La Educación como generadora de Desarrollo
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RETOS DE LA EDUCACIÓN COMO GENERADOR DE DESARROLLO EN
COLOMBIA
El desarrollo de un país o región es determinado por numerosas variables y va más
allá de la medición de indicadores económicos que establezcan su capacidad productiva.
En este sentido, gracias al trazado del nuevo enfoque multidimensional, cuando se hace
referencia al desarrollo se toma en consideración la satisfacción de las necesidades básicas,
la construcción de las capacidades (Sen, 2000) y la participación ciudadana, entre otros, lo
cual disminuye el protagonismo del crecimiento económico en la medición del bienestar de
la población de un país o región.
Es así como diversos temas presentan relevancia, dentro de los cuales se encuentran
la renta per cápita, las tasas de mortalidad, la esperanza de vida al nacer, la tasa de
desempleo, la equidad de género y uno que será tratado a lo largo del presente escrito: la
educación ofrecida por el Estado.
Se ha demostrado que el desarrollo de los pueblos, solo se logra cuando estos
deciden iniciar procesos que generen capacidades, (Sen, 2000) lo cual conduce a la
participación ciudadana y por ende a su empoderamiento. Uno de estos procesos está
soportado en la educación, puesto que con ella se contribuye a la construcción y
fortalecimiento del liderazgo además de contribuir a la reducción de disparidades que
afectan la calidad de vida, dentro de las que se encuentran obtener un empleo de calidad
con remuneración adecuada.
Respecto a estas disparidades, la educación se presenta como el estandarte para
combatirlas gracias al papel que desempeña como herramienta para salir de la pobreza. Por
ello los países deben contar con capital humano capacitado, productivo y competitivo que
les permita el logro de sus objetivos propuestos en los planes de desarrollo y genere un
efecto jalonador en todos los sectores económicos.
Si se pretende establecer la calidad de la educación pública en Colombia, es
indispensable examinar los indicadores a este respecto, tales como las tasas de
analfabetismo, las tasas de escolaridad y el número promedio de años de educación, entre
otros.
Según la Encuesta Nacional de Calidad de Vida (DANE, 2013) aun es necesario
trabajar en la reducción del analfabetismo de las personas mayores de 15 años, pues la
región Atlántica y Pacífica no arrojan cifran alentadoras al respecto. De tal manera, que
este segmento poblacional debe ser atendido con gran énfasis dentro de las políticas
públicas puesto que esta condición vista como una limitante de acceso al conocimiento
constituye la vulnerabilidad educativa y acentúa la desigualdad (OEI, CEPAL, 2011).
De igual manera, el grado de escolaridad alcanzado por la población genera
condiciones favorables para acceder al mercado laboral pero debido a las fricciones y
disparidades de este, es preciso que se revise la pertinencia de los programas ofertados en
las instituciones universitarias, retomando los programas técnicos que permitan a los
jóvenes, especialmente, el ejercicio de su profesión.
En tercera instancia, es claro que el número de años de educación es una medida de la
capacidad del capital humano de una región o país. Si se asiste a educación preescolar se
puede contrarrestar de manera más efectiva la deserción, los niños estarán inmersos en el
sistema educativo y se facilitará la aprobación de los diferentes años lectivos. Colombia
muestra resultados que aunque no son críticos tampoco son competitivos frente a la región,
pues en promedio, el número de años que estudia un individuo es de 7,5 años y eso sin
tomar en consideración lo que sucede en las áreas rurales, donde esta cifra será menor.
Bajo este panorama, se puede deducir que la educación ofrecida por el Estado
colombiano presenta grandes retos en materia de calidad y cobertura principalmente. La
apuesta debe ir orientada a la consolidación de un sistema de formación de capital humano
que sea desplegado a todo el territorio nacional. En la búsqueda de este propósito se deben
diseñar estrategias que mejoren la metodología, la formación de los docentes, las
asignaturas impartidas además de la infraestructura física y tecnológica.
En la educación superior, se evidencia que la calidad no sólo comprende el
cumplimiento de las condiciones mínimas establecidas por el Consejo Nacional de
Acreditación - CNA. Si bien estos parámetros son fundamentales, se demuestra que la
calidad universitaria también hace referencia al diseño de planes de estudio que atiendan las
necesidades de las regiones y por lo tanto puedan aportar al dinamismo de los sectores
productivos.
Asimismo, la destinación y ejecución de recursos para la calidad de la educación,
debe ser prioridad dentro de los gobiernos. Pero también es necesario que se genere el
cambio cultural de los individuos para que se destaque y se reconozca que, cuando se
invierte en este sector se está transformando a la sociedad.
Esta transformación favorece el grado de bienestar de la población, así que genera
efectos positivos en el desarrollo de esta. Por ejemplo, si el gobierno incrementa el gasto
público en educación de acuerdo al recaudo fiscal, mejorando la infraestructura, la dotación
de aulas y la vinculación de docentes, se incide directamente en las tasas de matrícula
escolar, es decir en la cobertura. De tal manera, se estaría atacando el mayor problema de
acceso de poblaciones vulnerables, como la rural, la indígena, afrodescendiente y de
estratos socioeconómicos bajos.
Estudios han demostrado que las diferencias en la calidad de la educación, “genera
brechas en calidad de vida y brechas en ingresos que profundizan y reproducen las
desigualdades sociales” (Delgado, 2014). Es por ello que factores como la capacitación
docente, la gestión de la institución universitaria y la capacidad financiera deben estar
siempre presentes en el diseño de programas y políticas públicas para garantizar que la
formación de los estudiantes corresponda al contexto local y sea un medio de
transformación socioeconómica.
Finalmente, el desafío de aumentar la cobertura en educación requiere de la
articulación de diversos sectores. Para ello, es prioritario implementar estrategias de
permanencia como subsidios de alimentación y transporte a población vulnerable, las
cuales crean condiciones favorables para que los estudiantes puedan dedicarse a sus clases
y jornadas en lugar de tener que abandonar las instituciones para dedicarse a trabajar en
empleos informales y de baja calificación.
La iniciativa de articular la educación secundaria con la superior, es una herramienta
muy útil para hacer frente a las tasas de deserción presentadas a nivel nacional. Esta puede
impactar en mayor medida a las poblaciones rurales quienes son las que presentan el riesgo
más alto de abandonar el estudio por ingresar al mercado laboral.
En suma, la búsqueda de la calidad y cobertura de la educación superior en Colombia,
por parte del gobierno nacional, debe emprender acciones intersectoriales que generen
condiciones óptimas para su mejora y competitividad regional, tomando siempre como
referencia que el capital humano es el mayor recurso de transformación económica, social,
política y cultural.