarquerosdelabuenaescuela.Yesmaravilla que tan gentil guerrero como nuestro príncipe lleve consigo esassuciasmáquinas,queojaláreviententodasconmildemonios.

—Para arqueros de primer orden algunos que teníamos en el sitio deCalais,observóSimón.Recuerdoqueenunadelasmuchassalidasungenovéslevantóelbrazoyloagitócomoamenazándonos.Diezdenuestrosmuchachosle soltaron en el actootras tantas flechas, y cuandodescubrimosdespués sucadáversevioqueteníaochodeellasclavadasenelantebrazo.

—Puesyoosdiré,repusoVifredo,quecuandolosfrancesesnoscogieronelgaleónCristóbalyloanclaronadoscientospasosdelaplaya,dosarquerosdemarca,RobínyElías,nonecesitaronmásdecuatroflechasparacortarelcable del ancla como con un cuchillo, de suerte que por poco se estrella elgaleóncontralasrocasyalosdeabordolosasaeteamosdelolindo.

—Buenostiemposaquellosymejoresarqueros,enverdad,dijoReno,peroabienqueahíestáSimónAluardo,tanperitocomoelquemás;ycuantoati,Yonson,comosinotehubieravistoyoganarteelbueygordoalláenFenbury,cuandotelodisputaroneneltiroalblancolosprimerosarquerosdeLondres.

Habíalosestadoescuchandomuyatentamente,apoyadoensuballesta,unrobusto flamenco de penetrantemirada y atezado rostro, cuyo traje y porterevelabanaunoficialsubalternodelastropasdelBrabante.

—No comprendo, dijo dirigiéndose a los arqueros ingleses, por qué osgustatantolaperchaesadeseispiesdelargo,queoshacetiraryesforzaroscomomulosdecarga,cuandoyoconelmolinetedemiballestaobtengosinmolestialosmismosresultados.

—Buenos tiros de ballesta han visto mis ojos, contestó Simón, peropermitidmedeciros,camarada,quecomparandovuestraarmaconelarcomepareceunabicocapropiademujeres,quepuedendispararlacontantafacilidadytantoaciertocomovos.

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—Mucho habría que decir sobre eso, repuso bruscamente el flamenco.Pero desde luego aseguro que con mi ballesta hago yo lo que ninguno devosotrosconelarco.

—¡Biendicho,mongarçon!exclamóSimón.Elbuengallocantasiemprealto.Peroaloshechosmeatengoycomoyohepracticadomuypococonelarcoenestosúltimostiempos,ahíestáelviejoYonson,quesabehacerbienlascosasysostendrácontravoselhonordelaGuardiaBlanca.

—Un galón de vino del Jura apuesto por el arco, dijo Reno, y por misbarbasquepreferiríaapostarlodebuenacervezadeLondressitalhubieraporestastierras.

—¡Apostado! exclamó el ballestero. Lo que no veo, continuó mirandorápidamenteenderredor,esunblancoquemerezcatalnombre,puesyonohedeperdereltiempotirandoaesosescudos,buenosparaejercitarreclutas.

—Eltíoeseeselmejortiradordelascompañíasaliadas,dijoenvozbajaaSimónunhombredearmasinglés.EstamismamañanaoídecirdeélquefuequienderribómalheridoalcondestabledeBorbón.

—Respondo deYonson, a quien he vistomanejar el arco durante veinteaños, contestóSimón.¿Qué tal,viejomío?¿Te resuelvesademostraraestecamaradaloquevaleunarcoinglés?

—Ábuenapartevienes,Simón,comosipara lances talesvalieramásunarqueromachucho,porbuenoquehayasido,queunodeesoszánganosmozosconojosdelinceypuñosdehierro.Peroenfin,déjametomarleeltientoaesearcotuyo,Roldán,quemeparecedelosbuenos.Escocésdeconstrucción,nohaymásqueverlo,ligeroyflexiblealavezquepoderoso.No,esasflechasno;unadeaquellas,tresplumasporbandaypuntaestrechaylarga.

—Esassonlasqueamímegustan,marrullero,dijoSimón.

—¿Estáispronto?preguntóelballestero,poniendocuidadosamenteen suarmaungruesodardo.

La noticia de la prueba que se preparaba había cundido por el campo ynumerosos espectadores de las diferentes compañías formaban extensosemicírculo detrás de los dos justadores.Lamirada del ballestero se fijó depronto en una cigüeña que trasponiendo lejana colina continuó su perezosovuelo en dirección al campamento. Al acercarse divisaron todos un puntonegro que se cernía a grande altura, y que muy pronto conocieron era unmilanoenseguimientodesuvíctima.Aterrorizadalacigüeñallegóaunoscienpasosde los arquerosyel avede rapiñaempezóa trazarpequeñoscírculos,como si se preparase a caer sobre ella, cuando el ballestero, apuntandorápidamente,atravesóconsudardoalapobrecigüeña.Casialmismotiempo

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tendióYonsonsu temiblearcoy laflechadetuvoensuvueloalmilano,queempezó a caer velozmente; alzóse gran clamoreo de los espectadores, queaplaudíanambasproezas;perolaaprobacióndetodossetrocóenasombroalverqueYonsonponía apresuradootra flechaen suarcoapenasdisparada laprimerayapuntandohorizontalmenteclavabaasuvezunasaetaenlainfelizcigüeña,casienlosmomentosdedaréstaconsucuerpoenelsuelo.Ungritounánimedelosarqueros,resonanteexpresióndetriunfo,acogióaquelladoblehazañadesucamarada,aquienabrazóestrechamenteSimón,quedanzabadegozo.

—¡Ah,viejolobo!gritó.Estalacelebraremosjuntosvaciandounazumbredelobueno.Nocontentoconelmilanohabíasdeensartartambiénlacigüeña.¡Porlasbarbasdelgranturco!¡Otroabrazo!

—Buentiradorsois,afemía,dijogravementeelballestero,peronohabéisprobado serlo mejor que yo. Apunté a la cigüeña y di en el blanco; nadiehubierapodidohacermás.

—No pretendo aventajaros como tirador, repuso Yonson, pues conozcovuestrafama;perosíqueríademostrarqueconelarcoesposiblehacerloquenohubieraispodidorealizarconvuestraballestaenigualtiempo,dadoelquenecesitáisparaarmarlaydispararporsegundavez.

—Cierto es ello, pero ahora me toca a mí enseñaros una ventaja de laballesta sobreel arco.Tendedelvuestrocuantopodáisy lanzad la flecha lomás lejos que alcance.Mi dardo la dejará muy atrás.Marca las distancias,Arnaldo, clavandoen tierraunapica a cadacienpasosy espérate junto a laquintapararecogerytraermemisdardos.

Hízolo así el soldado y momentos después partía silbando la flecha deYonson.

—¡Másalládelacuartapica!gritóSimón.

—¡Bravo,Yonson!exclamaronlosarqueros.

—¡Cuatrocientosveintepasos!dijounballesteroqueconArnaldoacababademedirladistanciaexactayllegócorriendoalgrupo.

—Pues ahora veréis cómo vuela un buen dardo del Brabante, dijotranquilamenteelballestero.

—¡PorlacruzdeGestas!gruñóTristán,hacaídocercadelaquintapica.

—¡No,másallá,másallá!gritaronentusiasmadoslosflamencos.

—¡Quinientosochopasos!voceóArnaldoyrepitierontodosconasombro.

—¿Cuál de las dos armas vence ahora? preguntó orgullosamente elballestero.

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—En el tiro a distancia, la vuestra lleva la ventaja, lo confieso, replicóYonsoncortésmente.

—¡Poco a poco! gritó en aquel punto nuestro amigo Tristán con unvozarrón tremendoy adelantándosehasta llegar junto al engreídoballestero.Este arco que aquí veis alcanza más lejos que esa maquinaria vuestra, conmolinilloytodo,yoslovoyaprobarahoramismo.¿Preferístirarotravez?

—Meatengoalosquinientosochopasosdemiúltimodardo.

—Puesallávaelmíocaminodelosseiscientos,dijoelgigantescoarquerotendiéndoseenelsuelo,poniendounpieencadaextremodesuarcoytirandovigorosamentedelacuerda,despuésdecolocarenellalarguísimaflecha.

—Vas a hacer un pan como unas hostias, gandul, le dijo Simón. ¿Decuándoacápretendestúsuperaralosarquerosveteranos?

—Calma,Simón,queestaesunatretamíayyoséloquemehago.

—¡BienporTristán!¡Rompeelarcosiespreciso,camarada!vocearonlosarqueros.

—¿Quién es aquel imbécil que está allí plantado, camino demi flecha?preguntóTristánalzandolacabezaymirandohacialaúltimapica.

—EsmisoldadoArnaldo,quemarcaellugardondecayómidardoysabequeallínadatienequetemerdevos,dijoelballestero.

—¿No?¡PuesqueDiosloperdone!exclamóTristántendiéndosedenuevoenelsuelo,afirmandolospiesytirandodelacuerdahastahacercrujirelarco.¡Alláva!

El silbidode la flecha seoyóagrandistancia; elmedidordel terreno searrojó de cara al suelo y levantándose enseguida echó a correr en direcciónopuestaalgrupoqueformabanlostiradores.

—¡Aprieta,Tristán!¡Sinosetiraalsuelonolocuenta!¡Bien,muchacho!exclamaronlosarqueros.

—¡MonDieu!Nohevistojamásproezaigual,dijoeldeBrabante.

—Lo dicho, es una treta mía con la cual me he ganado muy buenoscuartillosdecervezaalláenlasferiasdeHanson,repusoTristánlevantándoseysonriendosatisfecho.

—La flecha ha caído a ciento treinta pasos más allá de la quinta pica,dijeronvariosarquerosysoldados.

—¡Seiscientos treinta pasos! Es un tiro descomunal, pero nada prueba afavor de vuestra arma, robusto amigo, porque para llegar a tal distancia oshabéisconvertidovosmismoenarcoyesonoeralopactado.

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—¡No deja de ser verdad lo que decís! asintió Simón riéndose. Peroprobados ya el tiro al blanco y el de distancia, voy a demostraros ami vezcómoelarcoganaalaballestaenfuerzadepenetración.¿Veisaquelescudo,en la altura?Esde roble recubierto de cuero.Clavad en él vuestrodardo lomásprofundamentequepodáis.

—Alláva,dijoelballestero,aquienimitóSimóndespuésdeensebarconcuidadolapuntadesuflecha.

—Tráemeelescudo,Elías,dijoSimónaunarquero.

Cariacontecidos quedaron los ingleses y grande fue la risa de los de LaNuityBrabantealverqueelsólidoescudosóloteníaeldardodelballesteroclavadoprofundamenteyniseñalesdelaflechadeSimón.

—¡Porvidadelostresreyes!exclamóelflamenco.Nisiquierahabéisdadoenelblanco,señoringlés.

—¿No,eh?replicóelveteranoconsorna;ydandovueltaalescudoseñalóen la cara interior de éste un pequeño agujero. ¿Veis esto? Pues es que hasucedidoloqueyoesperaba;vuestrodardohaquedadoatarugadoenelrobleapocodeatravesarelcuero,en tantoquemi flechahahoradadoelescudodeparteaparte.

Elsemblantedeloficialrevelósuhumillaciónysudisgusto,peroantesdequepudieradespegarloslabiosllegóalgalopeRoger,quedirigiéndosealosarqueroslesdijo:

—Nuestro capitán el barón deMorel me sigue de cerca y quiere hallarreunidosasussoldadosparadarlesenpersonaunabuenanoticia.

Arquerosyhombresdearmassecalaronatodaprisaloscascos,endosaroncotasdemallaycoletos,asieronsusrespectivasarmasyendosminutosquedóperfectamenteformadalaGuardiaBlanca.Pocodespuésllegóelbarónaltrotedesubriosocorcelycontemplóconevidentesatisfacciónelmarcialaspectodesugente.

—Soldados, lesdijo,vengoaanunciarosquelaGuardiaBlancaacabadeser objeto de un alto honor. El príncipe nos ha elegido para formar lavanguardiayseremoslosprimerosenatacaralenemigo.Sialgunodevosotrosvacilaenestemomento....

—¡Osseguiremoshastaelúltimo!¡Vivanuestrocapitán!gritaronaunalosarqueros.

—Bien está. ¡Por San Jorge! no esperaba menos de vosotros. Nospondremosenmarchamañanaaldespuntareldía,ymontaréisloscaballosdela compañía Loring, que por ahora queda incorporada a la reserva. Hastamañana.

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Los arqueros rompieron filas con mil exclamaciones de contento,palmoteando y abrazándose como si acabasen de ganar una victoria.Contemplábalossonrienteelbaróncuandocayósobresuhombrounapesadamano y volviéndose halló el rostro coloradote y mofletudo de Sir OliverButrón.

—¡Aquí tenéisotro recluta, caballeroandante! ledijoel rollizoguerrero.AcabodesaberqueseréiselprimeroenmarcharcaminodelEbroyconvosmelargoaunquenoqueráis.

—¡Bienvenido,Oliver!Vuestracompañía,amásdegustosa,eshonraparamí.

—Pero debo confesaros con franqueza que tengo para ello una razónpoderosa....

—Sí, vuestro deseode hallaros siempre dondehaypeligros que correr ylaurosqueconquistar.

—Noprecisamente....

—¿Québuscáis,pues?

—Gallinas.

—¿Eh?

—Os explicaré. Hasta ahora hemos debido de tener por vanguardia unapartidadegentesfamélicas,ajuzgarporlalimpiadevituallasquehanhechoentodoelcamino.DesdequesalimosdeDaxtraealagrupamiescuderounsaco de exquisitas trufas, pero estad seguro de que no hallaremos una solagallinaniunmalpollastreconquecomerlasmientrasnodejemosatrásaesosvoraces merodeadores. Y he aquí por qué, mi buen León, me alisto desdeahorabajovuestrabandera,contrufasytodo.

—¡Siempre el mismo, Oliver! dijo el barón riéndose de la salida de suamigoeinvitándoloaentrarensutienda.

CAPÍTULOXXXI

DECÓMOTRISTÁNYELBARÓNHICIERONDOSPRISIONEROS

Dos días de acelerada marcha llevaron al barón y su gente a la orillaopuestadelrápidoArgaymásalládeEstella,hastadejaratráslosvallesylascañadasdeNavarra y hallarse frente al anchurosoEbro, en cuyas riberas sealzaban numerosos caseríos. Durante toda una noche contemplaron los

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sorprendidoshabitantesdeVianaelpasodelríoporaquellatropa,quehablabauna lengua extraña a sus oídos y cuyas armas y equipo llamaban nomenospoderosamente su atención. Desde aquel momento se hallaba la GuardiaBlancaentierradeCastillaylapróximajornadalosdejóenunpinarcercanoalaciudaddeLogroño,enelcualsedetuvieronparatomarhombresycaballoselmuynecesitadodescanso,mientras los jefes celebraban consejo presididoporelbarón.

Tenía éste consigo a los señores Guillermo Fenton, Oliver de Butrón,Burley,llamadoelcaballeroandantedeEscocia,RicardoCaustonyelcondedeAngus,distinguidos todosellosentre losprimeroscaballerosdelejército.Componían el resto de la fuerza sesenta hombres de armas veteranos ytrescientos veinte arqueros. Don Enrique de Trastamara, rey de Castilla, sehallabaacampadoconsuejércitoaunasdiezleguasdedistanciaendirecciónaBurgos, según informes suministrados al barón por numerosos espías. Poréstos supo también que el monarca castellanomandaba poderosa hueste decuarentamilinfantesyveintemilcaballos.

Largas fueron las deliberaciones del consejo, y aunque Fenton y Burleysostuvieron que la misión de la vanguardia quedaba bien cumplida porentonces,pueshabíanaveriguadolaposiciónynúmerodelenemigo,yqueeratemeridadcontinuarallíconsólocuatrocientoshombres,entreunejércitodesesentamil y un caudaloso río, prevaleció la opinión del señor deMorel yotroscaballeros,quenoqueríanrepasarelEbrosinveraunsoloenemigoniintentarhazañaoaventuraporarriesgadaquefuese.

Continuaron,pues, lamarcha,protegidosporlaobscuridaddelanocheyguiadosporunpastordecuyaguardaseencargóReno,empezandoporatarlesólidamenteunamuñecaconreciacuerdacuyootroextremoaseguróalarzónde su silla.Momentosdespuésdeamanecer, cuandoyaelpasopor aquellasbreñas ibahaciéndosehartodifícil, les anunció temblando suguíaqueen laobscuridad había perdido el camino; palabras que indignaron a los arquerosmáspróximos,sospechososdeunatraiciónyqueapuntoestuvodecostarlavida al pastor, cuando repentino toque de cornetas y tambores reveló a losexpedicionarioslainmediacióndelenemigo.

—¡Habla,villano!¿Quésignificaeserumor?preguntóenbuencastellanoelseñordeFentonaltemblorosoguía.

—¡Yasédóndeestamos!exclamóéste.Elejércitoacampaenaquelvalle.Salgamosdeestacañadaydesdeesaalturaquealaizquierdaquedaveréislastiendasdelrey.

TomóFentonladeraarriba,siguiéronlesigilosamentelosotrosyalllegaralacumbremiraronconprecauciónelbarónyloscaballerosporentrerocasymatorrales.

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Elcuadroqueelinmediatovalleofrecióasuvistalosdejóatónitos.Frentea ellos se extendía una gran llanura cubierta de verde hierba y por la queserpenteabandosriachuelos.Entodoelvalle,hastadondealcanzabalavista,millares de blancas tiendas, adornadas muchas de ellas con enseñas ypendonesdelosaltivosseñorescastellanosyleoneses.agrandistancia,enelcentro de aquella improvisada ciudad, una tiendamayor y más vistosa quetodaslasrestanteserasindudalaviviendadelmonarca.Eltoquequehabíanoídolosingleseseralaprimerallamadamatutina;elcampamentodespertaba,numerosossoldadossalíandelas tiendas,dirigiéndoseunosalriachuelomáscercanoypreparandoyencendiendootrosmultituddefogatasqueempezaronadesprendercolumnasdehumo.

Largoratocontinuaronenacecholosinglesesyvieronquealgunosgruposde nobles castellanos,montando sus hermosos corceles y seguidos de pajesque llevaban halcones y azores adiestrados, se preparaban a entregarse a suejerciciofavoritodelacaza.asuladocorríanysaltabangrandeslebreles.

—Arrogantesgalanes,afemía,dijoSimónaRoger,queolvidadodetodocontemplabaconembelesoespectáculotannuevoparaél.

—Loqueyopienso,dijoasuvezTristán,esquesipudieraapoderarmedeuno de aquellos alegres jinetes y hacerle pagar rescate, podría tambiéncomprarleamimadreunpardevacas....

—Noseascernícalo,Tristán,repusoSimón.Dimásbienqueconelrescatepodrías comprar una hermosa granja inglesa y diez aranzadas de terreno aorillasdelAvón.

—¿Sí? Pues allá voy a traerme uno de ellos, exclamó Tristán haciendoademándebajaralvalleyenvoztanaltaquellamólaatencióndeMorel.

—Nadiesemueva,ordenóéste.Quitáosloscascosybajadlasarmasparaqueelbrillodel aceroa los rayosdel solno llame laatencióndel enemigo.Aquíhemosdeaguardarocultoshastalanoche.

Asílohicieron,temiendoversedescubiertosyaniquiladosdeunmomentoaotro,cosaqueparecióinevitablecuandoaesodemediodíavieronsubirporelsenderodelvalleaunapuestocaballero,ligeramentearmado,quemontabaun caballo blanco y llevaba posado sobre el puño izquierdo un halcón. Elcazador siguió trepando hasta llegar a la cumbre, obligó a su caballo atrasponer la valla natural que formaban los arbustos y cuando menos loesperabasehallórodeadodelosextrañosguerrerosallíocultos.Lanzandounaexclamacióndesorpresaydespechohizovolvergrupasasucaballo,derribóéstealosdosarquerosqueintentabandetenerloeibayaalanzarsealgalopehaciaelvalle,cuandocaballoycaballerosevierondetenidosbruscamenteporlasférreasmanazasdeTristán.Unmomentodespuésyacíaeljinetederribado

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enelsuelo.

—Rescatetenemos,dijoTristán.

—Sinomeengaño,arquero,dijoelbarónadelantándosedespuésdemiraratentamente al sorprendido cautivo, acabas de hacer prisionero al noblecaballero español Don Diego de Álvarez, a quien tuve la honra de ver untiempoenlacortedenuestropríncipe.

—DonDiego soy, repuso el caballero, ypreferiríamil veces lamuerte averme hecho prisionero en una emboscada y por las villanas manos de unarquero....Tomadvosmiespada,señorcapitán.

—Pocoapoco,caballero,dijoelbarón.Soisprisionerodelsoldadoqueoshahechocautivo,mozovalienteyhonrado.Potentadosdemásaltorangoquevoshansevistoantesdeahoraprisionerosdearquerosingleses....

—¿Quérescatepideesehombre?interrumpióelcastellano.

—Pues yo, dijo titubeando Tristán cuando le hubieron traducido lapregunta,quisieraunascuantasvacas,yunacasitaaunquefuesepequeña,consuhuertoy....

—¡Basta, basta! dijo el barón congran risa.Déjame arreglar este asuntopor ti, arquero.Todo loqueel soldadoquiere,DonDiego,puedecomprarsecondinero,ycreoquecincomilducadosnoesmuchopedirporlalibertaddetanrenombradocaballero.

—Leseránpagados.

—Meveoobligado,esosí,aretenerosentrenosotrosporalgunosdías,yapediros permiso para usar vuestra armadura, escudo y caballo en unaexpediciónqueproyecto.

—Miarnés,armasycaballovuestrossonporlaleydelaguerra.

—Peroosserándevueltos.Colocacentinelas,Simón,ahíenlaentradadelpaso y una guardia de arqueros con armas preparadas por si algún otrocaballeronosvisita.

Pasaronlashorasylosinglesessiguieronvigilandotodoslosmovimientosdelagranhuesteenemiga.Alcaerlatardesenotógranagitaciónenelcampoyluegofuertesclamoresyeltoquedeciencornetas.Notardóendescubrirselacausa;porelcaminomáslejanodelpuntodondesehallabanagazapadoslosarqueros llegaba una fuerte columna, nuevos refuerzos para el ejércitocastellano.

—¡Eldiablomelleve,dijoporfinBurley,sialfrentedeesoscaballosnoondeaelestandarteconladobleáguiladeDuguesclín!

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—Asíes,dijoeldeAngus,yconél loscaballeros francesesalistadosenBretañayAnjou.

—Cuatromiljineteslomenos,repusoGuillermoFenton.YallíveoalgranBertránenpersona,juntoasubandera.ElreyEnriquesaleasuencuentroconheraldos,caballerosypendones.Vedlosque juntossedirigenhacia la tiendareal.

En tanto el baróndeMorel había revestido la armadurade suprisioneroDonDiego y tan luego se puso el sol dio orden a su gente de preparar lasarmas.

—SeñordeFenton,dijo,heresueltointentarnopequeñaempresayosheelegido para mandar a nuestros soldados en una salida y sorpresa alcampamento castellano.Antes saldré yo con dirección al centro del campo,consólomiescuderoydosarqueros.Caedsobreelenemigocuandomeveáisllegaralatiendadelrey.Dejaréisveintehombresaquí,enelsenderoquepartede la cañada, y regresaréis apresuradamente a estemismo lugar después devuestrorápidoataque.

—¿Quéproyectáis,Morel?

—Después loveréis.Roger,meseguirás llevandopor labridauncaballode repuesto.Quevenganconnosotros,bienmontados, losdos arquerosquenosacompañaronennuestroviajeporFrancia,yenquienes tengoconfianzaabsoluta. Dejarán aquí sus arcos y ni ellos ni tú diréis palabra, aunque oshablenenelcampo.¿Estáspronto?

—Ávuestrasórdenes,señorbarón,dijoRoger.

—¡Y también nosotros! exclamaron Simón y Tristán, montando yadelantándoseasuvez.

—En vos confío, Fenton, dijo el barón. Si Dios nos protege hemos devernosreunidosotravezaquíantesdeunahora.¡Adelante!

Montó el barón el blanco caballo de Don Diego de Álvarez, y saliótranquilamente de su escondite seguidode sus tres compañeros.Llegados alvalle hallaron multitud de grupos de soldados y caballeros castellanos yfrancesesquefraternizaban,porentreloscualespasaronsinquesupresenciallamase la atención, y deslizándose entre las filas de tiendas no tardaron enhallarse frente a la que ostentaba el estandarte real. En aquel momentoestallarongrandesgritosdesorpresay terrora la izquierdadelcampo,haciadondesedirigieronvelozmentemillaresdeinfantesyjinetesymuyprontoseoyóalolejoselrumordefuriosocombate.aexcepcióndealgunoscentinelasy pajes, cuantos se hallaban cercanos a la tienda real habían desaparecido,voceandoyarmaenmano,endirecciónallugardelalucha.

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—¡He venido aquí a apoderarme del rey! dijo entonces el barón a lossuyos;yloconseguiréopereceréenlademanda.

Roger y Simón cayeron en seguida sobre los hombres de armas queguardaban lapuertay los tendierona lospiesde sus caballos.Desmontaronrápidamente,comoyalohabíahechoelbarónylostresseprecipitaronenlatiendaespadaenmano,seguidosunmomentodespuésporTristánquesehabíaencargadodeasegurarloscincocaballoscercadelapuerta.Oyéronsegritosychoquedearmasdentrodela tiendayalospocosinstantesvolvieronasalirlosaudacesguerreros,tintasensangrelasespadasyllevandoTristánacuestaselcuerporicamenteataviadodeunhombredesvanecidoomuerto,queenunabrirycerrardeojosquedóaseguradosobreelcaballoderepuesto.Pococostóalbarónysussoldados,unavezmontados,dispersaralospajesyservidoresdel rey que los rodeaban, y se lanzaron al galope en dirección a la colinadondeesperabanrefugiarse.

ElinesperadoyfuriosoataquedeGuillermoFentonconsuscuatrocientosarqueros había llevado a medio campamento una confusión espantosa ysembradolamuerteasupaso.Multituddejinetescastellanoscorríanentodasdirecciones, sin hallar al enemigo, confundiéndolo en la obscuridad con susaliados los franceses. En tanto el barón, Roger y los dos arqueros con sucautivosalíandelcampoporotrolado,sinhallarasupasomásquedosatresgrupos de soldados, que sorprendieron y dispersaron fácilmente. Los pocosquedieronenperseguirlosretrocedieronatodaprisaalllegaralacañadayoírlas cornetas y atabales que allí tocaban furiosamente los veinte arquerosemboscados al efecto. Los perseguidores, como lo había previsto el barón,creyeron que una gran fuerza inglesa, quizás todo el ejército del PríncipeNegro,habíatomadoposesióndeaquellasalturas.Lomismosucediócuandopoco después llegaron a escape y perseguidos los jinetesmandados por SirGuillermoFenton,sinqueelenemigoseatrevieraacontinuarlapersecuciónen laespesura,dondeevidentementesehallabanemboscados los inglesesenconsiderablenúmero.

—¡Contemplad mi conquista, Morel! gritó apenas llegado Oliver deButrón, agitando sobre su cabeza un enorme jamón que había arrebatado alenemigo.Osconvido,amigobarón,aunquees lástimaqueno tengamosunabotelladebuenvinoconquerociarlo....

—Más tardehablaremos,Oliver,dijoelbarón jadeante.Porahora loqueimportaesmarcharatodaprisahaciaelEbro,porlomáscerradodelbosque.

—¡Paciencia!dijoelseñordeButrón.Pero¿quiéneseseindividuoqueahítraéis?

—UnprisioneroqueacabodehacerenlatiendarealyqueajuzgarporsuropajeyelescudoconlasarmasdeCastillabordadosobreelpechoesperosea

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elmismísimoreyDonEnrique.

—¡Elrey!exclamaronasombradossusoyentes,rodeandoaldesconocido.

—Osengañáis,barón,dijoFenton,quemirabaatentamentealcautivo.DosveceshevistoaldeTrastamarayestehombreennadaseleparece.

—Puesentonces¡porelcielo!jurovolverahoramismoalcampoytraermealrey,vivoomuerto.

—Seríaunatemeridadinútil,barón.Elcampoenemigoestátodosobrelasarmas. ¿Quién sois vos? preguntó bruscamente Fenton en castellano,dirigiéndosealdesconocido.¿YcómonosiendoelreyostentáiselescudodeCastilla?

El prisionero había vuelto en sí del desmayo que le ocasionaran losvigorosospuñosdeTristán,quelehabíanapretadoelpescuezosincompasiónnimiramientos.

—Formo parte, dijo, de la guardia de nobles encargados de velar por lapersonadel rey.Mi soberano sehallabapor fortunaen la tiendadestinadaaDuguesclín cuando vos me sorprendisteis. Soy Don Sancho de Penelosa,caballeroaragonésal serviciodesualtezaDonEnriquedeCastillayprontoestoyapagarelrescatequesemeexija.

—Guardaos en buena hora vuestro dinero, dijo el barón, profundamentedisgustadoconelfracasodesuatrevidaempresa.Libreestáis.Decidavuestroseñorqueunnobleinglés,elbarónLeóndeMorel,hahechoestanochetodoloposible,aunqueinútilmente,porofrecerlesusrespetosenpersona.Otravezserá. ¡Y ahora, amigos míos, a caballo y en marcha! Había creído poderquitarmeestanocheelparchequecubremiojo,peropor lovisto tengoquellevarlopuestoalgúntiempotodavía.¡Enmarcha!

CAPÍTULOXXXII

DONDEELSEÑORDEMORELCUMPLESUVOTO

Lamañanasiguiente,desapacibleyfríacomomuchasdelmesdeMarzoenaquelloscontornos,hallóanuestrosarquerosenunterrenopedregosoyalpiedeelevadísimasrocas,cuyascimasempezabaadorarelsolnaciente.Enunode los grupos que apresuradamente disponían el desayuno figuraban Reno,SimónyYonson,másatentosaprepararsusflechasyafilarsusespadasqueavigilarelguiso,delcualcuidabasolícitoelvorazTristán.RogeryNorbury,elsilenciosoescuderodeSirOliver,procurabancalentaralfuegodelahoguerasusmanosateridas.

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—¡Yahierveelguisote!exclamóYonsonponiendoaun ladoelespadón.¡A comer, antes de que nos den la orden demarcha o nos caiga encima unnubladodecastellanosyfranceses!

—¡Por vida de! dijo Simónmirando a su amigo Tristán, ahora que estecernícalo está en vísperas de recibir el cuantioso rescate de su prisionerodesdeñaráquizáscomerconpobresarqueros.¿Eh,Tristán?Nomáscubiletesdecervezanimediasracionesdececina,cuantoteveasotravezenHorla,sinovinogascónadiarioycarneasadahastaquetehartes.

—LoqueenHorlaharé,sargento,siallállegootravez,estáporver;loquesíséesqueporahoravoyametermicascoenesacalderayacomercuantopueda,porsinovolvemosaverunguisoentodoeldía.

—¡Biendicho,muchacho!¡Ea,cadacualparasí!¿Aquiénbuscas,Robín?

—Elseñorbaróndeseaverosensutienda,dijoaRogerunjovenarquero.

Apenas llegadoRogerapresenciadesuseñorentrególeésteunabultadopergamino,diciendo:

—AcabadetraérmelounmensajerodeSuAlteza,quienmedicequefueportadordeeseyotrospergaminosuncaballeroreciénllegadodeInglaterraalcuartelgeneral.

—Estádirigidoavos,señorbarónyescrito,segúnaquíreza,"demanodeCristóbal,siervodeDiosyPriordelmonasteriodeSalisbury."

—Leepronto,Roger.

El joven escudero recorrió con la vista las primeras líneas, palideció ylanzóunaexclamacióndesorpresaydolor.

—¿Qué es ello? preguntó el barón. ¿Vas a darme malas noticias de laseñorabaronesaodemihijaConstanza?

—¡Mi hermano, mi desgraciado hermano! exclamó Roger. ¡Hugo hamuerto!

—Te trató en vida como a mortal enemigo, Roger, y no veo fundadomotivoparaquetantosientassumuerte.

—Eraelúnicoparientequemequedabaenelmundo.Pero¡quénoticias!¡Cuántoinesperadodesastre!Oíd,señorbarón.

El prior escribía que poco después de la partida de Morel se habíacongregadoenlagranjadeMunsterypuéstosealasórdenesdeldíscoloHugode Clinton numerosa fuerza compuesta de aventureros, bandidos y genteperdidadetodalacomarca,quienesdespuésdederrotaralasgentesdejusticiay soldados del rey enviados contra ellos, habían puesto sitio al castillo de

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Monteagudo,habitadoporlaesposaehijadelbarón.Quelabaronesa,lejosdeentregarlafortaleza,habíaorganizadoydirigidoladefensacontantosbríosyacierto tal que al segundo día, después de empeñados y mortíferos asaltos,habíaperdido lavidaHugo,el jefede los sitiadores,yhuidoydispersádoseéstos.Lacartaterminabadandolasmejoresnoticiassobrelasaluddeambasdamaséinvocandosobreelbarónlasbendicionesdelcielo.

—¡Laprofecía! dijo el barón tras larga pausa. ¿Recuerdas,Roger lo quenosdijoaquellanochememorableyfatal laesposadeDuguesclín?Elasaltodelcastillo,eljefedelabarbarubia,todo,todo.¡Esportentoso!Yapropósito,Roger;nuncatehepreguntadoporquélanobleprofetisadijodetiqueteníasel pensamiento puesto en el castillo de Monteagudo con más constancia ycariñoqueyomismo....

—Quizás tuviera también razón al decirlo, señor, replicó el escuderoruborizándose,porqueosconfiesoqueenaquelcastillopienso todoeldíayconélsueñodenoche.

—¡Hola!exclamóelbarón.¿Ycómoeseso,Roger?

—Deboconfesároslo.AmoamiseñoraDoñaConstanza,vuestrahija,conelmáspuroyprofundoamor....

—Mesorprendes,doncel,dijoelbarónfrunciendoelceño.¡PorSanJorge!¿sabesqueesmuynoblenuestrasangreymuyantiguonuestronombre?

—También loeselmío,señorbarón,ymuynoble lasangreheredadademismayores.

—Constanzaesnuestraúnicahijaycuanto tenemos leperteneceráalgúndía.

—TambiénsoyyoahoraelúnicoClinton,ymuertosinhijosmihermanosoydueñoyseñordeMunster.

—Ciertoes.Pero¿cómonomehashabladoantesdelcaso?

—Nopodíahacerlo,señorbarón,porqueniaunsésivuestrahijameamaynomediaentrenosotrosofertanipromesa.

Quedósepensativoelfamosoguerreroyporfinseechóareír.

—¡Juro por San Jorge no tomar cartas en el asunto! exclamó. Mi muyamadahijaesárbitradesuelección,pueslajuzgomuycapazdemirarporsímismay elegir con acierto.La conozco, amigoRoger, y si comome figuroestá ella pensando en ti como tú en ella, ni Enrique de Trastamara con sussesentamilsoldadospuedeimpedirquemiConstanzahagasuvoluntadydejede amar a quien ame. Lo que sí me toca recordar aquí es que siempre hedeseadoparaesposodemihijaauncaballerovalienteycumplido.Tú,Roger

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deClinton,estásencaminodeserunabrillantelanzasiDiosteprotege.Siguehaciendo méritos y conquistando lauros. Pero basta de este asunto, quevolveremos a tratar cuando veamos otra vez las costas de Inglaterra. Noshallamosensituacióngravísimaeimportasalirdeellacuantoantes.Hazmelamercedde llamaral señordeFenton,conquiendeseoconferenciarantesdequenosalcanceelenemigoenestadesventajosaposición.

ObedecióRogerinmediatamenteysentándosedespuéssobreapartadarocatrató de recordar una a una las palabras del barón y su propia confesión;comparótambiénlasdesfavorablescircunstanciasquelerodeabancuandoporprimera vez vio a su amada, novicio indigente y sin hogar, con la holgadaposición que le creaba la prematura muerte de su hermano. Además, habíasabidoganarseelaprecioylaconfianzadelbarón,suscompañerosdearmaslo consideraban como valiente entre los valientes de la Guardia Blanca, apesardesuspocosaños,ysobretodo,elbarónacababadeoírlarevelacióndesuamormáscomplacidoqueenojado.Elresultadodesusmeditacionesfuelaresolucióndenoabandonaraquellasmontañassinconquistarlaurosbrillantes,queacabarandehacerledignodemercedtanaltayfelicidadtancumplidacualpodíaprometerseelfuturoesposodelaencantadoraConstanzadeMorel.

EnaquelinstanteoyóRoger,tresvecesrepetida,lanotapenetrantedeunclarín, y saltando de la roca en que estaba sentado vio que los arquerosempuñabansusarmasysedirigíanapresuradamentehacialoscaballos.LlegóenpocosmomentosalgrupoqueformabanlosjefesyoyóalseñordeFentonquedecía:

—Nome queda duda, es el toque del clarín enemigo. Pero es imposiblequelastropasdeEnriquenoshayandadoalcancetanpronto.

—Olvidáis, dijo el barón, los informes del villano a quien sorprendimosanoche.Unhermanodelreycastellano,nosdijo,sehabíaadelantadoalgruesodel ejército para hostigar a nuestras avanzadas con un cuerpo de seis miljinetesymuchometemoquenuestraprecipitadamarchanoshayaalejadodeunpeligroparahacernoscaerenotro.

—Asíes,enefecto,dijoeldeAngus.¿Quéhacer?

—Tomar posiciones en aquella altura y vender caras nuestras vidas, osalvarlas si nos llegan refuerzos. Lamás alta de aquellas colinas, de difícilsubidaportodosladosyconunaplaniciebastanteextensaenlacumbre,nosofrece una admirable fortaleza natural.Dad,Fenton, la ordendemarcha sinperdermomento.Conservad,señores,vuestroscaballos,peroqueabandonenlos suyos los soldados. Si vencemos nos sobrarán caballos del enemigo.Puestoqueel jefecastellanonoshadescubiertoynoseoculta,enseñémosletambién los colores de nuestra bandera. Nuestras almas están en manos deDios, nuestros cuerpos al servicio del rey. ¡Desenvainemos las espadas, por

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SanJorgeeInglaterra!

El entusiasmo del barón se comunicó a sus soldados, y la Guardia todaescaló con resuelto paso la ladera menos pendiente, erizada de peñascos ycubiertaderocassueltasquerodabanasupasoeibanaperderse,rebotando,en el fondo del valle. La altura a que por fin llegaron los arqueros inglesesconstituía en efecto una posición fortísima, un enorme cono truncado desdecuyabasesuperiorpodíanbarrerconsusflechaselpendientecaminoqueellosacababan de recorrer con gran dificultad, al paso que por los otros lados larocacortadaapicohacíalaposicióninexpugnable.

La niebla que hasta entonces cubriera el valle comenzó a disiparse,flotando en grandes jirones que rozaban por un momento las copas de losárboles y luego se elevaban desvaneciéndose en el espacio. El sol iluminóentonceslosalrededoresdelarocaconvertidaenfortalezaynoblesyarqueroscontemplaron con admiración la vasta fuerza que los cercaba. Brillaban loscascosycorazasdenumerososescuadronesylasvocesquedieronyeltoquedelascornetasyatabalesindicarontambiénquehabíandescubiertoelrefugiodesusenemigosyquesepreparabanparaelataque.Elbarónysus jefes sereunieron ante los cuatro estandartes de su fuerza, que eran el de las armasinglesas, el deMorel y los deButrón yMerlín, enseña este último de unossesentaarquerosdelpaísdeGales.

—¿Veis, barón, aquella hermosa bandera bordada de oro que ondea alfrentedelasotras?preguntóFenton.PuesesladelosfamososcaballerosdeCalatrava, y no lejos de ella la de la Orden de Santiago. En el centro elestandarte real, y omuchome engañoo hay también en esa fuerzamuchoscaballerosfranceses.¿Quédecísaello,DonDiego?

ElprisionerodeTristándeHorlacontemplabaconalegríayentusiasmolasbrillantescohortesdesuscompatriotas.

—¡PorSantiago!exclamó.VosyvuestrosamigosvaisacaeralempujedelosmásafamadoscaballerosdeLeónyCastilla.Mandaesafuerzaunhermanodenuestrorey,ysincontarlosgloriosospendonesdeCalatravaydeSantiago,veo allí los deAlbornoz, Toledo,Cazorla, Rodríguez Tavera y tantos otros,améndelosdemuchosnoblesaragonesesyfranceses.

Nosehizoesperarelataque.Losbrillantesescuadronesdelasdosgrandesórdenes militares se adelantaron en formación perfecta, y cuando ya losarqueros preparaban sus armas vieron con sorpresa que sus enemigos sedetenían,blandiendo lanzasyespadas,yquedesus filasseadelantabandosguerreros armados de punta en blanco, caladas las viseras y con grandespenachos blancos que sobre los relucientes yelmos ondeaban al viento.Alzados ambos sobre los estribos y blandiendo las lanzas, era evidente quedirigíanunretoaloscaballerosingleses.

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—¡Un cartel, por vida mía! gritó el barón, brillándole el único ojo quetenía descubierto.No se dirá que el barón deMorel ha rehusado tan cortéspropuesta.¿Yvos,Fenton?

La contestación del caballero inglés fue saltar sobre su caballo, yempuñando, comoelbarón, la lanzayembrazandoel escudo, ambos jinetesdescendieron con peligrosa rapidez la enhiesta pendiente, en dirección a losdos campeones castellanos, que a su vez les salieron al encuentro. Era elcontrincantedeGuillermoFentonun apuesto caballero, jovenyvigoroso enapariencia,cuyalanzadioenelescudodelingléstanreciogolpequelopartióen dos, al tiempo que la acerada lanza de Fenton le atravesaba la garganta,derribándolo moribundo. Impulsado Sir Guillermo por el entusiasmo deltriunfoyelardordelcombate,siguiósufuriosacarreraydesaparecióentrelasapretadasfilasdeloscaballerosdeCalatrava,queenunabrirycerrardeojosdieroncuentadelvalerosocampeóninglés.

ElbarónentantohabíahalladouncompetidordignodesuesfuerzoybríosenguerrerotanfamosocomoDonSebastiándeGomera,lanzaescogidadeloscaballerosdelaOrdendeSantiago.Acometiéronsecontalfuriaquealprimerencuentroquedaron rotasambas lanzas,yempuñando losacerosseatacaroncondenuedosin igual.Largo fueelcombate,brillantes losgolpesyparadasquedemostraronlapericiadeambos,hastaqueimpacienteeldeSantiagohizosaltarasucaballohastatocaraldelinglés,yabalanzándosesobreelbarónlerodeó el cuerpo con sus brazos. Cayeron al suelo ambos enemigosestrechamenteunidos,logróelcastellanodominarasuadversario,decuerpomás endeble que el suyo, y posándole una rodilla en el pecho alzó el brazoarmadoparaponerdeunaestocadafinalfuriosocombate.Peronuncallegóadar el golpe mortal. La espada del barón, rápida como el rayo, entróoblicuamente por debajo del levantado brazo de su enemigo, y éste cayópesadamenteentierra,lanzandoahogadogrito.Confusagriteríadeaplausoyde despecho se dejó oír en uno y otro bando y el barón, saltando sobre sucaballo, se lanzó hacia la altura, a la vez que los sitiadores emprendían elataquedelaposicióninglesa.

Los arqueros los recibieron con una granizada de flechas que hicieronmorderelpolvoafilasenterasdelosasaltantes.Inútilesfueronlosesfuerzosdenodadosdeéstospor llegarhasta laaltura; laestrechezy lapendientedelcamino y los obstáculos que añadían a su paso los cuerpos de hombres ycaballoshacinadosyrevolcándoseensangrientosmontonessólolespermitíanavanzar lentamente,haciéndolosfácilblancode lasflechasenemigas,ymuyprontoseoyóeltoquederetirada.

Felicitábanse los arqueros cuando descubrieron otro enemigo aun mástemible que las impotentes lanzas de los jinetes. Numerosos honderoscastellanos habían tomado posesión de otras alturas cercanas y desde ellas

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lanzaronmortíferaspiedras,confuerzayacierto talqueenpocosmomentosquedaron tendidos sin vida el veterano Yonson y algunos otros arqueros ymalheridos quince de éstos y seis hombres de armas. Parapetáronse losingleseslomejorquepudierondetrásdelospeñascos,tendiéronsemuchosenelsueloydirigieronsuscerterasflechascontraloshonderos.

—¡Barón! exclamó en aquel momento el señor de Burley; acaba dedecirmeSimónquenonosquedanmásdedoscientasflechasporjunto.¿Quéhacer? En mi opinión ha llegado la hora de parlamentar o de morir casiindefensos.

—¡Por lopronto, contestóelbaróndeMorel arrancándoseelparchequeportantotiempocubrierasuojoizquierdo,creohabercumplidomivotodandomuerte en leal combate a uno de los más pujantes y famosos caballerosenemigos!Yahora¡amorirmatando!

—Lomismo digo, asintió tranquilamenteOliver deButrón, enarbolandopesadamaza.

—¡Disparad hasta vuestra última flecha, arqueros! gritó el de Morel.¡Entonces os quedarán todavía espadas y hachas para vender caras vuestrasvidas!

CAPÍTULOXXXIII

"LAROCADELOSINGLESES"

Como si el enemigo hubiera oído o adivinado las palabras del intrépidojefe, alzóse entonces en todo el valle y en las cumbres vecinas el grito devenganzayexterminiodeaquellarazaaguerrida,quellevabasiglosenterosdelucha con los árabes y que preparaba el anonadamiento de otro puñado deinvasores,nomenosodiadosquelossectariosdeMahoma.Cruentayterriblefuelalucha,tanlarga,tanencarnizadaqueaunhoydíaconservamemoriadeellalatradiciónyentrelosmontañesesdelacomarcaseconoceelteatrodelahecatombeconelnombredela"RocadelosIngleses."

Masnocedieronéstosalsegundoasalto.Agotadasmuyprontolasflechasde los arqueros, lucharon desesperadamente con espadas, picas, hachas ymazas, aprovechando todas las ventajas de su posición. Por fortuna, elcombatecuerpoacuerpoimpidióaloshonderoscastellanoscontinuarsuobradedestrucción.Sitiadoresysitiados luchabanconfundidosenelúnicopuntodel camino por donde podía escalarse la altura y allí acudieron, dando elejemplo a sus soldados, los pocos nobles ingleses que rodeaban al barón.Momentos hubo en que éste, Roger y Butrón hubieran perecido sin el

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oportunorefuerzodelescocésBurleyalfrentedelosveteranosdeGales,quecayeron sobre el enemigo con furia sin igual, obligándole a retroceder buentrecho. Pero las pérdidas de los sitiados eran irreparables, al paso que loscastellanos tenían escuadrones y compañías enteras de reserva en el valle,imposibilitadosunosyotrasdetomarparteenlaluchahastaentoncesporlascondicionesdelterreno.

UngigantescocaballerodeSantiagollegóaescalarlosúltimospeñascos,yderribandoa tresarquerosdeotros tantosgolpesblandíadenuevo la tajanteespada, cuando le asió entre sus nervudos brazos el animoso Sir Oliver.Forcejeandofuriosamenteambosenemigos,yrodandoporelsueloenmortalabrazo, llegaron al borde de la elevada planicie y cayerondespeñados en elhorrendo precipicio. La espada de Simón y la enorme hacha de Tristánbrillaban al sol y golpeaban incesantemente sobre las cabezas enemigas, enprimera línea. Reno cayó a su lado, malherido, y también pereció allí SirRicardoCauston. El señor deMorel, cubierto de sangre, hacía prodigios devalor,acudiendoatodaspartes,animandoydirigiendoasussoldados,seguidodecercaporRoger,quedevolvíagolpeporgolpe,másganosodeprotegerasuseñor que a sí mismo. Por último, los arqueros y hombres de armas queformabanaderechaeizquierdadellugardondeeramásencarnizadalalucha,hicieron un esfuerzo supremo y precipitándose sobre los sitiadores,persiguiéndolosyatacándoloscondesesperación,hicieronretrocederuntantoaquella incesante columna enemiga, en la que parecían no hacer mella lasincesantesbajas.

Mientrasserehacíanlasfuerzascastellanasyconsultabansusjefes,aquellaretirada parcial proporcionó a los ingleses que aun quedaban con vida eldescanso que tanto necesitaban. Grandes habían sido sus pérdidas. De lostrescientossetentahombresquecontabanalemprender ladefensadeaquellaaltura,noquedabanenpiemásdecientocincuenta,heridosmuchosdeellos.Entre los muertos se contaban ya los valientes nobles Burley, Butrón yCauston y los veteranos Yonson y Reno. Ni fue completo el respiro de lossobrevivientes, porque apenas deslindados los campos reanudaron el ataqueloshonderosposesionadosdelascumbresinmediatas.

—Ahora más que nunca me enorgullezco de mandaros, dijo el baróncontemplando con amor al puñado de héroes que le rodeaba. ¿Qué es eso,Roger?¿Estásherido?

—Un rasguño, señorbarón, contestóel escudero restañando la sangredeuntajoquelecruzabalafrente.

—Deseo hablarte, Roger, y también a vos, Norbury, dijo el baróndirigiéndosealescuderodeSirOliver.

Lostresseencaminaronalextremoopuestodelaelevadaplanicie,bajola

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cual se veía la roca cortada casi a pico, con algunos peñascos salientes detrechoentrecho.

—Es indispensable, continuó el señor de Morel, que el príncipe tenganoticiaexactadeloocurrido.Podremosquizásresistirotraacometidaporquenopuedenatacarnostodosalavez,peroelfinnoestálejano.Encambio,lallegadadeauxiliosoportunospermitiríaprolongarladefensadeestaposicióny salvar la vida de los que aún quedasen defendiéndola. ¿Veis aquelloscaballosquepastanallábajo,entrelasrocas?

—Sí,señorbarón,contestaronlosescuderos.

—¿Y aquel sendero que se pierde más lejos entre los árboles y parececonducir al otro extremo del valle? Un jinete resuelto podría quizás llegarhasta el campo del príncipe, o cruzarse en el camino con las fuerzas de SirHugoCalverley, que no deben de estarmuy lejos, y procurarnos el ansiadosocorro.He aquí una cuerda suficientemente larga y fuerte para que uno devosotros pueda bajar hasta los primeros peñascos de la hondonada. ¿Quédecís?

—Digo,señor,replicóRoger,queestoyprontoaobedecerosahoramismo.Pero¿cómoapartarmedevosenestascircunstancias?

—Paraservirmemejoryquizásparasalvarme,Roger.¿Yvos,Norbury?

Por toda respuesta el escudero, no menos animoso que Roger, asió lacuerda y empezó a asegurarla firmemente en torno de una saliente roca.Despuéssequitóalgunaspiezasdelaarmadura,ayudadoporRoger,quehizolopropioconlasuya,mientraselbaróncontinuaba,dirigiéndoseaNorbury:

—Si el príncipe ha pasado ya con el grueso del ejército, indagad comopodáiselparaderodeChandos,CalverleyoNolles.¡Diososproteja!

El barón y Roger, profundamente conmovidos, siguieron con la vista,inclinadossobrelasrocas,elpeligrosodescensodeljovenescudero.Llegadohabíaésteacortadistanciaytratabadeapoyarelpieenunahendiduradelaroca,cuandorecibiólaprimeradescargadeloshonderosenemigos.Unadelaspiedras le alcanzó de lleno en la sien y extendiendo los brazos cayódesplomadoalabismo.

—SiDiosnomedamejorfortunaqueaese infeliz,dijoRogeralbarón,hacedmelamerceddedeciravuestrahijaquehemuertopensandoenellayconsunombreenloslabios.

Laslágrimasasomaronalosojosdelnobleguerrero,queponiendoambasmanosen loshombrosdeRoger lobesócariñosamente.El jovencorrióa lacuerda y se deslizó por ella con gran presteza; las piedras lanzadas por lashondasenemigasseestrellabancontralaroca,unalerozóloscabellosypor

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finotralealcanzóenuncostado,ocasionándolevivísimodolor.Llegado,sinembargo,alextremodelacuerda,sedejócaerdesdenopequeñaalturasobrelacumbredelmásaltorisco,quequedabaalpiedelaformidablerocadondese hallaban sitiados sus amigos. Tan alta era ésta que todavía tuvo quedescenderRogermásdeveintevaras,porunaescarpadapendientequeapenasle ofrecía punto de apoyo. Aferrándose desesperadamente a las plantassilvestres que crecían en las hendiduras de las rocas, poniendo los pies enligerísimasdepresionesdelinclinadoplano,oenpiedrasqueconfrecuenciasedesprendían y amenazaban arrastrarlo consigo, expuesto amorir diez veces,llegóporfinaterrenofirmeysaltandoderocaenrocaocorriendoentrelosmatorrales, se vio sano y salvo en la planicie que desde arriba le habíamostradoelbarónydondepacíanalgunoscaballos.Tendíaya lamanoparaasirlabridadeunodeellos,cuandorecibióenlacabezafuertepedradaqueloderribóaturdido.

El hondero autor de aquella hazaña, viendo a Roger solo y exánime yjuzgandoporelaspectoytrajedeljovenquesetratabadeuncaballeroinglés,comenzóabajarprecipitadamentedelacolinadondesehallabaapostadoconotros,ansiosodedespojarasuvíctimaysabedordequelosarqueroshabíanagotado todas sus flechas. Pero no contaba con Tristán de Horla, quelevantandoconsusforzudasmanospesadopeñascolodejócaeraplomosobreelhondero, alpasaréstealpiede la roca, con tanto tinoque ledestrozóunhombro,derribándoloalsuelo,dondeempezóadargrandesgritos.AloírlosseincorporóRoger,miróenderredorcomoatontado,ydeprontoviounodeloscaballosqueapocospasosdeélestaba.Unmomentolebastóparaponerseenlasillaylanzarsealgalopeporelsenderoquedebíaconducirlofueradeaquelvallefatal.Perobienprontoconocióqueibanafaltarlelasfuerzas;sintióenelcostadoundolor atroz, nublóse suvista y haciendoun esfuerzo supremo seinclinósobreelcuellodelcaballo,loestrechófuertementeentresusbrazosycerrólosojos,casiinsensibleyaacuantolerodeaba.

Nunca supo Roger lo que duró aquella carrera desenfrenada. Cuandovolvióen sí sehalló rodeadode soldados inglesesque leprestaban solícitoscuidados. Era un destacamento de doscientos arqueros y hombres de armasmandadosporeltemibleHugodeCalverley,quienalasprimeraspalabrasdeRogerdespachómensajeroscondirecciónalcercanocampamentodelpríncipeyponiéndosealfrentedesussoldadosselanzóalgalopeenauxiliodelbaróndeMorel.ConélfuetambiénRoger,atadosobreelcaballoqueleconducía,casiexánimeporlapérdidadesangre,losgolpesrecibidosylasperipeciasdeaquellatremendajornada.

Llegadoslosinglesesaunaalturaquedominabaenparteelvalledivisaronenlacimadelarocaconvertidaenfortalezalabanderacastellana.Elenemigose había apoderado por fin de aquel baluarte con tanto heroísmo defendido.

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Pero la lucha no había cesado por completo; en un extremo de la elevadaplanicie oponía todavía débil resistencia un puñado de ingleses. AquelespectáculoarrancóungritodefuroraSirHugoysussoldados,queclavandolasespuelasenlosijaresdesuscaballosselanzaron,ciegosdeira,contralosescuadronesenemigos.

Elfuriosoataquesorprendióaéstossobremanera,eignorantesdelnúmerodesusenemigosycreyendoquelosrodeabaelgruesodelejércitoinglésquesehallabaporaquelloscontornos,dieronlaseñalderetirada,apresurándoseadejarelvalleenbuscadeposiciónmásfavorableparaladefensa.

Los ingleses no pensaron en continuar su ataque ni en perseguirlos. Suprincipal anheloera llegar a la alturadondeesperaban rescatar a algunosdesusamigos.Tristecuadroseofrecióasuvista;montonesdemuertosyheridoscastellanos y leoneses, franceses e ingleses; ymas allá, al pie de una roca,sietearqueros,conel indomableTristándeHorlaenelcentro,heridos todosperonovencidostodavía,blandiendolasensangrentadasespadasysaludandoasussalvadoresconungritodebienvenida.

—¡Tremenda lucha y defensa heroica la vuestra! exclamó Sir Hugo,contemplando con asombro aquella escena asoladora. Pero ¿qué es eso?¿Tambiénhabéishechoprisioneros?continuódiciendoalveraDonDiegodeÁlvarezdesarmadoentrelosarqueros.

—Sólo uno, y me pertenece, respondió Tristán. Lo he custodiado ydefendidocuidadosamente,porquerepresentamifortunay lademiviejecitamadresivuelvoavermealgúndíaenHorla....

—Tristán, ¿dónde está el barón de Morel? interrumpió Rogeransiosamente.

—Creo que ha perecido, como casi todos. Yo vi al enemigo poner sucuerposobreuncaballo.Estabadesvanecidoomuertoyselollevaron....

—¡Diosdelcielo!¿YSimón?

—También le vi arrojarse espada enmano sobre los captores de nuestroseñor,ynosésilomataronolohicieronprisionero.

—¡Den losclarines laordendemarcha!gritóSirHugoconvoz tonante.¡Maldición! ¡Volvamos al campo, y os prometo que antes de tres díashabremosvengadoalbaróndeMorel!Cuentoconvosotros,valientes,ydesdeahoraquedáisincorporadosamiescuadrónpredilecto.

—SomosarquerosypertenecemosalaGuardiaBlanca,señor,seaventuróadecirTristán.

—¡Ah, sí! ¡La famosaGuardiaBlanca! repuso el granguerrillero inglés,mirando tristemente en torno.Pero laGuardia ya no existe; lamuerte se ha

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encargado de desbandarla. Cuidadme bien a ese valiente escudero, porquetemoquenovuelvaaverlaluzdelsol,añadióseñalandoaRogerdesfallecido.¡Enmarcha!

CAPÍTULOXXXIV

REGRESOALAPATRIA

NoshallamosenInglaterra,enunahermosamañanadeJulio,cuatromesesdespués de los sucesos que quedan relatados. Por el camino que conducíaderechamentealaantiguaciudaddeVinchesteryanomuygrandedistanciade ella ibandos jinetes, joven, apuestoy ricamente ataviado el uno, con lasespuelasdeorodelcaballero,alpasoqueelotro,hercúleomocetón,teníamástrazasdegañánquedesoldado,anorevelarsuprofesiónlaformidableespadaquealcintollevaba.Sobrelagrupadesucaballoveíaseunsacoquecontenía,entreotrascosas,loscincomilducadosquepagaraporsurescateDonDiegodeÁlvarez. Inútil es decir que era el jinete nuestro jovial amigoTristán deHorla, elevado recientemente a la dignidad de escudero de Sir Roger deClinton,señordeMunster,acuyoladocabalgabaenaquelmomento.

RogerhabíasidoarmadocaballeroporelPríncipeNegroenpersona,conaplausodetodoelejércitoqueleconsiderabacomounodelosmásbrillantessoldados del reino. Aquella defensa inaudita, aquel esfuerzo supremo de laGuardia Blanca había sido referido y ensalzado en toda la cristiandad y elpríncipeheredero, en nombre del soberano, había colmadode honores a losescasos sobrevivientes de tan honroso hecho de armas. Pormás de unmesfluctuóRogerentrelavidaylamuerte,ytanluegotriunfósujuventudycesóel delirio, supo que había terminado la guerra y que nada se había podidoaveriguar sobre el paradero ni la suerte del barón de Morel. Recibió lasfelicitacionesyalabanzasqueleprodigóenpersonaelpríncipe,ytanluegosehallóendisposicióndesoportarelviajeaLondresseembarcóacompañadodesufielTristán.InmediatamentequellegaronaaquellaciudademprendieronelcaminodeHanson,puesRogercarecíadetodanoticiadesdelacartadelpriorqueleanunciólamuertedesuhermano.

Tristán comentaba con admiración y entusiasmo cuanto veían en elcamino, la verdura y lozanía de los campos, los matices de las flores y lahermosaaparienciadelganado.

—Bienestáqueteregocijes,amigoTristán,ledijoeljovencaballero,perocuantoamíjamáspensévolveralapatriacontantaamarguraenelcorazón.LloropormiseñoryporelvalienteSimónAluardo,ynosécómoatrevermea

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comunicarlapérdidadelprimeroalabaronesayasuhija,suponiendoquenotenganyanoticiadesudesgracia.

—¡Aydemí!exclamóTristándandoungemidoqueespantóaloscaballos.Duroesel tranceenqueosveisy tambiényo lamento lamuertedeambos.Perodescuidad,quelamitaddeestosducadosqueaquíllevoseladaréamimadre y la otra mitad la agregaremos a los dineros que vos tengáis, paracomprar elGaleónAmarilloquenos llevóaBurdeosyconél saldremosenbuscadelbarón.

—¡BuenTristán!dijoRogersonriéndose.Pero¡ah!quesielbarónvivieseyahubiéramostenidonuevassuyas.¿Quévillaesesa?preguntópocodespués.

—¡Romsey! La conozco bien. Allí está elmonasterio con su vieja torreparda. Permitidme que dé una moneda al venerable ermitaño que allí veis,sentadoenaquellapiedrajuntoalcamino.

Suspendióelancianosusprecesparaaceptarladádivadelarquero.

—Soldadossoisaloqueveo,hijosmíos,ymisoracionesosacompañaránenvuestrasempresas.

—DeEspañavenimos,reverendopadre,dijoTristán.

—¿DeEspañadecís?¡Ah!Infortunadaexpediciónenlaquetantosbravosingleses han sacrificado las vidas que Dios les concediera. Hoy mismo hedadomi bendición a una noble dama que ha perdido cuanto amaba en esacruelylejanaguerra.

—¿Quédecís?preguntóRogerconvivointerés.

—Sí,unajovenyprincipalísimadamadeestacomarca,tranquilaydichosacualningunapocosmeseshaceyquesepreparaatomarelveloenelconventodeRomsey.¿Nohabéisoídohablar,misbuenoscaballeros,deunacompañíallamadalaGuardiaBlanca?

—¡Oh,sí,mucho!dijeronambosalavez.

—Pues el padre de la dama de que os hablo era el jefe de esa valientefuerza,ysuprometidoeraescuderodelfamosocapitán.Llegóaquí lanuevade que ni un solomiembro de laGuardia había sobrevivido a una serie decruentoscombatesylapobredoncella....

—¡Acabad!gritóRoger.¿HabláisdeDoñaConstanzadeMorel?

—Lamisma.

—¡Constanza monja! ¿Qué decís? ¿Tan terrible efecto le ha causado lapérdidadesupadre?

—Desupadreydelgallardomanceboderubioscabellosaquienadoraba.

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Lamuerte de este último es la que en verdad abre para ella las puertas delclaustro....

—¡Á escape, Tristán! ¡Á Romsey! gritó Roger espoleando a su caballo,quepartiócomounaflecha.

GrandehabíasidolaalegríadelasmonjasdeRomseyalsaberquelanoblecuantohermosaConstanzadeMorelhabíapedidoserrecibidacomohermanasuya, tras corto noviciado. Hechos estaban todos los preparativos para lasolemne ceremonia, decorado el templo, cubierto de flores el altar ynumerososgruposdegentesdelpueblosehallabancongregadosenelatrioose encaminaban hacia la iglesia inmediata al monasterio, ansiosos depresenciarelimponenteacto.Yahabíanvistopasaralavenerableabadesaconsugrancrucifijodeoro,seguidadelashermanas,delcleroylosacólitosconloshumeantesincensariosydeunashermosasniñasqueibanalfombrandodefloreselsuelo,alpasode lanovicia.Seguíalaséstaentrecuatrocompañerassuyas,cubiertadelacabezaalospiesporelblancovelo,ycentrodetodaslasmiradas.

Aquellasolemneprocesión llegóa laspuertasdel temploysedisponíaaentrarenélcuandosenotósúbitaconfusiónenunodelosángulosdelaplaza,de donde pronto partieron grandes clamores. La multitud osciló primero yabrió luegopasoaun jinete,aun jovencaballerocubiertodepolvo,quesinmiramientos lanzaba su corcel sobre la compacta masa del pueblo. Era elmensajero de la juventud y del amor, que llegaba a tiempo de arrancar alclaustrounavidaqueporningúnconceptoleestabadestinaba.Llegadoalosescalonesqueconducíanalatriosaltódesucaballo,yapartandobruscamentea la sorprendida abadesa, dirigióse el doncel al punto donde se hallaba lanoviciayextendiendohaciaellasusbrazos,exclamóconamorosoacento,enelquepalpitabaprofundísimaemoción:

—¡Constanza!

—¡Roger!

Lanoviciaibaacaerdesvanecida,peroRogerlarecibióensusbrazosylaestrechó amorosamente, con gran escándalo de la abadesa y con no menoradmiraciónde lasveintemonjasynoviciasquepresenciaban tan inesperadodesenlace.PeroConstanzayRogernosedabancuentadeloqueentornodeellos sucedía, perdidos como estaban enmutua contemplación, embriagadosconlafelicidadinmensadeversereunidosdespuésdeunaseparaciónqueellahabíacreídoeterna.Traslosamantesquedabaelobscuroarcodeentradadeltemplo; frente a ellos la vida entera, llena de luz, de alegría y felicidad. Suelecciónquedóhechaenunmomentoysedirigieron,entrelazadaslasmanos,hacia la luz, en busca del amor, abandonando ella para siempre el claustro,olvidadosambosporelmomentodesuspasadastristezas.

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El anciano padre Cristóbal bendijo poco tiempo después su unión en laiglesia del Priorato de Salisbury. Los únicos testigos de la tierna ceremoniafueronlabaronesa,TristándeHorlayunadocenadearquerosyservidoresdelcastillo.LaanimosaseñoradeMorel,traslargosmesesdeansiedadyamargossufrimientos,dudabatodavíadelamuertedelbarón;parecíaleimposiblequehabiendoregresadodetantasytanmortíferascampañas,hubiesesonadoparaéllahorasupremaenaquellaúltimaexpedición,lejosdesuhogar,privadodelamor de los suyos y de los solícitos cuidados de su amante esposa. DesdeluegomanifestóeldeseodeiraEspañaenpersonayagotartodoslosrecursospara averiguar el paradero del barón. Disuadióla Roger de su proyecto,convenciéndola de que a él le tocaba emprender aquel viaje, debiendoquedarse ella acompañando a suhija y al cuidadode losmúltiples interesesquesuponíalaadministracióndelasvastaspropiedadesdeMunster,unidasaladelcastillodeMonteagudoysusdependencias.

FletóRoger elGaleónAmarillo,mandadopor elmismovaliente capitánGolvín,yunmesdespuésde subodapartióel jovenseñordeMunsterparaSorel, acompañadode su fielTristán, a fin de averiguar si había llegado deSouthamptonelparaellosinolvidablegaleón.PocoantesdellegaraSorelsedetuvieronenDalton,pueblecillode lacosta,dondenotóRoger lapresenciade una pequeña galera recién llegada, a juzgar por el número de botes ylanchasquelarodeabanparaconduciratierrasucargamento.

Áuntirodeballestadelpueblohabíaunpequeñoedificio,entremesónytaberna,haciaelcualsedirigieronlosdosviajeros.aunaventanadelprimeroyúnicopisodelacasitaseasomabaunindividuoqueparecíacontemplarloscon curiosidad.Mirándole estaba Tristán cuando salió corriendo del mesónunarobustamoza,riéndoseacarcajadasyperseguidadecercaporuntruhanquemuyprontodesapareció,lomismoquelamuchacha,entrelosárbolesdelhuerto.Echandopieatierralosjinetes,ataronsuscaballosalacercayapenastomaron por el sendero que a la casa conducía se detuvieron atónitos,contemplándoseensilencio,presadeprofundaemoción.

—¡Ah, ma belle! decía una voz sonora. ¿Con que así tratas a un viejosoldado que hace tiempo no ha visto tan siquiera una buenamoza inglesa?¡Porelfilodemiespada!aguardaunpocoyenlugardeunbesotedarémediadocena....

UnaexclamacióndealegríaseescapódeloslabiossonrientesdeRogeryTristán.¡EraSimón,nocabíaduda!Simónbuenoysano,queapenaspuestoelpieentierravolvíaalasandadas.Ibanaprecipitarseensubusca,allamarleagritos,cuandooyeronotravozquepartíadelaventana.

—¿Qué ocurre, Simón? decía. Si me necesitas, no pido cosa mejor queempuñar laespadaydesentumecerunpocoelbrazo,metiendoencinturaal

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primeroquesedesmandeynosbusquependencia,aunqueseaentierrapropia.

AparecióSimónaloírlavozdesuseñoryenuninstantesevioasidoporlos formidablesbrazosdeTristán,de losquepasóa losdeRoger.NohabíavueltodesusorpresaelbuenSimóncuandosepresentóenlapuertaelbaróndeMorel,espadaenmanoyguiñandomásquenuncasusojillos,enbuscadeimaginario enemigo. Renováronse entonces los abrazos, que el barón y elveteranonotardaronendevolverconcreces,poseídosdeinmensaalegría.

Duranteelviajederegresooyeronsusamigoselrelatodesusportentosasaventuras. Hechos prisioneros ambos en la homérica lucha, allá en España,viéronsecautivosdeunnoblearagonés,quetras largoviaje loscondujoa lacosta, donde los embarcó con rumbo a unas posesiones que por allí tenía.Sorprendida su embarcación en alta mar por los piratas berberiscos, seacrecentaron sus sufrimientos bajo el yugo bárbaro de su nuevo amo; perollegadosaunpuertecilloafricano,elindomablebarónhallómododemataralcapitánpirata en labarcaquea tierra los conducíayarrojándosedespuésalagua seguido de Simón ganaron a nado la tierra y tras mil penalidadeslograronembarcarseenlagaleraqueacababadellevarlosaInglaterra,nosinricobotínarrebatadoconastuciaasuscruelesenemigos.Inútileshablardesurecepción en el castillo deMonteagudo, y de la inmensa ventura que llenóaqueldichosohogar,pocoantestanagobiadoporlatristezayeldolor.

El barónLeón deMorel vivió todavía largos años, colmado de honores,tranquilo y feliz. La dicha de Roger de Clinton y su esposa adorada fuetambién completa.Dos veces guerreó él en Francia, conquistando preciadoslaureles y altísima fama. Concediósele distinguido puesto en la corte y pormuchosañosejercióbrillantescargosenlosreinadosdeRicardoydeEnriqueIV, quien le confirió la orden de la Jarretiera y le honró como a uno de losprimeroscaballerosymásvalientescampeonesdesutiempo.

CuantoaTristándeHorla,secasóconunalindamuchachadeDunányallíseestableciódefinitivamente,gozandodelprestigioqueledabansusproezasyloscincomilducadostanbriosamenteganadosalláentierradeEspaña.Élysu inseparableamigoSimónanimaron frecuentementeconsupresenciay sualegría perenne las bulliciosas veladas del Pájaro Verde. Simón acabó porofrecersuamorysunombrealabuenaventeraquetanfielmenteleguardarasubotínde anteriores campañas.Así vivieron aquelloshombres, rudos si sequiere, como la época que los vio nacer y morir, pero francos, honrados yvalientes,dejandoalasgeneracionesveniderasunejemplodignodeimitaciónyaplauso.

FIN

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